[Misión Heroica – West Blue] Las espinas de la Rosa

Contratante: Rey de la Isla de las Flores

Descripción de la misión: El monarca ya no puede ocultarlo más. Lleva algunas semanas recibiendo ataques que sus guardas han estado un par de veces a punto de no interceptar. Mandó a su hija lejos en busca de su prometido para intentar protegerla por miedo a que la utilizaran para llegar hasta él, pero ha regresado y cada vez los ataques son más frecuentes. ¡Incluso han intentado secuestrarle! Sus guardas son capaces de protegerle, pero no pueden despegarse de su lado para investigar quién está detrás de los ataques. Lo único que han averiguado es que los agresores parecen pertenecer a una panda de criminales provenientes del North Blue. Atrapadlos vivos y llevadlos ante el rey.

Objetivos secundarios o alternativos: La boda entre la princesa y su prometido está a punto de tener lugar. Ocupaos de que nada interrumpa la ceremonia.

Recompensa: Conocimiento único y 30 millones a repartir, cortesía del monarca.

Recompensa por Objetivos Secundarios o Alternativos: Un cacho extra grande de tarta de bodas y un objeto de la lista de bodas (categoría especial) para cada uno de los participantes.

Rara era la vez que John no llevaba su típico atuendo de forajido del oeste. En esa ocasión llevaba unas ropas de color marrón claro, casi reminiscentes de un detective, llevando lo que parecía ser una gorra de caza bastante significativa de un famoso detective de ciertas novelas archiconocidas en el mundo entero, aunque John no podía recordar ahora su nombre. Además, fuera de su clásico puro, fumaba de una pipa en la boca. Fuera como fuese, el rey de aquella isla había vuelto a pedir ayuda y, como no, John no se fiaba un pelo de ese tío.

Seguía con la mosca detrás de la oreja desde la última vez, pues todo fue raro de cojones. Y, durante parte de la misión, proyectó sus preocupaciones hacia Ash, sobre todo su pequeña sospecha de que el rey no era trigo limpio. No veía sentido a sus decisiones durante el asunto de su hija, ni tampoco a todo lo que había pasado. Gente capaz de matarse con tal de no informar... Aquello no era una panda de criminales. John sabía muy bien lo que decía, pues él mismo provenía de una organización que entrenaba a sus integrantes para matar y no soltar prenda. El silencio era prioridad, incluso por encima de su propia vida.

Aquellas personas estaban entrenadas, no eran meros criminales, eso seguro. Se sacó del bolsillo un paquete de cerillas, encendió una y llevó esta al puro para encenderlo. ¿Por qué se había vestido así? Razón número uno, y la menos importante, porque iba a hacer cosas de detective. Razón número dos, porque a lo mejor le hacía gracia a Ash. Le gustaba hacer cosas que le hiciesen gracia a Ash. Fuera como fuese, ya había llamado al dúo de albinas, las cuales son, muy posiblemente, las únicas amigas que tiene John en el mundo.

O al menos eso pensaba. Esperaba que ellas pensasen lo mismo.

Aún no se habían ido del reino de las flores cuando les llego un aviso nuevo, al parecer el rey había sufrido varios intentos de asesinato y querían que lo investigaran. Desde luego aquello cada vez olía peor, ya no es que fuera una boda que querían impedir, es que ahora la cosa había escalado y eran atentados contra la cabeza de la familia real. Pero todo seguía siendo demasiado sospechoso y empezaba a creer que su compañero John tenía cierta razón cuando decía que el rey estaba metido en el ajo y que las cosas tenían un trasfondo mucho mas importante y turbio del que parecía en primera estancia.

— ¿De que vas ahora de Sherlock Holmes? — se rió a carcajadas al ver al vaquero vestido de aquella manera pero cuando vio su cara y notar que se había recortado la barba frunció el ceño — ¿que destrozo te has hecho en la cara? — no sabía si le gustaba o le aterraba la cara del vaquero medio afeitada de aquella manera. Personalmente le gustaba más con barba y sinceramente prefería que se la dejara crecer de nuevo — espero que crezca rápido, por que estas mucho mas bueno con barba — riendo un poco juguetona se acerco para darle un mordisco en el labio y después alejarse esperando a que Astartea hiciera su aparición para seguir investigando aquella locura de los asesinatos.

¿Qué estaría pasando realmente en aquella isla? Realmente a Ash le empezaba a picar la curiosidad y tenía la firme creencia de que no eran unos meros aficionados si no que eran profesionales y si son profesionales alguien les había tenido que contratar y desde luego era extraño que si realmente se dedicaban a matar gente y demás fallaran tantas veces. Es cierto que el rey tenía sus guardaespaldas y sus guardianes pero bueno, era momento de ir a ver que estaba ocurriendo allí realmente y acabar con tanta tontería. Además de conseguir que esa dichosa boda se llevara a cabo sin mas contratiempos, esos dos se iban a casar si o si y si tenía que casarlos ella misma lo haría.

Había cosas que podían sorprenderle, cosas que podían extrañarle o incluso asustarle, tener que tratar dos veces con la misma familia real no era una de ellas. Los problemas en la grandes casas siempre vienen en pares y aquel caso no resultó demasiado diferente. La dama estaba preparada, consciente de que el hombre al que había nombrado caballero acabaría seguramente metido en un lío del que no iba a ser capaz de escape fácilmente. Montada de nuevo en aquel ostentoso carruaje la Duquesa de English Garden no pudo evitar suspirar.

-Y yo pensando que mis actividades políticas habían terminado… - Frunce suavemente el ceño, a medida que el carruaje avanza por la calle. No tarda demasiado en divisar de nuevo al par de acompañantes  que son ya como dos amigos de toda la vida. Es un sensación rara, no vamos a negarlo, pero es agradable que al menos le pase con ellos dos y no con una persona más extraña o peligrosa.

