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Katharina von Steinhell
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A medida que me alejaba del corredor y escuchaba los gritos de los caníbales, terminé por encontrarme en un larguísimo corredor que apestaba a muerte y dolor. Había cadáveres empalados y enormes púas salían desde las paredes del pasillo, provocando que avanzar se hiciera una tarea tortuosa. De repente me encontré con un hombre que estaba vivo, pero no necesitaba prestarle atención. Todo en esta isla me parecía extraño y cada segundo que pasaba me convencía más y más que el Brujo era una persona temible, extraña y morbosa.
–Tengo hambre y estoy algo cansada –le dije a la chica que caminaba detrás de mí–. Necesitaré que me ayudes para correr estos cadáveres.
Esperando que la chica me ayudase, usé el poder de la telequinesis para correr algunos cadáveres. Avancé sigilosamente, procurando no golpearme con las peligrosas púas que emergían de las paredes. El lugar apestaba y el paisaje estaba teñido de rojo, pareciendo formar una verdadera alfombra de sangre. Finalmente, después de correr los cadáveres y cruzarlos, fui alarmada por una voz demencial. Inmediatamente alcé la mirada y me encontré con una armadura que tenía un mandoble en su mano a la cual le faltaba un brazo, además de un montón de rasguños. “Claramente ha luchado… Pero ninguno ha tenido suerte”, pensé al ver el montón de cadáveres que estaba esparcido alrededor de la figura. Lo extraño de todo aquello era la cabeza metálica que hablaba y nos incitaba a atacarle.
–Me sirves más viva que muerta –le comenté casi en un susurro–. No hagas ninguna tontería.
La criatura comentó algo curioso: “hacernos trizas antes de que acabara la noche”. ¿Es que tenía un tiempo límite? No sabía cuánto tiempo faltaba para que amaneciera y esperar no era una buena opción, después de todo tenía caníbales a mi espalda y en cualquier momento podían terminar pode comerse a mis aberraciones y flanquearme. ¿Qué opciones tenía? Necesitaba experimentar, claro. Tenía que, de alguna forma, descubrir cuál era el motor que le daba energías a la armadura. ¿Y si destruía su cabeza? ¿Serviría? Había otra forma: desarmarla.
Levanté un par de escombros y los movilicé rápidamente hacia la cabeza de la armadura para aplastarla y romperla. No era mi verdadera estrategia, pero me serviría para conocer las habilidades de mi enemigo. A juzgar por su apariencia, debía ser un espadachín y si me mantenía a distancia, las cosas se me tornarían más fáciles. En todo caso, tenía un montón de ases bajo la manga. Tras movilizar a toda velocidad los escombros y depositarlos violentamente sobre el yelmo, dejaría activo mi mantra para mantenerme alertada acerca de las intenciones de mi objetivo.
–No me gusta que los insectos hablen –terminaría por decir en caso de que mi pobre plan de ataque tuviera éxito.
–Tengo hambre y estoy algo cansada –le dije a la chica que caminaba detrás de mí–. Necesitaré que me ayudes para correr estos cadáveres.
Esperando que la chica me ayudase, usé el poder de la telequinesis para correr algunos cadáveres. Avancé sigilosamente, procurando no golpearme con las peligrosas púas que emergían de las paredes. El lugar apestaba y el paisaje estaba teñido de rojo, pareciendo formar una verdadera alfombra de sangre. Finalmente, después de correr los cadáveres y cruzarlos, fui alarmada por una voz demencial. Inmediatamente alcé la mirada y me encontré con una armadura que tenía un mandoble en su mano a la cual le faltaba un brazo, además de un montón de rasguños. “Claramente ha luchado… Pero ninguno ha tenido suerte”, pensé al ver el montón de cadáveres que estaba esparcido alrededor de la figura. Lo extraño de todo aquello era la cabeza metálica que hablaba y nos incitaba a atacarle.
–Me sirves más viva que muerta –le comenté casi en un susurro–. No hagas ninguna tontería.
La criatura comentó algo curioso: “hacernos trizas antes de que acabara la noche”. ¿Es que tenía un tiempo límite? No sabía cuánto tiempo faltaba para que amaneciera y esperar no era una buena opción, después de todo tenía caníbales a mi espalda y en cualquier momento podían terminar pode comerse a mis aberraciones y flanquearme. ¿Qué opciones tenía? Necesitaba experimentar, claro. Tenía que, de alguna forma, descubrir cuál era el motor que le daba energías a la armadura. ¿Y si destruía su cabeza? ¿Serviría? Había otra forma: desarmarla.
Levanté un par de escombros y los movilicé rápidamente hacia la cabeza de la armadura para aplastarla y romperla. No era mi verdadera estrategia, pero me serviría para conocer las habilidades de mi enemigo. A juzgar por su apariencia, debía ser un espadachín y si me mantenía a distancia, las cosas se me tornarían más fáciles. En todo caso, tenía un montón de ases bajo la manga. Tras movilizar a toda velocidad los escombros y depositarlos violentamente sobre el yelmo, dejaría activo mi mantra para mantenerme alertada acerca de las intenciones de mi objetivo.
–No me gusta que los insectos hablen –terminaría por decir en caso de que mi pobre plan de ataque tuviera éxito.
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Sin duda, tú si que sabes tranquilizar a la gente... La chica a la que necesitas viva asiente como si fueses un demonio -aunque por lo que ella sabe quizá lo seas- y, entre inoportunos balbuceos inconexos producto del miedo, se presenta como Flesia.
Volviendo a la armadura, ésta se ríe a carcajadas como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo. A tus espaldas, el silencio se ha apoderado del salón, posiblemente porque todos los bichos raros que había allí están ya muertos. Claro que, quién sabe.
Cuando intentas atacar al yelmo, la armadura pasa a la ofensiva. Como en el pasillo no hay escombro alguno (solo barras afiladas que salen de las paredes y aquellos a los que han matado), tu ataque ha sido un tanto inútil, lo que hace que el yelmo se ría con más ganas aún. El poderoso mandoble del Caballero Hueco sesga el aire con la fuerza de un trueno y... golpea justo a tu lado.
-Más a la izquierda -dice el yelmo. Y la armadura vuelve a levantar su arma y trata de partirte en dos. Esta vez el ataque sí que va hacia ti. Mientras tanto, el guantelete amputado se arrastra por el suelo, empuñando una daga que trata de hundirte en los tobillos.
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Un ataque inútil, pero daba igual. Tenía otras ideas sobre cómo acabar con mi enemigo, aunque no significaba que fuese fácil. Mi mantra activo me alertó sobre su movimiento, dándome tiempo para reaccionar y correrme unos cuantos centímetros para esquivar su poderoso mandoble. Incluso si me hubiese quedado quieta, la espada estaba destinada a fallar. Fue en ese momento que mi mantra me alertó de otra intención enemiga. Pude ver los movimientos de mi objetivo, pero no me daba tiempo para activar la burbuja de oscuridad e intercambiar posición con mi sombra para encontrarme a salvo; tampoco podía usar algún conjuro por la misma razón: estaba corta de tiempo.
Como si el tiempo se hubiese detenido justo en el momento en que el Caballero tenía blandida su espada, encontré una respuesta. Mi cuerpo era lo suficientemente ágil para dar una pirueta hacia atrás y encontrarme a salvo, sin embargo, de no ser por mi mantra ya hubiera sido cortada por la mitad. Cuando el espadón comenzó a descender di una voltereta hacia atrás, provocando que este solo rozara mis cabellos sin provocarme daño. “No es tan rápido. Puedo ganarle”, pensé sin prestar atención a mi alrededor.
–¡AGH! –Grité de dolor– ¡Mierda!
No me fijé en el guantelete amputado que estaba en el suelo, dirigiéndose hacia mí con una daga. Mi mantra me alertó de la feroz pieza metálica que tenía intenciones de dañarme, pero como ya había esquivado el movimiento ofensivo anterior, no me dio tiempo para dar otro salto. Usé mi haki de armadura, concentrándolo todo en mi tobillo para minimizar el daño, pero no fue suficiente. La navaja se incrustó unos cuantos centímetros en mí, provocando que diera un grito de dolor. No era nada grave, pero seguramente dificultaría mis próximos movimientos. “Tal vez no sea una buena idea, pero prefiero luchar estando cien por ciento sana”, pensé mientras retrocedía, alejándome del guantelete asesino.
Una luz dorada surgió de mi mano y bañó todo mi cuerpo, sintiendo como una poderosa magia benevolente sanaba mis heridas. El corte que tenía en el tobillo desapareció completamente, y con él también se fue el dolor. “He gastado uno de mis conjuros de Sanación. Debo tener más cuidado para la próxima, este enemigo no es como los que derroté en el salón anterior”, pensé con la mirada fija en mi oponente. Era hora de seguir luchando y pensar en una nueva estrategia. Contaba con variados conjuros y sobre todo con el poder de mi guadaña, pero debía pensar. “Necesito provocar una distracción en mi enemigo. Él puede mover libre e independientemente sus piezas de la armadura, así que no bastará con que únicamente esté peleando yo”, pensé, analizando a mi oponente.
–No sé si te interese, pero podemos tener un trato –le dije con intenciones de negociar, creyendo inocentemente que este encuentro podía resolverse sin violencia–. ¿Qué es lo que desea tu Maestro?
Había varios cadáveres dispersos por el extenso pasillo, y los usaría para pelear. Me concentré en el poder de mi magia, pero no fue tan fácil como creí. El hambre comenzaba a molestarme y los conjuros usados anteriormente me habían cansado mentalmente; si bien podía seguir luchando, debía cuidarme mucho más que antes. De mi mano surgió una esfera de centro oscuro y a medida que se alejaba iba tornándose violeta. Tras unos segundos, esta reventó provocando una onda expansiva. “Con mi conjuro Alzar cadáver no necesito acercarme tanto para reanimar cuerpos y hacer que luchen por mí. De esta forma conseguiré un poco más de información respecto a mi enemigo”, pensé mientras los cadáveres de mi alrededor se levantaban.
Sin importar si la armadura tenía intenciones de negociar (ya pensaba yo que era imposible), me quedé observando. Claramente tenía un poder externo que le permitía pelear y mantenerse en pie, incluso sin nadie dentro de esta. Por otro lado, podía manejar sus extremidades sin necesidad de estar unida a ellas, lo que significaba un gran problema. ¿Qué podía ser? ¿Cuál sería su debilidad? Necesitaba descansar un poco de estar usando tanto conjuro. Quería lanzarle una bola de fuego, pero eso significaría problemas para mí. Con los muertos vivientes me las apañaría, al menos de momento.
Como si el tiempo se hubiese detenido justo en el momento en que el Caballero tenía blandida su espada, encontré una respuesta. Mi cuerpo era lo suficientemente ágil para dar una pirueta hacia atrás y encontrarme a salvo, sin embargo, de no ser por mi mantra ya hubiera sido cortada por la mitad. Cuando el espadón comenzó a descender di una voltereta hacia atrás, provocando que este solo rozara mis cabellos sin provocarme daño. “No es tan rápido. Puedo ganarle”, pensé sin prestar atención a mi alrededor.
–¡AGH! –Grité de dolor– ¡Mierda!
No me fijé en el guantelete amputado que estaba en el suelo, dirigiéndose hacia mí con una daga. Mi mantra me alertó de la feroz pieza metálica que tenía intenciones de dañarme, pero como ya había esquivado el movimiento ofensivo anterior, no me dio tiempo para dar otro salto. Usé mi haki de armadura, concentrándolo todo en mi tobillo para minimizar el daño, pero no fue suficiente. La navaja se incrustó unos cuantos centímetros en mí, provocando que diera un grito de dolor. No era nada grave, pero seguramente dificultaría mis próximos movimientos. “Tal vez no sea una buena idea, pero prefiero luchar estando cien por ciento sana”, pensé mientras retrocedía, alejándome del guantelete asesino.
