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Aki D. Arlia
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No le costó nada encontrar a Dark. Su presencia destacaba entre el resto, por no mencionar que se encontraba justo en el medio de una montaña de cadáveres. Huh. Ella se había contenido un poco por lo que había dicho él; parecía que se había repensado las ventajas y desventajas de matarlos.
Quedaba poca gente, pero se mantenían a una distancia prudencial. Seguramente era buena idea, pero a ella le sirvió para aterrizar cómodamente al lado del pirata. De repente, se le erizaron los pelos de la nuca. Se llevó la mano ahí mientras procesaba lo que acababa de notar. La presencia que estaba sintiendo no era suya, ni de Dark. Era poderosa, mucho, no tenía muy claro cuánto. Escuchó a Dark, pero tardó un par de segundos en darle sentido a sus palabras. ¿Luna llena? Miró a su alrededor y se sorprendió de encontrarla en el cielo, mirándola con inocencia. ¿En qué momento había anochecido siquiera? Pronto encontró la respuesta; los barcos, incendiados, llenando de luz toda la playa. El tiempo había pasado volando y para cuando el cielo se había puesto naranja, las llamas ya llevaban ardiendo un rato. Con razón no se había dado cuenta de nada.
El estruendo le hizo taparse las orejas. Vio a la mink frente a ellos y tragó saliva. Podía reconocer la mirada de locura que había en sus ojos; ella misma había tenido una parecida más de una vez en su vida. No estaba segura de que sus poderes funcionasen con la coneja en ese momento, ni de que comprobarlo fuera lo más sensato; si venía a abrazarla terminaría con el cuello roto, como mínimo. No, estaba enajenada y aunque lo suyo fuera la pasión, no podía confundirla con el instinto. Lo más seguro en ese momento era correr por sus vidas pero… entonces perderían todo lo que estaban a punto de ganar.
Lysbeth sonrió, mientras Dark se echaba a un lado para evitar una estocada de la coneja. Bueno, eso explicaba que tantos hombres siguieran a una conejita de poca monta que ni siquiera había sido capaz de resistirse a sus encantos. Por lo menos esto sí sería un combate equilibrado. Respiró hondo una vez, antes de gritar en la noche:
-¡Eh, tú! Ven, que te voy a dar algo que mascar.
Se giró inmediatamente, pero Lys ya tenía preparados dos orbes oscuros, uno en cada mano. Se los lanzó a la cara, sin cortarse ni un pelo. Dieron en el blanco y la explosión sacudió el lugar, pero en cuanto el humo se disipó la mink saltó hacia delante, aparentemente ilesa. Tiró a Lysbeth al suelo en cuestión de segundos, clavándole las garras en los hombros y gruñéndole enloquecida. Vio como abría la boca y supo que si no hacía algo enseguida muy pronto iba a quedarse sin cabeza. Ah, no. Eso no.
Agarró uno de sus cuchillos y se lo hundió en la pata con toda la rapidez que pudo. Consiguió que le soltara y rodando, escapó de debajo de ella antes de volver a alzar el vuelo para ganar algo de distancia. Le sangraban los hombros, pero nada que no pudiera curarse. La coneja, por su parte, se había arrancado el cuchillo como si no fuera más que un palillo. Lys frunció el ceño, molesta. Señaló con el dedo y provocó una columna de fuego debajo de la pirata, esperando que un poco de calor le enseñase modales. No iba a doblegarse por una conejita del tres al cuarto.
Quedaba poca gente, pero se mantenían a una distancia prudencial. Seguramente era buena idea, pero a ella le sirvió para aterrizar cómodamente al lado del pirata. De repente, se le erizaron los pelos de la nuca. Se llevó la mano ahí mientras procesaba lo que acababa de notar. La presencia que estaba sintiendo no era suya, ni de Dark. Era poderosa, mucho, no tenía muy claro cuánto. Escuchó a Dark, pero tardó un par de segundos en darle sentido a sus palabras. ¿Luna llena? Miró a su alrededor y se sorprendió de encontrarla en el cielo, mirándola con inocencia. ¿En qué momento había anochecido siquiera? Pronto encontró la respuesta; los barcos, incendiados, llenando de luz toda la playa. El tiempo había pasado volando y para cuando el cielo se había puesto naranja, las llamas ya llevaban ardiendo un rato. Con razón no se había dado cuenta de nada.
El estruendo le hizo taparse las orejas. Vio a la mink frente a ellos y tragó saliva. Podía reconocer la mirada de locura que había en sus ojos; ella misma había tenido una parecida más de una vez en su vida. No estaba segura de que sus poderes funcionasen con la coneja en ese momento, ni de que comprobarlo fuera lo más sensato; si venía a abrazarla terminaría con el cuello roto, como mínimo. No, estaba enajenada y aunque lo suyo fuera la pasión, no podía confundirla con el instinto. Lo más seguro en ese momento era correr por sus vidas pero… entonces perderían todo lo que estaban a punto de ganar.
