Ryuichi Ichiban
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Braud se quedó paralizado. Su sonrisa se borró de inmediato en cuanto vio aquellos blancos rostros, de gruesos labios y narices rojas. Sus dedos temblaban y sus ojos se abrieron como platos. Su pupila encogió, aterrorizada. En su cabeza no había más que una incesante melodía circense y un recuerdo. Un recuerdo ominoso que lo marcó para siempre.
-----
—¿Un circo? -preguntó Braud al guardia mientras este le quitaba el grillete del cuello.
—Sí. Por lo visto el jefe necesita demostrar en documentos que el coliseo se utiliza para actividades legales, así que el muy cabrito ha contratado un circo que actúa por las mañanas. Estarán por aquí una semana o así.
—Vaya... no me importa -dijo el gigante poniéndose de pie después de que le liberaran el cuello-. Tan solo dame algo que golpear. ¿Qué tocaba hoy?
—El oso.
—Mi favorito.
El gigante cerró la puerta tras de sí. Acababa de romperle el cuello a un oso y todavía escuchaba en sus oídos los vítores y gritos de la gente que pedía más violencia. Se miró el brazo, donde tenía el zarpazo que le había hecho el animal. Apretó los dientes y se giró dispuesto a dirigirse donde lo curarían y le pondrían el grillete de nuevo. Al dar un paso, una extraña melodía llegó a sus oídos. Se detuvo por completo. Era música circense. Se dio la vuelta y fue cuando lo vio.
Un payaso giraba una manivela pegada a una caja que se sostenía sobre un trípode. La caja tenía encima una especie de trompeta que emitía la música. El payaso, sin embargo, miraba a Braud. Su pelo era rizado y rojizo, su nariz gigantesca y sus labios pintados ocupaban toda su cara, sonriendo. En la otra mano tenía un globo rojo. El gigante tragó saliva mientras notaba como todo a su alrededor se volvía negro. Siempre que intentaba llegar a aquella parte del recuerdo... se oscurecía todo. Como si no lo recordara... Como si no lo quisiera recordar.
—¿Vienes, Braud? —decía el payaso en un ominoso eco—. Ven a flotar... todos flotamos aquí...
---
—¡¡AAAAAHHH!! -gritó el gigante.
Los payasos revolucionarios le habían tirado algo, pero le daba igual lo que fuese en aquel momento. La música circense resonaba en sus oídos como un horroroso trauma y las caras de los payasos danzaban frente a él. Empezó a correr hacia delante, sin dejar de gritar, buscando embestir a aquellos que saltaban contra él con sus mazos, sin darles tiempo a golpear. Intentaría cogerlos con sus enormes manos y seguir corriendo hasta estamparlos contra la pared más próxima o tirarlos al mar si chocaba contra el borde del barco. Lo cierto es que le daba igual.
—¡NO TENGO MIEDO! —gritaba en negación—¡NO ME DAN MIEDO LOS PAYASOS!
-----
—¿Un circo? -preguntó Braud al guardia mientras este le quitaba el grillete del cuello.
—Sí. Por lo visto el jefe necesita demostrar en documentos que el coliseo se utiliza para actividades legales, así que el muy cabrito ha contratado un circo que actúa por las mañanas. Estarán por aquí una semana o así.
—Vaya... no me importa -dijo el gigante poniéndose de pie después de que le liberaran el cuello-. Tan solo dame algo que golpear. ¿Qué tocaba hoy?
—El oso.
—Mi favorito.
El gigante cerró la puerta tras de sí. Acababa de romperle el cuello a un oso y todavía escuchaba en sus oídos los vítores y gritos de la gente que pedía más violencia. Se miró el brazo, donde tenía el zarpazo que le había hecho el animal. Apretó los dientes y se giró dispuesto a dirigirse donde lo curarían y le pondrían el grillete de nuevo. Al dar un paso, una extraña melodía llegó a sus oídos. Se detuvo por completo. Era música circense. Se dio la vuelta y fue cuando lo vio.
Un payaso giraba una manivela pegada a una caja que se sostenía sobre un trípode. La caja tenía encima una especie de trompeta que emitía la música. El payaso, sin embargo, miraba a Braud. Su pelo era rizado y rojizo, su nariz gigantesca y sus labios pintados ocupaban toda su cara, sonriendo. En la otra mano tenía un globo rojo. El gigante tragó saliva mientras notaba como todo a su alrededor se volvía negro. Siempre que intentaba llegar a aquella parte del recuerdo... se oscurecía todo. Como si no lo recordara... Como si no lo quisiera recordar.
—¿Vienes, Braud? —decía el payaso en un ominoso eco—. Ven a flotar... todos flotamos aquí...
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—¡¡AAAAAHHH!! -gritó el gigante.
Los payasos revolucionarios le habían tirado algo, pero le daba igual lo que fuese en aquel momento. La música circense resonaba en sus oídos como un horroroso trauma y las caras de los payasos danzaban frente a él. Empezó a correr hacia delante, sin dejar de gritar, buscando embestir a aquellos que saltaban contra él con sus mazos, sin darles tiempo a golpear. Intentaría cogerlos con sus enormes manos y seguir corriendo hasta estamparlos contra la pared más próxima o tirarlos al mar si chocaba contra el borde del barco. Lo cierto es que le daba igual.
—¡NO TENGO MIEDO! —gritaba en negación—¡NO ME DAN MIEDO LOS PAYASOS!
- resumen:
- Sufrir un ataque de estrés postraumático y atacar a los payasos
Zack Suky
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Como era de esperar de un recinto lleno de gentuza y maleantes no tardó en liarse una vez que el anfitrión se marchó a una zona más privada, aunque no sin antes deleitar al tipo de la nave voladora de Gray Rock con un rapapolvo verbal. Me hubiese gustado sentarme y disfrutar del caos que se estaba montando a mi alrededor, pero la vergonzosa entrada de mi capitán en escena me hizo ponerme las pilas. Mi tiempo de descanso y deleite habían acabado, por lo que me levanté de mi sitio pasando completamente de las pequeñas trifulcas que eran habituales en cualquier bar frecuentado por piratas, como intentando huir del pestazo a queso rancio que se estaba formado en la sala. Vaya unos cerdos.
Con eso en mente me dirigí hacia mi capitán y su acompañante para ponerlo al día... Aunque al final me tuve que esperar, puesto que el tuerto estaba más solicitado de lo que esperaba y lo abordaron varios personajes. No me sorprendió que parte del grupo que rodeaba al pirata fuesen una especie de monjas que lo increpaban por algo. Seguramente se hubiese meado en su agua bendita algún día de borrachera u algo así, pero estas, a pesar de ser las más raras, eran las menos inquietantes. Quizás tanto tiempo a su lado había generado en mí una especie de aceptación ante los seres aberrantes y por eso no llamaban mi atención, pero en cambio la flamante bruja de la banda de el comilón era arena de otra costal. Si no fuese porque la había visto arrasar en Gray Rock la hubiese dicho algo, aunque siendo sinceros eso solo hacía que me pusiese más cachondo y la tentación fuese dura, nunca mejor dicho, pero al parecer un guaperas de la zona se me adelantó metiéndose en mitad de todo el barullo.
Conocía bastante bien al pirata como para saber que su paciencia brillaba por su ausencia, por lo que me mantuve alejado hasta que explotase como estaba acostumbrado a hacer, ya que si era un día normal estallaría en apenas unos minutos... Ah no, por lo que se veía estaba en uno de esos "días" y explotó de golpe, morsa en mano y con la boca llena de improperios y órdenes.
Si los tipos que lo rodeaban tenían un ápice de luces se apartarían corriendo. Lo había visto enfadado de verdad varias veces y sabía que podían empezar a volar cabezas de un momento a otro si seguían ignorándolo. Solía portarse como un niño caprichoso la mitad de las veces, pero con la diferencia de que este niño grande podría destruir un buque de guerra con sus propias manos solo por antojo... Así que cuando por fin me llamó para que le dijese que coño pasaba no dudé ni un momento en hacerlo. No quería recibir un morsazo, por lo que tras ponerme a su lado le conté todo lo que había pasado hasta su vergonzosa entrada.
Mientras hablábamos me percaté de que el tuerto andaba como obnibulado tras el rubio de antes. No tenía ni idea de que narices tenía pensado ya que solo se había dedicado farfullar mientras yo le relataba la puesta en escena de Elrik y el resto. Incluso había mencionado a Zane para ver si así reaccionaba ante su nombre, pero ante la obcecación del tuerto de seguir andando sin hacerme mucho caso intenté aferrarle un brazo con una mano mientras con la otra tiraba de la morsa en un intento de que se parase o de que me hiciese caso.
-¿Se puede saber qué cojones haces? Párate un jodido segundo y dime qué tienes pensado hacer aquí - dije con mi habitual amabilidad.
Esperaba llamar lo suficiente su atención para que me hiciese caso y se parase, puesto que quería saber si tenía pensado entrar en la torre en busca de algo o si solo había venido buscando alguna de sus estúpidas peleas como en Gray Rock. Esta vez me negaba a ir como pollo sin cabeza tras de él sin ganar nada, por lo que cuanto antes me dijese que iba a hacer él, antes sabría qué hacer yo.
Con eso en mente me dirigí hacia mi capitán y su acompañante para ponerlo al día... Aunque al final me tuve que esperar, puesto que el tuerto estaba más solicitado de lo que esperaba y lo abordaron varios personajes. No me sorprendió que parte del grupo que rodeaba al pirata fuesen una especie de monjas que lo increpaban por algo. Seguramente se hubiese meado en su agua bendita algún día de borrachera u algo así, pero estas, a pesar de ser las más raras, eran las menos inquietantes. Quizás tanto tiempo a su lado había generado en mí una especie de aceptación ante los seres aberrantes y por eso no llamaban mi atención, pero en cambio la flamante bruja de la banda de el comilón era arena de otra costal. Si no fuese porque la había visto arrasar en Gray Rock la hubiese dicho algo, aunque siendo sinceros eso solo hacía que me pusiese más cachondo y la tentación fuese dura, nunca mejor dicho, pero al parecer un guaperas de la zona se me adelantó metiéndose en mitad de todo el barullo.
Conocía bastante bien al pirata como para saber que su paciencia brillaba por su ausencia, por lo que me mantuve alejado hasta que explotase como estaba acostumbrado a hacer, ya que si era un día normal estallaría en apenas unos minutos... Ah no, por lo que se veía estaba en uno de esos "días" y explotó de golpe, morsa en mano y con la boca llena de improperios y órdenes.
Si los tipos que lo rodeaban tenían un ápice de luces se apartarían corriendo. Lo había visto enfadado de verdad varias veces y sabía que podían empezar a volar cabezas de un momento a otro si seguían ignorándolo. Solía portarse como un niño caprichoso la mitad de las veces, pero con la diferencia de que este niño grande podría destruir un buque de guerra con sus propias manos solo por antojo... Así que cuando por fin me llamó para que le dijese que coño pasaba no dudé ni un momento en hacerlo. No quería recibir un morsazo, por lo que tras ponerme a su lado le conté todo lo que había pasado hasta su vergonzosa entrada.
Mientras hablábamos me percaté de que el tuerto andaba como obnibulado tras el rubio de antes. No tenía ni idea de que narices tenía pensado ya que solo se había dedicado farfullar mientras yo le relataba la puesta en escena de Elrik y el resto. Incluso había mencionado a Zane para ver si así reaccionaba ante su nombre, pero ante la obcecación del tuerto de seguir andando sin hacerme mucho caso intenté aferrarle un brazo con una mano mientras con la otra tiraba de la morsa en un intento de que se parase o de que me hiciese caso.
-¿Se puede saber qué cojones haces? Párate un jodido segundo y dime qué tienes pensado hacer aquí - dije con mi habitual amabilidad.
Esperaba llamar lo suficiente su atención para que me hiciese caso y se parase, puesto que quería saber si tenía pensado entrar en la torre en busca de algo o si solo había venido buscando alguna de sus estúpidas peleas como en Gray Rock. Esta vez me negaba a ir como pollo sin cabeza tras de él sin ganar nada, por lo que cuanto antes me dijese que iba a hacer él, antes sabría qué hacer yo.
- Resumen:
- Disfrutar con el caos que se empieza a montar en la carpa hasta que veo a Arri hacer el ridículo y montar un buen espectáculo. Una vez que habla con todos me acerco para contarle qué ha dicho Viktor antes de que llegase e intentar que se pare y deje de seguir a Yarmin para que me cuente que tiene pensado hacer.
Jiren
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Cuando me presenté como voluntario, varios marines y agentes más siguieron mi ejemplo, levantando sus manos, algunos aún inseguros y otros con ímpetu. Estaba feliz de que así fuera, ya que más personas implicaba más acción, y eso es lo que yo quería. Para animar a mis compañeros empecé a darles ánimos y aplaudirles.
- ¡Vamos chicos! ¡Así se hace! - digo mientras aplaudo al aire.
Después de esto una chica morena con aire militar se me acercó. Me saludó amablemente a la vez que me ofrecía la mano. Parecía estar preparada para lo que llegase y eso me gustaba. Por lo que le estreché la mano con efusividad y me presenté.
- Hola, yo soy Jiren, el gusto es mío. Yo también que lo demos todo en el campo de batalla. Estoy realmente emocionado y con muchas ganas de descubrir con qué nos encontraremos una vez lleguemos a la aguja.
Justo después nos guiaron a todos los voluntarios a los barcos listos para introducirse por la entrada descubierta por el Cipher Pol. Un gran grupo de gente estaba en fila subiendo al barco mientras un oficial les iba indicando sus puestos y quehaceres. Curiosamente no se trataba de un marine sino de un agente del gobierno, pero aún así no me agradó demasiado su tosca manera de mandar, y mucho menos cuando me colocó a cargo de uno de los cañones de estribor, pero entre tanta gente y tantas órdenes no me quedaba más opción que obedecer.
Una vez habíamos zarpado no tardamos mucho en toparnos con la ofensiva rebelde. No sería fácil cruzar esa oleada de navíos, pero con un poco de suerte y apoyo de otros barcos que zarparon a la vez que el nuestro, lo podíamos conseguir. Yo personalmente, desde mi posición, empecé a utilizar el cañón, sin mucha idea, pero sin cesar. Nunca había practicado mis habilidades de tiro, y para mi sorpresa acerté más de lo que me esperaba, pero estaba convencido de que más un acierto había sido de chiripa. Me daba igual, la suerte también era un factor a tener en cuenta.
No fue poco después del comienzo del estallido entre ambos bandos que se acercó a mí la joven morena que se me presentó antes. Me empezó a ayudar a cargar alguna balas de cañón y me dijo que me iba a dar apoyo hasta recibir nuevas órdenes. Prefería trabajar solo, pero al ver que con ella empezaba a tener mayor éxito en nuestra enmienda, me alegré de que me echara una mano.
- Gracias, tu ayuda me viene bien, ¡sigamos así! - le respondí mientras cargaba una bala -.
De todas formas, teníamos que seguir esforzándonos al máximo, ya que los barcos enemigos seguían acercándose. Estaba ansioso por realizar un abordaje y poder usar mis puños, pero esperaría por las órdenes pertinentes.
- ¡Vamos chicos! ¡Así se hace! - digo mientras aplaudo al aire.
Después de esto una chica morena con aire militar se me acercó. Me saludó amablemente a la vez que me ofrecía la mano. Parecía estar preparada para lo que llegase y eso me gustaba. Por lo que le estreché la mano con efusividad y me presenté.
- Hola, yo soy Jiren, el gusto es mío. Yo también que lo demos todo en el campo de batalla. Estoy realmente emocionado y con muchas ganas de descubrir con qué nos encontraremos una vez lleguemos a la aguja.
Justo después nos guiaron a todos los voluntarios a los barcos listos para introducirse por la entrada descubierta por el Cipher Pol. Un gran grupo de gente estaba en fila subiendo al barco mientras un oficial les iba indicando sus puestos y quehaceres. Curiosamente no se trataba de un marine sino de un agente del gobierno, pero aún así no me agradó demasiado su tosca manera de mandar, y mucho menos cuando me colocó a cargo de uno de los cañones de estribor, pero entre tanta gente y tantas órdenes no me quedaba más opción que obedecer.
Una vez habíamos zarpado no tardamos mucho en toparnos con la ofensiva rebelde. No sería fácil cruzar esa oleada de navíos, pero con un poco de suerte y apoyo de otros barcos que zarparon a la vez que el nuestro, lo podíamos conseguir. Yo personalmente, desde mi posición, empecé a utilizar el cañón, sin mucha idea, pero sin cesar. Nunca había practicado mis habilidades de tiro, y para mi sorpresa acerté más de lo que me esperaba, pero estaba convencido de que más un acierto había sido de chiripa. Me daba igual, la suerte también era un factor a tener en cuenta.
No fue poco después del comienzo del estallido entre ambos bandos que se acercó a mí la joven morena que se me presentó antes. Me empezó a ayudar a cargar alguna balas de cañón y me dijo que me iba a dar apoyo hasta recibir nuevas órdenes. Prefería trabajar solo, pero al ver que con ella empezaba a tener mayor éxito en nuestra enmienda, me alegré de que me echara una mano.
- Gracias, tu ayuda me viene bien, ¡sigamos así! - le respondí mientras cargaba una bala -.
De todas formas, teníamos que seguir esforzándonos al máximo, ya que los barcos enemigos seguían acercándose. Estaba ansioso por realizar un abordaje y poder usar mis puños, pero esperaría por las órdenes pertinentes.
Worgulv
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Hacía mucho tiempo que el hombre no alzaba el vuelo, o que no salía de su camarote sin ir más lejos, tras el bochorno sufrido en la última batalla y la falta de éxito en su misión.
Worgulv estaba muy decepcionado consigo mismo, todo el tiempo de confinamiento lo había invertido en pensar cómo podría haber actuado para que su camarada Legim pudiese haber sido rescatado, esos pensamientos le carcomían cada noche.
Pero hasta hace pocas lunas, algo había perturbado a la banda, según había oído, algo estaba amenazando incluso la integridad de los mares, eso parecía bastante preocupante.
Hacia un tiempo que su camarada Death había salido volando de la nave, y tras unos minutos de diferencia el alzo el vuelo y siguió su trayectoria.
Cuando pudo divisar una gran espina negra que apuñalaba el cielo y más de un centenar de navíos a su alrededor, la guerra ya había estallado, el hombre no era consciente ni de que facciones se habían reunido allí, simplemente se limitaría a seguir a su capitán.
Las nubes empezaron a arremolinarse y una tormenta no tardo en cubrir toda la zona, parecía que su capitán tenía algún rencor personal esta vez, pudo percibir como sus camaradas se dirigían a un navío de grandes proporciones, y él se limito a seguirlos, no sabia si eran aliados o ya se lanzaban a la batalla, con que invoco el martillo que sujeto con ambas manos.
Para cuando el hombre aterrizo junto a sus camaradas, ya parecía claro que los revolucionarios que comandaban el navío eran aliados, con lo que dejo reposar el martillo en una mano para parecer menos hostil y sin mediar palabra, siguió a su capitán.
Worgulv estaba muy decepcionado consigo mismo, todo el tiempo de confinamiento lo había invertido en pensar cómo podría haber actuado para que su camarada Legim pudiese haber sido rescatado, esos pensamientos le carcomían cada noche.
Pero hasta hace pocas lunas, algo había perturbado a la banda, según había oído, algo estaba amenazando incluso la integridad de los mares, eso parecía bastante preocupante.
Hacia un tiempo que su camarada Death había salido volando de la nave, y tras unos minutos de diferencia el alzo el vuelo y siguió su trayectoria.
Cuando pudo divisar una gran espina negra que apuñalaba el cielo y más de un centenar de navíos a su alrededor, la guerra ya había estallado, el hombre no era consciente ni de que facciones se habían reunido allí, simplemente se limitaría a seguir a su capitán.
Las nubes empezaron a arremolinarse y una tormenta no tardo en cubrir toda la zona, parecía que su capitán tenía algún rencor personal esta vez, pudo percibir como sus camaradas se dirigían a un navío de grandes proporciones, y él se limito a seguirlos, no sabia si eran aliados o ya se lanzaban a la batalla, con que invoco el martillo que sujeto con ambas manos.
