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Síderos, una nación antes próspera lleva décadas sumida en una interminable guerra civil. Desesperados y agotados, los diferentes bandos han pedido ayuda a forasteros que quieran apoyar su causa, en un intento por acabar con el conflicto y hacerse con el trono que llevan tanto tiempo disputándose.
Las últimas semanas han sido de una relativa paz, después de 20 años ninguno de los clanes puede permitirse relizar un movimiento en vano, dado que los otros cuatro están atentos a un momento de debilidad para sacar ventaja. Pero esta situación no durará mucho, con vuestra llegada los habitantes de las islas sienten sus fuerzas renovadas y han comenzado a movilizarse para una ofensiva que, esperan, sea la definitiva.
Seréis recibidos como héroes, pero tened en cuenta una cosa, los historiadores y los personajes de cierta edad (40 años en adelante), sabréis que la historia de ese país es, en muchos aspectos, oscura y perturbadora, todos tienen un motivo por el que luchar, pero siempre hay algo más. Andaos con cuidado, algo siniestro se cuece en esta guerra y puede que no marque el destino sólo de un país.
Aquellos que fueron capturados en el anterior capítulo tienen aquí su situación.
Las últimas semanas han sido de una relativa paz, después de 20 años ninguno de los clanes puede permitirse relizar un movimiento en vano, dado que los otros cuatro están atentos a un momento de debilidad para sacar ventaja. Pero esta situación no durará mucho, con vuestra llegada los habitantes de las islas sienten sus fuerzas renovadas y han comenzado a movilizarse para una ofensiva que, esperan, sea la definitiva.
Seréis recibidos como héroes, pero tened en cuenta una cosa, los historiadores y los personajes de cierta edad (40 años en adelante), sabréis que la historia de ese país es, en muchos aspectos, oscura y perturbadora, todos tienen un motivo por el que luchar, pero siempre hay algo más. Andaos con cuidado, algo siniestro se cuece en esta guerra y puede que no marque el destino sólo de un país.
- Balt:
- Un amplio abanico de emociones os embarga, muchas de ellas contradictorias. Nada más llegar a la isla de Balt habéis sido recibidos por una serie de encapuchados con una especie de atuendo ceremonial, con gran cortesía os han indicado el camino y os han guiado por la ciudad hasta un ostentoso palacio. Dentro os espera una amplia sala en la cual esperáis disfrutando de la extraña música y de la abundante comida. Por lo que podéis ver no parece que le vaya muy mal a Balt, no tanto como para pedir ayuda.
De pronto unas trompetas os llaman la atención, dirigiendo la vista hacia un palco al otro lado de la sala, lo que en un principio parecían estatuas de unos tres metros con armadura, se giran en dirección al palco y se arrodillan. Unos portones se abren y una figura emerge caminando con paso firme y elegante. Es un principio parece una mujer humana, de más de dos metros y medio una figura sorprendentemente esbelta. Camina de forma firme pero elegante, sus siervos se inclinan ante ella, aumentando el aura regia que parece emanar de ella. Cuando os fijáis podéis ver que no se trata de una persona… normal. Una prominente corona ósea surge de su cabeza, tapando la parte superior de la cara, esas placas están presentes en todo su cuerpo, pero de una forma que parece parte del escaso vestido que lleva, formado por piezas de seda simple que se pierden tras sus piernas. Los historiadores sabréis de inmediato que estáis ante la pretora de Balarad.
- Amigos míos, hoy es un gran día. Celebro que tantos de vosotros hayáis acudido a la llamada de nuestro pueblo. Mucha sangre hermana ha sido derramada durante demasiados años, pero gracias a vosotros podremos marcar la diferencia. –Se detiene y hace un gesto casi teatral con la mano señalándoos.- Este es un gran día. Celebrad y disfrutad de este humilde banquete, un pequeño agradecimiento por ayudarnos. Hemos preparado aposentos para cada uno de vosotros, necesitaréis descansar antes de la batalla, y los que quieran podrán disfrutar de las vistas. – Dice señalando a los ventanales, los cuales poseen amplias terrazas cada uno con vistas a la plaza delantera del palacio.
Podéis escuchar vítores y pasos que avanzan de forma rítmica y coordinada. Los que se asomen verán un desfile militar que se está dando en frente del palacio. Las tropas visten de blanco con impolutas armaduras de tonos plateados con y capas blancas con bordes dorados. Éstos soldados están flanqueados por una fila de enormes guardias como los que hay en el salón, con pesadas armaduras y largas alabardas que portan el estandarte de Balt. Los caballeros no montan caballos, sino una especie de “aves” bípedas, cubiertas por una armadura ósea similar a los rasgos de muchos habitantes de la isla. Al pasar frente a vosotros se giran y saludan al unísono. Según pasan dan paso a extrañas máquinas de guerra que parecen sacadas del medievo, pero con toques tecnológicos que muchos no acabáis de comprender. Este ejército parece bastante disciplinado, diríais que incluso el Gobierno Mundial, el ejército revolucionario o la armada de un Yonkou tendrían problemas si se enfrentasen de forma directa. Pero recordad que llevan 20 años en guerra, y os han pedido ayuda a unos extranjeros.
Pasa el rato y disfrutáis de la fiesta, alguno de vosotros podéis conversar con autoridades políticas y militares de Balt que estaban invitadas. Todos ellos profesan una gran devoción por su líder y parecen tener unos rasgos parecidos a ella en el cuerpo. De pronto Balarad se dispone a hablar
- Amigos míos. Por hoy he de retirarme, mañana os informaremos de vuestra labor. Encontraréis en vuestros aposentos el uniforme que debéis portar en la batalla, cada uno hecho a medida por nuestros mejores artesanos. Dad lo mejor de vosotros y no fallaremos, y aquellos que demuestren su valía… serán recompensados con el glorioso rito de la ascensión. – Dicho esto se retira por la misma puerta por la que accedió, a vuestro alrededor escucháis murmullos de asombro entre los invitados de Balt, parece ser que no se suele otorgar ese honor a los extranjeros.
Los aposentos son individuales, con el nombre de cada uno inscrito en la puerta, la estancia es sencilla pero con cierto nivel de lujo. Encima de la cama podréis ver extendido el uniforme, bastante simple podéis ponéroslo encima de vuestra ropa habitual y no os molestaría, de color blanco puro con bordados dorados y el emblema de Balt en el pecho y los brazos. Ahora es cuando decidís, descansar para mañana… o explorar por vuestra cuenta.
- Zal:
- Acabáis de llegar a la isla y, nada más desembarcar os han recibido un séquito de lo que podrías considerar humanos. De forma algo brusca os indican que sigáis por un camino que se adentra por una fisura en el acantilado que tenéis en frente. Por el recorrido podéis fijaros en la peculiar naturaleza que habita esa isla, con plantas de hojas largas finas y robustas, su brillo les da el aspecto de la hoja de una espada, tened cuidado de con pincharos ni cortaros.
Tras unos minutos de caminata accedéis a través de unos enormes portones de madera a una especie de explanada natural enorme, con paredes de roca de varias decenas de metros, las cuales parecen tener una serie de palcos toscamente labrados en la piedra. Cientos, sino miles de “personas” os miran desde ellos, coreando con voces poco humanas vuestra llegada. De pronto el silencio.
Se escuchan una serie de golpes en la lejanía, como un mazo estampándose contra el suelo de forma rítmica. Los más avispados se darán cuenta de que no son golpes, sino pasos, de algo gigantesco o tremendamente pesado. Los pasos cesan y el silencio vuelve a reinar. Unos segundos después una figura aterriza con un violento golpe sobre una plataforma de piedra que se hallaba en medio de todos vosotros, generando una onda de choque y un viento tan violento que derribara a los más cercanos o a aquellos a quienes haya pillado desprevenidos. La figura se alza de entre el polvo que ha levantado, a primera vista tiene forma humanoide, pero no se parece a nada que conozcáis. Su cara está marcada por unos rasgos ferales acentuados más, si cabe, por una serie de placas óseas que parecen salir de su piel, fundidas con la carne y el músculo. Su rostro se contorsiona en lo que parece ser una sonrisa y, para sorpresa de muchos la bestia “humana” comienza a hablar.
- Os doy la bienvenida, forasteros. Me alegra que hallais acudido a la llamada de mi gente. Durante décadas he sido testigo de cómo la debilidad y la cobardía se apoderaban de lo que, antaño, fue una gran nación. Nos marginaron, nos reprimieron, tratando de contener nuestra furia. Tienen miedo de nosotros, de lo que somos capaces… y no les faltan motivos. – Hace una pequeña pausa y una de sus garras aprisiona a un hombre cercano que todavía se estaba levantando del anterior impacto. – Esto. Esto es lo que pretendo eliminar. La debilidad es una plaga que llevó a este país a la ruina y que se extendió por aquellos a quienes antes consideraba mis hermanos.
Su garra se cierra, desgarrando la carne y rompiendo los huesos de aquel pobre diablo que no tarda en morir entre gritos ahogados por su propia sangre. La garra se abre, dejando caer una masa de carne que, hace unos segundos, era humana.
- Esos cobardes convocaron forasteros para que les ayudase, pero aquellos que acudieron no creen en la verdadera fuerza, vosotros amigos míos, habéis decidido uniros al cambio que traeré a este país. Celebremos pues con un festival de la cosecha en el cual segaremos la vida de los indignos y nos daremos un festín con su sucia sangre.
Tras ese apasionado discurso un coro de vítores entalla a vuestro alrededor mientras los portones de madera se cierran, bloqueando las salidas. La plataforma de piedra en la cual se encuentra aquella bestia humana se eleva mientras se sienta en su trono con pose contemplativa. De pronto una serie de guerreros del mismo aspecto bestial saltan entre vosotros.
- Comencemos cosechando… la vida de los que no sean dignos de unirse a nuestra causa. - Y con un gesto de su garra las bestias se abalanzan sobre vosotros.
- Sarka:
- Esta isla… tiene una atmósfera violentamente inquietante, la tierra es un yermo de rocas volcánicas, un paisaje casi estéril de no ser por algún que otro matojo que asoma entre el escarpado perfil de basalto, luchando por el escaso sol que se filtra entre lo que parece ser una permanente capa de nubes y ceniza, la cual tiñe el paisaje que un tono rojizo. Pronto llegáis a lo que parece una ciudad, parece. Una vez os adentráis podéis apreciar que en realidad se trata de un gigantesco complejo industrial. Cada paso que dais os sorprende e intimida a partes iguales, las fachadas de roca y metal predominan, de los escasos huecos se filtra la luz carmesí propia de una fundición. Varias figuras encapuchadas y encoradas, parecidas a la que os está guiando, van de un lado a otro entrando y saliendo de los edificios de forma apresurada, dando indicaciones a otros o recorriendo varias de las pasarelas de metal que tenéis sobre vosotros.
De pronto las paredes se acaban para dar lugar a un imponente abismo y, al otro lado, podéis ver lo que parece una especie de fortaleza que emerge de una ladera, con altos muros y torres de formas casi imposibles que parecen labradas con piedra fundida. Cuatro puentes de piedra salen de la fortaleza, los únicos accesos posibles… que tenéis que cruzar. La estructura es grande y robusta, dejando espacio de sobra para que pase el grupo sin problemas. Nada más poner un pie en el puente notaréis como un calor sobrecogedor os envuelve. Si miráis hacia abajo, aparte de recibir una bofetada de aire caliente en la cara, podréis disfrutar de las vistas de un rio de lava que rodea la fortaleza, será mejor no caerse.
Llegáis a una plaza que conecta los cuatro puentes, frente a vosotros un muro de piedra oscura que bien podría llegar a los treinta metros, el único hueco en la fachada, un portón de unos diez metros de altura y cuatro o cinco de ancho. Las dos hojas, forjadas en metal, se abren con un estruendo metálico que hace eco en toda la ciudad. Un hombre de cerca de tres metros, ataviado con una armadura de metal negro y una capa roja os espera al otro lado, junto con cuatro guardias envueltos en armaduras pesadas que miden, si cabe, más que él.
- Sed bienvenidos, amigos míos, pasad a mi humilde fortaleza, no os olvidéis de dejar los zapatos en la entrada, nos va el rollo de Wano… - Dice con una sonrisa en el rostro mientras accedéis al interior de aquella imponente estructura. Tras unos segundos se le escapa la risa y se gira para dar unos “golpecitos” en el hombro a uno de sus hombres. – Vale, vale, lo admito, no soy bueno con las bromas, pero creo que es bueno hacer un chiste de vez en cuando para romper el hielo. En fin… seguidme os llevaré a un lugar más acogedor donde poder hablar. Tras eso se da la vuelta y os indica con el brazo que le sigáis. Los soldados se colocan a vuestros flancos a modo de escolta.
Sin duda el interior es relativamente acogedor… si se tiene en cuenta el panorama que hay afuera. La estructura, por lo que podéis ver consiste en una serie de gigantescas cámaras de techo abovedado sustentadas por un bosque de columnas decoradas con exquisitas tallas metálicas con motivos mecánicos. Los que caminéis cerca del pretor Grum (os daréis cuenta más que nada porque todo el mundo parece hacer como mínimo un saludo militar y por el detalle de que le falta un brazo) podréis apreciar algunas de sus facciones. Es lo más parecido a un humano que habéis visto desde que llegasteis, aunque con un par de diferencias, de su piel de tono tostado surge, en vez de vello facial, una especie de protuberancias de obsidiana, lo mismo ocurre con su “pelo” que son una serie de ristras de piedras que se mueven según se mueve.
Tres cámaras, cinco pasillos, dos ascensores y un cuartito de la limpieza más tarde (unos 20 minutos) llegáis a una sala con una gran mesa en forma de U, cada uno de vosotros toma asiento mientras Grum se sienta en un pequeño trono de piedra para presidir la mesa, su expresión cambia a una más seria antes de empezar el discurso.
- Como ya sabéis la situación no es buena. Esta tierra nos bendice con los materiales para alimentar nuestra industria armamentística, pero estamos cortos de personal y estos 20 largos años ya están pasando factura sobre nuestras fuerzas. Hemos intentando acabar con este conflicto de una forma… satisfactoria, pero no ha funcionado. Dentro de lo que cabe hemos llegado a un dialogo con Meln, y hace bastante tiempo que no hemos tenido un encuentro directo con Zal. Pero dada la situación en cualquier momento todo puede estallar en una guerra total. – Durante un rato más os da algunos detalles de la situación actual de Sarka y su relación con otros bandos… pocas cosas que no sepáis.
Tras eso os indica que, por el pasillo que tenéis en frente suyo se va a los aposentos para invitados, podéis descansar hasta mañana y se os darán indicaciones de cual será vuestro deber. De todas formas quien quiera puede ir por los pasillos de los lados y explorar las instalaciones o quedarse en la sala y conseguir más información de Grum. Una serie de sirvientes con rasgos similares a los de Grum reparten entre vosotros una serie de colgantes con forma de engranaje, según os dicen es para que los guardias no os confundan con intrusos.
- Zilda:
- A pesar de haber llegado hace casi un par de horas, parece que lleváis días sin ver el sol. Aquella isla parece estar bajo una lluvia permanente, lo que le da, junto a la aburrida arquitectura que puebla el paisaje, un aire de, ¿por qué vamos a negarlo? aburrimiento puro y duro. Todo lo que veis es completamente austero y falto de vida, como si cada cosa hubiese sido pensada para cumplir un propósito sin ninguna clase de ornamento ni carácter estético, para agradar a la lógica, no a la vista.
Una serie de pequeños autómatas os ha recibido a cada uno nada más llegar y, con un tono bastante educado aunque monótono, os ha invitado a que los sigáis. Al poco tiempo los diferentes caminos por los que habéis llegado confluyen en una plaza en frente de una gran torre, de paredes imposiblemente lisas y sin ventanas, cuya cumbre se introduce entre las nubes. El interior de la torre es, si cabe, menos emocionante todavía. Paredes altas y lisas, de un gris estéril. Aunque, a diferencia del exterior, el interior posee algo más de movimiento, podéis ver varios de los autómatas parecidos a los que os acompañan ir de un lado a otro para cumplir sus tareas designadas. Des mismo modo, pero en menor medida, una serie de figuras que parecen humanas parecen estar también atentos a sus labores, transportando recipientes con un misterioso contenido, comparando datos y gráficas, apuntando resultados que aparecen en pantallas, aunque ninguno de ellos parece haber alterado su rutina debido a vuestra presencia.
