Gareth Silverwing
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Habían pasado diez minutos desde que llegué al despacho, estaba mirando fijamente una caja de cartón que alguien había dejado encima del escritorio. Era de color blanco, con una cara sonriente toscamente dibujada en la tapa, sin ningún texto ni dibujo que indicara su contenido. Me daba mala espina, muy mala espina, pero ya había llamado a los artificieros la semana pasada por un falso positivo al ver los informes de Jack. Me armé de valor y la poca paciencia que me quedaba y abrí la caja.
Dentro había una máscara blanca de cartón con una cara sonriente dibujada con toscas líneas negras. Debajo de esta había una simple sábana blanca y al lado una nota.
“Has sido elegido Arthur Silverwing. Tus ejemplares actos de justicia y disciplina te han ganado un puesto para ser un aliado del bien y combatir el mal. Este será un camino arduo y tortuoso, te ganarás varios enemigos y por eso me he tomado la libertad de crear una identidad secreta para protegerte a ti y a tus seres queridos. Regocíjate, pues esta será tu nueva identidad Smileyman, aquel que lleva la sonrisa a los corazones de la gente.
Fdo: Scarftguy”
Respiré hondo, cerré la caja y la metí en un armario, bajo pilas y pilas de papeleo que nadie se molestaría en resolver nunca. Aquella estupidez estaba condenada al olvido entre restos de burocracia fallida. Ya no me enfadaba, no podía, había dado por hecho que su estupidez no tenía solución, así que lo mejor que podía hacer era ignorarlo. Retomé mi rutina diaria, sin pensar mucho en lo sucedido, sin ni siquiera darle importancia más allá de haber perdido un cuarto de hora. Una vez acabé regresé a mi habitación después de una cena junto a los reclutas y me dormí.
No recordaba que mi cama se moviese tanto, ni el olor a sal y alquitrán en la habitación. Abrí los ojos, todo estaba a oscuras, pero estaba claro que no me encontraba en la habitación, quizás porque mi cama no tiene paredes de madera ni una superficie inferior al metro cuadrado. Di un golpe a los tablones para romperlos y poder salir. Me habían metido dentro de una caja en la bodega de un barco desconocido, la estancia sólo estaba iluminada por un par de farolillos colgados del techo y unos cuantos ojos de buey. Encima de la caja había otra nota.
“Ni los héroes ni los villanos pueden escapar de la justicia Smileyman. Veo que te daba vergüenza usar tu traje, por eso me las he arreglado para ponértelo mientras dormías y meterte en un barco de contrabandistas. Esta es tu primera misión oficial, espero grandes resultados de ti.
Fdo: Scarftguy
PD: El TRAJE es ignífugo, por lo que no puedes quemarlo, y lo he pegado con adhesivo súper extra fuerte a tu ropa, además estoy seguro de que no quieres que la gente vea quien está tras esa máscara ¿Verdad?”
Volví a respirar hondo a la vez que el papel y la madera crujían bajo mis manos.
- Lo mato. – Fue lo único que dije tras la máscara.
De pronto una ola chocó contra el costado del barco, haciendo que casi perdiese el equilibrio. Miré por un ojo de buey para ver como el cielo se oscurecía, una tormenta de las godas se cernía sobre nosotros. Debía salir de aquí lo antes posible antes de que a este barco le ocurriese lo peor y me arrastrase consigo.
- ¿En serio tenemos que hacer esto? Este sitio siempre da muy mal rollo, especialmente durante una tormenta. – Dijo la voz de una mujer que bajaba las escaleras desde la cubierta superior.
- No seas cobarde. Antes de zarpar había un tipo raro con bufanda merodeando alrededor del barco, tenemos que inspeccionar que nada esté fuera de lugar. – Le contestó la voz de un hombre que sostenía una linterna de aceite.
La luz de la linterna iluminó el pasillo que formaban las cajas y barriles de la bodega, nada fuera de lo normal, excepto…
- Mira esto. – Dijo la mujer acercándose. - ¿Qué ha podido reventar esta caja?
- O quien. – Puntualizó su compañero. – Es como si la caja hubiese sido reventada desde dentro.
- ¿Quieres decir que tenemos un polizón?
