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Los vigilantes caen ante tu magmático empuje sin demasiada complicación y, cuando te detienes en busca de elementos que te informen sobre la seguridad de la zona, ves que los Den Den Mushis que formaban un perímetro en los muros de la mansión se han girado para observarte. El patio exterior, como no puede ser de otro modo, sólo es separado de la superficie del manglar por el muro.
En cuanto a las repercusiones de tus actos, sí, escuchas pisadas y gritos que llaman a los hombres de Rufus a congregarse donde te encuentras. Cuando te introduces de nuevo en el subsuelo en busca de un refugio, vuelves a escuchar pasos acelerados que también se dirigen hacia ti desde las alcantarillas. Te están haciendo un tremendo sándwich, por si no te has fijado. Efectivos acuden a tu posición desde arriba, abajo y tus laterales. Imagino que habrá algún pasaje olvidado que te sirva de refugio en las alcantarillas, pero, si quieres encontrarlo, deberías esfumarte cuanto antes.
Por cierto, si te ha dado por mirar hacia el cielo durante tu corta aventura en la superficie, habrás podido comprobar que debe ser alrededor de las cuatro de la tarde. Me gustaría poder ofrecerte un café, pero no creo que lo aceptases ni que te encuentres en una situación que permita un descanso.
Siempre puedes tirar la casa por la ventana y subir a darte de tortas con todo el mundo, por supuesto, o lo que te plazca en realidad. Yo sólo comento la acción.
En cuanto a las repercusiones de tus actos, sí, escuchas pisadas y gritos que llaman a los hombres de Rufus a congregarse donde te encuentras. Cuando te introduces de nuevo en el subsuelo en busca de un refugio, vuelves a escuchar pasos acelerados que también se dirigen hacia ti desde las alcantarillas. Te están haciendo un tremendo sándwich, por si no te has fijado. Efectivos acuden a tu posición desde arriba, abajo y tus laterales. Imagino que habrá algún pasaje olvidado que te sirva de refugio en las alcantarillas, pero, si quieres encontrarlo, deberías esfumarte cuanto antes.
Por cierto, si te ha dado por mirar hacia el cielo durante tu corta aventura en la superficie, habrás podido comprobar que debe ser alrededor de las cuatro de la tarde. Me gustaría poder ofrecerte un café, pero no creo que lo aceptases ni que te encuentres en una situación que permita un descanso.
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La mink hizo gala de su asombrosa velocidad para acabar con sus rivales limpiamente. Tras ello tuvo unos pequeños momentos para ojear el terreno. Lo primero en lo que se fijó fue en los caracoles que la señalaban. Primer error, había sido grabada en su incursión, que había fallado estrepitosamente en cuanto a su sigilo, pese al intento de la loba.
Su segunda preocupación fue el cielo; Aún era temprano para mostrar a su bestia interior, así que no le quedaban muchas opciones más. Tan ágil como llegó se fué de nuevo por el alcantarillado, en busca de algún lugar que le sirviera de “escondite” hasta que pudiera ir pillando desprevenidos a sus rivales. Aunque… ¿Qué le aseguraba que no la iban a encontrar? Vale que ella tuviese un plano, pero aquella gente patrullaba la zona, ¿no?
En cualquier caso, miraría el mapa unos segundos intentando encontrar alguna pista sobre un lugar estratégico en el que pudiera cubrirse. Si lo encontraba, saldría corriendo hasta él. En caso contrario, intentaría escuchar las pisadas de sus enemigos para ir hacia el lugar donde menos hubiese a enfrentarse a ellos.
Estaba claro que la mejor opción era cubrirse durante un momento a esperar que todo se calmase un poco -aunque a decir verdad no se calmaría del todo, ya que tenían a una infiltrada cerca y la lógica decía que intentarían acabar con ella- para salir después y pillarlos desprevenidos. Y podríamos decir que la segunda mejor opción sería acabar con uno de los flancos -aunque fuese el de menos integrantes- que iban a por ella. La suerte estaba echada, y la loba sabía que aquél terminaría siendo su día. O quizá le cegaba la nube de positivismo de la que solía rodearse.
Su segunda preocupación fue el cielo; Aún era temprano para mostrar a su bestia interior, así que no le quedaban muchas opciones más. Tan ágil como llegó se fué de nuevo por el alcantarillado, en busca de algún lugar que le sirviera de “escondite” hasta que pudiera ir pillando desprevenidos a sus rivales. Aunque… ¿Qué le aseguraba que no la iban a encontrar? Vale que ella tuviese un plano, pero aquella gente patrullaba la zona, ¿no?
En cualquier caso, miraría el mapa unos segundos intentando encontrar alguna pista sobre un lugar estratégico en el que pudiera cubrirse. Si lo encontraba, saldría corriendo hasta él. En caso contrario, intentaría escuchar las pisadas de sus enemigos para ir hacia el lugar donde menos hubiese a enfrentarse a ellos.
Estaba claro que la mejor opción era cubrirse durante un momento a esperar que todo se calmase un poco -aunque a decir verdad no se calmaría del todo, ya que tenían a una infiltrada cerca y la lógica decía que intentarían acabar con ella- para salir después y pillarlos desprevenidos. Y podríamos decir que la segunda mejor opción sería acabar con uno de los flancos -aunque fuese el de menos integrantes- que iban a por ella. La suerte estaba echada, y la loba sabía que aquél terminaría siendo su día. O quizá le cegaba la nube de positivismo de la que solía rodearse.
Pues está un poco lejos, pero en los planos aparece una suerte de sumidero en el que sólo un necio se escondería. Es decir, hay demasiados caminos que llevan hasta él y la idea de ocultarse allí resulta cuanto menos absurda. En caso de que te dirijas hacia allí comprobarás que, para tu sorpresa, apenas hay ruidos. Se escuchan los pasos de las patrullas en la distancia, pero nada preocupante por el momento.
Sea como sea, lo cierto es que la vigilancia se ha doblado en la zona por la que has intentado acceder a la mansión hace un rato. Eso te abre otros caminos, como no puede ser de otro modo, aunque dudo mucho que Rufus no tenga un ojo puesto sobre las alcantarillas en todo momento y que consigas llegar hasta él sin ser detectado por esa vía.
Hay muchas trampillas más, como una que conduce a unos baños situados en la planta baja, otra que lleva a un comedor, una que lleva a un despacho y otra que lleva a un cuarto de juegos. Estos son sólo ejemplos, por supuesto, y no me preguntes por qué el alcantarillado permite llegar hasta lugares tan dispares y sin sentido aparente.
Sea como sea, lo cierto es que la vigilancia se ha doblado en la zona por la que has intentado acceder a la mansión hace un rato. Eso te abre otros caminos, como no puede ser de otro modo, aunque dudo mucho que Rufus no tenga un ojo puesto sobre las alcantarillas en todo momento y que consigas llegar hasta él sin ser detectado por esa vía.
Hay muchas trampillas más, como una que conduce a unos baños situados en la planta baja, otra que lleva a un comedor, una que lleva a un despacho y otra que lleva a un cuarto de juegos. Estos son sólo ejemplos, por supuesto, y no me preguntes por qué el alcantarillado permite llegar hasta lugares tan dispares y sin sentido aparente.
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Tras echar un par de vistazos a los planos, la mink consiguió descifrar lo que parecía ser un sumidero a donde todos los caminos llevaban. Sólo una temeraria se escondería allí. O quizá también una desesperada. De cualquier manera, la loba salió pitando de allí en dirección a su nuevo refugio.
Sorprendentemente a cada paso el ruido fue cesando, y conforme más cerca estaba del sumidero, menos ruidos había. Algún que otro paso de las patrullas desde la lejanía hizo que Ellie alzase las orejas de vez en cuando. Pero parecía estar relativamente segura allí. Todo lo segura que podía estar en la boca del lobo.
Pese a que los pasos se oían desde la lejanía, sí que había más que antes. Quizá debido a que habían aumentado la seguridad. Totalmente comprensible al ver que había una infiltrada dentro.
Ellie examinó de nuevo el mapa, y señaló con el dedo una de las trampillas, justo la que llevaba a los baños. Se acercaría hasta allí y pondría el oído antes de abrirla. Si conseguía escuchar algo, se marcharía hasta la del cuarto de juegos. En caso contrario, entraría con el mayor sigilo posible.
Independientemente de en qué sala entrase, antes de realizar ningún movimiento la loba buscaría dos cosas. La primera sería ojear la zona, buscando la posibilidad de mirar los alrededores, ya fuera a través de la mirilla de la cerradura o por debajo de la puerta. Y la segunda, sería buscar un conducto de ventilación, especialmente si estaba en el baño. Además, si entraba en el baño, intentaría buscar un botiquín también.
Si había posibilidad de meterse en el conducto de ventilación, reptaría a través de él y buscaría una salida donde no hubiese gente. Intentaría hacer el menos ruido posible, y quizá desde allí pudiese ver qué era lo que la mansión le deparaba.
Aún se preguntaba como el gobierno había mandado a una sola agente hasta allí. ¿No tenían en consideración a aquél delincuente? ¿O acaso era una prueba? De cualquier manera, si la loba salía de allí con vida redactaría un informe negativo ante sus superiores por exponerla de tal manera, independientemente de las consecuencias que aquello pudiese tener.
Sorprendentemente a cada paso el ruido fue cesando, y conforme más cerca estaba del sumidero, menos ruidos había. Algún que otro paso de las patrullas desde la lejanía hizo que Ellie alzase las orejas de vez en cuando. Pero parecía estar relativamente segura allí. Todo lo segura que podía estar en la boca del lobo.
Pese a que los pasos se oían desde la lejanía, sí que había más que antes. Quizá debido a que habían aumentado la seguridad. Totalmente comprensible al ver que había una infiltrada dentro.
Ellie examinó de nuevo el mapa, y señaló con el dedo una de las trampillas, justo la que llevaba a los baños. Se acercaría hasta allí y pondría el oído antes de abrirla. Si conseguía escuchar algo, se marcharía hasta la del cuarto de juegos. En caso contrario, entraría con el mayor sigilo posible.
Independientemente de en qué sala entrase, antes de realizar ningún movimiento la loba buscaría dos cosas. La primera sería ojear la zona, buscando la posibilidad de mirar los alrededores, ya fuera a través de la mirilla de la cerradura o por debajo de la puerta. Y la segunda, sería buscar un conducto de ventilación, especialmente si estaba en el baño. Además, si entraba en el baño, intentaría buscar un botiquín también.
Si había posibilidad de meterse en el conducto de ventilación, reptaría a través de él y buscaría una salida donde no hubiese gente. Intentaría hacer el menos ruido posible, y quizá desde allí pudiese ver qué era lo que la mansión le deparaba.
Aún se preguntaba como el gobierno había mandado a una sola agente hasta allí. ¿No tenían en consideración a aquél delincuente? ¿O acaso era una prueba? De cualquier manera, si la loba salía de allí con vida redactaría un informe negativo ante sus superiores por exponerla de tal manera, independientemente de las consecuencias que aquello pudiese tener.
Te cuesta lo tuyo, porque más de una vez tienes que recular y volver sobre tus pasos para no dar con alguna patrulla. Hay una mayor concentración de efectivos en torno a la trampilla que has intentado usar previamente, pero aun así los hombres de Rufus no descuidan el resto del alcantarillado. Como te digo, tras un buen rato jugando al gato y al ratón ―lo que no deja de ser gracioso porque tú eres un perrete― consigues subir por la trampilla que conduce a los baños. Es uno de los muchos que se pueden encontrar en la planta baja, destinado principalmente a la escolta del cerebro que se esconde tras la Gran Obra.
Afortunadamente encuentras un pequeño botiquín que podrás saquear para volver a curarte la herida, la cual, por cierto, parece estar castigándote por haber hecho movimientos tan bruscos para abatir a quienes te encontraron antes. Dejando a un lado los primeros auxilios que vuelvas a aplicar sobre la herida, unos pasos y una conversación mundana te indicarán que alguien viene. Según parece por el tono y timbre de sus voces, son dos mujeres.
