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Giotto Leblanc
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Las formalidades eran algo que no gustaban en aquel lado, pero que le habían sacado de un aprieto y había quedado como un novato. Escuchó como aquellos inútiles le criticaban por ello, ¿qué tenía de mano que asignaran nóveles a las misiones? Aquello era algo que se preguntaba desde que era agente. Piden siempre personas con experiencia de campo en las misiones, pero se quejan cuando les dan a gente para que aprendan, dándole encargos inmundos que no sirven para nada. Gobierno o revolución, revolución o gobierno, daba igual, los novatos siempre eran repudiados. Aquellos comentarios hicieron que Giotto se mosqueara, así que cerró los ojos durante un instante y se calmó.
-Sé que soy un simple recluta, pero no es la primera misión a la que me enfrento –saltó, cruzándose de brazos. Aquello hizo que todos le miraran, y el agente se encogió de hombro. Él tenía mucho temperamento guardado, pero al mismo tiempo era muy tímido y no era propio de él actuar así. Así qué, volvió a poner la vista al frente, justo al mapa que estaba delante de sus narices, analizándolo todo lo que podía y pidió perdón por su comportamiento.
Tras aquello le contaron el plan, y guardó en su cabeza todos los detalles del mismo. «Bien. Una posible revuelta a nivel local y estoy solo, tengo que actuar rápido» discurrió, siendo despertado de su ensimismamiento por Ronnie. Ambos salieron de la base de operaciones revolucionarias y se dirigieron a otro lado de la isla, encontrándose con seis revolucionarios más. La cara de uno de ellos le sonaba, ¿de qué? A saber, pero quizás fuera de haberlo visto por aquella isla. El camino les llevo a un barrio repleto de arquerías, las cuales soportaban el peso de dos grandes torres.
-Debes estar de broma, Ronnie –dijo el agente, al ver como el petate que le entregaron tenía dos explosivos-. Aquí debe haber gente inocente, no pienso detonar esto –añadió, devolviéndole la mochila.
-Sé que soy un simple recluta, pero no es la primera misión a la que me enfrento –saltó, cruzándose de brazos. Aquello hizo que todos le miraran, y el agente se encogió de hombro. Él tenía mucho temperamento guardado, pero al mismo tiempo era muy tímido y no era propio de él actuar así. Así qué, volvió a poner la vista al frente, justo al mapa que estaba delante de sus narices, analizándolo todo lo que podía y pidió perdón por su comportamiento.
Tras aquello le contaron el plan, y guardó en su cabeza todos los detalles del mismo. «Bien. Una posible revuelta a nivel local y estoy solo, tengo que actuar rápido» discurrió, siendo despertado de su ensimismamiento por Ronnie. Ambos salieron de la base de operaciones revolucionarias y se dirigieron a otro lado de la isla, encontrándose con seis revolucionarios más. La cara de uno de ellos le sonaba, ¿de qué? A saber, pero quizás fuera de haberlo visto por aquella isla. El camino les llevo a un barrio repleto de arquerías, las cuales soportaban el peso de dos grandes torres.
-Debes estar de broma, Ronnie –dijo el agente, al ver como el petate que le entregaron tenía dos explosivos-. Aquí debe haber gente inocente, no pienso detonar esto –añadió, devolviéndole la mochila.
Ronnie no recoge la mochila cuando se la tiendes, sino que la empuja de vuelta hacia ti. Entonces te hace un gesto con la mirada para que veas lo que sucede a vuestros pies. ¿Por qué demonios no hablará? ¿Acaso es mudo? ¿Tendrá una voz ridículamente aguda? ¿De qué te suena esto último? En fin, sea como sea te recomiendo que hagas lo que dice.
Si miras de nuevo hacia el cubo en el que al parecer se va a desarrollar vuestro plan, cada vez hay menos gente. Llega un punto en el que apenas identificas a media docena de personas caminando, que poco después quedan reducidas a los cuatro hombres que se movían como si patrullasen. Por cierto, al haber menos gente te das cuenta de que son dos hombres y dos mujeres.
No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que "alguien" ha vaciado las calles. Que por debajo de tu posición todos parezcan calmados apunta a que han sido las fuerzas locales, aunque no sé si deberías darlo por sentado. A fin de cuentas, Ronnie también parecía saberlo. ¿Por qué si no te habría devuelto la mochila? ¿Puede ser que un revolucionario sea tan desalmado como para acabar con civiles inocentes por un objetivo político? No me voy a meter en tus ideas políticas, pero piénsalo.
El hecho es que el cubo se ha vaciado casi por completo. Sigues teniendo la misma misión, pero el gentío entre el que te podías camuflar ha desaparecido... Ups.
Si miras de nuevo hacia el cubo en el que al parecer se va a desarrollar vuestro plan, cada vez hay menos gente. Llega un punto en el que apenas identificas a media docena de personas caminando, que poco después quedan reducidas a los cuatro hombres que se movían como si patrullasen. Por cierto, al haber menos gente te das cuenta de que son dos hombres y dos mujeres.
No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que "alguien" ha vaciado las calles. Que por debajo de tu posición todos parezcan calmados apunta a que han sido las fuerzas locales, aunque no sé si deberías darlo por sentado. A fin de cuentas, Ronnie también parecía saberlo. ¿Por qué si no te habría devuelto la mochila? ¿Puede ser que un revolucionario sea tan desalmado como para acabar con civiles inocentes por un objetivo político? No me voy a meter en tus ideas políticas, pero piénsalo.
El hecho es que el cubo se ha vaciado casi por completo. Sigues teniendo la misma misión, pero el gentío entre el que te podías camuflar ha desaparecido... Ups.
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Ante la mirada de las pocas personas que allí se encontraban, parecía que el joven agente del gobierno infiltrado estaba retando a Roonie, su supuesto superior en toda esa conspiración en contra del gobierno mundial. Sin decir ni una palabra, solo clavando su mirada sobre el agente le volvió a dar la bolsa, pateándola como si se tratase de algo insignificante. ¿Acaso estaba de coña? ¿Y si hubiera explotado? Eran cosas que pensó el rubio, que sabía que debía actuar y pronto. ¿Pero qué debía hacer? ¿Cómo debía actuar? Si combatía ahí era probable que perdiera. Tenían superioridad numérica, aunque él era un usuario logia, así que no temía por los golpes. ¿Pero y si poseían kairoseki? Sería extraño, pero no imposible. La única solución era lanzarles la bomba y explotarla, a sabiendas de que él en su forma etérea no recibiría daño alguno. Sin embargo, eso supondría que las vidas de los allí presentes tenían que cesar para no ser descubierto.
Hace varios años, en el cuartel de instrucción del mar del norte…
-No todo siempre puede salir como uno quiere, Giotto –dijo un hombre de cabellos castaños con algunas canas asomando por su sienes-. En ocasiones tenemos que tomar decisiones que no nos gustan, que van en contra de nuestros ideales en pos de un futuro mejor. Vas a convertirte en agente del gobierno en un futuro, y eso implica que habrá veces que tendrás que arrebatarle la vida a alguien, ya sea un hombre, una mujer, un anciano o un niño pequeño. Es muy duro lo que te estoy diciendo, y algo muy difícil para un joven de tu edad que apenas ha salido de su cascaron, pero un hombre a veces debe tomar ese tipo de decisiones.
Giotto no habló, solo sintió mientras se encogía de hombros.
En su mente evocó la conversación que tuvo con su primer instructor en la academia. Un gran hombre, un antiguo héroe del gobierno mundial, pero que nadie conocía su verdadero nombre, tampoco nada de su vida; nadie a excepción de los altos cargos y el gorosei, claro está.
Y lamentándolo mucho, lo hizo. Agarró la bolsa con los explosivos y los lanzó hacia Ronnie, lanzando una poderosa llamarada con sus manos. Intensificó su fuego, haciendo lo contrario que hizo cuando calentaba la sopa, intentando crear una llama más fuerte y poderosa. Ahora solo quedaba esperar la fuerte explosión y actuar como un agente debe hacerlo: sin dejar testigos.
Hace varios años, en el cuartel de instrucción del mar del norte…
-No todo siempre puede salir como uno quiere, Giotto –dijo un hombre de cabellos castaños con algunas canas asomando por su sienes-. En ocasiones tenemos que tomar decisiones que no nos gustan, que van en contra de nuestros ideales en pos de un futuro mejor. Vas a convertirte en agente del gobierno en un futuro, y eso implica que habrá veces que tendrás que arrebatarle la vida a alguien, ya sea un hombre, una mujer, un anciano o un niño pequeño. Es muy duro lo que te estoy diciendo, y algo muy difícil para un joven de tu edad que apenas ha salido de su cascaron, pero un hombre a veces debe tomar ese tipo de decisiones.
