Asedio a Mariejoa [Capítulo (Parte I)]

Nota: Aun que en mi chapa ponga que soy una unidad de contención de Impel Down, puesto que no he roleado como tal, sigo siendo capitán de la marina.

Era un día aciago. Apenas hacía tres años de aquel incidente en Loguetown... Esta vez las desgracias serían mayores, no hacía falta ser un genio para saber que un ataque a gran escala y en un lugar como Mariejoa daría inicio a una nueva era y probablemente, mucho más catastrófica que cualquier otra. Cuando Garland era joven también hubo grandes luchadores en la revolución o grandes piratas que dificultaban en demasía el trabajo de la marina. Pero nunca había presenciado un ataque a la tierra santa y mucho menos tener que luchar para defenderla. ¿Cuan locos estaban aquellos novatos para enfrentarse a todo el poder del Gobierno Mundial? Luchar contra un poder que no parecía tener igual parecía una estupidez, pero... ¿Y si realmente eran capaces de pasar por encima de semejante fuerza militar?

El capitán estaba en su camarote, hablando con su esposa por Den Den Mushi. La guerra era incierta, y bien podría ser la última vez que escuchaba la voz de su amada después de tantos años juntos. -¿Qué debería hacer, Margaret? Me siento tan inútil...- Decía el grandullón, con algo de pesar en su mirada. Aún no había recuperado su fuerza, no era ni la mitad de lo que antaño fue y estaba en medio de la mayor guerra que jamás hubiera imaginado. -Sé que llevas mucho tiempo sirviendo a la marina. Sé lo que significa para ti, pero ya tenemos una edad... Quizás deberías renunciar.- La mujer sabía que aquel hombre era tozudo a más no poder, y que siempre había sido fiel a la marina. Pero eran ya sesenta y tres años de servicio, aún si diez los pasó en coma. -¿Dejar el ejército? Nunca me lo había planteado... Igual tienes razón. Estoy muy viejo para estos trotes y hay que dejar paso a los jóvenes...- Fue una sorpresa para ella escuchar sus palabras. No era fácil para él, pero recuperar lo que tuvo parecía una tarea tan ardua que parecía imposible. -Será lo mejor.- Insistió la mujer. -Pero no huiré de la batalla. No puedo echarme atrás ahora. Primero debo cumplir con mi deber. Y ten por seguro que volveré. Te amo.- En cuanto ella respondió, colgó y se fue a cubierta.

El líder de su flota ya debería haber vuelto, pero al parecer no estaba por allí. Había partido rápidamente hacia una reunión de suma importancia. Por razones como esa, nunca aceptó el puesto de Almirante. Siempre pensó que era demasiada responsabilidad para alguien tan activo como él y prefería tener más libertad. No obstante, se sentía orgulloso de aquel joven que conoció como un simple oficial de bajo rango y que había llegado tan lejos en tan poco tiempo. Su potencial era impresionante y estaba seguro de que cumpliría un gran papel en la marina. Aún quedaba mucho por ver del almirante Krauser Redfield.

Garland caminaba a paso tranquilo por la cubierta. Sentía cierta inquietud por Krauser, pero era un hueso duro de roer y sabía que no le había pasado algo malo. Debía ser algún asunto de la reunión que le había llevado a retrasarse más de la cuenta. De repente, sin comerlo ni beberlo, una gaviota pasó volando a gran velocidad y a baja altura. Tanto que casi desgarra la cabeza del marine. Este se agachó maldiciendo a aquel ave que, sin este darse cuenta, se había defecado sobre él. Su piel tenía un tono moreno y el excremento del enorme pájaro resaltaba a la legua. Una gran mancha blanca y verde que se posaba sobre su calva cubriéndola casi por completo. Garland pasó cerca de uno de sus camaradas que soltó una leve risa, aparentemente para él, sin razón. Hizo caso omiso y bajó a una zona donde estaba preparado un batallón de reclutas. En cuanto el capitán se puso frente a ellos, estos empezaron a reír a carcajadas, lo cual enfureció al anciano.

