Eric Zor-El
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Acababa de llegar a la cofa para hablar con el hombre-rama, cuando la voz de su comodoro llamó su atención. Dudó durante un par de segundos, pues no creía que lo que estaban escuchando sus oídos. Pero cuando vio a su superior sobre la cofa, imponente y decidido como de costumbre, giró el cuello para ver que el timón estaba solo.
—Es mi momento —se dijo para sus adentros, a sabiendas de que Zuko podría estar escuchándolo con su fino oído de lagarto.
Tras eso, no tardó en ponerse de pie y dar un salto hacia la cubierta. Todos los marines corrían de un lado al otro como pollo sin cabeza, sacando barriles con munición, armas de todo tipo y cuerdas, ¿para qué querían cuerdas? La gente del mar azul era rara, o eso es lo que pensaba el shandiano. Avanzó a paso ligero hasta el castillo de popa donde estaba el timón, donde un sargento intentaba mantenerlo estable para ir en línea recta.
—Tú —alzó la voz con tono imperante—. Coge tu escopota y ve a primera línea de batalla, que yo me voy a encargar de gobernar los mandos de este poderoso navío.
Con un brusco movimiento de su brazo derecho, apartó al joven marine y agarró el timón. Como si de un navegante experto se tratara, lo giró rápidamente hacia la derecha y se dirigió hacia un barco que estaba frente a él. Había escuchado que se trataba de un barco capaz de romper el hielo, y el hielo era un material más resistente que la madera, así que no dudó en chocarse contra el frágil costado del barco revolucionario que tenía en frente. Como si fuera mantequilla, la madera del barco contrario se rompió por la mitad, haciendo que muchos enemigos no tuvieran otra opción que guarecer en el navío del gobierno.
—¡Valaaulia le vaa! —gritó con todas sus fuerzas, sin darse cuenta que estaba hablando en su dialecto natal.
Nuevamente, volvió quiso arremeter contra otro barco, pero no encontraba ninguno al cual atravesar de forma limpia. Giraba el timón de un lado al otro, buscando tomar contacto con un barco enemigo, pero ninguno se ponía a tiro. La sonrisa en la cara de Eric era como la de un infante con un machete nuevo para cazar el almuerzo, pero muchos otros no opinaban como él.
—¡Quitadle los mandos del barco a ese tío! —gritó un marine.
—¡Esta loco! —decía otro—. ¡El comandante Zor-El está loco! —reiteraba continuamente.
—Fiafia lou tina, atalii o le afe o fafine talitane —les contestó Eric, acordándose de la madre de más de uno de ellos.
“Tampoco lo hago tan mal”
Y entonces, sin comerlo ni beberlo, usando la grandiosa táctica derribar barcos que él mismo había patentado, un barco criminal chocó contra el suyo, haciendo que una gran cantidad de delincuentes subieran al barco. Segundos después, un marine apareció frente al comandante.
—Señor Zor-El, señor —le dijo el marine—. Déjeme los mandos del barco antes de que mura… —el marine se calló al ver el gesto terrorífico de Eric ante lo que estaba a punto de decir—. Antes de que muramos todos a manos de los criminales. Usted es más valioso en primera línea de batalla.
—Está bien —le dijo—. Pero ten cuidado, se va un poco para la izquierda. Creo que el mecanicista debería echarle un ojo cuando volvamos a la base.
Eric se puso en el centro del barco, y veía como una docena de criminales se colocaban frente a él. Todos iban armados, ya fueran con espadas, hachas, cadenas o armas de fuego, y eso excitaba al shandiano. Alzó sus puños y comenzó a encadenar una onda de choque tras otra. Golpeaba al aire con todas sus fuerzas, y los delincuentes salían volando por la borda como las hojas de los árboles empujadas por una fuerte corriente de aire.
—¡O LE MANA O LE AIGA O LATOU MEA!
—Es mi momento —se dijo para sus adentros, a sabiendas de que Zuko podría estar escuchándolo con su fino oído de lagarto.
Tras eso, no tardó en ponerse de pie y dar un salto hacia la cubierta. Todos los marines corrían de un lado al otro como pollo sin cabeza, sacando barriles con munición, armas de todo tipo y cuerdas, ¿para qué querían cuerdas? La gente del mar azul era rara, o eso es lo que pensaba el shandiano. Avanzó a paso ligero hasta el castillo de popa donde estaba el timón, donde un sargento intentaba mantenerlo estable para ir en línea recta.
—Tú —alzó la voz con tono imperante—. Coge tu escopota y ve a primera línea de batalla, que yo me voy a encargar de gobernar los mandos de este poderoso navío.
Con un brusco movimiento de su brazo derecho, apartó al joven marine y agarró el timón. Como si de un navegante experto se tratara, lo giró rápidamente hacia la derecha y se dirigió hacia un barco que estaba frente a él. Había escuchado que se trataba de un barco capaz de romper el hielo, y el hielo era un material más resistente que la madera, así que no dudó en chocarse contra el frágil costado del barco revolucionario que tenía en frente. Como si fuera mantequilla, la madera del barco contrario se rompió por la mitad, haciendo que muchos enemigos no tuvieran otra opción que guarecer en el navío del gobierno.
—¡Valaaulia le vaa! —gritó con todas sus fuerzas, sin darse cuenta que estaba hablando en su dialecto natal.
Nuevamente, volvió quiso arremeter contra otro barco, pero no encontraba ninguno al cual atravesar de forma limpia. Giraba el timón de un lado al otro, buscando tomar contacto con un barco enemigo, pero ninguno se ponía a tiro. La sonrisa en la cara de Eric era como la de un infante con un machete nuevo para cazar el almuerzo, pero muchos otros no opinaban como él.
—¡Quitadle los mandos del barco a ese tío! —gritó un marine.
—¡Esta loco! —decía otro—. ¡El comandante Zor-El está loco! —reiteraba continuamente.
—Fiafia lou tina, atalii o le afe o fafine talitane —les contestó Eric, acordándose de la madre de más de uno de ellos.
“Tampoco lo hago tan mal”
Y entonces, sin comerlo ni beberlo, usando la grandiosa táctica derribar barcos que él mismo había patentado, un barco criminal chocó contra el suyo, haciendo que una gran cantidad de delincuentes subieran al barco. Segundos después, un marine apareció frente al comandante.
—Señor Zor-El, señor —le dijo el marine—. Déjeme los mandos del barco antes de que mura… —el marine se calló al ver el gesto terrorífico de Eric ante lo que estaba a punto de decir—. Antes de que muramos todos a manos de los criminales. Usted es más valioso en primera línea de batalla.
—Está bien —le dijo—. Pero ten cuidado, se va un poco para la izquierda. Creo que el mecanicista debería echarle un ojo cuando volvamos a la base.
Eric se puso en el centro del barco, y veía como una docena de criminales se colocaban frente a él. Todos iban armados, ya fueran con espadas, hachas, cadenas o armas de fuego, y eso excitaba al shandiano. Alzó sus puños y comenzó a encadenar una onda de choque tras otra. Golpeaba al aire con todas sus fuerzas, y los delincuentes salían volando por la borda como las hojas de los árboles empujadas por una fuerte corriente de aire.
—¡O LE MANA O LE AIGA O LATOU MEA!
Bizvan
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Dar mantenimiento a Madre siempre fue una forma de despejar mi mente y ayudarme a relajar. Había algo en el hecho de afilar la hoja de mi espada al punto de poder cortar un cabello a la mitad, que me provocaba una sensación de satisfacción.
Esta concentración que daba a la preparación de mi arma fue la causante de no percatarme de la presencia del peliblanco, hasta el momento en el cual se apoyó sobre mi. El joven no me dio oportunidad de decir algo, pues sin siquiera mirarme, mencionó mi nombre. No podía ver bien su expresión, pero parecía tratar de buscar las palabras adecuadas, y cuando por fin habló, no pude evitar sentirme desconcertado.
Parecía que el joven experimentaba algo por lo que todos los marines pasamos a lo largo de nuestra carrera militar, cuestionar si hacemos lo correcto. Mentiría si dijera que nunca me pasó por la mente pensar que había algo mal con algunas partes de mi trabajo, sin embargo siempre me excusé diciendo que mientras siguiera a Kimura no tendría que cuestionar nada.
No estaba seguro de por qué Wyrm había comenzado a pensar en ese tipo de cosas, pero lo realmente preocupante fue escuchar pedirme acabar con él cuando perdiera el rumbo.
Sin darme oportunidad de a hablar, el peliblanco se puso de pie y se dirigió a otra parte.
* ¿¡Que mierda fue eso!? *pensé mientras me llevaba la mano al hombro. No sabía qué pensar con respecto a su petición. El peliblanco era uno de los pocos amigos que me quedaban, y que esa persona me pidiera el favor de encargarme de él si llegaba a ser necesario, eso era algo dificil de aceptar.
Miré al marine que estaba cantando (al cual se le había unido otro marine que utilizaba una pizarra para comunicarse), creía que ambos eran sus compañeros, pero no estaba del todo seguro, por ello reprimí la necesidad de decir algo y solo me limité a bajar la mirada hacia mi espada. Podía ver mi reflejo en la hoja, mi expresión no era buena.
Dejé escapar un pequeño suspiro y me obligué a poner mi sonrisa falsa de trabajo con la que solía laborar como marine.
El sonido rítmico de un par de palmas llamó mi atención y al levantar mi cabeza vi a un recluta acercarse, quien tras elogiar al cantante se presentó.
Coloqué la piedra en el bolsillo donde pertenecía, para después colocarme de pie para saludar al chico.
- Mucho gusto Erik, mi nombre es Bizvan. Hubiese preferido que nuestro primer encuentro fuese en un lugar más tranquilo. -expresé en tono amable mientras colocaba en su vaina mi espada.
Un pequeño tambaleo me hizo desviar la mirada hacia el mar, parecía que las olas estaban un poco agitadas.
- Algo me dice que las cosas se van a poner movidas, sería buena idea sujetarse de algo a no ser que confíes en tu equilibrio. -comenté mientras pasaba mi mirada por el resto de los marines. No parecía ser el único y mucho menos el primero en notarlo.
Poco a poco el bamboleo se manifestó con mayor intensidad y con ello el miedo se esparció por los reclutas sin experiencia, llegando al punto de presentarse llantos y gritos sobre quitar a un comandante del timón.
La sacudida de golpear algo casi me hace caer, ahora comprendía los llantos y demandas que se llevaban a cabo.
* Bueno, no soy nadie para criticar las habilidades náuticas de otros, mientras esta cosa no termine en el fondo del mar deberíamos estar bien…
No parecía que el resto compartiera mi pensamiento, pues hubo marines que decidieron probar mejor suerte flotando en el mar.
Otro impacto más fuerte me hizo hincarme y casi caer de boca contra la madera.
No comprendía qué clase de estrategia era esta, pero al colocarme de nuevo de pie pude ver como otro barco había chocado contra el nuestro, y pintorescos invitados comenzaban a abordar.
Un marine de piel morena y aspecto feroz no tardó en ponerse en acción y mediante el uso de poderosas ondas comenzó a mandar volando a los polizones. Seguramente él sería capaz de hacerse cargo de los enemigos que saltaban a nuestra nave.
Unos cuantos hombres consideraron que era más seguro permanecer en su barco y disparar con sus armas aprovechando la escena de sus compañeros siendo arrojados.
Sin pensarlo dos veces comencé a crear dagas de electricidad para arrojarlas contra los enemigos. Dos hombres soltaron un grito al recibir la descarga eléctrica. Era lamentable que solo dos de mis dagas impactaran contra el enemigo, pero inevitable si considerábamos que mi puntería no era la mejor del mundo.
Apunté mi gancho Efish contra un tercer hombre que buscaba con la mirada de donde habían atacado a su compañeros. Tras accionar el mecanismo del aparato en mi brazo izquierdo, el arpón salió disparado a gran velocidad, atravesando el hombro del enemigo. Se podría considerar una suerte el haber acertado sin que el gancho impactara contra su pecho. Antes de que el hombre gritara por el dolor, accioné el botón que comenzaba a traer de vuelta la parte metálica.
Los músculos de mi brazo se tensaron ante el esfuerzo, sin embargo el aparato hacía la mayor parte del trabajo, así que solo debería soportar un poco mientras veía la cómica escena de un hombre siendo arrastrado como si fuera un muñeco. Al estar cerca canalicé electricidad en mi puño y lo golpeé con toda mi fuerza en su rostro, si mi fuerza no era suficiente para dejarlo inconsciente, la electricidad debería dar una mano.
- Bien, no estoy seguro si sirva de algo, pero con algo de suerte podríamos interrogar a este sujeto. -solo realicé el comentario al aire, posiblemente nadie me prestaría atención, pero no perdía nada por decirlo.
* Hay que hacer algo con el daño sufrido. Quizás Tobí pueda crear una capa de sirope que nos dé tiempo. *sabía que no había necesidad de buscar al CP para sugerirle eso, él era listo, quizás más listo que yo, y por ello debía intentar pensar en algo más.
Desenvainé mi espada y me dispuse a enfrentar a los enemigos que saltaran e intentaran evitar las ondas.
Activé mi mantra y comencé a moverme en dirección al barco enemigo. No me gustaría recibir un ataque sorpresa y de ser posible quería evitar la mayor parte de los ataques que recibiera.
Mientras me acercaba al barco enemigo, algunos hombres se percataron de mi presencia e intentaron detenerme. Parecía tener suerte, pues apenas me vi interrumpido por dos hombres de aspecto sucio. La presencia de los demás marines ayudó a que los enemigos se vieran en la necesidad de centrar su atención en más de una persona, por lo que fue un poco sencillo acercarme lo suficiente al barco enemigo para comenzar a cortarlo en partes que deberían fungir como material de reparación.
Utilicé mis colgantes para invocar a mis esqueletos, no tenía intención de hacerlos pelear, sino que las cinco nuevas figuras (totalmente vestidas y con máscaras) se encargarían de comenzar con reparaciones (que de poco servirían sin un material aferente o profesionales apoyando).
Era probable que no fuese capaz de conseguir material suficiente a no ser que que abordara el barco enemigo. Sin embargo no quería ser el centro de atención, sin mencionar que no me gustaría sufrir daño colateral en caso de que los marines más fuertes decidieran acatar.
No estaba seguro de si había un carpintero capaz de llevar a cabo la labor, no obstante si era necesario, yo podría intentar hacerme cargo de la reparación, solo necesitaba material con el cual trabajar y eliminar la parte del navío enemigo que nos había embestido.
Esta concentración que daba a la preparación de mi arma fue la causante de no percatarme de la presencia del peliblanco, hasta el momento en el cual se apoyó sobre mi. El joven no me dio oportunidad de decir algo, pues sin siquiera mirarme, mencionó mi nombre. No podía ver bien su expresión, pero parecía tratar de buscar las palabras adecuadas, y cuando por fin habló, no pude evitar sentirme desconcertado.
Parecía que el joven experimentaba algo por lo que todos los marines pasamos a lo largo de nuestra carrera militar, cuestionar si hacemos lo correcto. Mentiría si dijera que nunca me pasó por la mente pensar que había algo mal con algunas partes de mi trabajo, sin embargo siempre me excusé diciendo que mientras siguiera a Kimura no tendría que cuestionar nada.
No estaba seguro de por qué Wyrm había comenzado a pensar en ese tipo de cosas, pero lo realmente preocupante fue escuchar pedirme acabar con él cuando perdiera el rumbo.
Sin darme oportunidad de a hablar, el peliblanco se puso de pie y se dirigió a otra parte.
* ¿¡Que mierda fue eso!? *pensé mientras me llevaba la mano al hombro. No sabía qué pensar con respecto a su petición. El peliblanco era uno de los pocos amigos que me quedaban, y que esa persona me pidiera el favor de encargarme de él si llegaba a ser necesario, eso era algo dificil de aceptar.
Miré al marine que estaba cantando (al cual se le había unido otro marine que utilizaba una pizarra para comunicarse), creía que ambos eran sus compañeros, pero no estaba del todo seguro, por ello reprimí la necesidad de decir algo y solo me limité a bajar la mirada hacia mi espada. Podía ver mi reflejo en la hoja, mi expresión no era buena.
Dejé escapar un pequeño suspiro y me obligué a poner mi sonrisa falsa de trabajo con la que solía laborar como marine.
El sonido rítmico de un par de palmas llamó mi atención y al levantar mi cabeza vi a un recluta acercarse, quien tras elogiar al cantante se presentó.
Coloqué la piedra en el bolsillo donde pertenecía, para después colocarme de pie para saludar al chico.
- Mucho gusto Erik, mi nombre es Bizvan. Hubiese preferido que nuestro primer encuentro fuese en un lugar más tranquilo. -expresé en tono amable mientras colocaba en su vaina mi espada.
Un pequeño tambaleo me hizo desviar la mirada hacia el mar, parecía que las olas estaban un poco agitadas.
- Algo me dice que las cosas se van a poner movidas, sería buena idea sujetarse de algo a no ser que confíes en tu equilibrio. -comenté mientras pasaba mi mirada por el resto de los marines. No parecía ser el único y mucho menos el primero en notarlo.
Poco a poco el bamboleo se manifestó con mayor intensidad y con ello el miedo se esparció por los reclutas sin experiencia, llegando al punto de presentarse llantos y gritos sobre quitar a un comandante del timón.
La sacudida de golpear algo casi me hace caer, ahora comprendía los llantos y demandas que se llevaban a cabo.
* Bueno, no soy nadie para criticar las habilidades náuticas de otros, mientras esta cosa no termine en el fondo del mar deberíamos estar bien…
No parecía que el resto compartiera mi pensamiento, pues hubo marines que decidieron probar mejor suerte flotando en el mar.
Otro impacto más fuerte me hizo hincarme y casi caer de boca contra la madera.
No comprendía qué clase de estrategia era esta, pero al colocarme de nuevo de pie pude ver como otro barco había chocado contra el nuestro, y pintorescos invitados comenzaban a abordar.
Un marine de piel morena y aspecto feroz no tardó en ponerse en acción y mediante el uso de poderosas ondas comenzó a mandar volando a los polizones. Seguramente él sería capaz de hacerse cargo de los enemigos que saltaban a nuestra nave.
Unos cuantos hombres consideraron que era más seguro permanecer en su barco y disparar con sus armas aprovechando la escena de sus compañeros siendo arrojados.
Sin pensarlo dos veces comencé a crear dagas de electricidad para arrojarlas contra los enemigos. Dos hombres soltaron un grito al recibir la descarga eléctrica. Era lamentable que solo dos de mis dagas impactaran contra el enemigo, pero inevitable si considerábamos que mi puntería no era la mejor del mundo.
Apunté mi gancho Efish contra un tercer hombre que buscaba con la mirada de donde habían atacado a su compañeros. Tras accionar el mecanismo del aparato en mi brazo izquierdo, el arpón salió disparado a gran velocidad, atravesando el hombro del enemigo. Se podría considerar una suerte el haber acertado sin que el gancho impactara contra su pecho. Antes de que el hombre gritara por el dolor, accioné el botón que comenzaba a traer de vuelta la parte metálica.
Los músculos de mi brazo se tensaron ante el esfuerzo, sin embargo el aparato hacía la mayor parte del trabajo, así que solo debería soportar un poco mientras veía la cómica escena de un hombre siendo arrastrado como si fuera un muñeco. Al estar cerca canalicé electricidad en mi puño y lo golpeé con toda mi fuerza en su rostro, si mi fuerza no era suficiente para dejarlo inconsciente, la electricidad debería dar una mano.
- Bien, no estoy seguro si sirva de algo, pero con algo de suerte podríamos interrogar a este sujeto. -solo realicé el comentario al aire, posiblemente nadie me prestaría atención, pero no perdía nada por decirlo.
* Hay que hacer algo con el daño sufrido. Quizás Tobí pueda crear una capa de sirope que nos dé tiempo. *sabía que no había necesidad de buscar al CP para sugerirle eso, él era listo, quizás más listo que yo, y por ello debía intentar pensar en algo más.
Desenvainé mi espada y me dispuse a enfrentar a los enemigos que saltaran e intentaran evitar las ondas.
Activé mi mantra y comencé a moverme en dirección al barco enemigo. No me gustaría recibir un ataque sorpresa y de ser posible quería evitar la mayor parte de los ataques que recibiera.
