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Dark Satou
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Akuma no mi
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Cáctus island. El moreno había escuchado mil veces el nombre de esa isla mientras era kari no ryoshu: solía ser uno de los puntos centrales de los gremios de cazarrecompensas. Él no había estado nunca allí, pero por lo menos sabía más o menos por dónde tenía que ir. Se encontraba andando por la calle para dirigirse al punto central de la isla: la taberna más famosa, "Hígado o intestino". A pesar de ser un nombre curioso, a Dark le daba bastante igual lo que pudiese ofrecer. Estaba ahí para pegarse con gente más fuerte y dominar aún más el arduo camino del haoshoku. Sabía que, tras recuperar la memoria, su cuerpo podía avanzar a un nivel superior, al conocer los límites de este. Así que con las manos en la chaqueta, e ignorando todos los cazarrecompensas que le reconocían como la leyenda que una vez fue, llegó delante de esta.
Las presencias no eran algo que fuese muy destacable, exceptuando una: tras pasar los años, la facción en general estaba bastante débil. Entro apoyando su brazo derecho en la puerta y todos volvieron a girarse ante él. Los rumores de una banda pirata que estaban asediando la isla en pequeñas escaramuzas eran más que reconocibles, ya que más de uno de los hombres y mujeres que estaban por ahí cuchicheaban a lo bajo sobre las refriegas. Se dirigió directamente hacia la presencia que destacaba horriblemente. Era una mujer de lo más hermosa y aunque no la reconocía, sabía que tenía que estar ahí por algo. Se apoyó a su lado y observó brevemente la jarra de cerveza... O más bien dicho, de vino. Chasqueó los dedos e indicó al camarero que hiciese lo mismo, pero con whisky.
—Hey. Dime tú si es por casualidad del destino, ¿pero quizás venimos aquí por la misma razón? —Exclamó dirigiéndose a ella, mientras volvía a examinarla de arriba para abajo—. Dark E. Satou, encantado. ¿Tú serás Lysbeth, verdad? Me sorprende que no estén intentándote cazar con 306 millones por tu cabeza. Aunque serán bastante sensatos, supongo. ¿Cómo cazar a una mujer tan guapa y fuerte?
Se ofreció para darle dos besos de la forma más cortés. Si le rechazaba, simplemente le ofrecería la mano. Después agarría la jarra de whisky y le pegaría varios tragos largos. "Concéntrate, Dark. Eres el licor. No dejes que el vino te haga perder." pensó mientras intentaba no ser demasiado obvio mirándola. No sabía por qué, pero, a pesar de sus amplias facultades, le resultaba excepcionalmente atractiva.
—Nee, digamos que vengo aquí para la banda pirata y lo que surja. ¿Y tú? —Volvió a decir, descansando su espalda contra la mesa y soltando una pequeña sonrisa.
Las presencias no eran algo que fuese muy destacable, exceptuando una: tras pasar los años, la facción en general estaba bastante débil. Entro apoyando su brazo derecho en la puerta y todos volvieron a girarse ante él. Los rumores de una banda pirata que estaban asediando la isla en pequeñas escaramuzas eran más que reconocibles, ya que más de uno de los hombres y mujeres que estaban por ahí cuchicheaban a lo bajo sobre las refriegas. Se dirigió directamente hacia la presencia que destacaba horriblemente. Era una mujer de lo más hermosa y aunque no la reconocía, sabía que tenía que estar ahí por algo. Se apoyó a su lado y observó brevemente la jarra de cerveza... O más bien dicho, de vino. Chasqueó los dedos e indicó al camarero que hiciese lo mismo, pero con whisky.
—Hey. Dime tú si es por casualidad del destino, ¿pero quizás venimos aquí por la misma razón? —Exclamó dirigiéndose a ella, mientras volvía a examinarla de arriba para abajo—. Dark E. Satou, encantado. ¿Tú serás Lysbeth, verdad? Me sorprende que no estén intentándote cazar con 306 millones por tu cabeza. Aunque serán bastante sensatos, supongo. ¿Cómo cazar a una mujer tan guapa y fuerte?
Se ofreció para darle dos besos de la forma más cortés. Si le rechazaba, simplemente le ofrecería la mano. Después agarría la jarra de whisky y le pegaría varios tragos largos. "Concéntrate, Dark. Eres el licor. No dejes que el vino te haga perder." pensó mientras intentaba no ser demasiado obvio mirándola. No sabía por qué, pero, a pesar de sus amplias facultades, le resultaba excepcionalmente atractiva.
—Nee, digamos que vengo aquí para la banda pirata y lo que surja. ¿Y tú? —Volvió a decir, descansando su espalda contra la mesa y soltando una pequeña sonrisa.
Aki D. Arlia
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Mientras se acercaba a la isla, se preguntó si habría estado antes en Cactus Island. No lo creía, pero no podía saberlo… ¿verdad? Sonrió un poco amargada, a nada en particular. Tan lista que era y tan bien que se conocía y no había planeado por su propia curiosidad. De momento, estaba resistiendo la tentación. ¿Cuánto aguantaría? No tenía ni idea. Algo le decía que una cuenta atrás había empezado y aunque llevaba el reloj encima, no era capaz de ver el número.
Quizá al final había sido buena idea decidirse a hacer esto de una vez por todas. Al fin y al cabo, ¿qué clase de pirata era, que nunca había completado una ruta del Paraíso? Y sin embargo, no era la primera vez que su barco se deslizaba silenciosamente a través de los Cabos Gemelos tras haber atravesado la Reverse Mountain en mitad de la noche. Se le hacía raro tener más de un destino fijado. El orden no iba mucho con ella, prefería abrazar el caos y adaptarse según avanzasen los eventos. Esta vez, sin embargo, se ceñiría al plan. Necesitaba distraerse y perseguir un objetivo, por tonto que fuera, le haría pensar solo en ello. Con suerte. Además, había varias islas en las que definitivamente no había estado. Nunca estaba de más hacer algo de turismo.
Echó el ancla con tranquilidad. Esta vez iba completamente sola y daba gracias al sistema de navegación inteligente de su barco, porque de lo contrario no estaba segura de que hubiera podido contarlo. Navegar no era lo suyo. Por suerte, la discreción se le daba un poco mejor. Había cambiado sus velas negras por unas blancas, anodinas. No por ella, pues no pensaba esconderse de nadie, pero por su barco. Ella bajó de él sin que nadie le viera, como un fantasma en la noche. Nadie tendría motivos para ponerle un dedo encima a su Loreley y quien aún así decidiera intentarlo… el barco se quedaría su dedo y Lys todo lo demás.
La isla era peculiar, pero el sol ya había caído y entre sombras y sombras no había mucho que ver. Se dirigió a los edificios y no tardó en encontrar una taberna. La gente le miraba al pasar, pero ella no tenía reparo en devolver las miradas y ninguno intentó ponerle la mano encima. Sabía que el lugar era un nido de cazarrecompensas y sabía que llevaba una bastante jugosa por su cabeza, pero también iba armada y sabía lo que se hacía. Estarse quietecitos era en realidad una decisión sensata.
Pidió el vaso más grande que tuviera lleno de vino y el tabernero, sin tapujos, le colocó una enorme jarra de cerveza llena hasta rebosar. Lysbeth pagó con una enorme sonrisa y una generosa propina, antes de ir a sentarse a una esquina. Empezó a prestar atención a los cuchicheos que había a su alrededor, sobre todo porque extrañamente no tenían que ver con ella. Sin embargo, justo antes de la mejor parte, alguien le interrumpió.
Se colocó a su lado y pidió una copa, antes de presentarse. Lys le dio un sorbo a la suya mientras le miraba. No le sonaba su cara y ese hablar sin tapujos no era algo que se olvidase. En teoría. Le puso un dedo en los labios cuando se inclinó para darle dos besos y en su lugar, le puso su mano para que se la besase. Los modales ante todo.
-Esa soy yo. Y en efecto, todos aquí parecen lo bastante sensatos como para no intentar algo que no les convendría. Por lo menos de momento.
Dio un largo trago a su jarra a la vez que él, disfrutando del sabor. Se limpió una gota de vino de la comisura de los labios mientras le oía hablar de la banda pirata. Directo al grano, por lo visto. Sonrió con malicia. Entonces los cuchicheos que estaba oyendo antes eran ciertos. Darles una lección a unos carroñeros no tenía por qué hacerla desviarse de su itinerario, tan solo… hacerlo más interesante. Sabía que había gente escuchando, pero no le importaba demasiado. Si estaban ahí discutiendo acerca de la banda era porque ninguno de ellos se atrevía a hacer nada. Se inclinó hacia delante, haciendo su sonrisa un tanto más juguetona.
-Dado que he venido por ocio… te propondré una cosa. Acábate tu jarra antes de que yo me termine la mía y si mañana por la mañana sigues vivo, me apuntaré a esa pequeña fiesta que tienes en mente. Eso es lo que buscas, ¿no?
No era un trato justo. Vino contra whisky, para empezar. Pero además, había visto la botella que utilizaba el tabernero. Puede que fuera el mejor local de la isla, pero lo que llevaba el chico en la jarra era puro matarratas. Además, si se trataba de vino… podía devorarlo como si se tratara de agua. Se llevó la jarra a los labios y comenzó a beber, sin prisa pero sin pausa. La fue inclinando más y más hasta que la última gota le cayó sobre la punta de la lengua, el cristal a unos centímetros sobre su cara.
Abrió los ojos y posó la jarra vacía sobre la barra con delicadeza, girándose para ver el estado de su improvisado competidor.
Quizá al final había sido buena idea decidirse a hacer esto de una vez por todas. Al fin y al cabo, ¿qué clase de pirata era, que nunca había completado una ruta del Paraíso? Y sin embargo, no era la primera vez que su barco se deslizaba silenciosamente a través de los Cabos Gemelos tras haber atravesado la Reverse Mountain en mitad de la noche. Se le hacía raro tener más de un destino fijado. El orden no iba mucho con ella, prefería abrazar el caos y adaptarse según avanzasen los eventos. Esta vez, sin embargo, se ceñiría al plan. Necesitaba distraerse y perseguir un objetivo, por tonto que fuera, le haría pensar solo en ello. Con suerte. Además, había varias islas en las que definitivamente no había estado. Nunca estaba de más hacer algo de turismo.
Echó el ancla con tranquilidad. Esta vez iba completamente sola y daba gracias al sistema de navegación inteligente de su barco, porque de lo contrario no estaba segura de que hubiera podido contarlo. Navegar no era lo suyo. Por suerte, la discreción se le daba un poco mejor. Había cambiado sus velas negras por unas blancas, anodinas. No por ella, pues no pensaba esconderse de nadie, pero por su barco. Ella bajó de él sin que nadie le viera, como un fantasma en la noche. Nadie tendría motivos para ponerle un dedo encima a su Loreley y quien aún así decidiera intentarlo… el barco se quedaría su dedo y Lys todo lo demás.
La isla era peculiar, pero el sol ya había caído y entre sombras y sombras no había mucho que ver. Se dirigió a los edificios y no tardó en encontrar una taberna. La gente le miraba al pasar, pero ella no tenía reparo en devolver las miradas y ninguno intentó ponerle la mano encima. Sabía que el lugar era un nido de cazarrecompensas y sabía que llevaba una bastante jugosa por su cabeza, pero también iba armada y sabía lo que se hacía. Estarse quietecitos era en realidad una decisión sensata.
Pidió el vaso más grande que tuviera lleno de vino y el tabernero, sin tapujos, le colocó una enorme jarra de cerveza llena hasta rebosar. Lysbeth pagó con una enorme sonrisa y una generosa propina, antes de ir a sentarse a una esquina. Empezó a prestar atención a los cuchicheos que había a su alrededor, sobre todo porque extrañamente no tenían que ver con ella. Sin embargo, justo antes de la mejor parte, alguien le interrumpió.
Se colocó a su lado y pidió una copa, antes de presentarse. Lys le dio un sorbo a la suya mientras le miraba. No le sonaba su cara y ese hablar sin tapujos no era algo que se olvidase. En teoría. Le puso un dedo en los labios cuando se inclinó para darle dos besos y en su lugar, le puso su mano para que se la besase. Los modales ante todo.
-Esa soy yo. Y en efecto, todos aquí parecen lo bastante sensatos como para no intentar algo que no les convendría. Por lo menos de momento.
Dio un largo trago a su jarra a la vez que él, disfrutando del sabor. Se limpió una gota de vino de la comisura de los labios mientras le oía hablar de la banda pirata. Directo al grano, por lo visto. Sonrió con malicia. Entonces los cuchicheos que estaba oyendo antes eran ciertos. Darles una lección a unos carroñeros no tenía por qué hacerla desviarse de su itinerario, tan solo… hacerlo más interesante. Sabía que había gente escuchando, pero no le importaba demasiado. Si estaban ahí discutiendo acerca de la banda era porque ninguno de ellos se atrevía a hacer nada. Se inclinó hacia delante, haciendo su sonrisa un tanto más juguetona.
-Dado que he venido por ocio… te propondré una cosa. Acábate tu jarra antes de que yo me termine la mía y si mañana por la mañana sigues vivo, me apuntaré a esa pequeña fiesta que tienes en mente. Eso es lo que buscas, ¿no?
No era un trato justo. Vino contra whisky, para empezar. Pero además, había visto la botella que utilizaba el tabernero. Puede que fuera el mejor local de la isla, pero lo que llevaba el chico en la jarra era puro matarratas. Además, si se trataba de vino… podía devorarlo como si se tratara de agua. Se llevó la jarra a los labios y comenzó a beber, sin prisa pero sin pausa. La fue inclinando más y más hasta que la última gota le cayó sobre la punta de la lengua, el cristal a unos centímetros sobre su cara.
Abrió los ojos y posó la jarra vacía sobre la barra con delicadeza, girándose para ver el estado de su improvisado competidor.
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Tras no llegar más que un simple beso en la mano, se limitó a escucharla y sonreír brevemente cuando le retó. Miró de reojo su bebida y supo que no podía salir bien: lógicamente, el whisky emborrachaba muchísimo más que el vino. Soltó un pesado suspiro y aceptó con un breve movimiento de cabeza, bebiéndosela de un solo trago y bajándola con fuerza a la mesa, haciéndola retumbar un poco. No sabía si había ganado antes que ella, ya que parecían haberla bebido a la vez, pero lo que sí que podía empezar a darse cuenta es que el whisky sabía fatal. De hecho, tenía que ser un compuesto bastante barato, ya que el golpe que le daba en la garganta era muy diferente al que solía estar acostumbrado al beber de su petaca. Golpeó dos veces su puño para que bajase el ardor y se levantó de la silla algo confuso.
—Shé por dóndeh iba tu pehtición —le contestó intentando hablar de la forma más correcta posible—. Que shepash que el whishky no me afecta una mierdah.
Perdió el equilibrio por un segundo y se recompuso aguantando su peso encima de la mesa, tirando el taburete en el que estaban sentados. Se deslizó y cayó al suelo, recomponiéndose con dificultades. Mientras se levantaba, se chocó con otra mesa, empezando a alarmar al tabernero. El hombre, que venía quitándose el delantal y tirándolo al suelo bastante cabreado, lo agarró del hombro y empezó a echarlo hacia fuera.
—He pagaaaado por mi copaaaa —dijo medio cantando y soltándole un cabezazo, tan descordinado que incluso el débil hombre logró esquivarlo—. ¿Con que me eshquivash, eh? Okey...
Entrecerró los ojos y centró su voluntad en él, desmayándolo al momento. El problema es que estaba demasiado borracho como para controlarla, tirando al suelo todas las personas de la taberna. Se fue tambaleando hacia la barra y sacó la jarra de whisky, volviendo con dificultades hacia la morena y desparramando toda la bebida entre la copa, mesa y su torso.
—Oh vaya, ¿te he manchado? Lo shiento —dijo haciendo una reverencia mientras se tambaleaba—. Shi quieresh shubimos a mi cuarto y te limpio —le acabó diciendo mientras caía al suelo desplomado tras pegar otro largo trago.
—Shé por dóndeh iba tu pehtición —le contestó intentando hablar de la forma más correcta posible—. Que shepash que el whishky no me afecta una mierdah.
Perdió el equilibrio por un segundo y se recompuso aguantando su peso encima de la mesa, tirando el taburete en el que estaban sentados. Se deslizó y cayó al suelo, recomponiéndose con dificultades. Mientras se levantaba, se chocó con otra mesa, empezando a alarmar al tabernero. El hombre, que venía quitándose el delantal y tirándolo al suelo bastante cabreado, lo agarró del hombro y empezó a echarlo hacia fuera.