-¡Pero bueno! ¿¡Qué clase de modales son estos!?- Decía este, viendo la falta de respeto de aquellos novatos hacia su persona. -¿¡Qué es lo que os hace tanta gracia!?- Preguntó. Los marines continuaron riendo sin tiempo a responder. -¡Esto es increíble! ¡Los novatos de hoy en día tan solo tienen mierda en la cabeza!- Su respuesta iba cargada de decepción y rabia. -¡Ha dicho mierda en la cabeza!- Añadió uno de ellos, consiguiendo que el pelotón ampliara sus carcajadas. Las venas del cuerpo de Garland empezaron a hincharse más de lo normal y una de ellas se marcaba como si estuviese a punto de explotar sobre su frente.

Resumen:

-(Qué locura... Mariejoa, tierra de nobles. Una guerra inminente contra un ejército de gyojins cabreados por la muerte de su líder y nosotros en pos de ayudar al gobierno a detenerlos. ¿¡Por qué no me quedé en casa!?)- Pensaba Isma, imaginando las miles de formas en las que podía morir en aquel enfrentamiento. Atravesado por una espada. Degollado ante las hojas de semejantes bestias o incluso devorado por sus temibles fauces. -(Cuando acepté ir junto a Alex, jamás imaginé que participaría en un evento tan importante, pero sobretodo, tan peligroso. Y para colmo ni si quiera está con nosotros... ¿¡Qué va a ser de mí!?)- Continuó este, divagando entre sus pensamientos hasta que la colosal tortuga en la que viajaban se paró.

Salió a cubierta, si es que se le podía llamar así, pues no eran más que construcciones sobre el enorme caparazón del animal que parecía ser bastante fiel al líder de Lupus Custos. Isma desconocía la razón de ello y aún más el por qué aquella tortuga los llevaba como si fuese un transporte, pero mientras no intentase comérselo, no se quejaría. Este salió fuera junto a un grupo reducido que llevaba la delantera y se mantuvo en el puerto. Pasó por el lado del pelinaranja que por más que intentaba acostumbrarse, siempre le daba escalofríos. Con aquel aspecto extraño y siempre junto a otras dos personas que nunca hablaban y que parecían protegerle a toda cosa, como si no fuesen más que marionetas. Realmente eran extraños y aterradores. También estaba Shun. El comandante de la banda. Por lo que había oído, un experto espadachín con grandes dotes de mando. Y también Dark, un hombre moreno del que poco sabía.

Antes de que pudieran hacer nada, un hombre de ropajes extravagantes se cruzó con ellos, tropezándose con el samurai y cayendo al suelo de bruces. Se levantó y sacó una pistola de su vestimenta, apuntando a este. La expresión del castaño no podía ser otra que la desesperación. Era un tenryuubito y estaba apuntando a uno de sus compañeros. No podría hacer nada por defenderlo, pero lo que era peor... Si aquellos cabezas huecas se atrevían a hacerle algo a ese noble, estarían condenados. Por suerte, el supuesto comandante fue sensato y el dragón celestial desistió y se fue. Isma soltó un suspiro y se mantuvo en silencio mientras sus compañeros hablaban. Nadie parecía tener una idea clara de lo que hace, excepto el moreno, que sugirió buscar a Alex, alegando que podía ser una mala idea o seguir al tenryuubito para darle una lección, probablemente desconociendo el resultado.

-¡Pero tú estás loco!- Exclamó Isma, acercándose a Dark. Por un momento había olvidado su miedo... A medias. Se atrevió a zarandear a aquel hombre aterrorizado por sus palabras. -¡No insultes a los nobles mundiales y espero que lo que has dicho no lo estés pensando de verdad!- Añadió, soltándolo y agachándose en el suelo mientras se agarraba la cabeza con ambas manos. -Si tocásemos a una de esas personas... Los mismos almirantes nos matarían.- Con tan solo imaginárselo el cuerpo le temblaba.

