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Worgen saltó de un tejado a otro en medio de la noche. Iba vestido totalmente de negro, con el rostro oculto por una máscara y una capucha. Llevaba, empuñadas de forma invertida, una daga en cada mano. Sobre su espalda descansaba su ballesta, rebotando debido a la intensa carrera que estaba teniendo. Detrás de él, con menos agilidad pero aún así persiguiéndole con ritmo, se encontraban dos guardias, sable en mano, llamándolo ladrón entre cosas demasiado feas como para ser escritas. Pero lo cierto es que no se equivocaban. Worgen había robado una estatuilla de oro de casa de un mercader que decía querer venderla al gobernador. Bueno, ya no más. La estatuilla, que tenía forma de bella mujer con un pecho al aire, tenía un nuevo dueño. Un hombre que compraba y vendía objetos robados. Podría sacarse una buena tajada.
Fue entonces cuando Worgen, cuya identidad era oculta para los guardias, llegó hasta el tejado de una de las casas que estaba al final de la ciudad. Se dio la vuelta para ver como los guardias llegaban hasta donde él y se acercaban amenazadoramente, sable en mano. Se preparó, como si estuviese dispuesto a combatir con ellos con sus fieles dagas. Cuando ambos atacaron, a la vez, se agachó esquivando los sablazos cruzados, haciendo que chocasen entre ellos. Se coló entre ambos guardias y siguió corriendo en dirección contraria. Pero esta vez no pasó al siguiente tejado, si no que se tiró por el hueco entre ambas casas. Sin llegar a tocar el suelo, se agarró a la cornisa de una ventana. Entonces saltó mientras, desde lo alto del tejado, los guardias se asomaban y gritaban. El ladrón se perdió en el laberinto de callejones entre casas, para nunca ser encontrado por los guardias.
Llegó a su casa, en la zona marginal de Hauoli, con sigilo, entrando por la ventana, y se quitó la capucha. Abrió la tela donde tenía enrollada la brillante estatuilla dorada y la observó, con una sonrisa confiada en el rostro. Pesaba, lo que quería decir que debía ser cara. A ver por cuanto se la compraban...
Fue entonces cuando Worgen, cuya identidad era oculta para los guardias, llegó hasta el tejado de una de las casas que estaba al final de la ciudad. Se dio la vuelta para ver como los guardias llegaban hasta donde él y se acercaban amenazadoramente, sable en mano. Se preparó, como si estuviese dispuesto a combatir con ellos con sus fieles dagas. Cuando ambos atacaron, a la vez, se agachó esquivando los sablazos cruzados, haciendo que chocasen entre ellos. Se coló entre ambos guardias y siguió corriendo en dirección contraria. Pero esta vez no pasó al siguiente tejado, si no que se tiró por el hueco entre ambas casas. Sin llegar a tocar el suelo, se agarró a la cornisa de una ventana. Entonces saltó mientras, desde lo alto del tejado, los guardias se asomaban y gritaban. El ladrón se perdió en el laberinto de callejones entre casas, para nunca ser encontrado por los guardias.
Llegó a su casa, en la zona marginal de Hauoli, con sigilo, entrando por la ventana, y se quitó la capucha. Abrió la tela donde tenía enrollada la brillante estatuilla dorada y la observó, con una sonrisa confiada en el rostro. Pesaba, lo que quería decir que debía ser cara. A ver por cuanto se la compraban...
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Christopher gritó una vez más por el comunicador y Abigail apartó la oreja de este. ¿Por qué no se callaba? ¿Por qué siempre tenía que estar encima de ella dándole órdenes que ya sabía? La trataba como a una niña pequeña que no sabía valerse por si misma, pero si de algo estaba segura, es que aquello iba a durar poco. Dave y Adam no se entrometían en los asuntos de los claveles; decían que preferían ganarse la vida de una manera honrada y no acabar como mamá. Abigail sabía que se equivocaban y acabarían perteneciendo todos a la orden y, si no, tiempo al tiempo.
