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Debía admitir que la actitud del vicealmirante me había cogido completamente por sorpresa. El ímpetu que había demostrado al principio, así como el modo en que había aplastado los barcos de los criminales, me había hecho pensar que se lanzaría de frente a la batalla. No obstante, quedaba claro que no sería así. «Una lástima», me dije, escrutando el rostro del oficial, pues sería de gran utilidad. En principio debía quedarme allí, con él, o eso dictaba el sentido común. Me retiré y me dirigí a la popa del barco. Nos acercábamos a la Aguja, y numerosos barcos idénticos al nuestro seguían nuestra estela.
Me esforcé por distinguir a alguno de mis compañeros. Cualquiera de ellos serviría para dar por hecho que los demás estaban bien. Una cara marcada mediante una cicatriz, una cabellera entre blanca y plateada, un cuerpo envuelto en vendas o un semblante surcado por grapas serían suficientes, mas no había ni rastro de los Justice Riders.
Volví la vista hacia atrás, clavando mis ojos color miel en la abertura que conducía al interior del Jinete. ¿Acaso nos habían adelantado y ya se encontraban dentro? La posibilidad estaba ahí, aunque el navío capitaneado por el vicealmirante Hyrule había sido el primero en abandonar el puerto. Medité mis opciones reclinado sobre la baranda del barco, mientras que los demás tripulantes lo preparaban todo para proteger la retaguardia de quienes se adentraban. Allí estaría mucho más seguro, de eso no cabía duda, y lo más lógico era pensar que tendría mucho menos trabajo. ¿Quién se dedicaría a atacar a la Marina en aquellas circunstancias?
Pero no me quedaba tranquilo. No me necesitaban, eso lo sabía, pero eso no evitaba que algo me empujase junto a ellos. Era un extraño anhelo que nacía de algún lugar en mi interior, pidiendo a gritos ser expresado mediante un acto de valentía y responsabilidad. Pocas cosas había que fuesen más impropias de mí, pero ahí estaba. Suspiré, maldiciendo a mi conciencia y dirigiéndome de nuevo al lugar donde se encontraba el hombre de paja. Daba órdenes a diestro y siniestro, o eso me pareció mientras me aproximaba a él.
—Señor —empecé, esperando el momento en que pudiese dedicarme su atención—. Verá, creo que los integrantes de mi brigada se han metido ahí dentro. —Señalé el monumento a la destrucción—. Solicito permiso para unirme a ellos, vicealmirante Hyrule —concluí, deseando con un minúsculo fragmento de mi subconsciente que rechazase la solicitud. ¡Qué demonios, tenía que cuidar de los míos! Aunque sólo fuese por aquella vez...
Me esforcé por distinguir a alguno de mis compañeros. Cualquiera de ellos serviría para dar por hecho que los demás estaban bien. Una cara marcada mediante una cicatriz, una cabellera entre blanca y plateada, un cuerpo envuelto en vendas o un semblante surcado por grapas serían suficientes, mas no había ni rastro de los Justice Riders.
Volví la vista hacia atrás, clavando mis ojos color miel en la abertura que conducía al interior del Jinete. ¿Acaso nos habían adelantado y ya se encontraban dentro? La posibilidad estaba ahí, aunque el navío capitaneado por el vicealmirante Hyrule había sido el primero en abandonar el puerto. Medité mis opciones reclinado sobre la baranda del barco, mientras que los demás tripulantes lo preparaban todo para proteger la retaguardia de quienes se adentraban. Allí estaría mucho más seguro, de eso no cabía duda, y lo más lógico era pensar que tendría mucho menos trabajo. ¿Quién se dedicaría a atacar a la Marina en aquellas circunstancias?
Pero no me quedaba tranquilo. No me necesitaban, eso lo sabía, pero eso no evitaba que algo me empujase junto a ellos. Era un extraño anhelo que nacía de algún lugar en mi interior, pidiendo a gritos ser expresado mediante un acto de valentía y responsabilidad. Pocas cosas había que fuesen más impropias de mí, pero ahí estaba. Suspiré, maldiciendo a mi conciencia y dirigiéndome de nuevo al lugar donde se encontraba el hombre de paja. Daba órdenes a diestro y siniestro, o eso me pareció mientras me aproximaba a él.
—Señor —empecé, esperando el momento en que pudiese dedicarme su atención—. Verá, creo que los integrantes de mi brigada se han metido ahí dentro. —Señalé el monumento a la destrucción—. Solicito permiso para unirme a ellos, vicealmirante Hyrule —concluí, deseando con un minúsculo fragmento de mi subconsciente que rechazase la solicitud. ¡Qué demonios, tenía que cuidar de los míos! Aunque sólo fuese por aquella vez...
- Resumen:
- Relleno introspectivo y pedir al vicealmirante que me deje meterme en la Aguja para buscar a los Justice Riders.
Giotto Leblanc
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El discurso motivacional del rubio pasó un tanto desapercibido, o eso es lo que él sintióm mas uno de los oficiales que estaban a cargo del barco se dirigió a Dretch con un concepto que desconocía por completo. «¿Qué demonios era un terminator?, se preguntó, cargando sus guantes un turno más con fuego. No lo tenía claro, ¿sería algo relacionado con la literatura moderna? ¿Alguna forma arcaica de referirse a alguien pesimista? A saber. Podía ser cualquier cosa.
Giotto miró a su compañero de bonanzas, y quiso darle a entender que no sabía a qué se refería aquel hombre. Y fue entonces cuando algo sobrevoló el cielo. Era un haz de luz azul tan intenso que parecía divino, como si una estrella hubiera bajado del firmamento por alguna razón que desconocía. No obstante, en la situación en la que se encontraba debía ser peligroso. Algún tipo de arma, o un ataque enemigo. Pero, no hubo nada que lo alertara. Seguidamente el barco avanzó raudo como ninguno, sorteando los restos de la primera toma de contacto que allí había habido, y de la que había sido participe. Se sentía bien consigo mismo. Había acabado con decenas de vidas en un instante, y le daba igual. Nuevamente tenía dudas, ¿el fin justificaba los medios? ¿Qué estaba bien y estaba mal? Su mano le temblaba, y entonces miró a Dretch a los ojos.
—Señor Buerganor —le dijo—. Necesito que me des una torta en la cara. No preguntes, solo hazlo.
Esperaba que el tiempo que llevaban juntos fuera suficiente para que supiera que le ocurría verdaderamente al rubio. Le daba vergüenza decir en voz alta que estaba teniendo dudas, de si estaba preparado para, de una forma u otra, comandarlos hasta la victoria. Dretch era el líder, sí, pero Giotto siempre había sido la mano ejecutora, quien se encargaba, al final, de dar el primer o el último paso. Y necesitaba de aquello.
Una vez lo hizo, pues era una propuesta que no podía rechazar, puso la mano en el centro de todo.
—Señores, señoritas, papafrita —aclaró al final, mirando a todos de izquierda a derecha, clavando su mirada por último en Shintaro—. Dentro no sabemos que vamos a encontrar, y, al final, como ha dicho el líder de esta extraña agrupación poco deseada, nos valemos por nosotros mismos más que por otra cosa. Dentro no sabemos que vamos a encontrar, no obstante, la comunicación es la clave de todo este asunto. Ahora que la mayoría de los marines han marchado hacia la batalla, ya puedo deciros quien soy. Mi nombre es Giotto LeBlanc, y puedo prometeros que voy a intentar que todos salgáis con vida de esta —la llama de su cabeza comenzó a brillar con más intensidad, aunque sin aumentar su tamaño—. Así que adentrémonos en la boca del infierno y fulminemos a los demonios que quieren arrasar con la paz en nuestro tiempo.
Su intención era motivar al grupo e intentar hacer piña de alguna forma. Un líder manco y tuerto que se negaba a aprender que era el haki, una mink capaz de crear lava, una muchacha que no había demostrado saber el rokushiki, un tirador que buscaba agasajar todo lo que pudiera de unos ancianos, un peliverde que podría ser mejor de lo que es, y un músico que jugaba a ser un agente de la paz. Un grupo que, tanto por separado como en conjunto, no parecía muy de fiar. Así que esperaba que todos pusieran la mano sobre la suya antes de partir hacia la aguja.
Giotto miró a su compañero de bonanzas, y quiso darle a entender que no sabía a qué se refería aquel hombre. Y fue entonces cuando algo sobrevoló el cielo. Era un haz de luz azul tan intenso que parecía divino, como si una estrella hubiera bajado del firmamento por alguna razón que desconocía. No obstante, en la situación en la que se encontraba debía ser peligroso. Algún tipo de arma, o un ataque enemigo. Pero, no hubo nada que lo alertara. Seguidamente el barco avanzó raudo como ninguno, sorteando los restos de la primera toma de contacto que allí había habido, y de la que había sido participe. Se sentía bien consigo mismo. Había acabado con decenas de vidas en un instante, y le daba igual. Nuevamente tenía dudas, ¿el fin justificaba los medios? ¿Qué estaba bien y estaba mal? Su mano le temblaba, y entonces miró a Dretch a los ojos.
—Señor Buerganor —le dijo—. Necesito que me des una torta en la cara. No preguntes, solo hazlo.
Esperaba que el tiempo que llevaban juntos fuera suficiente para que supiera que le ocurría verdaderamente al rubio. Le daba vergüenza decir en voz alta que estaba teniendo dudas, de si estaba preparado para, de una forma u otra, comandarlos hasta la victoria. Dretch era el líder, sí, pero Giotto siempre había sido la mano ejecutora, quien se encargaba, al final, de dar el primer o el último paso. Y necesitaba de aquello.
Una vez lo hizo, pues era una propuesta que no podía rechazar, puso la mano en el centro de todo.
—Señores, señoritas, papafrita —aclaró al final, mirando a todos de izquierda a derecha, clavando su mirada por último en Shintaro—. Dentro no sabemos que vamos a encontrar, y, al final, como ha dicho el líder de esta extraña agrupación poco deseada, nos valemos por nosotros mismos más que por otra cosa. Dentro no sabemos que vamos a encontrar, no obstante, la comunicación es la clave de todo este asunto. Ahora que la mayoría de los marines han marchado hacia la batalla, ya puedo deciros quien soy. Mi nombre es Giotto LeBlanc, y puedo prometeros que voy a intentar que todos salgáis con vida de esta —la llama de su cabeza comenzó a brillar con más intensidad, aunque sin aumentar su tamaño—. Así que adentrémonos en la boca del infierno y fulminemos a los demonios que quieren arrasar con la paz en nuestro tiempo.
Su intención era motivar al grupo e intentar hacer piña de alguna forma. Un líder manco y tuerto que se negaba a aprender que era el haki, una mink capaz de crear lava, una muchacha que no había demostrado saber el rokushiki, un tirador que buscaba agasajar todo lo que pudiera de unos ancianos, un peliverde que podría ser mejor de lo que es, y un músico que jugaba a ser un agente de la paz. Un grupo que, tanto por separado como en conjunto, no parecía muy de fiar. Así que esperaba que todos pusieran la mano sobre la suya antes de partir hacia la aguja.
El hielo no tardó en impedir el avance del barco. Era una verdadera molestia, de modo que el rubio se vio obligado a disminuir la velocidad del navío para que Marc pudiese frenarlo del todo. Bajó de la cofa de un salto, encontrándose con Luka cuando apenas había dado unos pasos. El gyojin estaba mojado, señal de que había estado en las profundidades hasta hacía poco tiempo.
—A mí tampoco me gusta —respondió, encogiéndose de hombros y haciendo gala de la calma que le caracterizaba—. No sé en qué estará pensando Zane, pero algo debe tener en mente —conjeturó—. Al menos eso espero, porque va a tener que darme un motivo muy bueno para que arriesgue mi vida por la de alguno de ellos. De todos modos, no nos haría ningún bien pelear con ellos ahora mismo, así que yo no haría nada raro. Y tranquilo, cuidaré tu espalda —rio, dándole una palmada en el hombro para, acto seguido, seguir las indicaciones de Spanner y poner sus pies sobre el hielo.
Haciendo honor a la verdad, el habitante del mar tenía toda la razón a ojos del contramaestre. A pesar de ello, la naturaleza irascible y volátil del oficial de cubierta no podía ser avivada por más sospechas. Alimentar sus dudas y reforzar sus convicciones sólo podía conducir al enfrentamiento más contraproducente que podría tener lugar en aquel contexto. Por otro lado, ello no implicaba fiarse de la palabra de un Almirante.
Caminó junto a sus compañeros, cerrando la comitiva tal y como solía hacer. Se sentía más cómodo allí, pues había comenzado a desarrollar una extraña obsesión por asegurar dentro de lo posible la salud de sus compañeros. Era un tanto absurdo, pues cada uno de ellos había demostrado en numerosas ocasiones que no necesitaban guardaespaldas. A pesar de ello, y aunque que sospechaba que muchos no lo veían con buenos ojos —sobre todo Luka y Kath—, continuaba haciéndolo por puro egoísmo. Era consciente de ello y lo había llegado a asumir.
Acababan de llegar a la altura del capitán. Antes de que el rubio pudiese comprobar quién había allí además de los Arashi, el semigigante se aproximó a él. Era curioso cómo un ser tan grande y corpulento podía inspirar tanta ternura. No le gustaba el queso. Marc lo sabía y Therax era consciente de ello. Por eso, cuando le tendió la pieza que había creado, el rōnin alado no pudo más que aceptar el ofrecimiento con una sonrisa. Lo guardó en uno de sus bolsillos, envolviéndolo en un pañuelo para que evitar en la medida de lo posible que transmitiese su olor a la ropa.
—Me parece que estás chorreando —dijo entonces, creyendo haber visto cómo un pegote marrón se precipitaba desde la anatomía de Alviss y caía sobre el hielo—. ¿Puede ser?
—A mí tampoco me gusta —respondió, encogiéndose de hombros y haciendo gala de la calma que le caracterizaba—. No sé en qué estará pensando Zane, pero algo debe tener en mente —conjeturó—. Al menos eso espero, porque va a tener que darme un motivo muy bueno para que arriesgue mi vida por la de alguno de ellos. De todos modos, no nos haría ningún bien pelear con ellos ahora mismo, así que yo no haría nada raro. Y tranquilo, cuidaré tu espalda —rio, dándole una palmada en el hombro para, acto seguido, seguir las indicaciones de Spanner y poner sus pies sobre el hielo.
Haciendo honor a la verdad, el habitante del mar tenía toda la razón a ojos del contramaestre. A pesar de ello, la naturaleza irascible y volátil del oficial de cubierta no podía ser avivada por más sospechas. Alimentar sus dudas y reforzar sus convicciones sólo podía conducir al enfrentamiento más contraproducente que podría tener lugar en aquel contexto. Por otro lado, ello no implicaba fiarse de la palabra de un Almirante.
Caminó junto a sus compañeros, cerrando la comitiva tal y como solía hacer. Se sentía más cómodo allí, pues había comenzado a desarrollar una extraña obsesión por asegurar dentro de lo posible la salud de sus compañeros. Era un tanto absurdo, pues cada uno de ellos había demostrado en numerosas ocasiones que no necesitaban guardaespaldas. A pesar de ello, y aunque que sospechaba que muchos no lo veían con buenos ojos —sobre todo Luka y Kath—, continuaba haciéndolo por puro egoísmo. Era consciente de ello y lo había llegado a asumir.
Acababan de llegar a la altura del capitán. Antes de que el rubio pudiese comprobar quién había allí además de los Arashi, el semigigante se aproximó a él. Era curioso cómo un ser tan grande y corpulento podía inspirar tanta ternura. No le gustaba el queso. Marc lo sabía y Therax era consciente de ello. Por eso, cuando le tendió la pieza que había creado, el rōnin alado no pudo más que aceptar el ofrecimiento con una sonrisa. Lo guardó en uno de sus bolsillos, envolviéndolo en un pañuelo para que evitar en la medida de lo posible que transmitiese su olor a la ropa.
