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Kaito Takumi
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Al abrirse las puertas de golpe y encontrar tras ellas la inconfundible sombra de un arma de fuego, mi cuerpo se movió por instinto para poner en medio de la trayectoria a la reina. Joder, aquello de pensar rápido me había hecho impaciente, y con el tiempo distorsionado por mi propia agilidad mental había juzgado mal la cantidad de tiempo que le había dejado al pielseca para marcharse. Escuché sus palabras con una mueca de desagrado, buscando y oscilando el hueco entre la estatua real y su figura para ganar la más mínima cobertura. ¡Cómo odiaba las puñeteras pistolas! ¡Puta pólvora, de verdad!
—Por partes —me dije, despiezando cada parte de su alegato—. Correcto, y la publicación de falso empleo me parece más grave. Eso es machista. Cierto, soy demasiado directo; ¿le importaría compensar esta falta de cumplimiento en condiciones de un contrato público? —dije, mecánico, sin el deje de mofa que naturalmente se le plasmaría a aquella frase en aquella situación—. Si es el mismo no tengo problemas con quién me lo dé. Y la negación hace la respuestas de la reina muy poco clara.
A muchos les hubiera costado seguir la lista, a mí no. Y confiaba que aquel muchacho que parecía de lo más inteligente y reservado, tanto o más que un carroñero, llevara la cuenta.
—Difiero en que sea una falsificación. El olor del sentimiento de un alma no es fácil de reproducir —Y yo era el único que lo había intentado—. Black. Señor Black. ¿Vas a mantener la hostilidad como seguro?
Aquello era una pregunta lógica, con una respuesta aún más lógica, y, por ende, debía ser contestado con una lógica negativa. A menos, claro, que la situación implicase la necesidad de seguirlo al no poder evitar un posible tiro.
—Por partes —me dije, despiezando cada parte de su alegato—. Correcto, y la publicación de falso empleo me parece más grave. Eso es machista. Cierto, soy demasiado directo; ¿le importaría compensar esta falta de cumplimiento en condiciones de un contrato público? —dije, mecánico, sin el deje de mofa que naturalmente se le plasmaría a aquella frase en aquella situación—. Si es el mismo no tengo problemas con quién me lo dé. Y la negación hace la respuestas de la reina muy poco clara.
A muchos les hubiera costado seguir la lista, a mí no. Y confiaba que aquel muchacho que parecía de lo más inteligente y reservado, tanto o más que un carroñero, llevara la cuenta.
—Difiero en que sea una falsificación. El olor del sentimiento de un alma no es fácil de reproducir —Y yo era el único que lo había intentado—. Black. Señor Black. ¿Vas a mantener la hostilidad como seguro?
Aquello era una pregunta lógica, con una respuesta aún más lógica, y, por ende, debía ser contestado con una lógica negativa. A menos, claro, que la situación implicase la necesidad de seguirlo al no poder evitar un posible tiro.
Maki
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-¿No decías que sabías llegar? -dijo la voz de su hombro.
-Y sé. Osea, sabía. Sé.
-Te has perdido, reconócelo.
-No me he perdido.
-Te has perdido, jefe.
-Que no me he perdido.
-Hemos pasado por esta calle tres veces ya.
-¡Me gusta esta calle!
-Te has perdido.
Se había perdido. Tal vez ponerse a deambular de noche y medio borracho por una isla que no pisaba en años no había sido la mejor idea del mundo. ¿El barrio abisal no estaba pasando la tienda de yogur helado? Un momento, Maki no recordaba una tienda de yogur helado. Sí que había cambiado la zona... En cierto modo ya no parecía el sitio donde se había criado. Iba a convertirse en el rey florero y ya ni conocía el lugar.
Seguramente podría haber encontrado el camino correcto si hubiese sacado el detallado mapa que llevaba en el bolsillo, pero al llevar a cuestas a la asesina tullida solo tenía una mano libre, y el mapa le pillaba en el bolsillo contrario. Todo conspiraba en su contra. Por suerte, Augustus Makintosh era todo un experto en no demostrar que no tenía ni puñetera idea de algo.
-¿Tienes ya tus votos, jefe? -preguntó Jack el Asno.
-¿Qué? Oh, esto... sí. Me han quedado muy... ¿jugosos?
-¿Cómo dices?
-¿Los votos no son eso que se parece a una magdalena pero que la gente no llama magdalena?
Jack el Asno asintió, pero la asesina soltó un bufido de hartazgo.
-Los votos son las promesas que haces a tu pareja durante la ceremonia. No me extraña que tu prometida quisiera mat...
-¿A alguien le apetece yogur helado?
Tras hartarse de esa cosa parecida a un helado, pero mucho menos dulce y más cara, Maki decidió que preguntaría la dirección a alguien. Había un grupo de gente por allí cerca. Un grupo de gente que por alguna razón se estaba cambiando de ropa en plena calle. Lo dicho, la isla estaba muy distinta a como la recordaba. Y vaya discurso estaba soltando aquel humano. ¿Quiénes eran esos? ¿Estaban preparando una performance reivindicativa de algún tipo? Cuánto le alegraba ver que el espíritu revolucionario seguía vivo entre sus gentes.
-¡El plan es este! -dijo el humano-. Vamos a ir todos de invitados a la boda. No nos frenaremos y entraremos a la fuerza si es necesario. No creo que la guardia real nos pueda parar a todos. ¡Por la reina!
-¡¡Sí, a por ellos!! -gritó Maki con todas sus fuerzas, levantando el puño que tenía libre con todo su ímpetu inconformista-. ¡Vamos a la carga, camaradas! ¿Alguien tiene un rotulador para hacer pancartas?
-Oye -le dijo la asesina-, creo que yo me bajo aquí.
-Y sé. Osea, sabía. Sé.
-Te has perdido, reconócelo.
-No me he perdido.
-Te has perdido, jefe.
-Que no me he perdido.
-Hemos pasado por esta calle tres veces ya.
-¡Me gusta esta calle!
-Te has perdido.
Se había perdido. Tal vez ponerse a deambular de noche y medio borracho por una isla que no pisaba en años no había sido la mejor idea del mundo. ¿El barrio abisal no estaba pasando la tienda de yogur helado? Un momento, Maki no recordaba una tienda de yogur helado. Sí que había cambiado la zona... En cierto modo ya no parecía el sitio donde se había criado. Iba a convertirse en el rey florero y ya ni conocía el lugar.
Seguramente podría haber encontrado el camino correcto si hubiese sacado el detallado mapa que llevaba en el bolsillo, pero al llevar a cuestas a la asesina tullida solo tenía una mano libre, y el mapa le pillaba en el bolsillo contrario. Todo conspiraba en su contra. Por suerte, Augustus Makintosh era todo un experto en no demostrar que no tenía ni puñetera idea de algo.
-¿Tienes ya tus votos, jefe? -preguntó Jack el Asno.
-¿Qué? Oh, esto... sí. Me han quedado muy... ¿jugosos?
-¿Cómo dices?
-¿Los votos no son eso que se parece a una magdalena pero que la gente no llama magdalena?
Jack el Asno asintió, pero la asesina soltó un bufido de hartazgo.
-Los votos son las promesas que haces a tu pareja durante la ceremonia. No me extraña que tu prometida quisiera mat...
-¿A alguien le apetece yogur helado?
Tras hartarse de esa cosa parecida a un helado, pero mucho menos dulce y más cara, Maki decidió que preguntaría la dirección a alguien. Había un grupo de gente por allí cerca. Un grupo de gente que por alguna razón se estaba cambiando de ropa en plena calle. Lo dicho, la isla estaba muy distinta a como la recordaba. Y vaya discurso estaba soltando aquel humano. ¿Quiénes eran esos? ¿Estaban preparando una performance reivindicativa de algún tipo? Cuánto le alegraba ver que el espíritu revolucionario seguía vivo entre sus gentes.
-¡El plan es este! -dijo el humano-. Vamos a ir todos de invitados a la boda. No nos frenaremos y entraremos a la fuerza si es necesario. No creo que la guardia real nos pueda parar a todos. ¡Por la reina!
-¡¡Sí, a por ellos!! -gritó Maki con todas sus fuerzas, levantando el puño que tenía libre con todo su ímpetu inconformista-. ¡Vamos a la carga, camaradas! ¿Alguien tiene un rotulador para hacer pancartas?
-Oye -le dijo la asesina-, creo que yo me bajo aquí.
Yarmin Prince
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- No lo sé, dígamelo usted... Señor Black.
Tenía cierta gracia que como nombre falso eligiese uno con tanto simbolismo detrás. La muerte, lo desconocido, aquello oculto que no se debe conocer, el dragón azul que había sido ejecutado con escaso éxito hacía unos meses... Y, aunque cabía la posibilidad de que fuese su verdadero nombre, nadie sería tan estúpido de darlo tras atentar contra una reina en una amenaza de magnicidio. Desde luego, si no era así demostraría ser muy estúpido, y aunque no confiaba en las aptitudes de un simple hombre pez -pulpo- no debía desestimar el mérito que tenía conseguir colarse en un palacio, por mucho que sospechase cómo lo había hecho.
Pero, al final, la reina había asentido mientras tartamudeaba intentando articular un "sí" imposible. Estaba aún aterrada, aunque Yarmin estaba concentrando parte de sus poderes para calmarla poco a poco. ¿Qué demonios habría hecho para dejarla en semejante estado de shock? Sin duda se trataba de alguien que, si no poderoso, como mínimo era temible. Y, desde luego, él no iba a ser el que bajara el arma frente alguien así.
- Ya ha aceptado, ahora salgamos de aquí -dijo, todavía con una sonrisa amable. El príncipe nunca perdía los papeles, aunque se estuviera muriendo de ganas de apretar el gatillo y robarle unas gotas de sangre-. Han intentado asesinar a Augustus Makintosh, y usted no podrá cobrar si él muere. Así que tiene tres cosas que ganar, señor Black: Su pago, la felicidad de una pareja y... Bueno, su vida.
No sentía hostilidad. Tampoco enfado. Tal vez lo que más semejaba a su estado emocional era una cierta placidez, la que siempre lo había caracterizado, y un poco de pereza. Matarlo implicaría mucho papeleo, limpiar, dar explicaciones... No le compensaba, claro, pero tampoco podía dejar a una bestia potencialmente hostil en presencia de la reina, que podría intentar acabar con su vida repentinamente. Y nadie quería eso, al menos no hasta que Augustus se hubiese casado.
- La hostilidad por mi parte requeriría, por otro lado, que hubiese algún tipo de interés personal en esto. Pero es solo trabajo. Igual que lo suyo es solo codicia, pero puede tomar el cañón de mi arma como una muestra de respeto: Debo considerarlo peligroso. Y eso... No es algo que pueda decir de cualquiera. Ahora, debo insistir de nuevo; acompáñeme.
Aunque no utilizaba sus poderes activamente, el remanente de la voz del pastor guiaba en gran medida el curso de las acciones que imbrincaba en la mente de sus víctimas. A veces, más que a través del carisma, debía comunicarlas a través del miedo, pero siempre conocía la forma de hacer sonar sus palabras razonables y, si trataba de negarse, él en su fuero interno intentaría racionalizar el verdadero peligro tras sus palabras. "Sí, Yarmin, me estás apuntando con un arma y no puedo defenderme", podría decir. "Sí, Yarmin, la salida que me ofreces es la óptima para ambos", debería decir. Nada le obligaba a obedecerlo, claro, pero seguramente en su cabeza toda una nube de pensamientos cruzados sobre el desastre al que podía abocarse si no lo hacía embotasen su mente. Y al final, esperaba, aceptaría.
Lo hiciese o no guardaría el arma e, ignorando al gato que se mantenía tirado al fondo de ese vestidor que veía en la esquina, abandonaría la cámara. La única diferencia era que, de no acompañarlo, Yarmin se ocuparía de alertar a los guardias de la puerta para dar la señal de alarma y, si no había contado mal, un mínimo de cincuenta y cuatro soldados de élite estaban desde la entrada hasta los aposentos reales. Los diez primeros, de hecho, tardarían menos de un minuto en llegar, y los cuatro primeros apenas segundos, partiendo de la base de que uno de ellos fuese a dar la voz de alarma. Pero eso ya no sería su problema.
Su problema era, no obstante, el alboroto que se había organizado en medio de la ciudad. Una horda de gyojins y tritones se agolpaban frente a las puertas, incontenibles, comandados por un tipo peliblanco de aspecto tan joven como él y... ¿Maki? Entre gritos de muerte al rey y vítores revolucionarios, la pequeña rebelión había comenzado a cobrar fuerza en medio de una isla que siempre se había jactado de ser pacífica. Yarmin suspiró. ¿Cómo iba a arreglar aquello si solo tenía un poder que pudiese afectar a tanta gente? Más tarde iba a tener que justificar muchas cosas en un informe, y no terminaba de tener claro cómo iba a hacerlo, pero o eso o la boda no llegaría nunca. Al fin y al cabo, ni siquiera su ingenio podía competir con la suerte de Maki.
- Traigan a la banda militar, y abran las puertas.
Mientras preparaban todo, Yarmin se acercó a la multitud e intentó imponerse como pudo, quedando cerca de Augustus para ser visto y preguntándose si sería capaz de realizar el trabajo durante una coreografía. Tal vez utilizó sus poderes sobre sí mismo, tal vez se autoconvenció del poder de la música, tal vez estaba siendo contagiado por la absurda euforia de Augustus Makintosh, pero estaba listo para el baile. ¿Cuánto eran, doscientas personas? ¿Doscientas cincuenta? Aquello iba a ser agotador, pero estaba listo.
Se crujió el cuello en el momento en que abrían las puertas, y con su primer movimiento la avalancha de gente pareció frenarse, sin saber muy bien qué iba a hacer a continuación. Pero él lo tenía muy claro. Extendió los brazos al unísono mientras cruzaba una pierna delante de la otra, y empezó la música:
- Con la varita así... -Surgió el Fragmento del Edén en su mano, al tiempo que daba una suave vuelta-, la furia se va de aquí.
La gente iba haciendo un corrillo a su alrededor mientras se unía para imitarlo, poco a poco. El humano se acercó mientras Yarmin preparaba el tercer verso, que continuó:
- Con un toque de magia les traeré -cantó, haciendo surgir en su mano un poco de cocaína que sopló hacia la cara de Augustus. Afortunadamente, la mayor parte voló con el viento- Al cónyuge que reclama usted. Un prometido que no está mal, con sus lorcitas como un flan. Adiós a los dramas que ya se van; confíe en Sonrisas, les ayudará... Una gran boda se va a celebrar.
Ya estaban todos bailando en un prominente círculo alrededor del pez gota; incluso el chico humano, que parecía haberse resistido más que el resto, había empezado a bailar... Aunque muy cerca de él, como si quisiera robarle el protagonismo. O, a lo mejor, el baile estaba pidiendo un co-protagonista. Él no era quién de negar nada los dioses del baile.
Tras unos momentos en que la cosa pareció calmarse, juntos volvieron a la carga. Dejó que el chico llevase el peso del baile, mientras él giraba alrededor de Maki, siguiendo el show_
- Serás muy guapo, serás genial; serás de la familia real. En los lavabos se escribirá:
- Si queréis ser felices, a Maki llamad -completó el peliblanco.
- Con quitagrasas, qué furor -dijo él, echándole un detergente en atomizador al pez gota y limpiando con un trapo- se van las babas del tirón. Y fuera las caries más manchas no, la celulitis quito yo. Y ves, fíjate: Ahora hasta se ve bien.
Era un simple trampantojo, pero sin las babas y con los dientes "limpios" por el abrillantador que había aprovechado para ponerle durante su baile con pura magia, Maki parecía casi guapo y unos quince o veinte kilos más delgado. Por su parte, el coro, cada vez más perfectamente sincronizado, bailaba al son de la música sin dejar de sorprenderse con los cambios que Augustus sufría, maravillándose en cómo el patito feo iba convirtiéndose en un hermoso cisne. Pero eso era un cuento, y cuando cerrase el libro volvería a ser aquella masa mórbida e infame. Por eso tenía que aprovechar:
- Quita y pon, corre y ven, -sacó un peluquín de su maleta- un príncipe con un buen tupé. Maki-llaje donde hay, un pez gota con trasero guay. Lánzate a correr; un revolcón con la reina, qué bien. Qué ocasión, de achuchón -el ritmo iba subiendo, y Yarmin empezaba a sudar un poco. Por suerte parecían todos muy felices, pero él no podría aguantar más de cinco minutos a esa velocidad- al compás de esta canción. Ella es tal, tú tal cual, qué pecho espectacular.
