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Hace semanas el mundo está expectante por el destino que se cierne sobre él, amagando con impotencia un grito de auxilio que parece no llega nunca. Desde que la primera aguja selló el porvenir del West Blue todos los ojos contemplan desesperados la marcha de cientos de embarcaciones camino del norte, y tanto el Gobierno como la Armada Revolucionaria están dando bandazos a lo largo de todo el mar buscando enclaves estratégicos desde los que comandar sus ofensivas. La Marina se ha arremolinado en torno a una isla cercana al artefacto, un pequeño bastión rodeado ahora por más de cien navíos, mientras la Armada ha intentado tomar posición ventajosa alrededor de una gigantesca nave circular, tirada por cuatro reyes marinos, a apenas media milla de la gigantesca máquina. Sin embargo esto ha chocado directamente con los intereses tanto del Gobierno Mundial como de Viktor Elrik, y en una ofensiva que aún perdura sus fuerzas combinadas han logrado expulsar a la Revolución, que se bate en retirada mientras trata de detener el inexorable avance de la flota enemiga.
El señor del crimen ya no persigue a las fuerzas rebeldes, pero el Gobierno mantiene una persecución que en los últimos días ha tornado batalla campal: La revolución se ha anclado a una legua de la aguja, una distancia más que prudente en medio del mar, y sus buques han virado el rumbo para encarar los poderosos destructores que la Marina comanda. Poco a poco ha virado una lucha fría, pero el tronar de los cañones se escucha constantemente en medio del mar, de día y de noche, mientras una veintena de barcos-caracol se van acoplando para formar un pequeño islote donde Viktor Elrik va recibiendo a sus invitados, apenas a un kilómetro de la torre.
Las aguas están frías y la noche se va cerrando. Los últimos buques que una desesperada Revolución y una imparable Marina podían desaprovechar luchando por plaza fuerte continúan batallando por una milla más de mar mientras el resto permanecen custodiadas por el grueso de los ejércitos, esperando una señal que parece no llegar nunca. En cualquier momento el segundo jinete podría activarse, y la tensión crece minuto a minuto entre todos los que van viendo, cada vez con más certeza, cómo se abocan a una muerte segura. Y es que no es para menos, porque a nadie ha pasado desapercibida la gigantesca estructura que tienen delante: Encerrada entre seis grandes anillos y sobre una base que se precipita sobre el mar, tan grande como una isla, la gigantesca aguja negra parte los cielos. Ni siquiera en la oscuridad pasa desapercibida su malvada naturaleza, el ominoso poder que desprende ni la apocalíptica solemnidad con la que se mantiene erguida, levemente inclinada en dirección al centro del mundo.
Ha aparecido ya en las peores pesadillas de los pocos que han logrado conciliar el sueño, envuelto en una nube de brillo rojizo y un arsenal que muchos reconocen ya como sideriano. Además se despliegn en su base una serie gigantescos cañones que, tal ha demostrado, impide cualquier acercamiento desde el aire. Esto no sería un problema de no ser porque existe un denso cordón marítimo alrededor del arma, que impide cualquier acercamiento a ella.
Quedan horas, si no minutos, para que otro mar perezca. Tan solo queda rezar y luchar para salvar el mundo tal como lo conocemos… O para sacar tajada de su destrucción. En esta moneda hay dos caras, lo único que queda esperar es que elijáis el lado correcto.
Desde la activación de la primera aguja todo han sido malas noticias: El grueso de la Marina convocado así como la élite del Cipher Pol, dejando huérfanas de protección las islas más susceptibles del Paraíso y los demás mares cardinales; La Revolución también en marcha, presumiblemente para dar apoyo a los infames criminales que están poniendo en marcha el maldito dispositivo del juicio final y, para más colmo, Viktor Elrick vuelve a hacer de las suyas. Todos -o casi todos- en el lugar han visto imposible dormir durante los últimos días, yendo de acá para allá e inmersos en un combate tras otro, sin saber muy bien cómo ni cuándo acercarse al artefacto, pero de pronto un día un rumor empieza a correr como la pólvora. Lo susurran los reclutas, y en los círculos más elevados de la Marina se llega a escuchar que el Cipher Pol ha dado con la entrada principal del complejo, una puerta por la que, según se dice, podría coger hasta un buque de guerra. Con esa información, el Almirante de la flota Hyoshi ha mandado reunir a todas las tropas de la isla, así como a los pocos agentes que no se encuentran en estos momentos de misión.
– ¡Vivimos momentos duros para la Justicia! –Su voz profunda y gesto solemne contrastan con las marcadas ojeras que luce su aguerrido rostro– Como sabéis, el West Blue sufre ahora por nuestra negligencia. Esas aberrantes torres que rompen nuestro cielo han crecido del odio, y el odio es lo que ahora está a punto de destruirnos. Durante años hemos luchado contra la Revolución a sangre y fuego, pagando el precio que hiciese falta para arrebatar un cuarto de tierra… Y ellos han aprendido de nosotros. La orden de ejecución que pesa sobre cada revolucionario es ahora una obligación, pero responsabilidad de hasta el último de nosotros. Quiero que, si empuñáis un arma para matar, sintáis cada muerte con el pesar que merece un hermano perdido, pues todos ellos buscan, de un modo u otro, su propia justicia. ¿Y por qué os digo esto? Agentes de inteligencia del Cipher Pol, en una estrategia conjunta de las ocho agencias, han descubierto un gigantesco portón que nos permitirá introducir un gran contingente a través de él. Sin embargo, para poder entrar una gran parte deberá mantenerse fuera y luchar… Y, dios no lo quiera, morir. –Las últimas palabras huyen de su boca en un hilillo de voz, apenas perceptible, mientras cierra los ojos– Sin embargo, quienes entren en la aguja podrían no volver a salir y esperarles un destino tanto o más funesto que a sus compañeros. Por ello, y sin que sirva de precedente, me gustaría saber si alguien desea presentarse voluntario para esta tarea.
La mayoría de los presentes murmuran entre ellos. Desde cadetes hasta vicealmirantes, desde iniciados a agentes especiales, todos cuchichean mientras tratan de decidirse por ir o no ir. Alguna gente grita, otros contienen las ganas de huir y unos pocos alzan las manos. Son los menos.
– Y aquellos que deseen huir esta noche, recordad que no traicionáis solo al Gobierno Mundial, sino a todas las buenas gentes que necesitan vuestra ayuda…
En la nave central de la Revolución reina el silencio, solo interrumpido por los constantes cañonazos que cortan el aire. A lo lejos pueden observarse los barcos incendiándose, la explosión de la pólvora y una batalla que ya se ha cobrado la vida de cientos de revolucionarios, a punto de saldarse con unas cuantas vidas más. David Brownie ha paseado por todas partes, visitado a cada escuadra y hablado brevemente con cada comandante para decidir un plan de acción que permita a la Revolución frenar la espiral de locura que Krauser ha provocado. Solo la llegada de algunos piratas aliados ha logrado retrasar el avance de la Marina, y el comandante del West Blue se ha parado a hablar brevemente con todos ellos también.
Tras unas horas al borde de la oscuridad, esperando a que la batalla termine y los destructores del Gobierno se ciernan sobre ellos, por fin todas las puertas de cada barracón y dormitorio se abren, al igual que las salas y gimnasios, para dar paso a una serie de personas que entran, portando un Den den mushi de color rosado, con un rayo recorriéndole el cuerpo y peluca rubia. Este termina por hablar:
– Camaradas, nuestros espías han dado con una entrada particularmente bien camuflada en medio del propio artefacto. –Suena imponente, tiene una voz colosal– Es ahora cuando todos debemos unirnos a la ofensiva final para acabar con Krauser, deshabilitar el jinete y conseguir que nuestra causa logre sobrevivir un día más. No podemos consentir que en nuestro nombre se acabe con las vidas de medio mundo, y con la dureza que merece castigaremos a nuestro antiguo compañero. Y no dejéis que vuestra fe decaiga.
Tras ese comunicado cae a los pies de cada puerta una nota, en la que se detallan los pormenores del asalto. Según explica, la Revolución posee una flotilla de siete submarinos con los que introducirse en la aguja desde el mar, emergiendo bajo ella y obteniendo una ventaja práctica que permitirá acercarse a la ubicación de Krauser. Del mismo modo, hay un mapa bastante acertado de los cuatro pisos que componen la base adjunto al resto del dossier. Se solicitan voluntarios en la parte final, ya que entrar ahí significa probablemente no regresar con vida.
Viktor Elrik sonríe mientras, uno a uno, van llegando todos sus invitados: Desde mercenarios de poca monta a señores del crimen con una larga cohorte detrás se reúnen en el interior de la carpa principal, donde la cerveza y el licor corren a raudales. Hasta el momento nadie sabe de qué pie cojea el criminal más talentoso conocido, pero todos en el lugar permanecen a la espera disfrutando de la buena comida y bebida que provee el autoproclamado “rey del Bajo Mundo”. Entre mercenarios y piratas la lista de delincuentes crece en la, cada vez más, bulliciosa carpa.
La mayoría de los que han llegado no llevan mucho tiempo, pero Viktor dispuso instalaciones para hacer las veces de habitación, del mismo modo que varios puestos a los que, de forma habitual, tanto Marines como el cinturón de defensa se han acercado para obtener víveres, tabaco y algunas piezas de contrabando. Pero sobre todo, los que lleven más de un par de días podrán haberse fijado en que a Elrik no le gusta demasiado estar al margen de una construcción tan peligrosa. Algo así podría destruir el mundo, y él no estaría sacando tajada. Es fácil verlo, y cada vez que la contempla suelta una leve maldición antes de continuar su negocio, hasta que en el reloj marcan por fin las 22:15.
– Mis queridos invitados de dudosa honra –dice, con cierto retintín en la voz, y una parsimonia propia del vodevil en sus gestos–. Todos sabéis quién soy, y quien no debería plantearse qué hace aquí. Como bien sabéis dirijo un equipo especial, capaz de cualquier cosa… Por lo que, cuando veo una hazaña como esta no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué no me lo pidieron a mí? Veréis, soy un hombre de negocios, y como tal me gusta decir que soy razonable, estoy dispuesto a hablar y esas cosas… Pero este engendro, así como sus hermanos, amenaza mi modo de vida. Solo soy un honrado empresario, como podéis comprender, por lo que no me queda más remedio que pasar a la acción. ¿Han oído ustedes lo que representa una oferta pública de adquisición? Básicamente una empresa, yo, quiere hacerse con los activos de otra, esa cosa. Quien consiga los planos recibirá quinientos millones de berries. Quien me traiga la cabeza del responsable, dos mil. Y si alguien está temeroso de morir ahí dentro, los barcos que rodean la aguja son de mi propiedad. Si así lo desean pueden defenderlos para evitar el paso del Gobierno. Y pagaré diez millones por cabeza marine cortada, más un bono por altos rangos que ya negociaremos más adelante. –Se sienta en una silla, cruzando las manos–. ¿Y bien, quién desea ayudarme?
- Se moderará cada tres días.
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- Para evitar problemas con los barcos a lo largo del evento, la nave de Sons of anarchy ha sido destruida previamente al capítulo.
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Erik Carter
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No hay peor maldición que la de vivir una vida aburrida y sin interés, los verdaderos héroes, los que dejan una huella perpetua en la historia y las estrellas, viven los momentos y eventos mas turbulentos del mundo y los atraviesan con decisión, haciendo valer su determinación contra cualquier obstáculo. Una persona normal puede llegar a creer que ser desplegado frente a un armatoste de alta tecnología capaz de abrir en dos el mar en tu primera semana, rodeado por impenetrables defensas y compitiendo con la Armada Revolucionaria, es un despropósito o, como mínimo, una exageración para los que ven el mundo de esta manera. Erik no entra en ninguno de esos dos tipos.
El Almirante de Flota habla con fuerza y pasión, una pasión que, pese al ominoso futuro que anuncian, penetran en los corazones de todos los agentes del gobierno allí reunidos y penetra, con más fuerza si cabe, en el ingenuo, temerario y estúpido recluta en que se ha convertido Erik.
El almirante cesa su discurso y el propio universo se congela unos instantes que se hacen eternos, mientras todo el mundo asimila sus palabras y sopesa sus opciones. Pero la hiena no tiene nada que sopesar ni considerar. Aunque no comulga por completo con la Justicia del Gobierno, se unió a la Marina para defender a la gente (y poder pagarse la comida) y su máximo dirigente le brinda la oportunidad de adelantarse y salvar no solo el mundo, sino su propio hogar, el North Blue.
Dos segundos y su brazo se alza, no sabría decir si el primero o el segundo, pero sin un atisbo de duda. Es pequeño, joven, débil e insignificante, a ojos de los altos cargos no es nadie, solo otro niño que pretende ser un héroe. No pueden estar más acertados. Pero este niño no dará un discurso, una arenga motivadora demostrando su determinación. Las palabras se las lleva el viento, y su mano, alzada con presteza y decisión, grita con más fuerza que cualquier cosa que hubiera podido decir.
El Almirante de Flota habla con fuerza y pasión, una pasión que, pese al ominoso futuro que anuncian, penetran en los corazones de todos los agentes del gobierno allí reunidos y penetra, con más fuerza si cabe, en el ingenuo, temerario y estúpido recluta en que se ha convertido Erik.
El almirante cesa su discurso y el propio universo se congela unos instantes que se hacen eternos, mientras todo el mundo asimila sus palabras y sopesa sus opciones. Pero la hiena no tiene nada que sopesar ni considerar. Aunque no comulga por completo con la Justicia del Gobierno, se unió a la Marina para defender a la gente (y poder pagarse la comida) y su máximo dirigente le brinda la oportunidad de adelantarse y salvar no solo el mundo, sino su propio hogar, el North Blue.
Dos segundos y su brazo se alza, no sabría decir si el primero o el segundo, pero sin un atisbo de duda. Es pequeño, joven, débil e insignificante, a ojos de los altos cargos no es nadie, solo otro niño que pretende ser un héroe. No pueden estar más acertados. Pero este niño no dará un discurso, una arenga motivadora demostrando su determinación. Las palabras se las lleva el viento, y su mano, alzada con presteza y decisión, grita con más fuerza que cualquier cosa que hubiera podido decir.
- Resumen:
- Levanto la mano para ofrecerme voluntario a entrar.
Lykanrock94
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Viktor Elrik, el autoproclamado "rey del Bajo mundo" y hombre de negocios, había reunido a todos los criminales y mercenarios en sus instalaciones. Los agasajaba con comida y bebida mientras él, daba su discurso. Parece que quería gente válida y sin miedo para uno de sus "business". Todos los invitados allí presentes escuchaban con parsimonia las palabras del empresario. Entre los que allí se encontraban, al fondo entre la multitud de ellos se encontraba un Mink de pelaje amarillo. Fue el primero que alzó su brazo para responder al empresario.
Su alzado brazo daba a entender que el peludo ser amarillo estaba dispuesto a ayudarlo. Quería ver de primera mano, bueno no, de primera garra, los enemigos con los que se encontraría.
Había pasado tiempo desde la última misión que hizo y tuvo que abandonarla por no ser demasiado fuerte. En ella, fue cuando le declaró la guerra a la Marina y por ende le pusieron la recompensa por su cabeza de 30.000.000 de berries.
La cara del Mink lo decía todo, no hacía falta que dijese nada para ver el entusiasmo del que gozaba. Iba con decisión y determinación a terminar con cualquier Marine que se interpusiese en su camino. Los demás criminales le daban igual, no eran sus amigos y, mientras no se entrometieran en su objetivo, no los veía como una amenaza.
Su alzado brazo daba a entender que el peludo ser amarillo estaba dispuesto a ayudarlo. Quería ver de primera mano, bueno no, de primera garra, los enemigos con los que se encontraría.
Había pasado tiempo desde la última misión que hizo y tuvo que abandonarla por no ser demasiado fuerte. En ella, fue cuando le declaró la guerra a la Marina y por ende le pusieron la recompensa por su cabeza de 30.000.000 de berries.
La cara del Mink lo decía todo, no hacía falta que dijese nada para ver el entusiasmo del que gozaba. Iba con decisión y determinación a terminar con cualquier Marine que se interpusiese en su camino. Los demás criminales le daban igual, no eran sus amigos y, mientras no se entrometieran en su objetivo, no los veía como una amenaza.
Luka Rooney
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El gyojin aún no tenía demasiado claro a dónde iban, pero no le importaba mucho. Estaba centrado en explicarle las reglas del estúpido juego a Bak, su hermano de sangre. En la cubierta del barco de los Arashi todo era diversión, risas y vaciles. Pero eso cambiaba en las zonas internas, donde el tiburón, por alguna razón, se irritaba con mucha facilidad.
- Te estoy diciendo que no se juega así, coño.
- Que sí, Luka, que yo jugaba así en casa.
- A ver… Que cuando tu ficha llega a la de un rival, no te la tienes que comer literalmente. Se dice que la comes porque la mandas a su casa.
- Pero es que la roja sabe a fresa…
- ¿Pero cómo coño va a saber a fresa? Si la ficha está hecha de plástico. Además, no te has comido una fresa en tu puta vida…
- Bah, me da igual. Ya me aburre este juego.
