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Había un pterodáctilo o similar, de tamaño colosal, revoloteando por la zona. Alcé la mirada para estudiar sus movimientos mientras procuraba seguir corriendo en línea recta y no ser alcanzada por los tiranosaurios, y emití un gruñido de resignación ante la situación. Aunque era normal. Seres vivos blanditos, pequeñitos y fáciles de cazar. Éramos la comida perfecta, era lógico que nos cazasen. Bueno, quizá el pez no era tan blandito.
El castaño cuyo nombre no recordaba me adelantó entonces, montado sobre un raptor y riendo como un niño pequeño, mientras el pobre animal se desesperaba por quitárselo de encima y huir de los depredadores. Me llevé una mano al rostro y traté de detener el tic de la ceja que acababa de aparecer en señal de molestia. Ese tipo no tenía cerebro en la cabeza. Debía tener serrín.
Y entonces lo sentí. Se me erizó el vello de la nuca mientras mis sentidos empezaban a chillar y mi cerebro luchaba por no convertirse en presa del pánico. Miré hacia atrás para fulminar a Zane con la mirada. Había usado haki del rey, sin duda. Tenía suerte de estar en dirección contraria a su grito, y de que el pollo en llamas se hubiese centrado en los dinosaurios en lugar de atacar en general.
- ¡La próxima vez avisa, maldito pollo! -le grité, para seguir mi carrera hacia un lugar seguro.
El gigantón volador no pareció verse afectado por el haki del pelirrojo, porque continuó persiguiéndonos, así que aceleré el ritmo para no ser devorada. En aquellos momentos, me daba exactamente igual si alguno de mis compañeros era cazado o no. De hecho, me convenía que lo fuesen. Aquella era una carrera por la supervivencia y los lentos se convertirían en la cena. Mientras el gigantesco reptil estuviese entretenido comiendo, tenía tiempo de sobra para huir y ocultarme. Pero para mi desgracia no parecía haber capturado a nadie por el momento.
Pude ver un deslizamiento de tierra un poco más adelante, una depresión donde el suelo se hundía unos metros, que podía ser utilizada como cobertura provisional, y me lancé hacia allí sin pensarlo.
Derrapé cuesta abajo y aterricé de cuclillas para no perder el equilibrio. Sin detenerme a tomar aliento siquiera, alcé de nuevo la cabeza para localizar al pajarraco escamoso. La criatura se abalanzaba sobre nosotros en aquellos momentos, y me eché hacia atrás por inercia al tiempo que desenfundaba mis filos. Pero el bicho cogió entre sus zarpas al rubio y al pez y se los llevó volando.
Me levanté y lo seguí con la mirada. Probablemente se los llevaba a su nido para comérselos, era un comportamiento habitual en las aves. Emití un suspiro y me permití retomar el aliento con calma, guardando las armas.
- Bueno, mirando el lado positivo, al menos ese gigantón no volverá a atacarnos hoy. Se ha llevado comida de sobra. En fin -comenté al tiempo que me encogía de hombros, sin mostrar signo de preocupación alguno-. ¿Hacia dónde debemos dirigirnos ahora? ¿Dónde está el supuesto tesoro? -le pregunté al pollo ardiente, sin dilación.
Aunque estaba segura de que aquel idiota se iba a preocupar por aquel par de completos desconocidos en lugar de darse cuenta de la ganancia que acababa de obtener. Menos personas a repartir implicaba más oro por cabeza, y a mí me parecía estupendo. Pero aquel exhibicionista de pecho descubierto era estúpido. Así que se preocuparía por ellos y ordenaría a ir a buscarlos y se enfadaría conmigo por el comentario cruel. Probablemente.
Mientras cavilaba sobre aquella posibilidad y casi, sólo casi, me arrepentía de haber dicho nada en primer lugar, la muchacha descarada se acercó a mí.
Ante su comentario, esbocé una sonrisa cínica y me crucé de brazos.
- Las apariencias engañan -me limité a responder, antes de fijar mi vista de nuevo sobre el pelirrojo, esperando la reprimenda y los gritos y el intento de salvar al par de idiotas que se había dejado capturar por el dinosaurio volador.
Sin embargo, no pude evitar desviar la mirada hacia el tal... ¿Cómo se llamaba? Bueno, el tipo del velocirraptor. Seguía con el animal y ahora le hablaba como si fuese un perro. Me llevé el índice y el pulgar al entrecejo y me apreté la nariz al tiempo que emitía un nuevo suspiro.
"Paciencia, Mirai. Paciencia..."
El castaño cuyo nombre no recordaba me adelantó entonces, montado sobre un raptor y riendo como un niño pequeño, mientras el pobre animal se desesperaba por quitárselo de encima y huir de los depredadores. Me llevé una mano al rostro y traté de detener el tic de la ceja que acababa de aparecer en señal de molestia. Ese tipo no tenía cerebro en la cabeza. Debía tener serrín.
Y entonces lo sentí. Se me erizó el vello de la nuca mientras mis sentidos empezaban a chillar y mi cerebro luchaba por no convertirse en presa del pánico. Miré hacia atrás para fulminar a Zane con la mirada. Había usado haki del rey, sin duda. Tenía suerte de estar en dirección contraria a su grito, y de que el pollo en llamas se hubiese centrado en los dinosaurios en lugar de atacar en general.
- ¡La próxima vez avisa, maldito pollo! -le grité, para seguir mi carrera hacia un lugar seguro.
El gigantón volador no pareció verse afectado por el haki del pelirrojo, porque continuó persiguiéndonos, así que aceleré el ritmo para no ser devorada. En aquellos momentos, me daba exactamente igual si alguno de mis compañeros era cazado o no. De hecho, me convenía que lo fuesen. Aquella era una carrera por la supervivencia y los lentos se convertirían en la cena. Mientras el gigantesco reptil estuviese entretenido comiendo, tenía tiempo de sobra para huir y ocultarme. Pero para mi desgracia no parecía haber capturado a nadie por el momento.
Pude ver un deslizamiento de tierra un poco más adelante, una depresión donde el suelo se hundía unos metros, que podía ser utilizada como cobertura provisional, y me lancé hacia allí sin pensarlo.
Derrapé cuesta abajo y aterricé de cuclillas para no perder el equilibrio. Sin detenerme a tomar aliento siquiera, alcé de nuevo la cabeza para localizar al pajarraco escamoso. La criatura se abalanzaba sobre nosotros en aquellos momentos, y me eché hacia atrás por inercia al tiempo que desenfundaba mis filos. Pero el bicho cogió entre sus zarpas al rubio y al pez y se los llevó volando.
Me levanté y lo seguí con la mirada. Probablemente se los llevaba a su nido para comérselos, era un comportamiento habitual en las aves. Emití un suspiro y me permití retomar el aliento con calma, guardando las armas.
- Bueno, mirando el lado positivo, al menos ese gigantón no volverá a atacarnos hoy. Se ha llevado comida de sobra. En fin -comenté al tiempo que me encogía de hombros, sin mostrar signo de preocupación alguno-. ¿Hacia dónde debemos dirigirnos ahora? ¿Dónde está el supuesto tesoro? -le pregunté al pollo ardiente, sin dilación.
Aunque estaba segura de que aquel idiota se iba a preocupar por aquel par de completos desconocidos en lugar de darse cuenta de la ganancia que acababa de obtener. Menos personas a repartir implicaba más oro por cabeza, y a mí me parecía estupendo. Pero aquel exhibicionista de pecho descubierto era estúpido. Así que se preocuparía por ellos y ordenaría a ir a buscarlos y se enfadaría conmigo por el comentario cruel. Probablemente.
Mientras cavilaba sobre aquella posibilidad y casi, sólo casi, me arrepentía de haber dicho nada en primer lugar, la muchacha descarada se acercó a mí.
Ante su comentario, esbocé una sonrisa cínica y me crucé de brazos.
- Las apariencias engañan -me limité a responder, antes de fijar mi vista de nuevo sobre el pelirrojo, esperando la reprimenda y los gritos y el intento de salvar al par de idiotas que se había dejado capturar por el dinosaurio volador.
Sin embargo, no pude evitar desviar la mirada hacia el tal... ¿Cómo se llamaba? Bueno, el tipo del velocirraptor. Seguía con el animal y ahora le hablaba como si fuese un perro. Me llevé el índice y el pulgar al entrecejo y me apreté la nariz al tiempo que emitía un nuevo suspiro.
"Paciencia, Mirai. Paciencia..."
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La escena se había vuelto, cuanto menos, cómica. Al parecer, el pequeño acompañante del rubiales había decidido hacerse amigo de Shieng, aunque el pollo hormonado no parecía especialmente interesado, ya que no dejaba de huir de él. ¿O no era del cachorro? Bueno, qué importa. Hou reía a carcajada limpia, sujeto al velocirraptor que trataba de zafarse de él como buenamente podía sin dejar de correr. Lástima que la agilidad del castaño fuera lo suficientemente loable como para aguantar el tipo y evitar ser derribado. No tardaron demasiado en adelantar a todo el grupo, pasando cerca de Zane, la pequeña Haru, la extraña mujer de la enorme guadaña y... Bueno, en general, todos.
Cuando quiso mirar hacia atrás, se percató de que los enormes lagartos que habían aparecido para perseguirle, incluida la mamá de Shieng, habían quedado paralizados ante la mirada del capitán. ¿Tan intimidante era? Se encogió de hombros. «No les habrá caído bien», concluyó con inocencia, sin ser consciente de lo que acababa de ocurrir.
- ¡Oe, Shieng! ¿Desde cuando tenéis alas en tu familia? -le gritó a su montura, ladeando el cuerpo para mirar hacia el cielo.
Uno de los lagartos, más cercano a las aves que a los reptiles, descendía en picado a toda velocidad. Quizá quisiera jugar un poco con ellos... O comérselos, como sus parientes más grandes. A lo mejor era un conocido del pollo calvo. De hecho, iba a preguntárselo, pero el miedo que se reflejaba en los ojos del saurio parecía indicarle que no se llevaban especialmente bien. Quizá se metiera con él en la escuela de dinos... O algo así. ¿Existían siquiera ese tipo de centros? Tal vez pudiera preguntarle a Shifu al respecto.
Fuera como fuese, el pollo-pájaro pareció ignorarles al encontrar unas presas algo más asequibles: Therax, el pequeño Tib y el extraño hombre-pez. El jinete hizo un puchero al ver cómo la comida marítima de emergencia se iba volando. Quería hacerle muchas preguntas antes de meterlo en una olla, pero si se lo comían no tendría la oportunidad. «Supongo que es normal que los pájaros se alimenten de pescado», dedujo. Al menos el rubio y el cachorro deberían ser capaces de arreglárselas... O no.
- Es una lástima, Shieng. Si se comen a Tib vas a quedarte sin un amiguito con el que jugar -indicó con un deje triste, acariciándole la calva a su nueva mascota, la cual respondió con una dentellada al aire que por poco le deja sin tres dedos-. ¡Shieng malo!
El muchacho alzó la mano, cerrándola en un puño y haciéndolo descender con fuerza exagerada justo en el sitio donde había intentado tocarle segundos antes. El impacto fue tal que en los alrededores resonó el eco de un golpe seco, cuyo resultado fue que el pobre animal agachase la cabeza hasta darse contra el suelo, tropezando y derrumbándose, quitándose a Hou de encima como resultado.
En un alarde de agilidad, el castaño hizo algunas acrobacias antes de tocar la superficie de la jungla. Habían hecho bastante ruido, pero dudaba que fueran a encontrarse alguna criatura igual de peligrosa que la "manada", al menos de momento. Se acercó con calma al raptor, que permanecía atontado en el suelo a causa del golpe.
- ¡No se muerde! -le riñó, algo molesto, antes de ponerse en cuclillas frente a él- Encima que decido no comerte... Al final me harás cambiar de parecer.
Ladeó la cabeza, mirándole casi sin parpadear. A decir verdad, ya no tenía la voluntad suficiente como para intentar cocinarlo. ¿Cómo se iba a comer a Shieng? Sería un auténtico problema explicarle más tarde a Shieng que se había comido a Shieng. Además, ahora que tenía un nombre... ¿Matarlo no incumpliría una de las normas del Loto? Comenzó a rascarse la nuca, pensativo.
- Bueno, supongo que tendré que educarte -concluyó, suspirando-. No esperaba tener vidas a mi cargo tan pronto... ¡Pero seré un buen papá aunque tu mamá me odie! -afirmó, dibujando una sonrisa de completa felicidad en sus labios.
En una demostración de fuerza realmente inusual, Hou se pasó a Shieng por los hombros y se puso en pie, cargando con él. Tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo ir cargando por ahí con un raptor, se acercó a los demás y se colocó al lado de Haru.
- Bueno... ¿Y cuál es el plan? -alegremente.
Cuando quiso mirar hacia atrás, se percató de que los enormes lagartos que habían aparecido para perseguirle, incluida la mamá de Shieng, habían quedado paralizados ante la mirada del capitán. ¿Tan intimidante era? Se encogió de hombros. «No les habrá caído bien», concluyó con inocencia, sin ser consciente de lo que acababa de ocurrir.
- ¡Oe, Shieng! ¿Desde cuando tenéis alas en tu familia? -le gritó a su montura, ladeando el cuerpo para mirar hacia el cielo.
Uno de los lagartos, más cercano a las aves que a los reptiles, descendía en picado a toda velocidad. Quizá quisiera jugar un poco con ellos... O comérselos, como sus parientes más grandes. A lo mejor era un conocido del pollo calvo. De hecho, iba a preguntárselo, pero el miedo que se reflejaba en los ojos del saurio parecía indicarle que no se llevaban especialmente bien. Quizá se metiera con él en la escuela de dinos... O algo así. ¿Existían siquiera ese tipo de centros? Tal vez pudiera preguntarle a Shifu al respecto.
Fuera como fuese, el pollo-pájaro pareció ignorarles al encontrar unas presas algo más asequibles: Therax, el pequeño Tib y el extraño hombre-pez. El jinete hizo un puchero al ver cómo la comida marítima de emergencia se iba volando. Quería hacerle muchas preguntas antes de meterlo en una olla, pero si se lo comían no tendría la oportunidad. «Supongo que es normal que los pájaros se alimenten de pescado», dedujo. Al menos el rubio y el cachorro deberían ser capaces de arreglárselas... O no.
- Es una lástima, Shieng. Si se comen a Tib vas a quedarte sin un amiguito con el que jugar -indicó con un deje triste, acariciándole la calva a su nueva mascota, la cual respondió con una dentellada al aire que por poco le deja sin tres dedos-. ¡Shieng malo!
El muchacho alzó la mano, cerrándola en un puño y haciéndolo descender con fuerza exagerada justo en el sitio donde había intentado tocarle segundos antes. El impacto fue tal que en los alrededores resonó el eco de un golpe seco, cuyo resultado fue que el pobre animal agachase la cabeza hasta darse contra el suelo, tropezando y derrumbándose, quitándose a Hou de encima como resultado.
En un alarde de agilidad, el castaño hizo algunas acrobacias antes de tocar la superficie de la jungla. Habían hecho bastante ruido, pero dudaba que fueran a encontrarse alguna criatura igual de peligrosa que la "manada", al menos de momento. Se acercó con calma al raptor, que permanecía atontado en el suelo a causa del golpe.
- ¡No se muerde! -le riñó, algo molesto, antes de ponerse en cuclillas frente a él- Encima que decido no comerte... Al final me harás cambiar de parecer.
Ladeó la cabeza, mirándole casi sin parpadear. A decir verdad, ya no tenía la voluntad suficiente como para intentar cocinarlo. ¿Cómo se iba a comer a Shieng? Sería un auténtico problema explicarle más tarde a Shieng que se había comido a Shieng. Además, ahora que tenía un nombre... ¿Matarlo no incumpliría una de las normas del Loto? Comenzó a rascarse la nuca, pensativo.
- Bueno, supongo que tendré que educarte -concluyó, suspirando-. No esperaba tener vidas a mi cargo tan pronto... ¡Pero seré un buen papá aunque tu mamá me odie! -afirmó, dibujando una sonrisa de completa felicidad en sus labios.
En una demostración de fuerza realmente inusual, Hou se pasó a Shieng por los hombros y se puso en pie, cargando con él. Tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo ir cargando por ahí con un raptor, se acercó a los demás y se colocó al lado de Haru.
- Bueno... ¿Y cuál es el plan? -alegremente.
La situación se había complicado más de lo previsto con la aparición de los dinosaurios, que además de dispersarlos durante unos pocos minutos también habían capturado al pez con gigantismo y Therax. Aunque aquello no era lo peor, sino que el inútil del Hou se había encariñado de un velociraptor más grande que la mayoría de los miembros de la banda.
—¿Piensas quedarte al bicho? –pregunté, observando como el dinosaurio miraba a Haruka con la boca abierta y emitía extraños sonidos-. ¿O piensas criarlo para comértelo?
“Espero que sea lo segundo, cualquiera aguanta a Spanner si metemos otro bicho en el barco” –me dije, enfundando mis katanas e intentando percibir a Therax con mi mantra.
Cerré los ojos durante unos segundos para concentrarme, intentando evadirme lo máximo posible de todos los factores externos que impedían que pudiera canalizarme en las auras de mis compañeros. Sin embargo, el agudo sonido de la nueva mascota de Hou me impedía hacerlo. Así que abrí los ojos y clavé mi mirada sobre el bicharraco, intimidándole.
—Silencio –le dije, con el entrecejo fruncido.
Nuevamente cerré los ojos, expiré e inspiré y lentamente fui sintiendo las auras que estaban en un radio de doscientos metros. Además de nosotros, había alrededor de cincuenta animales de poder inferior al nuestro, también pude notar como dos auras perniciosas acababan con otras más pacíficas a gran velocidad y por último, a poco menos de cien metros de allí, en dirección noroeste, percibí a nuestros amigos. Se encontraban rodeados de auras pequeñas e inocentes, mientras una más grande se alejaba de allí con mucha velocidad. Pero entonces, entre nosotros lo noté. Una persona con una fuerza interior superior al resto.
Abrí los ojos e hice brotar mis alas, e inmediatamente le entregué el mapa a Haruka y le guiñé un ojo a Spanner, intentando que viera mis intenciones.
—Haruka te dejo al mando de la comitiva, así que llévalos al punto de encuentro junto a Spanner –le dije, antes de poner mi mano sobre su hombro y acercarme a su oreja-. He percibido tu fuerza y sé que eres la más poderosa después de mí, así que cuida de ellos mientras voy a por los demás, ¿vale? –le susurré, volviendo a incorporarme y echar a volar-. ¡Nos vemos en la equis!
Dicho aquello, aminoré velocidad hacia el lugar donde se encontraban Roobey y Therax. No tardé mucho en llegar, pero simplemente me posé sobre una de las ramas de aquel nido y observé el panorama.
Una vez los dos acabaron, descendí y me puse a su lado.
—No ha estado mal chavales –sonreí.
—¿Piensas quedarte al bicho? –pregunté, observando como el dinosaurio miraba a Haruka con la boca abierta y emitía extraños sonidos-. ¿O piensas criarlo para comértelo?
“Espero que sea lo segundo, cualquiera aguanta a Spanner si metemos otro bicho en el barco” –me dije, enfundando mis katanas e intentando percibir a Therax con mi mantra.
Cerré los ojos durante unos segundos para concentrarme, intentando evadirme lo máximo posible de todos los factores externos que impedían que pudiera canalizarme en las auras de mis compañeros. Sin embargo, el agudo sonido de la nueva mascota de Hou me impedía hacerlo. Así que abrí los ojos y clavé mi mirada sobre el bicharraco, intimidándole.
—Silencio –le dije, con el entrecejo fruncido.
Nuevamente cerré los ojos, expiré e inspiré y lentamente fui sintiendo las auras que estaban en un radio de doscientos metros. Además de nosotros, había alrededor de cincuenta animales de poder inferior al nuestro, también pude notar como dos auras perniciosas acababan con otras más pacíficas a gran velocidad y por último, a poco menos de cien metros de allí, en dirección noroeste, percibí a nuestros amigos. Se encontraban rodeados de auras pequeñas e inocentes, mientras una más grande se alejaba de allí con mucha velocidad. Pero entonces, entre nosotros lo noté. Una persona con una fuerza interior superior al resto.
Abrí los ojos e hice brotar mis alas, e inmediatamente le entregué el mapa a Haruka y le guiñé un ojo a Spanner, intentando que viera mis intenciones.
—Haruka te dejo al mando de la comitiva, así que llévalos al punto de encuentro junto a Spanner –le dije, antes de poner mi mano sobre su hombro y acercarme a su oreja-. He percibido tu fuerza y sé que eres la más poderosa después de mí, así que cuida de ellos mientras voy a por los demás, ¿vale? –le susurré, volviendo a incorporarme y echar a volar-. ¡Nos vemos en la equis!
Dicho aquello, aminoré velocidad hacia el lugar donde se encontraban Roobey y Therax. No tardé mucho en llegar, pero simplemente me posé sobre una de las ramas de aquel nido y observé el panorama.
Una vez los dos acabaron, descendí y me puse a su lado.
—No ha estado mal chavales –sonreí.
-No creo que ese pajarraco deje de perseguirnos -comentó el rubio mientras asomaba su cabeza entre las hojas en busca del enorme y enfadado dinosaurio volador-. Piensa que pretendía usarnos como comida y nos hemos cargado a sus pollitos. No creo que tenga pensado permitirnos escapar. -El pajarraco volaba en círculos sobre ellos, muy cerca de las copas de los árboles y alerta al menor indicio que revelase la posición de sus presas-. No, me parece que si intentamos huir nos usará como aperitivo. Creo que no nos queda otra que acabar también con el grande -dijo al tiempo que volvía a ocultar completamente su cabeza, asegurándose de que fuera imposible para el ave localizarle.
Lo que tenía más sentido para Therax era atraer de algún modo la atencíon del prehistórico ser, incitándolo a descender de las alturas hasta situarse a su alcance. Entonces, una vez estuviese a tiro, deberían abalanzarse sobre la iracunda madre de los pollitos y terminar con su vida antes de que le diese tiempo a reaccionar. Sin embargo, ¿cómo podían provocarla sin poner sus vidas en riesgo? Dudaba que abandonase su privilegiado puesto de observadora si no los veía. Ya había demostrado anteriormente que, pese a su gran tamaño, era una criatura bastante rápida y ágil y que podría volver a alcanzarles en un momento dado, por lo que habría que seleccionar con cuidado quién se dejaba divisar.
