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"Sabes... Siempre he pensado que la gente aprende de dos formas a combatir. Puedes entrenar con otra persona, o puedes tratar de sobrevivir. En el primer caso, estas seguro de que, por mucho que te magullen, no intentaran matarte, normalmente tienes tu la ventaja del primer ataque. Es algo simple. En la segunda, pones tu vida en juego...Pero...¿Cuál crees es la más importante de las diferencias, Kouga?" Aquella conversación se pasó por la cabeza de la joven mientras observaba como dos grupos de cinco personas se acercaban, saliendo de la zona cubierta por aquella peculiar presencia. Una media sonrisa se dibujó en el rostro de la joven al ver como estos, parecían prepararse para el combate. "¿La mayor diferencia? ¿Acaso no la has dicho ya?" Contestó el felino en su mente, al tiempo que la chica hacía el primer movimiento. El grupo contrario aún no había empezado a encarar al rubio en aquel momento.
Sin dar tiempo de reacción a sus rivales, la joven flexionó sus piernas y se propulsó hacia delante, cargando con dos cuchillos, uno en cada mano, además de un tercero, que había agarrado con la boca, por si lo necesitaba en adelante, llevaba también su paraguas, agarrado a con una cinta a la espalda. No tardó más que un parpadeo en lanzar las dos dagas hacía dos de los bandidos, los cuales se encontraban a ambos lados del del centro. según la formación que habían tomado. Estas, en principio tomarían un ángulo por el que no dañarían ningún órgano, a no ser que se moviesen hacía los extremos. Tras eso, siguió avanzando, aprovechando esa distracción para quedar a una distancia de cuerpo a cuerpo con la persona del centro. Una vez a su altura, lanzaría una patada baja, tratando de derivarlo, para clavar después su yugular. Además, en cuanto su pierna comenzó a moverse, hizo que Kouga se materializara al instante, como apoyo defensivo y ofensivo.
"La respuesta es que, cuando luchas por tu supervivencia, no existe nada llamado: turnos de combate". Finalizó la joven que, hubiera logrado o no, acabar con el primero de ellos, se apartaría de un salto, varios metros, para volver a tener distancia una distancia desde la que volver a atacar e indicaría a Kouga que atacase, en este caso al que se encontrara en mejor estado. Al contrario que durante sus juegos con Therax, el animal esta vez tenía la dureza de un humano empleando Haki de armadura al nivel dos (debido a que Mura se encontraba empleando el suyo, al tres).
Sin dar tiempo de reacción a sus rivales, la joven flexionó sus piernas y se propulsó hacia delante, cargando con dos cuchillos, uno en cada mano, además de un tercero, que había agarrado con la boca, por si lo necesitaba en adelante, llevaba también su paraguas, agarrado a con una cinta a la espalda. No tardó más que un parpadeo en lanzar las dos dagas hacía dos de los bandidos, los cuales se encontraban a ambos lados del del centro. según la formación que habían tomado. Estas, en principio tomarían un ángulo por el que no dañarían ningún órgano, a no ser que se moviesen hacía los extremos. Tras eso, siguió avanzando, aprovechando esa distracción para quedar a una distancia de cuerpo a cuerpo con la persona del centro. Una vez a su altura, lanzaría una patada baja, tratando de derivarlo, para clavar después su yugular. Además, en cuanto su pierna comenzó a moverse, hizo que Kouga se materializara al instante, como apoyo defensivo y ofensivo.
"La respuesta es que, cuando luchas por tu supervivencia, no existe nada llamado: turnos de combate". Finalizó la joven que, hubiera logrado o no, acabar con el primero de ellos, se apartaría de un salto, varios metros, para volver a tener distancia una distancia desde la que volver a atacar e indicaría a Kouga que atacase, en este caso al que se encontrara en mejor estado. Al contrario que durante sus juegos con Therax, el animal esta vez tenía la dureza de un humano empleando Haki de armadura al nivel dos (debido a que Mura se encontraba empleando el suyo, al tres).
En el breve espacio de tiempo en que sus oponentes se reagruparon para atacarle conjuntamente, Therax dirigió un breve vistazo a la que se había convertido en su compañera de batalla. Si de algo estaba seguro al ver los movimientos de la del pelo anaranjado, era de que sabía lo que hacía.
Al contrario que él, Mura se lanzó sin pensarlo contra los cinco que habían hecho de ella su presa, aunque lo que vino a continuación hizo que el rubio dejase de verlos en calidad de "cazadores" para identificarlos más como "cazados". Los cuchillos lanzados por Murasaki acertaron de pleno en sus objetivos, que se quedaron paralizados cuando las hojas atravesaron su carne.
Tras esto, vio cómo Kouga volvía a aparecer mientras la chica abatía a otro adversario, el cual, dada la naturaleza del ataque que había recibido, no volvería a levantarse jamás. «Vaya...», pensó el rubio mientras veía cómo la ágil mujer se volvía a alejar de sus oponentes sin darles la oportunidad siquiera de acerarse a ella. En un instante había pasado de enfrentarse a cinco enemigos a hacerlo con cuatro, dos de los cuales se encontraban malheridos. No obstante, todos volvieron a lanzarse contra ella sin presentar -al menos en apariencia- ni un atisbo de duda.
En los pocos segundos en los que se había desarrollado toda la acción junto al espadachín, los oponente de éste habían cubierto la mayor parte de la distancia que los separaba de él y, tratando de realizar un ataque combinado, se habían abalanzado sobre él blandiendo sus armas en alto. Tras dirigirle una breve mirada a Tib, éste se metió entre sus piernas y, al grito de "Valhalla", el domador hizo surgir una cúpula de gélida energía que los repelió violentamente.
Dos de ellos cayeron de espaldas al suelo, sorprendidos por la súbita materialización de la barrera, mientras que los otros tres reaccionaron a tiempo y cayeron de pie. Con intención de no darles tiempo a reaccionar, mascota y amo comenzaron a correr en dirección a ellos. Tib no se lo pensó y se abalanzó sobre la cara de uno de los que intentaba reincorporarse, mordiendo y desgarrando como si no hubiera comido en meses. Con toda seguridad, aquel tipo no se levantaría.
Al mismo tiempo, antes de enfrentar a los tres que no yacían tirados, el rubio desvió un poco su trayectoria para, empleando toda la fuerza que fue capaz de reunir, impactar con el extremo del mango de una de sus katanas en la cara del que volvía a erguirse, provocando que volviera a derrumbarse tras un sonoro crujido, esta vez con la nariz y algún hueso más de la cara rotos.
Acto seguido, dos de los restantes realizaron sendos cortes en su dirección, dejando al luchador que había tomado la iniciativa anteriormente a sus espaldas. Therax frenó cada uno de los sables con los suyos y, cuando Tib dejó el inerte cuerpo del que se había convertido en su primera presa para centrarse en uno de los oponentes de su compañero, el espadachín usó el sable que le quedaba libre para provocarle un profundo corte en la barriga al otro, tras lo cual encadenó una nueva incisión a nivel del cuello.
Únicamente quedaba el luchador y, dada la nerviosa postura que adquirió a continuación, sabía perfectamente cuál iba a ser su destino.
Al contrario que él, Mura se lanzó sin pensarlo contra los cinco que habían hecho de ella su presa, aunque lo que vino a continuación hizo que el rubio dejase de verlos en calidad de "cazadores" para identificarlos más como "cazados". Los cuchillos lanzados por Murasaki acertaron de pleno en sus objetivos, que se quedaron paralizados cuando las hojas atravesaron su carne.
Tras esto, vio cómo Kouga volvía a aparecer mientras la chica abatía a otro adversario, el cual, dada la naturaleza del ataque que había recibido, no volvería a levantarse jamás. «Vaya...», pensó el rubio mientras veía cómo la ágil mujer se volvía a alejar de sus oponentes sin darles la oportunidad siquiera de acerarse a ella. En un instante había pasado de enfrentarse a cinco enemigos a hacerlo con cuatro, dos de los cuales se encontraban malheridos. No obstante, todos volvieron a lanzarse contra ella sin presentar -al menos en apariencia- ni un atisbo de duda.
En los pocos segundos en los que se había desarrollado toda la acción junto al espadachín, los oponente de éste habían cubierto la mayor parte de la distancia que los separaba de él y, tratando de realizar un ataque combinado, se habían abalanzado sobre él blandiendo sus armas en alto. Tras dirigirle una breve mirada a Tib, éste se metió entre sus piernas y, al grito de "Valhalla", el domador hizo surgir una cúpula de gélida energía que los repelió violentamente.
Dos de ellos cayeron de espaldas al suelo, sorprendidos por la súbita materialización de la barrera, mientras que los otros tres reaccionaron a tiempo y cayeron de pie. Con intención de no darles tiempo a reaccionar, mascota y amo comenzaron a correr en dirección a ellos. Tib no se lo pensó y se abalanzó sobre la cara de uno de los que intentaba reincorporarse, mordiendo y desgarrando como si no hubiera comido en meses. Con toda seguridad, aquel tipo no se levantaría.
Al mismo tiempo, antes de enfrentar a los tres que no yacían tirados, el rubio desvió un poco su trayectoria para, empleando toda la fuerza que fue capaz de reunir, impactar con el extremo del mango de una de sus katanas en la cara del que volvía a erguirse, provocando que volviera a derrumbarse tras un sonoro crujido, esta vez con la nariz y algún hueso más de la cara rotos.
Acto seguido, dos de los restantes realizaron sendos cortes en su dirección, dejando al luchador que había tomado la iniciativa anteriormente a sus espaldas. Therax frenó cada uno de los sables con los suyos y, cuando Tib dejó el inerte cuerpo del que se había convertido en su primera presa para centrarse en uno de los oponentes de su compañero, el espadachín usó el sable que le quedaba libre para provocarle un profundo corte en la barriga al otro, tras lo cual encadenó una nueva incisión a nivel del cuello.
Únicamente quedaba el luchador y, dada la nerviosa postura que adquirió a continuación, sabía perfectamente cuál iba a ser su destino.
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La forma en que la pelirroja se lanzó contra sus adversarios provocó que el tiempo de reacción de estos fuera más lento de lo esperado, como resultado, uno de ellos había sido asesinado usando el arma que ellos mismos habían lanzado a la asesina. Además, otros dos había resultado levemente heridos, pero aún podían pelear. "Sabes, esperaba que en tu movimiento acabaras con más de ellos". Le recriminó Kouga en su cabeza, ante lo que Akane hizo una mueca. En verdad, ella también esperaba que alguno de los bandidos que atacó colateralmente, hubiera recibido más daño. Bueno, un rasguño a veces basta para marcar la diferencia. Si sus armas tuviesen cualquier tipo de veneno, deberían tener problemas para acercarse a ella y aún le quedaban algunos trucos bajo la manga.
Ahora, era el enemigo quien se lanzaba contra ella, uno de los que aún permanecían ilesos, se dirigió a una velocidad bastante buena contra la chica, empuñando un arma que a la chica le recordó a una hoz. Al llegar a su altura, trató de lanzar un tajo transversal, pero Mura saltó a tiempo de evitarlo, o eso pensó. Mientras se mantenía aún en el aire, otro enemigo apareció, a algo más de distancia. Este, al contrario que su compañero, parecía emplear unas extrañas cadenas para combatir, las cuales trataron de agarrar a la joven y casi lo lograron, Mura, tuvo que "sacrificar" su paraguas, que fue agarrado en lugar de alguna de sus extremidades, al usarlo ella como apoyo para impulsarse, sacándolo rápidamente y clavando uno de sus extremos en el suelo. Al propulsarse, aprovechó los diales de sus botas, para poder alcanzar al de las cadenas, si no tenía ningún arma oculta, sus garras tratarían de cortar uno de sus brazos. Dudaba que esas cadenas fueran fáciles de usar sin sus extremidades.
Mientras tanto, Kouga no se detuvo tampoco, siguiendo la orden de Akane, se lanzó contra uno de los heridos, el cual no tardó en sacarse el cuchillo del hombro y desenvainar un machete. Ante esto, el felino bufó, como si le pareciera poco para él. bueno, también tenía que asegurarse de que el otro no molestase a su dueña, quien de momento, había evadido a uno de sus atacante, segundos antes de que volviera a atacarla, para ir contra su compañero. "Estas siendo muy blanda, gato". Pensó Kouga, causando que el ataque de la joven fuese más intenso. El paraguas de Mura quedó en el suelo, siendo ignorado por el "cazador", quien debió pensar que la chica no tenía ningún arma, o estaba demasiado molesto como para recordar que la pelirroja les había apuntado con este antes y solo quería tratar de degollarla cuando se apartase de su aliado.
Ahora, era el enemigo quien se lanzaba contra ella, uno de los que aún permanecían ilesos, se dirigió a una velocidad bastante buena contra la chica, empuñando un arma que a la chica le recordó a una hoz. Al llegar a su altura, trató de lanzar un tajo transversal, pero Mura saltó a tiempo de evitarlo, o eso pensó. Mientras se mantenía aún en el aire, otro enemigo apareció, a algo más de distancia. Este, al contrario que su compañero, parecía emplear unas extrañas cadenas para combatir, las cuales trataron de agarrar a la joven y casi lo lograron, Mura, tuvo que "sacrificar" su paraguas, que fue agarrado en lugar de alguna de sus extremidades, al usarlo ella como apoyo para impulsarse, sacándolo rápidamente y clavando uno de sus extremos en el suelo. Al propulsarse, aprovechó los diales de sus botas, para poder alcanzar al de las cadenas, si no tenía ningún arma oculta, sus garras tratarían de cortar uno de sus brazos. Dudaba que esas cadenas fueran fáciles de usar sin sus extremidades.
Mientras tanto, Kouga no se detuvo tampoco, siguiendo la orden de Akane, se lanzó contra uno de los heridos, el cual no tardó en sacarse el cuchillo del hombro y desenvainar un machete. Ante esto, el felino bufó, como si le pareciera poco para él. bueno, también tenía que asegurarse de que el otro no molestase a su dueña, quien de momento, había evadido a uno de sus atacante, segundos antes de que volviera a atacarla, para ir contra su compañero. "Estas siendo muy blanda, gato". Pensó Kouga, causando que el ataque de la joven fuese más intenso. El paraguas de Mura quedó en el suelo, siendo ignorado por el "cazador", quien debió pensar que la chica no tenía ningún arma, o estaba demasiado molesto como para recordar que la pelirroja les había apuntado con este antes y solo quería tratar de degollarla cuando se apartase de su aliado.