De ponto un sonido interrumpió su conversación, un trueno resonó por todo el barco y entre los crujidos de la madera se distinguía el singular sonido de unos pasos. La linterna iluminó un extremo del pasillo, nada, el otro extremo nada.
- Puede que esté en el otro lado. – Dijo la mujer en voz baja. A la vez que sacaba una pistola y le hacía señas a su compañero de que la siguiese en silencio y apagase la linterna.
Recorrieron el pasillo, procurando acompasar sus pasos con los sonidos de la tormenta, el pasillo torcía y daba la vuelta para hacer un recorrido por el otro costado del barco. La mujer miró de reojo por encima de una caja. No se veía bien pero al fondo había una persona… o eso parecía. Una figura cubierta por una sábana blanca, no muy alta ¿un niño? De pronto este se dio la vuelta y, justo en ese instante todos los farolillos se apagaron. Un escalofrío recorrió su espalda cuando un relámpago iluminó la estancia para mostrar que ahí no había nadie a parte de ellos dos.
- Enciende la linterna ¡Rápido! – Apresuró la mujer en voz baja.
- Lo… lo intento pero no prende. – Dijo su compañero nervioso.
La mujer volvió a mirar el pasillo a oscuras. Otro rayo mostró la silueta blanca al fondo, mirándolos. Un gritito salió de sus labios, ¿Qué diantres era eso? Otro rayo volvió a iluminar la estancia para revelar la silueta más cerca todavía, tenía una máscara blanca con una cara sonriente dibujada.
- ¡Alto! – Dijo apuntando con la pistola, pero en la oscuridad no había nada. ¿Se lo estaba imaginando?
Una luz la sobresaltó por detrás. No tardó mucho en comprender que su compañero había encendido la linterna. No había nada, ni rastro de un polizón, ni del niño de la sábana. La llama bailaba al son de las olas haciendo que las sombras la siguieran en su danza.
- Uf. Creo que este trabajo me está volviendo paranoica, volvamos arriba, creo que necesito un descanso. – Dijo mientras se daba la vuelta.
Su cara se quedó pálida. Ahí estaba ese ser, de la sábana sobresalía un brazo que agarraba la cara de su compañero inconsciente, por encima de su hombro bailaba una pequeña bola de llamas. El pequeño enmascarado la miró.
- Tu… También me has visto.
-
Su grito y los disparos se vieron ahogados por el sonido de la tormenta rugiente.
Varios días después de encargarme de los contrabandistas bajé a la cafetería a desayunar, como de costumbre. El café por la mañana era lo único que me ponía de buen humor. Pero esa mañana hubo algo que me sorprendió, un marine contando una extraña anécdota a sus compañeros.
- ¿Habéis oído hablar de Smileyman?
- Si, es una leyenda urbana que ha surgido entre piratas.
- Yo no la he escuchado. – Dije sentándome con ellos. – Contadme más.
- Bueno… no es más que un rumor, pero viendo cómo han acabado algunas tripulaciones, empiezo a creer que es cierto. – Hizo una pequeña pausa y tragó saliva. – No se sabe muy bien cómo ni cuándo llega allí, pero normalmente Smileyman aparece sin previo aviso en los barcos de los malhechores. Tiene el aspecto de una persona no muy alta, cubierta por una sábana blanca y, en su rostro lleva una máscara de cartón con una cara sonriente dibujada. Silencioso como la muerte, se arrastra por el interior de los barcos, cazando a la tripulación uno por uno. Dicen que tiene una fuerza sobre-humana a pesar de su tamaño, que puede apagar las luces y encenderlas a voluntad, que los fuegos fatuos lo acompañan y que si miras a través de los agujeros de su máscara te encontrarás un vacío que te devorará el alma. Algunos dicen que es el fantasma de un niño que se ahogó en estos mares, otros que es un demonio hambriento de almas. Hay varias versiones, pero todas narran los encuentros con el mismo protagonista.
- Pff. Que estupidez. – Dije tras acabar el café y levantarme de la mesa para ir al despacho.
Una carta negra estaba sobre mi escritorio, si esto era cosa de Al puede que la leyenda de Smileyman se volviese real en la marina.
Dentro había una máscara blanca de cartón con una cara sonriente dibujada con toscas líneas negras. Debajo de esta había una simple sábana blanca y al lado una nota.
