Maki
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El Oficial Makintosh tuvo que contener su impaciencia ante semejante lentitud. Entendía que las virtudes de algunos no incluyeran la velocidad, pero tardaron tanto en llegar a la Makirroca que se le secó hasta la ropa. En momentos como ese se preguntaba qué tal le iría si tuviese en su unidad a alguien con poderes raros. Como aquella chica-lombriz-voladora con plumas, Annie. Cómo molaba. Y qué croquetas hacía... Al menos pudo disfrutar del paisaje, o de lo poco que la guerra había dejado intacto.
-Monta un hospital de campaña cuando lleguemos ahí arriba. Será un buen sitio -le dijo a su mano derecha. Ibar, no a su mano de verdad-. Y deja a los lentos cuidando de los heridos.
Por lo menos, cuando alcanzaron su destino se desplegaron de forma eficiente. Los talleres de pancartas, la mesa para hacer collares de cuentas, los fajos de folletos subversivos con el lema “Wano primero; lo otro ya si eso, después”, la mesa de los postres, los arcones llenos de armas... Todo lo necesario para una revolución como debía ser. Lo siguiente era ir a ayudar a su pupilo.
Pulmones parecía metido en algo complicado, aunque no como Maki había imaginado. Él creía que Susu y el colibrí de fuego tomarían el castillo por la fuerza para izar la bandera del dragón, no que se irían de tabernas. ¿Tan tranquilo estaba todo por allí? A lo mejor estaban haciendo pintadas y montando huelgas.
-Iré en cuanto lo tenga todo organizado aquí -afirmó a través del caracol mágico-. Pero puede que este sea tu momento, chico. Recuerda todo lo que has aprendido y haz que ese castillo pase a formar parte de la Causa. Confío en ti, muchacho. Puede que hoy te ganes tu boina. Y recuerda, pase lo que pase, nunca, jamás...
-¡Fuera de mi jardín, domingueros!
-Ya hablaremos. -Colgó y fue a ocuparse de la voz que les gritaba.
Se trataba de una bella samurái que parecía vivir bajo la piedra. Esa piel gris, esa nariz bulbosa, su pelo dorado cayendo sobre su gorda cara como una peluca un poco húmeda... ¿Cómo había llegado hasta allí alguien de su especie? Tenía la sensación de haber vivido ya algo como eso, pero esta vez con una katana. Lo de la katana era nuevo. De repente se le antojó tener una.
-No sabía que esta era tu roca -se disculpó Maki. De repente se preguntó si aquello sería de verdad una Makirroca o una Desconocidapezgotarroca. ¿Podía ser que el destino no había puesto ahí esos lugares sagrados para él sino para toda su especie?- Hemos venido a traer la revolución a este lugar. Jack, dale un folleto.
Jack el Asno le tendió uno de los folletos informativos y Maki entró a la casa guiado por el aroma de algo cocinándose. Levantó la tapa de la olla para ver qué había dentro, pero, como no podía dar imagen de glotón delante de sus subordinados, decidió abrir también las puertas y mirar en las habitaciones para que pareciera que registraba el lugar en busca de peligros o algo así.
-¿Vives aquí sola? ¿Eres el espíritu de la Makirroca? -Si era así seguro que concedía deseos-. Yo soy Augustus, y he venido a traer la revolu... Espera, eso ya lo he dicho. ¿Qué hay de comer?
-Monta un hospital de campaña cuando lleguemos ahí arriba. Será un buen sitio -le dijo a su mano derecha. Ibar, no a su mano de verdad-. Y deja a los lentos cuidando de los heridos.
Por lo menos, cuando alcanzaron su destino se desplegaron de forma eficiente. Los talleres de pancartas, la mesa para hacer collares de cuentas, los fajos de folletos subversivos con el lema “Wano primero; lo otro ya si eso, después”, la mesa de los postres, los arcones llenos de armas... Todo lo necesario para una revolución como debía ser. Lo siguiente era ir a ayudar a su pupilo.
Pulmones parecía metido en algo complicado, aunque no como Maki había imaginado. Él creía que Susu y el colibrí de fuego tomarían el castillo por la fuerza para izar la bandera del dragón, no que se irían de tabernas. ¿Tan tranquilo estaba todo por allí? A lo mejor estaban haciendo pintadas y montando huelgas.
-Iré en cuanto lo tenga todo organizado aquí -afirmó a través del caracol mágico-. Pero puede que este sea tu momento, chico. Recuerda todo lo que has aprendido y haz que ese castillo pase a formar parte de la Causa. Confío en ti, muchacho. Puede que hoy te ganes tu boina. Y recuerda, pase lo que pase, nunca, jamás...
-¡Fuera de mi jardín, domingueros!
-Ya hablaremos. -Colgó y fue a ocuparse de la voz que les gritaba.
Se trataba de una bella samurái que parecía vivir bajo la piedra. Esa piel gris, esa nariz bulbosa, su pelo dorado cayendo sobre su gorda cara como una peluca un poco húmeda... ¿Cómo había llegado hasta allí alguien de su especie? Tenía la sensación de haber vivido ya algo como eso, pero esta vez con una katana. Lo de la katana era nuevo. De repente se le antojó tener una.
-No sabía que esta era tu roca -se disculpó Maki. De repente se preguntó si aquello sería de verdad una Makirroca o una Desconocidapezgotarroca. ¿Podía ser que el destino no había puesto ahí esos lugares sagrados para él sino para toda su especie?- Hemos venido a traer la revolución a este lugar. Jack, dale un folleto.
Jack el Asno le tendió uno de los folletos informativos y Maki entró a la casa guiado por el aroma de algo cocinándose. Levantó la tapa de la olla para ver qué había dentro, pero, como no podía dar imagen de glotón delante de sus subordinados, decidió abrir también las puertas y mirar en las habitaciones para que pareciera que registraba el lugar en busca de peligros o algo así.
-¿Vives aquí sola? ¿Eres el espíritu de la Makirroca? -Si era así seguro que concedía deseos-. Yo soy Augustus, y he venido a traer la revolu... Espera, eso ya lo he dicho. ¿Qué hay de comer?
- Resumen:
- Maki dice Pulmones que irá en cuanto pueda. Luego habla con la desconocida y husmea en busca de peligro y comida mientras sus hombres preparan el campamento base.
AEG93
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La estrategia del samurái dio un resultado bastante favorable, consiguiendo la eliminación de tres de los cinco enemigos que les rodeaban. Sin embargo el gyojin que había sido ensartado por Ryuu tiró de este hacia sí, hundiendo a Kirisame aún más en sus propias carnes hasta hallarse lo suficientemente cerca para lanzarle una dentellada. Por suerte el espadachín estaba realmente concentrado en la contienda, por lo que un nuevo pitido en sus oídos le permitió anticiparse a esto y dejarse caer hacia atrás. Apoyó su espalda en el suelo mientras seguía sosteniendo su arma con ambas manos al tiempo que elevó la pierna derecha, apoyando la planta del pie en el abdomen del hombre pez para después empujar con fuerza. De este modo conseguiría proyectar a su malherido adversario por los aires, librándose de la posibilidad de ser mordido por sus afilados colmillos.
Por suerte sus amigos pudieron decirle que su maestro se había encargado personalmente de proteger a su familia, pero el lado negativo estaba en que no sabía dónde estaban. Una vez acabara con aquellos gyojin tendría que encargarse de encontrarles. Tal vez aquel peculiar y avanzado sentido del oído que había empezado a desarrollar meses atrás y que era la extraña forma en la que en él se manifestaba el Haki de Observación pudiera ayudarle en esa tarea.
Aquel pequeño instante de distracción pensando en sus seres queridos y en cómo dar con ellos fue suficiente para que otro de los siervos de la usurpadora atacara con múltiples proyectiles de agua, dos de los cuales alcanzaron al joven pirata. Uno de ellos tan solo rozó su rodilla, haciéndole un leve rasguño, pero el otro atravesó por completo su antebrazo derecho, arrancándole un grito de dolor.
Por suerte no se trataba de su brazo hábil, sino el que utilizaba de apoyo, pero aún así resultaba un impedimento. Por no mencionar lo molesto del dolor que, a modo de continuas punzadas, le estaba haciendo sentir. Sin embargo eso no le detuvo. Tenía unos objetivos muy claros, y el más inmediato en aquellos momentos era poner fin al combate cuanto antes para poder dedicar sus energías a encontrar a su madre, su hermana y su maestro, así como para derrotar a cuantos más soldados gyojin mejor en su camino hasta Hipatia, cuya cabeza tenía decidido tomar. Así que aceleró bruscamente, adquiriendo de golpe su velocidad máxima, avanzando en línea recta vertiginosamente hasta su oponente de forma tan explosiva que resultaba casi imperceptible incluso para un ojo experto. Su intención era pasar a su lado y trazar un arco con la hoja de Kirisame imbuida en su férrea voluntad, buscando acabar con él de un único y velocísimo ataque.
Por suerte sus amigos pudieron decirle que su maestro se había encargado personalmente de proteger a su familia, pero el lado negativo estaba en que no sabía dónde estaban. Una vez acabara con aquellos gyojin tendría que encargarse de encontrarles. Tal vez aquel peculiar y avanzado sentido del oído que había empezado a desarrollar meses atrás y que era la extraña forma en la que en él se manifestaba el Haki de Observación pudiera ayudarle en esa tarea.
Aquel pequeño instante de distracción pensando en sus seres queridos y en cómo dar con ellos fue suficiente para que otro de los siervos de la usurpadora atacara con múltiples proyectiles de agua, dos de los cuales alcanzaron al joven pirata. Uno de ellos tan solo rozó su rodilla, haciéndole un leve rasguño, pero el otro atravesó por completo su antebrazo derecho, arrancándole un grito de dolor.
Por suerte no se trataba de su brazo hábil, sino el que utilizaba de apoyo, pero aún así resultaba un impedimento. Por no mencionar lo molesto del dolor que, a modo de continuas punzadas, le estaba haciendo sentir. Sin embargo eso no le detuvo. Tenía unos objetivos muy claros, y el más inmediato en aquellos momentos era poner fin al combate cuanto antes para poder dedicar sus energías a encontrar a su madre, su hermana y su maestro, así como para derrotar a cuantos más soldados gyojin mejor en su camino hasta Hipatia, cuya cabeza tenía decidido tomar. Así que aceleró bruscamente, adquiriendo de golpe su velocidad máxima, avanzando en línea recta vertiginosamente hasta su oponente de forma tan explosiva que resultaba casi imperceptible incluso para un ojo experto. Su intención era pasar a su lado y trazar un arco con la hoja de Kirisame imbuida en su férrea voluntad, buscando acabar con él de un único y velocísimo ataque.
- Resumen:
- Atacar de nuevo usando en esta ocasión mi "movimiento Instantáneo" (maestría en Aceleración).
Marc Kiedis
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Durante el camino por el aire el enorme corazón de Marc no pudo sino encogerse al observar la crueldad de los guerreros gyojin para con las gentes de Wano. Por suerte para él, al no poseer la vista de pájaro que su capitán y segundo de abordo tenían, lo que podía divisar desde allí era muy limitado. De no ser así, probablemente no habría podido contenerse y habría bajado a ayudar a aquellas gentes indefensas. Sin embargo, haciendo de tripas corazón, se mantuvo junto a Zane y Therax.
Poco después pudieron ver a un tipo de gran tamaño que corría a gran velocidad en su dirección, apartando a cuantas personas osaban interponerse en su camino con una insultante facilidad. Parecía tremendamente fuerte, y dados sus conocimientos de cartografía el semigigante podía casi asegurar que se dirigía al mismo punto que ellos. Por suerte era prácticamente seguro que ellos ya iban a estar allí cuando lo hiciera, lo que les daría tiempo para prepararse en el caso de que fuera un enemigo. Aunque no creía que esto fuese así, ya que prefería creer que sería un tipo majo, el grandullón avisó de ello a sus amigos:
- Chicos, ese hombre tan grande que va corriendo y apartando gente como si nada va en nuestra misma dirección. Es muy probable que se dirija al mismo sitio que nosotros. Supongo que será simpático, pero si es un enemigo habrá que estar preparados por si aparece cuando estemos hablando con Berthil.
Cuando aterrizaron un tipo con una peculiar cresta pelirroja y un parche en un ojo les preguntó, con un acento no menos extraño que él mismo, qué hacían allí. El semigigante decidió dejar a su capitán hablar. A fin de cuentas era el que conocía a Berthil. Eso sí, si el hombre resultaba ser agradable y les ayudaba a encontrarle le ofrecería un trozo de Hacheese a cambio de su amabilidad.
Poco después pudieron ver a un tipo de gran tamaño que corría a gran velocidad en su dirección, apartando a cuantas personas osaban interponerse en su camino con una insultante facilidad. Parecía tremendamente fuerte, y dados sus conocimientos de cartografía el semigigante podía casi asegurar que se dirigía al mismo punto que ellos. Por suerte era prácticamente seguro que ellos ya iban a estar allí cuando lo hiciera, lo que les daría tiempo para prepararse en el caso de que fuera un enemigo. Aunque no creía que esto fuese así, ya que prefería creer que sería un tipo majo, el grandullón avisó de ello a sus amigos:
- Chicos, ese hombre tan grande que va corriendo y apartando gente como si nada va en nuestra misma dirección. Es muy probable que se dirija al mismo sitio que nosotros. Supongo que será simpático, pero si es un enemigo habrá que estar preparados por si aparece cuando estemos hablando con Berthil.
Cuando aterrizaron un tipo con una peculiar cresta pelirroja y un parche en un ojo les preguntó, con un acento no menos extraño que él mismo, qué hacían allí. El semigigante decidió dejar a su capitán hablar. A fin de cuentas era el que conocía a Berthil. Eso sí, si el hombre resultaba ser agradable y les ayudaba a encontrarle le ofrecería un trozo de Hacheese a cambio de su amabilidad.
- Resumen:
- - Cosas que pasan mientras volamos y después esperar a que Zane conteste. Si el de la cresta es majo y nos indica como llegar hasta Berthil le doy un trozo de Hacheese como agradecimiento. Queda en manos de la moderación (?).
Inosuke Dru-zan
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Si ya todo me parecía una locura sin sentido, ahora era mucho peor. Solo de intentar comprender qué diantres pasaba, me empezaba a doler las cabeza. Pensaba pedirle un masaje a Xan, pero me dí cuenta de que se había ido tras el grandullón y lo dejé para después. Después de todo, un masaje no cambiaría el hecho de que aquello no tenía ni pies ni cabeza.
Kaya hizo lo que suele hacer con sus amigos: obligarlos, esencialmente por las malas, a hacer cosas que no querían. En esta ocasión obligó a la muchacha paliducha a tragar aquella bebida que le había ofrecido. Yo no iba a decir nada, no quería que después se enfadara conmigo, así que la dejé hacer, aunque lo que pasó después fue realmente extraño.
Vale, había visto a Katharina hacer atrocidades inexplicables, a Xandra cambiar de color y a Ivan convertir a cadáveres en muertos andantes, pero... ¿desde cuando el líquido que bebía una persona acababa saliendo por otro lado? Es decir, normalmente acaba saliendo, pero no nada más entrar. Y lo peor no fue aquello, sino la extraña gama de colores en la que se había convertido su piel. Aquello llamado maquillaje parecía cubrirla por completo, como las pinturas de los hombres de su tribu cuando iban de caza y se querían camuflar entre la maleza, solo que en esta ocasión quería aparentar normalidad. Aunque con esa pierna que se había arrugado, como si hubiera envejecido dos mil años de golpe, no ayudaba. Era probable que pudiera romperse al mínimo roce.
—¡Hombres de aldea! ¡Hombres de aldea! —llamé a los aldeanos más cercanos—. ¿Alguien sabe qué pasar a chica rara? —decía mientras la señalaba con un dedo acusador—. ¿Haber remedios naturales cerca? Plantas de curar, hierbas mágicas o tierras de poderes misteriosos? Quizás yo poder curar chica rara.
Tras la conversación me acerqué a la chica, con la idea de examinarla. Si se había dejado hacer por Kaya, no creía que tuviera problema con él, así que hizo lo necesario para entender del todo la marca. Decía que era un chupetón, pero no tenía ni idea de qué era.
—¿Qué ser chupetón? —dije sin dirigir la pregunta a nadie en concreto.
Me agaché a su lado y continué explorando su cuerpo, buscando si ese tono grisáceo lo ocultaba en todo el cuerpo o tan solo en las partes que había tocado Kaya, buscando el orificio de salida de la bebida y observando con toda la delicadeza posible el pie de la chiquilla, intentando averiguar qué le pasaba y pensando una forma para arreglar su pie.
—Acinóm de Iruk, yo ser Inosuke de Skypiea, Gran Chamán. Si tú decir que ocurrir tú, nosotros ayudar tú. ¿Tú colaborar con yo? —Miré a Kaya todavía agachado al lado de la chica, con Cazapeces en mi cabeza rascándose las alas con el pico—. Kayaya, ¿tú qué opinar? ¿Tal vez ser falta como nutriotosa?
Una vez terminara con la chica intentaría buscar una solución para las también extrañas manchas de mi cuerpo. Frontándome no se iban, y ya había arruinado dos prendas de vestir que Xandra había hecho especialmente para mí, así que intentaría lavarlo con agua y aquel invento maravilloso llamado jabón, o me pondría un emplaste de barro, que eso solía funcionar.
Kaya hizo lo que suele hacer con sus amigos: obligarlos, esencialmente por las malas, a hacer cosas que no querían. En esta ocasión obligó a la muchacha paliducha a tragar aquella bebida que le había ofrecido. Yo no iba a decir nada, no quería que después se enfadara conmigo, así que la dejé hacer, aunque lo que pasó después fue realmente extraño.
Vale, había visto a Katharina hacer atrocidades inexplicables, a Xandra cambiar de color y a Ivan convertir a cadáveres en muertos andantes, pero... ¿desde cuando el líquido que bebía una persona acababa saliendo por otro lado? Es decir, normalmente acaba saliendo, pero no nada más entrar. Y lo peor no fue aquello, sino la extraña gama de colores en la que se había convertido su piel. Aquello llamado maquillaje parecía cubrirla por completo, como las pinturas de los hombres de su tribu cuando iban de caza y se querían camuflar entre la maleza, solo que en esta ocasión quería aparentar normalidad. Aunque con esa pierna que se había arrugado, como si hubiera envejecido dos mil años de golpe, no ayudaba. Era probable que pudiera romperse al mínimo roce.
—¡Hombres de aldea! ¡Hombres de aldea! —llamé a los aldeanos más cercanos—. ¿Alguien sabe qué pasar a chica rara? —decía mientras la señalaba con un dedo acusador—. ¿Haber remedios naturales cerca? Plantas de curar, hierbas mágicas o tierras de poderes misteriosos? Quizás yo poder curar chica rara.
Tras la conversación me acerqué a la chica, con la idea de examinarla. Si se había dejado hacer por Kaya, no creía que tuviera problema con él, así que hizo lo necesario para entender del todo la marca. Decía que era un chupetón, pero no tenía ni idea de qué era.
—¿Qué ser chupetón? —dije sin dirigir la pregunta a nadie en concreto.
Me agaché a su lado y continué explorando su cuerpo, buscando si ese tono grisáceo lo ocultaba en todo el cuerpo o tan solo en las partes que había tocado Kaya, buscando el orificio de salida de la bebida y observando con toda la delicadeza posible el pie de la chiquilla, intentando averiguar qué le pasaba y pensando una forma para arreglar su pie.
—Acinóm de Iruk, yo ser Inosuke de Skypiea, Gran Chamán. Si tú decir que ocurrir tú, nosotros ayudar tú. ¿Tú colaborar con yo? —Miré a Kaya todavía agachado al lado de la chica, con Cazapeces en mi cabeza rascándose las alas con el pico—. Kayaya, ¿tú qué opinar? ¿Tal vez ser falta como nutriotosa?
Una vez terminara con la chica intentaría buscar una solución para las también extrañas manchas de mi cuerpo. Frontándome no se iban, y ya había arruinado dos prendas de vestir que Xandra había hecho especialmente para mí, así que intentaría lavarlo con agua y aquel invento maravilloso llamado jabón, o me pondría un emplaste de barro, que eso solía funcionar.
- Resumen:
- Preguntar a los aldeanos si saben qué le pasa a la chica y si tienen remedios naturales por la zona.
Examinar a la chica (si deja) buscando el origen de sus marcas y anomalías.
Preguntar a Kaya su opinión sobre el tema.
Pensar en cómo quitarse la mancha negra de su cuerpo si salía de allí.
Finalmente, en contra de lo que había querido en un principio, la banda de los arashi tuvo que separarse en un acontecimiento importante como el que estaban viviendo. Por un lado, estaban Nox, Vile y Luka, quienes se iban a encargar de intentar arreglar el barco; al menos en un principio. Y por el otro, se encontraban Marc, Therax y el propio Zane, quienes iban a ir en busca de otro de los emperadores del nuevo mundo: Berthil S. Kyrios.
Cada uno de los piratas fue volando de forma independiente, surcando los cielos a una velocidad que pocos sería capaces de igualar, aunque siempre sin perder de vista a Marc para no dejarlo atrás, a fin de cuentas, su nube de queso daba para lo que daba. Desde el aire todo era un caos, y hacía sentir mucha rabia al pelirrojo: un peligroso fuego se expandía muy rápidamente en distintas direcciones. El grito desconsolado de decenas de personas, las cuales se habían visto obligadas a defender su tierra, hacían eco en lo más profundo de su alma, mientras los invasores parecían estar disfrutando de ello. «Todo esto es mi culpa. Nunca debí abandonar la isla…», se decía el pirata, tratando de obviar lo que estaba contemplando.
Sin embargo, pasados unos segundos, no pudo evitar detenerse de golpe, haciendo que sus compañeros hicieran lo mismo. Gracias a sus agudizados sentidos, es decir, al uso completamente indirecto de su mantra, la cual le hacía aumentar sus capacidades cognitivas, pudo escuchar la voz de una persona conocida, a la quien no tardó en localizar con su vista de pájaro justo después. No era otro que el gran amigo de su abuelo, y uno de sus contactos de fiar en la isla, Kanima Zao. Se encontraba combatiendo como podía con un grupo de asaltantes, aparentemente extranjeros, que lo superaban en número. Era una persona diestra, mas no sabía si sería lo suficientemente fuerte como para detenerlos a todos.
No muy lejos, también había un hombre que avanzaba a gran velocidad hacia el norte. Su cara no le sonaba de nada, pero algo le decía que iba a traer problemas. Pues no todo el mundo era capaz de romper árboles y apartar a personas de una forma tan violenta.
—Therax —alzó la voz el pelirrojo, mientras le lanzaba uno de sus den den mushis de repuesto. Era un caracol de color verdoso, decorado para que tuviera un precioso pelo pelirrojo, un ojo verde y otro azul, y una cicatriz a la izquierda. Era la viva imagen de Zane si fuera un caracol, tan solo le faltaba quitarle parte de la cocha para que enseñara más carne—. Dale esto a Berthil, y dile que me llame cueste lo que cueste, ¿entendido? —se calló durante un instante—. No puedo continuar viendo como hay gente perdiendo la vida aquí abajo. Esta es con diferencia la región más pobre de la isla, la que tiene menos recursos, y he de ayudarlos. No puedo hacer la vista gorda… Dile al gitano que cuente con mi espada para ayudarle, que a efectos prácticos somos una alianza. Que su enemigo será mi enemigo, y que cuente con nosotros para realizar un plan de acción para defender el país de Wano. Dile también que en cuanto pueda me reuniré con él, pero que en nuestro bando hay gente que no es de fiar. Tenemos espías, así que reduzca su circulo de confianza al máximo, que no confíe en nadie. Y si te pregunta que porque tendría que confiar en nosotros, contéstale que porque daría la vida por todos y cada uno de los habitantes de Wano.