Recolocó la grasa de Maki para que pareciese un pectoral definido, y aunque solo duraría unos minutos se aseguró de ponerle rápidamente una faja y camisa de su talla que, como buen padrino, llevaba en la maleta.
- Llega al fin San Valentín. -Dos fornidos Gyojins le ayudaron a lanzar a Maki contra Dark-. Celebremos un fes...
Un rugido interrumpió aquel espectáculo, y al igual que casi todos los peces, él habría salido corriendo al ver a la enorme bestia si no conociese al majestuoso animal que cabalgaba sobre ella. Quiso ruborizarse, pero en su lugar hizo su mejor genuflexión a la hija del visir de Arabasta, sin saber muy bien qué demonios hacía allí.
Tenía cierta gracia que como nombre falso eligiese uno con tanto simbolismo detrás. La muerte, lo desconocido, aquello oculto que no se debe conocer, el dragón azul que había sido ejecutado con escaso éxito hacía unos meses... Y, aunque cabía la posibilidad de que fuese su verdadero nombre, nadie sería tan estúpido de darlo tras atentar contra una reina en una amenaza de magnicidio. Desde luego, si no era así demostraría ser muy estúpido, y aunque no confiaba en las aptitudes de un simple hombre pez -pulpo- no debía desestimar el mérito que tenía conseguir colarse en un palacio, por mucho que sospechase cómo lo había hecho.
Pero, al final, la reina había asentido mientras tartamudeaba intentando articular un "sí" imposible. Estaba aún aterrada, aunque Yarmin estaba concentrando parte de sus poderes para calmarla poco a poco. ¿Qué demonios habría hecho para dejarla en semejante estado de shock? Sin duda se trataba de alguien que, si no poderoso, como mínimo era temible. Y, desde luego, él no iba a ser el que bajara el arma frente alguien así.
- Ya ha aceptado, ahora salgamos de aquí -dijo, todavía con una sonrisa amable. El príncipe nunca perdía los papeles, aunque se estuviera muriendo de ganas de apretar el gatillo y robarle unas gotas de sangre-. Han intentado asesinar a Augustus Makintosh, y usted no podrá cobrar si él muere. Así que tiene tres cosas que ganar, señor Black: Su pago, la felicidad de una pareja y... Bueno, su vida.
No sentía hostilidad. Tampoco enfado. Tal vez lo que más semejaba a su estado emocional era una cierta placidez, la que siempre lo había caracterizado, y un poco de pereza. Matarlo implicaría mucho papeleo, limpiar, dar explicaciones... No le compensaba, claro, pero tampoco podía dejar a una bestia potencialmente hostil en presencia de la reina, que podría intentar acabar con su vida repentinamente. Y nadie quería eso, al menos no hasta que Augustus se hubiese casado.
- La hostilidad por mi parte requeriría, por otro lado, que hubiese algún tipo de interés personal en esto. Pero es solo trabajo. Igual que lo suyo es solo codicia, pero puede tomar el cañón de mi arma como una muestra de respeto: Debo considerarlo peligroso. Y eso... No es algo que pueda decir de cualquiera. Ahora, debo insistir de nuevo; acompáñeme.
Aunque no utilizaba sus poderes activamente, el remanente de la voz del pastor guiaba en gran medida el curso de las acciones que imbrincaba en la mente de sus víctimas. A veces, más que a través del carisma, debía comunicarlas a través del miedo, pero siempre conocía la forma de hacer sonar sus palabras razonables y, si trataba de negarse, él en su fuero interno intentaría racionalizar el verdadero peligro tras sus palabras. "Sí, Yarmin, me estás apuntando con un arma y no puedo defenderme", podría decir. "Sí, Yarmin, la salida que me ofreces es la óptima para ambos", debería decir. Nada le obligaba a obedecerlo, claro, pero seguramente en su cabeza toda una nube de pensamientos cruzados sobre el desastre al que podía abocarse si no lo hacía embotasen su mente. Y al final, esperaba, aceptaría.
Lo hiciese o no guardaría el arma e, ignorando al gato que se mantenía tirado al fondo de ese vestidor que veía en la esquina, abandonaría la cámara. La única diferencia era que, de no acompañarlo, Yarmin se ocuparía de alertar a los guardias de la puerta para dar la señal de alarma y, si no había contado mal, un mínimo de cincuenta y cuatro soldados de élite estaban desde la entrada hasta los aposentos reales. Los diez primeros, de hecho, tardarían menos de un minuto en llegar, y los cuatro primeros apenas segundos, partiendo de la base de que uno de ellos fuese a dar la voz de alarma. Pero eso ya no sería su problema.
Su problema era, no obstante, el alboroto que se había organizado en medio de la ciudad. Una horda de gyojins y tritones se agolpaban frente a las puertas, incontenibles, comandados por un tipo peliblanco de aspecto tan joven como él y... ¿Maki? Entre gritos de muerte al rey y vítores revolucionarios, la pequeña rebelión había comenzado a cobrar fuerza en medio de una isla que siempre se había jactado de ser pacífica. Yarmin suspiró. ¿Cómo iba a arreglar aquello si solo tenía un poder que pudiese afectar a tanta gente? Más tarde iba a tener que justificar muchas cosas en un informe, y no terminaba de tener claro cómo iba a hacerlo, pero o eso o la boda no llegaría nunca. Al fin y al cabo, ni siquiera su ingenio podía competir con la suerte de Maki.
- Traigan a la banda militar, y abran las puertas.
Mientras preparaban todo, Yarmin se acercó a la multitud e intentó imponerse como pudo, quedando cerca de Augustus para ser visto y preguntándose si sería capaz de realizar el trabajo durante una coreografía. Tal vez utilizó sus poderes sobre sí mismo, tal vez se autoconvenció del poder de la música, tal vez estaba siendo contagiado por la absurda euforia de Augustus Makintosh, pero estaba listo para el baile. ¿Cuánto eran, doscientas personas? ¿Doscientas cincuenta? Aquello iba a ser agotador, pero estaba listo.
Se crujió el cuello en el momento en que abrían las puertas, y con su primer movimiento la avalancha de gente pareció frenarse, sin saber muy bien qué iba a hacer a continuación. Pero él lo tenía muy claro. Extendió los brazos al unísono mientras cruzaba una pierna delante de la otra, y empezó la música:
- Con la varita así... -Surgió el Fragmento del Edén en su mano, al tiempo que daba una suave vuelta-, la furia se va de aquí.
La gente iba haciendo un corrillo a su alrededor mientras se unía para imitarlo, poco a poco. El humano se acercó mientras Yarmin preparaba el tercer verso, que continuó:
- Con un toque de magia les traeré -cantó, haciendo surgir en su mano un poco de cocaína que sopló hacia la cara de Augustus. Afortunadamente, la mayor parte voló con el viento- Al cónyuge que reclama usted. Un prometido que no está mal, con sus lorcitas como un flan. Adiós a los dramas que ya se van; confíe en Sonrisas, les ayudará... Una gran boda se va a celebrar.
Ya estaban todos bailando en un prominente círculo alrededor del pez gota; incluso el chico humano, que parecía haberse resistido más que el resto, había empezado a bailar... Aunque muy cerca de él, como si quisiera robarle el protagonismo. O, a lo mejor, el baile estaba pidiendo un co-protagonista. Él no era quién de negar nada los dioses del baile.
Tras unos momentos en que la cosa pareció calmarse, juntos volvieron a la carga. Dejó que el chico llevase el peso del baile, mientras él giraba alrededor de Maki, siguiendo el show_
- Serás muy guapo, serás genial; serás de la familia real. En los lavabos se escribirá:
- Si queréis ser felices, a Maki llamad -completó el peliblanco.
- Con quitagrasas, qué furor -dijo él, echándole un detergente en atomizador al pez gota y limpiando con un trapo- se van las babas del tirón. Y fuera las caries más manchas no, la celulitis quito yo. Y ves, fíjate: Ahora hasta se ve bien.
Era un simple trampantojo, pero sin las babas y con los dientes "limpios" por el abrillantador que había aprovechado para ponerle durante su baile con pura magia, Maki parecía casi guapo y unos quince o veinte kilos más delgado. Por su parte, el coro, cada vez más perfectamente sincronizado, bailaba al son de la música sin dejar de sorprenderse con los cambios que Augustus sufría, maravillándose en cómo el patito feo iba convirtiéndose en un hermoso cisne. Pero eso era un cuento, y cuando cerrase el libro volvería a ser aquella masa mórbida e infame. Por eso tenía que aprovechar:
- Quita y pon, corre y ven, -sacó un peluquín de su maleta- un príncipe con un buen tupé. Maki-llaje donde hay, un pez gota con trasero guay. Lánzate a correr; un revolcón con la reina, qué bien. Qué ocasión, de achuchón -el ritmo iba subiendo, y Yarmin empezaba a sudar un poco. Por suerte parecían todos muy felices, pero él no podría aguantar más de cinco minutos a esa velocidad- al compás de esta canción. Ella es tal, tú tal cual, qué pecho espectacular.
Recolocó la grasa de Maki para que pareciese un pectoral definido, y aunque solo duraría unos minutos se aseguró de ponerle rápidamente una faja y camisa de su talla que, como buen padrino, llevaba en la maleta.
- Llega al fin San Valentín. -Dos fornidos Gyojins le ayudaron a lanzar a Maki contra Dark-. Celebremos un fes...
Un rugido interrumpió aquel espectáculo, y al igual que casi todos los peces, él habría salido corriendo al ver a la enorme bestia si no conociese al majestuoso animal que cabalgaba sobre ella. Quiso ruborizarse, pero en su lugar hizo su mejor genuflexión a la hija del visir de Arabasta, sin saber muy bien qué demonios hacía allí.
- Por si alguien quiere leerlo con ritmillo:
Con la varita así,
La furia se va de aquí.
Con un toque de magia les traeré
Al cónyuge que reclama usted
Un prometido que no está mal
Con sus lorcitas como un flan
Adiós a los dramas que ya se van
Confíen en Yarmin, les ayudará
Una gran boda se va a celebrar
Serás muy guapo serás genial
Serás de la familia real
En los lavabos se escribirá
Dark: Si queréis ser felices a Maki llamad
Con quitagrasas qué furor
Se van las babas del tirón
Y fuera las caries más manchas no
La celulitis quito yo
Y ves fíjate, ahora ya se ve bien
Quita y pon, corre y ven
Un príncipe con un buen tupé
Maki-llaje donde hay
Un pez gota con trasero guay
Lánzate a correr
Un revolcón con la reina, qué bien
Qué ocasión, de achuchón
Al compás de esta canción
Ella es tal, tú tal cual
Qué pecho espectacular
Llega al fin San Valentín
Celebremos un festín
Quita y pon, corre y ven
Un príncipe con un buen tupé
- Cosis:
- La fiebre del baile: Yarmin tiene la habilidad de, cuando comienza a bailar de forma sincera en medio de una calle transitada, la gente empieza a unírsele en una coreografía compleja perfectamente realizada.
Lo bonito es compartirlo: Yarmin puede tararear cualquier sintonía, que se fijará en la mente de quien la escuche, comenzando a cantarla lo más alto que pueda y sin detenerse hasta que finalice la canción o acabe inconsciente.
Dark Satou
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La multitud se encontraba enajenada mirando hacia las puertas. Se abrieron, y Dark fue a hablar: pero observó un joven, quizás más o menos de su quinta, comenzar a bailar y cantar. ¿Era esa la respuesta que le iban a dar? Todos se frenaron de golpe, pues Dark colocó la mano extendida en horizontal para frenarlos. Pero la multitud parecía no poder resistirse y empezó a bailar al son de él. Frunció el ceño y se quedó mirando, sabiendo que para él, la recompensa era lo primero. Había gastado cincuenta millones para realizar aquella gesta épica, y no iba a echarse atrás.
—Será mejor que no sig...
Pero empezó a seguir el ritmo con el pie. ¡No! No podía seguir aquello. La recompensa era lo primero. Sus caderas empezaban a cobrar voluntad propia; muy a su pesar, ya que él no quería bailar. Su torso hacía círculos mientras él empezaba a tararear. Su mente se rendía ante la canción, pero él intentaba callarla. Su voluntad se doblegaba cual perro obedecía a su amo. Y cuando vio volar el polvo mágico, y reconoció delante de él al sujeto que tenía que detener...
En ese momento, Dark se dio cuenta de que era demasiado tarde.
Las posesiones materiales podían perderse, los recuerdos —irónicamente él teniendo amnesia— eran eternos. Se abalanzó hacia delante cual profesional de ballet y supo que era su momento de entrada. No iba a ser el protagonista, pero aquel mesías necesitaba un pastor que guiase a su rebaño. Y él iba a aceptar —aunque nadie se lo hubiese pedido— el deber de dirigir junto aquel hombre.
Varios compases bailaron, al unísono de toda la multitud que tenían detrás. Y por unos segundos, cuando el silencio se hizo, el chico rubio empezó a girar alrededor de Maki. Ahí supo que debía corresponder, y no titubeó ni un momento. Siguió con un gran ritmo la misma coreografía, la cual el público no dudó en imitar.
—Serás muy guapo, serás genial; serás de la familia real. En los lavabos se escribirá: —Cantó el hombre vestido de negro.
Sus labios empezaron a moverse, como si una entidad superior por encima de él guiase cada uno de sus músculos.
—Si queréis ser felices, a Maki llamad —completó dando una vuelta sobre su eje y señalando a Maki.
El baile debía continuar, y así hizo. Otro verso más comenzó, en el que el chico comenzaba a acicalar a Maki con gran habilidad. Lo estaba dejando precioso, limpio, como el rey que debía de ser. Una lágrima recorría el rostro del peliblanco, admirando tal grandeza. Su corazón se partía al entender qué significaba el baile y la canción. Ese hombre merecía ser rey, y no se refería al gyojin: sino al rubio. Pero si su determinación implicaba conceder al gyojin un puesto que no merecía, él no iba a ser nadie para negárselo.
La canción empezaba a acelerarse, y Dark podía notar de alguna forma que aquel sudor que desprendía el mesías era uno de sacrificio. Así como una vez Jesús sangró por nosotros, él estaba haciendo lo mismo. Y cuando la canción parecía llegar al clímax, y gyojins y sirenas comenzaban a caer inconscientes al no poder seguir el ritmo, dos lanzaron a Maki hacia Dark. El peliblanco lo agarró en el aire y lo dejó caer con un grácil movimiento, agarrando su mano y dándole una vuelta en el mismo sitio una vez aterrizó. Se había encariñado de alguna forma con él, así que le dedicó un largo beso en la frente de aprobación.
—Celebremos un fes... —Cantó al unísono del rubio, pero algo los cortó.
Un rugido atronador recorrió toda la coreografía hasta llegar hacia ellos. Dark se giró alerta mientras aún bailaba en el sitio y tarareaba la canción, y pudo ver entre la multitud varios felinos. Se llevó la mano a la cara arrastrándosela completamente y empezó a correr hacia estos, agachándose delante de ellos y abriendo los ojos como platos.
—¡¡¡Oh dios mío!!! —Gritó—. ¡¡¡Todavía no había visto felinos!!! Nee, son... ¡fabulosos! —Comentó mientras los intentaba acariciar, endureciendo su brazo entero en haki.
Por muy feroces que fuesen, quería acariciarlos. Si tenían que pegarle algún zarpazo que otro era un sacrificio a cometer. Estaba feliz cual crío chico mirándolos, con los ojos brillantes y una gran sonrisa dibujada en el rostro.
Aunque había un gyojin que parecía aún más feliz que él. Por la parte del cuello, donde tenía las branquias, tenía una gran cantidad de polvo blanco impregnado en la piel. Bailaba con su propio compás, agitando varias barras de luz y usando un pitido para crear su propia música. ¡Menudo sex-appeal desprendía! Varias sirenas le miraban deseando darles un pequeño pez. Dark comprendió que aquel gyojin era alguien con quien uno no podía meterse, ya que se había resistido a la canción. Si era gracias a su voluntad o el polvo mágico, aquello era un misterio que nadie resolvería.
—Será mejor que no sig...
