Esta isla es mía y es lo que hay [Conquista - Kyofu no Yohei]

El moreno frunció el ceño al ver como aquella cosa le ignoraba y continuaba avanzando hacia ellos. El estado parecía ser malo debido al golpe del luchador pero él no iba a andarse con tonterías. Si debía eliminarla de un solo ataque pensaba hacerlo. No iba a permitir que nadie pasase de él cuando hablaba y menos una cosa de una simple isla del Este. Empezó a relamerse despacio mientras acariciaba su guadaña con tranquilidad y acto seguido dio un paso hacia delante. Era la hora de partir en dos a su adversario y de paso reventarlo con una explosión proveniente de sus Akaisame. Se notaba que estaba ansioso por entrar en acción y demostrar su poder de una buena vez. Justo cuando iba a correr hacia aquella tía, se lo pensó dos veces al escuchar una voz distinta proveniente de otro lado.

La mirada del dragón fue ahora hasta aquella rama dónde se hallaba la mujer. Cuando dijo que aquella tierra ya tenía dueño no pudo evitar mosquearse un poco y mostrar sus dientes afilados. Guardó su arma y entonces soltó una leve carcajada. – Claro que tiene dueño, lo tienes frente a tus ojos. – Tras decir aquello, el devastador iluminó sus ojos, que tomaron la forma de los de un reptil. Unas costillas azuladas comenzaron a formarse a su alrededor hasta expandirse un poco más de lo normal. Entonces una figura humanoide de unos siete metros se formó de la nada. Era totalmente azul y estaba hecha de energía que el shichibukai mantenía. Su cabeza tenía dos cuernos hacia arriba y otro que salía de la barbilla, ojos blancos brillantes y un cuerpo sin pierna. En el torso estaba Madara, sonriente y observando la situación. Su “creación” elevó los brazos con una espada por mano y después lanzó un par de ondas cortantes que derribaron dos árboles.

No pretendía atacar a aquella mujer por el momento pero si dar una advertencia. – Qui Gon, ve por tu presa de antes. – Dijo de forma siniestra para que el castaño terminase el trabajo. Mientras tanto él continuaría mirando a la morena que acababa de aparecer. – Creo que ya sabes que mi poder no moco de pavo. Servidme a mí, tendréis comida, dinero y privilegios. También os ofrezco largaros y no molestar. Pero si os interponéis en mi camino, os exterminaré a todos. – Parecía estar bastante calmado y aquella figura lanzó un par de ondas cortantes más hacia los lados, derribando un par de árboles más.

El impacto del luchador hizo que la mujer retrocediese, un sonido como a costillas rotas se disparó por el ambiente y aquella mujer parecía mal herida. El sichibukai llegó a tiempo y le hizo una advertencia a su adversario pero este hizo oídos sordos y continuaba andando hacia los dos hombres. Entonces se paró y una segunda voz femenina se alzaba frente a ellos. Otra mujer morena estaba sobre ellos y les advertía para que abandonasen la isla, alegaba que ya tenía dueño. El moreno indicó a Qui Gon que se ocupase de la mujer con la que ya estaba combatiendo y mientras tanto hablaba con la mujer que acababa de llegar. El luchador mostró una mirada sería y se ajustó los guantes a la vez que mostraba una sonrisa malévola.

- Parece que te cuesta respirar, ¿quieres un caramelo de menta?

El fornido se colocó en posición de ataque y corrió hacia aquel monstruo. Intentaría darle una patada haciendo un barrido para intentar derribarla, si lo lograse intentaría impactar un gancho en la barbilla de la morena activando la técnica “Edge of Doom” sumada a la potencia de los guantes explosivos. Tras eso trataría de dar una finta colocándose en su espalda y le diría unas palabras antes de intentar golpearla en el centro de la espalda con su puño izquierdo, el cual sangraba debido al golpe anterior [Manual Prisa]. - ¿O bien prefieres una palmadita en la espalda? Tras eso el luchador rodaría hacia atrás en el suelo para alejarse un par de metros de su adversario.

