Unos animales un tanto extraños y una inesperada compañía - Privado/Pasado [Murasaki & Therax]

-Claro que sí... -dijo entrecortadamente Therax cuando vio el ímpetu con el que la chica devoraba la pieza de carne que le había acercado-. Pero supongo que habría que cocinarla -añadió mientras señalaba al lugar donde se amontonaba toda la caza, junto a la hoguera que había hecho las veces de cocina. ¿Dónde estaba la chica que había estado combatiendo junto a él hasta hacía apenas un rato? La forma en que cambiaba su forma de ser era perturbadora cuanto menos, pero a esas alturas no iba a asustarse por una nimiedad como aquella.

Tras un rato en el que Therax se encargó de preparar la comida que en teoría iba a sobrar, cuando todos comieron hasta que no pudieron más, llegó su turno de descansar. Conforme la agitación provocada por la peligrosa persecución había ido desapareciendo, un infinito cansancio había ido apoderándose del rubio, llegando a un punto en que sus ojos se cerraban mientras se suponía que debía vigilar los trozos de carne, ya que Mura parecía ser incapaz de distinguir si podían ser ingeridos o no.

En consecuencia, una vez su estómago estuvo satisfecho, se tumbó a descansar tras agradecerle a la del pelo anaranjado la manta que le ofrecía. Hiciese o no frío, siempre dormía mejor si podía cubrirse con algo.

Un leve movimiento a su lado y unos todavía tenues rayos de sol provocaron que el domador despertase de su sueño. Junto a él, Mura recogía las pertenencias que había esparcidas por el lugar y César y Tib imitaban a su dueño, desperezándose. Tras dar los buenos días, el rubio se levantó y comenzó a emular a la chica, buscando las pocas cosas que había sacado de su zurrón y volviéndolas a poner en su lugar.

A unos metros de él, Tib parecía no cansarse de Nala, de modo que había vuelto a acercarse a ella en busca de juego una vez se había espabilado del todo. «Qué pesado se pone cuando quiere», se dijo Therax mientras, como de costumbre, se tanteaba los bolsillos para ver si olvidaba algo.

-Ayer encontré esto, Mura -dijo cuando introdujo la mano en uno de ellos, encontrando el trozo de Vivre Card que había sustraído del cadáver del misterioso sujeto la noche anterior-. No tengo ni idea de a quién puede pertenecer, ni de si está relacionado con el motivo por el que sea que esos tipos se encontraban aquí o no... ¿Qué opinas? -inquirió, esperando que la del pelo anaranjado tuviese las mismas ganas que él de ir a investigar.

Los enmascarados debían haber llegado a la isla de algún modo y, como ninguno había vuelto, el medio de transporte que hubieran empleado debía seguir por allí. Quizás pudiesen encontrar algo interesante en su interior que sirviese para compensar las molestias que les habían causado.

Terminaron de "desmontar el campamento" y se pusieron en marcha para explorar la isla, a causa de lo acontecido la noche anterior, que había causado varias hipótesis en la cabeza de la chica, así como la del rubio; algunas, relacionadas con la Vivre Card que el posible cabecilla de los bandidos de la otra noche traía: Por una parte, podían haber llegado a esa isla buscando a alguien, para lo que necesitarían la Vivre card; sin embargo, que esta les hubiera llevado hasta su posición era poco probable, por mucho que la peliroja tuviera una recompensa decente sobre su cabeza. Por otro lado, podían ser asaltadores de tumbas o haber llegado al lugar por algún tesoro, existiese o no este.

-No creo que hubiesen intentado asesinarnos por culpa de esa Vivre card, a no ser que hayan regalado la de uno de los dos, aunque tampoco veo sentido en que vengan a por nosotros.- Mintió, ya que si que podrían haber ido a por ella, pero la Vivre no apuntaba hacia ella. -Así que debe de ser de alguien relacionado con ellos, pero que no está aquí.- Lo que habría que buscar es como llegaron a este lugar, ya que estamos. Tal vez ahí haya una explicación mejor para esto. Aunque si tenemos que patearnos toda la isla, será un suplicio. Hmmm.- Comenzó a divagar, pasando su mirada de un lado a otro. -¿Crees que Tib y César se separarían durante un rato de ti y esperarían aquí?-

Según lo que el contrario le contestase, le propondría una forma rápida de buscar desde las alturas. Podían empezar por mirar en la dirección que indicaba el trozo de papel entre sus dedos y desde ahí mirar por el resto de la isla. Tan solo tendrían que aprovechar la capacidad de Sumire. El hecho de mostrarle a un extraño la verdadera apariencia de la pequeña no le hacía gracia, pero acababa de salvarla de un aprieto hacía unas horas. Dudaba que intentase asesinarla o hacerle algo a la albina, así que eso harían, sobrevolarían la isla a lomos de la dragona en busca de algún medio de transporte que hubieran podido usar para llegar ahí.

Dejarlos allí... Therax contempló alternativamente a sus mascotas, que los miraban inquisitivamente a escasos metros de distancia. No dudaba de que César no tendría ningún inconveniente en mantenerse lo más alejado posible de ellos mientras pudiesen verse envueltos en algún tipo de problema. No obstante, Tib no estaría conforme con la idea. Desde que Joy apareciese con el pequeño Muryn en brazos tiempo atrás, no recordaba que el animal se hubiese separado de él en casi ningún momento, mucho menos antes de una situación potencialmente conflictiva.

