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«Ha perdido el poco juicio que le quedaba», pensó el domador tras oír la respuesta del hombre-pez. Se detuvo un momento a observarlo, cargando aquella enorme bola y propiéndole ser lanzado como una pelota hacia el enemigo. Un rotundo "no" acudió a su cabeza de forma inevitable, pero se esforzó por ahogarlo en su garganta.
Habían estado separados dos años y la sardina había vuelto más fuerte de lo que era, sana y con varios congéneres bajo su mando -o eso parecía a juzgar por cómo habían acatado sus órdenes anteriormente-. Tal vez hubiera algo de sentido en medio de tanto caos. Quizás -y sólo quizás- las ideas del hombre-pez no fuesen tan precipitadas y carente de lógica como parecían.
-De acuerdo -dijo tras tragar saliva de forma imperceptible. De todos modos, si algo salía mal podría usar sus alas para alejarse del proyectil puntiagudo sobre el que iría montado. «¿Se puede saber qué haces? ¿Te has vuelto loco tú también?», se reprochó mientras se aproximaba al lugar en el que se encontraba el gyojin. Batió sus alas una única vez para elevarse y caer sobre la bola, procurando no herirse con ninguna de las púas que le rodeaban.
-Jamás pensé que morirías de una forma tan ridícula -comentó la mecánica voz de César desde la distancia. El rubio dirigió hacia él su mirada sin poder evitar darle la razón. Aquella maniobra rozaba lo suicida. Iba a ser lanzado contra una mole de a saber cuántos kilos, la cual estaría deseando que el habitante del mar le lanzase de vuelta su arma.
-Haz el favor de callarte -ordenó el domador mientras volvía a fijarse en el macarra. «Vamos allá», se dijo al tiempo que Luka lanzaba la esfera. Surcó el aire montado sobre la bola de metal. Frente a él, el de la chupa flexionó las rodillas y colocó ambas manos delante de su cuerpo, haciendo que se tornasen de un inconfundible color oscuro.
-No me jodas -se quejó el espadachín al ver que pensaba recibirla. Sin pensárselo, saltó hacia delante y agitó las alas para librarse del impacto, realizando a continuación sendos tajos descendentes con sus espadas en dirección al torso del tipo. Una vez más pudo notar cómo su piel era atravesada, pero una resistencia fuera de lo común provocó de nuevo que las heridas fuesen menos profundas de lo esperado.
El grandullón intentó entonces golpear la cabeza de Therax con la bola que acababa de aferrar. El domador se dio la vuelta, cruzando sus sables ante él para interceptar el impacto. No obstante, la potencia del ataque provocó que saliese despedido hacia la espalda del sujeto, pasando entre sus piernas y deslizándose varios metros por el suelo. Desde luego, aquel tipo era más habilidoso de lo que aparentaba.
Habían estado separados dos años y la sardina había vuelto más fuerte de lo que era, sana y con varios congéneres bajo su mando -o eso parecía a juzgar por cómo habían acatado sus órdenes anteriormente-. Tal vez hubiera algo de sentido en medio de tanto caos. Quizás -y sólo quizás- las ideas del hombre-pez no fuesen tan precipitadas y carente de lógica como parecían.
-De acuerdo -dijo tras tragar saliva de forma imperceptible. De todos modos, si algo salía mal podría usar sus alas para alejarse del proyectil puntiagudo sobre el que iría montado. «¿Se puede saber qué haces? ¿Te has vuelto loco tú también?», se reprochó mientras se aproximaba al lugar en el que se encontraba el gyojin. Batió sus alas una única vez para elevarse y caer sobre la bola, procurando no herirse con ninguna de las púas que le rodeaban.
-Jamás pensé que morirías de una forma tan ridícula -comentó la mecánica voz de César desde la distancia. El rubio dirigió hacia él su mirada sin poder evitar darle la razón. Aquella maniobra rozaba lo suicida. Iba a ser lanzado contra una mole de a saber cuántos kilos, la cual estaría deseando que el habitante del mar le lanzase de vuelta su arma.
-Haz el favor de callarte -ordenó el domador mientras volvía a fijarse en el macarra. «Vamos allá», se dijo al tiempo que Luka lanzaba la esfera. Surcó el aire montado sobre la bola de metal. Frente a él, el de la chupa flexionó las rodillas y colocó ambas manos delante de su cuerpo, haciendo que se tornasen de un inconfundible color oscuro.
-No me jodas -se quejó el espadachín al ver que pensaba recibirla. Sin pensárselo, saltó hacia delante y agitó las alas para librarse del impacto, realizando a continuación sendos tajos descendentes con sus espadas en dirección al torso del tipo. Una vez más pudo notar cómo su piel era atravesada, pero una resistencia fuera de lo común provocó de nuevo que las heridas fuesen menos profundas de lo esperado.
El grandullón intentó entonces golpear la cabeza de Therax con la bola que acababa de aferrar. El domador se dio la vuelta, cruzando sus sables ante él para interceptar el impacto. No obstante, la potencia del ataque provocó que saliese despedido hacia la espalda del sujeto, pasando entre sus piernas y deslizándose varios metros por el suelo. Desde luego, aquel tipo era más habilidoso de lo que aparentaba.
Luka Rooney
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fuerza
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Agilidad
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La mirada del Gyojin se fijó en los ojos del rubio, esperando una respuesta que casi con total seguridad sería negativa. El domador parecía confundido, como si en su interior se librase una batalla más, entre el ariete “sí” y el caballero “no”. A saber qué de cosas transcurrían en aquella batalla, pero a juzgar por el semblante que mostraba Therax, a cada segundo sería tan intensa que peligraría su propia imaginación.
Tras unos interminables segundos, una respuesta afirmativa llamo la atención de Luka, que arqueó la ceja en una clara señal de incredulidad. ¿En serio? En estos dos años le han salido huevos
El tiburón agarró con fuerza la bola a la par que veía cómo el espadachín se impulsaba con sus alas hacia la parte superior de ésta, donde cayó lentamente e intentándose hacer el menor daño posible con los pinchos. Si tenías la suficiente agilidad, no costaba demasiado caer sobre una parte lista y sin pinchos.
-Importante que sepas que tres o cuatro segundos después de tí llegaré yo -comentó con un tono bajo y calmado-. Y todo va a salir bien, ya verás. Disfruta el momento -comentó una última vez con una sonrisa de niño malo en el rostro.
Luka observó por enésima vez al recién levantado macarra y tras ello, al rubio. Tras lanzar una leve plegaria agarro la cadena con todas sus fuerzas, se dio un par de vueltas sobre la muñeca para ganar agarre y dio un par de palmaditas sobre una de las pocas zonas sin pinchos que aquella pesada esfera tenía. Con ellos pretendía avisar al espadachín que su momento de gloria llegaba por fin.
Uno, dos y… ¡allá vamos!
Los músculos del Gyojin se marcaron, dejando notar unas gigantescas venas alrededor de sus brazos. Con todas sus fuerzas impulso al domador y agarro de manera feroz la cadena, dándole un fuerte tirón cuando llegó a su fin, justo en ese momento tuvo que hacer un nuevo acopio de fuerzas. Con la cadena tensa y el espadachín sobre la bola, realizó un nuevo tirón para impulsarse, algo que la inercia devolvería como un disparo de cohete en dirección al motorista.
Mientras surcaba el terreno que distanciaba al Gyojin de la mole humana, observó la sangre que manaba a raíz de los tajos que el espadachín realizó sobre su rival. Therax cruzó sus sables en una maniobra defensiva y salió impulsado hacia atrás tras un golpe con el “propietario” del manglar. Cuando éste miró en dirección al tiburón ya era muy tarde. Se encontraba en el aire, y no podía más que defenderse de lo que fuera que el alocado Gyojin hubiese pensado. En caso de haberlo hecho.
Cargando el puño con haki y haciendo un acopio de todas las fuerzas que le quedaban lanzó un potente puñetazo al rostro del tipo, que mantenía una pose defensiva a medida que iba descendiendo. El contundente golpe terminó dando en sus antebrazos, los cuales puso a modo defensa. Unos segundos forcejeando fueron suficientes para romper durante un momento la defensa del humano. Luka se impulsó en el aire gracias a su técnica que le permitía volar y cargó de haki su pierna derecha, golpeando sonoramente el rostro de su rival que salió despedido hacia la posición de Therax.
Tras ello, se dejó caer al suelo y miró a César, el peculiar chucho del domador, al cual le hizo una exagerada reverencia.
- ¿Te ha gustado esto? -comentó esperando un no con algún chascarrillo mientras volvía la cabeza hacia el domador y su pareja de baile.
Tras unos interminables segundos, una respuesta afirmativa llamo la atención de Luka, que arqueó la ceja en una clara señal de incredulidad. ¿En serio? En estos dos años le han salido huevos
El tiburón agarró con fuerza la bola a la par que veía cómo el espadachín se impulsaba con sus alas hacia la parte superior de ésta, donde cayó lentamente e intentándose hacer el menor daño posible con los pinchos. Si tenías la suficiente agilidad, no costaba demasiado caer sobre una parte lista y sin pinchos.
-Importante que sepas que tres o cuatro segundos después de tí llegaré yo -comentó con un tono bajo y calmado-. Y todo va a salir bien, ya verás. Disfruta el momento -comentó una última vez con una sonrisa de niño malo en el rostro.
Luka observó por enésima vez al recién levantado macarra y tras ello, al rubio. Tras lanzar una leve plegaria agarro la cadena con todas sus fuerzas, se dio un par de vueltas sobre la muñeca para ganar agarre y dio un par de palmaditas sobre una de las pocas zonas sin pinchos que aquella pesada esfera tenía. Con ellos pretendía avisar al espadachín que su momento de gloria llegaba por fin.
Uno, dos y… ¡allá vamos!
Los músculos del Gyojin se marcaron, dejando notar unas gigantescas venas alrededor de sus brazos. Con todas sus fuerzas impulso al domador y agarro de manera feroz la cadena, dándole un fuerte tirón cuando llegó a su fin, justo en ese momento tuvo que hacer un nuevo acopio de fuerzas. Con la cadena tensa y el espadachín sobre la bola, realizó un nuevo tirón para impulsarse, algo que la inercia devolvería como un disparo de cohete en dirección al motorista.
Mientras surcaba el terreno que distanciaba al Gyojin de la mole humana, observó la sangre que manaba a raíz de los tajos que el espadachín realizó sobre su rival. Therax cruzó sus sables en una maniobra defensiva y salió impulsado hacia atrás tras un golpe con el “propietario” del manglar. Cuando éste miró en dirección al tiburón ya era muy tarde. Se encontraba en el aire, y no podía más que defenderse de lo que fuera que el alocado Gyojin hubiese pensado. En caso de haberlo hecho.
Cargando el puño con haki y haciendo un acopio de todas las fuerzas que le quedaban lanzó un potente puñetazo al rostro del tipo, que mantenía una pose defensiva a medida que iba descendiendo. El contundente golpe terminó dando en sus antebrazos, los cuales puso a modo defensa. Unos segundos forcejeando fueron suficientes para romper durante un momento la defensa del humano. Luka se impulsó en el aire gracias a su técnica que le permitía volar y cargó de haki su pierna derecha, golpeando sonoramente el rostro de su rival que salió despedido hacia la posición de Therax.
Tras ello, se dejó caer al suelo y miró a César, el peculiar chucho del domador, al cual le hizo una exagerada reverencia.
- ¿Te ha gustado esto? -comentó esperando un no con algún chascarrillo mientras volvía la cabeza hacia el domador y su pareja de baile.
Therax observó los movimientos del gyojin -o lo que pudo de ellos- a través de las piernas del tipo. Cuando la distancia entre ambos se redujo al mínimo dejó de ser capaz de observar lo que sucedía, pero alcanzó a oír dos golpes secos. El primero se acompañó de una sacudida del gigantón, mientras que el segundo precedió un desplazamiento hacia atrás. «Eso es. Directo hacia mí», pensó mientras observaba cómo la figura del macarra se hacía cada vez más grande.
-Se acabó -dijo en voz alta al tiempo que envolvía sus espadas en Haki de armadura. Le había quedado claro que por algún motivo esa piel era mucho más dura de lo normal, y no pensaba repetir su error. Aguardó hasta que el tipo se encontró a apenas un par de metros. Entonces se impulsó hacia atrás siguiendo la misma trayectoria y realizó sendos cortes en cruz.
En aquella ocasión pudo notar cómo el acero hendía la carne de un modo diferente. La resistencia era menor, lo que causaba que el corte resultase más profundo y amplio. Una cantidad de sangre mucho mayor abandonó la herida, pero el rubio no detuvo su desplazamiento ante la posibilidad de que semejante mole le cayera encima.
El de la cazadora cayó con estrépito, permaneciendo en el suelo el tiempo que tardó el espadachín en pararse. Posó sus pies en el suelo, manteniendo su vista fija en el mastodonte que yacía entre él y Luka. El sujeto no se movía, pero su torso se expandía de forma sutil para volver a su estado inicial poco después.
-Sigue vivo -dijo en voz alta Therax al tiempo que limpiaba las hojas de sus espadas en la cazadora del tipo-. Creo que tardará un tiempo en despertarse y que necesitará que alguien se ocupe de esas heridas, pero respira.
Enfundó sus sables y dirigió su mirada al hombre-pez, que parecía haberle dicho algo a alguno de los cánidos. «Creía que no soportaba a César», se dijo, aproximándose al habitante del mar y dándole un golpe en el hombro para que le prestase atención.
-¿No sabes nada de ese hombre? -preguntó a continuación. Le resultaba muy extraño que un tipo solitario les hubiese asaltado con tanta seguridad y proclamando que el manglar era suyo.
-Se acabó -dijo en voz alta al tiempo que envolvía sus espadas en Haki de armadura. Le había quedado claro que por algún motivo esa piel era mucho más dura de lo normal, y no pensaba repetir su error. Aguardó hasta que el tipo se encontró a apenas un par de metros. Entonces se impulsó hacia atrás siguiendo la misma trayectoria y realizó sendos cortes en cruz.
En aquella ocasión pudo notar cómo el acero hendía la carne de un modo diferente. La resistencia era menor, lo que causaba que el corte resultase más profundo y amplio. Una cantidad de sangre mucho mayor abandonó la herida, pero el rubio no detuvo su desplazamiento ante la posibilidad de que semejante mole le cayera encima.
El de la cazadora cayó con estrépito, permaneciendo en el suelo el tiempo que tardó el espadachín en pararse. Posó sus pies en el suelo, manteniendo su vista fija en el mastodonte que yacía entre él y Luka. El sujeto no se movía, pero su torso se expandía de forma sutil para volver a su estado inicial poco después.
-Sigue vivo -dijo en voz alta Therax al tiempo que limpiaba las hojas de sus espadas en la cazadora del tipo-. Creo que tardará un tiempo en despertarse y que necesitará que alguien se ocupe de esas heridas, pero respira.
Enfundó sus sables y dirigió su mirada al hombre-pez, que parecía haberle dicho algo a alguno de los cánidos. «Creía que no soportaba a César», se dijo, aproximándose al habitante del mar y dándole un golpe en el hombro para que le prestase atención.
-¿No sabes nada de ese hombre? -preguntó a continuación. Le resultaba muy extraño que un tipo solitario les hubiese asaltado con tanta seguridad y proclamando que el manglar era suyo.
Luka Rooney
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El Gyojin notó un ligero hormigueo que pronto se convirtió en una mayor molestia alrededor del pie con el cual golpeó al macarra. Ojeó la acción de Therax, empleando el haki para conseguir cortarle y hacerle sangrar de manera más abundante. Su semblante cambió, quizá cansado de “jugar” con el tipo.
Tras ello, se palpó el pié y no noto nada extraño, pero el tiburón se olía que algo no iba bien. Al apoyarlo sentía una mayor molestia, y el tobillo parecía ligeramente dañado. Sin duda debía tener algún tipo de contusión debido al golpe. Pese a que había empleado haki, el peso del Gyojin sumado al de la mole humana habría hecho algo de mella en el azulado ser.
Todos sus pensamientos se fueron al ver lo que el domador acababa de hacer.
-Tio… te dije que quería esa cazadora. A penas se le notan los cortes, se podría llevar y que la arreglen. Pero ahora que has limpiado la sangre en ella… bah, da igual.
Desilusionado, se acercó hasta la posición del inconsciente tipo mientras el espadachín continuaba hablándole. Podía notar su respiración, por lo que confirmó la parte en la que el rubio decía que seguía con vida.
-Si, va a ser una siesta intensa -comentó a la par que indagaba por sus pertenencias-. Le he visto tres o cuatro veces como te dije antes. El típico macarra montapollos de toda la vida- Luka acompaño un par de señas para evidenciar su comentario, aunque pareció tener un resultado contrario. No se le daba demasiado bien eso de las señas-. Creo que una de las veces iba con alguien más, pero… se le veía más cómodo solo -entonces sacó una tarjeta de la chaqueta y se la mostró a Therax-. ¡Mira! Es una tarjeta de un hostal. Coño, sé dónde está. Cómo a doscientos metros del que tiene el hermano de Zane. Le he oído decir que es una competencia muy fuerte y que no se caracteriza por movimientos limpios, precisamente.
Luka empezó a pensar qué hacer antes de continuar hablando. No sabía si aquél tipo actuaba solo, bajo las órdenes de alguien o si podrían encontrar algo en su habitación. Quizá no era buena idea ir allí… Pero que anteriormente hubiese estado en un hostal diferente para el Gyojin era suficiente motivo para pensar que el gerente del hostal donde se había quedado y él no debían tener mucho en común. O quizá sí, pero no tendría demasiado sentido.
