La cuenta atrás [CAPÍTULO]

Aquella maquina creada por el demonio -aunque gracias a dios, sigo diciendo, que se movía sola- cada vez iba más y más rápido, llegando a hacer que mis mofletes hicieran ruidos extraños debido al viento y al no poder mantenerla cerrada. Por suerte no había mosquitos ni bichos que pudiera tragarme sin querer. Más adelante, aunque parecía ser que iban incluso más rápido de lo que iba yo, y mira que eso era bastante, estaban Arthur y Al... Bueno, haciendo cosas; no sé muy bien el qué coño, ni, lo más importante, cómo cojines, pero ahí estaban, haciendo cosas relacionadas con hielo, ropa y malabarismos extraños. Yo sinceramente ya no me extrañaba demasiado con esos dos. Bueno, ni con Jack. De hecho, yo estaba empezando a comportarme algo igual que aquellos locos.

Y es que, aunque no quisiera, las situaciones en las que me metían me obligaban a hacerlo. La moto desaceleró bastante pero, aún así, cuando paró de golpe conservaba tanta velocidad que me fue imposible agarrarme bien y fui lanzado por la placa de hielo que había creado Al. Me deslicé unos cuarenta metros antes de chocarme contra alguien que, casualmente, estaba de pie sobre el hielo. Me levanté como si nada, me sacudí el pantalón como quien no quería nada y me dirigí a la persona con la que había chocado, un pelirrojo al que reconocí al instante pero al que mi mente no pareció darle la mayor importancia.

—Siento la intrusión, y muchísimas gracias, hubiera sido una putada haberme caído al agua.

Me acerqué a Arthur y me fijé, por primera vez desde que había salido de los barracones, en su conjunto. Era, cuanto menos... Interesante. Por decir algo. El resto era bastante como se podía esperar de aquella panda: Al metiendole la mano en la cabeza a Jack para intentar domesticar a un rey marino con cara de perro con mala hostia. Si es que, ¿qué podía salir mal de aquello? Aunque bueno, Arthur parecía bastante feliz con el perrito, lo suficiente como para lanzarse contra él de cabeza. Lo dicho, lo normal en un día cualquiera con nosotros.

Las preguntas continuaron siendo del todo insatisfactorias, lo suficiente como para hacer que la mujer abandonará la carpa, no sin antes amenazar de forma muy sutil al monarca y su cúpula allí presente. Realmente el titulo del bajo mundo no me atraía en exceso, pretendía dejar mi huella en la historia, pero no de esa forma tan ambiciosa. Por el momento me conformaba con ser un reputado comerciante de lo exótico, un buen proveedor de información y muy de tarde en tarde ser una espada de alquiler que ajustaba sus propias cuentas pendientes.

Pero al ver que nueva compañía se aproximaba y comenzaba a ofrecer vida eterna, no pude otra cosa que arquear una ceja, inmediatamente desplegué el mantra para examinar a los recién llegados. Una mujer de aspecto pálido idílico que poco debía de envidiar del cutis del agente Smith. Lo acompañaba un joven con aspecto seductor con un parecido más que razonable al viejo Voteone y el último de los tres era un gigantón que bien podía ser la grotesca criatura de uno de sus tan amados libros de terror. En circunstancias normales me habría sorprendido pero llegados al punto y en vista de lo previamente acontecido, nada de lo que pasará podía sorprenderme.

Tras examinar las auras de todos los presentes, proseguí a ordenarlos de una escala de mayor a menor, a la vez que el pedante de Viktor proseguía hablando consigo mismo de forma burda, una que me estaba empezando a hacer perder los nervios, si bien era cierto que yo solía darles cierto espectáculo a mis intervenciones procuraba no agotar la paciencia de estos, tal como era el caso. Más si tenía cuenta que estábamos ante dos más que probables copias no pertenecientes al cuerpo principal.

Fue en ese instante cuando una sensación ya vivida fue percibida, casi adivinada, la misma que percibió instante antes de que la cabeza de Ming manchará el suelo del que por entonces era su local. Temeroso de lo peor, lentamente me fui reincorporando la vez que tensaba sus articulaciones, maldecía desconocer las capacidades de su compañero y sus misteriosos poderes.

-Elliot, Kaito, nos marchamos- increpé a decir en cuanto percibí sus intenciones, mientras me reincorpora esperando haber llamado la atención de todos los presentes.

¿Detenerlo o no? Quería evitar el combate a toda costa, no pretendía poner al gobierno y el bajo mundo en su contra, no, si no tenía alguna oportunidad de salir airoso de aquello. Mi deber como líder se estaba viendo en tela de juicio, por un lugar debía anteponer la supervivencia de la organización a toda costa y por otro no debía de permitir que uno de sus miembros pereciera y menos de esa forma tan precipitada. Pero tampoco pretendía poner en contra a mi aliado, debía sopesar bien mis acciones de ahora en adelante.