Una luz dorada surgió de mi mano y bañó todo mi cuerpo, sintiendo como una poderosa magia benevolente sanaba mis heridas. El corte que tenía en el tobillo desapareció completamente, y con él también se fue el dolor. “He gastado uno de mis conjuros de Sanación. Debo tener más cuidado para la próxima, este enemigo no es como los que derroté en el salón anterior”, pensé con la mirada fija en mi oponente. Era hora de seguir luchando y pensar en una nueva estrategia. Contaba con variados conjuros y sobre todo con el poder de mi guadaña, pero debía pensar. “Necesito provocar una distracción en mi enemigo. Él puede mover libre e independientemente sus piezas de la armadura, así que no bastará con que únicamente esté peleando yo”, pensé, analizando a mi oponente.
–No sé si te interese, pero podemos tener un trato –le dije con intenciones de negociar, creyendo inocentemente que este encuentro podía resolverse sin violencia–. ¿Qué es lo que desea tu Maestro?
Había varios cadáveres dispersos por el extenso pasillo, y los usaría para pelear. Me concentré en el poder de mi magia, pero no fue tan fácil como creí. El hambre comenzaba a molestarme y los conjuros usados anteriormente me habían cansado mentalmente; si bien podía seguir luchando, debía cuidarme mucho más que antes. De mi mano surgió una esfera de centro oscuro y a medida que se alejaba iba tornándose violeta. Tras unos segundos, esta reventó provocando una onda expansiva. “Con mi conjuro Alzar cadáver no necesito acercarme tanto para reanimar cuerpos y hacer que luchen por mí. De esta forma conseguiré un poco más de información respecto a mi enemigo”, pensé mientras los cadáveres de mi alrededor se levantaban.
Sin importar si la armadura tenía intenciones de negociar (ya pensaba yo que era imposible), me quedé observando. Claramente tenía un poder externo que le permitía pelear y mantenerse en pie, incluso sin nadie dentro de esta. Por otro lado, podía manejar sus extremidades sin necesidad de estar unida a ellas, lo que significaba un gran problema. ¿Qué podía ser? ¿Cuál sería su debilidad? Necesitaba descansar un poco de estar usando tanto conjuro. Quería lanzarle una bola de fuego, pero eso significaría problemas para mí. Con los muertos vivientes me las apañaría, al menos de momento.
- Cosas usadas:
- Haki de Armadura Despertado
Sanar: Rodea al objetivo de energía arcana para sanar las heridas. Las heridas descenderán a un rango inferior (permite sanar heridas moderadas, leves e insignificantes). Tiene un alcance de 15 metros + 1 por cada 5 niveles, es decir, puede usarlo sobre otro objetivo en ese rango. Tiempo de recarga: 2 turnos. Solo puede ser usado dos veces por combate.
Alzar Cadáver I: Conjuro de nivel principiante. Se necesita un cadáver para usar este conjuro, es el requisito primordial. A través de la magia, el usuario es capaz de levantar un cuerpo para que pelee por ella temporalmente. Este cuerpo tendrá todas las características físicas que tuvo en vida y solo luchará motivado por la voluntad del usuario. Dura hasta un máximo de tres turnos. El conjuro tiene un alcance de 15 metros. Requiere 3 almas insignificantes.
Los no muertos tienen la orden de atacarle. Por cierto, dejo a decisión del moderador cuantos cadáveres he revivido temporalmente. Una vez lo decida, restaré las almas insignificantes correspondientes.
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Tres cadáveres responden a tu llamada, desgarrando su carne para apartarse de las estacas que los atraviesan. La armadura deja de reír para observarlos -o al menos parece que el yelmo se mueve un poco para orientar su visor hacia los muertos que se mueven- y luego empieza a dar instrucciones a su cuerpo. La armadura se abalanza sobre sus enemigos.
Primero va a por tus cadavéricos seguidores. Al estar rodeados de la maraña de estacas que has atravesado antes, su movilidad es... bueno, complicada. Tienen que avanzar despacio, sorteando las barras de acero, y la armadura no les da tregua. El primero pierde la cabeza en un instante y otro termina sin piernas. Mientras se arrastra, el espadón de la armadura se hunde en su cráneo. El tercero logra emerger de entre las estacas y se lanza sobre el caballero. Lástima que el brazo cortado hunda su puñal en la pierna del muerto, desgarrando el músculo y haciéndolo caer. La armadura pasa por encima, depositando todo su peso sobre su cabeza y provocando un nauseabundo crujido.
-Mi amo no hace tratos. El Dios Sol toma lo que desea y mi deber es probar quién es digno de servirle. Oh temible noche, ¿podrán estas mujeres convertirse en tus verdugas? Yo creo que no.
El cuerpo del Caballero Hueco vuelve la carga. Tienes a tu amiguita Flesia al lado, las estacas detrás, y un pasillo estrecho por el que viene de frente un grueso hombre de acero con una espada más grande que tu brazo. El ataque será de arriba abajo, en vertical. El caballero arrastra el filo de su espada ensangrentada por el suelo, dejando un profundo surco en él. El yelmo vuelve a reír. Mal asunto...
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Nada servía para contrarrestar el poder del espadachín que tenía en frente. Malgasté un poco de energía al reanimar esos cuerpos, pero al menos me sirvieron para ganar tiempo. Mientras la armadura se enfocaba en los muertos reanimados, tuve tiempo para conjurar un par de hechizos, esta vez dejando a un lado las vías indirectas. “Si no puedo ganarle de esa forma, deberé manchar mis propias manos. No es lo que busco en un combate, pero no es que tenga ya muchas alternativas”, pensé con los ojos cerrados, olvidándome del hambre y concentrándome para convocar mis poderes. “Esto me dejará cansada por un buen rato, así que debo terminar esto cuanto antes”, seguí reflexionando.
Mis cabellos parecían flotar debido a la convocación del poder de la magia e inmediatamente después conjuré mis hechizos. Primero mi piel comenzó a cambiar, tornándose más escamosa como si me estuviese convirtiendo en un reptil. Había algunas grietas en mi piel por la cual fluía el poder de la magia. Seguido de mi conjuro Escamas de Dragón, convoqué el poder de la magia arcana para reforzar mi armadura. Mi cuerpo se cubrió de un velo casi invisible el cual permitía reducir considerablemente el daño recibido, sin importar su fuente. Como no estaba envenenada ni sufría de efectos similares, estos conjuros cumplían perfectamente con su cometido. Sin embargo, mi plan ofensivo no se detenía ahí. Tras conjurar mi hechizo Armadura de Mago, me envolví en magia arcana usando mi conjuro Armamento de Mago. Mis extremidades se envolvieron de energía pura y de color azul.
–Si no haces tratos, temo que no habrá otra que partirte en dos.
Sostuve mi guadaña y liberé la burbuja de oscuridad, sabiendo perfectamente que esto no detendría ni por un segundo las habilidades extraordinarias del Caballero Hueco. “Me da igual si puede ver o no, tengo otras ideas. He determinado que, pese a mantener su cuerpo unido por alguna especie de habilidad, sigue siendo su cabeza quien da las órdenes. Mi prioridad es deshacerme de ella, sin importar nada más”, reflexioné. Mi Armamento de Mago me permitía moverme rápida y ágilmente, algo necesario para esquivar los espadazos de mi enemigo. Por otra parte, tanto Escamas de Dragón como Armadura de Mago me servían para casi no sufrir daño.
No había oportunidades de retroceder; quería seguir viviendo, no tener una pila de estacas clavadas en mi espalda. Mi mantra me alertó de su movimiento, de su próximo ataque. “No será difícil de esquivar. ¡Puedo verlo!”, determiné con los ojos clavados en el cuerpo de la armadura animada. Sin embargo, tenía otros planes para la batalla. Dudaba que la armadura fuese a pesar más de una tonelada, era algo casi imposible. Justo en el momento en que la espada iba cayendo hacia el suelo, dirigí mi sombra hacia delante e intercambié posiciones con ella, esquivando completamente el ataque enemigo.
“No podré permanecer mucho tiempo luchando así”, me dije en mis pensamientos. Estaba dándolo todo. A pesar de estar cansada y hambrienta no podía rendirme ante un enemigo como ese. Tenía el objetivo de asesinar al Brujo ese que estaba jugándonos una mala broma. Justo después de esquivar el ataque enemigo tuve unos pocos segundos para activar mi conjuro Telequinesis. Usando el poder de este hechizo moví violentamente el cuerpo de la Armadura hacia las estacas que surgían de las paredes, pensando que así se quedaría incrustado durante unos pocos minutos. En caso de la armadura no llegase a pesar ni quinientos kilos, dirigiría la mirada hacia la cabeza de esta y la atraería hacia el filo de mi guadaña.
Resumen: Mientras la armadura se entretiene con los cadáveres, uso algunos conjuros para reducir posibles daños recibidos y moverme ágil y velozmente. Tras eso, libero la burbuja de oscuridad y esquivo el espadonazo de la armadura, intercambiando posiciones con mi sombra, la cual la desplacé hacia delante. Tras eso, activo mi conjuro Telequinesis y lanzo la armadura a las estacas y atraigo su cabeza hacia el filo de la guadaña.
Mis cabellos parecían flotar debido a la convocación del poder de la magia e inmediatamente después conjuré mis hechizos. Primero mi piel comenzó a cambiar, tornándose más escamosa como si me estuviese convirtiendo en un reptil. Había algunas grietas en mi piel por la cual fluía el poder de la magia. Seguido de mi conjuro Escamas de Dragón, convoqué el poder de la magia arcana para reforzar mi armadura. Mi cuerpo se cubrió de un velo casi invisible el cual permitía reducir considerablemente el daño recibido, sin importar su fuente. Como no estaba envenenada ni sufría de efectos similares, estos conjuros cumplían perfectamente con su cometido. Sin embargo, mi plan ofensivo no se detenía ahí. Tras conjurar mi hechizo Armadura de Mago, me envolví en magia arcana usando mi conjuro Armamento de Mago. Mis extremidades se envolvieron de energía pura y de color azul.
–Si no haces tratos, temo que no habrá otra que partirte en dos.
Sostuve mi guadaña y liberé la burbuja de oscuridad, sabiendo perfectamente que esto no detendría ni por un segundo las habilidades extraordinarias del Caballero Hueco. “Me da igual si puede ver o no, tengo otras ideas. He determinado que, pese a mantener su cuerpo unido por alguna especie de habilidad, sigue siendo su cabeza quien da las órdenes. Mi prioridad es deshacerme de ella, sin importar nada más”, reflexioné. Mi Armamento de Mago me permitía moverme rápida y ágilmente, algo necesario para esquivar los espadazos de mi enemigo. Por otra parte, tanto Escamas de Dragón como Armadura de Mago me servían para casi no sufrir daño.
No había oportunidades de retroceder; quería seguir viviendo, no tener una pila de estacas clavadas en mi espalda. Mi mantra me alertó de su movimiento, de su próximo ataque. “No será difícil de esquivar. ¡Puedo verlo!”, determiné con los ojos clavados en el cuerpo de la armadura animada. Sin embargo, tenía otros planes para la batalla. Dudaba que la armadura fuese a pesar más de una tonelada, era algo casi imposible. Justo en el momento en que la espada iba cayendo hacia el suelo, dirigí mi sombra hacia delante e intercambié posiciones con ella, esquivando completamente el ataque enemigo.
“No podré permanecer mucho tiempo luchando así”, me dije en mis pensamientos. Estaba dándolo todo. A pesar de estar cansada y hambrienta no podía rendirme ante un enemigo como ese. Tenía el objetivo de asesinar al Brujo ese que estaba jugándonos una mala broma. Justo después de esquivar el ataque enemigo tuve unos pocos segundos para activar mi conjuro Telequinesis. Usando el poder de este hechizo moví violentamente el cuerpo de la Armadura hacia las estacas que surgían de las paredes, pensando que así se quedaría incrustado durante unos pocos minutos. En caso de la armadura no llegase a pesar ni quinientos kilos, dirigiría la mirada hacia la cabeza de esta y la atraería hacia el filo de mi guadaña.