-Creo que sí, pero no será fácil convencer a Tib -dijo el muchacho mientras detenía en él su mirada-. Porque supongo que no hay manera de que venga con nosotros, ¿verdad? -añadió, preguntándose qué clase de idea habría tenido la del pelo anaranjado para que sólo pudieran ir ellos dos. A fin de cuentas, el Muryn había demostrado en múltiples ocasiones lo útil que podía llegar a ser tanto en combate como fuera de él.

En caso de que fuera imposible, una vez la chica le explicara en qué consistía su idea y los motivos por los que el pequeño no podía acompañarles, se acercaría a su mascota. Cuando estuviese a su lado, se sentaría lentamente en el suelo y, enfrentando a su compañero, le explicaría la situación:

-Esta vez tienes que esperar aquí... No tardaremos mucho, pero no podemos llevarte con nosotros, así que quédate aquí y cuida de Nala y del cascarrabias de César. -En ese momento el anciano lobo soltaría un más que probable bufido y se alejaría del lugar, asegurándose de que en el proceso su rabo atizase en un par de ocasiones el rostro de su amo.

Tras convencer al cachorro de que sería la mejor opción, volvería junto a Mura en espera de que terminase de explicarle todos los detalles y lo que había pensado. Desde luego, bajo el punto de vista de Therax la mejor opción -por no decir la única- sería ir en la dirección que marcase la Vivre Card.

Tal y como él lo veía, podía llevarles hasta alguna persona a la que estuvieran buscando, lo que despertaba una gran curiosidad en el muchacho; o podía conducirles hasta el transporte que les hubiera llevado hasta allí, donde quizás podrían encontrar algo que les fuera de utilidad.

Las plateadas alas de la majestuosa criatura se extendieron para alzar el vuelo, cargando sobre su lomo a la chica de cabellos naranjas y al joven espadachín con el que habían hecho migas durante la noche anterior. Era una imagen fantástica, que podría cortar la respiración a cualquiera que lo hubiese visto. Un dragón alzando su vuelo con la luz de la mañana reflejándose sobre sus escamas plateadas.

-Sujetate bien, sería un problema que te cayeses desde esta altura.- Exclamó la chica, flexionando su cuerpo para soportar mejor el viento que se formaba a su paso, obviamente acostumbrada a cabalgar por los aires a lomos de la dragona. Se había posicionado cerca del cuello de esta, y se aferraba por este a Sumire, inclinándose sobre él para poder decirle hacía donde debería moverse, siguiendo la dirección indicada por la VC, mientras que Therax buscaba con la vista algo debajo de ellos. La ruta que habían tomado de alguna forma les había llevado a sobrevolar la mitad del bosque, dirigiéndose a una de las calas de la isla. A su velocidad, no tardaron mucho en alcanzar la orilla.

Según se iban acercando, Mura le indicó a Sumire que desacelerara, para suavizar su descenso antes de detenerse, hundiendo las patas en la arena. Varias ráfagas de aire se formaron cuando batió sus alas por última vez, causando que se levantase una polvareda a su al rededor. Mura bajó de un salto, corriendo para hacercarse al hocico de su compañera, acariciando este, así como su cuello, mientras le agradecía su ayuda. Ahora tocaría revisar la zona y si no encontraban nada deberían buscar en otro lado o rendirse y volver a por sus cosas, olvidándose de lo que pasó la noche anterior.

-¿Bueno, qué te ha parecido el viaje en dragón?- Preguntó a Therax, en cuanto ese se puso a su altura. Para un novato como él, podría haber sido tanto entretenido como horrible, sin contar el hecho de poder haberse mareado. Al menos no había vomitado. -Ahora nos tocará andar un rato, si hay alguien en la cala, sería muy vistoso llegar con Sumire transformada. Si hay un barco o algo por el estilo, lo alcanzaremos sin problemas.-

Sumire volvió a cambiar, al escuchar aquellas palabras, estirándose. Esta vez su apariencia era la de una adulta, en vez de la de una niña. -A estado bien volver a estirar las alas.- Exclamó con una sonrisa en el rostro.

Therax había visto en los instantes antes del enfrentamiento con los misteriosos asaltadores que la niña del cabello plateado no era una persona común, pero jamás habría sospechado que una persona tan pequeña pudiese transformarse en un imponente dragón plateado de un tamaño suficiente para llevar a dos personas sobre él.

Cuando la pequeña cambió de forma, el rubio se tomó unos segundos para contemplar al ser que acaba de aparecerse ante él. Había oído acerca de la existencia de usuarios de Akuma no Mi que tenían la facultad de convertirse en aquel tipo de criatura, pero nunca había visto a ninguno y, siendo sincero, hasta ese momento había dudado de su verdadera existencia.

A su lado, Tib y César se sobresaltaron un poco cuando la metamorfosis tuvo lugar ante ellos, retrocediendo algunos metros para volver a tranquilizarse al darse cuenta de que no era otra que Sumire. El domador no pudo evitar sonreír al ver al viejo lobo asustándose cual lobezno inexperto, disfrutando un momento que sabía no se repetiría en bastante tiempo. A pesar de que en un primer momento el joven Muryn no se había mostrado demasiado dispuesto a dejar solo a su dueño, la transformación de la albina pareció disipar todas sus reticencias y pasó a dejar ver una actitud bastante conforme con su nueva tarea: proteger a César y a Nala... o eso le había dicho Therax para convencerlo.