Entonces observó a sus compañeros. Rooney permanecía en el mismo lugar y parecía escuchar atentamente sus palabras, aunque tal vez estuviese absorto en sus propios pensamientos. Fuera como fuere, la envergadura del gyojin y el modo en que lo había visto correr antes de que el pajarraco los capturara lo descartaba completamente como cebo. Él mismo había sido atrapado por el ave, así que no era disparatado pensar que podría darle caza de nuevo. La única opción que quedaba era Tib. El Muryn era mucho más rápido que él y, por supuesto, que el gyojin. Había sido apresado debido a su costumbre de correr a su lado, acomodando el ritmo al de su dueño en lugar ir de por delante de él. Entonces, uno de los característicos y condescendientes bufidos de César sonó en su cabeza. Sabía que aquella sería la reacción del anciano lobo que se había quedado en el barco al saber de su plan, y él mismo tampoco era muy partidario de exponer así a Tib, pero no se le ocurría nada mejor.
Antes de que decidiese si anunciaba en voz alta lo que se le había ocurrido, un leve roce del hocico del Muryn contra su pierna le indicó que estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Therax observó a su mascota con detenimiento. Sabía que quedaría destrozado si le pasara algo, pero era consciente de que si los papeles se invirtieran él mismo se ofrecería como señuelo sin lugar a dudas y sin aceptar ninguna réplica.
Una mirada absolutamente decidida por parte de su mascota terminó de convencerle de que no había otra opción. Acto seguido, pasó a comentarle sus impresiones y el plan a Rooney.
En caso de que tuviera una idea mejor lo escucharía, y si fuese menos arriesgada que la suya desecharía su estrategia y llevaría a cabo la del gyojin.
No obstante, si a su compañero no se le ocurría nada mejor y se mostraba dispuesto a ejecutar su plan, los tres se acercarían a una rama situada en el límite de las hojas que les servían de refugio. Entonces, Tib aullaría para llamar la atención del ave y a continuación saltaría hacia delante, exponiéndose antes de aterrizar sobre una nueva cúpula verde unos metros por delante. Cuando el pajarraco se lanzase contra el animal, Therax desenvainaría sus sables y atacaría al depredador, buscando cortar sus ojos para dificultarle la visión y sus alas para impedir que remontara el vuelo.
Una vez Rooney hubiese tomado las medidas que considerase más oportunas y tras asegurarse de que el prehistórico pájaro no volvería a moverse, descendería hasta la base del árbol con la intención de reunirse con el resto de la tripulación. <<Espero que no estén muy lejos>>, pensaría, activando su Haki de observación para descubrir que el pelirrojo se encontraba cerca y se aproximaba a ellos.
-Gracias. El bicho ése quería usarnos de comida para sus crías y no le ha gustado que no nos dejáramos -le respondería distraidamente a Zane tras su comentario, tratando de limpiarse la sangre de las manos en el pantalón con un evidente gesto de asco en la cara.
Lo que tenía más sentido para Therax era atraer de algún modo la atencíon del prehistórico ser, incitándolo a descender de las alturas hasta situarse a su alcance. Entonces, una vez estuviese a tiro, deberían abalanzarse sobre la iracunda madre de los pollitos y terminar con su vida antes de que le diese tiempo a reaccionar. Sin embargo, ¿cómo podían provocarla sin poner sus vidas en riesgo? Dudaba que abandonase su privilegiado puesto de observadora si no los veía. Ya había demostrado anteriormente que, pese a su gran tamaño, era una criatura bastante rápida y ágil y que podría volver a alcanzarles en un momento dado, por lo que habría que seleccionar con cuidado quién se dejaba divisar.
Entonces observó a sus compañeros. Rooney permanecía en el mismo lugar y parecía escuchar atentamente sus palabras, aunque tal vez estuviese absorto en sus propios pensamientos. Fuera como fuere, la envergadura del gyojin y el modo en que lo había visto correr antes de que el pajarraco los capturara lo descartaba completamente como cebo. Él mismo había sido atrapado por el ave, así que no era disparatado pensar que podría darle caza de nuevo. La única opción que quedaba era Tib. El Muryn era mucho más rápido que él y, por supuesto, que el gyojin. Había sido apresado debido a su costumbre de correr a su lado, acomodando el ritmo al de su dueño en lugar ir de por delante de él. Entonces, uno de los característicos y condescendientes bufidos de César sonó en su cabeza. Sabía que aquella sería la reacción del anciano lobo que se había quedado en el barco al saber de su plan, y él mismo tampoco era muy partidario de exponer así a Tib, pero no se le ocurría nada mejor.
Antes de que decidiese si anunciaba en voz alta lo que se le había ocurrido, un leve roce del hocico del Muryn contra su pierna le indicó que estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Therax observó a su mascota con detenimiento. Sabía que quedaría destrozado si le pasara algo, pero era consciente de que si los papeles se invirtieran él mismo se ofrecería como señuelo sin lugar a dudas y sin aceptar ninguna réplica.
Una mirada absolutamente decidida por parte de su mascota terminó de convencerle de que no había otra opción. Acto seguido, pasó a comentarle sus impresiones y el plan a Rooney.
En caso de que tuviera una idea mejor lo escucharía, y si fuese menos arriesgada que la suya desecharía su estrategia y llevaría a cabo la del gyojin.
No obstante, si a su compañero no se le ocurría nada mejor y se mostraba dispuesto a ejecutar su plan, los tres se acercarían a una rama situada en el límite de las hojas que les servían de refugio. Entonces, Tib aullaría para llamar la atención del ave y a continuación saltaría hacia delante, exponiéndose antes de aterrizar sobre una nueva cúpula verde unos metros por delante. Cuando el pajarraco se lanzase contra el animal, Therax desenvainaría sus sables y atacaría al depredador, buscando cortar sus ojos para dificultarle la visión y sus alas para impedir que remontara el vuelo.
Una vez Rooney hubiese tomado las medidas que considerase más oportunas y tras asegurarse de que el prehistórico pájaro no volvería a moverse, descendería hasta la base del árbol con la intención de reunirse con el resto de la tripulación. <<Espero que no estén muy lejos>>, pensaría, activando su Haki de observación para descubrir que el pelirrojo se encontraba cerca y se aproximaba a ellos.
-Gracias. El bicho ése quería usarnos de comida para sus crías y no le ha gustado que no nos dejáramos -le respondería distraidamente a Zane tras su comentario, tratando de limpiarse la sangre de las manos en el pantalón con un evidente gesto de asco en la cara.
Luka Rooney
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El rubio había desechado mi plan de huir. Al principio pensé que lo hacía por algún motivo racista, pero pronto descubrí que realmente era un mal plan. Mi agilidad era admirable bajo el agua, mientras que brillaba por su ausencia en tierra firme.
Me mostré pensativo mientras Therax hacía lo mismo. Había luchado con multitud de animales terrestres y acuáticos, pero aún con ninguno volador. ¿Cuál sería la mejor opción para pelear? Esto era totalmente nuevo para mí. Necesitábamos tenderle una trampa. Hacerle descender y entonces abalanzarnos sobre él. Pero, ¿Cómo?
Mi primera idea fue encontrar alguna zona embarrada, de esa manera si éramos capaces de esquivar el primer ataque, el animal podría quedar atrapado sobre el barro durante unos segundos, los cuales podríamos aprovechar para atacarle. Otra idea, algo más descabellada, era intentar frenar a aquella bestia en seco. Si yo mismo me posicionaba en el suelo y estaba preparado para el impacto, podría quizá retener a aquella bestia un par de segundos antes de que me alzase, y en esos segundos Therax podría cortar a la bestia en mil pedazos. Pero,¿ y si Therax no conseguía cortarla? O, mucho peor, ¿Y si fallaba y me cortaba a mí?
Todas las ideas parecían una locura, hasta que Therax contó su plan.
“Claro, es perfecto. Si ese chucho es capaz de llamar la atención de la bestia, podremos atacarla”
Confirmé el plan de Therax asintiendo y subiéndome con ciertas y evidentes dificultades sobre el tronco de un árbol. No fueron ni una ni dos, si no tres las ramas que se partieron y casi me hacen caer. Pero por fín conseguí situarme encima del árbol, dándole la señal de ok a Therax, que parecía haber logrado subir mucho antes que yo.
La isla en ese momento parecía calmada. O quizá era lo que yo quería que me trasmitiese. Miré varias veces mi puño derecho y flexioné el cuerpo, dejando una postura claramente ofensiva.
No había practicado nunca antes aquello de caer sobre alguien desde el cielo. Menos aún si ese alguien venía a una elevada velocidad. Pero siempre hay una primera vez, o eso dicen.
Aquél perro empezó a aullar y noté una fría gota de sudor recorrer mi frente a una velocidad excesivamente lenta. El tiempo empezaba a pararse. Un movimiento en falso y aquella bestia podría matarnos. Aunque realmente, un movimiento en falso también podría provocar una caída desde aquella altura, y eso derivaría en algún que otro hueso roto.
Vi como Therax desenvainaba sus espadas y noté que era el momento. Sin perder de vista los movimientos de Therax, me di cuenta que él sólo sería capaz de acabar con la enorme ave. Después de todo, el rubio tenía mucho más que perder, su cálido compañero era un cebo que podía acabar devorado, y supongo que antepondría su vida a ver eso.
Sin embargo, Therax no había contado con un factor. Aquella enorme bestia tenía que caer en algún sitio, y si iba en dirección al chucho… debería caer allí.
Mi misión hasta el momento había sido no molestar. Permanecer cerca del resto de humanos, hacer lo que ellos hacían, no hablar y dedicarse a buscar el dinero. Una vez lo encontrasen, se despediría amablemente de aquella pintoresca tripulación y que le cogiesen en el mar si eran capaces.
Pero ahora tenía una misión, salvar a aquel animal. Therax había mostrado una envidiable agilidad saltando sobre un segundo punto de apoyo mientras, en el aire, conseguía realizar sendos cortes a la altura de los ojos y las alas de la bestia. Me pregunté como en un periodo tan corto fue capaz de realizar tantos cortes, pero pronto me di cuenta que aquella gente tenía poco de normal.
Toqué con la palma de la mano la rugosa corteza del árbol por última vez para impulsarme lo máximo que pude en dirección a aquél animal que ya parecía casi inerte y realizarle un placaje agarrándole con todas mis fuerzas y desplazándole, junto a mí mismo, un par de metros más alejados de donde en principio hubiésemos caído.
La mala fortuna hizo que mientras girábamos en el aire, no pudiese controlar todo el peso del animal, lo que hizo que me golpease duramente el hombro al caer. Rápidamente miré hacia el chucho, que parecía intacto.
“Quizá tuviese la agilidad suficiente como para haber evitado el golpe, pero supongo que es mejor no ponerlo a prueba”
Me acerqué al animal y le agarré de la cabeza con la mano derecha a la par que sujetaba el cuello con la izquierda, haciendo un sutil movimiento que provocó un sonoro “crach”.
Moví suavemente el hombro, dándome cuenta del alcance de la lesión. Lesión leve, pero me tendría un par de días sin poder mover el brazo con total libertad. Por suerte tenía calmantes en la mochila, cuando dejara de estar caliente y empezase a dolerme, tomaría un par para poder alcanzar nuestro objetivo: conseguir el dinero.
A lo lejos algo volvía a venir volando. Primero pensé que sería algún tipo de familiar de la bestia que estaba destrozada a nuestros pies, pero después me di cuenta que era Zane, quién alabó nuestros movimientos.
- ¿Lo has visto? – Dije sin poder evitar mostrar una leve mueca de sorpresa. De haber sabido que estaba siendo observado, hubiera hecho algo más espectacular, aunque quizá menos útil, quién sabe. - ¿Hacia dónde vamos?
Me mostré pensativo mientras Therax hacía lo mismo. Había luchado con multitud de animales terrestres y acuáticos, pero aún con ninguno volador. ¿Cuál sería la mejor opción para pelear? Esto era totalmente nuevo para mí. Necesitábamos tenderle una trampa. Hacerle descender y entonces abalanzarnos sobre él. Pero, ¿Cómo?
Mi primera idea fue encontrar alguna zona embarrada, de esa manera si éramos capaces de esquivar el primer ataque, el animal podría quedar atrapado sobre el barro durante unos segundos, los cuales podríamos aprovechar para atacarle. Otra idea, algo más descabellada, era intentar frenar a aquella bestia en seco. Si yo mismo me posicionaba en el suelo y estaba preparado para el impacto, podría quizá retener a aquella bestia un par de segundos antes de que me alzase, y en esos segundos Therax podría cortar a la bestia en mil pedazos. Pero,¿ y si Therax no conseguía cortarla? O, mucho peor, ¿Y si fallaba y me cortaba a mí?
Todas las ideas parecían una locura, hasta que Therax contó su plan.
“Claro, es perfecto. Si ese chucho es capaz de llamar la atención de la bestia, podremos atacarla”
Confirmé el plan de Therax asintiendo y subiéndome con ciertas y evidentes dificultades sobre el tronco de un árbol. No fueron ni una ni dos, si no tres las ramas que se partieron y casi me hacen caer. Pero por fín conseguí situarme encima del árbol, dándole la señal de ok a Therax, que parecía haber logrado subir mucho antes que yo.
La isla en ese momento parecía calmada. O quizá era lo que yo quería que me trasmitiese. Miré varias veces mi puño derecho y flexioné el cuerpo, dejando una postura claramente ofensiva.
No había practicado nunca antes aquello de caer sobre alguien desde el cielo. Menos aún si ese alguien venía a una elevada velocidad. Pero siempre hay una primera vez, o eso dicen.
Aquél perro empezó a aullar y noté una fría gota de sudor recorrer mi frente a una velocidad excesivamente lenta. El tiempo empezaba a pararse. Un movimiento en falso y aquella bestia podría matarnos. Aunque realmente, un movimiento en falso también podría provocar una caída desde aquella altura, y eso derivaría en algún que otro hueso roto.
Vi como Therax desenvainaba sus espadas y noté que era el momento. Sin perder de vista los movimientos de Therax, me di cuenta que él sólo sería capaz de acabar con la enorme ave. Después de todo, el rubio tenía mucho más que perder, su cálido compañero era un cebo que podía acabar devorado, y supongo que antepondría su vida a ver eso.
Sin embargo, Therax no había contado con un factor. Aquella enorme bestia tenía que caer en algún sitio, y si iba en dirección al chucho… debería caer allí.
Mi misión hasta el momento había sido no molestar. Permanecer cerca del resto de humanos, hacer lo que ellos hacían, no hablar y dedicarse a buscar el dinero. Una vez lo encontrasen, se despediría amablemente de aquella pintoresca tripulación y que le cogiesen en el mar si eran capaces.
Pero ahora tenía una misión, salvar a aquel animal. Therax había mostrado una envidiable agilidad saltando sobre un segundo punto de apoyo mientras, en el aire, conseguía realizar sendos cortes a la altura de los ojos y las alas de la bestia. Me pregunté como en un periodo tan corto fue capaz de realizar tantos cortes, pero pronto me di cuenta que aquella gente tenía poco de normal.
Toqué con la palma de la mano la rugosa corteza del árbol por última vez para impulsarme lo máximo que pude en dirección a aquél animal que ya parecía casi inerte y realizarle un placaje agarrándole con todas mis fuerzas y desplazándole, junto a mí mismo, un par de metros más alejados de donde en principio hubiésemos caído.
La mala fortuna hizo que mientras girábamos en el aire, no pudiese controlar todo el peso del animal, lo que hizo que me golpease duramente el hombro al caer. Rápidamente miré hacia el chucho, que parecía intacto.
“Quizá tuviese la agilidad suficiente como para haber evitado el golpe, pero supongo que es mejor no ponerlo a prueba”
Me acerqué al animal y le agarré de la cabeza con la mano derecha a la par que sujetaba el cuello con la izquierda, haciendo un sutil movimiento que provocó un sonoro “crach”.
Moví suavemente el hombro, dándome cuenta del alcance de la lesión. Lesión leve, pero me tendría un par de días sin poder mover el brazo con total libertad. Por suerte tenía calmantes en la mochila, cuando dejara de estar caliente y empezase a dolerme, tomaría un par para poder alcanzar nuestro objetivo: conseguir el dinero.
A lo lejos algo volvía a venir volando. Primero pensé que sería algún tipo de familiar de la bestia que estaba destrozada a nuestros pies, pero después me di cuenta que era Zane, quién alabó nuestros movimientos.
- ¿Lo has visto? – Dije sin poder evitar mostrar una leve mueca de sorpresa. De haber sabido que estaba siendo observado, hubiera hecho algo más espectacular, aunque quizá menos útil, quién sabe. - ¿Hacia dónde vamos?
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- Nis vimis in li iquis -refunfuñé, aferrando el mapa y echándole un vistazo.
Hacía meses que conocía a aquel idiota, ¿y se acababa de dar cuenta ahora de que era fuerte? ¿Cómo iba a respetar a un capitán con esa lacra de inteligencia? Aquel tipo, sin el cerebro de Spanner, no era nada más que un saco de músculos llameante.
Emití un suspiro de resignación e intenté ubicarme en el mapa para saber hacia dónde dirigirme. Habíamos avanzado más o menos en línea recta desde el desembarco, por lo que debíamos comenzar a girar hacia nuestra izquierda, mientras seguíamos adentrándonos en las profundidades de la isla, para poder encontrar la entrada de la cueva que estaba marcada en el mapa con la dichosa X.
- Si no tienes intención de comerte a ese animal, será mejor que lo dejes aquí -le dije entonces al idiota del velocirraptor, con mirada severa-. Sólo será una carga si te lo quedas.
Aunque, a pesar de haber dicho eso, me daba un poco igual. Podía llevárselo si quería, era su problema. Si se moría por culpa del bicho, una persona menos con la que repartir el botín. Sin decir nada más eché a caminar en dirección aproximada al punto de encuentro. Me daba igual si los demás me seguían o no. No tenía ganas de jugar a ser un equipo. Todavía estaba dividida entre formar parte de aquella tripulación o no hacerlo, y no tenía sentido establecer lazos amistosos con aquella panda de piratas si no estaba segura de que me interesaba ser bien tratada por ellos y caerles bien. Así que ignoré las convenciones sociales y continué mi camino sin hablar.
Activé el haki de observación, agudizando los sentidos para percibir a Zane volando en dirección a donde probablemente estaban los otros dos, sanos y salvos. Había unas cuantas criaturas a nuestro alrededor pero, tras la estampida de los lagartos gigantescos, no parecían tener intención de buscar problemas.
Y no éramos los únicos en aquella isla. Podía notar la presencia de otras personas, y se me erizó el vello de la nuca al notarlas, sensación inequívoca de que aquello me daba muy mala espina.
Primero salían de la nada la rubia y el supuesto amigo del pelirrojo, y ahora había más gente en la zona.
¿Sería todo aquello una trampa?
Quizá Spanner nunca había dejado de trabajar para el Gobierno. Quizá estaba de incógnito, fingiendo ser un pirata para mantenerse cerca de Zane, y de mí, y luego vendernos a la mínima oportunidad. Quizá era eso lo que estaba pasando. A lo peor, aquella isla estaba llena de agentes esperando la oportunidad perfecta para rodearnos y atraparnos a todos.
Si algo había aprendido con los años es que, si crees que algo no puede ir a peor, es porque te falta imaginación.
Con el cerebro repleto de teorías conspiratorias en mi contra y paranoia por doquier, agudicé al máximo todos mis sentidos y me mantuve alerta mientras me abría paso por la zona boscosa, apartando ramas y hojas para poder continuar.
Tras varios tediosos minutos en los que no pronuncié palabra, lo que probablemente produjo un silencio incómodo para los demás, y necesario para mí, llegamos a nuestro destino.
La cueva no era más que un burdo agujero entre las rocas, por el que se podía pasar a duras penas, y que se adentraba en las profundidades de la montaña pedregosa que se alzaba ante nosotros.
Me pasé una mano por la nuca para notar el vello aún erizado y emití un chasquido de desagrado con la lengua. Mis sentidos intentaban alertarme de algo. Las personas que había sido capaz de identificar parecían bastante fuertes, y se dirigían a nuestra posición.
- Esto no me gusta... -murmuré, más para mí que para el resto, a la espera de que volviese el pollo en llamas.
Hacía meses que conocía a aquel idiota, ¿y se acababa de dar cuenta ahora de que era fuerte? ¿Cómo iba a respetar a un capitán con esa lacra de inteligencia? Aquel tipo, sin el cerebro de Spanner, no era nada más que un saco de músculos llameante.
Emití un suspiro de resignación e intenté ubicarme en el mapa para saber hacia dónde dirigirme. Habíamos avanzado más o menos en línea recta desde el desembarco, por lo que debíamos comenzar a girar hacia nuestra izquierda, mientras seguíamos adentrándonos en las profundidades de la isla, para poder encontrar la entrada de la cueva que estaba marcada en el mapa con la dichosa X.
- Si no tienes intención de comerte a ese animal, será mejor que lo dejes aquí -le dije entonces al idiota del velocirraptor, con mirada severa-. Sólo será una carga si te lo quedas.
Aunque, a pesar de haber dicho eso, me daba un poco igual. Podía llevárselo si quería, era su problema. Si se moría por culpa del bicho, una persona menos con la que repartir el botín. Sin decir nada más eché a caminar en dirección aproximada al punto de encuentro. Me daba igual si los demás me seguían o no. No tenía ganas de jugar a ser un equipo. Todavía estaba dividida entre formar parte de aquella tripulación o no hacerlo, y no tenía sentido establecer lazos amistosos con aquella panda de piratas si no estaba segura de que me interesaba ser bien tratada por ellos y caerles bien. Así que ignoré las convenciones sociales y continué mi camino sin hablar.
Activé el haki de observación, agudizando los sentidos para percibir a Zane volando en dirección a donde probablemente estaban los otros dos, sanos y salvos. Había unas cuantas criaturas a nuestro alrededor pero, tras la estampida de los lagartos gigantescos, no parecían tener intención de buscar problemas.
Y no éramos los únicos en aquella isla. Podía notar la presencia de otras personas, y se me erizó el vello de la nuca al notarlas, sensación inequívoca de que aquello me daba muy mala espina.
Primero salían de la nada la rubia y el supuesto amigo del pelirrojo, y ahora había más gente en la zona.
