Normas del capítulo:
Moderación
Tambores de guerra retumban a lo largo de todo Wano a medida que el sol asciende sobre el horizonte. No hay una sola nube que cubra el cielo, pero el humo se extiende allá por donde uno ose posar la mirada. Kuri, Hakumai, Kibi, Udon… El olor de la sangre y la muerte también se puede oler casi allá donde uno vaya. Las tropas de la emperatriz comienzan a abandonar la capital, o por lo menos soldados salen de todas partes para combatir al enemigo… Salvo en Kuri. Esta región se ha convertido en el punto caliente de una batalla que todo el mundo desea librar. Los últimos barcos van atracando y el olor a carne quemada impregna el aire allá donde los campos no arden, hasta penetrar en lo más profundo de los bosques.
Se escucha el aullido de los lobos en todas partes, y el rugido de las bestias casi en cada lugar. El humo es denso, y las cenizas oscurecen el brillante día, hasta que de pronto, como un relámpago, una columna de fuego cruza desde la tierra hasta el cielo. Se trata de un fuego tan puro y luminoso que arde azul y blanco, pero dura apenas un instante antes de extinguirse. Sin embargo, su resplandor ha podido verse en todo Wano: Si quedaba alguna duda, el dueño de estas tierras ha llegado.
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
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- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
- Se puede postear varias veces en una ronda, siempre que hayan posteado al menos dos personajes antes.
Moderación
Tambores de guerra retumban a lo largo de todo Wano a medida que el sol asciende sobre el horizonte. No hay una sola nube que cubra el cielo, pero el humo se extiende allá por donde uno ose posar la mirada. Kuri, Hakumai, Kibi, Udon… El olor de la sangre y la muerte también se puede oler casi allá donde uno vaya. Las tropas de la emperatriz comienzan a abandonar la capital, o por lo menos soldados salen de todas partes para combatir al enemigo… Salvo en Kuri. Esta región se ha convertido en el punto caliente de una batalla que todo el mundo desea librar. Los últimos barcos van atracando y el olor a carne quemada impregna el aire allá donde los campos no arden, hasta penetrar en lo más profundo de los bosques.
Se escucha el aullido de los lobos en todas partes, y el rugido de las bestias casi en cada lugar. El humo es denso, y las cenizas oscurecen el brillante día, hasta que de pronto, como un relámpago, una columna de fuego cruza desde la tierra hasta el cielo. Se trata de un fuego tan puro y luminoso que arde azul y blanco, pero dura apenas un instante antes de extinguirse. Sin embargo, su resplandor ha podido verse en todo Wano: Si quedaba alguna duda, el dueño de estas tierras ha llegado.
- 1 - Los churmanos de la tormenta:
- El agua va entrando lenta pero constantemente por el agujero abierto, haciendo casi inevitable que el barco pueda sobrevivir si no es reparado urgentemente. De esto se podría dar cuenta cualquiera con solo mirarlo, aunque lo de que tiene salación quizá solo Nox pueda percibirlo. Por su parte, Marc parece haber tenido una idea. ¿Buena, mala? Eso será cosa de juzgarlo más adelante, pero el hecho es que, si bien las ondas no logran evitar que el oleaje se detenga, roban una enorme fuerza al agua que, si bien cae sobre cubierta empapándoos a todos, apenas empuja a Nox y a Luka poco más de medio metro. Y es en este momento en el que empiezan a suceder cosas muy caóticas, así que vamos por orden:
Las ondas cortantes penetran en la ola, provocando un estallido omnidireccional de gotas a altísimas temperaturas que os salpican a todos, siendo molestas pero no provocando más daño que una quemadura en la cocina. Estas ondas logran que el cuerpo de la ola se tronce apresuradamente, desparramándose sobre el barco sin llevárselo al fondo del mar. Desgraciadamente debido a la gran masa de agua que deben atravesar pierden potencia, pero aun así logran arrancar un chillido de dolor al animal, tan potente que resulta doloroso en los oídos. Si nos dejamos guiar por eso, y pese a que no puedes ver que sangre, le has hecho daño. Por su parte Zane guiña el ojo. Precisamente por la diferencia de alturas es algo que pasa un poco desapercibido, y Therax se prepara para guarnecerse junto a él, mientras Vile dispara contra la espalda del Gyojin, con la suerte y fortuna de que gracias al leve surco que ha abierto Therax la bala consigue penetrar más de lo que en principio cualquiera pudiera haber esperado, arrancando un quejido al enorme hombre pez, que frunce el ceño.
Sin embargo, en el momento en que Zane libera su Haki del rey el rey marino parece tensarse por completo, pero apenas mueve la cola para ocultarla de nuevo mientras el gyojin roza el agua con sus dedos, que empieza a cubrir su cuerpo girando en una extraña armadura de apenas unos centímetros, completamente de agua, en un torrente que lo cubre por completo, justo a tiempo dado que el pelirrojo embate contra él sin darle apenas un momento de reaccionar. Sin embargo, hace algo que resulta cuanto menos sorprendente. En lugar de interponer su arma elige asumir el impacto con el brazo desnudo, pero apenas tienes tiempo de darte cuenta del error cometido. Si bien el corte penetra en su carne, antes de que puedas retirar el arma para preparar tu segundo golpe estira todo su antebrazo en un movimiento tan rápido como letal, tratando de agarrarte por el torso y, de conseguirlo, lanzarte de cabeza al mar. Tras eso, con relativa calma, opta por daros una respuesta:
– Vosotros nos declaráis la guerra tras salvar a un criminal que ha asesinado decenas de hombres por “servir a una usurpadora”. Aun si no fuese de familia real, por cierto, ha ganado el trono bajo derecho de conquista –dice, señalando a Luka–. Venís a por nosotros, matáis a nuestra gente, amedrentáis a nuestros soldados sin preguntaros por qué servimos, nos declaráis una guerra sin saber siquiera lo que somos, y cuando se os oferta un entregaros como prisioneros y poner fin a la guerra estúpida que vosotros mismos habéis iniciado, optáis por un ataque directo a pesar de que en ningún momento he desenfundado mi arma contra vosotros. –Se va acercando a las barandas de estribor, muy despacio, y os da la espalda a todos–. Camufláis vuestra barbarie detrás de supuestas tradiciones para dormir mejor por las noches, pero solo sois un hatajo de asesinos sin ninguna clase de moral más que el “todo es mío”. Escoria como vuestra calaña hace que muchos de los nuestros os odien, no sé cómo habéis engañado al cazón. ¡Betsy, aplasta!
Se lanza al mar con inusitada elegancia, al tiempo que “Betsy”, el rey marino, se abalanza sobre vuestra nave intentando aplastarla con la cabeza. Por suerte el tajo meteoro de Therax en su ascenso le hace una fea herida en la mandíbula, haciendo que llueva una gran cantidad de sangre sobre vuestras cabezas y el animal, malherido, huya hacia el este. La luz que resurge una vez la gigantesca serpiente se aleja os ciega por un instante, y no os vendría mal una ducha.
Si nadie intenta seguir al hombre pez, que nada extraordinariamente despacio para ser un gyojin, puede ser buen momento para calibrar daños y ver qué podéis hacer para salvar el barco. No obstante, estáis lo suficientemente cerca de Kuri como para llegar forzando un poco la nave -que podría quedar insalvable-. De hecho, a esta distancia los hombres pájaro podríais distinguir perfectamente el enorme barco de Lysbeth ardían, el Loreley, atracado en un muelle a un par de millas.
- 2 - Els pecadors:
- Inosuke frota frenéticamente durante un instante, hasta que se da cuenta de que solo sirve para extender la mancha más deprisa. Es más, si te fijas en tu mano, verás que ahora también está la mancha en ella, y se extiende hacia el brazo. Si intentas olerlo notarás que efectivamente huele a tinta, ¿pero qué clase de poder debe estar utilizando para que esta se extienda? Es más, ¿será magia?
Al Katharina acercarse al Mayordomo -Blackhole está ya demasiado lejos- este se mantiene con una sonrisa serena, ojos fijos en ti y escuchando atentamente tus palabras. Tras ello parece reflexionar durante un instante, sopesando todo lo que has dicho añadiendo un dramatismo que, tal vez, sea un poco innecesario en esta situación. Sin embargo, no resulta difícil darse cuenta de que está disfrutando este momento. Intenta tocarte con un dedo en la nariz, y si te toca… Bueno, ya sabes.
– Verás, jovencita. Mi buen amigo Eugene y yo… –Puedes ver en la distancia cómo Blackhole se detiene y agarra algo del suelo y se lo lanza–, en el momento en que invitamos a alguien a formar parte de nuestra hermandad y este acepta, solemos asumir que es nuestro hombre. Y no sé si sabrás de matemáticas, pero…
El objeto se va haciendo cada vez más discernible. Ha recorrido cerca de cincuenta metros hasta convertirse en un pedrusco de al menos medio metro de diámetro, que el Mayordomo esquiva como si nada dando un sencillo paso a un lado. El gruñido de molestia de Blackhole es audible aun en la distancia.
– Como decía, en matemáticas un conjunto suele ser tratado como indivisible. Si la líder de los piratas Sinners acepta nuestra invitación, todos sus hombres pasan a ser miembros de la hermandad. Pero puedes creerme cuando te digo, muchacha, que valoro profundamente el aprecio y cuidado que demuestras por mis hombres. Algún día serás una gran capitana. Ahora, si me disculpas, debo atender asuntos de la hermandad.
Si no le quieres nada más, seguirá caminando y se desviará a poco camino del pueblo, yendo hacia el norte a paso calmado. Un hombre así no puede avanzar mucho, así que igual tiene un as en la manga, quién sabe. Podrías seguir su camino cuando termines de apagar los incendios, pero bueno. Eso ya es cosa vuestra. El asunto es que conseguís poco a poco hacer que las llamas se extingan -sin chistes andinos, por favor- y, aunque Inosuke tiene métodos bastante arcaicos, resultan extraordinariamente eficaces, al menos comparados con los de Xandra. Pero el caso es que todo va funcionando, y mientras Inosuke está tratando las quemaduras del último paciente, puede escuchar entre quejidos lo que parecen delirios desquiciados que, si es que a ese hilillo de voz que pretende ser un grito y no llega ni a susurro se puede llamar así:
– Llegaron en mitad de la noche. La noche, la noche. Estamos todos perdidos. Fue Kenshin, su familia. Él los trajo, nos dijo no pasa nada, pero eran piratas. Y ahora hay fuego, y arde. ¡El sol quema! ¡Porque hemos metido el sol en un tarro! ¡El sol quema!
Lo que está diciendo no parece tener mucho sentido, ¿cómo alguien podría meter el sol en un tarro? De todos modos, cuando por fin termináis de arreglar todo este desaguisado una mujer relativamente joven sale de un escondrijo y se acerca a vosotros corriendo con confianza.
– ¡Gracias! ¡Por el amor de Dios, gracias! ¡Pensé que esta aldea estaba perdida! –Parece bastante emocionada, incluso puede que tal vez demasiado–. Nos han atacado con bestias feroces, que llegaron hasta aquí con sus colmillos de acero y garras que arrancaban la piel. –Si os fijáis bien… No parece herida–. Se han ido hacia el sur, al encuentro del pelirrojo para asaltar toda la región. ¡Ellos están detrás de todo!
Sí, no hace falta ser psicólogo para darse cuenta. Os está mintiendo. Aparte, tiene en el cuello un buen pegote de maquillaje. ¿Le habrán hecho algo? Ahora que miráis, Blackhole sigue avanzando y si no le seguís acabaréis perdiéndolo de vista.
- 3 - Ivartok el Magnífico:
- Después de encocarte hasta escuchar voces y decidir transformarte en una suerte de engendro microquiróptero con problemas de melanina, te enfrentas a un gran problema: No sabes dónde está Berthil. Por suerte para ti, no obstante, el dragón dorado no parece demasiado discreto, y tras acercarte a una zona de la costa en la que casi estás seguro de haber visto el Loreley y, a lo lejos, un rey marino, una gigantesca columna de llamas se alza a unos cuantos kilómetros al norte. Si antes de ir a por el emperador del mar prefieres visitar a Lys, atiende a su moderación, pero si decides virar hacia ese atrapapolillas gigante que puede significar tu perdición… Bueno, la decisión siempre ha sido tuya. Que a todo esto, ¿cómo se va a tomar Blackhole que no le sigas a la batalla? En fin, tú verás.
El asunto es que terminas llegando hasta un puerto en Kuri. No se trata de uno modesto y pobre, como la mayoría, sino uno digno de un rey que casi te da envidia. En sus muelles están atracando decenas de barcos tan magníficos que incluso los adornos de oro que llevan parecen mera bisutería a su lado. En el medio del meollo, al centro de un círculo de tierra quemada, un hombre no demasiado alto observa en silencio cómo cientos de hombres desembarcan poco a poco. De vez en cuando hueles a alguno particularmente fuerte, aunque la mayoría parecen débiles en comparación a ti. El único que, pese a todo, parece rodeado de un aura de poder tal vez más fuerte que tu capitana es el hombre más sencillo de todos, ese muchacho de cabello negro y detalles dorados.
– ¡No tenemos todo el día! –exclama, llegado a cierto punto–. ¡Apurad, vamos!
La zona es bastante tranquila y puedes percatarte de que en esta zona no hay batalla, si bien hay rastros de una cierta resistencia, pero lo único que puedes encontrar de los sublevados es un matiz a carne quemada en el aire. Puede que la columna de fuego no haya sido exclusivamente para advertir de su llegada, aunque cuando el olor se desplace seguro que en alguna zona tiran las armas al suelo. En cualquier caso pronto se ve rodeado de cinco personas, todas bastante fuertes -tanto en apariencia como en presencia- y comienzan a hablar. Una de las cosas que escuchas es un “Hay que ser gilipollas”, al tiempo que se cuestionan qué están haciendo los mercenarios contratados. Vaya, lo que se preguntaría cualquiera. Al final terminan entrando en una taberna donde se oyen cantos festivos, y si miras por las ventanas podrías asumir que el pequeño pueblo está de celebración. ¿Vas a entrar y aguarles la fiesta?
- 4 - Arudian-san:
- Te interpones entre el espadachín y su objetivo con una facilidad que incluso a ti te parece insultante. Su hoja rebota ligeramente, incluso, pero a pesar de que puedes notar que utiliza gran parte de sus fuerzas en penetrar tu defensa apenas sí puede arrancarte un bostezo aburrido. No es particularmente fuerte, parece ser, pero sigue esforzándose y hasta da algún que otro golpe con sumo empeño hasta que le haces la pregunta:
– ¡La Ninia debe moril! –responde, pero el esfuerzo que debe realizar para decir eso es suficiente como para que de una patada lo desequilibres, tanto que los dos guerreros pueden agarrarlo sin dificultad.
Los hombres empiezan a tirar de él, que mira con cierto deseo al suelo y una leve erección empieza a notarse en su parte inferior, aunque no dice nada. Por su parte, uno de los luchadores, un hombre calvo con apenas un cascabel en el centro de la cabeza, te mira con suma seriedad. Parece que puede ver a través de ti, pero tan solo da respuesta:
– Cuida a la ninia, sin eia Wano no soburevivirá. Pagaremos bien, pero ahora tú protege.
Esas respuestas que dejan con más preguntas que al principio son extremadamente frustrantes, pero si decides ir a por Shinobu en lugar de preguntar más (o intentas hacer ambas cosas) sigue leyendo en la moderación de Shinobu.
- 5 - Chetomoto-chan:
- Bueno, si has leído la moderación de Arudian-san sabrás que, efectivamente, es una mujer fuerte. También que la muchacha a la que cargas parece gemir de vez en cuando, sobre todo cuando te mueves de forma muy brusca o rozas sus heridas más graves. Por tu experiencia como sanadora, dirías que más que dolor es un gemido plácido, como si estuviese pasando por un momento yametekudasaionegai o como sea que llaméis en tu época al… Bueno, ya tú sabes.
El caso es que a nadie pasa desapercibido que cargas a la niña, pero está todo el mundo tan inmerso en la batalla que nadie se atreve a parar solo para correr detrás de ti, por lo que terminas llegando al barco sin mucho problema. El verdadero problema, no obstante, es que en un barco tan grande no sabes adónde ir. Sin embargo, tras un rato buscando el lugar por fin logras encontrar la enfermería y puedes empezar a tratarla. Sin embargo, justo antes de que entres te abre la puerta un hombre mayor, de traje completamente malva y una camisa azul cielo, sin corbata. Tiene el cabello blanco como la nieve y, cuando se cruza con Lys en la cubierta, saluda educadamente antes de irse caminando:
– Buenas tardes, señorita Ardian –le dice, con una sonrisa extraordinariamente jovial.
Junto a la aguja y el hilo, aparte, puedes encontrar un anillo de oro roto. Por la mitad. Parece que si lo juntas verás dos serpientes en el sello, entrelazadas. Pero por ahora, deberíais cuidar de la niña.
- 6 - La heladera Famoplay:
- Maki no te quiere. Lo siento.
- 7 - El retorno del Comandante:
- El barco empieza a hundirse y todos los libros que en él había comienzan a perecer. Pero tras ver la heladera y obtener fuerzas renovadas que asientan tus convicciones sobre férreos cimientos, empiezas a luchar con ímpetu renovado. Te lanzas contra un barco, haciendo una carambola sin precedentes que vuelca cinco barcos enemigos. Pero no es suficiente, y comienzas a devolver cañonazos a los demás con una potencia inusitada, o al menos a ti te lo parece. Gracias a esto, las naves de la Revolución terminan ahuyentando a los piratas -los que no se hunden, claro-, y según los navíos pueden llegar a puerto empiezas a escuchar vítores y aclamaciones. Entre ellos un señor con un timón atravesado en el hombro, que aplaude con un ímpetu excepcional hasta que se desmaya por falta de sangre. Todos corean tu nombre: Augustus. Lo alzan como una proclama por el bien y la libertad, salvo ese tipo de ahí, que te mira como si no fueses para tanto. Qué odioso, ¿no?
En cualquier caso ahora puedes decidir qué hacer con tu vida. Puedes seguir nadando en la libertad que te ofrece el mar y olvidarte de tus problemas o salvar el mundo. Que tu cuota de mundos salvados está cumplida este mes, pero si te acercas a la costa y te detienes a hablar con la gente, te pondrán una camisa y cambiarán tu boina por una seca.
– ¡Gracias oficial! –exclama una preciosa mujer con bastante poca ropa–. Sin ti no podríamos haber sobrevivido.
Los centellas se acercan también, aunque no tenías noticias de que hubiesen venido contigo, y empiezan a felicitarte por lo que acabas de hacer. Aparte de eso, se te acerca el mismo hombre de antes, el que no se fiaba de ti, y da un lento aplauso. Parece que es todo lo que le vas a arrancar.
– Muy bien, oficial. Ha desobedecido órdenes directas, ha abandonado a su suerte al Oficial General Sumisu y al teniente Prometeo… Le parecerá bonito. Más le vale ir a buscarlos o…
¡Espera! ¿Qué es eso? Es una roca preciosa, a unos trescientos metros al sureste. Es enorme, pero se parece mucho a Augusdos. Seguro que en esa roca además vive algún pariente lejano de la familia Makintosh. Hagas lo que hagas, y decidas lo que decidas, también puedes organizar una batida por el puerto a ver si encontráis algo interesante para establecer una base mejor que un palio en medio del muelle.
- 8 - Murasaki:
- Necabit llega caminando lentamente hasta el interior de la habitación, donde se encuentra con la bella estampa familiar. Parece portar una sempiterna sonrisa, aunque puedes notar cómo parece bastante turbado al ver que el trabajo todavía no ha sido realizado. Se queda mirando hacia ti por un momento, y arquea una ceja.
– ¿Acaso tendrías la sangre fría de condenar a una pobre familia a los abusos constantes y la servidumbre de por vida? –Notas el cinismo y la hipocresía en su voz, aunque parece más forzado para realzar lo evidente que otra cosa–. Verás, querida, en esta tierra el linaje es muy importante. Wano es una tierra de tradiciones, y nos debemos a ellas. Si ahora dejamos a una pobre niña viva, tal vez no pase nada… O tal vez se alce en armas contra nosotros, si tiene una forma de enardecer al pueblo. Créeme, es lo mejor y más rápido. Ya habrá más hijos en esta tierra.
Puedes interpretar su respuesta, pero tras un instante de duda acabas con la mujer y sus dos criaturas. Chillan como cerdos, pero por suerte no tardan mucho en ahogarse en su propia sangre, y lo único que queda tras eso es el silencio. Necabit parece paladearlo, casi como una rana atrapando moscas, y deja pasar un buen rato antes de ofrecerte pasar delante de él.
– Muy bien, jovencita. ¿Quieres venir conmigo un momento?
Si lo acompañas te llevará a pasear por el pueblo. De cada casa sale sangre en hilillos, que se junta hasta formar un precario riachuelo que avanza por la calle principal, donde un gran grupo de gente camina junto a él deteniéndose frente a una plaza. En el centro, al lado de la pequeña laguna que forma la sangre al estancarse, un hombre anciano en toga asiente, sin llegar a sonreír, pero notablemente complacido. Si preguntas a Necabit quién es ese hombre, te dirá que “Enio Brutus”, un hombre de confianza de Tzar.
– Y con esta intervención –dice Brutus, alzando levemente la voz–, no queda sangre que se pueda revolver contra nosotros. Ahora es momento de decidir, porque necesito un equipo que viaje hasta Onigashima y una embajada hacia la capital. ¿Hay algún voluntario? Los demás partiremos hacia Kuri.
Vale, parece que tenemos tres opciones a tomar, aunque tal vez sea buen momento para desertar. Sin embargo, tenías una misión y parece que, por ahora, sigues igual de lejos que cuando todo comenzó. ¿Qué está pasando en el lugar? Es hora de averiguarlo, o al menos si quieres seguir en la agencia, así debe ser.
- 9 - Holi, vengo de parte de tía Hipatia:
- Cuando les reclamas esa llamada se miran entre ellos, de nuevo sin saber qué hacer. No parecen muy independientes, no, hasta el punto de resultar bastante irritantes, pero llegas hasta el torreón sin ningún problema. Te pide identificarte, le dices que vas de parte de Hipatia y… Bueno, no era la mejor opción que podrías haber elegido.
– ¡Esa sora ke me ha arobado el ereino! –exclama, furibundo–. ¡Y un mocoso como tú ro dice con total trankilidat!
Puedes escuchar los esfuerzos desde el suelo, como si estuviese tratando de levantar algo, y entonces una piedra notablemente grande cae desde la torre. Y otra más, y otra. No parece muy contento de escuchar la persona a la que le has mencionado, pero si quieres puedes subir a preguntarle a qué se debe esto, porque su puerta está ahí a tu lado, solo si rodeas un poco el torreón. Que bueno, teniendo en cuenta cómo se comporta, siempre podrías ignorarlo y dirigirte hasta la ya cercana capital de la flor, pero en el puente surgen dos reyes marinos “pequeños” que flanquean el recorrido. Tras el puente hay una especie de vigilante, pero claro, está al otro lado del puente. Y deja muchas preguntas respecto al viejo, claro.
Nota: puedes describir libremente la decoración de la torre, siempre que seas coherente con la estructura del lugar en que te encuentras, en el caso de decidir entrar.
- 10 - La escolta del noble y confiable samurai:
- – Ishogai Masahisa –responde, en voz muy baja, como si se avergonzase–. Solía llamarme Yazama Tadao, pero esa es una vieja historia…
Se deja curar por Prometeo, retirándose algunas partes de la armadura. Tiene cortes en los brazos, cuello, muslos y en la espalda tiene un corte desde el omóplato hasta el glúteo. Bastante profundo, es casi un milagro que haya conseguido mantenerse en pie. Te deja tratar todas sus heridas, a excepción de la del cuello, y trata de pagarte ofreciéndote la petaca.
– Es lo único con lo que puedo ofrecer justa retribución –dice, tendiéndolo con ambas manos e inclinando la cabeza–. Ojalá poder pagar lo que merece vuestra ayuda.
Cuando acompañáis al hombre, sin embargo, nadie en las calles parece respetar como vosotros al viejo señor Ishogai. Lo miran con recelo, en los mejores casos, y la tónica general es de rechazo hacia él, llegando a lanzarle frutas o cosas peores, que él recibe con estoicismo sin decir nada. A vosotros os golpean algunos, y probablemente en algún momento queráis preguntarle al respecto, pero el caso es que la posada a la que se dirige está bastante alejada del castillo, en la parte más pobre. Si lo acompañáis hasta el final, os toparéis con bastantes miradas peligrosas hasta que entráis en la posada, donde todavía más malas caras se fijan en vosotros. Sin embargo, si no seguís con él, suspirará decepcionado, pero lo aceptará.
– Gracias igualmente, supongo. Y lo lamento por ser una carga.
Se irá como, hasta ahora, cojeando. Al fin y al cabo, sigue estando agotado. ¿O ha dejado alguna herida sin mostrar? Curioso.
- 11 - Kiritsu:
- ―Teniente Mayers, señor ―dice―. Una entre miles ―añade, completando tu código y dejando claro que el informador es de fiar. En cuanto al haki de observación, nada parece indicar que haya tensión o mentira alguna por su parte. En cuanto a su peor miedo… morir ahogado, o eso parece. Algo bastante lógico, si me preguntáis. Dicho esto, y tras la palabras de ánimo de Galhard, marcháis hacia Hapu dejando atrás una réplica helada de vuestras tropas. Confiemos en que al menos sirvan como una distracción temporal.
Tardáis varias horas en llegar al puerto pese a que vayáis a marchas forzadas. El sonido de la guerra llega hasta vuestros oídos mucho antes de que podáis divisar el objetivo, por lo que podéis intuir con antelación cuál es la situación.
