Vaya una tardecita [Privado] [Al y Hachiro]

El sonido de la música suave llenaba el ambiente, junto con el sonido del gentío. El lugar estaba realmente animado, con todas las mesas de juego prácticamente llenas. Era un buen día para los dueños del casino y probablemente cerrarían con la caja bien llena. Al fin y al cabo tenían buenos croupieres que se encargarían de que todo fuese bien, ¿verdad? Y hablando del diablo, en una de las mesas centrales se jugaba una intensa partida de póker. El croupier era un joven de largo pelo blanco y tez morena, vestido con un traje blanco. Con movimientos elegantes levantó la última carta, un cinco de diamantes.

- Entramos en quinta calle.

Sin dejar de prestar atención a las apuestas, Hachiro aprovechó para echar un ojo a sus alrededores. Tenía que mantener localizados a sus objetivos; no se iban a ir a ningún lado por ahora si todo seguía según el plan, pero cuando hicieran contacto tendría que estar ojo avizor. Fue moviendo las fichas apostadas al centro de la mesa de apuestas con el palo que le habían dado. Acto seguido miró a los presentes, comprobó que todos habían terminado de apostar y declaró:

- Hora de descubrir, caballeros.

Hubo exclamaciones de sorpresa, de alegría, gritos de rabia y sonido de discusión. Hachiro suspiró para sus adentro y pulsó el botón que había bajo la mesa para llamar a seguridad, mientras esquivaba casi perezosamente un mocasín que había salido disparado hacia su cara.

-Recuérdame una vez más por qué he venido hasta aquí- exigió.

-Porque hago los mejores zapatos del mundo- fue la respuesta que obtuvo.

-Tal vez me he explicado mal- se mantuvo quieto durante unos instantes, observando a su alrededor en silencio. El hombre con el que hablaba estaba arrodillado a sus pies, observando su creación mientras le sacaba el brillo necesario, limaba asperezas y terminaba de perfilar sus formas-. ¿Por qué me has hecho venir a este lugar exacto?

-Es mucho más inspirador que mi local. ¿No te gustan los casinos?

-Claro que sí, pero no sus baños.

Ambos pudieron escuchar una cisterna desaguando, pero no se llevó el olor. Si no supiera cómo funcionaba la punta de aquel zapato, le habría plantado una patada en la cara al hombrecillo, pero no iba a matarlo pese a los nauseabundos efluvios que emanaban de la letrina contigua.

-¿Crees que puedo dejar que me vean con un Marine? Bastante hago aceptándote el pedido, confórmate con eso.

-Con lo que cobras, podrías haber elegido al menos una habitación, no el cubículo inmundo de un bañ...

Y entonces, la pared tras él explotó. No literalmente, sino más bien se resquebrajó en mil pedazos por una explosión tras ella. Afortunadamente para Al Naion, sólo su cabeza salió despedida hacia delante, pero eso era un contratiempo habitual. Una vez recompuesto casi celebró no haber tenido que pagar por unos zapatos rematados en un baño. Pero, por el momento, lo más importante era saber quién estaba detrás de todo. ¿De todo el qué? Pues... De la explosión, vaya. Allí estaba, para investigar una serie de asesinatos en el casino, y había visto un doble homicidio en primera persona... Del singular.

Las cosas iban según los planes. Por primera vez en un largo tiempo parecía que una misión iba sin contratiempos inesperados: ni le habían ocultado información, ni los vigilados se habían percatado de que estaban siéndolo, ni tampoco había aparecido nadie a fastidiarle su perfecta operación. Conteniendo una sonrisa de satisfacción continuó repartiendo las cartas. A continuación repartió las fichas de las ciegas y declaró:

- Adelante, caballeros.

Los nuevos jugadores no parecían tan agresivos como el grupito de antes, y en vez de empezar ya de primeras apostando cantidades exageradas fueron más conservadores. En una vuelta de mesa ya habían terminado. Así pues comenzó a desvelar las tres cartas siguientes, mirando disimuladamente las mesas cercanas. Dentro de poco tendría que entrar en acción.

- Entramos en el...

La profesionalidad tiene límites. Y aunque Hachiro era una persona seria y disciplinada, cuando una pared revienta y un retrete volador de oro le aplasta la cabeza a la persona que tenías que vigilar para saber si su jefe tenía tratos con la Revolución, pues tu paciencia tiende mermarse rápidamente. Dejemos en que no soltó palabras dignas de ser escritas, aunque pasaron desapercibidas en medio del tumulto general.

- Plan B... - masculló, metiéndose debajo de la mesa.

