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Noximilien
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La tensión se podía cortar con un cuchillo. Aunque haría falta por lo menos una motosierra. La situación empeoro hasta tal punto que todo parecía fruto de un narrador esquizofrénico, obsesionado con que los personajes sufrieran constantemente mientras un final feliz se alejaba cada vez más, ocultado en rencor y amargura.
La traición de Haruka les dolió a todos, y al pareces a Zane mas que nadie. Su expresión de dolor le estaba incuso asustando y el enmascarado estaba en posición de detener al pelirrojo/morado por si la ira se le apoderaba y se disponía a trinchar a la loli como un pavo con su espada.
Tuvieron que aclarar cosas, a la vez que el hombre pez se había hartado del grupo y se iba. Si no podía aguantar situaciones como esa, poco iba a durar en los Hermanos de la Tormenta. La historia de Haru era cuanto menos inquietante. Aquellas amenazas que había sufrido, las cicatriz que le provocaron e el incluso trato de traerles la cabeza de Zane a cambio de la vida del resto de la banda y de su familia. Nox no podía negar que quizá aún estaba mintiendo, pero aquella voz que ahora tenía, titubeando y con mucho nerviosismo, eran señas de miedo o pánico. No es que la conociera de mucho, pero Haru era una chica bastante directa y sin pelos en la lengua, por lo que aquello no era falso. Su alma estaba pidiendo ayuda a gritos.
No iban a dejar que los desgraciados que habían provocado a Haruka a hacer tales actos salieran inmunes de aquello, por lo que asintió a la pregunta de Zane.
- Vamos a enseñar a esos parguelas que quien siembra vientos… -se crujió los nudillos y el cuello-. Recoge tempestades.
La traición de Haruka les dolió a todos, y al pareces a Zane mas que nadie. Su expresión de dolor le estaba incuso asustando y el enmascarado estaba en posición de detener al pelirrojo/morado por si la ira se le apoderaba y se disponía a trinchar a la loli como un pavo con su espada.
Tuvieron que aclarar cosas, a la vez que el hombre pez se había hartado del grupo y se iba. Si no podía aguantar situaciones como esa, poco iba a durar en los Hermanos de la Tormenta. La historia de Haru era cuanto menos inquietante. Aquellas amenazas que había sufrido, las cicatriz que le provocaron e el incluso trato de traerles la cabeza de Zane a cambio de la vida del resto de la banda y de su familia. Nox no podía negar que quizá aún estaba mintiendo, pero aquella voz que ahora tenía, titubeando y con mucho nerviosismo, eran señas de miedo o pánico. No es que la conociera de mucho, pero Haru era una chica bastante directa y sin pelos en la lengua, por lo que aquello no era falso. Su alma estaba pidiendo ayuda a gritos.
No iban a dejar que los desgraciados que habían provocado a Haruka a hacer tales actos salieran inmunes de aquello, por lo que asintió a la pregunta de Zane.
- Vamos a enseñar a esos parguelas que quien siembra vientos… -se crujió los nudillos y el cuello-. Recoge tempestades.
Rose D. Alviss
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Haruka intentó evadirlo, pero al final no pudo y no le quedó otra que contar la verdad, nos contó su pasado, que fue una asesina a sueldo y que tenía que matar al capitán por haber matado a su jefe y desertar. De esa historia me sorprendieron varios hechos: que nunca pidiera ayuda, que no siente dolor físico de ningún tipo y como lo contaba. Dicha historia empezó con una frase que impactó a toda la banda, no por la frase en sí, sino porque podríamos haberlo dicho cualquiera de nosotros, "todos tenemos un pasado".
Miré a cada uno de mis camaradas, pude ver que cada uno estaba pensando en ese pasado que le atormenta, y yo no era menos.
- No me entusiasma mucho la idea, pero creo que ahora mismo no nos queda otra... Puede que saque algo de provecho de todo esto. - Fue mi respuesta a la idea atacar a ese grupo de asesinos propuesto por Zane.
Mi pasado no era nada del otro mundo, sólo era un chaval que robaba y hacía gamberradas por todo Water 7, "gracias" a que mi padre nos abandonó a mi madre y a mí. Y esa es la razón principal por la que me enrolé en esa banda, encontrar a ese bastardo, aparte de querer ver mundo, navegar por todo Grand Line, tener aventuras, tesoros y todo eso.
Encontrar a mi padre...
Fue lo que pensé cuando Luka estalló ante la clara, a mi juicio, ingenuidad del capitán por perdonar tan fácilmente a Haruka, cuando minutos antes, la ira le salía por los poros de la piel. Si bien la reacción del pelimorado me sorprendió, que el gyojin dejara la banda todavía más. Se alejó del grupo y propinó un derechazo a un árbol, tirándolo al suelo. Tras ese arrebato de ira me acerqué para intentar convencerle de una segunda oportunidad.
- Yo tampoco estoy de acuerdo de cómo ha actuado el capitán ante toda esta situación y mucho menos las decisiones que Haruka ha tomado metiéndonos de mierda hasta el cuello. Eso es algo que deberíamos de hablar más tarde, porque no sé si es verdad o mentira, pero no me gusta la posibilidad de que un grupo de asesinos me tengan en su punto de mira. No te puedo obligar a que sigas en la banda, pero me gustaría pedirte que vinieras a acabar con esos asesinos y ya después tratar todo esto. - Le dije con tono serio.
No sabía si podía convencerlo o no, pero alguien como Luka nos sería de gran ayuda en el combate y todavía le tengo que devolver el haberme sacado con vida del bar.
Miré a cada uno de mis camaradas, pude ver que cada uno estaba pensando en ese pasado que le atormenta, y yo no era menos.
- No me entusiasma mucho la idea, pero creo que ahora mismo no nos queda otra... Puede que saque algo de provecho de todo esto. - Fue mi respuesta a la idea atacar a ese grupo de asesinos propuesto por Zane.
Mi pasado no era nada del otro mundo, sólo era un chaval que robaba y hacía gamberradas por todo Water 7, "gracias" a que mi padre nos abandonó a mi madre y a mí. Y esa es la razón principal por la que me enrolé en esa banda, encontrar a ese bastardo, aparte de querer ver mundo, navegar por todo Grand Line, tener aventuras, tesoros y todo eso.
Encontrar a mi padre...
Fue lo que pensé cuando Luka estalló ante la clara, a mi juicio, ingenuidad del capitán por perdonar tan fácilmente a Haruka, cuando minutos antes, la ira le salía por los poros de la piel. Si bien la reacción del pelimorado me sorprendió, que el gyojin dejara la banda todavía más. Se alejó del grupo y propinó un derechazo a un árbol, tirándolo al suelo. Tras ese arrebato de ira me acerqué para intentar convencerle de una segunda oportunidad.
- Yo tampoco estoy de acuerdo de cómo ha actuado el capitán ante toda esta situación y mucho menos las decisiones que Haruka ha tomado metiéndonos de mierda hasta el cuello. Eso es algo que deberíamos de hablar más tarde, porque no sé si es verdad o mentira, pero no me gusta la posibilidad de que un grupo de asesinos me tengan en su punto de mira. No te puedo obligar a que sigas en la banda, pero me gustaría pedirte que vinieras a acabar con esos asesinos y ya después tratar todo esto. - Le dije con tono serio.
No sabía si podía convencerlo o no, pero alguien como Luka nos sería de gran ayuda en el combate y todavía le tengo que devolver el haberme sacado con vida del bar.
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No me esperaba la respuesta que recibí por parte del ya no tan pelirrojo.
Fruncí el ceño, aún en el suelo, en un gesto que universalmente expresa incomprensión. ¿Hacía tan solo unos segundos parecía tener intención de arrancarme la piel a tiras y ahora de golpe y porrazo quería ayudarme? Menudo sujeto más inestable...
Respiré hondo y me limpié el rostro con la manga antes de incorporarme. Tras darme cuenta de mi comportamiento, mi mente volvía a estar clara. Me sentía como si me hubiese despertado al fin.
- Tienes razón -admití, casi esbozando una sonrisa-. No soy más que una niña llorona. Y no sé hacer otra cosa que huir. El resultado es este. Luka tiene razón, pero... debo objetar en una cosa -miré al gyojin directamente-. Nadie puede esperar que alguien deposite su confianza ciega en los miembros de la banda cuando no los conoce de nada. Y si tú, al unirte, creíste que esto iba a ser una familia súper feliz y cohesionada desde el minuto uno, entonces quizá el egoísta estabas siendo tú, al depositar unilateralmente esas expectativas en los demás y sentirte decepcionado cuando no estuvieron a la altura -declaré, procurando escoger mis palabras para resultar lo menos ofensiva posible-. En mi caso, aunque no sirva de excusa, decidí que no tenía sentido conoceros, porque entonces empezaría a apreciaros y mi tarea de matar a Zane se haría más complicada. Y, a pesar de eso, he sido incapaz -hice una pausa, en la que tragué saliva-. La base no está lejos de aquí, está en una isla pequeña que no tiene campo magnético propio, así que no puede ser accedida usando la log pose. Yo puedo llevaros, pero... ¿de verdad estáis dispuestos a hacer esto? Lo más racional sería abandonarme a mi suerte y dejar que yo me enfrente sola a los problemas que yo misma he causado. No sé si es porque tienes ganas de fanfarronear o porque no eres capaz de discernir el peligro en el que nos encontramos, pero... Dudo mucho que tú puedas vencerlos -le dije a Zane-. Eres más fuerte que yo, pero ellos también lo son. Desde luego no se esperarán un ataque, pero de todas maneras... -miré a Spanner en busca de algún indicio en su mirada que me dijese que tenía un plan, y luego suspiré- Incluso si no venís conmigo -desenfundé a Hikari y comprobé que estaba cargada- voy a eliminar a esos bastardos -dijo mi voz, aunque en mi cabeza estaba segura de que solo me esperaba la muerte.
Tantos años siendo poco más que una muñeca rota, una marioneta que los demás podían usar a su antojo, esperando órdenes y ocultándome de los demás, huyendo sin cesar de mis captores como una niña asustada... Quizá iba siendo hora de afrontar mis propias sombras.
Sin esperar que nadie me siguiese, enfundé de nuevo a Hikari, y eché a caminar de vuelta al condado de Munster, donde se encontraba el único puerto de acceso a la isla, mientras comprobada que Yami también estaba cargada, y que la Dominator no necesitaba cargar baterías. Desde el puerto de la ciudad condal del sur, robaría algún barco y me dispondría a encararme con mis antiguos compañeros.
Si los demás me seguían o no... no estaba en mis manos. Y tenía claro que nada de lo que yo pudiese decir iba a influir positivamente en sus decisiones.
Fruncí el ceño, aún en el suelo, en un gesto que universalmente expresa incomprensión. ¿Hacía tan solo unos segundos parecía tener intención de arrancarme la piel a tiras y ahora de golpe y porrazo quería ayudarme? Menudo sujeto más inestable...
Respiré hondo y me limpié el rostro con la manga antes de incorporarme. Tras darme cuenta de mi comportamiento, mi mente volvía a estar clara. Me sentía como si me hubiese despertado al fin.
- Tienes razón -admití, casi esbozando una sonrisa-. No soy más que una niña llorona. Y no sé hacer otra cosa que huir. El resultado es este. Luka tiene razón, pero... debo objetar en una cosa -miré al gyojin directamente-. Nadie puede esperar que alguien deposite su confianza ciega en los miembros de la banda cuando no los conoce de nada. Y si tú, al unirte, creíste que esto iba a ser una familia súper feliz y cohesionada desde el minuto uno, entonces quizá el egoísta estabas siendo tú, al depositar unilateralmente esas expectativas en los demás y sentirte decepcionado cuando no estuvieron a la altura -declaré, procurando escoger mis palabras para resultar lo menos ofensiva posible-. En mi caso, aunque no sirva de excusa, decidí que no tenía sentido conoceros, porque entonces empezaría a apreciaros y mi tarea de matar a Zane se haría más complicada. Y, a pesar de eso, he sido incapaz -hice una pausa, en la que tragué saliva-. La base no está lejos de aquí, está en una isla pequeña que no tiene campo magnético propio, así que no puede ser accedida usando la log pose. Yo puedo llevaros, pero... ¿de verdad estáis dispuestos a hacer esto? Lo más racional sería abandonarme a mi suerte y dejar que yo me enfrente sola a los problemas que yo misma he causado. No sé si es porque tienes ganas de fanfarronear o porque no eres capaz de discernir el peligro en el que nos encontramos, pero... Dudo mucho que tú puedas vencerlos -le dije a Zane-. Eres más fuerte que yo, pero ellos también lo son. Desde luego no se esperarán un ataque, pero de todas maneras... -miré a Spanner en busca de algún indicio en su mirada que me dijese que tenía un plan, y luego suspiré- Incluso si no venís conmigo -desenfundé a Hikari y comprobé que estaba cargada- voy a eliminar a esos bastardos -dijo mi voz, aunque en mi cabeza estaba segura de que solo me esperaba la muerte.
Tantos años siendo poco más que una muñeca rota, una marioneta que los demás podían usar a su antojo, esperando órdenes y ocultándome de los demás, huyendo sin cesar de mis captores como una niña asustada... Quizá iba siendo hora de afrontar mis propias sombras.
Sin esperar que nadie me siguiese, enfundé de nuevo a Hikari, y eché a caminar de vuelta al condado de Munster, donde se encontraba el único puerto de acceso a la isla, mientras comprobada que Yami también estaba cargada, y que la Dominator no necesitaba cargar baterías. Desde el puerto de la ciudad condal del sur, robaría algún barco y me dispondría a encararme con mis antiguos compañeros.
Si los demás me seguían o no... no estaba en mis manos. Y tenía claro que nada de lo que yo pudiese decir iba a influir positivamente en sus decisiones.
-No os confundáis –dijo Zane, intentando aclararlo todo-. ¿Qué parezco bipolar? Sí, aunque eso es una historia que os comentaré otro día. Pero no es por ello que os he propuesto ir a por esa gente. ¿Vosotros sabéis lo que es tener encima de vosotros a una organización que os persigue? Porque yo si lo sé. Es más, además de capitán pirata soy un solitarius de la hermandad de los seis cuervos –confesó, esperando que ninguno de ellos conociera la antigua sociedad de asesinos a la que, por aquel entonces, aún pertenecía-. Es muy fácil entrar en ellas, pero es muy complicado salir. Y cuando tienes seres queridos es peor aún… ¿Qué Haruka es culpable? Sí, y tendrá un juicio justo cuando salgamos de esta. Sin embargo, no puedo dejar que el resto pague por los errores de uno. Como dije antes, soy vuestro capitán y vuestra seguridad es mi máxima prioridad. Y sabiendo que tenemos a un grupo de asesinos entrenados detrás, ¿quién nos asegura que estemos a salvo?
Zane estaba muy convencido de sus palabras. Sabía de primera mano lo que era ser perseguido por un grupo de asesinos y tener que ser cuidadoso hasta con el agua que bebía. Esperaba que su banda, o lo que quedara de ella tras el final de ese día, entrara en razón y le siguiera. No obstante, aún quedaba el asunto de Luka. Él más que nadie parecía más molesto con todo aquello. Así que se acercó a él.
-Luka –alzó su brazo y lo puso sobre el hombro del gyiojin. Aquella vez, por primera vez en mucho tiempo, se percató de lo grande y ancho que era el pez. Podía sacarle perfectamente más de medio metro de alto, y tenía que estirar mucho el brazo para hacer lo que estaba haciendo-. Sé que te he ocultado cosas. A ti y al resto, quizás solo Spanner sabe más de mí y mi pasado, después de todo he estado más tiempo con él que con otra persona en el mundo. Yo siempre he sido un lobo solitario. He ido y venido solo. Vosotros sois lo más parecido a una familia que he tenido, incluido tú. Sé que, posiblemente, mis palabras no sirvan para nada, pero voy a pedirte un favor. No como capitán, sino como amigo. Lucha a nuestro lado una vez más. Eres fuerte y con diferencia el mejor médico que hay entre nosotros –mostró una pequeña sonrisa-. Sin ti no sé si saldremos todos vivos de esta.
Dichas esas palabras, Haruka siguió hablando. Decía que aquel grupo de asesinos eran más fuerte que ellos, se atrevió a decir que era más fuerte que el propio Zane, algo que le hizo fruncir el entrecejo y luego sonreír con prepotencia.
-¿Más fuerte que yo? –preguntó-. Aún no habéis visto ni un cincuenta por ciento de lo que soy capaz, y apuesto lo que sea a que ocurre lo mismo con el resto. ¿Qué nos han partido la cara antes? Sí, pero porque vamos de sobrados –añadió.
Zane estaba muy convencido de sus palabras. Sabía de primera mano lo que era ser perseguido por un grupo de asesinos y tener que ser cuidadoso hasta con el agua que bebía. Esperaba que su banda, o lo que quedara de ella tras el final de ese día, entrara en razón y le siguiera. No obstante, aún quedaba el asunto de Luka. Él más que nadie parecía más molesto con todo aquello. Así que se acercó a él.
-Luka –alzó su brazo y lo puso sobre el hombro del gyiojin. Aquella vez, por primera vez en mucho tiempo, se percató de lo grande y ancho que era el pez. Podía sacarle perfectamente más de medio metro de alto, y tenía que estirar mucho el brazo para hacer lo que estaba haciendo-. Sé que te he ocultado cosas. A ti y al resto, quizás solo Spanner sabe más de mí y mi pasado, después de todo he estado más tiempo con él que con otra persona en el mundo. Yo siempre he sido un lobo solitario. He ido y venido solo. Vosotros sois lo más parecido a una familia que he tenido, incluido tú. Sé que, posiblemente, mis palabras no sirvan para nada, pero voy a pedirte un favor. No como capitán, sino como amigo. Lucha a nuestro lado una vez más. Eres fuerte y con diferencia el mejor médico que hay entre nosotros –mostró una pequeña sonrisa-. Sin ti no sé si saldremos todos vivos de esta.
Dichas esas palabras, Haruka siguió hablando. Decía que aquel grupo de asesinos eran más fuerte que ellos, se atrevió a decir que era más fuerte que el propio Zane, algo que le hizo fruncir el entrecejo y luego sonreír con prepotencia.
-¿Más fuerte que yo? –preguntó-. Aún no habéis visto ni un cincuenta por ciento de lo que soy capaz, y apuesto lo que sea a que ocurre lo mismo con el resto. ¿Qué nos han partido la cara antes? Sí, pero porque vamos de sobrados –añadió.
- Años atrás:
- Las indicaciones eran vagas, sí, pero de lo más intuitivas. Pasó innumerables días, incontables semanas,
tratando inútilmente de emular la habilidad del viejo amigo de su padre. Joy no podía hacer más que tratar de corregir los errores que cometía aunque, por desgracia, era algo que en muchas ocasiones él tampoco sabía. La mayor parte de aquello se basaba en un proceso interno cargado de sensaciones y pensamientos que eran inherentes a cada persona.
Con el tiempo, los consejos que el veterano le daba a su pupilo fueron haciéndose cada vez más escasos. En su lugar, las carcajadas se asentaron firmemente como la principal aportación de Joy a los entrenamientos. Al rubio no terminaba de agradarle aquella actitud. Debería apoyarle y animarle cuando no fuese capaz de lograr lo que ansiaba, ¿no?
Fuese así o no, su maestro parecía divertirse sobremanera viendo cómo Therax agitaba inútilmente sus brazos. El objetivo en un primer momento consistía en hacer surgir una onda cortante de alguno de sus brazos, pero las sesiones prácticas siempre debían estar precedidas de un tiempo de meditación. El domador estaba obligado a conocerse mejor, pues sólo cuando fuese capaz de entender su esencia lo mejor posible sería capaz de exteriorizarla.
El adiestramiento continuó mientras viajaban por las islas del South Blue. No tenían destino ni rumbo fijo, pero sin importar adónde fueran Therax siempre se aseguraba de encontrar el momento apropiado para seguir practicando.
-¡Eso es! -exclamó un día Joy.
Se encontraban junto a la orilla de un río en una diminuta isla que únicamente aparecía en los mapas más detallados de aquella zona del mar. El viejo preparaba la comida mientras que, a unos metros de distancia del improvisado campamento, el rubio realizaba sus ejercicios una y otra vez.
Fue algo apenas perceptible. Poco más que una alteración sobre la superficie del agua. Nada surgió de los brazos del chico,
pero el veterano alcanzó a ver cómo unas ondas se generaban en torno a él.
Haruka no tardó en responder. Era una contestación tan realista como dura, propia de una persona acostumbrada a vivir encerrada en sí misma. ¿Egoísmo? Tal vez tildar la actitud del hombre-pez de egoísta era un poco exagerado, pero evidentemente el comentario de la chica no era erróneo del todo. Fuera como fuese, el gyojin parecía haber tomado la decisión de abandonar el grupo.
Therax negó de forma casi imperceptible ante su actitud. Si concebía aquello como una "familia" o algo por el estilo, debería ser consciente de que en todas aparecían problemas y que no se podían solucionar si a la primera de cambio cada uno se iba por su lado.
-Estoy de acuerdo con Zane -comenzó el rubio cuando el pelimorado terminó de hablar. «¿El mejor médico? No vuelvo a ocuparme de nadie», se mintió el espadachín al oír el comentario que su capitán le dirigía a Luka-. Independientemente de que Haruka lo haya hecho bien o mal, está claro que estamos en peligro. Dar la espalda a un grupo de asesinos cuando sabemos que quieren acabar con nosotros sería un error. Podrían venir a por nosotros en cualquier momento y cogernos por sorpresa. No. Tenemos que intentar acabar con ellos. No sólo por Haruka, que también -dijo, dirigiendo un rápido vistazo a la recién descubierta asesina-. También por nosotros.
Algunos ya habían dejado claro que estaban dispuestos a plantarle cara a esa extraña organización, así que volvió a comprobar que sus espadas estaban en el lugar que les correspondía y comenzó a andar ignorando el fanfarroneo del capitán. ¿Que probablemente fuera cierto? Sí, pero prefería comprobarlo antes de creerlo sin más.
-Oye, espera -dijo en voz alta, descontento ante el hecho de que la chica hubiera decidido poner rumbo a... donde fuese sin esperar a escuchar a los demás siquiera. De cualquier modo, era evidente que se encontraban en un punto crítico y que cómo se desarrollasen los acontecimientos a partir de ese momento sería crucial para el futuro de... lo que fuese aquello. «Por ahora céntrate en seguir vivo», se dijo una vez se encontró cerca de Haruka.
Luka Rooney
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Akuma no mi
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Mi ira dejó un árbol en el suelo y, tras ello, una pequeña y mínima, casi imperceptible, paz interior. Poco a poco intenté recobrar la tranquilidad, hasta que la mujer volvió a hablar.
”Estoy empezando a pensar que no es que esta banda esté quebrada, si no que realmente así lo quieren”
- Claro que nadie puede esperar que deposites su confianza si no lo conoces. Pero es que tú, pese a que no quisieras, lo has hecho. Se te ve distante, desconfiada, incluso insulsa en muchas ocasiones. Pero mírate. Estás con nosotros, has luchado por nosotros, y si cualquiera de los aquí presentes sufriera algún tipo de ataque, aunque probablemente ahora digas que no, tu pasado te precede; Nos ayudarías -pausé, fijando aún más la mirada en ella-. Yo sí que no conozco a nadie de vosotros, pero he hecho un esfuerzo por ello. Intento formar parte de vuestra vida, ayudaros y hacer de esta banda una familia. Mi objetivo es bien distinto de los vuestros, que son más individuales. ¡Y me parece genial! No soy mejor o peor que vosotros. Tu tarea de matar a Zane ha fracasado porque tú misma has errado en la misión por no cogerle cariño. Quizá te creas fría, pero la verdad, es que no lo eres.
Por un momento quise apoyarme sobre la madera del tronco que había partido, pero al percatarme de la cantidad de astillas que habían salido de maneras muy dispersas decidí que sería mejor continuar levantado. Observé entonces cómo Zane estaba escuchándonos, aunque pronto decidió tomar el protagonismo, acercándose a mí después de mencionar lo complicado que era salir de un gremio de asesinos y una serie de cosas banales. Por lo visto su pasado y el de Haruka eran similares en ese sentido.
- Claro que lucharé a vuestro lado, os lo debo por todo lo que habéis hecho por mí. Pero mi decisión está tomada, espero que lo comprendais. Todos habéis formado parte de mi vida de una u otra manera, ahora sería quizá un poco ilógico marcharme sin más. Eso sí que sería egoísta -miré directamente a Haruka tras haberme acusado indirectamente a mí minutos antes-, pero no seré así, podéis estar tranquilos.
El rubio también había intervenido, comentando de manera sensata cual debía ser nuestra real preocupación. Sin lugar a dudas, tenía razón. Lo que fuera que estuviera buscando a Haruka, vendría pronto. Debíamos estar preparados. Y, aunque no unidos, debíamos desatar la ira que en ese momento sentíamos contra ellos. Quizá Haruka fuese una asesina, o todo una mentira, pero puede que si la conseguíamos liberar de sus cargas, cambiase y fuese más cercana a los demás. O quizá no hubiese solución posible para la manera que tiene de afrontar la vida.
Me acerqué lentamente al río, viendo mi rostro reflejado en la cristalina agua a la par que reflexionaba sobre qué debía hacer. Muchas veces en mi vida me había visto sometido a unas dudas existenciales como estas, incluso en algunas ocasiones me había costado decidirme. Pero aquello era diferente. Mis ideales estaban claros, mi forma de ser se había ido modificando hasta tener una versión estable; la actual. Pero la banda en la que me veía inmersa, seguía siendo un problema a resolver. No quería tener que lidiar todos los días con situaciones como las que teníamos. Si bien es cierto, como decía Haruka, que habría problemas en todas, no estaba dispuesto a lidiar con semejantes compromisos y conflictos día sí y día también. Secretos, huídas, más secretos… No eran el pilar que debíamos fomentar, estábamos errando y pronto lo pagaríamos. Una banda unida es una familia, y una familia lo es todo. Pero en nuestro caso, una banda partida no era nada, sólo desunión, malas prácticas y mal rollo. Y eso era algo que ya había tenido a lo largo de toda mi vida. No sería yo quien fomentara aquellas prácticas. Debía pensar en mí mismo y en el rumbo que quería tomar, por una vez, debía ser sensato y egoísta. Aunque… como solían decir los viejos en la isla Gyojin, más vale pez en mano, que cientos nadando.
”Estoy empezando a pensar que no es que esta banda esté quebrada, si no que realmente así lo quieren”
- Claro que nadie puede esperar que deposites su confianza si no lo conoces. Pero es que tú, pese a que no quisieras, lo has hecho. Se te ve distante, desconfiada, incluso insulsa en muchas ocasiones. Pero mírate. Estás con nosotros, has luchado por nosotros, y si cualquiera de los aquí presentes sufriera algún tipo de ataque, aunque probablemente ahora digas que no, tu pasado te precede; Nos ayudarías -pausé, fijando aún más la mirada en ella-. Yo sí que no conozco a nadie de vosotros, pero he hecho un esfuerzo por ello. Intento formar parte de vuestra vida, ayudaros y hacer de esta banda una familia. Mi objetivo es bien distinto de los vuestros, que son más individuales. ¡Y me parece genial! No soy mejor o peor que vosotros. Tu tarea de matar a Zane ha fracasado porque tú misma has errado en la misión por no cogerle cariño. Quizá te creas fría, pero la verdad, es que no lo eres.