Mientras me acercaba al barco enemigo, algunos hombres se percataron de mi presencia e intentaron detenerme. Parecía tener suerte, pues apenas me vi interrumpido por dos hombres de aspecto sucio. La presencia de los demás marines ayudó a que los enemigos se vieran en la necesidad de centrar su atención en más de una persona, por lo que fue un poco sencillo acercarme lo suficiente al barco enemigo para comenzar a cortarlo en partes que deberían fungir como material de reparación.
Utilicé mis colgantes para invocar a mis esqueletos, no tenía intención de hacerlos pelear, sino que las cinco nuevas figuras (totalmente vestidas y con máscaras) se encargarían de comenzar con reparaciones (que de poco servirían sin un material aferente o profesionales apoyando).
Era probable que no fuese capaz de conseguir material suficiente a no ser que que abordara el barco enemigo. Sin embargo no quería ser el centro de atención, sin mencionar que no me gustaría sufrir daño colateral en caso de que los marines más fuertes decidieran acatar.
No estaba seguro de si había un carpintero capaz de llevar a cabo la labor, no obstante si era necesario, yo podría intentar hacerme cargo de la reparación, solo necesitaba material con el cual trabajar y eliminar la parte del navío enemigo que nos había embestido.
- Resumen :
- Pensar en el comentario de Wyrm.
Saludar a Erik.
Notar el bamboleo.
Dejar inconscientes a 3 enemigos y matar a 2.
Tomar mi espada y comenzar a acercarse al barco enemigo mientras utilizo mi arma para defenderme y activar mi mantra (primer asalto).
Cortar una parte del barco enemigo en búsqueda de materiales para poder reparar el daño de nuestro navío.
Invocar a mis esqueletos haciendo uso de mis colgantes, para que estos inicien con reparaciones muy básicas que no servirían de nada sin la ayuda de un carpintero o un material aferente.
Osuka Sumisu
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- Al menos yo tengo mozas a las que llamar -respondió por fin Zane. Muchos no soportaban el vacile y la gañadería que soltaba el pelirrojo, pero a Osu le hacía especial gracia.
- Zane D. Kenshin siendo altruista, vaya sorpresa -respondió a las palabras que continuo el pelirrojo.Llegó de nuevo a los submarinos, y podía escuchar como ya estaban listos para la inmersión-. Si vas a meterte en esa cosa -refiriéndose a la torre apocalíptica- dame un toque y nos reunimos ahí. Otra cosa; Krauser es el único responsable de todo esto, la revolución no tiene nada que ver. Por algún motivo, antes de todo esto, uno de sus objetivos , además de los Yonkous, eras tu. Mientras siga suelto, tu y tu banda correrá peligro. Ayudame a detenerlo, por favor.
Finalmente colgó el comunicador y soltó un largo suspiro. Llevaba tiempo con ganas de decírselo. No entendía porque Krauser se había encaprichado con matar a Kenshin, pero por suerte, el oficial de piedra se encargó de que su superior nunca llevase la cacería a cabo, o al menos retrasarla.
De un simple pensamiento, los soldados de piedra que había desperdigado por la zona se agruparon, como un batallon, haciendo que el oficial se diera cuenta, abultaban demasiado. No le iban dejar entrar a la docena de seres pétreos, pero uno se sorprende cuanto se comprimir un ser humano(o algo que se le parece) cuando no tiene la limitación de las articulaciones y los huesos. De un ligero movimiento de mano, los soldados se volvieron sólidos cubos perfecto que apenas le llegaban a las rodillas y más ligeros que los torpedo que usaban esos submarinos. De dos leves puntapiés al suelo, los cubos le salieron pequeñas patas y fueron entrando al submarino como si fueran bichos para dirigirse al almacén de carga, provocando algún sobresalto a alguno de los tripulantes de la nave. Finalmente se reunió con su equipo de nuevo, además del rubito de los Arashis.
- Nos acompañas o volverás con Zane? -preguntó simplemente, pues si de los más poderosos de la banda de Kenshin cuidaba de Annie, podría estar más atento de Ed y Alistar-.
- Zane D. Kenshin siendo altruista, vaya sorpresa -respondió a las palabras que continuo el pelirrojo.Llegó de nuevo a los submarinos, y podía escuchar como ya estaban listos para la inmersión-. Si vas a meterte en esa cosa -refiriéndose a la torre apocalíptica- dame un toque y nos reunimos ahí. Otra cosa; Krauser es el único responsable de todo esto, la revolución no tiene nada que ver. Por algún motivo, antes de todo esto, uno de sus objetivos , además de los Yonkous, eras tu. Mientras siga suelto, tu y tu banda correrá peligro. Ayudame a detenerlo, por favor.
Finalmente colgó el comunicador y soltó un largo suspiro. Llevaba tiempo con ganas de decírselo. No entendía porque Krauser se había encaprichado con matar a Kenshin, pero por suerte, el oficial de piedra se encargó de que su superior nunca llevase la cacería a cabo, o al menos retrasarla.
De un simple pensamiento, los soldados de piedra que había desperdigado por la zona se agruparon, como un batallon, haciendo que el oficial se diera cuenta, abultaban demasiado. No le iban dejar entrar a la docena de seres pétreos, pero uno se sorprende cuanto se comprimir un ser humano(o algo que se le parece) cuando no tiene la limitación de las articulaciones y los huesos. De un ligero movimiento de mano, los soldados se volvieron sólidos cubos perfecto que apenas le llegaban a las rodillas y más ligeros que los torpedo que usaban esos submarinos. De dos leves puntapiés al suelo, los cubos le salieron pequeñas patas y fueron entrando al submarino como si fueran bichos para dirigirse al almacén de carga, provocando algún sobresalto a alguno de los tripulantes de la nave. Finalmente se reunió con su equipo de nuevo, además del rubito de los Arashis.
- Nos acompañas o volverás con Zane? -preguntó simplemente, pues si de los más poderosos de la banda de Kenshin cuidaba de Annie, podría estar más atento de Ed y Alistar-.
- Resumen:
- Hablo con Zane
- Comprimo mis soldadicos de piedra pa que no estorben mucho en el submarino
- Pregunto a Therax si se va a quedar con ellos, cuidando de la moza
- Bajar los niveles de edgynes(Por ahora(?))
Brynn
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Sin rostro no paraba de ojear todo lo que había a su alrededor. Necesitaba algún aliado pese a que fuera a ir en solitario. Las cosas, a menudo, y más en aquellas situaciones en las que había tanto miembro delictivo y gubernamental, solían torcerse. Y qué mejor que tener a alguien que te cubra las espaldas en un momento incómodo. Que te ayude a salir de allí si es necesario. Y eso buscaba el pirata.
Terminó de afilar su machete y se levantó, guardándolo en su funda mientras se estiraba. Había llegado la hora de actuar, estaba cansado de mirar desde la lejanía, y necesitaba hacer tratos con la élite del mundillo.
Con el machete guardado, el moreno se acercó hasta un numeroso grupo que parecían adorar a una mujer menuda. Presumiblemente adolescente. Parecían un tanto amateurs, pero quizá valdrían para llevar a cabo su plan. Tampoco veía algo mucho mejor que no llamase la atención. Se acercó hasta ellos con semblante serio, y se pondría justo delante de la mujer. Lo cierto era que las presentaciones no se le daban demasiado bien, pero tendría que hacer un esfuerzo.
- Encantado -comentó haciendo una pequeña reverencia-. Mi nombre es Brynn, y vengo del bajo mundo a hacer negocios por aquí. Dime, ¿quién eres y qué pretendes hacer aquí?
El pirata debía medir bien la información que daba. De momento, su nombre no era ningún secreto, lucía en la mitad de las tabernas junto a su elevada recompensa. Sin embargo, debía guardar su alias hasta que viese a alguien en quien confiara. Había sido directo. Bastante directo, de hecho, pero no debía perder el tiempo. Ni él ni nadie.
Una vez se presentasen, independientemente de si la chica le despreciaba o le proponía algo, el pirata haría un paréntesis en su conversación. “Oh, mira a Paul” diría. “Dame un segundo, voy a saludarle”. Y se escabulliría entre el gentío de la zona.
Su plan era sencillo, aunque allí había gente tan importante y fuerte que quizá fuera un poco suicida. En cualquier caso, una vez estuviese lejos de miradas ajenas y agarrando con la diestra la empuñadura de su daga, Brynn se volvería invisible, caminando lento y pausado hasta la ubicación de Viktor, intentando que sus pisadas no se quedasen marcadas ni hicieran mucho ruido. Una vez estuviese cerca de él -si llegaba-, volvería a hacerse visible.
- Viktor, viktor… No sé si te habrá llegado algún rumor sobre mí. Soy Brynn, conocido en el bajo fondo como Sin rostro. Tengo algo para tí -finalizaría con una sonrisa mientras se quitaba la mochila.
Dentro de la mochila había dos botellas del mejor ron que el negro había probado. La receta era de Marcus, de Cliff Island, el cual había accedido a comercializarlo. De fabricación barata, podría suponer una novedad en el mercado, inflando el precio y siendo un tanto elitista. Su sabor medianamente dulzón mezclado con el aroma que desprendía lo hacía un néctar de los dioses. Pero Brynn no tenía nada claro que Viktor fuese a probar su ron. Aunque estaba seguro que si lo probaba, accedería a venderlo y repartir beneficios.
Llegó la hora de negociar
Terminó de afilar su machete y se levantó, guardándolo en su funda mientras se estiraba. Había llegado la hora de actuar, estaba cansado de mirar desde la lejanía, y necesitaba hacer tratos con la élite del mundillo.
Con el machete guardado, el moreno se acercó hasta un numeroso grupo que parecían adorar a una mujer menuda. Presumiblemente adolescente. Parecían un tanto amateurs, pero quizá valdrían para llevar a cabo su plan. Tampoco veía algo mucho mejor que no llamase la atención. Se acercó hasta ellos con semblante serio, y se pondría justo delante de la mujer. Lo cierto era que las presentaciones no se le daban demasiado bien, pero tendría que hacer un esfuerzo.
- Encantado -comentó haciendo una pequeña reverencia-. Mi nombre es Brynn, y vengo del bajo mundo a hacer negocios por aquí. Dime, ¿quién eres y qué pretendes hacer aquí?
El pirata debía medir bien la información que daba. De momento, su nombre no era ningún secreto, lucía en la mitad de las tabernas junto a su elevada recompensa. Sin embargo, debía guardar su alias hasta que viese a alguien en quien confiara. Había sido directo. Bastante directo, de hecho, pero no debía perder el tiempo. Ni él ni nadie.
Una vez se presentasen, independientemente de si la chica le despreciaba o le proponía algo, el pirata haría un paréntesis en su conversación. “Oh, mira a Paul” diría. “Dame un segundo, voy a saludarle”. Y se escabulliría entre el gentío de la zona.
Su plan era sencillo, aunque allí había gente tan importante y fuerte que quizá fuera un poco suicida. En cualquier caso, una vez estuviese lejos de miradas ajenas y agarrando con la diestra la empuñadura de su daga, Brynn se volvería invisible, caminando lento y pausado hasta la ubicación de Viktor, intentando que sus pisadas no se quedasen marcadas ni hicieran mucho ruido. Una vez estuviese cerca de él -si llegaba-, volvería a hacerse visible.
- Viktor, viktor… No sé si te habrá llegado algún rumor sobre mí. Soy Brynn, conocido en el bajo fondo como Sin rostro. Tengo algo para tí -finalizaría con una sonrisa mientras se quitaba la mochila.
Dentro de la mochila había dos botellas del mejor ron que el negro había probado. La receta era de Marcus, de Cliff Island, el cual había accedido a comercializarlo. De fabricación barata, podría suponer una novedad en el mercado, inflando el precio y siendo un tanto elitista. Su sabor medianamente dulzón mezclado con el aroma que desprendía lo hacía un néctar de los dioses. Pero Brynn no tenía nada claro que Viktor fuese a probar su ron. Aunque estaba seguro que si lo probaba, accedería a venderlo y repartir beneficios.
Llegó la hora de negociar
- Resumen:
- Acercarme a la chica menuda y sus frikifans.
- Hacerme invisible e intentar acercarme a Viktor, sin ninguna mala intención y agarrando la daga con la diestra (está parcialmente enfundada).
- Proponerle probar y comercializar un ron.
- Acercarme a la chica menuda y sus frikifans.
Lykanrock94
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Al parecer allí se estába juntando unos cuantos, el Mink León que al parecer ahora estaba en un aprieto con el borracho que no está tan borracho. Una chica humana y un humano de pelo blanco.
Por la parte que le tocaba al Mink Tigre, aquella perrita pesada seguía allí dándolee la brasa, pero a los pocos instantes un mink pomeranian que era bastante bajo y peludo le tocó el hombre e hizo que Zay se girase.
- ¡¿Eres tú el que se ha metido con mi hermanita?! ¡Discúlpate ahora mismo con ella! -Le dijo el enano peludo al tigre.
- Es tu hermana la que no me ha dejado en paz. La he dicho por activa y pos pasiva que me dejase, que tenía cosas mas importantes que hacer que estar con ella. No quiero relaciones de ningún tipo con nadie. Ahora, coge a tu hermana y vete, no molestes. Estamos hablando los mayores. -Dijo el amarillo al mink peludo que allí se encontraba.
Se volvió a girar, ignorando al pomeranian y habló a la chica, al mink león y al chico de cabello blanco.
- ¿Nos vamos de aquí? Creo que podemos hablar mejor fuera de este sitio y lejos de esta gente. Creo que hemos formado un grupo curioso, ¿no creéis?
Por la parte que le tocaba al Mink Tigre, aquella perrita pesada seguía allí dándolee la brasa, pero a los pocos instantes un mink pomeranian que era bastante bajo y peludo le tocó el hombre e hizo que Zay se girase.
- ¡¿Eres tú el que se ha metido con mi hermanita?! ¡Discúlpate ahora mismo con ella! -Le dijo el enano peludo al tigre.
- Es tu hermana la que no me ha dejado en paz. La he dicho por activa y pos pasiva que me dejase, que tenía cosas mas importantes que hacer que estar con ella. No quiero relaciones de ningún tipo con nadie. Ahora, coge a tu hermana y vete, no molestes. Estamos hablando los mayores. -Dijo el amarillo al mink peludo que allí se encontraba.
Se volvió a girar, ignorando al pomeranian y habló a la chica, al mink león y al chico de cabello blanco.
- ¿Nos vamos de aquí? Creo que podemos hablar mejor fuera de este sitio y lejos de esta gente. Creo que hemos formado un grupo curioso, ¿no creéis?
- Resumen:
- Hablar y luego ignorar al Mink pomeranian que había venido. Hablar al grupo que habíamos formado sin querer y decirles que habláramos fuera.
Luka Rooney
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Llegar hasta la cima nunca había sido fácil. Y menos aún cuando en el camino siempre había obstáculos que debían ser sorteados y, por inercia, el instinto se apoderaba de ti, diciéndote que debías golpearte contra ellos una y otra vez. Y aquello estaban haciendo los Arashi.
Emperrados en hablar con Viktor, Zane había usado su haki del rey contra quienquiera que hubiese en la carpa, y una vez estaban todos dentro, apareció un nuevo humano desafiante. Debía tener mucha labia, puesto que, pese a amenazarles, hizo replantearse a Luka si estaban haciendo bien.
El tiburón pensó seriamente si debían quedarse o marcharse. Por un lado, allí no hacían nada. Estaban dolidos, sí, pero, ¿qué se suponía que buscaban de Viktor? Sin embargo… Irse de allí sin recibir respuesta, sería una nueva derrota para ellos. Les menospreciaban en exceso, y aquello hacía enloquecer al gyojin. Sin duda, iba en contra de su cálido temperamento dejarse machacar de nuevo, así que, dando un paso al frente, se dispuso a contestar al espadachín.
Pero no le dió tiempo. En una milésima de segundo Spanner, el segundo al mando de la banda, desapareció. Y tras él lo hizo su capitán, que por alguna razón, paró lo que parecía ser una ofensiva. ¿Qué coño estaba pasando? Debía haber pasado algo por alto cuando, el más pacifista de toda la banda, se lanzaba contra alguien antes que el impulsivo tiburón.
Tras ello llegó otra corriente de aire en forma de haki del rey. La pulsera del gyojin ardió de ira, y su rostro se torció. Se torció mucho. Aquella mujer que lucía con una -aparentemente- falsa sonrisa había tumbado a casi todos sus nakamas. Aquello, sumado a su prepotente media vuelta, hizo que Luka estuviese a punto de liarla. El bondadoso Marc, el empanadísimo Ruben, la risueña Nailah, el -casi siempre- ausente Nox. Todos y cada uno en el suelo. Solo quedaron Zane, Spanner y él en pie. Y su capitán le pidió que salieran. El habitante del mar le agarró del brazo y le miró a los ojos.
- Te equivocas, capitán -comentó apretando con rabia su brazo-. Esto se trata de respeto, y si nos vamos ahora, lo perderemos.
Dolido, el tiburón haría caso a su capitán, agarraría al grandullón Marc y lo levantaría, apoyándolo sobre su espalda, mientras veía como el suzaku agarraba a Nailah.
- Spanner, ¿te ocupas del resto? ¿O te lo cambio por este? -comentó con cierta sorna, a sabiendas que al humano le sería más fácil cargar con el resto que con el semi-gigante.
Una vez fuera, Luka usaría su dial de agua para echar agua sobre el rostro de cada Arashi incosciente. Lo acompañaría de una pequeña bofetada, salvo con Nailah, que por alguna razón Zane no quería.
También estaba el amigo de Nailah allí tirado, posiblemente fruto del haki del rey de Zane. ¿Qué diablos llevaba consigo? Bah, aquello no importaba al gyojin.
Aún seguía malhumorado con su capitán por la decisión tomada, pero no le quedaba más remedio que hacerle caso. Así iba el tema de las jerarquías, y aunque le molestase, él pertenecía a una.
- Sé que es complicado tomar decisiones, capitán, pero me gustaría saber hacia dónde va este barco llamado Arashi. Empujaré de él sin pensarlo, pero… No sin antes saber qué es lo que hacemos.
Emperrados en hablar con Viktor, Zane había usado su haki del rey contra quienquiera que hubiese en la carpa, y una vez estaban todos dentro, apareció un nuevo humano desafiante. Debía tener mucha labia, puesto que, pese a amenazarles, hizo replantearse a Luka si estaban haciendo bien.
El tiburón pensó seriamente si debían quedarse o marcharse. Por un lado, allí no hacían nada. Estaban dolidos, sí, pero, ¿qué se suponía que buscaban de Viktor? Sin embargo… Irse de allí sin recibir respuesta, sería una nueva derrota para ellos. Les menospreciaban en exceso, y aquello hacía enloquecer al gyojin. Sin duda, iba en contra de su cálido temperamento dejarse machacar de nuevo, así que, dando un paso al frente, se dispuso a contestar al espadachín.
Pero no le dió tiempo. En una milésima de segundo Spanner, el segundo al mando de la banda, desapareció. Y tras él lo hizo su capitán, que por alguna razón, paró lo que parecía ser una ofensiva. ¿Qué coño estaba pasando? Debía haber pasado algo por alto cuando, el más pacifista de toda la banda, se lanzaba contra alguien antes que el impulsivo tiburón.
Tras ello llegó otra corriente de aire en forma de haki del rey. La pulsera del gyojin ardió de ira, y su rostro se torció. Se torció mucho. Aquella mujer que lucía con una -aparentemente- falsa sonrisa había tumbado a casi todos sus nakamas. Aquello, sumado a su prepotente media vuelta, hizo que Luka estuviese a punto de liarla. El bondadoso Marc, el empanadísimo Ruben, la risueña Nailah, el -casi siempre- ausente Nox. Todos y cada uno en el suelo. Solo quedaron Zane, Spanner y él en pie. Y su capitán le pidió que salieran. El habitante del mar le agarró del brazo y le miró a los ojos.
- Te equivocas, capitán -comentó apretando con rabia su brazo-. Esto se trata de respeto, y si nos vamos ahora, lo perderemos.
Dolido, el tiburón haría caso a su capitán, agarraría al grandullón Marc y lo levantaría, apoyándolo sobre su espalda, mientras veía como el suzaku agarraba a Nailah.