Lysbeth sonrió, mientras Dark se echaba a un lado para evitar una estocada de la coneja. Bueno, eso explicaba que tantos hombres siguieran a una conejita de poca monta que ni siquiera había sido capaz de resistirse a sus encantos. Por lo menos esto sí sería un combate equilibrado. Respiró hondo una vez, antes de gritar en la noche:
-¡Eh, tú! Ven, que te voy a dar algo que mascar.
Se giró inmediatamente, pero Lys ya tenía preparados dos orbes oscuros, uno en cada mano. Se los lanzó a la cara, sin cortarse ni un pelo. Dieron en el blanco y la explosión sacudió el lugar, pero en cuanto el humo se disipó la mink saltó hacia delante, aparentemente ilesa. Tiró a Lysbeth al suelo en cuestión de segundos, clavándole las garras en los hombros y gruñéndole enloquecida. Vio como abría la boca y supo que si no hacía algo enseguida muy pronto iba a quedarse sin cabeza. Ah, no. Eso no.
Agarró uno de sus cuchillos y se lo hundió en la pata con toda la rapidez que pudo. Consiguió que le soltara y rodando, escapó de debajo de ella antes de volver a alzar el vuelo para ganar algo de distancia. Le sangraban los hombros, pero nada que no pudiera curarse. La coneja, por su parte, se había arrancado el cuchillo como si no fuera más que un palillo. Lys frunció el ceño, molesta. Señaló con el dedo y provocó una columna de fuego debajo de la pirata, esperando que un poco de calor le enseñase modales. No iba a doblegarse por una conejita del tres al cuarto.
Dark Satou
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Se mantenía atento mirando la pelea cruzado de brazos. Observaba de un lado para otro los movimientos de las dos mujeres, viendo que demostraban tener unas habilidades muy superiores a los guerreros del nuevo mundo. De hecho, hasta le extrañó que una persona tan fuerte fuese capitana de unos piratas de ese calibre. No había que confundirse: eran fuertes y hasta algunos sabían usar el haki. Pero aguantar ataques tan potentes por parte de Lysbeth y salir casi ilesa era algo fuera de lo normal. Veía que la morena tenía un nivel de batalla atronador, por lo que quizás tendría que romper su código de batalla y ayudarla. No sabía si aquello sería una ofensa para la pirata, o algo similar, pero su intención era echar un cable. Y claro, también, probar el poder de su fuerza completa.
Se transformó y endureció su brazo derecho, llegando hasta el puño. Después empezó a salir espíritu de él que acumulaba en el puño. Voló hacia detrás de Lysbeth y esperó a que hiciese algo que la distrajese. Si la mink estaba siendo inteligente, respetaría a Lysbeth como alguien demasiado fuerte, y tendría su concentración activa en ella. Tras lanzar la columna de fuego, voló a su máxima velocidad hasta la mink. Le colocó el puño en el estómago y se dio cuenta que sí, le había previsto. Y encima tenía el torso endurecido. El impacto del golpe les hizo llegar hasta el suelo, empezando a agrietar el suelo por todas las partes y provocando que cayese. ¿Acababa de provocar un terremoto con el golpe? Y, lo más importante, ¿la mujer había sobrevivido?
Se dio cuenta de que había sobrevivido cuando su mantra chilló cuidado. Pasó el endurecimiento del brazo al estómago y recibió un puñetazo de casi el mismo calibre que él le había hecho a la coneja, lanzándolo hacia arriba a una velocidad absurda. No supo cuánto rato había volado, pero se mareó por un segundo. Encima notaba el brazo totalmente entumecido. Tenía que haber hecho algo con la electricidad. Quizás toda la resistencia que estaba ofreciendo era por alguna técnica. O por su estado raro de luna llena. Así que le quedó hacer una cosa mientras volvía a bajar: distraer por primera vez a la mink. Creó una pantalla de fuego gigante encima de su contrincante con la mano izquierda, mientras que con la derecha lanzaba con toda su fuerza su arma hacia Lysbeth. No tenía por qué cogerla, claro, pero quizás podría usar aquello de alguna forma.
―¡Lysbeth, demuestra quién manda! ―Le gritó animándola.
Sabía que no hacía falta animarla de ninguna forma, ya que sabría de sobras que podía de ella. Pero Dark estaba jugando a distraer. Y por eso mismo, lo que parecía una distracción suya al principio, usaría a su compañera para volverla a distraer una vez más y noquearla de otro puñetazo. No con el espíritu cargado, pero seguían haciendo pupa igualmente. Siempre y cuando Lysbeth le hubiese permitido hacer eso. Si realmente quería tomar el rol de acabar con la mink, se frenaría en el aire y simplemente miraría tras cruzar la pantalla.