—Me parece que estás chorreando —dijo entonces, creyendo haber visto cómo un pegote marrón se precipitaba desde la anatomía de Alviss y caía sobre el hielo—. ¿Puede ser?
- Cosillas guardadas:
- Manchego: entregado por Marc, se trata de un queso contundente, de sabor fuerte y que llena el paladar. Un bocado y te ves capaz de aguantar lo que sea, por lo que otorga un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Resistencia durante 3 posts.
- Resumen - Arashi, sobre todo Luka y Alviss:
- Nada importante más allá de hablar con Luka y Alviss.
Luka Rooney
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Luka asintió ante los comentarios del rubio espadachín. Su frialdad a la hora de hablar, a sí como la tranquilidad que desprendía siempre le transmitían buenas vibraciones al habitante del mar. El pirata entendió entonces, que si Therax tenía las mismas preocupaciones que él, era por algo. Sin embargo ambos coincidían en que su capitán debía tener un plan. Plan que, por otro lado, exigirían saber lo antes posibles.
Al gyojin le llegó entonces un aroma un tanto… ¿Dulce? Sí, digamos que dulce, y cuando se desplazó a la otra parte de cubierta, pudo ver cómo Alviss estaba lleno de… No, no malpensemos. Ni la mierda de las mujeres huele tan bien. El tiburón se acercó hasta su posición, oliendo de manera más intensa, y finalmente llegó a una conclusión, aunque ésta tuvo que esperar para salir hasta que Marc dejó de hablar. El semigigante acompañaba al novato pirata y le ayudaba a comprender lo que estaba pasando.
- Es chocolate. O algo hecho de chocolate. Lo voy a probar -comentó pasando sus dedos por los restos del humano-. Recordadme como a un héroe.
Y, una vez se llevó los dedos a la boca, el gyojin afirmó. Era chocolate. No pasaron más de dos segundos hasta que al habitante del mar se le iluminó la bombilla. Chocolate… Unido a sus habilidades creando cualquier tipo de droga, sería algo digno de comercializar.
- ¿Te la has comido ahora, Alviss? -preguntó, recibiendo una respuesta afirmativa- Cuando la controles… Cuando la controles podemos hacer cosas juntos. Tu chocolate y mis drogas pueden ser una mezcla cojonuda. Eso y la ayuda de Marc en la cocina, y podemos hacer platos con buena mierda.
Luka sonrió, comentándole finalmente a Alviss que le podía ayudar en su control del elemento que, francamente, no llevaba muy bien, pero aquello debía esperar. Lo importante ahora era reunirse con su capitán, tal y como le había pedido.
El gyojin miró por la cubierta, sorprendiéndose al ver que todo su alrededor estaba congelado. Debía de ser uno de los poderes de algún marine, aunque en cualquier caso, aquello ya no importaba con la alianza firmada. Luka saltó y caminó hacia Zane, que se encontraba algo pensativo. Fue el primero en llegar, y su capitán le habló, intentando aclararle las dudas.
En un discurso en el que hizo mención a una situación similar, cuando la élite del mar se unió en busca de diversas intenciones respecto a Legam Legim, el capitán de los Arashi le quiso hacer ver al gyojin lo que podría pasar aquél día si todo seguía su curso como en aquél entonces. Luka casi muere, Zane perdió su combate y salió malherido también, y el mundo estuvo a punto de tambalearse de nuevo. Aquella situación no hacía sino empeorar todo, y era justo lo que el pelirrojo intentaba evitar. Su pacto con la marina era un mal menor, un atajo a conseguir lo que todos queríamos; seguir vivos. Y así debía verlo el gyojin.
- Lo entiendo, capitán -comentó serio, mirándole a los ojos-. No es fácil, pero lo haré. Me esforzaré mantener las formas -finalizó, tendiéndole la mano.
Tras ello, se acercó hasta los marines, fijándose en el que parecía ser el almirante Al, famoso en todo el mundo por sus múltiples hazañas. Lo cierto era que imponía, y se veía su fortaleza, tanto física como mental, con solo echarle un vistazo. Controló su ira y apretó el puño, notando el calor de su pulsera.
- Por lo visto tenemos un trato -comentó, fijando su vista en la del marine-. Soy Luka, y aunque me cueste, hoy pondré mi vida a tu disposición también. Salvemos este puto mundo y volvamos a darnos de hostias -finalizó, tendiéndole la mano de manera firme.
Finalmente, volvería atrás y cogería el queso que Marc tan amablemente le había hecho.
- Gracias hermano -comentaría tendiéndole también la mano-. Llegado el momento, me vendrá bien. Vamos a salvar el mundo, ¡amigo!
Por alguna extraña razón, daba igual cómo se encontrase el gyojin. Si veía a Marc, se ponía contento y feliz. Aquella era una de las mejores sensaciones que podía experimentar sin tocar las drogas. Ains… Las drogas.
Al gyojin le llegó entonces un aroma un tanto… ¿Dulce? Sí, digamos que dulce, y cuando se desplazó a la otra parte de cubierta, pudo ver cómo Alviss estaba lleno de… No, no malpensemos. Ni la mierda de las mujeres huele tan bien. El tiburón se acercó hasta su posición, oliendo de manera más intensa, y finalmente llegó a una conclusión, aunque ésta tuvo que esperar para salir hasta que Marc dejó de hablar. El semigigante acompañaba al novato pirata y le ayudaba a comprender lo que estaba pasando.
- Es chocolate. O algo hecho de chocolate. Lo voy a probar -comentó pasando sus dedos por los restos del humano-. Recordadme como a un héroe.
Y, una vez se llevó los dedos a la boca, el gyojin afirmó. Era chocolate. No pasaron más de dos segundos hasta que al habitante del mar se le iluminó la bombilla. Chocolate… Unido a sus habilidades creando cualquier tipo de droga, sería algo digno de comercializar.
- ¿Te la has comido ahora, Alviss? -preguntó, recibiendo una respuesta afirmativa- Cuando la controles… Cuando la controles podemos hacer cosas juntos. Tu chocolate y mis drogas pueden ser una mezcla cojonuda. Eso y la ayuda de Marc en la cocina, y podemos hacer platos con buena mierda.
Luka sonrió, comentándole finalmente a Alviss que le podía ayudar en su control del elemento que, francamente, no llevaba muy bien, pero aquello debía esperar. Lo importante ahora era reunirse con su capitán, tal y como le había pedido.
El gyojin miró por la cubierta, sorprendiéndose al ver que todo su alrededor estaba congelado. Debía de ser uno de los poderes de algún marine, aunque en cualquier caso, aquello ya no importaba con la alianza firmada. Luka saltó y caminó hacia Zane, que se encontraba algo pensativo. Fue el primero en llegar, y su capitán le habló, intentando aclararle las dudas.
En un discurso en el que hizo mención a una situación similar, cuando la élite del mar se unió en busca de diversas intenciones respecto a Legam Legim, el capitán de los Arashi le quiso hacer ver al gyojin lo que podría pasar aquél día si todo seguía su curso como en aquél entonces. Luka casi muere, Zane perdió su combate y salió malherido también, y el mundo estuvo a punto de tambalearse de nuevo. Aquella situación no hacía sino empeorar todo, y era justo lo que el pelirrojo intentaba evitar. Su pacto con la marina era un mal menor, un atajo a conseguir lo que todos queríamos; seguir vivos. Y así debía verlo el gyojin.
- Lo entiendo, capitán -comentó serio, mirándole a los ojos-. No es fácil, pero lo haré. Me esforzaré mantener las formas -finalizó, tendiéndole la mano.
Tras ello, se acercó hasta los marines, fijándose en el que parecía ser el almirante Al, famoso en todo el mundo por sus múltiples hazañas. Lo cierto era que imponía, y se veía su fortaleza, tanto física como mental, con solo echarle un vistazo. Controló su ira y apretó el puño, notando el calor de su pulsera.
- Por lo visto tenemos un trato -comentó, fijando su vista en la del marine-. Soy Luka, y aunque me cueste, hoy pondré mi vida a tu disposición también. Salvemos este puto mundo y volvamos a darnos de hostias -finalizó, tendiéndole la mano de manera firme.
Finalmente, volvería atrás y cogería el queso que Marc tan amablemente le había hecho.
- Gracias hermano -comentaría tendiéndole también la mano-. Llegado el momento, me vendrá bien. Vamos a salvar el mundo, ¡amigo!
Por alguna extraña razón, daba igual cómo se encontrase el gyojin. Si veía a Marc, se ponía contento y feliz. Aquella era una de las mejores sensaciones que podía experimentar sin tocar las drogas. Ains… Las drogas.
- Resumen:
- Escuchar a Therax y responderle.
- Probar el chocolate de Alviss y pensar cosas nasis.
- Saltar del barco e ir hasta donde Zane, escuchándole y aceptando su trato.
- Presentarse ante el almirante Al, a su manera.
- Coger el queso de Marc y guardarlo.
- Escuchar a Therax y responderle.
- Cosas:
- Carga pulsera: 4 turnos.
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 4 turnos.
Dretch
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Dretch estaba confuso, había abierto su corazón a aquellos desconocidos en espera de que estos renegaran de su liderazgo y tuvieran la oportunidad de salvar sus vidas, pero tenía la ligera sospecha de que, o bien no habían entendido su mensaje, o bien no les había importado lo más mínimo que él pudiese suponer una amenaza durante la misión. Teniendo en cuenta el hecho de que Ellie le había abrazado hacía ya algunos segundos y no parecía tener intención de separarse de él, sospechaba más por lo segundo. De hecho, no había sido solo la mink la única en reaccionar positivamente a sus palabras; tanto Taylor, como Giotto e incluso Simo parecían optimistas. Y lo cierto era… que tenían razón, quién más quién menos, todos los presentes habían sido entrenados en alguna de las agencias gubernamentales y, aunque un escenario apocalíptico como aquel no fuese algo habitual, aquello no se alejaba tanto de las habituales misiones de infiltración, sabotaje y neutralización selectiva.
De repente, una puya del vicealmirante le sacó de sus divagaciones y le devolvió de vuelta al Espíritu de Condoriano ¿Cómo le había llamado? ¿Termineitor? Fuera como fuese, el espectáculo se había terminado. Una vez que la mink se hubo separado de él, volvió a bajarse la manga de su gabardina y a enfundar la mano de nuevo en el guante, ocultando así la marca de vergüenza.
- Gracias, supongo – fue lo único que fue capaz de musitar entre agradecido e incómodo ¿Era impresión suya o aquel abrazo había sido eterno? No tenía la más remota idea de cómo actuar con alguien de una raza tan diferente a la suya y, aunque le hubiera gustado acariciarle la cabeza, se contuvo por temor a echar a perder aquel emotivo momento.
Por fortuna, el barco comenzó a surcar las olas con la misma facilidad que un cuchillo caliente atravesaba la mantequilla. Casi parecía increíble que, después de la mala suerte al haber sido asignados a primera línea del conflicto, apenas hubieran corrido ningún peligro real. No tardaron demasiado en reducir considerablemente la distancia que los separaba de la entrada secreta del perímetro defensivo de la aguja. Para cuando este arribó en un pequeño puerto interior y la despedida con la tripulación del Espíritu de Condoriano se hacía más inminente, Giotto abrió la boca incitándole a golpearle.
Dretch enarcó la ceja de su ojo sano, pero rechazó su extraña petición. El norteño parecía nervioso y aquello no era normal en él, pero, a fin de cuentas, era su primera experiencia en una misión de aquel tipo de magnitud, era comprensible.
- Si tuviera que golpearte cada vez que sueltas una chorrada tendría que buscarme otro brazo biónico – se limitó a responderle en petit comité, mientras le daba un par de palmaditas en la espalda.
Tras esto, Leblanc los alentó a adentrarse por el boquete que había al lado de la puerta. A fin de cuentas ¿Qué otra cosa podía hacer? Posó su mano derecha sobre la del rubio y, en espera de que el resto hiciera lo mismo, trató de escudriñar entre la oscuridad que era lo que se escondía en el interior de la aguja. Alguien tendría que adentrarse en aquella aberración y, dado que habían sido de los primeros en llegar, debían de predicar con el ejemplo.
De repente, una puya del vicealmirante le sacó de sus divagaciones y le devolvió de vuelta al Espíritu de Condoriano ¿Cómo le había llamado? ¿Termineitor? Fuera como fuese, el espectáculo se había terminado. Una vez que la mink se hubo separado de él, volvió a bajarse la manga de su gabardina y a enfundar la mano de nuevo en el guante, ocultando así la marca de vergüenza.
- Gracias, supongo – fue lo único que fue capaz de musitar entre agradecido e incómodo ¿Era impresión suya o aquel abrazo había sido eterno? No tenía la más remota idea de cómo actuar con alguien de una raza tan diferente a la suya y, aunque le hubiera gustado acariciarle la cabeza, se contuvo por temor a echar a perder aquel emotivo momento.
Por fortuna, el barco comenzó a surcar las olas con la misma facilidad que un cuchillo caliente atravesaba la mantequilla. Casi parecía increíble que, después de la mala suerte al haber sido asignados a primera línea del conflicto, apenas hubieran corrido ningún peligro real. No tardaron demasiado en reducir considerablemente la distancia que los separaba de la entrada secreta del perímetro defensivo de la aguja. Para cuando este arribó en un pequeño puerto interior y la despedida con la tripulación del Espíritu de Condoriano se hacía más inminente, Giotto abrió la boca incitándole a golpearle.
Dretch enarcó la ceja de su ojo sano, pero rechazó su extraña petición. El norteño parecía nervioso y aquello no era normal en él, pero, a fin de cuentas, era su primera experiencia en una misión de aquel tipo de magnitud, era comprensible.
- Si tuviera que golpearte cada vez que sueltas una chorrada tendría que buscarme otro brazo biónico – se limitó a responderle en petit comité, mientras le daba un par de palmaditas en la espalda.
Tras esto, Leblanc los alentó a adentrarse por el boquete que había al lado de la puerta. A fin de cuentas ¿Qué otra cosa podía hacer? Posó su mano derecha sobre la del rubio y, en espera de que el resto hiciera lo mismo, trató de escudriñar entre la oscuridad que era lo que se escondía en el interior de la aguja. Alguien tendría que adentrarse en aquella aberración y, dado que habían sido de los primeros en llegar, debían de predicar con el ejemplo.
Ellie
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Ellie no era demasiado buena captando las emociones de la gente, pero a juzgar por el simple gracias de Dretch, sumado a su aparente nerviosismo, entendió que quizá se había sobrepasado en su abrazo. Todavía no era del todo consciente de que trataba con humanos, y lo que hubiera hecho con la gente de su isla natal, quizá se malinterpretase allí.
De cualquiera de las maneras, la agente se quedó un poco aislada, escuchando las conversaciones de la gente sin hablar. Y entonces escuchó a Giotto pedir que le abofetearan. Dretch se negó, y la mink observó el panorama. Parecía que al hombre de fuego le pasaba algo, así que rauda y veloz, se acercó hasta su posición, posándole la pata sobre la mejilla derecha.
- ¡Bu! -se limitó a decir antes de que una pequeña descarga le chasqueara el moflete.
Si bien el humano no sentiría un gran dolor, seguro que era lo que necesitaba para… Lo que fuera que necesitase. Y sin emplear la violencia. Aunque bueno, era probable que le quedase una pequeña marca unos días, pero era lo de menos. La mink sonrió contenta ante lo que acababa de hacer. Había ayudado a uno de sus nuevos amigos, y aquello era la mejor de las noticias en el momento.