Sois escoltados hacia una especie de sala circular bastante grande y… completamente vacía. Las paredes parecen ser de vidrio o, al menos un material transparente, pero no veis nada más que un gris oscuro monótono. Una vez estáis todos dentro unas compuertas se cierran a vuestras espaldas y un susurro mecánico inunda la sala. Cuando os dais cuenta notáis que estáis ascendiendo a gran velocidad. El gris de las ventanas se ve sustituido por el gris de las nubes y los edificios del exterior, es ahora cuando sois verdaderamente conscientes de la altura que estáis alcanzando. Antes de que os queráis dar cuenta habéis atravesado las nubes, y la tormenta de abajo da paso a un cielo despejado y un mar blanco, de cuya superficie emergen las cumbres de algunas de las torres.
El ascensor se para tan suavemente como comenzó la marcha, pero las puertas no se abren, en vez de eso las paredes descienden, dejándoos en medio de una especie de gigantesca sala de control por encima de las nubes. Una extraña figura os espera, diríais que es humano, pero su figura es extraña. Su estatura sobrepasa los dos metros, a pesar de estar encorvado, viste una túnica de tonos azul oscuro. Sus extremidades son grotescamente largas, con una piel pálida casi pegada a los huesos. Una serie de tubos salen de su espalda hasta perderse en la oscuridad debajo de su capucha.
- Bienvenidos… pasad, pasad, poneos cómodos. Pero no demasiado. – Os indica el extraño ser haciendo un gesto con su huesuda mano mientras os invita a acceder a una sección de la sala con una amplia mesa. – Esperábamos vuestra llegada. Durante décadas hemos estado tratando de acabar esta guerra mediante… diferentes métodos. Nos centramos en el control de la situación tratando de manipular las interacciones entre los diferentes bandos, al principio para propiciar una situación que permitiera a nuestras escasas fuerzas militares asestar un golpe decisivo y mermar la fuerza de voluntad de nuestros enemigos, aunque más tarde quedó claro que ese método sólo serviría para mantenernos fuera de su mira. Hemos conseguido cierta estabilidad con Balt y negociamos con Meln, lo que nos da una relativa seguridad. Pero los bárbaros de Sarka y Zal solo piensan en la guerra, su terquedad ha prolongado esta situación demasiado tiempo. Con vosotros nuestra fuerza militar ha aumentado considerablemente, ahora podremos llevar a cabo operaciones que pueden contrarrestar nuestra situación y llevar esta guerra a su fin.
Hace una pequeña pausa y la mesa en la que os habéis sentado se ilumina, unos segundos después aparece un mapa holográfico del archipiélago bastante detallado. Delante cada uno de vosotros podéis ver un mapa más pequeño con el que podéis interactuar con las manos, contiene los datos generales de las otras facciones, así como detalles del terreno y las corrientes marinas. Tras una breve charla en la que explica la situación general el holograma se apaga, quedando un rectángulo azulado y luminoso sobre la superficie de la mesa delante de cada uno de vosotros.
- Poned la mano sobre el mapa. Es un pequeño obsequio por vuestros servicios.- Dice con una voz algo siniestra y artificial, pero a la cual os habéis acostumbrado según pasaba el rato. Al poner la mano el rectángulo, se separa de la superficie de la mesa para plegarse sobre vuestra muñeca. – Se trata de un dispositivo de comunicación, gestión y localización. Permite conocer vuestra posición en el mapa, así como la de vuestros compañeros, comunicarse con ellos y enviar y recibir datos. Espero que no queden dudas de lo que hemos hablado hoy aquí, si tomáis el ascensor por el que habéis subido nuestros autómatas os guiarán hasta vuestras habitaciones, donde podréis descansar esta noche. Mañana os daremos los detalles de las tareas que se os encomendarán a cada uno.
- Meln:
- Aquellos que acaban de llegar:
- Habéis acudido por las promesas de riqueza, la emoción de la guerra, o… lo que sea que os haya motivado a tomar vuestra decisión porque, sinceramente, no muchas personas cuerdas vendrían aquí.
La atmósfera desde el primer momento es deprimente, accedisteis a la isla a través de un contaminado delta de aguas oscuras. Tras remontar el río durante un par de horas, llegasteis a una ciudad de aspecto siniestro, escavada en una montaña rodeada de aguas pantanosas. Los gases del pantano se mezclan con las emisiones de la propia ciudad generando una capa de polución que ha tapado parte de la luz del sol, dándole a todo, si cabe, un aspecto más tétrico.
Desembarcáis en un puerto en el interior de una inmensa cueva. Parece ser que todo está hecho para dar mal rollo, desde el precario estado de toda estructura sobre la que ponéis el ojo hasta las mismas luces, las cuales parecen ser faroles con una extraña llama azulada.
Pasan unos minutos sin que nadie venga a recibiros, cuando parece que tendréis que ir por vuestra cuenta, el sonido de unos cascabeles llama vuestra atención.
- Vosotros debéis de ser los extranjeros que han acudido a nuestro mensaje. – Dice con una dulce voz una joven en medio de vosotros. No debe de tener más de 15 años, viste un elegante vestido de tonos negros y morados con delicados bordados blancos, su cabello es negro y liso como una noche sin luna, su piel pálida como el papel, y sus ojos de un tono anaranjado. No sabéis cuándo ni de dónde ha llegado, pero estáis seguros que hace unos segundos no estaba ahí. – Seguidme por favor, una vez nos reunamos con el resto os pondremos al día. Ah y… no os separéis, esta ciudad es traicionera, y no quiero que nadie se pierda antes de que empiece lo bueno. – Dice con una voz calmada, rematando el comentario con una melódica e inquietante risilla.
Según avanzáis os dais cuenta de lo que quería decir, no sabéis si eso es una ciudad o una catacumba, lo único que sabéis es que como os distraigáis es posible que no podáis volver a ver la luz del sol.
- Los que se quedaron en Meln:
- Han pasado varios días sin que recibáis muchas noticias del exterior. Muchos de vosotros seguís sin creer que todo lo que vivisteis fuera un sueño, y no sabéis si fiaros de la palabra de la gente que os ha engañado para pediros ayuda. De todas formas una cosa está clara, no os están tratando nada mal, desde que llegasteis os han dado asilo en una residencia al lado del palacio de Yoai, tres comidas calientes al día, una cama caliente y algún que otro pequeño capricho que le puedas pedir al extraño servicio de la residencia. De no ser porque todo tiene un aire tan tétrico y que dentro de poco toca marchar a una guerra podríais llegar a acostumbraros a esa vida.
Desde que despertasteis no habéis vuelto a ver a Yoai, y las noticias del exterior llegan a cuentagotas, sabéis de unas cápsulas en las que estaban algunas personas que fueron robadas mientras todavía estabais en ese sueño inducido, que los otros bandos también están movilizando tropas… pero poco más. La noticia del día es que llegan voluntarios del exterior para luchar junto a vosotros, así que después de comer tenéis programada una reunión en la sala de conferencias del palacio de Yoai. Recordad las indicaciones, nada más salir de la residencia girar a la derecha en los jardines, pasar por el puente sobre el estanque y girar a la izquierda nada más salir de los jardines. Todo recto hasta la plaza y llegaréis al palacio. No tiene pérdida, el servicio os ha recomendado que no salgáis de esta ruta, el jardín tiene caminos laberínticos y los guardias no distinguen entre un invitado perdido y un intruso.
Aquellos que fueron capturados en el anterior capítulo tienen aquí su situación.
- Los que fueron capturados:
- Dirías que llevas horas, días incluso flotando en la nada, pero no puedes ver, no puedes oír, no sientes el suelo bajo tus pies no gravedad que te ate a él, no hay día ni noche, nada que te indique el paso del tiempo excepto tus pensamientos. Lo único que recuerdas es que te habían capturado pero, de pronto, todo se volvió negro y te sumiste en esta nada.
Poco a poco tus sentidos comienzan a volver. Lentamente abres los ojos para verte tendido en un camastro de paja, junto con tus armas (si las tienes), dentro de una rudimentaria, pero sólida celda. Una vez eres capaz de incorporarte puedes ver en el exterior otras celdas como la tuya y, detrás de ti, una extraña cápsula.
De pronto notas un temblor, y un estruendo mecánico lo envuelve todo. Las jaulas emergen en medio de una extraña arena, en medio de la cual, se encuentra una “persona” animando al público, el cual estalla en vítores al terminar de salir vuestras jaulas.
- Por fin ha llegado, la atracción principal de hoy. – Dice con una voz animada, pero extrañamente grave, casi como bestial. Te fijas un poco más y puedes ver que no es del todo humano. Lo que parecía un abrigo de piel, es más bien su propio pelaje ¿Un mink? ¿Un usuario de Zoan? No sois capaces de identificar una animal con tan grotescas facciones, con colmillos, garras, pelo y placas óseas recorriendo su espalda y brazos hasta acabar en una cola. – Las sabandijas de Meln pensaban que podrían usar a estos renacuajos para ganar esta guerra, pero no pudieron detener nuestro asalto. Le hemos arrebatado parte de sus refuerzos, y ahora veremos si merece la pena perdonar sus vidas, o acabaran siendo la presa de… ¡Slaughterhorn! – Gita el nombre mientras, de un salto imposible, asciende a un palco situado entre el público.
Vuestras jaulas se abren, cayendo las paredes al suelo dejándoos completamente expuestos. De pronto unos portones se abren en uno de los extremos de la arena y un rugido inunda el estadio mientras escucháis unos pasos atronadores como una estampida. Antes de que os deis cuenta uno de vosotros, el más próximo a la puerta ha sido ensartado por un gigantesco cuerno carmesí. La bestia os mira, es una mezcla gigantesca mezcla entre un rinoceronte, con las escamas y placas óseas de un reptil, y la mala leche de vuestra madre al ver vuestras notas de tercero. La bestia lanza el cuerpo sin vida hacia un lado y carga directo a por (el primero que postee). El resto que hacéis, parece ser que vuestra única opción es luchar por vuestras vidas.
Liv L Astrid
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Akuma no mi
Varios
Me sentía de una forma extraña, no había gravedad y me encontraba flotando, ¿había muerto y me dirigía al Valhalla? Solo los dioses sabían eso, y si ese era el fin lo aceptaría sin problemas. De pronto los sentidos comenzaron a volver, notaba de nuevo la gravedad el aire, sus olores, y por fin abro los ojos. Me encontraba tumbada en un camastro de paja y a mi lado mis espadas. Me incorporé en la cama y me quedé sentada un momento para poner mis ideas en orden pues estaba confusa por lo que estaba pasando, miré a mi alrededor y resultaba parecer que estaba dentro de una jaula y fuera más jaulas como la mía.
También se podía ver a un ser hablando a algún público, hablaba de unas tierras extrañas que no conocía, algo sobre que me querían que luchase para esa tierra, todo era muy confuso, lo más importante de lo que mencionó fue que querían probar si valían la pena nuestras vidas o no. Las jaulas se abrieron de golpe, concretamente el suelo se abrió y provocó que nos cayésemos al suelo inferior, parecía una especie de arena de combate.
-Esto me suena de haberlo vivido antes – Dijo Trece a mi lado - ¡Oh! Mira un bichito bonito dijo señalando a una bestia extraña, la cual ya se había cobrado la vida de un hombre ensartándolo con su cuerno.
¿Acaso los dioses están cabreados conmigo? Era eso o sus pruebas eran realmente duras, preparé mis armas para luchar, pues el animal no parecía ser muy amigable. La bestia me miró y pareció prepararse para embestirme, miré al rinoceronte y activé mi akuma, dejando la marca debajo de las ropas para que no se viese. Extendí los brazos dejándolos en cruz, con una espada en cada mano apuntando con estas al suelo y di las gracias a los dioses por el combate que iba a tener. La criatura comenzó su carrera hacia mí justo cuando terminé mis oraciones a los dioses, al verlo también avancé corriendo hacia él y justo cuando nos íbamos a cruzar di un salto lateral para evitar su embestida, para aprovechar y con las espadas intenté realizar un corte en las piernas del mismo lado hacia el que había saltado. Dudaba mucho que le hiciese algo pero no me iba a quedar quieta esperando a que llegase mi turno, si llegaba que fuese combatiendo.
También se podía ver a un ser hablando a algún público, hablaba de unas tierras extrañas que no conocía, algo sobre que me querían que luchase para esa tierra, todo era muy confuso, lo más importante de lo que mencionó fue que querían probar si valían la pena nuestras vidas o no. Las jaulas se abrieron de golpe, concretamente el suelo se abrió y provocó que nos cayésemos al suelo inferior, parecía una especie de arena de combate.
-Esto me suena de haberlo vivido antes – Dijo Trece a mi lado - ¡Oh! Mira un bichito bonito dijo señalando a una bestia extraña, la cual ya se había cobrado la vida de un hombre ensartándolo con su cuerno.
¿Acaso los dioses están cabreados conmigo? Era eso o sus pruebas eran realmente duras, preparé mis armas para luchar, pues el animal no parecía ser muy amigable. La bestia me miró y pareció prepararse para embestirme, miré al rinoceronte y activé mi akuma, dejando la marca debajo de las ropas para que no se viese. Extendí los brazos dejándolos en cruz, con una espada en cada mano apuntando con estas al suelo y di las gracias a los dioses por el combate que iba a tener. La criatura comenzó su carrera hacia mí justo cuando terminé mis oraciones a los dioses, al verlo también avancé corriendo hacia él y justo cuando nos íbamos a cruzar di un salto lateral para evitar su embestida, para aprovechar y con las espadas intenté realizar un corte en las piernas del mismo lado hacia el que había saltado. Dudaba mucho que le hiciese algo pero no me iba a quedar quieta esperando a que llegase mi turno, si llegaba que fuese combatiendo.
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Primero Gaster me dice que debo ir en busca de una isla fantasma, y luego unos locos de noseque sitio llamado Meln me dicen que era todo un sueño inducido para probar nuestras habilidades. Bueno, pues no me ha hecho mucha gracia, que digamos... Desde mi punto de vista, me habían secuestrado (y la cosa rara dorada de mi brazo aún sigue ahí...), así que buenas razones para no fiarme ni un pelo de ellos. Quizá por eso decidí largarme y no volver nunca.
Sin embargo había algo más. Algo que me tenía intrigado, y era saber de qué forma estaba Gaster implicado en todo este asunto de la guerra de Sideros. Si alguien sabía la respuesta, probablemente serían aquellos tipos de "Zilda", tenían pinta de ser el tipo de personas puramente científicas que se relacionarían con mi colega trajeado. En el peor de los casos si resultaba ser todo una simple coincidencia y Gaster no estaba realmente implicado, tal vez una visita a aquella facción centrada en la mecánica fuera lo más adecuado después de todo.
Por si acaso, decidí ser lo más sutil posible, al menos de momento. Llevaba pantalones largos y zapatillas en lugar de las pantuflas habituales, tenía las manos en los bolsillos y me había cubierto la cabeza con la capucha de la chaqueta. No impediría que alguien se fijase en mí, pero al menos no se vería de un simple vistazo la naturaleza de mi... condición física. O al menos ese era el plan.
Si no estuviera acostumbrado a un panorama similar, casi diría que aquel lugar estaba muerto por dentro. Era todo tan... monótono. Se notaba que a aquella gente (o autómatas por lo poco que había visto) poco le importaba la belleza artística, lo que se buscaba allí era la belleza funcional: cosas que hicieran su trabajo de forma eficiente, no vistosa. Pero bueno, sería como cualquier visita al laboratorio interior de Gaster, cambiando el plástico blanco por una mezcla de metal, cristal y algo que no supe reconocer de color gris.
Me acompañaron ciertos individuos que no terminé de reconocer. No estaba seguro de que estuvieran allí por razones similares a las mías, así que me abstuve de socializar con ninguno, aunque aquella duda fue despejada rápidamente al llegar (tras unas cuantas vueltas) a lo que voy a llamar "sala de encuentros." Allí un tipo de aspecto siniestro como pocos y voz aún más tétrica nos puso en situación. Para manipular el cuadrado brillante de la mesa decidí usar mi mano aún cubierta por el "guante" dorado, pues aún no me había decidido a mostrar abiertamente mis cualidades esqueléticas.
Tras tontear un poco con los controles del panel, pulsando cada botón para ver qué hacía cada uno, el hombre nos pidió que posáramos la mano sobre el mismo una vez se hubo apagado, y aunque yo me mostré algo reticente a ello no pude negar que mi curiosidad por aquella facción se iba incrementando cada vez más. ¿Cómo habrían sido capaces de lograr todo aquello? Para mi asombro, el panel se despegó de la mesa y se enrolló en mi muñeca como una pulsera, supuestamente era algún tipo de aparato-teléfono-GPS-cosarara, así que me encogí de hombros y volví a meter la mano en el bolsillo, sin musitar palabra. Sí que tenía dudas, pero no del tipo que se podían preguntar así como así, por lo que no tenía sentido hablar sin razón. Simplemente callé y observé con cautela, esperando a ver si alguien decía algo más.