Independientemente de lo que ocurriera a continuación me podría en una disposición de guardia a expensas de protegerme a mí, como a apoyar a alguno de los dos miembros de la sala, prefiriendo a Elliot antes de Kaito ya que había mostrado ser bastante más válido que el cobarde del pulpo. Lo que era seguro es que ambos miembros tendrían que darme muchas explicaciones después de todo aquello, tanto la predisposición a tomar tantas decisiones individuales como la cobardía ante algunos sucesos que nos envolvían.

Si por algún casual ninguno de los presentes se alteraba ante la muerte de las copias, lo cual no era del todo descabellado en el caso de que se tratarán de copias, lo trataría de dejar a modo de advertencia tanto para el agente como al viejo Voteone, siendo la muerte de este último algo que no le resultaba desagradable del todo, ya que a fin de cuentas era un competidor directo en la venta de aceite.

-Espero que no se nos tomé tan a la ligera- diría mientras tiraba una tarjeta con mi contacto al agente, suponiendo todo lo anterior -La próxima vez no seremos tan benevolentes- finalizaría esta vez esperando que su compañero hubiera saciado su sed de sangre, y con suerte, si le leía la mente entendería que lo peligroso que podía ser enfrentarse a aquellos agentes gubernamentales y lo beneficioso que podría ser su información una vez dentro, eso suponiendo que la guerra no estuviera declarada.

A los hijos de @#?a de la carpa :

El pelirrojo miraba fijamente a los ojos al almirante, intentando no parecer amenazante. Siempre había tenido problemas con la marina, sobre todo por su forma de ser temeraria y malos modales; aunque también debe influir que se fuera sin pagar de cantinas o prostíbulos y que, alguna vez, plantara cara a alguien del gobierno, pero siempre en defensa propia, pues, que recordara, nunca había sido el él primero en atacar a alguien del otro bando.

Al no tardó en contestar, incluso Nailah intervino ofreciéndose a sí misma como rehén a cambio de un marine. ¿Tanto quería que esto saliera bien? La miró a los ojos y pudo ver determinación, aunque no compartía su plan, no sería él quien le dijera que no, si aquel gesto era su manera de asegurar la tregua. Luego, el marine de menor rango, un recluta quizá por su forma de actuar, no reconoció la cara de Zane.

“Así se instruye a los novatos” —se dijo Zane, mientras continuaba escuchando al marine.

El rubio avanzó hasta ponerse frente por frente del pirata, caminando hacia él con gallardía y determinación, al menos en apariencia. Hasta ese preciso momento no se percató de que era una persona tan alta como él, y que además era un espadachín. ¿Sería buen esgrimista? Fue lo primero que se le pasó por la cabeza, ojeando su arma, y volviendo a clavar la mirada en sus ojos castaños.

—Trato hecho —dijo a su propuesta, teniéndole la mano para cerrar el trato—. Y respecto a la morena…, suerte si no te enseña ella a bailar a ti —le guiñó un ojo al marine y le quitó el den den mushi a Nailah.

Poco después, el sujeto que estaba haciendo cosas raras sobre una moto de nieve, apareció frente a Zane de forma muy efusiva.

—¿Hola? —le dijo, quedando la conversación en un único saludo—. ¿Pero qué coño?

El marine volvió a desaparecer, pero esta vez saltando sobre la cara de un habitante del mar.

“¿Cuándo ha aparecido un maldito rey marino en este lugar?” —se preguntó Zane, contemplando como el marine saltaba hacia él y le daba un abrazo—. “¿Será su mascota?”

—Un placer, caballero —le dijo Zane, accionando en botón de llamada general del aparato, aunque por como sonaba estaba encendido ya—Señores —dijo en voz alta y clara—. Desde este momento hasta que consigamos parar este artefacto y poner rumbo al nuevo mundo de nuevo, estamos en paz con los marines. Ninguno de los Arashi atacará a un marine, ¿entendido? Entraremos por aquí, así que venid rápido que la fiesta comienza —colgó el den den mushi y se quedó mirándolo durante un instante, y marcó el botón personal de Katharina—. Kath, aquí Zane. Sé que tienes un pasado con el gobierno, pasado del que apenas te gusta hablar. Es probable que si alguno te reconozca te tache de traidora, como mínimo. Pero pasa de ellos, tú eres mejor que cualquier provocación. Así que, aunque te cueste, intenta no meternos en problemas, ¿entendido? Lo importante ahora mismo es impedir que Viktor consiga aquello que quiere conseguir, y que no destruyan el mundo conocido.

La voz de Zane comenzó un tono amenazante, que poco a poco se fue atenuando hasta volverse más simpática y agradable. Al contrario que Luka, que era puro sentimiento y podías verlo venir, Katharina era fría y callada, casi inexpresiva; y eso hacía que el pelirrojo no pudiera ver de qué pasta estaba hecha. ¿Qué ayuda en la banda? Sí. ¿Qué siempre cumplía sus órdenes? También. ¿Pero que le tenía un odio especial al gobierno? Era algo claro y que había demostrado en incontables ocasiones.