Se bajó del carruaje acomodando su vestido rojo, su impecable porte y su sonrisa de niña traviesa demoníaca- Estas horrible… Ya no puedo llamarte vaquero -Pestañea con algo de diversión en la mirada, antes de hacerles un gesto- Es casi como un deja vu – Rueda los ojos, ya que no lo esta diciendo por gusto, no le gusta nada tener que resolver dos problemas iguales en el mismo lugar. -Al parecer ni un caballero de mi casa es suficiente para calmar los ánimos por esta zona, es momento de que tome cartas en el asunto, y cartas serias – La frialdad en su mirada podría haber puesto en ridículo a un bloque de hielo pero Astartea era consciente de una cosa.

Nadie se metía con alguien de la casa Von Castle y vivía para contarlo, incluso si era la patética princesa esposa de uno de sus nuevos caballeros.

Un nuevo gesto y están listos para volver a aquel castillo, sin conscientes de que los problemas vienen de ese lugar y también saben lo que deben hacer para arreglarlos. Así deban de reducir a la familia real a cenizas y dejar solo a la maldita princesa.

—Oh, así se llamaba... —contestó ante el saludo de Ash mencionando al tal Sherlock Holmes. Le devolvió el mordisco en el labio como saludo, dándole incluso un breve abrazo.

No tardaría en llegar Astartea, eso seguro. Y, finalmente, llegó. Como siempre, llegó en carruaje mostrando su ya extensa red de recursos y su gusto por demostrar a la gente que pertenecía a la aristocracia. ¿Le gustaría hacerle saber a los demás que estaba por encima de ellos? Quién sabía... Tampoco era como si afectara mucho a su opinión de ella. Había tratado bien al vaquero y aquello era suficiente para él como para considerarla aliada.

—Puedes seguir llamándome vaquero, uno nunca deja de serlo —contestó con cierta sonrisa y dando una calada a la pipa. Escuchó entonces las siguientes palabras de Astartea, que parecía decidida a poner fin a aquel asunto—. Creo que ya os lo conté, pero no puedo quitar las sospechas de encima del rey. Todo es... errático. Aquellos que querían acabar con la princesa por el camino tenían una convicción seria, no podían ser simples criminales de poca monta. Aquel que pillamos vivo al llegar se suicidó con una cápsula de... No sé, un veneno, que llevaba en la boca. Y ahora los llama "panda de criminales"... Debe haber algo más. El rey pareció decepcionado cuando el novio no solo llegó a salvo, sino con un título, ¿recordáis? Y ahora esos mismos que no tenían problema en suicidarse o arriesgar su vida intentando matar al novio para evitar la boda, en vez de atentar directamente contra la vida del rey, hacen agresiones menores e intentos de secuestro que han sido sencillos de evitar. Llamadme paranoíco, pero creo que al rey le hace menos gracia la boda de lo que creímos.

Suspiró, dando otra calada a la pipa y mirando a los lados, asegurándose de que no había nadie centrado en ellos. Dejó la pipa en su boca en su boca y se llevó la mano al bolsillo para sacar su tabaquera, de la cual sacó uno de los puros y se lo tendió a Ash.

—Sé que te gusta quitarme el mío, pero ahora estoy con la pipa. Si quieres luego me enciendo uno solo para que me lo quites —le dijo guiñándole un ojo. Una vez la albina hubiese cogido o no el puro, volvería a dirigirse a las dos—. ¿Creéis que el rey aceptará ser usado de cebo?

Cuando llegó Astartea se alejo un poco del vaquero para mirar a quien ya consideraba una amiga y reír suavemente por sus comentarios. Es cierto, a ella también le gustaba más el vaquero como un vaquero y no como un detective chungo de pelí chunga. Pero como ya estaba así vestido pues había que aprovecharlo. Cogió el puro y se lo metió en la boca para que el vaquero lo encendiera y dar una calada, disfrutando del humo que inundaba sus pulmones. Después dejo salir aquel humo y miro alrededor mientras mostraba una sonrisa sarcástica y llena de malicia.

— Me parece a mi, que al final más que cebo, él terminara siendo la presa — algo le decía que el rey tenía más implicación en ese asunto del que parecía pero bueno, por el momento tenían que investigar a aquel grupo de criminales. — Bueno, ¿por donde queréis empezar? yo digo que vayamos al ultimo sitio donde atacaron a su "majestad" seguro que se dejaron algo — después de todo, alguna pista tenía que quedar y si no quedaba ninguna es que realmente eran demasiado profesionales y que pillaran a uno de ellos no cuadraba demasiado bien en aquella historia. Después de todo ella había sido miembro de una banda de maleantes cuando era joven y eran bastante buenos así que algo entendía del tema.

Aún así, era algo que por el momento no quería compartir con sus compañeros, había ciertos temas de su pasado que era mejor mantener escondidos y a buen recaudo hasta sentirse segura de compartirlos. Espero a una respuesta de sus compañeros y entonces tomarían rumbo hacía el lugar que habían elegido entre los tres, debían tener cuidado, después de todo si acechaban a la familia real muy probablemente sabrían que ellos estaban allí para detenerlos y para conseguir que todo saliera a pedir de boca. — También deberíamos vigilar a la princesita y al nuevo caballero, no queremos que ocurra ninguna desgracia antes de la boda ¿verdad? — se olía que intentarían acabar seguramente con él antes de que las cosas llegaran a buen puerto y ese tipo de juego sucio no le hacía gracia a la vaquera.

-Me parece bien, aunque opino como Ash, el hombre no es más que un rey asustado y desesperado temiendo por la vida de una princesa demasiado inútil.- Frunce suavemente el gesto, alzando una de sus perfectamente perfiladas cejas, mientras que simplemente sigue dándole vueltas a todo el tema dentro de su cabeza. Si quieren matar al rey es que es alguien interesado por matarlo, tal vez un familiar o alguien así ha contratado los servicios de asesinos y la boda es otro impedimento por ello.- Algo me dice que hay más gente interesada en el trono, y si nuestra niña se casa, nuestro caballero será rey cuando su majestad muera- Les hizo entender con sus palabras a lo que se refería, luego simplemente le dio un golpe a la ventanilla del transporte.