- A tomar por culo el juego, el cartón, las fichas y tu puta madre, Bak. Me piro.
Un día más fracasando en un intento que rozaba lo desesperado por mantener la compostura en situaciones que requerían paciencia. Y es que la paciencia y el tiburón no se llevaban demasiado bien. Es más, ni se llevaban.
Una vez fuera, el habitante del mar estiró ambos brazos, ojeando al resto de la banda que por allí se encontraba. Se acercó a su capitán, que se encontraba cerca de Therax, y le tendió el brazo sobre el hombro. Aquello siempre le tranquilizaba, quizá era lo que necesitaba.
- Necesito matar a Bak. Si lo hago, ¿me echas? -comentó con una media sonrisa mientras suspiraba.
- Bueno, ahora en serio capi. La última vez que nos vimos en una de estas, con tanto personal marine, agentes gubernamentales y más piratas… Casi me cargo a un vicealmirante. Bueno, y casi muero también… ¿Qué nos toca hacer esta vez? -el gyojin observó el agua, excesivamente tranquila para la que se avecinaba, y volvió a mirar a su capitán-. Lleva el den den Luka contigo siempre, y pase lo que pase, deberíamos tener una comunicación fluida y saber la ubicación de cada uno de nosotros. Y te digo esto porque… me está llamando bastante el agua -comentó a la par que guiñaba un ojo, al más puro estilo Kenshin.
A lo lejos el pirata ojeó algo que le sonaba. Habían montado unas casetas, y aquello solo podía tener un nombre. El tipo de la máscara. Algo le decía que estaría en aquella ocasión también, el misterioso hombre no se perdía nada.
Cuando el gyojin bajó, lo hizo con una jarra de cerveza en la mano. Observó los alrededores y vió a más de un pirata medianamente famoso, pero prefirió mantenerse al margen de lo que aquello conllevaba. Y entonces, el nuevo show de Viktor no tardó en relucir. Aunque esta vez fue mucho más seco y directo, algo que el pirata agradeció especialmente.
Luka esperó pacientemente a que el rey del bajo mundo acabase su discurso, y pronto le preguntó algo a su rubito preferido.
- Supongo que el dinero se podrá canjear por otras cosas, ¿no? Este tío tiene contactos, igual podemos conseguir buena mierda con el dinero.
La verdad es que todo era muy complejo para la mente del gyojin. No entendía muy bien de qué iba todo aquél asunto, pero lo que sí tenía claro era que tendría que emplear la fuerza para abrirse paso, y a su vez, para que de una vez por todas el mundo viese a un gyojin de verdad, un luchador. Alguien movido por algo que no sea el racismo, aunque bien visto, tampoco es que fuese un ejemplo.
Qué más da, lo principal era salir en la portada de todos los periódicos del día siguiente. Aunque Luka esperaba que no fuese por una mala noticia.
- Te estoy diciendo que no se juega así, coño.
- Que sí, Luka, que yo jugaba así en casa.
- A ver… Que cuando tu ficha llega a la de un rival, no te la tienes que comer literalmente. Se dice que la comes porque la mandas a su casa.
- Pero es que la roja sabe a fresa…
- ¿Pero cómo coño va a saber a fresa? Si la ficha está hecha de plástico. Además, no te has comido una fresa en tu puta vida…
- Bah, me da igual. Ya me aburre este juego.
- A tomar por culo el juego, el cartón, las fichas y tu puta madre, Bak. Me piro.
Un día más fracasando en un intento que rozaba lo desesperado por mantener la compostura en situaciones que requerían paciencia. Y es que la paciencia y el tiburón no se llevaban demasiado bien. Es más, ni se llevaban.
Una vez fuera, el habitante del mar estiró ambos brazos, ojeando al resto de la banda que por allí se encontraba. Se acercó a su capitán, que se encontraba cerca de Therax, y le tendió el brazo sobre el hombro. Aquello siempre le tranquilizaba, quizá era lo que necesitaba.
- Necesito matar a Bak. Si lo hago, ¿me echas? -comentó con una media sonrisa mientras suspiraba.
- Bueno, ahora en serio capi. La última vez que nos vimos en una de estas, con tanto personal marine, agentes gubernamentales y más piratas… Casi me cargo a un vicealmirante. Bueno, y casi muero también… ¿Qué nos toca hacer esta vez? -el gyojin observó el agua, excesivamente tranquila para la que se avecinaba, y volvió a mirar a su capitán-. Lleva el den den Luka contigo siempre, y pase lo que pase, deberíamos tener una comunicación fluida y saber la ubicación de cada uno de nosotros. Y te digo esto porque… me está llamando bastante el agua -comentó a la par que guiñaba un ojo, al más puro estilo Kenshin.
A lo lejos el pirata ojeó algo que le sonaba. Habían montado unas casetas, y aquello solo podía tener un nombre. El tipo de la máscara. Algo le decía que estaría en aquella ocasión también, el misterioso hombre no se perdía nada.
***
Cuando el gyojin bajó, lo hizo con una jarra de cerveza en la mano. Observó los alrededores y vió a más de un pirata medianamente famoso, pero prefirió mantenerse al margen de lo que aquello conllevaba. Y entonces, el nuevo show de Viktor no tardó en relucir. Aunque esta vez fue mucho más seco y directo, algo que el pirata agradeció especialmente.
Luka esperó pacientemente a que el rey del bajo mundo acabase su discurso, y pronto le preguntó algo a su rubito preferido.
- Supongo que el dinero se podrá canjear por otras cosas, ¿no? Este tío tiene contactos, igual podemos conseguir buena mierda con el dinero.
La verdad es que todo era muy complejo para la mente del gyojin. No entendía muy bien de qué iba todo aquél asunto, pero lo que sí tenía claro era que tendría que emplear la fuerza para abrirse paso, y a su vez, para que de una vez por todas el mundo viese a un gyojin de verdad, un luchador. Alguien movido por algo que no sea el racismo, aunque bien visto, tampoco es que fuese un ejemplo.
Qué más da, lo principal era salir en la portada de todos los periódicos del día siguiente. Aunque Luka esperaba que no fuese por una mala noticia.
- Resumen:
- Desquiciarse con la estupidez de Bak Alao.
- Llegar a la ubicación de Viktor.
- Hablar un poquillo con su banda y hacer rato.
- Desquiciarse con la estupidez de Bak Alao.
Osuka Sumisu
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Una gota de sudor frío le recorría la frente, pues la sensación de aquella torre infinita, le observaba como un dios que se había aburrido de su creación y decidió destruirlo todo en cualquier momento. A veces deseaba que fuera cosa de una divinidad todo aquello. Krauser no era ni por asomo una divinidad, pero no se le podía calificar de humano después de lo que había hecho. Tantas vidas, tiradas al mar, como si no importasen más que un grano de arena en el desierto. Su brazo ardía de furia, pues dado a la infraestructura apocalíptica estaba hecha de metal completamente, solo portaba piedra de un color carmesí en su brazo derecho.
- “¿Acaso las hicistes asi para que no pudiera detenerte de alguna manera?” -pensó, casi nostálgico, pues Redfield siempre era así, pero con sus enemigos.
¿Su antiguo segundo al mando era ahora eso? ¿Un enemigo? Las promesas que le hizo a él, al resto de la Quimera, todo parecía ser finalmente una mentira. Quiso mirar hacia el pasado, recordado los tiempos dorados de la división, donde eran una gran familia, pero como todo pasado, no era igual al ahora. Realmente echaba de menos a todos; a Shiro, Dranser, Galia, Ryuken, Valia… Que demonios, hasta no podia dejar de pensar en Ai, que tuvo la mala suerte o la fortuna de huir de todo aquello antes de… todo.
La flota de submarinos estaba lista, lo que faltaban eran voluntarios. Osu iba a ir de cabeza, pues en el fondo se sentía culpable de todo. Desde la lejanía notaba a la docena de soldados de piedra que había mantenido desde que habían embarcado, pues podrían ocupar un espacio mínimo y le ayudarían contra su antiguo oficial si decide usar contra él su Demon Kiri. En aquel caso, el tenía la ventaja. Osuka conocía su estilo de pelea y sus trucos, pero Krauser no había visto a su discípulo en los dos últimos años, de los cuales cambió muchas cosas en su vida.
Dirigió la mirada a Ed y Annie, casi como si fuera la última vez que lo viera, temeroso de perder lo último que quedaba de la división.
- ¿Sabéis que cuando entremos, no habrá marcha atrás, verdad? Quien quiera quedarse, estará libre de culpa. -miro a la tercera persona, Alistar-. He oído rumores sobre tus actos en Greenlyn, ¿pero te ves capaz?
- “¿Acaso las hicistes asi para que no pudiera detenerte de alguna manera?” -pensó, casi nostálgico, pues Redfield siempre era así, pero con sus enemigos.
¿Su antiguo segundo al mando era ahora eso? ¿Un enemigo? Las promesas que le hizo a él, al resto de la Quimera, todo parecía ser finalmente una mentira. Quiso mirar hacia el pasado, recordado los tiempos dorados de la división, donde eran una gran familia, pero como todo pasado, no era igual al ahora. Realmente echaba de menos a todos; a Shiro, Dranser, Galia, Ryuken, Valia… Que demonios, hasta no podia dejar de pensar en Ai, que tuvo la mala suerte o la fortuna de huir de todo aquello antes de… todo.
La flota de submarinos estaba lista, lo que faltaban eran voluntarios. Osu iba a ir de cabeza, pues en el fondo se sentía culpable de todo. Desde la lejanía notaba a la docena de soldados de piedra que había mantenido desde que habían embarcado, pues podrían ocupar un espacio mínimo y le ayudarían contra su antiguo oficial si decide usar contra él su Demon Kiri. En aquel caso, el tenía la ventaja. Osuka conocía su estilo de pelea y sus trucos, pero Krauser no había visto a su discípulo en los dos últimos años, de los cuales cambió muchas cosas en su vida.
Dirigió la mirada a Ed y Annie, casi como si fuera la última vez que lo viera, temeroso de perder lo último que quedaba de la división.
- ¿Sabéis que cuando entremos, no habrá marcha atrás, verdad? Quien quiera quedarse, estará libre de culpa. -miro a la tercera persona, Alistar-. He oído rumores sobre tus actos en Greenlyn, ¿pero te ves capaz?
- Resumen:
- Me dispongo a unirme a la flota de submarinos y les pregunto a mis colegas si me acompañan
El mayor defecto de Al empezaba a hacer mella en él. El sentido común no lo había detenido cuando trató de derrotar a Legan Legim en una batalla desigual, ni había impedido que diese un paso adelante para enfrentar a la horda pirata cuando esta trató de evitar su ejecución. Sin embargo, en aquel momento en que no era su vanidad sino el destino del mundo lo que estaba en juego, las piernas le temblaban. Tenía miedo de los horrores que podría encontrar allí adentro si encabezaba la marcha, tenía miedo de entrar para no volver a salir y, sobre todo, tenía miedo porque por primera vez fracasar no era una opción. ¿Qué habría sido del si la Marina hubiese fracasado cuando triunfó en Síderos o en Gray Rock? ¿Habría cambiado algo más, aparte de la torre Kiritsu, si no hubiese expulsado a Legan Legim de Dressrosa? Por primera vez Al Naion estaba a punto de confrontar la destrucción del mundo que conocía, y si fallaban... Millones de personas morirían por su culpa. Pero dar un paso atrás no era opción.
Mientras Hyoshi avanzaba en un motivador discurso cargado de la autocrítica más amarga, Al analizaba la situación. Habían comprobado que las defensas antiaéreas del lugar impedían a cualquiera acercarse mediante geppou o máquinas voladoras, por lo que solo a través de la entrada que el Cipher Pol había logrado identificar tras una campaña de espionaje con excesivas bajas se podía acceder. Podría congelar el mar creando raíles para evitar que, en origen al menos, los mercenarios que custodiaban las aguas tirasen a matar contra ellos, pero se trataba de una opción arriesgada: Significaría poner a cientos de Marines formando una hilera de blancos perfectos incapaces de maniobrar. Si congelaba todo el mar, no obstante, supondría un peligro terrible para cualquiera que lo pisase debido a las bajas temperaturas y lo resbaladizo de la superficie... ¿Qué podía hacer?
A medio discurso, sin embargo, rozó con la punta de sus dedos algo que le extrañó enormemente. Atada a su espada bastarda un largo pedazo de tela color granate, con cuadros negros. Creía haber perdido su bufanda favorita en Gray Rock, pero alguien la había recuperado. Lo extraño era que, sin embargo, nadie estaba cerca. Debía ser una señal.
No la desató, pero en silencio dio un paso adelante y alzó su espada. Brillaba con un fulgor plateado incluso en medio de la noche cerrada, y la cola de EL TRAJE ondeó como una bandera de coraje al tiempo que la voluntad del guerrero se liberaba a su alrededor, alentando a sus compañeros y, tal vez, solo tal vez, limpiando el miedo que en aquellos momentos empañaba sus corazones.
- Yo entraré -sentenció, envainando su arma antes de retirarse.
Mientras Hyoshi avanzaba en un motivador discurso cargado de la autocrítica más amarga, Al analizaba la situación. Habían comprobado que las defensas antiaéreas del lugar impedían a cualquiera acercarse mediante geppou o máquinas voladoras, por lo que solo a través de la entrada que el Cipher Pol había logrado identificar tras una campaña de espionaje con excesivas bajas se podía acceder. Podría congelar el mar creando raíles para evitar que, en origen al menos, los mercenarios que custodiaban las aguas tirasen a matar contra ellos, pero se trataba de una opción arriesgada: Significaría poner a cientos de Marines formando una hilera de blancos perfectos incapaces de maniobrar. Si congelaba todo el mar, no obstante, supondría un peligro terrible para cualquiera que lo pisase debido a las bajas temperaturas y lo resbaladizo de la superficie... ¿Qué podía hacer?
A medio discurso, sin embargo, rozó con la punta de sus dedos algo que le extrañó enormemente. Atada a su espada bastarda un largo pedazo de tela color granate, con cuadros negros. Creía haber perdido su bufanda favorita en Gray Rock, pero alguien la había recuperado. Lo extraño era que, sin embargo, nadie estaba cerca. Debía ser una señal.
No la desató, pero en silencio dio un paso adelante y alzó su espada. Brillaba con un fulgor plateado incluso en medio de la noche cerrada, y la cola de EL TRAJE ondeó como una bandera de coraje al tiempo que la voluntad del guerrero se liberaba a su alrededor, alentando a sus compañeros y, tal vez, solo tal vez, limpiando el miedo que en aquellos momentos empañaba sus corazones.
- Yo entraré -sentenció, envainando su arma antes de retirarse.
- Resumen:
- Pensar, ofrecerme a entrar y tratar de quitar el miedo a la pípol
- Voluntad del guerrero:
- Los caminos que Al ha tomado le han hecho desarrollar una forma especial de Haki del rey. Pasivamente puede utilizar esta forma de Haki para arengar a sus aliados, haciendo que contra efectos de miedo (y mismo otros Hakis del Rey) sean más resistentes (contarán como tres niveles más de Haki). Activamente puede liberar su Haki del rey a través de su espada, lanzando una onda cortante a 100 metros por segundo que aplica a todos los objetivos golpeados su Haki como si se fijase en ellos únicamente.
Los sucesos que sacudían al mundo llegaban de un rincón al otro en muy poco tiempo, pues el gentil arte de rumorear era algo que se llevaba haciendo desde la creación, y es bien sabido que el mensaje, al ir de boca en boca, o al ser propagado por algunos sectores en concreto, podían desvariar y darle la vuelta para parecer otra cosa. Una catástrofe se había cernido sobre el mar del oeste, y ahora estaba en peligro el mar del norte. Eso a Zane le daba un poco igual, él no era un héroe, ni un libertador por la paz, pero algo en su interior le decía que no podía permitir que la gente rompiera el statu quo del mundo, o sus planes futuros podrían irse al traste. Sobre todo, porque a sus oídos había llegado que el mafioso Viktor Elric estaba metido en el asunto, y si él estaba involucrado lo más mínimo, algo malo podía pasar.
—¡Queda poco para llegar, muchachos! —les avisó el pelirrojo, que había llevado su barco desde el nuevo mundo hasta el mar más septentrional de todos—. Mufasa, encárgate tú del timón. Solo has de ir en línea recta según mis cálculos náuticos.
—El mapa que le robaste al barco que se acercó a nosotros no tiene nada que ver, ¿verdad?
—Tomar prestado —le corrigió—. Se dice, tomar prestado.
El pelirrojo bajó la escalinata del catillo popa y se acercó a Therax.
—¿Has visto a Spanner? —le preguntó, y al poco tiempo vino Luka.
El gyojin estaba malhumorado, pero eso no era nuevo. Cada vez que se picaba con Bak acababa irritado, y, en ocasiones, era hasta gracioso. Las caras que ponía, sus expresiones, como se miraban de reojo. Parecía más una pareja de enamorados que de amigos; aunque eso jamás se lo diría a ninguno de ellos.