Una vez el momento de sorpresa hubo finalizado, el rubio subió al lomo de la dragona por indicación de Mura, sentándose detrás de ella y haciendo toda la fuerza posible para no tambalearse. Sumire alzó el vuelo y, guiada por las indicaciones de la del pelo anaranjado, sobrevoló el bosque que ocupaba casi toda la superficie de la isla. Therax miraba hacia abajo, tratando de imaginar a qué altura se encontraría. Lo cierto era que nunca se había llevado demasiado bien con las alturas. Nunca había llegado a convertirse en un miedo paralizante ni nada por el estilo, pero prefería moverse por sitios en los que un desliz no significara una caída al vacío.

Mientras surcaban el cielo, al espadachín le pareció distinguir el claro en el que se habían enfrentado al líder de los asaltantes nocturnos, pero no fue incapaz de ver el cuerpo del sujeto... Tal vez ése no fuera el lugar. A fin de cuentas, aunque los árboles del bosque tenían un ramaje abundante y denso, desde su posición podía ver un número considerable de explanadas libres de vegetación.

Tras un rato en el que el rubio acabó por acostumbrarse a la altitud e incluso fue capaz del disfrutar del paisaje -lo que no impidió que le pidiera a Mura que hiciese suaves los giros-, Sumire descendió hasta aterrizar en una cala.

-Hmmmm... ¿desconcertante? -dijo Therax, que no encontraba la palabra adecuada para reflejar sus impresiones-. Me ha impresionado mucho ver a Sumire transformarse en un dragón. Por cierto, ¿no era una niña? -añadió, confundido al ver el cambio de aspecto de la albina al retomar su forma humana. Sabía que estaba quedando como un completo imbécil y, de hecho, así se sentía, pero la nueva apariencia de la del pelo plateado había terminado de desmontar sus esquemas-. Supongo que la Vivre Card te guiaría hasta un lugar por aquí cerca, así que creo que deberíamos seguir yendo en la dirección que nos indica hasta ver a quién nos lleva -comentó, haciendo un esfuerzo por dejar de lado sus pensamientos acerca de la del pelo plateado.

En consecuencia, caminaron por la solitaria playa siguiendo el rumbo que marcaba el trozo de papel. Cuando llegaron al extremo más oriental de la isla, camuflado tras un saliente rocoso que impedía que fuera divisado desde la distancia, un estrecho túnel excavado de forma natural en la piedra que limitaba la cala en esa zona permitía acceder a una playa aún más pequeña. Colocándose de perfil, Therax atravesó el hueco caminando lentamente. Al salir por el otro extremo contempló el paisaje que se extendía ante él.

Si era evidente que la isla en general era territorio salvaje, aquella minúscula cala se encontraba un nivel por encima. Una franja de unos quince metros de arena se situaba entre la orilla del mar y unas escarpadas paredes de roca que debían alcanzar una altura de diez metros. Justo en el centro, una barca había sido empujada hasta llegar casi a la atura del desfiladero y, a lo lejos, un barco que había arrojado el ancla para no moverse del lugar esperaba a que sus tripulantes volviesen. Indudablemente, la Vivre Card señalaba hacia allí.

-¿Qué hacemos ahora? -preguntó el muchacho una vez Mura y Sumire accedieron a la cala-. Creo que deberíamos ir a investigar... Lo que no sé es si sería mejor hacerlo sobre Sumire o usando esa barca de ahí -añadió, apuntando hacia la pequeña embarcación que se situaba a unos metros de ellos y esperando que la albina no se sintiese ofendida por su comentario.

En caso de que prefiriesen ir hasta el navío usando el bote él se ofrecería para remar, ya que la del pelo anaranjado era mucho más ágil y había demostrado poseer un Haki de observación mucho más desarrollado que el suyo, por lo que sería más eficaz en caso de que los atacasen por sorpresa desde la nave.

La pelirroja rió ante el comentario del chico, levemente, antes de rodear con uno de sus brazos a su albina acompañante, atrayendola hacia ella, mientras alardeaba de la albina, como lo haría un padre orgulloso... ¿Sería mejor decir una madre? Como fuese. -No Sumire no es una niñita indefensa, aunque su forma anterior refleja mejor que esta su  edad. Sumire es una dragona, eso es todo. No es como yo que tengo a Kouga dentro.- Su tono se volvió un poco más serio, tras soltar a la chica, quien intentaba quejarse con tanto hablar de ella. Mucho no dejarla luchar por ocultar sus habilidades para luego eso. -Sin embargo, es por eso que  toma la forma de una niña, y por eso dije que se escondiera ayer. A mí me es indiferente su procedencia, pero a la gente le gustan las cosas que no comprenden, para admirarlas, capturarlas o presumir.- Fue explicando, mientras avanzaba siguiendo la guía que era aquella Vivre Card. Sin embargo, tuvieron que detenerse al divisar una embarcación a lo lejos. Habían encontrado su objetivo. Ahora la cuestión era como llegar hasta él. ¿Tendría algún valor hacerlo? Se preguntó Mura, planteándose el marcharse, aunque siempre podrían encontrar algo interesante. La chica recordó la época en que le interesaba aprender todo lo posible sobre el mundo y una chispa de curiosidad hizo a un lado su vago deseo inicial. Además, robar a un ladrón que te había atacado era una buena forma de compensarse y eso no mancharía su conciencia, ni iría contra su moral.

-Creo que sería mejor que Sumire nos llevara.- Contestó Akane, observando lo que para ella era similar a una cascara de nuez. Desde ese bote no podríamos soportar un "ataque sorpresa" por muy buena percepción que tuviéramos. Es más lento y quien remase se quedaría sin ganas de pelear. Además, Sumire es más resistente en todos los sentidos, y más rápida.- Esto último lo dijo en el pecho hinchado con orgullo y una sonrisa que mostraba lo mucho que confiaba en la dragona. Su mano se alborotó el cabello de la chica, que les había seguido sin añadir nada puesto que no lo vio necesario. Tan solo se hubiera quejado si Akane se hubiera decantado por el bote, pero no lo hizo. En cambio, las palabras de la pelinaranja causaron un leve rubor en su mejilla y una sonrisa.

