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Akuma no mi
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Las palabras despreocupadas de Zane me provocaron un tic en la ceja. Aquello había llegado demasiado lejos. Aquel era, sin lugar a dudas, el plan más estúpido en el que había tenido la desgracia de participar. Mantenían secretismos estúpidamente, daban por sentadas cosas sin confirmarlas porque tenían que mantener su estúpido secretismo y ahora no había nadie capaz de leer aquella piedra gigante. ¿Qué íbamos a hacer acaso? ¿Llevárnosla a cuestas para encontrar a alguien capaz de leer su contenido? ¡Menuda desfachatez!
Emití un resoplido de frustración y me crucé de brazos, molesta.
- ¡Muy bien, señor Capitán! ¡¿Hemos llegado hasta aquí para que ahora nadie pueda leer el maldito poneglyph porque "habías supuesto" que yo podía hacerlo?! ¡Esto te pasa por mantener los secretismos en lugar de confirmas las habilidades de tus compañeros! ¡¿Y qué pretendes que hagamos ahora?! ¡¿Llevarnos el poneglyph a cuestas?! ¡¿Intentar copiar los símbolos en una hoja lo más fielmente posible con la esperanza de que eso sea suficiente para poder desentrañar su contenido en el futuro?! ¡Te vienes a esta isla a buscar un poneglyph y no traes a un historiador contigo! -alcé las manos al cielo en señal de incredulidad y solté una carcajada amarga-. Y ahora hemos perdido un valioso tiempo que podríamos haber dedicado a otras cosas, porque el señor Capitán Pirata es idiota y no sabe trazar planes. Maravilloso. Bueno, pues... yo lo siento, pero me voy a llevar todo lo que pueda -finalicé, encogiéndome de hombros antes de empezar a recoger tesoros y guardarlos en el bolso, los bolsillos del pantalón, y donde pudiera.
Un nuevo terremoto sacudió los cimientos de la cueva y me paralizó con la mano extendida hacia una copa de plata con joyas engarzadas, al tiempo que el tesoro vibraba ante mí y lo que ya había recogido tintineaba en mis pantalones. Una grieta peligrosamente grande se abrió en el techo entonces, amenazando con romperlo y hacerlo caer sobre nuestras cabezas, pero se nos presentó un problema antes del posible derrumbamiento.
Veintidós, veintitres, veinticuatro... Conté una treintena de agentes del Gobierno, vestidos con sus trajes y portando sus armas, que entraron cual tropa militar en la cueva para amenazarnos con detenernos. O... Bueno, yo me lo tomé como una amenaza, y no como un hecho.
Uno de los agentes vestía un extraño y claramente pesado traje sacado de una novela de ciencia-ficción, y el suelo tembló a sus pies en cuanto aterrizó la máquina. Si los temblores eran provocados artificialmente y los enemigos eran los agentes del Gobierno, teniendo en cuenta aquel traje... Cualquiera sabría sumar dos más dos. Probablemente aquellos zapatones emitían vibraciones a nivel subsónico, que al impactar contra la tierra, provocaban los seísmos antinaturales.
El pollo no dudó en hacer alarde de su descaro y su haki del rey, lo que parecía ser básicamente su estrategia en todos los conflictos, y algunos de los agentes cayeron al suelo. Solamente había atacado a los artilleros, así que probablemente tenía ganas de pelear. Lo que implicaba que no íbamos a salir de aquella cueva pronto.
Emití un bufido de desaprobación y chasqueé la lengua mientras dirigía mis manos hacia mis botas con disimulo para empuñar a Jigoku y Tengoku. La cosa iba a ponerse fea. El que parecía el jefe empezó a asignar a sus subordinados restantes como si aquello fuese una pelea justa. ¿De verdad esperaba que nos conformásemos con el oponente que se nos asignase? ¿Como si aquello fuera un combate de un torneo o algo similar? Hay que ser idiotas...
La primera lección que todo miembro del Gobierno Mundial debería meterse en la cabeza es que los piratas nunca juegan limpio.
Enviaron hacia mi dirección a un hombre grotescamente musculoso y grande, al que el traje le apretaba. Probablemente corría más peligro de ser golpeada por uno de sus botones en cuanto le estallara la camisa, que de ser maltratada por sus manazas como sartenes. El tipo se crujió el cuello y los nudillos a la vez con una sonrisa sádica, mientras se acercaba a mi dirección.
- ¿Preparada para que te den una lección, muñequita? -preguntó, con sorna en la voz.
Apreté con fuerza a Ji y Ten y me encorvé, para convertirme en un objetivo más pequeño, antes de lanzarme hacia el grandote, que me recibía con el puño en alto preparado para soltarme un gancho y la misma sonrisa bobalicona en el rostro. Aficionados...
- Oh, lo siento mucho, pero voy a tener que rechazar la oferta -dije con fingida tristeza, al tiempo que lo esquivaba y me dirigía a toda prisa al agente que en aquellos momentos atacaba al tal... ¿Alviss?
Ejecuté dos cortes a la altura de su abdomen, pero por la espalda, por supuesto, que con la ayuda de la habilidad de aire cortante de las hojas perforó con facilidad la ropa y dibujó una bonita X en su lumbago, que no tardó en empezar a sangrar y hacerlo gritar mezcla de dolor y sorpresa. El tipo se dio la vuelta con una espada en ambas manos, dispuesto a encararme, pero le propiné con rapidez un golpe ascendente en el mentón utilizando la empuñadura de Jigoku, que lo hizo elevarse unos centímetros del suelo antes de caer abatido. Iba a decirle "de nada" al rubiales cuando una mano me sujetó por el tobillo izquierdo con brusquedad y me elevó del suelo, dejándome colgando boca abajo a la merced de mi enemigo que era, como suponía, el grandote musculoso.
- No creas que puedes escapar de mí, niñita -me regañó, casi con toque paternal, desde sus dos metros de altura.
- Vaya, pues qué pena, yo que pensaba que podía escabullirme -dije con tono despreocupado, cruzándome de brazos y balanceándome boca abajo con el único apoyo de su mano, pensando en qué hacer-. Para ser honesta, quería evitar enfrentarme a alguien tan aterrador como tú. Tienes pinta de ser muy fuerte, no sé si puedo ganarte -añadí, haciendo pucheritos.
- No creas que te va a funcionar, palillo. Sé perfectamente quién eres y lo que puedes hacer -sonrió el hombre, apretando el tobillo probablemente con intención de hacerme daño. O quizá de romperlo, lo que me obligó a recubrirlo con haki. Un tobillo roto se curaba medianamente rápido, pero lo necesitaba para escapar de aquella isla, después de todo, no podía simplemente dejar que me lo rompiesen. El tipo se dio cuenta, y me alzó para hacerme girar cual látigo y lanzarme con fuerza hacia la pared de la cueva.
Nada más noté que la presión del tobillo desaparecía, me hice un ovillo y me protegí la cabeza con ambos brazos, poniéndolos en la dirección de impacto mientras los recubría con haki todo lo rápido que podía, e intentaba recubrir también la parte inferior de las piernas. La pared se acercó a mí vertiginosamente rápido y luego se rompió al tiempo que mi cuerpo se abría paso por ella.
Conseguí por los pelos recubrir los antebrazos y las espinillas a tiempo, y el impacto por poco me los rompió. Por la fuerza del lanzamiento me quedé atascada en el hueco que había formado el impacto y tuve que tirar con fuerza para salir, rompiendo un poco más la pared y haciendo caer algunos peñascos, que se unieron a los demás en el suelo.
El impacto provocó que la grieta del techo se abriese un poco más, amenazante.
Seguidamente me sacudí la ropa rasgada y sucia en un vano intento por limpiarla. Otro conjunto que se me iba a la basura. No ganaba para ropa. Y tenía inmumerables rasguños y heridas superficiales allí donde el haki de armadura no había actuado. Al menos mi cabeza estaba entera.
- Bueno, bueno, desde luego no tengo interés en convertirme en una bola de destrucción. Ni en que jueguen conmigo a los bolos -comenté con acidez, empuñando mis armas y dando media vuelta para encarar al grandote. Probablemente Zane se había quedado con el tipo del traje y se llevaría todo el mérito. Y mientras tanto, allí estaba yo, atascada con un gigantón que quería usarme de pelota. Qué injusto es el mundo a veces. Con las ganas que tenía de desmontar aquella máquina pieza por pieza... Le hice un gesto al grandullón, invitándolo a atacarme de nuevo-. ¿Empezamos entonces? -sugerí, colocándome en pose ofensiva y observando cómo se abalanzaba sobre mí aquella mole de músculo, fijándome específicamente en que el botón del pecho estaba a puntito de salir disparado y clavárseme en un ojo.