- Spanner, ¿te ocupas del resto? ¿O te lo cambio por este? -comentó con cierta sorna, a sabiendas que al humano le sería más fácil cargar con el resto que con el semi-gigante.
Una vez fuera, Luka usaría su dial de agua para echar agua sobre el rostro de cada Arashi incosciente. Lo acompañaría de una pequeña bofetada, salvo con Nailah, que por alguna razón Zane no quería.
También estaba el amigo de Nailah allí tirado, posiblemente fruto del haki del rey de Zane. ¿Qué diablos llevaba consigo? Bah, aquello no importaba al gyojin.
Aún seguía malhumorado con su capitán por la decisión tomada, pero no le quedaba más remedio que hacerle caso. Así iba el tema de las jerarquías, y aunque le molestase, él pertenecía a una.
- Sé que es complicado tomar decisiones, capitán, pero me gustaría saber hacia dónde va este barco llamado Arashi. Empujaré de él sin pensarlo, pero… No sin antes saber qué es lo que hacemos.
- Resumen:
- Ofenderse por lo que pasa dentro de la carpa.
- Decirle a su capitán que si se marchan, perderán el respeto.
- Sacar a Marc de allí.
- Despertar con su dial de agua y una bofetada a todos -salvo Nailah-.
- Hacer una pregunta a su capi.
- Ofenderse por lo que pasa dentro de la carpa.
- Cosas:
- Carga pulsera: 2 turnos
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Galhard
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Pocos segundos de acabar su charla con los integrantes de la brigada Alfa Beta Gamma una potente voz llegó a sus oídos.
Galhard se giró para observar, con estupor, que esas palabras salían ni más ni menos que de la boca de uno de los almirantes, multitud de voluntarios que parecían salidos de un circo del horror alzaron la mano para ofrecerse para navegar el barco, apenas podrían navegar una barca de remos pensó el marine.
Con una más aún visible timidez habló a los marines que tenía delante .—Esto... ¿Él no es el almirante Koneko? Se que me habéis ofrecido vosotros primero colaboración para asistir a primera linea pero... mis habilidades combativas no serían idóneas para la vanguardia y da la casualidad que recibí instrucción como navegante durante mi juventud. Es menester que me presente ante nuestro superior para ayudarle... ¿Vuestra brigada posee barco? Q-quizás podríais venir conmigo al barco del almiranteY así no tendría tanta vergüenza al hablar con él.
El recluta tomó con de las manos a los otros marines y con un paso rápido y torpe se apresuró a encontrar de frente al almirante.
—¡S-señor!— Dijo con las mejillas coloradas y una voz entrecortada, tratando de forzar su garganta que le traicionaba por la emoción del momento. —Soy un recluta y no soy tan hábil luchador como otros soldados aquí presentes pero recibí buen adiestramiento como navegante, aunque no sea una gran hazaña, llegué en solitario desde la otra punta del North Blue. ¡Así que considero que puedo estar a la altura de tomar el timón del velero, Señor! Aunque... Y-yo no traigo café.
Lo había dicho. Galhard pudo ganarle a su timidez y tras su petición trató de mantener la compostura pese a estar rojo como un tomate y sin percatarse que aun arrastraba con sus brazos a la pareja de marines que le habían hablado anteriormente. La escena era realmente pintoresca, pero al menos no se trataba de la misma escena desalentadora dada por los tullidos y oportunistas aunque no por ello el marine no estuviese siendo menos zorro que los anteriores.
Al Naion escribió:-¡Atención!¡Necesito un navegante para el velero K-87 amarrado al muelle 21 y un termo con el mejor café que alguien sea capaz de preparar!
Galhard se giró para observar, con estupor, que esas palabras salían ni más ni menos que de la boca de uno de los almirantes, multitud de voluntarios que parecían salidos de un circo del horror alzaron la mano para ofrecerse para navegar el barco, apenas podrían navegar una barca de remos pensó el marine.
Con una más aún visible timidez habló a los marines que tenía delante .—Esto... ¿Él no es el almirante Koneko? Se que me habéis ofrecido vosotros primero colaboración para asistir a primera linea pero... mis habilidades combativas no serían idóneas para la vanguardia y da la casualidad que recibí instrucción como navegante durante mi juventud. Es menester que me presente ante nuestro superior para ayudarle... ¿Vuestra brigada posee barco? Q-quizás podríais venir conmigo al barco del almirante
El recluta tomó con de las manos a los otros marines y con un paso rápido y torpe se apresuró a encontrar de frente al almirante.
—¡S-señor!— Dijo con las mejillas coloradas y una voz entrecortada, tratando de forzar su garganta que le traicionaba por la emoción del momento. —Soy un recluta y no soy tan hábil luchador como otros soldados aquí presentes pero recibí buen adiestramiento como navegante, aunque no sea una gran hazaña, llegué en solitario desde la otra punta del North Blue. ¡Así que considero que puedo estar a la altura de tomar el timón del velero, Señor! Aunque... Y-yo no traigo café.
Lo había dicho. Galhard pudo ganarle a su timidez y tras su petición trató de mantener la compostura pese a estar rojo como un tomate y sin percatarse que aun arrastraba con sus brazos a la pareja de marines que le habían hablado anteriormente. La escena era realmente pintoresca, pero al menos no se trataba de la misma escena desalentadora dada por los tullidos y oportunistas aunque no por ello el marine no estuviese siendo menos zorro que los anteriores.
- Resumen :
- Galhard escucha la petición de un navegante de Al y arrastra a los npcs de sugerente nombre con él mientras se presta voluntario para el puesto
Dretch
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El agente abrió los ojos como platos, o al menos su único ojo sano, al escuchar como Shintaro pedía perdón por robar aquella bolsa de patatas. Casi como si de un acto reflejo se tratara, cogió su cámara de fotografía instantánea marca "Dioralod" y, tras un rápido flashazo comenzó a agitar una fotografía en sus manos. Cuando la tinta se hubiera secado escribiría en el reverso de la misma lo siguiente: “Pido perdón por lo que hice, pero ahora me comprometo a ser de utilidad – Shintaro aka Papafrita (North Blue – Año 12)”. La foto en cuestión la guardaría en uno de los bolsillos de su gabardina, junto a la libreta de voluntarios ¿Quién sabe? quizás con el tiempo se animase a hacer un álbum de los mejores momentos de sus misiones.
Una vez junto al barco, una avalancha de octogenarios se abalanzó sobre Leblanc, Baker y él como si se tratasen de cantantes de rancheras. Y, aunque en un principio trató de quitárselos de encima, en seguida se percató de que se trataban de la tripulación del navío al que les habían asignado.
- No será necesario, al menos antes de una misión – negó cortésmente el ofrecimiento de aquel plato de huevos fritos. Aunque para cuando todo aquel despropósito acabase no le importaría permanecer en aquel velero durante algunas horas, comiendo y escuchando las batallitas de los más veteranos. Sin embrago, el deber era el deber.
Entre pellizcos y sobeteos de manos huesudas, el agente subió a bordo del Espíritu de Condoriano con relativa tranquilidad. Llevaba toda su vida viajando de un lado a otro en buques de la marina y debía admitir que nunca había visto un barco como aquel. No es que fuera un experto en la materia, pero sabía de buena tinta que la marina tan solo empleaba fragatas y destructores para sus conflictos bélicos. El hecho de viajar en un velero de apariencia estilizada y ligera hizo que todas sus expectativas de desastre se esfuman poco a poco de su mente. Sacrificar algo de blindaje y potencia de fuego en pos de versatilidad y velocidad era un sacrificio que estaba dispuesto a asumir.
Sin embargo, no paso mucho tiempo desde que la comitiva gubernamental se hubiera subido a bordo y conocido a la tripulación, para que los problemas comenzasen a llamar a su puerta cual vendedores de seguros. Mientras que el navío escuela navegaba las aguas colindantes a la estructura de la aguja eludiendo cualquier posible enfrentamiento, este fue divisado por un par de barcos enemigos que rompieron su formación y abrieron fuego sobre ellos. Y, aunque los proyectiles ya estaban en el aire y no tenían certeza alguna de que estos fuesen a impactar sobre ellos, lo mejor era no arriesgarse a correr riesgos innecesarios. Dretch buscó a Giotto con su ojo sano y extendió su dedo índice de forma sutil, indicándole el número de activos que estaba dispuesto a sacrificar para detener la trayectoria de los proyectiles.
El joven Buhó tenía demasiadas preocupaciones en su mente como para tener que preocuparse de cada uno de los percances menores que surgieran durante la travesía. A pesar de que el propio almirante Hyoshi había catalogado la misión como suicida, Dretch tenía demasiados frentes abiertos y demasiada gente de la que preocuparse ¿¡Dónde demonios estaban Anne, Davis y el resto de líderes de Karasu!? ¿En qué momento se había decidido que él estaba al mando? Además, para más inri, no podía permitirse dudar. Aquel día, incluso sus errores tenían que parecer parte de un plan brillante. De hecho, si quería tener alguna remota posibilidad de éxito, no le quedaba más remedio que administrar sus recursos con cabeza.
No era el exterior de la aguja lo que perturbaba sus pensamientos, si no lo que podrían encontrarse una vez lograran atravesar las defensas de la misma. A pesar de la total carencia de información, Dretch era un profesional y, desde el primer día que ingresó en la Cipher Pol había tenido muy claras sus obligaciones. Secuestrar, robar, encarcelar, reprimir y dar de baja opositores y personas que el Gobierno Mundial pudiese considerar una amenaza; esas habían sido siempre sus órdenes y dudaba que, en un escenario como aquel, la agencia hubiese ordenado abandonar sus malsanos hábitos. Siempre que consiguieran sabotear la aguja, el escenario al que se enfrentarían Krauser y sus simpatizantes sería complicado, muy complicado. Pero, por encima de todo aquello, debía de asegurarse de que los cinco agentes a su cargo salieran sanos y salvos. Casi sin darse cuenta, había descubierto que no paraba de dar vueltas por la cubierta de un lado para otro, probablemente poniendo de los nervios a todo el que cruzase por allí por un motivo útil.
Una vez junto al barco, una avalancha de octogenarios se abalanzó sobre Leblanc, Baker y él como si se tratasen de cantantes de rancheras. Y, aunque en un principio trató de quitárselos de encima, en seguida se percató de que se trataban de la tripulación del navío al que les habían asignado.
- No será necesario, al menos antes de una misión – negó cortésmente el ofrecimiento de aquel plato de huevos fritos. Aunque para cuando todo aquel despropósito acabase no le importaría permanecer en aquel velero durante algunas horas, comiendo y escuchando las batallitas de los más veteranos. Sin embrago, el deber era el deber.
Entre pellizcos y sobeteos de manos huesudas, el agente subió a bordo del Espíritu de Condoriano con relativa tranquilidad. Llevaba toda su vida viajando de un lado a otro en buques de la marina y debía admitir que nunca había visto un barco como aquel. No es que fuera un experto en la materia, pero sabía de buena tinta que la marina tan solo empleaba fragatas y destructores para sus conflictos bélicos. El hecho de viajar en un velero de apariencia estilizada y ligera hizo que todas sus expectativas de desastre se esfuman poco a poco de su mente. Sacrificar algo de blindaje y potencia de fuego en pos de versatilidad y velocidad era un sacrificio que estaba dispuesto a asumir.
Sin embargo, no paso mucho tiempo desde que la comitiva gubernamental se hubiera subido a bordo y conocido a la tripulación, para que los problemas comenzasen a llamar a su puerta cual vendedores de seguros. Mientras que el navío escuela navegaba las aguas colindantes a la estructura de la aguja eludiendo cualquier posible enfrentamiento, este fue divisado por un par de barcos enemigos que rompieron su formación y abrieron fuego sobre ellos. Y, aunque los proyectiles ya estaban en el aire y no tenían certeza alguna de que estos fuesen a impactar sobre ellos, lo mejor era no arriesgarse a correr riesgos innecesarios. Dretch buscó a Giotto con su ojo sano y extendió su dedo índice de forma sutil, indicándole el número de activos que estaba dispuesto a sacrificar para detener la trayectoria de los proyectiles.
El joven Buhó tenía demasiadas preocupaciones en su mente como para tener que preocuparse de cada uno de los percances menores que surgieran durante la travesía. A pesar de que el propio almirante Hyoshi había catalogado la misión como suicida, Dretch tenía demasiados frentes abiertos y demasiada gente de la que preocuparse ¿¡Dónde demonios estaban Anne, Davis y el resto de líderes de Karasu!? ¿En qué momento se había decidido que él estaba al mando? Además, para más inri, no podía permitirse dudar. Aquel día, incluso sus errores tenían que parecer parte de un plan brillante. De hecho, si quería tener alguna remota posibilidad de éxito, no le quedaba más remedio que administrar sus recursos con cabeza.
No era el exterior de la aguja lo que perturbaba sus pensamientos, si no lo que podrían encontrarse una vez lograran atravesar las defensas de la misma. A pesar de la total carencia de información, Dretch era un profesional y, desde el primer día que ingresó en la Cipher Pol había tenido muy claras sus obligaciones. Secuestrar, robar, encarcelar, reprimir y dar de baja opositores y personas que el Gobierno Mundial pudiese considerar una amenaza; esas habían sido siempre sus órdenes y dudaba que, en un escenario como aquel, la agencia hubiese ordenado abandonar sus malsanos hábitos. Siempre que consiguieran sabotear la aguja, el escenario al que se enfrentarían Krauser y sus simpatizantes sería complicado, muy complicado. Pero, por encima de todo aquello, debía de asegurarse de que los cinco agentes a su cargo salieran sanos y salvos. Casi sin darse cuenta, había descubierto que no paraba de dar vueltas por la cubierta de un lado para otro, probablemente poniendo de los nervios a todo el que cruzase por allí por un motivo útil.
El pelirrojo era un volcán a punto de entrar en erupción en esos momentos. Sentía en su interior una ira que debía ser calmada, y pocos en ese lugar serían capaces de hacerlo, eso seguro. Miró a sus compañeros, los cuales estaban recuperando la conciencia, y no era capaz de mirarlos a los ojos. ¿Qué clase de capitán se iba de esa forma sin plantar cara al enemigo? Esa noche habían ensuciado la imagen de su banda, y por sus ancestros que lo iban a pagar.
Respiraba hondo mientras escuchaba todo lo que Osuka le estaba diciendo. La locura de aquel chalado de la niebla, su interés en los arashi y en los emperadores del mar. ¿Qué clase de flipado tenía por compañero el pelinaranja? Un cretino, sin duda; o al menos así lo recordaba.
—Buena suerte, amigo —fue lo único que dijo—. La vas a necesitar —pensó, mientras colgaba el aparato y apretaba el botón que le daba línea directa con su contramaestre—. ¿Therax? Aquí Zane. Espero que no te hayas divertido lo suficiente, o estarías dejando mal tu imagen como miembro de los arashi. Es hora de que te despidas y vengas con nosotros. Como de costumbre hemos hecho enemigos, y posiblemente encontremos más dentro de ese monstruoso lugar. No obstante, como siempre, la decisión es tuya, decidas lo que decidas te esperamos en nuestro barco —hizo una pausa de unos segundos—. Lo importante es que no mueras.
Una vez colgó, comenzó a notar como Nailah se movía lentamente, como si estuviera despertando. La joven parecía estar muy cómoda apoyada en el hombro de su capitán como si fuera un saco de aceitunas recién recogida de un olivar, pero había que acelerar el proceso de estímulo para avivarla. El resto estaban despiertos, la combinación de agua y caricia de gyojin era algo que podía despertar a cualquiera. Con Nailah, por su parte, había que ser más caballeroso, es por ello que la lancé sobre Marc, previo aviso.
—¡Marc! —le dijo, lanzando a su compañera dos metros hacia adelante para que la cogiera su cocinero—. Despiértala con tu queso más pestilente.
Y fue entonces cuando Luka se le acercó. Su cara no era precisamente placentera, estaba mosqueado, y lo entendía perfectamente. Habían quedado como unos cobardes, y eso era algo que no podíamos permitir por orgullo. ¿Qué podríamos haber acabado con los presentes? Sí, era lo más probable. Un pulpo inconsciente, el escurridizo necio de la yincana, un espadachín de segunda y una mujer que solo buscó medirse el miembro con el propio Zane usando su haki del rey.
—¿Te crees que no estoy mosqueado? —le preguntó—. Llegamos a estar Spanner, tu y yo solos, y ahora mismo eso sería un baño de sangre y fuego, te lo aseguro. Pero rodeado de sicarios, criminales y otros piratas; y teniendo a media banda inconsciente… —hizo una pausa, mientras se aferraba con fuerza al mango de Samidare, que aún continuaba en su mano—. Es mi deber protegerlos. Es mi deber protegerte —le dijo mirándolo a los ojos—. Pero no te preocupes, que esto no va a quedar así —El pelirrojo se giró hacia su banda y se acercó a ellos, en el caso de que no se hubieran acercado a él antes—. Llevo un rato preguntándome una cosa, ¿qué coño hacemos aquí? Es decir, somos piratas, los seres más libres del mundo, ¿qué demonios estamos haciendo subidos en estos caracoles mutantes? Cojamos nuestro barco y entremos por la puerta grande —el pelirrojo señaló el lugar donde estaban varios barcos combatiendo—. Y la próxima vez que Viktor nos cite, dadme una hostia si digo de ir.
Segundos después subió al barco, Bak nos conocía mejor que nadie, y tenía el barco a punto por lo que pudiera suceder, pues raro era el día en el que no hayan tenido que irse de algún sitio rápido como nadie. Estando en el barco esperó a que viniera Therax, y Zane cortó la cuerda que los ataba al puerto del barco-caracol de Viktor. El rubio les contó todo sobre cómo se lo estaban montando los revolucionarios, incluso que Dexter Black estaba allí con ellos. ¿Qué se traería entre manos el sumo emperador? Le daba igual, pero tenía ganas de verle, no porque quisiera partirse la cara con él otra vez, sino porque, muy en el fondo, le caía bien y le respetaba; aunque tampoco mucho, porque le debía una espada y un okama.
El barco avanzó viento a vizor, mientras el pelirrojo tomaba sus mandos y se aproximaba a línea enemiga.
—En el momento en el que el barco empiece a ir más lento invoca al viento para que siga avanzando, ¿entendido? —le dijo a Therax—. Luka, adelántate y despeja el camino por debajo, pero ten cuidado con los submarinos, ¿entendido? Si ves muchos problemas vuelve al barco, te necesito de una pieza no como la última vez.
El barco navegaba como nunca lo había hecho. Era una nueva fragata, así que el gobierno no la conocía, estaba recién sacada del astillero. Después de largos debates sobre el nombre decidieron llamarla Kin no Otome. ¿Por qué ese nombre? Pues porque la meretriz de oro sonaba mal, así de simple. Es por eso que Spanner y Katharina buscaron un dialecto perdido y decidieron llamarla así; al menos, para disimular.
Usó su vista de pájaro y pudo ver como gubernamentales, revolucionarios y criminales combatían entre sí. A medida que el barco se acercaba, los primeros se iban retirando, quedando solo los criminales que, seguramente, fueran enviados de Vitkor y seguían en su empeño de seguir atacando.
—Marc —llamó la atención su copiloto, que siempre estaba atento por si tenía que coger los mandos del barco—. Que voy a despejar el camino de criminales.
Solo había una cosa más peligrosa que una mujer despechada, y era un pelirrojo resentido. Zane desenfundó sus armas y caminó hacia la cubierta.
—¡Hola, hermanito! ¿Vamos a jugar? —dijo la katana, con la voz de una niña de ocho años, mientras un haz de pétalos de colores surgía de ella.
El pelirrojo respiró hondo, y comenzó a hacer una extraña danza que consistía en movimientos ondulantes con los brazos, giros sobre la punta de sus pies y saltitos pequeños, acabados en algo llamado Jeté, que era un gran salto abriéndote de piernas. Pudo escuchar alguna risa procedente de miembros de su banda, pero intentó no pensar en ello. Su cuerpo fue envuelto en un aura rosada que no dudó en llevar a sus katanas, hizo brotar sus alas y se adelantó a su barco unos pocos metros. Alzó sus armas y lanzó una onda cortante de energía horizontal que gira a trescientos sesenta grados, con la que intentaría acabar con cualquier barco criminal que allí hubiera, evitando que atacara a más marines y revolucionarios.