Hauoli era el nuevo destino de la joven pelirroja. Un lugar alejado del mundo, situado en otro mar y con unas condiciones climatológicas que hacían quejarse a las personas. Abigail no soportaba el calor en exceso, nunca le agradó pues prefería los climas helados para sentirse más cómoda. A pesar de ser de noche se notaba en el viento la humedad que hacía que su piel resultase pegajosa.
Estaba frente a la barandilla del barco, viendo como la gran luna se cernía sobre la silenciosa ciudad. A su lado se posó un marine con las manos sobre la espalda. Esta lo miró de reojo y no dijo nada.
-Está todo en calma, es... extraño - la pelirroja se encogió de hombros. No conocía las aguas del West Blue como para desconfiar de si la tranquilidad era buena o mala -. La orden ha pagado mucho dinero por este viaje, espero que no los decepcione. No quiero saber que pasaría si mis superiores se enteran de que hemos estado llevando polizones a bordo con otros fines.
-Procuraré que todo salga según lo previsto, si ocurre cualquier cosa yo me llevaré la responsabilidad sobre todo. No quiero causar problemas - Ladeó un poco la cabeza y esbozó una dulce sonrisa.
Mintió. En ningún momento iba a llevar las culpas. La marina sabía a lo que se atenía cuando aceptaban aquellos viajes por una significativa cantidad de dinero. El marine se retiró a su camarote y Abby se agarró a la barandilla mientras el barco atracaba. Una vez estaba todo listo para desembarcar un recluta le dio la orden. Esta asintió y abandonó el buque.
La pelirroja caminó con rapidez por las vacías calles. El hecho de no escuchar ningún animal o ningún ruido de persona le hacía sentir incómoda. Todo estaba muy tranquilo, demasiado quizás.
Hauoli era el nuevo destino de la joven pelirroja. Un lugar alejado del mundo, situado en otro mar y con unas condiciones climatológicas que hacían quejarse a las personas. Abigail no soportaba el calor en exceso, nunca le agradó pues prefería los climas helados para sentirse más cómoda. A pesar de ser de noche se notaba en el viento la humedad que hacía que su piel resultase pegajosa.
Estaba frente a la barandilla del barco, viendo como la gran luna se cernía sobre la silenciosa ciudad. A su lado se posó un marine con las manos sobre la espalda. Esta lo miró de reojo y no dijo nada.
-Está todo en calma, es... extraño - la pelirroja se encogió de hombros. No conocía las aguas del West Blue como para desconfiar de si la tranquilidad era buena o mala -. La orden ha pagado mucho dinero por este viaje, espero que no los decepcione. No quiero saber que pasaría si mis superiores se enteran de que hemos estado llevando polizones a bordo con otros fines.
-Procuraré que todo salga según lo previsto, si ocurre cualquier cosa yo me llevaré la responsabilidad sobre todo. No quiero causar problemas - Ladeó un poco la cabeza y esbozó una dulce sonrisa.
Mintió. En ningún momento iba a llevar las culpas. La marina sabía a lo que se atenía cuando aceptaban aquellos viajes por una significativa cantidad de dinero. El marine se retiró a su camarote y Abby se agarró a la barandilla mientras el barco atracaba. Una vez estaba todo listo para desembarcar un recluta le dio la orden. Esta asintió y abandonó el buque.
La pelirroja caminó con rapidez por las vacías calles. El hecho de no escuchar ningún animal o ningún ruido de persona le hacía sentir incómoda. Todo estaba muy tranquilo, demasiado quizás.
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El ladrón volvió a enrollar la estatuilla y la guardó bajo la cama. Se cambió de ropa, poniéndose algo más formal, pues ahora no necesitaba ocultar su rostro. Se puso lo que solía llevar siempre. Una negra camisa con el pecho al aire y unos pantalones del mismo color. Se guardó las dagas, ocultándolas bien, así como dejaba la ballesta en casa. Al abrir la puerta se encontró, para su fingida sorpresa, a ambos guardias que lo persiguieron, ahora interrogando a un pobre mendigo. Se puso las manos en los bolsillos y caminó hacia la izquierda, volviendo a los barrios buenos. Era de noche, y tras el robo no había mucho más que hacer, ¿pero que importaba? Tal vez podía entrar en alguna de esas tabernas para ricos que llaman “pubs” y llevarse a alguna mujerona. Estaba algo harto de las que se encontraban en el territorio de Los Cobras.