Nota mental: Hacer una reclamación pidiendo que los Agentes del Gobierno lleven trajes de su talla para evitar cegamientos innecesarios.
Emití un resoplido de frustración y me crucé de brazos, molesta.
- ¡Muy bien, señor Capitán! ¡¿Hemos llegado hasta aquí para que ahora nadie pueda leer el maldito poneglyph porque "habías supuesto" que yo podía hacerlo?! ¡Esto te pasa por mantener los secretismos en lugar de confirmas las habilidades de tus compañeros! ¡¿Y qué pretendes que hagamos ahora?! ¡¿Llevarnos el poneglyph a cuestas?! ¡¿Intentar copiar los símbolos en una hoja lo más fielmente posible con la esperanza de que eso sea suficiente para poder desentrañar su contenido en el futuro?! ¡Te vienes a esta isla a buscar un poneglyph y no traes a un historiador contigo! -alcé las manos al cielo en señal de incredulidad y solté una carcajada amarga-. Y ahora hemos perdido un valioso tiempo que podríamos haber dedicado a otras cosas, porque el señor Capitán Pirata es idiota y no sabe trazar planes. Maravilloso. Bueno, pues... yo lo siento, pero me voy a llevar todo lo que pueda -finalicé, encogiéndome de hombros antes de empezar a recoger tesoros y guardarlos en el bolso, los bolsillos del pantalón, y donde pudiera.
Un nuevo terremoto sacudió los cimientos de la cueva y me paralizó con la mano extendida hacia una copa de plata con joyas engarzadas, al tiempo que el tesoro vibraba ante mí y lo que ya había recogido tintineaba en mis pantalones. Una grieta peligrosamente grande se abrió en el techo entonces, amenazando con romperlo y hacerlo caer sobre nuestras cabezas, pero se nos presentó un problema antes del posible derrumbamiento.
Veintidós, veintitres, veinticuatro... Conté una treintena de agentes del Gobierno, vestidos con sus trajes y portando sus armas, que entraron cual tropa militar en la cueva para amenazarnos con detenernos. O... Bueno, yo me lo tomé como una amenaza, y no como un hecho.
Uno de los agentes vestía un extraño y claramente pesado traje sacado de una novela de ciencia-ficción, y el suelo tembló a sus pies en cuanto aterrizó la máquina. Si los temblores eran provocados artificialmente y los enemigos eran los agentes del Gobierno, teniendo en cuenta aquel traje... Cualquiera sabría sumar dos más dos. Probablemente aquellos zapatones emitían vibraciones a nivel subsónico, que al impactar contra la tierra, provocaban los seísmos antinaturales.
El pollo no dudó en hacer alarde de su descaro y su haki del rey, lo que parecía ser básicamente su estrategia en todos los conflictos, y algunos de los agentes cayeron al suelo. Solamente había atacado a los artilleros, así que probablemente tenía ganas de pelear. Lo que implicaba que no íbamos a salir de aquella cueva pronto.
Emití un bufido de desaprobación y chasqueé la lengua mientras dirigía mis manos hacia mis botas con disimulo para empuñar a Jigoku y Tengoku. La cosa iba a ponerse fea. El que parecía el jefe empezó a asignar a sus subordinados restantes como si aquello fuese una pelea justa. ¿De verdad esperaba que nos conformásemos con el oponente que se nos asignase? ¿Como si aquello fuera un combate de un torneo o algo similar? Hay que ser idiotas...
La primera lección que todo miembro del Gobierno Mundial debería meterse en la cabeza es que los piratas nunca juegan limpio.
Enviaron hacia mi dirección a un hombre grotescamente musculoso y grande, al que el traje le apretaba. Probablemente corría más peligro de ser golpeada por uno de sus botones en cuanto le estallara la camisa, que de ser maltratada por sus manazas como sartenes. El tipo se crujió el cuello y los nudillos a la vez con una sonrisa sádica, mientras se acercaba a mi dirección.
- ¿Preparada para que te den una lección, muñequita? -preguntó, con sorna en la voz.
Apreté con fuerza a Ji y Ten y me encorvé, para convertirme en un objetivo más pequeño, antes de lanzarme hacia el grandote, que me recibía con el puño en alto preparado para soltarme un gancho y la misma sonrisa bobalicona en el rostro. Aficionados...
- Oh, lo siento mucho, pero voy a tener que rechazar la oferta -dije con fingida tristeza, al tiempo que lo esquivaba y me dirigía a toda prisa al agente que en aquellos momentos atacaba al tal... ¿Alviss?
Ejecuté dos cortes a la altura de su abdomen, pero por la espalda, por supuesto, que con la ayuda de la habilidad de aire cortante de las hojas perforó con facilidad la ropa y dibujó una bonita X en su lumbago, que no tardó en empezar a sangrar y hacerlo gritar mezcla de dolor y sorpresa. El tipo se dio la vuelta con una espada en ambas manos, dispuesto a encararme, pero le propiné con rapidez un golpe ascendente en el mentón utilizando la empuñadura de Jigoku, que lo hizo elevarse unos centímetros del suelo antes de caer abatido. Iba a decirle "de nada" al rubiales cuando una mano me sujetó por el tobillo izquierdo con brusquedad y me elevó del suelo, dejándome colgando boca abajo a la merced de mi enemigo que era, como suponía, el grandote musculoso.
- No creas que puedes escapar de mí, niñita -me regañó, casi con toque paternal, desde sus dos metros de altura.
- Vaya, pues qué pena, yo que pensaba que podía escabullirme -dije con tono despreocupado, cruzándome de brazos y balanceándome boca abajo con el único apoyo de su mano, pensando en qué hacer-. Para ser honesta, quería evitar enfrentarme a alguien tan aterrador como tú. Tienes pinta de ser muy fuerte, no sé si puedo ganarte -añadí, haciendo pucheritos.
- No creas que te va a funcionar, palillo. Sé perfectamente quién eres y lo que puedes hacer -sonrió el hombre, apretando el tobillo probablemente con intención de hacerme daño. O quizá de romperlo, lo que me obligó a recubrirlo con haki. Un tobillo roto se curaba medianamente rápido, pero lo necesitaba para escapar de aquella isla, después de todo, no podía simplemente dejar que me lo rompiesen. El tipo se dio cuenta, y me alzó para hacerme girar cual látigo y lanzarme con fuerza hacia la pared de la cueva.
Nada más noté que la presión del tobillo desaparecía, me hice un ovillo y me protegí la cabeza con ambos brazos, poniéndolos en la dirección de impacto mientras los recubría con haki todo lo rápido que podía, e intentaba recubrir también la parte inferior de las piernas. La pared se acercó a mí vertiginosamente rápido y luego se rompió al tiempo que mi cuerpo se abría paso por ella.
Conseguí por los pelos recubrir los antebrazos y las espinillas a tiempo, y el impacto por poco me los rompió. Por la fuerza del lanzamiento me quedé atascada en el hueco que había formado el impacto y tuve que tirar con fuerza para salir, rompiendo un poco más la pared y haciendo caer algunos peñascos, que se unieron a los demás en el suelo.
El impacto provocó que la grieta del techo se abriese un poco más, amenazante.
Seguidamente me sacudí la ropa rasgada y sucia en un vano intento por limpiarla. Otro conjunto que se me iba a la basura. No ganaba para ropa. Y tenía inmumerables rasguños y heridas superficiales allí donde el haki de armadura no había actuado. Al menos mi cabeza estaba entera.
- Bueno, bueno, desde luego no tengo interés en convertirme en una bola de destrucción. Ni en que jueguen conmigo a los bolos -comenté con acidez, empuñando mis armas y dando media vuelta para encarar al grandote. Probablemente Zane se había quedado con el tipo del traje y se llevaría todo el mérito. Y mientras tanto, allí estaba yo, atascada con un gigantón que quería usarme de pelota. Qué injusto es el mundo a veces. Con las ganas que tenía de desmontar aquella máquina pieza por pieza... Le hice un gesto al grandullón, invitándolo a atacarme de nuevo-. ¿Empezamos entonces? -sugerí, colocándome en pose ofensiva y observando cómo se abalanzaba sobre mí aquella mole de músculo, fijándome específicamente en que el botón del pecho estaba a puntito de salir disparado y clavárseme en un ojo.
