Misión imposible [Nia y Hachiro] [Privado]

El viento soplaba con fuerza sobre la cubierta del Indomable, el buque insignia de la flota que vigilaba la ruta entre Vidrian y Sibonia. El agente de pelo blanco estaba apoyado en la borda, contemplando la lejana y peligrosa isla, una de las más letales de Paraíso. ¿Cómo podría la Revolución haber entrado en la isla? ¿Y para qué? Su misión actual era mantener vigilado al comando revolucionario del "sargento Johnny", un pequeño grupo que había causado muchos dolores de cabeza al CP5 en los últimos meses. Había planeado infiltrar a algún agente de menor rango o hacerlo él mismo, pero tras recibir el soplo de que habían puesto dirección a Vidrian se había personado en el lugar. Le preocupaba lo que pudieran estar haciendo en la isla. ¿Por qué iban a meterse en una trampa mortal? ¿Sospechaban que estaban bajo vigilancia e intentaban darle esquinazo? ¿O tendrían un motivo más oscuro?

- Incluso con trajes protectores, entrar en Vidrian es un suicidio. Deberías replanteártelo - le dijo la capitana Weus, la oficial al mando de la flota. Era una mujer alta y musculosa con una enorme espada a la espalda. Hachiro negó con la cabeza - Tengo que ir. Necesito saber qué hacen esos revolucionarios aquí. Podrían estar buscando una zona relativamente segura donde poner una base delante de nuestras mismas narices, o algo peor - replicó el agente, alzando la voz para hacerse oír por encima del vendaval. No podía correr el riesgo de dejarlos marchar. Si les perdía la pista, podía tardar semanas en volver a encontrarla. La capitana suspiró - Si no puedo convencerte, tendré que pedirte que vayas acompañado de algunos de mis marines.

El agente chasqueó la lengua, aunque el sonido pasó desapercibido ante el rugido de la tormenta. No le apetecía tener que hacer de niñera. Se llevó la mano al pecho y jugueteó inquietamente con el colgante de madera - Trabajo mejor solo.

- No es realmente una opción. Entrar en Vidrian requiere un permiso especial, o en su ausencia, el permiso del oficial al mando de la flota y una escolta.

- Está bien. Pero si puede ser poca gente, una o dos personas, mejor - aceptó Hachiro a regañadientes.

- Tengo alguien en mente - dijo la capitana - Ha estado hace poco trabajando con otro agente, así que tal vez os entendáis bien.

Genial, había pasado de la chica de los retretes a la chica del mocho en cubierta. Bueno, al menos me daría la brisa marina.

"Que no sea un hombre al menos" pensó. Su deseo se vio cumplido, para su alivio. Una mujer alta con una larga melena pelirroja se presentó ante ellos. Como mínimo parecía de actitud disciplinada. Se cruzó de brazos y esperó pacientemente a que Weus la pusiera al día. Echó un vistazo a su uniforme y a su aspecto general. Era de la soldadesca, no sabía si recluta o algún rango superior. Sus manos parecían haber empuñado más a menudo herramientas que armas, pero bajo su engañosa delgadez adivinaba un cuerpo entrenado y fuerte. Esos detalles no se le escapaban a Hachiro, que podía leer el cuerpo humano como si fuese un libro abierto. Cada pequeña cicatriz, cada gesto, cada arruga contaba una historia. Y esas historias en conjunto hablaban de quién era esa persona. Aquella mujer había visto más entrenamiento que acción, y aunque no le gustaba estar con alguien de escasa experiencia práctica, él era el vivo ejemplo de que un entrenamiento intensivo y correcto podían crear a gente muy capacitada. Llevaba poco tiempo como agente en activo y sin embargo había hecho suficientes méritos como para ser ascendido a analista del CP5 en tiempo récord. Teniendo eso en cuenta, podía conceder el beneficio de la duda a Nia.

- Recluta, vaya a la bodega y consiga una pistola de bengalas y un traje protector para el agente Izumi y otro para usted. Van a ir a la isla a localizar un comando revolucionario. Su tarea será escoltar al agente y a la mínima señal de peligro, disparará una bengala.

- Capitana, con todo el respeto, la sutileza es crucial. No puedo arriesgarme a que el comando del sargento escape.

- Y yo no voy a arriesgar vidas, no más de lo que ya van a estar en riesgo en esta operación suicida. Vidrian no es un lugar con el que bromear.

Hachiro entendió que no era una posición negociable, lo que enardeció más sus ánimos. Sin embargo, haciendo un gran esfuerzo, logró contener su lengua y asentir con rostro pétreo - Está bien - se giró hacia Nia - Agente analista Izumi Hachiro, Cipher Pol 5 - dijo tendiéndole la mano - Consíganos ese equipo. Cuanto antes nos pongamos en marcha, antes estará de vuelta en el barco sana y salva - ignoró una mirada de la capitana Weus reprendiéndole. Solo era viento con esquirlas de cristal. Mientras tratasen con cautela los trajes, no deberían tener problemas. La capitana estaba exagerando.