Resumen: Mientras la armadura se entretiene con los cadáveres, uso algunos conjuros para reducir posibles daños recibidos y moverme ágil y velozmente. Tras eso, libero la burbuja de oscuridad y esquivo el espadonazo de la armadura, intercambiando posiciones con mi sombra, la cual la desplacé hacia delante. Tras eso, activo mi conjuro Telequinesis y lanzo la armadura a las estacas y atraigo su cabeza hacia el filo de la guadaña.
- Cosas usadas:
- Armadura de Mago: Conjuro de nivel hábil. Permite crear un manto tangible de un leve, casi transparente, color azulado que reduce un % de los daños recibidos (no reduce daños constantes como envenenamiento, quemaduras y similares) durante 2 turnos. El conjuro reduce un 20% + 0.15% por cada nivel del usuario. Puede usarse sobre otra persona en un rango máximo de 20 metros. Solo puede usarse dos veces por combate. Consume 2 almas pequeñas.
Escamas de Dragón [Nivel Hábil]: La piel de la maga es endurecida completamente y rodeada de magia arcana por lo que todo el daño recibido (no cuenta enfermedades, desangramiento ni envenenamiento) se verá disminuido en un 20% + 0.15% por nivel del usuario durante 2 turnos. Puede usarse dos veces por combate y consume 6 almas insignificantes.
Telequinesis [Nivel principiante]: Durante tres turnos le permite mover objetos y seres vivos con un máximo de 100 kilos + 20 kilos por nivel de un lugar a otro. Consume 2 almas insignificantes por turno. Se necesita esperar un turno para volver a ser usado.
Armamento de Mago [Nivel Hábil]: Durante dos turnos la agilidad y velocidad de Katharina aumentan en un 200%. Consume 6 almas insignificantes. Puede usarse dos veces por combate.
Nivel 10: Aprende a controlar el elemento sombra y comienza a crearlo. Puede generar pequeñas cantidades y darle formas simples, como esferas o simplemente manifestarlo como algo amorfo. Al contacto es tan frío que puede causar quemaduras de primer grado, aunque esto es poco probable. Puede manipular su propia sombra, volviéndola intangible y permitiéndose cambiar de posición una vez cada dos turnos en un radio máximo de 20 metros. La sombra sigue las órdenes de la domadora. Aumenta la velocidad en un x16, agilidad y resistencia en un x8, respecto a un humano.
Nivel 40: Los conjuros son un 75% más poderosos.
Porcentaje de Reducción de daño: 92.05%
Almas Gastadas: 7 almas insignificantes.
Cantidad de peso a mover: 1645
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Akuma no mi
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Oyes el zumbido de la espada partir el aire cuando no acierta en el blanco. El yelmo maldice en voz alta con su estridente voz, usando palabras tan obscenas que resultan imposibles de reproducir. Y usa otras aún peores cuando lo golpeas con la guadaña. No consigues cortarlo, pero sí lanzarlo contra una pared y dejarlo mirando hacia fuera, hacia el jardín. En cuanto a la armadura... bueno, las estacas surgieron de las paredes en línea recta, así que sus afilados extremos no apuntan en paralelo al pasillo. Eso hace que la armadura -que pesa mucho más de lo que podría pensarse, afectando negativamente a tu fatiga- simplemente choque contra ellas sin sufrir daños.
Pero todo esto tiene algo bueno, y es que el yelmo no puede girarse y guiar a la armadura hasta que no paséis en la dirección hacia donde lo has dejado mirando. El cuerpo del Caballero Hueco empieza a correr hacia adelante y a agitar el mandoble de un lado a otro sin ojos que lo guíen. Cada vez que agita su gran espada provoca una onda expansiva que hace añicos las paredes y el techo -y sí, varias de esas van hacia ti-. Incluso llega a darle al yelmo, lo que provoca una nueva oleada de soeces blasfemias. Parece furioso, si es que esa cosa puede estarlo.
Mientas tanto, en la puerta que da al jardín, alguien os llama a voces a ti y a la otra chica. Os dice que corráis, que aprovechéis que el yelmo no podrá veros hasta que no paséis por delante de él, y esas cosas que suelen decirse en estos casos. El tipo que grita parece ser Aelo, así que no sé si prefieres volver con el caballero.
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Tras mover la armadura sentí cómo mi cuerpo se debilitaba, pero al menos las cosas resultaron relativamente bien. Tuve que apoyarme en mi guadaña para no caer al suelo… La fatiga estaba siendo problemática y ya no podía continuar luchando, necesitaba descansar y recargar energías. De repente un estruendoso y profundo sonido me sacó de mis pensamientos, y es que los espadazos aleatorios de la pesada armadura estaba derrumbando el pasillo. Varios trozos de pesado material de construcción comenzaron a caer violentamente hacia el suelo, incluso dañando el yelmo que dirigía a la armadura.
“Necesito salir de aquí cuanto antes, aún tengo una oportunidad…”, pensé mientras intentaba mantener la vista enfocada hacia el frente, hacia la salida. Un pequeño trozo de roca cayó justo delante de mí, advirtiéndome sobre la situación en la que estaba envuelta. Por otra parte, la armadura seguiría soltando espadazos hacia el vacío mientras la cabeza no estuviera mirándome. “Tendré que correr, pero cuando llegue a la posición de la cabeza deberé aumentar mi velocidad rotundamente, de lo contrario, seré alcanzada por la armadura”, concluí tras analizar rápidamente la situación.
–Comienza a correr –le advertí a la chica que en realidad no hizo nada, lo que hacía preguntarme cuáles eran sus habilidades especiales por las cuales fue convocada a dicho “evento” –. No te detengas por nada.
Justo después de darle órdenes a la chica escuché una voz que me había estado acosando toda la noche: Aelo. El hombre había conseguido salir y evadir a la armadura. Desde fuera nos gritaba que corriéramos… “Eso haré… No hay muchas opciones, y no pretendo morir aplastada por un trozo de roca. Mi armadura de mago me puede proteger de muchas cosas, pero…”. Mis pensamientos fueron interrumpidos por la caída de un gigantesco bloque rocoso que cayó detrás de mí. Cerré los ojos y me enfoqué en salir de allí, olvidándome de la fatiga que aquejaba mi cuerpo.
Mis piernas se movieron rápidamente y empecé a correr, esquivando pedazos de rocas que caían del cielo. Una de ellas me golpeó el hombro, pero mi Armadura de Mago me protegió completamente. Seguí corriendo, manteniéndome alerta de los trozos rocosos que caían desde el techo. Justo en el momento en que llegué hasta el yelmo aceleré y usé mis pasos veloces. “Esto es lo último que podré hacer… Luego necesitaré descansar…”, pensé. Me encontraba a unos pocos centímetros de la cabeza de la armadura y usé mis pasos veloces, sintiendo como el viento golpeaba mi rostro. De no ser por mi conjuro Armamento de Mago, hubiera chocado directamente contra un gigantesco bloque, pero alcancé esquivarlo en último momento.
En caso de haber logrado salir, me apoyaría en mi guadaña, pero la fatiga superaría mi propio peso provocando que cayera de rodillas.
–¿Cómo has logrado salir? –Le preguntaría finalmente a Aelo.
“Necesito salir de aquí cuanto antes, aún tengo una oportunidad…”, pensé mientras intentaba mantener la vista enfocada hacia el frente, hacia la salida. Un pequeño trozo de roca cayó justo delante de mí, advirtiéndome sobre la situación en la que estaba envuelta. Por otra parte, la armadura seguiría soltando espadazos hacia el vacío mientras la cabeza no estuviera mirándome. “Tendré que correr, pero cuando llegue a la posición de la cabeza deberé aumentar mi velocidad rotundamente, de lo contrario, seré alcanzada por la armadura”, concluí tras analizar rápidamente la situación.
–Comienza a correr –le advertí a la chica que en realidad no hizo nada, lo que hacía preguntarme cuáles eran sus habilidades especiales por las cuales fue convocada a dicho “evento” –. No te detengas por nada.
Justo después de darle órdenes a la chica escuché una voz que me había estado acosando toda la noche: Aelo. El hombre había conseguido salir y evadir a la armadura. Desde fuera nos gritaba que corriéramos… “Eso haré… No hay muchas opciones, y no pretendo morir aplastada por un trozo de roca. Mi armadura de mago me puede proteger de muchas cosas, pero…”. Mis pensamientos fueron interrumpidos por la caída de un gigantesco bloque rocoso que cayó detrás de mí. Cerré los ojos y me enfoqué en salir de allí, olvidándome de la fatiga que aquejaba mi cuerpo.
Mis piernas se movieron rápidamente y empecé a correr, esquivando pedazos de rocas que caían del cielo. Una de ellas me golpeó el hombro, pero mi Armadura de Mago me protegió completamente. Seguí corriendo, manteniéndome alerta de los trozos rocosos que caían desde el techo. Justo en el momento en que llegué hasta el yelmo aceleré y usé mis pasos veloces. “Esto es lo último que podré hacer… Luego necesitaré descansar…”, pensé. Me encontraba a unos pocos centímetros de la cabeza de la armadura y usé mis pasos veloces, sintiendo como el viento golpeaba mi rostro. De no ser por mi conjuro Armamento de Mago, hubiera chocado directamente contra un gigantesco bloque, pero alcancé esquivarlo en último momento.
En caso de haber logrado salir, me apoyaría en mi guadaña, pero la fatiga superaría mi propio peso provocando que cayera de rodillas.
–¿Cómo has logrado salir? –Le preguntaría finalmente a Aelo.
- cosas usadas:
- Pasos veloces: Permite desplazarse rápidamente de un punto A hacia un punto B pareciendo que el usuario se teletransporta, pero en realidad no es más que una serie de pasos demasiado rápidos. La velocidad base de esta habilidad pasiva es de 30 m/s.
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Logras salir, lo que provoca que el yelmo empiece a gritar y maldecir. Aún se oye como la armadura agita su poderoso mandoble y, de hecho, echa a correr hacia la puerta. Parece que está a punto de alcanzarte pero por alguna razón se detiene en seco ante la puerta, incapaz de atravesar el umbral.
-¿Quién...? ¿Qué ha pasado? -dice Aelo. Con esa oscuridad que produce tu guadaña el pobre no puede ver nada. Se aleja varios pasos, espada en mano, temeroso de un nuevo peligro. Si es que vas provocando...
Te encuentras ahora en el jardín. El resto de invitados, los que quedan, deambulan por ahí, limpiando sus armas o simplemente descansando. Todos parecen agotados.Varios cadáveres yacen envueltos en largas enredaderas, en densos arbustos espinosos o con flores de colores brotando de todos sus orificios. Hay muchas plantas cortadas o quemadas y el resplandor anaranjado de las llamas se mezcla con la azulada luz de la luna.
Cuentas catorce personas en total, contándote a ti y a la chica que te acompaña. Aparte de Aelo, tenemos al pelirrojo de la sierra, solo que ahora empuña su arma con la mano izquierda, pues la derecha ha desaparecido a la altura de la muñeca; la chica brazos-largos parece ilesa, al igual que la que lleva la armadura; hay un gyojin también, con su denso bigote y sus manos envueltas en vendas manchadas de restos de plantas. En otro extremo del jardín ves a un hombrecillo que medirá poco menos de un metro y que rebusca con un palo entre los restos de plantas, todo ante la atenta mirada de un tipo alto y delgado como un palo que da de comer a su loro, posado en el hombro y con un extraño collar verde al cuello; una especie de híbrido entre humano y oso limpia su hacha en la ropa de uno de los muertos; también hay una niña que descansa subida a un árbol. Un curioso trío completa el grupo, algo más apartados: un joven disfrazado de payaso que va acompañado por una mujer y un hombre casi idénticos, de unos tres metros de altura y grotescamente gordos.
Éste es el peculiar grupo que ha logrado salir con vida del infierno de la mansión, y todos miran atentamente a la masa de niebla negra que acaba de aparecer ante ellos. Es decir, a ti. Si buscabas aliados, dar una imagen tan siniestra no creo que ayude.