Giotto no habló, solo sintió mientras se encogía de hombros.
En su mente evocó la conversación que tuvo con su primer instructor en la academia. Un gran hombre, un antiguo héroe del gobierno mundial, pero que nadie conocía su verdadero nombre, tampoco nada de su vida; nadie a excepción de los altos cargos y el gorosei, claro está.
Y lamentándolo mucho, lo hizo. Agarró la bolsa con los explosivos y los lanzó hacia Ronnie, lanzando una poderosa llamarada con sus manos. Intensificó su fuego, haciendo lo contrario que hizo cuando calentaba la sopa, intentando crear una llama más fuerte y poderosa. Ahora solo quedaba esperar la fuerte explosión y actuar como un agente debe hacerlo: sin dejar testigos.
Pues sí, la bolsa hace catapum, pero catapum que te cagas. Ronnie y los seis tipos salen despedidos hacia los laterales, colisionando varios -el grandote entre ellos- contra las paredes de los edificios que flanquean el camino. Si tienes un oído atento, que espero que sí -¿qué clase de músico no lo tendría?-, habrás podido oír un extraño sonido metálico instantes después de la explosión y antes de que choquen... Un poco raro si pides mi opinión, aunque ésa aquí poco importa.
-¿Qué coño significa esto, Ronnie? -pregunta uno de los que se habían unido a vosotros-. Me da igual los líos que tengáis en la Revolución, pero no nos metáis en medio. Ya tenemos bastante con intentar recuperar nuestro país como para que vengáis a fastidiarlo todo.
Otros dos hombre se levantan tras él y, maldiciendo en voz baja, recogen los cuerpos inconscientes y tratan de arrastrarlos lejos de allí... Pues parece que no son revolucionarios, ¿no? Es raro, pero tiene sentido. Es gente local que ha buscado apoyo fuera... o eso parece. Sea como sea, no sé si es buena idea dejar que se marchen una vez has descubierto tu tapadera. Eso a tu elección.
Por otro lado, Ronnie no les hace caso. Sale sin un rasguño de la pared en la que se ha incrustado tras la explosión y se coloca frente a ti. Con un semblante tan serio como el que ha exhibido en todo momento, lleva una mano hacia su espalda. Entonces, cuando parece que va a sacar algo no muy agradable, de un ágil movimiento saca una pizarra y una tiza rosa.
Tras escribir algo en la primera, le da la vuelta y te la muestra para que leas lo que pone en una caligrafía monísima -digna del más adorable de los niños pequeños, con un corazón sobre la "i" y todo-: "¿Quién coño eres?". Sin dejarte tiempo a responder -en caso de que fueras a hacerlo-, suelta la pizarra y se lanza a por ti. Con su mano completamente extendida, traza una trayectoria horizontal a la altura de tu pecho... parece que se ha enfadado un poco.
Por otro lado, a tus espaldas comienza a haber bastante alboroto. Voces imperiosas emiten órdenes sin parar desde el cubo que estabais observando. A lo mejor son cosas mías, pero creo que vuestros "objetivos" han oído la explosión y no les ha gustado mucho. Yo diría que no tardarán en aparecer. Es momento de actuar rápido.
-¿Qué coño significa esto, Ronnie? -pregunta uno de los que se habían unido a vosotros-. Me da igual los líos que tengáis en la Revolución, pero no nos metáis en medio. Ya tenemos bastante con intentar recuperar nuestro país como para que vengáis a fastidiarlo todo.
Otros dos hombre se levantan tras él y, maldiciendo en voz baja, recogen los cuerpos inconscientes y tratan de arrastrarlos lejos de allí... Pues parece que no son revolucionarios, ¿no? Es raro, pero tiene sentido. Es gente local que ha buscado apoyo fuera... o eso parece. Sea como sea, no sé si es buena idea dejar que se marchen una vez has descubierto tu tapadera. Eso a tu elección.
Por otro lado, Ronnie no les hace caso. Sale sin un rasguño de la pared en la que se ha incrustado tras la explosión y se coloca frente a ti. Con un semblante tan serio como el que ha exhibido en todo momento, lleva una mano hacia su espalda. Entonces, cuando parece que va a sacar algo no muy agradable, de un ágil movimiento saca una pizarra y una tiza rosa.
Tras escribir algo en la primera, le da la vuelta y te la muestra para que leas lo que pone en una caligrafía monísima -digna del más adorable de los niños pequeños, con un corazón sobre la "i" y todo-: "¿Quién coño eres?". Sin dejarte tiempo a responder -en caso de que fueras a hacerlo-, suelta la pizarra y se lanza a por ti. Con su mano completamente extendida, traza una trayectoria horizontal a la altura de tu pecho... parece que se ha enfadado un poco.
Por otro lado, a tus espaldas comienza a haber bastante alboroto. Voces imperiosas emiten órdenes sin parar desde el cubo que estabais observando. A lo mejor son cosas mías, pero creo que vuestros "objetivos" han oído la explosión y no les ha gustado mucho. Yo diría que no tardarán en aparecer. Es momento de actuar rápido.
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Fue todo un éxito, o eso creyó, la explosión le hizo retroceder una distancia de tres o cuatro metros, no supo calcularlo del todo bien. Creó un pequeño agujero en el suelo, pues levantó las piedras que conformaban el mismo. Entretanto, le pareció escuchar una especie de “clic” metálico, como si un trozo de metal chocara con alguna superficie, ¿habría sido real o producto de su imaginación por el fuerte sonido de la explosión? A saber. Sin embargo, aquel ataque no acabó con el revolucionario, que parecía estar en perfectas condiciones. «¿Qué clase de tío es este?» se cuestionó Giotto, haciendo surgir una llama sobre su frente.
Los pocos civiles que allí andaban le miraron y Giotto frunció el entrecejo, no podía dejar testigos y él lo sabía, así que comenzó a crear dos esferas de fuego casi perfectas en cada una de sus manos y las lanzó hacia el grupo que estaba levantándose, intentando acabar con ellos de un único golpe –a una temperatura de entre 100 y 200 grados centígrados-. Después de eso, contempló como Ronnie escribía algo en una especie de pizarra, ¿de dónde la había sacado? Sería un misterio que jamás resolvería. No obstante, tampoco pudo pensar mucho, pues el revolucionario no tardó en atacarle. Intentando desviar su golpe, creó una estela de fuego al mismo tiempo que saltaba hacia su derecha, intentando esquivar el golpe. Lo hiciera o no, se alejaría de él un par de metros, observándole. Por muy resistente que fuera sus prendas debían de estar rasgadas por algún lado y eso le daría pistas sobre qué clase de complexión tenía o si tenía alguna herida relevante donde atacarle.
«Vamos Giotto, piensa»
Nuevamente, se le vino a la cabeza la cacerola de la casa de los ancianos, ¿podría hacer lo contrario y aumentar el poder de sus llamas? Quizás, así que se puso en posición defensiva, con las manos apuntando a su oponente y respiró hondo. Comenzó a canalizar fuego en el centro de su palma derecha, mientras con la otra se sujetaba el brazo. Una pequeña esfera se fue concentrando en ella, la cual se iba haciendo más y más grande y llegado el momento preciso, la soltó, esperando que las llamas fueran más poderosas. No hizo nada raro, la verdad, solo esperaba que la acumulación de potencia calorífica en un solo punto fuera suficiente para ello.
Los pocos civiles que allí andaban le miraron y Giotto frunció el entrecejo, no podía dejar testigos y él lo sabía, así que comenzó a crear dos esferas de fuego casi perfectas en cada una de sus manos y las lanzó hacia el grupo que estaba levantándose, intentando acabar con ellos de un único golpe –a una temperatura de entre 100 y 200 grados centígrados-. Después de eso, contempló como Ronnie escribía algo en una especie de pizarra, ¿de dónde la había sacado? Sería un misterio que jamás resolvería. No obstante, tampoco pudo pensar mucho, pues el revolucionario no tardó en atacarle. Intentando desviar su golpe, creó una estela de fuego al mismo tiempo que saltaba hacia su derecha, intentando esquivar el golpe. Lo hiciera o no, se alejaría de él un par de metros, observándole. Por muy resistente que fuera sus prendas debían de estar rasgadas por algún lado y eso le daría pistas sobre qué clase de complexión tenía o si tenía alguna herida relevante donde atacarle.
