Roland von Klauswitz
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El kairoseki funcionó algo mejor que los anteriores ataques. Logró herir a la Guardiana y, aunque luego se curó como si nada, tardó más de lo habitual. Quizás había encontrado por fin la horma de su zapato, aunque no tenía ni idea de lo qué era eso. "Por lo menos tenía razón en que el kairoseki le hace daño", se dijo. "Un punto para mí". Claro que contar sus puntos en contra fue bastante descorazonador.
Punto 1: Aunque varios marines y agentes de inteligencia iban llegando a la plaza, seguían sin tener ni idea de cómo enfrentarse a algo que podía sanar sus heridas en cuestión de segundos. Así que lo único que pudo decirles fue que intentasen atacar a la mujer cuando pudieran a ver si algo la hería de forma significativa.
Punto 2: El nuevo recién llegado, el que estaba hablando tanto con Balarad como con Linvana, parecía ser, aunque él esperaba realmente que no lo fuese, el mismísimo Yonko, Dexter Black. Y eso, aun sin tener en cuenta la poderosa presencia que acababa de aparecer junto a él, ya era más que suficiente para que se replantease sus posibilidades de que las cosas salieran bien aquel día tan nefasto.
Punto 3: Un maldito dragón de fuego aparecido de la nada.
Punto 4: Aunque reconocía perfectamente la forma de luchar del ex-almirante Krauser, éste se había puesto de lado del Yonko e incluso le defendió de un ataque.
Punto 5: Para alguien de madera como era Kodama, el dragón de fuego aparecido de la nada, valía por dos.
El marine dejó de contar sus puntos en contra cuando llegó a la parte en la que había gastado casi todas sus tácticas y a todos en la isla le quedaban aparentemente solo unos minutos de vida. Pero al menos la cosa ya no podía ir a peor. Bueno, excepto porque reconoció al pirata Arribor Neus, el salvaje con el que combatió en una ocasión, llegar a la plaza y colarse en el palacio.
¿Y qué hacía él mientras tanto? Revertido a su forma humana, Kodama contemplaba hipnotizado la huella negra que marcaba el lugar donde había impactado la llamarada. ¿Y si aparecía otra? ¿De dónde saldría? Si esa mujer tenía el poder de convocar semejante masa de fuego, tal vez fuera buena idea plantearse la posibilidad de irse a su casa. Lo cierto era que ya no le importaba tanto el destino de Síderos como la posibilidad de acabar convertido en cenizas. Por suerte ya estaba allí el Yonko para negociar con la Guardiana. A ver si así evitaba la destrucción total de la isla.
"Un momento...", pensó. "¿Qué imagen dará la Marina si son un desertor -aunque sea Krauser- y un pirata los que hacen su trabajo?". No es como si la imagen le importase demasiado, pero sería como decirle al mundo que quien velaba por él no eran sino los criminales. Y, desde luego, no podía permitir eso. Iba a poner fin a aquella lucha con... Y entonces volvió a ver las piedras ennegrecidas por las llamas y se lo pensó mejor. "Mejor dejo que el pirata lo intente y ya veremos luego qué pasa".
- Plaza:
- Básicamente, acojonarse por el fuego y dejar que el Yonko intente su truco antes de arriesgarse a quedar calcinado.
Maki
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Maki lo veía todo negro. No veía nada, no oía nada, no olía nada; solo oscuridad, silencio, y vacío. ¿Dónde estaba? ¿Qué hora era? No tenía ni la más remota idea. Lo último que recordaba era haber visto a Raspas y haber decidido que iba a ser su nuevo modelo a seguir. Por aquello de poder romperse y reconstruirse como un rompecabezas y esas cosas. Y en algún momento su cerebro se había apagado completamente. Era algo que le pasaba a veces, no era nada grave. Simplemente su mente decidía que era hora de tomar una siesta y sus neuronas se ponían el pijama y se iban a dormir.
No sabía cuanto rato llevaba así cuando despertó. Lo primero que notó fue el aire frío rozándole la nuca. Fue abriendo los ojos lentamente y vio... ¿la ciudad? Podía ver los edificios derruidos y humeantes, llenos de jugadores que habían perdido la partida y que ahora descansaban hasta que el juego terminase por fin.
"¿Cómo he llegado aquí?", preguntó para sus adentros. No recordaba haberse movido, pero a veces lo hacía incluso cuando su cerebro estaba fuera de cobertura. Aunque nunca había llegado a un lugar tan alto sin darse cuenta. Estaba en el tejado de algún edificio, de uno enorme, de aproximadamente unos 2.000 millones de cuatriplonxes, desde el cual podía verlo todo: el cielo, de un color cada vez más raro y con sabor a tabaco; el humo y el polvo producidos por la batalla, de color rosa y con sabor a tabaco... Pensándolo bien, todo le sabía a tabaco. Y quería más. Iba a tener que buscar a Chuck para pedirle un poco.
Abajo, en una gran plaza, había mucha gente reunida. No reconocía a nadie, pero le pareció distinguir una especie de árbol que se movía. ¿Los árboles podían moverse? Claro que sí, todo el mundo lo sabía. Los raros eran los otros, los que se quedaban siempre quietos. ¿Qué les pasaba a esos tipos?
En cualquier caso, sin importar lo que estuviera pasando allí abajo, no sabía cuándo volvería a tener la posibilidad de subir tan alto, así que hizo lo que todo el mundo haría en su lugar: escupir y luego esconderse.
- Plaza del palacio:
- El cerebro de Maki se apaga y se despierta en lo alto del palacio sin saber cómo ha llegado allí. Y luego escupe hacia la plaza desde arriba
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– Al fin…
Frenó sus pasos mientras veía, con asombro, todo lo que pasaba. ¿En qué líos se estaba metiendo? Suspiró para tratar de calmarse. No tenía que ser un genio, era el ángel el que había estado hablando hace un rato y la que decía que iba a destruir todo a su paso para renacer a Sideros desde las cenizas. ¿Ahí estaría su capitán? Era lo lógico, si había alguien capaz de detenerla, era él. Sintió dos presencias cercanas, no eran especialmente fuertes, pero… ¿Eran enemigos? No es que pudiera confiar en alguien en una guerra, ya tuvo el ejemplo de aquel anciano que huyó sin mirar atrás. Quiso buscarle alguna explicación, pero no encontraba otra que era un maldito cobarde y que no estaba preparado para un enfrentamiento de estas proporciones. Ni siquiera él lo estaba… ”Y me creía fuerte… Que mal chiste” – se dijo mientras caminaba rumbo a esas dos presencias.
– Vaya… – susurró mientras los miraba. Una chica y un chico que estaba… ¿Herido? Por lo que veía, era así. Suspiró con calma y sonrió. – Buenas – dijo mientras alzaba una mano a señal de saludo. Su estado no era tan malo. Salvo que no tenía camiseta y un par de quemaduras, nada grave; sin su camiseta dejaba ver sus dos cicatrices en el pecho y una marca de un corazón en su hombro. Cortesía de Azula. – Soy Ushio y estoy seguro que mi capitán está luchando en estos momentos, voy de camino hacia allá – les dijo con calma. Notaba el ejército blanco luchar contra unas hordas de bestias, pero no le interesaban en lo más mínimo. – ¿Me quieren acompañar? Entendería si no quieren y solo quieren huir de este sitio. Es su elección. – Finalizó con seriedad. No los iba a presionar, pero tampoco le importaría si lo acompañaban o no.
Esperaría sus respuestas e incluso les daría un poco de tiempo para que lo debatieran entre ellos de ser necesario. Si era positiva, solo se dirigía con ellos hacia donde estaba su capitán, sino… Lo haría de todos modos, pero solo. ¿Qué le dirían? ¿Serían enemigos de verdad? Su mantra estaba activado, por si algo pasaba, pero tenía la esperanza que no tuviera que meterse en otra pelea. Tras su combate con el clon de Deathstroke, le estaban quedando pocas energías y las quería usar en caso de que la pelea con Linvana fuera difícil o por si ella no aceptaba lo que Dexter le proponía. La hora final se estaba acercando.
Frenó sus pasos mientras veía, con asombro, todo lo que pasaba. ¿En qué líos se estaba metiendo? Suspiró para tratar de calmarse. No tenía que ser un genio, era el ángel el que había estado hablando hace un rato y la que decía que iba a destruir todo a su paso para renacer a Sideros desde las cenizas. ¿Ahí estaría su capitán? Era lo lógico, si había alguien capaz de detenerla, era él. Sintió dos presencias cercanas, no eran especialmente fuertes, pero… ¿Eran enemigos? No es que pudiera confiar en alguien en una guerra, ya tuvo el ejemplo de aquel anciano que huyó sin mirar atrás. Quiso buscarle alguna explicación, pero no encontraba otra que era un maldito cobarde y que no estaba preparado para un enfrentamiento de estas proporciones. Ni siquiera él lo estaba… ”Y me creía fuerte… Que mal chiste” – se dijo mientras caminaba rumbo a esas dos presencias.
– Vaya… – susurró mientras los miraba. Una chica y un chico que estaba… ¿Herido? Por lo que veía, era así. Suspiró con calma y sonrió. – Buenas – dijo mientras alzaba una mano a señal de saludo. Su estado no era tan malo. Salvo que no tenía camiseta y un par de quemaduras, nada grave; sin su camiseta dejaba ver sus dos cicatrices en el pecho y una marca de un corazón en su hombro. Cortesía de Azula. – Soy Ushio y estoy seguro que mi capitán está luchando en estos momentos, voy de camino hacia allá – les dijo con calma. Notaba el ejército blanco luchar contra unas hordas de bestias, pero no le interesaban en lo más mínimo. – ¿Me quieren acompañar? Entendería si no quieren y solo quieren huir de este sitio. Es su elección. – Finalizó con seriedad. No los iba a presionar, pero tampoco le importaría si lo acompañaban o no.
Esperaría sus respuestas e incluso les daría un poco de tiempo para que lo debatieran entre ellos de ser necesario. Si era positiva, solo se dirigía con ellos hacia donde estaba su capitán, sino… Lo haría de todos modos, pero solo. ¿Qué le dirían? ¿Serían enemigos de verdad? Su mantra estaba activado, por si algo pasaba, pero tenía la esperanza que no tuviera que meterse en otra pelea. Tras su combate con el clon de Deathstroke, le estaban quedando pocas energías y las quería usar en caso de que la pelea con Linvana fuera difícil o por si ella no aceptaba lo que Dexter le proponía. La hora final se estaba acercando.
- Zilda. Elya y Vinnie, leed:
- Hablar con ellos, proponer que lo sigan a la batalla final. Esperar su respuesta.
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La pelirroja observó aquella cosa lanzar espinas y su mente empezó a analizar la situación lo mejor posible. No le sonaba haber visto algo semejante en las islas que había visitado. Tal vez y solo tal vez… Podía servirle para que subiera un pequeño peldaño más o realizar una investigación completa. No pensaba mucho en lo que iba a hacer, pero necesitaba el dinero desesperadamente y por ello miró al pelirrojo despacio. Abrió su boca dejando salir una voz seria y sin sentimiento alguno.
- Necesito llevarme eso, espero que no te importe, Eichi. – Dijo agachando la cabeza en señal de disculpa por meterle en un posible lio.