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Al salir del pasaje no pude aguantar el propio peso de mi cuerpo por lo que caí al suelo y mi guadaña cayó a unos pocos centímetros de mí. Como ya no mantenía el contacto físico con ella la burbuja de oscuridad desapareció inmediatamente. Alcé la mirada y me encontré con los supervivientes además de algunos cadáveres cuyas almas absorbería después. Todos parecían tranquilos… Parecían peligrosos. Sin embargo, no podía pensar en nada más que reponer mis fuerzas y conseguir algo de alimento. Necesitaba recuperar energías para seguir con esa pesadilla y terminar de darle caza al Brujo.
–Solo soy yo –le dije a Aelo–. ¿Qué ha pasado aquí?
¿Por qué todos, si habían logrado escapar de la armadura, se juntaban en un mismo lugar? No tenía mucho sentido a menos que hubiera algo o alguien que no les permitiera salir de allí. Acerqué mi mano a la guadaña y la tomé –sin activar la burbuja de oscuridad, claro–, luego me incorporé y apoyé parte de mi peso en mi arma. La fatiga se estaba apoderando de mi cuerpo, pero no podía simplemente dormir y esperar a que todo pasase. Necesitaba comida.
–Necesito… Necesito algo de comer –le diría a Aelo luego de conocer su respuesta. No era que confiase en él, pero dentro de todas las opciones que tenía en frente, a él le conocía mejor–. ¿Sabes dónde puedo conseguir algo?
–Solo soy yo –le dije a Aelo–. ¿Qué ha pasado aquí?
¿Por qué todos, si habían logrado escapar de la armadura, se juntaban en un mismo lugar? No tenía mucho sentido a menos que hubiera algo o alguien que no les permitiera salir de allí. Acerqué mi mano a la guadaña y la tomé –sin activar la burbuja de oscuridad, claro–, luego me incorporé y apoyé parte de mi peso en mi arma. La fatiga se estaba apoderando de mi cuerpo, pero no podía simplemente dormir y esperar a que todo pasase. Necesitaba comida.
–Necesito… Necesito algo de comer –le diría a Aelo luego de conocer su respuesta. No era que confiase en él, pero dentro de todas las opciones que tenía en frente, a él le conocía mejor–. ¿Sabes dónde puedo conseguir algo?
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-Oh, sois vos, mi querida dama. ¿Me disculparéis por mi brusca reacción? Sin duda, vuestras... habilidades son de lo más peculiares -Aelo hace una reverencia muy exagerada y se dispone a explicarte lo que pasa.- Hay frutas de lo más sabrosas por aquí, así como bayas y flores que parecen comestibles, aunque... bueno, no sé si es conveniente fiarse. Yo no las he probado, pero las morderé antes que vos si es que queréis comerlas. Darly, la chica que tanto gusta de escalar árboles, ha comido una y está casi como nueva. Sobre lo demás... Por alguna razón, las puertas exteriores no se abren, y los muros de este jardín son demasiado resistentes para atravesarlos y están coronados por plantas que nos impiden activamente franquearlo por arriba. Así que, en resumen, estamos atrapados.
De repente se abren las puertas metálicas que dan al exterior. Aelo se queda con cara de tonto y el grupo al completo mira con suspicacia las puertas. Al otro lado está la libertad, al menos aparentemente, la posibilidad de alejarse de aquella mansión espantosa; por otro lado, los edificios que pueden verse desde allí tienen un aire tétrico y siniestro que no inspiran precisamente confianza.
-Tal vez las puertas no podían abrirse mientras no estuviéramos todos -sugirió el hombre del loro.
-¿Deberíamos salir? -pregunta el gyojin bigotudo. El payaso y sus fornidos amigos se adelantan y salen fuera mientras que la chica de los brazos largos intenta tomar, en vano, el liderazgo del grupo.
-Tendríamos que ir a...
Una voz la interrumpe súbitamente. Proviene de todas partes a la vez, o al menos eso parece. Son las flores las que hablan, los árboles, los arbustos. Cada planta del jardín tiene voz propia y dice las mismas palabras:
-Hay tres caminos ante vosotros. Podéis ir arriba, podéis ir abajo, o podéis marcharos -dicen las flores-. Uno es vida, otro es muerte y otro es batalla -interviene un árbol-. Una decisión para todos los héroes -Ahora es el césped quien habla-. Elegid bien.
-¿Podemos descansar una hora? -pregunta alguien.
-¿Qué camino escogeremos?
-Habría que irse de una vez ahora que la puerta está abierta. Nos ha dado la opción de marcharnos, ¿no? Pues ya está -sentencia el hombre-oso. Aferra su hacha y la cuelga en su cintura. Se aproxima a la puerta y desaparece tras cruzar el umbral. No cae por un agujero ni se oculta tras una pared ni nada de ese tipo. Simplemente, desaparece. Un segundo estaba ahí y al segundo siguiente ya no.
-En fin, deberíamos votar -sugiere Aelo tras un largo y tenso silencio.
Cada miembro del grupo emite su voto, lo cual lleva una horrenda cantidad de tiempo, pues todos quieren hablar y convencer al resto. El payaso y sus acompañantes votan "arriba", porque les parece divertido, igual que la niña que no hace más que subirse a los árboles; el gyojin, la brazos-largos, el enano y el larguirucho del loro votan "fuera"; Aelo, Flesia, el pelirrojo y la mujer de la armadura votan "abajo". Cuando se hace el empate, todos te miran a ti. Tú decides qué camino tomar.
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Escuché atentamente las palabras de Aelo y con la mirada busqué alguna baya; en ese momento no me importaba si podían ser venenosas o algo así. Lo que más importaba era comer y aprovechar el momento para descansar. Según la información que me dio el caballeroso hombre la mujer que estaba sobre el árbol había comido una de esas frutas y parecía como nueva, aunque si el efecto era volverme una trepadora, no me agradaría del todo. Mientras escuchaba las palabras de Aelo me levanté y cogí una baya, me la eché a la boca y dejé que el sabor se deslizara a través de mi garganta. Pronto, esperaba, recuperaría mis fuerzas y podría seguir luchando.
Tras comer unas cuantas bayas y saciar mi hambre dirigí la mirada hacia las puertas que no abrían. Usar mi telequinesis para elevarme por sobre los muros era una opción viable, pero recordé que estaba dentro de un sádico juego en el que debía seguir las reglas. El Brujo era un hombre inteligente y dramático y no permitiría que me saltase sus reglas, así que de momento estaba encerrada allí con gente desconocida y demente. El único que parecía cuerdo era Aelo, pero no me podía fiar de él.
–Parece que por fin se abren –dije al ver como las puertas metálicas se abrían.
Todos querían dar su opinión, pero no me quedaba claro desde que momento nos habíamos convertido en grupo. Cada uno podía ir a su bola y hacer lo que le diese la gana, pero supuse que por algo nos estaban esperando. “De momento será mejor permanecer juntos e intentar que este intento de grupo no se mate entre sí. Por mi parte, me mantendré al margen de las decisiones…”, pensé mientras observaba nuevamente a mis compañeros. Pese a que todos querían hablar y hacerse conocer, todos fueron interrumpidos por una vez que provenía de “todas” partes.
Teníamos tres opciones por lo que debía pensar con cuidado. ¿Muerte? ¿Vida? ¿Batalla? De seguro lo más lógico era elegir vida, pero no podía ser crédula y creer que eso me llevaría a estar a salvo; en todo caso, mi objetivo era luchar contra El Brujo y no huir como una rata que se esconde. Marcharme tampoco era una opción pues se contradecía con mi objetivo principal de esta pesadilla… De alguna forma mi corazón demandaba batallas, necesitaba continuar peleando para aprender de mis errores y perfeccionar mi estilo de lucha.
El hombre-oso dio su opinión y cruzó las puertas, aferrándose a la idea de marcharse. “Cobarde”, pensé. La criatura simplemente desapareció ante mis ojos y no podía comprender cómo es que había pasado eso… Todo en aquella isla era extraño y muy pocas cosas podían permitir tales fenómenos. “El Brujo debe ser un usuario de alguna fruta del diablo, como yo. Humanamente es imposible lograr todo lo que está haciendo y hasta el momento no he conocido ninguna isla que posea características como estas. Sin embargo, si ese hombre puede hacer todo lo que está haciendo, luchar contra él sería demasiado peligroso…”, reflexioné tras la desaparición del hombre-oso.
Mientras todos los presentes discutían yo aproveché ese momento para descansar y tenderme en el suelo. Me parecía extraño que Flesia también se uniese a la conversación, por lo que noté hasta ese momento ella no era especialmente fuerte y ya ni siquiera sabía con qué propósito la mantenía viva. No era tan cruel para usarla de escudo humano, pero tampoco era lo suficientemente benevolente para ayudar a un desconocido así sin más. Después de un rato todos votaron e indudablemente la decisión quedó en mis manos.
–No sé por qué todos debemos ir juntos, pues al parecer cada uno tiene diversas opiniones. Por mí que cada uno haga lo que le dé la gana, en ningún momento nos convertimos en grupo. Sin embargo, creo que de alguna u otra forma deberé expresar mi voto.
Me levanté lentamente del suelo y miré a Flesia… Ella había votado ir hacia abajo, al igual que Aelo. A ellos dos ya les conocía y en más de un momento vi a ese hombre luchar, de alguna forma sentía que podía confiar más en él que en los demás. Seguir la elección del payaso y su grupo era lo peor que podía hacer, de entre todos ellos eran los que más desconfianza me entregaban. Seguir al Gyojin podía parecer buena idea, pero no le conocía y continuaría con lo mismo. De todas formas, mi voto simplemente se basaba en tener a las personas correctas de mi lado.
–Me uniré a Flesia y a Aelo, así que yo digo que lo mejor es ir “abajo”.
Tras comer unas cuantas bayas y saciar mi hambre dirigí la mirada hacia las puertas que no abrían. Usar mi telequinesis para elevarme por sobre los muros era una opción viable, pero recordé que estaba dentro de un sádico juego en el que debía seguir las reglas. El Brujo era un hombre inteligente y dramático y no permitiría que me saltase sus reglas, así que de momento estaba encerrada allí con gente desconocida y demente. El único que parecía cuerdo era Aelo, pero no me podía fiar de él.
–Parece que por fin se abren –dije al ver como las puertas metálicas se abrían.
Todos querían dar su opinión, pero no me quedaba claro desde que momento nos habíamos convertido en grupo. Cada uno podía ir a su bola y hacer lo que le diese la gana, pero supuse que por algo nos estaban esperando. “De momento será mejor permanecer juntos e intentar que este intento de grupo no se mate entre sí. Por mi parte, me mantendré al margen de las decisiones…”, pensé mientras observaba nuevamente a mis compañeros. Pese a que todos querían hablar y hacerse conocer, todos fueron interrumpidos por una vez que provenía de “todas” partes.
Teníamos tres opciones por lo que debía pensar con cuidado. ¿Muerte? ¿Vida? ¿Batalla? De seguro lo más lógico era elegir vida, pero no podía ser crédula y creer que eso me llevaría a estar a salvo; en todo caso, mi objetivo era luchar contra El Brujo y no huir como una rata que se esconde. Marcharme tampoco era una opción pues se contradecía con mi objetivo principal de esta pesadilla… De alguna forma mi corazón demandaba batallas, necesitaba continuar peleando para aprender de mis errores y perfeccionar mi estilo de lucha.
El hombre-oso dio su opinión y cruzó las puertas, aferrándose a la idea de marcharse. “Cobarde”, pensé. La criatura simplemente desapareció ante mis ojos y no podía comprender cómo es que había pasado eso… Todo en aquella isla era extraño y muy pocas cosas podían permitir tales fenómenos. “El Brujo debe ser un usuario de alguna fruta del diablo, como yo. Humanamente es imposible lograr todo lo que está haciendo y hasta el momento no he conocido ninguna isla que posea características como estas. Sin embargo, si ese hombre puede hacer todo lo que está haciendo, luchar contra él sería demasiado peligroso…”, reflexioné tras la desaparición del hombre-oso.