Aún había gente en las calles, pues no era lo suficientemente de noche como para que estuviesen todos durmiendo. El frío nocturno del desierto empezaba a hacerse notar, pero el ladrón ya estaba acostumbrado. Fue entonces, cuando a lo lejos, lo vio. En el puerto estaba atracando un barco de la marina. ¿A aquellas horas? ¿En Hauoli? Estaba pasando algo raro, seguro. La curiosidad de Worgen pudo con su prudencia, por lo que empezó a caminar hacia el puerto. Por lo visto no fue la única persona a la que aquel extraño evento le parecía raro. Un alto número de personas, algunas con faroles para alumbrar, se encontraban allí apelotonados. El moreno aprovechó y se agenció unas cuantas bolsas de dinero desprotegidas mientras caminaba hacia el frente y posaba su vista en el enorme galeón de velas blancas.
Entonces la vio, en su cubierta. Una pelirroja esbelta de muy buen ver. Un tipo de belleza que no se veía a menudo en Hauoli, muy a pesar de la pobre Nikola. Y no solo eso, sino que por lo visto la mujer era una pez gordo. La curiosidad de la serpiente aumentó aún más, así que se mantuvo quieto, observando para ver que pasaba. La muchacha bajó del barco y entonces la gente empezó a acercarse más y apelotonarse frente a este. Worgen mantuvo su atención en la pelirroja y la siguió con discreción, aprovechando que pasaba por su lado una mujer con un cesto de manzanas para coger una y darle un mordisco.
Aún había gente en las calles, pues no era lo suficientemente de noche como para que estuviesen todos durmiendo. El frío nocturno del desierto empezaba a hacerse notar, pero el ladrón ya estaba acostumbrado. Fue entonces, cuando a lo lejos, lo vio. En el puerto estaba atracando un barco de la marina. ¿A aquellas horas? ¿En Hauoli? Estaba pasando algo raro, seguro. La curiosidad de Worgen pudo con su prudencia, por lo que empezó a caminar hacia el puerto. Por lo visto no fue la única persona a la que aquel extraño evento le parecía raro. Un alto número de personas, algunas con faroles para alumbrar, se encontraban allí apelotonados. El moreno aprovechó y se agenció unas cuantas bolsas de dinero desprotegidas mientras caminaba hacia el frente y posaba su vista en el enorme galeón de velas blancas.
Entonces la vio, en su cubierta. Una pelirroja esbelta de muy buen ver. Un tipo de belleza que no se veía a menudo en Hauoli, muy a pesar de la pobre Nikola. Y no solo eso, sino que por lo visto la mujer era una pez gordo. La curiosidad de la serpiente aumentó aún más, así que se mantuvo quieto, observando para ver que pasaba. La muchacha bajó del barco y entonces la gente empezó a acercarse más y apelotonarse frente a este. Worgen mantuvo su atención en la pelirroja y la siguió con discreción, aprovechando que pasaba por su lado una mujer con un cesto de manzanas para coger una y darle un mordisco.
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El comunicador volvió a sonar y, esta vez, no era el pesado Christopher para soltarle algún discurso sobre la importancia de la discreción, si no el que capitaneaba el buque marine. Su voz parecía algo nerviosa y le costaba comenzar las frases. Sin embargo, entendió todo a la perfección. El rostro de la pelirroja cambió completamente a un enfado nunca visto y, sus ojos, se entrecerraron. No gritó para hablar por el comunicador, pero con su tono se podía apreciar aquella ira reprimida.
-¿Qué? ¿Cómo que se está acercando gente al buque? Sois marines, echadlos a golpes si hace falta. Demostrad quien manda - Dijo alzando la voz un poco más de lo normal.
Guardó silencio para seguir escuchando, pero parecía que sus palabras no surtían efecto. Pensó en dar media vuelta y regresar al buque, pero aquello complicaría todo. Si veían que una simple muchacha se juntaba con la marina podrían comenzar rumores por los mares y provocar el enfado de los claveles. No, ella cumpliría su misión a toda costa. No podía permitirse seguir fallando como la otra vez que ellos se confundieron al darle todos los datos.