Las tropas de la usurpadora asedian Hapu, como no puede ser de otro modo. La superioridad numérica es abrumadora, pero la defensa del enclave se resiste como puede y repele de mala manera las acometidas de los gyojins. La voz de alarma suena entre las filas del enemigo cuando aparecéis a sus espaldas, provocando que la formación se reconfigure para plantaros cara. Se podrías decir que les habéis encerrado de no ser porque la guardia de Hapu está bajo mínimos. Aun así, los vítores se escuchan claramente cuando formáis.
Por cierto, al mando parece encontrarse una mujer, una sirena que en estos momentos no tiene cola que la catalogue como habitante de las profundidades. Podéis identificar una serie de estructuras similares a arietes, sólo que parecen tener un gran taladro. Ante un gesto de quien lleva la voz cantante éstas se descuelgan gracias a un mecanismo y comienzan a taladrar, hundiéndose en la tierra. Antes de que os deis cuenta una decena de pequeños lagos se distribuyen entre las filas enemigas.
Una nueva señal sonora y escucháis el silbido. Pequeños proyectiles nacen de las charcas recién formadas, cubriendo el cielo y precipitándose sobre vosotros sin misericordia.
- 12 - Ryuu:
- Tu movimiento coge por sorpresa a tu objetivo y, a decir verdad, a todo el grupo. Su cabeza cae al suelo y rueda hasta los pies de uno de sus compañeros, que la manda a bolar con una violenta patada. No parece haber consternación ni más furia de la que ya había en sus rostros. Parece que ya no habrá más factor sorpresa.
Los cinco que quedan en pie os cercan en medio de un mar de humo y el coro de las llamas al crepitar. Esgrimen largas lanzar cubiertas de lo que parecen ser algas. Éstas son de un intenso color verde, casi brillante pero sin el casi. Os muestran unos afilados colmillos antes de lanzarse al ataque.
Dos van a por ti, intentando hundir sus lanzas en tu costado y tu muslo derechos. Dos de los que quedan van hacia tus amigos, cada uno a por uno, realizando uno de ellos un barrido que promete cortar las rodillas de uno e intentando clavar el otro la suya en el cuello de tu otro amigo. El último salta y se posiciona sobre vosotros, ejecutando una estocad al aire. Un movimiento un tanto absurdo, pero de las algas brotan varios hilos de agua que replican la punta de la lanza. Un total de doce afilados proyectiles acuáticos llueven sobre vosotros.
- 13 - Yarmin y Zaina:
- ―Este reino no, vuestra raza ―responde No-Black. Tal vez tanto desprecio y resentimiento sean la causa de que no responde con la correspondiente educación a tu amistoso ofrecimiento. Vamos, que no te da la mano y se mete en el palacio. Al rato vuelve y os hace una señal para que paséis. Supongo que el hecho de tener un gato gigante frente a sus puestas habrá despertado la curiosidad de Hipatia.
Os indican que los animales deben esperar fuera ―a excepción de Shadow, por motivos obvios― y os conducen hasta un amplio salón en el que os aguarda vuestro objetivo. Cualquier rastro del folklore de Wano ha sido sustituido por motivos marinos para que la Reina del Mar se sienta como en casa. A fin de cuentas es lo que es, ¿no?
Ella está de pie y de espaldas a vosotros cuando finalmente la podéis ver. Junto a ella, sentado sobre sus rodillas, un calamar permanece quieto y con los ojos cerrados. No se encuentra sobre cojín alguno, sino que toda su superficie corporal expuesta está en contacto con el suelo.
―No sé si sois unos necios o unos estúpidos por presentaros ante mí viendo cómo está el panorama ―dice Hipatia sin volverse hacia vosotros―, pero me han dicho que me habéis traído un gato grande como una casa. Decidme, ¿bajo qué condiciones dijo el Shogun que trajeseis a esa bestia? Tengo curiosidad.
Es en ese momento cuando se voltea hacia vosotros, escrutando cada milímetro de vuestra anatomía con ojos expertos y suspicaces.
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El Oficial Makintosh se sintió poderoso cuando salió del agua dejando tras de sí una flota arruinada y espantada. No podía decirse que los piratas fuesen el enemigo natural de la Revolución, pero todos los ideólogos de Báltigo coincidían en que no estaba de más sacudirles un poco de vez en cuando, igual que a un perro que se mea en casa. Cuando se interponían en el camino de la Causa era deber de los luchadores por la libertad apartarlos de un decidido empujón.
Pisó tierra y allí estaba su gente, sus fieles subordinados. Maki estaba encendido, en todo lo alto. Nada como los vítores para venirse arriba. Lo arroparon como a un héroe y él se comportó como tal. Cogió de la cintura a la voluptuosa humana a medio vestir, la inclinó para sostenerla con su poderosa mano de salvador y le plantó un profundo beso que duró unos segundos entre los aplausos de la multitud. Entonces le dieron ropa nueva, cosa que rechazó porque la humedad le venía muy bien, y un representante de recursos humanos le susurró que tendría que asistir a una charla sobre acoso sexual cuando volviesen a los cuarteles.
-Muy bien, informadme, camaradas. ¿Cuántos somos y cuántas armas tenemos? -Por alguna razón, aunque acabasen de llegar, los revolucionarios siempre andaban escasos de armas y personal. Era parte del oficio-. ¡Ibar! Cacahuetes.
Su segundo le pasó una deliciosa y letal bolsa de cacahuetes garrapiñados y otra de avellanas para el camino. Fruto Seco Ibar siempre iba bien surtido. Los aperitivos le ayudaron a ignorar a ese tipo tan sarcástico. ¿Es que nunca iba a dejar de guardarle rencor? Lo de aquel día en la sala de personal ni siquiera había sido culpa de Maki. ¡Debió ponerle su nombre a los malditos yogures!
Iba a contestarle, pero el destino le puso delante una señal de su inminente gloria, la guinda del pastel para aquella heroica mañana: una Makiroca. Ya había visto una anteriormente, y estaba seguro de que algún ser superior -tal vez el líder de la Revolución, el único ser divino que se veneraba en las filas de la Armada- las había puesto ahí para él. Eran piedras con un extraño parecido a Maki, dispuestas por el mundo para servirle de guía. O eso le había dicho Salem, la bruja de los Centellas. De hecho, la piedra de la que era duque en Terrel era una de ellas; tenía una forma muy semejante a la de su cara, aunque con más nariz. La aparición de una Makiroca en Wano no podía ser casual.
-Muy bien, vamos a ir hacia esa roca y montaremos allí el piquete informativo. ¿Están enteros los folletos?
El Oficial Makintosh sabía que no solo debían encontrar una buena base de operaciones para preparar su misión, sino también para aleccionar a los ciudadanos de toda Wano sobre las virtudes de la subversión y el alzamiento. Tenían programadas charlas y talleres, actividades lúdicas, pintacaras para los niños... ¿Y qué mejor sitio para hacerlo que en allí? Ordenó a los distintos escuadrones repartirse para explorar la zona, buscar enemigos, vigilar los barcos y preparar las pancartas. También envió un par de mensajeros al astillo para informar a Susu de dónde estaban. Suerte que se había hecho una chuleta para acordarse de todo. Y mientras, acompañado por la Unidad Centella, se dirigió a la Makiroca para asentar allí su bandera y comenzar la liberación del país.
Pisó tierra y allí estaba su gente, sus fieles subordinados. Maki estaba encendido, en todo lo alto. Nada como los vítores para venirse arriba. Lo arroparon como a un héroe y él se comportó como tal. Cogió de la cintura a la voluptuosa humana a medio vestir, la inclinó para sostenerla con su poderosa mano de salvador y le plantó un profundo beso que duró unos segundos entre los aplausos de la multitud. Entonces le dieron ropa nueva, cosa que rechazó porque la humedad le venía muy bien, y un representante de recursos humanos le susurró que tendría que asistir a una charla sobre acoso sexual cuando volviesen a los cuarteles.
-Muy bien, informadme, camaradas. ¿Cuántos somos y cuántas armas tenemos? -Por alguna razón, aunque acabasen de llegar, los revolucionarios siempre andaban escasos de armas y personal. Era parte del oficio-. ¡Ibar! Cacahuetes.
Su segundo le pasó una deliciosa y letal bolsa de cacahuetes garrapiñados y otra de avellanas para el camino. Fruto Seco Ibar siempre iba bien surtido. Los aperitivos le ayudaron a ignorar a ese tipo tan sarcástico. ¿Es que nunca iba a dejar de guardarle rencor? Lo de aquel día en la sala de personal ni siquiera había sido culpa de Maki. ¡Debió ponerle su nombre a los malditos yogures!
Iba a contestarle, pero el destino le puso delante una señal de su inminente gloria, la guinda del pastel para aquella heroica mañana: una Makiroca. Ya había visto una anteriormente, y estaba seguro de que algún ser superior -tal vez el líder de la Revolución, el único ser divino que se veneraba en las filas de la Armada- las había puesto ahí para él. Eran piedras con un extraño parecido a Maki, dispuestas por el mundo para servirle de guía. O eso le había dicho Salem, la bruja de los Centellas. De hecho, la piedra de la que era duque en Terrel era una de ellas; tenía una forma muy semejante a la de su cara, aunque con más nariz. La aparición de una Makiroca en Wano no podía ser casual.
-Muy bien, vamos a ir hacia esa roca y montaremos allí el piquete informativo. ¿Están enteros los folletos?
El Oficial Makintosh sabía que no solo debían encontrar una buena base de operaciones para preparar su misión, sino también para aleccionar a los ciudadanos de toda Wano sobre las virtudes de la subversión y el alzamiento. Tenían programadas charlas y talleres, actividades lúdicas, pintacaras para los niños... ¿Y qué mejor sitio para hacerlo que en allí? Ordenó a los distintos escuadrones repartirse para explorar la zona, buscar enemigos, vigilar los barcos y preparar las pancartas. También envió un par de mensajeros al astillo para informar a Susu de dónde estaban. Suerte que se había hecho una chuleta para acordarse de todo. Y mientras, acompañado por la Unidad Centella, se dirigió a la Makiroca para asentar allí su bandera y comenzar la liberación del país.
- Resumen:
- Maki reparte a sus hombres para hacer cosas y va hacia la roca con los Centellas para poner allí un piquete informativo.
Su voluntad de querer llegar a Wano, así como tratar de salvar a cuantos habitantes de la isla pudiera, había sido capaz de apaciguar, al menos por el momento, al coloso rey de mar que amenazaba con destruir lo poco que quedaba de su precioso navío. «Un problema menos», se dijo, pero aún le quedaba uno más grande frente a él: el wotan.
Durante un pequeño instante, el pelirrojo mostró una sonrisa que no tardó mucho en desaparecer. El cuerpo del habitante del mar se había envuelto casi por completo de agua, tal y como había visto en el gyojin al que se hubo enfrentado en el archipiélago Sabaody hacía varias semanas, mas eso iba a servirle de poco —o eso creía Zane—. El capitán pirata ya se encontraba a su lado, a pocos centímetros, alzando el ennegrecido filo de la novena hoja fiordiana, con la única intención de acabar con el enviado de la usurpadora.
Sin embargo, contra todo pronóstico, el maldito boquerón con gigantismo lo había bloqueado con el brazo denudo. Aquello fue un duro golpe para el orgullo de Zane, que parecía que era incapaz de hacerle una herida de gravedad a su contrincante. Y, por si fuera poco, aquello no había terminado…
Como le había pasado en más de una ocasión, sobre todo en momentos de crisis, el tiempo pareció ralentizarse durante unos segundos, siendo capaz de ver durante un instante todo lo que había a su alrededor y lo que le deparaba el futuro próximo como si fuera una especie de clarividente. El mar agitaba las aguas, sus hombres negándose a abandonar el barco y hundirse con él si era necesario, y un siniestro habitante del mar con fríos e intimidantes ojos amarillos, tan feo que era un insulto a la misma fealdad. Aunque todo eso eran nimiedades en comparación con lo que se avecinaba: Zane fue capaz de ver como el mismo brazo que había sido cortado por su espada, se estiraba e iba en busca de él, amenazando su propia integridad física. Ante aquello, tan rápido como pudo, concentró fuego bajo sus pies para propulsarse y agitó sus alas con suma violencia, tratando de hacer una voltereta hacia delante y sobrevolar al wotan, mientras sacaba el arma de su brazo y evitaba cualquier ataque por su parte.
—Esa es vuestra perspectiva—dijo el pelirrojo, justo después de ver como el habitante del mar se lanzaba al mar y se iba, no sin antes mandar al rey marino atacarlos. Sin embargo, la espada meteoro de Therax tuvo la suerte de golpearle y acabar con la bestia.
Zane descendió sobre la cubierta y observó la situación: el barco medio roto, una guerra en ciernes en la tierra de sus ancestros que debía parar fuera como fuere, y su gente con la adrenalina por las nubes.
—Dejaremos esto en tablas—comentó, en fundando sus espadas una a una, mientras volvía a su forma humana—. Al menos por el momento —Aunque tan solo lo dijo para subir el ánimo de sus compañeros. Habían perdido la primera batalla, y si alguien dijera lo contario estaba ciego o no quería verlo—. Aquí estamos en desventaja, así que será mejor que lleguemos a tierra cuanto antes y ya rendiremos cuentas al primo dopado de Luka. ¿Os parece?
Dicho aquello, siguiendo los consejos de Nox, que para algo era el carpintero oficial del barco, se dispusieron a llegar a la costa. No se encontraba lejos, y atracado allí se encontraba un inmenso navío que ya había visto antes. ¿Dónde? No fue capaz de recordarlo, al menos al principio. A medida que se acercaron al muelle pudo recordarlo, era el barco de Lysbeth, la noble guerrera a la que se enfrento en un duelo de baile y luego en las fases finales del torneo.
—Nox —Se aproximó a su compañero—. ¿Crees que podrías hacerle un apaño al barco para que vuelva a ser ligeramente funcional? Sé que va a estar difícil, pero..., bueno, si puedes hazlo. Como segundo oficial de cubierta tienes a tu disposición a cualquiera de esta panda de gañanes —le aclaró, señalando a la tripulación de bajo rango—. Cualquier cosa llámame, ¿vale? Estaré atento al den den.
Zane agarró el den den mushi y trató de llamar a su familia, pero no lo cogieron. ¿Estarían bien? Esperaba que sí. Tragó saliva y se giró a mirar a sus compañeros.
—Yo diría de dividirnos en dos grupos. Uno que se quedara aquí junto a Nox, evaluando los daños del barco y ayudar en su reparación, mientras que el otro vendría al meollo del asunto a poner un poquito de calma. Sin embargo, como soléis hacer lo que os sale de los huevos, y a la mayoría os gusta mirar la muerte a los ojos..., haced lo que queráis. Pero recordad una cosa, tenemos que acabar con esta guerra si o si—mostró una sonrisa que ocultaba cierto miedo—. Os lo pido como un favor personal. Aunque no haya nacido aqui, sabéis que este es mi hogar. Mi familia vive aquí, y tengo que hacer todo lo posible para que no les pase nada.
Olía a sangre y a fuego. Podía escucharse gritos de agonía y el lamento de las bestias. Entonces, un haz de luz y la fuerte presencia de alguien que conocía bien: Berthil.
Con la ropa mágicamente como nueva, hizo surgir sus alas y se elevó en el aire, tratando de ver donde había aterrizado.
—Tenemos que llegar al lugar donde está el gitano de Berthil, justo allí —señaló con la mano, mientras usaba su vista de pájaro —. Así que los que puedan volar que lo hagan, y los que no que se agarren bien.
Y dicho aquello, puso rumbo hacia allá.
«Creo que es hora de que unamos fuerzas tú y yo», reflexionó con seriedad.
Durante un pequeño instante, el pelirrojo mostró una sonrisa que no tardó mucho en desaparecer. El cuerpo del habitante del mar se había envuelto casi por completo de agua, tal y como había visto en el gyojin al que se hubo enfrentado en el archipiélago Sabaody hacía varias semanas, mas eso iba a servirle de poco —o eso creía Zane—. El capitán pirata ya se encontraba a su lado, a pocos centímetros, alzando el ennegrecido filo de la novena hoja fiordiana, con la única intención de acabar con el enviado de la usurpadora.
Sin embargo, contra todo pronóstico, el maldito boquerón con gigantismo lo había bloqueado con el brazo denudo. Aquello fue un duro golpe para el orgullo de Zane, que parecía que era incapaz de hacerle una herida de gravedad a su contrincante. Y, por si fuera poco, aquello no había terminado…
Como le había pasado en más de una ocasión, sobre todo en momentos de crisis, el tiempo pareció ralentizarse durante unos segundos, siendo capaz de ver durante un instante todo lo que había a su alrededor y lo que le deparaba el futuro próximo como si fuera una especie de clarividente. El mar agitaba las aguas, sus hombres negándose a abandonar el barco y hundirse con él si era necesario, y un siniestro habitante del mar con fríos e intimidantes ojos amarillos, tan feo que era un insulto a la misma fealdad. Aunque todo eso eran nimiedades en comparación con lo que se avecinaba: Zane fue capaz de ver como el mismo brazo que había sido cortado por su espada, se estiraba e iba en busca de él, amenazando su propia integridad física. Ante aquello, tan rápido como pudo, concentró fuego bajo sus pies para propulsarse y agitó sus alas con suma violencia, tratando de hacer una voltereta hacia delante y sobrevolar al wotan, mientras sacaba el arma de su brazo y evitaba cualquier ataque por su parte.
—Esa es vuestra perspectiva—dijo el pelirrojo, justo después de ver como el habitante del mar se lanzaba al mar y se iba, no sin antes mandar al rey marino atacarlos. Sin embargo, la espada meteoro de Therax tuvo la suerte de golpearle y acabar con la bestia.
Zane descendió sobre la cubierta y observó la situación: el barco medio roto, una guerra en ciernes en la tierra de sus ancestros que debía parar fuera como fuere, y su gente con la adrenalina por las nubes.
—Dejaremos esto en tablas—comentó, en fundando sus espadas una a una, mientras volvía a su forma humana—. Al menos por el momento —Aunque tan solo lo dijo para subir el ánimo de sus compañeros. Habían perdido la primera batalla, y si alguien dijera lo contario estaba ciego o no quería verlo—. Aquí estamos en desventaja, así que será mejor que lleguemos a tierra cuanto antes y ya rendiremos cuentas al primo dopado de Luka. ¿Os parece?
Dicho aquello, siguiendo los consejos de Nox, que para algo era el carpintero oficial del barco, se dispusieron a llegar a la costa. No se encontraba lejos, y atracado allí se encontraba un inmenso navío que ya había visto antes. ¿Dónde? No fue capaz de recordarlo, al menos al principio. A medida que se acercaron al muelle pudo recordarlo, era el barco de Lysbeth, la noble guerrera a la que se enfrento en un duelo de baile y luego en las fases finales del torneo.
—Nox —Se aproximó a su compañero—. ¿Crees que podrías hacerle un apaño al barco para que vuelva a ser ligeramente funcional? Sé que va a estar difícil, pero..., bueno, si puedes hazlo. Como segundo oficial de cubierta tienes a tu disposición a cualquiera de esta panda de gañanes —le aclaró, señalando a la tripulación de bajo rango—. Cualquier cosa llámame, ¿vale? Estaré atento al den den.
Zane agarró el den den mushi y trató de llamar a su familia, pero no lo cogieron. ¿Estarían bien? Esperaba que sí. Tragó saliva y se giró a mirar a sus compañeros.
—Yo diría de dividirnos en dos grupos. Uno que se quedara aquí junto a Nox, evaluando los daños del barco y ayudar en su reparación, mientras que el otro vendría al meollo del asunto a poner un poquito de calma. Sin embargo, como soléis hacer lo que os sale de los huevos, y a la mayoría os gusta mirar la muerte a los ojos..., haced lo que queráis. Pero recordad una cosa, tenemos que acabar con esta guerra si o si—mostró una sonrisa que ocultaba cierto miedo—. Os lo pido como un favor personal. Aunque no haya nacido aqui, sabéis que este es mi hogar. Mi familia vive aquí, y tengo que hacer todo lo posible para que no les pase nada.
Olía a sangre y a fuego. Podía escucharse gritos de agonía y el lamento de las bestias. Entonces, un haz de luz y la fuerte presencia de alguien que conocía bien: Berthil.
Con la ropa mágicamente como nueva, hizo surgir sus alas y se elevó en el aire, tratando de ver donde había aterrizado.
—Tenemos que llegar al lugar donde está el gitano de Berthil, justo allí —señaló con la mano, mientras usaba su vista de pájaro —. Así que los que puedan volar que lo hagan, y los que no que se agarren bien.
Y dicho aquello, puso rumbo hacia allá.
«Creo que es hora de que unamos fuerzas tú y yo», reflexionó con seriedad.
- Resumen:
- Esquivar el ataque del Wotan, llegar a Kuri, preguntarle a Nox si puede arreglar el barco, y adentrarse en Kuri con la ropa casi salida de la tienda para buscar a Berthil(factor shonen)
Aki D. Arlia
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Le sorprendió un poco no encontrar apenas resistencia. El hombre de la katana acabó en el suelo enseguida, todavía convencido de que debía morir.
-¿Por qué? ¿Quién es?
Frunció el ceño cuando los otros dos luchadores le recogieron. ¿Cómo que pagarían bien? ¿Exactamente a quién estaba protegiendo? ¿Y de qué? Se acercó a ellos y trató de ponerle una mano en el brazo al que le había hablado, mirándole fijamente.
-Dime quién es la niña y nadie le tocará un pelo.
O sí. A lo mejor debería haber acabado con ella en cuanto la vio, pero era una niña. Por regla general no tenían culpa de nada, aunque claramente esta era un pelín diferente a las demás. En cualquier caso, necesitaba saber en qué se había metido antes de tomar una decisión. Podía asesinarla en un momento, pero no iba a hacerlo sin estar segura de que era lo correcto. Aunque en este caso, ¿qué lo era? Todavía no estaba segura de qué estaba ocurriendo en Wano ni quién debería estar en el trono. Supuso que lo mejor de momento era quedarse con la niña y esperar. Si ellos no le respondían ahora, tarde o temprano alguien lo haría.
Regresó al barco. La batalla continuaba a su alrededor y tuvo que esquivar a varios contendientes, pero al final fue capaz de llegar. Esperaba que Shinobu hubiera encontrado la enfermería, quizá debería haberle dado más indicaciones. Aprendiz de sacerdotisa… No le sonaba el nombre del templo, pero eso tampoco era raro. La religión no iba exactamente con ella. Todavía se preguntaba de dónde había salido. Que tuvieran que cuidar de la niña no iba a hacerle olvidar que la propia sacerdotisa parecía haberse dado un golpe en la cabeza justo antes de chocarse con ella. Demasiadas cosas extrañas estaban pasando y cuando pensaba que ya no podían pasar más, la cosa empeoró.
Llegó a la cubierta y vio a un hombre. Automaticamente echó mano de su sai, tendiéndolo hacia él. Llevaba un traje malva y sonreía. Le saludó, de hecho. ¿Quién iba vestido así en medio de la batalla? A no ser, claro, que no le importara la batalla.
-Disculpe. ¿Quién es usted y qué hace en mi barco?
Lo dijo con tono calmado. Bien podía ser un cazador o algo peor, ya que le había reconocido. Y todavía no se le olvidaba el anillo que había encontrado antes. ¿Lo habría puesto allí ese hombre? Cada vez tenía más ganas de empezar a navegar en una dirección completamente contraria. Le habían reconocido, de eso no tenía ninguna duda. La pregunta era, ¿qué querían? Castigarla y acabar con ella estaban definitivamente en la lista, aunque no descartaba que solo quisieran parlamentar. Sería extraño, pero no lo más extraño que había visto. Esbozó una amable sonrisa mientras activaba su mantra para ver si era capaz de averiguar más cosas del extraño.
-¿Puedo ayudarle en algo?
-¿Por qué? ¿Quién es?
Frunció el ceño cuando los otros dos luchadores le recogieron. ¿Cómo que pagarían bien? ¿Exactamente a quién estaba protegiendo? ¿Y de qué? Se acercó a ellos y trató de ponerle una mano en el brazo al que le había hablado, mirándole fijamente.
-Dime quién es la niña y nadie le tocará un pelo.
O sí. A lo mejor debería haber acabado con ella en cuanto la vio, pero era una niña. Por regla general no tenían culpa de nada, aunque claramente esta era un pelín diferente a las demás. En cualquier caso, necesitaba saber en qué se había metido antes de tomar una decisión. Podía asesinarla en un momento, pero no iba a hacerlo sin estar segura de que era lo correcto. Aunque en este caso, ¿qué lo era? Todavía no estaba segura de qué estaba ocurriendo en Wano ni quién debería estar en el trono. Supuso que lo mejor de momento era quedarse con la niña y esperar. Si ellos no le respondían ahora, tarde o temprano alguien lo haría.
Regresó al barco. La batalla continuaba a su alrededor y tuvo que esquivar a varios contendientes, pero al final fue capaz de llegar. Esperaba que Shinobu hubiera encontrado la enfermería, quizá debería haberle dado más indicaciones. Aprendiz de sacerdotisa… No le sonaba el nombre del templo, pero eso tampoco era raro. La religión no iba exactamente con ella. Todavía se preguntaba de dónde había salido. Que tuvieran que cuidar de la niña no iba a hacerle olvidar que la propia sacerdotisa parecía haberse dado un golpe en la cabeza justo antes de chocarse con ella. Demasiadas cosas extrañas estaban pasando y cuando pensaba que ya no podían pasar más, la cosa empeoró.
Llegó a la cubierta y vio a un hombre. Automaticamente echó mano de su sai, tendiéndolo hacia él. Llevaba un traje malva y sonreía. Le saludó, de hecho. ¿Quién iba vestido así en medio de la batalla? A no ser, claro, que no le importara la batalla.
-Disculpe. ¿Quién es usted y qué hace en mi barco?