Nota mental: Hacer una reclamación pidiendo que los Agentes del Gobierno lleven trajes de su talla para evitar cegamientos innecesarios.
La velocidad de los agentes del gobierno mundial para movilizarse y rodearnos solo era equiparable a la que había tenido el gyojin para irse de aquella caverna para, casualmente, ir a destruir el barco enemigo. ¿Sería verdad? En mi interior deseaba que así fuera, pues un tipo como aquel sería realmente útil en el futuro. Entre tanto, aunque alguno de sus compañeros había comenzado a atacar, los agentes del gobierno activaron unos propulsores de sus zapatos, mientras otros simplemente se sostenían en el aire, al tiempo que su líder golpeaba el suelo e hizo temblar el suelo.
Sentía como mi cuerpo apenas podía aguantar el equilibrio, teniendo que apoyar mi katana en el suelo para evitar caerme. Estaba verdaderamente cansado de aquel tipo, y la única solución era derrotarlo. Sin embargo, no iba a ser tarea fácil llegar hasta él, pues un grupo de cinco agentes me rodeo y comenzó a atacarme en grupo. Bloqueé cada ataque con mi espada, mientras que esquivaba algunos otros gracias a mi mantra. Nuevamente, el hombre sacudió de nuevo el suelo de la isla, siendo esta vez mucho más intenso. Ante aquello, hice brotar dos alas en mis espaldas y alcé el vuelo, siendo seguido por los cinco agentes.
-Habéis cometido un craso error al seguirme hasta aquí–les dije, caldeando el ambiente hasta los doscientos grados centígrados, mostrando una amplia sonrisa, mientras mis ojos se rasgaban como los de un ave de presa.
Me abalancé hacia el primer agente, aferrándome a mi aki no hikari con las dos manos, y realicé un ataque ascendente a media altura. Seguidamente embestí con mis candentes alas a otros dos, que cayeron con graves quemaduras sobre el suelo. Sin embargo, descuidé mi retaguardia y fui atacado por la espalda, recibiendo un corte de ala a ala.
-Una posible cicatriz en la espalda es la peor deshonra para un espadachín que se precie.
Después de esas apalabras decidí adoptar mi forma híbrida, cubriendo todo mi cuerpo de un pequeño plumaje de color carmesí, y ataqué a mi agresor, clavándole la katana en el hombro, retorciéndola al sacarla.
Miré al agente restante, que no tardó en huir. Inmediatamente bajé de nuevo a la caverna del tesoro y ataqué desde el cielo cayendo sobre él con mis katanas en cruz.
-¿Crees que eso es suficiente? –preguntó, dándome un puñetazo en el estómago y enviándome volando a un trono de oro que había allí, cerca del phoneglyph.
-Solo voy estoy calentando –respondí, mientras me incorporaba. Metí la mano en mi bolsillo derecho y saqué una pequeña esfera de color amarilla que me lleve a la boca, para justo después aumentar la musculatura de mi cuerpo considerablemente y ponerme en guardia neutra, cubriéndome con mis aceros. «Forma Tanque», me dije, esperando que el agente me atacara.
Ninguno de los dos movíamos ficha, el agente me miraba y yo a él. El resto de la banda ya había terminado de combatir y nos miraban expectantes, incluso me pareció escuchar un comentario ofensivo de Haruka, algo que ya no me extrañaba. Y de pronto, agité mis alas con fuerza, al tiempo que adoptaba mi forma veloz, y me aproximé a una velocidad casi imperceptible para el ojo humano al agente, y le atravesé con mis espadas cubiertas de haki de armadura.
El hombre cayó al suelo ipso facto y yo volví a mi forma humana. Luego comprobé si el agente estaba inconsciente y enfundé mis armas.
-¡Ea! –exclamé, mirando a los presentes-. Coged todo lo que podáis y nos vamos.
Di un par de vueltas por el lugar y subí sobre el trono de oro dos cofres repletos de monedas de oro y joyas, una espada, una corona y un cetro plateado con diamantes y zafiros incrustados en él. Tras eso, adopté mi forma completa y les dije a mis compañeros que se subieran, justo después agarré el trono con mis dos garras y salí volando de allí. El camino se hizo corto de camino al puerto, y algunas monedas se perdieron durante el viaje. Y de pronto la mirada del suzaku se posó sobre una mancha roja en el océano, así que, después de dejar a sus amigos en el barco, volvió para ver que era.
-¿Qué has hecho tío? -pregunté a Rooney, que estaba malherido sobre un bote. Rápidamente le cogí y me lo llevé de vuelta al barco para que lo curaran. Allí la nueva mascota de Hou intentó probar la suculenta carne del gyojin, así que tuve que golpearle en el hocico con la funda de la katana-. ¡Bicho malo! ¡Maaaaaalo!
Sentía como mi cuerpo apenas podía aguantar el equilibrio, teniendo que apoyar mi katana en el suelo para evitar caerme. Estaba verdaderamente cansado de aquel tipo, y la única solución era derrotarlo. Sin embargo, no iba a ser tarea fácil llegar hasta él, pues un grupo de cinco agentes me rodeo y comenzó a atacarme en grupo. Bloqueé cada ataque con mi espada, mientras que esquivaba algunos otros gracias a mi mantra. Nuevamente, el hombre sacudió de nuevo el suelo de la isla, siendo esta vez mucho más intenso. Ante aquello, hice brotar dos alas en mis espaldas y alcé el vuelo, siendo seguido por los cinco agentes.
-Habéis cometido un craso error al seguirme hasta aquí–les dije, caldeando el ambiente hasta los doscientos grados centígrados, mostrando una amplia sonrisa, mientras mis ojos se rasgaban como los de un ave de presa.
Me abalancé hacia el primer agente, aferrándome a mi aki no hikari con las dos manos, y realicé un ataque ascendente a media altura. Seguidamente embestí con mis candentes alas a otros dos, que cayeron con graves quemaduras sobre el suelo. Sin embargo, descuidé mi retaguardia y fui atacado por la espalda, recibiendo un corte de ala a ala.
-Una posible cicatriz en la espalda es la peor deshonra para un espadachín que se precie.
Después de esas apalabras decidí adoptar mi forma híbrida, cubriendo todo mi cuerpo de un pequeño plumaje de color carmesí, y ataqué a mi agresor, clavándole la katana en el hombro, retorciéndola al sacarla.
Miré al agente restante, que no tardó en huir. Inmediatamente bajé de nuevo a la caverna del tesoro y ataqué desde el cielo cayendo sobre él con mis katanas en cruz.
-¿Crees que eso es suficiente? –preguntó, dándome un puñetazo en el estómago y enviándome volando a un trono de oro que había allí, cerca del phoneglyph.
-Solo voy estoy calentando –respondí, mientras me incorporaba. Metí la mano en mi bolsillo derecho y saqué una pequeña esfera de color amarilla que me lleve a la boca, para justo después aumentar la musculatura de mi cuerpo considerablemente y ponerme en guardia neutra, cubriéndome con mis aceros. «Forma Tanque», me dije, esperando que el agente me atacara.
Ninguno de los dos movíamos ficha, el agente me miraba y yo a él. El resto de la banda ya había terminado de combatir y nos miraban expectantes, incluso me pareció escuchar un comentario ofensivo de Haruka, algo que ya no me extrañaba. Y de pronto, agité mis alas con fuerza, al tiempo que adoptaba mi forma veloz, y me aproximé a una velocidad casi imperceptible para el ojo humano al agente, y le atravesé con mis espadas cubiertas de haki de armadura.
El hombre cayó al suelo ipso facto y yo volví a mi forma humana. Luego comprobé si el agente estaba inconsciente y enfundé mis armas.
-¡Ea! –exclamé, mirando a los presentes-. Coged todo lo que podáis y nos vamos.
Di un par de vueltas por el lugar y subí sobre el trono de oro dos cofres repletos de monedas de oro y joyas, una espada, una corona y un cetro plateado con diamantes y zafiros incrustados en él. Tras eso, adopté mi forma completa y les dije a mis compañeros que se subieran, justo después agarré el trono con mis dos garras y salí volando de allí. El camino se hizo corto de camino al puerto, y algunas monedas se perdieron durante el viaje. Y de pronto la mirada del suzaku se posó sobre una mancha roja en el océano, así que, después de dejar a sus amigos en el barco, volvió para ver que era.