Cogió el traje protector que le tendía la recluta y comenzó a ponérselo por encima de la ropa. Era grueso, de color blanco y tenía tanto coderas como rodilleras, además de un casco con máscara de gas. Una vez terminó de enfundarse en las protecciones, hizo un gesto a la recluta para dirigirse a uno de los botes.

- Espero que no hayas comido una akuma no mi, o estaremos en problemas si el bote vuelca - comentó mientras subía de un salto.

Llevar puesto el traje era una sensación extraña. Podía oír el viento, pero el sonido le llegaba amortiguado y solo sentía su presión cuando era una corriente realmente fuerte. Podía ver a través del cristal del casco, aunque los colores eran ligeramente diferentes, teñidos por una sutil capa de azul. En cuanto ambos estuvieron a bordo, los marines hicieron bajar el bote hasta las aguas revueltas. Hachiro cogió un par de remos y pasó el otro par a Nia. Arriba, la capitana asomó por la borda.

- ¡Buena suerte y tened cuidado!

Hachiro le saludó con la mano y preparó los remos. En cuanto el bote estuvo en el agua, dio una sacudida que estuvo a punto de hacerle perder el equilibrio. Sin embargo, adaptándose rápidamente al violento movimiento de las olas, empezó a rematar en dirección a la isla. Vidrian era una ominosa protuberancia oscura entre las olas. El pico más alto de la isla se ocultaba entre las nubes, y junto con las decenas de agujas basálticas que lo rodeaban tenía un aspecto misterioso.

- Estando destinada aquí supongo que sabrás algo más que yo. ¿Qué hay en la isla, aparte de las tormentas de vidrio? - preguntó a Nia - Entender cómo es Vidrian podría darme una idea de qué buscan los revolucionarios.

El viaje no estaba siendo imposible o muy difícil, pero sí muy intimidante. Cada vez que el bote daba una sacudida, el estómago se le encogía. Si cometían un error irían al mar, donde él sería incapaz de nadar y se hundiría como un ladrillo. Sin embargo, la idea del peligro inminente le fortaleció en lugar de paralizarlo de miedo. Se sentía excitado y lleno de energías. Por un momento se preguntó si realmente estaba haciendo aquello porque era el curso de acción correcto o por la adrenalina. ¿Habría dejado que su juicio se nublase? No. Que lo disfrutase no era un crimen. Tenía que encontrar a aquella gente antes de que pudiesen causar un daño real.

Así que su acompañante no sabía nadar, no sabía nada de la isla y llevaba poco tiempo en la flota patrulla. ¿Exactamente por qué le habían asignado a una persona así como escolta? ¿No hubiese sido mejor alguien que ya hubiese estado en la isla? ¿O que al menos pudiese sacarlo del agua si caía?

- ¿Hay algo con lo que SÍ puedas ayudarme? - preguntó bruscamente - Por lo que me estás diciendo, básicamente tengo una escolta a la que voy a tener que hacer de niñera. Puestos a esto, podrían haberme dejado ir solo.

Empezó a remar con más vigor, impaciente por llegar cuanto antes a la isla. Se sentía molesto con la capitana que le había metido en ese percal. Si les pillaban por culpa de la recluta o se las arreglaba para entorpecer la misión, se aseguraría de elevar una queja a sus superiores.

- ¿Grutas creadas por el vidrio? El vidrio no crea grutas. Otra cosa es que pueda haber cavernas naturales en las que haya vidrio. De todos modos tengo entendido que es una isla volcánica, así que se me haría raro que haya muchas cuevas naturales. Probablemente habrían sido cubiertas ya por alguna colada de magma.

Finalmente llegaron a la costa, a una playa rocosa con una gruesa arenisca cristalina que resultó ser vidrio. Hachiro bajó de un salto y comenzó a arrastrar el bote tierra adentro. No lo había pensado hasta ese momento, pero notó alivio al dejar el mar revuelto atrás y volver a estar sobre tierra firme. A pesar de todo, parecía que sí le había inquietado la declaración de Nia de que no sabía nadar. Miró a su alrededor y sacó su pistola. Comprobó que estaba cargada y le quitó el seguro.

- No ataques si no lo hago yo primero o si la situación no nos obliga a ello, pero ve ya preparada. En esta isla hay un comando de revolucionarios con un objetivo desconocido: tenemos que localizarles sin que nos detecten y averiguar su propósito en la isla.

