Rainbow662
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Arribor adoraba sentir el viento en la cara. Esa sensación de velocidad, de vértigo, que le asaltaba cuando le daba una patada en la cara a la gravedad y echaba a volar completamente libre. Eso sí, no podía decirse que sus maniobras aéreas fuesen las más elegantes del mundo. Al fin y al cabo era como si una fuerza invisible tirase de él, como si el titiritero con peor pulso del mundo le sujetase con sus hilos para moverlo por el cielo. Pero eso daba igual. Él podía volar, y ya está.
Mientras que a él lo impulsaba la sangre de sus venas, su compañero tejonil usaba una pequeña base de sangre que Arribor manipulaba para seguirle. De vez en cuando se le olvidaba y la plataforma caía unos cuantos metros de golpe, pero enseguida volvía a controlarla y hacía que reanudase su trayecto. Aquel parecía un modo muy cómodo de viajar, pero nada comparado con el lujo de primera clase que experimentaba el rubio de lengua ágil. La grupa de Arribor Neus era un asiento exclusivo reservado solo para la gente a la que secuestraba o arrastraba por ahí. Casi parecían coleg...
-¡Eh, tú! ¿A dónde vas? -exclamó.
Su maldito pasajero intentaba escapar. ¿Cómo osaba? ¡Y encima podía volar por su cuenta! ¿Para eso se molestaba en llevarlo? Cómo odiaba a los vagos. Si no fuese tan malditamente guapo le iba a dar una buena paliza.
Un molesto enjambre de enormes proyectiles alargados empezaron a revolotear a su alrededor. Había visto algunas armas así, y todas ellas explotaban, así que preferiría que no se estrellasen contra él. Más que nada porque quemarse la ropa sería un engorro, y porque Franklin se ponía muy protestón cuando una bomba chocaba contra ellos. ¿Aquel pequeño peligro había hecho huir al rubio? Era casi ofensivo pensar que cuatro petardos serían suficientes como para suponer un problema. Y, además, tenía que preguntarle el nombre a ese tipo en algún momento para dejar de llamarlo "el rubio".
Reaccionó al primer misil cuando casi lo tenía encima. Lo desvió de un manotazo hacia arriba y dejó que pasase de largo mientras el aire caliente y el humo que dejaba a su paso se arremolinaban en torno a Franklin, que todavía tenía bien sujeto sobre su hombro izquierdo. Al mismo tiempo, su sangre se abría paso a través de la piel y adoptaba la forma de una docena de pequeños discos de borde serrado y afilado. De inmediato, los hizo volar en distintas órbitas a su alrededor, protegiéndole a él y a Zack a base de estrellarse y hacer estallar los misiles antes de que chocasen con ellos. Las pequeñas formas rojas, que podía reemplazar cuando fuese necesario, se movían a tal velocidad que era difícil verlas incluso para él, que era quien les controlaba. De otro modo, no habrían podido desviar o hacer estallar ese incordio de armas.
Era evidente que esa cosa podía defenderse. ¿Cuántas armas habría metidas en la torre esperando que alguien se acercara? No es que las balas o los explosivos fuesen un gran problema -al menos no los que conocía-, pero si la maldita morsa seguía retorciéndose sobre él, asustada y babeante, iba a terminar tirándola al mar.
-Flacucho, sujétame esto -Se acercó a su amigo rubio, dio una breve tregua a su defensa en movimiento y le lanzó al animal para que lo cogiera por la cola-. Que no se te caiga -añadió, con la expresión y el tono de voz con el que Arribor amenazaría al diablo.
Dicho esto, podían ponerse en marcha de nuevo. Los tres, si es que su nuevo compañero sabía lo que le convenía. Un enorme edificio armado hasta los cimientos les esperaba. Estaba deseando tirarlo abajo.
Mientras que a él lo impulsaba la sangre de sus venas, su compañero tejonil usaba una pequeña base de sangre que Arribor manipulaba para seguirle. De vez en cuando se le olvidaba y la plataforma caía unos cuantos metros de golpe, pero enseguida volvía a controlarla y hacía que reanudase su trayecto. Aquel parecía un modo muy cómodo de viajar, pero nada comparado con el lujo de primera clase que experimentaba el rubio de lengua ágil. La grupa de Arribor Neus era un asiento exclusivo reservado solo para la gente a la que secuestraba o arrastraba por ahí. Casi parecían coleg...
-¡Eh, tú! ¿A dónde vas? -exclamó.
Su maldito pasajero intentaba escapar. ¿Cómo osaba? ¡Y encima podía volar por su cuenta! ¿Para eso se molestaba en llevarlo? Cómo odiaba a los vagos. Si no fuese tan malditamente guapo le iba a dar una buena paliza.
Un molesto enjambre de enormes proyectiles alargados empezaron a revolotear a su alrededor. Había visto algunas armas así, y todas ellas explotaban, así que preferiría que no se estrellasen contra él. Más que nada porque quemarse la ropa sería un engorro, y porque Franklin se ponía muy protestón cuando una bomba chocaba contra ellos. ¿Aquel pequeño peligro había hecho huir al rubio? Era casi ofensivo pensar que cuatro petardos serían suficientes como para suponer un problema. Y, además, tenía que preguntarle el nombre a ese tipo en algún momento para dejar de llamarlo "el rubio".
Reaccionó al primer misil cuando casi lo tenía encima. Lo desvió de un manotazo hacia arriba y dejó que pasase de largo mientras el aire caliente y el humo que dejaba a su paso se arremolinaban en torno a Franklin, que todavía tenía bien sujeto sobre su hombro izquierdo. Al mismo tiempo, su sangre se abría paso a través de la piel y adoptaba la forma de una docena de pequeños discos de borde serrado y afilado. De inmediato, los hizo volar en distintas órbitas a su alrededor, protegiéndole a él y a Zack a base de estrellarse y hacer estallar los misiles antes de que chocasen con ellos. Las pequeñas formas rojas, que podía reemplazar cuando fuese necesario, se movían a tal velocidad que era difícil verlas incluso para él, que era quien les controlaba. De otro modo, no habrían podido desviar o hacer estallar ese incordio de armas.
Era evidente que esa cosa podía defenderse. ¿Cuántas armas habría metidas en la torre esperando que alguien se acercara? No es que las balas o los explosivos fuesen un gran problema -al menos no los que conocía-, pero si la maldita morsa seguía retorciéndose sobre él, asustada y babeante, iba a terminar tirándola al mar.
-Flacucho, sujétame esto -Se acercó a su amigo rubio, dio una breve tregua a su defensa en movimiento y le lanzó al animal para que lo cogiera por la cola-. Que no se te caiga -añadió, con la expresión y el tono de voz con el que Arribor amenazaría al diablo.
Dicho esto, podían ponerse en marcha de nuevo. Los tres, si es que su nuevo compañero sabía lo que le convenía. Un enorme edificio armado hasta los cimientos les esperaba. Estaba deseando tirarlo abajo.
Ichizake
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Akuma no mi
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Gerald llegó a desenvainar unos centímetros de acero antes de que Kenshin interviniese. El ataque le había cogido desprevenido, más aún por haber usado con tan poco éxito su habilidad mental. Debía haber entrado en conflicto con una parte importante de algunos de los piratas, lo cual siempre era tan probable como molesto. Manipular a alguien de quien no se sabía nada siempre tenía un componente de azar. En cualquier caso, cierta parte primitiva de su ser no habría hecho ascos a un buen combate a espada, como en los viejos tiempos. No obstante, tenía asuntos más importantes que atender, así que no puso obstáculos a que los Arashi se marcharan en paz.
Dejó que su hoja volviese a acomodarse en la vaina y trató de no expresar asombro ante la súbita división de Elrik. Podía partirse en varios como él... Eso le hacía dudar de que el verdadero estuviese realmente allí. Es decir, ¿cómo saber que no tenía delante de sí a dos copias mientras que el auténtico, el original, descansaba lejos del peligro? Era imposible saberlo... para la mayoría.
Dejó a un lado las sutilezas y, mientras White y Lysbeth intercambiaban palabras vacuas con su verborreico anfitrión, él optó por adentrarse en su cabeza. Había muchas cosas interesantes que esperaba encontrar en la mente de Viktor Elrik. Para empezar, qué sabía sobre esa demoníaca construcción a la que supuestamente se dirigía. Quería saber cuál era su objetivo último con respecto a ella y para qué había convocado allí a gente como White o él mismo. Por otro lado, buscaría cuán fuerte era realmente el Rey del Bajo Mundo, cuántas copias tenía repartidas por ahí y cuál de ellas era el original, y ya de paso la información del proyecto Matriz.
Se daría por satisfecho con eso, por el momento. Absorber los recuerdos de alguien podía ser... traumático, si se hacía de golpe. En ocasiones podía ser necesario, obviamente, pero no era habitual. Lo que solía hacer era filtrarlos y seleccionar lo que le interesaba conservar antes de purgar el resto. No quería tener toda una vida de memorias ajenas en su cabeza.
Además, entrando en la mente de Elrik obtendría algo más: la posibilidad de volver a hacerlo. Sin importar la distancia, tendría la posibilidad de espiar a través del hueco de la cerradura de su cerebro, por lo que podría conocer todo sobre sus negocios y contactos sin necesidad de acercarse siquiera. En cuanto a matarlo... La sonrisa que Lysbeth le había dedicado había hecho que olvidase momentáneamente la idea de manipularla y la había dejado salir, así que se había quedado sin su arma. Podría arriesgarse a una lucha abierta, ya sin su apoyo, pero, bien pensado, era innecesario. Podía obtener de aquel hombre algo más valioso que su vida, y a riesgo cero. Y mientras, la organización de Elrik se encargaría de mantener ocupada a la Marina. Solo por eso ya tenía cierto valor dejarle vivo por el momento. Al final, tarde o temprano, sería suyo.
Dejó que su hoja volviese a acomodarse en la vaina y trató de no expresar asombro ante la súbita división de Elrik. Podía partirse en varios como él... Eso le hacía dudar de que el verdadero estuviese realmente allí. Es decir, ¿cómo saber que no tenía delante de sí a dos copias mientras que el auténtico, el original, descansaba lejos del peligro? Era imposible saberlo... para la mayoría.
Dejó a un lado las sutilezas y, mientras White y Lysbeth intercambiaban palabras vacuas con su verborreico anfitrión, él optó por adentrarse en su cabeza. Había muchas cosas interesantes que esperaba encontrar en la mente de Viktor Elrik. Para empezar, qué sabía sobre esa demoníaca construcción a la que supuestamente se dirigía. Quería saber cuál era su objetivo último con respecto a ella y para qué había convocado allí a gente como White o él mismo. Por otro lado, buscaría cuán fuerte era realmente el Rey del Bajo Mundo, cuántas copias tenía repartidas por ahí y cuál de ellas era el original, y ya de paso la información del proyecto Matriz.
Se daría por satisfecho con eso, por el momento. Absorber los recuerdos de alguien podía ser... traumático, si se hacía de golpe. En ocasiones podía ser necesario, obviamente, pero no era habitual. Lo que solía hacer era filtrarlos y seleccionar lo que le interesaba conservar antes de purgar el resto. No quería tener toda una vida de memorias ajenas en su cabeza.
Además, entrando en la mente de Elrik obtendría algo más: la posibilidad de volver a hacerlo. Sin importar la distancia, tendría la posibilidad de espiar a través del hueco de la cerradura de su cerebro, por lo que podría conocer todo sobre sus negocios y contactos sin necesidad de acercarse siquiera. En cuanto a matarlo... La sonrisa que Lysbeth le había dedicado había hecho que olvidase momentáneamente la idea de manipularla y la había dejado salir, así que se había quedado sin su arma. Podría arriesgarse a una lucha abierta, ya sin su apoyo, pero, bien pensado, era innecesario. Podía obtener de aquel hombre algo más valioso que su vida, y a riesgo cero. Y mientras, la organización de Elrik se encargaría de mantener ocupada a la Marina. Solo por eso ya tenía cierto valor dejarle vivo por el momento. Al final, tarde o temprano, sería suyo.
Worgulv
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Al hombre siempre le había aburrido la política, sabia sobradamente que era necesaria para mantener las cosas en calma dadas las circunstancias de la sociedad, pero eso no le quitaba el aburrimiento, solo era palabrería que buscaba una satisfacción de intereses y muy casualmente beneficio sobre la otra parte, demasiado aburrido teniendo en cuenta la guerra que se estaba librando fuera de esa sala, en la que solo se hablaba y se ofrecían licores demasiado refinados. Estaba más que impaciente y no paraba de girar la cabeza de su martillo con pequeños giros de muñeca, deseoso de que su capitán diese la orden de entrar en acción.
Cuando por fin ocurrió, el hombre no pudo reflejar una sonrisa en su cara y sosteniendo el martillo en ambas manos se dispuso a entrar en batalla, más cuando su capitán salió disparado del navío en el que se encontraba, tras un previo ``seguidme´´, el hombre no pudo evitar levantar una ceja, preguntándose como diablos pretendía que siguiese esa velocidad.
Worgulv se limito a extender las alas y seguir la estela de su capitán todo lo deprisa que pudo, parecía que esta vez su destino era el frente contrario de la batalla, esperando enarbolar su arma contra sus enemigos.
Cuando llego solo pudo sentir un gran jubilo, un oponente enorme, mas grande que el capitán, y eso ya era considerable, se alzaba frente a él. Aunque la decepción se pudo hacer notable cuando, guardando las distancias como le habían ordenado, pudo percibir que solo era otro momento dedicado a la política.
Cuando por fin ocurrió, el hombre no pudo reflejar una sonrisa en su cara y sosteniendo el martillo en ambas manos se dispuso a entrar en batalla, más cuando su capitán salió disparado del navío en el que se encontraba, tras un previo ``seguidme´´, el hombre no pudo evitar levantar una ceja, preguntándose como diablos pretendía que siguiese esa velocidad.
Worgulv se limito a extender las alas y seguir la estela de su capitán todo lo deprisa que pudo, parecía que esta vez su destino era el frente contrario de la batalla, esperando enarbolar su arma contra sus enemigos.
Cuando llego solo pudo sentir un gran jubilo, un oponente enorme, mas grande que el capitán, y eso ya era considerable, se alzaba frente a él. Aunque la decepción se pudo hacer notable cuando, guardando las distancias como le habían ordenado, pudo percibir que solo era otro momento dedicado a la política.
- Resumen:
- Odiar la política, seguir a Dex
Hamlet
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El navío sufrió la brutal embestida de otra embarcación, lo que causó que la fragata, ya bastante inestable por el manejo del timón de Zor-El, zozobrase incluso más. Entendí esto como una respuesta tácita a mi pregunta y me dirigí a la eslora del barco, que ahora empezaba a ser abordado por una ingente cantidad de personas que, por su apariencia, no debían de venir en son de paz. Desenvainé a Elsinor y el cuchillo y cargué contra ellos, tal y como habían hecho Bizvan, Nakajima y otros tantos.
Tuve claro mi primer objetivo, un criminal delgado y escaso pelo que portaba unos puños americanos. Este también pareció fijarse en mí y se puso en guardia. En cuanto me aproximé, asestó un golpe contra mi armadura, fracasando miserablemente a la hora de siquiera abollarla. De un golpe con el antebrazo en su mejilla conseguí que se apartase de mí. A continuación, me impulsé con los pies hacia delante y le ensarté con sendas hojas: el cuchillo atravesando su axila y saliendo por el hombro y Elsinor abriendo una oquedad en el centro mismo de su torso. El tipo abrió mucho la boca y los ojos, y en cuanto extraje los filos de su cuerpo se desplomó pesadamente en el suelo.
Tan pronto como cayó su compañero, otro de los criminales decidió cambiar de objetivo y atacarme con un terrorífico garrote. Interpuse de nuevo el antebrazo para bloquear el arma, que crujió antes de partirse, de nuevo, sin efectuar daño alguno sobre la armadura. Comencé entonces a asestarle golpes con los puños, aprovechando el guardamanos de sendas armas como potenciador de los mismos. Esto pareció dejar aturdido al delincuente, momento que aproveché para arrojarle por la borda de una patada.
Pude enfrentarme a dos más, derrotándolos de forma fácil con un par de tajos antes de notar algo quebrarse en mi cabeza. Me hice a un lado, reflexivamente y me giré para ver quien había sido el atacante, dejando caer a Elsinor. El vicealmirante Kai no hubiera estado nada contento. Noté la sangre correr por mi cuero cabelludo antes de encontrar a mi atacante con la mirada. Aquel felón sonreía con malicia, orgulloso de haber conseguido herirme, mientras paseaba los restos de lo que antes hubiera sido una botella ante mí, y mantenía en su otra mano una daga de aspecto oxidado.
Sentí entonces como la sangre bajaba por mi frente, tapándome la vista de un ojo. Mi contrincante aprovechó el momento para lanzarse sobre mí con el cuchillo en alto, dispuesto a apuñalarme de forma vil y rastrera. Pude prever sus aviesas intenciones y retrocedí hasta estar apoyado contra el mástil. En cuanto se lanzó sobre mí aproveché el trozo de madera para impulsarme en su dirección, dispuesto a lanzarle una puñalada. Lanzó su golpe descendente contra mí, pensando, posiblemente, en atravesar mi cuello. No obstante, había dejado ver sus intenciones desde el principio por la forma en la que sujetaba el cuchillo, y bloqueé su brazo con el mío. Aproveché la inercia de su golpe para tenerle en una posición más favorable, y, usando mi otro brazo y mi fuerza superior, rompí su extremidad al sujetarle por la muñeca y apretar su codo.