¿Sería todo aquello una trampa?
Quizá Spanner nunca había dejado de trabajar para el Gobierno. Quizá estaba de incógnito, fingiendo ser un pirata para mantenerse cerca de Zane, y de mí, y luego vendernos a la mínima oportunidad. Quizá era eso lo que estaba pasando. A lo peor, aquella isla estaba llena de agentes esperando la oportunidad perfecta para rodearnos y atraparnos a todos.
Si algo había aprendido con los años es que, si crees que algo no puede ir a peor, es porque te falta imaginación.
Con el cerebro repleto de teorías conspiratorias en mi contra y paranoia por doquier, agudicé al máximo todos mis sentidos y me mantuve alerta mientras me abría paso por la zona boscosa, apartando ramas y hojas para poder continuar.
Tras varios tediosos minutos en los que no pronuncié palabra, lo que probablemente produjo un silencio incómodo para los demás, y necesario para mí, llegamos a nuestro destino.
La cueva no era más que un burdo agujero entre las rocas, por el que se podía pasar a duras penas, y que se adentraba en las profundidades de la montaña pedregosa que se alzaba ante nosotros.
Me pasé una mano por la nuca para notar el vello aún erizado y emití un chasquido de desagrado con la lengua. Mis sentidos intentaban alertarme de algo. Las personas que había sido capaz de identificar parecían bastante fuertes, y se dirigían a nuestra posición.
- Esto no me gusta... -murmuré, más para mí que para el resto, a la espera de que volviese el pollo en llamas.
No pude evitar esbozar una sonrisa complaciente al contemplar la gran hazaña realizada por el nuevo fichaje de la banda, Therax, y el otro candidato a formar parte de nuestras filas, el puto pez llamado Rooney. No obstante, eso último era una cuestión que tenía que hablar con el resto de la banda, aunque también podía haberme el loco y dejar que pasara un tiempo con nosotros y dar por hecho que era un miembro más de nuestra familia. –Sí, ese será el plan-. Me dije a mi mismo, mostrando gesto malicioso.
—Sí, no ha estado mal –le respondí a Rooney, guiñándole un ojo-. Aunque yo no me limpiaría la sangre en la ropa, o podríais atraer a otros depredadores.
Aquellas palabras iban expresamente para Therax, que había tenido la ocurrencia de limpiarse en su ropa. Puede que fuera algo simple y aparentemente inofensivo, pero tener sangre fresca adherida a ti era como entrar en un local de okamas sin camiseta y vestido de cuero, en otras palabras, era una insensatez.
—Lo primero será que busquemos al resto, así que subíos sobre mí.
Fui a convertirme en mi forma completa, cuando de pronto todo comenzó a temblar violentamente. De repente comencé a notar como me mareaba, como no era capaz de mantener el equilibrio en aquella superficie hecha de ramas, saliva y excremento. Eché un ojo hacia el horizonte y pude ver que no era nuestro árbol, sino que temblaba toda la isla. Estábamos siendo sacudidos por un terremoto.
Rápidamente me transformé en mi forma completa.
—¡Rápido, subid! –les dije, esperando que me hicieran caso.
Una vez estuvieran sobre mí, o en caso de que hubieran pasado de mi recomendación haberlos cogido con mis garras, alcé el vuelo. Desde las alturas contemplé como toda la isla estaba temblando sin razón aparente, y como un barco del gobierno estaba en la costa contraria a la nuestra. ¿Tendrían algo que ver los burócratas de gobierno mundial con aquello? Era una posibilidad, aunque también puede que fuera algo natural.
Utilicé mi mantra para localizar al resto de la banda y volé hacia ellos. Hacia su posición también podía notar como se dirigían un grupo de cinco personas, cuyo nivel de fuerza era alto, muy superior a la media de nuestro equipo; así que me apresuré.
—Ya estamos aquí –dije, volviendo a mi forma humana en la entrada de una caverna en la ladera de una montaña-. No estamos solos en la isla, chicos –les avisé.
La tierra había parado de temblar, pero los animales estaban huyendo hacia el oeste de la isla. Aquello no me gustó nada, ya que todo cataclismo era previamente avisado por señales como esa, pero en aquel momento solo tenía en mente alejarnos de los gubernamentales y encontrar el tesoro.
—Hay que entrar en la cueva –dije.
Sin esperar a la respuesta de alguno y me adentré en la cueva, no sin antes coger una rama del suelo y la prenderlas con mis poderes ígneos. El pasaje era estrecho, muy estrecho, y descendente. Sin embargo, tras haber recorrido un par de metros en línea recta se fue ensanchando. Era una cueva preciosa, muy húmeda, pero preciosa. El techo estaba repleto de estalactitas, mientras que el suelo tenía un centenar de estalagmitas. Tras ellas se escondían algunos cánidos que no se atrevían a acercarse a nosotros, o quizás al velociraptor que nos había seguido sin razón aparente.
Desde la entrada había contado un total de mil pasos, tras eso me giré hacia la izquierda y conté trescientos más.
—Es aquí –dije, sacando un papel plegado de mi bolsillo trasero. Extendí el pliego sobre el suelo y lo comencé a calentar con mis llamas, y de la nada surgió otro mapa distinto al de antes-. Fijaos bien, chavalada. Nos encontramos en lo que queda de la guarida de la antigua pirata M’gann M’orzz, anteriormente conocida como aldea oculta de Timur Lag.
Lancé la antorcha sobre una gran plataforma repleta de aceite, la cual se prendió iluminando un radio de cinco metros con fuerza. Al mismo tiempo, el fuego se propagó siguiendo una hilera de piedra que iluminó el resto de la gran estancia.
—Sí, no ha estado mal –le respondí a Rooney, guiñándole un ojo-. Aunque yo no me limpiaría la sangre en la ropa, o podríais atraer a otros depredadores.
Aquellas palabras iban expresamente para Therax, que había tenido la ocurrencia de limpiarse en su ropa. Puede que fuera algo simple y aparentemente inofensivo, pero tener sangre fresca adherida a ti era como entrar en un local de okamas sin camiseta y vestido de cuero, en otras palabras, era una insensatez.
—Lo primero será que busquemos al resto, así que subíos sobre mí.
Fui a convertirme en mi forma completa, cuando de pronto todo comenzó a temblar violentamente. De repente comencé a notar como me mareaba, como no era capaz de mantener el equilibrio en aquella superficie hecha de ramas, saliva y excremento. Eché un ojo hacia el horizonte y pude ver que no era nuestro árbol, sino que temblaba toda la isla. Estábamos siendo sacudidos por un terremoto.
Rápidamente me transformé en mi forma completa.
—¡Rápido, subid! –les dije, esperando que me hicieran caso.
Una vez estuvieran sobre mí, o en caso de que hubieran pasado de mi recomendación haberlos cogido con mis garras, alcé el vuelo. Desde las alturas contemplé como toda la isla estaba temblando sin razón aparente, y como un barco del gobierno estaba en la costa contraria a la nuestra. ¿Tendrían algo que ver los burócratas de gobierno mundial con aquello? Era una posibilidad, aunque también puede que fuera algo natural.
Utilicé mi mantra para localizar al resto de la banda y volé hacia ellos. Hacia su posición también podía notar como se dirigían un grupo de cinco personas, cuyo nivel de fuerza era alto, muy superior a la media de nuestro equipo; así que me apresuré.
—Ya estamos aquí –dije, volviendo a mi forma humana en la entrada de una caverna en la ladera de una montaña-. No estamos solos en la isla, chicos –les avisé.
La tierra había parado de temblar, pero los animales estaban huyendo hacia el oeste de la isla. Aquello no me gustó nada, ya que todo cataclismo era previamente avisado por señales como esa, pero en aquel momento solo tenía en mente alejarnos de los gubernamentales y encontrar el tesoro.
—Hay que entrar en la cueva –dije.
Sin esperar a la respuesta de alguno y me adentré en la cueva, no sin antes coger una rama del suelo y la prenderlas con mis poderes ígneos. El pasaje era estrecho, muy estrecho, y descendente. Sin embargo, tras haber recorrido un par de metros en línea recta se fue ensanchando. Era una cueva preciosa, muy húmeda, pero preciosa. El techo estaba repleto de estalactitas, mientras que el suelo tenía un centenar de estalagmitas. Tras ellas se escondían algunos cánidos que no se atrevían a acercarse a nosotros, o quizás al velociraptor que nos había seguido sin razón aparente.
Desde la entrada había contado un total de mil pasos, tras eso me giré hacia la izquierda y conté trescientos más.
—Es aquí –dije, sacando un papel plegado de mi bolsillo trasero. Extendí el pliego sobre el suelo y lo comencé a calentar con mis llamas, y de la nada surgió otro mapa distinto al de antes-. Fijaos bien, chavalada. Nos encontramos en lo que queda de la guarida de la antigua pirata M’gann M’orzz, anteriormente conocida como aldea oculta de Timur Lag.
Lancé la antorcha sobre una gran plataforma repleta de aceite, la cual se prendió iluminando un radio de cinco metros con fuerza. Al mismo tiempo, el fuego se propagó siguiendo una hilera de piedra que iluminó el resto de la gran estancia.
Therax observó al pelirrojo mientras sacudía por última vez sus manos contra sus pantalones. Asqueado por la exagerada viscosidad de la sangre de aquel ser, no había reparado en algo tan obvio como lo que le comentaba. No podía figurarse si por allí habría alguna criatura más problemática que la que acababan de eliminar, pero tampoco tenía especiales ganas de averiguarlo.
-Si vienen puedes echarlos a dormir, ¿no? Antes lo has hecho -dijo mientras esbozaba una sonrisa. De cualquier modo tenía que librarse de esa desagradable sensación, así que se agachó y tomó un puñado de tierra. Acto seguido, sin soltarla, comenzó a frotar sus manos para ver si lograba desprenderse de la sangre. Mientras lo hacía no pudo evitar imaginarse cuál habría sido la reacción de César al contemplar semejante descuido.
No alcanzó a terminar de figurarse el característico bufido condescendiente del viejo lobo, porque todo a su alredor comenzó a temblar. Al ver aquello no se lo pensó ni un instante, de modo que Tib y él dieron un potente salto y subieron sobre Zane cuando éste les instó a hacerlo.
El domador contempló la isla desde las alturas. Salvando el molesto temblor, Little Garden era un lugar precioso al contemplarlo desde la distancia. Una lástima que estuviera plagado por seres empeñados en devorar a cualquiera que pasara cerca de ellos. Arruinando el salvaje paisaje, pudo apreciar un barco situado en el extremo contrario a la costa en la que ellos habían desembarcado. No le gustaba ni un ápice lo que aquello prometía, y lo que hasta ese momento había considerado como poco más que una excursión se mostró ante él de un modo bastante más peligroso. Mientras el pelirrojo volaba, el rubio se preguntó qué pasaría con los nuevos si se encontraban con los ocupantes del navío. No es que él fuera un veterano ni mucho menos, pero en Arabasta había combatido y huido junto al resto de la tripulación, por lo que en su modesto "Wanted" lo relacionaban con ellos.
Se vio obligado a interrumpir sus pensamientos cuando su transporte comenzó a descender hasta tomar tierra. Therax bajó de un salto y se dispuso a recorrer el camino que seguían los demás. Nunca le habían gustado mucho las cuevas, pero en aquella ocasión tendría que aguantarse. Sin poder evitar fijarse en el dinosaurio, se introdujo en la gruta. ¿A quién se le habría ocurrido llevarse el bicho consigo?
-¿Y esto? -preguntó mientras analizaba a la criatura y una divertida sonrisa afloraba en su rostro. ¿Hasta dónde tendrían pensado llevar a la bestia?
Dentro de la cueva, Tib miraba con curiosidad a los animales que los observaban semiocultos. Tras un par de infructuosos y atrevidos intentos por acercase a ellos, cejó en su empeño y se limitó a caminar junto a su dueño, adecuando su paso al del resto del grupo. Por su parte, Therax se preguntaba adónde iban y si el pelirrojo realmente sabía el camino.
Sus dudas se disiparon en parte una vez alcanzaron aquella estancia.
-¿Quién? -inquirió en voz alta el espadachín al tiempo que comenzaba a andar por el lugar. Los ecos de su voz y de sus pasos se propagaron por la gruta, provocando que varias alimañas corrieran hacia sus guaridas. No recordaba haber oído hablar jamás de nadie con ese nombre, así que dio por finalizado su tour exploratorio y volvió a reunirse con el grupo, esperando que alguien con más conocimientos sobre el tema aclarase su duda.
-¿Seguro que sabe dónde estamos? -preguntó en voz baja tras situarse junto a Haruka, señalando al mismo tiempo a Zane con un movimiento de cabeza.
-Si vienen puedes echarlos a dormir, ¿no? Antes lo has hecho -dijo mientras esbozaba una sonrisa. De cualquier modo tenía que librarse de esa desagradable sensación, así que se agachó y tomó un puñado de tierra. Acto seguido, sin soltarla, comenzó a frotar sus manos para ver si lograba desprenderse de la sangre. Mientras lo hacía no pudo evitar imaginarse cuál habría sido la reacción de César al contemplar semejante descuido.
No alcanzó a terminar de figurarse el característico bufido condescendiente del viejo lobo, porque todo a su alredor comenzó a temblar. Al ver aquello no se lo pensó ni un instante, de modo que Tib y él dieron un potente salto y subieron sobre Zane cuando éste les instó a hacerlo.
El domador contempló la isla desde las alturas. Salvando el molesto temblor, Little Garden era un lugar precioso al contemplarlo desde la distancia. Una lástima que estuviera plagado por seres empeñados en devorar a cualquiera que pasara cerca de ellos. Arruinando el salvaje paisaje, pudo apreciar un barco situado en el extremo contrario a la costa en la que ellos habían desembarcado. No le gustaba ni un ápice lo que aquello prometía, y lo que hasta ese momento había considerado como poco más que una excursión se mostró ante él de un modo bastante más peligroso. Mientras el pelirrojo volaba, el rubio se preguntó qué pasaría con los nuevos si se encontraban con los ocupantes del navío. No es que él fuera un veterano ni mucho menos, pero en Arabasta había combatido y huido junto al resto de la tripulación, por lo que en su modesto "Wanted" lo relacionaban con ellos.
Se vio obligado a interrumpir sus pensamientos cuando su transporte comenzó a descender hasta tomar tierra. Therax bajó de un salto y se dispuso a recorrer el camino que seguían los demás. Nunca le habían gustado mucho las cuevas, pero en aquella ocasión tendría que aguantarse. Sin poder evitar fijarse en el dinosaurio, se introdujo en la gruta. ¿A quién se le habría ocurrido llevarse el bicho consigo?
-¿Y esto? -preguntó mientras analizaba a la criatura y una divertida sonrisa afloraba en su rostro. ¿Hasta dónde tendrían pensado llevar a la bestia?
Dentro de la cueva, Tib miraba con curiosidad a los animales que los observaban semiocultos. Tras un par de infructuosos y atrevidos intentos por acercase a ellos, cejó en su empeño y se limitó a caminar junto a su dueño, adecuando su paso al del resto del grupo. Por su parte, Therax se preguntaba adónde iban y si el pelirrojo realmente sabía el camino.
Sus dudas se disiparon en parte una vez alcanzaron aquella estancia.
-¿Quién? -inquirió en voz alta el espadachín al tiempo que comenzaba a andar por el lugar. Los ecos de su voz y de sus pasos se propagaron por la gruta, provocando que varias alimañas corrieran hacia sus guaridas. No recordaba haber oído hablar jamás de nadie con ese nombre, así que dio por finalizado su tour exploratorio y volvió a reunirse con el grupo, esperando que alguien con más conocimientos sobre el tema aclarase su duda.
-¿Seguro que sabe dónde estamos? -preguntó en voz baja tras situarse junto a Haruka, señalando al mismo tiempo a Zane con un movimiento de cabeza.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No podía creer todo lo que estaba pasando. ¿Acaso aquellos piratas atraían los problemas?
Desde el árbol, Zane me guiñó un ojo contestando afirmativamente a mi pregunta, había visto todo lo que había pasado. Ahí me vino la pequeña duda de por qué diablos no nos había ayudado a salir de allí. ¿Nos estaría poniendo a prueba?
Miré al otro humano, al dueño del perro, del cual no recordaba el nombre. Puede que ni si quiera se me hubiese presentado. Empezó a limpiarse las manos con tierra y a restregárselas de una manera un poco repulsiva. Miré hacia el horizonte y no vi a la madre, probablemente hubiese huído.
De repente, Zane nos pidió saltar con él, y, lo que era más complicado, montar en él hasta reunirnos con el resto. Mi mirada se tornó un poco desconfiada. No voy a mentir, aquello me parecía un disparate. Acabábamos de ser raptados por un maldito ave y de repente tenemos que volar otra vez… ¿Es que nadie piensa en las fobias del resto?
Me llevé una mano a la cabeza, en señal de derrota. No había otra, tendríamos que volar de nuevo. Justo cuando estaba mentalizado de aquello, por poco me caigo del árbol al agitarse este con una violencia un tanto desmedida.
“Mierda, y ahora qué coño pasa”
Miré hacia abajo, sin encontrar respuesta. De repente Zane parecía bastante nervioso y nos avisó del porqué del movimiento del árbol. Un terremoto estaba golpeando nuestra zona. Quién sabe si se hubiese originado en el mar. Habría que mirar que el barco no estuviese afectado, claro.
Monté en Zane y, he de confesar, que aquél viaje fue mucho más placentero y relajante que el anterior. Aquí no sentía la presión de nadie golpeándome. Sólo una vez había montado en caballo, y era una sensación similar.
“Zane, el caballo volador”
No pude evitar la excitación y golpear el lomo de Zane un par de veces, pidiéndole que fuese más rápido, aunque pareció o bien ignorarme, o no entenderme.
Entonces llegó la parte más complicada, el aterrizaje. Nervioso, intenté pensar cómo aterrizar sin caer ridículamente. No sabía si Zane se posaría sobre tierra firme y nos dejaría bajar, o justo al tocar tierra se transformaría. A decir verdad, no sabía muy bien cómo funcionaban las Zoans.
Sin embargo, todo esto pasó a un segundo plano cuando un barco a lo lejos, en la orilla de la isla, me paró el corazón.
"No. No puede ser. ¿¿¿Ese es el estandarte del gobierno mundial???"
Un barco de la marina puede infundir respeto, pero al fin y al cabo, la mayoría de gente que va en ellos son meros peones. No saben pelear, o no al menos de una manera decente. Sin embargo, el gobierno mundial entrena a todos sus hombres y forma grupos cuyos luchadores tienen una fuerza similar, por lo que empecé a pensar si realmente había sido buena idea unirme a Zane y los suyos en esta aventura.
Intenté no pensar más en aquello y me agarré fuertemente con la mano derecha a Zane, poniendo los pies sobre el lomo de éste para, cuando habíamos descendido casi en su totalidad, dar un salto y caer de pié al suelo.
“No me lo puedo creer, no me he caído” No pude evitar reprimir una sonrisa bastante tonta. Como si de un adolescente enamorado se tratase.
El plan, por lo visto, era entrar en la cueva.
- Quizá no… - Me interrumpieron por primera vez.
- Yo creo que… - Vino la segunda interrupción.
- Francamente, yo…- Finalizó el tercer intento por dar mi opinión.
“Joder… Ésta gente no tiene muchas luces. Acaba de haber un terremoto ¿y nos vamos a meter en una cueva? Puede haber algún derrumbamiento, sellarse la salida… No sé si el tesoro, de haberlo, merecerá la pena”
Entramos en la cueva, donde había una humedad que provocó que sudase bastante. Empecé a tocar los alrededores de la cueva, llevándome sin querer una estalagmita, que pronto lancé hacia otro lado pronunciando un bajo “ups…”.
La cueva estaba bastante oscura y, pese a la improvisada antorcha de Zane, los que estábamos detrás teníamos que ir casi palpando para no darnos con las paredes.
El camino se empezó a hacer bastante pesado. Nadie hablaba, nos limitábamos a dar pasos en una dirección. De vez en cuando, animalejos de la cueva salían y empezaban a sobrevolar y pasar por allí, dejando claro que no nos querían por ese sitio. Me preguntaba quién hubiese sido la última persona en pasar por allí y si realmente hubiese ido a por el tesoro.
De repente y, afortunadamente, Zane paró, indicándonos que ya habíamos llegado al lugar X.
Empezó a hablar sobre un antiguo pirata con un nombre bastante complicado de pronunciar, y finalizó lanzando la antorcha sobre una plataforma que hizo que, casi literalmente, se me saliese el corazón. Adopté una pose defensiva y durante dos segundos no me moví. A nuestro alrededor había un círculo de fuego, que empezó a iluminar la estancia.
“Podíamos haber empezado por ahí, digo yo”
- Muy bien. Muy bonito el espectáculo, Zane. – Dije con el tono más calmado ahora. - ¿Qué hacemos ahora? ¿Dónde está el tesoro? porque yo no lo veo. – Dije algo más nervioso. La cueva estaba empezando a agobiarme un poco y prefería volver a mi amada agua de nuevo. Aunque algo me decía, que eso tendría que esperar todavía.
Desde el árbol, Zane me guiñó un ojo contestando afirmativamente a mi pregunta, había visto todo lo que había pasado. Ahí me vino la pequeña duda de por qué diablos no nos había ayudado a salir de allí. ¿Nos estaría poniendo a prueba?
Miré al otro humano, al dueño del perro, del cual no recordaba el nombre. Puede que ni si quiera se me hubiese presentado. Empezó a limpiarse las manos con tierra y a restregárselas de una manera un poco repulsiva. Miré hacia el horizonte y no vi a la madre, probablemente hubiese huído.
De repente, Zane nos pidió saltar con él, y, lo que era más complicado, montar en él hasta reunirnos con el resto. Mi mirada se tornó un poco desconfiada. No voy a mentir, aquello me parecía un disparate. Acabábamos de ser raptados por un maldito ave y de repente tenemos que volar otra vez… ¿Es que nadie piensa en las fobias del resto?
Me llevé una mano a la cabeza, en señal de derrota. No había otra, tendríamos que volar de nuevo. Justo cuando estaba mentalizado de aquello, por poco me caigo del árbol al agitarse este con una violencia un tanto desmedida.