Pero empezó a seguir el ritmo con el pie. ¡No! No podía seguir aquello. La recompensa era lo primero. Sus caderas empezaban a cobrar voluntad propia; muy a su pesar, ya que él no quería bailar. Su torso hacía círculos mientras él empezaba a tararear. Su mente se rendía ante la canción, pero él intentaba callarla. Su voluntad se doblegaba cual perro obedecía a su amo. Y cuando vio volar el polvo mágico, y reconoció delante de él al sujeto que tenía que detener...
En ese momento, Dark se dio cuenta de que era demasiado tarde.
Las posesiones materiales podían perderse, los recuerdos —irónicamente él teniendo amnesia— eran eternos. Se abalanzó hacia delante cual profesional de ballet y supo que era su momento de entrada. No iba a ser el protagonista, pero aquel mesías necesitaba un pastor que guiase a su rebaño. Y él iba a aceptar —aunque nadie se lo hubiese pedido— el deber de dirigir junto aquel hombre.
Varios compases bailaron, al unísono de toda la multitud que tenían detrás. Y por unos segundos, cuando el silencio se hizo, el chico rubio empezó a girar alrededor de Maki. Ahí supo que debía corresponder, y no titubeó ni un momento. Siguió con un gran ritmo la misma coreografía, la cual el público no dudó en imitar.
—Serás muy guapo, serás genial; serás de la familia real. En los lavabos se escribirá: —Cantó el hombre vestido de negro.
Sus labios empezaron a moverse, como si una entidad superior por encima de él guiase cada uno de sus músculos.
—Si queréis ser felices, a Maki llamad —completó dando una vuelta sobre su eje y señalando a Maki.
El baile debía continuar, y así hizo. Otro verso más comenzó, en el que el chico comenzaba a acicalar a Maki con gran habilidad. Lo estaba dejando precioso, limpio, como el rey que debía de ser. Una lágrima recorría el rostro del peliblanco, admirando tal grandeza. Su corazón se partía al entender qué significaba el baile y la canción. Ese hombre merecía ser rey, y no se refería al gyojin: sino al rubio. Pero si su determinación implicaba conceder al gyojin un puesto que no merecía, él no iba a ser nadie para negárselo.
La canción empezaba a acelerarse, y Dark podía notar de alguna forma que aquel sudor que desprendía el mesías era uno de sacrificio. Así como una vez Jesús sangró por nosotros, él estaba haciendo lo mismo. Y cuando la canción parecía llegar al clímax, y gyojins y sirenas comenzaban a caer inconscientes al no poder seguir el ritmo, dos lanzaron a Maki hacia Dark. El peliblanco lo agarró en el aire y lo dejó caer con un grácil movimiento, agarrando su mano y dándole una vuelta en el mismo sitio una vez aterrizó. Se había encariñado de alguna forma con él, así que le dedicó un largo beso en la frente de aprobación.
—Celebremos un fes... —Cantó al unísono del rubio, pero algo los cortó.
Un rugido atronador recorrió toda la coreografía hasta llegar hacia ellos. Dark se giró alerta mientras aún bailaba en el sitio y tarareaba la canción, y pudo ver entre la multitud varios felinos. Se llevó la mano a la cara arrastrándosela completamente y empezó a correr hacia estos, agachándose delante de ellos y abriendo los ojos como platos.
—¡¡¡Oh dios mío!!! —Gritó—. ¡¡¡Todavía no había visto felinos!!! Nee, son... ¡fabulosos! —Comentó mientras los intentaba acariciar, endureciendo su brazo entero en haki.
Por muy feroces que fuesen, quería acariciarlos. Si tenían que pegarle algún zarpazo que otro era un sacrificio a cometer. Estaba feliz cual crío chico mirándolos, con los ojos brillantes y una gran sonrisa dibujada en el rostro.
Aunque había un gyojin que parecía aún más feliz que él. Por la parte del cuello, donde tenía las branquias, tenía una gran cantidad de polvo blanco impregnado en la piel. Bailaba con su propio compás, agitando varias barras de luz y usando un pitido para crear su propia música. ¡Menudo sex-appeal desprendía! Varias sirenas le miraban deseando darles un pequeño pez. Dark comprendió que aquel gyojin era alguien con quien uno no podía meterse, ya que se había resistido a la canción. Si era gracias a su voluntad o el polvo mágico, aquello era un misterio que nadie resolvería.
Zaina Nitocris
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¿Alguna vez os he hablado de la cantidad de reyes y reinas que son amigos de Zaina? Puedo haceros una lista de nobles de todo el mundo para los cuales nuestra mujer había bailado, domado fieras o simplemente los había entretenido. La invitación había llegado entre sus dedos casi como una burla y nuestra dama simplemente había alzado una ceja, montado a sus animales dentro del barco y partido rumbo a la boda del milenio.- Pensaba que tenías más gusto con los hombres, querida.- Después de recibir la foto del marido de sus contactos, confirmar un par de cosas que no sabía si quería saber exactamente, no puede evitar suspirar.
Sin duda es un mal chiste que alguien se acaba de inventar, pero bueno, no será ella la primera en reírse ni tampoco la última.
Un par de trajes elegantes cuidadosamente seleccionados, oro, muchas cosas brillantes y ella tiene todo preparado. La seda negra cubre su cuerpo, las cadenas parte de su rostro, sus hombros y todo lo que tiene que cubrir, y a medida que avanza hacia la boda se encuentra el desastre.
Lo es para alguien como ella que lleva toda su vida bailando entre telas, arena y seducción y por mucho que ame a su pareja, un tic está comenzando a crecer peligrosamente en su sien y Jade comienza a enfadarse tanto como ella. Podeis darle gracias a que la interrupción la hizo el leopardo de cuatro metros y medio, el león gordete, la pantera y el cachorro, de otra manera ella lo hubiera hecho bastante peor.-Que espectáculo tan encantador…- Tras el rugido y la entrada de Jade, nuestra dama le hizo un gesto. El animal hizo una reverencia, agachando la cabeza para que su ama bajara tranquilamente. Bajó a Rouge de su hombro y le hizo un gesto para evitar que el cachorro se lanzara a saludar a Yarmin.
-Hum…- Se gira para ver como Jade mira al hombre que intenta rascarla, la hembra felina duda, hasta que un brazo rasca su panza y se pone bocarriba, gruñendo con satisfacción ante los mimos. Zaina alza una ceja y sus felinos intentan recomponer la compostura, sin embargo Rouge se ha tirado hacía el muchacho de ojos dispares para su dosis de mimos.- Estoy rodeada de payasos.- Asiente suavemente, mientras uno de los guardias le hace un gesto, avisándola de que la esperan.
-Mejor entro…-Mira fugazmente a Yarmin, antes de negar suavemente.- Antes de que alguien pida un bis.- Jade se sienta, de forma digna, seguida del resto de su camada que mantiene la compostura, exceptuando al pequeño que maúlla feliz.- Rouge…-El pequeño decida seguirla, y en cuanto Zaina doblara la esquina medianamente y sus gatos escaparan de su visión, se tirarían encima de Dark en busca de mimos.
El apocalipsis se acababa de desatar y ella había llegado en su apogeo, genial.
Sin duda es un mal chiste que alguien se acaba de inventar, pero bueno, no será ella la primera en reírse ni tampoco la última.
Un par de trajes elegantes cuidadosamente seleccionados, oro, muchas cosas brillantes y ella tiene todo preparado. La seda negra cubre su cuerpo, las cadenas parte de su rostro, sus hombros y todo lo que tiene que cubrir, y a medida que avanza hacia la boda se encuentra el desastre.
Lo es para alguien como ella que lleva toda su vida bailando entre telas, arena y seducción y por mucho que ame a su pareja, un tic está comenzando a crecer peligrosamente en su sien y Jade comienza a enfadarse tanto como ella. Podeis darle gracias a que la interrupción la hizo el leopardo de cuatro metros y medio, el león gordete, la pantera y el cachorro, de otra manera ella lo hubiera hecho bastante peor.-Que espectáculo tan encantador…- Tras el rugido y la entrada de Jade, nuestra dama le hizo un gesto. El animal hizo una reverencia, agachando la cabeza para que su ama bajara tranquilamente. Bajó a Rouge de su hombro y le hizo un gesto para evitar que el cachorro se lanzara a saludar a Yarmin.
-Hum…- Se gira para ver como Jade mira al hombre que intenta rascarla, la hembra felina duda, hasta que un brazo rasca su panza y se pone bocarriba, gruñendo con satisfacción ante los mimos. Zaina alza una ceja y sus felinos intentan recomponer la compostura, sin embargo Rouge se ha tirado hacía el muchacho de ojos dispares para su dosis de mimos.- Estoy rodeada de payasos.- Asiente suavemente, mientras uno de los guardias le hace un gesto, avisándola de que la esperan.
-Mejor entro…-Mira fugazmente a Yarmin, antes de negar suavemente.- Antes de que alguien pida un bis.- Jade se sienta, de forma digna, seguida del resto de su camada que mantiene la compostura, exceptuando al pequeño que maúlla feliz.- Rouge…-El pequeño decida seguirla, y en cuanto Zaina doblara la esquina medianamente y sus gatos escaparan de su visión, se tirarían encima de Dark en busca de mimos.
El apocalipsis se acababa de desatar y ella había llegado en su apogeo, genial.
Kaito Takumi
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Aquel rubio cenizo había definido muy bien el término que usaba con absoluta eficacia. Ante su lógica extorsión, no me quedaba realmente opción alguna que seguir su juego, su camino y sus sutiles órdenes. Siguiéndole esperando el momento justo en que el cañón dejase de ser una amenaza -ya fuese por su uso o por el cambio en su trayectoria- fui tomando cuanto quería de la experiencia sensorial de mi anfitrión. Olía raro, a metal, sangre estéril y mármol de iglesia; vestía como un hombre de negocios y, dada su naturaleza, probablemente lo fuera.
Quizás las cosas que vendíamos se diferenciaran mucho, pero ambos, con breve resquicio de duda, éramos empresarios. ¿Trabajaría él con los potingues que le aligeraban la piel, sedas y, cómo no, tratos a punta de pistola? Y de ser así, ¿a cuánto equivaldría el trueque en cosas del campo, del mar y de la vida? Por que al fin y al cabo las cosas que verdaderamente contaban para un ser vivo eran aquellas que satisfacían necesidades, pese a que las básicas fueran tan vulgarmente despreciadas por los que se llamaban sólo a sí mismos artistas.
A medida que las cosas se desenvolvían para mostrar un caos generalizado, pasé de preso a espectador, y de ahí a sombra. Ocultándome por la distracción del espectáculo que yo mismo observaba desde el amparo de las largas columnas del castillo-templo, no podía salvo preguntarme qué clase de criatura era capaz de comandar a tantos desconocidos a su antojo. ¿Tan extendida era su influencia y tan sutiles sus métodos que había tramado todo aquello antes de llegar? ¿Estaba en su plan aplastar la falsa revolución de Dhark para ganarse un favor? Eso, y que estaba transformando a aquel pobre desdichado en un amalgama aún más horrendo. No sentía lástima alguna al pensar "Pobre pez-gota"; no sentía nada salvo la realidad a traves de unas palabras a las que le arrancaba cualquier matiz emocionalmente inútil.
—Así que ese es Maki.
Aunque siempre me había agradado lo raro, algo en mí era inconscientemente consciente de las enfermedades y los trastornos que mi profesión de biólogo se encargaba de formalizar. Aunque ahora era exquisitamente extraño, y por ende interesante, sabía qué le había pasado a aquella criatura para acabar así. Lo había visto en los mercados de los pieles seca y casi, de no ser por mi previsión, podría haber sido tal mi propio destino. Era un milagro estadístico que siguiera con vida.
No ignoré a los actores que hicieron su aparición en la escena, simplemente devoré la información que pude extraer de ellos y continué con el resto de los presentes, pues cada uno de aquella pequeña congregación podría resultar tan, si no más peligroso, que el director del musical. Sobre este ya tenía mis teorías, pero pese a que estábamos bajo del mar y yo fuera un verdadero hijo de este, la "Isla Gyojin" era poco más que un remanso de pieles seca, embarrados y gente de coral.
Quizás las cosas que vendíamos se diferenciaran mucho, pero ambos, con breve resquicio de duda, éramos empresarios. ¿Trabajaría él con los potingues que le aligeraban la piel, sedas y, cómo no, tratos a punta de pistola? Y de ser así, ¿a cuánto equivaldría el trueque en cosas del campo, del mar y de la vida? Por que al fin y al cabo las cosas que verdaderamente contaban para un ser vivo eran aquellas que satisfacían necesidades, pese a que las básicas fueran tan vulgarmente despreciadas por los que se llamaban sólo a sí mismos artistas.
A medida que las cosas se desenvolvían para mostrar un caos generalizado, pasé de preso a espectador, y de ahí a sombra. Ocultándome por la distracción del espectáculo que yo mismo observaba desde el amparo de las largas columnas del castillo-templo, no podía salvo preguntarme qué clase de criatura era capaz de comandar a tantos desconocidos a su antojo. ¿Tan extendida era su influencia y tan sutiles sus métodos que había tramado todo aquello antes de llegar? ¿Estaba en su plan aplastar la falsa revolución de Dhark para ganarse un favor? Eso, y que estaba transformando a aquel pobre desdichado en un amalgama aún más horrendo. No sentía lástima alguna al pensar "Pobre pez-gota"; no sentía nada salvo la realidad a traves de unas palabras a las que le arrancaba cualquier matiz emocionalmente inútil.
—Así que ese es Maki.
Aunque siempre me había agradado lo raro, algo en mí era inconscientemente consciente de las enfermedades y los trastornos que mi profesión de biólogo se encargaba de formalizar. Aunque ahora era exquisitamente extraño, y por ende interesante, sabía qué le había pasado a aquella criatura para acabar así. Lo había visto en los mercados de los pieles seca y casi, de no ser por mi previsión, podría haber sido tal mi propio destino. Era un milagro estadístico que siguiera con vida.
No ignoré a los actores que hicieron su aparición en la escena, simplemente devoré la información que pude extraer de ellos y continué con el resto de los presentes, pues cada uno de aquella pequeña congregación podría resultar tan, si no más peligroso, que el director del musical. Sobre este ya tenía mis teorías, pero pese a que estábamos bajo del mar y yo fuera un verdadero hijo de este, la "Isla Gyojin" era poco más que un remanso de pieles seca, embarrados y gente de coral.
Maki
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Maki terminó de hacerse el nudo de la pajarita y se miró al espejo de cuerpo entero. Había que reconocer que tenía una pinta muy resultona. Sonrisas sabía lo que se hacía. Quién habría dicho que se le daba tan bien la asesoría de imagen, y encima mientras cantaba. Claro que tampoco nadie se habría imaginado que Maki supiera anudarse la pajarita.
-¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHH!!! ¡Qué guapo estás, Augustus!
Una copa de cristal estalló ante el impresionante chorro de voz de una emocionada Rita Makintosh. Embutida en un vestido casi del mismo color rosa de su piel, Rita parecía una enorme nube de azúcar parlante incapaz de estarse quieta.
-No me puedo creer que vayas a casarte. Y tu abuela que decía que jamás encontrarías a una mujer... ¡Y tienes una! ¡Y reina!
-No me gustan las reinas -espetó Pete. El padre de Maki estaba limpiando el espejo con su spray mata-gérmenes casero-. ¿Sabes la de bacterias que tienen esas coronas? No sabes cuánta gente se la ha puesto antes. Con solo mirarlas puedes pillar cualquier cosa.
Maki no escuchaba. Aún estaba apurando con la lengua los últimos restos del polvo mágico de Sonrisas que le quedaban en las encías. Desde la noche anterior no había parado de darle un poquito cada cierto tiempo, y Maki jamás se había sentido tan vivo. Tras toda una noche sin pegar ojo estaba más descansado que en toda su vida, tenia una energía infinita. Ni siquiera se había asustado de la extraña princesa que había llegado para asistir a su boda. Debía ir por parte de la novia, porque Maki no la conocía. Aunque debía reconocer que le gustaban sus animales. Unos perros muy monos.
-Pues yo creo que Augustus sera un gran rey -afirmó Rita-. Y nosotros podremos venirnos a vivir al palacio. Oh, Pete, ¿te imaginas? Podremos estar el día entero con el pequeño Augustus.
El espanto asaltó a Maki. ¿Pasar todos los días con su familia? Eso sería horrible. Incluso para él, cuando los Makintosh estaban juntos eran demasiado raros. Bastante tenía con que Rufus le hubiese estado siguiendo toda la noche sin pestañear o con que la abuela Ivalera le hubiese dado su poncho matrimonial tejido a mano. Suerte que había podido librarse de él.
