Textos Robados [Privado Raviel- Adry-Hadassa]

-¿Dos espadas, eh?- exclamé con una sonrisa. Exhalé un par de veces y comencé con un bloqueo. Usando mi brazo, desviaría las espadas de bambú, para evitar que me dieran de lleno.

Iría a la defensiva, de eso se trataría mi entrenamiento. Quizás no era lo mejor, pero cada vez que me lanzase un golpe, traría de esquivarlo. Su agilidad, a estas alturas, no sería poca cosa, al contrario, además, debía tener cuidado con sus reflejos.

-Contraataca también, chico cabra- me dijo el anciano, sonriente.

Ya veo. Esto si era un combate de verdad. Esperé el momento preciso, buscando alguna apertura en su guardia para lanzar una serie de golpes rápidos hacia su cuerpo. Serían fáciles de bloquear, pero me servirían para medir sus reflejos y su fuerza física.

-Suelta tu cuerpo, Raviel- dijo el sensei- golpeas muy despacio. Debes ser más rápido. Ten en cuenta los reflejos de tu enemigo.

No podía hacer todo en un mismo momento. Tenía que esperar el contraataque y, en base a esto, ver cómo evolucionar mi estilo. También me recordó que debía esquivar, por lo que bloquear no serviría para incrementar mi agilidad.

La tanda rápida de golpes había logrado algo, acertando en el cuerpo de mi oponente. Sin embargo, no era el objetivo solamente golpear muy rápido. Frente a mí, un espadachín podría resultar peligroso por sus reflejos, y si me enfrentase a uno con una espada real, podía significar serios problemas.

Mientras el sensei le reclamaba y criticaba su forma de atacar, intenté modificar también el mio, sin embargo, entre las filigramas de mi rival no pude terminar de esquivar el movimiento que hizo. Tras un golpe cruzado, me incliné rápidamente hacia atrás, buscando esquivar un golpe, sin embargo, logré que la punta de ambas espadas golpeasen mi mentón. El dolor me despertó un poco más, pero no sin antes dejarme atontado un segundo.

Girando mi cuerpo cuando se hizo hacia atrás, aprovecharía la apertura que provocó mi propio oponente al lanzar un ataque cruzado, para volver a estar en frente de él y lanzar una serie de golpes hacia su abdomen.

-Más rápido, niño cabra. Un espadachín podría haberte cortado las manos antes de que tocases su cuerpo- gruñó el sensei. Si bien parecían sus reclamos de alguien decepcionado, también se veía algo entretenido por nuestro enfrentamiento.

El chico cara había logrado descifrar entre todas las fintas mi tajo cruzado, logrando evitar la mayoría del ataque, aunque las puntas de las espadas habían encajado un impacto en su mentón. “Si estas espadas fueran verdaderas, su mandíbula estaría acabada.” Tal vez el ataque no había tenido el éxito que esperaba, pero en una batalla real, mi oponente estaría en serios aprietos.

El chico cabra giró su cuerpo mientras mis espadas iban cayendo, había dejado un gran hueco en mi guardia al realizar ese ataque. Él lo había aprovechado bastante bien, flexionaba sus brazos preparándose a lanzar una combinación de golpes. La inercia me llevaba hacia adelante, así que esquivar o bloquear sus puñetazos sería muy difícil. Parecía que yo mismo había dictado la sentencia de esta batalla con ese descuidado ataque.

Estaba por resignarme con el resultado cuando una idea vino a mí. El mink empezaba a lanzar su combinación de golpes, me abalancé contra él de una manera poco ortodoxa con las espadas por delante. Yo iba a ser abatido, pero al menos tiraría a ese chico cabra conmigo, no lo dejaría irse limpio de este encuentro.

Había logrado atravesar la guardia de mi compañero, tras esquivar varios ataques que, de otro modo, hubiera tenido muy difícil de dar. Comencé mi ráfaga de golpes contra su abdomen, encajando varios golpes en su cuerpo, gracias a la defensa abierta. Sin embargo, eso mismo me había dejado sin defensa contra el siguiente movimiento de mi astuto adversario.

Aprovechando su propia inercia, la misma que había aprovechado para atacarle, dejó caer su peso sobre mí, sin que estuviera en posición de soportarlo. No tenía defensa, sólo ataque, por lo que caí al suelo junto a él.

No me había esperado ese movimiento. En un combate real, si es cierto que me hubiera acabado primero con el golpe a la mandíbula, él también habría estado en aprietos de recibir esos ataques por parte de alguien más fuerte. Como fuera, casi esperaba los regaños y las correcciones del sensei, pero en vez de eso, pude ver cómo reía mientras, torpemente, intentaba evitarlo.

-Estos muchachos, tan jóvenes. De vez en cuando dan una sorpresa. No fue lo mejor, pero sin duda tampoco se lo esperaba- dijo el anciano.

-¿A quien se lo dice?- pregunté.

-A ambos, ¿no es obvio?- dijo el anciano, riéndose- han progresado bastante, aún les falta, pero no son tan lentos como pensé. Practiquen un rato más.

Así pasaríamos algunos días más, practicando, según las enseñanzas del sensei. Cuando fuéramos a estar heridos, aparecería su nieta para curarnos con sus medicinas tan milagrosas como su comida, todo para que no dejáramos de entrenar. Casi olvidaba el propósito de ese entrenamiento, o el porqué estaba en esa isla, pero me entretenía el hecho de practicar.

Tras recibir curación, volví a ponerme en guardia para continuar la batalla.