El cochero les llevaría a donde habían sucedido todo aquello, parte en el palacio real , parte en sus alrededores, fuera como fuera tendrían que tener cuidado con todo lo que estaba pasando en el lugar. – La boda pasará en menos de dos semanas, es el tiempo que tenemos para encontrar a los culpables… Siempre podemos tenderles una trampa en ese evento, como colofón final.- Una sonrisa oscura, traviesa y divertida pinta sus labios, mientras avanzan sin demasiado temor por aquellas calles. Ella era lista, sabía de sobra que ningún rey pagaría semejante recompensa por que encuentren a unos asesinos que él mismo ha mandado, así que tiene que ser cortesía de alguien más.

La recompensa, la petición de que la boda se celebrarse sin problemas y todo había llegado de manos del rey. No era un hombre idiota que pensara o fuera capaz de romper un matrimonio apoyado por alguien como ella, pero alguien si se veía capaz de ello.

Estaba deseando conocer al infeliz capaz de creer que podía engañarla y salirse con la suya.

Parecía que las chicas no compartían sus teorías. Tampoco le molestaba. Las respetaba a ellas y a su propia inteligencia y sabía que sus propias teorías tenían validez y seguiría trabajando con ellas sin ningún problema. Aunque seguiría alerta por su sospecha pues seguía sin fiarse un pelo del rey. Aunque ¿quién podía culparle? El rey tampoco había dado motivos para tener una confianza completa en él. Sin embargo, una de las teorías concretas de Astartea le hizo arrojar nueva luz. El niño. El niño antitabaco. Subió al número dos de su lista de sospechosos.

El vaquero detective no tenía muy claro por donde iban a empezar, aunque el cochero parecía saber a donde ir. Podrían ir a donde ocurrió el ataque más reciente, pero... ¿Qué iban a poder investigar? No había un cadáver, no había... nada. Entonces el agente tuvo una revelación. ¿Cómo podía ser que no hubiese nada? Se acercó a Astartea.

—Oye... ¿Podríamos ir a ver a los guardias que evitaron el último ataque al rey?

Cierto detalle de información que les dieron llegó a su memoria: El rey había recibido ataques a su persona que fueron evitados. Si fueron evitados... ¿Qué pasó? ¿En qué consistían esos ataques? ¿No consiguieron atrapar a los culpables? Fuera como fuese, si preguntaban conseguirían información de sus métodos o, si habían visto a los atacantes, algo en su aspecto que pudiese darles una pista. Lo más seguro es que los atacantes no mostrasen su rostro, pero un simple código en el vestir podría ser una pista importante. Y...¿por qué no? Tal vez así pudiese dar luz al por qué, si se habían evitado ataques en el último momento, no se había capturado ni conseguido nada.

Para ella todos eran sospechosos, unos más, otros menos, pero por el momento ninguno se libraba de sospecha. El rey por querer impedir la boda de su hija, el nuevo caballero por hacerse con el trono y la princesita, bueno, parecía estúpida pero todos conocemos como se mueve la realeza. Una cara bonita y un par de sonrisas bobas y hacen por ti lo que sea. La idea del vaquero le gustó, aunque ya no podía llamarlo vaquero vestido así, ¿En que momento se le ocurrió ponerse eso? Ahora llamaría la atención mucho más que antes si es que no la llamaban ya lo suficiente.

Un leve suspiro escapó de su boca mientras asentía — me parece bien, vamos a ver a esos guardias que supuestamente evitaron los atentados contra su majestad — pusieron rumbo a Palacio, seguramente ya que habían sido contratados por su majestad de nuevo, les dejarían pasar sin oponer demasiada resistencia. Por su parte preguntaría por aquellos soldados que habían sido tan hábiles y tan espabilados de evitar que el rey acabase convertido en un fiambre. Sus compañeros no tardaron mucho en darles tres nombres y en indicarles que seguramente estarían en el campo de entrenamiento que estaba al este dentro de los muros del palacio.

Definitivamente aquello era demasiado grande, pero su trabajo no era quejarse en ese momento, simplemente averiguar qué estaba ocurriendo. Llegaron al lugar donde estaban los caballeros y Ash levantó la mano a modo de saludo — hola muchachos, venimos a haceros unas preguntas, estamos investigando por orden del rey y creemos que podéis ayudarnos — les dedicó una sonrisa leve mientras sacaba un cigarrillo y se lo metía en la boca para disfrutar un poco del humo, aquello la mantenía serena de alguna forma y no quería ponerse nerviosa con Astartea y el vaquero delante, solía ser peligroso y para nada recomendable.

No tardaron demasiado en llegar hasta los hombres, algunos lucían heridas, otros se veían bastante enteros. Una sensación de tensión estaba insertada en el aire, como si ellos esperaran un ataque proveniente de aquel trío en cualquier momento. Era normal, sabían que eran la gente que el rey había mandado a llamar en desesperación, en un problema que nada ni nadie era capaz de resolver, eran fuertes, capaces y ligeramente aterradores.

Aunque no tenían ni idea de qué demonios hacia una señorita de vestido rojizo, grandes ojos rosados y cabellos de plata en medio de aquel par.

Uno de ellos comienza a responder, les cuenta lo que saben, muchos ataques de asesinos que aparecen entre las sombras, gente que ha intentado hacer auténticas barbaridades a su rey y cercanos. Algunos de sus compañeros han muerto en todo aquello, otros han resultado brutalmente heridos y es la única razón de que su majestad siga entero y vivo, no vamos a negar que ellos luzcan ciertamente inquietos. Saben  que si todo aquello sigue así, muchos más morirán sirviendo a su rey y aunque es algo para lo que están listos, definitivamente no eran algo que no esperaba que sucediera tan pronto.

