No fallaba: Solo necesitaba una leve mención a la altura para que Arthur apareciera. Y Leiren, lógicamente, iba con él. No en vano era su pupilo -el único que no había desertado o acabado en el psiquiátrico militar de Marineford-, y el oficial disciplinario tendía a llevarlo con él a todas partes. Si no recordaba mal, se habían embarcado en una misión sencilla que no debía durar más de un par de horas, y hasta ahí. Por un momento se había llegado a preocupar por ambos, aunque era casi imposible que les pasase algo si no se trataba del maldito Apocalipsis... Como ahora.
Como era de esperar, nada más llegar el contraalmirante las cosas cambiaron. La seguridad que Arthur emanaba, el desprecio con el que rechazaba los métodos del Cipher Pol, la antinatural calma que era capaz de mantener exclusivamente en los momentos más negros y su indiferencia ante la inminente catástrofe le reconfortaron, permitiéndose sonreír por un momento, oculto su rostro por la bufanda. Sin embargo, aquella calma tardó muy poco en ser rota por lo que habría definido como el burócrata más descuidado que jamás hubiese entrado sin permiso en su despacho: Vestido de rosa, maleducado y con más aspecto de drag queen a medio prepararse que de ser realmente un miembro valioso del personal administrativo cometió el error de entrar mientras la persona que mejor conocía el funcionamiento del reglamento interno estaba presente. Y bueno, Arthur tampoco se defendía mal.
Iba a decir algo, pero justo cuando alzaba el dedo Arthur se le adelantó. Sacó varias decenas de papeles que no entendía ni qué hacían allí, en un despacho que Arthur todavía no había utilizado, en una mesa instalada para la ocasión... ¿Cómo habían llegado todos aquellos papeles hasta allí? ¿De verdad Arthur había tenido en cuenta aquella posibilidad en cuenta?
El contraalmirante fue recogiendo con total precisión y habilidad cada hoja, mientras Al observaba anonadado el despliegue. Si bien estaba seguro de que él conocía el reglamento mejor que Arthur este último ganaba en capacidad de previsión a largo plazo, en proactividad y en interés por mantener las formas siempre y bajo cualquier contexto. Al resultaba bastante menos disciplinado en ese aspecto, por lo que su conocimiento teórico de la normativa poca mayor aplicación práctica tenía que escaquearse de Arthur, apoyándose en algún vacío legal o un recodo al que aferrarse. Probablemente, esto alimentase la psicosis del pelirrojo, convirtiéndolo cada vez más en un burócrata "workaholic"... Nah, Arthur había nacido así.
Y, bueno, la calma no iba a durar para siempre. Una vez Arthur terminó de explicar con toda su amabilidad cada uno de los papeles rellenados -estaba seguro de que al menos la mitad de sus firmas las había copiado él mismo- pasó al ataque: Aunque se equivocó en uno de los datos que dio -oficialmente la la adenda sobre colores primarios empezaba un par de líneas sobre la página 758, dejando la 759 información sobre las enseñas personalizadas y símbolos de las flotas-, el impecable discurso del verdadero burócrata era como una cuchilla que, precisa y mortal, se clavaba una y otra vez en las carnes de un simple aspirante con una lista no muy trabajada. Pero, por otro lado, le daba algo de pena el chico.
-Ya está, Arthur, ya está. -Hizo un ademán tranquilizador al pobre diablo, que debía estar ya hecho papilla- Si te retiras ahora podemos dejar esto en seis vueltas de caballito una vez volvamos al Cuartel General. Si no... No creo que una vez Arthur rellene el papeleo, y créeme que es muy rápido en ello, podrían ser sesenta. Y si no me crees, puedes leer esto.
Aunque no dejaría que Arthur le echara la mano encima, el vademécum escrito por él mismo con todos los vacíos legales del reglamento era un libro suficientemente pequeño como para llevar en el bolsillo del chaquetón, y contenía los secretos que le habían permitido escaquearse de sus tareas desde los tiempos de Loguetown hasta el pequeño aparte en el código de sanciones que permitía establecer el caballito a través de un recoveco casi ilegal, pero totalmente legítimo al no entrañar ningún tipo de maltrato. También estaban los vacíos que permitían establecer castigos inhumanos, así como los pasos a seguir para emborracharse de servicio y salir indemnes.
-Has venido a buscar problemas al despacho equivocado -terminó diciendo-. Estás ante la Brigada Indisciplinada, el mayor centro burocrático de toda la Marina. Arthur es el burócrata consumado, yo conozco cualquier vacío legal, Leiren está aprendiendo lo mejor de los dos mundos, y Jack...- ¿Jack aportaba algo?- Jack tiene ron.
Como era de esperar, nada más llegar el contraalmirante las cosas cambiaron. La seguridad que Arthur emanaba, el desprecio con el que rechazaba los métodos del Cipher Pol, la antinatural calma que era capaz de mantener exclusivamente en los momentos más negros y su indiferencia ante la inminente catástrofe le reconfortaron, permitiéndose sonreír por un momento, oculto su rostro por la bufanda. Sin embargo, aquella calma tardó muy poco en ser rota por lo que habría definido como el burócrata más descuidado que jamás hubiese entrado sin permiso en su despacho: Vestido de rosa, maleducado y con más aspecto de drag queen a medio prepararse que de ser realmente un miembro valioso del personal administrativo cometió el error de entrar mientras la persona que mejor conocía el funcionamiento del reglamento interno estaba presente. Y bueno, Arthur tampoco se defendía mal.
Iba a decir algo, pero justo cuando alzaba el dedo Arthur se le adelantó. Sacó varias decenas de papeles que no entendía ni qué hacían allí, en un despacho que Arthur todavía no había utilizado, en una mesa instalada para la ocasión... ¿Cómo habían llegado todos aquellos papeles hasta allí? ¿De verdad Arthur había tenido en cuenta aquella posibilidad en cuenta?
El contraalmirante fue recogiendo con total precisión y habilidad cada hoja, mientras Al observaba anonadado el despliegue. Si bien estaba seguro de que él conocía el reglamento mejor que Arthur este último ganaba en capacidad de previsión a largo plazo, en proactividad y en interés por mantener las formas siempre y bajo cualquier contexto. Al resultaba bastante menos disciplinado en ese aspecto, por lo que su conocimiento teórico de la normativa poca mayor aplicación práctica tenía que escaquearse de Arthur, apoyándose en algún vacío legal o un recodo al que aferrarse. Probablemente, esto alimentase la psicosis del pelirrojo, convirtiéndolo cada vez más en un burócrata "workaholic"... Nah, Arthur había nacido así.
Y, bueno, la calma no iba a durar para siempre. Una vez Arthur terminó de explicar con toda su amabilidad cada uno de los papeles rellenados -estaba seguro de que al menos la mitad de sus firmas las había copiado él mismo- pasó al ataque: Aunque se equivocó en uno de los datos que dio -oficialmente la la adenda sobre colores primarios empezaba un par de líneas sobre la página 758, dejando la 759 información sobre las enseñas personalizadas y símbolos de las flotas-, el impecable discurso del verdadero burócrata era como una cuchilla que, precisa y mortal, se clavaba una y otra vez en las carnes de un simple aspirante con una lista no muy trabajada. Pero, por otro lado, le daba algo de pena el chico.
-Ya está, Arthur, ya está. -Hizo un ademán tranquilizador al pobre diablo, que debía estar ya hecho papilla- Si te retiras ahora podemos dejar esto en seis vueltas de caballito una vez volvamos al Cuartel General. Si no... No creo que una vez Arthur rellene el papeleo, y créeme que es muy rápido en ello, podrían ser sesenta. Y si no me crees, puedes leer esto.
Aunque no dejaría que Arthur le echara la mano encima, el vademécum escrito por él mismo con todos los vacíos legales del reglamento era un libro suficientemente pequeño como para llevar en el bolsillo del chaquetón, y contenía los secretos que le habían permitido escaquearse de sus tareas desde los tiempos de Loguetown hasta el pequeño aparte en el código de sanciones que permitía establecer el caballito a través de un recoveco casi ilegal, pero totalmente legítimo al no entrañar ningún tipo de maltrato. También estaban los vacíos que permitían establecer castigos inhumanos, así como los pasos a seguir para emborracharse de servicio y salir indemnes.
-Has venido a buscar problemas al despacho equivocado -terminó diciendo-. Estás ante la Brigada Indisciplinada, el mayor centro burocrático de toda la Marina. Arthur es el burócrata consumado, yo conozco cualquier vacío legal, Leiren está aprendiendo lo mejor de los dos mundos, y Jack...- ¿Jack aportaba algo?- Jack tiene ron.
Ummak Zor-El
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Para variar, un nuevo cadete comenzó a acercársele desde lo lejos e, incluso antes de que este llegará hasta la posición del guerrillero, Ummak comenzó a rezongar y gruñir. Se preguntaba cuántos de aquellos enclenques tendrían que enviar para que entendieran de una vez que él no obedecía órdenes. Para cuando el tipo, que tropezó a apenas un par de metros de su posición, comenzó a escupir palabras de forma atropellada, el ceño del shandian comenzó a fruncirse y su cabello a erizarse profusamente. Había pasado cuatro largos años de servidumbre y frustración buscando en vano ayuda para dar con la pista de su hermano, años que le habían alterado las suaves facciones de su rostro y su cuerpo para dar paso al reflejo de la dureza de un corazón rebosante de odio. Miró durante un instante hacia Maki y hacia la aguja para, con un brusco giró de cabeza, dar un paso hacia el mensajero. Los ojos le brillaban con el espíritu de determinación corrosiva que había extinguido cualquier otra chispa de su ser. Con tan solo observar el lenguaje corporal del shandian, cualquiera podría haber logrado contemplar un leve atisbo del trágico destino que estaba a punto de correr aquel pobre diablo.
- Anha asqoyi ki Ver rek anha tikh sulk kijinosi ikh ki ei sibs fozak, leqse ma voj ilek – maldijo en un gutural shandianii al volver la vista hacia el cadete. No hacía falta ser ningún filólogo para darse cuenta de que el salvaje había proferido un soez insulto, que en la lengua común venía a decir algo así como «Juro por la Loba que profanaré las tumbas de tus ancestros, rata con piel de hombre».
Y lo cierto era que razones no le faltaban para ello. Era por Eric que el pequeño de los Zor-El había descendido desde la tierra de sus ancestros hasta el Gran Azul y, por primera vez en cuatro años, apenas los separaban una o dos leguas de distancia. Sin embargo, pese a lo largo de su periplo, si algo había caracterizado a Ummak era el hecho de que siempre había obrado honrado a sus antepasados. Ellos le observaban y juzgaban cada uno de sus pasos. En aquellos momentos, en la mente de Ummak existía una batalla interior entre dos lobos. Uno era malvado. Era ira, celos, avaricia, resentimiento, mentiras, inferioridad y ego. El otro era bueno. Era alegría, paz, esperanza, humildad, amabilidad, empatía y verdad. A pesar de que su corazón le decía que su destino le aguardaba en el interior de aquella infame aguja, si rechazaba la petición de auxilio de aquel demonio… No podría seguir llamándose así mismo guerrero.
Finalmente, tomó una decisión. Profirió un escandaloso grito de rabia y, redirigiendo su frustración hacia el submarino, le propinó un sonoro puntapié. De no haberlo hecho, probablemente hubiese sido el propio cadete el foco de su ira.
- Esta noche, tus enemigos ser mis enemigos – le respondió a regañadientes, humillándose a usar la lengua de los demonios – Tú guiar a Ummak a la batalla y, quizás, tu aprender algo sobre significado de ser guerrero.
- Anha asqoyi ki Ver rek anha tikh sulk kijinosi ikh ki ei sibs fozak, leqse ma voj ilek – maldijo en un gutural shandianii al volver la vista hacia el cadete. No hacía falta ser ningún filólogo para darse cuenta de que el salvaje había proferido un soez insulto, que en la lengua común venía a decir algo así como «Juro por la Loba que profanaré las tumbas de tus ancestros, rata con piel de hombre».
Y lo cierto era que razones no le faltaban para ello. Era por Eric que el pequeño de los Zor-El había descendido desde la tierra de sus ancestros hasta el Gran Azul y, por primera vez en cuatro años, apenas los separaban una o dos leguas de distancia. Sin embargo, pese a lo largo de su periplo, si algo había caracterizado a Ummak era el hecho de que siempre había obrado honrado a sus antepasados. Ellos le observaban y juzgaban cada uno de sus pasos. En aquellos momentos, en la mente de Ummak existía una batalla interior entre dos lobos. Uno era malvado. Era ira, celos, avaricia, resentimiento, mentiras, inferioridad y ego. El otro era bueno. Era alegría, paz, esperanza, humildad, amabilidad, empatía y verdad. A pesar de que su corazón le decía que su destino le aguardaba en el interior de aquella infame aguja, si rechazaba la petición de auxilio de aquel demonio… No podría seguir llamándose así mismo guerrero.
Finalmente, tomó una decisión. Profirió un escandaloso grito de rabia y, redirigiendo su frustración hacia el submarino, le propinó un sonoro puntapié. De no haberlo hecho, probablemente hubiese sido el propio cadete el foco de su ira.
- Esta noche, tus enemigos ser mis enemigos – le respondió a regañadientes, humillándose a usar la lengua de los demonios – Tú guiar a Ummak a la batalla y, quizás, tu aprender algo sobre significado de ser guerrero.
—¡Oye! —exclamó Zane, a la cachetada de Nailah—. En público no, que sabes que me ponto tonto —le bromeó, para después relamerse con la comida y la bebida que había sobre la mesa. No sabía si era su espíritu de consumidor nato, o simplemente porque era capaz de decir que no a algo gratis, pero el atracón de patatas con chorizo al más puro estilo de la isla de Jarrio, unido al abundante almuerzo que había tenido al medio día a base de carne al queso, con patatas guarnición al queso, ¿y de postre? Sí, tarta de queso, hicieron que el estómago del pelirrojo aumentara en demasía y sintiera un ardor parecido a cuando metes lo que no debes en sitios poco higiénicos en tabernas de mala muerte. El supuesto señor del bajo mundo había terminado de hablar, pero no había dejado nada en claro.
—No hace falta que digas que me lo advertiste —comentó Zane. Tras eso, se levantó echando su silla hacia atrás, elevó su mentón y miró al cielo. Tragó aire como solo una persona que sabe provocarse los eructos sabe hacerlo, y en menos de un segundo soltó todos los gases que su cuerpo guardaba, creando un sonoro y asqueroso ruido que hizo que, parcialmente, se sintiera mejor y acabara con el sepulcral e incómodo sonido de la carpa.
Como era de esperar, aquella nauseabunda acción hizo que se sentara mejor, y luego se dejó caer sobre la silla, dándose cuenta que una jovencita le estaba retando a algo. Luka fue el primero en responderle, para justo después meterle algo en la boca. Si no fuera por su discurso previo hubiera pensado que eran drogas, pero ese sabor a cítrico en la boca le hizo darse cuenta de que se trataba de su antiácido.
—No sé qué haría sin ti —le dijo a su oficial de cubierta, rezando por que la pastilla hiciera efecto pronto—. Y no te preocupes, si apenas he bebido hoy. Y tú, jovencita —le dijo a su retadora, mientras apartaba el plato vacío de comida de su alcance de visión—. Lo siento, pero en público no juego con aficionados. Y como ha dicho mi colega el dientes, si algún día quieres venir al barco y tomar algo, eres bienvenida.
La verdad era que la joven, pese a que era una chica pequeña y menuda para su gusto, tenía un tipazo y unos ojos muy bonitos. Pero, ¿en serio se había atrevido a retarle a beber? ¿A él? Una pena que no tuviera tiempo para ello. No obstante, esperaba volver a encontrársela, ya que un reto era un reto.
Tras eso, se levantó y llamó la atención de Therax, para hablar con él.
—En su día me dijiste que tu novieta, la rubia esa que conocí en Gray Rock, ¿Annie se llamaba? Pelo rubio claro, ojos verdes, curvas de infarto… —hizo una pausa para reconducir la conversación—. Pues bien, os intercambiasteis las vibre cards ¿verdad? Pues creo es hora de que le hagas una vistilla, y ya que estás entrégale a su líder uno de mis den den mushi, que quiero hablar con él sobre un asunto.
Dicho aquello, se levantó de la mesa y fue notando como su estómago iba mejorando, pero aún estaba un poco lejos de ser un vientre plano. “Zane Fofisano D. Kenshin”, se dijo para sus adentros, antes de volver a elevar la vos.
—Y el resto venid conmigo—le comunicó a su banda—. Que tengo ganas de hablar con mi amigo Viktor, que hace tiempo que no converso con él.
Zane caminó de un lado al otro de la carpa en dirección al reservado que estaba Viktor. Como era normal, en la puerta había algún que otro hombre a la merced del mafioso, así que derrochando toda la educación que le era posible al tener ardor de estómago, mostró una falsa sonrisa.
—Dile a Viktor que Zane D. Kenshin quiere hablar con él.