Por suerte los chicos de I+D le habían dado un regalito que le vendría muy bien para aquella ocasión. Tiró de uno de los botones de su chaqueta y toda su ropa comenzó a cambiar de aspecto. En medio del disturbio con gente corriendo de un lado para otro, de debajo de una mesa salió un ninja de color púrpura.

- ¿Qué? Esto no es lo que pretendía... deberían haber sido más claro con las instrucciones. En fin, es igual.

Lo primero era comprender la gravedad de los daños. Había tras él una pared reventada, ante él una puerta reventada, ante la puerta reventada otra pared reventada, ante la otra pared reventada un váter de color porcelana en mil pedazos y un no más íntegro cadáver de zapatero, repartido por aquí y por allá como quien no quiere la cosa. Los autónomos necesitaban estar siempre en varios sitios a la vez, aunque no habría esperado que fuese tan literal. Ni sangriento.

-Está bien, Al. Piensa- dijo para sí mientras veía cómo el pánico se adueñaba de la mayoría, la codicia de unos pocos y el repentino ninja de su total atención. Al fin y al cabo, cualquier hombre que se preciase estaba obsesionado con los ninjas. Todo el mundo lo sabía.

Afortunadamente no llevaba el abrigo de oficial, por lo que parecía simplemente un civil armado en medio de un casino. Su identidad, aunque no lo crean, estaba más a salvo así. Todos miraban a la espada, nadie al violín, y mientras no empezase a tocar Oro de Luna permanecería oculto en su maletín, sin que nadie supiese exactamente qué era. Comprobó una vez más la situación y se planteó varias cosas: La primera de ellas, que no había ido hasta allí con ninguna finalidad; La segunda, que alguien había atentado contra su vida, por lo que sabían de su presencia; La tercera era una cuestión trivial, pero sus zapatos eran espectaculares y, además, ¡Había un puto ninja ahí!

Corrió sin pensárselo dos veces ni examinar el interior del boquete a su espalda, sólo pensando en la persona más importante del casino, ese hombre cuya presencia lo hacía sentir seguro y libre de miedos, ese embozo de color purpúreo que reinaba tranquilo en medio de todo el alboroto. ¿Sería un héroe, tal vez su rival? ¿El dueño del casino o el jefe de seguridad? Más allá había otras opciones, como que fuese un agente del Cipher Pol, pero... El Cipher Pol tenía un ejército de idiotas comandados por Castor Troy, no ninjas profesionales tan discretos como aquel hombre, así que ese viril y masculino ninja que reposaba en el casino, sólo podía ser una persona:

-¿Papi?

El tiempo corría en su contra. Con el contacto muerto, los agentes de la Revolución no tenían mucho que hacer en el casino. Pronto se marcharían del lugar sin que tuviera tiempo a identificarlos; no sabía nada de ninguno salvo del que iba a encontrarse con cara-retrete. Si le perdía la pista, la misión entera iba a irse al garete. ¿Habría sido una jugada de un asesino excéntrico y maníaco? Tal vez alguien había dado el chivatazo de que el intermediario estaba siendo vigilado. En ese caso silenciarlo para que no dijera nada era desde luego el paso más inteligente; impedirían la reunión y nadie tomaría represalias. Sin pruebas no podrían hacer mucho más, no de manera sutil. Un no entraba simplemente en la mansión de un hombre con empresas a ambos lados de la Red Line a decirle que era sospechoso de vender armas a la Revolución.

- Dónde te has metido...

Ah, ahí estaba, alejándose entre el gentío. Se iba a disponer a seguirlo cuando alguien extremadamente alto se interpuso en su camino. Un hombre con traje elegante y una katana al cinto, rubio y con gafas negras. Llevaba un maletín consigo, y con una mirada que parecía una mezcla entre perrito apaleado y un niño gordo viendo un bocata de bacon, preguntó:

- ¿Papi?

Simplemente, no encontró palabras para contestar a aquello. ¿Qué diablos estaba ocurriendo y quién era aquel tipo? ¿Alguna clase de chiflado apasionado de los ninjas? "Siempre me tocan los locos..." Levantando las manos, imitó un gesto ninja con estas y exclamó:

- ¡Técnicas ninja dos y veintitrés! ¡Yiaaaah!

Rápidamente cogió una baraja de cartas de la mesa de al lado y las lanzó todas al aire, para a continuación echar a correr usando su soru para dirigirse hacia donde se iba el revolucionario, zigzagueando entre la muchedumbre. Puso las manos en posición como si empuñase armas, y de debajo de la manga derecha de su traje salió una masa negra que saltó a sus manos y se convirtió en dos espadas cortas.