Hecho eso, volvería al barco y podría su camino hasta la aguja.
“Espero que se tomen eso como una buena acción y no me ataquen a mi” —se dijo, mirando al horizonte pensando en las palabras que le dijo Osuka—. "Así que Krauser quiere venir a por nosotros...., pues que lo intente"
Respiraba hondo mientras escuchaba todo lo que Osuka le estaba diciendo. La locura de aquel chalado de la niebla, su interés en los arashi y en los emperadores del mar. ¿Qué clase de flipado tenía por compañero el pelinaranja? Un cretino, sin duda; o al menos así lo recordaba.
—Buena suerte, amigo —fue lo único que dijo—. La vas a necesitar —pensó, mientras colgaba el aparato y apretaba el botón que le daba línea directa con su contramaestre—. ¿Therax? Aquí Zane. Espero que no te hayas divertido lo suficiente, o estarías dejando mal tu imagen como miembro de los arashi. Es hora de que te despidas y vengas con nosotros. Como de costumbre hemos hecho enemigos, y posiblemente encontremos más dentro de ese monstruoso lugar. No obstante, como siempre, la decisión es tuya, decidas lo que decidas te esperamos en nuestro barco —hizo una pausa de unos segundos—. Lo importante es que no mueras.
Una vez colgó, comenzó a notar como Nailah se movía lentamente, como si estuviera despertando. La joven parecía estar muy cómoda apoyada en el hombro de su capitán como si fuera un saco de aceitunas recién recogida de un olivar, pero había que acelerar el proceso de estímulo para avivarla. El resto estaban despiertos, la combinación de agua y caricia de gyojin era algo que podía despertar a cualquiera. Con Nailah, por su parte, había que ser más caballeroso, es por ello que la lancé sobre Marc, previo aviso.
—¡Marc! —le dijo, lanzando a su compañera dos metros hacia adelante para que la cogiera su cocinero—. Despiértala con tu queso más pestilente.
Y fue entonces cuando Luka se le acercó. Su cara no era precisamente placentera, estaba mosqueado, y lo entendía perfectamente. Habían quedado como unos cobardes, y eso era algo que no podíamos permitir por orgullo. ¿Qué podríamos haber acabado con los presentes? Sí, era lo más probable. Un pulpo inconsciente, el escurridizo necio de la yincana, un espadachín de segunda y una mujer que solo buscó medirse el miembro con el propio Zane usando su haki del rey.
—¿Te crees que no estoy mosqueado? —le preguntó—. Llegamos a estar Spanner, tu y yo solos, y ahora mismo eso sería un baño de sangre y fuego, te lo aseguro. Pero rodeado de sicarios, criminales y otros piratas; y teniendo a media banda inconsciente… —hizo una pausa, mientras se aferraba con fuerza al mango de Samidare, que aún continuaba en su mano—. Es mi deber protegerlos. Es mi deber protegerte —le dijo mirándolo a los ojos—. Pero no te preocupes, que esto no va a quedar así —El pelirrojo se giró hacia su banda y se acercó a ellos, en el caso de que no se hubieran acercado a él antes—. Llevo un rato preguntándome una cosa, ¿qué coño hacemos aquí? Es decir, somos piratas, los seres más libres del mundo, ¿qué demonios estamos haciendo subidos en estos caracoles mutantes? Cojamos nuestro barco y entremos por la puerta grande —el pelirrojo señaló el lugar donde estaban varios barcos combatiendo—. Y la próxima vez que Viktor nos cite, dadme una hostia si digo de ir.
Segundos después subió al barco, Bak nos conocía mejor que nadie, y tenía el barco a punto por lo que pudiera suceder, pues raro era el día en el que no hayan tenido que irse de algún sitio rápido como nadie. Estando en el barco esperó a que viniera Therax, y Zane cortó la cuerda que los ataba al puerto del barco-caracol de Viktor. El rubio les contó todo sobre cómo se lo estaban montando los revolucionarios, incluso que Dexter Black estaba allí con ellos. ¿Qué se traería entre manos el sumo emperador? Le daba igual, pero tenía ganas de verle, no porque quisiera partirse la cara con él otra vez, sino porque, muy en el fondo, le caía bien y le respetaba; aunque tampoco mucho, porque le debía una espada y un okama.
El barco avanzó viento a vizor, mientras el pelirrojo tomaba sus mandos y se aproximaba a línea enemiga.
—En el momento en el que el barco empiece a ir más lento invoca al viento para que siga avanzando, ¿entendido? —le dijo a Therax—. Luka, adelántate y despeja el camino por debajo, pero ten cuidado con los submarinos, ¿entendido? Si ves muchos problemas vuelve al barco, te necesito de una pieza no como la última vez.
El barco navegaba como nunca lo había hecho. Era una nueva fragata, así que el gobierno no la conocía, estaba recién sacada del astillero. Después de largos debates sobre el nombre decidieron llamarla Kin no Otome. ¿Por qué ese nombre? Pues porque la meretriz de oro sonaba mal, así de simple. Es por eso que Spanner y Katharina buscaron un dialecto perdido y decidieron llamarla así; al menos, para disimular.
Usó su vista de pájaro y pudo ver como gubernamentales, revolucionarios y criminales combatían entre sí. A medida que el barco se acercaba, los primeros se iban retirando, quedando solo los criminales que, seguramente, fueran enviados de Vitkor y seguían en su empeño de seguir atacando.
—Marc —llamó la atención su copiloto, que siempre estaba atento por si tenía que coger los mandos del barco—. Que voy a despejar el camino de criminales.
Solo había una cosa más peligrosa que una mujer despechada, y era un pelirrojo resentido. Zane desenfundó sus armas y caminó hacia la cubierta.
—¡Hola, hermanito! ¿Vamos a jugar? —dijo la katana, con la voz de una niña de ocho años, mientras un haz de pétalos de colores surgía de ella.
El pelirrojo respiró hondo, y comenzó a hacer una extraña danza que consistía en movimientos ondulantes con los brazos, giros sobre la punta de sus pies y saltitos pequeños, acabados en algo llamado Jeté, que era un gran salto abriéndote de piernas. Pudo escuchar alguna risa procedente de miembros de su banda, pero intentó no pensar en ello. Su cuerpo fue envuelto en un aura rosada que no dudó en llevar a sus katanas, hizo brotar sus alas y se adelantó a su barco unos pocos metros. Alzó sus armas y lanzó una onda cortante de energía horizontal que gira a trescientos sesenta grados, con la que intentaría acabar con cualquier barco criminal que allí hubiera, evitando que atacara a más marines y revolucionarios.
Hecho eso, volvería al barco y podría su camino hasta la aguja.
“Espero que se tomen eso como una buena acción y no me ataquen a mi” —se dijo, mirando al horizonte pensando en las palabras que le dijo Osuka—. "Así que Krauser quiere venir a por nosotros...., pues que lo intente"
- Resumen:
- Zane habla con su banda y decide ir por libre. Coge su barco, que estaba atado a un puerto en los caracoles de Viktor. Avanza y realiza una técnica para acabar, solamente, con los barcos criminales que estuvieran ahí, como "seña" de que va en son de paz y esta vez va con los "buenos", así como declarar la guerra a Viktor.
- Técnica definitiva:
- Nombre de la técnica: Okama Saibansho
Naturaleza de la técnica: Canalización espiritual
Descripción de la técnica: Haciendo uso de unas antiguas técnicas de canalización espiritual del reino Kamabakka, que consiste en unos sensuales pases de bailes similares al ballet, aunque algo más sencillos, Zane comienza a girar generando una extraña energía de color rosacea que puede llevar a sus espadas, la cual puede lanzarla en forma de onda cortante tan poderosa capaz de arrasar una flota con un corte limpio. Dicha onda, además de ser color rosita, se trata de un corte horizontal de gran extensión que gira 360 grados, yendo a una velocidad que oscila los 290 m/s.
Tiempo de canalización: Tres segundos
Tiempo de reutilización: Una vez por rol.
Gareth Silverwing
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Era hora de movilizarse, por fin un poco de diversión. Normalmente me alegraría por eso, pero ahora mismo me alegraba hasta el más mínimo detalle. Eso era raro, pero la verdad es que no me importaba mucho, al cabo de un par de minutos dejé de darle importancia. Al por fin se había puesto las pilas y estaba buscando un barco para poder ir a la acción. A su vez había encargado termos con café. "Bieeeeeeen cafecito" pensé al recordar su aroma y esa sensación cálida que te deja en la boca.
Al ver el tamaño de los termos que nos trajeron me alegré todavía más, pero había un pequeño problema, llevarlos encima sería un engorro, sobre todo siendo tan grandes. Miré los termos y miré a Jack, otra vez a los termos y de nuevo a Jack, a Leiren y de nuevo a los termos para pasar a Jack.
- Jaaaaaaaack. - Lo llamé con un deje perezoso en la voz. - ¿Puedes llevar tu los termos? Y dale un poco de café a Leiren que se lo ve algo dormido. Yo voy a prepararme para salir.
Dicho esto salí de los barracones para dirigirme al barco. A medio camino me paré y di unos pasos hacia atrás al recordar que había pasado al lado de unos bultos cubiertos con una lona en donde ponía "reservado para Kiritsu". Con demasiada poca delicadeza la retiré casi volcando alguna de ellas.
- C-Creo que esta era la mía. - Dije para mí mismo acercándome a la que tenía los detalles rojos. - Hmm... ¿Cómo funcionaban estos trastos? - Pensé en alto montándome en ella y poniendo las manos en los manillares y toqueteando todo lo que parecía poder moverse. - Oh, creo que ya me acueeeEEEERDO. - Terminé gritando al poner en marcha la moto y salir a toda velocidad hacia delante, justo hacia el embarcadero.
A mi paso los marines y un montón de reclutas arremolinados alrededor de Al se apartaban de un salto para no ser atropellados. Las ruedas avanzaban por los tablones de madera hasta que no encontraron superficie sobre la que sustentarse, precipitándose varios metros hacia abajo, a las frías aguas del mar. Fuera por reflejos o por mero instinto comencé a congelar el agua bajo la moto, dejando un camino de hielo sobre el cual esta podía avanzar.
- Y el desastre es inevitable... - Grité mientras pasaba al lado de Al. - La marina llama a los mejorEEEEEEEEEEEHR.- Continué con un gutural eructo prolongado que se escuchaba cada vez más débil desde la costa a medida que me alejaba avanzado a toda velocidad hacia las líneas enemigas.
Al ver el tamaño de los termos que nos trajeron me alegré todavía más, pero había un pequeño problema, llevarlos encima sería un engorro, sobre todo siendo tan grandes. Miré los termos y miré a Jack, otra vez a los termos y de nuevo a Jack, a Leiren y de nuevo a los termos para pasar a Jack.
- Jaaaaaaaack. - Lo llamé con un deje perezoso en la voz. - ¿Puedes llevar tu los termos? Y dale un poco de café a Leiren que se lo ve algo dormido. Yo voy a prepararme para salir.
Dicho esto salí de los barracones para dirigirme al barco. A medio camino me paré y di unos pasos hacia atrás al recordar que había pasado al lado de unos bultos cubiertos con una lona en donde ponía "reservado para Kiritsu". Con demasiada poca delicadeza la retiré casi volcando alguna de ellas.
- C-Creo que esta era la mía. - Dije para mí mismo acercándome a la que tenía los detalles rojos. - Hmm... ¿Cómo funcionaban estos trastos? - Pensé en alto montándome en ella y poniendo las manos en los manillares y toqueteando todo lo que parecía poder moverse. - Oh, creo que ya me acueeeEEEERDO. - Terminé gritando al poner en marcha la moto y salir a toda velocidad hacia delante, justo hacia el embarcadero.
A mi paso los marines y un montón de reclutas arremolinados alrededor de Al se apartaban de un salto para no ser atropellados. Las ruedas avanzaban por los tablones de madera hasta que no encontraron superficie sobre la que sustentarse, precipitándose varios metros hacia abajo, a las frías aguas del mar. Fuera por reflejos o por mero instinto comencé a congelar el agua bajo la moto, dejando un camino de hielo sobre el cual esta podía avanzar.
- Y el desastre es inevitable... - Grité mientras pasaba al lado de Al. - La marina llama a los mejorEEEEEEEEEEEHR.- Continué con un gutural eructo prolongado que se escuchaba cada vez más débil desde la costa a medida que me alejaba avanzado a toda velocidad hacia las líneas enemigas.
- Resumen:
- Encasquetarle los termos a Jack y coger una de las motos de Kiritsu para salir escopetao al frente.
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—¡¡Me cago en todo!!
El peso del marine empujó al mapache contra la cubierta, deshaciendo la tormenta de arena. El animal fue precavido y justo antes de tocar el suelo se deshizo en arena, haciendo que el marine aterrizase en un pequeña montaña de esta. La arena se reformó de nuevo en el animal, el cual apretaba los puños y daba golpes al suelo con el pie.
—¡¡Joder!! ¡¡Intenta uno liarla parda y hacer explotar un barco y no le puto dejan!!
—¡Lo siento muchísimo, señor! ¡Por favor, tenga piedad!
—¡¿Qué?!
El mapache miró al marine. Estaba arrodillado, con la cabeza gacha y las manos juntas, temblando. Rocket podía ver como pedía piedad a duras penas, pues entre lloriqueos casi no podía hablar. El animal dio un paso atrás sin dejar de mirar al marine.
—Joder. No estás hecho tú para la guerra, ¿eh? No sé yo si deberías haberte alistado, colega. Espera un momento, ¿quieres? —Se llevó una mano al bolsillo donde tenía el DDM especial que Dexter llamaba iDDM. ¿Por qué la i? No lo sabía—. Hoooola. Sí, estoy aquí. El barco revoluc... ¿qué? Ah, no. Es un marine llorando. No. ¡No! ¿Cómo le voy a...? ¡¡No!! A ver... Que el barco se ha ido. Estoy solo en un barco marine con este señor. ¿Puedes venir a sacarme de aquí o algo? Vale, gracias.
Y colgó. Volvió a guardar el cacharro y se llevó la mano a la espalda para coger la APHADD. Empezó a tararear una cancioncilla mientras preparaba uno de los modos de disparo, concretamente el segundo. Entonces, apuntó al marine.
—Lo siento, colega. No puedo dejar a nadie que pida refuerzos. Ya sabes, no es nada personal y eso.
Y, si nada le interrumpía, apretaría el gatillo.
El peso del marine empujó al mapache contra la cubierta, deshaciendo la tormenta de arena. El animal fue precavido y justo antes de tocar el suelo se deshizo en arena, haciendo que el marine aterrizase en un pequeña montaña de esta. La arena se reformó de nuevo en el animal, el cual apretaba los puños y daba golpes al suelo con el pie.
—¡¡Joder!! ¡¡Intenta uno liarla parda y hacer explotar un barco y no le puto dejan!!
—¡Lo siento muchísimo, señor! ¡Por favor, tenga piedad!
—¡¿Qué?!
El mapache miró al marine. Estaba arrodillado, con la cabeza gacha y las manos juntas, temblando. Rocket podía ver como pedía piedad a duras penas, pues entre lloriqueos casi no podía hablar. El animal dio un paso atrás sin dejar de mirar al marine.
—Joder. No estás hecho tú para la guerra, ¿eh? No sé yo si deberías haberte alistado, colega. Espera un momento, ¿quieres? —Se llevó una mano al bolsillo donde tenía el DDM especial que Dexter llamaba iDDM. ¿Por qué la i? No lo sabía—. Hoooola. Sí, estoy aquí. El barco revoluc... ¿qué? Ah, no. Es un marine llorando. No. ¡No! ¿Cómo le voy a...? ¡¡No!! A ver... Que el barco se ha ido. Estoy solo en un barco marine con este señor. ¿Puedes venir a sacarme de aquí o algo? Vale, gracias.
Y colgó. Volvió a guardar el cacharro y se llevó la mano a la espalda para coger la APHADD. Empezó a tararear una cancioncilla mientras preparaba uno de los modos de disparo, concretamente el segundo. Entonces, apuntó al marine.
—Lo siento, colega. No puedo dejar a nadie que pida refuerzos. Ya sabes, no es nada personal y eso.
Y, si nada le interrumpía, apretaría el gatillo.
- Resumen:
- Llamar a Dexter y pedirle que me saque de allí
La pena y la comprensión se reflejaban a partes iguales en los ojos de la albina, o al menos eso le parecía al rubio. No obstante, la segunda pareció vencer a la primera y terminó por aproximar su rostro al de él. No se le ocurría un modo mejor de dedicarle un 'hasta luego' que ése, pero la providencia no tenía demasiado interés en que los acontecimientos se desarrollasen como a él le gustaría. Las luces se apagaron, siendo sustituidas por destellos rojos de alarma y sirenas que indicaban que algo no iba bien. ¿Quién demonios había tocado las cosas que no se tocan?
Therax resopló, mas en seguida se vio obligado a concentrarse en dónde ponía los pies. Annie tiraba de él, tropezando con todo lo que encontraba en su camino al exterior —donde el contramaestre pensaba que se dirigían—. La chica no tardó en indicarle el lugar de destino: la sala principal, donde esperaba reunirse con su padre y el muchacho rubio que le había saludado. Siguió sus pasos, preguntándose si Zane necesitaría de su presencia en algún momento o se bastarían por sí mismos. No le gustaría tener que abandonarla en aquella situación.
Terminaron por llegar al lugar indicado y, tal y como esperaba su guía, Alistar y el muchacho se encontraban allí. Osu no tardó en unirse, precedido por unos bloques de piedra que caminaban por su propia voluntad. El espadachín les dedicó una mirada escéptica, la cual no tardó en ascender para clavarse en los ojos del revolucionario. Si él era el responsable de aquello, poseía una curiosa habilidad digna de tener en cuenta.
—Pues no lo sé, si te digo la verdad —respondió el domador, dirigiendo un rápido vistazo al bolsillo donde guardaba su propio Den Den Zane. Como si el molusco hubiese estado esperando ese gesto, comenzó a vibrar y emitir ese sonido que tanto molestaba a su propietario. Sabía lo que la llamada podía significar, así que miró a Annie y aferró con firmeza su mano.
La voz del pelirrojo sonó a través del caracol, mucho más seria y decidida que de costumbre. Cualquiera que conociese mínimamente al capitán pirata no encontraría problemas para detectarlo, y la breve explicación que dio a continuación despejó cualquier posible duda. El contramaestre clavó su mirada en los ojos de la albina antes de responder.
—Voy de camino —dijo sin más, cortando la comunicación—. Tengo que irme. —Apretó un poco más la mano que sostenía, como si de ese modo se asegurase de que no se separaría de él—. Las cosas se han puesto un poco feas y, aunque no les gusta decirlo tal cual, me necesitan. Te prometo que volveremos a vernos en cuanto esto acabe, ¿vale? —continuó, exhibiendo la sonrisa más convincente que se sentía capaz de esbozar—. Eso si no nos vemos ahí dentro.
La simple idea de imaginar a Annie allí dentro le llenaba de miedo. No era una cuestión de confiar en su fuerza, pues le había demostrado con creces que sabía cuidarse sola a la perfección. No, era algo que iba mucho más allá. Dirigió un rápido vistazo a Osuka para comprobar que había escuchado la conversación, que era consciente de lo relevante de su partida.
Por último, se giró de nuevo hacia Annie y, esa vez sí, tiró suavemente de ella hasta que estuvo a apenas unos centímetros de él. Cerró los ojos y la besó lentamente, intentando transmitirle una calma de la que ni él mismo disponía. La abrazó durante los segundos que los labios de ambos permanecieron en contacto y, cuando el momento terminó, se separó de ella con la misma sutileza que había empleado para aproximarse.
—Nos vemos pronto —concluyó, sonriendo, antes de perderse por el acceso al submarino, el cual no tardó en cerrarse. Tuvo que detenerse a respirar una vez se supo fuera. Terminó de convencerse de que era la decisión correcta, que era necesario que fuese junto a los Arashi, y alzó el vuelo.
No tardó demasiado en volver a la concentración de caracoles gigantes sobre la que se había asentado Viktor. El barco, Kin no Otome, estaba listo para zarpar. Todos sus tripulantes se encontraban a bordo a excepción del rubio, que aterrizó en cubierta e hizo desaparecer sus alas.