“Has sido elegido Arthur Silverwing. Tus ejemplares actos de justicia y disciplina te han ganado un puesto para ser un aliado del bien y combatir el mal. Este será un camino arduo y tortuoso, te ganarás varios enemigos y por eso me he tomado la libertad de crear una identidad secreta para protegerte a ti y a tus seres queridos. Regocíjate, pues esta será tu nueva identidad Smileyman, aquel que lleva la sonrisa a los corazones de la gente.
Fdo: Scarftguy”
Respiré hondo, cerré la caja y la metí en un armario, bajo pilas y pilas de papeleo que nadie se molestaría en resolver nunca. Aquella estupidez estaba condenada al olvido entre restos de burocracia fallida. Ya no me enfadaba, no podía, había dado por hecho que su estupidez no tenía solución, así que lo mejor que podía hacer era ignorarlo. Retomé mi rutina diaria, sin pensar mucho en lo sucedido, sin ni siquiera darle importancia más allá de haber perdido un cuarto de hora. Una vez acabé regresé a mi habitación después de una cena junto a los reclutas y me dormí.
No recordaba que mi cama se moviese tanto, ni el olor a sal y alquitrán en la habitación. Abrí los ojos, todo estaba a oscuras, pero estaba claro que no me encontraba en la habitación, quizás porque mi cama no tiene paredes de madera ni una superficie inferior al metro cuadrado. Di un golpe a los tablones para romperlos y poder salir. Me habían metido dentro de una caja en la bodega de un barco desconocido, la estancia sólo estaba iluminada por un par de farolillos colgados del techo y unos cuantos ojos de buey. Encima de la caja había otra nota.
“Ni los héroes ni los villanos pueden escapar de la justicia Smileyman. Veo que te daba vergüenza usar tu traje, por eso me las he arreglado para ponértelo mientras dormías y meterte en un barco de contrabandistas. Esta es tu primera misión oficial, espero grandes resultados de ti.
Fdo: Scarftguy
PD: El TRAJE es ignífugo, por lo que no puedes quemarlo, y lo he pegado con adhesivo súper extra fuerte a tu ropa, además estoy seguro de que no quieres que la gente vea quien está tras esa máscara ¿Verdad?”
Volví a respirar hondo a la vez que el papel y la madera crujían bajo mis manos.
- Lo mato. – Fue lo único que dije tras la máscara.
De pronto una ola chocó contra el costado del barco, haciendo que casi perdiese el equilibrio. Miré por un ojo de buey para ver como el cielo se oscurecía, una tormenta de las godas se cernía sobre nosotros. Debía salir de aquí lo antes posible antes de que a este barco le ocurriese lo peor y me arrastrase consigo.
- ¿En serio tenemos que hacer esto? Este sitio siempre da muy mal rollo, especialmente durante una tormenta. – Dijo la voz de una mujer que bajaba las escaleras desde la cubierta superior.
- No seas cobarde. Antes de zarpar había un tipo raro con bufanda merodeando alrededor del barco, tenemos que inspeccionar que nada esté fuera de lugar. – Le contestó la voz de un hombre que sostenía una linterna de aceite.
La luz de la linterna iluminó el pasillo que formaban las cajas y barriles de la bodega, nada fuera de lo normal, excepto…
- Mira esto. – Dijo la mujer acercándose. - ¿Qué ha podido reventar esta caja?
- O quien. – Puntualizó su compañero. – Es como si la caja hubiese sido reventada desde dentro.
- ¿Quieres decir que tenemos un polizón?
De ponto un sonido interrumpió su conversación, un trueno resonó por todo el barco y entre los crujidos de la madera se distinguía el singular sonido de unos pasos. La linterna iluminó un extremo del pasillo, nada, el otro extremo nada.
- Puede que esté en el otro lado. – Dijo la mujer en voz baja. A la vez que sacaba una pistola y le hacía señas a su compañero de que la siguiese en silencio y apagase la linterna.