-Bueno, esta vez al menos he llegado a verlo- comentó Al a un hombre vestido de amarillo, con una larga melena roja recogida en un moño ígneo.

-Él no es tu padre, tú estás drogado y yo soy un mechero- le respondió.

¿Drogado? ¿Drogado? ¡Era médico, por el amor de dios! Si hubiese estado bajo los efectos de alguna droga alucinógena o neurodepresiva, lo sabría... "Un momento", dijo su cabeza mientras papi salía a una velocidad escandalosa de la escena, aunque nada que no hubiese visto ya en agentes del Cipher Pol o prostitutas a las que se les pagaba lo suficiente.

-¡Eso sí que es un polvo rápido!- gritó, dándose cuenta de que, efectivamente, estaba drogado. Y no le importaba.

Por algún motivo llevaba sólo la espada de Legim encima, por lo que debía estar drogado desde que subió al barco, y un poco antes. ¿Había ido desde Marineford o desde Dresrossa? Ya ni lo recordaba, pero no había llevado las armas importantes, tan sólo la Okami... "Perteneciendo a Legim es raro que no se llame okama". ¿Por qué sólo una espada? ¿Por qué ninguna de las suyas? ¿Por qué llevaba el violín a pesar de todo? ¿No eran aquellos zapatos lo más AMAZING del mundo?

-Vamos, céntrate Al- dijo en voz alta, una vez tenía localizado al ninja. Con las pupilas dilatadas era estúpido intentar enfocar debidamente, pero un manchón púrpura era igual de fácil de localizar que un ninja púrpura. A no ser que un saco de remolachas pudiese moverse tan deprisa tras lanzarle cartas a la cara. ¿Con qué lo habían drogado?-. ¡Chapata!

Aquel iba a ser su nuevo grito de guerra. Al menos, mientras estuviese indispuesto. Y... Con toda la velocidad que fue capaz de reunir, se lanzó a por el manchón púrpura que había sacado un peligroso manchón no púrpura de bajo las mangas manchón. O eran armas o unas raíces extremadamente móviles, y no podía permitir una violación hentai en un lugar público.

Desenvainando velozmente interpuso el arma ante el ninja, cortando en dos el traje del hombre que estaba entre el ninja y él, pero dejándolo a él intacto. Al, ante todo, era un experto espadachín. ¿Por qué lo había cortado entonces? Quién sabe.

Chapata.

Estaba dándole alcance. Aunque rápido, el revolucionario no lo era tanto como para superar a la carrera a un agente del CP. Gracias a su muy discreto traje el hombre se dio cuenta en seguida de que estaba siendo seguido y trató de darle esquinazo metiéndose por un pasillo secundario en lugar de dirigirse a una salida. Mala idea, pues no era tan sencillo engañarle. Pocos segundos después lo había alcanzado y cortado el paso, en una guardia poco ortodoxa con sus espadas.

- No puedes escapar de mí. Hagamos esto por las buenas y ahórrate esfuerzos inútiles.

Al revolucionario, un hombre rubio con media melena y barba de tres días, no le dio tiempo ni a abrir la boca. De la nada apareció un manchón y hubo un destello metálico. Era el hombre de antes, que ahora llevaba la espada desenvainada. ¿Había matado al revolucionario? Mierda... debía ser el mismo que había matado al contacto. ¡Estaba intentando evitar que obtuviera pruebas! O eso pensó por unos instantes, hasta que vio al revolucionario con los ojos casi saliéndose de sus órbitas e hiperventilando, medio despelotado con el traje cortado, pero totalmente intacto. ¡¿Qué diablos estaba pasando allí?! ¡Aquel casino era una maldita casa de locos! Frunciendo el ceño, dio una patada en el suelo activando su radar.

- No sé quién eres, pero esto son asuntos oficiales.

Habló casi sin pensar, por hacer tiempo, sin pararse a pensar en lo horrible y tópico que sonaba aquello. Parecía sacado de una película mala de espías. ¿Qué era una película? ¡¿Qué diablos importaba eso ahora?! Recompuso las espadas en un látigo y enrolló con este en un rápido movimiento al revolucionario aprovechando su estado de shock. Acto seguido se metió la mano en su traje y sacó el otro juguetito que le habían dado los de I+D: la Llave Maestra. Desplegó las varillas y las puso contra la pared de su derecha formando un rectángulo. Como si de una puerta se tratara, la pared se desvaneció en esa zona mostrando una lavandería. ¿Qué coño hacía una lavandería en ese sitio? De un tirón arrastró dentro al revolucionario y se metió.