—He pagaaaado por mi copaaaa —dijo medio cantando y soltándole un cabezazo, tan descordinado que incluso el débil hombre logró esquivarlo—. ¿Con que me eshquivash, eh? Okey...
Entrecerró los ojos y centró su voluntad en él, desmayándolo al momento. El problema es que estaba demasiado borracho como para controlarla, tirando al suelo todas las personas de la taberna. Se fue tambaleando hacia la barra y sacó la jarra de whisky, volviendo con dificultades hacia la morena y desparramando toda la bebida entre la copa, mesa y su torso.
—Oh vaya, ¿te he manchado? Lo shiento —dijo haciendo una reverencia mientras se tambaleaba—. Shi quieresh shubimos a mi cuarto y te limpio —le acabó diciendo mientras caía al suelo desplomado tras pegar otro largo trago.
Aki D. Arlia
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Oh, pues había ganado. Segundos antes de que ella posara la suya, la jarra de Dark atronó contra la madera de la mesa. Fue a decirle que le ayudaría, pero se encontró con que no estaba en estado como para decirle nada. Sonrió con maldad, disfrutando de la visión del desconocido completamente borracho.
No pudo evitarlo, se echó a reír al ver cómo el pobre se caía al suelo. Demonios, había que estar loco para zamparse esa cantidad de whisky matarratas de una sentada. Pero lo había hecho y Lys era una mujer de palabra. El espectáculo que estaba dando era más que suficiente como pago por su compañía. Al fin y al cabo no podía decirse que el ir contra esa banda pirata fuera algo que hacía por un trato; le hacía más favor distrayéndola que ella ayudándole a él, aunque eso no tenía por qué saberlo.
De repente, interrumpió sus pensamientos y se estremeció por un instante. El tabernero había ido a echarle, lógicamente y el chico… el chico había desatado su voluntad sobre toda la taberna. El sonido sordo de los cuerpos cayendo al suelo le hizo ponerse seria y centrarse en él. Era fuerte, por lo visto. Y no poco.
Se acercó a él. Estaba buscando más whisky detrás de la barra y en cuanto lo encontró lo derramó por todas partes, incluido su vestido. La morena suspiró, esbozando una pequeña sonrisa antes de agarrarle por las muñecas para que no siguiera con su gran gesta de borracho. Poco duró, lo justo como para decir una última bravata antes de caer desmayado. Lys se agachó a su lado y le dio un par de veces con el dedo para asegurarse de que estaba K.O
-Ya… creo que lo mejor será que vayamos al mío.
Ni corta ni perezosa, se lo cargó al hombro asegurándose de que no se le hubiera caído nada. Echó un último vistazo a la taberna y agarró una botella de tinto de detrás de la barra. Ese desastre era culpa suya pero… con el desastre que había sido, nadie notaría una botella de menos. O sí. No era su problema.
Se lo llevó tranquilamente de vuelta al Loreley, con la oscuridad de la noche amparando cada uno de sus pasos. Se planteó ducharle y meterle en su cama para que durmiera la mona, pero si empezaba a quitarle la ropa igual se despertaba. Y si le duchaba vestido, secarle sería un coñazo. En lugar de eso, lo llevó a uno de los camarotes menores y le soltó en la cama. No era tan grande como la suya, pero para pasar la noche bien que le valdría. Le quitó armas y chaqueta y las dejó en un pulcro montoncito a los pies de la cama. Su espada era una verdadera preciosidad, quien quiera que la hubiera forjado sabía lo que se hacía. Por último, le quitó los zapatos y le dejó una jarra de agua en la mesita, antes de apagar la luz y marcharse.
A ella no le apetecía dormir. Por suerte, no tenía por qué hacerlo. Su akuma ayudaba con eso. En lugar de cerrar los ojos, se tumbó en la barandilla del barco con excelente equilibrio y pasó la noche tarareando y pensando. Compartió sus pensamientos con la luna y la botella de vino y para cuando el sol salió a saludar se encontraba a la vez un tanto más pesada y un tanto más ligera. Decidió ir a darse una larga ducha y ver cómo se encontraba su improvisado invitado al salir. Si no estaba muy muerto, quizá pudiera decirle algo más acerca de esa banda de macarras que había suelta por la isla.
No pudo evitarlo, se echó a reír al ver cómo el pobre se caía al suelo. Demonios, había que estar loco para zamparse esa cantidad de whisky matarratas de una sentada. Pero lo había hecho y Lys era una mujer de palabra. El espectáculo que estaba dando era más que suficiente como pago por su compañía. Al fin y al cabo no podía decirse que el ir contra esa banda pirata fuera algo que hacía por un trato; le hacía más favor distrayéndola que ella ayudándole a él, aunque eso no tenía por qué saberlo.
De repente, interrumpió sus pensamientos y se estremeció por un instante. El tabernero había ido a echarle, lógicamente y el chico… el chico había desatado su voluntad sobre toda la taberna. El sonido sordo de los cuerpos cayendo al suelo le hizo ponerse seria y centrarse en él. Era fuerte, por lo visto. Y no poco.
Se acercó a él. Estaba buscando más whisky detrás de la barra y en cuanto lo encontró lo derramó por todas partes, incluido su vestido. La morena suspiró, esbozando una pequeña sonrisa antes de agarrarle por las muñecas para que no siguiera con su gran gesta de borracho. Poco duró, lo justo como para decir una última bravata antes de caer desmayado. Lys se agachó a su lado y le dio un par de veces con el dedo para asegurarse de que estaba K.O
-Ya… creo que lo mejor será que vayamos al mío.
Ni corta ni perezosa, se lo cargó al hombro asegurándose de que no se le hubiera caído nada. Echó un último vistazo a la taberna y agarró una botella de tinto de detrás de la barra. Ese desastre era culpa suya pero… con el desastre que había sido, nadie notaría una botella de menos. O sí. No era su problema.
Se lo llevó tranquilamente de vuelta al Loreley, con la oscuridad de la noche amparando cada uno de sus pasos. Se planteó ducharle y meterle en su cama para que durmiera la mona, pero si empezaba a quitarle la ropa igual se despertaba. Y si le duchaba vestido, secarle sería un coñazo. En lugar de eso, lo llevó a uno de los camarotes menores y le soltó en la cama. No era tan grande como la suya, pero para pasar la noche bien que le valdría. Le quitó armas y chaqueta y las dejó en un pulcro montoncito a los pies de la cama. Su espada era una verdadera preciosidad, quien quiera que la hubiera forjado sabía lo que se hacía. Por último, le quitó los zapatos y le dejó una jarra de agua en la mesita, antes de apagar la luz y marcharse.
A ella no le apetecía dormir. Por suerte, no tenía por qué hacerlo. Su akuma ayudaba con eso. En lugar de cerrar los ojos, se tumbó en la barandilla del barco con excelente equilibrio y pasó la noche tarareando y pensando. Compartió sus pensamientos con la luna y la botella de vino y para cuando el sol salió a saludar se encontraba a la vez un tanto más pesada y un tanto más ligera. Decidió ir a darse una larga ducha y ver cómo se encontraba su improvisado invitado al salir. Si no estaba muy muerto, quizá pudiera decirle algo más acerca de esa banda de macarras que había suelta por la isla.
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—Ugh... ¿Dónde estoy? —Musitó.
Se levantó de la cama con algo de dificultad y se llevó la mano a la cabeza. Menuda jaqueca. No entendía cómo podía haberse emborrachado hasta caer desmayado. Y menos cuando el whisky no le afectaba para nada. ¿Quizás sería otra debilidad de la fruta que había comido recientemente? Aprovechó para ojear el camarote y darse cuenta de que no llevaba su chaqueta encima. Se llevó la mano al estómago y se levantó de la cama apoyándose en la pared. No reconocía nada de alrededor, pero por el olor que venía del ojo de buey... Era un barco. Bueno, y porque también era un ojo de buey, qué diantres. Salió hacia fuera y vio el típico pasillo de madera de... ¿Quizás un galeón? No es que fuese un experto en navíos, pero necesitaba lavarse la cara o algo. Suspiró y empezó a abrir las puertas, cerrando los ojos con fuerza para soportar el dolor que le provocaba escuchar el chirrío de estas.
Tras pasar un rato y aún sin sus armas o chaqueta, llegó a lo que parecía ser un lavabo. Abrió lentamente la puerta y pasó hacia dentro, suspirando aliviado. Cerró la puerta detrás de él y se dirigió hasta el lavamanos, frunciendo el ceño al escuchar una ducha. Miró hacia su derecha y vio a la mujer de la taberna duchándose. Abrió la boca ligeramente tras revisar de arriba para abajo varias veces y después se dispuso a lavarse la cara, como si nada hubiese pasado. Esa mujer era más fuerte que él, estaba desarmado, y con resaca. Tenía todas las de perder, así que a lo mejor se podía hacer el tonto. Aunque lo odiase profundamente. Se frotó bien la cara con las manos y agua fría, aquello parecía calmarle un poco la migraña. Después se llevó las manos a la cintura y empezó a hablar tan normalmente. Quizás actuar con normalidad sería lo ideal, ya que si estaba ahí, es que quería ella que estuviese ahí. No en el lavabo, exactamente. En el barco.
—Uf, menudo resacón. ¿Supongo que gané, no? —Exclamó tan tranquilo mientras la observaba con la mayor naturalidad posible—. Porque aquello parecía hecho a propósito. Gracias por recogerme, y tal. Caer desmayado con doscientos cincuenta millones por mi cabeza ahí en medio no era muy buena idea. ¿Tienes planes o algo? Me pido el próximo turno de ducha. Eso me ayudará con la jaqueca. —Formulaba las frases de forma rápida y sin dejar demasiado tiempo para que pudiese cuestionarle.
Se apoyó en el lavamanos y esperó una respuesta. O eso salía absurdamente bien, o se llevaba la paliza de su vida. Fuese lo que fuese, había jugado una carta y aunque se llevase una buena tunda de golpes, por lo menos había disfrutado de las curvas de la mujer más atractiva que había visto en su vida. No más que Louise, claro, pero aquello ya era más el amor hablando por encima de la razón.
Se levantó de la cama con algo de dificultad y se llevó la mano a la cabeza. Menuda jaqueca. No entendía cómo podía haberse emborrachado hasta caer desmayado. Y menos cuando el whisky no le afectaba para nada. ¿Quizás sería otra debilidad de la fruta que había comido recientemente? Aprovechó para ojear el camarote y darse cuenta de que no llevaba su chaqueta encima. Se llevó la mano al estómago y se levantó de la cama apoyándose en la pared. No reconocía nada de alrededor, pero por el olor que venía del ojo de buey... Era un barco. Bueno, y porque también era un ojo de buey, qué diantres. Salió hacia fuera y vio el típico pasillo de madera de... ¿Quizás un galeón? No es que fuese un experto en navíos, pero necesitaba lavarse la cara o algo. Suspiró y empezó a abrir las puertas, cerrando los ojos con fuerza para soportar el dolor que le provocaba escuchar el chirrío de estas.
Tras pasar un rato y aún sin sus armas o chaqueta, llegó a lo que parecía ser un lavabo. Abrió lentamente la puerta y pasó hacia dentro, suspirando aliviado. Cerró la puerta detrás de él y se dirigió hasta el lavamanos, frunciendo el ceño al escuchar una ducha. Miró hacia su derecha y vio a la mujer de la taberna duchándose. Abrió la boca ligeramente tras revisar de arriba para abajo varias veces y después se dispuso a lavarse la cara, como si nada hubiese pasado. Esa mujer era más fuerte que él, estaba desarmado, y con resaca. Tenía todas las de perder, así que a lo mejor se podía hacer el tonto. Aunque lo odiase profundamente. Se frotó bien la cara con las manos y agua fría, aquello parecía calmarle un poco la migraña. Después se llevó las manos a la cintura y empezó a hablar tan normalmente. Quizás actuar con normalidad sería lo ideal, ya que si estaba ahí, es que quería ella que estuviese ahí. No en el lavabo, exactamente. En el barco.
—Uf, menudo resacón. ¿Supongo que gané, no? —Exclamó tan tranquilo mientras la observaba con la mayor naturalidad posible—. Porque aquello parecía hecho a propósito. Gracias por recogerme, y tal. Caer desmayado con doscientos cincuenta millones por mi cabeza ahí en medio no era muy buena idea. ¿Tienes planes o algo? Me pido el próximo turno de ducha. Eso me ayudará con la jaqueca. —Formulaba las frases de forma rápida y sin dejar demasiado tiempo para que pudiese cuestionarle.
Se apoyó en el lavamanos y esperó una respuesta. O eso salía absurdamente bien, o se llevaba la paliza de su vida. Fuese lo que fuese, había jugado una carta y aunque se llevase una buena tunda de golpes, por lo menos había disfrutado de las curvas de la mujer más atractiva que había visto en su vida. No más que Louise, claro, pero aquello ya era más el amor hablando por encima de la razón.
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Se estaba enjabonando el pelo cuando escuchó abrirse la puerta. Vio a su invitado pasar tranquilamente y, tras mirarla, comenzar a lavarse la cara. Lysbeth esbozó una pequeña sonrisa burlona. ¿Acaso creía que estaba soñando? Debía de dolerle la cabeza a base de bien. Siguiendo su ejemplo, comenzó a enjuagarse como si nada. Pensó que en cuanto acabara de lavarse la cara se iría, pero debía de estar muy mal o ser muy inconsciente, porque en lugar de eso comenzó a hablarle como si nada.
Se tomó su tiempo para salir de la ducha mientras le escuchaba, escurriéndose el pelo y enrollándolo en una toalla, seguido de su cuerpo. Se apoyó un instante en la pared, mirándole mientras alzaba una ceja.
-Es una buena idea si primero desmayas a toda la taberna con tu voluntad. No te acuerdas de gran cosa, ¿verdad? No te envidio mucho ahora.
Dio un par de pasos y se inclinó sobre el chico, apoyando las manos en el lavabo a ambos lados de su cuerpo. Se acercó todavía más, sonriente.
-Algún plan tengo, aunque antes esperaba que me contases todo lo que sabes. Pero entiendo que hay prioridades y las respeto, así que…
Alzó una mano y le acarició levemente la oreja… antes de agarrársela firmemente y comenzar a tirar de él. Salió del baño a su camarote y de ahí al pasillo hacia el otro baño del barco.
-Bienvenido al Loreley, espero que hayas tenido una noche placentera. Sin embargo, no me gusta demasiado que me interrumpan para compartir mi baño, por lo que vas a tener que conformarte con el de invitados. Disfruta. Hablaremos cuando salgas.
Le soltaría en el cuarto de baño y, aguantando la risa, se iría de vuelta a su camarote a peinarse, vestirse, armarse y, en general, prepararse para el día. Un vestido azul oscuro, simple y ajustado. Sin mangas, pero de cuello alto y tela lo bastante elástica como para no impedir ninguno de sus movimientos. Esperaría a su invitado a la salida del baño, jugueteando con uno de sus cuchillos entre las manos.
-¿Listo para la acción? Espero que te aguante lo bastante la cabeza como para conservarla sobre los hombros.
Se tomó su tiempo para salir de la ducha mientras le escuchaba, escurriéndose el pelo y enrollándolo en una toalla, seguido de su cuerpo. Se apoyó un instante en la pared, mirándole mientras alzaba una ceja.
-Es una buena idea si primero desmayas a toda la taberna con tu voluntad. No te acuerdas de gran cosa, ¿verdad? No te envidio mucho ahora.
Dio un par de pasos y se inclinó sobre el chico, apoyando las manos en el lavabo a ambos lados de su cuerpo. Se acercó todavía más, sonriente.
-Algún plan tengo, aunque antes esperaba que me contases todo lo que sabes. Pero entiendo que hay prioridades y las respeto, así que…
Alzó una mano y le acarició levemente la oreja… antes de agarrársela firmemente y comenzar a tirar de él. Salió del baño a su camarote y de ahí al pasillo hacia el otro baño del barco.
-Bienvenido al Loreley, espero que hayas tenido una noche placentera. Sin embargo, no me gusta demasiado que me interrumpan para compartir mi baño, por lo que vas a tener que conformarte con el de invitados. Disfruta. Hablaremos cuando salgas.
Le soltaría en el cuarto de baño y, aguantando la risa, se iría de vuelta a su camarote a peinarse, vestirse, armarse y, en general, prepararse para el día. Un vestido azul oscuro, simple y ajustado. Sin mangas, pero de cuello alto y tela lo bastante elástica como para no impedir ninguno de sus movimientos. Esperaría a su invitado a la salida del baño, jugueteando con uno de sus cuchillos entre las manos.
-¿Listo para la acción? Espero que te aguante lo bastante la cabeza como para conservarla sobre los hombros.
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Volvió a observarla mientras se dirigía a él, algo estupefacto. La cabeza le daba vueltas de todas las formas. Decidió tener algo de respeto y cerrar los ojos, ya que no se esperaba que reaccionase así. Por suerte, tras acariciarle la oreja, se la agarró y lo sacó de ahí. Gracias a dios. Se metió en el baño de invitados y se quitó la camisa, acto seguido los pantalones. Se pegó una ducha fría y pareció calmarle bastante, así que salió de esta, vistiéndose otra vez y saliendo mientras agitaba la cabeza para secarse el pelo. Fue a abrir la puerta pero notó la presencia de Lysbeth detrás, esperándole. Se quedó en el sitio rumiando su próximo movimiento y decidió ser sincero, lo más posible. Abrió la puerta y le dedicó una sonrisa mientras se llevaba la mano a la nuca.
—Ya me encuentro mejor, gracias. Y disculpa por faltarte el respeto de esa forma en tu baño. —Exclamó haciendo una pequeña reverencia de disculpa—. Hay que admitir que eres una mujer fuera de lo común y eso combinado con lo mal que me encuentro... En fin.
Paseó un rato por el Loreley mientras lo miraba. Era un barco impresionante, y se le hacía extraño no sentir a nadie más por ahí. ¿Quizás la mujer estaba viajando sola? Y si era así, ¿cómo lo hacía? Era muy difícil llevar un navío sin nadie más. En la nave de Xiba tenían un piloto automático, quizás el barco también lo tendría.
—Bueno, hablando del tema de los piratas. Es una banda con gente bastante poderosa, o por lo menos dicen eso por ahí. Igualmente, la facción de cazadores está muy débil desde que no estamos Lupus Cust... —calló por un momento—. Desde que bueno, los tiempos han pasado. Hacen pequeñas refriegas por la isla, así que si vamos como si fuésemos cazadores, deberían atacarnos de un momento para otro. Lo suyo sería interrogarles para ver dónde tienen echada el ancla y destruir el barco o barcos.
Se cruzó de brazos y frenó en seco, girándose y mirándola.
—Nee, supongo que te puedes encargar sola de esto, si mi mantra no me engaña de tu fuerza, pero será más divertido si vamos juntos, ¿no? —Le preguntó sonriendo.
Tras esperar su respuesta, se dirigiría hacia fuera si no quería lo contrario la pirata. Observaría la isla y se llevaría la mano a la cabeza, rascándosela ligeramente. Cáctus Island era bastante grande, así que tendrían trabajo para encontrarles.
—Ya me encuentro mejor, gracias. Y disculpa por faltarte el respeto de esa forma en tu baño. —Exclamó haciendo una pequeña reverencia de disculpa—. Hay que admitir que eres una mujer fuera de lo común y eso combinado con lo mal que me encuentro... En fin.
Paseó un rato por el Loreley mientras lo miraba. Era un barco impresionante, y se le hacía extraño no sentir a nadie más por ahí. ¿Quizás la mujer estaba viajando sola? Y si era así, ¿cómo lo hacía? Era muy difícil llevar un navío sin nadie más. En la nave de Xiba tenían un piloto automático, quizás el barco también lo tendría.
—Bueno, hablando del tema de los piratas. Es una banda con gente bastante poderosa, o por lo menos dicen eso por ahí. Igualmente, la facción de cazadores está muy débil desde que no estamos Lupus Cust... —calló por un momento—. Desde que bueno, los tiempos han pasado. Hacen pequeñas refriegas por la isla, así que si vamos como si fuésemos cazadores, deberían atacarnos de un momento para otro. Lo suyo sería interrogarles para ver dónde tienen echada el ancla y destruir el barco o barcos.
Se cruzó de brazos y frenó en seco, girándose y mirándola.
—Nee, supongo que te puedes encargar sola de esto, si mi mantra no me engaña de tu fuerza, pero será más divertido si vamos juntos, ¿no? —Le preguntó sonriendo.
Tras esperar su respuesta, se dirigiría hacia fuera si no quería lo contrario la pirata. Observaría la isla y se llevaría la mano a la cabeza, rascándosela ligeramente. Cáctus Island era bastante grande, así que tendrían trabajo para encontrarles.
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La súcubo volvió a sonreír mientras escuchaba al chico. Por lo menos tenía modales y sabía mantener las manos quietas, que era más de lo que podía decir de muchos.
-Disculpas aceptadas.- Le dijo, ignorando que ella había causado su malestar con la injusta apuesta.
Pasearon un rato por el barco con tranquilidad, mientras él le ponía al día de lo que sabía. Su plan era sencillo pero eficaz, aunque no sirvió para distraerla de la metedura de pata que había cometido. Lupus… ¿Cust? ¿Acaso había sido cazador? Le miró de arriba abajo. No parecía muy mayor. De cazador a pirata… no era un cambio muy habitual y ahora que lo pensaba, no sabía nada de él aparte de su nombre. Se encogió de hombros.
-Sí, parece un buen plan. Lo mejor será que volvamos a una taberna. Fijo que los rumores no han parado y uno de esos cazadores puede decirnos dónde están los piratas que buscamos, aunque solo sea porque ellos claramente los están evitando.
Bajó del barco tras él y tras ponerle la mano en el hombro para indicarle que frenase un momento, cambió su físico de arriba abajo. Pelo blanco y cortito, ojos azules, unos centímetros menos en todas partes y un cambio de vestuario más tarde, parecía una pequeña y adorable cazadora.
-Listo. Esto debería llegar para no llamar tanto la atención. Vayamos a una taberna y ya que estamos… ¿por qué no me cuentas de camino quiénes eran los Lupus Cust? No me opondré a una historia sobre cazadores.
Sus ojos relucían, no se sabía si con desconfianza, diversión o algo un tanto más oscuro. En cualquier caso echó a caminar, esperando que Dark le siguiera.
-Disculpas aceptadas.- Le dijo, ignorando que ella había causado su malestar con la injusta apuesta.
Pasearon un rato por el barco con tranquilidad, mientras él le ponía al día de lo que sabía. Su plan era sencillo pero eficaz, aunque no sirvió para distraerla de la metedura de pata que había cometido. Lupus… ¿Cust? ¿Acaso había sido cazador? Le miró de arriba abajo. No parecía muy mayor. De cazador a pirata… no era un cambio muy habitual y ahora que lo pensaba, no sabía nada de él aparte de su nombre. Se encogió de hombros.
-Sí, parece un buen plan. Lo mejor será que volvamos a una taberna. Fijo que los rumores no han parado y uno de esos cazadores puede decirnos dónde están los piratas que buscamos, aunque solo sea porque ellos claramente los están evitando.
Bajó del barco tras él y tras ponerle la mano en el hombro para indicarle que frenase un momento, cambió su físico de arriba abajo. Pelo blanco y cortito, ojos azules, unos centímetros menos en todas partes y un cambio de vestuario más tarde, parecía una pequeña y adorable cazadora.
-Listo. Esto debería llegar para no llamar tanto la atención. Vayamos a una taberna y ya que estamos… ¿por qué no me cuentas de camino quiénes eran los Lupus Cust? No me opondré a una historia sobre cazadores.
Sus ojos relucían, no se sabía si con desconfianza, diversión o algo un tanto más oscuro. En cualquier caso echó a caminar, esperando que Dark le siguiera.
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¿Acababa de cambiar su físico? Frunció el ceño y le observó de arriba para abajo. Fue a abrir la boca para decir algo a lo "creo que también puedo hacerlo" pero prefería no hablar de su fruta del diablo. Lo que era lógico, es que ella sí tenía una. Y al igual que Katharina, podía alterar la forma de su cuerpo. La forma estaba bastante currada: si no fuese porque él le había visto antes, ni se cuestionaría en preguntarle. O bueno, también siempre podía sentir su gran presencia. Eso era otra cosa que la delataba, pero seguramente no todos los cazadores tuviesen despertado el kenboshoku. A pesar de que conocía mucha gente de que era experta en el haki, en el paraíso había gente más débil en general. De hecho, tras observarla, le preguntó sobre él. Suspiró.
—En fin, te he estado siendo sincero hasta ahora, así que por qué no seguirlo siendo —exclamó mientras se encogía de hombros—. Era del gremio de cazadores de Lupus Custos anteriormente. Mi rango era kari no ryoshu y mi mejor amigo de aquel entonces era el rey de los cazadores, siendo yo su mano derecha. De eso ya hace diez años más o menos, pero tras un problema y otro acabé rejuveneciendo y aquí me tienes. —Acabó girándose y mirándola mientras andaba marcha atrás—. ¿Y tú que, qué me quieres contar? —Le preguntó, pasando a prestar atención a lo que tuviese que contestar.
Tras la charla habían llegado a otra de las tabernas de la isla. Parecía mucho más lúgubre que la anterior: estaba llena de gente de lo más desdichable, grupos enteros de personas que entraban en el estereotipo de piratas. Suspiró brevemente y le dedicó una mirada a Lysbeth. Quería entrenar su haoshoku, pero tampoco era demasiado buena idea liberarlo ahí sin más. Le puso la mano en el hombro y señaló hacia un grupo que parecían mandar más. Estaba clarísimo: sus accesorios y armas eran mucho más caras. Tenían la mayoría cicatrices y la gente no quería molestarles.
—Diría de hablar, pero no sé si querrán. O luchamos, los obligamos, sobornamos... Lo dejaré a tu elección por salvarme de lo de ayer —le explicó cruzándose de brazos y echándose un poco el pelo en la cara para que no le reconocieran.
Más que por salvarle de lo de ayer, es porque quería ver la fruta del diablo de Lysbeth en acción. Desconocía su poder, así que solo por si acaso, estaría bien observarla para tener cartas contra las que jugar. No parecía una mala mujer, pero uno no se podía fiar de gente tan poderosa.
—En fin, te he estado siendo sincero hasta ahora, así que por qué no seguirlo siendo —exclamó mientras se encogía de hombros—. Era del gremio de cazadores de Lupus Custos anteriormente. Mi rango era kari no ryoshu y mi mejor amigo de aquel entonces era el rey de los cazadores, siendo yo su mano derecha. De eso ya hace diez años más o menos, pero tras un problema y otro acabé rejuveneciendo y aquí me tienes. —Acabó girándose y mirándola mientras andaba marcha atrás—. ¿Y tú que, qué me quieres contar? —Le preguntó, pasando a prestar atención a lo que tuviese que contestar.
Tras la charla habían llegado a otra de las tabernas de la isla. Parecía mucho más lúgubre que la anterior: estaba llena de gente de lo más desdichable, grupos enteros de personas que entraban en el estereotipo de piratas. Suspiró brevemente y le dedicó una mirada a Lysbeth. Quería entrenar su haoshoku, pero tampoco era demasiado buena idea liberarlo ahí sin más. Le puso la mano en el hombro y señaló hacia un grupo que parecían mandar más. Estaba clarísimo: sus accesorios y armas eran mucho más caras. Tenían la mayoría cicatrices y la gente no quería molestarles.
—Diría de hablar, pero no sé si querrán. O luchamos, los obligamos, sobornamos... Lo dejaré a tu elección por salvarme de lo de ayer —le explicó cruzándose de brazos y echándose un poco el pelo en la cara para que no le reconocieran.
Más que por salvarle de lo de ayer, es porque quería ver la fruta del diablo de Lysbeth en acción. Desconocía su poder, así que solo por si acaso, estaría bien observarla para tener cartas contra las que jugar. No parecía una mala mujer, pero uno no se podía fiar de gente tan poderosa.
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Lysbeth frunció el ceño mientras alzaba uno a uno los dedos de su mano.
-¿Qué qué te quiero contar? Tus años, para empezar. ¿Me estás diciendo que eres mayor que yo?
Si parecía un querubín de veintipocos. ¿Mano derecha de los cazadores hace diez años? Intentó recordar dónde estaba ella en esa época, pero su memoria era un pantano neblinoso y no fue capaz de retroceder tanto. Volvió al presente, donde tenía cosas que hacer. De una forma o de otra, el chico no había intentado atacarle o cazarle, por lo que de momento no se preocuparía. ¿Para qué? Podía frenarle en seco. Ahora lo importante era ocuparse de conseguir la información necesaria. Sintió su mano en el hombro, señalándole a las que pronto se convertirían en sus presas. Esbozó una sonrisa traviesa, antes de adelantarse.
-Déjamelo a mí.
Se acercó al grupo de fieros cazadores con las manos a la espalda, dando saltitos completamente tranquila. Al llegar junto a ellos, de un último salto se subió a la mesa en la que estaban, haciéndose un hueco entre las bebidas. Activó sus poderes sobre ellos, aumentando el deseo que le tenían. Apartó una mano de un manotazo cuidadosamente controlado y acarició la barbilla al que tenía más cerca.
-¡Dios mío, qué fieros sois! ¿De verdad necesitáis tantas armas?
Comenzó a camelarlos poco a poco. Había aparecido de la nada, así que era lógico que hubiera un pequeño periodo de sospecha. Pero Lysbeth se encontraba en su salsa, esquivando rápidas manos con agilidad impropia del físico pequeño que albergaba y riéndose tontamente para darles coba a los cazadores. En pocos minutos sintió como la tensión se deshacía, sustituida por deseo y un poco de urgencia. Jugueteó con los botones de la camisa de uno, mientras aprovechaba para robarle la cartera. Ya que estaba, mejor sacar todo lo que pudiera.
-Pues… he oído que hay una banda de horribles piratas asolando la isla. Me vais a proteger, ¿verdad? ¿Dónde están? ¿Estoy a salvo?
Los cazadores fueron rápidos en asegurarle que estaba completamente a salvo con ellos, que la protegerían de lo que hiciera falta y que de todas formas los piratas estaban arrasando las pocas granjas que quedaban en la isla.
-Oh… ¿no tienen un barco? ¡He oído que es un galeón enorme, un navío impresionante!
Uno de ellos bufó y Lys ocultó una sonrisa. Había mordido el anzuelo.
-No es tan impresionante. Está en uno de los caladeros del norte, en la playa más grande. Ni siquiera se han escondido, se ve a leguas que no es gran cosa. Un pedazo de madera flotante. El mío, en cambio…
Ya tenía suficiente. Asintió con una sonrisa, antes de decirles que lamentablemente se le había hecho tarde y debía marcharse. Pusieron cara de decepción, pero Lys se ocupó de transferir todo su deseo a sus jarras de cerveza. Comenzaron a beber como si les fuera la vida en ello y ella pudo escapar tranquilamente. Se reunió con Dark y tras haberse alejado una distancia prudencial, regresó a su físico anterior.
-Mucho mejor, la verdad. Más cómodo. En fin, dicen que el barco que buscamos está en la playa más grande de los caladeros del norte, no debería ser difícil encontrarlo.
No sería mucha caminata, pero sí un pequeño trayecto. Poniéndose las manos detrás de la cabeza, miró a Dark con una sonrisa.
-Dijiste que ya habías oído hablar de mí, así que… ¿qué quieres saber? Por no repetir información que ya puedas tener.
-¿Qué qué te quiero contar? Tus años, para empezar. ¿Me estás diciendo que eres mayor que yo?
Si parecía un querubín de veintipocos. ¿Mano derecha de los cazadores hace diez años? Intentó recordar dónde estaba ella en esa época, pero su memoria era un pantano neblinoso y no fue capaz de retroceder tanto. Volvió al presente, donde tenía cosas que hacer. De una forma o de otra, el chico no había intentado atacarle o cazarle, por lo que de momento no se preocuparía. ¿Para qué? Podía frenarle en seco. Ahora lo importante era ocuparse de conseguir la información necesaria. Sintió su mano en el hombro, señalándole a las que pronto se convertirían en sus presas. Esbozó una sonrisa traviesa, antes de adelantarse.
-Déjamelo a mí.
Se acercó al grupo de fieros cazadores con las manos a la espalda, dando saltitos completamente tranquila. Al llegar junto a ellos, de un último salto se subió a la mesa en la que estaban, haciéndose un hueco entre las bebidas. Activó sus poderes sobre ellos, aumentando el deseo que le tenían. Apartó una mano de un manotazo cuidadosamente controlado y acarició la barbilla al que tenía más cerca.
-¡Dios mío, qué fieros sois! ¿De verdad necesitáis tantas armas?
Comenzó a camelarlos poco a poco. Había aparecido de la nada, así que era lógico que hubiera un pequeño periodo de sospecha. Pero Lysbeth se encontraba en su salsa, esquivando rápidas manos con agilidad impropia del físico pequeño que albergaba y riéndose tontamente para darles coba a los cazadores. En pocos minutos sintió como la tensión se deshacía, sustituida por deseo y un poco de urgencia. Jugueteó con los botones de la camisa de uno, mientras aprovechaba para robarle la cartera. Ya que estaba, mejor sacar todo lo que pudiera.