La pelirroja desenvainó su nueva arma y entonces la movió con fuerza hacia delante, lanzando una potente onda cortante muy bien medida que iba justo a la zona de donde debían estar las raíces. Quería terminar de un solo corte sin dañarla mucho, nada más hacerlo se mantuvo callada observando la situación y soltando un leve suspiro. Si lo había logrado pasaría a recogerla despacio, si no se mantendría en guardia. Tosió un poco entonces y después se limpió el sudor de la frente mientras mantenía sus rojizos ojos en aquella cosa. Un ligero temblor asoló su mano, pero decidió despertar de su estado al menos un poco.
- No puedo dejarme caer aun…
- Necesito llevarme eso, espero que no te importe, Eichi. – Dijo agachando la cabeza en señal de disculpa por meterle en un posible lio.
La pelirroja desenvainó su nueva arma y entonces la movió con fuerza hacia delante, lanzando una potente onda cortante muy bien medida que iba justo a la zona de donde debían estar las raíces. Quería terminar de un solo corte sin dañarla mucho, nada más hacerlo se mantuvo callada observando la situación y soltando un leve suspiro. Si lo había logrado pasaría a recogerla despacio, si no se mantendría en guardia. Tosió un poco entonces y después se limpió el sudor de la frente mientras mantenía sus rojizos ojos en aquella cosa. Un ligero temblor asoló su mano, pero decidió despertar de su estado al menos un poco.
- No puedo dejarme caer aun…
- Milena y Eichi:
- Tratar de cortar la planta de raiz de una onda cortante y tratar de llevarmela si es posible, si no mirar.
Anon K. Noah
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- ...aaaaaaaaaaAAAAAAAAAAH! - Terminé mi insulto al llegar al final del puñetero túnel.
Aterricé en algo blandito que amortiguó el golpe indudable que hubiera recibido de lo contrario. Eso era bueno.
Pero detrás mío llegaron Syxel y Amaiar, quienes a su vez aterrizaron en mi cuerpo. Eso era malo.
Tirado en el suelo y sujetándome el estómago (uno de aquellos desgraciados me había golpeado justo ahí en su aterrizaje), intenté coger aire varias veces mientras me arrastraba para alejarme de los cabestros antes de que terminaran definitivamente con mi vida. Aquel no era mi día de suerte, eso estaba claro.
Entre lágrimas, pude ver a una figura junto a nosotros, aunque no la reconocí del todo. Parecía una... ¿niña pequeña? O al menos eso llegué a entrever por el fino hueco entre mis párpados luchando por mantenerse abiertos.
- Menuda forma más estúpida de morir. - Dijo alguien, seguramente aquella niña. No estaba en situación de plantearme por qué había una niña al final de aquel nefasto medio de transporte. Lo que sí me preguntaba (aparte de a quién tenía que echar la culpa de mi dolor) era dónde carajos nos había llevado el túnel de viento.
Tras respirar hondo un par de veces, conseguí recuperar la compostura (y el aliento), poniéndome en pie con dificultades. Miré a mi alrededor, pero no veía ya a aquella niña, supuse que debía de haberse ido a algún lado. Lo que sí vi fueron edificios. Muchos. Y podía escuchar el inconfundible griterío de la batalla, oler el aroma de la sangre no era difícil, y... y notaba mi piel muy reseca. ¡Puto túnel! ¡¿Tenía que ser de viento?! Me quedaba una cantimplora de agua llena, después de ella... estaría en apuros si me volvía a deshidratar. Por suerte el efecto no fue tan grande comparado con cuando el General Melniano usó su ataque de humo caliente, así que tras dar un par de tragos y echarme otro poco por encima ya estuve perfectamente de nuevo, si bien no en mis mejores condiciones. Pero por lo menos me quedaba algo de agua en el fondo, por si las moscas surgía una emergencia.
- Bueno, no soy un puñetero genio, pero... - Dije en voz alta, dirigiéndome a mis dos compañeros. - A juzgar por el ángulo que tomó el túnel, la dirección de la base de Meln en un mapa, y en general otros datos que seguramente vosotros no entenderíais, creo que puedo asegurar sin demasiado temor a equivocarme... que estamos en el centro de la isla. - Concluí como si fuera algo super complicado de adivinar. - Y teniendo en cuenta el entorno, supongo que estamos dentro de la Capital Imperial esa tan famosa. - Luego de tomar una pequeña pausa y pensarlo bien, pregunté: - ¿Creéis que tendrán perritos calientes a la venta? Me apetece bastante uno...
Y con esas palabras puse rumbo a lo que suponía que era todavía más el centro de la ciudad. Esperaba que en pleno centro estuvieran las cosas más importantes, como los mercados y tiendas y esos sitios donde era más probable encontrar comida. En el peor de los casos (o el mejor, según cómo se mire) habría gente, y donde hay gente hay... bueno, suele haber cosas interesantes. Podría distraer mi estómago con ellas, o con esa misma gente si me daba mucha hambre de camino. Ya se vería cuando llegase.
Además, no era demasiado difícil perderse. El cielo era un buen amigo mío a la hora de orientarme, y no me refiero a las estrellas, sino a esos nubarrones y colores oscuros que acababan convergiendo en un solo punto, como marcando el camino bajo el epicentro de una tormenta. Allí se cocía algo grande, y eso solo alimentaba aún más mis ganas de llegar.
Aterricé en algo blandito que amortiguó el golpe indudable que hubiera recibido de lo contrario. Eso era bueno.
Pero detrás mío llegaron Syxel y Amaiar, quienes a su vez aterrizaron en mi cuerpo. Eso era malo.
Tirado en el suelo y sujetándome el estómago (uno de aquellos desgraciados me había golpeado justo ahí en su aterrizaje), intenté coger aire varias veces mientras me arrastraba para alejarme de los cabestros antes de que terminaran definitivamente con mi vida. Aquel no era mi día de suerte, eso estaba claro.
Entre lágrimas, pude ver a una figura junto a nosotros, aunque no la reconocí del todo. Parecía una... ¿niña pequeña? O al menos eso llegué a entrever por el fino hueco entre mis párpados luchando por mantenerse abiertos.
- Menuda forma más estúpida de morir. - Dijo alguien, seguramente aquella niña. No estaba en situación de plantearme por qué había una niña al final de aquel nefasto medio de transporte. Lo que sí me preguntaba (aparte de a quién tenía que echar la culpa de mi dolor) era dónde carajos nos había llevado el túnel de viento.
Tras respirar hondo un par de veces, conseguí recuperar la compostura (y el aliento), poniéndome en pie con dificultades. Miré a mi alrededor, pero no veía ya a aquella niña, supuse que debía de haberse ido a algún lado. Lo que sí vi fueron edificios. Muchos. Y podía escuchar el inconfundible griterío de la batalla, oler el aroma de la sangre no era difícil, y... y notaba mi piel muy reseca. ¡Puto túnel! ¡¿Tenía que ser de viento?! Me quedaba una cantimplora de agua llena, después de ella... estaría en apuros si me volvía a deshidratar. Por suerte el efecto no fue tan grande comparado con cuando el General Melniano usó su ataque de humo caliente, así que tras dar un par de tragos y echarme otro poco por encima ya estuve perfectamente de nuevo, si bien no en mis mejores condiciones. Pero por lo menos me quedaba algo de agua en el fondo, por si las moscas surgía una emergencia.
- Bueno, no soy un puñetero genio, pero... - Dije en voz alta, dirigiéndome a mis dos compañeros. - A juzgar por el ángulo que tomó el túnel, la dirección de la base de Meln en un mapa, y en general otros datos que seguramente vosotros no entenderíais, creo que puedo asegurar sin demasiado temor a equivocarme... que estamos en el centro de la isla. - Concluí como si fuera algo super complicado de adivinar. - Y teniendo en cuenta el entorno, supongo que estamos dentro de la Capital Imperial esa tan famosa. - Luego de tomar una pequeña pausa y pensarlo bien, pregunté: - ¿Creéis que tendrán perritos calientes a la venta? Me apetece bastante uno...
Y con esas palabras puse rumbo a lo que suponía que era todavía más el centro de la ciudad. Esperaba que en pleno centro estuvieran las cosas más importantes, como los mercados y tiendas y esos sitios donde era más probable encontrar comida. En el peor de los casos (o el mejor, según cómo se mire) habría gente, y donde hay gente hay... bueno, suele haber cosas interesantes. Podría distraer mi estómago con ellas, o con esa misma gente si me daba mucha hambre de camino. Ya se vería cuando llegase.
Además, no era demasiado difícil perderse. El cielo era un buen amigo mío a la hora de orientarme, y no me refiero a las estrellas, sino a esos nubarrones y colores oscuros que acababan convergiendo en un solo punto, como marcando el camino bajo el epicentro de una tormenta. Allí se cocía algo grande, y eso solo alimentaba aún más mis ganas de llegar.
- Resumen tres mosqueteros en la Ciudad:
- Cagarme en los muertos de los que aterrizaron sobre mí, hidratarme, poner rumbo a lo que supongo que es el centro de la ciudad siguiendo los nubarrones que hay encima de la plaza a las afueras del palacio (aunque yo no sepa ese último detalle aún, pero sí que puedo ver el cielo).
Amaiar Silverfang
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- ¡WOOOOHOOOOOO!
Me pasé casi todo el viaje disfrutando como nunca en mi vida y gritando como si no hubiera mañana. Aquello de sentirme como si volara era una experiencia que sabía que no tendría nunca en la vida real, pero si bien me sorprendía que mi cerebro pudiera simular aquella emoción dentro de un sueño con tanto detalle, simplemente me dejé llevar y lo disfruté al máximo.
Eso fue, claro, hasta que tocó aterrizar.
Al parecer el túnel no disponía de mejor método para frenar que un muro, decisión bastante pobre en mi humilde opinión a la hora de construir aquel artefacto, incluso para un sueño. Y esa fue la última vez que pensé que estaba dentro de uno. El ostión fue de los buenos, aunque por suerte ahí estaban tres cuerpos para amortiguar mi caída un poco. Espera, ¿tres? Uno, dos... Ah, el sacerdote. Pobre hombre, solo hacía su trabajo. Descanse en paz.
Eso sí, el dolor no me lo quitó nadie, y a juzgar por la postura de Noah, él se había llevado aun así la peor parte... bueno, sin contar al sacerdote claro. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que sí, efectivamente estaba sintiendo dolor. Y todo el mundo sabe que en los sueños no puedes sentir dolor. Por eso el famoso mito de pellizcarse para comprobar si estas soñando (que ahora que lo pienso, bien podía haberlo hecho yo desde el principio, en lugar de asumir cosas). Así que en cuanto me despejé un poco y llegué a esa conclusión, comencé de nuevo a hundirme en la miseria más absoluta al darme cuenta de la clase de cosas que había dicho y hecho durante mi temporal locura. Pasé un rato replanteándome ciertas decisiones de mi vida, ajeno a lo que ocurría a mi alrededor, hasta que Noah habló por fin y se puso a caminar.
- ¿Perritos calientes? - Pregunté, confuso. - Me vendría bien uno a mi también, la ansiedad suele hacer que me de hambre... - Terminé murmurando, mientras seguía de cerca al gyojin, que parecía saber adónde iba. Al mismo tiempo, en mi cabeza había una barrera imaginaria entre los dos procesos que intentaba hacer a la vez: superar mis remordimientos, y absorber información del entorno usándola para comprender nuestra situación actual. - ¿Vienes Syx? - Acabé preguntando al tercero de nosotros, al cual le debía una disculpa. Aunque de momento, y si no estaba en condiciones de seguirnos, lo llevaría con nosotros a cuestas, no quería añadir "dejarlo tirado atrás" a la lista de cosas que pudiera echarme en cara.