«Vamos Giotto, piensa»
Nuevamente, se le vino a la cabeza la cacerola de la casa de los ancianos, ¿podría hacer lo contrario y aumentar el poder de sus llamas? Quizás, así que se puso en posición defensiva, con las manos apuntando a su oponente y respiró hondo. Comenzó a canalizar fuego en el centro de su palma derecha, mientras con la otra se sujetaba el brazo. Una pequeña esfera se fue concentrando en ella, la cual se iba haciendo más y más grande y llegado el momento preciso, la soltó, esperando que las llamas fueran más poderosas. No hizo nada raro, la verdad, solo esperaba que la acumulación de potencia calorífica en un solo punto fuera suficiente para ello.
Tus esferas de fuego dan en el blanco, aunque de blanco cada vez tengan menos. Algunos de ellos reciben el impacto directamente, cayendo inertes casi en el acto. Por otro lado, las llamas se expanden y prenden la ropa de los demás. El fuego se extiende y comienza a devorarlos poco a poco. Puedes oír cómo gritan de dolor, eclipsando sus gritos cualquier otra cosa que puedan percibir tus oídos. No sé cuál será tu fortaleza moral ni tu postura acerca del "todo sea por un bien mayor", pero a partir de este momento las vidas de esos seis ciudadanos pesarán sobre tu conciencia.
Dejando a un lado tus opiniones, logras esquivar el ataque de Ronnie. Si te fijas, tal vez puedas ver que por unos instantes su antebrazo adquiere un color gris metálico. Sin embargo, una vez te alejas y te detienes, si tratas de comprobar si tu percepción ha sido acertada o no, verás que es tal y como lo recuerdas. ¿Te lo habrás imaginado? Su ropa se ha quemado, sí, está hecha jirones y tiene un color negruzco en la zona que ha atravesado el fuego.
Además, aunque lo hayas esquivado, puedes ver cómo misteriosamente unas plantas que adornaban una fachada cercana han sido seccionadas con un corte limpio y casi quirúrjico. Parece que Ronnie tiene algunos secretos para ti. El grandullón sonríe, pero su felicidad se evapora cuando contempla la esfera de fuego que estás generando y que sin duda vas a lanzarle.
Justo antes de que lo hagas adopta una pose defensiva. Flexiona las rodillas y coloca los brazos en cruz frente a él. En efecto, recibe la bola y parece que lucha por no verse arrastrado. Por desgracia para él -y fortuna para ti- no lo logra, viéndose desplazado varios metros y dejando surcos que finalizan a la altura de sus talones.
Cuando el fuego se desvanecs te encuentras una imagen un tanto peculiar. Las zonas empleadas para frenar tu ataque son metálicas y emiten un intenso calor rojizo a consecuencia de las temperaturas a las que se han visto sometidas. Además, si te fijas, verás que no es que hayas quemado su piel y hayas encontrado acero en lugar de hueso. No. Si tienes buen ojo verás que su piel es acero en esas zonas.
Ronnie saca pecho cual fuertecito de gym. Sus antebrazos, torso y cara han adquirido la tonalidad candente de la que te hablaba. Un grito varonil nace de su garganta y se lanza a por ti -parece que tu ataque no le ha hecho mucha gracia, ¿verdad?-. El metal candente de sus brazos cambia un tanto de forma y adquiere el aspecto de dos cuchillas que abarcan sus antebrazos por completo. Da un poderoso salto y clava sus extraños antebrazos en el suelo, haciendo que nazcan sendas ondas cortantes que se elevan desde el suelo y levantan el empedrado mientras se aproximan a ti -avanzan a una velocidad de 25 m/s-.
Al mismo tiempo, el alboroto a tus espaldas se hace cada vez más intenso. Tal vez hayan identificado de dónde viene el escándalo. ¿Cuánto tardarán en llegar?
Dejando a un lado tus opiniones, logras esquivar el ataque de Ronnie. Si te fijas, tal vez puedas ver que por unos instantes su antebrazo adquiere un color gris metálico. Sin embargo, una vez te alejas y te detienes, si tratas de comprobar si tu percepción ha sido acertada o no, verás que es tal y como lo recuerdas. ¿Te lo habrás imaginado? Su ropa se ha quemado, sí, está hecha jirones y tiene un color negruzco en la zona que ha atravesado el fuego.
Además, aunque lo hayas esquivado, puedes ver cómo misteriosamente unas plantas que adornaban una fachada cercana han sido seccionadas con un corte limpio y casi quirúrjico. Parece que Ronnie tiene algunos secretos para ti. El grandullón sonríe, pero su felicidad se evapora cuando contempla la esfera de fuego que estás generando y que sin duda vas a lanzarle.
Justo antes de que lo hagas adopta una pose defensiva. Flexiona las rodillas y coloca los brazos en cruz frente a él. En efecto, recibe la bola y parece que lucha por no verse arrastrado. Por desgracia para él -y fortuna para ti- no lo logra, viéndose desplazado varios metros y dejando surcos que finalizan a la altura de sus talones.
Cuando el fuego se desvanecs te encuentras una imagen un tanto peculiar. Las zonas empleadas para frenar tu ataque son metálicas y emiten un intenso calor rojizo a consecuencia de las temperaturas a las que se han visto sometidas. Además, si te fijas, verás que no es que hayas quemado su piel y hayas encontrado acero en lugar de hueso. No. Si tienes buen ojo verás que su piel es acero en esas zonas.
Ronnie saca pecho cual fuertecito de gym. Sus antebrazos, torso y cara han adquirido la tonalidad candente de la que te hablaba. Un grito varonil nace de su garganta y se lanza a por ti -parece que tu ataque no le ha hecho mucha gracia, ¿verdad?-. El metal candente de sus brazos cambia un tanto de forma y adquiere el aspecto de dos cuchillas que abarcan sus antebrazos por completo. Da un poderoso salto y clava sus extraños antebrazos en el suelo, haciendo que nazcan sendas ondas cortantes que se elevan desde el suelo y levantan el empedrado mientras se aproximan a ti -avanzan a una velocidad de 25 m/s-.
Al mismo tiempo, el alboroto a tus espaldas se hace cada vez más intenso. Tal vez hayan identificado de dónde viene el escándalo. ¿Cuánto tardarán en llegar?
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Robbie había resistido el ataque sin obtener ni una quemadura siquiera. Era duro, eso sin duda; bueno, duro o excesivamente resistente al fuego, algo que no le gustaría si así fuera. Físicamente era superior, eso estaba claro, así que tenía que evitar un combate cuerpo a cuerpo en un primer momento e intentar ganarle por el factor ígneo. Por lo que pudo ver el revolucionario estaba hecho de metal, pues la incandescencia que aparentaba tener tras su defensa le hizo pensar en ello. ¿Sería algún tipo de organismo cibernético como los del gobierno? Era probable, así que únicamente tenía que intentar atravesar su pecho y quitarle la batería; no figuradamente claro.
La ofensiva del hombre metálico no se hizo esperar, haciendo que el agente solo pudiera colocarse en posición defensiva y esperar a que llegara. Era rápido, tanto como un agente del gobierno entrenado en el rokushiki. En un pestañeo se posicionó junto a él, alzando las cuchillas para atacarle. Había recibido ataques como estos antes, así que rápidamente se hizo etéreo y pasó por las piernas del revolucionario hasta colocarse a su espalda, al mismo tiempo que cargaba un ataque en la palma de su mano y se lo lanzaba. Entretanto, entre el ruido de la batalla, podía escuchar una barahúnda que se acercaba por una de las calles. Se escuchaban gritos y algunos lloros, y no podía permitirse el lujo de tener más testigos, o sino...
Con el pensamiento en tener que acabar a de una vez por todas, se echó hacia atrás y juntó sus manos. Concentró fuego en el centro de ellas, acumulando más y más fuego, creando una bola de llamas concentrada que llegados a cierto punto, lanzó hacia su oponente, esperando acabar con él en ese momento y de un único golpe.
La ofensiva del hombre metálico no se hizo esperar, haciendo que el agente solo pudiera colocarse en posición defensiva y esperar a que llegara. Era rápido, tanto como un agente del gobierno entrenado en el rokushiki. En un pestañeo se posicionó junto a él, alzando las cuchillas para atacarle. Había recibido ataques como estos antes, así que rápidamente se hizo etéreo y pasó por las piernas del revolucionario hasta colocarse a su espalda, al mismo tiempo que cargaba un ataque en la palma de su mano y se lo lanzaba. Entretanto, entre el ruido de la batalla, podía escuchar una barahúnda que se acercaba por una de las calles. Se escuchaban gritos y algunos lloros, y no podía permitirse el lujo de tener más testigos, o sino...
Con el pensamiento en tener que acabar a de una vez por todas, se echó hacia atrás y juntó sus manos. Concentró fuego en el centro de ellas, acumulando más y más fuego, creando una bola de llamas concentrada que llegados a cierto punto, lanzó hacia su oponente, esperando acabar con él en ese momento y de un único golpe.