Volvió a ponerse en pie y se puso detrás de ellos para sentirse más seguro. Estuvo a punto de opinar, pero prefirió callar pensando que no aceptarían su sugerencia. Él creía que lo mejor era mantenerse quietos y calladitos. Si esperaban en su transporte, seguramente Alex volvería junto a ellos y podría defenderlos ante cualquier peligro. Pero por algún motivo, la mayoría de cazadores eran más valientes y tozudos que él. Así que prefirió no decir nada y retroceder lentamente para mantenerse lejos de la batalla. No bastante, cuando se giró para empezar a correr, vio un gran grupo de gyojins emergiendo del mar a lo lejos. Al parecer la guerra estaba a punto de empezar, y para su mala suerte, el puerto era una zona de inicio de esta. Se aguantó las ganas de gritar y tragó saliva.

-Lo mejor sería que nos moviésemos de aquí. Yo creo que podríamos ir acercándonos a la posición de Alex. Manteniendo cierta distancia y teniendo en cuenta que hay gente bastante fuerte junto a él, no es una idea tan descabellada.- Añadió Isma entre algunas risas mientras una gota de sudor bajaba por su frente.

Resumen:

Alex activó su mantra y lo notó. Había gente realmente poderosa en ambos bandos y un escalofrío recorrió su cuerpo. Aquello sería mucho peor que lo ocurrido en Logue Town. Este sí que iba a ser el cambio de una era. De repente notó algo especial, a alguien que llevaba mucho tiempo sin ver. La intranquilidad y los nervios se tornaron alegría al reconocer quién era esa persona. Krauser. El marine se puso a su lado y lo saludó llamándolo hermano. No hubo más muestras de cariño ni formalidades, las últimas no eran necesarias entre ellos y las primeras sobraban en esa situación. Alex se sintió aliviado por tenerlo a su lado, era alguien poderoso y siempre se sentía bien junto a él.

-Así que el Almirante Redfield luchará al lado de unos Shichibukais... que bajo ha caído- Dijo en tono burlón. -Me alegro de que estés aquí, hermano. Hasta la muerte- Le respondió.

Comenzaron a sonar las alarmas por todo el lugar. breve indicación de que la guerra daba comienzo. La mujer que lo acompañaba no respondió a la pregunta del cazador, pero mostró un den den mushi muy característico. Según lo que decía, había refuerzos de camino para ellos. ¿Refuerzos? Quizás se referían a Dexter, se había ido hacía un rato. Aunque era parte del equipo, ¿cómo iba a ser un apoyo? No, se trataría de alguien más. A todo esto, ¿dónde estaba el Zafiro Negro? Alex miró a los cielos, no estaba allí. No habría sido raro que hiciera una entrada espectacular de las suyas.

-Con vuestro permiso, daré el primer paso- Informó a sus compañeros.

Miró a Krauser y sonrió, ahora se sentía mucho más seguro de la victoria. Saltó del tejado y aterrizó en el suelo con suavidad produciendo un ligero temblor que no afectaba en nada. Miró hacia el oceano. Las burbujas que se dibujaban en él hacía un rato habían desaparecido. De nuevo, la calma que precedía a la tormenta. Allí estaban, los gyojin y tritones que venían a cambiar el mundo. No tenía nada contra ellos, pero no iba a permitir que mataran a nadie ni que pusieran en peligro la vida de gente inocente. Cargó su puño derecho con el poder de la Gura Gura y esperó. Sus rivales no tardaron mucho en dar señales de vida.

Se escucharon disparos de rifles y cañones. Los proyectiles surcaban el aire en una andanada de muerte mientras los piratas se proyectaban fuera del agua. Muchos cayeron tal y como habían subido. La primera sangre jugaba a favor del Gobierno Mundial y sus aliados. Pero, ¿cuanto duraría? Alex golpeó el aire con el puño una vibración se extendió por todo este creando una enorme vibración sobre el agua. Aquello afectaría a muchos de los gyojin que saltaban. El sismo se extendió al agua. La extensión no era mayor a los veinte metros, pero se haría cargo de unos cuantos. O eso esperaba.

Resumen: