El agente acorralado. [Moderado nivel 2 AEG93]

Aún no había puesto un pie en Drum y ya notaba el glacial frío característico de aquella isla. Me habían enviado para entrevistarme con el rey (si, al contrario de lo que sospechaban mis superiores, éste existía realmente) del país y acordar los términos de una nueva alianza con el Gobierno Mundial. Por lo tanto, iba en calidad de dignatario, y así me identificaría, evitando cualquier sospecha sobre mi condición de Agente del Cipher Pol o sobre mis habilidades como espía y luchador. Simplemente sería un representante del Gobierno, con una función meramente negociadora.

Para adaptarme a las inclemencias del clima propio del lugar, además de mi típico traje negro, llevaba un abrigo de nieve de color blanco, un gorro de lana del mismo color, y una bufanda negra.

Cuando desembarqué en el puerto, no encontré a nadie esperando para guiarme hacia el castillo, lo que me sorprendió bastante dado que el gobernante del reino sabía de mi inminente llegada. Este pequeño detalle, que podría parecer nimio, me hizo pensar que tal vez mi presencia no iba a ser tan bienvenida como habían dado a entender al Gobierno Mundial. Si algo tenía claro, es que no podía confiarme en ningún momento.

Lo primero iba a ser llegar al Castillo y, una vez allí, pedir audiencia con el rey. Seguramente tardaría unos días en recibirme, tiempo que pensaba aprovechar para investigar todo lo que pudiera, intentando descubrir si realmente existía ese autogobierno oculto que sospechaban mis superiores, y si tenían alguna intención de unirse de verdad al Gobierno Mundial.

Sin embargo, sin un guía el camino al Castillo no iba a ser nada fácil, pues no era un lugar precisamente accesible. Se encontraba en la cima de la más alta de las Drum Rockies, y no tenía la menor idea de cómo llegar hasta allí. Así que debería preguntar. De momento, no me presentaría siquiera como enviado del Gobierno, sino como un médico errante que viajaba por el mundo prestando sus servicios a quien los necesitara, y que había venido a Drum para aprender un par de técnicas de los famosos doctores del Reino Sakura. Sabía que el Médico Jefe del Reino vivía en el Castillo, por lo que eso me serviría de excusa para llegar allí.

Comencé a caminar por el pueblo de Bighorn, buscando una taberna. Allí podría comer algo, y seguro que encontraba a alguien que supiese decirme la mejor manera de llegar hasta el Castillo.

SPOILER:

A juzgar por la forma en que la mayoría de personas que me cruzaba me miraban, los habitantes del Reino de Sakura no eran muy amigos de los forasteros. Al tener un clima tan malo imagino que no reciban demasiados visitantes, y supongo que debido a eso no estarán demasiado acostumbrados a tratar con extranjeros y tiendan a desconfiar más de ellos.

Tras caminar durante unos minutos, llegué a lo que parecía una taberna. Al entrar en ella, la mayoría de la gente que allí había ni se inmutó. Aunque con la fiesta que tenían montada allí dentro no me extrañó. La cerveza y el vino corrían en abundancia, y la gente reía, gritaba y, sobre todo, cantaba. Incluso había varias personas a las que la intensidad de aquella fiesta les había pasado ya factura y no eran capaces prácticamente ni de andar. No sabía qué podrían estar celebrando, pero desde luego la situación me podría venir bien. Una persona bajo los efectos del alcohol siempre tiende a dar más información de la que daría normalmente, y resulta mucho más sencillo engañar o manipular a un borracho que a alguien en pleno uso de sus facultades mentales. No pude evitar darme cuenta de que un par de veces alguien comenzó a cantar alguna canción pirata. Debía estar alerta por si había alguno en la taberna.

El camarero, que daba la impresión de ser, a parte de mí, la única persona sobria en todo el local, me saludó educadamente y me preguntó si quería tomar algo, a lo que respondí:

- Buenas tardes. Tomaré un té verde y, si le queda, un plato de estofado de la casa, por favor.