- Creo que si vamos a su habitación podemos encontrar algo. ¿Cómo entramos? Ni idea. Creo que tiene que esconder algo, alguna relación con alguien, siempre que le he visto montar algún follón le noté super tranquilo, como si supiera que pasara lo que pasase, alguien le respaldaría. No sé, puede que me esté montando una película yo solo -el Gyojin se encogió de hombros mientras proseguía su búsqueda, encontrándose con una bola de droga pura-. Mira, esto para cuando vengan los demás -se dijo, más a él que al domador, aunque probablemente le hubiese oído-. Bueno, ¿qué hacemos?
Los dos chuchos del espadachín se acercaron hasta la posición de los dos Arashi. Mientras César les ignoraba, Tibs correteó alrededor de ellos, haciendo ochos constantemente, siendo la parte del Gyojin un ‘cero’ de mayor dimensión.
- Seguro que a tí te ha gustado más que a César -acarició el lomo de Tibs mientras éste le respondía con un suave mordisco juguetón.
- Dáis pena -comentó César alejándose, como si nos estuviese mostrando el camino.
- En serio, Therax, ¿Dónde has conseguido a estos dos? Creo que nunca lo has contado, pero podíamos devolver a César y pillar, no sé, un suricato. O un puma. Coño, tenemos que pillar un tiburón o algo así. Yo te lo traigo y tu lo domas, le dices lo que le tengas que decir, le miras fijamente o haces lo que sueles hacer para que te acompañen. ¿Les prometes algo? ¿Cómo les domas?
La verdad es que el tema siempre le había intrigado bastante al Gyojin. Desde pequeño quería una mascota, y jamás la tuvo. Incluso Jim o el pequeño Timmy habían tenido distintos peces de diversas partes del mundo. Sara tuvo una amigable foca que era de todo menos amigable cuando ella no estaba. Klay tenía un erizo de mar que se pasaba el día quieto y comiendo. Hasta a Tom le agradaba la idea de traer animales terrestres a la isla, pero nunca lo llegaron a hacer.
Quizá sea buena idea llevarle algún animal como regalo la próxima vez que pase por allí. Los gatos le gustaban. Y las serpientes. Si nos da tiempo, quizá sea buena idea
El tiburón ojeó a Therax y subió las cejas, intentando decirle, de forma no verbal, que dijese lo que tuviese que decir. Ya era hora de partir hacia su siguiente destino. ¿Decidirían ir a ver qué escondía el tipo? ¿O se marcharían al hostal a descansar un rato?
- Por cierto, ¿qué tal el ataque? ¿Te gustó? No salió del todo bien, pero con práctica seguro que lo podemos hacer otra vez. Tenemos mucha sinergia, tío. Deberíamos hacer ataques así más a menudo -comentó dándole un fuerte golpe en la espalda, quizá demasiado
Tras ello, se palpó el pié y no noto nada extraño, pero el tiburón se olía que algo no iba bien. Al apoyarlo sentía una mayor molestia, y el tobillo parecía ligeramente dañado. Sin duda debía tener algún tipo de contusión debido al golpe. Pese a que había empleado haki, el peso del Gyojin sumado al de la mole humana habría hecho algo de mella en el azulado ser.
Todos sus pensamientos se fueron al ver lo que el domador acababa de hacer.
-Tio… te dije que quería esa cazadora. A penas se le notan los cortes, se podría llevar y que la arreglen. Pero ahora que has limpiado la sangre en ella… bah, da igual.
Desilusionado, se acercó hasta la posición del inconsciente tipo mientras el espadachín continuaba hablándole. Podía notar su respiración, por lo que confirmó la parte en la que el rubio decía que seguía con vida.
-Si, va a ser una siesta intensa -comentó a la par que indagaba por sus pertenencias-. Le he visto tres o cuatro veces como te dije antes. El típico macarra montapollos de toda la vida- Luka acompaño un par de señas para evidenciar su comentario, aunque pareció tener un resultado contrario. No se le daba demasiado bien eso de las señas-. Creo que una de las veces iba con alguien más, pero… se le veía más cómodo solo -entonces sacó una tarjeta de la chaqueta y se la mostró a Therax-. ¡Mira! Es una tarjeta de un hostal. Coño, sé dónde está. Cómo a doscientos metros del que tiene el hermano de Zane. Le he oído decir que es una competencia muy fuerte y que no se caracteriza por movimientos limpios, precisamente.
Luka empezó a pensar qué hacer antes de continuar hablando. No sabía si aquél tipo actuaba solo, bajo las órdenes de alguien o si podrían encontrar algo en su habitación. Quizá no era buena idea ir allí… Pero que anteriormente hubiese estado en un hostal diferente para el Gyojin era suficiente motivo para pensar que el gerente del hostal donde se había quedado y él no debían tener mucho en común. O quizá sí, pero no tendría demasiado sentido.
- Creo que si vamos a su habitación podemos encontrar algo. ¿Cómo entramos? Ni idea. Creo que tiene que esconder algo, alguna relación con alguien, siempre que le he visto montar algún follón le noté super tranquilo, como si supiera que pasara lo que pasase, alguien le respaldaría. No sé, puede que me esté montando una película yo solo -el Gyojin se encogió de hombros mientras proseguía su búsqueda, encontrándose con una bola de droga pura-. Mira, esto para cuando vengan los demás -se dijo, más a él que al domador, aunque probablemente le hubiese oído-. Bueno, ¿qué hacemos?
Los dos chuchos del espadachín se acercaron hasta la posición de los dos Arashi. Mientras César les ignoraba, Tibs correteó alrededor de ellos, haciendo ochos constantemente, siendo la parte del Gyojin un ‘cero’ de mayor dimensión.
- Seguro que a tí te ha gustado más que a César -acarició el lomo de Tibs mientras éste le respondía con un suave mordisco juguetón.
- Dáis pena -comentó César alejándose, como si nos estuviese mostrando el camino.
- En serio, Therax, ¿Dónde has conseguido a estos dos? Creo que nunca lo has contado, pero podíamos devolver a César y pillar, no sé, un suricato. O un puma. Coño, tenemos que pillar un tiburón o algo así. Yo te lo traigo y tu lo domas, le dices lo que le tengas que decir, le miras fijamente o haces lo que sueles hacer para que te acompañen. ¿Les prometes algo? ¿Cómo les domas?
La verdad es que el tema siempre le había intrigado bastante al Gyojin. Desde pequeño quería una mascota, y jamás la tuvo. Incluso Jim o el pequeño Timmy habían tenido distintos peces de diversas partes del mundo. Sara tuvo una amigable foca que era de todo menos amigable cuando ella no estaba. Klay tenía un erizo de mar que se pasaba el día quieto y comiendo. Hasta a Tom le agradaba la idea de traer animales terrestres a la isla, pero nunca lo llegaron a hacer.
Quizá sea buena idea llevarle algún animal como regalo la próxima vez que pase por allí. Los gatos le gustaban. Y las serpientes. Si nos da tiempo, quizá sea buena idea
El tiburón ojeó a Therax y subió las cejas, intentando decirle, de forma no verbal, que dijese lo que tuviese que decir. Ya era hora de partir hacia su siguiente destino. ¿Decidirían ir a ver qué escondía el tipo? ¿O se marcharían al hostal a descansar un rato?
- Por cierto, ¿qué tal el ataque? ¿Te gustó? No salió del todo bien, pero con práctica seguro que lo podemos hacer otra vez. Tenemos mucha sinergia, tío. Deberíamos hacer ataques así más a menudo -comentó dándole un fuerte golpe en la espalda, quizá demasiado
Therax escuchó las palabras que decía el gyojin y contempló cómo registraba su chaqueta. Al parecer en tan escasa cantidad de ropa había más información de la que se pudiera pensar en un primer momento. Relacionando lo poco que sabía acerca del tipo y lo que había encontrado entre sus pertenencias, Luka fue capaz de establecer unas mínimas conjetura en torno a su identidad.
No obstante, aquello no era suficiente para saciar la curiosidad de ambos piratas. «No, esto es más que simple intriga», pensó el domador mientras veía cómo el hombre-pez se levantaba. El tipo no había dudado en proclamarse dueño y señor del lugar sin temor a ningún tipo de represalia.
-Ir a ver quién es este tío -respondió el rubio sin dejar de preguntarse a qué demonios había venido la absurda irrupción del gigantón. Mientras tanto, los cánidos decidieron que era el momento de dejar de descansar y se unieron al habitante del mar y al espadachín.
Haciendo honor a las viejas costumbres, el más veterano de los dos no tardó en soltar un comentario tan mordaz como innecesario. El espadachín estaba acostumbrado a ellos y había alcanzado un punto en el que apenas era consciente de ellos. Sin embargo, no sucedía lo mismo con Luka.
-Más de una vez me lo he pensado, pero se acaba por cogerle cariño... aunque parezca imposible -respondió al tiempo que emprendía la marcha hacia el local del hermano de Zane-. ¿Un tiburón? Nunca he intentado domar un pez. Podría ser interesante -añadió, preguntándose si realmente serían tan agresivos como siempre le habían dicho. Su corta vida le había enseñado que a menudo las ideas preconcebidas eran profundamente erróneas. ¿Sería eso un ejemplo más?-. Pero tienes que conseguírmelo tú. Yo no puedo meterme en el agua para buscar uno.
Mientras caminaba dirigió un rápido vistazo a Tib, que caminaba junto a él a buen ritmo. Lo cierto era que había descuidado por completo su entrenamiento. Desde su estancia en la guarida de los muryne tiempo atrás, el ya no tan pequeño no había hecho grandes progresos. Tal vez fuera hora de cambiar eso. Quizás sería buena idea hacer una visita a Niord y los demás. A fin de cuentas eran la única familia que le quedaba.
-Suicida, pero nada que no me esperase de ti -respondió mientras le dirigía una sonrisa-. ¿Más de ese estilo? ¿Qué se te ha ocurrido? -Su pregunta vino seguida por un par de pasos hacia delante a causa del impacto de la escamosa mano.
No obstante, aquello no era suficiente para saciar la curiosidad de ambos piratas. «No, esto es más que simple intriga», pensó el domador mientras veía cómo el hombre-pez se levantaba. El tipo no había dudado en proclamarse dueño y señor del lugar sin temor a ningún tipo de represalia.
-Ir a ver quién es este tío -respondió el rubio sin dejar de preguntarse a qué demonios había venido la absurda irrupción del gigantón. Mientras tanto, los cánidos decidieron que era el momento de dejar de descansar y se unieron al habitante del mar y al espadachín.
Haciendo honor a las viejas costumbres, el más veterano de los dos no tardó en soltar un comentario tan mordaz como innecesario. El espadachín estaba acostumbrado a ellos y había alcanzado un punto en el que apenas era consciente de ellos. Sin embargo, no sucedía lo mismo con Luka.
-Más de una vez me lo he pensado, pero se acaba por cogerle cariño... aunque parezca imposible -respondió al tiempo que emprendía la marcha hacia el local del hermano de Zane-. ¿Un tiburón? Nunca he intentado domar un pez. Podría ser interesante -añadió, preguntándose si realmente serían tan agresivos como siempre le habían dicho. Su corta vida le había enseñado que a menudo las ideas preconcebidas eran profundamente erróneas. ¿Sería eso un ejemplo más?-. Pero tienes que conseguírmelo tú. Yo no puedo meterme en el agua para buscar uno.
Mientras caminaba dirigió un rápido vistazo a Tib, que caminaba junto a él a buen ritmo. Lo cierto era que había descuidado por completo su entrenamiento. Desde su estancia en la guarida de los muryne tiempo atrás, el ya no tan pequeño no había hecho grandes progresos. Tal vez fuera hora de cambiar eso. Quizás sería buena idea hacer una visita a Niord y los demás. A fin de cuentas eran la única familia que le quedaba.
-Suicida, pero nada que no me esperase de ti -respondió mientras le dirigía una sonrisa-. ¿Más de ese estilo? ¿Qué se te ha ocurrido? -Su pregunta vino seguida por un par de pasos hacia delante a causa del impacto de la escamosa mano.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El domador aseguró que, por alguna razón que a veces escapaba de su entender, le había cogido cierto cariño a César, y por eso lo mantenía a su lado a pesar de sus mordaces comentarios y su hiriente sentido del humor.
- Bueno, hay a cosas que no se les puede encontrar ningún tipo de sentido. Quizá sea una de ellas. No sé cómo se le puede coger algún tipo de cariño a semejante cuna de parásitos.
- Por lo menos no huelo a sardina.
Luka se limitó a enseñarle el dedo corazón a la par que, con el mayor disimulo que podía, olía sus sobacos para saber si realmente olía mal.
Fresco, como siempre
El camino se fue amenizando mientras Gyojin y humano hablaban tranquilamente, quizá algo inconscientes de qué les podría deparar el futuro. Pero así eran los piratas, intrépidos y bravos, alegres y joviales, maleantes y aguerridos. Luka volvió a contestar ante lo que le había dicho al domador.
- Yo te conseguiré uno, lo que no sé es cómo lo podemos subir al barco. ¿Tenemos algún tipo de fuente grande? Puede estar curioso, la verdad.
El hostal cada vez estaba más cercano, y el habitante del mar empezó a pensar en cómo podían entrar sin armar mucho revuelo o sin que llamaran en exceso la atención. Se le ocurrió antes, pero primero tuvo que responder a la que creyó sería la última pregunta que el rubio haría antes de que contase su plan.
- Realmente nunca los pienso, surgen de la nada. Ojalá pudiera saber por qué se me ocurren. Durante un par de segundos me evado del mundo y veo el movimiento ejercido a la perfección en mi mente. Generalmente nos sale bastante peor de lo que imagino -comentó mirando con cara de culpa al domador-, pero poco a poco vamos consiguiendo que salgan algo mejor. Al menos es divertido… ¿Qué sería la vida sin estos pequeños momentos?
Observó detenidamente el hostal desde la lejanía, fijándose en el tendero, que lucía con un flamante traje diseñado seguramente a su medida. El tipo tenía un cuerpo envidiable, medía entorno a los dos metros, y parecía bastante calmado. Se encontraba tecleando sentado, por lo que sería una ocasión perfecta para hablar con Therax.
- Bien, ya que estamos aquí… Yo creo que deberíamos pedir una habitación. La tarjeta tiene un dos detrás, supongo que será la planta dos… Pero a saber la cantidad de habitaciones que hay en esa planta. No sé… No se me ocurre nada para preguntarle al tendero por este tipo sin que cante mucho.
Luka adoptó una pose pensativa, aunque de poco le sirvió. No lograba dar con nada útil, así que escucharía a su compañero. En el hipotético caso de que Therax no tuviese ninguna idea, realizarían a cabo la suya. ¿Qué encontrarían en aquella habitación? Aunque quizá la pregunta correcta sería… ¿Encontrarían aquella habitación?
- Bueno, hay a cosas que no se les puede encontrar ningún tipo de sentido. Quizá sea una de ellas. No sé cómo se le puede coger algún tipo de cariño a semejante cuna de parásitos.
- Por lo menos no huelo a sardina.
Luka se limitó a enseñarle el dedo corazón a la par que, con el mayor disimulo que podía, olía sus sobacos para saber si realmente olía mal.
Fresco, como siempre
El camino se fue amenizando mientras Gyojin y humano hablaban tranquilamente, quizá algo inconscientes de qué les podría deparar el futuro. Pero así eran los piratas, intrépidos y bravos, alegres y joviales, maleantes y aguerridos. Luka volvió a contestar ante lo que le había dicho al domador.
- Yo te conseguiré uno, lo que no sé es cómo lo podemos subir al barco. ¿Tenemos algún tipo de fuente grande? Puede estar curioso, la verdad.
El hostal cada vez estaba más cercano, y el habitante del mar empezó a pensar en cómo podían entrar sin armar mucho revuelo o sin que llamaran en exceso la atención. Se le ocurrió antes, pero primero tuvo que responder a la que creyó sería la última pregunta que el rubio haría antes de que contase su plan.
- Realmente nunca los pienso, surgen de la nada. Ojalá pudiera saber por qué se me ocurren. Durante un par de segundos me evado del mundo y veo el movimiento ejercido a la perfección en mi mente. Generalmente nos sale bastante peor de lo que imagino -comentó mirando con cara de culpa al domador-, pero poco a poco vamos consiguiendo que salgan algo mejor. Al menos es divertido… ¿Qué sería la vida sin estos pequeños momentos?
Observó detenidamente el hostal desde la lejanía, fijándose en el tendero, que lucía con un flamante traje diseñado seguramente a su medida. El tipo tenía un cuerpo envidiable, medía entorno a los dos metros, y parecía bastante calmado. Se encontraba tecleando sentado, por lo que sería una ocasión perfecta para hablar con Therax.
- Bien, ya que estamos aquí… Yo creo que deberíamos pedir una habitación. La tarjeta tiene un dos detrás, supongo que será la planta dos… Pero a saber la cantidad de habitaciones que hay en esa planta. No sé… No se me ocurre nada para preguntarle al tendero por este tipo sin que cante mucho.
Luka adoptó una pose pensativa, aunque de poco le sirvió. No lograba dar con nada útil, así que escucharía a su compañero. En el hipotético caso de que Therax no tuviese ninguna idea, realizarían a cabo la suya. ¿Qué encontrarían en aquella habitación? Aunque quizá la pregunta correcta sería… ¿Encontrarían aquella habitación?
-¿Fuente grande? No... -respondió el espadachín-. De todos modos, no creo que Zane ponga demasiados problemas. Podríamos incluso poner un acuario pequeño en algún sitio, pero la dificultad estará en convencer a Spanner. Seguro que nos dice que "is pici príctici" o algo así -añadió, empleando un tono de lo más repelente para imitar -o intentarlo, mejor dicho- la actitud del segundo al mando de los Arashi.