-Escuchadme, no podéis dejarme en Hauoli. ¡No tengo nada! ¿Qué se supone que haré ahora? ¿Cómo regreso a Johota? Déjate de balbuceos, imbécil. Los Claveles sabrán de la estupidez que has cometido. Por mí como si esa gente se sube en el buque y la lleváis a dar un tour, acordamos un viaje de ida y vuelta. ¡No podéis echaros atrás ahora!
El comunicador dejó de sonar y Abby lo apretó con fuerza, chasqueando la lengua. ¿Y ahora qué? Tras eso se giró, mirando a todos lados para que nadie hubiese captado su atención hasta que se fijó en cierto hombre que mantenía una distancia prudencial de ella.
-¿Qué? ¿Cómo que se está acercando gente al buque? Sois marines, echadlos a golpes si hace falta. Demostrad quien manda - Dijo alzando la voz un poco más de lo normal.
Guardó silencio para seguir escuchando, pero parecía que sus palabras no surtían efecto. Pensó en dar media vuelta y regresar al buque, pero aquello complicaría todo. Si veían que una simple muchacha se juntaba con la marina podrían comenzar rumores por los mares y provocar el enfado de los claveles. No, ella cumpliría su misión a toda costa. No podía permitirse seguir fallando como la otra vez que ellos se confundieron al darle todos los datos.
-Escuchadme, no podéis dejarme en Hauoli. ¡No tengo nada! ¿Qué se supone que haré ahora? ¿Cómo regreso a Johota? Déjate de balbuceos, imbécil. Los Claveles sabrán de la estupidez que has cometido. Por mí como si esa gente se sube en el buque y la lleváis a dar un tour, acordamos un viaje de ida y vuelta. ¡No podéis echaros atrás ahora!
El comunicador dejó de sonar y Abby lo apretó con fuerza, chasqueando la lengua. ¿Y ahora qué? Tras eso se giró, mirando a todos lados para que nadie hubiese captado su atención hasta que se fijó en cierto hombre que mantenía una distancia prudencial de ella.
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Worgen mordió la manzana, sonriendo a la par que masticaba el jugoso fruto. La muchacha parecía enfadada, hablando con alguien, aunque no era capaz de escuchar bien las palabras exactas de la conversación. Una lástima. Aquella muchacha parecía querer moverse por Hauoli de forma discreta, pero no sabía cómo. Tal vez podía sacar tajada de la situación. La serpiente la siguió, ocultándose tras puestos y tiendas, hasta que se hubo alejado de la multitud y del puerto. Entonces salió de entre las sombras, aunque por el comportamiento que tenía la muchacha, sabía que esta tenía la sensación y sospecha de que la seguían. Pero a la serpiente no es fácil darle esquinazo.
─Hola, preciosa -dijo tragando el último bocado de manzana-. Tu llegada ha causado revuelo en el pueblo. Sé reconocer actividad criminal dónde la veo. Dime, ¿Qué haces en Hauoli y a que viene tanto secretismo? Tal vez pueda ayudarte.
Y lo dijo con su sonrisa más seductora. El ladrón sabía que su aspecto era de buen ver, y había practicado su forma de hablar y lenguaje corporal para que, con simples gestos, tonalidades y sonrisas, cualquier muchacha se sintiera atraída por él y bajase sus defensas momentaneamente. Aunque no quería hacer nada obsceno con la muchacha… al menos no por la fuerza. Simplemente saber qué hacía allí.
─Hola, preciosa -dijo tragando el último bocado de manzana-. Tu llegada ha causado revuelo en el pueblo. Sé reconocer actividad criminal dónde la veo. Dime, ¿Qué haces en Hauoli y a que viene tanto secretismo? Tal vez pueda ayudarte.
Y lo dijo con su sonrisa más seductora. El ladrón sabía que su aspecto era de buen ver, y había practicado su forma de hablar y lenguaje corporal para que, con simples gestos, tonalidades y sonrisas, cualquier muchacha se sintiera atraída por él y bajase sus defensas momentaneamente. Aunque no quería hacer nada obsceno con la muchacha… al menos no por la fuerza. Simplemente saber qué hacía allí.