En caso afirmativo, ya vería si merecía la pena responder. En caso negativo... Poco me quedaba más que hacer en aquella sala, por lo que en cuanto tomáramos el ascensor para descender a nuestros cuartos, seguramente me dirigiría directamente a esa habitación que me corresponde. Planificaría mis acciones mucho mejor en soledad, como siempre.
Sin embargo había algo más. Algo que me tenía intrigado, y era saber de qué forma estaba Gaster implicado en todo este asunto de la guerra de Sideros. Si alguien sabía la respuesta, probablemente serían aquellos tipos de "Zilda", tenían pinta de ser el tipo de personas puramente científicas que se relacionarían con mi colega trajeado. En el peor de los casos si resultaba ser todo una simple coincidencia y Gaster no estaba realmente implicado, tal vez una visita a aquella facción centrada en la mecánica fuera lo más adecuado después de todo.
Por si acaso, decidí ser lo más sutil posible, al menos de momento. Llevaba pantalones largos y zapatillas en lugar de las pantuflas habituales, tenía las manos en los bolsillos y me había cubierto la cabeza con la capucha de la chaqueta. No impediría que alguien se fijase en mí, pero al menos no se vería de un simple vistazo la naturaleza de mi... condición física. O al menos ese era el plan.
Si no estuviera acostumbrado a un panorama similar, casi diría que aquel lugar estaba muerto por dentro. Era todo tan... monótono. Se notaba que a aquella gente (o autómatas por lo poco que había visto) poco le importaba la belleza artística, lo que se buscaba allí era la belleza funcional: cosas que hicieran su trabajo de forma eficiente, no vistosa. Pero bueno, sería como cualquier visita al laboratorio interior de Gaster, cambiando el plástico blanco por una mezcla de metal, cristal y algo que no supe reconocer de color gris.
Me acompañaron ciertos individuos que no terminé de reconocer. No estaba seguro de que estuvieran allí por razones similares a las mías, así que me abstuve de socializar con ninguno, aunque aquella duda fue despejada rápidamente al llegar (tras unas cuantas vueltas) a lo que voy a llamar "sala de encuentros." Allí un tipo de aspecto siniestro como pocos y voz aún más tétrica nos puso en situación. Para manipular el cuadrado brillante de la mesa decidí usar mi mano aún cubierta por el "guante" dorado, pues aún no me había decidido a mostrar abiertamente mis cualidades esqueléticas.
Tras tontear un poco con los controles del panel, pulsando cada botón para ver qué hacía cada uno, el hombre nos pidió que posáramos la mano sobre el mismo una vez se hubo apagado, y aunque yo me mostré algo reticente a ello no pude negar que mi curiosidad por aquella facción se iba incrementando cada vez más. ¿Cómo habrían sido capaces de lograr todo aquello? Para mi asombro, el panel se despegó de la mesa y se enrolló en mi muñeca como una pulsera, supuestamente era algún tipo de aparato-teléfono-GPS-cosarara, así que me encogí de hombros y volví a meter la mano en el bolsillo, sin musitar palabra. Sí que tenía dudas, pero no del tipo que se podían preguntar así como así, por lo que no tenía sentido hablar sin razón. Simplemente callé y observé con cautela, esperando a ver si alguien decía algo más.
En caso afirmativo, ya vería si merecía la pena responder. En caso negativo... Poco me quedaba más que hacer en aquella sala, por lo que en cuanto tomáramos el ascensor para descender a nuestros cuartos, seguramente me dirigiría directamente a esa habitación que me corresponde. Planificaría mis acciones mucho mejor en soledad, como siempre.
- Resumen Zilda:
- Aglunas anotaciones personales, hacer el recorrido completamente cubierto por ropa (para no enseñar hueso), esperar a ver si alguien dice algo en la reunión y si no ir a mi habitación.
Danio Rerio
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En la zona de desembarqué estaban esperando varios hombres ataviados con unas vestiduras bastante extrañas. Cuando comenzamos a bajar nos saludaron deforma educada e indicaron la dirección que debíamos tomar. Tenía una sensación de seguridad y paz, seguramente debidas a aquel recibimiento tan cortes. Aunque, al mismo tiempo, sentía una intranquilidad y un nerviosismo impropios de mí, provocados por la apariencia de que allí estaba todo demasiado bien como para llevar tanto tiempo en una guerra civil. Al final del camino un palacio de increíble arquitectura nos estaba esperando, era increíble que algo tan bello y ostentoso pudiera seguir entero.
Cuando entramos al interior una gran mesa repleta de viandas nos esperaba. Acompañando el banquete una música de sala bastante extraña llenaba el lugar. No acababa de llegar junto a uno de los hombres que portaban lo que se podrían considerar insignias militares cuando sonaron unas trompetas, dos grandes estatuas que flanqueaban una puerta se giraron y arrodillaron mientras que por ella aparecía una mujer de aspecto bastante extraño, aunque mi especie erala menos indicada para decir aquello. Tras un pequeño discurso de la que debe ser la líder de esta facción me asomo a la ventana. Desde ella puedo ver un montón de gente vitoreando a las tropas que desfilan. Soldados de puras armaduras, montados sobre extrañas criaturas y escoltados por más de aquellas grandes estatuas. Cuando pasan frente al palacio hacen un saludo militar con perfecta sincronía. Pocas fuerzas militares eran tan disciplinadas, y a juzgar por ello, sus armas y los constructos gigantes podrían meter en problemas a casi cualquier ejercito conocido.
Tras ese grandioso espectáculo vuelvo junto al militar para disfrutar de la comida y de una agradable charla. En especial me intereso por los aspectos logísticos, como la comida para las tropas y algo menos en aspectos más formales como periodos de instrucción y jerarquía militar. Tras un buen rato de charla la mujer se levanta y se despide de nosotros, no sin antes indicarnos por donde se encuentran nuestras habitaciones e instarnos a descansar para estar listos en caso de batalla al día siguiente. Me despedí del hombre antes de retirarme a mi habitación.
No me fue difícil llegar hasta los aposentos que se me habían asignado, cada disponía del nombre de su inquilino. Una vez dentro encontré sobre la cama el traje que supuestamente debía llevar. Me lo puse sobre el kimino, dejando la capa de mi rango sobre el uniforme de Balt. Aún era pronto para ponerme a descansar, pues había dormido gran parte del viaje y me sentía con energías. Así que salí del cuarto con intención de explorar un poco el lugar antes de retirarme a dormir.
Cuando entramos al interior una gran mesa repleta de viandas nos esperaba. Acompañando el banquete una música de sala bastante extraña llenaba el lugar. No acababa de llegar junto a uno de los hombres que portaban lo que se podrían considerar insignias militares cuando sonaron unas trompetas, dos grandes estatuas que flanqueaban una puerta se giraron y arrodillaron mientras que por ella aparecía una mujer de aspecto bastante extraño, aunque mi especie erala menos indicada para decir aquello. Tras un pequeño discurso de la que debe ser la líder de esta facción me asomo a la ventana. Desde ella puedo ver un montón de gente vitoreando a las tropas que desfilan. Soldados de puras armaduras, montados sobre extrañas criaturas y escoltados por más de aquellas grandes estatuas. Cuando pasan frente al palacio hacen un saludo militar con perfecta sincronía. Pocas fuerzas militares eran tan disciplinadas, y a juzgar por ello, sus armas y los constructos gigantes podrían meter en problemas a casi cualquier ejercito conocido.
Tras ese grandioso espectáculo vuelvo junto al militar para disfrutar de la comida y de una agradable charla. En especial me intereso por los aspectos logísticos, como la comida para las tropas y algo menos en aspectos más formales como periodos de instrucción y jerarquía militar. Tras un buen rato de charla la mujer se levanta y se despide de nosotros, no sin antes indicarnos por donde se encuentran nuestras habitaciones e instarnos a descansar para estar listos en caso de batalla al día siguiente. Me despedí del hombre antes de retirarme a mi habitación.
No me fue difícil llegar hasta los aposentos que se me habían asignado, cada disponía del nombre de su inquilino. Una vez dentro encontré sobre la cama el traje que supuestamente debía llevar. Me lo puse sobre el kimino, dejando la capa de mi rango sobre el uniforme de Balt. Aún era pronto para ponerme a descansar, pues había dormido gran parte del viaje y me sentía con energías. Así que salí del cuarto con intención de explorar un poco el lugar antes de retirarme a dormir.
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Una sombra pasó por delante de mi rostro. Estaba sentado en la cama de mi habitación, pensativo y completamente inmóvil, poniendo en orden mis ideas. Aquella gente me había pedido ayuda, una ayuda que yo me sentía obligado a proporcionar. Que coño, ¡hasta el propio líder de la facción se había postrado ante nosotros! ¿Cómo podía ser malvado alguien así? No, me negaba a aceptar los rumores sobre Yoai y Meln, me negaba a creer que alguien así podía tener planes oscuros para el archipiélago. ¿No decían que estos últimos años eran los primeros bajo los que se había hallado cierta paz entre los combatientes? Sin duda, el ascenso de Meln hacia el poder traería más años pacíficos para el futuro, ¿no? ¿Qué podía haber mejor que eso?
Decidido, me levanté por fin del colchón y me dirigí directamente al punto de encuentro. No tenía hambre, y gracias a los cuidados de aquella gente, tampoco la había pasado en los últimos días. Podría saltarme perfectamente una comida sin problemas, además que había perdido bastante tiempo ya meditando en la soledad del cuarto. Dejé toda mi ropa marine allá en mi casa antes de ir a la isla, trayendo a esta nada más que un poco de ropa común que compraría cualquier ciudadano corriente y mis queridas espadas. No iba a la guerra como Marine, sino como persona que pensaba poner a prueba sus ideales.
Nada más salir de la residencia girar a la derecha en los jardines, pasar por el puente sobre el estanque y girar a la izquierda nada más salir de los jardines. Todo recto hasta la plaza y llegar al palacio. No podía haber perdida en instrucciones tan sencillas, y si mi vista no me engañaba, era el primero en llegar. "Oh, bueno, esperaré por aquí, supongo..." Pensé, mientras buscaba alguna silla o piedra donde sentarme.
Decidido, me levanté por fin del colchón y me dirigí directamente al punto de encuentro. No tenía hambre, y gracias a los cuidados de aquella gente, tampoco la había pasado en los últimos días. Podría saltarme perfectamente una comida sin problemas, además que había perdido bastante tiempo ya meditando en la soledad del cuarto. Dejé toda mi ropa marine allá en mi casa antes de ir a la isla, trayendo a esta nada más que un poco de ropa común que compraría cualquier ciudadano corriente y mis queridas espadas. No iba a la guerra como Marine, sino como persona que pensaba poner a prueba sus ideales.
Nada más salir de la residencia girar a la derecha en los jardines, pasar por el puente sobre el estanque y girar a la izquierda nada más salir de los jardines. Todo recto hasta la plaza y llegar al palacio. No podía haber perdida en instrucciones tan sencillas, y si mi vista no me engañaba, era el primero en llegar. "Oh, bueno, esperaré por aquí, supongo..." Pensé, mientras buscaba alguna silla o piedra donde sentarme.
- Resumen Meln:
- Saltarse la comida e ir directo al punto de reunión. Ser el primero en llegar y sentarme, distraido.
Carmelo B.Volpi
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La llegada a Balt mostró ser sumamente preparada, desfile militar, banquetes, habitaciones personalizadas, todo era muy extraño, había algo allí que no terminaba de cerrarme, demostraban estar en excelentes condiciones, pero si así era, no habría necesidad de llamarnos a nosotros. Aunque realmente lo que me importaba era vencer y cobrar mi parte del asunto, la verdad era que ese reino no me importaba, no tenía contacto con ellos ni simpatía por ellos, por lo que para mí solo era un reino con problemas contratando mercenarios para su guerra.
Aún así, no pude evitar ver todo el espectáculo, la marcha de los militares y la presentación de la mandataria demostraron el poderío de Balt. Sabía que había elegido el bando correcto cuando vi al gran ejército y las grandes prestaciones de la isla, al parecer tenían muchos recursos. Luego de la presentación al aire libre, hubo un banquete en el cual la mayoría de las personas aprovecharon para charlar de lo que se vendría al día siguiente. Por mi parte no quería conversar con nadie, solo quería que los días pasaran y regresar a la aventura por los mares, pero que le iba a hacer, debía quedarme allí, por lo que simplemente me mezclé entre la gente intentando no llamar mucho la atención.
A pesar de mi perfil bajo, una señorita se acercó a hablarme y nos quedamos conversando de como Balt debía ganar la guerra entre otras cosas de la vida diaria. Cuando la mandataria anunció su retirada, decidí que era un buen momento para cortar la charla, me despedí de la chica y lo más rápido que pude me dirigí a mi habitación.
Era modesta, pero tenía sus toques lindos como por ejemplo la puerta con nuestros nombres y el uniforme de la facción de Balt. Pasé la siguiente hora afilando mi espada para lo que pudiera llegar a pasar al día siguiente y luego me preparé para irme a dormir, debía descansar para el día de la batalla.
Aún así, no pude evitar ver todo el espectáculo, la marcha de los militares y la presentación de la mandataria demostraron el poderío de Balt. Sabía que había elegido el bando correcto cuando vi al gran ejército y las grandes prestaciones de la isla, al parecer tenían muchos recursos. Luego de la presentación al aire libre, hubo un banquete en el cual la mayoría de las personas aprovecharon para charlar de lo que se vendría al día siguiente. Por mi parte no quería conversar con nadie, solo quería que los días pasaran y regresar a la aventura por los mares, pero que le iba a hacer, debía quedarme allí, por lo que simplemente me mezclé entre la gente intentando no llamar mucho la atención.
A pesar de mi perfil bajo, una señorita se acercó a hablarme y nos quedamos conversando de como Balt debía ganar la guerra entre otras cosas de la vida diaria. Cuando la mandataria anunció su retirada, decidí que era un buen momento para cortar la charla, me despedí de la chica y lo más rápido que pude me dirigí a mi habitación.
Era modesta, pero tenía sus toques lindos como por ejemplo la puerta con nuestros nombres y el uniforme de la facción de Balt. Pasé la siguiente hora afilando mi espada para lo que pudiera llegar a pasar al día siguiente y luego me preparé para irme a dormir, debía descansar para el día de la batalla.
Anon K. Noah
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Akuma no mi
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Hubiera jurado que conseguimos escapar de la isla Syxel y yo. Entonces, ¿cómo carajos habíamos acabado en unas extrañas cápsulas e involucrados en aquella especie de guerra civil? El tal Yoai nos había pedido ayuda, a mí, a mi capitán y a un montón de extraños que no pude reconocer por culpa de la oscuridad de la estancia. De eso hace ya un par de semanas. Sigo sin saber por qué decidí unirme a esta batalla de locos.
¡Oh, espera! Ya sé por qué: porque me encanta el pronóstico de un campo donde desmembrar a gusto a mis enemigos sin que nadie me dijera nada ni pusieran recompensa por mi cabeza. Y todo ese rollo de la recompensa, supongo. Al final, la idea había podido incluso ganando contra mi pereza, y había movido mi maldito culo hasta la isla de aquellos tipejos tan frikis. Al menos tenía bastantes comodidades: ¿Cama caliente? Hecho. ¿Vistas al mar? Bueno, más o menos hecho. ¿Comida gratis? Pues... Técnicamente, hecho. Tres veces al día además, aunque seguía pareciéndome poco para mi gusto.
Tras el almuerzo del esperado día, puse rumbo al palacio donde se suponía que debía encontrarme con los que serían mis compañeros de armas. O al menos eso esperaba, no podía imaginar qué otra razón podrían tener para convocarnos a estas horas en ese lugar. Por el camino casi me desvío por donde no era, aunque suerte la mía que pude ver a los guardias patrullando y lanzándome miradas de advertencia. No parecían muy amigables que digamos... Pero al menos pude rectificar los pocos centímetros que había andado por aquel desdoble del laberíntico camino y dirigirme al lugar esperado, esta vez sí.
Al llegar pude ver que no era el primero, pues otra persona ya estaba sentada allí esperando por el resto. Con una sonrisa amistosa, quise entablar conversación:
- ¡Hola! ¿Tú también has venido por lo de la guerra? - El hombre me miró sin decir una palabra, como si me estuviera analizando. ¿Le conocía de algo? Sinceramente, lo dudaba. - Que tipo más raro... - Murmuré, al tiempo que buscaba otro sitio donde sentarme yo también, preferiblemente lejos de aquel tío. "¿Dónde estará Syxel, a todas estas?" Pensé, con la mirada perdida en el cielo.