—No hace falta que digas que me lo advertiste —comentó Zane. Tras eso, se levantó echando su silla hacia atrás, elevó su mentón y miró al cielo. Tragó aire como solo una persona que sabe provocarse los eructos sabe hacerlo, y en menos de un segundo soltó todos los gases que su cuerpo guardaba, creando un sonoro y asqueroso ruido que hizo que, parcialmente, se sintiera mejor y acabara con el sepulcral e incómodo sonido de la carpa.
Como era de esperar, aquella nauseabunda acción hizo que se sentara mejor, y luego se dejó caer sobre la silla, dándose cuenta que una jovencita le estaba retando a algo. Luka fue el primero en responderle, para justo después meterle algo en la boca. Si no fuera por su discurso previo hubiera pensado que eran drogas, pero ese sabor a cítrico en la boca le hizo darse cuenta de que se trataba de su antiácido.
—No sé qué haría sin ti —le dijo a su oficial de cubierta, rezando por que la pastilla hiciera efecto pronto—. Y no te preocupes, si apenas he bebido hoy. Y tú, jovencita —le dijo a su retadora, mientras apartaba el plato vacío de comida de su alcance de visión—. Lo siento, pero en público no juego con aficionados. Y como ha dicho mi colega el dientes, si algún día quieres venir al barco y tomar algo, eres bienvenida.
La verdad era que la joven, pese a que era una chica pequeña y menuda para su gusto, tenía un tipazo y unos ojos muy bonitos. Pero, ¿en serio se había atrevido a retarle a beber? ¿A él? Una pena que no tuviera tiempo para ello. No obstante, esperaba volver a encontrársela, ya que un reto era un reto.
Tras eso, se levantó y llamó la atención de Therax, para hablar con él.
—En su día me dijiste que tu novieta, la rubia esa que conocí en Gray Rock, ¿Annie se llamaba? Pelo rubio claro, ojos verdes, curvas de infarto… —hizo una pausa para reconducir la conversación—. Pues bien, os intercambiasteis las vibre cards ¿verdad? Pues creo es hora de que le hagas una vistilla, y ya que estás entrégale a su líder uno de mis den den mushi, que quiero hablar con él sobre un asunto.
Dicho aquello, se levantó de la mesa y fue notando como su estómago iba mejorando, pero aún estaba un poco lejos de ser un vientre plano. “Zane Fofisano D. Kenshin”, se dijo para sus adentros, antes de volver a elevar la vos.
—Y el resto venid conmigo—le comunicó a su banda—. Que tengo ganas de hablar con mi amigo Viktor, que hace tiempo que no converso con él.
Zane caminó de un lado al otro de la carpa en dirección al reservado que estaba Viktor. Como era normal, en la puerta había algún que otro hombre a la merced del mafioso, así que derrochando toda la educación que le era posible al tener ardor de estómago, mostró una falsa sonrisa.
—Dile a Viktor que Zane D. Kenshin quiere hablar con él.
Giotto Leblanc
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Tras terminar el discurso, dos agentes más aparecieron frente a ellos. Uno era una especie de cánido antropomórfico con aspecto de ser fuerte. Había escuchado rumores, quizás leyendas, de seres así. Seguramente, si la lógica estaba de su parte, se trataría de un mink, sino sería uno de tantos experimentos del gobierno mundial. Mientras que el otro era un humano normal y corriente, que le había confundido con un mechero.
—El fumador es el de los ojazos —comentó en voz alta a modo de sorna.
Tras eso, un marine galardonado apareció junto a ellos para mandarles a una pequeña misión.
“No puede ser”
Fue lo único que pensó Giotto al ver como aquel cretino peliverde les había puesto en primera línea de batalla en una guerra sin sentido, a la que había acudido tan solo para proteger a sus compañeros de la terrible y enajenada armada revolucionaria. Miró de reojo a Dretch, al cual conocía perfectamente, y la vena que asomaba sobre su frente lo decía todo. Tras eso, el rubio chasqueó lo dedos, creando una llama justo sobre el paquete de patatas fritas, ahora la combustión y las grasas saturadas del alimento haría el resto.
—En una guerra no se come —dijo Giotto en voz alta, mirando al capitán—. Si le dejo comer a usted, no sería un gran ejemplo para estos novicios en la agencia. No obstante, tengo que comunicarse que ha escogido a los mejores hombres para esa empresa, después de todo no hay mejores espías dentro de nuestra agencia. Sin embargo, nuestro amigo el papa frita no es muy disciplinado que se diga, así que creo que convendría que no le quite el ojo de encima. Entretanto, mientras dure esta misión, puede llamarme nueve.
Pocas veces usaban la jerarquía interna de la agencia, ¿y qué mejor momento que una guerra que tendría en vilo al mundo conocido?
—El fumador es el de los ojazos —comentó en voz alta a modo de sorna.
Tras eso, un marine galardonado apareció junto a ellos para mandarles a una pequeña misión.
“No puede ser”
Fue lo único que pensó Giotto al ver como aquel cretino peliverde les había puesto en primera línea de batalla en una guerra sin sentido, a la que había acudido tan solo para proteger a sus compañeros de la terrible y enajenada armada revolucionaria. Miró de reojo a Dretch, al cual conocía perfectamente, y la vena que asomaba sobre su frente lo decía todo. Tras eso, el rubio chasqueó lo dedos, creando una llama justo sobre el paquete de patatas fritas, ahora la combustión y las grasas saturadas del alimento haría el resto.
—En una guerra no se come —dijo Giotto en voz alta, mirando al capitán—. Si le dejo comer a usted, no sería un gran ejemplo para estos novicios en la agencia. No obstante, tengo que comunicarse que ha escogido a los mejores hombres para esa empresa, después de todo no hay mejores espías dentro de nuestra agencia. Sin embargo, nuestro amigo el papa frita no es muy disciplinado que se diga, así que creo que convendría que no le quite el ojo de encima. Entretanto, mientras dure esta misión, puede llamarme nueve.
Pocas veces usaban la jerarquía interna de la agencia, ¿y qué mejor momento que una guerra que tendría en vilo al mundo conocido?
Nailah
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Nailah dio un par de sorbos a su jarra, hasta que un saludo acompañado de su apellido la hizo girarse en el banquillo que estaba sentada. Sin soltar la copa, aguzó la vista para darse cuenta de que se trataba de un viejo amigo que había conocido en Arabasta, su hogar natal. No había vuelto a saber nada del hombre desde que la habían abandonado en el archipiélago Sabaody, de hecho, él estaba casi irreconocible salvo por su extrema palidez y la marca en el ojo.
La pirata se cruzó de piernas y alzó la jarra para que se sentase junto a ellos y compartiese aquellos momentos de diversión que pronto terminarían.
-¿Pensando en cómo destruir el mundo? - Le preguntó la morena a Vile -. Aquel tipo de allí tiene un plan para todos nosotros, tengo ganas de ver como termina esto con lo que ha salido en el mar.
Tras aquello, se fijó en el estado de Zane y se llevó la mano a la frente, suspirando. El capitán les estaba dejando en evidencia a todos y no solo eso, estaban siendo ignorados por Viktor Elrik. Nailah se fijó en la muchacha de buen ver que rondaba junto al pelirrojo, a pesar de que este la había rechazado, no le agradaba su presencia.
El plan de ahora había cambiado ligeramente, pues Therax se iría en busca de una mujer. ¿Desde cuando el rubito tenía novia y no decía nada? ¿Sería tan poco espabilada como él? Nailah tenía ganas de conocerla, solo para ver si sus sospechas eran ciertas. Tras eso, Zane decidió ir a hablar con Viktor y ordenó que el resto le acompañaran. Nailah se terminó su jarra de cerveza y la posó con fuerza en la mesa.
Se relamió los labios y mientras caminaba con parsimonia se quedó mirando a Ellanora y negó con la cabeza. Le dedicó una sonrisa arrogante mientras llevaba su mano a la reina roja.
-Te faltan curvas, pequeña. Deberías crecer un poco más antes de acercarte a él.
Nailah no era celosa, nunca lo fue. Si alguna vez habían tenido algo Zane y ella había sido varios años atrás, y lo que hubo terminó muerto por culpa del pirata al abandonarla, ahora eran dos adultos cuyas máximas intenciones terminaban siempre en placer. Tras eso, continuó caminando hasta situarse junto a su capitán. Esperaba que Viktor no se hubiera olvidado de ellos desde la última vez que los había visto en Gray Rock.
La pirata se cruzó de piernas y alzó la jarra para que se sentase junto a ellos y compartiese aquellos momentos de diversión que pronto terminarían.
-¿Pensando en cómo destruir el mundo? - Le preguntó la morena a Vile -. Aquel tipo de allí tiene un plan para todos nosotros, tengo ganas de ver como termina esto con lo que ha salido en el mar.
Tras aquello, se fijó en el estado de Zane y se llevó la mano a la frente, suspirando. El capitán les estaba dejando en evidencia a todos y no solo eso, estaban siendo ignorados por Viktor Elrik. Nailah se fijó en la muchacha de buen ver que rondaba junto al pelirrojo, a pesar de que este la había rechazado, no le agradaba su presencia.
El plan de ahora había cambiado ligeramente, pues Therax se iría en busca de una mujer. ¿Desde cuando el rubito tenía novia y no decía nada? ¿Sería tan poco espabilada como él? Nailah tenía ganas de conocerla, solo para ver si sus sospechas eran ciertas. Tras eso, Zane decidió ir a hablar con Viktor y ordenó que el resto le acompañaran. Nailah se terminó su jarra de cerveza y la posó con fuerza en la mesa.
Se relamió los labios y mientras caminaba con parsimonia se quedó mirando a Ellanora y negó con la cabeza. Le dedicó una sonrisa arrogante mientras llevaba su mano a la reina roja.
-Te faltan curvas, pequeña. Deberías crecer un poco más antes de acercarte a él.
Nailah no era celosa, nunca lo fue. Si alguna vez habían tenido algo Zane y ella había sido varios años atrás, y lo que hubo terminó muerto por culpa del pirata al abandonarla, ahora eran dos adultos cuyas máximas intenciones terminaban siempre en placer. Tras eso, continuó caminando hasta situarse junto a su capitán. Esperaba que Viktor no se hubiera olvidado de ellos desde la última vez que los había visto en Gray Rock.
Dretch
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Varios
Todo había sucedido tan rápido que el agente apenas había tenido tiempo de reaccionar. En un intento por mantener a Fitzgerald y Shintaro lejos del peligro: les había mentido a la cara acerca de su opinión sobre ellos, cuestionado su lealtad e incluso prohibido su alistamiento en aquella misión suicida. El joven búho había supuesto que, si se ganaba el odio de ambos, estos se negarían a compartir misión con un tipo como él. Pero, pese a su impecable interpretación, ahora se encontraba en la zaga de la división, siguiendo los pasos de un despreocupado Shintaro que parecía más preocupado en sus patatas que en el riesgo que suponía servir bajo el mando de un tipo como él. Y, por lo que a Taylor respectaba, aunque apenas caminaba algunos pasos por delante del tragaldabas de Shintaro, Dretch tenía la impresión de que no eran unos metros los que los separaban; si no un abismo insondable.
Mientras caminaban, un tipo de pelo castaño y, sorprendentemente bronceado para la época del año, pareció unirse a la comitiva gubernamental acercándose directamente hacia Leblanc y manteniendo una pequeña conversación con el rubio. Aunque Buerganor no llegó a escuchar sus palabras, sí que percibió como el norteño le dedicaba una mirada durante algunos segundos, dándole a entender que su nombre había salido en la conversación. Aunque al principio no le dio mayor importancia, al cabo de unos segundos descubrió que un segundo agente que había sumado a la comitiva. Una extraña mink de aspecto canino se encontraba no muy cerca de ellos y, a pesar de la distancia, habían llegado hasta sus oídos algunas de sus reflexiones pesimistas ¿En qué momento Giotto había comenzado a tocar su flauta para atraer a todos los agentes raritos hasta su ubicación? La verdad era que no le importaba que la gente confundiera a Giotto con el agente de mayor rango en la Karasu, de hecho, lo agradecía. A fin de cuentas, aun no había tirado la toalla. Taylor y Shintaro no debían entrar en la aguja a cualquier coste. El recuerdo de la última vez que había forzado a un iniciado actuar por encima de sus posibilidades aún le pesaba en su conciencia y lo último que deseaba era que volviese a repetirse la misma historia. Tenía que ocurrírsele algo y rápido.
Casi sin comerlo ni beberlo la solución se presentó frente a él en forma de marine cabreado. Si conseguía que la tomara con alguno de los iniciados, tenía la certeza de que ninguno de los dos lograría zarpar del cuartel general. Sin embargo, sus esperanzas se fueron al traste en el momento que el marine abrió la boca y le dedicó una mirada de odio al peliverde.
“¡Primer línea!”
Dretch sacudió la cabeza teatralmente y se golpeó la frente con la palma de la mano. Había hecho todo cuanto estaba en su mano para mantenerlos a salvo de cualquier peligro y todo cuanto había conseguido era justamente lo contrario. En aquellos momentos daba las gracias de haber ingerido una akuma no mi con unos poderes tan inofensivos porque, de otra forma, estaba completamente seguro de que habría sido capaz de fulminar a Shintaro y reducirlo a cenizas tan solo con su mirada. De hecho, Giotto debió de percatarse de su reacción ya que en un abrir y cerrar de ojos la bolsa de patatas robadas comenzó a arder. Estaba acostumbrado a convivir con su mala suerte y, para su desgracia, sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
- ¿Sabes qué? Da igual, me rindo ¿Qué es lo peor que podría pasar? – masculló en voz baja, mientras le quitaba con desgana la lista de las manos al capitán y comenzaba a anotar el mismo los nombres de todos los presentes, empezando por el suyo y levantando así la prohibición a ambos iniciados– Dime que al menos nuestro barco tiene un nombre bonito y que no se llama el Unsinkable II…
Mientras caminaban, un tipo de pelo castaño y, sorprendentemente bronceado para la época del año, pareció unirse a la comitiva gubernamental acercándose directamente hacia Leblanc y manteniendo una pequeña conversación con el rubio. Aunque Buerganor no llegó a escuchar sus palabras, sí que percibió como el norteño le dedicaba una mirada durante algunos segundos, dándole a entender que su nombre había salido en la conversación. Aunque al principio no le dio mayor importancia, al cabo de unos segundos descubrió que un segundo agente que había sumado a la comitiva. Una extraña mink de aspecto canino se encontraba no muy cerca de ellos y, a pesar de la distancia, habían llegado hasta sus oídos algunas de sus reflexiones pesimistas ¿En qué momento Giotto había comenzado a tocar su flauta para atraer a todos los agentes raritos hasta su ubicación? La verdad era que no le importaba que la gente confundiera a Giotto con el agente de mayor rango en la Karasu, de hecho, lo agradecía. A fin de cuentas, aun no había tirado la toalla. Taylor y Shintaro no debían entrar en la aguja a cualquier coste. El recuerdo de la última vez que había forzado a un iniciado actuar por encima de sus posibilidades aún le pesaba en su conciencia y lo último que deseaba era que volviese a repetirse la misma historia. Tenía que ocurrírsele algo y rápido.
Casi sin comerlo ni beberlo la solución se presentó frente a él en forma de marine cabreado. Si conseguía que la tomara con alguno de los iniciados, tenía la certeza de que ninguno de los dos lograría zarpar del cuartel general. Sin embargo, sus esperanzas se fueron al traste en el momento que el marine abrió la boca y le dedicó una mirada de odio al peliverde.
“¡Primer línea!”
Dretch sacudió la cabeza teatralmente y se golpeó la frente con la palma de la mano. Había hecho todo cuanto estaba en su mano para mantenerlos a salvo de cualquier peligro y todo cuanto había conseguido era justamente lo contrario. En aquellos momentos daba las gracias de haber ingerido una akuma no mi con unos poderes tan inofensivos porque, de otra forma, estaba completamente seguro de que habría sido capaz de fulminar a Shintaro y reducirlo a cenizas tan solo con su mirada. De hecho, Giotto debió de percatarse de su reacción ya que en un abrir y cerrar de ojos la bolsa de patatas robadas comenzó a arder. Estaba acostumbrado a convivir con su mala suerte y, para su desgracia, sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
- ¿Sabes qué? Da igual, me rindo ¿Qué es lo peor que podría pasar? – masculló en voz baja, mientras le quitaba con desgana la lista de las manos al capitán y comenzaba a anotar el mismo los nombres de todos los presentes, empezando por el suyo y levantando así la prohibición a ambos iniciados– Dime que al menos nuestro barco tiene un nombre bonito y que no se llama el Unsinkable II…
Hayden Ashworth
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—Wyrm —dijo Zuko cuando este se le acercó—. ¿Por qué no les dices a tus antiguos compañeros que vengan con nosotros? Sé que vuestra antigua brigada acabó disuelta, pero nunca es buena idea marchar solos en una guerra, y menos de esta magnitud.
No lo había formulado como una orden, por tanto Wyrm no estaba obligado a hacerlo si no pensaba que era correcto. Después de todo, ¿quién mejor que él para saber cómo se sentirían sus compañeros si les invitaban? Aunque en aquel momento parecían bastante... ocupados con una joven. Si esta quería venir junto a Tobias... tampoco le diría que no. Después de que Wyrm hubiese decidido qué hacer, tiraría el cigarrillo al suelo y lo pisaría para apagarlo.