Mientras todos los presentes discutían yo aproveché ese momento para descansar y tenderme en el suelo. Me parecía extraño que Flesia también se uniese a la conversación, por lo que noté hasta ese momento ella no era especialmente fuerte y ya ni siquiera sabía con qué propósito la mantenía viva. No era tan cruel para usarla de escudo humano, pero tampoco era lo suficientemente benevolente para ayudar a un desconocido así sin más. Después de un rato todos votaron e indudablemente la decisión quedó en mis manos.
–No sé por qué todos debemos ir juntos, pues al parecer cada uno tiene diversas opiniones. Por mí que cada uno haga lo que le dé la gana, en ningún momento nos convertimos en grupo. Sin embargo, creo que de alguna u otra forma deberé expresar mi voto.
Me levanté lentamente del suelo y miré a Flesia… Ella había votado ir hacia abajo, al igual que Aelo. A ellos dos ya les conocía y en más de un momento vi a ese hombre luchar, de alguna forma sentía que podía confiar más en él que en los demás. Seguir la elección del payaso y su grupo era lo peor que podía hacer, de entre todos ellos eran los que más desconfianza me entregaban. Seguir al Gyojin podía parecer buena idea, pero no le conocía y continuaría con lo mismo. De todas formas, mi voto simplemente se basaba en tener a las personas correctas de mi lado.
–Me uniré a Flesia y a Aelo, así que yo digo que lo mejor es ir “abajo”.
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-¿No lo has oído, niña? -te recrimina el enano con tono cortante-. El árbol ha dicho "Una decisión para todos los héroes". Claramente quiere decir que tenemos que ir todos a una. No somos un grupo, pero si quieres desaparecer como el oso ése de antes, allá tú.
Por otro lado, las bayas, aunque escasas, te ayudan a recuperar algunas fuerzas. Y parece que las vas a necesitar, porque en cuanto pronuncias tu voto, el mundo enloquece. De todas partes surgen luces de colores, rojas y verdes, miles de ellas. Parpadean sin cesar a toda velocidad, desde todas direcciones. Ni siquiera cerrando los ojos puede uno librarse de su molesto brillo. Llega un punto en que la luz lo inunda todo, como una ola luminosa que amenaza con abrasaros a todos.
Hasta que se detiene. La oscuridad se hace dueña y señora del entorno súbitamente y un silencio expectante se adueña del grupo. Ya no estáis en el jardín, sino en un lugar extraño. Os encontráis en una especie de túnel, estrecho y de techo bajo, semi-inundado por unas aguas de dudosa salubridad. La única luz proviene de unas pequeñas bombillas naranjas en las paredes, que se extienden en ambas direcciones hasta donde alcanza la vista. Un fétido olor golpea tus fosas nasales como un puñetazo.
-Abajo... Tuvo que elegir "abajo" -dice el enano con sarcasmo.
Ahora mismo estás tú sola con el enano borde y el hombre alto del loro. En una pared puedes ver claramente escrita la palabra "Batalla". Parece que has elegido bien, aunque al ver que las letras están escritas con sangre igual te lo replanteas, ¿no?
-Me pregunto porqué nos han separado -comenta el del loro. Se llama Maurice; es una de las muchas cosas que dice, porque no se calla.
Hay más cosas escritas en la pared: "Cuatro equipos. El primero en matar al menos a un miembro de los otros tres, gana. La recompensa, el honor. El castigo..." Un borrón de sangre impide leer el resto, pero está claro que no será agradable.
Durante un rato permanecéis los tres solos en el silencio solo roto por la monótona voz de Maurice. Poco después se oye una voz y unos pasos que chapotean en el agua provenientes de una de las muchas ramificaciones del túnel. Si miras en esa dirección verás a la niña, la que sube a los árboles -lástima que en las alcantarillas no haya ninguno-, huir del tipo gordo y callado que va siempre con el payaso.
O no... Unos metros más atrás avanzan los Anfibios: unos seres que parecen una horrenda mezcla entre delfines, ranas, humanos y algo con unas garras y unos dientes muy grandes. Cuatro largas extremidades, un único ojo muy largo que casi parece una boca, branquias y el color de un pegote de pegamento sucio. Ocho de esas cosas avanzan, bien nadando bien pegadas a las paredes, a gran velocidad, con una mirada muy poco tranquilizadora y profiriendo agudos alaridos. En fin, ¿no querías batalla?...
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Tras mi decisión un montón de luces me dejaron ciega y luego de unos minutos estas se detienen para encontrarme en un extraño lugar. Inmediatamente pensé que se trataba de magia teletransportadora, o algo parecido. Era la única explicación que podía encontrar, pues si El Brujo era alguien capaz de usar magia seguramente conocía hechizos de teletransportación, aunque como siempre le encantaba dramatizar todo. Ahora nos encontrábamos en un túnel que apestaba, era bajo y estrecho y permanecía semi-inundado. Al parecer todo iba de mal en peor.
Mi vista se acostumbró a la poca luminosidad del túnel y exploré la estancia con la mirada, pero no encontré nada digno de investigar, salvo a mis compañeros. Estaba con el enano gruñón y el tipo del loro, una compañía poco deseada sobre todo porque quería estar junto a las personas en las que más confiaba. Sin embargo, ya no podía detenerme a quejarme por tener que trabajar con dos tipos completamente desconocidos y aparentemente chiflados. Cuando volví a explorar con la mirada encontré unas letras escritas con sangre: “Batalla”.
–El encargado de este evento es alguien dramático y espeluznante. Únicamente quiere a unos pocos sobrevivientes y no me extrañaría que después entre todos nos tengamos que matar –comenté sin mucho ánimo–. De momento lo mejor será seguir las reglas del juego.
Cada segundo que pasaba el juego se volvía más tétrico y es que al leer las palabras que estaban escritas en la pared quedé congelada. Al final sí que teníamos que asesinar a alguien del otro grupo y para ganar teníamos que darnos prisa porque simplemente no había otra opción. “Al final matar es la solución a esto, pero no sé si sea lo correcto. Tal vez debería convencer a todos de que nos unamos y encontremos otra solución para darle caza al Brujo...”, pensé. Sin embargo, veía muy difícil convencer a todos de que no asesináramos a nadie... Estábamos todos separados.
Después de estar un momento a solas y callados apareció la chica que antes gustaba de trepar árboles; estaba corriendo. Enfoqué la mirada y detrás de ella estaba el tipo gordo que siempre acompañaba al payaso, a primera vista parecía que esta estaba huyendo de él, pero después de unos pocos segundos me di cuenta de que en realidad ninguno de ellos era persecutor de alguien. Detrás de ellos avanzaba un grupo de feroces criaturas de aspecto salvaje.
–No sé si pueda confiar en ustedes, y ustedes no saben si pueden confía en mí. De la misma forma nosotros no sabemos si podemos confiar en quienes vienen corriendo, pero si los ayudamos probablemente nos deban un favor y nuestro grupo aumentará de tamaño.
Apunté hacia uno de mis enemigos trepadores, justo en su ojo, y luego adopté la posición de un arquero en el momento en que tensa la cuerda de su arco para disparar una flecha. Me envolví en energía arcana y pura para disparar una flecha que avanzaba a toda velocidad en dirección hacia una de las criaturas, inmediatamente después disparé una segunda flecha que apuntaba hacia la criatura más cercana al tipo gordo y tras el segundo disparo utilicé el último y más poderoso de los tres para deshacerme de otra criatura. A cada una de ellas les apunté al ojo, pero ahora si daba o no dependía no sólo de mis habilidades, sino de las capacidades enemigas de evadir o no.
–Espero que sepan cómo luchar –comenté con expresión gélida.
Tras eso activaría mi haki de observación para estar atenta ante movimientos enemigos y empuñaría la guadaña mitológica. Ellos eran numerosos, pero no tenía problemas en deshacerme de grandes cantidades de enemigos; ya lo había hecho una vez y podía volver a hacerlo.
Mi vista se acostumbró a la poca luminosidad del túnel y exploré la estancia con la mirada, pero no encontré nada digno de investigar, salvo a mis compañeros. Estaba con el enano gruñón y el tipo del loro, una compañía poco deseada sobre todo porque quería estar junto a las personas en las que más confiaba. Sin embargo, ya no podía detenerme a quejarme por tener que trabajar con dos tipos completamente desconocidos y aparentemente chiflados. Cuando volví a explorar con la mirada encontré unas letras escritas con sangre: “Batalla”.
–El encargado de este evento es alguien dramático y espeluznante. Únicamente quiere a unos pocos sobrevivientes y no me extrañaría que después entre todos nos tengamos que matar –comenté sin mucho ánimo–. De momento lo mejor será seguir las reglas del juego.
Cada segundo que pasaba el juego se volvía más tétrico y es que al leer las palabras que estaban escritas en la pared quedé congelada. Al final sí que teníamos que asesinar a alguien del otro grupo y para ganar teníamos que darnos prisa porque simplemente no había otra opción. “Al final matar es la solución a esto, pero no sé si sea lo correcto. Tal vez debería convencer a todos de que nos unamos y encontremos otra solución para darle caza al Brujo...”, pensé. Sin embargo, veía muy difícil convencer a todos de que no asesináramos a nadie... Estábamos todos separados.
Después de estar un momento a solas y callados apareció la chica que antes gustaba de trepar árboles; estaba corriendo. Enfoqué la mirada y detrás de ella estaba el tipo gordo que siempre acompañaba al payaso, a primera vista parecía que esta estaba huyendo de él, pero después de unos pocos segundos me di cuenta de que en realidad ninguno de ellos era persecutor de alguien. Detrás de ellos avanzaba un grupo de feroces criaturas de aspecto salvaje.
–No sé si pueda confiar en ustedes, y ustedes no saben si pueden confía en mí. De la misma forma nosotros no sabemos si podemos confiar en quienes vienen corriendo, pero si los ayudamos probablemente nos deban un favor y nuestro grupo aumentará de tamaño.
Apunté hacia uno de mis enemigos trepadores, justo en su ojo, y luego adopté la posición de un arquero en el momento en que tensa la cuerda de su arco para disparar una flecha. Me envolví en energía arcana y pura para disparar una flecha que avanzaba a toda velocidad en dirección hacia una de las criaturas, inmediatamente después disparé una segunda flecha que apuntaba hacia la criatura más cercana al tipo gordo y tras el segundo disparo utilicé el último y más poderoso de los tres para deshacerme de otra criatura. A cada una de ellas les apunté al ojo, pero ahora si daba o no dependía no sólo de mis habilidades, sino de las capacidades enemigas de evadir o no.
–Espero que sepan cómo luchar –comenté con expresión gélida.
Tras eso activaría mi haki de observación para estar atenta ante movimientos enemigos y empuñaría la guadaña mitológica. Ellos eran numerosos, pero no tenía problemas en deshacerme de grandes cantidades de enemigos; ya lo había hecho una vez y podía volver a hacerlo.
- Cosas usadas:
- Flecha Mágica [Nivel Experto]: La conjuradora adopta la posición de un arquero, tensa una cuerda invisible y prepara una flecha mágica que solo aparece tras terminar de soltar la cuerda. Esta viaja a 40 metros por segundo y tiene potencia baja, no pudiendo atravesar el acero. La segunda flecha lanzada viaja a 60 metros por segundo y es capaz de hondear el acero. Finalmente, la tercera flecha lanzada avanza a 100 metros por segundo y es capaz de atravesar fácilmente el acero, además de tener un mecanismo que persigue al objetivo. Consume 2, 4 y 6 almas insignificantes respectivamente. Puede usarse una vez cada 2 turnos.
