Asedio a Mariejoa [Capítulo (Parte I)]

Todo estaba sucediendo muy rápido. Escuchó la voz de Hinori, estuvo a nada de darle un buen golpe en la cabeza por soltar esas estupideces. Nadie era un estorbo en la banda, todos tenían algo que hacer y ella no era la excepción. No pudo contestarle ¿Razón? El maldito de Stark estaba parado, frenando su avance hacia los elevadores. Soltó unas cuantas palabras carentes de significado, “Debes agradecer que este con mi nakama, idiota.”  pensaba al tiempo que se acomodaba un poco a Hinori en sus espaldas, tratando de ser lo más suave posible, pero a veces… Era un poco bruto. Suspiró tranquilo mientras veía que DragoN se estaba marchando, sin darse la vuelta fue que le dijo.

– Stark, algún día te demostraré que todas esas armas no podrán vencerme. Todas esas porquerías, caerán ante mis puños. Ahora me voy, hasta pronto. Shichibukai Stark-san. – finalizó con un toque de prepotencia. Las ganas de golpearlo eran increíbles, pero la seguridad de Hinori era de mayor prioridad. Ya iba a arreglar cuentas con él en algún día, ya sea tarde o temprano.

– Hinori… – tomó una pausa mientras miraba al cielo, de la nada surgieron muchas presencias, algunas más fuertes que otras y todas estaban en el interior de un barco… ¿Barco? Sí, volaba pero era uno de todas maneras. – Nadie es un estorbo, y no te preocupes, mi deber es defenderte a ti. Eres joven y tienes potencial. Algún día serás muy fuerte, solo sobrevive a este infierno. – dijo con un tono protector.

Midorima empezó a correr más rápido, el dolor de su cuerpo lentamente iba cediendo y le daba pie a acelerar. Si seguían así, llegarían a los ascensores a encontrarse con Death en unos segundos, pero un Gyojin de púas naranjas y un par de lanzas se paró encima. Aparte las olas empezaron a estallar, un gran tsunami venía de camino. ¿Acaso no iba a haber paz? Todo indicaba que no, escuchó la voz de su nakama en el auricular… Iba a bajar de nuevo y se le notaba cansado ¿Acaso era idiota?

– Death, no bajes. No te dará tiempo para subirnos. Encontraremos la forma de subir, devuélvete idiota. – gritaba por aquel aparato que ahora estaba siendo de gran utilidad. Miró al hombre pez, estaba dispuesto a atacarlos pero no podían perder el tiempo. Fue entonces que sintió la enorme presencia de su capitán, estaba cerca y venía en su dirección. “Hasta que llegas, capitán bueno para nada”  pensó con una sonrisa.

Esperó unos segundos, su capitán venía a gran velocidad. Y entonces apareció, agarró a ambos con sus garras y en menos de un minuto ya estaba arriba. Apenas había sentido el viaje pero cuando llegó a tierra sentía un gran dolor de cabeza, su corazón muy acelerado… Sentía que todo el aire que tenía de sobra, ahora le faltaba. Tuvo que apoyar una rodilla en el suelo mientras trataba de recuperar la compostura. El viaje por las Aerolíneas del Shichibukai Dexter Black dio un pésimo servicio, pero al menos estaban vivos. Su cuerpo le dolía horrores, sentía que todo su cuerpo estaba a nada de estallar. Subir los casi 10 km de la Red Line en un parpadeo era algo atroz para su cuerpo.

– Esto… – trataba de decir algo, pero el poco aire que lograba acumular, se le salía a cada exhalación… Una sensación horrible y que no pensaba experimentar dos veces. Miró a los lados, y ahí estaba Uracha… Genial. – Uracha… Cura a Hinori… rápido maldita sea…. – decía mientras trataba de recuperar el aliento. Trató de levantarse pero era casi imposible, necesitaba unos cuantos minutos para recuperarse. Sonrió de forma tranquila, al menos, se habían quitado una muerte segura allá abajo… – Dexter, para la próxima vez… Creo… que… no volaré contigo… – dijo en un tono bromista mientras ahora se acostaba en el suelo con los brazos abiertos y mirando al cielo. Habían llegado, finalmente, estaban en la Ciudad de los Nobles, la tierra intocable por seres inferiores como ellos… Mariejoa estaba a la vista.