“Mierda, y ahora qué coño pasa”
Miré hacia abajo, sin encontrar respuesta. De repente Zane parecía bastante nervioso y nos avisó del porqué del movimiento del árbol. Un terremoto estaba golpeando nuestra zona. Quién sabe si se hubiese originado en el mar. Habría que mirar que el barco no estuviese afectado, claro.
Monté en Zane y, he de confesar, que aquél viaje fue mucho más placentero y relajante que el anterior. Aquí no sentía la presión de nadie golpeándome. Sólo una vez había montado en caballo, y era una sensación similar.
“Zane, el caballo volador”
No pude evitar la excitación y golpear el lomo de Zane un par de veces, pidiéndole que fuese más rápido, aunque pareció o bien ignorarme, o no entenderme.
Entonces llegó la parte más complicada, el aterrizaje. Nervioso, intenté pensar cómo aterrizar sin caer ridículamente. No sabía si Zane se posaría sobre tierra firme y nos dejaría bajar, o justo al tocar tierra se transformaría. A decir verdad, no sabía muy bien cómo funcionaban las Zoans.
Sin embargo, todo esto pasó a un segundo plano cuando un barco a lo lejos, en la orilla de la isla, me paró el corazón.
"No. No puede ser. ¿¿¿Ese es el estandarte del gobierno mundial???"
Un barco de la marina puede infundir respeto, pero al fin y al cabo, la mayoría de gente que va en ellos son meros peones. No saben pelear, o no al menos de una manera decente. Sin embargo, el gobierno mundial entrena a todos sus hombres y forma grupos cuyos luchadores tienen una fuerza similar, por lo que empecé a pensar si realmente había sido buena idea unirme a Zane y los suyos en esta aventura.
Intenté no pensar más en aquello y me agarré fuertemente con la mano derecha a Zane, poniendo los pies sobre el lomo de éste para, cuando habíamos descendido casi en su totalidad, dar un salto y caer de pié al suelo.
“No me lo puedo creer, no me he caído” No pude evitar reprimir una sonrisa bastante tonta. Como si de un adolescente enamorado se tratase.
El plan, por lo visto, era entrar en la cueva.
- Quizá no… - Me interrumpieron por primera vez.
- Yo creo que… - Vino la segunda interrupción.
- Francamente, yo…- Finalizó el tercer intento por dar mi opinión.
“Joder… Ésta gente no tiene muchas luces. Acaba de haber un terremoto ¿y nos vamos a meter en una cueva? Puede haber algún derrumbamiento, sellarse la salida… No sé si el tesoro, de haberlo, merecerá la pena”
Entramos en la cueva, donde había una humedad que provocó que sudase bastante. Empecé a tocar los alrededores de la cueva, llevándome sin querer una estalagmita, que pronto lancé hacia otro lado pronunciando un bajo “ups…”.
La cueva estaba bastante oscura y, pese a la improvisada antorcha de Zane, los que estábamos detrás teníamos que ir casi palpando para no darnos con las paredes.
El camino se empezó a hacer bastante pesado. Nadie hablaba, nos limitábamos a dar pasos en una dirección. De vez en cuando, animalejos de la cueva salían y empezaban a sobrevolar y pasar por allí, dejando claro que no nos querían por ese sitio. Me preguntaba quién hubiese sido la última persona en pasar por allí y si realmente hubiese ido a por el tesoro.
De repente y, afortunadamente, Zane paró, indicándonos que ya habíamos llegado al lugar X.
Empezó a hablar sobre un antiguo pirata con un nombre bastante complicado de pronunciar, y finalizó lanzando la antorcha sobre una plataforma que hizo que, casi literalmente, se me saliese el corazón. Adopté una pose defensiva y durante dos segundos no me moví. A nuestro alrededor había un círculo de fuego, que empezó a iluminar la estancia.
“Podíamos haber empezado por ahí, digo yo”
- Muy bien. Muy bonito el espectáculo, Zane. – Dije con el tono más calmado ahora. - ¿Qué hacemos ahora? ¿Dónde está el tesoro? porque yo no lo veo. – Dije algo más nervioso. La cueva estaba empezando a agobiarme un poco y prefería volver a mi amada agua de nuevo. Aunque algo me decía, que eso tendría que esperar todavía.
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Todo el respeto hacia Zane había desaparecido muy rápido. La joven se había sentido totalmente ignorada por el pirata. Ni siquiera le había contestado o simplemente hecho algún gesto, fue un vacío enorme. La rubia frunció el ceño y después negó con la cabeza. Si odiaba algo en el mundo eran ese tipo de personas. ¿Por no ser fuerte como él ya no merecía atención? Pues esas faltas de respeto no las veía bien. Al menos la tal Haru tuvo la educación de responderle. Se quitó la sudadera del capitán de aquella banda y la dejó sobre un tronco perfectamente doblada para no manchársela. Nadie se moría por decir una palabra, y visto que dijo varias, pero todas a otra gente, pues decidió que aquel sitio no merecía la pena. Cuando alzó el vuelo y se fue, ella permaneció sentada en el suelo con su espalda apoyada en una roca.
Cerró los ojos para después soltar un pequeño suspiro de aburrimiento. Tal vez debía largarse y buscar ella misma una manera de abandonar la isla. Estaba buscando su sitio y aquel probablemente no lo era. La pequeña chica de cabellos oscuros parecía más capitana que él. El chico rubio era amable y el loco del dinosaurio le caía bien. Incluido el enorme Gyojin, que parecía ser buena persona, pero al menos no parecían ignorar. Una banda muy numerosa y mal, pero sin consideración. En fin, ella no era miembro, por lo que no tenía derecho a decir nada. Igualmente, la joven no se movió cuando apareció de nuevo el pollo de fuego. De hecho, pasó por su lado y trató de colocarle la sudadera que le había prestado en su hombro. Después de aquello el grupo empezó a entrar en una especie de cueva que había en la zona.
- Ya veo…
Fue lo único que susurró antes de esperar a que todos entrasen. Después de aquello se tumbó en el suelo de la entrada y colocó ambos brazos tras la nuca. No pensaba ir con ellos de ninguna forma y mucho menos después de las formas. Soltó un pequeño bostezo y se aferró a su guadaña mientras miraba el cielo. Ya no parecía haber rastro alguno de dinosaurios y si aparecían, ella misma los cortaría en dos o huiría. Esperaría a que los demás salieran, o bien podía darse una vuelta por el bosque ella sola. Sí, eso era lo más indicado. Se colocó en pie despacio y empezó a caminar por el sitio con la mirada al frente. No tardó mucho en llegar a un pequeño lago, ladeó la cabeza y se dio cuenta de que en una de las paredes había un pequeño túnel. Tal vez si lo seguía llegaba a algún sitio interesante.
- Total, no tengo nada mejor que hacer. – Dijo para sí misma mientras iba metiéndose en el agua muy poco a poco.
Metió la cabeza en primer lugar para comprobar que no había dinosaurios raros allí dentro. Entonces pudo ver una especie de cocodrilo gigante en el fondo, tumbado y mirándola. Tragó saliva y después miró el túnel. Sacó la cabeza del agua y después se sentó en la orilla. Debía ser rápida si quería cruzar y seguir a su bola.
Cerró los ojos para después soltar un pequeño suspiro de aburrimiento. Tal vez debía largarse y buscar ella misma una manera de abandonar la isla. Estaba buscando su sitio y aquel probablemente no lo era. La pequeña chica de cabellos oscuros parecía más capitana que él. El chico rubio era amable y el loco del dinosaurio le caía bien. Incluido el enorme Gyojin, que parecía ser buena persona, pero al menos no parecían ignorar. Una banda muy numerosa y mal, pero sin consideración. En fin, ella no era miembro, por lo que no tenía derecho a decir nada. Igualmente, la joven no se movió cuando apareció de nuevo el pollo de fuego. De hecho, pasó por su lado y trató de colocarle la sudadera que le había prestado en su hombro. Después de aquello el grupo empezó a entrar en una especie de cueva que había en la zona.
- Ya veo…
Fue lo único que susurró antes de esperar a que todos entrasen. Después de aquello se tumbó en el suelo de la entrada y colocó ambos brazos tras la nuca. No pensaba ir con ellos de ninguna forma y mucho menos después de las formas. Soltó un pequeño bostezo y se aferró a su guadaña mientras miraba el cielo. Ya no parecía haber rastro alguno de dinosaurios y si aparecían, ella misma los cortaría en dos o huiría. Esperaría a que los demás salieran, o bien podía darse una vuelta por el bosque ella sola. Sí, eso era lo más indicado. Se colocó en pie despacio y empezó a caminar por el sitio con la mirada al frente. No tardó mucho en llegar a un pequeño lago, ladeó la cabeza y se dio cuenta de que en una de las paredes había un pequeño túnel. Tal vez si lo seguía llegaba a algún sitio interesante.
- Total, no tengo nada mejor que hacer. – Dijo para sí misma mientras iba metiéndose en el agua muy poco a poco.
Metió la cabeza en primer lugar para comprobar que no había dinosaurios raros allí dentro. Entonces pudo ver una especie de cocodrilo gigante en el fondo, tumbado y mirándola. Tragó saliva y después miró el túnel. Sacó la cabeza del agua y después se sentó en la orilla. Debía ser rápida si quería cruzar y seguir a su bola.
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Las lagartijas más grandes que había visto en su vida, y no tenían pinta de querer hacer una fiesta del té con pastas. Seguramente saldrían unos nuggets de pollo de puta madre.
El enmascarado desenfundo el arma, pero antes de preparar muslitos de dinosaurio. Las criaturas huyeron al aparecer una criatura voladora. Parecía un avión con escamas y mala leche. Que hablando de aviones, descendió en picado como uno, como un halcón cazando salmones. Era imposible escarpar de eso por lo que usaron la técnica milenaria; correr como putas.
Pasaron unos minutos en carrera para detenerse y ver que faltaban el rubiales y el cara sushi. Posiblemente aquella paloma con esteroides se los llevo volando para alimentar a mini palomitas con esteroides. Por otra parte, una gota de sudor le recorrió la frente cuando vio como Hou había “domesticado” a uno de los velociraptors. Ese chaval era digno de estudio.
Zane pudo identificar a aquellos dos, que posiblemente seguían vivos. Saco unas alas de la espalda y fue a por ellos, dejando al cargo a Haru. Lo que hay que ver, un vejestorio como él teniendo de líder a la loli.
Estuvieron recorriendo la jungla, hasta llegar la entrada de una cueva donde esperaron al pelirrojo con aquellos dos cafres de vuelta. Se adentraron en esta, pudo notar la humedad al instante. Las estalactitas se contaban por decenas, por lo que si empezaban a caerse serian un problema gordo. Era bastante profundo, aunque le hacía dudar si aquello era obra natural o hecha por el hombre. Podía escuchar como lobos gruñían por entrar en su territorio, pero quizá su número los salvaba de ser atacados, o quizá también por la bestia reptiliana de Hou.
- Puede que hayan pasado décadas desde que nadie ha pisado esto, puede que incluso siglos –detallo Nox. Pese no ser un experto en cuanto a lugares antiguos, se veía a la legua que el lugar era antiquísimo.
El gyojin se quejaba de que no se veía un tesoro. El enmascarado suspiro, pues era evidente que dicho tesoro no iba a estar al descubierto.
- No hay que alarmarse, ¿acaso tu si tuvieras una guarida y guardases un tesoro lo dejarías a vista de todos? –le preguntó retóricamente a Ronney-. Estará oculto, y si nos ponemos negativos, con trampas. Sea lo que sea lo que estemos buscando.
El enmascarado desenfundo el arma, pero antes de preparar muslitos de dinosaurio. Las criaturas huyeron al aparecer una criatura voladora. Parecía un avión con escamas y mala leche. Que hablando de aviones, descendió en picado como uno, como un halcón cazando salmones. Era imposible escarpar de eso por lo que usaron la técnica milenaria; correr como putas.
Pasaron unos minutos en carrera para detenerse y ver que faltaban el rubiales y el cara sushi. Posiblemente aquella paloma con esteroides se los llevo volando para alimentar a mini palomitas con esteroides. Por otra parte, una gota de sudor le recorrió la frente cuando vio como Hou había “domesticado” a uno de los velociraptors. Ese chaval era digno de estudio.
Zane pudo identificar a aquellos dos, que posiblemente seguían vivos. Saco unas alas de la espalda y fue a por ellos, dejando al cargo a Haru. Lo que hay que ver, un vejestorio como él teniendo de líder a la loli.
Estuvieron recorriendo la jungla, hasta llegar la entrada de una cueva donde esperaron al pelirrojo con aquellos dos cafres de vuelta. Se adentraron en esta, pudo notar la humedad al instante. Las estalactitas se contaban por decenas, por lo que si empezaban a caerse serian un problema gordo. Era bastante profundo, aunque le hacía dudar si aquello era obra natural o hecha por el hombre. Podía escuchar como lobos gruñían por entrar en su territorio, pero quizá su número los salvaba de ser atacados, o quizá también por la bestia reptiliana de Hou.
- Puede que hayan pasado décadas desde que nadie ha pisado esto, puede que incluso siglos –detallo Nox. Pese no ser un experto en cuanto a lugares antiguos, se veía a la legua que el lugar era antiquísimo.
El gyojin se quejaba de que no se veía un tesoro. El enmascarado suspiro, pues era evidente que dicho tesoro no iba a estar al descubierto.
- No hay que alarmarse, ¿acaso tu si tuvieras una guarida y guardases un tesoro lo dejarías a vista de todos? –le preguntó retóricamente a Ronney-. Estará oculto, y si nos ponemos negativos, con trampas. Sea lo que sea lo que estemos buscando.
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Mientras esperábamos pacientemente el regreso del pollo en llamas, eché un vistazo a mi alrededor. Noximilien, Spanner, el supuesto amigo de Zane y el tipo cuyo nombre no era capaz de recordar me habían seguido, así como el velocirraptor. Pero la rubia de la guadaña se había quedado atrás. Me encogí de hombros y centré mis orbes en el saurio, examinándolo.
El animal también pareció interesarse en mí, y no dudó en enseñarme los dientes con pose amenazadora. Le propiné un bofetón en el hocico con aviso y esbocé una sonrisa sádica.
- Te diseccionaré a la primera oportunidad que tenga -le advertí-. Spanner, ¿crees que tenemos suficiente material en el laboratorio como para diseccionar y estudiar en profundidad a un saurio de la isla? -pregunté a continuación, sin dejar de mirar al animal con la misma sonrisa. La criatura debió comprender el gesto, o quizá el tono amenazador de mi voz, porque se acobardó ligeramente.
Al tiempo que el científico me respondía, continué vigilando con haki de observación a las figuras que se acercaban a nuestra localización. Pude identificar cinco, y no parecían precisamente débiles.
Entonces, el temblor del suelo me distrajo.
Lo que comenzó como una extraña vibración similar a la producida por una estampida, se convirtió en pocos segundos en un terremoto aproximadamente nivel siete, que sacudió toda la isla y zarandeó todo lo que había en ella con agresividad. Conseguí mantenerme en pie, al tiempo que veía a los animales huir y a los árboles balancearse con fuerza ante mis narices.
Cuando el terremoto terminó, me agaché para colocar las palmas de las manos sobre el suelo.
Fruncí el ceño en gesto de incomprensión.
- No creo que esto haya sido natural... Pero tampoco creo que debamos quedarnos quietos y esperar a ver si hay réplicas -opiné, al tiempo que mi nivel de paranoia se salía de las gráficas.
"Esto ha tenido que ser cosa de los tipos que se acercan. ¿Serán del Gobierno? Si son del Gobierno y cuentan con científicos en sus filas, no tendrían mayor problema en contar con una máquina capaz de generar terremotos en islas enteras. Fueron capaces de crear una pistola que te revienta desde dentro con un sólo disparo, me espero cualquier cosa. Y entonces, ¿qué ha sido esto? ¿Un experimento? ¿Un aviso? No tiene sentido avisar, si lo que quieren es tendernos una trampa. Pero entonces, si creemos que esto ha sido un terremoto, lo último que haríamos sería meternos en una cueva que puede caer sobre nuestras cabezas y sepultarnos para siempre en cuanto comiencen las réplicas. Y, entonces, con el terremoto intentaban prevenir que nos adentrásemos en la cueva. Lo que implica que debemos entrar a toda costa. Pero, si es un terremoto normal, algo anómalo pero natural, pueden producirse réplicas y entonces acabaremos sepultados...", cavilaba para mis adentros, al tiempo que miraba a mis compañeros para asegurarme de que estaban todos vivos y Zane no me echaría la culpa de la muerte de ninguno.
Entonces apareció el pájaro, de vuelta con el rubio y el hombre pez.
- Sí, me he dado cuenta -le respondí-. Hay varias personas acercándose a nuestra posición y no creo que vengan a vendernos alfombras. Además, ese terremoto me ha dado mala espina, no parecía... natural. Puede que sólo sea mi vena paranoica, pero desconfía y acertarás -añadí, mirando a Zane a los ojos. El pollo tomó su decisión entonces, y emití un suspiro-. Bueno, tenemos una probabilidad de morir sepultados si se produce una réplica. O, en caso de que el terremoto no hubiese sido provocado por causas naturales, también cabe la posibilidad de que vuelvan a provocar otro y acabemos sepultados igualmente... -analicé, interrumpiendo al gyojin- Pero también cabe la posibilidad de que la función del terremoto fuese actuar como un disuasorio para evitar que entrásemos en la cueva, en cuyo caso debemos entrar -reflexioné, volviendo a interrumpir al pez-. Así que supongo que es la mejor decisión.
Tras las opiniones de los demás, que no tuvieron importancia porque Zane no había pedido la opinión de nadie para empezar, no nos quedó más remedio que seguirlo al interior de la caverna. La rubia apareció entonces, pero se quedó mirando sin decir prácticamente nada y se quedó en el exterior.
Miré a Spanner alzando las cejas en señal de escepticismo, y susurré para que sólo pudiera escucharme él:
- ¿Qué es, autista? -broma cruel que, probablemente, sólo el pelimorado sería capaz de comprender. Dudaba que los demás supiesen siquiera lo que significaba la palabra "autista".
La cueva era más amplia por dentro de lo que era en su zona de entrada, y estaba plagada de estalactitas y estalagmitas producidas por la ingente humedad del ambiente, que se posaba sobre nuestras pieles como rocío en la noche.
Tras unos cuantos pasos en línea recta, el líder de aquella extraña expedición giró a su izquierda y los demás lo seguimos, aunque no dudé en echar la vista atrás para mirar a la derecha y preguntarme qué habría en aquella dirección.
Los animales que habitaban la cueva parecían asustados y no estaban dispuestos a entablar combate por su territorio, quizá porque seguían asustados por el terremoto, o quizá porque eran capaces de percibir nuestras fuerzas. En cualquier caso, el velocirraptor parecía inmune a todo aquello, ya que nos seguía como un perrito faldero, lo que comenzaba a molestarme.
Llegamos entonces a una estancia amplia que fue inundada por la luz del fuego en cuanto el pollo hizo arder el líquido inflamable que se desparramó por las paredes iluminando el lugar.
Therax me interpeló entonces, situándose a mi lado tras explorar ligeramente la zona, trabajo que yo misma estaba llevando a cabo utilizando sólo mi vista mejorada de dragón.
- Espero que sí. Me debe dinero. Aunque tanto secretismo con los mapas no me gusta demasiado. Tú estate alerta y procura que el dinosaurio no se coma a tu perro de tentempié -aconsejé.
El pez preguntó por el tesoro y Noximilien intentó calmarlo.
- No hace falta ponerse negativos, lo lógico es esconder bien tus tesoros y protegerlos para que nadie los encuentre. Pero esas no son las preguntas correctas -corregí entonces, meneando el índice negativamente cual madre paciente-. Las preguntas que deberíais estar haciendo no son "¿Dónde está el tesoro?" o "¿Cómo podemos encontrarlo?". No. Las preguntas que deberíais estar haciendo son: ¿Por qué tienes, Zane, la seguridad de que este tesoro no ha sido obtenido por otra persona previamente? Quizá estemos buscando un tesoro que alguien ha robado ya. Y, lo que es más importante, ¿por qué hay tantas personas en esta isla justo cuando nosotros llegamos a ella? -comencé a pasear por la estancia, sujetándome el codo derecho con la mano izquierda junto al abdomen y dejando la mano derecha en alto y con el dedo apuntando al techo- Las coincidencias no existen. El terremoto, los enemigos poderosos acercándose a nuestra posición como si supieran perfectamente dónde nos encontrábamos, el tesoro misterioso, el mapa falso sustituido por otro ante nuestras narices... Esto huele a trampa -reflexioné, deteniéndome ante Spanner para mirarlo con desconfianza.
Él había pertenecido al Gobierno, después de todo. ¿Nos la estaría jugando a todos?
El animal también pareció interesarse en mí, y no dudó en enseñarme los dientes con pose amenazadora. Le propiné un bofetón en el hocico con aviso y esbocé una sonrisa sádica.
- Te diseccionaré a la primera oportunidad que tenga -le advertí-. Spanner, ¿crees que tenemos suficiente material en el laboratorio como para diseccionar y estudiar en profundidad a un saurio de la isla? -pregunté a continuación, sin dejar de mirar al animal con la misma sonrisa. La criatura debió comprender el gesto, o quizá el tono amenazador de mi voz, porque se acobardó ligeramente.
Al tiempo que el científico me respondía, continué vigilando con haki de observación a las figuras que se acercaban a nuestra localización. Pude identificar cinco, y no parecían precisamente débiles.
Entonces, el temblor del suelo me distrajo.
Lo que comenzó como una extraña vibración similar a la producida por una estampida, se convirtió en pocos segundos en un terremoto aproximadamente nivel siete, que sacudió toda la isla y zarandeó todo lo que había en ella con agresividad. Conseguí mantenerme en pie, al tiempo que veía a los animales huir y a los árboles balancearse con fuerza ante mis narices.
Cuando el terremoto terminó, me agaché para colocar las palmas de las manos sobre el suelo.
Fruncí el ceño en gesto de incomprensión.
- No creo que esto haya sido natural... Pero tampoco creo que debamos quedarnos quietos y esperar a ver si hay réplicas -opiné, al tiempo que mi nivel de paranoia se salía de las gráficas.
