Recuperando el vellocino [Moderado 4] [Syxel y Taito]

Lo que inicialmente identificasteis como la cabeza no era más que una protuberancia de huesos en medio de esa masa, que es destrozada y quemada por vuestros ataques. Taito intenta apresar a la mole, pero no hay mucho que agarrar. Apresa las extremidades mientras tú preparas el segundo golpe, pero de repente los huesos comienzan a separarse y desmontarse por secciones, comenzando por los puntos por donde Taito le está agarrando y la zona que está justo bajo ti. Parte de estos empiezan a formar de nuevo ese tornado de costillas y fémures, pero otros comienzan a pegarse en torno a los brazos de tu compañero, convirtiendo al apresador en apresado. En tu caso es lo mismo, comenzando por lo que tienen más cerca: tus piernas. La jugada de la mole te entorpece la estocada y aunque llegas a golpear de repente notas un tirón en los pies que te detiene, parando tu golpe cuando los dos primeros tercios del arma se han hundido en el ser. Te percatas de que tu fuego funde los huesos entre sí. Cuando miras qué te ha detenido, ves que los huesos que se unieron a tus piernas forman ahora parte de dos nuevas y más pequeñas extremidades.

Deimos se ríe con un horrible sonido que retumba por toda la estancia, mientras la mole comienza a desmontarse más rápido y los diferentes huesos a juntarse en torno a ti y a Taito, intentando cubriros por completo. Si esto sigue a este ritmo, pronto estaréis totalmente cubiertos por una espesa capa de huesos unidos entre sí. De hecho la jugada de la espada ahora va en tu contra, pues los huesos de la zona cercana que no se han fundido van a tu brazo derecho. Actúa rápido, porque estáis en problemas.

La que inicialmente parecía una gran jugada por nuestra parte, enseguida se nos volvió en contra. La deforme masa de huesos que apresaba ahora mis piernas y brazo derecho avanzaban a un ritmo considerable, amenazando con sepultarme por completo si no hacía nada al respecto.

Confiaba en que la fuerza de Taito fuese suficiente para librarse de sus sujeciones, pero por mi parte, y con el brazo y la espada completamente inmovilizados, no iba a ser tan fácil. Un extraño sentimiento de desesperación comenzó a invadirme. Pero debía tranquilizarme, tenía que pensar en algo y tenía que hacerlo rápido. Tan solo una alocada idea acudió a mi mente, y no iba a perder más tiempo dándole vueltas.

En completo silencio entrecerré los ojos y cerré el puño que aún me quedaba libre. Concentrándome, comencé a reunir fuerzas en este, al mismo que tiempo que trataba de generar fuego oscuro. No obstante, no liberé las llamas, sino que me aseguré de mantenerlas concentradas en un punto concreto mientras continuaba acumulando energías y generando aún más fuego. Poco a poco una extraña esfera negra, con destellos azules, comenzó a envolver el puño.

La amalgama de huesos continuaba ascendiendo, había alcanzado ya la parte inferior de mi torso, quedando mis piernas completamente apresadas en su interior. Por otro lado, el montón de huesos que sujetaba mi brazo derecho había detenido su avance. Quizás gracias a la hoja de la espada, que aún ardía al rojo vivo. De ser ese el caso, tenía una confirmación de que lo que estaba a punto de hacer podía funcionar.

Ya había reunido suficientes llamas en la esfera de fuego concentrada, pero esperé. Continué concentrando mis energías, reuniendo aún más poder, mientras dejaba que la mole de huesos avanzara. Necesitaba tenerlos lo más cerca posible si quería terminar con todos de una vez.

La masa continuó ascendiendo por mi torso, envolviendo mi pecho por completo y alcanzando prácticamente mi cuello. Respirar comenzaba a suponer un gran esfuerzo, pero si lograba mi objetivo habría valido la pena.

Cerré los ojos, tratando de tranquilizarme, y esperé unos segundos más. Cuando Deimos volvió a reír, probablemente seguro de mi inminente final, sus carcajadas resonaron por toda la estancia y llegaron hasta mis oídos. Ya había esperado suficiente.

