Lenka R.
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fuerza
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Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Todo lo que puedo recordar son sombras. Llevo tanto tiempo encerrada en este lugar, que mis ojos han olvidado la existencia de los colores. Mi mente y mis oídos se ven sobrecogidos por el llanto y los lamentos de una voz familiar…Es mi voz, pero no la reconozco. Una sensación de dolor me recorre el cuerpo desde la medula y de mi desgarrada garganta sale un grito inhumano. Me duelen las cuerdas vocales después de tanto gritar… Noto que empiezan a sangrar, al igual que mi espalda. Llevan varias horas realizando este acto purificador.
Entonces abro los ojos, tras un espasmo y me despierto. Tengo que tomarme unos minutos en respirar hondo, odio este tipo de pesadillas. Da igual los siglos que pasen, siempre estarán en mi memoria. Con suavidad, me incorporo quedando sentada sobre el montón de paja seca en el que estaba acostada, como si temiese hacer algún ruido. Mirando hacia el exterior desde mi posición, observo que la luna sigue en lo alto del cielo nocturno. “Supongo que los demonios no duermen demasiado”. Digo en un tono ronco y me llevo la mano a la garganta preguntándome si me había puesto a gritar en sueños. En ese momento, agradezco que los dueños de aquel pequeño coral en que me he refugiado no estuvieran vivos. De haber dejado su asesinato para más adelante, se hubieran despertado. Suspiro, como si estuviese aliviada al recordar que no había nadie a kilómetros a la redonda que pudiese escucharme, y vuelvo a tumbarme en el heno.
-Mañana debemos encontrar una forma de llegar al punto indicado, Furfur.- Comento mirando al techo, sacando de entre la paja un pequeño sobre, arrugado para observarlo en la penumbra. Era del dueño de la granja que había resultado ser un simpatizante de la revolución. Al parecer, debido a información filtrada de la marina, pretendían reunirse para adelantarse a sus pasos. “¿Crees que encontrarás algo interesante si vas?” La voz del demonio sonó susceptible en mis oídos. Pero eso solo logró sacarme una sonrisa.
-Por supuesto. Sabes que pretendo causar el mayor caos de la historia humana… El caos que les llevara a la destrucción. Pero un plan de este calibre no puede lograrse sin información. A quién engañar, qué peón sacrificar para incitar a otros a confrontarse… Hay muchas cosas que hacer. No puedo ir matando simplemente al azar para lograr mi objetivo.- Digo y el tono de mi Akuma pasa a ser más complaciente. “Entonces será mejor que descanses, pequeña ama. No sería buena idea presentarse a una reunión como esta sin las fuerzas necesarias. “ La respuesta me hace ensanchar aún más la sonrisa.
-Al contrario, Furfur. Eso lo hace más divertido. Nadie se espera nunca al lobo con piel de cordero. Una niña de apariencia débil, desnutrida y maltratada no podría ser acogida de mejor forma por un grupo que quiere “liberar al pueblo”.- Explicó, alzando los brazos. –Aunque claro, eso de ayudar es solo una trola para atraer a pequeñas mentes con ideales simples e imposibles. La mayoría de altos cargos seguramente vean a esta como una campaña personal para ganar más poder y recibir un mejor puesto controlando al mundo, en un futuro.- Añado y mis brazos se relajan, cayendo por encima de mi cabeza. Vuelvo a cerrar los ojos.
Me levanto a la mañana siguiente cuando el sol apenas comienza a salir y salgo fuera del granero en el que he pasado la noche, estirándome y respirando profundamente. Aunque apenas unos rayos del crepúsculo se filtran desde la cúpula celeste, el clima es agradable. El aire se encuentra impregnado con el olor de la cosecha. Lo aspiro y pretendo recordar su fragancia dulzona. Tras estirarme y quedarme un rato más ahí en pie, observando el panorama, me dirijo a la casa de los granjeros. No quiero nada del interior ya que dudo que posean algo de utilidad, pero si me vendría bien comer antes de partir. Sería una pena dejar ahí una carne tan fresca después de tanto tiempo sin probar bocado.