Tu estrategia surte efecto, aunque tal vez el resultado no hubiera sido tan favorable si Ronnie hubiese empleado el Haki de armadura en su ataque. Sus cuchillas atraviesan parte de tu silueta en forma ígnea y, aunque ya te encuentres detrás de él y no puedas verlo, su cara refleja por un momento una profunda incomprensión.
Tu primer ataque hace diana, produciendo un sonido metálico similar al que hace una pelota al rebotar en una chapa extremadamente gruesa. Se ve obligado a dar un paso hacia delante para poder recuperar el equilibrio y, tras hacerlo, vuelve a encararte con cara de pocos amigos. Ve lo que piensas hacer y se lanza a por ti. Parece que no le importa mucho lo que tengas pensado arrojarle. Demasiada confianza, ¿no te parece?
De un modo u otro, recibe tu bola ígnea con sus afilados antebrazos en cruz y, valiéndose de un grito de esfuerzo, abre sus brazos con violencia para disipar la esfera de fuego. Sus cuchillas muestran de nuevo el tono candente que pudiste apreciar con anterioridad. Tal vez necesites un poco más de calor, ¿quién sabe?
Parece que va a abalanzarse sobre ti, pero se detiene en el último momento. Entonces ejecuta una extraña y exageradamente veloz danza, la cual culmina con un giro sobre sí mismo que, para tu sorpresa, no se detiene. ¿Qué demonios está haciendo? Gira sobre sí mismo como una peonza a una velocidad vertiginosa. De repente notas algo que acaricia tu mejilla. Si miras hacia atrás comprobarás cómo algo ha cortado sin mayor dificultad el quicio metálico de la puerta de una casa cercana.
Ronnie va ganando velocidad y, cuando te quieres dar cuenta, se ha convertido en un pequeño tornado que no deja de lanzar ondas cortantes a su alrededor. Ya has visto qué son capaces de hacer, así que tal vez deberías asegurarte de que no te tocan.
Por cierto, el escándalo se oye aún más cercano. ¿Dos calles de distancia como mucho? Tal vez; quizás sea algo más, pero ten por seguro que el tiempo que te queda es más que limitado.
Tu primer ataque hace diana, produciendo un sonido metálico similar al que hace una pelota al rebotar en una chapa extremadamente gruesa. Se ve obligado a dar un paso hacia delante para poder recuperar el equilibrio y, tras hacerlo, vuelve a encararte con cara de pocos amigos. Ve lo que piensas hacer y se lanza a por ti. Parece que no le importa mucho lo que tengas pensado arrojarle. Demasiada confianza, ¿no te parece?
De un modo u otro, recibe tu bola ígnea con sus afilados antebrazos en cruz y, valiéndose de un grito de esfuerzo, abre sus brazos con violencia para disipar la esfera de fuego. Sus cuchillas muestran de nuevo el tono candente que pudiste apreciar con anterioridad. Tal vez necesites un poco más de calor, ¿quién sabe?
Parece que va a abalanzarse sobre ti, pero se detiene en el último momento. Entonces ejecuta una extraña y exageradamente veloz danza, la cual culmina con un giro sobre sí mismo que, para tu sorpresa, no se detiene. ¿Qué demonios está haciendo? Gira sobre sí mismo como una peonza a una velocidad vertiginosa. De repente notas algo que acaricia tu mejilla. Si miras hacia atrás comprobarás cómo algo ha cortado sin mayor dificultad el quicio metálico de la puerta de una casa cercana.
Ronnie va ganando velocidad y, cuando te quieres dar cuenta, se ha convertido en un pequeño tornado que no deja de lanzar ondas cortantes a su alrededor. Ya has visto qué son capaces de hacer, así que tal vez deberías asegurarte de que no te tocan.
Por cierto, el escándalo se oye aún más cercano. ¿Dos calles de distancia como mucho? Tal vez; quizás sea algo más, pero ten por seguro que el tiempo que te queda es más que limitado.
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-Maldita sea -despotricó en voz baja al ver como aquel hombre seguía en pie, aunque algo más encendido de lo normal. Rápidamente, el joven agente se puso en guardia, superponiendo un pie al otro y con una mano levantada con los dedos índice y corazón únicamente alzados. Algo cabizbajo y con el entrecejo fruncido, clavó su mirada en Robbie, intentando evadirse de las voces que escuchaba no muy lejos de allí. Sabía que si era descubierto tendría que acabar con todos ellos, y no quería eso, no otra vez…
En su mente evocó los recuerdos de la vez que tuvo que actuar con sangre fría y acabar con dos civiles que estaban en el lugar equivocado en el momento idóneo, ¿porqué tenían que estar allí? ¿No se suponía que aquello era una zona restringida para civiles? Sacudió su cabeza de izquierda a derecha, volviendo al presente, dejando de lado sus charlas con el psicólogo del gobierno mundial. Y entonces, su oponente avanzó hacia él unos metros, para después pararse de golpe. ¿Qué planeaba? Robbie comenzó a girar sobre sí mismo, generando un sinfín de ondas cortantes. A simple vista no parecía imbuidas en haki, sin embargo, pese a ello, avanzó en zigzag esquivando una onda tras otra, intentando no recibir ninguna en alguna zona mortal, casi al mismo tiempo que cargaba fuego en sus manos nuevamente. Esa vez aumentó la intensidad al máximo de su poder, y cuando tuvo la oportunidad la lanzó. De sus brazos emergía una gran cantidad de fuego dirigida hacia aquel revolucionario, el cual estaba a poco menos de tres metros de él. Si sobrevivía cambiará el plan de acción, pero si no lo hacía ser iría de allí, no sin antes revisar que nadie se hubiera percatado de su presencia, y de ser así, pese a todo, acabar con su vida.
En su mente evocó los recuerdos de la vez que tuvo que actuar con sangre fría y acabar con dos civiles que estaban en el lugar equivocado en el momento idóneo, ¿porqué tenían que estar allí? ¿No se suponía que aquello era una zona restringida para civiles? Sacudió su cabeza de izquierda a derecha, volviendo al presente, dejando de lado sus charlas con el psicólogo del gobierno mundial. Y entonces, su oponente avanzó hacia él unos metros, para después pararse de golpe. ¿Qué planeaba? Robbie comenzó a girar sobre sí mismo, generando un sinfín de ondas cortantes. A simple vista no parecía imbuidas en haki, sin embargo, pese a ello, avanzó en zigzag esquivando una onda tras otra, intentando no recibir ninguna en alguna zona mortal, casi al mismo tiempo que cargaba fuego en sus manos nuevamente. Esa vez aumentó la intensidad al máximo de su poder, y cuando tuvo la oportunidad la lanzó. De sus brazos emergía una gran cantidad de fuego dirigida hacia aquel revolucionario, el cual estaba a poco menos de tres metros de él. Si sobrevivía cambiará el plan de acción, pero si no lo hacía ser iría de allí, no sin antes revisar que nadie se hubiera percatado de su presencia, y de ser así, pese a todo, acabar con su vida.
Un sonoro 'clonk' es la única respuesta que obtienes de parte de Ronnie antes de interrumpir su interminable giro. No sé si entre tanto fuego y con la excitación del momento podrás distinguir qué ha sucedido, pero si te acercas al cuerpo del grandullón lo comprobarás. Es fácil deducir que le has golpeado en la cara, pues se ha vuelto completamente amorfa. La deformidad se acompaña de un marcado rojo candente que tiñe casi toda su piel expuesta; recuerda al acero cuando el herrero lo trabaja, sólo que en vez de darle forma se la has quitado... Ya te vale.
Si optas por hacer un registro rápido de sus pertenencias, comprobarás que tiene una chapa dorada con forma de rata, un botón de color negro y una extremadamente desagradable maraña de pelos. También lleva su cartera y, aunque no hay ningún tipo de identificación, hay una buena suma de berries. Bastante más de lo que cabría esperar, si pides mi opinión. Tú verás lo que coges -si es que decides llevarte algo-, pero el gentío cada vez se escucha más cercano. Se acompaña de un sonido metálico que se acompasa con los pasos que van hacia ti. ¿Armaduras? Puede ser, aunque tal vez no. Yo no apostaría por que fueran civiles, pero allá tú.
Cuando estás a punto de abandonar el lugar -si es que no te quedas a esperar a tus visitantes, que es una opción tan arriesgada como válida-, un familiar 'biribiri' atrae tu atención. Una cuerda rodea el cuello de Ronnie, y de ella cuelga un molusco ansioso por establecer comunicación.