Salvo porque la tripulación del barco no dejaba de sorprender a la agente. La mink escuchaba cada historia y la vivía como si fuese suya. Familiares perdidos en los mares, gente que había luchado en infinidad de guerras, limpiadoras cuyos dramas familiares espantarían a cualquier soltero. Y entonces, como si de una carrera se tratase, el viejo barco cogió una velocidad increíble, propulsandose y pasando cerca de algunos de sus aliados y enemigos, a decir verdad, Ellie no sabía diferenciarlos del todo yendo tan rápido.
La mink estaba bastante emocionada ante lo que parecía que iba a llegar. Los viejos pararon el barco en un puerto donde había una multitud de marines y les desearon suerte, y la joven, poniendo ojitos de nuevo, se dirigió a cada persona de la tripulación dándole las gracias por el viaje. Visiblemente emocionada, no pudo evitar que alguna lágrima cayera por su rostro.
- Muchas gracias por la comida, es usted un excelente cocinero -le comentó a quien le ofreció y posteriormente dió un plato de comida-. ¡Y me gusta mucho su pasión por el picante!
- Oh, Sofía -le comentó a la anciana con bastón encargada de la seguridad del navío-, muy amable durante el viaje, dígale a su sobrina que se aliste en la marina, que le eche narices. ¡Seguro que la veo en el futuro!
- ¡Tú! El jefe -le comentó al viejo con la gran gabardina-. Muchas gracias por el viaje, sois una tripulación increíble. Probablemente la mejor con la que he viajado. Suerte volviendo y disfrutad de este barco lo poco que le queda, es increíble. Ojalá alguien me hubiera tratado una miléstima parte de bien de lo que habéis tratado a este barco. ¡Os quiero y os llevaré siempre en mi corazón! Y, por supuesto, ¡estáis invitados a seguir nuestro camino si queréis!
Ellie sabía que los ancianos probablemente no aceptarían, pero aún así, estaba en la obligación moral de invitarles. Tras ello, y escuchando lo que tuvieran que decir, dió un potente salto desde cubierta, para acabar cayendo sobre tierra firme, por fin. Una enorme puerta les impedía el paso, pero justo cuando la mink cayó, explotó y les dejó el camino descubierto.
- Os prometo que yo no he sido -comentó sonriente, intentando cambiar su rostro. Aún estaba emocionada-. Bien, tenemos dos opciones, seguir a los marines o no. ¿Qué decís?
Tras ello, Giotto se decidió a hablar, y con un discurso que pretendía subir el ánimo de los agentes, se dirigió a todos. Sin duda el pintoresco grupo tenía un destino que seguir, pero aún no eran conscientes de dónde se estaban metiendo. Ni de qué les deparaba el propio destino.
De cualquiera de las maneras, la agente se quedó un poco aislada, escuchando las conversaciones de la gente sin hablar. Y entonces escuchó a Giotto pedir que le abofetearan. Dretch se negó, y la mink observó el panorama. Parecía que al hombre de fuego le pasaba algo, así que rauda y veloz, se acercó hasta su posición, posándole la pata sobre la mejilla derecha.
- ¡Bu! -se limitó a decir antes de que una pequeña descarga le chasqueara el moflete.
Si bien el humano no sentiría un gran dolor, seguro que era lo que necesitaba para… Lo que fuera que necesitase. Y sin emplear la violencia. Aunque bueno, era probable que le quedase una pequeña marca unos días, pero era lo de menos. La mink sonrió contenta ante lo que acababa de hacer. Había ayudado a uno de sus nuevos amigos, y aquello era la mejor de las noticias en el momento.
Salvo porque la tripulación del barco no dejaba de sorprender a la agente. La mink escuchaba cada historia y la vivía como si fuese suya. Familiares perdidos en los mares, gente que había luchado en infinidad de guerras, limpiadoras cuyos dramas familiares espantarían a cualquier soltero. Y entonces, como si de una carrera se tratase, el viejo barco cogió una velocidad increíble, propulsandose y pasando cerca de algunos de sus aliados y enemigos, a decir verdad, Ellie no sabía diferenciarlos del todo yendo tan rápido.
La mink estaba bastante emocionada ante lo que parecía que iba a llegar. Los viejos pararon el barco en un puerto donde había una multitud de marines y les desearon suerte, y la joven, poniendo ojitos de nuevo, se dirigió a cada persona de la tripulación dándole las gracias por el viaje. Visiblemente emocionada, no pudo evitar que alguna lágrima cayera por su rostro.
- Muchas gracias por la comida, es usted un excelente cocinero -le comentó a quien le ofreció y posteriormente dió un plato de comida-. ¡Y me gusta mucho su pasión por el picante!
- Oh, Sofía -le comentó a la anciana con bastón encargada de la seguridad del navío-, muy amable durante el viaje, dígale a su sobrina que se aliste en la marina, que le eche narices. ¡Seguro que la veo en el futuro!
- ¡Tú! El jefe -le comentó al viejo con la gran gabardina-. Muchas gracias por el viaje, sois una tripulación increíble. Probablemente la mejor con la que he viajado. Suerte volviendo y disfrutad de este barco lo poco que le queda, es increíble. Ojalá alguien me hubiera tratado una miléstima parte de bien de lo que habéis tratado a este barco. ¡Os quiero y os llevaré siempre en mi corazón! Y, por supuesto, ¡estáis invitados a seguir nuestro camino si queréis!
Ellie sabía que los ancianos probablemente no aceptarían, pero aún así, estaba en la obligación moral de invitarles. Tras ello, y escuchando lo que tuvieran que decir, dió un potente salto desde cubierta, para acabar cayendo sobre tierra firme, por fin. Una enorme puerta les impedía el paso, pero justo cuando la mink cayó, explotó y les dejó el camino descubierto.
- Os prometo que yo no he sido -comentó sonriente, intentando cambiar su rostro. Aún estaba emocionada-. Bien, tenemos dos opciones, seguir a los marines o no. ¿Qué decís?
Tras ello, Giotto se decidió a hablar, y con un discurso que pretendía subir el ánimo de los agentes, se dirigió a todos. Sin duda el pintoresco grupo tenía un destino que seguir, pero aún no eran conscientes de dónde se estaban metiendo. Ni de qué les deparaba el propio destino.
- Resumen:
Emocionarse con la partida de los viejovenes e invitarles a unirse.
Entender que su abrazo ha sido demasiado largo e intentar comportarse con el grupo.
Darle una pequeña descarga a Giotto. Lo ha pedido él.
Saltar y ver como la puerta vuela por los aires.
Preguntar al grupo qué quiere hacer, si seguir a los marines o ir por otro lado.
Eric Zor-El
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El shandiano agarró con su mano derecha la pequeña vasija que era el vaso de té que un marine le había dado. El lugar de procedencia de aquellas hierbas le era desconocido, sobre todo porque no había conseguido vislumbrar ningún tarro con las mismas. «¿Serán del hombre-rama?», se preguntó mientras lo olisqueaba con poco disimulo.
—No se preocupe, timonel suicida —comentó un marine, cuya vestimenta eran las de un teniente—. Pese a su forma de navegar tan brusca, no tenemos intención de vengarnos de forma tan cutre como puede ser envenenándole.
Eric mostró una sonrisa, y dio un sorbo.
—No es por morir envenenado, sino porque algo me dice que estas hierbas las habéis sacado de nuestro superior —comentó, para fumar de su pipa, que la sostenía con gracia con su diestra—. Y no me gustaría estar bebiendo un brebaje con matojos procedentes de sus partes pudendas.
Dicho aquello, y dando pequeños sorbos de su bebida, miró a Zuko. Fue a preguntarle a Kayn algo, pero entonces recordó que no hablaba. Más de una vez casi mete la pata con el muchacho, y le hablaba recibiendo algún gesto o movimiento extraño por parte del moreno. Sin embargo, le caía bien. Parecía buen tipo. Y entonces intervino Kenzo.
Habían llegado al campo de batalla, y en su retaguardia podía escuchar los gritos de dolor y los bramidos de los arduos guerreros del mar azul que buscaban conseguir el triunfo para su propio bando. Los bandos era algo extraño en el mar azul —al menos para Eric—, él estaba acostumbrado a que se dividieran en clanes, y estos a su vez en tribus, y estos en las distintas familias. ¿Qué se unían familias de distintos clanes? Pues esta se unía a la del varón, pasando la mujer a ser del clan y tener que hacer un rito de iniciación; aunque simplemente era un mero formalismo. Pero en la superficie, era distinto. Había dos bandos, los fieles al gobierno y los que incumplían las normas. Los primeros estaban divididos, pero a la vez mezclados. Y los últimos…, pese a ser reconocidos como un conjunto, estaban divididos en cientos de unidades independientes que, de vez en cuando, se unían si tenían intereses comunes; aunque rara vez duraba mucho la alianza.
Eric cerró los ojos, y una brisa meció sus cabellos, sintiendo una paz interior que era algo impropio de una guerra. Al abrirlos miró hacia el frente, hacía el interior del monstruo destructor de mundos. Asintió a lo que dijo Kenzo, y tiró el vaso de té al suelo, rompiéndolo en decenas de pedazos una vez se lo bebió.
—Estoy de acuerdo con él —dijo mirando hacia el frente, dando una calada corta a su pipa—. Nos ofrecimos voluntarios para entrar, ¿no es así? Pues no sé a qué estamos esperando para atravesar las puertas del faʻamataʻu.
Dicho aquello, golpeó la pipa con su antebrazo, dando pequeños golpecitos tirando las cenizas sobre el barco, para después pisarlo para que no provocara incendio alguno.
—No se preocupe, timonel suicida —comentó un marine, cuya vestimenta eran las de un teniente—. Pese a su forma de navegar tan brusca, no tenemos intención de vengarnos de forma tan cutre como puede ser envenenándole.
Eric mostró una sonrisa, y dio un sorbo.
—No es por morir envenenado, sino porque algo me dice que estas hierbas las habéis sacado de nuestro superior —comentó, para fumar de su pipa, que la sostenía con gracia con su diestra—. Y no me gustaría estar bebiendo un brebaje con matojos procedentes de sus partes pudendas.
Dicho aquello, y dando pequeños sorbos de su bebida, miró a Zuko. Fue a preguntarle a Kayn algo, pero entonces recordó que no hablaba. Más de una vez casi mete la pata con el muchacho, y le hablaba recibiendo algún gesto o movimiento extraño por parte del moreno. Sin embargo, le caía bien. Parecía buen tipo. Y entonces intervino Kenzo.
Habían llegado al campo de batalla, y en su retaguardia podía escuchar los gritos de dolor y los bramidos de los arduos guerreros del mar azul que buscaban conseguir el triunfo para su propio bando. Los bandos era algo extraño en el mar azul —al menos para Eric—, él estaba acostumbrado a que se dividieran en clanes, y estos a su vez en tribus, y estos en las distintas familias. ¿Qué se unían familias de distintos clanes? Pues esta se unía a la del varón, pasando la mujer a ser del clan y tener que hacer un rito de iniciación; aunque simplemente era un mero formalismo. Pero en la superficie, era distinto. Había dos bandos, los fieles al gobierno y los que incumplían las normas. Los primeros estaban divididos, pero a la vez mezclados. Y los últimos…, pese a ser reconocidos como un conjunto, estaban divididos en cientos de unidades independientes que, de vez en cuando, se unían si tenían intereses comunes; aunque rara vez duraba mucho la alianza.
Eric cerró los ojos, y una brisa meció sus cabellos, sintiendo una paz interior que era algo impropio de una guerra. Al abrirlos miró hacia el frente, hacía el interior del monstruo destructor de mundos. Asintió a lo que dijo Kenzo, y tiró el vaso de té al suelo, rompiéndolo en decenas de pedazos una vez se lo bebió.
—Estoy de acuerdo con él —dijo mirando hacia el frente, dando una calada corta a su pipa—. Nos ofrecimos voluntarios para entrar, ¿no es así? Pues no sé a qué estamos esperando para atravesar las puertas del faʻamataʻu.
Dicho aquello, golpeó la pipa con su antebrazo, dando pequeños golpecitos tirando las cenizas sobre el barco, para después pisarlo para que no provocara incendio alguno.
Roland von Klauswitz
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-...y yo le dije: "No, esa no es tu ardilla". ¡Jajajajaja! Ay... qué buenos tiempos...
El final de la historia de Erick el Sauce siempre era desternillante, por mucho que lo contara. Y ganaba todavía más con humanos, porque las plantas que solían escucharla no se reían demasiado. Hacía mucho tiempo que Kodama no tenía un público capaz de entender sus bromas. ¡Y vaya éxito había tenido la historia! Casi tanto como el té.
-¿Llevas alistado una semana y estás aquí? -le preguntó al cadete Erik, recién ingresado en sus filas-. Debes ser o muy fuerte o muy -"Humano", fue la palabra que se le ocurrió, pero supuso que no entendería que lo usaba como sinónimo de absurdamente insensato- valiente. Si sobrevives, ven a verme. Te haré un hueco en el club de jardinería. Estamos plantando tomateras.
Una semana... Y pensar que aceptaban voluntarios casi sin destetar. ¿De veras era una bue...?
-Oh, gracias -Alguien acababa de ofrecerle una espada. No era gran cosa, pero igual le servía. Al menos hasta tener un repuesto decente-. Verás, comodoro, en cuanto al plan... Salimos, entramos en la torre y la apagamos. O la echamos abajo, no me gusta atarme demasiado a los detalles. Supongo que el chico del hielo también estará por ahí, así que entre los dos arrestaremos a Redfield y, en el peor de los casos, nos dirá cómo apagar esta cosa. Pan masticado, como decís vosotros. Y, !ah¡ Tú eres el muchacho que llevaba el timón hace un rato, ¿verdad? Chico, este barco, y todos los demás, están hechos con partes de mis congéneres. Si los tratas mal otra vez te usaré para construirme yo mi propio barco -Kodama miró muy serio al joven de pelo blanco. Luego, como si nada hubiese pasado, sacó una bolsita de pastas-. Por cierto, ¿has probado estas galletitas? Tobi, querida, ¿puedes echarles un poco de ese potingue tuyo? Llevadle un par al chico de la venda en la cabeza. Parece que ha tenido un mal día.
No fue el único que repartió comida, aunque la suya tenía mejor pinta. Aun así aceptó el obsequio del marine de la cara vendada, por no ser descortés. Parte de su trabajo era mantener alta la moral para cuando tuviesen que enfrentarse al peligro.
Ese momento llegó no mucho más tarde. Se puso serio, dejó el té y manipuló la burbuja para que ascendiera y les llevase a la superficie. Emergieron frente al monstruoso edificio, con la batalla a sus espaldas. Le habría gustado detenerse a ayudar a los suyos, pero sabía que no era su misión. Su trabajo estaba ahí dentro.
-Los voluntarios descenderán aquí. El resto defenderá esta posición desde el navío. Cubridnos de cualquier arma que se oculte en el edificio mientras entramos. Y disparad una andanada contra la puerta.
No había tiempo que perder. Hizo brotar una rama desde su hombro y la extendió hasta la base de la torre. Una vez hecho, la desprendió de su cuerpo y dejó que sirviese de puente para que sus hombres pudiesen desembarcar sin necesidad de peligrosas maniobras de atraque. él mismo fue el primero en cruzar, a paso ligero. Si había que abrir la puerta, podría hacerlo a la fuerza, usando sus ramas o incluso cortándola con su espada buena, la del filo de kairoseki.
-En marcha.
El final de la historia de Erick el Sauce siempre era desternillante, por mucho que lo contara. Y ganaba todavía más con humanos, porque las plantas que solían escucharla no se reían demasiado. Hacía mucho tiempo que Kodama no tenía un público capaz de entender sus bromas. ¡Y vaya éxito había tenido la historia! Casi tanto como el té.