—¡Eh! —se quejó Zane—. Que tampoco bebo tanto; últimamente— concretó—. Por cierto, Al era tu nombre, ¿verdad? —preguntó, con ligera duda—. ¿Qué tienes en mente?

Leer Brigada indisciplinada y banda de los shurmanos:

Ya era tarde para echarse atrás, las puertas del submarino se cerraban para ponernos en camino hacia la entrada que la revolución había encontrado. Según entraba en el submarino reduje el ritmo de mis pasos para ir fijándome en la estructura ya que era algo nuevo para mí. Uno de los oficiales del transporte se fijó en este detalle y me dio el alto y me miró, luego me dio un empujón para que siguiese caminando, y con ello me dio unas instrucciones.

No supe si era porque aquel tipo tenía miedo de la situación en la que se encontraba o por otra cosa, pero me ordenó que no me quedase parada, así como que me equipase adecuadamente. Esto último me hizo gracia, pero evité reírme delante de él, mi equipamiento era el ideal, mis espadas gemelas para un combate en el que necesitase algo más de velocidad y el hacha a dos manos para dar golpes más contundentes, todo ello acompañado con mi armadura vikinga y el poder de la akuma no mi. Miré detrás de aquel tipo y pude ver que había rifles y algunas armas paganas más.

-Si te refieres a esas armas paganas yo nunca las he usado y no las usaré – le dije al oficial mientras reanudaba la marcha sin esperar a que respondiese.

Lo último que le escuché decir fue que buscara a unos individuos después de que me entregase un papel con los nombres de unos cadetes. Parecía ser que iba a tener que hacer de niñera de algunos soldaditos. Por otra parte, podía usar a aquellos tipos como escudo en caso de que lo necesitase. Con el papel en la mano comencé a buscar a los cadetes por el submarino, lo único que supe de ellos era que iban vestidos de forma extraña por lo que búsqueda supuse que resultaría sencilla.

Seguía disparando sin parar, intentando abatir a aquellos que osaban poner sus pies en el barco del Gobierno. Parecía que no iba a acabar nunca y mi munición era limitada. Mis compañeros también seguían luchando, estábamos cerca de la aguja, ya quedaba poco para lograr nuestro objetivo y solo teníamos que seguir presionando. Me dio la impresión de que había abatido a dos o tres enemigos pero no me fijé ya que no paraba de disparar cambiando de objetivo. Fue en ese momento que aquellos barcos del enemigo que no se hundieron, retrocedieron ante nuestro avance. Pero aquello no me daba mucha confianza. ¿Por qué se habían retirado? ¿Podría ser una trampa para tenernos a tiro para una de sus tretas?

Lo ignoraba pero teníamos que andar con piel de plomo. Observé mi reloj: faltaban 5 minutos para las diez y media. Ante mí, restos de los navíos enemigos se hundían en llamas y las aguas estaban completas de cuerpos. Pero no solo el enemigo había perdido soldados en este primer enfrentamiento, nosotros también habíamos perdido a numerosos hombres y mujeres que lucharon hasta el último aliento en pos de salvar el mundo. Además habíamos perdido algún que otro navío que las aguas habían reclamado. Recargué mi rifle, examinando cuantas cargadores me quedaban de esa arma. Suspiré al quedarme tres, tenía que pedirle a alguien que me diese munición. Si me quedaba sin balas me convertiría en un estorbo más de la cuenta.

Por el otro lado, busqué con la mirada a Jiren y a Sabela. Jiren se encontraba lanzándose contra uno de los enemigos que se habían quedado atrás. Aquello no me inspiraba confianza. Me quedé apuntando a aquel hombre que desafiaba a la justicia pero solo dispararía si veía a mi compañero en problemas o si este me lo pedía. Con el otro ojo intenté buscar con la mirada a Sabela, no me fiaba ni un pelo de aquella mujer. Solo quedaba esperar al momento en que mi dedo accionase el gatillo.

Me sorprendió bastante como todo cambió de improviso. Un combate se inició entre dos minks. Maximilian dio unos pasos para intervenir, pero dos enormes minks no se lo permitieron. Me sentí un poco incomoda cuando la gente comenzó a reunirse a nuestro alrededor. No quería volver a pasar por algo que me ocurrió solo unos minutos atrás, así que traté de mantener muy cerca a Valar y Maximilian. Ellos parecían ser más listos y necesitaría de su ayuda se quería seguir con vida. El pelinegro mencionó que tenía un barco y luego agregó algo que comenzó a generar en mi ciertas dudas. Al mismo tiempo pude notar como un grupo de sujetos intentaba abrir un cofre enorme. Si había un tesoro allí, prefería que ellos se lo quedaran, no quería exponerme a una pelea por unas cuantas monedas. Maximilian tenía toda la razón y si era cierto todo lo que decía, tendríamos que salir del lugar muy rápido.