Dicho aquello, desenfundando sus dos espadas —la novena hoja fiordiana e Izanami, descendió hacia el gentío de piratas enemigos, quienes estaban martirizando a parte del pueblo, trazando una leve onda cortante tras otra para reducir a los enemigos, mientras canalizaba su voluntad sobre aquellos que tenían una inferior, tratando de hacerles caer inconscientes o, en su defecto, paralizarlos para que otro le diera el golpe de gracia.
—Lamento mucho la tardanza —alzó la voz Zane, con tono imponente y gesto serio—, pero ya he llegado —concluyó como si de un héroe se tratara, aferrándose con fuerza a las empuñaduras de sus katanas, y aprovechando un momento de falsa tranquilidad para dirigirse a los civiles—: Mucho de aquí ya me conocéis, y sé que no todos me tenéis en alta estima. Al contrario, muchos de vosotros me tiraríais por un precipicio maniatado si pudiera. Sin embargo, necesito que me escuchéis. Nos estamos enfrentando contra un rival que supera con creces la fuerza de la mayoría de los que hoy se encuentran aquí, es más, podría decir que incluso hay gente más poderosa que los propios protectores de esta isla en nuestra contra —Su mente evocó los amarillentos ojos del wotan de aspecto grotesco—. Es por eso que pido que aquellos que nunca hayan utilizado un arma para combatir, así como los más ancianos, que den media vuelta y vayan a un lugar seguro. No estoy pidiendo que huyáis, si no que preservéis vuestras vidas para ver el amanecer un día más y que ninguno de vuestros seres queridos tenga que llorar vuestra pérdida. Dicen que el cementerio no solo está repleto de valientes, si no también de insensatos que no supieron saber cuando darse la vuelta —se mantuvo callado apenas un instante, incrédulo por la frase que acababa de decir. ¿En serio él había dicho eso? Sí. ¿Estaría madurando? Podía ser una señal de ello—. Porque aquellos que podemos hacer frente a esta gentuza no podemos darlo todo si tenemos que lidiar con defender al mismo tiempo a los más indefensos.
Dicho aquello, esperando que el pueblo le hiciera caso, se convertiría durante un momento en la barrera que separara la huida de parte del pueblo de los agresores que estaban allí quitando vidas.
«Espero no tardar mucho…», se dijo con cierto desdén, pues quería acabar rápido allí.
Cada uno de los piratas fue volando de forma independiente, surcando los cielos a una velocidad que pocos sería capaces de igualar, aunque siempre sin perder de vista a Marc para no dejarlo atrás, a fin de cuentas, su nube de queso daba para lo que daba. Desde el aire todo era un caos, y hacía sentir mucha rabia al pelirrojo: un peligroso fuego se expandía muy rápidamente en distintas direcciones. El grito desconsolado de decenas de personas, las cuales se habían visto obligadas a defender su tierra, hacían eco en lo más profundo de su alma, mientras los invasores parecían estar disfrutando de ello. «Todo esto es mi culpa. Nunca debí abandonar la isla…», se decía el pirata, tratando de obviar lo que estaba contemplando.
Sin embargo, pasados unos segundos, no pudo evitar detenerse de golpe, haciendo que sus compañeros hicieran lo mismo. Gracias a sus agudizados sentidos, es decir, al uso completamente indirecto de su mantra, la cual le hacía aumentar sus capacidades cognitivas, pudo escuchar la voz de una persona conocida, a la quien no tardó en localizar con su vista de pájaro justo después. No era otro que el gran amigo de su abuelo, y uno de sus contactos de fiar en la isla, Kanima Zao. Se encontraba combatiendo como podía con un grupo de asaltantes, aparentemente extranjeros, que lo superaban en número. Era una persona diestra, mas no sabía si sería lo suficientemente fuerte como para detenerlos a todos.
No muy lejos, también había un hombre que avanzaba a gran velocidad hacia el norte. Su cara no le sonaba de nada, pero algo le decía que iba a traer problemas. Pues no todo el mundo era capaz de romper árboles y apartar a personas de una forma tan violenta.
—Therax —alzó la voz el pelirrojo, mientras le lanzaba uno de sus den den mushis de repuesto. Era un caracol de color verdoso, decorado para que tuviera un precioso pelo pelirrojo, un ojo verde y otro azul, y una cicatriz a la izquierda. Era la viva imagen de Zane si fuera un caracol, tan solo le faltaba quitarle parte de la cocha para que enseñara más carne—. Dale esto a Berthil, y dile que me llame cueste lo que cueste, ¿entendido? —se calló durante un instante—. No puedo continuar viendo como hay gente perdiendo la vida aquí abajo. Esta es con diferencia la región más pobre de la isla, la que tiene menos recursos, y he de ayudarlos. No puedo hacer la vista gorda… Dile al gitano que cuente con mi espada para ayudarle, que a efectos prácticos somos una alianza. Que su enemigo será mi enemigo, y que cuente con nosotros para realizar un plan de acción para defender el país de Wano. Dile también que en cuanto pueda me reuniré con él, pero que en nuestro bando hay gente que no es de fiar. Tenemos espías, así que reduzca su circulo de confianza al máximo, que no confíe en nadie. Y si te pregunta que porque tendría que confiar en nosotros, contéstale que porque daría la vida por todos y cada uno de los habitantes de Wano.
Dicho aquello, desenfundando sus dos espadas —la novena hoja fiordiana e Izanami, descendió hacia el gentío de piratas enemigos, quienes estaban martirizando a parte del pueblo, trazando una leve onda cortante tras otra para reducir a los enemigos, mientras canalizaba su voluntad sobre aquellos que tenían una inferior, tratando de hacerles caer inconscientes o, en su defecto, paralizarlos para que otro le diera el golpe de gracia.
—Lamento mucho la tardanza —alzó la voz Zane, con tono imponente y gesto serio—, pero ya he llegado —concluyó como si de un héroe se tratara, aferrándose con fuerza a las empuñaduras de sus katanas, y aprovechando un momento de falsa tranquilidad para dirigirse a los civiles—: Mucho de aquí ya me conocéis, y sé que no todos me tenéis en alta estima. Al contrario, muchos de vosotros me tiraríais por un precipicio maniatado si pudiera. Sin embargo, necesito que me escuchéis. Nos estamos enfrentando contra un rival que supera con creces la fuerza de la mayoría de los que hoy se encuentran aquí, es más, podría decir que incluso hay gente más poderosa que los propios protectores de esta isla en nuestra contra —Su mente evocó los amarillentos ojos del wotan de aspecto grotesco—. Es por eso que pido que aquellos que nunca hayan utilizado un arma para combatir, así como los más ancianos, que den media vuelta y vayan a un lugar seguro. No estoy pidiendo que huyáis, si no que preservéis vuestras vidas para ver el amanecer un día más y que ninguno de vuestros seres queridos tenga que llorar vuestra pérdida. Dicen que el cementerio no solo está repleto de valientes, si no también de insensatos que no supieron saber cuando darse la vuelta —se mantuvo callado apenas un instante, incrédulo por la frase que acababa de decir. ¿En serio él había dicho eso? Sí. ¿Estaría madurando? Podía ser una señal de ello—. Porque aquellos que podemos hacer frente a esta gentuza no podemos darlo todo si tenemos que lidiar con defender al mismo tiempo a los más indefensos.
Dicho aquello, esperando que el pueblo le hiciera caso, se convertiría durante un momento en la barrera que separara la huida de parte del pueblo de los agresores que estaban allí quitando vidas.
«Espero no tardar mucho…», se dijo con cierto desdén, pues quería acabar rápido allí.
- Resumen:
- Volando, volando… ¡Siempre arriba! Hasta que se para y ve a gente sufrir. Eso le toca la patata, y como es buena gente, primero le da instrucciones a Therax para que se ponga en contacto con Berthil (Den den mushi incluido para hablar con su colega yonkou). Inmediatamente después, descienda lanzando algunas ondas cortantes e imponiendo su voluntad para reducir enemigos, para luego soltar un discurso para alentar a los más débiles a huir, mientras los más fuertes luchan, para reducir bajas y luchar más cómodamente
Ivan Markov
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Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Frunció el ceño y por un momento sintió una mezcla de urgencia, furia, frustración y una gran humillación porque no le tomaran en serio. Apretó el puño y estaba a punto de contestar cuando de repente ocurrieron varias cosas: primero fue la poderosa Voz que le sobrecogió por un momento. Una presencia rugiente que llevaba sin sentir desde... el Torneo del Milenio. Le costó un instante, pero la reconoció. Voces tan poderosas eran difíciles de olvidar y fáciles de reconocer. Como había temido un tercer Yonkou había arribado a la isla, y para hacer las cosas más difíciles tenía que aparecer justo allí para cortar su conversación. Tras eso le llegó un mensaje telepático de Katharina: Blackhole iba directo hacia allí. ¿Qué diablos estaba ocurriendo? Todo estaba derrumbándose por momentos. Cerró los ojos y respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos. No había tiempo para preámbulos, sutilezas o cuidado. Miró fijamente a Berthil, poniéndose muy serio y cruzándose de brazos.
- Berthil, esto es peor de lo que crees. La Estrella no ha sido sobrepasada por la situación. De hecho probablemente habrían podido contenerla. No, es peor. Te han traicionado. Han dejado entrar a Hipatia Styx y su ejército en la Capital de las Flores sin oposición. Y tengo motivos para pensar que están relacionados con Julius C. Zar. Pero ahora hay algo más urgente primero que debo decir: Blackhole viene hacia aquí en este mismo momento.
Parecía que la presencia de Zane había dejado de aproximarse. ¿Algo le había detenido o el Descamisetado había encontrado algo interesante de camino? Cuanto más tardase, mejor para él. Eso tal vez le daba unos momentos extra... no demasiado tiempo, pero tal vez el suficiente. Echo mano de uno de los bolsillos del interior de su capa y sacó un libro de historia. Pasó rápidamente páginas y le dio la vuelta al libro, enseñándoselo a Berthil:
- La Estrella Oscura es el mismo grupo que una banda pirata de hace 200 años. Están conectados de alguna manera. Podría parecer una locura si no hubiésemos asistido a la aparición de piratas de la Era Oscura en plena edad actual. Y, justo cuando toda esta gente empieza a moverse, lo hace también Julius C. Zar... quien se apellida de una manera curiosamente parecida a uno de los miembros de la tripulación de Terra Kepler. Dejando aparte las deducciones, estoy aquí no solo para alertarte, sino para plantearte un plan - bajó la voz para intentar que le escuchasen Berthil y su gente - La Estrella no tiene al Almirante Kurookami, está bajo nuestra custodia. Y esta gente, Hipatia, Terra Kepler, C. Zar y la Estrella son demasiado peligrosos para dejarlos sueltos. Tanto como para que la Marina pueda llegar a ver en ellos a un mal mayor. La Marina no es de fiar, pero con Kurookami bajo nuestra custodia podremos usarlo como pieza para negociar un alto al fuego hasta que esa gente haya sido derrotada. Es una apuesta arriesgada, pero lo que planteo es una alianza entre nuestra gente y tú, y luego yo intentaré negociar con el Almirante Koneko la tregua.
A continuación, pasó al canal telepático con Katharina - Estoy ya con Berthil informándole del plan. Noto que la conexión se desvanece, así que si en una hora no te he contactado por den den mushi, asume que ha pasado algo mal y continúa el plan sin mí.
- Berthil, esto es peor de lo que crees. La Estrella no ha sido sobrepasada por la situación. De hecho probablemente habrían podido contenerla. No, es peor. Te han traicionado. Han dejado entrar a Hipatia Styx y su ejército en la Capital de las Flores sin oposición. Y tengo motivos para pensar que están relacionados con Julius C. Zar. Pero ahora hay algo más urgente primero que debo decir: Blackhole viene hacia aquí en este mismo momento.
Parecía que la presencia de Zane había dejado de aproximarse. ¿Algo le había detenido o el Descamisetado había encontrado algo interesante de camino? Cuanto más tardase, mejor para él. Eso tal vez le daba unos momentos extra... no demasiado tiempo, pero tal vez el suficiente. Echo mano de uno de los bolsillos del interior de su capa y sacó un libro de historia. Pasó rápidamente páginas y le dio la vuelta al libro, enseñándoselo a Berthil:
- La Estrella Oscura es el mismo grupo que una banda pirata de hace 200 años. Están conectados de alguna manera. Podría parecer una locura si no hubiésemos asistido a la aparición de piratas de la Era Oscura en plena edad actual. Y, justo cuando toda esta gente empieza a moverse, lo hace también Julius C. Zar... quien se apellida de una manera curiosamente parecida a uno de los miembros de la tripulación de Terra Kepler. Dejando aparte las deducciones, estoy aquí no solo para alertarte, sino para plantearte un plan - bajó la voz para intentar que le escuchasen Berthil y su gente - La Estrella no tiene al Almirante Kurookami, está bajo nuestra custodia. Y esta gente, Hipatia, Terra Kepler, C. Zar y la Estrella son demasiado peligrosos para dejarlos sueltos. Tanto como para que la Marina pueda llegar a ver en ellos a un mal mayor. La Marina no es de fiar, pero con Kurookami bajo nuestra custodia podremos usarlo como pieza para negociar un alto al fuego hasta que esa gente haya sido derrotada. Es una apuesta arriesgada, pero lo que planteo es una alianza entre nuestra gente y tú, y luego yo intentaré negociar con el Almirante Koneko la tregua.
A continuación, pasó al canal telepático con Katharina - Estoy ya con Berthil informándole del plan. Noto que la conexión se desvanece, así que si en una hora no te he contactado por den den mushi, asume que ha pasado algo mal y continúa el plan sin mí.
- resumen:
- Planteo mi plan a Berthil. Y SI CUELA, CUELA.
Yarmin Prince
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Había muchas cosas interesantes a lo largo y ancho del palacio, pero lo más llamativo era el nombre del hombre pulpo: Moloch. Con ello podía trabajar en la escalada del hombre, sobre todo porque tenía delante a su comandante en jefe en aquellos momentos. Hipatia era una mujer no demasiado alta, de cabello azul centelleante y con un carácter atípico, aunque bastante propio de las realezas: Caprichosa, un poco prepotente, de extraños gustos... No sabía demasiado de ella, pero el cómo estaban sucediendo las cosas hacía entrever que no le interesaba del todo Wano. Aun si había decidido conquistar la isla finalmente, se alejaba peligrosamente del curso de acción que había seguido durante los últimos meses. Afianzar la posición como gobernante de la Isla Gyojin era un paso básico para alejar a los enemigos del Nuevo Mundo, particularmente a aquellos que se movían a través del paso subacuático, pero la toma de Raijinn -un fracaso, por lo que había podido entender- no cuadraba con Wano. No obstante, que los piratas de Tzar hubiesen alejado sus miras de Dressrosa -potencialmente- para apoyar a la emperatriz indicaba que, a medida que todo se volvía más caótico, para esa gente todo estaba más claro. El salto entre islas de la alianza pirata hacía sospechar que estaban buscando algo, y por mucho que el control absoluto del terreno pudiese ayudar a encontrarlo, este no era realmente lo importante.
Eso lo ponía en un aprieto, pues no necesariamente debían ganar la guerra y si descubrían repentinamente que no necesitaban Wano lo abandonarían a su suerte. No obstante, visto el despliegue de medios utilizados en comparación a las islas anteriores, era de suponer que en Wano había un interés especial: Fuese atraer a Berthil S. Kyrios a una trampa, ejecutar en medio de Wano al almirante que descansaba en la Capital de la Flor -si los mercenarios no se lo habían llevado debía seguir ahí- o conducir a Zane D. Kenshin a un choque frontal con los piratas de von Steinhell, estaba claro que algo sucedía. Y no quería pensar en esa enorme masa de metal que brillaba en el cielo, pero apostaría a que estaba muy relacionado con todos los sucesos anteriores e incluso con los sucesivos. Es decir, primero un rastro dorado en el cielo y los monstruos aparecían de todas partes; el arañazo se agrandaba y de pronto todo el mundo se alzaba en armas. Pues, al final, daba qué pensar.
Dedicó toda su atención a estudiar cada gesto de Hipatia mientras hablaba. Cada vibración de la voz, cada pliegue de su piel, cada mínimo tic nervioso... Incluso la altura a la que se encontraba el calamar decía muchas cosas de una persona, porque básicamente estaba tratando de tomarle la medida. ¿Estaba siendo una fanfarrona o realmente esa amenaza se fundamentaba de alguna forma? Sería un necio si creyese que una reina sería un objetivo tan fácil como mafiosos de tres al cuarto, pero estaba convencido de que no estaba ni de cerca tan segura como ella podía llegar a creer.
- Amistad es una palabra muy poderosa, tenéis razón -contestó, a medida que erguía de nuevo su cuerpo lentamente. Sus ojos rojos estaban fijos en ella todo el tiempo, mientras una sonrisa tranquila se le asomaba por la comisura de los labios, expresión que mantuvo hasta que se sentó a su lado-. Y amistades poderosas es lo que necesitáis vos ahora, majestad.
Estaba imprimando su voz de la palabra de poder, intentando inculcar en aquella mente la necesidad de escuchar sus palabras con atención. Lo que decía era extremadamente razonable, o por lo menos lo suficiente como para que cualquier persona con algo más de cerebro que de orgullo quisiese escuchar. De ese modo, prosiguió:
- Iulius C. Tzar es un pirata poderoso, pero aun si fuese vuestro aliado a toda costa y sin mayor pretensión, ¿podrá hacer algo contra las fuerzas combinadas del pelirrojo y la bruja? -preguntó-. Incluso si tenéis más aliados ocultos en el lugar, ¿podrán hacer frente a los esfuerzos de la Marina que vienen por el este? Os he aconsejado bien una vez, majestad, estimo oportuno que lo hagáis una segunda. -Hizo una pausa y caminó un par de pasos, dejando que estos retumbasen en el salón-. Sé cómo frenar el avance de la Marina. También sé cómo acabar con cualquiera de lo enemigos que se presentan hoy aquí, majestad. Y lo que es más importante, está en mi mano hacerlo.
No miró a Zaina. No le dio ninguna señal visible, ni tampoco varió su tono. Sin embargo, ya le había explicado en su momento la importancia de que cuando él adelantaba la mano hacia una persona, como en ese momento hacia la reina, no estaba seguro de que su poder hubiese funcionado todavía. Era tarea de la princesa dar cuenta de la supuesta reina para hacer el pastel todavía más delicioso.
Eso lo ponía en un aprieto, pues no necesariamente debían ganar la guerra y si descubrían repentinamente que no necesitaban Wano lo abandonarían a su suerte. No obstante, visto el despliegue de medios utilizados en comparación a las islas anteriores, era de suponer que en Wano había un interés especial: Fuese atraer a Berthil S. Kyrios a una trampa, ejecutar en medio de Wano al almirante que descansaba en la Capital de la Flor -si los mercenarios no se lo habían llevado debía seguir ahí- o conducir a Zane D. Kenshin a un choque frontal con los piratas de von Steinhell, estaba claro que algo sucedía. Y no quería pensar en esa enorme masa de metal que brillaba en el cielo, pero apostaría a que estaba muy relacionado con todos los sucesos anteriores e incluso con los sucesivos. Es decir, primero un rastro dorado en el cielo y los monstruos aparecían de todas partes; el arañazo se agrandaba y de pronto todo el mundo se alzaba en armas. Pues, al final, daba qué pensar.
Dedicó toda su atención a estudiar cada gesto de Hipatia mientras hablaba. Cada vibración de la voz, cada pliegue de su piel, cada mínimo tic nervioso... Incluso la altura a la que se encontraba el calamar decía muchas cosas de una persona, porque básicamente estaba tratando de tomarle la medida. ¿Estaba siendo una fanfarrona o realmente esa amenaza se fundamentaba de alguna forma? Sería un necio si creyese que una reina sería un objetivo tan fácil como mafiosos de tres al cuarto, pero estaba convencido de que no estaba ni de cerca tan segura como ella podía llegar a creer.
- Amistad es una palabra muy poderosa, tenéis razón -contestó, a medida que erguía de nuevo su cuerpo lentamente. Sus ojos rojos estaban fijos en ella todo el tiempo, mientras una sonrisa tranquila se le asomaba por la comisura de los labios, expresión que mantuvo hasta que se sentó a su lado-. Y amistades poderosas es lo que necesitáis vos ahora, majestad.
Estaba imprimando su voz de la palabra de poder, intentando inculcar en aquella mente la necesidad de escuchar sus palabras con atención. Lo que decía era extremadamente razonable, o por lo menos lo suficiente como para que cualquier persona con algo más de cerebro que de orgullo quisiese escuchar. De ese modo, prosiguió:
- Iulius C. Tzar es un pirata poderoso, pero aun si fuese vuestro aliado a toda costa y sin mayor pretensión, ¿podrá hacer algo contra las fuerzas combinadas del pelirrojo y la bruja? -preguntó-. Incluso si tenéis más aliados ocultos en el lugar, ¿podrán hacer frente a los esfuerzos de la Marina que vienen por el este? Os he aconsejado bien una vez, majestad, estimo oportuno que lo hagáis una segunda. -Hizo una pausa y caminó un par de pasos, dejando que estos retumbasen en el salón-. Sé cómo frenar el avance de la Marina. También sé cómo acabar con cualquiera de lo enemigos que se presentan hoy aquí, majestad. Y lo que es más importante, está en mi mano hacerlo.
No miró a Zaina. No le dio ninguna señal visible, ni tampoco varió su tono. Sin embargo, ya le había explicado en su momento la importancia de que cuando él adelantaba la mano hacia una persona, como en ese momento hacia la reina, no estaba seguro de que su poder hubiese funcionado todavía. Era tarea de la princesa dar cuenta de la supuesta reina para hacer el pastel todavía más delicioso.
- Resumen:
- Tirarme el pisto que te cagas a ver si me camelo a Hipatia para ganarme palabras bonitas.
Aki D. Arlia
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¿La única oportunidad de Wano para resurgir? Eso eran palabras mayores. No tenía duda de que el hombre creía en lo que decía. Incluso si estaba errado, que la niña era alguien importante estaba claro. Asintió con la cabeza antes de regresar a su barco. Cuidaría de ella, pues. Y una vez dejase de estar en peligro de muerte, quizá pudiera aclararles todas las dudas.
Bueno, no todas. Dudaba que supiera nada de ese extraño hombre que se había colado en el Loreley como Pedro por su casa. Frunció el ceño ante su sonrisa y cuando le escuchó hablar un escalofrío le recorrió la espalda. Sabía quién era. No solo eso, se lo estaba espetando en la cara con una delicadeza interesante. No bajó el sai, pero le dejó alejarse sin intervenir. Al fin y al cabo, ¿Qué iba a hacer? Si lo sabían, lo sabían. No había venido como Lys para esconderse, sino para ser reconocida. No tenía intención de quedarse así para siempre, igual que no tenía intención de evitar a Xella. Había querido lidiar con ellos cuando así lo decidiera, bajo sus términos y condiciones pero… no iba a poder ser. Ya no.