Aquella rata chilló del dolor. Hice que cada segundo contase y llevé mi cuchillo a su cuello. El tipo interpuso los dedos, agarrando con poca fuerza el arma y mirándome a los ojos, con la súplica en su mirada.
No me lo pensé dos veces.
Apliqué toda mi fuerza en el corte, seccionándole todos los dedos y la yugular en el proceso. Su sangre salpicó mi cara, que ya estaba manchada por mi propio líquido vital. Al caer, retrocedí y me llevé la mano a la cara. Lo había hecho. Había tenido valor. Valor para asesinar fríamente, sí, pero acabar con un felón que había osado amenazar a las pacíficas gentes de mi mar natal. Sí. No sé si lo pensé o si realmente lo hice para mis adentros, pero sonreí.
Lancé una onda de choque contra otro criminal y me acerqué al lugar en el que había caído Elsinor. La recogí y apunté al navío enemigo, dispuesto a dar la orden de hacer una descarga de artillería contra su casco. Sin embargo, observé como una pompa envolvía nuestra fragata, privándonos de la posibilidad de atacar. Habría que esperar.
Tuve claro mi primer objetivo, un criminal delgado y escaso pelo que portaba unos puños americanos. Este también pareció fijarse en mí y se puso en guardia. En cuanto me aproximé, asestó un golpe contra mi armadura, fracasando miserablemente a la hora de siquiera abollarla. De un golpe con el antebrazo en su mejilla conseguí que se apartase de mí. A continuación, me impulsé con los pies hacia delante y le ensarté con sendas hojas: el cuchillo atravesando su axila y saliendo por el hombro y Elsinor abriendo una oquedad en el centro mismo de su torso. El tipo abrió mucho la boca y los ojos, y en cuanto extraje los filos de su cuerpo se desplomó pesadamente en el suelo.
Tan pronto como cayó su compañero, otro de los criminales decidió cambiar de objetivo y atacarme con un terrorífico garrote. Interpuse de nuevo el antebrazo para bloquear el arma, que crujió antes de partirse, de nuevo, sin efectuar daño alguno sobre la armadura. Comencé entonces a asestarle golpes con los puños, aprovechando el guardamanos de sendas armas como potenciador de los mismos. Esto pareció dejar aturdido al delincuente, momento que aproveché para arrojarle por la borda de una patada.
Pude enfrentarme a dos más, derrotándolos de forma fácil con un par de tajos antes de notar algo quebrarse en mi cabeza. Me hice a un lado, reflexivamente y me giré para ver quien había sido el atacante, dejando caer a Elsinor. El vicealmirante Kai no hubiera estado nada contento. Noté la sangre correr por mi cuero cabelludo antes de encontrar a mi atacante con la mirada. Aquel felón sonreía con malicia, orgulloso de haber conseguido herirme, mientras paseaba los restos de lo que antes hubiera sido una botella ante mí, y mantenía en su otra mano una daga de aspecto oxidado.
Sentí entonces como la sangre bajaba por mi frente, tapándome la vista de un ojo. Mi contrincante aprovechó el momento para lanzarse sobre mí con el cuchillo en alto, dispuesto a apuñalarme de forma vil y rastrera. Pude prever sus aviesas intenciones y retrocedí hasta estar apoyado contra el mástil. En cuanto se lanzó sobre mí aproveché el trozo de madera para impulsarme en su dirección, dispuesto a lanzarle una puñalada. Lanzó su golpe descendente contra mí, pensando, posiblemente, en atravesar mi cuello. No obstante, había dejado ver sus intenciones desde el principio por la forma en la que sujetaba el cuchillo, y bloqueé su brazo con el mío. Aproveché la inercia de su golpe para tenerle en una posición más favorable, y, usando mi otro brazo y mi fuerza superior, rompí su extremidad al sujetarle por la muñeca y apretar su codo.
Aquella rata chilló del dolor. Hice que cada segundo contase y llevé mi cuchillo a su cuello. El tipo interpuso los dedos, agarrando con poca fuerza el arma y mirándome a los ojos, con la súplica en su mirada.
No me lo pensé dos veces.
Apliqué toda mi fuerza en el corte, seccionándole todos los dedos y la yugular en el proceso. Su sangre salpicó mi cara, que ya estaba manchada por mi propio líquido vital. Al caer, retrocedí y me llevé la mano a la cara. Lo había hecho. Había tenido valor. Valor para asesinar fríamente, sí, pero acabar con un felón que había osado amenazar a las pacíficas gentes de mi mar natal. Sí. No sé si lo pensé o si realmente lo hice para mis adentros, pero sonreí.
Lancé una onda de choque contra otro criminal y me acerqué al lugar en el que había caído Elsinor. La recogí y apunté al navío enemigo, dispuesto a dar la orden de hacer una descarga de artillería contra su casco. Sin embargo, observé como una pompa envolvía nuestra fragata, privándonos de la posibilidad de atacar. Habría que esperar.
- Resumen:
- Contener el avance de los criminales, asesinando a sangre fría a cinco de ellos. Darse cuenta de que el barco ha sido envuelto en una burbuja.
Deathstroke
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La contestación del revolucionario no fue nada satisfactoria, ni para Dexter ni para mi. El sucesor del poder de la revolución parecía mucho más pasivo que Krauser. Brownie nos contó el plan que pensaba llevar a cabo, además de eso, nos informó de que tenían los planes del interior de la estructura. Cuando terminó había comprobado que su pulso no había variado del habitual, lo que me dejaba dos opciones, o tenía el discurso muy bien preparado o estaba diciendo la verdad. Fuese como fuese, informé telepáticamente al capitán d lo que había visto.
Por otra parte, el capitán dio su contestación, de forma mas seria de lo habitual, algo normal teniendo en cuenta la situación, luego le pidió un par de copias de los planos por si nuestro grupo se separaba dentro de la aguja. Pero esta separación iba a producirse incluso antes de entrar. Rocket llamó al capitán para una extracción del sitio donde se encontraba. Entonces el capitán se despidió del revolucionario y retrocedimos lo andado para salir del barco. Cuando salimos fuera el capitán me encargó buscar al problemático roedor.
-Ya voy – le respondí sencillamente mientras alzaba el vuelo.
Con toda la rapidez que pude me dirigí hacia el mar donde habíamos visto el combate naval desde el aire. Como había dicho el capitán, no fue difícil de encontrar a nuestro nakama, el barco estaba hecho una pena, el mal principal había caído y el animal estaba con su arma en la mano mientras apuntaba a un marine arrodillado. Descendí hasta la cubierta detrás de Rocket cuando el apretaba el gatillo.
-Bueno, parece que te has divertido un buen rato – le dije al mapache acercándose a él. - ¿Era realmente necesario matar a este tío que se había rendido?.
Por otra parte, el capitán dio su contestación, de forma mas seria de lo habitual, algo normal teniendo en cuenta la situación, luego le pidió un par de copias de los planos por si nuestro grupo se separaba dentro de la aguja. Pero esta separación iba a producirse incluso antes de entrar. Rocket llamó al capitán para una extracción del sitio donde se encontraba. Entonces el capitán se despidió del revolucionario y retrocedimos lo andado para salir del barco. Cuando salimos fuera el capitán me encargó buscar al problemático roedor.
-Ya voy – le respondí sencillamente mientras alzaba el vuelo.
Con toda la rapidez que pude me dirigí hacia el mar donde habíamos visto el combate naval desde el aire. Como había dicho el capitán, no fue difícil de encontrar a nuestro nakama, el barco estaba hecho una pena, el mal principal había caído y el animal estaba con su arma en la mano mientras apuntaba a un marine arrodillado. Descendí hasta la cubierta detrás de Rocket cuando el apretaba el gatillo.
-Bueno, parece que te has divertido un buen rato – le dije al mapache acercándose a él. - ¿Era realmente necesario matar a este tío que se había rendido?.
Ellanora Volkihar
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La vampiresa frunció el ceño y se cubrió de brazos. No le gustaba para nada la idea de dejar a su subordinado fuera de todo aquello. Se limitó a suspirar.
—Como comprenderás no puedo estar tan tranquila sin saber dónde está Leonardo ni si está bien. Así que... Voy a ir a buscarlo. Puedes acompañarme o quedarte aquí con mis chicos. —Uno de sus seguidores levantó su jarra de cerveza con una sonrisa a modo de saludo al mafioso—. Tú decides. —Se dio la vuelta—. Adam, ven conmigo.
Empezó a caminar hacia el lugar al que había ido Leonardo con el propósito de recogerlo si es que era uno de los que se había desmayado en el altercado. El monstruo blanco conocido como Adam, que medía cuatro metros, fue tras ella, con el rostro inamovible, como si no se estuviese enterando de nada. A lo mejor estaba echando de menos a Pierce para que le contara cosas de su alrededor.
—Bueno —le diría al hombre en el caso de que la siguiese—. Ya imagino que Viktor es un hombre ocupado y que mucha gente irá con él con el propósito de colgarse de su fama y dinero, como chupópteros o... Je... vampiros, por así decirlo. No voy a mentirte, amigo mío. Soy sincera. Yo también pretendo acoplarme a sus influencias. Sin embargo... Hay algo que yo puedo ofrecerle a Viktor que nadie más puede. ¿Serías tan amable de darle el mensaje por mí? —preguntaría con un tono de falso coqueteo—. Tan solo dile que yo, y solo yo, Ellanora del clan Volkihar... Puedo ofrecerle la vida eterna.
—Como comprenderás no puedo estar tan tranquila sin saber dónde está Leonardo ni si está bien. Así que... Voy a ir a buscarlo. Puedes acompañarme o quedarte aquí con mis chicos. —Uno de sus seguidores levantó su jarra de cerveza con una sonrisa a modo de saludo al mafioso—. Tú decides. —Se dio la vuelta—. Adam, ven conmigo.
Empezó a caminar hacia el lugar al que había ido Leonardo con el propósito de recogerlo si es que era uno de los que se había desmayado en el altercado. El monstruo blanco conocido como Adam, que medía cuatro metros, fue tras ella, con el rostro inamovible, como si no se estuviese enterando de nada. A lo mejor estaba echando de menos a Pierce para que le contara cosas de su alrededor.
—Bueno —le diría al hombre en el caso de que la siguiese—. Ya imagino que Viktor es un hombre ocupado y que mucha gente irá con él con el propósito de colgarse de su fama y dinero, como chupópteros o... Je... vampiros, por así decirlo. No voy a mentirte, amigo mío. Soy sincera. Yo también pretendo acoplarme a sus influencias. Sin embargo... Hay algo que yo puedo ofrecerle a Viktor que nadie más puede. ¿Serías tan amable de darle el mensaje por mí? —preguntaría con un tono de falso coqueteo—. Tan solo dile que yo, y solo yo, Ellanora del clan Volkihar... Puedo ofrecerle la vida eterna.
- Resumen:
- Ir a buscar a Leonardo y, si el tio me sigue, decirle que le ofrezco a Viktor la vida eterna
Rocket Raccoon
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Justo cuando iba a apretar el gatillo el marine empezó a rezumar espuma por la boca, poner los ojos en blanco y se cayó de espaldas. El mapache resopló y se colocó el arma al hombro, observando al inconsciente soldado. Lo cierto era que el animal solo pretendía disparar al aire o al suelo para asustarlo y divertirse un poco, pero no esperaba que el soldado entrase en shock antes siquiera de que lo apretase.
Entonces la voz de Deathstroke lo alertó. Se dio la vuelta cogiendo el arma de nuevo, pero se relajó al ver de quien se trataba. Volvió a colocar el arma a su espalda.
—No lo he matado, se ha desmayado. Solo quería asustarlo un poquito.
Entonces, en el caso de que el pirata le dejase, treparía hasta su hombro. Había estado en el hombro de todos los miembros de la banda al menos una vez, aunque estaba acostumbrado al de Dexter. Es decir, era el más grande y donde tenía más espacio para hacer sus cosas mientras el dragón caminaba. Cosas como encerar sus armas o sacarle brillo a las granadas. Aunque cuando hacía eso último le solían cortar.
—Bueno, ¿vamos con el dragón?
Entonces la voz de Deathstroke lo alertó. Se dio la vuelta cogiendo el arma de nuevo, pero se relajó al ver de quien se trataba. Volvió a colocar el arma a su espalda.
—No lo he matado, se ha desmayado. Solo quería asustarlo un poquito.
Entonces, en el caso de que el pirata le dejase, treparía hasta su hombro. Había estado en el hombro de todos los miembros de la banda al menos una vez, aunque estaba acostumbrado al de Dexter. Es decir, era el más grande y donde tenía más espacio para hacer sus cosas mientras el dragón caminaba. Cosas como encerar sus armas o sacarle brillo a las granadas. Aunque cuando hacía eso último le solían cortar.
—Bueno, ¿vamos con el dragón?
- Resumen:
- No matar al tio y subirme al hombro de Deathstroke
Vile Spectre
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La oscuridad cubría su vista, sumergiéndole en un profundo sueño. Al menos, era un momento pacífico, de descanso. No es fácil manejar un barco siendo una única persona. Podía estar tranquilo. De veras, cuanto echaba de menos la paz.
Y más la echaría de menos, porque un guantazo de proporciones bíblicas cruzó su cara, recuperando su ser de aquel remoto mundo onírico. El dolor fue mayúsculo.
-¡Ay, joder! -rugió mientras su torso se levantaba como un resorte-. ¡No puedo creer que hayas hecho esto!
En lugar de recibir una respuesta convincente, un manantial de agua regó su rostro. Mejor dicho, el torrente de líquido a presión impactó no solo su rostro sino el resto de su cuerpo, dejándole empapado de pies a cabeza. Solo esperaba que, por algún casual del destino, no se hubiera mojado la pólvora de su pistola, aunque muy iluso tendría que ser para considerar eso una posibilidad.
-Hostias... -masculló-. Gracias por despertarme, ¿eh? Ha estado de muerte.
Entonces pudo enfocar la visión, distinguiendo al musculoso gyojin de la banda de Nailah, a esta última, también tumbada y despertándose, aunque de forma algo más suave, cosa que pudo deducir al notar su mejilla intacta; y al propio Kenshin, que parecía estar esperando a que despertasen. Miró a todos lados, anonadado.
-Bueeeeeno -comentó-. Gracias por sacarme de ahí y todo eso. ¿Damos un garbeo? Porque mi compañía no os va a servir de mucho más.
Y más la echaría de menos, porque un guantazo de proporciones bíblicas cruzó su cara, recuperando su ser de aquel remoto mundo onírico. El dolor fue mayúsculo.
-¡Ay, joder! -rugió mientras su torso se levantaba como un resorte-. ¡No puedo creer que hayas hecho esto!
En lugar de recibir una respuesta convincente, un manantial de agua regó su rostro. Mejor dicho, el torrente de líquido a presión impactó no solo su rostro sino el resto de su cuerpo, dejándole empapado de pies a cabeza. Solo esperaba que, por algún casual del destino, no se hubiera mojado la pólvora de su pistola, aunque muy iluso tendría que ser para considerar eso una posibilidad.
-Hostias... -masculló-. Gracias por despertarme, ¿eh? Ha estado de muerte.
Entonces pudo enfocar la visión, distinguiendo al musculoso gyojin de la banda de Nailah, a esta última, también tumbada y despertándose, aunque de forma algo más suave, cosa que pudo deducir al notar su mejilla intacta; y al propio Kenshin, que parecía estar esperando a que despertasen. Miró a todos lados, anonadado.
-Bueeeeeno -comentó-. Gracias por sacarme de ahí y todo eso. ¿Damos un garbeo? Porque mi compañía no os va a servir de mucho más.
- Resumen:
- Despertarse con el bofetón de Luka y dedicarle unas palabras muy cariñosas. Preguntar qué quieren de él.
Steve
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Akuma no mi
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Andy, como me dijo que se llamaba, comentó que era una eminencia en abrir paquetes, y que estuviera alabando el que llevaba ahora mismo lo volvía un gran halago, sin duda. Es decir, pocas personas podrían decírtelo con peso académico. Algún día tendría que sintonizar ese programa de radio en el que abre paquetes, solo por la curiosidad de saber cuales eran sus opiniones.
Una ráfaga de explosiones tronó, esta vez debido a un impacto a medio vuelo, según pude ver tras oír el disparo. Algo los había parado, dejando el cielo vacío por completo en medio de la noche. Tragué un poco de saliva. Hasta antes de las explosiones Andy estaba hablando sobre el peso del paquete, que era un poco más pesado por un lado, y que ponía “Formerly Artist Known As Furcio”, aclarándome después que llevaba unos años muerto. ¿Y ahora como lo encontraba? No podía ponerme a cavar sin saber donde estaba, y no tenía ninguna ubicación sobre donde podría estar ninguno de los posibles candidatos, excepto mi primera sospecha.