"Esto ha tenido que ser cosa de los tipos que se acercan. ¿Serán del Gobierno? Si son del Gobierno y cuentan con científicos en sus filas, no tendrían mayor problema en contar con una máquina capaz de generar terremotos en islas enteras. Fueron capaces de crear una pistola que te revienta desde dentro con un sólo disparo, me espero cualquier cosa. Y entonces, ¿qué ha sido esto? ¿Un experimento? ¿Un aviso? No tiene sentido avisar, si lo que quieren es tendernos una trampa. Pero entonces, si creemos que esto ha sido un terremoto, lo último que haríamos sería meternos en una cueva que puede caer sobre nuestras cabezas y sepultarnos para siempre en cuanto comiencen las réplicas. Y, entonces, con el terremoto intentaban prevenir que nos adentrásemos en la cueva. Lo que implica que debemos entrar a toda costa. Pero, si es un terremoto normal, algo anómalo pero natural, pueden producirse réplicas y entonces acabaremos sepultados...", cavilaba para mis adentros, al tiempo que miraba a mis compañeros para asegurarme de que estaban todos vivos y Zane no me echaría la culpa de la muerte de ninguno.
Entonces apareció el pájaro, de vuelta con el rubio y el hombre pez.
- Sí, me he dado cuenta -le respondí-. Hay varias personas acercándose a nuestra posición y no creo que vengan a vendernos alfombras. Además, ese terremoto me ha dado mala espina, no parecía... natural. Puede que sólo sea mi vena paranoica, pero desconfía y acertarás -añadí, mirando a Zane a los ojos. El pollo tomó su decisión entonces, y emití un suspiro-. Bueno, tenemos una probabilidad de morir sepultados si se produce una réplica. O, en caso de que el terremoto no hubiese sido provocado por causas naturales, también cabe la posibilidad de que vuelvan a provocar otro y acabemos sepultados igualmente... -analicé, interrumpiendo al gyojin- Pero también cabe la posibilidad de que la función del terremoto fuese actuar como un disuasorio para evitar que entrásemos en la cueva, en cuyo caso debemos entrar -reflexioné, volviendo a interrumpir al pez-. Así que supongo que es la mejor decisión.
Tras las opiniones de los demás, que no tuvieron importancia porque Zane no había pedido la opinión de nadie para empezar, no nos quedó más remedio que seguirlo al interior de la caverna. La rubia apareció entonces, pero se quedó mirando sin decir prácticamente nada y se quedó en el exterior.
Miré a Spanner alzando las cejas en señal de escepticismo, y susurré para que sólo pudiera escucharme él:
- ¿Qué es, autista? -broma cruel que, probablemente, sólo el pelimorado sería capaz de comprender. Dudaba que los demás supiesen siquiera lo que significaba la palabra "autista".
La cueva era más amplia por dentro de lo que era en su zona de entrada, y estaba plagada de estalactitas y estalagmitas producidas por la ingente humedad del ambiente, que se posaba sobre nuestras pieles como rocío en la noche.
Tras unos cuantos pasos en línea recta, el líder de aquella extraña expedición giró a su izquierda y los demás lo seguimos, aunque no dudé en echar la vista atrás para mirar a la derecha y preguntarme qué habría en aquella dirección.
Los animales que habitaban la cueva parecían asustados y no estaban dispuestos a entablar combate por su territorio, quizá porque seguían asustados por el terremoto, o quizá porque eran capaces de percibir nuestras fuerzas. En cualquier caso, el velocirraptor parecía inmune a todo aquello, ya que nos seguía como un perrito faldero, lo que comenzaba a molestarme.
Llegamos entonces a una estancia amplia que fue inundada por la luz del fuego en cuanto el pollo hizo arder el líquido inflamable que se desparramó por las paredes iluminando el lugar.
Therax me interpeló entonces, situándose a mi lado tras explorar ligeramente la zona, trabajo que yo misma estaba llevando a cabo utilizando sólo mi vista mejorada de dragón.
- Espero que sí. Me debe dinero. Aunque tanto secretismo con los mapas no me gusta demasiado. Tú estate alerta y procura que el dinosaurio no se coma a tu perro de tentempié -aconsejé.
El pez preguntó por el tesoro y Noximilien intentó calmarlo.
- No hace falta ponerse negativos, lo lógico es esconder bien tus tesoros y protegerlos para que nadie los encuentre. Pero esas no son las preguntas correctas -corregí entonces, meneando el índice negativamente cual madre paciente-. Las preguntas que deberíais estar haciendo no son "¿Dónde está el tesoro?" o "¿Cómo podemos encontrarlo?". No. Las preguntas que deberíais estar haciendo son: ¿Por qué tienes, Zane, la seguridad de que este tesoro no ha sido obtenido por otra persona previamente? Quizá estemos buscando un tesoro que alguien ha robado ya. Y, lo que es más importante, ¿por qué hay tantas personas en esta isla justo cuando nosotros llegamos a ella? -comencé a pasear por la estancia, sujetándome el codo derecho con la mano izquierda junto al abdomen y dejando la mano derecha en alto y con el dedo apuntando al techo- Las coincidencias no existen. El terremoto, los enemigos poderosos acercándose a nuestra posición como si supieran perfectamente dónde nos encontrábamos, el tesoro misterioso, el mapa falso sustituido por otro ante nuestras narices... Esto huele a trampa -reflexioné, deteniéndome ante Spanner para mirarlo con desconfianza.
Él había pertenecido al Gobierno, después de todo. ¿Nos la estaría jugando a todos?
En la soledad de aquella antiquísima aldea, la cual posiblemente no había sido pisada por un ser humano en decenios, se podía escuchar hasta el más nimio sonido. Si estabas lo suficientemente atento se oía el caminar de las ratas por el suelo, el sutil aleteo de los murciélagos huyendo de la luz que acababa de surgir. Y en esa circunstancia, no pude evitar clavar una mirada cargada de ojeriza hacia el novato, Therax, ante su inoportuno y ofensivo comentario. Pero no era el único, sino que el otro aprendiz de maleante, Rooney, también dudaba de mi mapa y de mi orientación en tierra.
—Paciencia, muchachos –dije, aunque más bien me lo decía a mí mismo-. Como han manifestado la pequeñaja y el enmascarado el tesoro no va a estar la vista de todos. Y aquellos que duden de la veracidad del mapa, o de si ha sido hallado antes por otro grupo de cazatesoros, que no se preocupe. Aquí no solo se encuentran tesoros, sino que hay algo más; o eso es lo que cuentan las leyendas –sonreí-.
Dichas aquellas palabras, contemplé el mapa. Estábamos justo en el centro neurálgico de aquella antigua aldea, es decir, donde hacía mucho tiempo se debía situar la plaza pública donde comerciaban los mercaderes y debatían los intelectuales. Activé mi vista de pájaro, haciendo que mis ojos se tornaran como los de un ave rapaz, y ojeé todo el lugar intentando analizar cualquier detalle.
Y sí, nos encontrábamos en el centro.
Con el mapa en la mano, me dirigí a paso ligero, observando todo lo que había a mi alrededor hacia el sector noroeste. Lo que en su día habían sido pequeñas casas, ahora eran un montón de rocas de mármol grisáceas. Los caminos que en el pasado habían sido transitados por multitud de personas, ahora eran las letrinas de multitud de alimañas y animales; o que explicaba el olor. Y de pronto, allí estaba.
—¿Veis como no estamos mal encaminados? –pregunté, contemplando un viejo estandarte de madera con un jolly roger, el cual tenía dibujado una calavera con seis serpientes rodeándola, que estaba medio corroído por el tiempo y la humedad del lugar-. El emblema de M’gann M’orzz.
Y fue entonces cuando la tierra volvió temblar, pero esa vez durante un par de segundos.
“Los cojones de corbata” –pensé, siguiendo hacia adelante. Al final, llegamos a las ruinas de lo que en el pasado hubiera sido un gran templo de tres naves con columnas en todo su perímetro, concretamente ocho en las fachadas más cortas y quince en los laterales. Sin embargo, se podía pasear por él, ya que su estructura aparentemente se encontraba casi intacta.
—En alguna parte de aquí debe haber una entrada descendente, así que buscad –ordené, observando el mapa.
Comencé a rebuscar entre las rocas, intentando encontrar una trampilla o algo por el estilo, pero entonces todo comenzó a temblar de nuevo y la estructura empezó a ceder.
—Paciencia, muchachos –dije, aunque más bien me lo decía a mí mismo-. Como han manifestado la pequeñaja y el enmascarado el tesoro no va a estar la vista de todos. Y aquellos que duden de la veracidad del mapa, o de si ha sido hallado antes por otro grupo de cazatesoros, que no se preocupe. Aquí no solo se encuentran tesoros, sino que hay algo más; o eso es lo que cuentan las leyendas –sonreí-.
Dichas aquellas palabras, contemplé el mapa. Estábamos justo en el centro neurálgico de aquella antigua aldea, es decir, donde hacía mucho tiempo se debía situar la plaza pública donde comerciaban los mercaderes y debatían los intelectuales. Activé mi vista de pájaro, haciendo que mis ojos se tornaran como los de un ave rapaz, y ojeé todo el lugar intentando analizar cualquier detalle.
Y sí, nos encontrábamos en el centro.
Con el mapa en la mano, me dirigí a paso ligero, observando todo lo que había a mi alrededor hacia el sector noroeste. Lo que en su día habían sido pequeñas casas, ahora eran un montón de rocas de mármol grisáceas. Los caminos que en el pasado habían sido transitados por multitud de personas, ahora eran las letrinas de multitud de alimañas y animales; o que explicaba el olor. Y de pronto, allí estaba.
—¿Veis como no estamos mal encaminados? –pregunté, contemplando un viejo estandarte de madera con un jolly roger, el cual tenía dibujado una calavera con seis serpientes rodeándola, que estaba medio corroído por el tiempo y la humedad del lugar-. El emblema de M’gann M’orzz.
Y fue entonces cuando la tierra volvió temblar, pero esa vez durante un par de segundos.
“Los cojones de corbata” –pensé, siguiendo hacia adelante. Al final, llegamos a las ruinas de lo que en el pasado hubiera sido un gran templo de tres naves con columnas en todo su perímetro, concretamente ocho en las fachadas más cortas y quince en los laterales. Sin embargo, se podía pasear por él, ya que su estructura aparentemente se encontraba casi intacta.
—En alguna parte de aquí debe haber una entrada descendente, así que buscad –ordené, observando el mapa.
Comencé a rebuscar entre las rocas, intentando encontrar una trampilla o algo por el estilo, pero entonces todo comenzó a temblar de nuevo y la estructura empezó a ceder.
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Tan absorto se encontraba Hou en cuál debía ser la mejor manera de educar a un dinosaurio que ni siquiera escuchó las palabras de Haruka. Debía ofrecerle una dieta equilibrada si no quería que se convirtiera en un bichejo gordo y calvo que no haría nada más que comer y tumbarse a la bartola, como algunos hombres que había conocido en sus viajes. De todos modos, ¿con qué clase de carne iba a ser capaz de sustituir a los animales que Shieng cazaba en esa isla? «La carne es carne, después de todo», afirmó en su mente el castaño, con la mirada perdida en la bóveda verde que formaban sobre ellos los árboles de Litte Garden.
Inmerso en estos pensamientos, el muchacho seguía a la pequeña sin prestar demasiada atención a lo que ocurría a su alrededor. Zane volvería más tarde con Therax y el pez, o eso había entendido, y la pequeña era algo así como una capitana suplente. «Pensaba que ese sería el puesto de Spanner. El pelirrojo toma decisiones extrañas».
- Oye, Shieng... No es que me moleste cargar contigo, pero si te acostumbras luego serás un mimado y no querrás caminar por tu propia cuenta. No pienso consentirte hasta ese punto, así que... ¡Anda!
Y, sin más, lo alzó por encima de su cabeza y lo tiró al suelo. Esta vez el animal estuvo más atento y rodó para ponerse en pie rápidamente. Su mirada se clavó en la de Hou, exteriorizando en ella cierto enfado por los golpes anteriores aunque, por algún extraño motivo, cuando el luchador comenzó a avanzar con el resto del grupo el raptor decidió seguirle. Todo un alivio, pues ya se veía teniendo que fabricar una correa con la que tirar de él.
Tras unos cuantos minutos de caminata, al fin llegaron al que parecía ser el punto de encuentro acordado. Era la entrada de una cueva, no demasiado espaciosa, pero supuso que el dinosaurio podría pasar siempre y cuando el camino no se volviera demasiado estrecho.
- ¡Eh! Nadie va a diseccionar a nadie -se quejó ante el comentario de la chica, acariciando el morro de Shieng en el mismo punto donde le había dado el golpe-. No te preocupes, yo cuidaré de ti. ¡Si hace falta dormiremos juntos! Ya verás, ya... Podremos hacer cosas divertidas durante toda la noche. ¡Hasta que salga el Sol! -prosiguió con entusiasmo. El raptor parecía no saber si sentirse aliviado o aterrado por ello.
El tiempo pasó y, para cuando el capitán regresó con Therax y el hombre-pez, el integrante más escamado de la banda dormía con su dueño apoyado en él. Un fuerte terremoto sacudió la isla antes de su llegada, lo que hizo que ambos despertasen bruscamente. Por suerte no se prolongó demasiado, aunque los animales de la zona parecían notablemente alterados, incluido el dinosaurio. Hou alzó una ceja y se quedó mirando a Haru, quien parecía ausente. No fue hasta que decidieron adentrarse en la cueva que el castaño dejó de hacerlo.
- No te separes de mí -le dijo al emplumado, acariciando su cabeza unos instantes, lo que se tradujo en un gruñido por parte del animal-. Qué gruñón eres.
Finalmente, comenzaron a adentrarse en la cueva, dando con la tan nombrada aldea. El castaño hizo una mueca al ver que lo único que quedaba eran ruinas. Estaba seguro de que su shifu le habría dado una aburrida charla histórica sobre el lugar. El por qué de la localización de aquella población, el tipo de arquitectura... Todos esos detalles aburridos que a él poco o nada le interesaban. No había ni un alma por la zona, aunque supuso que era lo lógico.
Tras buscar y buscar, así como escuchar los comentarios de duda de algunos de los tripulantes de la banda, finalmente dieron con lo que en algún momento debió ser un templo. Las órdenes fueron buscar alguna entrada, pues parecía ser el lugar más obvio para hallar el legendario tesoro.
- Muy bien. ¡Shieng! -exclamó, subiéndose a él- Buscaremos en el lado opuesto, llegaremos más rápido.
Con resignación, el saurio salió corriendo en la dirección indicada con su amo como jinete. No les llevó demasiado tiempo rodear las ruinas, llegando a la parte posterior de las mismas en pocos segundos. No parecía haber nada raro a simple vista, así que el castaño se bajó de su montura para buscar.
- Oye, podrías olfatear la zona o algo. ¿Un pasadizo secreto huele mal? -preguntó, haciendo que el raptor ladeara la cabeza, sin entender a su dueño.
Sin embargo, antes de que pudiera responderse a sí mismo, un nuevo temblor comenzó a sacudir la zona, haciendo que la estructura del templo se tambalease. Fragmentos de roca cayeron cerca del chico y su animal al desprenderse de sus muros y, antes de que les diera tiempo a alejarse de allí, la sección de suelo donde se encontraban cedió, tragándose a ambos y haciéndolos deslizarse hacia dios sabe dónde en el subterraneo. El boquete que se había abierto pronto fue taponado por escombros, silenciando el grito de sorpresa del muchacho y el agudo chillido de su mascota.
Inmerso en estos pensamientos, el muchacho seguía a la pequeña sin prestar demasiada atención a lo que ocurría a su alrededor. Zane volvería más tarde con Therax y el pez, o eso había entendido, y la pequeña era algo así como una capitana suplente. «Pensaba que ese sería el puesto de Spanner. El pelirrojo toma decisiones extrañas».
- Oye, Shieng... No es que me moleste cargar contigo, pero si te acostumbras luego serás un mimado y no querrás caminar por tu propia cuenta. No pienso consentirte hasta ese punto, así que... ¡Anda!
Y, sin más, lo alzó por encima de su cabeza y lo tiró al suelo. Esta vez el animal estuvo más atento y rodó para ponerse en pie rápidamente. Su mirada se clavó en la de Hou, exteriorizando en ella cierto enfado por los golpes anteriores aunque, por algún extraño motivo, cuando el luchador comenzó a avanzar con el resto del grupo el raptor decidió seguirle. Todo un alivio, pues ya se veía teniendo que fabricar una correa con la que tirar de él.
Tras unos cuantos minutos de caminata, al fin llegaron al que parecía ser el punto de encuentro acordado. Era la entrada de una cueva, no demasiado espaciosa, pero supuso que el dinosaurio podría pasar siempre y cuando el camino no se volviera demasiado estrecho.
- ¡Eh! Nadie va a diseccionar a nadie -se quejó ante el comentario de la chica, acariciando el morro de Shieng en el mismo punto donde le había dado el golpe-. No te preocupes, yo cuidaré de ti. ¡Si hace falta dormiremos juntos! Ya verás, ya... Podremos hacer cosas divertidas durante toda la noche. ¡Hasta que salga el Sol! -prosiguió con entusiasmo. El raptor parecía no saber si sentirse aliviado o aterrado por ello.
El tiempo pasó y, para cuando el capitán regresó con Therax y el hombre-pez, el integrante más escamado de la banda dormía con su dueño apoyado en él. Un fuerte terremoto sacudió la isla antes de su llegada, lo que hizo que ambos despertasen bruscamente. Por suerte no se prolongó demasiado, aunque los animales de la zona parecían notablemente alterados, incluido el dinosaurio. Hou alzó una ceja y se quedó mirando a Haru, quien parecía ausente. No fue hasta que decidieron adentrarse en la cueva que el castaño dejó de hacerlo.
- No te separes de mí -le dijo al emplumado, acariciando su cabeza unos instantes, lo que se tradujo en un gruñido por parte del animal-. Qué gruñón eres.
Finalmente, comenzaron a adentrarse en la cueva, dando con la tan nombrada aldea. El castaño hizo una mueca al ver que lo único que quedaba eran ruinas. Estaba seguro de que su shifu le habría dado una aburrida charla histórica sobre el lugar. El por qué de la localización de aquella población, el tipo de arquitectura... Todos esos detalles aburridos que a él poco o nada le interesaban. No había ni un alma por la zona, aunque supuso que era lo lógico.
Tras buscar y buscar, así como escuchar los comentarios de duda de algunos de los tripulantes de la banda, finalmente dieron con lo que en algún momento debió ser un templo. Las órdenes fueron buscar alguna entrada, pues parecía ser el lugar más obvio para hallar el legendario tesoro.
- Muy bien. ¡Shieng! -exclamó, subiéndose a él- Buscaremos en el lado opuesto, llegaremos más rápido.
Con resignación, el saurio salió corriendo en la dirección indicada con su amo como jinete. No les llevó demasiado tiempo rodear las ruinas, llegando a la parte posterior de las mismas en pocos segundos. No parecía haber nada raro a simple vista, así que el castaño se bajó de su montura para buscar.
- Oye, podrías olfatear la zona o algo. ¿Un pasadizo secreto huele mal? -preguntó, haciendo que el raptor ladeara la cabeza, sin entender a su dueño.
Sin embargo, antes de que pudiera responderse a sí mismo, un nuevo temblor comenzó a sacudir la zona, haciendo que la estructura del templo se tambalease. Fragmentos de roca cayeron cerca del chico y su animal al desprenderse de sus muros y, antes de que les diera tiempo a alejarse de allí, la sección de suelo donde se encontraban cedió, tragándose a ambos y haciéndolos deslizarse hacia dios sabe dónde en el subterraneo. El boquete que se había abierto pronto fue taponado por escombros, silenciando el grito de sorpresa del muchacho y el agudo chillido de su mascota.
«¿Por qué tanto misterio?», pensó el rubio tras escuchar el comentario de Zane. Si no estaban tras la pista de un tesoro, allí debía haber algo más valioso... ¿pero qué? Con esa pregunta en la mente continuó avanzando junto al resto del grupo, observando con ojo atento todo lo que podía distinguir entre la penumbra.
-¿Quién decidiría vivir en un lugar así? -preguntó en voz alta Therax al percibir el mal olor que emanaba de algún lugar cercano. Era obvio que los habitantes de aquella población se encargarían de que todo no estuviera así de sucio... o eso esperaba. No obstante, seguía sin entender por qué alguien elegiría el interior de una cueva para asentarse... a no ser que el objetivo fuera esconderse de algo o alguien o que, de algún modo, antiguamente el lugar no se encontrara bajo una montaña. En seguida desechó esa idea con una sacudida de cabeza. ¿Cómo iba a crecer una montaña en torno a una ciudad, pueblo o lo que quiera que fuera aquello?
Una nueva sacudida de la tierra bajo sus pies expulsó de su mente cualquier pensamiento que pudiera estar procesando, provocando que rápidamente dirigiese su vista hacia las alturas. En cualquier momento el techo podría caer sobre ellos, y esa idea le aterrorizaba tanto o más que el barco del gobierno que había divisado desde la distancia antes de llegar a la cueva. ¿Tendrían algo que ver con aquello? Esperaba que no; no concebía de qué modo podrían provocar esos seísmos.
Fuera como fuere, la idea del pelirrojo tampoco le entusiasmaba mucho más. ¿Introducirse aún más en la tierra? Bueno, tal vez más abajo no hubiera un techo de piedra y roca que amenazase con desplomarse sobre sus cabezas. Con esa esperanza en mente, y tras contemplar con una sonrisa en la cara cómo Hou salía disparado a lomos de su prehistórico corcel, se dispuso a tratar de encontrar la supuesta entrada que decía Zane. Aquel chico le resultaba de lo más desconcertante... ¿realmente era tan... así, o sólo era una fachada?
-Mira tú por allí, Tib. A ver si puedes identificar un olor diferente o algo -ordenó a su mascota mientras él mismo comenzaba a explorar la zona. No parecía haber nada interesante en el área en la que él estaba buscando, y el Muryn tampoco emitía ningún sonido que indicara que su búsqueda iba mejor.
Entonces, un nuevo temblor hizo vibrar todo a su alrededor. Therax se apoyó en una roca cercana para estabilizarse, miró hacia arriba y llevó su mano libre a una de sus katanas en previsión de un hipotético fragmento de piedra con intenciones homicidas. Afortunadamente, nada cayó sobre su cabeza ni amenazó con hacerlo. No obstante, sabía que su suerte no le duraría para siempre.