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La primera y la segunda flecha dan en el blanco. Las extrañas criaturas caen con un breve y sonoro gemido y sus cuerpos quedan flotando en las fétidas aguas. El tercer monstruo parece más ágil, y logra sumergirse rápidamente para salir unos metros más adelante con una gracia propia de un bonito delfín. La flecha ni lo ha rozado.
-Qué cosas más desagradables -comenta Maurice. En sus manos se genera una sustancia verde, del mismo color que el collar de su loro. A su lado, el enano se coloca un par de guantes metálicos y gruesos de lo más peculiares.
La niña que trepa a los árboles pasa justo a vuestro lado y hace el amago de ocultarse tras de ti. Bueno, tampoco puedes culparla, teniendo en cuenta los engendros que la perseguían. Pero la chica no los mira a ellos; el terror se refleja en su mirada a pesar de que no presta atención a los seres. El hombre gordo se reúne con vosotros también. Su mirada no muestra emoción alguna; de hecho, parece mirar al infinito, con su rostro convertido en una máscara impenetrable decorado con una inquietante sonrisa. Si lo piensas bien, los acompañantes del payaso siempre sonríen.
-¡A él! -grita la niña.- ¡Dispárale a él!
Antes de que pueda decir otra palabra, el gordo, cuya respiración no parece afectada en lo más mínimo por la carrera, descarga su puño sobre... bueno, sobre ti. Un puño tan grande como tu cabeza que busca arrancarte la misma de cuajo. El extraño hombretón se deja caer sobre ti con todo su peso, tratando de aplastarte con su enorme cuerpo.
Si no estás demasiado ocupada, podrás ver como el enano descarga golpes contra las bestias anfibias, provocando explosiones con cada uno, mientras que Maurice usa esa cosa verde para vete a saber qué. El ruido y la confusión es infernal, e incluso un par de criaturas se vuelven contra sus congéneres. Más ruidos desagradables se oyen desde distintos túneles, cada vez más cercanos. La batalla hace honor a su nombre.
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El primer disparo dio de lleno en mi objetivo, derrumbándolo; lo mismo sucedió con el segundo, pero lo sorprendente fue que mi tercera flecha siendo la más poderosa de todas falló. Ya daba lo mismo porque tenía otro asunto en mente y es que los anfibios no eran lo más peligroso de allí. El hombre gordo era la mayor de mis preocupaciones pues avanzaba hacia mí con toda la intención de destrozarme con un solo puñetazo. Tenía varias opciones para salir de allí y la más fácil era simplemente retrocediendo, no necesitaba usar mis poderes para esquivar un movimiento tan básico como un simple puñetazo.
Mi mantra me advirtió ligeramente de los movimientos enemigos teniendo así un segundo para reaccionar y esquivar su extraño ataque. Haciendo gala de mi agilidad y velocidad di una voltereta doble hacia atrás, esquivado el puñetazo y evidentemente la embestida corporal. Mis ojos se clavaron sobre la figura grotesca que tenía en frente, no parecía ser cualquier debilucho y quería, de alguna forma, seguir lo que las palabras en sangre decían: el primer equipo en eliminar a otro de sus miembros sería el ganador. Este era un duelo entre él y yo.
Ya no podía confiar en la niña pues no sabía si todo era una estrategia para cazar al equipo más confiado y yo no sería la estúpida que cayera en esa trampa, pero ese asunto lo resolvería luego. Me coloqué en posición de batalla; tenía la pierna izquierda adelante y la derecha atrás, estas estando levemente flexionadas. “Estoy en problemas... Si activo la burbuja de oscuridad, estoy sentenciando la vida de mis compañeros. Tendré que luchar sin ella aunque tampoco me hace mucha gracia combatir cuerpo a cuerpo con alguien como él”, pensé mientras analizaba a mi contrincante. Este no era la persona más rápida de todas, pero bajo ninguna circunstancia podía confiarme en que la batalla ya estaba sentenciada.
–No confío en ti, niña –le dije–, pero lo que tengo claro es que no debes ser ninguna debilucha para haber llegado hasta aquí. Ayúdame contra él –le pedí con la mirada fija en el sujeto de talla xl.
Mis compañeros se ocupaban de las criaturas, pero no podía despreocuparme totalmente de ellas ni confiar meramente en las habilidades de mi grupo que por cierto resultaron ser bastante “buenas”. Activé la forma completa de mi arma mitológica, volviéndose completamente negra, y bañé el filo de ella con el elemento sombra otorgándole una capa que extendía el filo del arma unos cuantos centímetros. Ni siquiera era necesario cortar la piel de mi enemigo para que las quemaduras se hicieran presentes. Flexioné aún más mis piernas y usé los pasos veloces para aparecer justo en frente de mi enemigo, deteniéndome a un metro de distancia para propinar un corte curvo y horizontal de derecha a izquierda. Sin importar si este daba o no, retrocedería hasta mantenerme en una posición medianamente segura, siempre manteniendo mi mantra activo.
Mi mantra me advirtió ligeramente de los movimientos enemigos teniendo así un segundo para reaccionar y esquivar su extraño ataque. Haciendo gala de mi agilidad y velocidad di una voltereta doble hacia atrás, esquivado el puñetazo y evidentemente la embestida corporal. Mis ojos se clavaron sobre la figura grotesca que tenía en frente, no parecía ser cualquier debilucho y quería, de alguna forma, seguir lo que las palabras en sangre decían: el primer equipo en eliminar a otro de sus miembros sería el ganador. Este era un duelo entre él y yo.
Ya no podía confiar en la niña pues no sabía si todo era una estrategia para cazar al equipo más confiado y yo no sería la estúpida que cayera en esa trampa, pero ese asunto lo resolvería luego. Me coloqué en posición de batalla; tenía la pierna izquierda adelante y la derecha atrás, estas estando levemente flexionadas. “Estoy en problemas... Si activo la burbuja de oscuridad, estoy sentenciando la vida de mis compañeros. Tendré que luchar sin ella aunque tampoco me hace mucha gracia combatir cuerpo a cuerpo con alguien como él”, pensé mientras analizaba a mi contrincante. Este no era la persona más rápida de todas, pero bajo ninguna circunstancia podía confiarme en que la batalla ya estaba sentenciada.
–No confío en ti, niña –le dije–, pero lo que tengo claro es que no debes ser ninguna debilucha para haber llegado hasta aquí. Ayúdame contra él –le pedí con la mirada fija en el sujeto de talla xl.
Mis compañeros se ocupaban de las criaturas, pero no podía despreocuparme totalmente de ellas ni confiar meramente en las habilidades de mi grupo que por cierto resultaron ser bastante “buenas”. Activé la forma completa de mi arma mitológica, volviéndose completamente negra, y bañé el filo de ella con el elemento sombra otorgándole una capa que extendía el filo del arma unos cuantos centímetros. Ni siquiera era necesario cortar la piel de mi enemigo para que las quemaduras se hicieran presentes. Flexioné aún más mis piernas y usé los pasos veloces para aparecer justo en frente de mi enemigo, deteniéndome a un metro de distancia para propinar un corte curvo y horizontal de derecha a izquierda. Sin importar si este daba o no, retrocedería hasta mantenerme en una posición medianamente segura, siempre manteniendo mi mantra activo.
- Cosas usadas:
- Elemento sombra: Permite la creación y control de este “elemento”. En su estado natural se manifiesta como materia extremadamente fría capaz provocar quemaduras. Además, permite la manipulación de la propia sombra de la domadora y el intercambio de posiciones en un determinado radio.
Pasos veloces: Permite desplazarse rápidamente de un punto A hacia un punto B pareciendo que el usuario se teletransporta, pero en realidad no es más que una serie de pasos demasiado rápidos. La velocidad base de esta habilidad pasiva es de 30 m/s.
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Cuando el orondo cuerpo del hombre embiste el aire, termina cayendo en la infecta y lenta corriente de agua. Salpica tanto como si se hubiese caído una bala de cañón, y tanto tú como todos a su alrededor quedáis bañados en ése desagradable fluido. Bueno, imagina que es solo agua.
Por otro lado, la niña te mira como si le hubieses pedido que se corte un brazo. Echa un vistazo rápido al panorama -el hombre gordo con su cara de póker y su sonrisa siniestra, tu extraña guadaña, los monstruos que aparecen por los túneles adyacentes más deprisa de lo que Maurice y el enano podían matarlos- y se larga corriendo, esquivando zarpas y escurriéndose por los pequeños huecos entre los engendros hasta un túnel despejado. ¡Ja! Igual ha sido así como ha sobrevivido. Qué maja...
Pero si te sirve de consuelo, tu oponente parece bastante lento. Cuando tu arma se acerca a él, el gordo contorsiona su cuerpo de una forma... digamos, imposible. Echa el torso para atrás sin que sus piernas se muevan lo más mínimo hasta el punto de que su cabeza roza el agua. Parece que no tenga huesos o algo así. Cuando una criatura anfibia se abalanza sobre él, gira de nuevo de forma inaudita y el monstruo queda encarado contigo. Pero además, el gordo retuerce la parte superior de su cuerpo, dándole vueltas y vueltas; su cintura queda convertida en un estrecho nudo que produce un ruido que te resultará familiar, aunque no creo que sepas de qué. De repente, empieza a girar a toda velocidad hacia el otro lado con el puño extendido para amplificar la fuerza del puñetazo.
Para más señas, las criaturas que ahora comienzan a hacer acto de presencia son diferentes de las primeras. De hecho, cuesta encontrar dos iguales. Son aberraciones de todo tipo, pero de alguna forma primitiva y básica, todas tienen cierto aire humanoide. El enano malhumorado -que se ha puesto uno de los collares verdes de Maurice, a saber porqué- y el propio rarito del loro tienen problemas para lidiar con ellas y llaman a la retirada. Se abren paso poco a poco hasta un túnel relativamente despejado; no tardarán en largarse.
- Spoiler:
- Puedes hacer acciones cerradas a todos los monstruos que quieras
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El hombre gordo esquivó mi golpe sin dificultad, pareciendo contraer su cuerpo de una forma imposible. Aparentemente carecía de huesos, eso o es que era demasiado flexible, pero me la jugaba más a por lo primero. Tal vez una fruta del diablo era la responsable de ello, pero no tenía tiempo para detenerme a pensar puesto que justo después de esquivar mi ataque, mi enemigo esquivó la embestida de un monstruo y terminó quedando cara a cara conmigo. No fue difícil zafarme de la criatura, sólo di un brinco hacia atrás y esta cayó al suelo.
Mientras yo me preocupaba de la criatura, el hombre de contextura gruesa retorció su cuerpo de tal forma que se hizo un nudo en su zona abdominal. Ya sabía para qué era eso, pero me parecía difícil de creer. Mi mantra me advirtió de sus intenciones hostiles, así que nada más retrocedí un par de metros dando un par de saltos hacia atrás. “Mi enemigo es lento y yo soy rápida, pero es increíblemente flexible. No tendré problemas mientras lo esquive”, pensé.
Un montón de monstruos comenzaron a aparecer y mis compañeros de equipo ya no podían lidiar con todos ellos, llamando a la retirada. No me agradaba para nada tener que retirarme, pero al parecer no había otra opción. “Si no intentado dármelas de buena con la niña, y por el contrario la hubiera asesinado, este juego ya habría terminado”, pensé. Cuando le pedí ayuda no hizo más que correr y eso demostraba que alguien como ella no tenía nada que hacer en un lugar como este.
Seguí a mi grupo, haciéndome paso entre las diversas criaturas del túnel. Tuve que cortar a algunas y esquivar embestidas de otras lo que provocaba que mi nivel de cansancio aumentase, pero no era nada preocupante de momento. Finalmente llegué hasta un túnel ligeramente despejado en donde descansé e intenté recuperar el aliento.
–No tenemos otra que seguir las reglas del juego, ¿no? –Vaya observación que hice– Si tienen alguna idea, pueden contármela. Yo propongo que comencemos a cazar a alguien.