¡Oh, espera! Ya sé por qué: porque me encanta el pronóstico de un campo donde desmembrar a gusto a mis enemigos sin que nadie me dijera nada ni pusieran recompensa por mi cabeza. Y todo ese rollo de la recompensa, supongo. Al final, la idea había podido incluso ganando contra mi pereza, y había movido mi maldito culo hasta la isla de aquellos tipejos tan frikis. Al menos tenía bastantes comodidades: ¿Cama caliente? Hecho. ¿Vistas al mar? Bueno, más o menos hecho. ¿Comida gratis? Pues... Técnicamente, hecho. Tres veces al día además, aunque seguía pareciéndome poco para mi gusto.
Tras el almuerzo del esperado día, puse rumbo al palacio donde se suponía que debía encontrarme con los que serían mis compañeros de armas. O al menos eso esperaba, no podía imaginar qué otra razón podrían tener para convocarnos a estas horas en ese lugar. Por el camino casi me desvío por donde no era, aunque suerte la mía que pude ver a los guardias patrullando y lanzándome miradas de advertencia. No parecían muy amigables que digamos... Pero al menos pude rectificar los pocos centímetros que había andado por aquel desdoble del laberíntico camino y dirigirme al lugar esperado, esta vez sí.
Al llegar pude ver que no era el primero, pues otra persona ya estaba sentada allí esperando por el resto. Con una sonrisa amistosa, quise entablar conversación:
- ¡Hola! ¿Tú también has venido por lo de la guerra? - El hombre me miró sin decir una palabra, como si me estuviera analizando. ¿Le conocía de algo? Sinceramente, lo dudaba. - Que tipo más raro... - Murmuré, al tiempo que buscaba otro sitio donde sentarme yo también, preferiblemente lejos de aquel tío. "¿Dónde estará Syxel, a todas estas?" Pensé, con la mirada perdida en el cielo.
- Resumen Meln:
- Comer y dirigirme al punto de reunion (tras un pequeño despiste). Llegar y ver a Amaiar, pero no consigo entablar una conversación así que me siento también.
Alexandra Silvercat
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Akuma no mi
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Guerras. Aquello con lo que pretendía acabar desde su misma raíz. Un evento en la historia de la humanidad que nunca significaba nada bueno para ninguna de las partes, ni siquiera la victoriosa y sus numerosas bajas. ¿Cómo podía alguien llamar a este enfrentamiento entre seres humanos una "guerra santa", una "cruzada"? Según Azrael, no es la primera ni la última vez que se toman las armas por una causa "noble", "justa" o "divina", y aquello me ponía algo nerviosa. ¿Estaría en el bando adecuado? ¿Era siquiera adecuado participar?
Bueno, pues había tomado la decisión: sí que debía participar, y debía terminar con aquello lo antes posible, dando todo lo que estuviera de mi mano. Debían haber sacrificios, eso lo tenía asumido, pero me aseguraría de que fueran los menos posibles, y de cargar con su peso yo para que no tuvieran que sufrirlo otros. Al fin y al cabo, tampoco será la primera vez que tome una vida entre mis manos...
Arrojé frustrada la peluca a un lado de la cama. Aún no terminaba de decidir si llevarla o no a esta ocasión, pues mostrar misericordia era algo que se le daba mejor a mi faceta empática, sin embargo eso también significaba arriesgarme a mostrar otras emociones contraproducentes... Me llevé las manos a la cara, suspirando. ¿Cómo había pasado todo aquello?
Comenzó con mi llegada a la isla, tras pasar unas semanas ponderando cómo debía mostrarme ante aquella guerra civil. Tras oír hablar de las diferentes facciones, acabé decidiéndome por apoyar a Balt, los supuestamente "buenos" que peleaban por la paz y su sagrada causa. No es que me fiara mucho de sus verdaderas intenciones (al fin y al cabo mi propia religión había dado signos de corrupción con anterioridad, y si ella no se había librado, esta seguramente tampoco), pero me pareció el menor de los males por elegir. Si debía ayudar a la balanza a decantarse por un lado, este debía ser el de Balt, para bien o mal.
Tras la introducción de alguien que parecía ser importante (tal vez una gobernadora o líder espiritual o algo así) y un banquete en nuestro honor, eventos a los cuales había asistido con mi ropa coloquial y peluca puesta aunque manteniendo las distancias, pude aclarar un par de dudas que tenia. La más importante: había hecho bien en inmiscuirme en la guerra de Sideros. Balt tenía una fuerza militar envidiable, posiblemente incluso comparable o superior a la del Gobierno. Si ganaban la guerra por su cuenta, tal vez se convirtieran luego en enemigos del WG, enemigos duros de roer. Pero si prestaba mi apoyo y demostraba mi valía... Eso de la "ascención" sonaba a que me convertiría en alguien influyente. Tal vez pudiera evitar los roces de Balt con el Gobierno si actuaba como diplomática, no podría saberlo hasta que lo intentara.
Tras la cálida bienvenida, no tardé demasiado en encontrar la habitación con mi nombre, dentro de la cual encontré el uniforme que debía llevar puesto para identificarme como soldado de Balt (aunque tampoco podía fiarme de que todos los que llevaran uno puesto fueran aliados) y mi cama. El resto... ya lo he contado.
Así que bien, ahí me encontraba, frustrada e indecisa. Lo cierto es que me encantaría poder dormir un poco, pero la ansiedad me mantenía en velo y no podía conciliar el sueño aunque quisiese, así que decidí salir a tomar un poco el aire, ver mejor la ciudad, y en resumen explorar la que a partir de entonces sería mi nueva isla-hogar temporal.
Bueno, pues había tomado la decisión: sí que debía participar, y debía terminar con aquello lo antes posible, dando todo lo que estuviera de mi mano. Debían haber sacrificios, eso lo tenía asumido, pero me aseguraría de que fueran los menos posibles, y de cargar con su peso yo para que no tuvieran que sufrirlo otros. Al fin y al cabo, tampoco será la primera vez que tome una vida entre mis manos...
Arrojé frustrada la peluca a un lado de la cama. Aún no terminaba de decidir si llevarla o no a esta ocasión, pues mostrar misericordia era algo que se le daba mejor a mi faceta empática, sin embargo eso también significaba arriesgarme a mostrar otras emociones contraproducentes... Me llevé las manos a la cara, suspirando. ¿Cómo había pasado todo aquello?
Comenzó con mi llegada a la isla, tras pasar unas semanas ponderando cómo debía mostrarme ante aquella guerra civil. Tras oír hablar de las diferentes facciones, acabé decidiéndome por apoyar a Balt, los supuestamente "buenos" que peleaban por la paz y su sagrada causa. No es que me fiara mucho de sus verdaderas intenciones (al fin y al cabo mi propia religión había dado signos de corrupción con anterioridad, y si ella no se había librado, esta seguramente tampoco), pero me pareció el menor de los males por elegir. Si debía ayudar a la balanza a decantarse por un lado, este debía ser el de Balt, para bien o mal.
Tras la introducción de alguien que parecía ser importante (tal vez una gobernadora o líder espiritual o algo así) y un banquete en nuestro honor, eventos a los cuales había asistido con mi ropa coloquial y peluca puesta aunque manteniendo las distancias, pude aclarar un par de dudas que tenia. La más importante: había hecho bien en inmiscuirme en la guerra de Sideros. Balt tenía una fuerza militar envidiable, posiblemente incluso comparable o superior a la del Gobierno. Si ganaban la guerra por su cuenta, tal vez se convirtieran luego en enemigos del WG, enemigos duros de roer. Pero si prestaba mi apoyo y demostraba mi valía... Eso de la "ascención" sonaba a que me convertiría en alguien influyente. Tal vez pudiera evitar los roces de Balt con el Gobierno si actuaba como diplomática, no podría saberlo hasta que lo intentara.
Tras la cálida bienvenida, no tardé demasiado en encontrar la habitación con mi nombre, dentro de la cual encontré el uniforme que debía llevar puesto para identificarme como soldado de Balt (aunque tampoco podía fiarme de que todos los que llevaran uno puesto fueran aliados) y mi cama. El resto... ya lo he contado.
Así que bien, ahí me encontraba, frustrada e indecisa. Lo cierto es que me encantaría poder dormir un poco, pero la ansiedad me mantenía en velo y no podía conciliar el sueño aunque quisiese, así que decidí salir a tomar un poco el aire, ver mejor la ciudad, y en resumen explorar la que a partir de entonces sería mi nueva isla-hogar temporal.
- Resumen Balt:
- Explicar por qué estoy aquí, comer evitando a la gente, ir a mi cuarto a tener una crisis psicológica y salir a explorar
Ivan Markov
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Olisqueó el ambiente y alzó el rostro, con una mirada carga de emoción contenida. Podía percibir el ansia guerrera de aquellas gentes, y eso sólo hacía entrar en ebullición a su sangre de cazador. Observó el lugar con una mezcla de curiosidad y desconfianza, pues parecía una especie de gigantesco coliseo natural. Hasta tenían público y todo... ¿es que iban a ponerlos a prueba peleando contra algo? Desde luego con lo que había oído de aquella nación, no le extrañaría... era exactamente el motivo por el que había ido a aquel lugar. El joven noble iba vestido con una larga capa de viaje con capucha, bajo la cual llevaba un chaleco negro, una camisa blanca, pantalones marrones y botas. A diferencia de como acostumbraba, no llevaba guantes puestos, y con la mano derecha sujetaba un petate con pinta de pesado, pero que él llevaba sin esfuerzo. La luz solar le molestaba como de costumbre, pero al ir con la capa evitaba la exposición directa. Aun así era una auténtica molestia tener que depender de la ausencia de sol para combatir al tope de sus fuerzas, y además la excesiva luminosidad le resultaba desagradable.
De repente escuchó un sonido pesado en la lejanía, mientras el suelo retumbaba. Parecía que se acercaba algo... y era grande, muy grande. Se puso alerta y desenvainó a Valak, la daga que le había regalado Galia. Presentía que algo no iba bien... y efectivamente, segundos después algo enorme cayó en el centro de la plaza. Viéndolo venir, Ivan se agazapó y clavó la daga en el suelo, evitando que la onda de choque lo derribara, aunque su potencia lo abrumó y le quitó la capucha. Durante un momento la luz solar lo deslumbró, pero no tardó en acostumbrarse. En su forma humana al menos era capaz de soportarla aceptablemente bien. Arrancó la daga y se levantó ágilmente, observando a la enorme bestia humanoide que se alzaba en el centro de la plaza. ¿Era eso lo que debían matar para probar su valía? Entonces el ser comenzó a hablar, y Ivan se encontró comulgando con la palabras de aquel tipo. Esbozó una sonrisa salvaje y fiera, y volvió a envainar Valak mientras escuchaba su discurso. Aquel hombre tenía el poder y el alma de un cazador... era alguien con quien estaría dispuesto a colaborar. Al menos mientras no tuviese suficiente poder para destruirlo, claro está. Observó con placer cómo destrozaba a aquel tipo y esbozó una mueca de hambre al captar el aroma de la sangre recién derramada. Y entonces, tras su declaración, guerreros de aspecto animal brutalizado comenzaron a saltar entre ellos. Ivan observó a los que cayeron cerca suya con una mueca de desprecio... un simple depredador nunca podría igualar a un cazador. A sus ojos eran más presas algo más fuertes.
- Escoria...
Dejó caer el petate. Notaba desde hacía un rato a su cazador interior gritando por salir, exigiendo a rugidos sangre. Y en aquel momento, su ansia estaba en su punto más álgido... y entonces, la liberó en una poderosa onda de Voluntad. El suelo se quejó y quebró bajo su poder, y el propio aire vibró con la intensidad de su presencia, al tiempo que su piel palidecía y su pelo se volvían blanco plateado. Al instante notó un aguijonazo de auténtico dolor por toda su piel expuesta al sol, pero no vaciló. La euforia de la caza podía más que aquello. Sus manos se recubrieron en un aura azul, y sus dedos fueron alargados por garras de energía, y al instante siguiente, "desapareció." No era realmente que lo hubiera hecho, si no que simplemente iba demasiado rápido. Apareció a la espalda de uno de los soldados, en pose como si acabase de atacar, y así era. Sin esperar a ver si habría logrado cortarle, siguió avanzando de guerrero en guerrero, tratando de destrozarlos con sus Garras del Cazador. En aquel momento estaba en pleno éxtasis, totalmente dominado por su espíritu guerrero. En medio de su frenesí, apareció frente a uno de los soldados y se lanzó directo a por él tratando de atravesarle el pecho con la mano. Si lo lograba, le sacaría el corazón por la herida y lo mordería, bebiendo la sangre directamente del mismo.
De repente escuchó un sonido pesado en la lejanía, mientras el suelo retumbaba. Parecía que se acercaba algo... y era grande, muy grande. Se puso alerta y desenvainó a Valak, la daga que le había regalado Galia. Presentía que algo no iba bien... y efectivamente, segundos después algo enorme cayó en el centro de la plaza. Viéndolo venir, Ivan se agazapó y clavó la daga en el suelo, evitando que la onda de choque lo derribara, aunque su potencia lo abrumó y le quitó la capucha. Durante un momento la luz solar lo deslumbró, pero no tardó en acostumbrarse. En su forma humana al menos era capaz de soportarla aceptablemente bien. Arrancó la daga y se levantó ágilmente, observando a la enorme bestia humanoide que se alzaba en el centro de la plaza. ¿Era eso lo que debían matar para probar su valía? Entonces el ser comenzó a hablar, y Ivan se encontró comulgando con la palabras de aquel tipo. Esbozó una sonrisa salvaje y fiera, y volvió a envainar Valak mientras escuchaba su discurso. Aquel hombre tenía el poder y el alma de un cazador... era alguien con quien estaría dispuesto a colaborar. Al menos mientras no tuviese suficiente poder para destruirlo, claro está. Observó con placer cómo destrozaba a aquel tipo y esbozó una mueca de hambre al captar el aroma de la sangre recién derramada. Y entonces, tras su declaración, guerreros de aspecto animal brutalizado comenzaron a saltar entre ellos. Ivan observó a los que cayeron cerca suya con una mueca de desprecio... un simple depredador nunca podría igualar a un cazador. A sus ojos eran más presas algo más fuertes.
- Escoria...
Dejó caer el petate. Notaba desde hacía un rato a su cazador interior gritando por salir, exigiendo a rugidos sangre. Y en aquel momento, su ansia estaba en su punto más álgido... y entonces, la liberó en una poderosa onda de Voluntad. El suelo se quejó y quebró bajo su poder, y el propio aire vibró con la intensidad de su presencia, al tiempo que su piel palidecía y su pelo se volvían blanco plateado. Al instante notó un aguijonazo de auténtico dolor por toda su piel expuesta al sol, pero no vaciló. La euforia de la caza podía más que aquello. Sus manos se recubrieron en un aura azul, y sus dedos fueron alargados por garras de energía, y al instante siguiente, "desapareció." No era realmente que lo hubiera hecho, si no que simplemente iba demasiado rápido. Apareció a la espalda de uno de los soldados, en pose como si acabase de atacar, y así era. Sin esperar a ver si habría logrado cortarle, siguió avanzando de guerrero en guerrero, tratando de destrozarlos con sus Garras del Cazador. En aquel momento estaba en pleno éxtasis, totalmente dominado por su espíritu guerrero. En medio de su frenesí, apareció frente a uno de los soldados y se lanzó directo a por él tratando de atravesarle el pecho con la mano. Si lo lograba, le sacaría el corazón por la herida y lo mordería, bebiendo la sangre directamente del mismo.
- Resumen (Los de Zal deberíais leerlo):
- - Pensamientos varios
- Uso de haki del rey (despertado), agrietando el terreno cercano a mi y tratando de afectar a toda la gente cercana.
- Paso a forma completa y comienzo a atacar a gran velocidad a los guerreros bestiales.
- cosas usadas:
- - Haki del rey
- Garras del Cazador [Manual Aura de aceros]: Con esta técnica Ivan imbuye sus manos y dedos en un aura cortante azul que se alarga unos veinte centímetros al final de estos en forma de garras, capaz de cortar hierro.