—Vámonos a los barcos.
«Iulio...» —le dijo mentalmente al subordinado que le habían secuestrado—«. Dudo que el vicealmirante Hyrule te trate mal, aunque no lo conozco... Mi única orden es que no mueras, ¿entendido?»
Empezaría a caminar hacia dónde la salida del cuartel, directo a donde estaban los barcos estacionados dispuestos a salir. Marines de distintos rangos corrían ajetreados de un lado para otro. Le pareció ver incluso al Vicealmirante Morgan dando vueltas por ahí, aunque lo mejor sería que no lo viese... ni reconociese. Justo a los pies de la pasarela del barco se detuvo y se dio la vuelta para dar la cara a aquellos que les habían seguido.
—Justice Riders... —dijo, y añadiría un "y compañeros" en el caso de que Bizvan y Tobias hubiesen aceptado la oferta—. No voy a explayarme en mi discurso. Sois gente capaz, que conozco de una forma u otra, sé que podréis conseguirlo. Mi primera orden durante esta guerra, como vuestro comodoro es muy simple: No muráis.
Y, dicho aquello, empezaría a subir al barco.
No lo había formulado como una orden, por tanto Wyrm no estaba obligado a hacerlo si no pensaba que era correcto. Después de todo, ¿quién mejor que él para saber cómo se sentirían sus compañeros si les invitaban? Aunque en aquel momento parecían bastante... ocupados con una joven. Si esta quería venir junto a Tobias... tampoco le diría que no. Después de que Wyrm hubiese decidido qué hacer, tiraría el cigarrillo al suelo y lo pisaría para apagarlo.
—Vámonos a los barcos.
«Iulio...» —le dijo mentalmente al subordinado que le habían secuestrado—«. Dudo que el vicealmirante Hyrule te trate mal, aunque no lo conozco... Mi única orden es que no mueras, ¿entendido?»
Empezaría a caminar hacia dónde la salida del cuartel, directo a donde estaban los barcos estacionados dispuestos a salir. Marines de distintos rangos corrían ajetreados de un lado para otro. Le pareció ver incluso al Vicealmirante Morgan dando vueltas por ahí, aunque lo mejor sería que no lo viese... ni reconociese. Justo a los pies de la pasarela del barco se detuvo y se dio la vuelta para dar la cara a aquellos que les habían seguido.
—Justice Riders... —dijo, y añadiría un "y compañeros" en el caso de que Bizvan y Tobias hubiesen aceptado la oferta—. No voy a explayarme en mi discurso. Sois gente capaz, que conozco de una forma u otra, sé que podréis conseguirlo. Mi primera orden durante esta guerra, como vuestro comodoro es muy simple: No muráis.
Y, dicho aquello, empezaría a subir al barco.
- Resumen:
- Decirle a Wyrm que si quiere vaya a pedirles a sus antiguos compañeros que los acompañen, ir hasta el barco y darles un pequeño discurso y una orden a sus seguidores.
Taylor Fitzgerald
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Una gigantesca sombra surcó los cielos, la autómata se quedó boquiabierta al ver tal espectáculo, pero aquello no era más que un aviso de lo que estaba por venir, bajó la cabeza y continuó en la cola del voluntariado. El hecho de haberse ofrecido voluntaria no había servido de nada. Cuando vio a Shintaro pillar una bolsa de patatas fritas de un hombre arqueó las cejas. ¿Pero cómo se ponía a comer en medio de una guerra? ¿Es que acaso era idiota? El peliverde no le caía muy bien a Taylor desde la primera vez que lo vio, pues tenía pinta de ser un cretino de primera que hiciera lo que hiciera la acabaría liando y así fue.
Un hombre de gran altura se acercó hasta ellos con el semblante malhumorado, Taylor era alta, pues había sido diseñada con una altura media de las personas normales, pero aquel hombre intimidaba demasiado. La autómata dio unos pasos hacia atrás y miró a Giotto y Dretch para ver qué hacían. Para su sorpresa, el primer agente poseía una gran labia a la hora de hablar contra el supuesto capitán. Taylor se sorprendió cuando el agente dijo un número, ¿ellos también tenían?
-Yo soy Seis - Dijo señalándose la cara, en donde llevaba tatuado el número en un idioma distinto. Era el número que le habían dado en el proyecto de conversión, aunque ninguno de sus compañeros conocía todavía el origen de ese tatuaje.
Las palabras primera línea se quedaron grabadas en su mente. ¿Por qué todos ellos? ¿Por qué no solo Shintaro? Era injusto, pensó Taylor cruzándose de brazos y resoplando. Ella tenía la misión de obtener información sobre la tecnología de la aguja, pero tan cerca no sabía que le parecería al profesor Fitzgerald. La autómata fulminó con la mirada a Shintaro y después prestó atención a los dos nuevos agentes que se habían unido. Los miró de arriba abajo, analizándolos hasta que se detuvo en la mink.
Nunca había visto una raza así de cerca, tan... humanizada. Taylor quería acariciar ese pelaje para ver si era tan suave como parecía, pero eso no estaba bien, no delante de toda la multitud al menos. El otro hombre si que era humano así que no le causó tanta curiosidad como a Ellie. Ya tendría tiempo de conocerla mejor.
-Yo espero que el barco llegue intacto a la primera línea... - comentó la agente -. Aunque bueno, siempre podemos usar a Shintaro como cebo en caso de que estemos en peligro.
Un hombre de gran altura se acercó hasta ellos con el semblante malhumorado, Taylor era alta, pues había sido diseñada con una altura media de las personas normales, pero aquel hombre intimidaba demasiado. La autómata dio unos pasos hacia atrás y miró a Giotto y Dretch para ver qué hacían. Para su sorpresa, el primer agente poseía una gran labia a la hora de hablar contra el supuesto capitán. Taylor se sorprendió cuando el agente dijo un número, ¿ellos también tenían?
-Yo soy Seis - Dijo señalándose la cara, en donde llevaba tatuado el número en un idioma distinto. Era el número que le habían dado en el proyecto de conversión, aunque ninguno de sus compañeros conocía todavía el origen de ese tatuaje.
Las palabras primera línea se quedaron grabadas en su mente. ¿Por qué todos ellos? ¿Por qué no solo Shintaro? Era injusto, pensó Taylor cruzándose de brazos y resoplando. Ella tenía la misión de obtener información sobre la tecnología de la aguja, pero tan cerca no sabía que le parecería al profesor Fitzgerald. La autómata fulminó con la mirada a Shintaro y después prestó atención a los dos nuevos agentes que se habían unido. Los miró de arriba abajo, analizándolos hasta que se detuvo en la mink.
Nunca había visto una raza así de cerca, tan... humanizada. Taylor quería acariciar ese pelaje para ver si era tan suave como parecía, pero eso no estaba bien, no delante de toda la multitud al menos. El otro hombre si que era humano así que no le causó tanta curiosidad como a Ellie. Ya tendría tiempo de conocerla mejor.
-Yo espero que el barco llegue intacto a la primera línea... - comentó la agente -. Aunque bueno, siempre podemos usar a Shintaro como cebo en caso de que estemos en peligro.
AEG93
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Sin duda, la gente reunida en la carpa de Viktor Elrik era de lo más peculiar e interesante. Varios de los más infames criminales que el mundo conocía se hallaban allí, y entre ellos era fácil reconocer nombres como Zane D. Kenshin o Arribor Neus, por ejemplo. Había personas ruidosas, joviales y de burdos modales, como cabría esperar de una reunión así, y otras más... recatadas. Estos últimos individuos solían llamar más la atención del político, pues se parecían mucho más a él que la mayoría de aquellos patanes. Entre ellos destacaban un tipo indudablemente atractivo de pelo rubio platino ataviado con un elegante traje y un grupo formado por lo que parecía una mezcla de humano y pulpo y dos serios y elegantes hombres de pelo negro.
Pero lo que verdaderamente atrajo su curiosidad fue lo que sucedió a continuación. Un gigantesco dragón azul sobrevoló el lugar y dejó caer un rayo sobre la carpa. No podía estar seguro, pero solo había oído hablar de un dragón azul, y era lógico que el más grande entre los piratas de aquella época hubiese acudido a un acontecimiento como aquel. Y, con inusitada facilidad, una excepcionalmente bella joven de negros cabellos detuvo y redirigió al cielo la descarga. ¿Quién sería aquella mujer y de dónde habría salido? A Thawne siempre le habían atraído el poder y la elegancia, y aquella fémina parecía ir sobrada de las dos.
Un joven ataviado con un llamativo e increíblemente hortera traje de color amarillo chillón se atrevió a retar a Viktor, exigiendo que revelase su plan al completo. No sabía dónde ni cuando había visto a aquel ingenuo tipo, pero el caso era que su cara le sonaba de algo. No obstante Viktor no se inquietó lo más mínimo ante sus palabras, y se retiró junto a algunos de sus subordinados.
En ese momento el enmascarado comenzó a sentir como si bolitas de miga de pan le estuviesen golpeando en diversas zonas del cuerpo. Rápidamente activó su Mantra, buscando identificar fuentes de peligro, mientras recorría la carpa con su aguda vista. Finalmente, cerca de la entrada de la carpa el alcalde se fijó en un hombre que ocultaba su rostro con una capucha pero que, pese a ello, daba la sensación de estar mirándole. En cuanto logró captar su atención, el encapuchado le hizo un gesto con la mano. Parecía querer que lo siguiera.
¿Alguien querría hacer negocios con él? Asumiendo la identidad de su alter ego Dakuhebi en un lugar como aquel era fácil que así fuese. En poco tiempo se había vuelto alguien considerablemente influyente en el Bajo Mundo, sobre todo desde que se hiciera con la alcaldía de Water Seven. Sin embargo, el poder siempre despertaba envidias, así que no podía confiarse. Se hallaba rodeado de criminales de la peor calaña, y en un sitio así la vida de uno corría un permanente peligro si no se tomaban precauciones.
Por lo tanto se dirigió hacia la entrada a paso lento pero regular, sin el menor atisbo de duda en sus movimientos. Era consciente de que muy pocos igualaban su habilidad con el Haki de Observación y, además, la inmensa mayoría de las personas era incapaces de usarlo sobre él, lo que en una posible emboscada le otorgaba bastante ventaja. Salió de allí lo más sigilosamente posible, con pasos tan ligeros que apenas aplastarían una brizna de hierba, y activando su Mantra para evitar sorpresas. Una vez fuera, si localizaba al encapuchado, le diría con voz grave y calmada, expresando una fuerte seguridad en sí mismo:
- Saludos, caballero. Si ha decidido llamar mi atención y sacarme de aquel bullicioso lugar debe ser porque hay algo que quiere tratar conmigo. Pero primero necesitaría poder confiar un poco más en usted, y no hay confianza sin conocimiento. Así que dígame, ¿quién es usted, quién le envía y cuál es el objetivo de esta reunión?
Tras terminar su breve discurso analizaría al detalle el tono de voz, los gestos y las palabras de su interlocutor, pues su experiencia como psicólogo le decía que se puede aprender casi todo sobre alguien en escasos momentos si se sabe en qué fijarse. Y en aquel momento necesitaba aprender más sobre quien le había convocado.
Pero lo que verdaderamente atrajo su curiosidad fue lo que sucedió a continuación. Un gigantesco dragón azul sobrevoló el lugar y dejó caer un rayo sobre la carpa. No podía estar seguro, pero solo había oído hablar de un dragón azul, y era lógico que el más grande entre los piratas de aquella época hubiese acudido a un acontecimiento como aquel. Y, con inusitada facilidad, una excepcionalmente bella joven de negros cabellos detuvo y redirigió al cielo la descarga. ¿Quién sería aquella mujer y de dónde habría salido? A Thawne siempre le habían atraído el poder y la elegancia, y aquella fémina parecía ir sobrada de las dos.
Un joven ataviado con un llamativo e increíblemente hortera traje de color amarillo chillón se atrevió a retar a Viktor, exigiendo que revelase su plan al completo. No sabía dónde ni cuando había visto a aquel ingenuo tipo, pero el caso era que su cara le sonaba de algo. No obstante Viktor no se inquietó lo más mínimo ante sus palabras, y se retiró junto a algunos de sus subordinados.
En ese momento el enmascarado comenzó a sentir como si bolitas de miga de pan le estuviesen golpeando en diversas zonas del cuerpo. Rápidamente activó su Mantra, buscando identificar fuentes de peligro, mientras recorría la carpa con su aguda vista. Finalmente, cerca de la entrada de la carpa el alcalde se fijó en un hombre que ocultaba su rostro con una capucha pero que, pese a ello, daba la sensación de estar mirándole. En cuanto logró captar su atención, el encapuchado le hizo un gesto con la mano. Parecía querer que lo siguiera.
¿Alguien querría hacer negocios con él? Asumiendo la identidad de su alter ego Dakuhebi en un lugar como aquel era fácil que así fuese. En poco tiempo se había vuelto alguien considerablemente influyente en el Bajo Mundo, sobre todo desde que se hiciera con la alcaldía de Water Seven. Sin embargo, el poder siempre despertaba envidias, así que no podía confiarse. Se hallaba rodeado de criminales de la peor calaña, y en un sitio así la vida de uno corría un permanente peligro si no se tomaban precauciones.
Por lo tanto se dirigió hacia la entrada a paso lento pero regular, sin el menor atisbo de duda en sus movimientos. Era consciente de que muy pocos igualaban su habilidad con el Haki de Observación y, además, la inmensa mayoría de las personas era incapaces de usarlo sobre él, lo que en una posible emboscada le otorgaba bastante ventaja. Salió de allí lo más sigilosamente posible, con pasos tan ligeros que apenas aplastarían una brizna de hierba, y activando su Mantra para evitar sorpresas. Una vez fuera, si localizaba al encapuchado, le diría con voz grave y calmada, expresando una fuerte seguridad en sí mismo:
- Saludos, caballero. Si ha decidido llamar mi atención y sacarme de aquel bullicioso lugar debe ser porque hay algo que quiere tratar conmigo. Pero primero necesitaría poder confiar un poco más en usted, y no hay confianza sin conocimiento. Así que dígame, ¿quién es usted, quién le envía y cuál es el objetivo de esta reunión?
Tras terminar su breve discurso analizaría al detalle el tono de voz, los gestos y las palabras de su interlocutor, pues su experiencia como psicólogo le decía que se puede aprender casi todo sobre alguien en escasos momentos si se sabe en qué fijarse. Y en aquel momento necesitaba aprender más sobre quien le había convocado.
- Resumen:
- - Describir lo más importante que sucede en la carpa (a juicio de Thawne).
- Buscar a quien quiera que le esté tirando miguitas de pan.
- Salir sigilosamente y usando el Mantra para evitar sorpresas desagradables.
- Preguntar educadamente al encapuchado quién es y qué quiere.
- Cosillas:
- - Haki de Observación Magnífico (Predilecto, ambas aptitudes a tier 9). Asalto 1/25.
- Kami-e (Mejora Mítica): El usuario ha desarrollado de manera extraordinaria el uso del Kamie, llegando al punto que puede volver su cuerpo tan flexible como él quiera y también tan ligero como deseé, llegando a doblarse sobre sí mismo de maneras que desafían las leyes de la naturaleza. A efectos prácticos, utilizando el Kami-e puede evitar hasta cuatro veces el número de golpes que normalmente. Su capacidad de infiltrarse, ocultarse, escabullirse o huir es impresionante, difícilmente alguien le notará pues al ser tan ligero no hace ruido con sus pasos.
Marc Kiedis
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Marc estaba anonadado por la capacidad de su capitán para ingerir un plato tras otro. Había comido copiosamente en el barco el delicioso menú preparado por él, y desde que llegaron a la carpa se estaba dando un nuevo atracón. No era un buen matemático, pero creía estar convencido de que el pelirrojo había ingerido casi su peso en comida. Por suerte Luka, como buen doctor, tenía a mano medicinas para ayudar a hacer la digestión de forma más suave, porque si no Zane habría tenido problemas serios para calmar su sistema digestivo.
Después de atender al capitán, el tiburón se acercó a él comentando su intención de sumergirse en el mar a no mucho tardar, y argumentando que necesitaría algo con lo que reconocerles. Por ello insistió en que el grandullón debía crear el queso más oloroso que fuese capaz, dejando también caer una broma sobre lo fino que era el Contramaestre. Marc, riendo a carcajadas, respondió:
- Ahora mismo lo hago, me parece buena idea. Y estoy de acuerdo, en menos de un minuto tendremos a Ther quejándose del pestazo.
De hecho Marc sabía muy bien de sus propias capacidades, y estaba seguro de poder crear un queso tan inhumanamente pestilente que incluso hiciese difícil respirar en varios metros a la redonda. Mientras Zane y Nailah hablaban con una menuda chica que apenas debía llegar a las rodillas del semigigante, este se afanó en conseguir una esfera perfecta de un queso lo más asqueroso posible. Se lo tomó como un juego, una especie de competición consigo mismo por ver si conseguía batir su propio récord. Por el momento la queja más rápida de Therax había llegado a los cuarenta segundos, y en esa ocasión se había propuesto reducirlo a la mitad o menos.