Miré a Andy irse, sonrojándome un poco con el último comentario, provocativo como siempre; para después volver a mirar a la aguja. Por como se estaban desenvolviendo las cosas, parecía que lo más seguro es que para quien fuera el paquete se acabaría encontrando en la zona donde iba a estallar la pelea. Suspiré debido a que estaba viendo la cantidad de problemas que me traería, agarré fuerte el paquete y me acerqué a donde estaban los barcos del Gobierno zarpando, esperando que me dejaran embarcar en uno.
Una ráfaga de explosiones tronó, esta vez debido a un impacto a medio vuelo, según pude ver tras oír el disparo. Algo los había parado, dejando el cielo vacío por completo en medio de la noche. Tragué un poco de saliva. Hasta antes de las explosiones Andy estaba hablando sobre el peso del paquete, que era un poco más pesado por un lado, y que ponía “Formerly Artist Known As Furcio”, aclarándome después que llevaba unos años muerto. ¿Y ahora como lo encontraba? No podía ponerme a cavar sin saber donde estaba, y no tenía ninguna ubicación sobre donde podría estar ninguno de los posibles candidatos, excepto mi primera sospecha.
Miré a Andy irse, sonrojándome un poco con el último comentario, provocativo como siempre; para después volver a mirar a la aguja. Por como se estaban desenvolviendo las cosas, parecía que lo más seguro es que para quien fuera el paquete se acabaría encontrando en la zona donde iba a estallar la pelea. Suspiré debido a que estaba viendo la cantidad de problemas que me traería, agarré fuerte el paquete y me acerqué a donde estaban los barcos del Gobierno zarpando, esperando que me dejaran embarcar en uno.
Rose D. Alviss
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Akuma no mi
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Sentía algo húmedo sobre mí, un dolor en la cara que no conseguía saber el porqué, estaba tan adormilado que por un momento pensé que era el día siguiente de una juerga con la banda, pero no, estaba a la intemperie, aunque todavía no tenía claro dónde, poco a poco empezaba a recordar, estábamos en la isla improvisada, íbamos a hablar con Viktor y... no recordaba más. De repente, me vino a la cabeza el sentimiento que tuve de irme, lo cual era extraño que hiciera mi mente tanto hincapié en ese hecho y en ese momento era raro, mi reacción no fue algo normal para ser yo, había algo fuera de lugar, pero no sabía el que. Parece que no fui el único que acabo fuera de combate, Marc, Nox y Nailah también sufrieron lo mismo, probablemente haki, y esta última todavía no había despertado.
Una vez todos recuperados y con el regreso de Therax de uno de los momentos más incómodos de todos, conocer al suegro, nos echamos a la mar en el nuevo barco, dirección la dichosa aguja.
Avanzábamos a todo vapor, el rubio nos proporcionaba viento a favor y Luka se encargaba de los peligros en el agua. De mientras yo me dirigía a mi cuarto cuando pase por el del capitán, se había dejado la puerta abierta y vi a simple vista lo que parecía una tableta de chocolate, entré y la cogí.
Este gañan... se deja las cosas en cualquier sitio...
La limpie un poco, por si acaso. Era extraña, estaba llena de remolinos, como si de patrones fuera. Me picó la curiosidad y volví a la cubierta para preguntar a Zane de donde la había sacado, olvidándome por completo que en principio iba a mi cuarto. Una vez fuera, vio como el pelirrojo se disponía a atacar a los criminales que teníamos delante.
- La verdad, creía que al capitán le gustaba que las mujeres se abrieran de piernas, no él mismo. - Opine sobre la técnica del capitán. - Aunque sin duda es efectiva. - Rematé.
Mientras veía lucirse al pelirrojo, en un acto inconsciente, empezó a comer la tableta que había cogido prestado de la habitación de este, una manía que tenía desde pequeño, llevarse cualquier cosa de comida que tuviera en la mano, más aún si es cacao.
Sabía fatal, era lo peor que había probado en mi vida, daban ganas de escupir y amagos de arcadas. Casi me da algo con sólo un bocado.
¿¡Donde cojones ha sacado esto el capitán?!
Había un problema: mi idiotez y mi orgullo, que algunas veces salía a relucir, rara vez; no podía dejar chocolate sin comer, iba en contra de mi persona, así que en un acto de total y absoluta estupidez, seguí comiendo, cada vez bocados más grande y masticar lo menos posible, hasta que llegado un momento trague de golpe.
No vomité de milagro, me sentí aliviado por unos segundos, pero sólo era la calma que procede a la tormenta, una sensación muy extraña invadía mi cuerpo, como si estuviera mutando.
- Houston, tenemos un problema... - balbuce. Me sentía tan raro que decía nombres desconocidos por que sí... ¿quién coño era Houston?
Una vez todos recuperados y con el regreso de Therax de uno de los momentos más incómodos de todos, conocer al suegro, nos echamos a la mar en el nuevo barco, dirección la dichosa aguja.
Avanzábamos a todo vapor, el rubio nos proporcionaba viento a favor y Luka se encargaba de los peligros en el agua. De mientras yo me dirigía a mi cuarto cuando pase por el del capitán, se había dejado la puerta abierta y vi a simple vista lo que parecía una tableta de chocolate, entré y la cogí.
Este gañan... se deja las cosas en cualquier sitio...
La limpie un poco, por si acaso. Era extraña, estaba llena de remolinos, como si de patrones fuera. Me picó la curiosidad y volví a la cubierta para preguntar a Zane de donde la había sacado, olvidándome por completo que en principio iba a mi cuarto. Una vez fuera, vio como el pelirrojo se disponía a atacar a los criminales que teníamos delante.
- La verdad, creía que al capitán le gustaba que las mujeres se abrieran de piernas, no él mismo. - Opine sobre la técnica del capitán. - Aunque sin duda es efectiva. - Rematé.
Mientras veía lucirse al pelirrojo, en un acto inconsciente, empezó a comer la tableta que había cogido prestado de la habitación de este, una manía que tenía desde pequeño, llevarse cualquier cosa de comida que tuviera en la mano, más aún si es cacao.
Sabía fatal, era lo peor que había probado en mi vida, daban ganas de escupir y amagos de arcadas. Casi me da algo con sólo un bocado.
¿¡Donde cojones ha sacado esto el capitán?!
Había un problema: mi idiotez y mi orgullo, que algunas veces salía a relucir, rara vez; no podía dejar chocolate sin comer, iba en contra de mi persona, así que en un acto de total y absoluta estupidez, seguí comiendo, cada vez bocados más grande y masticar lo menos posible, hasta que llegado un momento trague de golpe.
No vomité de milagro, me sentí aliviado por unos segundos, pero sólo era la calma que procede a la tormenta, una sensación muy extraña invadía mi cuerpo, como si estuviera mutando.
- Houston, tenemos un problema... - balbuce. Me sentía tan raro que decía nombres desconocidos por que sí... ¿quién coño era Houston?
- Spoiler:
- Despertarme y recordar todo lo que ha pasado.
- Subir al barco, coger la akuma que tenía Zane en el cuarto pensando que es chocolate, olvidándose por completo que ya le había hablado de ella.
- Sufrir y empezar a encontrarme raro por ingerir sin querer una Akuma no mi, la paramecia de chocolate, inconscientemente.
- Despertarme y recordar todo lo que ha pasado.
Kaito Takumi
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Akuma no mi
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Alrededor de Kaito no había más que oscuridad, pero lejos de ser un abismo asfixiante, era un reconfortante refugio. Especialmente en comparación con el infierno que acababa de vivir. Segundos atrás, el coloso de fuego y acero le había cortado por la mitad con una hoja al rojo vivo, dejándolo sumido en un torrente de llamas del que no podía huir y que nunca, jamás, dejaba de consumir su carne. Había ardido lo que le parecieron incontables horas, y aunque intentaba aceptar el terrible dolor y la luz que entraba forzosamente por sus pupilas, no pudo hacerlo. Cuando el fuego se extinguió sin razón, se preguntó cuán estúpido había sido sufrir y temer. Pero supo que, en aquel momento, lejos de las llamas, pensar aquello era mucho más fácil. Volviéndose uno con el abismo, sonrió sin saber que todo aquello no había sido más que un sueño. Uno que apenas recordaría.
La primera bofetada consiguió que su cuerpo reaccionara, y la segunda terminó de despertarle del todo. Tras aquel susto, recordar dónde estaba y no saber por qué estaba en el suelo, Kaito se levantó apresuradamente cubriéndose el rostro con la capucha.
—Gracias, Lysbeth —musitó asustado y avergonzado a partes iguales.
Si sumaba su atractivo imposible a que ahora conocía su rostro, la domadora de tormentas se había convertido en un activo demasiado peligroso para tenerlo tan cerca. “O para tener que preocuparme de ello”, dijo una vocecilla en su cabeza más preocupada por saciar los viles instintos reproductores que por la salvaguarda del organismo. Tras moler a palos mentales a aquella pequeña y lasciva consciencia, el ningyo observó en silencio cómo las distintas conversaciones iban teniendo lugar sin tener en consideración a su triste persona. Aquello era algo que no le incomodaba, especialmente cuando su cabeza estaba ocupada intentando procesar lo que estaba ocurriendo y la razón de su repentino desmayo.
Parte de la banda del pelirrojo, que estaba yéndose del reservado, también había caído inconsciente y era arrastrada por el resto de la misma hacia afuera, pero nadie más había colapsado. "¿Por qué?", se preguntó el hijo del mar, aún mareado y cubierto por una incómoda sensación de peligro.
Además de las conversaciones, en las que destacaba la interesante cuestión que había lanzado White, el inquisitivo chico-pulpo se detuvo a teorizar sobre la extraña habilidad del Rey del Bajo Mundo. Conociendo los tres tipos de akuma no mi que poblaban la tierra, cualquiera hubiera identificado el poder del enmascarado limitándolo a dos tipos: paramecia o logia; pero para la atípica mente del hijo también existía la tercera.
“Si se trata de una logia, ¿está la consciencia repartida para cada trozo de elemento? ¿Y qué elemento? ¿Moco? Por la textura de su separación debe ser un elemento plástico, quizá ligeramente acuoso, pero todo lo es bajo las condiciones idóneas. Y si es paramecia, el grupo comodín al que echar todas las que no encajan, ¿qué habilidades tiene aparte de dividirse? Luego tenemos el problema de la zoan, ya que, si existen un grupo de frutas capaces de similar seres unicelulares o pluricelulares coloniales, no voy a identificar esa especie ni de coña.”
Kaito intentó percibir algún regusto en el aire que pudiese ayudarle a determinar el elemento del que estaba compuesto su anfitrión, pero el pestazo a queso que aún inundaba el reservado se lo impedía. Tuvo pues, que contentarse con sus propias teorías sin demasiado fundamento, reduciéndolas una tras otra según juzgaba sus posibles delimitaciones. Aunque aún consideraba muchas opciones, decidió que había algunas bastantes más plausibles que otras:
Con misterios tan grandes entre manos, Kaito olvidó por un momento el cruel destino que podría depararles en el interior del segundo jinete. Al fin y al cabo, ¿qué era el peso de la muerte comparado con resolver aquel delicioso enigma? ¡Y aún le quedaban por investigar el desmayo, la atracción por Lysbeth y las recetas! Sin duda le esperaba un gran día. ¿Sería el último?
Ni se lo planteaba.
Lo que si se planteó era cómo podía preguntar lo que quería preguntar para obtener la máxima información posible... Al fin y al cabo, serían muchos los que, como él, iban tras el secreto de Viktor Elrik.
—¿Y va a acompañarnos una de sus células...—Buscó con interés cualquier reacción respecto a la especificidad de aquella palabra—, o vamos nosotros solos?
Quizás preguntar aquello no había sido ni sabio ni prudente, e incluso lo había hecho a destiempo, pero poco podía hacer para controlar sus ganas de desentrañar aquella turbia e imperante incógnita.
La primera bofetada consiguió que su cuerpo reaccionara, y la segunda terminó de despertarle del todo. Tras aquel susto, recordar dónde estaba y no saber por qué estaba en el suelo, Kaito se levantó apresuradamente cubriéndose el rostro con la capucha.
—Gracias, Lysbeth —musitó asustado y avergonzado a partes iguales.
Si sumaba su atractivo imposible a que ahora conocía su rostro, la domadora de tormentas se había convertido en un activo demasiado peligroso para tenerlo tan cerca. “O para tener que preocuparme de ello”, dijo una vocecilla en su cabeza más preocupada por saciar los viles instintos reproductores que por la salvaguarda del organismo. Tras moler a palos mentales a aquella pequeña y lasciva consciencia, el ningyo observó en silencio cómo las distintas conversaciones iban teniendo lugar sin tener en consideración a su triste persona. Aquello era algo que no le incomodaba, especialmente cuando su cabeza estaba ocupada intentando procesar lo que estaba ocurriendo y la razón de su repentino desmayo.
Parte de la banda del pelirrojo, que estaba yéndose del reservado, también había caído inconsciente y era arrastrada por el resto de la misma hacia afuera, pero nadie más había colapsado. "¿Por qué?", se preguntó el hijo del mar, aún mareado y cubierto por una incómoda sensación de peligro.
Además de las conversaciones, en las que destacaba la interesante cuestión que había lanzado White, el inquisitivo chico-pulpo se detuvo a teorizar sobre la extraña habilidad del Rey del Bajo Mundo. Conociendo los tres tipos de akuma no mi que poblaban la tierra, cualquiera hubiera identificado el poder del enmascarado limitándolo a dos tipos: paramecia o logia; pero para la atípica mente del hijo también existía la tercera.
“Si se trata de una logia, ¿está la consciencia repartida para cada trozo de elemento? ¿Y qué elemento? ¿Moco? Por la textura de su separación debe ser un elemento plástico, quizá ligeramente acuoso, pero todo lo es bajo las condiciones idóneas. Y si es paramecia, el grupo comodín al que echar todas las que no encajan, ¿qué habilidades tiene aparte de dividirse? Luego tenemos el problema de la zoan, ya que, si existen un grupo de frutas capaces de similar seres unicelulares o pluricelulares coloniales, no voy a identificar esa especie ni de coña.”
Kaito intentó percibir algún regusto en el aire que pudiese ayudarle a determinar el elemento del que estaba compuesto su anfitrión, pero el pestazo a queso que aún inundaba el reservado se lo impedía. Tuvo pues, que contentarse con sus propias teorías sin demasiado fundamento, reduciéndolas una tras otra según juzgaba sus posibles delimitaciones. Aunque aún consideraba muchas opciones, decidió que había algunas bastantes más plausibles que otras:
- Teoría de la Paramecia Mitótica: El usuario es capaz de multiplicar su cuerpo, actuando cada copia como un nódulo sináptico que devuelve infomación al receptor. Algunos clones actúan como repetidores y reproductores, y otros son simples soldados en los que se infunde la voluntad del individuo. El verdadero Elrik está oculto en algún lugar a salvo, o relativamente a salvo. ¿Es esta la razón por la que no quiere que el North Blue se inunde? ¿Tendrá un clon como chivo expiatorio en el Bajo Mundo mientras su verdadero yo vive una vida normal en el mar condenado?
- Teoría de la Logia apoyada: Si se tratase de un elemento, y a pesar de tener control sobre él, la consciencia de Elrik no debería estar repartida entre sus clones, ya que estos son meras masas de materia. En cambio, si cada uno de los clones lleva consigo algún dispositivo de trasmisión como unas cámaras, probablemente apoyadas en esas cámaras, el usuario podría actuar fácilmente como titiritero para simular la vida a través de ellos. ¿Cuál es su alcance? ¿Dónde está el verdadero? ¿Qué elemento es? ¿Qué tecnología oculta?
- Teoría de la Zoan Mega-organismo: Si partimos de la hipótesis de un organismo colonial y su fruta asociada, la sinapsis de cada parte debe tener algún tipo de limitación. Así, cada una de las células está especializada para un propósito, partiendo del cuerpo original, con las consecuentes limitaciones “lógicas” de ser dos individuos “distintos”. A las partes del organismo se les proporciona una misión con un pseudocódigo genético para cumplirla y los medios para hacerlo a pesar de su modo de vida limitado. Una vez son reabsorbidas por la colonia original, el propio usuario u otro conjunto celular la información aprendida se añade a este. ¿Cuáles son sus limitaciones biológicas? ¿Qué organismo emula? ¿Qué implicaciones tiene para la consciencia la división?
Con misterios tan grandes entre manos, Kaito olvidó por un momento el cruel destino que podría depararles en el interior del segundo jinete. Al fin y al cabo, ¿qué era el peso de la muerte comparado con resolver aquel delicioso enigma? ¡Y aún le quedaban por investigar el desmayo, la atracción por Lysbeth y las recetas! Sin duda le esperaba un gran día. ¿Sería el último?
Ni se lo planteaba.
Lo que si se planteó era cómo podía preguntar lo que quería preguntar para obtener la máxima información posible... Al fin y al cabo, serían muchos los que, como él, iban tras el secreto de Viktor Elrik.
—¿Y va a acompañarnos una de sus células...—Buscó con interés cualquier reacción respecto a la especificidad de aquella palabra—, o vamos nosotros solos?
Quizás preguntar aquello no había sido ni sabio ni prudente, e incluso lo había hecho a destiempo, pero poco podía hacer para controlar sus ganas de desentrañar aquella turbia e imperante incógnita.