No tenían un sitio concreto donde empezar. No conocían tampoco la geografía de la isla. Tampoco tenían pistas sobre qué buscaban los revolucionarios. Así pues, la mejor manera de intentar localizarles sería buscar el barco en que habían llegado. Hizo un gesto a la recluta para que le siguiera y comenzó a seguir la línea de costa. El terreno era irregular, abrupto y muy rocoso. No parecía haber ninguna clase de vida. Tan solo piedra y vidrio. De momento aún no habían tenido la mala suerte de toparse con una tormenta de esquirlas, aunque podía ver constantemente pequeños trozos de vidrio no más grandes que una hormiga choca contra el cristal de su máscara. Sin las protecciones estaría respirándolos. Aquella isla era verdaderamente un infierno.

No respondió. Que supiese usar un arma o no no era el punto. Asumía que lo hacía, al fin y al cabo estaba en la Marina. Lo que no parecían entender los brutos de la Marina y los idiotas de neutralización es que no todo se arreglaba con las armas. Si fuese una mera cuestión de entrar y matarlos a todos, podría haberlo hecho hacía semanas. El punto era que el comando del sargento Johnny era un punto de acceso perfecto a las operaciones de la Revolución en el Paso de la Muerte. Su comando era lo bastante activo como ser localizable y se encargaban de operaciones de acción directa. Meter a un infiltrado en ese comando era la forma más sencilla de empezar a tirar del hilo: identificar y localizar al superior directo y a través de él al resto de comandos en activo. La labor de inteligencia era un trabajo muy delicado; no podías aplastar a una organización como la Armada Revolucionaria por fuerza bruta. Siempre actuaban desde las sombras y tenían apoyos y contactos en la mayoría de islas importantes del Gobierno. La contrainteligencia y la información eran la manera de localizar sus escondrijos.

- Cinco, salvo que hayan recibido refuerzos. El sargento Johnny, especialista en logística y operaciones de robos. La cabo Christine, usuaria de la Doa Doa no mi y espadachina hábil. Los gemelos Gin y Kin, dos tritones especialistas en karate gyojin. Finalmente, está la tiradora del grupo, "Full Metal", una cyborg. No queremos entrar en combate, ni lo vamos a intentar. Si nos pillan, los dos resultados más probables son que huyan o que tú mueras. El objetivo es mantenerlos vigilados y encontrar la manera de seguirles la pista cuando se vayan de aquí. Y si es necesario, evitar que cumplan su misión. Sin embargo, salvo que yo diga lo contrario, tú eres una sombra. No desveles nuestra presencia.

En ese momento atravesaron un abrigo rocoso y se encontraron de frente con el principal problema de Vidrian: una tormenta de cristales. Millares de pequeños fragmentos cristalinos rebotaron contra las protecciones. Los trajes aguantaron sin problemas, pero fue entonces, expuesto a la furia de los elementos, cuando Hachiro comprendió por qué era tan peligrosa aquella isla. Si el traje rompía, por pequeña que fuese la fisura, el impacto constante de todas las esquirlas aumentarían el tamaño de la rotura hasta destrozar traje y ocupante. Se vio expuesto a una decisión terrible: podían refugiarse hasta que la tormenta dejase de soplar, o podían seguir avanzando y evitar la posibilidad de que los revolucionarios se les escapasen entre los dedos. "No puedo fracasar aquí." Hizo un gesto a Nia para que le siguiera y se adentró en la tormenta, haciendo pantalla con el brazo para reducir el número de cristales que chocaban contra el visor de la máscara.

La tormenta no hizo más que empeorar. No porque soplase más fuerte, no porque cayese más vidrio... sino porque el viento empezó a arrastrar cenizas. Si antes ya era un problema, ahora la visibilidad era prácticamente nula. Y no podía haber sido en mejor momento, mientras bajaban una empinada cuesta de piedra pulida tras a saber cuántos siglos de desgaste por el viento cargado de cuchillas de vidrio. Con un terreno tan resbaladizo y complementado por ocasionales baches y grietas, caminar a ciegas era bailar con la muerte. Cada paso era una apuesta. Y sin embargo Hachiro perseveró. ¿Qué podía hacer si no? Avanzó con cuidado, medio a gachas y tanteando con la punta del pie antes de avanzar. Y pese a sus esfuerzos y cuidado, un mal paso le hizo resbalar. Apoyó la mano derecha para evitar caer ladera abajo... y entonces su muñeca se dobló en un ángulo nada natural.

No gritó. El dolor simplemente le cortó la respiración. Se dejó caer sobre la roca y se agarró el antebrazo en un mudo gesto de agonía. Por un momento se olvidó de la determinación que se le había arrastrado a través del peligro y la muerte y se planteó que tal vez todo había sido un error. Tal vez debería haber afrontado la situación con otro enfoque. Había tomado un riesgo enorme para una escasa recompensa y arrastrado consigo a otra persona. La capitana tenía razón: aquello era una misión suicida. "¿Eres tú o el dolor el que habla?" Se rebeló contra su dolor, contra su debilidad física y de voluntad. Había escogido aquel camino, ahora debía recorrerlo hasta sus últimas consecuencias. Apoyó la mano izquierda en el suelo y emitió una vibración. La onda volvió de vuelta, dándole un mapa mental de la zona.