Hoy es tu día de suerte, porque hay un acceso al sistema de ventilación en la zona alta de la pared del cubículo que alberga uno de los retretes. Los conductos son estrechos y metálicos, como debe ser en cualquier película de espías. Puedes reptar por ellos con cierto esfuerzo ―cuidado con la herida, por cierto―, pero no encontrarás estrecheces que te impidan el paso ni nada que indique que ahí pueden encontrarte de modo alguno.
Sea como sea, si das un paseo verás que la mayoría de las habitaciones sobre las que pasas están ocupadas. En algunas hay personas que parecen hacer una labor administrativa, en otras encuentras a más miembros de la seguridad de Rufus y en las que menos identificarás numerosos rostros conocidos. Muchos estaban en el puerto arrimando el hombro; son los capitanes de diversas tripulaciones de piratas y asociaciones de criminales. Por si te quedaba alguna duda, se está cociendo algo muy gordo entre las paredes de la mansión.
Hallarás tres habitaciones en las que parece no haber nadie: una suerte de biblioteca, un amplio despacho y lo que parece ser un almacén a juzgar por las cajas y estanterías que lo abarrotan.
Afortunadamente encuentras un pequeño botiquín que podrás saquear para volver a curarte la herida, la cual, por cierto, parece estar castigándote por haber hecho movimientos tan bruscos para abatir a quienes te encontraron antes. Dejando a un lado los primeros auxilios que vuelvas a aplicar sobre la herida, unos pasos y una conversación mundana te indicarán que alguien viene. Según parece por el tono y timbre de sus voces, son dos mujeres.
Hoy es tu día de suerte, porque hay un acceso al sistema de ventilación en la zona alta de la pared del cubículo que alberga uno de los retretes. Los conductos son estrechos y metálicos, como debe ser en cualquier película de espías. Puedes reptar por ellos con cierto esfuerzo ―cuidado con la herida, por cierto―, pero no encontrarás estrecheces que te impidan el paso ni nada que indique que ahí pueden encontrarte de modo alguno.
Sea como sea, si das un paseo verás que la mayoría de las habitaciones sobre las que pasas están ocupadas. En algunas hay personas que parecen hacer una labor administrativa, en otras encuentras a más miembros de la seguridad de Rufus y en las que menos identificarás numerosos rostros conocidos. Muchos estaban en el puerto arrimando el hombro; son los capitanes de diversas tripulaciones de piratas y asociaciones de criminales. Por si te quedaba alguna duda, se está cociendo algo muy gordo entre las paredes de la mansión.
Hallarás tres habitaciones en las que parece no haber nadie: una suerte de biblioteca, un amplio despacho y lo que parece ser un almacén a juzgar por las cajas y estanterías que lo abarrotan.
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La loba se había peleado con más sombras que seres de carne y hueso. Cada vez que una se acercaba, ella se alejaba, y viceversa. Era un juego un tanto estúpido, pero la mar de eficaz. Así, lentamente y sin saber muy bien cuándo llegaría, la loba acabó tocando la alcantarilla del baño, abriéndola con total cautela y entrando a lo que acabó siendo un baño de cierto lujo.
Ellie miró por cada rincón de éste hasta encontrar un botiquín, y aprovechó para aplicar unos primeros auxilios en la zona herida. Si había venda, se aplicaría un vendaje lo más fuerte que pudiese, y tras ello abriría la tapa del sistema de ventilación y subiría allí todo lo usado del botiquín para no dejar ninguna pista. Posteriormente ascendería y volvería a poner la tapa, intentando no dejar ningún rastro de su presencia allí.
Lo cierto era que no estaba demasiado cómoda reptando por allí, y más aún si tenía que dejar más espacio entre los codos y su cuerpo para no desplazar su herida por el suelo y evitar dolores innecesarios. La propia herida tenía cada vez peor pinta, y ya había dejado evidencias de que los movimientos de la mink no eran tan certeros como debían serlo.
Reptando por la zona, Ellie divisó un montón de habitaciones pobladas. Algunas no parecían tener mucha información, sin embargo otras albergaban humanos que a la agente le parecían familiares. Piratas de altas recompensas que habían participado en la carga y descarga de cajas, y al verlos todos juntos, a la mink le dió un vuelco el corazón. En ese preciso momento se dió cuenta de la magnitud de lo que se estaba cociendo allí. Era sin duda algo muy gordo.
Caminó reptando hasta que vió una habitación sin nadie presente. Intentó afinar el oído al máximo, y utilizó su mantra para intentar detectar alguna presencia, algo que le indicó que la sala estaba completamente vacía.
La cánida quitaría la trampilla para bajar y ojearía la zona. Era una habitación amplia llena de estantes y cajas. ¿Qué tendrían las cajas? Sólo tenía que mirar. Aunque antes ojearía otra cosa; las esquinas y los rincones de la sala. Intentaría divisar cualquier herramienta de captación de imagen que pudiera identificarla. Si la veía, intentaría sortearla jugando con los ángulos muertos, aunque quizá fuese tarde. En cualquier caso, abriría unas cuantas cajas para ver su contenido y hacerse a la idea de qué estaban guardando allí.
Cuando acabase y si no observaba vigilancia en la habitación, se metería de nuevo en el sistema de aire, poniendo la trampilla con cuidado y alejándose de allí. En caso contrario y si había sido cazada en la zona, actuaría en función del contenido de las cajas. Si el material de éstas era algo relacionado con las armas, o algún contenido de venta ilegal, las tiraría todas al centro de la habitación y las quemaría con su magma, intentando que saltase la alarma de incendios. Sabía que aquello no provocaría una distracción, ya que la habrían gravado, pero sí que entre tanto fuego y magma, podría ocultarse gracias a su logia, y actuar en función de la gente que iba llegando hasta allí. Si, por el contrario, las cajas contenían cualquier otra cosa, la loba dejaría atrás el sigilo del sistema de aire, quemaría la cámara para dejar de ser vista y se prepararía para la guerra tirando una serie de estanterías tapando la puerta de la habitación.
Ellie miró por cada rincón de éste hasta encontrar un botiquín, y aprovechó para aplicar unos primeros auxilios en la zona herida. Si había venda, se aplicaría un vendaje lo más fuerte que pudiese, y tras ello abriría la tapa del sistema de ventilación y subiría allí todo lo usado del botiquín para no dejar ninguna pista. Posteriormente ascendería y volvería a poner la tapa, intentando no dejar ningún rastro de su presencia allí.
Lo cierto era que no estaba demasiado cómoda reptando por allí, y más aún si tenía que dejar más espacio entre los codos y su cuerpo para no desplazar su herida por el suelo y evitar dolores innecesarios. La propia herida tenía cada vez peor pinta, y ya había dejado evidencias de que los movimientos de la mink no eran tan certeros como debían serlo.
Reptando por la zona, Ellie divisó un montón de habitaciones pobladas. Algunas no parecían tener mucha información, sin embargo otras albergaban humanos que a la agente le parecían familiares. Piratas de altas recompensas que habían participado en la carga y descarga de cajas, y al verlos todos juntos, a la mink le dió un vuelco el corazón. En ese preciso momento se dió cuenta de la magnitud de lo que se estaba cociendo allí. Era sin duda algo muy gordo.
Caminó reptando hasta que vió una habitación sin nadie presente. Intentó afinar el oído al máximo, y utilizó su mantra para intentar detectar alguna presencia, algo que le indicó que la sala estaba completamente vacía.
La cánida quitaría la trampilla para bajar y ojearía la zona. Era una habitación amplia llena de estantes y cajas. ¿Qué tendrían las cajas? Sólo tenía que mirar. Aunque antes ojearía otra cosa; las esquinas y los rincones de la sala. Intentaría divisar cualquier herramienta de captación de imagen que pudiera identificarla. Si la veía, intentaría sortearla jugando con los ángulos muertos, aunque quizá fuese tarde. En cualquier caso, abriría unas cuantas cajas para ver su contenido y hacerse a la idea de qué estaban guardando allí.
Cuando acabase y si no observaba vigilancia en la habitación, se metería de nuevo en el sistema de aire, poniendo la trampilla con cuidado y alejándose de allí. En caso contrario y si había sido cazada en la zona, actuaría en función del contenido de las cajas. Si el material de éstas era algo relacionado con las armas, o algún contenido de venta ilegal, las tiraría todas al centro de la habitación y las quemaría con su magma, intentando que saltase la alarma de incendios. Sabía que aquello no provocaría una distracción, ya que la habrían gravado, pero sí que entre tanto fuego y magma, podría ocultarse gracias a su logia, y actuar en función de la gente que iba llegando hasta allí. Si, por el contrario, las cajas contenían cualquier otra cosa, la loba dejaría atrás el sigilo del sistema de aire, quemaría la cámara para dejar de ser vista y se prepararía para la guerra tirando una serie de estanterías tapando la puerta de la habitación.
Pues, efectivamente, encuentras un sinfín de armas, munición para ellas y para a saber cuántos cañones y, quizás lo más interesante de todo, una infinidad de uniformes de la Marina. Del mismo modo, eres capaz de hallar amplios trozos de tela plegados hasta el extremo, ocupando cada uno de ellos el espacio de una caja. Al desplegar alguno de ellos habrás comprobado que se trata de velas, y no unas velas cualesquiera, sino velas de embarcaciones del Gobierno Mundial. Ay Dios...
Por otro lado, deben considerar que esa sala está lo suficientemente resguardada como para que nadie la alcance. No hay sistema de seguridad alguno, como si pretendiesen que no existe realmente. Tal vez prenderle fuego no sea la mejor de las ideas, ya que no te han detectado y hacerlo revelaría tu posición y por dónde te mueves. Claro que siempre puedes preparar un plan maestro; no seré yo quien te lo impida.
Más allá de eso, tienes más información que antes, pero tu situación es la misma. Es decir, el sistema de ventilación es exactamente igual y las habitaciones a las que conduce son las mismas. No obstante, en caso de que intentes ir a las otras que estaban vacías verás que ya no están desocupadas. En la biblioteca puedes ver a un señor de cierta edad que se mueve en una silla de ruedas, mientras que en el despacho está nada más y nada menos que el mismísimo Rufus. Ambos solos, por cierto.
Por otro lado, deben considerar que esa sala está lo suficientemente resguardada como para que nadie la alcance. No hay sistema de seguridad alguno, como si pretendiesen que no existe realmente. Tal vez prenderle fuego no sea la mejor de las ideas, ya que no te han detectado y hacerlo revelaría tu posición y por dónde te mueves. Claro que siempre puedes preparar un plan maestro; no seré yo quien te lo impida.
Más allá de eso, tienes más información que antes, pero tu situación es la misma. Es decir, el sistema de ventilación es exactamente igual y las habitaciones a las que conduce son las mismas. No obstante, en caso de que intentes ir a las otras que estaban vacías verás que ya no están desocupadas. En la biblioteca puedes ver a un señor de cierta edad que se mueve en una silla de ruedas, mientras que en el despacho está nada más y nada menos que el mismísimo Rufus. Ambos solos, por cierto.
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La mink había encontrado algo más que un filón, y pese a que le había dado muchas vueltas, tomó la decisión de salir de aquél almacén, aunque no sin antes meter en su mochila una de aquellas enormes telas gubernamentales y un uniforme de la marina. Eran pistas de vital importancia, y si salía de allí con vida, sus compañeros de laboratorio podrían analizar las telas y ver si eran verdaderas o no. En caso de ser falsificaciones quizá pudiesen tirar de ese hilo también, aunque estaba por ver.
Tras hacer hueco en la mochila, la mink volvió a meterse en los conductos de ventilación. Cada vez se notaba menos cómoda serpenteando, y quizá llevar la mochila más llena no ayudaba tampoco. En cualquier caso, tras avanzar hasta las habitaciones que había visto con anterioridad, observó que en la biblioteca se encontraba un hombre de avanzada edad en silla de ruedas. Intentó averiguar quién era, pero no fue capaz de verle la cara con claridad.
No era demasiado correcto lo que iba a hacer, sin embargo… La situación requería actuar. Con el mayor cuidado posible, Ellie quitaría la tapa de la ventilación, y una vez lo hiciera, intentaría saltar sobre el hombre. Tanto si conseguía caer sobre él como si lo hacía cerca, agarraría al tipo mientras calentaba ligeramente su mano, hasta unos setenta grados, lo suficiente como para asustar a su rival -o eso creía ella-.