-¿Llevas alistado una semana y estás aquí? -le preguntó al cadete Erik, recién ingresado en sus filas-. Debes ser o muy fuerte o muy -"Humano", fue la palabra que se le ocurrió, pero supuso que no entendería que lo usaba como sinónimo de absurdamente insensato- valiente. Si sobrevives, ven a verme. Te haré un hueco en el club de jardinería. Estamos plantando tomateras.
Una semana... Y pensar que aceptaban voluntarios casi sin destetar. ¿De veras era una bue...?
-Oh, gracias -Alguien acababa de ofrecerle una espada. No era gran cosa, pero igual le servía. Al menos hasta tener un repuesto decente-. Verás, comodoro, en cuanto al plan... Salimos, entramos en la torre y la apagamos. O la echamos abajo, no me gusta atarme demasiado a los detalles. Supongo que el chico del hielo también estará por ahí, así que entre los dos arrestaremos a Redfield y, en el peor de los casos, nos dirá cómo apagar esta cosa. Pan masticado, como decís vosotros. Y, !ah¡ Tú eres el muchacho que llevaba el timón hace un rato, ¿verdad? Chico, este barco, y todos los demás, están hechos con partes de mis congéneres. Si los tratas mal otra vez te usaré para construirme yo mi propio barco -Kodama miró muy serio al joven de pelo blanco. Luego, como si nada hubiese pasado, sacó una bolsita de pastas-. Por cierto, ¿has probado estas galletitas? Tobi, querida, ¿puedes echarles un poco de ese potingue tuyo? Llevadle un par al chico de la venda en la cabeza. Parece que ha tenido un mal día.
No fue el único que repartió comida, aunque la suya tenía mejor pinta. Aun así aceptó el obsequio del marine de la cara vendada, por no ser descortés. Parte de su trabajo era mantener alta la moral para cuando tuviesen que enfrentarse al peligro.
Ese momento llegó no mucho más tarde. Se puso serio, dejó el té y manipuló la burbuja para que ascendiera y les llevase a la superficie. Emergieron frente al monstruoso edificio, con la batalla a sus espaldas. Le habría gustado detenerse a ayudar a los suyos, pero sabía que no era su misión. Su trabajo estaba ahí dentro.
-Los voluntarios descenderán aquí. El resto defenderá esta posición desde el navío. Cubridnos de cualquier arma que se oculte en el edificio mientras entramos. Y disparad una andanada contra la puerta.
No había tiempo que perder. Hizo brotar una rama desde su hombro y la extendió hasta la base de la torre. Una vez hecho, la desprendió de su cuerpo y dejó que sirviese de puente para que sus hombres pudiesen desembarcar sin necesidad de peligrosas maniobras de atraque. él mismo fue el primero en cruzar, a paso ligero. Si había que abrir la puerta, podría hacerlo a la fuerza, usando sus ramas o incluso cortándola con su espada buena, la del filo de kairoseki.
-En marcha.
- Resumen:
- Ofrecer tomates a Erik el bueno - Aceptar la espada del esqueleto bailongo de Biz - Contarle un plan de mierda a Zuko - Echar la bronca a Erik el malo - Pedirle potingue a Tobi y mandarle un poco a Hamlet - Aceptar la comida de Kayn y tirar para la superficie - Hacer un puentecito con una rama para desembarcar, ordenar que revienten la puerta a cañonazos y tirar pa' la aguja
Midorima Shintaro
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La comida estaba realmente deliciosa, hecha con mucho cariño y con dedicación. Como chef, podía decir que no era fácil conseguir esos sabores, pero el cocinero de a bordo era todo un experimentado en ese sentido. Suspiró con calma mientras notaba que el barco volvía a acelerar, dejando atrás a aliados y enemigo tan rápido que ni siquiera podían reparar en ellos. Era curioso que, pese a estar en primera línea, no hubieran tenido ningún problema real. No podía negar que estaba un poco aburrido y que le hubiera gustado ayudar a Giotto y a Ellie a acabar con algunos barcos, pero, en teoría, no debía destacar mucho, ¿no? Por suerte, Dretch, al parecer, seguía sin entender lo que era el haki y eso le ayudaba a evitar preguntas molestas.
Luego de una larga travesía, el barco llegó a su destino. Finalmente, estaban en la aguja. Estaba, en cierta parte, nervioso y ansioso. ¿Qué tipo de situaciones vivirían ahí dentro? ¿Con quién se toparían? ¿Existiría la posibilidad de encontrarse con Krauser? Lo había conocido durante su época de pirata, pero no sabía que tanto había evolucionado sus habilidades y ni siquiera se lo imaginaba siendo él quien había hecho andar esa cosa que destruye mares como quien hace panes. Por mucho “miedo” que podía infundir, el ex almirante era una buena persona y con ideales firmes. No era del tipo que amenazaba con destruir la vida de todos, inocentes o no. ¿Qué habría pasado en esos cinco años de ausencia? El sonido de la puerta explotando lo alarmó unos segundos, pero al ver que no salía nadie, se relajó.
Giotto hizo que todo el grupo se juntara. Caminó hacia él y escuchó sus palabras. Era un discurso motivacional, pero algo le molestaba. ¿Sabrían exactamente a qué se enfrentarían? Quizás sí, quizás no, pero fuera el caso que fuera, tenía que tratar de advertirlos, quizás haría que le hicieran preguntas, pero prefería eso a que ellos murieran por su culpa, por no haber compartido información.
—Antes de entrar —dijo con un tono serio —. Deben saber que sí, por caprichos del destino, nos topamos con Krauser, los que no tengan haki o algo de kairoseki, no se acerquen —comentó. Tenía que tener cuidado con sus palabras, pero… Ya daba lo mismo —. Por otra parte, es un maestro del sigilo y asesinato en completo silencio, no hay que separarse frente a él. —Listo, suspiró y se terminó por acercar. Recordaba sus enfrentamientos contra él y lo molesta que era su habilidad, una niebla que no te hacía ver ni tu nariz, pero… Tenía un plan en caso de toparse con él, algo que podría funcionar… O eso creía.
Colocó su mano derecha sobre la del resto y se concentró. Tenía que estarlo, preparado para cualquier problema que surgiera adentro. Había escuchado la pregunta de Ellie, pero era Dretch quien debía tomar esa decisión, ¿no? Él ya había dicho lo que sabía y esperaba no levantar ninguna sospecha, pero siendo un tipo peligroso como él y con un pasado en la Marina, no debían faltar informes e informes sobre él.
—Pase lo que pase ahí dentro, sobreviviremos y podremos contar esta aventura a nuestros nietos —dijo con una leve sonrisa —. En marcha, ¿no?
Luego de una larga travesía, el barco llegó a su destino. Finalmente, estaban en la aguja. Estaba, en cierta parte, nervioso y ansioso. ¿Qué tipo de situaciones vivirían ahí dentro? ¿Con quién se toparían? ¿Existiría la posibilidad de encontrarse con Krauser? Lo había conocido durante su época de pirata, pero no sabía que tanto había evolucionado sus habilidades y ni siquiera se lo imaginaba siendo él quien había hecho andar esa cosa que destruye mares como quien hace panes. Por mucho “miedo” que podía infundir, el ex almirante era una buena persona y con ideales firmes. No era del tipo que amenazaba con destruir la vida de todos, inocentes o no. ¿Qué habría pasado en esos cinco años de ausencia? El sonido de la puerta explotando lo alarmó unos segundos, pero al ver que no salía nadie, se relajó.
Giotto hizo que todo el grupo se juntara. Caminó hacia él y escuchó sus palabras. Era un discurso motivacional, pero algo le molestaba. ¿Sabrían exactamente a qué se enfrentarían? Quizás sí, quizás no, pero fuera el caso que fuera, tenía que tratar de advertirlos, quizás haría que le hicieran preguntas, pero prefería eso a que ellos murieran por su culpa, por no haber compartido información.
—Antes de entrar —dijo con un tono serio —. Deben saber que sí, por caprichos del destino, nos topamos con Krauser, los que no tengan haki o algo de kairoseki, no se acerquen —comentó. Tenía que tener cuidado con sus palabras, pero… Ya daba lo mismo —. Por otra parte, es un maestro del sigilo y asesinato en completo silencio, no hay que separarse frente a él. —Listo, suspiró y se terminó por acercar. Recordaba sus enfrentamientos contra él y lo molesta que era su habilidad, una niebla que no te hacía ver ni tu nariz, pero… Tenía un plan en caso de toparse con él, algo que podría funcionar… O eso creía.
Colocó su mano derecha sobre la del resto y se concentró. Tenía que estarlo, preparado para cualquier problema que surgiera adentro. Había escuchado la pregunta de Ellie, pero era Dretch quien debía tomar esa decisión, ¿no? Él ya había dicho lo que sabía y esperaba no levantar ninguna sospecha, pero siendo un tipo peligroso como él y con un pasado en la Marina, no debían faltar informes e informes sobre él.
—Pase lo que pase ahí dentro, sobreviviremos y podremos contar esta aventura a nuestros nietos —dijo con una leve sonrisa —. En marcha, ¿no?
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Poco a poco los marines fueron acercándose a la mesa. No era tan amargado como para pensar que ese tipo de cosas no eran las más indicadas para la situación, de hecho era agradable ver a un superior que permitía un pequeño lapso de relajación.
El ambiente de la mayoría parecía mucho mejor en comparación a unos minutos atrás.
* Bueno, supongo que solo queda esperar hasta que…
De reojo me pareció ver a Tobías, cosa que confirmé cuando sentí como este me tomaba por el brazo y me hacía caminar en dirección a la mesa.
Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro ante las palabras de mi nakama. No me consideraba alguien poco social, pero pensar que me encontraba en presencia de marines con mayor rango que yo, me hacía dudar un poco sobre mis acciones.
Seguí el ejemplo del CP y me acerqué para tomar una de las tazas con el té. Acto seguido busqué un lugar donde ubicarme sin llegar a ser un estorbo, pero donde fuese capaz de escuchar la mayoría de las conversaciones que no fueran discretas. Miré con curiosidad el líquido, sin duda esta sería una de las bebidas más poco comunes que habría probado hasta ahora.
Di un pequeño sorbo y de inmediato un sabor bastante agradable se extendió por mi lengua. No podría explicarlo con detalles exactos, no era amargo pero no tampoco era bastante dulce y al beberlo dejaba una sensación de refrescante. Quizás fuese una mezcla de sabores o uno nuevo, no podía decirlo a ciencia cierta.
- Esto sería una excelente bebida después de meditar.
De nuevo me llevé la taza a los labios y esta vez bebí una mayor cantidad de Té.
De nuevo la sensación de alguien haciéndome caminar llamó mi atención.
Wyrm parecía más serio de lo normal, y antes de poder preguntar que ocurría, él me pidió un antídoto, para luego decir que creía que alguien se había infiltrado en el barco.
Abrí un compartimiento de mi piernera y extraje una pequeña botella de cristal opaco para dárselo al peliblanco de la forma más discreta posible. En cuanto guardó el antídoto se marchó. Evité girarme para ver a dónde se dirigía, no quería arruinar nada de lo que estuviera planeando mi nakama.
* Mierda. *me sentía preocupado por el peliblanco. Lo que le di era efectivamente un antídoto, pero existían diversos tipos de venenos y algunos requerían de ingredientes específicos para contrarrestarlos. Si supiera el tipo de veneno, podría crear algo más apropiado. Por ahora solo podía orar para que Mompala otorgara su protección a mi amigo y que mi antídoto fuera suficiente en caso de ocurrir algo.
Terminé de beber mi té y me acerqué de nuevo a la mesa para poder dejar la taza.
Uno de los compañeros de Wyrm me entregó lo que parecían ser raciones de emergencia.
- Ah, muchas gracias. -hice una pequeña reverencia para agradecer el gesto, por lo que no vi bien que marine era, pero estaba muy seguro que era uno de los compañeros del peliblanco.
Al cabo de unos minutos, la burbuja comenzó a subir, eso debía indicar que habíamos llegado a nuestro destino.
Ahí estaba, esa cosas se encontraba delante nuestro. El almirante indicó que los voluntarios se adentrarían, mientras el resto proporcionaría apoyo desde el barco.
Inmediatamente después, el hombre-árbol creó un puente y encabezó el avance hacia la construcción.
- Es mejor que pisar tierra.
Por un momento pensé en buscara a Wyrm y Tobías, pero tras recordar las palabras de del peliblanco, terminé optando por no acercarme a Wyrm. Si mi presencia provocaba algo le ocurriera, no sería capaz de ver a sus compañero después. Tendría que apostar a que nada le ocurriría al peliblanco.
Busqué a Tobías y tras ubicarlo, me acerqué para darle una ligera palmada en la espalda.
- Es hora hermano, demos lo mejor que tengamos. -expresé con una ligera sonrisa en mi rostro, para después adelantarme y comenzar a avanzar a paso ligero por el extraño puente con mi espada en mano. Detrás de mí me seguían los cinco enmascarados con sus armas listas para el combate.
El ambiente de la mayoría parecía mucho mejor en comparación a unos minutos atrás.
* Bueno, supongo que solo queda esperar hasta que…
De reojo me pareció ver a Tobías, cosa que confirmé cuando sentí como este me tomaba por el brazo y me hacía caminar en dirección a la mesa.
Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro ante las palabras de mi nakama. No me consideraba alguien poco social, pero pensar que me encontraba en presencia de marines con mayor rango que yo, me hacía dudar un poco sobre mis acciones.
Seguí el ejemplo del CP y me acerqué para tomar una de las tazas con el té. Acto seguido busqué un lugar donde ubicarme sin llegar a ser un estorbo, pero donde fuese capaz de escuchar la mayoría de las conversaciones que no fueran discretas. Miré con curiosidad el líquido, sin duda esta sería una de las bebidas más poco comunes que habría probado hasta ahora.
Di un pequeño sorbo y de inmediato un sabor bastante agradable se extendió por mi lengua. No podría explicarlo con detalles exactos, no era amargo pero no tampoco era bastante dulce y al beberlo dejaba una sensación de refrescante. Quizás fuese una mezcla de sabores o uno nuevo, no podía decirlo a ciencia cierta.
- Esto sería una excelente bebida después de meditar.
De nuevo me llevé la taza a los labios y esta vez bebí una mayor cantidad de Té.
De nuevo la sensación de alguien haciéndome caminar llamó mi atención.
Wyrm parecía más serio de lo normal, y antes de poder preguntar que ocurría, él me pidió un antídoto, para luego decir que creía que alguien se había infiltrado en el barco.
Abrí un compartimiento de mi piernera y extraje una pequeña botella de cristal opaco para dárselo al peliblanco de la forma más discreta posible. En cuanto guardó el antídoto se marchó. Evité girarme para ver a dónde se dirigía, no quería arruinar nada de lo que estuviera planeando mi nakama.
* Mierda. *me sentía preocupado por el peliblanco. Lo que le di era efectivamente un antídoto, pero existían diversos tipos de venenos y algunos requerían de ingredientes específicos para contrarrestarlos. Si supiera el tipo de veneno, podría crear algo más apropiado. Por ahora solo podía orar para que Mompala otorgara su protección a mi amigo y que mi antídoto fuera suficiente en caso de ocurrir algo.
Terminé de beber mi té y me acerqué de nuevo a la mesa para poder dejar la taza.
Uno de los compañeros de Wyrm me entregó lo que parecían ser raciones de emergencia.
- Ah, muchas gracias. -hice una pequeña reverencia para agradecer el gesto, por lo que no vi bien que marine era, pero estaba muy seguro que era uno de los compañeros del peliblanco.
Al cabo de unos minutos, la burbuja comenzó a subir, eso debía indicar que habíamos llegado a nuestro destino.