-¿Qué has hecho tío? -pregunté a Rooney, que estaba malherido sobre un bote. Rápidamente le cogí y me lo llevé de vuelta al barco para que lo curaran. Allí la nueva mascota de Hou intentó probar la suculenta carne del gyojin, así que tuve que golpearle en el hocico con la funda de la katana-. ¡Bicho malo! ¡Maaaaaalo!
Luka Rooney
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Energía
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Akuma no mi
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No sabía aún por qué, pero tenía unos sentimientos encontrados con aquellos piratas. Una especie de mezcla de sensaciones. Algo que sinceramente me parecía tan extraño como inverosímil, al fin y al cabo los había conocido hace unas horas, sin embargo, tenía la sensación de conocerlos de antes, creía saber que no me traicionarían, que no se olvidarían de mí y que serían todo aquello que necesitaba. Quizá ese sentimiento era mayor con Zane, quien me había acogido desde el principio y parecía tenderme la mano en cada momento. También era un sentimiento similar con Therax, quizá la captura del pájaro y el consiguiente ataque había tenido algo que ver. Incluso aquella mujer canija con evidente mal humor me trasmitía cosas positivas. Jamás me había hecho esas ilusiones con un grupo de humanos. ¿Por qué ahora?
Quizá el proceso de cambio que estaba teniendo en mi mente cada vez estaba más cerca de finalizar. Quién sabe… Puede que incluso ya hubiese finalizado. O puede que fuese un espejismo y acabase matando con odio a aquellos humanos mientras dormían. El tiempo diría.
El caso es que allí estaba yo, enfrente del puerto mirando a través de los árboles que delimitaban la selva, como un niño miraba por la puerta de casa al resto jugar cuando estaba castigado. Sin poder salir de allí. No había mirado atrás desde que eché a correr, pero estaba claro que Therax debió hacer bien su trabajo y me cubrió perfectamente, ya que estaba completamente libre y ningún agente me había interrumpido maś allá del par que me había encontrado por el camino.
Miré hacia el frente, viendo a un par de agentes en la cubierta del barco. En el agua no serían rivales, pero… ¿Cómo hacer para entrar en el agua sin llamar su atención? Desde luego, si la llamaba, corría el riesgo de que me disparasen, bajasen o realizasen cualquier acción que echase a perder el plan.
Entonces ví el cañón apuntando donde la batalla se estaba dando.
“¿Acaso es todo una trampa? ¿Quieren disparar un cañonazo contra los piratas sin importarles el resto de agentes? El jefe seguro que lo sabe… Tengo que impedirlo a toda costa”
La misión había dado un giro importante, ahora tendría que impedir que tirasen el cañonazo antes que realizar cualquier acción sobre el barco.
Noté como los agentes ni siquiera estaban prestando atención a lo que pasaba a su alrededor, sólo estaban pendientes de llevar la suficiente pólvora hasta el cañón.
“Claro, puedo matar dos pájaros de un tiro. Si consigo mojar la pólvora, ésta no prenderá, y por lo tanto no podrán usar el cañón”
Con el objetivo claro, salí corriendo lo más rápido que pude hacia el agua, recorriendo gran parte del puerto hasta que por fín pude saltar para lanzarme de cabeza al fondo del mar.
No sabía si me habían visto o no, pero quería creer que todo estaba saliendo a pedir de boca.
“Me pregunto cómo les estará yendo a Zane y compañía. ¿Serán lo suficientemente fuertes como para vencer a aquellos agentes u optarán por huir de la isla?” Sea como fuere, me notaba a un nivel bastante inferior que el nivel medio de la banda. Aquella gente sabía lo que hacía. Probablemente, de haberme quedado con ellos hubiera sido más un estorbo que una ayuda, lo mejor ha sido venir hasta aquí, donde realmente podré hacer algo útil por ellos.
Volví de mis pensamientos viendo el casco del barco a lo lejos. Me acerqué lentamente hasta poder divisar las rugosidades de la madera, la cual era de una calidad bastante aceptable. Probablemente de las mejores que había visto.
“Una pena que tenga que partir este barco…”
Empecé a controlar las partículas del agua que me rodeaban, formando una especie de torbellino a lo largo de mi mano. Pasaron unos segundos eternos mientras el torbellino se formaba más y más grande, hasta conseguir un diámetro de algo más de treinta centímetros.
“Sólo he hecho esto dos veces y ambas han salido mal… ¡Suerte Rooney!”
Apuntando hacia la proa, que era donde se encontraba el cañón, proyecté el torbellino, que empezó a hacerse más grande. Aproveché la inercia del agua para introducirme en el epicentro del torbellino. La presión del agua hizo que empezase a dar vueltas a una velocidad tan alta que casi pierdo el conocimiento. La fuerza del agua provocó que el casco del barco se rompiese y crease un agujero que llegó hasta la proa. A través del agujero creado pasé a toda velocidad gracias a la propia corriente del torbellino. Terminé chocando contra el cuerpo de un agente, produciendo un impacto tan fuerte en éste que se partió en dos y yo salí despedido hacia la dirección opuesta.
Acabé rodando por la cubierta intentando reincorporarme. El barco parecía estar hundiéndose, pero no con la rapidez que yo hubiera deseado. Quizá esa madera era más robusta, o el barco tenía una forma maś estable de lo que yo me imaginaba. De cualquier modo, tendría que ganar algo de tiempo antes de lograr el objetivo.
De repente, al alzar la vista, un pelotón de siete u ocho agentes estaban apuntándome.
¡Disparad el cañón! ¡¡¡Disparad ya!!! - Espetó una voz que provenía de mi espalda. En ese momento todos los agentes salieron corriendo hacia el cañón con ciertas dificultades ya que el barco empezaba a tambalearse en exceso, dándonos a entender que en unos minutos se hundiría completamente.
“Mierda, el agua no ha llegado a toda la pólvora. He de detenerlo, aunque el barco se mueva tanto, hay una probabilidad de que el disparo alcance a los chicos”
Pese a que aún quedaban un par de agentes apuntándome salí corriendo hacia el gran cañón. Escuché un par de disparos hasta notar la primera bala perforando mi brazo izquierdo. Le siguieron tres disparos más hasta que noté el segundo impacto, ésta vez en el costado derecho. Pero ya estaba en frente del cañón, nada podría pararme.
Con los ojos rojizos, un semblante terrorífico y una musculatura más definida de lo normal, cogí al humano que estaba a punto de detonar la pólvora del cuello y lo sujeté durante un par de segundos.
Mi peor rival soy yo... y me conozco de sobra. - Terminé lanzándolo al agua. La cólera se había apoderado de mí por enésima vez.
Durante ese breve instante noté como los marines me disparaban y volvían a acertar en mi cuerpo, ésta vez en el hombro derecho y en la mano izquierda. Pero la adrenalina superaba al dolor en ese momento. Los marines empezaron a correr hacia mí mientras intentaba con todas mis fuerzas arrancar de cuajo el cañón.
La sangre emanaba por cada sitio perforado de mi cuerpo y cada vez salía más sangre debido al esfuerzo. La vista empezaba a nublarse y las fuerzas cada vez eran menores. Pero tras un potente bufido y un sonoro grito, el cañón se desprendió de la madera del barco, cayendo al agua.
Debido a la inercia de estar empujando, yo seguí el recorrido del cañón y caí al agua también.
Allí se lanzaron un par de agentes. En dos segundos, ambos habían sido abatidos por mi Gyojin Kárate. El primero había recibido un golpe en el rostro, el segundo una potente patada en la boca del estómago que lo había dejado sin aire.
“¿A quién se le ocurre saltar a pelear en el agua contra un Gyojin?”
Al barco ya no le quedaban más de quince segundos para derrumbarse totalmente. Pude notar cómo el agua tenía un gran porcentaje de sangre en ella. Estaba teñida de un color rojizo, mezcla de la sangre de todos los agentes y, sobre todo, de mis heridas.
Haciendo uso de las últimas fuerzas que me quedaban nadé a toda velocidad hasta el lugar donde habíamos dejado los barcos, empujándolos ambos desde el agua hasta llegar a la zona más cercana a la costa, por donde había venido yo y por donde en teoría, vendrían los vencedores del duelo entre agentes y la banda de Zane.
Acabé subiendo a uno de ellos y sentándome en él, viendo como mi cuerpo estaba en graves apuros. Tenía disparos en el brazo izquierdo, la mano derecha, el costado derecho y el brazo derecho. La sangre salía a borbotones, haciendo que cada segundo que pasaba me notase maś débil. Intenté hacerme un vendaje en el hombro derecho, pero a mitad de éste empecé a notar como empezaba a dejar de ver y mi cuerpo se estaba apagando poco a poco. Estaba desmayándome.