El rubio alucinó en su fuero interno al oír de dónde se sacaba el gyojin los excéntricos movimientos que usaban a veces en combate. «¿De qué te sorprendes?», recapacitó, dándose cuenta de que aquello casaba perfectamente con el hombre-pez. No tardaron en llegar a la localización del establecimiento en el que supuestamente se hospedaba el misterioso agresor.
-No tenemos por qué preguntarle a él -respondió el domador-. Supongo que habrá más personas con habitaciones en esa planta. Podemos contarles alguna mentira, como que es un viejo amigo que nos ha pedido que le recogiésemos en su habitación o algo así, e intentar conseguir de ellos algo de información. ¿Qué opinas?
-Pues ¿qué va a opinar? Que es una mierda -espetó de repente César con gran vehemencia. Tanto fue así que el collar que llevaba interpretó aquello como un grito y actuó en consecuencia, liberando una atronadora voz con matices metálicos que atrajo la atención del sujeto del traje. «Vaya», maldijo Therax al tiempo que dirigía una mirada de odio al viejo cánido.
-Ya hablaremos tú y yo -susurró para, acto seguido, sacar a relucir la mejor de sus sonrisas y acercarse al hombre-. Buenas tardes. Mi amigo de las profundidades y yo querríamos una habitación para pasar unos días. -Había procurado anticiparse a Luka, ya que su impulsividad era capaz de dar al traste con todo a la mínima oportunidad.
El tipo dirigió una mirada de incomprensión al gyojin, como si no concibiese que el domador y él pudieran querer una habitación. «Vamos, no me jodas», pensó el espadachín al intuir la clase de pensamientos interraciales que rondaban la mente del trajeado. No obstante, guardó silencio y se aseguró de mantener una expresión serena. Si aquello les servía de tapadera, bienvenido sería.
-Habitación cuatrocientos quince -dijo tras tomarse unos segundos para recomponerse, entregándoles una llave similar a la que habían encontrado entre las pertenencias del grandullón.
Agradeciéndole su atención, el rubio se encaminó hacia el interior del establecimiento a paso lento.
-Cuarta planta... Mejor, así levantaremos menos sospechas en caso de que tenga amigos por aquí, ¿no?
El rubio alucinó en su fuero interno al oír de dónde se sacaba el gyojin los excéntricos movimientos que usaban a veces en combate. «¿De qué te sorprendes?», recapacitó, dándose cuenta de que aquello casaba perfectamente con el hombre-pez. No tardaron en llegar a la localización del establecimiento en el que supuestamente se hospedaba el misterioso agresor.
-No tenemos por qué preguntarle a él -respondió el domador-. Supongo que habrá más personas con habitaciones en esa planta. Podemos contarles alguna mentira, como que es un viejo amigo que nos ha pedido que le recogiésemos en su habitación o algo así, e intentar conseguir de ellos algo de información. ¿Qué opinas?
-Pues ¿qué va a opinar? Que es una mierda -espetó de repente César con gran vehemencia. Tanto fue así que el collar que llevaba interpretó aquello como un grito y actuó en consecuencia, liberando una atronadora voz con matices metálicos que atrajo la atención del sujeto del traje. «Vaya», maldijo Therax al tiempo que dirigía una mirada de odio al viejo cánido.
-Ya hablaremos tú y yo -susurró para, acto seguido, sacar a relucir la mejor de sus sonrisas y acercarse al hombre-. Buenas tardes. Mi amigo de las profundidades y yo querríamos una habitación para pasar unos días. -Había procurado anticiparse a Luka, ya que su impulsividad era capaz de dar al traste con todo a la mínima oportunidad.
El tipo dirigió una mirada de incomprensión al gyojin, como si no concibiese que el domador y él pudieran querer una habitación. «Vamos, no me jodas», pensó el espadachín al intuir la clase de pensamientos interraciales que rondaban la mente del trajeado. No obstante, guardó silencio y se aseguró de mantener una expresión serena. Si aquello les servía de tapadera, bienvenido sería.
-Habitación cuatrocientos quince -dijo tras tomarse unos segundos para recomponerse, entregándoles una llave similar a la que habían encontrado entre las pertenencias del grandullón.
Agradeciéndole su atención, el rubio se encaminó hacia el interior del establecimiento a paso lento.
-Cuarta planta... Mejor, así levantaremos menos sospechas en caso de que tenga amigos por aquí, ¿no?
Luka Rooney
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- Y a esto me refería cuando te dije de abandonar a este maldito chucho. Si no nos mete en líos, nos humilla con sus toscos comentarios, y si no, se las ingenia para que algo malo ocurra.
El Gyojin intentó darle una patada a César, pero éste la esquivó y se puso detrás de su amo, que le regañó de una manera un tanto pacífica. Soltó la palabra por la que cualquier marido temería por su matrimonio; Ya hablaremos luego.
El habitante del mar se disponía a preguntarle directamente al hombre, a pesar de los comentarios que el rubio había hecho antes. Sin embargo, el domador se adelantó y acabó pidiendo una habitación para los dos. Presentándole como un amigo, mirándole como un bandido y posicionándose como un pasional amante cuyo apetito sexual carecía de sentido racial. La mirada del Gyojin se volvió incrédula, mirando al suelo y poniéndose ligeramente rojo. Si bien era cierto que no se le notaba como a un humano, por dentro estaba muerto de verguenza. Cuando se dignó a mirar al frente, notó como el tendero tenía una sensación bastante similar a la que él estaba sintiendo. Quizá Therax no había dicho nada explicitamente, puede que tampoco lo pensara, pero estaba claro que sus palabras habían sido fácilmente malinterpretables.
Cuando el avergonzado humano les dijo la habitación, situada en la planta cuatro, el tiburón adelantó el paso hasta que se encontraron solos.
- ¿Has visto como nos miraba? ¿Cómo se te ocurre decir eso? Ahora va a pensar que somos una pareja gay interracial a la cual nos gusta el sado, pegarnos hostias mientras follamos duro y gemir tan fuerte que las habitaciones de al lado tendrán que mudarse -exageró en demasía el Gyojin-. Y luego dices que el tacto no es lo mío, manda cojones.
Avergonzado a la par que cabreado, el habitante del mar se sentó en la dura cama, mirando constantemente los movimientos del espadachín a la par que ojeaba el resto de la habitación. Un par de muebles, unas feas cortinas, una televisión antigua y un sillón cuya tela había visto mejores épocas. Intentó recomponerse, olvidar todo lo vivido en los últimos minutos y volver a pensar en el tipo que les había atacado. Sólo sabían que se había alojado en aquél hostal en el cual se encontraban, y además, creían que sería en la segunda planta, a raíz de una inscripción en la propia tarjeta.
- Bien, voy a bajar a la segunda planta -comentó bastante sosegado el tiburón-, contaré cuantas puertas hay, y si veo a alguien le preguntaré. Me fijaré si hay algún tipo de papel sobre los pomos también, los que se suelen poner para que limpien la habitación, ya sabes. Si lo hay, descartaré esas habitaciones, ya que si el tipo salió de aquí y lo dejó puesto, ya debería estar limpia -terminó levantándose-. Quizá sería buena idea que tú intentases obtener alguna información en la primera planta, o en esta. O mejor en recepción, no sé. Mira, mejor.
El Gyojin entró al baño y rebuscó hasta encontrar un secador. Hábilmente -lo máximo que sus manazas le permitían- tiró de un par de cables que iban hasta la toma y consiguió qu euno de ellos se saliera, dejándolo medio metido de nuevo y cosiguiendo que no funcionase.
- Mira, ya tienes motivo para bajar a recepción -comentó sonriente a la par que salía por la puerta para intentar averiguar algo.
Cuando ya hubo bajado, se cercioró que nadie le seguía y empezó a contar puertas hasta llegar al final del pasillo. Había dieciocho. De ellas, seis tenían un papel que solicitaba los servicios del personal de limpieza, mientras que dos instaban a no molestar.
El habitante del mar llamó al resto de puertas, haciéndose pasar por un vendedor de maderas, sector que conocía. De esta manera consiguió cerciorarse de cuatro puertas en las cuales no había nadie. Por lo tanto, había reducido drásticamente la cifra de posibles habitaciones del gordo macarra, prácticamente, y si su lógica acerca de los papelitos era correcta, tendrían un veinticinco por ciento, aproximadamente, de posibilidades de encontrar su habitación si abrían una de ellas.
Una vez hizo lo propio, el Gyojin subió y se encontró una habitación vacía. Esperó pacientemente a que el humano llegase mientras dibujaba sobre un papel que había en el mostrador y cogiendo un bolígrafo con publicidad del hostal, dibujó un plano con las habitaciones que había visto, añadiendo las iniciales “D” a las descartadas, “P” a las posibles y “X” a las que no le habían abierto.
Cuando el rubio espadachín volviese, le explicaría lo que había logrado y escucharía sus palabras. Con suerte, entre ambos descartarían aún más las posibles opciones que tenían de dar con dicha habitación. Y en caso de lograrla, ¿qué guardaría allí aquél tipo? Seguro que con la suerte que tenía la pareja piratil, nada interesante.
El Gyojin intentó darle una patada a César, pero éste la esquivó y se puso detrás de su amo, que le regañó de una manera un tanto pacífica. Soltó la palabra por la que cualquier marido temería por su matrimonio; Ya hablaremos luego.
El habitante del mar se disponía a preguntarle directamente al hombre, a pesar de los comentarios que el rubio había hecho antes. Sin embargo, el domador se adelantó y acabó pidiendo una habitación para los dos. Presentándole como un amigo, mirándole como un bandido y posicionándose como un pasional amante cuyo apetito sexual carecía de sentido racial. La mirada del Gyojin se volvió incrédula, mirando al suelo y poniéndose ligeramente rojo. Si bien era cierto que no se le notaba como a un humano, por dentro estaba muerto de verguenza. Cuando se dignó a mirar al frente, notó como el tendero tenía una sensación bastante similar a la que él estaba sintiendo. Quizá Therax no había dicho nada explicitamente, puede que tampoco lo pensara, pero estaba claro que sus palabras habían sido fácilmente malinterpretables.
Cuando el avergonzado humano les dijo la habitación, situada en la planta cuatro, el tiburón adelantó el paso hasta que se encontraron solos.
- ¿Has visto como nos miraba? ¿Cómo se te ocurre decir eso? Ahora va a pensar que somos una pareja gay interracial a la cual nos gusta el sado, pegarnos hostias mientras follamos duro y gemir tan fuerte que las habitaciones de al lado tendrán que mudarse -exageró en demasía el Gyojin-. Y luego dices que el tacto no es lo mío, manda cojones.
Avergonzado a la par que cabreado, el habitante del mar se sentó en la dura cama, mirando constantemente los movimientos del espadachín a la par que ojeaba el resto de la habitación. Un par de muebles, unas feas cortinas, una televisión antigua y un sillón cuya tela había visto mejores épocas. Intentó recomponerse, olvidar todo lo vivido en los últimos minutos y volver a pensar en el tipo que les había atacado. Sólo sabían que se había alojado en aquél hostal en el cual se encontraban, y además, creían que sería en la segunda planta, a raíz de una inscripción en la propia tarjeta.
- Bien, voy a bajar a la segunda planta -comentó bastante sosegado el tiburón-, contaré cuantas puertas hay, y si veo a alguien le preguntaré. Me fijaré si hay algún tipo de papel sobre los pomos también, los que se suelen poner para que limpien la habitación, ya sabes. Si lo hay, descartaré esas habitaciones, ya que si el tipo salió de aquí y lo dejó puesto, ya debería estar limpia -terminó levantándose-. Quizá sería buena idea que tú intentases obtener alguna información en la primera planta, o en esta. O mejor en recepción, no sé. Mira, mejor.
El Gyojin entró al baño y rebuscó hasta encontrar un secador. Hábilmente -lo máximo que sus manazas le permitían- tiró de un par de cables que iban hasta la toma y consiguió qu euno de ellos se saliera, dejándolo medio metido de nuevo y cosiguiendo que no funcionase.
- Mira, ya tienes motivo para bajar a recepción -comentó sonriente a la par que salía por la puerta para intentar averiguar algo.
Cuando ya hubo bajado, se cercioró que nadie le seguía y empezó a contar puertas hasta llegar al final del pasillo. Había dieciocho. De ellas, seis tenían un papel que solicitaba los servicios del personal de limpieza, mientras que dos instaban a no molestar.
El habitante del mar llamó al resto de puertas, haciéndose pasar por un vendedor de maderas, sector que conocía. De esta manera consiguió cerciorarse de cuatro puertas en las cuales no había nadie. Por lo tanto, había reducido drásticamente la cifra de posibles habitaciones del gordo macarra, prácticamente, y si su lógica acerca de los papelitos era correcta, tendrían un veinticinco por ciento, aproximadamente, de posibilidades de encontrar su habitación si abrían una de ellas.
Una vez hizo lo propio, el Gyojin subió y se encontró una habitación vacía. Esperó pacientemente a que el humano llegase mientras dibujaba sobre un papel que había en el mostrador y cogiendo un bolígrafo con publicidad del hostal, dibujó un plano con las habitaciones que había visto, añadiendo las iniciales “D” a las descartadas, “P” a las posibles y “X” a las que no le habían abierto.
Cuando el rubio espadachín volviese, le explicaría lo que había logrado y escucharía sus palabras. Con suerte, entre ambos descartarían aún más las posibles opciones que tenían de dar con dicha habitación. Y en caso de lograrla, ¿qué guardaría allí aquél tipo? Seguro que con la suerte que tenía la pareja piratil, nada interesante.
-Deja que piense lo que quiera. ¿Acaso dudas de qué te gusta y qué no? -inquirió el espadachín en tono burlón. Sin embargo, lo cierto era que no encontraba muchos más motivos plausibles que justificasen el estupor de la sardina. Con ánimo de no insistir más, se encogió de hombros y continuó caminando hasta la habitación que les habían asignado.
«Menuda basura», pensó al poner un pie en su interior. La calidad de los muebles era pésima, el tamaño de la estancia despreciable y el gusto de quien había escogido las cortinas inexistente. No pudo evitar preguntarse cuánto tendrían pensado clavarles por ese cuchitril, pero se forzó a apartar esa idea de su mente y centrarse en lo que habían ido a hacer allí.
-Ese tipo de cosas se me dan un poco... -comenzó a decir en cuanto fue capaz de intuir qué pretendía Luka que hiciera, mas no le dio tiempo. La sardina ya había salido para entonces- mal. Mierda, ¿por qué no escuchará nunca? Bueno, quedaos aquí -terminó por decir tras emitir un suspiro de resignación. César gruñó como señal de haberle oído, mientras que Tib se limitó a saltar a la cama y hacerse un ovillo.
El rubio se dirigió de nuevo a la recepción para pedir que le arreglasen el secador recién saboteado. El tipo que había llevado a cabo el registro le analizó de pies a cabeza, empleando para ello una mirada de lo más inquietante que poco tenía que ver con la cara de espanto que había mostrado anteriormente.
-Geoffrey, sube a arreglar el desperfecto de la habitación de este caballero -ordenó el recepcionista. De una puerta situada a sus espaldas salió un hombre de pelo canoso. Vestía un mono azul y lucía una joroba que hacía temer por la integridad de su columna vertebral. Sin mediar palabra, comprobó cuál era la habitación en cuestión y se dirigió a ella.
-Perdone, ¿sabría decirme si aquí se aloja un tío grande y corpulento? Suele vestir con una chaqueta de cuero y no tiene muy buenas pintas, la verdad. Es un viejo amigo y nos dijo que nos encontraríamos aquí, pero no sé si ha llegado. Hace mucho que no nos vemos, ¿sabe? -preguntó sin poder evitar que sus palabras se entrecortasen un poco.
-¿Han venido ustedes para el sorteo? -replicó el trajeado, obteniendo como respuesta un asentimiento por parte del rubio-. Ya veo, pues tendrá lugar en la segunda planta. Hemos marcado las habitaciones con la señal de "no molestar". Son varias, pero el encuentro tendrá lugar en la que se les ha informado.
Therax volvió a asentir, nervioso, y pronunció un escueto agradecimiento antes de volver a la habitación. El gyojin ya se encontraba allí y no había ni rastro del técnico. ¿Habría subido siquiera? Esperó a que el habitante del mar le comentase lo que había averiguado y, una vez hubo acabado, le preguntó por el cifótico y le explicó la información que había obtenido del recepcionista.
-Al menos nos han quedado pocas opciones, pero no sabemos cuándo será ese sorteo ni en cuál de las habitaciones -musitó, más para sí mismo que para la sardina.
«Menuda basura», pensó al poner un pie en su interior. La calidad de los muebles era pésima, el tamaño de la estancia despreciable y el gusto de quien había escogido las cortinas inexistente. No pudo evitar preguntarse cuánto tendrían pensado clavarles por ese cuchitril, pero se forzó a apartar esa idea de su mente y centrarse en lo que habían ido a hacer allí.
-Ese tipo de cosas se me dan un poco... -comenzó a decir en cuanto fue capaz de intuir qué pretendía Luka que hiciera, mas no le dio tiempo. La sardina ya había salido para entonces- mal. Mierda, ¿por qué no escuchará nunca? Bueno, quedaos aquí -terminó por decir tras emitir un suspiro de resignación. César gruñó como señal de haberle oído, mientras que Tib se limitó a saltar a la cama y hacerse un ovillo.
El rubio se dirigió de nuevo a la recepción para pedir que le arreglasen el secador recién saboteado. El tipo que había llevado a cabo el registro le analizó de pies a cabeza, empleando para ello una mirada de lo más inquietante que poco tenía que ver con la cara de espanto que había mostrado anteriormente.