En un arranque de valor -o desesperación, según se viera-, el que parecía ser el más habilidoso de los oponentes del rubio inició su ofensiva. Al ver las intenciones del tipo, Tib trató de lanzarse contra él, pero el enemigo había leído perfectamente la situación y, tras dar un salto, giró sobre sí mismo para conectar una patada en el costado del Muryn, que salió disparado.
-A ver qué haces ahora sin el chucho -dijo una voz que, aunque susurrante, era perfectamente audible. Entonces, el tipo volvió a abalanzarse sobre él a una velocidad mucho mayor que la exhibida hasta ese momento, encadenando una larga serie de patadas que Therax bloqueó como pudo usando su propio cuerpo y la guardia de sus sables. No obstante, varios de los intentos llegaron a impactar en su objetivo, provocando que el espadachín hiciera varias muecas a causa del dolor.
Acto seguido, el tipo dio un potente salto hacia atrás con la idea de alejarse de las armas del rubio y, cuando posó sus pies en el suelo, sacó una nueva pareja de cuchillos de algún lugar que Therax no pudo ver y los lanzó en su dirección. En un primer momento, al ver la intención de su rival de poner algo de espacio entre ambos, el domador había decidido correr hacia él anticipando su trayectoria para no darle ni un respiro.
Las pequeñas hojas lo cogieron complemente por sorpresa y, si bien fue capaz de apartarse del camino de una de ellas, la otra llegó a provocarle un corte en la parte externa del hombro izquierdo. Un intenso escozor comenzó a nacer de la zona donde el filo había desgarrado su carne para, acto seguido, transformarse en un ardiente dolor.
Consciente de que no tenía tiempo para detenerse a ver la importancia de la laceración, lanzó sendos cortes diagonales en dirección a su oponente, el cual, tras dar un salto, impactó sus rodillas contra las guardias de sus sables, frenando la trayectoria de los mismos. «¿Es un maldito mono, o qué?», se dijo Therax mientras el sujeto volvía a alejarse.
Aprovechando el segundo de descanso que tenía, dirigió la vista hacia el lugar por el que debía haber aterrizado su mascota. Tib empezaba a levantarse, visiblemente aturdido por la contundencia del golpe que había recibido, por lo que no podría contar con él hasta dentro de un rato.
Tras esto, más tranquilo al ser conocedor del buen estado de su compañero, el espadachín volvió a lanzarse contra su rival, lanzando en esta ocasión un corte vertical con ambas hojas, que el tipo evitó desplazándose hacia atrás para, acto seguido, girar sobre sí mismo y tratar de alcanzarle con una patada en la cabeza.
Por desgracia para él, Therax había previsto su movimiento y, tras agacharse, aprovechó para realizar un corte a nivel de la rodilla de su pierna de apoyo, provocando que oponente cayese al suelo. No quería que el sujeto diese problemas más adelante, así que, tal y como había hecho anteriormente con uno de sus compinches, le atizó con toda su fuerza en la cara usando el extremo del mango de su katana.
Cuando comprobó que el oponente estaba inconsciente, se examinó la herida del hombro. En un primer momento, el dolor le había hecho pensar que podía ser más grave de lo que realmente era, de modo que únicamente tenía un corte poco más que superficial que, eso sí, sangraba bastante.
-A ver qué haces ahora sin el chucho -dijo una voz que, aunque susurrante, era perfectamente audible. Entonces, el tipo volvió a abalanzarse sobre él a una velocidad mucho mayor que la exhibida hasta ese momento, encadenando una larga serie de patadas que Therax bloqueó como pudo usando su propio cuerpo y la guardia de sus sables. No obstante, varios de los intentos llegaron a impactar en su objetivo, provocando que el espadachín hiciera varias muecas a causa del dolor.
Acto seguido, el tipo dio un potente salto hacia atrás con la idea de alejarse de las armas del rubio y, cuando posó sus pies en el suelo, sacó una nueva pareja de cuchillos de algún lugar que Therax no pudo ver y los lanzó en su dirección. En un primer momento, al ver la intención de su rival de poner algo de espacio entre ambos, el domador había decidido correr hacia él anticipando su trayectoria para no darle ni un respiro.
Las pequeñas hojas lo cogieron complemente por sorpresa y, si bien fue capaz de apartarse del camino de una de ellas, la otra llegó a provocarle un corte en la parte externa del hombro izquierdo. Un intenso escozor comenzó a nacer de la zona donde el filo había desgarrado su carne para, acto seguido, transformarse en un ardiente dolor.
Consciente de que no tenía tiempo para detenerse a ver la importancia de la laceración, lanzó sendos cortes diagonales en dirección a su oponente, el cual, tras dar un salto, impactó sus rodillas contra las guardias de sus sables, frenando la trayectoria de los mismos. «¿Es un maldito mono, o qué?», se dijo Therax mientras el sujeto volvía a alejarse.
Aprovechando el segundo de descanso que tenía, dirigió la vista hacia el lugar por el que debía haber aterrizado su mascota. Tib empezaba a levantarse, visiblemente aturdido por la contundencia del golpe que había recibido, por lo que no podría contar con él hasta dentro de un rato.
Tras esto, más tranquilo al ser conocedor del buen estado de su compañero, el espadachín volvió a lanzarse contra su rival, lanzando en esta ocasión un corte vertical con ambas hojas, que el tipo evitó desplazándose hacia atrás para, acto seguido, girar sobre sí mismo y tratar de alcanzarle con una patada en la cabeza.
Por desgracia para él, Therax había previsto su movimiento y, tras agacharse, aprovechó para realizar un corte a nivel de la rodilla de su pierna de apoyo, provocando que oponente cayese al suelo. No quería que el sujeto diese problemas más adelante, así que, tal y como había hecho anteriormente con uno de sus compinches, le atizó con toda su fuerza en la cara usando el extremo del mango de su katana.
Cuando comprobó que el oponente estaba inconsciente, se examinó la herida del hombro. En un primer momento, el dolor le había hecho pensar que podía ser más grave de lo que realmente era, de modo que únicamente tenía un corte poco más que superficial que, eso sí, sangraba bastante.
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El tipo había logrado evadir las garras de energía generadas por Mura de forma un tanto torpe, aunque efectiva, interponiendo un arma perforante entre medias, la cual parecía estar conectada a la cadena. A sus espaldas y a su lado, la joven podía escuchar tanto el grito enfurecido del rival al que había dado la espalda como el gemido del cánido que acompañaba a Therax. Al parecer, se había llevado un buen golpe. -Tsk...Sois realmente molestos...- Murmuró Akane, mostrando su molestia en sus ojos, ahora de un tono rojizo. A su al rededor, un aura de color negro había comenzado a rodearla, complicando la visión de la joven debido a la oscuridad de la noche.
"Si retrocedo para tratar de golpear al de atrás, me cortara con esa cosa, o lo intentará... No me arriesgaré". Se dijo, desvaneciendo sus garras y aprovechando que la inercia había causado que el otro se desequilibrara, saltó, usando su cara de trampolín. Con su fuerza sobrehumana, sumada a los diales de aire de sus botas, la cabeza de aquel hombre debería acabar inevitablemente incrustada en la tierra. Si había calculado bien, estaría muerto. No se giró a comprobarlo. Dar la espalda a un enemigo no era buena idea, por lo que lo mejor sería apartarse a un lado, así evitaría al de la hoz y podría ir a por su siguiente presa. El enemigo a su izquierda, que ahora que caía, resultó ser una mujer, estaba siendo intimidada por Kouga, aunque parecía más molesta que enfadada. "¿Ha intentado cortarte?" Preguntó con tono divertido la pelirroja. Un fugaz gesto de cabeza del otro le sirvió para confirmarlo. "Entonces nos toca a nosotros".
No hacían falta más palabras. Ambos, Kouga y Akane, se lanzaron contra sus respectivas presas a la vez, con gran velocidad. En el lado de Kouga, la chica trató de defenderse inútilmente con el arma, acabando como resultado con el cuello entre las fauces del felino, en el caso de Mura, esta decidió que sería más divertido sobrepasar a su objetivo, que al verla acercarse corriendo, trató de apartarse y atraparla. Al parecer, no todos los presentes empleaban armas. Si no fuera porque, el plan de la pelirroja era evitarle desde el principio, aquello le hubiera podido causar algunos problemas. Lo único que sufrió un destrozó fue su ropa, siendo agarrada la falda de su vestido y rasgada por la fuerza de ambos al tirar. Suerte que le gustaba llevar pantalones cortos debajo. Aunque ese vestido no podría arreglarlo... Bueno, sería un pago justo por los huesos que ella iba a romperle al otro. Una detrás suyo, la chica encadenó varios golpes para hacer que acabara de rodillas y poder agarrar con mayor facilidad uno de sus brazos, posicionandolo de forma antinatural, y empezar a hacer fuerza. El sonido de algo rompiéndose secamente, precedió al fuerte grito de agonía que se pudo escuchar en todo el campo de batalla, llamando la atención de algunos de los que seguían en pie hacia el lugar. -Ahora, muere...-Murmuró la pelirroja en los oídos de su rival, antes de atravesar su pecho con sus garras. El cuerpo de su victima cayó inerte a sus pies, mientras sus ojos se fijaban en su última víctima. -¿Sigues queriendo cazarme?-
"Si retrocedo para tratar de golpear al de atrás, me cortara con esa cosa, o lo intentará... No me arriesgaré". Se dijo, desvaneciendo sus garras y aprovechando que la inercia había causado que el otro se desequilibrara, saltó, usando su cara de trampolín. Con su fuerza sobrehumana, sumada a los diales de aire de sus botas, la cabeza de aquel hombre debería acabar inevitablemente incrustada en la tierra. Si había calculado bien, estaría muerto. No se giró a comprobarlo. Dar la espalda a un enemigo no era buena idea, por lo que lo mejor sería apartarse a un lado, así evitaría al de la hoz y podría ir a por su siguiente presa. El enemigo a su izquierda, que ahora que caía, resultó ser una mujer, estaba siendo intimidada por Kouga, aunque parecía más molesta que enfadada. "¿Ha intentado cortarte?" Preguntó con tono divertido la pelirroja. Un fugaz gesto de cabeza del otro le sirvió para confirmarlo. "Entonces nos toca a nosotros".
No hacían falta más palabras. Ambos, Kouga y Akane, se lanzaron contra sus respectivas presas a la vez, con gran velocidad. En el lado de Kouga, la chica trató de defenderse inútilmente con el arma, acabando como resultado con el cuello entre las fauces del felino, en el caso de Mura, esta decidió que sería más divertido sobrepasar a su objetivo, que al verla acercarse corriendo, trató de apartarse y atraparla. Al parecer, no todos los presentes empleaban armas. Si no fuera porque, el plan de la pelirroja era evitarle desde el principio, aquello le hubiera podido causar algunos problemas. Lo único que sufrió un destrozó fue su ropa, siendo agarrada la falda de su vestido y rasgada por la fuerza de ambos al tirar. Suerte que le gustaba llevar pantalones cortos debajo. Aunque ese vestido no podría arreglarlo... Bueno, sería un pago justo por los huesos que ella iba a romperle al otro. Una detrás suyo, la chica encadenó varios golpes para hacer que acabara de rodillas y poder agarrar con mayor facilidad uno de sus brazos, posicionandolo de forma antinatural, y empezar a hacer fuerza. El sonido de algo rompiéndose secamente, precedió al fuerte grito de agonía que se pudo escuchar en todo el campo de batalla, llamando la atención de algunos de los que seguían en pie hacia el lugar. -Ahora, muere...-Murmuró la pelirroja en los oídos de su rival, antes de atravesar su pecho con sus garras. El cuerpo de su victima cayó inerte a sus pies, mientras sus ojos se fijaban en su última víctima. -¿Sigues queriendo cazarme?-
Therax se detuvo un momento a contemplar los cuerpos de los cinco misteriosos hombres que habían intentado hacer de él su presa. Definitivamente, tres de ellos no volverían a ver la luz del día, mientras que los otros dos tardarían mucho en levantarse y, vista la nueva forma que habían adquirido sus caras tras el golpe encajado, lo más probable era que tuviesen secuelas.
Una sombra de compasión amenazó con hacer acto de presencia en la mente del rubio, pero el hecho de que esos individuos habían intentado acabar con su vida sin darle un motivo siquiera, unido a los cada vez más tenues gemidos que provenían de la zona donde había ido a parar Tib tras la patada, provocó que el sentimiento que había comenzado a surgir se extinguiese igual que una vela al ser tapada.
Sacando a esos tipos de su mente, mientras Mura terminaba de zanjar el asunto que estaba tratando con los cinco sujetos que habían optado por atacarla a ella, el espadachín se acercó a Tib, que finalmente se había puesto de pie y caminaba hacia él a paso lento. Tras examinar la herida, estimó que el pequeño Muryn no había sufrido un gran daño. ¿Por qué gemía entonces? Recordando lo que había aprendido sobre aquella raza durante su estancia en Murynos, pensó que quizás fuese por el sentimiento de culpa que le causaba haber dejado solo a su compañero durante la batalla.
-En cuanto acabe todo esto entrenaremos para que no vuelva a suceder -dijo el domador mientras rascaba la oreja izquierda del cachorro, que frotó su cabeza contra la mano del rubio.
Una vez el pequeño pareció darse por satisfecho, Therax se giró para contemplar cómo se desarrollaba el enfrentamiento de Mura. En caso de necesidad, podría intervenir y ayudarla, aunque vista la destreza que exhibía la del pelo anaranjado resultaba evidente que no sería necesario.
No obstante, el espadachín continuaba con la misma intranquilidad que sentía antes de que los diez desconocidos emergieran de entre los árboles, ya que podía percibir cómo aquella extraña presencia continuaba abarcando una extensión similar del perímetro que los árboles formaban en torno a ellos. Era evidente que había alguien más allí y la actitud expectante de Tib, que continuaba sin emplear su olfato y escrutaba el follaje como si notase que tras él había algo más, se lo confirmaba.
Una sombra de compasión amenazó con hacer acto de presencia en la mente del rubio, pero el hecho de que esos individuos habían intentado acabar con su vida sin darle un motivo siquiera, unido a los cada vez más tenues gemidos que provenían de la zona donde había ido a parar Tib tras la patada, provocó que el sentimiento que había comenzado a surgir se extinguiese igual que una vela al ser tapada.
Sacando a esos tipos de su mente, mientras Mura terminaba de zanjar el asunto que estaba tratando con los cinco sujetos que habían optado por atacarla a ella, el espadachín se acercó a Tib, que finalmente se había puesto de pie y caminaba hacia él a paso lento. Tras examinar la herida, estimó que el pequeño Muryn no había sufrido un gran daño. ¿Por qué gemía entonces? Recordando lo que había aprendido sobre aquella raza durante su estancia en Murynos, pensó que quizás fuese por el sentimiento de culpa que le causaba haber dejado solo a su compañero durante la batalla.