Cualquiera pensaría que esa actitud no era propia para una criatura tan maravillosa y superior en todos los aspectos, sin embargo, para la dragona, esas cosas no tenían importancia cuando era Mura quien la alababa. Obviamente ella ya sabía que poseía una fuerza abrumadora y que superaba a las de su "hermana mayor" y también era bastante engreída. Cuando hablaba con otras personas  se le notaba un deje  de superioridad en la voz, aunque en su forma de "niña" pocos le hacían caso a esto. Y estaba bien. Así no verían venir su mordida cuando les atacase.

Asintiendo levemente, la chica volvió a su forma real, estirado sus alas como si el poco uso hubiera hecho que se le agarrotaran levemente. No tardaron mucho en alzar el vuelo de nuevo, esta vez acelerando de forma más rápida, a orden de Mura. Seguramente Therax se marease un poco más en aquella ocasión, pero lo mejor era ir más rápido para no ser vistos. Al llegar sobre el barco, las alas de la dragona causaron que el agua y la embarcación se agitaran levemente. Su cuerpo cambió de forma antes de tocar el suelo, volviendo a esa forma de mujer  joven. Mura había saltado de su lomo antes de ello y había tratado de tirar del contrario. -Bien, ya hemos llegado. ¿Y ahora?- Dijo la chica, quedando quieta mientras con su mantra intentaba descubrir cuanta gente había en el barco, su posición y su fuerza. Intentaba imitar nuevamente lo hecho en el bosque, para ello.

La explicación de Mura no hizo más que multiplicar las preguntas que Therax tenía en su cabeza acerca de Sumire, pero decidió posponer sus dudas para un momento más oportuno o relajado.

Una vez las hubo desechado por completo, escuchó atentamente los argumentos de la del pelo anaranjado para que fuera la dragona quien los llevase hasta el barco. Todo tenía sentido, de modo que no puso objeción alguna y subió como pudo al lomo del majestuoso animal. ¿Se podía considerar a los dragones como tal u ocupaban una categoría superior? Cualquiera sabía.

El rubio no tuvo ni un segundo más para meditar al respecto, porque la albina comenzó a batir sus alas y a moverse a una velocidad mayor que la que había demostrado anteriormente. La primera vez había sido algo nuevo y un tanto incómodo, por decirlo de algún modo. En cambio, su segundo viaje sobre la dragona fue lo contrario a agradable. Se movía a gran velocidad, tanta que Therax notó cómo sus tripas se revolvían en señal de queja. Afortunadamente no fue un viaje demasiado largo, y cuando comenzaba a pensar que no sería capaz de mantener el contenido de su estómago en su lugar el vuelo se detuvo.

Sumire se posó sobre la cubierta del barco y, antes de que recuperase su forma humana, Mura tiró de el domador para hacerlo descender hasta el suelo. Los elementos del barco bailaban un poco ante los ojos del espadachín a causa del mareo, de manera que aterrizó sobre sus nalgas cuando se despegó de la espalda de la criatura.

-Pues... -comenzó el muchacho al tiempo que sacudía un poco la cabeza-. Creo que deberíamos explorar el barco. Tal vez haya algo útil o interesante que nos podamos llevar por las molestias, ¿no? -añadió una vez terminó de desaparecer el mareo, levantándose al mismo tiempo y dirigiendo una sonrisa a Mura y a la albina-. Aunque me parece que primero deberíamos ver si hay alguien en el barco. ¿Tú qué crees? -Mientras lo decía activó su Haki de observación en busca de alguna presencia desconocida u hostil, siendo consciente de que él no sería capaz de detectar nada que la del pelo anaranjado no pudiese.

A la vista de que aquello no aportaba nada de utilidad, realizó una señal a su felina compañera y avanzó lentamente en dirección a la puerta del camarote del capitán. Mientras lo hacía, dirigía constantes miradas a la del pelo anaranjado por si ella notaba algo que a él se le escapase, preparado para reaccionar ante el más mínimo peligro. ¡Cuánto echaba de menos a Tib en aquellas ocasiones!

Se encontraba a unos escasos dos metros de la puerta cuando se detuvo en seco, pasando a ignorar por completo el camarote y centrando toda su atención en Mura. Le parecía haber percibido algo procedente del acceso a la bodega del navío, pero no podía asegurar su naturaleza y, siendo sincero, que fuese real siquiera. Se aseguró de que la pregunta quedase clara en sus ojos cuando los clavó en los de la muchacha. La entrada a las profundidades del barco se encontraba a las espaldas de la chica, de modo que ella debía haberlo notado mejor. Además, ella sería el primer obstáculo que aquel aura encontrase en caso de ser real y tener intenciones hostiles.