-No intento ocultarme.- le dijo, todavía cautelosa.- Si alguien desea parlamentar, aquí me tiene. Como si quisiera cualquier otra cosa, en verdad.
Que solo quisieran hablar, en realidad, era una posibilidad bastante remota. Sabía que les había dejado en la estacada en su día y aunque no se arrepentía, no se le escapaba que habría consecuencias. De todas formas, ahora no tenía sentido pensarlo; cuando aparecieran, lidiaría con ello. De momento, tenía que encontrar a la extraña niña… y a la extraña mujer.
No le costó mucho. Estaban en la enfermería, con la niña ya acostada. Shinobu parecía bastante agobiada, pero la súcubo no estaba preocupada. Acarició la frente de la niña, sintiendo su dolor y cambiándolo por un placer muy, muy leve. Eso debería distraerla.
-Haz lo que tengas que hacer. Confía en mí, no sufrirá ningún dolor.
Siguió acariciando la frente de la pequeña de forma distraída, mientras dejaba trabajar a la experta.
-Por cierto… puedes llamarme Aki. Seguro que es más cómodo que ese nombre tan largo.
Le dedicó una pequeña sonrisa a Shinobu, antes de fijarse en algo que brillaba en una de las superficies. Se acercó y cogió el anillo roto entre sus manos, frunciendo el ceño. Las dos serpientes parecían burlarse de ella. ¿Uno entero y uno roto? ¿Cuál era el mensaje? ¿Seguía dentro o estaba fuera? ¿Iba a romperse o pretendían que continuara en su puesto? ¿Le daban la elección? Lo guardó junto al otro, preocupada. Lo que más le molestaba era no entender. Le tendió a Shinobu vendas y alcohol para que pudiera terminar su quehacer y entonces se fijó en lo que estaba sucediendo más allá del Loreley.
Un barco se hundía. Había un grupo de gente cerca y… ¿eso era un hombre pájaro? Se acercó un poco más a la ventana y… oh. Era ese hombre pájaro. Se llevó la palma de la mano a la frente más por acto reflejo que otra cosa y en ese momento… la niña habló. Se acercó a ella y volvió a acariciarle la frente, no queriendo asustarla.
-Estás en mi barco, a salvo. Mi nombre no es importante. ¿Quién eres tú, pequeña? Estabas sola cuando te encontramos. Te habían atacado. ¿Qué es lo último que recuerdas?
Se sorprendió a sí misma con la tranquilidad con la que estaba hablando. No hacía tanto que le había ofrecido acabar con su sufrimiento, aunque mantenía que de no haberse encontrado con Shinobu probablemente habría sido la opción más caritativa. Si es que en el fondo era un cacho de pan. Aguardó con curiosidad la respuesta de la niña. No sabía quién era Yoshio, pero quizá pudiera explicarles por qué la perseguían con tanta inquina.
Bueno, no todas. Dudaba que supiera nada de ese extraño hombre que se había colado en el Loreley como Pedro por su casa. Frunció el ceño ante su sonrisa y cuando le escuchó hablar un escalofrío le recorrió la espalda. Sabía quién era. No solo eso, se lo estaba espetando en la cara con una delicadeza interesante. No bajó el sai, pero le dejó alejarse sin intervenir. Al fin y al cabo, ¿Qué iba a hacer? Si lo sabían, lo sabían. No había venido como Lys para esconderse, sino para ser reconocida. No tenía intención de quedarse así para siempre, igual que no tenía intención de evitar a Xella. Había querido lidiar con ellos cuando así lo decidiera, bajo sus términos y condiciones pero… no iba a poder ser. Ya no.
-No intento ocultarme.- le dijo, todavía cautelosa.- Si alguien desea parlamentar, aquí me tiene. Como si quisiera cualquier otra cosa, en verdad.
Que solo quisieran hablar, en realidad, era una posibilidad bastante remota. Sabía que les había dejado en la estacada en su día y aunque no se arrepentía, no se le escapaba que habría consecuencias. De todas formas, ahora no tenía sentido pensarlo; cuando aparecieran, lidiaría con ello. De momento, tenía que encontrar a la extraña niña… y a la extraña mujer.
No le costó mucho. Estaban en la enfermería, con la niña ya acostada. Shinobu parecía bastante agobiada, pero la súcubo no estaba preocupada. Acarició la frente de la niña, sintiendo su dolor y cambiándolo por un placer muy, muy leve. Eso debería distraerla.
-Haz lo que tengas que hacer. Confía en mí, no sufrirá ningún dolor.
Siguió acariciando la frente de la pequeña de forma distraída, mientras dejaba trabajar a la experta.
-Por cierto… puedes llamarme Aki. Seguro que es más cómodo que ese nombre tan largo.
Le dedicó una pequeña sonrisa a Shinobu, antes de fijarse en algo que brillaba en una de las superficies. Se acercó y cogió el anillo roto entre sus manos, frunciendo el ceño. Las dos serpientes parecían burlarse de ella. ¿Uno entero y uno roto? ¿Cuál era el mensaje? ¿Seguía dentro o estaba fuera? ¿Iba a romperse o pretendían que continuara en su puesto? ¿Le daban la elección? Lo guardó junto al otro, preocupada. Lo que más le molestaba era no entender. Le tendió a Shinobu vendas y alcohol para que pudiera terminar su quehacer y entonces se fijó en lo que estaba sucediendo más allá del Loreley.
Un barco se hundía. Había un grupo de gente cerca y… ¿eso era un hombre pájaro? Se acercó un poco más a la ventana y… oh. Era ese hombre pájaro. Se llevó la palma de la mano a la frente más por acto reflejo que otra cosa y en ese momento… la niña habló. Se acercó a ella y volvió a acariciarle la frente, no queriendo asustarla.
-Estás en mi barco, a salvo. Mi nombre no es importante. ¿Quién eres tú, pequeña? Estabas sola cuando te encontramos. Te habían atacado. ¿Qué es lo último que recuerdas?
Se sorprendió a sí misma con la tranquilidad con la que estaba hablando. No hacía tanto que le había ofrecido acabar con su sufrimiento, aunque mantenía que de no haberse encontrado con Shinobu probablemente habría sido la opción más caritativa. Si es que en el fondo era un cacho de pan. Aguardó con curiosidad la respuesta de la niña. No sabía quién era Yoshio, pero quizá pudiera explicarles por qué la perseguían con tanta inquina.
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La voz pertenecía a un señor de avanzada edad —que no le pesaba en vista de las piedras que me había lanzado y su enérgico odio hacia mi mera existencia—, vestido más que decentemente. Tenía buenas nociones de qué telas eran buenas por el simple tejido y la cantidad de tiempo que me había tirado comprando ropa, así que no era difícil descubrir que aquel hombre no pertenecía a un bajo estrato de Wano. A pesar de su marcado acento, que quizás le podría hacer más difícil el comunicarse con otras personas, el anciano se mostraba como una persona con un buen colchón monetario que seguramente lo hubiera perdido al iniciar esta guerra. Luego la pregunta radicaba en cómo habría cosechado el dinero suficiente para pagarse esos caprichos, pero no metería mis morros en aquellos asuntos debido a que siquiera me importaban. Además, quizás simplemente había podido robar todo aquello de un cadáver cualquiera que hubiera tirado por el suelo, fruto de la acción de los gyojin, ya que aquel precioso kimono contrastaba demasiado con el aspecto que é presentaba. Quizás había tenido un mal año, que era una posibilidad. «¿Por qué me estoy planteando todo esto cuando tengo que ir con Hipatia…?» me cuestioné mientras veía cómo sacaba a relucir una de las dos katanas y no le temblaba el pulso en apuntarme. Bueno, un poco sí. Bastante. Y a su lado, las malditas rocas que tiraba.
Y quitando aquella forma tan rudimentaria de protegerse del resto —algo que seguramente no diera frutos en el momento de la verdad, pero que demostraba que el hombre era previsor—, la decoración del lugar no distaba demasiado de mi camarote: libros, telescopios, notas desperdigadas por los rincones… Bueno, aquello me descolocaba más, pero tampoco sería el primer científico loco que conocía en toda mi vida. De hecho, la mayoría solían pecar de una salud mental reprochable, mala para ellos o, en la mayoría de las ocasiones, con todos los que le rodeaban. Por cómo movía su cuerpo, sabía que no era alguien muy interesado en pelear con nadie y seguramente solo se quisiera dedicar a culturizarse y aprender más y más o, nuevamente, era un vagabundo que se había colado en la casa de alguien más. Me encogí de hombros, esperando a que me contestase o tratase de apuñalarme con una katana que, tomando en cuenta el miedo, seguramente no pudiera recubrir de haki de armadura.
«¿La verdad sobre lo que están buscando en esta isla…?» repetí para mis adentros, tratando de buscarle algún tipo de sentido en primera instancia. Sin contexto y sin estar metido en la desordenada cabeza de aquel hombre, agitada por el miedo y seguramente la falta de sueño, no tenía mucho que cavilar. ¿Quizás él tenía la opinión de que Hipatia y los reyes marinos habían venido a Wano con un objetivo claro y oculto para todos excepto sus ayudantes? Me instó a que me marchase, pero era una petición realmente ingenua tras darme aquel pedacito de información que me volvía alguien hambriento de conocimiento. Al fin y al cabo, no le temblaba la voz a la hora de decir palabras tan pesadas e importantes en una situación como aquella.
Y tampoco le falló el tono cuando juró que iba en búsqueda de algo más importante que una de las islas más estratégicas y llamativas de todo el Nuevo Mundo y, por ello, del planeta en el que vivíamos. «¿Que puede ser un mayor logro y una mejor obtención que la isla a la que no se puede llegar sin cruzar buena parte de un mar realmente peligroso y unas cascadas mortíferas…?» pensé sin llegar a ninguna conclusión. Mary Geoise y Sabaody, quizás, aunque no le hubiera sido muy complicado viviendo justo bajo aquellos dos trozos de terreno. Igualmente, lo que más me atenazaba el pecho era el simple hecho de que a la hora de decir aquellas palabras, un hombre que estaba a escasos instantes de caer en pánico tuviera toda la claridad del mundo, dejando claro de forma indistinguible que se trataba de una verdad. En una situación de verdadera miedo, cualquiera simplemente soltaría una mentira que satisficiese las peticiones del otro y rezaría porque le dejaran, pero él había dicho una verdad que me descolocaba. «¿Quizás la petición de Hipatia tenía que ver con eso? Parecía algo más ansiosa de lo normal, teniendo en cuenta que nos pidió el trono de la Isla Gyojin con una sonrisa y tranquilidad.» me planteé, pero no llegaba a nada sólido. Él afirmaba que buscaba algo que no caería en sus manos a menos que aquel hombre los guiase, ya que solo su cabeza sabía cómo llegar. Quizás los libros y telescopios no eran simplemente atrezo, al fin y al cabo.
— ¿Qué puede ser más valioso que Wano? Y me parece increíble que no puedan encontrar algo teniendo tanta gente… bueno, ahí afuera. Más vale ser inteligente que numeroso, supongo—pregunté, tratando de empujarle a que respondiera. Plantear la cuestión de aquella forma ayudaría a que pensase que simplemente se trataba de una curiosidad y no un interés al uso, así que quizás bajaba la guardia—. Y no te preocupes por tu vida, mientras este aquí dudo que nadie se atreva a acercarse, así que relájate y toma asiento —pedí mientras levantaba las manos y avanzaba, utilizando el tono más relajante que tenía en mi arsenal. En cuanto pude, me senté sobre el límite de la torre, tratando de mantener la mayor distancia posible sin utilizar mi fruta para no ponerlo en alerta. La electricidad no solía ser muy amigable, teniendo en cuenta que el instinto de cualquiera era correr de un rayo, no abrazarlo—. No soy tan violento como los peces que hay ahí fuera y tengo la moral suficiente como para no hacerle nada a alguien que realmente no quiere pelear, ni quiero Wano para absolutamente nada. O sea, es una tierra preciosa y tiene una increíble cultura, pero no soy de esa gente que conquista sitios —me excusé con las palmas por delante y un tono de nervios creíble, para que el anciano pensase que yo era inofensivo y que pudiera sentir un poco de cercanía a una persona ''normal''.
Y quitando aquella forma tan rudimentaria de protegerse del resto —algo que seguramente no diera frutos en el momento de la verdad, pero que demostraba que el hombre era previsor—, la decoración del lugar no distaba demasiado de mi camarote: libros, telescopios, notas desperdigadas por los rincones… Bueno, aquello me descolocaba más, pero tampoco sería el primer científico loco que conocía en toda mi vida. De hecho, la mayoría solían pecar de una salud mental reprochable, mala para ellos o, en la mayoría de las ocasiones, con todos los que le rodeaban. Por cómo movía su cuerpo, sabía que no era alguien muy interesado en pelear con nadie y seguramente solo se quisiera dedicar a culturizarse y aprender más y más o, nuevamente, era un vagabundo que se había colado en la casa de alguien más. Me encogí de hombros, esperando a que me contestase o tratase de apuñalarme con una katana que, tomando en cuenta el miedo, seguramente no pudiera recubrir de haki de armadura.
«¿La verdad sobre lo que están buscando en esta isla…?» repetí para mis adentros, tratando de buscarle algún tipo de sentido en primera instancia. Sin contexto y sin estar metido en la desordenada cabeza de aquel hombre, agitada por el miedo y seguramente la falta de sueño, no tenía mucho que cavilar. ¿Quizás él tenía la opinión de que Hipatia y los reyes marinos habían venido a Wano con un objetivo claro y oculto para todos excepto sus ayudantes? Me instó a que me marchase, pero era una petición realmente ingenua tras darme aquel pedacito de información que me volvía alguien hambriento de conocimiento. Al fin y al cabo, no le temblaba la voz a la hora de decir palabras tan pesadas e importantes en una situación como aquella.
Y tampoco le falló el tono cuando juró que iba en búsqueda de algo más importante que una de las islas más estratégicas y llamativas de todo el Nuevo Mundo y, por ello, del planeta en el que vivíamos. «¿Que puede ser un mayor logro y una mejor obtención que la isla a la que no se puede llegar sin cruzar buena parte de un mar realmente peligroso y unas cascadas mortíferas…?» pensé sin llegar a ninguna conclusión. Mary Geoise y Sabaody, quizás, aunque no le hubiera sido muy complicado viviendo justo bajo aquellos dos trozos de terreno. Igualmente, lo que más me atenazaba el pecho era el simple hecho de que a la hora de decir aquellas palabras, un hombre que estaba a escasos instantes de caer en pánico tuviera toda la claridad del mundo, dejando claro de forma indistinguible que se trataba de una verdad. En una situación de verdadera miedo, cualquiera simplemente soltaría una mentira que satisficiese las peticiones del otro y rezaría porque le dejaran, pero él había dicho una verdad que me descolocaba. «¿Quizás la petición de Hipatia tenía que ver con eso? Parecía algo más ansiosa de lo normal, teniendo en cuenta que nos pidió el trono de la Isla Gyojin con una sonrisa y tranquilidad.» me planteé, pero no llegaba a nada sólido. Él afirmaba que buscaba algo que no caería en sus manos a menos que aquel hombre los guiase, ya que solo su cabeza sabía cómo llegar. Quizás los libros y telescopios no eran simplemente atrezo, al fin y al cabo.
— ¿Qué puede ser más valioso que Wano? Y me parece increíble que no puedan encontrar algo teniendo tanta gente… bueno, ahí afuera. Más vale ser inteligente que numeroso, supongo—pregunté, tratando de empujarle a que respondiera. Plantear la cuestión de aquella forma ayudaría a que pensase que simplemente se trataba de una curiosidad y no un interés al uso, así que quizás bajaba la guardia—. Y no te preocupes por tu vida, mientras este aquí dudo que nadie se atreva a acercarse, así que relájate y toma asiento —pedí mientras levantaba las manos y avanzaba, utilizando el tono más relajante que tenía en mi arsenal. En cuanto pude, me senté sobre el límite de la torre, tratando de mantener la mayor distancia posible sin utilizar mi fruta para no ponerlo en alerta. La electricidad no solía ser muy amigable, teniendo en cuenta que el instinto de cualquiera era correr de un rayo, no abrazarlo—. No soy tan violento como los peces que hay ahí fuera y tengo la moral suficiente como para no hacerle nada a alguien que realmente no quiere pelear, ni quiero Wano para absolutamente nada. O sea, es una tierra preciosa y tiene una increíble cultura, pero no soy de esa gente que conquista sitios —me excusé con las palmas por delante y un tono de nervios creíble, para que el anciano pensase que yo era inofensivo y que pudiera sentir un poco de cercanía a una persona ''normal''.
- Resumen:
- Me acerco a hablar con el señor utilizando mi profesión de psicólogo para calmarlo y mi profesión de investigador para sacarle los datos sin que él se percate realmente de que estoy interrogándole.
- Técnicas:
- • Didn’t you know?: Con la elección de palabras correctas, Lance es capaz de sacar la información que busca de una persona concreta, sin necesidad de parecer peligroso o recurrir a la tortura. Además, el inocente que descubra sus secretos no será consciente de por qué lo ha hecho. Funciona siempre y cuando la víctima no sea alguien demasiado obstinado, o poderoso psicológicamente.
• Puede potenciar en gran medida el temor de la gente con solo dos turnos, o dejar a alguien en completa calma y relajamiento en también dos turnos.
La primera andanada permitió conformar la cúpula. Las demás fueron llegando poco a poco, y aunque tardaron fueron capaces de atravesar la sólida defensa que Jack y él habían formado. Se minimizaron los heridos, pero aun así varios soldados cayeron y eso suponía un problema serio para los esfuerzos del contingente. Los números parecían estar de su parte, pero la diferencia de poder entre un hombre pez y un humano seguía siendo suficiente como para que, una vez en el cuerpo a cuerpo, esta se redujese considerablemente. Por eso solo asintió cuando Galhard ordenó mantener la distancia, centrándose simplemente en lo que se le venía por delante. Sus valkirias, esperando inertes que la música apropiada sonase.
Se acomodó en la moto, dejando surgir dos brazos de hielo que empezaron a moverse con un suave silbido, arrancando lentamente el vehículo y poniéndose a la cabeza de su caballería. Apenas sí deslizaba el arco sobre las cuerdas, sin emitir ningún sonido perceptible. Estaba calibrando, observando con detenimiento, intentando quedarse con cada mínimo detalle. Destruir las máquinas ya no valdría de nada, pero si no lo hacían y solo se dedicaba a congelar los pozos estas volverían a perforar hasta dar con más. Aquello le recordaba, aunque de una forma mucho más peligrosa y bien organizada, al estúpido túnel de veinte kilómetros con el que los hombres pez habían podido abrir camino hasta el punto más alto de la Red Line. La situación, de hecho, tenía bastantes similitudes, las suficientes como para que lo recorriera un sudor frío al recordar la guerra de Mary Geoise. Solo que esa vez, por suerte, no era un simple capitán peleando entre titanes. Y aunque se estuviese enfrentando a rivales que no pudiera vencer, era su obligación avanzar. Sus tropas lo necesitaban.
- ¡Pelotón médico, dejad el avance y proteged a los heridos! -gritó, dando el primer acorde que hizo a sus caballos adelantar una primera pata-. ¡Artilleros, carguen cañones y apunten a las tuneladoras! ¡Infantería, disparen al pecho!
Dio las últimas órdenes y dio una señal a Galhard para que coordinase los esfuerzos del grueso. Comenzó a tocar rítmicamente, muy despacio, pero con fuerza. La marcha iba comenzando, y el suelo se veía cubierto de una quebradiza lámina de hielo antes de pisarlo.
- Ahora, Jack, es cuando devastamos sus filas. Y no toques al gigantón de Arthur, o se enfadará contigo. -Tragó saliva, y se preparó para envolver a todo su batallón con la voz-: ¡Da igual cuán débiles os sintáis, o cuán temibles puedan parecer, son gente normal como vosotros! ¡No disparéis a matar si no es por salvar vuestra vida, y recordad que aun si son nuestros enemigos, nosotros somos el escudo que debe protegerlos! ¡Hacia la victoria!
El motor de su moto rugió, ensordecido bajo el atronador zumbar de las cuerdas al frotarse. Con un ritmo constante y elevado, envolvió todo el campo de batalla. La moto salió veloz en línea recta, seguida por sus valkirias y en el cielo volando virotes de balista que avanzaban sobre sus cabezas, tratando esa vez de llegar hasta los lagos. Al no era demasiado veloz, no, pero tenía unos reflejos increíbles, y pudo evitar pasar por encima de los aliados caídos hasta dar con la línea frontal. Cuando el agua trataba de tocar su piel esta acababa congelada por completo, y cuando llegó hasta la vanguardia dio un volantazo, saltando sin dejar de tocar mientras un cascanueces se formaba en ella, llevando la moto de vuelta a la parte de atrás y estallando en mil pedazos.
El salto se alimentó de la velocidad de la moto, y con él aterrizó en medio de las filas enemigas, detrás de la línea de choque. Sin esperar a nada se agachó contra el suelo y puso la mano sobre él, creando una lámina de veinte centímetros desde su posición hasta doscientos metros a su frente, tratando de atrapar los pies de cada gyojin delante de él. Este hielo estaba a una temperatura de unos cien Kelvin, suficiente como para que el contacto prolongado generase terribles quemaduras, y si aquello funcionaba, desplegaría los patines sin dejar de tocar para que las valkirias, en su carga, diesen un brinco para cargar también contra las máquinas, tratando de herir de gravedad -pero no letalmente- a cualquier enemigo en su camino.
Se acomodó en la moto, dejando surgir dos brazos de hielo que empezaron a moverse con un suave silbido, arrancando lentamente el vehículo y poniéndose a la cabeza de su caballería. Apenas sí deslizaba el arco sobre las cuerdas, sin emitir ningún sonido perceptible. Estaba calibrando, observando con detenimiento, intentando quedarse con cada mínimo detalle. Destruir las máquinas ya no valdría de nada, pero si no lo hacían y solo se dedicaba a congelar los pozos estas volverían a perforar hasta dar con más. Aquello le recordaba, aunque de una forma mucho más peligrosa y bien organizada, al estúpido túnel de veinte kilómetros con el que los hombres pez habían podido abrir camino hasta el punto más alto de la Red Line. La situación, de hecho, tenía bastantes similitudes, las suficientes como para que lo recorriera un sudor frío al recordar la guerra de Mary Geoise. Solo que esa vez, por suerte, no era un simple capitán peleando entre titanes. Y aunque se estuviese enfrentando a rivales que no pudiera vencer, era su obligación avanzar. Sus tropas lo necesitaban.
- ¡Pelotón médico, dejad el avance y proteged a los heridos! -gritó, dando el primer acorde que hizo a sus caballos adelantar una primera pata-. ¡Artilleros, carguen cañones y apunten a las tuneladoras! ¡Infantería, disparen al pecho!
Dio las últimas órdenes y dio una señal a Galhard para que coordinase los esfuerzos del grueso. Comenzó a tocar rítmicamente, muy despacio, pero con fuerza. La marcha iba comenzando, y el suelo se veía cubierto de una quebradiza lámina de hielo antes de pisarlo.