-Ronnie, en la "Almeja Borracha" a las ocho. Tráete a los chicos; es hora de que todo comience -dice a toda velocidad una voz dulce y agradable. Femenina sí, ha hablado una mujer. No es que un hombre no pueda tener una voz así, ni una mujer una más ronca o... Bueno, tú me entiendes; que políticamente correcto todo y eso... No se me vaya a ofender nadie.
Dejando mis estupideces cosas a un lado, parece que es el momento de la verdad. Es urgente encontrar esa dichosa almeja, esté donde esté. Y por Dios, ¿quién tiene un reloj? No sabes si te quedan cinco minutos o veinticuatro horas. No sé tú, pero yo no podría vivir con tanta inquietud. Fuera de bromas... Ponte en marcha; es tu momento.
Si optas por hacer un registro rápido de sus pertenencias, comprobarás que tiene una chapa dorada con forma de rata, un botón de color negro y una extremadamente desagradable maraña de pelos. También lleva su cartera y, aunque no hay ningún tipo de identificación, hay una buena suma de berries. Bastante más de lo que cabría esperar, si pides mi opinión. Tú verás lo que coges -si es que decides llevarte algo-, pero el gentío cada vez se escucha más cercano. Se acompaña de un sonido metálico que se acompasa con los pasos que van hacia ti. ¿Armaduras? Puede ser, aunque tal vez no. Yo no apostaría por que fueran civiles, pero allá tú.
Cuando estás a punto de abandonar el lugar -si es que no te quedas a esperar a tus visitantes, que es una opción tan arriesgada como válida-, un familiar 'biribiri' atrae tu atención. Una cuerda rodea el cuello de Ronnie, y de ella cuelga un molusco ansioso por establecer comunicación.
-Ronnie, en la "Almeja Borracha" a las ocho. Tráete a los chicos; es hora de que todo comience -dice a toda velocidad una voz dulce y agradable. Femenina sí, ha hablado una mujer. No es que un hombre no pueda tener una voz así, ni una mujer una más ronca o... Bueno, tú me entiendes; que políticamente correcto todo y eso... No se me vaya a ofender nadie.
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Giotto jamás había usado su fruta de esa forma, y estaba exhausto. Había sentido un ardor en su interior que le había hecho sentir poderoso, muy poderoso. ¿Acaso su fruta tendría niveles que aún no había alcanzado? Seguramente así fuera, mas ahora lo único que podía hacer era acabar con su contrincante e irse de allí. Se acercó al cuerpo de su derrotado oponente y lo registró. En sus bolsillos había poca cosa, una chapa dorada con forma de roedor, mierdas varias, un botón y unos cuantos miles de berries que dejó ahí.
“¿Qué debo hacer?” —se cuestionó, sin saber si acabar con su vida o no.
El rubio no se consideraba un asesino, podía ser cualquier cosa, pero nunca le quitaría la vida a un hombre derrotado. Un enorme ruido a armaduras de metal parecía estar acercándose por el noroeste, y el barullo del gentío parecía haber cesado con él. Acababa de poner un pie en el aire con su geppou cuando escuchó el indistinguible sonido de un caracol sonando. El sonido procedía del pecho de Ronnie, así que nuevamente puso su pie sobre la tierra y lo cogió.
—Ronnie, en la Almeja Borracha a las ocho. Tráete a los chicos; es hora de que todo comience —dice una voz femenina, colgando inmediatamente después.
Tras eso, con el sonido de las armaduras ya a pocos metros, salió caminando de allí gracias a su geppu y se paró a descansar sobre un tejado cercano. Desde allí se veía el gran reloj de la plaza central de la ciudad celeste, y pudiste comprobar que eran algo más de las cinco de la tarde, es decir, que aún faltaban casi tres horas para descubrir donde estaba el encuentro de los revolucionarios.
Descansó durante unos minutos para recuperar energías, y luego se dirigió a una de las calles más concurridas de la ciudad. Allí paró a algunas personas para preguntar sobre el local llamado la almeja borracha. Algunos le mandaban a la zona oeste, otros a las afueras de la residencial, pero no encontraba nada en claro. Al final, sin saber si por afán o por suerte, encontró el local en la región exterior, todo hecho mediante materiales reciclados. A su alrededor no parecía haber nadie, salvo una persona que vigilaba la salida.
“A por ello” —se dijo.
Caminó con pasos vacilantes y se dispuso a entrar, encontrándose con el gorila de la puerta.
—Hoy es una reunión privada, muchacho, así que vete de aquí.
—Eso si quieres puedes decírselo a Ronnie —le contestó Giotto, con decisión.
—¿Eres uno de los chicos de Ronnie? Lo siento muchacho…, pasa, pasa —el tono de voz de aquel hombre sonaba triste, ¿acaso habría muerto el revolucionario? ¿Lo habrían capturado los hombres del gobierno mundial de aquella isla? A saber.
“¿Qué debo hacer?” —se cuestionó, sin saber si acabar con su vida o no.
El rubio no se consideraba un asesino, podía ser cualquier cosa, pero nunca le quitaría la vida a un hombre derrotado. Un enorme ruido a armaduras de metal parecía estar acercándose por el noroeste, y el barullo del gentío parecía haber cesado con él. Acababa de poner un pie en el aire con su geppou cuando escuchó el indistinguible sonido de un caracol sonando. El sonido procedía del pecho de Ronnie, así que nuevamente puso su pie sobre la tierra y lo cogió.
—Ronnie, en la Almeja Borracha a las ocho. Tráete a los chicos; es hora de que todo comience —dice una voz femenina, colgando inmediatamente después.
Tras eso, con el sonido de las armaduras ya a pocos metros, salió caminando de allí gracias a su geppu y se paró a descansar sobre un tejado cercano. Desde allí se veía el gran reloj de la plaza central de la ciudad celeste, y pudiste comprobar que eran algo más de las cinco de la tarde, es decir, que aún faltaban casi tres horas para descubrir donde estaba el encuentro de los revolucionarios.
Descansó durante unos minutos para recuperar energías, y luego se dirigió a una de las calles más concurridas de la ciudad. Allí paró a algunas personas para preguntar sobre el local llamado la almeja borracha. Algunos le mandaban a la zona oeste, otros a las afueras de la residencial, pero no encontraba nada en claro. Al final, sin saber si por afán o por suerte, encontró el local en la región exterior, todo hecho mediante materiales reciclados. A su alrededor no parecía haber nadie, salvo una persona que vigilaba la salida.
“A por ello” —se dijo.
Caminó con pasos vacilantes y se dispuso a entrar, encontrándose con el gorila de la puerta.
—Hoy es una reunión privada, muchacho, así que vete de aquí.
—Eso si quieres puedes decírselo a Ronnie —le contestó Giotto, con decisión.
—¿Eres uno de los chicos de Ronnie? Lo siento muchacho…, pasa, pasa —el tono de voz de aquel hombre sonaba triste, ¿acaso habría muerto el revolucionario? ¿Lo habrían capturado los hombres del gobierno mundial de aquella isla? A saber.
Es curioso, pero el lugar es mucho más grande de lo que parecía al verlo desde fuera. No sólo el tamaño es diferente, sino su naturaleza. Ves cómo muchos hombres y mujeres caminan nerviosos de un lugar a otro, casi siempre en parejas. Ponen a punto el equipo, revisan que todo esté donde corresponde y resoplan nerviosos. Su gran momento está cerca, al igual que el tuyo.
Caminas sin rumbo fijo, procurando que no se note demasiado que no tienes ni idea de dónde estás ni hacia dónde tienes que ir. Por fortuna, allí todos están concentrados en sus labores y nadie te dedica ni un segundo de atención. Deambulas y deambulas hasta que, pasando por delante de una puerta, oyes algo que capta tu atención.
-En efecto, señor -dice alguien con voz aparentemente temerosa-. Nuestros informantes dicen que un tipo ha acabado con Ronnie y algunos miembros de la resistencia local. No han sabido decirnos cuál es su aspecto ni por qué estaba allí, ni siquiera hacia dónde se fue.
-¿¡Es que no hay nadie que pueda hacer algo útil en esta puta isla!? -clama una voz firme, propia de alguien acostumbrado a dar órdenes-. ¿No va a haber ni una buena noticia hoy, o qué?
-Señor, al parecer uno de los chicos de Ronnie logró salir vivo de allí. Se han puesto en contacto con él y debería estar llegando, si es que no se encuentra aquí ya.
Parece un buen momento para entrar, ¿no te parece? El lugar está bastante apartado y deberías haber visto a ese supuesto tipo de camino hacia allí, pero no había ni un alma por el camino. Tal vez se ha rajado y ha huido cual comadreja asustadiza, a saber.
