Asedio a Mariejoa [Capítulo (Parte I)]

Consiguieron llegar a una zona increíblemente alta. Un lugar al que no llegaría la batalla, al menos no demasiado pronto. Podían pensar una buena estrategia y elaborarla con facilidad. Solo era cuestión de pensar un poco y bajar cuando todo estuviese a punto. Ayane sabía que no era de gran ayuda. Era habilidosa con la espada, pero su potencial estaba muy lejos de sus compañeros. Aún le quedaba mucho por aprender y si moría aquel día, todo sería en vano. Por ello, se mantendría siempre cerca de Madara. Era fuerte, y sabía que la protegería con su vida si fuese necesario. Era un gran compañero y desde luego, un gran líder aunque dejase demasiado libre albedrío. Se agachó y acarició la cabeza de Ryuma. -No temas pequeño, este no va a ser nuestro último viaje.- Sabía que el dugong estaba aterrado a pesar de mostrar una actitud fuerte y valiente. Él tampoco era rival para la mayoría de enemigos que llegaban uno tras otro y no sería capaz de proteger a su dueña. Esbozó una sonrisa y siguió mascando su puro.

Sin embargo, cuando todo pintaba tan bien e incluso ligeramente fácil... ¡No había paga! ¿Qué iban a hacer en aquel lugar unos mercenarios sin paga? Su capitán lo tenía muy claro... Nada. No tenían ningún interés en defender la lacra del gobierno. Nobles que nunca moverían un dedo por ellos. ¿Por qué iban a apoyar la causa, arriesgando su vida,  para semejantes idiotas si no iban a conseguir nada a cambio? Era una estupidez. El moreno se volvió a transformar en su forma completa y propuso irse de allí, aunque si alguno prefería quedarse, era libre de hacerlo. Ese hombre confiaba demasiado en sus tripulantes. Quizás esperaba que todos volviesen con vida, y de alguna forma, la confianza era contagiosa. Ayane tenía la esperanza de que todos volverían sin problemas. Eran fuertes y se las apañarían. Ella por su parte, aprovechó el tiempo que dejó su capitán para la decisión y se despidió de sus compañeros. -Divertíos cuanto podáis, pero no arméis mucho escándalo y más os vale volver con vida ¿Vale?- Lo dijo en un tono amable y a la vez burlón. Les sacó la lengua y tras guiñarles un ojo se subió encima del reptil alado junto a Ryuma.

-Cuando quieras, capitán.- Añadió, viendo como este emprendía el vuelo segundos después. Surcaron el cielo a gran velocidad. Se había quitado la chaqueta y la había puesto entre sus piernas para evitar el roce con las escamas. El frío se pasaría, las heridas escocerían durante más tiempo, así que prefería prevenir que curar. Por el camino recogieron a una persona. La mujer se sorprendió al saber que aquel individuo era el hermano de Madara. Fue una gran sorpresa para ella. No sabía que tenía un hermano y tampoco esperaba encontrarlo de esa forma. Su pelo era mucho más corto aunque del mismo color. De cara eran muy parecidos aunque el nuevo inquilino parecía más joven. Seguramente fuese el hermano pequeño.

Dejaron la isla atrás y se marcharon. En algún momento le preguntaría por su hermano, no podían ir todo el viaje callados, y era algo bastante interesante.

Resumen:

El caos empezaba a rodearnos, y por si fuera poco, el agua nos estaba alcanzando rápidamente. En mi mente solo se me ocurría gritarle a Shi para que hiciésemos algo, no quería quedarme aquí y menos morir ahogada o apuñalada por alguna de esas bestias. Sin darme cuenta vi como tiraba de mi mano y comenzábamos a avanzar. ¿A dónde íbamos? Ni idea, tan solo me dejaría llevar ya que confiaba en el. A medida que avanzábamos todo se agolpaba de gente, y entre empujones y demás se hacía muy difícil el paso. Agarré su mano más fuerte, no quería soltarme de él y perderlo de vista entre la multitud.

Finalmente llegamos a la zona de los ascensores que llevaban a la tierra sagrada de Mariejoa, pero ya no quedaban ninguno. Me rodeó por la cintura de golpe y le miré ¿que era lo que iba hacer? En cuanto me comentó lo que tenía planeado no pude evitar decir -¡Estás loco! No ves que podemos mor...- No tuve tiempo a terminar la frase pues cortó la cuerda y nos levantamos. Yo pasé como pude mi brazo por su hombro y me agarré lo más fuerte que pude. No iba a negarlo, tenía miedo de lo que nos pudiese pasar en ese momento.