Por un momento quise apoyarme sobre la madera del tronco que había partido, pero al percatarme de la cantidad de astillas que habían salido de maneras muy dispersas decidí que sería mejor continuar levantado. Observé entonces cómo Zane estaba escuchándonos, aunque pronto decidió tomar el protagonismo, acercándose a mí después de mencionar lo complicado que era salir de un gremio de asesinos y una serie de cosas banales. Por lo visto su pasado y el de Haruka eran similares en ese sentido.
- Claro que lucharé a vuestro lado, os lo debo por todo lo que habéis hecho por mí. Pero mi decisión está tomada, espero que lo comprendais. Todos habéis formado parte de mi vida de una u otra manera, ahora sería quizá un poco ilógico marcharme sin más. Eso sí que sería egoísta -miré directamente a Haruka tras haberme acusado indirectamente a mí minutos antes-, pero no seré así, podéis estar tranquilos.
El rubio también había intervenido, comentando de manera sensata cual debía ser nuestra real preocupación. Sin lugar a dudas, tenía razón. Lo que fuera que estuviera buscando a Haruka, vendría pronto. Debíamos estar preparados. Y, aunque no unidos, debíamos desatar la ira que en ese momento sentíamos contra ellos. Quizá Haruka fuese una asesina, o todo una mentira, pero puede que si la conseguíamos liberar de sus cargas, cambiase y fuese más cercana a los demás. O quizá no hubiese solución posible para la manera que tiene de afrontar la vida.
Me acerqué lentamente al río, viendo mi rostro reflejado en la cristalina agua a la par que reflexionaba sobre qué debía hacer. Muchas veces en mi vida me había visto sometido a unas dudas existenciales como estas, incluso en algunas ocasiones me había costado decidirme. Pero aquello era diferente. Mis ideales estaban claros, mi forma de ser se había ido modificando hasta tener una versión estable; la actual. Pero la banda en la que me veía inmersa, seguía siendo un problema a resolver. No quería tener que lidiar todos los días con situaciones como las que teníamos. Si bien es cierto, como decía Haruka, que habría problemas en todas, no estaba dispuesto a lidiar con semejantes compromisos y conflictos día sí y día también. Secretos, huídas, más secretos… No eran el pilar que debíamos fomentar, estábamos errando y pronto lo pagaríamos. Una banda unida es una familia, y una familia lo es todo. Pero en nuestro caso, una banda partida no era nada, sólo desunión, malas prácticas y mal rollo. Y eso era algo que ya había tenido a lo largo de toda mi vida. No sería yo quien fomentara aquellas prácticas. Debía pensar en mí mismo y en el rumbo que quería tomar, por una vez, debía ser sensato y egoísta. Aunque… como solían decir los viejos en la isla Gyojin, más vale pez en mano, que cientos nadando.
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- Bipolar y miembro de una secta, cojonudo, empiezo a pensar que no escogí la banda adecuada. - Dije irónicamente, antes de intentar convencer a Luka que se quedará como mínimo una última batalla, ante las palabras del capitán y bromeando sobre la banda, que no estaba pasando por su mejor momento.
Algo me dice que no debería bromear sobre esto... nah, no sería propio de mí y hay que ser fiel a sí mismo.
Me dejó pensativo las últimas palabras de Zane, que no se había esmerado en la batalla del bar y que seguramente a los demás les pasaba lo mismo, estaba convencido de que mis camaradas les pasaba eso pero yo... me pudieron los nervios y la desesperación, y aunque no hubiera estado en esas condiciones, a mi juicio, el resultado hubiera sido parecido, sólo que Holmes tendría alguna herida más que ahora, una simple quemadura. Esa frase afianzó más la idea de que tenía que ser más fuerte e incluso el hecho de empezar en el mundo del haki, antes de que Rubén nos abandonará, me dio unas pequeñas clases teóricas sobre el haki, que era y todo eso, que no era mucho, pero mejor que nada ya era; o conseguir una Akuma no Mi.
Luka no tuvo en ningún momento intención de abandonarnos en aquella contienda, pero parecía que no daba su brazo a torcer en el tema del abandono de la banda, y aunque no me entusiasma la idea de su deserción, era algo que había que dejarlo para luego.
Oí la voz de Therax llamando la atención a Haruka, y en ese instante me percaté que se estaba yendo sin nosotros o al menos si pararse a mirar si alguno de la banda la seguía.
- Hay costumbres que no se quitan fácilmente. - Dije mientras colocaba los brazos en forma de uve.
Me puse en marcha y contar las dagas que me quedaban, ya que en la batalla contra el marine cobarde, lancé todas y recuperé más o menos la mitad. Estaba en lo cierto, tenía doce listas para usar. Alcancé a asesina con paso ligero y me quedé a la altura del rubio.
- Podríamos hacer la mítica del cebo, que Haruka "entregué" al capitán, este se desata y aparecemos por detrás, pillándolos por sorpresa, o quizás podríamos ir sigilosamente y eliminar al máximo posible sin dar la alarma... Comenté posibles estrategias, ya que, a mi juicio, necesitábamos una.
Algo me dice que no debería bromear sobre esto... nah, no sería propio de mí y hay que ser fiel a sí mismo.
Me dejó pensativo las últimas palabras de Zane, que no se había esmerado en la batalla del bar y que seguramente a los demás les pasaba lo mismo, estaba convencido de que mis camaradas les pasaba eso pero yo... me pudieron los nervios y la desesperación, y aunque no hubiera estado en esas condiciones, a mi juicio, el resultado hubiera sido parecido, sólo que Holmes tendría alguna herida más que ahora, una simple quemadura. Esa frase afianzó más la idea de que tenía que ser más fuerte e incluso el hecho de empezar en el mundo del haki, antes de que Rubén nos abandonará, me dio unas pequeñas clases teóricas sobre el haki, que era y todo eso, que no era mucho, pero mejor que nada ya era; o conseguir una Akuma no Mi.
Luka no tuvo en ningún momento intención de abandonarnos en aquella contienda, pero parecía que no daba su brazo a torcer en el tema del abandono de la banda, y aunque no me entusiasma la idea de su deserción, era algo que había que dejarlo para luego.
Oí la voz de Therax llamando la atención a Haruka, y en ese instante me percaté que se estaba yendo sin nosotros o al menos si pararse a mirar si alguno de la banda la seguía.
- Hay costumbres que no se quitan fácilmente. - Dije mientras colocaba los brazos en forma de uve.
Me puse en marcha y contar las dagas que me quedaban, ya que en la batalla contra el marine cobarde, lancé todas y recuperé más o menos la mitad. Estaba en lo cierto, tenía doce listas para usar. Alcancé a asesina con paso ligero y me quedé a la altura del rubio.
- Podríamos hacer la mítica del cebo, que Haruka "entregué" al capitán, este se desata y aparecemos por detrás, pillándolos por sorpresa, o quizás podríamos ir sigilosamente y eliminar al máximo posible sin dar la alarma... Comenté posibles estrategias, ya que, a mi juicio, necesitábamos una.
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Alzó una ceja al conocer uno de los secretos de Zane. De todas las cosas que esperaba del pelirrojo fuese miembro de una sociedad de asesinos. ¿Eso quería decir que durante un tiempo, antes de dedicarse al capitaneo piratil, se dedicaba a repartir muerto sobre sus objetivos? Era algo inesperado para enmascarado en verdad. Parecía que no era el único con un historial secreto aquí.
- Decir “sobrados” es relativo -le respondió Nox, mirándose las heridas que tenía en el cuerpo, además de los vendajes rasgados por los cortes y las magulladuras e arañazos que tenía en su armadura. También miró las heridas de sus compañeros-. Pero la próxima vez no me pillaran de esa manera.
Giró la cabeza ante la propuesta de Alviss. Dejarles de señuelo a Zane a los asesinos para así un ataque sorpresa. Era bastante arriesgado, porque realmente no sabía si querían al pelirrojo vivo o muerto, pero era una estrategia lo suficientemente buena como para emplearla.
- Dado que quieren a Zane en un kimono de madera, no podemos dejarle solo por muy fuerte que sea -se rascó la barbilla mientras miraba al pelirrojo-. Por lo que creo que necesitamos un segundo “prisionero” para que se protejan entre ellos. Y si Zane y el resto me permiten… -se calló un par de segundos, pensándose bien la decisión-. Me gustaría ir yo.
Si aquellos antiguos compañeros de Haruka tenían información del individuo al que el enmascarado estaba buscando, quería ser el primero en exprimirles hasta la última gota de información por mucho que le suplicaran piedad.
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Tardamos un rato en llegar al puerto y soltar amarras del barco pirata. Me sorprendió ligeramente que Zane también fuese parte de una banda de asesinos, pero sin duda alguna no estaban al mismo nivel que la araña.
- No creo que sea viable la estrategia de entregarlo vivo porque lo quieren muerto -expliqué, cuando ya se divisaba la pequeña isla en el horizonte-. Aunque al menos lo podemos usar de excusa para entrar. A menos que alguien tenga un plan mejor, esta es la idea: los demás os escondéis en el barco y os aseguráis de que nadie os encuentre cuando lo registren. Mientras tanto, me llevo a Zane maniatado al interior de la isla. Cuando terminen el registro, os unís a nosotros y empieza la batalla, o si lo preferís podéis intentar eliminar a los que registren el barco. No sé cuánta gente habrá, pero no mucho más de dos docenas, no hay camas para más. Zane, tú puedes quemar la cuerda en cuanto lo veas necesario. Sé que es un plan... muy básico, pero probablemente se esperen algo más complejo de mi parte. Algo enrevesado e inteligente. No un ataque sorpresa frontal y prácticamente estúpido. En cuanto vean vivo a Zane, van a desconfiar. Así que es mejor estar atentos.
Esperé que alguien debatiese mis ideas y que se decidiese un plan y, para cuando terminamos de discutir, nos acercábamos a la costa.
No tardé en darme cuenta de que algo andaba mal. Normalmente había vigías en las zonas de acceso, que se encargaban de registrar los barcos y limitar el paso a la isla, o eliminar a los intrusos. Sin embargo, la zona estaba completamente desierta.
Aquello nos permitió entrar a todos a la isla sin problemas, pero mi instinto me decía que estábamos metiéndonos voluntariamente y de cabeza en una trampa.
Mis pies me dirigieron casi involuntariamente hacia la plaza del pequeño pueblo donde había residido tantos años.
No había nadie.
La isla estaba completamente desierta.
Me llevé las manos a las pistolas y observé a mi alrededor, en tensión. Aquello pintaba muy mal...
Una puerta se abrió entonces, en la casa que había sido de Gary, y Phoenix salió a la plaza caminando con parsimonia y con una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro. Tras él salieron otras seis personas, que se encararon a nosotros. ¿Justo el mismo número que los piratas presentes? No podía ser una coincidencia.
- Vaya, vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? -comentó Phoenix-. Los jefes no me creyeron cuando les dije que no estabas por la labor de hacer tu trabajo y, sin embargo, aquí estás. Con tu capitán vivo y el resto de tu tripulación acompañándote. ¿Qué es esto, un intento de incursión? Menos mal que he venido preparado para este tipo de imprevistos. Ya que tú no pareces dispuesta a matar a tu capitán... será mejor que lo haga yo -finalizó.
Nada más terminar la última frase, los siete se lanzaron a por nosotros a toda velocidad, cada uno de ellos enfocándose en el que probablemente sería su objetivo asignado.
Los conocía prácticamente a todos. Sólo podía intentar calcular cuánto habían mejorado en mis dos años de ausencia.
Una niña pequeña me lanzó un kunai y se acercó dando una voltereta que terminó apoyada sobre una mano y girando sobre sí misma mientras extendía ambas piernas para intentar propinarme una patada giratoria que esquivé por los pelos. A esa no la conocía.
- Puedes morirte ahora -me informó con voz suave, casi en un susurro, antes de abalanzarse de nuevo sobre mí.
Mientras tanto, Phoenix se enfrentaba directamente a Zane, y los demás comenzaban sus respectivas batalla de uno contra uno.
Habíamos entrado en la boca del lobo por voluntad propia. Aunque, bien visto, eso facilitaba nuestra misión.
No obstante, tenía la sensación de que no éramos los únicos presentes en la isla.
- No creo que sea viable la estrategia de entregarlo vivo porque lo quieren muerto -expliqué, cuando ya se divisaba la pequeña isla en el horizonte-. Aunque al menos lo podemos usar de excusa para entrar. A menos que alguien tenga un plan mejor, esta es la idea: los demás os escondéis en el barco y os aseguráis de que nadie os encuentre cuando lo registren. Mientras tanto, me llevo a Zane maniatado al interior de la isla. Cuando terminen el registro, os unís a nosotros y empieza la batalla, o si lo preferís podéis intentar eliminar a los que registren el barco. No sé cuánta gente habrá, pero no mucho más de dos docenas, no hay camas para más. Zane, tú puedes quemar la cuerda en cuanto lo veas necesario. Sé que es un plan... muy básico, pero probablemente se esperen algo más complejo de mi parte. Algo enrevesado e inteligente. No un ataque sorpresa frontal y prácticamente estúpido. En cuanto vean vivo a Zane, van a desconfiar. Así que es mejor estar atentos.
Esperé que alguien debatiese mis ideas y que se decidiese un plan y, para cuando terminamos de discutir, nos acercábamos a la costa.
No tardé en darme cuenta de que algo andaba mal. Normalmente había vigías en las zonas de acceso, que se encargaban de registrar los barcos y limitar el paso a la isla, o eliminar a los intrusos. Sin embargo, la zona estaba completamente desierta.
Aquello nos permitió entrar a todos a la isla sin problemas, pero mi instinto me decía que estábamos metiéndonos voluntariamente y de cabeza en una trampa.
Mis pies me dirigieron casi involuntariamente hacia la plaza del pequeño pueblo donde había residido tantos años.
No había nadie.
La isla estaba completamente desierta.
Me llevé las manos a las pistolas y observé a mi alrededor, en tensión. Aquello pintaba muy mal...
Una puerta se abrió entonces, en la casa que había sido de Gary, y Phoenix salió a la plaza caminando con parsimonia y con una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro. Tras él salieron otras seis personas, que se encararon a nosotros. ¿Justo el mismo número que los piratas presentes? No podía ser una coincidencia.
- Vaya, vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? -comentó Phoenix-. Los jefes no me creyeron cuando les dije que no estabas por la labor de hacer tu trabajo y, sin embargo, aquí estás. Con tu capitán vivo y el resto de tu tripulación acompañándote. ¿Qué es esto, un intento de incursión? Menos mal que he venido preparado para este tipo de imprevistos. Ya que tú no pareces dispuesta a matar a tu capitán... será mejor que lo haga yo -finalizó.
Nada más terminar la última frase, los siete se lanzaron a por nosotros a toda velocidad, cada uno de ellos enfocándose en el que probablemente sería su objetivo asignado.
Los conocía prácticamente a todos. Sólo podía intentar calcular cuánto habían mejorado en mis dos años de ausencia.
Una niña pequeña me lanzó un kunai y se acercó dando una voltereta que terminó apoyada sobre una mano y girando sobre sí misma mientras extendía ambas piernas para intentar propinarme una patada giratoria que esquivé por los pelos. A esa no la conocía.
- Puedes morirte ahora -me informó con voz suave, casi en un susurro, antes de abalanzarse de nuevo sobre mí.
Mientras tanto, Phoenix se enfrentaba directamente a Zane, y los demás comenzaban sus respectivas batalla de uno contra uno.
Habíamos entrado en la boca del lobo por voluntad propia. Aunque, bien visto, eso facilitaba nuestra misión.
No obstante, tenía la sensación de que no éramos los únicos presentes en la isla.
Luka Rooney
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Todos, o casi todos, tuvieron algo que decir ante la difícil situación que ahora estábamos viviendo. Primero la traición de Haruka, luego cómo afrontar al gremio de asesinos y, finalmente, mi negativa a seguir en el grupo de variopintos piratas.
Sin embargo, sentía un enorme vínculo con aquella gente y no podía dejarles tirados así como así, por lo que lucharía una última vez al lado de aquellos aliados que en más de una ocasión me habían salvado de algún que otro problema.
Nos subimos a un bote y pusimos dirección hacia nuestro destino, junto al indomable Zane, la fría Haruka, el siemprecalladoperoconalgoquedecir Spanner, un más que autosuficiente Therax, el extravagante Nox y por último, la incógnita de Alviss, marchamos sin mucho que decir pero con bastante que demostrar hacia lo que, tras unos incómodos minutos, parecía ser una trampa.
No pude reprimir un sentimiento de ira y tristeza a la vez, a sabiendas de que aquellos momentos serían los últimos que estaría junto a mis, hasta hace un momento, inseparables amigos. No podía dejar pasar el momento, y mucho menos no disfrutarlo.
- Era de esperar. Aunque sabíamos a qué nos estábamos enfrentando. Señores, dejemos bien claro que nadie puede jugar con nadie, y mucho menos controlarlo a su antojo. Esto no lo hacemos sólo por Haruka, hagámoslo por toda la humanidad. Esta gente no se distingue mucho de violadores, esclavistas ni cualquier otro gremio similar. No tienen escrúpulos. No los tengáis vosotros tampoco.
Apenas acabé de hablar y aquella gente nos abordó. Curiosamente, había tantos integrantes en el grupo de asesinos como en el nuestro. El jefe se quedó con Zane, mientras que al resto nos asignaron una serie de rivales con malos gestos. Y aún más mala leche.
El mío era un rubio con un pelo casi tan cuidado como el de Therax. Seguro que me lo ponía complicado, pero no cabía duda que no sería ni mucho menos tan diestro con la espada como el domador.
“Vamos, Luka. Despídete como sólo tú sabes”
Mi rival me hizo un par de muecas y justo después se lanzó hacia el bote. A sabiendas que si llegaba a pisar el trozo de madera en el que estábamos podría suponer un problema para todos los demás, salté en su dirección, cargando un puñetazo que, al estar a su altura, chocó contra la espada empleando el haki de armadura. El golpe creó una pequeña corriente de aire, pero la fuerza del espadachín, o quizá su impulso, fué superior a la mía, haciéndome caer al agua mientras él caía sobre la orilla.
Nadé lentamente hacia la brillante arena, teniendo todo el cuerpo empapado y portando una más que extraña sonrisa en la cara, significativa, más que nada, ya que el primer asalto lo había perdido y, seguramente, fuese por un exceso de confianza que pronto cesaría.
- No es el primer golpe el que importa, si no -arqueé la ceja ante el movimiento del espadachín, que parecía no estar muy por la labor de compartir discursos y sensaciones -. Como quieras, no hablaremos.
Crucé ambos antebrazos ante su acometida, pero lo que no me pude esperar por ninguna de las maneras, era que aquél flamante fuego saliese de su espada y quemase en parte mi antebrazo izquierdo. Ante la sorpresa, dí un par de saltos hacia atrás, palpándome la quemadura. Era de poca intensidad, pero aquello me había exaltado en exceso.
“Así que fuego...”
Pero el tipo parecía no querer dejarme un segundo para pensar, y ágilmente se desplazó en mi dirección a una elevada velocidad. Mi cuerpo concentró las partículas líquidas de mi interior alrededor de los brazos y, con éstos, paré el ataque de mi rival, que gesticulaba lo que, a mi entender, eran signos de esfuerzo.
Durante unos segundos ambos estuvimos inmersos en una lucha de fuerza hasta que el espadachín, en un valiente a la par que arriesgado gesto, cambió de empuñadura su arma mientras forcejeábamos, acto que aproveché para agarrarle de la muñeca ahora libre y pegarle un contundente tirón hacia mí, intentando en primera instancia que se le dislocase el hombro y, en segunda, acercarle para después propinarle un rodillazo y, seguidamente, intentar darle un puñetazo en el rostro. Pero el espadachín, tras recibir el rodillazo se agachó y realizó un giro de ciento ochenta grados para realizar un corte alrededor de cintura que, pese a dar un paso hacia atrás, recibí de manera superficial.
Al ver la sangre manar por mi cintura la mía empezó a hervirme. El olor, la textura cuando pasé la mano alrededor de ésta. Su sabor cuando la degusté. Todo me invocaba una única cosa; Muerte.
Y a aquella diosa de indudable belleza, contundente hacer e icónicas acciones debía venerar aquel día. Aún no sabía si haría acto de presencia, si me besaría a mí o a mi rival. Si simplemente coquetearía con nosotros o, si por un contrario, actuaría con firmeza. Pero estaba presente, la sentía y la intuía allí mismo. Y a ella me debía.
Fijé la mirada en el espadachín de rubios cabellos a la par que mis ojos se tornaban rojos, ladeando el cuello y crujiendo éste cada vez que cambiaba de lateral. Estaba concentrado y listo para pelear contra el asesino del gremio cuyo nombre ya no recordaba. Su fuego contra mi agua. Su mirada contra la mía. Un humano contra un Gyojin. Vida contra muerte.
Su agilidad se hacía de nuevo la protagonista de un nuevo envite, en el cual, al embestir contra mí y dejándome poco margen de maniobra, portaba su espada, ésta vez con ambas manos, tras lo cual deduje que el tirón que le había dado no había surtido el más mínimo efecto. A sabiendas del riesgo que corría mi siguiente movimiento, no había marcha atrás. El peligro, al igual que la belleza, eran subjetivos en función de los ojos que lo viesen. Los míos eran ciertamente difusos en ambas direcciones. Concentrando haki en la mano derecha, apliqué el máximo de fuerza que tenía en aquél momento contra la espada de mi rival, la cual tras unos segundos chocando contra el oscuro puño salió hacia atrás, dejando la defensa de mi rival al descubierto, lo cual aproveché para realizar un potente y ágil combo de golpes a la altura del estómago, tras lo cual mi rival golpeó repetidamente con tímidas patadas mi rodilla hasta que, tras uno de éstos golpes, se decidió a saltar hacia atrás y croquetear hasta estar a salvo.
Durante unos segundos pude ojear el resto de combates que se estaban dando a cabo allí. Casi todos parecían estar parejos, pero hubo un par que me parecían algo dispares, más en contra de mis aliados que enemigos. Por lo que quizá si era capaz de acabar el combate rápidamente, podría ayudar a mis compañeros.
Entonces, decidí que debía pasar al ataque por primera vez en el combate. La iniciativa siempre había ido acompañada de unos mechones rubios y, esta vez, le tocaba al tiburón de negruzcos cabellos.
Con un imponente gesto y una musculatura algo más definida que antes, cargué a toda velocidad hacia mi rival, que preparaba una pose defensiva encorvando la cadera y saliendo alguna llama de la espada que portaba, lo cual me dió a entender que tendría una temperatura bastante alta.
“Y si...”
En plena carrera moví a alta velocidad las partículas de agua a las palmas de las manos y, a la par, creé una base de haki por debajo. Si el plan salía bien, a la par que ingenioso podría darme la ventaja que necesitaba.
Amagando un puñetazo ví como la defensa del rubio se iba modificando a medida que me acercaba, por lo que realizando un arqueo en el brazo hacia su cuerpo, cambié la trayectoria de éste y, con ambas manos, agarré fuertemente la espada de mi rival, la cual empezó a oscurecerse también. Apretando con fuerza el agua empezó a calmar el espíritu del fuego y la temperatura empezó a subir, así como una nube de vaho que nubló la vista de mi rival, momento que aproveché para saltar hacia él, derribándole y clavándole los dientes en el hombro derecho, el cual tras apretar duramente rompí, notando un imponente crujido que, de seguro, alguno de mis aliados era capaz de escuchar acompañado de un tremendo grito que, curiosamente, me dejó sin voz a mí.
Tras ello, el espadachín empezó a golpear con la espada distintas partes de mi cuerpo hasta que la hundió en mi antebrazo, tras lo cual me ví obligado a lanzarme hacia la derecha y gatear unos metros hasta reincorporarme. En ese momento me dí cuenta que al agarrar la espada también me había herido en las manos, teniendo diferentes cortes, sobre todo uno a mitad de ésta más profundo que el resto. Aquél espadachín debía tener un haki como mínimo superior al mío.
Con un ágil movimiento, el veloz rubio se posó a escasos centímetros de mí, dejándome otra vez sin opción de pensar qué hacer y obligándome a que me guiase por impulsos. Era curioso cómo había pasado del dolor al ataque en cuestión de segundos. ¿Compartiría aquella extraña habilidad de no sufrir daños con Haruka? Ahora portaba la espada con la mano izquierda, dejando un considerable chorrón de sangre a medida que se movía, la cual procedía del maltrecho hombro que minutos antes había mordido con gran intensidad. Aún podía degustar la sangre de aquél tipo. “A positivo”. Había aprendido a diferenciarla en mis años de médico, pero no fué hasta mis años de sanguinario pirata cuando noté que dependiendo del tipo, sabía de una manera u otra. El caso es que la agilidad del asesino era mayor que antes, pero su fuerza parecía haber decaído. Lanzaba estocadas flamígeras con una rapidez envidiable, algo que intenté evadir en más de una ocasión sin mucho éxito. Su poder de destrucción era digno de un rival al que enfrentarse, pero su magullado cuerpo denotaba que la actitud no lo era todo. En una de las múltiples estocadas salté dando un potente golpe a la espada, desplazándola lateralmente y propinando un cabezazo al asesino, que reculó a la par que se tocaba ligeramente la zona impactada. Durante unos segundos el combate volvió a pararse. Divisé la zona para, seguidamente, lanzarme de nuevo a la ofensiva con una única intención; golpear hasta la muerte a mi rival.
Ya había pasado el suficiente tiempo como para desgastar a mi enemigo, y, sorprendentemente, mis heridas eran superficiales, salvo la de la palma de la mano que era algo más profunda. Sin duda, un rubio domador que no se encontraba muy lejos de mí estaría orgulloso de mi estado, que por primera vez, parecía no revertir demasiados daños.
Con el puño derecho cubierto de haki y el izquierdo vestido de una gran cantidad de fluidos, salí a la carrera a por mi rival, que hizo lo propio, ahora portando la espada con ambas manos aunque era bien sabido tanto por él como por mí mismo que su brazo derecho no tendría una gran importancia en el combate.
Ambos chocamos una serie de estocadas con puños hasta que mi mirada se encaró con la suya, momento en el cual decidí que debía dar más de mí mismo que mi rival. Su espada se tornó negra, algo que sin duda reflejaba su espíritu en haki, que no dudó en emplear ágilmente, produciéndome sendos cortes a la par que intentaba evadir otros tantos. Su rapidez era superior a la mía sin duda, pero otro tema sería la fuerza.
Evadí ágilmente una de las estocadas, pasándome el filo de la espada a escaso centimetro de mi pectoral, el movimiento del rubio acabó arriba, a cinco centímetros de mi hombro, algo que aproveché para desplazarme lateralmente y ponerme a la altura de su cadera, impactando sobre la boca de su estómago en un primer intento y continuando el combo repetidamente y de manera consecutiva aplicando la misma fuerza en ambos brazos, mientras me iba inclinando poco a poco hasta que finalmente me puse de pié, dándole golpes contundentes a la altura del pecho, para después pasar a la cara y, finalmente, propinar un golpe con el brazo izquierdo en el mentón y un último a manera de gancho en el mismo sitio.
Mi rival había caído inconsciente y mi ira parecía estar ligeramente sedienta. Pero ligeramente, quería decir que aún me quedaba mucho que demostrar. Y correría a ayudar a cualquiera de los allí presentes que me necesitase.
Finalmente, la diosa muerte había decidido que aún no había llegado la hora de aquél asesino. ¿Quién era yo para rebatirle la teoría?
Sin embargo, sentía un enorme vínculo con aquella gente y no podía dejarles tirados así como así, por lo que lucharía una última vez al lado de aquellos aliados que en más de una ocasión me habían salvado de algún que otro problema.