Dejé de apretar el puño, abriendo la mano por completo, y al hacerlo liberé toda la energía acumulada. Un cegador destello iluminó la sala por completo, sobreponiéndose momentáneamente al aura de oscuridad que la envolvía. Una explosión de energía y llamas seguiría a la ráfaga de luz. No podía prever con exactitud las dimensiones o intensidad de semejante vorágine de llamas, pero esperaba que fuese suficiente para fundir aquel montón de huesos.

Vale tío bruto, ha quedado claro que lo tuyo es reventar cosas. La mole de huesos explota en pedazos, con los huesos fundidos entre sí. La metralla ósea hiere a algunos de los soldados de Ares, así como la onda expansiva y el fuego. ¿Problema? Tu ataque también ha alcanzado a tu compañero, que aunque aún entero y vivo, parece lo bastante herido como para tener problemas con seguir el combate. Tal vez deberías echarle alguna mano, pues algunos soldados están cargando hacia él y hostigándole con sus largas lanzas. No sabes cómo hacen para hacerlo en la oscuridad, es probable que aprovecharan el breve instante de visión que les otorgó tu ataque, o que como es de SEIS PUTOS METROS hace bastante ruido y tal.

Con un chillido de rabia, Deimos alza su lanza y te apunta. Un rayo de energía verde sale de esta hacia ti a gran velocidad, pero de repente un anillo de tu dedo reacciona. Es el mismo que cogiste en la entrada, que ahora se desprende de ti creciendo y transformándose en una serpiente esquelética de metal, que te rodea protegiéndote del golpe. La energía se deshace contra la serpiente, tras lo cual esta se encoge y transforma en un pequeño mono, que trepa hasta tu hombro. Tal vez deberías aprovechar el breve instante que te ha dado el animal, antes de que tu enemigo reanude su ataque.

Tras liberar semejante cantidad de energía, absolutamente todo a mi alrededor quedó envuelto en llamas. Cuando estas se hubieron disipado, al menos en su mayor parte, descendí hasta que volví a sentir el suelo bajo mis pies. Observé entonces a mi alrededor como el fuego había acabado por completo con aquella criatura, convirtiéndola en poco más que un montón de huesos fundidos y humeantes.

No pasé por alto el hecho de que mi ataque había alcanzado también a mi camarada. Aunque hubiese podido predecir el alcance del mismo, ya había valorado esa opción. Al menos le había liberado a él también, y confiaba en que su resistencia sobrehumana le permitiría sobreponerse a las heridas sufridas.

No obstante, al ver como los soldados de Ares cargaban contra él, me distraje. Apenas unos instantes, mas fue suficiente para que Deimos aprovechase mi descuido. Cuando fui consciente de su movimiento, ya era demasiado tarde para tratar de evitarlo, por lo que me dispuse a recibirlo mientras instintivamente me cubría el rostro y un sudor frío recorría mi espalda.

Para mi sorpresa, cuando aquel rayo de energía se disipó me encontraba intacto. Y a mi alrededor se erguía una imponente serpiente esquelética. ¿Aquella criatura me había protegido? La miré directamente a los ojos, o a las cuencas vacías de su enorme cráneo, de cuyo interior emanaba una cálida luz carmesí. Aquel ser comenzó a reducir su tamaño, y al instante se había transformado en un pequeño mono. El animal corrió en mi dirección y trepó por mi cuerpo, encaramándose en mi hombro.

- Interesante... - murmuré, tan asombrado como satisfecho, ante lo que acababa de ocurrir.

No terminaba de comprender de donde había salido, pero no iba a pararme a averiguarlo, dándole a mi enemigo la oportunidad de tomar la iniciativa de nuevo. Así pues, con la vista fija en Deimos, empuñé con decisión la espada, cuya hoja aún ardía al rojo vivo, al tiempo que hice surgir tras mi espalda un trío de legionarios y alrededor de una treintena de muertos.