- Resumen:
Que mi cerebro antes de apagarse de una razón raruna y onírica a lo de Zane. (Según su presencia).
Despertar y levantarme cubriéndome y musitando un gracias a Lysbeth.
Analizar como buen analizador, y teorizar.
Comerme el tarro de lo lindo.
Hacer una pregunta, porque soy un curioso del averno avernil (Ineptitud) , pero tampoco tan estúpido como para preguntar directamente sobre su poder.
Zack Suky
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Akuma no mi
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Por un instante pensé que iba a darme un ataque al jodido corazón tras escuchar a mi capitán. Si en algún momento había dudado en si me había estado escuchando ahora estaba claro. Se había quedado con la parte que le interesaba como siempre y al resto hizo oídos sordos tras formar una de sus placas de sangre a la que me dijo que subiese.
Haciendo acopio de paciencia, ya subido en la plataforma, comencé a repasar mentalmente la tabla del ocho mientras prendía uno de mis pitillos. Las cuentas y el humo no tardaron en hacer su efecto calmante, haciendo que mis pulsaciones volviesen a su ritmo normal... O al menos todo lo normal que podían estar en compañía de un ser descerebrado y de Franklin, aunque no tardaron en volver a aumentar al ver al tuerto de vuelta con el pijo y la morsa en brazos. Un rápido recuerdo atravesó mi mente del día en que conocí a Arribor y de como me llevó de un lado a otro como un saco de patatas hasta que pudimos huir en un maldito trasto a pedales con forma de cisne que el tuerto aún guardaba en algún lugar del navío, pero tampoco pude regodearme durante mucho tiempo en ese pensamiento, pues sin previo las plataformas echaron a volar en dirección a la torre.
El tuerto dirigía tan mal la plataforma que parecía que era la morsa quien estaba al mando, qué narices, seguro que el bicho lo haría mil veces mejor, por lo que cuando me quise dar cuenta me encontraba aferrándome a la plataforma usando todas mis fuerzas y recursos, como transformar mis manos en garras para aferrarme hasta con las uñas. Con eso y con un poco de suerte llegaría a la aguja sin caerme al mar... Pero entonces la plataforma se paró en seco mientras unas gotas de sangre nos rodeaban cada vez más rápido, hecho que por experiencia sabía que no era nada bueno. No era la primera vez que me veía protegido por mi capitán, por lo que no me extrañó comprobar como varios proyectiles volaban hacia nosotros hasta estrellarse contra la defensa que el pirata había montado.
-Menos mal que es igual de fuerte que de descerebrado - pensé aliviado al sentirme algo más seguro. Quizás era lo suficientemente resistente por mí mismo para aguantar el impacto de alguno de los proyectiles, pero prefería no arriesgarme a comprobarlo. Mejor era disfrutar de la escena de caos y destrucción que el tuerto estaba montando mientras me prendía otro cigarrillo. Con un poco de suerte saldríamos indemnes y llegaríamos a la torre rápidamente.
Haciendo acopio de paciencia, ya subido en la plataforma, comencé a repasar mentalmente la tabla del ocho mientras prendía uno de mis pitillos. Las cuentas y el humo no tardaron en hacer su efecto calmante, haciendo que mis pulsaciones volviesen a su ritmo normal... O al menos todo lo normal que podían estar en compañía de un ser descerebrado y de Franklin, aunque no tardaron en volver a aumentar al ver al tuerto de vuelta con el pijo y la morsa en brazos. Un rápido recuerdo atravesó mi mente del día en que conocí a Arribor y de como me llevó de un lado a otro como un saco de patatas hasta que pudimos huir en un maldito trasto a pedales con forma de cisne que el tuerto aún guardaba en algún lugar del navío, pero tampoco pude regodearme durante mucho tiempo en ese pensamiento, pues sin previo las plataformas echaron a volar en dirección a la torre.
El tuerto dirigía tan mal la plataforma que parecía que era la morsa quien estaba al mando, qué narices, seguro que el bicho lo haría mil veces mejor, por lo que cuando me quise dar cuenta me encontraba aferrándome a la plataforma usando todas mis fuerzas y recursos, como transformar mis manos en garras para aferrarme hasta con las uñas. Con eso y con un poco de suerte llegaría a la aguja sin caerme al mar... Pero entonces la plataforma se paró en seco mientras unas gotas de sangre nos rodeaban cada vez más rápido, hecho que por experiencia sabía que no era nada bueno. No era la primera vez que me veía protegido por mi capitán, por lo que no me extrañó comprobar como varios proyectiles volaban hacia nosotros hasta estrellarse contra la defensa que el pirata había montado.
-Menos mal que es igual de fuerte que de descerebrado - pensé aliviado al sentirme algo más seguro. Quizás era lo suficientemente resistente por mí mismo para aguantar el impacto de alguno de los proyectiles, pero prefería no arriesgarme a comprobarlo. Mejor era disfrutar de la escena de caos y destrucción que el tuerto estaba montando mientras me prendía otro cigarrillo. Con un poco de suerte saldríamos indemnes y llegaríamos a la torre rápidamente.
- Resumen:
- Cabrearme como una mona y recurrir a fumar para tranquilizarme.
Quedarme fumando mientras Arri nos protege.
Simo Baker
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Akuma no mi
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Conforme habíamos llegado al Espíritu de Condoriano me había lanzado rápidamente hacia el almacén para examinarlo. Demasiado se podría decir, pues en contra de todo lo que había aprendido durante mi tiempo como agente, no me había molestado en analizar donde me estaba metiendo. No hubo consecuencias negativas, tan sólo un pequeño susto al ver la edad de nuestros compañeros de embarcación. “Pare balas o fría huevos, pero haga algo. Ser anciano no es excusa para no trabajar”, pensé riendo sin llegar a responder a la marine. Quizá eran unos vejestorios, pero al igual que el barco si estaban ahí sería por algo. Me moría de ganas por ver qué era.
El viaje hasta la acción fue rápido, más de lo que había esperado; aunque supuse que esa sería una de las ventajas de aquel navío. A nuestra proa, se podía ver como un grupo de barcos marines estaban batallando contra un frente de criminales. “No son revolucionarios, pero tendrá que valer”, pensé al ver que algunos enemigos viraban para venir contra nosotros. —Vamos rápido o nos perderemos la acción—, apresuré a Seis, que había accedido a acompañarme hasta la cola del vigía.
Nuestros compañeros también se apresuraron en prepararse para el combate, aunque no de la forma que esperaba. “Chispas” y la mink se habían lanzado volando con el geppou para invadir los barcos enemigos. No era el estilo del Cipher Pol, pero viendo como descargaron la potencia de sus akuma no mí me pareció la opción acertada. “La llama del norte” estaba haciendo honor a su nombre, aunque su compañera no se quedaba atrás. De todos los poderes que una fruta del diablo podía otorgar, ese era el que menos habría esperado que poseyera una perrita. Mientras tanto en el barco quedaron el ladrón de papas y el jefe de la división, ambos encargándose de proteger nuestro transporte de las balas enemigas. Solo quedaba por ver qué podíamos hacer nosotros.
—Sí, no quisieron contar conmigo para el conflicto de Síderos—, respondí amenamente mientras desenfundaba mi Piumpiummuellemuelladora—. Imagino que tú aún no estabas alistada en aquel entonces, ¿verdad?—, pregunté mientras comenzaba a cargar la energía de las balas celestes en ella. La oscuridad de la noche habría sido una molestia, pero “Chispas” y el perrito caliente me habían dado luz de sobra para poder buscar bien a través de la mirilla de mi arma. El caos se estaba desatando en las naves, pero no quería darles opción de responder, por lo que puse toda mi concentración en buscar a los capitanes. La distancia era larga, lo sabía, por lo que no quería arriesgarme a perder balas tontamente. Con total tranquilidad encontraría mi objetivo y lo centraría en mi mira, esperaría a estar a una distancia de en torno a unos trescientos metros —Imaginaba que no sería mucho al ir ambos bandos directos al choque— y entonces dispararía al centro del cuerpo. De esta forma aseguraría que la bala golpeara su objetivo aunque se desviara algo por la dificultad del tiro.
—Bueno seis, ¿por qué te hiciste agente? Perdona la brusquedad, pero si vamos a seguir peleando juntos deberíamos conocernos un poco. Además, hablar me ayuda a concentrarme—, diría de forma tranquila y agradable a mi compañera de puesto tras la primera bala. Como ya se había mencionado antes no sabíamos si había espías entre nuestras filas y ella tenía pinta de ser el reclutamiento más reciente. Quería cerciorarme de que no estaba con una revolucionaria, ¿qué mejor momento que ahora que estaba separada de su grupo? Yo no era tan novato como la mink, si quería descubrir algo no lo haría directamente. Era mucho mejor ver cómo la gente reaccionaba ante ciertas preguntas.
Acabada la pregunta seguiría con mi trabajo. Recargar, apuntar, disparar. Buscando tiros más certeros a medida que nos acercáramos. Si no encontraba a los capitanes o si estos morían, les seguirían los encargados de los cañones. Si no quedaba nadie para dispararlos iría a por los que intentaran atacar al dúo caliente. Si no quedaba nadie para eso tampoco, atacaría a los que intentasen huir saltando del barco al agua. Sin pausa y sin piedad, tenía cargadores de sobra.
El viaje hasta la acción fue rápido, más de lo que había esperado; aunque supuse que esa sería una de las ventajas de aquel navío. A nuestra proa, se podía ver como un grupo de barcos marines estaban batallando contra un frente de criminales. “No son revolucionarios, pero tendrá que valer”, pensé al ver que algunos enemigos viraban para venir contra nosotros. —Vamos rápido o nos perderemos la acción—, apresuré a Seis, que había accedido a acompañarme hasta la cola del vigía.
Nuestros compañeros también se apresuraron en prepararse para el combate, aunque no de la forma que esperaba. “Chispas” y la mink se habían lanzado volando con el geppou para invadir los barcos enemigos. No era el estilo del Cipher Pol, pero viendo como descargaron la potencia de sus akuma no mí me pareció la opción acertada. “La llama del norte” estaba haciendo honor a su nombre, aunque su compañera no se quedaba atrás. De todos los poderes que una fruta del diablo podía otorgar, ese era el que menos habría esperado que poseyera una perrita. Mientras tanto en el barco quedaron el ladrón de papas y el jefe de la división, ambos encargándose de proteger nuestro transporte de las balas enemigas. Solo quedaba por ver qué podíamos hacer nosotros.
—Sí, no quisieron contar conmigo para el conflicto de Síderos—, respondí amenamente mientras desenfundaba mi Piumpiummuellemuelladora—. Imagino que tú aún no estabas alistada en aquel entonces, ¿verdad?—, pregunté mientras comenzaba a cargar la energía de las balas celestes en ella. La oscuridad de la noche habría sido una molestia, pero “Chispas” y el perrito caliente me habían dado luz de sobra para poder buscar bien a través de la mirilla de mi arma. El caos se estaba desatando en las naves, pero no quería darles opción de responder, por lo que puse toda mi concentración en buscar a los capitanes. La distancia era larga, lo sabía, por lo que no quería arriesgarme a perder balas tontamente. Con total tranquilidad encontraría mi objetivo y lo centraría en mi mira, esperaría a estar a una distancia de en torno a unos trescientos metros —Imaginaba que no sería mucho al ir ambos bandos directos al choque— y entonces dispararía al centro del cuerpo. De esta forma aseguraría que la bala golpeara su objetivo aunque se desviara algo por la dificultad del tiro.
—Bueno seis, ¿por qué te hiciste agente? Perdona la brusquedad, pero si vamos a seguir peleando juntos deberíamos conocernos un poco. Además, hablar me ayuda a concentrarme—, diría de forma tranquila y agradable a mi compañera de puesto tras la primera bala. Como ya se había mencionado antes no sabíamos si había espías entre nuestras filas y ella tenía pinta de ser el reclutamiento más reciente. Quería cerciorarme de que no estaba con una revolucionaria, ¿qué mejor momento que ahora que estaba separada de su grupo? Yo no era tan novato como la mink, si quería descubrir algo no lo haría directamente. Era mucho mejor ver cómo la gente reaccionaba ante ciertas preguntas.
Acabada la pregunta seguiría con mi trabajo. Recargar, apuntar, disparar. Buscando tiros más certeros a medida que nos acercáramos. Si no encontraba a los capitanes o si estos morían, les seguirían los encargados de los cañones. Si no quedaba nadie para dispararlos iría a por los que intentaran atacar al dúo caliente. Si no quedaba nadie para eso tampoco, atacaría a los que intentasen huir saltando del barco al agua. Sin pausa y sin piedad, tenía cargadores de sobra.
- Cosas usadas:
- -Interrogatorio amistoso: el usuario tiene tal control tanto de su voz como de sus expresiones corporales que con es capaz, tas estar tan solo unos instantes con una persona, de utilizar estos para hacer sentirse tan cómoda y confiada a su víctima que no pueda evitar que se le escapen inconscientemente cosas que en cualquier otra situación no diría. Offrol: con una actitud amable puede interrogar sin que se den cuenta a cualquier personaje que tenga dos rangos o menos que él en los oficios de espía o psicólogo y estos no harán un gran esfuerzo por ocultar sus secretos.
-Cargar Ambito balas celeste: 1 acumulación +1 turno.
-Piumpiummuellemuelladora
Descripción: Se trata de una pistola diseñada similar al modelo Desert Eagle, pero con dos diferencias: Es de color verde pistacho metalizado y tiene mira telescópica.
Cualidades del material: Atermia genuina, tenacidad genuina.
Cualidades excepcionales: Se trata de un arma de gran potencia, disparando a todos los efectos balas de alto calibre como si se tratase de un rifle de francotirador, aunque tiene la desventaja de que padece un impresionante retroceso, impidiendo disparar más de una bala por segundo si se pretende aprovechar la puntería. Viene con silenciador incorporado, el cual tiene un modo alternativo que sustituye el sonido de la bala por el del silbato de afilador.
-Balas de larga distancia.
- Acciones:
- -Chupianalisis de lo que pasa.
-Preguntar cosas a Taylor para evaluar si me fío de que no sea una espía.
-Piumpium a los malos.
Helado-chan
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El pelinegro no dejó de sonreir, pero su mirada se apagó de manera leve al escuchar la respuesta del dragón. No dijo nada, sabía que era lo mejor, y como de costumbre se quedó en babia mientras todo a su alrededor ocurría como si nada; y, como de costumbre, Shiro no estaba allí cuando le pasaba para despertarlo de su embobamiento. Gracias a dios se le pasó lo suficientemente rápido como para que Dexter y el resto no le dejaran atrás. También vio a Osuka, pero apenas le dio tiempo de saludarle con una sonrisa y un ligero movimiento de mano antes de ir detrás de su jefe.
Todo lo demás ocurrió como a cámara rápida, en una sucesión de pasillos y caras desconocidas hasta que se plantaron en una sala sobrecargada de adornos y colores -que casi le hacían daño a sus hermosos ojos plateados- y el que se suponía que era David Brownie los invitó a sentarse y a beber. Neo se quedó de pie justo al lado de Slade con una sonrisa y las manos tras la cabeza; sabía que su capitán rechazaría por ellos, y así fue. Bueno, no sin antes soltar su típico comentario sin sentido, aunque al menos le dio a Neo algo con lo que entretenerse mentalmente mientras ellos hablaban.
Apenas habían pasado un par de minutos y Dexter ya estaba perdiendo la paciencia con Brownie. Y no era menos, teniendo en cuenta la calma con la que se lo estaba tomando todo; que a ver, el pelinegro estaba igual, pero él apenas se acababa de enterar de todo y estaba aún procesándolo. Dexter acabó desistiendo -a su manera- y les dio a los tres una sencilla orden.
—Un placer, señor Brownie. Espero que la oferta de la bebida siga en pie la próxima vez que nos veamos. —soltó como si nada antes de salir disparado hacia arriba tras Slade y Worlgulv de un salto.
Ya en el aire activó como si nada el clypeus bajo sus pies y buscó con la mirada a Dexter, que ya se había alejado bastante y bastante rápido. Cómo le gustaba presumir. Slade se fue por un lado en busca del mapache y el pelinegro y el vikingo tras su querido y amado capitán. Como les ordenó se quedaron a una distancia más que prudencial, en lo alto del cielo nocturno y pasando desapercibidos como podían; Worgulv no parecía, pero Neo tenía una gran capacidad para que todo el mundo lo ignorara a pesar de llevar encima una capa carmesí.
Y ahí esperó, de cuclillas en el aire como si pisara tierra firme, con la capucha puesta y su capa ondeando al viento, a la espera de que Dexter les hiciera la señal acordada.
Todo lo demás ocurrió como a cámara rápida, en una sucesión de pasillos y caras desconocidas hasta que se plantaron en una sala sobrecargada de adornos y colores -que casi le hacían daño a sus hermosos ojos plateados- y el que se suponía que era David Brownie los invitó a sentarse y a beber. Neo se quedó de pie justo al lado de Slade con una sonrisa y las manos tras la cabeza; sabía que su capitán rechazaría por ellos, y así fue. Bueno, no sin antes soltar su típico comentario sin sentido, aunque al menos le dio a Neo algo con lo que entretenerse mentalmente mientras ellos hablaban.