— Estoy de acuerdo con Maximilian — dije mirando a Valar — creo que lo mejor sería salir de esta carpa antes de que la situación se vuelva aun más complicada de lo que ya está.

Sabía que había tipos peligrosos en ese lugar y no me sorprendería para nada que estuviera intentando asesinar a alguien. Yo no podía ser su blanco. Era una chica que recién había iniciado su vida en el mar y no tenía ninguna importancia.

— Por cierto, yo soy Valería y el chico que está aquí es Valar. Conocer nuestros nombres es una forma de mostrar algo de confianza.

Resumen:

El tiburón se encontraba en las profundidades del mar, absorto durante unos segundos de todo lo que estaba pasando más allá de su posición. Era un estado de paz mental que pocas veces podía tener en otro lado. En silencio, con los ojos cerrados y dejándose llevar por la leve corriente marina, el habitante del mar terminó por poner fin a su tranquilidad cuando su den den mushi sonó. Y al descolgar, su capitán se decidió a hablar. Las palabras del suzaku no sentaron demasiado bien al gyojin, aunque a decir verdad, aquello era mejor que confrontarse ante un almirante de la marina.

¿Qué tipo de alianza? Se limitó a pensar el gyojin a la par que ascendía hasta el casco del barco, dando un par de golpecitos y asegurándose del estado del exterior de éste.

Una vez lo hiciese, subiría a cubierta y se acercaría al rubio, aún húmedo. En su cabeza rondaban infinidad de pensamientos, y casi ninguno era positivo. Pactar con la marina no era plato de buen gusto para un pirata, ni siquiera en aquella circustancia, pero era cierto, y debía reconocerle ese mérito al capitán, que había que tenerlos bien puestos para acercarse hasta la posición de un almirante y solicitar una tregua.

- Ther -comentó a la par que se situaba a una distancia próxima del espadachín-, ¿has oído lo que nos ha dicho Zane? Una tregua… Una tregua era lo más sensato. ¿Pero una alianza? ¿Hasta qué punto nos podemos fiar de ellos? -finalizó aquello con una frase con un tono ligeramente superior al resto- No me huele bien, Therax. No me huele nada bien.

Realmente el tiburón entendía como buena idea una tregua, aunque tampoco le convencía, pero le parecía lo más sensato. Un alto al fuego en pos de conseguir una victoria mucho más importante, la que les dejase vivir más tiempo. Sin embargo, por alguna razón que no terminaba de comprender del todo aún, el habitante del mar se mostraba bastante reacio a colaborar con los marines de manera tan directa. Pese a seguir pensándolo, la única diferencia entre la tregua y la alianza era esa, el método de colaboración, mientras que la primera era uno mucho más pasivo, la segunda implicaba uno bastante más directo. ¿Debían acaso defender a cualquier marine en peligro?

- Sería curioso -comentaría si el rubio le había respondido-, que un maldito gyojin, un vástago, un infraser, una aberración como yo a ojos del gobierno, salvara la vida de alguno de esos despojos llamados marines. Y sería… Sería más curioso aún que… -y el gyojin soltaría una sonrisa maliciosa, acompañada de una risa turbia, pero no terminaría la frase.

La verdad es que aquella situación podía ser beneficiosa para ambos bandos, o quizá solo para uno. Incluso puede que lo fuese para una única persona. ¿Sería Luka partícipe de aquella farsa? ¿Quién saldría bien parado de aquella alianza? Lo que estaba claro era que el tiburón no haría nada hasta tener a su capitán cerca. Le conocía, sabía que pese a sus momentos de locura, debía tener un plan, y quería escucharlo de primera mano. Además, aquél famoso almirante tendría algo que decir en todo el asunto… ¿Se uniría al barco de los Arashi? ¿Viajaría solo? ¿Quién estaba ahora al mando?

Aunque el gyojin tuvo que dejar sus pensamientos a un lado cuando vio a lo lejos a un rey marino, al lado del barco del Almirante. Por inercia casi se lanza al mar a por él, pero pronto pensó que entre Zane y el Almirante -mas quien hubiese en el barco-, no supondría ningún peligro. Puede que incluso pudieran cocinarlo antes del combate. Sería una dosis de energía increíble.

Resumen:

Cosas:

La mink ojeaba la comida a la par que se pasaba la lengua por la comisura de los labios, ni siquiera las palabras de Dretch le hicieron quitar la mirada de la comida. Un tenemos que hablar en casi ningún ámbito es bien recibido. Probablemente sea la frase que más lloros ha provocado a lo largo de la historia. Y en aquél momento, pese a que la loba no conocía a ninguno de los agentes allí presentes, previó que aquello sería una mala noticia.