-Pues… he oído que hay una banda de horribles piratas asolando la isla. Me vais a proteger, ¿verdad? ¿Dónde están? ¿Estoy a salvo?
Los cazadores fueron rápidos en asegurarle que estaba completamente a salvo con ellos, que la protegerían de lo que hiciera falta y que de todas formas los piratas estaban arrasando las pocas granjas que quedaban en la isla.
-Oh… ¿no tienen un barco? ¡He oído que es un galeón enorme, un navío impresionante!
Uno de ellos bufó y Lys ocultó una sonrisa. Había mordido el anzuelo.
-No es tan impresionante. Está en uno de los caladeros del norte, en la playa más grande. Ni siquiera se han escondido, se ve a leguas que no es gran cosa. Un pedazo de madera flotante. El mío, en cambio…
Ya tenía suficiente. Asintió con una sonrisa, antes de decirles que lamentablemente se le había hecho tarde y debía marcharse. Pusieron cara de decepción, pero Lys se ocupó de transferir todo su deseo a sus jarras de cerveza. Comenzaron a beber como si les fuera la vida en ello y ella pudo escapar tranquilamente. Se reunió con Dark y tras haberse alejado una distancia prudencial, regresó a su físico anterior.
-Mucho mejor, la verdad. Más cómodo. En fin, dicen que el barco que buscamos está en la playa más grande de los caladeros del norte, no debería ser difícil encontrarlo.
No sería mucha caminata, pero sí un pequeño trayecto. Poniéndose las manos detrás de la cabeza, miró a Dark con una sonrisa.
-Dijiste que ya habías oído hablar de mí, así que… ¿qué quieres saber? Por no repetir información que ya puedas tener.
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Observó la escena algo impresionado. La chica había tenido la capacidad de calmar el grupo de cazadores. Se comportaban de forma muy extraña: argumentaban con ella, e incluso parecían querer algo más... Profundo. Hablaron durante un rato hasta que la mujer se fue, el moreno presintió que era porque ella había conseguido lo que quería. Pero lo raro no fue aquello: sino con qué bastedad empezaban a beber de las jarras. Él se encontraba esperando en las sombras. Había podido observarlo todo desde la ventana de la taberna. La morena le comentó qué habían dicho y le sonrió de vuelta. Después, cuando vio cómo volvía a su forma original, se le ocurrió algo.
Se concentró y visualizó a Lysbeth en su cabeza, agarrando aire y dejando fluir a través de él su aura de la fruta del diablo. Abrió los ojos y se miró, sacando un espejo y abriendo la boca. Estaba exactamente igual a la mujer que tenía delante. Dio varias vueltas y acabó soltándose un guantazo, intentando creer la situación. Era la primera vez que usaba la polimorfia y gracias a haber visto a la pirata, sabía que podía hacerla.
—Oh dios santo. Puedo hacer lo mismo que tú. —Exclamó ilusionado mientras le agarraba de la mano. Si se dejaba la agitaría con algo de fuerza de arriba para abajo—. Mil gracias, Lysbeth.
Volvió a concentrarse y retornó a su forma original. La sensación era extraña: notaba como su piel y facciones se expandían a su forma original. Por suerte recordaba exactamente cómo era, ya que por un segundo le dio algo de pánico no poder volver a su forma física original. Se llevó la mano a la cintura y observó a la mujer: era hora de que siguiesen hablando. De hecho, tanto él como ella estaban a un nivel absurdamente más alto que el de la gente de esa isla, así que un poco de chachara no los retrasaría.
—Tengo cincuenta y cinco años. Sí, sé que suena a locura. Y... ¿Qué me gustaría saber de ti? Pues no sé, bastantes cosas. Me gusta aprender de la gente que es más fuerte que yo y sobretodo si me salva de que me cazasen en una taberna. Te preguntaría la edad, pero ya sabes... Prefiero no hacerlo. Te echo unos... ¿veintitantos? —Se llevó la mano al mentón—. A lo que vamos. No sé si tienes algún interés con la isla o el por qué estás aquí, pero te quiero preguntar eso. ¿Qué deseas? Porque quizás te puedo ayudar a encontrarlo. Y quizás puedes enseñarme los poderes de tu fruta del diablo. Acabo de consumir la mía y no tengo ni idea de cómo funciona. Y creo... Creo que funcionan de forma parecida.
Se llevó la mano a la cabeza. ¿Qué puta manía tenía de preguntar sobre el deseo de las personas? Desde que había mordido la fruta, sentía un particular interés en conocer qué motivaba a la gente. Antes le daba ligeramente igual, pero muy en el fondo de él algo hurgaba pidiendo a gritos que le debiesen favores. Empezó a andar, siempre yendo por cada sombra que encontrase. El lugar que le había dicho Lysbeth estaba particularmente lejos, así que tenían tiempo de sobras para hablar. Al fin y al cabo la chica era maja e interesante. Y muy guapa. ¿Por qué repetía eso sin parar? ¿Quizás era un efecto en general?
Se concentró y visualizó a Lysbeth en su cabeza, agarrando aire y dejando fluir a través de él su aura de la fruta del diablo. Abrió los ojos y se miró, sacando un espejo y abriendo la boca. Estaba exactamente igual a la mujer que tenía delante. Dio varias vueltas y acabó soltándose un guantazo, intentando creer la situación. Era la primera vez que usaba la polimorfia y gracias a haber visto a la pirata, sabía que podía hacerla.
—Oh dios santo. Puedo hacer lo mismo que tú. —Exclamó ilusionado mientras le agarraba de la mano. Si se dejaba la agitaría con algo de fuerza de arriba para abajo—. Mil gracias, Lysbeth.
Volvió a concentrarse y retornó a su forma original. La sensación era extraña: notaba como su piel y facciones se expandían a su forma original. Por suerte recordaba exactamente cómo era, ya que por un segundo le dio algo de pánico no poder volver a su forma física original. Se llevó la mano a la cintura y observó a la mujer: era hora de que siguiesen hablando. De hecho, tanto él como ella estaban a un nivel absurdamente más alto que el de la gente de esa isla, así que un poco de chachara no los retrasaría.
—Tengo cincuenta y cinco años. Sí, sé que suena a locura. Y... ¿Qué me gustaría saber de ti? Pues no sé, bastantes cosas. Me gusta aprender de la gente que es más fuerte que yo y sobretodo si me salva de que me cazasen en una taberna. Te preguntaría la edad, pero ya sabes... Prefiero no hacerlo. Te echo unos... ¿veintitantos? —Se llevó la mano al mentón—. A lo que vamos. No sé si tienes algún interés con la isla o el por qué estás aquí, pero te quiero preguntar eso. ¿Qué deseas? Porque quizás te puedo ayudar a encontrarlo. Y quizás puedes enseñarme los poderes de tu fruta del diablo. Acabo de consumir la mía y no tengo ni idea de cómo funciona. Y creo... Creo que funcionan de forma parecida.
Se llevó la mano a la cabeza. ¿Qué puta manía tenía de preguntar sobre el deseo de las personas? Desde que había mordido la fruta, sentía un particular interés en conocer qué motivaba a la gente. Antes le daba ligeramente igual, pero muy en el fondo de él algo hurgaba pidiendo a gritos que le debiesen favores. Empezó a andar, siempre yendo por cada sombra que encontrase. El lugar que le había dicho Lysbeth estaba particularmente lejos, así que tenían tiempo de sobras para hablar. Al fin y al cabo la chica era maja e interesante. Y muy guapa. ¿Por qué repetía eso sin parar? ¿Quizás era un efecto en general?
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De repente, miró a su derecha y… se vio a sí. Su expresión se llenó de sorpresa por un momento, pero frunció el ceño al ver que su copia no hacía lo mismo. En seguida dedujo que era Dark y un sentimiento extraño la llenó. No le gustaba. Dejó que le cogiera y sacudiera la mano, pero en cuanto volvió a su forma original masculló en voz baja:
-No vuelvas a hacer eso.
Era una hipócrita, por supuesto. Ella asumía la forma de un montón de gente a diario, tanto de desconocidos anónimos como de gente importante para otras personas si quería sacar algún beneficio. Y normalmente no le importaba lo más mínimo el daño que esto pudiera causar. ¿Ver cómo alguien se transformaba en ella misma? Horrible. Indeseable. ¿Por qué? Irrelevante. Simplemente, le disgustaba. Solo había una Lysbeth y una pobre copia no era más que un insulto.
Intentó sacudirse la molestia, de todas formas. El chico tenía una akuma, acababa de dejarlo claro. Una que involucraba polimorfia, con lo que seguramente estaba bastante cerca de la suya propia. Eso era bastante más importante ahora que su ego herido. Pensó en todos los libros acerca de demonios y súcubos que mantenía en su barco y algo visceral dentro de ella le dijo que jamás dejaría que el chaval les pusiera la zarpa encima. Demonios, ¿de dónde venía tanto odio? ¿Desde cuándo era tan egoísta? Claramente ni siquiera controlaba lo que era todavía, a juzgar por lo ilusionado que se le veía. Seguramente era la primera vez que utilizaba ese poder. Por otro lado… ¿cincuenta y cinco años? Tenía que preguntarle dónde había rejuvenecido, porque se mirase como se mirase era un buen método.
-Lo cierto es que no me gusta demasiado hablar de mi fruta. Aunque- Añadió con una sonrisa traviesa.- siempre puedes intentar adivinar cuál es.
Intentó obviar la otra pregunta que le había hecho. ¿Qué deseaba? Por su cabeza pasó la nota de papel que llevaba encima a todas horas, escrita de su propio puño y letra para ella misma. Deseaba dejarse llevar por la curiosidad, aún sabiendo que podía hacerle daño. Pero, lógicamente, eso no era algo que pudiera decirle a un no-tan-desconocido. Además, estaba allí justamente para alejarse de ese deseo.
-Estoy de paso, simplemente. Haciendo turismo, podría decirse. Y cualquier cosa que me entretenga es más que bienvenida.- Le miró de arriba abajo, intentando aprender un poco más de él.- ¿Y tú? ¿Qué fruta posees? Si tienes razón y son parecidas… quizá podría darte algún empujón.
-No vuelvas a hacer eso.
Era una hipócrita, por supuesto. Ella asumía la forma de un montón de gente a diario, tanto de desconocidos anónimos como de gente importante para otras personas si quería sacar algún beneficio. Y normalmente no le importaba lo más mínimo el daño que esto pudiera causar. ¿Ver cómo alguien se transformaba en ella misma? Horrible. Indeseable. ¿Por qué? Irrelevante. Simplemente, le disgustaba. Solo había una Lysbeth y una pobre copia no era más que un insulto.
Intentó sacudirse la molestia, de todas formas. El chico tenía una akuma, acababa de dejarlo claro. Una que involucraba polimorfia, con lo que seguramente estaba bastante cerca de la suya propia. Eso era bastante más importante ahora que su ego herido. Pensó en todos los libros acerca de demonios y súcubos que mantenía en su barco y algo visceral dentro de ella le dijo que jamás dejaría que el chaval les pusiera la zarpa encima. Demonios, ¿de dónde venía tanto odio? ¿Desde cuándo era tan egoísta? Claramente ni siquiera controlaba lo que era todavía, a juzgar por lo ilusionado que se le veía. Seguramente era la primera vez que utilizaba ese poder. Por otro lado… ¿cincuenta y cinco años? Tenía que preguntarle dónde había rejuvenecido, porque se mirase como se mirase era un buen método.
-Lo cierto es que no me gusta demasiado hablar de mi fruta. Aunque- Añadió con una sonrisa traviesa.- siempre puedes intentar adivinar cuál es.
Intentó obviar la otra pregunta que le había hecho. ¿Qué deseaba? Por su cabeza pasó la nota de papel que llevaba encima a todas horas, escrita de su propio puño y letra para ella misma. Deseaba dejarse llevar por la curiosidad, aún sabiendo que podía hacerle daño. Pero, lógicamente, eso no era algo que pudiera decirle a un no-tan-desconocido. Además, estaba allí justamente para alejarse de ese deseo.
-Estoy de paso, simplemente. Haciendo turismo, podría decirse. Y cualquier cosa que me entretenga es más que bienvenida.- Le miró de arriba abajo, intentando aprender un poco más de él.- ¿Y tú? ¿Qué fruta posees? Si tienes razón y son parecidas… quizá podría darte algún empujón.
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La mujer estaba divagando e incluso notaba de alguna forma que había evadido el tema. Aquello le resignó un poco, pero tampoco podía interrogar a una persona que acababa de conocer. Se notaba en su habla muchas cosas, pero seguía sin conocer de alguna forma real qué podía hacer su fruta del diablo. Algo dentro de él le decía que en el fondo eran muy parecidos... Quizás por la locura de los cazadores con las copas. Seguía rumiando aquello de un momento para otro. Recordó que él mismo pudo hacer algo parecido en Norin, pero con la voz. Así que cuando acabó de explicarse, redirigió su voluntad en su voz. Impregnó totalmente a sus palabras del mesmerismo, aún sin siquiera saber cómo funcionaba. Pero notaba su tono. Era cálido, reconfortante. Era el tono de un demonio que buscaba una presa.
—Pues una oni oni no mi, demonio del destino. Así es como la llamaba mi madre. Desde pequeño, en Hallstat, me repetía una y otra vez que estaba destinado a comer esa fruta. Pero me la comí hace unas semanas. —Frunció un poco el ceño, no estaba preparado para hablar demasiado de ese tema—. Por ahora sé que puedo volar —se elevó en el sitio y volvió a aterrizar—. Puedo hacer esto, también —agarró aire y salieron unos cuernos y cola de él, junto con un aura muy densa oscura—. Y la polimorfia. No conozco qué más puedo hacer. Y todo esto me ha salido de forma más o menos natural porque antaño comí otra fruta. Y por verte a ti, claro. Eres muy interesante. —Acabó diciendo.
Se cruzó de brazos, volviendo a buscar la sombra de otro árbol. Dios, el sol le molestaba. Y mucho. Conforme iban hablando y andando no estaban ya muy lejos de la zona, pero se le ocurrió algo por la cabeza. Se colocó delante de la muchacha, desenvainando su espada y apuntándole con ella.
—Empálame el arma. Es lo único que te pido. Es lo que más deseo ahora mismo. Haré lo que me pidas después. —Frunció el ceño por un momento—. ¿Tiene algo que ver con el deseo, Lysbeth? No me pareció algo natural la reacción de los cazadores. Pero... Primero hagamos esto.
Bajó el arma y giró el mango. Le ofreció a Extorquendo Mundi y esperó a ver qué haría. Aquello era un acto de confianza sobrehumano. Pero sabía que si no le había cortado la garganta en la taberna, no tenía por qué hacerlo ahora.
—Pues una oni oni no mi, demonio del destino. Así es como la llamaba mi madre. Desde pequeño, en Hallstat, me repetía una y otra vez que estaba destinado a comer esa fruta. Pero me la comí hace unas semanas. —Frunció un poco el ceño, no estaba preparado para hablar demasiado de ese tema—. Por ahora sé que puedo volar —se elevó en el sitio y volvió a aterrizar—. Puedo hacer esto, también —agarró aire y salieron unos cuernos y cola de él, junto con un aura muy densa oscura—. Y la polimorfia. No conozco qué más puedo hacer. Y todo esto me ha salido de forma más o menos natural porque antaño comí otra fruta. Y por verte a ti, claro. Eres muy interesante. —Acabó diciendo.
Se cruzó de brazos, volviendo a buscar la sombra de otro árbol. Dios, el sol le molestaba. Y mucho. Conforme iban hablando y andando no estaban ya muy lejos de la zona, pero se le ocurrió algo por la cabeza. Se colocó delante de la muchacha, desenvainando su espada y apuntándole con ella.
—Empálame el arma. Es lo único que te pido. Es lo que más deseo ahora mismo. Haré lo que me pidas después. —Frunció el ceño por un momento—. ¿Tiene algo que ver con el deseo, Lysbeth? No me pareció algo natural la reacción de los cazadores. Pero... Primero hagamos esto.
Bajó el arma y giró el mango. Le ofreció a Extorquendo Mundi y esperó a ver qué haría. Aquello era un acto de confianza sobrehumano. Pero sabía que si no le había cortado la garganta en la taberna, no tenía por qué hacerlo ahora.