- Fuerza x16, Velocidad x20, Agilidad x22, Reflejos x22 (estarían reducidas en un 50% por ser de día. Dado que la velocidad de carrera del humano medio es de 20 km/h, aun así me movería a unos 200 km/h)
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Una figura observaba el discurso de aquella persona. Se hallaba escondido entre las personas de aquel lugar y junto a él había otras dos personas de su mismo equipo. Dicho hombre parecía medir unos dos metros. Sus cabellos castaños podían verse con facilidad y llevaba los brazos al descubierto. En su rostro podía verse una máscara de zorro blanco, la cual solo dejaba ver sus pardos ojos. Portaba una armadura de tirantes, unos guanteletes terminados en cuchillas y un enorme espadón metido en una funda a su espalda. En la cintura llevaba sus machetes y en la rodilla su pistola. En los pies llevaba unas sandalias. Aquel tipo parecía sacado de una película de ninjas futuristas, pero claramente no iba a permitir que viesen su rostro de ninguna forma. También llevaba una especie de mochila negra y en el pecho algunas medallas al mérito de la marina.
El demonio de la niebla estuvo callado durante aquella cena, la cual no probó. Cogió trozos sueltos de comida y los metió en la mochila para después. No pensaba mostrar su rostro ni comiendo. El oficial ya sabía que Dranser tenía que haberse puesto en marcha y su equipo no iba a tardar. El objetivo estaba bastante claro. Investigar sobre aquel bando antes de ayudarles, por si no eran lo que aparentaban ser. Una vez les dijeron que tenían que irse a habitaciones distintas frunció el ceño de forma disimulada. Cuando terminó la cena se acercó al demonio blanco con calma y le habló en un tono serio.
- Ve a tu habitación, ponte el uniforme y reúnete conmigo en la puerta de la mía. Avisa a Osuka de esto.
Una vez dijo aquello, Krauser se retiró a su habitación. El ex almirante entró y se colocó aquel uniforme por debajo de la armadura. Una vez lo hubo hecho se preparó. Dejó su Den Den Mushi en el bolsillo del pantalón y se ajustó las fundas de sus armas. Debía de estar listo para lo que iba a formarse. Salió al pasillo y se quedó frente a su puerta con los brazos cruzados. Era el momento de iniciar una investigación nocturna por los alrededores de aquella isla. El diablo sabía que eso suponía riesgo, pero le daba lo mismo tener que luchar con toda la isla al mismo tiempo si era necesario. El poder de su niebla le bastaba para ello. En todo momento llevaba su máscara puesta.
El demonio de la niebla estuvo callado durante aquella cena, la cual no probó. Cogió trozos sueltos de comida y los metió en la mochila para después. No pensaba mostrar su rostro ni comiendo. El oficial ya sabía que Dranser tenía que haberse puesto en marcha y su equipo no iba a tardar. El objetivo estaba bastante claro. Investigar sobre aquel bando antes de ayudarles, por si no eran lo que aparentaban ser. Una vez les dijeron que tenían que irse a habitaciones distintas frunció el ceño de forma disimulada. Cuando terminó la cena se acercó al demonio blanco con calma y le habló en un tono serio.
- Ve a tu habitación, ponte el uniforme y reúnete conmigo en la puerta de la mía. Avisa a Osuka de esto.
Una vez dijo aquello, Krauser se retiró a su habitación. El ex almirante entró y se colocó aquel uniforme por debajo de la armadura. Una vez lo hubo hecho se preparó. Dejó su Den Den Mushi en el bolsillo del pantalón y se ajustó las fundas de sus armas. Debía de estar listo para lo que iba a formarse. Salió al pasillo y se quedó frente a su puerta con los brazos cruzados. Era el momento de iniciar una investigación nocturna por los alrededores de aquella isla. El diablo sabía que eso suponía riesgo, pero le daba lo mismo tener que luchar con toda la isla al mismo tiempo si era necesario. El poder de su niebla le bastaba para ello. En todo momento llevaba su máscara puesta.
- Miembro de Balt [Resumen]:
- Tomar comida en la mochila durante la cena, ir con el rostro tapado, reunir al peloton de la quimera frente a la habitación de Krauser.
Eichi Tsukasa
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Uno, dos, tres... No, no había caso alguno; me encontraba demasiado agitado para poder tranquilizar mi mente por el momento. Cerré el puño con fuerza y golpeé la pared, ocasionado un pequeño ruido al colisionar con el duro material. Suspiré cansadamente y me eché en lo que sería mi cama durante mi estadía en Balt. Guerra... tal parece que esa palabra me perseguiría durante un buen tiempo. Primero, con la situación de Péndragon; segundo, lo que estaba sucediendo en este país. No tenía motivación alguna para unirme a este conflicto... pero no podía negar que me identificaba con las personas de Síderos. Eso sí, mi elección hubiera sido otra aparte de Balt, pero hubieron razones que impidieron que llevara a cabo mi cometido. La principal... Alice Branwen. Por un demonio, ¿acaso sabía en lo que se estaba metiendo? Ella era demasiado inocente para ser expuesta a cosas como la guerra, por lo que no tuve otra opción que unirme a aquella facción para mantener un ojo en ella.
Suspiré nuevamente y me levanté de la cama, pensando en todo lo sucedido estos últimos días. Lo cierto era: Balt en verdad sabía como tratar a sus invitados. Un banquete y parada militar... no había estado en una situación así desde que escapé de Péndragon. Luego de eso, se nos permitió libertad para hacer lo que quisiéramos. Ya sea conocernos mejor entre nosotros o hablar con las autoridades políticas y militares... Cosa que no hice, la verdad. A penas se marchó la reina, comí algo, guardé sobras en mi mochila para después y me fui a la recamara que se mi asignó. No tenía ganas de hablar con nadie, tampoco es que pudiera por mi personalidad, de todas formas. Seguía enfadado con Alice por unirse a una guerra que no le involucraba, por lo que, una vez que me cercioré que se encontraba bien, me retiré a mis aposentos.
"Y aquí me encuentro", me dije a mi mismo. Pasé una mano por mi cabellera rojiza y suspiré. No tenía nada que hacer por el momento, tan solo pensar en cosas y más cosas, sobre todo en la situación de Balt. De las cinco facciones, era una de las más militarizadas, así como una de las más "bondadosas". Ja, bufé ante ese pensamiento. En una guerra no había bandos ni buenos ni malos, tan solo un vencedor y ganador. Al fin y al cabo, cosas como esas no valían nada una vez que terminase la batalla, en resumen era natural que desconfiase de mi facción, especialmente de la reina. Si... realmente me había convertido en alguien cínico con el pasar de los días. Quería culpar a Akashi por mi cambio de personalidad... pero no lo hice. Incluyo yo sabía que era el propio mundo que estaba haciendo que replanteara mi visión de la realidad. Blanco, negro... Cosas así tenían poco significado para mí últimamente.
"Ya da igual, por el momento haré algo productivo". Estiré mis brazos, salí de la habitación y activé en Kenbunshoku para detectar las presencias más cercanas a mi alrededor. Noté que una se dirigía se alejaba de la zona de los camarotes, a lo que arqueé un ceja y me encogí de hombros de hombros. Suspiré, coloqué mis manos en el bolsillo y decidí seguir el ejemplo de esa presencia, o sea salir de esa zona, tal vez ir a la ciudad a recorrer. El recuerdo de cierta albina me distrajo, pero lo ignoré. Tenían el DDM por cualquier situación, además ella podía cuidarse por si misma. Con eso en mente, puse marcha en dirección a la ciudad para explorar lo que Balt tenía que ofrecer.
Suspiré nuevamente y me levanté de la cama, pensando en todo lo sucedido estos últimos días. Lo cierto era: Balt en verdad sabía como tratar a sus invitados. Un banquete y parada militar... no había estado en una situación así desde que escapé de Péndragon. Luego de eso, se nos permitió libertad para hacer lo que quisiéramos. Ya sea conocernos mejor entre nosotros o hablar con las autoridades políticas y militares... Cosa que no hice, la verdad. A penas se marchó la reina, comí algo, guardé sobras en mi mochila para después y me fui a la recamara que se mi asignó. No tenía ganas de hablar con nadie, tampoco es que pudiera por mi personalidad, de todas formas. Seguía enfadado con Alice por unirse a una guerra que no le involucraba, por lo que, una vez que me cercioré que se encontraba bien, me retiré a mis aposentos.
"Y aquí me encuentro", me dije a mi mismo. Pasé una mano por mi cabellera rojiza y suspiré. No tenía nada que hacer por el momento, tan solo pensar en cosas y más cosas, sobre todo en la situación de Balt. De las cinco facciones, era una de las más militarizadas, así como una de las más "bondadosas". Ja, bufé ante ese pensamiento. En una guerra no había bandos ni buenos ni malos, tan solo un vencedor y ganador. Al fin y al cabo, cosas como esas no valían nada una vez que terminase la batalla, en resumen era natural que desconfiase de mi facción, especialmente de la reina. Si... realmente me había convertido en alguien cínico con el pasar de los días. Quería culpar a Akashi por mi cambio de personalidad... pero no lo hice. Incluyo yo sabía que era el propio mundo que estaba haciendo que replanteara mi visión de la realidad. Blanco, negro... Cosas así tenían poco significado para mí últimamente.
"Ya da igual, por el momento haré algo productivo". Estiré mis brazos, salí de la habitación y activé en Kenbunshoku para detectar las presencias más cercanas a mi alrededor. Noté que una se dirigía se alejaba de la zona de los camarotes, a lo que arqueé un ceja y me encogí de hombros de hombros. Suspiré, coloqué mis manos en el bolsillo y decidí seguir el ejemplo de esa presencia, o sea salir de esa zona, tal vez ir a la ciudad a recorrer. El recuerdo de cierta albina me distrajo, pero lo ignoré. Tenían el DDM por cualquier situación, además ella podía cuidarse por si misma. Con eso en mente, puse marcha en dirección a la ciudad para explorar lo que Balt tenía que ofrecer.
- Resumen, Miembro de Balt:
- Eichi sale de su habitación y sigue el ejemplo de la presencia que sintió (Alexandra), por lo que pone en marcha en dirección a la ciudad para poder explorar.
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El rubio se llevó una cucharada de aquel potaje de garbanzos y arroz a la boca. Masticó despacio notando el sabor calentito en su boca y después mordió un trozo de pan que tenía en su mano izquierda. Mucha gente estaba allí reunida y él por el momento mantenía una sonrisa amable mientras se alimentaba. El desfile no le había llamado mucho la atención, pero aquellos alimentos estaban deliciosos. Iban a ser sus aliados, era normal que les tratasen como debían ser. El marine no se lo pensó y se sirvió un refresco de limón en su vaso, justo para después darle un enorme trago. Parecía estar solo, pero a su lado había una espectacular rubia. Se trataba de la capitana Misa, a la cual había decidido llevarse a su lado en todo momento. Si los marines estaban unidos, todo podía salir bien independientemente de lo que pasara.
Xemnas portaba una camiseta negra de manga larga, un chaleco verde acolchado y una capa blanca en la que ponía su rango. No pensaba cargarla todo el tiempo, pues eso podía ser malo para él y no quería que dicha capa se le enganchase en un ventilador gigante o algo así. Tan solo quería dejar se rango desde el principio. Pudo ver que uno de sus compañeros estaba en la cena, el otro Vice-almirante, Danio. Trató de saludarle varias veces con la mano, pero no se fijó si éste le había visto. Entonces fue cuando tomó un trozo de pollo y lo masticó. Sentía una sensación de felicidad recorrerle por estar comiendo así. De hecho, le pasó otro de aquellos muslos a Misa y le dedicó una sonrisa delante de toda la mesa.
- Abre la boquita… aaaaaaa….
Si aquello funcionaba se lo daría, de lo contrario continuaría comiendo. Ya después de la cena, dijeron que tenían que ir a sus habitaciones. Él le dijo a Misa que esperase en la suya y que luego él iría a visitarla. Cuando Death entró en su cuarto, se quitó aquella capa incómoda y se colocó el uniforme por encima de la camiseta negra, pero por debajo del chaleco. De todas formas podía verse a la perfección. En la frente llevaba un protector de hierro con el símbolo de la marina y a su espalda una funda donde ocultaba su arma. El rubio entonces sonrió de lado y salió de la habitación. No tardó mucho en llegar a la de su chica y abrir la puerta con toda la calma del mundo.
- Buenas noches, servicio de limpieza. Me temo que he de repasar los armarios y el suelo, señorita. – Dijo bromeando para después dedicarle una sonrisa amable.
Xemnas portaba una camiseta negra de manga larga, un chaleco verde acolchado y una capa blanca en la que ponía su rango. No pensaba cargarla todo el tiempo, pues eso podía ser malo para él y no quería que dicha capa se le enganchase en un ventilador gigante o algo así. Tan solo quería dejar se rango desde el principio. Pudo ver que uno de sus compañeros estaba en la cena, el otro Vice-almirante, Danio. Trató de saludarle varias veces con la mano, pero no se fijó si éste le había visto. Entonces fue cuando tomó un trozo de pollo y lo masticó. Sentía una sensación de felicidad recorrerle por estar comiendo así. De hecho, le pasó otro de aquellos muslos a Misa y le dedicó una sonrisa delante de toda la mesa.
- Abre la boquita… aaaaaaa….
Si aquello funcionaba se lo daría, de lo contrario continuaría comiendo. Ya después de la cena, dijeron que tenían que ir a sus habitaciones. Él le dijo a Misa que esperase en la suya y que luego él iría a visitarla. Cuando Death entró en su cuarto, se quitó aquella capa incómoda y se colocó el uniforme por encima de la camiseta negra, pero por debajo del chaleco. De todas formas podía verse a la perfección. En la frente llevaba un protector de hierro con el símbolo de la marina y a su espalda una funda donde ocultaba su arma. El rubio entonces sonrió de lado y salió de la habitación. No tardó mucho en llegar a la de su chica y abrir la puerta con toda la calma del mundo.
- Buenas noches, servicio de limpieza. Me temo que he de repasar los armarios y el suelo, señorita. – Dijo bromeando para después dedicarle una sonrisa amable.
- Miembro de Balt [Resumen]:
- Comer, saludar a Danio sin saber si me ha visto, "jugar" con Misa en la cena con los muslos de pollo, cambiarme de uniformee ir al cuarto de misa fingiendo ser de la limpieza (?)
Ai Nanasaki
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”Todo está por decidirse” – pensó con calma. Todos los sucesos, todas las posibles mentiras, traiciones y otras cosas, estaban por desvelarse. ¿Qué significaría todo eso? Era lista y supo que la historia de la isla era cuanto menos… Turbia y oscura. ”Aunque no estoy aquí para ayudarles, al menos, no al principio” – se iba diciendo mientras escuchaba todo el discurso. Su rostro iba tapado con una máscara de gato y sus dos espadas estaban en su espalda. Vestía, además, con una camiseta corta y sin mangas. Terminaba su aspecto un pantalón largo y unas botas. Escuchó las palabras de Krauser y asintió en silencio. Se acercó, con cierto disimulo, a Osuka.
– Reúne todo lo necesario – apenas susurraba para que él escuchara. – Nos juntaremos en la habitación de nuestro líder. Vamos.
No había comido nada, no por no tener hambre, sino para evitar que vieran su rostro. Aunque, se llevó el plato y un vaso de agua a su habitación. Una vez se aseguró de que nadie la había seguido, apoyada siempre en su mantra, entró y empezó a comer con rapidez. La comida era simplemente… Deliciosa. Una vez acabó, dejó el plato y el vaso debajo de la cama, agarró el uniforme y se lo puso por sobre sus ropas. ”Es horrible…” – se vio ante un espejo y si… Era bastante horrible. Aunque había notado el inmenso ejército que Balt tenía en su poder. ”Dudo que alguien pudiera hacerle frente a eso” – suspiró con calma y se dispuso a salir. No tenía muy claro si Krauser iba a apoyarlos o, finalmente, tendrían que luchar contra todos y cada uno de ellos. ”Pase lo que pase, no dudaré y confiaré en él.” – se dio una suave bofetada y empezó a caminar.
– Siento la tardanza – dijo una vez llegó donde su hermano. – Esconden muchos secretos, hermanito, tendremos que ir con cuidado – había algo que no la convencía del todo, pero su instinto de historiadora le decía que las cosas no eran color de rosas. – ¿Qué haremos? – Le preguntó. Habló siempre en susurros, solo para que él y, si es que ya había llegado, Osuka escucharan. Seguramente, Dranser ya estaría haciendo de las suyas en el otro bando, pero antes… Ella quería saber a qué se iban a enfrentar y cómo pensaban encontrar a Vader. Estaba bastante segura que ese psicópata iba a estar aquí.