-¡Nada por aquí! -exclamó tras asegurarse de que no se dejaba nada por revisar-. ¿No son muy raros estos temblores? -preguntó a continuación. No dejaba de repasar los alrededores en busca de algo que se le hubiera podido pasar, pero era incapaz de distinguir nada. Tal vez Tib tuviera más suerte.
-¿Quién decidiría vivir en un lugar así? -preguntó en voz alta Therax al percibir el mal olor que emanaba de algún lugar cercano. Era obvio que los habitantes de aquella población se encargarían de que todo no estuviera así de sucio... o eso esperaba. No obstante, seguía sin entender por qué alguien elegiría el interior de una cueva para asentarse... a no ser que el objetivo fuera esconderse de algo o alguien o que, de algún modo, antiguamente el lugar no se encontrara bajo una montaña. En seguida desechó esa idea con una sacudida de cabeza. ¿Cómo iba a crecer una montaña en torno a una ciudad, pueblo o lo que quiera que fuera aquello?
Una nueva sacudida de la tierra bajo sus pies expulsó de su mente cualquier pensamiento que pudiera estar procesando, provocando que rápidamente dirigiese su vista hacia las alturas. En cualquier momento el techo podría caer sobre ellos, y esa idea le aterrorizaba tanto o más que el barco del gobierno que había divisado desde la distancia antes de llegar a la cueva. ¿Tendrían algo que ver con aquello? Esperaba que no; no concebía de qué modo podrían provocar esos seísmos.
Fuera como fuere, la idea del pelirrojo tampoco le entusiasmaba mucho más. ¿Introducirse aún más en la tierra? Bueno, tal vez más abajo no hubiera un techo de piedra y roca que amenazase con desplomarse sobre sus cabezas. Con esa esperanza en mente, y tras contemplar con una sonrisa en la cara cómo Hou salía disparado a lomos de su prehistórico corcel, se dispuso a tratar de encontrar la supuesta entrada que decía Zane. Aquel chico le resultaba de lo más desconcertante... ¿realmente era tan... así, o sólo era una fachada?
-Mira tú por allí, Tib. A ver si puedes identificar un olor diferente o algo -ordenó a su mascota mientras él mismo comenzaba a explorar la zona. No parecía haber nada interesante en el área en la que él estaba buscando, y el Muryn tampoco emitía ningún sonido que indicara que su búsqueda iba mejor.
Entonces, un nuevo temblor hizo vibrar todo a su alrededor. Therax se apoyó en una roca cercana para estabilizarse, miró hacia arriba y llevó su mano libre a una de sus katanas en previsión de un hipotético fragmento de piedra con intenciones homicidas. Afortunadamente, nada cayó sobre su cabeza ni amenazó con hacerlo. No obstante, sabía que su suerte no le duraría para siempre.
-¡Nada por aquí! -exclamó tras asegurarse de que no se dejaba nada por revisar-. ¿No son muy raros estos temblores? -preguntó a continuación. No dejaba de repasar los alrededores en busca de algo que se le hubiera podido pasar, pero era incapaz de distinguir nada. Tal vez Tib tuviera más suerte.
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No pude evitar dirigir una mirada fulminante al pollo en llamas, henchida de desconfianza. Aquello apestaba, literal y metafóricamente, y no me gustaban los juegos.
Si había algo mejor que joyas y dinero, debía ser un poneglyph. No se me ocurría mucho más. Podía haber un barco de madera de Adam allí escondido, pero probablemente estaría en condiciones similares al que teníamos, sino peores.
Podía haber un mapa a alguna parte. O quizá los planos de una construcción peligrosa. Pero el poneglyph seguía siendo la opción más lógica. El pollo era un pirata, los piratas buscan poneglyphs para llegar a Raftel, en un intento por descubrir el One Piece. Tan cliché como cierto.
Pero la situación y su negativa a dar más información me escamaban.
- ¿Probablemente alguien que no quería convertirse en el aperitivo de los dinosaurios? -respondí a Therax, con sarcasmo.
Al tiempo que Zane zarandeaba una bandera pirata en un intento por verificar sus palabras, otro terremoto volvió a sacudir la isla, aunque esta vez duró tan sólo un par de segundos. Aquello confirmó mi teoría de que aquel terremoto no era natural. Aquello no había sido una réplica. Alguien estaba haciendo temblar la isla de manera artificial, probablemente desde el barco que había al otro lado.
Pero, ¿eran tan sólo pruebas científicas que nos habían pillado en medio de su experimento sin proponérselo? ¿O quizá aquello era a propósito, y el objetivo éramos nosotros?
Nos adentramos más en la cueva, al tiempo que exprimía al máximo todos mis sentidos y mantenía activo el haki de observación, percibiendo cada criatura allí presente, notando cada movimiento, escuchando cada sonido.
Llegamos entonces a lo que parecía algún tipo de templo.
- Entrada descendente -repetí con insolencia en la voz, alzando las cejas y echando un vistazo a la construcción con los brazos en jarra, para emitir un suspiro de resignación.
Me encaminé hacia el fondo de la estructura, viendo que los demás se desperdigaban por el lugar en busca de la supuesta entrada, utilizando el haki para escrutar los alrededores en lugar de las manos. Se produjo una nueva sacudida entonces, y una roca cayó a escasos centímetros de mi persona. Emití un gruñido ahogado y flexioné la pierna derecha en el aire al tiempo que me echaba a un lado y cruzaba los brazos frente al pecho en señal de protección. Volví a poner el pie en el suelo con un nuevo suspiro y miré a mi alrededor, comprobando que todos estaban enteros. Bueno, no todos.
Al tiempo que notaba la piedra cayendo cerca de mí y me apartaba para evitar el impacto, pude percibir con el haki de observación cómo el niño tonto y su lagarto, que se habían alejado para darle la vuelta al complejo, eran tragados por la tierra debido al temblor.
- Creo que... Hou -dije el nombre despacio, dubitativa, entrecerrando los ojos. ¿Se llamaba así?- ha encontrado la entrada. O... o ha hecho una él. Por aquí -indiqué en voz alta, para que me oyesen todos, antes de echar a caminar en dirección al lugar donde se había producido el incidente.
Al llegar, pude ver que la zona que se había hundido y había tragado al niño y su mascota, había sido sepultada por un montón de rocas. Podíamos apartarlas o crear una nueva entrada, sabiendo que aquel suelo no eran tan sólido ni grueso como parecía. Así que miré a Zane con rostro inquisitivo.
- Estoy segura de que estaban aquí. Así que... ¿algún voluntario para apartar estas rocas o nos abrimos paso por otra parte? Aunque quizá el niño y el lagarto están muertos, sepultados por los escombros, y es mejor idea abrir otro boquete para acceder al subterráneo -opiné, aun estando casi segura de que seguía notando la presencia de ambos bajo nuestros pies.
Si esos dos se perdían, no era mi culpa. Y era una persona menos de la que preocuparse.
Si había algo mejor que joyas y dinero, debía ser un poneglyph. No se me ocurría mucho más. Podía haber un barco de madera de Adam allí escondido, pero probablemente estaría en condiciones similares al que teníamos, sino peores.
Podía haber un mapa a alguna parte. O quizá los planos de una construcción peligrosa. Pero el poneglyph seguía siendo la opción más lógica. El pollo era un pirata, los piratas buscan poneglyphs para llegar a Raftel, en un intento por descubrir el One Piece. Tan cliché como cierto.
Pero la situación y su negativa a dar más información me escamaban.
- ¿Probablemente alguien que no quería convertirse en el aperitivo de los dinosaurios? -respondí a Therax, con sarcasmo.
Al tiempo que Zane zarandeaba una bandera pirata en un intento por verificar sus palabras, otro terremoto volvió a sacudir la isla, aunque esta vez duró tan sólo un par de segundos. Aquello confirmó mi teoría de que aquel terremoto no era natural. Aquello no había sido una réplica. Alguien estaba haciendo temblar la isla de manera artificial, probablemente desde el barco que había al otro lado.
Pero, ¿eran tan sólo pruebas científicas que nos habían pillado en medio de su experimento sin proponérselo? ¿O quizá aquello era a propósito, y el objetivo éramos nosotros?
Nos adentramos más en la cueva, al tiempo que exprimía al máximo todos mis sentidos y mantenía activo el haki de observación, percibiendo cada criatura allí presente, notando cada movimiento, escuchando cada sonido.
Llegamos entonces a lo que parecía algún tipo de templo.
- Entrada descendente -repetí con insolencia en la voz, alzando las cejas y echando un vistazo a la construcción con los brazos en jarra, para emitir un suspiro de resignación.
Me encaminé hacia el fondo de la estructura, viendo que los demás se desperdigaban por el lugar en busca de la supuesta entrada, utilizando el haki para escrutar los alrededores en lugar de las manos. Se produjo una nueva sacudida entonces, y una roca cayó a escasos centímetros de mi persona. Emití un gruñido ahogado y flexioné la pierna derecha en el aire al tiempo que me echaba a un lado y cruzaba los brazos frente al pecho en señal de protección. Volví a poner el pie en el suelo con un nuevo suspiro y miré a mi alrededor, comprobando que todos estaban enteros. Bueno, no todos.
Al tiempo que notaba la piedra cayendo cerca de mí y me apartaba para evitar el impacto, pude percibir con el haki de observación cómo el niño tonto y su lagarto, que se habían alejado para darle la vuelta al complejo, eran tragados por la tierra debido al temblor.
- Creo que... Hou -dije el nombre despacio, dubitativa, entrecerrando los ojos. ¿Se llamaba así?- ha encontrado la entrada. O... o ha hecho una él. Por aquí -indiqué en voz alta, para que me oyesen todos, antes de echar a caminar en dirección al lugar donde se había producido el incidente.
Al llegar, pude ver que la zona que se había hundido y había tragado al niño y su mascota, había sido sepultada por un montón de rocas. Podíamos apartarlas o crear una nueva entrada, sabiendo que aquel suelo no eran tan sólido ni grueso como parecía. Así que miré a Zane con rostro inquisitivo.
- Estoy segura de que estaban aquí. Así que... ¿algún voluntario para apartar estas rocas o nos abrimos paso por otra parte? Aunque quizá el niño y el lagarto están muertos, sepultados por los escombros, y es mejor idea abrir otro boquete para acceder al subterráneo -opiné, aun estando casi segura de que seguía notando la presencia de ambos bajo nuestros pies.
Si esos dos se perdían, no era mi culpa. Y era una persona menos de la que preocuparse.
Luka Rooney
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Arqueé la ceja al ver que cada vez aquella banda resultaba más extraña para mí. La mayoría vieron con malos ojos mi desconfianza, aunque ellos la mostraban de una manera algo distinta.
Observé con desgana como se iba desarrollando todo hasta que ví cómo todos empezaban a buscar algo. ¿Qué? No lo sabía, pero tenía que hacer el amago de cooperar, todo para que no se enterasen que no estaba prestando demasiada atención.
Empecé a ver como la pequeña integrante de la banda empezaba a buscar algo, por lo que intuí que era una entrada a un pasadizo o algo.
Me fuí a un pasillo y empecé a palpar las paredes. No parecían excesivamente duras, pero seguro que tenían bastante profundidad. Quizá un par de golpes fuesen suficientes para partirla.
Flexioné la cadera y procedí a realizar un par de movimientos para calentar, quedando en una posición claramente ofensiva durante un par de segundos, preparando el golpe. Cuando me decidí a darlo, un terremoto sacudió la montaña de nuevo, golpeándome y haciéndome perder el equilibrio, aunque afortunadamente sin caer al suelo.
Marqué de nuevo el golpe, centrando la vista en dónde iba a ir éste. Ladeé el cuello y, cuando iba a proceder de nuevo, una voz femenina dijo que alguien había caído a algún sitio.
“Mierda, tendrá que esperar esto entonces”
Bajamos lentamente y empecé a notar el sudor cada vez más pegajoso, lo cual me hacía ver que cada vez la humedad era mayor. Aunque comenzaba a agobiarme, la humedad era un factor que me beneficiaba claramente, ya que podría usar el karate Gyojin con mayor facilidad.
Una vez abajo, empezaron a comentar por lo bajo que el principal problema eran unas rocas que parecían estar sobre el cuerpo del miembro, el cual no sabían si había caído o no.
Me acerqué y las toqué, incluso intenté moverlas en un afán por salvar a aquél desconocido, pero pronto me dí cuenta que no era una solución viable.
Quizá podáis cortarlas, pero a su vez cortaréis a quien esté ahí detrás. No creo que ninguno de nosotros pueda mover ninguna de estas rocas.- Espeté ojeando con tono casi desafiante a cada miembro de la tripulación. - Yo probaría a abrir una entrada paralela, o quizá una subterránea. En cualquier caso, debemos intentar acceder a su ubicación por otro sitio.
Pronto me acerqué a la pared a una distancia de un par de metros desde las rocas, donde pude ver que la pared no era lo suficientemente dura como para ser un impedimento.
- Si alguien pudiera decirme de cuanto es el grosor de esta pared, quizá pueda tirarla. Supongo que siempre será mejor romperla de esta manera que con vuestras katanas. No sabemos dónde se encuentra vuestro amigo. - Finalicé pensando qué pasaría si por alguna razón, al romper la pared, todo el nivel superior cayese sobre nosotros. - Supongo que por hacer una mini entrada aquí no pasará nada, ¿No? No se nos va a caer todo encima, ¿No? Seguro que es buena idea, ¿Verdad?
Finalicé llevándome las mano derecha a la cabeza, rascándome la melena y pensando si esa gente tendría un plan alternativo o si optaríamos por el mío. En cualquier caso, el tiempo jugaba en nuestra contra, y era el factor más importante si queríamos salvar a aquél tipo.
Observé con desgana como se iba desarrollando todo hasta que ví cómo todos empezaban a buscar algo. ¿Qué? No lo sabía, pero tenía que hacer el amago de cooperar, todo para que no se enterasen que no estaba prestando demasiada atención.
Empecé a ver como la pequeña integrante de la banda empezaba a buscar algo, por lo que intuí que era una entrada a un pasadizo o algo.
Me fuí a un pasillo y empecé a palpar las paredes. No parecían excesivamente duras, pero seguro que tenían bastante profundidad. Quizá un par de golpes fuesen suficientes para partirla.
Flexioné la cadera y procedí a realizar un par de movimientos para calentar, quedando en una posición claramente ofensiva durante un par de segundos, preparando el golpe. Cuando me decidí a darlo, un terremoto sacudió la montaña de nuevo, golpeándome y haciéndome perder el equilibrio, aunque afortunadamente sin caer al suelo.
Marqué de nuevo el golpe, centrando la vista en dónde iba a ir éste. Ladeé el cuello y, cuando iba a proceder de nuevo, una voz femenina dijo que alguien había caído a algún sitio.
“Mierda, tendrá que esperar esto entonces”
Bajamos lentamente y empecé a notar el sudor cada vez más pegajoso, lo cual me hacía ver que cada vez la humedad era mayor. Aunque comenzaba a agobiarme, la humedad era un factor que me beneficiaba claramente, ya que podría usar el karate Gyojin con mayor facilidad.
Una vez abajo, empezaron a comentar por lo bajo que el principal problema eran unas rocas que parecían estar sobre el cuerpo del miembro, el cual no sabían si había caído o no.
Me acerqué y las toqué, incluso intenté moverlas en un afán por salvar a aquél desconocido, pero pronto me dí cuenta que no era una solución viable.
Quizá podáis cortarlas, pero a su vez cortaréis a quien esté ahí detrás. No creo que ninguno de nosotros pueda mover ninguna de estas rocas.- Espeté ojeando con tono casi desafiante a cada miembro de la tripulación. - Yo probaría a abrir una entrada paralela, o quizá una subterránea. En cualquier caso, debemos intentar acceder a su ubicación por otro sitio.
Pronto me acerqué a la pared a una distancia de un par de metros desde las rocas, donde pude ver que la pared no era lo suficientemente dura como para ser un impedimento.
- Si alguien pudiera decirme de cuanto es el grosor de esta pared, quizá pueda tirarla. Supongo que siempre será mejor romperla de esta manera que con vuestras katanas. No sabemos dónde se encuentra vuestro amigo. - Finalicé pensando qué pasaría si por alguna razón, al romper la pared, todo el nivel superior cayese sobre nosotros. - Supongo que por hacer una mini entrada aquí no pasará nada, ¿No? No se nos va a caer todo encima, ¿No? Seguro que es buena idea, ¿Verdad?
Finalicé llevándome las mano derecha a la cabeza, rascándome la melena y pensando si esa gente tendría un plan alternativo o si optaríamos por el mío. En cualquier caso, el tiempo jugaba en nuestra contra, y era el factor más importante si queríamos salvar a aquél tipo.
Aquel extraño seísmo fue más intenso que los anteriores, pero muchísimo más, hasta el punto de hacerme perder el equilibrio y caer al suelo en una postura algo cómica, por no decir ridícula. Me levanté usando mis katanas como apoyo, con las piernas flexionadas y manteniéndome en pie como podía. Contemplé como las estalactitas caían del techo de aquella dichosa caverna y comencé a maldecir para mis adentros el momento en el que decidí tomar la decisión de adentrarme en ella. «Maldita codicia la mía», decía hacia mis adentros.
Y de pronto, la estructura sobre las que nos encontrábamos comenzó a caer sobre nosotros. Rápidamente, miré a Spanner, que estaba frente a mí e hice brotar mis alas, y me abalancé sobre él, empujándole hacia el exterior del templo; tras ello, me cubrí con ellas hasta que todo cesó.
—¿Estáis todos bien? –pregunté en voz alta, observando a todos los presentes. La voz de todos, pese a que algunos de ellos parecían estar acordándose de mi madre y mis ancestros, me alegré de que estuvieran bien-. Sí, Therax, son demasiado inusuales, no son naturales –dije muy seguro de mí mismo-. Sí fueran producidos de forma natural apuesto a que tu chucho no estaría aquí con nosotros por muy educado que esté –aseguré.
Mientras conversaba con Therax me percaté de algo, faltaba Hou; algo que corroboró la pequeña Haruka.
—¿Dónde coño se ha metido? –pregunté, cruzándome de brazos.
Con el tiempo encontramos donde podía estar, buscando en la zona que había estado merodeando. Sobre aquella zona había una montaña de piedra, pero bajo ella no parecía haber nadie. Sin embargo, en el subsuelo se podía escuchar algunas risas y un rugido de dinosarior. ¿Sería él? Seguro, no cabía otra posibilidad.
Rooney, por su parte, se ofreció para quitar las piedras y hacer una entrada.
—Hagámoslo a medias –le dije, desenfundando a cesura y a samauindo -. Yo te quito las piedras y tú haces una entrada en el suelo-mi cuerpo incrementó su musculatura de sopetón, aumentando en unos pocos centímetros. Respiré hondo y llevé mis katanas por detrás de mi cabeza, con los brazos cruzados-. Os aconsejo que os pongáis detrás de mí.
Después de mi advertencia, llevé con fuerza mis espadas hacia el frente, creando dos ondas cortantes que chocaron contra las piedras, cortándolas y enviándolas hacia el frente. Tras eso, el camino estaba despejado para crear una apertura.
—Adelante, Rooney –le dije, enfundando mi katana.
Una vez estuvo hecha la entrada, fui el primero en bajar. Allí no había nadie, pero se podía ver un extraño brillo dorado al final de un largo pasillo.
Y de pronto, la estructura sobre las que nos encontrábamos comenzó a caer sobre nosotros. Rápidamente, miré a Spanner, que estaba frente a mí e hice brotar mis alas, y me abalancé sobre él, empujándole hacia el exterior del templo; tras ello, me cubrí con ellas hasta que todo cesó.
—¿Estáis todos bien? –pregunté en voz alta, observando a todos los presentes. La voz de todos, pese a que algunos de ellos parecían estar acordándose de mi madre y mis ancestros, me alegré de que estuvieran bien-. Sí, Therax, son demasiado inusuales, no son naturales –dije muy seguro de mí mismo-. Sí fueran producidos de forma natural apuesto a que tu chucho no estaría aquí con nosotros por muy educado que esté –aseguré.
Mientras conversaba con Therax me percaté de algo, faltaba Hou; algo que corroboró la pequeña Haruka.
—¿Dónde coño se ha metido? –pregunté, cruzándome de brazos.
Con el tiempo encontramos donde podía estar, buscando en la zona que había estado merodeando. Sobre aquella zona había una montaña de piedra, pero bajo ella no parecía haber nadie. Sin embargo, en el subsuelo se podía escuchar algunas risas y un rugido de dinosarior. ¿Sería él? Seguro, no cabía otra posibilidad.
Rooney, por su parte, se ofreció para quitar las piedras y hacer una entrada.
—Hagámoslo a medias –le dije, desenfundando a cesura y a samauindo -. Yo te quito las piedras y tú haces una entrada en el suelo-mi cuerpo incrementó su musculatura de sopetón, aumentando en unos pocos centímetros. Respiré hondo y llevé mis katanas por detrás de mi cabeza, con los brazos cruzados-. Os aconsejo que os pongáis detrás de mí.
Después de mi advertencia, llevé con fuerza mis espadas hacia el frente, creando dos ondas cortantes que chocaron contra las piedras, cortándolas y enviándolas hacia el frente. Tras eso, el camino estaba despejado para crear una apertura.
—Adelante, Rooney –le dije, enfundando mi katana.
Una vez estuvo hecha la entrada, fui el primero en bajar. Allí no había nadie, pero se podía ver un extraño brillo dorado al final de un largo pasillo.
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Por primera vez en mucho tiempo, sentí que alguien me hacía caso. Zane aprobó mi consejo y me invitó a colaborar con él.
“Vaya, esto debe ser comparable con que te saquen a la pista en el baile del instituto”
La vida de aquél hombre estaba en peligro, y teníamos que hacer lo que estuviese en nuestras manos para intentar solucionarlo. Aunque quizá fuese tarde ya.
Zane realizó una ágil maniobra para crear una especie de ráfaga cortante. Fué bastante curioso el movimiento. Las piedras empezaron a cortarse en diferentes trozos de tamaños dispares. Sonreí, pues la mitad del trabajo estaba hecha sin esfuerzo… Podía ver la fuerza de aquél hombre, quien con un único movimiento había sido capaz de cortar la piedra creando aquella ráfaga.