-En cuanto acabe todo esto entrenaremos para que no vuelva a suceder -dijo el domador mientras rascaba la oreja izquierda del cachorro, que frotó su cabeza contra la mano del rubio.
Una vez el pequeño pareció darse por satisfecho, Therax se giró para contemplar cómo se desarrollaba el enfrentamiento de Mura. En caso de necesidad, podría intervenir y ayudarla, aunque vista la destreza que exhibía la del pelo anaranjado resultaba evidente que no sería necesario.
No obstante, el espadachín continuaba con la misma intranquilidad que sentía antes de que los diez desconocidos emergieran de entre los árboles, ya que podía percibir cómo aquella extraña presencia continuaba abarcando una extensión similar del perímetro que los árboles formaban en torno a ellos. Era evidente que había alguien más allí y la actitud expectante de Tib, que continuaba sin emplear su olfato y escrutaba el follaje como si notase que tras él había algo más, se lo confirmaba.
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Fortaleza
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Agilidad
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Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El último de los bandidos no duró mucho más que los otros, quedando derrumbado en el suelo en un pestañeo, tras lo que la joven, volvió al lugar donde había tenido que soltar su sombrilla. Al tomarla, comprobó que esta no se hubiera roto, aunque ya imaginaba que es encontraba en perfecto estado, también tomó las cadenas con las que habían tratado de atarla antes y se dirigió a paso calmado, pero alerta, a la posición de Therax. -¿Se encuentra el pequeño bien?- Preguntó con un tono neutro y la mirada fría antes de observar a las personas que había tiradas en el suelo. No sabía hacer cosas medicas para saber si alguno de ellos estaría o no muerto, y tampoco tenía ganas de asomar su oreja al cuerpo de nadie, por lo que se dedico a amontonar a los cinco y atarlos con las cadenas, clavando las puntas de estas en el suelo, con todas sus fuerzas.
Sus ojos se volvieron al bosque una vez hubo terminado, al contrario que con los diez que habían decidido atacarlos desprevenidos, no se podía imaginar que haría la cosa que estaba observables. Si bien sus intenciones parecían hostiles. -¿Y ahora? Sea lo que sea esa presencia... Puede que venga a encararnos, pensando que lo que hemos hecho no es nada del otro mundo, o tal vez se haya acobardado y pretenda huir. Si le dejamos escapar seguramente nos intente emboscar más adelante. ¿Deberíamos ir a por él?- La pregunta, para ella ya tenía respuesta, como era de esperar, pero quería saber si su nuevo compañero iría con ella o le tocaría hacer sola el trabajo sucio. "¿Importa acaso? En la noche dudo que me sirva de mucho... Y yo siempre trabajo sola". Comenzó a divagar, sin dejar de observar la arboleda frene a ella.
Pasaron un par de minutos en los que ninguno de los dos lados se dispuso a moverse. En este caso, quien diera el primer paso, sería el que se encontrara en mayor desventaja, al fin y al cabo. Si la persona que había escondida salía, pues ya no había duda de que debía trabajar con aquellas personas.... o incluso pudiera ser el cabecilla, se expondría a un peligro inminente. En caso de ser Ellos los que se adentraran en el bosque, podrían encontrarse con más enemigos y estos sabrían de su posición. Akane se mordió el labio, frustrada, antes de que una idea aflorase en su mente. -¿Me vas a ayudar a cazarle o no?-
Sus ojos se volvieron al bosque una vez hubo terminado, al contrario que con los diez que habían decidido atacarlos desprevenidos, no se podía imaginar que haría la cosa que estaba observables. Si bien sus intenciones parecían hostiles. -¿Y ahora? Sea lo que sea esa presencia... Puede que venga a encararnos, pensando que lo que hemos hecho no es nada del otro mundo, o tal vez se haya acobardado y pretenda huir. Si le dejamos escapar seguramente nos intente emboscar más adelante. ¿Deberíamos ir a por él?- La pregunta, para ella ya tenía respuesta, como era de esperar, pero quería saber si su nuevo compañero iría con ella o le tocaría hacer sola el trabajo sucio. "¿Importa acaso? En la noche dudo que me sirva de mucho... Y yo siempre trabajo sola". Comenzó a divagar, sin dejar de observar la arboleda frene a ella.
Pasaron un par de minutos en los que ninguno de los dos lados se dispuso a moverse. En este caso, quien diera el primer paso, sería el que se encontrara en mayor desventaja, al fin y al cabo. Si la persona que había escondida salía, pues ya no había duda de que debía trabajar con aquellas personas.... o incluso pudiera ser el cabecilla, se expondría a un peligro inminente. En caso de ser Ellos los que se adentraran en el bosque, podrían encontrarse con más enemigos y estos sabrían de su posición. Akane se mordió el labio, frustrada, antes de que una idea aflorase en su mente. -¿Me vas a ayudar a cazarle o no?-
Therax observó cómo Mura se aseguraba de que los enemigos que él había abatido no volvieran a molestarles, atándoles firmemente con las cadenas que había obtenido de uno de sus oponentes. Tres de ellos no respiraban, pero, como dicen, mejor prevenir que curar.
-Sí, lo único que ha salido perjudicado es su orgullo como Muryn, pero se le pasará -respondió el rubio ante la pregunta de la del pelo anaranjado, sin dejar de escrutar el espero follaje que formaban los árboles a su alrededor. La difusa presencia que podía detectar permanecía inmutable, protegida tras la verde barrera que estaba empleando como protección-. Lo que sea que hay ahí detrás es una verdadera molestia -añadió mientras apartaba un instante su vista del bosque y hurgaba entre sus posesiones hasta encontrar una venda.
Sabiendo que, según le indicaba cómo se habían sucedido los acontecimientos, la chica era capaz de percibir mejor que él la hostilidad que emanaba de entre los árboles, se centró en realizar un poco elaborado aunque eficaz vendaje en torno a la herida que había sufrido en su hombro izquierdo. Le daba mucha rabia haber bajado la guardia y haber recibido un corte por parte de aquellos sujetos. «Me lo tengo merecido... Al menos me servirá para no confiarme la próxima vez», pensó mientras usaba su mano derecha y su boca para terminar de fijarlo.
-No creo que se dé la vuelta y deje a dos potenciales enemigos a sus espaldas -respondió el espadachín mientras volvía a dirigir su atención hacia el perímetro de árboles-. Aunque tampoco creo que vaya a dar la cara con tanta facilidad como sus compinches... Eso suponiendo que solo sea uno -añadió-. De todos modos, no creo que estemos seguros esperando a que tome la iniciativa. Que haya permanecido oculto mientras acabábamos con los suyos me hace pensar que quien sea es, cuanto menos, alguien paciente -razonó-. No sé si es buena idea, pero creo que deberíamos ir a por él antes de que tenga tiempo de poner en orden sus ideas y urdir alguna estrategia que nos coja desprevenidos.
El domador sabía que era muy arriesgado salir en busca de aquella presencia, pero creía firmemente que quedarse esperando a que el enemigo pensase una manera de acabar con ellos sin aparecer -ya que parecía que ésa era su intención- podría traer consecuencias aún peores que intentar darle caza sin saber con exactitud dónde se encontraba.
-Por supuesto que te ayudaré -contestó Therax-. No pienso permitir que nadie golpee a Tib y se vaya de rositas y, aunque no haya sido él personalmente, es el responsable directo. -Era una idea muy primaria. El rubio era consciente de ellos, pero así lo sentía y así pensaba actuar.
A su lado, Tib permanecía quieto como una estatua y, a diferencia de su amo, no había dejado de mirar al frente en ningún momento. Entonces comenzó a hacer algo que no había hecho hasta entonces y que el espadachín había echado en falta: empezó a olfatear el aire tratando de identificar al misterioso agresor.
-Sí, lo único que ha salido perjudicado es su orgullo como Muryn, pero se le pasará -respondió el rubio ante la pregunta de la del pelo anaranjado, sin dejar de escrutar el espero follaje que formaban los árboles a su alrededor. La difusa presencia que podía detectar permanecía inmutable, protegida tras la verde barrera que estaba empleando como protección-. Lo que sea que hay ahí detrás es una verdadera molestia -añadió mientras apartaba un instante su vista del bosque y hurgaba entre sus posesiones hasta encontrar una venda.
Sabiendo que, según le indicaba cómo se habían sucedido los acontecimientos, la chica era capaz de percibir mejor que él la hostilidad que emanaba de entre los árboles, se centró en realizar un poco elaborado aunque eficaz vendaje en torno a la herida que había sufrido en su hombro izquierdo. Le daba mucha rabia haber bajado la guardia y haber recibido un corte por parte de aquellos sujetos. «Me lo tengo merecido... Al menos me servirá para no confiarme la próxima vez», pensó mientras usaba su mano derecha y su boca para terminar de fijarlo.
-No creo que se dé la vuelta y deje a dos potenciales enemigos a sus espaldas -respondió el espadachín mientras volvía a dirigir su atención hacia el perímetro de árboles-. Aunque tampoco creo que vaya a dar la cara con tanta facilidad como sus compinches... Eso suponiendo que solo sea uno -añadió-. De todos modos, no creo que estemos seguros esperando a que tome la iniciativa. Que haya permanecido oculto mientras acabábamos con los suyos me hace pensar que quien sea es, cuanto menos, alguien paciente -razonó-. No sé si es buena idea, pero creo que deberíamos ir a por él antes de que tenga tiempo de poner en orden sus ideas y urdir alguna estrategia que nos coja desprevenidos.
El domador sabía que era muy arriesgado salir en busca de aquella presencia, pero creía firmemente que quedarse esperando a que el enemigo pensase una manera de acabar con ellos sin aparecer -ya que parecía que ésa era su intención- podría traer consecuencias aún peores que intentar darle caza sin saber con exactitud dónde se encontraba.
-Por supuesto que te ayudaré -contestó Therax-. No pienso permitir que nadie golpee a Tib y se vaya de rositas y, aunque no haya sido él personalmente, es el responsable directo. -Era una idea muy primaria. El rubio era consciente de ellos, pero así lo sentía y así pensaba actuar.
A su lado, Tib permanecía quieto como una estatua y, a diferencia de su amo, no había dejado de mirar al frente en ningún momento. Entonces comenzó a hacer algo que no había hecho hasta entonces y que el espadachín había echado en falta: empezó a olfatear el aire tratando de identificar al misterioso agresor.
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La mirada de Mura se ablandó al saber que el pequeño cánido estaba bien, agachándose junto a ambos, para acariciar la cabeza del cachorro y escuchar mejor al rubio, sin que este tuviera que alzar la voz. Si iban a atacar, sería mejor no dejar que el enemigo supiese que plan llevarían a cabo. -Yo también pensé lo mismo... El caso es que él ahora mismo tiene ventaja. No sabe si nos moveremos si se va, pero dudo que haya venido hasta esta isla solo para tratar con dos desconocidos. Lo más probable es que sean cazadores furtivos, o asaltadores de tumbas. Así que nos pierda o no de vista, no debe considerarnos una amenaza. También me mosquea esa aura suya... No creo que quede nadie más a parte de él, pero no sabemos que puede causar que su presencia este tan dispersa. Se me ocurren cosas como un usuario que pueda convertirse en alguna sustancia, o una técnica especial... Tampoco sabemos si solo sirve para intentar camuflar la presencia de otros...- La joven frunció el ceño, recapacitando sobre su plan, antes llegar a una conclusión, gracias a Tib.
-En ese caso, hagamos esto...-Murmuró la pelirroja, asintiendo ante la actitud del contrario. El plan era el siguiente: Ambos entrarían al bosque por zonas opuestas, para poder abarcar más terreno a la hora de buscar. Con ayuda del olfato de Tib y con el suyo propio, tratarían de olfatear aquello que fuera "extraño" en la zona, puesto que sin una muestra de olor no podrían encontrar un rastro claro. Además, de esa forma correrían menos peligro. Si había una sola persona, como pensaba Akane tras ver que nadie salía a apoyar a sus compañeros o a intentar atraparlos por sorpresa, sería más fácil de combatir, o eso quería pensar. Para confundir a su presa, además, ella entraría desde detrás del árbol bajo el cual se encontraban sus acompañantes, oculta con el aura oscura que la rodeó antes y transformándose en un puma. Si se topaba con alguien, debería fingir ser un animal salvaje y tratar de atacar por la espalda.
-Procurad tener cuidado.- Concluyó, poniéndose en pie para dirigirse al árbol, como había planeado. Ahora solo faltaba ver las acciones de su contrario: Si decidía ir a buscar a uno de los dos, el otro (en teoría) debería pedir ayudar de alguna forma. Si por el contrario, decidía ir a tratar de saquearlos mientras era buscado... Bueno, Sumire se ocuparía de él. Al fin y al cabo, Akane no le había dicho que no pudiese defenderse en caso de ser atacada.
-En ese caso, hagamos esto...-Murmuró la pelirroja, asintiendo ante la actitud del contrario. El plan era el siguiente: Ambos entrarían al bosque por zonas opuestas, para poder abarcar más terreno a la hora de buscar. Con ayuda del olfato de Tib y con el suyo propio, tratarían de olfatear aquello que fuera "extraño" en la zona, puesto que sin una muestra de olor no podrían encontrar un rastro claro. Además, de esa forma correrían menos peligro. Si había una sola persona, como pensaba Akane tras ver que nadie salía a apoyar a sus compañeros o a intentar atraparlos por sorpresa, sería más fácil de combatir, o eso quería pensar. Para confundir a su presa, además, ella entraría desde detrás del árbol bajo el cual se encontraban sus acompañantes, oculta con el aura oscura que la rodeó antes y transformándose en un puma. Si se topaba con alguien, debería fingir ser un animal salvaje y tratar de atacar por la espalda.
-Procurad tener cuidado.- Concluyó, poniéndose en pie para dirigirse al árbol, como había planeado. Ahora solo faltaba ver las acciones de su contrario: Si decidía ir a buscar a uno de los dos, el otro (en teoría) debería pedir ayudar de alguna forma. Si por el contrario, decidía ir a tratar de saquearlos mientras era buscado... Bueno, Sumire se ocuparía de él. Al fin y al cabo, Akane no le había dicho que no pudiese defenderse en caso de ser atacada.
La del pelo anaranjado tenía razón. Era poco probable, por no decir imposible, que aquel grupo se encontrase allí por pura casualidad y no buscasen nada en concreto. Todo apuntaba a que estaban allí por alguno de los motivos que Mura había enumerado. Ese hecho provocó que una chispa de interés se encendiera en el interior de Therax. Una vez la conflictiva situación hubiese llegado a su fin, quizás podría intentar averiguar qué era lo que había atraído a los sujetos hasta aquella isla... No obstante, lo primero era zanjar el asunto de la difusa y hostil presencia.