- Hay... - hizo un gesto de dolor y alzó la voz para hacerse oír por encima del viento - Hay un camino seguro allá abajo. Sígueme.

Poniendo todo su empeño, se levantó resoplando pese al agudo dolor de su muñeca derecha. Apoyó la mano izquierda en el hombro de Nia para no perderla entre la tormenta y comenzó a caminar de nuevo. Dedicó toda su concentración a mantener en mente la imagen mental que se había formado del terreno y a adivinar dónde se encontraban los obstáculos. Bien por cabezonería, destreza o suerte, logró llegar hasta la zona baja de la cuesta, a una zona donde las rocas les cubrían de la tormenta.

- Es inútil. Hasta que no amaine no merece la pena avanzar. No les veríamos ni aunque estuvieran a dos metros de nosotros.

Estaba seguro de que la muñeca se le estaba hinchando. Debía tener como mínimo un esguince. No estaba en posición de remediarlo, de todos modos. Quitarse el traje era una idea terrible y aunque lo hiciera, él no era médico. No sabía si ella lo era, pero no parecía que llevase un kit de primeros auxilios a mano. Todo lo que le quedaba era aguantar el dolor hasta el final de la misión.

Estaba demasiado empinado y pensaba que en cualquier momento iba a caer rodando hasta el fondo.El lugar era demasiado peligroso, y aún así la capitana nos envió a los dos. ¿Curioso no? Quizás fuera por el poder que llevaba en mi interior. La capitana no era tonta, e imaginaba que si bien ella sabía sobre mi poder Magu, creo que mi nuevo jefe no lo sabía. Esto me daba que pensar mucho mientras bajábamos por aquella cuesta, demasiado...Estaba allí a punto de trincar a unos malhechores con alguien del Gobierno Mundia, y necesitaba que saliera bien, se lo debo a mi padre.

Mi padre siempre era un gran apoyo para mi, me ayudaba en todo y quería verme convertida en una gran marine, como él en sus tiempos.  Todavía recuerdo aquel día en que le conté mi fatídica misión donde maté a aquel sargento, y todavía recuerdo sus palabras. "No te puedo culpar mi niña, pero aún así ese no es el camino que debes elegir" Cuanta razón tenía. Todavía recuerdo como me había echado a llorar contra su pecho por lo que había hecho, pero él muy sagazmente colocó su mano sobre mi cabeza mientras me decía "Todos cometemos errores, pero eres tu la única que puede enmendarlos, y yo voy a ayudarte con ello. Deja que yo me encargue de esto y te juro, que serás una de las marines más poderosas e influyentes".

No entendí sus palabras cuando dijo esto, pero entonces todo cobró sentido cuando llegó con aquella fruta carmesí y me la entregó. Tengo demasiado clavado ese día en mi cabeza, y algún día tendré que rendir cuentas con mi padre por su amable gesto...si no fuera por él hoy estaría expulsada de la marina. Le debo mucho.

Entonces mis pensamientos se vieron cortados por el mal paso de mi jefe que acabó por torcerse la muñeca ante un intento de no matarse  ladera abajo.

-¡Señor!- le dije para comprobar que estaba bien- ¿Está bien?- eso parecía, o no se había hecho tanto daño o realmente estaba aguantando uno de mil demonios.

Bajé como pude hasta llegar a él, pues había visto un pequeño camino por el que podríamos seguir.

-Lo primero es lo primero señor- le dije cogiéndole cuidadosamente la mano- Déjeme ver, quizás pueda ayudarle No tenía mucha idea de medicina, pero un mínimo si...el problema es que no había llevado conmigo mi habitual kit...por una vez. Maldita sea mi suerte, pero bueno, tuve que mirar a mi superior con cara  de preocupación y decirle:

-No tengo el kit conmigo señor, si tuviera aunque fuera un retal de tela al menos podría entablillarle esa mano- dije con cierta preocupación sin dejar de mirar su mano mientras escuchaba sus palabras acerca de encontrar a nuestros objetivos- ¿Cree conveniente que nos resguardemos donde podamos y descanse esa mano un rato?- pregunté- Así al menos le dará un respiro antes de tener que volver a forzarla cuando salgamos de vuelta a la búsqueda señor.

No sabía si era una buena idea, pero al menos era mejor que seguir caminando con esa mano totalmente fuera de juego, a pesar de que pudiera moverla, seguro que le dolía rayos y se lo callaba.

