Un leve rechinar metálico sonó mientras la vaina resbalaba, y puso la mano en el hombro de Kodama cuando se cruzaron. El árbol hacia Hyoshi, Al camino a prepararse. Al contrario que la mayoría de los presentes, apenas reclutas y oficiales de bajo rango, el almirante había aprendido mucho tiempo atrás a evadir las responsabilidades, por lo que había podido descansar de vez en cuando. No había sido suficiente, pero tenía mucho mejor aspecto que algunos de los otros voluntarios: reclutas sucios, tenientes agotados, agentes que no sabían realmente qué pintaban en todo aquello... Se trataba de una guerra, no de una infiltración, y su presencia no hacía más que constatar lo desesperado de la situación, una vez más.
- Míralos, Jack -dijo, aceptando la manzana sin dejar de caminar. Era más alto que la mayoría, exceptuando a su homólogo vegetal y al comodoro Kasai. Podía ver los cabellos desaliñados y las caras temerosas, e incluso algunas piernas temblequeantes... ¿Qué oportunidad tenían?-. Nosotros fuimos así una vez... ¿Habríamos tenido su valor?
Dio un mordisco, sin dejar que su vista se detuviese en ninguno. Cualquiera podría morir ese día, o algo peor.
Siguió caminando mientras comentaba con Jack las ideas que se le iban ocurriendo. Podía tratar de ir por el aire, o abrir un túnel bajo el agua... Aunque los riesgos que reportaba entrar desde abajo eran significativamente mayores a los que suponía el asalto directo. De nuevo, se encontrarían en una muy peligrosa situación que los criminales, o los revolucionarios, podrían aprovechar para tomar ventaja. Además había muy pocas probabilidades de que se encontrasen una mágica entrada secreta bajo el agua, por lo que de nuevo estarían expuestos al salir.
- Qué desastre, de verdad -comentó-. Por cierto, ¿tú sabes dónde están Leiren o Arthur?
Mientras esperaba la respuesta siguió evitando marines, dirigiéndose al barracón que habían habilitado como dormitorio compartido de todo Kiritsu, haciendo las veces de despacho para Arthur y él -aunque realmente solo Arthur lo utilizaba-. Allí había dejado sus dos espadas, así como las dagas y el violín. Había estado tocándolo por días, pero en aquel momento habría sido irrespetuoso llevar más de lo necesario. "Y hablando de eso...". Tomó la bufanda de la empuñadura y se la anudó al cuello, con sumo cuidado para evitar hacerle una arruga sin querer. Tras eso cogió el chaquetón y lo vistió, colgándole el cajón de Oro de luna del arnés, y dispuso el resto de armas.
- El mal vuelve a llamar a nuestras puertas -dijo, secamente-. El mundo se aboca a su destrucción, Jack, y tal vez seamos el último bastión de esperanza. ¿Crees que estaremos a la altura?
- Míralos, Jack -dijo, aceptando la manzana sin dejar de caminar. Era más alto que la mayoría, exceptuando a su homólogo vegetal y al comodoro Kasai. Podía ver los cabellos desaliñados y las caras temerosas, e incluso algunas piernas temblequeantes... ¿Qué oportunidad tenían?-. Nosotros fuimos así una vez... ¿Habríamos tenido su valor?
Dio un mordisco, sin dejar que su vista se detuviese en ninguno. Cualquiera podría morir ese día, o algo peor.
Siguió caminando mientras comentaba con Jack las ideas que se le iban ocurriendo. Podía tratar de ir por el aire, o abrir un túnel bajo el agua... Aunque los riesgos que reportaba entrar desde abajo eran significativamente mayores a los que suponía el asalto directo. De nuevo, se encontrarían en una muy peligrosa situación que los criminales, o los revolucionarios, podrían aprovechar para tomar ventaja. Además había muy pocas probabilidades de que se encontrasen una mágica entrada secreta bajo el agua, por lo que de nuevo estarían expuestos al salir.
- Qué desastre, de verdad -comentó-. Por cierto, ¿tú sabes dónde están Leiren o Arthur?
Mientras esperaba la respuesta siguió evitando marines, dirigiéndose al barracón que habían habilitado como dormitorio compartido de todo Kiritsu, haciendo las veces de despacho para Arthur y él -aunque realmente solo Arthur lo utilizaba-. Allí había dejado sus dos espadas, así como las dagas y el violín. Había estado tocándolo por días, pero en aquel momento habría sido irrespetuoso llevar más de lo necesario. "Y hablando de eso...". Tomó la bufanda de la empuñadura y se la anudó al cuello, con sumo cuidado para evitar hacerle una arruga sin querer. Tras eso cogió el chaquetón y lo vistió, colgándole el cajón de Oro de luna del arnés, y dispuso el resto de armas.
- El mal vuelve a llamar a nuestras puertas -dijo, secamente-. El mundo se aboca a su destrucción, Jack, y tal vez seamos el último bastión de esperanza. ¿Crees que estaremos a la altura?
- Resumen:
- Retirarme a preparar las cosas.
Valar Morghul
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El frío y salado aire de la noche era mi único acompañante en esos momentos y, mientras escuchaba las risas y discusiones que se daban en el interior de la gran carpa situada a mis espaldas, no podía dejar de mirar asombrado la gran aguja situada a poco más de un kilómetro de distancia y que se alzaba imponente sobre el frío mar del norte, amenazando con llevarle por el mismo camino que había sufrido mi mar de origen. Por desgracia no podía quedarme mirando eternamente esa increíble construcción, la cual me recordaba a una antigua y hermosa herramienta de tortura, y el delicioso olor que emanaba del interior de la carpa conseguía hacer que mi estómago rugiese de hambre bajo el gran abrigo que me protegía del frío, lo que me dio el último empujón para despedirme de aquella hermosa aguja y entrar en la gran carpa.
-¡Con permiso! -exclamé alegre en voz alta mientras entraba velozmente en la carpa, esquivando a las grandes montañas de músculos con decenas de millones sobre su cabeza y llegando en pocos segundos a la gran mesa en la que estaba servido el banquete-. ¡Qué aproveche! -volví a exclamar de nuevo en voz alta mientras me sentaba de cuclillas en una silla libre y cogía una enorme fuente de arroz con leche, la cual no dude en empezar a engullir a cucharadas mientras miraba asombrado a mi alrededor, dándome cuenta de la gran cantidad de recompensas y tipos malos que me rodeaban y miraban extrañados-. ¡Efto eh mío! -farfullé con la boca llena mientras abrazaba el enorme cuenco y lanzaba una mirada desafiante al enorme pirata situado a mi lado, que se encontraba devorando un cochinillo entero él sólo y tenía pinta de querer quitarme mi arroz con leche.
No me habría importado haberme peleado con aquella gran bola de sebo de haber sido necesario, pero nuestro anfitrión apareció en el momento oportuno e hizo que todas las miradas se centrasen en él. Aunque yo, indiferente a la impresión que podía causar, continúe comiendo al mismo tiempo que escuchaba sus inteligentes palabras y analizaba sus ofertas, apreciando la ingente cantidad de dinero que debía tener para poder ofrecer tan jugosas recompensas o el valor que demostraba al engañar a tamaña cantidad de criminales y gente de dudoso honor.
Mi posición en aquella empresa era difícil, pero tenía claro que iba a participar de una manera u otra y sólo me faltaba decidir el rumbo que tomaría en aquella aventura. Aunque antes me acabaría el arroz con leche.
-¡Con permiso! -exclamé alegre en voz alta mientras entraba velozmente en la carpa, esquivando a las grandes montañas de músculos con decenas de millones sobre su cabeza y llegando en pocos segundos a la gran mesa en la que estaba servido el banquete-. ¡Qué aproveche! -volví a exclamar de nuevo en voz alta mientras me sentaba de cuclillas en una silla libre y cogía una enorme fuente de arroz con leche, la cual no dude en empezar a engullir a cucharadas mientras miraba asombrado a mi alrededor, dándome cuenta de la gran cantidad de recompensas y tipos malos que me rodeaban y miraban extrañados-. ¡Efto eh mío! -farfullé con la boca llena mientras abrazaba el enorme cuenco y lanzaba una mirada desafiante al enorme pirata situado a mi lado, que se encontraba devorando un cochinillo entero él sólo y tenía pinta de querer quitarme mi arroz con leche.
No me habría importado haberme peleado con aquella gran bola de sebo de haber sido necesario, pero nuestro anfitrión apareció en el momento oportuno e hizo que todas las miradas se centrasen en él. Aunque yo, indiferente a la impresión que podía causar, continúe comiendo al mismo tiempo que escuchaba sus inteligentes palabras y analizaba sus ofertas, apreciando la ingente cantidad de dinero que debía tener para poder ofrecer tan jugosas recompensas o el valor que demostraba al engañar a tamaña cantidad de criminales y gente de dudoso honor.
Mi posición en aquella empresa era difícil, pero tenía claro que iba a participar de una manera u otra y sólo me faltaba decidir el rumbo que tomaría en aquella aventura. Aunque antes me acabaría el arroz con leche.
- Resumen:
- -Llegar a la carpa a pocos minutos de que de comienzo el discurso.
-Dirigirme a la zona de la comida y empezar a devorar una fuente de arroz con leche mientras utilizo mi lentilla pacificadora- lentilla:
- Cualidades excepcionales: Esta lentilla posee una tecnología que le permite acceder a una base de datos en la que se encuentran todas las personas con recompensa. La lentilla tiene un sistema de reconocimiento y es capaz de detectar a los prófugos hasta una distancia de 100 metros si son de tamaño normal. La lentilla funciona incluso si el prófugo se encuentra entre una multitud y los disfraces son inútiles (siempre y cuando no pertenezcan a espías). Una vez ha detectado al prófugo, al cual rodea el rostro con un circulo rojo, la lentilla recibe una imagen de su cartel de recompensa actual y una breve descripción de su crimen más destacado.
Si varios prófugos están en su campo de visión, la lentilla rodeara a cada uno con un circulo, pero revelando únicamente el cartel del que se esté mirando directamente.
Zack Suky
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Mirase por donde mirase, solo veía alcohol, mujeres, canallas y charlatanes por doquier. La escena era digna de una las mejores fiestas de Casino Island con todas esas bonitas distracciones que hacían que los instintos primarios de los hombres aflorasen y se volviesen incautos. Distraídos con los bonitos pechos que servían las copas que tan gustosamente se bebían mientras sus carteras eran desvalijadas a ritmos desorbitantes... Pero con la diferencia de que aquí lo que el denominado Rey del Bajo Mundo quería enmascarar era la cruda guerra que se estaba desencadenando fuera y los jugadores lo que apostaban era la vida a cambio de unas vacuas promesas de dinero... O al menos así lo veía yo tras escuchar el discurso de Viktor.
Por otro lado, también estaba seguro de que no todos los presentes eran unos descerebrados. Dentro de la carpa había muchos rostros famosos, ya fuese por sus incontables delitos o por sus numerosas incursiones a lo largo de los Blues, y dudaba que fuesen muy estúpidos si aún seguían vivos a pesar de las grandes sumas que se pagaban por sus cabezas. Bueno, también había excepciones como mi capitán, pero por suerte no había tantos monstruos sueltos.
Yo por mi lado solo buscaba mi propio interés. Enriquecerme cuanto antes aceleraría todos los planes que tenía pensado para el futuro. Si hoy conseguía un buen golpe se acabarían mis días de saqueos a bancos, extorsiones y secuestros. Por fin podría poner en marcha la maquinaria para algo hacer algo más grande y así conseguir mis metas, por lo que hice como que seguía la corriente general del grupo y me mimeticé entre ellos como si yo también estuviese deseoso de comenzar con la cacería de marines y el asalto al imponente "jinete". Si aún seguía vivo es porque sabía mantenerme al margen cuando era necesario y no actuaba a lo tonto. ¿Para qué quería llamar la atención como el tipo de la nave voladora gigante de Gray Rock con preguntas insolentes o cómo el grupo del famoso descamisetado que se reunía a cuchillear en mitad de todo el meollo? Cómo si nadie se fuese a fijar en ellos llevando a un tipo tan enorme como el rubio del espadón o a una chica tan exuberante como la pelirroja. Todo en ella emanaba un aura de sensualidad y peligrosidad que la hacían el foco de una decena de miradas lujurosias que no dudaban en apagarse si esta cruzaba su mirada con la de ellos... Pero todo eso solo eran pensamientos que atravesaban mi cabeza mientras los acontecimientos se amontonaban en el interior de la carpa.
Sabía que en un entorno normal tampoco podría criticar a alguien por llamar la atención. Al fin y al cabo mi tono gris de piel, junto a mi llamativo pelo azul y mi gran espadón, que siempre me acompañaba, me hacía partícipe de más miradas de las que me gustaría recibir, pero por suerte eso en medio de este circo ambulante de hombres pez y seres peludos que hablaban no importaba... Aunque todo eso dejó de importarme momentáneamente cuando el ruido de una portentosa tormenta se tragó el jolgorio que imperaba en la carpa. Desde que era de hierro las tormentas no me gustaban nada y temí que alguno me cayese encima jodiendo mis planes antes de que comenzasen si quiera. Confiaba en que mi capitán hiciese presencia de un momento a otro y comenzase con sus locuras, ya que con un poco de suerte podría acompañarlo y usarlo de escudo para conseguir mis fines. La última vez me había quedado sin información sobre las poderosas armas que usaban todos los bandos, por lo que esta vez tendría que ser diferente y no me conformaría con las migajas.
Por otro lado, también estaba seguro de que no todos los presentes eran unos descerebrados. Dentro de la carpa había muchos rostros famosos, ya fuese por sus incontables delitos o por sus numerosas incursiones a lo largo de los Blues, y dudaba que fuesen muy estúpidos si aún seguían vivos a pesar de las grandes sumas que se pagaban por sus cabezas. Bueno, también había excepciones como mi capitán, pero por suerte no había tantos monstruos sueltos.
Yo por mi lado solo buscaba mi propio interés. Enriquecerme cuanto antes aceleraría todos los planes que tenía pensado para el futuro. Si hoy conseguía un buen golpe se acabarían mis días de saqueos a bancos, extorsiones y secuestros. Por fin podría poner en marcha la maquinaria para algo hacer algo más grande y así conseguir mis metas, por lo que hice como que seguía la corriente general del grupo y me mimeticé entre ellos como si yo también estuviese deseoso de comenzar con la cacería de marines y el asalto al imponente "jinete". Si aún seguía vivo es porque sabía mantenerme al margen cuando era necesario y no actuaba a lo tonto. ¿Para qué quería llamar la atención como el tipo de la nave voladora gigante de Gray Rock con preguntas insolentes o cómo el grupo del famoso descamisetado que se reunía a cuchillear en mitad de todo el meollo? Cómo si nadie se fuese a fijar en ellos llevando a un tipo tan enorme como el rubio del espadón o a una chica tan exuberante como la pelirroja. Todo en ella emanaba un aura de sensualidad y peligrosidad que la hacían el foco de una decena de miradas lujurosias que no dudaban en apagarse si esta cruzaba su mirada con la de ellos... Pero todo eso solo eran pensamientos que atravesaban mi cabeza mientras los acontecimientos se amontonaban en el interior de la carpa.
Sabía que en un entorno normal tampoco podría criticar a alguien por llamar la atención. Al fin y al cabo mi tono gris de piel, junto a mi llamativo pelo azul y mi gran espadón, que siempre me acompañaba, me hacía partícipe de más miradas de las que me gustaría recibir, pero por suerte eso en medio de este circo ambulante de hombres pez y seres peludos que hablaban no importaba... Aunque todo eso dejó de importarme momentáneamente cuando el ruido de una portentosa tormenta se tragó el jolgorio que imperaba en la carpa. Desde que era de hierro las tormentas no me gustaban nada y temí que alguno me cayese encima jodiendo mis planes antes de que comenzasen si quiera. Confiaba en que mi capitán hiciese presencia de un momento a otro y comenzase con sus locuras, ya que con un poco de suerte podría acompañarlo y usarlo de escudo para conseguir mis fines. La última vez me había quedado sin información sobre las poderosas armas que usaban todos los bandos, por lo que esta vez tendría que ser diferente y no me conformaría con las migajas.
- Resumen:
- Narrar los pensamientos del pj sobre lo que sucede a su alrededor mientras espera que comience la incursión.
Rocket Raccoon
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—¡Comed plomo, hijos de puta! -gritaba el mapache mientras disparaba bolas de energía desde la baranda del barco.
Se encontraba en uno de los barcos revolucionarios que estaban en ese momento en combate con barcos marines. Obviamente del lado de los revolucionarios, tal como le había ordenado su apreciado capitán. Sin embargo, estaba disfrutando de aquello demasiado. Le pareció ver durante un instante como un haz de energía roja saltaba de un barco a otro, aunque no le hizo mucho caso. Estaba demasiado enfrascado en lo suyo. Un marine llegó hasta la baranda del barco y Rocket le disparó con el tercer modo de disparo de la Pacificadora.
De haberle dado, el marine empezaría a ascender en el aire mientras que su gravedad se veía totalmente nulificada. Y mientras ascendiese, Rocket lo apuntaría con su brazo cyborg y lanzaría un potente láser hacia su pecho. El animal reía sin parar, como un psicótico, creando cierta preocupación entre sus aliados a la vez que alivio por tenerlo de su lado y no como enemigo.
Llevó un brazo atrás y, en la palma de su mano, se formó un torbellino de arena en miniatura. Lanzó el brazo hacia delante y el torbellino salió disparado a la par que aumentaba de tamaño, desatando una potente tormenta de arena sobre el barco enemigo.
Se encontraba en uno de los barcos revolucionarios que estaban en ese momento en combate con barcos marines. Obviamente del lado de los revolucionarios, tal como le había ordenado su apreciado capitán. Sin embargo, estaba disfrutando de aquello demasiado. Le pareció ver durante un instante como un haz de energía roja saltaba de un barco a otro, aunque no le hizo mucho caso. Estaba demasiado enfrascado en lo suyo. Un marine llegó hasta la baranda del barco y Rocket le disparó con el tercer modo de disparo de la Pacificadora.
De haberle dado, el marine empezaría a ascender en el aire mientras que su gravedad se veía totalmente nulificada. Y mientras ascendiese, Rocket lo apuntaría con su brazo cyborg y lanzaría un potente láser hacia su pecho. El animal reía sin parar, como un psicótico, creando cierta preocupación entre sus aliados a la vez que alivio por tenerlo de su lado y no como enemigo.
Llevó un brazo atrás y, en la palma de su mano, se formó un torbellino de arena en miniatura. Lanzó el brazo hacia delante y el torbellino salió disparado a la par que aumentaba de tamaño, desatando una potente tormenta de arena sobre el barco enemigo.
- Resumen:
DIsparar marines y tirar una tormenta de arena
Kaito Takumi
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Kaito llevaba casi tanto como los empleados de Viktor Elrik en las instalaciones que este había preparado para recibir a sus invitados. Había llegado poco después que los primeros buques den-den, y había pasado sus primeras horas admirando la extraña biología de los enormes moluscos, y las siguientes buscando a los responsables para ofrecerse voluntariamente a ayudar en su cuidado. Por supuesto ningún asalariado del rey del crimen le permitió hacerlo, convirtiendo al pobre ningyo en una sombra frustada que se limitaba a espiar constantemente las funciones y movimientos de aquellos subalternos, demasiado ocupados en prepararlo todo y atender a los clientes antes de que llegara el gran día. Un día antes del mismo encontró a White, que le dio directrices para volverse a reencontrar en la tan esperada cena que organizaba su peculiar anfitrión.
Por si fuera poco, durante aquel glorioso día tampoco le dejaron entrar en las cocinas ni los almacenes para ver qué habían traído ni cómo estaban preparando los manjares que se servirían en la velada. Aquel horrible secretismo, en parte comercial y en parte solo por hacerle la puñeta, provocaba que el sireno estuviese de tan mal humor que ni siquiera podía disfrutar de los pequeños bocados de la mesa que cogía de aquí y allá usando un par de largos palillos. Aun así, algo en él apreciaba el enfado, pues este significaba el enfrentarse a un reto, uno más interesante que salvar las vidas de un mar que siquiera conocía. Con su mente y paladar ocupados en desentrañar los misterios tanto de la comida como de la bebida, Kaito solo detuvo su tren de pensamiento al oír los precios de los artículos que requería Viktor.