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Los ojos de Lys se abrieron un poco más al escuchar el cambio en su voz. El tono era el mismo, pero cada palabra dejaba a su paso un reguero de miel que invitaba a continuar escuchándole. Oni oni no mi… En efecto, se parecían mucho. Tanto como que sus akumas pertenecían a la misma familia. Se preguntó si podría prevenir ese encanto que llevaba en la lengua manipulando su propio deseo. Parecía complicado, pero por suerte el chico estaba ocupado demostrándole todo lo que había aprendido; un poquito de todo, por lo visto.
Tuvo que buscar en su interior, sumergirse en la miel que emanaba de sus labios para averiguar dónde le estaba afectando exactamente; dónde estaba haciendo surgir ese deseo de continuar escuchándole. Una vez lo encontró, tuvo que asfixiarlo. Era complicado, porque mientras él hablaba, continuaba llegando más y más; la fuente no estaba a su alcance, o por lo menos no parecía capaz de llegar hasta ella. Sin embargo, notó como el efecto se mitigaba. De repente, sin embargo, él terminó de hablar y su pequeño experimento se quedó a medias. Frunció el ceño un instante, pero lo sustituyó por una sonrisa al terminar de procesar sus palabras; un halago sincero siempre era algo bienvenido.
Le siguió mientras se iba de cabeza hasta la sombra de un árbol. ¿La luz le molestaba? Qué extraño, a ella nunca le había dado problemas. Por otro lado, los súcubos eran un veneno que se escondía a plena vista, cuanto más dulce y atractiva su apariencia mejor. Quizá tuviera que ver. Sus colas también eran parecidas, aunque la punta difería. Tal vez sus demonios fueran más primos que hermanos.
De repente, él interrumpió su pequeña comparativa mental ofreciéndole su espada. ¿Qué le empalase? Esa debería ser su frase, pero el chico no le apetecía. La cogió y la sopesó sosteniéndola horizontal en ambas manos. Suponía que quería comprobar si tenía algún tipo de regeneración.
-Es un arma hermosa, de exquisita manufactura. Las espadas no me parecen el arma más cómoda, son demasiado voluminosas, pero… reconozco la calidad cuando la veo. Sin embargo…
Esbozó una sonrisa llena de travesura, antes de agarrar uno de sus cuchillos y clavárselo en el hombro, dejando que le atravesara de lado a lado.
-Si me pides que te ataque, lo haré con mis propias armas.
Se apartó un paso, dejándole el cuchillo clavado de momento. Le había hecho una pregunta y llegados a ese punto era hora de respondérsela. Al fin y al cabo, había adivinado.
-Y para responder a tu pregunta, en efecto.- Dijo, chasqueando los dedos. Aunque más pequeña que la herida que le habría hecho su propia espada, tenía que estarle doliendo a horrores. Cambio todo ese dolor por placer en una décima de segundo, el ejemplo perfecto de hasta dónde llegaba su poder.-Te encuentras ante la usuaria de la Oni Oni no mi: modelo Súcubbus. Un placer.
Su sonrisa se afiló mientras contaba hasta tres lenta y mentalmente, antes de devolverle su dolor para que experimentara como prefiriese. Primero, sin embargo, recogería su cuchillo. Sangre ofrecida voluntariamente era un buen pago por la información que acababa de revelarle.
Tuvo que buscar en su interior, sumergirse en la miel que emanaba de sus labios para averiguar dónde le estaba afectando exactamente; dónde estaba haciendo surgir ese deseo de continuar escuchándole. Una vez lo encontró, tuvo que asfixiarlo. Era complicado, porque mientras él hablaba, continuaba llegando más y más; la fuente no estaba a su alcance, o por lo menos no parecía capaz de llegar hasta ella. Sin embargo, notó como el efecto se mitigaba. De repente, sin embargo, él terminó de hablar y su pequeño experimento se quedó a medias. Frunció el ceño un instante, pero lo sustituyó por una sonrisa al terminar de procesar sus palabras; un halago sincero siempre era algo bienvenido.
Le siguió mientras se iba de cabeza hasta la sombra de un árbol. ¿La luz le molestaba? Qué extraño, a ella nunca le había dado problemas. Por otro lado, los súcubos eran un veneno que se escondía a plena vista, cuanto más dulce y atractiva su apariencia mejor. Quizá tuviera que ver. Sus colas también eran parecidas, aunque la punta difería. Tal vez sus demonios fueran más primos que hermanos.
De repente, él interrumpió su pequeña comparativa mental ofreciéndole su espada. ¿Qué le empalase? Esa debería ser su frase, pero el chico no le apetecía. La cogió y la sopesó sosteniéndola horizontal en ambas manos. Suponía que quería comprobar si tenía algún tipo de regeneración.
-Es un arma hermosa, de exquisita manufactura. Las espadas no me parecen el arma más cómoda, son demasiado voluminosas, pero… reconozco la calidad cuando la veo. Sin embargo…
Esbozó una sonrisa llena de travesura, antes de agarrar uno de sus cuchillos y clavárselo en el hombro, dejando que le atravesara de lado a lado.
-Si me pides que te ataque, lo haré con mis propias armas.
Se apartó un paso, dejándole el cuchillo clavado de momento. Le había hecho una pregunta y llegados a ese punto era hora de respondérsela. Al fin y al cabo, había adivinado.
-Y para responder a tu pregunta, en efecto.- Dijo, chasqueando los dedos. Aunque más pequeña que la herida que le habría hecho su propia espada, tenía que estarle doliendo a horrores. Cambio todo ese dolor por placer en una décima de segundo, el ejemplo perfecto de hasta dónde llegaba su poder.-Te encuentras ante la usuaria de la Oni Oni no mi: modelo Súcubbus. Un placer.
Su sonrisa se afiló mientras contaba hasta tres lenta y mentalmente, antes de devolverle su dolor para que experimentara como prefiriese. Primero, sin embargo, recogería su cuchillo. Sangre ofrecida voluntariamente era un buen pago por la información que acababa de revelarle.
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Primero vino el dolor. Frunció el ceño y se mordió el labio para no gritar. Era doloroso, sí. Pero estaba más que acostumbrado a que le clavasen cosas. Después, lo que le sorprendió, fue el segundo acto. Elevó las cejas y empezó a sonreír, bastante complacido. ¿Era eso el masoquis... No, el dolor había vuelto. Se llevó la mano a la herida y dejó que le sacase el cuchillo. Era un acto que no se esperaba en absoluto. A pesar de esperarse de que le empalaría con su propia arma, le había atacado con otra cosa. Y no estaba preparado para eso. Se tocó la herida y se concentró, agarrando aire y permitiendo que se cerrase. Podía juntar su regeneración de la bioingeniería con la de la fruta del diablo.
—Vaya, eres de lo más interesante —exclamó con una sonrisa. No se le podía ver en su expresión nada de enfado—. Me has sorprendido, Lysbeth. Y me gusta que me sorprendan, la verdad. Con mi edad no suelo abrir la boca por nada.
Se cruzó de brazos y miró hacia el horizonte. No consideraba aquello como una pérdida de tiempo, igualmente. Haberse cruzado con una usuaria de la misma familia que su fruta del diablo era una casualidad absoluta. Le seguiría observando y miraría cada movimiento que hacía. Quedaban cosas por aprender, demasiadas. Así que se limitó a concentrarse en todo momento. No quería ir sacando ese aura oscura, así que tendría que acostumbrarse a asimilar su forma normal, la humana.
—Hey, Lysbeth. Ya sé que te estoy entreteniendo mucho, pero flipo. ¿Menuda casualidad lo de las frutas del diablo, no crees? —Le dijo mientras se llevaba la mano al mentón—. ¿Vamos a por esos piratas?
Agarró su arma y empezó a andar con las manos metidas en la chaqueta tras escuchar a la pirata. ¿El deseo, eh? Quizás lo compartían de alguna forma. Lo de Lysbeth era placer, y él era sugestión. Quizás consideraba algo mucho más potente lo de la mujer, pero tampoco sabía qué hacía exactamente. Seguramente yendo con su prima de frutas descubriría quién era realmente.
—Mira, por allí. No están demasiado lej...
Apartó la cabeza, esquivando un tiro. Frunció el ceño y se llevó la mano a encima de los ojos, para que no le deslumbrase el sol. Parecían que con la tontería de haberse quedado quietos los exploradores les habían divisado. O eso, o que alguien con mantra los había presenciado. Las posibilidades eran bastantes, pero quizás aquello sería un paso adelante para la sugestión de su fruta. Quería ser un humano, y no tener que aparentar un demonio a todo momento que quería usar sus poderes.
—¿Vamos? —Acabó diciendo con una sonrisa.
—Vaya, eres de lo más interesante —exclamó con una sonrisa. No se le podía ver en su expresión nada de enfado—. Me has sorprendido, Lysbeth. Y me gusta que me sorprendan, la verdad. Con mi edad no suelo abrir la boca por nada.
Se cruzó de brazos y miró hacia el horizonte. No consideraba aquello como una pérdida de tiempo, igualmente. Haberse cruzado con una usuaria de la misma familia que su fruta del diablo era una casualidad absoluta. Le seguiría observando y miraría cada movimiento que hacía. Quedaban cosas por aprender, demasiadas. Así que se limitó a concentrarse en todo momento. No quería ir sacando ese aura oscura, así que tendría que acostumbrarse a asimilar su forma normal, la humana.
—Hey, Lysbeth. Ya sé que te estoy entreteniendo mucho, pero flipo. ¿Menuda casualidad lo de las frutas del diablo, no crees? —Le dijo mientras se llevaba la mano al mentón—. ¿Vamos a por esos piratas?
Agarró su arma y empezó a andar con las manos metidas en la chaqueta tras escuchar a la pirata. ¿El deseo, eh? Quizás lo compartían de alguna forma. Lo de Lysbeth era placer, y él era sugestión. Quizás consideraba algo mucho más potente lo de la mujer, pero tampoco sabía qué hacía exactamente. Seguramente yendo con su prima de frutas descubriría quién era realmente.
—Mira, por allí. No están demasiado lej...
Apartó la cabeza, esquivando un tiro. Frunció el ceño y se llevó la mano a encima de los ojos, para que no le deslumbrase el sol. Parecían que con la tontería de haberse quedado quietos los exploradores les habían divisado. O eso, o que alguien con mantra los había presenciado. Las posibilidades eran bastantes, pero quizás aquello sería un paso adelante para la sugestión de su fruta. Quería ser un humano, y no tener que aparentar un demonio a todo momento que quería usar sus poderes.
—¿Vamos? —Acabó diciendo con una sonrisa.
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En efecto, se regeneraba. Aunque no creía que fuera cosa de su akuma. No parecía estarle costando a penas, así que dudaba que fuera la primera vez que lo hacía. Tampoco parecía nada enfadado, aunque acababa de clavarle un cuchillo. Si ella era interesante, él desde luego era raro.
-Curioso, cualquiera diría que al ser mayor que yo ya habrías asumido que el mundo siempre encuentra la forma de sorprenderte.
Y lo decía de verdad. Hacía tiempo que había asumido que lo mejor que podías hacer para sobrellevar la vida era entender que al final siempre ocurría algo inesperado. Claro que muchas veces era ella misma el factor caótico en la ecuación, pero eh, por lo menos se dedicaba por entero a su papel.
-Aguarda un momento.
Quería ir a por los piratas, pero ahora ella era la que tenía una pregunta. Más bien, una curiosidad que satisfacer. Una pequeña, nada comparable con la que intentaba ahogar con el viaje, pero suficiente como para distraerla si se dejaba. Y se estaba dejando, mucho.
-Entonces… ¿no te venían alas, con todo lo demás?
Sacó las suyas, junto con su cola y sus cuernos y se dio la vuelta un momento, aleteando lentamente para que pudiera examinarlas. Él antes había levitado a secas y ahora ella se estaba devanando los sesos para entender por qué. Eran dos clases de demonios, sí, pero las alas no tenían que ver con sus poderes específicos. Estaba segura de que eso no pasaba en ninguna otra especie, aunque…!
¡Dragones! A los dragones les pasaba lo mismo, recordó en el mismo instante en el que una bala pasaba a centímetros de su mejilla. Enseguida, se giró y activó el mantra para ubicar al atacante.
-Vamos.
Sonriendo también, agarró otro cuchillo y aleteó con fuerza, alzándose en el aire y aterrizando unos metros más allá, tras un enorme roble. Allí detrás se encontraba el pobre valiente que les había disparado y en cuestión de segundos tenía el acero de Lys al cuello mientras ella le sujetaba la muñeca para que no hiciera tonterías con la pistola. Por el rabillo del ojo, vio como un compañero del hombre echaba a correr hacia las playas. Sonrió, mirando a Dark.
-¿Quieres ir a por él o crees que será más divertido sin el factor sorpresa?
Se giró hacia el pirata, que parecía estar dándose cuenta de que no iba a salir muy bien parado de esa.
-Y tú, corderito, ¿qué se te ha perdido aquí? ¿Te parece bonito dispararnos así, sin avisar?
-Curioso, cualquiera diría que al ser mayor que yo ya habrías asumido que el mundo siempre encuentra la forma de sorprenderte.
Y lo decía de verdad. Hacía tiempo que había asumido que lo mejor que podías hacer para sobrellevar la vida era entender que al final siempre ocurría algo inesperado. Claro que muchas veces era ella misma el factor caótico en la ecuación, pero eh, por lo menos se dedicaba por entero a su papel.
-Aguarda un momento.
Quería ir a por los piratas, pero ahora ella era la que tenía una pregunta. Más bien, una curiosidad que satisfacer. Una pequeña, nada comparable con la que intentaba ahogar con el viaje, pero suficiente como para distraerla si se dejaba. Y se estaba dejando, mucho.
-Entonces… ¿no te venían alas, con todo lo demás?
Sacó las suyas, junto con su cola y sus cuernos y se dio la vuelta un momento, aleteando lentamente para que pudiera examinarlas. Él antes había levitado a secas y ahora ella se estaba devanando los sesos para entender por qué. Eran dos clases de demonios, sí, pero las alas no tenían que ver con sus poderes específicos. Estaba segura de que eso no pasaba en ninguna otra especie, aunque…!
¡Dragones! A los dragones les pasaba lo mismo, recordó en el mismo instante en el que una bala pasaba a centímetros de su mejilla. Enseguida, se giró y activó el mantra para ubicar al atacante.
-Vamos.
Sonriendo también, agarró otro cuchillo y aleteó con fuerza, alzándose en el aire y aterrizando unos metros más allá, tras un enorme roble. Allí detrás se encontraba el pobre valiente que les había disparado y en cuestión de segundos tenía el acero de Lys al cuello mientras ella le sujetaba la muñeca para que no hiciera tonterías con la pistola. Por el rabillo del ojo, vio como un compañero del hombre echaba a correr hacia las playas. Sonrió, mirando a Dark.
-¿Quieres ir a por él o crees que será más divertido sin el factor sorpresa?
Se giró hacia el pirata, que parecía estar dándose cuenta de que no iba a salir muy bien parado de esa.
-Y tú, corderito, ¿qué se te ha perdido aquí? ¿Te parece bonito dispararnos así, sin avisar?
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―He luchado codo con codo con las personas más fuertes de la generación anterior, y por eso ya no tengo demasiadas expectativas cuando conozco gente nueva. Pero tú me impresionas.
Continuó hablando y al final sacó algo. ¿Alas? Qué pasada. Las miró algo impresionado y se cruzó de brazos. ¿Era bueno tenerlas, o no? Tenían que tener diferencias, claro está, pero es que se veían de lo más guay.
―Sí. Y no. Tengo recuerdos difusos de si llegué a sacar la forma completa o no. Pero no puedo sacarla. Algo dentro de mí se remueve y parece arrancarme el alma.
Pero tras pasar el tiro por el lado de estos, con un "vamos" batió las alas, echándose él también a volar para seguirla. No tardaron mucho en llegar hasta el hombre que disparó, el cual la mujer logró identificar antes que él. Cuando la pirata logró poner el acero en el cuello del que les disparó, otro comenzó a escapar. Elevó la mano y deseó. Un muro de llamas se alzó ante el hombre, que no tardó en intentar buscar desesperado una salida. Conforme se movía de un lado para otro, acabó con tres paredes delante y la apertura dirigida hacia los dos demonios.
―Me da que he aprendido algo nuevo. ―Exclamó sonriendo―. Ven para aquí. ―Ordenó al hombre que les estaba mirando.
El hombre, casi hipnotizado, se acercó hacia ellos algo confuso. Se colocó al lado del otro, el cual estaba temblando de miedo, y empezó a mirar a los dos piratas. Estaba demasiado acojonado como para hablar, así que el que estaba amenazado por Lysbeth empezó a hablar.
