Sarah Foxxx
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Akuma no mi
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De vuelta en Villa Syrup, todos miran desde el muelle como llego en mi barco, después de darme unas vacaciones en varias islas, por fin vuelvo a mi hogar. Donde pasé la mas de la mitad de mi vida. Al bajarme del barco, todos sonríen, y me saludan, hacía tiempo que no me sentía tan querida, puesto que al principio les daba algo de miedo.
Comencé a caminar por el pueblo, mirando si había novedades, después de un mes, las únicas novedades que había, es que todos habían crecido, incluidos árboles y plantas. Me acerqué hasta la tienda de Ika para ver si tenía género nuevo. En cuanto entré por la puerta, vino hacía mi sonriendo, abrazándome en el aire.
-Ira, cuanto tiempo chica, ¿qué es de tu vida? -pregunto abrazándome fuertemente.
-Pues no mucho, solo he ido de vacaciones, y ya estoy aquí, ¿pudiste cuidar sin problemas a los pequeños? -le pregunté, mientras miraba por la tienda.
-Si, no ha habido ningún problema, únicamente que han aparecido gente nueva, y no tienen buena pinta, ya los investigarás tu misma, pero no ahora, acabas de llegar -dijo mientras me seguía por la tienda.
Después de mirar el género, y hablar, salí de nuevo. Tenía ganas de pasear, así que eso hice, me dirigí a la playa, me descalcé, y mojé mis pies en la orilla del mar, no mucho, por si las moscas. Miré el horizonte, y luego hacía el pueblo, no podía haber ido a parar a mejor lugar.
Comencé a caminar por el pueblo, mirando si había novedades, después de un mes, las únicas novedades que había, es que todos habían crecido, incluidos árboles y plantas. Me acerqué hasta la tienda de Ika para ver si tenía género nuevo. En cuanto entré por la puerta, vino hacía mi sonriendo, abrazándome en el aire.
-Ira, cuanto tiempo chica, ¿qué es de tu vida? -pregunto abrazándome fuertemente.
-Pues no mucho, solo he ido de vacaciones, y ya estoy aquí, ¿pudiste cuidar sin problemas a los pequeños? -le pregunté, mientras miraba por la tienda.
-Si, no ha habido ningún problema, únicamente que han aparecido gente nueva, y no tienen buena pinta, ya los investigarás tu misma, pero no ahora, acabas de llegar -dijo mientras me seguía por la tienda.
Después de mirar el género, y hablar, salí de nuevo. Tenía ganas de pasear, así que eso hice, me dirigí a la playa, me descalcé, y mojé mis pies en la orilla del mar, no mucho, por si las moscas. Miré el horizonte, y luego hacía el pueblo, no podía haber ido a parar a mejor lugar.
Marc Kiedis
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Villa Syrup parecía un lugar tranquilo. Marc había conseguido que un navío mercante le trajese hasta aquí desde Cocoyasi, gracias a que se había ofrecido a cocinar para ellos durante el viaje. Esto, junto a su simpatía natural, le había granjeado rápidamente la simpatía del capitán y le había permitido llegar hasta allí.
Curioso, el semigigante recorrió el pueblo y, viendo que aún no era la hora de comer, decidió visitar la playa. Muchos clientes le habían hablado en el restaurante de la belleza de aquel lugar, y el grandullón tenía muchas ganas de contemplarlo. Sin embargo, al llegar allí hubo algo que llamó su atención más aún que el paisaje. Y es que en la orilla, dejando que el agua del mar mojase sus pies, se encontraba una chica que debía de medir casi lo mismo que él. Tenía que ser de su misma especie. Marc no podía creerlo, nunca había conocido a ningún otro semigigante, pues había pasado toda su vida en el Baratie. Emocionado, no pudo contener las ganas de saludar a aquella persona. Estaba entusiasmado por la posibilidad de conocer por fin a alguien de su raza y, acercándose casi corriendo a ella, dijo:
- Hola, ¿qué tal? Me llamo Marc, y acabo de llegar a la isla.
Dicho esto, el grandullón esperaría a que la chica se presentara, sonriendo de oreja a oreja en todo momento, y después diría:
- Perdona por mi ímpetu, es que nunca había conocido a otro semigigante como yo, y la verdad es que estoy emocionado. No sabes las ganas que tenía de conocer a alguien de mi misma raza. ¿Qué haces en esta isla?