-¿Recordáis algo que sobresaliera de esos hombres?- Les hacen una descripción general, nada demasiado útil, uno de los hombres les extiende un pañuelo con un escudo algo descolorido y Astartea afila la mirada. Hace un gesto con la cabeza y se despide de ellos, antes de decirle al par de amigos que tiene.- Son asesinos a sueldo, mercenarios…Son medianamente reconocidos, alguien ha debido pagarles y puedo deciros que no son baratos.- El rostro de la duquesa se crispo presa de la duda, la ligera preocupación y todo lo que estaba pasando.

Si esa clase de persona intentaba matar al rey quería decir que no podían enfrascarse en agarrar al asesino, debían de buscar a quien los había contratado.

Los guardias le dieron una especie de pañuelo a Astartea con algo estampado. O cosido... No sabía muy bien como se llamaba la práctica de poner una imagen en una tela. Con lo fácil que era imprimir cosas. El vaquero, que ya se había cansado de la pipa y había sacado uno de sus puros y se lo había encendido ya, escuchó con atención las palabras de la albina, indicando la identidad del grupo que parecía estaba atacando a la realeza de aquella isla.

—Si son los mismos que intentaron detenernos cuando fuimos a buscar al crío... Deben ser muy dedicados a su trabajo. Lo suficiente como para que el suicidio sea una alternativa aceptable a que se filtre información. Entonces, nuestro sospechoso es alguien adinerado. Ciertamente, no empequeñece mucho el círculo. La gente de la que ya sospechábamos parece nadar en berries.

Suspiró, dejando escapar una bocanada de humo. Antes de empezar a pensar en un plan concreto debían cerrar el círculo todavía más, por lo que tocaba ir a preguntar a personas. ¿A quién? Pues al rey, era la mejor opción, por mucho que estuviese en su lista de sospechosos. No es como si fuesen a revelar información del plan que podría utilizar contra ellos en el caso de que sea el culpable. Se quitó la gorra de detective, pues le estaba dando demasiado calor. Lo tenía claro, si aquello duraba más de un día, al siguiente volvería a llevar sus ropas del oeste.

—Podríamos empezar yendo a preguntar al rey si tiene enemigos. Tal vez sepa de algún familiar que siempre haya envidiado su trono o de un reino enemigo con el cual tenga cierta rivalidad. Creo que una vez sepamos eso podremos montar un plan... La idea de usar un cebo sigue en pie, por cierto.

Parecía que los caballeros del rey estaban mas que dispuestos a colaborar con ellos y eso en cierta forma era bueno, después de todo podría significar que ellos no tenían ni idea de lo que esta sucediendo o también que eran demasiado ilusos y los estaban manipulando para hacer con ellos lo que querían, pero por el momento se centrarían en la misión principal. También cabe destacar que se les notaba nerviosos por todo aquel tema y más aún después de que alguno de sus compañeros cayera en servicio con al de proteger a su majestad. Por mucho que fuera su trabajo nadie disfruta viendo morir a aquellos que quiere, al menos eso quiere creer. Le dieron a Astartea una especie de pañuelo que parecía tener algo grabado.

Ash miro de reojo aquel pañuelo y sintió que le sonaba de algo, había visto esa cosa en alguna otra parte pero no recordaba donde. Intento hacer memoria mientras se mordía el labio y entonces le quito el puro a John para dar una calada, la necesitaba para relajarse un poco y pensar con mayor claridad. — Joder, ese símbolo me suena de algo, juraría que lo vi el día que llegamos al castillo en busca de la mocosa princesilla — todo eso lo decía sin que los caballeros pudieran oirla claro, no quería represalias por llamar mocosa a su princesa aunque lo fuera. Aunque aquella chiquilla había demostrado ser ligeramente valiente al querer hacer un viaje tan largo con tal de avisar a su prometido del tema de la prueba que quería hacer su padre y toda esa parafernalia que había preparado.

Gruño por que no recordaba donde lo había visto y le devolvió el puro a Jonh — no se parece a una de esas cosas que tienen los ricos, joder, como lo que tienes tu en el carro ese de los caballos — no sabía cono decir que le recordaba a un escudo familiar, después de todo ella no entendía una mierda de protocolo y no tenía ni idea de nada de lo que tuviera que ver con palacio y con todos esos asuntos pomposos y llenos de problemas y etiqueta. Esperaba que al menos Astartea la entendiera y supiera de lo que estaba hablando, de lo contrario se iba a estar tirando de los pelos hasta que pudiera recordar como demonios se llamaba eso o donde lo había visto exactamente, aquello era una locura y no le hacía ni pizca de gracia tener una memoria tan poco precisa en ocasiones.

El traductor de burdo Ashlyniano a común funciono perfectamente, y nuestra dama de cabellos albinos no pudo evitar dejar escapar una divertida sonrisa.- Es un blasón, un escudo familiar también se le puede llamar, pero puedo decirte que si una persona va a la luz del día con este escudo… Es definitivamente muy poderosa.- Tenía que ser un alto cargo de la organización, o tal vez alguien capacitado para colarse en sitios o el informante del hombre que los ha contratado. Tal vez nuestra dama pistolera ha visto a alguien que no debería poderse ver y sus ojos de mala mujer lo habían captado en medio de su escondite.

-¿Te acuerdas de algo más? Si se montón en un carro, si fue por alguna parte tal vez podamos unirlo a alguien o algo.- Una mueca pinta sus labios, mientras rápidamente su cabeza comienza a manipular, engañar y mentir.- Tengo un gran cebo… Pero no pienso contároslo donde puedan escucharnos y solo como último recurso.- La duquesa de cabellos de plata les hace un gesto para que caminen hasta donde se encuentra el Rey, el cual algo asustado e inquieto los recibe sin problemas.