Si decides entrar, encontrarás que allí hay una docena de personas. Todos ellos tienen aspecto de ser más duros de roer que tu último oponente; puede que sea demasiado arriesgado entrar como un toro y tirando fuego a diestro y siniestro... o no, quién sabe. La sala se encuentra a doble altura, y en el centro de todo se encuentra un tipo alto, exageradamente alto. Viste un chaleco de punto blanco sin mangas, unos pantalones repletos de arañazos y agujeros y unas chanclas de flores. Su pelo es moreno y parece rebelarse contra cualquier orden. Mechones nacen como espinas por doquier, trenzándose y formando nudos. Aun así, sobrepasa su cintura.
Sus ojos, negros como la noche, te observan -siempre que decidas entrar, claro- bajo unas espesas y pobladas cejas del mismo color.
Caminas sin rumbo fijo, procurando que no se note demasiado que no tienes ni idea de dónde estás ni hacia dónde tienes que ir. Por fortuna, allí todos están concentrados en sus labores y nadie te dedica ni un segundo de atención. Deambulas y deambulas hasta que, pasando por delante de una puerta, oyes algo que capta tu atención.
-En efecto, señor -dice alguien con voz aparentemente temerosa-. Nuestros informantes dicen que un tipo ha acabado con Ronnie y algunos miembros de la resistencia local. No han sabido decirnos cuál es su aspecto ni por qué estaba allí, ni siquiera hacia dónde se fue.
-¿¡Es que no hay nadie que pueda hacer algo útil en esta puta isla!? -clama una voz firme, propia de alguien acostumbrado a dar órdenes-. ¿No va a haber ni una buena noticia hoy, o qué?
-Señor, al parecer uno de los chicos de Ronnie logró salir vivo de allí. Se han puesto en contacto con él y debería estar llegando, si es que no se encuentra aquí ya.
Parece un buen momento para entrar, ¿no te parece? El lugar está bastante apartado y deberías haber visto a ese supuesto tipo de camino hacia allí, pero no había ni un alma por el camino. Tal vez se ha rajado y ha huido cual comadreja asustadiza, a saber.
Si decides entrar, encontrarás que allí hay una docena de personas. Todos ellos tienen aspecto de ser más duros de roer que tu último oponente; puede que sea demasiado arriesgado entrar como un toro y tirando fuego a diestro y siniestro... o no, quién sabe. La sala se encuentra a doble altura, y en el centro de todo se encuentra un tipo alto, exageradamente alto. Viste un chaleco de punto blanco sin mangas, unos pantalones repletos de arañazos y agujeros y unas chanclas de flores. Su pelo es moreno y parece rebelarse contra cualquier orden. Mechones nacen como espinas por doquier, trenzándose y formando nudos. Aun así, sobrepasa su cintura.
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En cuanto mencionó el nombre de Ronnie parecieron saltar las alarmas. El gorila detuvo al agente allí durante unos minutos antes de dejarle entrar. Cuando pasó el umbral de la puerta, se topó con una sala de organizaciones muy bien equipada, con ordenadores, mapas y un gran número de personas trabajando, ¿en qué? A saber. Giotto tenía un aspecto deplorable debido a la pelea. Su preciado traje estaba algo destrozado, aunque no mucho.
Estuvo observando las caras de cada uno de los presentes, memorizando cada detalle que pudiera guardar en lo más profundo de su psique. Se acercó al mapa, y vio como en distintas zonas de la ciudad había cinco chinchetas de color rojo, tres de color azul y en dos de ellas de color negro. Casualmente, el lugar en el que estuvo combatiendo con Ronnie era de color negro. “¿Qué significará esa combinación de colores?”, pensó. Segundos más tarde, un hombre moreno y fuerte, con rasgos bastos, le entregó una taza de café.
—Bébete esto, y siéntate ahí —dijo, señalando un sillón que estaba al otro lado de aquella habitación—. En cinco minutos Troy hablará contigo.
Por lo que pudo intuir, Troy era el hombre de mirada penetrante que observaba continuamente a Giotto, mientras organizaba a toda la célula revolucionaria. Era un sujeto alto y moreno, vestido de una forma muy macarra para el rubio, con un chaleco blanco sin mangas, un harapiento pantalón repleto de imperfecciones y unas mugrientas chanclas de flores; un atentado contra la moda.
Y como le dijo el anterior individuo, Troy se acercó a él.
Estuvo observando las caras de cada uno de los presentes, memorizando cada detalle que pudiera guardar en lo más profundo de su psique. Se acercó al mapa, y vio como en distintas zonas de la ciudad había cinco chinchetas de color rojo, tres de color azul y en dos de ellas de color negro. Casualmente, el lugar en el que estuvo combatiendo con Ronnie era de color negro. “¿Qué significará esa combinación de colores?”, pensó. Segundos más tarde, un hombre moreno y fuerte, con rasgos bastos, le entregó una taza de café.
—Bébete esto, y siéntate ahí —dijo, señalando un sillón que estaba al otro lado de aquella habitación—. En cinco minutos Troy hablará contigo.
Por lo que pudo intuir, Troy era el hombre de mirada penetrante que observaba continuamente a Giotto, mientras organizaba a toda la célula revolucionaria. Era un sujeto alto y moreno, vestido de una forma muy macarra para el rubio, con un chaleco blanco sin mangas, un harapiento pantalón repleto de imperfecciones y unas mugrientas chanclas de flores; un atentado contra la moda.
Y como le dijo el anterior individuo, Troy se acercó a él.
-Ya está todo listo, ¿no? ¡Pues todos en marcha, vamos! -exclama Troy, dando por finalizada la reunión previa a la operación definitiva. Tras eso, tal y como te habían advertido, coge un taburete de tres patas y se acerca a ti.
Los revolucionarios se van haciendo a un lado a su paso y van abandonando la estancia hasta dejaros completamente solos. Demasiada intimidad dadas las circunstancias, ¿no te parece?
-Ya me han informado de lo sucedido. Mala pata, supongo -dice sin darte opción de abrir la boca para, justo después, levantarse del asiento en el que ha permanecido apenas unos segundos-. Mi vida está completamente dedicada a la Revolución, y ya se sabía que iba a estarlo mucho antes de que naciera. Mis padres pertenecieron al movimiento, así como mis abuelos y los padres de estos. No creas que me gusta demasiado, todos lo saben, pero se me da bien.
Guarda silencio durante varios minutos que parecen horas para ti. Tal vez te surjan dudas y quieras formulárselas. Obtendrás tu respuesta -más bien escueta-, pero llegado el momento te interrumpirá para continuar con su discurso como si tú no importases en absoluto.
-De pequeño me contaban cómo eran perseguidos y cómo habían cambiado los tiempos. Y realmente lo han hecho, ¿sabes? Me siento orgulloso de poder decir que he contribuido a ello, que en parte gracias a mí quienes luchan abiertamente por un mundo más justo y seguro pueden hacerlo con menos temor. Supongo que no son más que ensoñaciones de alguien dedicado a la utopía, pero qué le voy a hacer. ¿Por dónde iba? -dice tras detener un momento su paseo-. ¡Ah, sí! La información... Verás, la arrogancia del Gobierno Mundial no ha decrecido ni un ápice desde los tiempos que vivieron mis antepasados. No sois los únicos con acceso a identidades secretas del enemigo, aunque probablemente el coste sea mucho más alto para nosotros, Giotto. -Una sonrisa de triunfo adorna su rostro-. Cada vez hago menos trabajo de campo, pero entre mis hombres aún se refieren a mí como "La Fiera". ¿Sabes por qué? Me gusta despedazar a mis presas con mis propias manos.
Entonces, sin decir nada más, pasa a la ofensiva. Su paseo divagatorio le ha llevado a situarse a unos escasos dos metros de ti, y te da la espalda un breve instante para lanzar una patada giratoria en dirección a tu cabeza. Una carcajada de júbilo la acompaña a cada centímetro que recorre.
Los revolucionarios se van haciendo a un lado a su paso y van abandonando la estancia hasta dejaros completamente solos. Demasiada intimidad dadas las circunstancias, ¿no te parece?
-Ya me han informado de lo sucedido. Mala pata, supongo -dice sin darte opción de abrir la boca para, justo después, levantarse del asiento en el que ha permanecido apenas unos segundos-. Mi vida está completamente dedicada a la Revolución, y ya se sabía que iba a estarlo mucho antes de que naciera. Mis padres pertenecieron al movimiento, así como mis abuelos y los padres de estos. No creas que me gusta demasiado, todos lo saben, pero se me da bien.
Guarda silencio durante varios minutos que parecen horas para ti. Tal vez te surjan dudas y quieras formulárselas. Obtendrás tu respuesta -más bien escueta-, pero llegado el momento te interrumpirá para continuar con su discurso como si tú no importases en absoluto.