“Espero… espero que no se olviden de mí” Pensé dando mi último aliento a la par que ojeaba el paisaje que había en el mar. Un barco hundido con infinitos trozos de madera flotando por un mar ensangrentado, tan rojizo que asustaba. Sin duda, aquél paisaje haría que Zane se replantease tenerme en la banda. O quizá lo vería tan normal, que me aceptaría a la primera de cambio.
De cualquier modo, lo único realmente importante ahora era que, independientemente de que ganasen o consiguiesen huir, vinieran a salvarme. Mi cuerpo ya no respondía y mi mente había terminado por apagarse.
Quizá el proceso de cambio que estaba teniendo en mi mente cada vez estaba más cerca de finalizar. Quién sabe… Puede que incluso ya hubiese finalizado. O puede que fuese un espejismo y acabase matando con odio a aquellos humanos mientras dormían. El tiempo diría.
El caso es que allí estaba yo, enfrente del puerto mirando a través de los árboles que delimitaban la selva, como un niño miraba por la puerta de casa al resto jugar cuando estaba castigado. Sin poder salir de allí. No había mirado atrás desde que eché a correr, pero estaba claro que Therax debió hacer bien su trabajo y me cubrió perfectamente, ya que estaba completamente libre y ningún agente me había interrumpido maś allá del par que me había encontrado por el camino.
Miré hacia el frente, viendo a un par de agentes en la cubierta del barco. En el agua no serían rivales, pero… ¿Cómo hacer para entrar en el agua sin llamar su atención? Desde luego, si la llamaba, corría el riesgo de que me disparasen, bajasen o realizasen cualquier acción que echase a perder el plan.
Entonces ví el cañón apuntando donde la batalla se estaba dando.
“¿Acaso es todo una trampa? ¿Quieren disparar un cañonazo contra los piratas sin importarles el resto de agentes? El jefe seguro que lo sabe… Tengo que impedirlo a toda costa”
La misión había dado un giro importante, ahora tendría que impedir que tirasen el cañonazo antes que realizar cualquier acción sobre el barco.
Noté como los agentes ni siquiera estaban prestando atención a lo que pasaba a su alrededor, sólo estaban pendientes de llevar la suficiente pólvora hasta el cañón.
“Claro, puedo matar dos pájaros de un tiro. Si consigo mojar la pólvora, ésta no prenderá, y por lo tanto no podrán usar el cañón”
Con el objetivo claro, salí corriendo lo más rápido que pude hacia el agua, recorriendo gran parte del puerto hasta que por fín pude saltar para lanzarme de cabeza al fondo del mar.
No sabía si me habían visto o no, pero quería creer que todo estaba saliendo a pedir de boca.
“Me pregunto cómo les estará yendo a Zane y compañía. ¿Serán lo suficientemente fuertes como para vencer a aquellos agentes u optarán por huir de la isla?” Sea como fuere, me notaba a un nivel bastante inferior que el nivel medio de la banda. Aquella gente sabía lo que hacía. Probablemente, de haberme quedado con ellos hubiera sido más un estorbo que una ayuda, lo mejor ha sido venir hasta aquí, donde realmente podré hacer algo útil por ellos.
Volví de mis pensamientos viendo el casco del barco a lo lejos. Me acerqué lentamente hasta poder divisar las rugosidades de la madera, la cual era de una calidad bastante aceptable. Probablemente de las mejores que había visto.
“Una pena que tenga que partir este barco…”
Empecé a controlar las partículas del agua que me rodeaban, formando una especie de torbellino a lo largo de mi mano. Pasaron unos segundos eternos mientras el torbellino se formaba más y más grande, hasta conseguir un diámetro de algo más de treinta centímetros.
“Sólo he hecho esto dos veces y ambas han salido mal… ¡Suerte Rooney!”
Apuntando hacia la proa, que era donde se encontraba el cañón, proyecté el torbellino, que empezó a hacerse más grande. Aproveché la inercia del agua para introducirme en el epicentro del torbellino. La presión del agua hizo que empezase a dar vueltas a una velocidad tan alta que casi pierdo el conocimiento. La fuerza del agua provocó que el casco del barco se rompiese y crease un agujero que llegó hasta la proa. A través del agujero creado pasé a toda velocidad gracias a la propia corriente del torbellino. Terminé chocando contra el cuerpo de un agente, produciendo un impacto tan fuerte en éste que se partió en dos y yo salí despedido hacia la dirección opuesta.
Acabé rodando por la cubierta intentando reincorporarme. El barco parecía estar hundiéndose, pero no con la rapidez que yo hubiera deseado. Quizá esa madera era más robusta, o el barco tenía una forma maś estable de lo que yo me imaginaba. De cualquier modo, tendría que ganar algo de tiempo antes de lograr el objetivo.
De repente, al alzar la vista, un pelotón de siete u ocho agentes estaban apuntándome.
¡Disparad el cañón! ¡¡¡Disparad ya!!! - Espetó una voz que provenía de mi espalda. En ese momento todos los agentes salieron corriendo hacia el cañón con ciertas dificultades ya que el barco empezaba a tambalearse en exceso, dándonos a entender que en unos minutos se hundiría completamente.
“Mierda, el agua no ha llegado a toda la pólvora. He de detenerlo, aunque el barco se mueva tanto, hay una probabilidad de que el disparo alcance a los chicos”
Pese a que aún quedaban un par de agentes apuntándome salí corriendo hacia el gran cañón. Escuché un par de disparos hasta notar la primera bala perforando mi brazo izquierdo. Le siguieron tres disparos más hasta que noté el segundo impacto, ésta vez en el costado derecho. Pero ya estaba en frente del cañón, nada podría pararme.
Con los ojos rojizos, un semblante terrorífico y una musculatura más definida de lo normal, cogí al humano que estaba a punto de detonar la pólvora del cuello y lo sujeté durante un par de segundos.
Mi peor rival soy yo... y me conozco de sobra. - Terminé lanzándolo al agua. La cólera se había apoderado de mí por enésima vez.
Durante ese breve instante noté como los marines me disparaban y volvían a acertar en mi cuerpo, ésta vez en el hombro derecho y en la mano izquierda. Pero la adrenalina superaba al dolor en ese momento. Los marines empezaron a correr hacia mí mientras intentaba con todas mis fuerzas arrancar de cuajo el cañón.
La sangre emanaba por cada sitio perforado de mi cuerpo y cada vez salía más sangre debido al esfuerzo. La vista empezaba a nublarse y las fuerzas cada vez eran menores. Pero tras un potente bufido y un sonoro grito, el cañón se desprendió de la madera del barco, cayendo al agua.
Debido a la inercia de estar empujando, yo seguí el recorrido del cañón y caí al agua también.
Allí se lanzaron un par de agentes. En dos segundos, ambos habían sido abatidos por mi Gyojin Kárate. El primero había recibido un golpe en el rostro, el segundo una potente patada en la boca del estómago que lo había dejado sin aire.
“¿A quién se le ocurre saltar a pelear en el agua contra un Gyojin?”
Al barco ya no le quedaban más de quince segundos para derrumbarse totalmente. Pude notar cómo el agua tenía un gran porcentaje de sangre en ella. Estaba teñida de un color rojizo, mezcla de la sangre de todos los agentes y, sobre todo, de mis heridas.
Haciendo uso de las últimas fuerzas que me quedaban nadé a toda velocidad hasta el lugar donde habíamos dejado los barcos, empujándolos ambos desde el agua hasta llegar a la zona más cercana a la costa, por donde había venido yo y por donde en teoría, vendrían los vencedores del duelo entre agentes y la banda de Zane.
Acabé subiendo a uno de ellos y sentándome en él, viendo como mi cuerpo estaba en graves apuros. Tenía disparos en el brazo izquierdo, la mano derecha, el costado derecho y el brazo derecho. La sangre salía a borbotones, haciendo que cada segundo que pasaba me notase maś débil. Intenté hacerme un vendaje en el hombro derecho, pero a mitad de éste empecé a notar como empezaba a dejar de ver y mi cuerpo se estaba apagando poco a poco. Estaba desmayándome.