Ahí estaba, esa cosas se encontraba delante nuestro. El almirante indicó que los voluntarios se adentrarían, mientras el resto proporcionaría apoyo desde el barco.
Inmediatamente después, el hombre-árbol creó un puente y encabezó el avance hacia la construcción.
- Es mejor que pisar tierra.
Por un momento pensé en buscara a Wyrm y Tobías, pero tras recordar las palabras de del peliblanco, terminé optando por no acercarme a Wyrm. Si mi presencia provocaba algo le ocurriera, no sería capaz de ver a sus compañero después. Tendría que apostar a que nada le ocurriría al peliblanco.
Busqué a Tobías y tras ubicarlo, me acerqué para darle una ligera palmada en la espalda.
- Es hora hermano, demos lo mejor que tengamos. -expresé con una ligera sonrisa en mi rostro, para después adelantarme y comenzar a avanzar a paso ligero por el extraño puente con mi espada en mano. Detrás de mí me seguían los cinco enmascarados con sus armas listas para el combate.
- Resumen :
- Tomar una taza de té.
Dar un antídoto a Wyrm.
Aceptar y agradecer las raciones creadas por Kayn.
Dar una pequeña palmada en la espalda a Tobi.
Seguir a Kodama utilizando el puente.
Aki D. Arlia
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No tuvo que buscar mucho. Al paso le salieron el gyojin encapuchado y el otro hombre que acompañaba a Elliot. Tras besarle la mano, se presentó y comenzó a hablar de forma zalamera, muy educada y pomposa. Lys le escuchó con atención, algo confusa. Creía haber aceptado ya a ir con ellos, pero al parecer no había dejado claras sus intenciones.
Cuando le alargaron la cabeza de Victor negó con la mano con una pequeña sonrisa. Impresionante, sin duda. No podía ser el original, estaba segura de que de serlo cundiría un poquito más el pánico. Sin embargo y pese a que era un regalo remarcable, no podía llevársela consigo. Se preguntó qué les habría dicho para correr esa suerte, aunque no le costaba imaginarlo. A ella tampoco le había dado ni una sola respuesta satisfactoria. No la conocía, tampoco podía culparle. De hecho podía ver tras la fachada de los que la acompañaban que solo querían utilizarla como peso pesado mientras avanzaban por la aguja. De momento, bastaría.
- Que no se le ate la lengua, señor White. Les acompañaré de buen grado, no hay necesidad de continuar con las formalidades. Tenemos las puertas del infierno a nuestro alcance y creo que ya va siendo hora de cruzarlas.
Les sonreiría con amabilidad y señalaría a la puerta. La entrada a la aguja era ya visible y a la morena no se le ocurrían razones para retardar la expedición. Había que acabar con ese trasto cuanto antes. Seguía sintiendo el vibrato que les rodeaba con cada fibra de su ser y a cada minuto que pasaba le incomodaba más y más. No iba a dejar que un mar volara por los aires a capricho de unos pocos.
- Quizá queráis dejar ese souvenir en la carpa. No sabemos quién o quiénes pueden estar dentro y sería más útil no atraer atención indeseada, por lo menos al principio.
Esperaría a sus contestaciones y si nadie tenía inconveniente, echaría a andar hacia la aguja aguardando a que le siguieran.
Cuando le alargaron la cabeza de Victor negó con la mano con una pequeña sonrisa. Impresionante, sin duda. No podía ser el original, estaba segura de que de serlo cundiría un poquito más el pánico. Sin embargo y pese a que era un regalo remarcable, no podía llevársela consigo. Se preguntó qué les habría dicho para correr esa suerte, aunque no le costaba imaginarlo. A ella tampoco le había dado ni una sola respuesta satisfactoria. No la conocía, tampoco podía culparle. De hecho podía ver tras la fachada de los que la acompañaban que solo querían utilizarla como peso pesado mientras avanzaban por la aguja. De momento, bastaría.
- Que no se le ate la lengua, señor White. Les acompañaré de buen grado, no hay necesidad de continuar con las formalidades. Tenemos las puertas del infierno a nuestro alcance y creo que ya va siendo hora de cruzarlas.
Les sonreiría con amabilidad y señalaría a la puerta. La entrada a la aguja era ya visible y a la morena no se le ocurrían razones para retardar la expedición. Había que acabar con ese trasto cuanto antes. Seguía sintiendo el vibrato que les rodeaba con cada fibra de su ser y a cada minuto que pasaba le incomodaba más y más. No iba a dejar que un mar volara por los aires a capricho de unos pocos.
- Quizá queráis dejar ese souvenir en la carpa. No sabemos quién o quiénes pueden estar dentro y sería más útil no atraer atención indeseada, por lo menos al principio.
Esperaría a sus contestaciones y si nadie tenía inconveniente, echaría a andar hacia la aguja aguardando a que le siguieran.
Julianna M. Shelley
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Por suerte, nadie le puso pegas a la pequeña y logró subir al submarino sin más contratiempos. Se sentó con cuidado en uno de los asientos, con su bolso sobre las rodillas. Respiró hondo varias veces, recobrando el aliento y mentalizándose para lo que le esperaba. Por un momento se preguntó si había tomado una buena decisión, pero desechó ese pensamiento sin darle más vueltas. Era lo correcto y punto.
El submarino comenzó a descender y Jul sintió una curiosa sensación en el estómago. Nunca había estado en un vehículo como ese y la idea de estar bajo el agua le emocionaba más de lo que había previsto. Se levantó, dispuesta a encontrar una ventana desde la que poder curiosear el fondo marino, pero en lugar de eso se topó con otra joven, algo más mayor que ella misma. Vestía con armadura de cuero y de repente Jul se sintió un poquito fuera de lugar. ¿Debería haber buscado algo así para sí misma? Sabía que había probabilidades de que le atacaran, pero no había pensado en buscar nada para defenderse. Bueno, al menos contaba con poder curarse las heridas. Esperaba. La joven, mientras, seguía hablando, pero a la pequeña le llevó unos segundos procesar lo que había dicho. Al final abrió la boca y contestó algo tímida:
- Me llamo Julianna, pero no soy revolucionaria. Simplemente quise ayudar. Gracias por la información.
Cadetes... debía ser algún rango de la organización, por lo que había oído. Asumió que debía ir con ellos y continuó por donde la joven le había señalado. ¿Cómo serían? ¿Estarían asustados? ¿Tendrían un plan? Esperaba que sí, porque ella no tenía ninguno. Sólo se dejaría llevar. Elevó una pequeña plegaría a Adahír, para que no le dejara sola. Estaba a punto de meterse en un arma gigante con un montón de desconocidos y por un momento sintió un pequeño ramalazo de nervios. Pero, de nuevo, eso no importaba. Había venido a ayudar y es lo que iba a hacer.
Una vez llegase junto al resto de cadetes volvería a presentarse, aclarando que no pertenecía a la Revolución y comentando que sus servicios como médico y cirujana quedaban a sus servicios.
El submarino comenzó a descender y Jul sintió una curiosa sensación en el estómago. Nunca había estado en un vehículo como ese y la idea de estar bajo el agua le emocionaba más de lo que había previsto. Se levantó, dispuesta a encontrar una ventana desde la que poder curiosear el fondo marino, pero en lugar de eso se topó con otra joven, algo más mayor que ella misma. Vestía con armadura de cuero y de repente Jul se sintió un poquito fuera de lugar. ¿Debería haber buscado algo así para sí misma? Sabía que había probabilidades de que le atacaran, pero no había pensado en buscar nada para defenderse. Bueno, al menos contaba con poder curarse las heridas. Esperaba. La joven, mientras, seguía hablando, pero a la pequeña le llevó unos segundos procesar lo que había dicho. Al final abrió la boca y contestó algo tímida:
- Me llamo Julianna, pero no soy revolucionaria. Simplemente quise ayudar. Gracias por la información.
Cadetes... debía ser algún rango de la organización, por lo que había oído. Asumió que debía ir con ellos y continuó por donde la joven le había señalado. ¿Cómo serían? ¿Estarían asustados? ¿Tendrían un plan? Esperaba que sí, porque ella no tenía ninguno. Sólo se dejaría llevar. Elevó una pequeña plegaría a Adahír, para que no le dejara sola. Estaba a punto de meterse en un arma gigante con un montón de desconocidos y por un momento sintió un pequeño ramalazo de nervios. Pero, de nuevo, eso no importaba. Había venido a ayudar y es lo que iba a hacer.
Una vez llegase junto al resto de cadetes volvería a presentarse, aclarando que no pertenecía a la Revolución y comentando que sus servicios como médico y cirujana quedaban a sus servicios.
Ellanora Volkihar
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—J... Jefa... —dijo Leonardo, que había despertado hace un rato y había visto lo que había ocurrido y sabía lo que se venía.
No podía creerlo. Ese ser... no. Ese infra-ser. Esa cosa con tentáculos que tenía la desfachatez de hacerse llamar ser vivo cuando ni siquiera llegaba a ser humano, especie que ya de por si Ellanora detestaba. Aquella monstruosidad que jamás debió haber nacido le había lanzado una cabeza ensangrentada y le había manchado la ropa. Ese ser le había...
—Adam.
—Sí —dijo el gigante cogiéndola.
El ser empezó a correr a grandes zancadas, recorriendo una gran distancia en poco tiempo, tal como sus enormes piernas le permitían. Entonces lanzó a Ellanora hacia delante, en dirección al monstruo de los tentáculos. Gracias a su agilidad y la fuerza de empuje otorgada por el ser artificial de cuatro metros de altura, la muchacha empezó a correr dirección al pulpo y, al llegar a él, que por su falta de piernas no le sería tan sencillo correr en tierra, daría una rápida estocada con su espada al monstruo que la había manchado. ¿Cómo se atrevía? No pensaba usarlo ni como alimento. No, lo haría al horno y entonces sus chicos cenarían pulpo.
No podía creerlo. Ese ser... no. Ese infra-ser. Esa cosa con tentáculos que tenía la desfachatez de hacerse llamar ser vivo cuando ni siquiera llegaba a ser humano, especie que ya de por si Ellanora detestaba. Aquella monstruosidad que jamás debió haber nacido le había lanzado una cabeza ensangrentada y le había manchado la ropa. Ese ser le había...
—Adam.
—Sí —dijo el gigante cogiéndola.
El ser empezó a correr a grandes zancadas, recorriendo una gran distancia en poco tiempo, tal como sus enormes piernas le permitían. Entonces lanzó a Ellanora hacia delante, en dirección al monstruo de los tentáculos. Gracias a su agilidad y la fuerza de empuje otorgada por el ser artificial de cuatro metros de altura, la muchacha empezó a correr dirección al pulpo y, al llegar a él, que por su falta de piernas no le sería tan sencillo correr en tierra, daría una rápida estocada con su espada al monstruo que la había manchado. ¿Cómo se atrevía? No pensaba usarlo ni como alimento. No, lo haría al horno y entonces sus chicos cenarían pulpo.
- Resumen. Kaito Lee:
Pedirle a Adam que me coja y me lance para poder alcanzar a Kaito e intentar darle una estocada bien bonita por mancillar mi elegante ropa de diseño
Velocidad: Tier 1 + la fuerza del empuje
Agilidad: Tier 1 + x4 de la akuma
Reflejos (a la hora de estabilizarse al ser lanzada) : Tier 2 + x4 de la akuma
Hayden Ashworth
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El comodoro dejó la taza de nuevo en la mesa cuando Kayn le comentó aquello que solo él pudo oír. Cogió lo que le ofrecía asintiendo con la cabeza y empezó a repartirlo entre los presentes, a la par que el propio almirante también repartía comida. Parecía que no iba a faltar, precisamente.
—Ese es el plan, sargento —le contestaría a Kenzo, para después mirar a Kodama—. Almirante, señor, me disculpo en nombre de mi subordinado —comentó con una leve reverencia, refiriéndose a Eric.
Fue entonces cuando llegaron. El almirante hizo gala de su arbóreo poder de nuevo, creando una fuerte rama para poder acceder a donde se encontraba la puerta. El comodoro, siendo el segundo de mayor rango en aquel barco, se movió junto a él y le escuchó la orden de disparar. Era raro, pues al ser él líder de una brigada no estaba acostumbrado a tener a su alrededor a alguien de rango mayor que diese las órdenes. ¿Pero qué podría hacer? Ya llegaría su turno en el almirantazgo.
—Por si acaso los cañones no funcionan, señor... —el comodoro pasó a su forma híbrida, creciendo hasta más de tres metros de altura sin contar los cuernos—... Creo que podríamos intentar echarla abajo por fuerza aún más bruta.
Se imaginaba que el árbol era un espadachín de grandes habilidades, sumado a su gigantesca fuerza de dragón, estaba seguro de que ambos podrían abrir la puerta si está se resistía a los cañones. ¿Lo haría? Quién sabe.
—Ese es el plan, sargento —le contestaría a Kenzo, para después mirar a Kodama—. Almirante, señor, me disculpo en nombre de mi subordinado —comentó con una leve reverencia, refiriéndose a Eric.
Fue entonces cuando llegaron. El almirante hizo gala de su arbóreo poder de nuevo, creando una fuerte rama para poder acceder a donde se encontraba la puerta. El comodoro, siendo el segundo de mayor rango en aquel barco, se movió junto a él y le escuchó la orden de disparar. Era raro, pues al ser él líder de una brigada no estaba acostumbrado a tener a su alrededor a alguien de rango mayor que diese las órdenes. ¿Pero qué podría hacer? Ya llegaría su turno en el almirantazgo.
—Por si acaso los cañones no funcionan, señor... —el comodoro pasó a su forma híbrida, creciendo hasta más de tres metros de altura sin contar los cuernos—... Creo que podríamos intentar echarla abajo por fuerza aún más bruta.
Se imaginaba que el árbol era un espadachín de grandes habilidades, sumado a su gigantesca fuerza de dragón, estaba seguro de que ambos podrían abrir la puerta si está se resistía a los cañones. ¿Lo haría? Quién sabe.
- Resumen:
- Ponerme junto al almirante y pasar a forma híbrida, diciéndole que podrían intentar echar la puerta abajo si los cañones no funcionaban.
Vile Spectre
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El gigantón le informó de que Kenshin estaba parlamentando con un Almirante, nada menos, con el objetivo de firmar una tregua con la Marina hasta haber acabado con la amenaza de la aguja. "De muerte", pensó Vile, sonriendo por lo bajo. No conocía el peligro que entrañaba aquella torre, no obstante, estaría bien seguir el juego de ambos grupos para informarse y, quien sabe, entablar relaciones "amistosas" con sendos grupos. Con suerte, saldría ganando de esto.
-Muy bien, muy bien... -respondió el joven pirata, disimulando una risotada.
Se alejó del semigigante, pretendiendo darle unas palmaditas en la espalda y llegando apenas al muslo. Una vez se separó de este, se sentó en la barandilla de babor, observando la aguja con mucho interés. Que gracioso. Había venido dispuesto a cortar cabezas, pero se había dado cuenta de que no todas las batallas las libraría con su hoja y su pistola. A veces, la lengua debía estar más afilada que cualquier espada, y con la oratoria suficiente podría vencer en cualquier lid.
Lo cierto es que no estaba muy seguro de como proceder, por lo que determinó que el camino a seguir sería pegarse a Nailah como una lapa y fingir que su amistad se extendía al resto de la tripulación. Incluso se dejaría herir si era necesario. Aquello podía ganarle puntos entre ellos, y, con ello, podrían asentar su confianza en él. Y Vile no perdería oportunidad de subirse a ese barco y aprovechar esa relación a su favor.
-Muy bien, muy bien... -respondió el joven pirata, disimulando una risotada.