-Geoffrey, sube a arreglar el desperfecto de la habitación de este caballero -ordenó el recepcionista. De una puerta situada a sus espaldas salió un hombre de pelo canoso. Vestía un mono azul y lucía una joroba que hacía temer por la integridad de su columna vertebral. Sin mediar palabra, comprobó cuál era la habitación en cuestión y se dirigió a ella.
-Perdone, ¿sabría decirme si aquí se aloja un tío grande y corpulento? Suele vestir con una chaqueta de cuero y no tiene muy buenas pintas, la verdad. Es un viejo amigo y nos dijo que nos encontraríamos aquí, pero no sé si ha llegado. Hace mucho que no nos vemos, ¿sabe? -preguntó sin poder evitar que sus palabras se entrecortasen un poco.
-¿Han venido ustedes para el sorteo? -replicó el trajeado, obteniendo como respuesta un asentimiento por parte del rubio-. Ya veo, pues tendrá lugar en la segunda planta. Hemos marcado las habitaciones con la señal de "no molestar". Son varias, pero el encuentro tendrá lugar en la que se les ha informado.
Therax volvió a asentir, nervioso, y pronunció un escueto agradecimiento antes de volver a la habitación. El gyojin ya se encontraba allí y no había ni rastro del técnico. ¿Habría subido siquiera? Esperó a que el habitante del mar le comentase lo que había averiguado y, una vez hubo acabado, le preguntó por el cifótico y le explicó la información que había obtenido del recepcionista.
-Al menos nos han quedado pocas opciones, pero no sabemos cuándo será ese sorteo ni en cuál de las habitaciones -musitó, más para sí mismo que para la sardina.
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-Si lo dicen tan abiertamente, no creo que sea muy clandestino, ¿no? -el tiburón hizo una pausa para pensar- Quiero decir, había dos habitaciones con ese cartel, no sabemos ni hora ni día, pero supongo que habrá gente entrando… No sé, tío. Ya he tenido bastantes ideas hoy -comentó encogiéndose de hombros.
Luka se levantó y se estiró, desplazándose hasta el baño para probar el secador. La reparación parecía haber sido exitosa, aunque a los segundos dejó de funcionar.
-Creo que nos van a timar en todos los aspectos.
Cuando el habitante del mar volvió ante el rubio, se preguntó si el tipo volvería al hostal. Quizá con vigilar la ventana fuera suficiente. Por otro lado, aquel tipo podía aparecer en cualquier momento si decíamos intentar averiguar algo sobre el intrigante sorteo.
-Estoy pensando, que el tipo con el que nos pegamos, acabará viniendo aquí cuando pueda, y si nos ve, seguramente intenté agredirnos. Puede que tenga amigos aquí, incluso puede que nos intenten agredir ellos también. No sé qué se supone que deberíamos hacer. Pero tendría que ser lo más rápido posible.
Entonces el Gyojin empezó a pensar. Recordaba exactamente que dos puertas eran las que tenían el cartel de no molestar. Estaban relativamente cercanas, pero no eran contiguas. Por lo que descartó que pudieran tener algún tipo de comunicación entre sí.
Quizá el sorteo es a gran escala, y el tipo macarra de la chaqueta de cuero había ganado realmente el manglar en cuestión Pensó el tiburón a la par que se sentaba de nuevo sobre la cama, hundiéndose esta.
- Bien, tengo una idea. No tiembles, que no es tan suicida como crees. El tipo te ha dicho que hay un sorteo, y que si venías a ello. Te ha dicho donde se celebra… ¿Por qué no nos hacemos los confundidos? Podemos decir que nos habían dicho que era hoy. Lo único que puede pasar es que la puerta esté cerrada o que quien haya dentro nos diga realmente cuando es. ¿No crees?
El habitante del mar esperaría tranquilamente a que el domador diese su punto de vista y actuaría en función de ello. Creía que las cosas salían mejor cuando ambos daban sus puntos de vista y actuaban en conjunto que cuando cualquiera imponía una cosa. Además, así, de salir mal -que francamente, viendo el historial de la pareja de los Arashi era una opción bastante viable-, sería culpa del equipo en su totalidad.
- También tendrías que decidir qué hacer con los chuchos. Igual dejarlos aquí no es la mejor opción si vamos a estar fuera. Aunque a César lo puedes dejar aquí, en el mar, o donde quieras.
El extravagante mamífero se limitó a mover la pata derecha en su posición de aparente tranquilidad tumbado sobre el suelo.
Luka se levantó y se estiró, desplazándose hasta el baño para probar el secador. La reparación parecía haber sido exitosa, aunque a los segundos dejó de funcionar.
-Creo que nos van a timar en todos los aspectos.
Cuando el habitante del mar volvió ante el rubio, se preguntó si el tipo volvería al hostal. Quizá con vigilar la ventana fuera suficiente. Por otro lado, aquel tipo podía aparecer en cualquier momento si decíamos intentar averiguar algo sobre el intrigante sorteo.
-Estoy pensando, que el tipo con el que nos pegamos, acabará viniendo aquí cuando pueda, y si nos ve, seguramente intenté agredirnos. Puede que tenga amigos aquí, incluso puede que nos intenten agredir ellos también. No sé qué se supone que deberíamos hacer. Pero tendría que ser lo más rápido posible.
Entonces el Gyojin empezó a pensar. Recordaba exactamente que dos puertas eran las que tenían el cartel de no molestar. Estaban relativamente cercanas, pero no eran contiguas. Por lo que descartó que pudieran tener algún tipo de comunicación entre sí.
Quizá el sorteo es a gran escala, y el tipo macarra de la chaqueta de cuero había ganado realmente el manglar en cuestión Pensó el tiburón a la par que se sentaba de nuevo sobre la cama, hundiéndose esta.
- Bien, tengo una idea. No tiembles, que no es tan suicida como crees. El tipo te ha dicho que hay un sorteo, y que si venías a ello. Te ha dicho donde se celebra… ¿Por qué no nos hacemos los confundidos? Podemos decir que nos habían dicho que era hoy. Lo único que puede pasar es que la puerta esté cerrada o que quien haya dentro nos diga realmente cuando es. ¿No crees?
El habitante del mar esperaría tranquilamente a que el domador diese su punto de vista y actuaría en función de ello. Creía que las cosas salían mejor cuando ambos daban sus puntos de vista y actuaban en conjunto que cuando cualquiera imponía una cosa. Además, así, de salir mal -que francamente, viendo el historial de la pareja de los Arashi era una opción bastante viable-, sería culpa del equipo en su totalidad.
- También tendrías que decidir qué hacer con los chuchos. Igual dejarlos aquí no es la mejor opción si vamos a estar fuera. Aunque a César lo puedes dejar aquí, en el mar, o donde quieras.
El extravagante mamífero se limitó a mover la pata derecha en su posición de aparente tranquilidad tumbado sobre el suelo.
-¿Hacernos los tontos? Tú no tendrás mucho problema con eso -bromeó el espadachín mientras caminaba de un lado a otro de la estancia, evaluando qué podía salir bien y qué podía salir mal de la idea de Luka. Lo cierto era que la perspectiva no era muy esperanzadora, pero ese hecho no era nada a lo que no estuvieran acostumbrados. Además, por más que le costase admitirlo, Therax se sentía incapaz de idear una estrategia diferente con más visos de resultar fructífera.
Además estaba el problema de sus mascotas. Con Tib no habría problema. De hecho podía resultar bastante útil en batalla. No obstante, la situación cambiaba si César se convertía en el foco de atención. Estaba viejo, cualquiera con una mínima capacidad de observación vería lo desteñido de su pelaje y cómo sus ojos parecían gritar la experiencia que atesoraban. El cánido tenía el cerebro más despierto que cualquier ejemplar de mayor juventud, pero ni sus garras ni su mandíbula acompañaban.
-No necesito que nadie me cuide -espetó de repente la mecánica voz que nacía del collar del veterano lobo-. Recuerda que me encontraste sólo y herido en medio del bosque de Domica, con una jauría entera persiguiéndome y su líder ansiando morderme el cuello. ¿Tienes idea del tiempo que llevaban detrás de mí?
El rubio escuchó en silencio las palabras de César, rememorando lo que refería al tiempo que valoraba lo que afirmaba. No tenía modo de confirmar o desmentir cuánto había durado la persecución, pero debía reconocer que siempre se las ingeniaba para desaparecer cuando la situación comenzaba a ponerse tensa y reaparecer cuando todo se calmaba.
-No sé, estás muy viejo -dudó el espadachín, deteniéndose por fin delante del hombre-pez en busca de opinión. No obstante, pensándolo bien, el punto de vista del habitante del mar no era el más válido. Hasta donde él sabía, Luka odiaba profundamente al experimentado cánido. No lo hacía hasta el punto de hacerle daño premeditadamente, pero sí lo suficiente como para alegrarse de su pérdida.
-¡Deja de decir tonterías, mocoso! -exclamó el lobo, levantando la cabeza por primera vez en toda la conversación y mostrando sus colmillos al domador.
-De acuerdo. Tib viene y tú te quedas aquí -dijo Therax, pasando su vista de Luka al lobo de forma alternativa-. Y supongo que sí, podríamos hacernos los tontos y ver qué pasa. Esperemos que el ceporro ése no vuelva para cogernos en plena faena -añadió, tanteando de forma casi inconsciente la empuñadura de sus espadas.
Además estaba el problema de sus mascotas. Con Tib no habría problema. De hecho podía resultar bastante útil en batalla. No obstante, la situación cambiaba si César se convertía en el foco de atención. Estaba viejo, cualquiera con una mínima capacidad de observación vería lo desteñido de su pelaje y cómo sus ojos parecían gritar la experiencia que atesoraban. El cánido tenía el cerebro más despierto que cualquier ejemplar de mayor juventud, pero ni sus garras ni su mandíbula acompañaban.
-No necesito que nadie me cuide -espetó de repente la mecánica voz que nacía del collar del veterano lobo-. Recuerda que me encontraste sólo y herido en medio del bosque de Domica, con una jauría entera persiguiéndome y su líder ansiando morderme el cuello. ¿Tienes idea del tiempo que llevaban detrás de mí?
El rubio escuchó en silencio las palabras de César, rememorando lo que refería al tiempo que valoraba lo que afirmaba. No tenía modo de confirmar o desmentir cuánto había durado la persecución, pero debía reconocer que siempre se las ingeniaba para desaparecer cuando la situación comenzaba a ponerse tensa y reaparecer cuando todo se calmaba.
-No sé, estás muy viejo -dudó el espadachín, deteniéndose por fin delante del hombre-pez en busca de opinión. No obstante, pensándolo bien, el punto de vista del habitante del mar no era el más válido. Hasta donde él sabía, Luka odiaba profundamente al experimentado cánido. No lo hacía hasta el punto de hacerle daño premeditadamente, pero sí lo suficiente como para alegrarse de su pérdida.
-¡Deja de decir tonterías, mocoso! -exclamó el lobo, levantando la cabeza por primera vez en toda la conversación y mostrando sus colmillos al domador.
-De acuerdo. Tib viene y tú te quedas aquí -dijo Therax, pasando su vista de Luka al lobo de forma alternativa-. Y supongo que sí, podríamos hacernos los tontos y ver qué pasa. Esperemos que el ceporro ése no vuelva para cogernos en plena faena -añadió, tanteando de forma casi inconsciente la empuñadura de sus espadas.
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La inconfundible mirada de César apuntaba en todo momento al domador después de las palabras del luchador. Repetía constantemente que no necesitaba a nadie que le ayudará a protegerse. Si bien era en parte cierto, siempre había alguna posibilidad de que las cosas salieran mal. El susodicho chucho, tenía la útil habilidad de oler los problemas y desaparecer con ellos. De hecho, el Gyojin no recordaba si alguna vez le había visto pelear, siendo mucho más posible una respuesta negativa que afirmativa.
Tras sus miradas y comentarios, el espadachín pareció decidirse por fin; Llevaría a tibs, pero no a César. El Gyojin aplaudió su decisión y miró con sorna a César, una mirada que quería transmitirle lo cobarde que le parecía. Al tiburón no le gustaba César. Y a César no le gustaba nadie. Luka no le veía utilidad, sólo era capaz de seguirte, soltar algún comentario hiriente y desaparecer cuando pudiera hacerte falta. Pero conocía el sentimiento de Therax, le había cogido cariño y ahora no había posible vuelta atrás.
-Está bien, marchemos.
El habitante del mar esperó que el humano, seguido del Muryn, llegasen hasta su posición en el pasillo. Se entretuvo mirando los pintorescos cuadros cuyo arte carecía de sentido.
-¿Planta dos, verdad? -susurró con cierto nerviosismo. Lo cierto es que lo tenía claro, pero no le gustaban los silencios incómodos previos a una gran cita.
No sabía que les podía deparar aquello. Incluso si todo salía bien y aquél era el momento idóneo, ¿Qué harían allí? Un sorteo con gente desconocida y mercancía por conocer.
Una vez ya se encontraban en la planta segunda, el Gyojin inspiró aire lentamente y tras ello lo soltó de manera aún más sosegada. Miró primero a Tib, luego a Therax.
-¿Abrimos cada uno una, o empezamos por esta?
El tiburón escucharía lo que su compañero le dijese y, tras ello, abriría la puerta que tenía enfrente. Con un suave movimiento sobre el tomo de la puerta la abrió despacio, dejando ver lo que parecía una sala vacía.
-Pues aquí parece que no es -comentó girándose, pero entonces…
El sonido de una bala perforando su piel le hizo lanzarse al suelo por instinto. Tenía un fuerte dolor en el antebrazo izquierdo, por lo que intuyó que la bala se encontraba allí.
-¡Al suelo! ¡Hay algo ahí dentro!
Tan rápido como su reciente estado le dejó, Luka gateó en dirección a la pared, cubriéndose así de un posible disparo extra.
Tras sus miradas y comentarios, el espadachín pareció decidirse por fin; Llevaría a tibs, pero no a César. El Gyojin aplaudió su decisión y miró con sorna a César, una mirada que quería transmitirle lo cobarde que le parecía. Al tiburón no le gustaba César. Y a César no le gustaba nadie. Luka no le veía utilidad, sólo era capaz de seguirte, soltar algún comentario hiriente y desaparecer cuando pudiera hacerte falta. Pero conocía el sentimiento de Therax, le había cogido cariño y ahora no había posible vuelta atrás.
-Está bien, marchemos.
El habitante del mar esperó que el humano, seguido del Muryn, llegasen hasta su posición en el pasillo. Se entretuvo mirando los pintorescos cuadros cuyo arte carecía de sentido.
-¿Planta dos, verdad? -susurró con cierto nerviosismo. Lo cierto es que lo tenía claro, pero no le gustaban los silencios incómodos previos a una gran cita.
No sabía que les podía deparar aquello. Incluso si todo salía bien y aquél era el momento idóneo, ¿Qué harían allí? Un sorteo con gente desconocida y mercancía por conocer.
Una vez ya se encontraban en la planta segunda, el Gyojin inspiró aire lentamente y tras ello lo soltó de manera aún más sosegada. Miró primero a Tib, luego a Therax.
-¿Abrimos cada uno una, o empezamos por esta?
El tiburón escucharía lo que su compañero le dijese y, tras ello, abriría la puerta que tenía enfrente. Con un suave movimiento sobre el tomo de la puerta la abrió despacio, dejando ver lo que parecía una sala vacía.
-Pues aquí parece que no es -comentó girándose, pero entonces…
El sonido de una bala perforando su piel le hizo lanzarse al suelo por instinto. Tenía un fuerte dolor en el antebrazo izquierdo, por lo que intuyó que la bala se encontraba allí.
-¡Al suelo! ¡Hay algo ahí dentro!
Tan rápido como su reciente estado le dejó, Luka gateó en dirección a la pared, cubriéndose así de un posible disparo extra.
Therax no respondió cuando Luka le preguntó si a la que se dirigían era la segunda planta. Claro que lo era. Él lo sabía, y no tenía la menor duda de que el gyojin también. A fin de cuentas había estado allí durante un buen rato para tratar de averiguar cuál era la habitación del macarra.
El espadachín se quedó inmóvil unos instantes antes de dar su primer paso en el corredor, consciente de que introducirse en cualquiera de aquellas estancias podía equivaler a meterse en la boca del lobo. «Hay cosas peores. Los lobos no se me dan del todo mal», se dijo, dirigiendo un rápido vistazo a Tib antes de encaminarse hacia las puertas a las que había hecho referencia el recepcionista.
-Creo que deberíamos ir los dos por la misma. Podría resultar sospechoso que cada uno abriese una, como si estuviéramos rastreando esto -contestó a la duda del hombre-pez. No obstante, aquel detalle se quedaba en poco más que una anécdota frente a lo desconocido que se les presentaba. ¿Un sorteo bajo tanto secretismo? Nada bueno podía salir de allí, de eso no cabía duda.
Luka fue el encargado de girar el pomo y abrir la puerta de la habitación frente a la que se habían detenido. El pequeño letrero del que el recepcionista había hablado al rubio cayó al suelo, acompañando al chasquido que indicaba que el acceso había sido abierto.
-Pues parece que aquí no es -dijo el habitante del mar.
Therax se disponía a sugerir que probasen suerte en la otra puerta, pero un disparo le interrumpió e impidió que hablase. Pudo ver cómo una pequeña cantidad de sangre manaba del antebrazo del gyojin, que sin duda había sido el receptor del poco amigable mensaje que acababan de lanzarles. «Mierda, más trabajo», se quejó en su fuero interno, haciendo caso a la advertencia de su compañero y agachándose.