Nos subimos a un bote y pusimos dirección hacia nuestro destino, junto al indomable Zane, la fría Haruka, el siemprecalladoperoconalgoquedecir Spanner, un más que autosuficiente Therax, el extravagante Nox y por último, la incógnita de Alviss, marchamos sin mucho que decir pero con bastante que demostrar hacia lo que, tras unos incómodos minutos, parecía ser una trampa.
No pude reprimir un sentimiento de ira y tristeza a la vez, a sabiendas de que aquellos momentos serían los últimos que estaría junto a mis, hasta hace un momento, inseparables amigos. No podía dejar pasar el momento, y mucho menos no disfrutarlo.
- Era de esperar. Aunque sabíamos a qué nos estábamos enfrentando. Señores, dejemos bien claro que nadie puede jugar con nadie, y mucho menos controlarlo a su antojo. Esto no lo hacemos sólo por Haruka, hagámoslo por toda la humanidad. Esta gente no se distingue mucho de violadores, esclavistas ni cualquier otro gremio similar. No tienen escrúpulos. No los tengáis vosotros tampoco.
Apenas acabé de hablar y aquella gente nos abordó. Curiosamente, había tantos integrantes en el grupo de asesinos como en el nuestro. El jefe se quedó con Zane, mientras que al resto nos asignaron una serie de rivales con malos gestos. Y aún más mala leche.
El mío era un rubio con un pelo casi tan cuidado como el de Therax. Seguro que me lo ponía complicado, pero no cabía duda que no sería ni mucho menos tan diestro con la espada como el domador.
“Vamos, Luka. Despídete como sólo tú sabes”
Mi rival me hizo un par de muecas y justo después se lanzó hacia el bote. A sabiendas que si llegaba a pisar el trozo de madera en el que estábamos podría suponer un problema para todos los demás, salté en su dirección, cargando un puñetazo que, al estar a su altura, chocó contra la espada empleando el haki de armadura. El golpe creó una pequeña corriente de aire, pero la fuerza del espadachín, o quizá su impulso, fué superior a la mía, haciéndome caer al agua mientras él caía sobre la orilla.
Nadé lentamente hacia la brillante arena, teniendo todo el cuerpo empapado y portando una más que extraña sonrisa en la cara, significativa, más que nada, ya que el primer asalto lo había perdido y, seguramente, fuese por un exceso de confianza que pronto cesaría.
- No es el primer golpe el que importa, si no -arqueé la ceja ante el movimiento del espadachín, que parecía no estar muy por la labor de compartir discursos y sensaciones -. Como quieras, no hablaremos.
Crucé ambos antebrazos ante su acometida, pero lo que no me pude esperar por ninguna de las maneras, era que aquél flamante fuego saliese de su espada y quemase en parte mi antebrazo izquierdo. Ante la sorpresa, dí un par de saltos hacia atrás, palpándome la quemadura. Era de poca intensidad, pero aquello me había exaltado en exceso.
“Así que fuego...”
Pero el tipo parecía no querer dejarme un segundo para pensar, y ágilmente se desplazó en mi dirección a una elevada velocidad. Mi cuerpo concentró las partículas líquidas de mi interior alrededor de los brazos y, con éstos, paré el ataque de mi rival, que gesticulaba lo que, a mi entender, eran signos de esfuerzo.
Durante unos segundos ambos estuvimos inmersos en una lucha de fuerza hasta que el espadachín, en un valiente a la par que arriesgado gesto, cambió de empuñadura su arma mientras forcejeábamos, acto que aproveché para agarrarle de la muñeca ahora libre y pegarle un contundente tirón hacia mí, intentando en primera instancia que se le dislocase el hombro y, en segunda, acercarle para después propinarle un rodillazo y, seguidamente, intentar darle un puñetazo en el rostro. Pero el espadachín, tras recibir el rodillazo se agachó y realizó un giro de ciento ochenta grados para realizar un corte alrededor de cintura que, pese a dar un paso hacia atrás, recibí de manera superficial.
Al ver la sangre manar por mi cintura la mía empezó a hervirme. El olor, la textura cuando pasé la mano alrededor de ésta. Su sabor cuando la degusté. Todo me invocaba una única cosa; Muerte.
Y a aquella diosa de indudable belleza, contundente hacer e icónicas acciones debía venerar aquel día. Aún no sabía si haría acto de presencia, si me besaría a mí o a mi rival. Si simplemente coquetearía con nosotros o, si por un contrario, actuaría con firmeza. Pero estaba presente, la sentía y la intuía allí mismo. Y a ella me debía.
Fijé la mirada en el espadachín de rubios cabellos a la par que mis ojos se tornaban rojos, ladeando el cuello y crujiendo éste cada vez que cambiaba de lateral. Estaba concentrado y listo para pelear contra el asesino del gremio cuyo nombre ya no recordaba. Su fuego contra mi agua. Su mirada contra la mía. Un humano contra un Gyojin. Vida contra muerte.
Su agilidad se hacía de nuevo la protagonista de un nuevo envite, en el cual, al embestir contra mí y dejándome poco margen de maniobra, portaba su espada, ésta vez con ambas manos, tras lo cual deduje que el tirón que le había dado no había surtido el más mínimo efecto. A sabiendas del riesgo que corría mi siguiente movimiento, no había marcha atrás. El peligro, al igual que la belleza, eran subjetivos en función de los ojos que lo viesen. Los míos eran ciertamente difusos en ambas direcciones. Concentrando haki en la mano derecha, apliqué el máximo de fuerza que tenía en aquél momento contra la espada de mi rival, la cual tras unos segundos chocando contra el oscuro puño salió hacia atrás, dejando la defensa de mi rival al descubierto, lo cual aproveché para realizar un potente y ágil combo de golpes a la altura del estómago, tras lo cual mi rival golpeó repetidamente con tímidas patadas mi rodilla hasta que, tras uno de éstos golpes, se decidió a saltar hacia atrás y croquetear hasta estar a salvo.
Durante unos segundos pude ojear el resto de combates que se estaban dando a cabo allí. Casi todos parecían estar parejos, pero hubo un par que me parecían algo dispares, más en contra de mis aliados que enemigos. Por lo que quizá si era capaz de acabar el combate rápidamente, podría ayudar a mis compañeros.
Entonces, decidí que debía pasar al ataque por primera vez en el combate. La iniciativa siempre había ido acompañada de unos mechones rubios y, esta vez, le tocaba al tiburón de negruzcos cabellos.
Con un imponente gesto y una musculatura algo más definida que antes, cargué a toda velocidad hacia mi rival, que preparaba una pose defensiva encorvando la cadera y saliendo alguna llama de la espada que portaba, lo cual me dió a entender que tendría una temperatura bastante alta.
“Y si...”
En plena carrera moví a alta velocidad las partículas de agua a las palmas de las manos y, a la par, creé una base de haki por debajo. Si el plan salía bien, a la par que ingenioso podría darme la ventaja que necesitaba.
Amagando un puñetazo ví como la defensa del rubio se iba modificando a medida que me acercaba, por lo que realizando un arqueo en el brazo hacia su cuerpo, cambié la trayectoria de éste y, con ambas manos, agarré fuertemente la espada de mi rival, la cual empezó a oscurecerse también. Apretando con fuerza el agua empezó a calmar el espíritu del fuego y la temperatura empezó a subir, así como una nube de vaho que nubló la vista de mi rival, momento que aproveché para saltar hacia él, derribándole y clavándole los dientes en el hombro derecho, el cual tras apretar duramente rompí, notando un imponente crujido que, de seguro, alguno de mis aliados era capaz de escuchar acompañado de un tremendo grito que, curiosamente, me dejó sin voz a mí.
Tras ello, el espadachín empezó a golpear con la espada distintas partes de mi cuerpo hasta que la hundió en mi antebrazo, tras lo cual me ví obligado a lanzarme hacia la derecha y gatear unos metros hasta reincorporarme. En ese momento me dí cuenta que al agarrar la espada también me había herido en las manos, teniendo diferentes cortes, sobre todo uno a mitad de ésta más profundo que el resto. Aquél espadachín debía tener un haki como mínimo superior al mío.
Con un ágil movimiento, el veloz rubio se posó a escasos centímetros de mí, dejándome otra vez sin opción de pensar qué hacer y obligándome a que me guiase por impulsos. Era curioso cómo había pasado del dolor al ataque en cuestión de segundos. ¿Compartiría aquella extraña habilidad de no sufrir daños con Haruka? Ahora portaba la espada con la mano izquierda, dejando un considerable chorrón de sangre a medida que se movía, la cual procedía del maltrecho hombro que minutos antes había mordido con gran intensidad. Aún podía degustar la sangre de aquél tipo. “A positivo”. Había aprendido a diferenciarla en mis años de médico, pero no fué hasta mis años de sanguinario pirata cuando noté que dependiendo del tipo, sabía de una manera u otra. El caso es que la agilidad del asesino era mayor que antes, pero su fuerza parecía haber decaído. Lanzaba estocadas flamígeras con una rapidez envidiable, algo que intenté evadir en más de una ocasión sin mucho éxito. Su poder de destrucción era digno de un rival al que enfrentarse, pero su magullado cuerpo denotaba que la actitud no lo era todo. En una de las múltiples estocadas salté dando un potente golpe a la espada, desplazándola lateralmente y propinando un cabezazo al asesino, que reculó a la par que se tocaba ligeramente la zona impactada. Durante unos segundos el combate volvió a pararse. Divisé la zona para, seguidamente, lanzarme de nuevo a la ofensiva con una única intención; golpear hasta la muerte a mi rival.
Ya había pasado el suficiente tiempo como para desgastar a mi enemigo, y, sorprendentemente, mis heridas eran superficiales, salvo la de la palma de la mano que era algo más profunda. Sin duda, un rubio domador que no se encontraba muy lejos de mí estaría orgulloso de mi estado, que por primera vez, parecía no revertir demasiados daños.
Con el puño derecho cubierto de haki y el izquierdo vestido de una gran cantidad de fluidos, salí a la carrera a por mi rival, que hizo lo propio, ahora portando la espada con ambas manos aunque era bien sabido tanto por él como por mí mismo que su brazo derecho no tendría una gran importancia en el combate.
Ambos chocamos una serie de estocadas con puños hasta que mi mirada se encaró con la suya, momento en el cual decidí que debía dar más de mí mismo que mi rival. Su espada se tornó negra, algo que sin duda reflejaba su espíritu en haki, que no dudó en emplear ágilmente, produciéndome sendos cortes a la par que intentaba evadir otros tantos. Su rapidez era superior a la mía sin duda, pero otro tema sería la fuerza.
Evadí ágilmente una de las estocadas, pasándome el filo de la espada a escaso centimetro de mi pectoral, el movimiento del rubio acabó arriba, a cinco centímetros de mi hombro, algo que aproveché para desplazarme lateralmente y ponerme a la altura de su cadera, impactando sobre la boca de su estómago en un primer intento y continuando el combo repetidamente y de manera consecutiva aplicando la misma fuerza en ambos brazos, mientras me iba inclinando poco a poco hasta que finalmente me puse de pié, dándole golpes contundentes a la altura del pecho, para después pasar a la cara y, finalmente, propinar un golpe con el brazo izquierdo en el mentón y un último a manera de gancho en el mismo sitio.
Mi rival había caído inconsciente y mi ira parecía estar ligeramente sedienta. Pero ligeramente, quería decir que aún me quedaba mucho que demostrar. Y correría a ayudar a cualquiera de los allí presentes que me necesitase.
Finalmente, la diosa muerte había decidido que aún no había llegado la hora de aquél asesino. ¿Quién era yo para rebatirle la teoría?
Noximilien
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Le disgusto que Haruka no viese por bueno su idea. Cosa que hizo chasquear la lengua molesto, pero eso no iba a impedir que cogiese a alguno de aquellos individuos que iban a por Zane y sacarles todo lo que pudiera de sus cabezas.
- Bueno, los ataques frontales y estúpidos ya parecen marca de la casa –rebatió Nox, a lo dicho por la loli- Pero tengo que admitir que siempre a funcionado.
Nos dirigimos al pinto de reunión, era un pueblo aparentemente abandonado. Todo era silencio y la plaza donde antes seguramente había sido el ápice de concentración de la población de aquel lugar, ahora estaba muerto. El enmascarado no podía evitar mirar a todos lados con su único ojo, con los nervios a flor de piel. A Haruka pareció invadirle la misma sensación, haciendo que no se despegase de sus dos pistolas de bonito acabado. El no dudo en desenfundar su mandoble desde el principio, sabiendo que todo aquello era una trampa de pies a cabeza.
Entonces aparecieron. Siete individuos, cada uno tan peligroso como el anterior, liderados por un bocazas con bastante cara de imbécil. Aunque no se debían confiar ya que era lo suficientemente fuerte (o subnormal) para encargarse de Zane el solo mientras sus compañeros iban a por el resto.
Un rubio con el pelo que llevaba hasta los hombros cargo contra Nox, recubriendo sus puños en haki. Tenía que tener cuidado, no cualquiera se metería a puñetazos contra alguien que tuviera una espada. Aunque, viendo que iba vestido con un mono de trabajo, del que se usa en granjas, ya no sabía cómo tratar a aquel individuo.
Sus golpes eran contundentes, haciendo que cada vez que rebotaban contra su espada, fuese como si le diesen con un martillo pilón. Tenía suerte te que su espada fuese buena y resistente o ya se habría partido por la mitad. Si algo sabia del haki, pese a no tenerlo, es que no duraba para siempre. Por lo que veía, el chaval era fuerza bruta y poco más, pero si le conseguía darle un buen golpe, a lo mejor no le haría falta que recibiera un segundo.
Cuando vio su haki armadura empezar a flaquear, empezó con el contraataque. Le dio un codazo directo al estómago para hacerle retroceder. Sin faltar un segundo le propino un corte en el abdomen que consiguió esquivar en el último momento para que no fuera una herida fatal.
- Vaya, parece que las tornas se ponen a mi favor- comento Nox.
El rubio bufo al ver su herida y, como si de una mala hierba se tratase, arranco una farola del suelo y la empezó a empuñar como un bate de beisbol.
- Vale, eso no me lo esperaba – suspiro el enmascarado, tragándose sus palabras.
Golpeo con contundencia y pese a bloquearlo con la espada, Nox salió disparado contra uno de los edificios del pueblo. Se levantó una nube de polvo de tamaño considerable dificultando la visión de la zona del impacto.
El rubio se acercó lentamente mientras arrastraba la farola, soltando chispas por el continuo rozamiento contra el suelo. De repente, de la nube, el enmascarado salió a gran velocidad contra su adversario.
- “Que no lo sepa, que no lo sepa, que no lo sepa…” –se repetía mentalmente Nox.
Pensando que su contrincante ya estaba con su último recurso, dado que un ataque frontal parecía muy estúpido de su parte. Se puso en posición para golpear al pirata como si fuera una pelota de beisbol. Lo que no se espero es ver como el enmascarado se partía en dos al recibir el golpe. Dado a que Nox casi nunca usaba su fruta en combates, desconocía que fuera un logia.
Aun atónito, intento girase para darle esta vez con haki, pero recibió un golpe contundente en la nuca. Tras un segundo, cayó al suelo inconsciente.
- Factor sorpresa –exclamo Nox mientras recuperaba un poco el aliento-. Nunca falla.
- Bueno, los ataques frontales y estúpidos ya parecen marca de la casa –rebatió Nox, a lo dicho por la loli- Pero tengo que admitir que siempre a funcionado.
Nos dirigimos al pinto de reunión, era un pueblo aparentemente abandonado. Todo era silencio y la plaza donde antes seguramente había sido el ápice de concentración de la población de aquel lugar, ahora estaba muerto. El enmascarado no podía evitar mirar a todos lados con su único ojo, con los nervios a flor de piel. A Haruka pareció invadirle la misma sensación, haciendo que no se despegase de sus dos pistolas de bonito acabado. El no dudo en desenfundar su mandoble desde el principio, sabiendo que todo aquello era una trampa de pies a cabeza.
Entonces aparecieron. Siete individuos, cada uno tan peligroso como el anterior, liderados por un bocazas con bastante cara de imbécil. Aunque no se debían confiar ya que era lo suficientemente fuerte (o subnormal) para encargarse de Zane el solo mientras sus compañeros iban a por el resto.
Un rubio con el pelo que llevaba hasta los hombros cargo contra Nox, recubriendo sus puños en haki. Tenía que tener cuidado, no cualquiera se metería a puñetazos contra alguien que tuviera una espada. Aunque, viendo que iba vestido con un mono de trabajo, del que se usa en granjas, ya no sabía cómo tratar a aquel individuo.
Sus golpes eran contundentes, haciendo que cada vez que rebotaban contra su espada, fuese como si le diesen con un martillo pilón. Tenía suerte te que su espada fuese buena y resistente o ya se habría partido por la mitad. Si algo sabia del haki, pese a no tenerlo, es que no duraba para siempre. Por lo que veía, el chaval era fuerza bruta y poco más, pero si le conseguía darle un buen golpe, a lo mejor no le haría falta que recibiera un segundo.
Cuando vio su haki armadura empezar a flaquear, empezó con el contraataque. Le dio un codazo directo al estómago para hacerle retroceder. Sin faltar un segundo le propino un corte en el abdomen que consiguió esquivar en el último momento para que no fuera una herida fatal.
- Vaya, parece que las tornas se ponen a mi favor- comento Nox.
El rubio bufo al ver su herida y, como si de una mala hierba se tratase, arranco una farola del suelo y la empezó a empuñar como un bate de beisbol.
- Vale, eso no me lo esperaba – suspiro el enmascarado, tragándose sus palabras.
Golpeo con contundencia y pese a bloquearlo con la espada, Nox salió disparado contra uno de los edificios del pueblo. Se levantó una nube de polvo de tamaño considerable dificultando la visión de la zona del impacto.
El rubio se acercó lentamente mientras arrastraba la farola, soltando chispas por el continuo rozamiento contra el suelo. De repente, de la nube, el enmascarado salió a gran velocidad contra su adversario.
- “Que no lo sepa, que no lo sepa, que no lo sepa…” –se repetía mentalmente Nox.
Pensando que su contrincante ya estaba con su último recurso, dado que un ataque frontal parecía muy estúpido de su parte. Se puso en posición para golpear al pirata como si fuera una pelota de beisbol. Lo que no se espero es ver como el enmascarado se partía en dos al recibir el golpe. Dado a que Nox casi nunca usaba su fruta en combates, desconocía que fuera un logia.
Aun atónito, intento girase para darle esta vez con haki, pero recibió un golpe contundente en la nuca. Tras un segundo, cayó al suelo inconsciente.
- Factor sorpresa –exclamo Nox mientras recuperaba un poco el aliento-. Nunca falla.
Therax se subió al bote y no opinó acerca del plan de Haruka. ¿Quién era él para proponer algo al respecto? No conocía cómo funcionaba aquella organización de asesinos ni cómo demonios se organizaba la isla o lo que fuera el lugar al que se dirigían. «Era un islote, ¿no?», conjeturó en silencio, tratando de recordar la mención que la chica había hecho a la base de sus perseguidores.
Fuera como fuere, lo cierto era que de su mente no había desaparecido el recuerdo de Joy y, de forma inconsciente, volvió a sumergirse en su historia mientras iban hacia su destino. No prestó atención a los demás durante ese tiempo. Simplemente se dedicó a contemplar el paisaje.
¿Había hecho alguien alguna apreciación en cuanto a la poco sutil estrategia de la recién descubierta asesina? No tenía ni la menor idea. Había estado divagando en su pasado y se había abstraído por completo de lo que le rodeaba. No obstante, según le parecía apreciar todo el mundo actuaba tal y como dictaba el plan inicial de Haruka aunque, por algún motivo, la vigilancia que había previsto no apareció por ningún lado. «Vamos a ello», se dijo mientras veía cómo conversaba con el primero de los tipos que habían salido de una casa cercana.
De forma casi inconsciente, tanteó la guardia de sus espadas mientras aguzaba el oído para oír la conversación.
-Suerte –musitó en dirección a Nox, que se encontraba junto a él-. Espero que la artrosis no te impida luchar.
Sin decir nada más, se abalanzó sobre el enemigo que vio más cerca, el cual no era otro que el sujeto que había estado conversando con Haruka. Sin embargo, cuando apenas había dado un paso un agudo sonido delante de su pie derecho le obligó a detenerse. «Otra vez no», se quejó al contemplar quién había decidido erigirse como su oponente.
Era una mujer con un escote casi tan grande como su nariz… o no. Tal vez fuera al revés, pero el hecho era que tenía un tabique nasal de lo más extraño. Su desagrado se debía a las pistolas que llevaba en ambas manos. Therax continuaba vendado en diversas zonas debido a las heridas de bala recibidas en el enfrentamiento contra la marine. ¿Cuál era su nombre? En ese momento no lo recordaba, pero ya pensaría en ello más tarde.
De cualquier modo, si algo le había enseñado el enfrentamiento con la uniformada era que no debía permitir que hubiera demasiada distancia entre ambos. En consecuencia, activó su Haki de observación y lo centró por completo en su oponente. Tras hacerlo, se precipitó en su dirección al tiempo que desenfundaba a Byakko y a Yuki-onna.
Curiosamente, la mujer se quedó quieta, dejando que se aproximase hasta unos límites que el rubio jamás habría sospechado. ¿Cuánta distancia podía separarles? ¿Cuatro, cinco metros? No obstante, cuando el domador alzó sus sables para lanzarle sendos cortes oblicuos, la tiradora alzó sus manos y disparó en dirección a las espadas.
Los proyectiles impactaron sobre las hojas, detonando a continuación y repeliendo con violencia a Therax. «¿No me puede tocar ni uno normal?», se quejó mientras rodaba por el suelo a varios metros de distancia de la asesina. ¿Cómo podía acercarse a ella? Ya le había mostrado el truco de las balas explosivas y estaría atento, pero a saber cuántos ases más guardaba bajo la manga.
Mientras terminaba de ponerse en pie, un extraño sonido y una discreta columna de vapor llamaron su atención. «¿Pero se puede saber qué está haciendo?», se preguntó Therax, alarmado, al ver cómo Luka asía una espada que sin duda alguna debía estar al rojo vivo. Ya tenía suficiente con curar sus cortes y contusiones; ¿también le iba a tocar sanar quemaduras por su inconsciencia? De cualquier modo… ¿no era él el gran médico? Ya se las apañaría como pudiera; él ya se había dicho que no se volvería a encargar de nadie. Por otro lado, el gyojin les había dejado claro que se iría en cuanto saliesen de allí –si es que lo lograban-, por lo que no podría encargarse de él ni aunque quisiera.
-¿Qué estás mirando? –dijo una voz frente a Therax. Correspondía a la mujer que quería introducir una bala en su cabeza, la cual había alzado la pistola que llevaba en su mano izquierda y apuntaba directamente al domador. «Pues vaya una asesina. ¿Cómo se llamará?», pensó el rubio al tiempo que se volvía a centrar en ella.
Su Haki de observación le puso en alerta poco antes de que un fogonazo naciera frente a él. Se hizo a un lado para esquivar la explosión, pero esa vez no hubo ninguna. La bala se perdió en algún lugar a las espaldas del rubio que, en cuanto hubo recuperado la estabilidad, volvió a lanzarse al ataque.
La tiradora no se movió del lugar en el que estaba. Simplemente se giró un poco para volver a encarar al espadachín que se abalanzaba sobre ella. Accionó el gatillo en tres ocasiones. ¿Explotaría la munición aquella vez? ¿Habría algún modo de anticipar la naturaleza de las balas? Si lo había, desde luego al rubio no se le ocurría. De todos modos, tampoco tenía en mente quedarse quieto para averiguarlo. Se afanó por cambiar la trayectoria cada unos instantes antes de que la tiradora disparase cada una de las veces.
Sí, los proyectiles explotaron. Todos y cada uno de ellos lo hicieron. Las dos primeras detonaciones no llegaron a afectar a Therax por poco, pero la tercera –pese a no incidir de forma directa sobre él- le desestabilizó. Su cuerpo se vio irremediablemente desplazado varios metros hacia un lateral, viéndose obligado el rubio a detener su acometida.
No obstante, en cuanto hubo recuperado el equilibrio volvió a impulsarse hacia la asesina. En esa ocasión no tuvo tiempo de frenar el avance del espadachín con un nuevo disparo. Cuando apenas medio metro separaba a ambos contendientes, la mujer hizo girar las pistolas en sus manos y, asiéndolas al revés, las usó para detener los sables del espadachín. Antes de que se produjese el choque, éstas adoptaron un color negruzco que emitía reflejos violáceos.
Un sonido metálico y seco se propagó por los alrededores, y la miembro de la organización criminal se vio obligada a retroceder varios metros ante el envite del domador. Quedaba claro que no se sentía cómoda en el combate cercano. Sin embargo, el modo en que había reaccionado ante el ataque de Therax reflejaba su versatilidad ante cualquier situación.
«Espero no acabar como con la marine. Esta vez no sé si podríamos escapar», reflexionó mientras continuaba haciendo fuerza en dirección a su oponente. Entonces hizo algo que el rubio no esperaba. Giró sobre sí misma y dejó que el peso del muchacho cayese hacia un lado. Aquello le brindó la oportunidad para, sin dejar de usar sus pistolas como escudo improvisado, orientar uno de los cañones de las mismas hacia su contrincante.
-¿Pero qué? –musitó el espadachín al ver las intenciones de la mujer. Se apartó como pudo, distanciándose un par de metros antes de que la bala fuese vomitada. Ésa no explotó, hecho que, por algún motivo, molestó a Therax. ¿Cómo demonios podía luchar sin saber a qué se atenía en cada disparo?
De cualquier modo, no era momento para ponerse a pensar en aquello. La asesina volvía a apuntarle con sus armas, y en su rostro se podía ver que no estaba para nada conforme con la cercanía de los últimos lances.
Entonces, como si hubiese decidido acabar con el enfrentamiento en aquel preciso instante, comenzó a accionar el gatillo una y otra vez. Therax se alejó y se desplazó hacia un lateral, asegurándose de que no se colocaba delante de ninguno de sus compañeros.
Apenas unas milésimas después de cada disparo, una explosión se producía en el lugar que hasta hacía un momento había ocupado el rubio. La ofensiva había pasado por completo a un segundo plano. No podía permitirse el lujo de avanzar en línea recta, ya que las probabilidades de recibir una de las dichosas explosiones aumentarían en gran medida. «Tal vez…», pensó, recordando la estrategia que había empleado en el último momento contra la del uniforme blanco.
No. Aquel intento de estrategia había sido un plan que rayaba en lo suicida. Había salido vivo de puro milagro, y nada garantizaba que fuese a tener la misma suerte en aquella ocasión. «Debe haber otra manera», pensó mientras era desplazado hacia atrás. La pistolera había anticipado su último movimiento y casi había logrado acertarle de pleno.
Pese a haber logrado librarse de la explosión en el último momento, ésta había logrado consumir buena parte de la peculiar camisa verde con la que cubría su torso. Apenas quedaba algo de ella: la única manga que habitualmente tenía y algo más de la mitad del tejido que solía cubrir su torso. Una quemadura adornaba la zona de su abdomen que había sido alcanzada por la detonación.
Therax se tomó un momento para evaluar la severidad de la herida. El aspecto no era demasiado bueno, pero no era mortal y debería permitirle acabar el combate –si es que lograba vencer-. El modo en que había predicho su última acción indicaba que controlaba el Haki de observación, ya que el rubio se había asegurado de no seguir un patrón fijo de movimiento. El combate estaba tomando un cariz que no le gustaba en absoluto, así que no le quedó otra más que subir una marcha.