Apenas habían pasado un par de minutos y Dexter ya estaba perdiendo la paciencia con Brownie. Y no era menos, teniendo en cuenta la calma con la que se lo estaba tomando todo; que a ver, el pelinegro estaba igual, pero él apenas se acababa de enterar de todo y estaba aún procesándolo. Dexter acabó desistiendo -a su manera- y les dio a los tres una sencilla orden.
—Un placer, señor Brownie. Espero que la oferta de la bebida siga en pie la próxima vez que nos veamos. —soltó como si nada antes de salir disparado hacia arriba tras Slade y Worlgulv de un salto.
Ya en el aire activó como si nada el clypeus bajo sus pies y buscó con la mirada a Dexter, que ya se había alejado bastante y bastante rápido. Cómo le gustaba presumir. Slade se fue por un lado en busca del mapache y el pelinegro y el vikingo tras su querido y amado capitán. Como les ordenó se quedaron a una distancia más que prudencial, en lo alto del cielo nocturno y pasando desapercibidos como podían; Worgulv no parecía, pero Neo tenía una gran capacidad para que todo el mundo lo ignorara a pesar de llevar encima una capa carmesí.
Y ahí esperó, de cuclillas en el aire como si pisara tierra firme, con la capucha puesta y su capa ondeando al viento, a la espera de que Dexter les hiciera la señal acordada.
Lance Kashan
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—Pensándolo mejor... creo que voy a mantenerme al margen de todo esto. — La cara del chico peliazul había cambiado por completo, y sus facciones solo demostraban seriedad. No era solemne ni nada parecido, pero sí que impresionaba en comparación a la faceta relajada que había conocido hasta ahora. Bueno, relajada quizás no era la palabra. Entonces, siguió caminando y algo en mi interior me dijo que no estaba muy dispuesto a que le acompañara el paso. —Ni siquiera sé lo que cojones quiere hacer Elric, venga ya. He venido hasta aqui para que me vacilen en la cara, básicamente. Chico, dile a Katharina que ya la llamaré. En cuanto a ti, toma. —Una vez llegado a la escalera del barco, su mano se introdujo en el bolsillo de la chaqueta tan llamtiva, mostrándome un caracol con un parche que me pasó a las manos. —Te conviene llamarme en cuanto acabe todo esto, si es que quieres prosperar. En fin, pasadlo bien y salvad el mundo y esa mierda. Hasta luego. — Sin mucha espera, devolví la despedida levantando la mano para demostrar cierta cordialidad. Tampoco quería hacerle coger una rabieta en el último momento, y también me interesaba llamarle para encontrar según qué trabajos en un futuro.
Me sorprendía bastante el cambio de opinión que había sufrido Yuu de un momento para otro, por mucho que me pareciera hasta normal que su estado de ánimo y personalidad variara con la facilidad que tiene una pluma para volar. O sea, era capaz de enfadarse por la más mínima tontería y relajarse varios segundos después, pero este momento tenía un matiz ciertamente distinto hasta el momento. Y lo peor de todo era que había plantado una pequeña semilla de duda en mí, que no tardó en brotar. Quizás no me convenía estar allí para nada. Vamos, solamente llevaba menos de una hora en la carpa y ya había pasado por momentos en los que casi se me paraba el corazón, y mi salud no estaba dispuesta a mucho más. Me iba en el mismo barco en el que había llegado. Y si su plan no era zarpar, pues me quedaría en mi camarote durmiendo y leyendo, pero el campo de batalla no estaba hecho para mi yo actual.
Haciendo un esfuerzo de memoria, traté de recordar dónde me habían dejado y comencé a caminar sin mucha meditación. Prefería dar dos o tres vueltas a esa isla antes que quedarme frente a la entrada de la carpa mucho tiempo más, ya que el ruido que provenía de allí estaba comenzando a hacerse más y más fuerte y solo era cuestión de tiempo que me alcanzase e involucrase. Y aquí dudaba que tuviese la suerte de poder hacerme intangible, no había ningún amateur ni novato del que aprovecharse. Así, hube dado tres o cuatro pasos, escuché los de Grimm tras de mí, pero opté por no darle mucha importancia. Es decir, me daba igual lo que hiciera a estas alturas, porque veía imposible que le dejasen montar en el barco junto a mí. Al menos sin pagar. Y si venía dando dinero, pues bienvenido sea, pero ya no tenía nada más que ver conmigo.
Aunque, a decir verdad, el señor no era ningún problema comparado a la idea que se estaba asomando ahora por mi mente. No encontrábamos ningún barco como el mío y, bueno… No habían atracado tan lejos de la atracción central, la carpa. Así que quizás se habían marchado, arrepentidos de tratar de abarcar más de lo que un grupo de simples personas podían hacerse cargo.
—¿No hay mucha gente agrupada allí? — La voz de Grimm se alzó a la vez que su dedo, este último apuntando a una masa de personas que estaban muy cerca entre sí. En mi mente comenzó a resonar la palabra ‘’problemas’’ una y otra vez, pero traté de no hacerle demasiado caso. Acobardándome no iba a salir de esta isla hasta mañana y, sabiendo que se estaba moviendo, quizás ese momento era demasiado tarde para evitar la guerra. — Quizás hay alguien allí que sea de tu embarcación. — Era una posibilidad dado la densidad de humanos. Y si no, por pura probabilidad habría alguien de utilidad allí, dispuesto a hacer grupo conmigo para marcharnos.
Una vez nos hubimos acercado lo suficiente como para hablar, dos pares de pies salieron corriendo hacia nosotros, con las manos propias bien estiradas, las cuales no nos dio tiempo a esquivar por el factor sorpresa. Me agarraron de la túnica con fuerza y, casi arrastrándome a pura fuerza, me llevaron al centro del gentío.
—¡Aquí hay alguien que se quiere unir a nosotros! ¡Dadle la bienvenida! — El tono, que bailaba entre lo demencial y la psicosis, no me generaba la confianza suficiente como para tratar de contradecirle ni huir. Demasiada gente con demasiada fuerza, muy pocas posibilidades de escapar. Tocaba ser tratado como una marioneta de nuevo hasta encontrar el momento.
Me sorprendía bastante el cambio de opinión que había sufrido Yuu de un momento para otro, por mucho que me pareciera hasta normal que su estado de ánimo y personalidad variara con la facilidad que tiene una pluma para volar. O sea, era capaz de enfadarse por la más mínima tontería y relajarse varios segundos después, pero este momento tenía un matiz ciertamente distinto hasta el momento. Y lo peor de todo era que había plantado una pequeña semilla de duda en mí, que no tardó en brotar. Quizás no me convenía estar allí para nada. Vamos, solamente llevaba menos de una hora en la carpa y ya había pasado por momentos en los que casi se me paraba el corazón, y mi salud no estaba dispuesta a mucho más. Me iba en el mismo barco en el que había llegado. Y si su plan no era zarpar, pues me quedaría en mi camarote durmiendo y leyendo, pero el campo de batalla no estaba hecho para mi yo actual.
Haciendo un esfuerzo de memoria, traté de recordar dónde me habían dejado y comencé a caminar sin mucha meditación. Prefería dar dos o tres vueltas a esa isla antes que quedarme frente a la entrada de la carpa mucho tiempo más, ya que el ruido que provenía de allí estaba comenzando a hacerse más y más fuerte y solo era cuestión de tiempo que me alcanzase e involucrase. Y aquí dudaba que tuviese la suerte de poder hacerme intangible, no había ningún amateur ni novato del que aprovecharse. Así, hube dado tres o cuatro pasos, escuché los de Grimm tras de mí, pero opté por no darle mucha importancia. Es decir, me daba igual lo que hiciera a estas alturas, porque veía imposible que le dejasen montar en el barco junto a mí. Al menos sin pagar. Y si venía dando dinero, pues bienvenido sea, pero ya no tenía nada más que ver conmigo.
Aunque, a decir verdad, el señor no era ningún problema comparado a la idea que se estaba asomando ahora por mi mente. No encontrábamos ningún barco como el mío y, bueno… No habían atracado tan lejos de la atracción central, la carpa. Así que quizás se habían marchado, arrepentidos de tratar de abarcar más de lo que un grupo de simples personas podían hacerse cargo.
—¿No hay mucha gente agrupada allí? — La voz de Grimm se alzó a la vez que su dedo, este último apuntando a una masa de personas que estaban muy cerca entre sí. En mi mente comenzó a resonar la palabra ‘’problemas’’ una y otra vez, pero traté de no hacerle demasiado caso. Acobardándome no iba a salir de esta isla hasta mañana y, sabiendo que se estaba moviendo, quizás ese momento era demasiado tarde para evitar la guerra. — Quizás hay alguien allí que sea de tu embarcación. — Era una posibilidad dado la densidad de humanos. Y si no, por pura probabilidad habría alguien de utilidad allí, dispuesto a hacer grupo conmigo para marcharnos.
Una vez nos hubimos acercado lo suficiente como para hablar, dos pares de pies salieron corriendo hacia nosotros, con las manos propias bien estiradas, las cuales no nos dio tiempo a esquivar por el factor sorpresa. Me agarraron de la túnica con fuerza y, casi arrastrándome a pura fuerza, me llevaron al centro del gentío.
—¡Aquí hay alguien que se quiere unir a nosotros! ¡Dadle la bienvenida! — El tono, que bailaba entre lo demencial y la psicosis, no me generaba la confianza suficiente como para tratar de contradecirle ni huir. Demasiada gente con demasiada fuerza, muy pocas posibilidades de escapar. Tocaba ser tratado como una marioneta de nuevo hasta encontrar el momento.
- Resumensito [LEER AEG Y MODERACIÓN]:
- -El primer diálogo de Yuu está escrito con él, con su permiso y siendo revisado.
-Diálogo y comportamiento de Grimm y un sectario hecho bajo el permiso de Arthur.
-Yuu me abandona.
-Buscamos el barco.
-Me acerco al gentío formado por la secta de AEG y ellos me atrapan.
¡VOY VESTIDO AÚN COMO KIRIN, IDENTIDAD SECRETA!
Blishard
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El gigante observa como la bala de cañón cae cerca de uno de los barcos. ¡Agua! Le trae recuerdos de un juego que existía cuando él era joven y, dejándose llevar por la nostalgia, busca un par de balas más y las lanza con más fuerza e intentando apuntar algo mejor. Después se percata de que han preparado ya la bicicleta acuática. Por algún motivo, siente ganas de ponerle un nombre, así que mientras piensa una estrategia, va pensando un nombre para el vehículo.
"Tu nombre será... LA HIDROCICLETA. Sí, es un nombre perfecto para una bicicleta acuática."
Acto seguido, se monta dentro y la pone en marcha. Esperará a la salida del próximo submarino, para acompañarlo y dar apoyo. Dada su estatura, irá algo por debajo del submarino y cuando este emerja, Blishard subirá con la Hidrocicleta por un lado. Antes de nada, se pone a revisar que todo esté correcto, que no esté estropeada. De estarlo, tendrá que bajarse y pasar mil penurias de nuevo para bajar al hangar y hablar con el anciano y... La verdad es que no le hace especial ilusión tener que bajar otra vez.
Si es necesario, emergerá al lado de algún barco de la Marina y armado con su mangual y su escudo, se pondrá a luchar. Con un poco de suerte, hasta podría tomar el control del barco. Suponiendo que el resto de destructores no le acribillen a cañonazos, lo cual es muy probable, debido a su gran estatura. Pero apoderarse de un barco de la Marina... Podría ser beneficioso. Con la oscuridad a su favor, a lo mejor ni siquiera le ven... Bueno, algo de optimismo está bien, pero eso es pasarse.
Mientras reflexiona, observa la cubierta del barco en el que estaba hace unos instantes, fijándose bien a ver si hubiese alguien que pudiera echarle una mano.
"Tu nombre será... LA HIDROCICLETA. Sí, es un nombre perfecto para una bicicleta acuática."
Acto seguido, se monta dentro y la pone en marcha. Esperará a la salida del próximo submarino, para acompañarlo y dar apoyo. Dada su estatura, irá algo por debajo del submarino y cuando este emerja, Blishard subirá con la Hidrocicleta por un lado. Antes de nada, se pone a revisar que todo esté correcto, que no esté estropeada. De estarlo, tendrá que bajarse y pasar mil penurias de nuevo para bajar al hangar y hablar con el anciano y... La verdad es que no le hace especial ilusión tener que bajar otra vez.
Si es necesario, emergerá al lado de algún barco de la Marina y armado con su mangual y su escudo, se pondrá a luchar. Con un poco de suerte, hasta podría tomar el control del barco. Suponiendo que el resto de destructores no le acribillen a cañonazos, lo cual es muy probable, debido a su gran estatura. Pero apoderarse de un barco de la Marina... Podría ser beneficioso. Con la oscuridad a su favor, a lo mejor ni siquiera le ven... Bueno, algo de optimismo está bien, pero eso es pasarse.
Mientras reflexiona, observa la cubierta del barco en el que estaba hace unos instantes, fijándose bien a ver si hubiese alguien que pudiera echarle una mano.
Cualquiera que observe en su reloj la hora se podrá dar cuenta de que las 22:25 marcan un momento mágico: El bombardeo continuo a la aguja definitivamente acaba, pero el conflicto en las aguas se encarniza con una brutalidad exacerbada. La sangre tiñe las aguas, y frente a los muros del enorme constructo la guerra toma fuerza: Cañonazos, fuego, tormentas, viento que arrasa hasta las velas más resistentes… Y todo para que a los que van cayendo, de uno y otro bando, se los trague la mar. Con el corazón en un puño cualquiera puede escuchar, si se detiene por un instante, un leve vibrato que se nota constante, como si en lo más profundo de la aguja un ensayo se estuviese produciendo. Pero la justicia ya está a las puertas, bramando con entrar y llevar ante la ley a los culpables. Es la hora final, preparaos.
- Jiern y Scarlett:
- Los criminales se quedan mirando a Jiren tras haber gritado de forma tan vulgar. Podéis ver como algunos lo miran miran y niegan con la cabeza, mientras otros cuchichean.
—¿Revolucionarios? —inquiere uno—. A mí no me compares con esos sucios desarrapados progresistas.
Y tras decir eso, se va a atizar a marines y agentes del gobierno, mientras de vez en cuando te mira mal.
—En el fondo le comprendo —comenta Sabela—. A mí no me gustaría que me comparan con un bruto marine.
Pasa el tiempo, continuáis batallando, y los barcos criminales van desapareciendo. Algunos son destruidos por a saber qué, mientras otros se van retirando. Ha habido bajas por todos lados, y esperáis haber inclinado la balanza hacia vuestro lado.
- Erik Carter, lobitos rojos, árbol verde y Justice Drivers:
- Kodama se ha pasado el juego. El barco comienza a hundirse en el agua, protegido por una burbuja que resiste la creciente presión del agua. Eso significa dos cosas: La primera de ellas, que los pocos criminmales que quedan con vida no pueden huir de vosotros; la segunda es que bajo el agua no hay viento. O sopláis fuerte o esto no se mueve. Ah, y la situación es delicada, no dejéis a Eric al timón.
- Weihenstephan:
- La verdad es que te encuentras con muchos barcos. Los hay Marines, los hay criminales, algunos piratas… Pero en esto reparas una vez ya te has subido al primero que encontraste: Un velero bergantín con diez cañones por banda, que avanza viento en popa a toda vela, sin cortar el mar sino volando. Y marine. Y tú estás en pelotas. Mirando la masacre. Y todos te miran, salvo los que se tapan la cara, sin saber si eres amigo o enemigo.
–¡Tú! ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Por qué llevas el rabo al aire?
Un marine de rango capitán y un tamaño que te duplica en altura observa tu rostro con cierta atención.
- Estevo:
- –¿Con ese paquete? ¿Quieres entrar con ese paquete? –Pregunta un hombre de gesto adusto, observándote– ¿Tú te das cuenta de lo peligroso que puede ser entrar sin las dos manos hábiles para el combate? Además, eso tendrá que pasar antes por un escáner, que ya nos la liaron hace un par de años.
Te señala una pequeña máquina con la que revisar el paquete.
–Si la máquina te deja yo te llevo. Total, me queda una semana para jubilarme.
Si pruebas verás qué hay en el interior, así como que el sensor no pita.
- Hulio:
- Cuando te acercas el hombre se detiene, con el rostro serio. Observa su pecho lleno de paja y frunce el ceño mientras se retira la camisa de cuadros, algo chamuscada. Parece repentinamente enfadado.
–Llevaba por fin una temporada contento –dice–, pero ante esto no puedo seguir así. Lo que he lidiado con la depresión, el tiempo que he debido pasar retirado… ¡Esos criminales lo han arruinado!
Y con un grito casi gutural toma forma de un gigantesco espantapájaros y hunde, de un porrazo, tres naves enemigas. Tras eso toda la paja queda desplomada flotando sobre el agua, y ante ti un Drako Hyrule totalmente sonriente.
–La justicia siempre me pone de mejor humor. Continuemos.
Y el buque sigue su camino hasta ponerse a la altura del del almirante Kodama.
- Kiritsu y Galhard:
Veis a Kodama hundirse. ¡Adiós, Kodama!