- Adiós y gracias por su cooperación - dijo, antes de retirar la Llave volviendo a dejar una sólida pared entre ambos.

Espera... ¿Qué? ¿Asuntos oficiales? ¿De qué podía ser anagrama aquello? ¿Fálico es untosas? ¿Qué podía significar aquello? ¿Por qué un código secreto sería tan rebuscado? Debía ser cosa de las drogas que estaba pensando en esas idioteces y...

-¡La entrada a Hogwarts!

El ninja había desaparecido de repente por una pared, y como amante de la literatura Al conocía las crónicas de Tierralandia, una novela con novelas internas. Harry Potter era la más famosa, aunque no la mejor de ellas, y Hogwarts la insigne academia a la que se accedía desde una estación de tren oculta por un muro ilusorio. ¡Y ese tipo la había traspasado! ¡Hogwarts existía!

Se lanzó corriendo contra la pared, y contra todo pronóstico él también pudo atravesarla... Más o menos. Por un momento pensó que moriría, hasta que recordó que haber perdido su tren inferior no era más que un contratiempo, nada comparable a haber conseguido un apestoso calcetín negro que había agarrado de un tendal sin darse apenas cuenta.

-¡Al es un elfo libre!- gritó con emoción mientras de su mutilada cintura iban surgiendo dos piernas que, finalmente, lo levantaron. Una vez en pie, con la postura más digna de la que pudo hacer gala, se situó delante del Ninja y alzó la mano derecha, golpeándose la frente sin querer y perdiendo el equilibrio-. Fálico es untosas a usted también, señor. ¿Vamos a aprender magia?

Miró al tipo rubio Era muy alto, como si fuese él, y llevaba una ropa muy bonita. Tenía hasta su mismo peinado y una expresión de ir puesto hasta arriba, y por algún motivo lo miraba como con curiosidad, apoyando la mano en la barbilla e inclinando la cabeza...

-¡Tú, sal del espejo y enfréntate al gran Ninja Púrpura! ¡Señor, tengo un sospechoso! ¡Fálico es untuosas! Repito, ¡Fálico es untuosas!

Se giró hacia el revolucionario, que estaba intentando soltarse del látigo, y tras guardarse la Llave le dio una patada en la cara con fuerza. Escuchó con cierto asco el sonido del tabique nasal rompiéndose y el hombre dio un grito, cuando de repente escuchó otro sonido que le hizo dar un respingo. ¡Otra vez ese chalado! ¡¿Cómo diablos había ido a parar allí?! Oh dios... se había cortado la piernas. Asistió estupefacto al espectáculo de cómo el rubio chillón iba recuperando sus extremidades inferiores reconstruyéndose a partir de un... ¿cristal? Era un usuario de logia. ¿Qué coño hacía ahí un logia drogado, borracho o lo que quisiera que estuviera aquel tipo? Espera, ¿eso era hielo? Hielo, se había presentado como Al el elfo. Ahí había algo que no le cuadraba, pero aún no acababa de caer en qué. Algo descolocado hizo el saludo militar medio por inercia cuando el otro lo hizo, cuando de repente notó un tirón y perdió el látigo.

- ¡Ahora te tengo!

Recibió un doloroso golpe en el antebrazo derecho y el costillar de ese mismo lado por parte de su propia arma. Mientras se distraía con el chalado, el revolucionario había aprovechado para desatarse y pillarle por sorpresa y ahora, medio en pelotas, empuñando el látigo y con una sonrisa que hacía la situación extrañamente tensa, se había encarado a él. Ahora sí que estaba en problemas. Se miró el brazo y vio que el látigo había cortado el traje hasta la piel. Joder, ¿cómo de fuerte era aquel tipo?

- ¡Iluso! ¡Nunca debiste poner un látigo en manos del gran Sam D. Omaso!

¿Dónde coño se había metido? ¿Era un casino o un puto manicomnio? Se echó para atrás con su kami-e evitando un latigazo mientras Al el elfo libre discutía con un espejo que alguien había puesto allí por algún motivo. ¿Por qué justo le había ido a tocar el chalado que sabía usar látigos? ¿Y POR QUÉ TENÍA QUE LLAMARSE ASÍ Y PERSEGUIRLE EN CALZONCILLOS? Siguió esquivando ataques y saltando para poner filas de lavadoras entre ambos, pero el revolucionario seguía tras él. Allí había demasiados obstáculos para usar bien el soru... y huir no era opción. Necesitaba capturarle y recuperar a Kameleon, pero... ¿cómo?

- ¡Al! ¡ASUNTOS INTERNOS!

-¿Asuntos internos? ¿Qué tontería es...?