-Te quedará estupendamente, Kevin -le había dicho Ivalera.
Diez años estando como una chota y seguían sin saber quién diablos era Kevin.
Lo único bueno era que había podido librarse de su otra abuela. Bizancia Makintosh siempre había incomodado a Maki. No era la única sirena pez globo que conocía, pero sí la única con una melena fucsia y que se hinchaba cuando se excitaba. Y se excitaba con todo. Se había ido a conocer a su padrino, ese "rubito macizorro de culo perfecto con cara de virgen y cuerpo de putón". Maki esperaba que Sonrisas se llevase bien con ella.
Un rato después, tras mucho deambular por la habitación por culpa de los nervios y el tremendo poder de la cocaína, le avisaron de que ya estaba todo listo. La ceremonia iba a comenzar en la Sala de los Anillos, donde los reyes y reinas de la Isla Gyojin llevaban casándose durante siglos. Maki notaba como se le aflojaba la vejiga. Y eso que había ido al baño doce veces ya. Realmente no tenía nada claro eso de casarse.
-Venga, Augustus, tú puedes -se dijo-. Hazlo por la máquina de helado real.
Y con el corazón encogido y el culo apretado, abrió la puerta y se dispuso a casarse. La boda comenzaba por fin.
-¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHH!!! ¡Qué guapo estás, Augustus!
Una copa de cristal estalló ante el impresionante chorro de voz de una emocionada Rita Makintosh. Embutida en un vestido casi del mismo color rosa de su piel, Rita parecía una enorme nube de azúcar parlante incapaz de estarse quieta.
-No me puedo creer que vayas a casarte. Y tu abuela que decía que jamás encontrarías a una mujer... ¡Y tienes una! ¡Y reina!
-No me gustan las reinas -espetó Pete. El padre de Maki estaba limpiando el espejo con su spray mata-gérmenes casero-. ¿Sabes la de bacterias que tienen esas coronas? No sabes cuánta gente se la ha puesto antes. Con solo mirarlas puedes pillar cualquier cosa.
Maki no escuchaba. Aún estaba apurando con la lengua los últimos restos del polvo mágico de Sonrisas que le quedaban en las encías. Desde la noche anterior no había parado de darle un poquito cada cierto tiempo, y Maki jamás se había sentido tan vivo. Tras toda una noche sin pegar ojo estaba más descansado que en toda su vida, tenia una energía infinita. Ni siquiera se había asustado de la extraña princesa que había llegado para asistir a su boda. Debía ir por parte de la novia, porque Maki no la conocía. Aunque debía reconocer que le gustaban sus animales. Unos perros muy monos.
-Pues yo creo que Augustus sera un gran rey -afirmó Rita-. Y nosotros podremos venirnos a vivir al palacio. Oh, Pete, ¿te imaginas? Podremos estar el día entero con el pequeño Augustus.
El espanto asaltó a Maki. ¿Pasar todos los días con su familia? Eso sería horrible. Incluso para él, cuando los Makintosh estaban juntos eran demasiado raros. Bastante tenía con que Rufus le hubiese estado siguiendo toda la noche sin pestañear o con que la abuela Ivalera le hubiese dado su poncho matrimonial tejido a mano. Suerte que había podido librarse de él.
-Te quedará estupendamente, Kevin -le había dicho Ivalera.
Diez años estando como una chota y seguían sin saber quién diablos era Kevin.
Lo único bueno era que había podido librarse de su otra abuela. Bizancia Makintosh siempre había incomodado a Maki. No era la única sirena pez globo que conocía, pero sí la única con una melena fucsia y que se hinchaba cuando se excitaba. Y se excitaba con todo. Se había ido a conocer a su padrino, ese "rubito macizorro de culo perfecto con cara de virgen y cuerpo de putón". Maki esperaba que Sonrisas se llevase bien con ella.
Un rato después, tras mucho deambular por la habitación por culpa de los nervios y el tremendo poder de la cocaína, le avisaron de que ya estaba todo listo. La ceremonia iba a comenzar en la Sala de los Anillos, donde los reyes y reinas de la Isla Gyojin llevaban casándose durante siglos. Maki notaba como se le aflojaba la vejiga. Y eso que había ido al baño doce veces ya. Realmente no tenía nada claro eso de casarse.
-Venga, Augustus, tú puedes -se dijo-. Hazlo por la máquina de helado real.
Y con el corazón encogido y el culo apretado, abrió la puerta y se dispuso a casarse. La boda comenzaba por fin.
Yarmin Prince
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¿Pulpo neutralizado? Hecho. ¿Rebelión neutralizada? Hecho. ¿Enfado de Zaina? En proceso.
Tras su taimada reverencia a la hija de los Nitocris y que esta entrase al palacio sin mediar palabra, Yarmin sintió el impulso de correr tras ella. Había sentido el velado desprecio en su expresión, y se le habían clavado como flechas las palabras que, indirecta pero muy directamente, ella le había vertido encima. Sin embargo, primero de todo tenía que asegurarse de que aquel peliblanco no dijese nada sobre lo que había sucedido, aunque tras una mirada cómplice, ambos retiraron el gesto en una suerte de juramento de hombre a hombre, entre el honor y la vergüenza. Sí, justo en esa línea operaba el sagrado vínculo de dos hombres que preferían jamás volver a hablar de algo. Y, de ser posible, ni siquiera verse más.
Finalmente Yarmin abandonó a su troupe mientras el extraño pez gigante bailaba como un mono oligofrénico y salió detrás de Zaina, tratando de alcanzarla y, al hacerlo, tomándola del hombro.
Deslumbraba entre tanto oro, ataviada por telas sedosas y cubierta por un manto tan negro como su cabello de ónice. Pero lo más bello en ella seguían siendo aquellos ojos verdes como esmeraldas, enormes y profundos, que podían atravesarlo sin ninguna dificultad, como si de un mero cascarón se tratase resguardando un corazón que salía a la superficie con ella.
- Señorita Nitocris -saludó, cortesmente, mientras Zaina se desembarazaba de un aborto de moqueta con cuernos-. Mi nombre es Yarmin Prince. -Mostró brevemente su identificación por menos de un segundo, el justo para que constatara que, efectivamente, no se había liado entre alias: Estaba trabajando para el Gobierno aquel día-. ¿Me permite mostrarle sus aposentos?
La guio mientras explicaba, en jerga del Servicio Secreto, que el Gobierno Mundial lo había enviado para conseguir que la ceremonia se celebrase y Maki reinase. También que, por su parte, le daría un par de meses de gracia a la nueva reina antes de acabar con su vida, quedando Maki y, por ende, el destino de la Isla Gyojin, en sus manos. Se sentía casi refrescante utilizar de nuevo lenguaje cifrado, y fingir que no la conocía casi resultaba excitante, pero más pronto que tarde terminaron por llegar a una gran puerta de madera, no tan lujosa como la que daba a los aposentos reales.
- Bueno, hemos llegado. Si me permite pasar, puedo enseñarle todas las comodidades de la estancia.
Y así había sido. Zaina lo había dejado pasar, no sin realizar algún comentario sobre su "torpe estilo de baile". Yarmin lo tomó como una provocación y no cayó en ella, pero sí que deseó por un momento pedirle que le mostrase aquella gracia felina de la que hacía gal... ¡Un momento! Había olvidado a su gato.
Cerró la puerta y se concentró en el animal, sintiendo a través de él la cercana presencia de Hipatia Stix, y lo manejó hasta que estuvo junto a ella, haciendo que maullase.
- No le des nada al pulpo y refuerza tu guardia -transmitió, a través de un sonoro maullido, el exploding kitten que había dejado a la espera mientras "negociaba" con Black. Desde luego no iba a dejar que saquease un tesoro que pronto le pertenecería a él; había que ser tonto.
Pasó la noche con Zaina, como siempre agradecido de tenerla un día más, y se dispuso a ejercer de padrino. Quedaban apenas veintitrés minutos para que la ceremonia comenzase, y estaba seguro de que Augustus había estado toda la noche durmiendo como un lirón. De hecho, ni siquiera se preocupó al darse cuenta de que el fardo de cocaína y un par de alucinógenos se le habían caído en algún sitio, seguramente durante el baile. Lo que le preocupaba un poco más era la versión de Maki con pamela y cola de tritón que se abalanzaba sobre él mientras recorría los pasillos, y a la que debió matar a través de un mort preciso en el cerebro. A todas luces parecería un derrame, pero para evitar que aquel suceso trascendiese antes de la boda arrastró a la vieja hasta una habitación, con la mala suerte de que se encontró a una limpiadora. Suspiró.
- Vas a vaciar esta cosa y a vestirla como si fuera un disfraz -ordenó, disparándole un rayo azul para volverla su esclava-. Asistirás a la boda y cuando todo termine dejarás la piel en donde sea que se aloje "Black". Si no lo encuentras, recuerda que el asesino es "Black" y debes denunciarlo.
Era una pena no haberle hecho una fotografía para adjudicarle recompensa tras ese asesinato, pero se regocijó en el conocimiento de que como mínimo iba a molestar un poco al pulpo.
Llegó a la Sala de los Anillos apenas unos segundos tras el gran pez gota, pero se puso a su altura delante de la puerta y le tocó el hombro, en señal de camaradería. Ese día debía ser amigo de Augustus para, a ver si por fin, podía controlar a esa poderosa masa de destrucción descerebrada.
- Serás un gran rey -mintió-. El más grande entre los grandes.
Ahora sí, por fin la boda daba comienzo.
Tras su taimada reverencia a la hija de los Nitocris y que esta entrase al palacio sin mediar palabra, Yarmin sintió el impulso de correr tras ella. Había sentido el velado desprecio en su expresión, y se le habían clavado como flechas las palabras que, indirecta pero muy directamente, ella le había vertido encima. Sin embargo, primero de todo tenía que asegurarse de que aquel peliblanco no dijese nada sobre lo que había sucedido, aunque tras una mirada cómplice, ambos retiraron el gesto en una suerte de juramento de hombre a hombre, entre el honor y la vergüenza. Sí, justo en esa línea operaba el sagrado vínculo de dos hombres que preferían jamás volver a hablar de algo. Y, de ser posible, ni siquiera verse más.
Finalmente Yarmin abandonó a su troupe mientras el extraño pez gigante bailaba como un mono oligofrénico y salió detrás de Zaina, tratando de alcanzarla y, al hacerlo, tomándola del hombro.
Deslumbraba entre tanto oro, ataviada por telas sedosas y cubierta por un manto tan negro como su cabello de ónice. Pero lo más bello en ella seguían siendo aquellos ojos verdes como esmeraldas, enormes y profundos, que podían atravesarlo sin ninguna dificultad, como si de un mero cascarón se tratase resguardando un corazón que salía a la superficie con ella.
- Señorita Nitocris -saludó, cortesmente, mientras Zaina se desembarazaba de un aborto de moqueta con cuernos-. Mi nombre es Yarmin Prince. -Mostró brevemente su identificación por menos de un segundo, el justo para que constatara que, efectivamente, no se había liado entre alias: Estaba trabajando para el Gobierno aquel día-. ¿Me permite mostrarle sus aposentos?
La guio mientras explicaba, en jerga del Servicio Secreto, que el Gobierno Mundial lo había enviado para conseguir que la ceremonia se celebrase y Maki reinase. También que, por su parte, le daría un par de meses de gracia a la nueva reina antes de acabar con su vida, quedando Maki y, por ende, el destino de la Isla Gyojin, en sus manos. Se sentía casi refrescante utilizar de nuevo lenguaje cifrado, y fingir que no la conocía casi resultaba excitante, pero más pronto que tarde terminaron por llegar a una gran puerta de madera, no tan lujosa como la que daba a los aposentos reales.
- Bueno, hemos llegado. Si me permite pasar, puedo enseñarle todas las comodidades de la estancia.
Y así había sido. Zaina lo había dejado pasar, no sin realizar algún comentario sobre su "torpe estilo de baile". Yarmin lo tomó como una provocación y no cayó en ella, pero sí que deseó por un momento pedirle que le mostrase aquella gracia felina de la que hacía gal... ¡Un momento! Había olvidado a su gato.
Cerró la puerta y se concentró en el animal, sintiendo a través de él la cercana presencia de Hipatia Stix, y lo manejó hasta que estuvo junto a ella, haciendo que maullase.
- No le des nada al pulpo y refuerza tu guardia -transmitió, a través de un sonoro maullido, el exploding kitten que había dejado a la espera mientras "negociaba" con Black. Desde luego no iba a dejar que saquease un tesoro que pronto le pertenecería a él; había que ser tonto.
Pasó la noche con Zaina, como siempre agradecido de tenerla un día más, y se dispuso a ejercer de padrino. Quedaban apenas veintitrés minutos para que la ceremonia comenzase, y estaba seguro de que Augustus había estado toda la noche durmiendo como un lirón. De hecho, ni siquiera se preocupó al darse cuenta de que el fardo de cocaína y un par de alucinógenos se le habían caído en algún sitio, seguramente durante el baile. Lo que le preocupaba un poco más era la versión de Maki con pamela y cola de tritón que se abalanzaba sobre él mientras recorría los pasillos, y a la que debió matar a través de un mort preciso en el cerebro. A todas luces parecería un derrame, pero para evitar que aquel suceso trascendiese antes de la boda arrastró a la vieja hasta una habitación, con la mala suerte de que se encontró a una limpiadora. Suspiró.
- Vas a vaciar esta cosa y a vestirla como si fuera un disfraz -ordenó, disparándole un rayo azul para volverla su esclava-. Asistirás a la boda y cuando todo termine dejarás la piel en donde sea que se aloje "Black". Si no lo encuentras, recuerda que el asesino es "Black" y debes denunciarlo.
Era una pena no haberle hecho una fotografía para adjudicarle recompensa tras ese asesinato, pero se regocijó en el conocimiento de que como mínimo iba a molestar un poco al pulpo.
Llegó a la Sala de los Anillos apenas unos segundos tras el gran pez gota, pero se puso a su altura delante de la puerta y le tocó el hombro, en señal de camaradería. Ese día debía ser amigo de Augustus para, a ver si por fin, podía controlar a esa poderosa masa de destrucción descerebrada.
- Serás un gran rey -mintió-. El más grande entre los grandes.
Ahora sí, por fin la boda daba comienzo.
Dark Satou
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Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Akuma no mi
Varios
Mientras acariciaba al felino que parecía ser el que había rugido, algo se le vino a la cabeza. Había besado en la frente a un gyojin, y no podía dejar que nadie supiese sobre aquel acto. Se había dejado llevar por el fervor de la obra, y el único que era testigo de aquello era aquel chico rubio de su quinta. Levantó la mirada lentamente y, la cruzó por casualidad con el rubio. Los dos, tras una pequeña mueca, pactaron como hombres que aquello nunca pasó. Entre su género, existía el precioso código de respetar y callar, y los dos parecieron entender cruzando los ojos que eligirían las dos cosas. Se juró por dentro que jamás volvería a hablar del tema, y supo por instinto que el otro tampoco lo haría. Aquello le hizo relajar la presión de los hombros y volver a mirar a los felinos, los cuales, al alejarse su dueña de ellos, saltaron encima suyo.
—Cof cof... ¡que me ahogáis, ha ha ha! —dijo mientras tosía e intentaba quitárselos de encima sin hacerles daño—. ¿Quienes sois unos gatitos preciosos? ¿A que vosotros sí, verdad?
Agarró a Jade y Mustafá con cada mano y los levantó, quitándoselos de encima. Estaba totalmente blanco del pelo que había soltado uno de ellos, pero no le importaba en absoluto. Escupió varios que tenía en la boca y empezó a darle amor a los gatetes, mostrándole estos la panza. Se le iluminaron los ojos y empezó a rascarles la barriga, alternando una mano para cada uno de los animales. Estaban tan suaves, y olían tan bien... Su dueña tenía que cuidarles muy bien, o si no no irían con ella de esa forma. Agarró otra vez a Jade y a Mustafá y empezó a hacer malabares con ellos, los cuales se tomaban aquello como un juego y parecían colaborar con él. Varios gyojins que todavía tarareaban la canción, algo cansados, centraron en su atención en Dark y empezaron a hacerle corral para ver lo hábil que era haciendo malabares con felinos.
—Acérquense y vean —exclamó mientras iba cambiando de animales para no marearlos—, el gran espectáculo del gran domador Dark.