Les habla sobre los enemigos que cualquier rey puede tener, pero niega que nadie de su familia quiera hacerle daño, su hermano menor lo ha criado él como si de un hijo se tratara debido a la gran diferencia de edad, y es imposible que atentara nada.

Astartea pestañea como si fuera la cosa más obvia del mundo y sonríe a sus acompañantes.

Cuando salen de la zona del trono, le dice a Ash con una sonrisa traviesa.- Te apuesto lo que quieres a que nuestro joven tío se quiere follar a su sobrina.-Y el gesto oscuro, demoniaco y pérfido demuestra que sabe bastante sobre los placeres prohibidos y siniestros de los nobles y la corona.

Ash no tardó en hacer aquello a lo que ya estaba acostumbrado, quitándole el puro para darle una calada ella misma. Ahora solo faltaba ir a hablar con el rey y preguntarle aquello. Sin embargo, solo los dejó en tablas una vez más. Según lo que dijo, a su conocimiento, no tenía enemigos ni nadie que envidiase su trono. Lo único que hizo fue mencionar a un hermano de pasada, aunque no parecía desconfiar del mismo. Sin embargo, John no podía evitar pensar que el único motivo por el que no desconfiaba era porque eran hermanos. Pero en una familia real... Ni de eso te puedes fiar. Y Astartea pareció pensar lo mismo, según lo que dijo cuando salieron.

—Que asco —dijo en respuesta—. No se si ese es su motivo, pero ciertamente es uno de los sospechosos. Aún así... No tenemos una pista de la que tirar y nos va a costar encontrar pruebas sólidas antes del encuentro, tal vez deberíamos tomar unas medidas más... drásticas.

Ya había mencionado el vaquero antes la idea de utilizar al propio rey de cebo para atrapar a uno de esos mercenarios, sin embargo... Debería ser un meticuloso plan. Sabía que esas personas eran capaces de suicidarse con tal de mantener secretos sus motivos o sus jefes, por lo que no solo deberían atrapar a uno, sino evitar su muerte de algún modo. Sin embargo, John recordó algo que la albina había comentado hará un rato.

—¿Y cual es ese gran cebo? ¿Vamos a un sitio donde puedas contarlo? Tal vez sea lo único de lo que podamos tirar.

Al menos Astartea tenía una gran facilidad para interpretar las palabras de la vaquera. Con ellos por lo menos no parecía una loca paranoica que no sabía de que estaba hablando. Suspiro levemente y entonces tras escuchar las palabras de Astartea tuvo ganas de vomitar. Era repugnante la idea de que ese enfermo quisiera matar a su hermano y encima tirar por tierra la boda de su sobrina para quedarse con ella, sobre todo por que seguramente ni siquiera le interesaba la chica, simplemente quería el trono y la corona. Gruño un momento imaginándose la escena y tenía unas ganas tremendas de pegarle un tiro en la entrepierna.

— Tengo ganas de pegarle un tiro en las pelotas — bufa y entonces les dice que la sigan. Era momento de buscar otro lugar donde poder hablar tranquilamente. Subieron al carruaje de la señorita peliblanca que por suerte era insonorizado como ella misma había dicho la ultima vez que subieron en él llevando a la princesita hacía el puerto. Un leve suspiro escapo de sus labios mientras se cruzaba de brazos y después miraba a sus compañeros. — ¿En que has pensado Astartea? Tenemos que tenderle una buena trampa para pillarlo, no será fácil — era complicado cuando se trataba de temas nobles. Uno debía de tener mucho cuidado cuando se metía en temas de nobles, solían ser bastante complicados y toca pelotas, o eran demasiado estúpidos y demasiado listos y en ocasiones tenían demasiada gente apoyándolos como para librarse de ellos de forma eficaz y rápida.

Por eso no le gustaban los nobles a la vaquera, eran en su mayoría gentuza que solo miraban por su propio bien y se olvidaban de que tenían más gente alrededor. Esperaba pillar pronto a ese degenerado si era el culpable para darle una paliza antes de llevarle con las autoridades, realmente le apetecía castrarlo para que dejara de pensar con la punta del nabo. Suspirando espero a que Astartea les contara su plan maestro y entonces lo llevarían a cabo, estaba de lo más emocionada con la idea y se notaba en su sonrisa, sabía que la cosa saldría bien y que además podría darle una paliza que iba a disfrutar muchísimo. Fue entonces que entre los tres dieron comienzo a la gran estrategia y comenzaron a planear todo y a preparar todo según lo había indicado Astartea, se moría de ganas de ver la cara de ese desgraciado cuando se diera cuenta de la jugada de esos tres.

Una vez estuvieron en la carroza de Astartea se encargó de dar las indicaciones, básicamente iba a ser una jugada algo arriesgada, la idea era celebrar la boda y pillarlos allí. El Rey estaría mezclado entre la multitud en la primera fila, los novios expuestos, eran blancos fáciles pero nada que ellos no pudieran evitar o cuidar.

La dama albina preparó un par de cosas en su ciudad natal para que los acompañantes del nuevo caballero fueran preparados y las cosas estuvieran listas. Organizar la seguridad de una boda era un caos, sobre todo si la boda era de la realeza y tenías que contar miles de invitados pomposos a los que si les sale un rasguño mandan a cortar tu cabeza. Pero en fin, no era como si no estuviera acostumbrada a esas cosas de locos. Tenían vestidos que preparar, joyas, arreglos, los invitados, la decoración y todo esto sin dejar que maten a su majestad.

Era un dolor en el trasero, pero la solución fue encerrar a los tres hasta que el gran día llegara, ellos tres mientras se encargarían de distribuir a los guardias y caballeros para que nada de aquello acabara en una tragedia griega. La verdad es que no era agradable quitarse la sangre de la ropa y por mucho que ellos insistieran en que su sangre era azul, era tan roja y molesta de limpiar como la de cualquiera.