¿Pararse? ¿Descansar? Estaba punto de replicarle vehementemente sobre la importancia de su misión cuando un nuevo ramalazo de dolor le hizo doblarse. No estaba en condiciones de seguir de manera inmediata, era perfectamente consciente de ello. Si tan solo tuviera un analgésico a mano... necesitaría uno fuerte, claro. A su sufrimiento comenzó a sumarse un hormigueo en las puntas de los dedos. Se dio cuenta de que estaba sudando a chorros bajo el traje y se sentía tan cansado como si llevase días sin dormir (algo no muy alejado de la realidad). Entonces se dio cuenta de dónde estaba el fallo: no se había tomado su taza de café del mediodía. Sin su ración de cafeína no podía funcionar a pleno rendimiento.

- Está bien. Resguardémonos un rato. Me vendrá bien el descanso.

Se levantó y comenzó a caminar apoyándose contra la pared, con el brazo derecho doblado contra el pecho. Una parte de él empezaba a cuestionarse cómo continuaría la misión en esas condiciones, sufriendo el síndrome de abstinencia y con una mano lesionada sin atención médica disponible. Sin embargo, en aquel momento le parecía un pequeño obstáculo. Podía sobreponerse al dolor. Todo lo que necesitaba era que se terminase esa maldita tormenta y seguiría avanzando. Ni siquiera necesitaba entrar en combate, solo descubrir a qué se estaban dedicando el comando de Johnny.

Repitió su técnica Radar dos veces más, siguiendo las zonas más angostas en busca de una cueva o un abrigo lo bastante cubierto como para estar resguardados de la letal lluvia de vidrio. En el segundo intento encontró lo que buscaban: no era muy profunda, pero lo suficiente. Serviría como algo provisional. Guio a Nia a través de la tormenta con determinación y terquedad, manteniéndose estoico ante la tortura que resultaba su muñeca. Al entrar en la cueva, buscó la zona que parecía más cómoda de la pared y se sentó con mucho cuidado para no hacer movimientos bruscos. No necesitaba aumentar el dolor que sentía.

- Aquí estaremos bien por ahora. Cuando la tormenta cese, nos pondremos en marcha.

Con esfuerzo, se sacó el casco con una sola mano, suspirando aliviado al sentir aire fresco contra su sudorosa tez. Se recostó contra la pared y respiró lenta y profundamente, tratando de centrarse en el ritmo de su respiración para ignorar el doloroso palpitar de su muñeca.

- Y pensar que iba a ser yo el que cometería un desliz. No puedo permitirme estos errores - su tono denotaba cansancio - Pero no bastará para detenerme...

Antes de que pudiese decir más, sin darse cuenta, cerró los ojos y se quedó dormido. La falta de cafeína y el cansancio vencieron al dolor.

Cuando al fin despertó, entraba luz por la abertura de la cueva. Le dolía la cabeza, sentía un hormigueo en las sienes y la punta de los dedos y estaba desorientado. Tanto que intentó mover el brazo derecho, pero el dolor le hizo recapacitar a tiempo y despejarse de golpe. ¿Qué estaba haciendo? Le costó un poco ponerse en lugar. Estaba en una cueva, había ido con una marine a por el comando del "sargento Johnny" y se había lesionado. Estaban en Vidrian y una tormenta les había ralentizado. A juzgar por la luz, sin embargo, ya debía ser posible salir al exterior.

- ¿Cuánto he dormido? - preguntó con un bostezo.

La respuesta y la inclinación de los rayos del sol le hicieron suspirar pesadamente. Había pasado demasiado tiempo, al menos un par de horas, tal vez más. Suficiente como para que no sólo se detuviera el vidrio, sino que el cielo se despejara lo suficiente como para que hiciese sol. Recapacitó sobre su situación: estaba herido, cansado y no tenía su café. Había perdido demasiado tiempo. ¿Merecía la pena continuar la misión o debía darse por rendido? "Aún no." Extendió el brazo hacia Nia.

- Antes ofreciste entablillármelo. Por favor, hazlo.

No tenía un palo para morder, así que se llevó el guante de la mano izquierda a la boca por si el dolor se hacía demasiado intenso. Hachiro sufría de una forma de hiperalgesia que aumentaba el dolor que sentía, hasta el punto que incluso un entablillado cuidadoso sería una tortura para él. Contuvo un grito cuando ella empezó a trabajar, y empezó a repasar mentalmente la lista de los números primos para intentar mantener la compostura. Evitó mirarse el brazo y se encontró en su lugar mirando a Nia. No solía fijarse en ese sentido en la gente, pero se percató de que era francamente hermosa de acuerdo a los cánones de belleza tradicionales. Entonces se encontró preguntándose, como tantas otras veces, qué le hacía diferente a otras personas. Podía admirar la belleza, pero no sentía esa atracción que parecía mover al resto de la humanidad. ¿Qué era lo que estaba mal en él?