-¿Algo? ¿¡Cómo que algo!? -preguntó el domador, notando al mismo tiempo cómo Tib se agazapaba junto a él para protegerse. Se disponía a preguntar al pez si había logrado distinguir algo, pero una ráfaga de proyectiles eclipsaron su voz con su estruendo. La pared sobre sus cabezas comenzó a agujerearse, impactando las balas en el otro lado del pasillo y haciendo marcas de diferentes profundidades. Al mismo tiempo, un ligero alboroto precedió a un sinfín de pasos que se movían tras la puerta que no habían intentado abrir.
Sin decir nada, Therax lanzó un pie en dirección a Luka con la intención de darle una patada para llamar su atención. Si lograse hacerlo, le señalaría con la cabeza hacia el lugar del que provenían las pisadas para saber si él también las había oído.
El espadachín se quedó inmóvil unos instantes antes de dar su primer paso en el corredor, consciente de que introducirse en cualquiera de aquellas estancias podía equivaler a meterse en la boca del lobo. «Hay cosas peores. Los lobos no se me dan del todo mal», se dijo, dirigiendo un rápido vistazo a Tib antes de encaminarse hacia las puertas a las que había hecho referencia el recepcionista.
-Creo que deberíamos ir los dos por la misma. Podría resultar sospechoso que cada uno abriese una, como si estuviéramos rastreando esto -contestó a la duda del hombre-pez. No obstante, aquel detalle se quedaba en poco más que una anécdota frente a lo desconocido que se les presentaba. ¿Un sorteo bajo tanto secretismo? Nada bueno podía salir de allí, de eso no cabía duda.
Luka fue el encargado de girar el pomo y abrir la puerta de la habitación frente a la que se habían detenido. El pequeño letrero del que el recepcionista había hablado al rubio cayó al suelo, acompañando al chasquido que indicaba que el acceso había sido abierto.
-Pues parece que aquí no es -dijo el habitante del mar.
Therax se disponía a sugerir que probasen suerte en la otra puerta, pero un disparo le interrumpió e impidió que hablase. Pudo ver cómo una pequeña cantidad de sangre manaba del antebrazo del gyojin, que sin duda había sido el receptor del poco amigable mensaje que acababan de lanzarles. «Mierda, más trabajo», se quejó en su fuero interno, haciendo caso a la advertencia de su compañero y agachándose.
-¿Algo? ¿¡Cómo que algo!? -preguntó el domador, notando al mismo tiempo cómo Tib se agazapaba junto a él para protegerse. Se disponía a preguntar al pez si había logrado distinguir algo, pero una ráfaga de proyectiles eclipsaron su voz con su estruendo. La pared sobre sus cabezas comenzó a agujerearse, impactando las balas en el otro lado del pasillo y haciendo marcas de diferentes profundidades. Al mismo tiempo, un ligero alboroto precedió a un sinfín de pasos que se movían tras la puerta que no habían intentado abrir.
Sin decir nada, Therax lanzó un pie en dirección a Luka con la intención de darle una patada para llamar su atención. Si lograse hacerlo, le señalaría con la cabeza hacia el lugar del que provenían las pisadas para saber si él también las había oído.
Luka Rooney
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El hombro le dolía al tiburón, pero más aún lo hacía la sensación de haber sido engañado con tanta facilidad y sentirse tan idiota. Habían caído en la boca del lobo. ¿Acaso los tiburones caían en las bocas de los lobos? ¿Cómo sería aquello posible?
La concentración de Luka fue máxima mientras se hacía un improvisado torniquete con parte de su camisa. Entonces recibió una patada del rubio, que hacía muecas intentando que el luchador le entendiese. Luka se encogió de hombros y notó un nuevo y punzante dolor. Quizá no era buena idea hacer esfuerzos llegados a ese punto.
- No te entiendo, no sé qué me quieres decir. Habla, susurra, pero no hagas esas muecas, no se te da bien.
Entonces el espadachín comentó al Gyojin lo que había oído. La concentración de este mientras hacía el torniquete le hizo abstraerse de tal forma que no oyó nada de lo que Therax comentaba. No dudó en pensar un par de segundos para volver a negarlo.
- No he visto nada -susurró-. No he oído nada tampoco. Pero si te fijas, se oyen tres ráfagas distintas, ¿no?
El oído del tiburón era algo más sensible que el de un humano normal, por lo que confiaba firmemente en él. Aún así, era posible que fuesen más de los que disparaban. Quizá había alguno con otro tipo de arma menos ruidosa.
- Yo creo que deberíamos entrar. El brazo está bien, pero quizá en un rato empeore. Cuanto antes hagamos esto…
Sin duda entrar no era una buena idea. No la mejor, eso seguro. Pero tampoco es que los piratas estuviesen en el mejor de los escenarios. Quizá, y solo quizá, podrían crear algún tipo de distracción y ganar unas milésimas para que pudieran entrar sin que les vaciaran un cargador. Pero… ¿cómo?
Sin embargo, la mente del tiburón no iba a estar mucho maś tiempo pendiente de ese tema. Sus ojos vieron aparecer una figura de un tipo con algunos kilos de más y un semblante de mala leche que manejaba una ametralladora con demasiada munición a su gusto, mientras apuntaba al perro del domador. Poco tardaron el resto de humanos en aparecer detrás de él. Eran seis, y efectivamente tres tenían armas de fuego.
- Lo sabía, Therax -comentó a la par que se reincorporaba, llevando las partículas de agua a la palma de sus manos-, eran tres armas de fuego. Estaba claro.
Antes de que pudieran hablar, el tiburón impulsó ambas manos a la par en un elegante movimiento impropio de él, dejando salir una ingente cantidad de agua en dirección a los tipos, era la distracción que necesitaban para lanzarse a por ellos. Esperaba que su fiel compañero y su mascota entendieran el mensaje y se unieran a él en el improvisado ataque que se veían obligados a realizar. Era aquello, o morir en el intento.
La concentración de Luka fue máxima mientras se hacía un improvisado torniquete con parte de su camisa. Entonces recibió una patada del rubio, que hacía muecas intentando que el luchador le entendiese. Luka se encogió de hombros y notó un nuevo y punzante dolor. Quizá no era buena idea hacer esfuerzos llegados a ese punto.
- No te entiendo, no sé qué me quieres decir. Habla, susurra, pero no hagas esas muecas, no se te da bien.
Entonces el espadachín comentó al Gyojin lo que había oído. La concentración de este mientras hacía el torniquete le hizo abstraerse de tal forma que no oyó nada de lo que Therax comentaba. No dudó en pensar un par de segundos para volver a negarlo.
- No he visto nada -susurró-. No he oído nada tampoco. Pero si te fijas, se oyen tres ráfagas distintas, ¿no?
El oído del tiburón era algo más sensible que el de un humano normal, por lo que confiaba firmemente en él. Aún así, era posible que fuesen más de los que disparaban. Quizá había alguno con otro tipo de arma menos ruidosa.
- Yo creo que deberíamos entrar. El brazo está bien, pero quizá en un rato empeore. Cuanto antes hagamos esto…
Sin duda entrar no era una buena idea. No la mejor, eso seguro. Pero tampoco es que los piratas estuviesen en el mejor de los escenarios. Quizá, y solo quizá, podrían crear algún tipo de distracción y ganar unas milésimas para que pudieran entrar sin que les vaciaran un cargador. Pero… ¿cómo?
Sin embargo, la mente del tiburón no iba a estar mucho maś tiempo pendiente de ese tema. Sus ojos vieron aparecer una figura de un tipo con algunos kilos de más y un semblante de mala leche que manejaba una ametralladora con demasiada munición a su gusto, mientras apuntaba al perro del domador. Poco tardaron el resto de humanos en aparecer detrás de él. Eran seis, y efectivamente tres tenían armas de fuego.
- Lo sabía, Therax -comentó a la par que se reincorporaba, llevando las partículas de agua a la palma de sus manos-, eran tres armas de fuego. Estaba claro.
Antes de que pudieran hablar, el tiburón impulsó ambas manos a la par en un elegante movimiento impropio de él, dejando salir una ingente cantidad de agua en dirección a los tipos, era la distracción que necesitaban para lanzarse a por ellos. Esperaba que su fiel compañero y su mascota entendieran el mensaje y se unieran a él en el improvisado ataque que se veían obligados a realizar. Era aquello, o morir en el intento.
«No es que se me dé mal, es que eres un zoquete», masculló Therax en su fuero interno mientras veía al gyojin hacerse un torniquete en el brazo herido. No era el mejor momento para iniciar una discusión, así que se tragó sus palabras y comprobó que Tib se encontraba en perfecto estado.
-¿Entrar? ¿Quieres entrar? -preguntó el domador, atónito ante la propuesta del hombre-pez. Ambos estaban encogidos para evitar las balas que volaban periódicamente, y la sardina quería lanzarse de cabeza a los cañones que las vomitaban. «Ha perdido el poco juicio que le quedaba», pensó el espadachín, convencido de que tantos golpes y heridas habían ido mermando sus capacidades.
Fuera como fuere, unos pasos cortaron en seco cualquier réplica que quisiese dar. Al parecer se habían cansado de disparar a la nada y habían ido en su busca. Eso o que creían haber acabado con ellos e iban a comprobarlo. Una ametralladora del tamaño de Tib llamó irremediablemente su atención, tanto que fue el gyojin el primero en tomar la iniciativa. Distinguió cómo pasaba a la ofensiva lanzando una potente descarga acuática hacia los tipos.
Por su parte, el que portaba el arma de grandes dimensiones apuntaba al muryn y se disponía a dispararle. Sin pensárselo, el espadachín desenfundó sus espadas e hizo chocar sus empuñaduras. Un sol de escarcha nació del lugar donde habían entrado en contacto y se expandió hasta incluir en su interior al rubio y su mascota. Escuchó cómo el tipo accionaba el gatillo, pero el cánido y él ya se habían hecho a un lado. Algunas balas atravesaron el improvisado escudo mientras crecía, y otras rebotaron o hendieron la superficie.
Consciente de que los tipos se interponían entre Luka y él, en seguida hizo que la cúpula se fragmentase en infinidad de pequeñas y afiladas esquirlas de hielo, las cuales no dudó en dispersar como si de metralla se tratase. Eran seis, por lo que el hombre-pez no debería sufrir daños a consecuencia del movimiento del rubio.
La ofensiva surtió efecto, aunque no todo el que Therax hubiera deseado. Tres de los sujetos fueron perforados en diversos puntos por las esquirlas de hielo, pero los otros tres, parcialmente ocultos tras los cuerpos de sus compañeros, dispusieron de tiempo suficiente para volver a ocultarse en el interior de la habitación.
El rubio dedicó un instante a comprobar el estado de su mascota, mas cuando dirigió su mirada hacia el lugar en el que debería estar encontró que no se hallaba allí. Un gruñido frente a él le indicó el lugar al que había ido. Se situaba junto a Luka, mostrando sus colmillos en señal de defensa del gyojin herido y dispuesto a adentrarse en la habitación con él en cuanto lo decidiese.
-¿Entrar? ¿Quieres entrar? -preguntó el domador, atónito ante la propuesta del hombre-pez. Ambos estaban encogidos para evitar las balas que volaban periódicamente, y la sardina quería lanzarse de cabeza a los cañones que las vomitaban. «Ha perdido el poco juicio que le quedaba», pensó el espadachín, convencido de que tantos golpes y heridas habían ido mermando sus capacidades.
Fuera como fuere, unos pasos cortaron en seco cualquier réplica que quisiese dar. Al parecer se habían cansado de disparar a la nada y habían ido en su busca. Eso o que creían haber acabado con ellos e iban a comprobarlo. Una ametralladora del tamaño de Tib llamó irremediablemente su atención, tanto que fue el gyojin el primero en tomar la iniciativa. Distinguió cómo pasaba a la ofensiva lanzando una potente descarga acuática hacia los tipos.
Por su parte, el que portaba el arma de grandes dimensiones apuntaba al muryn y se disponía a dispararle. Sin pensárselo, el espadachín desenfundó sus espadas e hizo chocar sus empuñaduras. Un sol de escarcha nació del lugar donde habían entrado en contacto y se expandió hasta incluir en su interior al rubio y su mascota. Escuchó cómo el tipo accionaba el gatillo, pero el cánido y él ya se habían hecho a un lado. Algunas balas atravesaron el improvisado escudo mientras crecía, y otras rebotaron o hendieron la superficie.
Consciente de que los tipos se interponían entre Luka y él, en seguida hizo que la cúpula se fragmentase en infinidad de pequeñas y afiladas esquirlas de hielo, las cuales no dudó en dispersar como si de metralla se tratase. Eran seis, por lo que el hombre-pez no debería sufrir daños a consecuencia del movimiento del rubio.
La ofensiva surtió efecto, aunque no todo el que Therax hubiera deseado. Tres de los sujetos fueron perforados en diversos puntos por las esquirlas de hielo, pero los otros tres, parcialmente ocultos tras los cuerpos de sus compañeros, dispusieron de tiempo suficiente para volver a ocultarse en el interior de la habitación.
El rubio dedicó un instante a comprobar el estado de su mascota, mas cuando dirigió su mirada hacia el lugar en el que debería estar encontró que no se hallaba allí. Un gruñido frente a él le indicó el lugar al que había ido. Se situaba junto a Luka, mostrando sus colmillos en señal de defensa del gyojin herido y dispuesto a adentrarse en la habitación con él en cuanto lo decidiese.
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El domador utilizó una estética técnica para acabar con la primera línea de criminales en un abrir y cerrar de ojos. Luka observó sin pestañear y notó un fuerte calor a sus pies. Tibs se encontraba enfurecido, y sacaba los dientes ante los que habían entrado dentro.
-Dejame que entre yo primero-le susurró acariciando la parte superior de su cabeza-. Después entras y atacas con todo a lo que veas.
El Muryn pareció entender lo que el tiburón les decía, y a medida que se acercaba a la puerta se fijaba en los que había en el suelo.
Dos de tres tiradores abatidos
Sólo quedaba uno, y sabía que si se ocupaba de él, la amigable mascota del rubio le ayudaría a acabar con los demás sin mucho riesgo de salir dañado.
Luka giró el pomo lentamente, abriendo unos centímetros la puerta, y posteriormente decidió que no era el momento de ser delicado. Con una potente patada, consiguió romper la puerta y que ésta chocase con el muro, dejando unos segundos en los que el Gyojin mostraba sus dedos a modo de cuenteo al lobo. Al llegar al tercero no se lo pensó y entró a toda velocidad, observando rápidamente como cada uno de los humanos se encontraban en una esquina distinta. Sin pensarlo se fue a la más lejana, donde se encontraba el hombre con un rifle de asalto.
Mentalmente el luchador contó hasta tres a la par que cargaba el puño derecho, a sabiendas que realizaría un certero golpe en el tirador, pero consciente que podía recibir una bala por el camino. Pero no fue así. La bala rozó su hombro de nuevo, pero esta vez no llegó a tocar, y su puño se hundió en el rostro del malhechor.
Uno menos
Entonces se giró y vio en milésimas de segundo a dos tipos tendidos en el aire que se abalanzaban sobre él. Dio un paso atrás y se preparó para recibir el impacto, sin embargo, el animal de Therax embistió a ambos cuerpos, lanzándoles al suelo y derribandoles, provocando que se desorientaran. El Gyojin dudó en coger el que quedaba libre -ya que Tibs estaba “jugando” con el restante-, alzarlo con la mano izquierda al cuello, darle un potente puñetazo sobre el estómago y lanzarlo por la ventana, rompiendo los cristales en el acto.
-Despejado, rubio -comentó evitando decir su nombre. Quizá era mejor así-. Te toca abrir la otra puerta, yo ya me la he jugado bastante -comentó de nuevo, esta vez con una amplia sonrisa en el rostro.
-Dejame que entre yo primero-le susurró acariciando la parte superior de su cabeza-. Después entras y atacas con todo a lo que veas.
El Muryn pareció entender lo que el tiburón les decía, y a medida que se acercaba a la puerta se fijaba en los que había en el suelo.
Dos de tres tiradores abatidos
Sólo quedaba uno, y sabía que si se ocupaba de él, la amigable mascota del rubio le ayudaría a acabar con los demás sin mucho riesgo de salir dañado.
Luka giró el pomo lentamente, abriendo unos centímetros la puerta, y posteriormente decidió que no era el momento de ser delicado. Con una potente patada, consiguió romper la puerta y que ésta chocase con el muro, dejando unos segundos en los que el Gyojin mostraba sus dedos a modo de cuenteo al lobo. Al llegar al tercero no se lo pensó y entró a toda velocidad, observando rápidamente como cada uno de los humanos se encontraban en una esquina distinta. Sin pensarlo se fue a la más lejana, donde se encontraba el hombre con un rifle de asalto.
Mentalmente el luchador contó hasta tres a la par que cargaba el puño derecho, a sabiendas que realizaría un certero golpe en el tirador, pero consciente que podía recibir una bala por el camino. Pero no fue así. La bala rozó su hombro de nuevo, pero esta vez no llegó a tocar, y su puño se hundió en el rostro del malhechor.
Uno menos
Entonces se giró y vio en milésimas de segundo a dos tipos tendidos en el aire que se abalanzaban sobre él. Dio un paso atrás y se preparó para recibir el impacto, sin embargo, el animal de Therax embistió a ambos cuerpos, lanzándoles al suelo y derribandoles, provocando que se desorientaran. El Gyojin dudó en coger el que quedaba libre -ya que Tibs estaba “jugando” con el restante-, alzarlo con la mano izquierda al cuello, darle un potente puñetazo sobre el estómago y lanzarlo por la ventana, rompiendo los cristales en el acto.