Y algo así fue. Mientras Ellie devoraba la comida, ojeando a cada persona que tenía cerca con el rostro ligeramente torcido, mostrando los dientes y una mirada que decía ”no me quitéis mi comida”, Dretch habló. Y se marcó un discurso conmovedor. A Ellie se le ablandó la mirada, dejó de comer y prestó suma atención a mitad del discurso. Y por poco se le escapa alguna lágrima cuando vió la extravagante prótesis de la que el agente hacía gala.

- No te preocupes -comentó a la par que se levantaba-. Creo que todos y cada uno de los que estamos aquí sabremos cuidar de nosotros mismos llegado el momento. Y de los demás, claro -comentó aquello última con su más sincera sonrisa-. No cargues con más peso del que puedas llevar, nosotros nos encargaremos de todo lo demás. Cuando caigas, te levantaremos, y cuando nosotros caigamos, tú nos tenderás tu metálica mano para ayudarnos.

La agente, de forma totalmente sincera y amable, abrazaría a Dretch con fuerza, dejándole tocar su fino y sedoso pelaje si así gustaba. El aroma que Ellie desprendía podía asociarse a una pradera por el frescor de éste. Cuando hubieran pasado cinco o seis segundos, y habiéndosele hecho largo el abrazo a cualquier ser de naturaleza distinta a Ellie, se apartaría si Dretch no lo había hecho antes.

- Señor marine -le comentaría al anciano que estaba al mando, si no le había dicho previamente su nombre tal y como le preguntó-, ¿cuál es el plan a seguir entonces?

Ellie estimó oportuno que el marine llevase la voz cantante, para así quitarle peso en las decisiones a Dretch, aunque una vez estuviesen dentro, las cosas probablemente fuesen distintas.

Resumen:

Spanner mantuvo la mirada fija en el Denden Mushi justo después de que su capitán colgara. Una alianza con la marina... Arriesgado. Sin embargo, aquello le llevó a hacerse una pregunta. ¿Tal era la peligrosidad de aquella torre que criminales y gente del gobierno debían dejar de lado sus diferencias por una vez? Fuese lo que fuese, confiaría en los instintos de su capitán. Después de todo... cualquier cosa era mejor que estar bajo las órdenes de Viktor.

—Marc, acerca más el barco hacia el hielo. No os preocupéis por ese rey marino, si algo ocurre puede ocuparse. Le he visto enfrentarse a cosas más grandes. A mi enfado, por ejemplo.

Si el semigigante hacía caso a su orden como segundo de abordo, el pirata se bajaría del barco al frío hielo, cuya estabilidad ya estaba más que comprobada por Zane y los demás. Ordenaría al resto que bajasen con él y le siguiesen sin alterarse.

—Respetad la tregua. Y Luka... —añadiría dirigiéndose al gyojin, que sería el que tuviese más problemas con aquella decisión del capitán—. Puedo imaginar lo que estás pensando, sin embargo... Es muy probable que el destino del mundo esté en juego. Demuéstrales al gobierno mundial y a la marina que no sois los monstruos que creen que sois.

Entonces se acercaría a Zane y se mantendría a su lado, como siempre había hecho hasta ahora.

Taylor dejó de mirar por un momento a la zona de la batalla y se giró hacia Simo. Vaya preguntas hacía en mitad de una guerra. La pelirrosa apoyó los nudillos sobre la barandilla, pensando en qué decir. Quizás era lo mejor contar que era un cyborg y así evitarse los líos y la desconfianza, pero algo le impedía hacerlo, algo le decía que si lo hacía, el trato sería diferente para siempre, por lo que decidió contar su historia y omitir algunos detalles relevantes.

-Yo me crié con un científico del gobierno, el cual acabó convirtiéndose en una especie de padre para mí. De hecho, heredé su apellido. Él siempre quiso que formara parte del Gobierno Mundial, así que no tuve elección. No es que me desagrade la idea, me siento cómoda trabajando para él y la agencia.

Era una buena historia, de la que nadie sospechaba nada, salvo porque era muchacha convertida totalmente cyborg sin haberlo querido. Esos detalles no le interesaban a nadie y ella se sentía mejor ocultándolo, tal vez por vergüenza o por miedo al rechazo, pues no era la primera vez que al revelarlo sufría discriminaciones por ello. La gente no era capaz de entender que habían diseñado humanos para ser perfectos y nunca lo entenderían.

Tras aquella pequeña charla, volvió a fijar la vista en el horizonte; sin embargo, el barco comenzó a moverse a gran velocidad. Se agarró a la barandilla con fuerza, para no salir volando. Sus pies no tocaban el suelo con las curvas que hacía el buque, incluso un poco de agua salada salpicaba su rostro. Cerró los ojos hasta que el Espíritu de Condoriano cesó su velocidad, recogiendo ya a sus compañeros que habían ido a atacar a los barcos. Se soltó, manteniendo el equilibrio y miró a Simo.