“Vamos, Rooney. Todos te están mirando, pero tú como si estuvieras solo. Tranquilo.”
Lentamente, me quité la mochila y la puse en el suelo, abriéndola después para sacar una de las botellas de agua que tenía.
Me pasé el brazo derecho por detrás del cuello en una pose que parecía estar imitando a Zane, lo cual resultaba algo cómico aunque no era la intención. Simplemente estaba estirando. Era mi momento… Sólo esperaba que aquí no hubiese heridos, como al inicio.
- Os recomiendo que tampoco os pongáis detrás. Ni delante, claro.
Eché media botella sobre mi mano derecha y empecé a moverla para que se empapase bien. Noté un frío sudor recorriendo mi nuca. ¿Serían nervios?
“Vamos a ello. Sólo hay que contar hasta tres y todo saldrá bien. O bueno… saldrá”
Flexioné levemente las rodillas y adopté una posición ofensiva, marcando con la mano izquierda dónde iría el golpe y “guardándome” la derecha a la altura de la cintura.
”1… 2…. 3!”
Realicé un giro de cadera a la par que soltaba el puño derecho dirección a la agrietada pared, quedando el puño de las rocas a escaso metro y medio. Una ligera brisa corrió y a los dos segundos del golpe, las piedras cedieron y recobré mi posición normal.
- Parece que funcionó. ¡Vamos!
Se formó una nubareda de polvo, lo cual dificultó la entrada por momentos. Zane entró el primero, tras él fuí yo, y supongo que detrás vinieron los demás.
Bajamos por unas escaleras un tanto irregulares y tras ello nos dimos cuenta de que allí no había nada. ¿Seguro que esa mujer había dicho la verdad? Hablando de mujeres… ¿Dónde estaba la otra? No estaba seguro de haberla visto cuando Zane nos transportó hasta la montaña. ¿Habría muerto? ¿Quizá la pequeñaja la había matado? Seguro que era eso… De repente me paré y le lancé una desafiante mirada a la pequeñaja, esperándola hasta que se puso a mi altura.
Perdona… ¿Tú sabes algo de la otra mujer que venía con nosotros? - Espeté a la par que mantenía aquella mirada firme hacia ella. No me fiaba...
Retiré la mirada durante unos segundos para enfocarla al fondo del pasillo, hacia donde el resto se dirigían, y observar como algo relucía al final de éste.
“Algo me huele mal.”
“Vaya, esto debe ser comparable con que te saquen a la pista en el baile del instituto”
La vida de aquél hombre estaba en peligro, y teníamos que hacer lo que estuviese en nuestras manos para intentar solucionarlo. Aunque quizá fuese tarde ya.
Zane realizó una ágil maniobra para crear una especie de ráfaga cortante. Fué bastante curioso el movimiento. Las piedras empezaron a cortarse en diferentes trozos de tamaños dispares. Sonreí, pues la mitad del trabajo estaba hecha sin esfuerzo… Podía ver la fuerza de aquél hombre, quien con un único movimiento había sido capaz de cortar la piedra creando aquella ráfaga.
“Vamos, Rooney. Todos te están mirando, pero tú como si estuvieras solo. Tranquilo.”
Lentamente, me quité la mochila y la puse en el suelo, abriéndola después para sacar una de las botellas de agua que tenía.
Me pasé el brazo derecho por detrás del cuello en una pose que parecía estar imitando a Zane, lo cual resultaba algo cómico aunque no era la intención. Simplemente estaba estirando. Era mi momento… Sólo esperaba que aquí no hubiese heridos, como al inicio.
- Os recomiendo que tampoco os pongáis detrás. Ni delante, claro.
Eché media botella sobre mi mano derecha y empecé a moverla para que se empapase bien. Noté un frío sudor recorriendo mi nuca. ¿Serían nervios?
“Vamos a ello. Sólo hay que contar hasta tres y todo saldrá bien. O bueno… saldrá”
Flexioné levemente las rodillas y adopté una posición ofensiva, marcando con la mano izquierda dónde iría el golpe y “guardándome” la derecha a la altura de la cintura.
”1… 2…. 3!”
Realicé un giro de cadera a la par que soltaba el puño derecho dirección a la agrietada pared, quedando el puño de las rocas a escaso metro y medio. Una ligera brisa corrió y a los dos segundos del golpe, las piedras cedieron y recobré mi posición normal.
- Parece que funcionó. ¡Vamos!
Se formó una nubareda de polvo, lo cual dificultó la entrada por momentos. Zane entró el primero, tras él fuí yo, y supongo que detrás vinieron los demás.
Bajamos por unas escaleras un tanto irregulares y tras ello nos dimos cuenta de que allí no había nada. ¿Seguro que esa mujer había dicho la verdad? Hablando de mujeres… ¿Dónde estaba la otra? No estaba seguro de haberla visto cuando Zane nos transportó hasta la montaña. ¿Habría muerto? ¿Quizá la pequeñaja la había matado? Seguro que era eso… De repente me paré y le lancé una desafiante mirada a la pequeñaja, esperándola hasta que se puso a mi altura.
Perdona… ¿Tú sabes algo de la otra mujer que venía con nosotros? - Espeté a la par que mantenía aquella mirada firme hacia ella. No me fiaba...
Retiré la mirada durante unos segundos para enfocarla al fondo del pasillo, hacia donde el resto se dirigían, y observar como algo relucía al final de éste.
“Algo me huele mal.”
-Déjalo ya, Tib -dijo Therax cuando alcanzó el lugar en el que Haruka afirmaba que se encontraba Hou-. ¿Tú desaparecerías si estos terremotos fueran naturales? -musitó cuando el animal se colocó a su lado para, justo después, lanzarle una mirada asesina al pelirrojo. Daba por hecho que el Muryn no huiría como un chucho común dado el caso pero, ¿qué haría César en ese caso? La respuesta era obvia: desaparecería misteriosamente varios minutos antes para reaparecer por arte de magia cuando todo acabase. Tal vez debería averiguar si el viejo lobo tenía la capacidad de ver el futuro o algo similar, ya que hacía cosas como aquella demasiado a menudo... tanto que no podía ser casualidad.
Mientras Zane y Rooney se las apañaban para abrir un camino hacia el inconsciente jinete de dinosaurios, el rubio optó por sentarse a esperar sobre uno de los cascotes que habían caído por la zona. Su mascota, por el contrario, encontró más interesante averiguar qué había debajo de la túnica de Nox y comenzó a introducir el hocico por los bajos de la misma. No obstante, en seguida se cansó y optó por darse la vuelta para volver junto a su amo.
El Muryn llegó a la posición de Therax justo cuando el gyojin se preparaba para despejar el pasadizo. Había oído hablar del peculiar uso que los individuos de su raza hacían del agua, pero nunca lo había contemplado. En consecuencia, guardó silencio y centró toda su atención en el hombre pez.
-¿Se puede saber qué estás haciendo, Roo...? -comenzó a inquirir el espadachín al ver los extraños movimientos que realizaba. Sin embargo, no logró terminar de formular su pregunta, porque las piedras desaparecieron del camino unos instantes después. «Vaya...», pensó Therax, sorprendido por la primera demostración que veía en su vida de aquella curiosa habilidad. No obstante, optó por no hacer ningún comentario y se limitó a seguir al resto.
Allí abajo percibía el ambiente más viciado incluso que en la cueva que dejaban atrás, y Tib mostraba su acuerdo con la percepción de su dueño al arrugar el hocico de una forma aún más exagerada si cabía. Esperaba que aquella historia acerca de un tesoro fuese algo más que un cuento. En caso contrario, no tenía ni idea de qué hacían allí. Bueno sí... buscar a Hou, el cual se había evaporado y no daba señales de vida.
Mientras cavilaba absorto en sus pensamientos había quedado relegado a la última posición de la comitiva y, por otro lado, su ensimismamiento le había impedido percatarse de que los demás habían bajado el ritmo. Un cabezazo contra la espalda de Spanner le avisó de que era mejor que volviese a la realidad. Ya tendría tiempo para cuestionarse los motivos de su expedición subterránea en otro momento, cuando no tuviese toneladas de roca sobre su cabeza.
-¿Qué ocurre? -preguntó en voz alta al tiempo que se ponía de puntillas para ver qué había frente a ellos. Un extraño resplandor en la distancia llamó poderosamente su atención-. Eso es bueno, ¿no? -añadió. A fin de cuentas, habían llegado hasta allí buscando un tesoro... y si alguna luz incidía sobre él debería brillar de un modo similar a aquél. Al menos eso creía.
Mientras Zane y Rooney se las apañaban para abrir un camino hacia el inconsciente jinete de dinosaurios, el rubio optó por sentarse a esperar sobre uno de los cascotes que habían caído por la zona. Su mascota, por el contrario, encontró más interesante averiguar qué había debajo de la túnica de Nox y comenzó a introducir el hocico por los bajos de la misma. No obstante, en seguida se cansó y optó por darse la vuelta para volver junto a su amo.
El Muryn llegó a la posición de Therax justo cuando el gyojin se preparaba para despejar el pasadizo. Había oído hablar del peculiar uso que los individuos de su raza hacían del agua, pero nunca lo había contemplado. En consecuencia, guardó silencio y centró toda su atención en el hombre pez.
-¿Se puede saber qué estás haciendo, Roo...? -comenzó a inquirir el espadachín al ver los extraños movimientos que realizaba. Sin embargo, no logró terminar de formular su pregunta, porque las piedras desaparecieron del camino unos instantes después. «Vaya...», pensó Therax, sorprendido por la primera demostración que veía en su vida de aquella curiosa habilidad. No obstante, optó por no hacer ningún comentario y se limitó a seguir al resto.
Allí abajo percibía el ambiente más viciado incluso que en la cueva que dejaban atrás, y Tib mostraba su acuerdo con la percepción de su dueño al arrugar el hocico de una forma aún más exagerada si cabía. Esperaba que aquella historia acerca de un tesoro fuese algo más que un cuento. En caso contrario, no tenía ni idea de qué hacían allí. Bueno sí... buscar a Hou, el cual se había evaporado y no daba señales de vida.
Mientras cavilaba absorto en sus pensamientos había quedado relegado a la última posición de la comitiva y, por otro lado, su ensimismamiento le había impedido percatarse de que los demás habían bajado el ritmo. Un cabezazo contra la espalda de Spanner le avisó de que era mejor que volviese a la realidad. Ya tendría tiempo para cuestionarse los motivos de su expedición subterránea en otro momento, cuando no tuviese toneladas de roca sobre su cabeza.
-¿Qué ocurre? -preguntó en voz alta al tiempo que se ponía de puntillas para ver qué había frente a ellos. Un extraño resplandor en la distancia llamó poderosamente su atención-. Eso es bueno, ¿no? -añadió. A fin de cuentas, habían llegado hasta allí buscando un tesoro... y si alguna luz incidía sobre él debería brillar de un modo similar a aquél. Al menos eso creía.
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El capitán y el pez se ofrecieron amablemente a hacer el trabajo por mí, así que di unos pasos hacia atrás para quedar a una distancia segura y me quedé observando la escena con calma.
El pelirrojo usó la fuerza bruta, como de costumbre, mientras el gyojin hacía gala de su gyojin karate. Aquello era algo novedoso para mi experiencia. Nunca había visto a un gyojin utilizando aquel extraño control de agua antes, así que observé con mayor interés cómo utilizaba el agua de su botella para controlarla y rematar el agujero por donde debíamos pasar.
Aquel movimiento debía dar suficiente fuerza al agua como para convertirla en un bloque capaz de destruir roca. Quizá era similar a mi uso de hielo, pero resultaba fascinante sin lugar a dudas.
Seguidamente nos adentramos en las profundidades de aquel lugar, y pude oler la creciente humedad del ambiente. Un pececillo como el gyojin estaría en su salsa, y también alguien capaz de congelar el agua y usarla a placer como yo, pero me preguntaba qué tal le sentaría toda aquella humedad a una criatura ígnea como era el pollo frito.
Al tiempo que avanzábamos por una especie de pasadizo que, sin duda, había fabricado el hombre, pude notar las presencias del niño y su lagartija plumífera cercanas. No tardaríamos mucho en toparnos con esos dos, que parecían ilesos para mi desgracia.
Me di cuenta entonces de que el gyojin me estaba mirando fijamente, y no era mirada precisamente amistosa. Fruncí el ceño y luego alcé una ceja en señal de escepticismo. ¿Qué le había hecho yo a ese tipo para que me mirase así?
Emitiendo un suspiro de resignación atisbé una luz al fondo del pasadizo, que me apresuré en alcanzar apurando el paso y adelantando al resto. Aquella luz dorada parecía oro.
Pude notar una ligera brisa procedente de aquel lugar, lo que indicaba que había una corriente de aire en el subterráneo... o que el pasadizo daba al exterior.
Salí entonces a una estancia de forma ovalada y mucho más iluminada que el subterráneo. Desde el techo, la luz del sol se desparramaba por las paredes para iluminar la estancia y reflejar el brillante oro del tesoro que había allí en medio, sin protección aparente. Observé el techo con los ojos entrecerrados para ver una especie de capa. ¿Quizá había algún mineral transparente cubriendo aquella zona, lo suficiente traslúcido para dejar pasar la luz del sol? O al menos eso parecía.
Y, al lado del tesoro, el objeto que claramente el capitán pirata iba buscando. El objeto por el que los piratas vivían y morían. El tesoro de inmensurable valor que todos codiciaban: Un Poneglyph.
La enorme roca debía medir cuatro metros cuadrados, y en su lado frontal habían tallado las runas antiguas que sólo los arqueólogos podían intentar traducir.
Me di la vuelta entonces, para encarar a los demás, que ya entraban en la estancia:
- ¿Y quién va a leer eso exactamente? ¿Algún historiador o intérprete o arqueólogo en la sala? -pregunté, mirándolos con una ceja alzada en señal de escepticismo.
Habíamos ido a aquella isla a por un poneglyph, y algo me decía que ninguno de los presentes podía leerlo.
Mejor tiempo invertido de mi existencia.
El pelirrojo usó la fuerza bruta, como de costumbre, mientras el gyojin hacía gala de su gyojin karate. Aquello era algo novedoso para mi experiencia. Nunca había visto a un gyojin utilizando aquel extraño control de agua antes, así que observé con mayor interés cómo utilizaba el agua de su botella para controlarla y rematar el agujero por donde debíamos pasar.
Aquel movimiento debía dar suficiente fuerza al agua como para convertirla en un bloque capaz de destruir roca. Quizá era similar a mi uso de hielo, pero resultaba fascinante sin lugar a dudas.
Seguidamente nos adentramos en las profundidades de aquel lugar, y pude oler la creciente humedad del ambiente. Un pececillo como el gyojin estaría en su salsa, y también alguien capaz de congelar el agua y usarla a placer como yo, pero me preguntaba qué tal le sentaría toda aquella humedad a una criatura ígnea como era el pollo frito.
Al tiempo que avanzábamos por una especie de pasadizo que, sin duda, había fabricado el hombre, pude notar las presencias del niño y su lagartija plumífera cercanas. No tardaríamos mucho en toparnos con esos dos, que parecían ilesos para mi desgracia.
Me di cuenta entonces de que el gyojin me estaba mirando fijamente, y no era mirada precisamente amistosa. Fruncí el ceño y luego alcé una ceja en señal de escepticismo. ¿Qué le había hecho yo a ese tipo para que me mirase así?
Emitiendo un suspiro de resignación atisbé una luz al fondo del pasadizo, que me apresuré en alcanzar apurando el paso y adelantando al resto. Aquella luz dorada parecía oro.
Pude notar una ligera brisa procedente de aquel lugar, lo que indicaba que había una corriente de aire en el subterráneo... o que el pasadizo daba al exterior.
Salí entonces a una estancia de forma ovalada y mucho más iluminada que el subterráneo. Desde el techo, la luz del sol se desparramaba por las paredes para iluminar la estancia y reflejar el brillante oro del tesoro que había allí en medio, sin protección aparente. Observé el techo con los ojos entrecerrados para ver una especie de capa. ¿Quizá había algún mineral transparente cubriendo aquella zona, lo suficiente traslúcido para dejar pasar la luz del sol? O al menos eso parecía.
Y, al lado del tesoro, el objeto que claramente el capitán pirata iba buscando. El objeto por el que los piratas vivían y morían. El tesoro de inmensurable valor que todos codiciaban: Un Poneglyph.
La enorme roca debía medir cuatro metros cuadrados, y en su lado frontal habían tallado las runas antiguas que sólo los arqueólogos podían intentar traducir.
Me di la vuelta entonces, para encarar a los demás, que ya entraban en la estancia:
- ¿Y quién va a leer eso exactamente? ¿Algún historiador o intérprete o arqueólogo en la sala? -pregunté, mirándolos con una ceja alzada en señal de escepticismo.
Habíamos ido a aquella isla a por un poneglyph, y algo me decía que ninguno de los presentes podía leerlo.
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El ambiente parecía una maraca con tanto temblor. Se estaba mareando con tanto tambaleo. Aunque el pelirrojo tenía razón, aquellos temblores no eran naturales.
Como era inevitable, las punzantes estalactitas se desprendieron contra las cabezas de los piratas. Desenfundo su larga espada bastarda y empezó a golpear de lado a lado por encima de la cabeza. Las hacia añicos, aunque no pudo evitar que alguna le diese, pero por su intangibilidad, simplemente lo atravesaban y caían al suelo
Debido al derrumbamiento, Hou y su lagarto se había separado del grupo. El pelirrojo y el gyojin no tardaron en crear un nuevo camino entre los escombros mientras el resto miraba. En parte, el enmascarado lo agradecía. Si lo hiciera él posiblemente no saldría un túnel viable por el que pasar. No paso mucho hasta que el camino estaba despejado y podían continuar, y al parecer, Hou se había adelantado por su cuenta.
- Quizá sea mal momento, pero quiero decir que los sitios pequeños me ponen nervioso – confeso, mas solo el afán de que la conversación le calmase un poco de aquel lugar que le estaba privando de aire, o al menos creía él.
El temor se le paso cuando pudo notar brisa golpearlo. El exterior estaba cerca. Llegaron a la esperada cámara del tesoro, con el suelo recubierto de monedas y demás piezas de oro. Pese a ello, todo aquello era un propina de la que se daban a los mozos de los bares. El las monedas de oro eran fáciles de hacer y se contaban por miles de millones, pero de aquello, solo existían pocas. Un ancestral Poneglyph, el segundo que había visto en su vida. El recuerdo del primero que vio fue cuando aún era un revolucionario hace dos décadas. Era en una selva frondosa y la enorme roca con runas estaba cubierta de maleza y musgo, pero sin un arañazo. En su momento era un soldado raso y no tuvo autoridad para saber que ponía en aquel texto, y quizá nunca lo hiciese.
- Por el gran bigote de Barbablanca… Creí que nunca tendría la oportunidad de ver uno de nuevo tan cerca… -de alguna manera, se había quedado embelesado con la curiosa belleza que tenía el Poneglyph, cuando la pregunta de Haru le hizo volver a la realidad-. Espero que sí, siempre he querido saber que hay escrito en ellos.
Como era inevitable, las punzantes estalactitas se desprendieron contra las cabezas de los piratas. Desenfundo su larga espada bastarda y empezó a golpear de lado a lado por encima de la cabeza. Las hacia añicos, aunque no pudo evitar que alguna le diese, pero por su intangibilidad, simplemente lo atravesaban y caían al suelo
Debido al derrumbamiento, Hou y su lagarto se había separado del grupo. El pelirrojo y el gyojin no tardaron en crear un nuevo camino entre los escombros mientras el resto miraba. En parte, el enmascarado lo agradecía. Si lo hiciera él posiblemente no saldría un túnel viable por el que pasar. No paso mucho hasta que el camino estaba despejado y podían continuar, y al parecer, Hou se había adelantado por su cuenta.
- Quizá sea mal momento, pero quiero decir que los sitios pequeños me ponen nervioso – confeso, mas solo el afán de que la conversación le calmase un poco de aquel lugar que le estaba privando de aire, o al menos creía él.
El temor se le paso cuando pudo notar brisa golpearlo. El exterior estaba cerca. Llegaron a la esperada cámara del tesoro, con el suelo recubierto de monedas y demás piezas de oro. Pese a ello, todo aquello era un propina de la que se daban a los mozos de los bares. El las monedas de oro eran fáciles de hacer y se contaban por miles de millones, pero de aquello, solo existían pocas. Un ancestral Poneglyph, el segundo que había visto en su vida. El recuerdo del primero que vio fue cuando aún era un revolucionario hace dos décadas. Era en una selva frondosa y la enorme roca con runas estaba cubierta de maleza y musgo, pero sin un arañazo. En su momento era un soldado raso y no tuvo autoridad para saber que ponía en aquel texto, y quizá nunca lo hiciese.
- Por el gran bigote de Barbablanca… Creí que nunca tendría la oportunidad de ver uno de nuevo tan cerca… -de alguna manera, se había quedado embelesado con la curiosa belleza que tenía el Poneglyph, cuando la pregunta de Haru le hizo volver a la realidad-. Espero que sí, siempre he querido saber que hay escrito en ellos.
La oscuridad se cernía sobre mí en aquel angosto y húmedo pasillo, encontrándonos en la más pura y absoluta penumbra, a excepción de un dorado destello que se contemplaba al final del túnel. El ambiente estaba envuelto en un extraño hedor a podrido que me hacía sentir nauseas, algo que corroboró el perro de Therax que no paraba de gimotear y estornudar. En cuanto todos estuvieron abajo, sin esperar más, comencé a caminar en dirección a la luz.
-¿Bueno? –miré hacia la dirección en la que escuché la voz del joven Therax-. Espero que sí –le dije, respirando hondo y creando sobre mí una cálida y luminosa aura que nos alumbrara el camino, cuyo suelo estaba repleto de cadáveres. ¿Qué les habría pasado? No lo sabía, pero esperaba que lo que lo hubiera hecho ya no estuviera allí-. Y no te preocupes Nox, si te agobias solo puedes dar media vuelta y salir de aquí.
En un par de minutos llegamos a la salida, y allí había una gran explanada repleta de tesoros y joyas de gran valor, pero eso no era lo que destacaba, ni tampoco lo que yo buscaba. Justo en el centro, alzándose sobre todo lo demás, se encontraba un bien codiciado por cualquier persona que quisiera encontrar aquello por lo que el gobierno mundial sería de ajusticiar hasta a un niño que supiera leerlo: un phoneglyph.