“Espero… espero que no se olviden de mí” Pensé dando mi último aliento a la par que ojeaba el paisaje que había en el mar. Un barco hundido con infinitos trozos de madera flotando por un mar ensangrentado, tan rojizo que asustaba. Sin duda, aquél paisaje haría que Zane se replantease tenerme en la banda. O quizá lo vería tan normal, que me aceptaría a la primera de cambio.
De cualquier modo, lo único realmente importante ahora era que, independientemente de que ganasen o consiguiesen huir, vinieran a salvarme. Mi cuerpo ya no respondía y mi mente había terminado por apagarse.
El tipo de los martillos los hizo chocar frente a él al ver que el rubio volvía a la carga. Una sonrisa de excitación se dibujo en sus labios antes de abrir un hueco intencionadamente en su defensa. El espadachín fue a impactar de pleno contra su abdomen, logrando realizar una serie de cortes en el mismo. No obstante, apenas si fue capaz de provocar unos arañazos antes de verse obligado a alejarse del sujeto. «¿Se puede saber de qué demonios está hecha la piel de este tipo?», se preguntó al tiempo que caminaba en círculos en torno al gigantón, evaluando sus posibilidades.
Entonces su enemigo comenzó a impactar sus martillos contra el suelo. Eran golpes rítmicos, y del lugar del choque surgían líneas de energía anaranjada que avanzaban en dirección al domador. Therax las esquivaba como podía, pero su rival ejecutaba el mismo movimiento una y otra vez. No podría permanecer así mucho tiempo, así que decidió pasar a la ofensiva: tras evadir una de aquellas ondas, en vez de desplazarse hacia un lado como había estado haciendo hasta el momento, se precipitó hacia delante con ambos sables en alto.
El movimiento cogió por sorpresa al agente, que sufrió dos profundos cortes en los codos. ¿Por qué antes no había sido capaz de atravesar su piel y ahora sí? La única respuesta que se le ocurría era que anteriormente hubiese empleado el Haki de armadura.
-Está muy feo eso de no decir con qué juegas -dijo en voz alta el espadachín para, un instante después, activar su propio Haki de armadura. No iba a permitir que aquel individuo se librase de un solo corte más-. ¡Sigamos!
Volvió a lanzarse contra él, dispuesto a no darle espacio como para que pudiera volver a hacer uso de aquellas ondas de choque tan extrañas. El recuerdo del primer impacto del martillo contra sus espadas seguía muy presente en su mente, pero la alternativa era jugarse la vida esquivando la energía anaranjada.
Therax se vio obligado a centrarse de nuevo en el combate cuando vio que se encontraba muy cerca del sujeto, que realizaba un barrido horizontal en su dirección con uno de sus gigantescos martillos. Saltó para evitarlo, pero un silbido sobre su cabeza le informó de que el primer movimiento no era más que una mera distracción. El otro martillo se precipitaba con violencia hacia su cabeza. En el último momento interpuso sus sables en la trayectoria y se esforzó en emplear su Haki de armadura al máximo. A pesar de todo, un chispazo naranja precedió a una precipitada caída en picado.
El rubio fue a dar con su espalda en el suelo, quedando unos segundos sin respiración. La recuperó justo para ver cómo el agente trataba de aplastar su cabeza con una de sus armas, así que rodó hacia un lado para evitar el golpe. No obstante, una onda de choque surgió del contacto entre el suelo y el martillo, provocando que Therax saliese despedido hacia un lado. Afortunadamente, un nuevo montó de monedas sirvió de amortiguación para el aterrizaje del rubio, que se irguió de nuevo y clavó sus ojos en los de su rival.
El tipo esbozaba una sonrisa de autosuficiencia, sabiéndose en clara ventaja y creyéndose ya vencedor. «No te lo crees ni tú», pensó Therax al tiempo que se crujía su hombro izquierdo. Le dolía a causa de los golpes, pero no era nada que no pudiese soportar.
Entonces, tras liberar un grito de rabia, volvió a correr en dirección al de los martillos. El individuo lo esperaba con una pose similar a la de antes, pero esta vez el espadachín no actuó del mismo modo. En lugar de tratar de evadir el primero de los golpes, realizó un quiebro y lanzó un cote en dirección a la mano que sostenía el arma. El tipo se vio obligado a soltarla, lo que permitió al rubio continuar corriendo y zafarse del segundo impacto.
Apenas medio metro le separaba del torso de su oponente. Haciendo uso de su Haki de armadura, lanzó un tajo cruzado en dirección al pecho de su rival, que no pudo más que recibir los cortes con un gesto de asombro en la cara. El tipo cayó de espaldas sobre un nuevo montón de monedas, mientras que Therax clavó una de sus rodillas en el suelo y usó sus espadas como apoyo. Respirando agitadamente, volvió su cara para contemplar cómo marchaban los combates de los demás. Poco a poco, todos fueron acabando con sus rivales, hasta que llegó un momento en que sólo quedaba Zane por concluir.
Therax no esperó a que terminase siquiera, de modo que en seguida comenzó a coger cuanto podía del tesoro que había en el lugar. Tomó dos bolsas de dinero de un porte similar a la que tenía Tib, las cuales ató a su pantalón. Además, llenó sus bolsillos de cuantos anillos y joyas fue capaz de reunir y, por último, empleó ambas manos para tomar una pesada urna de oro macizo, la cual albergaba un diamante de un tamaño considerable.
El pelirrojo apremió al grupo para abandonar el lugar, así que Therax obedeció y se subió al ave que debía transportarles hacia el barco. Una vez allí, Zane volvió a abandonar el navío.
-¿Pero se puede saber adónde vas ahora? -inquirió en voz alta el domador-. Un momento, ¿y Luka? -añadió al comprobar que no se encontraba junto a los demás. Había ido a "ocuparse" del barco de los agentes, pero no había vuelto a dar señales de vida. ¿Le habría ocurrido algo?
Su respuesta llegó poco después en forma de gyojin herido. El pelirrojo se había ido a buscar a al hombre-pez, y el aspecto que éste lucía era lamentable.
-¿Se puede saber qué has hecho, pedazo de tarado? -le dijo al tiempo que comenzaba a posar sus manos sobre las heridas y aplicaba "Crioterapia" sobre ellas. No era una solución definitiva, pero calmar el dolor y disminuir el sangrado era esencial como medida de urgencia-. ¿Alguien podría desinfectar y suturar las heridas por planos conforme dejen de sangrar? -preguntó a continuación, clavando su mirada en Haruka-. Y no estaría nada mal dormirlo o algo... por eso de que se esté quieto.
Entonces su enemigo comenzó a impactar sus martillos contra el suelo. Eran golpes rítmicos, y del lugar del choque surgían líneas de energía anaranjada que avanzaban en dirección al domador. Therax las esquivaba como podía, pero su rival ejecutaba el mismo movimiento una y otra vez. No podría permanecer así mucho tiempo, así que decidió pasar a la ofensiva: tras evadir una de aquellas ondas, en vez de desplazarse hacia un lado como había estado haciendo hasta el momento, se precipitó hacia delante con ambos sables en alto.
El movimiento cogió por sorpresa al agente, que sufrió dos profundos cortes en los codos. ¿Por qué antes no había sido capaz de atravesar su piel y ahora sí? La única respuesta que se le ocurría era que anteriormente hubiese empleado el Haki de armadura.
-Está muy feo eso de no decir con qué juegas -dijo en voz alta el espadachín para, un instante después, activar su propio Haki de armadura. No iba a permitir que aquel individuo se librase de un solo corte más-. ¡Sigamos!
Volvió a lanzarse contra él, dispuesto a no darle espacio como para que pudiera volver a hacer uso de aquellas ondas de choque tan extrañas. El recuerdo del primer impacto del martillo contra sus espadas seguía muy presente en su mente, pero la alternativa era jugarse la vida esquivando la energía anaranjada.
Therax se vio obligado a centrarse de nuevo en el combate cuando vio que se encontraba muy cerca del sujeto, que realizaba un barrido horizontal en su dirección con uno de sus gigantescos martillos. Saltó para evitarlo, pero un silbido sobre su cabeza le informó de que el primer movimiento no era más que una mera distracción. El otro martillo se precipitaba con violencia hacia su cabeza. En el último momento interpuso sus sables en la trayectoria y se esforzó en emplear su Haki de armadura al máximo. A pesar de todo, un chispazo naranja precedió a una precipitada caída en picado.