Resumen. DragoN debes leerlo el primer párrafo es tuyo:

Karl pudo ayudarlos levemente. A Krauser parecía haberle servido de mucha ayuda, pero lo suyo era mucho más complicado. Le hizo un vendaje y unas curas provisiones que impidieron que muriera del dolor y que pudiera moverse mientras tanto. Pero no sería suficiente si quería seguir luchando. Su curación era mayor que la de un humano normal, pero aún así necesitaba algo más. Su técnica Corpus Deus le ayudaría a mejorar el tiempo de curación reduciéndolo al máximo. Quizás con un tiempo empleándola podría ayudar a que sus huesos sanaran y poder solucionar lo de sus costillas. De no ser así, al menos mejoraría bastante y tendría más posibilidades para seguir luchando. Pero antes tenía algo que hacer.

Shun se arrodilló y le contó la situación. El cazador odiaba que su segundo al mando hiciera eso, como si él fuera alguien superior. Alex no se consideraba mejor que él y detestaba ese aspecto de "Señor y vasallo". ero entendía al samurái y sabía que su honor le obligaba a ello, no sería él quien le hiciera ir contra su ideología y creencias. Al parecer ambos puestos habían caído rápidamente, maldita sea... Tenían que organizar las defensas pronto para poder devolver el ataque o aguantar. Si la cosa seguía así la guerra terminaría en nada y ellos perderían. No podía permitirlo. Se acercó a Shun y le puso una mano en el hombro.

-No te preocupes por nada, sé que todos habéis luchado con valor y me siento honrado de tenerte a mi lado y dirigiendo a mis tropas. No hay nadie mejor para ese puesto. Espero ser merecedor de luchar a tu lado, porque pronto tendremos que darlo todo y devolver por duplicado lo que nos han hecho- Le dijo con una sonrisa.

Agradeció a Karl su ayuda y se iba a dirigir a los suyos, pero entonces sintió algo extraño. Su mantra detectó varios seres poderosos... ¿sobre ellos? Cuando miró pudo contemplar un barco alado surcando los cielos. La nave tenía alas similares a las de un insecto. Jamás había visto algo así. ¿Serían aliados? No podían ser enemigos, los gyojin llegaban desde el mar. Atacando por el aire perderían una de sus mayores ventajas. O eso quería creer el cazador. Intentó no prestarle mucha atención, si eran enemigos se verían obligados a luchar, pero si no lo eran se habrían preocupado por nada. Y aún había algo más de lo que preocuparse. Las olas llegaban a ellos. ¿Cómo? Había olas gigantescas acercándose. Sería otro ataque de los piratas.

-¡Shun, saca a todos los que puedas de aquí! ¡El resto subid en Farkas, hay que elevarse!- Gritó.

Esperó a que todos subieran en el lobo y le hizo elevarse. La altura sería suficiente para esquivar las olas si no crecían demasiado. Mientras tanto se centró en relajarse, meditar, y dejar fluir el poder de su técnica para intentar curar su costado. Se esforzaría al máximo para poder luchar en cuanto volvieran al ataque. Aunque también tenían que buscar una zona en la que mantenerse a salvo de las olas y prepararse para un contraataque. Lo mejor sería dirigirse hacia el centro de la ciudad, pero permanecerían allí un rato para observar la situación y valorar sus posibilidades. No quería tomar decisiones precipitadas con todo lo que había en juego.