-De pequeño me contaban cómo eran perseguidos y cómo habían cambiado los tiempos. Y realmente lo han hecho, ¿sabes? Me siento orgulloso de poder decir que he contribuido a ello, que en parte gracias a mí quienes luchan abiertamente por un mundo más justo y seguro pueden hacerlo con menos temor. Supongo que no son más que ensoñaciones de alguien dedicado a la utopía, pero qué le voy a hacer. ¿Por dónde iba? -dice tras detener un momento su paseo-. ¡Ah, sí! La información... Verás, la arrogancia del Gobierno Mundial no ha decrecido ni un ápice desde los tiempos que vivieron mis antepasados. No sois los únicos con acceso a identidades secretas del enemigo, aunque probablemente el coste sea mucho más alto para nosotros, Giotto. -Una sonrisa de triunfo adorna su rostro-. Cada vez hago menos trabajo de campo, pero entre mis hombres aún se refieren a mí como "La Fiera". ¿Sabes por qué? Me gusta despedazar a mis presas con mis propias manos.
Entonces, sin decir nada más, pasa a la ofensiva. Su paseo divagatorio le ha llevado a situarse a unos escasos dos metros de ti, y te da la espalda un breve instante para lanzar una patada giratoria en dirección a tu cabeza. Una carcajada de júbilo la acompaña a cada centímetro que recorre.
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El instinto del agente le decía que algo iba mal. ¿El qué? Era la pregunta que se hizo durante los escasos minutos que Troy estuvo callado. Sabía que tenía que decir algo, así que respiró hondo y miró a los ojos al revolucionario.
—Lo llevas en los genes
Fue lo único que comentó Giotto, recibiendo una sonrisa por parte del revolucionario. Entretanto, aprovechó para volver a analizar lo que había alrededor. Extrañamente, mientras Troy volvía a hablar, haciendo esta vez un monologo, la gente en la sala iba yéndose poco a poco, primero en grupos de dos, luego de una en una, hasta que al final quedaron ambos en medio de una sala repleta de ordenadores y corchos con mapas y anotaciones. El silencio abarcó toda la sala, y fue cuando una pierna le atravesó su etéreo cuerpo de fuego.
—Tendrás que hacerlo mejor, Troy —le dijo Giotto, concentrando todo el fuego posible en su centro para luego expandirlo por toda la sala en una explosión ígnea lo suficientemente poderosa como para destrozarlo todo. La misión había cambiado. Ahora no era solo acabar con la cédula revolucionaria, sino acabar con los revolucionarios y llevarlos ante la justicia. Con todo en llamas, a una temperatura bastante elevada, el rubio usó su soru para desaparecer durante un instante y aparecer tras su oponente. En el caso de que siguiera en pie, le daría un rodillazo en la espalda, seguido de varios golpes en la nuca para intentar dejarlo inconsciente.
—Lo llevas en los genes
Fue lo único que comentó Giotto, recibiendo una sonrisa por parte del revolucionario. Entretanto, aprovechó para volver a analizar lo que había alrededor. Extrañamente, mientras Troy volvía a hablar, haciendo esta vez un monologo, la gente en la sala iba yéndose poco a poco, primero en grupos de dos, luego de una en una, hasta que al final quedaron ambos en medio de una sala repleta de ordenadores y corchos con mapas y anotaciones. El silencio abarcó toda la sala, y fue cuando una pierna le atravesó su etéreo cuerpo de fuego.
—Tendrás que hacerlo mejor, Troy —le dijo Giotto, concentrando todo el fuego posible en su centro para luego expandirlo por toda la sala en una explosión ígnea lo suficientemente poderosa como para destrozarlo todo. La misión había cambiado. Ahora no era solo acabar con la cédula revolucionaria, sino acabar con los revolucionarios y llevarlos ante la justicia. Con todo en llamas, a una temperatura bastante elevada, el rubio usó su soru para desaparecer durante un instante y aparecer tras su oponente. En el caso de que siguiera en pie, le daría un rodillazo en la espalda, seguido de varios golpes en la nuca para intentar dejarlo inconsciente.
Puedes percibir cómo Troy arquea una ceja cuando te atraviesa, y casi parece que un extraño éxtasis se apodera de su semblante antes de que extiendas la ola de fuego por la estancia.
-No me esperaba eso -dice tu oponente antes de que vuelvas a fijar en él tu atención-, pero no volverás a librarte así.
El salón al completo está en llamas. Trozos de pared se han caído por aquí y por allá, permitiéndote ver lo que sucede en las estancias adyacentes. Algunos gritos revelan que pocos allí se esperaban lo que acaba de suceder, pero probablemente estés centrado en otra cosa, así que vamos a dejarlo de lado.
Troy no se mueve cuando tú lo haces. Ni siquiera se intenta voltear para encararte. Una pequeña risa ahogada precede a tus patadas, que son interceptadas por... espera, espera... Está parando tus golpes con el pelo. ¿Se puede saber a qué demonios viene esto? Su cabellera, la cual te describí antes, crece sin un patrón aparente para proteger a su portador.
Cuanto finaliza tu ofensiva, dos mechones nacen de la espesura con intención de atravesarte el cuello. Van a unos 30 m/s. Si prestas un poco de atención verás que el aura de Troy ha cambiado y pareciera que se extiende por su pelo de un modo que no lo hacía antes. Tal vez deberías tener cuidado.
Si consigues zafarte de su ataque, encontrarás que el líder revolucionario está frente a ti. Se encuentra a unos cinco metros de distancia y su rostro ha cambiado, así como su olor. Emite un tufo que sería capaz de tirar a un elefante -sí, llegas a percibirlo por encima del olor a quemado-, pero lo más llamativo es que su cara ha cambiado. Algo similar a un hocico resalta en el lugar donde antes estaba su nariz.
-¿De verdad esto es todo lo que tiene el Cipher Pol? Casi podría decir que me siento decepcionado.
-No me esperaba eso -dice tu oponente antes de que vuelvas a fijar en él tu atención-, pero no volverás a librarte así.
El salón al completo está en llamas. Trozos de pared se han caído por aquí y por allá, permitiéndote ver lo que sucede en las estancias adyacentes. Algunos gritos revelan que pocos allí se esperaban lo que acaba de suceder, pero probablemente estés centrado en otra cosa, así que vamos a dejarlo de lado.
Troy no se mueve cuando tú lo haces. Ni siquiera se intenta voltear para encararte. Una pequeña risa ahogada precede a tus patadas, que son interceptadas por... espera, espera... Está parando tus golpes con el pelo. ¿Se puede saber a qué demonios viene esto? Su cabellera, la cual te describí antes, crece sin un patrón aparente para proteger a su portador.
Cuanto finaliza tu ofensiva, dos mechones nacen de la espesura con intención de atravesarte el cuello. Van a unos 30 m/s. Si prestas un poco de atención verás que el aura de Troy ha cambiado y pareciera que se extiende por su pelo de un modo que no lo hacía antes. Tal vez deberías tener cuidado.
Si consigues zafarte de su ataque, encontrarás que el líder revolucionario está frente a ti. Se encuentra a unos cinco metros de distancia y su rostro ha cambiado, así como su olor. Emite un tufo que sería capaz de tirar a un elefante -sí, llegas a percibirlo por encima del olor a quemado-, pero lo más llamativo es que su cara ha cambiado. Algo similar a un hocico resalta en el lugar donde antes estaba su nariz.
-¿De verdad esto es todo lo que tiene el Cipher Pol? Casi podría decir que me siento decepcionado.
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Giotto estaba observando con cierta perplejidad como su enemigo bloqueaba los ataques, uno tras otro, con su propio pelo. Era extraño que pudiera hacer aquello, mas era algo que solo había visto en la academia para agentes del gobierno. A su mente vino el Kami-e, pero no podía ser que un lenguaraz revolucionario tuviera tal capacidad. ¿O tal vez sí?
El agente reculó lo máximo posible en aquella sala. Estaba como en un paraíso, todo se encontraba en llamas, así que era el escenario ideal para él. No obstante, eso no parecía estar dificultando a Trony, que usó, nuevamente, su cabello para atacarle. Se aproximaban a él a gran velocidad, pero algo era distinto…, si se concentraba en su ataque podía notar como si el aura de su enemigo estuviera en el ataque. Clavó su mirada sobre el cabello y cuando éste estuvo lo suficientemente cerca, se agachó y se echó a un lado, intentando esquivar la estocada que iba hacia él. Una vez lo hizo, intentó agarrar el pelo de su oponente con las manos antes de que pudiera retirarlo y canalizó una gran cantidad de llamas sobre él, para quemarlo. Usó toda la intensidad que era capaz de generar e inmediatamente después de eso, aprovechando el fuego que estaba generando, se impulsó como un cohete hacia su enemigo, cuyo rostro parecía ahora el de un puerco. Quería aprovechar el impulso para golpearle con fuerza en la cabeza e intentar dejarlo inconsciente. De conseguirlo, se iría de allí, sino continuaría luchando.