Me pasé casi todo el viaje disfrutando como nunca en mi vida y gritando como si no hubiera mañana. Aquello de sentirme como si volara era una experiencia que sabía que no tendría nunca en la vida real, pero si bien me sorprendía que mi cerebro pudiera simular aquella emoción dentro de un sueño con tanto detalle, simplemente me dejé llevar y lo disfruté al máximo.
Eso fue, claro, hasta que tocó aterrizar.
Al parecer el túnel no disponía de mejor método para frenar que un muro, decisión bastante pobre en mi humilde opinión a la hora de construir aquel artefacto, incluso para un sueño. Y esa fue la última vez que pensé que estaba dentro de uno. El ostión fue de los buenos, aunque por suerte ahí estaban tres cuerpos para amortiguar mi caída un poco. Espera, ¿tres? Uno, dos... Ah, el sacerdote. Pobre hombre, solo hacía su trabajo. Descanse en paz.
Eso sí, el dolor no me lo quitó nadie, y a juzgar por la postura de Noah, él se había llevado aun así la peor parte... bueno, sin contar al sacerdote claro. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que sí, efectivamente estaba sintiendo dolor. Y todo el mundo sabe que en los sueños no puedes sentir dolor. Por eso el famoso mito de pellizcarse para comprobar si estas soñando (que ahora que lo pienso, bien podía haberlo hecho yo desde el principio, en lugar de asumir cosas). Así que en cuanto me despejé un poco y llegué a esa conclusión, comencé de nuevo a hundirme en la miseria más absoluta al darme cuenta de la clase de cosas que había dicho y hecho durante mi temporal locura. Pasé un rato replanteándome ciertas decisiones de mi vida, ajeno a lo que ocurría a mi alrededor, hasta que Noah habló por fin y se puso a caminar.
- ¿Perritos calientes? - Pregunté, confuso. - Me vendría bien uno a mi también, la ansiedad suele hacer que me de hambre... - Terminé murmurando, mientras seguía de cerca al gyojin, que parecía saber adónde iba. Al mismo tiempo, en mi cabeza había una barrera imaginaria entre los dos procesos que intentaba hacer a la vez: superar mis remordimientos, y absorber información del entorno usándola para comprender nuestra situación actual. - ¿Vienes Syx? - Acabé preguntando al tercero de nosotros, al cual le debía una disculpa. Aunque de momento, y si no estaba en condiciones de seguirnos, lo llevaría con nosotros a cuestas, no quería añadir "dejarlo tirado atrás" a la lista de cosas que pudiera echarme en cara.
- Resumen mosqueteros en la ciudad:
- divagaciones varias, seguir a Noah. Si Syxel no puede seguirnos, me lo llevo a cuestas
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La situación cada vez parecía más loca. La plaza estaba a rebosar de gente y el Vice-Almirante miraba la escena con la mano derecha en la mejilla. Un Yonkou, un ex almirante y demás personas. La tontería de la isla y sus pretores había llegado demasiado lejos y al parecer, todo el puto mundo se había metido. El rubio se mantuvo callado junto a sus compañeros y con la mano en el costado. Un pinchazo le hizo cerrar algo los ojos y apretar los dientes. El dolor continuaba siendo agudo y debía descansar cuanto antes, pero el cabezota continuaba listo para la batalla. Por el momento la marina parecía no poder hacer gran cosa en aquel asunto de se estaba formando en el campo de batalla. Xemnas no tardó mucho en escuchar la voz de Jack.
- ¿Oh? ¡Gracias, Jack!
Le dijo con una amable sonrisa en su rostro. Metió la primera pastilla en su boca notando un pequeño sabor que le hizo suspirar de gusto. Fue comiéndoselas por orden hasta notar que su dolor iba desapareciendo lentamente. Dejó de tocar su costado y tras unos momentos se relajó bastante metiendo incluso su espadón en la funda. Se cruzó de brazos y permaneció junto a su flota observando la situación.
- Algo me dice que todo saldrá bien… – Dijo de forma optimista junto a los suyos.
- ¿Oh? ¡Gracias, Jack!
Le dijo con una amable sonrisa en su rostro. Metió la primera pastilla en su boca notando un pequeño sabor que le hizo suspirar de gusto. Fue comiéndoselas por orden hasta notar que su dolor iba desapareciendo lentamente. Dejó de tocar su costado y tras unos momentos se relajó bastante metiendo incluso su espadón en la funda. Se cruzó de brazos y permaneció junto a su flota observando la situación.
- Algo me dice que todo saldrá bien… – Dijo de forma optimista junto a los suyos.
- Plaza Palacio:
- Agradecer la cura a Jack y hacerle caso en todo.
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La sensación durante todo el trayecto a través de aquel túnel me resultó extrañamente familiar. Nunca antes había pasado por semejante situación, pero me recordó a cuando aprendí a volar. ¿Cuántos años habrían pasado ya desde aquello? Aunque más familiar aún me pareció el aterrizaje. Que, por suerte o por desgracia, había sido contra algo más blando que la pared. Tras unos segundos para superar el aturdimiento me puse en pie mientras miraba a nuestro alrededor. Lo primero en lo que me fijé fue en la joven que se alejaba corriendo, tras dirigirnos unas palabras que no llegué a escuchar. Luego me encontré con el sacerdote, cuyo cuerpo sin vida yacía en el suelo junto a la pared.
“Vaya forma más estúpida de morir.” Pensé, obviando el hecho de que habíamos estado cerca de acabar igual, de no ser precisamente gracias a que nos sirvió de colchón.
No era muy complicado concluir a qué lugar habíamos llegado, pero tampoco me paré a pensar en ello. Ni tan siquiera escuché lo que decían Noah y Amaiar. En cuanto fijé la mirada en aquellas nubes, que cubrían el cielo hasta donde alcanzaba la vista, mis pensamientos se centraron en tan solo una cosa. No podía estar seguro, pero la sensación que tenía era tan extraña y familiar, que tampoco podía descartarlo. Y cuando finalmente vi un rayo caer no muy lejos de donde nos encontrábamos, mis sospechas no hicieron más que incrementarse.
Así pues, eché a correr en su dirección, adelantando a mis compañeros y olvidándome por un momento de absolutamente todo a mí alrededor. No entendía que podía hacer allí, alguien como él, tan lejos del Nuevo Mundo. Pero habían pasado años, y demasiadas cosas, desde nuestro último encuentro. Y si estaba allí, tenía que verle, tenía que hablar con él.
“Vaya forma más estúpida de morir.” Pensé, obviando el hecho de que habíamos estado cerca de acabar igual, de no ser precisamente gracias a que nos sirvió de colchón.
No era muy complicado concluir a qué lugar habíamos llegado, pero tampoco me paré a pensar en ello. Ni tan siquiera escuché lo que decían Noah y Amaiar. En cuanto fijé la mirada en aquellas nubes, que cubrían el cielo hasta donde alcanzaba la vista, mis pensamientos se centraron en tan solo una cosa. No podía estar seguro, pero la sensación que tenía era tan extraña y familiar, que tampoco podía descartarlo. Y cuando finalmente vi un rayo caer no muy lejos de donde nos encontrábamos, mis sospechas no hicieron más que incrementarse.
Así pues, eché a correr en su dirección, adelantando a mis compañeros y olvidándome por un momento de absolutamente todo a mí alrededor. No entendía que podía hacer allí, alguien como él, tan lejos del Nuevo Mundo. Pero habían pasado años, y demasiadas cosas, desde nuestro último encuentro. Y si estaba allí, tenía que verle, tenía que hablar con él.
- El mosquetero nostálgico:
- Llegamos a la capital gracias al oportuno túnel de viento, y nuestra más oportuna caída en su interior. Luego salgo corriendo en dirección al centro de la tormenta, esperando encontrar a Dexter allí.
Silver
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El todoterreno conducido por Krauser, e imbuido en haki, atravesó la muralla como si fuese de papel, dejando tras de si el desprendimiento de rocas y escombros que me vi obligado a sortear haciendo piruetas con la moto. Una vez la dejamos atrás, condujo por las calles de la ciudad sin aminorar la velocidad en ningún momento. Confiando en que sabía a donde se dirigía, le seguí de cerca. Y cuando de pronto frenó en seco, me vi obligado a hacer lo propio, dando un cambio brusco a la dirección para no estamparme directamente contra ellos. Dirigí una mirada sorprendido, para ver como todos salvo el ex-almirante bajaban del vehículo, y este nos dirigía unas breves palabras. No le conocía tanto como ellos, así que no podía estar seguro, pero aquello sonaba a despedida. Y sin dar ni un instante para responderle, volvió a arrancar y se alejó del lugar, dirigiéndose directo a la batalla que, incluso desde nuestra posición, podíamos ver librarse en la gran plaza.
Antes de que pudiese decir nada, Osu se dirigió al resto, diciéndoles que dejasen la batalla a Krauser y Dexter. Y mientras ellos podían ser de utilidad evacuando a quienes quedasen en la ciudad. Unirme a aquella batalla era una posibilidad que, por mucho que me doliese, no podía ni plantearme. Así que me limité a dirigirme a ellos, sin llegar a bajarme de la moto.
- Si os parece bien, me gustaría ayudar. - Me ofrecí. - Yo también soy médico.
Antes de que pudiese decir nada, Osu se dirigió al resto, diciéndoles que dejasen la batalla a Krauser y Dexter. Y mientras ellos podían ser de utilidad evacuando a quienes quedasen en la ciudad. Unirme a aquella batalla era una posibilidad que, por mucho que me doliese, no podía ni plantearme. Así que me limité a dirigirme a ellos, sin llegar a bajarme de la moto.
- Si os parece bien, me gustaría ayudar. - Me ofrecí. - Yo también soy médico.
- ¡Cohete Tankealo!:
- Llego a la plaza junto a Krauser y el resto. Cuando Osu propone evacuar y tratar a los heridos me ofrezco a ayudarle.
Bizvan
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Gusi parecía estar (hasta cierto punto) de acuerdo con mis palabras, no obstante me recomendó revisar los alrededores en búsqueda de algo que me agradara.
Antes de negarme amablemente, mi compañero salió corriendo de nuevo. Miré su espalda alejarse mientras pensaba en sus palabras.* Algo que me guste… *era un poco hipócrita pensar que estaba mal actuar como un ladrón, en especial cuando yo fui uno.* Supongo que este sentimiento se debe a la culpa, ¿o es porque cada vez me identifico más con los marines? *no lo sabía, pero al recordar a mi nakama Tobías y la situación en la cual se podría meter me hicieron replantear la sugerencia de mi superior.
Comencé a caminar por los alrededores, mi mirada se posaba en varios objetos brillantes.* Sí guardo un puñado de esto podría obtener un buen precio.* Me agaché para tomar una moneda brillante de oro. Miré los relieves y decorados que esta poseía, para luego lanzarla al aire.* Claro que primero tendría que salir vivo de este lugar. *la moneda se perdió entre el resto de los tesoros.
Mi objetivo no era llenar mis bolsillos con oro, sino encontrar algo que me brindara el poder necesario para ayudar a mis compañeros. Con eso en mente comencé a buscar algo que pareciera un arma o algo que sirviera de protección. No parecía que nada de eso se encontrara a plena vista, o puede que ya los hubieran tomado otras personas.