Al entrar, los cuerpos de la pareja están donde recuerdo haberlos dejado anoche. Uno de ellos está desgarrado ya, el de la mujer. Anoche ya comí. Una mujer felizmente casada. Dudo que supiese que su marido pretendía abandonarla para ir a luchar en la revolución. Una pena, le había ahorrado la pena de verle marchar. El hombre, en cambio, seguía de una pieza. Murió de un golpe contundente, por lo que su muerte parecía totalmente distinta a la de su mujer. Bueno, era hora de solucionarlo. Dejando a un lado mi figura infantil para dar paso a la de una bestia de alas de murciélago y cola en llamas, me agaché sobre el cuerpo del hombre, comenzando a consumir su carne.
Para cuando acabé de saciar mi hambre, había descubierto alguna cosa más sobre la carta de recomendación que le había robado. Como la había obtenido, el lugar en el que se habían reunido. Aquel sujeto no sabía realmente lo que iban a hacer, pero ya lo averiguaría yo por mi cuenta. Tras asearme aprovechando la amabilidad de mis huéspedes, que me ofrecieron amablemente usar el baño, salí de la casa. Anduve un buen rato por el campo, hasta alcanzar una zona de bosque bastante tupido. Aunque pudiera haberme marchado directamente volando, preferí no levantar sospechas sobre las posibles razones de que aquella pareja muriese. No es como si hubiese muchas personas viviendo en la zona… Simplemente decidí hacer caso a lo que aprendía la última vez que me vieron usar mi “magia”.
–No quiero volver a ser encerrada.- Afirmo cuando Furfur me pregunta lo que anda rondando por mi cabeza mientras paseamos y me detengo en lentamente cuando considero imposible que nadie me vea transformarme. Cierro los ojos y mi cuerpo vuelve a cambiar, pero esta vez no soy una aberración. Mi estatura se vuelve más alta, y mi cuerpo infantil madura en segundos. Los ojos de color sangre que tanto llaman la atención a la gente, se tornan azules y profundos, como el mar y el cabello crece hasta la mitad de la cintura, volviéndose dorado. De la espalda, me surgen dos alas de plumas blancas. Así, me alzo dirigiéndome al puerto más cercano para embarcarme camino a la dirección que pone en la nota que llevo.
Entonces abro los ojos, tras un espasmo y me despierto. Tengo que tomarme unos minutos en respirar hondo, odio este tipo de pesadillas. Da igual los siglos que pasen, siempre estarán en mi memoria. Con suavidad, me incorporo quedando sentada sobre el montón de paja seca en el que estaba acostada, como si temiese hacer algún ruido. Mirando hacia el exterior desde mi posición, observo que la luna sigue en lo alto del cielo nocturno. “Supongo que los demonios no duermen demasiado”. Digo en un tono ronco y me llevo la mano a la garganta preguntándome si me había puesto a gritar en sueños. En ese momento, agradezco que los dueños de aquel pequeño coral en que me he refugiado no estuvieran vivos. De haber dejado su asesinato para más adelante, se hubieran despertado. Suspiro, como si estuviese aliviada al recordar que no había nadie a kilómetros a la redonda que pudiese escucharme, y vuelvo a tumbarme en el heno.
-Mañana debemos encontrar una forma de llegar al punto indicado, Furfur.- Comento mirando al techo, sacando de entre la paja un pequeño sobre, arrugado para observarlo en la penumbra. Era del dueño de la granja que había resultado ser un simpatizante de la revolución. Al parecer, debido a información filtrada de la marina, pretendían reunirse para adelantarse a sus pasos. “¿Crees que encontrarás algo interesante si vas?” La voz del demonio sonó susceptible en mis oídos. Pero eso solo logró sacarme una sonrisa.
-Por supuesto. Sabes que pretendo causar el mayor caos de la historia humana… El caos que les llevara a la destrucción. Pero un plan de este calibre no puede lograrse sin información. A quién engañar, qué peón sacrificar para incitar a otros a confrontarse… Hay muchas cosas que hacer. No puedo ir matando simplemente al azar para lograr mi objetivo.- Digo y el tono de mi Akuma pasa a ser más complaciente. “Entonces será mejor que descanses, pequeña ama. No sería buena idea presentarse a una reunión como esta sin las fuerzas necesarias. “ La respuesta me hace ensanchar aún más la sonrisa.
-Al contrario, Furfur. Eso lo hace más divertido. Nadie se espera nunca al lobo con piel de cordero. Una niña de apariencia débil, desnutrida y maltratada no podría ser acogida de mejor forma por un grupo que quiere “liberar al pueblo”.- Explicó, alzando los brazos. –Aunque claro, eso de ayudar es solo una trola para atraer a pequeñas mentes con ideales simples e imposibles. La mayoría de altos cargos seguramente vean a esta como una campaña personal para ganar más poder y recibir un mejor puesto controlando al mundo, en un futuro.- Añado y mis brazos se relajan, cayendo por encima de mi cabeza. Vuelvo a cerrar los ojos.
Me levanto a la mañana siguiente cuando el sol apenas comienza a salir y salgo fuera del granero en el que he pasado la noche, estirándome y respirando profundamente. Aunque apenas unos rayos del crepúsculo se filtran desde la cúpula celeste, el clima es agradable. El aire se encuentra impregnado con el olor de la cosecha. Lo aspiro y pretendo recordar su fragancia dulzona. Tras estirarme y quedarme un rato más ahí en pie, observando el panorama, me dirijo a la casa de los granjeros. No quiero nada del interior ya que dudo que posean algo de utilidad, pero si me vendría bien comer antes de partir. Sería una pena dejar ahí una carne tan fresca después de tanto tiempo sin probar bocado.
Al entrar, los cuerpos de la pareja están donde recuerdo haberlos dejado anoche. Uno de ellos está desgarrado ya, el de la mujer. Anoche ya comí. Una mujer felizmente casada. Dudo que supiese que su marido pretendía abandonarla para ir a luchar en la revolución. Una pena, le había ahorrado la pena de verle marchar. El hombre, en cambio, seguía de una pieza. Murió de un golpe contundente, por lo que su muerte parecía totalmente distinta a la de su mujer. Bueno, era hora de solucionarlo. Dejando a un lado mi figura infantil para dar paso a la de una bestia de alas de murciélago y cola en llamas, me agaché sobre el cuerpo del hombre, comenzando a consumir su carne.
Para cuando acabé de saciar mi hambre, había descubierto alguna cosa más sobre la carta de recomendación que le había robado. Como la había obtenido, el lugar en el que se habían reunido. Aquel sujeto no sabía realmente lo que iban a hacer, pero ya lo averiguaría yo por mi cuenta. Tras asearme aprovechando la amabilidad de mis huéspedes, que me ofrecieron amablemente usar el baño, salí de la casa. Anduve un buen rato por el campo, hasta alcanzar una zona de bosque bastante tupido. Aunque pudiera haberme marchado directamente volando, preferí no levantar sospechas sobre las posibles razones de que aquella pareja muriese. No es como si hubiese muchas personas viviendo en la zona… Simplemente decidí hacer caso a lo que aprendía la última vez que me vieron usar mi “magia”.
–No quiero volver a ser encerrada.- Afirmo cuando Furfur me pregunta lo que anda rondando por mi cabeza mientras paseamos y me detengo en lentamente cuando considero imposible que nadie me vea transformarme. Cierro los ojos y mi cuerpo vuelve a cambiar, pero esta vez no soy una aberración. Mi estatura se vuelve más alta, y mi cuerpo infantil madura en segundos. Los ojos de color sangre que tanto llaman la atención a la gente, se tornan azules y profundos, como el mar y el cabello crece hasta la mitad de la cintura, volviéndose dorado. De la espalda, me surgen dos alas de plumas blancas. Así, me alzo dirigiéndome al puerto más cercano para embarcarme camino a la dirección que pone en la nota que llevo.
Helado-chan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Espero que disfrutes de la caza y del viaje hasta la reunión revolucionaria, pequeña loba con piel de cordero.
Neo approves~.
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