– Reúne todo lo necesario – apenas susurraba para que él escuchara. – Nos juntaremos en la habitación de nuestro líder. Vamos.
No había comido nada, no por no tener hambre, sino para evitar que vieran su rostro. Aunque, se llevó el plato y un vaso de agua a su habitación. Una vez se aseguró de que nadie la había seguido, apoyada siempre en su mantra, entró y empezó a comer con rapidez. La comida era simplemente… Deliciosa. Una vez acabó, dejó el plato y el vaso debajo de la cama, agarró el uniforme y se lo puso por sobre sus ropas. ”Es horrible…” – se vio ante un espejo y si… Era bastante horrible. Aunque había notado el inmenso ejército que Balt tenía en su poder. ”Dudo que alguien pudiera hacerle frente a eso” – suspiró con calma y se dispuso a salir. No tenía muy claro si Krauser iba a apoyarlos o, finalmente, tendrían que luchar contra todos y cada uno de ellos. ”Pase lo que pase, no dudaré y confiaré en él.” – se dio una suave bofetada y empezó a caminar.
– Siento la tardanza – dijo una vez llegó donde su hermano. – Esconden muchos secretos, hermanito, tendremos que ir con cuidado – había algo que no la convencía del todo, pero su instinto de historiadora le decía que las cosas no eran color de rosas. – ¿Qué haremos? – Le preguntó. Habló siempre en susurros, solo para que él y, si es que ya había llegado, Osuka escucharan. Seguramente, Dranser ya estaría haciendo de las suyas en el otro bando, pero antes… Ella quería saber a qué se iban a enfrentar y cómo pensaban encontrar a Vader. Estaba bastante segura que ese psicópata iba a estar aquí.
- Miembro de Balt {Resumen}:
- Escuchar el discurso, comer en su habitación, prepararse para lo peor, reunirse con Krauser.
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Benditas almejas fuera del mar. Kasai devoraba las almejas de la mesa como si no hubiese un mañana. Eran demasiado deliciosas para ser ciertas. El toque a perejil era perfecto y por supuesto, no iba a dudar en comérselas todas si los demás no lo hacían los otros. En todo momento llevaba sus gafas de Sol, su chaqueta de cuero, sus armas y más de veinte cargadores repartidos por zonas del cuerpo. El miembro del Saigo adoraba ir vestido de aquella forma. En sus interiores escuchaba la voz de su compañero de caza decirle algunas cosas.
- “Te lo he dicho mil veces, capullo. Son mucho mejores las setas rojas. Las almejas tienen forma pecaminosa y hacer mal en comerlas de esa forma”
- Déjame comer… yo no me meto con tus alas blancas, que son muy feas. Negras quedarían mucho mejor y sin necesidad de ser corrupto…
Aquellos dos discutían sin parar sobre tonterías y eso siempre podía hacer pensar a los demás que Kasai estaba loco. Principalmente porque solo podían escucharlo a él. Fue entonces cuando la líder de aquel asunto se iba. El cazador activó su poder especial y decidió mirar su alma para ver si de verdad era pura. También echó un vistazo a todo su alrededor. Para de esa forma saber si estaba rodeado de buena gente. El tipo de la máscara de zorro y la chica de la máscara de gato parecían tener un aura justa. Verde con matices azulados, eso era bueno. Su compañero Xemnas y… ¿Qué cojones hacía Misa allí? Ignoró a esos dos y continuó comiendo almejas mientras observaba a los demás.
Cuando terminó la comida, el cazador se dirigía a paso calmado hacia su habitación. Una vez entró se colocó el uniforme por debajo de su chaqueta de cuero, la cual iba abierta para que se le viera bien. Salió al pasillo, pues había dormido todo el viaje. Se quedó mirando alrededor y se cruzó de brazos al mismo tiempo que soltaba un enorme suspiro. Estaba un poco solo allí y debía localizar a Nostariel cuanto antes. Se rascó un momento uno de sus dientes para quitarse un poco de resto de almeja y después tosió un poco.
- Bueno, creo que es el momento de ir mirando el alma de la gente. – Dijo en voz baja para después caminar por aquel lugar con ambas manos en los bolsillos.
- “Te lo he dicho mil veces, capullo. Son mucho mejores las setas rojas. Las almejas tienen forma pecaminosa y hacer mal en comerlas de esa forma”
- Déjame comer… yo no me meto con tus alas blancas, que son muy feas. Negras quedarían mucho mejor y sin necesidad de ser corrupto…
Aquellos dos discutían sin parar sobre tonterías y eso siempre podía hacer pensar a los demás que Kasai estaba loco. Principalmente porque solo podían escucharlo a él. Fue entonces cuando la líder de aquel asunto se iba. El cazador activó su poder especial y decidió mirar su alma para ver si de verdad era pura. También echó un vistazo a todo su alrededor. Para de esa forma saber si estaba rodeado de buena gente. El tipo de la máscara de zorro y la chica de la máscara de gato parecían tener un aura justa. Verde con matices azulados, eso era bueno. Su compañero Xemnas y… ¿Qué cojones hacía Misa allí? Ignoró a esos dos y continuó comiendo almejas mientras observaba a los demás.
Cuando terminó la comida, el cazador se dirigía a paso calmado hacia su habitación. Una vez entró se colocó el uniforme por debajo de su chaqueta de cuero, la cual iba abierta para que se le viera bien. Salió al pasillo, pues había dormido todo el viaje. Se quedó mirando alrededor y se cruzó de brazos al mismo tiempo que soltaba un enorme suspiro. Estaba un poco solo allí y debía localizar a Nostariel cuanto antes. Se rascó un momento uno de sus dientes para quitarse un poco de resto de almeja y después tosió un poco.
- Bueno, creo que es el momento de ir mirando el alma de la gente. – Dijo en voz baja para después caminar por aquel lugar con ambas manos en los bolsillos.
- Miembro de Balt [Resumen]:
- Mirar el alma de la reina para ver si es buena, mala o neutral. Mirar la de los guardias y demás usuarios.
- Para todos:
- Todos los que han estado en la cena, pido que por MP me dejen el color de su aura para saberlo sin liarla mucho por aquí. Verde bueno, azul neutral, negro malo.
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El ácido sabor del vinagre en aquellas setas hizo al agente del gobierno soltar un pequeño quejido en mitad de la comida. Estaba emocionado por participar en aquel enorme evento, pero debía admitir que probar alimentos nuevos no era su preferencia. Estaba totalmente solo, pues no conocía a nadie de los que allí había salvo a Kasai y Xemnas. Ellos eran de otra madera y estaba seguro que tendrían sus propios objetivos, por lo que no pensaba molestarles. Estuvo alimentándose bastante bien, sobretodo de hidratos de carbono y carne. Necesitaba energía y por su parte pensaba quedarse a dormir en cuanto terminase todo. Fue entonces cuando la supuesta líder se colocó en pie y se fue. El chico rubio mostró una sonrisa amable y lo siguiente que hizo fue tratar de irse a su habitación también.
Cuando llegó se desnudó por completo y se puso el uniforme de Balt, quedando con él puesto. Le gustaba mucho el diseño y lo único que llevaba encima a parte de su DDM, era un taco de villar de color azul que portaba en su espalda. El lobo se rascó un poco el brazo y acto seguido salió por la puerta para buscar algo de agua. Entonces notó un olor conocido y empezó a seguirlo despacio con intención de saber de quién se trataba. No tardó en llegar hasta aquel pelirrojo que había conocido en Arabasta. Se notaba algo cambiado, más alto y fuerte. No llegaba al metro con noventa como él, pero eso no le importaba. Sonrió de forma amable y trató de colocar su mano derecha en el hombro de aquel chico. Activó su mantra por si acaso y mostró una sonrisa amigable.
- Hola, Eichi ¿Cómo le va a mi criminal favorito? – Mencionó guiñándole el ojo.
Era una broma, pero de todas formas quería saber cómo estaba.
Cuando llegó se desnudó por completo y se puso el uniforme de Balt, quedando con él puesto. Le gustaba mucho el diseño y lo único que llevaba encima a parte de su DDM, era un taco de villar de color azul que portaba en su espalda. El lobo se rascó un poco el brazo y acto seguido salió por la puerta para buscar algo de agua. Entonces notó un olor conocido y empezó a seguirlo despacio con intención de saber de quién se trataba. No tardó en llegar hasta aquel pelirrojo que había conocido en Arabasta. Se notaba algo cambiado, más alto y fuerte. No llegaba al metro con noventa como él, pero eso no le importaba. Sonrió de forma amable y trató de colocar su mano derecha en el hombro de aquel chico. Activó su mantra por si acaso y mostró una sonrisa amigable.
- Hola, Eichi ¿Cómo le va a mi criminal favorito? – Mencionó guiñándole el ojo.
Era una broma, pero de todas formas quería saber cómo estaba.
- Miembro de Balt [Resumen]:
- Ponerme el uniforme completo, seguir a Eichi y entablar conversación con él.
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Estaba simplemente… Anonadada ante tanta belleza y lujo. Además, el desfile había sido algo encantador. Muchas de las cosas que estaban ahí, por pequeñas que eran, le hacían sacar una sonrisa infantil y que sus ojos brillaran. Por mucho que supiera la situación a la que se enfrentaban, por mucho que supiera que iba a estallar una guerra en nada… Le era imposible no maravillarse ante tanta belleza y esplendor. Todo el poderío de Balt iban a ser sus aliados y eso explicaba, en parte, porque eran los que tenían cierta ventaja. Además, los habían recibido con una cena y estaba increíble y, por si fuera poco, estaba siempre acompañada, con sus manos entrelazadas, junto a Xemnas. Aquel dulce chico que le sacaba más de un suspiro y una sonrisa boba.
Abrió la boca y dejó que le diera de aquella deliciosa. Saboreó un poco y luego se sirvió un refresco de frutilla. Es como si no le importara que todos supieran que estaban juntos, pero era la verdad. Con él muchas cosas dejaban de prestarle algún interés. ”Aunque…” – no le había apartado la mirada a la reina en ningún momento. ”¿Por qué no puedo fiarme de ella?” – sus palabras, su forma de actuar o algo más hacían que la joven capitana dudara de ella. Trató de encontrar alguna razón, pero le era algo casi imposible. Sabía que iba a descubrir la verdad en breves, pero desde lo ocurrido en aquella extraña isla del sur, que nada le parecía real. ¿Quién no afirmaba que estaban en un sueño? ¿Quién podía asegurar que ni siquiera habían salido con vida? Las palabras de Xemnas la sacaron de sus pensamientos.
– Sí, vicealmirante. – Le dijo con una sonrisa. Agarró un poco más de comida y refrescos de varios sabores y se fue a su habitación. Una vez en ella, se empezó a cambiar de ropa. Iba con… Pocas cosas, la verdad. Sobre una mesita descansaban unos guantes y unas botas especiales que había recibido por parte de Aslaug. Se quitó la sudadera marrón para quedar, única y exclusivamente, con un top azulado. Aprovechó y se sacó aquel pantalón negro que la estaba incomodando. Abrió su mochila y sacó una polera roja y unos pantalones cortos azulados; sobre su atuendo, se colocó el uniforme de Balt. Quedó descalza, ya se pondría las botas en otra ocasión y se tumbó en la cama. Esperando a que su chico llegara.
– Tiene mi permiso, señor. – Le respondió a Xemnas con una suave sonrisa en su rostro.
Se levantó de la cama y aprovechó de cerrar la puerta con pestillo, no quería que nadie los molestara hasta la mañana siguiente. Lo abrazó con calma y le dio un suave beso en sus labios. Duró un par de minutos y luego se separó. Se tumbó en la cama y le hizo un espacio al vicealmirante. ”Nada mejor que dormir con él antes de una guerra” – con él se sentía bastante más segura que sola.
– Solo te pediré una cosa, Xemnas – le dijo con una sonrisa. – No nos separemos bajo ningún concepto – suspiró con tranquilidad. – ¿Confías en la reina, Xemnas? – Le preguntó con cierta…. Intranquilidad en su voz. Se acomodó en la cama y esperaría a que él se acostara… Iba a ser el único momento para estar con él de aquella forma antes de ir a la guerra.
Abrió la boca y dejó que le diera de aquella deliciosa. Saboreó un poco y luego se sirvió un refresco de frutilla. Es como si no le importara que todos supieran que estaban juntos, pero era la verdad. Con él muchas cosas dejaban de prestarle algún interés. ”Aunque…” – no le había apartado la mirada a la reina en ningún momento. ”¿Por qué no puedo fiarme de ella?” – sus palabras, su forma de actuar o algo más hacían que la joven capitana dudara de ella. Trató de encontrar alguna razón, pero le era algo casi imposible. Sabía que iba a descubrir la verdad en breves, pero desde lo ocurrido en aquella extraña isla del sur, que nada le parecía real. ¿Quién no afirmaba que estaban en un sueño? ¿Quién podía asegurar que ni siquiera habían salido con vida? Las palabras de Xemnas la sacaron de sus pensamientos.
– Sí, vicealmirante. – Le dijo con una sonrisa. Agarró un poco más de comida y refrescos de varios sabores y se fue a su habitación. Una vez en ella, se empezó a cambiar de ropa. Iba con… Pocas cosas, la verdad. Sobre una mesita descansaban unos guantes y unas botas especiales que había recibido por parte de Aslaug. Se quitó la sudadera marrón para quedar, única y exclusivamente, con un top azulado. Aprovechó y se sacó aquel pantalón negro que la estaba incomodando. Abrió su mochila y sacó una polera roja y unos pantalones cortos azulados; sobre su atuendo, se colocó el uniforme de Balt. Quedó descalza, ya se pondría las botas en otra ocasión y se tumbó en la cama. Esperando a que su chico llegara.
– Tiene mi permiso, señor. – Le respondió a Xemnas con una suave sonrisa en su rostro.
Se levantó de la cama y aprovechó de cerrar la puerta con pestillo, no quería que nadie los molestara hasta la mañana siguiente. Lo abrazó con calma y le dio un suave beso en sus labios. Duró un par de minutos y luego se separó. Se tumbó en la cama y le hizo un espacio al vicealmirante. ”Nada mejor que dormir con él antes de una guerra” – con él se sentía bastante más segura que sola.
– Solo te pediré una cosa, Xemnas – le dijo con una sonrisa. – No nos separemos bajo ningún concepto – suspiró con tranquilidad. – ¿Confías en la reina, Xemnas? – Le preguntó con cierta…. Intranquilidad en su voz. Se acomodó en la cama y esperaría a que él se acostara… Iba a ser el único momento para estar con él de aquella forma antes de ir a la guerra.
- Miembro de Balt {Resumen}:
- Maravillarse de todas las cosas, comer de la cena, llevarse un poco de comida y refrescos a su habitación. Hablar con Xemnas y hacerle espacio en su cama.
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Comía, comía, comía... Era todo un espectáculo ver como platos de postres se apilaban a mi lado, pero eso no importaba. Por supuesto, comí un poco de los otros alimentos saludables que habían repartidos por allí, pero no eran mi objetivo principal. De todas formas, no estaba comiendo con las ganas que debería tener... y todo por culpa de ese pelirrojo idiota. Dejé de comer al pensar en él e inflé mis mofletes en señal de molestia. Joder, hasta hace solo unos años atrás ella era la que debía protegerlo de la gente que quería lastimarlo. Ella no era un niña pequeña, y no necesitaba protección alguna. Él no sabía por lo que había pasado, por lo que no podía recriminarme nada. Me quejé en voz baja; no, no debía pensar así de mi amigo, pero eso no quería decir que no me sentía algo frustrado con él, aunque tampoco era su culpa. Eichi había cambiado, y mucho. El pensaba que yo no entendía el verdadero concepto del mundo... pero se equivocaba; luego de lo sucedido el campo de concentración, había abandonado cualquier visión inocente que pudiera tener de la realidad.
Suspiré con fuerza y aparté los platos de mi; perdí el apetito luego de pensar en aquellas cosas, aunque me guardé algunos alimentos en mi mochila para después por si los necesitaba. No tenía intención alguna de conversar con las figuras que se encontraban por allí. Conocía a poca gente, como Xemnas y Misa, pero no quería ir a interrumpirlos. Ir a hablar con figuras políticas y militares estaba completamente descartado, simplemente no confiaba en ellos, tampoco en la reina. Debido a todo lo que aconteció en mi hogar, y luego lo sucedido en ese maldito campo, había ganado un profundo rencor a los nobles o personas de posiciones similares. En fin... viendo que no tengo nada mas que hacer por aquí, iré a recostarme un poco en mi recamara.