—¿El kilo a un millón y cuarto…? Pero no va a permitir fracciones, sino el pago por pieza. No creo que sea rentable, no con una carga limitada —susurró fríamente a su compañero sin preocuparle las escalofriantes implicaciones de su cálculo—. Es un cebo para crear una primera línea de defensa. No creo que ni acabe pagando… Pero las otras ofertas del día son un chollo —admitió tomando otro maki—. Y no hay asterisco ni inciso, así que técnicamente podemos aprovechar el vacío legal. Claro que veo más lucrativo coger la planta al completo en lugar de un melón que no tardará en pudrirse… Así seguro que no pone pegas por aprovecharnos de la semántica.
Entonces vio el papel que ya hacía un buen rato le había dejado su compañero, y pinzándolo con sus peculiares cubiertos, lo abrió para leerlo. La lista era interminable y su intención insultaba a su inteligencia, por mucha razón que pudiese o no llevar. Tras hacer el esfuerzo de leer dos veces el pequeño papel, lo arrugó y usó de servilleta tras un pequeño trago de ale negra.
—Entendido.
Su relación no era como aquella banda de compañeros pinzapezones, ni como aquel otro grupo de tragaldabas que se peleaban por las últimas migajas de su mesa, ni mucho menos como el lejano grupo con narices empolvadas que bailaba al ritmo de una música imaginaria: era un negocio, una lucrativa empresa en la que no había lugar para estúpidas camaraderías. Esperó, al igual que su compañero, con la única distinción del constante picoteo de canapés y pequeños bocados que podía pinzar con sus palillos.
Por si fuera poco, durante aquel glorioso día tampoco le dejaron entrar en las cocinas ni los almacenes para ver qué habían traído ni cómo estaban preparando los manjares que se servirían en la velada. Aquel horrible secretismo, en parte comercial y en parte solo por hacerle la puñeta, provocaba que el sireno estuviese de tan mal humor que ni siquiera podía disfrutar de los pequeños bocados de la mesa que cogía de aquí y allá usando un par de largos palillos. Aun así, algo en él apreciaba el enfado, pues este significaba el enfrentarse a un reto, uno más interesante que salvar las vidas de un mar que siquiera conocía. Con su mente y paladar ocupados en desentrañar los misterios tanto de la comida como de la bebida, Kaito solo detuvo su tren de pensamiento al oír los precios de los artículos que requería Viktor.
—¿El kilo a un millón y cuarto…? Pero no va a permitir fracciones, sino el pago por pieza. No creo que sea rentable, no con una carga limitada —susurró fríamente a su compañero sin preocuparle las escalofriantes implicaciones de su cálculo—. Es un cebo para crear una primera línea de defensa. No creo que ni acabe pagando… Pero las otras ofertas del día son un chollo —admitió tomando otro maki—. Y no hay asterisco ni inciso, así que técnicamente podemos aprovechar el vacío legal. Claro que veo más lucrativo coger la planta al completo en lugar de un melón que no tardará en pudrirse… Así seguro que no pone pegas por aprovecharnos de la semántica.
Entonces vio el papel que ya hacía un buen rato le había dejado su compañero, y pinzándolo con sus peculiares cubiertos, lo abrió para leerlo. La lista era interminable y su intención insultaba a su inteligencia, por mucha razón que pudiese o no llevar. Tras hacer el esfuerzo de leer dos veces el pequeño papel, lo arrugó y usó de servilleta tras un pequeño trago de ale negra.
—Entendido.
Su relación no era como aquella banda de compañeros pinzapezones, ni como aquel otro grupo de tragaldabas que se peleaban por las últimas migajas de su mesa, ni mucho menos como el lejano grupo con narices empolvadas que bailaba al ritmo de una música imaginaria: era un negocio, una lucrativa empresa en la que no había lugar para estúpidas camaraderías. Esperó, al igual que su compañero, con la única distinción del constante picoteo de canapés y pequeños bocados que podía pinzar con sus palillos.
- ”Resumen:
- Pertenencias que llevo: El bichero de hierro a dos manos a la espalda enganchado a la riñonera y sujeto con los tentáculos, el bichero de una mano de madera genuino +su cuchillo atado, su riñonera impermeable negra cruzada a modo de bandolera-cinto con medio millón porque soy un rata (y no soy Doraemon) y la misma daga de hueso infrecuente dentro. Todo bajo la negra capucha de calidad genuina negra con interior rojo que es impermeable e ignífuga.
Explicar cómo he llegado hace unos días, espiando con interés como ha ido sucediéndose todo (e interesándome por los buques vivos) y cómo he re-encontrado y quedado con W.White, comer frustrado analizando ingredientes. Analizar situación y susurrar a mi compañero cosas en referencia a lo que ha dicho el rey del bajo-mundo
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—¿Habéis oído? Los de defensa naval tienen planeado hacer una fiesta esta noche y nos han invitado a todos los novatos para que nos tomemos un pequeño descanso. ¿Vas a venir, Leiren?
—Buah, pues no tengo nada que hacer, así qu-...
Antes de que pudiera siquiera terminar de responder Arthur apareció en escena y, casi como si hubiera alguna emergencia mundial, comenzó a hablar.
—¡Pelomatojo! ¿Tienes algo que hacer? ¡Tengo una misión perfecta para nosotros!
—Pues, bueno —me había pillado tan desprevenido que no sabía bien cómo responder—, hay una fiesta y estaba pensando en ir. —mis compañeros se habían callado detrás de mí, con miedo siquiera a abrir la boca.
—Pero Leiren, ¡por favor! Será una misión sencillita, apenas veinte minutos: entrar y salir. Venga, ¿qué me dices?
Me quedé totalmente dubitativo. Lo que Arthur decía no siempre resultaba ser la realidad que acontecía, pero aún así aún era temprano, apenas las once de la mañana, y aunque fuéramos a tardar un par de horas buenas seguiría llegando bien de tiempo para la fiesta. Miré a mis compañeros y los vi, sutilmente, ladeando la cabeza hacia los lados. Volví la mirada a mi superior, con una sonrisa casi radiante y se me ablandó el corazón.
—Venga, vale, pero tiene que ser rápido.
—Visto y no visto.
—¡A TU IZQUIERDA, LEIREN, A TU IZQUIERDA!
—¡YA LO SÉ, ¿TE CREES QUE ESTOY PUTO CIEGO?! ¡AAAHH!
—¡SIGUE RECTO, TENEMOS QUE ESTAR LLEGANDO A DONDE ANTES VI MARINES!
—¡¿LLEGANDO A DÓNDE?!
Y es que así iban las cosas. Arthur y yo gritándonos el uno al otro mientras esquivábamos balas de cañón, tormentas eléctricas y de arena, entre otros varios peligros mortales mientras íbamos montados en una lancha motora que habíamos conseguido en nuestra última misión. Sí, esa que era, ¿cómo era? Ah, sí: "apenas veinte minutos, entrar y salir". Podría alargarme bastante explicando la odisea que nos había ocurrido allí en el North Blue y de cómo habíamos llegado, casi sin saberlo -o sí, quién sabe lo que a Arthur se le pasa por la cabeza-, al corazón de una guerra casi mundial, pero será mejor si simplemente digo que, de alguna forma u otra, habíamos llegado a salvo al campamento marine que habían montado en aquel lugar. De nuevo, no estoy muy seguro de cómo.
—¿¡QUÉ ES LO QUE PASA CONTIGO!?
—¡NO LO SÉ LEIREN, NO LO SÉ! ¡QUIZÁ ME ODIO! ¡QUIZÁ TE ODIO A TI! ¡QUIZÁ ODIO A TODO EL MUNDO QUE ME RODEA! ¡DESPUÉS DE TANTO PAPELEO YA NO LO SÉ!
Arthur se bajó de lancha y se fue directo a un barracón en particular, como si supiera perfectamente que estaba pasando o a donde tenía que ir. Yo, intentando calmarme un poco, le seguí de cerca sin mediar palabra. Poco después nos encontrábamos junto a Jack y Al en un pequeño despacho que parecía hecho especialmente para los Kiritsu. Llegamos justos para escuchar la pregunta del capitán.
—Después de lo que acabo de vivir, creo que estoy preparado para todo.
No sabía muy bien qué cojines estaba pasando, pero no iba a quedarme atrás si mi capitán nos necesitaba.
—Buah, pues no tengo nada que hacer, así qu-...
Antes de que pudiera siquiera terminar de responder Arthur apareció en escena y, casi como si hubiera alguna emergencia mundial, comenzó a hablar.
—¡Pelomatojo! ¿Tienes algo que hacer? ¡Tengo una misión perfecta para nosotros!
—Pues, bueno —me había pillado tan desprevenido que no sabía bien cómo responder—, hay una fiesta y estaba pensando en ir. —mis compañeros se habían callado detrás de mí, con miedo siquiera a abrir la boca.
—Pero Leiren, ¡por favor! Será una misión sencillita, apenas veinte minutos: entrar y salir. Venga, ¿qué me dices?
Me quedé totalmente dubitativo. Lo que Arthur decía no siempre resultaba ser la realidad que acontecía, pero aún así aún era temprano, apenas las once de la mañana, y aunque fuéramos a tardar un par de horas buenas seguiría llegando bien de tiempo para la fiesta. Miré a mis compañeros y los vi, sutilmente, ladeando la cabeza hacia los lados. Volví la mirada a mi superior, con una sonrisa casi radiante y se me ablandó el corazón.
—Venga, vale, pero tiene que ser rápido.
—Visto y no visto.
Una semana y media después
—¡A TU IZQUIERDA, LEIREN, A TU IZQUIERDA!
—¡YA LO SÉ, ¿TE CREES QUE ESTOY PUTO CIEGO?! ¡AAAHH!
—¡SIGUE RECTO, TENEMOS QUE ESTAR LLEGANDO A DONDE ANTES VI MARINES!
—¡¿LLEGANDO A DÓNDE?!
Y es que así iban las cosas. Arthur y yo gritándonos el uno al otro mientras esquivábamos balas de cañón, tormentas eléctricas y de arena, entre otros varios peligros mortales mientras íbamos montados en una lancha motora que habíamos conseguido en nuestra última misión. Sí, esa que era, ¿cómo era? Ah, sí: "apenas veinte minutos, entrar y salir". Podría alargarme bastante explicando la odisea que nos había ocurrido allí en el North Blue y de cómo habíamos llegado, casi sin saberlo -o sí, quién sabe lo que a Arthur se le pasa por la cabeza-, al corazón de una guerra casi mundial, pero será mejor si simplemente digo que, de alguna forma u otra, habíamos llegado a salvo al campamento marine que habían montado en aquel lugar. De nuevo, no estoy muy seguro de cómo.
—¿¡QUÉ ES LO QUE PASA CONTIGO!?
—¡NO LO SÉ LEIREN, NO LO SÉ! ¡QUIZÁ ME ODIO! ¡QUIZÁ TE ODIO A TI! ¡QUIZÁ ODIO A TODO EL MUNDO QUE ME RODEA! ¡DESPUÉS DE TANTO PAPELEO YA NO LO SÉ!
Arthur se bajó de lancha y se fue directo a un barracón en particular, como si supiera perfectamente que estaba pasando o a donde tenía que ir. Yo, intentando calmarme un poco, le seguí de cerca sin mediar palabra. Poco después nos encontrábamos junto a Jack y Al en un pequeño despacho que parecía hecho especialmente para los Kiritsu. Llegamos justos para escuchar la pregunta del capitán.
—Después de lo que acabo de vivir, creo que estoy preparado para todo.
No sabía muy bien qué cojines estaba pasando, pero no iba a quedarme atrás si mi capitán nos necesitaba.
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Igual que en el fondo de un sucio desagüe, la basura humana siempre tiende a reunirse. Y aquel día, al filo del fin del mundo, la escoria se acumulaba bajo el ala de Viktor Elrik como las pelusas bajo una cama. Bebiendo y comiendo, festejaban y hacían planes con el amplio pabellón de tela protegiéndoles de la sombría mirada del mayor arma jamás fabricada. La torre, el jinete, la Espada del Diablo, como a Gerald se la habían descrito por primera vez. Esa cosa amenazaba a todo lo que el ser humano había construido a lo largo de su historia, y allí estaban ellos, repartiendo licor y humeantes platos a rebosar de manjares que solo un pirata podría apreciar.
Era el mejor momento para conspirar.
Se deslizó dentro de la carpa sin llamar la atención, uno más entre los cientos de vociferantes beodos que la abarrotaban. Se abrió paso entre ellos, sorteando un charco de vómito y con cuidado de no tocar a ninguno; no quería que le ensuciasen. Una parte de él maldijo a White por haberle convocado, no una sino dos veces, al más ruidoso y sucio meadero que había podido encontrar. No es que Gerald temiese ensuciarse, pero resultaba muy poco digno tratar de hacer negocios con las botas oliendo a orines. Si tenía que mancharse de algo prefería que fuese de sangre, a ser posible la de otros.
Había llegado con cierta antelación, consciente de que una vez todo empezase, sería más adecuado para su pequeño grupo estar lejos de allí. Su negro navío ya se estaba alejando a una zona algo más segura, esperando su llamada telepática, cuando comenzaron a llegar las personas importantes. Piratas, traficantes, brokers del más oscuro de los agujeros del submundo... Un surtido de delicatessen del crimen, salvando las distancias que había entre los verdaderos criminales y la chusma. No obstante, no estaba allí por ellos.
William White ya le esperaba en una mesa, sentado junto con un engendro cuya existencia Gerald había considerado imposible hasta ese momento. No era el primer habitante de las profundidades que conocía, pero sí el menos agraciado.
-Sería de esperar que el Rey de los Bajos Fondos pudiese desplegar algo más que una carpa y un buffet. He conocido a otros reyes que se escandalizarían por tal muestra de vulgaridad -murmuró Gerald mientras tomaba asiento-. Es un placer veros de nuevo, señor White. ¿Debo suponer que vuestro... acompañante es alguien de vuestro mismo campo profesional?
En otras circunstancias habría examinado en profundidad su mente, mas no era el momento propicio. Estando como estaba a punto de verse involucrado en un asunto tan peligroso no podía ni quería permitirse un despilfarro de energía. Hurgar en los recuerdos de un ser como aquel habría sido poco práctico. Ni que fuese alguien importante. Lo que si hizo fue saludarle:
-Es un placer. Mi nombre es Elliot Reiner -mintió Gerald sin alzar mucho la voz.
Se sentía extraño mostrándose en público tan abiertamente ante tantos elementos potencialmente hostiles, pero la curiosidad por conocer en persona a la competencia le carcomía. Especial interés tenía en su anfitrión, cuyas palabras llenaban por completo la carpa. Gerald tenía cierta experiencia con los monarcas, y el que se hacía llamar "rey" en los sórdidos dominios del Inframundo merecía su atención. Es decir, de lo contrario no valdría la pena matarlo.
Guardó silencio durante todo el discurso. Era un plan sencillo el de Elrik, pero eficaz. Coges a un montón de brutos poderosos, manipulables y, sobre todo, prescindibles, y los lanzas contra tu enemigo. Fácil conciso. Eso podía suponer un problema, ya que Elrik contaba ahora con ciertos aliados problemáticos. Gerald tenía su espada y a sí mismo, que no era poco, pero tampoco suficiente. Por suerte, tenía tiempo para encontrar sus propias armas.
-Sin duda, quien haya construido tal armamento debe de ser tan peligroso como valioso -dejó caer a su socio y su acompañante-. Dentro de esa torre debe haber algo que justifique el viaje hasta aquí.
Al mismo tiempo hizo una seña a uno de los camareros, que no daba a basto con tantos clientes desbocados. Eso no impidió que, a una orden mental de Gerald, acudiese presto a la mesa y cumpliese con su pedido de agasajar a la recién llegada dama con el más fino licor que encontrase entre la cerveza aguada de Elrik. Y, por supuesto, de asegurarse que ella sabía de dónde había partido la copa.
Nunca había visto carteles de recompensa de esa mujer -aunque tampoco solía interesarse por los piratas-, lo cual no era importante. Sabía lo que tenía que saber de ella: que era fuerte, o no habría podido desviar aquel inesperado rayo con tanta facilidad, y que no sería tan dócil como muchos de los que ya babeaban ante la promesa monetaria de Elrik. Vale, eso no lo sabía, solo lo intuía. Si se equivocaba bastaría con hacerla olvidar o, simplemente, matarla. También intuía que no sería una bruta manipulable, pero sí que era prescindible. Con eso tendría que bastar.
Era el mejor momento para conspirar.
Se deslizó dentro de la carpa sin llamar la atención, uno más entre los cientos de vociferantes beodos que la abarrotaban. Se abrió paso entre ellos, sorteando un charco de vómito y con cuidado de no tocar a ninguno; no quería que le ensuciasen. Una parte de él maldijo a White por haberle convocado, no una sino dos veces, al más ruidoso y sucio meadero que había podido encontrar. No es que Gerald temiese ensuciarse, pero resultaba muy poco digno tratar de hacer negocios con las botas oliendo a orines. Si tenía que mancharse de algo prefería que fuese de sangre, a ser posible la de otros.
Había llegado con cierta antelación, consciente de que una vez todo empezase, sería más adecuado para su pequeño grupo estar lejos de allí. Su negro navío ya se estaba alejando a una zona algo más segura, esperando su llamada telepática, cuando comenzaron a llegar las personas importantes. Piratas, traficantes, brokers del más oscuro de los agujeros del submundo... Un surtido de delicatessen del crimen, salvando las distancias que había entre los verdaderos criminales y la chusma. No obstante, no estaba allí por ellos.
William White ya le esperaba en una mesa, sentado junto con un engendro cuya existencia Gerald había considerado imposible hasta ese momento. No era el primer habitante de las profundidades que conocía, pero sí el menos agraciado.
-Sería de esperar que el Rey de los Bajos Fondos pudiese desplegar algo más que una carpa y un buffet. He conocido a otros reyes que se escandalizarían por tal muestra de vulgaridad -murmuró Gerald mientras tomaba asiento-. Es un placer veros de nuevo, señor White. ¿Debo suponer que vuestro... acompañante es alguien de vuestro mismo campo profesional?
En otras circunstancias habría examinado en profundidad su mente, mas no era el momento propicio. Estando como estaba a punto de verse involucrado en un asunto tan peligroso no podía ni quería permitirse un despilfarro de energía. Hurgar en los recuerdos de un ser como aquel habría sido poco práctico. Ni que fuese alguien importante. Lo que si hizo fue saludarle:
-Es un placer. Mi nombre es Elliot Reiner -mintió Gerald sin alzar mucho la voz.
Se sentía extraño mostrándose en público tan abiertamente ante tantos elementos potencialmente hostiles, pero la curiosidad por conocer en persona a la competencia le carcomía. Especial interés tenía en su anfitrión, cuyas palabras llenaban por completo la carpa. Gerald tenía cierta experiencia con los monarcas, y el que se hacía llamar "rey" en los sórdidos dominios del Inframundo merecía su atención. Es decir, de lo contrario no valdría la pena matarlo.
Guardó silencio durante todo el discurso. Era un plan sencillo el de Elrik, pero eficaz. Coges a un montón de brutos poderosos, manipulables y, sobre todo, prescindibles, y los lanzas contra tu enemigo. Fácil conciso. Eso podía suponer un problema, ya que Elrik contaba ahora con ciertos aliados problemáticos. Gerald tenía su espada y a sí mismo, que no era poco, pero tampoco suficiente. Por suerte, tenía tiempo para encontrar sus propias armas.
-Sin duda, quien haya construido tal armamento debe de ser tan peligroso como valioso -dejó caer a su socio y su acompañante-. Dentro de esa torre debe haber algo que justifique el viaje hasta aquí.
Al mismo tiempo hizo una seña a uno de los camareros, que no daba a basto con tantos clientes desbocados. Eso no impidió que, a una orden mental de Gerald, acudiese presto a la mesa y cumpliese con su pedido de agasajar a la recién llegada dama con el más fino licor que encontrase entre la cerveza aguada de Elrik. Y, por supuesto, de asegurarse que ella sabía de dónde había partido la copa.