Faltaban un par de días para que la boda se celebrara, y el terceto estaba reunido con los planos y todo delante, mientras ella preguntaba a la francotiradora experta que de que puntos podían intentar disparar. – Necesito asegurar los puntos altos de la iglesia, y tú tienes más luces para eso que yo.- Era lo bueno de trabajar en equipo de aquella manera, se complementaban para no meter la pata.

Quedaban tan solo dos días para la boda y el plan debía empezar a ponerse en marcha. John, que volvía a vestir con su clásico poncho y su ya amado por todos sombrero, se encontraba con la espalda apoyada en la pared y de brazos cruzados mientras sus compañeras observaban los planos con detenimiento. En aquellos momentos, el vaquero se sentía algo inútil. No era alguien tonto, ni mucho menos, pero no estaba acostumbrado a pensar las estrategias, tan solo a seguirlas y obedecerlas. En aquellos momentos era en los que pensaba que tal vez había sobreestimado su relación con las albinas. Tal vez, por mucho que él quisiese verlas como sus amigas y confidentes, era como con todo el mundo: Ellas apretaban el gatillo y John era su arma y obedecía.

No le dio más vueltas. Ya tenía otros momentos menos tensos para cuestionarse su humanidad, como por ejemplo, cada contada y memorizada noche que pasaba con Ash. Tenía un puro en la boca, humeante, mientras escuchaba con atención y miraba los planos desde su posición. Astartea le preguntaba a su compañera desde que puntos sería mejor disparar. El vaquero se separó de la pared y se acercó más, en silencio, tan solo para poder escuchar con mayor detenimiento.

—Necesitaremos también a alguien a ras de suelo —empezó a decir después de que Ash asegurase cuales eran los mejores puntos de disparo—. Es decir, alguien que pueda acercarse al asesino una vez disparado lo suficientemente rápido como para evitar que se suicide, como ya pasó. Aunque tenga que meterle la mano en la boca para evitar que muerdan una cápsula de veneno, la información es importante. El como consigamos arrancársela después de atraparlo... —miró a ambas mujeres—. No creo que nos sea muy difícil. No todo el mundo es una máquina.

Ella entendía mas bien poco de todos esos preparativos que estaban haciendo para la dichosa boda, vestidos, joyas, paparruchas para ella. Toda esa parafernalia de los nobles era simplemente eso, imagen, ni más ni menos y era completamente absurdo e innecesario. Pero claro, ellos tenían que aparentar y restregarle al resto del mundo que tenían más y que podían malgastar el dinero como les diera la gana. En ocasiones le entraban ganas de darles una lección a unos cuantos de esos nobles, pero luego recordaba que no le apetecía acabar en una prisión por joder a un par de mamarrachos y se le pasaba. Por un momento se quedo en su propio mundo pensando en sus cosas y en lo que podría o no podría hacer.

Sin embargo la voz de la albina la saco de su pensamiento y miro el plano nuevamente. Sus ojos se fijaron con atención y le señalo un par de puntos que sería bueno tener vigilados — también tendríamos que tener cuidado con estas dos ventanas, según mire hay un angulo perfecto para que un francotirador experimentado acierte con un solo tiro, puede ser un completo problema — le explico la mejor forma de hacer que nadie les estropease la boda, o ponían seguridad en los lugares donde podrían posicionarse los tiradores o simplemente ahumaban esos cristales para evitar que pudieran tener un tiro certero. Era bastante más fácil de lo que parecía, estaba segura de que no se arriesgarían a errar el tiro y buscarían otro punto desde el cual disparar si esas ventanas no permitían una visión perfecta.

— Si, supongo que el vaquero tiene razón, tendríamos que tener un guardia en cada puerta de acceso y seguramente entre los invitados por si alguno de los presentes es un asesino — no sería demasiado complicado que colasen a un asesino armado en la fiesta fingiendo que era el acompañante de alguno de esos nobles pomposos. Después de todo sería demasiado complicado ponerse a registrar a los nobles sin que pusieran el grito en el cielo y los tacharan de cualquier cosa fuera de lugar. No le apetecía tener que agobiarse con todo ese asunto así que dejaría que Astartea diera su visto bueno a la idea de ambos y que terminaran de prepararlo todo para el día especial, ya quedaba menos y cuanto antes estuviera todo preparado mejor para todos.

-Las ventanas y esa zona podemos cubrirlas sin problema, el tema de entre los invitados yo me encargaré.- La dama de orbes de sangre sonríe un momento, mientras acaban de planear todo aquello.- Me camuflaré como os comenté, no sería lógico que su majestad esté al alcance de todos si su vida peligra- Aceptó ambas ideas y se dispuso a hablar con guardias, planear el momento, organizar a los invitados y lo más importante de todo, poner a un guardia a registrar las armas que pudieran entrar o no dentro de aquel perímetro donde se celebraba la boda.

Sabía que aquella clase de gente conseguiría de todas formas colar un arma o dos dentro para luego realizar el trabajo, pero al menos descartarían a la gente común que llevaba armas por decoración o autoprotección. Ellos iban a asegurarse de que todo fuera perfecto y de que nada ni nadie se metiera en medio de todo aquello.- Señorita, caballero…¡Nos vamos de boda!- Y con esa divertida afirmación las cosas comenzaron a rular dentro de palacio y la emoción de la gente comenzó a palparse en el ambiente.

Preparaciones, sedas, comidas, trajes y pruebas. La gente parecía emocionada y alterada a partes iguales, algunos pensaban que era una locura celebrar la boda con la cantidad de amenazas de muerte que la familia real tenía, otros simplemente sabían que debía celebrarse sin importar la razón. Debían asegurar el matrimonio de la princesa y la estabilidad del reino así como tener un heredero pronto.