Sujetando la empuñadura con ambas manos, alcé la espada y retrocedí una pierna, simulando la posición que adoptaría para una carga frontal, seguid por la legión que acababa de invocar. Concentrando mi haki de observación en el peligroso guerrero frente a mí, utilizaría el paso sombrío para desplazarme hasta su posición. Y situándome en su flanco derecho, descargar un corte horizontal descendente, con el que buscaría cercenarle una pierna. Al mismo tiempo, el pequeño ejército que había invocado para captar la atención de mi oponente se daría media vuelta, acudiendo en ayuda de mi compañero.

Datos:

Deimos prepara la lanza y el escudo al ver a tu legión tras de ti, pero no se esperaba tu desaparición. Intenta interponer su escudo, pero como le atacas desde su derecha no reacciona a tiempo y tu espada corta limpiamente su pierna. Su grito es tan terrible que por un instante parece que tus tímpanos vayan a estallar, y aunque el sonido te aturde momentáneamente, notas al momento una presión desaparecer y alivio momentáneo. El miedo que te atenazaba ha desaparecido: puedes herir a tu enemigo, no es tan invulnerable como parecía. De hecho ahora puedes sentir que su Voz no es más poderosa que la tuya, ¿era todo un truco? Los soldados de Ares tampoco son tan fuertes como habías pensado en un primer momento. El miedo te ha jugado una mala pasada.

- ¡Pagarás por esto, Érebo!


Apoyando su pesado escudo para hacer contrapeso, alza su lanza mientras chilla otra vez. De repente tu visión se vuelve borrosa por un instante, y cuando se aclara ya no estás en la sala de antes. Ahora estas en una plataforma circular de baldosas blancas. Fuera de esta hay un gigante negro con el rostro de Deimos, mirándote con odio. Sin más preámbulos echa su puño hacia atrás y te lanza un derechazo directo a... bueno, todo tu cuerpo, dado que el diámetro de su mano es aproximadamente de tu tamaño.

El agudizado oído que poseía se volvió en mi contra cuando Deimos gritó de nuevo, aunque en esta ocasión se debía a la rabia y el dolor por mi certero ataque. Por lo que la satisfacción que sentí compensaba, y por mucho, el dolor que su reacción me suponía. En cuanto pude sobreponerme retrocedí de un salto, dejando algunos metros entre ambos por si trataba de contratacar. Aunque no fue el caso.

La criatura tuvo que utilizar su escudo como apoyo para mantenerse en pie. Aún tras recibir semejante herida se mantenía erguido, imponente y amenazante. Con una mirada de puro odio clavada en mí. No obstante, la visión de su extremidad amputada, la sangre brotando a borbotones, y la misma goteando del filo de mi espada, hicieron que el sentimiento de angustia y el miedo que se habían aferrado en mi pecho desde el inicio del encuentro, desapareciesen al fin.

- Como se suele decir: si sangra, puede morir. - Me jacté confiado.

Ante tal provocación, habló una vez más, lanzando al aire una nueva amenaza. Al mismo tiempo mi vista se nubló, y sentí que las piernas me temblaban por un momento. Para cuando me hube despejado todo a nuestro alrededor había cambiado. Me encontraba sobre una extraña plataforma en mitad de la nada, y Deimos había desaparecido. No podía sentir su presencia, ni la de Taito o los numerosos muertos que hasta hacía tan solo unos instantes combatían a nuestro alrededor.

De pronto, fui consciente de un inminente ataque. Instintivamente giré sobre mí mismo, empuñando mi espada con firmeza e interponiendo su hoja para tratar de detener el peligro que se cernía sobre mí. Un gigantesco puño impactó contra esta, mas mi fuerza no fue suficiente para detenerlo. Aun mitigando parte del impacto con el bloqueo, recibí el golpe y fui lanzado hacia atrás, rodando varios metros por el suelo. De un salto me reincorporé, dolorido, y algunos huesos me crujieron al hacerlo. Incluso noté el sabor metálico de la sangre en mi boca. Había sido un buen golpe.

- Eso no ha estado mal. - Le concedí, contemplando al colosal ser que se alzaba ante mí.

Ahora que el miedo no me abrumaba, comenzaba a disfrutar de la emoción del combate. Y que mi oponente fuese capaz de plantarme cara no hacía más que avivar dicha sensación. Así pues, permitiéndome sonreír por primera vez desde que llegase a aquel lugar, alcé la mano y mi espada, que había caído tras recibir el golpe, volvió hasta mi en un abrir y cerrar de ojos.