Nunca había visto carteles de recompensa de esa mujer -aunque tampoco solía interesarse por los piratas-, lo cual no era importante. Sabía lo que tenía que saber de ella: que era fuerte, o no habría podido desviar aquel inesperado rayo con tanta facilidad, y que no sería tan dócil como muchos de los que ya babeaban ante la promesa monetaria de Elrik. Vale, eso no lo sabía, solo lo intuía. Si se equivocaba bastaría con hacerla olvidar o, simplemente, matarla. También intuía que no sería una bruta manipulable, pero sí que era prescindible. Con eso tendría que bastar.
- Resumen:
- Saludar a Willy y Kaito - Hacer que le lleven a Lysbeth una copichuela con intenciones totalmente honradas
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Habían pasado apenas un par de días desde que Neo se había ido de la isla en el primer barco que había pillado. Dexter le había mandado a recabar algo de información importante y ya la había conseguido, así que solo le faltaba volver con la calma al Ojo. O ese hubiera sido el plan si, a medio camino, el barco no hubiera girado bruscamente cambiado de dirección.
—¿Ha pasado algo? —pregunté al capitán una vez hube saltado de la cola hasta donde este se encontraba.
—Cambio de planes, pequeño. ¿Ves eso? —señaló un punto luminoso a lo lejos— Me acaban de llamar y, créeme, significa problemas, joven. Vamos a hacer un gran rodeo para mantenernos alejados. Dicen que va a estar plagado de criminales y piratas. ¿Te imaginas? Vernos rodeados de los Arashi o los Blue Rose. No, no, no. Nosotros a lo seguro, chico. ¿Chico?
Cuando el señor quiso darse cuenta el pequeño pelinegro ya estaba corriendo en mitad del cielo, a unos cien metros del nivel mar, hacia lo que producía aquella luz. No estaba muy seguro de qué iba a encontrarse, pero fuera lo que fuera iba a ser bastante divertido. Además, la posibilidad de que la banda estuviera pululando por allí le interesaba; es decir, eso significaba que volvería al Ojo o en un barco totalmente tuneado y veloz como ninguno o, si tenía suerte, encima de un maldito dragón. Eso siempre mola, la verdad.
A medida que se acercaba se empezaba a dar cuenta de que aquello no era normal. No era una simple riña entre piratas y marines por un territorio: aquello era una guerra en toda regla. Durante una pequeña fracción de segundo recordó Síderos y todo lo que sucedió por aquel entonces. Sacudió la cabeza ante aquellas imágenes y cuando volvió a la realidad vio a lo lejos algo volar directo hacia la estructura que se erigía hacia el cielo. Afinó su vista y esbozó una leve sonrisa.
—Dexter. Lo sabía.
Se paró en el aire adoptando una postura similar a la de un corredor y, tras recubrirse en su armadura eléctrica, corrió lo más rápido que pudo en aquella dirección. Por el camino vio tantas cosas pasar que no sabía muy bien a cual prestarle atención, y menos cuando en su campo de visión intentaba mantener a lo que parecía un maldito rayo.
Cuando estaba a apenas un kilómetro de él este empezó a formar una gigantesca nube de tormenta, de las que hacen que el pierda la calma. Uno nunca sabía lo que Dexter tenía en la cabeza, pero gracias a dios Neo había empezado a pillar un sutil patrón en su actitud; bueno, no se podía llamar exactamente así, más bien era una pequeña intuición, una voz en su cabeza que en los peores momentos le susurraba "¿qué es lo peor que podría pasar?".
Así que allí se encontraba Neo, corriendo hacia aquel mar de nubes con la idea de dejarse caer en mitad de la misma. Y así fue como pasó. Le escoció un poco la piel el hacerlo, pero entre su armadura y lo acostumbrado que estaba a la electricidad apenas fue poco más que un poco de entumecimiento.
Cuando las nubes se disiparon de su vista se encontraba a apenas unos cinco metros de un navío. Quizá eran más metros, pero tampoco le importaba mucho. Cayó justo después de Slade sin hacer un solo ruido, casi como si lo que hubiera aterrizado hubiese sido una pluma.
—Me ha molado el espectáculo de luces. ¿Qué me he perdido en el tiempo que no he estado por aquí?
—¿Ha pasado algo? —pregunté al capitán una vez hube saltado de la cola hasta donde este se encontraba.
—Cambio de planes, pequeño. ¿Ves eso? —señaló un punto luminoso a lo lejos— Me acaban de llamar y, créeme, significa problemas, joven. Vamos a hacer un gran rodeo para mantenernos alejados. Dicen que va a estar plagado de criminales y piratas. ¿Te imaginas? Vernos rodeados de los Arashi o los Blue Rose. No, no, no. Nosotros a lo seguro, chico. ¿Chico?
Cuando el señor quiso darse cuenta el pequeño pelinegro ya estaba corriendo en mitad del cielo, a unos cien metros del nivel mar, hacia lo que producía aquella luz. No estaba muy seguro de qué iba a encontrarse, pero fuera lo que fuera iba a ser bastante divertido. Además, la posibilidad de que la banda estuviera pululando por allí le interesaba; es decir, eso significaba que volvería al Ojo o en un barco totalmente tuneado y veloz como ninguno o, si tenía suerte, encima de un maldito dragón. Eso siempre mola, la verdad.
A medida que se acercaba se empezaba a dar cuenta de que aquello no era normal. No era una simple riña entre piratas y marines por un territorio: aquello era una guerra en toda regla. Durante una pequeña fracción de segundo recordó Síderos y todo lo que sucedió por aquel entonces. Sacudió la cabeza ante aquellas imágenes y cuando volvió a la realidad vio a lo lejos algo volar directo hacia la estructura que se erigía hacia el cielo. Afinó su vista y esbozó una leve sonrisa.
—Dexter. Lo sabía.
Se paró en el aire adoptando una postura similar a la de un corredor y, tras recubrirse en su armadura eléctrica, corrió lo más rápido que pudo en aquella dirección. Por el camino vio tantas cosas pasar que no sabía muy bien a cual prestarle atención, y menos cuando en su campo de visión intentaba mantener a lo que parecía un maldito rayo.
Cuando estaba a apenas un kilómetro de él este empezó a formar una gigantesca nube de tormenta, de las que hacen que el pierda la calma. Uno nunca sabía lo que Dexter tenía en la cabeza, pero gracias a dios Neo había empezado a pillar un sutil patrón en su actitud; bueno, no se podía llamar exactamente así, más bien era una pequeña intuición, una voz en su cabeza que en los peores momentos le susurraba "¿qué es lo peor que podría pasar?".
Así que allí se encontraba Neo, corriendo hacia aquel mar de nubes con la idea de dejarse caer en mitad de la misma. Y así fue como pasó. Le escoció un poco la piel el hacerlo, pero entre su armadura y lo acostumbrado que estaba a la electricidad apenas fue poco más que un poco de entumecimiento.
Cuando las nubes se disiparon de su vista se encontraba a apenas unos cinco metros de un navío. Quizá eran más metros, pero tampoco le importaba mucho. Cayó justo después de Slade sin hacer un solo ruido, casi como si lo que hubiera aterrizado hubiese sido una pluma.
—Me ha molado el espectáculo de luces. ¿Qué me he perdido en el tiempo que no he estado por aquí?
- Spoiler:
- Ver a Dexter en la distancia, seguirlo y quedarme junto a él y a Deathstroke.
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Digamos que había sido el viaje más cómodo de realizar en mucho tiempo. Atravesar la Red Line a la inversa había sido, cuanto menos, un desastre en todos los sentidos imaginables, pero al menos no sería yo quien se tuviera que preocupar de este tipo de cosas, ya que estaba viajando acompañado. Me había acostumbrado a hacer compañía al maquinista del Umi Ressha y, debido a esto, había perdido todo sentido de la orientación marítima que pudiera haber tenido en algún momento de mi vida. Y, en este día, me había asegurado de, pagando mi jornal, comprar los servicios de un grupo de mercenarios debiluchos para que me llevasen con ellos. Simple. No daría problemas, comería de reservas que yo mismo había comprado y trataría de interactuar con ellos lo mínimo posible, como si no existiera en el barco.
A pesar de que no estaba de acuerdo con la mera idea de salir del Paraíso bajo ningún concepto, pues lo consideraba como un paso hacia atrás en mis deseos, ya que viajaría a zonas más pacíficas y menos peligrosas, tenía cierta emoción acerca de lo que se podía desarrollar. Todas las grandes fuerzas se estaban arremolinando en un ojo del huracán, que resultaba ser una isla, un artefacto, o algo por el estilo. No tenía mucha información, algo que sonaba bastante irónico si pensábamos en que esto mismo era el tema que se discutía en cada casa del mundo que tuviera cierto acceso a información interesante. Pero justo había salido de un trabajo bastante ocupado, y los detalles que todos daban por hechos, yo los desconocía en su totalidad: ese era mi handicap en esta aventura.
Pasados los días, escuché como uno de los bucaneros gritaba a pleno pulmón, dando la noticia:
-¡Hemos alcanzado el destino! - Llevaba esperando bastante tiempo para hacer reales esas palabras, ya que el reloj no iba muy rápido en un camarote solitario. - ¡Desembarcamos en menos de media hora, así que a prepararse!
Haciendo tanto caso a la voz como un niño que habla con su madre, me levanté del asiento, el cual había sido mi mejor compañero durante todo el trayecto, y me coloqué con velocidad mi traje, para esconder mi identidad. Con una sonrisa de oreja a oreja tras la máscara, pues era incapaz de esconder mis sentimientos a pesar de mi frialdad, me acerqué a la proa, donde estaban agrupándose el resto de tripulantes. El capitán me miro varias veces, exclamando un ''¡Pero si creíamos que habías muerto y todo!'', y dirigiéndose al resto de personas mientras me obviaba. Ignorando su conversación, tardé poco en concentrarme y aclarar en mi cabeza lo que debía hacer a partir de aquí.
En lo que fueron segundos para mí, pues mi sentido del paso del tiempo estaba muy deformado tras todo lo sucedido, alcancé la sala de reuniones donde había tantas caras conocidas. Casi era capaz de poner cifras bajo los mentones de cada uno, y, entre todas, sumaban muchos ceros. Demasiados para hacer las sumas a cabeza, diría. Y, para mi desconcierto, muchas de ellas se estaban moviendo. Quizás había llegado muy tarde, aunque no estaba seguro, así que preferí preguntar a quedar como un tonto delante de tantas personas importantes. Me acerqué a una persona con el pelo azul y malos modales, ya que tenía los pies sobre la mesa, y toqué su hombro izquierdo con el dedo índice, mientras me encorvaba para poder preguntarle a la cara:
- ¿Cuándo..., empieza?
A pesar de que no estaba de acuerdo con la mera idea de salir del Paraíso bajo ningún concepto, pues lo consideraba como un paso hacia atrás en mis deseos, ya que viajaría a zonas más pacíficas y menos peligrosas, tenía cierta emoción acerca de lo que se podía desarrollar. Todas las grandes fuerzas se estaban arremolinando en un ojo del huracán, que resultaba ser una isla, un artefacto, o algo por el estilo. No tenía mucha información, algo que sonaba bastante irónico si pensábamos en que esto mismo era el tema que se discutía en cada casa del mundo que tuviera cierto acceso a información interesante. Pero justo había salido de un trabajo bastante ocupado, y los detalles que todos daban por hechos, yo los desconocía en su totalidad: ese era mi handicap en esta aventura.
Pasados los días, escuché como uno de los bucaneros gritaba a pleno pulmón, dando la noticia:
-¡Hemos alcanzado el destino! - Llevaba esperando bastante tiempo para hacer reales esas palabras, ya que el reloj no iba muy rápido en un camarote solitario. - ¡Desembarcamos en menos de media hora, así que a prepararse!
Haciendo tanto caso a la voz como un niño que habla con su madre, me levanté del asiento, el cual había sido mi mejor compañero durante todo el trayecto, y me coloqué con velocidad mi traje, para esconder mi identidad. Con una sonrisa de oreja a oreja tras la máscara, pues era incapaz de esconder mis sentimientos a pesar de mi frialdad, me acerqué a la proa, donde estaban agrupándose el resto de tripulantes. El capitán me miro varias veces, exclamando un ''¡Pero si creíamos que habías muerto y todo!'', y dirigiéndose al resto de personas mientras me obviaba. Ignorando su conversación, tardé poco en concentrarme y aclarar en mi cabeza lo que debía hacer a partir de aquí.
En lo que fueron segundos para mí, pues mi sentido del paso del tiempo estaba muy deformado tras todo lo sucedido, alcancé la sala de reuniones donde había tantas caras conocidas. Casi era capaz de poner cifras bajo los mentones de cada uno, y, entre todas, sumaban muchos ceros. Demasiados para hacer las sumas a cabeza, diría. Y, para mi desconcierto, muchas de ellas se estaban moviendo. Quizás había llegado muy tarde, aunque no estaba seguro, así que preferí preguntar a quedar como un tonto delante de tantas personas importantes. Me acerqué a una persona con el pelo azul y malos modales, ya que tenía los pies sobre la mesa, y toqué su hombro izquierdo con el dedo índice, mientras me encorvaba para poder preguntarle a la cara:
- ¿Cuándo..., empieza?
- Resumensito:
- -Viaje de Lance al punto de encuentro.
-Se pone el traje de Kirin, su identidad secreta.
-Entrada a la sala, sin escuchar o atender a nada.
-Toca el hombro de Yuu y le pregunta, sin darse cuenta realmente de que es él.
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Edward observó a su nueva compañera, Annie, con la que había podido compartir una sola misión. Verla sonreír y tratar de animar a Osu hizo que él tambien sonriera. —"Ese solía ser mi trabajo." —se dijo. Estaba contento con la nueva adquisición, parecía una tía legal, amable y eficiente a partes iguales. Por otra parte, el atormentado hombre que les acompañaba, meditabundo y distraído, le llamaba la atención, pero no podía ponerse a psicoanalizarlo y tratarlo como si de un paciente se tratara en medio de una guerra.
—No tengo mucho que añadir a lo que te ha dicho Annie, Osu, como siempre, mucho ánimo. Ella tiene toda la razón del mundo, confiamos en tí y por eso estamos aquí, llévanos a la victoria. —se quedó pensativo por sus propias palabras. —"¿Y qué demonios es una victoria en estas circunstancias? En el mejor de los casos, Krauser no será el culpable de nada de esto, pero ya ha muerta tantísima gente... Y el peor de los casos no me lo quiero ni plantear. Todo estaba 'bien' cuando solo estabas muerto, Krau... No ahora que supuestamente eres un traidor y un loco asesino de inocentes. Me niego a aceptarlo, no hasta que tenga evidencias... No hasta que sea verdaderamente incapaz de negarlo."
Antes de subir al submarino, el joven de ojos dorados se puso a llamar por Den Den Mushi. —Retsu, Miles, ni se os ocurra entrar en esos submarinos. Ya hablé en la base con algunos miembros de la junta médica, nosotros nos encargaremos de las urgencias y los heridos de los que van nos acompañan en nuestros respectivos vehículos, vosotros no podéis arriesgaros tanto. Os encargaréis de los que salgan heridos ahí. Miles, tú particularmente deberías encargarte de salvar a los que caigan de los barcos. Ánimo a los dos.
Una vez terminó de dar órdenes en esta llamada, pasó a la siguiente. —Kalgara, Zihark, sé que ya sois miembros de Beasts of Liberty, pero es muy peligroso que entréis en esos submarinos. Además, nos vendrá bien tener alguien fuera para mantenernos informados, llamadme si pasa algo. Eso es todo, mantened la posición y que no os maten. Tenéis vuestras órdenes, ánimo y nos vemos pronto.
Finalmente, entró junto a los demás en el submarino. —Vaya, ya quisiera yo que mi submarino fuera así de grande. Quizás debería ampliarlo... —se decía, aunque en alto.
Aunque no era lo habitual en él, no estuvo pendiente de la conversación entre Alistar y Osu acerca de lo que decían del primero en el lugar del que provenía, sino que estaba perdido en sus propios pensamientos (tal vez sí que es lo habitual en cierta manera). —"Espero que a los chicos no les pase nada... Kalgara y Zihark saben cuidarse por sí mismos, aunque en esta guerra todo parece peligroso hasta el extremo... Sin embargo, me preocupan aún más Retsu y Miles, no sé hasta qué punto están preparados para esto... si es que alguno lo estamos."
Se echó hacia adelante en su asiento, puso las manos juntas y apoyó los codos sobre sus rodillas. Poniendo su barbilla sobre las manos y manteniendo la vista fija al suelo, visiblemente pensativo, habló al grupo. —Sé que esto acaba de empezar y no disponemos de muchos datos, pero quisiera asegurarme de que lo que disponemos está todo sobre la mesa. ¿Alguien sabe algo o tiene algún plan? ¿Qué sabemos? Es tecnología de Síderos; todo es de metal, por lo que la fruta de Osu no nos puede salvar el culo, sin ánimo de ofender... ¿Qué más? —Ed quería recopilar toda la información que tenía, aunque escasa, para tener la certeza de que lo hacían lo mejor que podían en cada momento, estaban en juego muchas vidas... si no todas.
—No tengo mucho que añadir a lo que te ha dicho Annie, Osu, como siempre, mucho ánimo. Ella tiene toda la razón del mundo, confiamos en tí y por eso estamos aquí, llévanos a la victoria. —se quedó pensativo por sus propias palabras. —"¿Y qué demonios es una victoria en estas circunstancias? En el mejor de los casos, Krauser no será el culpable de nada de esto, pero ya ha muerta tantísima gente... Y el peor de los casos no me lo quiero ni plantear. Todo estaba 'bien' cuando solo estabas muerto, Krau... No ahora que supuestamente eres un traidor y un loco asesino de inocentes. Me niego a aceptarlo, no hasta que tenga evidencias... No hasta que sea verdaderamente incapaz de negarlo."
Antes de subir al submarino, el joven de ojos dorados se puso a llamar por Den Den Mushi. —Retsu, Miles, ni se os ocurra entrar en esos submarinos. Ya hablé en la base con algunos miembros de la junta médica, nosotros nos encargaremos de las urgencias y los heridos de los que van nos acompañan en nuestros respectivos vehículos, vosotros no podéis arriesgaros tanto. Os encargaréis de los que salgan heridos ahí. Miles, tú particularmente deberías encargarte de salvar a los que caigan de los barcos. Ánimo a los dos.
Una vez terminó de dar órdenes en esta llamada, pasó a la siguiente. —Kalgara, Zihark, sé que ya sois miembros de Beasts of Liberty, pero es muy peligroso que entréis en esos submarinos. Además, nos vendrá bien tener alguien fuera para mantenernos informados, llamadme si pasa algo. Eso es todo, mantened la posición y que no os maten. Tenéis vuestras órdenes, ánimo y nos vemos pronto.
Finalmente, entró junto a los demás en el submarino. —Vaya, ya quisiera yo que mi submarino fuera así de grande. Quizás debería ampliarlo... —se decía, aunque en alto.
Aunque no era lo habitual en él, no estuvo pendiente de la conversación entre Alistar y Osu acerca de lo que decían del primero en el lugar del que provenía, sino que estaba perdido en sus propios pensamientos (tal vez sí que es lo habitual en cierta manera). —"Espero que a los chicos no les pase nada... Kalgara y Zihark saben cuidarse por sí mismos, aunque en esta guerra todo parece peligroso hasta el extremo... Sin embargo, me preocupan aún más Retsu y Miles, no sé hasta qué punto están preparados para esto... si es que alguno lo estamos."
Se echó hacia adelante en su asiento, puso las manos juntas y apoyó los codos sobre sus rodillas. Poniendo su barbilla sobre las manos y manteniendo la vista fija al suelo, visiblemente pensativo, habló al grupo. —Sé que esto acaba de empezar y no disponemos de muchos datos, pero quisiera asegurarme de que lo que disponemos está todo sobre la mesa. ¿Alguien sabe algo o tiene algún plan? ¿Qué sabemos? Es tecnología de Síderos; todo es de metal, por lo que la fruta de Osu no nos puede salvar el culo, sin ánimo de ofender... ¿Qué más? —Ed quería recopilar toda la información que tenía, aunque escasa, para tener la certeza de que lo hacían lo mejor que podían en cada momento, estaban en juego muchas vidas... si no todas.