- Ahora, Jack, es cuando devastamos sus filas. Y no toques al gigantón de Arthur, o se enfadará contigo. -Tragó saliva, y se preparó para envolver a todo su batallón con la voz-: ¡Da igual cuán débiles os sintáis, o cuán temibles puedan parecer, son gente normal como vosotros! ¡No disparéis a matar si no es por salvar vuestra vida, y recordad que aun si son nuestros enemigos, nosotros somos el escudo que debe protegerlos! ¡Hacia la victoria!
El motor de su moto rugió, ensordecido bajo el atronador zumbar de las cuerdas al frotarse. Con un ritmo constante y elevado, envolvió todo el campo de batalla. La moto salió veloz en línea recta, seguida por sus valkirias y en el cielo volando virotes de balista que avanzaban sobre sus cabezas, tratando esa vez de llegar hasta los lagos. Al no era demasiado veloz, no, pero tenía unos reflejos increíbles, y pudo evitar pasar por encima de los aliados caídos hasta dar con la línea frontal. Cuando el agua trataba de tocar su piel esta acababa congelada por completo, y cuando llegó hasta la vanguardia dio un volantazo, saltando sin dejar de tocar mientras un cascanueces se formaba en ella, llevando la moto de vuelta a la parte de atrás y estallando en mil pedazos.
El salto se alimentó de la velocidad de la moto, y con él aterrizó en medio de las filas enemigas, detrás de la línea de choque. Sin esperar a nada se agachó contra el suelo y puso la mano sobre él, creando una lámina de veinte centímetros desde su posición hasta doscientos metros a su frente, tratando de atrapar los pies de cada gyojin delante de él. Este hielo estaba a una temperatura de unos cien Kelvin, suficiente como para que el contacto prolongado generase terribles quemaduras, y si aquello funcionaba, desplegaría los patines sin dejar de tocar para que las valkirias, en su carga, diesen un brinco para cargar también contra las máquinas, tratando de herir de gravedad -pero no letalmente- a cualquier enemigo en su camino.
- Resumen:
- Cargo con las Valkirias y atravieso la línea de choque.
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Su paso al frente fue aceptado de buena gana, siendo incitada a llegar a la altura de Brutus, el único que parecía poderse comparar en presencia con ella. Aunque claro, ella lo ocultaba. Aún cabía la posibilidad de que alguno de los otros piratas tuviera una naturaleza similar, siendo asesinos sanguinarios, y que pudieran sobrepasarla en poder. Por otra parte, tanto en el CP como en esa banda se había infiltrado desde el eslabón más bajo. Así que podía simplemente ser que ella se encontraba por encima de la media. Si ese era el caso, quizás fuera una suerte que solo otras siete personas estuvieran encargadas de viajar junto a ella: Otras dos mujeres y cinco hombres corpulentos. Se mofó en sus adentros pensando en lo gracioso que sería ver sus caras de sorpresa si les clavaba la puñalada de su vida. Aún estaba enfadada, y esa idea pasó sutilmente por su mente como una dulce tentación. Ya se veía a sí misma a solas con esos asesinos a sangre fría, y su sorpresa justo antes de morir cortados por su aura mientras escuchaba las palabras del enviado de Tzar.
Un sobre sellado para cada uno. En su interior contenían un mensaje que solo podría descifrarse al leerlos de forma conjunta. Lo que significaba que, si robaba uno de los sobres, Hipatía, quien esperaba noticias de esos piratas en la capital, se quedaría con las ganas. Sabotear esa alianza que acababa de descubrir, ambos bandos compartían y que iba claramente contra el reinado de Akagami parecía un movimiento que podría poner en peligro el balance de su relación. El problema era que ella necesitaba la información. Si un sobre desaparecía, podía culparse a su custodio por haberlo perdido, si lo hacían ocho, no. Y aún no terminaba de tener claro como hablando ocho personas a la vez se iban a poder mezclar las letras fonéticamente de forma que se escuchase un mensaje claro y conciso.
«Si es que es hablado». Se recriminó. Si lo único que necesitaban era el papel y combinarlos todos bajo una luz sería un problema para ella. Ahí sí que necesitaría robarlos. «Ya hay que ser enrevesado» se quejó. De hecho, todo eso se le hacía muy raro, pudiendo usar el DDM. Debía ser un mensaje en clave importante. «Bueno, las cosas por partes» sentenció finalmente en su cabeza. No valía la pena preocuparse por cosas que aún no habían pasado. Muy para su pesar, su trabajo actual requería paciencia. Así que limito sus posibles preguntas a quien acababa de darle los sobres a dos muy sencillas. Aunque la primera iba camuflada de afirmación.
—Entonces solo tenemos que llegar ante su majestad y leer estas cartas al unísono. ¿Y después? —Esa era otra de las preocupaciones de Mura. Si el mensaje de verdad tenía información importante el mandar a mensajeros de tan bajo rango y con un método tan encriptado implicaba que era necesario que la información no se filtrara, si no era todo una treta. Por lo que Akane no podía evitar sentir que, o les darían un rango «importante» o su cuello correría la misma suerte que el de las pobres victimas de aquella ciudad. De ser el segundo caso tendría que buscarse las mañas para acabar viva, y demostrar que podría serle útil a la Emperatriz. Mantenerse a su lado. Tenía el camino para pensarlo.
Una vez contestase a su pregunta, si lo hacía, seguiría a la comitiva hasta el carruaje. Al parecer, solo ellos, el cochero y los curiosos gallos gigantes que harían de caballos irían a la capital.
El viaje fue, aburrido en cierto sentido. No es que tuviera muy buena compañía tampoco y esta, como ya había comprobado, no era muy habladora si les sacaban de la conversación sobre quien había matado más aldeanos, cual había sido su asesinato más satisfactorio, quien tenía el arma más grande y esas cosas. En el caso de la felina, esta prefirió mantenerse la mayor parte del viaje fingiendo que dormía, mientras se mantenía atenta a que nadie le intentara robar nada. También trató de asegurar los otros sobres con la mirada y memorizar en que compartimento o bolsillo se lo había guardado cada quien. Hecho eso, solo el descanso a medio camino que tomaron sirvió como verdadero descanso para Mura, quien pudo relajarse bajo el disfraz de Alice apartándose del carro —como los demás— para estirar las piernas y aprovechar en un momento para soltar el pelo de su peluca, adecentarlo y ocultar tras este sus orejas una vez colocados sus audífonos. Unos aparatos pequeños y casi imperceptibles una vez colocados. Si le daba tiempo, probaría a activarlos e incluso se planteaba hacer dos llamadas. Una breve, al caracolofono que mantenía en su cuarto como agente, para asegurarse de que este podía grabar la información que captara con estos. La otra sería para Berthil, diciendo: «Al final va a ser mejor el ir a la capital. La mayoría se dirigen a Kuri, y unos pocos a Onigashima. Creo que este trabajo es el más tranquilo». Como si estuviera hablando consigo misma. Solo esperaba que el dragón tuviera suficiente tiempo para descolgar y escucharla, o que al menos se quedase guardado el mensaje en el buzón de voz.
Ambas llamadas las haría en un tono bajo, casi susurrante, asegurándose en todo momento con su mantra de que no había nadie escuchándola. De vuelta al carruaje, no tardarían mucho más en llegar a la capital floral.
Un sobre sellado para cada uno. En su interior contenían un mensaje que solo podría descifrarse al leerlos de forma conjunta. Lo que significaba que, si robaba uno de los sobres, Hipatía, quien esperaba noticias de esos piratas en la capital, se quedaría con las ganas. Sabotear esa alianza que acababa de descubrir, ambos bandos compartían y que iba claramente contra el reinado de Akagami parecía un movimiento que podría poner en peligro el balance de su relación. El problema era que ella necesitaba la información. Si un sobre desaparecía, podía culparse a su custodio por haberlo perdido, si lo hacían ocho, no. Y aún no terminaba de tener claro como hablando ocho personas a la vez se iban a poder mezclar las letras fonéticamente de forma que se escuchase un mensaje claro y conciso.
«Si es que es hablado». Se recriminó. Si lo único que necesitaban era el papel y combinarlos todos bajo una luz sería un problema para ella. Ahí sí que necesitaría robarlos. «Ya hay que ser enrevesado» se quejó. De hecho, todo eso se le hacía muy raro, pudiendo usar el DDM. Debía ser un mensaje en clave importante. «Bueno, las cosas por partes» sentenció finalmente en su cabeza. No valía la pena preocuparse por cosas que aún no habían pasado. Muy para su pesar, su trabajo actual requería paciencia. Así que limito sus posibles preguntas a quien acababa de darle los sobres a dos muy sencillas. Aunque la primera iba camuflada de afirmación.
—Entonces solo tenemos que llegar ante su majestad y leer estas cartas al unísono. ¿Y después? —Esa era otra de las preocupaciones de Mura. Si el mensaje de verdad tenía información importante el mandar a mensajeros de tan bajo rango y con un método tan encriptado implicaba que era necesario que la información no se filtrara, si no era todo una treta. Por lo que Akane no podía evitar sentir que, o les darían un rango «importante» o su cuello correría la misma suerte que el de las pobres victimas de aquella ciudad. De ser el segundo caso tendría que buscarse las mañas para acabar viva, y demostrar que podría serle útil a la Emperatriz. Mantenerse a su lado. Tenía el camino para pensarlo.
Una vez contestase a su pregunta, si lo hacía, seguiría a la comitiva hasta el carruaje. Al parecer, solo ellos, el cochero y los curiosos gallos gigantes que harían de caballos irían a la capital.
El viaje fue, aburrido en cierto sentido. No es que tuviera muy buena compañía tampoco y esta, como ya había comprobado, no era muy habladora si les sacaban de la conversación sobre quien había matado más aldeanos, cual había sido su asesinato más satisfactorio, quien tenía el arma más grande y esas cosas. En el caso de la felina, esta prefirió mantenerse la mayor parte del viaje fingiendo que dormía, mientras se mantenía atenta a que nadie le intentara robar nada. También trató de asegurar los otros sobres con la mirada y memorizar en que compartimento o bolsillo se lo había guardado cada quien. Hecho eso, solo el descanso a medio camino que tomaron sirvió como verdadero descanso para Mura, quien pudo relajarse bajo el disfraz de Alice apartándose del carro —como los demás— para estirar las piernas y aprovechar en un momento para soltar el pelo de su peluca, adecentarlo y ocultar tras este sus orejas una vez colocados sus audífonos. Unos aparatos pequeños y casi imperceptibles una vez colocados. Si le daba tiempo, probaría a activarlos e incluso se planteaba hacer dos llamadas. Una breve, al caracolofono que mantenía en su cuarto como agente, para asegurarse de que este podía grabar la información que captara con estos. La otra sería para Berthil, diciendo: «Al final va a ser mejor el ir a la capital. La mayoría se dirigen a Kuri, y unos pocos a Onigashima. Creo que este trabajo es el más tranquilo». Como si estuviera hablando consigo misma. Solo esperaba que el dragón tuviera suficiente tiempo para descolgar y escucharla, o que al menos se quedase guardado el mensaje en el buzón de voz.
Ambas llamadas las haría en un tono bajo, casi susurrante, asegurándose en todo momento con su mantra de que no había nadie escuchándola. De vuelta al carruaje, no tardarían mucho más en llegar a la capital floral.
- Resumen:
- Asegurarse de que ha entendido bien y van a tener que leer los mensajes a la vez en voz alta pero sin que parezca una pregunta. Preguntar además que iba a ser de ellos después de entregar el mensaje. Durante el viaje no hay especial interacción entre ella y los demás asesinos más allá de escuchar sus comentarios, tratar de mantener controlado donde guardan sus sobres y que no le quiten el propio. En un pequeño descanso prepara sus audífonos*, probar si puede usarlos para grabar la información que escuche, e intentar llamar a Aka para avisarle de forma disimulada de lo poco que sabe. Esto, claro, siempre vigilando con su mantra y sus otros sentidos que no hay nadie espiándola
- cosas usadas :
- Nombre del objeto: Audífonos adaptables
Descripción: Objetos creados para ponerse en los oídos, aunque normalmente se utilizan para ampliar los sonidos al ser captados.
Cualidades del material:
Cualidades excepcionales: Permiten a su usuario calibrarlos para evitar los ruidos molestos. Ideales para una usuaria de Zoan que no quiere quedarse sin tímpanos al gritar alguien. Obviamente también podrá ampliar sonidos, cosa muy útil para escuchar conversaciones ajenas y enterarse de cotilleos. Y, dado que la idea de estos es impedir que Mura se quede sorda, están hechos de tal forma que se adapten perfectamente, incluso cuando esté transformada y haciendo piruetas. Pueden reducir en hasta 120 db un ruido. Es decir, si alguien está armando un barullo que supere ese límite, Mura lo escucharía, pero mucho más bajo. Si el ruido es inferior, no escucharía nada, a no ser que calibrase los audífonos.
Además, tienen incorporada la función de DDM, para poder comunicarse con las personas que compartan el mismo canal de voz (en un principio su banda. Es bastante práctico para cuando no esté Deathstroke).
Clase: Sigilo nivel 11. Maestrías discreción y sutileza
Haki: Mantra lvl 6
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-Sí, sí, sí, Acinóm de Iruk, muy bien. Cállate y bebe, venga. Eso es. ¡Oye, no lo escupas! Me estás mojando entera. Beb... Pero ¿qué coño...?
Y yo que ya lo daba por solucionado con un trago de zumo. ¿Cómo lo ha escupido? Me he asegurado de que no se le caiga mientras se lo hacía beber, así que no tiene sentido que esté goteando por la parte de abajo de su kimono y haya convertido la tierra en un barrizal con aroma a fruta. Encima me ha mojado a mí también.
Voy a limpiarme, pensando que a lo mejor se ha meado encima, cuando me doy cuenta de que tengo las manos totalmente pringadas de pintura. No, no es pintura. Es maquillaje. La cara de la chica muestra una variada tonalidad de grises, ninguno de ellos propio de la piel de un ser humano. ¿Qué está pasando aquí?
Restriego las manos contra mi ropa, intentando librarme de la intensa repugnancia que me asalta de repente. La chica pierde pie y cae al suelo con bastante poca gracia. En mi cabeza se repiten sus palabras: “Nos han matado.” “Nos han matado a todos, pero yo he sobrevivido.”
Esta chica está claramente perturbada, muerta o ambas cosas a la vez. He visto suficientes ejemplos de ambas cosas alrededor de Ivan como para no preguntarme si será alguna especie de zombie que el vampiro haya dejado suelto por aquí. Sin embargo, insiste en su historia sobre el pelirrojo. Esto es demencial.
-¡Déjalo de una vez! ¿Como que Iruk? En Wano no hay ningún Iruk. ¿Eres de Kuri? ¿Cómo has sobrevivido, eh?
Que de verdad haya salido viva de una incursión pirata sería posible de no ser por sus mentiras descaradas, lo cual conduce inevitablemente a preguntarse por qué miente. Lo cierto es que no sé qué pensar. Tengo que tomar el control de esto.
-Inosuke, apártale la ropa. Y tú, como te llames -De nuevo echo mano a mi bien surtido bolso en busca de un mapa de Wano-, háblame de quienes os atacaron y señálame a dónde se dirigen. No te preocupes, nosotros nos ocuparemos del malvado pelirrojo. -Yo también sé mentir.
Los problemas de uno en uno. Primero hay que asegurarse de si estamos hablando con una persona sana o con un muñeco de carne reanimado; luego, tener una referencia del lugar al que pretende llevarnos. Tal vez haya alguna pista en eso. Dios, no me puedo creer que esté planteándome la opción de que esté muerta. Mi vida se ha vuelto muy rara. Una parte de mí espera ver un agujero por el que haya caído el zumo, llevándose el maquillaje por delante en su camino a través de las agujereadas tripas de una joven sin vida; la otra preferiría cualquier otra explicación. Hay demasiados bandos involucrados en esto, y esta chica puede ser resultado de haber interactuado con cualquiera de ellos. Incluso el nuestro.
Entonces me fijo en la mancha negra del cuerpo del hombre-cerdo. Esa cosa que le puso el Mayordomo se ha extendido hasta su cuello, tiñendo su piel de un negro oleoso. No parece que a él le incomode lo más mínimo, pero eso no lo hace menos inquietante. Otro interrogante más, para hacerlo todo un poco más estresante.
Busco un palo por el suelo para tocar con él la creciente mancha de oscuridad. ¿Se extenderá por la madera? ¿Y cómo se quita? No puedo evitar inquietarme por lo que pasará cuando le cubra por completo.
-Deberías usar algunas de tus plantas y tus hierbas para quitarte esa cosa. Sea lo que sea.
Y yo que ya lo daba por solucionado con un trago de zumo. ¿Cómo lo ha escupido? Me he asegurado de que no se le caiga mientras se lo hacía beber, así que no tiene sentido que esté goteando por la parte de abajo de su kimono y haya convertido la tierra en un barrizal con aroma a fruta. Encima me ha mojado a mí también.
Voy a limpiarme, pensando que a lo mejor se ha meado encima, cuando me doy cuenta de que tengo las manos totalmente pringadas de pintura. No, no es pintura. Es maquillaje. La cara de la chica muestra una variada tonalidad de grises, ninguno de ellos propio de la piel de un ser humano. ¿Qué está pasando aquí?
Restriego las manos contra mi ropa, intentando librarme de la intensa repugnancia que me asalta de repente. La chica pierde pie y cae al suelo con bastante poca gracia. En mi cabeza se repiten sus palabras: “Nos han matado.” “Nos han matado a todos, pero yo he sobrevivido.”
Esta chica está claramente perturbada, muerta o ambas cosas a la vez. He visto suficientes ejemplos de ambas cosas alrededor de Ivan como para no preguntarme si será alguna especie de zombie que el vampiro haya dejado suelto por aquí. Sin embargo, insiste en su historia sobre el pelirrojo. Esto es demencial.
-¡Déjalo de una vez! ¿Como que Iruk? En Wano no hay ningún Iruk. ¿Eres de Kuri? ¿Cómo has sobrevivido, eh?
Que de verdad haya salido viva de una incursión pirata sería posible de no ser por sus mentiras descaradas, lo cual conduce inevitablemente a preguntarse por qué miente. Lo cierto es que no sé qué pensar. Tengo que tomar el control de esto.
-Inosuke, apártale la ropa. Y tú, como te llames -De nuevo echo mano a mi bien surtido bolso en busca de un mapa de Wano-, háblame de quienes os atacaron y señálame a dónde se dirigen. No te preocupes, nosotros nos ocuparemos del malvado pelirrojo. -Yo también sé mentir.
Los problemas de uno en uno. Primero hay que asegurarse de si estamos hablando con una persona sana o con un muñeco de carne reanimado; luego, tener una referencia del lugar al que pretende llevarnos. Tal vez haya alguna pista en eso. Dios, no me puedo creer que esté planteándome la opción de que esté muerta. Mi vida se ha vuelto muy rara. Una parte de mí espera ver un agujero por el que haya caído el zumo, llevándose el maquillaje por delante en su camino a través de las agujereadas tripas de una joven sin vida; la otra preferiría cualquier otra explicación. Hay demasiados bandos involucrados en esto, y esta chica puede ser resultado de haber interactuado con cualquiera de ellos. Incluso el nuestro.
Entonces me fijo en la mancha negra del cuerpo del hombre-cerdo. Esa cosa que le puso el Mayordomo se ha extendido hasta su cuello, tiñendo su piel de un negro oleoso. No parece que a él le incomode lo más mínimo, pero eso no lo hace menos inquietante. Otro interrogante más, para hacerlo todo un poco más estresante.
Busco un palo por el suelo para tocar con él la creciente mancha de oscuridad. ¿Se extenderá por la madera? ¿Y cómo se quita? No puedo evitar inquietarme por lo que pasará cuando le cubra por completo.
-Deberías usar algunas de tus plantas y tus hierbas para quitarte esa cosa. Sea lo que sea.
- Resumen:
- Pues intentar salir a flote en el caos, así a grandes rasgos. Kaya hace un pequeño experimento con la mancha negra de Ino y trata de averiguar si la chica está viva y a dónde quiere que vayan..
Gareth Silverwing
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Sonreí levemente, pero no lo suficiente como para que fuera perceptible, al ver a aquel gyojin y su reto. Lanzó de vuelta el virote de hielo y no me hizo falta que llegase para saber la fuerza que llevaba, con solo un vistazo podía intuir que se trataba de alguien fuerte. Llevé la mano al pecho y un brillo rojizo salió de este al materializarse Zinogre en mis manos, aquel glaive que formaba parte de mí, cuyo brillo cristalino se reflejaba en su superficie carmesí. Di un paso al frente para enfrentar a mi oponente, pero ni con el escudo ni con mi arma hice ningún ademán de defenderme de aquel virote, no gasté tiempo ni energías en esquivar ni apartarme, manteniendo un curso recto y conservando toda la inercia que pudiera. Cuando el hielo estuvo a solamente centímetros de mi cara le comuniqué varias veces la temperatura que había robado a aquella masa de agua al congelarla, el cristalino elemento sublimó de pronto ante mi cara, transformándose en vapor.
Cuando estuve a unos pocos metros de él, clavé los pies en el suelo, ahora transformado en hielo por Al, transmití toda la inercia que había acumulado a la hoja de mi arma, al moverla con tanta velocidad y fuerza el aire comenzó a brillar con un tono incandescente antes de lanzar la onda perforante Avenger. Aquella técnica tomaba el nombre del cañón de 105 mm al que imitaba y no exageraría al decir que poseería una potencia destructiva similar. Una detonación se escuchó al salir disparada la onda de choque, dejando una estela en el aire, en camino hacia el Gyojin, ahora podríamos ver la fuerza que tenía aquel hombre pez. De todas formas, le hubiese dado o no, miraría en dirección a las fuerzas que antes resistían al ataque Hipatia.
- ¡¿Acaso creéis que podéis descansar porque hemos llegado?! - Grité a los cuatro vientos. - ¡Levantaos, luchad, tenéis al enemigo al alcance de la mano y os ha dado la espalda! - Alcé mi arma para llamar su atención, para que me mirasen. - ¡Salid de vuestro escondite y atacad, esta será vuestra victoria! ¡Si sólo estáis heridos podéis seguir luchando y si os estáis muriendo que vuestro último aliento sea con las manos en el cuello de vuestros enemigos!
Y con esa frase dejé que mi voluntad llegase a ellos, les inspirase y les diese fuerzas para salir y combatir, teníamos una pinza bien montada, no podíamos permitir que perdieran el tiempo, que el enemigo aprovechase para recuperarse. Algunos morirían, sonaba cruel, pero morirían muchos más si se quedaban ahí mirando. Este era su momento de brillar, de demostrar que no habían resistido todo este tiempo para luego esconderse. La brigada más fuerte de la marina había llegado en su ayuda, por eso tenían que demostrar estar a la altura de la suerte que habían tenido.
Cuando estuve a unos pocos metros de él, clavé los pies en el suelo, ahora transformado en hielo por Al, transmití toda la inercia que había acumulado a la hoja de mi arma, al moverla con tanta velocidad y fuerza el aire comenzó a brillar con un tono incandescente antes de lanzar la onda perforante Avenger. Aquella técnica tomaba el nombre del cañón de 105 mm al que imitaba y no exageraría al decir que poseería una potencia destructiva similar. Una detonación se escuchó al salir disparada la onda de choque, dejando una estela en el aire, en camino hacia el Gyojin, ahora podríamos ver la fuerza que tenía aquel hombre pez. De todas formas, le hubiese dado o no, miraría en dirección a las fuerzas que antes resistían al ataque Hipatia.