Lo dijo con tono calmado. Bien podía ser un cazador o algo peor, ya que le había reconocido. Y todavía no se le olvidaba el anillo que había encontrado antes. ¿Lo habría puesto allí ese hombre? Cada vez tenía más ganas de empezar a navegar en una dirección completamente contraria. Le habían reconocido, de eso no tenía ninguna duda. La pregunta era, ¿qué querían? Castigarla y acabar con ella estaban definitivamente en la lista, aunque no descartaba que solo quisieran parlamentar. Sería extraño, pero no lo más extraño que había visto. Esbozó una amable sonrisa mientras activaba su mantra para ver si era capaz de averiguar más cosas del extraño.
-¿Puedo ayudarle en algo?
Ivan Markov
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Aunque fuese por apariencia física el menos destacable de todos, a los sentidos del murciélago era mucho más. Apestaba a peligro por los cuatro costados. Aleteó y dio un par de vueltas mientras le veía dirigirse a la taberna con cinco de sus hombres, ¿comandantes de su tripulación? Tras ver el círculo de suelo quemado a su alrededor, los restos de los piratas carbonizados y antes de eso el pilar de llamas, no se sentía tan confiado con respecto a su plan. Se suponía que la charla con Berthil iba a ser la parte menos complicada con respecto a ir luego a parlamentar con la Marina... pero si la cagaba con ese hombre, acabaría reducido a un montoncito de cenizas de vampiro.
- Las cosas que hago por mi capitana...
Finalmente puso rumbo a la taberna, parándose a unos metros de la puerta y convirtiéndose de nuevo en humano. Al otro lado percibía el olor del alcohol, a humanidad y ruidos festivos. ¿Qué diablos estaban celebrando? No había motivos para celebrar. ¿No eran conscientes de que estaban perdiendo esa guerra? "Estúpidas presas..." pensó por un momento. Luego se extrañó, dado que hacía años que no pensaba en esos términos, menos que usaba esa clase de expresiones. Las viejas costumbres a veces volvían. Había sido parte de quién era durante años, al fin y al cabo. Se envolvió en el Manto de Sombras y se echó la capucha. Finalmente se decidió y caminó hasta la puerta, abriéndola y entrando como si fuese uno más en el lugar. Prefería evitar llamar la atención en aquella ocasión... pues lo que estaba haciendo bien podía costarle la vida a su tripulación si llegaba a los oídos incorrectos.
Buscó al Yonkou con la mirada mientras mantenía un perfil bajo, mezclándose entre la multitud. Cualquiera diría que un tipo de negro encapuchado debería llamar la atención, pero los piratas, cuanto más fuertes eran más tendían a tener aspectos estrambóticos, llamativos o simplemente raros, por algún motivo que se le escapaba. Además sabía cómo evitar miradas indiscretas, y si alguien se fijaba en él prefería que dijeran que habían visto a alguien sospechoso y encapuchado que a Ivan Markov acudiendo a reunirse con Berthil. Se dirigió a la mesa del Yonkou no en una actitud hostil ni tratando de ocultarse de ellos, pero tampoco yendo directamente en su dirección. En lugar de eso, caminando entre la gente, se acercó hasta estar lo más cerca que pudo de Ojos de Dragón sin llamar la atención (a metro y medio o así, y dijo:
- Tenemos que hablar, Kurogami. A ser posible solo en presencia de gente de la que puedas fiarte. Tengo información muy preocupante.
Al mirarle a la cara levantó la capucha lo suficiente para que él y su gente pudieran ver quién era. Ya había trabajado para Berthil, así que debería reconocerle sin problemas, esperaba.
- Las cosas que hago por mi capitana...
Finalmente puso rumbo a la taberna, parándose a unos metros de la puerta y convirtiéndose de nuevo en humano. Al otro lado percibía el olor del alcohol, a humanidad y ruidos festivos. ¿Qué diablos estaban celebrando? No había motivos para celebrar. ¿No eran conscientes de que estaban perdiendo esa guerra? "Estúpidas presas..." pensó por un momento. Luego se extrañó, dado que hacía años que no pensaba en esos términos, menos que usaba esa clase de expresiones. Las viejas costumbres a veces volvían. Había sido parte de quién era durante años, al fin y al cabo. Se envolvió en el Manto de Sombras y se echó la capucha. Finalmente se decidió y caminó hasta la puerta, abriéndola y entrando como si fuese uno más en el lugar. Prefería evitar llamar la atención en aquella ocasión... pues lo que estaba haciendo bien podía costarle la vida a su tripulación si llegaba a los oídos incorrectos.
Buscó al Yonkou con la mirada mientras mantenía un perfil bajo, mezclándose entre la multitud. Cualquiera diría que un tipo de negro encapuchado debería llamar la atención, pero los piratas, cuanto más fuertes eran más tendían a tener aspectos estrambóticos, llamativos o simplemente raros, por algún motivo que se le escapaba. Además sabía cómo evitar miradas indiscretas, y si alguien se fijaba en él prefería que dijeran que habían visto a alguien sospechoso y encapuchado que a Ivan Markov acudiendo a reunirse con Berthil. Se dirigió a la mesa del Yonkou no en una actitud hostil ni tratando de ocultarse de ellos, pero tampoco yendo directamente en su dirección. En lugar de eso, caminando entre la gente, se acercó hasta estar lo más cerca que pudo de Ojos de Dragón sin llamar la atención (a metro y medio o así, y dijo:
- Tenemos que hablar, Kurogami. A ser posible solo en presencia de gente de la que puedas fiarte. Tengo información muy preocupante.
Al mirarle a la cara levantó la capucha lo suficiente para que él y su gente pudieran ver quién era. Ya había trabajado para Berthil, así que debería reconocerle sin problemas, esperaba.
- resumen:
- Me cuelo en la taberna y me acerco discretamente a hablar con Berthil. Activado el protocolo Y.O.L.O.
Gareth Silverwing
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Mierda, ese espía era bueno, no sólo sabía el código de identificación, sino que había suplantado perfectamente a uno de nuestros tenientes. Tendríamos que mantener un ojo sobre él, pero no podíamos dejar que su presencia hiciera peligrar la misión, actuaríamos con naturalidad hasta que esa sabandija mostrase sus verdaderos colores.
La marcha fue relativamente rápida pero tensa, en un territorio en guerra teníamos que estar atento a las emboscadas, pero por suerte el señuelo que habíamos dejado detrás podría servir como retraso para los que nos siguieran o quisieran aprovechar nuestro descanso. De todas formas la inconfundible melodía de la guerra no tardó en llegar a nuestros oídos, los gritos y disparos hacían eco entre las colinas desde la distancia, a muchos les aterraría escuchar aquella cacofonía sin siguiera llegar a verlo, pero era una buena señal, significaba que llegábamos a tiempo, que nuestros aliados seguían en pie luchando.
Por fin avistamos Hapu, pero sólo me bastó un vistazo para entender la situación, sin más demora me puse en guardia mientras los enemigos daban la alarma para encararnos, esperaban refuerzos, sino no se adaptarían tan rápido. Habían mantenido el puerto como señuelo. Tomé carrerilla y empuñé mi escudo con la mano izquierda a la vez que observa a los gyojin formar charcas entre sus filas, sólo se me ocurría una cosa y no era la primera ver que les veía usar eso.
- ¡Formación defensiva, no os alejéis de Jack y Al! - Dije mientras retrocedía, sin perder la mirada del frente. - ¡Una vez termine avanzad y tomad posiciones, aprovechad el terreno elevado, evitad el combate cercano! Yo me encargo de mantenerlos ocupados.
Y tras esas órdenes corrí lo más rápido que me permitieron mis piernas, al tiempo que aquel mortal aguacero cubría el cielo salté para ponerme a su encuentro. Fueron unos instantes de suspensión en el cielo, un momento en el que el tiempo pareció detenerse frente a aquellas saetas de agua, y entonces una ola de frío, una corriente gélida recorrió todas las que pude abarcar con mis poderes, tratando de transformarlas en hielo en mitad del aire. Puse el escudo al frente, notando su impacto contra este una tras otra como una mortal lluvia, extendí el brazo y agarré una al vuelo, larga como una jabalina de un cristal puro y vítreo. En ese estado serían más mortales cuando cayesen, pero el hielo era la especialidad de Al, sabía que podía hacer algo con ellas, Jack se encargaría de las que se escapasen y Galhard... se las apañaría.
Caí sobre la tierra, no sabía si tenía alguna herida o no, no importaba y si la tenía la emoción del momento evitaba que me diera cuenta. Sin perder el tiempo seguí corriendo hasta ponerme cerca del ejército de hombres pez, una vez al alcance lancé la jabalina de hielo contra la sirena que parecía la líder y continué con la carrera, directa al ejército enemigo, cargando de frente contra ellos.
La marcha fue relativamente rápida pero tensa, en un territorio en guerra teníamos que estar atento a las emboscadas, pero por suerte el señuelo que habíamos dejado detrás podría servir como retraso para los que nos siguieran o quisieran aprovechar nuestro descanso. De todas formas la inconfundible melodía de la guerra no tardó en llegar a nuestros oídos, los gritos y disparos hacían eco entre las colinas desde la distancia, a muchos les aterraría escuchar aquella cacofonía sin siguiera llegar a verlo, pero era una buena señal, significaba que llegábamos a tiempo, que nuestros aliados seguían en pie luchando.
Por fin avistamos Hapu, pero sólo me bastó un vistazo para entender la situación, sin más demora me puse en guardia mientras los enemigos daban la alarma para encararnos, esperaban refuerzos, sino no se adaptarían tan rápido. Habían mantenido el puerto como señuelo. Tomé carrerilla y empuñé mi escudo con la mano izquierda a la vez que observa a los gyojin formar charcas entre sus filas, sólo se me ocurría una cosa y no era la primera ver que les veía usar eso.
- ¡Formación defensiva, no os alejéis de Jack y Al! - Dije mientras retrocedía, sin perder la mirada del frente. - ¡Una vez termine avanzad y tomad posiciones, aprovechad el terreno elevado, evitad el combate cercano! Yo me encargo de mantenerlos ocupados.
Y tras esas órdenes corrí lo más rápido que me permitieron mis piernas, al tiempo que aquel mortal aguacero cubría el cielo salté para ponerme a su encuentro. Fueron unos instantes de suspensión en el cielo, un momento en el que el tiempo pareció detenerse frente a aquellas saetas de agua, y entonces una ola de frío, una corriente gélida recorrió todas las que pude abarcar con mis poderes, tratando de transformarlas en hielo en mitad del aire. Puse el escudo al frente, notando su impacto contra este una tras otra como una mortal lluvia, extendí el brazo y agarré una al vuelo, larga como una jabalina de un cristal puro y vítreo. En ese estado serían más mortales cuando cayesen, pero el hielo era la especialidad de Al, sabía que podía hacer algo con ellas, Jack se encargaría de las que se escapasen y Galhard... se las apañaría.
Caí sobre la tierra, no sabía si tenía alguna herida o no, no importaba y si la tenía la emoción del momento evitaba que me diera cuenta. Sin perder el tiempo seguí corriendo hasta ponerme cerca del ejército de hombres pez, una vez al alcance lancé la jabalina de hielo contra la sirena que parecía la líder y continué con la carrera, directa al ejército enemigo, cargando de frente contra ellos.
- Resumen :
- Dar órdenes a los soldados, congelar los disparos de agua, lanzar una jabalina de hielo contra la sirena e intentar atropellar al ejército de Gyojin.
Katharina von Steinhell
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Sonrió sin despegar los labios cuando el Mayordomo buscó tocarle la nariz con el dedo. Era decepcionante que un hombre tan listo como lo parecía ser este pudiera imaginar siquiera en alcanzar a Katharina con un gesto tan… deprimente. No estaba tratando con una «jovencita» que recién comenzaba su aventura. O igual solo se trataba de un juego, uno al que la hechicera no jugaría. Katharina reaccionó con naturalidad, moviéndose con la suavidad de una hoja mientras buscaba darle un delicado golpecito al Mayordomo en su antebrazo con la intención de mantener todavía más lejos su dedo. Lo último que necesitaba era una mancha desconocida que ni dios sabía lo que era.
Cuando Blackhole cogió algo del suelo sintió cierto disgusto en el ambiente y, sabiendo lo bruto que podía llegar a ser ese hombre, ¿por qué no tomar las medidas preventivas adecuadas? O mejor aún: buscar en las páginas prohibidas del futuro lo que sucedería. Presagió las palabras del Mayordomo, el pedrusco lanzado por el líder de la hermandad e incluso el elegante movimiento del hombre trajeado, movimiento que decidió imitar. Intentó moverse con la misma elegancia y naturalidad del Mayordomo, a la misma velocidad y la misma distancia, intentó ser el más fiel reflejo de su esquive para luego responder:
—Me alegra que sepas de matemáticas, pues así comprenderás que existen también los conjuntos independientes. Por mí puedes asumir lo que creas conveniente; si te da por creer que el mar te hace caso… Bueno, ya me contarás cómo te va con eso. —Se detuvo solo un segundo para dedicarle una sonrisa divertida—. Desde pequeña me enseñaron que los compañeros deben apoyarse, así que permíteme ofrecerte un consejo: la historia ha castigado con crueldad a aquellos que dan por hecho las cosas. —Sus ojos azules se tornaron tan gélidos que parecía que lo congelarían todo—. El que no hayas entendido mis palabras no ha sido culpa tuya, por lo que lo repetiré: a mis chicos solo yo les doy órdenes. Sin embargo, no hay nada de qué preocuparse: somos un conjunto, tú mismo lo has dicho. Es hora de ponerse a trabajar, compañero, aún tenemos un país que defender.
Esperaría la respuesta (o no, quién sabe lo que haría ese enigma hecho persona) del Mayordomo y luego regresaría con la banda. Que el hombre marchase hacia donde le diese la gana, Katharina carecía de las habilidades y de los recursos como para mantenerlo vigilado todo el tiempo. «¡Mataré a este hijo de perra!», pensaría una vez tomasen caminos distintos. Por el bien de la banda se había tragado su orgullo; tampoco le apetecía caer en las provocaciones obvias de su "compañero". Sin embargo, lo que le había dicho... Jamás lo olvidaría. Odiaba que le subestimasen, ¿acaso no se había vuelto monstruosamente fuerte para que nadie lo volviese a hacer?
Al final, extinguir las llamas fue un proceso rápido y hasta podría decir que divertido. Bueno, hacer trabajar a Kayadako era lo entretenido. Como esa vez durante el entrenamiento cuando le ordenó juntar un determinado tipo de concha con la mentira de que así desarrollaría el haki de observación. A veces entendía el por qué Kaya terminó difamando a su capitana de una manera tan poco elegante. Ya se vengaría de ello, sí que lo haría… Dejando bromas a un lado, aún quedaba trabajo por hacer.
Luego de deshacer la polimorfia, llegó donde estaban Inosuke y Alexandra justo en el momento en que un hombre susurraba algo inaudible para ella, aunque consiguió leer algunas palabras en sus labios. ¿Kenshin…? ¿El sol dentro de una lata…? Nada tenía sentido, nada. Como si no estuviera teniendo ya suficientes dudas, una mujer apareció y corrió hacia los piratas confiada de que nada le pasaría. En solo un instante, Katharina posó su desarrollado mantra sobre ella para extraer cualquier información que fuera relevante: miedos, motivaciones, mentiras… Y, en caso de que descubriese algún peligro para su banda, crearía una barrera de haki entre esta y la mujer, deteniendo su alocada carrera.
—¿Cómo te hiciste esa marca? —le preguntaría en caso de no suponer ningún problema, apuntándole el cuello—. No habrá sido ese temible pelirrojo, ¿verdad?
Escucharía la respuesta de la mujer y entonces le propondría a los chicos dividirse en dos equipos: Inosuke y Kaya podrían investigar el pueblo, mientras que Alexandra (quien parecía que ya había tomado la delantera) y ella se marcharían con Blackhole. Nadie marcharía al sur; olía a trampa. Si Eugenio de las Mercedes estaba tan lejos como para que Katharina no pudiera encontrarle con la mirada, lo haría con su mantra y usaría un movimiento instantáneo para acercarséle.
Cuando Blackhole cogió algo del suelo sintió cierto disgusto en el ambiente y, sabiendo lo bruto que podía llegar a ser ese hombre, ¿por qué no tomar las medidas preventivas adecuadas? O mejor aún: buscar en las páginas prohibidas del futuro lo que sucedería. Presagió las palabras del Mayordomo, el pedrusco lanzado por el líder de la hermandad e incluso el elegante movimiento del hombre trajeado, movimiento que decidió imitar. Intentó moverse con la misma elegancia y naturalidad del Mayordomo, a la misma velocidad y la misma distancia, intentó ser el más fiel reflejo de su esquive para luego responder:
—Me alegra que sepas de matemáticas, pues así comprenderás que existen también los conjuntos independientes. Por mí puedes asumir lo que creas conveniente; si te da por creer que el mar te hace caso… Bueno, ya me contarás cómo te va con eso. —Se detuvo solo un segundo para dedicarle una sonrisa divertida—. Desde pequeña me enseñaron que los compañeros deben apoyarse, así que permíteme ofrecerte un consejo: la historia ha castigado con crueldad a aquellos que dan por hecho las cosas. —Sus ojos azules se tornaron tan gélidos que parecía que lo congelarían todo—. El que no hayas entendido mis palabras no ha sido culpa tuya, por lo que lo repetiré: a mis chicos solo yo les doy órdenes. Sin embargo, no hay nada de qué preocuparse: somos un conjunto, tú mismo lo has dicho. Es hora de ponerse a trabajar, compañero, aún tenemos un país que defender.
Esperaría la respuesta (o no, quién sabe lo que haría ese enigma hecho persona) del Mayordomo y luego regresaría con la banda. Que el hombre marchase hacia donde le diese la gana, Katharina carecía de las habilidades y de los recursos como para mantenerlo vigilado todo el tiempo. «¡Mataré a este hijo de perra!», pensaría una vez tomasen caminos distintos. Por el bien de la banda se había tragado su orgullo; tampoco le apetecía caer en las provocaciones obvias de su "compañero". Sin embargo, lo que le había dicho... Jamás lo olvidaría. Odiaba que le subestimasen, ¿acaso no se había vuelto monstruosamente fuerte para que nadie lo volviese a hacer?
Al final, extinguir las llamas fue un proceso rápido y hasta podría decir que divertido. Bueno, hacer trabajar a Kayadako era lo entretenido. Como esa vez durante el entrenamiento cuando le ordenó juntar un determinado tipo de concha con la mentira de que así desarrollaría el haki de observación. A veces entendía el por qué Kaya terminó difamando a su capitana de una manera tan poco elegante. Ya se vengaría de ello, sí que lo haría… Dejando bromas a un lado, aún quedaba trabajo por hacer.
Luego de deshacer la polimorfia, llegó donde estaban Inosuke y Alexandra justo en el momento en que un hombre susurraba algo inaudible para ella, aunque consiguió leer algunas palabras en sus labios. ¿Kenshin…? ¿El sol dentro de una lata…? Nada tenía sentido, nada. Como si no estuviera teniendo ya suficientes dudas, una mujer apareció y corrió hacia los piratas confiada de que nada le pasaría. En solo un instante, Katharina posó su desarrollado mantra sobre ella para extraer cualquier información que fuera relevante: miedos, motivaciones, mentiras… Y, en caso de que descubriese algún peligro para su banda, crearía una barrera de haki entre esta y la mujer, deteniendo su alocada carrera.
—¿Cómo te hiciste esa marca? —le preguntaría en caso de no suponer ningún problema, apuntándole el cuello—. No habrá sido ese temible pelirrojo, ¿verdad?
Escucharía la respuesta de la mujer y entonces le propondría a los chicos dividirse en dos equipos: Inosuke y Kaya podrían investigar el pueblo, mientras que Alexandra (quien parecía que ya había tomado la delantera) y ella se marcharían con Blackhole. Nadie marcharía al sur; olía a trampa. Si Eugenio de las Mercedes estaba tan lejos como para que Katharina no pudiera encontrarle con la mirada, lo haría con su mantra y usaría un movimiento instantáneo para acercarséle.
- resumen:
- Responder amablemente a las palabras del Mayordomo, hacerle una pregunta a la mujer y luego seguir a Backhole.
Con la respuesta adecuada, la brigada debía decidir si se trataba de un verdadero soldado o un ardid muy bien articulado. Sabía que Arthur, incapaz de leer a la gente a través del Haki de observación, mantendría un sano nivel de paranoia que les permitiría salir vivos de aquella, pero él optó por confiar en el marine por el momento, si bien cada frase que dijera estaría bajo una pesada máscara del lenguaje secreto que habían optado por desarrollar. No era ni de lejos un habla encriptada, pero sí lo suficientemente compleja como para no poder reaccionar con naturalidad al escucharla por primera vez. Entre otras cosas, porque Arthur les había hecho estudiarla hacía una semana y había quemado los manuales tras ello. En su opinión se trataba de un derroche de esfuerzo, pero de nuevo estaba dentro del sano nivel de paranoia que los mantenía con vida. Muy cerca del límite, pero sin rebasarlo.
El resto del trayecto se sucedió sin complicaciones. A veces el regimiento que los acompañaba emitía un quejido que era acallado con una mirada, otras alguna de las máquinas que llevaban consigo se atascaba entre la tierra mojada... La oruga de transporte en la que llevaban las Kiritsu motorbikes resultaba de las más complejas de mover, pues dado al ruido de su motor había que tirar de ella con cuerdas y resultaba extremadamente tedioso. Al se acercó a los operarios y se sentó encima de la carrocería, haciendo un gesto para que tirasen de nuevo. Resultó bastante más sencillo, pues a medida que tiraban Al congelaba el suelo frente a él, que se iba derritiendo bajo el peso de la máquina y todo fue, de nuevo, deslizándose suavemente. Al menos, hasta que todo comenzó a volverse loco.
Estuvo seguro de que podía escucharlo antes de que nadie se percatase, por lo que el último tramo del trayecto decidió hacerlo a pie, pegándose a sus compañeros. Podía sentir el rugido de la guerra, casi sentir la solidez con la que atenazaba sus oídos, y por un momento sintió miedo. Igualmente no dudó; al fin y al cabo, tendría que estar loco para no sentir miedo. Sin embargo, sí que previno a Galhard para que se moviese con cuidado:
- Cuando la batalla empiece no sabremos qué habrá, cadete. -Le posó la mano en el hombro, instándolo por un momento a detenerse junto a él-. Mira dónde pisas, desenvaina ya tu hoja y si tienes que elegir... Siempre tú antes que el enemigo.
No era muy dado a los discursos, así que lo dejó en eso y avanzó hasta la posición de Arthur, que seguía encabezando la marcha a un ritmo que resultaba difícil seguir hasta para los más preparados del pelotón. Eso les hizo ahorrar tiempo, pero temía que el trote fuese devastador no solo para la moral sino para el desempeño de los soldados. Aun así, siguieron caminando a ritmo apurado tanto como fue necesario para evidenciar lo que, ya sí, todos estaban escuchando: La guerra los esperaba en Hapu.
Arthur no tardó en reaccionar. Él había estado esperando la guerra durante años, y pese a sus increíbles virtudes como luchador se trataba de un estratega increíble, además de un general al que cualquiera habría estado dispuesto a servir. Sin perder un segundo en cuanto la formación comenzó a establecerse Al desenfundó su violín, dando un sonoro puntapié contra el suelo, haciendo que este se partiera con un delgado cable del hielo más fino y delicado que pudiese haber en la naturaleza.
Contó los arietes, sin entender muy bien a qué propósito servían, pero según vio que los tornillos gigantes succionaban agua de las entrañas de la tierra supo cuál debía ser su reacción: Prepararse para la lluvia.
Generó tantas balistas como charcos se habían formado, todos en formación, apuntando en una bolea que Al calculaba daría para llegar hasta el agua: Iba a congelarla. Aunque los hombres pez parecían tener otros planes totalmente contrapuestos, elevando un bombardeo de masas tan intenso que se formaron cientos de arcoíris bajo ellas -a excepción de la zona que Arthur iba abriendo con su propio poder-, sometiéndolos a un hostigamiento feroz.
- ¡Corred hacia delante! -ordenó, sin dejar de tocar, mientras todo se preparaba.
Surgieron decenas de brazos a su espalda, tan fríos que las primeras bombas los hicieron restallar antes de congelarse por el intercambio de temperaturas. La segunda andanada recibió como respuesta una descarga de artillería helada, disparando Al sus armas con un sonoro sol sostenido.
Los virotes estaban encadenados a un fino hilo de hielo, de apenas un par de milímetros de grosor, haciendo que en algunos casos no fuese suficiente. Sin embargo muy pronto sus proyectiles comenzaron a impactar, congelando el agua y extendiéndola hasta que se formó una red extraordinaria que, si Jack estaba atento, sabría que debía rellenar con su azúcar. La cúpula de caramelo no iba a ser una protección indefinida, pero les daría para acercarse hasta una distancia en la que pudiesen atacar con más comodidad.
Sin guardar el violín, sin dejar que la música se disipase, cuando fue consciente de guardar la retaguardia montó en su moto y esperó la señal para salir disparado contra el puerto. Y con él, un centenar de valkirias que empezaron a surgir de las manos gigantes.
El resto del trayecto se sucedió sin complicaciones. A veces el regimiento que los acompañaba emitía un quejido que era acallado con una mirada, otras alguna de las máquinas que llevaban consigo se atascaba entre la tierra mojada... La oruga de transporte en la que llevaban las Kiritsu motorbikes resultaba de las más complejas de mover, pues dado al ruido de su motor había que tirar de ella con cuerdas y resultaba extremadamente tedioso. Al se acercó a los operarios y se sentó encima de la carrocería, haciendo un gesto para que tirasen de nuevo. Resultó bastante más sencillo, pues a medida que tiraban Al congelaba el suelo frente a él, que se iba derritiendo bajo el peso de la máquina y todo fue, de nuevo, deslizándose suavemente. Al menos, hasta que todo comenzó a volverse loco.