-¿Estás bien? Vaya, este barco me ha sorprendido mucho, a saber qué más cosas es capaz de hacer - comentó sonriendo.

Tras eso, bajó las escaleras de la torre vigía deslizándose por el pasamanos y llegó ante sus compañeros y los ancianos. Estos les ofrecían comida, pero ella la rechazó con una amable sonrisa mientras veía como Ellie y alguno de sus compañeros se ponían las botas. La verdad es que olía de maravilla y le resultaba horrible no poder probarlo.

Dretch, en cambio, parecía preocupado. Escuchó su pequeño discurso con atención, señalando que tenía miedo de que le pasara algo a los miembros de la división y cuando enseñó su brazo robótico, arqueó las cejas. Habría querido mostrarle su pequeño secreto, que ella también tenía un cuerpo robótico.

-No fallaremos. En momentos como estos no debemos pensar en lo malo que puede pasar. Pase lo que pase, Dretch, yo confío en ti y en todos nosotros para salir de esta guerra y acabar con esa Aguja.

Preguntó si quería entrar con el paquete. Pues claro que quería pasar, tenía que hacer mi trabajo, la sola mención de no hacerlo me enervaba más que cualquier otra cosa. Intentó echarme la bronca debido a que no debería ir a una guerra con las dos manos ocupadas, o algo así, y en parte tenía razón, por que ¿qué pasaría si me cayese al suelo? El paquete se podría quedar inútil, y no podría permitir eso.

Aunque puso pegas al principio, pareció serenarse rápidamente, diciéndome que si lo pasaba por la máquina y no pitaba me llevaba. Miré al cacharro, un trasto que parecía poco cómodo para transportar, a pesar de su tamaño pequeño. Antes de dirigirme hacía ello alcé la vista, mirando como la batalla empezaba a desenvolverse en el horizonte, como si fuera el principio de un efecto domino. En pocas horas parecía que todo iba a irse al garete. Traté de mantener la mente despejada, acercándome a la máquina.

Me quedé un segundo mirándola con cara de besugo, buscando donde debía poner el paquete. Lo golpee suavemente con el paquete, por si se abría algún orificio para introducirlo. Tonto de mi, que no vi la entrada en uno de los lados para el paquete, a lo cual sonreí de manera forzada por el comportamiento estúpido.

Tardó un poco, pero la máquina no pitó, mostrando lo que había en su interior. Así que era eso lo que estaba llevando, esa... cosa. No tenía ni idea de lo que era o como funcionaba, pero era. Me encogí de hombros, agarrando el paquete de vuelta.

- Pues entonces no hay problema en que suba, ¿no? - dije mientras me dirigía a la pasarela, con intención de pasar si no me decía nada -

Alistar se agachó junto a Kodlak y le acarició la cabeza, poniendo la mano entre sus orejas. El animal lo miraba, sabiendo que el caballero intentaba no pensar en aquello que le ponía nervioso de la guerra. Lo cierto es que no debería, pues era un hombre valiente. Sin embargo no podía evitar tener cierto miedo. Sin embargo encontraba consuelo en el hecho de que la valentía es ser capaz de afrontar dicho miedo, en vez de simplemente no sentirlo. Se levantó y se acercó a Annie:

—Therax parece un buen chico —contestase o no se mantendría en silencio durante unos instantes—. Yo también tengo miedo, ¿sabes? Ysolda me está esperando. Y Lyanna... ¿Qué les ocurrirá si muero? ¿Quién cuidará de ellas? No quiero que Lyanna pierda una hermana y un padre el mismo día, Annie. Por favor... No te arriesgues.

Jugó con los pulgares, intentando entretenerse. El submarino se movía lento por culpa de los soldados de Osuka, aunque no se lo recriminó. Después de todo... ¿Quién era él para recriminarle nada? Fuera de Greenlyn no tenía puesto de autoridad de ningún tipo, al menos no en el ejército revolucionario. Es más, fuera del grupo rebelde de Greenlyn su propia hija era su superior. Que cosa más curiosa.

Annie se cruzó de brazos al ver a Osu explicar el plan. Parecía sencillo, pero a saber con qué peligros se toparían allí dentro. La arquera tenía seguro que llegar hasta Krauser sería complicado, pero dependían de Osuka para eso y de Edward. Ellos conocían bien a su antiguo líder y sabrían sus debilidades. En cambio, ella, no tenía nada con lo que enfrentarse a él, de hecho era alguien que no le importaba en absoluto, pero si sus nuevos compañeros necesitaban enfrentarse a él, les ayudaría. El submarino se movía lento, quizás por los ruidos que hacía y miró a los soldaditos de Osuka.

-Quizás deberías liberarlos una vez lleguemos allí - comentó Annie -. Más que nada, porque no quiero que lleguemos los últimos.