Curioso, el semigigante recorrió el pueblo y, viendo que aún no era la hora de comer, decidió visitar la playa. Muchos clientes le habían hablado en el restaurante de la belleza de aquel lugar, y el grandullón tenía muchas ganas de contemplarlo. Sin embargo, al llegar allí hubo algo que llamó su atención más aún que el paisaje. Y es que en la orilla, dejando que el agua del mar mojase sus pies, se encontraba una chica que debía de medir casi lo mismo que él. Tenía que ser de su misma especie. Marc no podía creerlo, nunca había conocido a ningún otro semigigante, pues había pasado toda su vida en el Baratie. Emocionado, no pudo contener las ganas de saludar a aquella persona. Estaba entusiasmado por la posibilidad de conocer por fin a alguien de su raza y, acercándose casi corriendo a ella, dijo:
- Hola, ¿qué tal? Me llamo Marc, y acabo de llegar a la isla.
Dicho esto, el grandullón esperaría a que la chica se presentara, sonriendo de oreja a oreja en todo momento, y después diría:
- Perdona por mi ímpetu, es que nunca había conocido a otro semigigante como yo, y la verdad es que estoy emocionado. No sabes las ganas que tenía de conocer a alguien de mi misma raza. ¿Qué haces en esta isla?
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Empezaba a atardecer, en el horizonte se veía el cielo beteado en tonos anaranjados, rosados y azules, dando la impresión de ser un arcoíris de solo 3 colores. Miraba al cielo sonriendo, recordando a Shein y a Eric. De pronto y sin previo aviso, noté como el suelo retumbaba un poco, activé el Haki de Observación por si alguien venía a atacarme por la espalda, solo notó a alguien de una fuerza y tamaño parecidas a la mía.
Llegó un chico a mi altura, sonriendo, como un colegial, estaba muy contento por lo que veía, y me saludó.
-Hola, yo soy Sarah, encantada, y si acabas de llegar, bienvenido -dije mirándole a los ojos con una amplia sonrisa, su alegría era contagiosa.
-Bueno, pues ya conoces a una más, de hecho -dije acercándome un poco a él y hablando en voz baja -aquí hay más de uno, somos varios semigigantes los que vivimos aquí -dije mirando alrededor, aunque todos los del pueblo lo sabían, quería darle un poco de intriga.
-¿Tienes donde quedarte? -pregunté mirándole con una sonrisa, no parecía demasiado malo, pero estaría atenta por si acaso.
Llegó un chico a mi altura, sonriendo, como un colegial, estaba muy contento por lo que veía, y me saludó.
-Hola, yo soy Sarah, encantada, y si acabas de llegar, bienvenido -dije mirándole a los ojos con una amplia sonrisa, su alegría era contagiosa.
-Bueno, pues ya conoces a una más, de hecho -dije acercándome un poco a él y hablando en voz baja -aquí hay más de uno, somos varios semigigantes los que vivimos aquí -dije mirando alrededor, aunque todos los del pueblo lo sabían, quería darle un poco de intriga.
-¿Tienes donde quedarte? -pregunté mirándole con una sonrisa, no parecía demasiado malo, pero estaría atenta por si acaso.
- OFF-ROL:
- Antes no lo puse, pero los ``pequeños´´ son un lobo,
un gran danes y un lemur agrandados, e Ika, es un NPC semigigante que añadí a mayores, vende productos y cositas para semigigantes. Aunque...
debería preparar la ficha de ese NPC ^^
Marc Kiedis
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La semigiganta sonrió también mientras contestaba a Marc. A éste le dio la sensación de que era buena persona y, además, se alegró mucho cuando supo que había varios semigigantes viviendo en la isla.
- ¿En serio? Vaya, nunca pensé que iba a encontrarme a más semigigantes en este mar. Yo he pasado toda mi vida en el Baratie,
el restaurante marino. El dueño y los empleados me criaron, y me enseñaron a cocinar, pero siempre había querido salir a recorrer el mundo y vivir aventuras.
Cuando Sarah preguntó si el grandullón tenía un sitio donde quedarse, éste le respondió:
- No, la verdad es que no. Acabo de llegar a esta isla, y eres la primera persona que conozco desde que he desembarcado. Por cierto, ¿tienes hambre?