Mientras continuaba jugando de aquella forma, se le escapó el equilibrio de Jade y se le agarró en el aire con las uñas sacadas, rajándole desde el cuello hasta la pierna, rompiendo toda su ropa y dejándole una bonita herida de arriba para abajo. Se mordió el labio e intentó contener un grito, el cual empezaron a soltar los gyojins y sirenas que tenía alrededor. Se le había caído toda la ropa hacia atrás, y todo lo sexual que pudiese verse, estaba lleno de sangre. Se echó hacia delante, dejando caer su peso y brazo sobre sus rodillas y empezó a JADEar.
—Dios santo, no te voy a culpar precioso o preciosa, esto ha sido mi culpa —dijo mientras empezaban a cerrársele las heridas—. Mejor que vayáis con vuestra madre, mañana en la boda si estáis os vuelvo a dar amor, ¿vale? Sois todos unos nenes buenos y preciosos. —Exclamó señalando y dándole un beso en el hocico a cada uno de estos.
Agarró todo el pelo que se soltó antes y se lo colocó en sus partes, yendo con el pompis al aire. Se dirigió hacia el hombre que había pagado los cincuenta millones de berries anteriormente y le soltó una bofetada, recuperando este la consciencia.
—¡¡¡Quita y pon, corre y ven!!! —Gritó algo preocupado mientras se levantaba.
—Nee, eso ya acabó hace un rato. Necesito un traje, así que luego pásate por palacio. Estoy seguro de que por esto me he ganado una habitación. Pregunta a los guardias de la entrada y te dirán dónde estoy.
Se dirigió hacia los guardias de la entrada con un paso algo forzado al tener que cubrir su miembro viril con una mata de pelo gatuno y los miró fijamente, frunciendo el ceño. No tardaron en pillar sus intenciones y le llevaron a una habitación, donde, tras un rato, vino el hombre a confeccionarle el traje perfecto para el día de mañana. Una vez estuvo todo listo, se bebió una botella de ron de golpe y se tiró en la cama a dormir la mona. Cuando se despertó pudo ver que el sol estaba lo suficientemente alto como para ser más allá del mediodía, así que empezó a vestirse lo más rápido que pudo y salió disparado de la habitación. Muy seguramente estaría llegando tarde a la ceremonia.
—Cof cof... ¡que me ahogáis, ha ha ha! —dijo mientras tosía e intentaba quitárselos de encima sin hacerles daño—. ¿Quienes sois unos gatitos preciosos? ¿A que vosotros sí, verdad?
Agarró a Jade y Mustafá con cada mano y los levantó, quitándoselos de encima. Estaba totalmente blanco del pelo que había soltado uno de ellos, pero no le importaba en absoluto. Escupió varios que tenía en la boca y empezó a darle amor a los gatetes, mostrándole estos la panza. Se le iluminaron los ojos y empezó a rascarles la barriga, alternando una mano para cada uno de los animales. Estaban tan suaves, y olían tan bien... Su dueña tenía que cuidarles muy bien, o si no no irían con ella de esa forma. Agarró otra vez a Jade y a Mustafá y empezó a hacer malabares con ellos, los cuales se tomaban aquello como un juego y parecían colaborar con él. Varios gyojins que todavía tarareaban la canción, algo cansados, centraron en su atención en Dark y empezaron a hacerle corral para ver lo hábil que era haciendo malabares con felinos.
—Acérquense y vean —exclamó mientras iba cambiando de animales para no marearlos—, el gran espectáculo del gran domador Dark.
Mientras continuaba jugando de aquella forma, se le escapó el equilibrio de Jade y se le agarró en el aire con las uñas sacadas, rajándole desde el cuello hasta la pierna, rompiendo toda su ropa y dejándole una bonita herida de arriba para abajo. Se mordió el labio e intentó contener un grito, el cual empezaron a soltar los gyojins y sirenas que tenía alrededor. Se le había caído toda la ropa hacia atrás, y todo lo sexual que pudiese verse, estaba lleno de sangre. Se echó hacia delante, dejando caer su peso y brazo sobre sus rodillas y empezó a JADEar.
—Dios santo, no te voy a culpar precioso o preciosa, esto ha sido mi culpa —dijo mientras empezaban a cerrársele las heridas—. Mejor que vayáis con vuestra madre, mañana en la boda si estáis os vuelvo a dar amor, ¿vale? Sois todos unos nenes buenos y preciosos. —Exclamó señalando y dándole un beso en el hocico a cada uno de estos.
Agarró todo el pelo que se soltó antes y se lo colocó en sus partes, yendo con el pompis al aire. Se dirigió hacia el hombre que había pagado los cincuenta millones de berries anteriormente y le soltó una bofetada, recuperando este la consciencia.
—¡¡¡Quita y pon, corre y ven!!! —Gritó algo preocupado mientras se levantaba.
—Nee, eso ya acabó hace un rato. Necesito un traje, así que luego pásate por palacio. Estoy seguro de que por esto me he ganado una habitación. Pregunta a los guardias de la entrada y te dirán dónde estoy.
Se dirigió hacia los guardias de la entrada con un paso algo forzado al tener que cubrir su miembro viril con una mata de pelo gatuno y los miró fijamente, frunciendo el ceño. No tardaron en pillar sus intenciones y le llevaron a una habitación, donde, tras un rato, vino el hombre a confeccionarle el traje perfecto para el día de mañana. Una vez estuvo todo listo, se bebió una botella de ron de golpe y se tiró en la cama a dormir la mona. Cuando se despertó pudo ver que el sol estaba lo suficientemente alto como para ser más allá del mediodía, así que empezó a vestirse lo más rápido que pudo y salió disparado de la habitación. Muy seguramente estaría llegando tarde a la ceremonia.
Maki
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El cura le daba miedo. No porque no tuviese nada claro eso de que le casara un cura, aunque por lo visto su futura esposa creía en alguna especie de monstruo divino e invisible, sino porque tenía una cara de bruto villanesco que le inquietaba. Uno de sus ojos tenía la pupila blanca, recorrida por una cicatriz que se extendía hasta el mentón, tenía varias cicatrices en la nariz y cada vez que abría la boca se le veían un par de dientes de oro. Su barba eran mechones de pelo azulado recogido en cortas coletas, y tenía una telaraña tatuada en su musculoso cuello. De no haber tenido una pinta tan evidentemente sospechosa le habría preocupado que también intentara matarle.
-¿Eres el novio? -le preguntó cuando Maki llegó al altar. Su voz sonaba como la de un rinoceronte cabreado-. A ver si acabamos pronto. Tengo cosas que hacer.
Los últimos invitados ocuparon sus asientos. La primera fila estaba reservada para los familiares de los novios, y Maki tuvo que responder a los insistentes saludos de Rufus y a las exaltadas exclamaciones de su familia. Mientras, los Centellas, convertidos por Bleyd en guardias de seguridad, se lucían en su papel de vigilantes. Cacheaban a todo aquel que podía ocultar un arma y, ya de paso, a los demás también. Se aseguraban de mantener el orden e inspeccionar, por si acaso, los bigotes de todos los presentes por si eran falsos.
En cierto momento, Pitty, el vagabundo que a veces se colaba en su casa y se llevaba cosas, se acercó a Maki y le robó la pajarita, así que Huelepiedras Rockson le hizo un placaje y lo dejó tieso en el suelo, para el escándalo de Rita.
¿Y aquel era Bleyd yéndose con su abuela? Pobre Bleyd, no sabía lo que le esperaba si le había gustado a Ivalera.
-¡Oh, no! -le dijo a Sonrisas-. Hoy era el día en el que iba a ir de voluntario a la protectora de medusas. Será mejor que me vaya para no llegar tarde.
Se detuvo cuando la música empezó a sonar. Adiós a su intento de escape de última hora. Se hizo el silencio entre los invitados mientras la organista tocaba una marcha nupcial típica del fondo del mar. La novia apareció en su vestido blanco, con una burbuja brillante para poder flotar y acompañada por su fiel guardián, el gyojin manta.
Intentó pensar en alguna excusa para largarse de allí. ¿Podía provocar un incendio de alguna forma? No, no, allí había mucha agua. Lo mejor sería que apareciese un príncipe de otro reino con un caballo blanco para llevarse volando a la novia. O a él, ya puestos. Todo con tal de no perder su revolucionaria libertad. Pero como aquello no ocurría, decidió tirar de un clásico y hacerse el muerto.
Sacó la lengua y se dejó caer, pero antes de poder llegar al suelo y sacudirse como una trucha recién pescada, Sonrisas lo enganchó con naturalidad, lo enderezó y le pidió con muy buenos modos que se comportara y le echase narices. Maki no se vio capaz de decirle que no.
-Queridos hermanos -comenzó al cura-, hermanas, peces, sirenas, seres animalescos, armaduras parlantes, extraños seres pequeñitos, reyes, reinas, y demás entidades conscientes aquí presentes, nos hemos reunido aquí para unir en matrimonio a Su Majestad Hipatia Stix, Reina de los Mares, Soberana de las Corrientes y las Mareas, Líder del Pueblo del Mar, y a Augustus Makintosh -señaló a Maki casi con desgana-. Este de aquí.
El cura dijo, con muy malas palabras, que ni de coña pensaba dar todo ese discurso que habían preparado, así que pasaron a lo interesante: los votos.
-Augustus... -empezó la reina- He decidido que no voy a matarte. Casémonos.
Maki no tenía muy claro si eso era bonito o no.
-Vale -dijo él
-Muy bien. Cortito, así me gusta. Hipatia Stix, ¿quieres a Augustus Makintosh como legítimo esposo para amarlo y respetarlo, o para lo que sea que quieras hacer con este tío tan feo?
-Sí, quiero.
-Augustus Makintosh, ¿quieres a Hipatia Stix como legítima esposa, y sabes que aceptar un no por respuesta implica que te arrancarán las...? ¿Quién ha escrito esto? -El guardia de la reina levantó tímidamente la mano, lo que irritó al cura-. Oh, venga ya. ¿Te casas o qué?
"No”, quiso decir Maki.
-Sí -acabó diciendo al final.
Y ahí terminó su vida de soltero. Larga vida al rey.
-¿Eres el novio? -le preguntó cuando Maki llegó al altar. Su voz sonaba como la de un rinoceronte cabreado-. A ver si acabamos pronto. Tengo cosas que hacer.
Los últimos invitados ocuparon sus asientos. La primera fila estaba reservada para los familiares de los novios, y Maki tuvo que responder a los insistentes saludos de Rufus y a las exaltadas exclamaciones de su familia. Mientras, los Centellas, convertidos por Bleyd en guardias de seguridad, se lucían en su papel de vigilantes. Cacheaban a todo aquel que podía ocultar un arma y, ya de paso, a los demás también. Se aseguraban de mantener el orden e inspeccionar, por si acaso, los bigotes de todos los presentes por si eran falsos.
En cierto momento, Pitty, el vagabundo que a veces se colaba en su casa y se llevaba cosas, se acercó a Maki y le robó la pajarita, así que Huelepiedras Rockson le hizo un placaje y lo dejó tieso en el suelo, para el escándalo de Rita.
¿Y aquel era Bleyd yéndose con su abuela? Pobre Bleyd, no sabía lo que le esperaba si le había gustado a Ivalera.
-¡Oh, no! -le dijo a Sonrisas-. Hoy era el día en el que iba a ir de voluntario a la protectora de medusas. Será mejor que me vaya para no llegar tarde.
Se detuvo cuando la música empezó a sonar. Adiós a su intento de escape de última hora. Se hizo el silencio entre los invitados mientras la organista tocaba una marcha nupcial típica del fondo del mar. La novia apareció en su vestido blanco, con una burbuja brillante para poder flotar y acompañada por su fiel guardián, el gyojin manta.
Intentó pensar en alguna excusa para largarse de allí. ¿Podía provocar un incendio de alguna forma? No, no, allí había mucha agua. Lo mejor sería que apareciese un príncipe de otro reino con un caballo blanco para llevarse volando a la novia. O a él, ya puestos. Todo con tal de no perder su revolucionaria libertad. Pero como aquello no ocurría, decidió tirar de un clásico y hacerse el muerto.
Sacó la lengua y se dejó caer, pero antes de poder llegar al suelo y sacudirse como una trucha recién pescada, Sonrisas lo enganchó con naturalidad, lo enderezó y le pidió con muy buenos modos que se comportara y le echase narices. Maki no se vio capaz de decirle que no.
-Queridos hermanos -comenzó al cura-, hermanas, peces, sirenas, seres animalescos, armaduras parlantes, extraños seres pequeñitos, reyes, reinas, y demás entidades conscientes aquí presentes, nos hemos reunido aquí para unir en matrimonio a Su Majestad Hipatia Stix, Reina de los Mares, Soberana de las Corrientes y las Mareas, Líder del Pueblo del Mar, y a Augustus Makintosh -señaló a Maki casi con desgana-. Este de aquí.
El cura dijo, con muy malas palabras, que ni de coña pensaba dar todo ese discurso que habían preparado, así que pasaron a lo interesante: los votos.
-Augustus... -empezó la reina- He decidido que no voy a matarte. Casémonos.
Maki no tenía muy claro si eso era bonito o no.
-Vale -dijo él
-Muy bien. Cortito, así me gusta. Hipatia Stix, ¿quieres a Augustus Makintosh como legítimo esposo para amarlo y respetarlo, o para lo que sea que quieras hacer con este tío tan feo?
-Sí, quiero.
-Augustus Makintosh, ¿quieres a Hipatia Stix como legítima esposa, y sabes que aceptar un no por respuesta implica que te arrancarán las...? ¿Quién ha escrito esto? -El guardia de la reina levantó tímidamente la mano, lo que irritó al cura-. Oh, venga ya. ¿Te casas o qué?
"No”, quiso decir Maki.
-Sí -acabó diciendo al final.
Y ahí terminó su vida de soltero. Larga vida al rey.
Kaito Takumi
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Las cosas se habían vuelto... extrañas, casi del revés; y aquello me hizo darme cuenta que ir por el techo era de las mejores ideas que había tenido. Claro está, cuando los preparativos de la boda comenzaron y las marabuntas de personas llegaban y eran atendidas por la guardia real -aunque atendidas no era para nada la palabra más apropiada- aquel buen caminar dejó de serme útil.
Me uní a los bancos de peces, y quitándome la capucha busqué refugio en el número de las gentes intentando encontrar razón alguna de la manipulación a la que habían sido sometidas. Durante un instante pensé acercarme a Dhark, pero ocupado como estaba con las enormes bestias que ya había tenido el gusto de conocer, preferí diluirme entre la multitud.
Fue entonces cuando la nueva guardia, esa de los pieles secas, empezaron a hacer comprobaciones lógicas sobre la peligrosidad de los asistentes. La verdad, no tenía gana alguna de renunciar a mis armas, mucho menos entregándoselas a esos macacos sin escamas ni branquias sin seguridad de que la promesa de devolverlos fuera cierta.
—Pues casi que no. Prefiero irme que ir sin armas a un evento que la propia reina quería evitar a toda costa —le dije al tipo sentado en el improvisado stand—. Esperaré fuera a que la reina me de el pago por la vuelta tonta que me ha hecho dar al puñetero planeta.
Y así de rancio, tanto que casi me daba la gana de sacarme un moquillo, me marché de allí a buscar algo más interesante en la Isla gyojin que una boda abocada al fracaso. Qué desfachatez, mezclar la pura sangre real con un tipo que pensaba con los pies. Odiaba a aquella mitad estúpida y bruta de los hijos del mar.
Me uní a los bancos de peces, y quitándome la capucha busqué refugio en el número de las gentes intentando encontrar razón alguna de la manipulación a la que habían sido sometidas. Durante un instante pensé acercarme a Dhark, pero ocupado como estaba con las enormes bestias que ya había tenido el gusto de conocer, preferí diluirme entre la multitud.
Fue entonces cuando la nueva guardia, esa de los pieles secas, empezaron a hacer comprobaciones lógicas sobre la peligrosidad de los asistentes. La verdad, no tenía gana alguna de renunciar a mis armas, mucho menos entregándoselas a esos macacos sin escamas ni branquias sin seguridad de que la promesa de devolverlos fuera cierta.
—Pues casi que no. Prefiero irme que ir sin armas a un evento que la propia reina quería evitar a toda costa —le dije al tipo sentado en el improvisado stand—. Esperaré fuera a que la reina me de el pago por la vuelta tonta que me ha hecho dar al puñetero planeta.