- Creo que no necesito presentarme visto el revuelo que he creado -diría, casi susurrando-. Si gritas, te convierto en ceniza. Si no respondes a mis preguntas, te convierto en ceniza. Si haces algo raro… Ya sabes -la loba apretaría aún más sus patas y miraría fijamente al tipo-. Solo serán tres preguntas y no me volverás a ver. La primera, ¿quién eres? La segunda, ¿qué haces aquí? Y la tercera, necesito que me digas donde están Rufus o Arístides. Cualquier pista será tomada como colaboración. Y si colaboras, no acabarás… ¿Cómo era? Ah, sí, hecho ceniza.
Ellie esperaría la respuesta del tipo, sin dejar de observar la sala. Quizá hubiese más cámaras, es posible que por la puerta apareciesen más enemigos. Pero si lo hacían, estaría preparada para usar de escudo a aquél anciano. Estaba claro que entre el incendio provocado en la vegetación entre manglares y el usar a un anciano de escudo, la pobre agente no se estaba ganando un lugar en el cielo precisamente. ¿Podría dormir después de la misión? Seguramente le costase unos días. Aunque para eso tendría que salir de allí con vida, y cada vez se antojaba más complicado.
Tras hacer hueco en la mochila, la mink volvió a meterse en los conductos de ventilación. Cada vez se notaba menos cómoda serpenteando, y quizá llevar la mochila más llena no ayudaba tampoco. En cualquier caso, tras avanzar hasta las habitaciones que había visto con anterioridad, observó que en la biblioteca se encontraba un hombre de avanzada edad en silla de ruedas. Intentó averiguar quién era, pero no fue capaz de verle la cara con claridad.
No era demasiado correcto lo que iba a hacer, sin embargo… La situación requería actuar. Con el mayor cuidado posible, Ellie quitaría la tapa de la ventilación, y una vez lo hiciera, intentaría saltar sobre el hombre. Tanto si conseguía caer sobre él como si lo hacía cerca, agarraría al tipo mientras calentaba ligeramente su mano, hasta unos setenta grados, lo suficiente como para asustar a su rival -o eso creía ella-.
- Creo que no necesito presentarme visto el revuelo que he creado -diría, casi susurrando-. Si gritas, te convierto en ceniza. Si no respondes a mis preguntas, te convierto en ceniza. Si haces algo raro… Ya sabes -la loba apretaría aún más sus patas y miraría fijamente al tipo-. Solo serán tres preguntas y no me volverás a ver. La primera, ¿quién eres? La segunda, ¿qué haces aquí? Y la tercera, necesito que me digas donde están Rufus o Arístides. Cualquier pista será tomada como colaboración. Y si colaboras, no acabarás… ¿Cómo era? Ah, sí, hecho ceniza.
Ellie esperaría la respuesta del tipo, sin dejar de observar la sala. Quizá hubiese más cámaras, es posible que por la puerta apareciesen más enemigos. Pero si lo hacían, estaría preparada para usar de escudo a aquél anciano. Estaba claro que entre el incendio provocado en la vegetación entre manglares y el usar a un anciano de escudo, la pobre agente no se estaba ganando un lugar en el cielo precisamente. ¿Podría dormir después de la misión? Seguramente le costase unos días. Aunque para eso tendría que salir de allí con vida, y cada vez se antojaba más complicado.
―¡Guau! ―dice con una voz tan calmada como aguda―. No te esperaba aquí. Te ha tenido que costar bastante llegar hasta mí sin ser vista. La primera y la tercera puedo respondértelas a la vez. Yo soy Arístides, encantado de conocerte. ―No hay ironía ni sarcasmo en su voz. ¿Acaso habla en serio?―. En cuanto a la segunda, lo siento mucho, pero no puedo decírtelo.
Si echas un vistazo a tu alrededor comprobarás que, al igual que sucedía en el almacén, el lugar está libre de vigilancia. Por otro lado, tu rehén no parece nervioso ni asustado en absoluto. De hecho, respira pesadamente antes de coger aire y dirigirte de nuevo la palabra:
―Lamentándolo de todo corazón, lamento comunicarte que no puedo dejar que te vayas de aquí. Va a ser la última vez que te vea, sí, pero viva.
Entonces notas cómo todas las estanterías del lugar comienzan a agitarse violentamente. ¿Qué ocurre? Cuando quieres darte cuenta, éstas se han desmontado y caen con estrépito. Muchas de ellas están agujereadas en numerosos puntos. Un sinfín de tornillos, clavos y tuercas flotan en el ambiente e, inmediatamente, surcan el aire a gran velocidad para intentar atravesarte en cualquier lugar que se te ocurra.
En caso de que intentes golpear a Arístides, verás que la silla de ruedas también se agita durante un instante. Dos placas de metal se desprenderán de ella, interponiéndose en la trayectoria de tu ofensiva. Tal vez podrías quedarte a comprobar si tu fuerza puede superar a la que atesora la habilidad de tu peligroso cautivo, pero yo no te recomiendo que lo hagas. Dudo que puedas evitar los clavos en ese caso. Claro que por el momento no parece haber película transparente ni negro que cubra el metal... Tú allá.
Si echas un vistazo a tu alrededor comprobarás que, al igual que sucedía en el almacén, el lugar está libre de vigilancia. Por otro lado, tu rehén no parece nervioso ni asustado en absoluto. De hecho, respira pesadamente antes de coger aire y dirigirte de nuevo la palabra:
―Lamentándolo de todo corazón, lamento comunicarte que no puedo dejar que te vayas de aquí. Va a ser la última vez que te vea, sí, pero viva.
Entonces notas cómo todas las estanterías del lugar comienzan a agitarse violentamente. ¿Qué ocurre? Cuando quieres darte cuenta, éstas se han desmontado y caen con estrépito. Muchas de ellas están agujereadas en numerosos puntos. Un sinfín de tornillos, clavos y tuercas flotan en el ambiente e, inmediatamente, surcan el aire a gran velocidad para intentar atravesarte en cualquier lugar que se te ocurra.
En caso de que intentes golpear a Arístides, verás que la silla de ruedas también se agita durante un instante. Dos placas de metal se desprenderán de ella, interponiéndose en la trayectoria de tu ofensiva. Tal vez podrías quedarte a comprobar si tu fuerza puede superar a la que atesora la habilidad de tu peligroso cautivo, pero yo no te recomiendo que lo hagas. Dudo que puedas evitar los clavos en ese caso. Claro que por el momento no parece haber película transparente ni negro que cubra el metal... Tú allá.
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La agente no se lo podía creer, aquel tipo era Arístides. Y su presencia pareció sorprenderle, aunque la propia sorpresa durara alrededor de un par de segundos. Ese hombre parecía de otro mundo, le asaltaban y permanecía en una absoluta calma. Sin duda tenía algo en mente, por lo que Ellie se limitó a observar los alrededores, sin encontrar qué diablos tenía aquél tipo pensado para salir de allí. No había ni guardias, ni sistema de seguridad. Simplemente estantes y utensilios que podría tener cualquier habitación de aquella mansión.
- Yo tampoco me puedo permitir dejarte marchar -espetó fingiendo una leve sonrisa-. Lo siento.
Y la loba agarró el mango de su silla de ruedas, pero entonces el famoso factor sorpresa golpeó la atención de Ellie. Las estanterías empezaron a moverse, como si hubiese una especie de terremoto, y al cabo de unos segundos se habían desmontado como por arte de magia. Y entonces… una gran cantidad de tornillos, clavos, tuercas y demás componentes que permitían la correcta sujeción de los estantes volaron a gran velocidad hacia su posición.
Vaya. Las cosas no estaban saliendo demasiado bien para la mink, ¿eh? Su capacidad de reacción se vió exprimida durante el movimiento de todas esas tuercas, clavos y tornillos. Ellie agarró con más firmeza si cabía el mango de la silla de ruedas a la par que calentaba todo su cuerpo -a excepción de la mano que ejercía el agarre- hasta llegar a los mil grados, temperatura que podría bastar para fundir esos metales. Era una jugada demasiado arriesgada por parte de la joven, que pensó que aquello que estaba sucediendo era fruto de algún poder por parte del humano. Si no hacía desaparecer aquellos utensilios, volverían de nuevo y su condición de logia quizá no fuese suficiente como para frenar la ofensiva. Aunque antes de que llegasen a su posición -o mientras estaban llegando si no le daba tiempo- intentaría golpear con el pié sobre el cuerpo del humano. Justo cuando iba a impactar, parte de la silla de ruedas se desprendió en dos placas que sirvieron de escudo ante su golpe. Aunque… ¿Soportarían su temperatura? En cualquier caso, la mirada de la mink se centró en los ojos del humano, y prosiguió lo que parecía imposible, hacer entrar en razón a Arístedes.
- Un informe favorable y un cuarto de condena real es mucho mejor que morir aquí. Es tu último tren.
Esperaba que aquello fuese suficiente para convencer a la mano derecha de Rufus. A decir verdad, no tenía muchas esperanzas puestas en ello, pero contar con un confidente como Arístedes sería una enorme victoria y tenía que arriesgarse por ello. Si, como le decían sus sospechas, no era suficiente para frenar la voluntad del humano, Ellie tendría que esforzarse para salir de allí con vida. Aunque de vencerle, habría tirado uno de los dos grandes pilares de La gran obra.
- Yo tampoco me puedo permitir dejarte marchar -espetó fingiendo una leve sonrisa-. Lo siento.
Y la loba agarró el mango de su silla de ruedas, pero entonces el famoso factor sorpresa golpeó la atención de Ellie. Las estanterías empezaron a moverse, como si hubiese una especie de terremoto, y al cabo de unos segundos se habían desmontado como por arte de magia. Y entonces… una gran cantidad de tornillos, clavos, tuercas y demás componentes que permitían la correcta sujeción de los estantes volaron a gran velocidad hacia su posición.
Vaya. Las cosas no estaban saliendo demasiado bien para la mink, ¿eh? Su capacidad de reacción se vió exprimida durante el movimiento de todas esas tuercas, clavos y tornillos. Ellie agarró con más firmeza si cabía el mango de la silla de ruedas a la par que calentaba todo su cuerpo -a excepción de la mano que ejercía el agarre- hasta llegar a los mil grados, temperatura que podría bastar para fundir esos metales. Era una jugada demasiado arriesgada por parte de la joven, que pensó que aquello que estaba sucediendo era fruto de algún poder por parte del humano. Si no hacía desaparecer aquellos utensilios, volverían de nuevo y su condición de logia quizá no fuese suficiente como para frenar la ofensiva. Aunque antes de que llegasen a su posición -o mientras estaban llegando si no le daba tiempo- intentaría golpear con el pié sobre el cuerpo del humano. Justo cuando iba a impactar, parte de la silla de ruedas se desprendió en dos placas que sirvieron de escudo ante su golpe. Aunque… ¿Soportarían su temperatura? En cualquier caso, la mirada de la mink se centró en los ojos del humano, y prosiguió lo que parecía imposible, hacer entrar en razón a Arístedes.
- Un informe favorable y un cuarto de condena real es mucho mejor que morir aquí. Es tu último tren.
Esperaba que aquello fuese suficiente para convencer a la mano derecha de Rufus. A decir verdad, no tenía muchas esperanzas puestas en ello, pero contar con un confidente como Arístedes sería una enorme victoria y tenía que arriesgarse por ello. Si, como le decían sus sospechas, no era suficiente para frenar la voluntad del humano, Ellie tendría que esforzarse para salir de allí con vida. Aunque de vencerle, habría tirado uno de los dos grandes pilares de La gran obra.
Vamos por partes. Logras fundir los elementos metálicos de segunda que iban hacia ti. Probablemente te hubieran atravesado sin más de todos modos, pero no está de más asegurarse. Del mismo modo, consigues derretir uno de los mangos de la silla y, tras unos segundos de resistencia, las placas metálicas que habían intentado proteger a Arístides. De cualquier modo, ese valioso tiempo le sirve para interponer sus manos en la trayectoria del golpe. Éstas están cubiertas de una película metálica de un cromado color negro. Una gota de lava cae sobre sus piernas, pero no hay dolor en su rostro... Creo que por motivos obvios.