- Resumen:
- Encargarme de dar órdenes a mis NPCs, pensar y reflexionar mucho como de costumbre y tratar de poner toda la información junta para poder hacer un plan efectivo.
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Las cosas dentro de la Revolución no eran muy distintas a como funcionaban en el Gobierno, todos estaban escalonados en rangos de forma que entre más rango más soldados controlaba. Sin embargo, había una clara diferencia, el trato entre los miembros era más familiar, como si fuesen camaradas; por el contrario, en el Gobierno, Este tipo de relación era casi imposible de ver, el poder parecía haber cegado a los de mayor rango.
Tras todo el tiempo que había pasado infiltrada dentro de la revolución había podido aprender bastantes protocolos a la hora de actuar, así como parte de la tecnología que usaban. Además, desde que me tuve que deshacer del caracol con el que podía comunicarme con el gobierno, me encontraba sola y no había vuelto a contactar con nadie.
Todos estos pensamientos se interrumpieron con el sonido de cañones, parecía que ya estábamos en el lugar adecuado, y un caracol con una potente voz dio un mensaje de aliento para las tropas, dando la opción a quien quisiese de ir en unos submarinos a una entrada oculta a la edificación en la que se encontraba el aparato que supondría el inicio del ragnarok.
No me llamaba mucho la atención el meterme bajo el agua siendo una usuaria de akuma no mi, y lo único de ese plan que me llamaba la atención era el que me daban vía libre para acabar con el revolucionario que había iniciado todo aquel caos, Krauser. Quien por lo que me había enterado había sido en su día un marine de alto rango que renegó. Parecía que su desesperación por llevar su justicia se había vuelto irracional y había que detenerlo a cualquier costo.Sin embargo, esto no era suficiente para meterme bajo el agua.
Tras todo el tiempo que había pasado infiltrada dentro de la revolución había podido aprender bastantes protocolos a la hora de actuar, así como parte de la tecnología que usaban. Además, desde que me tuve que deshacer del caracol con el que podía comunicarme con el gobierno, me encontraba sola y no había vuelto a contactar con nadie.
Todos estos pensamientos se interrumpieron con el sonido de cañones, parecía que ya estábamos en el lugar adecuado, y un caracol con una potente voz dio un mensaje de aliento para las tropas, dando la opción a quien quisiese de ir en unos submarinos a una entrada oculta a la edificación en la que se encontraba el aparato que supondría el inicio del ragnarok.
No me llamaba mucho la atención el meterme bajo el agua siendo una usuaria de akuma no mi, y lo único de ese plan que me llamaba la atención era el que me daban vía libre para acabar con el revolucionario que había iniciado todo aquel caos, Krauser. Quien por lo que me había enterado había sido en su día un marine de alto rango que renegó. Parecía que su desesperación por llevar su justicia se había vuelto irracional y había que detenerlo a cualquier costo.Sin embargo, esto no era suficiente para meterme bajo el agua.
- resumen:
- Permanecer en el barco a la espera ordenes alternativas a los submarinos.
Tobías Thorn
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La intranquilidad había sido mi compañera de camarote desde que el navío que me llevaba a mi próxima misión suicida había pisado las aguas del West Blue. No sabía si el motivo de mi malestar se debía a que era mi primera misión importante sin mi capitán y nakamas o si simplemente era por el hecho de encaminarme hacia el evento que estaba a punto de decidir el destino de miles de vidas, pero fuese cual fuese el motivo de mi nerviosismo, ya era hora de dejarlo aplazado y preparame. La hora de la verdad había llegado.
Antes de llegar al navío central me preparé concienzudamente. Comprobé que todo mi equipamiento estuviese listo y en su sitio por enésima vez, asegurándome que Pesar y Alivio estaban bien atados al cincho, que los Cuchillos en T estaban limpios de veneno y bien guardados en su sitio, junto a los frascos que fabricó Kodama para mí, al igual que el colgante que recogía mi armadura estaba bien sujeto y que el den-den mushi y el anillo vibre funcionaban a la perfección. Esto último me dio las fuerzas necesarias para seguir hacia adelante, ya que el anillo que el marine me regaló me señalaba que estaba cerca. Aún no lo había perdido todo con el paso de los años y me negaba a que esta aberrante guerra me despojase de lo poco que me quedaba, por lo que intenté despojarme de todo mal pensamiento mientras llegaba a la zona donde recibiríamos nuestras instrucciones.
Una vez estuvimos todos congregados no tardó en comenzar el discurso del marine. Yo me quedé apartado del grueso principal escuchando con atención y observando todas las caras conocidas que no tardaron en hacer su aparición. Todos parecían deseosos de asaltar el imponente "jinete" y servir de carnada para que los altos mandos del Gobierno Mundial tuviesen el trabajo más fácil, pero por suerte no solo se presentaron cadetes e iniciados con ansias de hacerse un hueco en sus jerarquías y en las listas de muertes prematuras, ya que tanto como Kodama como Al Naion, junto a parte de su flota y otros marines con renombre, se presentaron voluntarios para encabezar la incursión.
Eso hubiese conseguido relajarme algo si no fuese porque entre el resto de marines y agentes que se presentaron voluntarios estaban Wyrm y Bizvan. Los dos últimos retazos de una vida mejor estaban a punto de esfumarse si todo salía mal, por lo que no pude hacer otra cosa que ir contra mis principios de no ser la carnada de nadie y avanzar hacia mi compañero que acababa de postularse, aunque antes hice una pequeña parada al lado de Wyrm que se encontraba junto a su nueva flota.
- Ten cuidado ahí dentro nakama - dije a modo de saludo tras colocarme a su lado como si nada. - Si necesitas ayuda no dudes en avisarme a este número. Es mi línea privada de den-den mushi, así que memorízala antes de destruirla.
Mi fuerte nunca han sido las palabras emotivas ni nada por el estilo, así que era lo más cercano que podía decirle al marine para demostrarle que entendía su marcha de los CW y que no le guardaba ningún rencor por ello... Pero como precisamente no era lo mío tampoco me paré mucho rato a escuchar su contestación, si no que seguí avanzando hasta el lado de Bizvan para colocarle una mano sobre el hombro.
-¿Creías que te iba a dejar solo en algo así? - pregunté de forma amigable mientras el resto seguían sumandose al suicidio colectivo. - Si los CW tienen que desaparecer... Lo haremos juntos amigo.
No sabía si el marine estaba contento con mi presencia allí o no, ya que en mitad de aquel jaleo se formó una enorme tormenta que hizo que se me erizase cada pizca de vello... Aunque esa sensación no tardó en transformarse en temor una vez que pude vislumbrar entre los nubarrones la imponente figura del dragón. Había sido testigo de su poder más veces, pero no por eso se me hizo más fácil ver como bombardeaba navíos gubernamentales con tanta facilidad que abrumaba. El destino de toda esta empresa podía girar de un momento a otro solo con su presencia... Por lo que no pude evitar mascullar entre dientes al lado de mi nakama.
-La Pesadilla ya ha llegado... Espero que estés listo compañero.
Antes de llegar al navío central me preparé concienzudamente. Comprobé que todo mi equipamiento estuviese listo y en su sitio por enésima vez, asegurándome que Pesar y Alivio estaban bien atados al cincho, que los Cuchillos en T estaban limpios de veneno y bien guardados en su sitio, junto a los frascos que fabricó Kodama para mí, al igual que el colgante que recogía mi armadura estaba bien sujeto y que el den-den mushi y el anillo vibre funcionaban a la perfección. Esto último me dio las fuerzas necesarias para seguir hacia adelante, ya que el anillo que el marine me regaló me señalaba que estaba cerca. Aún no lo había perdido todo con el paso de los años y me negaba a que esta aberrante guerra me despojase de lo poco que me quedaba, por lo que intenté despojarme de todo mal pensamiento mientras llegaba a la zona donde recibiríamos nuestras instrucciones.
****
Una vez estuvimos todos congregados no tardó en comenzar el discurso del marine. Yo me quedé apartado del grueso principal escuchando con atención y observando todas las caras conocidas que no tardaron en hacer su aparición. Todos parecían deseosos de asaltar el imponente "jinete" y servir de carnada para que los altos mandos del Gobierno Mundial tuviesen el trabajo más fácil, pero por suerte no solo se presentaron cadetes e iniciados con ansias de hacerse un hueco en sus jerarquías y en las listas de muertes prematuras, ya que tanto como Kodama como Al Naion, junto a parte de su flota y otros marines con renombre, se presentaron voluntarios para encabezar la incursión.
Eso hubiese conseguido relajarme algo si no fuese porque entre el resto de marines y agentes que se presentaron voluntarios estaban Wyrm y Bizvan. Los dos últimos retazos de una vida mejor estaban a punto de esfumarse si todo salía mal, por lo que no pude hacer otra cosa que ir contra mis principios de no ser la carnada de nadie y avanzar hacia mi compañero que acababa de postularse, aunque antes hice una pequeña parada al lado de Wyrm que se encontraba junto a su nueva flota.
- Ten cuidado ahí dentro nakama - dije a modo de saludo tras colocarme a su lado como si nada. - Si necesitas ayuda no dudes en avisarme a este número. Es mi línea privada de den-den mushi, así que memorízala antes de destruirla.
Mi fuerte nunca han sido las palabras emotivas ni nada por el estilo, así que era lo más cercano que podía decirle al marine para demostrarle que entendía su marcha de los CW y que no le guardaba ningún rencor por ello... Pero como precisamente no era lo mío tampoco me paré mucho rato a escuchar su contestación, si no que seguí avanzando hasta el lado de Bizvan para colocarle una mano sobre el hombro.
-¿Creías que te iba a dejar solo en algo así? - pregunté de forma amigable mientras el resto seguían sumandose al suicidio colectivo. - Si los CW tienen que desaparecer... Lo haremos juntos amigo.
No sabía si el marine estaba contento con mi presencia allí o no, ya que en mitad de aquel jaleo se formó una enorme tormenta que hizo que se me erizase cada pizca de vello... Aunque esa sensación no tardó en transformarse en temor una vez que pude vislumbrar entre los nubarrones la imponente figura del dragón. Había sido testigo de su poder más veces, pero no por eso se me hizo más fácil ver como bombardeaba navíos gubernamentales con tanta facilidad que abrumaba. El destino de toda esta empresa podía girar de un momento a otro solo con su presencia... Por lo que no pude evitar mascullar entre dientes al lado de mi nakama.
-La Pesadilla ya ha llegado... Espero que estés listo compañero.
- Resumen:
- Narrar los pensamientos y llegada del pj a la zona marine.
Hablar con Wyrm y Bizvan unos instantes.
Abrumarme ante el vil ataque de Dexter hacia los marines.
Rose D. Alviss
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Por lo que contaba la gente, el Mar del Oeste estaba para el arrastre, y todo parecía indicar que era el turno de otro de los mares, concretamente el del norte. Había que ser un insensible para no preocuparse por ello, ya que puede que fuera como una bola de nieve: cuanto más avanza, se va volviendo poco a poco más grande hasta el punto de ser imparable, de la destrucción de uno de los mares cardinales, hasta una apocalipsis. Aunque he de confesar que mi mayor preocupación es que no se propagara hasta Paraíso y a Water 7, la isla que me vio nacer y crecer.
No sabía a dónde íbamos, el rey del bajo mundo nos había convocado, a nosotros y la créeme de la créeme del mundo: piratas, mercenarios, asesinos... la típica gente que te saluda todos los días si son tus vecinos. Mientras esperaba a llegar a nuestro destino, mataba el tiempo revisando su equipo y sobretodo su provisión de chocolate, en dicha ocasión llevaba más de lo habitual, la paranoia heredada de su progenitor le decía constantemente que todo aquello le daba muy mala espina.
Algo me dice que no voy a necesitar a Norman. Tengo las provisiones preparadas y las armas...
Tras acabar, fui a la cubierta y pude ver que nos acercábamos a lo que parecía nuestro destino que eran... ¿caracoles gigantes convertidos en barcos? No tenía mucha idea de lo que estaba viendo, pero siendo algo de Viktor, imaginaba que era algo fiable, o eso esperaba. Llegamos a lo que parecía ser un puerto, amarraron el barco y desembarcamos, salvo los escuadrones. Nos sentamos en una de las mesas que había montado para la ocasión y nos pusimos las botas: cerveza y comida gratis, y por encima era de calidad.
- Siempre hay que sospechar de alguien que da algo gratis, así que a ver que tiene planeado para todos nosotros, algo grande fijo. - Comenté mientras intentaba conseguir otra cerveza.
Cuando Viktor Elrik soltó su discurso, lo escuché atentamente, que menos tras el festín que había montado. Sus palabras me dejaron claro el porqué todo esto, el revuelo para él significa menos beneficios, pérdida de dinero y eso a poca gente le gusta. Me sorprendió los precios, sobre todo por los planos, me parecía poco, algo así debería valer el triple como mínimo.
El capitán nos hace una seña para que estemos atentos y nos cuenta un plan alternativo y si estamos de acuerdo con él.
- De perdidos al río, hagámoslo. - Susurré aceptando la idea del pelirrojo.
Un tipo con pintas curiosas cuanto menos, traje amarillo que sólo faltaba un cartel gigante que pusiera "ESTOY AQUÍ" y un sombrero, que estaba sentado en una mesa adyacente a la nuestra espetó si el rey del Bajo Mundo tenía un plan para llevar a cabo lo que ha pedido en su discurso. Era normal que empezará a haber reacciones y la gente pregunté, pero daba igual si hubiera planeado todo al milímetro, dudo que los que estábamos reunidos nos íbamos a ayudar, salvo alguna excepción por que se conozcan antes y se lleven bien, cada uno irá por su lado, a intenta conseguir el mayor botín posible, me arriesgaría a decir que a muy poca gente le importaba todo lo que estaba pasando realmente. Fue el propio Therax quien respondió asegurando que básicamente nos quería utilizar.
Era turno de las réplicas de la banda, Spanner estaba de acuerdo y aseguró que Viktor no iba a pagar a nadie, las cifras eran desorbitadas. Los demás estábamos de acuerdo tanto con el plan como con la conclusión del sub-capitán.
Seguramente pierda la vida una barbaridad de gente, tanto marines, agentes del gobierno, revolucionarios y por supuesto, los reunidos aquí. Aunque maten a casi todos de los que estamos presentes, los supervivientes tendrán bolsas llenas de cabezas de marines... imposible pagar tanto lo mires por donde lo mires...
Poco a poco se iban acercando gente a nuestra mesa, imaginaba que eran conocidos, por lo que simplemente lo deje pasar y seguí comiendo, no se puede ir a la guerra con el estómago vacío.
No sabía a dónde íbamos, el rey del bajo mundo nos había convocado, a nosotros y la créeme de la créeme del mundo: piratas, mercenarios, asesinos... la típica gente que te saluda todos los días si son tus vecinos. Mientras esperaba a llegar a nuestro destino, mataba el tiempo revisando su equipo y sobretodo su provisión de chocolate, en dicha ocasión llevaba más de lo habitual, la paranoia heredada de su progenitor le decía constantemente que todo aquello le daba muy mala espina.
Algo me dice que no voy a necesitar a Norman. Tengo las provisiones preparadas y las armas...
Tras acabar, fui a la cubierta y pude ver que nos acercábamos a lo que parecía nuestro destino que eran... ¿caracoles gigantes convertidos en barcos? No tenía mucha idea de lo que estaba viendo, pero siendo algo de Viktor, imaginaba que era algo fiable, o eso esperaba. Llegamos a lo que parecía ser un puerto, amarraron el barco y desembarcamos, salvo los escuadrones. Nos sentamos en una de las mesas que había montado para la ocasión y nos pusimos las botas: cerveza y comida gratis, y por encima era de calidad.
- Siempre hay que sospechar de alguien que da algo gratis, así que a ver que tiene planeado para todos nosotros, algo grande fijo. - Comenté mientras intentaba conseguir otra cerveza.
Cuando Viktor Elrik soltó su discurso, lo escuché atentamente, que menos tras el festín que había montado. Sus palabras me dejaron claro el porqué todo esto, el revuelo para él significa menos beneficios, pérdida de dinero y eso a poca gente le gusta. Me sorprendió los precios, sobre todo por los planos, me parecía poco, algo así debería valer el triple como mínimo.
El capitán nos hace una seña para que estemos atentos y nos cuenta un plan alternativo y si estamos de acuerdo con él.
- De perdidos al río, hagámoslo. - Susurré aceptando la idea del pelirrojo.
Un tipo con pintas curiosas cuanto menos, traje amarillo que sólo faltaba un cartel gigante que pusiera "ESTOY AQUÍ" y un sombrero, que estaba sentado en una mesa adyacente a la nuestra espetó si el rey del Bajo Mundo tenía un plan para llevar a cabo lo que ha pedido en su discurso. Era normal que empezará a haber reacciones y la gente pregunté, pero daba igual si hubiera planeado todo al milímetro, dudo que los que estábamos reunidos nos íbamos a ayudar, salvo alguna excepción por que se conozcan antes y se lleven bien, cada uno irá por su lado, a intenta conseguir el mayor botín posible, me arriesgaría a decir que a muy poca gente le importaba todo lo que estaba pasando realmente. Fue el propio Therax quien respondió asegurando que básicamente nos quería utilizar.
Era turno de las réplicas de la banda, Spanner estaba de acuerdo y aseguró que Viktor no iba a pagar a nadie, las cifras eran desorbitadas. Los demás estábamos de acuerdo tanto con el plan como con la conclusión del sub-capitán.
Seguramente pierda la vida una barbaridad de gente, tanto marines, agentes del gobierno, revolucionarios y por supuesto, los reunidos aquí. Aunque maten a casi todos de los que estamos presentes, los supervivientes tendrán bolsas llenas de cabezas de marines... imposible pagar tanto lo mires por donde lo mires...
Poco a poco se iban acercando gente a nuestra mesa, imaginaba que eran conocidos, por lo que simplemente lo deje pasar y seguí comiendo, no se puede ir a la guerra con el estómago vacío.
- Resumen:
- Resumen de los acontecimientos que están ocurriendo bajo el punto de vista de Alviss.
- Prepararse para la reunión.
- Comer, beber, escuchar tanto el discurso de Viktor como el plan de Zane y sacar conclusiones.
- Resumen de los acontecimientos que están ocurriendo bajo el punto de vista de Alviss.
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Arribor escupió un buen pedazo de tierra y respiró hondo, saboreando como si fuese la primera vez el aire que entraba a sus pulmones. Por un momento se había asustado creyendo que iba a caer al maldito mar. Estuvo un buen rato escupiendo piedrecitas y tosiendo como si le pagasen por ello, pero al fin pudo tomar aliento suficiente como para maldecir a voz en grito a quien diablos le hubiese atacado.
Todavía se estaba quitando el polvo cuando Rachel apareció de nuevo para atormentarle.
Inexplicablemente seguía sin poder quitarse a esa mujer de encima, casi como si el destino conspirase en su contra. Primero, en el Calm Belt, cuando el Reina Roja, con la morsa dibujada en su globo aerostático saludando a los cielos, sobrevolaba las aguas infestadas de monstruos. Allí había intentado librarse de ella echándola por la borda, pero había vuelto a subir agarrándose al cuello de un pájaro gigante. Luego fue nada más entrar al North Blue, donde intentó venderla a unos mercaderes que le ofrecieron doce delfines y un saquliss, fuese eso lo que fuese, con lo que solo consiguió perderla de vista durante una hora. Al rato, Rachel apareció en una barca impulsada por los delfines. Y por último, hacía tan solo unos minutos, en las proximidades de ese mastodóntico pedazo de chatarra que quería destruir el mundo o algo así. Arribor se dirigía hacia un sospechoso mogollón de barcos del que provenía un intenso olor a suciedad y enchilada -señales iconfundibles de la presencia de piratas- cuando se dio cuenta de que no podía levar allí a esa tipa. Dejó al tejón al mando y echó a volar a base de hacer flotar la sangre que fluía por sus venas. Estaba convencido de que así le daría esquinazo, pero alguien tuvo que lanzarle un jodido rayo.