Se transformó y endureció su brazo derecho, llegando hasta el puño. Después empezó a salir espíritu de él que acumulaba en el puño. Voló hacia detrás de Lysbeth y esperó a que hiciese algo que la distrajese. Si la mink estaba siendo inteligente, respetaría a Lysbeth como alguien demasiado fuerte, y tendría su concentración activa en ella. Tras lanzar la columna de fuego, voló a su máxima velocidad hasta la mink. Le colocó el puño en el estómago y se dio cuenta que sí, le había previsto. Y encima tenía el torso endurecido. El impacto del golpe les hizo llegar hasta el suelo, empezando a agrietar el suelo por todas las partes y provocando que cayese. ¿Acababa de provocar un terremoto con el golpe? Y, lo más importante, ¿la mujer había sobrevivido?
Se dio cuenta de que había sobrevivido cuando su mantra chilló cuidado. Pasó el endurecimiento del brazo al estómago y recibió un puñetazo de casi el mismo calibre que él le había hecho a la coneja, lanzándolo hacia arriba a una velocidad absurda. No supo cuánto rato había volado, pero se mareó por un segundo. Encima notaba el brazo totalmente entumecido. Tenía que haber hecho algo con la electricidad. Quizás toda la resistencia que estaba ofreciendo era por alguna técnica. O por su estado raro de luna llena. Así que le quedó hacer una cosa mientras volvía a bajar: distraer por primera vez a la mink. Creó una pantalla de fuego gigante encima de su contrincante con la mano izquierda, mientras que con la derecha lanzaba con toda su fuerza su arma hacia Lysbeth. No tenía por qué cogerla, claro, pero quizás podría usar aquello de alguna forma.
―¡Lysbeth, demuestra quién manda! ―Le gritó animándola.
Sabía que no hacía falta animarla de ninguna forma, ya que sabría de sobras que podía de ella. Pero Dark estaba jugando a distraer. Y por eso mismo, lo que parecía una distracción suya al principio, usaría a su compañera para volverla a distraer una vez más y noquearla de otro puñetazo. No con el espíritu cargado, pero seguían haciendo pupa igualmente. Siempre y cuando Lysbeth le hubiese permitido hacer eso. Si realmente quería tomar el rol de acabar con la mink, se frenaría en el aire y simplemente miraría tras cruzar la pantalla.
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La columna de fuego ya pareció molestarle bastante. Salió enseguida, claro, tenía unos reflejos bestiales la criatura. Pero olió el pelo chamuscado y vio un par de feas quemaduras. Sonrió, feroz.
Dark cogió el relevo enseguida, dando un puñetazo que hizo temblar el suelo. Wow. La coneja respondió con la misma intensidad y Lys tuvo la sensación de estar contemplando un duelo de titanes. Ella la primera. La mink había mandado a Dark a volar, pero parecía haberle dado tiempo para idear un plan. El fuego iluminó sus ojos cuando vio la pantalla. Agarró al vuelo la espada de Dark y se preparó para un descenso en picado. Aguardó hasta que él le lanzó el último puñetazo. La bestia se protegió con haki, pero retrocedió varios metros a toda velocidad sobre el suelo agrietado y tardó unos segundos en levantarse. Segundos que Lysbeth aprovechó como si fueran oro.
Su haki del rey gritó sobre el resto de presencias, anunciando a la mink lo que se le veía encima. Lanzó la espada de Dark primero, dejando que aterrizase justo entre sus patas, clavada al suelo contra el que iba a derrotarle. Llegó silenciosa como la muerte, la punta de ambos pies milagrosamente balanceados sobre el pomo de Extorquendo Mundi. La capitana pirata se le echó encima, pero Lysbeth sacó uno de sus sai y prendiéndole fuego lo hundió justo encima de su corazón. Empujó. De un diminuto salto, salvó los centímetros que le separaban de su oponente y la forzó a caer de espaldas. Hundió todavía más el arma, arrodillándose sobre el pecho de la bestia. EL fuego iluminaba las caras de ambas. Estaba sufriendo, pero no sangraba. La herida se cauterizaría tan pronto sacase el sai y podría ser salvada, porque Lysbeth había evitado el corazón a propósito. Un par de segundos después, su tamaño se redujo y volvió a ser la conejita que se habían encontrado en el galeón más grande.