Recorrieron el pasillo, procurando acompasar sus pasos con los sonidos de la tormenta, el pasillo torcía y daba la vuelta para hacer un recorrido por el otro costado del barco. La mujer miró de reojo por encima de una caja. No se veía bien pero al fondo había una persona… o eso parecía. Una figura cubierta por una sábana blanca, no muy alta ¿un niño? De pronto este se dio la vuelta y, justo en ese instante todos los farolillos se apagaron. Un escalofrío recorrió su espalda cuando un relámpago iluminó la estancia para mostrar que ahí no había nadie a parte de ellos dos.
- Enciende la linterna ¡Rápido! – Apresuró la mujer en voz baja.
- Lo… lo intento pero no prende. – Dijo su compañero nervioso.
La mujer volvió a mirar el pasillo a oscuras. Otro rayo mostró la silueta blanca al fondo, mirándolos. Un gritito salió de sus labios, ¿Qué diantres era eso? Otro rayo volvió a iluminar la estancia para revelar la silueta más cerca todavía, tenía una máscara blanca con una cara sonriente dibujada.
- ¡Alto! – Dijo apuntando con la pistola, pero en la oscuridad no había nada. ¿Se lo estaba imaginando?
Una luz la sobresaltó por detrás. No tardó mucho en comprender que su compañero había encendido la linterna. No había nada, ni rastro de un polizón, ni del niño de la sábana. La llama bailaba al son de las olas haciendo que las sombras la siguieran en su danza.
- Uf. Creo que este trabajo me está volviendo paranoica, volvamos arriba, creo que necesito un descanso. – Dijo mientras se daba la vuelta.
Su cara se quedó pálida. Ahí estaba ese ser, de la sábana sobresalía un brazo que agarraba la cara de su compañero inconsciente, por encima de su hombro bailaba una pequeña bola de llamas. El pequeño enmascarado la miró.
- Tu… También me has visto.
-
Su grito y los disparos se vieron ahogados por el sonido de la tormenta rugiente.
Varios días después de encargarme de los contrabandistas bajé a la cafetería a desayunar, como de costumbre. El café por la mañana era lo único que me ponía de buen humor. Pero esa mañana hubo algo que me sorprendió, un marine contando una extraña anécdota a sus compañeros.
- ¿Habéis oído hablar de Smileyman?
- Si, es una leyenda urbana que ha surgido entre piratas.
- Yo no la he escuchado. – Dije sentándome con ellos. – Contadme más.
- Bueno… no es más que un rumor, pero viendo cómo han acabado algunas tripulaciones, empiezo a creer que es cierto. – Hizo una pequeña pausa y tragó saliva. – No se sabe muy bien cómo ni cuándo llega allí, pero normalmente Smileyman aparece sin previo aviso en los barcos de los malhechores. Tiene el aspecto de una persona no muy alta, cubierta por una sábana blanca y, en su rostro lleva una máscara de cartón con una cara sonriente dibujada. Silencioso como la muerte, se arrastra por el interior de los barcos, cazando a la tripulación uno por uno. Dicen que tiene una fuerza sobre-humana a pesar de su tamaño, que puede apagar las luces y encenderlas a voluntad, que los fuegos fatuos lo acompañan y que si miras a través de los agujeros de su máscara te encontrarás un vacío que te devorará el alma. Algunos dicen que es el fantasma de un niño que se ahogó en estos mares, otros que es un demonio hambriento de almas. Hay varias versiones, pero todas narran los encuentros con el mismo protagonista.
- Pff. Que estupidez. – Dije tras acabar el café y levantarme de la mesa para ir al despacho.
Una carta negra estaba sobre mi escritorio, si esto era cosa de Al puede que la leyenda de Smileyman se volviese real en la marina.
Hayden Ashworth
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Buenas!
He de decirte que tal vez deberías haber repasado un poco más el diario, aunque sea corto, ya que he visto un par de letras faltantes o alguna que otra tilde que no estaba... (De estas últimas creo que solo una)
Aun con eso, pasas a la siguiente fase del evento. Recibes una invitación citandote en un lugar a una fecha concreta.
He de decirte que tal vez deberías haber repasado un poco más el diario, aunque sea corto, ya que he visto un par de letras faltantes o alguna que otra tilde que no estaba... (De estas últimas creo que solo una)
Aun con eso, pasas a la siguiente fase del evento. Recibes una invitación citandote en un lugar a una fecha concreta.
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