Si la chica respondía afirmativamente, Marc crearía un trozo de queso de cabra, sólido por fuera, pero derretido y caliente por dentro, aunque no lo suficiente para que quien lo probara se quemara la boca. Le ofrecería amablemente a Sarah ese trozo de queso y crearía otro para él. Acto seguido, diría.
- Hasta hace unos días nunca había salido del Baratie, y aunque había oído mil historias, no me imaginaba que hubiera lugares tan impresionantes como esta playa tan cerca de él. ¡Qué ganas tengo de ver qué más cosas increíbles hay por ahí!
- ¿En serio? Vaya, nunca pensé que iba a encontrarme a más semigigantes en este mar. Yo he pasado toda mi vida en el Baratie,
el restaurante marino. El dueño y los empleados me criaron, y me enseñaron a cocinar, pero siempre había querido salir a recorrer el mundo y vivir aventuras.
Cuando Sarah preguntó si el grandullón tenía un sitio donde quedarse, éste le respondió:
- No, la verdad es que no. Acabo de llegar a esta isla, y eres la primera persona que conozco desde que he desembarcado. Por cierto, ¿tienes hambre?
Si la chica respondía afirmativamente, Marc crearía un trozo de queso de cabra, sólido por fuera, pero derretido y caliente por dentro, aunque no lo suficiente para que quien lo probara se quemara la boca. Le ofrecería amablemente a Sarah ese trozo de queso y crearía otro para él. Acto seguido, diría.
- Hasta hace unos días nunca había salido del Baratie, y aunque había oído mil historias, no me imaginaba que hubiera lugares tan impresionantes como esta playa tan cerca de él. ¡Qué ganas tengo de ver qué más cosas increíbles hay por ahí!
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Se veía que estaba emocionado, el pobre chico nunca había estado cerca de un semigigante.
-Así que, en el Baratie, y que además te enseñaron a cocinar, ya me harás alguna comida -comenté sonriendo, de pie ante él. Era algo más alto que yo, por lo cual tenía que mirar hacia arriba para mirarle a la cara.
Cuando me respondió puse los ojos en blanco sonriendo a mí misma ``Pues claro tonta, si acaba de llegar y soy la primera persona con la que habla… ¿cómo va a tener donde quedarse?´´ Después de hablar conmigo misma dirigí la mirada hacía el de nuevo, me preguntó que si tenía hambre.
-Pues un poco a decir verdad -dije, mientras veía como de la nada creaba un trozo de queso.
-Vaya, esto no me lo esperaba… -dije con el trozo de queso en la mano, mientras el preparaba uno para él mismo.
Olí el aroma de aquel delicioso queso, y luego lo saboree, sabía realmente bien.
-No sé cómo lo has hecho, pero sabe genial -dije después de tragar el primer poquito de queso.
-Antes de que me olvide, si quieres puedo ofrecerte alojamiento mientras estés aquí -dije mientras continuaba comiendo el queso.
-Así que, en el Baratie, y que además te enseñaron a cocinar, ya me harás alguna comida -comenté sonriendo, de pie ante él. Era algo más alto que yo, por lo cual tenía que mirar hacia arriba para mirarle a la cara.
Cuando me respondió puse los ojos en blanco sonriendo a mí misma ``Pues claro tonta, si acaba de llegar y soy la primera persona con la que habla… ¿cómo va a tener donde quedarse?´´ Después de hablar conmigo misma dirigí la mirada hacía el de nuevo, me preguntó que si tenía hambre.
-Pues un poco a decir verdad -dije, mientras veía como de la nada creaba un trozo de queso.
-Vaya, esto no me lo esperaba… -dije con el trozo de queso en la mano, mientras el preparaba uno para él mismo.
Olí el aroma de aquel delicioso queso, y luego lo saboree, sabía realmente bien.
-No sé cómo lo has hecho, pero sabe genial -dije después de tragar el primer poquito de queso.
-Antes de que me olvide, si quieres puedo ofrecerte alojamiento mientras estés aquí -dije mientras continuaba comiendo el queso.