-Ya te dije que no librarías -afirmó Rachel, aferrándose a su brazo con la fuerza de un cepo para osos.
-Vaya semanita...
Al final, con todo lo del rayo y la caída llegó de los últimos a la fiesta. Multitud de piratas, criminales y otros compañeros de profesión abarrotaban ya esa especie de lona barata que algún circo debía de haber montado allí. Bien, al menos así podría hacer una entrada triunfal. Ignoró a la joven agarrada a él y le dio una patada a la puerta a modo de saludo... La puerta era un trozo de tela, así que no fue demasiado espectacular. De hecho, el aire se la devolvió y terminó pegándosele a la cara. Mal comienzo. Decidió entrar con normalidad, consciente de que iba a ser un día muy largo.
Por primera vez en bastante tiempo casi nadie se fijó en su aparición. Un tipejo que no dejaba de hablar llamaba la atención de todos, así que pocos miraban hacia la entrada. Bien pensado, casi que era lo mejor. Es decir, normalmente le habría gustado ver como la gente se apartaba a su paso, pero no con Rachel cogida de su brazo como si fuesen amantes. O peor.
La chica era joven, atractiva, voluptuosa e iba indecentemente vestida. Medias de rejilla, minifalda roja, un top que apenas cubría lo que se suponía que debía cubrir y maquillaje suficiente como para que cada poro de su piel reclamase la atención de cuanto hombre hubiese por los alrededores. No habría sido ningún problema presentarse con una joven tan sexy de no ser por...
-¡Ya hemos llegado, cielo! -exclamó con su aguda pero extrañamente potente voz-. ¿Estos son tus amigos? Sentimos llegar tarde, pero es que mi cariñito ha tardado mucho en elegir qué parche ponerse hoy -Y sin variar un ápice el tono de voz, añadió:- Si quieres que me quede hasta el final tendrás que pagar por adelantado.
Y hasta ahí la reputación de Arribor Neus.
Rachel no era una fulana, tal y como ella insistía en hacer creer a todos con los que el pirata se cruzaba. De hecho, pertenecía a la mejor y más reputada agencia de cobro a morosos que jamás se hubiese creado. Machacaba reputaciones con la misma facilidad con la que machacaba cráneos, y la enorme deuda que Arribor había asumido con su cliente la había llevado a seguirle durante semana y media. Ni siquiera allí iba a dejarle en paz.
Arribor decidió sentarse y tratar de pasar desapercibido. Le hizo una seña a Zack para que le explicase a qué venía tanto jaleo, y procuró mantener un perfil bajo, oculto tras la jarra de cerveza que el tipo de la mesa de al lado tan amablemente se dejó robar.
Todavía se estaba quitando el polvo cuando Rachel apareció de nuevo para atormentarle.
Inexplicablemente seguía sin poder quitarse a esa mujer de encima, casi como si el destino conspirase en su contra. Primero, en el Calm Belt, cuando el Reina Roja, con la morsa dibujada en su globo aerostático saludando a los cielos, sobrevolaba las aguas infestadas de monstruos. Allí había intentado librarse de ella echándola por la borda, pero había vuelto a subir agarrándose al cuello de un pájaro gigante. Luego fue nada más entrar al North Blue, donde intentó venderla a unos mercaderes que le ofrecieron doce delfines y un saquliss, fuese eso lo que fuese, con lo que solo consiguió perderla de vista durante una hora. Al rato, Rachel apareció en una barca impulsada por los delfines. Y por último, hacía tan solo unos minutos, en las proximidades de ese mastodóntico pedazo de chatarra que quería destruir el mundo o algo así. Arribor se dirigía hacia un sospechoso mogollón de barcos del que provenía un intenso olor a suciedad y enchilada -señales iconfundibles de la presencia de piratas- cuando se dio cuenta de que no podía levar allí a esa tipa. Dejó al tejón al mando y echó a volar a base de hacer flotar la sangre que fluía por sus venas. Estaba convencido de que así le daría esquinazo, pero alguien tuvo que lanzarle un jodido rayo.
-Ya te dije que no librarías -afirmó Rachel, aferrándose a su brazo con la fuerza de un cepo para osos.
-Vaya semanita...
Al final, con todo lo del rayo y la caída llegó de los últimos a la fiesta. Multitud de piratas, criminales y otros compañeros de profesión abarrotaban ya esa especie de lona barata que algún circo debía de haber montado allí. Bien, al menos así podría hacer una entrada triunfal. Ignoró a la joven agarrada a él y le dio una patada a la puerta a modo de saludo... La puerta era un trozo de tela, así que no fue demasiado espectacular. De hecho, el aire se la devolvió y terminó pegándosele a la cara. Mal comienzo. Decidió entrar con normalidad, consciente de que iba a ser un día muy largo.
Por primera vez en bastante tiempo casi nadie se fijó en su aparición. Un tipejo que no dejaba de hablar llamaba la atención de todos, así que pocos miraban hacia la entrada. Bien pensado, casi que era lo mejor. Es decir, normalmente le habría gustado ver como la gente se apartaba a su paso, pero no con Rachel cogida de su brazo como si fuesen amantes. O peor.
La chica era joven, atractiva, voluptuosa e iba indecentemente vestida. Medias de rejilla, minifalda roja, un top que apenas cubría lo que se suponía que debía cubrir y maquillaje suficiente como para que cada poro de su piel reclamase la atención de cuanto hombre hubiese por los alrededores. No habría sido ningún problema presentarse con una joven tan sexy de no ser por...
-¡Ya hemos llegado, cielo! -exclamó con su aguda pero extrañamente potente voz-. ¿Estos son tus amigos? Sentimos llegar tarde, pero es que mi cariñito ha tardado mucho en elegir qué parche ponerse hoy -Y sin variar un ápice el tono de voz, añadió:- Si quieres que me quede hasta el final tendrás que pagar por adelantado.
Y hasta ahí la reputación de Arribor Neus.
Rachel no era una fulana, tal y como ella insistía en hacer creer a todos con los que el pirata se cruzaba. De hecho, pertenecía a la mejor y más reputada agencia de cobro a morosos que jamás se hubiese creado. Machacaba reputaciones con la misma facilidad con la que machacaba cráneos, y la enorme deuda que Arribor había asumido con su cliente la había llevado a seguirle durante semana y media. Ni siquiera allí iba a dejarle en paz.
Arribor decidió sentarse y tratar de pasar desapercibido. Le hizo una seña a Zack para que le explicase a qué venía tanto jaleo, y procuró mantener un perfil bajo, oculto tras la jarra de cerveza que el tipo de la mesa de al lado tan amablemente se dejó robar.
- Resumen:
- Comerse el rayo que Lysbeth ha lanzado por ahí a lo loco - Llegar tarde con una compañía inapropiada y esperar que nadie se haya dado cuenta
Steve
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La verdad es que no sabía como había llegado ahí. Bueno, en realidad si, pero me parecía extraño todo eso. El viaje había sido tranquilo, si no contábamos el vaivén de las olas marinas, que parecían estar en un constante y feroz movimiento quien sabe porque. Desde hacía unos días que había un incesante movimiento marítimo. Fue bastante extraño ver las peleas desde lejos, sobre todo porque no entendía la razón de ser de estas.
Jugueteaba entre mis manos con un paquete, la única razón por la que estaba haciendo el viaje a una isla cercana al pezón enorme y negro que salía del mar. ¿Para que serviría? No lo sabía, al fin y al cabo yo no soy científico para deducir la función de esta cosa abstracta. Lo que si sabía, es que el paquete que llevaba encima sería entregado sin mayor demora... Porque ya tenía unos cuantos meses de retraso. Mire el paquete, la caja envuelta en papel marrón que tenía agarrada para que no saliera volando por culpa del mar picado.
- Ay, como me gusta mi trabajo. - dijo mientras oía el ruido de los cañones de fondo, junto al fulgor que desprendían -
Si soy sincero, perdí un poco la noción del tiempo desde que llegue, así que no recuerdo exactamente que paso desde que empecé a ver la batalla campal, quizás porque andaba un poco dormido. Pero por suerte acabé en la isla a la cual debía ir. O eso creía, dado que parecía una isla fantasma a primera vista.
Me estiré un poco al bajar de la chalupa, y miré los múltiples barcos que hacían defensa de la isla. Eran barcos del gobierno mundial, si las banderas no mentían. Cuando deje mi pequeña embarcación bien amarrada, empecé a oír unas voces en la lejanía y vi a la gente, que parecían estar teniendo una reunión. Antes de salir hacía esa zona, donde podría pedir indicaciones o con suerte entregar el paquete, lo recogí del barquito y me puse en marcha.
Tras llegar y ponerme detrás de la multitud, un hombre al que no pude verle la cara empezó a hablar, sobre los peligros que estaban pasando, tanto ellos como las posibles victimas de este mar. Sobre lo que tendrían que pasar hasta que salvarán a la gente. Su probable muerte. La verdad es que no me gustaba donde me estaba metiendo. Odiaba pelear, con todo mi ser, y esta situación lo requería. Por un momento pensé en huir, pero la posibilidad desapareció cuando el hombre con pintas de jefe del revoltillo dijo que quien intentara huir sería un traidor. Miré el paquete que sostenía en mis manos y que casi había olvidado, una forma familiar entre un entorno hostil. Prefería no morir, y la única opción por el momento era no entrar en la torre. Iba a pelear por mi supervivencia, aunque odiara esto, solo para entregar el paquete.
Jugueteaba entre mis manos con un paquete, la única razón por la que estaba haciendo el viaje a una isla cercana al pezón enorme y negro que salía del mar. ¿Para que serviría? No lo sabía, al fin y al cabo yo no soy científico para deducir la función de esta cosa abstracta. Lo que si sabía, es que el paquete que llevaba encima sería entregado sin mayor demora... Porque ya tenía unos cuantos meses de retraso. Mire el paquete, la caja envuelta en papel marrón que tenía agarrada para que no saliera volando por culpa del mar picado.
- Ay, como me gusta mi trabajo. - dijo mientras oía el ruido de los cañones de fondo, junto al fulgor que desprendían -
Si soy sincero, perdí un poco la noción del tiempo desde que llegue, así que no recuerdo exactamente que paso desde que empecé a ver la batalla campal, quizás porque andaba un poco dormido. Pero por suerte acabé en la isla a la cual debía ir. O eso creía, dado que parecía una isla fantasma a primera vista.
Me estiré un poco al bajar de la chalupa, y miré los múltiples barcos que hacían defensa de la isla. Eran barcos del gobierno mundial, si las banderas no mentían. Cuando deje mi pequeña embarcación bien amarrada, empecé a oír unas voces en la lejanía y vi a la gente, que parecían estar teniendo una reunión. Antes de salir hacía esa zona, donde podría pedir indicaciones o con suerte entregar el paquete, lo recogí del barquito y me puse en marcha.
Tras llegar y ponerme detrás de la multitud, un hombre al que no pude verle la cara empezó a hablar, sobre los peligros que estaban pasando, tanto ellos como las posibles victimas de este mar. Sobre lo que tendrían que pasar hasta que salvarán a la gente. Su probable muerte. La verdad es que no me gustaba donde me estaba metiendo. Odiaba pelear, con todo mi ser, y esta situación lo requería. Por un momento pensé en huir, pero la posibilidad desapareció cuando el hombre con pintas de jefe del revoltillo dijo que quien intentara huir sería un traidor. Miré el paquete que sostenía en mis manos y que casi había olvidado, una forma familiar entre un entorno hostil. Prefería no morir, y la única opción por el momento era no entrar en la torre. Iba a pelear por mi supervivencia, aunque odiara esto, solo para entregar el paquete.
Gareth Silverwing
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Nunca sabes lo que va a pasar, nunca sabes lo que puede haber a la vuelta de la esquina y, cuando crees que lo tienes todo bajo control, la vida te da una patada en los bajos con todas sus fueras. Era una misión sencilla. ERA. UNA. MISIÓN. SENCILLA. Esa era la idea, entrar y salir, 20 minutos nada más, nada menos. Quien iba a pensar que a una serie de locos se les cruzarían los cables y se cargarían medio mar. Una cosa llevó a la otra y lo que en un principio sería un paseo por el campo acabó siendo una odisea de dos semanas sin descanso. Sólo quería que Leiren tuviera más experiencia de campo. Pero bueno, supongo que entre esto y lo que se nos viene encima va a cumplir el cupo para años.
Aferré mi equipo y me aseguré de que todo estaba en su sitio una vez desembarcamos. Ajusté la correa del escudo al brazo izquierdo y me adecenté un poco antes de poner los pies en tierra. La situación no estaba como para que nadie se fijase en mi aspecto, pero las ojeras y la barba de días indicaba que no había tenido mucho tiempo para mi mismo.
Noté una presencia, la reconocía, sólo conocía a una persona que pudiera hacer algo parecido, seguro que Al había hecho o dicho algo que nos daría trabajo. Aunque bueno... no es como estuviera en nuestro poder tomar la decisión. Me dirigí sin mediar palabra al barracón que nos habían habilitado y entré con paso decidido encarando a mis compañeros y esperando que Leiren me siguiera.
- ¿Dices eso por alguno en concreto? - Pregunté con un obviamente fingido enfado en el tono. - Sólo son otros megalómanos con ansias de cambiar el mundo por la vía rápida, creía que ya estábamos acostumbrados a eso.
Tras el comentario me senté en mi escritorio, me recliné en el respaldo y puse los pies sobre la mesa. Le hice un gesto a Leiren con la mano para que descansase, aunque fuera diez minutos necesitaríamos reponer todas las fuerzas posibles. Procuré ponerme todo lo cómodo que pude antes de seguir hablando.
- Nunca me he fiado del CP, y me fío menos de esa "misteriosa" entrada que dicen haber descubierto. Podría ser muchas cosas, y lo que más me parece es una trampa. El enemigo podría haber filtrado perfectamente esa información para encargarse de nosotros de una forma más controlada. Si fuera por mí hubiera optado por abrir nuestra propia entrada y volar los cimientos de esa monstruosidad. Pero eh, si nos abren la puerta... Responderemos con una visita de cortesía. - Hice una pequeña pausa para incorporarme y bajar los pies de la mesa. Limpié con la mano la tierra y el polvo que había dejado encima y crucé las manos mientras miraba a Jack. - Jack, necesitaremos raciones para varios días, a juzgar por el tamaño de esa cosa no sabemos cuanto tiempo podríamos estar ahí dentro ni si tendrás tiempo de prepararlas una vez ahí.
Aferré mi equipo y me aseguré de que todo estaba en su sitio una vez desembarcamos. Ajusté la correa del escudo al brazo izquierdo y me adecenté un poco antes de poner los pies en tierra. La situación no estaba como para que nadie se fijase en mi aspecto, pero las ojeras y la barba de días indicaba que no había tenido mucho tiempo para mi mismo.
Noté una presencia, la reconocía, sólo conocía a una persona que pudiera hacer algo parecido, seguro que Al había hecho o dicho algo que nos daría trabajo. Aunque bueno... no es como estuviera en nuestro poder tomar la decisión. Me dirigí sin mediar palabra al barracón que nos habían habilitado y entré con paso decidido encarando a mis compañeros y esperando que Leiren me siguiera.
- ¿Dices eso por alguno en concreto? - Pregunté con un obviamente fingido enfado en el tono. - Sólo son otros megalómanos con ansias de cambiar el mundo por la vía rápida, creía que ya estábamos acostumbrados a eso.
Tras el comentario me senté en mi escritorio, me recliné en el respaldo y puse los pies sobre la mesa. Le hice un gesto a Leiren con la mano para que descansase, aunque fuera diez minutos necesitaríamos reponer todas las fuerzas posibles. Procuré ponerme todo lo cómodo que pude antes de seguir hablando.
- Nunca me he fiado del CP, y me fío menos de esa "misteriosa" entrada que dicen haber descubierto. Podría ser muchas cosas, y lo que más me parece es una trampa. El enemigo podría haber filtrado perfectamente esa información para encargarse de nosotros de una forma más controlada. Si fuera por mí hubiera optado por abrir nuestra propia entrada y volar los cimientos de esa monstruosidad. Pero eh, si nos abren la puerta... Responderemos con una visita de cortesía. - Hice una pequeña pausa para incorporarme y bajar los pies de la mesa. Limpié con la mano la tierra y el polvo que había dejado encima y crucé las manos mientras miraba a Jack. - Jack, necesitaremos raciones para varios días, a juzgar por el tamaño de esa cosa no sabemos cuanto tiempo podríamos estar ahí dentro ni si tendrás tiempo de prepararlas una vez ahí.
- Resumen:
- Reunirme con el resto de la brigada junto con Leiren y hablar con ellos de la misión. Desconfiar de la información que tenemos y de que podría ser una trampa.
Jiren
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No me lo podía creer cuando me lo habían contado, pero era verdad, allí estaba, frente a mis ojos. Una máquina gigantesca en mitad del North Blue, mar desconocido para mí hasta el momento, una máquina capaz de destruirnos a todos. Aunque lo lógico fuera tener miedo, a mí me causaba intriga y expectación.
Para ponernos en situación, mis superiores habían contactado con todos y cada uno de los agentes disponibles de la agencia para que nos preparásemos para lo que podría ser la misión más importante de nuestras vidas. Evitar una gran destrucción por parte de tal gigantesca estructura. Así que todos los que pudimos nos desplazamos al North Blue y una vez allí empezaríamos a cumplir las órdenes que se nos asignasen. Por lo general los agentes trabajos más de incógnito, así que resultaría un agradable cambio respecto a mis misiones habituales, ya que prefería misiones en las que tuviera que dar la cara.
Una vez que habíamos llegado, al cabo de poco tiempo nos habíamos reunido gran cantidad de marines y agentes del Cipher Pol, listos para escuchar un discurso del Almirante de Flota, una eminencia de la Marina al parecer. Nunca había visto a un alto cargo tan de cerca, y tampoco me sorprendió demasiado. Podría decir que sí, que era fuerte, pero poco más. Fijándome en el aspecto de los demás, podría afirmar también que no era el único fuerte de la zona, muchos de los voluntarios que se presentaron cuando el Almirante lo pidió también lo eran, lo cuál me emocionaba. Querría llegar a ser algún día tan fuerte, así que tendría que entrenar mucho y superar mis límites en esta misión.
Lo estuve meditando rápidamente, si unirme rápidamente al la línea de defensa o al grupo de tarde. La respuesta estaba clara, aunque no supiéramos a qué nos íbamos enfrentar si nos acercábamos a la estructura a través del camino que habían descubierto mis compañeros, mi instinto me decía que se avecinaba algo gordo, no por nada se le llamaba grupo de ataque.
- ¡YOOOOO! ¡YO QUIEROOOOOO! ¡YO ME PRESTO VOLUNTARIO! - gritaba forzosamente mientras agitaba mis brazos con suma energía.
Me encontraba muy animado, casi como un niño pequeño observando un desfile, y es que aún me duraba la emoción. Solo esperaba que siguiera así el resto de la misión.
Para ponernos en situación, mis superiores habían contactado con todos y cada uno de los agentes disponibles de la agencia para que nos preparásemos para lo que podría ser la misión más importante de nuestras vidas. Evitar una gran destrucción por parte de tal gigantesca estructura. Así que todos los que pudimos nos desplazamos al North Blue y una vez allí empezaríamos a cumplir las órdenes que se nos asignasen. Por lo general los agentes trabajos más de incógnito, así que resultaría un agradable cambio respecto a mis misiones habituales, ya que prefería misiones en las que tuviera que dar la cara.
Una vez que habíamos llegado, al cabo de poco tiempo nos habíamos reunido gran cantidad de marines y agentes del Cipher Pol, listos para escuchar un discurso del Almirante de Flota, una eminencia de la Marina al parecer. Nunca había visto a un alto cargo tan de cerca, y tampoco me sorprendió demasiado. Podría decir que sí, que era fuerte, pero poco más. Fijándome en el aspecto de los demás, podría afirmar también que no era el único fuerte de la zona, muchos de los voluntarios que se presentaron cuando el Almirante lo pidió también lo eran, lo cuál me emocionaba. Querría llegar a ser algún día tan fuerte, así que tendría que entrenar mucho y superar mis límites en esta misión.