Me arrodillé frente a una de las pilas de tesoros y comencé a remover los objetos brillantes con la esperanza de desenterrar un verdadero tesoro útil. Las monedas y piedras preciosas eran removidas como si de simple basura se trataran.- Oh, Esto podría ayudar. –expresé con algo de emoción mientras sostenía entre mis manos un par de guanteletes metálicos adornados con piedras de diversos colores.- Muh… -la emoción despareció rápidamente.- No, esto no ofrece nada de protección. –tras una rápida inspección me percaté que el metal era demasiado delgado.- Debe de ser algo utilizado para ceremonias. –arrojé lejos los guanteletes y reanudé con mi búsqueda.
Continuaría haciendo eso durante unos minutos más, en caso de encontrar regresaría al lugar donde debería estar el peliblanco, para luego irnos.
Antes de negarme amablemente, mi compañero salió corriendo de nuevo. Miré su espalda alejarse mientras pensaba en sus palabras.* Algo que me guste… *era un poco hipócrita pensar que estaba mal actuar como un ladrón, en especial cuando yo fui uno.* Supongo que este sentimiento se debe a la culpa, ¿o es porque cada vez me identifico más con los marines? *no lo sabía, pero al recordar a mi nakama Tobías y la situación en la cual se podría meter me hicieron replantear la sugerencia de mi superior.
Comencé a caminar por los alrededores, mi mirada se posaba en varios objetos brillantes.* Sí guardo un puñado de esto podría obtener un buen precio.* Me agaché para tomar una moneda brillante de oro. Miré los relieves y decorados que esta poseía, para luego lanzarla al aire.* Claro que primero tendría que salir vivo de este lugar. *la moneda se perdió entre el resto de los tesoros.
Mi objetivo no era llenar mis bolsillos con oro, sino encontrar algo que me brindara el poder necesario para ayudar a mis compañeros. Con eso en mente comencé a buscar algo que pareciera un arma o algo que sirviera de protección. No parecía que nada de eso se encontrara a plena vista, o puede que ya los hubieran tomado otras personas.
Me arrodillé frente a una de las pilas de tesoros y comencé a remover los objetos brillantes con la esperanza de desenterrar un verdadero tesoro útil. Las monedas y piedras preciosas eran removidas como si de simple basura se trataran.- Oh, Esto podría ayudar. –expresé con algo de emoción mientras sostenía entre mis manos un par de guanteletes metálicos adornados con piedras de diversos colores.- Muh… -la emoción despareció rápidamente.- No, esto no ofrece nada de protección. –tras una rápida inspección me percaté que el metal era demasiado delgado.- Debe de ser algo utilizado para ceremonias. –arrojé lejos los guanteletes y reanudé con mi búsqueda.
Continuaría haciendo eso durante unos minutos más, en caso de encontrar regresaría al lugar donde debería estar el peliblanco, para luego irnos.
- Resumen Balt :
- -Buscar en entre los tesoros algo útil. -En caso de no encontrar nada regresar con Gusi para irnos.
Sarah Foxxx
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Esto era muy extraño, no entendía que estaba ocurriendo, solo podíamos perseguir a Arribor. Lo seguíamos, yo un poco crispada, por suerte el analgésico en crema hizo su efecto, la espalda ya no me dolía, pero tampoco podía moverme mucho por los puntos.
-Este hombre siempre hace igual -le dije a Zack, a él también solía molestarle que se fugase, sin esperarnos, ni contar con nosotros. ¿Por qué se enfurruñó tanto cuando escuchó que la mujer nos… ``amenazaba´´? Nos fijamos en un momento que por poco se lo come una llama. De un inmenso dragón, ciertamente cuando lo vi, me asusté un poco, podría ser la primera en salir mal parada. Así que intentaba agacharme a sabiendas de que se me podían abrir los puntos de la herida.
Escapé de la zona, obviamente detrás de Arribor. Y por fin pude ponerme de pie. Miré de reojo a Zack, y me sonreí, me recordó a cuando me entrenó para despertar mis hackis, estaba claro que me tenía muy quemada, y casi literalmente. De nuevo seguimos detrás de él. Se detuvo con más gente a ver la pelea. Y no se le ocurrió otra cosa que ponerse a apostar con lo que allí estaban. Miré a Zack.
-Es increíble, estamos en medio de una guerra y se pone a apostar -le dije poniendo mis brazos en jarras. Me acerqué a Arribor.
-Perdona zorro, creo que íbamos a largarnos con un barco, ¿no? -pregunté mirándole desde mis 5 metros, estaba claro que a él le gustaba lo que veía, pero de una vez tenía que moverse. Yo desde luego me quería largar de allí, sobre todo porque en una pelea me machacarían. No era capaz de creerme lo que estaba viendo.
- ¿O es que ya no quieres coger un barco? -dije como chantajeándole, espero que por fin nos vayamos de este lugar, me quiero ir de una vez.
-Este hombre siempre hace igual -le dije a Zack, a él también solía molestarle que se fugase, sin esperarnos, ni contar con nosotros. ¿Por qué se enfurruñó tanto cuando escuchó que la mujer nos… ``amenazaba´´? Nos fijamos en un momento que por poco se lo come una llama. De un inmenso dragón, ciertamente cuando lo vi, me asusté un poco, podría ser la primera en salir mal parada. Así que intentaba agacharme a sabiendas de que se me podían abrir los puntos de la herida.
Escapé de la zona, obviamente detrás de Arribor. Y por fin pude ponerme de pie. Miré de reojo a Zack, y me sonreí, me recordó a cuando me entrenó para despertar mis hackis, estaba claro que me tenía muy quemada, y casi literalmente. De nuevo seguimos detrás de él. Se detuvo con más gente a ver la pelea. Y no se le ocurrió otra cosa que ponerse a apostar con lo que allí estaban. Miré a Zack.
-Es increíble, estamos en medio de una guerra y se pone a apostar -le dije poniendo mis brazos en jarras. Me acerqué a Arribor.
-Perdona zorro, creo que íbamos a largarnos con un barco, ¿no? -pregunté mirándole desde mis 5 metros, estaba claro que a él le gustaba lo que veía, pero de una vez tenía que moverse. Yo desde luego me quería largar de allí, sobre todo porque en una pelea me machacarían. No era capaz de creerme lo que estaba viendo.
- ¿O es que ya no quieres coger un barco? -dije como chantajeándole, espero que por fin nos vayamos de este lugar, me quiero ir de una vez.
- SARKA Sarah y cía:
- Flipar con Arribor, seguirle, ver un dragón inmenso que casí le chamusca, ir detrás de el otra vez, verle apostar, y decirle que nos vayamos a por el barco
Gera
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El ruido que allí había hizo entrar en razón a Gera que estaba bastante ida en medio de aquel caos.
Observó a su alrededor y decidió buscar la manera de entrar al palacio, lo cierto era que ya no le importaba demasiado nada en general. Quería ver las cosas desde la cercanía e intentar volver a sus cabales. Probablemente fuese demasiado tarde para lo segundo, pero aún así, no lo sabía con certeza.
Decidió escabullirse lo que pudo, intentó sobrepasar las zonas sin ser vista, no quería tener que usar su cayado para nada, no le apetecía abrasar a nadie si podía evitarlo. Comenzó a caminar con sigilo, lo cierto era que lo intentaba con todas sus ganas. No hizo ni un ápice de ruido pero aún así, tenía la sensación de que alguien la había visto acercarse al palacio para entrar en él. Sabía que las cosas estaban llegando a su final y no quería quedarse a verlo desde fuera. Tenía curiosidad por saber qué estaba ocurriendo tras las puertas.
Con la misma evitó toda la lucha que allí había sin dejar de pegar con su cayado a todo aquel que intentase pararla. Era algo que tenía muy claro y lo haría sin dudar. Consiguió acercarse lo suficiente a la puerta del palacio como para poder entrar, una entrada que probablemente fuese infranqueable. Pero la muchacha iba completamente decidida a traspasarla costase lo que costase.
En ese momento quiso convertirse en una linda abejita. Si soy una abeja entraré volando y nadie podrá verme ni escucharme. Hay un ruido atronador a mi alrededor, zumbaré por el lugar hasta llegar a la zona que más me interese. Y comenzó a zumbar con la boca mientras correteaba sin cesar.
Observó a su alrededor y decidió buscar la manera de entrar al palacio, lo cierto era que ya no le importaba demasiado nada en general. Quería ver las cosas desde la cercanía e intentar volver a sus cabales. Probablemente fuese demasiado tarde para lo segundo, pero aún así, no lo sabía con certeza.
Decidió escabullirse lo que pudo, intentó sobrepasar las zonas sin ser vista, no quería tener que usar su cayado para nada, no le apetecía abrasar a nadie si podía evitarlo. Comenzó a caminar con sigilo, lo cierto era que lo intentaba con todas sus ganas. No hizo ni un ápice de ruido pero aún así, tenía la sensación de que alguien la había visto acercarse al palacio para entrar en él. Sabía que las cosas estaban llegando a su final y no quería quedarse a verlo desde fuera. Tenía curiosidad por saber qué estaba ocurriendo tras las puertas.
Con la misma evitó toda la lucha que allí había sin dejar de pegar con su cayado a todo aquel que intentase pararla. Era algo que tenía muy claro y lo haría sin dudar. Consiguió acercarse lo suficiente a la puerta del palacio como para poder entrar, una entrada que probablemente fuese infranqueable. Pero la muchacha iba completamente decidida a traspasarla costase lo que costase.
En ese momento quiso convertirse en una linda abejita. Si soy una abeja entraré volando y nadie podrá verme ni escucharme. Hay un ruido atronador a mi alrededor, zumbaré por el lugar hasta llegar a la zona que más me interese. Y comenzó a zumbar con la boca mientras correteaba sin cesar.
- Balt:
- Reaccionar ante su locura, ir de manera sigilosa hcia el palacio para entrar, convertirse en una abeja y zumbar por el lugar.
Vinnie Estacado
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"¡¡HAMBRE!!" -gritaban las voces ante la presencia del desconocido de la espada.
Vinnie se llevó la mano a la sien, mientras un imperceptible tic le tiraba de la ceja derecha. Intentaba controlarse. Si decidía ahora volverse loco y ponerse a disparar buscando comida, lo más probable es que perdiese. Poco a poco la herida del hombro le afectaba más. Además, el tipo de la espada parecía alguien rápido. Los espadachines siempre lo son. Bajó la mano con cuidado cuando los gritos cesaron.
- Lo siento... me duele la cabeza -En aquel momento los ojos de Vinnie no reflejaban la sed de sangre que sentía.
Reflejaban una humanidad que él no tenía. Un sentimiento de preocupación y debilidad que, tras años de psicólogos en el manicomio y preocupaciones de su padre en la Famiglia Estacado había aprendido a fingir.
- No puedo acompañarte, espadachín... Necesito suministros de medicina para poder curarme esto. Soy médico, pero no puedo hacer nada sin utensilios, como entenderás...
Ni tan herido estaba el mafioso. Sin embargo, no tenía interés alguno en acompañar a un espadachín desconocido a una batalla que no le importaba lo más mínimo. Solo quería comer. Matar y comer. ¿Tan difícil era de entender a los "normales"?
Vinnie se llevó la mano a la sien, mientras un imperceptible tic le tiraba de la ceja derecha. Intentaba controlarse. Si decidía ahora volverse loco y ponerse a disparar buscando comida, lo más probable es que perdiese. Poco a poco la herida del hombro le afectaba más. Además, el tipo de la espada parecía alguien rápido. Los espadachines siempre lo son. Bajó la mano con cuidado cuando los gritos cesaron.
