C. K.
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Akuma no mi
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Catherine mira arqueando una ceja al agente entrar en el despacho y tirar un montón de documentos por el suelo. Mientras se para a recogerlos, la mujer no puede evitar pensar que el hombre es un impresentable.
- No te preocupes... -la mujer suspira y se cruza de brazos mientras el hombre pelirrojo rebusca entre sus cosas. Parece que por fin encuentra un documento entre todo aquel desastre, y se coloca tras el escritorio del "despacho", mirándola a los ojos con un gesto serio, cruzándose de brazos. Es entonces cuando empieza a soltar una especie de discurso sobre la justicia y la imperfección de la misma, una larga lista de palabras bonitas y oscuras verdades, entretejidas entre sí, posiblemente de una forma que podría parecer poco engatusadora, pero que a C. K. encandila enseguida. Aquel hombre dice cosas sobre la preservación de la justicia, la eliminación de la corrupción y la abolición del crimen.
Sin embargo, lo que hace a continuación simplemente la echa para atrás. La propone como nueva miembro de una organización de hombres y mujeres con la única finalidad de proteger estos principios, y si bien es cierto que Catherine siente que podría ser de utilidad, pues comparte la misma opinión que Kusanagi, el hecho de compartir responsabilidad con un grupo de personas, más allá de la simple relación de trabajo, le resulta algo abrumadora.
- Tengo que pensármelo con calma-la mujer agarra el papel que le tiende el agente de pelo rojizo, mientras lo mira a los ojos-. Prometo estudiar la oportunidad que me ofreces, agente Kusanagi, pero no prometo mi adhesión al cuerpo -la mujer guarda rápidamente el papel en un pequeño bolsillo de su uniforme y se da media vuelta, dirigiéndose a la salida de la sala-. Y por cierto, tal vez deberías arreglar un poco este lugar... da bastante mal aspecto. -la mujer esboza una sonrisa, algo más relajada,mientras se aleja a paso ligero, en dirección al campo de entrenamiento. Sus compañeros deben estar esforzándose al máximo y ella mientras tanto tan solo está perdiendo el tiempo ahí. Ya mirará por la noche el papel con más detenimiento. Ahora toca entrenar.
- No te preocupes... -la mujer suspira y se cruza de brazos mientras el hombre pelirrojo rebusca entre sus cosas. Parece que por fin encuentra un documento entre todo aquel desastre, y se coloca tras el escritorio del "despacho", mirándola a los ojos con un gesto serio, cruzándose de brazos. Es entonces cuando empieza a soltar una especie de discurso sobre la justicia y la imperfección de la misma, una larga lista de palabras bonitas y oscuras verdades, entretejidas entre sí, posiblemente de una forma que podría parecer poco engatusadora, pero que a C. K. encandila enseguida. Aquel hombre dice cosas sobre la preservación de la justicia, la eliminación de la corrupción y la abolición del crimen.
Sin embargo, lo que hace a continuación simplemente la echa para atrás. La propone como nueva miembro de una organización de hombres y mujeres con la única finalidad de proteger estos principios, y si bien es cierto que Catherine siente que podría ser de utilidad, pues comparte la misma opinión que Kusanagi, el hecho de compartir responsabilidad con un grupo de personas, más allá de la simple relación de trabajo, le resulta algo abrumadora.
- Tengo que pensármelo con calma-la mujer agarra el papel que le tiende el agente de pelo rojizo, mientras lo mira a los ojos-. Prometo estudiar la oportunidad que me ofreces, agente Kusanagi, pero no prometo mi adhesión al cuerpo -la mujer guarda rápidamente el papel en un pequeño bolsillo de su uniforme y se da media vuelta, dirigiéndose a la salida de la sala-. Y por cierto, tal vez deberías arreglar un poco este lugar... da bastante mal aspecto. -la mujer esboza una sonrisa, algo más relajada,mientras se aleja a paso ligero, en dirección al campo de entrenamiento. Sus compañeros deben estar esforzándose al máximo y ella mientras tanto tan solo está perdiendo el tiempo ahí. Ya mirará por la noche el papel con más detenimiento. Ahora toca entrenar.
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Akuma no mi
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Kusanagi asintió ante sus palabras, observando satisfecho cómo tomaba el papel de su mano. Supuso que no iba a ser tan sencillo como eso, aunque al menos su respuesta no había sido un no. Aún había posibilidades.