- ¡¿Acaso creéis que podéis descansar porque hemos llegado?! - Grité a los cuatro vientos. - ¡Levantaos, luchad, tenéis al enemigo al alcance de la mano y os ha dado la espalda! - Alcé mi arma para llamar su atención, para que me mirasen. - ¡Salid de vuestro escondite y atacad, esta será vuestra victoria! ¡Si sólo estáis heridos podéis seguir luchando y si os estáis muriendo que vuestro último aliento sea con las manos en el cuello de vuestros enemigos!
Y con esa frase dejé que mi voluntad llegase a ellos, les inspirase y les diese fuerzas para salir y combatir, teníamos una pinza bien montada, no podíamos permitir que perdieran el tiempo, que el enemigo aprovechase para recuperarse. Algunos morirían, sonaba cruel, pero morirían muchos más si se quedaban ahí mirando. Este era su momento de brillar, de demostrar que no habían resistido todo este tiempo para luego esconderse. La brigada más fuerte de la marina había llegado en su ayuda, por eso tenían que demostrar estar a la altura de la suerte que habían tenido.
- Resumen:
- Evaporar el virote de hielo, lanzar una onda perforante al gyojin, inspirar a los aliados que estaban resistiendo para que ataquen por la retaguardia con mi Haki.
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Cristo bendito, ¿cómo podía moverse de esa manera ese bicharraco? Apenas había podido aguantar dos minutos el ritmo de carrera que llevaba. Si no fuera por la llegada de Katharina y su ayuda probablemente habría mandado a la mierda la idea de ir tras él y se hubiera ido a... a... a algún otro lado.
El cielo, ese día, estaba lleno de cosas rarísimas. Primero luz, fuego, destrucción, ceniza, un show de luces; ahora era... ¿qué era eso? fuera lo que fuera, iba volando por ahí. No le prestó más atención que la necesaria y volvió a centrarse en lo que debían hacer. El mostrenco ese se dirigía hacia donde antes había visto la columna de fuego, y lo del contratante... no dijo nada, pero ya había sido informada por Kath e Ivan de para quién estaban trabajando. ¿Iba a ir ahí después de hacerse el loco con la llegada de los gyojin?
Le comentaría lo que pensaba a Katharina de Blackhole por ahora, pero lo mismo el mayordomo ese estaba detrás suya esperando a que abriera la boca para decirle "la has cagado, chavala" y llenarle el brazo o una teta con una mancha de esas como la que tenía Ino. Esa gente era la peor. ¿La callada? Sí, ¿la que sonreía? Peor todavía, peores que ella, auténticos demonios.
En otro orden de cosas, si el señor de la zoan de tren de mercancías se iba a mosquear por seguirlo iría por otro lado. Miró hacia la derecha, miró hacia la izquierda. A juzgar por dónde habían entrado... a la derecha estaba el norte. A la izquierda el sur... Iría hacia el sur, seguiría las indicaciones de Katharina.
Acabaría llegando a un poblado que apestaba muchísimo, pero no era un hedor normal. No eran heces ni flatulencias, eran cadáveres y sangre. Una gran cantidad de cadáveres, un manto de sangre, era una escena bastante dantesca. Antes de hablar volvió a girarse. ¿Estaría Grimes ahí? ¿El Mayordomo? ¿La locomotora embistiendo árboles y personas? Entrecerró los ojos, desconfiando de su entorno, y volvió la vista hacia un cadáver aleatorio entre todos los que allí había.
—Pues... no ha quedado mucho —dijo, conteniendo las ganas de hacer una gracieta tétrica —. Este sitio está más muerto que los platos de nuestra cocina —fracasó estrepitosamente —. Bueno, Kath, ¿qué quería la chavala esa? me adelanté para intentar alcanzar a Blackhole pero el desgraciado es como un tren. Para ser tan grande es rapidísimo —preguntó, de paso dejando caer lo que había podido percibir de aquel hombre. No solo era enorme, tremendamente fuerte y también tremendamente resistente, también era rápido.
Tenían tantos cadáveres cerca que estaba casi segura de que Ivan gemiría del gusto solo de ver cuántos podría levantar. Dejando las bromas a un lado, ¿qué había pasado? aparte de la evidente masacre también habían destrozado también todas las estructuras y edificios, no se habían conformado con solo matar, habían arrasado el lugar.
—¿Habrán sido los piratas que ha mencionado? —preguntó. Lo pensó durante un par de segundos, y decidió probar.
—¡Eh! ¿¡algún superviviente!? —voceó un par de veces por si había alguien vivo haciéndose el muerto. Miró a su alrededor, miró hacia el suelo y empezó a andar mientras llamaba, tratando de no pisar ningún cadáver. Si pisaba uno y se resbalaba... pillaría algo raro. ¿Habría alguna pista en los cuerpos? Quizá debería echarles un vistazo también. No controlaba tanto de medicina, pero conocía el organismo lo suficiente como para detectar cualquier irregularidad.
El cielo, ese día, estaba lleno de cosas rarísimas. Primero luz, fuego, destrucción, ceniza, un show de luces; ahora era... ¿qué era eso? fuera lo que fuera, iba volando por ahí. No le prestó más atención que la necesaria y volvió a centrarse en lo que debían hacer. El mostrenco ese se dirigía hacia donde antes había visto la columna de fuego, y lo del contratante... no dijo nada, pero ya había sido informada por Kath e Ivan de para quién estaban trabajando. ¿Iba a ir ahí después de hacerse el loco con la llegada de los gyojin?
Le comentaría lo que pensaba a Katharina de Blackhole por ahora, pero lo mismo el mayordomo ese estaba detrás suya esperando a que abriera la boca para decirle "la has cagado, chavala" y llenarle el brazo o una teta con una mancha de esas como la que tenía Ino. Esa gente era la peor. ¿La callada? Sí, ¿la que sonreía? Peor todavía, peores que ella, auténticos demonios.
En otro orden de cosas, si el señor de la zoan de tren de mercancías se iba a mosquear por seguirlo iría por otro lado. Miró hacia la derecha, miró hacia la izquierda. A juzgar por dónde habían entrado... a la derecha estaba el norte. A la izquierda el sur... Iría hacia el sur, seguiría las indicaciones de Katharina.
Acabaría llegando a un poblado que apestaba muchísimo, pero no era un hedor normal. No eran heces ni flatulencias, eran cadáveres y sangre. Una gran cantidad de cadáveres, un manto de sangre, era una escena bastante dantesca. Antes de hablar volvió a girarse. ¿Estaría Grimes ahí? ¿El Mayordomo? ¿La locomotora embistiendo árboles y personas? Entrecerró los ojos, desconfiando de su entorno, y volvió la vista hacia un cadáver aleatorio entre todos los que allí había.
—Pues... no ha quedado mucho —dijo, conteniendo las ganas de hacer una gracieta tétrica —. Este sitio está más muerto que los platos de nuestra cocina —fracasó estrepitosamente —. Bueno, Kath, ¿qué quería la chavala esa? me adelanté para intentar alcanzar a Blackhole pero el desgraciado es como un tren. Para ser tan grande es rapidísimo —preguntó, de paso dejando caer lo que había podido percibir de aquel hombre. No solo era enorme, tremendamente fuerte y también tremendamente resistente, también era rápido.
Tenían tantos cadáveres cerca que estaba casi segura de que Ivan gemiría del gusto solo de ver cuántos podría levantar. Dejando las bromas a un lado, ¿qué había pasado? aparte de la evidente masacre también habían destrozado también todas las estructuras y edificios, no se habían conformado con solo matar, habían arrasado el lugar.
—¿Habrán sido los piratas que ha mencionado? —preguntó. Lo pensó durante un par de segundos, y decidió probar.
—¡Eh! ¿¡algún superviviente!? —voceó un par de veces por si había alguien vivo haciéndose el muerto. Miró a su alrededor, miró hacia el suelo y empezó a andar mientras llamaba, tratando de no pisar ningún cadáver. Si pisaba uno y se resbalaba... pillaría algo raro. ¿Habría alguna pista en los cuerpos? Quizá debería echarles un vistazo también. No controlaba tanto de medicina, pero conocía el organismo lo suficiente como para detectar cualquier irregularidad.
- resumen:
» Decide no mosquear a la locomotora humana y sigue las órdenes de Kath para dirigirse hacia el sur.
» Se da la vuelta al menos una vez por si ve al mayordomo siguiéndola o algo.
» Hace un chiste malo y de mal gusto.
» Busca algún superviviente y evitar tocar los muertos para no pillar ninguna enfermedad chunga de esas.
Noximilien
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No tardo en ponerse manos a la obra con el barco. Comenzó con aquel gran agujero del casco, donde el agua no paraba de entrar agua. Armado con los materiales y las herramientas se aventuró a la parte inferior del casco, que le cubría hasta la cintura de agua. Por si le daba un chungo debido a su naturaleza de usuario, se amarro al cinturón una soga y encargo a varios de los tripulantes que quedasen para rescatarle por si acaso.
En principio pareció arreglado, pero entonces un gran crujido sonó en todo el barco. Cuando nox volvió a prestar atención al arreglo, hilos de agua que se iban incrementándose y el sonido de los maderos crujiendo le dieron un mal fario al enmascarado. Empezó a correr a zambullones debido a la cantidad de agua a su vez que zarandeaba de la cuerda para que el otro extremo tirase. Lejos de aquella trampa de agua, siguió corriendo rápidamente hacia cubierta.
- ¡Abandonad el barco, esto se va a pique!
El arreglo termino reventado y el barco se hundió a gran velocidad. Solo dio el tiempo justo para evacuar mientras el navío terminaba de ser reclamar por el océano. Nox estampo el martillo, usado para la reparar y no había soltado durante la huida, contra la arena de la costa, como gesto de frustración.
Se sentó en la arena, mientras observaba como el mástil asomaba en el agua. La primera e única idea que se lo ocurría era adquirir un nuevo barco de forma ilícita, pero el más cercano se podía reconocer la figura de Lysbeth Ardian. No quería que el pelirrojo se viera involucrado por robarle su barco. No se le ocurría nada, pero ya que se podía soñar…
- ¿Sabéis? He oído rumores de que Wano cuenta con buenas flotas. ¿Y si vamos a por su buque insignia, o algo por la molestia de dejarnos sin barco?
En principio pareció arreglado, pero entonces un gran crujido sonó en todo el barco. Cuando nox volvió a prestar atención al arreglo, hilos de agua que se iban incrementándose y el sonido de los maderos crujiendo le dieron un mal fario al enmascarado. Empezó a correr a zambullones debido a la cantidad de agua a su vez que zarandeaba de la cuerda para que el otro extremo tirase. Lejos de aquella trampa de agua, siguió corriendo rápidamente hacia cubierta.
- ¡Abandonad el barco, esto se va a pique!
El arreglo termino reventado y el barco se hundió a gran velocidad. Solo dio el tiempo justo para evacuar mientras el navío terminaba de ser reclamar por el océano. Nox estampo el martillo, usado para la reparar y no había soltado durante la huida, contra la arena de la costa, como gesto de frustración.
Se sentó en la arena, mientras observaba como el mástil asomaba en el agua. La primera e única idea que se lo ocurría era adquirir un nuevo barco de forma ilícita, pero el más cercano se podía reconocer la figura de Lysbeth Ardian. No quería que el pelirrojo se viera involucrado por robarle su barco. No se le ocurría nada, pero ya que se podía soñar…
- ¿Sabéis? He oído rumores de que Wano cuenta con buenas flotas. ¿Y si vamos a por su buque insignia, o algo por la molestia de dejarnos sin barco?
- Resumen:
- Proponer robar el barco del jodido shogun de wano
Therax no podía evitar sentirse como un bidón de gasolina —aunque no tenía demasiado claro qué era eso— al contemplar el fuego que devoraba cada milímetro de Kuri. Él, que siempre había usado su viento para avivar las llamas de Zane y solucionar el problema de turno, asistía a un espectáculo que sólo podría empeorar si decidiese tomar cartas en el asunto de forma seria. Interrumpiendo sus cavilaciones, Zane y Marc detuvieron el vuelo. Ambos habían identificado a personas relevantes bajo sus pies. Aquello no supuso ninguna revelación para el rubio, pues con el paso del tiempo había hecho de su voluntad algo tan íntimo y paradójicamente involuntaria que en la mayoría de ocasiones se comportaba como un sentido más.
Sí, sabía que Kanima estaba combatiendo junto a los civiles por sobrevivir y rescatar lo poco que quedaba de su tierra. También había percibido una potencialmente problemática presencia corriendo muchos metros por debajo de su posición, y todo ello en un contexto en que cada gota de poder podía convertirse de buenas a primeras en un verdadero incordio.
—Si se dirige hacia allí tendremos que ocuparnos cuando llegue —contestó al grandullón, aunque sabía que en ningún momento había hablado con intención de descender para enfrentarse a un desconocido. Tal vez los retos fuesen sugerentes y atractivos, pero no ser capaz de priorizar otras cosas en un momento como aquél sería propio de alguien muy necio, demasiado, tanto que ni el mismísimo Zane, que le había hecho entrega de un Den Den Mushi y se disponía a ayudar a los civiles, podría compararse a él—. Eso está hecho —concluyó en respuesta al pelirrojo antes de continuar con su camino junto a Marc.
No tardaron demasiado tiempo en llegar a su objetivo, pero, por desgracia, quien les recibió no fue el Emperador del Mar, sino alguien con un acento particularmente desagradable que les cerró el paso. Presumiblemente sería algún subordinado de Berthil, quizás alguien relevante, y por un momento maldijo mil veces no haber tenido la oportunidad de conocerle en el pasado. Había coincidido con él tiempo atrás en Jaya, pero el contacto entre ambos no había sido más sólido que una brizna de hierba mecida por el viento.
—Y por eso estamos aquí, porque es de su propiedad —contestó el segundo al mando de los Hermanos de la Tormenta—. Me envía Zane, que ha tenido que detenerse un momento, para que hable con tu jefe en su nombre.
Confiaba en que el nuevo pelirrojo le reconociese como mano derecha del Descamisetado y que conociese la buena relación que existía entre ambos Emperadores del Mar. De ser así no debería poner problemas para que pudiese reunirse con él y, dado el caso, le transmitiría una por una las palabras del pirata. También añadiría la fuente de la información acerca de los traidores e infiltrados entre las defensas de Wano. Kanima Zao era alguien respetable dentro de la isla, una persona que lo había puesto todo de su parte para detener las constantes amenazas que habían asediado la tierra de los samuráis recientemente. ¿Acaso podía haber alguien más digno de confianza que él? Por supuesto, le entregaría el caracol que le había lanzado Zane antes de separarse para que pudiese hablar con él de inmediato.
Sí, sabía que Kanima estaba combatiendo junto a los civiles por sobrevivir y rescatar lo poco que quedaba de su tierra. También había percibido una potencialmente problemática presencia corriendo muchos metros por debajo de su posición, y todo ello en un contexto en que cada gota de poder podía convertirse de buenas a primeras en un verdadero incordio.
—Si se dirige hacia allí tendremos que ocuparnos cuando llegue —contestó al grandullón, aunque sabía que en ningún momento había hablado con intención de descender para enfrentarse a un desconocido. Tal vez los retos fuesen sugerentes y atractivos, pero no ser capaz de priorizar otras cosas en un momento como aquél sería propio de alguien muy necio, demasiado, tanto que ni el mismísimo Zane, que le había hecho entrega de un Den Den Mushi y se disponía a ayudar a los civiles, podría compararse a él—. Eso está hecho —concluyó en respuesta al pelirrojo antes de continuar con su camino junto a Marc.
No tardaron demasiado tiempo en llegar a su objetivo, pero, por desgracia, quien les recibió no fue el Emperador del Mar, sino alguien con un acento particularmente desagradable que les cerró el paso. Presumiblemente sería algún subordinado de Berthil, quizás alguien relevante, y por un momento maldijo mil veces no haber tenido la oportunidad de conocerle en el pasado. Había coincidido con él tiempo atrás en Jaya, pero el contacto entre ambos no había sido más sólido que una brizna de hierba mecida por el viento.
—Y por eso estamos aquí, porque es de su propiedad —contestó el segundo al mando de los Hermanos de la Tormenta—. Me envía Zane, que ha tenido que detenerse un momento, para que hable con tu jefe en su nombre.
Confiaba en que el nuevo pelirrojo le reconociese como mano derecha del Descamisetado y que conociese la buena relación que existía entre ambos Emperadores del Mar. De ser así no debería poner problemas para que pudiese reunirse con él y, dado el caso, le transmitiría una por una las palabras del pirata. También añadiría la fuente de la información acerca de los traidores e infiltrados entre las defensas de Wano. Kanima Zao era alguien respetable dentro de la isla, una persona que lo había puesto todo de su parte para detener las constantes amenazas que habían asediado la tierra de los samuráis recientemente. ¿Acaso podía haber alguien más digno de confianza que él? Por supuesto, le entregaría el caracol que le había lanzado Zane antes de separarse para que pudiese hablar con él de inmediato.
- Resumen:
- Jíbirir mentales, llegar con el pelirrojo dos y presentarme como subcapitán de los Hermanotes de la Storm para que me deje ver a Berthil. Si es así, comentarle lo que ha dicho Zane y hacerle entrega del Den Den Mushi.
Osuka Sumisu
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El samurái había afirmado las palabras del oficial, confirmando su historia de un guerrero caído en desgracia. Aunque el hecho que fuese el señor quien ordeno que siguiera viviendo le pillo desprevenido. No muchos hombres poderosos tratarían a sus inferiores de aquella manera. Un líder sin hombres leales no era nada y por ello había que ganárselos, Osuka lo sabía bien.
Fuera no parecía ocurrir nada mucho más interesante. Las ultimas miradas recelosas de los campesinos hacia el samurái se habían dispersado hace bastante. Estuvo al tanto de si aparecían patrullas gyojin, pues los pueblos cerca de los castillos eran los que mejor vigilancia tenían. No ver ni un solo hombre pez de la emperatriz sirena podía ser algo esperanzador, podría significar que aún se estaban organizando tras la conquista y no tenían claras sus prioridades actualmente.
Se escuchaba un poco de barullo en el interior, pero no era nada de lo que preocuparse al parecer. Su atención se desvió otra vez hacia fuera donde se le aparecieron tres nuevos samuráis. Sus cuerpos no estaban tan envejecidos y sus armaduras aun podían aguantar un par de asaltos comparado con la condición de Masahisa. El oficial los miro de arriba abajo a los guerreros, para finalmente echándose a un lado para dejarlos entrar.
- Sumisu. Osuka Sumisu- el oficial estaba detrás de los tres últimos guerreros que habían entrado. Lentamente se dirigió a la barra-. El chavalin es Prometeo.
Hizo un gesto al encargado del local. Tenía ganas de probar el té que el abuelo mencionaba. En cuanto tuviera el vaso a mano se volvería a girar al contingente de guerreros.
- Voy a suponer que esto no es una convención de veteranos de guerra.
Fuera no parecía ocurrir nada mucho más interesante. Las ultimas miradas recelosas de los campesinos hacia el samurái se habían dispersado hace bastante. Estuvo al tanto de si aparecían patrullas gyojin, pues los pueblos cerca de los castillos eran los que mejor vigilancia tenían. No ver ni un solo hombre pez de la emperatriz sirena podía ser algo esperanzador, podría significar que aún se estaban organizando tras la conquista y no tenían claras sus prioridades actualmente.
Se escuchaba un poco de barullo en el interior, pero no era nada de lo que preocuparse al parecer. Su atención se desvió otra vez hacia fuera donde se le aparecieron tres nuevos samuráis. Sus cuerpos no estaban tan envejecidos y sus armaduras aun podían aguantar un par de asaltos comparado con la condición de Masahisa. El oficial los miro de arriba abajo a los guerreros, para finalmente echándose a un lado para dejarlos entrar.
- Sumisu. Osuka Sumisu- el oficial estaba detrás de los tres últimos guerreros que habían entrado. Lentamente se dirigió a la barra-. El chavalin es Prometeo.
Hizo un gesto al encargado del local. Tenía ganas de probar el té que el abuelo mencionaba. En cuanto tuviera el vaso a mano se volvería a girar al contingente de guerreros.
- Voy a suponer que esto no es una convención de veteranos de guerra.
- Resumen:
- Dar nombres y preguntar por esta Samurai-CON
Katharina von Steinhell
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«Definitivamente lo mataré», pensó con el ceño fruncido y los ojos puestos en la espalda del Mayordomo mientras se alejaba. En una situación normal lo habría considerado una falta de educación, sin embargo, el comportamiento de ese hombre buscaba provocar a Katharina. El mundo entero sabía cómo era la bruja y en más de una ocasión se había mostrado caóticamente agresiva; quizás era el propósito de ese hijo de perra. «Espero que lo hayas disfrutado, pues más pronto que tarde acabarás con Fushigiri en el pecho», prometió.
Estaba acumulando odio en su interior y ahora mismo era una bomba de tiempo: explotaría en cualquier momento. Una voz en su cabeza, no obstante, le aconsejaba que fuera prudente: las vidas de sus amigos estaban en juego y no las perdería por un error suyo. Tenía muchas ganas de desquitarse con esa mujer que le había mentido no solo una, sino dos veces en su propia cara. ¿Un chupetón? ¿Y con su padre? Una puta mierda, eso no se lo creería ni Inosuke. La mancha (o el maquillaje, depende del punto de vista) se parecía al del chico de Skypiea, aunque no era exactamente igual. ¿Por qué tenía el cuello sucio…? ¿Era una marca? Y de ser así, ¿cuál era su significado? Era imposible que estuviera ahí solo porque sí: debía tener una explicación. Pero no era su trabajo hallar el sentido de las marcas, esa tarea se la había confiado a Kaya.
Partió antes de que Eugenio estuviese demasiado lejos y no tardó en alcanzar a Alexandra. La pobre mujer hacía un esfuerzo sobrehumano para mantenerse cerca de Blackhole, pero el hombre no era conocido por su misericordia: no le interesaba lo más mínimo esperar a la pirata. La bruja se ofreció a llevarla en su espalda (gesto que Alexandra aceptó), aunque jamás pensó que las enormes tetas de la mujer-monstruo llegasen a molestar tanto. Parecían dos globos que rebotaban una y otra y otra y otra vez en su cabeza. Por si todo no estuviera siendo ya lo suficientemente extraño, Wano se convirtió de pronto en una tierra surrealista cuando una nube de queso voladora cruzó el cielo a una velocidad endemoniada. Espera, ¿queso? Esa era la habilidad de su antiguo compañero, Marc… Maldición, en esa dirección se encontraba el hombre al que había ido a buscar Ivan.
La hechicera consiguió alcanzar a Blackhole, aunque al hombre no le gustó que estuviera allí. «¿Ir a ver al contratante…?», se preguntó y luego imaginó que chasqueaba la lengua. «Ivan, escúchame. Tienes que apresurarte: Blackhole va camino a ver a Berthil, y no es el único. Los Arashi acaban de pasar encima de nosotras y estoy segura de que también se dirigen hacia allá. Ten cuidado», le informó telepáticamente a su compañero, aprovechando los últimos minutos del químico que se había inyectado.
