[Misión Osada-West Blue] Un tulipán para esta rosa

Asintió ante las palabras de Astartea, lo que parecía ser una misión fácil se había convertido en una verdadera locura — quién nos diría a nosotros que acabaríamos metidos en un lío semejante — bufó un poquito quitándole de la boca el puro al vaquero para dar un par de caladas y después devolvérselo. La verdad es que estaba cansada de tanta tontería y por el momento lo único que quería era que ese viaje se hiciera ameno hasta que llegaran al puerto. — Bien, me encanta jugar a las vigilancia, pero no tengo silenciador, así que veremos a ver como mantengo a raya el ruido de las balas si tengo que disparar — pensó entonces en que a lo mejor podía ponerse a una distancia donde no se escucharan y entonces usaría su viento para acertar.

Mientras meditaba en eso le metió el puro en la boca al vaquero y después suspiro — espero que lleguemos enteros. — Al final llegaron al puerto, enteros y sin mayores contratiempos. Ash salió la primera para ir a colocarse en un punto estratégico donde podía mantener todo el lugar bien vigilado y de ese modo evitar que pudieran dispararles o hacerles cualquier mal mientras la albina le nombraba caballero. Desde luego, la de cosas que hay que hacer para ayudar a un par de tórtolos. Preparo la pistola y le piso el visor de francotirador además de dejar que unos vientos ligeros recorrieran el lugar sin llegar a ser nada exagerado.

Por el momento ese era su papel, vigilar que todo fuera bien y eso es lo que hacía. La ceremonia daría comienzo en breves y dios, esperaba que terminaran pronto por que no era momento para estar retrasando aquella historia mucho más. Fue entonces que sus ojos rubí se fijaron en algo, le hizo una señal a John con un el crucifijo que llevaba al cuello haciendo que brillara gracias a la luz del sol de forma muy tenue y que si no sabías que estaba allí Ash, pasaría totalmente desapercibido, pero al menos el vaquero lo sabría. Algo no iba del todo bien y de alguna forma le avisaba para que estuviera atento a lo que pudiera ocurrir.

Sonrió levemente ante la amenaza de Astartea. No era más que una frase hecha, no iba a matarlo de verdad, por supuesto. No era tan sádico. Aunque si que podría darle un escarmiento para que aprenda a no meterse en los asuntos de los demás o en si fuman o no fuman. Le extrañó un poco cuando la chica dijo que lo había nombrado caballero, pues no sabía que podía hacer eso, aunque no preguntó. Si tuviese que preguntar a todo el mundo que era capaz de hacer algo que él no sabía... No acabaría nunca.

La ceremonia ya estaba preparada. Lamentablemente, tal como había dicho Astartea, los objetivos en aquel lugar eran un blanco fácil. Por suerte para los novios y por desgracia para los atacantes, estaban los tres allí. El vaquero estaba empezando a formar cierto vínculo con las albinas. Casi como si los tres juntos fuesen capaces de llevar a cabo cualquier misión. Aunque no sabía si ellas pensaban lo mismo. Fuera como fuese, el vaquero tenía total confianza en ellas, después de todo... habían demostrado ya de lo que eran capaces.

Estaban ya en la ceremonia. Ash se encontraba en su posición y todo iba avanzando con cierta tranquilidad. Un pequeño aire frío meció los cabellos bajo el sombrero del agente. Había apagado su puro, pues no quería que viniese nadie a decirle nada durante la misma ceremonia. Un brillo tocó sus ojos. Miró entonces hacia la posición en la que estaba Ash para ver la señal que le estaba dando. Suspiró. Activó su visión térmica y su vista se llenó de manchurrones rojos. Todos los invitados, apelotonados allí. Cualquiera diría que aquello dificultaría el rastreo, sin embargo...

Uno de los manchurrones rojos estaba apartado del resto. Chasqueó la lengua. Esa señal de calor apartada estaba agachada a un lado, entre los arbustos. ¿Habría alguien más? El vaquero movió el brazo para que la luz se reflejase en el metal del mismo para devolver la señal a Ash. Señalaría después hacia los arbustos, esperando que esta lo estuviese mirando con su visor de francotirador. El vaquero, por su parte, desactivó la visión térmica y acercó con el zoom de sus ojos hacia la zona donde estaba la señal de calor. En efecto, allí había alguien escondido.