Sea como sea, te habrás dado cuenta de que el metal que conforma su silla es un tanto especial. Tal vez sea algún tipo de aleación especialmente resistente a las altas temperaturas y con un punto de fundición anómalamente elevado, lo que convierte a Arístides inmediatamente en un oponente complicado de enfrentar. No esperabas otra cosa, ¿verdad?
―Creo que no te enteras, querida. No va a haber nadie que pueda hacer un informe cuando todo esto acabe.
Entonces aferra con fuerza tu pierna para no dejarte ir y, con el codo, acciona un botón sorprendentemente bien disimulado en el reposabrazos izquierdo de su silla. Escuchas un sonido y de la zona posterior de su silla nacen cuatro cuchillas metálicas que intentan clavarse en tu abdomen. Si te fijas, una película metálica las envuelve con una voluntariosa intención de hacerte pupa. Un momento... ¿no será esa silla su arma?
Sea como sea, te habrás dado cuenta de que el metal que conforma su silla es un tanto especial. Tal vez sea algún tipo de aleación especialmente resistente a las altas temperaturas y con un punto de fundición anómalamente elevado, lo que convierte a Arístides inmediatamente en un oponente complicado de enfrentar. No esperabas otra cosa, ¿verdad?
―Creo que no te enteras, querida. No va a haber nadie que pueda hacer un informe cuando todo esto acabe.
Entonces aferra con fuerza tu pierna para no dejarte ir y, con el codo, acciona un botón sorprendentemente bien disimulado en el reposabrazos izquierdo de su silla. Escuchas un sonido y de la zona posterior de su silla nacen cuatro cuchillas metálicas que intentan clavarse en tu abdomen. Si te fijas, una película metálica las envuelve con una voluntariosa intención de hacerte pupa. Un momento... ¿no será esa silla su arma?
Ellie
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La loba consiguió fundir todos los pedazos de metal que la atravesaban, quedando éstos reducidos a simples cenizas que poca utilidad tendrían -o eso creía ella-. Fruto del nerviosismo, la mink derritió por accidente uno de los mangos de la silla, y, tras sus golpes a la defensa de Arístides, también consiguió derretirlos, aunque opusieron más resistencia.
Y entonces, el humano recibió una gota de lava en sus piernas sin apenas percatarse. Ellie sintió en ese momento que quizá no estaba fingiendo y realmente tenía algún tipo de invalidez.
De cualquier de las maneras, lo que llamaba la atención de la agente era la silla. Parecía una especie de arma difusa, un transformer o algo así. Sumado a que resistía bastante bien las altas temperaturas provocadas por la joven, aquello convertía al humano en un oponente complicado. Y no solo eso, también sabía usar su voluntad. Ah, y claro, como era de esperar, Arístides no se rindió.
Cuando la loba se quiso dar cuenta, su rival le agarraba la pierna con fuerza empleando haki en el proceso y, un instante después, realizaba un extraño movimiento que desencadenaba en un clic y, a su vez, cuatro peligrosas sierras envueltas en una película negruzca se dirigían hacia su abdomen con el fin de abrir su cuerpo y, probablemente, sacar sus entrañas.
Ellie empezó a mover todo su cuerpo con suma elegancia, describiendo surcos y alterando la forma de cada uno de sus músculos con la finura característica de una bella bailarina. Parecía una hoja de papel cayendo de un octavo piso, meciéndose de un lado a otro mientras seguía con su calor corporal e intentaba zafarse de la mano de su rival. Durante el proceso notó cómo las sierras le creaban una serie de cortes, muchos de ellos leves, sin embargo, uno en su antebrazo izquierdo y otro a escasos siete centímetros de la herida de su cadera fueron algo más profundos e hicieron que apretase los dientes con fuerza.
El destino era curioso, sin duda. Hacía unas horas se había peleado a muerte contra un cyborg, y ahora lo hacía contra un humano incapacitado que, a su vez, parecía tener una especie de robot como silla de ruedas. ¿Serviría la misma estrategia? Solo había una manera de saberlo.
Cuando viese el momento perfecto y las sierras estuviesen lo suficientemente alejadas, la mink intentaría impulsarse hacia Arístides, fingiendo ir a golpearle y, en el último momento, cambiaría la dirección de sus puños hacia la silla. Si pudiera, agarraría una zona cercana las sierras, aunque no se arriesgaría en exceso. Y, en cualquier caso, lanzaría una potente descarga eléctrica ayudándose de su electro. Quién sabe si la silla emplearía algún sistema eléctrico o cualquier otro tipo de tecnología, pero de ser el primero esperaba que pudiera parar de alguna manera las ofensivas del humano. ¿Tendría más ases en la manga? Seguro.
Y entonces, el humano recibió una gota de lava en sus piernas sin apenas percatarse. Ellie sintió en ese momento que quizá no estaba fingiendo y realmente tenía algún tipo de invalidez.
De cualquier de las maneras, lo que llamaba la atención de la agente era la silla. Parecía una especie de arma difusa, un transformer o algo así. Sumado a que resistía bastante bien las altas temperaturas provocadas por la joven, aquello convertía al humano en un oponente complicado. Y no solo eso, también sabía usar su voluntad. Ah, y claro, como era de esperar, Arístides no se rindió.
Cuando la loba se quiso dar cuenta, su rival le agarraba la pierna con fuerza empleando haki en el proceso y, un instante después, realizaba un extraño movimiento que desencadenaba en un clic y, a su vez, cuatro peligrosas sierras envueltas en una película negruzca se dirigían hacia su abdomen con el fin de abrir su cuerpo y, probablemente, sacar sus entrañas.
Ellie empezó a mover todo su cuerpo con suma elegancia, describiendo surcos y alterando la forma de cada uno de sus músculos con la finura característica de una bella bailarina. Parecía una hoja de papel cayendo de un octavo piso, meciéndose de un lado a otro mientras seguía con su calor corporal e intentaba zafarse de la mano de su rival. Durante el proceso notó cómo las sierras le creaban una serie de cortes, muchos de ellos leves, sin embargo, uno en su antebrazo izquierdo y otro a escasos siete centímetros de la herida de su cadera fueron algo más profundos e hicieron que apretase los dientes con fuerza.
El destino era curioso, sin duda. Hacía unas horas se había peleado a muerte contra un cyborg, y ahora lo hacía contra un humano incapacitado que, a su vez, parecía tener una especie de robot como silla de ruedas. ¿Serviría la misma estrategia? Solo había una manera de saberlo.
Cuando viese el momento perfecto y las sierras estuviesen lo suficientemente alejadas, la mink intentaría impulsarse hacia Arístides, fingiendo ir a golpearle y, en el último momento, cambiaría la dirección de sus puños hacia la silla. Si pudiera, agarraría una zona cercana las sierras, aunque no se arriesgaría en exceso. Y, en cualquier caso, lanzaría una potente descarga eléctrica ayudándose de su electro. Quién sabe si la silla emplearía algún sistema eléctrico o cualquier otro tipo de tecnología, pero de ser el primero esperaba que pudiera parar de alguna manera las ofensivas del humano. ¿Tendría más ases en la manga? Seguro.
En primer lugar, creo que es justo que te describa cómo es la silla. Probablemente debería haberlo hecho antes, pero se me ha pasado. Veamos, es una silla, sí, pero tiene un diseño un tanto raro, futurista incluso. Tiene sus dos ruedas y un respaldo y asiento de piel, como cualquier otra, sólo que esta cubierta por placas de metal que, como comprobarás más adelante, son extramadamente finas ―aunque no por ello menos resistentes―. Se disponen por toda la estructura, incluyendo la espalda, hasta conferirle cierto aire a un automóvil. Del mismo modo, recubren las ruedas hasta la mitad de su altura, dejando arriba dos aberturas para que Arístides pueda moverse analógicamente, si quieres llamarlo así.
Dicho esto, vamos al lío. Veo que entre tus oficios no se encuentra el de bailarina, así que asumiré que haces referencia al kami-e. Intenta emplear otro símil en el futuro, pues puede dar lugar a confusiones. Sea como sea, son varios los cortes que pasan a adornar tu cuerpo. Exceptuando el del antebrazo, ninguno de ellos debería suponerte una gran limitación, pero ten cuidado.
En cuanto a tu ataque, consigues tocar la silla y lanzar una descarga. Ésta se agita un poco, pero lamento comunicarte que la electricidad que eres capaz de producir de base es insuficiente para inutilizar sus sistemas eléctricos. Por otro lado, aunque no puedas saberlo con certeza, creo que podrás intuir que el mecanismo que ha desplegado las cuchillas no era eléctrico. Yo me inclinaría a pensar que ese chisme es una perfecta mezcla entre alta energía y algo más simple pero no por ello menos útil.
De cualquier modo, Arístides ha aprovechado tu movimiento para... Bueno, aún no sabemos cómo lo hace, pero creo que es fácilmente deducible. El caso, que media docena de placas se desprenden de los laterales de la silla, tres por cada lado. Son sorprendentemente finos, tantos que eres incapaz de suponer cuántas como ésas podrá sacar antes de reducir su medio de transporte a su mínima expresión.
Las planchas se pliegan sobre sí misma como hojas de papel, adquiriendo la puntiaguda forma de largas agujas de tres centímetros de grosor y cincuenta de longitud. Levitan en torno a él y, cuando quieres darte cuenta, cuatro de ellas se dirigen hacia ti a una nada despreciable velocidad. Brillan demasiado, aunque su color no es negro. Quizás su voluntad, pese a estar presente una vez vistas tus habilidades, no se haya materializado con la misma intensidad.
Dicho esto, vamos al lío. Veo que entre tus oficios no se encuentra el de bailarina, así que asumiré que haces referencia al kami-e. Intenta emplear otro símil en el futuro, pues puede dar lugar a confusiones. Sea como sea, son varios los cortes que pasan a adornar tu cuerpo. Exceptuando el del antebrazo, ninguno de ellos debería suponerte una gran limitación, pero ten cuidado.
En cuanto a tu ataque, consigues tocar la silla y lanzar una descarga. Ésta se agita un poco, pero lamento comunicarte que la electricidad que eres capaz de producir de base es insuficiente para inutilizar sus sistemas eléctricos. Por otro lado, aunque no puedas saberlo con certeza, creo que podrás intuir que el mecanismo que ha desplegado las cuchillas no era eléctrico. Yo me inclinaría a pensar que ese chisme es una perfecta mezcla entre alta energía y algo más simple pero no por ello menos útil.
De cualquier modo, Arístides ha aprovechado tu movimiento para... Bueno, aún no sabemos cómo lo hace, pero creo que es fácilmente deducible. El caso, que media docena de placas se desprenden de los laterales de la silla, tres por cada lado. Son sorprendentemente finos, tantos que eres incapaz de suponer cuántas como ésas podrá sacar antes de reducir su medio de transporte a su mínima expresión.
Las planchas se pliegan sobre sí misma como hojas de papel, adquiriendo la puntiaguda forma de largas agujas de tres centímetros de grosor y cincuenta de longitud. Levitan en torno a él y, cuando quieres darte cuenta, cuatro de ellas se dirigen hacia ti a una nada despreciable velocidad. Brillan demasiado, aunque su color no es negro. Quizás su voluntad, pese a estar presente una vez vistas tus habilidades, no se haya materializado con la misma intensidad.
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La herida del antebrazo empezó a hacer mella en la mink, que descargó con ira su electro en la silla sin que esta sufriera más que un simple movimiento en señal de rechazo. No cabía duda que aquella arma era mucho más resistente de lo que esperaba.
Ellie dió un paso hacia atrás sin dejar de observar a su rival, que parecía tener un nuevo plan ofensivo, y de nuevo la silla sería la protagonista. Realizando una serie de extraños movimientos la silla mostró una serie de placas en los laterales para después plegarlas y hacer unas formas cilíndricas puntiagudas que se asemejaban a agujas enormes. Y, entonces, de las 6 agujas cuatro salieron en su dirección.
La velocidad era tan alta que la mink solo pudo dar un nuevo paso hacia atrás e intentar esquivarlas desplazándose lateralmente hacia la derecha. Aún así, notó cómo al menos una aguja le dejaba un punzante dolor en el lateral izquierdo, aunque no estaba seguro de si había sido solo uno y tampoco frenaría a ver el alcance de la lesión. Su rival tenía que verse en un apuro al igual que ella, y todo parecía pasar por no darle tiempo para pensar o accionar los dichosos mecanismos que, por otro lado, parecían infinitos.