—¿Qué ha pasado? —preguntó a Nox en cuanto hubo tomado tierra y explicado lo que había visto junto a los revolucionarios. El mal humor de Zane era más que evidente, así como las ganas de matar de Luka. Aguardó a que el veterano le respondiese antes de volcarse de pleno en sus funciones como contramaestre. Cuando quiso darse cuenta, las fuerzas hostiles eran perfectamente visibles en el horizonte y tenía una orden que cumplir.
—Hecho —respondió a su capitán, haciendo surgir dos alas en su espalda y subiendo a la cofa del barco. Desde allí tenía una visión privilegiada de los alrededores y, cuando llegó el momento indicado, una violenta corriente de viento golpeó de pleno las velas del navío, impulsándolo.
Por otro lado, Zane se alejó del barco y comenzó a hacer de las suyas. Los preparativos eran ridículos, de eso no cabía duda, pero el resultado fue devastador. «Vamos a ello», pensó, empujando la nave con toda la potencia del viento. La imagen de Annie no desaparecía de su mente. ¿Estaría bien? ¿Habrían salido ya los submarinos?
Therax resopló, mas en seguida se vio obligado a concentrarse en dónde ponía los pies. Annie tiraba de él, tropezando con todo lo que encontraba en su camino al exterior —donde el contramaestre pensaba que se dirigían—. La chica no tardó en indicarle el lugar de destino: la sala principal, donde esperaba reunirse con su padre y el muchacho rubio que le había saludado. Siguió sus pasos, preguntándose si Zane necesitaría de su presencia en algún momento o se bastarían por sí mismos. No le gustaría tener que abandonarla en aquella situación.
Terminaron por llegar al lugar indicado y, tal y como esperaba su guía, Alistar y el muchacho se encontraban allí. Osu no tardó en unirse, precedido por unos bloques de piedra que caminaban por su propia voluntad. El espadachín les dedicó una mirada escéptica, la cual no tardó en ascender para clavarse en los ojos del revolucionario. Si él era el responsable de aquello, poseía una curiosa habilidad digna de tener en cuenta.
—Pues no lo sé, si te digo la verdad —respondió el domador, dirigiendo un rápido vistazo al bolsillo donde guardaba su propio Den Den Zane. Como si el molusco hubiese estado esperando ese gesto, comenzó a vibrar y emitir ese sonido que tanto molestaba a su propietario. Sabía lo que la llamada podía significar, así que miró a Annie y aferró con firmeza su mano.
La voz del pelirrojo sonó a través del caracol, mucho más seria y decidida que de costumbre. Cualquiera que conociese mínimamente al capitán pirata no encontraría problemas para detectarlo, y la breve explicación que dio a continuación despejó cualquier posible duda. El contramaestre clavó su mirada en los ojos de la albina antes de responder.
—Voy de camino —dijo sin más, cortando la comunicación—. Tengo que irme. —Apretó un poco más la mano que sostenía, como si de ese modo se asegurase de que no se separaría de él—. Las cosas se han puesto un poco feas y, aunque no les gusta decirlo tal cual, me necesitan. Te prometo que volveremos a vernos en cuanto esto acabe, ¿vale? —continuó, exhibiendo la sonrisa más convincente que se sentía capaz de esbozar—. Eso si no nos vemos ahí dentro.
La simple idea de imaginar a Annie allí dentro le llenaba de miedo. No era una cuestión de confiar en su fuerza, pues le había demostrado con creces que sabía cuidarse sola a la perfección. No, era algo que iba mucho más allá. Dirigió un rápido vistazo a Osuka para comprobar que había escuchado la conversación, que era consciente de lo relevante de su partida.
Por último, se giró de nuevo hacia Annie y, esa vez sí, tiró suavemente de ella hasta que estuvo a apenas unos centímetros de él. Cerró los ojos y la besó lentamente, intentando transmitirle una calma de la que ni él mismo disponía. La abrazó durante los segundos que los labios de ambos permanecieron en contacto y, cuando el momento terminó, se separó de ella con la misma sutileza que había empleado para aproximarse.
—Nos vemos pronto —concluyó, sonriendo, antes de perderse por el acceso al submarino, el cual no tardó en cerrarse. Tuvo que detenerse a respirar una vez se supo fuera. Terminó de convencerse de que era la decisión correcta, que era necesario que fuese junto a los Arashi, y alzó el vuelo.
No tardó demasiado en volver a la concentración de caracoles gigantes sobre la que se había asentado Viktor. El barco, Kin no Otome, estaba listo para zarpar. Todos sus tripulantes se encontraban a bordo a excepción del rubio, que aterrizó en cubierta e hizo desaparecer sus alas.
—¿Qué ha pasado? —preguntó a Nox en cuanto hubo tomado tierra y explicado lo que había visto junto a los revolucionarios. El mal humor de Zane era más que evidente, así como las ganas de matar de Luka. Aguardó a que el veterano le respondiese antes de volcarse de pleno en sus funciones como contramaestre. Cuando quiso darse cuenta, las fuerzas hostiles eran perfectamente visibles en el horizonte y tenía una orden que cumplir.
—Hecho —respondió a su capitán, haciendo surgir dos alas en su espalda y subiendo a la cofa del barco. Desde allí tenía una visión privilegiada de los alrededores y, cuando llegó el momento indicado, una violenta corriente de viento golpeó de pleno las velas del navío, impulsándolo.
Por otro lado, Zane se alejó del barco y comenzó a hacer de las suyas. Los preparativos eran ridículos, de eso no cabía duda, pero el resultado fue devastador. «Vamos a ello», pensó, empujando la nave con toda la potencia del viento. La imagen de Annie no desaparecía de su mente. ¿Estaría bien? ¿Habrían salido ya los submarinos?
- Cosas:
- Akuma no Mi - Nivel 90:
- Las corrientes de viento que genera alcanzan los 200 km/h y tiene un radio de influencia de 1000 metros.
- Su visión mejora, permitiéndole ver perfectamente todo lo que se encuentre a menos de 2.500 metros de él.
PUs:- Gale's Spirit: Therax es capaz de duplicar la velocidad que las corrientes de viento que genera alcanzan por tabla.
- Las corrientes de viento que genera alcanzan los 200 km/h y tiene un radio de influencia de 1000 metros.
- Resumen: Annie, Osu y Arashi —sobre todo Nox y Zane—:
- Recibir la llamada de Zane, despedirme de Annie, llegar al barco, preguntar por lo sucedido a Nox y, cuando llega el momento, impulsar el barco siguiendo las órdenes de Zane.
Giotto Leblanc
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Sin esperar ni un segundo más, camino a paso ligero hacia el glorioso navío que era el espíritu de Condoriano. A cada paso que daba podía notar la madera crujir bajo sus pies, y eso no cambió cuando se puso sobre la cubierta. No obstante, el barco no era lo más viejo del lugar, sino que lo era su tripulación. Si bien la jubilación no era algo que se contemplara en el gobierno por sus altísimos sueldos, aquello rozaba lo absurdo. El más joven podía tener perfectamente sesenta años y el más viejo, seguramente rozaba las tres cifras. —Quizás es la mejor manera de buscar la jubilación anticipada—, se dijo a sí mismo.
Una anciana se acercó al rubio, y comenzó a piropearle.
—Muchas gracias, señora —le respondió Giotto con timidez, mientras volvía a cargar un turno sus guanti di fiamma.
Y fue entonces, cuando el sonido de unos cañones alertó al agente. Desde la amura de estribor y la proa, a poco más de medio kilómetro estaban unos barcos enemigos dispuestos a acabar con ellos. Viendo el panorama y que la estructura del barco, era de todo salvo férrea, agarró a Ellie del barco y comenzó a caminar hasta la baranda mientras hablaba con ella.
Viendo el panorama, agarró a Ellie del brazo y comenzó a caminar hasta la baranda.
—Te ha tocado a ti —le dijo Giotto—. Según tengo entendido los minks sois capaces de generar energía eléctrica, ¿cierto? Pues tengo un plan, si eres capaz de lanzar rayos a distancia, entre tu electricidad y mi fuego podemos arrasar con los barcos que nos están atacando. Así que cuando usted quiera, señorita. Yo me encargo del de la derecha, mientras tú vas al que está en frente. Cuando acabe, le ayudo con el suyo, ¿de acuerdo?
El agente respiro hondo, y una poderosa y cálida llama emergió sobre su frente. Cualquiera que hubiera escuchado rumores sobre el agente capaz de crear fuego, sabría que se trataba de hombre conocido como la llama del norte, apodo que consiguió durante su larga estancia en el mar en el que se encontraban en ese preciso instante, intentando salvarlo de un funesto futuro. Giotto siempre era reticente a dejar a Dretch solo, y mucho menos con novatos como Shingaro, pero sabía perfectamente que era capaz de ocuparse de las bolas de cañón sin quitarse la bufanda. Es por ello, que puso un pie sobre el aire y comenzó a desplazarse hacia el barco que estaba en la amura de estribor, es decir, el que venía por noreste si tomaran de referencia el mascarón de proa del espíritu de condoriano.
Su cuerpo era una masa ardiente de fuego a trescientos grados centígrados que se desplazaba a gran velocidad, y apenas tardó un par de segundos en colocarse sobre el barco. Algunos criminales le miraban, y lo primero que hizo fue cargar fuego sobre su mano derecha y lanzar un puñetazo ardiente para intentar quemar el mástil central y derribarlo. Tras eso, usando su soru, bajaría a la cubierta e intentaría crear una pared de llamas a su alrededor, la cual expandiría hasta cubrir todo lo posible. Tras eso, usando de nuevo su geppou se dirigiría hacia el segundo barco y continuaría con el plan. Tras eso, volverían al grandioso espíritu de condoriano para seguir poniendo rumbo a la aguja.
Una anciana se acercó al rubio, y comenzó a piropearle.
—Muchas gracias, señora —le respondió Giotto con timidez, mientras volvía a cargar un turno sus guanti di fiamma.
Y fue entonces, cuando el sonido de unos cañones alertó al agente. Desde la amura de estribor y la proa, a poco más de medio kilómetro estaban unos barcos enemigos dispuestos a acabar con ellos. Viendo el panorama y que la estructura del barco, era de todo salvo férrea, agarró a Ellie del barco y comenzó a caminar hasta la baranda mientras hablaba con ella.
Viendo el panorama, agarró a Ellie del brazo y comenzó a caminar hasta la baranda.
—Te ha tocado a ti —le dijo Giotto—. Según tengo entendido los minks sois capaces de generar energía eléctrica, ¿cierto? Pues tengo un plan, si eres capaz de lanzar rayos a distancia, entre tu electricidad y mi fuego podemos arrasar con los barcos que nos están atacando. Así que cuando usted quiera, señorita. Yo me encargo del de la derecha, mientras tú vas al que está en frente. Cuando acabe, le ayudo con el suyo, ¿de acuerdo?
El agente respiro hondo, y una poderosa y cálida llama emergió sobre su frente. Cualquiera que hubiera escuchado rumores sobre el agente capaz de crear fuego, sabría que se trataba de hombre conocido como la llama del norte, apodo que consiguió durante su larga estancia en el mar en el que se encontraban en ese preciso instante, intentando salvarlo de un funesto futuro. Giotto siempre era reticente a dejar a Dretch solo, y mucho menos con novatos como Shingaro, pero sabía perfectamente que era capaz de ocuparse de las bolas de cañón sin quitarse la bufanda. Es por ello, que puso un pie sobre el aire y comenzó a desplazarse hacia el barco que estaba en la amura de estribor, es decir, el que venía por noreste si tomaran de referencia el mascarón de proa del espíritu de condoriano.
Su cuerpo era una masa ardiente de fuego a trescientos grados centígrados que se desplazaba a gran velocidad, y apenas tardó un par de segundos en colocarse sobre el barco. Algunos criminales le miraban, y lo primero que hizo fue cargar fuego sobre su mano derecha y lanzar un puñetazo ardiente para intentar quemar el mástil central y derribarlo. Tras eso, usando su soru, bajaría a la cubierta e intentaría crear una pared de llamas a su alrededor, la cual expandiría hasta cubrir todo lo posible. Tras eso, usando de nuevo su geppou se dirigiría hacia el segundo barco y continuaría con el plan. Tras eso, volverían al grandioso espíritu de condoriano para seguir poniendo rumbo a la aguja.
- Resumen:
- Mirar raro todo + cargar guantes otro turno (turno 2 de carga) + invadir un barco enemigo e intentar quemarlo + ayudar a Ellie + volver al espíritu de condoriano
- Cosas Usadas:
- Geppou: Esta técnica especial, propia del Rokushiki, permite al usuario caminar por el aire. Durante su uso no puede dejar de caminar, pero con práctica puede llegar a combinar esta técnica con otras.
Soru: Esta técnica especial, propia del Rokushiki, permite al usuario realizar sprints tan veloces que resultan imposibles de detectar para el ojo humano. Esta técnica no permite girar, pero a cambio ofrece un avance recto a una velocidad de veinticinco metros por segundo.
Akuma: Nivel 40: La amplitud de su fuego es tan grande como para incendiar una estancia repleta de aire de hasta un metro cúbico (1000 litros).
Erik Carter
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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Aquel marine parecía demasiado serio, o tal vez Erik estaba demasiado relajado. Daba igual. El aviso de Bizvan surtió el efecto que solían surtir las advertencias en el deportista, ninguno. Por suerte, gozaba de una gran agilidad y equilibrio, así que ni por un segundo se le ocurrió aferrarse a nada. De hecho, tras la primera sacudida echó una mirada por la borda y comprendió lo que el timonel estaba haciendo. Ese era el verdadero espíritu de la aventura.
-¡No se a qué te refieres, Bizvan! -Gritó el joven, para que se le oyera por encima del barullo. -¡La gente interesante se conoce en los acontecimientos interesantes!
Sin pensarlo dos veces, el joven saltó sobre la proa del barco y se sujetó a una cuerda con una mano, acompañando la velocidad de embestida del navío con un grito de júbilo y la mayor de las sonrisas.
La sacudida lo pilló desprevenido, pero su mano no soltó la cuerda. Tras recuperar el equilibrio y localizar la fuente del impacto, se puso en marcha, como siempre, sin pararse a pensar en el peligro que encarnaban sus acciones. Mientras saltaba y se balanceaba por el costado del barco agarrado a un cabo, observó la situación rápidamente. Una bestia parda destrozaba a los enemigos que asaltaban el barco a pie, y otro había logrado que los tiradores se planteasen más cubrirse y menos disparar. Eso solo dejaba el aire. Usando su mano libre, materializó su cadena y la hizo girar dos veces antes de proyectarla en un arco lo más amplio posible. ¿Su objetivo? Los cabos que los asaltantes estaban utilizando para balancearse y saltar al abordaje. La maniobra fue un éxito y los 3 osados que habían tomado la delantera por esos medios vieron como sus cabos se torcían y enredaban en el aire, chocando los tres en un golpe digno de los mejores dibujos animados antes de caer al agua como plomos.
Tras sonreír al ver su éxito, el joven se soltó en el punto álgido del balanceo y se agarró, con menos margen del que sugería su actitud confiada, al cordaje del barco, algo más arriba.
-¡No se a qué te refieres, Bizvan! -Gritó el joven, para que se le oyera por encima del barullo. -¡La gente interesante se conoce en los acontecimientos interesantes!
Sin pensarlo dos veces, el joven saltó sobre la proa del barco y se sujetó a una cuerda con una mano, acompañando la velocidad de embestida del navío con un grito de júbilo y la mayor de las sonrisas.
La sacudida lo pilló desprevenido, pero su mano no soltó la cuerda. Tras recuperar el equilibrio y localizar la fuente del impacto, se puso en marcha, como siempre, sin pararse a pensar en el peligro que encarnaban sus acciones. Mientras saltaba y se balanceaba por el costado del barco agarrado a un cabo, observó la situación rápidamente. Una bestia parda destrozaba a los enemigos que asaltaban el barco a pie, y otro había logrado que los tiradores se planteasen más cubrirse y menos disparar. Eso solo dejaba el aire. Usando su mano libre, materializó su cadena y la hizo girar dos veces antes de proyectarla en un arco lo más amplio posible. ¿Su objetivo? Los cabos que los asaltantes estaban utilizando para balancearse y saltar al abordaje. La maniobra fue un éxito y los 3 osados que habían tomado la delantera por esos medios vieron como sus cabos se torcían y enredaban en el aire, chocando los tres en un golpe digno de los mejores dibujos animados antes de caer al agua como plomos.
Tras sonreír al ver su éxito, el joven se soltó en el punto álgido del balanceo y se agarró, con menos margen del que sugería su actitud confiada, al cordaje del barco, algo más arriba.
- Resumen:
- Demostrar su total falta de cordura gritando a Bizvan con alegría, casi matarse al subirse a la proa del barco, derribar a 3 hombres al abordaje y quedarse colgado del cordaje, observando.
Ryuichi Ichiban
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«Mi nombre es Braudbrüthgael Gledgeirbuf y no me dan miedo los payasos. Mi nombre es Braudbrüthgael Gledgeirbuf y no me dan miedo los payasos. Mi nombre es Braudbrüthgael Gledgeirbuf y no me dan miedo los payasos. Mi nombre es...»
El gigante nadaba hacia la superficie mientras repetía esas palabras en su cabeza una y otra vez, sacándose a sí mismo del trance. Por suerte su capacidad pulmonar era envidiable y podía aguantar bajo el agua el tiempo suficiente. Finalmente salió, cogiendo una bocanada de aire y mirando a su alrededor. Ya no tenía barcos cerca. Miró a los lados, manteniéndose a flote hasta que vio, a lo lejos, como un montón de barcos se dirigían hacia aquella extraña torre. Supuso que le tocaría ir hasta allí.
Empezó a nadar. Aunque la ropa mojada empezaba a serle incómodo, por lo que se detuvo en el agua un instante para quitárselo todo. Totalmente desnudo y dejando las ropas atrás, el gigante nadó hacia los barcos dispuesto a subirse al primero que encontrara. En el caso de que fuesen barcos enemigos, simplemente continuaría su eterna lucha. Si era barco de aliados, se presentaría como el cazarrecompensas que era para combatir a su lado. Lo cierto es que estaban lejos, pero... mirándolo por el lado bueno:
Sin las ropas estaba cómodo.
El gigante nadaba hacia la superficie mientras repetía esas palabras en su cabeza una y otra vez, sacándose a sí mismo del trance. Por suerte su capacidad pulmonar era envidiable y podía aguantar bajo el agua el tiempo suficiente. Finalmente salió, cogiendo una bocanada de aire y mirando a su alrededor. Ya no tenía barcos cerca. Miró a los lados, manteniéndose a flote hasta que vio, a lo lejos, como un montón de barcos se dirigían hacia aquella extraña torre. Supuso que le tocaría ir hasta allí.
Empezó a nadar. Aunque la ropa mojada empezaba a serle incómodo, por lo que se detuvo en el agua un instante para quitárselo todo. Totalmente desnudo y dejando las ropas atrás, el gigante nadó hacia los barcos dispuesto a subirse al primero que encontrara. En el caso de que fuesen barcos enemigos, simplemente continuaría su eterna lucha. Si era barco de aliados, se presentaría como el cazarrecompensas que era para combatir a su lado. Lo cierto es que estaban lejos, pero... mirándolo por el lado bueno:
Sin las ropas estaba cómodo.
- Resumen del semigigante nudista:
Quitarse la ropa y nadar hasta los barcos que atacan a la aguja dispuesto a subirse al primero que pille
AEG93
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Un atisbo de desafío que pronto se desvaneció fue toda la resistencia que Chanson opuso a las palabras del alcalde. Apenas un momento después aceptó dejar el liderazgo del grupo en manos de Dakuhebi, con una única condición. La Aguja no debía sufrir ningún daño. Aquella imposición le resultó ciertamente extraña, ya que no entendía por qué motivo alguien querría mantener tal amenaza en funcionamiento, pero asintió. Por el momento le vendría bien contar con aliados. Si más adelante sus intereses se distanciaban de los de Marles ya tendría tiempo de actuar en consecuencia.
Acto seguido el misterioso tipo le llevó hasta la parte trasera de la carpa. Allí esperaba un grupo de hombres vestidos con unas ropas que podrían calificarse como poco más que harapientas. Sus miradas reflejaban admiración por Marles y, sorprendentemente dado que era la primera vez que le veían, por Kirtash.