Mientras yo me preocupaba de la criatura, el hombre de contextura gruesa retorció su cuerpo de tal forma que se hizo un nudo en su zona abdominal. Ya sabía para qué era eso, pero me parecía difícil de creer. Mi mantra me advirtió de sus intenciones hostiles, así que nada más retrocedí un par de metros dando un par de saltos hacia atrás. “Mi enemigo es lento y yo soy rápida, pero es increíblemente flexible. No tendré problemas mientras lo esquive”, pensé.
Un montón de monstruos comenzaron a aparecer y mis compañeros de equipo ya no podían lidiar con todos ellos, llamando a la retirada. No me agradaba para nada tener que retirarme, pero al parecer no había otra opción. “Si no intentado dármelas de buena con la niña, y por el contrario la hubiera asesinado, este juego ya habría terminado”, pensé. Cuando le pedí ayuda no hizo más que correr y eso demostraba que alguien como ella no tenía nada que hacer en un lugar como este.
Seguí a mi grupo, haciéndome paso entre las diversas criaturas del túnel. Tuve que cortar a algunas y esquivar embestidas de otras lo que provocaba que mi nivel de cansancio aumentase, pero no era nada preocupante de momento. Finalmente llegué hasta un túnel ligeramente despejado en donde descansé e intenté recuperar el aliento.
–No tenemos otra que seguir las reglas del juego, ¿no? –Vaya observación que hice– Si tienen alguna idea, pueden contármela. Yo propongo que comencemos a cazar a alguien.
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Wow, qué despiadada... Pero bueno, si no juegas, el juego no es divertido. Parece que los engendros están entretenidos con el hombre gordo. Eso os deja unos segundos de tranquilidad en los que Maurice se muestra de acuerdo contigo.
-Sin duda. Deberíamos terminar cuanto antes. Uno de cada equipo, no hace falta más. Aunque no creo que sea buena idea ir a por ese tipo tan... flexible. No con todos esos monstruos alrededor. Por cierto, chica, deberías ponerte esto -El hombre saca un objeto verdoso y te lo tiende-. Se cierra como un collar una vez te lo pones y se quita con igual facilidad. Y gracias a su poder, elimina el cansancio y aumenta las fuerzas de uno. Díselo, compañero -le pide al enano. Éste asiente con energía.
-Sin duda me siento más fuerte.
Unos segundos después se oyen pasos que chapotean en el agua. A lo lejos, en el túnel, hay una tenue luz blancuzca. Si os acercáis veréis que se trata de un hombrecillo demacrado y famélico que lleva consigo una especie de mono subido al hombro; un mono con dos cabezas y un brazo que surge de su espalda.
-¿Sois los campeones? -os pregunta-. Oh, vaya, habéis elegido "abajo", ¿eh? -El hombre estalla en carcajadas, que suenan casi como si estuviese triturando clavos con la garganta-. Podéis daros por muertos. Aquí abajo se reúnen las bestias, los monstruos que se van acumulando año tras año en la isla y que no tienen lugar en la superficie. Es la magia la que los retiene aquí abajo. Pero tranquilos, hay algunos inofensivos -añade, señalando a su mono-. Claro que esos son los primeros a los que se comen los que no lo son, jajajaja.
De repente, un potente pop retumba en los túneles, inundando con su eco cada rincón oscuro y fétido. Viene del lugar donde estabais antes. Poco después, los gruñidos, aullidos y sonidos extravagantes, viscosos y aterradores se aproximan de nuevo.
-Marchaos de aquí -os ordena el hombrecillo-. A los que vivimos aquí no nos gustan las visitas. Alteráis a las bestias, así que mataos de una vez y arrastraos sobre vuestros ensangrentados huesos, si es que quedáis alguno con vida. Hay un grupo por allá, girando a la izquierda, a la derecha dos veces, y luego avanzando hasta una encrucijada de túneles.
Tras avisaros, desaparece por donde ha venido. Y dado lo que se oye a vuestras espaldas, quizás sea buena idea hacer lo mismo.
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El hombre se mostraba de acuerdo conmigo y tras exponer su opinión me ofreció un collar con el poder de eliminar mi cansancio. Lo miré con desconfianza, no conocía lo suficiente a ese hombre como para llegar y aceptar un obsequio. En todo caso estábamos en el mismo equipo y todos debíamos estar preparados y tener todas nuestras fuerzas. Esa fue la única razón por la que asentí y tomé el objeto, me lo coloqué en el cuello y sentí como mi cansancio se desvanecía. “Maravilloso”, pensé, “pero estoy segura que tiene efectos secundarios…”.
Tras colocarme el misterioso artefacto escuchamos pasos que venían hacia nosotros. Inmediatamente empuñé mi arma y centré la mirada en la luz que se veía en el horizonte, aquella luz que se acercaba lentamente. Decidí acercarme lentamente y mientras lo hacía aquella figura lumínica se fue transformando en un hombre demacrado. Al menos no estaba solo, lo acompañaba un mono bastante… peculiar. Me mostré un tanto sorprendida cuando vi a aquella criatura de dos cabezas; jamás había visto uno así.
–¿Cuál es la fuente de toda esta magia? –Pregunté, ignorando por completo todo lo que mencionó–Realmente dudo que un solo hombre tenga tanto poder como para hacer todo esto… Debe haber algo más.
Quería interrogar al hombre y obtener respuestas a todas mis dudas, pero un potente sonido me hizo voltear la cabeza y mirar hacia su dirección. “¿Dónde estábamos antes? Estoy segura que allí no había más que criaturas pequeñas...”, recordé. Mi curioso corazón me exigía que fuera a comprobar con mis propios ojos lo que podía haber allá, pero mi mente fría y calmada me convencía de que siguiera mi camino y no me metiera en problemas.
–Debe haber una gran bestia por aquí cerca… ¿Qué piensan ustedes? –Les pregunté a mis compañeros mientras veía al hombre desaparecer en la oscuridad del túnel– ¿Por dónde continuamos?
El hombrecillo nos dio buena información: la posición de un grupo enemigo. Podíamos seguir sus indicaciones y encontrarnos de frente con nuestro objetivo, pero también podíamos averiguar lo que había a nuestras espaldas. De alguna forma u otra nos terminaríamos topando con bestias… pero por el momento lo mejor era continuar nuestro camino. “Cuando nos encontremos de frente con alguna deberemos solucionar el problema, antes no”, concluí en mi mente.
–Deberíamos continuar nuestro camino y eliminar al siguiente grupo para ganar este juego –expresé con un rostro gélido y la mirada enfocada en el enano–. A nuestras espaldas no suena algo bonito y tal vez nos encontremos si o si con esa cosa que merodea por los túneles.
Tras colocarme el misterioso artefacto escuchamos pasos que venían hacia nosotros. Inmediatamente empuñé mi arma y centré la mirada en la luz que se veía en el horizonte, aquella luz que se acercaba lentamente. Decidí acercarme lentamente y mientras lo hacía aquella figura lumínica se fue transformando en un hombre demacrado. Al menos no estaba solo, lo acompañaba un mono bastante… peculiar. Me mostré un tanto sorprendida cuando vi a aquella criatura de dos cabezas; jamás había visto uno así.
–¿Cuál es la fuente de toda esta magia? –Pregunté, ignorando por completo todo lo que mencionó–Realmente dudo que un solo hombre tenga tanto poder como para hacer todo esto… Debe haber algo más.
Quería interrogar al hombre y obtener respuestas a todas mis dudas, pero un potente sonido me hizo voltear la cabeza y mirar hacia su dirección. “¿Dónde estábamos antes? Estoy segura que allí no había más que criaturas pequeñas...”, recordé. Mi curioso corazón me exigía que fuera a comprobar con mis propios ojos lo que podía haber allá, pero mi mente fría y calmada me convencía de que siguiera mi camino y no me metiera en problemas.
–Debe haber una gran bestia por aquí cerca… ¿Qué piensan ustedes? –Les pregunté a mis compañeros mientras veía al hombre desaparecer en la oscuridad del túnel– ¿Por dónde continuamos?
El hombrecillo nos dio buena información: la posición de un grupo enemigo. Podíamos seguir sus indicaciones y encontrarnos de frente con nuestro objetivo, pero también podíamos averiguar lo que había a nuestras espaldas. De alguna forma u otra nos terminaríamos topando con bestias… pero por el momento lo mejor era continuar nuestro camino. “Cuando nos encontremos de frente con alguna deberemos solucionar el problema, antes no”, concluí en mi mente.
–Deberíamos continuar nuestro camino y eliminar al siguiente grupo para ganar este juego –expresé con un rostro gélido y la mirada enfocada en el enano–. A nuestras espaldas no suena algo bonito y tal vez nos encontremos si o si con esa cosa que merodea por los túneles.
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El hombrecillo afirma que la magia no siempre ha estado allí, que el Brujo la trajo con él. Por desgracia, entiende tan poco como tú sobre cómo es posible todo eso. Por otro lado... ¿Sabes esa sensación tan maravillosa de tu cansancio siendo eliminado? Bueno, pues eso no ocurre. De hecho, en el momento en que te pones el collar, Maurice esboza una sonrisa terrorífica. Tu collar brilla momentáneamente, se cierra y se convierte en una uniforme masa verde que ciñe tu cuello, sin abertura alguna. Si intentas quitártelo descubrirás que las palabras "se quita con igual facilidad" no son del todo ciertas. Sin duda será fácil retirarlo, pero solo para quien lo ha creado.
-Silencio -ordena Maurice cuando sugieres qué curso de acción tomar. El collar se ilumina muy ligeramente y no puedes evitar callarte de sopetón-. No tengo por costumbre hablar con las mascotas. Enano, dile a esta mujer cuál es su nueva condición.
El enano lanza al tipo alto una mirada fulminante, pero obedece.
-Peto Peto no mi, así se llama su poder. Este bastardo convierte a la gente en sus mascotas usando estos collares. Yo también caí en su mentira y ahora soy incapaz de desobedecerle. Y lo mismo ocurrirá contigo.
-Cuida tu lenguaje. No tolero los insultos -dice Maurice. Luego ordena al enano que se arranque un dedo como castigo, y éste no puede evitar hacerlo. El hombrecillo gruñón se mete un dedo en la boca y se lo arranca con los dientes-. No quiero perder tiempo, así que te lo demostraré antes de que montes un escándalo. Salta -te ordena. Y tú no puedes evitar saltar-. Mira que aceptar lo que te ofrece un desconocido en un juego de supervivencia... No sé cómo habéis sobrevivido en el mundo tanto tiempo. Ahora me servís a mí. Estás son tus órdenes, chica: no revelarás a nadie nada sobre mi poder excepto bajo orden expresa mía; darás tu vida por mí si es necesario, sin necesidad de que te lo diga; jamás atacarás a nadie que esté bajo mi influencia. Si tratas de resistirte, cosa inútil, sufrirás un castigo. Si lo haces dos veces, te mataré. Dicho esto, exterminaremos a todos los demás y saldremos de aquí. Ve tú delante y detén cualquier ataque, con tu cuerpo si es necesario.
Acto seguido, os conduce en la dirección que el hombre os ha dicho y llegáis hasta la encrucijada. Allí, tres personas discuten qué hacer a continuación: Flesia y el gyojin hablan sobre cómo afrontar la prueba, acompañados por la silenciosa mujer que acompañaba al payaso, tan grande e inexpresiva como su otro amigo.
-Matadlos a todos -ordena Maurice.
- Spoiler:
- Aquí puedes ver la fruta que te domina. Básicamente, cualquier orden que Maurice te dé, tendrás que obedecerla, sin excepción.Por otro lado, algo de info sobre esta gente. El gyojin es un pez hacha de plata, brilla en la oscuridad y es luchador del buey nivel 50; la mujer gorda, luchadora del buey de nivel 45; Flesia es de nivel 30, aunque su clase es un misterio.
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Una completa idiota. Ahora estaba bajo las órdenes de un mentiroso, pero la responsable era yo. Maurice no era esencialmente bueno y lo demostró ordenándole al enano que se cortara el dedo, quien no tuvo más opción que hacerlo. Sus órdenes fueron muy específicas: no revelarle a nadie sobre su poder, dar mi vida por él y no atacar a nadie que esté bajo su influencia. Eran algo así como los mandamientos que debía seguir y mi labor era encontrar alguna forma de zafarme de ellos, al menos por unos segundos y contraatacar.