Estuvo seguro de que podía escucharlo antes de que nadie se percatase, por lo que el último tramo del trayecto decidió hacerlo a pie, pegándose a sus compañeros. Podía sentir el rugido de la guerra, casi sentir la solidez con la que atenazaba sus oídos, y por un momento sintió miedo. Igualmente no dudó; al fin y al cabo, tendría que estar loco para no sentir miedo. Sin embargo, sí que previno a Galhard para que se moviese con cuidado:
- Cuando la batalla empiece no sabremos qué habrá, cadete. -Le posó la mano en el hombro, instándolo por un momento a detenerse junto a él-. Mira dónde pisas, desenvaina ya tu hoja y si tienes que elegir... Siempre tú antes que el enemigo.
No era muy dado a los discursos, así que lo dejó en eso y avanzó hasta la posición de Arthur, que seguía encabezando la marcha a un ritmo que resultaba difícil seguir hasta para los más preparados del pelotón. Eso les hizo ahorrar tiempo, pero temía que el trote fuese devastador no solo para la moral sino para el desempeño de los soldados. Aun así, siguieron caminando a ritmo apurado tanto como fue necesario para evidenciar lo que, ya sí, todos estaban escuchando: La guerra los esperaba en Hapu.
Arthur no tardó en reaccionar. Él había estado esperando la guerra durante años, y pese a sus increíbles virtudes como luchador se trataba de un estratega increíble, además de un general al que cualquiera habría estado dispuesto a servir. Sin perder un segundo en cuanto la formación comenzó a establecerse Al desenfundó su violín, dando un sonoro puntapié contra el suelo, haciendo que este se partiera con un delgado cable del hielo más fino y delicado que pudiese haber en la naturaleza.
Contó los arietes, sin entender muy bien a qué propósito servían, pero según vio que los tornillos gigantes succionaban agua de las entrañas de la tierra supo cuál debía ser su reacción: Prepararse para la lluvia.
Generó tantas balistas como charcos se habían formado, todos en formación, apuntando en una bolea que Al calculaba daría para llegar hasta el agua: Iba a congelarla. Aunque los hombres pez parecían tener otros planes totalmente contrapuestos, elevando un bombardeo de masas tan intenso que se formaron cientos de arcoíris bajo ellas -a excepción de la zona que Arthur iba abriendo con su propio poder-, sometiéndolos a un hostigamiento feroz.
- ¡Corred hacia delante! -ordenó, sin dejar de tocar, mientras todo se preparaba.
Surgieron decenas de brazos a su espalda, tan fríos que las primeras bombas los hicieron restallar antes de congelarse por el intercambio de temperaturas. La segunda andanada recibió como respuesta una descarga de artillería helada, disparando Al sus armas con un sonoro sol sostenido.
Los virotes estaban encadenados a un fino hilo de hielo, de apenas un par de milímetros de grosor, haciendo que en algunos casos no fuese suficiente. Sin embargo muy pronto sus proyectiles comenzaron a impactar, congelando el agua y extendiéndola hasta que se formó una red extraordinaria que, si Jack estaba atento, sabría que debía rellenar con su azúcar. La cúpula de caramelo no iba a ser una protección indefinida, pero les daría para acercarse hasta una distancia en la que pudiesen atacar con más comodidad.
Sin guardar el violín, sin dejar que la música se disipase, cuando fue consciente de guardar la retaguardia montó en su moto y esperó la señal para salir disparado contra el puerto. Y con él, un centenar de valkirias que empezaron a surgir de las manos gigantes.
- Resumen:
- Llegar a la batalla, contrarrestar el agua con balistas de hielo y tratar de formar una red que caiga formando una cúpula sobre nosotros para que Jack la rellene de caramelo.
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Dada la tropa que comandábamos, no avanzaron demasiado en comparación a la velocidad a la que me movía yo sobre mi nube. Por suerte, Rudolph había marchado con la brigada sin necesidad de que le dijese nada, por otra parte, Jack seguía subido en mi hombro. En apenas unos minutos llegué hasta el grueso y los comencé a sobrevolar sentado en la nube.
Llegué en el momento adecuado. Estábamos en la frontera con la siguiente provincia, y en esta había un grupo de lo que parecían gyogins. No eran los primeros que veía, de hecho, había pasado en su día un pez cebra por la brigada. No era mal cocinero, pero fue incapaz de sobreponerse a mi maestría. Le había visto actuar varias veces y estaba seguro de que estos harían algo similar.
Me fijé con más detalle en aquella escena y pude ver como había unas charcas en posiciones cercanas a ellos, como si hubiesen sido hechas artificialmente. Suspiré “Puede ser un estilo muy efectivo contra usuarios, pero tener que depender de agua para poder luchar es complicarse la vida si estas en tierra firme” dije mirando hacia un lado y levantando los brazos a media altura en señal de duda. En cabeza de nuestra formación se encontraba Arthur, Al y Galhard.
El primero cogió algo de carrerilla y con su escudo en mano avanzó sin miramientos hacia el enemigo, el cual desde las charchas comenzó a lanzar proyectiles a modo de mortero. Al por su parte comenzó a tocar el violín. En apenas unos segundos prácticamente todos los proyectiles que se habían lanzado por parte del oponente habían sido neutralizados por aquellas malas bestias. Sin embargo, la gravedad suele hacer su efecto y todo el hielo que se formó comenzó a caer sobre la tropa, aunque antes de que eso sucediese, extendí desde la nube una lámina de caramelo que luego se fue elevando y tomó forma de cúpula. Quedando la red de hielo que había formado Al con su hielo pegada a la cúpula.
-Y a esto lo llamaremos la técnica del panal de abeja – dije bajando hasta el Almirante mientras sostenía un palo conectado a la cúpula.
No usaba mucha fuerza para sujetarla, prefería usar mi control. Aquello solo lo hacía para que mantuviese las propiedades que le transfería mientras estuviese en contacto conmigo.
-Bueno, y ahora ¿qué parte del plan sigue? Porque Gruñón no se ha quedado dentro de la cúpula y está de fiesta con el enemigo. – Pregunté señalando al enemigo. – Lo dudo, pero a lo mejor necesita ayuda.
Llegué en el momento adecuado. Estábamos en la frontera con la siguiente provincia, y en esta había un grupo de lo que parecían gyogins. No eran los primeros que veía, de hecho, había pasado en su día un pez cebra por la brigada. No era mal cocinero, pero fue incapaz de sobreponerse a mi maestría. Le había visto actuar varias veces y estaba seguro de que estos harían algo similar.
Me fijé con más detalle en aquella escena y pude ver como había unas charcas en posiciones cercanas a ellos, como si hubiesen sido hechas artificialmente. Suspiré “Puede ser un estilo muy efectivo contra usuarios, pero tener que depender de agua para poder luchar es complicarse la vida si estas en tierra firme” dije mirando hacia un lado y levantando los brazos a media altura en señal de duda. En cabeza de nuestra formación se encontraba Arthur, Al y Galhard.
El primero cogió algo de carrerilla y con su escudo en mano avanzó sin miramientos hacia el enemigo, el cual desde las charchas comenzó a lanzar proyectiles a modo de mortero. Al por su parte comenzó a tocar el violín. En apenas unos segundos prácticamente todos los proyectiles que se habían lanzado por parte del oponente habían sido neutralizados por aquellas malas bestias. Sin embargo, la gravedad suele hacer su efecto y todo el hielo que se formó comenzó a caer sobre la tropa, aunque antes de que eso sucediese, extendí desde la nube una lámina de caramelo que luego se fue elevando y tomó forma de cúpula. Quedando la red de hielo que había formado Al con su hielo pegada a la cúpula.
-Y a esto lo llamaremos la técnica del panal de abeja – dije bajando hasta el Almirante mientras sostenía un palo conectado a la cúpula.
No usaba mucha fuerza para sujetarla, prefería usar mi control. Aquello solo lo hacía para que mantuviese las propiedades que le transfería mientras estuviese en contacto conmigo.
-Bueno, y ahora ¿qué parte del plan sigue? Porque Gruñón no se ha quedado dentro de la cúpula y está de fiesta con el enemigo. – Pregunté señalando al enemigo. – Lo dudo, pero a lo mejor necesita ayuda.
- resumen:
- Llegar hasta la tropa nuevamente, ver la situación y como Arthur se lanza al ataque, ver lo que hace Al y crear una cúpula de caramelo apoyándome en la red de hielo que ha hecho Al.
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A veces, el carácter distendido y relajado de la mujer lo ponía de los nervios. Estaba seguro de que esa confianza iba a traerles problemas en una gran cantidad de situaciones, aunque por el momento todo estaba funcionando con bastante normalidad. Zaina se limitaba a asentir y saludar, como una mujer trofeo, mientras él se ocupaba de introducirlos con mentira, manipulación y mucha, mucha sangre fría. Sin embargo su momento de brillar estaba al caer, con una emperatriz del mar a punto de conocer a la princesa del desierto. Ella tal vez no pudiera mentir, pero poseía unas habilidades innatas para la negociación que, si bien a él no se le escapaban, prefería no derrochar con nobles orgullosos. Zaina estaba mucho más hecha a los entresijos de la diplomacia, al fin y al cabo.
Le sorprendió la negativa del hombre pulpo, aunque tal vez había sobreestimado el poder de su fruta en contra del odio irracional. Tal vez debería trabajar en que algunos comenzasen a apreciarlo en vez de imponerse, aunque ya estaba intentando hacerlo. Solo que, por lo que estaba viendo, iba a ser bastante más complicado de llevar a cabo de lo que había estimado. Como mínimo, lo bastante como para que un tritón se hubiese negado a tomar su mano, lo suficiente como para tener que explorar escenarios menos favorables. Aunque, no le estaba gustando, para casi todos ellos requería de aquello.
No estaba dispuesto a jugar sus cartas tan pronto, a no ser que su vida estuviese en juego. Sin embargo, lo que sí estaba dispuesto a hacer era a explorar los límites por lo que no había caminado todavía, aunque tal vez pudiese. Si podía convertir la rabia en euforia, ¿por qué no el odio en admiración? Estaba seguro de que, con algo de esfuerzo podía superar esa barrera, quisiese o no él. Pero tendría que esperar a que regresase.
No tardó mucho en volver. Igual de rudo, indicó que los animales no podían acceder todavía, y los guio hacia el gran salón. Fue fácil darse cuenta de que el séquito imperial había cambiado la decoración a su paso, haciendo que se pareciese mucho más aquel palacio a uno submarino que a uno propiamente local.
- Todo es precioso -comentó, fingiendo estar maravillado por cada cosa que veía-. ¿Qué es eso? ¿Y eso?
Mientras no le dijese que callase mostraría todo el interés posible en su cultura, en su historia y, si podía, introduciría halagos y comentarios sanamente envidiosos hacia las cualidades que hacían único a un habitante del mar, consciente de que no tendría tiempo de mucho pero enfocándose en un objetivo claro: Que aquel odio visceral no se concretase en él. Si había una mínima esperanza de que un jefe de comando lo apreciara iba a explotarla, aun si se trataba de un mindundi más tarde. Al fin y al cabo, un mindundi era más que ninguno, y una punta de lanza para acercarse a una infinidad de soldados que podría volver luego contra la emperatriz. Iba a convertir a ese hombre en general de Hipatia Stix. Quisiera ella o no.
- Muchas gracias por todo -diría, en cualquier caso, a las puertas del gran salón, inclinando la cabeza. Esa vez sin tenderle la mano, pero paciente por si él lo hacía-. Es usted un gran hombre. ¿Podríamos intercambiar nombres? Yo soy Mihael Markov. -Tendió una tarjeta.
Si la recogía trataría de aprovechar el roce para hechizarlo. Se trataba de un uso sencillo de su poder, hacer que se creyese su amigo. No solía ponerlo en práctica porque cada quien interpretaba la amistad de una manera distinta, pero hasta un tritón tendría un concepto relativamente positivo de la amistad. En cualquier caso, cuando las puertas se abrieron, entró junto a Zaina y observó a la emperatriz de todas las gentes del mar. La soberana de la Isla Gyojin resplandecía en el lugar como solo un miembro de la realeza podía hacer, y hablaba con una prepotencia que ningún plebeyo osaría utilizar.
- En realidad, existe una tercera posibilidad -contestó, esperando que ella reconociese su voz, tranquila y sosegada-. Podría ser el mejor amigo de Su Majestad buscando darle apoyo en sus horas más oscuras.
Hipatia no tenía ningún motivo para interesarse inicialmente por ellos que el gato gigante, pero lo que le traían era una posibilidad única.
- No hemos hablado nunca con ningún shogun, pero por la naturaleza de nuestro trabajo era mejor venir en secreto. -Hizo una profunda reverencia cuando ella se giró, tan lenta como elegantemente, bajando la vista hasta dejarla a sus pies. Un mensaje servil pero apropiado, pues no dejaba de estar fijo en ella aun sabiendo su posición inferior-. El ejército de Su Majestad es grande y poderoso, pero no puede vencer frente a la avalancha que se aproxima. Venimos a cambiar eso, majestad.
Seguro que recordaba su nombre. Era más que probable que lo hubiese leído en algún periódico últimamente, y aunque su foto no había aparecido no era un hombre fácil de olvidar. La había librado de Black y propiciado su casamiento -el cual, aunque infeliz, había sido una decisión políticamente inteligente-, además de protegerla el día de la boda. Ella sí tenía motivos de peso para confiar en él.
Le sorprendió la negativa del hombre pulpo, aunque tal vez había sobreestimado el poder de su fruta en contra del odio irracional. Tal vez debería trabajar en que algunos comenzasen a apreciarlo en vez de imponerse, aunque ya estaba intentando hacerlo. Solo que, por lo que estaba viendo, iba a ser bastante más complicado de llevar a cabo de lo que había estimado. Como mínimo, lo bastante como para que un tritón se hubiese negado a tomar su mano, lo suficiente como para tener que explorar escenarios menos favorables. Aunque, no le estaba gustando, para casi todos ellos requería de aquello.
No estaba dispuesto a jugar sus cartas tan pronto, a no ser que su vida estuviese en juego. Sin embargo, lo que sí estaba dispuesto a hacer era a explorar los límites por lo que no había caminado todavía, aunque tal vez pudiese. Si podía convertir la rabia en euforia, ¿por qué no el odio en admiración? Estaba seguro de que, con algo de esfuerzo podía superar esa barrera, quisiese o no él. Pero tendría que esperar a que regresase.
No tardó mucho en volver. Igual de rudo, indicó que los animales no podían acceder todavía, y los guio hacia el gran salón. Fue fácil darse cuenta de que el séquito imperial había cambiado la decoración a su paso, haciendo que se pareciese mucho más aquel palacio a uno submarino que a uno propiamente local.
- Todo es precioso -comentó, fingiendo estar maravillado por cada cosa que veía-. ¿Qué es eso? ¿Y eso?
Mientras no le dijese que callase mostraría todo el interés posible en su cultura, en su historia y, si podía, introduciría halagos y comentarios sanamente envidiosos hacia las cualidades que hacían único a un habitante del mar, consciente de que no tendría tiempo de mucho pero enfocándose en un objetivo claro: Que aquel odio visceral no se concretase en él. Si había una mínima esperanza de que un jefe de comando lo apreciara iba a explotarla, aun si se trataba de un mindundi más tarde. Al fin y al cabo, un mindundi era más que ninguno, y una punta de lanza para acercarse a una infinidad de soldados que podría volver luego contra la emperatriz. Iba a convertir a ese hombre en general de Hipatia Stix. Quisiera ella o no.
- Muchas gracias por todo -diría, en cualquier caso, a las puertas del gran salón, inclinando la cabeza. Esa vez sin tenderle la mano, pero paciente por si él lo hacía-. Es usted un gran hombre. ¿Podríamos intercambiar nombres? Yo soy Mihael Markov. -Tendió una tarjeta.
Si la recogía trataría de aprovechar el roce para hechizarlo. Se trataba de un uso sencillo de su poder, hacer que se creyese su amigo. No solía ponerlo en práctica porque cada quien interpretaba la amistad de una manera distinta, pero hasta un tritón tendría un concepto relativamente positivo de la amistad. En cualquier caso, cuando las puertas se abrieron, entró junto a Zaina y observó a la emperatriz de todas las gentes del mar. La soberana de la Isla Gyojin resplandecía en el lugar como solo un miembro de la realeza podía hacer, y hablaba con una prepotencia que ningún plebeyo osaría utilizar.
- En realidad, existe una tercera posibilidad -contestó, esperando que ella reconociese su voz, tranquila y sosegada-. Podría ser el mejor amigo de Su Majestad buscando darle apoyo en sus horas más oscuras.
Hipatia no tenía ningún motivo para interesarse inicialmente por ellos que el gato gigante, pero lo que le traían era una posibilidad única.
- No hemos hablado nunca con ningún shogun, pero por la naturaleza de nuestro trabajo era mejor venir en secreto. -Hizo una profunda reverencia cuando ella se giró, tan lenta como elegantemente, bajando la vista hasta dejarla a sus pies. Un mensaje servil pero apropiado, pues no dejaba de estar fijo en ella aun sabiendo su posición inferior-. El ejército de Su Majestad es grande y poderoso, pero no puede vencer frente a la avalancha que se aproxima. Venimos a cambiar eso, majestad.
Seguro que recordaba su nombre. Era más que probable que lo hubiese leído en algún periódico últimamente, y aunque su foto no había aparecido no era un hombre fácil de olvidar. La había librado de Black y propiciado su casamiento -el cual, aunque infeliz, había sido una decisión políticamente inteligente-, además de protegerla el día de la boda. Ella sí tenía motivos de peso para confiar en él.
- Resumen:
- Intento colársela otra vez al pulpo. Funcione o no, saludo a la emperatriz que conocí en su día aquí.
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Pues bueno, con menos quejas de las que esperaba, la bióloga había conseguido cumplir con su trabajo sin matar a nadie. Atrás quedaba la imagen de señora malévola que quería dar, la imagen de señora que insultaba a la gente a la que acababa de ganar. Ahí estaba, arreglando brazos cual enfermera. La vida pirata no era tan tan maravillosa como la había imaginado, especialmente porque últimamente el vampiro acababa con las reservas de alcohol antes de poder catar casi nada, el muy desgraciado.
Debido a que era un susurro y a que su Mantra no era lo bastante fuerte para escuchar aquella voz sin concentrarse no consiguió enterarse de lo que estaba farfullando en susurros. Entonces, apenas un poco después, empezó el caos. Aullidos de lobos, bestias, y, brevemente, en mitad de la oscuridad provocada por la ceniza de los múltiples incendios en los pueblos, una columna de fuego azul y blanco fue visible en los cielos.
«¿Qué cojones ha sido eso?»
Teniendo en cuenta que el hombre al que seguían no era ni el jefe de los suyos y era mucho monstruo, consideró que lo mejor era no averiguar ni preguntar qué pasaba con ese flash azul.
Katharina estaba allí, de modo que no se había partido la cara contra el mayordomo ese. Era bueno eso. O eso creía. Por otro lado, Blackhole seguía hacia delante sin mirar hacia los lados ni hacia detrás, si se paraban durante mucho tiempo acabarían perdiéndolo de vista.
—Hey, Kath, me adelanto, no quiero perderlo de vista no vaya a ser que se mosquee, ya me informarás cuando me alcancéis —dijo —. ¡Ino, y no te frotes más, se te está extendiendo! —le riñó un poco, porque al principio lo tenía en el hombro y por haberse frotado ya tenía medio brazo hecho un desastre, ¡ni siquiera sabían si eso se podía lavar o no!
Su capitana era capaz de interrogar en poco tiempo a una chavala cualquiera, más si mentía tan mal. No era necesario que estuvieran todos allí, menos cuando tenían que seguir haciendo el juego de buenos chicos protectores de Wano. Además de estar preocupada por poder sufrir el mismo destino que el tío que aún debía estar volando por ahí, quería tenerlo bajo "control". Perderlo de vista significaba no saber qué estaba haciendo o hacia dónde se dirigía exactamente y, además, perderlo de vista también significaba perder la oportunidad de observarlo para descifrar sus capacidades más allá de su evidente fuerza física, si es que las llegaba a demostrar.
Así, la científica de la tripulación se apresuró, aumentó el ritmo de su caminar para convertirlo en un trote y fue tras Blackhole confiando en que sus compañeros acabarían alcanzándola después de lidiar con la mujer del maquillaje y las mentiras. Había mencionado el sur... pero no tenía ni idea del sur y si fuera algo urgente Kath habría tardado poco en enviarlos hacia allí. Además, aquel hombre seguía su camino y por ahora nada indicaba que fuera a dirigirse hacia el sur. Para sumar más razones, se supone que seguirían trabajando para ellos, les había dicho de ir a Kuri así que... debía seguirlo.
Cuando llegara cerca de Blackhole volvería a ralentizar el ritmo, no debía cansarse antes de tiempo. Estaban metidos en medio de lo que era una guerra en toda regla y tarde o temprano le tocaría defenderse. ¿Qué podría averiguar sobre ese hombre solo observándolo? de momento que, por algún motivo, no había ayudado en la villa. Ah, y que le molestaba que dijeran su nombre. Y que se llamaba Eugene... ahora entendía por qué prefería que le llamaran Blackhole, era mucho más épico.
Ay dios. Eugenio. Su vida cada vez era más difícil. Se reiría, pero al mayordomo le había lanzado un cascote enorme de lejos solo por decirlo, mejor si no hacía comentarios si no quería que la vaporizara de un puñetazo.
Qué dura era la vida, cada día era un verdadero desafío.
Debido a que era un susurro y a que su Mantra no era lo bastante fuerte para escuchar aquella voz sin concentrarse no consiguió enterarse de lo que estaba farfullando en susurros. Entonces, apenas un poco después, empezó el caos. Aullidos de lobos, bestias, y, brevemente, en mitad de la oscuridad provocada por la ceniza de los múltiples incendios en los pueblos, una columna de fuego azul y blanco fue visible en los cielos.
«¿Qué cojones ha sido eso?»
Teniendo en cuenta que el hombre al que seguían no era ni el jefe de los suyos y era mucho monstruo, consideró que lo mejor era no averiguar ni preguntar qué pasaba con ese flash azul.
Katharina estaba allí, de modo que no se había partido la cara contra el mayordomo ese. Era bueno eso. O eso creía. Por otro lado, Blackhole seguía hacia delante sin mirar hacia los lados ni hacia detrás, si se paraban durante mucho tiempo acabarían perdiéndolo de vista.
—Hey, Kath, me adelanto, no quiero perderlo de vista no vaya a ser que se mosquee, ya me informarás cuando me alcancéis —dijo —. ¡Ino, y no te frotes más, se te está extendiendo! —le riñó un poco, porque al principio lo tenía en el hombro y por haberse frotado ya tenía medio brazo hecho un desastre, ¡ni siquiera sabían si eso se podía lavar o no!
Su capitana era capaz de interrogar en poco tiempo a una chavala cualquiera, más si mentía tan mal. No era necesario que estuvieran todos allí, menos cuando tenían que seguir haciendo el juego de buenos chicos protectores de Wano. Además de estar preocupada por poder sufrir el mismo destino que el tío que aún debía estar volando por ahí, quería tenerlo bajo "control". Perderlo de vista significaba no saber qué estaba haciendo o hacia dónde se dirigía exactamente y, además, perderlo de vista también significaba perder la oportunidad de observarlo para descifrar sus capacidades más allá de su evidente fuerza física, si es que las llegaba a demostrar.
Así, la científica de la tripulación se apresuró, aumentó el ritmo de su caminar para convertirlo en un trote y fue tras Blackhole confiando en que sus compañeros acabarían alcanzándola después de lidiar con la mujer del maquillaje y las mentiras. Había mencionado el sur... pero no tenía ni idea del sur y si fuera algo urgente Kath habría tardado poco en enviarlos hacia allí. Además, aquel hombre seguía su camino y por ahora nada indicaba que fuera a dirigirse hacia el sur. Para sumar más razones, se supone que seguirían trabajando para ellos, les había dicho de ir a Kuri así que... debía seguirlo.
Cuando llegara cerca de Blackhole volvería a ralentizar el ritmo, no debía cansarse antes de tiempo. Estaban metidos en medio de lo que era una guerra en toda regla y tarde o temprano le tocaría defenderse. ¿Qué podría averiguar sobre ese hombre solo observándolo? de momento que, por algún motivo, no había ayudado en la villa. Ah, y que le molestaba que dijeran su nombre. Y que se llamaba Eugene... ahora entendía por qué prefería que le llamaran Blackhole, era mucho más épico.
Ay dios. Eugenio. Su vida cada vez era más difícil. Se reiría, pero al mayordomo le había lanzado un cascote enorme de lejos solo por decirlo, mejor si no hacía comentarios si no quería que la vaporizara de un puñetazo.
Qué dura era la vida, cada día era un verdadero desafío.
- resumen:
» Termina de reparar las dislocaciones que quedan.
» Flipa un poco con el flash de fuego azul ese raro.
» Riñe a Ino por frotarse.
» Sigue a Blackhole, así intenta evitar perderlo de vista.
AEG93
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En cuanto logró reunirse con sus dos amigos de la infancia, sin haber tenido siquiera el tiempo suficiente para saludarles, el semigyojin sintió un intenso pitido en los oídos que le alertó de lo que estaba por suceder. Inmediatamente después dos de los hombres pez restantes, armados todos ellos con unas lanzas cubiertas por lo que parecía un extraño vegetal fluorescente, iniciaron su ofensiva hacia él mientras otros dos se lanzaban a por sus amigos.
El joven, pese a no haber entrenado desde hacía más o menos un año con Ryohei y Koji, conocía su talento como espadachines y sabía que eran perfectamente capaces de defenderse por sí solos, pero aún así no quiso arriesgarse a no prestarles aunque fuera una mínima ayuda. Por lo que sabía hasta el momento bien podían ser los únicos supervivientes entre todos sus seres queridos, y no quería perderles ahora que se habían reencontrado.