Un manto azulado recubrió su cuerpo al completo, y en su espalda la energía concentró y protruyó para formar dos alas. El rostro de la mujer se tornó aún más serio si cabía, y un casi imperceptible gesto con la muñeca llamó la atención del rubio. «¿Podría ser que…?», se dijo, lanzándose al ataque para comprobar su teoría.
La asesina disparó varios proyectiles en su dirección, pero no esperaba tal incremento de velocidad en el rubio. En consecuencia, apenas si logró accionar el gatillo un par de veces antes de verse obligada a ponerse a la defensiva. Las balas no exploraron, confirmando la suposición de Therax. ¿Cómo lo hacía? ¿Alguna clase de mecanismo oculto en el arma? ¿Introduciendo una munición diferente a gran velocidad? Necesitaría una gran pericia para ello, pero vista la habilidad de su oponente no podía descartarlo.
De cualquier manera, el mecanismo que empleara no era lo más relevante. La cuestión era que no podía permitirse volver a darle espacio. Byakko y Yuki-onna volvieron a encontrarse con las pistolas imbuidas en Haki, y de nuevo la expresión de la asesina demostró que no se encontraba cómoda en aquella situación.
Therax comenzó a encadenar cortes con la intención de desarmarla pero, aunque lo hacía con grandes esfuerzos, la mujer lograba bloquear sus tajos y salir ilesa tras cada uno de ellos. A pesar de ello, el rubio no cejó en su empeño y continuó atosigándola. Encadenaba un ataque tras otro, pretendiendo no darle tiempo para que pudiese dispararle. De ese modo, más tarde o más temprano conseguiría vencer su defensa y derrotarla –o al menos eso esperaba-.
La del escote fue retrocediendo poco a poco y, tras cada envite, su semblante reflejaba con más claridad el agobio que sentía. «Vamos. Un poco más», se dijo Therax, tratando de aumentar el ritmo con el que acosaba a su oponente.
Fue en una de esas veces que, en un intento desesperado, la asesina le propinó una patada en el pecho para ganar algo de espacio. Lo logró y, haciendo un intento desesperado, disparó de nuevo una de aquellas balas que no explotaban. Therax vio venir su intención y se hizo a un lado, pero el proyectil rozó su hombro y se perdió en la distancia.
Un hilo de sangre recorría su brazo cuando, aprovechando que su oponente sólo tenía un brazo con el que poder defenderse, trazó dos cortes verticales en paralelo a la altura de su torso. La mujer consiguió frenar el avance de Yuki-onna, pero Byakko mordió su carne y la hizo caer de espaldas, inconsciente.
-¡Estoy… harto… de las pistolas! –exclamó, jadeando mientras pronunciaba las palabras. Entonces se detuvo a analizar sus heridas, fijándose en el disparo que le había alcanzado parcialmente en el hombro y la quemadura de su abdomen. «No son fatales», se dijo, observando las cercanías para ver si alguien necesitaba su ayuda.
Fuera como fuere, lo cierto era que de su mente no había desaparecido el recuerdo de Joy y, de forma inconsciente, volvió a sumergirse en su historia mientras iban hacia su destino. No prestó atención a los demás durante ese tiempo. Simplemente se dedicó a contemplar el paisaje.
- Años atrás:
- Producir ondas en el agua no era un gran avance, pero mejor era eso que nada… al menos eso decía Joy cada vez que el joven Therax se quejaba. Eran ya varias semanas las que el rubio había pasado sin ninguna clase de progreso. Sí, alteraba la superficie del agua y zarandeaba la hierba y los matojos cercanos, pero nada parecido a lo que el viejo amigo de su padre. “Mutoryu” lo llamaba. «Vaya un nombre», pensaba el rubio cada vez que se veía incapaz de mejorar.
No obstante, cuando la frustración desaparecía recuperaba los ánimos y las ansiad por llegar a dominar aquel peculiar estilo de lucha que empleaba su maestro. Cada día se levantaba y, pese a tener tareas que hacer antes de proseguir con el adiestramiento, éste nunca desaparecía de su mente.
Joy lo sabía, pero no por ello permitía que dejase de hacer sus labores. Poco a poco, con el paso del tiempo, las leves alteraciones que Therax lograba provocar a su alrededor se fueron haciendo más evidentes. Las ondas eran más profundas y alcanzaban una distancia mayor, y una leve distorsión del aire surgía de sus brazos cuando los agitaba tras concentrarse.
Lo cierto era que había perdido la cuenta del tiempo que había dedicado a aquello, pero al fin percibía que su empeño estaba dando sus frutos. Aun así, todavía necesitó algo de tiempo para llegar a dominar aquello. El día que lo logró llovía intensamente y se encontraban en uno de los numerosos islotes perdidos del South Blue que visitaban.
Joy sabía que faltaba poco, y había decidido mojarse en la misma medida que su aprendiz. Un tenue brillo nacía frente al rubio cada vez que cortaba el aire con sus manos, pero el árbol que había frente a él no se daba por aludido. Era cierto que, de vez en cuando, una muesca en la corteza indicaba que la energía del domador había alcanzado el tronco.
-Ya falta poco, chico –dijo el veterano en voz baja, buscando con ello no perjudicar la concentración de su aprendiz.
¿Cuántos intentos pudieron ser? Therax no lo sabía; no le había prestado atención al número, sino a las sensaciones. Cada vez más clara. Cada vez más intensa. Cada vez más fuerte. Súbitamente, todo lo que había acumulado fue proyectado hacia el exterior a través de su mano. Una onda azulada nació y se propagó en dirección al árbol que había frente a él, seccionándolo por la mitad y haciendo que cayese al suelo con gran estrépito.
-¿Contento? –comentó Joy a espaldas del domador, soltando una carcajada en el proceso-. Espero que sí, porque no pienso esperar ni un segundo más para cenar. ¡Venga, que la olla te está esperando!
¿Había hecho alguien alguna apreciación en cuanto a la poco sutil estrategia de la recién descubierta asesina? No tenía ni la menor idea. Había estado divagando en su pasado y se había abstraído por completo de lo que le rodeaba. No obstante, según le parecía apreciar todo el mundo actuaba tal y como dictaba el plan inicial de Haruka aunque, por algún motivo, la vigilancia que había previsto no apareció por ningún lado. «Vamos a ello», se dijo mientras veía cómo conversaba con el primero de los tipos que habían salido de una casa cercana.
De forma casi inconsciente, tanteó la guardia de sus espadas mientras aguzaba el oído para oír la conversación.
-Suerte –musitó en dirección a Nox, que se encontraba junto a él-. Espero que la artrosis no te impida luchar.
Sin decir nada más, se abalanzó sobre el enemigo que vio más cerca, el cual no era otro que el sujeto que había estado conversando con Haruka. Sin embargo, cuando apenas había dado un paso un agudo sonido delante de su pie derecho le obligó a detenerse. «Otra vez no», se quejó al contemplar quién había decidido erigirse como su oponente.
Era una mujer con un escote casi tan grande como su nariz… o no. Tal vez fuera al revés, pero el hecho era que tenía un tabique nasal de lo más extraño. Su desagrado se debía a las pistolas que llevaba en ambas manos. Therax continuaba vendado en diversas zonas debido a las heridas de bala recibidas en el enfrentamiento contra la marine. ¿Cuál era su nombre? En ese momento no lo recordaba, pero ya pensaría en ello más tarde.
De cualquier modo, si algo le había enseñado el enfrentamiento con la uniformada era que no debía permitir que hubiera demasiada distancia entre ambos. En consecuencia, activó su Haki de observación y lo centró por completo en su oponente. Tras hacerlo, se precipitó en su dirección al tiempo que desenfundaba a Byakko y a Yuki-onna.
Curiosamente, la mujer se quedó quieta, dejando que se aproximase hasta unos límites que el rubio jamás habría sospechado. ¿Cuánta distancia podía separarles? ¿Cuatro, cinco metros? No obstante, cuando el domador alzó sus sables para lanzarle sendos cortes oblicuos, la tiradora alzó sus manos y disparó en dirección a las espadas.
Los proyectiles impactaron sobre las hojas, detonando a continuación y repeliendo con violencia a Therax. «¿No me puede tocar ni uno normal?», se quejó mientras rodaba por el suelo a varios metros de distancia de la asesina. ¿Cómo podía acercarse a ella? Ya le había mostrado el truco de las balas explosivas y estaría atento, pero a saber cuántos ases más guardaba bajo la manga.
Mientras terminaba de ponerse en pie, un extraño sonido y una discreta columna de vapor llamaron su atención. «¿Pero se puede saber qué está haciendo?», se preguntó Therax, alarmado, al ver cómo Luka asía una espada que sin duda alguna debía estar al rojo vivo. Ya tenía suficiente con curar sus cortes y contusiones; ¿también le iba a tocar sanar quemaduras por su inconsciencia? De cualquier modo… ¿no era él el gran médico? Ya se las apañaría como pudiera; él ya se había dicho que no se volvería a encargar de nadie. Por otro lado, el gyojin les había dejado claro que se iría en cuanto saliesen de allí –si es que lo lograban-, por lo que no podría encargarse de él ni aunque quisiera.
-¿Qué estás mirando? –dijo una voz frente a Therax. Correspondía a la mujer que quería introducir una bala en su cabeza, la cual había alzado la pistola que llevaba en su mano izquierda y apuntaba directamente al domador. «Pues vaya una asesina. ¿Cómo se llamará?», pensó el rubio al tiempo que se volvía a centrar en ella.
Su Haki de observación le puso en alerta poco antes de que un fogonazo naciera frente a él. Se hizo a un lado para esquivar la explosión, pero esa vez no hubo ninguna. La bala se perdió en algún lugar a las espaldas del rubio que, en cuanto hubo recuperado la estabilidad, volvió a lanzarse al ataque.
La tiradora no se movió del lugar en el que estaba. Simplemente se giró un poco para volver a encarar al espadachín que se abalanzaba sobre ella. Accionó el gatillo en tres ocasiones. ¿Explotaría la munición aquella vez? ¿Habría algún modo de anticipar la naturaleza de las balas? Si lo había, desde luego al rubio no se le ocurría. De todos modos, tampoco tenía en mente quedarse quieto para averiguarlo. Se afanó por cambiar la trayectoria cada unos instantes antes de que la tiradora disparase cada una de las veces.
Sí, los proyectiles explotaron. Todos y cada uno de ellos lo hicieron. Las dos primeras detonaciones no llegaron a afectar a Therax por poco, pero la tercera –pese a no incidir de forma directa sobre él- le desestabilizó. Su cuerpo se vio irremediablemente desplazado varios metros hacia un lateral, viéndose obligado el rubio a detener su acometida.
No obstante, en cuanto hubo recuperado el equilibrio volvió a impulsarse hacia la asesina. En esa ocasión no tuvo tiempo de frenar el avance del espadachín con un nuevo disparo. Cuando apenas medio metro separaba a ambos contendientes, la mujer hizo girar las pistolas en sus manos y, asiéndolas al revés, las usó para detener los sables del espadachín. Antes de que se produjese el choque, éstas adoptaron un color negruzco que emitía reflejos violáceos.
Un sonido metálico y seco se propagó por los alrededores, y la miembro de la organización criminal se vio obligada a retroceder varios metros ante el envite del domador. Quedaba claro que no se sentía cómoda en el combate cercano. Sin embargo, el modo en que había reaccionado ante el ataque de Therax reflejaba su versatilidad ante cualquier situación.
«Espero no acabar como con la marine. Esta vez no sé si podríamos escapar», reflexionó mientras continuaba haciendo fuerza en dirección a su oponente. Entonces hizo algo que el rubio no esperaba. Giró sobre sí misma y dejó que el peso del muchacho cayese hacia un lado. Aquello le brindó la oportunidad para, sin dejar de usar sus pistolas como escudo improvisado, orientar uno de los cañones de las mismas hacia su contrincante.
-¿Pero qué? –musitó el espadachín al ver las intenciones de la mujer. Se apartó como pudo, distanciándose un par de metros antes de que la bala fuese vomitada. Ésa no explotó, hecho que, por algún motivo, molestó a Therax. ¿Cómo demonios podía luchar sin saber a qué se atenía en cada disparo?
De cualquier modo, no era momento para ponerse a pensar en aquello. La asesina volvía a apuntarle con sus armas, y en su rostro se podía ver que no estaba para nada conforme con la cercanía de los últimos lances.
Entonces, como si hubiese decidido acabar con el enfrentamiento en aquel preciso instante, comenzó a accionar el gatillo una y otra vez. Therax se alejó y se desplazó hacia un lateral, asegurándose de que no se colocaba delante de ninguno de sus compañeros.
Apenas unas milésimas después de cada disparo, una explosión se producía en el lugar que hasta hacía un momento había ocupado el rubio. La ofensiva había pasado por completo a un segundo plano. No podía permitirse el lujo de avanzar en línea recta, ya que las probabilidades de recibir una de las dichosas explosiones aumentarían en gran medida. «Tal vez…», pensó, recordando la estrategia que había empleado en el último momento contra la del uniforme blanco.
No. Aquel intento de estrategia había sido un plan que rayaba en lo suicida. Había salido vivo de puro milagro, y nada garantizaba que fuese a tener la misma suerte en aquella ocasión. «Debe haber otra manera», pensó mientras era desplazado hacia atrás. La pistolera había anticipado su último movimiento y casi había logrado acertarle de pleno.
Pese a haber logrado librarse de la explosión en el último momento, ésta había logrado consumir buena parte de la peculiar camisa verde con la que cubría su torso. Apenas quedaba algo de ella: la única manga que habitualmente tenía y algo más de la mitad del tejido que solía cubrir su torso. Una quemadura adornaba la zona de su abdomen que había sido alcanzada por la detonación.
Therax se tomó un momento para evaluar la severidad de la herida. El aspecto no era demasiado bueno, pero no era mortal y debería permitirle acabar el combate –si es que lograba vencer-. El modo en que había predicho su última acción indicaba que controlaba el Haki de observación, ya que el rubio se había asegurado de no seguir un patrón fijo de movimiento. El combate estaba tomando un cariz que no le gustaba en absoluto, así que no le quedó otra más que subir una marcha.
Un manto azulado recubrió su cuerpo al completo, y en su espalda la energía concentró y protruyó para formar dos alas. El rostro de la mujer se tornó aún más serio si cabía, y un casi imperceptible gesto con la muñeca llamó la atención del rubio. «¿Podría ser que…?», se dijo, lanzándose al ataque para comprobar su teoría.
La asesina disparó varios proyectiles en su dirección, pero no esperaba tal incremento de velocidad en el rubio. En consecuencia, apenas si logró accionar el gatillo un par de veces antes de verse obligada a ponerse a la defensiva. Las balas no exploraron, confirmando la suposición de Therax. ¿Cómo lo hacía? ¿Alguna clase de mecanismo oculto en el arma? ¿Introduciendo una munición diferente a gran velocidad? Necesitaría una gran pericia para ello, pero vista la habilidad de su oponente no podía descartarlo.
De cualquier manera, el mecanismo que empleara no era lo más relevante. La cuestión era que no podía permitirse volver a darle espacio. Byakko y Yuki-onna volvieron a encontrarse con las pistolas imbuidas en Haki, y de nuevo la expresión de la asesina demostró que no se encontraba cómoda en aquella situación.
Therax comenzó a encadenar cortes con la intención de desarmarla pero, aunque lo hacía con grandes esfuerzos, la mujer lograba bloquear sus tajos y salir ilesa tras cada uno de ellos. A pesar de ello, el rubio no cejó en su empeño y continuó atosigándola. Encadenaba un ataque tras otro, pretendiendo no darle tiempo para que pudiese dispararle. De ese modo, más tarde o más temprano conseguiría vencer su defensa y derrotarla –o al menos eso esperaba-.
La del escote fue retrocediendo poco a poco y, tras cada envite, su semblante reflejaba con más claridad el agobio que sentía. «Vamos. Un poco más», se dijo Therax, tratando de aumentar el ritmo con el que acosaba a su oponente.
Fue en una de esas veces que, en un intento desesperado, la asesina le propinó una patada en el pecho para ganar algo de espacio. Lo logró y, haciendo un intento desesperado, disparó de nuevo una de aquellas balas que no explotaban. Therax vio venir su intención y se hizo a un lado, pero el proyectil rozó su hombro y se perdió en la distancia.
Un hilo de sangre recorría su brazo cuando, aprovechando que su oponente sólo tenía un brazo con el que poder defenderse, trazó dos cortes verticales en paralelo a la altura de su torso. La mujer consiguió frenar el avance de Yuki-onna, pero Byakko mordió su carne y la hizo caer de espaldas, inconsciente.
-¡Estoy… harto… de las pistolas! –exclamó, jadeando mientras pronunciaba las palabras. Entonces se detuvo a analizar sus heridas, fijándose en el disparo que le había alcanzado parcialmente en el hombro y la quemadura de su abdomen. «No son fatales», se dijo, observando las cercanías para ver si alguien necesitaba su ayuda.
Rose D. Alviss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me sorprendió el hecho que el plan final surgiera a raíz del mío de usar al capitán de cebo, como lo quieren muerto, no valía mi sugerencia. Aunque la supermegaultrachachiestrategia era ir a saco, directos, un ataque frontal. Dicen que la mejor solución tiende a ser la más simple, pero yo no estaba seguro del todo si era en este caso la correcta.
En el puerto no había nadie para registrarnos, lo cual era raro, ya que Haruka nos aseguró justo todo lo contrario, que habría seguridad.
No me gusta esto...
Por si acaso coloqué mis manos cerca de mis armas, por si el factor sorpresa fallaba. Llegamos a lo que parecía ser la plaza del pueblo de esta isla y de una casa salieron 7 personas, la misma cifra que nuestra banda, y uno de ellos parecía alegrarse de vernos, cosa que no me gustó ni un pelo. Dicho personaje hablo con nuestra representante femenina del grupo, debió verse venir nuestras intenciones y fue a por Zane, para matarlo. Cada uno de sus compañeros, por llamarles de algún modo, fueron a por los demás integrantes de la banda, incluso uno fue a por mí, por desgracia.
Mi adversario era un chaval que parecía tener un par de años más que yo, rubio, llevaba una pequeña diadema, no homo, creo, plateada, ropajes de color negro, salvo su camiseta que era a rayas moradas y negras. Desde el primer segundo puse en duda su hombría. Por último tenía los ojos... un momento... no le podía ver los ojos, ya que su pelo se los tapaba por completo. ¿¡Como veía!? ¿Acaso era vidente? ¿Quizás ciego y tenga los demás sentidos superdesarrollados? ¿Víctima de la moda? Aunque con esa diadema no me extrañaría que fuera así...
Quise llevar la iniciativa y saque a Korubo antes de que se acercará a mí demasiado y plegué su hoja cuando nos separaba escasos centímetros, pero me esquivó sin problemas.
Tiene haki... cojonudo, no me pagan lo suficiente para esto.
- ¡Eh, eso es trampa!
Le lancé varias de mis dagas, no con la intención de darle, porque eso lo daba por muy complicado, sino para mantener la distancia, pero los hechos del futuro vaticinan que fue un craso error, las esquiva sin hacer el más mínimo esfuerzo.
- Mi turno.
- Coño, si sabes hablar y todo. - Le dije con tono burlesco.
Puede que en tema bélico me gane, pero a bocazas no me gana.
Me lanco varias armas blancas a una velocidad mayor a la que lanzó yo mis dagas y directo a mí, conseguí esquivar casi todos, pero la última consigue darme en mi hombro derecho, produciéndome bastante daño, se hundió bastante, aunque no sobresalió por el otro lado. Me lo sacó y compruebo que era un bisturí.
Curiosa arma, igual se la plagio.
Miré a mi alrededor para saber qué tipo de armas usa, las que había en el suelo era más bisturís y además de dagas. Mi rival se empezó a reír.
- Tienes suerte que te haya dado con el bisturí, llega a ser alguna de las dagas y esto hubiera acabado demasiado rápido... aunque sólo estoy jugando contigo. - Me dijo esbozando una gran sonrisa, era evidente que disfrutaba con esto.
Dejó caer que sus dagas tenían algún veneno, o que simplemente tenían un filo más grande, por si acaso esquivar sus dagas era mi prioridad.
- Tengo un problema, ¿sabes? tus pintas me mosquean mucho, desde el momento que te ví he puesto en duda toda tu virilidad, si es que tienes, claro. - Le replique y mi respuesta le cabreó, por lo que intuí que era un tema delicado.
A mí a bocazas NO me ganas.
En el puerto no había nadie para registrarnos, lo cual era raro, ya que Haruka nos aseguró justo todo lo contrario, que habría seguridad.
No me gusta esto...
Por si acaso coloqué mis manos cerca de mis armas, por si el factor sorpresa fallaba. Llegamos a lo que parecía ser la plaza del pueblo de esta isla y de una casa salieron 7 personas, la misma cifra que nuestra banda, y uno de ellos parecía alegrarse de vernos, cosa que no me gustó ni un pelo. Dicho personaje hablo con nuestra representante femenina del grupo, debió verse venir nuestras intenciones y fue a por Zane, para matarlo. Cada uno de sus compañeros, por llamarles de algún modo, fueron a por los demás integrantes de la banda, incluso uno fue a por mí, por desgracia.
Mi adversario era un chaval que parecía tener un par de años más que yo, rubio, llevaba una pequeña diadema, no homo, creo, plateada, ropajes de color negro, salvo su camiseta que era a rayas moradas y negras. Desde el primer segundo puse en duda su hombría. Por último tenía los ojos... un momento... no le podía ver los ojos, ya que su pelo se los tapaba por completo. ¿¡Como veía!? ¿Acaso era vidente? ¿Quizás ciego y tenga los demás sentidos superdesarrollados? ¿Víctima de la moda? Aunque con esa diadema no me extrañaría que fuera así...
Quise llevar la iniciativa y saque a Korubo antes de que se acercará a mí demasiado y plegué su hoja cuando nos separaba escasos centímetros, pero me esquivó sin problemas.
Tiene haki... cojonudo, no me pagan lo suficiente para esto.
- ¡Eh, eso es trampa!
Le lancé varias de mis dagas, no con la intención de darle, porque eso lo daba por muy complicado, sino para mantener la distancia, pero los hechos del futuro vaticinan que fue un craso error, las esquiva sin hacer el más mínimo esfuerzo.
- Mi turno.
- Coño, si sabes hablar y todo. - Le dije con tono burlesco.
Puede que en tema bélico me gane, pero a bocazas no me gana.
Me lanco varias armas blancas a una velocidad mayor a la que lanzó yo mis dagas y directo a mí, conseguí esquivar casi todos, pero la última consigue darme en mi hombro derecho, produciéndome bastante daño, se hundió bastante, aunque no sobresalió por el otro lado. Me lo sacó y compruebo que era un bisturí.
Curiosa arma, igual se la plagio.
Miré a mi alrededor para saber qué tipo de armas usa, las que había en el suelo era más bisturís y además de dagas. Mi rival se empezó a reír.
- Tienes suerte que te haya dado con el bisturí, llega a ser alguna de las dagas y esto hubiera acabado demasiado rápido... aunque sólo estoy jugando contigo. - Me dijo esbozando una gran sonrisa, era evidente que disfrutaba con esto.
Dejó caer que sus dagas tenían algún veneno, o que simplemente tenían un filo más grande, por si acaso esquivar sus dagas era mi prioridad.
- Tengo un problema, ¿sabes? tus pintas me mosquean mucho, desde el momento que te ví he puesto en duda toda tu virilidad, si es que tienes, claro. - Le replique y mi respuesta le cabreó, por lo que intuí que era un tema delicado.
A mí a bocazas NO me ganas.
Ehto…
Musitó Zane para sus adentros, contemplando como los planes expuestos por casi todos los miembros de la banda consistían en llevarle preso a las puertas de la organización de asesinos para intentar tenderles una trampa. Aquello no solo no convencía al supernova, que tuvo que aguantarse las ganas de ir por su cuenta a por todos ellos, sino que contó hasta cien un par de veces para no alzar el vuelo e ir por su cuenta, de cara, tal y como a él le gustaba.
Sin tener nada en claro, se subieron a un bote y pusieron rumbo hacia su destino. Todo el camino fue placentero y sin muchos contratiempos. La mar estaba en calma, apenas sin oleaje, y el viento golpeaba suavemente la pequeña vela del diminuto balandro en el que estaban subidos. Todos estaban callados y en silencio, pero era un silencio incómodo. Se miraban los unos a los otros sin decir nada. Zane suspiraba cada poco tiempo, esperando que alguno dijera algo, sin embargo, sus deseos no se hicieron realidad. Durante el viaje cruzó varias miradas con Luka y su mirada denotaba tristeza y pesadumbre. No sabía que decirle para arreglar las cosas, así que, para bien o para mal, se quedó callado durante todo el viaje. Llegando a las costas del lugar donde se situaba la guarida de la araña, el resto comenzó a hablar un plan de acción. Fue entonces cuando el ambiente se destensó un poco.
-Luka tiene razón –añadió Zane, que no quitaba la vista del frente-. Sé que la mayoría de vosotros aún no ha quitado la vida a nadie, pero nuestros enemigos sí. Así que antes de que tengan la oportunidad de quitaros lo más bello que tenemos, sed vosotros quien acabe con ellos. Recordad que sois piratas, no hermanitas de la caridad. Y ante la duda, la ley pirata y sus costumbres os acogen.
Zane esperaba que todos ellos entendieran lo que estaba intentando decirles con su pequeño discurso. Si algo había promulgado durante sus años como pirata era que huir o retirarse a tiempo no era de cobardes, sino de gente inteligente que aprecia sus vidas, aunque eso fuera algo que él, personalmente, no cumplía a menudo. Estaba a favor de la más antigua y respetadas de las tradiciones piratas, que era huir vilmente con el rabo entre las piernas, pero hacía mucho que se había vuelto un temerario que solo buscaba ganar. Tal vez fuera porque la presencia e influencia de Kenny cada día era mayor en él, o quizás porque en lo más profundo de su interior considerase que no era digno escabullirse de una batalla. Fuera lo que fuera, en lo que se avecinaba, tenía que encargarse de que todos estuvieran vivos al final del día.
Desembarcaron en la costa más oriental de la isla. Era un terreno yelmo y baldío, sin vida alguna. La poca vegetación de aquella rocosa ínsula eran algas y musco pegados en las piedras de los espigones de la costa, además de algunos huertos individuales de las pocas casas que llenaban su espacio. El terreno estaba repleto de caminos que llevaban a un mismo lugar: una gran plaza de piedra granítica muy antigua y deteriorada.
-Esme –avisó Zane por den den mushi-. No tengo tiempo para darte explicaciones, solamente escucha y atiende, ¿vale?
-Afirmativo, capitán.
-Hemos salido de la isla en un pequeño balandrín pesquero. Seguid la vibrecard que tengo en la sala de navegación y venid a por nosotros. Situaos en la costa oriental y cuando lleguéis preparadlo todo para una huida rápida, ¿de acuerdo? Cambio y corto.
«Algo me dice que esta noche me cae un buen puteo por su parte» pensó, después de volver a guardar su den den mushi en el bolsillo.
Antes de que se dieran cuenta estaban en la gran plaza.
No había nadie, era un paisaje desolador y tétrico recubierto de polvo. El pelirrojo estornudó un par de veces, secándose los mocos con la manga de su sudadera.
-Maldita polvareda.
Zane, que iba a la cabeza de todos, alzó la mano para que pararan, pues comenzó a sentir presencias hostiles. Usó su mentra para concretar aquel sentimiento que puso alerta y poco después –dos o tres segundos-, aparecieron siete personas trajeadas de los más variopintas.