Casi simultáneamente, yo mismo comencé a crecer. De reojo comprobé el tamaño de la plataforma, para cerciorarme de que me permitiría alcanzar mi máxima envergadura. Y dado que disponía de suficiente espacio, crecí hasta alcanzar los seis metros de altura. Adoptar esa forma aumentaría la efectividad de mi próximo movimiento.

Ante la mirada del monstruo con el rostro de Deimos, flexioné ligeramente las piernas mientras, reuniendo energía una vez más la hoja de la espada, volví a empuñarla con ambas manos y férrea convicción. En cuestión de segundos lancé un corte al aire, y al hacerlo este se propagó, liberando una onda de energía de considerable tamaño. Una media luna de un intenso color negro recorrió rápidamente el espacio que nos separaba, incrementando su tamaño a medida que avanzaba directa al pecho de la criatura.

Luna de sombras:

En el momento en que recibes el doloroso puñetazo, por un instante crees sentir un... ¿aguijoneo? a la altura del hombro. Desaparece tan rápido como ha llegado, sustituido por la horrible sensación de huesos rompiéndose. También crees haber percibido un sonido metálico y una vibración en tu espada. Por algún motivo el mono ha vuelto a convertirse en serpiente, rodeando tu cuerpo como si eso fuera a protegerte de los puñetazos, en un intento casi fútil. Y entonces tu espada desciende, creando al tiempo que corta una especie de disformidad en el aire, como si cortase la realidad en dos. Y a medida tu onda avanza contemplas cómo el mundo frente a ti se parte y deshace como si fuese una hoja de papel dibujado que hubiese nublado tus sentidos presentándote un lugar falso e irreal. Y al tiempo que nuevamente te ves en la sala donde todo empezó, tu ataque corta limpiamente por la mitad a Deimos, que estalla en fragmentos de luz con un último pavoroso chillido.

- Putos gilipollas con lanzas.... - escuchas detrás tuya.

Es Taito, ensangrentado pero entero. Ha vuelto a su forma humana, y tras él hay una reguero de cadáveres. No queda ni uno de los soldados de Ares, parece que él y tus legionarios han bastado para dar cuenta de ellos. Por cierto, no te duele ninguna de las heridas que el falso gigante te provocó. De hecho no existen. En su lugar ves a la altura de tu hombro una herida de lanza, probablemente causada por la lanza de Deimos mientras estabas engañado por su ilusión. De algún modo cuando creías intentar bloquear el puñetazo, desviaste el arma, y el mono-serpiente hizo el resto. No es una herida grave, pero sí dolorosa, y es probable que te cueste levantar el brazo izquierdo por encima del hombro hasta que sane. En fin, ya nada se interpone en vuestro camino. Recorréis la sala hasta un largo pasillo blanco iluminado por braseros en nichos que se van encendiendo a vuestro paso, con una luz azul clara nítida y reconfortante. Llegáis a una estancia circular muy alta donde sólo hay una palanca en el centro, y que no tiene techo. De hecho parece que arriba desemboca en una sala aún más grande.

- No parece ser una trampa - dice tu compañero, observando la palanca.


Seguramente su examen haya sido inútil y tú ya hayas tirado de ella, so garrulo. Por suerte para ti efectivamente no es ninguna treta en esta ocasión y cuando os decidís a darle, un sonido de mecanismos y cadenas precede a un suave temblor del suelo, y este comienza a levantarse rozando las paredes con un pétreo quejido. La estancia superior parece bien iluminada, y de hecho creéis ver la luz del día. No tardáis mucho en terminar vuestro ascenso, y pronto os maravilláis con el sanctasanctórum del templo. Es una estancia grande rectangular, con techo abierto al cielo y flanqueada por columnas. Frente a vosotros, en un trono de bronce y hierro de tamaño monumental, reposa un hombre muy anciano. Casi en los huesos, con piel maltratada y llena de cientos de cicatrices de batalla, una larga barba gris y pelo mustio y escaso. Lleva únicamente una túnica blanca similar a la de los habitantes de Gazia. Pese a su aspecto decaído y parecer que ha vivido días mejores, su mirada es firme y regia.