- Lo siento... me duele la cabeza -En aquel momento los ojos de Vinnie no reflejaban la sed de sangre que sentía.
Reflejaban una humanidad que él no tenía. Un sentimiento de preocupación y debilidad que, tras años de psicólogos en el manicomio y preocupaciones de su padre en la Famiglia Estacado había aprendido a fingir.
- No puedo acompañarte, espadachín... Necesito suministros de medicina para poder curarme esto. Soy médico, pero no puedo hacer nada sin utensilios, como entenderás...
Ni tan herido estaba el mafioso. Sin embargo, no tenía interés alguno en acompañar a un espadachín desconocido a una batalla que no le importaba lo más mínimo. Solo quería comer. Matar y comer. ¿Tan difícil era de entender a los "normales"?
- Ushio y Elya leed:
- Calmar las voces del coco y denegar la oferta de Ushio
-Sobrecarga de información- dijo Al, sin más. La loca amenazante, el dragón de fuego, el árbol que lanzaba hojas a diestro y siniestro y las explosiones que se escuchaban provenientes del interior del palacio lo hicieron ignorar a Jack, dándose entre poca y ninguna cuenta de lo que le decía. Ni siquiera se dio cuenta de que Arthur se marchaba, Kai había desaparecido, Xemnas estaba herido y acababa de pasar delante de sus ojos Arribor Neus-. Bueno, nuestro trabajo aquí está cumplido.
Con sus palabras el hielo se formó a su espalda, formando un sillón en el que se tiró calmadamente a observar cómo se desarrollaba la contienda. Aunque aún quisiera ayudar a Balarad, cualquiera con cerebro sabía que meterse entre Dexter Black, Drake la Bestia y Krauser era una condena a muerte... ¡Krauser! Allí estaba Krauser, qué bien. Así podría preguntarle dónde estaba Ai. Se había quedado con las ganas de disculparse por lo que le había dicho, y de paso conseguir algo más que un simple apretón de manos. No pudo evitar sonrojarse momentáneamente mientras una sonrisa maquiavélica se formaba en su rostro, aunque el discurso que resonó en la ciudad lo sacó de su distracción, y las palabras del pirata a continuación lo hicieron ponerse en pie. ¿Así que tenía la herramienta para frenar el Apocalipsis que esa loca había provocado y le iba a regalar el chisme sin más?
-¡¿Quién te garantice que no te mate cuando tenga lo que quiere?!- gritó, desenvainando la espada, listo para atacar.
-Nadie- respondió Dexter, volviendo la cabeza hacia él. Por un momento lo amedrentó esa seriedad. Era regio, pero al mismo tiempo tan temible que casi creyó orinarse encima. De hecho, de no conocerlo de antes seguramente lo habría hecho-, pero si no lo hago moriréis todos.
Me dio la espalda de nuevo. Sabía que disuadirlo sería imposible, pero no guardó el arma. Rozó con ella la roca negra que había alrededor de una fracción semiderretida, aunque bajo los pies del dragón apenas estaba al rojo. ¿Cómo era posible? Avanzó hasta ponerse a su lado. Era exactamente de su misma altura, aunque impresionaba mucho más ver al pirata que al Marine, y a pesar de los harapos que llevaba parecía mucho más... ¿Elegante? Tal vez no fuera la palabra.
-Como Vicealmirante de la Marina no puedo permitir que liberar este país sea una hazaña de criminales. Kiritsu Ryodan apoyará tu causa, Shichibukai- era plenamente consciente de que ya no lo era-. ¡Marines, a formar!
Con sus palabras el hielo se formó a su espalda, formando un sillón en el que se tiró calmadamente a observar cómo se desarrollaba la contienda. Aunque aún quisiera ayudar a Balarad, cualquiera con cerebro sabía que meterse entre Dexter Black, Drake la Bestia y Krauser era una condena a muerte... ¡Krauser! Allí estaba Krauser, qué bien. Así podría preguntarle dónde estaba Ai. Se había quedado con las ganas de disculparse por lo que le había dicho, y de paso conseguir algo más que un simple apretón de manos. No pudo evitar sonrojarse momentáneamente mientras una sonrisa maquiavélica se formaba en su rostro, aunque el discurso que resonó en la ciudad lo sacó de su distracción, y las palabras del pirata a continuación lo hicieron ponerse en pie. ¿Así que tenía la herramienta para frenar el Apocalipsis que esa loca había provocado y le iba a regalar el chisme sin más?
-¡¿Quién te garantice que no te mate cuando tenga lo que quiere?!- gritó, desenvainando la espada, listo para atacar.
-Nadie- respondió Dexter, volviendo la cabeza hacia él. Por un momento lo amedrentó esa seriedad. Era regio, pero al mismo tiempo tan temible que casi creyó orinarse encima. De hecho, de no conocerlo de antes seguramente lo habría hecho-, pero si no lo hago moriréis todos.
Me dio la espalda de nuevo. Sabía que disuadirlo sería imposible, pero no guardó el arma. Rozó con ella la roca negra que había alrededor de una fracción semiderretida, aunque bajo los pies del dragón apenas estaba al rojo. ¿Cómo era posible? Avanzó hasta ponerse a su lado. Era exactamente de su misma altura, aunque impresionaba mucho más ver al pirata que al Marine, y a pesar de los harapos que llevaba parecía mucho más... ¿Elegante? Tal vez no fuera la palabra.
-Como Vicealmirante de la Marina no puedo permitir que liberar este país sea una hazaña de criminales. Kiritsu Ryodan apoyará tu causa, Shichibukai- era plenamente consciente de que ya no lo era-. ¡Marines, a formar!
- Resumen:
- Ponerme al lado de Dexter, pedir a los marines de la plaza que formen en el improvisado ejército.
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Akuma no mi
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Bueno, de algo había que morir. Kotaro mostró una sonrisa amable al mismo tiempo que se limpiaba la ropa por los escombros que habían caído del techo. Su traje estaba un poco sucio y su sombrero había caído a un lado dejando ver sus cabellos alborotados. Las riquezas que allí había podían servir para satisfacer su pago de sobra, pero él era la clase de persona que terminaba sus trabajos. Le habían pagado para ayudar a Sarka y ahora debía enfrentar a toda aquella gente él solo. Quedó algo confuso cuando el vikingo que había estado todo el tiempo luchando a su lado se cambió al bando de atacar a Grum. El moreno entonces agachó la cabeza unos momentos, entonces entendió todo a juzgar por lo que pasaba. Su mirada fue dirigida hacia su ex compañero y entonces le sonrió de forma calmada.
- Mi querido amigo Worgulv… Ya veo, no sabía que tu verdadero bando era junto a estas personas. De todas formas quiero decirte que me ha gustado mucho luchar a tu lado y que mi respeto lo tienes… Pero por mi honor debo ayudar a Grum. Espero que te vaya bien, amigo.
Dijo en voz alta para que todos los presentes le escuchasen. De un firme movimiento desenvainó sus ninjatos y apuntó con ellos a todo el grupo. Estaba impresionado debido al terrible choque de poderes que se estaba desarrollando. Todos y cada uno de los tipos allí reunidos eran mucho más fuertes que él. Notó cierta presión en el pecho y entonces soltó una pequeña risa mientras pegaba su espalda contra la pared. Parecía ser el fin de todo, pero Kotaro cumplía sus trabajos al máximo. Se relamió despacio y clavó sus azulados ojos en todos. Veía sus miedos perfectamente, incluidos algunos un poco raros.
- Grum ¿Me pagarás en la otra vida, no? – Dijo entre risas mientras se preparaba para combatir a su lado.
- Mi querido amigo Worgulv… Ya veo, no sabía que tu verdadero bando era junto a estas personas. De todas formas quiero decirte que me ha gustado mucho luchar a tu lado y que mi respeto lo tienes… Pero por mi honor debo ayudar a Grum. Espero que te vaya bien, amigo.
Dijo en voz alta para que todos los presentes le escuchasen. De un firme movimiento desenvainó sus ninjatos y apuntó con ellos a todo el grupo. Estaba impresionado debido al terrible choque de poderes que se estaba desarrollando. Todos y cada uno de los tipos allí reunidos eran mucho más fuertes que él. Notó cierta presión en el pecho y entonces soltó una pequeña risa mientras pegaba su espalda contra la pared. Parecía ser el fin de todo, pero Kotaro cumplía sus trabajos al máximo. Se relamió despacio y clavó sus azulados ojos en todos. Veía sus miedos perfectamente, incluidos algunos un poco raros.
- Grum ¿Me pagarás en la otra vida, no? – Dijo entre risas mientras se preparaba para combatir a su lado.
- Interior Palacio:
- Seguir fiel a la persona que me ha contratado, hablar con Worgulv y desearle suerte, es mi amijo (?) prepararme para ayudar/morir junto a Grum.
Zack Suky
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Caminamos tranquilamente siguiendo el rastro de destrucción que había ocasionado el tuerto. Parecía que esta vez tenía más prisas que nunca por meterse en alguno de sus líos. Tenía un imán para esas cosas, pero yo ya no tenía muchas ganas de arriesgar mi botín con batallas que me daban igual y esta parecía estar tornándose más peligrosa por momentos. Aquel ser parecía dispuesto a arrasar con todos los allí presentes y no entendía por qué Arribor se lo tomaba de forma personal. ¿No sería más fácil volver a nuestro barco nuevo y que les den a todos? Mi intención con este viaje era llenarme los bolsillos, cosa que medianamente había conseguido, y no participar en aquella guerra más de lo necesario.
Mis pensamientos fueron rápidamente cortados al igual que confirmados cuando vimos la plaza a unos metros. Estaba completamente repleta de personas con un aspecto intimidante, listas para tener un enfrentamiento. La tensión en el ambiente era más que patente, los poderes que había allí reunidos era impresionante. Me quedé completamente allí anonado viendo como el tuerto correteaba delante de ellos como si nada, cuando de repente calló del cielo una bestia ígnea que iluminó el oscuro cielo. Pude ver como el pirata se escurría hacia el interior mientras una de las personas allí presentes era engullido por aquel fuego infernal.
- ¿Has visto eso? - pregunté con la boca abierta a mi compañera que estaba a mi lado, o eso creía.
Ya era sorprendente que alguien fuese capaz de mostrar tal magnitud de poder, más lo fue el tipo que creía carbonizado y estaba ahí como si nada, pero quien se llevó la palma fue la semigiganta. -¿A dónde cojones va?[i] - me pregunté al verla entrar en el mismo lugar que el tuerto. ¿Tan unido estaba a él que corría a un lugar en el que daba miedo estar? Desde luego yo no y por ello me quedé donde estaba. Busqué el trozo de escombro más grande que había a mi alrededor y me senté mientras depositaba a mis pies el saco con mis nuevas pertenencias, donde también guardé el láser del principio que aún reposaba en mi cinto. Prendí otro cigarrillo y me quedé expectante ante el juego de rayos y de voces que volvía a haber.
Parte de mí quería hacer caso a aquella nueva voz y poner pies en polvorosa mientras había tiempo, pero la parte restante y mayoritaria quería que me quedase allí. Algo me decía que ante mí iba se iban a mostrar los poderes más grandes de este tiempo y no quería perdérmelo.
-[i] ¡Oh! Pues si hay otro que se mete en el medio - musité para mí mismo observando al rubio que entraba en escena, aunque en parte me extrañaba que el tuerto hubiese entrado en aquel especie de palacio con el espectáculo que había aquí afuera. De que se lo cuente si sobrevivimos rabiará.
