Empieza Arribor
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Arribor se sentía como un topo. No veía nada más que niebla, no olía nada más que niebla, no oía nada... Punto. Solo podía palpar una pared aquí y allá, tropezando entre los escombros sin soltar a su esbelto y angelical fardo de pálida e impoluta carne. Al menos no pesaba casi nada. Para él era como sujetar una chaqueta de las gordas. Lo que le extrañaba era la ausencia de quejas. Ni protestas, ni insultos ni chorradas prepotentes. Casi parecía que aquél no fuese...
-¿Quién diablos eres tú? -exclamó al darse cuenta de que no sujetaba a quien creía sujetar.
De hecho, ni siquiera estaba seguro de qué era lo que había cogido. Parecía una enorme masa de arcilla o algo así. Sus expertos sentidos de cocinero consumado detectaron cierto aroma característico entre la bruma. O se estaba volviendo loco o tenía cogido por el pescuezo a un mazacote de crema de cacahuete con forma humana y cara. En otras circunstancias le habría extrañado.
-¿Eres...? ¿Eres comida? -dijo. Un poco de curiosidad sí tenía-. ¿Sabes qué? Que me da igual. Podéis iros todos al cuerno.
Bastante cansado de que se burlaran de él, levantó al hombrecillo de cacahuete por encima de su cabeza para estamparlo contra el suelo y dejarlo ahí clavado. Luego podría seguir y ver si encontraba el final de esa maldita torre encantada.
-¿Quién diablos eres tú? -exclamó al darse cuenta de que no sujetaba a quien creía sujetar.
De hecho, ni siquiera estaba seguro de qué era lo que había cogido. Parecía una enorme masa de arcilla o algo así. Sus expertos sentidos de cocinero consumado detectaron cierto aroma característico entre la bruma. O se estaba volviendo loco o tenía cogido por el pescuezo a un mazacote de crema de cacahuete con forma humana y cara. En otras circunstancias le habría extrañado.
-¿Eres...? ¿Eres comida? -dijo. Un poco de curiosidad sí tenía-. ¿Sabes qué? Que me da igual. Podéis iros todos al cuerno.
Bastante cansado de que se burlaran de él, levantó al hombrecillo de cacahuete por encima de su cabeza para estamparlo contra el suelo y dejarlo ahí clavado. Luego podría seguir y ver si encontraba el final de esa maldita torre encantada.
El ser de crema de cacahuete se estampa, dejando un pequeño cráter en el suelo y alguna que otra mancha por ahí. De pronto todo empieza a temblar y del agujero en el hormigón sale un geiser del mismo material. Un ser una docena de veces más grande está ante ti, con la misma sonrisa de bobalicón.
Extiende dos apéndices que intentan parecer brazos pegajosos hacia los lados para luego cerrarlos en tu dirección intentando darte un abrazo de varias toneladas de crema de cacahuete.
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Arribor nunca dejaba de sorprenderse de lo mucho que podía subir su listón de extravagancias. Hasta hacía no mucho -un minuto o dos, a lo sumo-, si alguien le hubiese preguntado que si existían los monstruos de cacahuete líquido, él habría respondido con toda rotundidad que no, y que menos mal que era así, porque no sabía si estaba preparado para un mundo así de chocante. Sin embargo, allí estaba, plantado delante de esa enorme masa creciente de crema de cacahuete. Pegajoso, enorme, con un penetrante olor que le habría resultado agradable e incluso apetitoso de no saber que se trataba de un ser viviente.
-¿De dónde sacan a esta gente? -se preguntó en voz alta. En comparación con aquel rarito, el tipejo del queso era alguien de lo más normal-. Oye, si eres una especie de cacahuete mutante ¿qué haces con las cáscaras?
El monstruo no parecía muy hablador, claro, como todos los monstruos, y se mostró más interesado en envolver a Arribor en sus viscosos y cremosos brazos. Arribor no tenía ningunas ganas de dejarse atrapar. Morir ahogado en cacahuete era la número trece de su exhaustiva lista de formas desagradables de morir, justo entre "asfixiado debajo de Franklin" y de"infartado en una cena familiar".