Para cuando el hombre aterrizo junto a sus camaradas, ya parecía claro que los revolucionarios que comandaban el navío eran aliados, con lo que dejo reposar el martillo en una mano para parecer menos hostil y sin mediar palabra, siguió a su capitán.
- Resumen:
- Reunión familiar que bieeen
Rocket Raccoon
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—¡La bala de cañón!
El mapache dio la vuelta y empezó a correr a toda velocidad hacia el mástil. Habiendo guardado de nuevo sus armas a su espalda, empezó a trepar el mástil clavando las garras en la madera y subiendo a una velocidad más que envidiable. Mientras tanto, su cola iba generando arena y formando con esta una cola mucho más grande, con la cual, al llegar alto, rodeó el mástil para poder sujetarse a este con ambas manos libres, mirando a la bala de cañón sacando de nuevo la pacificadora.
—Antigravedad en tres, dos, uno...
Y apretó el gatillo en el momento justo. Confeti salió disparado del cañón, como siempre que utilizaba ese modo de disparo, pero la bola se detuvo en el aire, empezando a ascender muy poco a poco como si de un globo se tratase. Sacó entonces la gigantesca llave inglesa que guardaba en el interior de su cuerpo gracias a su confiado cuerpo de arena. Saltó hacia delante, devolviendo la cola a su tamaño original, mientras que la cabeza de la llave inglesa se ponía al rojo vivo. Entonces, como si de un bateador se tratase, golpeó la bola en el aire, con el propósito de alejarla del barco antes de que el efecto antigravedad parase y cayese sobre este.
Entonces, volvería a aumentar el tamaño de su cola para agarrarse de nuevo al mástil mientras caía, evitando así impactar en el suelo, para después bajar por su propio pie. Lo cierto era que empezaba a aburrirse, y el barco marine estaba cerca, por lo que...
No lo pensó dos veces más. Empezó a correr con sus cuatro patas hasta el borde del barco, subió a la baranda y saltó, con el propósito de aterrizar en el barco de los marines. Sin embargo, no se detuvo allí. Aprovechando la sorpresa y confusión de ver a un mapache de casi un metro colándose en el barco, saltó directo a la cara del recluta más cercano, con el propósito de arañar y golpear como un animal rabioso sin parar.
El mapache dio la vuelta y empezó a correr a toda velocidad hacia el mástil. Habiendo guardado de nuevo sus armas a su espalda, empezó a trepar el mástil clavando las garras en la madera y subiendo a una velocidad más que envidiable. Mientras tanto, su cola iba generando arena y formando con esta una cola mucho más grande, con la cual, al llegar alto, rodeó el mástil para poder sujetarse a este con ambas manos libres, mirando a la bala de cañón sacando de nuevo la pacificadora.
—Antigravedad en tres, dos, uno...
Y apretó el gatillo en el momento justo. Confeti salió disparado del cañón, como siempre que utilizaba ese modo de disparo, pero la bola se detuvo en el aire, empezando a ascender muy poco a poco como si de un globo se tratase. Sacó entonces la gigantesca llave inglesa que guardaba en el interior de su cuerpo gracias a su confiado cuerpo de arena. Saltó hacia delante, devolviendo la cola a su tamaño original, mientras que la cabeza de la llave inglesa se ponía al rojo vivo. Entonces, como si de un bateador se tratase, golpeó la bola en el aire, con el propósito de alejarla del barco antes de que el efecto antigravedad parase y cayese sobre este.
Entonces, volvería a aumentar el tamaño de su cola para agarrarse de nuevo al mástil mientras caía, evitando así impactar en el suelo, para después bajar por su propio pie. Lo cierto era que empezaba a aburrirse, y el barco marine estaba cerca, por lo que...
No lo pensó dos veces más. Empezó a correr con sus cuatro patas hasta el borde del barco, subió a la baranda y saltó, con el propósito de aterrizar en el barco de los marines. Sin embargo, no se detuvo allí. Aprovechando la sorpresa y confusión de ver a un mapache de casi un metro colándose en el barco, saltó directo a la cara del recluta más cercano, con el propósito de arañar y golpear como un animal rabioso sin parar.
- Resumen:
- Parar la bala de cañón y saltar al barco marine, buscando atacar cual animal rabioso al primer marine que vea
Rose D. Alviss
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Apenas había acabado la réplica de Viktor al tío de traje amarillo y Luka se acercó a él, parecía que se conocían del pasado, pero apenas le di importancia, había un espectáculo mucho mejor, y la vez preocupante, en nuestra propia mesa. El capitán comía como si le fueran a ejecutar mañana y está fuera su última comida, sin olvidar el detalle que si mi memoria no me fallaba esa misma mañana se puso las botas antes de llegar. Engullía como si tuviera un agujero negro por estómago y se podía incluso apreciar en su abdomen las consecuencias, que me quitaron las ganas de seguir comiendo.
- Capitán, ¿va a ser niño o niña? - Le solté al pelirrojo a modo de burla, aunque dicha frase me dio para rizar el rizo. - Aunque... conociéndote Zane tu parirías una katana, doloroso cuanto menos. - Rematé el chiste y probablemente la gracia que tuviera, si es que en algún momento la tuvo.
Cuando me quise dar cuenta, Luka había invitado a la mesa al hombre que tenía el valor de llevar un conjunto de tales características que respondía al nombre de Yuu, simplemente le saludé por cordialidad y seguí observando la escena dantesca.
El propio capitán empezó a sentir en forma de agonía que no fue la mejor idea del mundo precisamente, cuya reacción fue provocar un escape de gas bastante sonoro que pude "apreciar" desde donde estaba sentado. Y la cosa fue a más, una chica de estatura baja, pelinegra y de buen ver, insta a retar a Zane a un duelo de a ver quien bebe más, para rematar la faena. Por suerte para todos, salió a escena el gyojin, evitando que se diera dicha competición, la invitó a una fiesta en el barco cuándo acabará todo y atender como buen médico que es al capitán dándole pastillas, drogas seguramente.
- No todos los héroes llevan capa Luka. - Le felicitó alzando mi última jarra de cerveza, ya que si bebía más, la tierra iba a empezar a moverse y eso no mola.
Nos pusimos en marcha, Therax se fue a reunirse con el líder de los revolucionarios para poder comunicarnos con ellos.
Puede que me venga bien esta decisión para encontrar a mi progenitor...
El siguiente paso fue ir al otro lado del recinto, desconozco si la ingente comida que se metió entre pecho y espalda tuvo algo que ver, pero el capitán quería hablar con Viktor.
- Dudo que esto sea el mejor método para volverse a poner en forma, pero tu mandas. - Acepté la decisión dejando caer lo que podía implicar mientras me llevaba las manos a la nuca.
El ambiente era curioso cuanto menos, pasó a ser un tugurio gigante lleno de maleantes y borrachos, el tipo de ambiente que me gustaba y con el cual me sentía a gusto. Me dediqué a esquivar a todos con sumo cuidado, ya que un leve roce puede desencadenar en una pelea y había demasiados pesos pesados como para ir provocando. Cuando llegamos, había dos gorilas impidiendo pasar a la gente a ver al rey del Bajo Mundo, en ese instante me doy cuenta de que Kath no está con nosotros.
- Capitán, ¿va a ser niño o niña? - Le solté al pelirrojo a modo de burla, aunque dicha frase me dio para rizar el rizo. - Aunque... conociéndote Zane tu parirías una katana, doloroso cuanto menos. - Rematé el chiste y probablemente la gracia que tuviera, si es que en algún momento la tuvo.
Cuando me quise dar cuenta, Luka había invitado a la mesa al hombre que tenía el valor de llevar un conjunto de tales características que respondía al nombre de Yuu, simplemente le saludé por cordialidad y seguí observando la escena dantesca.
El propio capitán empezó a sentir en forma de agonía que no fue la mejor idea del mundo precisamente, cuya reacción fue provocar un escape de gas bastante sonoro que pude "apreciar" desde donde estaba sentado. Y la cosa fue a más, una chica de estatura baja, pelinegra y de buen ver, insta a retar a Zane a un duelo de a ver quien bebe más, para rematar la faena. Por suerte para todos, salió a escena el gyojin, evitando que se diera dicha competición, la invitó a una fiesta en el barco cuándo acabará todo y atender como buen médico que es al capitán dándole pastillas, drogas seguramente.
- No todos los héroes llevan capa Luka. - Le felicitó alzando mi última jarra de cerveza, ya que si bebía más, la tierra iba a empezar a moverse y eso no mola.
Nos pusimos en marcha, Therax se fue a reunirse con el líder de los revolucionarios para poder comunicarnos con ellos.
Puede que me venga bien esta decisión para encontrar a mi progenitor...
El siguiente paso fue ir al otro lado del recinto, desconozco si la ingente comida que se metió entre pecho y espalda tuvo algo que ver, pero el capitán quería hablar con Viktor.
- Dudo que esto sea el mejor método para volverse a poner en forma, pero tu mandas. - Acepté la decisión dejando caer lo que podía implicar mientras me llevaba las manos a la nuca.
El ambiente era curioso cuanto menos, pasó a ser un tugurio gigante lleno de maleantes y borrachos, el tipo de ambiente que me gustaba y con el cual me sentía a gusto. Me dediqué a esquivar a todos con sumo cuidado, ya que un leve roce puede desencadenar en una pelea y había demasiados pesos pesados como para ir provocando. Cuando llegamos, había dos gorilas impidiendo pasar a la gente a ver al rey del Bajo Mundo, en ese instante me doy cuenta de que Kath no está con nosotros.
- Resumen:
- Ver el estado de Zane y burlarme de él
con cariño. - Ir con todos los miembros de la banda, menos Therax y Kath, a conseguir una audiencia con Viktor.
- Ver el estado de Zane y burlarme de él
Simo Baker
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Completamente ignorado, así fue como me sentí al ver que nadie me prestaba la más mínima atención. Bueno, para ser sincero el rubio sí que me había escuchado, pero negó mi petición y me mandó preguntar a uno de sus compañeros. Además también tomé la atención, aunque esa no había sido mi intención, del capitán marine que vino a condenarlos. Al parecer le habían robado una bolsa de patatas y quería que fuésemos en primera línea por ello. La situación era surrealista; no tenía ningún fuste mandar a agentes de infiltración a pegar tiros en la primera línea de una batalla. Y mucho menos por unas patatas. Pintaba mal, pero lo peor fue la reacción del grupo. Empezado por la entusiasmada usuaria de fruta zoan, hasta la reacción agresiva de chispas quemando la bolsa y su amigo mofándose al ofrecer la última patata, sin duda formaban el grupo más deplorable de agentes que el Cipher Pol había tenido jamás.
«Vaya capullo», pensé al ver a “Chispas” quemar la bolsa de papas. —Vaya, ¿a las patatas si les das fuego?—, dije con una risa paródica mientras me agachaba para encender el cigarro con las llamas. Entonces intervino resignado, aunque con un poco más de cabeza, el que parecía el superior del grupo. Accedió a ir para adentrarse en la boca del lobo, aunque tanto el como la pelirrosa —la despampanante joven en la que no había podido evitar fijarme y a la cual le tiraría la caña si salíamos con vida— dejaron ver sus deseos de que al menos la nave estuviera a la altura de la situación. Me costó unos segundos más y un vistazo a mí alrededor, pero terminé resignándome yo también. En el fondo era lo que quería, ir a luchar contra la revolución. Hubiera preferido hacerlo en mejores condiciones para asegurarme de poder ver el resultado final, pero no me estaban dando a elegir. Además, ¿qué quería decir primera línea? Nuestra misión era pasar las líneas enemigas, no mantener nuestro terreno en el frente. Lo más seguro es que quisiera asustarnos y ya está.
Mientras el pálido agente terminaba de apuntar los nombres del grupo en la lista, yo me puse a revisar rápidamente mis armas. No hacía mucho que había vuelto de la última batalla estaba esperando la próxima, por lo que, a pesar de haber descansado, no había tenido tiempo de pasar barracón asignado más que para coger munición. En parte era bueno ya que tenía todo lo necesario, aunque también por esto no había tenido tiempo de montar mi francotirador. «La piumpiummuellemuelladora lo sustituirá bien», pensé sacando y metiendo de nuevo el cargador para asegurarme de que estaba completo. Hice lo propio con la gunny bravo, la cual portaba balas de escopeta. Por último eché un vistazo a los bolsillos del pantalón táctico que llevaba para ver que diales me quedaban. No pintaba mal, aunque la verdad es que esperaba que se nos ofreciera algo más de equipo antes de zarpar. —Señor, si vamos a ir a morir, ¿cree que puede conseguirnos chalecos antibalas y algo de munición para que duremos un poco más?—, pregunté con respeto al enorme “Capitán Patata” mientras tomaba la lista y me aseguraba de que mi nombre estuviera en ella.
«Vaya capullo», pensé al ver a “Chispas” quemar la bolsa de papas. —Vaya, ¿a las patatas si les das fuego?—, dije con una risa paródica mientras me agachaba para encender el cigarro con las llamas. Entonces intervino resignado, aunque con un poco más de cabeza, el que parecía el superior del grupo. Accedió a ir para adentrarse en la boca del lobo, aunque tanto el como la pelirrosa —la despampanante joven en la que no había podido evitar fijarme y a la cual le tiraría la caña si salíamos con vida— dejaron ver sus deseos de que al menos la nave estuviera a la altura de la situación. Me costó unos segundos más y un vistazo a mí alrededor, pero terminé resignándome yo también. En el fondo era lo que quería, ir a luchar contra la revolución. Hubiera preferido hacerlo en mejores condiciones para asegurarme de poder ver el resultado final, pero no me estaban dando a elegir. Además, ¿qué quería decir primera línea? Nuestra misión era pasar las líneas enemigas, no mantener nuestro terreno en el frente. Lo más seguro es que quisiera asustarnos y ya está.
Mientras el pálido agente terminaba de apuntar los nombres del grupo en la lista, yo me puse a revisar rápidamente mis armas. No hacía mucho que había vuelto de la última batalla estaba esperando la próxima, por lo que, a pesar de haber descansado, no había tenido tiempo de pasar barracón asignado más que para coger munición. En parte era bueno ya que tenía todo lo necesario, aunque también por esto no había tenido tiempo de montar mi francotirador. «La piumpiummuellemuelladora lo sustituirá bien», pensé sacando y metiendo de nuevo el cargador para asegurarme de que estaba completo. Hice lo propio con la gunny bravo, la cual portaba balas de escopeta. Por último eché un vistazo a los bolsillos del pantalón táctico que llevaba para ver que diales me quedaban. No pintaba mal, aunque la verdad es que esperaba que se nos ofreciera algo más de equipo antes de zarpar. —Señor, si vamos a ir a morir, ¿cree que puede conseguirnos chalecos antibalas y algo de munición para que duremos un poco más?—, pregunté con respeto al enorme “Capitán Patata” mientras tomaba la lista y me aseguraba de que mi nombre estuviera en ella.
- Acciones:
- -Encenderme el cigarro con la bolsa de papas en llamas.
-Apuntarme al Suicide squad de las patatas.
-Pedir al marine un chaleco antibalas y munición al capitán de las patatas.
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El albino se dispuso a ir hacia el hangar. Debido a su gran tamaño y a que el barco no estaba precisamente a escala, la mitad del camino tuvo que ir a gatas por el suelo. En dos ocasiones el barco se tambaleó más de la cuenta y estuvo a punto de caerse sobre alguien y en más de tres cruces tuvo que dar media vuelta porque no cabía. Al fin, tras una larga odisea de unos 30 minutos que a él le parecieron horas, logró llegar al hangar. Fue a hablar con el encargado, un anciano bastante enérgico que casi le arranca una carcajada cuando le llama pequeño. Tras exponerle su situación, el veterano le explicó que no tenían escotillas a medida para gigantes. Le ofrece una alternativa; una burbuja con una bicicleta submarina. Sin embargo, también hay otras opciones. Puede cargarse un submarino mientras intenta meterse en él. O también montar en una de las criaturas míticas que se dice que rondan por esas aguas, los reyes marinos. Mientras considera las opciones, decide hacerle una pregunta al anciano.
Escuche, señor. -dijo, para llamar su atención-. Tengo entendido que por estas aguas moran unos reyes marinos. ¿La idea de montar uno de ellos es factible? De no ser así, me conformaré con la bicicleta y la burbuja.
Mientras espera una respuesta del anciano, observa el hangar. Tal vez pueda buscar a alguna persona que le acompañe. Después de todo, es la primera vez que actúa en una operación semejante y no tiene experiencia. Lo mejor sería, después de asegurar un transporte, ir en busca de alguien que lleve más tiempo trabajando con la Revolución, para que le instruya.
Escuche, señor. -dijo, para llamar su atención-. Tengo entendido que por estas aguas moran unos reyes marinos. ¿La idea de montar uno de ellos es factible? De no ser así, me conformaré con la bicicleta y la burbuja.
Mientras espera una respuesta del anciano, observa el hangar. Tal vez pueda buscar a alguna persona que le acompañe. Después de todo, es la primera vez que actúa en una operación semejante y no tiene experiencia. Lo mejor sería, después de asegurar un transporte, ir en busca de alguien que lleve más tiempo trabajando con la Revolución, para que le instruya.
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Quizás no había pecado de excesivo cuidado. Aquel lugar estaba lleno de las más grandes cabezas criminales conocidas y aún por conocer, y quizás era bastante evidente la posibilidad de encontrarme con alguien indeseado. Había conocido bastante gente en mis viajes, algunos a los que quería volver a ver, otros no. Y estábamos empezando a estrenar el plantel de caras conocidas con una mala señal, una que llegó a causarme sudores fríos por frente y espalda, y algún que otro escalofrío: el señor loco de Water Seven estaba allí. Me mordí el labio inferior tras la máscara, aguantando las ganas de golpearme a mí mismo por la imprudencia que acababa de cometer, y la mala suerte que había propiciado todo. Estaba claro que aquella persona no iba a ser la única con pelo azul del mundo, ni tampoco con ese tipo de malos modales, pero existía bastante poca gente que combinase ambas cosas de la forma tan descarada en la que lo hacía aquel tipo. Si simplemente hubiera tenido un poco más de cuidado...
— Ya ha empezado, chico. Llegas tarde. Siéntate, anda. Ah, y oye... tengo la sensación de que te conozco, así que… luego quiero hablar contigo. -
Me veía tentado a huir o, aprovechando mi poca estatura y presencia, escabullirme entre todo el gentío de la carpa, pero algo en mi cabeza me decía que no iba a resultar tal y como a mí me gustaría. Además, causar un escándalo en aquel lugar, lleno de asesinos, traficantes y gente de tal calibre, solamente podía terminar mal para mí. Ya tenía claro en mi mente que venir a la reunión no había sido mi mejor idea, y no llevaba ni diez minutos allí presente. Encima me había perdido toda la charla y, sumando mi desinformación evidente, era más que obvio que no pintaba nada allí, no hasta que preguntase a alguien. Con un suspiro y un nudo en la garganta, pues era incapaz de prever lo que podría suceder de aquí en adelante, y estaba más que claro que actuar por instintos solo me llevaría a mi propia ruina. Así, decidí seguir el rollo al hombre, que esta vez parecía más calmado y dispuesto al diálogo que en nuestro primer encontronazo, por lo que aún guardaba un ápice de esperanza en él, sentándome a su lado y tratando de seguir el hilo de conversación del tal Elrik.
Pero no, hablaba mucho y no decía nada. Palabras vacías para conquistar a aquellos un poco más tontos o ingenuos, que no me iban a servir de nada por el momento. Y el peliazul pensaba igual, ya que un enfado bastante evidente, como el de un niño que está a punto de sufrir una rabieta, algo que me asustaba bastante. Comenzó a murmurar, pero no me pude dar cuenta de lo que decía, ya que mi atención fue atraída por un sujeto que se acercaba con unas pintas bastante singulares, hablando en cuanto tuvo la oportunidad de sentarse:
—Una apuesta arriesgada la de nuestro anfitrión ¿no? Soy Grimm, perdonad la intromisión, pero creo que si vamos a entrar sería mejor hacer grupos para estar más seguros. Espero que no os moleste que me una a vosotros. -
No sé lo que era, si su gorro de hechicero, su estilismo propio de alguien rico que estuviera vendado de cuerpo completo, que me causaba cierta desconfianza. Tampoco podía hablar, ya que mis pintas no eran en ningún caso mejores, pero él me superaba por mucho. Para añadir morbo y malas vibraciones al asunto, su rostro solamente estaba ocupado por unas lentes rojizas y una sonrisa imponente dibujada con tinta, carboncillo o lo que fuera, que combinaba bastante bien con la espada que portaba a la cintura. Aunque esto último era lógico, nadie podía ser tan imprudente como para venir a un sitio como este desarmad--- Bueno, yo. Solamente yo. Al menos podía confiar en mi electricidad para protegerme en según qué casos.