La ceremonia había sido rápidamente preparada por algunos de los miembros de la familia que ella había mandado tener. El cochero se había asegurado de que el blasón de su familia presidiera el nombramiento y la dama de cabellos de plata y orbes de sangre se aseguró de que todo estuviera perfecto. No vamos a negar que aquel par le diera la seguridad que le faltaba, pero aun así había preparado su akuma para que en caso de un disparo a la cabeza o a otra parte ella pudiera salvarlo. Había hecho un clon de su cabeza, de algunas partes físicas importantes y luego había dejado todo listo.

-Por el poder que se me ha otorgado desde mi nacimiento, desde mi cuna, desde mi sangre y título.- La dama sacó con calma aquella espada de su familia, mientras la posaba en su hombro con tranquilidad.- Yo, Astartea Marie Von Castle, como Duquesa de la casa Von Castle, señores de los cuervos de English Garden, te nombro a ti, caballero de mi casa.- Pasó la espalda por sus hombros con calma, mientras la ceremonia se hacía oficial y sacaba una medalla que lo nombraba como tal.- Mas te vale recordar quien te ha puesto en este lugar… -Se quedó un segundo en silencio, y entonces crispó el gesto.- Joder…-Lo masculló entre dientes, el chico no entendió nada.- Pasa al carruaje por favor.- Una sonrisa suave y el chico entra con la princesa al carro insonorizado para que la espada de su mano crezca, haciendo de escudo para las balas que buscaban llegar a ellos.

-Señor, esto me está crispando…-Se sobó la sien, sabiendo que Ash y John se encargarían del tirador sin mucho problema. Devolvió la espada a su tamaño normal y abrió la puerta, uniéndose a la pareja.- Enseguida nos moveremos, estamos esperando a mi cochero…-Sonríe de forma brillante, dando gracias a todo lo que sabe y conoce.

Aquella mierda de viaje estaba llegando a su fin.

Realmente se estaba cansando de tanta tontería. Espero a que John le diera la conformación y no tardó mucho en recibirla. Con su mira telescópica estuvo atenta a las indicaciones del vaquero y después apunto a los arbustos justo donde se suponía que podría estar el tirador. Mientras la ceremonia se llevaba acabo Ash se mantenía alerta por si en cualquier momento debía disparar, pero no podía hacerlo antes de saber que aquel que se escondía en los arbustos era una amenaza real y no una tontería.

En el momento en que este comenzó a disparar la vaquera chasqueó la lengua y tras un rápido disparo atravesó la mano del sujeto que tiro la pistola y entre gritos y quejidos cayó al suelo. Esperaba que John se hiciera cargo de aquel desgraciado mientras ella bajaba de dónde estaba. Una vez se libraron de él cogieron nuevamente los caballos que habían dejado atrás cuando montaron en el barco y pusieron rumbo al castillo. Esperaba que no hubiese más contratiempos hasta que llegarán allí. Estaba cansada de tanta locura por una tontería semejante como la boda de esos dos chiquillos.

Una vez llegaron a Palacio fueron nuevamente recibidos por los guardias que se inmediato les dejaron pasar a la sala del trono donde Ash mantenía la mano en la pistola por si acaso. Ya no se fiaba se nadie y estaba con los nervios bastante crispados. Un movimiento en falso y cualquiera podría acabar con la pistola de la vaquera en la sien. Miro de reojo a John por si acaso él tenía algo que decir y después dejo que Astartea fuera la encargada de darle la bofetada al rey contándole que ahora aquel chiquillo era caballero de su casa. Se moría de ganas por ver el careto del rey cuando lo supiera.

Oyó el disparo de la albina. Empezó a caminar hacia los arbustos, justo donde estaba el tipo que había visto. Separó los mismos y miró, para ver a un tipo tirado en el suelo con la mano sangrando, sujetando esta con la misma mano. Había un arma en el suelo, seguramente arrancada de su mano por la albina de un disparo. Dijo que no con la cabeza de forma decepcionada, casi como si estuviese a punto de regañar a un niño. Entró en los arbustos y pisó la mano herida del tipo, haciendo que gritara de dolor. Se agachó sin dejar de pisarla, añadiendo más peso a la misma.