Mis pensamientos fueron rápidamente cortados al igual que confirmados cuando vimos la plaza a unos metros. Estaba completamente repleta de personas con un aspecto intimidante, listas para tener un enfrentamiento. La tensión en el ambiente era más que patente, los poderes que había allí reunidos era impresionante. Me quedé completamente allí anonado viendo como el tuerto correteaba delante de ellos como si nada, cuando de repente calló del cielo una bestia ígnea que iluminó el oscuro cielo. Pude ver como el pirata se escurría hacia el interior mientras una de las personas allí presentes era engullido por aquel fuego infernal.
- ¿Has visto eso? - pregunté con la boca abierta a mi compañera que estaba a mi lado, o eso creía.
Ya era sorprendente que alguien fuese capaz de mostrar tal magnitud de poder, más lo fue el tipo que creía carbonizado y estaba ahí como si nada, pero quien se llevó la palma fue la semigiganta. -¿A dónde cojones va?[i] - me pregunté al verla entrar en el mismo lugar que el tuerto. ¿Tan unido estaba a él que corría a un lugar en el que daba miedo estar? Desde luego yo no y por ello me quedé donde estaba. Busqué el trozo de escombro más grande que había a mi alrededor y me senté mientras depositaba a mis pies el saco con mis nuevas pertenencias, donde también guardé el láser del principio que aún reposaba en mi cinto. Prendí otro cigarrillo y me quedé expectante ante el juego de rayos y de voces que volvía a haber.
Parte de mí quería hacer caso a aquella nueva voz y poner pies en polvorosa mientras había tiempo, pero la parte restante y mayoritaria quería que me quedase allí. Algo me decía que ante mí iba se iban a mostrar los poderes más grandes de este tiempo y no quería perdérmelo.
-[i] ¡Oh! Pues si hay otro que se mete en el medio - musité para mí mismo observando al rubio que entraba en escena, aunque en parte me extrañaba que el tuerto hubiese entrado en aquel especie de palacio con el espectáculo que había aquí afuera. De que se lo cuente si sobrevivimos rabiará.
- Resumen Zack:
- Quedarme solo con mi botín, a una distancia prudencial, y no acompañar a mis compañeros mientras espero a que la lucha comience fumándome un cigarro sentado por allí.
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Los ojos del luchador se abrieron un poco más de la cuenta al ver la escena que se estaba formando. Cuando aquel enorme dragón empezó a descender provocando aquel calor, Drake apretó el puño derecho provocando un leve resplandor blanco. Salió despedido hacia arriba al ver que el tajo de la mujer había sido bloqueado por Krauser y Dexter. De un puñetazo provocó una terrible onda de choque con una fuerza increíble, la cual se ocuparía quizás de desviar el dragón o romperlo. Aun así notó dolor por su piel, como si se hubiese quemado. Tuvo que volver a la forma humana enseguida, pues el pelaje de su cuerpo se había prendido. Ahora rodó un poco de forma violenta para evitarlo. Notó el dolor por su cuerpo y entonces frunció el ceño mirando a la mujer. Estaba a punto de lanzarse, pero la voz del dragón le hizo parar unos leves momentos.
Al parecer, aquel yonkou trataba de negociar con las mujeres que estaban allí. Drake entonces empezó a respirar algo mejor y se cruzó de brazos mirando la situación. Si debía lanzarse a por alguien lo haría sin pensárselo. Ya había reventado al guardián de la isla a golpes y podría volver a hacerlo. Pese a que ya no disponía de sus formas de combate superiores, le quedaba su alternativa final. Escupió a un lado y tras unos momentos pudo oler a su capitán, a su hijo y a unos cuantos más. Todo el mundo se estaba reuniendo en aquella plaza por algún motivo. El lobo continuó al lado de Dexter con una calma tranquila.
- ¿Los pretores esos que quieres elegir dan comida?
Dijo de forma inocente mirando al dragón y con una sonrisa en su rostro. En su mente había una hamburguesa bailando sevillanas y con un cartel que decía “cómeme”. El pobre estaba muerto de hambre desde que llegó y las putas manzanas venenosas no le habían hecho bien.
Al parecer, aquel yonkou trataba de negociar con las mujeres que estaban allí. Drake entonces empezó a respirar algo mejor y se cruzó de brazos mirando la situación. Si debía lanzarse a por alguien lo haría sin pensárselo. Ya había reventado al guardián de la isla a golpes y podría volver a hacerlo. Pese a que ya no disponía de sus formas de combate superiores, le quedaba su alternativa final. Escupió a un lado y tras unos momentos pudo oler a su capitán, a su hijo y a unos cuantos más. Todo el mundo se estaba reuniendo en aquella plaza por algún motivo. El lobo continuó al lado de Dexter con una calma tranquila.
- ¿Los pretores esos que quieres elegir dan comida?
Dijo de forma inocente mirando al dragón y con una sonrisa en su rostro. En su mente había una hamburguesa bailando sevillanas y con un cartel que decía “cómeme”. El pobre estaba muerto de hambre desde que llegó y las putas manzanas venenosas no le habían hecho bien.
- Plaza:
- Tratar de reventar el dragón de fuego con super onda, recibir daños, estar junto a Dexter y preguntarle algo.
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-No. No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no- dije en un lapso de tiempo tan corto que pareció hubiera dicho apenas doscientos setenta noes. Había dicho doscientos setenta y uno-. No.
Miré hacia arriba y ésa fue mi única reacción. En los tejados, temible como la gárgola venida del infierno, observaba la situación. Su mirada clavada en el horizonte, ningún lugar y a la vez todos, y entonces los ojos clavados en el suelo, fijos en su objetivo. Cada uno en el suyo. Aquella cabeza bizca y deforme, grasienta como si se estuviera derritiendo, lanzó un escupitajo. Casi me da un síncope, pero pude apartarme a tiempo. ¡Lo mato! ¡Mato a ese maldito Augustus!
-En fin, vamos a relajarnos un poco- dije, estirando los brazos ligeramente mientras intentaba serenarme, y me recordé a algo, aunque no lo pude identificar. La tetas se me escapó, pero está loca. Se marcha zumbando. Una pena, ésas son las mejores. O tal vez ni tanta, luego me daría pena-. Sí, claro.
Esas últimas palabras se me escaparon, pero nunca había sentido pena y dudaba llegar a sentirla. Lo que sí sentía era calor, y me alejé de la zona central de la plaza para evitar ser víctima de aquella lucha. Lo mío es el trabajo intelectual, no el campo. Cómo me muero por llegar a Ennies Lobby y cargarme a ese cretino de Fudge de una vez.
Miré hacia arriba y ésa fue mi única reacción. En los tejados, temible como la gárgola venida del infierno, observaba la situación. Su mirada clavada en el horizonte, ningún lugar y a la vez todos, y entonces los ojos clavados en el suelo, fijos en su objetivo. Cada uno en el suyo. Aquella cabeza bizca y deforme, grasienta como si se estuviera derritiendo, lanzó un escupitajo. Casi me da un síncope, pero pude apartarme a tiempo. ¡Lo mato! ¡Mato a ese maldito Augustus!
-En fin, vamos a relajarnos un poco- dije, estirando los brazos ligeramente mientras intentaba serenarme, y me recordé a algo, aunque no lo pude identificar. La tetas se me escapó, pero está loca. Se marcha zumbando. Una pena, ésas son las mejores. O tal vez ni tanta, luego me daría pena-. Sí, claro.
Esas últimas palabras se me escaparon, pero nunca había sentido pena y dudaba llegar a sentirla. Lo que sí sentía era calor, y me alejé de la zona central de la plaza para evitar ser víctima de aquella lucha. Lo mío es el trabajo intelectual, no el campo. Cómo me muero por llegar a Ennies Lobby y cargarme a ese cretino de Fudge de una vez.
- Resumen:
- Decir no.
Ban Midou IV
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Algo de sangre resbalaba por la mejilla del mafioso, el cual observaba tranquilamente el paisaje lleno de cadáveres. Meneror se había ido por un lado y el ser contra el que luchaba por el otro. Él simplemente estaba solo en aquella situación. Se llevó la mano al bolsillo sacando uno de sus cigarros y acto seguido lo metió en su boca. Su camisa blanca estaba un poco rota y sus sandalias cortadas, pero lo realmente importante era fumar. Sacó su mechero plateado y lo encendió con cuidado, llevándose después el fuego a la boca y prendiendo el cigarro. Le dio una pequeña calada y acto seguido se pasó la mano por la frente. Si su jefe se había largado ya no pintaba nada en aquel lugar.
Ban se ajustó las gafas de Sol con calma y después de aquello miró todo lo que se había liado. Todo lleno de muertos y algunos en condiciones pésimas. Entonces Ban comenzó a caminar hacia la base de Sarka con ambas manos en los bolsillos. A lo mejor allí encontraba algo útil que hacer o gente con la que hablar. No pensaba seguir metido en una guerra que ya no era suya. Soltó una enorme cantidad de humo y después de aquello se aseguró de que sus espadas estaban con él.
- Esto es todo por mi parte.
Dijo en un tono seco mientras se alejaba de la batalla con una mirada tranquila. Su papel había terminado en aquel lugar lleno de locura y por fin se largaba. A lo mejor incluso podía pillar algo de valor en la preciosa base.
Ban se ajustó las gafas de Sol con calma y después de aquello miró todo lo que se había liado. Todo lleno de muertos y algunos en condiciones pésimas. Entonces Ban comenzó a caminar hacia la base de Sarka con ambas manos en los bolsillos. A lo mejor allí encontraba algo útil que hacer o gente con la que hablar. No pensaba seguir metido en una guerra que ya no era suya. Soltó una enorme cantidad de humo y después de aquello se aseguró de que sus espadas estaban con él.
- Esto es todo por mi parte.
Dijo en un tono seco mientras se alejaba de la batalla con una mirada tranquila. Su papel había terminado en aquel lugar lleno de locura y por fin se largaba. A lo mejor incluso podía pillar algo de valor en la preciosa base.
- Sarka:
- Mirar el campo de cadaveres de Sarka y Zal. Irse a la base de Sarka felizmente al ver que Meneror se fue.
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Kedra se cruzó de brazos al ver lo que estaba pasando. Su yami moon se había ocupado de repeler parte de los escombros y ahora simplemente observaba lo que pasaba con una ceja alzada. Todo Dios lanzándose por un único hombre, el yonkaikyo hablando, otros dos dándose besos y un tío poniéndose en contra de todo el mundo. El lobo negro perdió el respeto a muchas personas por ser incapaces de pelear uno contra uno. No quería continuar allí y tan solo defendería a los Blue si era posible, pero no atacaría a Grum como estaban haciendo todos. Lo que hizo a continuación fue alzar su voz tranquilamente mientras se rascaba un poco la cabeza.
- Grum, si sobrevives a esto yo mismo me ocuparé de ti en un uno contra uno. Por otro lado, te deseo suerte. – En cuanto dijo aquello se sentó tranquilamente a un lado y se cruzó de brazos con su haki observación activado.
Ese tipo le recordó así mismo cuando le atacaron a traición miles de veces y la más reciente hacía una media hora en la muralla. El gobierno estaba plagado de cobardes y no había otra explicación. La mayoría luchando uno contra uno caerían fácilmente ante aquel pretor. Escuchó las palabras del dragón manteniéndose quieto y estando totalmente de acuerdo con él. Deathstroke también tenía razón y por eso miró desde el suelo.