Aumentando hasta mil doscientos grados la temperatura de sus puños, Ellie realizó una serie de golpes con la mano abierta al aire, y lo hizo a tal velocidad que, de cada uno de ellos salieron unas finas gotas de magma en dirección a su rival. Sin frenar su ofensiva, la mink daría un salto y continuaría golpeando el aire, aunque en esa ocasión sería con las piernas, realizando unos precisos movimientos que, sumados a la electricidad concentrada en ellas, realizaría una serie de ocho rankyakus eléctricos tal y como había hecho anteriormente contra su rival cyborg. Esperaba que en aquella ocasión le salieran mejor, aunque probablemente el resultado no fuese tan bueno.
Ellie dió un paso hacia atrás sin dejar de observar a su rival, que parecía tener un nuevo plan ofensivo, y de nuevo la silla sería la protagonista. Realizando una serie de extraños movimientos la silla mostró una serie de placas en los laterales para después plegarlas y hacer unas formas cilíndricas puntiagudas que se asemejaban a agujas enormes. Y, entonces, de las 6 agujas cuatro salieron en su dirección.
La velocidad era tan alta que la mink solo pudo dar un nuevo paso hacia atrás e intentar esquivarlas desplazándose lateralmente hacia la derecha. Aún así, notó cómo al menos una aguja le dejaba un punzante dolor en el lateral izquierdo, aunque no estaba seguro de si había sido solo uno y tampoco frenaría a ver el alcance de la lesión. Su rival tenía que verse en un apuro al igual que ella, y todo parecía pasar por no darle tiempo para pensar o accionar los dichosos mecanismos que, por otro lado, parecían infinitos.
Aumentando hasta mil doscientos grados la temperatura de sus puños, Ellie realizó una serie de golpes con la mano abierta al aire, y lo hizo a tal velocidad que, de cada uno de ellos salieron unas finas gotas de magma en dirección a su rival. Sin frenar su ofensiva, la mink daría un salto y continuaría golpeando el aire, aunque en esa ocasión sería con las piernas, realizando unos precisos movimientos que, sumados a la electricidad concentrada en ellas, realizaría una serie de ocho rankyakus eléctricos tal y como había hecho anteriormente contra su rival cyborg. Esperaba que en aquella ocasión le salieran mejor, aunque probablemente el resultado no fuese tan bueno.
¿Mecanismos? Arístides no parece haber accionado ningún mecanismo para que las placas se desprendan de la silla y, si haces memoria, tampoco pareció hacer nada raro cuando las tuercas y tornillos se desprendieron de las estanterías para ir hacia ti. Pero bueno, a lo mejor el señor es ágil de manos y no te has dado cuenta; vete tú a saber.
Por otro lado, una nueva herida se suma a las dos que ya arrastras. Se ve que te han encomendado una misión difícil, tal vez demasiado para una única agente, pero esperemos que sepas desenvolverte con soltura en lo que queda. Lanzas tus gotas de magma hacia tu oponente, que, como podrás esperar, no se queda quieto en espera de recibirlas. Una de las agujas que no te había lanzado vuelve a desplegarse, formando de nuevo una placa que protege la mitad superior de su cuerpo de la lava. Varias gotas inciden sobre sus piernas, pero no les presta la menor atención.
Tus rankyakus funcionan algo mejor. Esta vez son dos terceras parte de ellos los que se ven envueltos por la electricidad y, del mismo modo, algunos parecen más potentes que los que le lanzaste a Godric. Maldito y sensual cyborg. Sea como sea, algunos de ellos logran rebasar la posición de la placa e incidir sobre el cuerpo de Arístides, que es lanzado con violencia contra los restos de una de las estanterías. Los tomos y papeles pasan a ocupar el aire como consecuencia del impacto y, cuando vuelves a verle, compruebas que se encuentra de lado en el suelo. Permanece pegado a su silla como si fuese parte de la misma, lo que resulta un problema bastante grande.
Un momento... ¿y las agujas? Una sigue flotando y la placa sigue en su lugar, pero ¿dónde están las otras cuatro? Si prestas atención descubrirás que un silbido suena a tus espaldas. Son las agujas, que se han dado la vuelta y pretenden atravesar tu espalda. Por otro lado, las tuercas y tornillos han comenzado a agolparse frente al veterano ayudante de Rufus. Como si una poderosa energía gravitacional atrajese a todos los elementos metálicos, conforman una cohesionada esfera irregular de unos veinte centímetros de diámetro. Apenas un instante después de que las agujas lleguen a tu posición, te encuentres o no en ella cuando ese momento llegue, la bola sale despedida hacia tu torso como una poderosa bala de cañón.
Por otro lado, una nueva herida se suma a las dos que ya arrastras. Se ve que te han encomendado una misión difícil, tal vez demasiado para una única agente, pero esperemos que sepas desenvolverte con soltura en lo que queda. Lanzas tus gotas de magma hacia tu oponente, que, como podrás esperar, no se queda quieto en espera de recibirlas. Una de las agujas que no te había lanzado vuelve a desplegarse, formando de nuevo una placa que protege la mitad superior de su cuerpo de la lava. Varias gotas inciden sobre sus piernas, pero no les presta la menor atención.
Tus rankyakus funcionan algo mejor. Esta vez son dos terceras parte de ellos los que se ven envueltos por la electricidad y, del mismo modo, algunos parecen más potentes que los que le lanzaste a Godric. Maldito y sensual cyborg. Sea como sea, algunos de ellos logran rebasar la posición de la placa e incidir sobre el cuerpo de Arístides, que es lanzado con violencia contra los restos de una de las estanterías. Los tomos y papeles pasan a ocupar el aire como consecuencia del impacto y, cuando vuelves a verle, compruebas que se encuentra de lado en el suelo. Permanece pegado a su silla como si fuese parte de la misma, lo que resulta un problema bastante grande.
Un momento... ¿y las agujas? Una sigue flotando y la placa sigue en su lugar, pero ¿dónde están las otras cuatro? Si prestas atención descubrirás que un silbido suena a tus espaldas. Son las agujas, que se han dado la vuelta y pretenden atravesar tu espalda. Por otro lado, las tuercas y tornillos han comenzado a agolparse frente al veterano ayudante de Rufus. Como si una poderosa energía gravitacional atrajese a todos los elementos metálicos, conforman una cohesionada esfera irregular de unos veinte centímetros de diámetro. Apenas un instante después de que las agujas lleguen a tu posición, te encuentres o no en ella cuando ese momento llegue, la bola sale despedida hacia tu torso como una poderosa bala de cañón.
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La complejidad de la misión iba en aumento a tal velocidad que parecía no tener fin. La mink notaba tres heridas a tener en cuenta en su cuerpo, y el cansancio iba en aumento. Creía en su habilidad innata para oponerse a las adversidades, y sabía que aquél no sería el lugar donde moriría, pero… ¿Conseguiría llevar a cabo su misión? Cada minuto que pasaba su futuro era más negro.
Sus dos últimos ataques habían tenido diferentes resultados. Por un lado, el primer ataque había sido parado por una nueva placa que el humano había posicionado a modo de escudo de la parte superior de su cuerpo, algo que había repetido en varias ocasiones, y que terminó por dar una idea a la agente. Algunas gotas incidieron en la parte inferior de su rival, aunque como anteriormente, ni se inmutó. El segundo ataque salió algo mejor, quizá fruto de la rapidez entre uno y otro, o puede que fuera por la mejora entre la primera vez que lo ejecutó contra el cyborg y la segunda, contra el ser humano. Dos tercios de los rankyakus lanzados fueron más veloces y potentes fruto de su electro, mientras que el tercio restante fue desprendido con la potencia normal en uno de estos ataques. Algunos de ellos consiguieron rebosar la placa e impactar en el cuerpo de Arístides, que fue desprendido con violencia contra una de las paredes de la habitación.
A Ellie le sorprendió lo que vino después, multitud de papeles y libros se quedaron flotando mientras giraba el rostro de nuevo al humano, que se encontraba en el suelo, tumbado lateralmente pero pegado a su silla. Era como si tuviera alguna fijación entre su cuerpo y las sillas. Hubiera sido increíblemente fácil derrotarle sin la silla de por medio, pero claro, ¿desde cuando las misiones eran tan sencillas?
Pero entonces un agudo zumbido a sus espaldas captó la atención de la loba, que giró rápidamente el rostro para ver unas agujas acercarse a ella a una velocidad muy elevada. Por puro instinto, la agente empezó a mover ágilmente sus pies, y aunque le pareció recibir de soslayo una de las agujas, empezó a desplazarse de un lugar a otro de la estancia a una velocidad casi imperceptible para el ojo humano. Durante el proceso comenzó su plan. Manteniendo la temperatura de su cuerpo en mil doscientos grados centígrados, empezó a liberar magma por cada rincón que pisaba, aumentando la temperatura ambiente considerablemente. Apenas llevaba un par de rincones pisados cuando una bola metálica estaba a punto de impactar en ella. Juntando ambas manos y abriendo las palmas, la mink liberó un torrente de magma en dirección a la bola, intentando derretirla o frenar su acometida. Por si acaso, estaba preparada para activar el haki de armadura en su torso en caso de que no consiguiera frenarla.
Tanto si la bola incidía como sino, Ellie seguiría un par de segundos más liberando magma por todos los rincones y combinándolo con la alta velocidad de su soru, intentando que aquella habitación fuese un hervidero. Quizá fuese la forma más rápida de cansar a su rival, aunque todo el mundo dentro del edificio empezaría a olerse cosas, ya fuera por el calor o por los ruidos. Poco a poco iría creando un cerco alrededor del humano y, cuando viese la oportunidad, se plantaría en su costado derecho e intentaría incrustar su dedo índice entre sus costillas como si de una bala se tratase.
La natal de Zou tenía que acabar el combate cuanto antes, y aquello pasaba por realizar un par de movimientos más, como mucho. Si se alargaba mucho más, se temía que quizá tendría que abandonar el lugar. Y nada le jodería más, después de tenerlo todo tan cerca.
Sus dos últimos ataques habían tenido diferentes resultados. Por un lado, el primer ataque había sido parado por una nueva placa que el humano había posicionado a modo de escudo de la parte superior de su cuerpo, algo que había repetido en varias ocasiones, y que terminó por dar una idea a la agente. Algunas gotas incidieron en la parte inferior de su rival, aunque como anteriormente, ni se inmutó. El segundo ataque salió algo mejor, quizá fruto de la rapidez entre uno y otro, o puede que fuera por la mejora entre la primera vez que lo ejecutó contra el cyborg y la segunda, contra el ser humano. Dos tercios de los rankyakus lanzados fueron más veloces y potentes fruto de su electro, mientras que el tercio restante fue desprendido con la potencia normal en uno de estos ataques. Algunos de ellos consiguieron rebosar la placa e impactar en el cuerpo de Arístides, que fue desprendido con violencia contra una de las paredes de la habitación.
A Ellie le sorprendió lo que vino después, multitud de papeles y libros se quedaron flotando mientras giraba el rostro de nuevo al humano, que se encontraba en el suelo, tumbado lateralmente pero pegado a su silla. Era como si tuviera alguna fijación entre su cuerpo y las sillas. Hubiera sido increíblemente fácil derrotarle sin la silla de por medio, pero claro, ¿desde cuando las misiones eran tan sencillas?
Pero entonces un agudo zumbido a sus espaldas captó la atención de la loba, que giró rápidamente el rostro para ver unas agujas acercarse a ella a una velocidad muy elevada. Por puro instinto, la agente empezó a mover ágilmente sus pies, y aunque le pareció recibir de soslayo una de las agujas, empezó a desplazarse de un lugar a otro de la estancia a una velocidad casi imperceptible para el ojo humano. Durante el proceso comenzó su plan. Manteniendo la temperatura de su cuerpo en mil doscientos grados centígrados, empezó a liberar magma por cada rincón que pisaba, aumentando la temperatura ambiente considerablemente. Apenas llevaba un par de rincones pisados cuando una bola metálica estaba a punto de impactar en ella. Juntando ambas manos y abriendo las palmas, la mink liberó un torrente de magma en dirección a la bola, intentando derretirla o frenar su acometida. Por si acaso, estaba preparada para activar el haki de armadura en su torso en caso de que no consiguiera frenarla.
