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Me apenaba que mi propio hermano desconfiase tanto de mí. No le haría nada, no sin antes decírselo para que su expresión se volviera mediosa y suplicase un poco por su vida. Además, ¿qué es eso de acabar tan rápido con las presas? Primero hay que jugar un poco con ellas. Atraerlas a la trampa y luego ¡zas! La presa estaba en tus garras, como si de un gato y un ratón se tratasen. Me hacía gracia hacer esa comparación con Ushio, un ratón tendría el doble de honor que él.
El camino hasta la ciudad fue un poco silencioso aunque Ushio trató de romperlo hablando, pero cada vez que abría la boca era mejor que se mantuviese el silencio. Este chico no aprendía. Hace nada le había soltado un discurso sobre que le pasaría si seguía comportándose así, pero parecía no haber tenido efecto. Llegamos a la calle principal en nada. Unos guardias se acercaron hasta a mí con la intención de protegerme por si el individuo me hacía daño. Levanté la mano para que se detuvieran y estos hicieron una reverencia para luego retirarse.
-Ushio... no me hagas enseñarte como debes comportarte ante una princesa. Se nota que te criaste con unos pobres. - Dije mirándole de reojo. - A partir de ahora me llamarás princesa cada vez que te dirijas a mí. ¿Entendido? Aprende a medir tus palabras. Recuerda que estás en la capital de un imperio y cualquier cosa puede arruinarte la vida.
Seguimos caminando por la calle principal. - ¿Y qué ha sido de nuestra querida madre? - Inquirí con curiosidad. Saber el paradero de esa mujer me interesaba a pesar de no ser nada para mí. Desde aquí podíamos ver perfectamente el palacio con sus grandes ventanales. Se me ocurrió una idea para meterle un poco de miedo. Miré a los ventanales y grité. - ¡Ozai! ¡Alguien quiere verte! - No tardaría en llegar. Le miré con una sonrisa de oreja a oreja.
El camino hasta la ciudad fue un poco silencioso aunque Ushio trató de romperlo hablando, pero cada vez que abría la boca era mejor que se mantuviese el silencio. Este chico no aprendía. Hace nada le había soltado un discurso sobre que le pasaría si seguía comportándose así, pero parecía no haber tenido efecto. Llegamos a la calle principal en nada. Unos guardias se acercaron hasta a mí con la intención de protegerme por si el individuo me hacía daño. Levanté la mano para que se detuvieran y estos hicieron una reverencia para luego retirarse.
-Ushio... no me hagas enseñarte como debes comportarte ante una princesa. Se nota que te criaste con unos pobres. - Dije mirándole de reojo. - A partir de ahora me llamarás princesa cada vez que te dirijas a mí. ¿Entendido? Aprende a medir tus palabras. Recuerda que estás en la capital de un imperio y cualquier cosa puede arruinarte la vida.
Seguimos caminando por la calle principal. - ¿Y qué ha sido de nuestra querida madre? - Inquirí con curiosidad. Saber el paradero de esa mujer me interesaba a pesar de no ser nada para mí. Desde aquí podíamos ver perfectamente el palacio con sus grandes ventanales. Se me ocurrió una idea para meterle un poco de miedo. Miré a los ventanales y grité. - ¡Ozai! ¡Alguien quiere verte! - No tardaría en llegar. Le miré con una sonrisa de oreja a oreja.
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Definitivamente, la idea de caminar junto a ella era, cuanto menos, desagradable. Menos si hacía de “guía turístico” en una isla donde fácilmente me podían matar. Una palabra de ella y mi cabeza rodaba sin piedad. Una palabra y mi vida se acababa. Una palabra y mi camino llegaba su fin. Suspiré al llegar a la ciudad y escuchar su respuesta. ¿Princesa? Ni en sueños. No puedo negar que tuve cierto temor cuando vi a unos guardias acercarse a nosotros, ella los alejó o detuvo con un simple gesto. Me preguntó sobre mi madre y de dónde estaba y la verdad era que no sabía. Una vez tuve la edad suficiente para cuidarme solo y, también, una vez aprendí el estilo de las espadas, me dejó.
– Lamentablemente, nunca me ha gustado llamar por su título a una persona – era imposible estar tenso cuando todas las miradas se fiaban en el idiota que portaba dos espadas y caminaba, tranquilamente, al lado de su amada, pero tonta princesa. Era una presión que estaba a otro nivel, la respiración y mis pasos se sentían pesados y, como menos, era una sensación continúa de peligro. – Y si fuera a llamar princesa a alguien… No sería a alguien que aspira a ser como una. – Inquirí con fuerza. ”Debería controlarme” – me dije a mi mismo. Pero no, no podía dejar que ella me dominara, que ella me dictara cómo comportarme o como hablar. Mi orgullo y amor propio me impedían sucumbir a los deseos de una falsa princesa.