- Vaya, vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? -comentó un hombre vestido espantoso traje negro con camisa blanca, que parecía ser el líder-. Los jefes no me creyeron cuando les dije que no estabas por la labor de hacer tu trabajo y, sin embargo, aquí estás. Con tu capitán vivo y el resto de tu tripulación acompañándote. ¿Qué es esto, un intento de incursión? Menos mal que he venido preparado para este tipo de imprevistos. Ya que tú no pareces dispuesta a matar a tu capitán... será mejor que lo haga yo.
Y de pronto, todos desaparecieron durante un instante. No obstante, no tardaron en volver a aparecer, siendo el que había hablado el que se mostró frente a Zane, propinándole una patada en el costado que le envió varios metros hacia la derecha.
-¿Eso es todo lo que tiene alguien de la peor generación? Patético –dijo el hombre con arrogancia, mostrando una sonrisa de superioridad mientras esperaba que el pirata se levantase.
-¿Así que soru, no? –preguntó Zane, levantándose y desenfundando dos de sus katanas-. Te va a hacer falta algo más de velocidad si quieres ganar este combate.
En el poco tiempo que dura un pestañeo, el supernova se impulsó creando una explosión de fuego en sus piernas y se puso frente al trajeado, trazando una perfecta diagonal descendente con su diestra en dirección al cuello, casi al mismo tiempo que con su diestra, la cual estaba cogida de forma inversa, con la hoja paralela a su brazo intentaba propinarle un corte en el bajo vientre. La velocidad del ataque fue tan alta que no se defendió, pero Zane pudo notar como sus ataques no hendían la carne de su oponente, sino que fue como si chocara contra el mismísimo acero. Ante esto, dio un salto mientras desplegaba sus alas y se colocó a dos metros de él.
«También tekkai»
Dos técnicas del rokushiki en menos de dos minutos, así que tenía que comprobar si tenía más de ellas. Se elevó más en el aire, unos dos metros más, y se puso en guardia baja, con sus katanas por debajo de su cintura esperando un ataque de su contrincante. Como intuyó el pelirrojo, aquel sujeto comenzó a caminar en el aire, sosteniéndose mientras daba pequeños golpecitos con sus pies. Ya iban tres técnicas del gobierno mundial, además de su vestimenta. Algo no cuadraba en la mente del pirata.
-¡Oye, tú! –dijo Zane, dirigiéndose al trajeado-. Rokushiki, traje negro con solapas anchas… ¿Desde cuándo el gobierno mundial trabaja con una secta de asesinos? –preguntó.
-Eso no es de tu incumbencia.
-¿Así que no lo niegas?
-Ni lo afirmo. Tengo una misión, cortarte la cabeza y llevársela a mis superiores.
-En ese caso, ve avisando de que será una misión fallida.
El pelirrojo agarró su aki no hikari de forma normal y volvió a embestir al trajeado. La contienda estaba siendo muy igualada, intercambiando un golpe tras otro. Si Zane conseguía hacerle un pequeño corte, el supuesto agente le golpeaba tan fuerte que le dejaba sin respiración. Que uno se alejaba unos metros, el otro le alcanzaba antes de que pudiera defenderse. Sin lugar a duda era el combate más difícil que había tenido el pirata hasta la fecha, pero tenía la ventaja de que aún no se había transformado en su forma híbrida. Pero entonces, el agente se envolvió de electricidad y sacó un par de dagas que goteaban un extraño líquido de color morado.
El trajeado se acercó a gran velocidad, tanto que obligó al pelirrojo a defenderse con sus espadas pegadas al cuerpo, teniendo muy poco margen de maniobrabilidad. Una de esas gotas cayó sobre la mano de Zane y se quemó en el acto. Ante esto, usó su haki del rey para sorprender al hombre y creó una abertura para alejarse de él.
-Así que es verdad –dijo con tono de sorpresa-. Posees el haki del conquistador.
El pelirrojo no dijo nada, simplemente pensó que tenía que derrotarlo de un ataque. Le miró con el entrecejo fruncido y se deshizo de la parte superior de sus ropajes, mostrando ese torso perfecto que su madre había horneado durante nueve meses en su interior, y que él había formado en el gimnasio. Tras eso, una calurosa aura de color amarillenta le envolvió en espiral, girando con violencia a su alrededor. Los cabellos del pirata se erizaron y sus ojos se rasgaron como los de una bestia, como los de un ave rapaz que va en busca de su presa. A su espalda surgió un halo de energía, la cual irradiaba una luz blanca tan intensa que era cegadora. Dicha energía la trasladó a sus katanas, las cuales casi de forma inmediata cubrió de haki de armadura. El pirata ya no parecía un ser humano, sino una criatura divina que no era del mundo terrenal. Y agitando sus alas, a una velocidad ingente, atacó placó a su oponente con sus armas en cruz.
El hombro lo bloqueó gracias a su mantra, pero la potencia del ataque de Zane era demasiado fuerte, siendo capaz de romper sus dagas y hacerle una herida en torso. Los fijos de las espadas del pirata se hundieron en el cuerpo del trajeado, quemándole la piel tan rápido que las heridas se cauterizaron e impidió su sangrado. Tras eso, hizo un movimiento de apertura y le clavó las katanas en el costado, retorciéndoselas antes de sacarla.
El supernova sonreía y su mirada parecía la de un loco. ¿Quién estaría gobernando su cuerpo en ese momento? ¿Zane o Kenny?
Musitó Zane para sus adentros, contemplando como los planes expuestos por casi todos los miembros de la banda consistían en llevarle preso a las puertas de la organización de asesinos para intentar tenderles una trampa. Aquello no solo no convencía al supernova, que tuvo que aguantarse las ganas de ir por su cuenta a por todos ellos, sino que contó hasta cien un par de veces para no alzar el vuelo e ir por su cuenta, de cara, tal y como a él le gustaba.
Sin tener nada en claro, se subieron a un bote y pusieron rumbo hacia su destino. Todo el camino fue placentero y sin muchos contratiempos. La mar estaba en calma, apenas sin oleaje, y el viento golpeaba suavemente la pequeña vela del diminuto balandro en el que estaban subidos. Todos estaban callados y en silencio, pero era un silencio incómodo. Se miraban los unos a los otros sin decir nada. Zane suspiraba cada poco tiempo, esperando que alguno dijera algo, sin embargo, sus deseos no se hicieron realidad. Durante el viaje cruzó varias miradas con Luka y su mirada denotaba tristeza y pesadumbre. No sabía que decirle para arreglar las cosas, así que, para bien o para mal, se quedó callado durante todo el viaje. Llegando a las costas del lugar donde se situaba la guarida de la araña, el resto comenzó a hablar un plan de acción. Fue entonces cuando el ambiente se destensó un poco.
-Luka tiene razón –añadió Zane, que no quitaba la vista del frente-. Sé que la mayoría de vosotros aún no ha quitado la vida a nadie, pero nuestros enemigos sí. Así que antes de que tengan la oportunidad de quitaros lo más bello que tenemos, sed vosotros quien acabe con ellos. Recordad que sois piratas, no hermanitas de la caridad. Y ante la duda, la ley pirata y sus costumbres os acogen.
Zane esperaba que todos ellos entendieran lo que estaba intentando decirles con su pequeño discurso. Si algo había promulgado durante sus años como pirata era que huir o retirarse a tiempo no era de cobardes, sino de gente inteligente que aprecia sus vidas, aunque eso fuera algo que él, personalmente, no cumplía a menudo. Estaba a favor de la más antigua y respetadas de las tradiciones piratas, que era huir vilmente con el rabo entre las piernas, pero hacía mucho que se había vuelto un temerario que solo buscaba ganar. Tal vez fuera porque la presencia e influencia de Kenny cada día era mayor en él, o quizás porque en lo más profundo de su interior considerase que no era digno escabullirse de una batalla. Fuera lo que fuera, en lo que se avecinaba, tenía que encargarse de que todos estuvieran vivos al final del día.
Desembarcaron en la costa más oriental de la isla. Era un terreno yelmo y baldío, sin vida alguna. La poca vegetación de aquella rocosa ínsula eran algas y musco pegados en las piedras de los espigones de la costa, además de algunos huertos individuales de las pocas casas que llenaban su espacio. El terreno estaba repleto de caminos que llevaban a un mismo lugar: una gran plaza de piedra granítica muy antigua y deteriorada.
-Esme –avisó Zane por den den mushi-. No tengo tiempo para darte explicaciones, solamente escucha y atiende, ¿vale?
-Afirmativo, capitán.
-Hemos salido de la isla en un pequeño balandrín pesquero. Seguid la vibrecard que tengo en la sala de navegación y venid a por nosotros. Situaos en la costa oriental y cuando lleguéis preparadlo todo para una huida rápida, ¿de acuerdo? Cambio y corto.
«Algo me dice que esta noche me cae un buen puteo por su parte» pensó, después de volver a guardar su den den mushi en el bolsillo.
Antes de que se dieran cuenta estaban en la gran plaza.
No había nadie, era un paisaje desolador y tétrico recubierto de polvo. El pelirrojo estornudó un par de veces, secándose los mocos con la manga de su sudadera.
-Maldita polvareda.
Zane, que iba a la cabeza de todos, alzó la mano para que pararan, pues comenzó a sentir presencias hostiles. Usó su mentra para concretar aquel sentimiento que puso alerta y poco después –dos o tres segundos-, aparecieron siete personas trajeadas de los más variopintas.
- Vaya, vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? -comentó un hombre vestido espantoso traje negro con camisa blanca, que parecía ser el líder-. Los jefes no me creyeron cuando les dije que no estabas por la labor de hacer tu trabajo y, sin embargo, aquí estás. Con tu capitán vivo y el resto de tu tripulación acompañándote. ¿Qué es esto, un intento de incursión? Menos mal que he venido preparado para este tipo de imprevistos. Ya que tú no pareces dispuesta a matar a tu capitán... será mejor que lo haga yo.
Y de pronto, todos desaparecieron durante un instante. No obstante, no tardaron en volver a aparecer, siendo el que había hablado el que se mostró frente a Zane, propinándole una patada en el costado que le envió varios metros hacia la derecha.
-¿Eso es todo lo que tiene alguien de la peor generación? Patético –dijo el hombre con arrogancia, mostrando una sonrisa de superioridad mientras esperaba que el pirata se levantase.
-¿Así que soru, no? –preguntó Zane, levantándose y desenfundando dos de sus katanas-. Te va a hacer falta algo más de velocidad si quieres ganar este combate.
En el poco tiempo que dura un pestañeo, el supernova se impulsó creando una explosión de fuego en sus piernas y se puso frente al trajeado, trazando una perfecta diagonal descendente con su diestra en dirección al cuello, casi al mismo tiempo que con su diestra, la cual estaba cogida de forma inversa, con la hoja paralela a su brazo intentaba propinarle un corte en el bajo vientre. La velocidad del ataque fue tan alta que no se defendió, pero Zane pudo notar como sus ataques no hendían la carne de su oponente, sino que fue como si chocara contra el mismísimo acero. Ante esto, dio un salto mientras desplegaba sus alas y se colocó a dos metros de él.
«También tekkai»
Dos técnicas del rokushiki en menos de dos minutos, así que tenía que comprobar si tenía más de ellas. Se elevó más en el aire, unos dos metros más, y se puso en guardia baja, con sus katanas por debajo de su cintura esperando un ataque de su contrincante. Como intuyó el pelirrojo, aquel sujeto comenzó a caminar en el aire, sosteniéndose mientras daba pequeños golpecitos con sus pies. Ya iban tres técnicas del gobierno mundial, además de su vestimenta. Algo no cuadraba en la mente del pirata.
-¡Oye, tú! –dijo Zane, dirigiéndose al trajeado-. Rokushiki, traje negro con solapas anchas… ¿Desde cuándo el gobierno mundial trabaja con una secta de asesinos? –preguntó.
-Eso no es de tu incumbencia.
-¿Así que no lo niegas?
-Ni lo afirmo. Tengo una misión, cortarte la cabeza y llevársela a mis superiores.
-En ese caso, ve avisando de que será una misión fallida.
El pelirrojo agarró su aki no hikari de forma normal y volvió a embestir al trajeado. La contienda estaba siendo muy igualada, intercambiando un golpe tras otro. Si Zane conseguía hacerle un pequeño corte, el supuesto agente le golpeaba tan fuerte que le dejaba sin respiración. Que uno se alejaba unos metros, el otro le alcanzaba antes de que pudiera defenderse. Sin lugar a duda era el combate más difícil que había tenido el pirata hasta la fecha, pero tenía la ventaja de que aún no se había transformado en su forma híbrida. Pero entonces, el agente se envolvió de electricidad y sacó un par de dagas que goteaban un extraño líquido de color morado.
El trajeado se acercó a gran velocidad, tanto que obligó al pelirrojo a defenderse con sus espadas pegadas al cuerpo, teniendo muy poco margen de maniobrabilidad. Una de esas gotas cayó sobre la mano de Zane y se quemó en el acto. Ante esto, usó su haki del rey para sorprender al hombre y creó una abertura para alejarse de él.
-Así que es verdad –dijo con tono de sorpresa-. Posees el haki del conquistador.
El pelirrojo no dijo nada, simplemente pensó que tenía que derrotarlo de un ataque. Le miró con el entrecejo fruncido y se deshizo de la parte superior de sus ropajes, mostrando ese torso perfecto que su madre había horneado durante nueve meses en su interior, y que él había formado en el gimnasio. Tras eso, una calurosa aura de color amarillenta le envolvió en espiral, girando con violencia a su alrededor. Los cabellos del pirata se erizaron y sus ojos se rasgaron como los de una bestia, como los de un ave rapaz que va en busca de su presa. A su espalda surgió un halo de energía, la cual irradiaba una luz blanca tan intensa que era cegadora. Dicha energía la trasladó a sus katanas, las cuales casi de forma inmediata cubrió de haki de armadura. El pirata ya no parecía un ser humano, sino una criatura divina que no era del mundo terrenal. Y agitando sus alas, a una velocidad ingente, atacó placó a su oponente con sus armas en cruz.
El hombro lo bloqueó gracias a su mantra, pero la potencia del ataque de Zane era demasiado fuerte, siendo capaz de romper sus dagas y hacerle una herida en torso. Los fijos de las espadas del pirata se hundieron en el cuerpo del trajeado, quemándole la piel tan rápido que las heridas se cauterizaron e impidió su sangrado. Tras eso, hizo un movimiento de apertura y le clavó las katanas en el costado, retorciéndoselas antes de sacarla.
El supernova sonreía y su mirada parecía la de un loco. ¿Quién estaría gobernando su cuerpo en ese momento? ¿Zane o Kenny?
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Akuma no mi
Varios
La chiquilla me obligó a enfundar a Yami y Hikari con sus constantes ataques físicos, para enzarzarnos en un intercambio de golpes con malas intenciones, pero que parecíamos poder bloquear sin problemas. La pequeña debía estar a mi nivel, más o menos, en cuanto a entrenamiento físico, pero dudaba que con su corta edad contase con la misma experiencia que yo.
Por su forma de pelear, con golpes tan precisos y una ligera tendencia a la fanfarronería en algunos movimientos exagerados, pude intuir que había sido entrenada especialmente por Phoenix. Aquel estilo de pelear era su marca personal, aunque la pequeña había añadido pasos de lo que parecía ser break dance, para ejecutar patadas giratorias mientras hacía el pino o giraba sobre sus manos.
Por los extremos de sus mangas holgadas se podía percibir su extrema delgadez, lo que cualquiera poco profesional acusaría a falta de fuerza y debilidad física. Pero era todo lo contrario. Aquella niña no estaba en los huesos, sino que a su pequeño esqueleto se había pegado una capa de puro músculo que endurecía sus golpes y les daba más contundencia. Su aparente estado de fragilidad se debía a que no poseía un sólo gramo de grasa bajo la piel, y probablemente llevaba ropas holgadas a efectos de comodidad y ocultar su figura musculada a partes iguales. De eso me di cuenta cuando recibí una patada especialmente potente en el antebrazo izquierdo y, al bloquear, pude ver cómo la carne cedía y me vi obligada a alejarme de la trayectoria del golpe con un salto para evitar que me rompiese los huesos.
Me observé la zona afectada con preocupación, notando cómo me palpitaban las venas del brazo. Aquello me habría roto algunos músculos, sin duda, lo que me haría perder fuerza de sujección en ese brazo, y probablemente también agilidad a la hora de manejar armas. Si hubiese dejado el brazo allí un segundo más, se habría roto por completo. Parecía costarme un poco, como si mis movimientos estuviesen ralentizados, pero podía mover la muñeca sin problemas, así que al menos seguía intacto.
- Deja que lo adivine, eres la nueva pupila de Phoenix, que te está enseñando todo lo que sabes para que, en el futuro, puedas entrar a trabajar al... ¿Gobierno Mundial? Bajo su mandato -no estaba del todo segura de que Phoenix era un agente del gobierno, aunque aquella era la hipótesis más plausible. Los enormes ojos violáceos de la pálida chiquilla se abrieron ligeramente sin que ella pudiera evitarlo, lo que confirmó mis sospechas-. ¿Quieres que te cuente un secreto? ¿Quieres que te diga cómo acabó su anterior discípulo? -pregunté con una ligera sonrisa, al tiempo que disimuladamente llevaba una mano a la espalda, donde guardaba la Dominator, y abría la solapa que la mantenía sujeta a la funda anclada a mi cinturón. La morena frunció el ceño y se colocó en posición ofensiva.
- No caeré en tus trampas -aseguró, para propinarme un un gancho directo a la nariz, que golpeó mi mejilla cuando estaba aún reaccionando, y me empujó hacia un lado.
- Oh, pero debes tener curiosidad. Eres una chica hábil y pareces inteligente, pero tienes ojos de perrillo faldero -insulté, al tiempo que alargaba la pierna derecha para colarla entre las suyas y enganchar su tobillo derecho, antes de llevarla hacia atrás, haciéndola perder el equilibrio y tirándola al suelo-. Lo mató porque "no daba la talla" -le mentí, gesticulando las comillas con las manos-. ¿Qué crees que va a pasar contigo cuando pierdas contra mí? -amenacé con una sonrisa, en un intento por atemorizarla.
La chiquilla alargó una palma hacia mí a toda velocidad, y vi con rostro atónito cómo me clavaba un dedo en el abdomen.
- El maestro me dijo que subestimabas a tus oponentes y eras demasiado fanfarrona. Tenía razón -comentó, antes de deslizar el dedo huesudo de vuelta al exterior y menear la mano para limpiarse la sangre.
Aquello debía ser Rokushiki. ¿O quizá habilidad de alguna akuma no mi? A mi pesar, ella estaba en lo cierto, confiaba demasiado en mis habilidades y tendía a subestimar a mis oponentes, porque estaba acostumbrada a ganar. Aunque, por otro lado, cuando sabía que alguien era más fuerte que yo -como en el caso de Phoenix- me causaba pavor la sola idea de un enfrentamiento a vida o muerte.
Ese juicio extremo me había llevado a aquella situación. Si no me equivocaba, no me había perforado ningún órgano vital, pero la sangre salía a borbotones y la herida era profunda. Tenía que acabar rápido.
Nada más limpiarse la sangre, la niña dio un salto y empezó a desplazarse por el aire a patadas, lo que reconocí como Geppou. Ah, pero yo también sabía hacer eso.
Me impulsé con ambas piernas hacia ella y preparé un puñetazo directo a la boca de su estómago, pero la niña lo esquivó moviéndose con flexibilidad, como si fuese de... plastilina. Kami-e, otro de los preceptos del rokushiki. Sólo podía dar por sentado que aquella niña los conocía todos, y golpearla físicamente iba a ser complicado si era capaz de esquivar todas mis ofensivas.
No obstante...
Emití un grito al tiempo que preparaba el puño izquierdo con intención de propinarle un nuevo puñetazo, mientras llevaba la diestra a la espalda para desenfundar la Dominator y situarla con un sutil movimiento de dedos en el nivel tres.
- Tekkai -murmuró la niña, que sin duda pretendía recibir el puñetazo de lleno. Justo antes de que mi puño impactase su cuerpo volví a impulsarme el aire con ayuda de las piernas para quedar un par de metros por encima de ella, apunté con la pistola directamente entre sus ojos y disparé.
La chiquilla sólo tuvo tiempo de mirarme con sorpresa antes de que el rayo penetrase su cerebro y la dejase instantáneamente fuera de combate. Cayó al suelo produciendo un ruido seco y se quedó allí tendida, profundamente dormida. Despertaría en unos minutos con un horrible dolor de cabeza, pero por el momento era completamente inofensiva.
Aterricé con suavidad en la plaza y me guardé a la Dominator antes de mirar a mi alrededor. Algunos seguían luchando, otros ya habían terminado y parecían ayudar a los que aún peleaban, y Zane estaba en esos momentos terminando con Phoenix con una facilidad que me resultó impactante.
La fuerza bestial de aquel pájaro ardiente no parecía conocer límites.
Distraída por la escena y con el pensamiento de que no había enemigos cerca, alguien aprovechó para hacerme una llave que me retorció ambos brazos y los apresó a la espalda.
- Pareces herida -dijo una voz familiar, con tono decepcionado-. No deberías bajar la guardia, estás perdiendo facultades. Sólo un par de años fuera de la organización y ya te has vuelto más débil. ¿Cuándo piensas regresar a casa, Rookie? -susurró a mi oído. Giré el rostro para mirarlo por el rabillo del ojo. Art había conseguido acercarse a mí haciendo gala de su sigilo extremo. Y no estaba solo.
Me empujó con sus brazos, obligándome a ponerme de rodillas y chasqueó la lengua mientras miraba a su alrededor-. Phoenix dijo que podía encargarse él solo así que le dimos la oportunidad, pero... él y sus secuaces han demostrado ser poco más que inútiles. Si nos han matado tus compañeros, lo haremos nosotros -determinó con frialdad.
- ¿Incluso a la niña? ¿Cuántos años tiene, doce? -pregunté desde el suelo, ante lo cual Art retorció más mis brazos, y pude notar a los huesos ceder. Quizá no estaban rotos, todavía, pero un poco más de fuerza y acabaría con ambos brazos inutilizados. Bonita manera de decirme que me callara la boca.
Había alguien más con Art, pude discernir entonces un pelo rojo como el fuego a su lado, que se acercó al centro de la plaza y entró en mi campo de visión. Parecía una especie de... samurái yanki con pinta de pervertido.
- ¡Bueno! -exclamó el pelirrojo, con tono jovial-. Ya que ya habéis acabado con los entrantes, va siendo hora del plato principal -comentó, desenfundando sus espadas-. Cuánto tiempo sin verte, hijo mío -le dijo a Zane, encarándolo.
Puse los ojos en blanco. Pelirrojo samurái yanki con pinta de pervertido. Debería haberlo adivinado.
Art se colocó en cuclillas a mi lado sin soltarme, dispuesto a continuar nuestra conversación.
- ¿Por qué? ¿Te has sentido identificada con la pequeña asesina escuálida?
- Eso depende. ¿Te la estás tirando? -no pude evitar escupir, lo que me costó un brazo y una patada que me hizo golpear el suelo con la cara.
Desde allí pude ver a más enemigos saliendo de las sombras y uniéndose al... ¿padre de Zane? en el centro de la plaza.
Pude comprobar con tan sólo un vistazo que no conocía de nada a aquella gente, y que probablemente ni siquiera trabajaban para la Araña. ¿Qué hacía esa gentuza allí? ¿Contrato externo? Tendría hasta sentido. Aunque teniendo en cuenta mi escaso conocimiento de la organización, bien podían ser miembros a los que simplemente no conocía.
Acompañando al samurái pelirrojo había un gyojin que, desde mi posición del suelo fui incapaz de ubicar, bastante musculoso y grandote y con pinta de pocos amigos; un tipo con los brazos extremadamente largos y dos codos por brazo que reconocí como perteneciente a la tribu de brazos largos, aunque de esos sólo había leído en los libros; una especie de híbrido entre persona y pantera, quizá usuario de zoan o quizá un mink, de los que sólo había leído en libros también; y, por último, un semigigante enorme y musculoso con el pelo azul.
Ya estábamos cansados y malheridos, y las tablas se tornaban en nuestra contra.
¿Acaso podíamos salir vivos de aquella isla?
Por su forma de pelear, con golpes tan precisos y una ligera tendencia a la fanfarronería en algunos movimientos exagerados, pude intuir que había sido entrenada especialmente por Phoenix. Aquel estilo de pelear era su marca personal, aunque la pequeña había añadido pasos de lo que parecía ser break dance, para ejecutar patadas giratorias mientras hacía el pino o giraba sobre sus manos.
Por los extremos de sus mangas holgadas se podía percibir su extrema delgadez, lo que cualquiera poco profesional acusaría a falta de fuerza y debilidad física. Pero era todo lo contrario. Aquella niña no estaba en los huesos, sino que a su pequeño esqueleto se había pegado una capa de puro músculo que endurecía sus golpes y les daba más contundencia. Su aparente estado de fragilidad se debía a que no poseía un sólo gramo de grasa bajo la piel, y probablemente llevaba ropas holgadas a efectos de comodidad y ocultar su figura musculada a partes iguales. De eso me di cuenta cuando recibí una patada especialmente potente en el antebrazo izquierdo y, al bloquear, pude ver cómo la carne cedía y me vi obligada a alejarme de la trayectoria del golpe con un salto para evitar que me rompiese los huesos.
Me observé la zona afectada con preocupación, notando cómo me palpitaban las venas del brazo. Aquello me habría roto algunos músculos, sin duda, lo que me haría perder fuerza de sujección en ese brazo, y probablemente también agilidad a la hora de manejar armas. Si hubiese dejado el brazo allí un segundo más, se habría roto por completo. Parecía costarme un poco, como si mis movimientos estuviesen ralentizados, pero podía mover la muñeca sin problemas, así que al menos seguía intacto.
- Deja que lo adivine, eres la nueva pupila de Phoenix, que te está enseñando todo lo que sabes para que, en el futuro, puedas entrar a trabajar al... ¿Gobierno Mundial? Bajo su mandato -no estaba del todo segura de que Phoenix era un agente del gobierno, aunque aquella era la hipótesis más plausible. Los enormes ojos violáceos de la pálida chiquilla se abrieron ligeramente sin que ella pudiera evitarlo, lo que confirmó mis sospechas-. ¿Quieres que te cuente un secreto? ¿Quieres que te diga cómo acabó su anterior discípulo? -pregunté con una ligera sonrisa, al tiempo que disimuladamente llevaba una mano a la espalda, donde guardaba la Dominator, y abría la solapa que la mantenía sujeta a la funda anclada a mi cinturón. La morena frunció el ceño y se colocó en posición ofensiva.
- No caeré en tus trampas -aseguró, para propinarme un un gancho directo a la nariz, que golpeó mi mejilla cuando estaba aún reaccionando, y me empujó hacia un lado.
- Oh, pero debes tener curiosidad. Eres una chica hábil y pareces inteligente, pero tienes ojos de perrillo faldero -insulté, al tiempo que alargaba la pierna derecha para colarla entre las suyas y enganchar su tobillo derecho, antes de llevarla hacia atrás, haciéndola perder el equilibrio y tirándola al suelo-. Lo mató porque "no daba la talla" -le mentí, gesticulando las comillas con las manos-. ¿Qué crees que va a pasar contigo cuando pierdas contra mí? -amenacé con una sonrisa, en un intento por atemorizarla.