-Despejado, rubio -comentó evitando decir su nombre. Quizá era mejor así-. Te toca abrir la otra puerta, yo ya me la he jugado bastante -comentó de nuevo, esta vez con una amplia sonrisa en el rostro.
Therax no tuvo mucho tiempo para reaccionar. Cuando se quiso dar cuenta, Luka y Tib se habían adentrado en la habitación. Sonaron disparos, pero afortunadamente no hubo ningún gemido que pusiera en alerta al rubio. En cuanto al gyojin, lo cierto era que no le preocupaba mucho. Era más que probable que hubiese resultado herido de algún modo, ya fuese por un impacto directo de bala, un roce o un hematoma causado por un cuadro que casualmente se hubiese desprendido de la pared.
El mecanismo no importaba, pues la maldita sardina siempre se las ingeniaba para volver con una buena carga de trabajo para él. Mientras maldecía por lo bajo la temeridad de su compañero, oyó cómo le instaba a comprobar qué había en la otra habitación. Al espadachín no le gustó demasiado la idea -sobre todo por el hecho de que sonase más a orden y reproche que a sugerencia-, pero debía admitir que Luka estaba en lo cierto.
En consecuencia, se dirigió hacia la puerta en cuestión y aguzó el oído para tratar de oír algo. No fue capaz de captar nada, así que activó su haki de observación e intentó concentrarse para identificar alguna presencia. Dedicó varios segundos a ello, logrando percibir únicamente a una persona. La situación no tenía buena pinta. ¿Quién se quedaría quieto, esperando, a sabiendas de que a unos metros de distancia se estaba desarrollando una batalla? El domador chasqueó la lengua antes de abrir la puerta.
-Bienvenido, caballero -dijo una voz serena y aterciopelada-. Le estaba esperando. Bueno, a ambos, aunque veo que Luka se ha entretenido con mis chicos. Pase, pase y siéntese. ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Una copa de vino tal vez?
Therax quedó completamente anonadado ante el recibimiento con el que acababan de obsequiarle. ¿Cómo sabía aquel tipo quién era Luka? ¿Por qué les estaba esperando? Dio dos pasos muy lentos para introducirse en la habitación, empuñando con fuerza sus armas y esperando algún gesto del hombre que demostrara una intención homicida.
-Puede guardar eso. No le hará falta. Si le parece, esperaremos a que su socio llegue y así no tendré que decir dos veces lo mismo -comentó, obviando la falta de respuesta del espadachín y sirviendo tres copas de vino.
-Luka -dijo el domador en voz alta, esperando que el gyojin entendiese que debía ir hasta donde se encontraba.
-Veamos, en primer lugar permítanme disculparme por la actitud de mis empleados -comenzó el hombre, un sujeto entrado en años de bigote cano y cabello a juego engominado hacia atrás. Vestía un traje de un vivo color morado, con una camisa blanca y una corbata roja sobre ella-. Me alegra comprobar que mi reclamo ha funcionado, aunque intuyo que "Big Foot" no estará en condiciones óptimas... Bueno, eso no es relevante ahora. Ya me ocuparé de el más tarde. La cuestión es que tengo una oferta para ustedes -añadió, poniendo sobre la mesa sendos carteles de "Wanted" con las caras de ambos Arashi.
-No... -comenzó a decir Therax, mas enseguida fue interrumpido.
-Sé que ustedes no son mercenarios. Estoy al tanto de lo sucedido en el reino de Sakura hace unos años y no pretendo adquirir sus servicios por dinero ni nada que se la parezca. Mi intención es otra. Me gustaría hacer un trato en el que ambas partes saldremos beneficiadas, algo así como un pacto. Ustedes, cómo no, serían el brazo ejecutor. ¿Qué dicen? ¿Acceden a escucharme al menos?
El mecanismo no importaba, pues la maldita sardina siempre se las ingeniaba para volver con una buena carga de trabajo para él. Mientras maldecía por lo bajo la temeridad de su compañero, oyó cómo le instaba a comprobar qué había en la otra habitación. Al espadachín no le gustó demasiado la idea -sobre todo por el hecho de que sonase más a orden y reproche que a sugerencia-, pero debía admitir que Luka estaba en lo cierto.
En consecuencia, se dirigió hacia la puerta en cuestión y aguzó el oído para tratar de oír algo. No fue capaz de captar nada, así que activó su haki de observación e intentó concentrarse para identificar alguna presencia. Dedicó varios segundos a ello, logrando percibir únicamente a una persona. La situación no tenía buena pinta. ¿Quién se quedaría quieto, esperando, a sabiendas de que a unos metros de distancia se estaba desarrollando una batalla? El domador chasqueó la lengua antes de abrir la puerta.
-Bienvenido, caballero -dijo una voz serena y aterciopelada-. Le estaba esperando. Bueno, a ambos, aunque veo que Luka se ha entretenido con mis chicos. Pase, pase y siéntese. ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Una copa de vino tal vez?
Therax quedó completamente anonadado ante el recibimiento con el que acababan de obsequiarle. ¿Cómo sabía aquel tipo quién era Luka? ¿Por qué les estaba esperando? Dio dos pasos muy lentos para introducirse en la habitación, empuñando con fuerza sus armas y esperando algún gesto del hombre que demostrara una intención homicida.
-Puede guardar eso. No le hará falta. Si le parece, esperaremos a que su socio llegue y así no tendré que decir dos veces lo mismo -comentó, obviando la falta de respuesta del espadachín y sirviendo tres copas de vino.
-Luka -dijo el domador en voz alta, esperando que el gyojin entendiese que debía ir hasta donde se encontraba.
-Veamos, en primer lugar permítanme disculparme por la actitud de mis empleados -comenzó el hombre, un sujeto entrado en años de bigote cano y cabello a juego engominado hacia atrás. Vestía un traje de un vivo color morado, con una camisa blanca y una corbata roja sobre ella-. Me alegra comprobar que mi reclamo ha funcionado, aunque intuyo que "Big Foot" no estará en condiciones óptimas... Bueno, eso no es relevante ahora. Ya me ocuparé de el más tarde. La cuestión es que tengo una oferta para ustedes -añadió, poniendo sobre la mesa sendos carteles de "Wanted" con las caras de ambos Arashi.
-No... -comenzó a decir Therax, mas enseguida fue interrumpido.
-Sé que ustedes no son mercenarios. Estoy al tanto de lo sucedido en el reino de Sakura hace unos años y no pretendo adquirir sus servicios por dinero ni nada que se la parezca. Mi intención es otra. Me gustaría hacer un trato en el que ambas partes saldremos beneficiadas, algo así como un pacto. Ustedes, cómo no, serían el brazo ejecutor. ¿Qué dicen? ¿Acceden a escucharme al menos?
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El tiburón acarició la parte superior de la cabeza de Tibs a la par que le daba la enhorabuena por su heroico acto. Incluso le llegó a prometer galletas para después, aunque no sabía de dónde las iba a sacar. Pero sin duda, el inseparable amigo y compañero del espadachín, estaba más que preparado para luchar. ¿Le habría entrenado su dueño?
- Si ese maldito chucho egocéntrico y malhablado aprendiese algo de tí… -bufó mientras continuaba acariciando al dócil animal.
El Gyojin se reincoporó y salió hasta la posición de Therax. Allí vió cómo el rubio estaba concentrado, quizá intentando detectar qué había por allí. Pasaron minutos en los cuales el tiburón no emitió sonido alguno, se limitó a esperar a que su compañero estuviese listo. Por su cabeza pasaron distintos planes para desbaratar la paz interior del domador, pero tuvo que resistirse a la tentación y proseguir esperando. Posiblemente el plan se torciese si él hacía algo que el domador no tuviese planeado. Por otro lado, admiró la idea del rubio de usar su haki de armadura, ¿por qué no se le habría ocurrido a él antes? Probablemente se hubiera ahorrado un disparo en el hombro. Cuando pasaron unos minutos más, el domador se armó de valor y abrió lentamente el pomo de la puerta, entrando al instante. Apoyado sobre la pared, el tiburón se fue acercando poco a poco, desplazándose lateralmente hasta llegar casi a la puerta, desde donde oyó su nombre y entendió que todo estaba tranquilo. Sin embargo, al entrar, había un tipo viejo sentado, y parecía estar hablando con el espadachín. El Gyojin frunció el ceño y se acercó, escuchando la voz del viejo hombre de pelo blanquecino.
- Vaya vaya… -comentó el Gyojin ante la disculpa del viejo, dando un paso al frente y escuchando de nuevo al envejecido tipo.
Por lo visto, todo había sido una trampa, y el tipo conocía tanto al Gyojin como al humano. Posicionó sendos wanteds sobre la mesa, y empezó a hablar sobre lo pasado en Sakura y la posibilidad de hacer una alianza temporal. Aunque no dio más detalles. Sólo que tanto el luchador como el espadachín serían los “brazos ejecutores”, y algo que tenía debía interesarnos, o eso entendió el habitante del mar.
- No perdemos nada porque hable -comentó mirando al domador, consciente que él pensaría probablemente lo contrario-. Mi nombre es Luka, como bien sabes -el Gyojin se acercó hasta poner una mano sobre su wanted, tapando su rostro-. Dinos qué deseas de nosotros, y qué nos ofreces. Digamos que esto es una negociación, ¿verdad? Pues yo no negocio sin alcohol. Así que traenos algo antes de hablar.
El Gyojin había negociado pocas veces en su vida, pero era muy aficionado a las películas de negociadores. Había visto algunas con Eric en la isla Gyojin, y confiaba en haber aprendido algo de tanto tiempo invertido. Que trajese algo de beber era una simple estratagema para hablar en privado con el domador. Le importaba poco que les grabasen, pero no haría nada si el rubio opinaba distinto de él.
El viejo afirmó sonriendo y se levantó, saliendo por la puerta y dejándonos solos durante un corto periodo que debíamos aprovechar si queríamos saber qué opinaba cada uno.
- ¿Cómo lo ves? yo escucharía la oferta. Está solo, no sé quién habrá fuera, pero si son igual de inútiles que los de esa sala, no corremos un gran riesgo.
- Si ese maldito chucho egocéntrico y malhablado aprendiese algo de tí… -bufó mientras continuaba acariciando al dócil animal.
El Gyojin se reincoporó y salió hasta la posición de Therax. Allí vió cómo el rubio estaba concentrado, quizá intentando detectar qué había por allí. Pasaron minutos en los cuales el tiburón no emitió sonido alguno, se limitó a esperar a que su compañero estuviese listo. Por su cabeza pasaron distintos planes para desbaratar la paz interior del domador, pero tuvo que resistirse a la tentación y proseguir esperando. Posiblemente el plan se torciese si él hacía algo que el domador no tuviese planeado. Por otro lado, admiró la idea del rubio de usar su haki de armadura, ¿por qué no se le habría ocurrido a él antes? Probablemente se hubiera ahorrado un disparo en el hombro. Cuando pasaron unos minutos más, el domador se armó de valor y abrió lentamente el pomo de la puerta, entrando al instante. Apoyado sobre la pared, el tiburón se fue acercando poco a poco, desplazándose lateralmente hasta llegar casi a la puerta, desde donde oyó su nombre y entendió que todo estaba tranquilo. Sin embargo, al entrar, había un tipo viejo sentado, y parecía estar hablando con el espadachín. El Gyojin frunció el ceño y se acercó, escuchando la voz del viejo hombre de pelo blanquecino.
- Vaya vaya… -comentó el Gyojin ante la disculpa del viejo, dando un paso al frente y escuchando de nuevo al envejecido tipo.
Por lo visto, todo había sido una trampa, y el tipo conocía tanto al Gyojin como al humano. Posicionó sendos wanteds sobre la mesa, y empezó a hablar sobre lo pasado en Sakura y la posibilidad de hacer una alianza temporal. Aunque no dio más detalles. Sólo que tanto el luchador como el espadachín serían los “brazos ejecutores”, y algo que tenía debía interesarnos, o eso entendió el habitante del mar.
- No perdemos nada porque hable -comentó mirando al domador, consciente que él pensaría probablemente lo contrario-. Mi nombre es Luka, como bien sabes -el Gyojin se acercó hasta poner una mano sobre su wanted, tapando su rostro-. Dinos qué deseas de nosotros, y qué nos ofreces. Digamos que esto es una negociación, ¿verdad? Pues yo no negocio sin alcohol. Así que traenos algo antes de hablar.
El Gyojin había negociado pocas veces en su vida, pero era muy aficionado a las películas de negociadores. Había visto algunas con Eric en la isla Gyojin, y confiaba en haber aprendido algo de tanto tiempo invertido. Que trajese algo de beber era una simple estratagema para hablar en privado con el domador. Le importaba poco que les grabasen, pero no haría nada si el rubio opinaba distinto de él.
El viejo afirmó sonriendo y se levantó, saliendo por la puerta y dejándonos solos durante un corto periodo que debíamos aprovechar si queríamos saber qué opinaba cada uno.
- ¿Cómo lo ves? yo escucharía la oferta. Está solo, no sé quién habrá fuera, pero si son igual de inútiles que los de esa sala, no corremos un gran riesgo.
El gesto del hombre se arrugó al comprobar que de la botella no salía nada. El color oscuro con el que se había tintado el cristal impedía ver la cantidad de vino, y el recipiente tenía aspecto de pesar lo suficiente como para dificultar la estimación del contenido líquido.
El gyojin parecía dispuesto a escuchar lo que tenía que decirles, pero no sin algo que refrescase sus gargantas y golpease su hígado. «No aprendemos», pensó el domador mientras recordaba todo lo acontecido en la isla nevada. No obstante, no podía negar que él también sentía curiosidad por lo que quería proponerles aquel tipo. Así se lo hizo saber a la sardina:
-No perdemos nada por oír lo que nos tiene que decir, ¿no? -respondió el domador, encogiéndose de hombros en el proceso.
El estirado individuo no tardó en reaparecer, portando en sus manos una botella más ancha que alta. Antes de abrir la boca, se aproximó a un pequeño mueble accesorio y seleccionó tres vasos de base cuadrada.
-Discúlpenme, pero acabo de descubrir que mis existencias de vino se han agotado. Les traigo coñac, espero que disfruten de él -comentó, llenando los vasos a un poco menos de la mitad y ofreciéndoselos a sus huéspedes-. Intuyo que si siguen aquí es porque están dispuestos a escucharme, cosa que me alegra. Permítanme que me presente. Mi nombre es Gustaf, Gustaf Asquerosamenterriquevic, y me gano la vida en este oasis de naturaleza. Sin embargo, a pesar de lo que me gusta mi hogar y mi trabajo, sobre todo éste último, últimamente hay algunas cosas que me quitan el sueño -sus palabras fueron acompañadas por un lento paseo hacia una de las paredes. Al presionar un botón perfectamente disimulado, una pantalla se desplegó desde el techo-. Ésta es la zona en la que mis negocios se desarrollaban hasta no hace mucho -indicó, apareciendo resaltada en rojo buena parte del archipiélago-. Por desgracia para mí, una serie de descerebrados llevan un tiempo interrumpiendo mi actividad y generando una fama nefasta para algunas zonas de la isla que tanto amo.
Entonces, aproximadamente la mitad del territorio que controlaba se tornó de un intenso color amarillo. Era evidente que al señor "Cómosellamase" le habían arrebatado buena parte de su influencia, situación que no parecía estar dispuesto a asumir bajo ninguna circunstancia.
-Y quieres que te hagamos el trabajo sucio, ¿no? -dijo el rubio, alzando una ceja.
-Eso sería un efecto colateral, mi querido amigo. Me consta que ustedes son un tipo de piratas... peculiar, por decirlo de algún modo. En ese sentido, déjeme decirle que mis actividades jamás han repercutido en las vidas de la noble población local, mientras que estos tipos son de la calaña a la que ustedes suelen enfrentarse. No obstante, aún no he terminado. Se preguntarán cómo ha llegado esta gente a quitarme tanto territorio. La respuesta es fácil y dolorosa: emplean métodos de los que yo no dispongo en estos momentos y se aseguran de que no pueda hacerme con ellos. Me refiero a artilugios con capacidades que no había visto jamás y que, honestamente, no estoy interesado en adquirir. He ahí mi ofrecimiento. Acaben con ellos, pisotéenlos y expúlsenlos de aquí. Estoy convencido de que esos aparatos podrán serles de utilidad, y yo mismo me aseguraré de que abandonen plácidamente Sabaody cuando lo estimen oportuno... llevándolos con ustedes, por supuesto.
El discurso había terminado y la incógnita se reflejaba en los ojos de Gustaf. El espadachín guardó silencio, dirigiendo una rápida mirada a su compañero. De su reacción dependería todo, como siempre que su impulsividad podía jugarles una mala pasada. Por su parte, estaba más que dispuesto a adquirir cualquier cosa que pudiese serles de utilidad. Acababan de regresar de un periodo de separación bastante largo. Querían enfrentarse al mundo, y todo lo que pudiese ayudarles a ello sería bienvenido. Volvió a centrar su atención en el canoso. No le inspiraba confianza, de eso estaba seguro, pero era un riesgo que estaba dispuesto a asumir.
El gyojin parecía dispuesto a escuchar lo que tenía que decirles, pero no sin algo que refrescase sus gargantas y golpease su hígado. «No aprendemos», pensó el domador mientras recordaba todo lo acontecido en la isla nevada. No obstante, no podía negar que él también sentía curiosidad por lo que quería proponerles aquel tipo. Así se lo hizo saber a la sardina:
-No perdemos nada por oír lo que nos tiene que decir, ¿no? -respondió el domador, encogiéndose de hombros en el proceso.