Y así de rancio, tanto que casi me daba la gana de sacarme un moquillo, me marché de allí a buscar algo más interesante en la Isla gyojin que una boda abocada al fracaso. Qué desfachatez, mezclar la pura sangre real con un tipo que pensaba con los pies. Odiaba a aquella mitad estúpida y bruta de los hijos del mar.
Dark Satou
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Realmente estaba llegando tarde. Y la estructura de ese palacio no ayudaba para nada. Tras girar dos veces hacia la derecha, tres a la izquierda y bajar unas escaleras, se vio en la entrada. Hundió las manos ante su cara y volvió a entrar con brío. Sorprendentemente, tras cinco minutos, se vio en los lavabos reales. Examinó las tapas y se llevó la mano al mentón, pensando en qué influiría eso con la misión. Arrancó una tapa y la observó, viendo que era de una cerámica ejemplar. La estampó contra la pared y sus dudas se resolvieron: era cerámica. Y ahora tenía un mapa mental del palacio para llegar hasta la ceremonia. Giró dos veces hacia la derecha y tres a la izquierda, después bajando unas escaleras.
—¡Me cago en mis mu...! —Gritó viendo la entrada de palacio.
Observó a un lateral y empezó a saltar, agarrándose de las tejas y haciendo algo de esfuerzo para ponerse de pie. Empezó a avanzar con pequeños saltos, hasta que escuchó algo por la ventana. El sí quiero. Tiró una bomba de humo al suelo y atravesó la ventana, sonando un estruendo increíble. Toda la multitud se giró y, mientras Dark caía, hizo varias florituras en el aire. Tras aterrizar con una pose perfecta, señaló hacia la ventana y todos se asombraron: estaba intacta. Pero si alguien tenía un ojo más ágil y preciso, vería a unos cristaleros salir de la escena bastante apurados. Se colocó en medio de la sala y giró sobre su eje, apuntando a uno de los guardias y chasqueando los dedos.
—Ahora lo veis... ¡Ahora no lo veis! —El hombre desapareció.
De hecho, conforme Dark se iba acercando a los invitados, iba chasqueando los dedos y estos empezaban a desaparecer. La guardia real intentó apresarle con varios placajes, y lo lograron por un momento. Hasta que el peliblanco echó un manto por encima de ellos y, cuando se levantó, ya no estaban ahí. Tras hacer su entrada en escena, se sentó como un espectador normal, sin nada que ofrecer. Lamentablemente para él, no había llegado a tiempo. Maki ya había dado el sí, y quizás todo lo que había hecho no servía para nada. Se encogió de hombros y se levantó, mirando hacia los lados.
—¿Cuándo empieza el banquete? —Acabó preguntando.
—¡Me cago en mis mu...! —Gritó viendo la entrada de palacio.
Observó a un lateral y empezó a saltar, agarrándose de las tejas y haciendo algo de esfuerzo para ponerse de pie. Empezó a avanzar con pequeños saltos, hasta que escuchó algo por la ventana. El sí quiero. Tiró una bomba de humo al suelo y atravesó la ventana, sonando un estruendo increíble. Toda la multitud se giró y, mientras Dark caía, hizo varias florituras en el aire. Tras aterrizar con una pose perfecta, señaló hacia la ventana y todos se asombraron: estaba intacta. Pero si alguien tenía un ojo más ágil y preciso, vería a unos cristaleros salir de la escena bastante apurados. Se colocó en medio de la sala y giró sobre su eje, apuntando a uno de los guardias y chasqueando los dedos.
—Ahora lo veis... ¡Ahora no lo veis! —El hombre desapareció.
De hecho, conforme Dark se iba acercando a los invitados, iba chasqueando los dedos y estos empezaban a desaparecer. La guardia real intentó apresarle con varios placajes, y lo lograron por un momento. Hasta que el peliblanco echó un manto por encima de ellos y, cuando se levantó, ya no estaban ahí. Tras hacer su entrada en escena, se sentó como un espectador normal, sin nada que ofrecer. Lamentablemente para él, no había llegado a tiempo. Maki ya había dado el sí, y quizás todo lo que había hecho no servía para nada. Se encogió de hombros y se levantó, mirando hacia los lados.
—¿Cuándo empieza el banquete? —Acabó preguntando.
Yarmin Prince
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Akuma no mi
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Yarmin se alegró de haber llegado con Maki cuando vio al autoproclamado jefe de seguridad. Bleyd Master, embutido en su lustrosa armadura y con la cabeza llena de pájaros, estaba cacheando a todos los que iban llegando. Afortunadamente a él había acudido uno de los tontitos de Bleyd para pedirle permiso, pero él había dicho que no hacía falta y, efectivamente, no la hizo. De hecho, llegó a alegrarse mucho más cuando, avanzada la boda y dado el "sí, quiero" -ante el que debía confesar se le escaparon un par de lágrimas de emoción-, el peliblanco del día anterior decidió aparecer en medio de un espectáculo que, la verdad, tenía que aplaudir. Podía ver el truco, y de hecho aunque estaba muy logrado no era otra cosa que uno, en el cual los invitados acababan ocultos bajo los faldones de las bancadas. La razón por la que se alegraba de no haberse dejado quitar las armas fue porque, de pronto, las necesitaba. El autoproclamado jefe de seguridad estaba atacando a matar con fuerza innecesaria al intruso, que estaba sentado y rodeado de invitados. También se alegró de ser usuario experto de Haki de observación, aunque no lo necesitaba para saber que Bleyd iba a liarla; aunque, dado que esperó a que el truco terminase, estaba seguro de que era por afán de protagonismo y no por proteger nada. De hecho, corría el riesgo de matar a mucha gente.
O lo habría corrido, de no ser por los siete gatos que habían hecho su entrada nada más el cristal se había roto. En principio había temido, cómo no, por la seguridad de la boda, pero en segunda instancia había optado porque todos los gatos acariciasen las piernas de los demás miembros del cuerpo de seguridad, dominando a uno de ellos y esclavizando a través del serv a los demás.
- ¡Neutralizad al agitador! -gritó a sus esclavos, pero se quedó mirando al séptimo-. ¡Tú defiende al peliblanco!
No fue algo para lo que tuviese demasiado tiempo, pues las cuchillas ya se habían disparado, pero llegó justo a tiempo para interponerse entre un haz de luz que iluminó la estancia y el chico. Murió, lógicamente, pero su cadáver frenó afortunadamente los tres disparos mientras partes amputadas saltaban entre los invitados, y la segunda y tercera oleada de cuchillos se clavaron en su ya mutilado cadáver, al tiempo que los otros seis buscaban únicamente aferrar el cuerpo de Bleyd Master para evitar que hiciese más daño a nadie. Por su parte, él sacó otro gato más del interior de su chaqueta -cosas de magos, amigos- que buscó su pierna para, exclusivamente, calmarlo. Dado que era un simple subproducto de su fruta del diablo era difícil que lo captase si no era a través de sus ojos, puesto que las cámaras no veían a los exploding kittens, y sabiendo que podría venirse todo abajo si no acompañaba su calma de una razón para ello, trató de razonar con él.
- Es solo un invitado más, Bleyd. Ha llegado tarde, pero está en la lista -dijo, tratando de hacerle entrar en razón-. Los invitados están en la sala, y se ha sentado tranquilamente; no es un peligro. Tú, sin embargo... Has matado a uno de tus compañeros, y no creo que la Unidad Centella pueda perdonar esto.
Mentiría si dijese que sentía lástima por Maki, pero el pez gota era un peso pesado en la Revolución, suficientemente importante como para echar a Bleyd por semejante atentado y asesinato.
- Deja todas tus armas aquí y abandona este palacio, por favor -ordenó, a través de su habilidad más poderosa. Ahora, ese loco estaba obligado a obedecerle en su petición, dado que a nadie hacía daño ni directa ni indirectamente el cumplirla.
O lo habría corrido, de no ser por los siete gatos que habían hecho su entrada nada más el cristal se había roto. En principio había temido, cómo no, por la seguridad de la boda, pero en segunda instancia había optado porque todos los gatos acariciasen las piernas de los demás miembros del cuerpo de seguridad, dominando a uno de ellos y esclavizando a través del serv a los demás.
- ¡Neutralizad al agitador! -gritó a sus esclavos, pero se quedó mirando al séptimo-. ¡Tú defiende al peliblanco!
No fue algo para lo que tuviese demasiado tiempo, pues las cuchillas ya se habían disparado, pero llegó justo a tiempo para interponerse entre un haz de luz que iluminó la estancia y el chico. Murió, lógicamente, pero su cadáver frenó afortunadamente los tres disparos mientras partes amputadas saltaban entre los invitados, y la segunda y tercera oleada de cuchillos se clavaron en su ya mutilado cadáver, al tiempo que los otros seis buscaban únicamente aferrar el cuerpo de Bleyd Master para evitar que hiciese más daño a nadie. Por su parte, él sacó otro gato más del interior de su chaqueta -cosas de magos, amigos- que buscó su pierna para, exclusivamente, calmarlo. Dado que era un simple subproducto de su fruta del diablo era difícil que lo captase si no era a través de sus ojos, puesto que las cámaras no veían a los exploding kittens, y sabiendo que podría venirse todo abajo si no acompañaba su calma de una razón para ello, trató de razonar con él.
- Es solo un invitado más, Bleyd. Ha llegado tarde, pero está en la lista -dijo, tratando de hacerle entrar en razón-. Los invitados están en la sala, y se ha sentado tranquilamente; no es un peligro. Tú, sin embargo... Has matado a uno de tus compañeros, y no creo que la Unidad Centella pueda perdonar esto.
Mentiría si dijese que sentía lástima por Maki, pero el pez gota era un peso pesado en la Revolución, suficientemente importante como para echar a Bleyd por semejante atentado y asesinato.
- Deja todas tus armas aquí y abandona este palacio, por favor -ordenó, a través de su habilidad más poderosa. Ahora, ese loco estaba obligado a obedecerle en su petición, dado que a nadie hacía daño ni directa ni indirectamente el cumplirla.
- Por favor:
- Pídelo por favor: Siempre que Yarmin solicite algo, terminando con el epíteto "Por favor", anula las defensas mentales del objetivo, de forma que deberá cumplir con su petición siempre y cuando no entrañe un peligro para su integridad física ni la de otros.
Zaina Nitocris
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Aquello era un circo, pero no vamos a negar que a ella le gustara sacar el látigo en toda aquella montaña de risa, depravación y destrozo. Abrazó al pequeño Ñu , antes de darle un corto beso, guiñándole un ojo.- Shhh…No has visto nada.- Luego es cosa de dejarlo en el suelo, que Jade coma la comida que el pequeño domador le tiende y que se diviertan. Aquella boda es más para aquel trio que para ella, no vamos a negarlo.
Tras ir con Yarmin y escucharle, rueda suavemente los ojos.
Sabe de sobra que aquello es trabajo, pero ella es algo así como un regalo de boda demasiado caro y a la mañana siguiente cruza aquel lugar para sentarse entre las primeras filas, ver el gran momento y sonreír. Fueron unos votos hermosos, memorables y realmente preciosos, la dama de Arabasta aplaudió con el sí como todos los allí presentes antes de que empezara la party. – Sabía yo que era imposible que termináramos teniendo la fiesta tranquila…-Jade sacó la cabeza ligeramente entre las ventanas, mientras ladea el rostro sin saber realmente que tiene que hacer. Ella aguanta el gesto, de momento no es necesario que nadie intervenga en aquel lío.
Sin embargo, ya que mama era preciada e importante, uno de los leones se colocó entre ella y el par de hombros ruidosos y peligrosos.- Uno ya no puede asistir a una boda sin acabar teniendo que planear un funeral, la realeza y sus cosas.- La señora a su lado asiente de forma notoria mientras los llama impresentables, aunque no será ella la que añada nada a todo aquel lío. Cruzaría la mirada con el muchacho de cabellos blancos que antes había estado dándole mimos a sus felinos y vería a la llorona de Jade intentar colar su pata para llegar hasta él.
-Eres una vendida por una cara bonita.- Se queja nuestra pelinegra, mientras que todo avanza con locura y perdida de cabeza incluida.
Tras ir con Yarmin y escucharle, rueda suavemente los ojos.
Sabe de sobra que aquello es trabajo, pero ella es algo así como un regalo de boda demasiado caro y a la mañana siguiente cruza aquel lugar para sentarse entre las primeras filas, ver el gran momento y sonreír. Fueron unos votos hermosos, memorables y realmente preciosos, la dama de Arabasta aplaudió con el sí como todos los allí presentes antes de que empezara la party. – Sabía yo que era imposible que termináramos teniendo la fiesta tranquila…-Jade sacó la cabeza ligeramente entre las ventanas, mientras ladea el rostro sin saber realmente que tiene que hacer. Ella aguanta el gesto, de momento no es necesario que nadie intervenga en aquel lío.
Sin embargo, ya que mama era preciada e importante, uno de los leones se colocó entre ella y el par de hombros ruidosos y peligrosos.- Uno ya no puede asistir a una boda sin acabar teniendo que planear un funeral, la realeza y sus cosas.- La señora a su lado asiente de forma notoria mientras los llama impresentables, aunque no será ella la que añada nada a todo aquel lío. Cruzaría la mirada con el muchacho de cabellos blancos que antes había estado dándole mimos a sus felinos y vería a la llorona de Jade intentar colar su pata para llegar hasta él.
-Eres una vendida por una cara bonita.- Se queja nuestra pelinegra, mientras que todo avanza con locura y perdida de cabeza incluida.
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Mientras estaba sentado, cruzó miradas otra vez con el chico rubio. Había dado una mirada vaga debajo de los asientos, en los cuales estaban escondidas las personas que había hecho desaparecer. Incluso los guardias. Tenía que tener un gran ojo para aquello, o, ser un ilusionista del mismo calibre que él. Sonrió brevemente y se acomodó otra vez, notando de golpe cómo su mantra gritaba peligro. Se concentró parcialmente y pudo ver una andanada de cañones y balas hacia su persona, así que su reacción natural fue tirarse en plancha hacia un lado, mientras empezaba a hacer saltos mortales hacia atrás. Lamentablemente aquel hombre tenía una gran puntería, pero no parecía que fuese un experto en cosas que se movían tan rápidas como él, acertando únicamente en su brazo izquierdo, el cual perforó y chamuscó. Se cayó hacia atrás algo confuso, gritando de dolor y empezando a levantarse mientras centraba su vista en él. ¡Era Bleyd! Quizás se había confundido con el peliblanco. Habían hecho varias misiones juntos, e incluso había volado en su nave.
—Anda, ¿Bleyd? —Exclamó mientras se cortaba el brazo chamuscado con una mueca de dolor increíble—. Pero por qué me intentas atacar, ¿tío? No he hecho nada a nadie, de hecho estaba haciendo truquillos de mago.
Señaló hacia debajo de los asientos, donde yacían más de treinta personas muertas. Hizo una pequeña mueca de asco. Pero algo le quebró aquella vista: Jade estaba ahí. Abrió la boca ignorando todo el dolor que tenía encima y agarró su brazo, rompiendo el cristal de un puñetazo y cediéndoselo para que lo mordiese. Pareció gustarle mucho, ya que se tiró al suelo para empezar a degustarlo, usando los caninos y las molares para desgarrarlo.
—¿Te gusta, preciosa? ¿Quién es una gatita buena? —Exclamó mientras le acariciaba la cabeza.
La situación era un poco turbia porque era su propio brazo, pero tampoco podía decirle que no a aquella patita. Le había llamado la atención y quería de un poco de Dark, así que se preocupó en rascarle con la única extremidad todo. De hecho se la cargó al hombro mientras le rascaba en el lomo y empezó a andar, viendo el panorama otra vez. Se colocó delante de los guardias, Yarmin y Bleyd.
—Oh. Ugh... ¿Qué hacemos con esto, grandullón? —Se cruzó de brazo. Le faltaba el otro, así que la pose era un poco extraña. De hecho habían varios hombres intentándolo apresar y el pastor delante diciendo por favor. ¡Menudo panorama!
Sin embargo su mantra volvió a advertirle. Pero no de forma normal: teniendo que apartar a Jade y empezando a cabrearse, esquivó con suma facilidad todo lo que le dirigió aquella especie de bicho raro. Entre sus grandes reflejos y su nivel de mantra, no le costó en absoluto evadir todo lo que fue hacia él. Había tardado demasiado en disparar ya que, calculando la trayectoria de sus ráfagas, y la posición de su bípode, pegó un gran salto que escapó del ángulo del arma. Hizo una sutil floritura en el aire y cayó posando, riéndose de la persona que le había intentado atacar.