La chiquilla alargó una palma hacia mí a toda velocidad, y vi con rostro atónito cómo me clavaba un dedo en el abdomen.
- El maestro me dijo que subestimabas a tus oponentes y eras demasiado fanfarrona. Tenía razón -comentó, antes de deslizar el dedo huesudo de vuelta al exterior y menear la mano para limpiarse la sangre.
Aquello debía ser Rokushiki. ¿O quizá habilidad de alguna akuma no mi? A mi pesar, ella estaba en lo cierto, confiaba demasiado en mis habilidades y tendía a subestimar a mis oponentes, porque estaba acostumbrada a ganar. Aunque, por otro lado, cuando sabía que alguien era más fuerte que yo -como en el caso de Phoenix- me causaba pavor la sola idea de un enfrentamiento a vida o muerte.
Ese juicio extremo me había llevado a aquella situación. Si no me equivocaba, no me había perforado ningún órgano vital, pero la sangre salía a borbotones y la herida era profunda. Tenía que acabar rápido.
Nada más limpiarse la sangre, la niña dio un salto y empezó a desplazarse por el aire a patadas, lo que reconocí como Geppou. Ah, pero yo también sabía hacer eso.
Me impulsé con ambas piernas hacia ella y preparé un puñetazo directo a la boca de su estómago, pero la niña lo esquivó moviéndose con flexibilidad, como si fuese de... plastilina. Kami-e, otro de los preceptos del rokushiki. Sólo podía dar por sentado que aquella niña los conocía todos, y golpearla físicamente iba a ser complicado si era capaz de esquivar todas mis ofensivas.
No obstante...
Emití un grito al tiempo que preparaba el puño izquierdo con intención de propinarle un nuevo puñetazo, mientras llevaba la diestra a la espalda para desenfundar la Dominator y situarla con un sutil movimiento de dedos en el nivel tres.
- Tekkai -murmuró la niña, que sin duda pretendía recibir el puñetazo de lleno. Justo antes de que mi puño impactase su cuerpo volví a impulsarme el aire con ayuda de las piernas para quedar un par de metros por encima de ella, apunté con la pistola directamente entre sus ojos y disparé.
La chiquilla sólo tuvo tiempo de mirarme con sorpresa antes de que el rayo penetrase su cerebro y la dejase instantáneamente fuera de combate. Cayó al suelo produciendo un ruido seco y se quedó allí tendida, profundamente dormida. Despertaría en unos minutos con un horrible dolor de cabeza, pero por el momento era completamente inofensiva.
Aterricé con suavidad en la plaza y me guardé a la Dominator antes de mirar a mi alrededor. Algunos seguían luchando, otros ya habían terminado y parecían ayudar a los que aún peleaban, y Zane estaba en esos momentos terminando con Phoenix con una facilidad que me resultó impactante.
La fuerza bestial de aquel pájaro ardiente no parecía conocer límites.
Distraída por la escena y con el pensamiento de que no había enemigos cerca, alguien aprovechó para hacerme una llave que me retorció ambos brazos y los apresó a la espalda.
- Pareces herida -dijo una voz familiar, con tono decepcionado-. No deberías bajar la guardia, estás perdiendo facultades. Sólo un par de años fuera de la organización y ya te has vuelto más débil. ¿Cuándo piensas regresar a casa, Rookie? -susurró a mi oído. Giré el rostro para mirarlo por el rabillo del ojo. Art había conseguido acercarse a mí haciendo gala de su sigilo extremo. Y no estaba solo.
Me empujó con sus brazos, obligándome a ponerme de rodillas y chasqueó la lengua mientras miraba a su alrededor-. Phoenix dijo que podía encargarse él solo así que le dimos la oportunidad, pero... él y sus secuaces han demostrado ser poco más que inútiles. Si nos han matado tus compañeros, lo haremos nosotros -determinó con frialdad.
- ¿Incluso a la niña? ¿Cuántos años tiene, doce? -pregunté desde el suelo, ante lo cual Art retorció más mis brazos, y pude notar a los huesos ceder. Quizá no estaban rotos, todavía, pero un poco más de fuerza y acabaría con ambos brazos inutilizados. Bonita manera de decirme que me callara la boca.
Había alguien más con Art, pude discernir entonces un pelo rojo como el fuego a su lado, que se acercó al centro de la plaza y entró en mi campo de visión. Parecía una especie de... samurái yanki con pinta de pervertido.
- ¡Bueno! -exclamó el pelirrojo, con tono jovial-. Ya que ya habéis acabado con los entrantes, va siendo hora del plato principal -comentó, desenfundando sus espadas-. Cuánto tiempo sin verte, hijo mío -le dijo a Zane, encarándolo.
Puse los ojos en blanco. Pelirrojo samurái yanki con pinta de pervertido. Debería haberlo adivinado.
Art se colocó en cuclillas a mi lado sin soltarme, dispuesto a continuar nuestra conversación.
- ¿Por qué? ¿Te has sentido identificada con la pequeña asesina escuálida?
- Eso depende. ¿Te la estás tirando? -no pude evitar escupir, lo que me costó un brazo y una patada que me hizo golpear el suelo con la cara.
Desde allí pude ver a más enemigos saliendo de las sombras y uniéndose al... ¿padre de Zane? en el centro de la plaza.
Pude comprobar con tan sólo un vistazo que no conocía de nada a aquella gente, y que probablemente ni siquiera trabajaban para la Araña. ¿Qué hacía esa gentuza allí? ¿Contrato externo? Tendría hasta sentido. Aunque teniendo en cuenta mi escaso conocimiento de la organización, bien podían ser miembros a los que simplemente no conocía.
Acompañando al samurái pelirrojo había un gyojin que, desde mi posición del suelo fui incapaz de ubicar, bastante musculoso y grandote y con pinta de pocos amigos; un tipo con los brazos extremadamente largos y dos codos por brazo que reconocí como perteneciente a la tribu de brazos largos, aunque de esos sólo había leído en los libros; una especie de híbrido entre persona y pantera, quizá usuario de zoan o quizá un mink, de los que sólo había leído en libros también; y, por último, un semigigante enorme y musculoso con el pelo azul.
Ya estábamos cansados y malheridos, y las tablas se tornaban en nuestra contra.
¿Acaso podíamos salir vivos de aquella isla?
Mist D. Spanner
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El pelimorado se mantuvo en silencio durante todo el viaje, casi como si no estuviera allí. Eso es porque, en realidad, no lo estaba. Al menos no mentalmente. No tenía sentido escuchar los planes de los demás, no iban a servir. Iban a llegar al sitio y a darse de hostias, por lo que el científico preparó esos minutos de viaje para prepararse mentalmente. Su palacio mental era una enorme biblioteca de alto techo, con cajones y archivos que guardaban sus recuerdos. Se encontraba en un sillón de terciopelo, juntando los dedos. Frente a él había otro sillón, donde estaba sentado… él. Otro él.
─¿Estamos dispuestos a morir por Haru?
─Por ella no lo sé. ¿Por Zane? Absolutamente.
─Es el capitán. Él manda.
─Pero eso no lo explica.
─¿No explica el qué?
─Porque me hierve la sangre cuando pienso en lo que le han hecho a Haru.
Su doble no contestó, pues ya no estaba allí. Rara vez el espadachín se dejaba llevar por las emociones, y se negaba a que aquella fuese una de las veces. Sí, lo hacía por Zane… y por nadie más. Tras mentirse volvió de nuevo al barco. Ya estaban llegando. Spanner, con discreción, se separó del resto y se adentró en la isla por su cuenta. Tal vez podría encontrar algo de utilidad para ayudar a H… Zane. Aunque lo dudaba. No había nada. El resto se habían ido ya a la plaza, y el espadachín estaba dispuesto a unírseles, cuando de golpe su haki le avisó. Una espada lo atravesó como si de aire se tratase y Spanner se quedó quieto, sintiendo una presencia tras él.
─Eso no lo esperaba -dijo una femenina voz.
Se dio la vuelta y vio, ante sí, a una muchacha delgada de pelo negro con un sombrero azul, muy hortera, vestida con lo más feo que había visto en su vida, pues parecía un traje de neopreno con chaqueta. Llevaba una larga espada con ambas manos, aunque el pirata pensó que era lo suficientemente versátil como para usarla con una. Extraña decisión de la asesina. Porque sí, aquella mujer solo podía formar parte de aquel extraño grupo.
─No hacía falta tanta impaciencia, ya estaba volviendo -dijo el pirata mientras sacaba su espada, con funda incluida, del cinturón, para sujetarla con la mano izquierda, sin llegar a desenvainarla.
─Cuando Phoenix me dijo que faltaba uno y que lo buscase pensé que no te encontraría. Que eras uno de los que había decidido abandonar a Haruka a su suerte. Y resulta que no… tan solo eres el más débil de la banda, escondiéndose.
─¿El más débil?
─¿Tan solo siete millones de recompensa? ¿En la banda de uno de los peores de su generación? Seguramente debes ser el grumete, el chico de cabina…
Spanner sonrió. Podría jugar con aquella subestimación a su favor. Cerró la mano derecha sobre el mango de Taiyo, cuya vaina descansaba aún en su mano izquierda, mientras flexionaba las rodillas y se colocaba en posición. Su enemiga hizo lo propio, colocando con ambas manos su espada frente a sí.
─Veamos si eso es cierto.
─Esta vez sí podría cortarte.
Spanner saltó a un lado para esquivar uno de los espadazos, cuyo mantra le avisó que aquella vez no podría evitar tan solo volviéndose intangible. La muchacha tenía una forma de contrarrestar su habilidad. No podía ser kairoseki, pues el primer espadazo había fallado. Solo podía ser haki. El espadachín, en un rápido movimiento, desenvainó y atacó a la vez, aprovechando la inercia de la chica al atacar y su poca maniobrabilidad en el momento. La muchacha, por los pelos, consiguió esquivarlo saltando hacia atrás. El chico volvió a envainar su espada.
─Iaido. La habilidad del espadachín de desenvainar y atacar a la vez. Uno de los estilos con espada más veloces. Tu estilo no parece muy maniobrable, ¿verdad?
─¿Estamos dispuestos a morir por Haru?
─Por ella no lo sé. ¿Por Zane? Absolutamente.
─Es el capitán. Él manda.
─Pero eso no lo explica.
─¿No explica el qué?
─Porque me hierve la sangre cuando pienso en lo que le han hecho a Haru.
Su doble no contestó, pues ya no estaba allí. Rara vez el espadachín se dejaba llevar por las emociones, y se negaba a que aquella fuese una de las veces. Sí, lo hacía por Zane… y por nadie más. Tras mentirse volvió de nuevo al barco. Ya estaban llegando. Spanner, con discreción, se separó del resto y se adentró en la isla por su cuenta. Tal vez podría encontrar algo de utilidad para ayudar a H… Zane. Aunque lo dudaba. No había nada. El resto se habían ido ya a la plaza, y el espadachín estaba dispuesto a unírseles, cuando de golpe su haki le avisó. Una espada lo atravesó como si de aire se tratase y Spanner se quedó quieto, sintiendo una presencia tras él.
─Eso no lo esperaba -dijo una femenina voz.
Se dio la vuelta y vio, ante sí, a una muchacha delgada de pelo negro con un sombrero azul, muy hortera, vestida con lo más feo que había visto en su vida, pues parecía un traje de neopreno con chaqueta. Llevaba una larga espada con ambas manos, aunque el pirata pensó que era lo suficientemente versátil como para usarla con una. Extraña decisión de la asesina. Porque sí, aquella mujer solo podía formar parte de aquel extraño grupo.
─No hacía falta tanta impaciencia, ya estaba volviendo -dijo el pirata mientras sacaba su espada, con funda incluida, del cinturón, para sujetarla con la mano izquierda, sin llegar a desenvainarla.
─Cuando Phoenix me dijo que faltaba uno y que lo buscase pensé que no te encontraría. Que eras uno de los que había decidido abandonar a Haruka a su suerte. Y resulta que no… tan solo eres el más débil de la banda, escondiéndose.
─¿El más débil?
─¿Tan solo siete millones de recompensa? ¿En la banda de uno de los peores de su generación? Seguramente debes ser el grumete, el chico de cabina…
Spanner sonrió. Podría jugar con aquella subestimación a su favor. Cerró la mano derecha sobre el mango de Taiyo, cuya vaina descansaba aún en su mano izquierda, mientras flexionaba las rodillas y se colocaba en posición. Su enemiga hizo lo propio, colocando con ambas manos su espada frente a sí.
─Veamos si eso es cierto.
─Esta vez sí podría cortarte.
Spanner saltó a un lado para esquivar uno de los espadazos, cuyo mantra le avisó que aquella vez no podría evitar tan solo volviéndose intangible. La muchacha tenía una forma de contrarrestar su habilidad. No podía ser kairoseki, pues el primer espadazo había fallado. Solo podía ser haki. El espadachín, en un rápido movimiento, desenvainó y atacó a la vez, aprovechando la inercia de la chica al atacar y su poca maniobrabilidad en el momento. La muchacha, por los pelos, consiguió esquivarlo saltando hacia atrás. El chico volvió a envainar su espada.
─Iaido. La habilidad del espadachín de desenvainar y atacar a la vez. Uno de los estilos con espada más veloces. Tu estilo no parece muy maniobrable, ¿verdad?
Luka Rooney
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Akuma no mi
Varios
Observé a Alviss cerca mía pasando más de un apuro ante su rival, por lo que me decidí a ayudarle en lo que pudiera. Su rival tenía unas pintas raras y un curioso arma que no logré ubicar hasta que me situé cerca de él. Parecían cuchillos encadenados a un hilo. Jamás había visto un arma semejante, por lo que sería Interesante ver el transcurso de la pelea y qué utilidad tenían realmente.
El tipo lanzó un ataque al ex-compañero de banda que me dispuse a frenar cubriendo ambas palmas de las manos con haki.
- Creo que necesitas algo de ayuda, compañero. Me vas a deber dos tras esto.
Al frenar el ataque, el rival intentó una serie de combos contra mí que fuí evadiendo desplazándome lateralmente hasta que ví el momento oportuno para, aprovechando que tenía las palmas recubiertas de haki, dar una contundente a la par que sonora hostia a mano abierta sobre su mejilla, la cual quedó marcada, hecho que me enorgulleció. Ninguna hostia con la mano abierta era superior a la de un Gyojin. Bueno, salvo la de un gigante.
Aquél golpe me recordó al que una madre le daba a un hijo cuando hacía algo, a su juicio, negativo. O cuando simplemente se sobrepasaba en algo. La hostia resonó bastante, lo cual era una evidente humillación para aquél tipo. No pude reprimir la carcajada y mirar a Alviss al mismo tiempo.
- ¿Y este tipo te estaba poniendo en aprietos? -comenté en tono jocoso-. Vamos a acabar ya.
Incité al pirata a ayudarme en el siguiente ataque, aunque el rival parecía más centrado en mí, quizá por la ofensa anterior. Fuimos compartiendo esquives ante ofensivas débiles hasta que el nuevo integrante consiguió dar en el blanco del rival con una de sus dagas. Momento que aproveché para, saltando, propinar una patada voladora sobre el cuerpo del excéntrico luchador, el cual cayó al suelo y rodó, aunque de alguna manera debía haber evitado el golpe, ya que se reincoporó -para mi sorpresa- al instante, utilizando su curiosa arma sobre mí y dándome un par de golpes con los cuales se clavaron armas en mi piel.
¿Bisturís?
En uno de los golpes aproveché para coger el hilo, clavándome un bisturí sobre mis ya magulladas palmas y, tras ello, tirar hacia mí con toda la fuerza posible, despidiendo al enemigo hacia mi dirección y propinándole un doloro rodillazo en la boca del estómago para después, aprovechando su posición de dolor, darle un golpe con el codo sobre su nuca, haciéndole caer al suelo.
Sentí algo en mi cuerpo que me debilitaba en ese momento. Aunque no tuve tiempo para examinarlo. Un pelirrojo con cierto parecido a Zane entró en escena y, tras unas palabras, pareció dar a entender que era su padre, sin embargo, presentó cierta hostilidad contra todos los demás, por lo que pronto descarté esa opción. Quizá era una manera de hablar cercana.
La confusión creada por la aparición de ese tipo hizo que nuestro rival estuviese de nuevo peleando contra Alviss en solitario. Sin pensármelo dos veces salí corriendo hacia él y lo plaqué, logrando morderle en el brazo y arrancándole un trozo de carne que no dudé en expulsar, quedándome un regusto a sangre que ya empezaba a ser algo bastante común. Cuando me disponía a acabar con él propinándole una serie de puñetazos, algo me golpeó e hizo que saliese despedido, notando una extraordinaria fuerza a mi alrededor.
¿Qué demonios?
Un musculoso Gyojin se encontraba a mi lado apoyado en la piedra que acababa de golpear. De él provenía la fuerza. Portaba un majestuoso tridente y su mirada me lo decía todo.
- No haces honor a nuestra raza, eres muy débil.
Y sin más dilación, se lanzó a una elevada velocidad hacia mí.
¿Quienes serán estos? Y, sobre todo. ¿Qué querrán? Pensé a la par que adoptaba una pose defensiva, intentando tantear si la fuerza que percibía de aquel tipo era realmente verdadera.
El tipo lanzó un ataque al ex-compañero de banda que me dispuse a frenar cubriendo ambas palmas de las manos con haki.
- Creo que necesitas algo de ayuda, compañero. Me vas a deber dos tras esto.
Al frenar el ataque, el rival intentó una serie de combos contra mí que fuí evadiendo desplazándome lateralmente hasta que ví el momento oportuno para, aprovechando que tenía las palmas recubiertas de haki, dar una contundente a la par que sonora hostia a mano abierta sobre su mejilla, la cual quedó marcada, hecho que me enorgulleció. Ninguna hostia con la mano abierta era superior a la de un Gyojin. Bueno, salvo la de un gigante.
Aquél golpe me recordó al que una madre le daba a un hijo cuando hacía algo, a su juicio, negativo. O cuando simplemente se sobrepasaba en algo. La hostia resonó bastante, lo cual era una evidente humillación para aquél tipo. No pude reprimir la carcajada y mirar a Alviss al mismo tiempo.
- ¿Y este tipo te estaba poniendo en aprietos? -comenté en tono jocoso-. Vamos a acabar ya.
Incité al pirata a ayudarme en el siguiente ataque, aunque el rival parecía más centrado en mí, quizá por la ofensa anterior. Fuimos compartiendo esquives ante ofensivas débiles hasta que el nuevo integrante consiguió dar en el blanco del rival con una de sus dagas. Momento que aproveché para, saltando, propinar una patada voladora sobre el cuerpo del excéntrico luchador, el cual cayó al suelo y rodó, aunque de alguna manera debía haber evitado el golpe, ya que se reincoporó -para mi sorpresa- al instante, utilizando su curiosa arma sobre mí y dándome un par de golpes con los cuales se clavaron armas en mi piel.
¿Bisturís?
En uno de los golpes aproveché para coger el hilo, clavándome un bisturí sobre mis ya magulladas palmas y, tras ello, tirar hacia mí con toda la fuerza posible, despidiendo al enemigo hacia mi dirección y propinándole un doloro rodillazo en la boca del estómago para después, aprovechando su posición de dolor, darle un golpe con el codo sobre su nuca, haciéndole caer al suelo.
Sentí algo en mi cuerpo que me debilitaba en ese momento. Aunque no tuve tiempo para examinarlo. Un pelirrojo con cierto parecido a Zane entró en escena y, tras unas palabras, pareció dar a entender que era su padre, sin embargo, presentó cierta hostilidad contra todos los demás, por lo que pronto descarté esa opción. Quizá era una manera de hablar cercana.
La confusión creada por la aparición de ese tipo hizo que nuestro rival estuviese de nuevo peleando contra Alviss en solitario. Sin pensármelo dos veces salí corriendo hacia él y lo plaqué, logrando morderle en el brazo y arrancándole un trozo de carne que no dudé en expulsar, quedándome un regusto a sangre que ya empezaba a ser algo bastante común. Cuando me disponía a acabar con él propinándole una serie de puñetazos, algo me golpeó e hizo que saliese despedido, notando una extraordinaria fuerza a mi alrededor.
¿Qué demonios?
Un musculoso Gyojin se encontraba a mi lado apoyado en la piedra que acababa de golpear. De él provenía la fuerza. Portaba un majestuoso tridente y su mirada me lo decía todo.
- No haces honor a nuestra raza, eres muy débil.
Y sin más dilación, se lanzó a una elevada velocidad hacia mí.
¿Quienes serán estos? Y, sobre todo. ¿Qué querrán? Pensé a la par que adoptaba una pose defensiva, intentando tantear si la fuerza que percibía de aquel tipo era realmente verdadera.
«Está viva», pensó, satisfecho, mientras apartaba los dedos índice y corazón de su cuello y se ponía en pie. ¿Que lo más probable era que aquella mujer mereciese la muerte? Seguramente, pero nunca era plato de buen gusto arrebatarle la vida a otra persona. Tras erguirse de nuevo, contempló los alrededores. Luka se afanaba en ayudar a Alviss, que debía haber encontrado serios problemas para enfrentarse a su oponente. El resto se enfrentaba a sus correspondientes rivales, ¿pero desde cuándo los piratas combatían justamente en duelos individuales? Ni siquiera los piratas... ¿desde cuándo lo hacía alguien? Habría quien actuase así, de eso no cabía duda, pero no era la norma.
Tras evaluar la situación, se dispuso a echarle un cable a Nox. Hizo desaparecer de su espalda las alas azuladas, apretó con fuerza la guardia de Byakko y Yuki-onna y corrió hacia donde se encontraba el más veterano del grupo. ¿Cuántos pasos fueron? ¿Siete, ocho? Tal vez fueran más, tal vez menos. El hecho fue que de pronto se encontró en el suelo, dándose un contundente golpe en la cabeza y viendo cómo todo lo que le rodeaba se agitaba violentamente. ¿Qué demonios era aquello? ¿Qué le ocurría?
Se había encontrado perfectamente durante todo el viaje. Además, la aparición de aquella extraña sensación había sido muy brusca, demasiado como para pensar que se pudiese deber a algo previo a su llegada a la plaza. ¿Pero por qué demonios se encontraba así? Ese pensamiento y otros muchos comenzaron a surcar su mente a toda velocidad. ¿Sería el agua del lago en el que se habían parado? No. Otros habían bebido de ella y se encontraban perfectamente.
Entonces, un dolor lacerante en un hombro le dio la solución: la maldita bala. Aquélla era la única diferencia entre él y los demás: sólo él había recibido un balazo -aunque no directo- de la mujer de nariz ganchuda y escote escandaloso. El efecto había sido poco menos que instantáneo, seguramente por el hecho de que no hubiese sido un impacto directo. La asesina debía llevar el antídoto, de eso no cabía duda. ¿De qué otro modo podría prevenir consecuencias fatales de hipotéticos accidentes? Además, si el veneno actuaba de un modo tan rápido, lo más probable era que el antídoto funcionase de un modo similar.
Haciendo acopio de fuerzas y viendo cómo el mundo se movía anárquicamente a su alrededor, se orientó como pudo hacia el cuerpo inerte de la mujer y se comenzó a arrastrar. No tenía fuerzas para ponerse de pie y, de hacerlo, lo más probable sería que no tardase más de unos instantes en volver a caer. No tenía tiempo que perder, así que cubrió cuanta distancia pudo con la barriga pegada al suelo.
Fue entonces cuando comprobó que le empezaba a costar respirar, y apenas si era capaz de mover las manos unos centímetros hacia delante. La difuminada figura del cuerpo de la que había sido oponente se encontraba a un par de metros de su posición, pero hasta eso era demasiado para él en el estado en el que se encontraba.
-¡Veneno! -trató de gritar, consciente de que no sería capaz de dar un mensaje más detallado... si es que era capaz de decir algo. Sus peores temores fueron confirmados cuando, con el pánico apoderándose por completo de él, comprobó que algo no mucho más inteligible que un gruñido salía de su garganta. No, no podía morir allí, pero poco o nada más podía hacer él.
Su cabeza, la única parte aún móvil de su cuerpo, cayó lentamente hasta quedar rotada hacia el hombro dañado. Un líquido de un para nada esperanzador color verde manaba de la herida, goteando como una cuenta atrás que marcaba el tiempo que le quedaba de vida. «¡Aquí no!», exclamó para sí, haciendo un esfuerzo desmedido por volver a llenar de aire sus pulmones. Su única opción era que alguien reaccionase al ver su estado y se las ingeniase para atar cabos.
Tras evaluar la situación, se dispuso a echarle un cable a Nox. Hizo desaparecer de su espalda las alas azuladas, apretó con fuerza la guardia de Byakko y Yuki-onna y corrió hacia donde se encontraba el más veterano del grupo. ¿Cuántos pasos fueron? ¿Siete, ocho? Tal vez fueran más, tal vez menos. El hecho fue que de pronto se encontró en el suelo, dándose un contundente golpe en la cabeza y viendo cómo todo lo que le rodeaba se agitaba violentamente. ¿Qué demonios era aquello? ¿Qué le ocurría?
Se había encontrado perfectamente durante todo el viaje. Además, la aparición de aquella extraña sensación había sido muy brusca, demasiado como para pensar que se pudiese deber a algo previo a su llegada a la plaza. ¿Pero por qué demonios se encontraba así? Ese pensamiento y otros muchos comenzaron a surcar su mente a toda velocidad. ¿Sería el agua del lago en el que se habían parado? No. Otros habían bebido de ella y se encontraban perfectamente.
Entonces, un dolor lacerante en un hombro le dio la solución: la maldita bala. Aquélla era la única diferencia entre él y los demás: sólo él había recibido un balazo -aunque no directo- de la mujer de nariz ganchuda y escote escandaloso. El efecto había sido poco menos que instantáneo, seguramente por el hecho de que no hubiese sido un impacto directo. La asesina debía llevar el antídoto, de eso no cabía duda. ¿De qué otro modo podría prevenir consecuencias fatales de hipotéticos accidentes? Además, si el veneno actuaba de un modo tan rápido, lo más probable era que el antídoto funcionase de un modo similar.
Haciendo acopio de fuerzas y viendo cómo el mundo se movía anárquicamente a su alrededor, se orientó como pudo hacia el cuerpo inerte de la mujer y se comenzó a arrastrar. No tenía fuerzas para ponerse de pie y, de hacerlo, lo más probable sería que no tardase más de unos instantes en volver a caer. No tenía tiempo que perder, así que cubrió cuanta distancia pudo con la barriga pegada al suelo.
Fue entonces cuando comprobó que le empezaba a costar respirar, y apenas si era capaz de mover las manos unos centímetros hacia delante. La difuminada figura del cuerpo de la que había sido oponente se encontraba a un par de metros de su posición, pero hasta eso era demasiado para él en el estado en el que se encontraba.
-¡Veneno! -trató de gritar, consciente de que no sería capaz de dar un mensaje más detallado... si es que era capaz de decir algo. Sus peores temores fueron confirmados cuando, con el pánico apoderándose por completo de él, comprobó que algo no mucho más inteligible que un gruñido salía de su garganta. No, no podía morir allí, pero poco o nada más podía hacer él.
Su cabeza, la única parte aún móvil de su cuerpo, cayó lentamente hasta quedar rotada hacia el hombro dañado. Un líquido de un para nada esperanzador color verde manaba de la herida, goteando como una cuenta atrás que marcaba el tiempo que le quedaba de vida. «¡Aquí no!», exclamó para sí, haciendo un esfuerzo desmedido por volver a llenar de aire sus pulmones. Su única opción era que alguien reaccionase al ver su estado y se las ingeniase para atar cabos.