***
Después, una vez el rubio volase hacia la posición de la Armada Revolucionaria para ver a su simpática novia (la recordaba de Gray Rock, donde había sido muy amable con él), Marc seguiría a su capitán en la búsqueda de Viktor. No sabía qué era exactamente lo que se proponía el pelirrojo, pero fuese lo que fuese el semigigante estaría junto a él.
Después de atender al capitán, el tiburón se acercó a él comentando su intención de sumergirse en el mar a no mucho tardar, y argumentando que necesitaría algo con lo que reconocerles. Por ello insistió en que el grandullón debía crear el queso más oloroso que fuese capaz, dejando también caer una broma sobre lo fino que era el Contramaestre. Marc, riendo a carcajadas, respondió:
- Ahora mismo lo hago, me parece buena idea. Y estoy de acuerdo, en menos de un minuto tendremos a Ther quejándose del pestazo.
De hecho Marc sabía muy bien de sus propias capacidades, y estaba seguro de poder crear un queso tan inhumanamente pestilente que incluso hiciese difícil respirar en varios metros a la redonda. Mientras Zane y Nailah hablaban con una menuda chica que apenas debía llegar a las rodillas del semigigante, este se afanó en conseguir una esfera perfecta de un queso lo más asqueroso posible. Se lo tomó como un juego, una especie de competición consigo mismo por ver si conseguía batir su propio récord. Por el momento la queja más rápida de Therax había llegado a los cuarenta segundos, y en esa ocasión se había propuesto reducirlo a la mitad o menos.
***
Después, una vez el rubio volase hacia la posición de la Armada Revolucionaria para ver a su simpática novia (la recordaba de Gray Rock, donde había sido muy amable con él), Marc seguiría a su capitán en la búsqueda de Viktor. No sabía qué era exactamente lo que se proponía el pelirrojo, pero fuese lo que fuese el semigigante estaría junto a él.
- Resumen:
- - Seguir la corriente a Luka y crear un queso lo más inhumanamente pestilente posible para molestar a Therax (y a todo el mundo (?)).
- Seguir a Zane en la búsqueda de Viktor.
Midorima Shintaro
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Mientras la larga fila avanzaba, él seguía comiendo tranquilamente. Quizás se iba a llevar uno que otro reto, pero quizás nunca nadie lo iba a pillar. Claro, no tenía ninguna explicación de dónde carajos consiguió unas patatas frita en medio de lo que podría ser la “batalla del siglo”, pero no le interesaba mucho. Solo quería que la dichosa línea avanzara rápido. No le gustaba mucho estar demasiado tiempo sin hacer nada. Suspiró relajadamente mientras iba viendo como algunos se sumaban al grupo. Solo uno de ellos le llamó la atención, ¿era un mink? ¿Esa raza que solo aparecía en algunos libros y que parecía ser una leyenda? Era una loba, o eso le parecía a simple vista.
Vio con cierto asombro la gran sombra negra que había cubierto, solo por unos segundos, el lugar donde estaban. ¿Era un dragón? Si lo era, sabía muy bien quien era el causante de tal alboroto. ”Dexter. Así que ya llegaste” —pensó con una suave sonrisa mientras veía que quedaban cerca de dos patatas en el sobre. Dretch, al parecer, no quería así que solo siguió comiendo. La fila seguía avanzando, lento, pero ahí iba. Y fue entonces que otra sombra, mucho más cercana que la anterior, los tapaba a casi todos. Se giró y vio a un hombre, gigantesco. ”¿Pero qué le dieron cuando pequeño? Es enorme” —pensó mientras veía las condecoraciones que tenía en el pecho. Era un rango alto, ¿capitán? No lo tenía muy claro del todo, pero sabía que era alguien importante y que podía mandar en esas situaciones.
Pensó en darle el puesto a él, después de todo, era cierta clase de “respeto por los altos cargos”, pero… Él tenía otros planes. La había cagado sin querer. Las patatas que tan felizmente estaba comiendo, eran de él y ahora había hecho que todos se ganaran un ticket para ir a la primera línea. No entendía muy bien del todo lo que estaba pasando, Giotto le dijo al marine que él era un poco indisciplinado y que era mejor que no le quitara un ojo de encima, luego sus patatas se empezaron a quemar. Soltó el sobre donde estaban y solo se quedó con una en la mano. ¿Habría sido Giotto? Se encogió de hombros y le restó importancia. Dretch solo le quitó la hoja y empezó a apuntar sus nombres. Sintió como Taylor lo fulminaba con la mirada y luego lo ofrecía de cebo si todo se iba al carajo.
—Bueno, bueno —dijo al marine que los estaba mandando en una misión prácticamente suicida —. Solo logré rescatar una antes de que se quemaran, ¿la quieres? —le preguntó mientras le ofrecía la única patata que quedaba —En fin, tú dirás. ¿Dónde está el barco que nos llevará a la primera línea? Entre más rápido hagamos esto, mejor para todos.
Vio con cierto asombro la gran sombra negra que había cubierto, solo por unos segundos, el lugar donde estaban. ¿Era un dragón? Si lo era, sabía muy bien quien era el causante de tal alboroto. ”Dexter. Así que ya llegaste” —pensó con una suave sonrisa mientras veía que quedaban cerca de dos patatas en el sobre. Dretch, al parecer, no quería así que solo siguió comiendo. La fila seguía avanzando, lento, pero ahí iba. Y fue entonces que otra sombra, mucho más cercana que la anterior, los tapaba a casi todos. Se giró y vio a un hombre, gigantesco. ”¿Pero qué le dieron cuando pequeño? Es enorme” —pensó mientras veía las condecoraciones que tenía en el pecho. Era un rango alto, ¿capitán? No lo tenía muy claro del todo, pero sabía que era alguien importante y que podía mandar en esas situaciones.
Pensó en darle el puesto a él, después de todo, era cierta clase de “respeto por los altos cargos”, pero… Él tenía otros planes. La había cagado sin querer. Las patatas que tan felizmente estaba comiendo, eran de él y ahora había hecho que todos se ganaran un ticket para ir a la primera línea. No entendía muy bien del todo lo que estaba pasando, Giotto le dijo al marine que él era un poco indisciplinado y que era mejor que no le quitara un ojo de encima, luego sus patatas se empezaron a quemar. Soltó el sobre donde estaban y solo se quedó con una en la mano. ¿Habría sido Giotto? Se encogió de hombros y le restó importancia. Dretch solo le quitó la hoja y empezó a apuntar sus nombres. Sintió como Taylor lo fulminaba con la mirada y luego lo ofrecía de cebo si todo se iba al carajo.
—Bueno, bueno —dijo al marine que los estaba mandando en una misión prácticamente suicida —. Solo logré rescatar una antes de que se quemaran, ¿la quieres? —le preguntó mientras le ofrecía la única patata que quedaba —En fin, tú dirás. ¿Dónde está el barco que nos llevará a la primera línea? Entre más rápido hagamos esto, mejor para todos.
Kenzo Nakajima
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Finalmente todos los miembros de Justice Riders se ofrecieron voluntarios. Kenzo estaba orgulloso de su brigada, representando como ninguna los valores de la Marina y de la Justicia en los momentos de mayor peligro. Incluso Iulio había alzado la mano, aunque el brazos largos dudaba de que se hubiese dado cuenta de por qué lo había hecho. De hecho, un hombre con insignias de Vicelamirante se llevó al peliblanco con él y lo separó del resto de sus camaradas. Aquello no era justo, pues ahora el espadachín tendría que encontrar un nuevo objetivo principal para sus bromas. Aunque pensándolo bien, tenía más que de sobra con Kayn en ese aspecto.
- Se te ve muy callado, compañero. - le dijo mientras le daba una palmadita en la espalda, sacando a relucir una vez más su negro sentido del humor. Por suerte el mudo sabía apreciar una buena broma, como ya le había demostrado en Arabasta, y Kenzo sabía que no se enfadaría ya que se daría cuenta de que no lo decía para molestarle sino simplemente por reírse un rato. No había nada mejor que reír un poco antes de una batalla.
Después el marine llamó la atención de todos sus compañeros de brigada salvo Iulio, quien había desaparecido junto al Vicealmirante, y les hizo entrega de un Den Den Kenzo a cada uno.
- Guardadlos bien, chicos. Así si por un casual durante la batalla nos vemos obligados a separarnos siempre podremos estar en contacto los unos con los otros.
Después de aquello fue el primero en seguir a Zuko al barco que les llevaría al fin al combate en el que iba a decidirse el destino de aquel mar. No podía esperar para que empezase.
- Se te ve muy callado, compañero. - le dijo mientras le daba una palmadita en la espalda, sacando a relucir una vez más su negro sentido del humor. Por suerte el mudo sabía apreciar una buena broma, como ya le había demostrado en Arabasta, y Kenzo sabía que no se enfadaría ya que se daría cuenta de que no lo decía para molestarle sino simplemente por reírse un rato. No había nada mejor que reír un poco antes de una batalla.
Después el marine llamó la atención de todos sus compañeros de brigada salvo Iulio, quien había desaparecido junto al Vicealmirante, y les hizo entrega de un Den Den Kenzo a cada uno.
- Guardadlos bien, chicos. Así si por un casual durante la batalla nos vemos obligados a separarnos siempre podremos estar en contacto los unos con los otros.
Después de aquello fue el primero en seguir a Zuko al barco que les llevaría al fin al combate en el que iba a decidirse el destino de aquel mar. No podía esperar para que empezase.
- Resumen:
- - Hacer un pequeño chiste negro a Kayn.
- Reunir a Zuko, Kayn, Eric y Wyrm y entregar un Den Den Kenzo a cada uno.
- Ser el primero en seguir a Zuko al barco.
Eric Zor-El
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El antiguo líder del clan del lobo desvió su mirada hacia un hombre de extraña apariencia. Su piel era parecida a los grandes robles milenarios que había en los frondosos bosques de la región más salvaje de skypiea, y su cabello verde parecía un frondoso bosque en miniatura. Tardó un poco en procesar toda la información que había recibido por sus ojos, y entonces se dio cuenta. ¡Era un maldito árbol humanoide! Con la boca a medio abrir del asombro quiso decírselo a Zuko, pero sabía que no era momento para comentarios de ese tipo, así que debería guardárselo para después.
“Un maldito árbol” —se dijo, mirándolo fijamente—. “¿Sus heces serán frutos? ¿Se abonará a sí mismo?”
Muchas cuestiones azotaron la cabeza del salvaje, antes de darse cuenta que el vago de Iulio estaba siendo reclutado por un oficial de alto rango. Su actitud era como si intentara tener relaciones con su compañero de brigada, y por la forma de actuar del albino parecía estar de acuerdo. Mientras estaba absorto en sus pensamientos, Kenzo llamó su atención y le entregó uno de esos caracoles no comestibles que usaban para comunicarse a distancia.
—Gracias, Nakajima —le dijo Eric, guardándolo en el interior de su poncho.
Sí, había llevado el poncho a la batalla. Un guerrero del clan del lobo siempre llevaba su objeto más valioso al campo de batalla, para morir con él si fuera necesario. Su abuelo murió con su puñal, su padre esperaba morir con su colgante y Eric, desde pequeño, si moría en batalla debía ser con su preciada prenda, que aún tendría sangre de la anterior guerra si no le hubieran obligado a lavarlo. En ese momento perdió su cromatismo extraño, volviendo a ser de color gris marengo azulado.
Tras el conmovedor mensaje de Zuko, que les había pedido no morir, Eric subió al barco. Allí le puso la mano sobre el hombro, y le miró fijamente.
—Sé que tú debes es protegernos, pero no intentes hacerte el héroe —le dijo, para después meter la mano en su poncho y sacar su pipa de fumar. Mientras se preparaba la pipa, y el barco zarpaba, el albino era incapaz de mantener los dedos de sus pies quietos. Tenía puestas unas botas que se convertían en unos patines parecidos a los que usaban en su isla natal, pero en lugar de ser abiertas eran cerradas, y eso le incomodaba.
“Malditos zapatos” —pensó, usando una cerilla para encender la pipa.
“Un maldito árbol” —se dijo, mirándolo fijamente—. “¿Sus heces serán frutos? ¿Se abonará a sí mismo?”
Muchas cuestiones azotaron la cabeza del salvaje, antes de darse cuenta que el vago de Iulio estaba siendo reclutado por un oficial de alto rango. Su actitud era como si intentara tener relaciones con su compañero de brigada, y por la forma de actuar del albino parecía estar de acuerdo. Mientras estaba absorto en sus pensamientos, Kenzo llamó su atención y le entregó uno de esos caracoles no comestibles que usaban para comunicarse a distancia.
—Gracias, Nakajima —le dijo Eric, guardándolo en el interior de su poncho.
Sí, había llevado el poncho a la batalla. Un guerrero del clan del lobo siempre llevaba su objeto más valioso al campo de batalla, para morir con él si fuera necesario. Su abuelo murió con su puñal, su padre esperaba morir con su colgante y Eric, desde pequeño, si moría en batalla debía ser con su preciada prenda, que aún tendría sangre de la anterior guerra si no le hubieran obligado a lavarlo. En ese momento perdió su cromatismo extraño, volviendo a ser de color gris marengo azulado.
Tras el conmovedor mensaje de Zuko, que les había pedido no morir, Eric subió al barco. Allí le puso la mano sobre el hombro, y le miró fijamente.
—Sé que tú debes es protegernos, pero no intentes hacerte el héroe —le dijo, para después meter la mano en su poncho y sacar su pipa de fumar. Mientras se preparaba la pipa, y el barco zarpaba, el albino era incapaz de mantener los dedos de sus pies quietos. Tenía puestas unas botas que se convertían en unos patines parecidos a los que usaban en su isla natal, pero en lugar de ser abiertas eran cerradas, y eso le incomodaba.
“Malditos zapatos” —pensó, usando una cerilla para encender la pipa.
Ignorado, una vez más había pasado completamente inadvertido. Se le había dirigido la misma atención que a una ligera brisa en medio de un huracán. En cualquier otra situación se habría indignado, pero en aquellos momentos tenía demasiadas cosas en la cabeza y añadir algo más no sería demasiado bueno para su salud mental. Si Viktor no quería escucharle, si prefería obviar su presencia y no darle la más mínima importancia, era su problema. Más tarde o más temprano llegaría el momento en que se viese obligado a frenarle, lo daba por hecho, aunque, siendo sincero, aquello se había convertido en algo que no le quitaba el sueño.
No obstante, lo que no podía ignorar era el nombre del tipo al que se estaba dirigiendo Luka, el mismo que había alzado la voz para dirigirse al autoproclamado Señor del Bajo Mundo. ¿Yuu? ¿De qué le sonaba ese nombre? La imagen de la taberna de Isla Banaro volando por los aires acudió a su mente. ¡Ése era el supuesto 'amigo' de Annie, en cuya nave había vivido la albina durante algún tiempo! No era el momento de peleas, aunque un ardor homicida nació en su estómago y subió hasta su pecho. No estaba de más poner los puntos sobre las íes de entrada, al fin y al cabo.
Therax se levantó, pasando junto a varios de sus compañeros y dirigiéndose al extraño. Zane no paraba de liberar flatulencias, y Nailah respondía a la chica que había retado al pelirrojo con la misma educación que había demostrado ella. «Nada nuevo bajo el sol, supongo», se dijo, disponiéndose a dar los últimos pasos que le separaban de su objetivo.
— ¿Pero se puede saber a qué huele? —se quejó cuando, de imprevisto, un nauseabundo tufo profanó sus fosas nasales. Ese aroma le era familiar, así que no tardó en taladrar al grandullón con la mirada—. ¿Tienes que hacer eso justo ahora, Marc? ¡Qué asco, tío!
La voz del capitán de los Arashi llamó su atención. El condenado parecía pensar mejor con el estómago lleno, y cuanto más lleno mejor. El plan de Zane 'Tonel' D. Kenshin y, en definitiva, de los Arashi no Kyoudai, comenzaba por tener una línea directa de comunicación con quien llevase la voz cantante en la Revolución. Alguien debía encargarse de ello, y el designado sería el contramaestre.
— Vale —respondió, dirigiendo un nuevo vistazo al tal Yuu antes de darle la espalda. Caminó entre el desorganizado grupo de criminales de toda clase que merodeaba por el lugar y puso rumbo a la entrada de la carpa. Observaba a cada uno de ellos dos veces antes de rebasar su posición, desconfiado, pues nunca se sabía qué motivos podían mover a aquellos tipos a reunirse allí. En ese ambiente, las venganzas, traiciones y puñaladas —literalmente— traperas eran más que esperables.
Dos alas azuladas nacieron en su espalda cuando puso un pie fuera de la gran tienda y, sin más dilación, alzó el vuelo. Esperó a encontrarse a varios metros de altura, con el viento cargado de agua azotando su rostro, para introducir la mano en un bolsillo y sacar el trozo de papel que habría de llevarle hasta Annie. Extendió la mano, y éste no tardó en deslizarse en la dirección indicada. «Vamos allá», pensó, generando una poderosa corriente de viento para impulsarse.