– No sé dónde está mi madre y si supiera… Primero muerto que decirte. – Era cierto, estaba en territorio enemigo, estaba en su patio trasero por decirlo de algún modo, todos la obedecerían sin cuestionarse si quiera el por qué. Pero eso no significaba que debía dejarme manipular por ella. Me podía torturar de mil formas, pero no iba a dejar que ella me dijera qué hacer, cómo hacerlo, o censurar mi lenguaje. ¿Por qué debía dictarme por sus palabras? ¿Por estar en un lugar donde respiraba a cada paso mi muerte? Una persona sensata lo haría, una persona con miedo a la muerte o miedo a la autoridad lo haría, yo jamás me rendiría ante ellos. Me mantendría firme con mis convicciones y con mis ideales. No iba a ceder ni una pulgada.
Llegamos al palacio o a las afueras de este… Y escuché el grito de Azula. Por unos segundos, me quedé helado y casi olvido como respirar. ”Cuando pensé que no podía ser peor” – no entendía que buscaba hacer llamando a Ozai. Cada vez más sus palabras de que me quería matar frente a su padre y ante mil testigos, cobraban fuerza. ”En cuanto encuentre una apertura, huiré” – ¿Huir era la respuesta? Por ahora, la única que se me ocurría y la única que podía solucionar mis problemas. Aunque… Encarar al emperador, demostrarle que estoy vivo podía ser divertido… Eso o mi sentido de lo que es divertido estaba como loco. Tragué saliva nervioso y di un paso atrás. La tensión, al menos para mí, estaba subiendo y mi cuerpo se sentía como si no fuera mío. ¿Qué pasaría?
– Lamentablemente, nunca me ha gustado llamar por su título a una persona – era imposible estar tenso cuando todas las miradas se fiaban en el idiota que portaba dos espadas y caminaba, tranquilamente, al lado de su amada, pero tonta princesa. Era una presión que estaba a otro nivel, la respiración y mis pasos se sentían pesados y, como menos, era una sensación continúa de peligro. – Y si fuera a llamar princesa a alguien… No sería a alguien que aspira a ser como una. – Inquirí con fuerza. ”Debería controlarme” – me dije a mi mismo. Pero no, no podía dejar que ella me dominara, que ella me dictara cómo comportarme o como hablar. Mi orgullo y amor propio me impedían sucumbir a los deseos de una falsa princesa.
– No sé dónde está mi madre y si supiera… Primero muerto que decirte. – Era cierto, estaba en territorio enemigo, estaba en su patio trasero por decirlo de algún modo, todos la obedecerían sin cuestionarse si quiera el por qué. Pero eso no significaba que debía dejarme manipular por ella. Me podía torturar de mil formas, pero no iba a dejar que ella me dijera qué hacer, cómo hacerlo, o censurar mi lenguaje. ¿Por qué debía dictarme por sus palabras? ¿Por estar en un lugar donde respiraba a cada paso mi muerte? Una persona sensata lo haría, una persona con miedo a la muerte o miedo a la autoridad lo haría, yo jamás me rendiría ante ellos. Me mantendría firme con mis convicciones y con mis ideales. No iba a ceder ni una pulgada.
Llegamos al palacio o a las afueras de este… Y escuché el grito de Azula. Por unos segundos, me quedé helado y casi olvido como respirar. ”Cuando pensé que no podía ser peor” – no entendía que buscaba hacer llamando a Ozai. Cada vez más sus palabras de que me quería matar frente a su padre y ante mil testigos, cobraban fuerza. ”En cuanto encuentre una apertura, huiré” – ¿Huir era la respuesta? Por ahora, la única que se me ocurría y la única que podía solucionar mis problemas. Aunque… Encarar al emperador, demostrarle que estoy vivo podía ser divertido… Eso o mi sentido de lo que es divertido estaba como loco. Tragué saliva nervioso y di un paso atrás. La tensión, al menos para mí, estaba subiendo y mi cuerpo se sentía como si no fuera mío. ¿Qué pasaría?
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Me encantaba ver el miedo de las personas en su cara. Los gestos que hacían al correr peligro... Inútiles, sobre todo los hombres. Me basta un solo gesto para verlos atemorizados. Las palabras de Ushio me hacían perder cada vez más la paciencia. No sé cuanto aguantaría a su lado, pero si continuaba mucho más podía ocurrir una desgracia y no quería que sucediese por mis impulsos, si la cometía debía estar el emperador presente para ser elogiada por todos.
-¡Ozai! - Volví a gritar. Con cada llamada que daba la cara de Ushio se amedrentaba más. Creí que era más valiente, pero se nota que había salido a su madre, igual de cobarde que ella. - No tengas miedo, eres una presa demasiado fácil, así no tiene gracia. - De la ventana acabó saliendo un pequeño dragón. Levanté mi brazo y el animal se posó en él. - Es de mala educación no saludar a Ozai, hermanito. - Le restregué con una sonrisa. Mientras tanto le acaricié la cabeza al dragón. Luego sacudí el brazo y este salió de nuevo volando.