Detrás de vosotros una zona del hielo creado se rompe y se alza, gigantesco, un larguísimo cuello con cabeza de bulldog al final. ¡Es un rey marino! Debe medir por lo menos... ¡Un montón! El monstruo ruge y os ataca. Por suerte, sus movimientos están limitados por el hielo.
- Karasu Tengu, compañía y el espíritu de Condoriano:
- Pasáis a la acción y rápidamente los dos barcos enemigos empiezan a incendiarse ante las llamas de lo que parece un niño mafioso y una buena chica (¿Quién es una buena chica? ¡Tú eres una buena chica!) La intervención de los que se quedan en el barco logra interceptar incluso las balas que fallarían su objetivo.
Taylor, ves agua y batalla, luego más agua y por último varios navíos en llamas. Ellie, Giotto, os parece que a la hora de volver el barco se encuentra mucho más cerca de lo que esperabais. En apenas unos segundos el barco ha acelerado aprovechando una corriente de aire, para luego dejar caer el ancla de golpe. El barco gira para hacer un derrape sobre el agua y esquivar más disparos de cañón (A alguno os parece escuchar eurobeat de fondo). Tras eso leva el ancla y los cañones de uno de los lados disparan a la vez mientras apuntan hacia abajo, propulsando de forma imposible el barco en el aire dando una vuelta de lado. Este cae sobre el barco en el que antes estaba Giotto, partiéndolo por la mitad con su quilla metálica y abriendo fuego con todos los cañones a bocajarro contra el otro en cuanto el chico y la loba regresan.
- Es hora de que los mayores tomen el relevo jóvenes. No os preocupéis, este barco llegará a su destino, siempre lo ha hecho. – Dice un anciano de apenas metro veinte, con una gabardina de vicealmirante y un bastón de madera de roble, decorado con un albatros dorado. Parece que su edad no baja de los lozanos ciento treinta.
Ellie, te reciben con un buen plato de huevos con salchichas y patatas, hay para todos si queréis.
- Cabo Bleyd:
- Una cosa te comento: No ves nada por tu visor de rayos X, así que la deducción obvia es que hay mucho plomo acumulado en esa zona. En una observación más rigurosa puedes observar cómo hay, en determinados puntos, líneas de un color más oscuro… Deben ser juntas, o la zona de apertura de la puerta. Pero para abrirla no van a llegar los buenos modales.
- Julianna M. Shelley:
- El trabajo que lleváis a cabo es excelente. Al terminar, el cirujano se frota la frente y te mira de arriba abajo, satisfecho por haber encontrado una buena ayudante. De repente, las alarmas empiezan a sonar, los submarinos están a punto de zarpar hacia las profundidades.
-No sé como te llamas, pero aquí ya no necesitamos ayuda, les servirás mejor a ellos. Corre, métete en un submarino y si tienes algún problema, diles que vas de parte de Sebastian Malokay. ¡Buena suerte!
- Maki:
- Sigues buceando y pareces no encontrar nada. Quizás deberías salir a la superficie para ver el ambiente o tal vez seguir descendiendo. Un momento, a lo lejos se ve una luz brillante en las profundidades, ¿te acercas a ella o escapas? En caso de acercarte, numerosas burbujas ascenderán
- Zuzu:
- Un momento, ese no es el verdadero nombre del oficial revolucionario. ¡Ni siquiera habla como la primera vez que lo escuchaste! Parece que has sufrido una indigestión con la comida de la despensa y has tenido varias alucinaciones. Acabas de despertar mareado en aquella bodega y, un momento, tus tripas están rugiendo mucho. Deberías encontrar un baño rápido.
- Ummak:
—¡La madre que te...! ¡¡Te has cargado el motor!!
Parece que Skión ha perdido su clase y nobleza. Se ha puesto nervioso y no deja mirar "la caja".
—¡No tenemos forma de parar esto!
Os dirigís peligrosamente a un barco.
- Blishard:
—¡CORRED! —gritó un marine que te señala —¡¡ES GODZILLA!!
Los marines empiezan a correr en círculo en el barco. De golpe un par de ellos se envalentonan y empiezan a preparar los cañones que apuntan hacia tu lado. Lo mismo deberías hacer algo con ellos.
—¡¡YO NO ME ALISTÉ PARA QUE ME COMA UN GIGANTE!! —grita uno que se pone a tirarte piedras desde la cofa.
- Breasts of liberty:
- El submarino se hunde un poco cuando acceden las 30 toneladas de piedra y estas van dejando su camino marcado por el suelo de enrejado metálico. Cierto que un submarino tiene un alto tonelaje, pero un torpedo pesa de 5 a 8 veces menos que cada uno de los soldados.
Os subís, uno a más rápido y menos obligados que otros y el submarino cierra las compuertas para poder sumergirse. A los que no estéis acostumbrados os resulta una sensación extraña, claustrofóbica, estáis en una lata bajo la presión del agua en medio de una guerra, si algo sale mal vuestra tumba por lo menos será insultantemente cara.
El metal cruje y rechina a medida que descendéis, lo que aumenta un poco vuestra sensación de inquietud, aunque parece algo normal, dado que los tripulantes no parecen alterados.
- Llegaremos en unos minutos aunque… si nos atacan podremos hacer poco al respecto, llevamos exceso de peso y esto afecta a nuestra velocidad. – Dice uno de los tripulantes.
Ante vosotros podéis ver una pequeña pantalla que muestra el vacío submarino y varios navíos similares delante vuestro, así como algunos de superficie, hundiéndose a uno de los lados, donde debe estar la batalla.
- Neo y Worgulv:
- Que entretenido es ver como papi se encarga de hablar con los mayores, por lo menos desde las alturas os encontráis a una distancia segura y podéis presenciar cómo va la batalla bajo vosotros, por lo menos por parte de los marines. Vuestra presencia causa gran conmoción, aunque la atención se la lleva el capitán.
Por cierto, veis que los navíos marines se concentran en una zona específica del cinturón enemigo, parece que saben algo, o que tienen un objetivo en mente… puede que otra entrada o un punto débil en la defensa de la torre, algo de lo que no habéis oído hablar o que Brownie no os ha comentado.
- Deathstroke y Rocket:
- Que bonita reunión familiar. Rocket, puede que necesites un algo para volar, mira que hacer venir a Deathstroke.
Bueno, si no os entretenéis por el camino no tardaréis en cruzaros con Neo y Worgulv, presenciando lo mismo que ellos. Aunque la batalla de abajo en bastante entretenida, os parece ver un barco haciendo un backflip 360.
- “no la estoy liando” Dexter:
- Brownie da un par de palmadas y dos enanos aparecen por unas diminutas puertas en una pared a su espalda. Estos portan una bandeja de plata con mapas perfectamente doblados, cuando los tomáis os percatáis que quedan restos de un polvo blanco en las bandejas.
Tras eso Dexter se carga el techo de la sala y de varias más, aprovechando el atajo os eleváis en el aire.
- Por lo menos alguien que sigue en sus casillas. – Comenta Hyoshi con una voz un poco calmada. Sabes que estaba preparado para lo peor, pero tus palabras le han calmado un poco. – Mira, no me importa lo que hagas cuando todo esto acabe, volveremos a nuestros papeles del perro y el gato, pero hasta entonces supongo que ves mejor que colaboremos. Porque eso es a lo que has venido ¿no? Bien, dime ¿Cuál es tu plan? Y déjame adivinar… los Revolucionarios también saben de una entrada secreta.
- Katharina:
- Los criminales resultan ser más rápidos y fuertes que tus defensores, los autodenominados Katherheads, que no dudan en huir al verse, a excepción del más anciano que parece haberse quedado dormido sobre su silla. ¿Qué momento es ese de dormir? A ver si despierta, pero parece un sueño profundo. Mientras tanto, los mafiosos siguen rodeándote, y no parecen inmutarse ante ti y tus palabras. El tontatta te mira de arriba abajo, y sonría mientras acaricia a una cría de hámster que ha aparecido de la nada; todo parece una escena calcada de una obra maestra del cine, ¿no crees?
—Señorita Von Steinhell —dijo con voz pausada, como si fueras una doña nadie—. ¿Sabes, acaso, en qué mundo te estás metiendo? ¿Con qué clase de gente estás tratando? Esto son los bajos fondos querida. Sabemos quién eres, qué tratas de hacer infiltrándote en la banda del descamisetado, y lo que has hecho hasta estar aquí —chasquea sus dedos y aparecen una veintena hombres, levantándose y observándote con cara de pocos amigos.
- Eleonora:
- El joven y apuesto Nick te mira y vuelve a sonreír. No sabes si trata de coquetear contigo o no, pero cada minuto que pasas con él se vuelve más irresistible; incluso para ti.
—Está bien, iremos a ver a Viktor —te dice, haciendo un ademán con la mano.
Nick te sigue, y al llegar ves algunos cuerpos por el suelo, completamente inconscientes, incluido el de tu servidor, Leonardo. Bordeas un charco de sangre con un guardaespaldas mutilado y llegas a una gran mesa rodeada de sillones, donde hay una mujer de cabellos azabaches, un gyojin medio adormilado, una especie de hippie y un caballero. ¿Qué grupo verdad? Además, está Viktor y algunos con mala pinta.
—¿La vida eterna? —te pregunta—. ¿Quién no te dice que la tenga ya? —el hombre te parece intimidante, cuanto menos, pero hace un ademán con la mano y señala un asiento—. No obstante, alguien como tú podría servirme de mucho. Siéntate, y dirígete a mi cuando yo lo diga. Mientras tanto, puede continuar conversando con el joven Voteone.
- Zay, Maximillian, Valeria, Valar y Dijon:
- Al mink Pomerania no le sienta bien lo que le dice Zay, y le golpea con todas sus fuerzas un puñetazo electrificado que lo envía por los aires.
—Un caballero mink no mancilla el honor de una mujer, y menos de un gato escupe bolas de pelo —te dice—. Enséñale lo que tienes al pome, chaval —hace una pausa y te saluda con una reverencia—. Este es un reto que sigue las antiguas leyes de Zou. Será un combate de uno contra uno. Si tú ganas eres libre de hacer lo que quieras, pero si gano yo tendrás que pedir perdón a mi hermana y darle una cita romántica. Si no aceptas el combate, daré tu nombre al rey del día de Zou, y tendrás que enfrentarte a nuestras leyes —hace una pausa para señalar a Dijon—. Y si intentas negarlo, nuestro hermano mink aquí presente está de testigo.
Link al combate
El resto os quedáis flipando, pero de la nada salen dos minks de gran tamaño, cuyo poder, si usáis el mantra, supera con creces el vuestro, será mejor no meteros con ellos. Entretanto, podéis ver como un grupo de sujetos intentan abrir un gran cofre, ¿qué habrá dentro? Sería interesante verlo, o pedirlo prestadode forma ilícita durante tiempo ilimitado, tal vez sea valioso.
- Los piratas de la tormenta:
- Vaya, enhorabuena chicos. Aunque no es como si esos barcos no pudieran hundirse solos. No hacíais falta, una bandera blanca era igual de eficaz y mucho menos arriesgada, tontos. Que sois tooooontos. Pero bueno, por lo menos parece que ha funcionado y los barcos del Gobierno no os atacan… todavía. Igual aún estáis a tiempo. De cualquier modo, parece que están todos muy ocupados en este momento como para atenderos. ¿Y si vais a hablar con algún marine majete? Allí hay un tío en pelotas en un looping eterno sobre una moto al lado de un Almirante… Mientras el otro se hunde.
- AEG y Lance:
- Tu discurso motiva a las personas de allí, alzan sus brazos exclamando por la Gran Aguja. De repente, el camello que te había llamado antes se acerca a vosotros con noticias, bastante apresurado y te fijas en que ha llegado un muchacho acompañado de un hombre vendado.
-Según las informaciones, queda poco para llegar.
Marles te mira, preocupado y se lleva la mano a la barbilla, y en voz baja, habla contigo.
-No puedo llevarlos a todos hasta allí, perecerán antes de llegar al paraíso. Me llevaré a mis tres mejores hombres con nosotros y cuando todo esté despejado los traeré, ¿cuál será el procedimiento una vez lleguemos?
Por otro lado, Lance, lo que ves no parece muy ameno. La gente viste harapos y hay pocos armados, parecen simples ciudadanos corrientes, pero al verte a ti y a tu compañero esbozan sonrisas.
-Mantengamos las apariencias – comentó Grimm en voz baja, mientras os acercábais hasta ellos. Cerca de ti se encuentran dos hombres charlando sobre la Gran Aguja, quizás deberías acercarte a ellos y hablarles.
- Yarmin y Heartless:
- Algo parecido a un avión se para enfrente de vosotros, Arribor y Zack. Sigue flotando a pesar de eso y tiene como cañones al frente. De golpe se abre un compartimento y sale lo que parece ser un mono vestido con un traje muy ajustado de color amarillo. Tiene un par de nunchakus los cuales menea en una exhibición de artes marciales y cuando apoya ambos en sus hombros, los nunchakus se abren y empiezan a disparar como metralletas.
Y ah, Yarmin, lo mismo deberías intentar coger esa morsa.
- Willy, el pulpo, el telépata y la Súcubo:
—Es que no hay derecho —dice uno de los Viktors.
—La aguja me cabrea —dice el otro.
—Porque es un peligro claramente, contamina lo que es el paisaje del North Blue.
—Y está quitando muchos trabajos. ¿Y yo que hago?
—¿Denunciarles?
—No puedo. Somos criminales.
—Así que tomo medidas en el asunto.
—Solo soy un honrado empresario.
—Así que eso es lo que espero de ustedes... Que me ayuden en mi honrada empresa. Los detalles, por supuesto, se os harán conocidos llegado el momento.
Ichizake, en su mente ves una deliciosa receta para una tarta de manzana. Lo mismo deberías tomar nota. Y además de eso... solo ves los recuerdos de esa copia concreta de Viktor, que por lo visto no tiene mucha vida. Échale una semana o dos. Gran parte de lo que has visto te atormentará durante las próximas diez semanas. O vidas. Lo único que tienes claro es que esas no eran sus sobrinas.
- Brynn:
—Lo siento —dice Viktor cuando le enseñas las botellas—. De ese tipo de negocios se encarga el C137.
Se va. Al rato aparece otro Viktor con una botella de whisky en la mano. Se tambalea un poco.
—Ho... —Expulsa un sonoro eructo—...la. Soy Viktor. ¿Qué vendes?
Jiren
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Para mi sorpresa, los revolucionarios no actuaron tal y como yo esperaba. Por mi mente habían pasado una gran cantidad de escenarios posibles tras mi declaración, pero ni en mil años se me hubiera ocurrido que me mirasen con lo que se me pareció una mezcla de decepción y disgusto. Incluso llegué a escuchar algún murmullo y por un instante parecía que la batalla se había detenido, pero eso probablemente fueran imaginaciones mías.
No me importaba el cómo me mirasen y lo que dijesen o pensasen de mí. Todos ellos eran desconocidos y, aunque no fuese el caso, daba completamente igual. Lo único que yo esperaba era un poco de acción y ni llamando la atención de todos ellos lo conseguí. Me encontraba frustrado, con ganas de hacer algo que se me diera bien, pero para rematar la escena un maleante que estaba repartiendo leña por el lugar a mis aliados se indignó brutalmente porque le llamé revolucionario, dando a entender qué él no lo era. Me pareció curioso, pensaba que solo nos atacaban la revolución, aunque me pareció que su enfado era excesivo. Pero lo más gracioso es que la chica fanática del pueblo, Sabela, estaba de acuerdo con él. Tras su comentario empecé a reírme aunque aparentemente no tuviera nada de cómico, y decidí hablar con el hombre indignado.
- ¡Usted, señor indignado! - digo mientras le apunto con el dedo índice de mi mano derecha - Si no es un revolucionario, ¿entonces qué es?
Realmente no estaba escuchando su respuesta, solo intentaba ser amable con los demás tal y como había aprendido de pequeño a la vez que preparaba en mi cabeza el discurso que pensaba pronunciar.
- Seas lo que seas, has cometido tres grandes errores, señor indignado. ¡El primero! - dije levantando mi dedo índice - Haber subido a un barco perteneciente al Gobierno Mundial siendo un criminal que se indigna con tal facilidad. ¡El segundo! - dije manteniendo el gesto anterior y añadiendo mi dedo corazón - Haber atacado a mis aliados, tanto marines justicieros como diligentes agentes del gobierno. ¡Y el tercero y más grave de todos! - dije sumando mi dedo anular a los otros dos - ¡HABER IGNORADO MIS GANAS DE LUCHAR!
La última frase la dije con gran ímpetu mientras me acercaba velozmente hacia el maleante usando el Soru para aparecer frente a él y golpearle con un contundente puñetazo en la cara. Justo antes de acercarme al susodicho, visualicé mínimamente a mi compañera del Cipher Pol, que se encontraba disparando con su arma de fuego, pero no pude observar a Sabela, preguntándome de forma trivial qué estaría haciendo.