- Os felicito, nobles guerreros. Habéis superado la Senda del General y demostrado ser guerreros dignos de estar en mi presencia. Como recompensa, reconozco como legítimo botín de guerra todo lo que habéis conseguido en este templo y atenderé a una única petición.

Su voz es imponente y autoritaria. Cada palabra parece hacer retumbar el aire con su poder, recordándoos en cierto modo a Deimos, pero a su vez es muy diferente. Donde el monstruo imponía miedo, la de este hombre impone respeto. Podéis percibir que una única lanza sencilla de madera con punta de bronce reposa junto a su trono.

Parpadeé varias veces, perplejo ante el cúmulo de acontecimientos que acababan de sucederse. ¿Cómo había podido dejarme engañar por una simple ilusión? Ese hecho me dolía más en el orgullo que la herida que ahora tenía en el hombro. Aunque al menos me quedaba la satisfacción de haber salido victorioso de la batalla.

- Parece que me has vuelto a salvar - murmuré al pequeño mono, que de nuevo se había subido sobre mi hombro, mientras le acariciaba suavemente el mentón con la mano que aún podía levantar sin dolor.

- Putos gilipollas con lanzas... - Escuché a mi compañero, quién también había logrado vencer y ahora se reunía conmigo. Estaba herido, y aunque parecía no ser de gravedad, no podía estar seguro de si se debía a su fortaleza o su orgullo.

- ¿Puedes continuar? - Me limité a preguntarle, y este asintió.

Sin duda debía tratar sus heridas, pero teniendo en cuenta lo sucedido no sería la mejor de las ideas pararnos a descansar en ese lugar. Por ello retomamos nuestro camino, avanzando sin perder ni un instante. Atravesamos la misteriosa puerta al final de la estancia, y recorrimos un pasillo que nos condujo a otra algo más pequeña, ante mucho más alta. De nuevo analicé el lugar, aunque lo único que allí había era una palanca. Situada en el centro de la habitación, parecía llamarnos a gritos.

Medité durante unos instantes... estuvimos a punto de ser aplastados, nos atacó un grupo de espectros, luego tuvimos que enfrentarnos a Deimos y a los soldados de Ares, y eso sin contar nuestro paseo hasta el templo. ¿Qué otra sorpresa podría aguardarnos? No me quedaban fuerzas para tratar de resolver otro acertijo, si es que lo había, y dado que mi compañero estaba de acuerdo simplemente tiré de la dichosa palanca.

El suelo tembló bajo nuestros pies, e instintivamente llevé la mano a la empuñadura de mi espada, que ahora descansaba en su funda. Y ahí permaneció, pues al menos a simple vista no parecía que nos esperase ningún otro peligro.

Cuando el ascenso hubo finalizado, observé nuevamente todo a mi alrededor. El lugar al que habíamos llegado era realmente hermoso, solemne incluso. Digno de un templo consagrado al dios de la guerra. Pero lo que más llamó mi atención fue la presencia de un anciano en aquel lugar. Sentado en un viejo trono, era tan imponente como la propia estancia. Si no más. Y cuando habló, no pude evitar sentir una sensación familiar.

Tras escuchar atentamente sus palabras, intercambié una mirada con Taito, para luego dar un par de pasos al frente. Y mirándole directamente, respondí.

- Hemos venido aquí con un único objetivo, recuperar el vellocino de oro.

El hombre sonríe al escuchar tu respuesta y comienza a reírse con debilidad, sucumbiendo a un fuerte ataque de tos. Tiene aspecto de haber sido un poderoso guerrero en el pasado, pero el tiempo ha sido un rival que no ha podido derrotar. Cuando al fin se calma, vuelve a mirarte con una sonrisa y dice.

- Tú mismo puedes cogerlo. Si sigues el camino que hay tras mi trono encontrarás una higuera sobre la que reposa tu premio. Sin embargo esperaba mucho más de ti, hijo de Caos. Esa piel no era más que un poco de lana dorada, nada comparado con lo que podrías haber pedido.

