Dark Cock [Privado, +18]

—¿Hamon? —decidió que no merecía la pena intentar convencerle de lo contrario, era muy testarudo— sí, hamon. Eso es el hamon, Claude. Me alegra que avances en el dominio del hamon. Pero te queda mucho por aprender, no te des por vencido. Tardarás meses en dominarlo parcialmente.

La lucha se tornó en un espectáculo bastante violento para ver. Todos los de la taberna —los que estaban despertándose del reciente haoshoku de Dark— empezaron a observar sorprendidos la lucha entre el moreno y el pelirrojo. Era obvio que no quería matarlo, y le estaba dando cuartel, pero le sorprendió la determinación de marcar su propio cuerpo. Había cauterizado la herida con un par de cojones, cosa la cual era más que admirable. Aquello volvió a agitar algo dentro de él, rompiendo el propio limitador que se había impuesto. Claude iba a luchar en serio y había decidido sacar por fin ese arma que portaba siempre con él. No había hecho uso todavía de esta y estaba muy seguro de una razón posible: no quería matar, o por lo menos no luchaba de esa forma. Si la estaba sacando es porque iba a ir por fin en serio. Así que él arrancó su kimono y sus ojos se iluminaron, dejando fluir su presencia por toda la sala. No iba a contenerla más.

Todos los que estaban alrededor empezaron a sentirse muy presionados, casi ahogándose en el sitio. Sacó de su espalda a Extorquendo Mundi y la consumió en llamas negras. La blandió en horizontal, intentando golpear con todas sus fuerzas al arma de Claude para desarmarlo. De hecho la potencia del golpe fue tal que salió una onda que recorrió decenas y decenas de metros, destruyendo y cortando todo lo que había por medio. Destruyó varias manzanas, y cuando pudo darse cuenta, la había cagado. Se giró algo asustado y comprobó si Claude estaba bien. Se había dejado llevar. Demasiado. Volvió a contener su presencia y se tiró al suelo, empezando a gritar.

—¡No puede ser! ¡El basilisco de Thesalia es demasiado fuerte! ¡Lo ha destruido todo! —gritó imbuyendo el poder de la fruta en sus palabras.

Y todos empezaron a repetir la misma frase mientras huían. El basilisco de Thesalia es demasiado fuerte, lo ha destruido todo. De hecho, al haber sido general, hasta Claude podría sentirse afectado por el poder de su fruta.

Cuando saco la hoja, Dark parece dispuesto a acabar conmigo como un verdadero espadachín. Me respeta, o eso parece, pues desenvaina su legendaria hoja, la que posee desde hace una eternidad y ha corrido tantas aventuras legendarias con él. Se trata del arma que le vio convertirse en vicealmirante, y es un honor si debo morir así, pero aun así voy a intentar vivir. A duras penas puedo sostener bien la espada, pero la agarro con ambas manos cuando el embate del espadachín llega y por una décima de segundo creo que puedo detenerlo. Y, desde luego, durante un instante lo consigo.

Mi arma no se despega de mis manos, pero mi cuerpo al completo sale despedido en la misma posición que he detenido su embate, y puedo sentir la endiablada velocidad que alcanza mi cuerpo hasta que me estampo contra un búfalo lanudo que afortunadamente amortigua el impacto. Aun así, el impacto me deja destrozado; nunca podré estar al nivel de Dark, pero por lo menos mi arma ha resistido, y me levanto como puedo cuando escucho a Dark gritar cómo me da méritos que, en realidad, no me pertenecen.

- ¡Eh! -grito, aunque solo puedo emitir un hilillo de voz ahogada, mientras me muevo hacia él lo más rápido que puedo. Juraría que un caracol me adelanta; arrastro una pierna y debo usar la vaina de la espada como bastón, pero cojo fuerzas para interpelarlo de nuevo-: ¡Yo no he... Destruido todo! ¡El basilisco de Thesalia es demasiado poderoso!

Sigo sin poder gritar, pero lo que dice Dark tiene sentido. Me ha entrenado él, y aunque yo haya salido disparado sin duda esta onda se ha generado por nuestro choque. Soy casi tan poderoso como él, solo que él tenía el terreno a su favor, o una postura más acomodada... En cualquier caso, yo y no Dark E.Satou ha hecho esto. Si no, ¿por qué iba a reconocer ÉL mi poder? ¿Qué ganaría un famoso vicealmirante de eso? De hecho, podría perder el respeto de sus hombres. Sin embargo, aún sin ser capaz de pensar en otra cosa, apunto con el dedo a Dark.