-Me parece que alguien se quedó vigilando el barco. Pero solo noto una presencia y no es muy fuerte.- Contestó la chica ante el movimiento de cabeza del contrario. Ella había percibido aquello mucho antes de que el contrario comenzara a hablar sobre explorar el barco. Si estaba en lo correcto, dicho sicario debía estar en la bodega. Akane tenía la corazonada de que se lo encontrarían o durmiendo o borracho como una cuba.  Es por eso que su voz sonaba tranquila aunque hablara en voz baja. -No creo que vaya a ser complicado acabar con esto, así... Entremos.- Sumire asintió y la chica espero a que Therax abriera la puerta o dijese si prefería ocuparse primero de posibles molestias. Por parte de la chica, cualquiera de las opciones eran validas:

Si decían que debían ocuparse de dicha persona primero, ella misma se dirigiría al  lugar donde había sentido la presencia y acabaría con su vida de forma rápida. Después, le tiraría por la borda. Tal vez no fuera la manera más ortodoxa  de solventar un problema. Pero era rápido y efectivo. Seguramente el contrario pensase, si supiera la forma en que Mura pretendía actuar, que aquello era algo excesivo e incluso grotesco. No se daba la misma situación que anoche, donde su vida estaba en peligro. Pero ella era una asesina al fin y al cabo, en ese tipo de casos rara vez daba su brazo a torcer en cuanto a acabar con un enemigo se trataba. Además, el no tenía porque saberlo. Si iba ella, lo haría sola.

Por otra parte, si lo ignoraban y dejaban para más tarde, entrarían en el lugar en que deberían encontrarse las pertenencias del hombre más importante del barco. Joyas robadas,  objetos peculiares, dinero, un buen vino. Cualquiera de esas cosas estarían bien. Aunque vistas las razones por las que la chica se había dirigido a aquel lugar, poco podría llevarse. Bueno, cualquier cosa estaría bien. También era posible que algo llamara la atención a su amiga. Aunque no lo dijera casi nunca, porque no le gustaba "molestar" a su hermana, a Sumire le encantaban las cosas bonitas y brillantes.  

-Sumire, si ves algo que te guste, cógelo sin reparos.-  Dijo la pelinarranja, girándose un momento a la chica, quien se encontraba muy concentrada, como si ella también tratara de sentir la presencia cerca de ella. El comentario la pilló desprevenida, haciendo que ladeara la cabeza, y se quedase pensando las palabras de Mura un par de segundos, antes de asentir.

Therax contempló a la pelirroja desde su posición. No cabía duda de que también había notado que había alguien más en el barco, así que esperó unos segundos para ver si Mura actuaba de algún modo. No la veía tensa, de modo que supuso que estaba segura de ser capaz de derrotar a quien fuera llegado el momento. No obstante, también podía estar ocultando su inquietud tras una máscara de tranquilidad. «Espero que sea la primera», pensó el muchacho tras considerar ambas opciones.

No quería más sorpresas, y si ignoraban la presencia de aquella persona podían darle tiempo para que preparase algún tipo de plan que acabase con ellos. Con ese pensamiento en mente, soltó el pomo que acababa de aferrar y volvió a clavar sus ojos en los de Mura. Acto seguido, realizó un gesto con la cabeza en dirección al lugar del que provenía aquella presencia y llevó sus manos a las empuñaduras de sus katanas.

Esperaba que la del pelo anaranjado fuese capaz de ocuparse sola del asunto, pero nunca estaba de más estar preparado para una posible intervención. Súbitamente, pudo notar cómo el aura que hasta ese momento se había movido lentamente comenzaba a desplazarse a una velocidad mucho mayor. «¿Nos habrá detectado justo ahora?», se preguntó el espadachín. No obstante, en seguida desechó esa idea. Conforme se acercaba se le hacía más evidente que quien fuera que se aproximaba hacia Mura era más débil que ella, pero no tanto como para no haberse percatado antes de que estaban allí.

Fuera como fuere, dirigió un nuevo vistazo a la puerta del camarote antes de saltar sobre la baranda y aterrizar sobre la cubierta a unos metros de la chica. ¿Habría algo interesante allí dentro? Era cuanto menos sospechoso que aquella persona hubiese aparecido justo cuando se disponía a abrir la puerta. No obstante, no era momento para suposiciones, así que terminó de desenvainar sus sables y dirigió su atención hacia la puerta que debía conducir a la bodega.

-Me quedo aquí atrás por si hay algún problema -dijo justo cuando un tipo vestido del mismo modo que los asaltantes hacía astillas la puerta que le separaba de los intrusos. Parecía que los problemas no dejaban de aparecer, y comenzaba estar un poco harto de que no le dejasen vivir en paz.

Mura le lanzó una mirada molesta al chico, por no hacerle caso, antes de volverse soltando un bufido, para mirar a la persona que acababa de entrar en escena: Era un hombre corpulento, de piel bronceada y barba de dos días, ojo y cabellos oscuros. Además sacaba un par de cabezas a la chica. Su cuerpo desprendía un desagradable olor (una mezcla de sudor rancio y alcohol), cosa que hizo que Mura arrugase la nariz, asqueada. En cuanto apareció en cubierta ni siquiera pareció notar que quienes se encontraban frente a él no eran sus camaradas. De hecho, habló como si estuviera buscando a su capitán. Tardó unos segundos en darse cuenta de que a escasos dos metros de él se encontraba una chica de cabellos anaranjados y muy malas pulgas. Cuando lo hizo, su ceja se arqueó, mirando a la chica, antes de sonreír. -Vaya, vaya. Parece que se nos ha colado en el barco una gatita.- Comentó, antes de alzar la vista. -Y parece que no viene sola.- Dijo mirando al rubio. -Bueno, no será problema... Así tendremos a un nuevo niño para que limpie esta pocilga y alguien con quien divertirnos.- Se carcajeó, lanzando una mirada lasciva a Mura, quien empezaba a verse envuelta en una leve aura oscura.