El agente reculó lo máximo posible en aquella sala. Estaba como en un paraíso, todo se encontraba en llamas, así que era el escenario ideal para él. No obstante, eso no parecía estar dificultando a Trony, que usó, nuevamente, su cabello para atacarle. Se aproximaban a él a gran velocidad, pero algo era distinto…, si se concentraba en su ataque podía notar como si el aura de su enemigo estuviera en el ataque. Clavó su mirada sobre el cabello y cuando éste estuvo lo suficientemente cerca, se agachó y se echó a un lado, intentando esquivar la estocada que iba hacia él. Una vez lo hizo, intentó agarrar el pelo de su oponente con las manos antes de que pudiera retirarlo y canalizó una gran cantidad de llamas sobre él, para quemarlo. Usó toda la intensidad que era capaz de generar e inmediatamente después de eso, aprovechando el fuego que estaba generando, se impulsó como un cohete hacia su enemigo, cuyo rostro parecía ahora el de un puerco. Quería aprovechar el impulso para golpearle con fuerza en la cabeza e intentar dejarlo inconsciente. De conseguirlo, se iría de allí, sino continuaría luchando.
Tu ofensiva surte efecto. Sin embargo, cuando ya has dado el asunto por zanjado y te dispones a abandonar el centro estratégico de la Revolución en la isla —o lo que queda de él—, escuchas el crujir de madera a tus espaldas y unos intensos jadeos. Troy, sin un pelo por encima de las cejas, te mira con el rostro desencajado y la mirada cargada de furia y resentimiento.
—Yo me iré —dice con una serenidad que no se corresponde con su actitud corporal—, pero tú te vienes conmigo.
Súbitamente, todo el vello de su cuerpo comienza a crecer de forma desmesurada. El pelo de sus antebrazos, de sus cejas, el de la barba y el de los dedos de los pies. Todo crece hasta alcanzar unos siete centímetros de longitud y, entonces, se desprende. Pero no lo hace de forma lenta ni casual, no. Salen despedidos como proyectiles dirigidos hacia ti. Viajan a una velocidad de cincuenta metros por segundos y tienen el grosor... bueno, de un pelo, ya sabes. El caso es que si prestas atención podrás comprobar que la voluntad del líder revolucionario impregna cada molécula de queratina, cada brizna de cabello que avanza hacia ti con ansia homicida.
—Yo me iré —dice con una serenidad que no se corresponde con su actitud corporal—, pero tú te vienes conmigo.
Súbitamente, todo el vello de su cuerpo comienza a crecer de forma desmesurada. El pelo de sus antebrazos, de sus cejas, el de la barba y el de los dedos de los pies. Todo crece hasta alcanzar unos siete centímetros de longitud y, entonces, se desprende. Pero no lo hace de forma lenta ni casual, no. Salen despedidos como proyectiles dirigidos hacia ti. Viajan a una velocidad de cincuenta metros por segundos y tienen el grosor... bueno, de un pelo, ya sabes. El caso es que si prestas atención podrás comprobar que la voluntad del líder revolucionario impregna cada molécula de queratina, cada brizna de cabello que avanza hacia ti con ansia homicida.
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Todo parecía haber terminado para el agente, que tan solo tenía que buscar que no hubiera dejado ningún cabo suelto. Sin embargo, en el momento en el que se dio la vuelta, los escombros que había sobre el suelo se movieron y de ellos emergió Troy, con quemaduras que una persona normal no sería capaz de soportar. “¿En serio continua con vida?”, se preguntó el agente, mientras clavaba la mirada en él.
—No lo intentes —le dijo Giotto, mientras el revolucionario lanzaba sobre él una cantidad ingente de afilados cabellos.
El agente golpeó el suelo, elevándose hacia arriba gracias a su geppou y luego impulsarse gracias a su soru hasta posicionarse en la espalda de Troy. Todo había sucedido muy rápido, así que no dudó en agarrarlo por detrás y concentrar esas llamas extremadamente cálidas que había aprendido a usar y empezar a quemarlo. No sabía si eso sería suficiente para derrotarlo, pero esperaba que así fuera. Las llamas salían de su cuerpo a gran velocidad, intentando quemar hasta la última célula del cuerpo del revolucionario.
A Giotto no le gustaba tener que acabar con la vida de las personas de esa forma. Pero era consciente que ocasiones no había otra forma.
De haber convertido a su contrincante en cenizas que se confundirían con el resto de muebles y objetos quemados, saldría de allí a toda velocidad, alejándose lo máximo posible para ponerse en contacto con sus superiores.
—No lo intentes —le dijo Giotto, mientras el revolucionario lanzaba sobre él una cantidad ingente de afilados cabellos.
El agente golpeó el suelo, elevándose hacia arriba gracias a su geppou y luego impulsarse gracias a su soru hasta posicionarse en la espalda de Troy. Todo había sucedido muy rápido, así que no dudó en agarrarlo por detrás y concentrar esas llamas extremadamente cálidas que había aprendido a usar y empezar a quemarlo. No sabía si eso sería suficiente para derrotarlo, pero esperaba que así fuera. Las llamas salían de su cuerpo a gran velocidad, intentando quemar hasta la última célula del cuerpo del revolucionario.
A Giotto no le gustaba tener que acabar con la vida de las personas de esa forma. Pero era consciente que ocasiones no había otra forma.
De haber convertido a su contrincante en cenizas que se confundirían con el resto de muebles y objetos quemados, saldría de allí a toda velocidad, alejándose lo máximo posible para ponerse en contacto con sus superiores.
Troy se quema a lo bonzo, sólo que no se quema él ni es a lo bonzo... Que le achicharras, vamos. El olor a carne quemada inunda tus fosas nasales mientras clama de dolor para, poco después, dejar de moverse o emitir sonido alguno. Donde antes había piel ahora sólo hay tejido carbonizado que ha reducido su rostro a un vago recuerdo macabro del mismo. En cuanto pones un pie fuera del centro de mando de la Revolución en Johota un pequeño roedor se detiene frente a ti. Si no recuerdo mal, el chiquillo que te hizo de guía siempre llevaba uno encima y parecía susurrarle cosas.
No sé si lo interpretaste como una flagrante falta de juicio, pero el pequeño animal no tarda en mutar su figura. ¿Y quién se presenta ante ti? El hombre que sin duda te dio la nota en la cafetería en la que te encontrabas al inicio de esta particular y sorprendentemente larga aventura.
―Buen trabajo, agente ―te dice―. Los revolucionarios que se alojaban aquí han emprendido la huida al ver que su líder podía caer abatido, pero no se preocupe. Los servicios de limpieza ya se están encargando de interceptar todos y cada uno de los barcos y medios de transporte que salen de Johota para capturarles. Enhorabuena, el informe será favorable.
Entonces se va, dejándote con un palmo de narices y en disposición de hacer lo que te plazca. Desconoces si los dos abuelitos hasta los que te condujo el muchacho forman parte de ese grupo de revolucionarios perseguidos a los que se refiere el otro agente, aunque podríamos suponer que sí y, de hecho, sería lo más lógico y probable. En cualquier caso, está en tu mano hacer un post en el que te asegures o no, así como cerrar cualquier aspecto de la trama que bajo tu punto de vista haya quedado sin atar.
Por mi parte,
No sé si lo interpretaste como una flagrante falta de juicio, pero el pequeño animal no tarda en mutar su figura. ¿Y quién se presenta ante ti? El hombre que sin duda te dio la nota en la cafetería en la que te encontrabas al inicio de esta particular y sorprendentemente larga aventura.
―Buen trabajo, agente ―te dice―. Los revolucionarios que se alojaban aquí han emprendido la huida al ver que su líder podía caer abatido, pero no se preocupe. Los servicios de limpieza ya se están encargando de interceptar todos y cada uno de los barcos y medios de transporte que salen de Johota para capturarles. Enhorabuena, el informe será favorable.
Entonces se va, dejándote con un palmo de narices y en disposición de hacer lo que te plazca. Desconoces si los dos abuelitos hasta los que te condujo el muchacho forman parte de ese grupo de revolucionarios perseguidos a los que se refiere el otro agente, aunque podríamos suponer que sí y, de hecho, sería lo más lógico y probable. En cualquier caso, está en tu mano hacer un post en el que te asegures o no, así como cerrar cualquier aspecto de la trama que bajo tu punto de vista haya quedado sin atar.
Por mi parte,
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