Esperaba que le quedase algo de comida, ya que prefería comenzar la misión con el estómago lleno. No tenía hambre porque un par de horas antes de tocar tierra había comido en el barco, pero era un hombre previsor. Hubiese o no comida, lo siguiente que haría sería preguntar al camarero por la celebración.

- Disculpe, soy un médico errante y acabo de llegar a la isla en un barco. No conozco las costumbres del lugar, pero la gente parece muy animada, ¿están celebrando algo en particular, o es normal que haya este ambiente tan festivo?

NOTA:

Tanto la cerveza como el estofado estaban mejor de lo que esperaba. Parece que había dado con un buena establecimiento, al menos en su calidad. Al oír lo que me dijo el camarero sobre los motivos de la celebración, no pude menos que sorprenderme. ¿Aquel borracho ha derrotado y encerrado a la persona que vivía en el Castillo? Pero, ¿no se suponía que quien vivía en el Castillo era el rey? No me cuadraba que quien estuviese viviendo en aquel lugar fuese un simple don nadie. Había algo que me olía mal, y más aún cuando reconocí al supuesto héroe como una de las personas que cantaban canciones de piratas unos minutos antes.

Entonces, un hombre que se encontraba también en la barra, bastante cerca de mí, levantó la cabeza e intentó decir algo. El avanzado estado de embriaguez en que se encontraba apenas permitía entender lo que dijo, pero me pareció que decía algo como que eso no era así, y algo de un jefe. Parecía bastante triste.

Rápidamente, el posadero le disculpó, explicándome que aquel hombre lo estaba pasando mal últimamente, y salió de la barra para llevárselo a rastras a un lugar donde pudiese dormir la mona tranquilo. Al verles a los dos juntos, no pude evitar fijarme en que tenían un parecido bastante acusado. De hecho, tenían ciertos rasgos exactamente iguales. Esto me llevó a pensar que tal vez fuesen hermanos, y que podría ser que el posadero estuviera igual de abatido que el otro hombre, solo que lo disimulaba debido a su trabajo y a la presencia de todas aquellas personas que celebraban con alegría lo ocurrido.

Desde luego, debía investigar. Había algo en todo este asunto que no me daba nada buena sensación. Las palabras que más aparecían en mi mente eran: "revuelta popular", "golpe de estado", y "piratas tomando la isla". Si alguna de estas tres posibilidades era cierta, mi misión se vería seriamente comprometida, así que era muy importante averiguar qué ocurría realmente.

Por lo tanto, seguí al posadero sigilosamente hasta el lugar donde había llevado al pobre borracho, sabiendo que (gracias a la parte pasiva de mi ámbito oscuridad), mientras me mantuviese en las sombras sin intención de atacar a nadie, resultaría casi imposible detectarme. Tal vez así pudiera escuchar algo que mereciese la pena.

Escondido como estaba, pude oír al tabernero llamar al otro por su nombre, además de llamarle hermano, y decirle que no es lo que su padre querría. Podía apreciarse una gran tristeza en su voz. Nada de todo aquello era realmente útil, pero al menos sabía que mi suposición sobre el parentesco entre ambos había sido acertada. ¿Tendrían alguna relación con la persona a la que supuestamente habían expulsado del Castillo y encerrado? Cada vez sospechaba más que estos dos hombres tenían información clave para mi misión.

Cuando el posadero pasó junto a mí, a punto estuvo de percatarse de mi presencia, o eso pareció, ya que se paró un momento justo donde yo me encontraba. Por suerte, volvió a ponerse en marcha y se dirigió a la barra de nuevo.

Se me ocurrió que, tal vez, no se hubiese parado creyendo que había alguien, sino simplemente para ocultar algo que no quería que nadie viese. Al estar tapado por la cortina no podía verle bien, por lo que podría tratarse de eso perfectamente. Así que, una vez el posadero volvió a su lugar de trabajo, salí sigilosamente de mi escondite y me dirigí con sumo cuidado al punto en el que se había detenido al pasar.