-Perdona... ¿Ya has terminado de fanfarronear?- La pregunta, a pesar de ser dicha con un tono sumamente gélido, iba cargado con todo el enfado de la chica. El hombre no tendría apenas tiempo de reaccionar, a causa de ello. En un parpadeo, la chica había acortado la distancia entre ambos, como hubo hecho la noche anterior contra sus compañeros y había propiciado un puñetazo en el estómago del hombre, con su puño tornado en un color metálico. Eso de por sí debería de haberle dejado sin respiración, pero es que aquello no era lo único que la pelirroja pusiese en su ataque. Mura decidió que no quería dar segundas oportunidades. Generó tres garras de energía en el dorso de sus manos y estas atravesaron con su golpe el cuerpo del hombre, dejandole empalado.

Su impulso, por si fuera poco, les había logrado llevar hasta el borde del barco, por lo que, Mura decidió tirarle por la borda, desvaneciendo sus garras y aprovechando la inercia para girar y propiciarle una patada. El cuerpo cayó a varios metros de distancia del barco, salpicando con fuerza. Mura resopló. -Supongo que con esto ya estaría.- Comentó, volteándose a sus compañeros. Al hacerlo, fijó su mirada en Sumire, quien se había vuelto a convertir en una niña y se encontraba tratando de abrir la puerta. No tardó mucho en oírse como la madera de la puerta se rompía. -Imagino que estaba cerrada con llave.- Mura rió observando a la chica que se sonrojó levemente ante su reacción. -Bueno, ya no habrá más distracciones, vamos... me gustaría encontrar algo para limpiarme de paso...- Concluyó, señalandose alzando la mano, estaba ensangrentada. -Me he pringado acabando con él... es desagradable. Ugh.-

Lo primero que Therax hizo cuando el combate comenzó fue volver a envainar sus espadas, ya que quedaba claro que no sería necesario que interviniese de ningún modo. «Procuraré no tocarle demasiado las narices», pensó el rubio al tiempo que esbozaba una sonrisa. Mura había terminado por expulsar al sujeto del navío de una patada, mandándolo a volar y haciendo que se sumergiese a varios metros del barco.

-Yo diría que sí -respondió el espadachín, inclinando un poco la cabeza para comprobar si el tipo emergía del agua. No podría asegurarlo, pero no le pareció ver que nadie saliese a la superficie. «Bah, se lo tenían merecido», se dijo el domador mientras rememoraba el rastrero asalto que habían sufrido.

Un crujido a sus espaldas le sacó de su ensimismamiento, provocando que dirigiese su cabeza de forma instintiva hacia la puerta del camarote del capitán. Sumire se encontraba allí, y sin duda alguna era la responsable de que múltiples fragmentos de madera yaciesen repartidos por la cubierta. Therax le dirigió una divertida mirada de complicidad y le guiñó un ojo mientras comenzaba a caminar en su dirección.

-Visto cómo te has encargado de ése no creo que sea la primera vez que te manchas de sangre -comentó el rubio tras soltar una carcajada. La reacción de la del pelo anaranjado a la sangre del sujeto era cuanto menos curiosa.

Tras volver al camarote, decidió entrar para comprobar si allí había algo interesante. Pensaba rastrear el resto del barco también, pero creía que el capitán querría tener las pertenencias más valiosas cerca. A la derecha, junto a la entrada, una cama con la que ninguno de los demás tripulantes podría soñar aguardaba deshecha el regreso de su dueño. En el centro de la estancia se podía ver una mesa redonda de madera con varias botellas de licor sobre ella, y detrás de ésta se encontraban una cómoda y un escritorio con múltiples cajones.

Therax miró debajo de la cama y en los rincones antes de dirigirse al fondo de la habitación. Lo primero que abrió fueron los cajones de la cómoda, pero la decepción le invadió cuando no pudo distinguir más que ropa y algunos abalorios: collares, pulseras, pendientes... Sin molestarse en cerrarlos, se dirigió al escritorio para comprobar si su suerte era la misma.

No parecía haber nada interesante, salvo una caja de madera que llamó su atención. Unas toscas letras negras indicaban cuál era su contenido: "Dispositivos de conducta". El espadachín abrió la caja para encontrar seis collares. Cinco de ellos tenían una pequeña piedra verde, mientras que la del sexto era de color azul. Una nota bajo los mismos indicaba para qué servían.

-Creo que me voy a quedar esto. A lo mejor me viene bien -dijo en voz alta sin mirar a Mura o a Sumire.

La mirada de Mura se volvió amenazadora por un instante, al igual que su presencia. Sus ojos mostraban un tono rojizo, en vez de su típico tono violáceo, cosa que dejaba a entender que el chico había dicho algo que no debía. Sin embargo, la voz de la chica no sonó para nada enfadada. -Sí... Supongo que tienes razón.- Contestó apretando levemente los labios antes de avanzar, pasando por su lado como lo haría una persona indiferente, para acercarse a Sumire. Su expresión y su rostro se relajaron frente a la dragona, a quien acarició la cabeza con la mano que no se había ensuciado. -Lo has hecho muy bien, pequeña.- Comentó con tono tierno.

El chico seguramente se quedará perturbado ante aquel cambio tan brusco y, era normal. Al fin y al cabo no conocía lo suficiente, pero había acertado en que sus manos se habían manchado muchas veces con sangre. Por desgracias, en más de una ocasión con la sangre de las personas más queridas para ella.