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El hombre comía una manzana y Abby se cruzó de brazos. Había sido culpa de ella no haber tomado las medidas necesarias para que no la descubrieran hablando con la marina. Quizás debería haberse metido en algún lugar más privado, pero ahora era demasiado tarde para lamentarse. Con el barco de la marina huyendo y ella abandonada en Hauoli ya no tenía nada que hacer. Lo que lamentaba era que fuese una isla del desierto, podría haber sido un lugar más... verde, pero no iba a ser ella quien se enfrentase al destino de haber sido en aquel exótico lugar.
El hombre era de buen ver, eso seguro. Cualquier muchachita se derretiría allí mismo por él, por tocar alguno de sus músculos y que este le dedicase una de las miles palabras bonitas que tenía guardadas para todas aquellas que se acercase. Y a quien iba a engañar, le resultaba demasiado sexy a la vista. Apartó de su mente todos los pensamientos impuros, pues no era la ocasión. Abigail no se movió del lugar, incluso se apoyó de espaldas a la pared de una de las casas.
-Me gustan los secretos, soy bastante misteriosa. Sin embargo, unos... amigos, han decidido abandonarme aquí y ahora estoy bastante perdida. Aquel buque que tanto llamó la atención mañana será juzgado por dejarme aquí tirada - rio - Así que me he tomado la molestia de no cumplir mi cometido aquí. No tienes que preocuparte por la actividad criminal. Podría decir lo mismo de ti, ¿no es un poco sospechoso ver rondar a alguien por estas calles tan abandonadas? A lo mejor tu también tramas algo.
Abigail no iba a responder más preguntas sobre su secreto, le daba igual que se enterasen de lo del barco marine, puesto que ya no iba en él no habría pruebas para decir que viajó con ellos. Su atención era única y solamente para aquel desconocido, del cual esperaba saber pronto su nombre.
El hombre era de buen ver, eso seguro. Cualquier muchachita se derretiría allí mismo por él, por tocar alguno de sus músculos y que este le dedicase una de las miles palabras bonitas que tenía guardadas para todas aquellas que se acercase. Y a quien iba a engañar, le resultaba demasiado sexy a la vista. Apartó de su mente todos los pensamientos impuros, pues no era la ocasión. Abigail no se movió del lugar, incluso se apoyó de espaldas a la pared de una de las casas.
-Me gustan los secretos, soy bastante misteriosa. Sin embargo, unos... amigos, han decidido abandonarme aquí y ahora estoy bastante perdida. Aquel buque que tanto llamó la atención mañana será juzgado por dejarme aquí tirada - rio - Así que me he tomado la molestia de no cumplir mi cometido aquí. No tienes que preocuparte por la actividad criminal. Podría decir lo mismo de ti, ¿no es un poco sospechoso ver rondar a alguien por estas calles tan abandonadas? A lo mejor tu también tramas algo.
Abigail no iba a responder más preguntas sobre su secreto, le daba igual que se enterasen de lo del barco marine, puesto que ya no iba en él no habría pruebas para decir que viajó con ellos. Su atención era única y solamente para aquel desconocido, del cual esperaba saber pronto su nombre.
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Tiró la manzana al suelo mientras escuchaba a la muchacha. Parecía sincera, aunque ocultaba parte de la verdad. ¿Por qué no iba a pagarle con la misma moneda? Obviamente no era el tipo de persona a la que Worgen no revelaría su profesión, pues aunque venía en un barco marine… no se comportaba como ellos. Y, ni mucho menos, ellos se comportaban como ellos. Estaba empezando a pensar que en el barco marine no iban marines, sino gente que había robado un barco a algún despistado capitán. O tal vez la muchacha era capaz de mover hilos entre sus filas. En ese caso, debía tener un poder impresionante.
─Nefertari Worgen -se presentó extendiendo la mano para que la estrechara con una sonrisa. ¿Reconocería el nombre de la familia real de Arabasta? -. Y yo siempre estoy tramando algo, señorita. Pertenezco a la… baja sociedad, por así decirlo. Pero siendo sinceros… quiero marcharme de esta isla y aventurarme en el Grand Line. Dicen que allí los botines son mayores. Bueno… Si ya no vas a cumplir tu cometido en Hauoli… ¿A dónde vas a ir? Soy dueño de un discreto bar donde nadie te juzgará, por si te interesa. Puedo darte una… cama gratis.