—Si quieres matarlo allá tú, pero luego no me vengas con que quieres otro amiguito en el barco con el que jugar —le continuó la broma—. Pues la verdad que no lo sé, tío. A mí que Viktor haya vuelto a aparecer ahora me huele a chamusquina, así que lo primero es ver que quiere y porque ha vuelto a citar a todo lo malo del mundo.
—A ti lo khe te paza eh khe te prometió ze yonko dezo y aun no ereh ná —le dijo Manué, con ese peculiar acento procedente del archipiélago andalusí—. A que hí, compare.
El pelirrojo le miró, y no le dijo nada.
No tardaron más de media hora en llegar a una improvisada con la unión de barcos-caracol. Como navegante y amante de la náutica había leído mucho sobre esas embarcaciones tan extrañas. Se trataban de unas obras de arte de la tecnología, que usaban caracoles gigantes, de gran resistencia a los esfuerzos, para acoplarles una plataforma, y un dispositivo de control sobre los animales. La combinación de varios de ellos podía crear desde islas pequeñas a grandes reinos. Era algo fantástico. Nada más acercarse a lo que debía ser un improvisado puerto, había un hombre que les ayudaba a estacionar el barco desde fuera, cuyo nudo de amarre podía ser tan bueno como el de Marc, o el suyo propio. Mandó a los peces y al resto de escuadrones quedarse en el barco, y si alguien intentaba entrar que los avisara ipso facto.
—Y como siempre, Bak, tú estás al mando. Así que hacedle caso.
Zane bajo del barco el primero, vestido con su traje de gala, procedente de las tierras de Wano. Estaba formado por un hakama de color blanco impoluto, algo menos holgado de lo que debería ser, pues está preparado para el combate. Siguiendo con el tren inferior, su calzado esta compuesto por unas sandalias cerradas de color negro, cuya tela se eleva hasta las pantorrillas, culminando en unas pequeñas rodilleras. Si subimos al torso, encontramos un haori interior de color morado, abierto hasta el abdomen dejando un depilado y hercúleo pecho al descubierto, sujeto a la cintura para que no se abra de más con una tela verdosa al abdomen, donde reposan sus armas. Y encima, hay un haori ceremonial de color celeste con detalles blancos, colores que expresan la buena suerte y la impureza. Y sobre su frente, un pañuelo verde a modo de bandana para sostener sus cabellos rojizos.
Se sentó en una de las primeras mesas grandes que vio, y le pidió al camarero lo mejor que tuviera. Cerveza, vino y whisky de Eriu Land para el tiquismiquis de Therax. Además, por cortesía de la casa, algunos manjares del mar del norte, como era el Bacalao norteño, huevos con chorizo de cabra y queso curado de Lyvneel. De vez en cuando miraba por si aparecía Dexter Black, no había sabido nada del okama al que envió para pedirle una espada. ¿Le habría dado de comer y se había quedado allí a vivir? Era probable, por comida ese maldito vendería hasta a su madre. Pero si no era así, y conseguía una espada nueva, eso que se llevaba el pelirrojo; o ese era su pensamiento. Al no verlo, continuó con los suyos.
—Comed y bebed hasta reventar, que esto lo paga nuestro amigo Viktor —comentó Zane, molestando después un poco a Nailah agarrándole por la nariz con los dedos índice y corazón—¡Ay, que naricilla más mona! —le dijo, para después llevarse a la boca un trozo de queso, y mirar a Marc—. El que tú produces está más bueno. Algún día deberíamos intentar comercializarlo. Quien sabe, quizás nos hagamos ricos —bromeó.
El pelirrojo observaba de vez en cuando a Viktor, que estaba allí. Y fue entonces cuando decidió hablar. Su discurso superó el que dio en Mock Town, aunque, como esperaba, implicaba derramamiento de sangre. Los planes que tenía Viktor para ellos eran una cosa, pero lo que a Zane se le había ocurrido era otra. Rápidamente hizo una seña a sus compañeros, y les susurró algo para que solo ellos lo escucharan.
—Ese es el plan, ¿qué os parece? —les preguntó, mientras clavaba su mirada en Spanner, pues su opinión era de las que más le importaba. Después de todo era el listillo de la banda.
—¡Queda poco para llegar, muchachos! —les avisó el pelirrojo, que había llevado su barco desde el nuevo mundo hasta el mar más septentrional de todos—. Mufasa, encárgate tú del timón. Solo has de ir en línea recta según mis cálculos náuticos.
—El mapa que le robaste al barco que se acercó a nosotros no tiene nada que ver, ¿verdad?
—Tomar prestado —le corrigió—. Se dice, tomar prestado.
El pelirrojo bajó la escalinata del catillo popa y se acercó a Therax.
—¿Has visto a Spanner? —le preguntó, y al poco tiempo vino Luka.
El gyojin estaba malhumorado, pero eso no era nuevo. Cada vez que se picaba con Bak acababa irritado, y, en ocasiones, era hasta gracioso. Las caras que ponía, sus expresiones, como se miraban de reojo. Parecía más una pareja de enamorados que de amigos; aunque eso jamás se lo diría a ninguno de ellos.
—Si quieres matarlo allá tú, pero luego no me vengas con que quieres otro amiguito en el barco con el que jugar —le continuó la broma—. Pues la verdad que no lo sé, tío. A mí que Viktor haya vuelto a aparecer ahora me huele a chamusquina, así que lo primero es ver que quiere y porque ha vuelto a citar a todo lo malo del mundo.
—A ti lo khe te paza eh khe te prometió ze yonko dezo y aun no ereh ná —le dijo Manué, con ese peculiar acento procedente del archipiélago andalusí—. A que hí, compare.
El pelirrojo le miró, y no le dijo nada.
No tardaron más de media hora en llegar a una improvisada con la unión de barcos-caracol. Como navegante y amante de la náutica había leído mucho sobre esas embarcaciones tan extrañas. Se trataban de unas obras de arte de la tecnología, que usaban caracoles gigantes, de gran resistencia a los esfuerzos, para acoplarles una plataforma, y un dispositivo de control sobre los animales. La combinación de varios de ellos podía crear desde islas pequeñas a grandes reinos. Era algo fantástico. Nada más acercarse a lo que debía ser un improvisado puerto, había un hombre que les ayudaba a estacionar el barco desde fuera, cuyo nudo de amarre podía ser tan bueno como el de Marc, o el suyo propio. Mandó a los peces y al resto de escuadrones quedarse en el barco, y si alguien intentaba entrar que los avisara ipso facto.
—Y como siempre, Bak, tú estás al mando. Así que hacedle caso.
Zane bajo del barco el primero, vestido con su traje de gala, procedente de las tierras de Wano. Estaba formado por un hakama de color blanco impoluto, algo menos holgado de lo que debería ser, pues está preparado para el combate. Siguiendo con el tren inferior, su calzado esta compuesto por unas sandalias cerradas de color negro, cuya tela se eleva hasta las pantorrillas, culminando en unas pequeñas rodilleras. Si subimos al torso, encontramos un haori interior de color morado, abierto hasta el abdomen dejando un depilado y hercúleo pecho al descubierto, sujeto a la cintura para que no se abra de más con una tela verdosa al abdomen, donde reposan sus armas. Y encima, hay un haori ceremonial de color celeste con detalles blancos, colores que expresan la buena suerte y la impureza. Y sobre su frente, un pañuelo verde a modo de bandana para sostener sus cabellos rojizos.
Se sentó en una de las primeras mesas grandes que vio, y le pidió al camarero lo mejor que tuviera. Cerveza, vino y whisky de Eriu Land para el tiquismiquis de Therax. Además, por cortesía de la casa, algunos manjares del mar del norte, como era el Bacalao norteño, huevos con chorizo de cabra y queso curado de Lyvneel. De vez en cuando miraba por si aparecía Dexter Black, no había sabido nada del okama al que envió para pedirle una espada. ¿Le habría dado de comer y se había quedado allí a vivir? Era probable, por comida ese maldito vendería hasta a su madre. Pero si no era así, y conseguía una espada nueva, eso que se llevaba el pelirrojo; o ese era su pensamiento. Al no verlo, continuó con los suyos.
—Comed y bebed hasta reventar, que esto lo paga nuestro amigo Viktor —comentó Zane, molestando después un poco a Nailah agarrándole por la nariz con los dedos índice y corazón—¡Ay, que naricilla más mona! —le dijo, para después llevarse a la boca un trozo de queso, y mirar a Marc—. El que tú produces está más bueno. Algún día deberíamos intentar comercializarlo. Quien sabe, quizás nos hagamos ricos —bromeó.
El pelirrojo observaba de vez en cuando a Viktor, que estaba allí. Y fue entonces cuando decidió hablar. Su discurso superó el que dio en Mock Town, aunque, como esperaba, implicaba derramamiento de sangre. Los planes que tenía Viktor para ellos eran una cosa, pero lo que a Zane se le había ocurrido era otra. Rápidamente hizo una seña a sus compañeros, y les susurró algo para que solo ellos lo escucharan.
—Ese es el plan, ¿qué os parece? —les preguntó, mientras clavaba su mirada en Spanner, pues su opinión era de las que más le importaba. Después de todo era el listillo de la banda.
- Resumen:
- Llegar al sitio y hablar con la banda.
- Bromear con su gente, mientras echaba de la mirada arriba alguna vez por si veía a Dexter.
- Escuchar a Viktor y susurrarle algo a su banda
- Llegar al sitio y hablar con la banda.
Giotto Leblanc
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La incertidumbre total se abalanzaba sobre todos los pueblos que eran aliados del gobierno mundial, haciendo que muchos temieran por su vida. Muchas islas habían empezado a desplazarse a otros blues, pero ¿eso serviría realmente de algo? Había que acabar con la amenaza que había nacido frente a sus narices, fuera como fuera. Aquella era la primera vez que Giotto se encontraba en una empresa de tales magnitudes, rodeado de leyendas de la marina y los mejores agentes de todas las agencias. No había que usar el mantra para saber que la gente tenía miedo, pues sus ojos manifestaban un terror que jamás había visto.
El almirante de la flota dio un discurso motivacional, intentando que cada aliado del gobierno sacara lo mejor de sí mismo, pero con pequeñas dosis de mesura, por si todo salía mal. Al terminar, algunos bramaban como piratas, posiblemente porque quisieran expulsar todo el congojo que tenían dentro. Giotto, por su parte, hizo brotar una llama sobre su frente.
—Estoy listo, ¿y vosotros? —le dijo al resto de su agencia, sin mirarlos fijamente, pues su mirada, con el entrecejo fruncido, tan solo podía mirar al almirante de la flota. Gallardo como ningún otro, el almirante Koneko desenfundó su espada y se ofreció a entrar el primero. Al hacerlo, el rubio sintió algo en su interior, como un calor que le reconfortaba, e hizo desaparecer su llama por voluntad propia—. Dretch, Taylor y tú, novato —le dijo a Shintaro, cuya actitud no le solía gustar—. Nosotros no somos mucho de planear cosas, sino de ir sobre la marcha. Pero si el jefe me lo permite, como segundo eslabón más fuerte, en lo que a rango se refiere, de nosotros cuatro tengo una orden quedaros… ¡No muráis!
Dicho aquello, envió fuego a sus guanti di fiamma para ir cargándolos por si algo malo sucedía.
Tras eso, esperaría a algún superior de alto rango les diera una orden.
El almirante de la flota dio un discurso motivacional, intentando que cada aliado del gobierno sacara lo mejor de sí mismo, pero con pequeñas dosis de mesura, por si todo salía mal. Al terminar, algunos bramaban como piratas, posiblemente porque quisieran expulsar todo el congojo que tenían dentro. Giotto, por su parte, hizo brotar una llama sobre su frente.
—Estoy listo, ¿y vosotros? —le dijo al resto de su agencia, sin mirarlos fijamente, pues su mirada, con el entrecejo fruncido, tan solo podía mirar al almirante de la flota. Gallardo como ningún otro, el almirante Koneko desenfundó su espada y se ofreció a entrar el primero. Al hacerlo, el rubio sintió algo en su interior, como un calor que le reconfortaba, e hizo desaparecer su llama por voluntad propia—. Dretch, Taylor y tú, novato —le dijo a Shintaro, cuya actitud no le solía gustar—. Nosotros no somos mucho de planear cosas, sino de ir sobre la marcha. Pero si el jefe me lo permite, como segundo eslabón más fuerte, en lo que a rango se refiere, de nosotros cuatro tengo una orden quedaros… ¡No muráis!
Dicho aquello, envió fuego a sus guanti di fiamma para ir cargándolos por si algo malo sucedía.
Tras eso, esperaría a algún superior de alto rango les diera una orden.
- Resumen:
- Escuchar al almirante + motivar a sus compañeros de la KArasu tengu + cargar sus guantes: Turno 1.
Galhard
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Los hados no podían ser más adversos, Galhard recordaba su odisea por el mar hasta la delegación de la marina más alejada de su isla de origen, esa aventura no le había dado tregua y apenas le habían dejado descansar adecuadamente, lo cual era un problema.
Cuando llegó a cuartel se preguntaba el porqué todos tenían tanto pánico y porqué había sido aceptado sin ninguna pega y pregunta de quien era o donde venía. Tras ser destacado nada más llegar al cuartel en un monstruoso despliegue militar del gobierno y poder comprobar la magnitud de los eventos, Galhard al fin pudo comprender. Jamás imaginó que se vería tan pronto en presencia del Almirante de la flota y que sería en unas condiciones tan criticas. Las palabras llenas de amargura de su superior rebotaban en la cabeza del recluta. Ya no se trataba de pelear por un mundo mejor, no se trataba para nada de algo para lo que él se hubiese podido preparar, se trataba de pelear para que pudiese existir un mañana para toda la gente que habitaba su mar, se trataba de pelear o morir por su gente. Esa idea escapaba de la visión de él y aunque no estuviese preparado, ni pudiese comprender plenamente lo que ocurría. Galhard no estaba dispuesto a dar ni un solo paso atrás, es más, su osadía vencía a su cansancio y pereza, impulsándole a dar un paso al frente.
En el momento en el que iba a alzar la mano pudo ver como otro de sus superiores, un almirante ni más ni menos, se ofrecía voluntario para entrar. Eso disparó la euforia de Galhard. Si tenía que pelear contra la muerte en ese lugar podía estar orgulloso de compartir campo de batalla con un héroe de la armada.
Galhard respiró hondo y alzó la mano y con la mayor de sus fuerzas gritó, sabía plenamente que era un pez insignificante en un mar de titanes, sabía que no era alguien de fuerza legendaria y que en el más probable de los casos sería carne de cañón, pero era ahora o nunca.
-Yo también iré, el North Blue es mi hogar. ¡Si alguien desea hacerle algo a el mar que me vio nacer tendrá que hacerlo por encima de mi cadáver!.
Sus mismas palabras resonaban como si otra persona las hubiese dicho, tenía un mal presentimiento pero estaba dispuesto a pelear contra el destino.
Cuando llegó a cuartel se preguntaba el porqué todos tenían tanto pánico y porqué había sido aceptado sin ninguna pega y pregunta de quien era o donde venía. Tras ser destacado nada más llegar al cuartel en un monstruoso despliegue militar del gobierno y poder comprobar la magnitud de los eventos, Galhard al fin pudo comprender. Jamás imaginó que se vería tan pronto en presencia del Almirante de la flota y que sería en unas condiciones tan criticas. Las palabras llenas de amargura de su superior rebotaban en la cabeza del recluta. Ya no se trataba de pelear por un mundo mejor, no se trataba para nada de algo para lo que él se hubiese podido preparar, se trataba de pelear para que pudiese existir un mañana para toda la gente que habitaba su mar, se trataba de pelear o morir por su gente. Esa idea escapaba de la visión de él y aunque no estuviese preparado, ni pudiese comprender plenamente lo que ocurría. Galhard no estaba dispuesto a dar ni un solo paso atrás, es más, su osadía vencía a su cansancio y pereza, impulsándole a dar un paso al frente.
En el momento en el que iba a alzar la mano pudo ver como otro de sus superiores, un almirante ni más ni menos, se ofrecía voluntario para entrar. Eso disparó la euforia de Galhard. Si tenía que pelear contra la muerte en ese lugar podía estar orgulloso de compartir campo de batalla con un héroe de la armada.
Galhard respiró hondo y alzó la mano y con la mayor de sus fuerzas gritó, sabía plenamente que era un pez insignificante en un mar de titanes, sabía que no era alguien de fuerza legendaria y que en el más probable de los casos sería carne de cañón, pero era ahora o nunca.
-Yo también iré, el North Blue es mi hogar. ¡Si alguien desea hacerle algo a el mar que me vio nacer tendrá que hacerlo por encima de mi cadáver!.
Sus mismas palabras resonaban como si otra persona las hubiese dicho, tenía un mal presentimiento pero estaba dispuesto a pelear contra el destino.