Conforme Nokotori se dio la vuelta, pudo ver como unos tentáculos se acercaban hacia él. El moreno suspiró vagamente. Desenvainó dos de sus espadas rápidamente y se quedó mirando hacia el pelo de la muchacha. -Si es que tenía que haber pasado de la tía esta…- El espadachín pudo cortar los tentáculos que iban hacia la parte superior de su cuerpo, pero los que iban hacia sus piernas acabaron agarrándole. Nokotori ahora iba directo hacia las fauces de aquella cosa. El mercenario sonrió ya que eso es lo que esperaba. Conforme iba hacia la boca de aquel ser, Nokotori colocó sus dos espadas apuntando hacia su cabeza. Esperaba que haciendo aquello pudiese rebanar la cabeza de la mujer.

Nokotori iba directo hacia su adversario mientras sonreía como un loco. -Me cago en mi dios ¿Me vas a estafar tú a mí? Jodida zorra.- El moreno estaba enfadado ya que aquel bicho estaba subestimando al espadachín y eso le molestó bastante.

Madara contemplaba tranquilamente la escena esperando a que aquella cosa se rindiera ante él. Al parecer iba a estar complicada la conquista y todo pues cuando el castaño reventó al otro ser, éste se deshizo en una especie de humareda. En ese momento el mercenario frunció el ceño empezando a pensar para sí en qué podía ser. No tardó mucho en chasquear la lengua al sentirse un poco confuso. – ¿Usuarios de fruta? ¿Ilusiones? – Pensó entonces mientras continuaba dentro de aquel enorme ser que permanecía quieto. Los rojizos ojos del uchicha continuaban clavados en la mujer de cabellos morenos. Esperaba a que se rindiese de una buena vez o de lo contrario iba a tener que matarla, aunque antes tal vez la sobase un poco. El mercenario disfrutaba de los placeres de la vida como el dinero o las mujeres, pero sin duda su mejor droga era él mismo, se amaba.

La chica entonces desapareció congelando el árbol y formando alrededor una especie de vendaval. El shichibukai no tardó mucho en verse impotente ante la situación. Entonces trató de olisquear a la mujer pero se dio cuenta de la realidad. – ¿Acaso intenta anular mi olfato con el viento? – Susurró mientras apretaba los puños con rabia. Tal vez había ido casualidad pero le había jodido un poco. El moreno entonces cogió su guadaña de forma violenta y trató de concentrarse en su haki. La presencia de su compañero estaba allí pero en ese momento notó como algo se acercaba a él. Madara abrió los ojos bastante al darse cuenta de que el objetivo de aquella cosa era el luchador. Estaba atacando a la parte débil del dúo y eso le parecía ridículo. El devastador era el típico tío orgulloso que siempre iba a por el más fuerte desde el principio.

Decidió no perder el tiempo y avanzó lo más rápido que pudo hasta su compañero. De hecho no le dijo nada pues no quería alertar a aquella cosa. Habría que ser idiota para no saber que aquellos pasos de maganto eran del shichibukai. Lo que hizo el dragón entonces fue intentar colocarse en la trayectoria entre su compañero y lo que se acercaba. – Hasta ahora he sido bueno, se acabó. – Sin pudor alguno, tomó a Akaisame con fuerza y la imbuyó en un color morado azabache, al igual que sus brazos. Se lanzó hacia la presencia mediante su mantra y con toda su potencia trató de lanzarle un tajo a dónde pillase. Su fuerza era prodigiosa y aquella arma tenía la capacidad de lanzar ataques explosivos según la fuerza del ataque. Literalmente planeaba partirla en pedazos y explotarla si se veía la ocasión. Le diera a algo o no, trataría de echarse hacia atrás y pegar la espalda con el castaño. – Tenemos que salir de este vendaval. A mi señal monta en mi espalda y agárrate… – Dijo el líder mientras se centraba un poco.

Qui Gon había derrotado a aquel ser, aunque parecía fuerte su cuerpo no pudo aguantar el impacto del luchador y acabó por caer. El luchador soltó un suspiro entre jadeos y se secó un poco de sudor que tenía en la frente. La situación estaba empezando a ponerse tensa y empezaba a cansarse de aquella isla. “¿Por qué tenemos que conquistar esta isla? ¡Si aquí no hay nada!” pensó el luchador.

Una vez acabó su combate dirigió su mirada hacia la otra mujer que estaba sobre una rama, permanecía de pie e inmóvil sin inmutarse por la palabras del shichibukai. De pronto dio un grito y del cuerpo de aquella fémina empezó a emanar un vendaval de nieve y viento que dificultaba la visión. El castaño estaba en un aprieto y no podía ver nada, el frío empezaba a afectarle. Los dientes le empezaban a castañear, un pequeño moco caía de su nariz y si no fuera por sus pantalones bombachos estaría tiritando. Entonces escuchó unos pasos algo fuertes, pudo reconocer que eran los de su líder, solo aquel hombre caminaba de esa forma y el fornido tenía grabado a fuego aquellos pasos que se paseaban por la cubierta del barco al grito de “¿Falta mucho?”