Marc Kiedis
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Sarah parecía muy simpática, y la conversación estaba resultándole a Marc muy entretenida. Ella fue muy amable, al ofrecerle alojamiento mientras estuviera en la isla. No podía creer la suerte que había tenido de conocer nada más llegar a alguien que era tan buena persona, así que le contestó mientras mantenía su amplia sonrisa:
- Muchas gracias, Sarah. De verdad, te lo agradezco mucho, aunque no tengo dinero ni nada. Eso si, a cambio cocinaré para ti las veces que quieras, prometido. En cuanto al queso, no es nada, se trata simplemente del poder de mi Akuma no mi. Puedo crear y manipular queso como yo quiera.
Curioso por saber qué cosas interesantes se podían hacer en aquella isla, el grandullón preguntó a su nueva amiga:
- ¿Qué se puede hacer en esta isla? Tengo ganas de vivir aventuras. Por eso me fui del restaurante, quiero recorrer los mares y disfrutar de la libertad y de los retos que ofrecen. Por cierto, ¿tú a qué te dedicas? ¿Has viajado mucho?
Marc estaba encantado, siempre disfrutaba muchísimo de conocer gente nueva, y más si eran tan amables y simpáticos. Aunque, realmente, costaba encontrar a alguien que fuese desagradable con el grandullón, ya que su alegría y positivismo eran bastante contagiosos.
- Muchas gracias, Sarah. De verdad, te lo agradezco mucho, aunque no tengo dinero ni nada. Eso si, a cambio cocinaré para ti las veces que quieras, prometido. En cuanto al queso, no es nada, se trata simplemente del poder de mi Akuma no mi. Puedo crear y manipular queso como yo quiera.
Curioso por saber qué cosas interesantes se podían hacer en aquella isla, el grandullón preguntó a su nueva amiga:
- ¿Qué se puede hacer en esta isla? Tengo ganas de vivir aventuras. Por eso me fui del restaurante, quiero recorrer los mares y disfrutar de la libertad y de los retos que ofrecen. Por cierto, ¿tú a qué te dedicas? ¿Has viajado mucho?
Marc estaba encantado, siempre disfrutaba muchísimo de conocer gente nueva, y más si eran tan amables y simpáticos. Aunque, realmente, costaba encontrar a alguien que fuese desagradable con el grandullón, ya que su alegría y positivismo eran bastante contagiosos.
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-No hay de que, me gusta ayudar siempre que puedo, me ayuda a ser mejor persona -digo con toda sinceridad. Era un chico muy simpático, y eso contaba el también. No tenía dinero, pero a cambio me cocinaría.
-De acuerdo, pero con la condición de cocinar juntos -digo mirándole con ímpetu, y sonriendo – no me gusta quedarme quieta, a no ser que esté enferma claro, por cierto, ¿no te molestan los animales verdad? -pregunto, ya que tenía al lémur, el perro y el lobo en casa, y no quería que se pudiera sentir incomodo si los veía.
-La verdad es que en principio no hay mucho que hacer o ver, si te interesa, puedo llevarte hasta la tienda de mi amigo, quizás encuentres algo que te interese, el es de fiar, si te interesa algo, puede dejártelo guardado, es posible que nos sumerjamos en alguna aventura que te dé dinero, y puedas comprar luego -digo sonriendo, con un brillo en los ojos.
-De acuerdo, pero con la condición de cocinar juntos -digo mirándole con ímpetu, y sonriendo – no me gusta quedarme quieta, a no ser que esté enferma claro, por cierto, ¿no te molestan los animales verdad? -pregunto, ya que tenía al lémur, el perro y el lobo en casa, y no quería que se pudiera sentir incomodo si los veía.
-La verdad es que en principio no hay mucho que hacer o ver, si te interesa, puedo llevarte hasta la tienda de mi amigo, quizás encuentres algo que te interese, el es de fiar, si te interesa algo, puede dejártelo guardado, es posible que nos sumerjamos en alguna aventura que te dé dinero, y puedas comprar luego -digo sonriendo, con un brillo en los ojos.
Marc Kiedis
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La conversación con aquella chica estaba yendo realmente bien. No solo era una semigigante como él, sino que además por el momento le estaba pareciendo realmente simpática. Le había preguntado por su pasado y por los motivos que le traían a aquel lugar, e incluso le había ofrecido su casa para quedarse mientras estuviera allí.