Aleteó amenazadoramente y su cola de súcubo se alargó hasta rodear el cuello de la coneja. No tenía intención de matarla, pero necesitaba que entendiera muy claramente sus palabras.- Sabes quién soy, ¿verdad?- Un frenético asentimiento.- Bien. Desde hoy, soy tu dueña. Tuya, no de tu banda. No necesito a un puñado de mequetrefes lamiéndome el trasero. Pero tú, pequeña, vas a hacerme caso. Una vez al mes, vas a darme la mitad de lo que ganes como la mediocre pirata que eres. ¿Sabes por qué? Porque es el pago por dejarte viva a pesar de que lleves abusando de toda esta isla durante semanas.
Se inclinó sobre ella y su aliento le acarició las orejas. Sonrió con maldad, mientras su cola se apretaba un poco más en torno a su cuello. Estaba caliente, podía notarlo. Y eso no lo había provocado ella.- Vas a rendirme pleitesía. Te vas a largar, con lo que queda de tu pobre tripulación, y vas a contarle a todo aquel que tenga dos oídos lo que ocurre cuando te metes conmigo o con el chico que me acompaña. No te creas que no he visto cómo te ha dejado ese último golpe, escoria. ¿Queda claro?
Un último asentimiento y el trato queda sellado. Lysbeth se aparta, arrancando el sai de golpe y poniéndose en pie con elegancia. Mira lentamente a todos y cada uno de los supervivientes, sonriéndoles antes de darse la vuelta e ir a buscar a Dark. Tiene que devolverle su espada.
-Gracias por echarme un cable. Ha sido un buen combate.- La adrenalina de la pelea hace que le brillen los ojos. Todavía está cubierta de sudor y sangre, pero sus sentidos siguen alerta y se le ocurre algo.- Oye.- Le dice, su voz algo ronca.- Haz lo que has hecho antes. Lo de la voz encantadora. Quiero comprobar algo.
Le sonríe, expectante. No se le ocurre un mejor momento para comprobar su teoría.
Dark cogió el relevo enseguida, dando un puñetazo que hizo temblar el suelo. Wow. La coneja respondió con la misma intensidad y Lys tuvo la sensación de estar contemplando un duelo de titanes. Ella la primera. La mink había mandado a Dark a volar, pero parecía haberle dado tiempo para idear un plan. El fuego iluminó sus ojos cuando vio la pantalla. Agarró al vuelo la espada de Dark y se preparó para un descenso en picado. Aguardó hasta que él le lanzó el último puñetazo. La bestia se protegió con haki, pero retrocedió varios metros a toda velocidad sobre el suelo agrietado y tardó unos segundos en levantarse. Segundos que Lysbeth aprovechó como si fueran oro.
Su haki del rey gritó sobre el resto de presencias, anunciando a la mink lo que se le veía encima. Lanzó la espada de Dark primero, dejando que aterrizase justo entre sus patas, clavada al suelo contra el que iba a derrotarle. Llegó silenciosa como la muerte, la punta de ambos pies milagrosamente balanceados sobre el pomo de Extorquendo Mundi. La capitana pirata se le echó encima, pero Lysbeth sacó uno de sus sai y prendiéndole fuego lo hundió justo encima de su corazón. Empujó. De un diminuto salto, salvó los centímetros que le separaban de su oponente y la forzó a caer de espaldas. Hundió todavía más el arma, arrodillándose sobre el pecho de la bestia. EL fuego iluminaba las caras de ambas. Estaba sufriendo, pero no sangraba. La herida se cauterizaría tan pronto sacase el sai y podría ser salvada, porque Lysbeth había evitado el corazón a propósito. Un par de segundos después, su tamaño se redujo y volvió a ser la conejita que se habían encontrado en el galeón más grande.
Aleteó amenazadoramente y su cola de súcubo se alargó hasta rodear el cuello de la coneja. No tenía intención de matarla, pero necesitaba que entendiera muy claramente sus palabras.- Sabes quién soy, ¿verdad?- Un frenético asentimiento.- Bien. Desde hoy, soy tu dueña. Tuya, no de tu banda. No necesito a un puñado de mequetrefes lamiéndome el trasero. Pero tú, pequeña, vas a hacerme caso. Una vez al mes, vas a darme la mitad de lo que ganes como la mediocre pirata que eres. ¿Sabes por qué? Porque es el pago por dejarte viva a pesar de que lleves abusando de toda esta isla durante semanas.
Se inclinó sobre ella y su aliento le acarició las orejas. Sonrió con maldad, mientras su cola se apretaba un poco más en torno a su cuello. Estaba caliente, podía notarlo. Y eso no lo había provocado ella.- Vas a rendirme pleitesía. Te vas a largar, con lo que queda de tu pobre tripulación, y vas a contarle a todo aquel que tenga dos oídos lo que ocurre cuando te metes conmigo o con el chico que me acompaña. No te creas que no he visto cómo te ha dejado ese último golpe, escoria. ¿Queda claro?