―¡No nos hagáis daño, por favor! ―Gritó totalmente paralizado―. Disparábamos por órdenes mayores. Sólo somos unos mandados. Se enteraron de que ya llegasteis a la isla y se han fortificado totalmente.
―¿Sabías que la madera arde con facilidad, jovenzuelo? ―Le explicó Dark acomodando su postura para quedarse a la altura de la de Lysbeth, agachándose.
El hombre pareció desmayarse de la presión. De hecho, hasta tenía un bonito rastro de pis que goteaba de sus pantalones. Dark agarró del cuello al otro y lo miró fijamente.
―¿Y tú? ¿Qué nos puedes decir?
Conforme le preguntó, le pasó lo mismo. Agitó el pie algo molesto, quitándose el líquido de la bota. Por dios, que eran un regalo de Vince. Tendría que acordarse de limpiarlas después.
―¿Qué hacemos, Lysbeth? O vamos ya o esperamos a la noche. Lo que tú prefieras, mademoiselle ―le acabó diciendo con una pequeña reverencia formal.
Continuó hablando y al final sacó algo. ¿Alas? Qué pasada. Las miró algo impresionado y se cruzó de brazos. ¿Era bueno tenerlas, o no? Tenían que tener diferencias, claro está, pero es que se veían de lo más guay.
―Sí. Y no. Tengo recuerdos difusos de si llegué a sacar la forma completa o no. Pero no puedo sacarla. Algo dentro de mí se remueve y parece arrancarme el alma.
Pero tras pasar el tiro por el lado de estos, con un "vamos" batió las alas, echándose él también a volar para seguirla. No tardaron mucho en llegar hasta el hombre que disparó, el cual la mujer logró identificar antes que él. Cuando la pirata logró poner el acero en el cuello del que les disparó, otro comenzó a escapar. Elevó la mano y deseó. Un muro de llamas se alzó ante el hombre, que no tardó en intentar buscar desesperado una salida. Conforme se movía de un lado para otro, acabó con tres paredes delante y la apertura dirigida hacia los dos demonios.
―Me da que he aprendido algo nuevo. ―Exclamó sonriendo―. Ven para aquí. ―Ordenó al hombre que les estaba mirando.
El hombre, casi hipnotizado, se acercó hacia ellos algo confuso. Se colocó al lado del otro, el cual estaba temblando de miedo, y empezó a mirar a los dos piratas. Estaba demasiado acojonado como para hablar, así que el que estaba amenazado por Lysbeth empezó a hablar.
―¡No nos hagáis daño, por favor! ―Gritó totalmente paralizado―. Disparábamos por órdenes mayores. Sólo somos unos mandados. Se enteraron de que ya llegasteis a la isla y se han fortificado totalmente.
―¿Sabías que la madera arde con facilidad, jovenzuelo? ―Le explicó Dark acomodando su postura para quedarse a la altura de la de Lysbeth, agachándose.
El hombre pareció desmayarse de la presión. De hecho, hasta tenía un bonito rastro de pis que goteaba de sus pantalones. Dark agarró del cuello al otro y lo miró fijamente.
―¿Y tú? ¿Qué nos puedes decir?
Conforme le preguntó, le pasó lo mismo. Agitó el pie algo molesto, quitándose el líquido de la bota. Por dios, que eran un regalo de Vince. Tendría que acordarse de limpiarlas después.
―¿Qué hacemos, Lysbeth? O vamos ya o esperamos a la noche. Lo que tú prefieras, mademoiselle ―le acabó diciendo con una pequeña reverencia formal.
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Quizá ella le impresionara de verdad, pero tal y como hablaba lo único que estaba consiguiendo era que le tomara por un charlatán. ¿Tanto ego y no recordaba si había llegado a su forma completa? Ahí había gato encerrado, aunque no habría sido capaz de decir exactamente cómo.
A continuación todo pasó muy rápido y mientras sujetaba el cuchillo contra el cuello del que había osado dispararles, vio como a su alrededor todo se alzaba en llamas. Soltó un pequeño silbido de apreciación. ¿Algo nuevo? ¿Así de fácil? Ella había tenido que trabajar duro solo para conseguir alzar columnas de llamas desde el suelo y a ese chico le había bastado con alzar la mano. Fuera lo que fuera lo que significaba, no estaba convencida de que fuera algo bueno.
No dudaron mucho. Más que un interrogatorio, parecía una amigable conversación. O lo parecería de no ser por sus caras de terror. Espera un momento, ¿a qué se referían con que se habían enterado de que ya habían llegado a la isla? Nadie sabía que ella venía y desde luego nadie podía saber que decidiría ir tras una banda de ineptos que se habían venido arriba. Aunque bueno, pensándolo fríamente cualquiera que hubiera oído hablar de ella podía suponer que se lanzaría de cabeza ante un reto. Y… era posible que los piratas estuvieran vigilando quién llegaba a la isla para cubrirse las espaldas. Ese pensamiento le molestó. De haberlo sabido no se habría molestado en camuflar su navío. Cambiar las velas a mano ella sola había sido un completo engorro.
-Oe.- Le dijo irritada al tipo que todavía sostenía del cuello.- Corre hacia la playa y avisa a los idiotas de tus superiores de que Ardian les manda este mensaje: no tienen a dónde huir.- Le soltó delante de ella y el pobre tipo trastabilló y cayó al suelo.- Y date prisa.
Dejó que ambos se fueran, rodeando los muros de llamas a toda prisa. Dejó salir un suspiro de frustración antes de girarse hacia Dark y esbozar una media sonrisa.
-Espero que estés listo para revivir tus días de cazador.
Intentarían escapar, por supuesto. Pero así sería más divertido. Se debatía entre ir caminando lentamente y darles unos minutos de ventaja o salir volando a toda velocidad. Sin decidirse, sacó un berrie y se lo lanzó a Satou.
-Cara, no les dejamos reaccionar. Cruz, les damos algo de ventaja y los cazamos como a perros sin dueño. ¿Te parece?
A continuación todo pasó muy rápido y mientras sujetaba el cuchillo contra el cuello del que había osado dispararles, vio como a su alrededor todo se alzaba en llamas. Soltó un pequeño silbido de apreciación. ¿Algo nuevo? ¿Así de fácil? Ella había tenido que trabajar duro solo para conseguir alzar columnas de llamas desde el suelo y a ese chico le había bastado con alzar la mano. Fuera lo que fuera lo que significaba, no estaba convencida de que fuera algo bueno.
No dudaron mucho. Más que un interrogatorio, parecía una amigable conversación. O lo parecería de no ser por sus caras de terror. Espera un momento, ¿a qué se referían con que se habían enterado de que ya habían llegado a la isla? Nadie sabía que ella venía y desde luego nadie podía saber que decidiría ir tras una banda de ineptos que se habían venido arriba. Aunque bueno, pensándolo fríamente cualquiera que hubiera oído hablar de ella podía suponer que se lanzaría de cabeza ante un reto. Y… era posible que los piratas estuvieran vigilando quién llegaba a la isla para cubrirse las espaldas. Ese pensamiento le molestó. De haberlo sabido no se habría molestado en camuflar su navío. Cambiar las velas a mano ella sola había sido un completo engorro.
-Oe.- Le dijo irritada al tipo que todavía sostenía del cuello.- Corre hacia la playa y avisa a los idiotas de tus superiores de que Ardian les manda este mensaje: no tienen a dónde huir.- Le soltó delante de ella y el pobre tipo trastabilló y cayó al suelo.- Y date prisa.
Dejó que ambos se fueran, rodeando los muros de llamas a toda prisa. Dejó salir un suspiro de frustración antes de girarse hacia Dark y esbozar una media sonrisa.
-Espero que estés listo para revivir tus días de cazador.
Intentarían escapar, por supuesto. Pero así sería más divertido. Se debatía entre ir caminando lentamente y darles unos minutos de ventaja o salir volando a toda velocidad. Sin decidirse, sacó un berrie y se lo lanzó a Satou.
-Cara, no les dejamos reaccionar. Cruz, les damos algo de ventaja y los cazamos como a perros sin dueño. ¿Te parece?
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Vaya, iba captando sus intenciones. Bajó la mano y quitó el fuego de ahí. ¿Por qué no podía haberlo dicho antes de esa forma? ¿Cara o cruz? En el fondo algo se removía dentro de él. Por eso iba a forzar la cruz. Aceptó la moneda gustoso y le dedicó una larga sonrisa a Lysbeth mientras tocaba brevemente su brazalete antes de tirar nada al aire. Había metido un segundo berrie ahí que le serviría más adelante. Pero las ideas que había dado como opciones la pirata eran de lo más interesantes. Por lo que decidió seguirle el juego.
―Qué emoción. Me apuesto a que sale cruz. ¿Y tú? ―Le dijo con un tono ligeramente perverso.
Lanzó la moneda, pero haciendo un ágil movimiento. Era un ilusionista experto, así que no le costaría engañar a Lysbeth con un truco de magia para que saliese lo que le favorecía a su opinión. Mientras caía la moneda, movió las manos en arco, sacando del brazalete un berrie que coló justo detrás de la unión de su dedo índice y corazón. Agarró el berrie y, tapando la mano con el segundo berrie, tapó la parte de arriba. Con el mismo movimiento logró intercambiar el berrie que había caído por el que tenía en el dedo colocado, mostrando cuando apartó la mano ―y con esta se llevó el primer berrie― una cruz. "Sí. Mis días de cazador eran gloriosos. Ese sentimiento de cuando estaban acorralados... Llegaba a ser mejor que un orgasmo a veces." pensó mientras le señalaba el resultado.
―Parece ser que es cruz, Lysbeth. Tocará revivir mis días de cazador, entonces. ¿Les damos cinco minutos, nos concentramos, y volamos hacia sus presencias? ―Le ofreció―. O, algo incluso mejor. Algo que me va a gustar de sobras hacer.
Se concentró y volvió a dejar fluir la akuma por su cuerpo, transformándose en el primero que había huido. Sonrió macabramente y esperó que su compañera pillase la idea. Si llegaba a acceder a hacer aquello, se iba a divertir como un crío chico. ¿Qué mejor que cazar a unos piratuchos inútiles que llevarlos hasta el mismo peligro a base de engaños? Esto sería más aburrido con la pika pika no mi. Sólo tendría que moverse y agarrarlos. Pero gracias a la oni oni... Podía descubrir una parte de él que no conocía que antes existía. O eso, o que realmente se había vuelto un demonio y su juicio se había torcido al de uno.
―¿Qué opinas, te gusta la idea, súcubo? ―Le acabó diciendo mientras jugaba con la moneda entre sus dedos, pasándola de uno a otro sin ningún tipo de esfuerzo y sin mirar.
―Qué emoción. Me apuesto a que sale cruz. ¿Y tú? ―Le dijo con un tono ligeramente perverso.
Lanzó la moneda, pero haciendo un ágil movimiento. Era un ilusionista experto, así que no le costaría engañar a Lysbeth con un truco de magia para que saliese lo que le favorecía a su opinión. Mientras caía la moneda, movió las manos en arco, sacando del brazalete un berrie que coló justo detrás de la unión de su dedo índice y corazón. Agarró el berrie y, tapando la mano con el segundo berrie, tapó la parte de arriba. Con el mismo movimiento logró intercambiar el berrie que había caído por el que tenía en el dedo colocado, mostrando cuando apartó la mano ―y con esta se llevó el primer berrie― una cruz. "Sí. Mis días de cazador eran gloriosos. Ese sentimiento de cuando estaban acorralados... Llegaba a ser mejor que un orgasmo a veces." pensó mientras le señalaba el resultado.
―Parece ser que es cruz, Lysbeth. Tocará revivir mis días de cazador, entonces. ¿Les damos cinco minutos, nos concentramos, y volamos hacia sus presencias? ―Le ofreció―. O, algo incluso mejor. Algo que me va a gustar de sobras hacer.
Se concentró y volvió a dejar fluir la akuma por su cuerpo, transformándose en el primero que había huido. Sonrió macabramente y esperó que su compañera pillase la idea. Si llegaba a acceder a hacer aquello, se iba a divertir como un crío chico. ¿Qué mejor que cazar a unos piratuchos inútiles que llevarlos hasta el mismo peligro a base de engaños? Esto sería más aburrido con la pika pika no mi. Sólo tendría que moverse y agarrarlos. Pero gracias a la oni oni... Podía descubrir una parte de él que no conocía que antes existía. O eso, o que realmente se había vuelto un demonio y su juicio se había torcido al de uno.
―¿Qué opinas, te gusta la idea, súcubo? ―Le acabó diciendo mientras jugaba con la moneda entre sus dedos, pasándola de uno a otro sin ningún tipo de esfuerzo y sin mirar.
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En cuanto le escuchó hablar supo que no sería un tiro justo. Debería haberla lanzado ella misma, pero en realidad le daba igual lo que saliera. Darles algo de ventaja podía ser divertido. Correspondió a su tono con una sonrisa traviesa, mientras se cruzaba de brazos.
-Lo siento. Tengo por costumbre no apostar con demonios, locos o charlatanes.
Esa clase de personas solo apuesta si tiene asegurada la victoria.- Pensó en silencio. Y ella misma entraba en la primera categoría, por lo que lo sabía de sobra. Lanzó la moneda, lleno de ínfulas y glamour. Cuando le enseñó el resultado, efectivamente, una diminuta B señalaba que había salido cruz.
Empezó a hablar acerca de qué hacer a continuación, mientras ella le observaba. Algo había cambiado en él, o quizá estaba empezando a cambiar. Podía verlo en su mirada, en su sonrisa y en la forma en la que hablaba. Alzó una ceja al verle transformarse. ¿En serio? ¿No era un poco chabacano? A estas alturas el chico original estaría llegando junto al resto de piratas, en cuanto aparecieran sabrían que algo estaba mal. No había margen para la duda, reconocerían al suyo. Sobre todo si Dark continuaba con esa sonrisa de enfermo.
-Aprecio la invitación, pero no es mi estilo. Prefiero que tengan muy clarito quién les ha atrapado. Sin embargo, creo que sé cómo echarte un cable para que te diviertas.
Al fin y al cabo, ¿quién era ella para criticar? A personajes más raros y más crueles había conocido. Y sabía que de una forma u otra conseguiría su satisfacción, por lo que no ganaba nada impidiéndole jugar. En lugar de ello, qué mejor que unirse.
De la nada, o eso pareció, sacó una larga cuerda. Se la había llevado esa mañana oculta entre su ropa, intuyendo que en algún momento podía llegar a ser útil. Entonces no esperaba utilizarla consigo misma, pero ya que estaba había que hacer las cosas bien. Ágilmente, se envolvió la cuerda entre sus antebrazos y muñecas, mientras que colocaba una ilusión sobre sí misma para cambiar su aspecto: ropa desgarrada, algún que otro moratón y arañazo… perfecto. Sacudió un poco la cabeza para despeinarse y le lanzó el cabo suelto de la cuerda a Dark.
-Enhorabuena, me has capturado. – Dijo con una gran sonrisa.- Ahora llévame ante tu capitán, a ver si te da un aumento… o lo que surja.
-Lo siento. Tengo por costumbre no apostar con demonios, locos o charlatanes.
Esa clase de personas solo apuesta si tiene asegurada la victoria.- Pensó en silencio. Y ella misma entraba en la primera categoría, por lo que lo sabía de sobra. Lanzó la moneda, lleno de ínfulas y glamour. Cuando le enseñó el resultado, efectivamente, una diminuta B señalaba que había salido cruz.
Empezó a hablar acerca de qué hacer a continuación, mientras ella le observaba. Algo había cambiado en él, o quizá estaba empezando a cambiar. Podía verlo en su mirada, en su sonrisa y en la forma en la que hablaba. Alzó una ceja al verle transformarse. ¿En serio? ¿No era un poco chabacano? A estas alturas el chico original estaría llegando junto al resto de piratas, en cuanto aparecieran sabrían que algo estaba mal. No había margen para la duda, reconocerían al suyo. Sobre todo si Dark continuaba con esa sonrisa de enfermo.
-Aprecio la invitación, pero no es mi estilo. Prefiero que tengan muy clarito quién les ha atrapado. Sin embargo, creo que sé cómo echarte un cable para que te diviertas.
Al fin y al cabo, ¿quién era ella para criticar? A personajes más raros y más crueles había conocido. Y sabía que de una forma u otra conseguiría su satisfacción, por lo que no ganaba nada impidiéndole jugar. En lugar de ello, qué mejor que unirse.