Por lo tanto, mientras se preparaba para recibir a los dos gyojin que le atacaban, el samurái extrajo del aire dos pequeñas gotas de agua y las disparó con enorme potencia, una de ellas contra el atacante de cada uno de sus amigos. Inmediatamente después se vio obligado a afrontar el avance de los dos hombres pez que buscaban atacarle. Algo le decía que debía evitar que aquellas extrañas algas le tocaran. Así, mantuvo su posición hasta el último momento, aguardando hasta que tuvo a sus enemigos a la distancia adecuada para girar vertiginosamente sobre su pie izquierdo. De este modo los dos golpes, dirigidos a la mitad derecha de su cuerpo, no encontrarían su objetivo. Completaría su giro con un contraataque, trazando un arco con el filo de su espada en busca del cuello del más cercano de los hombres pez. Acto seguido pasaría al ataque, acelerando bruscamente hasta su máxima velocidad para llegar hasta la posición del otro de los atacantes para tratar de ensartarle con su espada aprovechando que posiblemente todavía estuviera recobrando la posición tras el lanzazo inicial.
Si la situación se volvía lo suficientemente favorable, el joven se volvería hacia sus amigos de la infancia para preguntarles por su madre, su hermana y su maestro. Necesitaba saber que estaban bien.
El joven, pese a no haber entrenado desde hacía más o menos un año con Ryohei y Koji, conocía su talento como espadachines y sabía que eran perfectamente capaces de defenderse por sí solos, pero aún así no quiso arriesgarse a no prestarles aunque fuera una mínima ayuda. Por lo que sabía hasta el momento bien podían ser los únicos supervivientes entre todos sus seres queridos, y no quería perderles ahora que se habían reencontrado.
Por lo tanto, mientras se preparaba para recibir a los dos gyojin que le atacaban, el samurái extrajo del aire dos pequeñas gotas de agua y las disparó con enorme potencia, una de ellas contra el atacante de cada uno de sus amigos. Inmediatamente después se vio obligado a afrontar el avance de los dos hombres pez que buscaban atacarle. Algo le decía que debía evitar que aquellas extrañas algas le tocaran. Así, mantuvo su posición hasta el último momento, aguardando hasta que tuvo a sus enemigos a la distancia adecuada para girar vertiginosamente sobre su pie izquierdo. De este modo los dos golpes, dirigidos a la mitad derecha de su cuerpo, no encontrarían su objetivo. Completaría su giro con un contraataque, trazando un arco con el filo de su espada en busca del cuello del más cercano de los hombres pez. Acto seguido pasaría al ataque, acelerando bruscamente hasta su máxima velocidad para llegar hasta la posición del otro de los atacantes para tratar de ensartarle con su espada aprovechando que posiblemente todavía estuviera recobrando la posición tras el lanzazo inicial.
Si la situación se volvía lo suficientemente favorable, el joven se volvería hacia sus amigos de la infancia para preguntarles por su madre, su hermana y su maestro. Necesitaba saber que estaban bien.
- Resumen:
- - Lanzar dos balas de agua a los gyojin que atacan con mis amigos y enfrentarme a los dos que me atacan a mí. Es la hora de las tortas (?).
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Los superiores parecieron relajarse y confiar en el marine del cual parecía que habían tenido dudas en un primer momento, Gal de todas formas con su aún más que ineficaz haki de observación trató de intentar leer a aquel hombre, no espera éxito alguno y tras su intento continuó avanzando con su tropa pertinente y sus tres niñeras.
La marcha hasta Hapu fue dura pero nada que los extensos entrenamientos en la brigada no le hubiesen preparado ya para soportar, la tropa pero estaba algo cansada.
Al le puso una mano en el hombro y llamándole cadete, cosa que no le molestaba pues para los estándares de Kiritsu hasta él mismo se consideraba uno asintió a las palabras de su superior. -Si... Por desgracia no hemos venido aquí a hacer amigos o tomar prisioneros, estaré preparado para cuando el momento llegue.- Respondió con cierto pesar mientras miraba con preocupación el sable que portaba en la cintura. Tarde o temprano debería cruzar la línea de no cobrarse la vida de nadie... Así era la guerra. Tras ello Claude puso su mano en el hombro libre del marine dando los últimos ánimos a Gal quien se puso firme y continuó avanzando, soltando un gracias a ambos.
Allí el sonido de guerra se hizo presente, aquello habría jugado en contra de la moral de una tropa que estaba en constante marcha,así que Gal intervino.
-Bien marines, es para esto por lo que hemos venido, que los dolorosos días de entrenamiento y formación valgan la pena.- Siguiendo la recomendación de Al desenfundó su arma, el orgullo de calipso y apuntó hacia el grujo enemigo
Un gran número de proyectiles de agua se cernieron sobre ellos, los cuales fueron frenados por los demás miembros de Kiritsu, Gal se habría lanzado a frenar algunos pero la rápida actuación de Jack hizo innecesaria tal acción por lo que se centró en asegurarse que se cumpliesen las ordenes dictadas por sus superiores.
-Es hora de brillar, seguid las ordenes y la formación impuesta por el Contraalmirante Arthur y marchemos a la victoria, repartid vuestros números de forma equitativa entre los tres comandantes. ¡Que aquellos más capacitados y con más energía acompañen a Arthur en su toma de contacto con el enemigo!- Gritó mientras la cúpula de azucar envolvía el cielo donde él se situava -Aquellos que se encuentren más agotados no tengáis reparo en reuniros con el vicealmirante Jack y el almirante Koneko... Preparad vuestras armas a distancia, proporcionad fuego de apoyo para reforzar las valkyrias del almirante y ayudar a la vanguardia.- Dijo mientras llevó su mano al bolsillo, cuando estuviese más cerca del enemigo lanzaría una salva de monedas para diezmar al enemigo o bien simplemente se uniría a la vanguardia.
-Creo que deberíamos hacer nuestro mejor esfuerzo para o bien unirnos al asalto de Arthur, de no ser posible que puedas mantener o mover la cúpula de forma eficaz deberíamos centrar nuestros esfuerzos en ofrecer fuego indirecto para devolverles el hostigamiento a los hombres pez y facilitar el ataque de Arthur...- Gal en ese momento recordó la orden dada inicialmente por el contraalmirante de un recibimiento caliente al puerto.
Galhard no tardó en reunirse con Jack y Al, contestando a la pregunta del vicealmirante.
-Debemos darnos prisa en asegurar el puerto y sobretodo avisar que la lluvia de proyectiles no sea sobre el puerto... Depende como deberíamos ordenar fuego de apoyo en las aguas, estamos pasando por alto que esos golpistas son hombres pez.
Los ojos del marine se abrieron de par en par y sacó un den den mushi.
-¡Este contingente podría tratarse de una distracción mientras atacan desde el mar o podría tratarse del primer movimiento de un ataque en pinza!- El noble trató de llamar a la flota del comodoro, esperando que aquella idea solo fuese una paranoia suya.
La marcha hasta Hapu fue dura pero nada que los extensos entrenamientos en la brigada no le hubiesen preparado ya para soportar, la tropa pero estaba algo cansada.
Al le puso una mano en el hombro y llamándole cadete, cosa que no le molestaba pues para los estándares de Kiritsu hasta él mismo se consideraba uno asintió a las palabras de su superior. -Si... Por desgracia no hemos venido aquí a hacer amigos o tomar prisioneros, estaré preparado para cuando el momento llegue.- Respondió con cierto pesar mientras miraba con preocupación el sable que portaba en la cintura. Tarde o temprano debería cruzar la línea de no cobrarse la vida de nadie... Así era la guerra. Tras ello Claude puso su mano en el hombro libre del marine dando los últimos ánimos a Gal quien se puso firme y continuó avanzando, soltando un gracias a ambos.
Allí el sonido de guerra se hizo presente, aquello habría jugado en contra de la moral de una tropa que estaba en constante marcha,así que Gal intervino.
-Bien marines, es para esto por lo que hemos venido, que los dolorosos días de entrenamiento y formación valgan la pena.- Siguiendo la recomendación de Al desenfundó su arma, el orgullo de calipso y apuntó hacia el grujo enemigo
Un gran número de proyectiles de agua se cernieron sobre ellos, los cuales fueron frenados por los demás miembros de Kiritsu, Gal se habría lanzado a frenar algunos pero la rápida actuación de Jack hizo innecesaria tal acción por lo que se centró en asegurarse que se cumpliesen las ordenes dictadas por sus superiores.
-Es hora de brillar, seguid las ordenes y la formación impuesta por el Contraalmirante Arthur y marchemos a la victoria, repartid vuestros números de forma equitativa entre los tres comandantes. ¡Que aquellos más capacitados y con más energía acompañen a Arthur en su toma de contacto con el enemigo!- Gritó mientras la cúpula de azucar envolvía el cielo donde él se situava -Aquellos que se encuentren más agotados no tengáis reparo en reuniros con el vicealmirante Jack y el almirante Koneko... Preparad vuestras armas a distancia, proporcionad fuego de apoyo para reforzar las valkyrias del almirante y ayudar a la vanguardia.- Dijo mientras llevó su mano al bolsillo, cuando estuviese más cerca del enemigo lanzaría una salva de monedas para diezmar al enemigo o bien simplemente se uniría a la vanguardia.
-Creo que deberíamos hacer nuestro mejor esfuerzo para o bien unirnos al asalto de Arthur, de no ser posible que puedas mantener o mover la cúpula de forma eficaz deberíamos centrar nuestros esfuerzos en ofrecer fuego indirecto para devolverles el hostigamiento a los hombres pez y facilitar el ataque de Arthur...- Gal en ese momento recordó la orden dada inicialmente por el contraalmirante de un recibimiento caliente al puerto.
Galhard no tardó en reunirse con Jack y Al, contestando a la pregunta del vicealmirante.
-Debemos darnos prisa en asegurar el puerto y sobretodo avisar que la lluvia de proyectiles no sea sobre el puerto... Depende como deberíamos ordenar fuego de apoyo en las aguas, estamos pasando por alto que esos golpistas son hombres pez.
Los ojos del marine se abrieron de par en par y sacó un den den mushi.
-¡Este contingente podría tratarse de una distracción mientras atacan desde el mar o podría tratarse del primer movimiento de un ataque en pinza!- El noble trató de llamar a la flota del comodoro, esperando que aquella idea solo fuese una paranoia suya.
- resumen:
- Galhi intenta usar su haki con el marine que ya ha quedado claro que no se le podía sacar nada, es apoyado moralmente por Al y Claude y nuevamente trata de inspirar las tropas mientras se encarga de asegurarse de que las ordenes de Arthur se cumplen.
Da la orden a quienes estén con más fuerzas de las tropas que marchen junto a Arthur, solicita a los demás que abran fuego de apoyo a la maniobra de Arthur y sospecha de que aquel contingente sea un señuelo que esconda un ataque marítimo e intenta avisar al comodoro de la flota.
Marc Kiedis
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Sus ondas cortantes provocaron que la ola detuviera su avance, pero provocaron la liberación de miles de gotas de agua a gran temperatura que, si bien no molestaron al semigigante debido a su extrema resistencia a las temperaturas, probablemente sí que resultasen un incordio para sus nakamas.
El chillido del enorme animal denotó que el cocinero había logrado herirle, aunque no daba la sensación de que fuese nada grave. El combate entre sus amigos y el gigantesco gyojin se recrudeció hasta que este, viéndose en clara desventaja, huyó indicando a su mascota que atacara de nuevo. Esta se lanzó de cabeza contra el Kin no Otome, pero fue interceptada por Therax, que no solo detuvo su ofensiva sino que le causó importantes daños.
Así, el rey marino se alejó siguiendo a su amo, dando el enfrentamiento por concluido. Habían salido victoriosos, pero un único hombre pez había sido capaz de plantarles cara a todos juntos. ¿Tendría Hipatia en sus filas a más monstruos de aquel calibre? Parecía inconcebible que uno solo de sus hombres hubiera podido aguantar la acometida de uno de los Cuatro Emperadores del Mar.
El barco había sufrido daños bastante severos, por lo que Zane, tras mostrarse de acuerdo en dejar estar la situación por el momento, encargó a Nox la tarea de repararlos cuando llegaron al puerto. Posteriormente dijo que en su opinión debían dividirse en dos grupos, uno que se quedara junto a Nox arreglando el barco y otro que se dirigiera al centro del conflicto.
Rápidamente Marc anunció que él iría con su capitán. No quería perderse la acción por nada del mundo, y odiaría pensar que sus amigos entraban en batallas y ponían sus vidas en riesgo mientras él no estaba allí para ayudarles. Por lo tanto, cuando el pelirrojo extendió sus alas, el semigigante montó con presteza en su propio medio de transporte. Creó una gran nube de mozzarella bajo sus pies que le permitiría volar a gran velocidad y, en caso necesario, llevar a alguno de sus nakamas consigo. Zane, Therax y Luka no lo necesitaban, pero si Vile, como probablemente sucediera, quería unirse a ellos en la batalla el grandullón se ofrecería a llevarle.
El chillido del enorme animal denotó que el cocinero había logrado herirle, aunque no daba la sensación de que fuese nada grave. El combate entre sus amigos y el gigantesco gyojin se recrudeció hasta que este, viéndose en clara desventaja, huyó indicando a su mascota que atacara de nuevo. Esta se lanzó de cabeza contra el Kin no Otome, pero fue interceptada por Therax, que no solo detuvo su ofensiva sino que le causó importantes daños.
Así, el rey marino se alejó siguiendo a su amo, dando el enfrentamiento por concluido. Habían salido victoriosos, pero un único hombre pez había sido capaz de plantarles cara a todos juntos. ¿Tendría Hipatia en sus filas a más monstruos de aquel calibre? Parecía inconcebible que uno solo de sus hombres hubiera podido aguantar la acometida de uno de los Cuatro Emperadores del Mar.
El barco había sufrido daños bastante severos, por lo que Zane, tras mostrarse de acuerdo en dejar estar la situación por el momento, encargó a Nox la tarea de repararlos cuando llegaron al puerto. Posteriormente dijo que en su opinión debían dividirse en dos grupos, uno que se quedara junto a Nox arreglando el barco y otro que se dirigiera al centro del conflicto.
Rápidamente Marc anunció que él iría con su capitán. No quería perderse la acción por nada del mundo, y odiaría pensar que sus amigos entraban en batallas y ponían sus vidas en riesgo mientras él no estaba allí para ayudarles. Por lo tanto, cuando el pelirrojo extendió sus alas, el semigigante montó con presteza en su propio medio de transporte. Creó una gran nube de mozzarella bajo sus pies que le permitiría volar a gran velocidad y, en caso necesario, llevar a alguno de sus nakamas consigo. Zane, Therax y Luka no lo necesitaban, pero si Vile, como probablemente sucediera, quería unirse a ellos en la batalla el grandullón se ofrecería a llevarle.
- Resumen:
- Llegar a puerto y decidir ir con el grupo de Zane a reunirse con el Berzas. Montarme en mi nube voladora y, si Vile u otro nakama que no puede volar quiere ir, ofrecerle un hueco.
Shinobu Yamamoto
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Me detengo por un instante en medio de la carrera y miro con tanta sorpresa como miedo la lanza de fuego y luz que corta el cielo. El corazón me late rápido mientras una sonrisa nerviosa se dibuja en mi rostro. Solo un dios podría hacer algo así, no tengo ninguna duda de ello. ¿Qué está pasando aquí? ¿Y dónde están mis amigos? Sacudo la cabeza con los ojos cerrados en un intento de dispersar las dudas; hay alguien que me necesita, no puedo permitirme dudar ahora.
Retomo la carrera, intentando correr tan deprisa como me permiten las piernas. Aún no estoy del todo acostumbrada a los rugidos de los tubos de metal, pero ya no salto de miedo cada vez que retumban en mis oídos. Los samuráis posan sus miradas en mí, pero están demasiado ocupados en sus duelos como para prestarme más atención. Eso es bueno…, creo. Cuando llego al barco me detengo para tomar una bocanada de aire y recuperar energías; todavía tengo que llegar a la enfermería.
—Tú puedes, resiste. Solo falta un poco más —le susurro con una sonrisa cansada mientras subo a la cubierta del enorme barco. Me mostraría sorprendida (y no digo que no lo estoy), pero en estos últimos minutos han pasado tantas cosas extrañas…
La embarcación es tan grande que me pierdo con facilidad. Busco por todos lados la enfermería o cualquier habitación lo más parecida a una, pero solo me encuentro con camarotes. Me siento atraída por esos tubos de goma que se parecen… Oh, ¿alguien quiere explicarme qué son esas cosas? Por Izanagi-sama, creo que ha sido suficiente de tubos por hoy. Sacudo la cabeza; debo dejar de distraerme en tonteras. Corro por el pasillo y, luego de probar suerte en algunas salas más, termino encontrando la enfermería. O más bien alguien lo hace por mí.
—Muchas gracias, yo-
Me detengo en seco cuando miro al hombre y de pronto el mundo se paraliza frente a mí. ¡¿Qué hace un miembro de las tribus salvajes en este lugar?! ¡¿Y de dónde ha sacado esas prendas?! Bueno, si es que pueden llamarse así… Más bien parecen unos feos paños sin nada de estilo. ¿Por qué saluda a Arudian-san con tanta amabilidad si es que la señorita del pijama erótico parece no conocerle de nada? O eso creo yo si es que le ha preguntado quién es… ¡El hilo y la aguja! He tenido suficientes distracciones ya y… ¡¿Por qué el techo de la enfermería está brillando?! ¿Es alguna clase de hechizo o algo así? Ilumina todo el salón y…
—¡Ahí están! —exclamo, sonriendo de oreja a oreja—. Te prometo que te pondrás bien.
Me acerco al mesón donde están la aguja y el hilo cuando me doy cuenta de que hay un anillo roto. ¿Se le ha olvidado al señor…? Si ha sido así ya regresará por él, yo no puedo perder más tiempo. Me quito el sudor de la frente, busco cualquier cosa para lavarme las manos (en este lugar hay un montón de herramientas extrañas, todo hay que decirlo) y entonces enhebro la aguja. Por más que busco no encuentro nada familiar con lo que calmar el dolor de la niña, pero antes de hacer cualquier cosa mejor lo confirmo con Arudian-san.
—¡Rizubesu Arudian-san, ¿hay algo aquí para dormir a la niña?! —Sé que está ocupada con el señor olvidadizo, pero la vida de esta chica depende de nosotras—. Creo que necesitaré ayuda aquí…
Hay muchas botellas cuyos contenidos me son desconocidos y a la niña no le administraré nada que pueda poner en riesgo su vida. Si Arudian-san decide ayudarme y me entrega lo que le he pedido, procederé a esterilizar la aguja y así comenzar la operación. ¿La buena noticia? Esta sala está increíblemente iluminada. ¿La mala? Las heridas de mi paciente son horrorosas; no sé cómo alguien puede soportar tanto dolor. Pero no me echaré atrás: salvaré a esta chica como sea.
Retomo la carrera, intentando correr tan deprisa como me permiten las piernas. Aún no estoy del todo acostumbrada a los rugidos de los tubos de metal, pero ya no salto de miedo cada vez que retumban en mis oídos. Los samuráis posan sus miradas en mí, pero están demasiado ocupados en sus duelos como para prestarme más atención. Eso es bueno…, creo. Cuando llego al barco me detengo para tomar una bocanada de aire y recuperar energías; todavía tengo que llegar a la enfermería.
—Tú puedes, resiste. Solo falta un poco más —le susurro con una sonrisa cansada mientras subo a la cubierta del enorme barco. Me mostraría sorprendida (y no digo que no lo estoy), pero en estos últimos minutos han pasado tantas cosas extrañas…
La embarcación es tan grande que me pierdo con facilidad. Busco por todos lados la enfermería o cualquier habitación lo más parecida a una, pero solo me encuentro con camarotes. Me siento atraída por esos tubos de goma que se parecen… Oh, ¿alguien quiere explicarme qué son esas cosas? Por Izanagi-sama, creo que ha sido suficiente de tubos por hoy. Sacudo la cabeza; debo dejar de distraerme en tonteras. Corro por el pasillo y, luego de probar suerte en algunas salas más, termino encontrando la enfermería. O más bien alguien lo hace por mí.
—Muchas gracias, yo-
Me detengo en seco cuando miro al hombre y de pronto el mundo se paraliza frente a mí. ¡¿Qué hace un miembro de las tribus salvajes en este lugar?! ¡¿Y de dónde ha sacado esas prendas?! Bueno, si es que pueden llamarse así… Más bien parecen unos feos paños sin nada de estilo. ¿Por qué saluda a Arudian-san con tanta amabilidad si es que la señorita del pijama erótico parece no conocerle de nada? O eso creo yo si es que le ha preguntado quién es… ¡El hilo y la aguja! He tenido suficientes distracciones ya y… ¡¿Por qué el techo de la enfermería está brillando?! ¿Es alguna clase de hechizo o algo así? Ilumina todo el salón y…
—¡Ahí están! —exclamo, sonriendo de oreja a oreja—. Te prometo que te pondrás bien.
Me acerco al mesón donde están la aguja y el hilo cuando me doy cuenta de que hay un anillo roto. ¿Se le ha olvidado al señor…? Si ha sido así ya regresará por él, yo no puedo perder más tiempo. Me quito el sudor de la frente, busco cualquier cosa para lavarme las manos (en este lugar hay un montón de herramientas extrañas, todo hay que decirlo) y entonces enhebro la aguja. Por más que busco no encuentro nada familiar con lo que calmar el dolor de la niña, pero antes de hacer cualquier cosa mejor lo confirmo con Arudian-san.
—¡Rizubesu Arudian-san, ¿hay algo aquí para dormir a la niña?! —Sé que está ocupada con el señor olvidadizo, pero la vida de esta chica depende de nosotras—. Creo que necesitaré ayuda aquí…
Hay muchas botellas cuyos contenidos me son desconocidos y a la niña no le administraré nada que pueda poner en riesgo su vida. Si Arudian-san decide ayudarme y me entrega lo que le he pedido, procederé a esterilizar la aguja y así comenzar la operación. ¿La buena noticia? Esta sala está increíblemente iluminada. ¿La mala? Las heridas de mi paciente son horrorosas; no sé cómo alguien puede soportar tanto dolor. Pero no me echaré atrás: salvaré a esta chica como sea.
- resumen:
- Sorprenderme por el destello de luz, sorprenderme por los tubos de goma en el barco de Lys, sorprenderme por el hombre de cabellos blancos, sorprenderme por la enfermería iluminada, sorprenderme por... Bueh, sorprenderme por todo básicamente. Ah, también le pido ayuda a Rizubesu Arudian y comienzo la operación.
Lance Kashan
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— Ehm… —Se escapó de entre mis labios mientras lanzaba una mirada confusa a Tzar, la cual obviamente no se podía advertir tras la máscara. Su respuesta había sido, como mínimo, desconcertante. No tanto por el hecho de que alguien pudiera referir cualquier tipo de odio, resquemor o sed de venganza hacia la reina de los gyojins, especialmente tras asediar y conquistar a efectos prácticos una isla con tanta tradición con aquella, sino porque siguiera vivo a pesar de la cercanía con la capital donde se había asentado. «¿Hipatia no se ha preocupado de matar a todos los que sean contrarios a ella…? ¿Sus gyojin me han encontrado antes a mí que a quien tapona la entrada principal de la ciudad?» pensé, realmente confundido por cómo estaba sucediendo todo. Teniendo en cuenta la forma de ser de aquella mujer, realmente me parecía algo muy extraño, sobre todo cuando no estaba escondido per se. Solo le había hecho falta verme para descubrirse y preguntar por mi identidad, así que cualquiera de las tropas enemigas podrían haber despertado esta misma respuesta. ¿O era por mi condición de humano? Aunque tampoco se me podía reconocer como uno con lo que tenía encima.
No tardé más de cinco segundos en volver a tener noticias de la cumbre de aquella torre, esta vez en forma de una tosca fricción contra el suelo que no dejó mucho lugar a dudas: se comportaba como un guardia apostado en un matacanes. Una rocosa silueta se dejó ver desde la distancia que marcaba la altura, haciéndome falta desmaterializarme y volar hacia atrás con suavidad para salir de su rango acción. Aun así, él estaba tan ofuscado en hacerme papilla que ni con esas frenó el ataque, amontonando sus ''proyectiles'' uno tras otro como si en la parte superior de aquel lugar hubiera un agujero negro que permitiera tener infinitas de esas rocas. Yo suspiré, centrándome en el tono que había utilizado y tratando de leerlo a pesar del acento tan marcado y extraño con el que hablaba. ¿Había alguna pista que pudiera utilizar para darle un mejor enfoque a aquella situación…? En una situación normal, simplemente hubiera generado un rayo a su espalda y lo hubiera asesinado sin darle más importancia, especialmente como favor a Hipatia y, más importante, un favor a mis oídos, pero había ganado mi atención. Un humano, seguramente oriundo de Wano, que estaba en territorio —ahora— enemigo y que no tenía tapujos a la hora de decir que estaba ahí a cualquiera.
Si no podía sacar nada en claro, ganaría altura con velocidad mientras cuidaba las distancias con aquel hombre. Podría no haber hecho mucho en un primer acercamiento —a pesar de que poder levantar y tirar aquellas rocas decía mucho de él—, pero quizás eso solo era una parte de su poder y me podía sorprender negativamente cuando lo viera cara a cara. En unos instantes ya estaba en la parte superior, desde donde su voz parecía provenir —al menos para mis oídos—, tratando de buscarle con la mirada a la mayor velocidad posible y, de encontrarlo, me limitaría a ser directo:
— Realmente no vengo de parte de Hipatia… —dije, levantando las manos mientras hablaba en el tono justo como para que me escuchase pero no fuera presa de oídos inquietos. Una mentira nunca venía mal, especialmente cuando se decía con la lengua afilada, algo que me permitiría sacarle algo de información extra de salir bien—. Pensé que sería la excusa más fácil para pasar cada control hasta la capital, o al menos así ha sido hasta ahora —comenté mientras señalaba con el pulgar hacia la dirección a mis espaldas, dejando claro que el nombre de la mujer me había abierto puertas que de otra forma hubiera tenido que forzar por las malas—. Pero se ve que no… ¿Cómo es que no te han atacado todavía, si las tropas de esa mujer están invadiendo… bueno, todo Wano? —Traté de preguntar con el tono más curioso posible, como si realmente fuera una duda que para mí tuviera la mayor de las importancias. A decir verdad, era algo que estaba rebotando por mi mente todo el rato y a lo que no le sacaba una solución real; tenía que ser alguien importante o las tropas de Hipatia debían de ser demasiado inútiles. Aunque solo hacía falta mirar hacia las costas, ríos y lagos para dar fe de que sus reyes marinos estaban haciendo estragos por todos lados y era una fuerza a batir demasiado poderosa—. Tienes que ser bastante fuerte para haber aguantado —Y le doré la píldora, tratando de caerle lo mejor posible a pesar de que me hubiera hecho llover rocas por cuatro palabras mal contadas.