—¿Que qué hacemos aquí? Te estamos siguiendo, supongo —respondió la bruja con tono inocente y sincero. La verdad es que sí: la estaba siguiendo—. Aunque creo que tenemos trabajo por hacer en el sur. Nos vemos, compañero —se despidió con una sonrisa justo antes de virar hacia la izquierda.
Alexandra debió haber pensado lo mismo que Katharina: no querían mosquear a Blackhole. Además, tampoco le interesaba reunirse con Zane ni con Berthil; tenía sus propios asuntos de los que ocuparse. Por fortuna pudo avisarle a Ivan, que había agregado unas últimas palabras poco esperanzadoras. La bruja decidió callar: la vida de su amigo era infinitamente más importante que cualquier plan que pudiera imaginar. Cuando alejó ese pensamiento de la cabeza se detuvo en un pueblo que en principio parecía ofrecer la tranquilidad impropia de la guerra, sin embargo, pronto se dio cuenta de que había un mar de cadáveres repartidos por todos sitios. De inmediato inspeccionó el lugar con su mantra en busca de intenciones hostiles o presencias. Y por acción natural acercó su mano a la empuñadura de Fushigiri.
—Ten cuidado —le sugirió a su compañera para luego responder su pregunta—. Sus intenciones no quedaron claras, lo único que sabemos es que está mintiendo. ¿No te pareció sospechosa la mancha que tenía en el cuello? Dijo que se trataba de un chupetón. —Estudió el sitio con la mirada mientras avanzaba con cautela—. Piratas o no, tienen un gran poder de destrucción. Fíjate en los edificios: no queda casi ni uno en pie. Y clarísimo está que no tienen un ápice de humanidad.
A diferencia de su compañera, Katharina preferiría evitar llamar la atención con gritos. Se mantendría en silencio y avanzaría pendiente de cuidar tanto su espalda como la de Alexandra. Si intentaban tomarles por sorpresa, reaccionaría rápidamente para ayudar a la pirata. ¿Le habría entregado información el rápido escaneo de la zona? ¿O necesitaría seguir inspeccionando con la vista?
Estaba acumulando odio en su interior y ahora mismo era una bomba de tiempo: explotaría en cualquier momento. Una voz en su cabeza, no obstante, le aconsejaba que fuera prudente: las vidas de sus amigos estaban en juego y no las perdería por un error suyo. Tenía muchas ganas de desquitarse con esa mujer que le había mentido no solo una, sino dos veces en su propia cara. ¿Un chupetón? ¿Y con su padre? Una puta mierda, eso no se lo creería ni Inosuke. La mancha (o el maquillaje, depende del punto de vista) se parecía al del chico de Skypiea, aunque no era exactamente igual. ¿Por qué tenía el cuello sucio…? ¿Era una marca? Y de ser así, ¿cuál era su significado? Era imposible que estuviera ahí solo porque sí: debía tener una explicación. Pero no era su trabajo hallar el sentido de las marcas, esa tarea se la había confiado a Kaya.
Partió antes de que Eugenio estuviese demasiado lejos y no tardó en alcanzar a Alexandra. La pobre mujer hacía un esfuerzo sobrehumano para mantenerse cerca de Blackhole, pero el hombre no era conocido por su misericordia: no le interesaba lo más mínimo esperar a la pirata. La bruja se ofreció a llevarla en su espalda (gesto que Alexandra aceptó), aunque jamás pensó que las enormes tetas de la mujer-monstruo llegasen a molestar tanto. Parecían dos globos que rebotaban una y otra y otra y otra vez en su cabeza. Por si todo no estuviera siendo ya lo suficientemente extraño, Wano se convirtió de pronto en una tierra surrealista cuando una nube de queso voladora cruzó el cielo a una velocidad endemoniada. Espera, ¿queso? Esa era la habilidad de su antiguo compañero, Marc… Maldición, en esa dirección se encontraba el hombre al que había ido a buscar Ivan.
La hechicera consiguió alcanzar a Blackhole, aunque al hombre no le gustó que estuviera allí. «¿Ir a ver al contratante…?», se preguntó y luego imaginó que chasqueaba la lengua. «Ivan, escúchame. Tienes que apresurarte: Blackhole va camino a ver a Berthil, y no es el único. Los Arashi acaban de pasar encima de nosotras y estoy segura de que también se dirigen hacia allá. Ten cuidado», le informó telepáticamente a su compañero, aprovechando los últimos minutos del químico que se había inyectado.
—¿Que qué hacemos aquí? Te estamos siguiendo, supongo —respondió la bruja con tono inocente y sincero. La verdad es que sí: la estaba siguiendo—. Aunque creo que tenemos trabajo por hacer en el sur. Nos vemos, compañero —se despidió con una sonrisa justo antes de virar hacia la izquierda.
Alexandra debió haber pensado lo mismo que Katharina: no querían mosquear a Blackhole. Además, tampoco le interesaba reunirse con Zane ni con Berthil; tenía sus propios asuntos de los que ocuparse. Por fortuna pudo avisarle a Ivan, que había agregado unas últimas palabras poco esperanzadoras. La bruja decidió callar: la vida de su amigo era infinitamente más importante que cualquier plan que pudiera imaginar. Cuando alejó ese pensamiento de la cabeza se detuvo en un pueblo que en principio parecía ofrecer la tranquilidad impropia de la guerra, sin embargo, pronto se dio cuenta de que había un mar de cadáveres repartidos por todos sitios. De inmediato inspeccionó el lugar con su mantra en busca de intenciones hostiles o presencias. Y por acción natural acercó su mano a la empuñadura de Fushigiri.
—Ten cuidado —le sugirió a su compañera para luego responder su pregunta—. Sus intenciones no quedaron claras, lo único que sabemos es que está mintiendo. ¿No te pareció sospechosa la mancha que tenía en el cuello? Dijo que se trataba de un chupetón. —Estudió el sitio con la mirada mientras avanzaba con cautela—. Piratas o no, tienen un gran poder de destrucción. Fíjate en los edificios: no queda casi ni uno en pie. Y clarísimo está que no tienen un ápice de humanidad.
A diferencia de su compañera, Katharina preferiría evitar llamar la atención con gritos. Se mantendría en silencio y avanzaría pendiente de cuidar tanto su espalda como la de Alexandra. Si intentaban tomarles por sorpresa, reaccionaría rápidamente para ayudar a la pirata. ¿Le habría entregado información el rápido escaneo de la zona? ¿O necesitaría seguir inspeccionando con la vista?
- Resumen:
- Aumentan las ganas de matar al Mayordomo. Correr para alcanzar a Blackhole. Informar a Ivan del destino de Eugenio. Desviarse hacia el sur e inspeccionar el pueblo.
Shinobu Yamamoto
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Intento decidirme entre dos frascos de vidrio, aunque el que tiene una calavera negra no me parece demasiado confiable… ¿Y qué significa este círculo con un… rayo? Ay, por las barbas de Izanagi-sama, esto me parece demasiado confuso. ¡Espera! Este de aquí contiene una flor conocida: me la mostró el maestro hace casi cinco años. Estoy casi segura de que ayuda el coagulamiento de la sangre. Bien, la usaré cuando haya acabado de limpiar las heridas de la niña. Tomo la botella que me ofrece Arudian-san y huelo su contenido, echándome rápidamente hacia atrás y arrugando la cara. Definitivamente es alcohol. Desinfecto las lujosas herramientas que tengo en mis manos y entonces doy inicio a la operación.
—¿Aki? ¡Es un nombre muy bonito! —respondo con una sonrisa—. El maestro una vez me habló de su significado. «Otoño», ¿verdad? Me parece muy poético.
Tras la contestación comienzo a tratar las heridas menores y, una vez termino con la primera parte de la cirugía, me enfoco en la más profunda de todas: el enorme surco que tiene en la espalda. ¿Esto es piel muerta…? Elevo la mirada en busca de Aki-san.
—Necesito agua para limpiar la herida —le digo entonces con expresión seria—. ¿Puede ayudarme, Aki-san?
Me consiguiera o no agua, no me quedaría más opción que seguir trabajando.
Tras remover la carne muerta (haciendo todo lo posible por ignorar los gritos de la niña), uso las hierbas medicinales y entonces hago uso del hilo y la aguja. Coso lo más rápido que puedo, pero sin sacrificar precisión ni habilidad. Esta técnica la he desarrollado con el paso del tiempo, y creo que cualquier sanador podría decir lo mismo. Cuando cierro la herida doy por acabada la cirugía, echándome al suelo y soltando un largo suspiro.
—Pensé que no lo conseguiría… —susurro e intento esbozar una sonrisa de alivio—. Gracias por la ayuda, Aki-san, no lo hubiera logrado de no ser por usted.
La niña despierta después de un rato tan desconcertada como lo estoy yo. Supongo que ambas tenemos las mismas preguntas. ¿Dónde estoy? ¿Quién es esta gente? ¿Por qué los samuráis se matan los unos a los otros? Creo…, creo que puedo entenderla. Aunque hay una gran diferencia entre ella y yo: parece mucho, mucho más calmada. ¿Estará acostumbrada a situaciones como esta? A mí la verdad es que todavía parecen temblarme las manos… Guardo silencio mientras dejo que Aki-san haga las preguntas. ¿Qué sentido tenía que yo le preguntase cosas? Si yo necesito tantas respuestas como ella.
—¿Aki? ¡Es un nombre muy bonito! —respondo con una sonrisa—. El maestro una vez me habló de su significado. «Otoño», ¿verdad? Me parece muy poético.
Tras la contestación comienzo a tratar las heridas menores y, una vez termino con la primera parte de la cirugía, me enfoco en la más profunda de todas: el enorme surco que tiene en la espalda. ¿Esto es piel muerta…? Elevo la mirada en busca de Aki-san.
—Necesito agua para limpiar la herida —le digo entonces con expresión seria—. ¿Puede ayudarme, Aki-san?
Me consiguiera o no agua, no me quedaría más opción que seguir trabajando.
Tras remover la carne muerta (haciendo todo lo posible por ignorar los gritos de la niña), uso las hierbas medicinales y entonces hago uso del hilo y la aguja. Coso lo más rápido que puedo, pero sin sacrificar precisión ni habilidad. Esta técnica la he desarrollado con el paso del tiempo, y creo que cualquier sanador podría decir lo mismo. Cuando cierro la herida doy por acabada la cirugía, echándome al suelo y soltando un largo suspiro.
—Pensé que no lo conseguiría… —susurro e intento esbozar una sonrisa de alivio—. Gracias por la ayuda, Aki-san, no lo hubiera logrado de no ser por usted.
La niña despierta después de un rato tan desconcertada como lo estoy yo. Supongo que ambas tenemos las mismas preguntas. ¿Dónde estoy? ¿Quién es esta gente? ¿Por qué los samuráis se matan los unos a los otros? Creo…, creo que puedo entenderla. Aunque hay una gran diferencia entre ella y yo: parece mucho, mucho más calmada. ¿Estará acostumbrada a situaciones como esta? A mí la verdad es que todavía parecen temblarme las manos… Guardo silencio mientras dejo que Aki-san haga las preguntas. ¿Qué sentido tenía que yo le preguntase cosas? Si yo necesito tantas respuestas como ella.
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-Me gusta pensar…- Dijo después de que Yarmin terminara con toda aquella explicación, la charla y todo lo demás, que lo viera ofrecer sus servicios como el abogado del diablo que era, la dama tenía sus propias cosas en mente.- Que la gente tiende a menospreciarnos, que ellos piensan que realmente necesitamos ayuda, que no servimos para un puesto demasiado alto.- Zaina sabe de lo que habla, lo sabe, ha sido arrebatada de un puesto de poder precisamente por su familia y su incapacidad de confiar en sus capacidades.- Están deseando vernos fallar, caernos y perdernos… Una mujer no debería estar en el trono, no sin un marido que haga de verdad el trabajo.- El veneno de las palabras de la dama de orbes esmeralda se notaba, era palpable y casi visible.- Menuda gilipollez.
Simple, tranquila y con el rostro sereno, se acercó a la dama, colocándose al lado del hombre sin demasiado problema. Una mujer acostumbrada a las cortes, a las reinas, a sus inseguridades y problemas, a sus miedos, sabe que decir, sabe que no decir, cuándo decirlo y de qué forma.- Siempre la he admirado por llegar a donde yo nunca pude llegar, no permita que la desconfianza se lo quite todo en el último momento.- La realidad, la incapacidad para decir mentiras que la dama tenía, una transparencia tan serena y absoluta que se le notaba que se encontraba relajada. Ella había escapado del matrimonio, la emperatriz lo había enfrentado con la cabeza alta.- No desperdicie esta oportunidad, muchas ratas desean colarse por esa puerta, mírenos como los gatos destinados a ensuciarnos las manos por usted.- Shadow sonríe entre las sombras, aunque su sonrisa no se hace visible, quiere hacerlo, pero lo evita.
Adora cuando su ama reconoce que ella no es tan diferente de ellos.
-Estoy deseando comerme a todas esas personas que se piensan con derecho a quitarle todo lo que usted ha ganado.- Todo verdad, estaba deseando matar a la gente que le molestaba y no dejaba que disfrutara de sus improvisadas vacaciones.- Y no hay nadie mejor que él para hacerlo.- También verdad, para ella no hay nadie mejor que Yarmin en nada, aunque lo suyo tiene otros fines y tintes que a lo mejor a la dama no le interesaban.-Puede que no confíe en mí, pero debería intentarlo, mentir no es mi especialidad- Hasta un niño pequeño se da cuenta si lo intenta, pero directamente no es algo viable. Luego de eso simplemente dio un par de pasos hacia atrás, alejándose.
Así como ella es capaz de ver las mentiras que intentan torearla, lo mismo pasa en la dirección contraria. Pero bueno, es la razón de que Yarmin la ame, así que va a tener que aguantarse con ese defecto.
Simple, tranquila y con el rostro sereno, se acercó a la dama, colocándose al lado del hombre sin demasiado problema. Una mujer acostumbrada a las cortes, a las reinas, a sus inseguridades y problemas, a sus miedos, sabe que decir, sabe que no decir, cuándo decirlo y de qué forma.- Siempre la he admirado por llegar a donde yo nunca pude llegar, no permita que la desconfianza se lo quite todo en el último momento.- La realidad, la incapacidad para decir mentiras que la dama tenía, una transparencia tan serena y absoluta que se le notaba que se encontraba relajada. Ella había escapado del matrimonio, la emperatriz lo había enfrentado con la cabeza alta.- No desperdicie esta oportunidad, muchas ratas desean colarse por esa puerta, mírenos como los gatos destinados a ensuciarnos las manos por usted.- Shadow sonríe entre las sombras, aunque su sonrisa no se hace visible, quiere hacerlo, pero lo evita.
Adora cuando su ama reconoce que ella no es tan diferente de ellos.
-Estoy deseando comerme a todas esas personas que se piensan con derecho a quitarle todo lo que usted ha ganado.- Todo verdad, estaba deseando matar a la gente que le molestaba y no dejaba que disfrutara de sus improvisadas vacaciones.- Y no hay nadie mejor que él para hacerlo.- También verdad, para ella no hay nadie mejor que Yarmin en nada, aunque lo suyo tiene otros fines y tintes que a lo mejor a la dama no le interesaban.-Puede que no confíe en mí, pero debería intentarlo, mentir no es mi especialidad- Hasta un niño pequeño se da cuenta si lo intenta, pero directamente no es algo viable. Luego de eso simplemente dio un par de pasos hacia atrás, alejándose.
Así como ella es capaz de ver las mentiras que intentan torearla, lo mismo pasa en la dirección contraria. Pero bueno, es la razón de que Yarmin la ame, así que va a tener que aguantarse con ese defecto.
- Resumen + Habilidades:
- Bla bla, charla con la doña sobre como no debería dejar que las ratas le den problemas y confiar en los gatos exterminadores.
Habilidad:
¿Es eso sarcasmo?: El arma más poderosa de toda mujer noble, es sin duda su labia. Desde que es pequeña, desde que crece para ser parte de una familia influyente, Zaina está preparada para atacar usando solo sus palabras. De una forma que te hace plantearte si te está haciendo daño o elogiando, es capaz de guiar la conversación y la situación a su favor solo con su labia. Aunque a veces te haga plantearte si te está llamando algo realmente malo a la cara.
Fortalezas:
Es una persona muy sensible a las mentiras, aunque no sabe decirte con exactitud en que le estas mintiendo, es capaz de saber que algo huele a gato encerrado, aunque el problemas es saber en qué parte exactamente. Esto es debido a que en los círculos sociales es muy habitual el mentir para intentar llegar a una posición de poder.
Debilidades:
Irónicamente, así como es capaz de decirte si le estás intentando engañar o no, ella tiene un problema similar: No sabe mentir. Lleva toda su vida haciendo lo que le da la gana, cuando le da la gana y cuanto puede. Cuando suelta una mentira directa, se muerde el labio y aparta la mirada, síntoma recurrente y fácil de saber que es una mentira. Puede darte la vuelta a las palabras, intentar engañarte con su labia, pero en cuanto vas directo a ella y necesita mentir...te vas a dar cuenta enseguida de es una mentira.
Prometeo
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Escuchó atento las respuestas de los comandantes; primero la del oficial Sumisu y luego la del señor Gelatina. Ambos parecían saber muy bien lo que hacían, algo que Prometeo esperaba conseguir algún día: aún tenía un largo camino por convertirse en un líder como ellos. El comandante Makintosh se reuniría con él una vez acabase sus asuntos, así que de momento se mantendría cerca del señor Masahisa. Sus palabras parecían… admirables. Sin lugar a duda era un hombre que ha pasado por mucho, no obstante, el homúnculo era incapaz de comprender lo que realmente quiere decir. ¿Por qué su deber era vivir? ¿Por qué un hombre no podía vivir sin un señor? ¿Acaso también tenía un propósito que lo ataba a la vida como al mismo Prometeo? De ser así (y podía suponer que lo era) no tenía razones para no acompañarle ni ayudarle, además el oficial Sumisu parecía estar de acuerdo.
En la taberna, el señor Masahisa agradeció una vez más el gesto de los revolucionarios, pero era obligación de todo médico ayudar a los heridos.
—No hace falta ninguna recompensa, señor Masahisa—contestó con tono firme pero educado—, aunque… Me gustaría conocer la receta de sus compañeros, incluso podría preparar yo mismo un poco de té.
En caso de que los compañeros del buen samurái se lo permitiesen, asistiría en la cocina y usaría su propia receta para convidar tan delicioso brebaje. Prometeo era consciente de que era fundamental tener el espíritu tranquilo antes de cualquier problema a enfrentar. Aprovechó el momento en que el agua se calentaba para invitar al oficial a la taberna; estaba medio impaciente por darle a probar el orgullo de su carrera culinaria: el té verde.
—¿Han de esperar a que cuarenta y siete hombres estén reunidos…? Creo que eso es mucha gente —comentó para sí mismo mientras ayudaba a servir el té—. Por favor beba, señor Masahisa, estoy seguro de que le hará sentir mejor. Y a usted también, oficial —les diría a ambos en caso de que hubiera preparado el té. Entonces, se voltearía hacia el samurái—. La situación del país… ¿Qué está sucediendo en Wano? En el mar se libra una guerra cruel entre distintos bandos y el cielo está cubierto de humo. ¿Por qué el país está en guerra? —preguntaría finalmente.
En la taberna, el señor Masahisa agradeció una vez más el gesto de los revolucionarios, pero era obligación de todo médico ayudar a los heridos.
—No hace falta ninguna recompensa, señor Masahisa—contestó con tono firme pero educado—, aunque… Me gustaría conocer la receta de sus compañeros, incluso podría preparar yo mismo un poco de té.
En caso de que los compañeros del buen samurái se lo permitiesen, asistiría en la cocina y usaría su propia receta para convidar tan delicioso brebaje. Prometeo era consciente de que era fundamental tener el espíritu tranquilo antes de cualquier problema a enfrentar. Aprovechó el momento en que el agua se calentaba para invitar al oficial a la taberna; estaba medio impaciente por darle a probar el orgullo de su carrera culinaria: el té verde.
—¿Han de esperar a que cuarenta y siete hombres estén reunidos…? Creo que eso es mucha gente —comentó para sí mismo mientras ayudaba a servir el té—. Por favor beba, señor Masahisa, estoy seguro de que le hará sentir mejor. Y a usted también, oficial —les diría a ambos en caso de que hubiera preparado el té. Entonces, se voltearía hacia el samurái—. La situación del país… ¿Qué está sucediendo en Wano? En el mar se libra una guerra cruel entre distintos bandos y el cielo está cubierto de humo. ¿Por qué el país está en guerra? —preguntaría finalmente.
- resumen:
- Ayudar a preparar el té (si lo permiten) y hacer unas preguntas.
Té verde: Un día fue al campo y conoció al señor Miyagi, quien le enseñó un secreto espectacular: preparar el mejor té de la vida. Tiene un sabor bastante dulce sin necesidad de añadidos adicionales. Pero tiene una condición: debe beberse caliente. Así que nada de echarle agua helada o hielo; eso para tontos. Quien le dé al menos un sorbo a este brebaje sentirá que sus problemas no pesan nada y una sensación de relajación invadirá su cuerpo durante dos turnos.
Vile Spectre
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-A la mierda... -musitó Vile, observando la complicada situación a la que se enfrentaba el barco, a pesar de los esfuerzos de Nox-. ¡Aquí me bajo yo!
Estando por fortuna tan cerca de la costa, a Vile le costó poco alcanzarla después de saltar por la borda. Dando largas brazadas alcanzó la arenosa bahía en la que había encallado el Kin no Otome, sumergido bajo unas cuantas brazas de agua, dando una imagen de lo más desoladora que poco casaba con el estatus que tenían los Arashi no Kyoudai. Vile maldijo en voz alta, dándose cuenta de que la mayor parte de su pólvora se había mojado, sin obviar lo incómodo que sería esperar a sus compañeros con la ropa completamente empapada.
Nox, pese a ser un carpintero magistral, se rindió. Ni siquiera la fuerza del tiburón, allí presente, sería capaz de arrastrarlo de vuelta a la superficie. Ni hablar, por supuesto, de reparar el boquete en el casco. Abandonados por sus compañeros voladores, los Hermanos de la Tormenta restantes se hallaban allí, varados, sin mucha capacidad para actuar.
Vile se metió las manos en los bolsillos y se paseó brevemente por la playa. Contempló la posibilidad de beber algo de su petaca, pero la tenía a medio llenar y prefería reservárselo para cuando realmente lo necesitase.
Fue entonces cuando Nox dejó caer una idea fugaz. Para ser un tipo tan reservado, había que valorar el hecho de que solía dar muy buenas ideas cuando abría la boca. Vile lo pensó, dejó que la idea floreciera en su cabeza y se dio la vuelta, esbozando la más burlona de sus sonrisas.