Tanto si la bola incidía como sino, Ellie seguiría un par de segundos más liberando magma por todos los rincones y combinándolo con la alta velocidad de su soru, intentando que aquella habitación fuese un hervidero. Quizá fuese la forma más rápida de cansar a su rival, aunque todo el mundo dentro del edificio empezaría a olerse cosas, ya fuera por el calor o por los ruidos. Poco a poco iría creando un cerco alrededor del humano y, cuando viese la oportunidad, se plantaría en su costado derecho e intentaría incrustar su dedo índice entre sus costillas como si de una bala se tratase.
La natal de Zou tenía que acabar el combate cuanto antes, y aquello pasaba por realizar un par de movimientos más, como mucho. Si se alargaba mucho más, se temía que quizá tendría que abandonar el lugar. Y nada le jodería más, después de tenerlo todo tan cerca.
Pues bueno, tu torrente de lava consigue frenar en buena parte a la bola de metal, pero éste no se detiene e impacta sobre tu cuerpo. No obstante, probablemente tu voluntad te permite mitigar considerablemente unos daños que de otro modo no habrían sido en absoluto desdeñables.
Por otro lado, Arístides sigue tus movimientos con cierta dificultad. Le cuesta, sí, pero lo hace. Es por ello que las agujas siguen intentando alcanzarte, pero no tiene tanta capacidad de anticipación y te libras de ellas no sin cierta dificultad. Mientras tanto la temperatura de la estancia va incrementando poco a poco hasta causar que el minusválido comience a respirar entrecortadamente y con evidente esfuerzo.
Durante tus veloces movimientos el anciano ha aprovechado para erguirse de nuevo empleando sus brazos. Es por ello que cuando pasas a la ofensiva está preparado para reaccionar. Tu dedo candente y chorreante de magma se dirige hacia su costado, obligándole a defenderse. La placa que estaba suspendida se mueve, interponiéndose en el camino de tu dedo. Éste se detiene, pero tras unos instantes la placa adquiriendo un color rojizo y comienza a ceder, perdiendo su naturaleza sólida para parecerse más al queso fundido.
Tu dedo se hunde algunos centímetros en costado, pero antes de que lo perfores irremediablemente Arístides hace girar las ruedas de su silla para apartarse de su trayectoria y así evitar daños mayores. Por otro lado, cinco nuevas placas se han desprendido del lateral por el que has atacado. Cuatro de ellas intentan abrazarte a la altura de la cintura y el torso, mientras que la otra se coloca encima para intentar cerrar la escapatoria que podrías tener por las alturas.
El rostro de tu oponente refleja el dolor que siente, el cual ya ha sido revelado anteriormente con un lastimero grito. Sea como sea, esperando que su presa funcione extiende una mano en dirección a ti y cierra el puño con fuerza. Si ves las placas comprobarás que una suerte de manto brillante las recubre. Las placas intentan cerrarse sobre ti, apretando con fuerza y afanándose en someter tu cuerpo a una gran presión. Parece que te quiere prensar.
Por otro lado, Arístides sigue tus movimientos con cierta dificultad. Le cuesta, sí, pero lo hace. Es por ello que las agujas siguen intentando alcanzarte, pero no tiene tanta capacidad de anticipación y te libras de ellas no sin cierta dificultad. Mientras tanto la temperatura de la estancia va incrementando poco a poco hasta causar que el minusválido comience a respirar entrecortadamente y con evidente esfuerzo.
Durante tus veloces movimientos el anciano ha aprovechado para erguirse de nuevo empleando sus brazos. Es por ello que cuando pasas a la ofensiva está preparado para reaccionar. Tu dedo candente y chorreante de magma se dirige hacia su costado, obligándole a defenderse. La placa que estaba suspendida se mueve, interponiéndose en el camino de tu dedo. Éste se detiene, pero tras unos instantes la placa adquiriendo un color rojizo y comienza a ceder, perdiendo su naturaleza sólida para parecerse más al queso fundido.
Tu dedo se hunde algunos centímetros en costado, pero antes de que lo perfores irremediablemente Arístides hace girar las ruedas de su silla para apartarse de su trayectoria y así evitar daños mayores. Por otro lado, cinco nuevas placas se han desprendido del lateral por el que has atacado. Cuatro de ellas intentan abrazarte a la altura de la cintura y el torso, mientras que la otra se coloca encima para intentar cerrar la escapatoria que podrías tener por las alturas.
El rostro de tu oponente refleja el dolor que siente, el cual ya ha sido revelado anteriormente con un lastimero grito. Sea como sea, esperando que su presa funcione extiende una mano en dirección a ti y cierra el puño con fuerza. Si ves las placas comprobarás que una suerte de manto brillante las recubre. Las placas intentan cerrarse sobre ti, apretando con fuerza y afanándose en someter tu cuerpo a una gran presión. Parece que te quiere prensar.
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Parecía que el plan de la natural de Zou sobre calentar la habitación había surtido efecto, sobre todo si se fijaba en el rostro del humano, que tenía cierta dificultad en mantener un ritmo estable. Es entonces cuando lanzó su ofensiva y, pese a que su dedo chocó contra la enésima placa, ésta pronto cedió tras colorear su base de un peligroso rojizo. Gracias a ello uno de los dedos de la loba consiguió incidir algunos centímetros en el costado de Arístides, que ágilmente hizo que la silla se desplazase e impidiese la plena eficiencia del ataque de la agente.
El grito del humano fue una pequeña victoria moral para Ellie, ya que hasta el momento todos los impactos recibidos habían sido nulos, pues habían dado en una zona que, aparentemente, éste no sentía. Pero en ese preciso momento Arístides empezó su ofensiva, levantando cinco placas desde el costado por el que había recibido la ofensiva.
El tiempo pareció detenerse para la mink, que notó su respiración profundamente más acelerada de lo normal a la par que notaba el cansancio del combate. Sus candentes extremidades chorreaban magma, y su cuerpo parecía necesitar un descanso, pero era consciente que no lo iba a tener. No aún.
Las placas se avalanzaron sobre ella mientras ésta endurecía su cuerpo todo lo que podía haciendo uso de una de las mejores técnicas aprendidas en la agencia para tal fin; el tekkai. Contó hasta cuatro placas intentando apresarla, mientras que una quinta se quedó sobre su cabeza, probablemente tapando una de las pocas salidas que tenía; el techo. Focalizó cinco puntos de su cuerpo que recubriría ligeramente con haki por si la dureza de aquél material era lo suficientemente grande como para tumbar su primera defensa. Por un lado, cubriría la parte superior de su cabeza, seguido de ambos hombros y cada uno de los extremos de la cadera, intentando así minimizar el impacto posible.
Durante su defensa no podría moverse, aún no había entrenado lo suficiente su tekkai como para lograrlo, pero aquello no impediría que la mink generase magma que la ayudase a librarse de las placas. Intentaría fundirlas, o al menos debilitarlas, y, si lo conseguía, mandaría una lluvia de proyectiles de magma contra su rival desde la misma posición. Al menos, si salía de aquella defensa con éxito, podría recobrar el aliento que tanta falta le hacía lanzando ataques a distancia que necesitaban menos energía para llevarse a cabo.
Parecía que el plan de la natural de Zou sobre calentar la habitación había surtido efecto, sobre todo si se fijaba en el rostro del humano, que tenía cierta dificultad en mantener un ritmo estable. Es entonces cuando lanzó su ofensiva y, pese a que su dedo chocó contra la enésima placa, ésta pronto cedió tras colorear su base de un peligroso rojizo. Gracias a ello uno de los dedos de la loba consiguió incidir algunos centímetros en el costado de Arístides, que ágilmente hizo que la silla se desplazase e impidiese la plena eficiencia del ataque de la agente.
El grito del humano fue una pequeña victoria moral para Ellie, ya que hasta el momento todos los impactos recibidos habían sido nulos, pues habían dado en una zona que, aparentemente, éste no sentía. Pero en ese preciso momento Arístides empezó su ofensiva, levantando cinco placas desde el costado por el que había recibido la ofensiva.
El tiempo pareció detenerse para la mink, que notó su respiración profundamente más acelerada de lo normal a la par que notaba el cansancio del combate. Sus candentes extremidades chorreaban magma, y su cuerpo parecía necesitar un descanso, pero era consciente que no lo iba a tener. No aún.
Las placas se avalanzaron sobre ella mientras ésta endurecía su cuerpo todo lo que podía haciendo uso de una de las mejores técnicas aprendidas en la agencia para tal fin; el tekkai. Contó hasta cuatro placas intentando apresarla, mientras que una quinta se quedó sobre su cabeza, probablemente tapando una de las pocas salidas que tenía; el techo. Focalizó cinco puntos de su cuerpo que recubriría ligeramente con haki por si la dureza de aquél material era lo suficientemente grande como para tumbar su primera defensa. Por un lado, cubriría la parte superior de su cabeza, seguido de ambos hombros y cada uno de los extremos de la cadera, intentando así minimizar el impacto posible.
Durante su defensa no podría moverse, aún no había entrenado lo suficiente su tekkai como para lograrlo, pero aquello no impediría que la mink generase magma que la ayudase a librarse de las placas. Intentaría fundirlas, o al menos debilitarlas, y, si lo conseguía, mandaría una lluvia de proyectiles de magma contra su rival desde la misma posición. Al menos, si salía de aquella defensa con éxito, podría recobrar el aliento que tanta falta le hacía lanzando ataques a distancia que necesitaban menos energía para llevarse a cabo.
Las placas se ciñen en torno a tu cuerpo como si de hambrientos reptiles se tratasen. El tekkai y el haki de armadura hacen su efecto mientras la presión aumenta sin cesar, dificultándote enormemente la respiración hasta un punto en el que la muerte se antoja inevitable. Dime, ¿es cierto eso de que se ve un resplandor blanco antes de pasar al otro mundo? No lo sé, pero cuando quieres darte cuenta la presión empieza a decaer. El magma ha ido ablandando las placas, tornándolas de un candente color rojizo y comenzando a derretirlas poco a poco.Llega un momento en que se deshacen y caen a tus pies, goteando como velas consumidas y dejándote expandir tu tórax de nuevo para que puedas respirar.
Haciendo gala de un innato afán por sobrevivir, mantenerte en la lucha y darle la vuelta liberas los proyectiles de magma. Arístides sonreía entre jadeos y chorreones de sudor, pero no tarda en dejar de hacerlo. Emplea una de las placas para cubrirse, pero no lo hace con la velocidad necesaria dada la escasa distancia que os separa. En consecuencia, una de las gotas impacta en su abdomen y otras dos en su brazo derecho. Esta vez sí, libera un ronco alarido de dolor al tiempo que usa su extremidad sana para intentar inútilmente desprenderse del magma. No obstante, sólo consigue recibir más daños y termina por desprenderse de la americana con la que cubría su camisa. La lava se va con ella, pero unos feos orificios en la ya arrugada camisa blanca muestran las profundas quemaduras que ha sufrido.
Con los inyectados en sangre y sus facciones impregnadas por la ira, alza ambas manos hacia ti y se dispone a finalizar un combate que bajo su criterio se debería haber resuelto en cuanto pusiste un pie en su biblioteca. Todo tiembla a tu alrededor. Las paredes se retuercen y los cristales de las ventanas se rompen al mutar el metal que los sostiene. De buenas a primeras, los marcos metálicos, rotos como consecuencia de la presión sufrida, se dirigen hacia a ti con la firme intención de atravesarte. Las tuberías de plomo ocultas por el suelo que pisáis se elevan tras romper el mismo y diferentes elementos metálicos de la estructura que os rodea protruyen de las paredes y el techo. Mira la parte buena, si sales de esta podrás salir al exterior a gozar de algo más de espacio... Si es que quieres, claro.
Haciendo gala de un innato afán por sobrevivir, mantenerte en la lucha y darle la vuelta liberas los proyectiles de magma. Arístides sonreía entre jadeos y chorreones de sudor, pero no tarda en dejar de hacerlo. Emplea una de las placas para cubrirse, pero no lo hace con la velocidad necesaria dada la escasa distancia que os separa. En consecuencia, una de las gotas impacta en su abdomen y otras dos en su brazo derecho. Esta vez sí, libera un ronco alarido de dolor al tiempo que usa su extremidad sana para intentar inútilmente desprenderse del magma. No obstante, sólo consigue recibir más daños y termina por desprenderse de la americana con la que cubría su camisa. La lava se va con ella, pero unos feos orificios en la ya arrugada camisa blanca muestran las profundas quemaduras que ha sufrido.