Nuestros tres protagonistas se las pasaron de un lado a otro, que si pruebas de trajes, ayudarles a prepararse para camuflarse para la boda, ayudarles para… Bueno, para muchas cosas que no os vamos a contar porque sería desvelar el pastel y sería aburrido.

Digamos que los días avanzaban y la boda con ellos.

-¿No os ponen nerviosos las bodas? Es casi como ver una sentencia de muerte.

Al menos para ella siempre había funcionado de esa manera.

Todo estaba ya en marcha para la ejecución pronta del plan. Ya quedaba cada vez menos y todo el mundo a su alrededor parecían nerviosos. Algunos guardias del rey los habían llamado locos y arriesgados por aquel plan, sin embargo John confiaba en las ideas y habilidades de sus compañeras. En lo que no confiaba era en su capacidad para no perder los estribos. Uno de los mayordomos del rey parecía haberse querido pegar a su trasero, diciéndole como debería estar vestido para la boda, pero lo peor de todo era que cada vez que se encendía un puro se lo quitaba y lo apagaba con un dispensador de agua o lo partía por la mitad.

—¡No puedes fumar hasta que se repartan los puros de regalo a los invitados! Si lo haces antes olerá todo a tabaco —le repetía cada vez.

John se aguantaba las ganas de hundirle el puño metálico en el pecho, aunque se contenía. Solo le había dejado quitarle el puro de la boca a una persona, y no le gustaba para nada que la segunda en hacerlo fuese aquel mayordomucho de pacotilla. ¿Que tenían en aquel reino con el tabaco? Primero el niño repelente y ahora ese energúmeno. Se aguantó, debía aguantarse. No le quedaba otra. Fue hasta donde deberían estar Astartea y Ash para ver como iba todo, y la albina marine fue la primera en hablar.

—Lo que me pone es de mala hostia. Como ese tipo vuelva a quitarme el puro no respondo de lo que pueda pasarle a su tráquea —suspiró—. ¿Va todo bien? ¿Ha habido algún desvío del que debamos preocuparnos?

Las ideas de Astartea siempre eran buenas, pero joder, ¿por que? aquello era una completa mierda, al menos para ella. Se sentía jodidamente incomoda, aunque aquella palabra no era suficiente para describir como se sentía en aquel momento. Quería gritar y salir destrozando algo por que como aquella mierda se alargara demasiado iba a volverse loca. Tanta gente alrededor suya hablando de unas cosas y otras preparando que si una decoración por allí que si vestido y maquillaje por el otro lado. Ahora mismo su ceja derecha le temblaba por el puro agobio que estaba sintiendo, además de que la vena de su frente estaba cada vez más hinchada.

Ahora mismo solo tenía ganas de sacar la pistola y liarse a pegar tiros como loca. Suspirando intento relajarse cuando escucho a Astartea hablar, ¿ejecución? eso sería incluso mejor que toda aquella parafernalia —  la horca sería mas divertida que esta mierda — las sirvientas de palacio que estaban allí presentes la miraron completamente escandalizadas por la palabra que acababa de decir la albina. Las miro con una ceja arqueada — mierda, mierda, mierda, mierda es una mieeeeerda  — se rió como una niña pequeña al ver la cara de disgusto de las mujeres allí presentes que se iban enturbiando según repetía la palabra una y otra vez y eso le hacía aún mas gracia. Al menos de esa manera había logrado relajarse un poco.

— Después de esto esa princesita me va a deber una muy pero que muy gorda — gruñiendo vio como el vaquero entraba en escena y respondía las palabras de Astatea con el tema de la ejecución. Rápidamente el mayordomo que le había estado persiguiendo para evitar que fumara comenzó a tirar de él intentando sacarlo de la habitación chillando una y otra vez completamente horrorizado diciendo que no podía estar allí y que se fuera o iba a terminar de estropearlo todo. Las sirvientas taparon rápidamente el vestido de la princesita con la misma cara de susto que habían puesto cuando ella había dicho la palabra mágica que casi las hace santiguarse unas diez o doce veces para que diosito las perdonase por haber escuchado tremenda palabrota. Al menos ya quedaba menos, unas cuantas horas más y todo habría terminado.

Astartea entró como rey por su casa, riendo de forma divertida mientras veía la que se estaba liando y era raro que ella se riera, pero la situación lo requería realmente. La larga túnica que tapaba su cuerpo ayudaba a no desvelar el secreto y de momento estaba bastante tranquila y calmada.- Todo como la seda, la verdad es que me han comentado en casa que todo esta listo, así que no hace falta que te preocupes.- Una palmadita en el hombro al vaquero mientras lo retira de aquel lugar, sonreírle a Ash y no poder evitar soltar aquello que la está perturbando.

-Siempre he pensado que estarías preciosa con vestido, pero nunca pensé que tanto.- Burlona viendo como las damas le reñían por estar allí, la mujer de orbes de sangre y cabello plateado simplemente continuo a lo suyo.

Poco a poco la gente estaba empezando a llegar, mientras ella hacía una revisión general de la iglesia y todo lo que pudieran salir mal o bien de aquel lugar. Eliminó de la lista las preocupaciones más grandes tras hablar con los guardias, mientras que luego con un pequeño tirón de la capucha se camuflaba con la gente. Su deber era estar entre los invitados camuflada con el Rey para evitar que intentaran matarlo, era un plan arriesgado, pero tenía su truco, como todo lo que ella hacía.

Para cuando todos los invitados habían llegado, el Rey camuflado se encontraba en posición, con una túnica cubriendo su cuerpo y su rostro, pero con la imponente altura de metro ochenta a la vista y el anillo real ligeramente notable. Era un cebo, si, pero no había nada que temer teniendo a Astartea tan cerca.

Nada ni nadie podría apuñalar a aquel Rey sin que ella acabara metida de por medio, sin duda, era la perfecta guardaespaldas.