- Vamos. Es posible que ya no les encontremos, pero hay que intentarlo.

Se puso el casco y se incorporó apoyándose con el brazo sano contra la pared. Entonces salió de la cueva y comenzó a subir la cuesta que habían descendido. No era muy empinada, pero estaba cubierta de ceniza y trozos de vidrio, haciendo que el suelo crujiese a cada paso y el terreno traicionero y resbaladizo. Sin embargo, ahora que veía dónde pisaba, la agilidad natural de Hachiro era suficiente para evitar dar un mal traspiés. Una vez en lo alto de la cuesta, señaló a la costa.

- Continuaremos siguiendo la línea costera. Con suerte, en algún momento encontraremos su navío.

Mientras Hachiro dormía la mona yo aproveché para inspeccionar aquella cueva, pues sabía que él no se iba a mover de ahí por bastante tiempo. Mi exploración no tuvo demasiado éxito, pues aparte de no encontrar nada el paisaje era de lo más repetitivo y no me apetecía perderme tampoco en las profundidades de nuestro refugio provisional. Así que me la pasé al poco de volver junto al instructor. Revisé mis armas e incluso me puse a jugar con una gota de magma en mi dedo como si fuera una canica hasta que Hachiro empezó a mover los párpados, momento en que me detuve y me puse ante él.

-Un par de horas señor, la verdad es que no estaba en condiciones de dar ni un paso más- le dije mientras me disponía a apartarme y a levantarme. Entonces cogí el retal de tela de mi uniforme, y tal como le había expuesto anteriormente, me preparé para hacerle en entablillado. Tuve que buscar dos pequeños filones de vidrio que tuve que romper con la culata del fusil dentro de la cueva, en ausencia de ramas o algo orgánico similar. Tras eso me acerqué con los materiales y me senté a su lado. -No será muy útil, pero la menos impediremos que el dolor le vaya a más

Cogí su mano con sumo cuidado y procedí a hacerle el entablillado improvisado, y admito que podía quedar mejor, seguro, pero yo no era una doctora, y mis conocimientos eran escasos. A pesar de este contratiempo Hachiro quería continuar con la misión. ¿Estaba seguro? No creo que los revolucionarios siguieran por aquí tras la siesta de mi superior, pero bueno, había que asentir con la cabeza y al menos intentarlo.

Me volví a poner el traje y mi equipo encima de este, para seguir una vez más a mi jefe en el cumplimiento de nuestra misión. Volvimos a subir aquella cuesta con paso firme, pero tratando de no carme en mi caso a la mínima. Hachiro parecía subir sin problema, yo iba algo más lenta, pero lo logré. Entonces las órdenes fueron dadas.

-Tiene razón señor, con un poco de suerte quizás encontremos su navío, pero si le soy sincera tengo mis dudas- no podía mentirse a si misma- ¿Cree que lograremos encontrarlo al menos? La costa es amplia.

- No lo sé. Pero si siguen aquí, encontraremos al menos su navío. Y si encontramos su navío, al menos tendré material con el que trabajar.

En parte sentía que le debía una disculpa a Nia, pero era demasiado orgulloso para admitirlo. Todo lo que estaba dispuesto a hacer por ahora era reconocer sus aptitudes y buena disposición tratándola mejor y siendo educado. Tampoco es que tuviese la paciencia en ese momento para más, le había costado cierto esfuerzo contener la lengua y responder que si fuese un esfuerzo inútil no lo estarían haciendo. Sabía que era un intento desesperado. Pero también sabía que dos horas no tenía por qué ser tiempo suficiente como para darlo todo por perdido. Normalmente no desembarcabas en una isla tras una travesía de semanas para irte al poco rato... aunque claro, normalmente no desembarcabas en Vidrian. Punto.

- Es... raro. No sé qué podría interesarle en Vidrian. ¿Tendrán un punto de aprovisionamiento secreto? Sería un lugar arriesgado, pero desde luego el mejor escondite es a simple vista, y más aún en una isla tan peligrosa que nadie se esperaría que la escogieras para refugiarte.

Normalmente hubiese reservado sus pensamientos para sí mismo, pero consideró un buen gesto hacerla partícipe de sus sospechas. Al fin y al cabo, eso solía hacer la gente al trabajar en equipo, ¿no? Normalmente prefería ir por libre, pero Nia se lo había ganado. Contuvo un escalofrío y un gesto de dolor y siguió caminando, con la vista fija en la costa.

- También es posible que el Gobierno posea alguna clase de recurso en esta isla que mantenga en secreto, y que estos revolucionarios hayan descubierto. Eso explicaría por qué mantienen control sobre un lugar tan inhóspito y sin mayor valor económico, más allá de ser uno de los puntos de paso de esta ruta.