Se alejó del semigigante, pretendiendo darle unas palmaditas en la espalda y llegando apenas al muslo. Una vez se separó de este, se sentó en la barandilla de babor, observando la aguja con mucho interés. Que gracioso. Había venido dispuesto a cortar cabezas, pero se había dado cuenta de que no todas las batallas las libraría con su hoja y su pistola. A veces, la lengua debía estar más afilada que cualquier espada, y con la oratoria suficiente podría vencer en cualquier lid.
Lo cierto es que no estaba muy seguro de como proceder, por lo que determinó que el camino a seguir sería pegarse a Nailah como una lapa y fingir que su amistad se extendía al resto de la tripulación. Incluso se dejaría herir si era necesario. Aquello podía ganarle puntos entre ellos, y, con ello, podrían asentar su confianza en él. Y Vile no perdería oportunidad de subirse a ese barco y aprovechar esa relación a su favor.
- Resumen:
- Relleno. Contestar a Marc y empezar a planear.
Ryuichi Ichiban
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Braud se rió. Estaba riendo mientras volaba por los aires. ¡Ese marine había conseguido lanzarlo! ¡A él! ¡Con trescientos treinta kilos de peso! O eso pesaba la última vez que se subió a una báscula. Estiró los brazos casi como si estuviese deleitándose de esa sensación, después de todo... ¿Cuántas veces iba a poder experimentar algo por el estilo? Empezó a caer entonces, justo dónde estaba la puerta de entrada a aquella extraña torre. Impactó contra el suelo y empezó a rodar.
—Au —se quejó tras quedarse en una posición embarazosa en la que todos los marines presentes podían verle todo, ya que estaba desnudo.
Se puso de pie y miró a su alrededor. Allí había... ¡Un árbol! ¡Y un hombre con alas y cola! Y un montón de marines muy muy raros. Lo cierto era que Braud se lo estaba pasando bien. Los saludó con una amplia sonrisa y agitando el brazo, para después mirar hacia la puerta.
—¿Cuándo se abre esto? Quiero jugar.
No sabía que le esperaba al otro lado, pero tenía ganas de averiguarlo. Muchas ganas.
—Au —se quejó tras quedarse en una posición embarazosa en la que todos los marines presentes podían verle todo, ya que estaba desnudo.
Se puso de pie y miró a su alrededor. Allí había... ¡Un árbol! ¡Y un hombre con alas y cola! Y un montón de marines muy muy raros. Lo cierto era que Braud se lo estaba pasando bien. Los saludó con una amplia sonrisa y agitando el brazo, para después mirar hacia la puerta.
—¿Cuándo se abre esto? Quiero jugar.
No sabía que le esperaba al otro lado, pero tenía ganas de averiguarlo. Muchas ganas.
- Resumen - Gente con Kodama~:
- Aterrizar junto al resto de marines y maravillarse de que haya un árbol con ropa. Y seguir desnudo
Ummak Zor-El
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Se escuchó un sonoro chapoteo cuando la lancha revolucionaria volvió a impactar de nuevo sobre la superficie del agua. Mientras que el shandian hacia que su pelo decreciera hasta su alcanzar su longitud habitual, echó un vistazo hacia atrás, hacia el buque de la marina que comenzaba a hundirse. Apenas fue capaz de reprimir la escandalosa carcajada que escapó de sus labios al contemplar el inminente naufragio, mientras le tiraba de la manga a su acompañante para que contemplara el resultado de sus actos. No tenía ni la más remota idea de quien era aquel barco, pero una cosa tenia segura, su hermano no se encontraba en él. Sin embargo, pese a haber sorteado literalmente el primer obstáculo de su camino, el guerrillero se percató de algo realmente importante ¿Cómo demonios lograría entrar en aquella edificación?
La expresión de preocupación desapareció enseguida de su rostro. Quizás ya fuera tarde para reunirse con el resto de la armada revolucionaria, pero no lo suficientemente tarde como para unirse a la flota marine. A fin de cuentas, su hermano se encontraba allí ¿No? Si ambos revolucionarios seguían el rastro de navíos enemigos, de alguna u otra forma acabaría dando con su paradero. De hecho, si lograban sortear a los barcos escolta y colarse como polizones en uno de los transportes, sus enemigos harían el resto.
- Espero que tu no haber cogido cariño a barca sin remos, porque esta convertir en llave para entrar allí – berreó por encima del ruido de las olas y el motor, mientras señalaba a la aguja con el filo de su lanza – Ummak solo necesitar distracción. Tú buscar barco y tratar de embestir, dejar resto en mis manos.
La idea de Ummak era sencilla y efectiva, al menos para sus estándares. La lancha revolucionaria era ruidosa y llamativa, pero era un hecho que estaba dañada. Si la empleaban a modo de señuelo, todas las miradas estarían puestas en ella y, tanto Skión como Ummak podrían escabullirse furtivamente en el Burnboard del shandian. Para cuando los marinos descubriesen que se trataba de una embarcación no tripulada y, probablemente la abatiesen, ambos revolucionarios aprovecharían para aproximarse hacia el casco del navío e introducirse en su interior por alguna apertura.
La expresión de preocupación desapareció enseguida de su rostro. Quizás ya fuera tarde para reunirse con el resto de la armada revolucionaria, pero no lo suficientemente tarde como para unirse a la flota marine. A fin de cuentas, su hermano se encontraba allí ¿No? Si ambos revolucionarios seguían el rastro de navíos enemigos, de alguna u otra forma acabaría dando con su paradero. De hecho, si lograban sortear a los barcos escolta y colarse como polizones en uno de los transportes, sus enemigos harían el resto.
- Espero que tu no haber cogido cariño a barca sin remos, porque esta convertir en llave para entrar allí – berreó por encima del ruido de las olas y el motor, mientras señalaba a la aguja con el filo de su lanza – Ummak solo necesitar distracción. Tú buscar barco y tratar de embestir, dejar resto en mis manos.
La idea de Ummak era sencilla y efectiva, al menos para sus estándares. La lancha revolucionaria era ruidosa y llamativa, pero era un hecho que estaba dañada. Si la empleaban a modo de señuelo, todas las miradas estarían puestas en ella y, tanto Skión como Ummak podrían escabullirse furtivamente en el Burnboard del shandian. Para cuando los marinos descubriesen que se trataba de una embarcación no tripulada y, probablemente la abatiesen, ambos revolucionarios aprovecharían para aproximarse hacia el casco del navío e introducirse en su interior por alguna apertura.
Tobías Thorn
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Akuma no mi
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Mientras degustaba el té hecho por Kodama no pude evitar preguntarme si la historia que contaba era real. Me costaba imaginarme a árboles filtreando con florecillas y cosas por el estilo. Yo mismo me había pasado horas y horas cuidando las plantas que hay sembradas en Atlas y nunca las había visto mostrar ni un ápice de humanidad, aunque no por eso podía catalogar las palabras del Almirante como charlatanería. Podría ser bastante raro la gran mayoría de las veces, pero si ostentaba ese rango debía ser a algo más que por una desmesurada fuerza... O al menos eso quería creer. Quizás había en alguna parte del Nuevo Mundo una isla llenas de Kodamas y vivían de forma similar a los humanos, con sus propios chismes y chistes raros. Algún día tendría que quedar con él y preguntarle sobre sus orígenes, pero estaba claro que no era momento de quedar para un picnic, aunque pareciera que estábamos en uno.
Parecía que el té sin pastas no era lo mismo, o eso parecían pensar alguno de los presentes, y un tipo de la nueva banda de Wyrm le dio una bolsa con comida al Comodoro para que la repartiera, hecho que agradecí y acepté con un inclinamiento de cabeza. Kodama pareció envidiarse por perder la atención del grupo y sacó unas propias que me pidió que aderezara con sirope, bueno, él lo había llamado de otra forma más desagradable, pero lo había entendido igualmente. No estaba acostumbrado a usarlo para darle de comer a nadie, es más, juraría que solo dos personas se habían atrevido a comérselo, pero como no quería ser descortés, y eso que me había llamado niña, me acerqué a su pasta y la aderecé con sirope. Si alguien más querría también se lo daría. No tenía problemas con eso, pero que luego nadie me viniese dándome la murga si se le sentaba mal.
Llegamos a la aguja y el momento merendola quedó atrás devolviéndonos a la realidad. Si bien había sido un momento de paz y relajación, lo cierto era es que solo había sido una ilusión. Fuera de la burbuja todo era aterrador de nuevo. Trozos de barcos y cuerpos adornaban las aguas de forma dantesca. Rompiendo todo el buen rollo que se había formado en el interior y llevándome una vez más a plantearme los métodos del Gobierno al que servía. No comprendía como nadie de la Agencia de Inteligencia se había percatado de la construcción de algo así. La estructura era tan grande como uno de esos torreones que adornaban Dark Dome, imponente y robusto, pero con la diferencia de que este emanaba un repiqueteo que parecía que hacía temblar. Todos los instintos me decían que debíamos de dar la vuelta por donde habíamos venido y destrozarlo desde la lejanía en vez de adentrarnos hacia un futuro que se tornaba desde lo incierto a lo aterrador. Quizás si me daba la vuelta ahora nadie se daría cuenta que me había marchado... Pero entonces las palmadas que sentí en la espalda junto a las palabras que me dedicó me compañero me devolvieron a la realidad.
No tenía un miedo especial a morir. Al fin de cuentas había sido entrenado para segar la vida de los enemigos de la agencia y sabía que la vida era demasiado superflua, pero al ver a algunos de los pocos amigos y conocidos que me quedaban adentrarse en la aberrante torre supe que no temía por mi vida, si no por la de ellos, así que tras desechar los malos pensamientos que había tenido instantes antes me adentré junto a ellos usando el puente improvisado que había formado Kodama.
-Vamos a ello... - pensé mientras caminaba hacia el Comodoro y Almirante. -Perdonad, - dije entrometiéndome en la conversación de los dos, - pero creo que no hará falta reventar la puerta. Si tiene la más mínima rendija puedo colarme por ella y buscar el interruptor, el picaporte o lo que sea que la abra. No veo necesario gastar nuestras fuerzas con algo que quizás pueda solucionar rápidamente y sin gastos de energías... Y a las malas, si no funciona, podéis reventarla después.
No sabía si a los marines les gustaría mi idea o no, pero tampoco me paré a dar más explicaciones. Nunca había tenido claro si al ser CP podía pasar de las órdenes de los marines o no, pero lo cierto es que simplemente estaba acostumbrado a tratar con gente que no me pedía explicaciones para hacer lo que quisiese y por eso mismo no las di. Buscaría cualquier mínima abertura por la que poder colarme en mi forma Logia y así pasar al interior. Una vez dentro, si es que conseguía entrar, vigilaría que no hubiese peligro y buscaría un método para abrir la puerta al resto de mis compañeros, pero si no conseguía como hacerlo volvería por donde había venido para juntarme con ellos y que así pudiesen romperla como querían.
Parecía que el té sin pastas no era lo mismo, o eso parecían pensar alguno de los presentes, y un tipo de la nueva banda de Wyrm le dio una bolsa con comida al Comodoro para que la repartiera, hecho que agradecí y acepté con un inclinamiento de cabeza. Kodama pareció envidiarse por perder la atención del grupo y sacó unas propias que me pidió que aderezara con sirope, bueno, él lo había llamado de otra forma más desagradable, pero lo había entendido igualmente. No estaba acostumbrado a usarlo para darle de comer a nadie, es más, juraría que solo dos personas se habían atrevido a comérselo, pero como no quería ser descortés, y eso que me había llamado niña, me acerqué a su pasta y la aderecé con sirope. Si alguien más querría también se lo daría. No tenía problemas con eso, pero que luego nadie me viniese dándome la murga si se le sentaba mal.
Llegamos a la aguja y el momento merendola quedó atrás devolviéndonos a la realidad. Si bien había sido un momento de paz y relajación, lo cierto era es que solo había sido una ilusión. Fuera de la burbuja todo era aterrador de nuevo. Trozos de barcos y cuerpos adornaban las aguas de forma dantesca. Rompiendo todo el buen rollo que se había formado en el interior y llevándome una vez más a plantearme los métodos del Gobierno al que servía. No comprendía como nadie de la Agencia de Inteligencia se había percatado de la construcción de algo así. La estructura era tan grande como uno de esos torreones que adornaban Dark Dome, imponente y robusto, pero con la diferencia de que este emanaba un repiqueteo que parecía que hacía temblar. Todos los instintos me decían que debíamos de dar la vuelta por donde habíamos venido y destrozarlo desde la lejanía en vez de adentrarnos hacia un futuro que se tornaba desde lo incierto a lo aterrador. Quizás si me daba la vuelta ahora nadie se daría cuenta que me había marchado... Pero entonces las palmadas que sentí en la espalda junto a las palabras que me dedicó me compañero me devolvieron a la realidad.
No tenía un miedo especial a morir. Al fin de cuentas había sido entrenado para segar la vida de los enemigos de la agencia y sabía que la vida era demasiado superflua, pero al ver a algunos de los pocos amigos y conocidos que me quedaban adentrarse en la aberrante torre supe que no temía por mi vida, si no por la de ellos, así que tras desechar los malos pensamientos que había tenido instantes antes me adentré junto a ellos usando el puente improvisado que había formado Kodama.
-Vamos a ello... - pensé mientras caminaba hacia el Comodoro y Almirante. -Perdonad, - dije entrometiéndome en la conversación de los dos, - pero creo que no hará falta reventar la puerta. Si tiene la más mínima rendija puedo colarme por ella y buscar el interruptor, el picaporte o lo que sea que la abra. No veo necesario gastar nuestras fuerzas con algo que quizás pueda solucionar rápidamente y sin gastos de energías... Y a las malas, si no funciona, podéis reventarla después.
No sabía si a los marines les gustaría mi idea o no, pero tampoco me paré a dar más explicaciones. Nunca había tenido claro si al ser CP podía pasar de las órdenes de los marines o no, pero lo cierto es que simplemente estaba acostumbrado a tratar con gente que no me pedía explicaciones para hacer lo que quisiese y por eso mismo no las di. Buscaría cualquier mínima abertura por la que poder colarme en mi forma Logia y así pasar al interior. Una vez dentro, si es que conseguía entrar, vigilaría que no hubiese peligro y buscaría un método para abrir la puerta al resto de mis compañeros, pero si no conseguía como hacerlo volvería por donde había venido para juntarme con ellos y que así pudiesen romperla como querían.
- Kodama y Zuko leed:
Pensamientos varios. Aderezar las tortitas de Kodama con sirope y coger las de Kayto tras agradecérselo. Y adentrarme en la torre junto al grupo usando el puente que ha creado Kodama hasta posicionarme a su lado y hablar con los jefazos para exponerles mi idea. Tras eso, buscar cualquier abertura de la puerta que mencionan mis compañeros y usar mi condición de Logia para colarme. Una vez dentro, si consigo entrar, buscar un método de abrirles paso a mis compañeros, si no volver con ellos para que la rompan como ellos quieran.
Lance Kashan
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Las cosas cada vez se iban calentando más y más, tanto dentro como fuera de aquella carpa. Y una de las razones, aunque no tenía por qué ser la principal, era la llegada de la isla en la que estábamos ahora mismo de pie a la Aguja. O L a Gran Aguja, para hablar como los que me rodeaban. Poco a poco, la imagen que ocupaba ‘’La Aguja’’ en mi cabeza se iba aclarando. No había visto ningún tipo de foto, boceto o siquiera escuchado de cómo era, así que simplemente había formado una gran lanza que se sumergía en las olas, y ya. Prefería las cosas simples y fáciles y aquella construcción no lo era, eso seguro. No se acercaba a ser maciza, ni recta respecto al mar, siquiera estaba sola; una serie de anillos la rodeaban y daban a entender que la incursión no se planteaba como una fácil. Quizás entrar era una tarea fácil, viendo que el suelo bajo nuestros pies nos estaba aproximando cada vez más, pero alcanzar el tan soñado centro iba a ser otra cosa muy pero que muy distinta. Y para ello tenía a los que me iban a acompañar, aunque no estaba seguro de si iban a facilitar el ascenso o solo se encargarían de complicarlo más, viendo su comportamiento. Todo ápice de calma que pudieran haber tenido ese grupo de locos había desaparecido de golpe entre vítores, abrazos e incluso algunas lágrimas de pura emoción.