La pelirroja hizo a un lado esos pensamientos, mientras se adentraba en la habitación. Decidió dejar investigar primero al rubio, ya que aquello había sido idea suya. Cuando este encontrara algo de su agrado, sería su turno. Asintió cuando el chico le mostró la caja y se puso en movimiento en ese momento, olfateando el aire de la habitación primero, pues al entrar le había parecido notar corriente, pero las escotillas las habían encontrado cerradas. Dio otra hojeada al lugar, fijándose en las paredes. La chica parecía creerse en un libro de ciencia ficción, en que las habitaciones tenían pasadizos secretos y cosas por el estilo, aunque viendo como el hombre de antes se había movido de forma tan rápida a su posición, tal vez lo fuese. Tras una rato haciendo el mono, en apariencia. La chica sonrió triunfante gritando "eureca". Acababa de encontrar, al lado del cabezal de la cama, una zona de la pared irregular. Con su ingenuidad, o quizás su curiosidad felina, no se le pasó por la mente que pudiera ser una trampa y, simplemente presiono la zona, que se hundió.

Pudieron escucharse sonidos de engranajes que duraron durante medio minuto, mientras un trozo de la pared se separaba y movía, dejando paso a una recamara. En esta había varios objetos tirados en uno y otro lado, cofres amontonados en un rincón y estantes de libros. En el centro, había otro escritorio, con una lampara de aceite, apagada. Esta podía verse gracias a la luz que entraba desde el dormitorio del capitán. Sobre esta, había un par de libros y papeles con anotaciones que hablaban sobre la joya que se encontraba sobre la mesa. Era bonita y, si había tantas notas o era valiosa o poseía algún secreto, pensó la pelinaranja, que había entrado a curiosear nada más se abrió el lugar. -Creo que me quedaré esto.- Dijo, alzando la voz, para que los demás la escucharan. Tras eso miró a Sumire, esta había abierto uno de los cofres. Este estaba lleno de joya y Berries. La chica comenzó a jugar a ponerse los anillos que encontraba y hacer que la luz los hiciera brillar. -¿Deberíamos coger algo más? -

Mura esperó a que el rubio terminase de hacer su barrido por la sala para comenzar a hacer lo propio, y cuando descubrió aquella zona oculta una mueca de asombro se dibujó en la cara del espadachín. «¿Cómo demonios lo ha sabido?», se preguntó mientras se asomaba a curiosear el contenido de la recámara.

La del pelo anaranjado no parecía albergar duda alguna acerca de lo que pensaba llevarse, pero Therax no tenía ni la menor idea de si algo de por allí podía serle de utilidad.

-Pues... no sé -respondió al tiempo que comenzaba a caminar por la estancia a paso lento. Contemplaba uno a uno los cofres y los diversos objetos que se encontraban por los alrededores, tratando de identificar algo en ellos que le fuera familiar o que le orientase hacia cuál era su funcionamiento-. Te digo en un momento.

Terminó por detenerse junto a Sumire, que se divertía probándose las joyas que había encontrado en el interior de uno de los cofres. Junto al que la albina había seleccionado como juguete, uno de dimensiones similares permanecía cerrado. El domador no se lo pensó y lo abrió para averiguar cuál era su contenido. Como si fuese el hermano gemelo, el segundo cofre también albergaba una gran cantidad de berries y joyas de todos los tipos. «Nunca se sabe cuándo puede hacer falta un poco de dinero», pensó Therax al tiempo que volvía a cerrarlo y lo colocaba debajo de su brazo.

-Por mi parte creo que está todo -comentó una vez se hubo asegurado de que su botín estaba bien sujeto. Con una caja debajo de un brazo y un cofre bajo el otro se aproximó a Mura. Cuando había hecho el comentario acerca de la sangre le parecía haber visto un cambio de actitud en ella. No sabía si habían sido imaginaciones suyas o no, pero prefirió no decir nada al respecto-. Si no te atrae nada más -añadió haciendo un gesto con la cabeza en dirección al cofre con el que jugueteaba Sumire-, podemos irnos ya. Nala, César y Tib deben estar hartos de esperar.

-La verdad es que me gustaría echar un vistazo por el barco. ¿Quién sabe? Puede que haya más cosas interesantes, como esta.- Dijo la chica señalando la habitación. Iba a proponerle al chico que si quería volver, porque estuviera preocupado, Sumire podría llevarle; pero descartó la idea al recordar el poco caso que le había hecho minutos atrás. Si quería marcharse, le tocaría esperar ahí a que ella acabase de cotillear, acompañarla o marcharse nadando. Suponiendo que elegiría la segunda opción, Akane salió de forma animada de la sala para ir a recorrer el resto del barco.

No era una embarcación impresionante, eso era más que obvio con solo verlo desde fuera. Sin embargo, tenía algunas peculiaridades que le recordaron a una fusión del barco de los Demons y el barco de Dexter, aún no le quedaba claro el nombre de este: Tenía un par de habitaciones reservadas para el capitán y los miembros más importantes del barco, aunque no tan impresionantes como la primera, una despensa llena de comida, la habitación común del resto de tripulantes (la cual olía como mil demonios), una cocina bastante limpia y una sala de control. Esta, fue lo que más llamó la atención a Mura. El lugar estaba lleno de pantallas y había una mesa con un teclado integrado. En la única pantalla encendida, pudo ver que había dos pestañas, una con un mapa de la isla y una x en su posición actual y otra en la que ponía "insertar nuevo destino". Mura escribió el nombre de una isla cercana a donde se encontraba. Al hacerlo le salió la ruta y la duración de su viaje, así como otra pestaña que preguntaba si quería que zarpasen ya o no. -Esto parece divertido.- Comentó animada, antes de seguir toqueteando botones, escribiendo nombres de islas de otros mares también. Casi todos aparecieron. -Parece que este barco no necesita de un navegante... ¡Es increíble!- Miro a Sumire, como lo haría una niña que acaba de ver un juguete que quiere y le está rogando a su madre para que se lo compre.