- Resumen:
- El recluta se apunta como voluntario para entrar
Hayden Ashworth
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Zuko cubría con la mano el mechero mientras intentaba encenderlo cerca de su rostro, para prender el cigarrillo que en sus labios colgaba. Había prometido a una joven recluta meses atrás que no volvería a fumar, sin embargo... Por algún motivo que no llegaba a comprender, había vuelto a ello. Y por otro motivo que no llegaba a comprender tampoco... se negaba a utilizar su propio fuego para encenderlo, utilizando aquel defectuoso mechero. Finalmente lo consiguió y dio la primera calada del humo.
Las palabras del almirante eran lejanas, aunque familiares. No era distinto a discursos que había escuchado antes, aunque aquello no quería decir que estaba de acuerdo. No era la primera guerra a la que asistía, sin embargo aquello no quitaba el miedo en él. Recordó con pesar todas las muertes de las que fue testigo y todas aquellas que intentó proteger en vano. Entonces, uno de los almirantes dio un paso al frente, alzando su arma. El dragón lo observó con cuidado y fue entonces cuando el miedo que había en él... desapareció. ¿Había sido el almirante? Bueno, no importa. Dio un paso al frente, alzando la mano derecha.
—Me ofrezco.
«No me decepcionéis ahora...» pensó mirando a todos los marines que allí se encontraban. Sabía que sus protegidos se encontraban en la escena.
Las palabras del almirante eran lejanas, aunque familiares. No era distinto a discursos que había escuchado antes, aunque aquello no quería decir que estaba de acuerdo. No era la primera guerra a la que asistía, sin embargo aquello no quitaba el miedo en él. Recordó con pesar todas las muertes de las que fue testigo y todas aquellas que intentó proteger en vano. Entonces, uno de los almirantes dio un paso al frente, alzando su arma. El dragón lo observó con cuidado y fue entonces cuando el miedo que había en él... desapareció. ¿Había sido el almirante? Bueno, no importa. Dio un paso al frente, alzando la mano derecha.
—Me ofrezco.
«No me decepcionéis ahora...» pensó mirando a todos los marines que allí se encontraban. Sabía que sus protegidos se encontraban en la escena.
- Resumen:
-Volver a fumar
-Notar lo que hizo Al, aunque sin estar seguro de que fue él
-Presentarme voluntario y esperar a ver que hacen mis subordinados
Eric Zor-El
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Otra absurda guerra en el mar azul. ¿Acaso estos salvajes no sabían mantener la paz ni un mísero año? Pues resultaba que no. Eric había tenido varios conflictos por su actitud, y le resultó extraño que aquellos que no querían que fueran a misiones le dijeran de forma tan directa que fuera a aquella empresa tan grande, alegando que su poder les podía resultar útil llegado a cierto momento. “No me defraudes”, le dijo el vicealmirante Ajax, el tipo más antipático que había con el que había tratado.
El discurso del nuevo almirante de la flota fue motivacional para muchos, pero para el salvaje resultó insulso, sin ningún sacrificio a los dioses ni nada. En fin, el sostenía su pipa, tres cuartas partes de tabaco y una cuarta parte de hierba de skypiea; la cual te daba un ligero bienestar. No muy lejos de allí estaba Dretch, pero esa vez no se acercó a saludarle, pues había muchos tipos raros a su alrededor, como un tipejo con el pelo verde y un rubio con cara de cretino.
Su comodoro y amigo Zuko se ofreció a entrar. ¿Estaba loco o tenía delirios de héroe? Fuera como fuere, segundos antes había sentido un aumento de su moral, hasta el punto que miró al frente al almirante de la flota y gritó.
—¡Si mi comodoro va, yo iré con él! —dijo—. El comandante Eric Zor-El, se ofrece a entrar con el primer escuadrón.
El discurso del nuevo almirante de la flota fue motivacional para muchos, pero para el salvaje resultó insulso, sin ningún sacrificio a los dioses ni nada. En fin, el sostenía su pipa, tres cuartas partes de tabaco y una cuarta parte de hierba de skypiea; la cual te daba un ligero bienestar. No muy lejos de allí estaba Dretch, pero esa vez no se acercó a saludarle, pues había muchos tipos raros a su alrededor, como un tipejo con el pelo verde y un rubio con cara de cretino.
Su comodoro y amigo Zuko se ofreció a entrar. ¿Estaba loco o tenía delirios de héroe? Fuera como fuere, segundos antes había sentido un aumento de su moral, hasta el punto que miró al frente al almirante de la flota y gritó.
—¡Si mi comodoro va, yo iré con él! —dijo—. El comandante Eric Zor-El, se ofrece a entrar con el primer escuadrón.
- Resumen:
- Narrar la osa y ofrecerse a entrar
Maki
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[Hola, queridos lectores, bienvenidos a la sección de comentarios del director. A lo largo de esta película podréis disfrutar de breves apuntes que nos desvelarán algunos de los secretos mejor guardados de los actores de OPD, las anécdotas del rodaje, los entresijos de la postproducción y algunos jugosos cotilleos fuera de cámara.]
El Oficial Makintosh había escuchado atentamente el discurso del caracol maquillado. Le recordaba un poco a Dimitri, su antiguo amigo con caparazón, aunque él no hablaba así. El caracol revolucionario tenía una voz vigorosa y potente como el eructo de un león. Daban ganas de escuchar lo que tenía que decir.
[Nota del director: Dimitri fue un Den Den Mushi que apareció en el tercer volumen de "Las Aventuras de Dimitri y Gorbachov", una novela gráfica bastante famosa en los setenta. Maki lo conoció al poco de salir de Hallstat.]
Mientras contemplaba el lustroso pelazo rubio del animalejo, Maki dejaba que las advertencias e instrucciones se filtraran lentamente en su cabeza. Fin del mundo, bien. Krauser, guay. Submarinos y jinetes, sin problema. Todo eso era fácil. El pan de cada día para Maki, que de nuevo se enfrentaba al enorme desafío de salvar el mundo. Podría hacerse cargo con los ojos vendados, estaba seguro. Casi había perdido gracia.
Con la conmoción recorriendo las filas de compañeros, se caló la boina roja que lo identificaba como oficial y abandonó la sala. No era necesario que se ofreciese voluntario. Era el maldito Oficial Makintosh. Se daba por sentado que sería el primero el apuntarse a aquel fregado. Junto a él caminaba Fruto Seco Ibar. El segundo al mando de los Centellas intentaba que no se le notase el temblor de las manos. Ni siquiera podía abrir su paquete de avellanas.
[Nota del director: Cada aparición de fruto Seco Ibar es con un fruto seco distinto. El personaje está inspirado en Amir Wal Harraja', un amigo cercano de Napoleón con una fuerte adicción por los cacahuetes garrapiñados.]
-¿Va a ir, oficial?
Maki le dedicó una mirada dura que venía a decir "¿Tú que crees, genio?", pero como llevaba gafas de sol, se perdió un poco su significado. Pensó en quitárselas, pero perdería parte de su fachada de tipo duro, y la necesitaba para guiar a sus subordinados adecuadamente. Los silencios tensos, las miradas de hierro y las órdenes dadas con voz inflexible solo servían si iban acompañadas de una imagen acorde. Todo ello conformaba la temible imagen del Oficial de Hierro.
Se preguntaba cuántos compañeros suyos accederían a ir a la misión. Era muy peligrosa, según decían, algo que echaría para atrás a muchos. Mejor; los débiles no tenían cabida en la primera línea de batalla. Ni los débiles, ni los cobardes ni los Centellas, que casualmente se habían puesto malos todos a la vez. Una lástima, porque habrían sido capaces de cambiar la balanza de la batalla.
El Oficial Makintosh se dirigía a los submarinos. El resto de altos cargos no le contaban muchas cosas, así que acababa de enterarse de que tenían submarinos. Para él eran vehículos totalmente innecesarios, pues podría adelantarse nadando él solo. No obstante, los hombres necesitaban saber que él los lideraba, que iba el primero a la batalla. Y así lo haría.
De la cintura colgaba su fiel cuerda. Tras la amarga traición de Rudy había decidido no encariñarse de nuevo con ningún objeto inanimado. Se desharía de la cuerda una vez cumpliese su función. ¿Y cuál era su función? Muy simple. Se ataría a la proa a uno de los submarinos y encabezaría la marcha sobre sus enemigos con una determinación implacable.
"Prepárate, Krauser. Allá voy", se dijo.
Ojalá supiera quien puñetas era ese tipo.
El Oficial Makintosh había escuchado atentamente el discurso del caracol maquillado. Le recordaba un poco a Dimitri, su antiguo amigo con caparazón, aunque él no hablaba así. El caracol revolucionario tenía una voz vigorosa y potente como el eructo de un león. Daban ganas de escuchar lo que tenía que decir.
[Nota del director: Dimitri fue un Den Den Mushi que apareció en el tercer volumen de "Las Aventuras de Dimitri y Gorbachov", una novela gráfica bastante famosa en los setenta. Maki lo conoció al poco de salir de Hallstat.]
Mientras contemplaba el lustroso pelazo rubio del animalejo, Maki dejaba que las advertencias e instrucciones se filtraran lentamente en su cabeza. Fin del mundo, bien. Krauser, guay. Submarinos y jinetes, sin problema. Todo eso era fácil. El pan de cada día para Maki, que de nuevo se enfrentaba al enorme desafío de salvar el mundo. Podría hacerse cargo con los ojos vendados, estaba seguro. Casi había perdido gracia.
Con la conmoción recorriendo las filas de compañeros, se caló la boina roja que lo identificaba como oficial y abandonó la sala. No era necesario que se ofreciese voluntario. Era el maldito Oficial Makintosh. Se daba por sentado que sería el primero el apuntarse a aquel fregado. Junto a él caminaba Fruto Seco Ibar. El segundo al mando de los Centellas intentaba que no se le notase el temblor de las manos. Ni siquiera podía abrir su paquete de avellanas.
[Nota del director: Cada aparición de fruto Seco Ibar es con un fruto seco distinto. El personaje está inspirado en Amir Wal Harraja', un amigo cercano de Napoleón con una fuerte adicción por los cacahuetes garrapiñados.]
-¿Va a ir, oficial?
Maki le dedicó una mirada dura que venía a decir "¿Tú que crees, genio?", pero como llevaba gafas de sol, se perdió un poco su significado. Pensó en quitárselas, pero perdería parte de su fachada de tipo duro, y la necesitaba para guiar a sus subordinados adecuadamente. Los silencios tensos, las miradas de hierro y las órdenes dadas con voz inflexible solo servían si iban acompañadas de una imagen acorde. Todo ello conformaba la temible imagen del Oficial de Hierro.
Se preguntaba cuántos compañeros suyos accederían a ir a la misión. Era muy peligrosa, según decían, algo que echaría para atrás a muchos. Mejor; los débiles no tenían cabida en la primera línea de batalla. Ni los débiles, ni los cobardes ni los Centellas, que casualmente se habían puesto malos todos a la vez. Una lástima, porque habrían sido capaces de cambiar la balanza de la batalla.
El Oficial Makintosh se dirigía a los submarinos. El resto de altos cargos no le contaban muchas cosas, así que acababa de enterarse de que tenían submarinos. Para él eran vehículos totalmente innecesarios, pues podría adelantarse nadando él solo. No obstante, los hombres necesitaban saber que él los lideraba, que iba el primero a la batalla. Y así lo haría.
De la cintura colgaba su fiel cuerda. Tras la amarga traición de Rudy había decidido no encariñarse de nuevo con ningún objeto inanimado. Se desharía de la cuerda una vez cumpliese su función. ¿Y cuál era su función? Muy simple. Se ataría a la proa a uno de los submarinos y encabezaría la marcha sobre sus enemigos con una determinación implacable.
"Prepárate, Krauser. Allá voy", se dijo.
Ojalá supiera quien puñetas era ese tipo.
- Resumen:
- Maki decide atarse a la proa de un submarino para encabezar el ataque literalmente.
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Raion se encontraba cómodamente sentado al fondo de la carpa, frente a una enorme mesa llena de viandas y alcohol. La verdad es que solo por aquello ya había merecido la pena acudir a la llamada del señor Elrik o al menos eso creía el mink, aún así él no estaba allí por la comida. Si no por el rumor de que una enorme batalla estaba apunto de desatarse en aquel lugar y si había un combate, él debía de estar allí. No le importaba el motivo, ni siquiera quiénes serían sus oponente, le bastaba con la garantía de que podría pelear hasta hartarse.
Así que como muchos de los asistentes, el león simplemente disfrutaba de la comida y de la bebida mientras aguardaba a que el momento en que su anfitrión decidiese dirigirse a ellos.
Finalmente, a las diez y cuarto de la noche, el señor del lugar comenzó su discurso. El león no entendió muy bien que era lo que se traía el señor Elrik con aquella siniestra edificación y la marina, pero la verdad es que tampoco le importaba. Lucharía igualmente. Lo que sí comprendió perfectamente era que sus motivos debía de tener pues las recompensas que ofrecía eran especialmente suculentas "Diez millones por un triste marine..." no pudo evitar esbozar un ligera sonrisa "Si que debe de odiarlos..." sin lugar a dudas había merecido la pena ir hasta allí, no solo tendría la oportunidad de combatir, si no que podría sacarse un buen pellizco "Solo espero que haya alguien que merezca la pena matar"
Ante la pregunta del anfitrión de la reunión, Raion simplemente alzó su jarra en señal de aceptación.
Así que como muchos de los asistentes, el león simplemente disfrutaba de la comida y de la bebida mientras aguardaba a que el momento en que su anfitrión decidiese dirigirse a ellos.
Finalmente, a las diez y cuarto de la noche, el señor del lugar comenzó su discurso. El león no entendió muy bien que era lo que se traía el señor Elrik con aquella siniestra edificación y la marina, pero la verdad es que tampoco le importaba. Lucharía igualmente. Lo que sí comprendió perfectamente era que sus motivos debía de tener pues las recompensas que ofrecía eran especialmente suculentas "Diez millones por un triste marine..." no pudo evitar esbozar un ligera sonrisa "Si que debe de odiarlos..." sin lugar a dudas había merecido la pena ir hasta allí, no solo tendría la oportunidad de combatir, si no que podría sacarse un buen pellizco "Solo espero que haya alguien que merezca la pena matar"
Ante la pregunta del anfitrión de la reunión, Raion simplemente alzó su jarra en señal de aceptación.
- Resumen:
- Raion come y bebe mientras escucha a Elrik dar su discurso, finalmente acepta la oferta alzando su jarra en silencio.
Zuzu
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Respiró hondo y se levantó de la cama escuchando el crujido de la madera tras liberar su peso. Agarró la chaqueta y se la puso mientras se acercó a la puerta. Antes de posar la mano sobre el pomo rechistó y se dio la vuelta con prisas buscando el zapato que le faltaba. Se encontraba encima de la silla. Había caído rendido del cansancio tras el viaje hasta el barco que tenía a todo el mundo con prisas.
Había escuchado los detalles en el Den Den Mushi y de hecho eso fue lo que le hizo despertar. Al abrir la puerta encontró la nota con los detalles de los planes de la Revolución. Sky añoraba los tiempos de paz pero, esos días tenían un aroma a muerte. Frunció el ceño con seriedad y los músculos de la mandíbula se marcaron al estar tenso. El joven espadachín pensaba luchar en primera fila. No era alguien poderoso, no era un guerrero que marcaría la diferencia en la guerra pero precisamente, alguien que ni siquiera había salido de las sombras podría ser un agente eficaz. Un anónimo capaz de llevar a cabo tareas importantes para la Revolución.
El pelinegro salió con paso rápido bajando las escaleras hasta lo más profundo del casco del barco. Se trataba de un mini puerto que había dentro y protegía la entrada a uno de los submarinos que la armada poseía. Nunca había estado en uno pero pensaba que estando en aquella línea de ataque podría ayudar mucho más que un usuario de fruta del diablo. Él podía nadar y estando en un submarino bajo el agua, siempre corría el riesgo de morir ahogado sin poder nadar.
Corrió en línea recta por el pasillo que desembocaba en la entrada del transporte bajo el agua. El ruido de los soldados ensordecía el ambiente y el comunicado que el Den Den Mushi repetía en bucle todo el rato. La atmósfera mantenía unos niveles altos de caos, desorden y angustia. Había mucha gente que no conocía el sabor de la sangre, la canción de la amargura y desesperación pero Sky no... él conocía perfectamente lo que era perder a seres queridos. Sus padres murieron a la edad de 10 años, dejándolo con nada más que la espada que colgaba de su hombro atada con dos cordeles blancos.
Saltó dentro del submarino y el ruido ensordeció de golpe. De la caótica superficie ahora reinaba la tranquilidad. Todavía no había llegado mucha gente y caminó con lentitud, observando cada detalle posible de la máquina. Siguió de frente rozando con los dedos las paredes. Estas tenían una composición sólida capaz de resistir altas presiones y seguramente bastante daño. Paró en seco al ver a alguien atarse a una cuerda por fuera. Sky se encontraba en la Proa del submarino. Este tenía las consolas de mando frente a las pequeñas ventanas redondas colocadas en la punta de la máquina. ¿Que locura verdad? pensó para sí mismo viendo al desconocido por fuera del submarino. El joven no sabía como reaccionar y lo único que hizo fue levantar la mano esperando que éste lo viera y sonriendo tímidamente dijo:
- ¡Hola! - la mano con la que sujetaba la espada sujetaba con fuerza el cordel y la sonrisa desapareció de golpe.