Observó al hombre en calzoncillos que llevaba un látigo. Ahora lo comprendía todo, ahora ya lo veía.

-Naruhodo...

Tiró la corbata al suelo, y donde cayó el suelo empezó a congelarse, surgiendo una orquesta de muy reducido tamaño debido a las complicaciones espaciales de una lavandería con espejos, ropa colgada, tres hombres adultos, un látigo y lo que parecía ser un cono de helado gigante.

-No soy un helado, soy la caldera y ese tipo te ha pedido ayuda.

Ya sabía que el ninja había pedido ayuda, por eso la pequeña compañía estaba tocando ya la primera de las diez opciones que tenía esa técnica, y diez pequeños cascanueces con pelucas hiperengominadas y lo que asemejaban armaduras de guerrero espacial de una película pornográfica se abalanzaron a por el tal Sadomaso... "Hay que ver los nombres estúpidos que se gasta la gente". Por desgracia, entre el pequeño tamaño y la falta de coordinación poco pudieron hacer y fueron partidos a la mitad, no sin antes dejar patidifuso al enemigo ante el enfrentamiento de figuritas de hielo entre ellas.

-Si es que todo lo tengo que hacer yo. ¡Nipple-hard!

Se arrancó la camisa de golpe, y de su pezón salió disparada una lanza de hielo que atravesó al sadomaso de lleno la mano, soltando el látigo y grapándolo contra la pared. Contra todo pronóstico, pareció gustarle esa sensación y hasta se lamió con placer la herida aún abierta. No estaba tan puesto como para disfrutarlo.

-Agente, serías un valioso activo para la Marina. ¿Qué me dices?

-Yo soy un montón de ropa sucia y tú estás drogado. El Ninja está detrás de ti.

Ops.

La escena aún podía empeorar. Cuando apareció la recua de músicos de hielo empezó a pensar que a lo mejor Al no estaba tan loco (o tan drogado) como parecía. Eso fue hasta que al son de la música empezaron a aparecer figuras de hielo que en lugar de atacar al revolucionario empezaron a destrozarse entre sí. Debería habérselo esperado... iba a tener que ponerse serio. Mientras llevaban a cabo toda aquella pantomima su traje se había auto-reparado del desgarrón de antes, lo que no cambiaba nada en absoluto su situación pero era un detalle interesante a tener en cuenta.

- Voy a tener que encargarme yo mismo... - murmuró.

Decidió que se acercaría usando su kami-e kenpo y trataría de inmovilizarlo con alguna de las técnicas de combate desarmado que había aprendido observando a Issei. Sin embargo antes de que tuviera tiempo a hacer nada, Al se abrió la camisa y disparó una lanza de hielo por el pezón. ¿Una puta lanza? Sí, por el pezón. Se limitó a observar estupefacto cómo atravesaba la mano del enemigo y lo dejaba atrapado contra la pared. Con un grito de dolor soltó el látigo, momento que aprovechó Hachiro para recogerlo.

- Espera... podría haberlo reconvertido en brazal en cualquier momento...

Era gilipollas. Era peor que Al, definitivamente. Se giró hacia este para ver qué hacía, y lo vio intentando reclutar a una pila de ropa sucia para la Marina. Suspiró profundamente negando con la cabeza y se giró hacia el revolucionario. Un momento... Al, hielo, Marina... algo hizo click en su cabeza. O estuvo a punto de hacerlo, pues cuando estaba intentando recordar, el revolucionario de repente empezó a reírse.

- Demasiado tarde para vosotros... él ya está aquí.

- ¿Quién es él? - preguntó Hachiro.

Una de las paredes reventó, llevándose consigo unas cuantas lavadoras y la pila de ropa sucia recién ascendida a recluta marine, y un montón de humo comenzó a entrar por el agujero. Casi parecía que todo hubiese estado preparado esperando a que alguien hiciese la pregunta, y de hecho...

- ¡BUENA PREGUNTA! ¡CON USTEDES...!

Tres figuras comenzaron a adivinarse entre el humo... ¿posando? Y entonces comenzó a sonar la música


- ¡...EL MAGNÍFICO E INIGUALABLE BIGGUS DICCUS!

El humo se dispersó mostrando a los tres extraños. Eran lo que parecían un okama piernas largas con un tutú rosa, un calvo vigoréxico con un bigotón rubio con un tanga de leopardo (solo) y en el centro, con toneladas de maquillaje y un tufazo a colonia barata, un okama cyborg. Era evidente que lo era porque su brazo derecho era totalmente metálico y en lugar de ojo derecho tenía una especie de pantallita en la que salía un número en letras verdes: 9001.