Un último asentimiento y el trato queda sellado. Lysbeth se aparta, arrancando el sai de golpe y poniéndose en pie con elegancia. Mira lentamente a todos y cada uno de los supervivientes, sonriéndoles antes de darse la vuelta e ir a buscar a Dark. Tiene que devolverle su espada.
-Gracias por echarme un cable. Ha sido un buen combate.- La adrenalina de la pelea hace que le brillen los ojos. Todavía está cubierta de sudor y sangre, pero sus sentidos siguen alerta y se le ocurre algo.- Oye.- Le dice, su voz algo ronca.- Haz lo que has hecho antes. Lo de la voz encantadora. Quiero comprobar algo.
Le sonríe, expectante. No se le ocurre un mejor momento para comprobar su teoría.
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Sin lugar a dudas, aprovechó totalmente su plan e hicieron un ataque al unísono que no le dio ni una oportunidad a la mink. Su compañera se acercó hacia él y le devolvió la espada, colocándola en el cinturón de la espalda tras haber sido espectador de todo lo que había ocurrido. Podía haber visto desde no demasiado lejos cómo la coneja miraba de una forma distinta a Lysbeth. Sin ningún tipo de resentimiento, habiendo sido domada completamente. Aquello le alteró un poco, pero no en un mal sentido. A pesar de querer intensamente a Louise, no le habría disgustado estar en la posición de la derrotada. Seguramente serían por los efectos de su fruta o algo así.
Tras escuchar la petición, se encogió de hombros y le miró atentamente, dejando fluir el poder de su fruta del diablo a través de la voz. Tenía la mirada iluminada y el aura se le escapaba de él, ya que no podía casi ni contenerla. Estar al lado de alguien tan fuerte y con una akuma tan parecida hacía que se revolviese su interior. Tenía el deseo de pedirle que luchasen ahí y ahora. Pero no podía, porque él solo apostaba por cosas que podía ganar. Y sabía que aquel reto no podía ganarlo.
―¿Quieres que te ordene algo? Porque no sería capaz de hacerlo ―exclamó casi imitando su tono y rodeándola para poner una mano en su hombro. Chocó a propósito su cola con la de ella―. No puedo decir nada más de esto. Me ha divertido luchar contigo y creo que eres la mujer más poderosa que he conocido. Y he conocido unas cuantas que tenían lo suyo. Así que espero verte más adelante, cuando te pueda llamar un igual.
Se separó y llevó las manos a su cintura, esperando brevemente a ver qué hacía. Estaba bastante curioso por el resultado, por seguramente sería capaz de resistirlo. Había notado el haoshoku de Lysbeth y los conquistadores tenían una capacidad superior a efectos de ese estilo. Ahora solo quedaba esperar, claro.
Tras escuchar la petición, se encogió de hombros y le miró atentamente, dejando fluir el poder de su fruta del diablo a través de la voz. Tenía la mirada iluminada y el aura se le escapaba de él, ya que no podía casi ni contenerla. Estar al lado de alguien tan fuerte y con una akuma tan parecida hacía que se revolviese su interior. Tenía el deseo de pedirle que luchasen ahí y ahora. Pero no podía, porque él solo apostaba por cosas que podía ganar. Y sabía que aquel reto no podía ganarlo.
―¿Quieres que te ordene algo? Porque no sería capaz de hacerlo ―exclamó casi imitando su tono y rodeándola para poner una mano en su hombro. Chocó a propósito su cola con la de ella―. No puedo decir nada más de esto. Me ha divertido luchar contigo y creo que eres la mujer más poderosa que he conocido. Y he conocido unas cuantas que tenían lo suyo. Así que espero verte más adelante, cuando te pueda llamar un igual.
Se separó y llevó las manos a su cintura, esperando brevemente a ver qué hacía. Estaba bastante curioso por el resultado, por seguramente sería capaz de resistirlo. Había notado el haoshoku de Lysbeth y los conquistadores tenían una capacidad superior a efectos de ese estilo. Ahora solo quedaba esperar, claro.
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Accedió a su petición sin preguntarle qué tramaba. Lo agradecía, porque todavía no estaba segura de ser capaz de poner sus intenciones en palabras. Cerró los ojos cuando vio que los del chico se iluminaban y, respirando hondo, contuvo de nuevo su haki del rey. Ya no había motivos para continuar alardeando. Podía centrarse en lo siguiente.
Esta vez detectó el encanto en su voz más fácilmente. Era como una suave canción que le inclinaba a escucharle, a prestarle toda su atención. No tiraba de ella con ardiente necesidad, si no con una sutil tentación, tan afilada que podría cortarse en cada sílaba. Sonrió. Le gustaba. Era una sensación parecida a la que provocaba ella y a la vez completamente diferente. Dos caras de una misma moneda. Dos intenciones muy diferentes, pero… ¿utilizaban el mismo medio?