—No suelo trabajar así porque sí con desconocidos, pero… creo que para este curro vamos a necesitar toda la ayuda que podamos. Y aunque me joda… trabajar juntos va a ser lo mejor. Vale, Grimm. Puedes unirte a nosotros. No sé qué coño planea Elrik, pero… creo que voy a pasar de su cara y voy a traerle tantas cabezas de marine que no va a saber dónde guardarlas. Soy Yuu, por cierto. -
La noticia buena era que ya conocía el nombre del señor, y la mala... Que había aceptado la compañía de aquel hombre, y, aunque no había dicho literalmente que también quería la mía, algo muy dentro de mí me decía que no iba a poder escapar muy lejos de su vista. Al menos, no pronto. Si en caso de que sucediese algún milagro lograba calmarlo, podría ofrecerle mis servicios a cambio de un trato respetuoso y sin atentados a la vida del otro, aunque viendo su comportamiento y su superioridad en términos de poder, era hasta de soñadores pensarlo. Y, mientras hacía planes en mi cabeza sobre qué rutas o qué momentos serían los mejores para librarme de este castigo que el destino había querido darme, siguieron llegando caras familiares. Al menos, estas me generaban cierto alivio. Venía Katharina, la que había sido mi compañera en el archipiélago durante un solo trabajo, casi arrastrando a Yuu hacia donde estaba.
Y a ti no esperaba verte. Sería un desperdicio que murieras ahora, así que no lo hagas —En cierta parte me sorprendió el hecho de que me reconociese, ya que mi cara estaba tapada y no había pista posible que ella pudiera tomar para conocer mi identidad, pero a la vez me tranquilizaba que aún así me tratase de esa forma. —. Chicos, tengo un plan, pero necesito su ayuda para que funcione. Viktor quiere los planos, y yo digo que hay que robarlos. Con sus habilidades no habrá puerta que no podamos abrir. —No era plenamente consciente de lo que eso implicaba, pero sí que sabía lo suficiente como para sentir que me estaba metiendo más y más hondo en aquel agujero en el que Yuu me había enterrado minutos antes. — Sin embargo, deben tener en cuenta que no somos los únicos que iremos tras ellos. Si les interesa saber más, contáctenme dentro de unos minutos. Y recuerden, si hacemos esto bien, nuestros nombres serán conocidos en todo el mundo — Ofreció su mano, con el DDM que ya había visto una vez en el pasado, para mantenernos en contacto directo.
—Vale, perfecto. Aunque no seamos los únicos, esos planos van a ser nuestros. Luego te pego un toque y hablamos en más profundidad — No parecía tener problemas en incluirme en los planes, así que todo apuntaba a que mi vida no corría peligro, o al menos no lo iba a correr durante un rato, y eso eran muy buenas noticias. —. Bien… veamos. Tengo varias preguntas para ti. Y me dirás, ¿por qué a mí si te acabo de conocer, no? Vale, voy a solucionar esto antes de salir de esta carpa. Creo que nunca he escuchado tu voz, pero sí tu tono. El olor que desprendes… me recuerdas a un tipo que intenté matar. A un niño de tu misma estatura si no llevases esas botas. — Y el segundo escalofrío del día, ambos en menos de un cuarto de hora. Esto no era sano para mi corazón. — Te voy a proponer algo, seas o no quien pienso que eres. Quítate la máscara y tienes mi palabra de que, independientemente de lo que haya debajo de ella, no voy a matarte. Es más, si eres ese chico… creo que tengo trabajo para ti. — Solo cuando terminé de escuchar las palabras pude pensar que mi momento de tranquilidad había llegado, y mis dientes decidieron que era momento de liberar el labio que habían estado oprimiendo desde hace un largo rato. Asentí nerviosamente con la cabeza, dando a entender que estaba de acuerdo con todo lo que decía. Y, aunque no lo estuviera, tampoco es que tuviera otra opción. —Tú decides lo que hacer. Y… Grimm, escúchame. ¿Tienes algo con lo que navegar? ¿Vas solo? —Este era el menor de mis problemas a estas alturas, así que decidí pasarlo por alto.—
Girándome, aún en mi asiento, mirando hacia Yuu, decidí que, ya que había hablado una vez, era momento de hacerlo nuevamente. No parecía el tipo más avispado del lugar, así que más me valía hacerle entender las cosas directamente y no andarme con indirectas.
—Estoy de acuerdo, siempre y cuando me dejes hacerlo en algún lugar... Más privado, ya sabes. Si llevo máscara, es por algo.
— Ya ha empezado, chico. Llegas tarde. Siéntate, anda. Ah, y oye... tengo la sensación de que te conozco, así que… luego quiero hablar contigo. -
Me veía tentado a huir o, aprovechando mi poca estatura y presencia, escabullirme entre todo el gentío de la carpa, pero algo en mi cabeza me decía que no iba a resultar tal y como a mí me gustaría. Además, causar un escándalo en aquel lugar, lleno de asesinos, traficantes y gente de tal calibre, solamente podía terminar mal para mí. Ya tenía claro en mi mente que venir a la reunión no había sido mi mejor idea, y no llevaba ni diez minutos allí presente. Encima me había perdido toda la charla y, sumando mi desinformación evidente, era más que obvio que no pintaba nada allí, no hasta que preguntase a alguien. Con un suspiro y un nudo en la garganta, pues era incapaz de prever lo que podría suceder de aquí en adelante, y estaba más que claro que actuar por instintos solo me llevaría a mi propia ruina. Así, decidí seguir el rollo al hombre, que esta vez parecía más calmado y dispuesto al diálogo que en nuestro primer encontronazo, por lo que aún guardaba un ápice de esperanza en él, sentándome a su lado y tratando de seguir el hilo de conversación del tal Elrik.
Pero no, hablaba mucho y no decía nada. Palabras vacías para conquistar a aquellos un poco más tontos o ingenuos, que no me iban a servir de nada por el momento. Y el peliazul pensaba igual, ya que un enfado bastante evidente, como el de un niño que está a punto de sufrir una rabieta, algo que me asustaba bastante. Comenzó a murmurar, pero no me pude dar cuenta de lo que decía, ya que mi atención fue atraída por un sujeto que se acercaba con unas pintas bastante singulares, hablando en cuanto tuvo la oportunidad de sentarse:
—Una apuesta arriesgada la de nuestro anfitrión ¿no? Soy Grimm, perdonad la intromisión, pero creo que si vamos a entrar sería mejor hacer grupos para estar más seguros. Espero que no os moleste que me una a vosotros. -
No sé lo que era, si su gorro de hechicero, su estilismo propio de alguien rico que estuviera vendado de cuerpo completo, que me causaba cierta desconfianza. Tampoco podía hablar, ya que mis pintas no eran en ningún caso mejores, pero él me superaba por mucho. Para añadir morbo y malas vibraciones al asunto, su rostro solamente estaba ocupado por unas lentes rojizas y una sonrisa imponente dibujada con tinta, carboncillo o lo que fuera, que combinaba bastante bien con la espada que portaba a la cintura. Aunque esto último era lógico, nadie podía ser tan imprudente como para venir a un sitio como este desarmad--- Bueno, yo. Solamente yo. Al menos podía confiar en mi electricidad para protegerme en según qué casos.
—No suelo trabajar así porque sí con desconocidos, pero… creo que para este curro vamos a necesitar toda la ayuda que podamos. Y aunque me joda… trabajar juntos va a ser lo mejor. Vale, Grimm. Puedes unirte a nosotros. No sé qué coño planea Elrik, pero… creo que voy a pasar de su cara y voy a traerle tantas cabezas de marine que no va a saber dónde guardarlas. Soy Yuu, por cierto. -
La noticia buena era que ya conocía el nombre del señor, y la mala... Que había aceptado la compañía de aquel hombre, y, aunque no había dicho literalmente que también quería la mía, algo muy dentro de mí me decía que no iba a poder escapar muy lejos de su vista. Al menos, no pronto. Si en caso de que sucediese algún milagro lograba calmarlo, podría ofrecerle mis servicios a cambio de un trato respetuoso y sin atentados a la vida del otro, aunque viendo su comportamiento y su superioridad en términos de poder, era hasta de soñadores pensarlo. Y, mientras hacía planes en mi cabeza sobre qué rutas o qué momentos serían los mejores para librarme de este castigo que el destino había querido darme, siguieron llegando caras familiares. Al menos, estas me generaban cierto alivio. Venía Katharina, la que había sido mi compañera en el archipiélago durante un solo trabajo, casi arrastrando a Yuu hacia donde estaba.
Y a ti no esperaba verte. Sería un desperdicio que murieras ahora, así que no lo hagas —En cierta parte me sorprendió el hecho de que me reconociese, ya que mi cara estaba tapada y no había pista posible que ella pudiera tomar para conocer mi identidad, pero a la vez me tranquilizaba que aún así me tratase de esa forma. —. Chicos, tengo un plan, pero necesito su ayuda para que funcione. Viktor quiere los planos, y yo digo que hay que robarlos. Con sus habilidades no habrá puerta que no podamos abrir. —No era plenamente consciente de lo que eso implicaba, pero sí que sabía lo suficiente como para sentir que me estaba metiendo más y más hondo en aquel agujero en el que Yuu me había enterrado minutos antes. — Sin embargo, deben tener en cuenta que no somos los únicos que iremos tras ellos. Si les interesa saber más, contáctenme dentro de unos minutos. Y recuerden, si hacemos esto bien, nuestros nombres serán conocidos en todo el mundo — Ofreció su mano, con el DDM que ya había visto una vez en el pasado, para mantenernos en contacto directo.
—Vale, perfecto. Aunque no seamos los únicos, esos planos van a ser nuestros. Luego te pego un toque y hablamos en más profundidad — No parecía tener problemas en incluirme en los planes, así que todo apuntaba a que mi vida no corría peligro, o al menos no lo iba a correr durante un rato, y eso eran muy buenas noticias. —. Bien… veamos. Tengo varias preguntas para ti. Y me dirás, ¿por qué a mí si te acabo de conocer, no? Vale, voy a solucionar esto antes de salir de esta carpa. Creo que nunca he escuchado tu voz, pero sí tu tono. El olor que desprendes… me recuerdas a un tipo que intenté matar. A un niño de tu misma estatura si no llevases esas botas. — Y el segundo escalofrío del día, ambos en menos de un cuarto de hora. Esto no era sano para mi corazón. — Te voy a proponer algo, seas o no quien pienso que eres. Quítate la máscara y tienes mi palabra de que, independientemente de lo que haya debajo de ella, no voy a matarte. Es más, si eres ese chico… creo que tengo trabajo para ti. — Solo cuando terminé de escuchar las palabras pude pensar que mi momento de tranquilidad había llegado, y mis dientes decidieron que era momento de liberar el labio que habían estado oprimiendo desde hace un largo rato. Asentí nerviosamente con la cabeza, dando a entender que estaba de acuerdo con todo lo que decía. Y, aunque no lo estuviera, tampoco es que tuviera otra opción. —Tú decides lo que hacer. Y… Grimm, escúchame. ¿Tienes algo con lo que navegar? ¿Vas solo? —Este era el menor de mis problemas a estas alturas, así que decidí pasarlo por alto.—
Girándome, aún en mi asiento, mirando hacia Yuu, decidí que, ya que había hablado una vez, era momento de hacerlo nuevamente. No parecía el tipo más avispado del lugar, así que más me valía hacerle entender las cosas directamente y no andarme con indirectas.
—Estoy de acuerdo, siempre y cuando me dejes hacerlo en algún lugar... Más privado, ya sabes. Si llevo máscara, es por algo.
- Resumen:
-Dejarse utilizar como marioneta por Yuu y Kath.
-Pedir tiempo muerto para no mostrar su identidad directamente.
El reloj marca las 22:19, una hora y 41 minutos para la medianoche. Poco a poco las nubes en el cielo se van disipando, dejando que la luna llena ilumine un mar sobre cuyas aguas hay de todo menos paz. Los primeros buques de una ofensiva a tres bandas zarpan de cada fortín, y en el relativo silencio que impera sobre el mar, un estruendo se extiende por todas partes. Su estela de fuego puede verse desde cualquier lugar, y atraviesa las negras nubes que cubrían la aguja, incendiándolas de rojo y blanco. Saltan al agua escombros tan grandes como casas, haciendo que se revuelvan violentamente.
Los buques chocan, las aguas gritan, el fuego impregna la ya de por sí viciada atmósfera y un incendio se propaga por la base de la aguja, fútil e inútilmente. Queda poco para que la campana del juicio taña una última vez, si nadie lo impide.
Los primeros barcos comienzan a zarpar, y el Almirante de la flota observa en silencio desde el puerto cómo la última oportunidad del Gobierno se aleja para sumirse en la más oscura de las noches. Destructores de alto calibre, fragatas cabeza de martillo, rápidos veleros que lozanos cortan las aguas mientras empiezan a formar en cuña, escoltando a los navíos insignia para iniciar el ataque. Y, con todas, la voz de Hyoshi resuena en medio de todas las tropas.
-¡Fuego!
Con esa palabra, de todos los destructores y cañones de tierra empiezan a dispararse un sinfín de balas de cañón contra la aguja. Estas impactan con fuerza y estallan casi en su base, haciendo que un montón de polvo y un sinfín de escombros salte por los aires. La aguja se ha inclinado levemente, aunque los daños no parecen haber sido ni de lejos devastadores: A pesar de toda la potencia de fuego, el jinete resiste.
- Hulio:
- Y… El barco zarpa. Eres el primero en salir de puerto y, antes de que te des cuenta, estás en medio de una batalla naval por el control de las aguas inmediatas a la entrada de la aguja. ¡Tu mundo te necesita! ¡Únete a la batalla! Y si no, al menos intenta que no maten al vicealmirante Hyrule, que se acaba de poner a bailar. Parece no estar en su mejor momento.
- Justice Riders y asociados:
- Bueno, Tobías, parece que la chica se relaja un poco contigo y la ayuda de Bizvan. Os da un beso en la mejilla a cada uno y cuando se aleja un poco os dais cuenta de que os han robado la cartera. Afortunadamente no llevabais nada de valor en ella, pero es una buena advertencia para que, en próximas ocasiones, no os fiéis de ninguna mujer bien dotada que se os acerque con expresión inocentona. O sí, eso ya como veáis.
Tras ese problemilla, todos vais en amor y compañía al buque que la Marina ha puesto a vuestra disposición. Se trata de un acorazado rompehielos reacondicionado para funcionar a modo de vanguardia, por lo que tal vez este diseño, ante un timonel experto, invite a hacer alguna que otra garrulada al timón.
- Kapuziner:
- No, desde luego no te dan miedo los payasos. Y eso lo demuestras haciendo un peligroso placaje tan imprudente que te llevas por delante a ambos payasos, cayendo los tres por la borda. ¡Pelea en el agua! Espera, uno se está hundiendo. El otro se agarra a su mazo de goma, que sirve de balsa de flotación. Está bastante… Bueno, indefenso.
- Steve:
- –Claro que sí guapi –responde el marine–, por un paquete tan cuco como ese yo MA-TO.
El tipo saca una especie de linterna ultravioleta de su tupé, a la cabeza de un cardado ochentero que se deshace por completo al quitar su centro. El cabello cae en cascada, dejando ver cómo en realidad, tal vez ese marine afeminado sea una fémina algo masculina… O un Okama muy andrógino.
–Creo… Creo que pone, si te fijas bien –se lame el dedo y quita una mancha del paquete, borrando la K casi por completo– algo así como… Osea, no sé, Dan… Brown?
- Kiritsu:
El burócrata empieza a llorar en cuanto Arthur termina de hablar. De forma desconsolada, de hecho, frotándose los ojos cual niño pequeño. Cae al suelo de rodillas y sigue llorando. Una segunda bala de cañón sale disparada de su pelo e impacta en el techo como la otra.
—¡¡Me acababan de ascendeeeeeeer!!—gritaba el burócrata mientras lloraba—¡¡Acababa de subir a ayudante del secretario del Almirante en Jeeeeeefee!! ¡¡Esto me va a arruinaaaar!! Tengo que llamar a mi terapeuta...
Se levanta y se va sacando su Denden mushi y llamando a alguien. Es posible que le hayáis conseguido una baja por depresión. De todas formas deberíais ir yendo a los barcos.
- Galhard:
- —Así que eres un listillo, ¿eh? —te dice con ligero retintín—. Pues vas a venir conmigo a primera línea de infantería de infantería. Estás hablando con el antiguo comandante Jorge Nitales, ahora teniente de la brigada Alfa, Beta, Gamma.
Y en ese momento, a una velocidad que te cuesta percibir, una mujer se acerca y golpea al marine en la cabeza con el puño.
—¿Qué te he dicho de intimidar a los cadetes? —le dice, clavando una fría mirada en él. Se trata de una mujer alta, de cojos negros y cabello castaño apoyado sobre su hombro con una trenza. Físicamente se le ve una persona fuerte y altiva, con un espíritu que te hace querer combatir a su lado—. No obstante, si el joven quiere acompañaros será bienvenido.
- Jiren a la derecha y Scarlett:
- La efusividad y el entusiasmo de tus compañeros parecen irse a medida que transcurren los segundos. Puedes ver miedo y terror en sus ojos, aunque sus gestos y la forma en la que actúan parecen estar llenas de gallardía. Recíproco, ¿verdad?
Mientras estáis poniendo bolas de cañón y dispararlas, os topáis con una muchacha rubia, cuyo nombre resulta ser Sabela. Es muy simpática, incluso parece sonrojarse cuando mira a Jiren, pero tampoco mucho, pues uno de sus ojos no mira donde debería. Pero hay algo raro en toda la situación, está demasiado tranquila para estar en un barco que está siendo atacado por la revolución. Cañonazos a un lado, gritos de dolor al otro, y frente a vosotros un cañón que no ha dado en el blanco ni una sola vez.
- Kodama:
- El barco zarpa raudo hacia la infernal isla, y el tuyo es el primero
- Erik Carter:
- Subes en el primer barco que encuentras, y sobre él ves a un grupo de marines (Justice Riders + invitados), cuyo aspecto no parece de fiar. Y en la cofa, un hombre árbol
- Karasu Tengu, compañía y sus huevos morenos:
- El marine mira con rostro sombrío cómo se quema la bolsa de patatas, cómo Midorima le ofrece la última como una especie de mofa a lo que una vez fue suyo, agravando todavía MÁS su ofensa. Escucha atento el ofrecimiento de Dretch y parece que los ojitos de Ellie le ablandan un poco el corazón.
- En fin, procurad prepararos para el despliegue. Vuestro barco no es el Unshinkable II, ese se perdió en la primera oleada. Es este. – Os abre paso hasta el improvisado puerto y os señala un barco en buenas condiciones, pintura nueva, equipamiento limpio, velamen blanco. – Vuestro barco es el “espíritu de Condoriano” en esta situación hasta los buques escuela tienen que ayudar… y a este sólo le quedaban unas semanas para jubilarse, aun así la tripulación lo cuida con mucho esmero. Dentro hay un almacén con los pertrechos que podáis necesitar.
El barco es un velero de 56 metros de eslora y 20 cañones por banda, con dos torretas al frente y una atrás de cañones de menor calibre.
- Tienes suerte de que tenga un pastor alemán con los mismos ojos que tú, sino os hubiera mandado en el primer casarón de nuez.