El estirado individuo no tardó en reaparecer, portando en sus manos una botella más ancha que alta. Antes de abrir la boca, se aproximó a un pequeño mueble accesorio y seleccionó tres vasos de base cuadrada.
-Discúlpenme, pero acabo de descubrir que mis existencias de vino se han agotado. Les traigo coñac, espero que disfruten de él -comentó, llenando los vasos a un poco menos de la mitad y ofreciéndoselos a sus huéspedes-. Intuyo que si siguen aquí es porque están dispuestos a escucharme, cosa que me alegra. Permítanme que me presente. Mi nombre es Gustaf, Gustaf Asquerosamenterriquevic, y me gano la vida en este oasis de naturaleza. Sin embargo, a pesar de lo que me gusta mi hogar y mi trabajo, sobre todo éste último, últimamente hay algunas cosas que me quitan el sueño -sus palabras fueron acompañadas por un lento paseo hacia una de las paredes. Al presionar un botón perfectamente disimulado, una pantalla se desplegó desde el techo-. Ésta es la zona en la que mis negocios se desarrollaban hasta no hace mucho -indicó, apareciendo resaltada en rojo buena parte del archipiélago-. Por desgracia para mí, una serie de descerebrados llevan un tiempo interrumpiendo mi actividad y generando una fama nefasta para algunas zonas de la isla que tanto amo.
Entonces, aproximadamente la mitad del territorio que controlaba se tornó de un intenso color amarillo. Era evidente que al señor "Cómosellamase" le habían arrebatado buena parte de su influencia, situación que no parecía estar dispuesto a asumir bajo ninguna circunstancia.
-Y quieres que te hagamos el trabajo sucio, ¿no? -dijo el rubio, alzando una ceja.
-Eso sería un efecto colateral, mi querido amigo. Me consta que ustedes son un tipo de piratas... peculiar, por decirlo de algún modo. En ese sentido, déjeme decirle que mis actividades jamás han repercutido en las vidas de la noble población local, mientras que estos tipos son de la calaña a la que ustedes suelen enfrentarse. No obstante, aún no he terminado. Se preguntarán cómo ha llegado esta gente a quitarme tanto territorio. La respuesta es fácil y dolorosa: emplean métodos de los que yo no dispongo en estos momentos y se aseguran de que no pueda hacerme con ellos. Me refiero a artilugios con capacidades que no había visto jamás y que, honestamente, no estoy interesado en adquirir. He ahí mi ofrecimiento. Acaben con ellos, pisotéenlos y expúlsenlos de aquí. Estoy convencido de que esos aparatos podrán serles de utilidad, y yo mismo me aseguraré de que abandonen plácidamente Sabaody cuando lo estimen oportuno... llevándolos con ustedes, por supuesto.
El discurso había terminado y la incógnita se reflejaba en los ojos de Gustaf. El espadachín guardó silencio, dirigiendo una rápida mirada a su compañero. De su reacción dependería todo, como siempre que su impulsividad podía jugarles una mala pasada. Por su parte, estaba más que dispuesto a adquirir cualquier cosa que pudiese serles de utilidad. Acababan de regresar de un periodo de separación bastante largo. Querían enfrentarse al mundo, y todo lo que pudiese ayudarles a ello sería bienvenido. Volvió a centrar su atención en el canoso. No le inspiraba confianza, de eso estaba seguro, pero era un riesgo que estaba dispuesto a asumir.
Luka Rooney
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La mirada del Gyojin se centró en aquella bebida de color caramelo. “Coñac”. Su gusto no era ni la mitad de exquisito que el del rubio que tenía al lado, pero probablemente sería la bebida alcohólica que elegiría en último lugar si le diesen a probar.
Peores cosas te has bebido, campeón, se intentó concienciar el tiburón para no armar un revuelo de semejante tontería. O al menos a él le parecía que no tenía demasiada importancia.
A medida que el viejo iba hablando, Luka notaba como Therax le miraba de reojo. Notaba sus gestos, pese a los dos años separados, aún guardaba esa confianza con el espadachín. Notaba su desconfianza, pero lo que decía aquél hombre parecía tener sentido. Luka cada vez era más consciente de la cantidad de negocios que se iban a la bancarrota por las mafias, las jugadas poco legales o cualquier tipo de causa ajena al negocio. Y había que parar el problema de raíz.
El tiburón sorbió ligeramente el coñac, prácticamente sólo se mojó los labios, y fue suficiente como para dejar el vaso al lado del viejo del pelo blanquecino.
- Como consejo, la próxima vez que quieras negociar con alguien, no le des semejante basura -comentó a la par que se pasaba la mano por los labios, intentando quitarse aquel apestoso sabor sin mucho éxito-. Por dios, es que está fatal.
Tras ello volvió a ver cómo el rubio le miraba de nuevo, dándole a entender que le tocaba elegir. Y, contra todo pronóstico, Luka reflexionó. Intentó ponerse en la piel de cada uno de los allí presentes y decidir algo que beneficiase a todos por igual. O por desigual, pero que les beneficiase a todos. Pero aquello definitivamente no se le daba bien. Nada bien. Así que optó por nuevamente, tomar un impulso. Pero lo hizo con tono reflexivo, con semblante serio y una mirada achinada. Como si realmente lo hubiese pensado. Además, eligió las mejores palabras que encontró en su no muy amplio vocabulario.
- He de decir que es una situación complicada. Pero viéndolo con perspectiva, no podemos sino ayudar a este hombre. Su negocio está en peligro, y es nuestra obligación como buenos conciudadanos limpiar su negocio de esas ratas. Pero creo que necesitaremos alguna garantía más que “unos juguetitos” para aceptar el trato.
Sin duda, el Luka negociador estaba en todo su esplendor. Sin embargo, pronto se dió de bruces contra el suelo de un cruel no. Como un pardillo intentando ligar y recibiendo su enésima negativa.
- De momento creo que no tengo mucho más para daros. Pero es posible que cuando lo consigáis, si venís hasta aquí, os pueda entregar algo -comentó guiñándonos un ojo en un intento quizá pervertido-. Hasta entonces, espero que todo os salga bien.
Y entonces el tipo dió media vuelta y salió por la puerta por la que fue a por la bebida, dejando la pantalla encendida y los vasos sobre la mesa.
- Bueno, pues veamos a ver dónde nos lleva este asunto -comentó algo escéptico. Quizá no hubiera sido la mejor idea del mundo-. ¿Quién crees que puede haber allí?
Peores cosas te has bebido, campeón, se intentó concienciar el tiburón para no armar un revuelo de semejante tontería. O al menos a él le parecía que no tenía demasiada importancia.
A medida que el viejo iba hablando, Luka notaba como Therax le miraba de reojo. Notaba sus gestos, pese a los dos años separados, aún guardaba esa confianza con el espadachín. Notaba su desconfianza, pero lo que decía aquél hombre parecía tener sentido. Luka cada vez era más consciente de la cantidad de negocios que se iban a la bancarrota por las mafias, las jugadas poco legales o cualquier tipo de causa ajena al negocio. Y había que parar el problema de raíz.
El tiburón sorbió ligeramente el coñac, prácticamente sólo se mojó los labios, y fue suficiente como para dejar el vaso al lado del viejo del pelo blanquecino.
- Como consejo, la próxima vez que quieras negociar con alguien, no le des semejante basura -comentó a la par que se pasaba la mano por los labios, intentando quitarse aquel apestoso sabor sin mucho éxito-. Por dios, es que está fatal.
Tras ello volvió a ver cómo el rubio le miraba de nuevo, dándole a entender que le tocaba elegir. Y, contra todo pronóstico, Luka reflexionó. Intentó ponerse en la piel de cada uno de los allí presentes y decidir algo que beneficiase a todos por igual. O por desigual, pero que les beneficiase a todos. Pero aquello definitivamente no se le daba bien. Nada bien. Así que optó por nuevamente, tomar un impulso. Pero lo hizo con tono reflexivo, con semblante serio y una mirada achinada. Como si realmente lo hubiese pensado. Además, eligió las mejores palabras que encontró en su no muy amplio vocabulario.
- He de decir que es una situación complicada. Pero viéndolo con perspectiva, no podemos sino ayudar a este hombre. Su negocio está en peligro, y es nuestra obligación como buenos conciudadanos limpiar su negocio de esas ratas. Pero creo que necesitaremos alguna garantía más que “unos juguetitos” para aceptar el trato.
Sin duda, el Luka negociador estaba en todo su esplendor. Sin embargo, pronto se dió de bruces contra el suelo de un cruel no. Como un pardillo intentando ligar y recibiendo su enésima negativa.
- De momento creo que no tengo mucho más para daros. Pero es posible que cuando lo consigáis, si venís hasta aquí, os pueda entregar algo -comentó guiñándonos un ojo en un intento quizá pervertido-. Hasta entonces, espero que todo os salga bien.
Y entonces el tipo dió media vuelta y salió por la puerta por la que fue a por la bebida, dejando la pantalla encendida y los vasos sobre la mesa.
- Bueno, pues veamos a ver dónde nos lleva este asunto -comentó algo escéptico. Quizá no hubiera sido la mejor idea del mundo-. ¿Quién crees que puede haber allí?
Therax escuchó las palabras del gyojin, así como su silencio. ¿Acaso estaba valorando las opciones que tenían? No podía creerlo. Incluso estuvo tentado de ir hacia él y abrazarle, mas la expresión de su rostro cuando se dispuso a hablar echó por tierra las esperanzas del rubio. Esos ojos entrecerrados que recordaban a la expresión que se ponía al morder un limón le eran demasiado familiares. No obstante, en su fuero interno agradeció el esfuerzo.
El espadachín se aproximó al mapa una vez Gustaf hubo abandonado la estancia. No podía dejar de dar vueltas en torno a cuáles serían verdaderamente sus negocios. Si había sido desplazado por diferentes grupos de delincuentes era porque estos podían competir con él. En consecuencia, no había que ser demasiado inteligente para deducir que sus ocupaciones tampoco debían ajustarse del todo a la ley... aunque ¿quién era él para juzgar algo como aquello? Su cara pululaba plasmada en un cartel, y una cifra bajo ella le descartaba en gran medida como candidato a juez moral. «Eso tiene que cambiar», se dijo al recordar cómo casi todos sus compañeros ostentaban una recompensa mayor que la suya.
Lo cierto era que nunca le había dado demasiada importancia a ese hecho. Es más, siempre había considerado que aquello representaba en cierto modo una ventaja. Sin embargo, las burlas hacia su persona -en menor medida- y el conocimiento de las connotaciones que esa simple cifra arrastraba habían modificado su punto de vista. Ese número constituía mucho más de lo que objetivamente representaba, el dinero que unos tipos de blanco -en su mayoría- estaban dispuestos a pagar a quien entregase al criminal indicado. No, para sus compañeros simbolizaba el precio de tus convicciones, daba a entender hasta dónde estabas dispuesto a llegar por ellas.
-Si te fijas, aunque son varios grupos diferentes, la mayoría del territorio que le han quitado a... "comosellame" pertenece a un grupo en concreto -observó, dándose cuenta al acercarse más al mapa de que había diferentes tonalidades de amarillo. ¿Por qué demonios no había optado por emplear colores más variados? Además, marcas de color naranja señalaban puntos en concreto.
El rubio los valoró uno a uno con paciencia y detenimiento, descubriendo que uno de ellos era más grande y se situaba en una zona estratégica. Estaba localizado en el centro de la gran mancha amarilla que correspondía al grupo más poderoso de cuantos habían irrumpido en la isla.
-Creo que deberíamos dirigirnos aquí si queremos acabar con esto lo más rápido posible -comentó, situando el dedo índice de su mano derecha sobre la marca en cuestión-. ¿Que quién habrá allí? Ni idea, pero seguro que hay problemas, aunque eso no es nada nuevo -sonrió, esperando a que su compañero se levantase para ponerse en marcha.
El espadachín se aproximó al mapa una vez Gustaf hubo abandonado la estancia. No podía dejar de dar vueltas en torno a cuáles serían verdaderamente sus negocios. Si había sido desplazado por diferentes grupos de delincuentes era porque estos podían competir con él. En consecuencia, no había que ser demasiado inteligente para deducir que sus ocupaciones tampoco debían ajustarse del todo a la ley... aunque ¿quién era él para juzgar algo como aquello? Su cara pululaba plasmada en un cartel, y una cifra bajo ella le descartaba en gran medida como candidato a juez moral. «Eso tiene que cambiar», se dijo al recordar cómo casi todos sus compañeros ostentaban una recompensa mayor que la suya.
Lo cierto era que nunca le había dado demasiada importancia a ese hecho. Es más, siempre había considerado que aquello representaba en cierto modo una ventaja. Sin embargo, las burlas hacia su persona -en menor medida- y el conocimiento de las connotaciones que esa simple cifra arrastraba habían modificado su punto de vista. Ese número constituía mucho más de lo que objetivamente representaba, el dinero que unos tipos de blanco -en su mayoría- estaban dispuestos a pagar a quien entregase al criminal indicado. No, para sus compañeros simbolizaba el precio de tus convicciones, daba a entender hasta dónde estabas dispuesto a llegar por ellas.
-Si te fijas, aunque son varios grupos diferentes, la mayoría del territorio que le han quitado a... "comosellame" pertenece a un grupo en concreto -observó, dándose cuenta al acercarse más al mapa de que había diferentes tonalidades de amarillo. ¿Por qué demonios no había optado por emplear colores más variados? Además, marcas de color naranja señalaban puntos en concreto.
El rubio los valoró uno a uno con paciencia y detenimiento, descubriendo que uno de ellos era más grande y se situaba en una zona estratégica. Estaba localizado en el centro de la gran mancha amarilla que correspondía al grupo más poderoso de cuantos habían irrumpido en la isla.
-Creo que deberíamos dirigirnos aquí si queremos acabar con esto lo más rápido posible -comentó, situando el dedo índice de su mano derecha sobre la marca en cuestión-. ¿Que quién habrá allí? Ni idea, pero seguro que hay problemas, aunque eso no es nada nuevo -sonrió, esperando a que su compañero se levantase para ponerse en marcha.
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Therax se acercó al mapa junto al tiburón, y empezó a poner ese semblante característico de estar pensando algo. De ver cosas que los demás no veían. El tiburón siempre había sospechado que la mente del rubio era especial, se le ocurrían cosas que los demás -o al menos él- ni siquiera se planteaban. Y allí estaba, vislumbrando vete tú a saber qué en un mapa de colores llamativos pero poco vistosos. El Gyojin acabó con dolor de cabeza de visualizar tanto tiempo ese intenso amarillo y el cálido naranja. ¿Dónde quedaban los colores oscuros? Sus ojos sufrían, y de seguro algún gatito había muerto en el transcurso por semejante acto macabro. Le faltaba la purpurina y formas geométricas extrañas en lugar de puntos.
- Ajam -se limitó a responder el luchador ante lo que Therax estaba diciendo-. Ya veo -secundó-. Ah, claro, ¿Cómo no lo he visto antes? -finalizó llevándose una mano a la cara en un improvisado gesto para hacerle creer al domador que estaba entendiendo lo que estaba diciendo- Vale, pues si tenemos que ir ahí… Y estamos aquí… -señaló su posición aproximada y trazó el recorrido más rápido que podían seguir- No está demasiado lejos. ¿Vamos?
Ante la afirmación del espadachín, el Gyojin cogió algunos rotuladores y se los echó al bolsillo. La cara de Therax parecía un poema, por lo que se encogió de hombros y comentó el por qué de su acción. Aunque por otra parte, era un pirata, ¿acaso no tenía derecho a robar? Sería problema del Gyojin creer que era un botín justo, pero mejor que nada...
- Estos colores son el mal, me he dejado la vista intentando ver cuatro puntos de mierda. ¡Que se compre otros más oscuros!
Una vez bajaron la escalera algo llamó la atención de Luka, que no vió a nadie por allí. Ni gente hospedada ni recepcionistas, ni ningún humano a fin de cuentas. Una vez salieron le comentaría aquello a su compañero, quizá él encontraba una explicación lógica a aquello.
Las calles parecían tranquilas, la gente caminaba y hablaba, los niños correteaban y se chocaban con las farolas, pero nada fuera de lo normal. El camino hacia la zona no debía llevarles más de diez minutos, menos aún si adoptaban un ritmo algo más intenso.
Cuando se encontraban a escasos metros, Luka paró y estiró su brazo, estando la palma de su mano a la altura del pecho del domador. Aunque no hizo falta pararle, parecía haber parado antes.
- ¿Hueles eso? -comentó el luchador agudizando su olfato- Es sangre. Sangre reciente -continuó olfateando, poniéndose de rodillas y concentrándose-. Juraría que de no hace más de un par de horas, si nos acercamos podré ser más concreto.
Algo estaba ocurriendo allí. El olfato de Luka era envidiable, pero si olía sangre a tal distancia, era porque no era una simple gota. Parecía estar pasando algo y todo indicaba que no era bueno. Respiró con profundidad y ojeó al domador, esperando que este dijese qué hacer. La infiltración no era lo suyo y si por alguna razón el espadachín le daba la opción de plantear su plan, sin duda iría olfateando hasta dar con la procedencia de aquella sangre, y una vez lo hiciera, entraría a lo grande. Aunque suponía que el espadachín sería más reservado, y en parte lo agradecía, seguramente no fuese una buena idea entrar de manera tan brusca. O igual sí, ¿quién sabe?
- Ajam -se limitó a responder el luchador ante lo que Therax estaba diciendo-. Ya veo -secundó-. Ah, claro, ¿Cómo no lo he visto antes? -finalizó llevándose una mano a la cara en un improvisado gesto para hacerle creer al domador que estaba entendiendo lo que estaba diciendo- Vale, pues si tenemos que ir ahí… Y estamos aquí… -señaló su posición aproximada y trazó el recorrido más rápido que podían seguir- No está demasiado lejos. ¿Vamos?