- Señor, ¿cree que podría ayudar en algo? Estoy dispuesto a lo que sea, incluso ofrecer mi vida por la seguridad del mundo y la victoria de la Revolución si es necesario - su voz a pesar de tener un tono serio, temblaba y no era del miedo. Hacía mucho que el miedo a morir había desaparecido. En cambio, se trataba de una emoción fuerte, la llamada de la aventura. Sky quería poder, quería proteger y no se trataba de algo físico. Se trataba de su honor. Se había prometido volverse fuerte y usar el poder de manera justa. Sky estaba poco a poco, labrándose un código de honor personal y estaba seguro que en aquel viaje, si no fuese el último... haría grandes progresos.
Había escuchado los detalles en el Den Den Mushi y de hecho eso fue lo que le hizo despertar. Al abrir la puerta encontró la nota con los detalles de los planes de la Revolución. Sky añoraba los tiempos de paz pero, esos días tenían un aroma a muerte. Frunció el ceño con seriedad y los músculos de la mandíbula se marcaron al estar tenso. El joven espadachín pensaba luchar en primera fila. No era alguien poderoso, no era un guerrero que marcaría la diferencia en la guerra pero precisamente, alguien que ni siquiera había salido de las sombras podría ser un agente eficaz. Un anónimo capaz de llevar a cabo tareas importantes para la Revolución.
El pelinegro salió con paso rápido bajando las escaleras hasta lo más profundo del casco del barco. Se trataba de un mini puerto que había dentro y protegía la entrada a uno de los submarinos que la armada poseía. Nunca había estado en uno pero pensaba que estando en aquella línea de ataque podría ayudar mucho más que un usuario de fruta del diablo. Él podía nadar y estando en un submarino bajo el agua, siempre corría el riesgo de morir ahogado sin poder nadar.
Corrió en línea recta por el pasillo que desembocaba en la entrada del transporte bajo el agua. El ruido de los soldados ensordecía el ambiente y el comunicado que el Den Den Mushi repetía en bucle todo el rato. La atmósfera mantenía unos niveles altos de caos, desorden y angustia. Había mucha gente que no conocía el sabor de la sangre, la canción de la amargura y desesperación pero Sky no... él conocía perfectamente lo que era perder a seres queridos. Sus padres murieron a la edad de 10 años, dejándolo con nada más que la espada que colgaba de su hombro atada con dos cordeles blancos.
Saltó dentro del submarino y el ruido ensordeció de golpe. De la caótica superficie ahora reinaba la tranquilidad. Todavía no había llegado mucha gente y caminó con lentitud, observando cada detalle posible de la máquina. Siguió de frente rozando con los dedos las paredes. Estas tenían una composición sólida capaz de resistir altas presiones y seguramente bastante daño. Paró en seco al ver a alguien atarse a una cuerda por fuera. Sky se encontraba en la Proa del submarino. Este tenía las consolas de mando frente a las pequeñas ventanas redondas colocadas en la punta de la máquina. ¿Que locura verdad? pensó para sí mismo viendo al desconocido por fuera del submarino. El joven no sabía como reaccionar y lo único que hizo fue levantar la mano esperando que éste lo viera y sonriendo tímidamente dijo:
- ¡Hola! - la mano con la que sujetaba la espada sujetaba con fuerza el cordel y la sonrisa desapareció de golpe.
- Señor, ¿cree que podría ayudar en algo? Estoy dispuesto a lo que sea, incluso ofrecer mi vida por la seguridad del mundo y la victoria de la Revolución si es necesario - su voz a pesar de tener un tono serio, temblaba y no era del miedo. Hacía mucho que el miedo a morir había desaparecido. En cambio, se trataba de una emoción fuerte, la llamada de la aventura. Sky quería poder, quería proteger y no se trataba de algo físico. Se trataba de su honor. Se había prometido volverse fuerte y usar el poder de manera justa. Sky estaba poco a poco, labrándose un código de honor personal y estaba seguro que en aquel viaje, si no fuese el último... haría grandes progresos.
- Resúmen:
- Narración de como llego hasta el submarino
- Encuentro con Maki en la Proa del submarino
- Preguntar si podría utilizarme de alguna manera en favor de la Revolución
- Narración de como llego hasta el submarino
Dretch
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Casi parecía que había sido ayer cuando un ingenuo Dretch, cegado por su ego, había llamado al despacho de Ledon Lochver, su superior en el CP1, solicitando un permiso especial para acudir a una misteriosa reunión en Marineford. El carácter terco e incorregible del norteño y su peculiar capacidad para alterar la realidad a su favor, le habían convertido en todo un quebradero de cabeza para la agencia desde hacía ya algunos meses. Aún podía recordar las palabras que habían salido de su boca para inclinar la balanza a su favor «Borra a Khikahan y elígeme a mí en su lugar. Ambos sabemos que, si me envías allí, de alguna u otra forma me perderás de vista para siempre». Aquella promesa fue suficiente para que a Ledon no le temblase el pulso y legitimase a Buerganor como uno de los activos que la agencia norteña cedería al CP7 para sus futuras operaciones en Gray Rock. Lo cierto era que, a pesar de la nitidez de su recuerdo, había pasado ya casi un año desde su marcha del North Blue y, pese que había jurado que jamás volvería a poner un pie en su mar natal como agente gubernamental, el destino no cejaba en su empeño por llevarle la contraria en todo aquello que se propusiese.
Llevaba días sin saber nada de ningún miembro de la Karasu, ni prácticamente de ninguna persona conocida. La organización era un caos y, dado que se trataba de una situación de excepción, hasta un marine de rango alto tenia autoridad para darle órdenes. Pese a que llevaba días participando en el absurdo toma y daca que marines y revolucionarios mantenían para disputarse las aguas colindantes a la aguja, había conseguido permiso para retirarse al cuartel general durante unas horas. Irónicamente, la habitual palidez y rostro ojeroso del agente, no lo hacían destacar entre los cansados y maltrechos marines del lugar. Sus pasos finalmente le llevaron hasta una avenida en la que, tanto soldados como agentes, comenzaban a masificarse en una sola dirección. Casi guiado como un rebaño, el agente acabó llegando a una amplia plaza. Y, aunque no sabía lo que estaba sucediendo a su alrededor, trató de encontrar allí algún rostro conocido. Pero, por desgracia él no era como Leblanc o Shintaro. Le habría gustado conocer los secretos de ese truco de magia barata que ambos empleaban para encontrar personas, pero tan solo disponía de su ojo sano para dar con sus compañeros. Aquella tarea habría sido como encontrar una aguja en un pajar, de no ser por el llamativo color de pelo de la última integrante de la división, Taylor. No tardó mucho en encontrar la que probablemente fuera la única cabellera de color rosa fucsia.
Tras unos minutos de intensos codazos y disculpas fingidas, el agente llegó hasta el lugar en el que se encontraban sus compañeros de división. Le habría gustado decirles que estaban hechos un asco. Sin embargo, apenas tuvo tiempo para decirles nada ya que, enseguida, las palabras de Hyoshi comenzaron a reverberar en el área. A pesar de que las noticias parecían esperanzadoras, eso no restaba relevancia al hecho de que, una vez más, las agencias habían decidido prescindir de sus servicios. En aquellos momentos, decenas de sensaciones e ideas se agolpaban en su mente y en su corazón. Todo lo que estaba ocurriendo en los últimos días le superaba y no había forma de evitar que, en mitad de aquel discurso, lo único que el agente pudiese sentir era un profundo sentimiento de rabia que quedaba oculto tras los pliegues de su bufanda. Había leído la prensa y sabía de buena tinta la suerte que había corrido el West Blue, por lo que en cuanto la palabra voluntarios salió de los labios del almirante de la flota, apenas hubo un atisbo de duda en su mente.
- A veces los problemas más complicados deben afrontarse con los remedios más simples – dijo mientras dejaba escapar un suspiro al contemplar como un sobremotivado Giotto comenzaba a soltar chorradas por la boca. Sin embargo, sus palabras no iban dirigidas al noble sino a los dos iniciados – No os voy a mentir, no me agradáis lo más mínimo. Aun no sé porque demonios os han dejado entrar en la Karasu y, puesto que soy el agente con más rango de aquí, tenéis prohibida la entrada a la aguja – espetó en un tono seco y cortante, mientras descubría la bufanda de su rostro, dejando al descubierto su expresión de descontento. Acto seguido, le dio un codazo a Leblanc incitándole a avanzar hacia un lugar visible para presentarse como voluntarios.
Llevaba días sin saber nada de ningún miembro de la Karasu, ni prácticamente de ninguna persona conocida. La organización era un caos y, dado que se trataba de una situación de excepción, hasta un marine de rango alto tenia autoridad para darle órdenes. Pese a que llevaba días participando en el absurdo toma y daca que marines y revolucionarios mantenían para disputarse las aguas colindantes a la aguja, había conseguido permiso para retirarse al cuartel general durante unas horas. Irónicamente, la habitual palidez y rostro ojeroso del agente, no lo hacían destacar entre los cansados y maltrechos marines del lugar. Sus pasos finalmente le llevaron hasta una avenida en la que, tanto soldados como agentes, comenzaban a masificarse en una sola dirección. Casi guiado como un rebaño, el agente acabó llegando a una amplia plaza. Y, aunque no sabía lo que estaba sucediendo a su alrededor, trató de encontrar allí algún rostro conocido. Pero, por desgracia él no era como Leblanc o Shintaro. Le habría gustado conocer los secretos de ese truco de magia barata que ambos empleaban para encontrar personas, pero tan solo disponía de su ojo sano para dar con sus compañeros. Aquella tarea habría sido como encontrar una aguja en un pajar, de no ser por el llamativo color de pelo de la última integrante de la división, Taylor. No tardó mucho en encontrar la que probablemente fuera la única cabellera de color rosa fucsia.
Tras unos minutos de intensos codazos y disculpas fingidas, el agente llegó hasta el lugar en el que se encontraban sus compañeros de división. Le habría gustado decirles que estaban hechos un asco. Sin embargo, apenas tuvo tiempo para decirles nada ya que, enseguida, las palabras de Hyoshi comenzaron a reverberar en el área. A pesar de que las noticias parecían esperanzadoras, eso no restaba relevancia al hecho de que, una vez más, las agencias habían decidido prescindir de sus servicios. En aquellos momentos, decenas de sensaciones e ideas se agolpaban en su mente y en su corazón. Todo lo que estaba ocurriendo en los últimos días le superaba y no había forma de evitar que, en mitad de aquel discurso, lo único que el agente pudiese sentir era un profundo sentimiento de rabia que quedaba oculto tras los pliegues de su bufanda. Había leído la prensa y sabía de buena tinta la suerte que había corrido el West Blue, por lo que en cuanto la palabra voluntarios salió de los labios del almirante de la flota, apenas hubo un atisbo de duda en su mente.
- A veces los problemas más complicados deben afrontarse con los remedios más simples – dijo mientras dejaba escapar un suspiro al contemplar como un sobremotivado Giotto comenzaba a soltar chorradas por la boca. Sin embargo, sus palabras no iban dirigidas al noble sino a los dos iniciados – No os voy a mentir, no me agradáis lo más mínimo. Aun no sé porque demonios os han dejado entrar en la Karasu y, puesto que soy el agente con más rango de aquí, tenéis prohibida la entrada a la aguja – espetó en un tono seco y cortante, mientras descubría la bufanda de su rostro, dejando al descubierto su expresión de descontento. Acto seguido, le dio un codazo a Leblanc incitándole a avanzar hacia un lugar visible para presentarse como voluntarios.
El mundo estaba en grave peligro, eso era un hecho ya confirmado. Quien hubiese puesto aquella cosa tan amenazante y enormemente grande en aquel lugar estaba claro que quería llamar mucho la atención. Bueno, a parte de tener unos planes ocultos para dominar al mundo y esas cosas. En cualquier caso… esa aguja titánica no traería nada bueno al mundo, en general. Yuu no podía permitir que aquello acabase con el mundo conocido, aunque… realmente su objetivo no era estar en primera línea asaltando la construcción, pese a que al final tuviese que hacerlo. No, él buscaba otra cosa además de salvar el mundo que, por cierto, sería un buen título para un criminal. El mercenario había sido citado a una reunión multitudinaria organizada por el magnate del crimen Viktor Elrik. Al parecer este sujeto tenía todo calculado para hacer frente a la amenaza que les azotaba, puesto que acabó contactando con casi todo aquel que pudiese ayudar a la causa.
Por suerte, la misiva llegó a tiempo para que pudiese partir y llegar puntual. Esta vez dejó el Ragnarok en buenas manos en una isla en la que no tuviesen ningún problema al aterrizar. Se llevó a los tripulantes mayor cualificados de la pequeña tripulación, además de los invitados que se hallaban hospedados allí. El glamuroso Loki llevaría a todos ellos a la reunión por aire, pese a que había sido comunicado que el espacio aéreo estaría restringido por culpa de las defensas del lugar. Por suerte, Yuu sabía que si volaban a una altura no muy elevada podría ir sin problema alguno.
El viaje hasta el West Blue duró varios días, y ya tan solo quedaban unas cuantas horas para llegar. El pálido atardecer se cernió sobre el mundo, a punto de otorgarnos una quizá tormentosa noche en la que se decidiría el destino de los mares. Yuu se hallaba en su camarote preparándolo todo. Debía de equiparse lo mejor posible y por eso mismo había traído su mejor arsenal para darlo todo contra lo que se tuviese que enfrentar.
—A ver, a ver… —dijo en voz baja mientras revisaba el armario y el baúl de su camarote— Este traje me va a quedar de lujo. Seguro que ahora la gente no pasa de mí como la última vez. Seguro que los grandes piratas y criminales posan su mirada en mí esta vez. Van a ver de qué pasta estoy hecho —se motivó a sí mismo—. Vale… esta me la llevo —cogió a Kazan Oni y la puso sobre la cama—. Y estas dos también —colocó al lado de la otra a Hanmi no Ryu y a Aki no Hikari.
Antes de seguir, decidió vestirse con el llamativo traje amarillo que había encontrado hacía unas semanas. Nada más abrocharse la corbata, se colocó el excelente sombrero con una pluma roja en la cabeza y se lo volteó un poco hacia la izquierda. Acto seguido, cogió el cinto triple y se lo colocó, para posteriormente insertar las tres espadas en sus respectivos lugares. No le quedaba mucho por coger de equipamiento, así que se dirigió al baúl y se puso el único anillo que tenía. Luego, abrió su chaqueta y colocó algunas drogas en los bolsillos y su kogatana en la funda pequeña de su cinto. Cogió los guantes especiales que había robado hace tiempo y se los puso también, finalizando así el proceso de equipamiento a unas horas de la reunión.
La aguja se podía ver en la lejanía. Absurdamente grande y peligrosa, rodeada de cientos de barcos que la acechaban buscando al forma de entrar. Estaba sitiada… pero al parecer era completamente inexpugnable. El lugar de reunión era nada más ni nada menos que una plataforma con un tamaño considerablemente gigantesco, apoyada en un montón de caracoles gigantes. El sitio estaba lleno de barcos, pese a que había también muchos sitios libres donde amarrar el barco. El pelinegro que, en aquel momento manejaba el timón, empezó a dar órdenes a sus tripulantes para que el barco llegase de una pieza al puerto.
—¡A las velas! ¡Va, va, va! —exclamó, a la par que giraba suavemente el timón para posicionar el barco— Vale, descendiendo. ¡Izad las velas! —manejó el panel de control para que las turbinas de abajo lograsen el descenso de altura del navío. Por otro lado, una vez las velas se izaron, el barco dejó de moverse casi de inmediato— ¡Dejaremos el barco en tierra! ¡Va, que ya estamos casi! ¡La aguja ya está tocando el suelo! ¡Sacad el palo gigante! —ordenó, mientras el barco empezaba a frenar.
De la bodega sacaron entre varios un gran palo de metal y lo lanzaron a tierra de pie para que se clavase. Si habían quebrado la plataforma no era su problema, pero clavado estaba. Yuu dejó el timón y apagó todos los motores. Acto seguido fue hacia cubierta y dio un salto para bajar del barco. Su atención se dirigió a la aguja del barco, la cual albergaba dentro una cadena de metal resistente para atarla al poste y que el barco no se moviese del sitio. La sacó y encadenó este al gran palo.
—¡Ale! Aparcao —dijo, sonriente—. ¡Vamos, chicos! ¡Ya podéis descansar! Ya sabéis, quien quiera que se venga conmigo. Yo me voy a la carpa esa grande, que me da que es ahí —dijo desde abajo en voz alta.
Con un caminar elegante, Yuu avanzó con calma hacia la carpa.