Sintió su mano en el hombro y su cola jugueteando con la suya. Alejó ambos, tratando de concentrarse. Agradeció que siguiera hablando, porque necesitaba encontrar de dónde estaba tirando, qué parte de ella pretendía hacer caer para que le obedeciera si llegaba a darse el caso. Le costó un poco, pero lo encontró. La raíz del deseo que provocaba el tono de su voz cuando se ponía así. Pequeño, ajeno. Peligroso. Dando un pequeño coletazo sin darse cuenta, se zafó de la cola de Dark mientras aplastaba ese deseo. Se resistía, por supuesto. Trataba de alzarse a cada palabra e incluso unos instantes después de que hubiera dejado de hablar. Pero acabó con él y tomó buena nota de donde estaba, porque sabía que podía volver a aparecer. Y esa vez, en cuanto lo hiciera, lo cortaría de raíz. No sería manipulada por su propio poder, no importaba cual fuera la fuente o la intención. Su deseo era suyo y no dejaría que nadie lo alterase.
Abrió los ojos despacio, sabiendo lo que iba a encontrarse. El pirata estaba frente a ella, aguardando. Esbozó una sonrisa de amabilidad y le puso una mano en el pecho, contenta.
-Gracias. En algún momento, esto habrá sido de mucha utilidad.
Se apartó con tranquilidad antes de mirar a su alrededor. Todavía había varios fuegos sin apagar, por no mencionar los cuerpos que había desperdigados por todas partes. De la coneja y los supervivientes no había rastro, pero asumía que se habían ido al único galeón intacto. Uno de los otros todavía estaba terminando de hundirse. Sonrió como una niña traviesa.
-Menuda escena hemos hecho aquí. Ha sido muy divertido, la verdad. Eres una persona muy interesante, Dark. Yo también espero que volvamos a cruzarnos. De hecho...
Ya que estaba, qué demonios. Volvió a acortar la distancia entre ambos y utilizó su pecho como mesa para escribirle su número de den den mushi en un papelito.
-Si te topas con otra aventura... sabrás cómo encontrarme.
Esta vez detectó el encanto en su voz más fácilmente. Era como una suave canción que le inclinaba a escucharle, a prestarle toda su atención. No tiraba de ella con ardiente necesidad, si no con una sutil tentación, tan afilada que podría cortarse en cada sílaba. Sonrió. Le gustaba. Era una sensación parecida a la que provocaba ella y a la vez completamente diferente. Dos caras de una misma moneda. Dos intenciones muy diferentes, pero… ¿utilizaban el mismo medio?
Sintió su mano en el hombro y su cola jugueteando con la suya. Alejó ambos, tratando de concentrarse. Agradeció que siguiera hablando, porque necesitaba encontrar de dónde estaba tirando, qué parte de ella pretendía hacer caer para que le obedeciera si llegaba a darse el caso. Le costó un poco, pero lo encontró. La raíz del deseo que provocaba el tono de su voz cuando se ponía así. Pequeño, ajeno. Peligroso. Dando un pequeño coletazo sin darse cuenta, se zafó de la cola de Dark mientras aplastaba ese deseo. Se resistía, por supuesto. Trataba de alzarse a cada palabra e incluso unos instantes después de que hubiera dejado de hablar. Pero acabó con él y tomó buena nota de donde estaba, porque sabía que podía volver a aparecer. Y esa vez, en cuanto lo hiciera, lo cortaría de raíz. No sería manipulada por su propio poder, no importaba cual fuera la fuente o la intención. Su deseo era suyo y no dejaría que nadie lo alterase.
Abrió los ojos despacio, sabiendo lo que iba a encontrarse. El pirata estaba frente a ella, aguardando. Esbozó una sonrisa de amabilidad y le puso una mano en el pecho, contenta.
-Gracias. En algún momento, esto habrá sido de mucha utilidad.
Se apartó con tranquilidad antes de mirar a su alrededor. Todavía había varios fuegos sin apagar, por no mencionar los cuerpos que había desperdigados por todas partes. De la coneja y los supervivientes no había rastro, pero asumía que se habían ido al único galeón intacto. Uno de los otros todavía estaba terminando de hundirse. Sonrió como una niña traviesa.
-Menuda escena hemos hecho aquí. Ha sido muy divertido, la verdad. Eres una persona muy interesante, Dark. Yo también espero que volvamos a cruzarnos. De hecho...
Ya que estaba, qué demonios. Volvió a acortar la distancia entre ambos y utilizó su pecho como mesa para escribirle su número de den den mushi en un papelito.
-Si te topas con otra aventura... sabrás cómo encontrarme.