Ciertamente Vidrian era un lugar sospechoso. Una flota siempre guardaba el lugar y evitaba la entrada de curiosos por su seguridad. Normalmente el Gobierno se atenía más a la ley del más apto y dejaba que aquellos lo bastante imbéciles como para navegar hacia una tromba marina o a una isla letal descubriesen las consecuencias por sí mismos. El objetivo de la institución era mantener el orden en los mares, no guardar islas letales.

- También es posible que crean que escondamos algo aquí y hayan venido a exp...

Hizo un gesto a Nia y se cubrió tras una roca. Estaba tan distraído, perdido en sus propios pensamientos y con el cerebro embotado por la falta de cafeína, que había estado a punto de no ver el pequeño velero anclado junto a la costa, a unos ochenta metros de ellos.

- ¿Ves algo?

- Si es necesario, no es demasiado secretismo. Los secretos nos protegen. Son un arma tanto como los fusiles y los cañones - dijo, antes del encontronazo con el barco.

Asomó la cabeza con cuidado, aunque hacerlo fue una tarea complicada que le valió un pinchazo de dolor. Moverse con el brazo así era un engorro, y le requería ser especialmente cuidadoso con cada movimiento. Al asomar la cabeza, reconoció la figura del barco. Había observado la foto en la soledad de su camarote durante largas noches, memorizando las peculiaridades del modelo y todo lo que le permitiera identificarlo posteriormente. Ahora que podía verlo en persona, era como ver a un viejo conocido. El navío se balanceaba elegantemente al ritmo de las mareas, con el sol reluciendo en el agua que le rodeaba. Envuelto en aquel resplandor dorado, casi parecía un legendario velero de un héroe, y no el transporte de unos extremistas y rebeldes.

- Sí, es definitivamente la elección correcta para pasar desapercibido. También es una elección osada para moverte en Grand Line, con su pequeño tamaño. Sin embargo, sé de buena tinta que tienen un navegante experimentado. Sí, son ellos. Ese velero es el Bailarín Azur, el navío del comando que busco.

Observó el barco en silencio y valoró sus posibilidades y las palabras de Nia. No creía que hubiesen dejado a nadie vigilando. Eran demasiado pocos y se suponía que no había nadie en la isla, suposición que iba en ambos sentidos. En teoría no iba a aparecer ninguna patrulla marine por el lugar, y en teoría si un buque se acercaba no esperaría encontrar a nadie. Dejar una persona atrás solo serviría para exponerla a ser capturada. El barco, de todos modos, estaba bien oculto de ojos indiscretos por varias agujas cristalinas negras que salían de las aguas. También podía ser que hubiesen dejado a la cabo Christine atrás para que huyese con su akuma no mi si veía peligro y les advirtiera, pero lo dudaba. Vidrian era una isla verdaderamente peligrosa, y tener a una usuaria de akuma no mi capaz de sacarlos del peligro rápidamente era una ventaja demasiado buena como para dejarla atrás. ¿Tal vez uno de los gyojin, que podría huir por mar?

- No, son solo cinco, los mismos que te conté antes. No veo a nadie, pero es posible que haya alguien vigilando. Ojo a la mar. Espero que no sea el caso, pero no podemos descartar que alguno de los gyojin ronde la zona, y no estoy en mi mejor momento. No podré protegerte si nos atacan, y son gente que probablemente me pondría en aprietos en mi mejor día.

¿Y ahora, qué? Se frotó la barbilla. Había confirmado que estaban en la isla y que se habían adentrado en el interior, salvo que por algún motivo que se le escapaba hubiesen decidido meterse todos dentro de la bodega del Bailarín a pasar el tiempo. Investigar el barco podía ser una opción, pero se arriesgaban a una confrontación que no podía ganar. Y la verdad era que se moría por tomar al fin un café bien cargado y tirarse en una cama a reposar. Sin embargo, no podía irse con las manos vacías. Abrió uno de los bolsillos de cinturón del traje protector y sacó lo que parecía un botón de traje con un largo cable que llevaba hasta un interruptor pequeño.

- Necesito que me hagas un favor. Adelántate y yo te cubriré. Confirma que el barco está vacío, y si es el caso, súbete e inspecciónalo rápidamente. Si puedes leer el cuaderno de bitácora, mejor, pero evita dejar pruebas de que has estado presente. No te lleves nada y evita dejar cosas fuera de su sitio o de manera diferente a como las encontraste. De hecho, cuantas menos toques, mejor. Si descubren que están siendo vigilados, todo mi trabajo se irá al traste. Será una exploración rápida: entrar y salir. Encuentres algo interesante o no, en cuanto acabes volveremos sobre nuestros pasos y tomaremos la barca de vuelta. Aunque me temo que en esta ocasión no podré ayudarte a remar - respiró hondo y le tendió el objeto - Esto es una cámara oculta. Normalmente es para sacar fotos disimuladamente, en este caso no creo que haga falta que te la pongas por dentro de la ropa. Simplemente apunta con el botón y aprieta el interruptor y se hará la foto. Quiero ver el interior del barco y algunas páginas del cuaderno. Preferiblemente las últimas.