Encontrara algo o no, mi siguiente movimiento sería ir, con todo el sigilo y la precaución posibles, y ocultándome siempre entre las sombras, al lugar donde el tabernero había dejado a su hermano descansando. Con cuidado de no hacer ruido, intentaría despertarle y sacarle algo de información, poniendo la mejor de mis sonrisas y usando un tono de voz suave y relajado para intentar ganarme su confianza:

- Hola, Tom. No te preocupes, soy un amigo. Te veo muy triste, ¿qué te ocurre? ¿Qué ha pasado en el Castillo?

Esperaba que estuviese lo suficientemente borracho para contarme lo que necesitara saber sin desconfiar, pero no tanto como para no poder hablar, o directamente no ser capaz de despertarse. Si no conseguía información alguna, volvería a la zona de la barra y la fiesta, fingiendo haber ido al servicio. Sin embargo, si averiguaba algo, me quedaría allí escondido un poco más pensando en cuál sería mi próximo paso.

Lo que encontré frente a mi escondite resultó interesante. Cogí el papel arrugado y me lo metí al bolsillo, esperando que tuviese escrito algo interesante. Dejé todo lo demás tal y como estaba. El posadero era un buen hombre, y no tenía intención de robarle nada así como así, sin saber siquiera si me resultaría útil, aunque antes de irme inspeccioné detenidamente ambos anillos y el medallón para ver si había algo grabado en ellos o tenían alguna característica peculiar o distintiva que pudiese darme alguna pista. También abrí la cartera abultada para comprobar si contenía algo más a parte de dinero. Tras volver a dejarlo todo en su sitio (salvo el papel arrugado, y cualquier otro papel sospechoso que pudiese haber en la cartera, ya que en la oscuridad de la despensa no se podía leer bien), me dirigí hacia el bello durmiente.

Por desgracia, el borracho se había pasado tanto que resultaba imposible despertarle. Además, su aliento olía como cuando destapas un bote de alcohol de desinfectar. Entonces, oí una voz a mis espaldas. Se trataba del tabernero. - Mierda, me ha pillado - pensé. Me preguntó por qué me interesaba tanto lo ocurrido y me aconsejó que no metiera las narices si no quería molestar a gente. Decidí que lo mejor sería darle una explicación razonable:

- Lo siento, señor. No es mi intención molestar a nadie, ni mucho menos. Simplemente me gustaría averiguar si en esta isla ha pasado algo malo, como me temo. Creo que los hombres que cantan en la taberna son piratas, al menos algunos de ellos, y no logro entender por qué motivo ni con qué intención han echado del Castillo a quien vivía en él. Además, lo que me ha traído a esta isla es aprender un par de técnicas médicas del Doctor Jefe de Sakura que, según tengo entendido, vive en el Castillo. Por lo tanto tenía intención de ir hasta allí, y me gustaría saber qué voy a encontrarme, y si el Doctor Jefe está bien.

Esperaba que mi historia fuese creíble. Para ayudar a ello, utilicé un tono firme, pero que a la vez dejaba entrever preocupación, y mis ojos se mantuvieron en todo momento fijos en los del posadero.

No pude evitar darme cuenta de que la expresión del posadero iba tornándose más y más sombría según yo hablaba. Cuando me respondió, pude notar que todo aquel asunto le afectaba profundamente. No sabía exactamente de qué modo, pero estaba claro que negativamente. Estaba claro que aquel hombre no quería oír nada más sobre el tema, y que yo ya no era bienvenido en aquella taberna. Así que, viendo que no iba a sacar nada más de aquella conversación, le dije, mirándole a los ojos y con voz suave y conciliadora:

- De acuerdo, buen hombre. Me disculpo si he hecho algo que le haya ofendido o causado dolor, no era mi intención. Solo quiero que sepa que no simpatizo para nada con los piratas, y que me gustaría ayudar si se ha cometido alguna injusticia con la gente que vivía en el Castillo. Si quiere encontrar alguna solución, estaré encantado de hablar con usted, búsqueme en la plaza cuando cierre la taberna. Si no, lamento de verdad haberle ofendido, abandonaré el local en este mismo momento, ya que entiendo que mi presencia aquí no es grata.