Tal vez se estaba yendo de la lengua, pero ¿Qué demonios? La muchacha no tenía nada contra él y, por una vez, no tenía intenciones rastreras en su invitación. No estaba haciendo más que cumplir el código de los ladrones. Las malas gentes se protegen entre sí de la guardia, siempre y cuando sus intereses no choquen. Entonces, los apuñalamientos por la espalda vuelan. Pero no, no era esa su intención.
─Nefertari Worgen -se presentó extendiendo la mano para que la estrechara con una sonrisa. ¿Reconocería el nombre de la familia real de Arabasta? -. Y yo siempre estoy tramando algo, señorita. Pertenezco a la… baja sociedad, por así decirlo. Pero siendo sinceros… quiero marcharme de esta isla y aventurarme en el Grand Line. Dicen que allí los botines son mayores. Bueno… Si ya no vas a cumplir tu cometido en Hauoli… ¿A dónde vas a ir? Soy dueño de un discreto bar donde nadie te juzgará, por si te interesa. Puedo darte una… cama gratis.
Tal vez se estaba yendo de la lengua, pero ¿Qué demonios? La muchacha no tenía nada contra él y, por una vez, no tenía intenciones rastreras en su invitación. No estaba haciendo más que cumplir el código de los ladrones. Las malas gentes se protegen entre sí de la guardia, siempre y cuando sus intereses no choquen. Entonces, los apuñalamientos por la espalda vuelan. Pero no, no era esa su intención.
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En cuanto Abby escuchó su apellido se sorprendió ligeramente. ¿Nefertari? Recordaba con exactitud sus lecciones de historia en la mansión Verney y, sabía sin duda que aquel apellido era importante. Mucho más importante de lo que ella creería jamás puesto que pertenecía al mismísimo rey de Arabasta. El rostro de la pelirroja cambió de sobremanera. Ya no poseía aquella mirada de desconfianza, ¡al contrario! Parecía estar contenta por haber encontrado a alguien importante.
¿Pero por qué un miembro de la realeza vivía apartado de todos sus lujos merecidos? La muchacha no se atrevió a indagar en el tema, pues sería muy desconsiderado por su parte. Solo sabía que no iba a perder el contacto con alguien que decía ser de la familia real de Arabasta. Worgen tenía unas ambiciones claras en la vida y a ella no le disgustaron. A cambio, la pelirroja solo buscaba poder e influencia en un mundo en el que pasaba inadvertida de momento.
-Te deseo suerte en tu búsqueda. El mundo esconde millones de tesoros que pasan desapercibidos a ojos del mundo. Tal vez algún día nos topemos en busca del mismo, pero estoy segura de que podremos llegar a un acuerdo para repartírnoslo - Esbozó una sonrisa y se separó de la pared, situándose a su lado -. Estaré encantada de ir a tu discreto bar.
Nadie daba nada gratis, se repitió una y otra vez esa frase. Siempre era mentira, a saber que le tenía preparado el hombre. Sin embargo, accedió para ver que era lo que le esperaba en aquel lugar.
¿Pero por qué un miembro de la realeza vivía apartado de todos sus lujos merecidos? La muchacha no se atrevió a indagar en el tema, pues sería muy desconsiderado por su parte. Solo sabía que no iba a perder el contacto con alguien que decía ser de la familia real de Arabasta. Worgen tenía unas ambiciones claras en la vida y a ella no le disgustaron. A cambio, la pelirroja solo buscaba poder e influencia en un mundo en el que pasaba inadvertida de momento.
-Te deseo suerte en tu búsqueda. El mundo esconde millones de tesoros que pasan desapercibidos a ojos del mundo. Tal vez algún día nos topemos en busca del mismo, pero estoy segura de que podremos llegar a un acuerdo para repartírnoslo - Esbozó una sonrisa y se separó de la pared, situándose a su lado -. Estaré encantada de ir a tu discreto bar.