-Ahora piensa en grande, amigo Nox -respondió con melodiosa voz-. Un barco está muy bien, y de seguro que es un galeón de lo más opulento, tratándose del shogun este. Pero no nos ha hecho nada. No. En Wano está alguien cuya presencia es aun más insultante para nosotros, los Arashi no Kyoudai. Espero que no haya escapado a tu vista el hecho de que la flota de ese Yonkou que se hace llamar Julius C. Zar está rodeando el archipiélago. Ese hombre es una amenaza y un insulto, alguien que se niega a agachar la cabeza frente a nuestro capitán, y que tan altivamente se presenta aquí con sus fuerzas. Él es nuestro objetivo. Y mejor que un barco... Una flota entera. Somos tres, cada uno podríamos hacernos con uno, estoy seguro de que a los grumetes de ese tipo les da igual para quien arrían e izan las velas. Por eso os propongo que nos hagamos con esos navíos que esperan con los brazos abiertos un nuevo propietario. ¿Qué me decís?
Estando por fortuna tan cerca de la costa, a Vile le costó poco alcanzarla después de saltar por la borda. Dando largas brazadas alcanzó la arenosa bahía en la que había encallado el Kin no Otome, sumergido bajo unas cuantas brazas de agua, dando una imagen de lo más desoladora que poco casaba con el estatus que tenían los Arashi no Kyoudai. Vile maldijo en voz alta, dándose cuenta de que la mayor parte de su pólvora se había mojado, sin obviar lo incómodo que sería esperar a sus compañeros con la ropa completamente empapada.
Nox, pese a ser un carpintero magistral, se rindió. Ni siquiera la fuerza del tiburón, allí presente, sería capaz de arrastrarlo de vuelta a la superficie. Ni hablar, por supuesto, de reparar el boquete en el casco. Abandonados por sus compañeros voladores, los Hermanos de la Tormenta restantes se hallaban allí, varados, sin mucha capacidad para actuar.
Vile se metió las manos en los bolsillos y se paseó brevemente por la playa. Contempló la posibilidad de beber algo de su petaca, pero la tenía a medio llenar y prefería reservárselo para cuando realmente lo necesitase.
Fue entonces cuando Nox dejó caer una idea fugaz. Para ser un tipo tan reservado, había que valorar el hecho de que solía dar muy buenas ideas cuando abría la boca. Vile lo pensó, dejó que la idea floreciera en su cabeza y se dio la vuelta, esbozando la más burlona de sus sonrisas.
-Ahora piensa en grande, amigo Nox -respondió con melodiosa voz-. Un barco está muy bien, y de seguro que es un galeón de lo más opulento, tratándose del shogun este. Pero no nos ha hecho nada. No. En Wano está alguien cuya presencia es aun más insultante para nosotros, los Arashi no Kyoudai. Espero que no haya escapado a tu vista el hecho de que la flota de ese Yonkou que se hace llamar Julius C. Zar está rodeando el archipiélago. Ese hombre es una amenaza y un insulto, alguien que se niega a agachar la cabeza frente a nuestro capitán, y que tan altivamente se presenta aquí con sus fuerzas. Él es nuestro objetivo. Y mejor que un barco... Una flota entera. Somos tres, cada uno podríamos hacernos con uno, estoy seguro de que a los grumetes de ese tipo les da igual para quien arrían e izan las velas. Por eso os propongo que nos hagamos con esos navíos que esperan con los brazos abiertos un nuevo propietario. ¿Qué me decís?
- Resumen:
- Proponer un plan.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 - Maki y Nigiri:
- – ¡Me da igual! –grita, enarbolando con fuerza su cartel, casi pasándotelo por delante de la nariz–. ¡No puedes ir por la vida asaltando propiedades ajenas, maleante! ¿Quién te has creído que eres, el rey de Ryugu?
Sin embargo, cuando Jack le da el folleto se queda mirándolo con curiosidad. Lo lee detenidamente, y en cuanto te das la vuelta se lo mete en la boca. Crees escuchar algo así como “qué buen folleto”, mientras cotilleas por toda su casa. Que, por cierto, abres cinco puertas y encuentras lo siguiente: Un excusado totalmente equipado con ducha, bañera, retrete y bidet, así como una piscina olímpica que se extiende por bajo tierra de unos, así a ojo, setenta metros de largo; una sencilla biblioteca con un par de estanterías, escritorio y sillón; un dormitorio con las paredes completamente de color rojo y mobiliario blanco, con un arcón a los pies de la cama con siete cerraduras; un segundo dormitorio de invitados y el acceso a unas escaleras que, seguramente, vayan a la segunda planta. Pero tú te estás centrando en investigar lo importante: La cocina.
Esta está conectada al resto de la casa como una única estancia, pero separada por una isla donde están los fogones. En uno de los calderos se está haciendo una especie de caldo de pescado, y tiene una suerte de cazuela plana con dos asas en las que se está sofriendo un poco de cebolla con pimiento. Si te fijas bien, además, podrás percatarte de que en las encimeras hay arroz redondo, caracoles, conejo, guisantes, langostinos, mejillones y chorizo, además de un libro de recetas abierto por la página “esto no es paella, es arroz con cosas”. Curioso nombre para una receta, pero por lo menos no es paella. Todo el mundo sabe que una buena paella lleva remolacha.
– Claro que vivo aquí sola, ¿con quién iba a vivir? ¿Con ese ingrato pez espada de Aurelius Makintosh? Si no se hubiese ido con esa pérfida pez globo lo habría echado yo misma de aquí. Y no, ¡no soy ningún espíritu! Soy Nicoletta Giuliette Ricardina Makintosh XVI, la última de una gran dinastía de mujeres Makintosh… Salvo si descontamos a Nicoletta Giuliette Ricardina makintosh XVII, que es un putón. ¡Yo no he educado a mi hija para que se vaya con cualquiera! –Te pega una bofetada. En tu cabeza escuchas el “golfo” silencioso que solo ha gesticulado–. No te autoinvites a comer a mi casa. Pero hay paella. De esas que le gustan a todo el mundo.
Sigue mascando en papel, y babea un poco. Parece que está bueno.
- 2 - El pollo bueno y don Cheesetoso:
- – Pero amosh a ver, compadresh –os increpa, señalándoos con el dedo. Parece extremadamente delgado–, ¿creéish que podéish sholtar una horda de piratash y que ahora osh reshiban alegremente? Ni shiquiera eshtaríamosh aquí de no sher por voshotrosh.
A pesar de sus palabras chasquea los dedos, y un muchacho sale corriendo hacia una taberna cercana. Cuando la puerta se abre escucháis música festiva, pero se cierra rápidamente. Tras unos minutos que parecen eternos, con no poca gente cuchicheando y señalándoos no muy discretamente, termina saliendo el pelinegro de ahí. Es bastante menos imponente de lo que cabría esperar, con su altura media y un aspecto ligeramente adolescente, aunque puede verse en sus ojos la determinación de un líder. Todos le abren paso sin que tenga que pedirlo, y se ve escoltado por una enorme mujer de aspecto bestial y ojos gatunos y un hombre de larga cabellera azul, armado con una enorme lanza roja.
– Entonces –dice, llevándose la mano al mentón–, dejad que lo adivine: Venís a hacerme ver que no sois unos bárbaros codiciosos sino unos pobres idiotas que han soltado sin querer a miles de piratas por Kuri, ¿cierto?
Se queda quieto mirándoos, hasta que intentáis hablar. En ese momento levanta la mano y vuelve a hablar él. Se nota que está tratando de contenerse para no pegarle una bofetada a alguien, hasta el punto de que le tiemblan los brazos.
– He dejado a ese maldito pollo campar a sus anchas por esta isla como si el asunto no fuese conmigo. –De golpe, aprieta el puño con un chasquido que hace vibrar el aire–. Y a cambio, esa maldita gallina deforme no tiene otra forma de agradecérmelo que cabreando piratas. ¡Para luego dejarlos solos y haciendo lo que les da la gana! ¡¿De verdad soy el único que ve lo que está mal en todo esto?! ¡Habéis hecho que Kuri esté en pie de guerra! Y en vez de arreglarlo, venís aquí a perder el tiempo hablando conmigo. ¿Por qué no hacéis algo útil y vais peinando la región en busca de lo que habéis soltado en mis dominios?
No parece muy contento, no. Sin embargo, respira profundamente un par de veces mientras masculla algo así como “es como Dexter” entre lindas florituras no muy agradables de escuchar, y finalmente habla, ya más sereno.
– Y contadme, ¿por qué Zane no está hoy entre nosotros, hermanos de la tormenta?
- 3 - Shinosuke y Nené:
- Ino, cuando te acercas a la gente de la aldea, te miran primero con recelo. Parece que no termina de convencerles la mancha que se sigue extendiendo por tu cuerpo, y tu extraña forma de hablar directamente les asusta. Sin embargo, tras el rechazo inicial un hombre se acerca a ti. Casi todo el mundo está cubierto de hollín, y él no es la excepción, pero sí parece un poco más limpio. Se acerca a ti receloso, pero te habla:
– En mi botica tengo algunas plantas medicinales –explica, con voz quejumbrosa–. Y creo que casi todo está a salvo. Sin embargo, esa chica no es de esta aldea. Debe ser una bruja, o un oni.
Sin embargo, nadie responde a tu pregunta sobre el chupetón. Parece que tendrás que pedirle a Kaya que saque las marionetas de nuevo. Hablando de Kaya… La chica te responde:
– No me crees, pero soy de Iruk. De aquí, de siempre. Nací en Onaw hace dieciséis años. De verdad. –Espera a que le pongas el mapa, y si te fijas en su pierna parece bastante aplastada, como si fuese perdiendo volumen. Además, esta parte también se está volviendo gris a medida que el maquillaje se va deshaciendo–. Nihsnek viene por aquí, por el sur. Hacia nosotros. Él soltó a los piratas en la isla, y ahora viene a convertirse en el nuevo nugohs del país. ¡Hay que detenerlo!
Por cierto Kaya, el parche te acaba de escupir en el ojo.
Inosuke, respecto a la mancha… Parece que el jabón empieza a ennegrecerse, pero mientras resbala te das cuenta de que deja un reguero negro por todo tu brazo y parte de tu pecho, extendiéndose más rápidamente. Parece tener una textura cada vez más sólida, por cierto, pero fuera de ser un poco incómodo no parece que vaya a hacerte ningún daño. Aunque empieza a subirte por la cara.
- 4 - Oh, es un Ivan:
- Berthil se queda mirándote por un momento tras escuchar tu apresurado plan, y no sabes si su rostro refleja desidia, terror, furia o simplemente incomprensión. Tarda bastante tiempo en contestar, e incluso se queda inmóvil. No sabrías decir a qué huele, ni siquiera si se ha quedado catatónico.
– Vale, Ivan Markov. –Parece que te reconoce. ¡Bien! Sin embargo su tono refleja cierta desconfianza–. Entonces, el equipo de mercenarios que tú y ese tipo rarito que se parece a Freites D. Alpha nos ha traicionado. ¿Por qué has esperado a que llegara para advertírmelo? Un mensajero urgente podría haber estado bien… No sé… ¿Antes de atraer a la Marina hasta la isla? Porque no ha pasado ni de lejos tan desapercibido como podríais creer que le habéis dado un cargamento de armas del Gobierno Mundial al enemigo, para acto seguido secuestrar al almirante que ha venido buscándolo y atraer a otro más… ¿Te has aliado con Zane y esta es tu forma de hacérmelo saber?
Desde luego no parece estar en el mejor de sus días. Se le ve estresado, y aunque no tiene ojeras puede percibirse que lleva tiempo sin dormir. A su alrededor la gente parece no querer decir nada, e incluso uno de sus hombres te mira con cierta lástima.
– En fin… Está bien, Ivan. Supongo que en estos momentos lo que menos necesito es más enemigos. ¿Cuál es el plan?
De pronto un muchacho llega hasta la taberna corriendo, y se acerca para decirle algo al oído. Puedes escuchar lo que le está contando, pero aun así Berthil te lo confirma:
– Parece que los Arashi han llegado. Tienes un minuto para explicarme tu plan, y luego tendré que atenderlos. Sobre Blackhole… Bueno, algo se nos ocurrirá.
Tras pasar el tiempo y escucharte, se levanta y acompañado de dos de sus hombres, sale por la puerta. Si te asomas por la ventana podrás ver cómo le echa una bronca terrible a los Arashi. Supongo que ahora es momento de disfrutar la fiesta, afilar tu daga para cuando llegue Blackhole o… No sé, ¿qué vas a hacer, Ivan? ¿Qué vas a hacer?
- 5 - Aki, Shinobu y Nanako:
- La chica parece estar bastante dolorida pero al mismo tiempo sus ojos, desorientación aparte, son extremadamente vivos. Van de Aki a Shinobu, y de vuelta a Aki mientras demanda respuestas sin saber muy bien si será capaz de procesar todo lo que le digáis.
– ¿Dónde está Yoshio? –urge ante la falta de respuestas–. ¿Le ha sucedido algo?
Asumiendo que la tranquilizáis, porque parece que le está dando un ataque de ansiedad, la muchacha se queda por un rato callada hasta que por fin es capaz de responder a las preguntas que Aki ha preparado. Sin embargo, no parece muy dispuesta a revelar su identidad:
– Yoshio me llevaba en brazos. Decía que llegaríamos a un barco para marchar, como quería padre que hiciese. Pero entonces algo me golpeó en la espalda y él me soltó. Desenvainó su katana y me ordenó correr tan rápido como pudiese… Pero al llegar al puerto todo estaba en llamas. –Rompe a llorar–. Pensé que moriría, pero Yoshio me salvó. Tengo que encontrar su cuerpo.
Tras un rato de silencio, finalmente parece que os mira a ambas con determinación.
– Gracias por vuestra ayuda, pero ahora tengo que marchar. Tras llevarme al barco Yoshio debería haber vuelto a Kimimura; debo ir hasta allí. Sin embargo, como agradecimiento puedo daros mi nombre: Nanako.
Trata de levantarse, pero apenas es capaz de hacerlo. Sin embargo, no parece que ello vaya a poder detenerla. De todos modos, vosotras ya habéis cumplido con vuestra sesión semanal de buenas acciones, así que… Bueno, vuestro es el mundo.
- 6 - Sifu-sama:
- No parece que tu actitud le relaje demasiado, pero baja el arma lo suficiente como para que puedas no considerarlo una amenaza -si es que se podía considerar una amenaza-. El caso es que te mira incrédulo, como si no tuviese sentido tu forma de pensar, y tus conocimientos de la mente humana son suficientes como para constatar que te cree loco. Sin embargo, respira profundamente y trata de hacer que lo entiendas:
– Tú ecucha, chiko –te dice, señalando al cielo por la ventana–. Rheina Hipatia piensa en Wano caer cometa que ella iamar oro esutelar. Pero Oro esutelar no caer en Wano, y solo io sabe dónde cae. Por eso io vive, por ahora, hasta que sáruga.
Si le dejas, se acercará a ti y te dará pequeños empujones hacia el telescopio más grande. Si miras por él, además, verás un brillo cegador por un instante hasta que, de pronto, el viejo pulsa un botón y todo se ve negro salvo una enorme esfera dorada en medio del cielo. No parece tener nada de especial, más allá de que está claramente dirigiéndose hacia el planeta, y para eso no hace falta un telescopio.
– Ahora tú mira aquí. Y fijar en paralaje.
Te señala otro telescopio, junto al que tiene algunas anotaciones esquemáticas sobre un diagrama, así como algunos cálculos que puedes entender con bastante facilidad, aunque no te sirven de nada si no puedes marcar el origen del cálculo en un mapa. Ahora tiene más sentido que esté con vida, aunque seguro que eso te puede asegurar un buen pago, ¿verdad?
– Si kiere vivir, chiko, debería irte. Las tropas vendurán puronto a hacer ruonda. Ya secuestrar toda familia, y amenazar con matar quien yo oculte.
- 7 - Desmelenándose por la vida:
- – Sí, sí… –te contesta, antes de darte la espalda–. No os preocupéis por los detalles, os los terminarán de explicar in situ.
Con esa despedida os subís en el carro. Todo el mundo parece bastante alegre, intercambiando anécdotas acerca de la primera vez que tuvieron que matar o lo que debieron hacer para que los hombres de Tzar los aceptase. También comentan la jornada, y hay dos personas que no parecen del todo convencidos de lo que han hecho, pero aun así confirman que las órdenes deben cumplirse. Haciendo un breve repaso de la gente con la que estás, tienes a dos mujeres contigo: Anna y Julia, una rubia y otra de cabello castaño, y cinco hombres bastante parecidos entre sí pero con distintos peinados: Danio es un muchacho lleno de tatuajes con el cabello rubio en un trabajado tupé; Armando lleva su piel impoluta y una lacia cabellera negra; Carlo es calvo, pero también está lleno de tatuajes; Octavio por su parte es un hombre pelinegro, pero con una leve alopecia que recoge en un peinado algo relamido y Marco es un hombre de larga y vigorosa cabellera trigueña, con algún que otro tatuaje. Puede que no hayas prestado demasiada atención a sus caras dado que has estado fingiendo dormir un largo rato, pero alguna asociación puede que hayas hecho. En cualquier caso, todos han guardado sus sobres en morrales que llevan consigo, aunque no le prestan mayor atención.
En cualquier caso te alejas a tomarte tu debido descanso, aunque Berthil no contesta a tu llamada -debe estar muy ocupado-, pero puedes darte cuenta de que hay seis personas cerca de ti. Si te están escuchando o no, quién sabe. La más cercana está, al fin y al cabo, a unos siete metros. El verdadero problema llega cuando entras al carro y te encuentras con el cadáver de Carlo. ¿O es Octavio? En cualquier caso ha sido acuchillado hasta que sus tripas están fuera, pero también puedes ver que las tres bolsas que los incautos dejaron allí están abiertas. Y es entonces, que Anna llega y te ve junto al cadáver.
– ¡Pero qué has hecho! –grita, tan alto que todos pueden escucharla–. ¡Has matado a Carlo!
Tras escuchar eso todos corren hacia el carruaje, alterados profundamente, e incluso el conductor se baja de su asiento y va a mirar. Todos se quedan fijos en ti, esperando una explicación.
- 8 - El dúo chucuchucu:
- Os apartáis de Blackhole hacia el sur, y cuando llegáis os topáis con una escena devastadora. Aunque creo que eso ya estaba claro, la mayoría de los cadáveres están medio calcinados y, Xandra, puedes inferir fácilmente que ninguno ha muerto por causas naturales. O sea, sí porque el fuego es un elemento natural, pero no. Ya sabes, no es lo natural morir en medio de una combustión, aunque sea natural morir si ardes hasta los huesos. Pero, para el caso, no parece haber nadie vivo, ni ninguna presencia detectable en medio de la masacre. Si quedó alguien vivo, ha debido huir.
La cuestión es que exploráis el pueblo. Xandra puede ver que algunos cuerpos también tienen rastros de violencia, varios de ellos han sufrido decapitaciones y algunas marcas resecas se corresponden en mayor o menor medida con charcos de sangre. Más allá de que el ave de fuego en el cielo se ha desviado del resto de sus compañeros, lo único que parece interesante son las ruinas. En ellas, o por lo menos en las de lo que con mucha imaginación asociáis a un templete, podéis ver que hay una casi inapreciable trampilla. Si la abrís os toparéis con un largo túnel descendente que lleva, al final, hasta una gran bóveda subterránea en la que se juntan muchos pasillos, una corriente de agua y restos de lo que parece ser una huida reciente, tal son algunas huellas y un par de prendas de ropa. Pero tal vez explorar esto ahora no sea lo más apropiado en medio de una guerra, ¿no?
- 9 - Inserte musiquilla de cantina revolucionaria:
- Prometeo se aleja a hacer el té, y el cantinero le enseña los secretos de una buena bebida. Poco poso, pero machacar bien las hojas hasta que estas forman apenas un polvo que se diluye en el agua, y una de las hojas en brote fresco, para darle un toque particular. A medida que el ritual de preparación avanza, puedes darte cuenta de que no es ni de lejos tan fácil como podría parecer, y la primera intentona no te sale del todo bien. Sin embargo, parece que el camarero te coge cierto cariño, hasta el punto de darte un golpe de felicitación en el hombro cuando te sale.
– Sí señor, a esto lo llamo un buen té –dice, con alegría. Alegría que, desgraciadamente, no es compartida por el resto de los presentes.
Masahisa inclina la cabeza en señal de agradecimiento y acepta el té. Bebe un sorbo con mucha calma antes de responder a Osuka, pero cuando lo hace parece que incluso le urja contestar:
– No, no es una reunión de veteranos. Somos ronins, caballeros deshonrados por uno u otro motivo, condenados a vagar bajo el desprecio de la gente. Pero debemos recuperar nuestro honor.
Tras eso se gira hacia Prometeo, con semblante adusto, y contesta a sus preguntas:
– En Wano nos enfrentamos a una debacle. Los propios habitantes del país nos han traído al enemigo; un tal Kenshin. El caudillo del lugar, aquel que gobierna por encima del Shogun, hizo venir a unos mercenarios de virtud tan negra como su nombre, aliados con los terrores de las profundidades, y han atraído al ejército de la Gaviota hasta el país, y todos estos ejércitos devastarán esta tierra… Y no podrá resurgir, porque he perdido a Hitomi-sama.
Un sinfín de voces se alzan de pronto en la taberna, sorprendidas y molestas. Algunas hasta lo insultan y lo increpan, pero él se mantiene firme. Cuando los gritos terminan, retoma la palabra:
– Estamos en guerra porque nos debemos a nuestro país, pero no podemos ganar en esto. El enemigo nos sobrepasa a todos.
Hay un rato de silencio, y va pasando algún tiempo hasta que termina por juntarse la cifra de cuarenta personas. Masahisa los observa, y sonríe. Parece que solo quedan siete por llegar, ¿pero tenéis tiempo?
- 10 - Los jueves no se puede postear:
- Nox, tiras tu martillo al suelo. No parece que eso esté ayudando en general, y parece que Luka está en shock mientras el barco se hunde, por lo que puede ayudar más bien poco. Pero siguiendo con las malas noticias, un señor con traje baja del Loreley y os saluda con una leve inclinación de cabeza. Se va caminando con cierta algarabía, incluso, lo cual tal vez queráis tomaros como una burla.
Tal vez deba ser necesario recordaros que a vuestra espalda, en el pueblo, se está librando una batalla a vida o muerte entre piratas y habitantes en esta tierra que vuestro capitán os ha dicho todo lo que significa para él. De hecho, en estos momentos parece que hay un bando bastante por encima del resto, y son los malos. Toca pensar rápido o igual sois los siguientes.
Nota: A pesar de que la acción ha sido irrelevante para el desarrollo de la moderación, no se tendrá en cuenta un post que llega tantas horas fuera de tiempo. Pedimos disculpas por olvidarnos de cerrar el tema.
- 11 - El pollo malo:
- Aterrizas en medio del pueblo y tu onda cortante golpea indiscriminadamente a la masa de gente que pelea. De hecho, muchos empiezan a rogar por su vida cuando tantísimos civiles caen heridos a la vez. En cualquier caso, una vez la mayor parte de los piratas comienza a caer parece que el acongoje vira a una sensación de furia generalizada.
– ¡Oh gracias mi buen señor, que nos protege y trae alimento para nuestras maltrechas villas! –grita, con no poca ironía, uno de ellos. El primero de ellos que se levanta, concretamente–. ¡Disculpadme, oh, gran señor, no puedo sacrificar una cabra para vos hoy, me coge ocupado! ¡Y tampoco tengo una hija virgen que ofreceros, lo lamento mucho!