El rubio fue a dar con su espalda en el suelo, quedando unos segundos sin respiración. La recuperó justo para ver cómo el agente trataba de aplastar su cabeza con una de sus armas, así que rodó hacia un lado para evitar el golpe. No obstante, una onda de choque surgió del contacto entre el suelo y el martillo, provocando que Therax saliese despedido hacia un lado. Afortunadamente, un nuevo montó de monedas sirvió de amortiguación para el aterrizaje del rubio, que se irguió de nuevo y clavó sus ojos en los de su rival.
El tipo esbozaba una sonrisa de autosuficiencia, sabiéndose en clara ventaja y creyéndose ya vencedor. «No te lo crees ni tú», pensó Therax al tiempo que se crujía su hombro izquierdo. Le dolía a causa de los golpes, pero no era nada que no pudiese soportar.
Entonces, tras liberar un grito de rabia, volvió a correr en dirección al de los martillos. El individuo lo esperaba con una pose similar a la de antes, pero esta vez el espadachín no actuó del mismo modo. En lugar de tratar de evadir el primero de los golpes, realizó un quiebro y lanzó un cote en dirección a la mano que sostenía el arma. El tipo se vio obligado a soltarla, lo que permitió al rubio continuar corriendo y zafarse del segundo impacto.
Apenas medio metro le separaba del torso de su oponente. Haciendo uso de su Haki de armadura, lanzó un tajo cruzado en dirección al pecho de su rival, que no pudo más que recibir los cortes con un gesto de asombro en la cara. El tipo cayó de espaldas sobre un nuevo montón de monedas, mientras que Therax clavó una de sus rodillas en el suelo y usó sus espadas como apoyo. Respirando agitadamente, volvió su cara para contemplar cómo marchaban los combates de los demás. Poco a poco, todos fueron acabando con sus rivales, hasta que llegó un momento en que sólo quedaba Zane por concluir.
Therax no esperó a que terminase siquiera, de modo que en seguida comenzó a coger cuanto podía del tesoro que había en el lugar. Tomó dos bolsas de dinero de un porte similar a la que tenía Tib, las cuales ató a su pantalón. Además, llenó sus bolsillos de cuantos anillos y joyas fue capaz de reunir y, por último, empleó ambas manos para tomar una pesada urna de oro macizo, la cual albergaba un diamante de un tamaño considerable.
El pelirrojo apremió al grupo para abandonar el lugar, así que Therax obedeció y se subió al ave que debía transportarles hacia el barco. Una vez allí, Zane volvió a abandonar el navío.
-¿Pero se puede saber adónde vas ahora? -inquirió en voz alta el domador-. Un momento, ¿y Luka? -añadió al comprobar que no se encontraba junto a los demás. Había ido a "ocuparse" del barco de los agentes, pero no había vuelto a dar señales de vida. ¿Le habría ocurrido algo?
Su respuesta llegó poco después en forma de gyojin herido. El pelirrojo se había ido a buscar a al hombre-pez, y el aspecto que éste lucía era lamentable.
-¿Se puede saber qué has hecho, pedazo de tarado? -le dijo al tiempo que comenzaba a posar sus manos sobre las heridas y aplicaba "Crioterapia" sobre ellas. No era una solución definitiva, pero calmar el dolor y disminuir el sangrado era esencial como medida de urgencia-. ¿Alguien podría desinfectar y suturar las heridas por planos conforme dejen de sangrar? -preguntó a continuación, clavando su mirada en Haruka-. Y no estaría nada mal dormirlo o algo... por eso de que se esté quieto.
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El gigantón se abalanzó sobre mí todo lo rápido que le dejaron sus músculos regios y su uniforme ajustado, que sin duda le impedía moverse con la soltura deseada. Mientras tanto, yo contaba con músculos flexibles y ropa cómoda y medianamente floja, que me otorgaba libertad de movimiento. Y, si a eso añadimos que probablemente era más ágil que aquella mole, no resultó complicado esquivarlo echándome a un lado y hacerlo quedar como un idiota cuando golpeó el aire, allí donde mi cuerpo había estado unos segundos antes.
Aproveché que se había inclinado hacia delante para darle una contundente patada en el gemelo derecho, con la esperanza de que fuese suficiente para hacerle perder el equilibrio, pero calculé mal. El tipo dobló ligeramente la rodilla pero no cayó al suelo, y estiró el brazo con rapidez para darme un manotazo que me hizo derrapar unos metros.
Seguidamente se volvió para encararme, con la sonrisa sádica aún dibujada en el rostro y enseñando mucho los dientes, como un cazador amenazando a su presa. Alargó su puño izquierdo hacia mí, con la intención de propinarme un gancho en la barbilla que me hiciese salir disparada, pero conseguí esquivarlo agachándome, para a su vez ejecutar dos cortes horizontales que perforaron su pantalón de pinzas y se abrieron paso por la carne de sus muslos, creando sendas heridas. Ahora tenía un objetivo al que apuntar, así que salté hacia atrás y envainé las dagas de vuelta en mis botas, para empuñar a Yami y Hikari. El grandote emitió un gruñido de dolor, pero las heridas no le impidieron moverse, y volvió a avanzar hacia mí para recortar la distancia que había ganado.
Al tiempo que se acercaba, intenté apuntar lo mejor que pude a las heridas de sus muslos y efectué una ráfaga de cuatro disparos con cada arma. Las ráfagas fueron rápidas, pero el tipo consiguió esquivar la mitad, mientras dos de las balas de Yami perforaban su muslo izquierdo, y dos de Hikari se quedaban pegadas a su muslo derecho.
Chasqueé la lengua con inconformismo, a sabiendas de que no eran suficientes, y salté justo a tiempo para esquivar el manotazo que se acercaba vertiginosamente por mi derecha. Di una voltereta para aterrizar en el suelo y volver a apuntarlo sin perder tiempo, disparando otras tantas veces. Ahora, cinco de las balas de Hikari estaban pegadas a su pantalón, y tres de las balas de Yami se habían hecho paso por su pierna. Quizá aquello sí sería suficiente.
Activé el gatillo oculto de Hikari, haciendo explotar las balas, que arrancaron un buen trozo de pierna y lo hicieron bramar de dolor, al tiempo que la luz lo cegaba momentáneamente.
Sin esperar a que se recuperase, me guardé las pistolas en las cartucheras y volví a empuñar las dagas al tiempo que me acercaba a mi enemigo a toda velocidad y saltaba frente a él para poder llegarle a la garganta. El hombre recuperó la visión entonces y cerró su mano alrededor de mi cuello, dejándome colgada en el aire a su merced, asfixiándome. Pero aquello no le serviría de mucho.
Con las manos libres, alargué los brazos para efectuar dos cortes diagonales apuntando a su cuello, y sonreí al ver la cara de satisfacción del tipo, que pensaba que aquel movimiento era inútil porque no alcanzaba su cuello debido a la distancia. No obstante, las ondas cortantes se encargaron de compensar la distancia de los cortes y le rebanaron la yugular.
- Deberías haber... usado haki... para proteger el cuello... grandullón -conseguí escupir con esfuerzo.
Su mano me soltó de golpe y caí al suelo tosiendo, al tiempo que mis pulmones chillaban por conseguir aire. El gigantón se llevó las manos al cuello, que se habían convertido en un manantial de sangre que desparramaba el cálido líquido por su camisa blanca impoluta, intentando emitir algún sonido mientras se ahogaba. Cayó de bruces frente a mí y me miró de hito en hito, con rostro claramente anonadado.
- No puedes subestimar... a tu oponente por su tamaño -alcancé a decir, mientras las magulladuras del cuello comenzaban lentamente a curarse y recuperaba el aliento.
Tras unos segundos, el tipo se desplomó y siguió desangrándose hasta la muerte.
Lo miré con rostro indiferente antes de revisar que las dagas gemelas estaban limpias y volver a guardarlas. Aquella había sido una batalla de rapidez. Si me hubiese roto el cuello antes de poder seccionarle la yugular, yo sería la muerta en el suelo. Había podido oír el desagradable sonido del hueso crujiendo ante la fuerza de sus dedos. Un segundo más, y habría perdido.
Debía andarme con cuidado.
Me llevé una mano al cuello marcado y magullado, para mirar a mi alrededor. Los demás habían terminado sus combates, y ya sólo quedaba el pollo ardiente luchando contra el que probablemente sería el jefe de aquel pelotón de inútiles.
- Los he visto más rápidos -no pude evitar soltar, en un intento por enfadar al capitán.