Llegué a mi habitación, y tuve que parpadear al ver el tamaño de esta. Era genial, ni siquiera en mi antiguo hogar tenía una pieza de este estilo. En la cama se encontraba el uniforme femenino de Balt, y debía admitir que tenían buen gusto, aunque ver esa ropa... Me recordaba del porqué me encontraba en Síderos. Una guerra... sabía que siendo parte de la Cipher Pol, pronto tendría que luchar en batallas de ese tipo, pero no esperaba que sería tan pronto. Debía crecer como persona, y esa situación era la indicada. Asentí, decidida, y me coloqué el uniforme. Luego, até mi cabello en una cola de caballo con un listón negro que tenía en mi bolso. Mi vi en el espejo y salí de la habitación con el objetivo de explorar un poco el lugar. Mientras caminaba, pude notar un olor familiar. Me acerqué y, al ver de quien se trataba, sonreí.
– Hola, Kasai-kun. No sabía que también te encontrabas metido en esto – le saludé con una cálida sonrisa, aunque tenía sentido. Como empleado del gobierno, era normal que estuviera en situaciones así.
Suspiré con fuerza y aparté los platos de mi; perdí el apetito luego de pensar en aquellas cosas, aunque me guardé algunos alimentos en mi mochila para después por si los necesitaba. No tenía intención alguna de conversar con las figuras que se encontraban por allí. Conocía a poca gente, como Xemnas y Misa, pero no quería ir a interrumpirlos. Ir a hablar con figuras políticas y militares estaba completamente descartado, simplemente no confiaba en ellos, tampoco en la reina. Debido a todo lo que aconteció en mi hogar, y luego lo sucedido en ese maldito campo, había ganado un profundo rencor a los nobles o personas de posiciones similares. En fin... viendo que no tengo nada mas que hacer por aquí, iré a recostarme un poco en mi recamara.
Llegué a mi habitación, y tuve que parpadear al ver el tamaño de esta. Era genial, ni siquiera en mi antiguo hogar tenía una pieza de este estilo. En la cama se encontraba el uniforme femenino de Balt, y debía admitir que tenían buen gusto, aunque ver esa ropa... Me recordaba del porqué me encontraba en Síderos. Una guerra... sabía que siendo parte de la Cipher Pol, pronto tendría que luchar en batallas de ese tipo, pero no esperaba que sería tan pronto. Debía crecer como persona, y esa situación era la indicada. Asentí, decidida, y me coloqué el uniforme. Luego, até mi cabello en una cola de caballo con un listón negro que tenía en mi bolso. Mi vi en el espejo y salí de la habitación con el objetivo de explorar un poco el lugar. Mientras caminaba, pude notar un olor familiar. Me acerqué y, al ver de quien se trataba, sonreí.
– Hola, Kasai-kun. No sabía que también te encontrabas metido en esto – le saludé con una cálida sonrisa, aunque tenía sentido. Como empleado del gobierno, era normal que estuviera en situaciones así.
- Miembro de Balt, Resumen:
- Alice come, va a su alcoba sin hablar con nadie y luego se encuentra con Kasai.
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Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de aquel luchador. Zero estaba ansioso por entrar en aquella fortaleza de magma ardiendo. Quería liarse a golpes con toda la gente que tenía a su alrededor, pero en ese momento pensó que lo mejor era mantenerse relajado y conseguir toda la información posible. Tal vez lo que pudiese averiguar en aquel sitio interesase a Ivan de alguna forma. Su mirada era sádica y se estaba fijando en el tipo que no tenía brazo. Tenía cierto interés en él. Después de una serie de largos minutos avanzando, el cazador empezaba a cansarse bastante, y soltaba quejas por el camino mientras fruncía el ceño.
- Oe oe ¿Qué da mucho?
Preguntaba mientras soltaba algunos suspiros. Llevaba puesto un kimono de combate de color negro con el emblema del Zan Nin Na, el estilo de lucha de su padre y ahora suyo. Sus manos estaban cubiertas por un guantelete eléctrico y otro de escarcha. A su espalda poseía una mochila con el resto de sus armas y algo de dinero. También poseía comida y su Den den mushi. El luchador finalmente llegó con el resto a una enorme sala en la que tomó asiento. Cerró los ojos despacio y se quedó mirando a aquel hombre. El chico se había asegurado de sentarse lo más cerca posible de aquel hombre por su lado derecho. Cuando empezó a hablar, simplemente guardó silencio y escuchó todo lo que dijo.
Zero se colocó aquel colgante en forma de engranaje y después de unos momentos se quedó callado. Él no pensaba irse todavía, quería quedarse un poco más en aquella enorme sala de reuniones con el supuesto líder. Debía admitir que el sitio era enorme y pensaba usar el poder de su fruta para moverse, o de lo contrario se tiraría años para ver todo. Soltó un enorme bostezo que inundó toda la sala y después de unos momentos se remangó un poco. Se acarició el pendiente que tenía en su oreja y después le habló al líder con un tono tranquilo.
- En caso de batalla ¿Cuál es su estilo de combate, señor? Tengo cierto interés por la forma de luchar de la gente de Sarka. – Su sonrisa era siniestra en todo momento. Algo le decía que allí no luchaban a puño desnudo como él.
- Oe oe ¿Qué da mucho?
Preguntaba mientras soltaba algunos suspiros. Llevaba puesto un kimono de combate de color negro con el emblema del Zan Nin Na, el estilo de lucha de su padre y ahora suyo. Sus manos estaban cubiertas por un guantelete eléctrico y otro de escarcha. A su espalda poseía una mochila con el resto de sus armas y algo de dinero. También poseía comida y su Den den mushi. El luchador finalmente llegó con el resto a una enorme sala en la que tomó asiento. Cerró los ojos despacio y se quedó mirando a aquel hombre. El chico se había asegurado de sentarse lo más cerca posible de aquel hombre por su lado derecho. Cuando empezó a hablar, simplemente guardó silencio y escuchó todo lo que dijo.
Zero se colocó aquel colgante en forma de engranaje y después de unos momentos se quedó callado. Él no pensaba irse todavía, quería quedarse un poco más en aquella enorme sala de reuniones con el supuesto líder. Debía admitir que el sitio era enorme y pensaba usar el poder de su fruta para moverse, o de lo contrario se tiraría años para ver todo. Soltó un enorme bostezo que inundó toda la sala y después de unos momentos se remangó un poco. Se acarició el pendiente que tenía en su oreja y después le habló al líder con un tono tranquilo.
- En caso de batalla ¿Cuál es su estilo de combate, señor? Tengo cierto interés por la forma de luchar de la gente de Sarka. – Su sonrisa era siniestra en todo momento. Algo le decía que allí no luchaban a puño desnudo como él.
- Miembro de Sarka [Resumen]:
- Quejarse por el camino, mirar a todos, sentarse a la derecha del lider, lo máximo permitido y quedarse en la sala haciendo preguntas.
Ban Midou IV
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El mafioso caminaba despacio por aquel sitio lleno de magma y ambiente volcánico. En su rostro podía verse una seriedad considerable. Se sentía como en casa, pues podía tirarse a los mares de lava y salir como si nada. El poder de su fruta le encantaba en aquel tipo de situaciones. El pensar que podía quemar todo lo que se moviese y él salir perfecto era tentador, pero nadie de los que había allí le había hecho nada malo. En todo momento iba junto a Meneror. Esperaba que nadie le alzase la voz al líder de su actual mafia o tendría que liarse a cortes con todo el mundo. No tenía miedo a echarle huevos a nadie. Se rascó un momento la frente y continuó caminando junto a los demás. Aquel tipo sin brazo parecía ser alguien importante a juzgar por su forma de hablar.
Pudo escuchar a Zero quejarse un poco ¿De qué lo conocía? Tuvo la mala suerte de cruzárselo en Arabasta hacía unos meses. En ese momento no le supuso un reto y pudo derrotarlo de un golpe, pero esta vez parecía más fuerte. No parecía haberse dado cuenta de su presencia. Aquello era mejor para su persona. Ban entonces soltó un pequeño suspiro. Vestía con una camisa blanca de manga larga, unos pantalones negros y unos elegantes zapatos. Portaba un total de tres fundas por su cuerpo, donde poseía sus preciosas armas. Se relamió despacio y por fin llegaron a aquella enorme sala con la mesa en forma de U. Él se sentaría a la derecha de Meneror y aguardaría en silencio mientras mantenía ambas manos en los bolsillos.
- Yo cubriré las espaldas…
Le susurró a su líder al mismo tiempo que cerraba los ojos y se ajustaba las gafas de Sol. Activó el haki de observación para estar atento a todo lo que pudiese pasar y se mantuvo en silencio. Cuando aquel hombre terminó de hablar les dieron unos colgantes, el cual se puso sin rechistar. Algunos abandonaban la sala, otros se quedaban, como aquel chico musculoso que ahora preguntaba el estilo de combate de aquel hombre. Ban se mantuvo en silencio y atento a lo que hiciera su líder. Según lo que hiciera él, lo seguiría o simplemente cumpliría alguna misión que le mandase.
- “Esto empieza a ponerse interesante” – Se dijo así mismo en un pensamiento fugaz.
A continuación, dejó su mano derecha en la funda de Azazel, acariciándola con cuidado mientras mantenía sus ojos cerrados y sus sentidos alerta en la reunión. Su experiencia le decía que no había que fiarse en las primeras horas. A lo mejor luego se tranquilizaba un poco, pero por el momento estaría alerta.
Pudo escuchar a Zero quejarse un poco ¿De qué lo conocía? Tuvo la mala suerte de cruzárselo en Arabasta hacía unos meses. En ese momento no le supuso un reto y pudo derrotarlo de un golpe, pero esta vez parecía más fuerte. No parecía haberse dado cuenta de su presencia. Aquello era mejor para su persona. Ban entonces soltó un pequeño suspiro. Vestía con una camisa blanca de manga larga, unos pantalones negros y unos elegantes zapatos. Portaba un total de tres fundas por su cuerpo, donde poseía sus preciosas armas. Se relamió despacio y por fin llegaron a aquella enorme sala con la mesa en forma de U. Él se sentaría a la derecha de Meneror y aguardaría en silencio mientras mantenía ambas manos en los bolsillos.
- Yo cubriré las espaldas…
Le susurró a su líder al mismo tiempo que cerraba los ojos y se ajustaba las gafas de Sol. Activó el haki de observación para estar atento a todo lo que pudiese pasar y se mantuvo en silencio. Cuando aquel hombre terminó de hablar les dieron unos colgantes, el cual se puso sin rechistar. Algunos abandonaban la sala, otros se quedaban, como aquel chico musculoso que ahora preguntaba el estilo de combate de aquel hombre. Ban se mantuvo en silencio y atento a lo que hiciera su líder. Según lo que hiciera él, lo seguiría o simplemente cumpliría alguna misión que le mandase.
- “Esto empieza a ponerse interesante” – Se dijo así mismo en un pensamiento fugaz.
A continuación, dejó su mano derecha en la funda de Azazel, acariciándola con cuidado mientras mantenía sus ojos cerrados y sus sentidos alerta en la reunión. Su experiencia le decía que no había que fiarse en las primeras horas. A lo mejor luego se tranquilizaba un poco, pero por el momento estaría alerta.
- Miembro de Sarka [Resumen]:
- Ir junto a Meneror en todo momento, susurrarle cosas (?) mantenerse en guardia con el haki mantra activado y sentado a la derecha de donde se siente Meneror.
Ryuken Shirou
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Fruncí el ceño mientras esperaba tocar tierra en algún momento. Síderos... ni yo sabía porqué había decidido a unirme a este conflicto, pero suponía que podía ser por mi enfermedad. Desde que me uní a la revolución, he estado buscando por mar y tierra alguna cura, pero hasta no he tenido resultado alguno. En fin, la atmósfera del lugar no aportaba en nada a su estado de ánimo. Las aguas eran completamente oscuras, y además olía bastante mal. Antes que pudiera seguir pensando, me di cuenta que habíamos llegado a una especie de montaña rodeada de un pantano. Los gases éste se mezclan con las emisiones de la propia ciudad generando una capa de polución que ha tapado parte de la luz del sol, dándole a todo, si cabe, un aspecto más tétrico. Suspiré y negué con la cabeza; ya decía que era mala idea venir hasta acá, pero ya no podía retractarme.
Finalmente, desembarcamos en un puerto alrededor de una especie de cueva. Me encogí de hombros y bajé del barco, con cuidado para no pisar mal en alguna parte. Estiré mis músculos y miré a mi alrededor, para ver si veía algo de interés, pero no tuve suerte alguna, por lo que me crucé de brazos esperando a que alguien viniera por nosotros. Meln... Normalmente no me uniría a una facción como ésta, pero lo hice por dos razones. Una, porque puede que su reputación sea exagerada y no sean malas del todo; y dos, simplemente fue porque una cura a su enfermedad podía encontrarse en sitios como éste, o eso creía. No tenía idea de temas como estos. Suspiré y, por el rabillo del ojo, observé una figura familiar; ese pelo de color rosa era inconfundible. Arqueé una ceja, sorprendido a ver a alguien como ella mezclada entre gentuza como nosotros, pero cada uno tiene una razón de estar, a fin de cuentas.
Intenté acercarme a la pelirrosa, pero justo apareció lo que, al parecer, sería nuestro guía por la isla. Era una chica, y vistía un elegante vestido de tonos negros y morados con delicados bordados blancos, su cabello era negro y liso como una noche sin luna, su piel pálida como el papel, y sus ojos de un tono anaranjado. Parpadeé sorprendido al verla llegar; ni siquiera me había dado cuenta de su presencia, es más, podría jurar que no había nadie allí hasta hace poco. Entrecerré mis ojos y, mientras hablaba, me acerqué a mi compañera revolucionaria.
– Hola, Galia – le susurré en un tono bajo para que los demás no escuchasen. Mientras esperaba respuesta de la mujer, esperaba atento a las palabras de la pelinegra. Si... Meln estaba haciendo honor a su reputación, y ya me estaba dando un mal rollo todo esto, aunque me sentía un poco aliviado al tener a una compañera a mi lado. Ante eso, pausé un poco, luego una sonrisa pequeña apareció en mi rostro. Si, en verdad estaba cambiando mi opinión de los demás humanos... en parte. Seguía desconfiando de los ajenos, pero al menos Dranser y Galia le habían probado que igual existía gente buena en este mundo, por lo que poco a poco iba cambiando.
Finalmente, desembarcamos en un puerto alrededor de una especie de cueva. Me encogí de hombros y bajé del barco, con cuidado para no pisar mal en alguna parte. Estiré mis músculos y miré a mi alrededor, para ver si veía algo de interés, pero no tuve suerte alguna, por lo que me crucé de brazos esperando a que alguien viniera por nosotros. Meln... Normalmente no me uniría a una facción como ésta, pero lo hice por dos razones. Una, porque puede que su reputación sea exagerada y no sean malas del todo; y dos, simplemente fue porque una cura a su enfermedad podía encontrarse en sitios como éste, o eso creía. No tenía idea de temas como estos. Suspiré y, por el rabillo del ojo, observé una figura familiar; ese pelo de color rosa era inconfundible. Arqueé una ceja, sorprendido a ver a alguien como ella mezclada entre gentuza como nosotros, pero cada uno tiene una razón de estar, a fin de cuentas.
Intenté acercarme a la pelirrosa, pero justo apareció lo que, al parecer, sería nuestro guía por la isla. Era una chica, y vistía un elegante vestido de tonos negros y morados con delicados bordados blancos, su cabello era negro y liso como una noche sin luna, su piel pálida como el papel, y sus ojos de un tono anaranjado. Parpadeé sorprendido al verla llegar; ni siquiera me había dado cuenta de su presencia, es más, podría jurar que no había nadie allí hasta hace poco. Entrecerré mis ojos y, mientras hablaba, me acerqué a mi compañera revolucionaria.
– Hola, Galia – le susurré en un tono bajo para que los demás no escuchasen. Mientras esperaba respuesta de la mujer, esperaba atento a las palabras de la pelinegra. Si... Meln estaba haciendo honor a su reputación, y ya me estaba dando un mal rollo todo esto, aunque me sentía un poco aliviado al tener a una compañera a mi lado. Ante eso, pausé un poco, luego una sonrisa pequeña apareció en mi rostro. Si, en verdad estaba cambiando mi opinión de los demás humanos... en parte. Seguía desconfiando de los ajenos, pero al menos Dranser y Galia le habían probado que igual existía gente buena en este mundo, por lo que poco a poco iba cambiando.
- Miembro de Meln, Resumen:
- Acercarse a Galia y caminar junto a ella hacia donde nos lleve la pelinegra.