-Supongo que así podría descansar un poco... Cargar contigo a veces es agotador, Aka-nee... Pesas un poco...- Contestó la chica, ruborizando a su hermana mayor.

-No....No creo pesar tanto...- Dijo, desviando la mirada, consternada, antes de volverse a Therax. No podían partir el barco por la mitad, al fin y al cabo. Pero partirle a él sería mucho más fácil... "Como si pudiera hacerle eso..." Pensó, asqueada, ante aquella idea que acababa de pasar por su cabeza de forma fugaz. "Eres muy blanda, humana." Comentó Kouga, mofándose. "Cállate".

Una vez decidieron esto, regresaron a la isla, para ir a buscar a Nala y los demás. Tras aquello, lo más seguro era que cada uno tomaría su propio camino. Mura seguiría con su viaje, destinado a resolver los problemas que tenía consigo misma y fortalecerse tanto física como mentalmente. Por otro lado, el chico debería buscar la forma de seguir su camino (el barco, por ejemplo) y seguir con su vida.

No había otra opción, así que Therax se dedicó a seguir a Mura allá donde iba con sus trofeos debajo del brazo. No era la postura más cómoda, pero debería aguantarse hasta que pudiera guardar la caja y el cofre de un modo más apropiado. El rubio caminó tras Akane mientras ella exploraba el navío, prestando una mínima atención a lo que les rodeaba. Él ya tenía lo que quería y no tenía pensado llevarse nada más.

No obstante, no tuvo otra alternativa más que detenerse a contemplar lo que parecía ser una sala de mandos. La del pelo anaranjado tocaba botones aquí y allá, y parecía que le gustaba lo que veía. ¿Un barco que viajaba solo? Vaya... desde luego era algo interesante y poco usual, aunque el rubio no tenía el menor interés en quedárselo.

No pudo reprimir una carcajada ante el comentario de Sumire, que pareció coger desprevenida a su hermana mayor. Sin embargo, en seguida se calló cuando vio que Mura lo miraba. Estaba claro que la chica estaba encantada con el descubrimiento que había hecho, así que decidió dejarlo caer desde el primer momento:

-Yo ya he cogido todo lo que puedo llevarme -comentó al tiempo que mostraba la caja y el cofre que portaba-. Por mi parte no quiero nada más. -No sabía si la muchacha querría el barco o cualquier otra cosa de aquella estancia, pero podía quedarse lo que fuera sin que él fuese a pedírselo... Así se lo haría saber en caso de que preguntase.

Tras eso volvieron a poner rumbo hacia el árbol que había servido de refugio a Sumire, Mura y Nala antes de que se encontraran. Tib salió corriendo en seguida hacia donde se encontraban, mientras que César aulló desde la distancia. «Anda que va a venir a saludar...», pensó el domador mientras se agachaba a acariciar al Muryn.

-¡Pues tengo una cosa para ti! -exclamó en dirección al viejo lobo para, acto seguido, darse la vuelta y encarar a Mura-. En fin... creo que ésta es la despedida, ¿no? -inquirió con una sonrisa-. Oye, si vas a quedarte el barco... ¿te importaría sacarme de aquí? No sé cómo abandonar la isla ni cuándo vendrán otra vez los turistas -añadió llevándose una mano a la nuca.

-Claro. Será un placer llevaros, y así no se podrá decir que sea una despedida...aún.- Contestó la chica dejando escapar una carcajada ante la reacción del chico.

Una vez aclarado aquello, no hay mucho más que se pueda decir sobre este encuentro. Ambos se dirigieron de nuevo al barco, esta vez a paso más lento y cargando con sus pertenencias cada cual hasta la orilla de la cala en que se encontraba el bote con el que dirigirse a la embarcación. Era de un tamaño considerable, algo lógico viendo el número de bandidos que les atacaron. A pesar de esto, solo Therax y sus mascotas usaron este para llegar al barco. Mura, como era costumbre para ella, había llegado volando a lomos de Sumire, con Nala sentada en su regazo. Mientras se dirigían a su nuevo vehículo, la chica iba pensando en las ventajas de aquello. La dragona no tendría que cargar con la chica y un animal a lomos, teniendo que estar pendiente de que el cansancio no hiciera mella en ella y ambas cayeran al vacío, también podría dormir y recuperar fuerzas. Podrían cocinar... Aunque mejor no dejarle eso a Mura. Sin duda era un regalo a agradecer después de las semanas que llevaban viajando. Lo único malo era la lentitud con que quizás se moviese el navío y el peligro de que este se estropea, pero los pros seguían sobrepasando a los contras.


Pasaron un par de días más después de aquello. Fueron días tranquilos navegando. Mura había introducido el nombre de la Isla que le había dicho el domador, esta se encontraba en el North Blue, motivo por que el que la despedida no se atraso demasiado, pero si lo suficiente como para que la chica se familiarizara más con el chico... Ahora podría casi llegar a llamarle amigo. El hecho de que fuera él quien cocinaba también ayudó bastante a ello. A cambio, Mura le contó alguna cosa más sobre ella: como la forma en que conoció a Sumire (obviando muchos detalles) y cosas más banales como su gusto por la lectura y la música. Aunque no llegó a cantarle nada.

Y así, poco a poco llego el hasta pronto.

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