De la nada, o eso pareció, sacó una larga cuerda. Se la había llevado esa mañana oculta entre su ropa, intuyendo que en algún momento podía llegar a ser útil. Entonces no esperaba utilizarla consigo misma, pero ya que estaba había que hacer las cosas bien. Ágilmente, se envolvió la cuerda entre sus antebrazos y muñecas, mientras que colocaba una ilusión sobre sí misma para cambiar su aspecto: ropa desgarrada, algún que otro moratón y arañazo… perfecto. Sacudió un poco la cabeza para despeinarse y le lanzó el cabo suelto de la cuerda a Dark.
-Enhorabuena, me has capturado. – Dijo con una gran sonrisa.- Ahora llévame ante tu capitán, a ver si te da un aumento… o lo que surja.
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―No te voy a decir que no a llevarte con una cuerda, la verdad ―exclamó agarrándola. No había dicho eso en principio, pero... ¿Por qué no?―. La verdad es que el capitán me deja encargarme de las mujeres como tú, pero te llevaré ante él. ―Acabó diciéndole, siguiéndole el juego.
No tardaron demasiado en llegar hasta la horda de barcos, por la cual pudieron pasearse sin problema. Había sido una muy buena idea, y por suerte, no tenían que abrirse paso a espadazos... Por ahora. Era una flota de cinco barcos, galeones que parecían de muy buena calidad. Señaló brevemente con la mano a uno de estos, el más alejado, empezando a arder poco a poco la madera. Estaba muy húmeda, por lo que incluso el fuego no llegaría a extenderse, pero sí causaría una distracción en unos minutos. Volvió a actuar como todo un buen grumete haría: yendo despreocupado. El problema es que no tenía ni idea de cuál era el navío en el que residía el capitán, así que tendría que ir preguntando.
―Hey, ¿dónde está el capitán? ―Dijo al primer pirata que se cruzó con él―. Traigo a la que estábamos buscando.
―¿Pero cómo no lo vas a saber, John? ¿Estás agilipollao o qué? El del medio, como siempre. A ver si vas dejando la cerveza, que no te hace bien. ―Dijo, mientras le soltaba un empujón a Dark―. Y corta ese rollo agradable. No te pega.
"Vale, me he transformado en un gilipollas. Así podré actuar mejor." pensó mientras se dirigía a la pasarela del barco. No podía hablar directamente con la pirata, pero esperaba que se lo estuviese pasando bien por ahí encima. Se fue directamente al camarote del capitán, observando que estaban cargando y descargando mercancía. ¿Eran berries? Porque si lo eran, estaban muy mal disimulados. Después se fijó en la bandera pirata y se podía ver la típica calavera con un adorno por encima. Tenía unas orejas de conejo, nada más destacable. "Dios, otra vez minks" pensó mientras abría la puerta del camarote.
Y efectivamente, era un mink. De hecho, una mink. Dark cerró detrás de sí y soltó la cuerda de Lysbeth delante, actuando un poco para forzarla a agacharse. Le había clavado un cuchillazo a traición, así que si se hacía algo de daño, era su problema.
―Mi capitana, he traído a la pirata. Su nombre es Lysbeth.
La mink se dio la vuelta, mostrando un pelaje rojo de arriba para abajo y un conjunto de lo más apretado. Parecía látex, de hecho. Se pudo fijar en las orejas, las cuales estaban calcadas en la bandera.
―Dos cosas. La primera, que podéis ir deshaciendo lo que estéis haciendo. Conozco la presencia de cada uno de mis hombres y la de vosotros dos es tremendamente más fuerte que la de John. ―Paró un momento para apoyar la cintura en su mesa―. La segunda, que no quería a esta mujer. Hay otros piratas en la isla. Así que podemos hacer esto. Toco la campanita y tenéis trescientos hombres ahí delante, o hablamos. ¿Qué preferís?
Dark deshació la polimorfia y esperó a que contestase la pirata. Entre mujeres seguramente lo manejarían mejor.
No tardaron demasiado en llegar hasta la horda de barcos, por la cual pudieron pasearse sin problema. Había sido una muy buena idea, y por suerte, no tenían que abrirse paso a espadazos... Por ahora. Era una flota de cinco barcos, galeones que parecían de muy buena calidad. Señaló brevemente con la mano a uno de estos, el más alejado, empezando a arder poco a poco la madera. Estaba muy húmeda, por lo que incluso el fuego no llegaría a extenderse, pero sí causaría una distracción en unos minutos. Volvió a actuar como todo un buen grumete haría: yendo despreocupado. El problema es que no tenía ni idea de cuál era el navío en el que residía el capitán, así que tendría que ir preguntando.
―Hey, ¿dónde está el capitán? ―Dijo al primer pirata que se cruzó con él―. Traigo a la que estábamos buscando.
―¿Pero cómo no lo vas a saber, John? ¿Estás agilipollao o qué? El del medio, como siempre. A ver si vas dejando la cerveza, que no te hace bien. ―Dijo, mientras le soltaba un empujón a Dark―. Y corta ese rollo agradable. No te pega.
"Vale, me he transformado en un gilipollas. Así podré actuar mejor." pensó mientras se dirigía a la pasarela del barco. No podía hablar directamente con la pirata, pero esperaba que se lo estuviese pasando bien por ahí encima. Se fue directamente al camarote del capitán, observando que estaban cargando y descargando mercancía. ¿Eran berries? Porque si lo eran, estaban muy mal disimulados. Después se fijó en la bandera pirata y se podía ver la típica calavera con un adorno por encima. Tenía unas orejas de conejo, nada más destacable. "Dios, otra vez minks" pensó mientras abría la puerta del camarote.
Y efectivamente, era un mink. De hecho, una mink. Dark cerró detrás de sí y soltó la cuerda de Lysbeth delante, actuando un poco para forzarla a agacharse. Le había clavado un cuchillazo a traición, así que si se hacía algo de daño, era su problema.
―Mi capitana, he traído a la pirata. Su nombre es Lysbeth.
La mink se dio la vuelta, mostrando un pelaje rojo de arriba para abajo y un conjunto de lo más apretado. Parecía látex, de hecho. Se pudo fijar en las orejas, las cuales estaban calcadas en la bandera.
―Dos cosas. La primera, que podéis ir deshaciendo lo que estéis haciendo. Conozco la presencia de cada uno de mis hombres y la de vosotros dos es tremendamente más fuerte que la de John. ―Paró un momento para apoyar la cintura en su mesa―. La segunda, que no quería a esta mujer. Hay otros piratas en la isla. Así que podemos hacer esto. Toco la campanita y tenéis trescientos hombres ahí delante, o hablamos. ¿Qué preferís?
Dark deshació la polimorfia y esperó a que contestase la pirata. Entre mujeres seguramente lo manejarían mejor.
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Lysbeth puso los ojos en blanco ante su interpretación del personaje. Sin embargo, se dejó llevar mansamente de la cuerda hasta donde estaban los piratas. Soltó un pequeño silbido de admiración al ver la flota. ¿5 galeones? Caramba, no eran poca cosa. Vio como Dark prendía fuego sutilmente al más alejado y sonrió. Le habría ayudado, pero tenía la sensación de que su fuego se extendería un tanto más rápido y no quería conseguir el efecto contrario y llamar la atención. De momento lo mejor era continuar.
Tuvieron un pequeño tropiezo con otro pirata y Lys no pudo evitar sonreír al ver cómo le pegaba un empujón a Dark. Rió para sus adentros, al fin y al cabo se lo había buscado. Además no importaba, había colado y ya estaban cerca. Podía ver la bandera desde allí: ¿Orejas de conejo? No le sonaban.
Entraron en el barco central y se dirigieron al camarote del capitán. La puerta se cerró a sus espaldas y pudieron ver quién comandaba a toda esa tropa. Una elegante mink conejo de pelaje rojo… y bastante buen gusto para la ropa. Dark le soltó con algo de descuido frente a ella, pero Lys aterrizó sobre sus rodillas con extrema suavidad y la espalda recta. Agacharse nunca era un problema si sabías hacerlo con orgullo.
Enseguida quedó claro que no le habían pillado por sorpresa. Qué se le iba a hacer. Lys se levantó y de un par de rápidos movimientos se liberó del complejo nudo que ella misma había hecho. Miró por un segundo a la coneja antes de actuar. Admiraba su confianza, aunque lo único que dejaba claro era que no tenía ni idea de con quién estaba tratando. En seguida centró sus poderes en ella, haciendo que le desease con locura. Se acercó lentamente, casi con pereza, y le colocó un dedo en la barbilla mientras sonreía.
-No vas a tocar la campanilla, ¿verdad?
La mink negó efusivamente con la cabeza, casi dándole a Lys en la cara con las orejas. Tenía las pupilas dilatadas y estaba respirando bastante rápido. Adorable. Le cogió las manos y sin dejar de mirarle a los ojos, se las ató desde las muñecas hasta los antebrazos.- Vamos a jugar a un juego.- le dijo mientras lo hacía. Enseguida quedó reducida y mirando a Lys con insistencia.
¿Qué hacer a continuación? Ella también había visto cómo manejaban la mercancía y quería una parte, pero ni loca iba a cargar con ella por su cuenta. Por otro lado… ¿echar a los piratas o darles una lección permanente? Bueno, tenían 5 barcos. Cuatro a estas alturas, seguramente. No veía razón por la que necesitasen más de uno. Se inclinó un poco y susurró algo en el oído de la coneja. Le contó su plan a Dark para que pudiera incluir la localización de su barco si así lo deseaba. Acto seguido, buscó por la estancia hasta encontrar un pequeño den den mushi adornado también con ropas de latex. Lo acercó a la conejita y esperó con una sonrisa en la boca.
-A los mendrugos del sector tres, ha habido un cambio de planes. Transportad la mercancía a las localizaciones que diré a continuación, podéis llevaros hasta una treintena de hombres de ser necesario.
Lys apagó el den den mushi y le dio la enhorabuena a la mink.
-Entonces, ¿de verdad vamos a unirnos? Podemos compartir camarote, ¡es lo bastante amplio para las dos y… te aseguro que no me importa compartir cama contigo!
Riendo entre dientes, retiró el efecto de su fruta de la pobre conejita. Pareció algo confundida al principio, pero pasaron unos segundos hasta que se dio cuenta de lo que había hecho. Se lanzó a por el den den mushi, pero Lys se lo quitó del medio.
-Nah uh uh. En fin, creo que eso es lo más importante. Dark, ¿qué te pareces si dejamos a Preciosa aquí y vamos a liarla con el resto de galeones? Con que les quede uno es más que suficiente para que huyan y expliquen por qué no es buena idea coger y abusar de los demás, ¿no crees?
Aguardaría su respuesta y le seguiría tras atar a la conejita a algún lado en el cuarto. Si aún así se escapaba… no aseguraba que fuera a ser tan benevolente de cruzársela una segunda vez.
Tuvieron un pequeño tropiezo con otro pirata y Lys no pudo evitar sonreír al ver cómo le pegaba un empujón a Dark. Rió para sus adentros, al fin y al cabo se lo había buscado. Además no importaba, había colado y ya estaban cerca. Podía ver la bandera desde allí: ¿Orejas de conejo? No le sonaban.
Entraron en el barco central y se dirigieron al camarote del capitán. La puerta se cerró a sus espaldas y pudieron ver quién comandaba a toda esa tropa. Una elegante mink conejo de pelaje rojo… y bastante buen gusto para la ropa. Dark le soltó con algo de descuido frente a ella, pero Lys aterrizó sobre sus rodillas con extrema suavidad y la espalda recta. Agacharse nunca era un problema si sabías hacerlo con orgullo.
Enseguida quedó claro que no le habían pillado por sorpresa. Qué se le iba a hacer. Lys se levantó y de un par de rápidos movimientos se liberó del complejo nudo que ella misma había hecho. Miró por un segundo a la coneja antes de actuar. Admiraba su confianza, aunque lo único que dejaba claro era que no tenía ni idea de con quién estaba tratando. En seguida centró sus poderes en ella, haciendo que le desease con locura. Se acercó lentamente, casi con pereza, y le colocó un dedo en la barbilla mientras sonreía.
-No vas a tocar la campanilla, ¿verdad?
La mink negó efusivamente con la cabeza, casi dándole a Lys en la cara con las orejas. Tenía las pupilas dilatadas y estaba respirando bastante rápido. Adorable. Le cogió las manos y sin dejar de mirarle a los ojos, se las ató desde las muñecas hasta los antebrazos.- Vamos a jugar a un juego.- le dijo mientras lo hacía. Enseguida quedó reducida y mirando a Lys con insistencia.
¿Qué hacer a continuación? Ella también había visto cómo manejaban la mercancía y quería una parte, pero ni loca iba a cargar con ella por su cuenta. Por otro lado… ¿echar a los piratas o darles una lección permanente? Bueno, tenían 5 barcos. Cuatro a estas alturas, seguramente. No veía razón por la que necesitasen más de uno. Se inclinó un poco y susurró algo en el oído de la coneja. Le contó su plan a Dark para que pudiera incluir la localización de su barco si así lo deseaba. Acto seguido, buscó por la estancia hasta encontrar un pequeño den den mushi adornado también con ropas de latex. Lo acercó a la conejita y esperó con una sonrisa en la boca.
-A los mendrugos del sector tres, ha habido un cambio de planes. Transportad la mercancía a las localizaciones que diré a continuación, podéis llevaros hasta una treintena de hombres de ser necesario.
Lys apagó el den den mushi y le dio la enhorabuena a la mink.
-Entonces, ¿de verdad vamos a unirnos? Podemos compartir camarote, ¡es lo bastante amplio para las dos y… te aseguro que no me importa compartir cama contigo!
Riendo entre dientes, retiró el efecto de su fruta de la pobre conejita. Pareció algo confundida al principio, pero pasaron unos segundos hasta que se dio cuenta de lo que había hecho. Se lanzó a por el den den mushi, pero Lys se lo quitó del medio.
-Nah uh uh. En fin, creo que eso es lo más importante. Dark, ¿qué te pareces si dejamos a Preciosa aquí y vamos a liarla con el resto de galeones? Con que les quede uno es más que suficiente para que huyan y expliquen por qué no es buena idea coger y abusar de los demás, ¿no crees?
Aguardaría su respuesta y le seguiría tras atar a la conejita a algún lado en el cuarto. Si aún así se escapaba… no aseguraba que fuera a ser tan benevolente de cruzársela una segunda vez.
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Mientras observaba toda la escena, pudo adivinar por fin qué es lo que hacía Lysbeth. Los cazadores de antes, ahora la mink... Tenía que poder influenciar de alguna forma en el líbido de la gente. O por lo menos manipular el... ¿deseo? Era una teoría que iba cobrando sentido, pero necesitaba verla un par de veces en acción para poder opinar bien. Una vez la ató y empezaron a escuchar cómo todos se movían, el moreno se llevó la mano al mentón y acercó su voz al oído de la mink.
―Te quedarás aquí. ―Exclamó, dejando fluir el poder de la fruta del diablo ante sus palabras.
La señorita, todavía confusa por lo que había pasado con la pirata, empezó a levantar la cabeza ante él y a afirmar lentamente de arriba para abajo. Se acomodó ante la pared y se quedó en un estado de... ¿Hipnotismo? Sí, se podía llamar de aquella forma. Le miró con la cabeza volteada y después se levantó, colocándose al lado de Lysbeth. Gracias a estar con ella estaba aprendiendo mucho más de lo normal, quizás a un nivel muy aventajado. De hecho estaba seguro de que, con todo lo que estaba haciendo, tenía un conocimiento más profundo de su fruta del diablo.
―No tardéis. Me muero de emoción de ver qué pasa ―dijo a los dos piratas.
Dark crujió el cuello varias veces y colocó una mano encima del hombro de Lysbeth.
―¿Vamos a jugar con ellos? Empieza a oler a quemado, así que no los matemos. A lo mejor podemos darles hasta un uso después. ―Le explicó mientras salía hacia fuera crujiéndose el cuello―. Así que sí. Vamos a hacerles saber qué pasa si abusan.
Salió hacia fuera pateando la puerta del camarote y desenvainando a Extorquendo Mundi. Se transformó en forma híbrida y notó el poder recorrer su cuerpo, pero paró por un segundo. Agarró aire y empezó a concentrarse, tragándose el aura oscura hacia dentro. Deshació la forma y se siguió sintiendo igual de fuerte, pero tuvo que soltar una bocanada de aire y expulsar el aura. Se llevó la mano al pecho, algo dolorido y entendió que no podía hacer todavía eso. Sabía que el truco estaba en tragarse el aura, lo acababa de hacer. Pero resultaba casi imposible mantenerla dentro. Así que tendría que acostumbrarse mediante la pelea. Seguramente cogería a más de uno para entrenar después, ya que le resultaba de lo más interesante todo lo que podía hacer.