No me importaba el cómo me mirasen y lo que dijesen o pensasen de mí. Todos ellos eran desconocidos y, aunque no fuese el caso, daba completamente igual. Lo único que yo esperaba era un poco de acción y ni llamando la atención de todos ellos lo conseguí. Me encontraba frustrado, con ganas de hacer algo que se me diera bien, pero para rematar la escena un maleante que estaba repartiendo leña por el lugar a mis aliados se indignó brutalmente porque le llamé revolucionario, dando a entender qué él no lo era. Me pareció curioso, pensaba que solo nos atacaban la revolución, aunque me pareció que su enfado era excesivo. Pero lo más gracioso es que la chica fanática del pueblo, Sabela, estaba de acuerdo con él. Tras su comentario empecé a reírme aunque aparentemente no tuviera nada de cómico, y decidí hablar con el hombre indignado.
- ¡Usted, señor indignado! - digo mientras le apunto con el dedo índice de mi mano derecha - Si no es un revolucionario, ¿entonces qué es?
Realmente no estaba escuchando su respuesta, solo intentaba ser amable con los demás tal y como había aprendido de pequeño a la vez que preparaba en mi cabeza el discurso que pensaba pronunciar.
- Seas lo que seas, has cometido tres grandes errores, señor indignado. ¡El primero! - dije levantando mi dedo índice - Haber subido a un barco perteneciente al Gobierno Mundial siendo un criminal que se indigna con tal facilidad. ¡El segundo! - dije manteniendo el gesto anterior y añadiendo mi dedo corazón - Haber atacado a mis aliados, tanto marines justicieros como diligentes agentes del gobierno. ¡Y el tercero y más grave de todos! - dije sumando mi dedo anular a los otros dos - ¡HABER IGNORADO MIS GANAS DE LUCHAR!
La última frase la dije con gran ímpetu mientras me acercaba velozmente hacia el maleante usando el Soru para aparecer frente a él y golpearle con un contundente puñetazo en la cara. Justo antes de acercarme al susodicho, visualicé mínimamente a mi compañera del Cipher Pol, que se encontraba disparando con su arma de fuego, pero no pude observar a Sabela, preguntándome de forma trivial qué estaría haciendo.
Brynn
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El pirata sonrió ante la mirada de Viktor. El señor del bajo mundo no hizo ni un gesto, ni se preguntó qué hacía allí, ni le sorprendió que se hubiese hecho invisible. Pero aquello no importaba, era exactamente lo que Brynn esperaba. ¿Acaso le pillaría por sorpresa algún gesto tan básico como aquél?
Seguro que no. En cualquier caso, el pirata debía rendir cuentas contra otra persona, el tal C137. Para su sorpresa, lucía idéntico a Viktor, solo que este parecía un poco más… Amante del alcohol.
- Hola, encantado -comentó tras su sonoro eructo-. Me han dicho que eres C137, no sé si es tu nombre o un apodo, pero en cualquier caso… He venido aquí a negociar. Toma.
Sin rostro le tendería una botella de ron a C137. Viendo lo poco que había visto de aquella persona, se podía ir despidiendo de la botella, pero si aquello le ayudaba a conseguir un trato, era bienvenido. Aunque si tanto le gustaba el alcohol… quizá uno dulce le pareciera peor. O puede que al ser novedad, le gustase más. La verdad es que Brynn no tenía muy claro cual sería la reacción de aquél excéntrico hombre.
Si aquella copia de Viktor se decidía a probarlo, el criminal le haría un par de preguntas.
- ¿Te gusta? ¿Cuánto crees que valdría en el mercado?
En función de su respuesta el pirata elegiría una u otra estrategia, ya pensadas con anterioridad, en son de intentar llegar a un trato. Al fin y al cabo, aquella guerra reunía a la más grande élite de criminales y comerciantes del bajo mundo, y no había mejor manera de negociar que hacerlo allí, justo antes de la batalla a punto de librarse. Aunque por otro lado, sería un poco cruel morir tras cerrar un gran negocio.
De cualquier manera, el pirata se levantaría e intentaría acercarse a C137, buscando una mirada directa con él -e intentando evitar recibir algún eructo en la cara-, y buscando algún rasgo significativo que lo diferenciase de Viktor.
La primera regla del negociante es conocer bien a aquellos con los que negocias.
Seguro que no. En cualquier caso, el pirata debía rendir cuentas contra otra persona, el tal C137. Para su sorpresa, lucía idéntico a Viktor, solo que este parecía un poco más… Amante del alcohol.
- Hola, encantado -comentó tras su sonoro eructo-. Me han dicho que eres C137, no sé si es tu nombre o un apodo, pero en cualquier caso… He venido aquí a negociar. Toma.
Sin rostro le tendería una botella de ron a C137. Viendo lo poco que había visto de aquella persona, se podía ir despidiendo de la botella, pero si aquello le ayudaba a conseguir un trato, era bienvenido. Aunque si tanto le gustaba el alcohol… quizá uno dulce le pareciera peor. O puede que al ser novedad, le gustase más. La verdad es que Brynn no tenía muy claro cual sería la reacción de aquél excéntrico hombre.
Si aquella copia de Viktor se decidía a probarlo, el criminal le haría un par de preguntas.
- ¿Te gusta? ¿Cuánto crees que valdría en el mercado?
En función de su respuesta el pirata elegiría una u otra estrategia, ya pensadas con anterioridad, en son de intentar llegar a un trato. Al fin y al cabo, aquella guerra reunía a la más grande élite de criminales y comerciantes del bajo mundo, y no había mejor manera de negociar que hacerlo allí, justo antes de la batalla a punto de librarse. Aunque por otro lado, sería un poco cruel morir tras cerrar un gran negocio.
De cualquier manera, el pirata se levantaría e intentaría acercarse a C137, buscando una mirada directa con él -e intentando evitar recibir algún eructo en la cara-, y buscando algún rasgo significativo que lo diferenciase de Viktor.
La primera regla del negociante es conocer bien a aquellos con los que negocias.
- Resumen:
- Darle una botella a C137 y preguntarle si le gusta y por cuanto lo vendería, intentando ver por dónde puede tirar en su negociación.
- Acercarse a él e intentar identificar algún rasgo que le diferencie del verdadero Viktor (si es que el verdadero no es el que tiene enfrente)
- Darle una botella a C137 y preguntarle si le gusta y por cuanto lo vendería, intentando ver por dónde puede tirar en su negociación.
Ellie
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La joven agente llegó al barco cansada, el usar su akuma le drenaba las energías a una gran velocidad, y aquello era algo que no podía controlar del todo aún. Aunque era algo que, en un futuro, debía entrenar duro. Aunque lo cierto era que había llegado antes de lo que esperaba, probablemente durante el combate los pilotos habían acercado el barco.
- Vi un poco de lo que hiciste en el otro barco -comentó a Giotto mientras se lamía la pata, ligeramente caliente aún, aunque sin lava de por medio-. Buen trabajo.
La mink intentaría chocar la mano con su compañero, algo que no solía hacer, pero que visto el percal del navío, no vendría mal. Pero lo que nunca se podía haber esperado era lo que estaba a punto de suceder. La tripulación del barco era vieja en edad, pero experimentada y ciertamente poseían una locura que encandilaron los encantos de la mink.
Primero lanzando el ancla para hacer un derrape, esquivando las balas de cañón que se acercaban, y posteriormente levar el ancla para propulsarse y terminar cayendo sobre el barco que Giotto había atacado. Y todo ello con unos vitoreos, aplausos y un saber hacer increíble por parte de los ancianos. El barco que Giotto atacó acabó partiéndose por la mitad, y el que la loba había atacado reventado a cañonazos.
- Por si quedaba alguien en pie -comentó la loba, que seguía abrazando el mástil para no caerse-. Creo que podíamos haber reservado fuerzas, Giotto.
Tras ello, uno de los ancianos, con un bastón casi tan grande como él mismo -que no era mucho-, se dirigió hacia ellos, haciéndoles ver que las apariencias engañaban. Ellie no pudo reprimir la emoción.
- Qué pasada, señor, yo quiero ser como vosotros de mayor -comentó, con los ojos como platos-. Sois una tripulación sorprendente. ¿Quién eres? Y, si me lo permite, ¿por qué ha aceptado estar en primera línea de batalla?
Tras ello, y si el anciano no le pedía nada, se dirigiría hacia el resto de sus compañeros que, por lo visto, habían defendido con gran eficacia el barco. Aunque visto lo visto, tampoco habría hecho falta.
- ¿Os hace comer un poquito antes de la batalla, chicos? No nos vendrá mal -comentó sonriente, al haberle llegado el olor de la comida que habían preparado.
- Vi un poco de lo que hiciste en el otro barco -comentó a Giotto mientras se lamía la pata, ligeramente caliente aún, aunque sin lava de por medio-. Buen trabajo.
La mink intentaría chocar la mano con su compañero, algo que no solía hacer, pero que visto el percal del navío, no vendría mal. Pero lo que nunca se podía haber esperado era lo que estaba a punto de suceder. La tripulación del barco era vieja en edad, pero experimentada y ciertamente poseían una locura que encandilaron los encantos de la mink.
Primero lanzando el ancla para hacer un derrape, esquivando las balas de cañón que se acercaban, y posteriormente levar el ancla para propulsarse y terminar cayendo sobre el barco que Giotto había atacado. Y todo ello con unos vitoreos, aplausos y un saber hacer increíble por parte de los ancianos. El barco que Giotto atacó acabó partiéndose por la mitad, y el que la loba había atacado reventado a cañonazos.
- Por si quedaba alguien en pie -comentó la loba, que seguía abrazando el mástil para no caerse-. Creo que podíamos haber reservado fuerzas, Giotto.
Tras ello, uno de los ancianos, con un bastón casi tan grande como él mismo -que no era mucho-, se dirigió hacia ellos, haciéndoles ver que las apariencias engañaban. Ellie no pudo reprimir la emoción.
- Qué pasada, señor, yo quiero ser como vosotros de mayor -comentó, con los ojos como platos-. Sois una tripulación sorprendente. ¿Quién eres? Y, si me lo permite, ¿por qué ha aceptado estar en primera línea de batalla?
Tras ello, y si el anciano no le pedía nada, se dirigiría hacia el resto de sus compañeros que, por lo visto, habían defendido con gran eficacia el barco. Aunque visto lo visto, tampoco habría hecho falta.
- ¿Os hace comer un poquito antes de la batalla, chicos? No nos vendrá mal -comentó sonriente, al haberle llegado el olor de la comida que habían preparado.
- Resumen:
- Volver al barco y chocar con Giotto a la par que admite su buen trabajo.
- Flipar con los yayus, que son la hostia.
- Invitar a unirse a la comilona a todos los presentes.
- Volver al barco y chocar con Giotto a la par que admite su buen trabajo.
Avanzó elegantemente hasta el barco, mientras localizaba las poderosas brazadas de Luka, quien también estaba de vuelta. A veces lo miraba nadar y sentía mucha envidia, echaba de menos ser capaz de meterse en el mar y bracear desde la orilla hasta la primera boya que encontrara, para luego descansar y volver. La sensación de todos tus músculos ejercitándose al mismo tiempo, tener que esquivar las olas y enfrentarte a cualquier pez de gran tamaño que creyeras que eras el almuerzo… Aunque luego volaba y se le pasaba. Puso un pie sobre la cubierta del barco, casi al mismo tiempo que sus alas desaparecían y devolvía sus armas a su lugar de reposo.
—¡Pero qué coño has hecho! —gritó Zane, al ver como Alviss estaba envuelto de una espesa capa de chocolate, y en la mano tenía un trozo de la fruta del diablo que había dejado en su camarote, mientras se acercaba a él—. ¿Sabes cuánto vale lo que te estás comiendo en el mercado negro? —el pelirrojo se llevó las manos a la cabeza y respiró hondo. Alviss no era lo que se podía definir como un arma letal en combate, quizás con la ayuda de una fruta del diablo mejoraría sus habilidades y sería de más utilidad. En cambio, no podía evitar ver como se le esfumaban un mínimo de cien millones de berries—. ¿Has descubierto de que tipo es al menos? —le preguntó, mientras buscaba a Spanner con la mirada—. ¡Spanner! —alzó la voz, y espero a que se pusiera junto a ellos—. Necesitamos que analices rápidamente que clase de fruta se ha comido, y porque demonios huele tan bien. ¡Joder! Que hambre —esperó hasta que Spanner apareció, cuyo rostro no era el de siempre, y entonces hablós—. No te preocupes —le dijo Zane, poniendo la mano sobre su hombro—. Si no fuera porque la vida de media tripulación estaba en juego, te habría dejado enseñarle lo que es el respeto a ese pijo.
Tras decir eso, volvió al castillo de navegación y se puso al lado de Marc.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó.
Seguramente no necesitara de las habilidades del pelirrojo como timonel, pues el grandullón era un gran navegante, poco kamikaze para su gusto, pero de gran utilidad para la banda. Zane era de esos que decía que un barco era como una mujer, que no se prestaba, pero sabía que podía dejárselo a Marc y que volvería intacto. Es más, estaba más seguro en sus gigantescas manos que en las suyas propias.
El pelirrojo se mantuvo de pie, mirando al horizonte mientras pasaban por un cementerio de barcos destrozados, y se aproximaban al lugar donde estaban estacionando los navíos marines. Pudo ver, incluso, como un barco volador se perdía en el horizonte... “¿Cómo demonios habrían hecho eso? Estaría interesante tener un barco volador”, se dijo para sí mismo. Y cuando volvió al mirar al frente, ya pudo ver a algunos marines organizándose. Usó su vista de pájaro para ver que se encontraría ahí, y pudo ver a un marine rubio con una de esas vestimentas tan molonas que solo tenían los altos rangos de la marina. Centró más su vista y pudo reconocerlo. Había leído sobre él en la prensa, se trata de Al Naion, el marine que había capturado al emperador Legan Legim por sí solo.
—Lo que nos faltaba… —comentó en voz alta—. Marc, escórate a babor que hay menos navíos y reduce el ritmo —silbó como solo un polloh sabía hacer y le hizo una seña a Therax para que parara de emanar viento para que el barco redujera su velocidad poco a poco. Una vez hizo eso, los convocó a todos sobre en el castillo de popa—. Tenemos un pequeño problema. ¿Recordáis al marine que capturó a Legim? Pues está ahí delante, junto a un tipejo desnudo que hace cosas raras. Pues bien, pido un voluntario para que venga conmigo a intentar dialogar con él. ¿Quién se ofrece? Y si puede ser que no tenga aspecto amenazante —comentó, insinuándole a Luka que tenía la ropa un poco teñida de rojo por lo que había hecho en la carpa.
Nailah fue la que se ofreció a ir con él. La cogió como si fuera una princesa de cuento, e hizo surgir sus alas para aproximarse al lugar donde estaba el rubio con bufandas. No tardó mucho en ponerse a su lado, quedándose a una distancia prudencial.
—He venido en son de paz —dijo Zane, soltando a Nailah sobre el suelo, mientras levantaba las manos a la altura del pecho, enseñando las palmas, y clavaba su mirada en Al Naion—. No sé quién ha sido el chalao que ha montado esto delante de nuestras narices, pero no puedo permitir que ocurra lo mismo que en el mar del oeste, ni que se salga con la suya. He venido para que le digas a tu superior que cuente con mi espada, aunque solo sea por esta noche. Ni uno de mis hombres derramará la sangre de un marine esta noche. Te doy mi palabra de pirata y samurái.
—¡Pero qué coño has hecho! —gritó Zane, al ver como Alviss estaba envuelto de una espesa capa de chocolate, y en la mano tenía un trozo de la fruta del diablo que había dejado en su camarote, mientras se acercaba a él—. ¿Sabes cuánto vale lo que te estás comiendo en el mercado negro? —el pelirrojo se llevó las manos a la cabeza y respiró hondo. Alviss no era lo que se podía definir como un arma letal en combate, quizás con la ayuda de una fruta del diablo mejoraría sus habilidades y sería de más utilidad. En cambio, no podía evitar ver como se le esfumaban un mínimo de cien millones de berries—. ¿Has descubierto de que tipo es al menos? —le preguntó, mientras buscaba a Spanner con la mirada—. ¡Spanner! —alzó la voz, y espero a que se pusiera junto a ellos—. Necesitamos que analices rápidamente que clase de fruta se ha comido, y porque demonios huele tan bien. ¡Joder! Que hambre —esperó hasta que Spanner apareció, cuyo rostro no era el de siempre, y entonces hablós—. No te preocupes —le dijo Zane, poniendo la mano sobre su hombro—. Si no fuera porque la vida de media tripulación estaba en juego, te habría dejado enseñarle lo que es el respeto a ese pijo.
Tras decir eso, volvió al castillo de navegación y se puso al lado de Marc.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó.
Seguramente no necesitara de las habilidades del pelirrojo como timonel, pues el grandullón era un gran navegante, poco kamikaze para su gusto, pero de gran utilidad para la banda. Zane era de esos que decía que un barco era como una mujer, que no se prestaba, pero sabía que podía dejárselo a Marc y que volvería intacto. Es más, estaba más seguro en sus gigantescas manos que en las suyas propias.