El navegante no pudo evitar formar una sonrisa al recordar aquella escena a la vez que le entraba algo de rabia por la pesadez del shichibukai para llegar a aquel maldito lugar. Aunque sus pasos fuesen idénticos el castaño no se iba a fiar así se colocaría en guardia tratando de concentrarse para intentar notar cualquier otra presencia más. Por un momento escuchó la voz de Madara hartándose de ser bueno, lo que indicaba que la cosa iba a ponerse interesante o que algo malo iba a ocurrir. Aquel tipo no se andaba con chiquitas cuando se ponía serio y desde luego aquella situación no iba a ser una excepción. Qui Gon se colocó mirando hacia el moreno esperando instrucción sin dejar de estar alerta, el shichibukai salió lanzado hacia lo que parecía su objetivo, aquella mujer, y le dijo unas palabras al luchador. El fornido asintió ante la imperativa del devastador y se preparó para subir a su espalda.

- Espero que esta isla merezca la pena…

Nokotori no llegó a matar a aquel ser, cosa que le molestó bastante. Ahora lo tenían agarrado, cosa que no quería ya que esperaba atravesarle la cabeza de un golpe. El monstruo por lo visto tenía hambre e intentó morder al moreno en la pierna izquierda. Puso al mercenario de manera que no pudiese ver lo que intentaba hacer aquella cosa. El moreno no era tonto y sabía que iba a intentar hacer lo que sea ya que lo tenía atrapado. Como esperaba, aquello atacó. Un dolor intenso apareció en la pierna de Nokotori y una mueca de dolor se dibujó en la cara del mercenario. No obstante, varios segundos después, sonrió de lado ya que ahora tenía mucho más cerca a aquel ser. Si bien era un acto algo peligroso, al moreno no le importaba que le duela algo para hacer caer a su víctima.

Ahora lo tenía donde él quería. Con su espada plateada de Kairouseki lanzó un potente tajo a la cabeza de aquel monstruo. Nuevamente quería cortársela y acabar con aquello. Si no le daba, de todos modos intentaría cortar el pelo que lo tenía sujeto para luego asestar otra estocada a donde debería estar el cuello de aquel ser. Esperaba que todo aquello tuviese efecto, pues cuando el cuerpo de aquella mujer estuviese sin vida empezaría a darle patadas sin parar mientras el moreno se descojonaría.

Madara notó el impacto de algo contra su guadaña y ello le hizo sonreír de lado. La cosa estaba resultando ser más fácil de lo que planeaba. Por el momento habían sido capaces de eliminar a los enemigos de forma fácil y eficaz. Él al menos solo necesitó un solo ataque para conseguirlo. Qui Gon estaba haciendo un progreso increíble también. Había hecho un buen trabajo fichando a aquellas personas, no solo daban la talla, confiaba en ellas. El fichaje de todos había sido en reino sakura, una isla repleta de nieve, cerca de Arabasta. En ella combatió contra ellos por primera vez. De hecho tal vez el fornido fuese el único que se había unido a la banda sin luchar antes contra él.

Dejó de pensar en aquello y se centró en la situación. De repente notó un frío inmenso en sus brazos y no pudo evitar soltar un enorme gruñido. Guardó la guadaña lo más rápido posible y se echó hacia atrás para después fruncir el ceño. Sus brazos casi estaban congelados y era lo suficiente listo como para saber que era cosa de la mujer. Cuando el luchador se echó sobre su espalda, activó su forma híbrida y voló hacia los cielos. Miró como estaba el panorama y no pudo evitar jadear un poco. – Necesito que hagas un fuego con Urano. Mis brazos empiezan a dolerme bastante… – Mencionó entonces mientras volaba un poco más hacia el interior de la isla y aterrizaba en una zona no congelada.