- Pero... qué coño... - el párpado izquierdo comenzó a temblarle.

Espera un momento... ¿Cómo estaba hablando con la ropa? ¿Y con la caldera? ¿Y con un mechero? No podían ser las drogas. O, al menos, no sólo las drogas. Sin duda había una energía trascendental proyectándose a través de su cuerpo, un cuarto ojo, el tercero de su cara... Estaba llegando a ese momento, ¿Estaba llegando a ese momento? Pudo sentirlo incluso antes de que sucediese, y predijo las palabras que decía el empalado unos segundos después, lo que se resumía en escucharlas en su cabeza. Pero las escuchaba sin oírlas, como si se formasen en su mente... Era muy difícil de explicar, como si sus sentidos fuesen más allá de... En fin, tal vez sí que estuviese muy drogado.

¡O no! Percibía el futuro, pero al estar drogado todo se retrasaba. Podía sentir la presencia que emanaba de todas las cosas, los rescoldos de ardiente presencia que emanaban los objetos, y leía en ellos lo que... No, eso ya era pasarse, pero había llegado a predecir el futuro. Incluso, antes de que el ninja preguntase, él ya sabía lo que iba a suceder. Sin esperar más se puso en guardia, atento a la pared que un instante después explotaría, y desenvainó el arma. Estaba listo para luchar, pero sin duda su cuerpo machacado por las drogas no lo estaba, y salió volando contra la pared, donde una marea de tangas usados (y no por mujeres precisamente) se pegaron a su hielo a medio derretir, dándole un aspecto también como de ninja, aunque bastante menos formal que su colega púrpura.

-¡Kage bunshin no jutsu!- gritó, gesticulando con las manos, pero no sucedió nada. No necesitaba ver el futuro para saber que eso no funcionaría, pero lo vio. Del mismo modo que la risa de sadomaso se había colado en su mente antes de que la hubiese pronunciado. ¿Pronunciado una risa? Liberado, soltado... ¿Pero pronunciado? Definitivamente, estaba cerca del bajón-. ¡Han bloqueado mis chakras! ¡Onigiri beam!

Empezó a sacar sushi del bolsillo y a lanzarlo con fuerza contra sus nuevos enemigos. ¿Por qué tenía sushi en el bolsillo? Tal vez ese pantalón estuviese fuera del alcance de Kai un día que creó comida. ¿Y por qué no lo comía? Bueno, si había sido por Kai... Haría unos dos años que el sushi estaba caducado, aunque tenía buena pinta. Sin embargo, estaba ante una misión más importante. El sushi, por una vez, no era relevante.

-Sushi no jutsu- musitó, y mediante la magia del espectáculo (o porque con cada onigiri iba una cola de escarcha) se intercambió de posición con la comida de golpe, tratando de rebanar el pescuezo a los seres del submundo que habían aparecido. Por desgracia se cayó de culo y sólo arañó una lavadora inocente-. Chapatas...

Sí, también iba a ser su maldición por un rato.

Todos los presentes contemplaron estupefactos el espectáculo del ninja-braga. Al principio los recién llegados se quedaron un poco sorprendidos, pero cuando empezó a tirar sushi decidieron unirse a la fiesta. Mientras el piernas largas intentaba pillarlo en el aire con la boca, el vigoréxico empezó a apretarse los pezones mientras dejaba que el pescado resbalase entre sus músculos. El cyborg por su parte puso risa de villano llevándose los puños a la cintura, en una pose también claramente de villano. Aquella pandilla no podía estar más estereotipada.

- ¡Muahahahahaha! ¡Gracias, mi querido público!

Por su parte, al ver la escenita del calvo, Hachiro se llevó una mano a la boca tratando de contener una arcada. Mareado, se apoyó contra una pared mientras tenía escalofríos. Todo aquello le recordaba cosas en las que preferiría no volver a pensar nunca. Tratando de recuperar la compostura, reconvirtió el látigo en una lanza y se apoyó en esta, suspirando. No se esperaba lo que se encontró al levantar la mirada; el pánico en los ojos de los tres extraños, mientras en un movimiento demasiado hábil y veloz para creerlo, el tipo rubio se disponía a cortarlos. Sin embargo en mitad de su movimiento resbaló y rascó un poco una lavadora. Los cuatro revolucionarios empezaron a reírse a lágrima viva, pero Hachiro abrió mucho los ojos, entendiéndolo ahora.

- Es él... el héroe del que todos hablan.

Cuando se levantó, con las bragas enrolladas en torno al cuello a modo de bufanda, lo vio claro. ¿Cómo había podido estar tan ciego?