- Dejad ya esta gilipollez.
Dijo mirando tranquilamente a todos.
- Grum, si sobrevives a esto yo mismo me ocuparé de ti en un uno contra uno. Por otro lado, te deseo suerte. – En cuanto dijo aquello se sentó tranquilamente a un lado y se cruzó de brazos con su haki observación activado.
Ese tipo le recordó así mismo cuando le atacaron a traición miles de veces y la más reciente hacía una media hora en la muralla. El gobierno estaba plagado de cobardes y no había otra explicación. La mayoría luchando uno contra uno caerían fácilmente ante aquel pretor. Escuchó las palabras del dragón manteniéndose quieto y estando totalmente de acuerdo con él. Deathstroke también tenía razón y por eso miró desde el suelo.
- Dejad ya esta gilipollez.
Dijo mirando tranquilamente a todos.
- Interior Palacio:
- Pensar mal de muchos pjs por atacar al mismo tiempo a un tío. Sentarse en un lado hablandole a grum y después al resto.
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Hinori notó como era apartada de los escombros por su compañero el vikingo. Le dedicó una sonrisa amable y después de aquello le dio un leve toque en el hombro de forma amistosa. A continuación, la chica empezó a escuchar a varios de aquellos tipos hablar. Las palabras más idiotas venían por parte del miembro del Saigo Yonkaikyo. No tenía sentido que los llamase asesinos cuando él era la peor escoria de todas por ayudar al gobierno mundial. Solo por aquello decidió no atacar al pretor, si no era una orden no iba a ayudar a miembros del gobierno. Se alejó también de la batalla y simplemente se quedó mirando la situación.
Sus ojos estaban fijos en su precioso mapache para que no le pasara nada, aunque éste había decidido realizar un acto un poco enfermizo. Quería hacerle pupa en el culo al pobre hombre grande, ella miró a otro lado. Las palabras de Dexter no tardaron en llegar y en ese momento fue cuando ella misma cerró sus ojos despacio con el mantra alerta. No se fiaba de mucha gente de aquella sala, solo de las personas de su banda. Se mantuvo callada ignorando el dinero también y simplemente soltando un pequeño suspiro.
- Que no vemos lo que pretende el gobierno… Esos perros esclavistas y egocéntricos merecen un buen golpe. Todos los que apoyan a esos malnacidos merecen un buen puñetazo en las pelotas ¿Asesinos nosotros? Cállate la boca anda. Estoy segura de que tu maldito gobierno ha matado a más inocentes y jodido la vida la gente a más gente que todos los que estamos aquí reunidos, menos el perro. – Dijo señalando a Kedra y escondiéndose después detrás de Deathstroke.
Sus ojos estaban fijos en su precioso mapache para que no le pasara nada, aunque éste había decidido realizar un acto un poco enfermizo. Quería hacerle pupa en el culo al pobre hombre grande, ella miró a otro lado. Las palabras de Dexter no tardaron en llegar y en ese momento fue cuando ella misma cerró sus ojos despacio con el mantra alerta. No se fiaba de mucha gente de aquella sala, solo de las personas de su banda. Se mantuvo callada ignorando el dinero también y simplemente soltando un pequeño suspiro.
- Que no vemos lo que pretende el gobierno… Esos perros esclavistas y egocéntricos merecen un buen golpe. Todos los que apoyan a esos malnacidos merecen un buen puñetazo en las pelotas ¿Asesinos nosotros? Cállate la boca anda. Estoy segura de que tu maldito gobierno ha matado a más inocentes y jodido la vida la gente a más gente que todos los que estamos aquí reunidos, menos el perro. – Dijo señalando a Kedra y escondiéndose después detrás de Deathstroke.
- Interior PLaza:
- Responder a las palabras sin sentido de Bleyd, acusar a Kedra de ser el único y esconderse tras Death por miedo a Kedra (?)
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Tras aquel derrumbamiento, la chica se había tirado al suelo para cubrirse de todo lo posible. Soltó un suspiro al ver que no había sido para tanto y acto seguido continuó corriendo de forma calmada por aquel sitio siguiendo el olor de Dranser. No tardó mucho en llegar a una sala donde había algunos tronos y otro enorme. Pudo ver a una pelirroja bastante hermosa, a un hombre esqueleto y a su maestro. Galia mostró una sonrisa dulce y lo siguiente que hizo fue hacerle una pequeña reverencia al espadachín de la revolución.
- Dranser sensei ¡Estábamos buscándote!
Dijo mientras miraba su estado un poco preocupada por la enorme cantidad de heridas que poseía en su cuerpo. Justo entonces miró a las otras dos personas sin saber bien quién podían ser. De todas formas, si estaban junto a su maestro no debían ser malos. Les hizo una reverencia a cada uno y después se presentó.
- Mi nombre es Galia Makov (estando allí su maestro no había necesidad de ocultarlo) y actual aprendiz de Dranser, es un placer conoceros.
En cuanto dijo aquello mostró una mirada amable y después de unos momentos trató de sentarse en uno de aquellos tronos debido a lo cansada que estaba (Balt si es posible) se rascó un poco la cabeza y soltó un suspiro.
- Dranser sensei ¡Estábamos buscándote!
Dijo mientras miraba su estado un poco preocupada por la enorme cantidad de heridas que poseía en su cuerpo. Justo entonces miró a las otras dos personas sin saber bien quién podían ser. De todas formas, si estaban junto a su maestro no debían ser malos. Les hizo una reverencia a cada uno y después se presentó.
- Mi nombre es Galia Makov (estando allí su maestro no había necesidad de ocultarlo) y actual aprendiz de Dranser, es un placer conoceros.
En cuanto dijo aquello mostró una mirada amable y después de unos momentos trató de sentarse en uno de aquellos tronos debido a lo cansada que estaba (Balt si es posible) se rascó un poco la cabeza y soltó un suspiro.
- Zona Trono:
- Llegar y saludar a Dranser, hablar con Aki y Sans, sentarse en un trono por el cansancio (Balt a ser posible)
Elya Edelweiss
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Se había quedado quieta, paralizada de la impresión. El cambio había sido brusco y aún no asimilaba lo que veían sus ojos. Tras seguir los ruidos de la batalla y el alboroto por entre las calles de la ciudad, mirando a ratos al suelo para no matarse y a ratos a su acompañante para que tampoco él se tropezase, había alzado los ojos momentos antes de que la guardiana se lanzase a por el hombre.
¿Quién era? No parecía preocupado. Su presencia imponía más que la de cualquier ser que hubiera conocido hasta el momento. Nunca había sentido una necesidad tan fuerte de arrodillarse y sin embargo no lo hizo. Mientras tragaba saliva, atontada por el espectáculo, una vocecita en su cabeza le decía que de hacerlo se pondría en ridículo y su orgullo se lo impidió. Pero es que no era solo el hombre, era el lugar entero.
Para cuando su cuerpo le respondió y pudo mirar a su alrededor, fijarse mejor en lo que tenía ante sus ojos, estos se abrieron en una mueca de asombro. Luces por todas partes, armas más grandes que ella y hombres y mujeres tan poderosos que solo con verles tenía la certeza de que podrían partirla en dos como a un palillo sin tan siquiera darse cuenta. Había gente así en el mundo, no eran héroes de leyenda. Y estaban apenas a unos metros de ella. Se sintió torpe, como si estuviera molestando cuando en realidad nadie había notado que estaba ahí. Rodeó la plaza junto a Vinnie, tratando de mantenerse fuera del alcance de la batalla y sus contendientes. Ni siquiera había estallado en realidad, pero la tensión que se respiraba la angustiaba y a la vez la llamaba más que la lucha entre los ejércitos que había presenciado antes. A la joven le brillaban los ojos de la excitación y no podía esperar a ver qué sucedía a continuación.
De fondo oía lo que se decían unos a otros, pero estaba demasiado aturdida como para racionalizarlo. Y cuando pensaba que ya lo había visto todo, un dragón surgió del cielo y Elya creyó, lo creyó de verdad, que alcanzaría al hombre en cuestión de segundos. Estiró el brazo hacia delante y abrió la boca en un grito mudo, todo inútil. Pero como si lo hubiera adivinado, él contraatacó. Otro dragón fue a encontrarse con el primero y lo enfrentó. Ni siquiera se había movido apenas. Elya se aferró a su lanza, jadeando de la sorpresa. ¿Cómo había podido verlo venir? Había sido tan rápido, pero lo había hecho. ¿Había algún truco, o solo podía hacerlo él? Quería averigüarlo, quería aprender. Quería mejorar, unirse a ellos y no vagabundear de aquí para allá tratando de no estorbar. En verdad...
Una voz la distrajo de sus pensamientos. Pocas cosas podrían haberlo hecho, pero al oír ese nombre se dio la vuelta, obviando enseguida todo lo que acababa de ver.
-¿Ushio? ¿Tú eres Ushio?
Le miró de arriba abajo evaluándolo, con el desprecio clavado en la mirada. Le apuntó con la lanza, una muda advertencia.
-No te seguiría jamás. Alguien que abandona a su pareja y a su hijo cuando este ni siquiera ha nacido no merece el menor de los respetos.
Se acercó más, hirviendo de furia. Hizo el ademán de pincharle con el arma, pero se controló a tiempo y la clavó en la tierra. Le apuntó con el dedo. Estaba asqueada de que alguien así pudiera desprender esa alegría y tranquilidad. Había dejado vidas atrás, vidas de las que era responsable. Y no parecía arrepentirse o siquiera recordarlas.
-Deberías estar revolcándote en el barro con el peso de tu conciencia. Si no te mato en este instante es solo porque creo que ese es su derecho. Suerte tiene tu hijo de que su madre sea fuerte y pueda defenderle. Alguien como tú... no merece esa bendición.
Tras decir eso, se dio la vuelta antes de cometer una locura y con la cabeza a punto de estallar por tantos pensamientos se dirigió un poco inconscientemente hacia el palacio.
¿Quién era? No parecía preocupado. Su presencia imponía más que la de cualquier ser que hubiera conocido hasta el momento. Nunca había sentido una necesidad tan fuerte de arrodillarse y sin embargo no lo hizo. Mientras tragaba saliva, atontada por el espectáculo, una vocecita en su cabeza le decía que de hacerlo se pondría en ridículo y su orgullo se lo impidió. Pero es que no era solo el hombre, era el lugar entero.
Para cuando su cuerpo le respondió y pudo mirar a su alrededor, fijarse mejor en lo que tenía ante sus ojos, estos se abrieron en una mueca de asombro. Luces por todas partes, armas más grandes que ella y hombres y mujeres tan poderosos que solo con verles tenía la certeza de que podrían partirla en dos como a un palillo sin tan siquiera darse cuenta. Había gente así en el mundo, no eran héroes de leyenda. Y estaban apenas a unos metros de ella. Se sintió torpe, como si estuviera molestando cuando en realidad nadie había notado que estaba ahí. Rodeó la plaza junto a Vinnie, tratando de mantenerse fuera del alcance de la batalla y sus contendientes. Ni siquiera había estallado en realidad, pero la tensión que se respiraba la angustiaba y a la vez la llamaba más que la lucha entre los ejércitos que había presenciado antes. A la joven le brillaban los ojos de la excitación y no podía esperar a ver qué sucedía a continuación.