—Apuntas bastante mal, vamos —se encogió de hombro mientras se reía. No merecía ni la pena atacarles. Se estaban humillando solos.
No sabía si era por envidia a que Maki se casase, o que se aburrían realmente, pero lo que estaban haciendo iba a tener consecuencias. Tenían que reflexionar de alguna forma y ver que no eran los centros de la boda. Lo era el nuevo rey. Y le causaba una clase de vergüenza ajena increíble ver eso.
—Anda, ¿Bleyd? —Exclamó mientras se cortaba el brazo chamuscado con una mueca de dolor increíble—. Pero por qué me intentas atacar, ¿tío? No he hecho nada a nadie, de hecho estaba haciendo truquillos de mago.
Señaló hacia debajo de los asientos, donde yacían más de treinta personas muertas. Hizo una pequeña mueca de asco. Pero algo le quebró aquella vista: Jade estaba ahí. Abrió la boca ignorando todo el dolor que tenía encima y agarró su brazo, rompiendo el cristal de un puñetazo y cediéndoselo para que lo mordiese. Pareció gustarle mucho, ya que se tiró al suelo para empezar a degustarlo, usando los caninos y las molares para desgarrarlo.
—¿Te gusta, preciosa? ¿Quién es una gatita buena? —Exclamó mientras le acariciaba la cabeza.
La situación era un poco turbia porque era su propio brazo, pero tampoco podía decirle que no a aquella patita. Le había llamado la atención y quería de un poco de Dark, así que se preocupó en rascarle con la única extremidad todo. De hecho se la cargó al hombro mientras le rascaba en el lomo y empezó a andar, viendo el panorama otra vez. Se colocó delante de los guardias, Yarmin y Bleyd.
—Oh. Ugh... ¿Qué hacemos con esto, grandullón? —Se cruzó de brazo. Le faltaba el otro, así que la pose era un poco extraña. De hecho habían varios hombres intentándolo apresar y el pastor delante diciendo por favor. ¡Menudo panorama!
Sin embargo su mantra volvió a advertirle. Pero no de forma normal: teniendo que apartar a Jade y empezando a cabrearse, esquivó con suma facilidad todo lo que le dirigió aquella especie de bicho raro. Entre sus grandes reflejos y su nivel de mantra, no le costó en absoluto evadir todo lo que fue hacia él. Había tardado demasiado en disparar ya que, calculando la trayectoria de sus ráfagas, y la posición de su bípode, pegó un gran salto que escapó del ángulo del arma. Hizo una sutil floritura en el aire y cayó posando, riéndose de la persona que le había intentado atacar.
—Apuntas bastante mal, vamos —se encogió de hombro mientras se reía. No merecía ni la pena atacarles. Se estaban humillando solos.
No sabía si era por envidia a que Maki se casase, o que se aburrían realmente, pero lo que estaban haciendo iba a tener consecuencias. Tenían que reflexionar de alguna forma y ver que no eran los centros de la boda. Lo era el nuevo rey. Y le causaba una clase de vergüenza ajena increíble ver eso.
Yarmin Prince
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Yarmin clavó la mirada en Maki por un instante mientras todo se derrumbaba. Aquel peliblanco, que ahora fijándose en su brazo reconocía de los carteles de búsqueda, había perdido… Sí, el brazo. Pero eso no era todo, sino que Zaina estaba muy cerca y Jade peligrosamente próxima a las explosiones que se sucedieron inmediatamente mientras una suerte de lagartos fantasmales fingían abofetear a Dark, que por fortuna los ignoró y se centró en la amenaza real: los disparos de un asaltante desconocido que, si no se equivocaba por completo, era el mismo personaje que representaban las ilusiones que tenía frente a él. Y a juzgar por la direccionalidad de las balas, sabía exactamente de dónde habían venido los disparos.
Si se enfadó por el peligro que entrañaba aquello para Jade y Zaina no dijo nada, pero cruzó miradas con la mujer y, aunque solía derretirse en sus ojos verdes, esa vez solo negó con la cabeza en gesto de total seriedad mientras mascullaba un “largo” que esperaba que entendiese. Era una mujer fuerte, pero si Bleyd Master era el rival a batir él mismo dudaba tener alguna oportunidad y no iba a arriesgar esa vida bajo ningún concepto. Además, tenía que encargarse de evacuar a los supervivientes.
– ¡Augustus, Majestad! –gritó en primer lugar. Lo primordial, una vez advertida a su pareja, eran los monarcas–. ¡Márchense por esa puerta!
Afortunadamente el gato había conseguido acariciar la pierna de Bleyd, aunque dudaba que eso fuese suficiente para calmarlo, y aunque estaba seguro de que soltaría sus armas había visto suficientes locos con enfermedades mentales a cada cual más extraña como para saber que aquel mono en armadura sufría, muy probablemente, una esquizofrenia galopante. Quién sabe cuánto tardaría en sufrir alucinaciones y que todo su trabajo se fuese a tomar por culo, de manera que a sabiendas de que le había escuchado y no podía ignorar su orden ya, de todas partes empezaron a salir gatos: de las esquinas tras los altares, de cada pequeño recoveco en el techo, de cada hueco bajo los asientos… Los exploding kittens habían empezado a moverse ágilmente por toda la sala maullando, lo que hacía que su poder se aplicase en área a todo el que él desease. Podría haberlo utilizado frívolamente el día anterior, pero había estado reservando energías por si había alguna emergencia de la que no pudiese salir sin hacer gala de su fruta… Y había sido así.
– ¡Márchense todos! –gritó, pegando un tiro con Creaviudas a la ventana por la que Dark había asomado mientras los gatos maullaban alrededor de Bleyd, susurrando mensajes de calma y transportando una suerte de sentimiento tranquilizador, apaciguándolo por si todo fallaba mientras un par de gatos surgían en donde debía encontrarse el asaltante, maullando uno una dominación que lo convertiría en su esclavo a no ser que tuviese una extraordinaria fuerza de voluntad, cosa de la que cualquier mercenario, por imbécil que fuera, carecía, mientras el otro trataba de acariciarlo con la cola–. ¿No me han escuchado? ¡Que se larguen de aquí! ¡No es un simulacro! ¡Están sus vidas en juego!
La marabunta de supervivientes empezó a escalar hacia la ventana, apoyándose en uno de los asientos que habían llevado hasta allí con esa finalidad. Él podía sentir la presencia del tirador a través de los gatos y una vez hecho centró su haki de observación en él, así que estaba seguro de que no fallaría, y mientras tanto veinte gatos estaban constantemente rodeando a Bleyd maullando para inducirle calma, alternando su voz del pastor en una letanía tranquilizadora con su palabra de poder, que cualquiera podría escuchar en su mente como una suerte de “lo mejor será que te tranquilices”, aunque estaba centrado en los dos asesinos y trató de mantener su poder lo más de ellos posible. No podía fallar en eso; no podía permitirse que todo se fuese al garete por un loco, así que una vez más repitió, mientras cada gato que se iba era sustituido por uno nuevo:
– Bleyd, deja tus armas, por favor. –De nuevo, trató de asegurar que su orden llegaba al objetivo como debía, pero continuó–. Después de eso… –Esperaría a que terminase de cumplir la orden–. Llévate a tus hombres de aquí, y no armes más escándalo, por favor.
Aquel era el verdadero poder de su fruta, uno que nunca nadie había experimentado todavía; un poder agotador que no podría mantener durante más que algunos minutos, pero suficiente para neutralizar cualquier amenaza que pusiese en riesgo a la gente que le importaba.
– ¡Dark, ni se te ocurra atacar a ninguno de los dos! –le gritó. Del mismo modo que no usaba sus poderes en él, el remanente de su habilidad estaba presente, además de que si era un poco listo se daría cuenta con facilidad de qué estaba sucediendo.
Por último, y para comprobar si la sumisión del tirador –que habría recibido tres maullidos de dominación, si no se equivocaba–, le ordenó a través de un gato que se acercase hasta la sala de bodas. Había puesto en peligro a Zaina, la boda y su mismísima tapadera para asegurar que el mayor número posible de gente sobreviviese a aquel atentado. Y él lo iba a pagar.
Si se enfadó por el peligro que entrañaba aquello para Jade y Zaina no dijo nada, pero cruzó miradas con la mujer y, aunque solía derretirse en sus ojos verdes, esa vez solo negó con la cabeza en gesto de total seriedad mientras mascullaba un “largo” que esperaba que entendiese. Era una mujer fuerte, pero si Bleyd Master era el rival a batir él mismo dudaba tener alguna oportunidad y no iba a arriesgar esa vida bajo ningún concepto. Además, tenía que encargarse de evacuar a los supervivientes.
– ¡Augustus, Majestad! –gritó en primer lugar. Lo primordial, una vez advertida a su pareja, eran los monarcas–. ¡Márchense por esa puerta!
Afortunadamente el gato había conseguido acariciar la pierna de Bleyd, aunque dudaba que eso fuese suficiente para calmarlo, y aunque estaba seguro de que soltaría sus armas había visto suficientes locos con enfermedades mentales a cada cual más extraña como para saber que aquel mono en armadura sufría, muy probablemente, una esquizofrenia galopante. Quién sabe cuánto tardaría en sufrir alucinaciones y que todo su trabajo se fuese a tomar por culo, de manera que a sabiendas de que le había escuchado y no podía ignorar su orden ya, de todas partes empezaron a salir gatos: de las esquinas tras los altares, de cada pequeño recoveco en el techo, de cada hueco bajo los asientos… Los exploding kittens habían empezado a moverse ágilmente por toda la sala maullando, lo que hacía que su poder se aplicase en área a todo el que él desease. Podría haberlo utilizado frívolamente el día anterior, pero había estado reservando energías por si había alguna emergencia de la que no pudiese salir sin hacer gala de su fruta… Y había sido así.
– ¡Márchense todos! –gritó, pegando un tiro con Creaviudas a la ventana por la que Dark había asomado mientras los gatos maullaban alrededor de Bleyd, susurrando mensajes de calma y transportando una suerte de sentimiento tranquilizador, apaciguándolo por si todo fallaba mientras un par de gatos surgían en donde debía encontrarse el asaltante, maullando uno una dominación que lo convertiría en su esclavo a no ser que tuviese una extraordinaria fuerza de voluntad, cosa de la que cualquier mercenario, por imbécil que fuera, carecía, mientras el otro trataba de acariciarlo con la cola–. ¿No me han escuchado? ¡Que se larguen de aquí! ¡No es un simulacro! ¡Están sus vidas en juego!
La marabunta de supervivientes empezó a escalar hacia la ventana, apoyándose en uno de los asientos que habían llevado hasta allí con esa finalidad. Él podía sentir la presencia del tirador a través de los gatos y una vez hecho centró su haki de observación en él, así que estaba seguro de que no fallaría, y mientras tanto veinte gatos estaban constantemente rodeando a Bleyd maullando para inducirle calma, alternando su voz del pastor en una letanía tranquilizadora con su palabra de poder, que cualquiera podría escuchar en su mente como una suerte de “lo mejor será que te tranquilices”, aunque estaba centrado en los dos asesinos y trató de mantener su poder lo más de ellos posible. No podía fallar en eso; no podía permitirse que todo se fuese al garete por un loco, así que una vez más repitió, mientras cada gato que se iba era sustituido por uno nuevo:
– Bleyd, deja tus armas, por favor. –De nuevo, trató de asegurar que su orden llegaba al objetivo como debía, pero continuó–. Después de eso… –Esperaría a que terminase de cumplir la orden–. Llévate a tus hombres de aquí, y no armes más escándalo, por favor.
Aquel era el verdadero poder de su fruta, uno que nunca nadie había experimentado todavía; un poder agotador que no podría mantener durante más que algunos minutos, pero suficiente para neutralizar cualquier amenaza que pusiese en riesgo a la gente que le importaba.
– ¡Dark, ni se te ocurra atacar a ninguno de los dos! –le gritó. Del mismo modo que no usaba sus poderes en él, el remanente de su habilidad estaba presente, además de que si era un poco listo se daría cuenta con facilidad de qué estaba sucediendo.
Por último, y para comprobar si la sumisión del tirador –que habría recibido tres maullidos de dominación, si no se equivocaba–, le ordenó a través de un gato que se acercase hasta la sala de bodas. Había puesto en peligro a Zaina, la boda y su mismísima tapadera para asegurar que el mayor número posible de gente sobreviviese a aquel atentado. Y él lo iba a pagar.
- cosas usadas:
- Despertar:
- A través del conocimiento pleno de su fruta del diablo, el usuario ha desarrollado la capacidad de llevar el control ejercido sobre su fruta al siguiente nivel: Mediante el Despertar el usuario puede extender su poder a través del entorno mediante el uso de exploding kittens, un reflejo de su fruta del diablo que se explicará más adelante. Gracias a este dominio el usuario no requiere de hablar o moverse para efectuar las técnicas de su fruta del diablo.
Exploding kittens: Se trata de una serie de gatos (uno por nivel) que "aparecen" por la zona, surgiendo en lugares donde no se les vea y moviéndose con presteza. A través de ellos Yarmin puede conocer, aun sin verlo, si hay objetivos susceptibles a sus poderes y en qué cantidad. A través del maullido del gato Yarmin puede transmitir su poder y voz, que los oyentes entenderán como si de un lenguaje universal se tratase. Del mismo modo, si en lugar de esto el gato roza a una persona también funcionará; no obstante, después de hacer efecto este gato se desvanece por el callejón más cercano. Sin embargo, si un pato grazna cerca de uno, este explotará en una nube de luz y color.
Tanto a Parkos como a Bleyd
Nivel 80: Su atractivo llega a un nivel inimaginable, de manera que la gente obvia sus malas acciones en la medida en que se sienta atraída por él. Su voz resulta casi una orden, de manera que quienes la gente siente que, de no hacerle caso, algo terrible sucederá. Puede inducir emociones en más de una persona a la vez.
A Dark y Bleyd
Nivel 70: Posee semejante atractivo que la gente de hasta su nivel racionaliza sus acciones, accidentales o no, de modo que la recuerdan con tontuna feliz (por ejemplo, si el usuario pisase una mierda, en lugar de sentir cierto asco o pena pensarán “coño, qué estilazo al caminar, ni pisando una mierda lo pierde”) a no ser que la situación amerite lo contario (por ejemplo, si dispara a sangre fría a alguien delante de una multitud nadie aplaudirá, salvo si grazna un pato). Puede ejercer el poder de la Dominación sobre un objetivo de hasta diez niveles menor a él que no posea Haki del rey, haciendo que le sirva fielmente durante tantas horas como la mitad de la diferencia de nivel y tras ello será libre, aunque recordará lo que hizo como si fuese decisión propia. Puede generar cualquier emoción en cualquier persona, aunque si no la induce con cierta lógica cualquiera podría darse cuenta y volver al estado inicial.
A Parkos
Pídelo por favor: Siempre que Yarmin solicite algo, terminando con el epíteto "Por favor", anula las defensas mentales del objetivo, de forma que deberá cumplir con su petición siempre y cuando no entrañe un peligro para su integridad física ni la de otros.
A Bleyd
Palabra de Poder: La voz del usuario (o su lenguaje de signos, si lo aprendiere) directamente utilizada en otra persona, le permite controlar en cierta medida sus acciones. Según avance en el manejo de esta habilidad, el usuario pasará de sonar convincente en los oídos de su objetivo a que su palabra llegue a ser poco menos que una orden.
A Bleyd y a Darl
Voz del Pastor: Las palabras del usuario son capaces de introducir en la mente de sus objetivos emociones desde placidez y calma hasta otras más ponzoñosas como ansiedad o miedo. En un estado ideal y con un buen conocimiento de la fruta, la calma podría traducirse en sueño y el miedo en una reacción incontrolable según la persona.
A Bleyd
Psicosis colectiva: Yarmin puede gritar en cualquier momento o situación “¡fuego!” o un peligro similar, que sin necesidad de pruebas provocará una estampida de gente huyendo. Esto solo afecta a NPC’s.
A los NPC.
Haki de Observación: Sobresaliente. Me llega apto para localizar a un solo objetivo.