Ahí estaba. Después de mucho tiempo se encontraba frente a su padre, que mostraba esa estúpida sonrisa de superioridad que tanto le desquiciaba en sueños. Zane, ¿o era Kenny? Daba igual, evocaba recuerdos tristes y alegres al mismo tiempo, que desembocaban en aquella fría taberna del archipiélago sabaody donde su padre intentó matarlo. Y por desgracia había desactivado su suzaku sword.
-Te veo bien, chico –añadió su padre, chocando las espadas con el pirata.
-Una pena que no pueda decir lo mismo.
Ninguno de los dos –padre e hijo- daba su brazo a torcer. Sus fríos aceros soltaban pequeñas chispas en su forcejeo. Tenían una pose similar, con una pierna retrasada y sus armas en cruz. Y repentinamente, pillando por sorpresa a su propio padre, agitó sus alas con fuerza y le hizo retroceder varios metros, obligándole a alejarse de su propio hijo.
-Has mejorado, ¿pero cuánto?
El cuerpo del padre de Zane se envolvió de un aura blanquecina que fluctuaba a su alrededor. Aquello le daba un aire divino, casi mágico, que desentonaba mucho con su larga melena rojiza. Tras eso, desapareció. El supernova intentó encontrarlo mediante su mantra, pero era incapaz de ello. Era como si su habilidad con el haki de observación hubiera desaparecido. Cerró los ojos y respiró hondo. Intentó calmarse y centrarse en todo lo que había a su alrededor, como en sus entrenamientos. Pudo notar el aura de todas las personas que estaban en la plaza, combatiendo dando todo lo que tenían. Pero algo estaba mal, Therax se estaba debilitando muy rápidamente, ¿estaría herido de gravedad? Era lo más probable. Y entonces lo percibió. Su padre apareciendo tras él, con su katana en ristre dispuesto a atacarle.
Rápidamente, de su cuerpo emergió una poderosa aura candente que se expandió en un radio de dos metros, alejando al viejo D. Kenshin de él. Tras eso, se tragó una de sus rumble balls y adotó su forma veloz, saliendo despedido hacia donde estaba Therax. No quedaba mucho tiempo, el joven estaba sobre el suelo y su aura disminuía. Al llegar, sin mostrar ningún escrúpulo le cortó ambos brazos, justo antes de que pudiera dar sentencia a su amigo. La joven gritó de dolor, pero no fluía sangre. La herida había sido cauterizada al instante.
El joven de cabellos dorados me agarró el pie y gesticuló la palabra veneno casi ahogándose.
-Therax… -el joven clavó su mirada sobre la mujer, aterrorizándola y dejándola paralizada-. Si no quieres llegar a un punto en el que tengas que suplicarme porque te arrebate la vida, será mejor que tengas un antídoto.
-Vete a la mierda, pirata.
-Tú lo has querido –Zane le clavó la katana en el hombro y la retorció. La mujer cayó al suelo de rodillas, temblando y mirándose las manos-. Solo te voy a decir una vez más, mujer. Tienes el antídoto, ¿sí o no?
-En el bolsillo derecho de mi falda.
-Gracias.
Trazando un movimiento horizontal le cortó la cabeza, para justo después sacar el supuesto antídoto. Se trataba de una pequeña ampolla con un líquido azulado y muy poco apetecible. Sin terminar de fiarse, y como única opción, se la dio a su compañero, que dejó allí para que descansara.
-¡Spanner! –le gritó a su segundo de abordo, que no estaba muy lejos-. ¡Cuando acabes cuida de Therax! –miró al rubio, que se estaba incorporando-. Os advertí que debíais tener cuidado. Puede que la próxima vez no tengas la misma suerte que hoy.
-Te veo bien, chico –añadió su padre, chocando las espadas con el pirata.
-Una pena que no pueda decir lo mismo.
Ninguno de los dos –padre e hijo- daba su brazo a torcer. Sus fríos aceros soltaban pequeñas chispas en su forcejeo. Tenían una pose similar, con una pierna retrasada y sus armas en cruz. Y repentinamente, pillando por sorpresa a su propio padre, agitó sus alas con fuerza y le hizo retroceder varios metros, obligándole a alejarse de su propio hijo.
-Has mejorado, ¿pero cuánto?
El cuerpo del padre de Zane se envolvió de un aura blanquecina que fluctuaba a su alrededor. Aquello le daba un aire divino, casi mágico, que desentonaba mucho con su larga melena rojiza. Tras eso, desapareció. El supernova intentó encontrarlo mediante su mantra, pero era incapaz de ello. Era como si su habilidad con el haki de observación hubiera desaparecido. Cerró los ojos y respiró hondo. Intentó calmarse y centrarse en todo lo que había a su alrededor, como en sus entrenamientos. Pudo notar el aura de todas las personas que estaban en la plaza, combatiendo dando todo lo que tenían. Pero algo estaba mal, Therax se estaba debilitando muy rápidamente, ¿estaría herido de gravedad? Era lo más probable. Y entonces lo percibió. Su padre apareciendo tras él, con su katana en ristre dispuesto a atacarle.
Rápidamente, de su cuerpo emergió una poderosa aura candente que se expandió en un radio de dos metros, alejando al viejo D. Kenshin de él. Tras eso, se tragó una de sus rumble balls y adotó su forma veloz, saliendo despedido hacia donde estaba Therax. No quedaba mucho tiempo, el joven estaba sobre el suelo y su aura disminuía. Al llegar, sin mostrar ningún escrúpulo le cortó ambos brazos, justo antes de que pudiera dar sentencia a su amigo. La joven gritó de dolor, pero no fluía sangre. La herida había sido cauterizada al instante.
El joven de cabellos dorados me agarró el pie y gesticuló la palabra veneno casi ahogándose.
-Therax… -el joven clavó su mirada sobre la mujer, aterrorizándola y dejándola paralizada-. Si no quieres llegar a un punto en el que tengas que suplicarme porque te arrebate la vida, será mejor que tengas un antídoto.
-Vete a la mierda, pirata.
-Tú lo has querido –Zane le clavó la katana en el hombro y la retorció. La mujer cayó al suelo de rodillas, temblando y mirándose las manos-. Solo te voy a decir una vez más, mujer. Tienes el antídoto, ¿sí o no?
-En el bolsillo derecho de mi falda.
-Gracias.
Trazando un movimiento horizontal le cortó la cabeza, para justo después sacar el supuesto antídoto. Se trataba de una pequeña ampolla con un líquido azulado y muy poco apetecible. Sin terminar de fiarse, y como única opción, se la dio a su compañero, que dejó allí para que descansara.
-¡Spanner! –le gritó a su segundo de abordo, que no estaba muy lejos-. ¡Cuando acabes cuida de Therax! –miró al rubio, que se estaba incorporando-. Os advertí que debíais tener cuidado. Puede que la próxima vez no tengas la misma suerte que hoy.
Rose D. Alviss
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Tenía un pequeño problema, por no decir que estaba muy jodido, ese chaval de sexualidad discutible me superaba claramente sin apenas esforzarse, y no era como el marine Holmes, que al menos me tenía miedo y se dedicaba a huir, el rubito no huye, es totalmente consciente de su superioridad y me quiere muerto. Lo peor de todo es que no podía optar por la opción de huir, ya que sería abandonar a toda la banda y eso no tenía pensado hacer en absoluto.
Entre risas, mi rival volvió al ataque y está vez su puso más en serio y me lanzó numerosas dagas y bisturís que por la trayectoria que hacían parecían estar unidas con algo, que no me dio tiempo a ver que era, ya que estaba algo ocupado intentando esquivar el ataque. Me disponía a evadir su ataque lo mejor que podía pero la mala suerte decidió hacerme una visita, me resbalé y me precipité al suelo. Mi desgracia era falsa, ya que en realidad fue buena suerte la que tuve, ya que si no fuera por ese desliz, hubiera recibido más daño que del sufrí, una daga se hundió en mi pierna izquierda. El dolor me subía por todo el cuerpo, antes de que pudiera reaccionar y quitármelo, mi rival, usando los hilos que al fin pude ver con claridad, saco su daga de mi cuerpo y recuperó todas las armas que me lanzó a la par que se reía todavía más de mí.
Espero que no tuviera veneno...
- No te atrevas a subestimarme, maldito homúnculo
Ese insulto debió sentarle mal y yo llegué a la conclusión de que era muy sensible a los insultos, quizás por un pasado traumático en el cual los chavales de su localidad se metían con él por las pintas que tenía... no lo sabía, lo único que tenía claro es que yo también me hubiera metido con él en el pasado, aunque ya lo hacía en ese momento. Volvió a la ofensiva, esta vez con más ganas e ira que las otras, no sabía qué hacer, la herida de la pierna me hacía moverme más lento, estaba realmente jodido... hasta que apareció Luka, parando las armas blancas del asesino con sus manos desnudas.
Joder, aquí todo el mundo haki menos yo.
Me sentí aliviado por su ayuda, pero recibí una puya por parte del gyojin y que le debo otro favor.
- Me vas a arruinar, voy a tener que robar a ancianas indefensas y vagabundos para pagar mis deudas. - Respondí a Luka con un tono más calmado.
Luka le pego un tortazo que resonó en toda la plaza que me dolió hasta mí. Mi todavía camarada me pidió que le echará un cable, a lo que acepté gustosamente, ya que nuestro enemigo se centró en él y no en mí. Era un dos contra uno, yo intentaba darle a distancia con mis dagas y mi compañero cuerpo a cuerpo. Conseguí darle en su brazo izquierdo creando una oportunidad para dejarle fuera de combate, una patada voladora fue la opción escogida, aunque para desgracia mía, no fue lo suficiente y el rubio usó sus bisturís contra el gyojin, dándole en el brazo. Pero precisamente los hilos que unían sus armas iban a ser su perdición. Usando su fuerza atrajo al rival y le propinó un rodillazo en todo el estómago y para finiquitar la faena, codazo en la nuca.
- Esto se acabó. - Sentencié.
Pero yo me puse en plan gafe bocazas e hicieron acto de presencia más individuos, al principio pensé que no eran enemigos, ya que uno era el padre del capitán, tenía un vago recuerdo de él, pero el parecido de Zane Jr. con el otro pelirrojo era más que evidente y encima parecía un pervertido, de tal palo tal astilla. Pero mientras hablaban, más me daba la sensación de que venían a por nosotros, y en el estado en el que estábamos todos, era un gran problema. Esta distracción aprovechó el que pensaba que ya estaba fuera de combate, el rubio de sexualidad discutible, que arremetió contra mí, pero como estaba en un estado bastante lamentable por los ataques de Luka, el factor sorpresa no le sirvió y pude esquivarle, aunque con bastantes problemas, algo raro me estaba pasando. No se iba a rendir y volvió a la ofensiva, pero le placó el gyojin, le arrancó un trozo de piel con la boca y cuando le iba a dejar fuera de combate a base de puñetazos, apareció en escena otro gyojin, que de un golpe lo mando lanzó por los aires.
Me disponía a ayudarle, pero empecé a encontrarme mal, mi visión cada vez era más borrosa y me sentía débil, por lo que era todavía más inútil de antes, sólo pude observar, a duras penas, como combatían. Con las pocas fuerzas que me quedaban, me acerqué al rubio que estaba que apenas se podía mover e intente buscar un antídoto, pero este se resistía, por lo que tuve que quitarle la vida, le apuñale el corazón con la daga que tenía en la mano diestra. Tras segarle la vida inspeccioné el cadáver como podía en mi estado y encontré un frasco, que podría ser el antídoto o no.
- De perdidos al río. - Murmuré y me bebí el líquido que contenía.
Entre risas, mi rival volvió al ataque y está vez su puso más en serio y me lanzó numerosas dagas y bisturís que por la trayectoria que hacían parecían estar unidas con algo, que no me dio tiempo a ver que era, ya que estaba algo ocupado intentando esquivar el ataque. Me disponía a evadir su ataque lo mejor que podía pero la mala suerte decidió hacerme una visita, me resbalé y me precipité al suelo. Mi desgracia era falsa, ya que en realidad fue buena suerte la que tuve, ya que si no fuera por ese desliz, hubiera recibido más daño que del sufrí, una daga se hundió en mi pierna izquierda. El dolor me subía por todo el cuerpo, antes de que pudiera reaccionar y quitármelo, mi rival, usando los hilos que al fin pude ver con claridad, saco su daga de mi cuerpo y recuperó todas las armas que me lanzó a la par que se reía todavía más de mí.
Espero que no tuviera veneno...
- No te atrevas a subestimarme, maldito homúnculo
Ese insulto debió sentarle mal y yo llegué a la conclusión de que era muy sensible a los insultos, quizás por un pasado traumático en el cual los chavales de su localidad se metían con él por las pintas que tenía... no lo sabía, lo único que tenía claro es que yo también me hubiera metido con él en el pasado, aunque ya lo hacía en ese momento. Volvió a la ofensiva, esta vez con más ganas e ira que las otras, no sabía qué hacer, la herida de la pierna me hacía moverme más lento, estaba realmente jodido... hasta que apareció Luka, parando las armas blancas del asesino con sus manos desnudas.
Joder, aquí todo el mundo haki menos yo.
Me sentí aliviado por su ayuda, pero recibí una puya por parte del gyojin y que le debo otro favor.
- Me vas a arruinar, voy a tener que robar a ancianas indefensas y vagabundos para pagar mis deudas. - Respondí a Luka con un tono más calmado.
Luka le pego un tortazo que resonó en toda la plaza que me dolió hasta mí. Mi todavía camarada me pidió que le echará un cable, a lo que acepté gustosamente, ya que nuestro enemigo se centró en él y no en mí. Era un dos contra uno, yo intentaba darle a distancia con mis dagas y mi compañero cuerpo a cuerpo. Conseguí darle en su brazo izquierdo creando una oportunidad para dejarle fuera de combate, una patada voladora fue la opción escogida, aunque para desgracia mía, no fue lo suficiente y el rubio usó sus bisturís contra el gyojin, dándole en el brazo. Pero precisamente los hilos que unían sus armas iban a ser su perdición. Usando su fuerza atrajo al rival y le propinó un rodillazo en todo el estómago y para finiquitar la faena, codazo en la nuca.
- Esto se acabó. - Sentencié.
Pero yo me puse en plan gafe bocazas e hicieron acto de presencia más individuos, al principio pensé que no eran enemigos, ya que uno era el padre del capitán, tenía un vago recuerdo de él, pero el parecido de Zane Jr. con el otro pelirrojo era más que evidente y encima parecía un pervertido, de tal palo tal astilla. Pero mientras hablaban, más me daba la sensación de que venían a por nosotros, y en el estado en el que estábamos todos, era un gran problema. Esta distracción aprovechó el que pensaba que ya estaba fuera de combate, el rubio de sexualidad discutible, que arremetió contra mí, pero como estaba en un estado bastante lamentable por los ataques de Luka, el factor sorpresa no le sirvió y pude esquivarle, aunque con bastantes problemas, algo raro me estaba pasando. No se iba a rendir y volvió a la ofensiva, pero le placó el gyojin, le arrancó un trozo de piel con la boca y cuando le iba a dejar fuera de combate a base de puñetazos, apareció en escena otro gyojin, que de un golpe lo mando lanzó por los aires.
Me disponía a ayudarle, pero empecé a encontrarme mal, mi visión cada vez era más borrosa y me sentía débil, por lo que era todavía más inútil de antes, sólo pude observar, a duras penas, como combatían. Con las pocas fuerzas que me quedaban, me acerqué al rubio que estaba que apenas se podía mover e intente buscar un antídoto, pero este se resistía, por lo que tuve que quitarle la vida, le apuñale el corazón con la daga que tenía en la mano diestra. Tras segarle la vida inspeccioné el cadáver como podía en mi estado y encontré un frasco, que podría ser el antídoto o no.
- De perdidos al río. - Murmuré y me bebí el líquido que contenía.
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Art me retorció el brazo sano al tiempo que contemplábamos a mis compañeros y sus nuevos enemigos. Therax había caído al suelo y las pistolas que le disparaban eran muy similares a las mías, así que solo pude deducir que estaría envenenado. Sin poder moverme para ayudar, lo único que pude hacer fue observar cómo los miembros de los hermanos de la tormenta se enfrentaban contra enemigos más poderosos que ellos. Si ya les había resultado complicado vencer a Phoenix y sus secuaces, no quería imaginar cómo podíamos salir con vida de aquella encerrona.
El pelirrojo con pintas de pervertido se encaró a Zane, pero este no tardó en darse cuenta de la situación de Therax y acudió a su auxilio con rapidez. No pude evitar un suspiro de alivio, que Art no pasó por alto.
- ¿Realmente te preocupas por esta panda de idiotas? Creía que tenías mejor criterio a la hora de escoger acompañantes... Me siento decepcionado contigo, Rookie.
- No fue yo quien los escogió. Yo solo seguí al pelirrojo. Los demás se pegaron a él como lapas -me excusé, aunque lo que decía tampoco era del todo mentira.
- ¿En serio? ¿Te gustó el pelirrojo y decidiste hacerte pirata? ¿Pretendes que me crea semejante patraña? Por favor, Haruka... Te conozco desde que tenías once años. No vas a engañarme tan fácilmente.
- Está bien, está bien. Me uní a la banda por el subcapitán. Es uno de los tíos más inteligentes que conozco. ¿Contento? -admití, esperando que Spanner no estuviese cerca para oírme.
Mis palabras debieron ser suficientes, porque en ese momento Art me soltó y se incorporó, dejándome libre. Me levanté con rapidez para encararlo, y examiné el brazo dañado. Se me había roto el cúbito, pero el radio aún estaba intacto. Tenía un bulto enorme, horrendo y violáceo en el antebrazo, pero si lo entablillaba se me pasaría en unos días. Debido al movimiento de torsión, la muñeca también estaba destrozada, así que no podría utilizar esa mano para defenderme. Art sabía lo que hacía.
- ¿Así que ese niño afeminado es mejor que yo? -saltó el asesino, dejándome atónita.
- ¿Qué? -solté, con rostro de confusión-. ¿Crees que...? Oh, no. Oh, no, no. No se te ocurra convertirte en el centro de mi vida, Art, porque eso no va a pasar. ¿Crees que todo esto gira en torno a ti? ¿Que no eras lo suficientemente inteligente y me fui con el primer genio que se cruzó por mi camino o algo por el estilo? ¿Qué clase de tonterías se te pasan por la cabeza? -exclamé, sorprendida y ofendida a partes iguales. ¿Yo? ¿Interesada en el idiota de Spanner? ¿Románticamente? Me daban ganas de vomitar sólo con pensarlo.
- ¿Y entonces por qué ibas a abandonarme? ¿Por qué no aceptas sencillamente volver en cuanto te lo pido? No lo entiendo. Tiene que haber alguien... o algo impidiéndote volver. ¿Te están amenazando?
No podía creerme la cara de preocupación que casi parecía estar poniendo Art.
- ¿Amenazando? ¡Vosotros sois los que me estáis amenazando! ¡Llevo huyendo... años! ¡Años huyendo de vosotros! ¡Sin poder dormir! ¡Sin poder confiar en nadie! ¡Sin poder pararme a descansar en ningún lugar por demasiado tiempo! -estallé-. Porque sabría que vendríais a buscarme. ¡Porque sabía que queríais verme muerta! Desde el día en que maté a Gary, supe que había convertido a una de las organizaciones más peligrosas del mundo en mi enemiga. En el Gobierno estaba a salvo, pero... no pude quedarme allí.
- ¡Lo sé! ¡Te dio un súbito ataque de ética! -se rió Art, llevándose una mano al rostro y apoyando el cañón en la frente-. Cuando me enteré no podía dejar de reír. Haruka Kanata teniendo escrúpulos y moral... Ah, ya no me falta nada por ver en esta vida -suspiró, volviendo a bajar la mano y poniéndose serio de nuevo-. En serio, Rookie. Deja de hacer esto más difícil de lo que es. A la Araña se entra pero no se sale, lo sabes tan bien como yo. Las únicas opciones ante ti son volver o morir, y la primera sólo está abierta porque le rogué a los superiores que te diesen una oportunidad. Si sigues viva es gracias a mí, Rookie. Porque te quiero, y me preocupo por ti, y quiero que vuelvas.
Traté de decir mis siguientes palabras con toda la delicadeza de la que disponía en aquella situación.
- No voy a volver, Art. Es cierto que acepté la compañía de Zane porque es fuerte y creí que estaría... un poco más segura. Pero, si los matas a ellos, no sólo buscaré otro lugar donde resguardarme y otra gente poderosa que me pueda ayudar, sino que además te odiaré por el resto de mis días y me encargaré personalmente de rebanarte el pescuezo como venganza, por los Arashi no Kyoudai, por cada uno de ellos. Y después, iré tras todos y cada uno de vosotros, hasta que la Araña quede bien aplastadita bajo la horma de mi zapato -amenacé con calma-. Así que deja de fingir preocupación por mi persona, empieza a preocuparte por tu trasero, como has hecho siempre, y vete de aquí ahora que aún puedes.
La mirada de Art se ensombreció, y le quitó el seguro a su pistola con parsimonia.
- Creía que podríamos solucionar esto, ¿sabes? Tener que vivir el resto de mis días con la culpa de haber matado a la mujer a la que amo es algo que pretendía evitar, pero... no me dejas otra opción.
- ¡Estás loco! -exclamé, incrédula ante sus palabras vacías y su empeño en continuar con su acto de hombre enamorado.
El asesino se abalanzó sobre mí con intención clara de dispararme a quemarropa, así que golpeé con fuerza la muñeca que portaba el arma con el brazo sano, apartándolo de su trayectoria. Sin embargo, Art fue rápido en reaccionar, y me propinó un rodillazo en la boca del estómago que me lanzó un par de metros hacia atrás y me hizo aterrizar sobre mis posaderas, aún intentando recuperar el aliento tras el corte de respiración.
Art había sido mi maestro y mentor durante muchos años. Conocía a la perfección mi estilo de pelea, y me había enseñado él mismo la mayor parte de los movimientos y tretas que utilizaba al combatir. No sólo eso, sino que su dominio del haki de armadura y el mantra lo convertían en un rival peligroso, su experiencia le daba ventaja y su excelente forma física volvía la balanza a su favor.
En todos mis años de entrenamiento, a pesar de la considerable fuerza bruta y cuerpo resistente que me otorgaba el dragón, jamás había logrado vencer a aquel hombre, otrora mi amante, ahora mi enemigo.
No podía concebir cómo iba a vencerlo cansada, magullada y con un brazo roto.
Pero no me quedaba más remedio que intentarlo.
El pelirrojo con pintas de pervertido se encaró a Zane, pero este no tardó en darse cuenta de la situación de Therax y acudió a su auxilio con rapidez. No pude evitar un suspiro de alivio, que Art no pasó por alto.
- ¿Realmente te preocupas por esta panda de idiotas? Creía que tenías mejor criterio a la hora de escoger acompañantes... Me siento decepcionado contigo, Rookie.
- No fue yo quien los escogió. Yo solo seguí al pelirrojo. Los demás se pegaron a él como lapas -me excusé, aunque lo que decía tampoco era del todo mentira.
- ¿En serio? ¿Te gustó el pelirrojo y decidiste hacerte pirata? ¿Pretendes que me crea semejante patraña? Por favor, Haruka... Te conozco desde que tenías once años. No vas a engañarme tan fácilmente.
- Está bien, está bien. Me uní a la banda por el subcapitán. Es uno de los tíos más inteligentes que conozco. ¿Contento? -admití, esperando que Spanner no estuviese cerca para oírme.
Mis palabras debieron ser suficientes, porque en ese momento Art me soltó y se incorporó, dejándome libre. Me levanté con rapidez para encararlo, y examiné el brazo dañado. Se me había roto el cúbito, pero el radio aún estaba intacto. Tenía un bulto enorme, horrendo y violáceo en el antebrazo, pero si lo entablillaba se me pasaría en unos días. Debido al movimiento de torsión, la muñeca también estaba destrozada, así que no podría utilizar esa mano para defenderme. Art sabía lo que hacía.
- ¿Así que ese niño afeminado es mejor que yo? -saltó el asesino, dejándome atónita.
- ¿Qué? -solté, con rostro de confusión-. ¿Crees que...? Oh, no. Oh, no, no. No se te ocurra convertirte en el centro de mi vida, Art, porque eso no va a pasar. ¿Crees que todo esto gira en torno a ti? ¿Que no eras lo suficientemente inteligente y me fui con el primer genio que se cruzó por mi camino o algo por el estilo? ¿Qué clase de tonterías se te pasan por la cabeza? -exclamé, sorprendida y ofendida a partes iguales. ¿Yo? ¿Interesada en el idiota de Spanner? ¿Románticamente? Me daban ganas de vomitar sólo con pensarlo.
- ¿Y entonces por qué ibas a abandonarme? ¿Por qué no aceptas sencillamente volver en cuanto te lo pido? No lo entiendo. Tiene que haber alguien... o algo impidiéndote volver. ¿Te están amenazando?
No podía creerme la cara de preocupación que casi parecía estar poniendo Art.
- ¿Amenazando? ¡Vosotros sois los que me estáis amenazando! ¡Llevo huyendo... años! ¡Años huyendo de vosotros! ¡Sin poder dormir! ¡Sin poder confiar en nadie! ¡Sin poder pararme a descansar en ningún lugar por demasiado tiempo! -estallé-. Porque sabría que vendríais a buscarme. ¡Porque sabía que queríais verme muerta! Desde el día en que maté a Gary, supe que había convertido a una de las organizaciones más peligrosas del mundo en mi enemiga. En el Gobierno estaba a salvo, pero... no pude quedarme allí.
- ¡Lo sé! ¡Te dio un súbito ataque de ética! -se rió Art, llevándose una mano al rostro y apoyando el cañón en la frente-. Cuando me enteré no podía dejar de reír. Haruka Kanata teniendo escrúpulos y moral... Ah, ya no me falta nada por ver en esta vida -suspiró, volviendo a bajar la mano y poniéndose serio de nuevo-. En serio, Rookie. Deja de hacer esto más difícil de lo que es. A la Araña se entra pero no se sale, lo sabes tan bien como yo. Las únicas opciones ante ti son volver o morir, y la primera sólo está abierta porque le rogué a los superiores que te diesen una oportunidad. Si sigues viva es gracias a mí, Rookie. Porque te quiero, y me preocupo por ti, y quiero que vuelvas.
Traté de decir mis siguientes palabras con toda la delicadeza de la que disponía en aquella situación.
- No voy a volver, Art. Es cierto que acepté la compañía de Zane porque es fuerte y creí que estaría... un poco más segura. Pero, si los matas a ellos, no sólo buscaré otro lugar donde resguardarme y otra gente poderosa que me pueda ayudar, sino que además te odiaré por el resto de mis días y me encargaré personalmente de rebanarte el pescuezo como venganza, por los Arashi no Kyoudai, por cada uno de ellos. Y después, iré tras todos y cada uno de vosotros, hasta que la Araña quede bien aplastadita bajo la horma de mi zapato -amenacé con calma-. Así que deja de fingir preocupación por mi persona, empieza a preocuparte por tu trasero, como has hecho siempre, y vete de aquí ahora que aún puedes.
La mirada de Art se ensombreció, y le quitó el seguro a su pistola con parsimonia.
- Creía que podríamos solucionar esto, ¿sabes? Tener que vivir el resto de mis días con la culpa de haber matado a la mujer a la que amo es algo que pretendía evitar, pero... no me dejas otra opción.
- ¡Estás loco! -exclamé, incrédula ante sus palabras vacías y su empeño en continuar con su acto de hombre enamorado.