—Seguro que tú puedes contestarme, ¿eh? Aquí hay algo raro y tú me vas a decir que es, ¿vale? ¿Por qué queréis parar esta boda? —El tipo no contestó. John retorció el pie que pisaba su herida, haciendo que gritara más de dolor todavía—. ¿Sois de un reino rival? ¿Sois rebeldes? ¿Está el pueblo descontento con el rey?

El tipo empezó a convulsionar. De su boca empezó a salir una espesa espuma mientras que sus ojos se ponían en blanco. Finalmente paró y se quedó inmóvil, totalmente muerto. El vaquero suspiró y se irguió, sujetándose el ala de sombrero. Fuera lo que fuese eran lo bastante fanáticos a su causa como para preferir matarse antes de hablar. El vaquero estaba demasiado confuso, todo era muy raro. Salió de allí y fue directo con Ash a montarse en uno de los caballos para ir de camino al palacio de nuevo. Por el mismo habló con la albina, en voz baja.

—Es extraño... Lo de la prueba es algo, pero no creo que esta gente estuviese dispuesta a morir por una prueba. Creo que hay algo mucho más serio detrás.

Varias teorías surgían por su mente. ¿Era verdad que al rey no le hacía gracia esa unión? ¿Y sí el rey había montado todo ese paripé para mandar a asesinos a matar al puñetero crío y así librarse de ese problema? No, no tendría sentido, eso no explicaba que les atacaran mientras iban tan solo con la princesa. Dudaba seriamente que el rey quisiese matar a su propia hija... A menos que fuese un despiadado hijo de puta que, con tal de que su hija no se case con alguien que no le interesa, sería capaz de matar a la misma. No, aquello era demasiado. Lo más probable es que fuese un grupo rebelde o un reino rival...

—Dame un respiro... —murmuró para si bajando el ala del sombrero. Tal vez se estaba involucrando demasiado.

Llegaron a palacio por fin. John se mantuvo cerca de Ash, con la mano levitando constantemente cerca de la pistola por si acaso. Todavía no se fiaba del todo de la inocencia de su majestad.

Astartea era una de esas personas que al criarse toda su vida con nobles les olía las intenciones a tres kilómetros a la redonda. Había distintas posibilidades, pero la más común era que otro miembro de la familia real estuviera metido por medio o un noble algo más poderoso se pensara con derechos sobre la princesa. Común, demasiado para su gusto, pero en fin, era el momento del final de toda aquella aventura que la había traído por el camino de la amargura.

Se presentaron finalmente, el chico una reverencia digna de cualquier caballero y presentó orgulloso la medalla y el blasón de los Von Castle.- Me presento de nuevo señorita, como Duquesa de los Von Castle confirmo la identidad de este hombre como caballero de mi casa, y estaré honrada de ser la que lo entregue para pedir la mano de su hija.- El hombre se sorprende, la mujer sonríe y emocionados se pierden en un abrazo mientras ella se soba la sien invocando toda la paciencia que tiene. Odia el politiqueo y esas mierdas, pero son tan comunes y necesarios en su vida que puede tratar con reyes y reinas con los ojos cerrados y una mano atada a la espalda.

Entonces viene la pregunta, a ambos les preguntan que como ha ido el viaje, si hubo algún problema, peligro o situación horrible. Astartea se tensa, y sabe de sobra que el par a su espalda hace lo mismo, hasta que la muchacha habla.- ¿La verdad? Si ha pasado algo, yo no me he enterado de nada, fue todo muy tranquilo, seguro que ellos ni se han cansado.- Una sonrisa cumplida y las ganas de estrangularles empiezan a crecer de forma exponencial. Al menos han conseguido su objetivo y les felicitan y cobran la recompensa.

-Señor, a la próxima misión con alguien con corona, invocadme solo para quitársela…-Un tic en la ceja, el ceño fruncido y nuestra dama suspira. Al menos las cosas han terminado bien.