Dicho esto, me volví y me dirigí a la salida con paso lento. Esperaba que, o bien el tabernero recapacitara al ver que quería ayudar, y me dijese algo más, o que lo hiciese después de cerrar y se encontrara conmigo en la plaza. Si no me decía nada, saldría de la taberna e iría a un callejón cercano a leer el papel arrugado que había cogido de la estantería (y si había algún papel que coger de la cartera abultada, también), y ver si me servía de algo. Si me decía algo, me detendría y escucharía sus palabras.

NOTA:

Sales de la taberna, el hombre no te dice absolutamente nada, pero justo cuando te separas de él, puedes ver de reojo que está apretando los puños con frustración. O tal vez con ganas de incrustarlos en tu cara, pero no, parece que más bien es la primera opción. Parece.

Cuando te escondes en un callejón coges los dos papeles, el que tenías a la vista y uno que habías encontrado en la cartera y que has cogido precipitadamente. Te encuentras con que ambos dos se trata de una carta, una dirigida a Tom y otro a Mástin. En ambas el mismo formato de carta, además de una especie de billete de barco.


La nota, de un padre preocupado, deja claras las intenciones, no obstante parece que hay algo detrás de todo esto. ¿Quién es ese tipo? Parece ser alguien importante, sin embargo aún a sabiendas de lo que iba a ocurrir, no hizo nada por salvarse. ¿Qué puede haber detrás de esa nota? ¿Quién y por qué la habrá escrito?

El tiempo pasa. Los minutos pasan, las horas pasan. El frio te está dejando algo helado allí en la plaza a la que has ido a esperar al posadero. Pasan muchas personas, pero aunque ya ha pasado la hora de cierre de los establecimientos, no ves a nadie acercarse.

Nota 2.0:

Al darme la vuelta para irme, no pude evitar fijarme en cómo el tabernero apretó con fuerza sus puños. Parecía enormemente frustrado. Una vez estuve en la calle, fui hasta el callejón, y allí saqué de mi bolsillo las dos notas. Lo que ponía en ellas me dejó un buen rato pensativo. Quedaba claro que el hombre a quien habían arrebatado el Castillo y encerrado los supuestos piratas era el padre del posadero, quien por lo visto se llamaba Mástin. Extraño nombre, por cierto. Tras esta nueva información, mi opinión era que el padre del tabernero era el Rey/Gobernante de Sakura hasta hacía pocos días. Si era así debía ayudarle.

Me dirigí, tal y como había dicho, a la plaza, esperando que el posadero recapacitara y acudiera para hablar conmigo. Mientras esperaba pensaba en el contenido de las notas que había leído. El supuesto Gobernante parecía convencido de no poder hacer nada por evitar ser capturado, y daba la impresión de haber renunciado a toda esperanza. Su único objetivo parecía ser que sus hijos huyeran y así no corriesen la misma suerte que él. La verdad era que sentía lástima por aquel hombre.

El tiempo pasó, y el posadero no aparecía. El frío era atenazante, y por la hora que era, la hora del cierre debía de haber pasado hacía rato. Ligeramente decepcionado con aquel hombre por no acudir a la plaza, decidí volver hacia la taberna. Si por el camino, o una vez en ella, me encontraba con él, le llevaría a un lugar donde nadie pudiese escucharnos, y le diría:

- Discúlpeme por lo de antes, buen hombre. Lamento mucho haberle causado malestar. Pero, como comprenderá, no podía hablarle con franqueza en un lugar tan lleno de delincuentes. La verdad es que soy un Agente del Gobierno Mundial. Hemos oído rumores de lo ocurrido en el Castillo, y he sido enviado para averiguar la verdad y ayudar a restaurar el orden y la justicia en este reino. Sé que quien ha sido expulsado de su hogar y encerrado es tu padre, Mástin, y créeme si te digo que mi intención es ayudaros. Pero, para ello, necesito que me cuentes toda la historia, lo que realmente ha ocurrido en este reino.