La batalla naval da sus últimos coletazos, y el último barco que permanecía en la batalla comienza a retirarse, huyendo de unos pocos buques que le siguen sin mucho ánimo a la zaga y pronto se retiran. Al mismo tiempo, un estruendo sacude las aguas y de la base naval zarpa uno de los siete submarinos, directo al fondo del mar: Esto ya ha comenzado. Solo queda ponerse manos a la obra.
- Blishard:
- –¡Ninguno heteronormativo! –Grita cuando le preguntas– Sin embargo, muy agradecidos y aterciopelados, como acariciar una almendra. Pero yo cogería prestada la bici, de verdad. No quieres montar un Rey Marino… No sin carnet.
Sus palabras penetran hondo en tu mente, pero el corazón intrépido de un gigante siempre debe ir más allá. ¿Sabes dónde hay reyes marinos? Están tirando de la nave. No creo que nadie se dé cuenta si expropias uno temporalmente… O bueno, podrías hacer cualquier otra cosa.
- Bleyd:
- En tu examen te das cuenta de una cosa: No hay ningún tipo de falla que puedas aprovechar. No obstante, sí que hay zonas más delicadas que otras y algunas solo están armadas de chapa metálica en vez de una cobertura de hormigón. Del mismo modo, parece que no hay nada al otro lado, con lo que colarte en el interior del muro parece relativamente sencillo.
- Ummak Zor – El :
- El joven cadete se impresiona ante tu arrebato de ira. Casi parece que se ha hecho un poco de pis encima, el pobrecillo. Salta en el sitio cuando golpeas el submarino, que permanece imperturbable. Cuando escucha tus palabras asiente rápidamente y echa a correr.
Le sigues y emergéis a la superficie. En la lejanía, los barcos están enzarzados en una horrible batalla con la marina. Oyes los cañonazos, los gritos de la gente y casi puedes oler la sangre en el aire. La cosa pinta mal. Tan mal, de hecho, que uno de los barcos revolucionarios comienza a hundirse. Un cañonazo desviado, al parecer. No quedan embarcaciones cerca, pero encuentras una pequeña lancha que podría serte de ayuda.
- Rocket:
- Para tu mala suerte has lanzado la bola con un efecto extraño y ha ido a parar derechita a otro barco revolucionario, haciéndole un precioso agujero. Empieza a hundirse. Por lo demás, consigues tu propósito y le dejas la cara hecha unos zorros al incauto marine, aunque tres de sus compañeros empiezan a rodearte y no parece que les guste el furry.
- Maki y Zuzu:
- El cadete mira a Maki asustado y niega con la cabeza nervioso las preguntas que el gyojin le había hecho. Parece no saber nada y se marcha corriendo atemorizado, como si hubiese visto cosas horribles antes de la entrega de la carta.
Después de que Zuzu activara la secuencia de arranque, una luz roja comenzó a parpadear seguidamente acompañado de un sonido de alerta. La gente que estaba en el interior del submarino empezó a gritar asustada, hasta que un oficial revolucionario entró en el puente de mando, golpeando un botón verde que había al lado, parando la secuencia de arranque. Sus ojos refulgían de ira y furia.
-¿¡Pero se puede saber qué hacéis?! ¿¡Es que queréis matarnos a todos!? ¡Expulsados del submarino, no quiero veros cerca de uno nunca más!
- Julianna M. Shelley:
- El hombre te mira con ternura y te señala una pequeña carpa que se encuentra a la salida del muelle. La gente allí parece nerviosa, entran y salen sin parar del interior con bolsas de sangre. Si entras en la enfermería, ves a numerosas personas tendidas en camillas; sin embargo, los más graves tienen heridas de balas, quemaduras de primer grado o hemorragias internas.
- Beasts of liberty:
- –Chico… Chico… Eh, chico. Deja de pensar en las musarañas. – Te dice a ti Edward. – No dijiste que me ayudarías, pues mueve el culo ¿queres?
Vaya ¿Kapachao? Parece que de pronto todo está a oscuras, excepto por algunas tenues luces de emergencia. Lo que tiene no fijarse en el entorno ¿Verdad? Los que no tengáis nada que os ayude no veis un carajo, será porque todos son submarinos. Tened cuidado a la hora de caminar.
- Mira chico, no tengo la vista como para trabajar a oscuras. A 20 metros en línea recta, a la derecha desde aquí hay un cuadro de mandos, a la altura de la cintura tendrás la compuerta, si no se abre dale una patada. Dentro hay una palanca y un botón, no pulses el botón ¿Vale? Ni se te ocurra, solamente dale a la palanca. Eso debería bastar para activar los generadores de emergencia.
- Blue Rose:
- Un par de hombres de extraños y estridentes uniformes os guían por el interior de la nave, por un momento parece que se ha ido la luz, pero a los pocos segundos regresa, aunque un poco más tenue, seguramente un generador de emergencia. Los pasillos no pegan mucho con el resto de la nave, más que de un navío parecen de un edificio con columnas y cúpulas de medio punto, decorados con un estilo demasiado… glamuroso.
Llegáis a un salón, más ostentoso, si cabe que el pasillo, acomodado en uno de los sillones David Brownie se levanta para recibiros con los brazos extendidos y una copa en la mano. Un hombre alto, rubio, de cabellos bien peinados y un traje de tono lila con pantalones a juego y una camisa verde a rayas blancas verticales. Una corbata adorna su pecho, y en la muñeca lleva un reloj de manecillas sencillo pero con pinta de caro.
- El gran Dexter Black y su banda. Sentaos por favor, sentíos como en casa. Sé que esta no es la mejor situación para tener una reunión de semejante naturaleza, pero los temas importantes hay que hablarlos con calma. ¿Puedo ofreceros algo? – Chasquea los dedos y al lado suyo aparece, desde una compuerta en el suelo, un mueble bar con un surtido bastante amplio de licores.
La que se está liando papu.
- Yuu, Lance:
- – He venido en mi propio navío, una pequeña embarcación privada, “El machete”, es rápida y difícil de detectar. Si queréis es ir a la batalla es una buena opción para colarse entre los barcos más grandes, aunque si planeáis entrar en la torre… es mejor que esperéis un poco, por si no os habéis dado cuenta todo esto se está moviendo hacia allí. De todas formas os aconsejo que os aseguréis de que lo tenéis todo en orden antes de salir. Y no te preocupes chico… todos tenemos algo que ocultar y aquí nadie te mirará mal por ocultar tu rostro.
- Kaito, Ichizake, William, Lysbeth:
- Kaito consigue robar una serie de zapatos, pero la falta de costumbre le juega una mala pasada y roba un zapato a cada persona, llevándolos todos totalmente desparejados. Pero qué podría haber hecho, ya que el matón de Viktor niega con la cabeza antes de irse sin responder… Qué incómodos son los zapatos, ¿no? En cualquier caso, lográis atravesar el cordón de terciopelo y está Viktor en un sillón, con los pies en un poyo y sendos brazos rodeando lo que parecen ser prostitutas… O sus sobrinas del South Blue, pero las manos no parecen detenerse en un amor familiar. Con él se encuentra Cirlo Voteone, uno de los más importantes capos del caído West Blue y jefe de una de las “cinco familias”, además de un men in black bastante sospechoso con cierta belleza élfica.
–¡Vaya! No esperaba que de verdad fueras a ponerte zapatos –comenta cuando entráis los cuatro, mirando a Kaito–. Por favor, sentaos y estad cómodos. Seguramente os suene de algo Cirlo, es un socio mío… En el negocio del aceite de oliva. Mi otro acompañante es el agente Smith. Bueno, no se llama Smith, pero todos los del proyecto Matriz tienen un nombre falso.
–Como es lógico –interrumpe él, sin quitarse las gafas de sol–. Al fin y al cabo, no puedo permitir que la verdadera naturaleza de mis actividades sea revelada a simples civiles, o vendedores de aceite de oliva. –Sonríe con sarcasmo– Quería ver al señor White porque ya colaboró con el Gobierno en una ocasión, hace un tiempo. Espero no incomodarles, pero mientras no pueda llevarlos a la justicia, en esta ocasión necesitamos contar con ustedes. Necesitamos recuperar los planos de esa aberración, pero estamos seguros de que, si están ahí, estarán muy protegidos. Y, sin duda, al Gobierno mundial le vendría muy bien contar con ellos, ya saben. Poder parar el que está en marcha y esas cosas.
–Pero –el viejo Voteone habla por fin– hay una serie de cuestiones a comentar. El Gobierno está dispuesto a hacer algunas cesiones… Una oferta que no podemos rechazar. Y para eso, necesitamos sus servicios. –Señala tanto a William como a Ichizake, ignorando a Kaito y a la mujer.
- Arashi:
- –El señor Elrik está reunido. –El guardia, un fornido muchacho joven con bigote de morsa cierra la cinta de terciopelo y se cruza de brazos– No podéis pasar.
Pero, claro, es una puta cinta de terciopelo. Un pirata no sigue las normas.
- Valeria, Dijon y Valar:
- Valeria, consigues rozar el cuello del borracho con tu espada. El tipo maldice y se aparta de un salto, llamándote ramera y otras lindeces por el camino. Al girarte hacia él ves a un chico de pelo blanco, Valar, con aspecto de estar esperando algo.
El borracho intenta irse, pero Dijon le corta el paso. Al oírle se enfada más aún e intenta asestarle un tajo en el pecho con su espada.
-¡Que me dejéis en paz, hostia!- comenta elocuentemente.
- Zay:
- La mink se lleva la mano a la boca, sorprendida ante el gesto tan desagradable que le has hecho. Ella solamente quería pasar un buen rato, pero tu la has puesto muy triste. Ella te sigue con lágrimas en los ojos mientras tira las copas al suelo, enfadada. Sin embargo, posa su mano con fuerza en tu hombro y te mira fijamente a los ojos.
-Soy Laurita, y nadie hasta ahora me ha rechazado. ¡Nunca! Así que no me pienso separar de ti hasta que caigas rendido a mis pies.
- AEG:
- Desde la entrada, puedes ver que la superficie está en movimiento sobre el mar. El encapuchado te mira de arriba abajo, y después hacia los lados para abrir su chaqueta y enseñarte todo tipo de mercancías ilegales. ¿Esto es una broma? ¿Para eso te hace salir? Una voz grave grita a lo lejos el nombre de Timmy, este cierra su chaqueta y se aparta a un lado.
-Él es quien te buscaba – señaló a un hombre alto, con cabello negro y trajeado elegantemente.
-Perdona, es mi camello, se suponía que solo debía avisarte no ofrecerte nada – El hombre lo miró de mala gana y el camello se retiró. Tras eso, te tiende la mano mientras se presenta -. Marles Chanson, estoy reuniendo gente para... averiguar los secretos que nos esconde la Gran Aguja, ¿por qué no nos acompañas?
- Maximilian:
Antes de que puedas cortarle, un hombre lo coge del cuello con el brazo apartándolo de la trayectoria de su katana. Aprieta tanto que su cabeza se pone morada y pierde el conocimiento. Parece que te has librado.
—Disculpa a mi hermano—dice cogiendo a tu agresor en brazos—. Estaba borracho y quería cobrar tu recompensa.
El hombre es alto, más de dos metros, calvo y lleva unas gafas redondas y rojas. Viste con una camisa de estampado de flores y tiene un rostro serio.
—Adios.
Y se va. ¿No te parece un poco sospechoso?
- Yarmin y Heartless:
Vais caminando, pero... Alguien se pone en tu camino, Yarmin. Si te das la vuelta verás que te han rodeado, bastante cerca de hecho. Y ah, esta misma gente te ha separado de los demás. Estás rodeado de hombres trajeados y muy serios, que llevan gafas de sol. Justo enfrente tienes a dos hombres, que parecen idénticos excepto por el hecho de que no se parecen en nada.
—El jefe quiere verte.
Antes de que puedas contestar se separan un poco, dejándote ver a un hombre muchísimo más grande y musculado. Parece medir unos tres metros y lleva ambas manos juntas. Se acerca a ti en total silencio, acerca sus manos a ti y las abre...
Ves en sus manos a un Tontatta sentado en una silla en miniatura. Habla con voz de pito.
—Podrías haber ignorado la nota y simplemente habríamos buscado a otro, pero no. ¿Sabes por qué queríamos matar a Strauss, bambino? Sabemos que es un agente del gobierno infiltrado. ¡Y tú lo has puesto sobre aviso! —el Tontatta tiene un acento propio de las tierras en las que se come pan con tomate, oregano, queso y jamón, aunque sospechas que el acento es fingido—. Pero no pasa nada, bambino, no pasa nada. Lo podemos arreglare. Te daré una seconda oportunitá. Mátalo y te pagaré il duplo de lo que te iba a pagar. Ottocento mile berries. ¿Capisci?
- Katharina:
- El ajetreo y el bullicio aumentan progresivamente en la carpa, al mismo modo que muchos empiezan a desaparecer de la carpa a saber por qué razones. Rápidamente, un fortísimo hedor a queso rancio, muy parecido al que emerge de los pies de un marine cuando se quita las botas después de hacer marcha. ¿Te suena? Seguro que sí. Tu propuesta ha sido bien aceptada por unos, pero otros se lo han tomado a pitorreo. No obstante, en ese momento un sujeto de gran tamaño, con un identificador que pone Los Katherheads, se acerca a ti.
—¡Tú eres Katharina, ¿verdad?! —te pregunta con entusiasmo—. ¿Verdad? Soy fan tuyo desde hace mucho tiempo, y no soy el único.
Entonces, el hombre señala a una mesa donde todos van vestidos con túnicas y sombreros de copas, incluso algunos de ellos llevan escoba.
- Ellanora:
- El hedor a queso rancio que procede de los amigos del sucio pirata que ha declinado tu oferta, hace que muestres una cara de asco digna de ser vista en un espejo. ¡Vaya! No puedes, es una pena.
Deambulas de un lado al otro, buscando algo interesante que hacer, hasta toparte con un caballero trajeado y muy atractivo.
—Disculpe, señorita —te dice, sonriente—. ¿Me permite invitarle a una copa a cambio? Un tropiezo como este de ver ser celebrado. Y perdone, mi nombre es Nick L. Voteone.
Por favor, para ayudar a los demás participantes, si hacéis algo relevante poned un Spoiler alertándolo. Un "Importante" o los nombres de los aludidos es aceptable.
Katharina von Steinhell
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Nada más sus palabras salieron de su boca, un hombre pálido, rubio y de buen aspecto, se acercó al pintoresco grupo. Cualquier otra persona que hubiera llamado ramera a Katharina en su cara no seguiría con vida, sin embargo, y por un motivo que ni ella misma comprendía, los comentarios del rubio fueron más o menos aceptados. La bruja jamás se había sentido así, atraída, y era un sentimiento que no sabía manejar. Y pronto comenzó a hablar de los planos, jugando con una lógica que habría echo dudar a cualquiera. Sin embargo, Katharina tenía pruebas históricas de que siempre las grandes mentes conservan algo de su obra. Ya fuera de un barco destinado a impactar contra un iceberg a bombas capaces de destruir una isla completa y a sus habitantes. Bien podía ser la excepción, pero era algo que ni ella ni el rubio sabían, y por muy atractivo y encantador que pudiera ser no predecía el futuro. Además, la pelirrosa tenía métodos muy efectivos para meterse dentro de las cabezas de las personas.
Lo bueno de todo era que, si resultaba ser la bruja quien fuera por los planos, todo el mundo pensaría que los buscaría para quedárselos y construir otra de esas cosas para solo dios sabe qué. Pero ella tenía tenían planes mucho más interesantes. Por otro lado, y cuestionándose por dentro por qué aún no había desenfundado su arma para intimidar al rubio, simplemente se limitó a sonreír pasando por alto sus palabras para nada amables.
—Gracias por iluminarnos con tu lógica irrefutable. Si llega a importarme, te lo comento, ¿vale? —le respondió mirándole fijamente. Lo normal hubiera sido algo como: “Te enseñaré tu lugar, bastardo, y haré que te comas la lengua así no hablas cosas que definitivamente no sabes”, pero resultó comportarse con mucha más… calma.
Entonces, cuando el desconocido que sabía mucho sobre Katharina se alejó, escuchó la respuesta de Arribor. Él era quien verdaderamente le interesaba, más que nada por su comportamiento impredecible y completamente salvaje. Como si fuera por obra de arte de magia, una morsa apareció aparentemente de la nada, y la cogió para espantar a todo aquel que se había reunido en torno al pirata.
—Si mal no recuerdo, esta es la morsa que salvé en Gray Rock —comentó de brazos cruzados—. Entonces aún podemos trabajar juntos —respondió finalmente—, y, lo creas o no, también estoy aquí para hacer trizas a esa torre. Nadie quiere que se construya otra cosa como esa, ¿verdad?
Dicho lo dicho, la bruja se retiró con pensamientos en mente. Pudo haberse mostrado reacia y fría con el rubio, pero no podía negar que sus palabras tenían sentido. ¿Y si los planos no existían? No podía esperar a que estuvieran dentro de la torre solo porque Viktor los quería. Lo que más le permitía aferrarse a la idea de que existieran era la arrogante naturaleza humana. Así como un asesino en serie deja una marca, un maestro de la ingeniería también lo hace. La mejor prueba eran los Poneglyphs y, con ellos, las Armas Ancestrales. Finalmente, luego de reflexionarlo un poco más, consiguió alejar la duda de su cabeza, mas no olvidarse del rostro del hombre que ni siquiera se presentó. Parecía saber mucho de ella, pero, pensándolo más a fondo, tampoco había dicho algo sorprendente. Todo el mundo sabía que Katharina von Steinhell había traicionado a la Marina y ahora formaba parte de los Arashi.
Sacó un pequeño caracol con un sombrero de ala ancha cuya punta estaba ligeramente retorcida y llamó a su capitán.
—He conseguido algo de ayuda para robar los planos —le diría una vez hubiera contestado—. Ya terminé con mi pequeño paseo. Voy camino a reunirme con ustedes.
Antes de que diera un solo paso la bruja fue interceptada por un hombre de grandes dimensiones. Lucía excesivamente ridículo y el identificador que llevaba no aportaba mucho a su imagen.
—¿Un fan mío? ¿Y qué se supone que he hecho para que lo seas? —preguntó con voz aburrida al mismo tiempo que se fijaba en el grupo de bichos raros del fondo—. Tienes un minuto para explicarme qué es lo que quieres. Ahora mismo tengo muchas cosas que hacer, me acaban de llamar ramera y recién estoy empezando a enfadarme.
No podía creer que tuviera un grupo de admiradores. Grandes cosas no había hecho, aunque a juzgar por sus ridículas vestimentas eran chicos que gustaban de la magia. ¿Túnicas? ¿Sombreros y escobas? ¿En serio? Katharina lo único que poseía era un extraño gorro que le permitía hacer cosas bastante interesantes, pero no lo llevaba solo por gusto. En todo caso, los fanáticos tenían el juicio nublado y muchas veces hacían lo que fuera para conseguir el favor de la persona a la que admiraban. Dependiendo de la respuesta del hombre, bien podía usarle a él y a los demás como escudos humanos.
Lo bueno de todo era que, si resultaba ser la bruja quien fuera por los planos, todo el mundo pensaría que los buscaría para quedárselos y construir otra de esas cosas para solo dios sabe qué. Pero ella tenía tenían planes mucho más interesantes. Por otro lado, y cuestionándose por dentro por qué aún no había desenfundado su arma para intimidar al rubio, simplemente se limitó a sonreír pasando por alto sus palabras para nada amables.
—Gracias por iluminarnos con tu lógica irrefutable. Si llega a importarme, te lo comento, ¿vale? —le respondió mirándole fijamente. Lo normal hubiera sido algo como: “Te enseñaré tu lugar, bastardo, y haré que te comas la lengua así no hablas cosas que definitivamente no sabes”, pero resultó comportarse con mucha más… calma.
Entonces, cuando el desconocido que sabía mucho sobre Katharina se alejó, escuchó la respuesta de Arribor. Él era quien verdaderamente le interesaba, más que nada por su comportamiento impredecible y completamente salvaje. Como si fuera por obra de arte de magia, una morsa apareció aparentemente de la nada, y la cogió para espantar a todo aquel que se había reunido en torno al pirata.