El pelirrojo se mantuvo de pie, mirando al horizonte mientras pasaban por un cementerio de barcos destrozados, y se aproximaban al lugar donde estaban estacionando los navíos marines. Pudo ver, incluso, como un barco volador se perdía en el horizonte... “¿Cómo demonios habrían hecho eso? Estaría interesante tener un barco volador”, se dijo para sí mismo. Y cuando volvió al mirar al frente, ya pudo ver a algunos marines organizándose. Usó su vista de pájaro para ver que se encontraría ahí, y pudo ver a un marine rubio con una de esas vestimentas tan molonas que solo tenían los altos rangos de la marina. Centró más su vista y pudo reconocerlo. Había leído sobre él en la prensa, se trata de Al Naion, el marine que había capturado al emperador Legan Legim por sí solo.
—Lo que nos faltaba… —comentó en voz alta—. Marc, escórate a babor que hay menos navíos y reduce el ritmo —silbó como solo un polloh sabía hacer y le hizo una seña a Therax para que parara de emanar viento para que el barco redujera su velocidad poco a poco. Una vez hizo eso, los convocó a todos sobre en el castillo de popa—. Tenemos un pequeño problema. ¿Recordáis al marine que capturó a Legim? Pues está ahí delante, junto a un tipejo desnudo que hace cosas raras. Pues bien, pido un voluntario para que venga conmigo a intentar dialogar con él. ¿Quién se ofrece? Y si puede ser que no tenga aspecto amenazante —comentó, insinuándole a Luka que tenía la ropa un poco teñida de rojo por lo que había hecho en la carpa.
Nailah fue la que se ofreció a ir con él. La cogió como si fuera una princesa de cuento, e hizo surgir sus alas para aproximarse al lugar donde estaba el rubio con bufandas. No tardó mucho en ponerse a su lado, quedándose a una distancia prudencial.
—He venido en son de paz —dijo Zane, soltando a Nailah sobre el suelo, mientras levantaba las manos a la altura del pecho, enseñando las palmas, y clavaba su mirada en Al Naion—. No sé quién ha sido el chalao que ha montado esto delante de nuestras narices, pero no puedo permitir que ocurra lo mismo que en el mar del oeste, ni que se salga con la suya. He venido para que le digas a tu superior que cuente con mi espada, aunque solo sea por esta noche. Ni uno de mis hombres derramará la sangre de un marine esta noche. Te doy mi palabra de pirata y samurái.
- Resumen (Mr. Nat lee):
- Volver al barco, putear a Alviss y hablar con Al.
Luka Rooney
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Luka saltó al agua sin pensárselo, aquello era algo que necesitaba, tanto para relajarse como para alejarse un poco de todo aquél odio que sentía en ese momento. Aunque no era tan sencillo.
Durante un instante nadó por el simple hecho de nadar. Buceó, observó el mar y jugueteó con algunos peces. Todo ello siguiendo el rastro del nuevo barco de los Arashi. Pero no podía reprimir esa sensación de mala leche que aún conservaba, incrementándose con la maldita pulsera que ardía a momentos. Quizá el olor a sangre de los barcos reventados por Zane tenía algo que ver también.
De repente, notó cómo el barco aligeraba la velocidad, y se decidió a subir a la superficie y trepar por la escalerilla hasta cubierta. Allí estaba Zane, pidiendo un voluntario para acercarse a un navío marine. Estuvo a punto de levantar la mano cuando contó quién era el marine que había visto, por lo visto era Al, un destacado, famoso y fuerte marine, con multitud de hazañas a sus espaldas.
- Bah, siempre igual -comentó cuando el capitán soltó la pullita. Necesitaba a alguien que no impusiera mucho, y por lo visto un gyojin tiburón con la ropa manchada de sangre imponía-. Que os vaya bien en vuestra fiesta, me piro.
Y el gyojin volvería a saltar con energía al agua, donde seguiría moviéndose por los alrededores, sin alejarse demasiado, en busca de posibles individuos que amenazaran la integridad de la banda. Luka no era del tipo de seres que harían un pacto con la marina bajo ninguna circunstancia, pero su capitán estaba más abierto a otras ideas, sobre todo si era por un bien común. De cualquier manera, solo quedaba esperar hasta entrar en la aguja.
Aunque claro, antes había que ver si a Zane le salían bien las cosas.
Durante un instante nadó por el simple hecho de nadar. Buceó, observó el mar y jugueteó con algunos peces. Todo ello siguiendo el rastro del nuevo barco de los Arashi. Pero no podía reprimir esa sensación de mala leche que aún conservaba, incrementándose con la maldita pulsera que ardía a momentos. Quizá el olor a sangre de los barcos reventados por Zane tenía algo que ver también.
De repente, notó cómo el barco aligeraba la velocidad, y se decidió a subir a la superficie y trepar por la escalerilla hasta cubierta. Allí estaba Zane, pidiendo un voluntario para acercarse a un navío marine. Estuvo a punto de levantar la mano cuando contó quién era el marine que había visto, por lo visto era Al, un destacado, famoso y fuerte marine, con multitud de hazañas a sus espaldas.
- Bah, siempre igual -comentó cuando el capitán soltó la pullita. Necesitaba a alguien que no impusiera mucho, y por lo visto un gyojin tiburón con la ropa manchada de sangre imponía-. Que os vaya bien en vuestra fiesta, me piro.
Y el gyojin volvería a saltar con energía al agua, donde seguiría moviéndose por los alrededores, sin alejarse demasiado, en busca de posibles individuos que amenazaran la integridad de la banda. Luka no era del tipo de seres que harían un pacto con la marina bajo ninguna circunstancia, pero su capitán estaba más abierto a otras ideas, sobre todo si era por un bien común. De cualquier manera, solo quedaba esperar hasta entrar en la aguja.
Aunque claro, antes había que ver si a Zane le salían bien las cosas.
- Resumen:
- Nadar y jugar con los pececillos de la zona.
- Esperar a que putoZane les llame y les comunique que pasa explorando la zona cercana al barco.
- Nadar y jugar con los pececillos de la zona.
- Cosas:
- Carga pulsera: 3 turnos
- Carga pulsera: 3 turnos
Nailah
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Nailah enseguida se incorporó con sus compañeros para ver qué ocurría; sin embargo, en el propio barco a Alviss le había pasado algo. Todo estaba hecho un estropicio y la morena negó con la cabeza, ella no limpiaría eso y pobre del que tuviera que hacerlo. Tras aquel pequeño incidente sobre la fruta que se había comido el pirata, todos fueron convocados al castillo de popa.
La velocidad del barco comenzó a reducirse y Nailah mantuvo el equilibrio, cruzándose de brazos mientras Zane comentaba sobre a qué se acercaban. Ella solo recordaba a aquel marine por las noticias de la ejecución de Legim, no tuvo mucho contacto con los marines en Gray Rock, ni quería tenerlo; sin embargo, necesitaban ir a hablar con ellos por lo que se ofreció la primera. No tenía aspecto amenazante y le interesaba conocer a las personas con las que intentarían dialogar.
Sin pensarlo dos veces, el pelirrojo la cogió en brazos con delicadeza y alzó el vuelo. El viento mecía los cabellos de Nailah con suavidad y en poco tiempo llegaron hasta donde se encontraban los marines. Desde lo alto había localizado al rubio y a uno más pequeño, un momento, ¿estaba desnudo? Vaya, aquel marine se tomaba muy en serio la marina.
Zane dejó a Nailah en el suelo y ella se quedó a su lado, sin mediar palabra. Por una vez, estaba de acuerdo en que realizasen la tregua, puede que la pirata adorase el caos en su esplendor, pero si el mundo terminaba con aquella aguja no habría caos para nadie. Nailah posó la mano en la empuñadura de la reina roja y se dignó a hablar también. Ella sabía que la palabra de Zane era verdadera y siempre cumplía lo que decía, pero a ojos del gobierno, la palabra de un pirata no valía nada así que necesitaban algo que funcionase de verdad.
-Aparte de la palabra de mi capitán, propongo que cada bando entregue un rehén como moneda de cambio. Mi banda se llevaría a ese pelirrojo - señaló al desnudo - y yo me quedaría con vosotros. Si la tregua se llegase a romper... ya sabríais que hacer, pero confío en mis compañeros y en la palabra de Zane de que habrá paz. Y también en la vuestra - Recalcó la última frase.
Lo que había propuesto no era del todo descabellado, Nailah lo hacía solamente por su banda, para que pudieran entrar sin problemas. La morena no estaba del todo segura de si Zane aceptaría algo así, pero era su decisión si decidían llevarla a cabo y quería que fuese respetada. Confiaba en la palabra del pelirrojo y sabía que no le decepcionaría. Tras eso sacó el den den mushi para hablar con el resto de los Arashi.
-Spanner, estamos tratando de pactar una tregua con un almirante, avisa a Luka y al resto de que a partir de ahora queda prohibido el derramamiento de sangre hasta que no hayamos terminado con esa aguja.
La velocidad del barco comenzó a reducirse y Nailah mantuvo el equilibrio, cruzándose de brazos mientras Zane comentaba sobre a qué se acercaban. Ella solo recordaba a aquel marine por las noticias de la ejecución de Legim, no tuvo mucho contacto con los marines en Gray Rock, ni quería tenerlo; sin embargo, necesitaban ir a hablar con ellos por lo que se ofreció la primera. No tenía aspecto amenazante y le interesaba conocer a las personas con las que intentarían dialogar.
Sin pensarlo dos veces, el pelirrojo la cogió en brazos con delicadeza y alzó el vuelo. El viento mecía los cabellos de Nailah con suavidad y en poco tiempo llegaron hasta donde se encontraban los marines. Desde lo alto había localizado al rubio y a uno más pequeño, un momento, ¿estaba desnudo? Vaya, aquel marine se tomaba muy en serio la marina.
Zane dejó a Nailah en el suelo y ella se quedó a su lado, sin mediar palabra. Por una vez, estaba de acuerdo en que realizasen la tregua, puede que la pirata adorase el caos en su esplendor, pero si el mundo terminaba con aquella aguja no habría caos para nadie. Nailah posó la mano en la empuñadura de la reina roja y se dignó a hablar también. Ella sabía que la palabra de Zane era verdadera y siempre cumplía lo que decía, pero a ojos del gobierno, la palabra de un pirata no valía nada así que necesitaban algo que funcionase de verdad.
-Aparte de la palabra de mi capitán, propongo que cada bando entregue un rehén como moneda de cambio. Mi banda se llevaría a ese pelirrojo - señaló al desnudo - y yo me quedaría con vosotros. Si la tregua se llegase a romper... ya sabríais que hacer, pero confío en mis compañeros y en la palabra de Zane de que habrá paz. Y también en la vuestra - Recalcó la última frase.
Lo que había propuesto no era del todo descabellado, Nailah lo hacía solamente por su banda, para que pudieran entrar sin problemas. La morena no estaba del todo segura de si Zane aceptaría algo así, pero era su decisión si decidían llevarla a cabo y quería que fuese respetada. Confiaba en la palabra del pelirrojo y sabía que no le decepcionaría. Tras eso sacó el den den mushi para hablar con el resto de los Arashi.
-Spanner, estamos tratando de pactar una tregua con un almirante, avisa a Luka y al resto de que a partir de ahora queda prohibido el derramamiento de sangre hasta que no hayamos terminado con esa aguja.
- Nat y Arthur, leed:
- Negosiar
Maki
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Agilidad
Destreza
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
Varios
Nota del director: La banda sonora de este capítulo es producida íntegramente por Maki Musical y Maki Musical y Asociados S.L.
Maki estaba bastante seguro de que en el fondo del mar no había luz. Y si la había, era mejor evitarla. La única excepción era la propia Isla Gyojin, que tenía luz porque era una isla, así que lógicamente tenía que tener luz. Maki no entendía muy bien el mecanismo, pero así funcionando el mundo. El caso es que, obviando esa única y casi milagrosa excepción, las luces submarinas nunca, pero nunca, eran una buena señal. Eso era algo que aprendió en su más tierna infancia.
Nota del director: Pensábamos utilizar la clásica música de arpa para introducir un flashback, pero los ejecutivos del estudio prefirieron cambiarlo por el graznido de un carcayú.
Cuando no tenía más de diez años, salió solo de la isla. Era su primera excursión más allá de la burbuja que protegía los dominios de los gyojin, al menos la primera después de que se alejase del grupo durante su último viaje escolar y se colase en aquella fábrica de masa para galletas con tan poca vigilancia. Nadó y nadó, alejándose cada vez más de las aguas que conocía, hasta que se encontró con una misteriosa luz. No pudo evitar acercarse, atraído por su intenso brillo, pero la luz no hacía más moverse y seguir alejándose de él cada vez más. Cuando quiso darse cuenta, estaban solos la luz y él, y ni rastro de la isla. Tardó tres días en encontrar el camino de vuelta, y cuando por fin encontró la dura pared de la Red Line, el miedo a perderse fue sustituido por el miedo a las represalias de Rita Makintosh. La luz, por cierto, resultó no ser más que la que emitía la linterna de su casco de explorador.
Nota del director: Graznido de carcayú. Como no teníamos carcayús a mano, contratamos a Kiefer Sutherland para que lo imitase. Lo grabó una sola vez y ahora podemos usarlo cuando queramos. Jódete, Jack Bauer.
"Es una mala idea, seguro", se dijo Maki. Aun así, nadaba. Sabía que era peligroso. Que cuando no era una linterna engañosa era un pez bombilla devorador de peces, una bomba humana o un peaje mal puesto. Lo peor sería que fuese un volcán submarino. Había conocido a un tritón que una vez pasó cerca de un volcán submarino en erupción, y Postraumático Mike nunca volvió a ser el mismo. Pero... es que era una luz. Y había que ir hacia las luces.
Y allá que fue. Decidido a encontrar la puerta al otro lado del final del mar, a la torre malvada o a un restaurante submarino, Maki se aproximó sin vacilar ni mostrar temor.
Nota del director: El gran valor de Maki le sirvió para dejar su adicción al pegamento en dos ocasiones, en las que fue ingresado en el centro de rehabilitación Betty Ford.
Las burbujas empezaron a rodearle sin que se diera cuenta. Empezaron siendo pocas, pero pronto se convirtieron en una verdadera molestia. Una hasta se le metió en la boca y le dio arcadas. Braceó con fuerza para quitárselas de en medio y siguió avanzando metro a metro. La luz estaba cada vez más cerca, le hacía daño en los ojos al mirarla fijamente. Una necesidad casi palpable de tocarla se apoderó de él. Ya casi la tenía al alcance de la mano.
Maki estaba bastante seguro de que en el fondo del mar no había luz. Y si la había, era mejor evitarla. La única excepción era la propia Isla Gyojin, que tenía luz porque era una isla, así que lógicamente tenía que tener luz. Maki no entendía muy bien el mecanismo, pero así funcionando el mundo. El caso es que, obviando esa única y casi milagrosa excepción, las luces submarinas nunca, pero nunca, eran una buena señal. Eso era algo que aprendió en su más tierna infancia.
Nota del director: Pensábamos utilizar la clásica música de arpa para introducir un flashback, pero los ejecutivos del estudio prefirieron cambiarlo por el graznido de un carcayú.
Cuando no tenía más de diez años, salió solo de la isla. Era su primera excursión más allá de la burbuja que protegía los dominios de los gyojin, al menos la primera después de que se alejase del grupo durante su último viaje escolar y se colase en aquella fábrica de masa para galletas con tan poca vigilancia. Nadó y nadó, alejándose cada vez más de las aguas que conocía, hasta que se encontró con una misteriosa luz. No pudo evitar acercarse, atraído por su intenso brillo, pero la luz no hacía más moverse y seguir alejándose de él cada vez más. Cuando quiso darse cuenta, estaban solos la luz y él, y ni rastro de la isla. Tardó tres días en encontrar el camino de vuelta, y cuando por fin encontró la dura pared de la Red Line, el miedo a perderse fue sustituido por el miedo a las represalias de Rita Makintosh. La luz, por cierto, resultó no ser más que la que emitía la linterna de su casco de explorador.
Nota del director: Graznido de carcayú. Como no teníamos carcayús a mano, contratamos a Kiefer Sutherland para que lo imitase. Lo grabó una sola vez y ahora podemos usarlo cuando queramos. Jódete, Jack Bauer.
"Es una mala idea, seguro", se dijo Maki. Aun así, nadaba. Sabía que era peligroso. Que cuando no era una linterna engañosa era un pez bombilla devorador de peces, una bomba humana o un peaje mal puesto. Lo peor sería que fuese un volcán submarino. Había conocido a un tritón que una vez pasó cerca de un volcán submarino en erupción, y Postraumático Mike nunca volvió a ser el mismo. Pero... es que era una luz. Y había que ir hacia las luces.
Y allá que fue. Decidido a encontrar la puerta al otro lado del final del mar, a la torre malvada o a un restaurante submarino, Maki se aproximó sin vacilar ni mostrar temor.
Nota del director: El gran valor de Maki le sirvió para dejar su adicción al pegamento en dos ocasiones, en las que fue ingresado en el centro de rehabilitación Betty Ford.
Las burbujas empezaron a rodearle sin que se diera cuenta. Empezaron siendo pocas, pero pronto se convirtieron en una verdadera molestia. Una hasta se le metió en la boca y le dio arcadas. Braceó con fuerza para quitárselas de en medio y siguió avanzando metro a metro. La luz estaba cada vez más cerca, le hacía daño en los ojos al mirarla fijamente. Una necesidad casi palpable de tocarla se apoderó de él. Ya casi la tenía al alcance de la mano.
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