Estaría atento a cualquier ataque que pudiera hacer por sorpresa, aprovechando que había acortado las distancias, pero confiaba en que los metros que nos separaban todavía y la leve superioridad en altura que tenía me permitieran esquivar todo lo que pudiera lanzar. Por el otro lado, Tzar también estaba atento al terreno y de haber cualquier problema me avisaría, permitiéndome tener un par de ojos allí por si acaso. Y de no darme información útil o algo que me llamara suficiente la atención como para gastar más tiempo con él… Bajaría hasta donde estaba mi compañero mink, acariciaría el índice derecho para pulsar el anillo y la motocicleta aparecería frente a nosotros, montándonos y ganando altura en un abrir y cerrar de ojos para ir directamente a Palacio. Dudaba demasiado que tuvieran protección aérea, especialmente cuando se trataban de gyojins, reyes marinos y barcos. Al fin y al cabo, ¿cuántos enemigos podrían presentar una ofensiva voladora en este mundo?
No tardé más de cinco segundos en volver a tener noticias de la cumbre de aquella torre, esta vez en forma de una tosca fricción contra el suelo que no dejó mucho lugar a dudas: se comportaba como un guardia apostado en un matacanes. Una rocosa silueta se dejó ver desde la distancia que marcaba la altura, haciéndome falta desmaterializarme y volar hacia atrás con suavidad para salir de su rango acción. Aun así, él estaba tan ofuscado en hacerme papilla que ni con esas frenó el ataque, amontonando sus ''proyectiles'' uno tras otro como si en la parte superior de aquel lugar hubiera un agujero negro que permitiera tener infinitas de esas rocas. Yo suspiré, centrándome en el tono que había utilizado y tratando de leerlo a pesar del acento tan marcado y extraño con el que hablaba. ¿Había alguna pista que pudiera utilizar para darle un mejor enfoque a aquella situación…? En una situación normal, simplemente hubiera generado un rayo a su espalda y lo hubiera asesinado sin darle más importancia, especialmente como favor a Hipatia y, más importante, un favor a mis oídos, pero había ganado mi atención. Un humano, seguramente oriundo de Wano, que estaba en territorio —ahora— enemigo y que no tenía tapujos a la hora de decir que estaba ahí a cualquiera.
Si no podía sacar nada en claro, ganaría altura con velocidad mientras cuidaba las distancias con aquel hombre. Podría no haber hecho mucho en un primer acercamiento —a pesar de que poder levantar y tirar aquellas rocas decía mucho de él—, pero quizás eso solo era una parte de su poder y me podía sorprender negativamente cuando lo viera cara a cara. En unos instantes ya estaba en la parte superior, desde donde su voz parecía provenir —al menos para mis oídos—, tratando de buscarle con la mirada a la mayor velocidad posible y, de encontrarlo, me limitaría a ser directo:
— Realmente no vengo de parte de Hipatia… —dije, levantando las manos mientras hablaba en el tono justo como para que me escuchase pero no fuera presa de oídos inquietos. Una mentira nunca venía mal, especialmente cuando se decía con la lengua afilada, algo que me permitiría sacarle algo de información extra de salir bien—. Pensé que sería la excusa más fácil para pasar cada control hasta la capital, o al menos así ha sido hasta ahora —comenté mientras señalaba con el pulgar hacia la dirección a mis espaldas, dejando claro que el nombre de la mujer me había abierto puertas que de otra forma hubiera tenido que forzar por las malas—. Pero se ve que no… ¿Cómo es que no te han atacado todavía, si las tropas de esa mujer están invadiendo… bueno, todo Wano? —Traté de preguntar con el tono más curioso posible, como si realmente fuera una duda que para mí tuviera la mayor de las importancias. A decir verdad, era algo que estaba rebotando por mi mente todo el rato y a lo que no le sacaba una solución real; tenía que ser alguien importante o las tropas de Hipatia debían de ser demasiado inútiles. Aunque solo hacía falta mirar hacia las costas, ríos y lagos para dar fe de que sus reyes marinos estaban haciendo estragos por todos lados y era una fuerza a batir demasiado poderosa—. Tienes que ser bastante fuerte para haber aguantado —Y le doré la píldora, tratando de caerle lo mejor posible a pesar de que me hubiera hecho llover rocas por cuatro palabras mal contadas.
Estaría atento a cualquier ataque que pudiera hacer por sorpresa, aprovechando que había acortado las distancias, pero confiaba en que los metros que nos separaban todavía y la leve superioridad en altura que tenía me permitieran esquivar todo lo que pudiera lanzar. Por el otro lado, Tzar también estaba atento al terreno y de haber cualquier problema me avisaría, permitiéndome tener un par de ojos allí por si acaso. Y de no darme información útil o algo que me llamara suficiente la atención como para gastar más tiempo con él… Bajaría hasta donde estaba mi compañero mink, acariciaría el índice derecho para pulsar el anillo y la motocicleta aparecería frente a nosotros, montándonos y ganando altura en un abrir y cerrar de ojos para ir directamente a Palacio. Dudaba demasiado que tuvieran protección aérea, especialmente cuando se trataban de gyojins, reyes marinos y barcos. Al fin y al cabo, ¿cuántos enemigos podrían presentar una ofensiva voladora en este mundo?
- Resumen:
- Pienso, subo la torre en forma de electricidad y me presento frente a el señor para hacerle una pregunta y tratar de caerle bien. Si me gusta o es algo jugoso, es posible que me quede a escuchar más. Si es por el contrario, o me ataca, simplemente esquivaré, bajaré a la moto y me iré con Tzar hacia el palacio a máxima velocidad.
Por cierto, utilizo el Rango 13 de Psicólogo con el señor con las primeras palabras que ya dijo y con lo que pueda gritarme ahora en japonudo.
Rainbow662
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Por un segundo estoy totalmente segura de que Kath va a matar a ese tipo. Casi puedo visualizar sus tripas desparramadas en un charco de sangre humeante, su cabeza rodando por el suelo y a todos sus camaradas abalanzándose sobre nosotros de inmediato. De nuevo, nuestra seguridad depende del autocontrol de Katharina, lo cual es un hilo demasiado fino como para pender de él con seguridad. Es toda una sorpresa que sea capaz de contenerse.
En cualquier caso, deberíamos seguir a Blackhole. Si vamos a continuar con este numerito, mejor hacerlo bien. No podemos dejar que el mercenario se aleje demasiado, incluso si eso implica dejar atrás lo que queda del pueblo. De todos modos no creo que pudiéramos hacer gran cosa por gente como ese loco que delira sobre meter el sol en un tarro.
Por un segundo, todas las miradas se dirigen al cielo. Es tan súbito y breve que me siento tentada de creer que me lo he imaginado. Pero no, estoy segura de que una línea de fuego se ha dibujado en el cielo. Lo aparto a un lado, a la pila de asuntos extraños que por ahora no puedo resolver. Es mejor ser práctica.
Sobre lo que sí puedo tener cierto control es sobre lo de esa joven. Es cuestión de observación darse cuenta de que no encaja aquí. Ropa limpia, rostro impoluto. Mientras habla me fijo en el maquillaje de su piel. No está puesto con demasiado cuidado, cosa lógica teniendo en cuenta que aquí los únicos que se maquillan lo hacen de una forma tan exagerada que resulta ridículo. Esta chica no domina bien el término medio entre la cara limpia y la capa de pintura blanca de medio centímetro de espesor. No me importaría mucho encontrarme con una mentirosa en circunstancias normales, pero cabe preguntarse qué se propone. ¿Por qué quiere que vayamos hacia el sur? ¿O por qué no quiere que sigamos nuestro rumbo? ¿Puede que tenga algo que ver con otro de los Yonkou? El moribundo ha mencionado a Kenshin, que si no me equivoco es pelirrojo. No sé, es todo muy confuso por ahora, y eso no me gusta. Ir a ciegas en zona de guerra es peligroso. Mierda, tampoco podemos pararnos aquí.
-Kath, deberías darte prisa para no perder a nuestro buen amigo. -Eugene, vaya nombre. Pero bueno, lo importante es que Kath mantenga por ahora nuestra endeble tapadera para no enzarzarnos en una batalla en desventaja-. Yo me quedaré a ayudar a esta joven y escucharé lo que tenga que decirme -le digo con una sonrisa, girándome para que solo ella vea lo falsa que me sale. Suerte que he memorizado todos los mapas de Wano que he podido encontrar, así que no tendré problems en dar con Kuri más adelante-. Ya os alcanzaré en un rato.
Vuelvo a abrir la mochila. La dejo en el suelo y rebusco hasta encontrar un frasquito lleno de un zumo anaranjado que, aunque está feo que lo diga yo, tiene muy buena pinta. Se lo tiendo a la chica amablemente.
-Bebe, te gustará. Da energías. -Espero que no haga falta insistirle mucho para que le dé un buen trago. Si desconfía puedo sacar otra botellita para mí, aunque un poco distinta. O usar la fuerza para hacerla beber, pero preferiría evitar eso-. Entonces, ¿qué es lo que ha pasado aquí? ¿Y quién eres tú? Tu maquillaje es muy bonito, por cierto. ¿Te lo has puesto tú? Adelante, no tenga miedo. Puedes confiar en mí.
Tengo muchas preguntas que hacerle, pero por ahora espero que le guste el zumo. Reconozco que me ha quedado bien. Es mi mejor remesa de zumo de la verdad.
En cualquier caso, deberíamos seguir a Blackhole. Si vamos a continuar con este numerito, mejor hacerlo bien. No podemos dejar que el mercenario se aleje demasiado, incluso si eso implica dejar atrás lo que queda del pueblo. De todos modos no creo que pudiéramos hacer gran cosa por gente como ese loco que delira sobre meter el sol en un tarro.
Por un segundo, todas las miradas se dirigen al cielo. Es tan súbito y breve que me siento tentada de creer que me lo he imaginado. Pero no, estoy segura de que una línea de fuego se ha dibujado en el cielo. Lo aparto a un lado, a la pila de asuntos extraños que por ahora no puedo resolver. Es mejor ser práctica.
Sobre lo que sí puedo tener cierto control es sobre lo de esa joven. Es cuestión de observación darse cuenta de que no encaja aquí. Ropa limpia, rostro impoluto. Mientras habla me fijo en el maquillaje de su piel. No está puesto con demasiado cuidado, cosa lógica teniendo en cuenta que aquí los únicos que se maquillan lo hacen de una forma tan exagerada que resulta ridículo. Esta chica no domina bien el término medio entre la cara limpia y la capa de pintura blanca de medio centímetro de espesor. No me importaría mucho encontrarme con una mentirosa en circunstancias normales, pero cabe preguntarse qué se propone. ¿Por qué quiere que vayamos hacia el sur? ¿O por qué no quiere que sigamos nuestro rumbo? ¿Puede que tenga algo que ver con otro de los Yonkou? El moribundo ha mencionado a Kenshin, que si no me equivoco es pelirrojo. No sé, es todo muy confuso por ahora, y eso no me gusta. Ir a ciegas en zona de guerra es peligroso. Mierda, tampoco podemos pararnos aquí.
-Kath, deberías darte prisa para no perder a nuestro buen amigo. -Eugene, vaya nombre. Pero bueno, lo importante es que Kath mantenga por ahora nuestra endeble tapadera para no enzarzarnos en una batalla en desventaja-. Yo me quedaré a ayudar a esta joven y escucharé lo que tenga que decirme -le digo con una sonrisa, girándome para que solo ella vea lo falsa que me sale. Suerte que he memorizado todos los mapas de Wano que he podido encontrar, así que no tendré problems en dar con Kuri más adelante-. Ya os alcanzaré en un rato.
Vuelvo a abrir la mochila. La dejo en el suelo y rebusco hasta encontrar un frasquito lleno de un zumo anaranjado que, aunque está feo que lo diga yo, tiene muy buena pinta. Se lo tiendo a la chica amablemente.
-Bebe, te gustará. Da energías. -Espero que no haga falta insistirle mucho para que le dé un buen trago. Si desconfía puedo sacar otra botellita para mí, aunque un poco distinta. O usar la fuerza para hacerla beber, pero preferiría evitar eso-. Entonces, ¿qué es lo que ha pasado aquí? ¿Y quién eres tú? Tu maquillaje es muy bonito, por cierto. ¿Te lo has puesto tú? Adelante, no tenga miedo. Puedes confiar en mí.
Tengo muchas preguntas que hacerle, pero por ahora espero que le guste el zumo. Reconozco que me ha quedado bien. Es mi mejor remesa de zumo de la verdad.
- Resumen:
- Ofrecerme a quedarme atrás y hablar con la chica para reunir información. Darle un delicioso e inofensivo refrigerio.
El zumo de la verdad: Hecho con una mezcla de hojas, bayas y algún que otro insecto alucinógeno, este delicioso zumo vuelve a quien lo toma incapaz de mentir durante un par de horas.
Maze
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La mirada de la pelirroja era algo que temer. Hacía tiempo que sus ojos no se veían nublados con semejantes matices. Faltos de brillo y de esa ilusión que solía demostrar a pesar de su carácter a veces explosivo y complicado, bajo sus lentillas el violeta había tomado un tono rojo como el fuego. Sentía el calor arremolinarse en su interior, como una llama que, si no llegaba a desatarse era por pura fuerza de voluntad de la felina. Ya no serviría de nada rebanar la cabeza a su «superior» en vez de a esas tres inocentes criaturitas. Solo le quedaba continuar. Seguía sin saber nada, más allá de los motivos para semejante matanza. ¿Pretendían hacer lo mismo en el resto de Wano? Negó con la cabeza, siguiendo a la llamada de Necabit.
El olor metálico de la muerte paseándose por las calles de la ciudad hizo que arrugase la nariz, poniendo una mueca de desagrado. Todos estaban muertos y su sangre corría libre por las calles. Mura se percató de ello justo antes de que una columna de fuego dividiera los cielos por un instante a lo lejos. Mura tragó saliva. Era Aka. Sabía que iba a llegar a dichas tierras en algún momento. «Son tu responsabilidad, ¿no?». Una mueca amarga se dibujó en el rostro de la agente. Ya habían separado sus caminos, pero eso no quitaba que fuera su familia. Pensar que iba a acabar en el bando opuesto por cumplir con sus ideales le partía el corazón. «No es tiempo de llorar» se recordó, bajando la mirada a la sangre que amenazaba por cubrir no solo sus manos sino sus botas. Se apartó a tiempo de evitar pisarlo. Después de fijó en su diestra. Aún mantenía agarrada la empuñadura de la katana de aquel anciano. No sabía su calidad, pero desde luego no era solo un adorno si había podido cortar con tal facilidad a la mujer y a los niños. Suponiendo que le sería útil y tirar ese «premio» estaría mal visto por la tripulación, se la quedaría. «Sería justo matar a esta sabandija con ella después». Pensó mirando de reojo al hombre. Por suerte, tenía frente a ella otros motivos para estar mirándole en ese momento. Un hombre se encontraba dando una charla, uno al que no reconocía.
—¿Quién es? —preguntó, sorprendiéndose a sí misma al hablar. Llevaba un rato callada, así que no recordaba que tenía activado su modulador de voz. La respuesta, al parecer era un hombre de confianza de Tzar. «Enio Brutus» repitió en su cabeza clavando su mirada en él. Intentó hacer memoria entre los datos proporcionados por el gobierno. Sinceramente, podrían haber ofrecido algo más de información cuando la enviaron al matadero. Por mucho que hubiese destacado, seguía siendo una iniciada. Suspiró. No parecía que fuese a soltar alguna información interesante, así que decidió tomarse esos primeros momentos de charla para concentrarse en su mantra. Quería sacar un panorama general sobre la diferencia de poder entre ella y los otros piratas. En especial entre ella y el hombre a su lado. También tenía curiosidad por Brutus. Aunque su concentración se rompió cuando el enviado de Tzar pronunció sus últimas palabras, esperando que los voluntarios salieran.
«Parece que te toca decidir, niña». La voz de Kougar llegaba siempre en los peores momentos. «Si vas a Kuri seguramente te cruces con el lagarto». Comentó. Había echado un vistazo a los mapas de Wano antes de partir, así que sabía que el ente estaba en lo cierto, en esa zona se encontraba Kuri. Si se veían de frente dudaba poder mantener su tapadera. De hecho, lo más probable era que por el dragón la pelirroja mandase a la mierda todo lo que había conseguido en el último medio año. Apretó los dientes. De las otras dos opciones la más interesante parecía ser la de la capital, pues la isla se alejaba del conflicto. Si bien le producía cierto interés. «La apuesta segura parece obvia, ¿no?».
La joven de lacio cabello oscuro dio un paso al frente.
—Yo… —empezó, elevando el tono y levantando cabeza. —Yo me ofrezco voluntaria para asistir a la embajada que se dirija a la capital.
El olor metálico de la muerte paseándose por las calles de la ciudad hizo que arrugase la nariz, poniendo una mueca de desagrado. Todos estaban muertos y su sangre corría libre por las calles. Mura se percató de ello justo antes de que una columna de fuego dividiera los cielos por un instante a lo lejos. Mura tragó saliva. Era Aka. Sabía que iba a llegar a dichas tierras en algún momento. «Son tu responsabilidad, ¿no?». Una mueca amarga se dibujó en el rostro de la agente. Ya habían separado sus caminos, pero eso no quitaba que fuera su familia. Pensar que iba a acabar en el bando opuesto por cumplir con sus ideales le partía el corazón. «No es tiempo de llorar» se recordó, bajando la mirada a la sangre que amenazaba por cubrir no solo sus manos sino sus botas. Se apartó a tiempo de evitar pisarlo. Después de fijó en su diestra. Aún mantenía agarrada la empuñadura de la katana de aquel anciano. No sabía su calidad, pero desde luego no era solo un adorno si había podido cortar con tal facilidad a la mujer y a los niños. Suponiendo que le sería útil y tirar ese «premio» estaría mal visto por la tripulación, se la quedaría. «Sería justo matar a esta sabandija con ella después». Pensó mirando de reojo al hombre. Por suerte, tenía frente a ella otros motivos para estar mirándole en ese momento. Un hombre se encontraba dando una charla, uno al que no reconocía.
—¿Quién es? —preguntó, sorprendiéndose a sí misma al hablar. Llevaba un rato callada, así que no recordaba que tenía activado su modulador de voz. La respuesta, al parecer era un hombre de confianza de Tzar. «Enio Brutus» repitió en su cabeza clavando su mirada en él. Intentó hacer memoria entre los datos proporcionados por el gobierno. Sinceramente, podrían haber ofrecido algo más de información cuando la enviaron al matadero. Por mucho que hubiese destacado, seguía siendo una iniciada. Suspiró. No parecía que fuese a soltar alguna información interesante, así que decidió tomarse esos primeros momentos de charla para concentrarse en su mantra. Quería sacar un panorama general sobre la diferencia de poder entre ella y los otros piratas. En especial entre ella y el hombre a su lado. También tenía curiosidad por Brutus. Aunque su concentración se rompió cuando el enviado de Tzar pronunció sus últimas palabras, esperando que los voluntarios salieran.
«Parece que te toca decidir, niña». La voz de Kougar llegaba siempre en los peores momentos. «Si vas a Kuri seguramente te cruces con el lagarto». Comentó. Había echado un vistazo a los mapas de Wano antes de partir, así que sabía que el ente estaba en lo cierto, en esa zona se encontraba Kuri. Si se veían de frente dudaba poder mantener su tapadera. De hecho, lo más probable era que por el dragón la pelirroja mandase a la mierda todo lo que había conseguido en el último medio año. Apretó los dientes. De las otras dos opciones la más interesante parecía ser la de la capital, pues la isla se alejaba del conflicto. Si bien le producía cierto interés. «La apuesta segura parece obvia, ¿no?».
La joven de lacio cabello oscuro dio un paso al frente.
—Yo… —empezó, elevando el tono y levantando cabeza. —Yo me ofrezco voluntaria para asistir a la embajada que se dirija a la capital.
- Resumen:
- llegar a donde habla Brutus. Usar su Haki para hacerse una idea general de la diferencia o similitud de poder entre los demás piratas y ella (observación nivel seis). Y ofrecerse voluntaria para viajar en la embajada a la capital.
Prometeo
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Prometeo estaba seguro de que llevaba consigo uno de esos pintorescos caracolitos parlanchines que usaba medio mundo para comunicarse; también estaba seguro de que recordaba el número del señor Gelatina. Se lo había pasado luego de ese impecable trabajo en Casino Island, ¿no? Igual lo había cambiado, pero no perdía nada si intentaba comunicarse con él. La distancia que les separaba todavía no era demasiado grande como para que no pudiesen reunirse, además… Bueno, algo le decía al homúnculo que acabaría necesitando toda la ayuda posible. ¿Y qué mejor que un experimentado revolucionario? Ya se había decidido a llamarle cuando acabase de sanar al noble samurái.
Memorizó ambos nombres, Ishogai Masahisa y Yazama Tadao. Como creía que el samurái había vivido aventuras épicas tenía pensado preguntar luego por él. Esperó a que el señor Masahisa se sacase las piezas de la armadura y entonces le revisó. Tenía un corte muy profundo que se extendía desde el omóplato hasta el glúteo. ¿Le habían atacado por la espalda…? Generó las Llamas de la Inmortalidad para sanar sus heridas, ya fuesen las de los brazos como la de la espalda. Sin embargo, ¿por qué no dejó que le sanase la del cuello?
—Lo más importante para un médico es el bienestar de sus pacientes —respondió con una sonrisa amable, haciendo un gesto para devolverle la petaca al samurái—, pero si tan decidido está en pagarme… Permítame tratarle por completo, señor. Puedo ver la herida que tiene en el cuello y, si esta no recibe un tratamiento adecuado, lo más probable es que empeore a futuro.
El revolucionario haría un ademán de mano y, en caso de que el samurái aceptase y se dejase sanar, acercaría esta a su cuello y le curaría con las Llamas de la Inmortalidad.
No había que ser demasiado listo para darse cuenta de que la gente del pueblo no quería al samurái allí, de lo contrario, no le dirigirían miradas recelosas ni le lanzarían frutas a modo despectivo. Por otra parte, ¿cómo se les ocurría desperdiciar de esa manera la comida? El país entero estaba pasando por una guerra y era segurísimo que había gente necesitada. A Prometeo le daba igual que un tomate hubiese estropeado su llamativo outfit, pero le gustaría que tuvieran algo más de respeto por ese hombre.
—La gente no parece demasiado contenta… ¿Por qué le desprecian de esta manera tan cruel? —le preguntó el revolucionario mientras acompañaba al samurái.
En cualquier caso, el castillo podría esperar. ¿Estaría desobedeciendo una orden directa de su superior? Sí, pero antes de revolucionario era un homúnculo con un propósito claro: ayudar y proteger a la humanidad. Ante sus ojos se encontraba un hombre necesitado, ni más ni menos. Le comentaría a su compañero (o superior, mejor dicho) que llevaría al señor Masahisa a la taberna y, luego de comprobar que estuviera todo en orden, marcharía de vuelta al castillo. Antes de entrar a la taberna, por otra parte, sacó el den den mushi que llevaba a todos sitios y marcó el número del señor Gelatina. En caso de que respondiese le diría lo siguiente:
—¿Comandante? Sí, soy yo. Pulmones. Me encuentro en un pueblo pasado las lomas camino al castillo; podrá encontrarme en una taberna de nombre… —miraría al samurái como esperando que le recordase el nombre y se lo mencionaría al señor Gelatina—. Creo que algo está pasando en este lugar, algo que usted puede resolver.
Por supuesto que el señor Makintosh podría resolverlo; no había ninguna criatura más lista.
Dicho lo dicho, acompañaría al samurái hasta la taberna, entraría e ignoraría las miradas peligrosas. No sería la primera vez que le mirasen así, aunque esperaba de todo corazón que todo aquello no supusiera problemas… Podía ser confiado e ingenuo, pero incluso Prometeo sabía que algo estaba sucediendo en el pueblo. La tranquilidad que reinaba en este, el samurái que ocultaba sus heridas, las miradas recelosas hacia este, el ambiente innecesariamente tenso dentro de la posada… Si alguien tenía respuestas, ese era el señor Masahisa.
Memorizó ambos nombres, Ishogai Masahisa y Yazama Tadao. Como creía que el samurái había vivido aventuras épicas tenía pensado preguntar luego por él. Esperó a que el señor Masahisa se sacase las piezas de la armadura y entonces le revisó. Tenía un corte muy profundo que se extendía desde el omóplato hasta el glúteo. ¿Le habían atacado por la espalda…? Generó las Llamas de la Inmortalidad para sanar sus heridas, ya fuesen las de los brazos como la de la espalda. Sin embargo, ¿por qué no dejó que le sanase la del cuello?
—Lo más importante para un médico es el bienestar de sus pacientes —respondió con una sonrisa amable, haciendo un gesto para devolverle la petaca al samurái—, pero si tan decidido está en pagarme… Permítame tratarle por completo, señor. Puedo ver la herida que tiene en el cuello y, si esta no recibe un tratamiento adecuado, lo más probable es que empeore a futuro.
El revolucionario haría un ademán de mano y, en caso de que el samurái aceptase y se dejase sanar, acercaría esta a su cuello y le curaría con las Llamas de la Inmortalidad.