Resumen:

El ascensor comenzó a elevarse mientras Cánabar cosía las heridas y de sus compañeros y las trataba. Tenía una gran experiencia y no era difícil hacerlo. Terminó rápido. Pero a su lado había marines subiendo también y disparando. Cánabar lanzó una onda cortante destrozando a todo el que hubiera allí. No se había tratado de nadie fuerte, eran tan solo reclutas. Kaiser había creado una barrera de agua que los protegió de las balas. Vaya intento más absurdo de atacar a Atesaki, todo el que lo intentará lo pagaría muy caro. Y los arqueros que habían lanzado las flechas... el capitán habái dado órdenes de cazarlos y eliminarlos a todos. Pobre de ellos.

pero Cánabar estaba preocupado pro algo. La espada que siempre lo había acompañado, se había roto. Solo quedaba la empuñadura y parte de la hoja. la envainó. Por suerte tenía su otra espada y podía luchar con ella, pero lamentaba mucho que su hermana hubiera caído así. Al menos murió en batalla y sería el momento de utilizar a Libertadora. Quizás fuera tan buena como creía. Lo decidiría cuando la blandiera. Llegaron hasta arriba y salieron de los ascensores. La zona estaba algo ocupada de gente. El tiburón blanco activó su Haki de Observación para detectar a todos. había alguien especialmente fuerte con alguna otra presencia cercana. Cánabar sonrió y se relamió, por fin alguien poderoso con quien luchar. Pero había algo extraño en ellos.

Se preparó para utilizar su Haki del Rey si alguno de ellos se movía. Todos los que estuvieran cerca, a excepción de Atesaki, se verían afectados. Miró a sus compañeros y les indicó que iba a ir hacia ellos para que lo siguieran o se quedaran atrás. Poco le importaba, solo quería luchar y derramar algo de sangre. Había hecho muy poco y lo necesitaba. Mucho más ahora que su nueva espada quería ser utilizada por primera vez. Nuevo acero, nuevas víctimas. Se acercó hasta la presencia fuerte. Se trataba de alguien grande que estaba junto a dos mujeres de poder mediocre comparado al del tipo alto. ¿Le entretendría el grandullón o caería rápido? Siguió acercándose a ellos.

Resumen:

Al parecer nadie puso pegas frente al humano que les acompañaba. Kaiser podía ser persuasivo cuando quería, aunque... sabiendo que era capaz de matarlos, ¿que subordinado se atrevería a plantarle cara? Tan solo Cánabar podría y no le interesaba. Además, estaba pendiente de tratar las heridas de nuestros compañeros y de Drake, el cual parecía bastante malherido. Principalmente en una de sus manos, que no paraba de sangrar. Pero, a pesar de todo, lo que más llamó la atención de la orca fue el mar. El agua empezó a cobrar vida. Avanzaba sin cuartel y de forma violenta. Hasta el punto de que formó una ola gigantesca que prácticamente alcanzó los elevadores. Si todo se inundaba... Atesaki sería imparable. Pero Mariejoa parecía estar a demasiada altura. Y lo peor es que aquellos ascensores eran desesperadamente lentos.

Unas voces lo sacaron de sus divagaciones. Observó que cerca de ellos había otro elevador, lleno de marines cargando fusiles y preparados para disparar. El agua estaba de su parte. Mientras Cánabar lanzaba una onda cortante, el capitán elevó el agua que había llegado hasta ellos para formar una defensa con la dureza del metal. Las balas no podrían penetrar y el corte acabaría con la gran mayoría. Podría haberse asegurado que todos acababan muertos, pero no le interesaba. No podía dejar de  pensar en la flecha que había rasgado su hombro. Su herida sangraba ligeramente, era muy poco profunda, como un rasguño, pero era suficiente para declararle la guerra. Se habían atrevido a atentar contra toda su banda y los causantes lo pagarían caro. No tendría piedad con nadie que portase un arma capaz de disparar esa clase de proyectil.

Bisutomaru volvió a centrarlo en el mundo real, asegurando que iría a por los espadachines. Era algo ridículo, pero sabía de más que era imposible que los encontrase y confiaba en que no perdería la vida. Estaba loco y desquiciado, e incluso se sacrificaría por su líder, pero no había llegado su hora. Señaló al humano y miró a su compañero. -Llévalo a nuestro barco y diles lo que os he dicho antes. Que nadie se atreva a tocarlo, ni si quiera tú. Hazlo y te recompensaré cuando vuelva.- Kaiser sabía que era una orden difícil para él, pero le haría caso y la recompensa podría llamarle la atención. Debía llevarle un recuerdo... Algo de carne humana, fresca.