En cuanto el mayordomo empezó a recriminarle que no podía estar ahí quiso estrangularle. Incluso acercó las manos a su garganta con la idea de apretarlas hasta que se asfixiase o hasta que se le rompiese el cuello, lo que sea que pasase antes. Sin embargo, se tranquilizó y no lo hizo. No valía la pena, se dijo. No valía la pena. Parecía que todo andaba con normalidad, aunque John echaba de menos su sombrero. Y su poncho. No le gustaba mucho no llevarlos, aunque a veces la situación lo quería. Ya fuese porque quería vestirse como motero para hacer reír a Ash o para... aquella boda.

Se colocó en la posición que le habían indicado mientras los últimos pasos del plan se llevaban a cabo. Empezaban a llegar los invitados y John, que estaba vestido para la ocasión, se ajustó la flor que llevaba adornando su pecho. Flor que empezaba a odiar con toda su alma de pistolero. Llegó el sacerdote que los iba a casar, vestido con toda su... parafernalia de sacerdote, supuso. No sabía como solían vestir los sacerdotes, por lo que no tenía ni idea de si aquel hombre llevaba algo raro en su ropa o no. Solo sabía que vestía raro de narices.

La novia fue la última en llegar, cruzando el pasillo formado entre las banquetas, sobre una alfombra roja. Todo parecía increiblemente lujoso y caro, cosa que John no entendía. Todo ese dinero gastado para... ¿Para qué? ¿Para que dos personas que ya saben que se quieren se digan que se quieren? ¿No bastaba con echar un polvo? Fijó su mirada en la novia, aunque su atención iba moviéndose entre los invitados. En aquel instante, todos deberían estar mirándola a ella, por lo que el más mínimo atisbo de alguien que no la estuviese mirando sería suficiente para ponerles en alerta.

Y eso vio. A un hombre que, aún con la novia allí, mantenía su mirada fija en la figura oculta que era el rey. El pescado había mordido el cebo. Fijó entonces su mirada en Ash y luego en Astartea, señalando con el dedo, sin levantar demasiado el brazo para no provocar sospechas indeseadas, la posición del hombre que parecía demasiado importante como para tener su atención puesta en la novia.

La boda había dado comienzo, todo el mundo estaba preparado en su respectivo asiento, quien debía vigilar lo hacía con precisión milimétrica, después de todo era una boda real y tenían que tener un cuidado extremo, sobretodo teniendo en cuenta que ya habían intentado asesinar al rey y ahora las cosas tenían que seguir su proceso. Comenzó entonces la marcha nupcial y la novia apareció por la puerta de la iglesia caminando de forma relajada y de lo más elegante por el pasillo. Sus pies parecían flotar por la alfombra roja. Ash no perdía de vista a los invitados, después de todos en cualquier momento alguno podría dar indicios de querer atacar. No tardaron demasiado, se notaba que estaban ansiosos por acabar con el rey, desde luego algunos nobles eran repugnantes, aunque la gente en general lo era.

Después de todo su madre de noble tenía poco y era la peor persona que había conocido. No tardo nada en darse cuenta del gesto de John y entonces en un giro de los acontecimientos la novia se levanto el velo con una mano y saco de debajo del vestido con la otra mano un revolver apuntando al sujeto que no dejaba de mirar al rey y disparar rozando con la bala su oreja a modo de advertencia. — Arriba las manos canalla o la siguiente no fallare — el hombre en cuestión no tardo más de dos segundos en levantar las manos totalmente derrotado, después de todo no podía hacer nada una vez descubierto.

Sin embargo, por una de las ventanas apareció un hombre destrozando el cristal y otros dos más por puertas laterales de la iglesia. la fiesta estaba montada y los guardias se encargaban de proteger a los invitados mientras que ellos debían hacer su trabajo y acabar con los asesinos. Estaban a punto de acabar con aquella historia de una vez por todas, atraparían al culpable y se encargarían de que pagara por sus fechorías. Realmente el mundo estaba podrido y eso era algo que Ash sabía bien, para ella aquello era solo trabajo, pero si además de eso podía darles una lección que nunca olvidarían a un par de desgraciados, lo haría más que encantada.

La ceremonia empieza, todos están en sus posiciones, en sus puestos. La gente tiene cuidado, no pierden de vista al Rey que se encuentra entre la gente, poco a poco comienzan a moverse y finalmente todo explota. Los hombres salen a la luz, Ash los apunta y otros comienzan a deslizarse entre las personas, cuando se dan cuenta otro grito rompen la sala.- ¡TENEMOS AL REY, BAJAD LAS ARMAS! –El asesino lo grita, mientras su cuchillo apunta el cuello del Rey, pero una vez divertida constrasta aquel grito con unas dulces palabras.- No tienes a nadie cariño, y ahora baja ese pincho.- La capucha baja y Astartea se muestra en el lugar del Rey, con una altura fingida gracias a su akuma y pequeños toques añadidos.

Reduce su altura a la natural y el hombre pierde el agarre, ella solo tiene que patear su costado y pegar su cuerpo al suelo con fuerza, evitando que pueda moverse.

-Yo me encargo de los de abajo, John, Ash, las ventanas y los que se muevan demasiado.- La dama albina se encargó de separar a los invitados de los atacados y una muralla de caballeros los cubría firmemente mientras la escena dejaba aquello libre de alguna extraña manera.

Astartea sacó su puñal y comenzó a pelear con los que se le acercaba, estaba decidida a dejarlos vivos para saber quién demonios había sido, pero algo llamó su atención en la puerta de salida.-¡Alguien intenta salir por la puerta, no le dejéis! –Aquel caos era una situación única para que el verdadero culpable, el que había pagado a los asesinos saliera por la puerta de atrás, con lo que él no contaba era con el par de pistoleros más bestias del oeste.

Para amor y cariño de nuestra marine, adoraba tenerlos en su equipo por cosas precisamente como aquellas.