No había que ser demasiado listo para darse cuenta de que la gente del pueblo no quería al samurái allí, de lo contrario, no le dirigirían miradas recelosas ni le lanzarían frutas a modo despectivo. Por otra parte, ¿cómo se les ocurría desperdiciar de esa manera la comida? El país entero estaba pasando por una guerra y era segurísimo que había gente necesitada. A Prometeo le daba igual que un tomate hubiese estropeado su llamativo outfit, pero le gustaría que tuvieran algo más de respeto por ese hombre.
—La gente no parece demasiado contenta… ¿Por qué le desprecian de esta manera tan cruel? —le preguntó el revolucionario mientras acompañaba al samurái.
En cualquier caso, el castillo podría esperar. ¿Estaría desobedeciendo una orden directa de su superior? Sí, pero antes de revolucionario era un homúnculo con un propósito claro: ayudar y proteger a la humanidad. Ante sus ojos se encontraba un hombre necesitado, ni más ni menos. Le comentaría a su compañero (o superior, mejor dicho) que llevaría al señor Masahisa a la taberna y, luego de comprobar que estuviera todo en orden, marcharía de vuelta al castillo. Antes de entrar a la taberna, por otra parte, sacó el den den mushi que llevaba a todos sitios y marcó el número del señor Gelatina. En caso de que respondiese le diría lo siguiente:
—¿Comandante? Sí, soy yo. Pulmones. Me encuentro en un pueblo pasado las lomas camino al castillo; podrá encontrarme en una taberna de nombre… —miraría al samurái como esperando que le recordase el nombre y se lo mencionaría al señor Gelatina—. Creo que algo está pasando en este lugar, algo que usted puede resolver.
Por supuesto que el señor Makintosh podría resolverlo; no había ninguna criatura más lista.
Dicho lo dicho, acompañaría al samurái hasta la taberna, entraría e ignoraría las miradas peligrosas. No sería la primera vez que le mirasen así, aunque esperaba de todo corazón que todo aquello no supusiera problemas… Podía ser confiado e ingenuo, pero incluso Prometeo sabía que algo estaba sucediendo en el pueblo. La tranquilidad que reinaba en este, el samurái que ocultaba sus heridas, las miradas recelosas hacia este, el ambiente innecesariamente tenso dentro de la posada… Si alguien tenía respuestas, ese era el señor Masahisa.
- Resumen:
- Rechazar el pago del samurái e insistir en sanar todas sus heridas, acompañarle hasta la posada y llamar al señor Gelatina para darle su ubicación (esto en caso de que respondiera la llamada).
Inosuke Dru-zan
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Gracias a los esfuerzos combinados de toda nuestra tripulación conseguimos salvar aquel poblado, o al menos impedir que se destruyera más. Kaya y Katharina lograron apagar los fuegos restantes mientras Xandra y yo nos encargábamos de los heridos. Para haber sido un trabajo improvisado, lo cierto es que no nos fue tan mal.
Por lo general los aldeanos no parecían demasiado sociables, cosa lógica. Si yo hubiera sido uno de ellos, en vez de hablar amigablemente iría en busca de quién hubiera provocado aquel desastre. Sin embargo, había algún que otro nativo lastimado decía frases sin sentido, como si al ver si hogar arder hubiera perdido la cabeza.
—¿La noche? ¿Qué noche ser? —pregunté mientras sacaba sus conclusiones—. Yo no entender. Yo estar frustrado.
Lo cierto es que todo aquello me resultaba realmente desconcertante, especialmente la parte de meter el sol en un tarro. El sol no era muy grande, podía caber en la palma de mi mano, pero se encontraba realmente lejos, casi tanto como la luna. Era imposible que una persona pudiera meterlo en un tarro, ¿no? Lo cierto es después de conocer a Katharina ya nada me sorprendía, así que asentí ante las divagaciones del hombre mientras le aplicaba un poco de barro fresco recién recogido y continué con mis labores de chamán.
Cuando terminé, los aldeanos parecían tener mejor aspecto. No es que fuera muy bueno, todos con vendajes, emplastes y heridas por doquier, pero siempre era mejor que parecer estar al borde de la muerte.
—Yo ya saber qué pasar aquí —dije al grupo cuando se reunió—. Piratas que poder embotellar sol quemar pueblo. Por la noche. Y que sol quemar. ¿Por qué sol quemar? —pregunté, dejando la cuestión en el aire.
Al poco apareció una chiquilla, más joven que yo, aunque parecía tener edad para dar hijos. ¿Era de la aldea? No la había visto entre los heridos, y eso que ninguno de ellos había escapado indemne. Además, mostraba una lucidez y efusividad impropia del resto de aldeanos. ¿De verdad esa chica era uno de ellos? No me lo parecía. Me acerqué hasta ella para hacerle varias preguntas, aunque también para examinar lo que tenía en el cuello. Aquel pegoste en su cuello no parecía natural. Podría ser una herida, o quizás un tumor. En el peor de los casos habría que extirparlo allí mismo, pero eso no me asustaba.
Kaya se me adelantó. Le dio una bebida y empezó una conversación casual entre adolescentes. ¿A quién diablos se le ocurría empezar una conversación en mitad de todo aquello? Una enorme columna de luz azulada había surgido momentáneamente, parecía haber muchos pueblos más en el mismo estado que este y encima estábamos rodeados de enemigos. Y Kaya no tiene mejor idea que hablar de maquillaje con su nueva amiga.
—Esto... ¿Tú quién ser? —pregunté inocentemente—. ¿Tú saber qué ocurrir? Todo parecer caos.
Todo aquello me resultaba, cuanto menos, sospechoso. Tenía que conseguir atar los cabos sueltos lo antes posible.
Por lo general los aldeanos no parecían demasiado sociables, cosa lógica. Si yo hubiera sido uno de ellos, en vez de hablar amigablemente iría en busca de quién hubiera provocado aquel desastre. Sin embargo, había algún que otro nativo lastimado decía frases sin sentido, como si al ver si hogar arder hubiera perdido la cabeza.
—¿La noche? ¿Qué noche ser? —pregunté mientras sacaba sus conclusiones—. Yo no entender. Yo estar frustrado.
Lo cierto es que todo aquello me resultaba realmente desconcertante, especialmente la parte de meter el sol en un tarro. El sol no era muy grande, podía caber en la palma de mi mano, pero se encontraba realmente lejos, casi tanto como la luna. Era imposible que una persona pudiera meterlo en un tarro, ¿no? Lo cierto es después de conocer a Katharina ya nada me sorprendía, así que asentí ante las divagaciones del hombre mientras le aplicaba un poco de barro fresco recién recogido y continué con mis labores de chamán.
Cuando terminé, los aldeanos parecían tener mejor aspecto. No es que fuera muy bueno, todos con vendajes, emplastes y heridas por doquier, pero siempre era mejor que parecer estar al borde de la muerte.
—Yo ya saber qué pasar aquí —dije al grupo cuando se reunió—. Piratas que poder embotellar sol quemar pueblo. Por la noche. Y que sol quemar. ¿Por qué sol quemar? —pregunté, dejando la cuestión en el aire.
Al poco apareció una chiquilla, más joven que yo, aunque parecía tener edad para dar hijos. ¿Era de la aldea? No la había visto entre los heridos, y eso que ninguno de ellos había escapado indemne. Además, mostraba una lucidez y efusividad impropia del resto de aldeanos. ¿De verdad esa chica era uno de ellos? No me lo parecía. Me acerqué hasta ella para hacerle varias preguntas, aunque también para examinar lo que tenía en el cuello. Aquel pegoste en su cuello no parecía natural. Podría ser una herida, o quizás un tumor. En el peor de los casos habría que extirparlo allí mismo, pero eso no me asustaba.
Kaya se me adelantó. Le dio una bebida y empezó una conversación casual entre adolescentes. ¿A quién diablos se le ocurría empezar una conversación en mitad de todo aquello? Una enorme columna de luz azulada había surgido momentáneamente, parecía haber muchos pueblos más en el mismo estado que este y encima estábamos rodeados de enemigos. Y Kaya no tiene mejor idea que hablar de maquillaje con su nueva amiga.
—Esto... ¿Tú quién ser? —pregunté inocentemente—. ¿Tú saber qué ocurrir? Todo parecer caos.
Todo aquello me resultaba, cuanto menos, sospechoso. Tenía que conseguir atar los cabos sueltos lo antes posible.
- Resumen:
- Sorprenderse por ver a Kaya hacer una amiguita adolescente en medio de una guerra y preguntar cosas.
Osuka Sumisu
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Aquella calidez que habia percibido al llegar al pueblo, había desaparecido abruptamente cuando empezó a cargar al abuelo samurái. Las ojos acechadores y la fruta podrida que le lanzaba y que chocaba irremediablemente en el ancho cuerpo del revolucionario como daño colateral. En otros tiempos se hubiera liado a gritos con todo el pueblo, pero tenía que tener la cabeza fría. Por muy encantador que fuese el lugar, seguía siendo territorio enemigo.
Prometeo pregunto a que se venía la crueldad del pueblo contra el anciano guerrero. El oficial suspiro, pues sabia de buena gana de que podría ser. Pese a ser un bruto, Osuka no era un cabeza hueca y podía unir los puntos fácilmente.
- Los samuráis tienen un concepto muy estricto del honor en la guerra. La retirada no es una opción. –le susurraba, pues no quería quedar como un maleducado ante el viejo-. ¿Cómo te tratarían si el castillo del daimio que juraste proteger cayese en manos de gyojins y ni siquiera pudiste morir honorablemente en combate? Lo peor es que la gente le enfadara más lo segundo que lo primero.
El teniente se propuso acompañar al samurái hasta dentro de la taberna, aunque al principio lo hizo con inseguridad por lo que pensaría su superior (no era ni la primera ni la última vez que tenía esta situación). Le hizo un gesto para que hiciese lo que veía conveniente.
El revolucionario se quedó fuera, a un lado de la puerta, esperando. No había prisa ninguna, pero prefería vigilar para que nadie demasiado contrariado con el abuelo quisiera bronca dentro del establecimiento. Para que engañarnos, siempre habría bronca y aquello no iba a ser una excepción.
Prometeo pregunto a que se venía la crueldad del pueblo contra el anciano guerrero. El oficial suspiro, pues sabia de buena gana de que podría ser. Pese a ser un bruto, Osuka no era un cabeza hueca y podía unir los puntos fácilmente.
- Los samuráis tienen un concepto muy estricto del honor en la guerra. La retirada no es una opción. –le susurraba, pues no quería quedar como un maleducado ante el viejo-. ¿Cómo te tratarían si el castillo del daimio que juraste proteger cayese en manos de gyojins y ni siquiera pudiste morir honorablemente en combate? Lo peor es que la gente le enfadara más lo segundo que lo primero.
El teniente se propuso acompañar al samurái hasta dentro de la taberna, aunque al principio lo hizo con inseguridad por lo que pensaría su superior (no era ni la primera ni la última vez que tenía esta situación). Le hizo un gesto para que hiciese lo que veía conveniente.
El revolucionario se quedó fuera, a un lado de la puerta, esperando. No había prisa ninguna, pero prefería vigilar para que nadie demasiado contrariado con el abuelo quisiera bronca dentro del establecimiento. Para que engañarnos, siempre habría bronca y aquello no iba a ser una excepción.
- Resumen:
- Blablabla y me pongo a vigilar fuera en la entrada de la taberna en lo que Prometeo termina sus cosos
Zaina Nitocris
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Yasei al igual que nuestro querido hombre había estado en aquella boda como embajadora de buena voluntad. En representación de parte de las grandes realezas había demostrado su lealtad al ayudar al resto de invitados e impidiendo que alguien matara al novio a la novia, aunque contaba que no se acordara demasiado de aquello. De momento dejaba que Yarmin llevara la delantera hasta que tocara su turno, el juego real era cosa suya y su mente sabía de sobra cómo funcionaban las mentiras de las altas esferas.
Cuando llegaron hasta la emperatriz la dama de orbes esmeralda se encargó de saludar de manera elegante, con una reverencia precisa, elegante, casi como un paso de baile demasiado bien ejecutado, no pudo evitar sonreírle entre los suaves pliegues de su velo. Como si la emperatriz fuera alguien igual a ella o incluso superior, dejó suavemente que sus rodillas tocaran el suelo. Shadow alzó una ceja, sentado detrás de su ama, algo le estaba empezando a molestar. El tema del baile le hacía recordar el patético espectáculo que habían acabado montando y que ella y Jade se vieron obligadas a detener.
Mejor no pensar demasiado en ello o terminaría por ponerse de mal humor.
La dama de las arenas se levanta con un suave gesto, llevando la mano al pecho inclina suavemente la cabeza antes de hablar.- No somos dignos de su presencia o de su trato, pero estamos dispuestos a poner nuestras armas en su lucha y creo que sabe que mi gato hace algo más que dar la pata.- Haciendo un suave gesto, inclinando la mitad de su torso, termina de hablar.- Estará a su disposición y servicio. - Era una de las muchas cosas que podía ofrecerle, pero si al final la fama de Yasei viajaba lo que podía viajar, terminaría siendo consciente de sus numerosas bestias y juegos.
Independientemente de lo que su fama acabara por volverse, era consciente de que sería la que llevara el sello de malvada señora criminal en la frente. Al menos lo llevaría con honor y un hermoso y ajustado vestido negro noche. Nadie dijo que la maldad y la moda no pudieran ir de la mano, y si no, que le preguntaran al hombre que tenía al lado y su insana obsesión por todos y cada uno de sus trajes.
Aun le guardaba rencor por el tema de la camisa azul marina y definitivamente no iba a dejar que volviera a pasar algo parecido.
Cuando llegaron hasta la emperatriz la dama de orbes esmeralda se encargó de saludar de manera elegante, con una reverencia precisa, elegante, casi como un paso de baile demasiado bien ejecutado, no pudo evitar sonreírle entre los suaves pliegues de su velo. Como si la emperatriz fuera alguien igual a ella o incluso superior, dejó suavemente que sus rodillas tocaran el suelo. Shadow alzó una ceja, sentado detrás de su ama, algo le estaba empezando a molestar. El tema del baile le hacía recordar el patético espectáculo que habían acabado montando y que ella y Jade se vieron obligadas a detener.
Mejor no pensar demasiado en ello o terminaría por ponerse de mal humor.
La dama de las arenas se levanta con un suave gesto, llevando la mano al pecho inclina suavemente la cabeza antes de hablar.- No somos dignos de su presencia o de su trato, pero estamos dispuestos a poner nuestras armas en su lucha y creo que sabe que mi gato hace algo más que dar la pata.- Haciendo un suave gesto, inclinando la mitad de su torso, termina de hablar.- Estará a su disposición y servicio. - Era una de las muchas cosas que podía ofrecerle, pero si al final la fama de Yasei viajaba lo que podía viajar, terminaría siendo consciente de sus numerosas bestias y juegos.
Independientemente de lo que su fama acabara por volverse, era consciente de que sería la que llevara el sello de malvada señora criminal en la frente. Al menos lo llevaría con honor y un hermoso y ajustado vestido negro noche. Nadie dijo que la maldad y la moda no pudieran ir de la mano, y si no, que le preguntaran al hombre que tenía al lado y su insana obsesión por todos y cada uno de sus trajes.
Aun le guardaba rencor por el tema de la camisa azul marina y definitivamente no iba a dejar que volviera a pasar algo parecido.
- Resumen:
- Asiente a todo lo que dice Yarmin y ofrece sus servicios como domadora y señora para ayudarla.
Noximilien
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La batalla se intensificaba por momentos, pues por mucho que los Arashis guerreaban, seguían viéndose superados en número. La banda podría aguantar todo el tiempo que hiciera falta, pero el barco era otra idea. Poco a poco iba desgastándose y por el movimiento que hacia el navío, ya había un agujero en al lugar del casco. Nox quiso dirigirse a mirar los daños, pero entonces atisbo una enorme ola que se hubiera comido el barco si no hubiese sido contrarrestado por el gigante de queso. Aun asi, noto la ráfaga de agua tirarle al suelo y debilitarlo por un segundo por el agua marina que le empapo. A ese ritmo hubiese sido su fin y el de todos, pero por suerte; a los Arashis se salvaban siempre por la campana.
Finalmente la colosal bestia marina se vio doblegada por la poderosa presencia de Zane. Fue más que suficiente para provocar que el líder de los gyojins se retirara junto a lo que quedaba de su ejército. No había sido una victoria, pero si una tregua temporal para reagruparse. Era algo que necesitaban ambos lados con urgencia.
De una manera u otra, llegaron de milagro a la costa, usando a la gran cantidad de tripulantes travestidos para achicar agua a gran velocidad. No había parado de subir, pero a un ritmo suficientemente lento como para no hundir el barco antes de llegar. Nox lamentaba ver el navío que tanto cariño tenia destrozado de aquella manera, solo esperaba que no hubiera dañado nada que ocasionara la muerte prematura del navío.
El pelirrojo le pidió consejo sobre si el barco volvería a navegar si el enmascarado se quedaba reparándolo mientras el resto se encargaba de los objetivos de la banda. Nox se asomó de la cubierta para ver el casco desde fuera, que no tenía mejor pinta.
- Es complicado Zane. Puedo intentar hacer un apaño, pero solo si lo usamos solo para largarnos de aquí e ir cagando leches a un astillero. Una batalla más y podríamos perder el barco.
No tardo en ponerse manos a la obra, encargándose primero del inmenso agujero. En aquello no escatimaría recursos, pues el pelirrojo le había pedido que salvase el barco y eso iba a hacer.
Finalmente la colosal bestia marina se vio doblegada por la poderosa presencia de Zane. Fue más que suficiente para provocar que el líder de los gyojins se retirara junto a lo que quedaba de su ejército. No había sido una victoria, pero si una tregua temporal para reagruparse. Era algo que necesitaban ambos lados con urgencia.
De una manera u otra, llegaron de milagro a la costa, usando a la gran cantidad de tripulantes travestidos para achicar agua a gran velocidad. No había parado de subir, pero a un ritmo suficientemente lento como para no hundir el barco antes de llegar. Nox lamentaba ver el navío que tanto cariño tenia destrozado de aquella manera, solo esperaba que no hubiera dañado nada que ocasionara la muerte prematura del navío.
El pelirrojo le pidió consejo sobre si el barco volvería a navegar si el enmascarado se quedaba reparándolo mientras el resto se encargaba de los objetivos de la banda. Nox se asomó de la cubierta para ver el casco desde fuera, que no tenía mejor pinta.
- Es complicado Zane. Puedo intentar hacer un apaño, pero solo si lo usamos solo para largarnos de aquí e ir cagando leches a un astillero. Una batalla más y podríamos perder el barco.
No tardo en ponerse manos a la obra, encargándose primero del inmenso agujero. En aquello no escatimaría recursos, pues el pelirrojo le había pedido que salvase el barco y eso iba a hacer.
- Resumen:
- Ponerse a arreglar el bujero tocho del barco
—Pues sí que sangran estos bichos —musitó en cuanto se hubo posado sobre lo que quedaba de la cubierta y sus alas hubieron desaparecido. A él le atraía bastante la idea de perseguir al wotan donde quiera que fuese, pero en situaciones como aquélla las órdenes cobraban un gran valor y sabía que debía permanecer junto a su capitán.
El Kin no Otome se desplazaba despacio por motivos evidentes, por lo que tuvo tiempo de cambiarse de ropa y eliminar la sangre todavía húmeda de su piel. Además de ser tremendamente incómodo, pues la sangre seca resultaba especialmente molesta, no había necesidad. Nox se encargaría de reparar el barco en la medida de lo posible y... Nada, pues un colosal y fugaz destello inundó el cielo de Wano por completo. Una poderosa presencia que el rubio había percibido con anterioridad siguió al mismo, confirmando que el Emperador del Mar protector de Wano había decidido intervenir personalmente.
—Algún día se confesarán sus sentimientos mutuos —susurró Therax a Nox cuando todos sus compañeros hubieron alzado el vuelo en dirección a la presencia de Berthil. Era imponente y majestuosa, como no podía ser de otro modo, por lo que el domador sabía que no tendría problemas para rastrearla—. Y ese día unos niños tendrán una mamá y dos papás... Y al tito Ther, claro.
La familia del pelirrojo residía en Wano. Therax lo sabía, pues había pasado allí varias semanas con él y había sido acogido como uno más. De hecho, había optado por vestirse con la ropa que le regaló el abuelo del Descamisetado durante su estancia allí. Por otro lado, los hijos de Zane habían asumido que debía ejercer la función de tío, y así lo había hecho en el pasado. Como tal le correspondía asegurarse de que nada malo les sucediese a ellos o a su hogar. El semblante del capitán dejaba claro que una constante sombra de preocupación oscurecía su mente. Debían darse prisa.
Finalmente alzó el vuelo, persiguiendo las auras de ambos Emperadores del Mar para llegar al punto de encuentro cuando el resto ya había tomado tierra. Por desgracia o por fortuna —probablemente la primera—, no estaban solos. Aterrizó y avanzó hasta situarse junto a los suyos, apenas dos pasos por detrás de Zane, y saludó con la cabeza sin despegar los labios siquiera.
El Kin no Otome se desplazaba despacio por motivos evidentes, por lo que tuvo tiempo de cambiarse de ropa y eliminar la sangre todavía húmeda de su piel. Además de ser tremendamente incómodo, pues la sangre seca resultaba especialmente molesta, no había necesidad. Nox se encargaría de reparar el barco en la medida de lo posible y... Nada, pues un colosal y fugaz destello inundó el cielo de Wano por completo. Una poderosa presencia que el rubio había percibido con anterioridad siguió al mismo, confirmando que el Emperador del Mar protector de Wano había decidido intervenir personalmente.
—Algún día se confesarán sus sentimientos mutuos —susurró Therax a Nox cuando todos sus compañeros hubieron alzado el vuelo en dirección a la presencia de Berthil. Era imponente y majestuosa, como no podía ser de otro modo, por lo que el domador sabía que no tendría problemas para rastrearla—. Y ese día unos niños tendrán una mamá y dos papás... Y al tito Ther, claro.
La familia del pelirrojo residía en Wano. Therax lo sabía, pues había pasado allí varias semanas con él y había sido acogido como uno más. De hecho, había optado por vestirse con la ropa que le regaló el abuelo del Descamisetado durante su estancia allí. Por otro lado, los hijos de Zane habían asumido que debía ejercer la función de tío, y así lo había hecho en el pasado. Como tal le correspondía asegurarse de que nada malo les sucediese a ellos o a su hogar. El semblante del capitán dejaba claro que una constante sombra de preocupación oscurecía su mente. Debían darse prisa.
Finalmente alzó el vuelo, persiguiendo las auras de ambos Emperadores del Mar para llegar al punto de encuentro cuando el resto ya había tomado tierra. Por desgracia o por fortuna —probablemente la primera—, no estaban solos. Aterrizó y avanzó hasta situarse junto a los suyos, apenas dos pasos por detrás de Zane, y saludó con la cabeza sin despegar los labios siquiera.
- Resumen:
- Ir en rebaño con Berthil.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
- Se puede postear varias veces en una ronda, siempre que hayan posteado al menos dos personajes antes.
Moderación
- 1 - Don Augustus:
- Muy bien, comandante, es hora de emprender tu heroica aventura para afianzar aún más los cimientos de tu ya sólida leyenda. Has sido el bardo real, pero esta vez ni siquiera tú te vez capaz de serenar los caídos ánimos de tus compañeros, que avanzan apesadumbrados junto a ti. “Fruto Seco” Ibar te informa de que habéis llegado apenas un par de centenares a la costa, entre los cuales varias personas son nuevas incorporaciones al equipo: “Tres patas” Gladis, la mejor corredora coja de la Revolución; Gastón “Cuarenta docenas”, uno de los mayores comedores de huevos del mundo y Ambrosio “Labios sellados”, que por algún motivo tiene la boca llena de lacre. Sin duda sus habilidades están a la altura de los Centellas, las grandes esperanzas de la Revolución, por eso Tedius Mass, uno de los Oficiales Generales y probablemente el hombre con la boina más grande que hayas visto, aunque claro, midiendo nueve metros de alto como para no.
– Somos al menos Siete… Nueve… Veintidiéz –dice “Galimatías” Sally, una muchacha bizca también adjudicada a tu comando. Parece que domina una matemática particular–. Pero no podemos contar con Auch. Auch se ha fuido.
El camino hacia la gran roca con forma de pez gota se hace pesado. Tal vez por la gran cantidad de tullidos y tarados que hay en tus filas, aunque si los han enviado contigo deben ser la élite del ejército, así que vale la pena ponerles un ritmo que sean capaces de seguir. El caso es que un viaje de poco más de diez minutos ha durado casi media hora, tiempo en el que has recibido una llamada de Pulmones. En ella te dice lo siguiente:
— ¿Comandante? Sí, soy yo. Pulmones. Me encuentro en un pueblo pasado las lomas camino al castillo; podrá encontrarme en una taberna de nombre… Creo que algo está pasando en este lugar, algo que usted puede resolver.
Seguramente después de haberte acercado tanto a la roca prefieras seguir con tus planes, por lo que tal vez deberías atender para ver qué tal salen: Empezáis a montar las mesas y las pérgolas, aparecen los talleres por todas partes y en muy poco tiempo las patrullas vuelven para aclararte que no hay ningún peligro en los alrededores, ni resistencia alguna. Incluso Ibar se permite el lujo de asegurar que han escuchado vuestro paso sereno pero firme y han huido temerosos del ataque del Comandante. Sin embargo, hay algo en tu sentido abisal que… Te da mala espina. Y no es hasta que te acercas a la roca con la bandera que te das cuenda de esa boca: Es una puerta. Una puerta que se abre hacia abajo y del interior del lugar sale lo que es probablemente la persona más atractiva que hayas visto nunca:- Hela ahí:
– ¡Fuera de mi jardín, domingueros! –grita, furiosa, esgrimiendo una preciosa katana en su mano–. ¿Quién os ha dado permiso para interrumpir mi siesta con una manifesta…? Espera, ¿eso es un taller de pancartas?