De fondo oía lo que se decían unos a otros, pero estaba demasiado aturdida como para racionalizarlo. Y cuando pensaba que ya lo había visto todo, un dragón surgió del cielo y Elya creyó, lo creyó de verdad, que alcanzaría al hombre en cuestión de segundos. Estiró el brazo hacia delante y abrió la boca en un grito mudo, todo inútil. Pero como si lo hubiera adivinado, él contraatacó. Otro dragón fue a encontrarse con el primero y lo enfrentó. Ni siquiera se había movido apenas. Elya se aferró a su lanza, jadeando de la sorpresa. ¿Cómo había podido verlo venir? Había sido tan rápido, pero lo había hecho. ¿Había algún truco, o solo podía hacerlo él? Quería averigüarlo, quería aprender. Quería mejorar, unirse a ellos y no vagabundear de aquí para allá tratando de no estorbar. En verdad...
Una voz la distrajo de sus pensamientos. Pocas cosas podrían haberlo hecho, pero al oír ese nombre se dio la vuelta, obviando enseguida todo lo que acababa de ver.
-¿Ushio? ¿Tú eres Ushio?
Le miró de arriba abajo evaluándolo, con el desprecio clavado en la mirada. Le apuntó con la lanza, una muda advertencia.
-No te seguiría jamás. Alguien que abandona a su pareja y a su hijo cuando este ni siquiera ha nacido no merece el menor de los respetos.
Se acercó más, hirviendo de furia. Hizo el ademán de pincharle con el arma, pero se controló a tiempo y la clavó en la tierra. Le apuntó con el dedo. Estaba asqueada de que alguien así pudiera desprender esa alegría y tranquilidad. Había dejado vidas atrás, vidas de las que era responsable. Y no parecía arrepentirse o siquiera recordarlas.
-Deberías estar revolcándote en el barro con el peso de tu conciencia. Si no te mato en este instante es solo porque creo que ese es su derecho. Suerte tiene tu hijo de que su madre sea fuerte y pueda defenderle. Alguien como tú... no merece esa bendición.
Tras decir eso, se dio la vuelta antes de cometer una locura y con la cabeza a punto de estallar por tantos pensamientos se dirigió un poco inconscientemente hacia el palacio.
- Zilda, plaza:
- Fangirlear muy mushu y echarle bronca a ushio
Ryuken Shirou
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Ryuken frunció el ceño y soltó un quejido de dolor mientras trataba de levantarse. Ese derrumbamiento le había tomado desprevenido, y no pudo hacer otra cosa que tirarse al suelo... Y eso terminó siendo perjudicial para su espalda. El rebelde cerró sus ojos por algunos segundos y se levantó como pudo, usando el muro o cosas para afirmarse. Ya reincorporado, observó por el rabillo del ojo a Galia y la siguió antes que pudiera perderla de vista. Llegaron a lo que parecía ser la sala de un trono y, además de Dranser, había una pelirroja, que podría ser consideraba hermosa sino fuera por cierto detalle en su caso, y un... ¿Esqueleto? Se frotó los ojos y negó con la cabeza. No, seguía allí. Sino fuera por sus heridas y dolor de cabeza, probablemente hubiera pensado más eso.
- Veo que no soy el único que la pasó mal, Dranser-sensei - le comentó de forma monótona a su maestro.
Clavó su atención en los dos desconocidos y entrecerró sus ojos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para permanecer de pie. Sus heridas y el dolor de cabeza ya le estaban pasando la cuenta, y necesitaba un lugar en donde descansar. Ryuken suspiró pesadamente y le habló a las dos personas. Normalmente tendría mas reservas con desconocidos, pero viendo que estaban al lado de su maestro... Les daría el beneficio de la duda.
- Ryuken Shirou, y también aprendiz de Dranser - se presentó mientras hacía una leve reverencia.
Sin decir otra palabra alguna, se dirigió a uno de los tronos e intentó dejarse caer en un al azar. Cerró sus ojos y suspiró, al tiempo que llevaba una mano a su cabeza. Nuevamente, y por enésima vez ese día, maldijo a Ivan por todo lo que hizo. Era una suerte que se perdió por algún lugar.
- Veo que no soy el único que la pasó mal, Dranser-sensei - le comentó de forma monótona a su maestro.
Clavó su atención en los dos desconocidos y entrecerró sus ojos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para permanecer de pie. Sus heridas y el dolor de cabeza ya le estaban pasando la cuenta, y necesitaba un lugar en donde descansar. Ryuken suspiró pesadamente y le habló a las dos personas. Normalmente tendría mas reservas con desconocidos, pero viendo que estaban al lado de su maestro... Les daría el beneficio de la duda.
- Ryuken Shirou, y también aprendiz de Dranser - se presentó mientras hacía una leve reverencia.
Sin decir otra palabra alguna, se dirigió a uno de los tronos e intentó dejarse caer en un al azar. Cerró sus ojos y suspiró, al tiempo que llevaba una mano a su cabeza. Nuevamente, y por enésima vez ese día, maldijo a Ivan por todo lo que hizo. Era una suerte que se perdió por algún lugar.
- Sala del Trono:
- Llegar a la sala del trono, presentarse y dejarse caer en uno de los tronos al azar. Cerrar sus ojos y ponerse a descansar debido a sus heridas.
Tobías Thorn
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Salí despedido de aquel agujero sin saber muy bien a donde iba ni por qué, pero había algo dentro de mí que decía que no estaba bien quedarme en aquella capilla jugando a los busca tesoros, por lo que vagué en línea recta siguiendo la trayectoria que había escogido el ser alado sumido en mis propias elucubraciones. Quizás me hubiese quedado en ese estado de semi letargo, pero me topé de frente con las pocas filas que quedaban de Balt.
Estos comenzaron a abrirme paso como si de un dirigente me tratase, sintiendo cada mirada de aquellos hombres que tanto se jugaban. Allí seguían inamovible con sus maravillosas bestias de guerra, dispuestos a seguir su cruenta batalla contra el enemigo que estaba en pie. Por un momento me pareció leer en algunos rostros que anhelaban unas palabras que yo no podía darles, un poder para ayudarles que no poseía o incluso un dirigente que comandase sus actos. Era sensación bastante angustiosa. Me sentía incompetente ante tal situación, aunque por suerte los siguientes sucesos me libraron de seguir estancado en ellos.
El cielo se vio brevemente iluminado por un tono rojizo. Un enorme dragón de un rojo intenso caía en picado, no muy lejos de donde estábamos, quedándonos a todos con la vista fija en un mismo punto. El espectáculo fue tan maravilloso como efímero, aunque no fue el único que sucedió. No había terminado de recomponerme cuando un rayo cayó a escasos metros de donde me encontraba. Temí por un momento que aquel ser cargado de odio hubiese decidido que ya había pasado tiempo más que suficiente para comenzar su destrucción, pero por suerte para mí, quizás para los soldados también, del fogonazo surgió la figura de un tipo bastante alto armado con un buen discurso.
Sus palabras eran lo más coherente que se les podía decir a aquellos hombres. Quizás los más orgullosos tardasen en olvidarlo, pero debían comprender que la batalla había llegado a un punto en los que muy pocos podían intervenir. Lo mejor que podían hacer era reunirse con sus seres queridos y rezar porque la batalla no terminase con la aniquilación de todo ser viviente en la isla. Era absurdo intentar evacuar en tan poco tiempo, por lo que lo mejor era intentar pasar en paz el tiempo que les quedaba. Puede que incluso yo debería hacer lo mismo y buscar a los míos y pedir perdón por mi marcha repentina. No quería que este fuese nuestro último momento juntos se viese turbado por la discordia, pero por un extraño motivo me encontré haciendo otra cosa distinta..
- Ya habéis oído soldados. Quizás solo nos queden unos míseros minutos de vida, por lo que no merece la pena que sigáis tiñendo de rojo el campo. Descansad, reuníos con los vuestros y honrad a los difuntos en paz - dije mientras caminaba con paso firme hacia una de aquellas maravillosas bestias, a la cual me intenté subir si esta se dejaba. Esperaba que al ser una montura de guerra estuviese acostumbrada a los humanos. - Se que solo soy otro extranjero más que nada más ha visto la punta del iceberg de vuestro dolor, pero si yo pudiese estar en vuestro lugar y fuese mis últimos minutos... Intentaría disfrutar de quien me ha acompañado día a día y no de matarme con el vecino que está en una situación similar.
Tras decir aquellas palabras marcharía hacia donde había caído el dragón de fuego. Ya fuese montado en el animal o usando el Soru para avanzar más rápido.
Estos comenzaron a abrirme paso como si de un dirigente me tratase, sintiendo cada mirada de aquellos hombres que tanto se jugaban. Allí seguían inamovible con sus maravillosas bestias de guerra, dispuestos a seguir su cruenta batalla contra el enemigo que estaba en pie. Por un momento me pareció leer en algunos rostros que anhelaban unas palabras que yo no podía darles, un poder para ayudarles que no poseía o incluso un dirigente que comandase sus actos. Era sensación bastante angustiosa. Me sentía incompetente ante tal situación, aunque por suerte los siguientes sucesos me libraron de seguir estancado en ellos.
El cielo se vio brevemente iluminado por un tono rojizo. Un enorme dragón de un rojo intenso caía en picado, no muy lejos de donde estábamos, quedándonos a todos con la vista fija en un mismo punto. El espectáculo fue tan maravilloso como efímero, aunque no fue el único que sucedió. No había terminado de recomponerme cuando un rayo cayó a escasos metros de donde me encontraba. Temí por un momento que aquel ser cargado de odio hubiese decidido que ya había pasado tiempo más que suficiente para comenzar su destrucción, pero por suerte para mí, quizás para los soldados también, del fogonazo surgió la figura de un tipo bastante alto armado con un buen discurso.
Sus palabras eran lo más coherente que se les podía decir a aquellos hombres. Quizás los más orgullosos tardasen en olvidarlo, pero debían comprender que la batalla había llegado a un punto en los que muy pocos podían intervenir. Lo mejor que podían hacer era reunirse con sus seres queridos y rezar porque la batalla no terminase con la aniquilación de todo ser viviente en la isla. Era absurdo intentar evacuar en tan poco tiempo, por lo que lo mejor era intentar pasar en paz el tiempo que les quedaba. Puede que incluso yo debería hacer lo mismo y buscar a los míos y pedir perdón por mi marcha repentina. No quería que este fuese nuestro último momento juntos se viese turbado por la discordia, pero por un extraño motivo me encontré haciendo otra cosa distinta..
- Ya habéis oído soldados. Quizás solo nos queden unos míseros minutos de vida, por lo que no merece la pena que sigáis tiñendo de rojo el campo. Descansad, reuníos con los vuestros y honrad a los difuntos en paz - dije mientras caminaba con paso firme hacia una de aquellas maravillosas bestias, a la cual me intenté subir si esta se dejaba. Esperaba que al ser una montura de guerra estuviese acostumbrada a los humanos. - Se que solo soy otro extranjero más que nada más ha visto la punta del iceberg de vuestro dolor, pero si yo pudiese estar en vuestro lugar y fuese mis últimos minutos... Intentaría disfrutar de quien me ha acompañado día a día y no de matarme con el vecino que está en una situación similar.
Tras decir aquellas palabras marcharía hacia donde había caído el dragón de fuego. Ya fuese montado en el animal o usando el Soru para avanzar más rápido.
- Resumen:
- Cavilaciones varias, hablar con los soldados de Balt tras la charla de Dexter e intentar montarme en una de las bestias para ir al medio a observar.
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