Cuando el luchador bajase de él, volvería a la forma humana. En ese momento echaría una pequeña bocanada de ácido sobre sus brazos. Él era inmune y por ello esperaba lograr algún efecto de alguna forma. De todas formas también prefería que hubiese un pequeño fuego para calentarse. Si eran atacados se bastaba de sus piernas y de su cola para defenderse. De hecho podía usar algunas técnicas si la cosa se ponía fea. Nokotori en ese momento debería estar haciendo otra cosa, sabía de sobra que el espadachín se las podría apañar de sobra. – Esos cabrones son débiles, pero sus poderes un incordio. – Mencionó para después activar su mantra para prever posibles presencias, también usaría su olfato para ver si había algo fuera de lo común.

La ventisca estaba remitiendo y parecía que Madara se había ocupado de la otra mujer. Tan pronto como se puso junto al luchador este subió a su espalda y se alejaron volando del lugar. El shichibukai se había transformado en su forma híbrida por lo que surcaban los cielos a gran velocidad. El viento golpeaba la cara del fornido haciendo que entrecerrara los ojos, entonces oyó que el moreno necesitaba un fuego para calentarse y pedía ayuda al castaño.

- Dalo por hecho, jefe. En cuanto bajemos haré una fogata que se verá a kilómetros, quizás así nos encuentre Nokoyuri.

Una vez descendieron, el luchador se bajó de la espalda del devastador y pudo ver que tenía los brazos cubiertos por escarcha, esa maldita mujer se los había congelado y por eso necesitaba el fuego. El fornido no tardó mucho en empezar a arrancar ramas de los árboles y las apiló todas juntas en forma de pirámide con un hueco en el centro. Se acercó hasta un árbol de tronco no muy grueso y de varios puñetazos logró partirlo con la ayuda de los guantes Urano. En uno de los golpes notó un fuerte dolor en el brazo derecho, había estado tan absorto en su combate y en preparar el fuego que no recordaba la herida que tenía. Había parado de sangrar, pero el corte escocía y si forzaba la mano la herida se abría volviendo a sangrar levemente causando algo de dolor. El fornido cogió el tronco que había roto y lo colocó bajo la pirámide de ramas. Debido a las explosiones tenía gran cantidad de brasas así que colocó algo de yesca seca sobre estas y comenzó a soplar, en unos segundos ya tenía el fuego encendido.

- Madara, esto ya está listo, ven a calentarte. Espero que Noko pueda ver el humo desde donde está y venga a nosotros.

Tras decir estas palabras el navegante siguió echando un vistazo a su alrededor tratando de situarse sobre la isla. Una vez se orientó siguió arrancando ramas y troncos de los árboles cercanos formando un pequeño claro de apenas unos diez metros cuadrados. La fogata ya estaba bien alimentada y el calor inundaba sus cuerpos.

- La verdad es que esas criaturas eran débiles y tienes razón… Vaya asco de poderes tenían. Tendríamos que haber traído una estufa y una bolsa de mandarinas, ibas a ver qué bien nos pasábamos el frío. Jajajaja.

El luchador soltó una leve risotada, ni la peor situación le haría perder su sentido del humor siempre y cuando estuviese junto a sus compañeros.

El castaño no tardó mucho en hacer un fuego bastante bueno. El moreno se acercó con calma y se sentó alrededor, notando como sus brazos mejoraban. De todas formas los notaba doloridos y por ello soltó un leve suspiro. Continuaba con su idea de usar las piernas y sus técnicas si la cosa se ponía fea. Escuchó las palabras de su luchador y mostró una sonrisa ladeada mientras le daba la razón. – Tienes toda la razón. Gracia por la velocidad en hacer la hoguera. – Dijo entonces para después colocarse en pie. Notaba todo demasiado callado. No le molestaba la idea de que no hubiese nadie más, pero empezaba a cansarse de la isla. Era el momento de poner punto y final a aquella tontería. Esos cabrones iban a pagar su osadía.

De repente, el mercenario saltó con fuerza y en pleno aire comenzó a transformarse en un enorme dragón negro. La bestia rugió de forma bestial, tratando de llamar la atención de toda la isla. – ¡Esto se acabó! ¡Que el puto dueño de la isla salga si tiene cojones! ¡De lo contrario arrasaré con todo! – Una vez dijo aquello, comenzó a moverse de un lado a otro, derribando árboles con su cola y sus patas traseras. Le daba lo mismo lo que pasara con la vegetación pues él planeaba construir un castillo bastante visible.