Lo estuve meditando rápidamente, si unirme rápidamente al la línea de defensa o al grupo de tarde. La respuesta estaba clara, aunque no supiéramos a qué nos íbamos enfrentar si nos acercábamos a la estructura a través del camino que habían descubierto mis compañeros, mi instinto me decía que se avecinaba algo gordo, no por nada se le llamaba grupo de ataque.
- ¡YOOOOO! ¡YO QUIEROOOOOO! ¡YO ME PRESTO VOLUNTARIO! - gritaba forzosamente mientras agitaba mis brazos con suma energía.
Me encontraba muy animado, casi como un niño pequeño observando un desfile, y es que aún me duraba la emoción. Solo esperaba que siguiera así el resto de la misión.
Pasa un minuto, y después otro. La duda surge entre la gente, y la atmósfera en general es de pánico y solemnidad. Los riesgos que acompañan, las negras nubes que ha sembrado un dragón alrededor de la aguja, el furor destructor de cada barco Marine y el estruendo de los navíos astillados resuenan todavía a lo largo de cada mar. Son las 22:17, y en medio del North Blue cada bando se prepara. El ambiente huele a pólvora y sangre, y el agua a salitre. El aroma pestilente de la carne machacada recorre toda la escena, desde la achispada carpa de Elrik hasta el improvisado cuartel marine, y un temblor recorre las aguas. Solo uno. Un arpegio de guitarra, una vibración insuficiente, pero una alerta. Los preparativos ya están en marcha, todo lo que hay ahora es una cuenta atrás para que el juego acabe.
Una gigantesca sombra vuela por sobre las cabezas del campamento, alarmando a alguna gente, pero poco a poco la tensión se va relajando cuando, en un silencio tenso, este se va alejando hacia la aguja y ataca el cordón enemigo. Otros más optimistas pensarían que está ayudando al Gobierno, pero por su infame recuerdo muchos sospechan que tiene otros planes en mente. Sin embargo, el Almirante de la flota suspira, hastiado, y da una señal para que una serie de comisarios con libretas de apuntes empiecen a registrar los voluntarios.
Mientras tanto, se dirige a Kodama con unas palabras que, aunque no muchos llegan a escuchar, su expresión es suficiente para darse cuenta del peso que debe soportar, cargado de decisiones difíciles y sacrificios sin garantía.
- Kodama:
- –Almirante Kodama – dice Hyoshi al encararse y saludarte –. Me temo que la situación no es tan fácil como enviar a alguien fuerte ahí para que se lo cargue todo. Si hubiera sido así no tendríamos que movilizar a tantas tropas. De todas formas la ayuda de los almirantes es imprescindible. Encabezaréis la ofensiva dentro de la torre para detenerlas y evitar que se activen de nuevo. Las defensas de esos bastardos son demasiado buenas para poder romperlas desde fuera. Además… – Su rostro se ensombrece mientras agacha la cabeza– Si se da el peor de los casos necesitamos que tanto Koneko como usted centren sus fuerzas en evacuar y salvar el máximo número de vidas posibles. No hay victoria sin sacrificio, pero en caso de que la derrota sea inevitable debemos estar preparados.
- Hulio:
- –¡Esa es la actitud que me gusta! –Grita a tu espalda un hombre con camisa a cuadros– ¿Por qué no hay más gente como tú en la Marina? Ni siquiera en la noche más oscura tu ánimo decae, muchacho. Ven conmigo.
Es el vicealmirante Hyrule, un legendario marine que ha viajado por el mundo entero desfaciendo entuertos, aunque se conoce que estuvo de baja por depresión hace unos meses y desde entonces se le ha visto poco… Algo de inestabilidad emocional, según los rumores, aunque ¿quién se fía de los rumores? Él parece muy sano.
–Abran paso a mi nuevo pupilo –dice, emocionado, mientras te arrastra cual quitanieves apartando a cada recluta en medio en una ruta que reconoces ya: Te lleva a un barco–. Ya verás, chico. Nos haremos con esa aguja, y vas a ver el verdadero vudú.
Parece un tono jocoso, aunque da muy mal rollo.
- Los cuates de la Llustisia:
- ¡Hey! ¡Que se os llevan a Hulio! Pero aparte de eso todo bien. Un dragón pasa por encima de vuestras cabezas, estáis jerárquicamente por debajo de un vegetal, un leñador os roba a vuestro chico bombilla, el mundo se aboca al desastre… Un lunes cualquiera. Aunque yo que vosotros iría apurando, porque es hora de montar en los barcos y… ¡Uy, ¿qué es eso?! Están ligando con el amigo de Hamlet. Pero eso no es tan importante, porque hay ahora mismo un burócrata tomando los nombres de cada voluntario. No inspira mucha confianza que la hoja esté encabezada por la palabra “decesos”, pero igual deberíais inscribiros cuanto antes. O vais a vuestro barco y le metéis caña.
- Schwarzbier:
- El salto astilla la madera del barco al caer, y centras la atención de toda la cubierta en ti. Hasta hace un segundo en los cañones y armados con picas, tratando de evitar abordajes como el tuyo… Aunque jamás contaron con que alguien lo haría con un salto y sin cuerda. Las malas noticias son que estás rodeado. Las buenas noticias es que solamente ocho de ellos están haciendo cosas de poca importancia –relativamente–. Se giran hacia ti y ves algo extraño, cuanto menos: Van maquillados. Reconoces ese carmín en los labios, esa sombra de ojos, esos gestos obscenamente peculiares… Son payasos. Su nariz roja y sus pelucas rizadas contrastan con el traje militar que llevan, pero son muy adecuadas para los mazos de aparente goma y las pistolas de agua… Aunque dudo que sea agua. Huele a amoníaco. Y disparan contra ti mientras dos de ellos se preparan para saltarte encima con los mazos.
- Estevo:
- –¡Ey muchacho, tienes un buen paquete entre manos! –grita un afeminado marine en la lejanía. La verdad es que la seguridad en esta isla da pena, normal que estemos al borde del apocalipsis. Pero tú tienes una misión. Sin embargo, el destinatario de tu paquete se ha emborronado con el tiempo. Solo se distinguen las letras K, R y D… Y bueno, el único nombre que te suena con esas letras es Krauser Redfield. ¿A que te va a tocar entrar a la aguja? ¿Y estás seguro de que, con esos datos, el paquete no lleva retrasado años?
A todo esto, mucha gente te mete empujones mientras corre en busca de su instrumental, camino de su barco… Ah, y un cretino de pelo verde a tu lado acaba de robar una bolsa de patatas fritas.
- Galhard:
—¿Por encima de tu cadáver? -dice alguien detrás de ti.
Si te giras verás a un hombre con uniforme marine, bastante alto aunque no tanto como los superiores que ocupan el almirantazgo y liderazgo de la marine que están dando discursos ahora. Por su uniforme... no parece que su rango sea muy alto. Es posible que no tenga siquiera más rango que tú. Sin embargo su postura y forma de hablarte es altiva.
—¿Por qué han dejado pasar a un canijo como tú? ¿Es que los suelos del cuartel ya están limpios? Vuélvete allí y coge una fregona, deja la guerra para los luchadores de verdad.
Ah, y oyes un grito lejano.
- Tobias y Bizvan:
Oís un desgarrador grito de mujer que se acerca cada vez más a vosotros.
—¡¡Un dragón!!
Una chica vestida con el uniforme de recluta, aunque bastante apretado debido a sus grandes dotes femeninas, corre hacia vosotros y se abraza con fuerza al brazo de Tobias, apretando sus turgentes pechos en su espalda.
—¡¡AYUDA!!
- Kiritsu:
- —¡¡AAAAALTOOOO!! -grita alguien mientras avanzáis.
Es un hombre increíblemente delgado y de brazos exageradamente largos, aunque solo tiene un codo por cada brazo, no os penséis. Lleva puesto un traje rosa y unas gafas redondas. Su pelo es rubio y está repeinado en un tupé con forma de... cañón. Sí, de cañón. De hecho, cuando se para junto a vosotros mira hacia arriba y resopla indignado y al hacerlo una pequeña bala de cañón sale disparada de su pelo y choca contra el techo.
—¡Estáis incumpliendo los incisos número doce y trece de los censos oficiales de la marina! Tú, tú y tú -dice con su aguda y estridente voz señalando a Arthur, Jack y Leiren- ¡No os habéis ofrecido! ¡No podéis acceder a la misión si no estáis apuntados en el censo oficial del Almirante de Flota! -saca un portafolios y un boli y os lo enseña, como restregándolo por vuestras caras. Es una lista larguísima -¡No hay nada más importante que las listas y la burocracia! ¡Sin ellas la marina entraría en el caaaaoooos!
- Scarlet F. Jones:
- El almirante asiente al escucharte. No eres la única valiente, otro hombre entre la marabunta grita sus ansias de participar y casi enmascara tu voz con la suya. Por suerte, no ha sido así y pronto te indican el camino a seguir.
Poco después eres conducida al barco que se adentrará en el complejo. A tu alrededor ves otros navíos, que presumiblemente os acompañarán para defenderos y daros cobertura. Unos pasos por delante de ti se encuentra aquel hombre gritón, atento a todo lo que sucede. Y de repente, os hacéis a la mar. La batalla naval y la revolución se interponen en vuestro camino y es vuestro deber haceros hueco y llegar hasta el objetivo. El extraño hombreJirense encuentra junto a uno de los cañones, por lo que parece dispuesto a reventar unos pocos revolucionarios.
Recuerdas el discurso del Almirante y sus palabras pesan sobre ti. Poco a poco os acercáis al centro de la batalla y empiezas a distinguir las caras de tus enemigos. ¿Qué harás?
- Karasu Tengu+Simo Baker+Ellie:
- Mientras os reunís y habláis, notáis como algo o alguien proyecta una sombra sobre vosotros. Un marine con ropas y condecoraciones mínimo de capitán, de casi cuatro metros de altura y músculos marcados a través del uniforme. Tiene una calara cara de cabreo en el rostro y algunas migajas en la barba… parecen de lo mismo que está comiendo Midorima. Lleva una lista en una mano y un boli impaciente de apuntar nombres, en la hoja pone “voluntarios para la primera línea”
- Bueno, bueno, bueno… parece que he encontrado unos voluntarios perfectos para uno de los barcos que van a abrir paso hasta la entrada. Si sois tan buenos robando patatas fritas, estoy seguro que lo haréis de puta madre saboteando la torre desde dentro.
Parece que el pequeño hurto de Mido os ha ganado un asiento en primera fila a la batalla más épica del siglo. O bueno, podéis intentar negociar, pero por la cara del marine parece que las patatas le gustaban… mucho.
- Jiren:
- Tu voz se alza entre la marea de agentes y marines allí reunidos. A tu alrededor la gente te mira sin recato. Unos pocos parecen sorprendidos, pero la mayoría te miran con respeto. Un par de manos se alzan titubeantes tras la tuya, parece que tu entusiasmo a inspirado a unos pocos. Esperemos que no sea su última misión.
Eres rápidamente conducido junto con el resto de voluntarios a uno de los barcos destinados a infiltrarse por el portón descubierto. A vuestro alrededor, varios navíos más se disponen a zarpar. Son vuestra defensa, presupones. Entre vosotros y la puerta, sin embargo, se abre el infierno. La batalla naval continúa cada vez más salvaje y si queréis llegar al objetivo primero debéis atravesarla.
Escuchas órdenes a gritos y en cuestión de segundos ya estáis surcando las olas. ¿Cuándo has acabado a cargo del cañón? Bueno, será mejor que le des un buen uso para abriros paso. A por todas, grumetillo.
- Erik Carter:
- El bullicio de los hombres se hace cada vez más intenso, llenos de valor parecen no temer nada. Los reclutas vagan de un lado a otro nerviosismo, tratando de preparar los cañones y las armas que utilizaran contra la aguja. Uno de los reclutas te para y te pide que les ayudes a empujar varios cañones hasta una carpa cercana, para colocarlos en hileras.
En la gran nave, todo son nervios. Se escucha por los pasillos una conversación apresurada, un murmullo lejano pero constante, que se traduce en una única palabra: Miedo. Todos tienen miedo, y cuando el primer temblor llega este se acentúa. Pocos quieren subir, y muchos menos tienen esperanzas de regresar, pero cuando parece que nadie alberga en su corazón deseo de luchar la voz de Brownie suena por la megafonía:
–Camaradas, no dejéis que vuestro espíritu decaiga aún. Tenemos cosas por hacer, sueños que cumplir y un noble objetivo por lograr. Debemos detener a Krauser y limpiar nuestro nombre, debemos…
Pero todo queda a oscuras en la nave central, y solo las luces de seguridad funcionan. Ha llegado un disparo perdido y se ha cargado el generador principal, por lo que parece. Pero igual hay problemas más urgentes.
- Julianna M. Shelley:
- Mientras te metes en el submarino una mano se posa delante de ti, denegándote el acceso. Es un hombre alto y moreno, cuyo rostro está tapado por una máscara semirota y se encuentra guardando la entrada.
-No deberías estar aquí, pequeña – comenta – Márchate con tus padres antes de que sea demasiado tarde.
Podrías reprocharle, pero parece que no te va a dejar entrar. Quizás deberías buscar otra manera de entrar o intentar colarte en otro submarino.
- Liv L. Astrid:
- Parece que el submarino tarda en arrancar porque todavía tienen que repostar, puedes ver a los revolucionarios nerviosos y atareados moviendo cajas con armas de fuera para dentro. Quizás deberías pasear por este para familiarizarte con él o tal vez ayudarles
- Maki y Zuzu:
- Un cadete llega corriendo hasta Zuzu y te pide que sueltes a Maki inmediatamente porque tiene una carta muy importante para él. Si Maki abre la carta descubrirá que solamente hay una frase: “Estoy aquí”. La carta está firmada por Rudy.
- Blishard:
- –Lo cierto es que no tenemos escotillas aptas para tu tamaño, pequeño –dice un anciano cuando intentas acercarte al hangar–. Estos submarinos son robados al Gobierno, y ellos los hacen en serie. No tienen en cuenta los cuerpos no normativos. ¡Por eso luchamos los revolucionaries! ¡Para que todxs tengan una escotilla por la entrar al submarino de la libertad! Pero… Bueno, si quieres algo más práctico, tenemos una burbuja y una bicicleta submarina. Puedes seguirnos bajo el agua. Porque no eres de esxs hidrofóbicxs de mierda, ¿no? Odio a lxs hidrofóbiques. Son peores que las gordas.
En fin, como te ha indicado el viejo loco… Tienes un casco burbuja disponible, y una bici acuática… O a lo mejor quieres arriesgarte y tratar de construirle a un submarino una escotilla nueva. O montar un rey marino, que hay cuatro súper golosones ahí fuera.
- Bleyd:
- Llegas al muro defensivo tras correr no poco y que Fluffle aprenda no menos de tres acrobacias de esquí acuático distintas. En una de ellas, no sabes muy bien cómo, parecía ser seis Fluffles a la vez en una pirámide inversa. Aunque puede que fuese tu imaginación… Pero qué importa eso. El caso es que estás frente a una escalerilla de mantenimiento que lleva directo a una de las torretas. ¿Te atreves a subir?
- Ummak Zor - El:
- Estás en tu puesto, fiel al capitán Maki, cuando un hombre desciende sin resuello hacia los submarinos. Por el camino tropieza y cae a tus pies, solo para levantarse lo más rápidamente posible. Está temblando de los pies a la cabeza, está claro que es solo un cadete impresionable.
-¡La batalla! ¡Se vuelve c-cada vez más cruenta! ¡Ne… necesitamos refuerzos, nos están haciendo retroceder!
Miras hacia el submarino, no tiene pinta de ir a zarpar de inmediato. Aunque quizá cuando vuelvas sea demasiado tarde. Pero si lo que el hombre dice es cierto… tu actuación podría ser decisiva. Es una elección compleja.
- Rocket:
- Bueno, felicidades. Por causa tuya, ese hombre ahora tiene un agujero en su corazón que nada podrá llenar jamás. Al fin y al cabo, es lo que tiene morirse. Cae en el mar con un dulce chapoteo y sus compañeros parecen bastante impresionados. Aunque claro, no tienen mucho tiempo para horrorizarse, la tormenta se les viene encima y no precisamente una mojada.
Corren de aquí para allá sin saber qué hacer, uno es levantado y golpeado contra el mástil en la confusión. Otro cae por la borda y un tercero… un tercero acaba de dar con su estómago en un cañón. Por desgracia para vosotros, está cegato pero reconoce el acero y se afana en encenderlo. No puede apuntar, pero estáis tan cerca que tampoco lo necesita. El retroceso, sin embargo, le hace caer al suelo inconsciente. O puede que hiciera algo mal en el proceso. Quién sabe. El problema es que ahora una bala se dirige de forma impecable hacia el centro de vuestra vela.
Menuda faena.
- Blue Rose:
- Dexter, varios de tus rayos impactan sobre algunos barcos, prendiendo algunos en llamas, reventando el palo mayor o el velamen de otros y, en el peor de los casos, detonando el polvorín de un par de ellos. La tormenta cubre los alrededores de la torre, dejando visibles sólo los pisos más bajos.
Al llegar al gigantesco navío de la revolución un hombre uniformado se acerca, al parecer David Brownie desea hablar contigo y tus acompañantes. Os ofrece seguirle para que os guíe por la nave hasta David.
- Beasts of liberty:
- -Eh eh eh, tranquilos chicos, se que es emocionante subirse a una de estas bellezas, pero necesitan su puesta a punto. ¿No queréis que se quede sin combustible a mitad de camino verdad? – Dice uno de los mecánicos que revisa algunos mecanismos tras una compuerta, su edad no bajará de los 70 a juzgar por su rostro, pero su musculatura manchada de grasa no tiene nada que envidiar a los mecánicos más jóvenes. – Si queréis podéis ir entrando, familiarizaros con el interior, puede ser un poco claustrofóbico y laberíntico, eso sí, procurad no tocar nada, todavía quedan algunas cosas que ajustar antes de ponernos en marcha. O… si lo preferís podéis dar una vuelta o dar un poco de conversación a este viejales… a veces este trabajo se hace un poco solitario.
Viktor sonríe cuando Yuu le da oportunidad de lucirse una vez más, y mientras el temblor se siente entre todos los invitados, Elrik ni siquiera se inmuta una vez su discurso da comienzo:
–Pero, mi buen señor, ¿acaso le he dado motivos para dudar de mí? Está en un improvisado salón que yo proveo, comiendo delicias que yo le ofrezco y cuestionando un plan solo porque aún no se lo he dicho. –Muestra los dientes en una afilada sonrisa– ¿De verdad cree que no hay una forma segura y eficiente de entrar? ¿Piensa que mi presencia aquí es casual? Y, más aún, ¿Cree que invertiría mi tiempo y esfuerzo, que tanto valen, si no supiera lo que hago? Tiene dos opciones, caballero: Puede retirarse ahora, y creer que vivo de la improvisación, o podemos hacer negocios juntos para encontrar una sinergia ventajosa. Y créame, podría ser muy, muy ventajosa.
Tras esas palabras, Elrik se retira a un reservado y la carpa se envuelve en un momentáneo silencio.
- Yuu, Lance:
- Después de que Elric conteste las dudas escucháis una voz a vuestras espaldas.
- Una apuesta arriesgada la de nuestro anfitrión ¿no?
Un hombre toma asiento a vuestro lado, lleva un sombrero parecido al de un brujo, de ala ancha y punta prolongada, así como una chaqueta de cuero negro sobre los hombros a modo de capa. Va vendado de pies a cabeza, sin dejar que se vea ninguna de sus características más allá de su silueta. En el rostro lleva dibujados unos dientes serrados a modo de sonrisa y en los ojos unas lentes rojizas. En el cinto lleva lo que parece la vaina de una espada.
- Soy Grimm, perdonad la intromisión, pero creo que si vamos a entrar sería mejor hacer grupos para estar más seguros. Espero que no os moleste que me una a vosotros.
No parece que tenga intenciones hostiles, y su tono es bastante educado y amable a pesar de su apariencia.