Aquel lugar era inmenso, y el ruido que generaba toda la muchedumbre que se hallaba reunido allí era horroroso. Había, simplemente, demasiada gente. Sin embargo… Yuu puso su ojo en todos aquellos que pudo. Gente variopinta. Piratas afamados, criminales poderosos y ahogados en dinero… y muchísima más gente que el mercenario ni siquiera conocía. De allí, conocía a varios de vista y a otros de haber tenido mínimo contacto con él. Se sentó en una mesa cerca de un conocido gyojin suyo y de cierta bruja, mas no les dijo nada porque se había anunciado que Viktor estaba a punto de salir. De cara al escenario y con una copa de vino rozando a cada rato sus labios, presenció todo el discurso que aquel hombre realizó. Las cifras abrumaron al mercenario. Tanto que le hicieron dejar la copa de vino en la mesa y levantarse.
—¿Cuánto? —dijo en voz baja. Cuando se quiso dar cuenta, seguramente habría gente mirándole ya. Sabía lo que decirle a Viktor. Esta vez sí— ¿Y cómo se supone que vamos a entrar ahí, si se puede saber? —preguntó elevando bastante la voz— Sí, veo muchos barcos, mucha gente aquí reunida que seguramente reúna un poder inmenso para ir contra esa maldita aguja. ¿Pero cuál es tu plan, Elrik? —subió una pierna a la mesa, poniendo un rostro bastante serio.
Por suerte, la misiva llegó a tiempo para que pudiese partir y llegar puntual. Esta vez dejó el Ragnarok en buenas manos en una isla en la que no tuviesen ningún problema al aterrizar. Se llevó a los tripulantes mayor cualificados de la pequeña tripulación, además de los invitados que se hallaban hospedados allí. El glamuroso Loki llevaría a todos ellos a la reunión por aire, pese a que había sido comunicado que el espacio aéreo estaría restringido por culpa de las defensas del lugar. Por suerte, Yuu sabía que si volaban a una altura no muy elevada podría ir sin problema alguno.
El viaje hasta el West Blue duró varios días, y ya tan solo quedaban unas cuantas horas para llegar. El pálido atardecer se cernió sobre el mundo, a punto de otorgarnos una quizá tormentosa noche en la que se decidiría el destino de los mares. Yuu se hallaba en su camarote preparándolo todo. Debía de equiparse lo mejor posible y por eso mismo había traído su mejor arsenal para darlo todo contra lo que se tuviese que enfrentar.
—A ver, a ver… —dijo en voz baja mientras revisaba el armario y el baúl de su camarote— Este traje me va a quedar de lujo. Seguro que ahora la gente no pasa de mí como la última vez. Seguro que los grandes piratas y criminales posan su mirada en mí esta vez. Van a ver de qué pasta estoy hecho —se motivó a sí mismo—. Vale… esta me la llevo —cogió a Kazan Oni y la puso sobre la cama—. Y estas dos también —colocó al lado de la otra a Hanmi no Ryu y a Aki no Hikari.
Antes de seguir, decidió vestirse con el llamativo traje amarillo que había encontrado hacía unas semanas. Nada más abrocharse la corbata, se colocó el excelente sombrero con una pluma roja en la cabeza y se lo volteó un poco hacia la izquierda. Acto seguido, cogió el cinto triple y se lo colocó, para posteriormente insertar las tres espadas en sus respectivos lugares. No le quedaba mucho por coger de equipamiento, así que se dirigió al baúl y se puso el único anillo que tenía. Luego, abrió su chaqueta y colocó algunas drogas en los bolsillos y su kogatana en la funda pequeña de su cinto. Cogió los guantes especiales que había robado hace tiempo y se los puso también, finalizando así el proceso de equipamiento a unas horas de la reunión.
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La aguja se podía ver en la lejanía. Absurdamente grande y peligrosa, rodeada de cientos de barcos que la acechaban buscando al forma de entrar. Estaba sitiada… pero al parecer era completamente inexpugnable. El lugar de reunión era nada más ni nada menos que una plataforma con un tamaño considerablemente gigantesco, apoyada en un montón de caracoles gigantes. El sitio estaba lleno de barcos, pese a que había también muchos sitios libres donde amarrar el barco. El pelinegro que, en aquel momento manejaba el timón, empezó a dar órdenes a sus tripulantes para que el barco llegase de una pieza al puerto.
—¡A las velas! ¡Va, va, va! —exclamó, a la par que giraba suavemente el timón para posicionar el barco— Vale, descendiendo. ¡Izad las velas! —manejó el panel de control para que las turbinas de abajo lograsen el descenso de altura del navío. Por otro lado, una vez las velas se izaron, el barco dejó de moverse casi de inmediato— ¡Dejaremos el barco en tierra! ¡Va, que ya estamos casi! ¡La aguja ya está tocando el suelo! ¡Sacad el palo gigante! —ordenó, mientras el barco empezaba a frenar.
De la bodega sacaron entre varios un gran palo de metal y lo lanzaron a tierra de pie para que se clavase. Si habían quebrado la plataforma no era su problema, pero clavado estaba. Yuu dejó el timón y apagó todos los motores. Acto seguido fue hacia cubierta y dio un salto para bajar del barco. Su atención se dirigió a la aguja del barco, la cual albergaba dentro una cadena de metal resistente para atarla al poste y que el barco no se moviese del sitio. La sacó y encadenó este al gran palo.
—¡Ale! Aparcao —dijo, sonriente—. ¡Vamos, chicos! ¡Ya podéis descansar! Ya sabéis, quien quiera que se venga conmigo. Yo me voy a la carpa esa grande, que me da que es ahí —dijo desde abajo en voz alta.
Con un caminar elegante, Yuu avanzó con calma hacia la carpa.
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Aquel lugar era inmenso, y el ruido que generaba toda la muchedumbre que se hallaba reunido allí era horroroso. Había, simplemente, demasiada gente. Sin embargo… Yuu puso su ojo en todos aquellos que pudo. Gente variopinta. Piratas afamados, criminales poderosos y ahogados en dinero… y muchísima más gente que el mercenario ni siquiera conocía. De allí, conocía a varios de vista y a otros de haber tenido mínimo contacto con él. Se sentó en una mesa cerca de un conocido gyojin suyo y de cierta bruja, mas no les dijo nada porque se había anunciado que Viktor estaba a punto de salir. De cara al escenario y con una copa de vino rozando a cada rato sus labios, presenció todo el discurso que aquel hombre realizó. Las cifras abrumaron al mercenario. Tanto que le hicieron dejar la copa de vino en la mesa y levantarse.
—¿Cuánto? —dijo en voz baja. Cuando se quiso dar cuenta, seguramente habría gente mirándole ya. Sabía lo que decirle a Viktor. Esta vez sí— ¿Y cómo se supone que vamos a entrar ahí, si se puede saber? —preguntó elevando bastante la voz— Sí, veo muchos barcos, mucha gente aquí reunida que seguramente reúna un poder inmenso para ir contra esa maldita aguja. ¿Pero cuál es tu plan, Elrik? —subió una pierna a la mesa, poniendo un rostro bastante serio.
- Resumen:
- — Narración del viaje hasta la reunión.
— Narración del aterrizaje y el amarramiento del barco.
— Sentarme cerca de la mesa de los Arashi con mi sorprendente y llamativo traje amarillo.
— Preguntarle a Elrik cuál es su plan en voz alta y seguramente atrayendo la atención de todos.
Roland von Klauswitz
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-¿Ya ha empezado?
-Sí, señor.
-Es lo de las otras veces, ¿verdad?
-Sí, señor, el típico discurso del fin del mundo.
-Ya veo...
Kodama no se había molestado en asistir a la reunión. Llevaba ya muchas misiones de gran escala a sus espaldas, y podía imaginarse lo que aquel muchacho, Shirosai, iba a decir. Si sus experiencias anteriores servían de precedente, el almirante de flota estaría aterrorizando a las tropas con una gráfica descripción de los horrores que experimentarían durante la batalla y lo mucho que estaba en juego. "Luchad y salvad el mundo. Morid y lo condenaréis", recitó el árbol en su cabeza. "Sin presiones, muchachos".
Sin embargo, había una pequeña diferencia, y es que aquella sería su primera guerra como almirante. La responsabilidad que recaía sobre sus hombros era mucho mayor que de costumbre. También se enfrentarían a la mayor amenaza que recordaba. Ni la ejecuciones de dos Yonkos ni el alzamiento de aquel demente del North Blue ni el asalto a la Tierra Santa suponían un peligro tan grande para la vida como el que representaban aquellos armatostes siderianos que volvían para atormentar al mundo entero. Si mal no recordaba, había cuatro torres, pero era de esperar que la que iban a asaltar próximamente tuviese algo de especial. Quizás el responsable de todo aquello estuviese allí.
"Krauser", recordó Kodama. Krauser Redfield había sido compañero suyo hacía mucho tiempo. Cuando entró a la Marina él ya tenía rango de oficial, y luego llegó a convertirse en almirante. Kodama lo había considerado su amigo. En cierto modo, suponía una suerte de justicia poética que, ocupando el mismo cargo que Redfield ostentó, se viese obligado a enfrentarse a él.
-Ha pedido voluntarios -le informó Cass por Den Den Mushi-. Han encontrado un acceso. Al Naion se ha ofrecido -Su joven asistente, excepto en ocasiones como aquella, iba con él a todas partes y siempre estaba disponible durante su jornada laboral. La de ella, claro, porque Kodama no tenía necesidad de interrumpir su trabajo por nimiedades como el sueño u otras necesidades orgánicas propias de los mamíferos.
-Hmm... Era de esperar -murmuró el Roble para sí mismo.
Por lo que había visto de Hyoshi Takanayaki, no era la clase de hombre que envía a los hombres a una muerte segura sin preguntarles primero. Oh, sí, debía ser implacable para haber llegado a donde estaba, pero Kodama había conocido a otros almirantes mucho más duros. Esa gente no habría dudado un segundo en ordenar a los marines abandonar sus vidas sin darles siquiera la posibilidad de pensárselo. En ese sentido le gustaba el joven Shirosai.
-Bueno, se acabó el descanso.
Kodama decidió que era el momento adecuado para presentarse ante su superior. Era obvio que se preparaba una incursión a esa destructiva aberración tecnológica que llamaban "jinete", y tenía claro que no se quedaría al margen. Con la chaqueta de la Marina ondeando a su espalda y su impoluto traje verde a rayas, Kodama hizo acto de presencia en la masificada reunión informativa y se abrió paso hasta colocarse casi a la altura del almirante de flota. No llevaba zapatos, y una única espada bamboleaba en su vaina colgada a la cintura. Al otro lado llevaba una bolsa grande que contenía tanto su botiquín como los Ojos del Viento. Una pequeña salamandra asomó por su manga antes de volver a esconderse.
-Discúlpeme, joven señor -El almirante de flota podría ser un hombre de avanzada edad para los humanos, pero para él no era más que un chaval. Aun así, procuraba mantener algunos de los formalismos que a los humanos tanto gustaban-. Ya estoy listo para el ataque. No hace falta ponerse tan serios. Si el chico de las gafas -dijo refiriéndose a su colega rubio- y yo vamos, no habrá problema.
Al fin y al cabo, pocos peligros podían resistir la presencia de dos almirantes de la Marina. En realidad no estaba tan seguro de que pudiesen salir de aquella indemnes, pero la gente peleaba mejor cuando creía que no iba a morir. Eso era algo que había aprendido de los humanos: el autoengaño era un arma de lo más útil. Incluso cuando la muerte llamaba a la puerta.
-Sí, señor.
-Es lo de las otras veces, ¿verdad?
-Sí, señor, el típico discurso del fin del mundo.
-Ya veo...
Kodama no se había molestado en asistir a la reunión. Llevaba ya muchas misiones de gran escala a sus espaldas, y podía imaginarse lo que aquel muchacho, Shirosai, iba a decir. Si sus experiencias anteriores servían de precedente, el almirante de flota estaría aterrorizando a las tropas con una gráfica descripción de los horrores que experimentarían durante la batalla y lo mucho que estaba en juego. "Luchad y salvad el mundo. Morid y lo condenaréis", recitó el árbol en su cabeza. "Sin presiones, muchachos".
Sin embargo, había una pequeña diferencia, y es que aquella sería su primera guerra como almirante. La responsabilidad que recaía sobre sus hombros era mucho mayor que de costumbre. También se enfrentarían a la mayor amenaza que recordaba. Ni la ejecuciones de dos Yonkos ni el alzamiento de aquel demente del North Blue ni el asalto a la Tierra Santa suponían un peligro tan grande para la vida como el que representaban aquellos armatostes siderianos que volvían para atormentar al mundo entero. Si mal no recordaba, había cuatro torres, pero era de esperar que la que iban a asaltar próximamente tuviese algo de especial. Quizás el responsable de todo aquello estuviese allí.
"Krauser", recordó Kodama. Krauser Redfield había sido compañero suyo hacía mucho tiempo. Cuando entró a la Marina él ya tenía rango de oficial, y luego llegó a convertirse en almirante. Kodama lo había considerado su amigo. En cierto modo, suponía una suerte de justicia poética que, ocupando el mismo cargo que Redfield ostentó, se viese obligado a enfrentarse a él.
-Ha pedido voluntarios -le informó Cass por Den Den Mushi-. Han encontrado un acceso. Al Naion se ha ofrecido -Su joven asistente, excepto en ocasiones como aquella, iba con él a todas partes y siempre estaba disponible durante su jornada laboral. La de ella, claro, porque Kodama no tenía necesidad de interrumpir su trabajo por nimiedades como el sueño u otras necesidades orgánicas propias de los mamíferos.
-Hmm... Era de esperar -murmuró el Roble para sí mismo.
Por lo que había visto de Hyoshi Takanayaki, no era la clase de hombre que envía a los hombres a una muerte segura sin preguntarles primero. Oh, sí, debía ser implacable para haber llegado a donde estaba, pero Kodama había conocido a otros almirantes mucho más duros. Esa gente no habría dudado un segundo en ordenar a los marines abandonar sus vidas sin darles siquiera la posibilidad de pensárselo. En ese sentido le gustaba el joven Shirosai.
-Bueno, se acabó el descanso.
Kodama decidió que era el momento adecuado para presentarse ante su superior. Era obvio que se preparaba una incursión a esa destructiva aberración tecnológica que llamaban "jinete", y tenía claro que no se quedaría al margen. Con la chaqueta de la Marina ondeando a su espalda y su impoluto traje verde a rayas, Kodama hizo acto de presencia en la masificada reunión informativa y se abrió paso hasta colocarse casi a la altura del almirante de flota. No llevaba zapatos, y una única espada bamboleaba en su vaina colgada a la cintura. Al otro lado llevaba una bolsa grande que contenía tanto su botiquín como los Ojos del Viento. Una pequeña salamandra asomó por su manga antes de volver a esconderse.
-Discúlpeme, joven señor -El almirante de flota podría ser un hombre de avanzada edad para los humanos, pero para él no era más que un chaval. Aun así, procuraba mantener algunos de los formalismos que a los humanos tanto gustaban-. Ya estoy listo para el ataque. No hace falta ponerse tan serios. Si el chico de las gafas -dijo refiriéndose a su colega rubio- y yo vamos, no habrá problema.
Al fin y al cabo, pocos peligros podían resistir la presencia de dos almirantes de la Marina. En realidad no estaba tan seguro de que pudiesen salir de aquella indemnes, pero la gente peleaba mejor cuando creía que no iba a morir. Eso era algo que había aprendido de los humanos: el autoengaño era un arma de lo más útil. Incluso cuando la muerte llamaba a la puerta.
Katharina von Steinhell
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La noticia de que el mar del oeste fue devastado en proporciones catastróficas no tardó en llegar a los oídos de la pirata. Por primera vez, los intereses de una sección del Ejército Revolucionario chocaban directamente con los de la bruja. ¿Acaso no tuvieron suficiente destruyendo un mar y responsabilizándose por la muerte de miles de personas? Aunque la pelirrosa no tuviera un especial cuidado por las vidas de los demás, incluso ella sabía que un genocidio como ese estaba mal, muy mal. Si hacer del mundo un mejor lugar conllevaba arriesgarlo todo, que así sea. ¿Cuántas personas como Freya debieron haber muerto en el primer ataque? ¿Y cuántas lo harán si la segunda aguja se activaba? Katharina no era ninguna especie de heroína, de hecho, estaba lejos de serlo y muchos le podrían considerar una villana. Sin embargo, incluso alguien como ella no podía quedarse cruzada de brazos mientras el mundo se desmoronaba poco a poco.
Rara vez era incapaz de concentrarse en los libros que tenía en frente, pero con todo eso de la destrucción del mundo era de esperar que no pudiera hacerlo. Decidió salir a caminar, despejar la mente y sentir la brisa marina. Al llegar a la cubierta, el viento meció fuertemente sus pálidos cabellos rosas, y las palabras de su capitán no tardaron en llegar a sus oídos. De momento, los Arashi tenían la intención de asistir al llamado del mafioso Viktor Elric y faltaba poco para llegar al asentamiento.
—Nada bueno saldrá de esto —comentó al aire, refiriéndose a la reunión del bajo mundo enfrentando las fuerzas del revolucionario Krauser.