El enorme ser se detuvo al sentir la enorme presencia. Volvió a la forma humana, aterrizando cerca del fuego hecho por el castaño. Su mirada se desvió entonces hasta aquel anciano, que pese a su edad, tenía un cuerpo bastante curtido. Aquello hizo sonreír de lado al Shichibukai, el cual simplemente se cruzó de brazos. Los notaba un poco doloridos por la sensación anterior, por ello se acercó más a las llamas. Esperaba que ese tipo fuese un simple emisario, pero al escucharle hablar no pudo evitar mostrar una sonrisa siniestra. El estaba comparando con un criminal. Él no se consideraba así. De hecho, pensó que la isla estaba poblada solo por demonios o seres raros, no por un hombre mayor. No tardó mucho en soltar un suspiro. Ya había pedido que se uniesen por las buenas, pero si no colaboraban, él mismo impartiría disciplina. Necesitaba aquella isla, y en su lista de amores, él era el número uno.

Justo en ese momento, pudo ver como aquellos terribles seres comenzaban a salir de todas partes. No tardó mucho en emocionarse, haciendo sus ojos brillar en un tono rojizo. Empezó a soltar una leve carcajada. Las palabras del viejo le hicieron reír. No iba a asustarse por todo aquello, y menos por ese tipo. – ¿Destrozar un bosque? Un problema sin importancia comparado con la vida que puedo crear después. – Dijo alzando su mano derecha. Del suelo comenzaron a surgir pequeños helechos, los cuales eran verdes y frescos. Su poder de la vegetación era la causa de ello. Su mirada pasó por los seres de pesadilla que le rodeaban. Entonces intentó tomar al luchador por el hombro y lanzarlo hacia atrás todo lo fuerte que pudo. – Tú vete a por Nokotori. Esto te queda grande. – Dijo mostrando una sonrisa divertida. El mercenario miraba maravillado la situación. Era el momento para divertirse.

No tardó mucho en alzar el puño entonces. – No quieres enfrentarte a mí. Yo seré el que construya un perfecto y glorioso futuro. Y en su seno, todos podréis presenciar al emperador más grandioso del planeta. – Mencionó entonces oscureciendo el cielo de forma exagerada. De repente unas costillas azuladas se formaron alrededor del devastador. Dichas placas de energía crecieron hasta tomar la forma de un ser humanoide de siete metros de altura. El color del monstruo era azul, disponía de dos brazos, y en cada mano una espada. Portaba dos cuernos en la cabeza, y uno en la barbilla. Madara se hallaba dentro de él. De repente, el humanoide dio una voz parecida a un rugido. Lanzó dos ondas cortantes en forma de equis, que salieron disparadas hacia el anciano, imbuidas en haki armadura. Le diese o no, el ser comenzaría a lanzar ondas a todas las bestias posibles. Dentro de él, el Uchiha sonreía de forma arrogante.

El moreno contempló como el esqueleto se hizo polvo. No tardó mucho en mostrar una sonrisa tranquila. Estaba demasiado relajado pese a lo que estaba pasando. Cuando aquel gigante tomó los brazos de energía de su creación, la hizo desaparecer. Entonces sacó su guadaña explosiva, e hizo que sus ojos tomasen la forma de los de un reptil. Le quedaba poco para formar una verdadera ola de destrucción. El Uchiha solía usar su forma humana a la hora del combate. De hecho sólo usó la híbrida en la pelea contra Martim en su primera misión, y la completa en la guerra. No iba a olvidar la muerte de Hao Lao, y el sacrificio de Etsu. De todas formas, sus planes continuaban en pie. Se relamió despacio, analizando bien la situación.

En ese momento, el anciano le dijo aquellas palabras. Madara las escuchó con calma. Entonces sonrió de forma siniestra. No era una oferta mala, encima podía darse el lujo de ser generoso con él. Ese tipo no había sido un capullo, es más, pese a su amenaza, parecía buena persona. El Shichibukai entonces soltó un suspiro. – Veo que por fin entráis en razón. Acepto vuestra oferta. En diez minutos, habrá sido todo reparado. No soy un tirano pese a mis métodos, de modo que podéis contar con mi ayuda si necesitáis algo. – Una vez dijo aquello, ocultó el arma. Entonces comenzó a concentrarse para rehacer toda la destrucción que había causado. – Me ocuparé de que esta tierra no reciba ni un solo rasguño. – Una vez dijo aquello, se cruzó de brazo concentrado en hacer surgir todos los árboles y raíces posibles. Le llevaría unos minutos, pero se había quedado satisfecho con el trato.