Poco a poco, el frío se hizo presente. Cuanto más alto llegaban, más bajaba la temperatura. Pero no era algo malo para el gyojin orca. Dada su raza, era alguien acostumbrado al frío y que incluso le agradaba, por no hablar de la humedad que rezumaba. Era un lugar perfecto, después del agua. y una vez arriba, esbozó una sonrisa ladeada. Era hora de jugar. Sus compañeros sabían que debían mantenerse cerca de su líder. los protegería de ser necesario. Así que salieron juntos y observó el lugar. Cánabar les indicó una presencia fuerte, que al parecer era un hombre de gran tamaño y qué curioso. Había dos mujeres a su lado... Una de ellas con un arco. Se acercó junto al tiburón blanco y empezó a reír. -¡Kyahahahahaha! ¡Kyahahahahaha!- Tras reírse dirigió la mirada hacia la arquera. Una mujer rubia, de ojos azules y buen cuerpo, pero no cumplía el estatus de belleza femenina marcado por el capitán de Atesaki. -(Que tetas más pequeñas)- Pensó este. -¿Has sido tú quien ha disparado hacia el puerto?- Tras sus palabras imbuyó su cuerpo en haki completamente. -Responde y puede que sobrevivas. Ataca o huye y morirás.- El tono amenazante era notorio y la tensión casi palpable. -Vosotros dos. No sé si sois sus compañeros, poco me importa. Tan solo espero que no tengáis intenciones de jugar a ser héroes. Si valoráis vuestra vida, largaos de aquí.- Kaiser estaba realmente enfadado, y junto a Cánabar, estaba seguro que podrían reducirlos en cuestión de segundos.

Resumen:

¡Un despacho! Qué suerte. Si había algo útil allí a parte de cacharros que desmontar, seguro que lo encontraría en aquel lugar. Comenzó a rebuscar en ficheros y cajones, hasta encontrar una carpeta que le llamó la atención. Tal vez por el símbolo del Gobierno Mundial, el hecho de que se encontrase en un cajón con cerradura que tuvo que forzar o el hecho de que ponía "TOP SECRET" en letras grandes. En todo caso, ignorando de momento el estruendo de explosiones de fuera (o más bien tomándolo como una agradable banda sonora) abrió el fichero. En el interior del fichero encontró planos de alguna especie de robot enorme. Un vistazo más exhaustivo le permitió confirmar que se trataba del robot de fuera. Empleaba tecnología mucho más avanzada que su humilde (en comparación) Destroyer, y tenía una potencia de fuego mucho mayor. Las posibilidades de un arma como aquella... eran ilimitadas. Se sacó la mochila, la abrió y metió los planos dentro.

- Me pregunto si habrá algo más. No estaría mal encontrar los planos de algún cacharrete menos bruto, algo que pueda construir con mis conocimientos actuales y los materiales que tengo en mi taller.

Siguió mirando en ese cajón, descartando diferentes documentos de poca importancia, tales como presupuestos de la fábrica, órdenes de despido o los planos del rayo de la muerte. "Un rayo de la muerte no es nada brutal. ¡No causa explosiones!" En todo caso, cuando lo miró más de cerca vio que no eran planos si no alguna clase de novela. Pero al fondo del cajón había algo que le llamó la atención. El revolucionario cogió los papeles y los miró. Su rostro poco a poco comenzó a cambiar. Primero a interés, luego a sorpresa, y poco a poco su boca se empezó a abrir tanto que parecía que acabaría llegando al suelo. Aquello... ¡Debía defender esos planos con su vida! El futuro de la humanidad estaba en sus manos. Si los dejaba allí, serían destruidos junto con el puerto. Y eso no podía tolerarlo. Se guardó aquellos planos también, se aseguró de cerrar la mochila correctamente y se la puso a la espalda.