- Lysbeth:
- A los pocos segundos de que te acomodes y pidas una copa un apuesto camarero alto, rubio y de almendrados ojos de color esmeralda te sirve una de las copas más refinadas que puedes ver por la zona. Con una encantadora sonrisa perfecta y modales intachables deja la copa delante de ti, un mojito “long ring long island”
- Una bebida adecuada para la señorita de parte de aquel caballero.- Dice señalando a Ichikaze con un sutil gesto. – Espero que sea de su agrado.
- Maximilian D. Frinz:
—¿Has oído lo que dice ese pringao? -pregunta un borracho pasándote el brazo por los hombros, buscando rodearte si le dejas.
En la otra mano lleva una jarra de cerveza que mueve violentamente, derramando su interior en todas partes menos en su boca. Sin embargo... empiezas a sospechar que en realidad no está borracho. Es más, tu haki de observación te avisa de que va a apuñalarte. Y eso hace, se ha sacado un cuchillo de debajo de la manga.
- Yarmin:
Alguien te toca el hombro. Si te giras a ver quién es verás a un hombre alto y calvo, vestido con un traje negro con rayas blancas y llevando gafas de sol. Te ofrece una nota. Si la coges y la lees verás que pone:
"Alguien quiere ver muerto a Strauss. Mátalo. Es el de las gafas rosas."
Si buscas por la carpa verás a alguien que lleva unas gafas gigantescas, tanto que hasta te preguntas cómo puede soportar su peso. Literalmente, cada cristal es más grande que su cabeza. Y sí, son rosas. A lo mejor es ese.
- Zane:
- Vas comiendo, comiendo, comiendo… Hasta que más que fénix pareces un capón listo para navidades. Te cuesta moverte, te duele el estómago y tu tripita ahora abulta como lo que en tu barco llamáis “bebé de comida”. Afortunadamente no has tomado mucho picante, así que será un parto casi indoloro. Probablemente. Ah, y mientras tú tarareas “la cucharacha” con el empacho que llevas aparece una teenager buenorra para retarte a un duelo de birras. Igual esto acaba en folleteo. Ya sabes, vine buscando cobre y me hice un trío con Nailah.
- Zay:
- Mientras disfrutas de la velada en la carpa, observando a todos, una mano peluda te acaricia el hombro desde atrás y escuchas como si alguien te estuviera oliendo el culo. Cuando te giras, ves una perrita de raza pug con dos copas en la mano. Es muy sexy, con sus lorcitas y sus ojos saltones, se sonroja un poco y, con la cabeza gacha, te dice con un tono de voz muy masculino:
-Hola guapo, ¿te invito a una copa?
- AEG:
- Mientras la fiesta continúa en la carpa de Viktor Elrik, notas como si te lanzaran bolitas de pan a cualquier parte de tu cuerpo, como si trataran de llamarte la atención. Si observas a tu alrededor no parece haber nada extraño, hasta que en la entrada de la carpa ves a un encapuchado que te mira fijamente. Este te levanta la mano, moviendo los dedos índice y corazón para que lo sigas hacia el exterior.
- El otro pollo, el re’to e la tripulación, la musiélaga y Vile Ehpetre:
- Zane ha estado zampando durante los últimos treinta segundos más de lo que le habéis visto comer desde que lo conocéis. Ahora está hecho una bola llena y abotargada, pero lo peor es que mientras este tragaldabas agoniza una chavala llega para retar al pobre a un duelo de beber. ¡Pero no es lo peor, sino que Viktor os ignora deliberadamente! Ah, y un tipo que da mucho cringe saluda a Nailah. Hola, Vile. Pero bueno, vosotros tenéis vuestro plan, pero dadle un antiácido a Zane, por el amor de Dios.
- Elliot, William, Kaito:
- Os juntáis amistosamente en una mesa, escuchando el discurso de Elrik en amor y compañía. El camarero, en determinado punto, sale corriendo presuroso a agasajar con su mejor vino a la dama de la entrada, señalando hacia el caballero que ha tenido tamaño detalle. Y mientras tanto, un fornido hombre de traje se acerca a vosotros.
–Señores, el señor Elrik desea verles. –señala a Kaito– Usted puede acompañarnos también, caballero. Pero póngase zapatos. Es regla de etiqueta.- Advertencia:
- Todos los objetos que no estén en el inventario debes narrar que los llevas on-rol.
- Dijon:
- Tras el discurso del anfitrión, la velada transcurre como antes. Todos saben que no es buena idea ir a la guerra con el estómago vacío y hacen lo que pueden por solventar ese inconveniente.
De repente, entran a la carpa dos doncellas. La primera, pelinegra, desvía un rayo de la tormenta que ruge fuera sin siquiera mirar, solo para adentrarse a exigir una copa como si nada. La segunda, de cabello castaño, intenta no hacerse notar. Por desgracia, termina atrayendo atención indeseada y uno de los hombres más borrachos se apresura a saludarla.
En el resto de las mesas la gente ríe, habla, cuchichea y negocia. Dos hombres están pegándose por un poco de postre. Está claro que te has reunido con la élite. No parece que llevarte un buen pellizco vaya a suponer hacer nada complicado.
- Valeria:
- Entras a la carpa y el calor te recorre de arriba abajo. La tormenta queda fuera, ahí se está bastante a gusto. Huele a comida y alcohol, pues los hay en abundancia. Miras a tu alrededor y ves a toda clase de personas. Las hay por grupos en las mesas, apostadas en los rincones, riendo y bailando. Parece que sea fiesta.
Sin embargo, te fijas mejor. Algunas caras te suenan de los carteles de se busca. Ves a varios de ellos cuchicheando en lo que creen que es voz baja y una cantidad inusitada de expresiones serias y calculadoras. Está claro que te has metido en el meollo de las negociaciones. A lo lejos, en una especie de escenario, se encuentra un hombre con aire de importancia. Está solo y contempla al resto de la gente como les poseyera. Pero antes de que puedas decidir que hacer, notas una mano en tu hombro.
-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Je je, ¿podría invitarte a una copa?
El desconocido viste de traje, pero apesta a licor. Su cara no te suena y tienes claro que tampoco quieres conocerle. Sin embargo, también distingues el acero en su cintura y algo te dice que no tendrá reparos en utilizarlo.
- Valar Morghul:
- Poco a poco el arroz con leche va bajando. El tío del cochinillo hace una pobre tentativa por quitártelo, pero un tenedor clavado en su mano lo detiene. El hombre a tu lado ha creído que quería quitarle su comida, un diminuto cuenco de compota de manzana. Con esa nimia cantidad no te extraña tampoco que se ponga posesivo.
Tras el discurso de Elrik la gente empieza a debatir qué hacer. Oyes murmullos a tu alrededor y fragmentos sueltos de conversaciones. Mientras te acabas el arroz, entran a la sala dos mujeres. La primera, pelinegra, llega hasta el centro tras haber desviado un rayo del cielo solo para exigir una copa.
La segunda, de pelo castaño y ojos avellana, no parece querer destacar. Uno de los hombres más borrachos le coge el hombro y no parece tener buenas intenciones. Y en tu regazo, el arroz con leche se ha acabado. Parece que solo vienen desgracias. A tu lado, el tío del cochinillo y el de la compota están dándose de hostias con alegría desmedida.
- Heartless::
—¡No creas que no me he dado cuenta de que has llegado tarde, jovencito!
Una monja vieja y encorvada le está dando golpecitos al pecho de Arribor con su huesudo y alargado dedo. Pincha un poquito. Por su cara debe tener unos ciento veinte años, o al menos es lo que os parece. Le está echando la bronca a Arribor por llegar tarde sin dejar de darle golpecitos con el dedo y decir que cuando ella era joven, los criminales y piratas tenían cierta decencia y clase y sobre todo no iban por ahí sin camisa.
—¡Yaya! -grita un hombre acercándose a ella -¿Qué haces? -el nieto de la monja parece tener unos sesenta años.
—¡Este jovencito llega tarde!
—¡¿Cómo?!
Y el hombre también le da golpecitos en el pecho con el dedo.
Se agradecerá que sea añadido un link a la ficha en la firma de cada participante.
Erik Carter
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La justicia no ha muerto, y su espíritu vive en todos los hombres y mujeres que, resueltos, se preparan para lo peor.
Entre todo el bullicio, un marine, un recluta como él, le pide ayuda para mover unos cañones. El joven atleta arrima el hombro para colocar las poderosas máquinas en su lugar y, en cuanto acaba, se dispone a embarcar en alguno de los navíos que atravesarán las puertas. Pero antes de ponerse en marcha, se da la vuelta y encara al recluta al que acaba de ayudar.
-Mi nombre es Erik, encantado, amigo. Te prometo que detendremos esa cosa antes de que destruya el North Blue.- Sonríe y alza un pulgar hacia el recluta, acompañado de una sonrisa.- Defended el fuerte mientras tanto, compañero. Cuando salgamos, te invito a una en el bar más caro que puedas encontrar.
No sabía por qué había hecho eso, pero estaba hecho. Tal vez los ánimos ayudarían al marine, tal vez lo llevarían a una muerte segura, tal vez cayeran en saco roto. En cualquier caso, Erik debía embarcar cuanto antes o se quedaría atrás.
Entre todo el bullicio, un marine, un recluta como él, le pide ayuda para mover unos cañones. El joven atleta arrima el hombro para colocar las poderosas máquinas en su lugar y, en cuanto acaba, se dispone a embarcar en alguno de los navíos que atravesarán las puertas. Pero antes de ponerse en marcha, se da la vuelta y encara al recluta al que acaba de ayudar.
-Mi nombre es Erik, encantado, amigo. Te prometo que detendremos esa cosa antes de que destruya el North Blue.- Sonríe y alza un pulgar hacia el recluta, acompañado de una sonrisa.- Defended el fuerte mientras tanto, compañero. Cuando salgamos, te invito a una en el bar más caro que puedas encontrar.
No sabía por qué había hecho eso, pero estaba hecho. Tal vez los ánimos ayudarían al marine, tal vez lo llevarían a una muerte segura, tal vez cayeran en saco roto. En cualquier caso, Erik debía embarcar cuanto antes o se quedaría atrás.
- Resumen:
- Ayudo en lo que me piden, doy ánimos al recluta y trato de embarcar
Luka Rooney
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Akuma no mi
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- Yuu… -susurró el tiburón mientras no dejaba de ojear al humano
Aún recordaba a aquél cabrón. Entre él y la bruja se la liaron bastante hacía ya algún año. Mientras el buen samaritano de Luka se dedicaba a liberar esclavos, tanto Yuu como Katharina aprovechaban para robar no se qué tesoros. Malditos desgraciados…
El caso es que el humano le habló directamente a Viktor, y éste no tardó en contestar. El habitante del mar no sabía quién de los dos era menos de fiar, pero no se pudo contener.
- Yuu… ¿Así te llamabas, no? Como me la vuelvas a jugar aquí… Te reviento la puta cabeza -comentó a la par que se acercaba hasta estar a casi un palmo de él-. Pero ambos sabemos que no lo harás, ¿verdad? Va, dame la mano y vente con nosotros, ahora la bruja también está de nuestro lado… Igual quieres verla.
Tras su proposición algo bipolar, el habitante del mar presentaría a todos sus camaradas a Yuu si aceptaba. Era bien sabido que el dicho popular ten cerca a tus amigos pero más cerca a tus enemigos era uno de los favoritos de Luka, y así lo aplicó.
Tras ello, se acercaría a la escena más surrealista desde que habían llegado. Zane y su ansia, por las mujeres y por la comida. En este caso tocaba comida, y menos mal… Aún trataba de borrar alguna de las imágenes que su mente conservaba sobre el descarado flirteo de Zane cuando iba con el puntillo. “Ha sido sutil, ¿verdad?” solía preguntar.
El tiburón antepuso su mano a una mujer de metro y medio, y tras ello miró a su capitán con pena, para devolver la mirada a la mujer.
- No sé si le conoces, o si simplemente has oído historias sobre su capacidad para beber. ¿Qué te parece si cuando acabe toda esta mierda te vienes al barco de los Arashi y nos corremos una buena juerga todos juntos? -comentó intentando sonreír, sin mucho éxito-. Necesitamos a nuestro capitán sereno por ahora, te prometo el mejor alcohol de Eriu Land y la mejor droga de los bajos fondos si aceptas. Y si no… Pues nada, tú te lo pierdes.
Pocas veces el gyojin había negado una copa, una pastillita, o cualquier tipo de droga, pero aquella vez… Le tocó hacer de niñera. Maldito Zane y su poca capacidad para negarse ante los placeres de la vida.
- Capitán -comentó una vez lo había alejado del resto-, me cago en tu vida. Mira la clase de gente que hay por aquí… ¿Crees que es buena idea beber, drogarse o bajar tanto la guardia? Va, toma.
El habitante del mar le metió un antiácido y un protector de estómago en la boca a su capitán, mientras con una botella de agua le ayudaba a que entrase. Le miró con el ceño fruncido y terminó por darle una mini-chapa.
- No dudaré en seguirte, ni en dar la vida por ti, pero no pienso mover un dedo por un puto gordo que apenas se puede mover. Vamos a hacer lo que sabemos, y luego lo celebramos. Necesito que nos digas qué hacer, que seas tú y te comportes como quien eres, el capitán de los Arashi, el temido Zane D. Kenshin. Deja el alcohólico y mujeriego para después, cuando celebremos que seguimos con vida.
Finalmente, el tiburón dejaría a Zane a su bola para acercarse a Marc y susurrarle algo.
- Marc, créame el queso que más huela dentro de los que puedes, me hará falta para encontraros si hago falta en el agua. Mejor familiarizarme ya. Ah, por cierto… Te apuesto mil berries a que en menos de un minuto desde que lo creas Therax se está quejando del olor.
Tampoco había mucho más que hacer tras la huída temporal de Viktor. ¿Seguirían su plan los Arashi?
Aún recordaba a aquél cabrón. Entre él y la bruja se la liaron bastante hacía ya algún año. Mientras el buen samaritano de Luka se dedicaba a liberar esclavos, tanto Yuu como Katharina aprovechaban para robar no se qué tesoros. Malditos desgraciados…
El caso es que el humano le habló directamente a Viktor, y éste no tardó en contestar. El habitante del mar no sabía quién de los dos era menos de fiar, pero no se pudo contener.
- Yuu… ¿Así te llamabas, no? Como me la vuelvas a jugar aquí… Te reviento la puta cabeza -comentó a la par que se acercaba hasta estar a casi un palmo de él-. Pero ambos sabemos que no lo harás, ¿verdad? Va, dame la mano y vente con nosotros, ahora la bruja también está de nuestro lado… Igual quieres verla.
Tras su proposición algo bipolar, el habitante del mar presentaría a todos sus camaradas a Yuu si aceptaba. Era bien sabido que el dicho popular ten cerca a tus amigos pero más cerca a tus enemigos era uno de los favoritos de Luka, y así lo aplicó.
Tras ello, se acercaría a la escena más surrealista desde que habían llegado. Zane y su ansia, por las mujeres y por la comida. En este caso tocaba comida, y menos mal… Aún trataba de borrar alguna de las imágenes que su mente conservaba sobre el descarado flirteo de Zane cuando iba con el puntillo. “Ha sido sutil, ¿verdad?” solía preguntar.
El tiburón antepuso su mano a una mujer de metro y medio, y tras ello miró a su capitán con pena, para devolver la mirada a la mujer.
- No sé si le conoces, o si simplemente has oído historias sobre su capacidad para beber. ¿Qué te parece si cuando acabe toda esta mierda te vienes al barco de los Arashi y nos corremos una buena juerga todos juntos? -comentó intentando sonreír, sin mucho éxito-. Necesitamos a nuestro capitán sereno por ahora, te prometo el mejor alcohol de Eriu Land y la mejor droga de los bajos fondos si aceptas. Y si no… Pues nada, tú te lo pierdes.
Pocas veces el gyojin había negado una copa, una pastillita, o cualquier tipo de droga, pero aquella vez… Le tocó hacer de niñera. Maldito Zane y su poca capacidad para negarse ante los placeres de la vida.
- Capitán -comentó una vez lo había alejado del resto-, me cago en tu vida. Mira la clase de gente que hay por aquí… ¿Crees que es buena idea beber, drogarse o bajar tanto la guardia? Va, toma.
El habitante del mar le metió un antiácido y un protector de estómago en la boca a su capitán, mientras con una botella de agua le ayudaba a que entrase. Le miró con el ceño fruncido y terminó por darle una mini-chapa.
- No dudaré en seguirte, ni en dar la vida por ti, pero no pienso mover un dedo por un puto gordo que apenas se puede mover. Vamos a hacer lo que sabemos, y luego lo celebramos. Necesito que nos digas qué hacer, que seas tú y te comportes como quien eres, el capitán de los Arashi, el temido Zane D. Kenshin. Deja el alcohólico y mujeriego para después, cuando celebremos que seguimos con vida.
Finalmente, el tiburón dejaría a Zane a su bola para acercarse a Marc y susurrarle algo.
- Marc, créame el queso que más huela dentro de los que puedes, me hará falta para encontraros si hago falta en el agua. Mejor familiarizarme ya. Ah, por cierto… Te apuesto mil berries a que en menos de un minuto desde que lo creas Therax se está quejando del olor.
Tampoco había mucho más que hacer tras la huída temporal de Viktor. ¿Seguirían su plan los Arashi?
- Resumen:
- Pero… ¿Ese es Yuu? Pues me cago en él. Pero un poco solo, también le quiero y le ofrezco que se venga con los arashi un ratejo. O mucho, él sabrá.
- Anteponerse a Ellanora Volkihar, decirle que Zane no puede beber, pero invitarla al barco de los Arashi cuando todo acabe. Drogaína calidad Luka y Alcohol del güeno con ganarantía del sibarita Therax garantizado.
- Darle un antiácido, un protector de estómago y una guantá a Zane.
- Pedirle a Marc que genere el queso que más huela de la historia y apostar mil berries a que Therax se queja.
- Pero… ¿Ese es Yuu? Pues me cago en él. Pero un poco solo, también le quiero y le ofrezco que se venga con los arashi un ratejo. O mucho, él sabrá.
Ellie
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La loba seguía sumida en sus pensamientos, cuando una enorme sombra cubrió su cuerpo entero. Al mirar al frente, Ellie se dio cuenta de que tenían delante a un cargo medio del gobierno, al menos a lucir por sus insignias. La mink las había estudiado en su día, y creyó en aquél momento que se trataba de un capitán, aunque de poco valía el rango en aquella situación. Ellie lo tomó como un jefe directo al que debía escuchar y respetar. Aunque hablase de cosas que no entendía o no sabía por qué las decía, como las estúpidas patatas.
Pese a su pesimismo inicial, la loba sabía que estaba en el lugar adecuado. También sabía qué debía hacer; llamar la atención de los altos cargos gubernamentales, y para ello, ¿qué mejor que adentrarse en la boca del lobo como suicida? Bueno, quizá hubiese formas mejores, pero seguro que aquella era la más directa.
La agente debía pensar todo aquello bien. Trazar un plan, hablar con quien tuviese que hablar y, sobre todo, ser precavida. Con suerte, podrían llevar a cabo su plan con éxito. Pero antes… debía presentarse ante el capitán.
- Por su puesto, señor -comentó a la par que hacía una pequeña reverencia-. Mi nombre es Ellie, con i latina, y si estimáis que soy apta para ayudar en la primera fila, allí iré. ¿Quién liderará la expedición? -finalizó tocándose la perilla y mirando la barba del fornido hombre, quizá así entendiese que debía limpiarse.
Aunque la mink no tenía ni idea de a qué se refería con el robo de las patatas, prefirió no ahondar en el asunto, ya que había temas mucho más serios de los que tratar. Ellie conocía a un montón de rangos altos de la marina y el gobierno -al menos sus nombres-, y solo pensaba en dos personas para comandar dicha expedición. Ojala fuese una de ellas.
La mink no pudo evitar lamerse la pata fruto del nerviosismo a la par que apartó la mirada hacia los que parecían ser sus compañeros para saber qué destino decidían. ¿Se apuntarían con ella o preferirían ayudar en otro sitio?
Pese a su pesimismo inicial, la loba sabía que estaba en el lugar adecuado. También sabía qué debía hacer; llamar la atención de los altos cargos gubernamentales, y para ello, ¿qué mejor que adentrarse en la boca del lobo como suicida? Bueno, quizá hubiese formas mejores, pero seguro que aquella era la más directa.