Sin embargo, mis palabras no serían audibles en el exterior, sino tan solo en la cabeza del tabernero, usando para ello mi capacidad telepática. Por ello, le aseguraría que era imposible que nadie oyese nuestra conversación:

- Tranquilo, soy un telépata, cualquier cosa que me comuniques a través de este vínculo mental solo será audible para mí, ya que no estarás emitiendo ningún sonido. Puedes confiar en mí, de verdad.

Sin embargo, si no me encontraba al posadero ni en la calle, ni en la taberna, intentaría colarme en esta haciendo el menor ruido posible, y la recorrería de arriba a abajo, no dejando un solo rincón sin investigar. Si allí dentro era sorprendido por el tabernero o su hermano, diría lo antes expuesto. Si no, una vez hubiese terminado de registrar todo el local en busca de pistas, valoraría las opciones que tenía en función de lo que hubiese encontrado.

Una vez pude comprobar que la taberna estaba ya cerrada, intenté colarme por la ventana sin hacer ruido. Por desgracia, me fue imposible evitar que algo se oyera. Sin embargo, otro sonido, que parecía ser un llanto, ayudó a disimular el que yo había causado. Al dirigirme hacia la fuente de ese ruido, encontré al posadero bebiendo.

Su reacción ante mis palabras telepáticas me sorprendió. Parecía que Mástin, al igual que su padre, había abandonado ya toda esperanza, y había pasado a convertirse en un hombre amargado y lleno de rabia. La velocidad de sus movimientos y su agresividad fueron mucho mayores de lo que me había imaginado. Por suerte, el estruendo que causó en su arrebato de ira fue tal que despertó a su hermano de su etílico sueño. Éste apareció entonces en la habitación instando a su hermano a hacer menos ruido.

La mirada de Mástin reflejaba aún más tristeza que antes cuando volvió a fijarla en mí para, con un tono lleno de rabia, exigió que me fuera y que le revelase cómo sabía acerca de su padre. En ese momento, la sorpresa de Tom fue realmente evidente al enterarse de aquello. Así que, esta vez usando mi voz, me dirigí a él, procurando emplear mi labia y mi capacidad de convicción en lo que decía:

- Sí, Tom, lo sé. El Gobierno Mundial tiene multitud de métodos para obtener información, tantos que no conozco la mayoría de ellos. La cuestión es que nos llegaron rumores sobre lo ocurrido, y he sido enviado aquí para remediar esta situación. Quiero ayudaros, a vosotros y a vuestro padre, pero para ello necesito vuestra colaboración. Al menos, necesito que me contéis toda la verdad sobre lo acontecido. Sé que es un momento realmente difícil para vosotros, y puedo percibir la tristeza y la rabia en el corazón de tu hermano, pero si queréis que la situación cambie esta no es la manera. El alcohol y los lamentos solo conseguirán mataros lentamente. Aceptad mi ayuda, y no os arrepentiréis.

Dispuesto a usar todos mis trucos para convencerles, use el Soru para desplazarme en un abrir y cerrar de ojos a la otra esquina de la habitación. Acto seguido, me transformé en un hombre al que había visto horas antes paseando por el pueblo y, pocos segundos después, en una mujer a la que había conocido una vez en Sabaody.

- Soy un hombre poderoso, si el Gobierno me ha enviado aquí es porque hay una total confianza en mis habilidades para lograr poner fin a los altercados de este reino. Confiad en mí, y os prometo que conseguiréis la justicia que merecéis.

Tras terminar la frase, volví a transformarme en mí mismo, y me quedé mirando a los dos hermanos seriamente. Por si acaso las cosas no salían según lo previsto y alguno de los dos decidía atacarme, activé mi Haki de Observación para poder anticiparme a cualquier posible ataque contra mí.