Me crucé de brazos y mi expresión se volvió seria. No me iba a andar con rodeos ahora. - Escúchame bien, Ushio. Me da igual donde esté tu madre, por mi como si está muerta o está trabajando en alguna taberna de mala muerte para ganarse unas monedas y así poder alimentarse. - Me acerqué a él. - Te voy a dar una oportunidad. Vete de Reddo Teikoku, para siempre. Si desapareces de mi vista no te haré daño y podrás continuar con tu miserable vida, pero como te vuelva a ver te mataré así que procura que sea de la otra manera. Ah, y me da igual que sea sin querer cuando nos veamos. Iré a por ti y no me importará si hay gente delante o no. - Le miré a los ojos y le di unas palmadas en la mejilla. - Vete. Ya sabes, no vuelvas a cruzarte en mi camino o morirás. - Le dediqué con una sonrisa. - Buen viaje, hermanito.
-¡Ozai! - Volví a gritar. Con cada llamada que daba la cara de Ushio se amedrentaba más. Creí que era más valiente, pero se nota que había salido a su madre, igual de cobarde que ella. - No tengas miedo, eres una presa demasiado fácil, así no tiene gracia. - De la ventana acabó saliendo un pequeño dragón. Levanté mi brazo y el animal se posó en él. - Es de mala educación no saludar a Ozai, hermanito. - Le restregué con una sonrisa. Mientras tanto le acaricié la cabeza al dragón. Luego sacudí el brazo y este salió de nuevo volando.
Me crucé de brazos y mi expresión se volvió seria. No me iba a andar con rodeos ahora. - Escúchame bien, Ushio. Me da igual donde esté tu madre, por mi como si está muerta o está trabajando en alguna taberna de mala muerte para ganarse unas monedas y así poder alimentarse. - Me acerqué a él. - Te voy a dar una oportunidad. Vete de Reddo Teikoku, para siempre. Si desapareces de mi vista no te haré daño y podrás continuar con tu miserable vida, pero como te vuelva a ver te mataré así que procura que sea de la otra manera. Ah, y me da igual que sea sin querer cuando nos veamos. Iré a por ti y no me importará si hay gente delante o no. - Le miré a los ojos y le di unas palmadas en la mejilla. - Vete. Ya sabes, no vuelvas a cruzarte en mi camino o morirás. - Le dediqué con una sonrisa. - Buen viaje, hermanito.
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La espera se hacía eterna. Esperaba que el señor del fuego apareciera y, sin miramientos, me mandara a ejecutar. Tragaba saliva nervioso y atento a cada movimiento de todas las personas que me rodeaban. ¿Qué debería hacer? Quizás una forma de negociar sería tomando a Azula de rehén y cambiándola por mi libertad. ”Es una buena opción” – pensé tratando de mantener la calma que siempre me caracterizaba… Pero en una situación era casi imposible hacerlo. Mi corazón me apretaba y sentía como es que la presión aumentaba a cada segundo. Era una pelea interna… Y fue entonces cuando la puerta se abrió y salió un maldito dragón que tenía el mismo nombre que el Emperador. Suspiré aliviado y sentí como es que el alma me volvía al cuerpo.
Azula hablo y entre otras cosas… Me dejó ir con una amenaza clara. La próxima vez que nos viéramos, me iba a matar. ¿Qué se creía? Pero tenía razón… La próxima vez se iba a decidir todo y por más que quisiera evitarlo, era nuestro destino. No nos soportábamos y una a pelea a muerte estaba predestinada desde mucho antes que naciéramos. Suspiré y le di la espalda. Empecé a caminar y levanté mi mano a señal de despedida.
– Suerte, hermanita – empecé a decir con calma. – Y hazte muy fuerte. Necesitarás la fuerza de mil hombres para acabar conmigo. – Finalicé con fuerza. Noté las miradas extrañas que se dirigían a mí, simplemente, las ignoré por completo. No tardé mucho tiempo en llegar al puerto, subí a mi mierda de barco y puse rumbo… Por suerte, el Log ya había cargado y tenía un curso definido. ”Nos volveremos a ver, Azula. Y esa vez… Se decidirá todo”
Azula hablo y entre otras cosas… Me dejó ir con una amenaza clara. La próxima vez que nos viéramos, me iba a matar. ¿Qué se creía? Pero tenía razón… La próxima vez se iba a decidir todo y por más que quisiera evitarlo, era nuestro destino. No nos soportábamos y una a pelea a muerte estaba predestinada desde mucho antes que naciéramos. Suspiré y le di la espalda. Empecé a caminar y levanté mi mano a señal de despedida.
– Suerte, hermanita – empecé a decir con calma. – Y hazte muy fuerte. Necesitarás la fuerza de mil hombres para acabar conmigo. – Finalicé con fuerza. Noté las miradas extrañas que se dirigían a mí, simplemente, las ignoré por completo. No tardé mucho tiempo en llegar al puerto, subí a mi mierda de barco y puse rumbo… Por suerte, el Log ya había cargado y tenía un curso definido. ”Nos volveremos a ver, Azula. Y esa vez… Se decidirá todo”
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