-¡Ah! ¿Pero tú no sabes? –le pregunté a Haruka, mirándola con el entrecejo fruncido-. Creí que sí, pequeña sabelotodo.
Pasaron unos minutos en los que nos dispersamos y empezamos a ver el tesoro. Y de pronto, una nueva sacudida agito todo el lugar y agrietó el techo de piedra translúcida sobre nosotros, tras lo que llegaron una treintena de agentes del gobierno que nos apuntaron con sus armas desde fuera.
-Zane “Descamisetado” D. Kenshin, Haruka Kanata, Mist D. Spanner y Therax Palatiard, quedáis arrestados, junto al resto de vuestros compañeros por atentar contra la seguridad del mundo y agresión a sus defensores –dijo uno de ellos, que apareció volando metido en un extraño traje metálico que hizo temblar el suelo en cuanto pisó tierra.
"¿Será él el que cause esos temblores?" -me pregunté, mostrando una ligera sonrisa y acercándome al agente.
-¿Agresión? Que yo sepa aún no os hemos partido la cara -dije, usando mi haki del rey sobre aquellos agentes que portaban armas a distancia, haciéndoles caer al suelo desmayados-. ¡Ui! Ahora sí. Vaya por dios... -añadí, desenfundando mi aki no hikari.
-¿Bueno? –miré hacia la dirección en la que escuché la voz del joven Therax-. Espero que sí –le dije, respirando hondo y creando sobre mí una cálida y luminosa aura que nos alumbrara el camino, cuyo suelo estaba repleto de cadáveres. ¿Qué les habría pasado? No lo sabía, pero esperaba que lo que lo hubiera hecho ya no estuviera allí-. Y no te preocupes Nox, si te agobias solo puedes dar media vuelta y salir de aquí.
En un par de minutos llegamos a la salida, y allí había una gran explanada repleta de tesoros y joyas de gran valor, pero eso no era lo que destacaba, ni tampoco lo que yo buscaba. Justo en el centro, alzándose sobre todo lo demás, se encontraba un bien codiciado por cualquier persona que quisiera encontrar aquello por lo que el gobierno mundial sería de ajusticiar hasta a un niño que supiera leerlo: un phoneglyph.
-¡Ah! ¿Pero tú no sabes? –le pregunté a Haruka, mirándola con el entrecejo fruncido-. Creí que sí, pequeña sabelotodo.
Pasaron unos minutos en los que nos dispersamos y empezamos a ver el tesoro. Y de pronto, una nueva sacudida agito todo el lugar y agrietó el techo de piedra translúcida sobre nosotros, tras lo que llegaron una treintena de agentes del gobierno que nos apuntaron con sus armas desde fuera.
-Zane “Descamisetado” D. Kenshin, Haruka Kanata, Mist D. Spanner y Therax Palatiard, quedáis arrestados, junto al resto de vuestros compañeros por atentar contra la seguridad del mundo y agresión a sus defensores –dijo uno de ellos, que apareció volando metido en un extraño traje metálico que hizo temblar el suelo en cuanto pisó tierra.
"¿Será él el que cause esos temblores?" -me pregunté, mostrando una ligera sonrisa y acercándome al agente.
-¿Agresión? Que yo sepa aún no os hemos partido la cara -dije, usando mi haki del rey sobre aquellos agentes que portaban armas a distancia, haciéndoles caer al suelo desmayados-. ¡Ui! Ahora sí. Vaya por dios... -añadí, desenfundando mi aki no hikari.
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Mantuve hasta el final la mirada con aquella mujer, a la cual le había hecho una pregunta que parecía ignorar. Bueno, “parecía” se queda corto. Con unas simples muecas dió por respondida mi pregunta, aunque no me quedó demasiado claro.
“¿Eso es un sí?” Pensé a la par que se me estremecía un poco el corazón. ¿Sería por llevarse más parte del botín? Parecía lo único que le importaba a esa mujer.
Proseguimos el camino, la humedad cada vez se notaba más, y de vez en cuando tropezábamos con cadáveres ante la poca luz que había.
Zane empezó a hablar con todos, pero yo preferí mantenerme callado, aquello no me olía demasiado bien.
Tras el largo pasillo, había una sala con una gran cantidad de tesoros. Joyas, cetros, coronas, armas. Felicidad, alivio, grandeza.
Me acerqué hacia allí sin hacer caso de lo que estaba justo en el centro, lo que parecía ser un poneglyph.
“Es igual que aquél que vi en la isla Gyojin…” Me acerqué más aún y empecé a palparlo con la mano derecha, como si estuviera leyéndolo. No podía dejar de mirarlo. Entre todos sus extraños caracteres ví aquella palabra, la que el viejo me enseñó. “Guerra”. Se repetía en tres ocasiones en el poneglyph, aunque de poco valía esa información.
Me embobé tanto que cuando quise darme cuenta ya quedaban pocas pertenencias en el. Cogí un par de armas y todo el dinero que pude, así como alguna joya que no sabía realmente por qué la había cogido. Quizá porque simplemente, era gratis.
La primera arma parecía una especie de espada, aunque pesaba bastante más. Además, su forma era bastante curiosa, tenía una serie de sierras en una forma un tanto extraña. La verdad es que me llamó la atención. La segunda era un mazo enorme, que pesaba una barbaridad. Seguro que ninguno de los piratas de Zane lo había cogido debido a su peso. Pero yo tenía una intuición, ese mazo valdría millones. Parecía estar recubierto en oro, y el oro… es dinero.
Acompañé entonces a los que eran mis compañeros de viaje, saliendo junto a ellos hasta el exterior de la cueva, que casualmente estaba bastante cerca de la última sala.
Entonces, algo nos paralizó. Un escuadrón de agentes del gobierno, junto a uno que parecía más fuerte, aparecieron y dieron orden de captura contra todos los integrantes de la banda de Zane, y sus acompañantes. Aquello parecía que iba a salir muy mal…
“Supongo que ahora soy uno de sus acompañantes. Y el chico ese” Pensé mientras miraba al chico nuevo que parecía haber conocido a Zane en el pasado. Aunque el chico había permanecido bastante callado, se veía una expresión algo rara en su gesto.
Consciente de la gravedad del asunto, me posicioné justo detrás de Zane. Pero no pude llegar a decir nada. Éste utilizó esa técnica que ya había utilizado previamente ante los dinosaurios, aquello que parecía paralizar a cualquier ser que tenía delante. Con la técnica, consiguió que todos los agentes soltasen sus armas y quedasen algo paralizados.
“Es mi momento”
Os esperaré en el puerto, tengo que encargarme del barco de esta gente, si por alguna razón tenemos que huir, así no tendrán forma de seguirnos. Cúbreme. - Susurré a Therax a la par que salía corriendo. Esperaba que nadie de la banda se pensara que estaba huyendo, aunque dada la situación, quizá era lo más obvio.
Durante la carrera los marines seguían petrificados. Quizá tardarían poco en reaccionar, pero era el momento perfecto para ir hacia el puerto.
Mientras corría, golpeé duramente en la cabeza de un agente, cayendo este al suelo y siendo un impedimento menos en mi carrera. La verdad es que era bastante fácil derribarlos en aquella situación.
Afortunadamente, ninguno de los agentes consiguió moverse antes de que estuviese cerca del puerto, lo cual indicaba que o bien no se habían movido, o bien Therax y el resto de sus compañeros habían hecho bien el trabajo de contención.
Desde detrás de los arbustos que hacían de “muro” entre la playa y la isla en sí, pude observar cómo nuestro barco estaba a una distancia de seguridad aún respecto al barco de los agentes.
“Muy bien, ahora supongo que habrá algún agente más en el barco. Veamos… ¿De qué manera me divertiría más partiendo su barco en dos?” Pensé con una pícara sonrisa dibujada en la cara.
“¿Eso es un sí?” Pensé a la par que se me estremecía un poco el corazón. ¿Sería por llevarse más parte del botín? Parecía lo único que le importaba a esa mujer.
Proseguimos el camino, la humedad cada vez se notaba más, y de vez en cuando tropezábamos con cadáveres ante la poca luz que había.
Zane empezó a hablar con todos, pero yo preferí mantenerme callado, aquello no me olía demasiado bien.
Tras el largo pasillo, había una sala con una gran cantidad de tesoros. Joyas, cetros, coronas, armas. Felicidad, alivio, grandeza.
Me acerqué hacia allí sin hacer caso de lo que estaba justo en el centro, lo que parecía ser un poneglyph.
“Es igual que aquél que vi en la isla Gyojin…” Me acerqué más aún y empecé a palparlo con la mano derecha, como si estuviera leyéndolo. No podía dejar de mirarlo. Entre todos sus extraños caracteres ví aquella palabra, la que el viejo me enseñó. “Guerra”. Se repetía en tres ocasiones en el poneglyph, aunque de poco valía esa información.
Me embobé tanto que cuando quise darme cuenta ya quedaban pocas pertenencias en el. Cogí un par de armas y todo el dinero que pude, así como alguna joya que no sabía realmente por qué la había cogido. Quizá porque simplemente, era gratis.
La primera arma parecía una especie de espada, aunque pesaba bastante más. Además, su forma era bastante curiosa, tenía una serie de sierras en una forma un tanto extraña. La verdad es que me llamó la atención. La segunda era un mazo enorme, que pesaba una barbaridad. Seguro que ninguno de los piratas de Zane lo había cogido debido a su peso. Pero yo tenía una intuición, ese mazo valdría millones. Parecía estar recubierto en oro, y el oro… es dinero.
Acompañé entonces a los que eran mis compañeros de viaje, saliendo junto a ellos hasta el exterior de la cueva, que casualmente estaba bastante cerca de la última sala.
Entonces, algo nos paralizó. Un escuadrón de agentes del gobierno, junto a uno que parecía más fuerte, aparecieron y dieron orden de captura contra todos los integrantes de la banda de Zane, y sus acompañantes. Aquello parecía que iba a salir muy mal…
“Supongo que ahora soy uno de sus acompañantes. Y el chico ese” Pensé mientras miraba al chico nuevo que parecía haber conocido a Zane en el pasado. Aunque el chico había permanecido bastante callado, se veía una expresión algo rara en su gesto.
Consciente de la gravedad del asunto, me posicioné justo detrás de Zane. Pero no pude llegar a decir nada. Éste utilizó esa técnica que ya había utilizado previamente ante los dinosaurios, aquello que parecía paralizar a cualquier ser que tenía delante. Con la técnica, consiguió que todos los agentes soltasen sus armas y quedasen algo paralizados.
“Es mi momento”
Os esperaré en el puerto, tengo que encargarme del barco de esta gente, si por alguna razón tenemos que huir, así no tendrán forma de seguirnos. Cúbreme. - Susurré a Therax a la par que salía corriendo. Esperaba que nadie de la banda se pensara que estaba huyendo, aunque dada la situación, quizá era lo más obvio.
Durante la carrera los marines seguían petrificados. Quizá tardarían poco en reaccionar, pero era el momento perfecto para ir hacia el puerto.
Mientras corría, golpeé duramente en la cabeza de un agente, cayendo este al suelo y siendo un impedimento menos en mi carrera. La verdad es que era bastante fácil derribarlos en aquella situación.
Afortunadamente, ninguno de los agentes consiguió moverse antes de que estuviese cerca del puerto, lo cual indicaba que o bien no se habían movido, o bien Therax y el resto de sus compañeros habían hecho bien el trabajo de contención.
Desde detrás de los arbustos que hacían de “muro” entre la playa y la isla en sí, pude observar cómo nuestro barco estaba a una distancia de seguridad aún respecto al barco de los agentes.
“Muy bien, ahora supongo que habrá algún agente más en el barco. Veamos… ¿De qué manera me divertiría más partiendo su barco en dos?” Pensé con una pícara sonrisa dibujada en la cara.
«¿Un ponequé?», se preguntó Therax mientras escuchaba la conversación de Zane y Haruka. Se había detenido frente a la enorme piedra, tratando de identificar alguna pista sobre su significado en los surcos que la recorrían. No obstante, aquellos trazos eran un completo enigma para él. «Si la sabionda no sabe lo que pone, yo menos», se convenció.
Entonces decidió investigar un poco los brillantes alrededores. Un tesoro de lo más variado, sin duda el causante del resplandor lejano que habían visto desde el túnel, se encontraba repartido por la sala. El rubio caminaba de un lugar a otro ajeno a lo que hacía el resto de sus compañeros, evaluando con detenimiento cada pieza en pos de decidir cuál podría reportarle mayores beneficios. Lo cierto era que todo tenía aspecto de ser bastante caro.
-¿Tú qué opinas, Tib? -inquirió en voz alta el domador. El inconfundible sonido de varias piezas de metal chocando entre sí provocó que dirigiese su vista al Muryn. El cánido aferraba con sus colmillos una bolsa de una envergadura considerable-. Parece que ya has elegido, ¿no? -añadió mientras seguía escrutando el posible botín-. Ojalá pudiéramos llevárnoslo todo -musitó, maldiciendo en su fuero interno la falta de medios.
Sin embargo, un nuevo temblor sacudió el lugar, provocando que Therax tuviese que posponer su tarea para esforzarse en mantener el equilibrio. Una vez hubo cesado, cuando se disponía a maldecir a voz en grito al causante de aquellos seísmos, un grupo de sujetos nada amistosos hizo acto de presencia. «Pero si ahora no hemos hecho nada», pensó mientras escuchaba cómo el que parecía ser su líder anunciaba el arresto del grupo.
Sintió el impulso de recriminar algo al pelirrojo. No sabía qué, pero algo debía debía haber hecho para que aquellos sujetos apareciesen de una forma tan brusca. No obstante, el hecho de que citaran su propio nombre le indicó que estaba equivocado; si lo buscaban era por méritos propios.
Se disponía a replicar a aquel tipo, pero entonces Zane volvió a emplear esa maldita cosa, lo que provocó que un escalofrío recorriera su cuerpo de la cabeza a los pies.
-¿Quieres avisar cuando vayas a hacer eso? Siempre me coges desprevenido -dijo Therax al tiempo que veía cómo muchos de los individuos caían desplomados. Era incómodo, pero no cabía duda de que su utilidad lo compensaba con creces-. Vale, ten cuidado -respondió unos instantes después al comentario de Luka. No sabía si el resto le habría escuchado, pero les diría lo que pretendía hacer el gyojin en caso de que preguntasen por él.
Una vez el hombre-pez se hubo alejado, volvió a centrar toda su atención en el acorazado tipo que parecía ser el líder del grupo. No había caído inconsciente ante el ataque del pelirrojo, lo que dejaba claro que estaba hecho de otra madera. «Pues claro
imbécil, por algo es el jefe», se dijo el rubio. Casi podía escuchar el bufido de burla que habría soltado César si fuese conocedor de sus pensamientos.
Entonces, el tipo que había entrado en escena formando tanto estruendo comenzó a repartir a los pocos hombres que le quedaban. En voz baja y con un murmullo que el espadachín apenas era capaz de oír, se dedicó a asignar oponentes para sus subordinados. «No me puedo creer que esto esté pasando», pensó el rubio.
Un "el rubito para el nuevo agente de campo" avisó a Therax de quién iba a ser su oponente. Parecía que querían probar la validez del novato contra él, y ese hecho le provocaba tal indignación que casi le gustaba que así fuera.
-El puesto te va a durar poco -dijo en voz alta el domador mientras veía cómo uno de los sujetos se dirigía hacia él. Empleaba dos martillos de dimensiones considerables, y una sonrisa demente en su cara indicaba que estaba deseando acabar con él. El tipo no respondió, sino que se lanzó contra Therax lanzando martillazos a diestro y siniestro. Sorprendentemente, al contrario de lo que pudiera pensarse, enarbolaba sus armas con una facilidad y una velocidad pasmosas.
La destreza del rival cogió al espadachín por sorpresa, viéndose obligado a evadir como pudo los primeros envites de su enemigo. No obstante, en seguida se repuso y decidió tomar la ofensiva. Tras desenvainar sus dos sables, aprovechó un hueco entre dos ataques para acercarse todo lo posible al de los martillos y provocarle un corte en el muslo izquierdo. El tipo profirió un gemido de dolor, pero en seguida se repuso y, tras girar sobre sí mismo, lanzó un martillazo contra la barriga del domador.
Therax empleó sus sables para tratar de disminuir la potencia del impacto, pero cuál fue su sorpresa al comprobar que el arma de su oponente apenas tocaba las suyas. Una mueca de incomprensión se dibujó en su rostro unos segundos antes de que, sin previo aviso, sus espadas comenzaran a vibrar y él mismo saliese despedido con violencia hacia atrás. Fue a impactar contra una pequeña montaña de monedas situada unos metros por detrás de su posición. Al contemplar aquello, Tib comenzó a gruñir en actitud amenazante y se colocó en posición ofensiva.
-Ni se te ocurra soltar la bolsa, Tib. Éste es mío y no sabemos si podremos sacar algo más de aquí -ordenó el domador al tiempo que se volvía a erguir. Le había golpeado una vez con aquella treta, pero no habría una segunda. Tras soltar un gruñido de enfado, el domador volvió a erguirse y se dispuso a darle su merecido al de los martillos.
Al grito de "ven aquí", se precipitó en su dirección con ambos sables en alto y una mirada poco o nada amistosa en el semblante.
Entonces decidió investigar un poco los brillantes alrededores. Un tesoro de lo más variado, sin duda el causante del resplandor lejano que habían visto desde el túnel, se encontraba repartido por la sala. El rubio caminaba de un lugar a otro ajeno a lo que hacía el resto de sus compañeros, evaluando con detenimiento cada pieza en pos de decidir cuál podría reportarle mayores beneficios. Lo cierto era que todo tenía aspecto de ser bastante caro.
-¿Tú qué opinas, Tib? -inquirió en voz alta el domador. El inconfundible sonido de varias piezas de metal chocando entre sí provocó que dirigiese su vista al Muryn. El cánido aferraba con sus colmillos una bolsa de una envergadura considerable-. Parece que ya has elegido, ¿no? -añadió mientras seguía escrutando el posible botín-. Ojalá pudiéramos llevárnoslo todo -musitó, maldiciendo en su fuero interno la falta de medios.
Sin embargo, un nuevo temblor sacudió el lugar, provocando que Therax tuviese que posponer su tarea para esforzarse en mantener el equilibrio. Una vez hubo cesado, cuando se disponía a maldecir a voz en grito al causante de aquellos seísmos, un grupo de sujetos nada amistosos hizo acto de presencia. «Pero si ahora no hemos hecho nada», pensó mientras escuchaba cómo el que parecía ser su líder anunciaba el arresto del grupo.
Sintió el impulso de recriminar algo al pelirrojo. No sabía qué, pero algo debía debía haber hecho para que aquellos sujetos apareciesen de una forma tan brusca. No obstante, el hecho de que citaran su propio nombre le indicó que estaba equivocado; si lo buscaban era por méritos propios.
Se disponía a replicar a aquel tipo, pero entonces Zane volvió a emplear esa maldita cosa, lo que provocó que un escalofrío recorriera su cuerpo de la cabeza a los pies.
-¿Quieres avisar cuando vayas a hacer eso? Siempre me coges desprevenido -dijo Therax al tiempo que veía cómo muchos de los individuos caían desplomados. Era incómodo, pero no cabía duda de que su utilidad lo compensaba con creces-. Vale, ten cuidado -respondió unos instantes después al comentario de Luka. No sabía si el resto le habría escuchado, pero les diría lo que pretendía hacer el gyojin en caso de que preguntasen por él.
Una vez el hombre-pez se hubo alejado, volvió a centrar toda su atención en el acorazado tipo que parecía ser el líder del grupo. No había caído inconsciente ante el ataque del pelirrojo, lo que dejaba claro que estaba hecho de otra madera. «Pues claro
imbécil, por algo es el jefe», se dijo el rubio. Casi podía escuchar el bufido de burla que habría soltado César si fuese conocedor de sus pensamientos.
Entonces, el tipo que había entrado en escena formando tanto estruendo comenzó a repartir a los pocos hombres que le quedaban. En voz baja y con un murmullo que el espadachín apenas era capaz de oír, se dedicó a asignar oponentes para sus subordinados. «No me puedo creer que esto esté pasando», pensó el rubio.
Un "el rubito para el nuevo agente de campo" avisó a Therax de quién iba a ser su oponente. Parecía que querían probar la validez del novato contra él, y ese hecho le provocaba tal indignación que casi le gustaba que así fuera.
-El puesto te va a durar poco -dijo en voz alta el domador mientras veía cómo uno de los sujetos se dirigía hacia él. Empleaba dos martillos de dimensiones considerables, y una sonrisa demente en su cara indicaba que estaba deseando acabar con él. El tipo no respondió, sino que se lanzó contra Therax lanzando martillazos a diestro y siniestro. Sorprendentemente, al contrario de lo que pudiera pensarse, enarbolaba sus armas con una facilidad y una velocidad pasmosas.
La destreza del rival cogió al espadachín por sorpresa, viéndose obligado a evadir como pudo los primeros envites de su enemigo. No obstante, en seguida se repuso y decidió tomar la ofensiva. Tras desenvainar sus dos sables, aprovechó un hueco entre dos ataques para acercarse todo lo posible al de los martillos y provocarle un corte en el muslo izquierdo. El tipo profirió un gemido de dolor, pero en seguida se repuso y, tras girar sobre sí mismo, lanzó un martillazo contra la barriga del domador.
Therax empleó sus sables para tratar de disminuir la potencia del impacto, pero cuál fue su sorpresa al comprobar que el arma de su oponente apenas tocaba las suyas. Una mueca de incomprensión se dibujó en su rostro unos segundos antes de que, sin previo aviso, sus espadas comenzaran a vibrar y él mismo saliese despedido con violencia hacia atrás. Fue a impactar contra una pequeña montaña de monedas situada unos metros por detrás de su posición. Al contemplar aquello, Tib comenzó a gruñir en actitud amenazante y se colocó en posición ofensiva.
-Ni se te ocurra soltar la bolsa, Tib. Éste es mío y no sabemos si podremos sacar algo más de aquí -ordenó el domador al tiempo que se volvía a erguir. Le había golpeado una vez con aquella treta, pero no habría una segunda. Tras soltar un gruñido de enfado, el domador volvió a erguirse y se dispuso a darle su merecido al de los martillos.
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