Así que creó una cuchilla de sangre de la palma de su mano y la hizo crecer. No tenía ningún cucharón a mano, por lo que tendría que apartarlo de una forma un tanto más brusca. Sacudió el brazo para cortar la masa de cacahuete que se le venía encima. Luego saltó, dejó fluir el haki hacia su puño y lanzó un derechazo contra la siniestra sonrisa de imbécil.
-¿De dónde sacan a esta gente? -se preguntó en voz alta. En comparación con aquel rarito, el tipejo del queso era alguien de lo más normal-. Oye, si eres una especie de cacahuete mutante ¿qué haces con las cáscaras?
El monstruo no parecía muy hablador, claro, como todos los monstruos, y se mostró más interesado en envolver a Arribor en sus viscosos y cremosos brazos. Arribor no tenía ningunas ganas de dejarse atrapar. Morir ahogado en cacahuete era la número trece de su exhaustiva lista de formas desagradables de morir, justo entre "asfixiado debajo de Franklin" y de"infartado en una cena familiar".
Así que creó una cuchilla de sangre de la palma de su mano y la hizo crecer. No tenía ningún cucharón a mano, por lo que tendría que apartarlo de una forma un tanto más brusca. Sacudió el brazo para cortar la masa de cacahuete que se le venía encima. Luego saltó, dejó fluir el haki hacia su puño y lanzó un derechazo contra la siniestra sonrisa de imbécil.
Logras cortar sin problemas la masa pegajosa y cuando lanzas el puñetazo el ser literalmente estalla salpicando toda la estancia de forma espectacular. Un poco acaba en tu boca sin querer. En efecto, es crema de cacahuete normal y corriente, puede que deseases tener a mano una tableta de chocolate gigante.
A los pocos segundos los salpicones se agrupan para formar pequeños seres del mismo material, solo que de un palmo de altura o un poco más grandes.
Te rodean a una distancia prudencial y empiezan a sacudir sus bracitos de un lado a otro mientras hacen un ruido parecido a vitoreos.
A un par de metros a tus espaldas se ha formado otro ser de crema. Esta vez tiene una forma más humana, con músculos bien definidos, aunque una cabeza con un rostro sin facciones. Junta la palma de las manos y sacó dos cuchillas de crema de cacahuete de estas. Sus movimientos te son bastante familiares cuando se lanza a por ti, lanzando dos tajos diagonales hacia t torso.
A los pocos segundos los salpicones se agrupan para formar pequeños seres del mismo material, solo que de un palmo de altura o un poco más grandes.
Te rodean a una distancia prudencial y empiezan a sacudir sus bracitos de un lado a otro mientras hacen un ruido parecido a vitoreos.
A un par de metros a tus espaldas se ha formado otro ser de crema. Esta vez tiene una forma más humana, con músculos bien definidos, aunque una cabeza con un rostro sin facciones. Junta la palma de las manos y sacó dos cuchillas de crema de cacahuete de estas. Sus movimientos te son bastante familiares cuando se lanza a por ti, lanzando dos tajos diagonales hacia t torso.
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Suma y sigue, su enemigo seguía sacándose trucos extraños de la manga. Arribor estaba demasiado ocupado escupiendo después de que un trocito de él le hubiese caído en la boca como para fijarse en cómo lo había hecho, pero cuando quiso darse cuenta estaba rodeado de enanos.
-Qué asco. Esto es casi como comerte... Es asqueroso -Lo que no dijo fue que estaba extrañamente bueno y sabría a cacahuete. Eso habría sido raro-. ¿En serio? -añadió al ver a los mini-hombres-cacahuete-. ¿Niños de crema? Hay que joderse.
Arribor le lanzó una patada a uno, con el mismo desprecio con el que se pateaba a un chiuaua ruidoso. Se habría marchado de allí de no ser por el tipejo recién llegado. Era muy distinto a los espantajos anteriores. No era grande y fofo, ni gigante y gordo, ni enano y pateable. Aquél era un hombre bien formado, tan alto y musculoso como... pues como él mismo. Incluso se le daba un aire, a pesar de que no tenía cara y de que estaba hecho de crema de cacahuete.