Tras eso, se giró hacia Alistar, él parecía más preocupado que ella. Su rostro denotaba angustia y temor. Annie sabía por todo lo que había pasado, esperaba que fuera fuerte en aquella situación, pero el peligro no se iría con simples "no te mueras". Le miró desde arriba, apoyando la mano en su hombro.

-No nos pasará nada si trabajamos unidos. No podemos permitirnos flaquear en estos momentos, ni siquiera hemos llegado a lo que nos interesa. No tengas miedo, si algo te pasa, te protegeré y podrás cuidando de Lyanna y de Isolda. Procura estar centrado para cuando desembarquemos, ¿vale? - Annie esbozó una sonrisa y se alejó de él y Kodlak, aunque a este último le acarició la cabeza.

—Adam, coge a Leonard, ¿Quieres?

El monstruo se acercó al cuerpo inconsciente del mafioso y lo cogió en brazos como si de una delicada princesa se tratara. La chica llegó al lugar y se sentó, para ver... dos personas. ¿Cual de los dos eran Viktor? ¿Serían gemelos? Estaban hablando de forma intercalada antes de que la joven llegara y uno de ellos se dirigiera a ella. Si bien no era la respuesta que esperaba, sí que parecía ser algo bueno para ella, pues parecía que el mafioso la veía de utilidad. Bien, siempre se podía empezar por ahí.

—¿Te gusta Adam? —le dijo al ser marino que no era capaz de apartar la mirada del monstruo—. Te cobraría una noche con él, pero lo cierto es que no le van los peces. Deja de mirarlo, anda, que me lo vas a gastar.

Fue entonces cuando una de las personas con las cuales hablaban los gemelos saltó, dirigiendo un espadazo hacia estos, antes de que la muchacha pudiese hablar con el asociado de Viktor. Se puso de pie enseguida, llevando la mano a su espada y transformándose en vampiresa, adoptando una piel más pálida, volviéndose sus orejas afiladas y el azul de sus ojos tornándose totalmente rojo como la sangre. Desenvainó el arma y observó. ¿Dónde diablos se había metido? Ni siquiera sabía si debía intervenir, pues no sabía cuan fuertes eran aquellas personas. Se mantuvo expectante a cualquier movimiento.

“Logia de Magma”

El asombro del agente al ver la potencia destructiva de su compañera mink le dejó sin palabras durante un instante. Era la primera vez que veía tal potencia de destrucción de alguien que, en apariencia, no parecía peligrosa. El gobierno mundial, per se, solía ser racista y cuadriculado en lo que concernía a la admisión, y eso explicaba porque había una mink, un supuesto ser inferior para ellos trabajando de agente. Una vez a su lado, Giotto alzó el puño y lo chocó con la garra de su compañera, justo antes de ver como el barco de los octogenarios hacía una pirueta y caía sobre el navío que el mismo Giotto había destruido.

—Al menos nos ha servido para calentar —le dijo Giotto, buscando un doble sentido.

Caminó hacia el resto de sus compañeros, colocándose justo al lado de Dretch, y justo a tiempo para ver como daba el discurso más motivacional que había dado, aunque más bien era la primera vez que se sinceraba con un grupo de personas, al menos que él supiera. Se mantuvo callado durante todo el tiempo que estuvo hablando, incluso esperó que sus compañeros dijeran algo al respecto.

—Hay una diferencia, jefe —dijo, poniendo la mano sobre su hombro—. En la anterior guerra no estuve yo. Tú puede que no tengas la experiencia suficiente, quizás ninguno de aquí la tengamos, pero podemos ser un buen tándem —su voz sonaba solemne y determinante, intentando motivar al resto de sus compañeros—. Como te comenté hace poco, hice mis deberes antes de venir. No sabía con quién nos iban a poner a hacer equipo, y, claramente, desconocía sus habilidades ocultas —su mirada se fue para Ellie—. Pero sus puntuaciones de admisión en la agencia están disponibles para cualquier agente que tenga los contactos suficientes para verlas. Contamos con dos tiradores, uno con demostrada experiencia como puede ser el señor Baker, y a la señorita Fitzgerald, cuyo potencial aún está por descubrir, pero que apunta maneras. Tenemos al célebere señor Shintaro, al cual desde este momento llamaré como papafrita, apodo que se ha ganado a pulso —comentó a modo de sorna—, cuyas habilidades en combate, aunque mejorables, pueden sernos útiles si se ciñe al plan de ejecución que planteemos. Tenemos a Ellie, que os sorprendería lo que puede hacer; os lo aseguro. Y luego estamos nosotros, los agentes con más suerte de todo el cipher pol. ¿Qué podemos morir? Claro, pero, ¿y cuando no? Es decir, tuviste mala suerte en Gray Rock, pero porque te faltaba algo, y ese algo soy yo.