-Espero que sea una misteriosa habilidad, porque no me apetece enfrentarme a un usuario capaz de expandirse así... y mucho menos de noche -comentó el rubio, recordando que había ido a parar a aquella isla por puro ocio y afán de pasar un tiempo alejado de los problemas. «Definitivamente, me persiguen», pensó a continuación.
El espadachín escuchó atentamente el plan que proponía Murasaki. Era bastante atrevido, pero cualquier acción que llevasen a cabo lo sería. Por otro lado, a él no se le ocurría nada que prometiera dar mejores resultados, así que asintió cuando la chica finalizó con su explicación.
Acto seguido, comenzó a caminar junto a Tib hacia la derecha, ya que estimaba que adentrarse justo por el centro de la zona que abarcaba la misteriosa aura era poco menos que un suicidio. Su intención era introducirse entre los árboles allí donde identificara que la presencia era incapaz de expandirse más. Una vez se encontrase en el interior del bosque, avanzaría en dirección a la extensa región en la que podía encontrarse el enemigo, moviéndose cuidadosamente y analizando todos y cada uno de los elementos naturales que encontrara a su paso, ya que era probable que el tipo hubiera armado alguna trampa o planease atacarles cuando se encontrasen desprevenidos.
Mientras tanto, el Muryn caminaría junto a él, tratando de identificar en el aire algún olor extraño que permitiese reducir el área donde podría encontrarse el enemigo. Therax confiaba enormemente en el olfato de su compañero, pero el hecho de que no supiera exactamente qué buscar hacía que el rubio no estuviese seguro de si encontrarían a su presa antes de que ésta los encontrara a ellos.
-Espero que sea una misteriosa habilidad, porque no me apetece enfrentarme a un usuario capaz de expandirse así... y mucho menos de noche -comentó el rubio, recordando que había ido a parar a aquella isla por puro ocio y afán de pasar un tiempo alejado de los problemas. «Definitivamente, me persiguen», pensó a continuación.
El espadachín escuchó atentamente el plan que proponía Murasaki. Era bastante atrevido, pero cualquier acción que llevasen a cabo lo sería. Por otro lado, a él no se le ocurría nada que prometiera dar mejores resultados, así que asintió cuando la chica finalizó con su explicación.
Acto seguido, comenzó a caminar junto a Tib hacia la derecha, ya que estimaba que adentrarse justo por el centro de la zona que abarcaba la misteriosa aura era poco menos que un suicidio. Su intención era introducirse entre los árboles allí donde identificara que la presencia era incapaz de expandirse más. Una vez se encontrase en el interior del bosque, avanzaría en dirección a la extensa región en la que podía encontrarse el enemigo, moviéndose cuidadosamente y analizando todos y cada uno de los elementos naturales que encontrara a su paso, ya que era probable que el tipo hubiera armado alguna trampa o planease atacarles cuando se encontrasen desprevenidos.
Mientras tanto, el Muryn caminaría junto a él, tratando de identificar en el aire algún olor extraño que permitiese reducir el área donde podría encontrarse el enemigo. Therax confiaba enormemente en el olfato de su compañero, pero el hecho de que no supiera exactamente qué buscar hacía que el rubio no estuviese seguro de si encontrarían a su presa antes de que ésta los encontrara a ellos.
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El silencio reinaba en aquella parte del bosque, siendo interrumpido únicamente por el crujir de hojas secas y ramas al pasar de los pocos animales que aún se atrevían a salir de sus madrigueras, con aquella presencia presente. En lo que llevaba andando, con toda la prudencia y calma que podía, la joven puma iba pudo observar, en la distancia, a algún que otro depredador, así como pequeños roedores y aves nocturnas: Estos, parecía seguir dos de sus instintos: huir ante el peligro y luchar por defender su territorio, buscando con sus agudos sentidos, aquello que profanaba la paz de su hogar. Imitando a aquellos que se había puesto a la ofensiva, la pelirroja, ahora en su forma completa, se dedico a recorrer el bosque, dirigiéndose hacia el centro mientras olfateaba el ambiente, buscando cualquier rastro dejado por los bandidos.
"Oye, Kouga. ¿Qué crees que pueda significar esta presencia?" La pregunta que llevaba revolviendo la conciencia Akane, acabo siendo expuesta a la voz que habitaba su mente. Esperaba una reprimenda por el felino, como solía pasar cuando era demasiado torpe y no lograba entender cosas tan simples como por qué se pone el Sol. Sin embargo, en aquella ocasión el otro no dijo nada. "Sabes, he estado pensando y creo que puedo encontrarle a través de su presencia". El ser no estaba a su lado, pero la chica pudo imaginarse al puma arqueando una ceja, como si lo dudase en rotundo. "Solo tengo que concentrarme, o eso pensé. Si no se trata de una logia... ¿tendría sentido pensar que su presencia es como un aroma. Una personas esta rodeada por el olor que emana, pero la gente no sentirá su olor con la misma fuerza estando a cinco centímetros de ella que a medio metro". Explicó, deteniéndose en seco. "El problema es que no sé que tan aguda sea mi capacidad para percibirlo..." Añadió, activando su mantra.
Se mantuvo varios minutos así, tratando de controlar su pulso. Decidió mantener los ojos cerrados, para no dejarse engañar por las siluetas que se difuminaban en la noche, pero prestando a los olores y sonidos que la rodeaban. Desde que habían entrado al bosque había estado pensando en aquello. Una forma de luchar contra lo que fuera que se extendía a su alrededor. Bajo la presión de estar en peligro inminente, se había determinado a intentar encontrar a su enemigo aún con estas dificultades. El único problema sería que el contrario pudiese percibirlos gracias a su habilidad en vez de poder usarla solo para cubrirse y esconderse.
"Oye, Kouga. ¿Qué crees que pueda significar esta presencia?" La pregunta que llevaba revolviendo la conciencia Akane, acabo siendo expuesta a la voz que habitaba su mente. Esperaba una reprimenda por el felino, como solía pasar cuando era demasiado torpe y no lograba entender cosas tan simples como por qué se pone el Sol. Sin embargo, en aquella ocasión el otro no dijo nada. "Sabes, he estado pensando y creo que puedo encontrarle a través de su presencia". El ser no estaba a su lado, pero la chica pudo imaginarse al puma arqueando una ceja, como si lo dudase en rotundo. "Solo tengo que concentrarme, o eso pensé. Si no se trata de una logia... ¿tendría sentido pensar que su presencia es como un aroma. Una personas esta rodeada por el olor que emana, pero la gente no sentirá su olor con la misma fuerza estando a cinco centímetros de ella que a medio metro". Explicó, deteniéndose en seco. "El problema es que no sé que tan aguda sea mi capacidad para percibirlo..." Añadió, activando su mantra.
Se mantuvo varios minutos así, tratando de controlar su pulso. Decidió mantener los ojos cerrados, para no dejarse engañar por las siluetas que se difuminaban en la noche, pero prestando a los olores y sonidos que la rodeaban. Desde que habían entrado al bosque había estado pensando en aquello. Una forma de luchar contra lo que fuera que se extendía a su alrededor. Bajo la presión de estar en peligro inminente, se había determinado a intentar encontrar a su enemigo aún con estas dificultades. El único problema sería que el contrario pudiese percibirlos gracias a su habilidad en vez de poder usarla solo para cubrirse y esconderse.
Tal y como tenía pensado, el rubio y su mascota se adentraron en el bosque que rodeaba el refugio de César, Sumire y Nala allí donde estimaron que la presencia dejaba de ser capaz de expandirse. Antes de adentrarse entre los árboles, mientras caminaban hacia ellos, Therax pensaba en algún método mediante el cual pudiese aproximar la posición del enemigo, ya que el área que cubría su aura era bastante grande.
Junto a él, Tib continuaba olfateando el aire en busca de algún rastro desconocido que pudiera orientarle hacia la localización de quien había intentado acabar con sus vidas. Therax confiaba plenamente en el olfato del Muryn, pero veía poco probable que alguien capaz de ocultar su posición de ese modo no tomase precauciones para evitar que lo detectaran de una manera tan simple. No obstante, el olor propio era algo difícil de disimular y el domador sabía que, llegado el momento, la aguda percepción de su mascota podría ser de gran utilidad.
Justo cuando alcanzaron la primera línea de árboles, una idea se pasó por la mente del chico. Cuestionándose cuál sería el mecanismo por el cual el misterioso rival expandía su presencia, se preguntó si habría un límite a dicha expansión. En caso de que así fuese, no sería disparatado pensar que se encontrara en una zona cercana al centro de la superficie por la que era capaz de difuminarse.
No estaba muy convencido de que un mecanismo tan básico fuese suficiente para encontrarlo, pero, en caso de que sus pasos le llevasen a ese punto, tenía claro que se andaría con más cuidado aún si cabía. Mientras tanto, escrutaría con ojo atento todos y cada uno de los elementos que encontrara en su camino, sin olvidar en ningún momento las percepciones que identificase mediante el Haki de observación que, si bien se había revelado como una herramienta no demasiado útil en ese caso concreto, podía sacarle de un apuro en un momento dado.
En consecuencia, se movió con paso lento entre los añejos troncos de los árboles que flanqueaban su avance. Tib continuaba olfateando el aire a su lado y, según parecía por el empeño que ponía, no confiaba tanto como su compañero en que el enemigo fuese capaz de disimular su olor con la misma efectividad que su aura.
Mientras caminaba, el ruido provocado por ramas que se agitaban cuando las alimañas correteaban sobre ellas, unido al sonido que él mismo provocaba al pisar la hojarasca y las ramas secas, provocaba que la tensión en el interior de Therax creciese por momentos, llegando a un nivel en que se giraba sin haber escuchado nada para comprobar que no había dejado ni un rincón por inspeccionar a sus espaldas. No sabía cómo, pero encontraría al huidizo enemigo fuese como fuese y, una vez lo hiciera, no permitiría que escapase.
Junto a él, Tib continuaba olfateando el aire en busca de algún rastro desconocido que pudiera orientarle hacia la localización de quien había intentado acabar con sus vidas. Therax confiaba plenamente en el olfato del Muryn, pero veía poco probable que alguien capaz de ocultar su posición de ese modo no tomase precauciones para evitar que lo detectaran de una manera tan simple. No obstante, el olor propio era algo difícil de disimular y el domador sabía que, llegado el momento, la aguda percepción de su mascota podría ser de gran utilidad.
Justo cuando alcanzaron la primera línea de árboles, una idea se pasó por la mente del chico. Cuestionándose cuál sería el mecanismo por el cual el misterioso rival expandía su presencia, se preguntó si habría un límite a dicha expansión. En caso de que así fuese, no sería disparatado pensar que se encontrara en una zona cercana al centro de la superficie por la que era capaz de difuminarse.
No estaba muy convencido de que un mecanismo tan básico fuese suficiente para encontrarlo, pero, en caso de que sus pasos le llevasen a ese punto, tenía claro que se andaría con más cuidado aún si cabía. Mientras tanto, escrutaría con ojo atento todos y cada uno de los elementos que encontrara en su camino, sin olvidar en ningún momento las percepciones que identificase mediante el Haki de observación que, si bien se había revelado como una herramienta no demasiado útil en ese caso concreto, podía sacarle de un apuro en un momento dado.
En consecuencia, se movió con paso lento entre los añejos troncos de los árboles que flanqueaban su avance. Tib continuaba olfateando el aire a su lado y, según parecía por el empeño que ponía, no confiaba tanto como su compañero en que el enemigo fuese capaz de disimular su olor con la misma efectividad que su aura.
Mientras caminaba, el ruido provocado por ramas que se agitaban cuando las alimañas correteaban sobre ellas, unido al sonido que él mismo provocaba al pisar la hojarasca y las ramas secas, provocaba que la tensión en el interior de Therax creciese por momentos, llegando a un nivel en que se giraba sin haber escuchado nada para comprobar que no había dejado ni un rincón por inspeccionar a sus espaldas. No sabía cómo, pero encontraría al huidizo enemigo fuese como fuese y, una vez lo hiciera, no permitiría que escapase.
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La mente de Mura se quedó en blanco por un momento, tratando de percibir el "aura" de la persona, aunque no entendía realmente lo que aquello significaba. Pero si aquella "expansión" de su presencia era como había entendido la joven, debía tener alguna falla, y pensaba tratar de encontrarla. La única pega era el no poder quedarse quieta en un lugar por mucho tiempo. Lo que había ideado, requería de tiempo, pero ella trataba de forzarlo para poder sobrevivir. Pasaron otros cuatro minutos hasta que sus ojos volvieron a abrirse, con su corazón levemente acelerado debido a la "mala sensación" que acababa de tener, motivando la a avanzar.
Fue solo un breve instante y probablemente solo hubiera sido una mala pasada, una broma de su mente, ante la carga que suponía aquella cacería contra algo desconocido, pero, en esos segundos, creyó notar una diferencia de "densidad" en el ambiente, como si su idea sobre la forma en que la presencia se difuminaba fuese irregular. Motivada a averiguar cuan errada estaba, la pelirroja volvió a encaminarse hacía el centro del bosque, trepando por los árboles para tener el follaje como camuflaje y poder observar mejor los alrededores. Mientras avanzaba, trataba de mantener su percepción en todo momento. De este modo, pudo así detectar a Tib y a su dueño, o eso creía, dirigiéndose al mismo punto que ella. "Esto puede que sea algo cruel..." Pensó la felina, deteniéndose un instante. Había decidido cambiar en parte su estrategia. Yendo por las ramas, a una distancia de varios metros, para no ser interceptada. Esperaba que su olor hubiera cambiado aunque fuese un poco gracias a su transformación, pues si Tib la descubría su idea se iría al traste.
Lo que ella debía hacer ahora era acechar y esperar. Si su corazonada, su olfato y el rubio habían decidido ir por el mismo lado, este no tardaría en toparse con su último adversario. Momento en que ella podría incorporarse a la lucha, cogiéndole por sorpresa. O esa era la idea, al menos.