La espera fue lo más duro. ¿Y si la había enviado a su muerte? Tal vez sí había alguien dentro y la había eliminado. Para colmo, estaba lo bastante lejos como para quedar fuera del rango de su haki de observación. "Si la han pillado, soy el siguiente." Sacó la pistola, la cargó ayudándose con la boca y quitó el seguro. Tener el brazo inmovilizado y colgando era un estorbo, pero era lo que le tocaba por haber sido tan impaciente y torpe. Vigiló por encima de las rocas con el arma lista, pero nadie aparecía. Finalmente vio el casco de Nia en cubierta y suspiró ruidosamente por el alivio. No dejó de mirar hasta que hubo desandado el camino y llegado a su lado.

- ¿Todo bien? ¿Encontraste el cuaderno de bitácora?

Cogió con la boca la pistola y le tendió la mano para que le entregase la cámara, devolviéndola a su sitio.

- Perfecto. Esto ha sido un auténtico golpe de suerte. Ahora marchémonos antes de que la tormenta se reanude o de que vuelvan.

El camino de regreso al bote no fue tan accidentado como el de ida, pero tuvieron que hacer frente a varias rachas de viento cargadas de vidrio. Los trajes fueron duramente puestos a prueba, y aunque probablemente necesitarían pasar por reparaciones a la vuelta, cumplieron su función a la perfección y les mantuvieron a salvo. Al llegar al bote, Hachiro se dejó caer jadeando en su asiento, doblado por el dolor y mareado por la falta de cafeína. El hormigueo se había vuelto insoportable, le recorría todo el cuerpo y sentía escalofríos y sudoración. A pesar de que ya faltaba poco para poder saciarse y tomar una taza (o un barril) de café, empezó a impacientarse. O tal vez precisamente por eso.

- Retirémonos. Como te dije, tendrás que remar tú - durante medio minuto quedó en silencio, recobrando el aliento - Tu ayuda ha sido inestimable. Siento mucho cómo me he comportado cuando llegamos a la isla. Sin ti, tal vez no hubiese salido entero.

El pequeño bote subía y bajaba las olas, temblando bruscamente cuando terminaba de subir una y se iba hacia el frente. El oleaje era fuerte por culpa del viento, pero Nia parecía desempeñarse bien a los remos. Era una marine, al fin y al cabo, seguramente formaría parte de su entrenamiento básico. Aún así no pudo evitar sentir algo de miedo por la posibilidad de caerse, pero trató de mantenerlo bajo control.

Una vez recuperado el aliento comenzaría a resolver las dudas de Hachiro, aunque la cosa había sido bastante fácil no pude evitar tener cierto "temor" ¿A que me descubrieran? No, más bien a cagarla. No estaba precisamente desalojando una taberna de borrachos un jueves de botellón civil, esto era ya una liga mayor.

-Si señor- dije entregándole la cámara mientras cogía su pistola de su boca- Seguro estará más cómodo así si me permite. He procurado sacar todas las fotos posibles de ese cuaderno, y también he procurado sacar panorámicas del barco, sobre todo de la bodega. He visto que había bastantes barriles y mercancías que desconozco, pero en el camarote del capitán no había mucho más, a no ser que no vea algo en estas fotos que usted si.

Parecía que habíamos completado la misión, rápida y ¿Sencilla? Yo por poco me hago pis dentro del traje. Nunca me había "enfrentado" a revolucionarios...bueno, de hecho no lo he hecho directamente. Pero bueno, era hora de salir de esa isla. Así que seguí a Hachiro para desandar todo el maldito camino andado hasta llegar a nuestro bote.

-No hay problema señor- dije mientras subía al bote y le ofrecía una mano a mi jefe, ya que seguía manco- Remar es como ir a dar de comer a las palomas frente a lo que acabo de hacer en el velero- reí.

Así que una ve en nuestros respectivos asientos, comencé a bogar, rápida y decididamente antes de escuchar las palabras de Hachiro. ¿Una disculpa? No pude evitar mirarle con cierto agradecimiento, disimulado, pero agradecimiento.

-Señor no tiene que disculparse en absoluto. Estas cosas suceden, y afortunados hemos sido de salir bien los dos de esta misión, una mano creo que es hasta pasable ¿No cree?. Créame que yo le necesito más a usted que usted a mi- vamos, yo era un peón-Ahora si, prométame que va a la enfermería nada más llegar al barco.

Dicho esto continué remando, remando y remando, hasta que las velas del buque aliado se dibujaban en la lejanía. Estábamos en casa.