—Si mal no recuerdo, esta es la morsa que salvé en Gray Rock —comentó de brazos cruzados—. Entonces aún podemos trabajar juntos —respondió finalmente—, y, lo creas o no, también estoy aquí para hacer trizas a esa torre. Nadie quiere que se construya otra cosa como esa, ¿verdad?
Dicho lo dicho, la bruja se retiró con pensamientos en mente. Pudo haberse mostrado reacia y fría con el rubio, pero no podía negar que sus palabras tenían sentido. ¿Y si los planos no existían? No podía esperar a que estuvieran dentro de la torre solo porque Viktor los quería. Lo que más le permitía aferrarse a la idea de que existieran era la arrogante naturaleza humana. Así como un asesino en serie deja una marca, un maestro de la ingeniería también lo hace. La mejor prueba eran los Poneglyphs y, con ellos, las Armas Ancestrales. Finalmente, luego de reflexionarlo un poco más, consiguió alejar la duda de su cabeza, mas no olvidarse del rostro del hombre que ni siquiera se presentó. Parecía saber mucho de ella, pero, pensándolo más a fondo, tampoco había dicho algo sorprendente. Todo el mundo sabía que Katharina von Steinhell había traicionado a la Marina y ahora formaba parte de los Arashi.
Sacó un pequeño caracol con un sombrero de ala ancha cuya punta estaba ligeramente retorcida y llamó a su capitán.
—He conseguido algo de ayuda para robar los planos —le diría una vez hubiera contestado—. Ya terminé con mi pequeño paseo. Voy camino a reunirme con ustedes.
Antes de que diera un solo paso la bruja fue interceptada por un hombre de grandes dimensiones. Lucía excesivamente ridículo y el identificador que llevaba no aportaba mucho a su imagen.
—¿Un fan mío? ¿Y qué se supone que he hecho para que lo seas? —preguntó con voz aburrida al mismo tiempo que se fijaba en el grupo de bichos raros del fondo—. Tienes un minuto para explicarme qué es lo que quieres. Ahora mismo tengo muchas cosas que hacer, me acaban de llamar ramera y recién estoy empezando a enfadarme.
No podía creer que tuviera un grupo de admiradores. Grandes cosas no había hecho, aunque a juzgar por sus ridículas vestimentas eran chicos que gustaban de la magia. ¿Túnicas? ¿Sombreros y escobas? ¿En serio? Katharina lo único que poseía era un extraño gorro que le permitía hacer cosas bastante interesantes, pero no lo llevaba solo por gusto. En todo caso, los fanáticos tenían el juicio nublado y muchas veces hacían lo que fuera para conseguir el favor de la persona a la que admiraban. Dependiendo de la respuesta del hombre, bien podía usarle a él y a los demás como escudos humanos.
- Resumen:
- Reflexionar sobre la existencia de los planos y concluir que había probabilidades de que estuvieran dentro de la Aguja.
- Responderle amablemente a Yarmin.
- Contactarse con Zane para reunirse con él y el resto del grupo.
- Preguntarle al fan qué había hecho para merecer su admiración. Pensar en usarles como escudos humanos.
- Reflexionar sobre la existencia de los planos y concluir que había probabilidades de que estuvieran dentro de la Aguja.
Ellie
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La mirada de la fría loba se fijó en cada uno de los seres que tenía al lado. Humanos la mayoría, aunque había uno de ellos, la única mujer del grupo, que le llamaba más la atención, pues parecía… Un… ¿Robot? Y era demasiado alta. Tendría una conversación con ella más adelante, de eso estaba segura.
La mink se quedó pasmada en la forma en la que las patatas se prendieron fuego. ¿Qué clase de poder era aquél? ¿Sería una fruta del diablo como la suya? Ellie ojeó de nuevo a todos, intentando averiguar quién había hecho aquello, pero todos parecían igual de sospechosos.
Tal y como la loba había pensado, sus compañeros se apuntaron a la misión suicida, y entonces entendió que el que había robado la bolsa de patatas iba a ser un gran problema en su misión, al menos si se seguía comportando como hasta ahora. El colmo fue que le tendiese la última patata al marine de alto rango.
A Ellie le dieron ganas de abofetearlo, pero aquello acabaría aún peor. Primero, el grupo de los soldados era más numeroso, y segundo, el capitán impondría algún castigo a ambos. Basándose en sus propias experiencias, el castigo sería igual para ambos, y todo acabaría en un estrepitoso fracaso. Y, obviamente, perdería la ocasión de resaltar.
Y entonces, ante el panorama y la ira que empezó a observar en el marine, realizó la mejor técnica que tenía a su disposición. Poner ojitos. Lo hizo mirando fijamente al marine a la par que juntaba sus patas, en una intentona por parecer aún más mona.
Y, quizá por su buen hacer, o por dios sabe qué, el marine acabó dándoles un barco “en buen estado aunque a punto de jubilarse”, y sin más, se marchó. No hubo represalias, ni nada por el estilo. Antes de nada, la mink decidió presentarse ante lo que veía un grupo de agentes demasiado extraño como para afrontar una misión de tal calibre.
- Hola -comentó intentando evitar lamerse la pata fruto del nerviosismo-. Me llamo Ellie, y parece que hoy nos tocará pelear juntos, así que creo que sería una buena idea comentar a grandes rasgos en qué somos buenos cada uno de nosotros, así sabremos más sobre el grupo y podremos luchar mejor, ¿os parece? Antes de nada, deciros que si veis que me pongo roja, huyáis. Y bueno, poco más. Soy ágil e inteligente, aunque no muy fuerte, se me da bien planear estrategias. Ah, y no puedo nadar, soy usuaria.
La joven agente dejaría unos segundos antes de retomar la conversación.
- Ah, casi se me olvida. Tú, el tipo de las patatas, ¿en qué estabas pensando?. Tú nos has metido en esto. Al principio realmente no sabía qué pasaba ni a qué se referían con las patatas pero… ¿Es necesario que venga con nosotros? Y si lo es… ¿Es necesario que esté cerca de nosotros? Estoy viendo que si fallamos en nuestra misión, va a ser por su culpa, y creo que todos los aquí presentes tenéis la misma sensación. Entiendo que sea vuestro amigo, compañero de agencia o lo que quiera que sea pero… Nos vamos a jugar la vida como nunca antes lo hemos hecho. Vamos a correr un riesgo de muerte muy alto… Pensad con cabeza, por favor.
La loba no pretendía que el culpable se marchase, ni tenía ninguna fé puesta en ello. Seguramente el grupo le apoyase y acabasen echando a la loba, pero debía decirlo. Nadie debía realizar conductas delictivas dentro de la organización, era sabido por todos. Y lo que era más estúpido aún, era cometer un delito de tal calibre, robar una mísera bolsa de patatas, y encima a un marine de un rango relevante. ¿Pero enserio no sabía lo que estaba haciendo? Los agentes que cometen conductas delictivas, en su mayoría, son de gran calibre… Si te vas a jugar tu puesto… ¿Qué menos que hacerlo a lo grande? Aquello ponía enferma a Ellie.
De cualquiera de las maneras y si el resto de agentes no la echaban, echaría un ojo al barco y se pondría manos a la obra en las tareas que cualquiera de los agentes les mandase. Si es que alguno sabía manejar el barco.
- ¿Cuánta gente más habrá dentro? -se limitó a susurrar, aunque seguro que el resto la oirían.
La mink se quedó pasmada en la forma en la que las patatas se prendieron fuego. ¿Qué clase de poder era aquél? ¿Sería una fruta del diablo como la suya? Ellie ojeó de nuevo a todos, intentando averiguar quién había hecho aquello, pero todos parecían igual de sospechosos.
Tal y como la loba había pensado, sus compañeros se apuntaron a la misión suicida, y entonces entendió que el que había robado la bolsa de patatas iba a ser un gran problema en su misión, al menos si se seguía comportando como hasta ahora. El colmo fue que le tendiese la última patata al marine de alto rango.
A Ellie le dieron ganas de abofetearlo, pero aquello acabaría aún peor. Primero, el grupo de los soldados era más numeroso, y segundo, el capitán impondría algún castigo a ambos. Basándose en sus propias experiencias, el castigo sería igual para ambos, y todo acabaría en un estrepitoso fracaso. Y, obviamente, perdería la ocasión de resaltar.
Y entonces, ante el panorama y la ira que empezó a observar en el marine, realizó la mejor técnica que tenía a su disposición. Poner ojitos. Lo hizo mirando fijamente al marine a la par que juntaba sus patas, en una intentona por parecer aún más mona.
Y, quizá por su buen hacer, o por dios sabe qué, el marine acabó dándoles un barco “en buen estado aunque a punto de jubilarse”, y sin más, se marchó. No hubo represalias, ni nada por el estilo. Antes de nada, la mink decidió presentarse ante lo que veía un grupo de agentes demasiado extraño como para afrontar una misión de tal calibre.
- Hola -comentó intentando evitar lamerse la pata fruto del nerviosismo-. Me llamo Ellie, y parece que hoy nos tocará pelear juntos, así que creo que sería una buena idea comentar a grandes rasgos en qué somos buenos cada uno de nosotros, así sabremos más sobre el grupo y podremos luchar mejor, ¿os parece? Antes de nada, deciros que si veis que me pongo roja, huyáis. Y bueno, poco más. Soy ágil e inteligente, aunque no muy fuerte, se me da bien planear estrategias. Ah, y no puedo nadar, soy usuaria.
La joven agente dejaría unos segundos antes de retomar la conversación.
- Ah, casi se me olvida. Tú, el tipo de las patatas, ¿en qué estabas pensando?. Tú nos has metido en esto. Al principio realmente no sabía qué pasaba ni a qué se referían con las patatas pero… ¿Es necesario que venga con nosotros? Y si lo es… ¿Es necesario que esté cerca de nosotros? Estoy viendo que si fallamos en nuestra misión, va a ser por su culpa, y creo que todos los aquí presentes tenéis la misma sensación. Entiendo que sea vuestro amigo, compañero de agencia o lo que quiera que sea pero… Nos vamos a jugar la vida como nunca antes lo hemos hecho. Vamos a correr un riesgo de muerte muy alto… Pensad con cabeza, por favor.
La loba no pretendía que el culpable se marchase, ni tenía ninguna fé puesta en ello. Seguramente el grupo le apoyase y acabasen echando a la loba, pero debía decirlo. Nadie debía realizar conductas delictivas dentro de la organización, era sabido por todos. Y lo que era más estúpido aún, era cometer un delito de tal calibre, robar una mísera bolsa de patatas, y encima a un marine de un rango relevante. ¿Pero enserio no sabía lo que estaba haciendo? Los agentes que cometen conductas delictivas, en su mayoría, son de gran calibre… Si te vas a jugar tu puesto… ¿Qué menos que hacerlo a lo grande? Aquello ponía enferma a Ellie.
De cualquiera de las maneras y si el resto de agentes no la echaban, echaría un ojo al barco y se pondría manos a la obra en las tareas que cualquiera de los agentes les mandase. Si es que alguno sabía manejar el barco.
- ¿Cuánta gente más habrá dentro? -se limitó a susurrar, aunque seguro que el resto la oirían.
- Resumen:
- Presentarse a los nuevos.
- Echar una mini-bronca a Mido.
- Ponerse a disposición del grupo para empezar su misión.
- Presentarse a los nuevos.
La sonrisa vacilona de Zane se esfumó a la misma velocidad con la que el cierre de terciopelo realizó su función, cerrando el paso a cualquiera que no quisiera problemas con los bajos fondos, y la vena de su frente se inflamó, casi a la misma velocidad que su turgente estómago volvía a su posición inicial, señal de que su empacho había cesado; aunque no descartaba tener que ir al bajo en tres o cuatro horas. Aquella era la segunda vez en menos de un año que Viktor Elric osaba hacerle un desplante público de aquella manera. ¿Qué era eso de despreciar, posiblemente, a uno de los piratas más fuertes que había dentro de esa carpa?
Respiró hondo para calmarse, pero eso no sirvió de mucho. El suelo que estaba bajo sus pies comenzó a temblar, mientras su mano, curiosamente, se fue aferrando a la empuñadura de samidare. El pelirrojo clavó su mirada sobre el guardia de Viktor, y desenfundó su arma para apuntarme. En el momento que hizo eso, del cuerpo de Zane emanó su fuerza de voluntad, la cual dirigió directamente a todas las personas reunidas que estaban más allá del cordón de terciopelo, incluyendo al guardia que estaba frente a él.
—Tenéis permiso para morder —dijo Zane en voz alta, guiñándole un ojo a Luka—. Y no os preocupéis, voy a intentar ser todo lo políticamente correcto que pueda ser.
Dicho aquello, aún con su espada en la mano, comenzó a caminar a paso lento hacia el reservado de VIktor, cortando el cordón de terciopelo con su espada y accediendo a ella, sentándose en la primera silla que viera libre o tirando al suelo a algún sujeto inconsciente y ocupando su lugar, si no se quedaría de pie con la katana apoyada en su hombro.
—¿Podemos hablar de negocios, o no? —preguntó.
Respiró hondo para calmarse, pero eso no sirvió de mucho. El suelo que estaba bajo sus pies comenzó a temblar, mientras su mano, curiosamente, se fue aferrando a la empuñadura de samidare. El pelirrojo clavó su mirada sobre el guardia de Viktor, y desenfundó su arma para apuntarme. En el momento que hizo eso, del cuerpo de Zane emanó su fuerza de voluntad, la cual dirigió directamente a todas las personas reunidas que estaban más allá del cordón de terciopelo, incluyendo al guardia que estaba frente a él.
—Tenéis permiso para morder —dijo Zane en voz alta, guiñándole un ojo a Luka—. Y no os preocupéis, voy a intentar ser todo lo políticamente correcto que pueda ser.
Dicho aquello, aún con su espada en la mano, comenzó a caminar a paso lento hacia el reservado de VIktor, cortando el cordón de terciopelo con su espada y accediendo a ella, sentándose en la primera silla que viera libre o tirando al suelo a algún sujeto inconsciente y ocupando su lugar, si no se quedaría de pie con la katana apoyada en su hombro.
—¿Podemos hablar de negocios, o no? —preguntó.
- Resumen + ICHIZAKE, KAITO y WILLY LEED:
- Mosquearse ante tal burdo desprecio por parte de Viktor
Spamear Haki del rey- Voluntad del Ronin III:
- Voluntad del Ronnin III: Honor, Justicia, Respeto, Coraje, Lealtad, Honestidad, Benevolencia… en resumen, todo lo que forja la determinación y la voluntad de un verdadero espadachín. De esta forma, al desenfundar alguna de sus armas su voluntad sale disparada de forma controlada en un radio de veinte metros, y descontrolada en un radio de treintaicinco. De esta manera, es capaz de impresionar a cualquiera que tenga un nivel de haki magnífico, haciendo que reconozca la fuerza de Zane. Aquellos que tengan un nivel de haki avanzado se queden paralizados durante un turno completo, a no ser que tengan el haki del rey despertado/dominado, lo cual haría que únicamente estén paralizado el comienzo de combate. Aquellos cuyo haki básico oscile entre los niveles extendido y desarrollado (Niveles 4, 5 y 6) estarán paralizados durante dos turnos, pero si tienen el haki del rey despertado/dominado, el tiempo se reduce a un turno. Los que estén a niveles entrenado e inferior caerán inconsciente durante dos turnos, a no ser que posea el haki del rey, que lo reduce a un turno. Pasivamente, el aura depredadora del pelirrojo surge de su cuerpo y hace quebrar el entorno que le rodea aún con más fuerza, para luego rodear las hojas de sus espadas.
Entrar en la carpa V.I.P, habiendo cortado el maldito cordón de terciopelo.
Luka Rooney
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Calma, por favor. Luka, piensa en tu suricato, ¿qué hará él si pierdes la vida?
Ojalá calmar el espíritu guerrero del tiburón fuese tan fácil como repetir una y otra vez una frase. O contar, o respirar e intentar pensar antes de actuar. Ojalá la mente del gyojin fuese tan sencilla para eso, pero no, no lo era.
Un fornido guardia se posicionó entre la dirección donde presumiblemente se encontraba Viktor y los Arashi y les cortó el paso, como si fuese rival para una banda entera. Seguramente habría más guardias por allí, pero aquello no le pareció importar a su capitán.
- Esto no va a acabar bien… Mira, encima se ha cruzado de brazos, Marc. Sabes que no hay nada que me reviente más que eso.
Al gyojin no le gustaba que se pusieran delante de él cortándole el paso, y mucho menos adoptando una pose como la de aquel hombre. Apretó el puño a la par que la pulsera empezaba a quemarle en la muñeca. Miró a Zane, para después mirar a Marc. Incluso miró a Spanner y Nailah, y todos sabían qué iba a ocurrir.
Pero algo le frenó, y fue su capitán. Se adelantó al habitante del mar, usando su haki del rey para bloquear lo que quiera que hubiese cerca de ellos y abrirse camino, tras ello, cortó con la espada el cordón, no sin antes decir a los miembros de su tripulación que podían hacer lo que quisieran, y que se comportaría. Aunque Luka dudaba la segunda parte, hizo caso de la primera intentando guiñar el ojo tal y como su capitán había hecho, aunque era consciente que el flow con el que lo hacía era insignificante en comparación.
Luka tenía claro que se lanzaría a por el brazo del guardia, dándole un potente mordisco e intentando arrancarle un trozo de piel. En caso de lograrlo, intentaría quitárselo de encima y accedería a la carpa. Si no lo conseguía, intentaría simplemente golpearle tantas veces como pudiera.
El gyojin se quedaría lo más cercano a su capitán, dándole apoyo y estando alerta, consciente de una posible represalia del señor de los bajos fondos. Buscaría sangre en sus puños o sus dientes -si había conseguido morder- e intentaría que ésta le mantuviese alerta y despertara sus instintos más básicos. Debía estar alerta y preparado para lo que pudiese surgir.
- Nadie desplanta a los Arashi. -diría con rabia
Ojalá calmar el espíritu guerrero del tiburón fuese tan fácil como repetir una y otra vez una frase. O contar, o respirar e intentar pensar antes de actuar. Ojalá la mente del gyojin fuese tan sencilla para eso, pero no, no lo era.
Un fornido guardia se posicionó entre la dirección donde presumiblemente se encontraba Viktor y los Arashi y les cortó el paso, como si fuese rival para una banda entera. Seguramente habría más guardias por allí, pero aquello no le pareció importar a su capitán.
- Esto no va a acabar bien… Mira, encima se ha cruzado de brazos, Marc. Sabes que no hay nada que me reviente más que eso.
Al gyojin no le gustaba que se pusieran delante de él cortándole el paso, y mucho menos adoptando una pose como la de aquel hombre. Apretó el puño a la par que la pulsera empezaba a quemarle en la muñeca. Miró a Zane, para después mirar a Marc. Incluso miró a Spanner y Nailah, y todos sabían qué iba a ocurrir.
Pero algo le frenó, y fue su capitán. Se adelantó al habitante del mar, usando su haki del rey para bloquear lo que quiera que hubiese cerca de ellos y abrirse camino, tras ello, cortó con la espada el cordón, no sin antes decir a los miembros de su tripulación que podían hacer lo que quisieran, y que se comportaría. Aunque Luka dudaba la segunda parte, hizo caso de la primera intentando guiñar el ojo tal y como su capitán había hecho, aunque era consciente que el flow con el que lo hacía era insignificante en comparación.
Luka tenía claro que se lanzaría a por el brazo del guardia, dándole un potente mordisco e intentando arrancarle un trozo de piel. En caso de lograrlo, intentaría quitárselo de encima y accedería a la carpa. Si no lo conseguía, intentaría simplemente golpearle tantas veces como pudiera.
El gyojin se quedaría lo más cercano a su capitán, dándole apoyo y estando alerta, consciente de una posible represalia del señor de los bajos fondos. Buscaría sangre en sus puños o sus dientes -si había conseguido morder- e intentaría que ésta le mantuviese alerta y despertara sus instintos más básicos. Debía estar alerta y preparado para lo que pudiese surgir.
- Nadie desplanta a los Arashi. -diría con rabia
- Cosas:
- Carga pulsera: 1 turno
- Carga pulsera: 1 turno
- Resumen:
- Lanzarme al guardia e intentar morderle y arrancarle un trozo de piel, para después lanzarlo por ahí.