En cuanto a su oferta de cocinar a cambio del alojamiento, Sarah se mostró de acuerdo, pero declaró que ella le ayudaría. Al parecer no era del tipo de persona al que le guste quedarse quieta esperando, lo que al grandullón le agradó saber. En cuanto al tema de los animales, Marc no pudo evitar esbozar una sutil mueca, mezcla de curiosidad e inquietud. No es que le incomodaran los animales, ni mucho menos. Alguien de su tamaño y fuerza no tenía nada que temer de un gato o de un perro, por ejemplo. Sin embargo, en el Baratie no había mascotas, los únicos "animales" que llegaban o bien lo hacían en trozos, o bien procedían del mar. El dueño del barco-restaurante consideraba que las mascotas eran un peligro para la adecuada higiene de su negocio, así que no las permitía. Por lo tanto, el grandullón no tenía experiencia en el trato con animales. No obstante, mostró una amplia sonrisa y contestó:
- La verdad es que nunca he convivido con un animal. En el Baratie las mascotas estaban prohibidas, así que es algo nuevo para mí. Sin embargo, no te preocupes, no creo que me sienta incómodo, ya que los animales no me disgustan. Al fin y al cabo, a no ser que tengas un dragón o un rey marino en casa, ¿qué podrían hacer unos animales a alguien de nuestro tamaño? - dijo el grandullón a modo de broma.
Después, Sarah comentó que por allí no solía haber mucho que hacer, pero que podía llevarme a la tienda de un amigo suyo en quien confiaba mucho. Y que, incluso, podría reservarle algún producto para más adelante, cuando hubiese conseguido dinero en alguna aventura. Aquella última frase disparó la imaginación del semigigante, que comenzó a ver pasar en su cabeza imágenes sobre búsquedas de tesoros escondidos, gloriosos combates y campeonatos de comida. Sí, también campeonatos de comida, aunque no tuviesen a priori nada que ver con la piratería. Emocionado, Marc respondió mientras reía alegre y despreocupadamente:
- De acuerdo, vayamos allí entonces. ¡Estoy deseando empezar a vivir aventuras!
En cuanto a su oferta de cocinar a cambio del alojamiento, Sarah se mostró de acuerdo, pero declaró que ella le ayudaría. Al parecer no era del tipo de persona al que le guste quedarse quieta esperando, lo que al grandullón le agradó saber. En cuanto al tema de los animales, Marc no pudo evitar esbozar una sutil mueca, mezcla de curiosidad e inquietud. No es que le incomodaran los animales, ni mucho menos. Alguien de su tamaño y fuerza no tenía nada que temer de un gato o de un perro, por ejemplo. Sin embargo, en el Baratie no había mascotas, los únicos "animales" que llegaban o bien lo hacían en trozos, o bien procedían del mar. El dueño del barco-restaurante consideraba que las mascotas eran un peligro para la adecuada higiene de su negocio, así que no las permitía. Por lo tanto, el grandullón no tenía experiencia en el trato con animales. No obstante, mostró una amplia sonrisa y contestó:
- La verdad es que nunca he convivido con un animal. En el Baratie las mascotas estaban prohibidas, así que es algo nuevo para mí. Sin embargo, no te preocupes, no creo que me sienta incómodo, ya que los animales no me disgustan. Al fin y al cabo, a no ser que tengas un dragón o un rey marino en casa, ¿qué podrían hacer unos animales a alguien de nuestro tamaño? - dijo el grandullón a modo de broma.
Después, Sarah comentó que por allí no solía haber mucho que hacer, pero que podía llevarme a la tienda de un amigo suyo en quien confiaba mucho. Y que, incluso, podría reservarle algún producto para más adelante, cuando hubiese conseguido dinero en alguna aventura. Aquella última frase disparó la imaginación del semigigante, que comenzó a ver pasar en su cabeza imágenes sobre búsquedas de tesoros escondidos, gloriosos combates y campeonatos de comida. Sí, también campeonatos de comida, aunque no tuviesen a priori nada que ver con la piratería. Emocionado, Marc respondió mientras reía alegre y despreocupadamente:
- De acuerdo, vayamos allí entonces. ¡Estoy deseando empezar a vivir aventuras!
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