Nadie daba nada gratis, se repitió una y otra vez esa frase. Siempre era mentira, a saber que le tenía preparado el hombre. Sin embargo, accedió para ver que era lo que le esperaba en aquel lugar.
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La serpiente sonrió, satisfecho. Dio una palmada y empezó a caminar hacia el establecimiento, indicando a la pelirroja que lo siguiese. Aún estaban a unos minutos a pie, pero no tardarían en llegar. Además, y por suerte, hoy no debería haber clientela en el bar, pues era el día de la semana que Worgen se tomaba para hacer “inventario”. Forma bonita de decir “rascarse los huevos”, o robar por ahí algo de valor. Tenía la llave en el bolsillo y, además, no tenía que darle explicaciones a Nikola cuando llegase al bar con una desconocida. Cierto, desconocida…
─¿Y tú cómo te llamas? No tengo problema en llamarte preciosa, pero estaría bien ponerle nombre a esa cara bonita.
Sus palabras melosas, algo atrevidas, salían de sus labios casi como una melodía. Aquella no parecía el tipo de chica que se dejase caer por cuatro piropos tontos, pero eso no quitaba que el moreno la viese atractiva. Y el moreno no se mordía la lengua a la hora de decir lo que pensaba. Aunque… se estaba callando un par de cosas. No quería que la muchacha no fuese con él, después de todo. Quería conocerla mejor y ver si el contacto entre ambos podría beneficiar el… negocio. ¿Y quién sabe? A lo mejor es una noche con suerte.
─¿Y tú cómo te llamas? No tengo problema en llamarte preciosa, pero estaría bien ponerle nombre a esa cara bonita.
Sus palabras melosas, algo atrevidas, salían de sus labios casi como una melodía. Aquella no parecía el tipo de chica que se dejase caer por cuatro piropos tontos, pero eso no quitaba que el moreno la viese atractiva. Y el moreno no se mordía la lengua a la hora de decir lo que pensaba. Aunque… se estaba callando un par de cosas. No quería que la muchacha no fuese con él, después de todo. Quería conocerla mejor y ver si el contacto entre ambos podría beneficiar el… negocio. ¿Y quién sabe? A lo mejor es una noche con suerte.
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Ambos se pusieron de camino a aquel discreto local. Abby tenía curiosidad de saber cómo sería, si un lugar decente y lujoso o un cuchitril para borrachos. Fuere lo que fuere todavía estaba a tiempo de echarse atrás en aquel paseo nocturno. Cuando preguntó su nombre se quedó callada y esbozó una sonrisa. No se dignó a mirarlo. Aquellas palabras solían subirle el ego con facilidad, sin embargo solía darle igual quien fuera el que se las dijera.
-Abigail, pero puedes llamarme Abby - se presentó.
Decirle a las personas que le llamaran por su diminutivo solía ser una muestra de confianza y la pelirroja no perdía oportunidades así con la gente importante para que estos se acercaran más a ella a nivel personal. Tener un trato respetuoso y a la vez meloso con las personas mejoraba las relaciones sociales y, aunque ella siente aversión por la sociedad está dispuesta a hacer esfuerzos como ser cariñosa.
La pelirroja metió sus manos en el bolsillo y se mantuvo en silencio durante gran parte del trayecto, escuchando todo lo que Worgen decía. Esperaba que no faltase mucho para llegar, había sido un viaje ajetreado desde el Johota y se sentía cansada. Solo esperaba que esa noche la compañía fuera realmente buena.
-Abigail, pero puedes llamarme Abby - se presentó.
Decirle a las personas que le llamaran por su diminutivo solía ser una muestra de confianza y la pelirroja no perdía oportunidades así con la gente importante para que estos se acercaran más a ella a nivel personal. Tener un trato respetuoso y a la vez meloso con las personas mejoraba las relaciones sociales y, aunque ella siente aversión por la sociedad está dispuesta a hacer esfuerzos como ser cariñosa.
La pelirroja metió sus manos en el bolsillo y se mantuvo en silencio durante gran parte del trayecto, escuchando todo lo que Worgen decía. Esperaba que no faltase mucho para llegar, había sido un viaje ajetreado desde el Johota y se sentía cansada. Solo esperaba que esa noche la compañía fuera realmente buena.
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