- Entrar a la carpa y quedarme cerca de Zane.
- Lanzarme al guardia e intentar morderle y arrancarle un trozo de piel, para después lanzarlo por ahí.
Eric Zor-El
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La idea de conducir un acorazado rompehielos era algo que despertó al infante que vivía dentro de Eric, pero sintió como la mirada de Zuko y algunos de su brigada lo dijeron todo. El salvaje no se consideraba tan mal conductor, es más, era de los que pensaban que para aprender el ensayo y error era importante, ¿y porque no en mitad de una guerra? Su ímpetu y la adrenalina del momento sacarían lo mejor de él
—Sí, sí, lo sé —dijo en voz alta, dirigiéndose a sus camaradas—. Prohibido acercarme al timón —Damned inhabitants ki thelis havazh—, pensó, mientras fumaba de su pipa y caminaba hacia el centro del barco.
Los marines y los agentes del gobierno iban de un lado al otro, preparando el barco para la batalla. Él no tenía muchas ganas de participar en otra batalla absurda, pero no iba a permitir que a sus únicos amigos en el mar azul pereciera, como le pasó a la cretina de Kaori en la última. Se apoyó sobre el mástil central y miró hacia el cielo. Las nubes de tormenta resonaban con fuerza, y muchos barcos alrededor habían empezado a combatir. Entretanto, pudo vislumbrar al hombre-árbol en la cofa.
—¡Oye! —gritó—. ¡Hombre rama! ¿Hay sitio allí para otro más? —le preguntó, con la intención de subir si le dejaba.
—Sí, sí, lo sé —dijo en voz alta, dirigiéndose a sus camaradas—. Prohibido acercarme al timón —Damned inhabitants ki thelis havazh—, pensó, mientras fumaba de su pipa y caminaba hacia el centro del barco.
Los marines y los agentes del gobierno iban de un lado al otro, preparando el barco para la batalla. Él no tenía muchas ganas de participar en otra batalla absurda, pero no iba a permitir que a sus únicos amigos en el mar azul pereciera, como le pasó a la cretina de Kaori en la última. Se apoyó sobre el mástil central y miró hacia el cielo. Las nubes de tormenta resonaban con fuerza, y muchos barcos alrededor habían empezado a combatir. Entretanto, pudo vislumbrar al hombre-árbol en la cofa.
—¡Oye! —gritó—. ¡Hombre rama! ¿Hay sitio allí para otro más? —le preguntó, con la intención de subir si le dejaba.
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El borracho pareció hacer caso omiso de las palabras del mink, lo que no le sentó nada bien. Apuró de un solo trago su jarra mientras se levantaba, sin quitarle los ojos de encima al tipo que había osado perturbar su comida. Al parecer el tipo del traje negro no había tenido bastante con molestar a Raion, si no que ahora se veía envuelto en un amago de trifulca con la muchacha que parecía haber intentado cortejar.
Sin lugar a dudas no era el día de suerte de aquel tipo, pero no por eso el orgulloso león iba a dejar pasar un desplante así como así. Avanzó hasta el lugar donde el borracho insultaba ahora a la joven, que al intentar defenderse había estado apunto de rebanarle el pescuezo. Viendo que no tenía ni una sola posibilidad, el trajeado trato de retirarse del lugar encontrándose de frente con la enorme figura del melenudo.
Raion observó como el aquel insignificante humano, lejos de amilanarse, elevaba su arma preparando un tajo vertical contra él.
—Supongo que no te debes destacar por tu inteligencia entre los tuyos— comentó el león una condescendencia atroz, como si le estuviese hablando a un niño que no sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto —Baja el arma y seré generoso, hoy estoy de buen humor y no me apetece ensuciar mis manos con basura como tú— quizás cualquiera pudiera tomar las palabras de aquel mink como una suerte de provocación, pero nada más lejos de la realidad. Raion estaba tratando de ser amable y comprensivo con aquel pobre desdichado.
El borracho, debió de tomárselo como una provocación pues lejos de detener su arma la lanzó con aún más inquina al tiempo que gritaba que lo dejasen en paz. La escena debió de verse desde fuera como la de un niño levantando un palo contra su padre, la diferencia de tamaño era absurda.
Raion no se movió del lugar donde estaba, la punta del arma pasó rozando la parte baja de sus pectorales y el vientre, produciendo un leve arañazo. Ladeó la cabeza mientras le dedicaba una mirada arrogante, mezclada con cierta lástima ante la contemplación de un ser tan triste. Tras un breve instante, donde ambas miradas se encontraron, el mink tomó con su enorme mano derecha a su rival por la cabeza.
—Eres tan patético que matarte sería hacerte un favor, humano — levantó al borracho con una sola mano, agarrado por la cabeza —Así que me conformaré con mostrarte tu lugar— revoleó al tipo del traje negro como si de un muñeco se tratase y lo estampó de cara contra el suelo, quedando con el rostro hundido y ensangrentado sobre el piso —El lugar de los pájaros es el cielo, el de los peces el mar y el de los gusanos la tierra. Recuérdalo de ahora en adelante, porque no quiero volver a verte fuera de lugar en mi presencia— amenazó el melenudo con bastante tranquilidad —Y pensar que debo de compartir el aire con escoria como esa...— masculló para sí mismo mientras comenzaba a caminar en dirección al exterior de la carpa, aquel tipo le había quitado las ganas de seguir comiendo. Pasó de largo, junto a la joven y un chico de cabellos blancos que parecía querer conversar con ella.
"Supongo que es hora de ponerse a trabajar"
Sin lugar a dudas no era el día de suerte de aquel tipo, pero no por eso el orgulloso león iba a dejar pasar un desplante así como así. Avanzó hasta el lugar donde el borracho insultaba ahora a la joven, que al intentar defenderse había estado apunto de rebanarle el pescuezo. Viendo que no tenía ni una sola posibilidad, el trajeado trato de retirarse del lugar encontrándose de frente con la enorme figura del melenudo.
Raion observó como el aquel insignificante humano, lejos de amilanarse, elevaba su arma preparando un tajo vertical contra él.
—Supongo que no te debes destacar por tu inteligencia entre los tuyos— comentó el león una condescendencia atroz, como si le estuviese hablando a un niño que no sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto —Baja el arma y seré generoso, hoy estoy de buen humor y no me apetece ensuciar mis manos con basura como tú— quizás cualquiera pudiera tomar las palabras de aquel mink como una suerte de provocación, pero nada más lejos de la realidad. Raion estaba tratando de ser amable y comprensivo con aquel pobre desdichado.
El borracho, debió de tomárselo como una provocación pues lejos de detener su arma la lanzó con aún más inquina al tiempo que gritaba que lo dejasen en paz. La escena debió de verse desde fuera como la de un niño levantando un palo contra su padre, la diferencia de tamaño era absurda.
Raion no se movió del lugar donde estaba, la punta del arma pasó rozando la parte baja de sus pectorales y el vientre, produciendo un leve arañazo. Ladeó la cabeza mientras le dedicaba una mirada arrogante, mezclada con cierta lástima ante la contemplación de un ser tan triste. Tras un breve instante, donde ambas miradas se encontraron, el mink tomó con su enorme mano derecha a su rival por la cabeza.
—Eres tan patético que matarte sería hacerte un favor, humano — levantó al borracho con una sola mano, agarrado por la cabeza —Así que me conformaré con mostrarte tu lugar— revoleó al tipo del traje negro como si de un muñeco se tratase y lo estampó de cara contra el suelo, quedando con el rostro hundido y ensangrentado sobre el piso —El lugar de los pájaros es el cielo, el de los peces el mar y el de los gusanos la tierra. Recuérdalo de ahora en adelante, porque no quiero volver a verte fuera de lugar en mi presencia— amenazó el melenudo con bastante tranquilidad —Y pensar que debo de compartir el aire con escoria como esa...— masculló para sí mismo mientras comenzaba a caminar en dirección al exterior de la carpa, aquel tipo le había quitado las ganas de seguir comiendo. Pasó de largo, junto a la joven y un chico de cabellos blancos que parecía querer conversar con ella.
"Supongo que es hora de ponerse a trabajar"
- Resumen (Valeria y Valar):
- Raion se ocupa del borracho, estampandolo contra el suelo. Después de que este le atacase con su arma. Tras encargarse de enseñar su sitio al borracho, abandona la carpa con idea de encargarse de unos cuantos marines.
Gareth Silverwing
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- Uf, todo ese sermón me ha dejado seco. - Dije mientras me aclaraba la garganta al ver como esa patética excusa de funcionario se marchaba llorando por donde había venido. - Oh, gracias Jack, veo que por una vez estás atento.
Cogí el vaso que me ofrecía, y lo bebí prácticamente todo de una sentada sin siquiera mirar lo que era. Parecía agua pero la manía del vicealmirante de hacer los utensilios con su logia le había dado un sabor dulzón y un regusto a azúcar que permaneció en mi lengua durante un rato. Era algo raro, pues a pesar de ser un vaso entero no había terminado de saciar la sed, si acaso notaba como si la agravase. Tomé el otro que le había ofrecido a aquel sujeto y que este tan amablemente había rechazado, dijo que era un tónico... daba igual a estas alturas me moría de sed. Sabía distinto, algo fuerte, pero con el mismo regusto dulce, esta vez tomé un sorbo pero decidí adecentarlo un poco. Saqué una petaca del bolsillo que mantenía caliente con mis poderes y vertí su contenido en el vaso. Café caliente, quedaría un brebaje raro, pero por lo menos no sabría tan dulce.
- Cierto, se ha dejado aquí los papeles, voy a entregarlos. Ahora vuelvo. - Dije mientras cogía la pila de folios de la mesa y salía de los barracones. No sabía porqué pero me empezaba a encontrar de mejor humor, sería la sensación de haber corregido a un inútil o puede que el sabor reciente del café.
Me acerqué a uno de los voluntarios con los registros y le ofrecí los informes completos de inscripción, más una copia para los archivos y otra extra para casos excepcionales, en total 144 folios grapados, y ordenados. Se me quedó mirando sin saber qué decir exactamente, pero confiaba en que los llevara a donde debían.
Me di la vuelta y me puse a caminar entre la gente, abriéndome paso de vuelta a nuestros barracones. Por el camino trastabillé y perdí el equilibrio, cayendo al suelo, puse las manos para parar la caída pero puse demasiada fuerza y acabé dejando un pequeño cráter en el suelo. Eso no era propio de mí, pero no le estaba dando demasiada importancia, ni a eso ni al hecho de que estaba llamando la atención. Podría haber matado a alguien si estuviera delante mío.
- He vuelto chicos. - Comenté con una sonrisa algo estúpida en el rostro. - Bueno, es hora de prepararse para salir. - Esto no me gustaba, comenzaba a arrastrar las eses y a hablar con un tono demasiado desenfadado. - Eh ¿A que vienen esas caras? Venga, un poco de ánimo, que no es como si se fuera a acabar el mundo. ¡Hic!
Eso no era agua.
Cogí el vaso que me ofrecía, y lo bebí prácticamente todo de una sentada sin siquiera mirar lo que era. Parecía agua pero la manía del vicealmirante de hacer los utensilios con su logia le había dado un sabor dulzón y un regusto a azúcar que permaneció en mi lengua durante un rato. Era algo raro, pues a pesar de ser un vaso entero no había terminado de saciar la sed, si acaso notaba como si la agravase. Tomé el otro que le había ofrecido a aquel sujeto y que este tan amablemente había rechazado, dijo que era un tónico... daba igual a estas alturas me moría de sed. Sabía distinto, algo fuerte, pero con el mismo regusto dulce, esta vez tomé un sorbo pero decidí adecentarlo un poco. Saqué una petaca del bolsillo que mantenía caliente con mis poderes y vertí su contenido en el vaso. Café caliente, quedaría un brebaje raro, pero por lo menos no sabría tan dulce.
- Cierto, se ha dejado aquí los papeles, voy a entregarlos. Ahora vuelvo. - Dije mientras cogía la pila de folios de la mesa y salía de los barracones. No sabía porqué pero me empezaba a encontrar de mejor humor, sería la sensación de haber corregido a un inútil o puede que el sabor reciente del café.
Me acerqué a uno de los voluntarios con los registros y le ofrecí los informes completos de inscripción, más una copia para los archivos y otra extra para casos excepcionales, en total 144 folios grapados, y ordenados. Se me quedó mirando sin saber qué decir exactamente, pero confiaba en que los llevara a donde debían.
Me di la vuelta y me puse a caminar entre la gente, abriéndome paso de vuelta a nuestros barracones. Por el camino trastabillé y perdí el equilibrio, cayendo al suelo, puse las manos para parar la caída pero puse demasiada fuerza y acabé dejando un pequeño cráter en el suelo. Eso no era propio de mí, pero no le estaba dando demasiada importancia, ni a eso ni al hecho de que estaba llamando la atención. Podría haber matado a alguien si estuviera delante mío.
- He vuelto chicos. - Comenté con una sonrisa algo estúpida en el rostro. - Bueno, es hora de prepararse para salir. - Esto no me gustaba, comenzaba a arrastrar las eses y a hablar con un tono demasiado desenfadado. - Eh ¿A que vienen esas caras? Venga, un poco de ánimo, que no es como si se fuera a acabar el mundo. ¡Hic!
Eso no era agua.
- Resumen:
- Beber de los dos vaso de Jack, ir a entregar los papeles y darse cuenta de que algo no anda bien... puede que yo.
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El alcalde se sorprendió enormemente cuando, al salir al exterior de la carpa y mirar hacia el mar, se dio cuenta de que aquella falsa isla estaba en movimiento. Al parecer se acercaban a la inmensa torre cuya negra y ominosa silueta amenazaba el destino de todo el North Blue, cosa que agradó al calvo. Estaba ansioso por adentrarse en ella.
Mientras tanto el encapuchado, tras mirar bien hacia todas partes, abrió su chaqueta. En su interior había toda clase de objetos y sustancias de dudosa o nula legalidad. Thawne, exasperado, estuvo a punto de dar media vuelta y regresar a la carpa, donde el ruido era cada vez más intenso. ¿En serio aquel tipo le había hecho salir tan solo para intentar venderle algo? Otra de las cosas que pasó por su cabeza fue ejecutar a tan mediocre delincuente con su Shigan. Sin embargo, antes de que hiciese nada, una voz llamó su atención. El encapuchado se apartó y señaló a la persona que había hablado, situada tras él. Al parecer él era quien le había mandado llamar. Se presentó como Marles Chanson, y anunció que estaba reuniendo un grupo de gente para intentar descubrir los secretos guardados en el interior de la Gran Aguja, ofreciendo al político acompañarles.
La oferta no era mala. Internarse en la Aguja sería con bastante seguridad la forma más sencilla de conseguir fama y reconocimiento como una de las personas clave para el devenir del mundo. Pero eso de "acompañarles"... No, él no acompañaba, él dirigía. Eso debía quedar bien claro desde el principio. Así que tomó la palabra con voz clara, grave y firme, tratando de expresar autoridad y convencimiento mientras descargaba su voluntad con intención de dar más énfasis a su alegato:
- Estoy de acuerdo con formar un grupo para investigar la Aguja, pero no me limitaré a acompañaros. No, yo dirigiré la expedición. Probablemente ese lugar sea un verdadero caos, y si pretendéis sobrevivir necesitaréis el liderazgo de alguien con la experiencia y el poder suficiente en este tipo de cometidos. Y nadie puede igualarme en ese aspecto, sin importar a cuántos hombres hayas reclutado ya y lo poderosos que sean. La mayor parte del tiempo me limitaré a ser uno más del grupo, pero antes de embarcarme en una misión como esta necesito saber que, si la situación se pone difícil, mis decisiones serán respetadas y obedecidas. Es la única forma de asegurar que podamos salir de allí con vida y habiéndonos convertido en leyendas.
Realmente no buscaba asustar a su interlocutor liberando su Haki, pues estaba casi seguro de que no iba a tener ese efecto sobre él, pero quería hacer que sintiese el poder de su presencia y su voluntad acompañando a sus palabras. Era consciente de su labia y capacidad de convicción, pero debía hacer que su fuerza quedase también patente. El tiempo de obedecer órdenes había terminado.
Mientras tanto el encapuchado, tras mirar bien hacia todas partes, abrió su chaqueta. En su interior había toda clase de objetos y sustancias de dudosa o nula legalidad. Thawne, exasperado, estuvo a punto de dar media vuelta y regresar a la carpa, donde el ruido era cada vez más intenso. ¿En serio aquel tipo le había hecho salir tan solo para intentar venderle algo? Otra de las cosas que pasó por su cabeza fue ejecutar a tan mediocre delincuente con su Shigan. Sin embargo, antes de que hiciese nada, una voz llamó su atención. El encapuchado se apartó y señaló a la persona que había hablado, situada tras él. Al parecer él era quien le había mandado llamar. Se presentó como Marles Chanson, y anunció que estaba reuniendo un grupo de gente para intentar descubrir los secretos guardados en el interior de la Gran Aguja, ofreciendo al político acompañarles.
La oferta no era mala. Internarse en la Aguja sería con bastante seguridad la forma más sencilla de conseguir fama y reconocimiento como una de las personas clave para el devenir del mundo. Pero eso de "acompañarles"... No, él no acompañaba, él dirigía. Eso debía quedar bien claro desde el principio. Así que tomó la palabra con voz clara, grave y firme, tratando de expresar autoridad y convencimiento mientras descargaba su voluntad con intención de dar más énfasis a su alegato:
- Estoy de acuerdo con formar un grupo para investigar la Aguja, pero no me limitaré a acompañaros. No, yo dirigiré la expedición. Probablemente ese lugar sea un verdadero caos, y si pretendéis sobrevivir necesitaréis el liderazgo de alguien con la experiencia y el poder suficiente en este tipo de cometidos. Y nadie puede igualarme en ese aspecto, sin importar a cuántos hombres hayas reclutado ya y lo poderosos que sean. La mayor parte del tiempo me limitaré a ser uno más del grupo, pero antes de embarcarme en una misión como esta necesito saber que, si la situación se pone difícil, mis decisiones serán respetadas y obedecidas. Es la única forma de asegurar que podamos salir de allí con vida y habiéndonos convertido en leyendas.
Realmente no buscaba asustar a su interlocutor liberando su Haki, pues estaba casi seguro de que no iba a tener ese efecto sobre él, pero quería hacer que sintiese el poder de su presencia y su voluntad acompañando a sus palabras. Era consciente de su labia y capacidad de convicción, pero debía hacer que su fuerza quedase también patente. El tiempo de obedecer órdenes había terminado.
- Resumen:
- - Darse cuenta de que la falsa isla se está moviendo hacia la Aguja.
- Escuchar la propuesta de Chanson.
- Aceptar con la condición de ser él mismo quien lidere el grupo, tirando de labia y un toque de Haki del Rey para añadir un poco de énfasis.
- Cosas:
- - Haki del Rey Apto. Conquista Tier 1: Su presencia tranquiliza a cualquier animal salvaje. Si descarga su Haki podría paralizar de miedo a todas las personas que no posean al menos un Haki despertado durante un asalto en un radio de diez metros.
- Sintonía: Los usuarios con sintonía en Conquista han nacido para dominar, no para seguir órdenes. Son más resistentes que otras a efectos enajenadores, pudiendo mostrar mayor reticencia a doblegarse ante cualquiera cuyo poder no sea superior.
- Oficio Psicólogo a Rango 10 y labia como habilidad en la ficha que se aplican a la hora de hablar.
Galhard
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—Jorge...Nitales...Genitales...— Murmuró Galhard de forma prácticamente inaudible mordiendo su lengua para contener la carcajada sin poder evitar que su rostro se volviese algo colorado agravándose su lucha de contención tras el rápido asalto de la otra marine. Tras ello se aclaró la garganta
—Perdone señor, quizás mis formas no fueron las más apropiadas...¿Brigada Alfa, Beta Gamma? Me encantaría saber más sobre ustedes aunque el tiempo nos es bastante escaso... Quizás pueda escuchar de vuestros actos si os acompaño. Con ello dad por supuesto que acepto vuestra oferta, soy consciente del peligro que conlleva ir a primera linea pero ahora es más que necesario que gente vaya allí y aún con todos los veteranos no creo que os sobren integrantes. Se bien que esto no es jugar a los héroes, no quiero que le pase nada a este hermoso mar .— Acabó de argumentar el joven para fijarse en aquella esbelta mujer. Pelear codo con codo con alguien como ella debía ser una oportunidad que no se presentaba cada día. Centrando su mirada en los oscuros ojos de la mujer el recluta se presentó.