Ante la afirmación del espadachín, el Gyojin cogió algunos rotuladores y se los echó al bolsillo. La cara de Therax parecía un poema, por lo que se encogió de hombros y comentó el por qué de su acción. Aunque por otra parte, era un pirata, ¿acaso no tenía derecho a robar? Sería problema del Gyojin creer que era un botín justo, pero mejor que nada...
- Estos colores son el mal, me he dejado la vista intentando ver cuatro puntos de mierda. ¡Que se compre otros más oscuros!
Una vez bajaron la escalera algo llamó la atención de Luka, que no vió a nadie por allí. Ni gente hospedada ni recepcionistas, ni ningún humano a fin de cuentas. Una vez salieron le comentaría aquello a su compañero, quizá él encontraba una explicación lógica a aquello.
Las calles parecían tranquilas, la gente caminaba y hablaba, los niños correteaban y se chocaban con las farolas, pero nada fuera de lo normal. El camino hacia la zona no debía llevarles más de diez minutos, menos aún si adoptaban un ritmo algo más intenso.
Cuando se encontraban a escasos metros, Luka paró y estiró su brazo, estando la palma de su mano a la altura del pecho del domador. Aunque no hizo falta pararle, parecía haber parado antes.
- ¿Hueles eso? -comentó el luchador agudizando su olfato- Es sangre. Sangre reciente -continuó olfateando, poniéndose de rodillas y concentrándose-. Juraría que de no hace más de un par de horas, si nos acercamos podré ser más concreto.
Algo estaba ocurriendo allí. El olfato de Luka era envidiable, pero si olía sangre a tal distancia, era porque no era una simple gota. Parecía estar pasando algo y todo indicaba que no era bueno. Respiró con profundidad y ojeó al domador, esperando que este dijese qué hacer. La infiltración no era lo suyo y si por alguna razón el espadachín le daba la opción de plantear su plan, sin duda iría olfateando hasta dar con la procedencia de aquella sangre, y una vez lo hiciera, entraría a lo grande. Aunque suponía que el espadachín sería más reservado, y en parte lo agradecía, seguramente no fuese una buena idea entrar de manera tan brusca. O igual sí, ¿quién sabe?
El gyojin aceptó la proposición del rubio sin oponer ninguna resistencia. De hecho, la forma en que se expresó le hizo pensar que a duras penas había entendido lo que le había dicho. No obstante, optó por darle un voto de confianza y asumir que había comprendido a qué se refería. A fin de cuentas, pese a lo tosco de su aspecto y su comportamiento, Luka había demostrado en más de una ocasión que era capaz de poner sus neuronas a trabajar.
Justo antes de abandonar la estancia, el espadachín se fijó en que su compañero recogía una serie de rotuladores con una de sus grandes manos. Confuso, se detuvo para comprobar que la mayoría de los que había cogido eran los de color más claro. ¿Sería algo intencionado?
-¿Qué haces? -preguntó sin más, obteniendo a cambio la más simple de las respuestas. Se vio obligado a sonreír antes de seguir al hombre-pez. Era curioso cómo un ser tan grande y corpulento podía manifestar actitudes más propias de un niño pequeño. Más que gracioso, en cierto modo llegaba a resultar adorable.
Caminó detrás del habitante del mar, realizando al mismo tiempo un análisis rápido del estado de Tib. El muryn no había dado señales de haber sufrido heridas durante la irrupción en la sala adyacente al despacho, pero asegurarse no estaba de más. El cánido llevaba un trote rápido. Sin embargo, una expresión que el domador identificaba como "de concentración" ocupaba su rostro. Aquello no era muy normal en él, dado que aún era un ejemplar joven y solía derrochar felicidad.
La apreciación de Luka cogió por sorpresa a Therax, quien, concentrado en comprobar el estado de su mascota, no había reparado en que caminaban solos por el hotel.
-Pues no sé... -musitó el espadachín-. El portero sabía de esas reuniones, así que tal vez el personal al completo trabaja para ese tipo. A saber... -concluyó, aunque su suposición no terminaba de convencerle. ¿Por qué habrían de abandonar el establecimiento? Su mente no encontraba respuesta a esa pregunta, pero sabía que no podía dedicar mucho tiempo a meditar al respecto.
Por si no fuera suficiente, el gyojin afirmaba haber encontrado un rastro de sangre. El rubio dudó al principio, pero Tib no tardó en situarse unos pasos por delante de Luka y confirmar la apreciación del hombre-pez. Therax observó al habitante del mar con la sorpresa reflejada en su rostro. Jamás hubiera imaginado que su olfato alcanzase semejante agudeza. ¿Se aplicaría para cualquier rastro o únicamente para la sangre? Le realizaría la pregunta más adelante, pero no era el mejor momento. No obstante, no pudo evitar sonreír al imaginarse al corpulento Arashi con una cadena alrededor de su cuello, enterrando un hueso y aullando a la luna.
-Creo que deberíamos seguirlo, pero con precaución. En cuanto percibáis el olor con más intensidad nos pararemos y pensaremos nuestro movimiento. ¿Te parece bien? -inquirió, mostrando una amplia sonrisa entre divertida y amable.
Justo antes de abandonar la estancia, el espadachín se fijó en que su compañero recogía una serie de rotuladores con una de sus grandes manos. Confuso, se detuvo para comprobar que la mayoría de los que había cogido eran los de color más claro. ¿Sería algo intencionado?
-¿Qué haces? -preguntó sin más, obteniendo a cambio la más simple de las respuestas. Se vio obligado a sonreír antes de seguir al hombre-pez. Era curioso cómo un ser tan grande y corpulento podía manifestar actitudes más propias de un niño pequeño. Más que gracioso, en cierto modo llegaba a resultar adorable.
Caminó detrás del habitante del mar, realizando al mismo tiempo un análisis rápido del estado de Tib. El muryn no había dado señales de haber sufrido heridas durante la irrupción en la sala adyacente al despacho, pero asegurarse no estaba de más. El cánido llevaba un trote rápido. Sin embargo, una expresión que el domador identificaba como "de concentración" ocupaba su rostro. Aquello no era muy normal en él, dado que aún era un ejemplar joven y solía derrochar felicidad.
La apreciación de Luka cogió por sorpresa a Therax, quien, concentrado en comprobar el estado de su mascota, no había reparado en que caminaban solos por el hotel.
-Pues no sé... -musitó el espadachín-. El portero sabía de esas reuniones, así que tal vez el personal al completo trabaja para ese tipo. A saber... -concluyó, aunque su suposición no terminaba de convencerle. ¿Por qué habrían de abandonar el establecimiento? Su mente no encontraba respuesta a esa pregunta, pero sabía que no podía dedicar mucho tiempo a meditar al respecto.
Por si no fuera suficiente, el gyojin afirmaba haber encontrado un rastro de sangre. El rubio dudó al principio, pero Tib no tardó en situarse unos pasos por delante de Luka y confirmar la apreciación del hombre-pez. Therax observó al habitante del mar con la sorpresa reflejada en su rostro. Jamás hubiera imaginado que su olfato alcanzase semejante agudeza. ¿Se aplicaría para cualquier rastro o únicamente para la sangre? Le realizaría la pregunta más adelante, pero no era el mejor momento. No obstante, no pudo evitar sonreír al imaginarse al corpulento Arashi con una cadena alrededor de su cuello, enterrando un hueso y aullando a la luna.
-Creo que deberíamos seguirlo, pero con precaución. En cuanto percibáis el olor con más intensidad nos pararemos y pensaremos nuestro movimiento. ¿Te parece bien? -inquirió, mostrando una amplia sonrisa entre divertida y amable.
Luka Rooney
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Las sospechas respecto a la sangre parecieron pillar por sorpresa al rubio, que miró al tiburón con un semblante confuso. Sí, el Gyojin tenía un olfato bastante sensible, y eso en una tripulación pirata donde las duchas son contadas -se ducha uno y se lo cuenta al resto-, habitan con varios animales que tienen ciertas necesidades de higiene, y el jabón está prohibido en las duchas...Hace de la vida una amalgama de amargo sufrimiento.
-Muy bien, Tibs -comentó el tiburón viendo su posición a la par que lo acariciaba. Él también había detectado la sangre-. Vamos a hacer una cosa, los dos olfateamos, y cuando encontremos un rastro lo suficientemente fuerte como para asegurar que viene de un edificio, nos juntamos y pensamos un plan, ¿Vale?
El rostro del Muryn era tan serio que hizo pensar al habitante del mar si había dicho algo raro. Pero éste pronto salió a olfatear, y el Gyojin hizo lo propio -solo que no a cuatro patas y sin ser excesivamente perruno-.
Caminó tranquilamente, como si no estuviese haciendo nada raro, pero cada vez que olfateaba no podía evitar mirar al domador, que parecía estar acordándose de algún tipo de chiste. Rodeó la zona y confirmó las pocas sospechas que tenía respecto al lugar del que provendrían los olores. En tan solo un par de minutos, Tibs y Luka se juntaron alrededor de un gran edificio cerca del muelle. Allí parecía estar ocurriendo alguna extraña actividad, en la cual tanto el luchador, como el domador y su mascota, estaban parcialmente inmersos. El Gyojin se posicionó en una de las paredes laterales y la palpó, dándose cuenta que el material empleado era bastante robusto.
-Vaya vaya, aquí hay un olor bastante fuerte. Desde la lejanía parecía una sola persona, pero yo diría que son de tres a cinco, dependiendo de sus tamaños. ¿Qué hacemos? Quizá sea buena idea dar una vuelta alrededor del edificio, por si vemos alguna puerta trasera, una ventana abierta, yo que sé, algo que evite darle la emoción de tirar la puerta abajo -comentó aquello último con sorna, pues el estilo del espadachín difería bastante de el del luchador, siendo uno bastante más sutil que el otro-. ¿Y a tí, se te ocurre algo, Tibs?
El Muryn parecía querer decir algo, sus ojos transmitían una extraña sensación, ¿qué le pasaba? Quizá su dueño lo entendiese, incluso puede que aquél extraño objeto que César tenía sobre el cuello a modo de collarín le sirviese para expresar lo que fuese que tuviese que decir. Algo le pasaba, y el tiburón se preocupó, quizá en demasía. Al fin y al cabo, Tibs era lo más parecido a él que había en aquella tripulación, quizá no estuviese de más intentar entenderle.
Cuando el rubio se disponía a responder al tiburón, un enorme estruendo sonó en el interior del edificio al que estaban intentando entrar. El sonido fue similar a algo de un enorme tamaño cayendo al suelo, e hizo sobresaltarse al Gyojin, que estaba agachando jugueteando con Tibs hasta caer al suelo. Incluso Tibs se asustó y fue a buscar respaldo en su dueño. Fuera lo que fuese lo que había caído, había sido de unas dimensiones considerables, y aquello hizo saltar todas las alarmas. Quizá era el momento perfecto para entrar de cualquiera de las maneras. Sumado al desconcierto, la incertidumbre del momento se apoderó del tiburón, que no tenía muy claro cuál era la mejor manera de hacer las cosas en ese preciso instante.
-Muy bien, Tibs -comentó el tiburón viendo su posición a la par que lo acariciaba. Él también había detectado la sangre-. Vamos a hacer una cosa, los dos olfateamos, y cuando encontremos un rastro lo suficientemente fuerte como para asegurar que viene de un edificio, nos juntamos y pensamos un plan, ¿Vale?
El rostro del Muryn era tan serio que hizo pensar al habitante del mar si había dicho algo raro. Pero éste pronto salió a olfatear, y el Gyojin hizo lo propio -solo que no a cuatro patas y sin ser excesivamente perruno-.
Caminó tranquilamente, como si no estuviese haciendo nada raro, pero cada vez que olfateaba no podía evitar mirar al domador, que parecía estar acordándose de algún tipo de chiste. Rodeó la zona y confirmó las pocas sospechas que tenía respecto al lugar del que provendrían los olores. En tan solo un par de minutos, Tibs y Luka se juntaron alrededor de un gran edificio cerca del muelle. Allí parecía estar ocurriendo alguna extraña actividad, en la cual tanto el luchador, como el domador y su mascota, estaban parcialmente inmersos. El Gyojin se posicionó en una de las paredes laterales y la palpó, dándose cuenta que el material empleado era bastante robusto.
-Vaya vaya, aquí hay un olor bastante fuerte. Desde la lejanía parecía una sola persona, pero yo diría que son de tres a cinco, dependiendo de sus tamaños. ¿Qué hacemos? Quizá sea buena idea dar una vuelta alrededor del edificio, por si vemos alguna puerta trasera, una ventana abierta, yo que sé, algo que evite darle la emoción de tirar la puerta abajo -comentó aquello último con sorna, pues el estilo del espadachín difería bastante de el del luchador, siendo uno bastante más sutil que el otro-. ¿Y a tí, se te ocurre algo, Tibs?
El Muryn parecía querer decir algo, sus ojos transmitían una extraña sensación, ¿qué le pasaba? Quizá su dueño lo entendiese, incluso puede que aquél extraño objeto que César tenía sobre el cuello a modo de collarín le sirviese para expresar lo que fuese que tuviese que decir. Algo le pasaba, y el tiburón se preocupó, quizá en demasía. Al fin y al cabo, Tibs era lo más parecido a él que había en aquella tripulación, quizá no estuviese de más intentar entenderle.
Cuando el rubio se disponía a responder al tiburón, un enorme estruendo sonó en el interior del edificio al que estaban intentando entrar. El sonido fue similar a algo de un enorme tamaño cayendo al suelo, e hizo sobresaltarse al Gyojin, que estaba agachando jugueteando con Tibs hasta caer al suelo. Incluso Tibs se asustó y fue a buscar respaldo en su dueño. Fuera lo que fuese lo que había caído, había sido de unas dimensiones considerables, y aquello hizo saltar todas las alarmas. Quizá era el momento perfecto para entrar de cualquiera de las maneras. Sumado al desconcierto, la incertidumbre del momento se apoderó del tiburón, que no tenía muy claro cuál era la mejor manera de hacer las cosas en ese preciso instante.
Therax no pudo evitar sentirse defraudado cuando ambos, Tib y Luka, reanudaron el rastreo. Había esperado que el gyojin caminase a cuatro patas o algo por el estilo. Incluso que parase un momento a orinar en una esquina aleatoria. Sin embargo, para su desgracia no fue así. Se limitó a caminar normalmente, realizando periódicamente unas inspiraciones algo más profundas. Quien sí se ajustaba a sus expectativas era el muryn, aunque aquello no era ni de lejos tan divertido.
El espadachín caminó tras sus guías, que finalmente se detuvieron junto a un edificio. ¿Aquél era su destino? Eso parecía, porque Luka analizaba la pared que tenían frente a ellos y el cánido se había sentado.
-Si son varios deberíamos echar un vistazo por los alrededores. Si han conseguido arrebatar tanto territorio a quien lleva aquí toda la vida debemos tener cuidado. Además, no me gusta eso de que tengan chismes peligrosos.
Mientras hablaba pensaba en posibles alternativas para acceder al interior. Debía haber conductos de ventilación en algún lugar, pero esa opción no le agradaba demasiado. Ya los habían empleado para escapar en Sakura tiempo atrás y, aunque eran excepcionalmente grandes, Luka se había visto obligado a caminar encogido. No, aquélla no era la mejor estrategia. Además, nada hacía pensar que los de aquella construcción les permitiese mover con cierta libertad.
-Yo miraré por aquí -dijo en voz baja mientras, aún mirando el muro que el gyojin sin duda quería derribar, se encaminaba hacia la derecha.
Cuando apenas había dado unos pasos, un estruendo en el interior de la edificación provocó que se detuviese en seco. ¿Qué demonios había sido aquello? Fuera lo que fuese, tal vez les estuviese brindado un momento de distracción que no debían desaprovechar.
-Echa eso abajo -dijo al habitante del mar-. Sé que lo estás deseando -añadió, colocándose junto a él y llevando sus manos a las empuñaduras de sus espadas. No sabía qué les esperaría, pero era mejor estar preparado.
El espadachín caminó tras sus guías, que finalmente se detuvieron junto a un edificio. ¿Aquél era su destino? Eso parecía, porque Luka analizaba la pared que tenían frente a ellos y el cánido se había sentado.
-Si son varios deberíamos echar un vistazo por los alrededores. Si han conseguido arrebatar tanto territorio a quien lleva aquí toda la vida debemos tener cuidado. Además, no me gusta eso de que tengan chismes peligrosos.
Mientras hablaba pensaba en posibles alternativas para acceder al interior. Debía haber conductos de ventilación en algún lugar, pero esa opción no le agradaba demasiado. Ya los habían empleado para escapar en Sakura tiempo atrás y, aunque eran excepcionalmente grandes, Luka se había visto obligado a caminar encogido. No, aquélla no era la mejor estrategia. Además, nada hacía pensar que los de aquella construcción les permitiese mover con cierta libertad.
-Yo miraré por aquí -dijo en voz baja mientras, aún mirando el muro que el gyojin sin duda quería derribar, se encaminaba hacia la derecha.
Cuando apenas había dado unos pasos, un estruendo en el interior de la edificación provocó que se detuviese en seco. ¿Qué demonios había sido aquello? Fuera lo que fuese, tal vez les estuviese brindado un momento de distracción que no debían desaprovechar.
-Echa eso abajo -dijo al habitante del mar-. Sé que lo estás deseando -añadió, colocándose junto a él y llevando sus manos a las empuñaduras de sus espadas. No sabía qué les esperaría, pero era mejor estar preparado.
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