No dejó de avanzar hasta que la Vibre Card se detuvo, haciéndolo siempre en sentido ascendente para zafarse de miradas curiosas o malintencionadas —o ambas—. Bajo él, a varios kilómetros, un gran navío debía hacer las veces de nave nodriza, centro de mando o el nombre que aquella gente usase para referirse al lugar desde el que se dirigía todo. No sabía si le habían avistado, aunque esperaba que no. También desconocía si abrirían fuego contra él en cuanto le divisasen, pero tenía un caracol que entregar, una albina por la que preocuparse y una tripulación por la que dar la vida.
Inspiró profundamente, liberando el aire de forma rápida por puro nerviosismo. No hubo una tercera, pues realizó una tímida pirueta antes de lanzarse en picado. Esperaba que, de ese modo, aun si intentaban abrir fuego sobre él, no pudieran fijar el objetivo con facilidad. Con algo de suerte se encontraría en la cubierta antes de que nadie accionase el gatillo.
Una nueva ráfaga de viento le propulsó hacia el vacío. Cayó durante varios segundos que se le hicieron eternos. El viento soplaba con fuerza, golpeando con furia sus tímpanos conforme la imagen del barco se hacía más nítida ante sus ojos. Y entonces, cuando apenas quedaban unos metros para chocar contra la madera, generó una corriente de viento en sentido contrario al tiempo que desplegaba las alas para frenar en seco. Sendos vendavales colisionaron, liberando una onda de viento capaz de agitar con toda la furia del mar los barcos posicionados alrededor del principal.
Cuando sus pies tocaron la cubierta, ya no había alas que contemplar en su espalda. Se encontraba de pie, serio, impertérrito y tranquilo. Devolvía la mirada a todo aquél que la posaba sobre él, mas en realidad buscaba a Annie. No podía encontrarse muy lejos, pero sus ojos no la divisaban.
— Necesito hablar con vuestro líder. Tengo un mensaje y un regalo para él de parte de Zane D. Kenshin.
Ignoraba si algunos de los allí presentes conocería su identidad, aunque, vistos los precedentes, lo más probable era que no. Pero eso poco importaba; allí se dilucidaban asuntos más importantes que la vanidad y el ego de un pirata. ¿¡Y dónde demonios estaba Annie!? Quería abrazarla y preguntarle qué tenía ella que ver con la dichosa aguja.
No obstante, lo que no podía ignorar era el nombre del tipo al que se estaba dirigiendo Luka, el mismo que había alzado la voz para dirigirse al autoproclamado Señor del Bajo Mundo. ¿Yuu? ¿De qué le sonaba ese nombre? La imagen de la taberna de Isla Banaro volando por los aires acudió a su mente. ¡Ése era el supuesto 'amigo' de Annie, en cuya nave había vivido la albina durante algún tiempo! No era el momento de peleas, aunque un ardor homicida nació en su estómago y subió hasta su pecho. No estaba de más poner los puntos sobre las íes de entrada, al fin y al cabo.
Therax se levantó, pasando junto a varios de sus compañeros y dirigiéndose al extraño. Zane no paraba de liberar flatulencias, y Nailah respondía a la chica que había retado al pelirrojo con la misma educación que había demostrado ella. «Nada nuevo bajo el sol, supongo», se dijo, disponiéndose a dar los últimos pasos que le separaban de su objetivo.
— ¿Pero se puede saber a qué huele? —se quejó cuando, de imprevisto, un nauseabundo tufo profanó sus fosas nasales. Ese aroma le era familiar, así que no tardó en taladrar al grandullón con la mirada—. ¿Tienes que hacer eso justo ahora, Marc? ¡Qué asco, tío!
La voz del capitán de los Arashi llamó su atención. El condenado parecía pensar mejor con el estómago lleno, y cuanto más lleno mejor. El plan de Zane 'Tonel' D. Kenshin y, en definitiva, de los Arashi no Kyoudai, comenzaba por tener una línea directa de comunicación con quien llevase la voz cantante en la Revolución. Alguien debía encargarse de ello, y el designado sería el contramaestre.
— Vale —respondió, dirigiendo un nuevo vistazo al tal Yuu antes de darle la espalda. Caminó entre el desorganizado grupo de criminales de toda clase que merodeaba por el lugar y puso rumbo a la entrada de la carpa. Observaba a cada uno de ellos dos veces antes de rebasar su posición, desconfiado, pues nunca se sabía qué motivos podían mover a aquellos tipos a reunirse allí. En ese ambiente, las venganzas, traiciones y puñaladas —literalmente— traperas eran más que esperables.
Dos alas azuladas nacieron en su espalda cuando puso un pie fuera de la gran tienda y, sin más dilación, alzó el vuelo. Esperó a encontrarse a varios metros de altura, con el viento cargado de agua azotando su rostro, para introducir la mano en un bolsillo y sacar el trozo de papel que habría de llevarle hasta Annie. Extendió la mano, y éste no tardó en deslizarse en la dirección indicada. «Vamos allá», pensó, generando una poderosa corriente de viento para impulsarse.
No dejó de avanzar hasta que la Vibre Card se detuvo, haciéndolo siempre en sentido ascendente para zafarse de miradas curiosas o malintencionadas —o ambas—. Bajo él, a varios kilómetros, un gran navío debía hacer las veces de nave nodriza, centro de mando o el nombre que aquella gente usase para referirse al lugar desde el que se dirigía todo. No sabía si le habían avistado, aunque esperaba que no. También desconocía si abrirían fuego contra él en cuanto le divisasen, pero tenía un caracol que entregar, una albina por la que preocuparse y una tripulación por la que dar la vida.
Inspiró profundamente, liberando el aire de forma rápida por puro nerviosismo. No hubo una tercera, pues realizó una tímida pirueta antes de lanzarse en picado. Esperaba que, de ese modo, aun si intentaban abrir fuego sobre él, no pudieran fijar el objetivo con facilidad. Con algo de suerte se encontraría en la cubierta antes de que nadie accionase el gatillo.
Una nueva ráfaga de viento le propulsó hacia el vacío. Cayó durante varios segundos que se le hicieron eternos. El viento soplaba con fuerza, golpeando con furia sus tímpanos conforme la imagen del barco se hacía más nítida ante sus ojos. Y entonces, cuando apenas quedaban unos metros para chocar contra la madera, generó una corriente de viento en sentido contrario al tiempo que desplegaba las alas para frenar en seco. Sendos vendavales colisionaron, liberando una onda de viento capaz de agitar con toda la furia del mar los barcos posicionados alrededor del principal.
Cuando sus pies tocaron la cubierta, ya no había alas que contemplar en su espalda. Se encontraba de pie, serio, impertérrito y tranquilo. Devolvía la mirada a todo aquél que la posaba sobre él, mas en realidad buscaba a Annie. No podía encontrarse muy lejos, pero sus ojos no la divisaban.
— Necesito hablar con vuestro líder. Tengo un mensaje y un regalo para él de parte de Zane D. Kenshin.
Ignoraba si algunos de los allí presentes conocería su identidad, aunque, vistos los precedentes, lo más probable era que no. Pero eso poco importaba; allí se dilucidaban asuntos más importantes que la vanidad y el ego de un pirata. ¿¡Y dónde demonios estaba Annie!? Quería abrazarla y preguntarle qué tenía ella que ver con la dichosa aguja.
- Resumen:
- Pues:
- Tomarme mi posición de '0 a la izquierda' con filosofía.
- Reconocer el nombre de Yuu y dirigirme a él para cantarle las cuarenta de forma
casi homicidacordial y educada. Therax conoce su nombre por un rol. - Recibir las órdenes de Zane y poner rumbo a la nave central de la Revolución siguiendo la Vibre Card de Annie.
- Aterrizar a lo badass —o intentarlo— y pedir audiencia con el mandamás.
- Buscar a Annie con la mirada al mismo tiempo.
Creo que no me dejo nada. Quiero aclarar que no condiciono nada en los posts porque me resulta feo escribir tres párrafos a base de condicionales, pero en ningún momento doy por hecho que salga de la carpa sin incidencias, que no encuentre problemas mientras vuelo o que aterrice en el barco sin dificultades. Y creo que eso es todo.
- Tomarme mi posición de '0 a la izquierda' con filosofía.
Maki
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El Oficial Makintosh encontró un tanto difícil atarse al submarino. Es decir, esa cosa era como un enorme pepino metálico y era muy difícil poder enganchar la cuerda a algo. Al final decidió atarse a una especie de tubo con un cristal que sobresalía del techo. Lo hizo de tal forma que el culo quedó a la altura de la lente, pero seguro que daba igual. No creía que el tubito sirviese para nada. Su heroica gesta, sin embargo, no fue todo lo épica que él habría deseado. ¿El motivo? El submarino no arrancaba.
-¡Venga, vamos! ¡Arranca! -exclamó, golpeando el casco del vehículo. Pero ni caso.
-Augustus -le dijo Margaret, dándole un toquecito imaginario en el brazo-. Aquí hay alguien que quiere hablar contigo.
Nota del director: Margaret, la amiga de Maki, dejó de ser imaginaria durante el episodio 2 de la tercera temporada, "Aquel enorme paquete".
Maki se giró y estudió detenidamente al tipo de aspecto entusiasta que tan despreocupadamente se ofrecía a él. ¿Era nuevo en la Revolución? Debería saber que al Oficial Makintosh no se le hablaba con tanta familiaridad. De hecho, durante sus primeros días como alto cargo intentó instaurar un ritual: todo el mundo que quisiera hablar con él tendría que arrancarle la cabeza a un pollo de un mordisco, pero no caló entre las filas de la armada. Aun así, se suponía que tenía que imponer cierto respeto a sus inferiores.
Así que se quitó las gafas y se le quedó mirando fijamente con sus diminutos ojos negros durante un largo minuto. No habló, no movió un solo músculo. La estatua de piedra que era el Oficial Makintosh taladró con la mirada al joven revolucionario.
-¿Sabes respirar bajo el agua? -preguntó-. ¿Estás preparado para dar tu vida por la Causa, para alimentarte de desechos entre la crueldad del campo de batalla? ¿Estás listo para darme el cincuenta por ciento de tu sueldo y obedecer todas mis órdenes aunque te cueste la dignidad y la salud? ¡¡¡¿Estás listo para servir, proteger y, joder, arrancarle el puto corazón a tus enemigos y comértelo mientras aún late?!!!
Habría seguido un rato más, pero un cadete exigía su presencia. Maki aceptó su carta y la abrió con sus dedos rollizos. Al menos haría tiempo hasta que el maldito submarino se pusiese en marcha. Lo que leyó en ella le heló la sangre. Arrugó el papel despacio y con dramatismo y luego se lo comió para no dejar rastro mientras se mesaba el bigote con gestos medidos y calmados.
Nota del director: Maki tiene una pared de su cuarto totalmente cubierta de bigotes postizos. Cada mañana elige uno distinto.
-¿Quién te ha dado esto? ¿Dónde? ¿Cómo era? ¿Era de madera? -inquirió al mensajero.
Si el contenido de la nota era cierto, la misión acababa de complicarse enormemente. Y tenía que ser cierto, pues la firma era inconfundible: un pegote de tinta. La Revolución tenía otro enemigo aparte del tal Krauser. Uno mucho más peligroso.
-Tenemos que darnos prisa-. ¡Revolución, en marcha!
-¡Venga, vamos! ¡Arranca! -exclamó, golpeando el casco del vehículo. Pero ni caso.
-Augustus -le dijo Margaret, dándole un toquecito imaginario en el brazo-. Aquí hay alguien que quiere hablar contigo.
Nota del director: Margaret, la amiga de Maki, dejó de ser imaginaria durante el episodio 2 de la tercera temporada, "Aquel enorme paquete".
Maki se giró y estudió detenidamente al tipo de aspecto entusiasta que tan despreocupadamente se ofrecía a él. ¿Era nuevo en la Revolución? Debería saber que al Oficial Makintosh no se le hablaba con tanta familiaridad. De hecho, durante sus primeros días como alto cargo intentó instaurar un ritual: todo el mundo que quisiera hablar con él tendría que arrancarle la cabeza a un pollo de un mordisco, pero no caló entre las filas de la armada. Aun así, se suponía que tenía que imponer cierto respeto a sus inferiores.
Así que se quitó las gafas y se le quedó mirando fijamente con sus diminutos ojos negros durante un largo minuto. No habló, no movió un solo músculo. La estatua de piedra que era el Oficial Makintosh taladró con la mirada al joven revolucionario.
-¿Sabes respirar bajo el agua? -preguntó-. ¿Estás preparado para dar tu vida por la Causa, para alimentarte de desechos entre la crueldad del campo de batalla? ¿Estás listo para darme el cincuenta por ciento de tu sueldo y obedecer todas mis órdenes aunque te cueste la dignidad y la salud? ¡¡¡¿Estás listo para servir, proteger y, joder, arrancarle el puto corazón a tus enemigos y comértelo mientras aún late?!!!
Habría seguido un rato más, pero un cadete exigía su presencia. Maki aceptó su carta y la abrió con sus dedos rollizos. Al menos haría tiempo hasta que el maldito submarino se pusiese en marcha. Lo que leyó en ella le heló la sangre. Arrugó el papel despacio y con dramatismo y luego se lo comió para no dejar rastro mientras se mesaba el bigote con gestos medidos y calmados.
Nota del director: Maki tiene una pared de su cuarto totalmente cubierta de bigotes postizos. Cada mañana elige uno distinto.
-¿Quién te ha dado esto? ¿Dónde? ¿Cómo era? ¿Era de madera? -inquirió al mensajero.
Si el contenido de la nota era cierto, la misión acababa de complicarse enormemente. Y tenía que ser cierto, pues la firma era inconfundible: un pegote de tinta. La Revolución tenía otro enemigo aparte del tal Krauser. Uno mucho más peligroso.
-Tenemos que darnos prisa-. ¡Revolución, en marcha!
- Resumen:
- Atarse al periscopio y poner el culo en la lente - Incomodar a Zuzu - Aceptar y abrir la carta - meter prisa a los submarinos
Dexter Black
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Por un momento saltó, sobresaltado. ¿Cuándo habían llegado ellos? Había creído estar solo en la Red Line, y durante todo su vuelo ni se había dado cuenta de que dos personas viajaban con él... Había estado tan centrado en derribar los barcos, tan ensimismado en evitar que los cañones defensivos no golpearan su enorme cuerpo de sierpe que no había ni reparado en que Slade y Neo... Ah, no. Neo no. Neo acababa de llegar, o al menos eso dejaban entrever sus palabras. Slade sin embargo parecía haberlo visto todo, lo que le llevaba a la precipitada suposición de que estaba enfadado. ¿La verdad? Casi le cabreaba mas no estarlo.
-Síderos, Slade. Síderos - dijo, señalando la aguja-. Alguien ha utilizado la tecnología que debíamos destruir, las armas que Krauser iba a evitar que cayesen en malas manos. -Respiró hondo-. Esto es culpa mía. Pero voy a arreglarlo, aunque me deje la vida en ello.
Suponía que esa explicación bastaría para que Neo entendiese lo delicado de la situación, pero en cualquier caso no tuvo opción de darle más detalles ya que los acontecimientos se solaparon violentamente: Primero llegó un hombre uniformado, ataviado con la capa caqui de la armada y un sobre en la mano. Se lo tendió sin mediar palabra, y aunque Dexter intentó sonsacarle alguna respuesta el tipo se retiró al tiempo que llegaba Osuka Sumisu, que en ese momento ostentaba el liderazgo de la Quime... Beasts of liberty. Le diría algo por cambiar el nombre, pero entre que la Revolución lo asociaba a Krauser y homenajeaba a un villano había hecho más que bien en modificar ese apelativo.
-Así que Brownie requiere mi presencia -musitó para los que estaban cerca mientras Osuka se aproximaba. Podía sentir en él un amargor que se imponía sobre el carácter en principio entusiasta del oficial, y tras escuchar dos veces sus palabras estrechó su mano-. Preferiría que no fuese en estas circunstancias, la verdad.
Akagami aún no había llegado, por lo que Worgulv y Mura tardarían en aparecer -si es que finalmente llegaban-. Echó un vistazo a sus dos compañeros, Deathstroke y Neo, alternativamente, para acto seguido devolver los ojos a Osuka. Había cambiado desde la ultima vez, y a pesar de lo afligido que lo notaba había una actitud mucho más segura naciendo de él... Había mejorado, no cabía duda.
-Chicos, David Brownie nos reclama. -Miró a Osuka- ¿Podrías guiarnos? La verdad es que no había estado nunca abordo de esto.
Si Osu accedía lo seguiría, pero si no comenzaría a caminar siguiendo su propio camino hasta cruzarse con el comandante del West Blue que, si no se equivocaba mucho, debía andar en alguna clase de torre de mando o centro de control. Lo propio de una base naval, vaya.
-Nos enfrentamos al enemigo más implacable que hayamos visto nunca -sentenció, dando zancada firme mientras avanzaba-. Sea quien sea el que esta tras esto, nos la ha jugado a todos.
-Síderos, Slade. Síderos - dijo, señalando la aguja-. Alguien ha utilizado la tecnología que debíamos destruir, las armas que Krauser iba a evitar que cayesen en malas manos. -Respiró hondo-. Esto es culpa mía. Pero voy a arreglarlo, aunque me deje la vida en ello.