Cortando el ambiente como si se tratase de un cuchillo, la voz grave de Kirtash comenzó a resonar nuevamente en mi cabeza, y esta vez ya estaba mentalmente preparado. Simplemente se estaba asegurando de dejar claro lo que se estaba aproximando, y tratar de mentalizarnos correctamente para ello. Si el camino iba a ser difícil, si el peligro iba a estar presente a cada esquina que cruzásemos, que si esto era una competición contra el resto del mundo… Las palabras eran incapaces de reflejar siquiera la gravedad del asunto, pero a los dementes cuyo latemotiv era vivir por La Gran Aguja y ver cuán maravillosa es tampoco les importaba demasiado. Ni aunque les hubiésemos dejado claro que nada más entrar nos iban a decapitar hubiesen aportado algo de prudencia al asunto. Estaban valorando la visita a aquel gigantesco edificio sobre sus vidas, y lo único que dejaban claro con eso era su condición mental inestable. Al menos el señor de la máscara de serpiente aportaba algo de seriedad y razón, o mejor dicho sentido común, al asunto, proclamando que nuestra primera meta sería buscar la entrada menos concurrida posible.
Si bien los harapientos hombres no me generaban ningún tipo de confianza, nuestro nuevo jefe estaba en esa cuerda floja. Estaba completamente seguro de que pensaba muchísimo más de lo que decía, algo propio de una persona inteligente y astuta como había demostrado desde que llegué, diciendo lo justo para alentar y tener comiendo de su mano a tanta gente. Y eso no me gustaba para nada, porque alguien impredecible es alguien peligroso, pero también confiable, y eso depende mucho de en qué bando estés para él. Confiar mi vida a una persona así no me apasionaba, pero debía hacerlo, mi sentido común me lo dejaba claro, o terminaría torturado y muerto por la gran cantidad de gente que estaban tan de acuerdo con él.
Así, siguió el discurso, esta vez matizando en que nos debíamos proteger mutuamente, algo lógico. Éramos siete personas las que conformábamos el escuadrón principal, así que cada cabeza pensante y cada brazo capaz de acuchillar valían mucho. Y, en todo caso, también valdrían para despistar o como carnaza, y eso era un recurso muy llamativo en una situación como la que se nos venía encima. Por supuesto que yo no estaba dispuesto a proteger a uno de estos hombres hasta la muer———
— ¡Ah! — Solté un pequeño quejido, ya que mi brazo me había comenzado a doler. Miré instintivamente al lugar donde lo sentía, y vi a una señora mayor, bajita y tierna, que sonreía de oreja a oreja mientras me miraba.
— Qué monada, espero que le vaya bien allí — dijo la anciana. Quizás debería haberme enfadado en esa situación o haber golpeado la mano de la señora para apartarla pero, en cambio, la sonrisa de la mujer se me contagió, cosa que no se vio a través de la máscara. Ciertamente era un acto tierno y, viniendo de una mujer como ella, que parecía tan desvalida y dependiente, significaba mucho, me aportaba seguridad y confianza.
— Ojalá encuentren el paraíso — dijo un anciano que estaba muy cerca la señora mayor que me había hablado hacía escasos segundos. Y el contraste era hasta cómico. SI ella medía un metro y medio o incluso menos, el señor alcanzaba el metro noventa, y daba a entender que tenía unos músculos fornidos, o al menos una espalda fuerte y ancha. Y, cómo no, la voz iba acorde a todo esto, así que me asustaba más que otra cosa, ya que podía parecer incluso una amenaza antes de morir, aunque ya tenía claro que él se refería al interior de La Gran Aguja. Y se me estaba pegando la expresión ‘’La Gran Aguja’’…
Me habían rodeado entre todos los miembros de la secta, que me felicitaban y daban suerte en la tarea que se aproximaba, conscientes de que el momento de la verdad ya llegaba. Un poco más valeroso que antes, quizás más de lo que debería en esa situación, me acerqué a Kirtash y esperé a que diera la señal para entrar y comenzar la aventura.
Cortando el ambiente como si se tratase de un cuchillo, la voz grave de Kirtash comenzó a resonar nuevamente en mi cabeza, y esta vez ya estaba mentalmente preparado. Simplemente se estaba asegurando de dejar claro lo que se estaba aproximando, y tratar de mentalizarnos correctamente para ello. Si el camino iba a ser difícil, si el peligro iba a estar presente a cada esquina que cruzásemos, que si esto era una competición contra el resto del mundo… Las palabras eran incapaces de reflejar siquiera la gravedad del asunto, pero a los dementes cuyo latemotiv era vivir por La Gran Aguja y ver cuán maravillosa es tampoco les importaba demasiado. Ni aunque les hubiésemos dejado claro que nada más entrar nos iban a decapitar hubiesen aportado algo de prudencia al asunto. Estaban valorando la visita a aquel gigantesco edificio sobre sus vidas, y lo único que dejaban claro con eso era su condición mental inestable. Al menos el señor de la máscara de serpiente aportaba algo de seriedad y razón, o mejor dicho sentido común, al asunto, proclamando que nuestra primera meta sería buscar la entrada menos concurrida posible.
Si bien los harapientos hombres no me generaban ningún tipo de confianza, nuestro nuevo jefe estaba en esa cuerda floja. Estaba completamente seguro de que pensaba muchísimo más de lo que decía, algo propio de una persona inteligente y astuta como había demostrado desde que llegué, diciendo lo justo para alentar y tener comiendo de su mano a tanta gente. Y eso no me gustaba para nada, porque alguien impredecible es alguien peligroso, pero también confiable, y eso depende mucho de en qué bando estés para él. Confiar mi vida a una persona así no me apasionaba, pero debía hacerlo, mi sentido común me lo dejaba claro, o terminaría torturado y muerto por la gran cantidad de gente que estaban tan de acuerdo con él.
Así, siguió el discurso, esta vez matizando en que nos debíamos proteger mutuamente, algo lógico. Éramos siete personas las que conformábamos el escuadrón principal, así que cada cabeza pensante y cada brazo capaz de acuchillar valían mucho. Y, en todo caso, también valdrían para despistar o como carnaza, y eso era un recurso muy llamativo en una situación como la que se nos venía encima. Por supuesto que yo no estaba dispuesto a proteger a uno de estos hombres hasta la muer———
— ¡Ah! — Solté un pequeño quejido, ya que mi brazo me había comenzado a doler. Miré instintivamente al lugar donde lo sentía, y vi a una señora mayor, bajita y tierna, que sonreía de oreja a oreja mientras me miraba.
— Qué monada, espero que le vaya bien allí — dijo la anciana. Quizás debería haberme enfadado en esa situación o haber golpeado la mano de la señora para apartarla pero, en cambio, la sonrisa de la mujer se me contagió, cosa que no se vio a través de la máscara. Ciertamente era un acto tierno y, viniendo de una mujer como ella, que parecía tan desvalida y dependiente, significaba mucho, me aportaba seguridad y confianza.
— Ojalá encuentren el paraíso — dijo un anciano que estaba muy cerca la señora mayor que me había hablado hacía escasos segundos. Y el contraste era hasta cómico. SI ella medía un metro y medio o incluso menos, el señor alcanzaba el metro noventa, y daba a entender que tenía unos músculos fornidos, o al menos una espalda fuerte y ancha. Y, cómo no, la voz iba acorde a todo esto, así que me asustaba más que otra cosa, ya que podía parecer incluso una amenaza antes de morir, aunque ya tenía claro que él se refería al interior de La Gran Aguja. Y se me estaba pegando la expresión ‘’La Gran Aguja’’…
Me habían rodeado entre todos los miembros de la secta, que me felicitaban y daban suerte en la tarea que se aproximaba, conscientes de que el momento de la verdad ya llegaba. Un poco más valeroso que antes, quizás más de lo que debería en esa situación, me acerqué a Kirtash y esperé a que diera la señal para entrar y comenzar la aventura.
- Resumen [AEG]:
- -Hacer caso.
-Hacer caso.
-Hacer caso.
-Spoiler: hacer caso.
-Pensar mucho y muy fuerte y hacer caso.
-Ponerme tierno con un par de ancianitos.
Simo Baker
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“¿Duda? ¿De verdad está comenzando a dudar ahora?”, pensé al escuchar y ver la cara del usuario de la mera mera no mi. A penas hacía un instante que había dicho que estaba dispuesto a ir sin piedad contra sus enemigos, ¿acaso le habrían sentado mal las salchichas? Por suerte Ellie puso fin a esa incómoda situación dándole la bofetada que el rubio había pedido al agente Buerganor. Hasta cierto punto entendía que en una situación como esa pudiera estar nervioso, pero nunca se ha de dudar a la hora de luchar contra la revolución. Eran una banda de asesinos y terroristas, el West Blue había sido testigo de ello, no podíamos bajar la guardia.
Terminé mi cena justo a tiempo antes de que el Espíritu de Condoriano volviese a lanzarse a una velocidad absurdamente rápida. ¿Tanto le costaría a la tripulación avisar antes de hacer esas cosas? El impulso me hizo retroceder un paso, pero la verdad es que lo agradecía. No me había pasado desapercibido el haz de luz azul que había impactado contra la aguja haciéndole un agujero. No tenía claro de dónde había venido, pero si lo había lanzado la marina era señal de que estábamos ganando terreno; era el momento idóneo para avanzar. Por unos instantes intenté apuntar con mi piumpiummuellemuelladora a los enemigos a los que adelantábamos, pero íbamos demasiado deprisa como para acertar contra nada. Me hubiera gustado apoyar algo más a nuestras tropas, pero era mejor así; parecía que estábamos pasando desapercibidos, seguramente tendríamos una buena oportunidad de infiltrarnos libremente.
Nuestra nave se detuvo en un pequeño puerto interior situado al pie del arma revolucionaria, justo frente a la puerta que nuestros compañeros del Cipher Pol habían descubierto. La perrita se quedó charlando en el barco con los ancianos, e incluso mientras saltaba del barco llegué a escuchar que los estaba invitando a acompañarnos. No entendía por qué esa pérdida de tiempo, el vicealmirante ya había dejado claro que su misión acababa ahí y nos iba a hacer falta su magma, pero decidí no decirle nada. Al fin y al cabo era de una raza peluda, era normal que hiciera las cosas raras como todo el resto de animales; tan solo esperaba que no se demorase mucho. Mientras tanto yo tan solo agradecí lo que la anciana me había dado y decidí adelantarme un poco para inspeccionar la puerta y estudiar si podría abrirla con mis habilidades. “¡BOOOM!”, sonó esta explotando cuando aún estaba a mitad de camino. Rápidamente tiré la máscara a un lado, rodé hacia atrás y saque mi pistola francotirador para apuntar alrededor. No iba a hacer falta mis habilidades de saqueador, pero esa explosión no había sucedido porque sí, podía haber enemigos cerca.
Tardé unos instantes en cerciorarme de que la zona era segura. Para entonces el grupo ya estaba reuniéndose de nuevo para seguir con las charlas motivacionales. Estaban bien, era bueno que trabajásemos en equipo, pero empezaba a cansarme un poco tanto discursito. Al menos esta vez no fueron todo palabras inútiles, Shintaro, el apodado papafrita quiso aportar algo más de información del posible peligro que enfrentaríamos. Por cómo había usado el haki en el barco y cómo había reaccionado a la explosión ya había sospechado que había algo raro con él, que no era el simplón ladrón de papas que había sospechado en un principio. ¿Por qué todos los malditos agentes del Cipher Pol tenían que ocultar algo? Sin duda me había confundido de novato a la hora de investigar, aunque por como hablaba no parecía que fuese a resultar un enemigo. —Sé a quién nos enfrentamos, he leído los informes. Sé que Krauser es uno de los asesinos más letales que el mundo ha conocido. Pero también sé que el mundo está en peligro. Ya nos habían dicho antes de embarcar que era posible que esta fuera una misión suicida. Aunque nos cueste la vida no podemos dejar que la maldita revolución acabe con más vidas inocentes. No podemos dejar que acaben con el orden y la seguridad del gobierno mundial. Es nuestro deber como agentes… Como personas—, respondí poniendo la mano junto a las del resto de mis compañeros. Al final acabé sumándome al grupo de los discursitos, pero quería dejar bien clara mi postura.
—Ahora sí, deberíamos apresurarnos. Tenemos trabajo que hacer y no creo que en este puerto pasemos desapercibidos infinitamente—, diría apresurando al grupo una vez hubiéramos acabado el rito de equipo.
Terminé mi cena justo a tiempo antes de que el Espíritu de Condoriano volviese a lanzarse a una velocidad absurdamente rápida. ¿Tanto le costaría a la tripulación avisar antes de hacer esas cosas? El impulso me hizo retroceder un paso, pero la verdad es que lo agradecía. No me había pasado desapercibido el haz de luz azul que había impactado contra la aguja haciéndole un agujero. No tenía claro de dónde había venido, pero si lo había lanzado la marina era señal de que estábamos ganando terreno; era el momento idóneo para avanzar. Por unos instantes intenté apuntar con mi piumpiummuellemuelladora a los enemigos a los que adelantábamos, pero íbamos demasiado deprisa como para acertar contra nada. Me hubiera gustado apoyar algo más a nuestras tropas, pero era mejor así; parecía que estábamos pasando desapercibidos, seguramente tendríamos una buena oportunidad de infiltrarnos libremente.
Nuestra nave se detuvo en un pequeño puerto interior situado al pie del arma revolucionaria, justo frente a la puerta que nuestros compañeros del Cipher Pol habían descubierto. La perrita se quedó charlando en el barco con los ancianos, e incluso mientras saltaba del barco llegué a escuchar que los estaba invitando a acompañarnos. No entendía por qué esa pérdida de tiempo, el vicealmirante ya había dejado claro que su misión acababa ahí y nos iba a hacer falta su magma, pero decidí no decirle nada. Al fin y al cabo era de una raza peluda, era normal que hiciera las cosas raras como todo el resto de animales; tan solo esperaba que no se demorase mucho. Mientras tanto yo tan solo agradecí lo que la anciana me había dado y decidí adelantarme un poco para inspeccionar la puerta y estudiar si podría abrirla con mis habilidades. “¡BOOOM!”, sonó esta explotando cuando aún estaba a mitad de camino. Rápidamente tiré la máscara a un lado, rodé hacia atrás y saque mi pistola francotirador para apuntar alrededor. No iba a hacer falta mis habilidades de saqueador, pero esa explosión no había sucedido porque sí, podía haber enemigos cerca.