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Kotaro avanzaba despacio junto al resto de personas por aquel terrible lugar. El sudor caía por su rostro debido al calor que tenía, pero ante todo tenía una sonrisa en su rostro. Aquel asesino a sueldo estaba allí para poder ganar todo el dinero posible o de paso mejorar sus armas de alguna forma. El tema de la fama también le interesaba, por lo que debía esforzarse al máximo. Su diversión también era algo importante y por ello esperaba poder pasarlo bien de alguna forma. Se relamió unos momentos y soltó un suspiro de alivio cuando estuvieron dentro de la base. Se fijó en que había personas conocidas, como Meneror, el mafioso de los cien millones o incluso otras personas de poder considerable. Él se mantuvo alejado del resto en todo momento, teniendo una sonrisa para todo aquel que se acercase.
Surfer vestía con una traje negro similar a los de los agentes del gobierno, una camisa blanca por dentro, elegantes zapatos y un sombrero de tamaño considerable. Tenía sus armas ocultas en el interior de su chaqueta. Al ser bastante alto podía ocultar algunas de tamaño medio. En sus manos había unos guantes blancos. Fue caminando tranquilamente con el resto hasta que llegaron a aquella enorme sala. Se sentó algo alejado de los demás y bajó su sombrero para tapar su rostro. En ese momento activó el poder de su fruta, tratando de detectar los miedos del líder y de los hombres que había en aquella sala. Una gota de sudor le bajó por la cabeza cuando vio que cierto luchador tenía miedo a perder musculatura. Malditos egocéntricos de gimnasio, eso no tenía sentido. De todas formas se mantuvo a su bola.
Cuando aquel hombre terminó de hablar, el moreno recibió un colgante que dejó en su mano derecha mientras observaba la situación. Entonces se colocó en pie e hizo una reverencia en general para todos los que estaban en aquella sala.
- Debo agradecer la hospitalidad y la explicación de todo. Espero que todos nos llevemos muy bien y podamos colaborar como un equipo. Con vuestro permiso, me retiro a dormir… Buenas noches a todos…
Una vez dijo aquello, puso una mirada bastante seria, casi parecía fulminar a todos con ella pese a su amabilidad. Kotaro entonces se dirigió a las habitaciones de invitados como les había dicho aquel hombre. Trataría de tumbarse en una cama, bajar el sombrero para tapar su rostro y permanecer alerta unos momentos.
Surfer vestía con una traje negro similar a los de los agentes del gobierno, una camisa blanca por dentro, elegantes zapatos y un sombrero de tamaño considerable. Tenía sus armas ocultas en el interior de su chaqueta. Al ser bastante alto podía ocultar algunas de tamaño medio. En sus manos había unos guantes blancos. Fue caminando tranquilamente con el resto hasta que llegaron a aquella enorme sala. Se sentó algo alejado de los demás y bajó su sombrero para tapar su rostro. En ese momento activó el poder de su fruta, tratando de detectar los miedos del líder y de los hombres que había en aquella sala. Una gota de sudor le bajó por la cabeza cuando vio que cierto luchador tenía miedo a perder musculatura. Malditos egocéntricos de gimnasio, eso no tenía sentido. De todas formas se mantuvo a su bola.
Cuando aquel hombre terminó de hablar, el moreno recibió un colgante que dejó en su mano derecha mientras observaba la situación. Entonces se colocó en pie e hizo una reverencia en general para todos los que estaban en aquella sala.
- Debo agradecer la hospitalidad y la explicación de todo. Espero que todos nos llevemos muy bien y podamos colaborar como un equipo. Con vuestro permiso, me retiro a dormir… Buenas noches a todos…
Una vez dijo aquello, puso una mirada bastante seria, casi parecía fulminar a todos con ella pese a su amabilidad. Kotaro entonces se dirigió a las habitaciones de invitados como les había dicho aquel hombre. Trataría de tumbarse en una cama, bajar el sombrero para tapar su rostro y permanecer alerta unos momentos.
- Miembro de Sarka [Resumen]:
- Entrar, hablar a todos los de la sala, irme a una habitacion de invitados a tumbarme en una cama pero sin estar dormido.
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Las venas de la frente de aquella persona se hincharon al contemplar lo que había pasado. Esa maldita cosa había matado a un tipo que no pudo resistir aquella onda, que a él le había hecho cosquillas. Drake frunció el ceño y trató de calmarse. Llevaba su máscara de Noche, la cual no había usado desde que Karl se la entregó. Aunque el proyecto amanecer ya no existiese, pensaba usarla para mantenerse oculto. Aquello haría que su voz fuese distorsionada y además le protegiera de ciertas sustancias. Vestía con una camiseta negra de manga corta, mostrando unos brazos inhumanos. Sus pectorales casi parecían querer cargarse la ropa y sus abdominales se marcaban de forma exagerada. Tenía unas botas marrones y poseía unos guanteletes de acero en las manos. Parecía estar bastante mosqueado por lo que había pasado y no tardó en hacerse notar.
- ¿Quién te dice a ti que ese chico no podría haber mejorado su fuerza? No oses decidir por la vida de los demás ¡No en mi presencia!
La voz que había salido de aquel hombre había sido bastante grave. En ese momento una oleada de seres fue por las personas que había en aquella zona. Querían ponerles a prueba al parecer, pero el lobo ya estaba mosqueado. Se fijó unos momentos en su hermano Kedra y después apretó los puños con rabia. Soltó un enorme rugido para después desplegar su haki del rey por todo el lugar y tratar de tumbar a los débiles, o al menos a las bestias. Unas alas surgieron de su espalda, las cuales tenían un tono negro. Empezó a levitar despacio hasta mirar a aquella cosa que había asesinado al pobre hombre que no pudo resistir la onda de choque. Si alguna criatura osaba acercarse a él, trataría de reventarle la cabeza de un golpe. Tenía su haki de observación activado y un aura oscura comenzó a rodearle.
- Quiero un combate contra ti, aquí y ahora. Si no quieres débiles en este equipo, deja que veamos si tú eres tan fuerte como dices ¡Enfréntate a la bestia de Hallstat!
Gritó al mismo tiempo que se colocaba en una postura de combate, en la cual mostraba su perfección en las artes marciales. Tenía todos los puntos flacos cubiertos por su musculatura o sus brazos y las piernas en posición de combate. Realmente le había molestado lo que había sucedido nada más llegar a aquel sitio. Él mismo reventaba a marines a golpes para vengar a su maestro, pero eso de matar a una persona por no aguantar un golpe era de cabrones. No pensaba dejarse acobardar por las garras de aquella cosa, pues él también tenía las suyas. Sabía que Kedra le guardaría las espaldas si alguien osaba atacarle a traición o desde un ángulo que no controlase.
- ¿Quién te dice a ti que ese chico no podría haber mejorado su fuerza? No oses decidir por la vida de los demás ¡No en mi presencia!
La voz que había salido de aquel hombre había sido bastante grave. En ese momento una oleada de seres fue por las personas que había en aquella zona. Querían ponerles a prueba al parecer, pero el lobo ya estaba mosqueado. Se fijó unos momentos en su hermano Kedra y después apretó los puños con rabia. Soltó un enorme rugido para después desplegar su haki del rey por todo el lugar y tratar de tumbar a los débiles, o al menos a las bestias. Unas alas surgieron de su espalda, las cuales tenían un tono negro. Empezó a levitar despacio hasta mirar a aquella cosa que había asesinado al pobre hombre que no pudo resistir la onda de choque. Si alguna criatura osaba acercarse a él, trataría de reventarle la cabeza de un golpe. Tenía su haki de observación activado y un aura oscura comenzó a rodearle.
- Quiero un combate contra ti, aquí y ahora. Si no quieres débiles en este equipo, deja que veamos si tú eres tan fuerte como dices ¡Enfréntate a la bestia de Hallstat!
Gritó al mismo tiempo que se colocaba en una postura de combate, en la cual mostraba su perfección en las artes marciales. Tenía todos los puntos flacos cubiertos por su musculatura o sus brazos y las piernas en posición de combate. Realmente le había molestado lo que había sucedido nada más llegar a aquel sitio. Él mismo reventaba a marines a golpes para vengar a su maestro, pero eso de matar a una persona por no aguantar un golpe era de cabrones. No pensaba dejarse acobardar por las garras de aquella cosa, pues él también tenía las suyas. Sabía que Kedra le guardaría las espaldas si alguien osaba atacarle a traición o desde un ángulo que no controlase.
- Miembro de Zal [Resumen]:
- Desafiar al monstruo y liarla con el haki del rey (despertado solo)
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Había que reconocer que esa gente no tenía muy buen gusto a la hora de elegir asentamiento. Arribor contempló los tétricos alrededores, todo roca y humo, con un permanente olor a azufre que se le pegaba a las fosas nasales. La ceniza cubría el mundo como si fuese nieve, casi tapando la luz del sol que llegaba a la isla con un matiz rojizo de lo más siniestro. Las únicas construcciones que alcanzaba a ver parecían enormes fábricas y fundiciones de las que emanaba la luz del fuego que ardía en su interior.
"No. Realmente hay que ser idiota para vivir aquí".
El pirata caminaba acompañado por un grupo formado mayoritariamente por desconocidos. Todos ellos estaban allí por la guerra civil o lo que diablos estuviese cociéndose en esa isla perdida de la mano de Dios, pero a él no podía interesarle menos una guerra ajena. Echó un vistazo a los dos miembros de su banda con los que había acudido a la llamada de Sarka y se planteó si había sido buena idea hacerlo. Su idea era simplemente entrenarlos, conseguir que se volviesen más fuertes, y para ello no había encontrado un método mejor que meterlos de lleno en el conflicto armado más grande que había encontrado. Era el equivalente a enseñar a nadar tirando al aprendiz a un lago. Pero tenía confianza en que saldrían bien parados. Al fin y al cabo, para eso estaba él allí.
Cuando llegaron al castillo y el hombre manco de pelo de piedra les dio la bienvenida, Arribor estuvo a punto de preguntarle si no había un sitio mejor donde situar su castillo. O al menos uno donde no hiciera tanto calor. Incluso él, cocinero experto, se sintió sofocado al pasar por encima del brillante y casi hipnótico foso de lava. Aunque en realidad, el famoso carácter beligerante de aquella gente fue lo que le hizo decidirse por unirse a ellos.
Tras una caminata que se le hizo eterna llegaron por fin a donde tenían que llegar, pero ahí no acabó la cosa. Tuvieron que soportar una molesta y aburrida charla sobre las facciones enfrentadas de la isla y sobre lo importante que era que les ayudasen a ganar. Eso no le interesaba en lo más mínimo, así que se dedicó a... dormir. Se recostó en su asiento, apoyó los pies sobre la mesa y se dejó llevar por el sueño mientras la "clase" que el tipo sin brazo les estaba dando continuaba.
Despertó solo cuando un tipo raro le dio un colgante que parecía sacado de un reloj viejo, supuestamente para que nadie le confundiera con un intruso. "Bah", fue lo único que pensó al respecto antes de metérselo en el bolsillo. No pensaba ponerse esa cosa al cuello. Y con respecto a las habitaciones, ya las vería luego. Su pequeña siesta le había dejado despejado, así que decidió dedicarse a explorar el gran castillo antes de que comenzase la batalla.
-Voy a darme un paseo por este sitio tan feo, no os metáis en líos -les dijo a sus compañeros, sin preocuparse por bajar la voz, y echó a andar por un pasillo al azar. Con suerte encontraría algo con lo que refrescarse. "¿Tendrán máquina de hielo?".
"No. Realmente hay que ser idiota para vivir aquí".
El pirata caminaba acompañado por un grupo formado mayoritariamente por desconocidos. Todos ellos estaban allí por la guerra civil o lo que diablos estuviese cociéndose en esa isla perdida de la mano de Dios, pero a él no podía interesarle menos una guerra ajena. Echó un vistazo a los dos miembros de su banda con los que había acudido a la llamada de Sarka y se planteó si había sido buena idea hacerlo. Su idea era simplemente entrenarlos, conseguir que se volviesen más fuertes, y para ello no había encontrado un método mejor que meterlos de lleno en el conflicto armado más grande que había encontrado. Era el equivalente a enseñar a nadar tirando al aprendiz a un lago. Pero tenía confianza en que saldrían bien parados. Al fin y al cabo, para eso estaba él allí.
Cuando llegaron al castillo y el hombre manco de pelo de piedra les dio la bienvenida, Arribor estuvo a punto de preguntarle si no había un sitio mejor donde situar su castillo. O al menos uno donde no hiciera tanto calor. Incluso él, cocinero experto, se sintió sofocado al pasar por encima del brillante y casi hipnótico foso de lava. Aunque en realidad, el famoso carácter beligerante de aquella gente fue lo que le hizo decidirse por unirse a ellos.
Tras una caminata que se le hizo eterna llegaron por fin a donde tenían que llegar, pero ahí no acabó la cosa. Tuvieron que soportar una molesta y aburrida charla sobre las facciones enfrentadas de la isla y sobre lo importante que era que les ayudasen a ganar. Eso no le interesaba en lo más mínimo, así que se dedicó a... dormir. Se recostó en su asiento, apoyó los pies sobre la mesa y se dejó llevar por el sueño mientras la "clase" que el tipo sin brazo les estaba dando continuaba.
Despertó solo cuando un tipo raro le dio un colgante que parecía sacado de un reloj viejo, supuestamente para que nadie le confundiera con un intruso. "Bah", fue lo único que pensó al respecto antes de metérselo en el bolsillo. No pensaba ponerse esa cosa al cuello. Y con respecto a las habitaciones, ya las vería luego. Su pequeña siesta le había dejado despejado, así que decidió dedicarse a explorar el gran castillo antes de que comenzase la batalla.
-Voy a darme un paseo por este sitio tan feo, no os metáis en líos -les dijo a sus compañeros, sin preocuparse por bajar la voz, y echó a andar por un pasillo al azar. Con suerte encontraría algo con lo que refrescarse. "¿Tendrán máquina de hielo?".
- Resumen [Sarka]:
- Dormirme en la charlita - Irme a pasear por ahí a ver que encuentro
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El lugar donde nos había dejado el barco debía ser una especie de broma, un erial de roca oscura con algunas plantas dispersas. Un ser de estructura algo deforme no comenzó a guiar, entrando en una zona de edificios con altos muros, que debía ser la industria que tanta fama les daba. Dentro de estos parecían estar trabajando sin descanso. Sobre nuestras cabezas, puentes que unían las estructuras a ambos lados, con trasiego continuó de gente como nuestro guía. De momento, no había visto nada que le agradara, esperaba guerreros de verdad. Si había decidido participar con aquella facción era por la fama de su líder como guerrero y adiestrador.
Finalmente llegamos ante la fortaleza, una imponente estructura rodeada de abismo con magma al fondo. Tenía compañeros bastante curiosos, incluido uno con armadura tapándolo por completo. El líder, que parecía un semigigante salió a través de la gran puerta de la fortaleza acompañado de varios guardias de aún más tamaño que él. Con una especie de broma nos hizo pasar dentro, tardamos un buen rato en llegar a la zona donde se nos informaría del estado actual de la contienda. Aquí también nos dieron un colgante con forma de engranaje, al parecer serviría para que no nos tomaran por espías.
Cuando hubo terminado se nos indicó donde estarían nuestras dependencias y por donde se podía acceder al resto del lugar. Había estado suficiente tiempo sentado en el barco, ahora quería algo que hacer, por lo que iría a buscar las zonas de entrenamiento. Quería ver como lo hacían y la disciplina de aquellos soldados. Tendría tiempo más tarde para echar una cabezadita.
Finalmente llegamos ante la fortaleza, una imponente estructura rodeada de abismo con magma al fondo. Tenía compañeros bastante curiosos, incluido uno con armadura tapándolo por completo. El líder, que parecía un semigigante salió a través de la gran puerta de la fortaleza acompañado de varios guardias de aún más tamaño que él. Con una especie de broma nos hizo pasar dentro, tardamos un buen rato en llegar a la zona donde se nos informaría del estado actual de la contienda. Aquí también nos dieron un colgante con forma de engranaje, al parecer serviría para que no nos tomaran por espías.
Cuando hubo terminado se nos indicó donde estarían nuestras dependencias y por donde se podía acceder al resto del lugar. Había estado suficiente tiempo sentado en el barco, ahora quería algo que hacer, por lo que iría a buscar las zonas de entrenamiento. Quería ver como lo hacían y la disciplina de aquellos soldados. Tendría tiempo más tarde para echar una cabezadita.
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Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Instinto
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Saberes
Akuma no mi
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