La reacción de Mástin a mis palabras no fue, ni mucho menos, la esperada. Al parecer su rabia podía con todo lo demás, y no había forma de conseguir razonar con él. Asumiendo mi fracaso al intentar obtener información de los dos hermanos, me di la vuelta para marcharme, llevándome conmigo las notas. Si no contaban con los billetes de barco para huir de la ciudad, tal vez decidieran ir al Castillo e intentar vengar a su padre. Por el momento, no había nada más que hacer en aquella taberna.

Una vez en la calle, si alguno de los hermanos recapacitaba y salía detrás de mí me detendría a hablar con él. Si no, mi siguiente paso sería recorrer la ciudad, en busca de algún sitio donde pareciese que pudiera encontrar información útil, ya fuera un símbolo sospechoso que me recordase a los que había visto entre las pertenencias de los hermanos, un edificio oficial, o incluso si conseguía dar con los supuestos piratas. Dado que los hermanos no habían sido de utilidad tal vez consiguiera engañarles a ellos y conseguir que me llevaran hasta el Castillo. Al fin y al cabo, aunque no hubiese funcionado con Mástin y Tom, se me daba bastante bien convencer a la gente de lo que yo quería y manipularla según mis intereses.

Si les encontraba, me transformaría en un hombre grande y fuerte, con pinta de duro. El aspecto elegido era el de un matón al que me había enfrentado una vez, un tipo rubio, alto y musculoso. Me dirigiría hacia ellos, manteniendo mi Haki de Observación activo, y les saludaría diciendo:

- Saludos, camaradas. Mi nombre es Jake. He oído que habéis sacado al perro de su Castillo y lo habéis metido en una celda. Os felicito por ello y, si me ofrecéis algo de beber, brindaré con vosotros por ello.

Esperaría su respuesta y, si me preguntaban qué quería diría:

- Bueno, he pensado que os vendría bien un hombre más, y estoy dispuesto a ayudar en lo que haga falta. ¿Aceptáis mi ayuda,
compañeros?

Tras un buen rato recorriendo las calles me dí por vencido. A aquellas horas no iba a encontrar a nadie por la calle, y además debía encontrar pronto un sitio donde pasar la noche bajo un techo, protegido del frío glacial de aquella isla.

Por suerte, vi una posada cerca de donde yo me encontraba. Decidí entrar y preguntar por una habitación, a lo que me respondieron que solo tenían una libre, pero que era pequeña y no especialmente cómoda. Acepté la habitación que me ofrecían. Al fin y al cabo, siempre he sido alguien que no necesita comodidades para vivir, con que el lugar tuviese techo y paredes sería suficiente.

La verdad era que la descripción que me habían dado de la habitación resultaba incluso demasiado optimista. De hecho, parecía más un cuarto de la limpieza que una habitación. Pero bueno, como he dicho no necesitaba más. Así que entré y cerré la puerta. Sin embargo, no iba a dormirme aún. No había renunciado a mi idea de buscar más pistas sobre lo ocurrido en la isla. Primero registré a fondo cada rincón del habitáculo que había alquilado para aquella noche. Encontrase algo o no, después saldría al pasillo con el aspecto de una joven hermosa e inocente, pero manteniendo activado mi Haki de Observación, y utilizando la oscuridad a mi favor para hacer mi presencia casi indetectable. Buscaría primero la fuente del mal olor, si es que no se encontraba en mi cuarto. Después procedería a registrar pasillos, y todas las zonas comunes a las que pudiese llegar sin ser visto por ningún empleado de la posada (es decir, si hay alguna zona a la que para acceder me tendrían que ver si o si no iría).

Una vez hecho esto, encontrara algo o no, volvería a mi habitación y me echaría a dormir hasta que amaneciese, siempre que las circunstancias lo permitan, claro.

Descubrir la fuente del mal olor que había en la habitación fue fácil, aunque resultó bastante asqueroso. Pero de todas, formas, decidí no tocar el trozo de queso podrido que había encontrado por si acaso. Al salir del habitación comprobé que no era el único huésped despierto a esas horas. Sin embargo, no logré encontrar nada interesante de cara a mi misión, lo cual empezaba a resultar exasperante.