―Lysbeth, ¿cómo nos los repartimos? ¿O empiezo a hacer que ardan? ―Exclamó elevando la mano e iluminando su mano en fuego.
―Te quedarás aquí. ―Exclamó, dejando fluir el poder de la fruta del diablo ante sus palabras.
La señorita, todavía confusa por lo que había pasado con la pirata, empezó a levantar la cabeza ante él y a afirmar lentamente de arriba para abajo. Se acomodó ante la pared y se quedó en un estado de... ¿Hipnotismo? Sí, se podía llamar de aquella forma. Le miró con la cabeza volteada y después se levantó, colocándose al lado de Lysbeth. Gracias a estar con ella estaba aprendiendo mucho más de lo normal, quizás a un nivel muy aventajado. De hecho estaba seguro de que, con todo lo que estaba haciendo, tenía un conocimiento más profundo de su fruta del diablo.
―No tardéis. Me muero de emoción de ver qué pasa ―dijo a los dos piratas.
Dark crujió el cuello varias veces y colocó una mano encima del hombro de Lysbeth.
―¿Vamos a jugar con ellos? Empieza a oler a quemado, así que no los matemos. A lo mejor podemos darles hasta un uso después. ―Le explicó mientras salía hacia fuera crujiéndose el cuello―. Así que sí. Vamos a hacerles saber qué pasa si abusan.
Salió hacia fuera pateando la puerta del camarote y desenvainando a Extorquendo Mundi. Se transformó en forma híbrida y notó el poder recorrer su cuerpo, pero paró por un segundo. Agarró aire y empezó a concentrarse, tragándose el aura oscura hacia dentro. Deshació la forma y se siguió sintiendo igual de fuerte, pero tuvo que soltar una bocanada de aire y expulsar el aura. Se llevó la mano al pecho, algo dolorido y entendió que no podía hacer todavía eso. Sabía que el truco estaba en tragarse el aura, lo acababa de hacer. Pero resultaba casi imposible mantenerla dentro. Así que tendría que acostumbrarse mediante la pelea. Seguramente cogería a más de uno para entrenar después, ya que le resultaba de lo más interesante todo lo que podía hacer.
―Lysbeth, ¿cómo nos los repartimos? ¿O empiezo a hacer que ardan? ―Exclamó elevando la mano e iluminando su mano en fuego.
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En cuanto ella cesó sus poderes sobre la conejita, Dark recogió la antorcha. Ese extraño matiz regresó a su tono y aunque a Lys le habría encantado estudiarlo más a fondo, acabó tan pronto como empezó, su cometido cumplido. La conejita parecía ahora encantada de quedarse allí, incluso emocionada por ver qué pasaría a continuación. Riendo entre dientes, Lys le acarició la cabecita antes de salir detrás del pirata. Mejor que no lo averiguara. No aún.
Le observó pasar a híbrida y ella misma se convirtió en su forma completa, lista para la acción. Ante su pregunta, sonrió con algo de maldad y convocó una llama parecida a la de él en su palma.
-¿A dos barcos por cabeza? Cinco galeones son definitivamente demasiados para una panda de abusones, pueden conformarse con el de su capitana. ¡Me pido los dos de la derecha!
Dark había incendiado uno de la izquierda, así que lo correcto era dejarle esos dos a él para que hiciera lo que gustara. Por su parte, la pirata echó a correr por la playa hacia los dos galeones que acababa de escoger. Más pronto que tarde, los piratas de la conejita se dieron cuenta de que algo no iba bien. Uno de sus barcos estaba ardiendo, dos de sus hombres habían llegado hacía rato un tanto traumatizados y dos famosos piratas habían llegado hasta su flota. Un grupo de ellos empezaron enseguida a rodear y seguir a la morena, pero por toda respuesta alzó el vuelo de un salto, creando una columna de fuego allí donde había estado un segundo antes. Por el rabillo del ojo vio a alguien lanzarse a la arena envuelto en llamas y su sonrisa se afiló.
Aterrizó sobre la figurita de proa del primer galeón y se agachó ahí, sosteniendo una vez más la llama en sus manos. Fueron a por ella, un grupo compuesto tanto por minks como por humanos. Lys se dedicó a saltar de uno a otro repartiendo patadas y puñaladas por doquier. Estaba de acuerdo con Dark, matarlos a todos no era buena idea, podían ser de utilidad. Sin embargo, alguno que otro… nadie los echaría de menos, esa mujer tenía más de trescientos hombres bajo sus órdenes. Y por lo que habían averiguado, llevaban varias semanas aprovechándose de todo aquel que entraba en Cactus Island. Incluso los cazarrecompensas les estaban evitando; habían roto un delicado equilibrio y debían pagarlo. Si se habían hecho tan poderosos y aún así no eran capaces de defenderse de otros piratas… merecían venirse abajo.
La pelea se volvió acuciante. Era mucha gente, al fin y al cabo. Se alzó por el aire y se apoyó un instante en la punta del mástil para descansar un segundo. Estaba cubierta de manchas de sangre y había varios cuerpos en el suelo. No todos estaban muertos, pero la mayoría sí estaban heridos. Algunos se curarían perfectamente. Otros perderían alguna extremidad y tendrían la oportunidad de invertir en el fascinante mundo de las prótesis. Y unos pocos no se levantarían. Aún así, todavía quedaba mucha gente en pie. Y no parecían querer rendirse, de hecho…
-¡Eh!
Estuvo a punto de caerse. ¡Esos idiotas estaban talando su propio mástil! Cabreada, se apartó y volvió a revolotear. Debería usar su puñetera bandera de hamaca, por imbéciles. Apuntó al centro de la cubierta y con un chasquido de dedos hizo surgir una nueva columna de fuego que atravesó el barco de arriba abajo. Jum. ¿Cómo le estaría yendo a Dark? Se había marchado a toda prisa… activó su mantra para buscarle en medio de todas las presencias que había. No debería ser difícil encontrarle. Iría hasta donde estuviera para ver si necesitaba un cable. Estaba claro que allí esos idiotas terminarían de destrozar el barco sin su ayuda.
Le observó pasar a híbrida y ella misma se convirtió en su forma completa, lista para la acción. Ante su pregunta, sonrió con algo de maldad y convocó una llama parecida a la de él en su palma.
-¿A dos barcos por cabeza? Cinco galeones son definitivamente demasiados para una panda de abusones, pueden conformarse con el de su capitana. ¡Me pido los dos de la derecha!
Dark había incendiado uno de la izquierda, así que lo correcto era dejarle esos dos a él para que hiciera lo que gustara. Por su parte, la pirata echó a correr por la playa hacia los dos galeones que acababa de escoger. Más pronto que tarde, los piratas de la conejita se dieron cuenta de que algo no iba bien. Uno de sus barcos estaba ardiendo, dos de sus hombres habían llegado hacía rato un tanto traumatizados y dos famosos piratas habían llegado hasta su flota. Un grupo de ellos empezaron enseguida a rodear y seguir a la morena, pero por toda respuesta alzó el vuelo de un salto, creando una columna de fuego allí donde había estado un segundo antes. Por el rabillo del ojo vio a alguien lanzarse a la arena envuelto en llamas y su sonrisa se afiló.
Aterrizó sobre la figurita de proa del primer galeón y se agachó ahí, sosteniendo una vez más la llama en sus manos. Fueron a por ella, un grupo compuesto tanto por minks como por humanos. Lys se dedicó a saltar de uno a otro repartiendo patadas y puñaladas por doquier. Estaba de acuerdo con Dark, matarlos a todos no era buena idea, podían ser de utilidad. Sin embargo, alguno que otro… nadie los echaría de menos, esa mujer tenía más de trescientos hombres bajo sus órdenes. Y por lo que habían averiguado, llevaban varias semanas aprovechándose de todo aquel que entraba en Cactus Island. Incluso los cazarrecompensas les estaban evitando; habían roto un delicado equilibrio y debían pagarlo. Si se habían hecho tan poderosos y aún así no eran capaces de defenderse de otros piratas… merecían venirse abajo.
La pelea se volvió acuciante. Era mucha gente, al fin y al cabo. Se alzó por el aire y se apoyó un instante en la punta del mástil para descansar un segundo. Estaba cubierta de manchas de sangre y había varios cuerpos en el suelo. No todos estaban muertos, pero la mayoría sí estaban heridos. Algunos se curarían perfectamente. Otros perderían alguna extremidad y tendrían la oportunidad de invertir en el fascinante mundo de las prótesis. Y unos pocos no se levantarían. Aún así, todavía quedaba mucha gente en pie. Y no parecían querer rendirse, de hecho…
-¡Eh!
Estuvo a punto de caerse. ¡Esos idiotas estaban talando su propio mástil! Cabreada, se apartó y volvió a revolotear. Debería usar su puñetera bandera de hamaca, por imbéciles. Apuntó al centro de la cubierta y con un chasquido de dedos hizo surgir una nueva columna de fuego que atravesó el barco de arriba abajo. Jum. ¿Cómo le estaría yendo a Dark? Se había marchado a toda prisa… activó su mantra para buscarle en medio de todas las presencias que había. No debería ser difícil encontrarle. Iría hasta donde estuviera para ver si necesitaba un cable. Estaba claro que allí esos idiotas terminarían de destrozar el barco sin su ayuda.
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Sonrió tras escuchar a su compañera. La verdad es que le hizo gracia que se pidiese los barcos como si de chucherías se tratasen. Pero en cierta parte, lo eran. Se despidió con la mano y se abalanzó hacia los que le tocaban, viendo cómo se reunían una barbaridad de piratas por encima de la cubierta. De hecho, los habían de todos los tipos: con armas de dos manos, de una, a distancia... Así que tendría que resignarse a volver a practicar su forma híbrida. Confiaba en las habilidades de Lysbeth, así que no tenía por qué fijarse o preocuparse en lo que estaba haciendo. Así que se dedicó a luchar confiando en su instinto y sus capacidades como duelista. Que tuviese tanta gente alrededor de él no solo lo convertía en una pelea más excitante, si no que se estaban condenando a morir por su hoja. Cuando se trataba de pelear un grupo, se sentía más ágil y diestro. No tardó demasiado en diezmar a más de la mitad de la cubierta, quedándose empapado en sangre y vísceras. Pero seguían viniendo.
Cerró sus ojos y empezó a esquivar instintivamente. Le estaban atacando, literalmente, por todos los lados posibles. Y aquello no era solo algo de lo que preocuparse exactamente. Eran gente fuerte y hábil, pero había una diferencia de poder increíble. No le costaba nada hacer florituras y anteponerse a cada ataque que le lanzaban. De hecho se dedicaba a hacer ataques de barrido de un lado para otro. Tiró la chaqueta hacia arriba para dejar de mancharla de sangre de sus rivales y volvió a realizar el mismo movimiento de antes. Se transformó en forma híbrida y agarró aire para tragarse el aura. Entonces volvió a notarse mucho más fuerte y veloz. Sonrió macabramente y empezó a deslizar su arma entre todos los presentes para acabar cortándole la mano a más de diez personas con un solo movimiento. Voló hacia uno de los barcos y se colocó en la proa, vomitando el aura una vez más y teniendo que transformarse en... ¿Una forma completa? Notó cómo su sangre ardía y su vista se nublaba por un momento. Agitó la cabeza y agarró el mascarón, elevándolo y estampándolo contra el otro galeón.
―¡¿Qué cojones?! ―Exclamó en voz alta, con un tono perturbador y demoníaco―. Menuda puta locura. No sabía que podía llegar a ser tan fuerte transformado.
Se giró y deshació su forma, volviendo a centrarse en dominar la híbrida. Había tenido unos avances importantes, aprendiendo la base en sí. Ahora solo necesitaría unas semanas más para dominarlo del todo. Estaba totalmente seguro de que podría hacer los poderes de la forma híbrida suyos, pudiendo renunciar a esta para parecer siempre humano. Porque ya no sabía dónde estaba la línea entre la humanidad y el demonio. Así que prefería marcarla y hacerla suya, porque si no perdería la cabeza. Notó cómo la maldita forma completa le había consumido por dentro, así que prefería no tenerla que usar a no ser que fuese totalmente necesario.
Habiendo acabado con sus dos barcos, activó su mantra para localizar a Lysbeth. Pero notó cómo llegaba hasta él. Se elevó en el aire para reunirse con ella, mirando hacia todos los galeones. Habían acabado quemados o destrozados. Además de que todavía quedaba gente, pero no se atrevían ni siquiera a dispararles. Los habían reducido con extrema facilidad, pero algo le alarmó por un momento. Había pasado el suficiente tiempo como para que la luna se mostrase. Y muy para su sorpresa, era una completa. Abrió la boca y miró alarmado hacia donde se encontraba la coneja. Después notó con su mantra la subida de la presencia, pasando de una pagada a una poderosísima.
―Los minks en luna llena son muy peligr...
Le cortó un estruendo. Parecía que había caído un mismo trueno del cielo, teniéndose que llevar las manos a las orejas y masajeándoselas brevemente. La que habían dejado atada y feliz ahora mismo estaba en el mismo aire, pegando pequeños saltos para mantenerse en el sitio. Su forma había cambiado completamente: tenía todo el pelaje blanco y las orejas totalmente erizadas. De hecho, tuvo que apartarse instintivamente para esquivar una estocada que le puso a pesar de la distancia que tenían, en un segundo delante de ellos.
―¡Lysbeth, esto sí que es jodido! ―Gritó mientras volvía a transformarse en forma completa. No podía titubear ni un momento.
Cerró sus ojos y empezó a esquivar instintivamente. Le estaban atacando, literalmente, por todos los lados posibles. Y aquello no era solo algo de lo que preocuparse exactamente. Eran gente fuerte y hábil, pero había una diferencia de poder increíble. No le costaba nada hacer florituras y anteponerse a cada ataque que le lanzaban. De hecho se dedicaba a hacer ataques de barrido de un lado para otro. Tiró la chaqueta hacia arriba para dejar de mancharla de sangre de sus rivales y volvió a realizar el mismo movimiento de antes. Se transformó en forma híbrida y agarró aire para tragarse el aura. Entonces volvió a notarse mucho más fuerte y veloz. Sonrió macabramente y empezó a deslizar su arma entre todos los presentes para acabar cortándole la mano a más de diez personas con un solo movimiento. Voló hacia uno de los barcos y se colocó en la proa, vomitando el aura una vez más y teniendo que transformarse en... ¿Una forma completa? Notó cómo su sangre ardía y su vista se nublaba por un momento. Agitó la cabeza y agarró el mascarón, elevándolo y estampándolo contra el otro galeón.
―¡¿Qué cojones?! ―Exclamó en voz alta, con un tono perturbador y demoníaco―. Menuda puta locura. No sabía que podía llegar a ser tan fuerte transformado.
Se giró y deshació su forma, volviendo a centrarse en dominar la híbrida. Había tenido unos avances importantes, aprendiendo la base en sí. Ahora solo necesitaría unas semanas más para dominarlo del todo. Estaba totalmente seguro de que podría hacer los poderes de la forma híbrida suyos, pudiendo renunciar a esta para parecer siempre humano. Porque ya no sabía dónde estaba la línea entre la humanidad y el demonio. Así que prefería marcarla y hacerla suya, porque si no perdería la cabeza. Notó cómo la maldita forma completa le había consumido por dentro, así que prefería no tenerla que usar a no ser que fuese totalmente necesario.
Habiendo acabado con sus dos barcos, activó su mantra para localizar a Lysbeth. Pero notó cómo llegaba hasta él. Se elevó en el aire para reunirse con ella, mirando hacia todos los galeones. Habían acabado quemados o destrozados. Además de que todavía quedaba gente, pero no se atrevían ni siquiera a dispararles. Los habían reducido con extrema facilidad, pero algo le alarmó por un momento. Había pasado el suficiente tiempo como para que la luna se mostrase. Y muy para su sorpresa, era una completa. Abrió la boca y miró alarmado hacia donde se encontraba la coneja. Después notó con su mantra la subida de la presencia, pasando de una pagada a una poderosísima.
―Los minks en luna llena son muy peligr...
Le cortó un estruendo. Parecía que había caído un mismo trueno del cielo, teniéndose que llevar las manos a las orejas y masajeándoselas brevemente. La que habían dejado atada y feliz ahora mismo estaba en el mismo aire, pegando pequeños saltos para mantenerse en el sitio. Su forma había cambiado completamente: tenía todo el pelaje blanco y las orejas totalmente erizadas. De hecho, tuvo que apartarse instintivamente para esquivar una estocada que le puso a pesar de la distancia que tenían, en un segundo delante de ellos.
―¡Lysbeth, esto sí que es jodido! ―Gritó mientras volvía a transformarse en forma completa. No podía titubear ni un momento.
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