—Sería indecoroso no presentarme ante mis superiores, soy Galhard, un nuevo recluta recién llegado de este mismo mar, del reino de Lyneel para ser más exactos. Espero estar a la altura de vuestras expectativas y ayudar a nuestro ejercito a superar estas horas tan oscuras, no seré de lo mejor pero estoy seguro de mis habilidades como espadachín y creo que podría ayudar al grueso de la vanguardia. Tras acabar su presentación y hacer una pequeña reverencia, Galhard se llevó su mano hacía la cintura, de donde desenfundó su gastado sable pensando que quizás debería adquirir uno nuevo antes de acudir a la batalla.
—Perdonad mi brusquedad pero...¿Sabéis si se nos facilitará alguna equipación nueva? Mi reclutamiento fue tan abrupto que apenas me dieron un equipamiento base.— El joven no podía esconder la timidez que le suponía llevar un sable así, el cual sus mejores años habían quedado atrás hace décadas.
—Perdone señor, quizás mis formas no fueron las más apropiadas...¿Brigada Alfa, Beta Gamma? Me encantaría saber más sobre ustedes aunque el tiempo nos es bastante escaso... Quizás pueda escuchar de vuestros actos si os acompaño. Con ello dad por supuesto que acepto vuestra oferta, soy consciente del peligro que conlleva ir a primera linea pero ahora es más que necesario que gente vaya allí y aún con todos los veteranos no creo que os sobren integrantes. Se bien que esto no es jugar a los héroes, no quiero que le pase nada a este hermoso mar .— Acabó de argumentar el joven para fijarse en aquella esbelta mujer. Pelear codo con codo con alguien como ella debía ser una oportunidad que no se presentaba cada día. Centrando su mirada en los oscuros ojos de la mujer el recluta se presentó.
—Sería indecoroso no presentarme ante mis superiores, soy Galhard, un nuevo recluta recién llegado de este mismo mar, del reino de Lyneel para ser más exactos. Espero estar a la altura de vuestras expectativas y ayudar a nuestro ejercito a superar estas horas tan oscuras, no seré de lo mejor pero estoy seguro de mis habilidades como espadachín y creo que podría ayudar al grueso de la vanguardia. Tras acabar su presentación y hacer una pequeña reverencia, Galhard se llevó su mano hacía la cintura, de donde desenfundó su gastado sable pensando que quizás debería adquirir uno nuevo antes de acudir a la batalla.
—Perdonad mi brusquedad pero...¿Sabéis si se nos facilitará alguna equipación nueva? Mi reclutamiento fue tan abrupto que apenas me dieron un equipamiento base.— El joven no podía esconder la timidez que le suponía llevar un sable así, el cual sus mejores años habían quedado atrás hace décadas.
Marc Kiedis
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En el momento en que el corpulento (para los estándares humanos) guardaespaldas cerró de nuevo la cinta y anunció que no podían pasar por encontrarse Viktor reunido, Marc supo que se avecinaban problemas. Conocía bien a su capitán, y sabía que no iba a tolerar un nuevo desplante como aquel por parte del mafioso. Para colmo Luka, de sangre aún más caliente que el pelirrojo, también parecía dispuesto a abalanzarse sobre el portero. O al menos eso dedujo el semigigante de sus palabras.
Pero antes de que pudiese responderle Zane desenfundó su espada y liberó aquel extraño poder que poseía contra el vigilante y quienes estaban tras el cordón. Acto seguido, tras guiñar el ojo al gyojin, dio permiso a todos para actuar con total libertad y cortó la cinta mientras iniciaba su camino hacia Viktor.
El grandullón miró a sus compañeros. Comenzaba a sentir la emoción de quien sabe que es probable que se avecine un buen combate, y se imaginaba que a ellos les estaría pasando lo mismo. El tiburón, tan impaciente como siempre, se lanzó con los dientes por delante contra el desafortunado portero. Marc, mientras tanto, desenfundó a Kotai-Hi, y apoyándola en su hombro, siguió a su capitán. Una vez este eligiera un sitio el semigigante se colocaría tras él, espada en hombro, con actitud amenazadora. Pretendía dejar claro que si alguien intentaba atacar al pelirrojo él se lo impediría.
Pero antes de que pudiese responderle Zane desenfundó su espada y liberó aquel extraño poder que poseía contra el vigilante y quienes estaban tras el cordón. Acto seguido, tras guiñar el ojo al gyojin, dio permiso a todos para actuar con total libertad y cortó la cinta mientras iniciaba su camino hacia Viktor.
El grandullón miró a sus compañeros. Comenzaba a sentir la emoción de quien sabe que es probable que se avecine un buen combate, y se imaginaba que a ellos les estaría pasando lo mismo. El tiburón, tan impaciente como siempre, se lanzó con los dientes por delante contra el desafortunado portero. Marc, mientras tanto, desenfundó a Kotai-Hi, y apoyándola en su hombro, siguió a su capitán. Una vez este eligiera un sitio el semigigante se colocaría tras él, espada en hombro, con actitud amenazadora. Pretendía dejar claro que si alguien intentaba atacar al pelirrojo él se lo impediría.
- Resumen (Ichi, Kaito, Will):
- - Presenciar el spam de Haoshoku de Zane y entrar con él.
- Situarse tras su capitán en actitud amenazadora, dispuesto a protegerle de posibles ataques.
Dretch
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A pesar de la indignación general, una sonrisilla tímida afloró en los labios del agente al escuchar las especificaciones técnicas del Espíritu de Condoriano. No es que fuese ningún experto marino, ni mucho menos, pero tenía un ligero presentimiento sobre la fortuna que sufriría aquella noche el desdichado navío. Sin embargo, pese a que pudo abrir la boca y poner sobre aviso a sus compañeros, no lo hizo. Shintaro ya se había convertido en el foco de todas las miradas y, dado que estaba rodeado de asesinos, si hacia el más leve comentario sobre lo que estaba por venir probablemente estuviese condenándolo a una horrible muerte. Además, nunca se había propuesto oponerse a los clichés ¿Hasta qué punto era dueño de los poderes de su propia akuma? Si el algún momento de su vida había tenido una oportunidad de tensar esa cuerda, era un escenario apocalíptico como aquel.
Mientras que el caos y la indignación afloraban como la mala hierba a su alrededor, aprovechando que aún tenía la libreta en la mano, Dretch aprovechó para cotillear los nombres del resto de agentes y marines que irían en su barco. Tras lo cual, una indignada Ellie rompió el hielo preguntado sobre las aptitudes de cada uno de los miembros de la comitiva gubernamental. Y, aunque Dretch escuchó con atención sus palabras, no pudo evitar quedarse durante unos minutos embobado tras escuchar “deciros que, si veis que me pongo roja, huyáis”. Un esclofrio le recorrió la espalda al recordar la última vez que había visto a un mink usuario, este se transformó en un aberrante hibrido mitad felino y mitad reptil que durante varias noches había atormentado los sueños del agente. No dudaba de las buenas intenciones de la mink, pero por su culpa había revivido un recuerdo que había estado oculto y enterrado durante meses por un buen motivo.
- Seguro que esta conversación la podemos tener mientras nos dirigimos a nuestra embarcación – comentó en un tono afable mientras le daba un leve empujón a Shintaro con su brazo biónico para ponerle en movimiento, quisiera o no hacerlo – Yo no soy especialmente bueno en nada en concreto, o al menos en algo que podáis considerar útil para esta misión. Pero tengo la fea costumbre de sobrevivir a lo que me echen, supongo que si tengo un punto fuerte es ese – respondió eludiendo en cualquier momento cualquier tipo de referencia a si era o no un usuario. Y en cuanto a su última pregunta, no habló abiertamente de quienes componían el resto de integrantes de su embarcación, pero le mostró durante un instante la libreta de voluntarios antes de guardarla discretamente en el interior de su gabardina como si allí no hubiese pasado nada.
Mientras que el caos y la indignación afloraban como la mala hierba a su alrededor, aprovechando que aún tenía la libreta en la mano, Dretch aprovechó para cotillear los nombres del resto de agentes y marines que irían en su barco. Tras lo cual, una indignada Ellie rompió el hielo preguntado sobre las aptitudes de cada uno de los miembros de la comitiva gubernamental. Y, aunque Dretch escuchó con atención sus palabras, no pudo evitar quedarse durante unos minutos embobado tras escuchar “deciros que, si veis que me pongo roja, huyáis”. Un esclofrio le recorrió la espalda al recordar la última vez que había visto a un mink usuario, este se transformó en un aberrante hibrido mitad felino y mitad reptil que durante varias noches había atormentado los sueños del agente. No dudaba de las buenas intenciones de la mink, pero por su culpa había revivido un recuerdo que había estado oculto y enterrado durante meses por un buen motivo.
- Seguro que esta conversación la podemos tener mientras nos dirigimos a nuestra embarcación – comentó en un tono afable mientras le daba un leve empujón a Shintaro con su brazo biónico para ponerle en movimiento, quisiera o no hacerlo – Yo no soy especialmente bueno en nada en concreto, o al menos en algo que podáis considerar útil para esta misión. Pero tengo la fea costumbre de sobrevivir a lo que me echen, supongo que si tengo un punto fuerte es ese – respondió eludiendo en cualquier momento cualquier tipo de referencia a si era o no un usuario. Y en cuanto a su última pregunta, no habló abiertamente de quienes componían el resto de integrantes de su embarcación, pero le mostró durante un instante la libreta de voluntarios antes de guardarla discretamente en el interior de su gabardina como si allí no hubiese pasado nada.
Kenzo Nakajima
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Al fin estaban en el navío que les habían asignado, y en compañía nada menos que de uno de los tres Almirantes, el célebre hombre-árbol Mitoko, uno de los héroes de Gray Rock. Kenzo le miró, imaginándose ocupando algún día uno de los tres puestos él mismo.
El barco en el que se encontraban era un acorazado, grande y aparentemente poderoso. Daba la sensación de poder atravesar cualquier barrera que encontrasen de camino a la Aguja. Pero desde luego no podían permitir que fuese Eric quien lo condujese hasta allí si querían llegar vivos. El brazos largos, cuando se dio cuenta de cómo el salvaje miraba el timón con deseo, le lanzó una furibunda mirada que pretendía expresar algo así como: "No me jodas, no toques eso". El peliblanco debió de entenderla, porque poco después echó a caminar en dirección contraria, hacia el Almirante.
Kenzo sabía que manejar aquel coloso marítimo no era su cometido, pues no tenía la más mínima idea de navegación. Por el contrario, podía dedicar su tiempo a hacer cosas más útiles, como afilar sus katanas. Necesitaba que estuviesen en perfecto estado para la batalla que se avecinaba, así que se sentó en unas escaleras y se puso con dicha tarea mientras cantaba con voz potente y melodiosa una canción destinada a insuflar ánimos a sus camaradas. Sus pies llevaban el ritmo, ejerciendo de improvisada percusión para acompañar las notas que brotaban de su garganta.
- ¡Chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chaaaaaaaaaaaan! ¡Chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chaaaaaaaaaaaan!
El barco en el que se encontraban era un acorazado, grande y aparentemente poderoso. Daba la sensación de poder atravesar cualquier barrera que encontrasen de camino a la Aguja. Pero desde luego no podían permitir que fuese Eric quien lo condujese hasta allí si querían llegar vivos. El brazos largos, cuando se dio cuenta de cómo el salvaje miraba el timón con deseo, le lanzó una furibunda mirada que pretendía expresar algo así como: "No me jodas, no toques eso". El peliblanco debió de entenderla, porque poco después echó a caminar en dirección contraria, hacia el Almirante.
Kenzo sabía que manejar aquel coloso marítimo no era su cometido, pues no tenía la más mínima idea de navegación. Por el contrario, podía dedicar su tiempo a hacer cosas más útiles, como afilar sus katanas. Necesitaba que estuviesen en perfecto estado para la batalla que se avecinaba, así que se sentó en unas escaleras y se puso con dicha tarea mientras cantaba con voz potente y melodiosa una canción destinada a insuflar ánimos a sus camaradas. Sus pies llevaban el ritmo, ejerciendo de improvisada percusión para acompañar las notas que brotaban de su garganta.
- ¡Chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chaaaaaaaaaaaan! ¡Chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chan! ¡Chan chan chaaaaaaaaaaaan!
- Resumen:
- - Lanzar una mirada asesina a Eric al ver sus intenciones.
- Ponerse a afilar sus espadas mientras canta una canción para enaltecer el espíritu de sus compañeros antes de la batalla.
Nadie allí parecía reparar en su presencia y, si lo hacían, disimulaban de maravilla. No era algo que le molestase. A fin de cuentas, cuantos menos problemas encontrase por el momento, mejor para él. No obstante, una voz que sonó clara como el más limpio de los arroyos se elevó en algún lugar de la cubierta. Era inconfundible. Por eso, cuando la figura de la albina emergió entre los revolucionarios no pudo más que sonreír con la ternura que no había asomado a su rostro por días.
Abrió los brazos para recibirla, correspondiendo su gesto con una leve presión hacia él. Su calor era único; se sentía capaz de distinguirlo frente al de cualquier otra persona. La muchacha le arrastró por el lugar, deteniéndose frente a dos hombres. Uno de ellos, un chico rubio, le dirigió un saludo que el contramaestre de los Arashi no Kyoudai respondió con una inclinación de cabeza. El más veterano de los dos, por el contrario, dedicó algo más de tiempo a las presentaciones.
Su interior se revolvió conforme la identidad del sujeto fue siendo revelada. ¿En serio tenía que conocerle precisamente en aquella situación? «Por lo menos no tengo que quedarme a comer», se dijo, rompiendo completamente la tensión que había nacido en su interior. Estrechó la mano que le tendía, obsequiándole con la misma firmeza de la que hacía gala. Le caía bien aquel tipo, su... ¿suegro? Aquella palabra se le antojó como un abismo durante un instante, pero éste no tardó en ser sustituido por una peculiar tranquilidad.
—Lo sé —respondió, asintiendo al mismo tiempo—. Y lo haré, aunque me tranquiliza saber que ella hará lo mismo conmigo. —Volvió a sonreír, dejando claro que estaba dispuesto a dar su vida si con ello salvaba la de Annie llegado el momento.
Fuera como fuere, la albina tenía prisa y no tardó en tirar de él. Hablaba atropelladamente, como si tuviera prisa. Casi parecía una niña pequeña y, por un instante, Therax olvidó el contexto en el que se encontraban. El exterminio de toda forma de vida en aquel mar se tornó en algo insignificante para él durante un segundo, pero reaccionó. Frenó, tirando suavemente de su guía.
—No puedo, Annie. Tengo que entregárselo yo mismo, sin importar con quién esté hablando. Digamos que es una orden directa,,, y seria, que no es lo normal.
Ella le dirigió una mirada que por un momento interpretó como confundida, pero en seguida cayó en la cuenta de que en sus ojos sólo había comprensión. Le acompañó hasta el lugar donde se encontraba Osuka, quien, efectivamente, hablaba con Dexter Black. El espadachín soltó durante un instante la mano que había estado sosteniendo y se dirigió al revolucionario.
—¿Osuka? —preguntó en voz alta, buscando llamar su atención—. Soy Therax Palatiard, contramaestre de los Arashi no Kyoudai. Mi capitán me envía para que te dé esto. —Sacó el Den Den Zane del que le habían hecho entrega y se lo tendió al rubio—. Le gustaría tratar unos asuntos contigo.
Se retiró tras hacerle un gesto con la cabeza a los interlocutores de la conversación que había interrumpido, ¿o habrían terminado ya de hablar? No era plato de buen gusto inmiscuirse en el diálogo de un yonkou, mucho menos si éste era Dexter Black, pero el deber era el deber. Volvió junto a Annie y la siguió hasta donde le llevaba, no sin antes extraer su propio caracol de uno de sus bolsillos.
—¿Zane? Entregado. Hace un momento estaba hablando con Dexter; no sé qué querrá.
Le pareció notar cierta tensión o molestia en la voz de su capitán, pero no le dio más importancia y volvió al asunto que tenía entre manos: Annie. La estancia a la que le condujo no era demasiado grande, pero lo que tenía de pequeña lo tenía de íntima. Le agradaba aquel lugar, aunque ella parecía no estar atravesando un buen momento.
Apretó sus manos y escuchó con paciencia lo que le decía. La felicidad debió reflejarse en su mirada, porque apareció como un sentimiento desbordante que iba más allá de su capacidad de autocontrol. La abrazó, procurando permanecer unido a ella durante varios segundos antes de separarla con suavidad, como si de ese modo fuese a quedarse con él pasase lo que pasase.
—Yo también lo tengo, pero no puedo prometerte eso. —Una sonrisa amarga relució en su rostro—, Estaré junto a ti todo el tiempo que pueda, pero sólo nos tenemos a nosotros. Si las cosas van mal, aquí hay una legión de revolucionarios parra apoyar a los demás. En cambio, si mi espada no cubre la espalda de Luka, la barriga de Zane o la cabeza de Spanner, allí no habrá nadie que les salve la vida. El estado de mi tripulación depende en buena parte de mí —dijo, obviando el hecho de que el gyojn y él eran los médicos de los Arashi, aunque no recordaba si alguna vez se lo había comentado a Annie—. Estarán ahí para protegerte a ti también; mi vida estará en medio si la tuya corre peligro, pero del mismo modo que no puedo abandonarte a ti, tampoco puedo hacerlo con los míos.
Un suspiro escapó de sus labios. No quería separarse de ella. Algo en su interior pedía a gritos que le dijese que sí, que no se movería de su lado sin importar lo que ocurriese, pero sabía que no podía hacerlo.
Abrió los brazos para recibirla, correspondiendo su gesto con una leve presión hacia él. Su calor era único; se sentía capaz de distinguirlo frente al de cualquier otra persona. La muchacha le arrastró por el lugar, deteniéndose frente a dos hombres. Uno de ellos, un chico rubio, le dirigió un saludo que el contramaestre de los Arashi no Kyoudai respondió con una inclinación de cabeza. El más veterano de los dos, por el contrario, dedicó algo más de tiempo a las presentaciones.
Su interior se revolvió conforme la identidad del sujeto fue siendo revelada. ¿En serio tenía que conocerle precisamente en aquella situación? «Por lo menos no tengo que quedarme a comer», se dijo, rompiendo completamente la tensión que había nacido en su interior. Estrechó la mano que le tendía, obsequiándole con la misma firmeza de la que hacía gala. Le caía bien aquel tipo, su... ¿suegro? Aquella palabra se le antojó como un abismo durante un instante, pero éste no tardó en ser sustituido por una peculiar tranquilidad.
—Lo sé —respondió, asintiendo al mismo tiempo—. Y lo haré, aunque me tranquiliza saber que ella hará lo mismo conmigo. —Volvió a sonreír, dejando claro que estaba dispuesto a dar su vida si con ello salvaba la de Annie llegado el momento.
Fuera como fuere, la albina tenía prisa y no tardó en tirar de él. Hablaba atropelladamente, como si tuviera prisa. Casi parecía una niña pequeña y, por un instante, Therax olvidó el contexto en el que se encontraban. El exterminio de toda forma de vida en aquel mar se tornó en algo insignificante para él durante un segundo, pero reaccionó. Frenó, tirando suavemente de su guía.
—No puedo, Annie. Tengo que entregárselo yo mismo, sin importar con quién esté hablando. Digamos que es una orden directa,,, y seria, que no es lo normal.
Ella le dirigió una mirada que por un momento interpretó como confundida, pero en seguida cayó en la cuenta de que en sus ojos sólo había comprensión. Le acompañó hasta el lugar donde se encontraba Osuka, quien, efectivamente, hablaba con Dexter Black. El espadachín soltó durante un instante la mano que había estado sosteniendo y se dirigió al revolucionario.