A continuación, proseguí con mi tarea de guardarme todos los tesoros que podía. Aparte de las monedas de oro que llenaban mis bolsillos, había conseguido una copa de oro con joyas engarzadas y un collar de diamantes. Me hice entonces con un par de pendientes de zafiro que podía vender a un buen precio, una tiara con rubíes y esmeraldas y unas cuantas monedas más. Tendría que llevar a tasar todos aquellos objetos a algún lugar de confianza antes de poder venderlos...
Poco después, despegábamos sobre la espalda del pájaro con los bolsillos llenos, pero sin poneglyph. ¿De veras me compensaba viajar con aquella gente? Era verdad que no tenía nada mejor que hacer con mi vida en aquellos momentos, pero me preguntaba si sería la decisión correcta. Me había metido en la primera opción que había pasado por mi puerta, después de todo. Quizá habría sido más inteligente esperar, por si aparecía algo mejor. Pero... ¿Acaso iba a aparecer algo mejor?
Y estaba el hecho de que supuestamente debía matar a aquel tipo...
Llegamos al barco con mi cabeza repleta de preguntas sin respuesta y decisiones por tomar, y al poco Zane regresó con el gyojin. No estaba segura de en qué momento se había ido, o quizá había dado por sentado que había huido como un bellaco, pero estaba bastante maltrecho.
Therax se apresuró a atenderlo mientras lo observaba con ojos fríos, y no dudó en mirarme en busca de ayuda.
¿Ayudar yo? ¿A aquel gyojin? ¿Gratis? ¿Por qué? ¿Solo porque también era médico? ¿Acaso suponía alguna ganancia el ayudar a aquella criatura? Pero si no lo hacía, todo el mundo me miraría mal. Y sólo me ganaría resentimientos...
Emití un suspiro de resignación y me aparté un mechón de pelo antes de esbozar una sonrisa.
- Bueno, si me lo pides con educación... -respondí, antes de dirigirme a por mis utensilios de medicina.
Aproveché que se había inclinado hacia delante para darle una contundente patada en el gemelo derecho, con la esperanza de que fuese suficiente para hacerle perder el equilibrio, pero calculé mal. El tipo dobló ligeramente la rodilla pero no cayó al suelo, y estiró el brazo con rapidez para darme un manotazo que me hizo derrapar unos metros.
Seguidamente se volvió para encararme, con la sonrisa sádica aún dibujada en el rostro y enseñando mucho los dientes, como un cazador amenazando a su presa. Alargó su puño izquierdo hacia mí, con la intención de propinarme un gancho en la barbilla que me hiciese salir disparada, pero conseguí esquivarlo agachándome, para a su vez ejecutar dos cortes horizontales que perforaron su pantalón de pinzas y se abrieron paso por la carne de sus muslos, creando sendas heridas. Ahora tenía un objetivo al que apuntar, así que salté hacia atrás y envainé las dagas de vuelta en mis botas, para empuñar a Yami y Hikari. El grandote emitió un gruñido de dolor, pero las heridas no le impidieron moverse, y volvió a avanzar hacia mí para recortar la distancia que había ganado.
Al tiempo que se acercaba, intenté apuntar lo mejor que pude a las heridas de sus muslos y efectué una ráfaga de cuatro disparos con cada arma. Las ráfagas fueron rápidas, pero el tipo consiguió esquivar la mitad, mientras dos de las balas de Yami perforaban su muslo izquierdo, y dos de Hikari se quedaban pegadas a su muslo derecho.
Chasqueé la lengua con inconformismo, a sabiendas de que no eran suficientes, y salté justo a tiempo para esquivar el manotazo que se acercaba vertiginosamente por mi derecha. Di una voltereta para aterrizar en el suelo y volver a apuntarlo sin perder tiempo, disparando otras tantas veces. Ahora, cinco de las balas de Hikari estaban pegadas a su pantalón, y tres de las balas de Yami se habían hecho paso por su pierna. Quizá aquello sí sería suficiente.
Activé el gatillo oculto de Hikari, haciendo explotar las balas, que arrancaron un buen trozo de pierna y lo hicieron bramar de dolor, al tiempo que la luz lo cegaba momentáneamente.
Sin esperar a que se recuperase, me guardé las pistolas en las cartucheras y volví a empuñar las dagas al tiempo que me acercaba a mi enemigo a toda velocidad y saltaba frente a él para poder llegarle a la garganta. El hombre recuperó la visión entonces y cerró su mano alrededor de mi cuello, dejándome colgada en el aire a su merced, asfixiándome. Pero aquello no le serviría de mucho.
Con las manos libres, alargué los brazos para efectuar dos cortes diagonales apuntando a su cuello, y sonreí al ver la cara de satisfacción del tipo, que pensaba que aquel movimiento era inútil porque no alcanzaba su cuello debido a la distancia. No obstante, las ondas cortantes se encargaron de compensar la distancia de los cortes y le rebanaron la yugular.
- Deberías haber... usado haki... para proteger el cuello... grandullón -conseguí escupir con esfuerzo.
Su mano me soltó de golpe y caí al suelo tosiendo, al tiempo que mis pulmones chillaban por conseguir aire. El gigantón se llevó las manos al cuello, que se habían convertido en un manantial de sangre que desparramaba el cálido líquido por su camisa blanca impoluta, intentando emitir algún sonido mientras se ahogaba. Cayó de bruces frente a mí y me miró de hito en hito, con rostro claramente anonadado.
- No puedes subestimar... a tu oponente por su tamaño -alcancé a decir, mientras las magulladuras del cuello comenzaban lentamente a curarse y recuperaba el aliento.
Tras unos segundos, el tipo se desplomó y siguió desangrándose hasta la muerte.
Lo miré con rostro indiferente antes de revisar que las dagas gemelas estaban limpias y volver a guardarlas. Aquella había sido una batalla de rapidez. Si me hubiese roto el cuello antes de poder seccionarle la yugular, yo sería la muerta en el suelo. Había podido oír el desagradable sonido del hueso crujiendo ante la fuerza de sus dedos. Un segundo más, y habría perdido.
Debía andarme con cuidado.
Me llevé una mano al cuello marcado y magullado, para mirar a mi alrededor. Los demás habían terminado sus combates, y ya sólo quedaba el pollo ardiente luchando contra el que probablemente sería el jefe de aquel pelotón de inútiles.
- Los he visto más rápidos -no pude evitar soltar, en un intento por enfadar al capitán.
A continuación, proseguí con mi tarea de guardarme todos los tesoros que podía. Aparte de las monedas de oro que llenaban mis bolsillos, había conseguido una copa de oro con joyas engarzadas y un collar de diamantes. Me hice entonces con un par de pendientes de zafiro que podía vender a un buen precio, una tiara con rubíes y esmeraldas y unas cuantas monedas más. Tendría que llevar a tasar todos aquellos objetos a algún lugar de confianza antes de poder venderlos...
Poco después, despegábamos sobre la espalda del pájaro con los bolsillos llenos, pero sin poneglyph. ¿De veras me compensaba viajar con aquella gente? Era verdad que no tenía nada mejor que hacer con mi vida en aquellos momentos, pero me preguntaba si sería la decisión correcta. Me había metido en la primera opción que había pasado por mi puerta, después de todo. Quizá habría sido más inteligente esperar, por si aparecía algo mejor. Pero... ¿Acaso iba a aparecer algo mejor?
Y estaba el hecho de que supuestamente debía matar a aquel tipo...
Llegamos al barco con mi cabeza repleta de preguntas sin respuesta y decisiones por tomar, y al poco Zane regresó con el gyojin. No estaba segura de en qué momento se había ido, o quizá había dado por sentado que había huido como un bellaco, pero estaba bastante maltrecho.
Therax se apresuró a atenderlo mientras lo observaba con ojos fríos, y no dudó en mirarme en busca de ayuda.
¿Ayudar yo? ¿A aquel gyojin? ¿Gratis? ¿Por qué? ¿Solo porque también era médico? ¿Acaso suponía alguna ganancia el ayudar a aquella criatura? Pero si no lo hacía, todo el mundo me miraría mal. Y sólo me ganaría resentimientos...
Emití un suspiro de resignación y me aparté un mechón de pelo antes de esbozar una sonrisa.
- Bueno, si me lo pides con educación... -respondí, antes de dirigirme a por mis utensilios de medicina.
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- [Privado -Arashi no Kyoudai] Nuevos miembros, mafiosos y mucha locura. El reencuentro de los Arashi no Kyoudai.
- [Pasado][Privado-Arashi no Kyoudai] Traición en la Isla Esmeralda.
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