El asesino se abalanzó sobre mí con intención clara de dispararme a quemarropa, así que golpeé con fuerza la muñeca que portaba el arma con el brazo sano, apartándolo de su trayectoria. Sin embargo, Art fue rápido en reaccionar, y me propinó un rodillazo en la boca del estómago que me lanzó un par de metros hacia atrás y me hizo aterrizar sobre mis posaderas, aún intentando recuperar el aliento tras el corte de respiración.
Art había sido mi maestro y mentor durante muchos años. Conocía a la perfección mi estilo de pelea, y me había enseñado él mismo la mayor parte de los movimientos y tretas que utilizaba al combatir. No sólo eso, sino que su dominio del haki de armadura y el mantra lo convertían en un rival peligroso, su experiencia le daba ventaja y su excelente forma física volvía la balanza a su favor.
En todos mis años de entrenamiento, a pesar de la considerable fuerza bruta y cuerpo resistente que me otorgaba el dragón, jamás había logrado vencer a aquel hombre, otrora mi amante, ahora mi enemigo.
No podía concebir cómo iba a vencerlo cansada, magullada y con un brazo roto.
Pero no me quedaba más remedio que intentarlo.
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Un chasquido en el hombro al recibir la patada del Gyojin me dejó bien claras dos cosas. La primera, que mi estado físico no era para nada idóneo. La segunda, la fuerza de aquél tipo superaba con creces la mía. Justo en ese instante oí un “veneno” a mi espalda. Juraría que la voz era de Therax, pero no podía darlo por sentado. Sin embargo, no disponía de ninguna oportunidad de salvar al intrépido domador. Entonces mi vista se vio momentáneamente afectada por lo que en un principio, supuse que era un líquido de similares características a las que el rubio se había visto expuesto. Pero, ¿Cómo?
Debe haber sido el tipo contra el que Alviss estaba luchando. Si a mí me ha afectado… Seguramente él también.
Posicioné el brazo donde un nuevo impacto del Gyojin se dirigía, crugiéndome de nuevo todo el cuerpo al recibirlo. Ni si quiera con haki podía igualar su fuerza… Tenía algún tipo de técnica que, al impactar, hacía tambalearse toda mi defensa y mi interior vibraba sin parar.
- No veo por qué te ofuscas tanto, hermano.
- No soy tu hermano, eres demasiado débil.
De un ágil giro y una potente patada, mi rival me lanzó despedido hacia el muro de una de las casas cercanas, el cual, al chocar, se deshizo en una nube de polvo y una gran cantidad de ladrillos despedazados. Al reincorporarme pude ver un escenario que para nada pintaba bien. Todos estábamos siendo destrozados por nuestros rivales, algo que sin duda no podía ir a mejor.
Así que mi aventura acaba aquí. Nunca pensé que fuese a durar tan poco, y mucho menos que pudiera haber sido tan intensa. He vivido éxitos, fracasos, he llorado y reído, he visto cosas que nadie creería y he cambiado durante el proceso. He sido bueno y malo según para quién. He disfrutado y he sufrido. He vivido y… como cualquier ser, moriré.
Recubrí mi cuerpo de agua y me dispuse a acabar mi último combate en esta vida. Mis palmas de las manos estaban temblorosas, fruto de la serie de inacabables combates que habíamos tenido durante todo este tiempo en la isla. Mis piernas estaban llenas de heridas, al igual que el resto de mi cuerpo. Incluso una serie de hematomas adornaban todo mi cuerpo. Pero había algo que superaba todo aquello. La sed de venganza.
Y no contra mi rival, ni cualquiera de los allí presentes. Ellos eran únicamente granitos de arena sobre una inmensa playa. Era en contra del mundo, de sus prejuicios, su racismo implícito en cada rincón de él, su constante mentira y traición. Su cruel realidad.
Bailaré un nuevo y último tango para ti, cruel mundo. Espero que me lo devuelvas algún día, de algún modo. Quizá reencarnandome en un humano y viviendo todo ese odio al contrario
Mi rival, del cual no conocía ni el nombre, se acercó hacia mí y empezó a golpear cerca de mi costado. Sólo pude parar un par de golpes desviando su dirección. Aquello pintaba realmente mal.
-Si por algún casual no muero en esta batalla -hice una breve pausa para recobrar el aliento-, te voy a matar en dos años. Y no sabes de qué manera.
-Lamentablemente, morirás en minutos.
Nuevamente, la carga del feroz Gyojin impactó en cada rincón de mi cuerpo, haciendo que este vibrase y obligándome a retroceder unos centímetros debido al golpe. Un nuevo intento de puñetazo hacia el rostro me hizo tener una rápida idea. Encorvado el cuerpo levemente pude evadir el impacto, rozando el puño del Gyojin mi cabellera. Entonces, me impulse y agarre en un abrazo a mi rival, intentando morder su cuello y hacer que se desangrarse. Pero éste estuvo tan ágil que, pese a no evadir mi abrazo, giró el cuello, dejándome un duro hueso llamado hombro en mi camino. Sólo me costó tres segundos de forcejeo romperle el hombro izquierdo con la mandíbula, y tras ello me propinó un potente puñetazo en el rostro, despidiéndome varios metros hacia atrás, chocando de nuevo contra una de las paredes previamente reducidas a polvo.
Antes de intentar reincorporarme, el Gyojin ya se encontraba a mi altura, agarrándome de la pechera y lanzándome al aire para, seguidamente, lanzar un objeto que me perforó la tripa, dañando probablemente algún órgano.
El tridente… Pensé al ver el objeto atravesado en mi estómago.
Milésimas de segundo después, el Gyojin se encontraba retorciendo el palo y produciendo un dolor en mi cuerpo que raras veces había experimentado. Mi fin estaba cada vez más cerca, y no podía hacer nada.
Tras ello, el Gyojin portó y elevó el tridente sin sacarlo de mis adentros, subiéndome y dañandome cada vez más. No podía hacer absolutamente nada, lo cual me hacía sentir una impotencia total.
-Muere…
Y, de repente, noté cómo el suelo me daba un tremendo bofetón, aunque esta vez sí que pude croquetear, quizá debido a que ya estaba libre de aquella atadura llamada tridente. Al tocar la tripa me percaté de la cantidad de sangre que salía por los agujeros creados por aquella bestia. No sabía cómo salir de dicha tesitura, pero, si quería vivir, tendría que pensar algo.
Debe haber sido el tipo contra el que Alviss estaba luchando. Si a mí me ha afectado… Seguramente él también.
Posicioné el brazo donde un nuevo impacto del Gyojin se dirigía, crugiéndome de nuevo todo el cuerpo al recibirlo. Ni si quiera con haki podía igualar su fuerza… Tenía algún tipo de técnica que, al impactar, hacía tambalearse toda mi defensa y mi interior vibraba sin parar.
- No veo por qué te ofuscas tanto, hermano.
- No soy tu hermano, eres demasiado débil.
De un ágil giro y una potente patada, mi rival me lanzó despedido hacia el muro de una de las casas cercanas, el cual, al chocar, se deshizo en una nube de polvo y una gran cantidad de ladrillos despedazados. Al reincorporarme pude ver un escenario que para nada pintaba bien. Todos estábamos siendo destrozados por nuestros rivales, algo que sin duda no podía ir a mejor.
Así que mi aventura acaba aquí. Nunca pensé que fuese a durar tan poco, y mucho menos que pudiera haber sido tan intensa. He vivido éxitos, fracasos, he llorado y reído, he visto cosas que nadie creería y he cambiado durante el proceso. He sido bueno y malo según para quién. He disfrutado y he sufrido. He vivido y… como cualquier ser, moriré.
Recubrí mi cuerpo de agua y me dispuse a acabar mi último combate en esta vida. Mis palmas de las manos estaban temblorosas, fruto de la serie de inacabables combates que habíamos tenido durante todo este tiempo en la isla. Mis piernas estaban llenas de heridas, al igual que el resto de mi cuerpo. Incluso una serie de hematomas adornaban todo mi cuerpo. Pero había algo que superaba todo aquello. La sed de venganza.
Y no contra mi rival, ni cualquiera de los allí presentes. Ellos eran únicamente granitos de arena sobre una inmensa playa. Era en contra del mundo, de sus prejuicios, su racismo implícito en cada rincón de él, su constante mentira y traición. Su cruel realidad.
Bailaré un nuevo y último tango para ti, cruel mundo. Espero que me lo devuelvas algún día, de algún modo. Quizá reencarnandome en un humano y viviendo todo ese odio al contrario
Mi rival, del cual no conocía ni el nombre, se acercó hacia mí y empezó a golpear cerca de mi costado. Sólo pude parar un par de golpes desviando su dirección. Aquello pintaba realmente mal.
-Si por algún casual no muero en esta batalla -hice una breve pausa para recobrar el aliento-, te voy a matar en dos años. Y no sabes de qué manera.
-Lamentablemente, morirás en minutos.
Nuevamente, la carga del feroz Gyojin impactó en cada rincón de mi cuerpo, haciendo que este vibrase y obligándome a retroceder unos centímetros debido al golpe. Un nuevo intento de puñetazo hacia el rostro me hizo tener una rápida idea. Encorvado el cuerpo levemente pude evadir el impacto, rozando el puño del Gyojin mi cabellera. Entonces, me impulse y agarre en un abrazo a mi rival, intentando morder su cuello y hacer que se desangrarse. Pero éste estuvo tan ágil que, pese a no evadir mi abrazo, giró el cuello, dejándome un duro hueso llamado hombro en mi camino. Sólo me costó tres segundos de forcejeo romperle el hombro izquierdo con la mandíbula, y tras ello me propinó un potente puñetazo en el rostro, despidiéndome varios metros hacia atrás, chocando de nuevo contra una de las paredes previamente reducidas a polvo.
Antes de intentar reincorporarme, el Gyojin ya se encontraba a mi altura, agarrándome de la pechera y lanzándome al aire para, seguidamente, lanzar un objeto que me perforó la tripa, dañando probablemente algún órgano.
El tridente… Pensé al ver el objeto atravesado en mi estómago.
Milésimas de segundo después, el Gyojin se encontraba retorciendo el palo y produciendo un dolor en mi cuerpo que raras veces había experimentado. Mi fin estaba cada vez más cerca, y no podía hacer nada.
Tras ello, el Gyojin portó y elevó el tridente sin sacarlo de mis adentros, subiéndome y dañandome cada vez más. No podía hacer absolutamente nada, lo cual me hacía sentir una impotencia total.
-Muere…
Y, de repente, noté cómo el suelo me daba un tremendo bofetón, aunque esta vez sí que pude croquetear, quizá debido a que ya estaba libre de aquella atadura llamada tridente. Al tocar la tripa me percaté de la cantidad de sangre que salía por los agujeros creados por aquella bestia. No sabía cómo salir de dicha tesitura, pero, si quería vivir, tendría que pensar algo.
Desde su posición, casi inmóvil, comprobó cómo la tiradora a la que se había estado enfrentando recuperaba la consciencia. «No puede ser», pensó, preso del pánico, mientras veía a la mujer levantarse. Se tambaleaba, aún aturdida, pero no tardó mucho en orientarse y ser plenamente consciente de la situación que se estaba desarrollando a su alrededor. Therax creyó divisar una sonrisa asomando a su rostro. Desde luego, motivos tenía para mostrarla. Antes de caer fulminado había comprobado cómo todo transcurría en beneficio de aquel grupo de asesinos.
Pese a que no los había visto, la irrupción de voces desconocidas en el escenario confirmaba que habían llegado nuevos rivales y, por lo que comentaban, uno de los sujetos no era otro que el padre de Zane. ¿Qué demonios estaba pasando allí? Un sonido metálico sacó de su mente cualquier pensamiento referente a lo que sucedía en la plaza. Moviendo un poco la cabeza, se encontró con la mujer del escandaloso escote encañonándole. «¿En serio? ¿Aquí acaba todo? ¿Y de esta manera?», se preguntó al tiempo que cerraba los ojos. Numerosos intentos previos habían dejado claro que tratar de moverse era poco menos que inútil. No le quedaba más que esperar su fin.
Y entonces, cuando ya lo daba todo por perdido, oyó la voz de Zane. Amenazaba a la mujer para que le dijera qué le había sucedido y, de hecho, eran algo más que amenazas. En cuanto obtuvo la información que quiso, el cuerpo de la asesina se desplomó, inerte y desmembrado. El pelirrojo le entregó una ampolla de un color azulado, que el espadachín no dudó en llevarse a la boca con manos temblorosas. El capitán no tardó en marchase, encomendando a su segundo al mando que vigilase al maltrecho domador. «No pienso permitir eso», se dijo, tratando de incorporarse y resistiéndose a ser cuidado como poco menos que un niño pequeño.
El antídoto surtía efecto a un ritmo similar al que el veneno había llevado. La fuerza volvía a sus músculos poco a poco, y cada vez necesitaba hacer menos esfuerzo para respirar. Se tambaleó mientras se erguía, y una voz grave y salvaje frente a él hizo que clavase en ella su todavía borrosa mirada. ¿Qué demonios era aquello?
-Te ha tocado ser mi presa -dijo el ser. Dejando que su visión se adaptase poco a poco, comenzó a distinguir su forma y apariencia. ¿Mink? ¿Usuario de zoan? Lo averiguaría dentro de poco.
Pese a que no los había visto, la irrupción de voces desconocidas en el escenario confirmaba que habían llegado nuevos rivales y, por lo que comentaban, uno de los sujetos no era otro que el padre de Zane. ¿Qué demonios estaba pasando allí? Un sonido metálico sacó de su mente cualquier pensamiento referente a lo que sucedía en la plaza. Moviendo un poco la cabeza, se encontró con la mujer del escandaloso escote encañonándole. «¿En serio? ¿Aquí acaba todo? ¿Y de esta manera?», se preguntó al tiempo que cerraba los ojos. Numerosos intentos previos habían dejado claro que tratar de moverse era poco menos que inútil. No le quedaba más que esperar su fin.
Y entonces, cuando ya lo daba todo por perdido, oyó la voz de Zane. Amenazaba a la mujer para que le dijera qué le había sucedido y, de hecho, eran algo más que amenazas. En cuanto obtuvo la información que quiso, el cuerpo de la asesina se desplomó, inerte y desmembrado. El pelirrojo le entregó una ampolla de un color azulado, que el espadachín no dudó en llevarse a la boca con manos temblorosas. El capitán no tardó en marchase, encomendando a su segundo al mando que vigilase al maltrecho domador. «No pienso permitir eso», se dijo, tratando de incorporarse y resistiéndose a ser cuidado como poco menos que un niño pequeño.
El antídoto surtía efecto a un ritmo similar al que el veneno había llevado. La fuerza volvía a sus músculos poco a poco, y cada vez necesitaba hacer menos esfuerzo para respirar. Se tambaleó mientras se erguía, y una voz grave y salvaje frente a él hizo que clavase en ella su todavía borrosa mirada. ¿Qué demonios era aquello?
-Te ha tocado ser mi presa -dijo el ser. Dejando que su visión se adaptase poco a poco, comenzó a distinguir su forma y apariencia. ¿Mink? ¿Usuario de zoan? Lo averiguaría dentro de poco.
Rose D. Alviss
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Y acerté, lo que bebí era un antídoto, ya que poco a poco me encontraba mejor, pero a pesar de ello, la situación seguía siendo crítica, Luka, y todos los demás, estaban en una clara desventaja, los adversarios eran más fuertes y aún no nos habíamos recuperado de las anteriores batallas, todo estaba en nuestra contra. Me percate de un hecho, en ese instante nadie iba a por mí, porque sabían que era el más débil o quizás me daban por muerto por el veneno, yo tenía la sensación de que era lo primero. Un sentimiento de impotencia y rabia subía por todo mi cuerpo. Lo peor de todo que era verdad, no estaba a la altura en absoluto, perdí contra alguien que tenía más miedo que yo y sólo huía... Pero no me iba a rendir, ni mucho menos me planteaba la opción de huir. Si yo no podía, quizás podría valerme de otras maneras de ganar, como por ejemplo, veneno. Caí en la cuenta que en el cadáver de mi anterior rival debería haber dagas envenenadas y algún frasco más con antídoto, ya que si yo fui envenenado, Luka también.
Registré el cadáver y me agencié todas las dagas y bisturís que no estaban unidos con hilos y los dos frascos para combatir el veneno.
Tenía claro mis opciones de victoria: tan pocas que se podían despreciar, pero podría generar una distracción para que mi compañero gyojin aprovechará. Aunque si conseguía pasarle uno de los botes, era una victoria para mí.
El combate entre los reyes del mar se había alejado, y como temía, la balanza de la victoria se inclinaba hacía el enemigo. Sin dudarlo me dirigí a aquella contienda con mayor fuerza que antes, ya que el antídoto ya hizo efecto. Una vez que estaba a una distancia adecuada, sin dar previo aviso, lancé dos bisturís que cogí con todas las de la ley y por último una de las dagas envenenadas, con intención de que esquivara las primeras y darle con la última para que se envenenara, un viejo truco.
Las primeras las esquivó como había predicho, pero la fatal también, como si de un juego de niños se tratara.
Me lo suponía, pero tenía que intentarlo.
Al menos conseguí atraer su atención, aunque fuera un poco. Seguí con la ofensiva, lanzando todos los bisturís que disponía, mientras que poco a poco me acercaba a mi compañero hasta que me puse a escasos centímetros de Luka. Pude usar algo a mi favor: que me subestimaba por completo, gracias pude acercarme. Tiré un poco del pantalón de forma sutil para acto seguido lanzar varias dagas a la vez. Dicho tirón provocó que de la pernera zurda se cayera uno de los frascos con el antídoto y mi cuerpo evitaba que lo viera. Antes de abalanzarme a por el gyiojin, enganche dicho frasco en mi tobillo, para que de una sacudida se cayera y por la altura no se rompiera. Grité con supuesta desesperación para disimular el sonido de impacto del bote.
Bueno, primer objetivo cumplido, ahora soy más una carga que otra cosa...
- Contigo no merece ni la pena. - Sentenció el pez.
La paciencia de mi rival conmigo se acabó. En un instante se colocó al lado mío y de un puñetazo con su mano diestra me lanzó hacía otra de las casas que había al lado, destruyendo una de las paredes dejándome allí sin conocimiento. Estaba totalmente fuera de combate.
Registré el cadáver y me agencié todas las dagas y bisturís que no estaban unidos con hilos y los dos frascos para combatir el veneno.
Tenía claro mis opciones de victoria: tan pocas que se podían despreciar, pero podría generar una distracción para que mi compañero gyojin aprovechará. Aunque si conseguía pasarle uno de los botes, era una victoria para mí.
El combate entre los reyes del mar se había alejado, y como temía, la balanza de la victoria se inclinaba hacía el enemigo. Sin dudarlo me dirigí a aquella contienda con mayor fuerza que antes, ya que el antídoto ya hizo efecto. Una vez que estaba a una distancia adecuada, sin dar previo aviso, lancé dos bisturís que cogí con todas las de la ley y por último una de las dagas envenenadas, con intención de que esquivara las primeras y darle con la última para que se envenenara, un viejo truco.
Las primeras las esquivó como había predicho, pero la fatal también, como si de un juego de niños se tratara.
Me lo suponía, pero tenía que intentarlo.
Al menos conseguí atraer su atención, aunque fuera un poco. Seguí con la ofensiva, lanzando todos los bisturís que disponía, mientras que poco a poco me acercaba a mi compañero hasta que me puse a escasos centímetros de Luka. Pude usar algo a mi favor: que me subestimaba por completo, gracias pude acercarme. Tiré un poco del pantalón de forma sutil para acto seguido lanzar varias dagas a la vez. Dicho tirón provocó que de la pernera zurda se cayera uno de los frascos con el antídoto y mi cuerpo evitaba que lo viera. Antes de abalanzarme a por el gyiojin, enganche dicho frasco en mi tobillo, para que de una sacudida se cayera y por la altura no se rompiera. Grité con supuesta desesperación para disimular el sonido de impacto del bote.
Bueno, primer objetivo cumplido, ahora soy más una carga que otra cosa...
- Contigo no merece ni la pena. - Sentenció el pez.
La paciencia de mi rival conmigo se acabó. En un instante se colocó al lado mío y de un puñetazo con su mano diestra me lanzó hacía otra de las casas que había al lado, destruyendo una de las paredes dejándome allí sin conocimiento. Estaba totalmente fuera de combate.
-Te has convertido en un asesino digno de tu padre, hijo mío –comentó Zane Sr. con tono altivo y orgulloso, como si estuviera disfrutando viendo como su único primogénito reconocido acababa con la vida de una de sus compañeras, una aliada que posiblemente estaba bajo su mando. ¿Qué demonios le había pasado a ese hombre? Se preguntaba el supernova, que no daba crédito a su comportamiento. Sí, sabía que el padre que conoció en el pasado ya no existía, que por un giro del destino se convirtió en aquello que más iba a odiar, pero no llegaba a creérselo del todo-. Una pena que tenga que acabar contigo.
En un pestañeo, el padre atacó al hijo golpeándolo en la cara con el mango de su katana, para después darle una patada y enviarlo varios metros hacia atrás. Tras ello, se aferró a la empuñadura de su arma y lanzó una gran onda cortante que fue acabando con todo a su paso, creando una enorme grieta que levantaba los adoquines del suelo de la plaza. Rápidamente, advertido por su haki de observación, o quizás su instinto natural para el combate, agitó sus alas y despegó hacia el cielo. Desde allí cayó en picado envuelto en fuego contra su padre, chocando de nuevo sus armas.
Los minutos pasaban lentos y únicamente hacían intercambiar golpes sin ton ni son. Zane tenía el cuerpo malherido, el pelo violeta y mucho cansancio. Mientras que su padre parecía estar en perfectas condiciones, solo con dos o tres cortes en su vestimenta. Y de nuevo, éste último tomó la ventaja y desarmó a su hijo de tres movimientos.
-Aún te falta entrenamiento, muchacho –le dijo, poniendo la punta de su katana sobre el cuello del pirata-. Si sobrevives a esta creo que deberías ir a Wano y visitar a tu abuelo, quizás el pueda hacer de ti el espadachín que yo no pude.
Zane llevó la mano su bolsillo y sacó dos rumble balls más, saltando hacia atrás y llevándoselas a la boca. Tras hacerlo se hizo el silencio. El corazón de Zane comenzó a palpitar con fuerza y a su alrededor emergió una aura de fuego que giraba a su alrededor con mucha velocidad. El fuego podía estar a una temperatura de más de quinientos grados, y el cuerpo del suzaku fue creciendo hasta convertirse en un pájaro gigante con más aspecto de monstruo que de bestia celestial.
El suzaku bramó con fuerza, ensordeciendo a todos los que estaban a su alrededor. El clima de la isla cambió de pronto, volviéndose caluroso y árido, como si un verano tórrido y sofocante los asolara de golpe. El juego le envolvía y atacó a su padre con fuerza. Era su presa y tenía que acabar con ella. Le embistió un par de veces, realizándole grandes quemaduras en el cuerpo. Sin embargo, aquello no fue suficiente, y le bloqueó con su espada.
El pájaro seguía expulsando fuego por todos los rincones de su cuerpo y su aura cada vez era más intensa. Agitó sus alas y voló hacia el cielo, para justo después descender envuelto en fuego hacia el centro de la plaza, donde le esperaba su padre, pero con la mala suerte de darse un fuerte porrazo contra el suelo que hizo temblar la plaza y esparcir una onda calorífica que arroyó a todo lo que estaba en un radio de algo más cien metros.
Tras aquello, sin poder moverse, volvió a su forma humana. Intentó levantarse, pero no pudo. Y allí, con la ropa rasgada y multitud de quemaduras en el cuerpo estaba su padre, mirándolo.
-Te has convertido en un joven fuerte y con gran habilidad, pero aún te queda un largo camino que recorrer. Ve a Wano y busca a tu abuelo. Dile que te entrene y te vuelva un verdadero espadachín, sino la próxima vez no tendrás la misma suerte.
Dichas esas palabras, le entregó las espadas que le despojó en el combate y desapreció.
El sonido de las brigadas de la marina en formación se escuchaban no muy lejos de allí, y seguía sin poder moverse.
En un pestañeo, el padre atacó al hijo golpeándolo en la cara con el mango de su katana, para después darle una patada y enviarlo varios metros hacia atrás. Tras ello, se aferró a la empuñadura de su arma y lanzó una gran onda cortante que fue acabando con todo a su paso, creando una enorme grieta que levantaba los adoquines del suelo de la plaza. Rápidamente, advertido por su haki de observación, o quizás su instinto natural para el combate, agitó sus alas y despegó hacia el cielo. Desde allí cayó en picado envuelto en fuego contra su padre, chocando de nuevo sus armas.
Los minutos pasaban lentos y únicamente hacían intercambiar golpes sin ton ni son. Zane tenía el cuerpo malherido, el pelo violeta y mucho cansancio. Mientras que su padre parecía estar en perfectas condiciones, solo con dos o tres cortes en su vestimenta. Y de nuevo, éste último tomó la ventaja y desarmó a su hijo de tres movimientos.
-Aún te falta entrenamiento, muchacho –le dijo, poniendo la punta de su katana sobre el cuello del pirata-. Si sobrevives a esta creo que deberías ir a Wano y visitar a tu abuelo, quizás el pueda hacer de ti el espadachín que yo no pude.
Zane llevó la mano su bolsillo y sacó dos rumble balls más, saltando hacia atrás y llevándoselas a la boca. Tras hacerlo se hizo el silencio. El corazón de Zane comenzó a palpitar con fuerza y a su alrededor emergió una aura de fuego que giraba a su alrededor con mucha velocidad. El fuego podía estar a una temperatura de más de quinientos grados, y el cuerpo del suzaku fue creciendo hasta convertirse en un pájaro gigante con más aspecto de monstruo que de bestia celestial.
- Imagen aprox.:
- img]http://2.bp.blogspot.com/-G5y6buEHyK8/UJNPjtWQT9I/AAAAAAAABKs/VHebZH6ifn4/s1600/38a.jpg[/img]
El suzaku bramó con fuerza, ensordeciendo a todos los que estaban a su alrededor. El clima de la isla cambió de pronto, volviéndose caluroso y árido, como si un verano tórrido y sofocante los asolara de golpe. El juego le envolvía y atacó a su padre con fuerza. Era su presa y tenía que acabar con ella. Le embistió un par de veces, realizándole grandes quemaduras en el cuerpo. Sin embargo, aquello no fue suficiente, y le bloqueó con su espada.
El pájaro seguía expulsando fuego por todos los rincones de su cuerpo y su aura cada vez era más intensa. Agitó sus alas y voló hacia el cielo, para justo después descender envuelto en fuego hacia el centro de la plaza, donde le esperaba su padre, pero con la mala suerte de darse un fuerte porrazo contra el suelo que hizo temblar la plaza y esparcir una onda calorífica que arroyó a todo lo que estaba en un radio de algo más cien metros.
Tras aquello, sin poder moverse, volvió a su forma humana. Intentó levantarse, pero no pudo. Y allí, con la ropa rasgada y multitud de quemaduras en el cuerpo estaba su padre, mirándolo.
-Te has convertido en un joven fuerte y con gran habilidad, pero aún te queda un largo camino que recorrer. Ve a Wano y busca a tu abuelo. Dile que te entrene y te vuelva un verdadero espadachín, sino la próxima vez no tendrás la misma suerte.
Dichas esas palabras, le entregó las espadas que le despojó en el combate y desapreció.
El sonido de las brigadas de la marina en formación se escuchaban no muy lejos de allí, y seguía sin poder moverse.
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