—¿Osuka? —preguntó en voz alta, buscando llamar su atención—. Soy Therax Palatiard, contramaestre de los Arashi no Kyoudai. Mi capitán me envía para que te dé esto. —Sacó el Den Den Zane del que le habían hecho entrega y se lo tendió al rubio—. Le gustaría tratar unos asuntos contigo.
Se retiró tras hacerle un gesto con la cabeza a los interlocutores de la conversación que había interrumpido, ¿o habrían terminado ya de hablar? No era plato de buen gusto inmiscuirse en el diálogo de un yonkou, mucho menos si éste era Dexter Black, pero el deber era el deber. Volvió junto a Annie y la siguió hasta donde le llevaba, no sin antes extraer su propio caracol de uno de sus bolsillos.
—¿Zane? Entregado. Hace un momento estaba hablando con Dexter; no sé qué querrá.
Le pareció notar cierta tensión o molestia en la voz de su capitán, pero no le dio más importancia y volvió al asunto que tenía entre manos: Annie. La estancia a la que le condujo no era demasiado grande, pero lo que tenía de pequeña lo tenía de íntima. Le agradaba aquel lugar, aunque ella parecía no estar atravesando un buen momento.
Apretó sus manos y escuchó con paciencia lo que le decía. La felicidad debió reflejarse en su mirada, porque apareció como un sentimiento desbordante que iba más allá de su capacidad de autocontrol. La abrazó, procurando permanecer unido a ella durante varios segundos antes de separarla con suavidad, como si de ese modo fuese a quedarse con él pasase lo que pasase.
—Yo también lo tengo, pero no puedo prometerte eso. —Una sonrisa amarga relució en su rostro—, Estaré junto a ti todo el tiempo que pueda, pero sólo nos tenemos a nosotros. Si las cosas van mal, aquí hay una legión de revolucionarios parra apoyar a los demás. En cambio, si mi espada no cubre la espalda de Luka, la barriga de Zane o la cabeza de Spanner, allí no habrá nadie que les salve la vida. El estado de mi tripulación depende en buena parte de mí —dijo, obviando el hecho de que el gyojn y él eran los médicos de los Arashi, aunque no recordaba si alguna vez se lo había comentado a Annie—. Estarán ahí para protegerte a ti también; mi vida estará en medio si la tuya corre peligro, pero del mismo modo que no puedo abandonarte a ti, tampoco puedo hacerlo con los míos.
Un suspiro escapó de sus labios. No quería separarse de ella. Algo en su interior pedía a gritos que le dijese que sí, que no se movería de su lado sin importar lo que ocurriese, pero sabía que no podía hacerlo.
- Ed, Alistar, Osu, Zane, Annie y Dexter -éste último para que pueda ignorarme con conocimiento de ello-. :3:
- Saludar a Ed y Alistar, entregar el DDZ a Osu y despedirme de Dexter y él, informar a Zane de que lo he entregado y hablar con Annie a solas en alguna sala del lugar.
Kaito Takumi
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Por un momento todo se detuvo para Kaito. La criatura que había llegado tan grácilmente a la escena había dominado todo su ser, haciéndole olvidar para qué había venido, qué estaba haciendo e incluso quién era. Y tras aquel primal momento en el que sus ojos recorrieron cada centímetro de su silueta, las dudas se abrieron paso a golpes en su mente. Todo en la sexualidad del ningyo iba en contra de aquel ardiente impulso visceral y sincero. No era que fuese homosexual, aunque lo cierto es que ni se había preocupado por la propia denominación de aquel aspecto de su ser, sino que los gustos del pelirrojo eran cuanto menos… raros. La belleza canónica de los humanos no tenía para él ningún tipo de interés, así como tampoco lo tenían la mayoría de aspectos similares que podían observarse en las criaturas “hemi-humanas” como otros miembros de su especie, por lo que tras sentir aquello por la dama, se sintió confuso e incluso asqueado. Y lo peor de todo es que sabía qué era lo que quería. O al menos tenía muy claro que lo que sentía era una salvaje y lasciva atracción. “Y lo peor de todo es que ninguno de esos impulsos va con deje alguno de cariño”, pensó extrañado. No se presentó, prefirió no hacerlo para no dar más pie a aquellos tórridos anhelos.
Durante toda su cacería de zapatos intentó encontrar razón alguna a aquella sensación buscando comparativamente alguna similitud en los cuerpos torneados de otras féminas a su alrededor. Pero incluso observando características similares, o incluso más acentuadas, ninguna de estas mujeres socialmente hermosas captaban su atención como lo hacía Lysbeth. Aunque al menos encontró algo de paz al ver que las preciosas mujeres mink y algunos de los miembros más peculiares de la raza humana continuaban despertando su llama, que se tornaba algo más amable y curiosa con respecto al lascivo fuego que sentía por la morena. ¿Cómo sabía esto? Porque cuando se detenía a fantasear con ellas, y a diferencia de la imposible dama, pensaba cuán felices podría hacerlas si, quizás, cocinaba para ellas. Supo entonces que algo no iba bien, pero no tenía muy claro si aquel mal era una perturbadora excepción a la regla de su querer o si era algo mucho peor.
Ocupado en intentar desentrañar aquel misterio, no se dio cuenta de los dispares que eran sus zapatos ni de que podría habérselos colocados una vez llegase al reservado, en lugar de habérselos ido calzando una vez los recolectaba. Se sintió estúpido. Incómodo, estúpido y frustrado por tantas incógnitas amontonadas. Intentó tranquilizarse, pues sabía que aquellas molestas emociones no le quitaban riesgo alguno a la peliaguda situación en la que se encontraba. No quería llamar la atención, y ya había fracasado estrepitosamente al pertenecer al mismo grupo que había sido llamado por el Rey del Bajo Mundo.
Dentro de la estancia vip, Kaito pudo confirmar todavía más sus sospechas con respecto a la joven que les acompañaba del envidiado brazo de Elliot. Las perfectas concubinas de Elrik, que no tenían nada que envidiar físicamente a la desviadora del rayo, no le hacían sentir nada. “Quizás es su fuerza, su confianza, su olor…”, pero el agradable tufo del queso envejecido que les había asaltado al final de su camino echaba por tierra aquella última deducción.
Cuando su cruel anfitrión reveló la broma que le había gastado, el ningyo permaneció de pie y calzando los seis zapatos que repiquetearon asincrónicamente en su caminata hasta allí, ocultando su descontento bajo la negra capucha. Si su anfitrión quería considerarle poco más que un chiste, aquello que ganaba. A menos gente lo considerara una amenaza, más aumentaban sus posibilidades de supervivencia y las oportunidades de dar alguna que otra sorpresa. No se sentó, manteniéndose cerca de White; aunque tampoco es que alguien con su condición, sin posaderas, pudiera hacerlo. Escuchó atentamente la conversación, devorando cada detalle y matiz del turbio negocio en el que su organización iba a meterse.
Encontró allí respuestas de preguntas que no se había planteado, incógnitas que supuso no tardarían en revelarse y una oferta en la que disfrutaban de una posición ventajosa. Giró su rostro hacia sus dos compañeros, y la muchacha acoplada, y esbozó una pequeña sonrisa. Saber que no podían explotar del todo aquella situación sin ganarse poderosas enemistades no daba para más… aunque se encargaría de parasitar cualquier posible beneficio que la parte contratante a la que pertenecía pudiera ofrecerle.
Aunque si la voluntad de alguien tan poderoso como Zane llegaba a él, toda expresión de su rostro se desvanecería junto al hijo del mar, que no tardaría en desplomarse y escurrirse hasta el suelo convirtiéndose poco más que en una desproporcionada y negra servilleta usada.
Durante toda su cacería de zapatos intentó encontrar razón alguna a aquella sensación buscando comparativamente alguna similitud en los cuerpos torneados de otras féminas a su alrededor. Pero incluso observando características similares, o incluso más acentuadas, ninguna de estas mujeres socialmente hermosas captaban su atención como lo hacía Lysbeth. Aunque al menos encontró algo de paz al ver que las preciosas mujeres mink y algunos de los miembros más peculiares de la raza humana continuaban despertando su llama, que se tornaba algo más amable y curiosa con respecto al lascivo fuego que sentía por la morena. ¿Cómo sabía esto? Porque cuando se detenía a fantasear con ellas, y a diferencia de la imposible dama, pensaba cuán felices podría hacerlas si, quizás, cocinaba para ellas. Supo entonces que algo no iba bien, pero no tenía muy claro si aquel mal era una perturbadora excepción a la regla de su querer o si era algo mucho peor.
Ocupado en intentar desentrañar aquel misterio, no se dio cuenta de los dispares que eran sus zapatos ni de que podría habérselos colocados una vez llegase al reservado, en lugar de habérselos ido calzando una vez los recolectaba. Se sintió estúpido. Incómodo, estúpido y frustrado por tantas incógnitas amontonadas. Intentó tranquilizarse, pues sabía que aquellas molestas emociones no le quitaban riesgo alguno a la peliaguda situación en la que se encontraba. No quería llamar la atención, y ya había fracasado estrepitosamente al pertenecer al mismo grupo que había sido llamado por el Rey del Bajo Mundo.
Dentro de la estancia vip, Kaito pudo confirmar todavía más sus sospechas con respecto a la joven que les acompañaba del envidiado brazo de Elliot. Las perfectas concubinas de Elrik, que no tenían nada que envidiar físicamente a la desviadora del rayo, no le hacían sentir nada. “Quizás es su fuerza, su confianza, su olor…”, pero el agradable tufo del queso envejecido que les había asaltado al final de su camino echaba por tierra aquella última deducción.
Cuando su cruel anfitrión reveló la broma que le había gastado, el ningyo permaneció de pie y calzando los seis zapatos que repiquetearon asincrónicamente en su caminata hasta allí, ocultando su descontento bajo la negra capucha. Si su anfitrión quería considerarle poco más que un chiste, aquello que ganaba. A menos gente lo considerara una amenaza, más aumentaban sus posibilidades de supervivencia y las oportunidades de dar alguna que otra sorpresa. No se sentó, manteniéndose cerca de White; aunque tampoco es que alguien con su condición, sin posaderas, pudiera hacerlo. Escuchó atentamente la conversación, devorando cada detalle y matiz del turbio negocio en el que su organización iba a meterse.
Encontró allí respuestas de preguntas que no se había planteado, incógnitas que supuso no tardarían en revelarse y una oferta en la que disfrutaban de una posición ventajosa. Giró su rostro hacia sus dos compañeros, y la muchacha acoplada, y esbozó una pequeña sonrisa. Saber que no podían explotar del todo aquella situación sin ganarse poderosas enemistades no daba para más… aunque se encargaría de parasitar cualquier posible beneficio que la parte contratante a la que pertenecía pudiera ofrecerle.
Aunque si la voluntad de alguien tan poderoso como Zane llegaba a él, toda expresión de su rostro se desvanecería junto al hijo del mar, que no tardaría en desplomarse y escurrirse hasta el suelo convirtiéndose poco más que en una desproporcionada y negra servilleta usada.
- RESUMEN Los del Reservado (Nameless,Aki y la panda de Zane):
Comerme el coco en silencio con la (imposible e inapropiada por psicología) atracción hacia Aki [Sumado con ayuda de PU Las pequeñas cosas de la vida]. Disfrutar del pestazo del queso en un momento dado (Qué gustos más raros tiene).
PU Usado:- Las pequeñas cosas de la Vida:
- Nombre de la técnica: Las pequeñas cosas de la vida
Naturaleza de la técnica: Mejora P.
Descripción de la técnica:
Kaito es consciente de sus emociones, aunque no pueda distinguir de dónde provienen (como poderes de akuma) si no existen razones para ello.
Tiempo de canalización: Pasiva
Avanzar en silencio y escuchar con los patucos puestos, aunque no me ha hecho gracia la broma. Sonreir hacia mis compañeros porque tenemos la ventaja en este trato.
Y lo más importante:
Al suelo que me incosciente voy si me llega, que me llegará seguramente, el haki de Zane, convirtiéndome poco más que en un mantel negro por la capa con capucha en el suelo.
Tobías Thorn
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Por suerte la joven se tranquilizó ante nuestras palabras y nos dejó marchar tras un beso afectuoso en la mejilla. Su actitud cambiante hizo que una parte de mi mente sospechase de ella, pero aquel gesto de cariño fortuito, sumado a las prisas por no perder al resto de marines que acompañaban a Wyrm, hizo que tampoco pensase mucho sobre el tema y que apresurase el paso para subirme a la embarcación.
Ya una vez a bordo, tras hacer mi presentación a los marines, me paré un segundo a observar a mi alrededor para irme haciendo con el terreno. Nunca se sabía cuando empezaría a desencadenarse todo y era bueno tener una cierta idea de donde estaban las cosas con las que te podías tropezar, o incluso usar, en un momento dado. Cuanto menos cosas al azar se dejasen, menos sorpresas tendríanos después.
Gracias a mi vistazo pude observar mejor a los nuevos compañeros del peliblanco... Y aunque me costaría admitirlo en voz alta si alguien me preguntaba, la verdad es que a simple vista me gustaban. Tampoco es que me fiase de ellos al cien por cien, al fin y al cabo, la primera vez que vi al nuevo capitán de Wyrm fue acompañado de Aki D. Arlia, una famosa pirata que era buscada por el gobierno desde hace bastantes años. Y si bien es cierto que aquella vez nuestras afiliaciones no importaban... No podía evitar sentir una ligera duda sobre el tema en cuestión, sin embargo, el resto manaba otra aura. Una que solo podía conseguirse con el compañerismo y la confianza. Esas miradas cómplices guardaban anecdotas que el resto desconocíamos, pero que para ellos eran tan frescas que parecía que las habían vivido ayer.
El ver ese compañerismo me hizo pensar en Kimura y en el resto de mis compañeros perdidos. Habíamos pasado tantos peligros juntos que estaba seguro que si los enumeraba alguno se me olvidaría, pero a pesar de todo lo pasado lo que nunca se me olvidaría y siempre prevalecería sería ese sentimiento de felicidad y confianza que solo se puede generar al estar en familia... El cual dudaba que volviese a sentir nunca.
Un sentimiento de acongoja cruzó mi mente, amenazando con el nacimiento de unas lágrimas que estaban fueran de lugar y que dudaba que nadie pudiese comprender, pero por suerte mi vistazo al barco me había separado del grupo y dudaba que nadie me hubiese visto flaquear. No tenía ganas de dar explicaciones a nadie, ni siquiera a Bizvan. No en un momento como este al menos, aunque una vez más la suerte me acompañó y me topé con algo que sabía que me distraería. Las palabras del marine me hicieron fijarme en la cofa del barco, donde me encontré apostado al peculiar hombre árbol. Mi aventura con él fue de lo más peculiar, pero aun así guardaba un buen recuerdo de él y de los favores que me proporcionó. Era un experto botánico, al cual le debía unos cuantos de mis mengunjes.
Al pensar en los venenos tuve el acto reflejo de comprobar que estaban en su sitio, guardados junto a la cartera donde llevaba algo de suelto y otras cosas más... O al menos donde debería de estar la cartera.
-¡Será hija de perra! - mascullé malhumorado al darme cuenta de la burda treta a la que me había visto sometido.
Si hubiese sido en otra situación podría haber perdido más que unas simples monedas. Un fallo allí así, y más en un sitio como este, nos podía costar la vida. Era inadmisible que hubiese dejado pasar algo así, por lo que no ouede evitar recriminarme mientras hacía la nota mental de nunca volverme a fiar de una chica con las tetas grandes.
Puede que el mosqueo me ayudase a dejar de lado la tristeza de instantes antes, pero también me hizo perder la cordialidad, y sin pensármelo dos veces pateé el aire para usar el Geppou y así dirigirme hacia el espadachín que estaba en lo más alto. Ascendí hacia él en un santiamén, y aunque no sabía si se había percatado de mi presencia, o si ni siquiera había escuchado al marine de abajo, me dirigí a él.
-Hola Jonhy-chan - dije en tono amistoso una vez me coloqué junto a él.
Quizás no era la mejor manera de dirigirse a un alto rango de la marina, pero no pude evitar hacer alusión a aquel día caótico que vivimos.
-Me alegra saber que tendremos tu compañía en esta batalla. Siempre es bueno ver a los jefazos dar el callo de vez en cuando.
Ya una vez a bordo, tras hacer mi presentación a los marines, me paré un segundo a observar a mi alrededor para irme haciendo con el terreno. Nunca se sabía cuando empezaría a desencadenarse todo y era bueno tener una cierta idea de donde estaban las cosas con las que te podías tropezar, o incluso usar, en un momento dado. Cuanto menos cosas al azar se dejasen, menos sorpresas tendríanos después.
Gracias a mi vistazo pude observar mejor a los nuevos compañeros del peliblanco... Y aunque me costaría admitirlo en voz alta si alguien me preguntaba, la verdad es que a simple vista me gustaban. Tampoco es que me fiase de ellos al cien por cien, al fin y al cabo, la primera vez que vi al nuevo capitán de Wyrm fue acompañado de Aki D. Arlia, una famosa pirata que era buscada por el gobierno desde hace bastantes años. Y si bien es cierto que aquella vez nuestras afiliaciones no importaban... No podía evitar sentir una ligera duda sobre el tema en cuestión, sin embargo, el resto manaba otra aura. Una que solo podía conseguirse con el compañerismo y la confianza. Esas miradas cómplices guardaban anecdotas que el resto desconocíamos, pero que para ellos eran tan frescas que parecía que las habían vivido ayer.
El ver ese compañerismo me hizo pensar en Kimura y en el resto de mis compañeros perdidos. Habíamos pasado tantos peligros juntos que estaba seguro que si los enumeraba alguno se me olvidaría, pero a pesar de todo lo pasado lo que nunca se me olvidaría y siempre prevalecería sería ese sentimiento de felicidad y confianza que solo se puede generar al estar en familia... El cual dudaba que volviese a sentir nunca.
Un sentimiento de acongoja cruzó mi mente, amenazando con el nacimiento de unas lágrimas que estaban fueran de lugar y que dudaba que nadie pudiese comprender, pero por suerte mi vistazo al barco me había separado del grupo y dudaba que nadie me hubiese visto flaquear. No tenía ganas de dar explicaciones a nadie, ni siquiera a Bizvan. No en un momento como este al menos, aunque una vez más la suerte me acompañó y me topé con algo que sabía que me distraería. Las palabras del marine me hicieron fijarme en la cofa del barco, donde me encontré apostado al peculiar hombre árbol. Mi aventura con él fue de lo más peculiar, pero aun así guardaba un buen recuerdo de él y de los favores que me proporcionó. Era un experto botánico, al cual le debía unos cuantos de mis mengunjes.
Al pensar en los venenos tuve el acto reflejo de comprobar que estaban en su sitio, guardados junto a la cartera donde llevaba algo de suelto y otras cosas más... O al menos donde debería de estar la cartera.
-¡Será hija de perra! - mascullé malhumorado al darme cuenta de la burda treta a la que me había visto sometido.
Si hubiese sido en otra situación podría haber perdido más que unas simples monedas. Un fallo allí así, y más en un sitio como este, nos podía costar la vida. Era inadmisible que hubiese dejado pasar algo así, por lo que no ouede evitar recriminarme mientras hacía la nota mental de nunca volverme a fiar de una chica con las tetas grandes.
Puede que el mosqueo me ayudase a dejar de lado la tristeza de instantes antes, pero también me hizo perder la cordialidad, y sin pensármelo dos veces pateé el aire para usar el Geppou y así dirigirme hacia el espadachín que estaba en lo más alto. Ascendí hacia él en un santiamén, y aunque no sabía si se había percatado de mi presencia, o si ni siquiera había escuchado al marine de abajo, me dirigí a él.
-Hola Jonhy-chan - dije en tono amistoso una vez me coloqué junto a él.
Quizás no era la mejor manera de dirigirse a un alto rango de la marina, pero no pude evitar hacer alusión a aquel día caótico que vivimos.
-Me alegra saber que tendremos tu compañía en esta batalla. Siempre es bueno ver a los jefazos dar el callo de vez en cuando.
- Resumen, Kodama lee:
- - Pensamientos varios, dónde se incluye una nota mental de nunca fiarse de nadie con las tetas grandes.
-Usar el Geppou para colocarme junto a Kodama y saludarlo.
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