Suponía que esa explicación bastaría para que Neo entendiese lo delicado de la situación, pero en cualquier caso no tuvo opción de darle más detalles ya que los acontecimientos se solaparon violentamente: Primero llegó un hombre uniformado, ataviado con la capa caqui de la armada y un sobre en la mano. Se lo tendió sin mediar palabra, y aunque Dexter intentó sonsacarle alguna respuesta el tipo se retiró al tiempo que llegaba Osuka Sumisu, que en ese momento ostentaba el liderazgo de la Quime... Beasts of liberty. Le diría algo por cambiar el nombre, pero entre que la Revolución lo asociaba a Krauser y homenajeaba a un villano había hecho más que bien en modificar ese apelativo.
-Así que Brownie requiere mi presencia -musitó para los que estaban cerca mientras Osuka se aproximaba. Podía sentir en él un amargor que se imponía sobre el carácter en principio entusiasta del oficial, y tras escuchar dos veces sus palabras estrechó su mano-. Preferiría que no fuese en estas circunstancias, la verdad.
Akagami aún no había llegado, por lo que Worgulv y Mura tardarían en aparecer -si es que finalmente llegaban-. Echó un vistazo a sus dos compañeros, Deathstroke y Neo, alternativamente, para acto seguido devolver los ojos a Osuka. Había cambiado desde la ultima vez, y a pesar de lo afligido que lo notaba había una actitud mucho más segura naciendo de él... Había mejorado, no cabía duda.
-Chicos, David Brownie nos reclama. -Miró a Osuka- ¿Podrías guiarnos? La verdad es que no había estado nunca abordo de esto.
Si Osu accedía lo seguiría, pero si no comenzaría a caminar siguiendo su propio camino hasta cruzarse con el comandante del West Blue que, si no se equivocaba mucho, debía andar en alguna clase de torre de mando o centro de control. Lo propio de una base naval, vaya.
-Nos enfrentamos al enemigo más implacable que hayamos visto nunca -sentenció, dando zancada firme mientras avanzaba-. Sea quien sea el que esta tras esto, nos la ha jugado a todos.
- Por favor, gente:
- A ver, que sí, que es gracioso, pero no he ido a por barcos marines. He ido exclusivamente a por los criminales. Que soy majete, jo.
Galhard
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Marine escribió:—¿Por encima de tu cadáver?
—¿Por qué han dejado pasar a un canijo como tú? ¿Es que los suelos del cuartel ya están limpios? Vuélvete allí y coge una fregona, deja la guerra para los luchadores de verdad.
Galhard se giró a ver quien en tono poco amigable le retraía sus palabras, al coincidir su mirada con el marine se sintió algo amedrentado.
Cierto era que llevaba nada y menos en la marina y que comparado a otros soldados y oficiales él no sería más que un estorbo pero no podía quedarse de brazos cruzados mientras su hogar sufría tal amenaza. Respiró hondo y trató de ordenar sus ideas antes de responder a su superior. Galhard enfocó esos comentarios como una preocupación no solo por el éxito de la misión si no hacía él mismo.
— De poco serviría limpiar los cuarteles si nadie vuelve para usarlos señor... Creo que puedo ser más de utilidad aquí que sacando brillo al suelo. Agradezco sus palabras de preocupación señor... Pero, mira te comento.— Galhard suspiró y alzó la vista tratando de escuchar el grito en la lejanía mientras acababa de responder a su su compañero de armas. — Creo que será mejor continuar con esta conversación después señor. — Tras sus ultimas palabras Galhard tendió la mano el marine tratando de dar por acabada la conversación por el momento.
Valar Morghul
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Todo el mundo tiene suerte alguna vez y el gordo del cochinillo no iba a ser el desafortunado. Quizá motivado por mi aspecto inofensivo, el enorme pirata creyó que podía arrebatarme el postre con la misma facilidad con la que se acababa una hamburguesa, pero el mundo estaba lleno de sorpresas y su rolliza mano acabó siendo el objetivo de uno de los elegantes tenedores de la mesa, el cual se quedó clavado en su dorso unos instantes antes de precipitarse al suelo mientras el gordo se levantaba bruscamente entre quejas e ignorando que yo tenia a mi cuchillo favorito, Blackstorm, oculto en mi manga derecha y que el otro pirata, con el que había empezado a discutir, le había salvado la mano al clavarle el tenedor antes de acercarse lo suficiente a mi fuente de arroz con leche.
-Pelearos si queréis, pero como un solo grano de arroz caiga al suelo... os cortare en rodajas- avisé con mi característico y despreocupado tono alegre a ambos piratas, sacando con un rápido movimiento de muñeca a Blackstorm y clavándolo en la mesa mientras hacía una breve pausa y demostrando así que, pese a mi aspecto inocente, estaba preparado para llevar a cabo mi amenaza.
Los dos piratas me miraron extrañados, pero no tardaron mucho en empezar a insultarse y a pedirse explicaciones, comportándose como auténticos piratas dignos de las peores tabernas en las que todo se solucionaba a base de puñetazos e insultos. Pero todo eso no me importaba siempre y cuando no tocasen mi arroz con leche y, afortunadamente para ellos, no cometieron tal estupidez y me dejaron tranquilo, bajando el nivel de arroz con leche mientras terminaba de escuchar a nuestro anfitrión.
En cuanto Elrik terminó su discurso, una oleada de diferentes reacciones se dieron en el lugar. La más llamativa de todas, y la que consiguió que Elrik volviese a hablar antes de retirarse, fue la de Yuu Z. Blade, un criminal con una recompensa bastante jugosa sobre su cabeza y con un gran estilo para la ropa, al menos para mí.
Todo aquello no había evitado que continuase vaciando tranquilamente la fuente de arroz con leche mientras observaba el espectáculo, siendo uno de los pocos que, gracias al ruido que hacía mi cuchara con la fuente, rompía el tenso silencio tras la desaparición de Elrik, el cual sólo había confirmado lo que ya pensaba de él. Pero este silencio no fue eterno e, instantes después, las conversaciones volvieron al interior de la carpa, para debatir lo que acababa de suceder o para cosas tan triviales como el intento de ligoteo entre piratas, siendo el ejemplo de esto las dos chicas que acababan de entrar en la carpa tras perderse el interesante discurso de Elrik. La primera de ellas, pelinegra, sin cartel de recompensa y con un don para hacer una entrada de primera aprovechando un "fortuito" rayo. La segunda, de cabello castaño y con una actitud mucho más discreta, tampoco era señalada por mi lentilla y eso, al igual que con la anterior, sólo podía significar que tenía un muy buen disfraz, que pertenecía al bando de los "buenos" o que era una pirata que acababa de entrar en el negocio, algo que me resultaba muy interesante.
Mientras todo esto sucedía, mis dos acompañantes ya habían dejado las palabras a un lado y habían pasado directamente a los puños, manteniendo una pelea bastante intensa que, por el momento, no tenía un claro ganador. De haberme quedado arroz con leche me habría quedado viendo esa desleal pelea, pero mis reservas habían llegado a su fin y no había nada que me atase a esa mesa, por lo que recupere mi cuchillo y abandoné el lugar sin decir nada a la gente que me rodeaba y dándome cuenta de que había perdido de vista a la primera chica.
Por suerte, la joven de pelo castaño también había llamado lo suficiente mi atención, aunque yo no parecía ser el único que había reparado en ella y uno de los más borrachos del lugar se había acercado a molestarla. La chica, de haber tenido recompensa, no me habría interesado lo más mínimo seguramente, pero al no tener había un alto porcentaje de que me pudiese resultar útil y eso, sumado a mi aburrimiento, hizo que me acercase inofensivamente por la espalda a la chica y al borracho, con Blackstorm oculto en mi manga derecha y preparado para actuar si la chica necesitaba ayuda.
-Pelearos si queréis, pero como un solo grano de arroz caiga al suelo... os cortare en rodajas- avisé con mi característico y despreocupado tono alegre a ambos piratas, sacando con un rápido movimiento de muñeca a Blackstorm y clavándolo en la mesa mientras hacía una breve pausa y demostrando así que, pese a mi aspecto inocente, estaba preparado para llevar a cabo mi amenaza.
Los dos piratas me miraron extrañados, pero no tardaron mucho en empezar a insultarse y a pedirse explicaciones, comportándose como auténticos piratas dignos de las peores tabernas en las que todo se solucionaba a base de puñetazos e insultos. Pero todo eso no me importaba siempre y cuando no tocasen mi arroz con leche y, afortunadamente para ellos, no cometieron tal estupidez y me dejaron tranquilo, bajando el nivel de arroz con leche mientras terminaba de escuchar a nuestro anfitrión.
En cuanto Elrik terminó su discurso, una oleada de diferentes reacciones se dieron en el lugar. La más llamativa de todas, y la que consiguió que Elrik volviese a hablar antes de retirarse, fue la de Yuu Z. Blade, un criminal con una recompensa bastante jugosa sobre su cabeza y con un gran estilo para la ropa, al menos para mí.
Todo aquello no había evitado que continuase vaciando tranquilamente la fuente de arroz con leche mientras observaba el espectáculo, siendo uno de los pocos que, gracias al ruido que hacía mi cuchara con la fuente, rompía el tenso silencio tras la desaparición de Elrik, el cual sólo había confirmado lo que ya pensaba de él. Pero este silencio no fue eterno e, instantes después, las conversaciones volvieron al interior de la carpa, para debatir lo que acababa de suceder o para cosas tan triviales como el intento de ligoteo entre piratas, siendo el ejemplo de esto las dos chicas que acababan de entrar en la carpa tras perderse el interesante discurso de Elrik. La primera de ellas, pelinegra, sin cartel de recompensa y con un don para hacer una entrada de primera aprovechando un "fortuito" rayo. La segunda, de cabello castaño y con una actitud mucho más discreta, tampoco era señalada por mi lentilla y eso, al igual que con la anterior, sólo podía significar que tenía un muy buen disfraz, que pertenecía al bando de los "buenos" o que era una pirata que acababa de entrar en el negocio, algo que me resultaba muy interesante.
Mientras todo esto sucedía, mis dos acompañantes ya habían dejado las palabras a un lado y habían pasado directamente a los puños, manteniendo una pelea bastante intensa que, por el momento, no tenía un claro ganador. De haberme quedado arroz con leche me habría quedado viendo esa desleal pelea, pero mis reservas habían llegado a su fin y no había nada que me atase a esa mesa, por lo que recupere mi cuchillo y abandoné el lugar sin decir nada a la gente que me rodeaba y dándome cuenta de que había perdido de vista a la primera chica.
Por suerte, la joven de pelo castaño también había llamado lo suficiente mi atención, aunque yo no parecía ser el único que había reparado en ella y uno de los más borrachos del lugar se había acercado a molestarla. La chica, de haber tenido recompensa, no me habría interesado lo más mínimo seguramente, pero al no tener había un alto porcentaje de que me pudiese resultar útil y eso, sumado a mi aburrimiento, hizo que me acercase inofensivamente por la espalda a la chica y al borracho, con Blackstorm oculto en mi manga derecha y preparado para actuar si la chica necesitaba ayuda.
- resumen:
- -Amenazar al señor de la compota y al señor del cochinillo con cortarles en rodajas si me tiran el arroz con leche mientras se pelean.
-Ver a Yuu y admirar su estilo para la ropa mientras veo su cartel de recompensa con mi lentilla.
-Continuar comiendo arroz con leche mientras los demás debaten las palabras de Elrik, a las cuales yo no doy mucha importancia.
-Ver mientras como llegan Lysbeth y Valeria, dándome cuenta de que no tienen recompensa y llamando con ello mi atención.
-Acercarme a Valeria para saber más de ella y ver si me interesa, aunque llega antes el borracho y consigue con eso que me acerque por la espalda a ellos, preparado para usar mi Blackstorm si Valeria necesita ayuda.
Rei Arslan
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La revolucionaria paseaba por el interior del submarino intranquila. Nunca había viajado en una nave así, ¿qué se sentiría al ir bajo el agua? La perspectiva debía ser increíble, pues nunca había tenido la oportunidad de bucear debido a poseer una akuma. Directamente, no sabía ni nadar aunque de poco le servía también, nunca tuvo oportunidad de aprender en el orfanato, tan solo sumergirse en las bañeras mugrosas que poseía su hogar.
Un parpadeo de las luces le hizo alzar la cabeza y un hombre de avanzada edad le llamó la atención a ella y sus compañeros. Al parecer el hombre tenía bastantes ganas de charlar mientras se dedicaba a arreglar lo que aun no estaba preparado. Ella solía ser extrovertida, pero no tenía ni idea sobre qué clase de conversación podrían tener.
-Yo... es que no controlo mucho de tecnología. Nunca nos hemos llevado bien - comentó mientras se colocaba el parche de Yuu que llevaba colgado al cuello, el cual le estaba incomodando por llevarlo así.
A pesar de que Osuka les había pedido que esperasen en el interior, Annie no estaba acostumbrada a seguir órdenes, por lo que salió detrás de él al cabo de un rato. Atravesó un par de pasillos angostos, evitando tocar todo y llegó hasta la pasarela que comunicaba con el muelle. Vio a Osuka cerca mantener una charla con el famoso Dexter Black, hasta hace unos meses ella no tenía ni idea de quién era, pero para el mundo parecía ser muy importante y eso a Annie le agradaba.
Se giró, mirando hacia todos lados hasta que su vista se detuvo en una persona. Therax estaba allí, en la cubierta del submarino. Annie lo miró de arriba abajo para corroborar si era él, pero su vista no fallaba. Corrió hacia la cubierta y saltó para abrazarlo, hundiendo la cabeza en su pecho, después de fundirse en un largo abrazo lo miró con una sonrisa de oreja a oreja. Al parecer estaba buscando al líder de los Beasts, pero este no se encontraba disponible.
-¡Therax! ¿Pero qué estás haciendo aquí? Ven, vayamos adentro.
Cogió su mano y lo llevó hasta la entrada del submarino, en donde se encontraban Edward y Alistar.
-Osuka ahora está reunido con Dexter Black, dame el Den Den a mí y se lo daré en cuanto vuelva. Este es Edward, un integrante de los Beasts of Liberty y él es Alistar, mi padre adoptivo - Aquellas presentaciones ponían contenta a Annie, pero en cuanto terminaran se retiraría hacia una sala junto a Therax.
Cuando llegó a ella suspiró con la cabeza gacha mientras se apoyaba en un lateral. Una sensación de angustia la atormentaba pese a no haberse sentido así nunca y sentía que no era capaz de escapar de ella. Miró al rubio y agarró su mano con suavidad.
-No sé que va a pasar en cuanto esto se ponga en marcha, solo sé que tengo miedo. Miedo por mis amigos, por Alistar y sobre todo por ti. Esa aguja no es algo que se pueda vencer tan fácilmente y me preocupa la cantidad de vidas que se va a llevar por delante. Quédate aquí, avisa a tu capitán de que necesitas ir conmigo, estoy segura de que Zane lo entenderá... por favor - Tomó una pausa mientras acariciaba su fría mano-. No sé que nos deparará el destino en esta guerra, pero quiero que permanezcamos juntos pase lo que pase.
Un parpadeo de las luces le hizo alzar la cabeza y un hombre de avanzada edad le llamó la atención a ella y sus compañeros. Al parecer el hombre tenía bastantes ganas de charlar mientras se dedicaba a arreglar lo que aun no estaba preparado. Ella solía ser extrovertida, pero no tenía ni idea sobre qué clase de conversación podrían tener.
-Yo... es que no controlo mucho de tecnología. Nunca nos hemos llevado bien - comentó mientras se colocaba el parche de Yuu que llevaba colgado al cuello, el cual le estaba incomodando por llevarlo así.
A pesar de que Osuka les había pedido que esperasen en el interior, Annie no estaba acostumbrada a seguir órdenes, por lo que salió detrás de él al cabo de un rato. Atravesó un par de pasillos angostos, evitando tocar todo y llegó hasta la pasarela que comunicaba con el muelle. Vio a Osuka cerca mantener una charla con el famoso Dexter Black, hasta hace unos meses ella no tenía ni idea de quién era, pero para el mundo parecía ser muy importante y eso a Annie le agradaba.
Se giró, mirando hacia todos lados hasta que su vista se detuvo en una persona. Therax estaba allí, en la cubierta del submarino. Annie lo miró de arriba abajo para corroborar si era él, pero su vista no fallaba. Corrió hacia la cubierta y saltó para abrazarlo, hundiendo la cabeza en su pecho, después de fundirse en un largo abrazo lo miró con una sonrisa de oreja a oreja. Al parecer estaba buscando al líder de los Beasts, pero este no se encontraba disponible.
-¡Therax! ¿Pero qué estás haciendo aquí? Ven, vayamos adentro.
Cogió su mano y lo llevó hasta la entrada del submarino, en donde se encontraban Edward y Alistar.
-Osuka ahora está reunido con Dexter Black, dame el Den Den a mí y se lo daré en cuanto vuelva. Este es Edward, un integrante de los Beasts of Liberty y él es Alistar, mi padre adoptivo - Aquellas presentaciones ponían contenta a Annie, pero en cuanto terminaran se retiraría hacia una sala junto a Therax.