Las breves aunque emocionadas palabras que Chanson dirigió a sus hombres inquietaron al político. Daba la sensación de que había dado con un grupo de fanáticos, alguna clase de secta que parecía venerar de algún modo la Aguja o algo relacionado con ella. Definitivamente aquellos tipos no eran normales, aunque podían resultarle útiles. Al fin y al cabo, si convencía a personas como aquellas de que solo siguiéndole lograrían alcanzar aquello que anhelaban con tanta fuerza, solían ser tan radicales que se convertirían en sus más fervientes siervos y defensores. Al menos hasta que sus objetivos chocasen, cosa que al calvo le parecía ciertamente probable que ocurriese más tarde o más temprano. Así que, tratando de enardecer los corazones de aquellos fanáticos, el político pronunció un discurso acorde con su oficio: apelando a los sentimientos y las emociones de sus oyentes y diciendo únicamente lo que estos quieren oír, sin importar si es o no verdad. Su voz, firme y clara, se elevó para que todos ellos pudiesen escucharle:
- Compañeros, amigos, ha llegado el momento que durante tanto tiempo hemos esperado. Ya casi nos hallamos ante la Gran Aguja. Si me seguís, obedecéis y protegéis yo os guiaré hasta lo más profundo de sus entrañas, de forma que vuestros mayores sueños se vean cumplidos. Pero debéis saber que allí nos aguardan múltiples peligros. Seréis puestos a prueba de una y mil formas diferentes, pues tan solo quienes prueben ser dignos de ello podrán alcanzar el Paraíso. Puede que nos ataquen, que nos amenacen, puede que traten de hacer que renunciéis a vuestros sueños o hasta de poneros en mi contra. Incluso puede que nos encontremos con quienes quieran usar la Gran Aguja para cumplir sus propios deseos egoístas. Y solo si superáis todos y cada uno de los obstáculos que encontraremos en nuestro camino podréis llegar junto a mí a donde todos pertenecemos.
Resultaba extraño convertirse de repente en el líder de una secta de pirados, pero en aquel momento le convenía. Había dejado a sus hombres en Water Seven, encargados de mantener la paz en la ciudad, y por muy poderoso que fuera en un conflicto de aquellas dimensiones necesitaba soldados. Y qué mejor que unos tipos que parecían lo suficientemente fanáticos, de creer que él era su líder, le seguirían hasta el fin del mundo e incluso morirían por él sin dudarlo.
Tras su discurso, el alcalde se dirigiría al extremo de aquella isla artificial más cercano a la Aguja. Allí esperaría a que al fin llegasen allí para, junto a sus nuevos subordinados (si es que decidían seguirle), internarse en ella.
Acto seguido el misterioso tipo le llevó hasta la parte trasera de la carpa. Allí esperaba un grupo de hombres vestidos con unas ropas que podrían calificarse como poco más que harapientas. Sus miradas reflejaban admiración por Marles y, sorprendentemente dado que era la primera vez que le veían, por Kirtash.
Las breves aunque emocionadas palabras que Chanson dirigió a sus hombres inquietaron al político. Daba la sensación de que había dado con un grupo de fanáticos, alguna clase de secta que parecía venerar de algún modo la Aguja o algo relacionado con ella. Definitivamente aquellos tipos no eran normales, aunque podían resultarle útiles. Al fin y al cabo, si convencía a personas como aquellas de que solo siguiéndole lograrían alcanzar aquello que anhelaban con tanta fuerza, solían ser tan radicales que se convertirían en sus más fervientes siervos y defensores. Al menos hasta que sus objetivos chocasen, cosa que al calvo le parecía ciertamente probable que ocurriese más tarde o más temprano. Así que, tratando de enardecer los corazones de aquellos fanáticos, el político pronunció un discurso acorde con su oficio: apelando a los sentimientos y las emociones de sus oyentes y diciendo únicamente lo que estos quieren oír, sin importar si es o no verdad. Su voz, firme y clara, se elevó para que todos ellos pudiesen escucharle:
- Compañeros, amigos, ha llegado el momento que durante tanto tiempo hemos esperado. Ya casi nos hallamos ante la Gran Aguja. Si me seguís, obedecéis y protegéis yo os guiaré hasta lo más profundo de sus entrañas, de forma que vuestros mayores sueños se vean cumplidos. Pero debéis saber que allí nos aguardan múltiples peligros. Seréis puestos a prueba de una y mil formas diferentes, pues tan solo quienes prueben ser dignos de ello podrán alcanzar el Paraíso. Puede que nos ataquen, que nos amenacen, puede que traten de hacer que renunciéis a vuestros sueños o hasta de poneros en mi contra. Incluso puede que nos encontremos con quienes quieran usar la Gran Aguja para cumplir sus propios deseos egoístas. Y solo si superáis todos y cada uno de los obstáculos que encontraremos en nuestro camino podréis llegar junto a mí a donde todos pertenecemos.
Resultaba extraño convertirse de repente en el líder de una secta de pirados, pero en aquel momento le convenía. Había dejado a sus hombres en Water Seven, encargados de mantener la paz en la ciudad, y por muy poderoso que fuera en un conflicto de aquellas dimensiones necesitaba soldados. Y qué mejor que unos tipos que parecían lo suficientemente fanáticos, de creer que él era su líder, le seguirían hasta el fin del mundo e incluso morirían por él sin dudarlo.
Tras su discurso, el alcalde se dirigiría al extremo de aquella isla artificial más cercano a la Aguja. Allí esperaría a que al fin llegasen allí para, junto a sus nuevos subordinados (si es que decidían seguirle), internarse en ella.
- Resumen:
- - Darse cuenta de que los tipos con los que se ha juntado son una secta bastante turbia.
- Intentar aprovecharse de la situación para conseguir lacayos fieles.
Katharina von Steinhell
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Personas como las que tenía en frente hacían del mundo un lugar cuanto menos extraño. El hombre gordo, dueño del monopolio del pelo —lo siento, Ummak—, ni siquiera intentó responder las preguntas de Katharina. La bruja no tenía tiempo que perder con esos idiotas y, aunque las gemelas le parecían bastante tiernas, no merecían su atención. Debía reunirse con sus compañeros cuanto antes y, además, robar los planos. Sin embargo, algo le decía que no sería para nada sencillo librarse de esos personajes. ¿Les tendría que dar un nombre o algo así? Es decir, parecían formar un buen equipo, uno de lunáticos.
—¡Yo soy Anthony Beardforger! —anunció el hombre de grandes dimensiones—. La de pelo azul es Anne y su hermana es Anny. El viejo este se llama Rony Bultormer.
En cualquier caso, parecían saber defenderse, es decir, la chica de allá llevaba dos revólveres y la otra unas sais bastante… intimidantes. Las armas que portaban y la complexión de Rony bastaron para que la bruja se convenciera de que valía la pena investigarles un poco. Luego de usar mantra se llevó la sorpresa de que el viejo de las varitas tenía un poder que, si bien no se parecía al de los miembros más fuertes de los Arashi, estaba por encima de muchos de los criminales que aún estaban en la carpa. Sin embargo, la investigación no solo se limitaba a usar el haki de observación. Usando las habilidades que había desarrollado como lingüista, no solo buscaría datos sobre la vida que habían llevado, sino también intentaría encontrar intenciones ocultas.
Hubiera descubierto algo o no, la bruja miraría en dirección a la tienda de Viktor Elric para llevarse la sorpresa de ver a sus compañeros desmayados, siendo transportados por Zane, Luka y Spanner. Algo había pasado y ella no había estado ahí para ayudar. Quiso acercárseles para preguntarles acerca de lo sucedido, pero un inesperado grupo de hombres bien vestidos se interpuso en su camino, rodeándole y enseñando armas de manera intimidante. Katharina frunció el ceño. No solo debía lidiar con el grupo de admiradores, sino también con la mafia cuyo líder parecía ser un tontatta. No quería reconocerlo, pero la misión para hacerse de los planos tendría que esperar. En orden de prioridades, primero debía ver qué querían esos hombres con ella, reunirse con los Arashi e infiltrarse en la torre. Todo ello si es que no surgía ningún inconveniente más.
La bruja no pudo evitar soltar una sonrisa burlesca al escuchar el extraño acento de la pequeña criatura. Como sea, las palabras del tontatta —quien ni siquiera se presentó— no fueron lo suficientemente precisas como para entender a lo que se refería. Y no hubo tiempo de preguntarle nada, puesto que uno de los miembros de Katherheads, actuando tan imprudentemente como cualquier bestia salvaje, golpeó con tanta fuerza a uno de los mafiosos que le envió a volar varios metros. «Bien, justo lo que necesitaba. Ahora por culpa de este idiota casi no habrá forma de evitar problemas», pensó la pelirrosa fulminando a Anthony con la mirada.
—Buenos días, buen mozo —se apresuró en decir la bruja—, es en realidad lo que Anthony quiso decir. Así es como se saluda en su tierra, espero puedan perdonarle. Le cuesta trabajo comprender las costumbres de gente más civilizada, como nosotros —mencionó, aprovechando sus habilidades de lingüista para improvisar un discurso que intentaría caer bien, aunque incluso un tontatta, conocidos por ser increíblemente crédulos, sería incapaz de tragarse algo así—. Aunque de esto último estoy dudando un poco, pues ¿quién se acerca a un desconocido sin presentarse, acusándole de algo que ni siquiera entiende y buscando intimidarle? Podemos tener una conversación donde me explicarás qué es lo que aparento ser y, dependiendo de tu respuesta, me ocuparé de tu hombre para sanarle. Aunque bien podemos solucionar este malentendido como bárbaros —dijo finalmente, transformando uno de sus pendientes en la Hoja de Argoria, una enorme guadaña, y liberando el aura congelante que había adoptado del mundo de los muertos para enseñarles cómo intimidar a alguien.
Sea cual sea la respuesta del tontatta, la bruja estaría atenta a los movimientos de los mafiosos usando haki de observación.
—¡Yo soy Anthony Beardforger! —anunció el hombre de grandes dimensiones—. La de pelo azul es Anne y su hermana es Anny. El viejo este se llama Rony Bultormer.
En cualquier caso, parecían saber defenderse, es decir, la chica de allá llevaba dos revólveres y la otra unas sais bastante… intimidantes. Las armas que portaban y la complexión de Rony bastaron para que la bruja se convenciera de que valía la pena investigarles un poco. Luego de usar mantra se llevó la sorpresa de que el viejo de las varitas tenía un poder que, si bien no se parecía al de los miembros más fuertes de los Arashi, estaba por encima de muchos de los criminales que aún estaban en la carpa. Sin embargo, la investigación no solo se limitaba a usar el haki de observación. Usando las habilidades que había desarrollado como lingüista, no solo buscaría datos sobre la vida que habían llevado, sino también intentaría encontrar intenciones ocultas.
Hubiera descubierto algo o no, la bruja miraría en dirección a la tienda de Viktor Elric para llevarse la sorpresa de ver a sus compañeros desmayados, siendo transportados por Zane, Luka y Spanner. Algo había pasado y ella no había estado ahí para ayudar. Quiso acercárseles para preguntarles acerca de lo sucedido, pero un inesperado grupo de hombres bien vestidos se interpuso en su camino, rodeándole y enseñando armas de manera intimidante. Katharina frunció el ceño. No solo debía lidiar con el grupo de admiradores, sino también con la mafia cuyo líder parecía ser un tontatta. No quería reconocerlo, pero la misión para hacerse de los planos tendría que esperar. En orden de prioridades, primero debía ver qué querían esos hombres con ella, reunirse con los Arashi e infiltrarse en la torre. Todo ello si es que no surgía ningún inconveniente más.
La bruja no pudo evitar soltar una sonrisa burlesca al escuchar el extraño acento de la pequeña criatura. Como sea, las palabras del tontatta —quien ni siquiera se presentó— no fueron lo suficientemente precisas como para entender a lo que se refería. Y no hubo tiempo de preguntarle nada, puesto que uno de los miembros de Katherheads, actuando tan imprudentemente como cualquier bestia salvaje, golpeó con tanta fuerza a uno de los mafiosos que le envió a volar varios metros. «Bien, justo lo que necesitaba. Ahora por culpa de este idiota casi no habrá forma de evitar problemas», pensó la pelirrosa fulminando a Anthony con la mirada.
—Buenos días, buen mozo —se apresuró en decir la bruja—, es en realidad lo que Anthony quiso decir. Así es como se saluda en su tierra, espero puedan perdonarle. Le cuesta trabajo comprender las costumbres de gente más civilizada, como nosotros —mencionó, aprovechando sus habilidades de lingüista para improvisar un discurso que intentaría caer bien, aunque incluso un tontatta, conocidos por ser increíblemente crédulos, sería incapaz de tragarse algo así—. Aunque de esto último estoy dudando un poco, pues ¿quién se acerca a un desconocido sin presentarse, acusándole de algo que ni siquiera entiende y buscando intimidarle? Podemos tener una conversación donde me explicarás qué es lo que aparento ser y, dependiendo de tu respuesta, me ocuparé de tu hombre para sanarle. Aunque bien podemos solucionar este malentendido como bárbaros —dijo finalmente, transformando uno de sus pendientes en la Hoja de Argoria, una enorme guadaña, y liberando el aura congelante que había adoptado del mundo de los muertos para enseñarles cómo intimidar a alguien.
Sea cual sea la respuesta del tontatta, la bruja estaría atenta a los movimientos de los mafiosos usando haki de observación.
- Resumen:
- Nombrar a los Katherheads.
- Buscar cualquier información relevante e intenciones ocultas en los Katherheads usando sus habilidades como lingüista.
- Mentir descaradamente al tontatta, diciendo que así es como saluda un hombre de las tierras de Anthony, respaldándolo con un discurso elaborado con sus habilidades lingüisticas. Proponerle una conversación y darle la oportunidad de explicar por qué se acerca a ella de esa forma.
- Intimidar a los mafiosos, enseñando su arma, para que acepten la propuesta.
- Nombrar a los Katherheads.
- Cosillas usadas:
- Rango 10 [Lingüista]: Es capaz de reconstruir textos a los que les falten frases sueltas e incluso entender la idea general de un párrafo perdido; es todo cuestión de contexto. Aprende un idioma, vivo o muerto, que habla como si fuera su lengua nativa.
- Tiers usados:
- Rango 5: Su propio discurso es excelente y puede adaptarlo para imitar tanto el habla de unos borrachos de taberna como el de la corte más lujosa, además de saber copiar cualquier acento existente a la perfección. Comienza a leer las sílabas en los Phoneglyphs y a reconocer mensajes encriptados de un vistazo.
Rango 6: Por el vocabulario que usa y la forma en la que se traga o masca las palabras puede saber si una persona creció en el bosque o en la ciudad y saber bastante acerca del sitio solo por una conversación. Economía, tipo de gobierno, clima… todo está en el habla. Aprende un idioma, vivo o muerto, que habla como si fuera su lengua nativa.
Rango 9: Puede averiguar miedos o intenciones ocultas basándose en la forma en la que alguien pronuncia las palabras y en las pausas que deja entre ellas. Las mentiras son para él claras como el cristal, a no ser que la persona controle su voz a la perfección. Es capaz de leer y formar frases coherentes en los Phoneglyphs.
Tier 7 [Visión]: Podría prever los golpes de su oponente a hasta ciento cincuenta metros de distancia. Podría evaluar con no mucha dificultad el nivel de combate de un oponente (un posible error de veinte niveles).
Nombre de la técnica: Rengoku no Samui
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: El cuerpo de Katharina desprende un aura helada capaz de congelar todo lo que se encuentre a su alrededor, a una distancia máxima de 20 centímetros, así que es normal que se congele por donde pisa. Su cuerpo ha asimilado perfectamente el frío del otro mundo, volviéndose capaz de soportar temperaturas de hasta -70°C. Por otra parte, es capaz de descender esa temperatura hasta los -70°C, lo suficientemente helado como para causar quemaduras de tercer grado. Tan solo el contacto físico que realice Katharina podrá congelar cuerpos (piel, objetos, etc.), profundizando algunos centímetros y extendiéndose rápidamente por cada segundo. A efectos escénicos, únicamente la persona que Katharina desee es capaz de acercarse a ella sin ser congelada
Tiempo de canalización: Es un PU, por lo tanto es permanente.
Desde que era un recluta había soñado con llegar a lo más alto para poder pedir aquello. Años de esfuerzo innecesario, días de arduo entrenamiento, meses sufriendo las torturas destinadas a sus superiores, el papeleo... Todas aquellas penurias que había soportado para poder obtener un café decente... ¡Y le traían el mismo café mediocre de siempre! En cualquier caso, era mejor que nada. Y si bien no estaba bueno, al menos le haría entrar en calor. Ya terminaría de izar las velas más tarde... O no.
Una vez más algo inesperado sucedió: Un marine, un recluta que llegaba cual cordero al matadero se presentó como Galhard, un joven y entusiasta navegante que, a juzgar por su forma de hablar, era un cagón. Sin embargo, y pese al miedo que desprendía, estaba dispuesto a dar su vida por...
-¡Qué coño haces Arthur! -Gritó, viendo pasar al contraalmirante. Había cogido una de las motos que en origen iban a utilizar para ponerse a la vanguardia del asalto una vez preparados. La borrachera de Arthur lo había disuadido, pero al parecer el oficial disciplinario tenía otros planes. Y al parecer, eran una puta mierda.
Se quedó mirando al novato un segundo. Luego a Arthur, que si hubiese algún tipo de carnet de circulación o un código de seguridad vial ya habría quebrantado todas las normas -de hecho, creía recordar que Arthur había intentado imponer un código vial para la Marina-. Pero lo más importante era que no podía dejar a su pequeñín solo en un vehículo peligroso. Y cualquier vehículo en el que montase Arthur borracho era un peligro. Sobre todo para los demás.
-Bien. Contratado. Bienvenido a la brigada -dijo, tratado de agarrarlo por la solapa de la camisa para salir corriendo hacia las motos-. Aunque ya no necesitamos navegante, al menos por ahora, ¿Qué tal se te da hacer bulto?
Llegó más rápido de lo que jamás habría esperado a las motos, donde faltaba la de detalles rojos -la de Arthur- y la de Xemnas había cogido ya polvo. Sin pararse a respirar se montó en la suya, dejó al fardo tirado tras él y salió raudo y veloz a la velocidad de la conveniencia, siguiendo el curso que segundos antes el pelirrojo había seguido. Afortunadamente, nadie había sido tan incauto como para volver a ponerse en medio, lo que le facilitó poner la maquinaria a ciento cuarenta kilómetros por hora y salir directo a acelerar más, ya con la consciencia de que no debía permitir al enano beber nunca más... Durante una guerra.
Saltó al mar, que congeló bajo las ruedas, y un cristal blanquecino se apoderó de una delicada línea lo suficientemente gruesa como para que Jack -e incluso Leiren- pudiesen seguirla sin caer al agua y, potencialmente, morir.
-¡Pero cuando los mejores fallan... -Comenzó, una vez había alcanzado la cola de Arthur- El Gobierno recurre a nosotros!
Y ya estaba. Ya se habían metido en medio del puto cinturón. Arthur había conseguido, incluso borracho, llegar al grueso enemigo. Aunque no sabía si, en ese estado de tontería feliz los atacaría o simplemente pondría margaritas en sus arcabuces... O ambas cosas. La forma de dar amor del contraalmirante era todavía desconocida para él, aunque tenía una seria teoría.
-¡¿Pero vas a parar ya, cretino?! -Le gritó, preparándose para frenar en seco por si las moscas.
Una vez más algo inesperado sucedió: Un marine, un recluta que llegaba cual cordero al matadero se presentó como Galhard, un joven y entusiasta navegante que, a juzgar por su forma de hablar, era un cagón. Sin embargo, y pese al miedo que desprendía, estaba dispuesto a dar su vida por...
-¡Qué coño haces Arthur! -Gritó, viendo pasar al contraalmirante. Había cogido una de las motos que en origen iban a utilizar para ponerse a la vanguardia del asalto una vez preparados. La borrachera de Arthur lo había disuadido, pero al parecer el oficial disciplinario tenía otros planes. Y al parecer, eran una puta mierda.