La agente debía pensar todo aquello bien. Trazar un plan, hablar con quien tuviese que hablar y, sobre todo, ser precavida. Con suerte, podrían llevar a cabo su plan con éxito. Pero antes… debía presentarse ante el capitán.
- Por su puesto, señor -comentó a la par que hacía una pequeña reverencia-. Mi nombre es Ellie, con i latina, y si estimáis que soy apta para ayudar en la primera fila, allí iré. ¿Quién liderará la expedición? -finalizó tocándose la perilla y mirando la barba del fornido hombre, quizá así entendiese que debía limpiarse.
Aunque la mink no tenía ni idea de a qué se refería con el robo de las patatas, prefirió no ahondar en el asunto, ya que había temas mucho más serios de los que tratar. Ellie conocía a un montón de rangos altos de la marina y el gobierno -al menos sus nombres-, y solo pensaba en dos personas para comandar dicha expedición. Ojala fuese una de ellas.
La mink no pudo evitar lamerse la pata fruto del nerviosismo a la par que apartó la mirada hacia los que parecían ser sus compañeros para saber qué destino decidían. ¿Se apuntarían con ella o preferirían ayudar en otro sitio?
- Resumen:
- Elliesuicida al rescate. Me apunto para ir a la primera línea de batalla.
- Pregunto al NCP con rango presuntamente capitán quién liderará la primera línea de batalla, y le hago señas para que se limpie la barba, putoguarro.
- Observo a mis compañeros para saber si se quieren apuntar o no.
- Elliesuicida al rescate. Me apunto para ir a la primera línea de batalla.
Dijon
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Tras unos instantes de tensión tras la retirada del anfitrión, la noche siguió exactamente como había comenzado. La verdad es que a Raion aquello ya empezaba a hacérsele cuesta arriba, estaba deseando que revelasen el maldito plan y ponerse a la acción. Sin embargo, por el momento debería de resignarse a seguir el guión de su futuro mecenas y seguiría en aquella carpa atiborrándose de comida y bebida. Además en el exterior parecía haber estallado una tormenta y si tenía que elegir entre comer o mojarse, la respuesta estaba clara.
El león daba un enorme trago a su jarra de cerveza cuando una misteriosa mujer de cabellos negros entraba en la carpa, tras desviar lo que parecía haber sido un relámpago. No sabía muy bien por qué, pero fue de las pocas personas en aquella carpa que había atraído la atención del mink. Quizás fuese por esa demostración de fuerza, al fin y al cabo, ese dominio de una de las fuerzas de la naturaleza era algo impresionante. Hasta Raion se vería dispuesto a admitir eso y no era alguien que se dejase impresionar por cualquier cosa.
Estaba aún distraído siguiendo con la mirada a aquella extraña mujer, cuando un tipo borracho prácticamente cayó contra la mesa del león. Rápidamente, los ojos azules del mink se clavaron en un tipo con traje negro que parecía totalmente borracho. Algo tan banal como aquello no era suficiente para sacar al león de sus casillas, pero no podía evitar ocultar que le había molestado y más aún que no se hubiera disculpado. El tipo no se detuvo muy lejos de allí pues salió al paso de una segunda mujer que acababa de llegar.
—¡Eh tú! ¡El don juan del traje negro!— dijo con sus voz profunda mientras clavaba sus ojos en el borracho —Me debes una disculpa— reclamó con tranquilidad el mink.
El león daba un enorme trago a su jarra de cerveza cuando una misteriosa mujer de cabellos negros entraba en la carpa, tras desviar lo que parecía haber sido un relámpago. No sabía muy bien por qué, pero fue de las pocas personas en aquella carpa que había atraído la atención del mink. Quizás fuese por esa demostración de fuerza, al fin y al cabo, ese dominio de una de las fuerzas de la naturaleza era algo impresionante. Hasta Raion se vería dispuesto a admitir eso y no era alguien que se dejase impresionar por cualquier cosa.
Estaba aún distraído siguiendo con la mirada a aquella extraña mujer, cuando un tipo borracho prácticamente cayó contra la mesa del león. Rápidamente, los ojos azules del mink se clavaron en un tipo con traje negro que parecía totalmente borracho. Algo tan banal como aquello no era suficiente para sacar al león de sus casillas, pero no podía evitar ocultar que le había molestado y más aún que no se hubiera disculpado. El tipo no se detuvo muy lejos de allí pues salió al paso de una segunda mujer que acababa de llegar.
—¡Eh tú! ¡El don juan del traje negro!— dijo con sus voz profunda mientras clavaba sus ojos en el borracho —Me debes una disculpa— reclamó con tranquilidad el mink.
- Resumen:
- Raion continua tranquilamente con su degustación mientras observa a la mujer de cabellos negros, tras esto un tipo borracho choca con su mesa y el mink reclama que se disculpe por eso.
Gareth Silverwing
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A penas había terminado de hablar y, sin dar tiempo a que el resto de miembros de la brigada respondiese un grito se apoderó de todo el barracón. Un hombre desconocido de aspecto completamente absurdo nos había dado el alto, el alto en nuestros propios aposentos. Vestía una indumentaria estúpida y un peinado aún más estrafalario. Al parecer al no anunciar en voz alta nuestras intenciones estábamos incumpliendo con los censos de la marina y teníamos que apuntarnos en una lista oficial o algo así.
- Tsk. Siempre hay uno de estos. - Murmuré en voz baja mientras me crujía los nudillos.
Me recosté en el sillón y suspiré un segundo con los ojos cerrados. Llevé la mano a uno de mis bolsillos para sacarme unas gafas y ponérmelas, obviamente sin graduar, simplemente pensaba que para estas cosas era mejor tener un aire más de oficina. Abrí los ojos, me incorporé y di una patada a la base del escritorio, un cajón lleno de folios se abrió de golpe. Volví a dar otro golpe a la mesa con la mano izquierda 48 de ellos salieron volando hacia arriba, los atrapé al vuelo y los deposité sobre la mesa, tras eso saqué de otro bolsillo mi sello oficial y procedí a sellar cinco veces cada uno de ellos en sus correspondientes apartados a una velocidad sobrehumana. Tras eso alineé perfectamente el montón y lo revisé hojeándolo para comprobar que estaba todo en orden. Lo dejé de nuevo sobre la mesa y lo empujé al otro lado del escritorio invitando a nuestro inesperado visitante a que lo revisara.
- Sin burocracia el mundo sería un caos, pero el uso descerebrado de las leyes no es muy diferente y tú amigo mío... acabas de venir al lugar menos indicado a hablar de procesos y protocolos. - A medida que hablaba un aura rojiza empezaba a emanar de mi mientras la luz era reflejada en las lentes de mis gafas sin dejar ver mis ojos. - Suponía que algo podía pasar así que empaqueté para todos los miembros un repertorio de informes y documentos necesarios para todos los casos, guardados y archivados en el escritorio. Entre ellos cuatro copias de los anexos 42 de la normativa de voluntariado para casos rango Ketter: "Posible escenario del fin del mundo". En estas doce hojas rellenadas con los datos necesarios de todos los integrantes vienen archivados todos los documentos e informes necesarios para poder ser enviados a Marineford en caso de que necesiten voluntarios y seamos llamados en el menor tiempo posible. Contienen desde nombre y apellidos, a dirección de viviendas, medidas físicas, condiciones especiales e incluso cartas manuscritas de renuncia de responsabilidades, revisadas, selladas y firmadas por notario. Esto, caballero es un trabajo bien hecho y en su momento no una... lista.
La sangre me hervía tanto por la burla que estaba presenciando de mi trabajo que, casi sin pensarlo hice hervir la tinta de la pluma que portaba, haciendo que estallase. Me levanté y lo encaré mirándolo a los ojos con una furia imposible de describir con palabras.
- Dado que para usted la burocracia lo es todo empecemos por el protocolo de acceso a las dependencias de altos cargos. Como conoce nuestros nombres supongo que sabe quienes estamos aquí, entre los presentes hay un contraalmirante, un vicealmirante y un almirante y, aunque no se encuentre escrito en un documento oficial existen ciertas normas a seguir a la hora de presentarse frente a sus superiores, desconozco tu rango pero estoy seguro que, por lo menos Al, es tu superior... y no le has saludado como es debido, eso es punible con el caballito, o algo peor. - Mis ojos enrojecían a cada palabra mientras continuaba con el sermón a nuestro invitado. - Continuemos con la vestimenta, dentro de la marina existe un protocolo de vestimenta, dependiendo del rango esta puede variar y, dependiendo de la flota esta puede solicitar al alto mando más o menos variaciones, pero siempre dentro de cierto código. Esto está indicado en el apartado 13 de la normativa del DB-IA de la marina, con una adenda en la página 759 que especifica los colores primarios que debe tener esta vestimenta y cuales colores hay que evitar en caso de posibles variaciones que no sean ropas de incógnito o de paisano. Este apartado también posee una sub-sección planteada para cambios de vestimenta en caso de necesidad por parte del integrante, y este no parece ser tu caso. Tu atuendo incumple completamente los protocolos de vestimenta de la marina, así como sus posibles variantes, ni siquiera los casos especiales planteados podrían concebir esta monstruosidad. - Alcé la mano señalando su indumentaria y haciendo una pequeña pausa para tomar aire. - Pero ahí no acaba la cosa ¿Qué narices es esta lista? ¿Una lista con nombres? Por favor, llevo años entre papeles, a esta lista le faltan varios sellos para ser algo oficial, tiene pinta de ser una excusa para escaquearte de la labor de ayudar a tus compañeros, eres la persona que cuando toca mover cosas en un almacén o atender a clientes dice "voy a hacer inventario". Eres esa clase de parásito que se ha mirado las normas por encima y va gritando por ahí que eres el que mejor se las sabe para poder salirte con la tuya y vestir como quieres, porque ¿Quién en su sano juicio se sabe las normas al dedillo? O peor aún... eres un espía enemigo que pretendía infiltrarse en los barracones y sacar información del enemigo con el pretexto de hacer una lista de voluntarios. - Le apunté a la cara con el índice y lo acerqué poco a poco, quemando la lista y atravesándola con el dedo hasta llegar a escasos dos centímetros de su nariz. - Depende de tus próximas palabras tu castigo irá de "muy severo" a "por favor déjame morir".
- Tsk. Siempre hay uno de estos. - Murmuré en voz baja mientras me crujía los nudillos.
Me recosté en el sillón y suspiré un segundo con los ojos cerrados. Llevé la mano a uno de mis bolsillos para sacarme unas gafas y ponérmelas, obviamente sin graduar, simplemente pensaba que para estas cosas era mejor tener un aire más de oficina. Abrí los ojos, me incorporé y di una patada a la base del escritorio, un cajón lleno de folios se abrió de golpe. Volví a dar otro golpe a la mesa con la mano izquierda 48 de ellos salieron volando hacia arriba, los atrapé al vuelo y los deposité sobre la mesa, tras eso saqué de otro bolsillo mi sello oficial y procedí a sellar cinco veces cada uno de ellos en sus correspondientes apartados a una velocidad sobrehumana. Tras eso alineé perfectamente el montón y lo revisé hojeándolo para comprobar que estaba todo en orden. Lo dejé de nuevo sobre la mesa y lo empujé al otro lado del escritorio invitando a nuestro inesperado visitante a que lo revisara.
- Sin burocracia el mundo sería un caos, pero el uso descerebrado de las leyes no es muy diferente y tú amigo mío... acabas de venir al lugar menos indicado a hablar de procesos y protocolos. - A medida que hablaba un aura rojiza empezaba a emanar de mi mientras la luz era reflejada en las lentes de mis gafas sin dejar ver mis ojos. - Suponía que algo podía pasar así que empaqueté para todos los miembros un repertorio de informes y documentos necesarios para todos los casos, guardados y archivados en el escritorio. Entre ellos cuatro copias de los anexos 42 de la normativa de voluntariado para casos rango Ketter: "Posible escenario del fin del mundo". En estas doce hojas rellenadas con los datos necesarios de todos los integrantes vienen archivados todos los documentos e informes necesarios para poder ser enviados a Marineford en caso de que necesiten voluntarios y seamos llamados en el menor tiempo posible. Contienen desde nombre y apellidos, a dirección de viviendas, medidas físicas, condiciones especiales e incluso cartas manuscritas de renuncia de responsabilidades, revisadas, selladas y firmadas por notario. Esto, caballero es un trabajo bien hecho y en su momento no una... lista.
La sangre me hervía tanto por la burla que estaba presenciando de mi trabajo que, casi sin pensarlo hice hervir la tinta de la pluma que portaba, haciendo que estallase. Me levanté y lo encaré mirándolo a los ojos con una furia imposible de describir con palabras.
- Dado que para usted la burocracia lo es todo empecemos por el protocolo de acceso a las dependencias de altos cargos. Como conoce nuestros nombres supongo que sabe quienes estamos aquí, entre los presentes hay un contraalmirante, un vicealmirante y un almirante y, aunque no se encuentre escrito en un documento oficial existen ciertas normas a seguir a la hora de presentarse frente a sus superiores, desconozco tu rango pero estoy seguro que, por lo menos Al, es tu superior... y no le has saludado como es debido, eso es punible con el caballito, o algo peor. - Mis ojos enrojecían a cada palabra mientras continuaba con el sermón a nuestro invitado. - Continuemos con la vestimenta, dentro de la marina existe un protocolo de vestimenta, dependiendo del rango esta puede variar y, dependiendo de la flota esta puede solicitar al alto mando más o menos variaciones, pero siempre dentro de cierto código. Esto está indicado en el apartado 13 de la normativa del DB-IA de la marina, con una adenda en la página 759 que especifica los colores primarios que debe tener esta vestimenta y cuales colores hay que evitar en caso de posibles variaciones que no sean ropas de incógnito o de paisano. Este apartado también posee una sub-sección planteada para cambios de vestimenta en caso de necesidad por parte del integrante, y este no parece ser tu caso. Tu atuendo incumple completamente los protocolos de vestimenta de la marina, así como sus posibles variantes, ni siquiera los casos especiales planteados podrían concebir esta monstruosidad. - Alcé la mano señalando su indumentaria y haciendo una pequeña pausa para tomar aire. - Pero ahí no acaba la cosa ¿Qué narices es esta lista? ¿Una lista con nombres? Por favor, llevo años entre papeles, a esta lista le faltan varios sellos para ser algo oficial, tiene pinta de ser una excusa para escaquearte de la labor de ayudar a tus compañeros, eres la persona que cuando toca mover cosas en un almacén o atender a clientes dice "voy a hacer inventario". Eres esa clase de parásito que se ha mirado las normas por encima y va gritando por ahí que eres el que mejor se las sabe para poder salirte con la tuya y vestir como quieres, porque ¿Quién en su sano juicio se sabe las normas al dedillo? O peor aún... eres un espía enemigo que pretendía infiltrarse en los barracones y sacar información del enemigo con el pretexto de hacer una lista de voluntarios. - Le apunté a la cara con el índice y lo acerqué poco a poco, quemando la lista y atravesándola con el dedo hasta llegar a escasos dos centímetros de su nariz. - Depende de tus próximas palabras tu castigo irá de "muy severo" a "por favor déjame morir".
- Resumen:
- Destruir al "burócrata"
Osuka Sumisu
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Uno de los mecánicos que estaba encargándose del submarino se dirigió al escuadrón. Al parecer, al submarino le quedaba un rato antes de estar puesto a punto, después de todo, aquello no era el coche con el que ibas a visitar a tu abuela y que lo peor que te pasaba era un pinchazo. No iba a meterse en aquella lata sumergible con sus tres compañeros usuarios sin que el navío estuviera al cien por cien.
Por otra parte, por la respuesta de Alistar, no pudo evitar negar levemente la cabeza y mostrar una sonrisa, toda la sonrisa que podía con la situación que les esdevenia, pero pudo hacerla cuando vio la mano de Annie sobre su hombro, suave como sus palabras de ánimo.
- Mis disculpas, no quería ofenderte, pero hasta un niño sabe que eso son calumnias mal construidas. Curiosamente fueron esas mentiras las que me hacen pensar sobre tu capacidad. No me quiero ni imaginar de que eres capaz si un gobernante corrupto es capaz de ensuciar tu imagen de esta manera tan exagerada -visualizar algo en el cielo, había sido rápido, pero lo había visto suficientes veces como para saber que era el Dragón Azul. Hizo un gesto a Annie y Ed para que le dejaran solo un momento para recibir al Younkou. En un último momento miro a Alistar mientras su brazo derecho, cubierto en aquella piedra carmesí, empezaba a emitir un brillo magmático por los grietas que se formaban, como si el oficial llevará un volcán activo en la extremidad-. Creeme Lobo Blanco, en cuestión de humanidad, tu me vas ganando.
Para cuando Dexter aterrizó en la base revolucionaria, el oficial se encontraba a unos diez metros. Se dispuso a hablarle, pero se le adelantó un enviado del Comandante David, el cual solicitaba audiencia con el dragón. Fuese o no, el demonio carmesí se acercó al Yonkou con total naturalidad. Por un momento, pensó en el recuerdo que fue el conocerlo por primera en el Ojo, cuando le pidió construir el Colmillo. En aquel momento casi se lo hizo encima de los nervios, pero aquel fue su yo pasado, el cual desapareció hace mucho.
- Hola Dexter -su voz estaba sin el entusiasmo que derrochaba habitualmente, que pese a los ánimos de Ed y Annie, no lograron avivar demasiado las llamas de su corazón, que pese a todo, no se había extinguido. Miro al horizonte, pudiendo vislumbrar varios buques marines en llamas, cosa que hizo que un gota de sudor recorrió su frente debido al siempre aterrador poder de Dexter-. Parece que aun te gusta destacar allá por donde vas. Diría que la última vez que nos vimos fue en Gray Rock, pero… Creo que hablar por un Den Den Mushi no cuenta.
Por otra parte, por la respuesta de Alistar, no pudo evitar negar levemente la cabeza y mostrar una sonrisa, toda la sonrisa que podía con la situación que les esdevenia, pero pudo hacerla cuando vio la mano de Annie sobre su hombro, suave como sus palabras de ánimo.
- Mis disculpas, no quería ofenderte, pero hasta un niño sabe que eso son calumnias mal construidas. Curiosamente fueron esas mentiras las que me hacen pensar sobre tu capacidad. No me quiero ni imaginar de que eres capaz si un gobernante corrupto es capaz de ensuciar tu imagen de esta manera tan exagerada -visualizar algo en el cielo, había sido rápido, pero lo había visto suficientes veces como para saber que era el Dragón Azul. Hizo un gesto a Annie y Ed para que le dejaran solo un momento para recibir al Younkou. En un último momento miro a Alistar mientras su brazo derecho, cubierto en aquella piedra carmesí, empezaba a emitir un brillo magmático por los grietas que se formaban, como si el oficial llevará un volcán activo en la extremidad-. Creeme Lobo Blanco, en cuestión de humanidad, tu me vas ganando.
Para cuando Dexter aterrizó en la base revolucionaria, el oficial se encontraba a unos diez metros. Se dispuso a hablarle, pero se le adelantó un enviado del Comandante David, el cual solicitaba audiencia con el dragón. Fuese o no, el demonio carmesí se acercó al Yonkou con total naturalidad. Por un momento, pensó en el recuerdo que fue el conocerlo por primera en el Ojo, cuando le pidió construir el Colmillo. En aquel momento casi se lo hizo encima de los nervios, pero aquel fue su yo pasado, el cual desapareció hace mucho.
- Hola Dexter -su voz estaba sin el entusiasmo que derrochaba habitualmente, que pese a los ánimos de Ed y Annie, no lograron avivar demasiado las llamas de su corazón, que pese a todo, no se había extinguido. Miro al horizonte, pudiendo vislumbrar varios buques marines en llamas, cosa que hizo que un gota de sudor recorrió su frente debido al siempre aterrador poder de Dexter-. Parece que aun te gusta destacar allá por donde vas. Diría que la última vez que nos vimos fue en Gray Rock, pero… Creo que hablar por un Den Den Mushi no cuenta.
- Resumen:
- Salir del submarino hasta que este listo, ser edgy y hablar con Dexter
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