Uno de los clientes con los que me crucé se me quedó mirando, y comenzó a seguirme con una mirada obscena en sus ojos. La verdad era que tal vez debía haber elegido un aspecto más normal. El hombre trató de llamar mi atención con unas torpes palabras, que habrían espantado a cualquier chica. Sin embargo, yo no era realmente una chica, y además se me ocurrió que podía sacar provecho de aquella situación, así que decidí seguirle el juego. Active mi Haki de Observación y le dije:

- Muchas gracias por el cumplido, caballero, es muy amable. Si, soy nueva y no conozco a nadie aquí. Además he llegado bastante tarde y la habitación que me han dado es un cuchitril maloliente y asqueroso. Pero bueno, seguro que un hombre como tú tiene un lugar más cómod para pasar la noche.

Mientras decía esta última frase, le guiñé un ojo. No tenía muy claro cómo debía comportarme para que mi actuación resultase creíble, pero me pareció lo más adecuado. Una vez el hombre me llevase a su habitación, esperaría hasta que fuese a intentar algún avance físico (besos, caricias, o lo que fuera), para usar el Soru y, transformado en mi forma completa, agarrarle desde atrás para inmovilizarle. Rodearía su cuello con un brazo, colocando una de mis zarpas cerca de su yugular a modo de amenaza para disuadirle de intentar nada, y le taparía la boca con la otra mano, y le diría mediante el vínculo telepático para que nadie nos oyese:

- Vas a contestar a mis preguntas a través de tus pensamientos, sin usar palabras. Simplemente piensa en decirme las respuestas.
Primero: ¿qué ha ocurrido en esta isla? ¿Quién vivía en el Castillo y porqué le han echado y encerrado? ¿Quiénes han sido los autores? Y por último: ¿Cómo puedo llegar hasta el Castillo?

Escucharía su respuesta con atención, y según lo que me contestara decidiría mi próximo paso.

Cosas usadas:

El hombre comenzó a proyectar sin querer sus pensamientos, como si hablase consigo mismo, lo cual me permitió escucharlos también. Al parecer se trataba de uno de los hombres que habían asaltado el Castillo. En voz alta aseguró no saber nada, y sonaba bastante creíble. El tipo sabía fingir. Lo que no podía disimular era el miedo. Rápidamente le tapé la boca para que no pudiera hablar, y le hice un pequeño arañazo con una de mis garras en la mejilla. Con esto, mi veneno le haría efecto, provocándole mareos e inestabilidad durante un tiempo. Además me serviría para acojonarle aún más, de forma que tal vez pudiese obtener más respuestas.

Decidí utilizar mi Haki de Observación para estar preparado en caso de que alguien hubiese oído el ruido que había hecho el hombre al hablar y viniera a la habitación, usé de nuevo el vínculo telepático para decir a mi prisionero:

- No te creo. ¿Cómo se puede llegar hasta el Castillo? ¿Quién es el líder de los que han encerrado al hombre que vivía allí? Es la última vez que te lo pregunto. Y, por si sientes curiosidad por saber por qué te sientes tan mareado, mis garras contienen un potente veneno. Ese es tan solo el primer síntoma, pero morirás irremediablemente a no ser que yo mismo te dé el antídoto, y solo lo haré si me dices lo que quiero saber.

Era mentira, lo único que iba a hacerle mi veneno era producirle esos mareos, pero si de esa forma conseguía la información que buscaba no le importaba lo más mínimo mentir a una escoria como esa. Además, quizá el no haber confesado que había escuchado sus pensamientos ayudaría a que volviese a compartir conmigo más de lo que pretendía. Por si acaso alguien venía, se movió, llevando consigo a su prisionero mientras lo mantenía inmovilizado, hasta colocarse pegado a la pared, en la esquina que, al abrir la puerta, quedaba detrás de ésta.