Fue solo un breve instante y probablemente solo hubiera sido una mala pasada, una broma de su mente, ante la carga que suponía aquella cacería contra algo desconocido, pero, en esos segundos, creyó notar una diferencia de "densidad" en el ambiente, como si su idea sobre la forma en que la presencia se difuminaba fuese irregular. Motivada a averiguar cuan errada estaba, la pelirroja volvió a encaminarse hacía el centro del bosque, trepando por los árboles para tener el follaje como camuflaje y poder observar mejor los alrededores. Mientras avanzaba, trataba de mantener su percepción en todo momento. De este modo, pudo así detectar a Tib y a su dueño, o eso creía, dirigiéndose al mismo punto que ella. "Esto puede que sea algo cruel..." Pensó la felina, deteniéndose un instante. Había decidido cambiar en parte su estrategia. Yendo por las ramas, a una distancia de varios metros, para no ser interceptada. Esperaba que su olor hubiera cambiado aunque fuese un poco gracias a su transformación, pues si Tib la descubría su idea se iría al traste.
Lo que ella debía hacer ahora era acechar y esperar. Si su corazonada, su olfato y el rubio habían decidido ir por el mismo lado, este no tardaría en toparse con su último adversario. Momento en que ella podría incorporarse a la lucha, cogiéndole por sorpresa. O esa era la idea, al menos.
El muchacho y su mascota avanzaban entre el espeso follaje sin que, al menos en apariencia, nada cambiase a su alrededor. Tib continuaba olfateando el ambiente en un vano intento por identificar al misterioso enemigo, que se esforzaba por permanecer oculto por el momento y, la verdad sea dicha, lo hacía con una sorprendente efectividad.
Therax no sabía con exactitud en qué punto del área que abarcaba la presencia se encontraba, ya que, aunque había avanzado bastante dirigiéndose al que creía que era su centro, había enfocado todos sus sentidos en analizar todo lo que le rodeaba, olvidando incluso orientarse para estimar dónde estaba y la distancia que había recorrido.
Súbitamente, un leve cambio en la actitud de Tib provocó que el rubio se parase en seco. El Muryn se había detenido y dirigía su hocico en una dirección determinada, pero no parecía que el aroma que rastreaba perteneciese al huidizo enemigo, ya que no mostraba una actitud amenazante. Del mismo modo, tampoco se comportaba como si oliese a alguien conocido... era muy extraño, como si fuese un olor familiar que no terminaba de reconocer.
El domador decidió esperar lo que fuera necesario para que Tib decidiese si lo que percibía era hostil o no, de modo que permaneció unos segundos quieto a la espera de que el cachorro se pronunciara. No obstante, no pudo concederle todo el tiempo que hubiera deseado, ya que su Haki de observación y un casi imperceptible zumbido en el aire le indicaron que algo se aproximaba a él. Tirándose al suelo en el último momento, consiguió que la aguja que había volado en dirección a su cuello no acertase por poco, yendo a clavarse en el tronco de un árbol situado a su lado.
Al contemplar el afilado proyectil, vio que la corteza del árbol en torno a la zona del impacto se desprendía tras tornarse de un poco esperanzador color negro. ¿Sería ácido, veneno o alguna sustancia diferente? Vista la habilidad del oponente cabía esperarse cualquier cosa.
En cuanto fue consciente de lo que sucedía, Tib dejó de tratar de rastrear el olor, lo que terminó por dejarle claro a su amo que lo que había identificado no era el rastro del enemigo. ¿Sería Mura? Therax esperaba de todo corazón que así fuera, ya que, por mucho que mirara cada milímetro de naturaleza a su alrededor, era incapaz de ver nada que delatase la posición de quien había lanzado la aguja. Su única esperanza era que la del pelo anaranjado se encontrase cerca y hubiera sido capaz de ver algo... La otra posibilidad era que el aroma que había detectado Tib correspondiese a otro enemigo, y esa era una idea que no agradaba en absoluto al domador.
Therax no sabía con exactitud en qué punto del área que abarcaba la presencia se encontraba, ya que, aunque había avanzado bastante dirigiéndose al que creía que era su centro, había enfocado todos sus sentidos en analizar todo lo que le rodeaba, olvidando incluso orientarse para estimar dónde estaba y la distancia que había recorrido.
Súbitamente, un leve cambio en la actitud de Tib provocó que el rubio se parase en seco. El Muryn se había detenido y dirigía su hocico en una dirección determinada, pero no parecía que el aroma que rastreaba perteneciese al huidizo enemigo, ya que no mostraba una actitud amenazante. Del mismo modo, tampoco se comportaba como si oliese a alguien conocido... era muy extraño, como si fuese un olor familiar que no terminaba de reconocer.
El domador decidió esperar lo que fuera necesario para que Tib decidiese si lo que percibía era hostil o no, de modo que permaneció unos segundos quieto a la espera de que el cachorro se pronunciara. No obstante, no pudo concederle todo el tiempo que hubiera deseado, ya que su Haki de observación y un casi imperceptible zumbido en el aire le indicaron que algo se aproximaba a él. Tirándose al suelo en el último momento, consiguió que la aguja que había volado en dirección a su cuello no acertase por poco, yendo a clavarse en el tronco de un árbol situado a su lado.
Al contemplar el afilado proyectil, vio que la corteza del árbol en torno a la zona del impacto se desprendía tras tornarse de un poco esperanzador color negro. ¿Sería ácido, veneno o alguna sustancia diferente? Vista la habilidad del oponente cabía esperarse cualquier cosa.
En cuanto fue consciente de lo que sucedía, Tib dejó de tratar de rastrear el olor, lo que terminó por dejarle claro a su amo que lo que había identificado no era el rastro del enemigo. ¿Sería Mura? Therax esperaba de todo corazón que así fuera, ya que, por mucho que mirara cada milímetro de naturaleza a su alrededor, era incapaz de ver nada que delatase la posición de quien había lanzado la aguja. Su única esperanza era que la del pelo anaranjado se encontrase cerca y hubiera sido capaz de ver algo... La otra posibilidad era que el aroma que había detectado Tib correspondiese a otro enemigo, y esa era una idea que no agradaba en absoluto al domador.
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Un sudor frío recorrió su cuerpo, temiendo ser descubierta al ver al lobezno olisquear el aire en su dirección. A este paso, acabarían cruzándose antes de que el enemigo apareciese y, sin tener pista alguna de como lucha, ni de su posición, acabarían siendo asesinados. "Si pudiera volver a notar esa diferencia, daría igual que fuésemos en grupo, pero..." La felina clavó las uñas en la corteza del árbol, como si eso le sirviese para mantener la calma, antes de que el sonido de algo perforando el aire llamase su atención. En lo que dura un parpadeo, una aguja había salido desde unas árbol, a unos veinte escasos metros de donde se encontraban Therax y Tib. Aunque la felina no pudo ver el resultado que había causado a la corteza del árbol que se clavó.
Sin pensárselo dos veces, cogió impulso, tratando de acercarse lo más rápido que su cuerpo le permitía, cambiando mientras avanzaba (hasta quedar en su forma híbrida). Al haberse aproximado lo suficiente, creyó ver como una sombra se movía a gran velocidad. Lo más probable era que aquella persona estuviese buscando otra posición desde la que atacar. Además, ahora que se encontraba tan cerca, pudo notar un olor completamente distinto al resto del bosque, químicos. Con esa pista podría volver a rastrear su por mucho que se alejase.
Igualmente, a Akane, no le apetecía tener que ir detrás suya como un pollo sin cabeza, por lo que vio más optimo tratar de detenerle lo antes posible. Con ayuda de los diales de sus botas, se impulsó de nuevo, tratando de acortar distancias, para lanzar sus dagas, así como los dos cuchillos que no había empelado. Lanzó uno de ellos al centro, tratando de apuntar a lo que, suponía, sería su pecho, así como dos de sus dagas a los lados, una hacia abajo, por si trataba de bajar y salir corriendo y una tercera por encima, por si saltaba. Las lanzó de dos en dos, salvo la última (son impares, así que es lo que hay), además, fue propulsándose con cada lanzamiento en la primera rama, o tronco que se encontraba, para asegurarse de no quedarse atrás. Procuraba moverse de tal forma que el contrario no pudiese contraatacar con facilidad. Cosa que debió conseguir en parte, pues apenas lanzó un par de agujas, aunque estas casi acertaron a la chica, al estar en el aire. De hecho, si no fuese por su capacidad de endurecer su piel, la hubiesen atravesado en varios puntos. "Parece que su fuerza no consiste en usar Haki para endurecer sus armas... ¿No sabrá? Bueno, eso es una leve ventaja...Aunque tampoco puedo depender solo de eso". Pensó.
Sin pensárselo dos veces, cogió impulso, tratando de acercarse lo más rápido que su cuerpo le permitía, cambiando mientras avanzaba (hasta quedar en su forma híbrida). Al haberse aproximado lo suficiente, creyó ver como una sombra se movía a gran velocidad. Lo más probable era que aquella persona estuviese buscando otra posición desde la que atacar. Además, ahora que se encontraba tan cerca, pudo notar un olor completamente distinto al resto del bosque, químicos. Con esa pista podría volver a rastrear su por mucho que se alejase.
Igualmente, a Akane, no le apetecía tener que ir detrás suya como un pollo sin cabeza, por lo que vio más optimo tratar de detenerle lo antes posible. Con ayuda de los diales de sus botas, se impulsó de nuevo, tratando de acortar distancias, para lanzar sus dagas, así como los dos cuchillos que no había empelado. Lanzó uno de ellos al centro, tratando de apuntar a lo que, suponía, sería su pecho, así como dos de sus dagas a los lados, una hacia abajo, por si trataba de bajar y salir corriendo y una tercera por encima, por si saltaba. Las lanzó de dos en dos, salvo la última (son impares, así que es lo que hay), además, fue propulsándose con cada lanzamiento en la primera rama, o tronco que se encontraba, para asegurarse de no quedarse atrás. Procuraba moverse de tal forma que el contrario no pudiese contraatacar con facilidad. Cosa que debió conseguir en parte, pues apenas lanzó un par de agujas, aunque estas casi acertaron a la chica, al estar en el aire. De hecho, si no fuese por su capacidad de endurecer su piel, la hubiesen atravesado en varios puntos. "Parece que su fuerza no consiste en usar Haki para endurecer sus armas... ¿No sabrá? Bueno, eso es una leve ventaja...Aunque tampoco puedo depender solo de eso". Pensó.
Tras volver a ponerse en pie, comenzó a mirar con detenimiento hasta el más mínimo detalle a su alrededor. No confiaba en que el tipo siguiera en el lugar desde donde había lanzado el proyectil, pero no se le ocurría otra cosa. Súbitamente, una sombra y el inconfundible crujir de unas ramas al posarse un peso sobre ellas provocaron que la atención del rubio se fijase en una zona en concreto. ¿Sería el enemigo?
Therax miró a Tib para ver su reacción, pero el Muryn no miraba en la misma dirección que él, por lo que lo que se hubiera movido allí no era el enemigo. Tal vez fuera Mura, pero no podía asegurarlo... más bien esperaba que fuera ella. Entonces, el cachorro comenzó a olfatear orientando su hocico hacia el área por la que se había producido el extraño movimiento. La actitud del cánido era muy similar a la que había manifestado antes de que la corrosiva aguja volase en dirección al cuello de su dueño.
Mientras esperaba que un nuevo dardo volase en su dirección, Tib comenzó a correr en la dirección por la cual había aparecido la sombra, aullando con intensidad como si hubiese encontrado a alguien familiar. Sin pensárselo, el domador comenzó a correr tras él, ya que lo último que quería era perder a su compañero en medio de la gigantesca trampa en la que parecía haberse convertido el bosque.
Mientras lo perseguía, una ágil figura saltando de rama en rama varios metros por delante de su posición le indicó que la del pelo anaranjado parecía haber encontrado al enemigo.
-¡Las agujas tienen ácido o algo así! ¡Ten cuidado! -exclamó mientras apretaba el paso. No sabía si sería lo suficientemente rápido para alcanzarlos, pero esperaba que en algún momento se detuvieran para que pudiera incorporarse a la batalla o que, en el peor de los casos, el hecho de ir saltando de rama en rama mientras se enfrentaban provocase que avanzasen a menor velocidad.
Suponía que Murasaki se habría enterado de la advertencia que le había lanzado desde la distancia, ya que, en caso de no ser capaz de situarse a su altura, sería lo único que podría hacer para ayudarla. Maldiciendo por lo bajo por no tener la velocidad de un felino, aumentó el ritmo hasta correr todo lo rápido que podía.
Therax miró a Tib para ver su reacción, pero el Muryn no miraba en la misma dirección que él, por lo que lo que se hubiera movido allí no era el enemigo. Tal vez fuera Mura, pero no podía asegurarlo... más bien esperaba que fuera ella. Entonces, el cachorro comenzó a olfatear orientando su hocico hacia el área por la que se había producido el extraño movimiento. La actitud del cánido era muy similar a la que había manifestado antes de que la corrosiva aguja volase en dirección al cuello de su dueño.
Mientras esperaba que un nuevo dardo volase en su dirección, Tib comenzó a correr en la dirección por la cual había aparecido la sombra, aullando con intensidad como si hubiese encontrado a alguien familiar. Sin pensárselo, el domador comenzó a correr tras él, ya que lo último que quería era perder a su compañero en medio de la gigantesca trampa en la que parecía haberse convertido el bosque.
Mientras lo perseguía, una ágil figura saltando de rama en rama varios metros por delante de su posición le indicó que la del pelo anaranjado parecía haber encontrado al enemigo.
-¡Las agujas tienen ácido o algo así! ¡Ten cuidado! -exclamó mientras apretaba el paso. No sabía si sería lo suficientemente rápido para alcanzarlos, pero esperaba que en algún momento se detuvieran para que pudiera incorporarse a la batalla o que, en el peor de los casos, el hecho de ir saltando de rama en rama mientras se enfrentaban provocase que avanzasen a menor velocidad.
Suponía que Murasaki se habría enterado de la advertencia que le había lanzado desde la distancia, ya que, en caso de no ser capaz de situarse a su altura, sería lo único que podría hacer para ayudarla. Maldiciendo por lo bajo por no tener la velocidad de un felino, aumentó el ritmo hasta correr todo lo rápido que podía.
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" Parece que has tenido mucha suerte, niña". Las palabras de Kouga sonaron en su mente, como si hubiera leído sus pensamientos. La voz de Therax que acababa de dejarse oír desde varios metros a su espalda, acababa de reverlarle que aquellas agujas no eran únicamente un arma que pudiese perforar su carne si no tenía cuidado, sino que podría haberla envenenado o matado. Como si no tuviesen ya dificultades para defenderse. -Supongo que confiar solo en mi resistencia no va a ser una opción-. Murmuró para si misma, desactivando su haki de armadura, echando la cabeza hacía atrás para evadir (por centímetros) una aguja que se dirigía directa a ella.