- ¡Soy demasiado poderoso! ¡El maestro del Hamon! ¡Lo he destruido todo, y todo gracias a ti! ¡Que tiemble el mundo ante la leyenda de los Fancy Cock Pirates, y su subcapitán Dark E. Satou!

Le hubiese gustado seguirle el rollo y gritar en voz alta que era el subcapitán de su improvisada banda, pero no podía hacerlo. No si tenía el juicio a la vera de la esquina. Claude se estaba viniendo demasiado arriba y todos parecían alardear su nombre, casi vitoreándole. Se levantó y se quitó el polvo de encima, acercándose hasta él y ofreciéndole la mano. Después, le guiñó un ojo y dijo en voz baja:

—Acepto su oferta, gran Basilisco de Thesalia, mi capitán. Maestro del Hamon y futuro Yonkou, guía y cabeza de los Fancy Cock Pirates.

Para qué mentir, se había ganado de sobras aquello. A él no le interesaba ya demasiado la fama o los logros, sino más bien divertirse. Por eso mismo gente como él, más joven, era parte de su motivación y voluntad. Elevó el dedo y después señaló hacia dentro para indicarle una única cosa: lo que harían. Viajar unas semanas, quizás. Ahí Claude saldría como una nueva persona, una mucho más fuerte. También quizás con el ego más subido, ¿pero los demás estaban gritando su logro, no? ¿Qué malo tenía en ello? Si iban diciendo por ahí que había tumbado a Dark E. Satou no vendría un cazarrecompensas normal a capturarle, sin lugar a dudas. Y aunque había sido quizás un tanto cruel cargarle la culpa de aquello al chaval, seguramente sabría usar bien ese acto a su favor.

—Capi, ¿te parece bien viajar juntos? —exclamó con las manos en alto—. No me gustaría llevar la contraria a una persona que me tumba y destruye edificios.

Si aceptaba volvería a concentrarse en su meditación y redescubrir quién era en realidad. Porque Claude era como su yo del pasado, y aquello le daba fuerza. Por lo menos recordar cómo no se tenía que comportar. Aunque fuese muy buen chaval a veces se le iba. Sobretodo con esos entrenamientos tan alocados.

- Echa el freno, figura -le paro-. Déjame disfrutar un poco el camino; no me eches tantas flores.

Pues lo cierto es que Claude el Yonkou suena bien, aunque no tanto como Su Majestad Claude, el Rey de los piratas. Ah, el oro, la fama, el poder... Todo eso lo tuvo el hombre que un día se autoproclamó rey de los piratas: Claude von Appetit. Mas sus últimas palabras no fueron muy afortunadas: "¡Estoy en la cima del mundo!" justo antes de caer al mar, porque cuanto más alta es la torre más dura es la caída. Pero lo cierto es que es un objetivo que no estaría mal poner en mi agenda, aunque de forma secundaria. Primero va mejor espadachín del mundo, luego si eso Emperador del Mundo. Sí, me gusta. Vamos a dominar el mundo.

- Vale, está bien -digo, finalmente-. Puedes venir conmigo en vez de ir en barcos separados. Pero cada uno en su habitación y nada de ponerse cariñosos, que luego empiezan los rumores y ya tengo bastante con haber provocado esto.

Hago aspavientos con las manos, señalando a... Bueno, a todo. La verdad es que todo en varias manzanas ha volado y la Marina no va a tardar en llegar, así que como mínimo deberíamos ir marchándonos, como quien no quiere la cosa. Porque como nos cojan... Nos pueden caer diez años, casi seguro. O puede que más, porque igual esto más que vandalismo ya se podría considerar terrorismo.

- ¡Al barco, mi fiel subcapitán! -ordeno. Es la primera vez que alguien asume tan fácilmente que está bajo mi mando, y aun encima es mi ídolo. Casi quiero llorar de la alegría, pero primero tenemos que robar un barco. Pero eso es problema del futuro Claude, yo solo voy a correr al puerto y confiar en un golpe de suerte.

Parecía estar feliz, por lo cual Dark se sintió bien también. Aquella falsa modestia que desprendía debía protegerla de alguna forma. Quizás el papel que tomaba no era el mejor moralmente hablando, pero le daba bastante igual hacer de subordinado. Ya tuvo que hacer cosas raras como la mano derecha del antiguo rey de los cazadores, ¿por qué no hacerlo con esto? Así que se dispuso a contestarle.