Cuando llegó a ella suspiró con la cabeza gacha mientras se apoyaba en un lateral. Una sensación de angustia la atormentaba pese a no haberse sentido así nunca y sentía que no era capaz de escapar de ella. Miró al rubio y agarró su mano con suavidad.
-No sé que va a pasar en cuanto esto se ponga en marcha, solo sé que tengo miedo. Miedo por mis amigos, por Alistar y sobre todo por ti. Esa aguja no es algo que se pueda vencer tan fácilmente y me preocupa la cantidad de vidas que se va a llevar por delante. Quédate aquí, avisa a tu capitán de que necesitas ir conmigo, estoy segura de que Zane lo entenderá... por favor - Tomó una pausa mientras acariciaba su fría mano-. No sé que nos deparará el destino en esta guerra, pero quiero que permanezcamos juntos pase lo que pase.
Bizvan
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La voz familiar de mi nakama me arrancó una ligera sonrisa. La presencia de Tobi era como arrojar agua en un desierto, pero en este momento agradecía con toda mi fuerza poder ver a mi compañero. De no ser por el hecho de estar a punto de librar otra guerra, expresaría abiertamente mi felicidad por poder verlo de nuevo, pero tras considerar que en el peor de los casos podría perder a uno de los pocos amigos que me quedaban, hubiera preferido que el agente se viera involucrado en alguna misión y hubiera conseguido asistir.
Procure ocultar mi conflicto interno y solo me limité a contestar “Me alegra poder contar contigo en esto amigo” Cosa que no era mentira, pero que al mismo tiempo no terminaba de expresar todo lo que sentía.
* Si Tobí está aquí, es bastante seguro que él también se encuentre en este sitio. Bueno me siento un poco tranquilo al saber que no estará solo, pero aun así sería mejor que nadie se viera en la necesidad de llevar a cabo algo peligroso.
Una sombra acompañada de las expresiones de asombro y terror llamaron mi atención. Al ver lo que lo causaba no pude evitar sentir como un poco de sudor recorría mi frente. Era el jodido Dragón y como si de respirar se tratara, había acabado con buques marines, para después alejarse volando.
- ¿Pesadilla? Desearía que así lo fuera, al menos tendría la certeza de salir vivo por más miedo que pasara en ella. Esté listo o no, eso no detendrá a los monstruos como ese de llevar a cabo sus acciones, pero al menos procuraré morir por no hacer nada. -contesté al comentario de mi nakama
Un grito extraño me tomó por sorpresa y sin pensarlo mucho preparé mis manos para estar listo y arrojar una daga. No quería admitirlo pero la presencia del dragón mi puso nervioso.
Quien gritaba y se acercaba era una mujer marine, una aparente recluta presa del pánico provocado por la bestia de hace unos momentos.
No puede evitar dar un pequeño paso atrás al ver como se aferraba al brazo de mi compañero y gritaba por ayuda.
Trataba de hacer el mayor esfuerzo por no hacer evidente mi incomodidad, aunque agradeció que ella no fuera pelirroja, de lo contrario había retrocedido más de tres pasos largos.
* Ahh, que incomodo, pero no la culpo por estar asustada, pero aun así desearía que no gritara tanto.
- Tranquila, tranquila, el dragón se fue. Dime, ¿de donde vienes hay alguien que necesite ayuda médica? Si no es así puedes calmarte, por ahora todo está bien. Si te hace sentir mejor, estás abrazada a alguien con una fuerza considerable. -expresé con el tono de voz más tranquilizante que podía, pero sin pretender actuar como un superior.
Era poco probable que la mujer supiera algo, pero quizás su reacción era fruto de ver algo más que nosotros no. Por tanto si conseguía calmarla, preguntaría que vio, a qué sección o flota pertenece y quien era su superior.
Procure ocultar mi conflicto interno y solo me limité a contestar “Me alegra poder contar contigo en esto amigo” Cosa que no era mentira, pero que al mismo tiempo no terminaba de expresar todo lo que sentía.
* Si Tobí está aquí, es bastante seguro que él también se encuentre en este sitio. Bueno me siento un poco tranquilo al saber que no estará solo, pero aun así sería mejor que nadie se viera en la necesidad de llevar a cabo algo peligroso.
Una sombra acompañada de las expresiones de asombro y terror llamaron mi atención. Al ver lo que lo causaba no pude evitar sentir como un poco de sudor recorría mi frente. Era el jodido Dragón y como si de respirar se tratara, había acabado con buques marines, para después alejarse volando.
- ¿Pesadilla? Desearía que así lo fuera, al menos tendría la certeza de salir vivo por más miedo que pasara en ella. Esté listo o no, eso no detendrá a los monstruos como ese de llevar a cabo sus acciones, pero al menos procuraré morir por no hacer nada. -contesté al comentario de mi nakama
Un grito extraño me tomó por sorpresa y sin pensarlo mucho preparé mis manos para estar listo y arrojar una daga. No quería admitirlo pero la presencia del dragón mi puso nervioso.
Quien gritaba y se acercaba era una mujer marine, una aparente recluta presa del pánico provocado por la bestia de hace unos momentos.
No puede evitar dar un pequeño paso atrás al ver como se aferraba al brazo de mi compañero y gritaba por ayuda.
Trataba de hacer el mayor esfuerzo por no hacer evidente mi incomodidad, aunque agradeció que ella no fuera pelirroja, de lo contrario había retrocedido más de tres pasos largos.
* Ahh, que incomodo, pero no la culpo por estar asustada, pero aun así desearía que no gritara tanto.
- Tranquila, tranquila, el dragón se fue. Dime, ¿de donde vienes hay alguien que necesite ayuda médica? Si no es así puedes calmarte, por ahora todo está bien. Si te hace sentir mejor, estás abrazada a alguien con una fuerza considerable. -expresé con el tono de voz más tranquilizante que podía, pero sin pretender actuar como un superior.
Era poco probable que la mujer supiera algo, pero quizás su reacción era fruto de ver algo más que nosotros no. Por tanto si conseguía calmarla, preguntaría que vio, a qué sección o flota pertenece y quien era su superior.
- Resumen :
Pensar en cosas poco relevantes.
Sentir miedo de ver al dragón.
Intentar calmar a la mujer y en caso de conseguirlo preguntar que vio, su sección o flota y la ubicación de su superior.
Katharina von Steinhell
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No le debía sorprender que su compañero fuera a encarar a Yuu, después de todo, tenía motivos suficientes para hacerlo. Aún los tenía con Katharina, pero parecía ser que en cada aventura la distancia entre ambos desaparecía. La bruja aprovechó ese momento para acercársele al pelinegro y, una vez estuvo lo suficientemente cerca, pudo ver que le acompañaba el pequeño ladronzuelo de Archipiélago Shabaody. Llegó unos segundos antes de que terminara con su sermón.
—No es necesario que me busques, aquí estoy —le dijo a Yuu mientras se acercaba con paso firme hacia él—. Y a ti no esperaba verte. Sería un desperdicio que murieras ahora, así que no lo hagas —le ordenó a Lance como si tuviera cierta autoridad en él. Ese chico tenía mucho potencial, era algo que debía admitir—. Chicos, tengo un plan —anunció finalmente cuando el gyojin se marchó—, pero necesito su ayuda para que funcione. Viktor quiere los planos, y yo digo que hay que robarlos. Con sus habilidades no habrá puerta que no podamos abrir. Sin embargo, deben tener en cuenta que no somos los únicos que iremos tras ellos. Si les interesa saber más, contáctenme dentro de unos minutos. Y recuerden, si hacemos esto bien, nuestros nombres serán conocidos en todo el mundo —les mencionó a ambos dándoles el número de su DDM, un caracol con un sombrero de bruja.
Pensativa, volvió a la mesa junto a sus compañeros y los preparativos no tardaron en comenzar. Luego de que Therax fuera a donde estaba su novia —o algo así había entendido—, el pelirrojo les pidió a los presentes que le acompañaran. La verdad no quería perderse esa conversación; Viktor parecía ser un sujeto de lo más interesante, y Katharina no podía evitar sentir curiosidad por cuáles serían las palabras que escogería. Tenía entendido que Zane fue engañado por ese hombre, así que seguramente la conversación sería de lo más interesante. No obstante, la bruja tenía sus propios planes.
—Espera un poco —le dijo al pelirrojo, esperando que los demás continuasen su camino para hablarle a solas—. Quiero estar ahí cuando hables con Viktor, pero creo que hay cosas más importantes por hacer. Debo robar los planos, y para eso necesito toda la ayuda que pueda conseguir —le mencionó, mirándole seriamente con sus inexpresivos ojos azules—. Tengo pensado reclamar algunos favores —añadió a los pocos segundos—. Me adelantaré para tomar ventaja.
La escandalosa llegada de Arribor Neus había sido presenciada por la bruja, quien miraba al pirata con interés. Katharina necesitaba más piezas para terminar de construir el equipo perfecto para robar los planos. Si a Yuu y a Lance les interesaba y terminaban uniéndosele, tendría el dúo perfecto para abrir cualquier puerta. Por otra parte, Arribor tenía una reputación difícil de ignorar. Era fuerte. Y afortunadamente le debía un favor a la bruja por haberlo llevado hasta su barco. Por supuesto, tenía pensado más o menos una forma de abordarle sin sonar prepotente. Entonces, caminó hacia el hombre del parche.
—Parece que los bichos raros están donde quiera que vayas —comentó con una fría sonrisa, fijándose en la mujer que estaba pegada a Arribor y la anciana excesivamente arrugada que le regañaba por haber llegado tarde—. Espero que me recuerdes pues fui yo quien te llevó al barco luego de que todo se fuese a la mierda. No sé si te has enterado, pero ahora las cosas son mucho más interesantes que en esa ocasión —mencionó, procurando tener la atención de Neus—. No me gusta perder el tiempo, y dudo que a ti sí. Tengo planes, Arribor, y me gustaría que formaras parte de ellos. He oído lo fuerte que eres y si te unes, estoy segura que allá donde vaya nos encontraremos con gente que te dará una buena pelea. Espero que hayas oído lo que dijo Viktor sobre los planos de esa aguja, pues tengo pensado ir por ellos. Además, me gustaría que estuviéramos a mano por lo de Gray Rock. Y por supuesto tu acompañante puede venir con nosotros—terminó diciendo con una sonrisa maliciosa.
—No es necesario que me busques, aquí estoy —le dijo a Yuu mientras se acercaba con paso firme hacia él—. Y a ti no esperaba verte. Sería un desperdicio que murieras ahora, así que no lo hagas —le ordenó a Lance como si tuviera cierta autoridad en él. Ese chico tenía mucho potencial, era algo que debía admitir—. Chicos, tengo un plan —anunció finalmente cuando el gyojin se marchó—, pero necesito su ayuda para que funcione. Viktor quiere los planos, y yo digo que hay que robarlos. Con sus habilidades no habrá puerta que no podamos abrir. Sin embargo, deben tener en cuenta que no somos los únicos que iremos tras ellos. Si les interesa saber más, contáctenme dentro de unos minutos. Y recuerden, si hacemos esto bien, nuestros nombres serán conocidos en todo el mundo —les mencionó a ambos dándoles el número de su DDM, un caracol con un sombrero de bruja.
Pensativa, volvió a la mesa junto a sus compañeros y los preparativos no tardaron en comenzar. Luego de que Therax fuera a donde estaba su novia —o algo así había entendido—, el pelirrojo les pidió a los presentes que le acompañaran. La verdad no quería perderse esa conversación; Viktor parecía ser un sujeto de lo más interesante, y Katharina no podía evitar sentir curiosidad por cuáles serían las palabras que escogería. Tenía entendido que Zane fue engañado por ese hombre, así que seguramente la conversación sería de lo más interesante. No obstante, la bruja tenía sus propios planes.
—Espera un poco —le dijo al pelirrojo, esperando que los demás continuasen su camino para hablarle a solas—. Quiero estar ahí cuando hables con Viktor, pero creo que hay cosas más importantes por hacer. Debo robar los planos, y para eso necesito toda la ayuda que pueda conseguir —le mencionó, mirándole seriamente con sus inexpresivos ojos azules—. Tengo pensado reclamar algunos favores —añadió a los pocos segundos—. Me adelantaré para tomar ventaja.
La escandalosa llegada de Arribor Neus había sido presenciada por la bruja, quien miraba al pirata con interés. Katharina necesitaba más piezas para terminar de construir el equipo perfecto para robar los planos. Si a Yuu y a Lance les interesaba y terminaban uniéndosele, tendría el dúo perfecto para abrir cualquier puerta. Por otra parte, Arribor tenía una reputación difícil de ignorar. Era fuerte. Y afortunadamente le debía un favor a la bruja por haberlo llevado hasta su barco. Por supuesto, tenía pensado más o menos una forma de abordarle sin sonar prepotente. Entonces, caminó hacia el hombre del parche.
—Parece que los bichos raros están donde quiera que vayas —comentó con una fría sonrisa, fijándose en la mujer que estaba pegada a Arribor y la anciana excesivamente arrugada que le regañaba por haber llegado tarde—. Espero que me recuerdes pues fui yo quien te llevó al barco luego de que todo se fuese a la mierda. No sé si te has enterado, pero ahora las cosas son mucho más interesantes que en esa ocasión —mencionó, procurando tener la atención de Neus—. No me gusta perder el tiempo, y dudo que a ti sí. Tengo planes, Arribor, y me gustaría que formaras parte de ellos. He oído lo fuerte que eres y si te unes, estoy segura que allá donde vaya nos encontraremos con gente que te dará una buena pelea. Espero que hayas oído lo que dijo Viktor sobre los planos de esa aguja, pues tengo pensado ir por ellos. Además, me gustaría que estuviéramos a mano por lo de Gray Rock. Y por supuesto tu acompañante puede venir con nosotros—terminó diciendo con una sonrisa maliciosa.
- Resumen (LEER YUU, LANCE Y RAIN):
- Caminar junto a Luka y acercarse a Yuu y a Lance para proponerles un negocio.
- Decirle a Zane que se pondrá en marcha para robar los planos de la aguja.
- Acercarse a Arribor, comentarle un par de cosillas y reclamar el favor que le debe.
- Caminar junto a Luka y acercarse a Yuu y a Lance para proponerles un negocio.
William White
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Si bien no le resultó del todo agradable la reacción de Kaito, comprendió que la nota había logrado que el pulpo retomará la compostura, lo cual le alivio de sobremanera. Fue en ese instante cuando irrumpió Elliot, soltando un comentario sobre la falta de clase del evento en cuestión.
-En todas las cortes hay bufones- respondí yo en el mismo tono de mi compañero -E imagina bien, pero dónde quedan mis modales -dijo girándose hacia gyojin- Le presento a Kaito, y sus habilidades nos completarán en esta empresa- dije redirigiéndome al recién llegado.
Iba a presentar al propio Elliot más como lo hizo él, deje que ambos compañeros se saludarán y hablarán a gusto, justo antes de la intervención del rey del bajo mundo.
Tras escuchar las intervenciones de sus compañeros dispuesto a responderles se vio interrumpido por una luz atravesó la carpa, siendo esta amenaza repelida por una figura femenina, la cual la detuvo con gran soltura justo antes de pedir una bebida como si nada hubiera ocurrido. Si bien la acción no era tan sorprendente como el rayo en sí, la naturalidad con la que la había manejado era cuanto menos meritoria.
Analizándola con el mantra y valorando su fuerza en el proceso, creí recordarla, y haciendo una relación de eventos en su prodigiosa memoria, resolví el misterio, ya que el aspecto de la mujer había cambiado desde la ultima vez que la recordaba.
Reconocía su aura de los eventos de Jaya, la cual había quedado grabada en mi memoria, ya que pertenecía a la única mujer, si no recordaba mal, que había traído una de las espadas de plata. Además de eso, había sido una de las candidatas con las que agruparme para el tema de las banderas.
-Sin duda me habría ido mejor con el trávelo aquel- pensé para mis adentros -Por lo menos habría podido conversar con alguien- lamenté recordando la mudez del estrafalario okama que había tanta guerra había dado al descamisado del pelirrojo.
Tal vez por estar demasiado enfrascado o por la pretensión de pasar desapercibido no me atreví como mi compañero, aunque en vista del interés que este había despertado está en él, decidí sacar a relucir algo de información, procurando impresionar a sus compañeros.
-No recuerdo el nombre de esa señorita, pero sí recuerdo que fue capaz de obtener una de las espadas en Jaya, en uno de los macabros entretenimientos de nuestro anfitrión- musité en tono bajo, asegurándome de que mis palabras no fueran víctimas de miradas indiscretas -Más su aspecto ha cambiado desde los eventos previos a Grey Rock, tal vez con el propósito de ocultar su identidad- resolví yo suponiendo que iba bajo algún tipo de identidad ficticia, pese a que resultaba algo paradójico que alguien que trataba de enmascararse llamará tanto la atención.
Tomándose una pausa, raspándose la garganta y crujiendo el cuello de una forma algo incómoda, se decidió a dar su opinión sobre las palabras del emperador.
-Comparto vuestras opiniones…- arrancó antes de ser interrumpido por un hombre trajeado.
La propuesta que este les traía le pilló completamente de sorpresa, más estaba seguro de que de tratarse de una persona más expresiva sus ojos habían brillado de avaricia durante esos momentos, por fortuna, White era igual de expresivo que un maniquí. Miré a izquierda y derecha esperando confirmar la decisión del grupo.