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Vaya, la cosa parecía que iba bien de sobras. A pesar de haberse apartado, la pirata se pudo concentrar y acabar rompiendo su mesmerismo. Bueno, no podía quejarse ya que no tenía ni idea de lo que iba todavía, pero suponía que sus poderes tenían la misma base y por ello mismo tenía facilidad para romperlo. Así que lo único que hizo fue esperar al lado de la mujer mientras esbozaba una pequeña sonrisa. Era de lo más interesante y tenía asumido de que él también podría resistirse a efectos así. Pero en un futuro lejano, vamos. No creía que necesitase aquello por ahora y menos si Lysbeth cooperaba de esa forma y se portaba tan bien. Acabó ofreciéndole el número de Den Den mushi, a lo que arqueó la ceja por un segundo.
―Gracias, me alegra haber podido ayudar. Lo mismo te puedo decir, Lysbeth. Si necesitas a alguien, solo pégame un toque.
Agarró el papel e hizo lo mismo que ella, pero usando el brazo de apoyo. No estaba bendecido para tener unas delanteras así. Por suerte, sino sería muy raro. Le ofreció el número y se llevó las manos a la cadera, mirando la que habían liado. Porque la habían liado muy gorda. Había un barco estrellado con el otro, casi todos ardiendo... Encima la mink estaba totalmente dominada. Menudo panorama. Igualmente, a él le quedaban cosas por hacer. Aún despidiéndose, no podía desaprovechar una oportunidad así. Así que se acercó a los que fingían estar inconscientes y elevó la voz tras toser brevemente.
―Todos vosotros vais a seguirme. Soy quien manda ahora. ―exclamó usando el poder de su fruta.
Lógicamente, se levantaron. Les afectase o no iban a ser unos buenos peleles para ayudarle a aprender a tragarse el aura. Se acercó una vez más a la pirata y le ofreció la mano. Sin lugar a dudas habían sido unos días divertidos y fagocitar de esa forma a una banda entera pirata le hizo recordar realmente a sus días como cazador. Había disfrutado como un crío chico descubriendo los poderes de su fruta, y todo gracias a Lysbeth. Quizás estaba hasta más contento que con el poderío devastador que tenía con la pika pika no mi. Esta fruta era mucho más interesante y en su interior, todos sabíamos que él siempre fue un demonio.
―¿Ahora qué harás? Me sorprende verte por un lugar así ―acabó preguntándole.
―Gracias, me alegra haber podido ayudar. Lo mismo te puedo decir, Lysbeth. Si necesitas a alguien, solo pégame un toque.
Agarró el papel e hizo lo mismo que ella, pero usando el brazo de apoyo. No estaba bendecido para tener unas delanteras así. Por suerte, sino sería muy raro. Le ofreció el número y se llevó las manos a la cadera, mirando la que habían liado. Porque la habían liado muy gorda. Había un barco estrellado con el otro, casi todos ardiendo... Encima la mink estaba totalmente dominada. Menudo panorama. Igualmente, a él le quedaban cosas por hacer. Aún despidiéndose, no podía desaprovechar una oportunidad así. Así que se acercó a los que fingían estar inconscientes y elevó la voz tras toser brevemente.
―Todos vosotros vais a seguirme. Soy quien manda ahora. ―exclamó usando el poder de su fruta.
Lógicamente, se levantaron. Les afectase o no iban a ser unos buenos peleles para ayudarle a aprender a tragarse el aura. Se acercó una vez más a la pirata y le ofreció la mano. Sin lugar a dudas habían sido unos días divertidos y fagocitar de esa forma a una banda entera pirata le hizo recordar realmente a sus días como cazador. Había disfrutado como un crío chico descubriendo los poderes de su fruta, y todo gracias a Lysbeth. Quizás estaba hasta más contento que con el poderío devastador que tenía con la pika pika no mi. Esta fruta era mucho más interesante y en su interior, todos sabíamos que él siempre fue un demonio.
―¿Ahora qué harás? Me sorprende verte por un lugar así ―acabó preguntándole.
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Cogió el número que le ofrecía y se lo guardó tras echarle un vistazo. Correcto. La verdad es que pensándolo bien Dark podía ser un tipo entretenido. Observó divertida cómo se acercaba a algunos de los pocos peleles que todavía había por ahí. En cuestión de segundos, se quedaron prendados de él, aunque no precisamente en el sentido romántico. Ni falta que hacía, por lo visto.
Se acercó a ella de vuelta, los piratuelos siguiéndole a cierta distancia como perros con su amo. En realidad, probablemente ahora no fueran mucho más que eso. Estrechó la mano de Dark antes de estirarse y sonreír. Lo cierto es que el viaje, aunque no había hecho más que comenzar, ya le estaba ayudando. Se sentía bastante más relajada y distraída. En todo lo que quería pensar era en las locuras que habían ocurrido ese día y en las que podían esperarle más adelante.