—¿Cómo no te voy a echar flores, capi? He luchado con gente muy fuerte y tú has logrado vencerme. Supongo que será por tu dominio del Hamon, no sé... —tomó una pequeña pausa para hacerse el rumiante—. Vayamos a por el barco entonces.

Conforme salían de la taberna, observó por un segundo una pulsera con un Log Pose. No sabía a dónde iba, pero se la arrebató a uno de los que estaban en el suelo inconscientes. Se la colocó en la muñeca y la elevó, haciéndole una peineta a Shaggy. Shaggy ya no iba a waggyearle más, lo había prometido por sus difuntas tres esposas. "No más Waggy", pensó. Era hora de dejar ser mangoneado por ese hombre.

—Por cierto, tengo un Log Pose para Laughtale, Raftel, como lo quieras llamar. ¿Si no quieres ser Yonkou, qué te parece ser el rey de los piratas? Yo aceptaré gustoso ser el señor de los mares del rey. ¿Qué te parece? ¿Nos aventuramos para el nuevo mundo y la encontramos? —le preguntó mientras elevaba la muñeca y escribía Laugh Tale en la base de madera. Si colaba se iba a reír mucho.

Dark se está portando mal con Shaggy, pero supongo que una peineta no puede compararse a la descortesía que es arruinarle la taberna, así que no me molesto en reprenderlo. Los pecados del subordinado deben ser entendidos por su capitán. Aun así, me doy media vuelta y corro por en medio de los escombros, buscando mi cuchillo de cocina y mi bandolera. No voy a dejar mis bártulos tirados ahí, tal vez nunca vuelva a recogerlos. De hecho, capaz Shaggy los vende para costearse un poco de weedy y un buen waggy.

Tras recuperar mis enseres vuelvo con Dark, y corremos hasta el puerto en silencio, interrumpido únicamente por el viento que nos impulsa y una melodía que parece envolver cada uno de nuestros momentos juntos, como si carros de fuego nos llevasen volando hasta el sol. Incluso, mientras trotamos de forma casi maratoniana puedo ver recuerdos de nosotros entrenando como a cámara lenta. Si no fuera porque sé que admiro profundamente a Dark, habría jurado que en esta semana he empezado a sentir cosas por él. Sin embargo es solo eso, un profundo respeto por el gran maestro del Hamon, que me ha enseñado a ver el futuro. Sin él mis hazañas futuras no serían posibles, y casi derramo una lagrimilla de emoción cuando nos plantamos en el puerto.

Hay un barco. Y menudo barco: Un galeón de siete cubiertas y doce velas, con incrustaciones de oro y diamantes, gárgolas talladas a mano y lo que parece ser un motor que no entiendo muy bien pero seguro es extremadamente rápido nos lo tapaba, pero de un momento a otro podemos ver un majestuoso bajel con mascarón de gallo, completamente de color bronce y una vela más mesana.

- ¡Ese es nuestro barco, Dark! ¡Míralo! Parece hecho para nosotros.

Habría ido corriendo hasta él, pero solo puedo trotar muy despacito o tengo miedo de caerme a cachos, pero aun así hago un esfuerzo para echar a su legítimo dueño con una patada y me pongo a los mandos. Evidentemente, confío en Dark y estoy listo para llegar al fin del mundo.

- ¡Raftel, allá vamos!

¿Qué era eso? ¿Un barco pollo? Porque no veía otra cosa más. El galeón era una basura en comparación al épico barco pollo espectacular. Seguramente sería difícil de manejar pero Dark sabía dar vueltas a un timón como cualquier otro. ¿Qué podía salir mal? Si llegaba a pasar algo raro acabaría por salir volando y estaba muy seguro de que Claude también lo haría. No había visto su forma desatada todavía pero tenía algo muy claro: Muy seguramente sabría volar y sería un enemigo muy peligroso. Seguramente su pico podría cortar el diamante como si fuese queso. Se colocó al lado de su recién nombrado capitán y lo miró, siguiéndole la broma de lo de Raftel. Aunque eran tan gilipollas los dos que a lo mejor hasta acabarían sin querer. Había escuchado rumores por ahí de una persona que con una fruta del diablo de teletransportación había llegado hasta la isla, y paseaba como Pedro por su casa. Pero era solo eso, un simple rumor. Así que decidió dejar jugar a la suerte del pelirrojo y aventurarse con él.

—¡Raftel, allá vamos! —Gritó mientras levantaba un puño.