-Le seguimos- respondí tajante al mastodonte, mientras me reincorporaba esperando que mis acompañantes hicieran lo propio.
En lo que respectaba a Kaito, dejé que saliera el paso como buenamente pudiera, en caso de que viera que el gyojin no pudiera, le recomendaría que se quedará en la carpa, confiando en que supiera leer entre líneas y aprovechar la oportunidad de enterarse de lo que ocurría en la carpa durante nuestra ausencia.
Independientemente de cómo se resolviera la situación, me abrocharía mi gabardina oscura, me ajustaría mis gafas de sol y caminaría apoyándome en el paraguas negro que portaba en mi mano izquierda, que no era otra cosa que Layl, la susurradora de estrellas. Seguiría al gigantón a una distancia prudencial, mientras de reojo veía los comportamientos incivilizados de Zane y otros tantos beodos del entorno.
-En todas las cortes hay bufones- respondí yo en el mismo tono de mi compañero -E imagina bien, pero dónde quedan mis modales -dijo girándose hacia gyojin- Le presento a Kaito, y sus habilidades nos completarán en esta empresa- dije redirigiéndome al recién llegado.
Iba a presentar al propio Elliot más como lo hizo él, deje que ambos compañeros se saludarán y hablarán a gusto, justo antes de la intervención del rey del bajo mundo.
Tras escuchar las intervenciones de sus compañeros dispuesto a responderles se vio interrumpido por una luz atravesó la carpa, siendo esta amenaza repelida por una figura femenina, la cual la detuvo con gran soltura justo antes de pedir una bebida como si nada hubiera ocurrido. Si bien la acción no era tan sorprendente como el rayo en sí, la naturalidad con la que la había manejado era cuanto menos meritoria.
Analizándola con el mantra y valorando su fuerza en el proceso, creí recordarla, y haciendo una relación de eventos en su prodigiosa memoria, resolví el misterio, ya que el aspecto de la mujer había cambiado desde la ultima vez que la recordaba.
Reconocía su aura de los eventos de Jaya, la cual había quedado grabada en mi memoria, ya que pertenecía a la única mujer, si no recordaba mal, que había traído una de las espadas de plata. Además de eso, había sido una de las candidatas con las que agruparme para el tema de las banderas.
-Sin duda me habría ido mejor con el trávelo aquel- pensé para mis adentros -Por lo menos habría podido conversar con alguien- lamenté recordando la mudez del estrafalario okama que había tanta guerra había dado al descamisado del pelirrojo.
Tal vez por estar demasiado enfrascado o por la pretensión de pasar desapercibido no me atreví como mi compañero, aunque en vista del interés que este había despertado está en él, decidí sacar a relucir algo de información, procurando impresionar a sus compañeros.
-No recuerdo el nombre de esa señorita, pero sí recuerdo que fue capaz de obtener una de las espadas en Jaya, en uno de los macabros entretenimientos de nuestro anfitrión- musité en tono bajo, asegurándome de que mis palabras no fueran víctimas de miradas indiscretas -Más su aspecto ha cambiado desde los eventos previos a Grey Rock, tal vez con el propósito de ocultar su identidad- resolví yo suponiendo que iba bajo algún tipo de identidad ficticia, pese a que resultaba algo paradójico que alguien que trataba de enmascararse llamará tanto la atención.
Tomándose una pausa, raspándose la garganta y crujiendo el cuello de una forma algo incómoda, se decidió a dar su opinión sobre las palabras del emperador.
-Comparto vuestras opiniones…- arrancó antes de ser interrumpido por un hombre trajeado.
La propuesta que este les traía le pilló completamente de sorpresa, más estaba seguro de que de tratarse de una persona más expresiva sus ojos habían brillado de avaricia durante esos momentos, por fortuna, White era igual de expresivo que un maniquí. Miré a izquierda y derecha esperando confirmar la decisión del grupo.
-Le seguimos- respondí tajante al mastodonte, mientras me reincorporaba esperando que mis acompañantes hicieran lo propio.
En lo que respectaba a Kaito, dejé que saliera el paso como buenamente pudiera, en caso de que viera que el gyojin no pudiera, le recomendaría que se quedará en la carpa, confiando en que supiera leer entre líneas y aprovechar la oportunidad de enterarse de lo que ocurría en la carpa durante nuestra ausencia.
Independientemente de cómo se resolviera la situación, me abrocharía mi gabardina oscura, me ajustaría mis gafas de sol y caminaría apoyándome en el paraguas negro que portaba en mi mano izquierda, que no era otra cosa que Layl, la susurradora de estrellas. Seguiría al gigantón a una distancia prudencial, mientras de reojo veía los comportamientos incivilizados de Zane y otros tantos beodos del entorno.
- Resumen:
Escuchar, ser interrumpido por diversos sucesos y finalmente acceder a reunirme con el rey del bajo mundo.
haki de observación: Sendos tiers al cinco (1/15)- Hombre rutinario:
Nombre: Un hombre rutinario
Pasivo: White es un joven con una "vida tranquila", es por ello que tiene gran facilidad para recordar cualquier cosa extraordinaria que vea con sus ojos, ya sea aquella escena de una película vista hace años o cualquier pequeño detalle como nombre, color u aura de una persona. Requiere haber conocido o estado en el evento (o verlo en diferido como una grabación) para conocer detalles.
Lykanrock94
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El Mink de pelaje amarillo disfrutaba de la velada con todos allí presentes en la carpa. Unos bebían hasta saciar su sed, otros se ponían morados comiendo como si no hubiera un mañana... Pero había cosas que hacer y el Mink no se podía quedar parado así que se dispuso a salir de la carpa e ir a por las cabeza de los tipos que quería Viktor Elrik. Pero antes de que pudiera emprender la marcha hacia ellos, alguien le tocó el hombro con la mano. Era una mano peluda y, al girarse, pudo ver a una perrita con lorzas y ojos saltones.
- Hola guapo, ¿te invito a una copa? -le pregunto al Mink.
- Aparta tus sucias manos de mi. Tengo cosas que hacer, vete a engatusar a otro. -Le respondió el Mink con claros signos de enfado.
No le gustaba que la gente fuera tan confiada con él y mucho menos sin conocerle de nada. Le quitó la mano de su hombro de malas maneras y emprendió la marcha hacia la salida de la carpa para ponerse manos a la obra y satisfacer las peticiones de Viktor Elrik.
- ¿Habrá alguno de mi raza por aquí? -Se preguntaba todo el rato.
- Hola guapo, ¿te invito a una copa? -le pregunto al Mink.
- Aparta tus sucias manos de mi. Tengo cosas que hacer, vete a engatusar a otro. -Le respondió el Mink con claros signos de enfado.
No le gustaba que la gente fuera tan confiada con él y mucho menos sin conocerle de nada. Le quitó la mano de su hombro de malas maneras y emprendió la marcha hacia la salida de la carpa para ponerse manos a la obra y satisfacer las peticiones de Viktor Elrik.
- ¿Habrá alguno de mi raza por aquí? -Se preguntaba todo el rato.
- Resumen:
- Apartar con malas maneras la mano de la perrita pug con voz masculina y poner rumbo a la salida de la carpa en busca de los tipos a los que quería Viktor.
Kaito Takumi
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White y el nuevo comensal se conocían, y por la tranquilidad de ambos no pareciera que tuviesen una mala relación, pero nada de eso relajaba del todo al pulpo. Él no lo conocía, y de hecho no conocía tanto al dueño del fumadero como le gustaría. “No de verdad”, se dijo, consciente de las máscaras que intentaban ocultar las verdaderas personalidades al mundo de la misma manera que su capucha pretendía ocultar qué y quién era de ojillos tan curiosos como los suyos.
—¿En serio? Si solo me has visto —comentó con cierto deje de incredulidad y menosprecio por lo falso de las formalidades. No tardó en improvisar un nombre que portar en aquella extraña aventura, pero White se le adelantó tras su maleducado comentario—. Llámame Black; lo de señor me sobra.
Entonces el rayo cruzó el cielo seguido inmediatamente por un poderoso trueno, haciendo que el ningyo se encogiera de la impresión bajo su negro manto. Y tras aquel repentino susto comenzó el verdadero terror. Su mente demasiado ocupada en el enfado y la degustación había pasado por alto los rostros y las actuaciones de muchos de los presentes, vulgarizando a aquellos cuyas cabezas valían más que tres granjas juntas. Dudó durante mucho más que un instante qué demonios hacía allí, y pensó que quizás hubiera sido mejor carroñear la desgracia del West Blue en busca de un beneficio menos peligroso. Sintió las tres cámaras de su corazón bombear aquella terrible emoción por todo su sistema. Notó cómo la mano le temblaba, haciendo repiquetear los palillos entre sí… Y entonces respiró, exhalando aquel desagradable y primal nerviosismo de su cuerpo. Sabía que era poco más que una hormiga en tierra de gigantes, y lo poco que podía hacer era intentar apartarse del camino de sus poderosas botas.
Hizo entrechocar la punta de sus cubiertos una vez más antes de ir a por el último bocado de aquella noche, un delicioso nigiri de tamago. Aunque aquel breve y delicado dulzor duró más bien poco, pues las palabras y la presencia del camarero comenzaron a amargarle la noche. Su capa, negra como la noche y tan larga como un telón, no había servido para nada. Aunque cómo habían visto su cuerpo a través de aquella tela aún permanecía siendo un misterio, Kaito no tuvo más que aceptar con resignación que su poderoso anfitrión debía tener ojos en todas partes, incluido en el suelo. “¿Dónde demonios voy a conseguir unos zapatos?”, pensó con rabia. Ni siquiera sabía su talla y, la verdad sea dicha, dudaba si realmente podría calzar sus miembros. Aquello le dio una idea.
—¿Etiqueta? —espetó con una marcada mueca de ofensa y asco—. ¿Y qué clase de etiqueta tiene pedirle eso a alguien sin pies? ¿También vais a pedirle guantes a los mancos? —Dejó los cubiertos sobre la mesa—. Al menos me dejaréis unos pares, digo yo—terminó por refunfuñar intentando que los mismos que le habían exigido el calzado se lo proporcionaran.
Por supuesto, el pelirrojo tenía muy claro que aquel burdo truco podía no dar resultado, pero no perdía nada por intentarlo. E independientemente de si la infraestructura del Rey del Bajo Mundo le daba o no los zapatos, añadiría algo más para facilitarse esto y alejar de sí y del grupo posibles atenciones indeseadas. Al fin y al cabo, si iban directos cruzando toda la carpa a dondequiera que los reclamara Viktor, iban a ganarse muchas miradas, y probablemente mucha envidia.
—Pero si puede dar un sutil rodeo, como que mejor —sugirió tras las palabras de White. Algunas peleas estaban dando comienzo, lo que daba más peso y razón a aquel comentario.
Si no había comentario alguno sobre los botines, Kaito intentaría aprovechar los cuerpos de los beodos dormidos, o muertos, para agenciarse todo lo sigilosamente que podía los tres pares que necesitaba para mantenerse en pie. Al fin y al cabo, llevando uno de sus tentáculos delanteros sujetando el bichero a dos manos a su espalda con ayuda del enganche de la riñonera que llevaba cruzada al pecho, la cual contenía el medio millón que se había atrevido a traer y su útil daga de hueso, y con un brazo seco ocupado en llevar el bichero a una mano de madera con su cuchillo atado, no necesitaba más que seis patucos. Y si se los daban, o una vez los consiguiese, intentaría hallar la forma de calzárselos y continuar con el grupo como buenamente pudiera ayudándose de los dos rejos anteriores y el bichero a modo de bastón para estabilizarse.
—¿En serio? Si solo me has visto —comentó con cierto deje de incredulidad y menosprecio por lo falso de las formalidades. No tardó en improvisar un nombre que portar en aquella extraña aventura, pero White se le adelantó tras su maleducado comentario—. Llámame Black; lo de señor me sobra.
Entonces el rayo cruzó el cielo seguido inmediatamente por un poderoso trueno, haciendo que el ningyo se encogiera de la impresión bajo su negro manto. Y tras aquel repentino susto comenzó el verdadero terror. Su mente demasiado ocupada en el enfado y la degustación había pasado por alto los rostros y las actuaciones de muchos de los presentes, vulgarizando a aquellos cuyas cabezas valían más que tres granjas juntas. Dudó durante mucho más que un instante qué demonios hacía allí, y pensó que quizás hubiera sido mejor carroñear la desgracia del West Blue en busca de un beneficio menos peligroso. Sintió las tres cámaras de su corazón bombear aquella terrible emoción por todo su sistema. Notó cómo la mano le temblaba, haciendo repiquetear los palillos entre sí… Y entonces respiró, exhalando aquel desagradable y primal nerviosismo de su cuerpo. Sabía que era poco más que una hormiga en tierra de gigantes, y lo poco que podía hacer era intentar apartarse del camino de sus poderosas botas.
Hizo entrechocar la punta de sus cubiertos una vez más antes de ir a por el último bocado de aquella noche, un delicioso nigiri de tamago. Aunque aquel breve y delicado dulzor duró más bien poco, pues las palabras y la presencia del camarero comenzaron a amargarle la noche. Su capa, negra como la noche y tan larga como un telón, no había servido para nada. Aunque cómo habían visto su cuerpo a través de aquella tela aún permanecía siendo un misterio, Kaito no tuvo más que aceptar con resignación que su poderoso anfitrión debía tener ojos en todas partes, incluido en el suelo. “¿Dónde demonios voy a conseguir unos zapatos?”, pensó con rabia. Ni siquiera sabía su talla y, la verdad sea dicha, dudaba si realmente podría calzar sus miembros. Aquello le dio una idea.
—¿Etiqueta? —espetó con una marcada mueca de ofensa y asco—. ¿Y qué clase de etiqueta tiene pedirle eso a alguien sin pies? ¿También vais a pedirle guantes a los mancos? —Dejó los cubiertos sobre la mesa—. Al menos me dejaréis unos pares, digo yo—terminó por refunfuñar intentando que los mismos que le habían exigido el calzado se lo proporcionaran.
Por supuesto, el pelirrojo tenía muy claro que aquel burdo truco podía no dar resultado, pero no perdía nada por intentarlo. E independientemente de si la infraestructura del Rey del Bajo Mundo le daba o no los zapatos, añadiría algo más para facilitarse esto y alejar de sí y del grupo posibles atenciones indeseadas. Al fin y al cabo, si iban directos cruzando toda la carpa a dondequiera que los reclamara Viktor, iban a ganarse muchas miradas, y probablemente mucha envidia.
—Pero si puede dar un sutil rodeo, como que mejor —sugirió tras las palabras de White. Algunas peleas estaban dando comienzo, lo que daba más peso y razón a aquel comentario.
Si no había comentario alguno sobre los botines, Kaito intentaría aprovechar los cuerpos de los beodos dormidos, o muertos, para agenciarse todo lo sigilosamente que podía los tres pares que necesitaba para mantenerse en pie. Al fin y al cabo, llevando uno de sus tentáculos delanteros sujetando el bichero a dos manos a su espalda con ayuda del enganche de la riñonera que llevaba cruzada al pecho, la cual contenía el medio millón que se había atrevido a traer y su útil daga de hueso, y con un brazo seco ocupado en llevar el bichero a una mano de madera con su cuchillo atado, no necesitaba más que seis patucos. Y si se los daban, o una vez los consiguiese, intentaría hallar la forma de calzárselos y continuar con el grupo como buenamente pudiera ayudándose de los dos rejos anteriores y el bichero a modo de bastón para estabilizarse.
- Resumen:
- Resp. Advertencia:
- Perdón. Ya los he puesto narrado por si acaso. En breve actualizo ficha con las cosas del diario, el inventario respecto al capítulo y las cosas obtenidas. Se me borraron unas cuantas cosas y he ido haciendo un Drive con cada cosa para que no vuelva a pasar.
-Caer en la cuenta que estamos rodeados de monstruos (Gente poderosa).
-Agobiarme y Des-agobiarme racionalizando que es inútil agobiarse, si me quieren matar me van a matar (Técnica del último diario)- Mente sobre corazón:
Mente sobre corazón: Kaito ha ido un paso más allá en controlar sus emociones. Como un asceta, es capaz de aceptarlas verdaderamente, y a pesar de todo, actuar en su contra sin perder la perspectiva de una fría lógica. Así, Kaito puede sobreponerse a toda emoción usando su mente. Aunque esto está realizado para emociones propias, también puede aplicarse a controles emocionales (o anti-racionales) ajenos, aunque esto no hace que sea consciente de ellos (deberá razonar su procedencia si son muy obvios).
Nota: No válido para sentimientos que impliquen animales (mascoticas) de por medio.
En breve va a la ficha.El diario se mandó en su tiempo y cuenta para el Capítulo según se me informó.
-Sugerir dar un rodeo para no llamar la atención. ( + Condicional a no tener zapatos: Intentar consegir seis patuquitos de paso de la gente muy borracha dormida, en coma etílico o muerta)
-Continuar con el grupo, como buenamente pueda, usando el bichero grande como bastón y uno de mis brazos delanteros para andar si es que llevo zapatos.
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