Se quedó mirando al novato un segundo. Luego a Arthur, que si hubiese algún tipo de carnet de circulación o un código de seguridad vial ya habría quebrantado todas las normas -de hecho, creía recordar que Arthur había intentado imponer un código vial para la Marina-. Pero lo más importante era que no podía dejar a su pequeñín solo en un vehículo peligroso. Y cualquier vehículo en el que montase Arthur borracho era un peligro. Sobre todo para los demás.
-Bien. Contratado. Bienvenido a la brigada -dijo, tratado de agarrarlo por la solapa de la camisa para salir corriendo hacia las motos-. Aunque ya no necesitamos navegante, al menos por ahora, ¿Qué tal se te da hacer bulto?
Llegó más rápido de lo que jamás habría esperado a las motos, donde faltaba la de detalles rojos -la de Arthur- y la de Xemnas había cogido ya polvo. Sin pararse a respirar se montó en la suya, dejó al fardo tirado tras él y salió raudo y veloz a la velocidad de la conveniencia, siguiendo el curso que segundos antes el pelirrojo había seguido. Afortunadamente, nadie había sido tan incauto como para volver a ponerse en medio, lo que le facilitó poner la maquinaria a ciento cuarenta kilómetros por hora y salir directo a acelerar más, ya con la consciencia de que no debía permitir al enano beber nunca más... Durante una guerra.
Saltó al mar, que congeló bajo las ruedas, y un cristal blanquecino se apoderó de una delicada línea lo suficientemente gruesa como para que Jack -e incluso Leiren- pudiesen seguirla sin caer al agua y, potencialmente, morir.
-¡Pero cuando los mejores fallan... -Comenzó, una vez había alcanzado la cola de Arthur- El Gobierno recurre a nosotros!
Y ya estaba. Ya se habían metido en medio del puto cinturón. Arthur había conseguido, incluso borracho, llegar al grueso enemigo. Aunque no sabía si, en ese estado de tontería feliz los atacaría o simplemente pondría margaritas en sus arcabuces... O ambas cosas. La forma de dar amor del contraalmirante era todavía desconocida para él, aunque tenía una seria teoría.
-¡¿Pero vas a parar ya, cretino?! -Le gritó, preparándose para frenar en seco por si las moscas.
- Resumen:
- Secuestrar a Galhard y perseguir a un anormal
Midorima Shintaro
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Lo que más curiosidad le daba era que la tripulación era… Bueno… Un poco mayor, por no decir muy mayor. ¿Por qué no se habían jubilado antes? Tenía algo de noción respecto a que los pagos en la marina eran buenos y que no rentaba con retirarse, pero… ¿No era un poco excesivo usarlos a ellos? Bien podían dejarlos fuera de todo esto y no enviarlos a una muerte casi segura. ¿O ellos lo habrían aceptado? De ser ese el caso, admiraba su valentía y sentido del servicio. Él a su edad solo pensaría en estar tranquilamente en alguna isla perdida por ahí, sin que nadie lo molestara. Suspiró con desgana mientras veía la situación y, entonces, un pequeño flash lo cegó durante unos segundos. Dretch, su “líder”, le había sacado una foto. ¿Por qué? No tenía ni la más mínima idea. Aun no se acostumbraba a las excentricidades de su “líder”.
El barco, sin más demora, partió. Algunos de los ancianos compartían con los miembros de la división, dejándolo a él un poco apartado. Tenía cierto interés en escuchar sus historias de guerra, pero no era la ocasión, ¿o sí? No tenían mucho que hacer y quizás podía entablar una conversación con más de uno de ellos. ”No.” —se dijo mientras iba viendo el panorama. ¿En qué estaba pensando? No podía perder el tiempo en algo tan banal como eso, si alguno de ellos llegaba a sobrevivir, quizás podría hacerlo, pero lo fundamental era detener a Krauser. Todavía no se hacía la idea de que él fuera el responsable. Dudaba que alguien con sus ideales hiciera este tipo de cosas, pero… Casi parecía que así era. ¿Habría otra mente maestra tras estos actos y echándole las culpas al ex almirante? No lo negaba, pero era una opción más bien escasa. Negó con la cabeza, fuese lo que fuese, solo tenía que detenerlo o ayudar a detenerlo.
Sus ojos se mantenían fijos en el frente. Poco a poco, la aguja solo se hacía más y más imponente, más grande, más… Intimidante. ¿Cómo podrían derribar algo así? Quizás con solo detener su activación sería suficiente, ¿no? La voz de Giotto lo hizo desviar su mirada a él, al parecer, tenía un plan y se iba a llevar a Ellie. Los vio empezar a volar, en dirección de los barcos enemigos. Había visto como estos lanzaban varias balas de cañón, pero ni el chico fuego ni la mink parecían hacerle mucho caso.
—Ni modo, tendré que ocuparme yo —susurró mientras empezaba a caminar a la baranda. Miró a Dretch y le tocó el hombro —. Haré algo quizás un poco imprudente, estate atento para cubrirme en caso de que lo necesite —dijo mientras usaba el Geppou y empezaba a volar. Se había alejado un par de metros del barco y la idea que tenía parecía buena, era un plan sólido, pero él y los planes eran como el agua y el aceite, no pegaban. Aunque solo quedaba una cosa, intentarlo.
—Busoushoku Barrier —susurró mientras extendía ambas manos y generaba una barrera de su Haki para frenar las balas de cañón que iban en dirección al Espíritu del Condoriano. Aunque no iba a ser tan imprudente, si la barrera no funcionaba o si sentía que se iba a romper, no iba a tardar en usar el soru para regresar al barco y dejarle las balas de cañón a su compañero. Esperaba que funcionara, aunque lo hiciera o no, no pensaba dejar a sus aliados solos mucho tiempo. Iba a volver fuera cual fuera el resultado.
El barco, sin más demora, partió. Algunos de los ancianos compartían con los miembros de la división, dejándolo a él un poco apartado. Tenía cierto interés en escuchar sus historias de guerra, pero no era la ocasión, ¿o sí? No tenían mucho que hacer y quizás podía entablar una conversación con más de uno de ellos. ”No.” —se dijo mientras iba viendo el panorama. ¿En qué estaba pensando? No podía perder el tiempo en algo tan banal como eso, si alguno de ellos llegaba a sobrevivir, quizás podría hacerlo, pero lo fundamental era detener a Krauser. Todavía no se hacía la idea de que él fuera el responsable. Dudaba que alguien con sus ideales hiciera este tipo de cosas, pero… Casi parecía que así era. ¿Habría otra mente maestra tras estos actos y echándole las culpas al ex almirante? No lo negaba, pero era una opción más bien escasa. Negó con la cabeza, fuese lo que fuese, solo tenía que detenerlo o ayudar a detenerlo.
Sus ojos se mantenían fijos en el frente. Poco a poco, la aguja solo se hacía más y más imponente, más grande, más… Intimidante. ¿Cómo podrían derribar algo así? Quizás con solo detener su activación sería suficiente, ¿no? La voz de Giotto lo hizo desviar su mirada a él, al parecer, tenía un plan y se iba a llevar a Ellie. Los vio empezar a volar, en dirección de los barcos enemigos. Había visto como estos lanzaban varias balas de cañón, pero ni el chico fuego ni la mink parecían hacerle mucho caso.
—Ni modo, tendré que ocuparme yo —susurró mientras empezaba a caminar a la baranda. Miró a Dretch y le tocó el hombro —. Haré algo quizás un poco imprudente, estate atento para cubrirme en caso de que lo necesite —dijo mientras usaba el Geppou y empezaba a volar. Se había alejado un par de metros del barco y la idea que tenía parecía buena, era un plan sólido, pero él y los planes eran como el agua y el aceite, no pegaban. Aunque solo quedaba una cosa, intentarlo.
—Busoushoku Barrier —susurró mientras extendía ambas manos y generaba una barrera de su Haki para frenar las balas de cañón que iban en dirección al Espíritu del Condoriano. Aunque no iba a ser tan imprudente, si la barrera no funcionaba o si sentía que se iba a romper, no iba a tardar en usar el soru para regresar al barco y dejarle las balas de cañón a su compañero. Esperaba que funcionara, aunque lo hiciera o no, no pensaba dejar a sus aliados solos mucho tiempo. Iba a volver fuera cual fuera el resultado.
- Resumen y cosas usadas:
- Analizar a los vejetes, ver como Giotto y Ellie se van del barco. Darse cuenta de las balas de cañón que van hacía el Espíritu del Condoriano. Tratar de frenar las balas con una barrera de Haki, funcione o no, volver al barco y que Dretch se encargue de esas cosas.
- Haki Armadura [Sintonía Armadura] Tier 6 (1/20 asaltos)
- Haki Armadura [Sintonía Armadura] Tier 6 (1/20 asaltos)
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Con el estómago lleno se pensaba de otra manera. Había tenido hambre y aquel pequeño suceso hizo que pasaran las cosas de tal manera que estuviera rodeado de comida. Sky se había relajado y volvía a pensar con la mente fría. Lo que había hecho era una estupidez. Estaban en guerra y el escondido en un cuarto. Que sí, de no hacerlo habría perdido la oportunidad de desplazarse hacia el peligro pero en ese instante no se le ocurrió ninguna otra alternativa.
Se rascó la cabeza y exhaló para calmarse. Se levantó de un brinco y asegurando que llevaba la espada con él, abrió la puerta dejando entrar el sonido de una alarma. Al parecer quedaba poco para la sumergirse en el maravilloso mundo marino. Empezó a caminar decidido hacia el pasillo central pero al girar una esquina se golpeó de frente con un muro, o al menos eso parecía. Cuando levantó la vista se le congeló la sangre. Se trataba del oficial de antes. Al estar tan cerca podía leer su nombre en la cazadora.
–Señor Pollan... –su voz temblaba ligeramente, pero forzando cada fibra de su cuerpo se obligó a hacer una reverencia en forma de disculpa. Su posición delataba vulnerabilidad y era precisamente lo que quería mostrar: estaba avergonzado de huir antes y todavía peor volver a colarse en el submarino.
–Ah, ¿qué voy a hacer contigo? - exhaló el aire mientras se llevó una mano a la cabeza. Mi arma, que te he dicho que salieras del submarino y aquí estas. ¿Es que estás sordo?
–¡Señor Pollan, pido disculpas por mi comportamiento anterior pero no puedo esperar más! Mientras nosotros estamos hablando hay miles de vidas en juego y tenemos que hacer frente al peligro. ¿Acaso usted no quiere salir al frente y luchar por nuestra gente?
– Escúchame illo, voy a perdonarte esta. No hablas mal y por el tono de tu voz te crees lo que estas diciendo así que adelante. Avanza lo que puedas y trata de hacer algo útil cojones.
El acento del oficial era distinto. Hablaba rápido y no enfocaba especial atención en la letra s, pero tenía carisma al hablar. Le hizo gracia así que sonrió y asintió con la cabeza. Empezó a caminar al lado del oficial. Este tenía un aspecto normal: unos ojos marrones con el pelo igual de negro tapado por una gorra roja puesta al revés. Su ropa se componía de unos vaqueros y una cazadora roja. Tenía los brazos gruesos por lo que parecía ser un luchador físico.
– Señor Pollan, ¿cuáles son sus órdenes? No llevo mucho tiempo formando parte de la Revolución pero vuestros objetivos entonan con mi estilo de vida desde hace mucho tiempo, solo que nuestros destinos han estado separados hasta ahora. Por lo tanto, aquí estoy – su voz se llenaba de emoción y firmeza. Estaba impaciente por salir.
Se rascó la cabeza y exhaló para calmarse. Se levantó de un brinco y asegurando que llevaba la espada con él, abrió la puerta dejando entrar el sonido de una alarma. Al parecer quedaba poco para la sumergirse en el maravilloso mundo marino. Empezó a caminar decidido hacia el pasillo central pero al girar una esquina se golpeó de frente con un muro, o al menos eso parecía. Cuando levantó la vista se le congeló la sangre. Se trataba del oficial de antes. Al estar tan cerca podía leer su nombre en la cazadora.
–Señor Pollan... –su voz temblaba ligeramente, pero forzando cada fibra de su cuerpo se obligó a hacer una reverencia en forma de disculpa. Su posición delataba vulnerabilidad y era precisamente lo que quería mostrar: estaba avergonzado de huir antes y todavía peor volver a colarse en el submarino.
–Ah, ¿qué voy a hacer contigo? - exhaló el aire mientras se llevó una mano a la cabeza. Mi arma, que te he dicho que salieras del submarino y aquí estas. ¿Es que estás sordo?
–¡Señor Pollan, pido disculpas por mi comportamiento anterior pero no puedo esperar más! Mientras nosotros estamos hablando hay miles de vidas en juego y tenemos que hacer frente al peligro. ¿Acaso usted no quiere salir al frente y luchar por nuestra gente?
– Escúchame illo, voy a perdonarte esta. No hablas mal y por el tono de tu voz te crees lo que estas diciendo así que adelante. Avanza lo que puedas y trata de hacer algo útil cojones.
El acento del oficial era distinto. Hablaba rápido y no enfocaba especial atención en la letra s, pero tenía carisma al hablar. Le hizo gracia así que sonrió y asintió con la cabeza. Empezó a caminar al lado del oficial. Este tenía un aspecto normal: unos ojos marrones con el pelo igual de negro tapado por una gorra roja puesta al revés. Su ropa se componía de unos vaqueros y una cazadora roja. Tenía los brazos gruesos por lo que parecía ser un luchador físico.
– Señor Pollan, ¿cuáles son sus órdenes? No llevo mucho tiempo formando parte de la Revolución pero vuestros objetivos entonan con mi estilo de vida desde hace mucho tiempo, solo que nuestros destinos han estado separados hasta ahora. Por lo tanto, aquí estoy – su voz se llenaba de emoción y firmeza. Estaba impaciente por salir.
Ellie
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Akuma no mi
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A Ellie le dijeron claramente lo que pensaban. Estaban de acuerdo con sus pensamientos, pero insistieron en la valía del tal Mido. La loba lo miró de arriba a abajo varias veces, y terminó asintiendo ante lo que el resto decía.
Ellos lo conocen mejor Se limitó a pensar.
Pero lo que no se esperaba era que el susodicho culpable de todos los males que la rodeaban pidiese perdón. Y pareció sincero. Aquello hizo cambiar ligeramente la percepción que tenía del agente. Pero solo ligeramente, los hechos quizá ayudasen a cambiar aún más lo que la agente pensaba sobre el, recientemente apodado, papa frita.
La mink se lamió la pata ante el complicado panorama que la rodeaba. El barco, pese a estar a punto de jubilarse, no parecía estar en mal estado. No al menos la madera que podía ver directamente, que además lucía con un brillo especial, probablemente fruto del buen cuidado. Pero lo más raro fue ver a todos aquellos ancianos sacados del geriátrico. Algunos tocaron a sus aliados, sin embargo ella permaneció atrás, en silencio, hasta que uno de los viejos comentó algo de un huevo.
- Perdone, ¿me podría hacer un par a mí? Y… si lo acompañara de patatas, ya sería lo más. Y un poquito de carne también -terminaría diciéndole a la par que le ponía ojitos, al igual que hacía unos minutos.
La realidad era que aquello que había funcionado una vez para hacer más leve el castigo del marine, podía funcionar para ganarse un plato de comida antes de la batalla. Quién sabe si habría dado con un filón. ¿Podría conseguir también un ascenso poniendo ojitos? Algún día lo comprobaría, aunque quizá aquello se antojaba más difícil.
Dretch, por su parte, decidió negarse, alegando que no era buena idea antes de una batalla. Ellie sonrió, le gustaba como pensaba aquél hombre. Aunque… no había nada de malo en ingerir alguna proteína antes de una batalla. Seguro que le daba fuerzas y le ayudaba a mantenerse al pie del cañón. Hablando de cañones. ¿Qué es ese sonido?
La loba ojeó hacia el frente, observando el panorama que se avecinaba. Había algunos barcos peleando entre ellos, y otros lanzaban cañonazos hacia la dirección en la que los agentes se encontraban. Y entonces, uno de sus nuevos compañeros la agarró del brazo, diciéndole que se iría con ella. Y se vino el chiste del día. Si eres capaz de lanzar rayos a distancia, entre tu electricidad y mi fuego podemos arrasar con los barcos que nos están atacando. Echar rayos, así, como un puto dios. Como si ser mink fuese ser Thor.
- Los minks no hacemos eso exactamente -comentó, aunque estaba segura que aquél chaval solo había oído una parte de la frase, puesto que estaba volando en dirección a uno de los barcos.
En ese momento la joven agente entendió que ese humano era el que había quemado la bolsa. Tenía una akuma no mi de fuego, bastante similar a la suya.
Pues juguemos a ese juego
La mink saltaría y emplearía su Geppou en dirección al barco que, amablemente, su compañero le había dejado. Durante el viaje, empezaría a caldear su cuerpo hasta llegar a los seiscientos grados centígrados, para una vez pisase la madera del barco, caldear el ambiente de todos los presentes.
Pondría el primer pie en cubierta al lado del mástil, que de una potente patada magmática intententaría partir. Tras ello, lanzaría magma a distintos sectores de la cubierta, intentando incendiar el barco pero, sobre todo, crear boquetes en cubierta. La idea era que el magma cayese a las bodegas, y de ahí, atravesase el casco y acabase por crear unas heridas tan grandes en él que se hundiese solo.
Después de eso, y cuando se proponía acabar con los integrantes que pudiese, Giotto llegó al barco. Producto del nerviosismo, la mink estuvo a punto de lamerse la pata, pero conforme fue acercando la cabeza, notó el calor que emanaba el magma que tenía de brazo, por lo que terminó apartándose.
- Este barco se hundirá pronto -le dijo mirándole a los ojos-. O eso creo. Volvamos al otro.
Y, si Giotto no decía nada, se marcharía tal y como vino hasta el barco, esperando que su plato de comida estuviese listo.
Ellos lo conocen mejor Se limitó a pensar.
Pero lo que no se esperaba era que el susodicho culpable de todos los males que la rodeaban pidiese perdón. Y pareció sincero. Aquello hizo cambiar ligeramente la percepción que tenía del agente. Pero solo ligeramente, los hechos quizá ayudasen a cambiar aún más lo que la agente pensaba sobre el, recientemente apodado, papa frita.
La mink se lamió la pata ante el complicado panorama que la rodeaba. El barco, pese a estar a punto de jubilarse, no parecía estar en mal estado. No al menos la madera que podía ver directamente, que además lucía con un brillo especial, probablemente fruto del buen cuidado. Pero lo más raro fue ver a todos aquellos ancianos sacados del geriátrico. Algunos tocaron a sus aliados, sin embargo ella permaneció atrás, en silencio, hasta que uno de los viejos comentó algo de un huevo.
- Perdone, ¿me podría hacer un par a mí? Y… si lo acompañara de patatas, ya sería lo más. Y un poquito de carne también -terminaría diciéndole a la par que le ponía ojitos, al igual que hacía unos minutos.
La realidad era que aquello que había funcionado una vez para hacer más leve el castigo del marine, podía funcionar para ganarse un plato de comida antes de la batalla. Quién sabe si habría dado con un filón. ¿Podría conseguir también un ascenso poniendo ojitos? Algún día lo comprobaría, aunque quizá aquello se antojaba más difícil.
Dretch, por su parte, decidió negarse, alegando que no era buena idea antes de una batalla. Ellie sonrió, le gustaba como pensaba aquél hombre. Aunque… no había nada de malo en ingerir alguna proteína antes de una batalla. Seguro que le daba fuerzas y le ayudaba a mantenerse al pie del cañón. Hablando de cañones. ¿Qué es ese sonido?
La loba ojeó hacia el frente, observando el panorama que se avecinaba. Había algunos barcos peleando entre ellos, y otros lanzaban cañonazos hacia la dirección en la que los agentes se encontraban. Y entonces, uno de sus nuevos compañeros la agarró del brazo, diciéndole que se iría con ella. Y se vino el chiste del día. Si eres capaz de lanzar rayos a distancia, entre tu electricidad y mi fuego podemos arrasar con los barcos que nos están atacando. Echar rayos, así, como un puto dios. Como si ser mink fuese ser Thor.
- Los minks no hacemos eso exactamente -comentó, aunque estaba segura que aquél chaval solo había oído una parte de la frase, puesto que estaba volando en dirección a uno de los barcos.