- ¡Es Scarfguy!

O más bien el Vicealmirante Al Naion haciendo el imbécil, pero vaya, si asustaba aquellos cretinos con esa chorrada igual hasta servía para algo la faceta cosplayer del marine. En todo caso ahora lo importante era sacar a Al de allí antes de que le hicieran daño o se hiciera daño a sí mismo... o a otros. En aquel estado era un peligro público.

Scarfguy... Scarfguy... ¿Lo habían descubierto? Mantuvo la compostura por un momento mientras se miraba al espejo. Alrededor de su cuello una serie de bragas, fajas, tangas y sostenes formaban algo estúpidamente parecido a una bufanda, aunque no tan suave como las suyas. ¿Era pues, él, Al Naion, Scarfguy? No lo sabía ya. ¿Había sido un invento publicitario o realmente utilizaba esa identidad? ¿El Show para los hospitales infantiles estaba basado en hechos reales o actuaba como justiciero basado en las representaciones? Demasiadas preguntas, y encima, estaba ante una situación comprometida.

-Scarfguy dice no a las drogas- pronunció lentamente, dando un paso atrás. Su coordinación era torpe, mas nada que en comparación a la mayoría de la gente supusiese una desventaja. Aunque para él no sentir la mitad de su peso estaba siendo algo incómodo-. ¡Scarfguy dice no a las drogas! ¡¿Me has oído, Heisenberg?!- el hombre ultramusculado que se acariciaba los pezones pareció sentirse increpado, aunque ante semejante chillido quién no-. ¡Nadie droga a Scarfguy!

Respiró hondo. En su mente miles de futuros posibles comenzaban a agolparse rápidamente. Realmente el calvo se llamaba Heisenberg, aunque su nombre era un misterio, y era el segundo al mando de... ¿Las camellitas descalzas? ¡Traficantes! No, espera... ¿Era ése el futuro real?

-Tío...- dijo, con una inquietante voz amarilla-. ¿El futuro es real o es esta lavandería la factoría del tiempo?

Heisenberg parecía contento con aquella pregunta, y en el futuro sacaba un reloj, se convertía en conejo blanco y... No, eso no podía ser real. O sí. ¡Usuario Zoan! No, espera... ¿De verdad? No estaba drogado. No mucho, al menos. Lo que sucedía era que se había empapado demasiado de aquella aura absurda. Extendió la mano y generó un vaso de hielo, del que fingió beber de un trago y lanzó a su espalda sin preocuparse de nada. Escuchó el espejo romperse, aunque su mayor sobresalto fue descubrir que tenía el espejo detrás y no a la izquierda, como hacía unos segundos. ¿Qué estaba pasando?

-Ninja púrpura, soy tu mayor admirador. Saca tu extintor ninja y hagamos una pelea de polvos de talco que desincruste el planeta de su órbita. ¡Banzai!

Y con ese grito, sencillamente, tiró la espada al suelo. Su cuerpo explotó en miles de astillas heladas que se esparcieron en todas direcciones, veloces como una bala, pretendiendo clavarse en todo ser vivo que hubiese cerca. Los carámbanos de la justicia acabarían con todos, y el ninja desaparecería sin sufrir daños. O eso esperaba.

Su declaración no salió como había esperado. En lugar de actuar como un heroico justiciero, Al perdió la cabeza y comenzó a divagar sobre drogas y viajes en el tiempo. Definitivamente no quería saber qué diablos se había fumado, inyectado o tomado el vicealmirante, pero no podía ser bueno. La sonrisa siniestra del cyborg acabó confirmándolo, quien con una risa de villano dolorosamente estereotipada declaró:

- ¡Mi plan ha funcionado! Ahora que estás bajo los efectos de la droga, no serás capaz de detener mi glamuroso ataque.

Sin embargo Al parecía demasiado ensimismado para prestarle atención. Cuando se dirigió hacia Hachiro, este comenzó a temerse que proponía algo que le iba a resultar poco agradable, y se preparó para lo peor. Bien hizo, pues cuando el marine estalló en mil agujas levantó rápidamente el brazo activando los poderes de su akuma para recurrir a la técnica que había aprendido de Taiga.

- ¡Iron Shell!

Las esquirlas de hielo reventaron contra el escudo sin atravesarlo, aunque el violento choque le hizo retroceder un paso. No tuvieron tanta suerte los dos acompañantes el cyborg, que acabaron totalmente ensartados como alfileteros, desplomándose en el acto. Para desgracia del agente, lo mismo pasó con el loco del látigo, quien al estar atrapado contra la pared no pudo cubrirse contra nada. Del cuarto no había ni rastro; se había esfumado.