Interpuso sus propia cuchillas para bloquear las de ese engendro. Era fuerte. Le hizo retroceder un paso y plantarse firmemente en su sitio. Había algo familiar en su forma de moverse, de atacar. Era casi como mirarse en un espejo comestible y bizarro. Aunque a Arribor se le daba mejor ser él. En eso era único.
-¿Sabes? Esto empieza a ser raro.
Hizo que otra daga de sangre brotara de una de sus heridas hacia la cabeza de esa cosa. Ni siquiera estaba seguro de si eso le haría algo, pero qué mejor forma de averiguarlo que atravesársela de parte a parte. Luego lo patearía bien fuerte y lo haría trizas corte tras corte hasta que pudiese meterlo en un tarro y dárselo a Franklin para la merienda.
-Qué asco. Esto es casi como comerte... Es asqueroso -Lo que no dijo fue que estaba extrañamente bueno y sabría a cacahuete. Eso habría sido raro-. ¿En serio? -añadió al ver a los mini-hombres-cacahuete-. ¿Niños de crema? Hay que joderse.
Arribor le lanzó una patada a uno, con el mismo desprecio con el que se pateaba a un chiuaua ruidoso. Se habría marchado de allí de no ser por el tipejo recién llegado. Era muy distinto a los espantajos anteriores. No era grande y fofo, ni gigante y gordo, ni enano y pateable. Aquél era un hombre bien formado, tan alto y musculoso como... pues como él mismo. Incluso se le daba un aire, a pesar de que no tenía cara y de que estaba hecho de crema de cacahuete.
Interpuso sus propia cuchillas para bloquear las de ese engendro. Era fuerte. Le hizo retroceder un paso y plantarse firmemente en su sitio. Había algo familiar en su forma de moverse, de atacar. Era casi como mirarse en un espejo comestible y bizarro. Aunque a Arribor se le daba mejor ser él. En eso era único.
-¿Sabes? Esto empieza a ser raro.
Hizo que otra daga de sangre brotara de una de sus heridas hacia la cabeza de esa cosa. Ni siquiera estaba seguro de si eso le haría algo, pero qué mejor forma de averiguarlo que atravesársela de parte a parte. Luego lo patearía bien fuerte y lo haría trizas corte tras corte hasta que pudiese meterlo en un tarro y dárselo a Franklin para la merienda.
El ser no ofrece mucha resistencia a tu descuartizamiento, parece que, tarde o temprano (más bien tarde) acabas dando en una especie de núcleo, el cual hace que este se vuelva un charco de crema de cacahuete aparentemente normal. Tras eso no te cuesta mucho meterlo en un tarro.
Tras eso el camino se despeja y la niebla desaparece, aunque tras un estruendo todo está un poco más hecho mierda e inclinado que antes. Puedes postear en el tema principal... o meterte en los combates de otros compañeros, lo que antes veas.
Tras eso el camino se despeja y la niebla desaparece, aunque tras un estruendo todo está un poco más hecho mierda e inclinado que antes. Puedes postear en el tema principal... o meterte en los combates de otros compañeros, lo que antes veas.
- Tarro de slimy:
Nombre del objeto: Slimy
Descripción del objeto: un tarro de cristal de medio litro de crema de cacahuete sin ninguna marca reconocible, salvo una tabla con su valor nutricional y la ingesta calórica recomendada.
Cualidades especiales: Una vez el usuario lo abra, saldrá una masa de crema de cacahuete, que adoptará una forma similar a la del usuario, teniendo sus mismas estadísticas base menos 30 niveles y pudiendo usar sus mismas técnicas y pasivas, pero no haki. Este ser recibirá daño como si fuera una logia, todavía no se ha demostrado una forma efectiva de matarlo, pero tras 3 turnos, o ser consumido, sus restos se retirarán al tarro.
En realidad se trata de una colonia de slime modificada genéticamente y extremadamente inteligente, al parecer las modificaciones también incluyen olor a crema de cacahuete, así como su textura y valor calórico.
Una vez usado no podrá volver a usarse en todo el rol.
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