A diferencia de su buen capitán, no le interesaba vestir de gala. Aplicando algo de magia, transformó sus ropas en algo cómodo para el combate. Unas largas botas de aspecto metálico, color negro y placas doradas cubrían sus piernas hasta las rodillas, mientras vestía unos pantalones blancos y ajustados. Subiendo a su torso, se dejaba ver un corsé del mismo color que las botas. Llevaba puesto un enorme chaquetón manga corta de color negro y con un precioso diseño que recuerda llamas salvajes y doradas. Unas manos enguantadas sostenían la Hoja de Argoria, mostrándose como la enorme e intimidante guadaña que era.
Tomó asiento en una mesa lo suficientemente grande como para que cupieran los miembros de la tripulación. Y como si aquella reunión fuera para celebrar algo, el pelirrojo pidió diferentes licores para beber: cerveza, whisky y vino. A Katharina no le gustaba comportarse como una madre, y solo por eso contuvo las ganas de decirle que estaban en una situación seria, no en una fiesta como las que solía tener. Por su parte, pidió diferentes tipos de carnes bañadas en salsas de todo tipo. Necesitaba saciar su apetito y reunir energías para enfrentar la guerra que llamaba a su puerta. Y entonces, mientras degustaba cada bocadillo, escuchó el plan de Zane.
—No será fácil —respondió la bruja sin despegar la vista del platillo—, pero ¿alguna vez ha sido así?
Las palabras de un hombre llamaron la atención de la pelirrosa, y se sorprendió por saber perfectamente de quién se trataba. Era el sujeto ese que le había acompañado en uno de sus robos, antes de unirse a los Arashi. Si mal no recordaba, ese día también había conocido a Luka. ¿Quién iba a imaginar que compartiera más momentos con el tiburón que con el ladrón?
Las palabras de un hombre de cabellos negros llamaron la atención de la pelirrosa, sorprendiéndose al ver que ese sujeto también había acudido al llamado del Viktor. Le conoció durante un robo y, si bien había sido bastante útil, dudaba de que fuera una pieza fundamental en la batalla. Sin embargo, al menos tuvo los huevos para preguntarle a Elric cómo iban a entrar. A la bruja no le importaba mucho el plan que hubiera preparado el mafioso, más que nada porque ella y sus compañeros tenían su propia forma de hacer las cosas. No obstante, si veía la oportunidad de sacar provecho de la estrategia de Viktor, lo haría sin dudarlo.
Rara vez era incapaz de concentrarse en los libros que tenía en frente, pero con todo eso de la destrucción del mundo era de esperar que no pudiera hacerlo. Decidió salir a caminar, despejar la mente y sentir la brisa marina. Al llegar a la cubierta, el viento meció fuertemente sus pálidos cabellos rosas, y las palabras de su capitán no tardaron en llegar a sus oídos. De momento, los Arashi tenían la intención de asistir al llamado del mafioso Viktor Elric y faltaba poco para llegar al asentamiento.
—Nada bueno saldrá de esto —comentó al aire, refiriéndose a la reunión del bajo mundo enfrentando las fuerzas del revolucionario Krauser.
A diferencia de su buen capitán, no le interesaba vestir de gala. Aplicando algo de magia, transformó sus ropas en algo cómodo para el combate. Unas largas botas de aspecto metálico, color negro y placas doradas cubrían sus piernas hasta las rodillas, mientras vestía unos pantalones blancos y ajustados. Subiendo a su torso, se dejaba ver un corsé del mismo color que las botas. Llevaba puesto un enorme chaquetón manga corta de color negro y con un precioso diseño que recuerda llamas salvajes y doradas. Unas manos enguantadas sostenían la Hoja de Argoria, mostrándose como la enorme e intimidante guadaña que era.
Tomó asiento en una mesa lo suficientemente grande como para que cupieran los miembros de la tripulación. Y como si aquella reunión fuera para celebrar algo, el pelirrojo pidió diferentes licores para beber: cerveza, whisky y vino. A Katharina no le gustaba comportarse como una madre, y solo por eso contuvo las ganas de decirle que estaban en una situación seria, no en una fiesta como las que solía tener. Por su parte, pidió diferentes tipos de carnes bañadas en salsas de todo tipo. Necesitaba saciar su apetito y reunir energías para enfrentar la guerra que llamaba a su puerta. Y entonces, mientras degustaba cada bocadillo, escuchó el plan de Zane.
—No será fácil —respondió la bruja sin despegar la vista del platillo—, pero ¿alguna vez ha sido así?
Las palabras de un hombre llamaron la atención de la pelirrosa, y se sorprendió por saber perfectamente de quién se trataba. Era el sujeto ese que le había acompañado en uno de sus robos, antes de unirse a los Arashi. Si mal no recordaba, ese día también había conocido a Luka. ¿Quién iba a imaginar que compartiera más momentos con el tiburón que con el ladrón?
Las palabras de un hombre de cabellos negros llamaron la atención de la pelirrosa, sorprendiéndose al ver que ese sujeto también había acudido al llamado del Viktor. Le conoció durante un robo y, si bien había sido bastante útil, dudaba de que fuera una pieza fundamental en la batalla. Sin embargo, al menos tuvo los huevos para preguntarle a Elric cómo iban a entrar. A la bruja no le importaba mucho el plan que hubiera preparado el mafioso, más que nada porque ella y sus compañeros tenían su propia forma de hacer las cosas. No obstante, si veía la oportunidad de sacar provecho de la estrategia de Viktor, lo haría sin dudarlo.
- Spoiler:
- —Reflexionar sobre los intereses del Ejército Revolucionario.
—Acudir a la convocatoria del bajo mundo y escuchar el discurso de Viktor.
—Escuchar el plan de Zane y darse cuenta de que Yuu está presente.
Julianna M. Shelley
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¿Cómo habían acabado ahí? La pequeña se encontraba sentada en el comedor de un barracón, sorbiendo una taza de té y tratando de situarse. Tenía una cálida manta, casi más grande que ella, echada por los hombros gracias a un revolucionario indignado de que alguien hubiera metido a una niña ahí. No se la había colocado si no más bien tirado a la espalda entre quejas masculladas, antes de salir corriendo, pero Jul la había agradecido igual. Ahora, arrebujada y cómoda, veía el caos que se desataba a su alrededor.
Un par de semanas antes se había topado con la revolución por primera vez en su vida. Se encontraba en el South Blue, paseando sin rumbo fijo como era su costumbre. Cuando el mar se elevó y engulló una buena porción de la isla en la que se hallaba poco le faltó para acabar durmiendo con los peces. Corrió como solo había corrido otra vez en su vida y consiguió salvarse por los pelos. Asustada, siguió al torrente de gente que escapaba y terminó encontrando en mitad de una plaza a un grupo de hombres que en lugar de correr parecían prepararse. Todavía temblando y tosiendo, se había acercado a ellos en busca de respuestas. Una vez se hubo calmado, preguntó con amabilidad y algo reticentes le explicaron a grandes rasgos lo que estaba ocurriendo. Ellos trataban de poner a la gente a salvo, pero por su conversación dedujo que no era lo único que pensaban hacer. Les pidió que la llevaran con ellos sin pensárselo dos veces. Podía ayudar y quería hacerlo. Quizá les dio pena o quizá creyeron que estaría más a salvo con ellos. Tal vez era su primer día en el frente de la Armada, pero el caso es que embarcaron con la pequeña rumbo al fatal armatroste en el North Blue.
Llevaba allí un par de días y la gente que le había traído se había desvanecido en el aire. Tenían cosas más importantes que hacer, no se lo reprochaba. Se preguntaba si había sido buena idea, pero lo cierto es que no se habría quedado tranquila sabiendo que podía acercarse y ser de ayuda. Sus conocimientos médicos ya habían salvado varias vidas y lo cierto es que la práctica le iría bien. Una guerra no es más frenética que un hospital en la sala de emergencias, solo más injusta. Y ella era tan pequeña que le pasarían por alto, siempre lo hacían. O al menos eso pensaban.
Se terminó el té mientras escuchaba las palabras que retransmitían los den den mushis. No terminaba de entender las razones detrás de cada bando ni de quien lo había hecho todo, pero sabía que había gente a punto de morir. Firmó con esbelta caligrafía en el dossier, antes de levantarse y asegurarse de que llevaba todo lo necesario en su bolsito bandolera. Su espada estaba afilada, nueva y libre de sangre como el primer día. Esperaba que eso no tuviese que cambiar.
Caminó por el lugar prestando atención a las conversaciones de la gente y una vez llegó al lugar en el que los submarinos aguardaban a sus osados pasajeros se dirigió al primero sin cuestionarse nada más. Intentaron frenarla, pero una mirada al dossier y a su kit de cirujana bastaron para hacerle un hueco. Una vez allí, solo quedaba esperar.
Un par de semanas antes se había topado con la revolución por primera vez en su vida. Se encontraba en el South Blue, paseando sin rumbo fijo como era su costumbre. Cuando el mar se elevó y engulló una buena porción de la isla en la que se hallaba poco le faltó para acabar durmiendo con los peces. Corrió como solo había corrido otra vez en su vida y consiguió salvarse por los pelos. Asustada, siguió al torrente de gente que escapaba y terminó encontrando en mitad de una plaza a un grupo de hombres que en lugar de correr parecían prepararse. Todavía temblando y tosiendo, se había acercado a ellos en busca de respuestas. Una vez se hubo calmado, preguntó con amabilidad y algo reticentes le explicaron a grandes rasgos lo que estaba ocurriendo. Ellos trataban de poner a la gente a salvo, pero por su conversación dedujo que no era lo único que pensaban hacer. Les pidió que la llevaran con ellos sin pensárselo dos veces. Podía ayudar y quería hacerlo. Quizá les dio pena o quizá creyeron que estaría más a salvo con ellos. Tal vez era su primer día en el frente de la Armada, pero el caso es que embarcaron con la pequeña rumbo al fatal armatroste en el North Blue.
Llevaba allí un par de días y la gente que le había traído se había desvanecido en el aire. Tenían cosas más importantes que hacer, no se lo reprochaba. Se preguntaba si había sido buena idea, pero lo cierto es que no se habría quedado tranquila sabiendo que podía acercarse y ser de ayuda. Sus conocimientos médicos ya habían salvado varias vidas y lo cierto es que la práctica le iría bien. Una guerra no es más frenética que un hospital en la sala de emergencias, solo más injusta. Y ella era tan pequeña que le pasarían por alto, siempre lo hacían. O al menos eso pensaban.
Se terminó el té mientras escuchaba las palabras que retransmitían los den den mushis. No terminaba de entender las razones detrás de cada bando ni de quien lo había hecho todo, pero sabía que había gente a punto de morir. Firmó con esbelta caligrafía en el dossier, antes de levantarse y asegurarse de que llevaba todo lo necesario en su bolsito bandolera. Su espada estaba afilada, nueva y libre de sangre como el primer día. Esperaba que eso no tuviese que cambiar.
Caminó por el lugar prestando atención a las conversaciones de la gente y una vez llegó al lugar en el que los submarinos aguardaban a sus osados pasajeros se dirigió al primero sin cuestionarse nada más. Intentaron frenarla, pero una mirada al dossier y a su kit de cirujana bastaron para hacerle un hueco. Una vez allí, solo quedaba esperar.
- Resumen:
- Recordar como narices ha acabado ahí y meterse en uno de los submarinos
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Desde el momento del que por un día, por capricho de un ser superior o por el mismo destino, en el que se había librado unas garras de hierro del esclavismo, que le habían tenido encerrado como esclavo, había visto cosas impresionantes. Tras casi veinte años sin saber más de lo que los trabajos forzoso y agotadores permitían, un mundo lleno de sorpresas se había abierto ante él, con sus cosas buenas y cosas malas, pero aquello le superaba. El West Blue, donde nació y creció, arrasado, como si el fin de los tiempos solo hubiese empezado en aquellos mares.
En aquellas ocasiones, Nox agradecía el día que se apropió aquella mascara ahora remodelada debido al desgaste y confrontaciones pasadas, pues oculto su rostro cuando lloro al enterarse de que Kabushi, al igual que muchas otras isla habían sufrido aquel revés, pero no fue nada que dos paquetes de tabaco una noche con una botella de whisky no arreglasen. Quien realmente le preocupaba era su hijo, pues tenía la corazonada de que esto se lo llevaría a un lado más personal.
Sus pensamientos fueron interrumpidos con las broncas de Luka; Bak se había comido las fichas del parchís, otra vez. Por un momento pensó en que no lo volvería hacer cuando la última vez, la ficha le hizo un tapón donde nunca entra el sol. Además, estaba harto de que le mandasen al a comprar fichas usando la excusa de “nuestro gyojin se ha comido las fichas, como un perro con los deberes.”
- “Conociéndoles, seguro que gorronearan fichas del juego de ese Viktor” –pensó mientras suspiraba.
La reunión del rey del bajo mundo fue como uno se esperaría de alguien de su estatus; diferentes grupos, independientes de los quehaceres gubernamentales o revolucionarias. Se sentía como fuera lugar, el había sido un hombre que luchaba por el pueblo, pero ahora se encontraba ahí, rodeado de criminales de todo tipo.
La comida y bebida no parecían tener fin y pese a su dudoso distribuidor, no dudo en aprovecharse, pues las palabras del plan del pelirrojo le hicieron esbozar una sonrisa tras la máscara.
- A veces pienso porque me uní a esta panda de locos. –soltó una sutil carcajada-. Luego escucho tus planes de bombero y me acuerdo porque.
En aquellas ocasiones, Nox agradecía el día que se apropió aquella mascara ahora remodelada debido al desgaste y confrontaciones pasadas, pues oculto su rostro cuando lloro al enterarse de que Kabushi, al igual que muchas otras isla habían sufrido aquel revés, pero no fue nada que dos paquetes de tabaco una noche con una botella de whisky no arreglasen. Quien realmente le preocupaba era su hijo, pues tenía la corazonada de que esto se lo llevaría a un lado más personal.
Sus pensamientos fueron interrumpidos con las broncas de Luka; Bak se había comido las fichas del parchís, otra vez. Por un momento pensó en que no lo volvería hacer cuando la última vez, la ficha le hizo un tapón donde nunca entra el sol. Además, estaba harto de que le mandasen al a comprar fichas usando la excusa de “nuestro gyojin se ha comido las fichas, como un perro con los deberes.”
- “Conociéndoles, seguro que gorronearan fichas del juego de ese Viktor” –pensó mientras suspiraba.
La reunión del rey del bajo mundo fue como uno se esperaría de alguien de su estatus; diferentes grupos, independientes de los quehaceres gubernamentales o revolucionarias. Se sentía como fuera lugar, el había sido un hombre que luchaba por el pueblo, pero ahora se encontraba ahí, rodeado de criminales de todo tipo.
La comida y bebida no parecían tener fin y pese a su dudoso distribuidor, no dudo en aprovecharse, pues las palabras del plan del pelirrojo le hicieron esbozar una sonrisa tras la máscara.
- A veces pienso porque me uní a esta panda de locos. –soltó una sutil carcajada-. Luego escucho tus planes de bombero y me acuerdo porque.
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Los estruendos de los cañones erizaban la pálida piel de la arquera. De nuevo, se encontraba en una guerra, pero esta vez era diferente. Esta guerra si le concernía. Desde que había decidido pasarse a la revolución, ayudar a un pueblo oprimido y liberar a personas inocentes de las profundas garras del gobierno mundial sentía que debía acudir, pues un nuevo sentimiento había florecido en su interior.
Annie era una recién llegada a aquel tumulto de gente que luchaba por limpiar el nombre de la revolución. Ella no conocía nada del famoso Krauser, solo recordaba que fue una vez el líder de Osuka y Tenebrex. Los miró con pena, quería sentir empatía por ellos al ver que una persona querida había traicionado todo lo que confiaban, pero Annie no era capaz sentir aquello. Aquel hombre ya tenía que ser muy mala persona para organizar algo que pondría en peligro tanto la vida de sus seres queridos como la de gente inocente, solo esperaba que sus compañeros le diesen el castigo que se merecía e incluso les animaría a ello.
Esta vez no iba sola a una guerra, Alistar la acompañaba. Estaba sorprendida por la gran noticia, pero le alegraba poder contar con su padre adoptivo en un momento que marcaría la historia del mundo. Se armó de valor y caminó junto a Osuka, con los brazos cruzados. Solo con ver su expresión sabía cómo se sentía, pero no podían decaer los ánimos. Él debía inspirar a los demás revolucionarios para que les siguieran, si mostraba tan solo un poco de debilidad estaban perdidos.
-Ya no es momento de echarse atrás - comentó Annie mirando a todas aquellas personas preocupadas - Debemos ponernos en marcha ya. Y Osu, pase lo que pase, mientras permanezcamos juntos no tendremos miedo de lo que nos espera ahí fuera. Confío en ti para que nos lideres.
Tras eso puso la mano en su hombro, dándole una suave sacudida para que se animase y esbozó una sonrisa.
Annie era una recién llegada a aquel tumulto de gente que luchaba por limpiar el nombre de la revolución. Ella no conocía nada del famoso Krauser, solo recordaba que fue una vez el líder de Osuka y Tenebrex. Los miró con pena, quería sentir empatía por ellos al ver que una persona querida había traicionado todo lo que confiaban, pero Annie no era capaz sentir aquello. Aquel hombre ya tenía que ser muy mala persona para organizar algo que pondría en peligro tanto la vida de sus seres queridos como la de gente inocente, solo esperaba que sus compañeros le diesen el castigo que se merecía e incluso les animaría a ello.