En la frente de Giotto surgió una llama, iluminando sus ojos y acentuando su tonalidad ambarina. La sonrisa de su rostro no era gran cosa, pero tampoco era un hombre muy divertido y sonriente. Quedaba poco para entrar en la aguja, y era la prueba de fuego para muchos de los que estaban allí. Unos se jubilarían antes de lo esperado, mientras que otros podrían coronarse como héroes.

—Ante todo recordad una cosa —volvió a alzar la voz—. Nosotros no somos marines, es decir, nosotros no nos encargamos de llamar la atención. Somos rápidos, silenciosos y, en menor o mayor medida, efectivos a la hora de cumplir nuestro cometido. Yo no he participado en muchas empresas como esta, pero sí he estado en muchas misiones en territorio enemigo, y os aconsejo que, si veis que vuestro contrincante es peligroso, ataquéis con todo y terminéis con su vida. Sin miramientos, sin compasión.

Durante un rato agentes y marines trabajaron como uno solo, funcionando como una máquina recién puesta a punto que acababa con los asaltantes con la misma velocidad que la pompa terminaba de formarse alrededor del barco. Era un fenómeno de lo más curioso, por lo que me quedé ensimismado viendo como nos hundíamos poco a poco mientras el resto acababa con el resto de maleantes. Ver como el mar nos iba engullendo era de lo más fascinante, por lo que aprovechando los tentáculos de sirope que había creado volví a subir a la cofa para ver el último retazo del brillo de la luna antes de sumergirnos del todo. Por un lado temía que la alocada idea del Almirante fallase y el agua nos engullese a todos, pero había algo hipnótico en la situación que me hizo quedarme ahí, observando como la guerra quedaba apartada por un imponente silencio que se adueñó de la burbuja durante unos segundos que se me antojaron fantásticos. Si por mí fuese me hubiese quedado ahí pacíficamente, en el aparente amparo que nos había proporcionado el hombre árbol, pero noté que en la cubierta volvía a moverse la gente y me obligué a prestarles atención.

Todos estaban en torno a Kodama, que de alguna manera había conseguido sacar una mesa y sillas de alguna parte, y parecían estar reposando tras la pequeña batalla. Hubiese preferido quedarme a seguir observando el mar desde esta nueva perspectiva, pero no quería quedarme desplazado de los planes que tuviesen pensado, así que tras bajar de la cofa y volver a absorber los tentáculos en mi cuerpo me acerqué al grupo. Por el camino vi que Bizvan se encontraba desplazado del grupo, por lo que lo agarré de un brazo y me lo llevé hasta el grupo. Era necesario que empezásemosa a conocernos algo y quedándonos apartados no lo íbamos a conseguir.

- No seas vergonzoso - le dije en un susurro al marine antes de llegar a la mesa.

Dada la situación me parecería que estaba fuera de lugar pararse a tomar el té, pero una vez más mi curiosidad me empujó a saltarme mi forma de actuar. Dudaba que en cualquier otro momento tuviésemos la oportunidad de probar un té hecho con las hojas de un árbol humanoide, por lo que me arrimé al grupo que preguntaba a Kodama por cual sería nuestro siguiente paso a dar mientras yo me servía una de las tazas. Pondría especial atención en paladear cuidadosamente la bebida, ya que si tenía un sabor especial quizás podría pedirle unas cuantas hojas más para realizar alguna receta innovadora.

Resumen:

—¡¡NONONONONONONO!! ¡¡QUE ERA BROMA, QUE ERA BROMA!! —pero Deathstroke lo lanzó de todas formas—. ¡¡PODRÍAS HABERME LLEVADO A HOMBROS, CAPUUUUULLOOOOOO!!

Y así Rocket voló. O al menos hasta que cayera. Su cuerpo se movía a una velocidad... muy alta. El viento movía su piel y pelo hacia atrás, haciendo que no pudiese cerrar los ojos ni la boca. La cosa empeoró cuando vio como se acercaba a Neo y a Worgulv, sin embargo... empezaba a caer, haciendo que se alejasen aún más hacia arriba.

—¡¡NONONONONONO!! ¡¡AAAAAAAHH!!

Espera... ¡El brazo! Apuntó hacia abajo con su brazo cyborg y activó el sistema de propulsión. Volvió a subir hacia arriba a toda velocidad, sin dejar de gritar un solo ápice. Tanto que superó en altura a Neo y Worgulv en pocos segundos, haciendo que su grito se oyese a un metro de ellos. Una vez llegado arriba volvió a caer, dirección a Neo. Sin embargo, menguó su caída durante un segundo utilizando de nuevo el brazo, flotando junto a Neo. Saltó entonces hacia su espalda. De dejarle, el animal se abrazaría firmemente a su cuerpo sin dejar de temblar por el miedo y la ansiedad que todo aquello le acababa de cometer.

—¡Me cago en la gravedad y en la puta manzana de los cojones!