Parece que se queda alucinada con el taller, hasta el punto de que pasa de ti y va hacia él para hacer un cartel. Si te acercas verás que pone “Largo de mi propiedad”, pero en cuanto lo termina se une al piquete como si nada. Esa sí sería una gran reina, y no Hipatia, ¿eh? En fin, si te cuelas en su casa verás una decoración propia de Wano, austera y sencilla, pero es llamativo que viva dentro de una makirroca. ¿Todas las Makirrocas serán casas? Tiene varias habitaciones con las puertas cerradas, pero el suelo de bambú huele a morado y de la cocina puedes percibir una olla al fuego. ¿Qué se ocultará en esa casa? Aunque, ¿no te acaba de llamar Pulmones?
- 2 - Os irmáns da treboada:
- Zane, tu ropa recién salida de la tienda pica. Tu haori parece tener una etiqueta que hace efecto tarjeta de crédito, y está resultando de lo más desagradable durante el vuelo. Sin embargo, hay varias cosas que en medio del aire podéis ver los que habéis marchado hacia allá: Tanto Zane como Therax y Marc observáis cómo bajo vuestros pies se extienden los incendios y la batalla se recrudece. No se trata de personas entrenadas, pero eso solo lo hace todo más cruel. Podéis ver a ancianas con rifles, a jóvenes cargar hacia la muerte contra criminales y al propio Kanima Zao a lo lejos, intentando resistir un aluvión de piratas que, sin cesar, avanzan haciéndolo retroceder. Además, poco a poco el incendio en los pastos se va extendiendo hacia los bosques y podéis ver alguna que otra lengua de llamas saltando entre árbol y árbol.
También hay un colosal hombre de tez oscura corriendo hacia el sur a paso ligero, apartando de un puñetazo a todo aquel que se interpone en su camino. No os suena de nada, pero desde luego es fuerte. Afortunadamente parece haber optado por ignoraros, aunque corre en línea recta hacia el oeste -vuestro norte-. Llegaréis bastante antes que él, claro, está a una distancia que solo gracias a la vista de pájaro podéis percibir, pero eventualmente llegará adonde vosotros queréis llegar.
En cualquier caso, si vuestro plan pasa por ignorar ambas cosas, aterrizaréis en un pueblo -casi una lujosa ciudad- en el que los edificios son limpios, altos y hermosos. La pulcritud parece ser la unidad de medida, pero aterrizáis frente al opulento puerto en medio de un círculo de ceniza, pudiendo notar un fuerte olor a carne calcinada. Hay restos de muros de arena y marcas de resistencia, pero el caso es que estáis muy cerca. Sin embargo, mientras buscáis por Berthil, un hombre alto -no tanto como Zane- de cresta pelirroja y un parche en el ojo, os detiene.
– ¿She puede shaber qué hacéish voshotros aquí? –inquiere, con tono enfadado–. Eshte pueblo esh propiedad de Ojosh de dragón, colegash
- 3 - Os irmáns da treboada–Kin no otome Edition:
- Nota: Los okamas fueron evacuados hace tiempo del navío. aquí.
Parece que los esfuerzos constantes de Nox por achicar el agua no son ni de lejos suficientes, y que ninguno de los otros tripulantes haya hecho el amago de ayudarlo no parece haber sido bueno para el navío, que llega de puro milagro a la costa. A estas alturas, ya todas las provisiones se han arruinado, y apenas hay medio metro de barco sobre la superficie. Levantarlo a estas alturas parece imposible sin la ayuda de un poder extraordinario, y si nada lo impide ni siquiera una reparación de emergencia podrá salvarlo. Es más, no hay tiempo siquiera de pedir ayuda a nadie porque en poco menos de un minuto el barco se habrá hundido en el agua. Y si eso pasa, reflotarlo es imposible. Sin embargo ahí estáis Luka, Vile y Nox, delante del velero.
La madera del barco, y los repuestos, está empapada. Sabes como carpintero que necesitas secarla primero o se pudrirá una vez la barnices, pero una vez más, Nox, no tienes tiempo. Lo que sí tenéis es un enorme galeón para abordar, pero teniendo en cuenta que sobre su cubierta se encuentra Lysbeth Ardian discutiendo con un arlequín en traje tal vez queráis pensároslo dos veces antes de hacerlo. Tendréis que pensar algo para el barco, pero si decidís ignorarlo y hacer algo, a vuestra espalda hay una batalla campal que… Bueno, tal vez no deberíais ignorar, por eso de que se supone que es la tierra de Zane -que Zane se ha ido volando, pero que sea un cabezabolo no es culpa de la gente- y esas cosas. El tema es que por ahora la gente parece ignoraros, centrada como está en matarse los unos a los otros, pero quizá alguien debería poner a raya a toda esta panda de tarados que, por cierto, no tenéis ni idea de quién pertenece a qué bando, porque todos parecen agricultores. Solo que algunos tienen marcas extrañas en el cuello, pero casi imperceptibles.
- 4 - You Only Live O’Markov:
- Nada más entrar en la taberna puedes percatarte fácilmente de que hay un ambiente festivo, pero al mismo tiempo extraño: No hay una fiesta propia del país de Wano, sino una más animada. Puedes ver el verde por todas partes, desde grifos de cervezas negras con olores espectaculares hasta las ropas de los camareros, que sonríen con jolgorio y algarabía. Puede ser fácil deducir que Berthil ha llegado justo a tiempo y el miedo se ha transformado en euforia de forma casi instantánea. Lo verdaderamente llamativo es que estés en un lugar tan distinto al resto del país, aunque si este es el puerto propio de la tripulación del Yonkou, a lo mejor tiene algo que ver. La gente baila, canta y prácticamente suena todo el tiempo la canción del caminante de colinas. Los únicos que no celebran son, casualmente, los piratas.
– …Y al final, los piratas se han rebelado –concluye Berthil. No has escuchado el resto de la conversación, pero puede que tenga que ver con su exabrupto previo.
– ¿Y la estrella oscura? –pregunta un hombre alto y musculoso, de cabello azul y piel pálida–. Se supone que hemos pagado más de un año por adelantado.
– No parece que podamos contar con ellos. –Se revuelve el cabello, mirando un mapa sin prestar demasiada atención a nada más–. Si no han sido superados por esta gente seguramente hayan caído bajo la avalancha de gyojins. Aunque espero de corazón que estén vivos en alguna parte.
Alguna gente te mira mientras te acercas, y un par de personas se giran de forma más bien poco discreta, aunque tardan más bien poco en seguir a lo suyo. Resulta gracioso ver a las gentes de Wano bailando, por cierto, y parecen tener más bien poca tolerancia al alcohol.
Cuando llamas la atención de “Kurogami” las seis personas se quedan fijas en ti. Hay una única mujer en el grupo, pero es la más alta de todos, y su imagen bestial casi te hace temblar cuando posa sus ojos ambarinos de depredador sobre ti. Si no fuera por el emperador, probablemente fuese con diferencia la persona más fuerte de la sala y, desde luego, parece mucho más amenazante. Sin embargo, cuando se percatan de quién eres el ambiente se relaja bastante.
– Si vienes a decirme que tu capitana quiere tomar Wano dile que se ponga a la cola –contesta, con tono agotado–. Hay ya tres ejércitos en ello, y el cuarto viene de camino.
La música se corta por completo cuando dice eso el pirata, fijando todos la vista en él. Solo entonces te das cuenta de que es una taberna mucho más pequeña de lo que podía parecer desde fuera. Pero debe ser una impresión tuya. Lo que no es una impresión tuya es la presencia también temible que está acercándose a velocidad absurda. Alguien viene.
- 5 - Arudi-chan y Chetomoto-swan:
- – Chica impoltante –dice uno–. Chica única opoltunidad de Wano para resurgil. Tú buena muher, y fuerte. Tú no cocina, tú protehe.
Parece que a pesar del machismo galopante que se puede inferir de esos comentarios, la muchacha parece un tesoro que vale mucho. Sea por compromiso o por la oportunidad de negocio, es posible que te pueda interesar salvarla o mantenerla cerca de ti en tu camino, aunque puede que sea más un incordio que otra cosa. Tanto tiene, ahora es momento de pensar en lo que está sucediendo en el barco con el extraño hombre sonriente.
El hombre, sin dejar de caminar, echa hacia atrás el pecho y trata de rodear el cuerpo de Lys con las manos en alto pero sin perder esa calmada sonrisa. Si Lys no se lo impide, este se marchará, dedicándole unas suaves pero certeras palabras:
– Solo lo que parezco, señorita Ardian –dirá, si no te interpones en su camino y ayudas a Shinobu, que parece un poco perdida en medio de tanto frasco. Aunque hay algunos que por su nombre recuerdan a hierbas, así que aun con esas podrías cogerlo y salvar a la niña.
Asumamos que una de las dos sucede, sea la ayuda de Lys o la arriesgada intervención en solitario de Shinobu. En ambos casos, el resultado es positivo y la mayoría de heridas pueden ser cerradas fácilmente. La de la espalda, sin embargo, requiere una atención especial. No hay ningún cubo de agua, Shinobu, así que tienes que explorar o limpiar en seco la tierra de la herida, pero en cualquier caso parece que consigues raspar un poco de la parte que empezaba a necrosarse y, a pesar de sus gritos de agonía, luego puedes coserla. Va a estar tirante un tiempo, le costará caminar y necesitará reposo… Bueno, o intentarlo. La verdad es que no está en la mejor situación para estar moribunda, todo sea dicho.
Si Lys ha evitado que el hombre abandonase el barco, este pedirá amablemente que le deje pasar. Si por el contrario ya no está, podéis decidir un plan de acción e incluso fijaros en que un hombre pájaro acaba de salir como alma que lleva el diablo hacia algún lado, dejando a un grupo de gente junto a un barco que se hunde. A todo esto, un poco más tarde de cerrar la última herida la niña abre los ojos:
– ¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois? ¿Dónde está Yoshio?
- 6 - The Grim Tale Pirates:
- El Mayordomo se va sin responder a Katharina. De hecho, ni siquiera se queda a escucharla mientras habla y se va, dejándola con la palabra en la boca. Pero tenéis cosas más importantes en las que pensar, como la preciosa chica en no demasiada ropa que no pega ni con cola en el lugar. Cuando Katharina le pregunta, se queda mirando la mancha y, tras un instante, la extiende con la mano. Se puede ver un ligero negror, pero el pegote ha terminado por desaparecer y sonríe como si no pasase nada.
– Un chupetón, no es nada. Estaba con mi padre hasta hace un momento.
¿Qué? ¿Con su padre? Eso no tiene ningún sentido. En fin, Kaya se encarga, así que vosotras dos podéis seguir tranquilamente a Blackhole… Vamos por partes:
Xandra, al adelantarte a los demás puedes darte cuenta de una cosa: Es jodidamente difícil seguirle el ritmo a ese puto gigante. Antes de dos minutos estás con los pulmones fuera del ritmo insano que mantiene, pero más pronto que tarde aparece Katharina contigo. Sí, Kath, estaba demasiado lejos ya hasta para tu Haki, pero ya lo tenéis a una sana distancia de unos cien metros -dicen las malas lenguas que a Xandra le estaba siendo muy complicado seguirle el ritmo-, y podéis hacer un nuevo movimiento hacia él. Aunque si os fijáis en el cielo veréis que hay dos pollos y una nube de queso volando por el cielo, a una distancia que solo es visible porque… Bueno, porque el queso se puede distinguir a cualquier distancia, pero en fin. Asumamos que llegáis hasta Blackhole.
– ¿Qué hacéis aquí? –pregunta, sin bajar el ritmo–. Tengo que ir a ver al contratante.
A todo esto, a vuestros lados hay páramo, pero los ruidos de batalla os acompañan a todos lados. Si viráis hacia el sur, lo que viene siendo vuestra izquierda, probablemente lleguéis hasta un pequeño pueblo que, quizás, y solo quizás, sea un remanso de paz. Pero no. Lo que hay si vais hacia ese pequeño pueblo al sur es la visión de la masacre, con un sinfín de cadáveres tirados por el suelo y sangre a raudales. Apenas queda ya más que la estructura de algunos edificios, pero claro, esto es solo si pasáis de Blackhole, y vosotras queréis seguirlo, ¿no?
– Deberíais estar ocupándoos de los piratas, mocosas. –Parece bastante molesto. Rechina los dientes, tensa la mandíbula y respira de forma fuerte, aunque constante. Por cierto, se dirige hacia la gran columna de fuego, cuya posición está cada vez más cerca.
- 7 - Black Cat Pirates:
- Todos podéis ver la respuesta que está dando la muchacha a Katharina, que resulta cuanto menos… Perturbadora. ¿Qué estaba haciendo con su padre? Cuanto menos sepamos sobre eso mejor, supongo. Sin embargo, cuando le ofrecéis el zumo niega con la cabeza y responde a Inosuke:
– Mi nombre es Acinóm, y llevo toda la vida en Iruk. Mi padre y yo teníamos una granja aquí hasta que el pelirrojo decidió liberar su horda de demenciales piratas contra nosotr…GLGLGLGLGLGL
Las dulces y delicadas manos de Kaya son suficientemente fuertes como para abrir la boca a la fuerza de la muchacha. Esta se lo traga todo, pero cuando Kaya la suelta tiene las manos totalmente llenas de maquillaje y los labios de la muchacha están completamente grises, así como su cara tiene marcas de dedos en un color grisáceo, con partes más blancas y más oscuras. Lo verdaderamente llamativo en realidad es que el zumo parece haber caído al suelo, pero uno de sus pies está de pronto en una extraña escala de grises y algo arrugado, como si se tratase de papel.
Inosuke, por cierto, la tinta se sigue extendiendo y ha llegado a tu cuello. Sigue pareciendo bastante inocuo todo, pero la tal Acinóm no parece estar en buen estado. De hecho, termina perdiendo estabilidad y cayendo al suelo de culo.
– Los piratas del pelirrojo han devastado la aldea. Nos han matado a todos, pero yo he sobrevivido –explica–. Mi nombre es Acimón, y llevo toda la vida en Iruk. El maquillaje me lo he puesto yo porque el color resalta mis mejillas. Soy un poco pálida, ¿sabéis?
La mujer no parece inmutarse ante lo que acaba de suceder, y os mira con cierta curiosidad sin saber muy bien qué más decir. Pero parece que ahora es vuestro turno de decir algo, o hacerlo.
- 8 - El autoproclamado príncipe del trueno:
- ¿Es que ya nadie usa las puertas? Accedes sin mayor problema hasta lo alto de la torre, y encuentras a un hombre ya en medio de su vejez, ataviado con un kimono de color rojo y pétalos dorados en ella. Se nota que es de buena factura, y lleva dos espadas al cinturón también de muy buena calidad. Sin embargo él tiene un aspecto completamente desgarbado, con barba de tres días y profundas ojeras. Sus labios temblequean, y sus ojos parecen llorosos.
Como es lógico, se asusta de tu llegada y pega un ligero salto, desenvainando una de sus armas, que apunta hacia ti. Puedes darte cuenta, cómo no, de que tiene miedo y no desea tener una pelea ahora. Sin embargo, te escucha mientras hablas hasta que llega el final. Entonces, responde:
– Nadie puede atoravesar esta tore, muchacho –dice, intentando mantener su tono digno–. Más vare ignoral-la, póruke en eia está el único que sabe la verdad sobre lo que están buscando en la isla. Ahora, tú marcha, o io tomo medidas.
Habla como un viejo chalado, pero más allá del estado lamentable en el que se encuentra parece una persona de cultura. De hecho, fijándote en la torre, está llena de libros y telescopios. Incluso dirías que el extraño bártulo que hay en un lateral es un gigantesco aparato para observar el cielo. Podrías decir que, pese a todo, parece más desesperado que loco. Y no es para menos, al final.
– Eia no kiere Wano, eia kiere algo muio más variozo. Algo ke zolo io sé encontrar.Zuz cáruculos estaban ekivocados
- 9 - La embajadora:
- Puedes notar con tu Haki de observación que Necabit es débil, en comparación contigo, y seguramente no sea ni siquiera mucho más fuerte que cualquiera de los otros. Pero bueno, eso solo significa que vengar esas cuatro vidas será tan fácil como quitarle un caramelo a un niño, e incluso puede que más. De hecho, todos son bastante débiles a excepción de Brutus, que más o menos podrías asumir que su presencia grita con una intensidad similar a la tuya.
El caso es que Brutus sonríe cuando eres la primera voluntaria, y a ti se suman varios hombres de aspecto corpulento y un par de mujeres, hasta que formáis una comitiva de ocho personas, aunque el hombre trata de calmar los ánimos que empiezan a elevarse con las manos, dirigiéndolas lentamente al suelo una y otra vez.
– Está bien, está bien –dice, con un tono tranquilizador–. Ocho personas entonces van a la capital, ¿cuántos desean moverse hasta la gran isla de Onigashima?
Necabit y otros superiores comienzan a moveros hacia la izquierda mientras se adelantan unas veinticinco personas para ir hasta Onigashima. Tal vez haya algo en ese lugar que llama la atención de los piratas, o es que son unos cobardes y no desean pelear. Pero en cualquier caso parecen bastante exaltados ante la idea de ir allí, y los separan rápidamente para, según parece, prepararlos. Algo raro debe pasar en el lugar, pero en cualquier caso la cuestión importante es qué va a ser de ti. Y a ti se te acerca Brutus tranquilamente -a ti y a tus compañeros- y os da una carta a cada uno.
– Solo leyéndolos todos a la vez puede entenderse el significado, y debéis entregárselos a la emperatriz Hipatia Stix de parte de Iulius C. Tzar –os explica–. No os conozco de nada, pero sé que puedo confiar en vosotros, ¿y sabéis por qué? Porque se os ha pedido matar y habéis matado. A niños, nada menos. A mí se me partiría el alma de haber tenido que verlo, pero vosotros sois gente recia, que no duda a la hora de cumplir. Eso, y que además nadie se atrevería a traicionar la confianza del hemperador. –Se aclara la garganta–. ¿Alguna pregunta?
Nadie dice nada, y si tú no lo haces os acompañarán a un carro tirado por dos gallos gigantes, donde os llevarán hasta la capital. Durante el camino puedes narrar tu encuentro con tus compañeros. Podría serte de utilidad, aunque precaución: Parecen bastante a gusto con lo que acaban de hacer.
- 10 - Los guardaespaldas:
- El hombre niega una vez más cuando tratas de curarlo, tapándose la herida con la mano. No parece querer que se le trate esa herida, y así te lo confirma:
– Todos llevaos una herida abierta mientras este país sangre –explica. No parece una razón muy sólida, pero sí bastante noble.
Cuando las preguntas llegan el hombre no parece dispuesto del todo a responder, o por lo menos no parece que le agrade la idea de hacerlo. Mira a ambos lados, al suelo, al cielo… Y finalmente, agacha la cabeza, avergonzado.
– En su tiempo fui un samurái, pero perdí mi honor con la muerte de mi señor. –Asiente con las palabras de Osu–. Un guerrero no debe sobrevivir a su señor, pero también era mi deber vivir, por su orden. Ahora debo enmendar la falta que él me ha obligado a cometer, mas lo hago con gusto porque sé que así en el más allá podrá ver que lo sirvo con tanto o más fervor que en vida.
Fijándose un poco más en la fauna de la taberna, Prometeo puede ver que hay una serie de guerreros que también se encuentran en el lugar. Miran con recelo, y debe haber al menos unos veinte, aunque al final uno explota de la preocupación.
– Masahisa-dono, estáis vivo –dice uno desde la barra, el más joven–. Pensábamos que…
Hace un gesto para hacerlo callar, y se tuerce hacia Prometeo.
– Aún no han llegado todos, pero muchas gracias señor por ayudarme a llegar. ¿Hay alguna forma en que pueda agradeceros vuestra ayuda? Mis compañeros preparan buen té, y estarán deseando que les explique nuestro siguiente paso. Aunque para eso debemos estar los cuarenta y siete reunidos.
Tal vez Prometeo desee llamar a Osu, pero mientras tanto, él se mantiene como perro guardián en la puerta de la taberna, sin que realmente suceda gran cosa. Aunque, tras unos cinco minutos, frente a él aparecen tres nuevos samuráis, también de vestiduras gastadas, que se inclinan frente a él:
– ¿Podríamos pasar, señor?
Entre tanto, en el interior…
– Por cierto, ¿cómo os llamáis? Tanto vos como vuestro compañero –pregunta Masahisa.
- 11 - Kiritsu:
- Arthur se queda con su virote de hielo mientras los demás continúan con su recorrido sin que él salga herido. Las balistas de Al sirven para frenar buena parte de los proyectiles y la cúpula de hielo y azúcar cobra forma. Los proyectiles acuáticos son frenados en seco, así como la mayoría de los de hielo, pero algunos de estos últimos consiguen vencer el escudo y se clavan sobre algunos marines. Sufrís algunas bajas, aunque por el momento parece que ninguna muerte, y el resto del contingente sigue avanzando.
Siguiendo las órdenes de Galhard, los uniformados abren fuego contra el enemigo. Muchos disparos fallan, mientras que otros dan en su objetivo. La sangre de los habitantes del mar mancha el terreno, mas vuestros adversarios son lo suficientemente resistentes como para no caer como consecuencia de las heridas que han sufrido.
Muchos de ellos alzan unas peculiares lanzas ―de las que cuelgan unas algas luminosas― mientras gritan a la nada para demostrar que están listos para la batalla. En cuanto al ataque de Arthur, la sirena ni siquiera hace el intento por apartarse, y es que una mole de escamas de tres metros y medio de altura ha interpuesto su hombro para recibir la ofensiva por ella. Se arranca del virote sin más y apunta con él hacia el pelirrojo, diciéndole sin palabras que se acaba de convertir en su rival. El virote viaja de vuelta hacia él con una fuerza muy similar a la que él ha empleado en un primer momento.
Volviendo a una visión más general de la situación, los gyojins se ponen en marcha y comienzan a correr hacia la formación marine. El agua mana de las charcas a su paso, rodeándoles e indicándoos que el líquido elemento será algo que tendréis que tener en cuenta en todo momento. Podréis ver cómo las algas refulgen en ocasiones, liberando cantidades de agua bastante modestas que, como ocurriría en una formación romana, vuelan sobre las cabezas de los aliados para mermar la línea de choque del enemigo ―la vuestra, vamos―. La colisión se produce antes de que lleguen las valkirias ―ya me contarás qué hacen, Al―. Por cierto, si tienes alguna conexión con tu hielo podrás saber que el campamento falso acaba de ser arrasado.
- 12 – Ryuu:
- Tus proyectiles de agua impactan sobre los gyojins, que no los esperan. No son suficiente para detener a criaturas tan corpulentas, pero sí les retrasan lo suficiente y permiten que tus aliados reaccionen a tiempo y se defiendan.
En cuanto a ti, esquivas los ataques y te lanzas a la carga. Tu primer congénere consigue evadir tu ataque con un leve rasguño como recordatorio de que debe tener cuidado contigo, mientras que el segundo no tiene la misma suerte. Tu sable atraviesa su flanco derecho, pero no emite quejido alguno. En vez de eso lleva su mano a la empuñadura de Kirisame, intentando aferrarla y clavarla más en su cuerpo para aproximarte hacia él. Intentará morderte en el cuello con unos dientes bastante afilados, por cierto.
―El maestro se quedó con tu familia y dijo que protegería a tu madre y a tu hermana, pero no sabemos dónde está ―te dicen los tuyos.
Es en ese momento cuando el movimiento del quinto habitante del mar cae sobre vosotros. Los proyectiles acuáticos llueven sobre vosotros. Muchos de ellos se clavan en la tierra sin más, pero uno de ellos aterriza sobre el hombro derecho de uno de tus amigos y otro en el muslo izquierdo del otro. En cuanto a ti, el agua, rígida como una lanza, atraviesa por completo tu antebrazo derecho y llega a provocarte un corte superficial en la rodilla.
- 13 – La feliz y para nada turbia parejita:
- ―Eso es una caracola de noche ―dice ante una de las preguntas de Yarmin el señor No-Black, y hace lo mismo con cada una de las preguntas que éste hace acerca de la decoración de la zona. Exhibe cierto orgullo, como si él mismo hubiese sido el encargado de la decoración. Si me preguntáis diría que más bien es una cuestión de orgullo racial, pero no deja de ser algo anecdótico.
Cuando llegáis a vuestro destino algo parece indicar en su semblante que la actitud hacia el quincuagésimo sexto Markov, aunque la desconfianza y demás percepciones negativa siguen ahí. Es un paso al fin y al cabo, ¿no?
―Moloch ―se presenta, lo que es un avance, pero no hace la menor intención de tenderte la mano. ¿Será que los modales exquisitos no se estilan demasiado entre los hombres de armas de las profundidades abisales? Podría ser, aunque resulta bastante incómodo.
En cuanto a Hipatia, escucha vuestras palabras con educación y, por qué no decirlo, no demasiado interés, como si la curiosidad por Jade se diluyese en un mar de conflictos bélicos con cada segundo que pasa.
―Amistad es una palabra demasiado poderosa, ¿no te parece, Mihail? Fue un favor muy grande el que me hicisteis, eso está claro, pero consideraros mis amigos es algo que está muy lejos de entrar en mis planes por el momento. Por deferencia a lo que sucedió en mi boda os escucharé, pero hasta ahí llegan las certezas que os puedo ofrecer sobre lo que sucederá hoy aquí. ―¿Es una amenaza? Esperemos que no. Hipatia se siente junto al hombre, muy cerca de él, y acaba de asentir ante las palabras de la que a todas luces debe ser su señora―. En cuanto al felino, es evidente que es una excepcional pieza de coleccionista y que podría despedazar a un hombre con solo mirarlo, pero no es algo con lo que no cuente ya. Actualmente me sobran herramientas de destrucción, querida, así que espero que podáis ofrecerme algo más si queréis ser mis amigos ―sentencia, parafraseando a Yarmin. ¿Es una sonrisa lo que hay en el semblante de su acompañante?
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