Con los inyectados en sangre y sus facciones impregnadas por la ira, alza ambas manos hacia ti y se dispone a finalizar un combate que bajo su criterio se debería haber resuelto en cuanto pusiste un pie en su biblioteca. Todo tiembla a tu alrededor. Las paredes se retuercen y los cristales de las ventanas se rompen al mutar el metal que los sostiene. De buenas a primeras, los marcos metálicos, rotos como consecuencia de la presión sufrida, se dirigen hacia a ti con la firme intención de atravesarte. Las tuberías de plomo ocultas por el suelo que pisáis se elevan tras romper el mismo y diferentes elementos metálicos de la estructura que os rodea protruyen de las paredes y el techo. Mira la parte buena, si sales de esta podrás salir al exterior a gozar de algo más de espacio... Si es que quieres, claro.
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La loba sintió una presión en su cuerpo que por poco la paraliza. Su tekkai no fue lo suficientemente contundente como para frenar la presión, y pese a su haki, la situación pintó realmente mal. Quizá fruto del momento, o puede que de la inercia de su calor, las placas se fueron abollando y cediendo ante el magma que su cuerpo despedía. Durante un par de segundos su vida pasó en un fugaz cortometraje a gran velocidad.
Sus padres, sus amigos, los juegos en Zou, la salida al mar, el desembarco en la isla desierta, su naufragio, la consecución de su akuma no mi, el largo entrenamiento, su inscripción en la agencia, las misiones… Eran solo algunos de los tantos recuerdos que se pasaron por su cabeza. Pero no, Ellie no moriría allí. Al menos no en aquella situación.
Su respiración se vió alterada, hasta tal punto que el corazón parecía salirse del pecho. Realizó su ataque, lanzando gotas de magma hacia el humano y la respiración aumentó más aún. Desde su posición pudo observar cómo la defensa de Arístides fue lo suficientemente lenta como para abordar la totalidad de su ataque, recibiendo impactos en el abdomen y el brazo derecho. Durante un intento por apagar el magma, el humano consiguió empeorar las cosas, recibiendo heridas en más lugares y perdiendo una americana por el camino.
Poco a poco la mink empezó a controlar sus pulsaciones, hasta el punto de evitar sufrir un infarto. Continuó mirando a su rival, cuyo rostro indicaba que estaba harto de aquél combate, y, como consecuencia, intentaría acabar con ella. Había estado muy cerca, y quién sabía qué nuevo movimiento podía hacer de nuevo.
Ellie concentró magma alrededor de su cuerpo, mutando éste y creando una figura a su alrededor que hacía que su cuerpo triplicase su volumen. Y ahí vino la ofensiva de su rival. El suelo tembló, los cristales reventaron, y todas las piezas metálicas de su alrededor empezaron a dirigirse hacia ella, con la firme intención de atravesarla y tumbarla.
La mink estiró ambos brazos, formando una T, y giró sobre sí misma, cada vez a más velocidad -aunque ésta se viera mermada por la dureza e intensidad del combate-, hasta conseguir crear una figura ilusoria de un torbellino de magma, y entonces, se ayudaría de su energía para despedir todo el magma que pudiese a través de los brazos. En la cabeza de Ellie todo ese magma serviría para neutralizar los metales de su rival y, además, si alguno conseguía llegar hasta ella, tendría que atravesar un volumen equivalente a dos Ellies de magma para golpearla.
Malo sería que aquella manguera de magma no diese a su rival.
Si por alguna razón el combate acababa, la loba buscaría información -si es que quedaba entre tanto magma- de su rival o de la habitación y, tras ello, saldría con cautela al exterior. ¿Habrían preparado algún dispositivo allí?
Sus padres, sus amigos, los juegos en Zou, la salida al mar, el desembarco en la isla desierta, su naufragio, la consecución de su akuma no mi, el largo entrenamiento, su inscripción en la agencia, las misiones… Eran solo algunos de los tantos recuerdos que se pasaron por su cabeza. Pero no, Ellie no moriría allí. Al menos no en aquella situación.
Su respiración se vió alterada, hasta tal punto que el corazón parecía salirse del pecho. Realizó su ataque, lanzando gotas de magma hacia el humano y la respiración aumentó más aún. Desde su posición pudo observar cómo la defensa de Arístides fue lo suficientemente lenta como para abordar la totalidad de su ataque, recibiendo impactos en el abdomen y el brazo derecho. Durante un intento por apagar el magma, el humano consiguió empeorar las cosas, recibiendo heridas en más lugares y perdiendo una americana por el camino.
Poco a poco la mink empezó a controlar sus pulsaciones, hasta el punto de evitar sufrir un infarto. Continuó mirando a su rival, cuyo rostro indicaba que estaba harto de aquél combate, y, como consecuencia, intentaría acabar con ella. Había estado muy cerca, y quién sabía qué nuevo movimiento podía hacer de nuevo.
Ellie concentró magma alrededor de su cuerpo, mutando éste y creando una figura a su alrededor que hacía que su cuerpo triplicase su volumen. Y ahí vino la ofensiva de su rival. El suelo tembló, los cristales reventaron, y todas las piezas metálicas de su alrededor empezaron a dirigirse hacia ella, con la firme intención de atravesarla y tumbarla.
La mink estiró ambos brazos, formando una T, y giró sobre sí misma, cada vez a más velocidad -aunque ésta se viera mermada por la dureza e intensidad del combate-, hasta conseguir crear una figura ilusoria de un torbellino de magma, y entonces, se ayudaría de su energía para despedir todo el magma que pudiese a través de los brazos. En la cabeza de Ellie todo ese magma serviría para neutralizar los metales de su rival y, además, si alguno conseguía llegar hasta ella, tendría que atravesar un volumen equivalente a dos Ellies de magma para golpearla.
Malo sería que aquella manguera de magma no diese a su rival.
Si por alguna razón el combate acababa, la loba buscaría información -si es que quedaba entre tanto magma- de su rival o de la habitación y, tras ello, saldría con cautela al exterior. ¿Habrían preparado algún dispositivo allí?
Una manguera como símil... ¡Guau! Suena bastante... ¿destructivo?, ¿abrasador? Calentito, eso seguro, pero vamos con lo que te interesa. Empecemos por tu defensa. Efectivamente, muchos de los elementos metálicos son bastante finos y más o menos endebles. Los que soportaban los cristales de las ventanas, por ejemplo, se clavan mínimamente en tu caparazón de magma antes de derretirse sin mayores repercusiones para ti. Otros, por el contrario, son bastante más sólidos y resistentes —hablo de lo que salen de las paredes, por ejemplo—. En el caso de estos últimos, muchos de ellos consiguen clavarse en tu coraza en mayor o menor profundidad. Aun así tu envergadura se ha incrementado notablemente, por lo que muchos de ellos fallarán. Algunos son romos y otros tienen una punta metálica que sin duda será molesta. Eres muy coherente asumiendo daños, así que, como no puede ser de otro modo, dejo a tu interpretación cómo estas cositas te afectan.
Ahora vamos con tu ataque, y es que Arístides, al igual que yo, no esperaba que convirtieses tu defensa en tu ataque y te convirtieses en un surtidor de magma. ¿Que debería haberlo sospechado? ¿Por qué? Hasta el momento sólo te habías dedicado a gotear. El caso, que embadurnas al pobre anciano en magma y ni siquiera le da tiempo a gritar para reflejar el dolor que ha sentido antes de morir. ¡Enhorabuena! Has neutralizado al segundo al mando de Rufus, el que, aunque no lo sepas, es el encargado de la logística de la Gran Obra. Era todo un cerebrito, sí señor, aunque es una lástima que consagrase su intelecto a servir al caos, el mal y el desorden.
En cuanto a la estancia... Bueno, digamos que lo único aprovechable que queda eres tú y eso no deja de ser una verdad a medias. No sé qué te habrán hecho todas esas vigas y cosas que han salido de la pared, pero se suman a dos heridas basttante molestas. Si un lisiado abuelete te ha dejado así, ¿qué podrá hacer Rufus? Espero que tengas alguna otra estrategia como la que acabas de poner en práctica.
Cháchara aparte, ¿no te resulta extraño que con tanto alboroto nadie se haya dignado a llamar a la puerta siquiera? Pues sí, es raro, y es que si sales al exterior o te das un paseo por la mansión comprobarás que no queda absolutamente nadie dentro. Y nadie es nadie. ¿Y bien? ¿Qué harás?
Ahora vamos con tu ataque, y es que Arístides, al igual que yo, no esperaba que convirtieses tu defensa en tu ataque y te convirtieses en un surtidor de magma. ¿Que debería haberlo sospechado? ¿Por qué? Hasta el momento sólo te habías dedicado a gotear. El caso, que embadurnas al pobre anciano en magma y ni siquiera le da tiempo a gritar para reflejar el dolor que ha sentido antes de morir. ¡Enhorabuena! Has neutralizado al segundo al mando de Rufus, el que, aunque no lo sepas, es el encargado de la logística de la Gran Obra. Era todo un cerebrito, sí señor, aunque es una lástima que consagrase su intelecto a servir al caos, el mal y el desorden.
En cuanto a la estancia... Bueno, digamos que lo único aprovechable que queda eres tú y eso no deja de ser una verdad a medias. No sé qué te habrán hecho todas esas vigas y cosas que han salido de la pared, pero se suman a dos heridas basttante molestas. Si un lisiado abuelete te ha dejado así, ¿qué podrá hacer Rufus? Espero que tengas alguna otra estrategia como la que acabas de poner en práctica.
Cháchara aparte, ¿no te resulta extraño que con tanto alboroto nadie se haya dignado a llamar a la puerta siquiera? Pues sí, es raro, y es que si sales al exterior o te das un paseo por la mansión comprobarás que no queda absolutamente nadie dentro. Y nadie es nadie. ¿Y bien? ¿Qué harás?
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Ellie sintió cómo su coraza bloqueaba la mayoría de los impactos, algunos por su diminuto tamaño, y otros porque veían reducida su velocidad hasta frenarse. Sin embargo, recibió algunos impactos que perforaron distintas partes de su cuerpo, creando cortes de diferentes tamaños y profundidades. Algo que sin duda resentiría aún más su estado.
Pero ya no había de qué preocuparse… Por Arístides al menos. Su magma neutralizó por completo al segundo al mando de Rufus, y aquello era un claro golpe sobre la mesa. Pese a no saber a qué se dedicaba, entendió que la pérdida de un segundo al mando era lo suficientemente importante como para revolucionar todo. Pero no sucedió así.
Antes de salir al exterior, Ellie observó su cadáver, claramente damnificado por el magma y, probablemente de no ser por lo que quedaba de silla, la gente no podría reconocerlo. Se acercó ligeramente y comprobó que, efectivamente, no tenía pulso. Durante un segundo pensó que podría resurgir como una especie de cyborg. Probablemente desde aquél día la mink tendría pesadillas con los propios cyborgs.
La agente comprobó los cortes realizados por el último y vano intento de Arístides por acabar con su vida, y notó que los brazos se habían llevado buena parte de ellos -probablemente por estar en continuo movimiento-, aunque la mayoría lucían leves. El más feo probablemente fuese el de su garra derecha, justo a la altura de la uña del dedo índice. Por el resto del cuerpo tenía alguno más, sobre todo en la zona del torso, donde la mayoría eran leves salvo uno en la zona del abdomen que había dejado de expulsar sangre por alguna razón.
La situación de la mink no era la mejor, estaba claro. Pero sus movimientos cada vez eran más lentos, y su mente estaba bastante agotada. Aquella misión de infiltración era un suicidio para la mayoría de agentes, aunque ella había tenido a favor el factor suerte y, por qué no decirlo, había actuado de manera memorable. Aunque faltaba la punta del iceberg; Rufus. Si no conseguía acabar con él, lo que había hecho no valdría de mucho.