Te examina con calma y cierta... curiosidad. Al cabo de un momento se levanta con esfuerzo, resoplando y apoyándose sobre el respaldo con sus temblorosos y esqueléticos brazos. Usando la lanza como bastón, avanza un par de pasos, mirándote con una expresión tan firme y majestuosa como débil es su cuerpo.

- Tengo algo que mostraros. Mi poder es muy diferente del vuestro, portadores de los Dioses. Mientras que vosotros encarnáis a seres de leyenda, yo los invoco - sonríe de nuevo y alza una mano.

De repente aparecen dos figuras frente a vosotros, de pura luz, tan intensa que no alcanzáis a distinguirlas bien. La que está frente a ti toca tu frente, y de repente comprendes algo que siempre ha estado ahí pero que hasta ahora has ignorado. La luz se desvanece, dejando una imagen cómica: ya no eres el poderoso capitán Silver D. Syxel, sino una niña de nueve años con coletitas y una espada demasiado grande para ella. Escuchas la risa de Taito detrás de ti. Por cierto, ¿a dónde ha ido a parar el viejo?

Si seguís el camino que os ha indicado, llegaréis a una colina en la que está la dichosa piel de oro. Desde aquí podéis ver toda la isla de Gazia, una hermosa vista que no parece reflejar los letales peligros que habéis hecho frente. Sin embargo, tras todo el largo viaje y las duras pruebas habéis triunfado y logrado vuestro objetivo. Esta historia por sí misma es digna de jubilarse y contarla a las generaciones futuras como una épica gesta. Sin embargo como buen pirata, ¿por qué te ibas a retirar cuando lo mejor está por llegar? Ah, en la higuera hay una extraña fruta morada con espirales amarillas que tal vez os interese coger.


Premios:

- Dagas gemelas: Unas dagas de calidad Ryo Wazamono con la propiedad de volver a las manos de su portador tras ser arrojadas.

- Mordedura de Víbora: Una espada corta con la capacidad de hacer crecer su hoja instantáneamente hasta alcanzar un metro de longitud. Su calidad es equivalente a una Ryo Wazamono.

- Filo de Gazia: Una falcata de calidad Ryo Wazamono capaz de potenciar las técnicas que se empleen con ella hasta un 50%.

- Anillo de Honebi: Un anillo capaz de transformarse en una serpiente de huesos metálica de seis metros de largo con voluntad propia. Tiene la Saru Saru no mi modelo mono capuchino.

- Polimorfia.

- Técnica: Explosión de llamas (defínela tú en la petición de técnicas).

- Blade's soul: Un corte con la espada capaz de cortar cosas más grandes que la propia longitud del propia arma. El corte es continuado por una onda de energía que se libera en el momento del golpe.

- Volved al Hades: Con esta técnica Syxel puede hacer que no muertos menores como zombies (cuyo nivel no sea superior a 1/3 del suyo) se queden paralizados o incluso sean destruidos y retornen al Inframundo. No servirá contra no muertos más poderosos (liches por ejemplo) o contra usuarios de zoan mitológicas relacionadas, ya que en esencia están vivos y su estado de no muerte depende de una akuma, aunque podrá hacer que sientan un desagradable dolor.

- Akuma no mi misteriosa.

Cosas para Taito:

- Chakra de tierra: Linaje de guerreros: Invocando el poder de los Asura y su confianza en sí mismo, aumenta enormemente su resistencia corporal contra un único ataque, reduciendo en dos grados la gravedad de la herida que fuese a recibir. Tras eso, ignora durante dos posts el cansancio y sus heridas y continúa peleando (no ignora heridas incapacitantes como que le rompan la espalda, pero sí podría seguir moviendo un brazo con un hueso roto a base de pura fuerza muscular, a costa de hacerse mucho daño). Sólo puede usarlo una vez por combate.

Escala de heridas: Letal > Crítica > Grave > Moderada > Leve > Superficial

- Despertar del guerrero: Los aumentos de stats de su tabla pasan a ir sobre sus propias capacidades y no sobre un humano promedio.