A cambio de evadir, además, tuvo que perder su ventaja aérea y seguir corriendo a pie hasta que encontrase un apoyo para volver a saltar a la rama. Podría haberse detenido y subido de nuevo, pero el contrario escaparía en ese caso, lo mejor sería confiar que era lo bastante estúpido para quedarse quieto o recudiera el ritmo para tratar de acabarla al ver ese desliz de la chica. Si se pensaba que se había acobardado por el riesgo de muerte, se pondría a la ofensiva, tratando de aprovechar su superioridad. En ese caso, ella solo tendría que esquivar, procurando hacer más certera su percepción sobre los ataques del enemigo. Con esa idea, volvió a apretar el ritmo. -¡Trata de rodearle!- Exclamó, esperando que Therax estuviese detrás de ella. -Y mira a ver si mis armas están manchadas. Si está herido, que Tib siga la sangre.- Continuó, mientras en su mente se dibujaba la escena de varias agujas siendo disparadas y como caerían. "Tocará arriesgarse". Se dijo a si misma, avanzando como pudo para evadirlas, por los pelos. Si eso continuaba así, debería recurrir al empleo de su paraguas como un escudo. De hecho, tal vez fuese lo más efectivo.
Tras evadir el último ataque, Murasaki desplegó el objeto, usándolo para cubrir su cuerpo mientras avanzaba, buscando otra vez la sensación de antes. "La densidad de su presencia debía ser mayor junto a su cuerpo... Debo acercarme a esa zona y disparar cuando lo crea seguro. Por otro lado, las agujas deberían rebotar... Tal vez eso devuelva el ataque a esta persona molesta". Siguió pensando, mientras avanzaba. "¡Ahí!" Exclamó para si misma, antes de abrir fuego.
A cambio de evadir, además, tuvo que perder su ventaja aérea y seguir corriendo a pie hasta que encontrase un apoyo para volver a saltar a la rama. Podría haberse detenido y subido de nuevo, pero el contrario escaparía en ese caso, lo mejor sería confiar que era lo bastante estúpido para quedarse quieto o recudiera el ritmo para tratar de acabarla al ver ese desliz de la chica. Si se pensaba que se había acobardado por el riesgo de muerte, se pondría a la ofensiva, tratando de aprovechar su superioridad. En ese caso, ella solo tendría que esquivar, procurando hacer más certera su percepción sobre los ataques del enemigo. Con esa idea, volvió a apretar el ritmo. -¡Trata de rodearle!- Exclamó, esperando que Therax estuviese detrás de ella. -Y mira a ver si mis armas están manchadas. Si está herido, que Tib siga la sangre.- Continuó, mientras en su mente se dibujaba la escena de varias agujas siendo disparadas y como caerían. "Tocará arriesgarse". Se dijo a si misma, avanzando como pudo para evadirlas, por los pelos. Si eso continuaba así, debería recurrir al empleo de su paraguas como un escudo. De hecho, tal vez fuese lo más efectivo.
Tras evadir el último ataque, Murasaki desplegó el objeto, usándolo para cubrir su cuerpo mientras avanzaba, buscando otra vez la sensación de antes. "La densidad de su presencia debía ser mayor junto a su cuerpo... Debo acercarme a esa zona y disparar cuando lo crea seguro. Por otro lado, las agujas deberían rebotar... Tal vez eso devuelva el ataque a esta persona molesta". Siguió pensando, mientras avanzaba. "¡Ahí!" Exclamó para si misma, antes de abrir fuego.
Therax continuó corriendo tras las sombras que veía moverse ante él. Sonidos que recordaban a golpes secos le indicaban que lo más probable era que Mura y el misterioso enemigo se estuvieran lanzando proyectiles durante la persecución, así que esperaba que la del pelo anaranjado hubiese oído su advertencia acerca de las cualidades que poseían las agujas que le tiraban.
El grito de la chica provocó que el rubio se detuviera y mirase a su alrededor. En teoría se encontraba cerca del lugar en el cual se había producido el intercambio de armas arrojadizas. Suponiendo que Murasaki habría empleado alguna de las dagas que le había enseñado al conocerse, se encaramó a una rama cercana y miró a su alrededor en busca de alguno de los cuchillos.
Therax sabía que tanto el oponente como ella habrían avanzado bastante y lo habrían dejado atrás, pero también era consciente de que lo más probable era que no pudiese alcanzarlos mientras se desplazasen con tanta agilidad de un lado a otro. En consecuencia, su única alternativa era encontrar el rastro del tipo y anticiparse a sus movimientos, tal y como le había gritado la del pelo anaranjado.
Tras buscar durante unos segundos por los árboles de la zona descubrió las dagas de Mura, que se situaban cerca de algunas de las armas que el grupo de extraños había usado en su contra anteriormente. «Supongo que las recogería después de eliminarlos», pensó el chico mientras examinaba los lugares donde habían ido a clavarse.
Una chispa de triunfo se encendió cuando vio que, en un puñal incrustado con fuerza en la corteza de un árbol, un fino hilo de sangre se deslizaba en dirección al mango. «¡Lo tenemos!», se dijo para, acto seguido, recoger todas las armas de la del pelo anaranjado y, tras descender del árbol en el que las había encontrado, poner la sangre ante Tib para que la olfatease.
-Rodéalo, Tib -ordenó en voz baja el domador. Justo después, el joven Muryn comenzó a correr como alma que lleva el diablo trazando un camino paralelo al que a primera vista habían tomado Mura y el enemigo. Cuando Therax vio que su mascota empezaba a distanciarse demasiado de él, no tuvo otra opción más que acelerar aún más el ritmo. Podía sentir cómo el aire bajo sus pies le servía de impulso para ganar más velocidad, de modo que fue capaz de situarse junto a su mascota.
Tras correr durante unos minutos por medio del bosque, Tib se detuvo de una forma bastante brusca en un claro y, después de mirar hacia su izquierda, se colocó en tensión. Si el pequeño se había parado allí, debía ser porque había conseguido adelantar a su presa y a Mura. No obstante, el rubio era incapaz de distinguir ningún sonido a su alrededor que le alertara de que alguien se acercaba. ¿Tan rápido habían ido? ¿Acaso el enemigo había logrado abatir a Mura? Esperaba que no, ya que eso implicaría que Tib se había detenido porque había detectado que los acechaban.
Atento al más leve movimiento, desenfundó sus espadas y esperó a que quien fuera apareciese o, en su defecto, a que Tib hiciese alguna indicación. Al mismo tiempo, maldecía para sí mismo que aquella habilidad fuese capaz de anular por completo su capacidad de percepción a través del Haki de observación.
El grito de la chica provocó que el rubio se detuviera y mirase a su alrededor. En teoría se encontraba cerca del lugar en el cual se había producido el intercambio de armas arrojadizas. Suponiendo que Murasaki habría empleado alguna de las dagas que le había enseñado al conocerse, se encaramó a una rama cercana y miró a su alrededor en busca de alguno de los cuchillos.
Therax sabía que tanto el oponente como ella habrían avanzado bastante y lo habrían dejado atrás, pero también era consciente de que lo más probable era que no pudiese alcanzarlos mientras se desplazasen con tanta agilidad de un lado a otro. En consecuencia, su única alternativa era encontrar el rastro del tipo y anticiparse a sus movimientos, tal y como le había gritado la del pelo anaranjado.
Tras buscar durante unos segundos por los árboles de la zona descubrió las dagas de Mura, que se situaban cerca de algunas de las armas que el grupo de extraños había usado en su contra anteriormente. «Supongo que las recogería después de eliminarlos», pensó el chico mientras examinaba los lugares donde habían ido a clavarse.
Una chispa de triunfo se encendió cuando vio que, en un puñal incrustado con fuerza en la corteza de un árbol, un fino hilo de sangre se deslizaba en dirección al mango. «¡Lo tenemos!», se dijo para, acto seguido, recoger todas las armas de la del pelo anaranjado y, tras descender del árbol en el que las había encontrado, poner la sangre ante Tib para que la olfatease.
-Rodéalo, Tib -ordenó en voz baja el domador. Justo después, el joven Muryn comenzó a correr como alma que lleva el diablo trazando un camino paralelo al que a primera vista habían tomado Mura y el enemigo. Cuando Therax vio que su mascota empezaba a distanciarse demasiado de él, no tuvo otra opción más que acelerar aún más el ritmo. Podía sentir cómo el aire bajo sus pies le servía de impulso para ganar más velocidad, de modo que fue capaz de situarse junto a su mascota.
Tras correr durante unos minutos por medio del bosque, Tib se detuvo de una forma bastante brusca en un claro y, después de mirar hacia su izquierda, se colocó en tensión. Si el pequeño se había parado allí, debía ser porque había conseguido adelantar a su presa y a Mura. No obstante, el rubio era incapaz de distinguir ningún sonido a su alrededor que le alertara de que alguien se acercaba. ¿Tan rápido habían ido? ¿Acaso el enemigo había logrado abatir a Mura? Esperaba que no, ya que eso implicaría que Tib se había detenido porque había detectado que los acechaban.
Atento al más leve movimiento, desenfundó sus espadas y esperó a que quien fuera apareciese o, en su defecto, a que Tib hiciese alguna indicación. Al mismo tiempo, maldecía para sí mismo que aquella habilidad fuese capaz de anular por completo su capacidad de percepción a través del Haki de observación.
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- De forma pasiva, cuando Therax camina lanza unas imperceptibles ráfagas de viento hacia atrás. De forma activa, es capaz de aumentar su velocidad de desplazamiento +100% durante 2 posts, con otros 2 de recarga.
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Hubo unos segundos de calma, una vez los disparos de la chica se detuvieron. ¿Había conseguido acabar con su objetivo? Lo dudaba, pero quizás le había lastimado lo suficiente para poder acabarlo, o eso esperaba. Cerrando su paraguas, el cual había cumplido perfectamente con su función, la pelirroja se dirigió hacía el que presentía, había sido el lugar en el que cayó el asesino. No tardó mucho en divisarle. Su figura era como una mancha irregular en el suelo, junto a la que se veían pequeños reflejos, seguramente de la Luna, cuyos rayos debían chocar contra las agujas que estaba pos lanzar su objetivo. Se le debieron caer cuando fue disparado. ¿Le habría dado en el brazo?
Encontrándose ahora a apenas unos metros de él, podía notar con mayor claridad lo que había creído percibir. Era muy tenue, la diferencia de fuerza de su presencia, por lo que debía ser una habilidad que había labrado durante años. -Lo siento por ti, pero no puedo dejarte escapar.- Dijo Akane, preparando su arma para realizar el que esperaba, fuese el golpe decisivo.
-Vaya, parece que te he subestimado, señorita... Déjame felicitarte antes de que mueras. Es un desperdicio, pero...- Se esforzó en decir el contrario, incorporándose mientras llevaba una mano al cuello, cubierto con un pañuelo para ocultar lo que parecía ser una mascara de gas.
Mura apenas tuvo tiempo a de actuar, como si hubiera tenido una visión momentánea, de un gas expandiéndose. Haciendo caso a sus instintos, trató de tomar aire y salir corriendo. Necesitaba llegar a campo abierto para evitar inspirar lo que fuese que estaba por propagarse, y así lo hizo. Sin embargo, no fue capaz de resistir la respiración al empezar a acelerar, acabando por inspirar parte de aquel misterioso gas. Aún con su resistencia a las drogas y los venenos, obtenida por la sobrexposición a estos, cuando al fin se detuvo, creyéndose a salvo, sus piernas apenas le permitían mantenerse en pie, temblando y su vista se encontraba nublada. Tras recorrer unos veinte metros más, saliendo a la llanura, se dejó caer de rodillas, tosiendo. "Eso debía ser una mezcla de gas venenoso y somnífero... Creo que voy a pasar un mal rato de aquí en adelante". Pensó. Al menos esperaba que ese hubiera sido su último as bajo la manga, y que con sus heridas, el rubio pudiese encargarse sin problemas. También esperaba que no hubieran sido atrapados en la trampa de humo. "Encima su olor era muy desagradable... Ser un felino sin duda es a veces una desventaja".
Encontrándose ahora a apenas unos metros de él, podía notar con mayor claridad lo que había creído percibir. Era muy tenue, la diferencia de fuerza de su presencia, por lo que debía ser una habilidad que había labrado durante años. -Lo siento por ti, pero no puedo dejarte escapar.- Dijo Akane, preparando su arma para realizar el que esperaba, fuese el golpe decisivo.
-Vaya, parece que te he subestimado, señorita... Déjame felicitarte antes de que mueras. Es un desperdicio, pero...- Se esforzó en decir el contrario, incorporándose mientras llevaba una mano al cuello, cubierto con un pañuelo para ocultar lo que parecía ser una mascara de gas.
Mura apenas tuvo tiempo a de actuar, como si hubiera tenido una visión momentánea, de un gas expandiéndose. Haciendo caso a sus instintos, trató de tomar aire y salir corriendo. Necesitaba llegar a campo abierto para evitar inspirar lo que fuese que estaba por propagarse, y así lo hizo. Sin embargo, no fue capaz de resistir la respiración al empezar a acelerar, acabando por inspirar parte de aquel misterioso gas. Aún con su resistencia a las drogas y los venenos, obtenida por la sobrexposición a estos, cuando al fin se detuvo, creyéndose a salvo, sus piernas apenas le permitían mantenerse en pie, temblando y su vista se encontraba nublada. Tras recorrer unos veinte metros más, saliendo a la llanura, se dejó caer de rodillas, tosiendo. "Eso debía ser una mezcla de gas venenoso y somnífero... Creo que voy a pasar un mal rato de aquí en adelante". Pensó. Al menos esperaba que ese hubiera sido su último as bajo la manga, y que con sus heridas, el rubio pudiese encargarse sin problemas. También esperaba que no hubieran sido atrapados en la trampa de humo. "Encima su olor era muy desagradable... Ser un felino sin duda es a veces una desventaja".
Mura y el enemigo estaban tardando demasiado en llegar a su posición, y dada la velocidad con la que se desplazaban ese hecho no le gustaba en absoluto. ¿Le habría pasado algo a la del pelo anaranjado? Esperaba sinceramente que no. Harto de esperar allí quieto como un perro obediente, decidió avanzar en la dirección por la que se suponía que debían aproximarse ambos, con extremo cuidado en previsión de que el extraño hubiese acabado con Mura y ahora se preparase para tenderle una emboscada.
No obstante, no llegó a introducirse de nuevo en la arboleda. Tras un extraño sonido, una columna de un gas se elevó en un lugar cercano. La visión del humo desvaneciéndose en el cielo nocturno no contribuyó a tranquilizar al muchacho y, cuando Mura apareció en el claro visiblemente aturdida, el rubio terminó por confirmar sus temores. El tipo debía de haberle tendido algún tipo de trampa, porque no parecía que Mura tuviese ninguna herida que justificase el estado en el que se encontraba.