Una vez salió al exterior, se sorprendió al no ver a nadie. También le había sorprendido que nadie entrase a ayudar en la sala. Es más, lo había esperado, ya que a mitad del combate se estableció un tiempo máximo para acabar con su rival y no levantar excesivas sospechas, y claramente el combate se alargó más de lo debido.
Volvió a entrar y se dirigió con cautela a la sala donde vió a Rufus desde los conductos de ventilación. Pero no había nada ni nadie. Absolutamente nada. Intentó olfatear algún rastro de humano cerca, algo que le diese alguna pista, pero parecía que el mundo se había acabado. Extrañas ideas paranóicas inundaron la mente de la loba, que sumado a su cansancio no fue capaz de idear un plan. Salió de nuevo al exterior desde la habitación donde aún permanecía el cuerpo de Arístides y deambuló por la zona unos segundos. Entonces pensó que se dirigiría a la zona donde toda esta historia había empezado; A la plaza. No se acercaría en exceso, simplemente se dedicaría a observar si había alguien allí, porque de no haberlo, empezaría a pensar realmente que era la única ser viva sobre la faz de la tierra.
Pero ya no había de qué preocuparse… Por Arístides al menos. Su magma neutralizó por completo al segundo al mando de Rufus, y aquello era un claro golpe sobre la mesa. Pese a no saber a qué se dedicaba, entendió que la pérdida de un segundo al mando era lo suficientemente importante como para revolucionar todo. Pero no sucedió así.
Antes de salir al exterior, Ellie observó su cadáver, claramente damnificado por el magma y, probablemente de no ser por lo que quedaba de silla, la gente no podría reconocerlo. Se acercó ligeramente y comprobó que, efectivamente, no tenía pulso. Durante un segundo pensó que podría resurgir como una especie de cyborg. Probablemente desde aquél día la mink tendría pesadillas con los propios cyborgs.
La agente comprobó los cortes realizados por el último y vano intento de Arístides por acabar con su vida, y notó que los brazos se habían llevado buena parte de ellos -probablemente por estar en continuo movimiento-, aunque la mayoría lucían leves. El más feo probablemente fuese el de su garra derecha, justo a la altura de la uña del dedo índice. Por el resto del cuerpo tenía alguno más, sobre todo en la zona del torso, donde la mayoría eran leves salvo uno en la zona del abdomen que había dejado de expulsar sangre por alguna razón.
La situación de la mink no era la mejor, estaba claro. Pero sus movimientos cada vez eran más lentos, y su mente estaba bastante agotada. Aquella misión de infiltración era un suicidio para la mayoría de agentes, aunque ella había tenido a favor el factor suerte y, por qué no decirlo, había actuado de manera memorable. Aunque faltaba la punta del iceberg; Rufus. Si no conseguía acabar con él, lo que había hecho no valdría de mucho.
Una vez salió al exterior, se sorprendió al no ver a nadie. También le había sorprendido que nadie entrase a ayudar en la sala. Es más, lo había esperado, ya que a mitad del combate se estableció un tiempo máximo para acabar con su rival y no levantar excesivas sospechas, y claramente el combate se alargó más de lo debido.
Volvió a entrar y se dirigió con cautela a la sala donde vió a Rufus desde los conductos de ventilación. Pero no había nada ni nadie. Absolutamente nada. Intentó olfatear algún rastro de humano cerca, algo que le diese alguna pista, pero parecía que el mundo se había acabado. Extrañas ideas paranóicas inundaron la mente de la loba, que sumado a su cansancio no fue capaz de idear un plan. Salió de nuevo al exterior desde la habitación donde aún permanecía el cuerpo de Arístides y deambuló por la zona unos segundos. Entonces pensó que se dirigiría a la zona donde toda esta historia había empezado; A la plaza. No se acercaría en exceso, simplemente se dedicaría a observar si había alguien allí, porque de no haberlo, empezaría a pensar realmente que era la única ser viva sobre la faz de la tierra.
En cuanto pones un pie en la plaza algo se agita de sus pies. Tal vez puedas pensar ―al menos en un primer momento― que todo es producto de tu imaginación y del cansancio, pero una mano no tarda en nacer de la tierra y aferrar tu tobillo. Al lado de ésta surge otra y, como si todas se hubiesen puesto de acuerdos, súbitamente te encuentras en un mar de extremidades que poco a poco van convirtiéndose en cuerpos completos conforme sus propietarios abandonan el subsuelo. Es entonces cuando todos te sueltan y se colocan en formación frente a ti, formando un semicírculo.
Se hace el silencio durante unos segundos, pero entonces comienza a sonar una música un tanto extraña. Sale de todos sitios y de ninguno a la vez, pero la cuestión es que la horda de zombis comienza a moverse al unísono como si de una ensayada coreografía se tratase... Y es que tal vez lo sea. Bueno, vale, ahora en serio.
Te prometo que no todo era mentira, y es que, efectivamente, en la plaza y en la zona portuaria no hay ni cristo. Quedan algunos bares abiertos, pero si teda por entrar únicamente encontrarás a los propietarios de los mismos. Del mismo modo, los barcos que aguardaban en el puerto han desaparecido y únicamente quedan un par de balandros que según parece no tienen nada que ver con Rufus, Arístides o la Gran Obra.
No hay rastro de las cajas que abarrotaban el lugar, de los operarios ni de los sanguinarios coordinadores que reprendían a todo aquél que se escaqueaba un instante. Es como si todo lo que has podido contemplar no fuese más que un espejismo, un mal sueño o el desagradable efecto de una droga. Mira que te tengo dicho que cuando salgas de fiesta no dejes el vaso por ahí y no lo pierdas de vista... En fin, y paro ya con las bromas, ¿no deberías intentar averiguar qué demonios ha pasado con todo y todos? Esto tiene muy mala pinta.
Se hace el silencio durante unos segundos, pero entonces comienza a sonar una música un tanto extraña. Sale de todos sitios y de ninguno a la vez, pero la cuestión es que la horda de zombis comienza a moverse al unísono como si de una ensayada coreografía se tratase... Y es que tal vez lo sea. Bueno, vale, ahora en serio.
Te prometo que no todo era mentira, y es que, efectivamente, en la plaza y en la zona portuaria no hay ni cristo. Quedan algunos bares abiertos, pero si teda por entrar únicamente encontrarás a los propietarios de los mismos. Del mismo modo, los barcos que aguardaban en el puerto han desaparecido y únicamente quedan un par de balandros que según parece no tienen nada que ver con Rufus, Arístides o la Gran Obra.
No hay rastro de las cajas que abarrotaban el lugar, de los operarios ni de los sanguinarios coordinadores que reprendían a todo aquél que se escaqueaba un instante. Es como si todo lo que has podido contemplar no fuese más que un espejismo, un mal sueño o el desagradable efecto de una droga. Mira que te tengo dicho que cuando salgas de fiesta no dejes el vaso por ahí y no lo pierdas de vista... En fin, y paro ya con las bromas, ¿no deberías intentar averiguar qué demonios ha pasado con todo y todos? Esto tiene muy mala pinta.
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A Ellie le parecía pesar el alma. Cada vez que daba un paso arrastraba el pie en el siguiente, y poco a poco empezó a tener la sensación de que algo la retenía. Como si una mano la fuese agarrando, se tuvo que detener un par de veces hasta llegar a la plaza.
Y es que allí no había nadie. Algún que otro bar o puesto con la gente trabajando, pero nadie más. ¿Acaso la habían visto y habían huído? ¿Por qué nadie ayudó a Arístides?
La mink entró en uno de los bares abiertos y se dirigió a la barra como buenamente pudo. Se había fijado fuera y ya no quedaba ni rastro de las cajas, los operarios ni los famosos piratas que colaboraban con la gran obra. Es como si todo se hubiera esfumado sin más.
- Tráigame algo de comer, la especialidad de la casa. Y un par de botellas de agua. Ah, y vodka, absenta, o cualquier cosa que tenga el máximo de alcohol posible, por favor.
Si el camarero le hacía caso, usaría el alcohol para echárselo sobre las heridas, y probaría a tomar la comida para ganar fuerzas. Si bien no se fiaba demasiado de la gente de allí, pondría a prueba su afilado olfato para detectar alguna sustancia fuera de lo normal en el plato o la bebida. Y, cuando se encontrase con fuerzas, intentaría sacar algo de información del tendero.
- Perdone, ¿dónde ha ido todo el mundo? La otra noche había bastante ambiente por aquí.
Si la respuesta del camarero no le daba ninguna información, intentaría lanzar su segunda bala; había trabajado en la obra y ahora no sabía qué hacer. Alguien la dejó inconsciente y ahora no entendía nada.
Y es que allí no había nadie. Algún que otro bar o puesto con la gente trabajando, pero nadie más. ¿Acaso la habían visto y habían huído? ¿Por qué nadie ayudó a Arístides?
La mink entró en uno de los bares abiertos y se dirigió a la barra como buenamente pudo. Se había fijado fuera y ya no quedaba ni rastro de las cajas, los operarios ni los famosos piratas que colaboraban con la gran obra. Es como si todo se hubiera esfumado sin más.
- Tráigame algo de comer, la especialidad de la casa. Y un par de botellas de agua. Ah, y vodka, absenta, o cualquier cosa que tenga el máximo de alcohol posible, por favor.
Si el camarero le hacía caso, usaría el alcohol para echárselo sobre las heridas, y probaría a tomar la comida para ganar fuerzas. Si bien no se fiaba demasiado de la gente de allí, pondría a prueba su afilado olfato para detectar alguna sustancia fuera de lo normal en el plato o la bebida. Y, cuando se encontrase con fuerzas, intentaría sacar algo de información del tendero.
- Perdone, ¿dónde ha ido todo el mundo? La otra noche había bastante ambiente por aquí.
Si la respuesta del camarero no le daba ninguna información, intentaría lanzar su segunda bala; había trabajado en la obra y ahora no sabía qué hacer. Alguien la dejó inconsciente y ahora no entendía nada.
Te traen todo lo que pides. El camarero, un señor bajito y barrigón con el mandil lleno de churretes, coloca ante ti una pieza de lomo de buey que de no estar tan hambrienta se te antojaría demasiado grande. ¿Qué le vamos a hacer? Tenían existencias para toda esa gente y ya no están ahí para comérselas. No te da dos, sino tres botellas de agua y una cuarta con un líquido transparente que, pese a que se beba por ocio, huele casi como alcohol puro.
Responde a tu primera pregunta con una evasiva, pero cuando haces el segundo intento alza una ceja con cierto interés, como si intentase recordar tu rostro. Dirige un rápido vistazo al mozo que barre el local y se aproxima a ti antes de susurrar:
―Han partido para cumplir la Gran Obra: librar al Paraíso de la opresión del Gobierno Mundial y sus perros. Pero no al estilo de la Revolución, no. Nada de un mundo justo e idealizado en el que no hay Dragones Celestiales y todos vivimos en paz y armonía, rodeados de florecitas y mariposas. Las islas de este inmenso mar serán nuestras y nosotros seremos quienes obtengan el beneficio de ellas. ¡Es la hora de que el Bajo Mundo llegue a lo más alto! Y hay que empezar por el archipiélago, por supuesto. No se puede tolerar esos hijos de puta tengan su base aquí junto a nosotros sin más.
¡Hostia puta! ¡Así que era eso! ¿Y ahora qué hacemos?
Responde a tu primera pregunta con una evasiva, pero cuando haces el segundo intento alza una ceja con cierto interés, como si intentase recordar tu rostro. Dirige un rápido vistazo al mozo que barre el local y se aproxima a ti antes de susurrar:
―Han partido para cumplir la Gran Obra: librar al Paraíso de la opresión del Gobierno Mundial y sus perros. Pero no al estilo de la Revolución, no. Nada de un mundo justo e idealizado en el que no hay Dragones Celestiales y todos vivimos en paz y armonía, rodeados de florecitas y mariposas. Las islas de este inmenso mar serán nuestras y nosotros seremos quienes obtengan el beneficio de ellas. ¡Es la hora de que el Bajo Mundo llegue a lo más alto! Y hay que empezar por el archipiélago, por supuesto. No se puede tolerar esos hijos de puta tengan su base aquí junto a nosotros sin más.
¡Hostia puta! ¡Así que era eso! ¿Y ahora qué hacemos?
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