Dark Satou
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Todo había ascendido a un nivel caótico. El chico del traje negro se estaba encargando con una pulcritud absoluta, ayudando y gritando para mantener el orden. Al peliblanco le parecía ligeramente extraño que recalcase varias veces el por favor, pero lo veía como algo más natural que forzado. Suspiró y pasó olímpicamente del lagarto, el cual ya no estaba en posición de seguir atacando. Se dirigió corriendo hacia la reina y el rey, hincando rodilla ante los dos. Tenía que usar la labia como lo estaba haciendo el otro hombre, ya que llegar a las armas iba a ser una decisión fatídica. Ya había muerto bastante gente inocente, y, aunque estuviese seguro de que podría ganar ese combate, y matar al largarto, decidiría pensar con la cabeza fría y actuar de forma que no le malparase a él.
—Su majestad, soy Dark E. Satou —dijo con el tono más creíble posible. Le tocaba volver a fingir ser aquel hombre—. Quiero mostrarle mis disculpas por la actitud del lagarto. Según creo recordar es un cazador a favor del reino libre. Yo en su día fui la mano derecha del rey de los cazadores, y quiero formalizar una disculpa de parte de mi antiguo gremio y mi raza a esta situación.
—¡Esto es inaceptable! —Gritó.
La sirena se veía con rabia y melancolía. Aquellas dos personas habían irrumpido en su boda y, aunque en principio no quisiera casarse con el pez gota, en el momento que había formalizado el sí quiero el nuevo rey, se le veía una pequeña sonrisa ladeada. Aquello, combinada con la gran empatía que sentía Dark ante las personas, decidió tratar de calmarla con su rama predilecta de psicología. Estaba furiosa, se le veía en cada parte de su rostro una ira incontenible.
—Tanto yo como el hombre que está salvando la situación, del cual desconozco su nombre, formamos ayer una gran danza para celebrar su situación —le explicó mientras seguía hincando rodilla y miraba al suelo para demostrarle el máximo respeto posible—. Gracias a eso logramos detener una rebelión de más de doscientos gyojin y sirenas. Su pueblo por fin acepta la unión con el revolucionario, y tiene que mirar que no solo ha ganado un poderoso aliado a su lado, sino un hombre con fama que lidera ejércitos.
La mujer frunció el ceño ligeramente, arqueando un poco la ceja. Parecía ligeramente interesada por lo que el peliblanco podía cortarle. Se cruzó de brazos y, con la mayor elegancia posible, le indicó a Dark que se levantase.
—¿Es cierto lo que dicen, Trino? —musitó a uno de los guardias que tenía a su lado, protegiéndola.
—Sí, tanto él como el piel seca de cabellos dorados pararon un grupo que estaba apunto de irrumpir a palacio.
Hepatia frunció ligeramente el ceño y volvió a dirigir otra mirada a Dark.
—Levántate y cuéntame, humano.
Dark se levantó con el mayor respeto posible y le hizo una reverencia.
—Antaño fui kari no ryoshu, lo que llaman por estos lares un señor de la caza. Dediqué años de mi vida a cazar todo criminal que fuese en contra de la justicia. Y tanto como —chasqueó sus labios para recordar el nombre… sí, era un cazador popular—… Parkos, y Bleyd Master, tendrán sus consecuencias. Tiene que ver que esta unión ahora puede servir como mártir del pueblo. Estoy seguro de que con una carta con alguien tan influyente como fui antaño, puedo calmar las cosas si así lo desea. Sé que las situaciones están tensas desde Mariejoa, o incluso antes. No sé cuánto conocerá sobre el tema, puesto que llevaba muchísimos años desaparecida, pero el racismo ante su reino acabó hace muchos años. Que sirva de ejemplo, que dos personas del reino libre como son ellos, acaten ante la justicia si atentan contra usted o el nuevo rey. Le agradezco de que me haya escuchado, su majestad. Cuando resolvamos esta boda me encargaré personalmente de recoger cada pedazo que hayan destrozado, y de enterrar cada gyojin o sirena que hayan matado.
La mujer seguía escéptica, pero parecía que la ira que tenía encima se le había quitado. Dark suspiró aliviado y volvió a girarse, esta vez hacia Maki.
—Maki-sama, Bleyd Master se ha pasado de calibre. Espero que esto signifique algo para la revolución. Una persona que no duda en apretar su gatillo ante un grupo de inocentes no debería estar entre sus filas. Considero su causa justa, así que espero que su juicio contra este criminal no sea ignorado.
El peliblanco se giró y vio cómo los guardias de la familia real empezaban a tapar todas las salidas posibles. Estaban encerrados ahí, y parecía que el chico rubio había hecho algo, ya que toda la gente seguía sus sugerencias. Empezó a agarrar los cadáveres y a apilarlos con algo de pena. El día anterior habían bailado juntos, y ahora estaban en las puertas de la muerte.
—Que descanséis en paz, pueblo Gyojin. Larga vida al rey.
Mientras seguía con su trabajo se dedicó activamente a vigilar a Parkos, con su mantra al máximo y con el rabillo del ojo. Si intentaba huir le cortaría el paso.
—Su majestad, soy Dark E. Satou —dijo con el tono más creíble posible. Le tocaba volver a fingir ser aquel hombre—. Quiero mostrarle mis disculpas por la actitud del lagarto. Según creo recordar es un cazador a favor del reino libre. Yo en su día fui la mano derecha del rey de los cazadores, y quiero formalizar una disculpa de parte de mi antiguo gremio y mi raza a esta situación.
—¡Esto es inaceptable! —Gritó.
La sirena se veía con rabia y melancolía. Aquellas dos personas habían irrumpido en su boda y, aunque en principio no quisiera casarse con el pez gota, en el momento que había formalizado el sí quiero el nuevo rey, se le veía una pequeña sonrisa ladeada. Aquello, combinada con la gran empatía que sentía Dark ante las personas, decidió tratar de calmarla con su rama predilecta de psicología. Estaba furiosa, se le veía en cada parte de su rostro una ira incontenible.
—Tanto yo como el hombre que está salvando la situación, del cual desconozco su nombre, formamos ayer una gran danza para celebrar su situación —le explicó mientras seguía hincando rodilla y miraba al suelo para demostrarle el máximo respeto posible—. Gracias a eso logramos detener una rebelión de más de doscientos gyojin y sirenas. Su pueblo por fin acepta la unión con el revolucionario, y tiene que mirar que no solo ha ganado un poderoso aliado a su lado, sino un hombre con fama que lidera ejércitos.
La mujer frunció el ceño ligeramente, arqueando un poco la ceja. Parecía ligeramente interesada por lo que el peliblanco podía cortarle. Se cruzó de brazos y, con la mayor elegancia posible, le indicó a Dark que se levantase.
—¿Es cierto lo que dicen, Trino? —musitó a uno de los guardias que tenía a su lado, protegiéndola.
—Sí, tanto él como el piel seca de cabellos dorados pararon un grupo que estaba apunto de irrumpir a palacio.
Hepatia frunció ligeramente el ceño y volvió a dirigir otra mirada a Dark.
—Levántate y cuéntame, humano.
Dark se levantó con el mayor respeto posible y le hizo una reverencia.
—Antaño fui kari no ryoshu, lo que llaman por estos lares un señor de la caza. Dediqué años de mi vida a cazar todo criminal que fuese en contra de la justicia. Y tanto como —chasqueó sus labios para recordar el nombre… sí, era un cazador popular—… Parkos, y Bleyd Master, tendrán sus consecuencias. Tiene que ver que esta unión ahora puede servir como mártir del pueblo. Estoy seguro de que con una carta con alguien tan influyente como fui antaño, puedo calmar las cosas si así lo desea. Sé que las situaciones están tensas desde Mariejoa, o incluso antes. No sé cuánto conocerá sobre el tema, puesto que llevaba muchísimos años desaparecida, pero el racismo ante su reino acabó hace muchos años. Que sirva de ejemplo, que dos personas del reino libre como son ellos, acaten ante la justicia si atentan contra usted o el nuevo rey. Le agradezco de que me haya escuchado, su majestad. Cuando resolvamos esta boda me encargaré personalmente de recoger cada pedazo que hayan destrozado, y de enterrar cada gyojin o sirena que hayan matado.
La mujer seguía escéptica, pero parecía que la ira que tenía encima se le había quitado. Dark suspiró aliviado y volvió a girarse, esta vez hacia Maki.
—Maki-sama, Bleyd Master se ha pasado de calibre. Espero que esto signifique algo para la revolución. Una persona que no duda en apretar su gatillo ante un grupo de inocentes no debería estar entre sus filas. Considero su causa justa, así que espero que su juicio contra este criminal no sea ignorado.
El peliblanco se giró y vio cómo los guardias de la familia real empezaban a tapar todas las salidas posibles. Estaban encerrados ahí, y parecía que el chico rubio había hecho algo, ya que toda la gente seguía sus sugerencias. Empezó a agarrar los cadáveres y a apilarlos con algo de pena. El día anterior habían bailado juntos, y ahora estaban en las puertas de la muerte.
—Que descanséis en paz, pueblo Gyojin. Larga vida al rey.
Mientras seguía con su trabajo se dedicó activamente a vigilar a Parkos, con su mantra al máximo y con el rabillo del ojo. Si intentaba huir le cortaría el paso.
- Cosas:
- Dark tiene kenboshoku de empatía, psicología - ira. Fama casi a 2000.
Maki
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Maki estaba... saturado. Visto lo visto, tal vez una boda sencilla en la capilla que su padre tenía detrás de su huerto de algas habría sido mejor. Un par de testigos, el cura, sus padres y alguien para que tocase la zanfoña. Desde luego, se habría liado mucho menos. Lo cierto era que no tenía claro qué estaba pasando. Un desconocido había entrado cargándose uno de los cristales o algo así, eso lo sabía. Maki había pensado que era un espectáculo sorpresa, y cuando empezó a hacer desaparecer a la gente se quedó convencido de que era un mago. A Maki le encantaba la magia.
A Bleyd, ya no tanto. Debía haberse llevado un susto tan grande como el de Maki al oír al desconocido llegar de repente, lo cual era comprensible, pero donde Maki veía un mago de esos con chistera y palomas mágicas -aunque, bien pensado, no llevaba chistera-, Bleyd veía a un tipo que no conocía de nada y que estaba evaporando a la gente con su trapo mágico. Estaba claro que se tomaba en serio su labor como guardia de seguridad, porque no dudó en acribillarlo sin mediar palabra. No estaba mal, era la clase de entrega al deber que el Oficial Makintosh valoraba en un revolucionario, aunque no se esperaba que estallase una batalla campal con rayos, fuego y balas por todos lados. Y gatos, no había que olvidarse de los gatos. ¿De dónde salían todos esos gatos?
Cuando la cosa empezó a descontrolarse, Maki hizo una señal a los sirvientes que entraban por una puerta lateral cargando con los detalles que tenia preparados para los invitados. Le habían dicho que lo clásico eran puros, pero Maki había preferido cambiarlos por estatuas de hielo de tres metros donde se le viera a él desnudo y enarbolando una espada. Le parecía un regalito mucho más personal.
Pero cuando el tiroteo empezó a afectar a los invitados, supuso que eso daba por terminada la ceremonia. Muchos empezaron a correr de acá para allá, algunos incluso cayeron muertos al suelo. Por lo menos habían ido de parte de la novia. Lo que sí lamentaba era la perdida de Carl el Guardaespaldas, que se había lanzado de frente al cruce de disparos para... bueno, pues para proteger a alguien. Era lo que hacía Carl, meterse en medio, solo que normalmente lo hacía en guerras de comida y cuando un pájaro cagaba sobre algún compañero. Todos sabían que tarde o temprano terminaría cruzándose en una lucha que le haría daño de verdad, pero Carl era así. Ver sus restos despanzurrados por ahí era casi un bonito final para él.
"Vale, Augustus. Y ahora ¿qué?" No podía marcharse sin más, como quería su educadísimo padrino -siempre con el "por favor" en la boca-, pero tampoco quería meterse en una pelea. Y menos desarmado. Le estropearía el traje, y a Rita eso no le haría gracia. A su tío Bandolero sí, que había dejado que sus delirantes recuerdos de la guerra le consumieran y estaba por ahí disparando a la gente con su bastón. Incluso le lanzó una gamba a Sonrisas a la cara. Todo se iba al garete... Así que tendría que arreglarlo personalmente.
.¡Centellas! -exclamó a todo pulmón-. ¡A bañarse!
Sus hombres reaccionaron ante la mención del protocolo de emergencia. Sacaron sus dispensadores de burbujas y los usaron para envolver a los invitados humanos, a los gatos -grandes y pequeños- y a ellos mismos. Aunque no se atrvieron a acercarse a ninguno de los cuatro que estaban de bronca. Pero bueno, seguro que sabrían arreglárselas. Las puertas se cerraron, persianas metálicas cubrieron los cristales... y el mago se le acercó para contarles su vida. Literalmente. Maki aguardó pacientemente a que terminase de hablar, educado como solo un rey florero podía ser. Para haber dicho que era un cazador de criminales -Maki estaba casi seguro de que él era un criminal de algún tipo-, hablaba muy bien.
-Yaaaa veooo...
Entonces se abrieron las compuertas de emergencia y el gélido mar entró en tromba al sellado Palacio Ryugu.
A Bleyd, ya no tanto. Debía haberse llevado un susto tan grande como el de Maki al oír al desconocido llegar de repente, lo cual era comprensible, pero donde Maki veía un mago de esos con chistera y palomas mágicas -aunque, bien pensado, no llevaba chistera-, Bleyd veía a un tipo que no conocía de nada y que estaba evaporando a la gente con su trapo mágico. Estaba claro que se tomaba en serio su labor como guardia de seguridad, porque no dudó en acribillarlo sin mediar palabra. No estaba mal, era la clase de entrega al deber que el Oficial Makintosh valoraba en un revolucionario, aunque no se esperaba que estallase una batalla campal con rayos, fuego y balas por todos lados. Y gatos, no había que olvidarse de los gatos. ¿De dónde salían todos esos gatos?
Cuando la cosa empezó a descontrolarse, Maki hizo una señal a los sirvientes que entraban por una puerta lateral cargando con los detalles que tenia preparados para los invitados. Le habían dicho que lo clásico eran puros, pero Maki había preferido cambiarlos por estatuas de hielo de tres metros donde se le viera a él desnudo y enarbolando una espada. Le parecía un regalito mucho más personal.
Pero cuando el tiroteo empezó a afectar a los invitados, supuso que eso daba por terminada la ceremonia. Muchos empezaron a correr de acá para allá, algunos incluso cayeron muertos al suelo. Por lo menos habían ido de parte de la novia. Lo que sí lamentaba era la perdida de Carl el Guardaespaldas, que se había lanzado de frente al cruce de disparos para... bueno, pues para proteger a alguien. Era lo que hacía Carl, meterse en medio, solo que normalmente lo hacía en guerras de comida y cuando un pájaro cagaba sobre algún compañero. Todos sabían que tarde o temprano terminaría cruzándose en una lucha que le haría daño de verdad, pero Carl era así. Ver sus restos despanzurrados por ahí era casi un bonito final para él.
"Vale, Augustus. Y ahora ¿qué?" No podía marcharse sin más, como quería su educadísimo padrino -siempre con el "por favor" en la boca-, pero tampoco quería meterse en una pelea. Y menos desarmado. Le estropearía el traje, y a Rita eso no le haría gracia. A su tío Bandolero sí, que había dejado que sus delirantes recuerdos de la guerra le consumieran y estaba por ahí disparando a la gente con su bastón. Incluso le lanzó una gamba a Sonrisas a la cara. Todo se iba al garete... Así que tendría que arreglarlo personalmente.
.¡Centellas! -exclamó a todo pulmón-. ¡A bañarse!
Sus hombres reaccionaron ante la mención del protocolo de emergencia. Sacaron sus dispensadores de burbujas y los usaron para envolver a los invitados humanos, a los gatos -grandes y pequeños- y a ellos mismos. Aunque no se atrvieron a acercarse a ninguno de los cuatro que estaban de bronca. Pero bueno, seguro que sabrían arreglárselas. Las puertas se cerraron, persianas metálicas cubrieron los cristales... y el mago se le acercó para contarles su vida. Literalmente. Maki aguardó pacientemente a que terminase de hablar, educado como solo un rey florero podía ser. Para haber dicho que era un cazador de criminales -Maki estaba casi seguro de que él era un criminal de algún tipo-, hablaba muy bien.
-Yaaaa veooo...
Entonces se abrieron las compuertas de emergencia y el gélido mar entró en tromba al sellado Palacio Ryugu.
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