- ¡Mierda! ¿Y ahora qué diablos voy a hacer yo? - se mordió el labio - Tengo que encontrar a ese cyborg y sonsacarle lo que sepa, pero...

No podía dejar al vicealmirante en ese estado suelto. Era un peligro para sí mismo y todos los demás como acababa de demostrar. Y hablando de eso, ¿dónde estaba?

-En un agujero en el suelo, vivía un hobbit- resonó en la nada-. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y fango...

-¡¿Quién anda ahí?!- preguntó un ciborg de género ambiguo. Sus tacones resonaban en la inmensidad del pasillo, rompiendo el frágil silencio del lugar.

-Tampoco era un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.

Algo empezó a vibrar en su trasero. Probablemente lo hubiese obviado en medio del fragor de la contienda, pero un onigiri solitario se había pegado a su ano, y yacía empalado por un carámbano que, sorprendentemente, tenía boca. La visión debía ser dantesca, pero hasta pareció suave cuando una cabeza de hielo empezó a formarse alrededor de la estaca.

-¡¿Qu-qué haces ahí?- preguntó al notar el aumento de peso, volviendo la cabeza hacia la del vicealmirante. Al sonrió.

-La puerta se abría a un vestíbulo cilíndrico- el hielo comenzó a extenderse hacia el interior del robot, que de un manotazo reventó al Marine en mil pedazos. Sin embargo, ése no era el final de Al Naion...

Se levantó de la escarcha como había hecho ya tantas veces, y desenvainó la espada de nuevo.

-El túnel se extendía serpeando, y penetraba bastante...

-¡Deja de hablar de mi culo!

Al dio un mordisco al onigiri, que se había ido con él, mientras la espada giraba en su mano. Se sentía algo mareado, pero ya no estaba casi drogado... Bueno, seguía hasta el culo de quién sabe qué, pero quería solucionar todo eso. Al fin y al cabo ya sabía quién era el... La. La culpable. ¿O el culpable? Tratar con transgéneros era un infierno. En fin, no podía atacarle, ¿Qué pasaría si se sentía mujer? Estaría rompiendo con sus principios.

-Yo te maldigo, Emporio Ivankov... ¡Ninja púrpura, te necesito!

Ni uno ni otro... menuda tarde. Transformando a Kameleon en una pistola, salió por el agujero que habían hecho los tres chiflados al entrar mientras sacaba un cargador del interior del traje y lo preparaba. Había ido a dar a un pasillo mal iluminado, aparentemente vacío. "Calma, calma..." se dijo, respirando hondo y tratando de racionalizar la situación. Si no tenía ninguna pista evidente, tendría que busca alguna otra. Se agachó y comenzó a mirar por el suelo. Recordó entonces el tercer regalito de los chicos de I+D, con diferencia el más simple pero bastante útil. Sacó una estilográfica y comenzó a girar el lado contrario a la pluma, hasta que un suave foco de luz comenzó a salir de este. Apuntando al suelo comenzó a mirar por los alrededores a la pared. Suelo destrozado, marcas de la explosión... y, ¿gotas? Se agachó y las tocó con la mano.

- Agua...

Comenzó a mover la linterna buscando más restos que pudiesen haber goteado de una estaca de hielo a medio descongelar, con éxito. Esbozando una sonrisa de triunfo comenzó a seguir el rastro todo lo rápido que pudo, atento a sus alrededores y procurando no perder la pista. No era sencillo, al fin y al cabo, no eran más que gotas de agua. Perdió un par de veces la pista, y cuando ya estaba a punto de perder la paciencia un grito llamó su atención. Al fin, eso era lo que necesitaba. Le quitó el seguro a la pistola, guardó la pluma-linterna y echó a correr.

- ¡Ya voy!

Dobló la esquina, encontrándose con la que seguramente fue la escena más dantesca y grotesca de un día dantesco y grotesco; el cyborg acariciándose el culo con un rostro de dolor mientras el vicealmirante miraba con aire ausente su espada. Esbozando una mueca de asco, alzó la pistola, apuntó y disparó, pero el cyborg interpuso su brazo mecánico y la bala rebotó contra este. El agente echó a correr, acelerando hasta alcanzar la velocidad del soru, y saltó dándole una fuerte patada en el pecho al cyborg. Este cayó con un gemido poco masculino, y el agente se apresuró a echarse sobre él, encañonándolo.

- Gillah von Handynummer, quedas detenido en nombre del Gobierno Mundial - a continuación echó un vistazo a Al - ¿Estáis bien, vicealmirante?