Sin perder ni un segundo, Therax corrió hacia la posición de la chica con intención de alejarla lo máximo posible del bosque, esperando que de su interior emergiera el enemigo de un momento a otro con la intención de darle el golpe de gracia. No iba a permitir aquello.
Justo cuando consiguió ayudar a Murasaki a que alcanzase el centro de la llanura, el del rostro oculto apareció en el mismo lugar por el que el domador había visto salir a la del pelo anaranjado. El sujeto andaba con una asombrosa parsimonia, como si se supiese vencedor de la contienda. «Qué equivocado estás», pensó el espadachín mientras se erguía y desenvainaba sus sables.
Sin mediar palabra, el misterioso enemigo comenzó a moverse a gran velocidad hacia un lado, lanzando en el proceso varias agujas hacia su posición que a saber de dónde había sacado. ¿No se le acababan nunca? Sin embargo, en esta ocasión Therax se esperaba algo como aquello, de modo que los mortíferos proyectiles no llegaron a acercarse siquiera a él. Si algo había aprendido durante el tiempo que llevaban jugando al gato y al ratón, era que el sujeto rehuía el combate cercano, por lo que su siguiente paso estaba más que claro.
Tras lanzarle una mirada a Tib, el Muryn comenzó a correr hacia el oponente en sentido contrario a su dueño, tratando así de encerrarlo entre ambos. Al ver lo que tramaban, el tipo dio un gran salto y, desde al aire, volvió a arrojarles varios de aquellos dardos. Domador y mascota los esquivaron con cierta facilidad. «Parece que se ha quedado sin trucos», se dijo el espadachín mientras continuaba acercándose a él, al ver que no hacía otra cosa que tratar de mantenerse alejado y lanzarles todas las agujas que era capaz.
No obstante, poco a poco fueron capaces de ir cercándolo, de modo que llegó un momento en el que se encontró que la distancia que le separaba de su objetivo no era mayor de cinco metros. Entonces, Tib profirió un intenso aullido y cambió radicalmente su trayectoria, obligando al tipo a que desviara hacia él su atención para comprobar qué hacía. Aprovechando la inmejorable oportunidad que le había regalado su mascota, Therax dio dos largas zancadas y, tras recubrir el filo de sus espadas con escarcha, realizó sendos cortes en cruz en el pecho del rival, que cayó desplomado en el suelo.
No estaba muerto, pero el rubio se negaba a permitir que le sorprendiera con alguna estratagema oculta, así que no se lo pensó y clavó con furia sus sable sobre el corte que acababa de realizar... El enemigo dejó de moverse en el acto. Unos instantes después, el espadachín registró el cadáver del que había intentado convertirse en su verdugo en busca de algo que le orientase hacia su identidad o los motivos que le habían llevado hasta allí. Lo único que encontró fue un fragmento de una Vivre Card, el cual se guardó en uno de sus bolsillos por si pudiese hacerle falta. En caso contrario, ya lo tiraría.
Una vez se hubo asegurado de que el cuerpo del enemigo no tenía nada más que ofrecerle, se acercó a Mura para comprobar cómo se encontraba. Tib ya estaba junto a ella e intentaba lamerle una de sus manos.
No obstante, no llegó a introducirse de nuevo en la arboleda. Tras un extraño sonido, una columna de un gas se elevó en un lugar cercano. La visión del humo desvaneciéndose en el cielo nocturno no contribuyó a tranquilizar al muchacho y, cuando Mura apareció en el claro visiblemente aturdida, el rubio terminó por confirmar sus temores. El tipo debía de haberle tendido algún tipo de trampa, porque no parecía que Mura tuviese ninguna herida que justificase el estado en el que se encontraba.
Sin perder ni un segundo, Therax corrió hacia la posición de la chica con intención de alejarla lo máximo posible del bosque, esperando que de su interior emergiera el enemigo de un momento a otro con la intención de darle el golpe de gracia. No iba a permitir aquello.
Justo cuando consiguió ayudar a Murasaki a que alcanzase el centro de la llanura, el del rostro oculto apareció en el mismo lugar por el que el domador había visto salir a la del pelo anaranjado. El sujeto andaba con una asombrosa parsimonia, como si se supiese vencedor de la contienda. «Qué equivocado estás», pensó el espadachín mientras se erguía y desenvainaba sus sables.
Sin mediar palabra, el misterioso enemigo comenzó a moverse a gran velocidad hacia un lado, lanzando en el proceso varias agujas hacia su posición que a saber de dónde había sacado. ¿No se le acababan nunca? Sin embargo, en esta ocasión Therax se esperaba algo como aquello, de modo que los mortíferos proyectiles no llegaron a acercarse siquiera a él. Si algo había aprendido durante el tiempo que llevaban jugando al gato y al ratón, era que el sujeto rehuía el combate cercano, por lo que su siguiente paso estaba más que claro.
Tras lanzarle una mirada a Tib, el Muryn comenzó a correr hacia el oponente en sentido contrario a su dueño, tratando así de encerrarlo entre ambos. Al ver lo que tramaban, el tipo dio un gran salto y, desde al aire, volvió a arrojarles varios de aquellos dardos. Domador y mascota los esquivaron con cierta facilidad. «Parece que se ha quedado sin trucos», se dijo el espadachín mientras continuaba acercándose a él, al ver que no hacía otra cosa que tratar de mantenerse alejado y lanzarles todas las agujas que era capaz.
No obstante, poco a poco fueron capaces de ir cercándolo, de modo que llegó un momento en el que se encontró que la distancia que le separaba de su objetivo no era mayor de cinco metros. Entonces, Tib profirió un intenso aullido y cambió radicalmente su trayectoria, obligando al tipo a que desviara hacia él su atención para comprobar qué hacía. Aprovechando la inmejorable oportunidad que le había regalado su mascota, Therax dio dos largas zancadas y, tras recubrir el filo de sus espadas con escarcha, realizó sendos cortes en cruz en el pecho del rival, que cayó desplomado en el suelo.
No estaba muerto, pero el rubio se negaba a permitir que le sorprendiera con alguna estratagema oculta, así que no se lo pensó y clavó con furia sus sable sobre el corte que acababa de realizar... El enemigo dejó de moverse en el acto. Unos instantes después, el espadachín registró el cadáver del que había intentado convertirse en su verdugo en busca de algo que le orientase hacia su identidad o los motivos que le habían llevado hasta allí. Lo único que encontró fue un fragmento de una Vivre Card, el cual se guardó en uno de sus bolsillos por si pudiese hacerle falta. En caso contrario, ya lo tiraría.
Una vez se hubo asegurado de que el cuerpo del enemigo no tenía nada más que ofrecerle, se acercó a Mura para comprobar cómo se encontraba. Tib ya estaba junto a ella e intentaba lamerle una de sus manos.
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Un golpe de suerte, eso era lo único que podía explicar que la pelirroja siguiese viva en aquel momento. Parecía casi un milagro que, teniendo que mantenerse atenta a donde pisaba y a su respiración, para inhalar la menos cantidad posible de veneno, lograse encontrar el punto al que habían ido a parar el rubio y su mascota, socorriendola en el último instante. Seguramente, las tornas se hubieran vuelto distintas si estuviese peleando sola.
Al final, fue Therax quien acabó por tomar la vida de aquel desgraciado, protegiéndola al mismo tiempo de las agujas que este lanzaba, mientras ella se encontraba tirada en el suelo, con la respiración irregular, un efecto secundario de haber inspirado el humo. Sus pulmones, ahora, parecían tratar de tomar todo el aire limpio que podían, para purificarse, soltándolo de forma casi instantánea, lo que le provocaba un mareo aún mayor a la chica. Al menos tenía la tranquilidad de saber que no iba a caerse más abajo. Dudaba que la tierra se abriese bajo sus pies. Para reconfortarla, el cachorro se acercó a ella, frotando su cuerpo contra el de ella, y lamiendo sus manos, ella, se dejó hacer, llevando una mano hasta detrás de su oreja, para rascarle con suavidad. -Parece que me habéis salvado.- Comentó la chica, dedicando una sonrisa un tanto forzada, a causa del malestar. -Gracias.- Añadió, alzando la vista para observar a su acompañante. Había podido observar parte de su batalla, aunque de forma un tanto difusa, no alcanzando a observar como asestaba el golpe de gracia. Pero el que la presencia del contrario desapareciera fue suficiente para indicarle que había muerto, y que se podía relajar.
-Supongo que no queras ir a cenar ya a estas horas.- Bromeó la joven, tratando de incorporarse lentamente, casi perdiendo el equilibrio al hacerlo. -Esto puede que sea una molestia, aquel humo debía ser para dormir a sus víctimas... Así que estoy algo aturdida.- Dijo, como si así le quitase importancia. Tenía alguna duda sobre si ese era el motivo, o si trataba de envenenarla hasta la muerte, pero como fuese, dudaba morir por aquello, solo estaría más débil por un tiempo. -Por como os movíais diría que vosotros no habéis entrado en contacto con el, me alegro. Aunque ahora necesitaré caminar más despacio. Espero que no te importe.- Concluyó para después ponerse en marcha.
Al final, fue Therax quien acabó por tomar la vida de aquel desgraciado, protegiéndola al mismo tiempo de las agujas que este lanzaba, mientras ella se encontraba tirada en el suelo, con la respiración irregular, un efecto secundario de haber inspirado el humo. Sus pulmones, ahora, parecían tratar de tomar todo el aire limpio que podían, para purificarse, soltándolo de forma casi instantánea, lo que le provocaba un mareo aún mayor a la chica. Al menos tenía la tranquilidad de saber que no iba a caerse más abajo. Dudaba que la tierra se abriese bajo sus pies. Para reconfortarla, el cachorro se acercó a ella, frotando su cuerpo contra el de ella, y lamiendo sus manos, ella, se dejó hacer, llevando una mano hasta detrás de su oreja, para rascarle con suavidad. -Parece que me habéis salvado.- Comentó la chica, dedicando una sonrisa un tanto forzada, a causa del malestar. -Gracias.- Añadió, alzando la vista para observar a su acompañante. Había podido observar parte de su batalla, aunque de forma un tanto difusa, no alcanzando a observar como asestaba el golpe de gracia. Pero el que la presencia del contrario desapareciera fue suficiente para indicarle que había muerto, y que se podía relajar.
-Supongo que no queras ir a cenar ya a estas horas.- Bromeó la joven, tratando de incorporarse lentamente, casi perdiendo el equilibrio al hacerlo. -Esto puede que sea una molestia, aquel humo debía ser para dormir a sus víctimas... Así que estoy algo aturdida.- Dijo, como si así le quitase importancia. Tenía alguna duda sobre si ese era el motivo, o si trataba de envenenarla hasta la muerte, pero como fuese, dudaba morir por aquello, solo estaría más débil por un tiempo. -Por como os movíais diría que vosotros no habéis entrado en contacto con el, me alegro. Aunque ahora necesitaré caminar más despacio. Espero que no te importe.- Concluyó para después ponerse en marcha.
Era evidente que la del pelo anaranjado no estaba pasando por sus mejores momentos, pero no parecía que su estado estuviese empeorando. Al escuchar su teoría sobre el humo, Therax confirmó sus sospechas acerca del truco empleado por el enemigo para enfrentarse a ellos. No le sorprendía que recurriera a mecanismos como aquél. A fin de cuentas, no había dado la cara hasta que no le había quedado otra alternativa.
Cuando la chica comenzó a caminar de vuelta al gigantesco árbol que hacía las veces de refugio, el rubio se colocó a su lado por si en algún momento necesitaba un apoyo o simplemente que la ayudase a caminar. No sabía el tiempo que había estado expuesta al agente tóxico, pero cabía la posibilidad de que en algún momento las fuerzas la abandonaran y sólo faltaría que un violento golpe en la cabeza o algo por el estilo agravara el estado de Mura. Lo usase como bastón o no, caminaría al lado de la chica hasta alcanzar el improvisado campamento donde la batalla había dado comienzo.
Una vez llegaron, César, Nala y Sumire se asomaron desde el hueco que había debajo del árbol para verlos llegar. Al ver el estado en que se encontraba Murasaki, la niña y el asustadizo perro corrieron en su dirección. Mientras se dirigían a ella, Therax observó al viejo lobo, que los contemplaba con una mirada de alivio que pretendía ocultar tras su habitual gesto de indiferencia. «No me engañas, viejo gruñón», pensó el domador. No obstante, no dijo nada, ya que sabía que no era buena idea herir el altivo orgullo del añejo cánido.
Allí de pie, observando la situación a su alrededor, se dio cuenta de que no tenía sueño. Seguramente la adrenalina liberada en cantidades ingentes a su torrente circulatorio un rato antes era la causante de ese efecto. Por otro lado, no sabía si la del pelo anaranjado decidiría irse a dormir o no, aunque sería lo más sensato y dudaba que el cuerpo no se lo estuviese pidiendo a gritos.
Fuera como fuere, allí no había comido nadie hasta el momento, así que decidió darle uso a su hormonal insomnio y continuó despellejando las presas que la chica jaguar había cazado anteriormente. Tib, por su parte, seguía junto a Mura, mientras que César se había sentado junto a él. Trataría de dejar la carne lista para ser cocinada en cuanto todos estuvieran listos para comer y, en caso de que el sueño no se dignara a aparecer, podría prepararle en cuanto terminase de separar lo que era comestible de lo que no.
Ya hablaría con la chica acerca de la Vivre Card que había encontrado entre la ropa del cadáver una vez hubiese comido y se encontrase en mejor estado. Tal vez pudiesen sacar algo en positivo después de aquella experiencia.
Cuando la chica comenzó a caminar de vuelta al gigantesco árbol que hacía las veces de refugio, el rubio se colocó a su lado por si en algún momento necesitaba un apoyo o simplemente que la ayudase a caminar. No sabía el tiempo que había estado expuesta al agente tóxico, pero cabía la posibilidad de que en algún momento las fuerzas la abandonaran y sólo faltaría que un violento golpe en la cabeza o algo por el estilo agravara el estado de Mura. Lo usase como bastón o no, caminaría al lado de la chica hasta alcanzar el improvisado campamento donde la batalla había dado comienzo.
Una vez llegaron, César, Nala y Sumire se asomaron desde el hueco que había debajo del árbol para verlos llegar. Al ver el estado en que se encontraba Murasaki, la niña y el asustadizo perro corrieron en su dirección. Mientras se dirigían a ella, Therax observó al viejo lobo, que los contemplaba con una mirada de alivio que pretendía ocultar tras su habitual gesto de indiferencia. «No me engañas, viejo gruñón», pensó el domador. No obstante, no dijo nada, ya que sabía que no era buena idea herir el altivo orgullo del añejo cánido.