En ese momento la joven agente entendió que ese humano era el que había quemado la bolsa. Tenía una akuma no mi de fuego, bastante similar a la suya.
Pues juguemos a ese juego
La mink saltaría y emplearía su Geppou en dirección al barco que, amablemente, su compañero le había dejado. Durante el viaje, empezaría a caldear su cuerpo hasta llegar a los seiscientos grados centígrados, para una vez pisase la madera del barco, caldear el ambiente de todos los presentes.
Pondría el primer pie en cubierta al lado del mástil, que de una potente patada magmática intententaría partir. Tras ello, lanzaría magma a distintos sectores de la cubierta, intentando incendiar el barco pero, sobre todo, crear boquetes en cubierta. La idea era que el magma cayese a las bodegas, y de ahí, atravesase el casco y acabase por crear unas heridas tan grandes en él que se hundiese solo.
Después de eso, y cuando se proponía acabar con los integrantes que pudiese, Giotto llegó al barco. Producto del nerviosismo, la mink estuvo a punto de lamerse la pata, pero conforme fue acercando la cabeza, notó el calor que emanaba el magma que tenía de brazo, por lo que terminó apartándose.
- Este barco se hundirá pronto -le dijo mirándole a los ojos-. O eso creo. Volvamos al otro.
Y, si Giotto no decía nada, se marcharía tal y como vino hasta el barco, esperando que su plato de comida estuviese listo.
- Resumen:
- Sorprenderse al ver la tripulación que les han asignado.
- Pedir comida usando el recurso de los ojitos.
- Seguir el camino de Giotto, solo que yendo al otro barco.
- Calentarse por el camino hasta 600 grados (de 800 posibles) e intentar, una vez llegado al barco, quemar el mástil y hacer boquetes en cubierta lanzando magma.
- Reencontrarse con Giotto (viene a por mí) y volver al barco que nos lleva de crucero gracias al IMSERSO.
- Sorprenderse al ver la tripulación que les han asignado.
- Cosas:
- Geppou:
Esta técnica especial, propia del Rokushiki, permite al usuario caminar por el aire. Durante su uso no puede dejar de caminar, pero con práctica puede llegar a combinar esta técnica con otras.
- Akuma:
Nivel 30: El magma corre por las venas de Ellie, que es capaz de controlar hasta quinientos litros, y pudiendo dotarlo de una temperatura de hasta ochocientos grados centígrados.
Jiren
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La chica llamada Sabela contestó rápidamente a mi pregunta. Según ella su misión era no se qué rollo de salvar al mundo y unir las naciones, si bien parecía una fanática arrogante, por lo menos parecía que sus intenciones eran buenas.
Justo en el momento momento que pensaba abrir la boca para decirle algo más a la chica, apareció un hombre, bastante experimentado en batalla según mi juicio. Portaba gran cantidad de armas encima y se dirigió bruscamente a nuestro pequeño grupito. Por lo visto se había fijado en nuestros fallidos intentos de hundir la flota enemiga, y nos mandó directos a la cubierta, donde estaba el corazón de la contienda.
- ¿En serio? ¿Puedo ir a combate? ¡Sí señor, enseguida! - dije tan emocionado que pasé por alto su descortés forma de mandar.
Era justo lo que quería, primera línea de batalla, y no detrás de un cacharro de metal a gran distancia de los enemigos. Cautivado por la nueva orden, dispongo a dejar el cañón y subir por las escaleras, y justo antes de salir del todo recordé que no estaba solo. Doy media vuelta y me dirijo a las chicas que hasta ese momento me acompañaban.
- Tú, Jones, más vale que seas tan fuerte como pareces. Lo que no pudimos hacer con el cañón, vamos a suplirlo en cubierta - le dije a mi compañera del Cipher Pol.
- Y tú, Sabela, si tanto quieres proteger al mundo y todo eso que dijiste, ven con nosotros - le inquirí a la sosegada chica.
Y sin más detenimiento, me apresuré a salir rápidamente, y me encontré con el panorama que llevaba rato esperando. Gran cantidad de agentes y marines asomados a la borda disparando con sus rifles o con lo que tuvieran a mano, mientras que en todas las cubiertas, pero sobre todo en la cubierta principal, cantidades de revolucionarios enfrentándose a nuestros compañeros tanto con espadas como mano a mano. Alguna bola de cañón sobrevolaba el navío y alguna que otra impactaba sobre él sin causar daños graves, pero provocando pequeñas turbulencias. Todo lo que se podía esperar de una batalla naval.
Yo fui corriendo por toda la cubierta principal evitando conflictos hasta que llegué a mi destino, el centro exacto de la cubierta. Una vez hecho, no se me ocurrió nada mejor que llamar la atención de todos hacia mí, y utilicé mi ámbito "Nen" con el cual me envolví en una brillante aura amarilla cambiado el color de mi cabello y ligeramente su forma para después gritar a los cuatro vientos:
- ¡¡¡¡¡VENGA REVOLUCIONARIOS, VENID TODOS A POR MÍ, AQUÍ OS ESPERO!!!!!
Justo en el momento momento que pensaba abrir la boca para decirle algo más a la chica, apareció un hombre, bastante experimentado en batalla según mi juicio. Portaba gran cantidad de armas encima y se dirigió bruscamente a nuestro pequeño grupito. Por lo visto se había fijado en nuestros fallidos intentos de hundir la flota enemiga, y nos mandó directos a la cubierta, donde estaba el corazón de la contienda.
- ¿En serio? ¿Puedo ir a combate? ¡Sí señor, enseguida! - dije tan emocionado que pasé por alto su descortés forma de mandar.
Era justo lo que quería, primera línea de batalla, y no detrás de un cacharro de metal a gran distancia de los enemigos. Cautivado por la nueva orden, dispongo a dejar el cañón y subir por las escaleras, y justo antes de salir del todo recordé que no estaba solo. Doy media vuelta y me dirijo a las chicas que hasta ese momento me acompañaban.
- Tú, Jones, más vale que seas tan fuerte como pareces. Lo que no pudimos hacer con el cañón, vamos a suplirlo en cubierta - le dije a mi compañera del Cipher Pol.
- Y tú, Sabela, si tanto quieres proteger al mundo y todo eso que dijiste, ven con nosotros - le inquirí a la sosegada chica.
Y sin más detenimiento, me apresuré a salir rápidamente, y me encontré con el panorama que llevaba rato esperando. Gran cantidad de agentes y marines asomados a la borda disparando con sus rifles o con lo que tuvieran a mano, mientras que en todas las cubiertas, pero sobre todo en la cubierta principal, cantidades de revolucionarios enfrentándose a nuestros compañeros tanto con espadas como mano a mano. Alguna bola de cañón sobrevolaba el navío y alguna que otra impactaba sobre él sin causar daños graves, pero provocando pequeñas turbulencias. Todo lo que se podía esperar de una batalla naval.
Yo fui corriendo por toda la cubierta principal evitando conflictos hasta que llegué a mi destino, el centro exacto de la cubierta. Una vez hecho, no se me ocurrió nada mejor que llamar la atención de todos hacia mí, y utilicé mi ámbito "Nen" con el cual me envolví en una brillante aura amarilla cambiado el color de mi cabello y ligeramente su forma para después gritar a los cuatro vientos:
- ¡¡¡¡¡VENGA REVOLUCIONARIOS, VENID TODOS A POR MÍ, AQUÍ OS ESPERO!!!!!
- Spoiler:
- Ámbito Nen:
Elemento Pasivo: Al usar Jiren esta técnica empieza salir de su cuerpo un campo energético de radiación luminosa principalmente de color amarillo. Este campo energético es conocido como "Aura" y su color puede variar según la cantidad de energía emitida. Además, en Jiren, resulta que su pelo cambia de color junto con su aura. Por ejemplo, si su aura es amarilla, su cabello será rubio, y si el aura es roja, el cabello también será rojo.
Elemento Activo: El aura proviene de la energía vital producida por cualquier organismo vivo. Activamente Jiren es capaz de usar y manipular su aura con distintos fines, principalmente enfocado a la creación y uso de múltiples técnicas.
Dretch
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Dretch observó orgulloso como Leblanc y Ellie se elevaban dando pequeños saltitos por encima de sus cabezas, casi como dos sombras ocultas bajo el amparo de la noche. Nadie sabría jamás que había sucedido con aquellos proyectiles. Sin embargo, en cuanto estos se desviaron de su objetivo, las manos del agente se deslizaron inconscientemente sobre su cabeza. Les había ordenado claramente que se limitaran a encargarse de desviar los proyectiles. Para colmo, Shintaro también se había tomado la justicia por su cuenta y ahora se encontraba en mitad del aire dando saltitos ridículos, casi como si quisiera para los disparos con sus dientes ¿Por qué demonios no eran capaces de contener su entusiasmo? ¿Tanta prisa tenían por morir? Antes de que pudiera darse cuenta, descubrió que se estaba tirando de los pelos. Trató de tranquilizarse y de atusarse el cabello de tal manera que su flequillo quedara totalmente peinado hacia atrás, pero en cuanto retiró sus manos, este volvió a elevarse adoptando su habitual forma de pincel.
- Ahora entiendo porque dicen que, si quieres hacer algo lo hagas tú mismo – bufó visiblemente irritado.
Alzó la mirada y un destello rojizo surgió en el único sano del agente, que en aquellos momentos trataba de seguir las trayectorias de aquellas balas de cañón con una concentración tan pasmosa que casi pareciera que aquellos proyectiles le debían dinero. Y, aunque aún no había sido capaz de trazar su trayectoria, esperaría paciente a que los proyectiles se acercaran lo suficiente al “Espíritu de Condoriano” para abrir su gabardina y dar todo un recital de rankyakus para proteger el navío y liberarse del estrés que hasta el último de sus subordinados le estaban provocando.
- Ahora entiendo porque dicen que, si quieres hacer algo lo hagas tú mismo – bufó visiblemente irritado.
Alzó la mirada y un destello rojizo surgió en el único sano del agente, que en aquellos momentos trataba de seguir las trayectorias de aquellas balas de cañón con una concentración tan pasmosa que casi pareciera que aquellos proyectiles le debían dinero. Y, aunque aún no había sido capaz de trazar su trayectoria, esperaría paciente a que los proyectiles se acercaran lo suficiente al “Espíritu de Condoriano” para abrir su gabardina y dar todo un recital de rankyakus para proteger el navío y liberarse del estrés que hasta el último de sus subordinados le estaban provocando.
- La chetomancia vino a mi señor juez, yo no hice nada:
Puntería 4: Podría matar de un tiro un gorrión quieto a treinta metros. Un humano, a setenta.
Visión superior:
La visión periférica de Dretch es simplemente un escándalo. Su único ojo sano prima la detección de formas en la parte inferior de su campo visual de una manera superior a la una persona corriente. Posee cierta pericia natural para detectar en apenas décimas de segundos objetos, caras o amenazas en movimiento, lo que normalmente le ahorra un valioso tiempo de reacción.
Haki de observación [Predilecto] Tier 6 (1/15 asaltos)- Sekigan no Fukuro II:
Tras decenas de experiencias cercanas a la muerte, el único ojo sano del agente Buerganor ha logrado adoptar una predisposición natural para prever el peligro antes de que este llegue a manifestarse. Cuando el agente entra en este estado mental de auto conservación, la pupila de su ojo derecho se torna de color rojo y comienza a moverse a toda velocidad rastreando el campo de batalla. Es entonces cuando Dretch se concentrará en interpretar los movimientos de sus rivales y tratará, con la precisión quirúrgica de un bisturí, de neutralizar cada una de las amenazas posibles en lugar de tratar de eludir los posibles ataques. Durante los próximos 3 turnos recibe una bonificación del 100% de precisión en sus ataques cuerpo a cuerpo.
Rankyaku:
Es una técnica de proyectil de gran alcance, en el que los usuarios empiezan a dar patadas a gran velocidad y fuerza, enviando una hoja afilada de aire comprimido que puede cortar objetos y dañar en gran medida un cuerpo humano. Sin embargo, se ha demostrado que casi cualquier longitud considerable a altas velocidades también son capaces de hacer este movimiento.- Sekigan no Fukuro II:
Dexter Black
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Dexter apretó los dientes mientras las imágenes de Síderos acudían una vez más a su cabeza. Beros y su monótono pero lógico discurso, el carácter apaciguador del tirano... No sabía por qué, pero entre las palabras de Slade y la réplica del comandante dos cables se cruzaron en su cabeza. No podía estar sucediendo, no otra vez. Respiró hondo, tratando de calmarse.
-Es inevitable perder la calma, David -sentenció, firme, mirándolo a los ojos-. El mundo se aboca al desastre, y tú estás más preocupado por cómo eso puede beneficiar al triunfo revolucionario que en salvar las vidas que se perderán si fracasamos. ¿Por qué lucháis el mar contra el Gobierno? No teníais ningún motivo para confrontarlo, solo debíais retiraros o, si me permites la intromisión, elegir una ruta alternativa. ¡Os habéis vuelto locos! El Gobierno cree que la Revolución está detrás y le plantáis cara, hay sentencia de muerte sobre cada uno de vosotros, y ni siquiera habéis intentado dialogar. Podríais firmar una tregua, salvar el mar como salvamos Síderos, todos juntos.
"Aunque Síderos haya provocado esto", finalizó en su mente. La guerra de hacía ya tres años se había saldado con numerosas bajas, sangre derramada y un país destruido, pero el Gobierno Mundial había establecido una gestión aparentemente fiable bajo el control de Arthur, rey electo del archipiélago. Y aquella paz no habría sido posible sin el espíritu de colaboración que imperó durante los días de interminable batalla en la ya lejana isla.
-Necesito dos copias -terminó diciendo, ya sereno-. Una la llevaré yo, mientras que Deathstroke llevará la otra. Es probable que nos separemos ahí dentro, y no quiero que mi gente se pierda.
Extendió la mano, paciente, aguardando a que el comandante del West Blue le pasase lo solicitado, y tenía esperanzas de que, visto lo que planteaba Brownie, hubiese también planos de obra completos que le permitiesen, si cabe, encontrar atajos una vez en el interior de aquella cosa. Si hubiese tenido la oportunidad de volar hasta arriba e ir bajando no le haría falta, pero las defensas aglutinadas alrededor de la terrible aguja eran tantas que casi ni había podido calibrar los daños que sufriría para llegar a la cima... Y tardaría cerca de una semana en recuperarse totalmente de ellos. No compensaba.
De pronto llamó Rocket. Quería que lo recogiesen. ¿Dónde se metía siempre esa alimaña que acababa en los líos más absurdos? Negó con la cabeza mientras escuchaba algunas súplicas al otro lado y se levantó del asiento, por fin, dispuesto a hacer lo que debía. Le hubiese dado los planos o no, tenía que marcharse.
-Ha sido un placer, señor Brownie, pero mi mapache necesita transporte. Volveremos a vernos. -Con un gesto de cabeza inquirió a los demás para seguirlo.
Desanduvo sus pasos a marcha veloz hasta que pudo ver el cielo sobre su cabeza, y bajo el fulgor plateado de la luna dio órdenes muy claras a los demás:
-Slade, tú recoge a Rocket. No te será difícil, es un mapache en un barco marine a la deriva. Vosotros dos seguidme, pero manteneos a cierta distancia hasta que yo os confirme que es seguro.
Con un salto tan fuerte que agrietó el suelo bajo sus pies Dexter salió despedido hacia el infinito, y sus alas de dragón envolvieron el manto de la noche a medida que cogía velocidad. "Diez millas", contaba para sí mientras su cuerpo iba apróximandose más y más a la isla que usaban como fortín los miembros del Gobierno Mundial. En aquel túnel de luz que era su vista detectó a Hyoshi, todavía expectante desde el peñón, y aceleró para caer en picado junto a él. Sin embargo una vez estuvo lo bastante cerca levantó una ventolera con sus alas que lo refrenó, y cayó frente a él grácilmente en su forma humana.
Y ahí estaba Dexter, de más de dos metros, sintiéndose un enano ante el colosal líder de la Marina. Era consciente, como siempre había sabido, que el tamaño no era ni de lejos un factor determinante en una batalla, pero la diferencia de tamaños era tan palpable que hasta a él intimidaba la visión del almirante con sus casi cinco metros de altura.
-Intenta matarme mañana si quieres, Hyoshi -saludó, clavando la mirada en él-. Hoy tenemos un mundo que salvar.
-Es inevitable perder la calma, David -sentenció, firme, mirándolo a los ojos-. El mundo se aboca al desastre, y tú estás más preocupado por cómo eso puede beneficiar al triunfo revolucionario que en salvar las vidas que se perderán si fracasamos. ¿Por qué lucháis el mar contra el Gobierno? No teníais ningún motivo para confrontarlo, solo debíais retiraros o, si me permites la intromisión, elegir una ruta alternativa. ¡Os habéis vuelto locos! El Gobierno cree que la Revolución está detrás y le plantáis cara, hay sentencia de muerte sobre cada uno de vosotros, y ni siquiera habéis intentado dialogar. Podríais firmar una tregua, salvar el mar como salvamos Síderos, todos juntos.
"Aunque Síderos haya provocado esto", finalizó en su mente. La guerra de hacía ya tres años se había saldado con numerosas bajas, sangre derramada y un país destruido, pero el Gobierno Mundial había establecido una gestión aparentemente fiable bajo el control de Arthur, rey electo del archipiélago. Y aquella paz no habría sido posible sin el espíritu de colaboración que imperó durante los días de interminable batalla en la ya lejana isla.
-Necesito dos copias -terminó diciendo, ya sereno-. Una la llevaré yo, mientras que Deathstroke llevará la otra. Es probable que nos separemos ahí dentro, y no quiero que mi gente se pierda.
Extendió la mano, paciente, aguardando a que el comandante del West Blue le pasase lo solicitado, y tenía esperanzas de que, visto lo que planteaba Brownie, hubiese también planos de obra completos que le permitiesen, si cabe, encontrar atajos una vez en el interior de aquella cosa. Si hubiese tenido la oportunidad de volar hasta arriba e ir bajando no le haría falta, pero las defensas aglutinadas alrededor de la terrible aguja eran tantas que casi ni había podido calibrar los daños que sufriría para llegar a la cima... Y tardaría cerca de una semana en recuperarse totalmente de ellos. No compensaba.
De pronto llamó Rocket. Quería que lo recogiesen. ¿Dónde se metía siempre esa alimaña que acababa en los líos más absurdos? Negó con la cabeza mientras escuchaba algunas súplicas al otro lado y se levantó del asiento, por fin, dispuesto a hacer lo que debía. Le hubiese dado los planos o no, tenía que marcharse.
-Ha sido un placer, señor Brownie, pero mi mapache necesita transporte. Volveremos a vernos. -Con un gesto de cabeza inquirió a los demás para seguirlo.
Desanduvo sus pasos a marcha veloz hasta que pudo ver el cielo sobre su cabeza, y bajo el fulgor plateado de la luna dio órdenes muy claras a los demás:
-Slade, tú recoge a Rocket. No te será difícil, es un mapache en un barco marine a la deriva. Vosotros dos seguidme, pero manteneos a cierta distancia hasta que yo os confirme que es seguro.
Con un salto tan fuerte que agrietó el suelo bajo sus pies Dexter salió despedido hacia el infinito, y sus alas de dragón envolvieron el manto de la noche a medida que cogía velocidad. "Diez millas", contaba para sí mientras su cuerpo iba apróximandose más y más a la isla que usaban como fortín los miembros del Gobierno Mundial. En aquel túnel de luz que era su vista detectó a Hyoshi, todavía expectante desde el peñón, y aceleró para caer en picado junto a él. Sin embargo una vez estuvo lo bastante cerca levantó una ventolera con sus alas que lo refrenó, y cayó frente a él grácilmente en su forma humana.
Y ahí estaba Dexter, de más de dos metros, sintiéndose un enano ante el colosal líder de la Marina. Era consciente, como siempre había sabido, que el tamaño no era ni de lejos un factor determinante en una batalla, pero la diferencia de tamaños era tan palpable que hasta a él intimidaba la visión del almirante con sus casi cinco metros de altura.
-Intenta matarme mañana si quieres, Hyoshi -saludó, clavando la mirada en él-. Hoy tenemos un mundo que salvar.
- Resumen:
- Liarla, como siempre.
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