Acompaña sus palabras de ofuscados aspavientos. Efectivamente, sabe quién eres, y no parece agradarle. Aunque a juzgar por cómo te observan todos, no es el único. De hecho, un segundo también se adelanta y empieza a gritarte:
– ¡Cómo que no podéis luchar si estamos aquí! ¡Acabas de hacerlo, y te han dado igual los daños colaterales! ¿A quién se le ocurre lanzar semejante ataque en medio de una trifulca? ¡Podrías haberlos matado! ¡Alguno igual ni siquiera vuelve a caminar!
La gente se aleja de ti poco a poco mientras un pequeño grupo sigue gritándote, y empiezan a recoger los cuerpos de los fallecidos, a encadenar a los piratas, esas cosas. No parece que tengan intención de hacerte demasiado caso, pero de todos modos, antes de que el grupo de gente se disuelva, el primero te deja unas últimas palabras:
– Haznos un favor a todos y no te hagas el héroe. Eres un pirata, como la gente que nos ataca. Tener un vínculo de sangre con esta tierra no hace que nos gustes, y desde luego no te hace un héroe. Márchate a lo que sea lo que hacéis los de tu calaña; nosotros nos las arreglaremos, como hacíamos sin ti. Aunque esto sea culpa tuya.
Escupe en el suelo antes de marcharse. Menudo recibimiento, válgame Dios. En cualquier caso, la gente no huye y los piratas que no se han visto afectados por tu Haki del rey -los pocos que no han sido afectados- huyen despavoridos al verte.
- 12 – Kiritsu:
- Los virotes lanzados por las balistas vuelan en dirección al enemigo. Los objetivos son los pequeños lagos que se han formado, y de hecho muchos de ellos aterrizan en su objetivo. Dos quedan congelados por completo antes de que los hombres de Hipatia consigan reaccionar, pero al ver lo que sucede deciden ponerse manos a la obra.
Los que se encuentran en la retaguardia, al igual que han hecho anteriormente, arrancan hilos del líquido elemento a los pozos para que colisionen con los virotes de las balistas. Éstas congelan el hielo que tocan, pero no consiguen llegar hasta los lagos, de forma que, aunque el enemigo tiene menos agua en estos momentos, continúa teniendo algo. Por otro lado, muchos de los proyectiles lanzados como una nueva salva son congelados y caen sin más, mientras que otros, los más alejados de quien los congela, consiguen pasar el filtro. Algunos erran en su objetivo, claro está, pero otros arrancan gemidos de dolos a los marines que, azuzados por los gritos de sus mandos, cargan con un cóctel de valor y miedo sólo presente en la guerra.
Ya centrándonos en acciones más “individuales”, el camino de hielo de Al atrapa al nacer a media docena de gyojines, que gritan de dolor cuando las quemaduras comienzan a morder sus escamas para alcanzar tejidos menos protegidos. Golpean el hielo con sus lanzas. Éste se resquebraja poco a poco, lo que no les evitará las lesiones asociadas al mismo. Probablemente no puedan volver a caminar, aunque eso sólo el tiempo lo dirá. Por otro lado, las valkirias caen sobre las máquinas junto a los virotes de balista que las habían elegido como objetivos. Tres cuartas partes de ella caen en el acto, mientras que los hombres de Hipatia consiguen proteger dos de ellas a costa de la vida de la mayoría de ellos. Malditas valkirias, dirá alguien en el fondo del mar. Sea como sea, dos nuevos orificios en la tierra vuelven a nacer ante vuestros ojos.
Arthur, me complace informarte de que tu enemigo parece estar tan pirado como tú ―en el mejor sentido de la palabra, claro está―. La sorpresa y la felicidad se reflejan en su rostro cuando el virote que te ha devuelto desaparece sin más y queda reducido a la nada. Él, al igual que tú hiciste antes, no se aparta cuando la onda perforante que has lanzado amenaza con acariciar su cuerpo. Vale, no, no es una caricia, y lo cierto es que el gyojin tampoco tiene mecanismos para hacer que desaparezca.
Avenger atraviesa su hombro, pero lo que probablemente debería haberle desmembrado se convierte en un orificio de tres centímetros que atraviesa por completo su cuerpo en el lugar que te he dicho. Alrededor de la zona se pueden apreciar algunos signos de quemadura, pero el daño ha sido bastante inferior a lo que cualquier en su sano juicio esperaría. La sangre comienza a deslizarse entonces por su cuerpo como un hilo no demasiado voluminoso pero constante.
En cuanto a lo de volverte para mirar a los tuyos, no sé si ha sido la mejor idea. En caso de que decidas devolver la vista a tu enemigo, que supongo que lo harás en algún momento, comprobarás que ya no se encuentra junto a su superior ―la sirena, por cierto, observa la situación con calma, sin pronunciar palabra y sin mover un músculo por el momento―.
¡Ups! Está justo sobre ti. Ha saltado y en plena trayectoria ha sacado un pepino de mar de a saber dónde. Lo enarbola como una maza que fácilmente puede medir veinte centímetros más que tú. Sí, intenta golpearte con ella. Te dé o bloquees el golpe, siempre que entre en contacto con algo, el pepino liberará unas pequeñas gotas de agua que continuarán avanzando con la potencia de una bala. Podrás intuir, por otro lado, que la solidez del pepino es más propia de un arma de excelente manufactura que de… bueno, un pepino de mar.
- 13 – Ryuu:
- Pues sí que sale volando, sí, aunque debo decirte que no se ha llevado tu espada con él de puro milagro. No sé por qué la habrá soltado, pero tal vez deberías tener más cuidado con estos movimientos más adelante. Como consejo, claro, tú puedes gestionar cada situación como crear oportuno.
Dejando eso a un lado, cuatro de los cinco gyojins ―dudo mucho que el quinto vuelva a por más después del tajo que se ha llevado― se colocan en fila frente a vosotros. Tus aliados hacen lo mismo, flanqueándote y esgrimiendo sus espadas en actitud amenazante. Lo hacen un instante antes de que te lances de nuevo a la carga, segando la vida del habitante del mar central-derecho. No deja de ser un movimiento rápido que está fuera del alcance de un soldado del montón, por muy fuertes que sean los hombres de Hipatia y todo eso.
Sin embargo, los problemas no acaban ahí. El otro gyojin central aprovecha que estás junto a él para atacar. Su movimiento ha comenzado antes de que acabes con la vida de su compañero, de forma que tu espada apenas ha comenzado a lacerar el cuerpo del ya muerto cuando su lanza te intenta ensartar el cuello.
En cuanto a los otros dos, bueno, se han dado cuenta de que tus amigüitos son un objetivo más asequible. Es por ello que se lanzan al ataque y encadenan una serie de punzadas que consiguen herir el costado de uno y la rodilla de otro.
- 14 – Yaina:
- Tal y como te ha prometido, Hipatia escucha todas y cada una de tus palabras en silencio. Ya tenías su atención por completo antes de que la embaucases, pero supongo que no está de más asegurarse de que las palabras calen en quien quieres que las oiga. La Reina del Mar guarda silencio, probablemente haciendo cálculos mentales de cuántos hombres tiene Tzar, cuántos gyojins conforman sus filas y a saber qué más números que desconoces.
Sea como sea, el señor calamar de ojos cerrados y cuerpo escultural ―más por eso de que no se mueve ni un pelo que por otra cosa― entra en acción sin previo aviso. Sus tentáculos se mueven por el suelo, deslizándose con susurros y golpeándolo a veces en un orden que ciertamente carece de sentido. La sirena parece despertar de una ensoñación, como si hubiese caído en un duermevela de dudas al escuchar tus palabras y quien está a su lado la hubiese devuelto a la realidad.
―Hay mucha información que no tienes, lamento decirte. Lo que dices suena tremendamente lógico, tanto que hace dudar de la situación si la miras desde fuera bajo esa óptica, pero créeme si te digo que no me he metido en una olla a presión sin saber que puedo salir de ella por mí misma. Sería un poco estúpido, ¿no te parece? Dime, amigo –Y hay tanto… no sé, ¿sarcasmo? Puede ser… Sea lo que sea, rebosa y puedes apreciarlo a la perfección―, ¿me consideras una persona estúpida?
Katharina von Steinhell
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Frunció el ceño luego de escanear la zona con su mantra, preguntándose quién o qué era el responsable de la masacre, aunque, por el momento, todo parecía indicar que no quedaba un solo sobreviviente en el pueblo. Presa de la curiosidad, la bruja se acercó a los cuerpos mutilados para luego estudiar sus heridas: estas le ofrecerían información sobre sus muertes. ¿Se trataría de una afilada espada? ¿O la niña del pueblo anterior decía la verdad cuando hablaba sobre una bestia? Usaría sus limitados conocimientos para revisar los cadáveres y obtener información a partir de esto; esperaba sacar algo medianamente útil.
Aguzó la mirada para fijarse en los detalles de los escombros que llamaron su atención. Usó un poco la imaginación (y sus conocimientos de arquitectura, ¿por qué no?) y se dio cuenta de que estos alguna vez fueron parte de una especie de templo.
—Tengo unas ganas infinitas de darle un puñetazo a Kaya, pero igual la dejo como esas ruinas de ahí —le comentó a Alexandra, recordando lo que la niña había hecho tiempo atrás—. ¿Te enteraste de lo que hizo? La muy perra redactó todo un texto historiográfico para decir que soy idiota. ¡A mí! ¡A su maldita capitana! A veces pienso que ella es el verdadero enemigo…
Soltó un suspiro y luego se acercó a las ruinas con la intención de inspeccionarlas. ¿Qué pintaría un templo en un lugar así? ¿Y a qué dios estaría dedicado? ¿Acaso la gente en Wano era politeísta? Fue cuando buscaba cualquier cosa que fuera mínimamente interesante cuando, bueno, encontró algo interesante. Se trataba de una trampilla bien oculta entre los escombros. Miró hacia los lados como una ladrona a punto de entrar a una casa y entonces la abrió. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro al mismo tiempo que sus ojos brillaban de emoción: olía a aventura. Que sí, que había una guerra que resolver y ganar, pero ¿y las ganas de maravillarse con lo desconocido? ¡Era un túnel! Seguramente había algo interesante guardado en el fondo de la tierra.
—Fu, fu, fu, mira esto, Alexandra. ¿Quieres jugar a las exploradoras? —le preguntó, divertida—. Estoy segura de que encontraremos algo interesante aquí abajo.
Sabía que la mujer chicle le seguiría a todas partes porque, bueno, básicamente Katharina era su capitana. Y le debía lealtad. Volviendo a lo importante, la bruja descendió por el túnel. Seguramente todo estaría oscuro allí abajo, así que polimorfizaría sus ojos y los transformaría en los de un felino: vería como si fuera de día a través de las sombras. Estudió la construcción durante unos instantes y llegó a la conclusión de que no se trataba de algo hecho por ningún arquitecto ni ingeniero, sino era más bien… ¿artesanal? Continuó caminando, soltando comentarios sobre la construcción del sitio y alardeando frente a Alexandra. Al cabo de unos minutos (o segundos, vaya) llegó a una bóveda que le hizo fruncir el ceño: era muy distinta al resto de la arquitectura.
—Este lugar ha estado aquí durante mucho, mucho tiempo. Y, si te fijas, el estilo de la construcción no termina de calzar con el de Wano. ¿Quién habrá sido el constructor…? —se preguntó más para sí misma que para su compañera—. Al menos sabemos que alguien estuvo aquí y parece que no hace mucho. —Katharina dejó fluir su mantra en busca de alguna presencia cercana—. Deberíamos investigar esto, ¿no crees?
Aguzó la mirada para fijarse en los detalles de los escombros que llamaron su atención. Usó un poco la imaginación (y sus conocimientos de arquitectura, ¿por qué no?) y se dio cuenta de que estos alguna vez fueron parte de una especie de templo.
—Tengo unas ganas infinitas de darle un puñetazo a Kaya, pero igual la dejo como esas ruinas de ahí —le comentó a Alexandra, recordando lo que la niña había hecho tiempo atrás—. ¿Te enteraste de lo que hizo? La muy perra redactó todo un texto historiográfico para decir que soy idiota. ¡A mí! ¡A su maldita capitana! A veces pienso que ella es el verdadero enemigo…
Soltó un suspiro y luego se acercó a las ruinas con la intención de inspeccionarlas. ¿Qué pintaría un templo en un lugar así? ¿Y a qué dios estaría dedicado? ¿Acaso la gente en Wano era politeísta? Fue cuando buscaba cualquier cosa que fuera mínimamente interesante cuando, bueno, encontró algo interesante. Se trataba de una trampilla bien oculta entre los escombros. Miró hacia los lados como una ladrona a punto de entrar a una casa y entonces la abrió. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro al mismo tiempo que sus ojos brillaban de emoción: olía a aventura. Que sí, que había una guerra que resolver y ganar, pero ¿y las ganas de maravillarse con lo desconocido? ¡Era un túnel! Seguramente había algo interesante guardado en el fondo de la tierra.
—Fu, fu, fu, mira esto, Alexandra. ¿Quieres jugar a las exploradoras? —le preguntó, divertida—. Estoy segura de que encontraremos algo interesante aquí abajo.
Sabía que la mujer chicle le seguiría a todas partes porque, bueno, básicamente Katharina era su capitana. Y le debía lealtad. Volviendo a lo importante, la bruja descendió por el túnel. Seguramente todo estaría oscuro allí abajo, así que polimorfizaría sus ojos y los transformaría en los de un felino: vería como si fuera de día a través de las sombras. Estudió la construcción durante unos instantes y llegó a la conclusión de que no se trataba de algo hecho por ningún arquitecto ni ingeniero, sino era más bien… ¿artesanal? Continuó caminando, soltando comentarios sobre la construcción del sitio y alardeando frente a Alexandra. Al cabo de unos minutos (o segundos, vaya) llegó a una bóveda que le hizo fruncir el ceño: era muy distinta al resto de la arquitectura.
—Este lugar ha estado aquí durante mucho, mucho tiempo. Y, si te fijas, el estilo de la construcción no termina de calzar con el de Wano. ¿Quién habrá sido el constructor…? —se preguntó más para sí misma que para su compañera—. Al menos sabemos que alguien estuvo aquí y parece que no hace mucho. —Katharina dejó fluir su mantra en busca de alguna presencia cercana—. Deberíamos investigar esto, ¿no crees?
- Resumen:
- Proponer investigar el sitio.
Ivan Markov
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Rabia, furia, vergüenza... las emociones recorrieron al vampiro, sacudiéndole y agitándole. Por primera vez en bastante tiempo, su ira despertó en él sed de sangre. Sus instintos le gritaban que se lanzase sobre aquel idiota pendenciero, le abriese el cuello en canal con sus dedos desnudos y se alimentase de su sangre como pago a su descaro. Sabía, o una parte dentro de él lo sabía, que era una terrible idea. Ni siquiera él podía atacar a un Yonkou en mitad de su territorio rodeado de sus comandantes y salir indemne. Pero, ¡¿cómo se atrevía a hablarle así?! ¡Esa mala excusa de Emperador de los Mares que ni siquiera se había ganado su título sino que lo había heredado! ¡¿Qué méritos había hecho para estar en el trono?! Todo lo que había hecho había sido dejarse engañar por la Estrella Oscura. ¡Debería estar de rodillas agradeciéndole su ayuda! ¡Suplicándole por ella! Y sin embargo tenía la desfachatez de intentar culparle a él de SUS errores y tratar de tildarlo de traidor y estar aliado con nadie menos que Zane D. Kenshin.
- Bonitas palabras - empezó a decir, en un tono falsamente calmado - ¿Te has olvidado tal vez, oh Emperador, de que fuiste tú en persona quien eligió a los mercenarios que te han traicionado? Yo solamente los contraté en tu nombre y me aseguré de que estuviesen armados y listos para defender tu isla. Que la Marina descubriese dónde habían acabado sus armas era algo que no esperábamos. ¡¿Y no estuve acaso ahí luchando en primera línea contra Kurookami?! ¡Mi capitana ha dado un ojo defendiendo tu puñetera isla! No nos insultes acusándonos de estar aliados con el Suzaku.
Tuvo que reunir todo su autocontrol para no decir cosas mucho peores o escupir a sus pies. Se dio cuenta entonces, al rozar su lengua contra ellos, de que había sacado los colmillos. De hecho había una ligera capa de niebla rodeándole y sus iris se habían vuelto color rojo sangre. Sólo se había contenido en parte. Había entrado inconscientemente en forma completa. "Cálmate. Un paso en falso podría ser el final de todo el plan." Volvió a su forma humana y respiró hondo para calmarse, la niebla desvaneciéndose como si nunca hubiese existido. Mientras Berthil relajaba un poco el tono, el vampiro recitó mentalmente una canción infantil de Lvneel sobre desplumar alondras para distraer su furia.
- Está bien, está bien... - hizo un esfuerzo para no tragarse sus siguientes palabras y hacer que, como mínimo, sonasen sinceras - Siento haber perdido la calma. Si necesitas saber por qué no les había delatado aún, es porque hasta verles retirarse de la capital no supe a ciencia cierta que eran traidores. Antes de eso... bueno, sabía que habían tomado el nombre y jolly roger de una banda pirata del pasado, nada más. No até cabos hasta que toda esta situación se fue a la mierda. Sobre el plan, pretendo ir a reunirme con el Almirante Koneko. Tengo entendido que hasta cierto punto es... un Almirante poco convencional y hasta razonable para los estándares de la Marina. Negoció la rendición de Anders Thawne en lugar de arrasar su ciudad, por ejemplo. Le haré entender que una alianza entre los gyojins, la Estrella Oscura y Julius C. Zar es un peligro real para ellos, y le ofreceré una alianza. A cambio de eso, si tras la contienda abandonan Wano en paz y respetando nuestras bandas, liberaré a Kurookami. Si no respetan la alianza o intentan matarme... nunca recuperarán al Almirante. Tras eso, mi ejército de no muertos espera mis órdenes. Con él, las fuerzas de la Marina y nuestras bandas, haremos frente a nuestros enemigos. Si las negociaciones con la Marina fallan... - se cruzó de brazos - Simplemente me encargaré de sobrevivir. Sigo teniendo millares de no muertos aguardando en los montes de Kuri, con los que al menos no estaremos desarmados.
Tras eso dejó que Berthil saliese a hablar con la gente del Descamisetado. Salió poco después de ellos, manteniéndose a una distancia prudencial. Usó todas sus dotes para ocultar su presencia tanto a la vista como al haki escondiéndose entre las sombras y simplemente atendió en silencio a la explosión de ira del Yonkou. Las cosas no parecía que estuviesen bien para el segundo al mando de Zane. No se había cruzado con él, pero le había visto de lejos en el Torneo del Milenio. Therax Palatiard, el vencedor... un hombre sin lugar a dudas peligroso. Le acompañaba un semigigante gordo que no lograba reconocer. Quería sonarle de algo, tal vez de algún cartel de "se busca", pero no acababa de venirle el nombre a la lengua. Sin embargo no se mantuvo únicamente atento a eso. En cualquier momento llegaría Blackhole. Era preferible que no le viera allí... o su banda acabaría en peligro.
- Bonitas palabras - empezó a decir, en un tono falsamente calmado - ¿Te has olvidado tal vez, oh Emperador, de que fuiste tú en persona quien eligió a los mercenarios que te han traicionado? Yo solamente los contraté en tu nombre y me aseguré de que estuviesen armados y listos para defender tu isla. Que la Marina descubriese dónde habían acabado sus armas era algo que no esperábamos. ¡¿Y no estuve acaso ahí luchando en primera línea contra Kurookami?! ¡Mi capitana ha dado un ojo defendiendo tu puñetera isla! No nos insultes acusándonos de estar aliados con el Suzaku.
Tuvo que reunir todo su autocontrol para no decir cosas mucho peores o escupir a sus pies. Se dio cuenta entonces, al rozar su lengua contra ellos, de que había sacado los colmillos. De hecho había una ligera capa de niebla rodeándole y sus iris se habían vuelto color rojo sangre. Sólo se había contenido en parte. Había entrado inconscientemente en forma completa. "Cálmate. Un paso en falso podría ser el final de todo el plan." Volvió a su forma humana y respiró hondo para calmarse, la niebla desvaneciéndose como si nunca hubiese existido. Mientras Berthil relajaba un poco el tono, el vampiro recitó mentalmente una canción infantil de Lvneel sobre desplumar alondras para distraer su furia.
- Está bien, está bien... - hizo un esfuerzo para no tragarse sus siguientes palabras y hacer que, como mínimo, sonasen sinceras - Siento haber perdido la calma. Si necesitas saber por qué no les había delatado aún, es porque hasta verles retirarse de la capital no supe a ciencia cierta que eran traidores. Antes de eso... bueno, sabía que habían tomado el nombre y jolly roger de una banda pirata del pasado, nada más. No até cabos hasta que toda esta situación se fue a la mierda. Sobre el plan, pretendo ir a reunirme con el Almirante Koneko. Tengo entendido que hasta cierto punto es... un Almirante poco convencional y hasta razonable para los estándares de la Marina. Negoció la rendición de Anders Thawne en lugar de arrasar su ciudad, por ejemplo. Le haré entender que una alianza entre los gyojins, la Estrella Oscura y Julius C. Zar es un peligro real para ellos, y le ofreceré una alianza. A cambio de eso, si tras la contienda abandonan Wano en paz y respetando nuestras bandas, liberaré a Kurookami. Si no respetan la alianza o intentan matarme... nunca recuperarán al Almirante. Tras eso, mi ejército de no muertos espera mis órdenes. Con él, las fuerzas de la Marina y nuestras bandas, haremos frente a nuestros enemigos. Si las negociaciones con la Marina fallan... - se cruzó de brazos - Simplemente me encargaré de sobrevivir. Sigo teniendo millares de no muertos aguardando en los montes de Kuri, con los que al menos no estaremos desarmados.
Tras eso dejó que Berthil saliese a hablar con la gente del Descamisetado. Salió poco después de ellos, manteniéndose a una distancia prudencial. Usó todas sus dotes para ocultar su presencia tanto a la vista como al haki escondiéndose entre las sombras y simplemente atendió en silencio a la explosión de ira del Yonkou. Las cosas no parecía que estuviesen bien para el segundo al mando de Zane. No se había cruzado con él, pero le había visto de lejos en el Torneo del Milenio. Therax Palatiard, el vencedor... un hombre sin lugar a dudas peligroso. Le acompañaba un semigigante gordo que no lograba reconocer. Quería sonarle de algo, tal vez de algún cartel de "se busca", pero no acababa de venirle el nombre a la lengua. Sin embargo no se mantuvo únicamente atento a eso. En cualquier momento llegaría Blackhole. Era preferible que no le viera allí... o su banda acabaría en peligro.
- resumen:
- Mantengo un duelo verbal con Berthil, pero al final decido guardarme el miembro viril y explicarle el plan. Luego salgo a escuchar el rapapolvo a la gente de Zane y me quedo escondido entre las sombras.
Schatten in der Nacht [Genuina]
Naturaleza: Física
Descripción: Mientras esté en una sombra o una zona de baja iluminación, será difícil reparar en él. Hasta su pulso y su respiración se ralentizan ligeramente. Mientras su movimiento acabe y termine en sombra, aunque pase por zonas iluminadas será como si no lo hubiera hecho.
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