Esta vez no iba sola a una guerra, Alistar la acompañaba. Estaba sorprendida por la gran noticia, pero le alegraba poder contar con su padre adoptivo en un momento que marcaría la historia del mundo. Se armó de valor y caminó junto a Osuka, con los brazos cruzados. Solo con ver su expresión sabía cómo se sentía, pero no podían decaer los ánimos. Él debía inspirar a los demás revolucionarios para que les siguieran, si mostraba tan solo un poco de debilidad estaban perdidos.
-Ya no es momento de echarse atrás - comentó Annie mirando a todas aquellas personas preocupadas - Debemos ponernos en marcha ya. Y Osu, pase lo que pase, mientras permanezcamos juntos no tendremos miedo de lo que nos espera ahí fuera. Confío en ti para que nos lideres.
Tras eso puso la mano en su hombro, dándole una suave sacudida para que se animase y esbozó una sonrisa.
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El mundo tal y como se conocía corría el riesgo de terminar. Tal era la magnitud de los acontecimientos que se acercaban, precipiatados al parecer por la huida del infame ex-Almirante y Oficial General de la Revolución Krauser Redfield. El West Blue era ya según los informes del Gobierno Mundial un infierno envuelto en el más absoluto caos, y el North Blue parecía estar a punto de seguir el mismo destino. Por ello tanto el Gobierno como la Revolución habían dirigido el grueso de sus fuerzas hacia dicho mar. Y cómo no, Viktor Elrik, el autoproclamado en Gray Rock Rey del Bajo Mundo, había decidido jugar su papel en lo que estaba por ocurrir.
Aprovechando el hecho de que sus superiores conocían su identidad secreta había solicitado permiso para no acudir a la llamada del Gobierno Mundial y, en su lugar, personarse como Dakuhebi en el acto que Viktor había organizado. La excusa dada había sido permitir que el Gobierno Mundial tuviese ojos y oídos allí, así como la posibilidad de mantener la situación bajo control si amenazaba con desbandarse, pero no eran esos los auténticos intereses del calvo.
Decidido a hacerse un nombre más allá de su papel como destacado agente del Cipher Pol, y con el firme propósito de conseguir que las generaciones venideras le recordasen por su importancia en el devenir del mundo, hacer cumplir las leyes del Gobierno Mundial se había vuelto algo secundario para él. Habiendo logrado vengarse del asesino de su padre ya no tenía motivos de peso para continuar siendo un siervo ejemplar como hasta aquel momento. Aunque, todo sea dicho, su posición en la agencia le convenía, pues hacía mucho más cómodo su papel como líder de una afamada banda criminal sin tener que preocuparse porque pusiesen precio a su cabeza o intentasen torpedear sus planes.
En la carpa principal multitud de piratas, traficantes y otros delincuentes llevaban ya varias horas bebiendo, aunque había honrosas excepciones. Varios de entre los más célebres criminales del mundo se hallaban allí presentes, pero entre todos destacaba su anfitrión. Viktor Elrik, el Rey del Bajo Mundo, hizo su aparición y comenzó a dirigirse a sus invitados con ceremoniosa parsimonia. Sus planes era claros: buscaba hacerse con el poder de aquel artefacto, y estaba dispuesto a pagar lo que fuese necesario. Aunque lo que más llamó la atención del alcalde fue su oferta por la cabeza del culpable de todo aquello, que era supuestamente Krauser Redfield. Sin duda, lograr acabar con el responsable de toda aquella destrucción le granjearía una fama y un prestigio difíciles de igualar, por lo que no tardó demasiado en decidir que ese sería, al menos inicialmente, su objetivo. Y si algo tenía claro era que si por un casual daba con los planos de aquella cosa no pensaba entregárselos a Viktor ni a nadie.
La suerte estaba echada. El destino del North Blue se sellaría en los próximos días y él estaba dispuesto a ser parte fundamental en él. Además, entre los invitados de Viktor seguramente hallaría una inmejorable oportunidad para encontrar potenciales socios y aliados y, sobre todo, el reconocimiento que merecía.
Aprovechando el hecho de que sus superiores conocían su identidad secreta había solicitado permiso para no acudir a la llamada del Gobierno Mundial y, en su lugar, personarse como Dakuhebi en el acto que Viktor había organizado. La excusa dada había sido permitir que el Gobierno Mundial tuviese ojos y oídos allí, así como la posibilidad de mantener la situación bajo control si amenazaba con desbandarse, pero no eran esos los auténticos intereses del calvo.
Decidido a hacerse un nombre más allá de su papel como destacado agente del Cipher Pol, y con el firme propósito de conseguir que las generaciones venideras le recordasen por su importancia en el devenir del mundo, hacer cumplir las leyes del Gobierno Mundial se había vuelto algo secundario para él. Habiendo logrado vengarse del asesino de su padre ya no tenía motivos de peso para continuar siendo un siervo ejemplar como hasta aquel momento. Aunque, todo sea dicho, su posición en la agencia le convenía, pues hacía mucho más cómodo su papel como líder de una afamada banda criminal sin tener que preocuparse porque pusiesen precio a su cabeza o intentasen torpedear sus planes.
En la carpa principal multitud de piratas, traficantes y otros delincuentes llevaban ya varias horas bebiendo, aunque había honrosas excepciones. Varios de entre los más célebres criminales del mundo se hallaban allí presentes, pero entre todos destacaba su anfitrión. Viktor Elrik, el Rey del Bajo Mundo, hizo su aparición y comenzó a dirigirse a sus invitados con ceremoniosa parsimonia. Sus planes era claros: buscaba hacerse con el poder de aquel artefacto, y estaba dispuesto a pagar lo que fuese necesario. Aunque lo que más llamó la atención del alcalde fue su oferta por la cabeza del culpable de todo aquello, que era supuestamente Krauser Redfield. Sin duda, lograr acabar con el responsable de toda aquella destrucción le granjearía una fama y un prestigio difíciles de igualar, por lo que no tardó demasiado en decidir que ese sería, al menos inicialmente, su objetivo. Y si algo tenía claro era que si por un casual daba con los planos de aquella cosa no pensaba entregárselos a Viktor ni a nadie.
La suerte estaba echada. El destino del North Blue se sellaría en los próximos días y él estaba dispuesto a ser parte fundamental en él. Además, entre los invitados de Viktor seguramente hallaría una inmejorable oportunidad para encontrar potenciales socios y aliados y, sobre todo, el reconocimiento que merecía.
- Resumen:
- - Contar lo ocurrido desde la perspectiva de Thawne y un poco de introspección.
- Decidir ir, al menos por el momento, en pos de la cabeza de Krauser.
- Mostrar su firme intención de ser una pieza clave en los acontecimientos que se aproximan.
Mist D. Spanner
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—Peroperoperopero -sonaba el Denden Mushi-. Peroperoperopero.
Spanner abrió los ojos y alzó la cabeza. Tenía una hoja de papel pegada a la mejilla de haber estado durmiendo sobre la mesa de su escritorio. Se quitó la hoja y se frotó el ojo izquierdo con el puño mientras bostezaba y el caracol no dejaba de sonar. Miró a un lado, donde tenía un pequeño plato con un bollo y una botella pequeña de leche. Se rascó la nuca, sabiendo que eso no estaba allí cuando se durmió, así que alguien de la banda debía habérselo traído. Respondió por fin al caracol.
—Aquí Spanner.
—¡Maestro! ¡Aquí Satoshi! -respondió la familiar voz.
Spanner apartó las hojas del medio y las amontonó a un lado, para después mover el plato al centro de la mesa. Abrió la pequeña botella y dio un trago.
—Hola, Satoshi.
—Me lo han contado. ¿Vas a ir a esa... cosa que está ocurriendo en los mares cardinales?
—Zane va, así que... Sí. ¿Todo bien por allí?
—Bueno... Ayer hirieron a Toshinori en una escaramuza, pero estamos bien. Se está recuperando. ¿Cuándo vas a volver a Hakuouki?
—Quería llamarte para eso, Satoshi. Cuando todo esto acabe... Iré a Hakuouki con Zane, ¿de acuerdo? Vamos a buscarte. Quiero que te unas la banda conmi... con nosotros. Creo que serías una buena... adquisición.
Hubo un silencio durante unos segundos. Spanner se llevó el bollo a la boca y le dio un bocado, esperando una respuesta.
—Spanner... -el pirata abrió los ojos de golpe al escuchar su nombre, se puso rojo como un tomate y se atragantó. Empezó a mover los brazos y darse golpes en el pecho-. No mueras.
Y colgó. Spanner consiguió tragar por fin. No estaba acostumbrado a que Satoshi pronunciase su nombre en voz alta, pues solía llamarlo "maestro" o "joven amo" debido a su posición de guardaespaldas. Sin embargo, cada vez que lo hacía, el pirata sentía un cosquilleo por todo el cuerpo y cómo le subía la temperatura de la cara al sonrojarse. Odiaba eso... Aunque ya hacía tiempo que se había hecho a la idea de que estaba enamorado.
-------------------
Spanner era el único que comía con algo de decencia en la mesa, aunque le daba igual. Lo cierto es que se lo pasaba bien, aunque no lo pareciese. Las palabras de Viktor eran vacías y no había nada en ellas que provocasen sentimiento alguno en el pirata. Tras ello escuchó con atención el plan de Zane. Iba a responderle, sin embargo cerró los ojos al predecir lo que iba a pasar.
—Te cuento cuando terminen de hablar.
Justo entonces un chaval vestido de amarillo, sentado en la mesa de al lado, se levantó y empezó a hablar. Tenía un parche en el ojo. Lo único que hizo fue preguntarle a Viktor por su plan, por lo que no le interesaba lo más mínimo.
—Bien... -dijo volviendo a centrar su atención al capitán pirata-. No veo fallos, por ahora. Tú mandas. Y a los demás... Si tenéis pensado cobraros esa recompensa por cada cabeza de marine... No os molestéis. Son diez millones por la cabeza de un marine del rango más bajo. ¿Creeis de verdad que puede pagar tanto? Somos muchas personas aquí, si cada uno le trajese como mínimo, una cabeza, Viktor se arruinaría. Y creedme, nadie le traerá menos de dos. Es una guerra, los cadáveres de marines se contarán por los cientos. No tiene pensado pagarle a nadie.
Spanner abrió los ojos y alzó la cabeza. Tenía una hoja de papel pegada a la mejilla de haber estado durmiendo sobre la mesa de su escritorio. Se quitó la hoja y se frotó el ojo izquierdo con el puño mientras bostezaba y el caracol no dejaba de sonar. Miró a un lado, donde tenía un pequeño plato con un bollo y una botella pequeña de leche. Se rascó la nuca, sabiendo que eso no estaba allí cuando se durmió, así que alguien de la banda debía habérselo traído. Respondió por fin al caracol.
—Aquí Spanner.
—¡Maestro! ¡Aquí Satoshi! -respondió la familiar voz.
Spanner apartó las hojas del medio y las amontonó a un lado, para después mover el plato al centro de la mesa. Abrió la pequeña botella y dio un trago.
—Hola, Satoshi.
—Me lo han contado. ¿Vas a ir a esa... cosa que está ocurriendo en los mares cardinales?
—Zane va, así que... Sí. ¿Todo bien por allí?
—Bueno... Ayer hirieron a Toshinori en una escaramuza, pero estamos bien. Se está recuperando. ¿Cuándo vas a volver a Hakuouki?
—Quería llamarte para eso, Satoshi. Cuando todo esto acabe... Iré a Hakuouki con Zane, ¿de acuerdo? Vamos a buscarte. Quiero que te unas la banda conmi... con nosotros. Creo que serías una buena... adquisición.
Hubo un silencio durante unos segundos. Spanner se llevó el bollo a la boca y le dio un bocado, esperando una respuesta.
—Spanner... -el pirata abrió los ojos de golpe al escuchar su nombre, se puso rojo como un tomate y se atragantó. Empezó a mover los brazos y darse golpes en el pecho-. No mueras.
Y colgó. Spanner consiguió tragar por fin. No estaba acostumbrado a que Satoshi pronunciase su nombre en voz alta, pues solía llamarlo "maestro" o "joven amo" debido a su posición de guardaespaldas. Sin embargo, cada vez que lo hacía, el pirata sentía un cosquilleo por todo el cuerpo y cómo le subía la temperatura de la cara al sonrojarse. Odiaba eso... Aunque ya hacía tiempo que se había hecho a la idea de que estaba enamorado.
-------------------
Spanner era el único que comía con algo de decencia en la mesa, aunque le daba igual. Lo cierto es que se lo pasaba bien, aunque no lo pareciese. Las palabras de Viktor eran vacías y no había nada en ellas que provocasen sentimiento alguno en el pirata. Tras ello escuchó con atención el plan de Zane. Iba a responderle, sin embargo cerró los ojos al predecir lo que iba a pasar.
—Te cuento cuando terminen de hablar.
Justo entonces un chaval vestido de amarillo, sentado en la mesa de al lado, se levantó y empezó a hablar. Tenía un parche en el ojo. Lo único que hizo fue preguntarle a Viktor por su plan, por lo que no le interesaba lo más mínimo.
—Bien... -dijo volviendo a centrar su atención al capitán pirata-. No veo fallos, por ahora. Tú mandas. Y a los demás... Si tenéis pensado cobraros esa recompensa por cada cabeza de marine... No os molestéis. Son diez millones por la cabeza de un marine del rango más bajo. ¿Creeis de verdad que puede pagar tanto? Somos muchas personas aquí, si cada uno le trajese como mínimo, una cabeza, Viktor se arruinaría. Y creedme, nadie le traerá menos de dos. Es una guerra, los cadáveres de marines se contarán por los cientos. No tiene pensado pagarle a nadie.
- Resumen:
-Mariconear en el barco con el crush
-Predecir que alguien va a levantarse a hablar (en este caso Yuu(?))- PU mantra:
- Vista de búho I
La visión de Spanner es extraordinaria, por tanto sus predicciones con Haki de Observación no se limitan tan solo a ataques hacia su persona, y puede predecir lo que ocurrirá en el ambiente en el que se encuentra con un segundo de antelación. Puede predecir causa, causante o efecto, pero nunca más de una a la vez. De forma pasiva, tiene una “vista” de 360º, sin embargo lo que no está en su rango de visión normal (los ojos) lo sentirá borroso e impreciso. (la vista de 360º tendrá el mismo rango que el ojo humano)
Scarlett F. Jones
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Características
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Agilidad
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Akuma no mi
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Después de tanto tiempo haciendo recados para los grandes jefes por fin me habían llamado para una situación que merecía completamente la pena. El mundo amenazaba con ser destruido y todos los Marines, así como agentes del Cipher Pol, fueron llamados por el Almirante de Flota para un discurso. El miedo y la desesperanza reinaba en el ambiente, aquellos que habían jurado defender al Gobierno hasta el final se estaban replanteando su lealtad y otros estaban esperando a tener una oportunidad de escapar a pesar de la advertencia del Almirante de Flota. ¿En cuanto a mí? Obviamente tenía miedo pero no podía dejar que me controlara. Había sido entrenada para seguir órdenes y ayudar a los inocentes. Y ese momento era ahora.
No me lo pensé mucho cuando pidieron voluntarios para adentrarse en el complejo, un lugar donde posiblemente muchos perderían la vida y otros en el exterior. Fueras donde fueras estarías condenado cuando aquellas máquinas se activaran y así empezara la gran masacre con el mundo yéndose al garete. ¿Para qué huir cuando puedes hacer algo útil por este mundo? Fue así como levanté mi mano derecha y me ofrecí a entrar en la boca del lobo. Honraría a los miembros del Cipher Pol que se sacrificaron por descubrir aquella entrada. Además de que mis actos, aunque era débil y seguramente moriría, llenarían de orgullo a mi padre que debería estar en algún lugar entre todos los soldados presentes.
-La agente Scarlett F. Jones se ofrece para la misión. Todo sea por el futuro de este mundo y su gente- Dije mirando al Almirante de Flota adoptando una pose firme.
No me lo pensé mucho cuando pidieron voluntarios para adentrarse en el complejo, un lugar donde posiblemente muchos perderían la vida y otros en el exterior. Fueras donde fueras estarías condenado cuando aquellas máquinas se activaran y así empezara la gran masacre con el mundo yéndose al garete. ¿Para qué huir cuando puedes hacer algo útil por este mundo? Fue así como levanté mi mano derecha y me ofrecí a entrar en la boca del lobo. Honraría a los miembros del Cipher Pol que se sacrificaron por descubrir aquella entrada. Además de que mis actos, aunque era débil y seguramente moriría, llenarían de orgullo a mi padre que debería estar en algún lugar entre todos los soldados presentes.
-La agente Scarlett F. Jones se ofrece para la misión. Todo sea por el futuro de este mundo y su gente- Dije mirando al Almirante de Flota adoptando una pose firme.
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