Allí de pie, observando la situación a su alrededor, se dio cuenta de que no tenía sueño. Seguramente la adrenalina liberada en cantidades ingentes a su torrente circulatorio un rato antes era la causante de ese efecto. Por otro lado, no sabía si la del pelo anaranjado decidiría irse a dormir o no, aunque sería lo más sensato y dudaba que el cuerpo no se lo estuviese pidiendo a gritos.
Fuera como fuere, allí no había comido nadie hasta el momento, así que decidió darle uso a su hormonal insomnio y continuó despellejando las presas que la chica jaguar había cazado anteriormente. Tib, por su parte, seguía junto a Mura, mientras que César se había sentado junto a él. Trataría de dejar la carne lista para ser cocinada en cuanto todos estuvieran listos para comer y, en caso de que el sueño no se dignara a aparecer, podría prepararle en cuanto terminase de separar lo que era comestible de lo que no.
Ya hablaría con la chica acerca de la Vivre Card que había encontrado entre la ropa del cadáver una vez hubiese comido y se encontrase en mejor estado. Tal vez pudiesen sacar algo en positivo después de aquella experiencia.
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El camino de regreso para la chica fue más largo de lo que ella había esperado. Su cuerpo le pedía descansar a gritos, a causa de la continua carrera que había mantenido durante los últimos minutos, agravados por el gas de antes. Sin embargo, su orgullo como persona que se anteponía a las dificultades, y como felino que era, le impedían dejarse caer o pedir ayuda alguna. Era en esos momentos en que salía la cara "solitaria" de la chica de cabellos anaranjado: "Está bien. Puedo hacerlo sola". Aunque supiese que si el chico la hubiera cargado el tiempo se hubiese reducido a la mitad.
Ni siquiera al llegar al refugio dejo esa actitud, aunque en aquella ocasión, más por calmar a sus acompañantes que por lo dicho antes. Cuando Sumire y Nala llegó corriendo, la pelirroja se agachó, aprovechando sus características felinas para no perder el equilibrio al hacerlo, y acarició la cabeza tanto de la cánida, que se apoyó con sus patas delanteras sobre una de sus piernas, con una mirada que denotaba verdadera preocupación; como de Sumire, que se puso a regalarla por su forma tan temeraria de trabajar. La chica forzó una carcajada ante sus comentarios. "Como si no hubiera pasado por cosas peores". Contestó ante los reproches de la albina, antes de lanzarle una mirada a Therax, como si le avisase de que no quería que dijese nada sobre la pelea delante de la niña.
-Ay, y al final no pudimos comer nada... me muero de hambre.- Se quejó, suspirando, antes de acomodarse bajo el cobijo del milenario árbol, apoyando la espalda y la cabeza en el tronco de este mientras observaba la escena. Nala, que parecía haber recuperado sus fuerzas, se encontraba molestando a Tib, subiendose encima y mordiendo sus orejas, así como ladrandole para que jugara con ella. Sumire, por su lado, se encontraba reuniendo ramas secas para iniciar una hoguera con la que alumbrarnos y cocinar, de paso. Ya que el encargado de la cena iba a ser su invitado. De vez en cuando, se acercaba a ella para ofrecerle una de las cantimploras de agua y asegurarse de que estaba bien. Ella se limitaba a asentir y aceptar la tan necesaria bebida, que iba siendo repartida entre todos los ahí presentes. También aprovechaba mientras no le prestaban atención, para ir arrancando trozos de la corteza del árbol y masticarla. Había aprendido hacía tiempo que con algunas plantas se podía hacer eso en caso de intoxicación, y la verdad es que se empezó a sentir mejor al hacerlo. Tanto que durante un buen rato, se dejó llevar por el sueño, siendo despertada por el olor de la carne al ser cocinada.
Ni siquiera al llegar al refugio dejo esa actitud, aunque en aquella ocasión, más por calmar a sus acompañantes que por lo dicho antes. Cuando Sumire y Nala llegó corriendo, la pelirroja se agachó, aprovechando sus características felinas para no perder el equilibrio al hacerlo, y acarició la cabeza tanto de la cánida, que se apoyó con sus patas delanteras sobre una de sus piernas, con una mirada que denotaba verdadera preocupación; como de Sumire, que se puso a regalarla por su forma tan temeraria de trabajar. La chica forzó una carcajada ante sus comentarios. "Como si no hubiera pasado por cosas peores". Contestó ante los reproches de la albina, antes de lanzarle una mirada a Therax, como si le avisase de que no quería que dijese nada sobre la pelea delante de la niña.
-Ay, y al final no pudimos comer nada... me muero de hambre.- Se quejó, suspirando, antes de acomodarse bajo el cobijo del milenario árbol, apoyando la espalda y la cabeza en el tronco de este mientras observaba la escena. Nala, que parecía haber recuperado sus fuerzas, se encontraba molestando a Tib, subiendose encima y mordiendo sus orejas, así como ladrandole para que jugara con ella. Sumire, por su lado, se encontraba reuniendo ramas secas para iniciar una hoguera con la que alumbrarnos y cocinar, de paso. Ya que el encargado de la cena iba a ser su invitado. De vez en cuando, se acercaba a ella para ofrecerle una de las cantimploras de agua y asegurarse de que estaba bien. Ella se limitaba a asentir y aceptar la tan necesaria bebida, que iba siendo repartida entre todos los ahí presentes. También aprovechaba mientras no le prestaban atención, para ir arrancando trozos de la corteza del árbol y masticarla. Había aprendido hacía tiempo que con algunas plantas se podía hacer eso en caso de intoxicación, y la verdad es que se empezó a sentir mejor al hacerlo. Tanto que durante un buen rato, se dejó llevar por el sueño, siendo despertada por el olor de la carne al ser cocinada.
Al final el sueño no había hecho ni tan siquiera el intento de aparecer, por lo que, cuando Mura se quedó dormida apoyada en el árbol, Therax optó por terminar de cocinar las presas de la del pelo anaranjado. Mientras lo hacía, su mente no paraba de dar vueltas en torno al misterioso grupo que les había atacado y el trozo de Vivre Card que guardaba en uno de sus bolsillos. Además, procuró no abrir la boca en todo el tiempo que estuvo atareado con la carne, ya que una mirada furtiva de Mura le había indicado que prefería que lo ocurrido quedase entre los dos, y el hecho de llevar bastante tiempo pensando sobre un mismo tema podría favorecer que se le escapara algo de información.
Nala y Tib correteaban por la zona, Sumire recogía ramas secas y procuraba que a Murasaki no le faltara de nada y César, cómo no, yacía tendido cuan largo era a unos metros de él, esperando a que la comida estuviese lista para ser el primero en hincarle el diente. «Pues vas a ser el último, por listo», pensó el domador mientras volvía a clavar el cuchillo bajo la piel de la última de las presas.
Una vez hubo terminado de despellejar a los animales, haciendo uso del ramaje que había acumulado la niña, encendió un fuego. Mientras esperaba a que adquiriese la envergadura necesaria, cogió la presa más cercana y comenzó a trocearla como buenamente pudo. No era carnicero y jamás en su vida había hecho algo como aquello, de ahí que hubiese tardado tanto en separar la piel del resto. No obstante, aunque no sabía qué partes eran las más jugosas o las que se solían comer, se dedicó a arrancar trozos de un tamaño lo más apropiado posible y a colocarlos en un lugar no muy lejano del fuego.
Una vez las llamas tuvieron la suficiente potencia, ensartó varios trozos de carne en los palos más gruesos de los que había traído Sumire, los cuales había separado desde un primer momento para que cumpliesen aquella función. Su hambre era tal que no pudo evitar morder uno antes de que terminare de cocinarse y Tib, por su parte, había dejado de jugar y esperaba impacientemente apoyado sobre sus cuartos traseros a que le dieran algo de comer.
-Sólo un poco más -comentó el rubio ante el babeante semblante del cánido. César observaba desde la distancia, pero un reguero de saliva mayor incluso que el del joven Muryn lo delataba.
Cuando estimó que la carne estaba lista, dividió los trozos entre los allí presentes y, cuando cada uno tuvo el suyo, cogió otro y se acercó caminando con paso lento a Mura. El cansancio comenzaba a hacer acto de presencia, pero antes de pensar en dormir debía comer algo y asegurarse de que la del pelo anaranjado hacía lo propio.
-Toma. Todavía quema, así que ten cuidado -dijo Therax para, justo después, dar un gran bocado de su propia comida.
Nala y Tib correteaban por la zona, Sumire recogía ramas secas y procuraba que a Murasaki no le faltara de nada y César, cómo no, yacía tendido cuan largo era a unos metros de él, esperando a que la comida estuviese lista para ser el primero en hincarle el diente. «Pues vas a ser el último, por listo», pensó el domador mientras volvía a clavar el cuchillo bajo la piel de la última de las presas.
Una vez hubo terminado de despellejar a los animales, haciendo uso del ramaje que había acumulado la niña, encendió un fuego. Mientras esperaba a que adquiriese la envergadura necesaria, cogió la presa más cercana y comenzó a trocearla como buenamente pudo. No era carnicero y jamás en su vida había hecho algo como aquello, de ahí que hubiese tardado tanto en separar la piel del resto. No obstante, aunque no sabía qué partes eran las más jugosas o las que se solían comer, se dedicó a arrancar trozos de un tamaño lo más apropiado posible y a colocarlos en un lugar no muy lejano del fuego.
Una vez las llamas tuvieron la suficiente potencia, ensartó varios trozos de carne en los palos más gruesos de los que había traído Sumire, los cuales había separado desde un primer momento para que cumpliesen aquella función. Su hambre era tal que no pudo evitar morder uno antes de que terminare de cocinarse y Tib, por su parte, había dejado de jugar y esperaba impacientemente apoyado sobre sus cuartos traseros a que le dieran algo de comer.
-Sólo un poco más -comentó el rubio ante el babeante semblante del cánido. César observaba desde la distancia, pero un reguero de saliva mayor incluso que el del joven Muryn lo delataba.
Cuando estimó que la carne estaba lista, dividió los trozos entre los allí presentes y, cuando cada uno tuvo el suyo, cogió otro y se acercó caminando con paso lento a Mura. El cansancio comenzaba a hacer acto de presencia, pero antes de pensar en dormir debía comer algo y asegurarse de que la del pelo anaranjado hacía lo propio.
-Toma. Todavía quema, así que ten cuidado -dijo Therax para, justo después, dar un gran bocado de su propia comida.
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El sueño desapareció por completo en cuanto el olor de la comida recién ella inundó la nariz de la pelirroja, quien se incorporó casi de inmediato, olfateando el aire en busca de su alimento. Al dirigir la vista hacia el lugar del que provenía el olor, se encontró con que el rubio se acababa de sentarse a su lado sosteniendo su porción. Mura le miró un par de veces parpadeando, como si no entendiera muy bien donde se encontraba, no recordaba haberse rendido al sueño. Bueno, que importaba el hecho de que pudo haber muerto en ese lugar y no se acordase en ese preciso momento. Tenía hambre, eso era lo importante. Como si llevase semanas sin probar bocado, la chica tomó el trozo de carne que el contrario le ofrecía, pegando un gran primer mordico, y masticándolo a prisa, para poder tragarlo y repetir el proceso. La verdad, no es que fuera el manjar más exquisito que hubiera probado nunca: era un trozo de carne hecho al fuego, pero sin condimentar de ninguna forma. Estaba jugoso y tierno; cosa que ella nunca hubiera logrado, pues cocinar no entraba entre sus muchas habilidades.
Tardó poco y menos en terminar de comer, quedándose aún con hambre. -Estaba delicioso. ¿No queda más?- Preguntó la chica mirando a su acompañante. Sonaba como una niña, más que como una adulta. No parecía para nada la misma asesina que se enfrentase junto a él contra los que acababan de atacarlos, acabando con estos sin un solo miramiento. Su rostro, de mirada antes gélida volvía a mostrar unos ojos radiantes, que acompañados con sus orejas felinas y sus colmillos un poco más largos de lo normal, que sobresalían levemente al sonreír de forma amplia; y con el hecho de tener la cara medio manchada, resultaba incluso adorable.
Una vez toda la comida se acabó, saciando los estomagos vacíos de bestias y humanos, llegó el momento de dormir. Al fin y al cabo, todos estaban exhaustos, a excepción de Akane, quien había descansado lo suficiente mientras Therax preparaba la cena. Motivo por el que decidió mantenerse en pie, velando por los demás. Los primeros en dormir fueron Tib y Nala, quedando la pequeña encima de su nuevo amigo, mientras que Sumire se acomodó a su lado, tapada con una de las mantas que llevaban consigo, la pelirroja decidió cederle la otra a Therax. Que este la aceptase o no era otra cosa. De este modo, se quedó vigilando, con la mirada perdida en las llamas de la hoguera hasta que el sol comenzó a despuntar en el horizonte. Momento en que se incorporó para echar tierra a la fogata para apagarla, y después recoger sus cosas mientras esperaba que los demás se despertasen.
Una vez de pie, deberían decidir que hacer.
Tardó poco y menos en terminar de comer, quedándose aún con hambre. -Estaba delicioso. ¿No queda más?- Preguntó la chica mirando a su acompañante. Sonaba como una niña, más que como una adulta. No parecía para nada la misma asesina que se enfrentase junto a él contra los que acababan de atacarlos, acabando con estos sin un solo miramiento. Su rostro, de mirada antes gélida volvía a mostrar unos ojos radiantes, que acompañados con sus orejas felinas y sus colmillos un poco más largos de lo normal, que sobresalían levemente al sonreír de forma amplia; y con el hecho de tener la cara medio manchada, resultaba incluso adorable.
Una vez toda la comida se acabó, saciando los estomagos vacíos de bestias y humanos, llegó el momento de dormir. Al fin y al cabo, todos estaban exhaustos, a excepción de Akane, quien había descansado lo suficiente mientras Therax preparaba la cena. Motivo por el que decidió mantenerse en pie, velando por los demás. Los primeros en dormir fueron Tib y Nala, quedando la pequeña encima de su nuevo amigo, mientras que Sumire se acomodó a su lado, tapada con una de las mantas que llevaban consigo, la pelirroja decidió cederle la otra a Therax. Que este la aceptase o no era otra cosa. De este modo, se quedó vigilando, con la mirada perdida en las llamas de la hoguera hasta que el sol comenzó a despuntar en el horizonte. Momento en que se incorporó para echar tierra a la fogata para apagarla, y después recoger sus cosas mientras esperaba que los demás se despertasen.
Una vez de pie, deberían decidir que hacer.
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