Tardé unos instantes en cerciorarme de que la zona era segura. Para entonces el grupo ya estaba reuniéndose de nuevo para seguir con las charlas motivacionales. Estaban bien, era bueno que trabajásemos en equipo, pero empezaba a cansarme un poco tanto discursito. Al menos esta vez no fueron todo palabras inútiles, Shintaro, el apodado papafrita quiso aportar algo más de información del posible peligro que enfrentaríamos. Por cómo había usado el haki en el barco y cómo había reaccionado a la explosión ya había sospechado que había algo raro con él, que no era el simplón ladrón de papas que había sospechado en un principio. ¿Por qué todos los malditos agentes del Cipher Pol tenían que ocultar algo? Sin duda me había confundido de novato a la hora de investigar, aunque por como hablaba no parecía que fuese a resultar un enemigo. —Sé a quién nos enfrentamos, he leído los informes. Sé que Krauser es uno de los asesinos más letales que el mundo ha conocido. Pero también sé que el mundo está en peligro. Ya nos habían dicho antes de embarcar que era posible que esta fuera una misión suicida. Aunque nos cueste la vida no podemos dejar que la maldita revolución acabe con más vidas inocentes. No podemos dejar que acaben con el orden y la seguridad del gobierno mundial. Es nuestro deber como agentes… Como personas—, respondí poniendo la mano junto a las del resto de mis compañeros. Al final acabé sumándome al grupo de los discursitos, pero quería dejar bien clara mi postura.
—Ahora sí, deberíamos apresurarnos. Tenemos trabajo que hacer y no creo que en este puerto pasemos desapercibidos infinitamente—, diría apresurando al grupo una vez hubiéramos acabado el rito de equipo.
- Cosa:
- -Carga balas celestes +1 turno. Llevo 2 cargas completas en total.
-Ready to go in.
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Pocas veces había experimentado un desagrado tan grande hacia otro ser humano como el que sentía hacia VIktor Elrik. Le había sentado muy bien matar a sus dos copias, como si se hubiese quitado un gran peso de encima, como si hubiese aplastado a un mosquito que llevaba demasiado tiempo zumbando en su oído. Sabía que, a largo plazo, no serviría de nada, pero eso poco importaba por el momento. El agente Smith, por su parte, había tenido una muerte considerablemente menos agradable, y tampoco le supuso alivio alguno. No albergaba ninguna animadversión hacia aquel hombre, pero los riesgos de dejarlo con vida eran excesivos. Del mafioso, en cambio, no había ni rastro, y tampoco le preocupaba. No podía serle más indiferente el destino de aquel hombrecillo. Estaba de un relativo buen humor hasta que vio la tercera copia.
El clon, claramente ebrio, hablaba con uno de los piratas convocados a la carpa. Gerald se planteó matarlo, aunque eso habría sido inútil. Sería de lo más engorroso perseguir a todos los Elriks de los alrededores y aplastarlos. No sería muy distinto de aplastar hormiga tras hormiga sobre un mantel de picnic. Decidió que sería mucho mejor para su salud mental simplemente ignorarlo.
-Espero que no me lo tengáis en cuenta, White -dijo a su socio-. Fue un arrebato. En cualquier caso, no podíamos fiarnos de él. Admitió abiertamente que quería utilizarnos, y los peones no tienen una larga esperanza de vida. Es mejor así. Por cierto, ¿hicisteis vos lo del agente? -preguntó. No podía explicar que él lo había matado sin revelar con ello sus poderes, así que intentaría confundir un poco a White. Tal vez fuese necesario retocar un poco sus recuerdos más adelante.
Y ya de paso, tendría que plantearse hacer algo con el repulsivo ser que mutilaba las cabezas de los clones muertos. Gerald apartó la vista, asqueado, cuando el ser arrancó la primera lengua. Mucho se temía que decidiese comérsela. Le extrañó sobremanera que White aceptara una de las cabezas, y le desconcertó aun más que lo hubiera elegido como obsequio para Lysbeth. Un mensaje sutil, aunque desagradable. Estaba rodeado de dementes.
No se detuvo a intercambiar más palabras corteses. La torre estaba ya a su alcance y, o mucho se equivocaba, o el armatoste flotante de Elrik había ido a dar con una puerta. Ya iba siendo hora de descubrir qué se ocultaba dentro de ese edificio. Se puso a la par con Lysbeth, ignorando a propósito los asuntos que Black tuviera con la pequeña charlatana que presumía de vida eterna. Se preguntaba si llegaría a necesitar la fuerza de Ardian. Era de esperar que mucha gente tratase de abrirse paso al interior, así que sería un buen movimiento mantenerla cerca. Además, parecía mejor compañía que los cortadores de cabezas que le acompañaban.
-Habrá muchos que traten de destruir este lugar y hacerse con todo lo que contenga. En cierto modo, esto será una carrera -comentó, manteniendo el paso hacia el Jinete-. Así que matad a todos los que veáis.
El clon, claramente ebrio, hablaba con uno de los piratas convocados a la carpa. Gerald se planteó matarlo, aunque eso habría sido inútil. Sería de lo más engorroso perseguir a todos los Elriks de los alrededores y aplastarlos. No sería muy distinto de aplastar hormiga tras hormiga sobre un mantel de picnic. Decidió que sería mucho mejor para su salud mental simplemente ignorarlo.
-Espero que no me lo tengáis en cuenta, White -dijo a su socio-. Fue un arrebato. En cualquier caso, no podíamos fiarnos de él. Admitió abiertamente que quería utilizarnos, y los peones no tienen una larga esperanza de vida. Es mejor así. Por cierto, ¿hicisteis vos lo del agente? -preguntó. No podía explicar que él lo había matado sin revelar con ello sus poderes, así que intentaría confundir un poco a White. Tal vez fuese necesario retocar un poco sus recuerdos más adelante.
Y ya de paso, tendría que plantearse hacer algo con el repulsivo ser que mutilaba las cabezas de los clones muertos. Gerald apartó la vista, asqueado, cuando el ser arrancó la primera lengua. Mucho se temía que decidiese comérsela. Le extrañó sobremanera que White aceptara una de las cabezas, y le desconcertó aun más que lo hubiera elegido como obsequio para Lysbeth. Un mensaje sutil, aunque desagradable. Estaba rodeado de dementes.
No se detuvo a intercambiar más palabras corteses. La torre estaba ya a su alcance y, o mucho se equivocaba, o el armatoste flotante de Elrik había ido a dar con una puerta. Ya iba siendo hora de descubrir qué se ocultaba dentro de ese edificio. Se puso a la par con Lysbeth, ignorando a propósito los asuntos que Black tuviera con la pequeña charlatana que presumía de vida eterna. Se preguntaba si llegaría a necesitar la fuerza de Ardian. Era de esperar que mucha gente tratase de abrirse paso al interior, así que sería un buen movimiento mantenerla cerca. Además, parecía mejor compañía que los cortadores de cabezas que le acompañaban.
-Habrá muchos que traten de destruir este lugar y hacerse con todo lo que contenga. En cierto modo, esto será una carrera -comentó, manteniendo el paso hacia el Jinete-. Así que matad a todos los que veáis.
Blishard
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Blishard se quedó mirando al humano que tenía en su mano mientras pensaba y reflexionaba sobre lo raros que eran los seres humanos.
“Si salgo vivo de esta, empezaré a estudiar a los seres humanos y escribiré un libro. Se llamará Humano de Plutón y será un éxito en todas las librerías del mundo.”-dijo para sus adentros-.
De repente, percibió como el barco chocaba contra algo. Habían llegado a la aguja. Blishard se irguió a lo largo de toda su envergadura y observó como la gente se apelotonaba para entrar. Era imposible distinguir unos de otros. Revolucionarios, Marines, Criminales, Piratas...
Estaban todos mezclados. Depositó al humano encima del muro y se dispuso a subir con cuidadode no aplastar ni a ese ser que sentía una extraña y turbia atracción hacia él ni al propio muro. Bien pensado, podía emplear esa fascinación del marine por él a su favor. Así que dirigiéndose a él le preguntó:
“Oye, Marine, ¿qué llevas encima?”
Acto seguido, empieza a llevar al resto de Marines del barco al muro. Por lo menos, aquellos que no están en el agua. Y refiriéndose a ellos, afirma:
“No es tiempo de peleas. Debemos colaborar, el destino del mundo está en juego. Da igual la facción, si fallamos, podría ser el fin del mundo tal y como lo conocemos. Voy a observar más de cerca a la gente entrando. Tomad una decisión, si preferís seguir en solitario, no os detendré. Me iré por mi camino. Sea como sea, todavía hay demasiada gente para entrar. Dado que hay fuerzas muy poderosas moviéndose por aquí, es aconsejable esperar a que se haya liberado un poco la zona. A no ser, claro está, que hayáis venido aquí porque queréis morir y pasar a la historia, en cuyo caso, os cogeré y os lanzaré contra la marabunta de seres que hay por ahí.”
Tras estas palabras, cogió una bala de cañón y se alejó un poco de los marines y de las zonas por donde entraba la gente. Acto seguido, giró sobre si mismo con la bala de cañón en la mano y la lanzó apuntando lo mejor que sabía hacia la marabunta de gente.
“Si salgo vivo de esta, empezaré a estudiar a los seres humanos y escribiré un libro. Se llamará Humano de Plutón y será un éxito en todas las librerías del mundo.”-dijo para sus adentros-.
De repente, percibió como el barco chocaba contra algo. Habían llegado a la aguja. Blishard se irguió a lo largo de toda su envergadura y observó como la gente se apelotonaba para entrar. Era imposible distinguir unos de otros. Revolucionarios, Marines, Criminales, Piratas...
Estaban todos mezclados. Depositó al humano encima del muro y se dispuso a subir con cuidadode no aplastar ni a ese ser que sentía una extraña y turbia atracción hacia él ni al propio muro. Bien pensado, podía emplear esa fascinación del marine por él a su favor. Así que dirigiéndose a él le preguntó:
“Oye, Marine, ¿qué llevas encima?”
Acto seguido, empieza a llevar al resto de Marines del barco al muro. Por lo menos, aquellos que no están en el agua. Y refiriéndose a ellos, afirma:
“No es tiempo de peleas. Debemos colaborar, el destino del mundo está en juego. Da igual la facción, si fallamos, podría ser el fin del mundo tal y como lo conocemos. Voy a observar más de cerca a la gente entrando. Tomad una decisión, si preferís seguir en solitario, no os detendré. Me iré por mi camino. Sea como sea, todavía hay demasiada gente para entrar. Dado que hay fuerzas muy poderosas moviéndose por aquí, es aconsejable esperar a que se haya liberado un poco la zona. A no ser, claro está, que hayáis venido aquí porque queréis morir y pasar a la historia, en cuyo caso, os cogeré y os lanzaré contra la marabunta de seres que hay por ahí.”
Tras estas palabras, cogió una bala de cañón y se alejó un poco de los marines y de las zonas por donde entraba la gente. Acto seguido, giró sobre si mismo con la bala de cañón en la mano y la lanzó apuntando lo mejor que sabía hacia la marabunta de gente.
Gareth Silverwing
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En esos momentos notaba sobre mí esa felicidad infantil que embarga el cuerpo y el alma cuando un perro, o un animal en general, te hace caso e interactúa contigo. Esa sensación de haber forjado un vínculo con un ser diferente y de hablar el mismo lenguaje sin necesidad de palabras. El rey marino había apoyado su gran barbilla encima mío, dejando la lengua caer sobre mí, mientras me llenaba de babas. La verdad es que era una sensación un poco molesta, pero podía soportar esto si significaba poder dar más cariño a ese magnífico animal. Le rasqué la barbilla con la fuerza suficiente como para que lo notase a través de lo que suponía que sería una piel gruesa.
- ¿Quien es un buen chico? ¡Tu eres un buen chico! Eso es tú. ¿Te gusta que te rasquen? A que sí, a que sí. - Le dije al animal mientras le rascaba con un tono un poco estúpido e infantil mientras miraba la conversación de Zane y Al.
Hablaban de espadas, las katanas molaban mucho. Por alguna razón eran ese tipo de espadas que caen bien siempre, que gustaban a niños, adolescentes (sobre todo a adolescentes) y a mayores. Finas, elegantes, refinadas, como una buena torre de folios perfectamente alineados, revisados y sellados. Nunca lo mostraba, pero me interesaba el mundo de la esgrima, era un arte que nunca me había molestado en aprender, aunque el mío usaba un arma más grande. Sin duda veía a los espadachines como gente disciplinada, de esa que hace falta en la brigada, pero que no llega a aparecer nunca. Mientras estaba perdido en mis pensamientos mi cuerpo se fue moviendo solo, como por instinto, hacia el pirata y el almirante, llevando todo el peso de la cabeza del rey marino encima mío y arrastrando su cuerpo por el hielo.
- Bua, como mola. Nunca había tenido una como esta en las manos. - Dije mientras sostenía una de las espadas del pirata en alto y miraba con admiración la vaina. - Sólo con desenvainarla uno se siente cada vez más como un samurai. - Comenté al desenvainar la espada y admirar la calidad de su acero. - Ya está, decidido, voy a hacer cambio de clase a samurai, porque mola mucho ¡Hya!- Grité lleno de ánimo y entusiasmo al dar un torpe tajo horizontal al aire con todas mis fuerzas. - ¿Has visto eso Reginald? ¡Está tan afilada que hasta corta el aire! - Comenté con ilusión dirigiéndome a la nueva mascota que había nombrado.
Di unos cuantos y peligrosos tajos más mientras hacía poses extravagantes que intentaban imitar torpemente lo que había visto en los entrenamientos de kendo de la marina, así como en algunas obras de ficción sobre espadachines. Con una sonrisa estúpida en la boca, como cuando un niño coge un palo y empieza a matar monstruos imaginarios como si de una espada sagrada se tratase.
- ¡Vamos a matar al rey demonio en su castillo! - Grité a los cuatro vientos mientras apuntaba con la punta de la espada hacia la aguja y empezaba a moverme a toda la velocidad que el perrete me permitía en dirección a la fortaleza enemiga.
- ¿Quien es un buen chico? ¡Tu eres un buen chico! Eso es tú. ¿Te gusta que te rasquen? A que sí, a que sí. - Le dije al animal mientras le rascaba con un tono un poco estúpido e infantil mientras miraba la conversación de Zane y Al.
Hablaban de espadas, las katanas molaban mucho. Por alguna razón eran ese tipo de espadas que caen bien siempre, que gustaban a niños, adolescentes (sobre todo a adolescentes) y a mayores. Finas, elegantes, refinadas, como una buena torre de folios perfectamente alineados, revisados y sellados. Nunca lo mostraba, pero me interesaba el mundo de la esgrima, era un arte que nunca me había molestado en aprender, aunque el mío usaba un arma más grande. Sin duda veía a los espadachines como gente disciplinada, de esa que hace falta en la brigada, pero que no llega a aparecer nunca. Mientras estaba perdido en mis pensamientos mi cuerpo se fue moviendo solo, como por instinto, hacia el pirata y el almirante, llevando todo el peso de la cabeza del rey marino encima mío y arrastrando su cuerpo por el hielo.
- Bua, como mola. Nunca había tenido una como esta en las manos. - Dije mientras sostenía una de las espadas del pirata en alto y miraba con admiración la vaina. - Sólo con desenvainarla uno se siente cada vez más como un samurai. - Comenté al desenvainar la espada y admirar la calidad de su acero. - Ya está, decidido, voy a hacer cambio de clase a samurai, porque mola mucho ¡Hya!- Grité lleno de ánimo y entusiasmo al dar un torpe tajo horizontal al aire con todas mis fuerzas. - ¿Has visto eso Reginald? ¡Está tan afilada que hasta corta el aire! - Comenté con ilusión dirigiéndome a la nueva mascota que había nombrado.
Di unos cuantos y peligrosos tajos más mientras hacía poses extravagantes que intentaban imitar torpemente lo que había visto en los entrenamientos de kendo de la marina, así como en algunas obras de ficción sobre espadachines. Con una sonrisa estúpida en la boca, como cuando un niño coge un palo y empieza a matar monstruos imaginarios como si de una espada sagrada se tratase.
- ¡Vamos a matar al rey demonio en su castillo! - Grité a los cuatro vientos mientras apuntaba con la punta de la espada hacia la aguja y empezaba a moverme a toda la velocidad que el perrete me permitía en dirección a la fortaleza enemiga.
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