- ¡El futuro de todos los vagos a los que nos da pereza untar la mantequilla y la mermelada está en mis manos! ¡Debo salir de aquí!

"Nota mental: añadir este cacharro a mi moto con mini-nevera cuando la construya" pensó, mientras se dirigía a las escaleras. Escuchó un ruido de agua corriente, y al asomarse a estas vi que el piso inferior estaba inundado. ¿Qué narices era aquello? Volvió a entrar corriendo en el despacho y se asomó a la ventana. El espectáculo fuera era dantesco: enormes olas destrozaban todo el puerto, sepultándolo bajo el océano. Sintió una punzada de miedo: si no salía de allí cuanto antes, moriría. Y lo que era peor: ¡¡¡la tostadora-untadora jamás sería fabricada!!! ¡No podía permitirlo bajo ningún concepto!

- ¡NO VOY A TOLERARLO! ¡SALVARÉ ESTO SEA COMO SEA! - sacó la cabeza por la ventana - ¡FELA, SI ESTÁS AHÍ, VEN MALDITO! ¡TENEMOS QUE SALVAR ESTOS PLANOS! ¡SON VITALES PARA LA REVOLUCION Y PARA EL MUNDO ENTERO!

No recibió respuesta alguna. Maldijo y comenzó a rebuscar por el despacho. Tenía que encontrar alguna manera de escapar de allí con vida. Eso implicaba o bien volar o ir por el agua. No tenía ya el Destroyer, con lo que no podía volar. A menos que... se arremangó el brazo derecho, revelando el control de pulsera del dron y le dio a un botón, dándole una orden de voz para que fuese junto a él. Tal vez el robot seguía lo bastante entero. Al momento se dio cuenta de que aquello era una idiotez. No podía perder tiempo esperando a un dron que posiblemente no fuese a llegar nunca. "Si no puedo volar... dado que no puedo nadar, deberé navegar." Eso implicaba construir una barca. Tal vez de su sal... pero no. Hacerla con su akuma implicaría que para que no se hundiera debería ser fina. Y a su vez eso implicaba que se disolvería rápidamente. Entonces se fijó en la mesa del escritorio. "Si la uso de barca y cubro con sal los huecos entre las patas para que no se inunde... podría funcionar. Sin embargo es casi suicida. Pero, ¿tengo más opción?" Vació todo el contenido de la mesa de un manotazo, derribando lapiceros, folios y otros objetos. Iba a darle la vuelta al mueble cuando escuchó un ruido de alas y una voz familiar. Se giró, y vio en la ventana a su superior.

- ¡Fela! ¡Menos mal que has venido! ¿Te ha avisado tu jefazo de arriba? - preguntó, señalando hacia el techo - En todo caso, ¡no hay tiempo! Tengo unos planos que debemos salvar a toda costa. Ah, y sí, haremos como tú dices. No te preocupes colega, seré discreto.

Se subió a la espalda de la enorme mantícora, y salieron volando esquivando las enormes olas. A sus espaldas, el mar se tragó la fábrica. Con rostro solemne, Erik se llevó la mano a la cabeza haciendo el saludo militar. "No te olvidaré, colega. Me salvaste el culo hasta el último momento. Lamento no haber podido repararte... pero en un futuro construiré otro igual a ti en tu honor. Descansa en paz." pensó, mirando hacia el lugar donde los restos del Destroyer debían estar bajo las olas. Recordó los buenos momentos en el robot, los viajes a los largo del mundo, las latas de cerveza fresquita... una lágrima le rodó por la mejilla. Entonces recordó que aun le habían quedado pasteles y cerveza en la nevera cuando había abandonado la cabina, y comenzó a llorar a lágrima viva.

- ¡Buaaah! ¡Mi cervezaaa! ¡El mundo es cruel! - dijo, subiéndose la visera del casco para secarse las lágrimas.