- Lo comprendo. Tómate el tiempo que consideres necesario -le dijo, apartándose del escritorio y mirándola mientras salía por la puerta, para después echar un rápido vistazo a la habitación- Sí, definitivamente este sitio es un completo desastre... Y no creo que Issei acepte ordenar todo esto él solo -murmuró, dejando escapar un suave suspiro y quitándose tanto la banda como el parche- Está bien...
Dejó ambos objetos sobre una silla, la cual apartó para dejarla pegada a una pared y, tras volver a mirar con detenimiento el caótico mar de papeles y carpetas que se presentaba ante él, al tiempo que se remangaba antes de ponerse a trabajar. Mentiría si dijera que le llevó poco tiempo pues, de hecho, cuando quiso terminar debían de rondar las ocho o nueve de la noche, tan solo habiéndose detenido para tomar algún pequeño descanso y comer un poco. ¿Cómo podían entrar tantos documentos en un mismo sitio? Desafiaba toda ley física. Más aún, ¿cómo podía el agente del CP9 ocuparse de todo aquel papeleo por su cuenta, todos los días? Había de todo, desde informes de las misiones cumplidas por los miembros de la división hasta perfiles de agentes prometedores de los escalones más bajos de la Cipher Pol. Incluso algún que otro posible implicado en tramas de corrupción, aunque estos estaban bien guardados bajo llave. Tal vez la única sección del trabajo que mantenía realmente en orden.
La noche llegó a Ennies Lobbie... En un sentido figurado, claro, por eso de que jamás oscurecía en la ciudad gubernamental. Las persianas del despacho, sin embargo, se encontraban lo suficientemente bajadas como para que apenas entrase una luz similar a la del atardecer. Exhausto y agotado tras pasarse el día entero entre montañas y montañas de papeles, el pelirrojo había terminado por sucumbir al cansancio y ahora se encontraba dormido, apoyado sobre sus brazos en el escritorio y con unos cuantos informes bajo él. El resto de la instancia, para la posible sorpresa de todos aquellos que le conocían, se encontraba perfectamente ordenada.
- Lo comprendo. Tómate el tiempo que consideres necesario -le dijo, apartándose del escritorio y mirándola mientras salía por la puerta, para después echar un rápido vistazo a la habitación- Sí, definitivamente este sitio es un completo desastre... Y no creo que Issei acepte ordenar todo esto él solo -murmuró, dejando escapar un suave suspiro y quitándose tanto la banda como el parche- Está bien...
Dejó ambos objetos sobre una silla, la cual apartó para dejarla pegada a una pared y, tras volver a mirar con detenimiento el caótico mar de papeles y carpetas que se presentaba ante él, al tiempo que se remangaba antes de ponerse a trabajar. Mentiría si dijera que le llevó poco tiempo pues, de hecho, cuando quiso terminar debían de rondar las ocho o nueve de la noche, tan solo habiéndose detenido para tomar algún pequeño descanso y comer un poco. ¿Cómo podían entrar tantos documentos en un mismo sitio? Desafiaba toda ley física. Más aún, ¿cómo podía el agente del CP9 ocuparse de todo aquel papeleo por su cuenta, todos los días? Había de todo, desde informes de las misiones cumplidas por los miembros de la división hasta perfiles de agentes prometedores de los escalones más bajos de la Cipher Pol. Incluso algún que otro posible implicado en tramas de corrupción, aunque estos estaban bien guardados bajo llave. Tal vez la única sección del trabajo que mantenía realmente en orden.
La noche llegó a Ennies Lobbie... En un sentido figurado, claro, por eso de que jamás oscurecía en la ciudad gubernamental. Las persianas del despacho, sin embargo, se encontraban lo suficientemente bajadas como para que apenas entrase una luz similar a la del atardecer. Exhausto y agotado tras pasarse el día entero entre montañas y montañas de papeles, el pelirrojo había terminado por sucumbir al cansancio y ahora se encontraba dormido, apoyado sobre sus brazos en el escritorio y con unos cuantos informes bajo él. El resto de la instancia, para la posible sorpresa de todos aquellos que le conocían, se encontraba perfectamente ordenada.
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