-Seguiré viajando, la verdad. Ahora mismo, es lo que más deseo.- Sus ojos relucieron mientras se encogía de hombros y agrandaba su sonrisa.- Eso es porque yo nunca estoy donde se me espera.
Se despidió de él con tranquilidad y regresó hasta el Loreley dando un paseo. Al lado del barco, había dos cajas de madera de aspecto sospechosamente anodino. Un pequeño vistazo dentro le bastó para comprobar que los piratuelos que había mandado allí al principio de los destrozos habían cumplido su misión. El dinero era más que bienvenido.
Subió su recompensa al barco y en cuestión de minutos había zarpado de nuevo, derecha a su próximo destino. No tenía muy claro qué haría en esa isla, pero estaba ansiosa por llegar.
Se acercó a ella de vuelta, los piratuelos siguiéndole a cierta distancia como perros con su amo. En realidad, probablemente ahora no fueran mucho más que eso. Estrechó la mano de Dark antes de estirarse y sonreír. Lo cierto es que el viaje, aunque no había hecho más que comenzar, ya le estaba ayudando. Se sentía bastante más relajada y distraída. En todo lo que quería pensar era en las locuras que habían ocurrido ese día y en las que podían esperarle más adelante.
-Seguiré viajando, la verdad. Ahora mismo, es lo que más deseo.- Sus ojos relucieron mientras se encogía de hombros y agrandaba su sonrisa.- Eso es porque yo nunca estoy donde se me espera.
Se despidió de él con tranquilidad y regresó hasta el Loreley dando un paseo. Al lado del barco, había dos cajas de madera de aspecto sospechosamente anodino. Un pequeño vistazo dentro le bastó para comprobar que los piratuelos que había mandado allí al principio de los destrozos habían cumplido su misión. El dinero era más que bienvenido.
Subió su recompensa al barco y en cuestión de minutos había zarpado de nuevo, derecha a su próximo destino. No tenía muy claro qué haría en esa isla, pero estaba ansiosa por llegar.
Dark Satou
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Características
fuerza
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Agilidad
Destreza
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras despedirse de Lysbeth, Dark supo que le quedaba algo por hacer en la isla. ¿Qué era? Sencillo. Mejorar el control de su fruta del diablo. Lo había estado haciendo todo el rato desde que Lysbeth le había enseñado. ¿Y ahora qué le tocaba? Llevar sus límites una vez más allá. Con los hombres detrás y una mirada muy decidida, se dedicó las próximas tres semanas a perfeccionar el control de su fruta del diablo, reuniendo todos los conocimientos, desde tragarse el aura hasta cada aptitud que poseía. Conforme pasaban los días, poco a poco, lograba entenderlo todo mejor. Él era el demonio. Se había vuelto uno con su forma híbrida, escuchando constantemente una pequeña voz que parecía querer consumirle desde dentro. A más control y entrenamiento, más fuerte resonaba el eco.
Las noches se hacían largas ya que las voces no le dejaban dormir. Conforme más se acercaba al control total de la forma híbrida, y lo implementaba poco a poco en su forma humana, más loco parecía volverse. Taquicardias, sudores... Eran las peores semanas de su vida. Pero él era más fuerte que una fruta del diablo. Su voluntad iba por encima de todo. Y una vez logró su cometido con todo lo aprendido en la isla, asesinó los piratas. Era una decisión polémica pero no merecían vivir para su criterio. Encima en las tres semanas que pasó con ellos solo logró cogerles un asco enfermizo. Seguía teniendo por dentro la voluntad de apresar a todos los piratas comunes pero debía ignorarlo. Por lo menos por ahora. Le pegó un toque a Xiba y le recogió en la isla, mirándole algo extrañado. Algo había cambiado en él completamente. Era más fuerte por haber dominado tanto las aptitudes como las mejoras físicas de la fruta del diablo.
Y ahora ya nada le iba a parar.
Las noches se hacían largas ya que las voces no le dejaban dormir. Conforme más se acercaba al control total de la forma híbrida, y lo implementaba poco a poco en su forma humana, más loco parecía volverse. Taquicardias, sudores... Eran las peores semanas de su vida. Pero él era más fuerte que una fruta del diablo. Su voluntad iba por encima de todo. Y una vez logró su cometido con todo lo aprendido en la isla, asesinó los piratas. Era una decisión polémica pero no merecían vivir para su criterio. Encima en las tres semanas que pasó con ellos solo logró cogerles un asco enfermizo. Seguía teniendo por dentro la voluntad de apresar a todos los piratas comunes pero debía ignorarlo. Por lo menos por ahora. Le pegó un toque a Xiba y le recogió en la isla, mirándole algo extrañado. Algo había cambiado en él completamente. Era más fuerte por haber dominado tanto las aptitudes como las mejoras físicas de la fruta del diablo.
Y ahora ya nada le iba a parar.
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