Mi cuerpo se movió hacia delante sin siquiera poder evitarlo, pero mientras avanzábamos me iba dando cuenta de algunas cosas. Aparentemente él no era dueño de mis pensamientos así que podía pensar en alguna forma de escapar de su control. Por otra parte, la única forma de que mi cerebro procesase órdenes era escuchándolas directamente, o viéndolas. “Para todo problema existe una solución y mientras más grande sea este, más peligrosa será la resolución. De momento no queda más que seguir las órdenes de Maurice, pero cuando entremos en combate las cosas serán distintas”, pensé mientras caminaba.
No tenía ánimo para responder sus órdenes y había sido bastante específico: matadlos a todos. ¿Acaso lo incluía? ¿Él formaba parte de ese todo? Tal vez el enano también estaba dentro de esa orden. Despreocupándome temporalmente de descubrir alguna falla en su orden cogí mi guadaña y activé la burbuja de oscuridad que comenzó a escurrir como una leve niebla, hasta que finalmente se adueñó de todo el túnel. “La única forma de evitar más órdenes es ignorándolas… Para ello debo ser incapaz de oírlas y verlas. Únicamente mi solución es reventarme los tímpanos para evitar escuchar las palabras de Maurice, no veo otra opción”.
–Flesia, huye porque no puedo evitar…
Me centré en la mujer gorda que estaba allí… completamente en silencio. Tenía opciones para deshacerme de todos mis enemigos, incluso de Maurice, pero de momento lo mejor era seguir las reglas del juego. Activé mi mantra para estar alerta ante los ataques enemigos y luego comencé a pensar en mi plan. “Son tres enemigos y por lo que tengo entendido Flesia no es de las personas que se dedican a luchar, al menos eso vi en la batalla contra la Armadura. No puedo contar con Maurice, pues él me usará como si no fuera más que una herramienta”. El grupo enemigo estaba frente a mí y no sabía si eran más o menos terribles que Maurice, no conocía cuán malvados podían ser así que me era difícil priorizar mi decisión: atacar o reventarme los tímpanos.
Las ganas de asesinar a Maurice no desaparecían… De momento tenía que seguir sus órdenes y atacar con todo; pronto me vengaría. Adopté la posición de un arquero y usé mi conjuro Flecha Mágica para disparar tres proyectiles a toda velocidad. Cada una de las flechas iba hacia la mujer gorda, específicamente a su garganta. “El primer equipo en asesinar al menos a un miembro, gana”, recordé. Si matábamos a uno de los enemigos de en frente, ganaríamos y podría deshacerme de Maurice.
Mi cuerpo se movió hacia delante sin siquiera poder evitarlo, pero mientras avanzábamos me iba dando cuenta de algunas cosas. Aparentemente él no era dueño de mis pensamientos así que podía pensar en alguna forma de escapar de su control. Por otra parte, la única forma de que mi cerebro procesase órdenes era escuchándolas directamente, o viéndolas. “Para todo problema existe una solución y mientras más grande sea este, más peligrosa será la resolución. De momento no queda más que seguir las órdenes de Maurice, pero cuando entremos en combate las cosas serán distintas”, pensé mientras caminaba.
No tenía ánimo para responder sus órdenes y había sido bastante específico: matadlos a todos. ¿Acaso lo incluía? ¿Él formaba parte de ese todo? Tal vez el enano también estaba dentro de esa orden. Despreocupándome temporalmente de descubrir alguna falla en su orden cogí mi guadaña y activé la burbuja de oscuridad que comenzó a escurrir como una leve niebla, hasta que finalmente se adueñó de todo el túnel. “La única forma de evitar más órdenes es ignorándolas… Para ello debo ser incapaz de oírlas y verlas. Únicamente mi solución es reventarme los tímpanos para evitar escuchar las palabras de Maurice, no veo otra opción”.
–Flesia, huye porque no puedo evitar…
Me centré en la mujer gorda que estaba allí… completamente en silencio. Tenía opciones para deshacerme de todos mis enemigos, incluso de Maurice, pero de momento lo mejor era seguir las reglas del juego. Activé mi mantra para estar alerta ante los ataques enemigos y luego comencé a pensar en mi plan. “Son tres enemigos y por lo que tengo entendido Flesia no es de las personas que se dedican a luchar, al menos eso vi en la batalla contra la Armadura. No puedo contar con Maurice, pues él me usará como si no fuera más que una herramienta”. El grupo enemigo estaba frente a mí y no sabía si eran más o menos terribles que Maurice, no conocía cuán malvados podían ser así que me era difícil priorizar mi decisión: atacar o reventarme los tímpanos.
Las ganas de asesinar a Maurice no desaparecían… De momento tenía que seguir sus órdenes y atacar con todo; pronto me vengaría. Adopté la posición de un arquero y usé mi conjuro Flecha Mágica para disparar tres proyectiles a toda velocidad. Cada una de las flechas iba hacia la mujer gorda, específicamente a su garganta. “El primer equipo en asesinar al menos a un miembro, gana”, recordé. Si matábamos a uno de los enemigos de en frente, ganaríamos y podría deshacerme de Maurice.
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La oscuridad se hace dueña y señora del túnel, y Maurice te maldice en voz alta por impedirle ver. Por suerte, el resto también están tan ciegos como él. Un segundo antes de disparar oyes un gruñido de dolor a tu espalda, seguido por el ruido de un cuerpo al desplomarse. Al menos la señora gorda tampoco ve nada y tus flechas seguro que no tardarán en... Oh, espera. Una luz blanca brilla con fuerza allí abajo y todo el mundo puede ver claramente como el gyojin, con su cuerpo luminiscente, aparta a la silenciosa mujer de un empujón antes de que la ensartes con tus proyectiles. Aunque es raro; por un momento ha parecido que sus manos se "hundían" ligeramente en el cuerpo de ella. Y qué ruidito más raro ha hecho, como quien retuerce un plástico.
El gyojin bigotudo es el primero en devolver el ataque. Mete una mano en esa agua nauseabunda y la agita provocando una estrecha ola de apariencia tan peligrosa como insalubre. Supongo que eso pone fin a cualquier posibilidad de llevaros bien. La ola es del tamaño de una persona y, si tu mantra no te lo advierte, ya te lo digo yo: si te da, te partirá en dos a lo largo, algo sumamente desagradable.
Por otra parte... ¿dónde está Flesia? ¿Y cómo es que el enano yace flotando boca abajo en el agua con un chorro de sangre manando de su garganta? Al menos la mujer gorda se ha quedado quieta, mirándote con cara de embobada y esbozando una siniestra sonrisita. Sin duda se debe a que el payaso acaba de aparecer. Está detrás de ella, apoyado en la pared, resguardado entre las sombras de un túnel adyacente y con algo en la mano que no llegas a diferenciar. A lo mejor está pensando en que no debes matar solo a uno, sino a uno de cada grupo... Lo dejo caer.
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Las flechas viajaron rápidamente y justo cuando iban a dar en su objetivo, el gyojin actuó para intervenir y proteger a la mujer de mi conjuro. Si mi vista no falló, vi como las manos del tritón se hundían ligeramente en ese cuerpo... Pero no había tiempo para detenerse a pensar. El enemigo no perdió tiempo y metió una mano al agua para preparar uno de sus ataques, levantando así una peligrosa ola lo suficientemente grande para causarme problemas. Por suerte tenía tiempo para protegerme. No desperdicié un solo segundo más y activé mi conjuro Telequinesis I, levantando rápidamente mi cuerpo y así logrando hacer que la ola que amenazaba con partirme en dos pasara bajo mis pies.
Pasado unos segundos descendí que mis pies tocaron el suelo.
–Así que esto es lo que llaman Karate Gyojin, ¿eh? No está nada mal.
Flesia había desaparecido, lo cual podía ser tanto bueno como malo. Enfrentarse a tres enemigos al mismo tiempo no era algo muy sencillo, así que ahora que la mujer no estaba... Descendí la mirada y me encontré con el cuerpo del enano, flotando boca abajo y rodeado de sangre. “¡¿Qué diablos pasó?!”, me pregunté a mí misma. Alcé rápidamente la mirada y me encontré con una desagradable sorpresa: el payaso. La criatura acompañaba a la mujer, apoyado en el muro y con algo en la mano; seguramente aquel individuo fue el responsable de la caída del enano. ¿Habrá muerto? De ser así, debería ser capaz de ver su alma y utilizarla para traerlo nuevamente a este mundo.
Maurice no lo sabía, pero uno de sus lacayos ya no estaba en este mundo. ¿Quién podía vivir con la garganta rasgada? Solo era cuestión de tiempo para que muriera y dejara de estar al servicio del tipo del loro. Una vez viese el alma, usaría mi conjuro Reanimación y le daría órdenes específicas a seguir. “Primero tengo que hacer que Maurice piense que el enano sigue bajo su control; eso lo haré ordenándole que le siga el juego. Segundo, cuando salgamos vivos de este... problema, deberá deshacerse del psicópata este. Una apuñalada por la espalda deberá ser más que suficiente”, pensé mientras esperaba la aparición de su alma.
Necesitaba encontrar una forma de deshacerme de ese payaso... Estaba completamente segura que él fue el responsable de la muerte de mi compañero. Sin embargo, el gyojin también era una amenaza, sobre todo porque la mayoría de mis conjuros ofensivos podían ser detenidos por sus habilidades. Nuevamente usé el poder de la telequinesis para mover violentamente el cuerpo del tritón y hacerlo chocar duramente contra la pared, para luego estando allí usar mi conjuro meteoro I y provocar una poderosa explosión que no solo dañaría su cuerpo, sino que causaría un derrumbe de esa zona del túnel. “Si noto que el gyojin se resiste a la fuerza de mi telequinesis, lanzaré igualmente mi conjuro meteoro I apuntando su cuerpo”, concluí.
Pasado unos segundos descendí que mis pies tocaron el suelo.
–Así que esto es lo que llaman Karate Gyojin, ¿eh? No está nada mal.
Flesia había desaparecido, lo cual podía ser tanto bueno como malo. Enfrentarse a tres enemigos al mismo tiempo no era algo muy sencillo, así que ahora que la mujer no estaba... Descendí la mirada y me encontré con el cuerpo del enano, flotando boca abajo y rodeado de sangre. “¡¿Qué diablos pasó?!”, me pregunté a mí misma. Alcé rápidamente la mirada y me encontré con una desagradable sorpresa: el payaso. La criatura acompañaba a la mujer, apoyado en el muro y con algo en la mano; seguramente aquel individuo fue el responsable de la caída del enano. ¿Habrá muerto? De ser así, debería ser capaz de ver su alma y utilizarla para traerlo nuevamente a este mundo.
Maurice no lo sabía, pero uno de sus lacayos ya no estaba en este mundo. ¿Quién podía vivir con la garganta rasgada? Solo era cuestión de tiempo para que muriera y dejara de estar al servicio del tipo del loro. Una vez viese el alma, usaría mi conjuro Reanimación y le daría órdenes específicas a seguir. “Primero tengo que hacer que Maurice piense que el enano sigue bajo su control; eso lo haré ordenándole que le siga el juego. Segundo, cuando salgamos vivos de este... problema, deberá deshacerse del psicópata este. Una apuñalada por la espalda deberá ser más que suficiente”, pensé mientras esperaba la aparición de su alma.
Necesitaba encontrar una forma de deshacerme de ese payaso... Estaba completamente segura que él fue el responsable de la muerte de mi compañero. Sin embargo, el gyojin también era una amenaza, sobre todo porque la mayoría de mis conjuros ofensivos podían ser detenidos por sus habilidades. Nuevamente usé el poder de la telequinesis para mover violentamente el cuerpo del tritón y hacerlo chocar duramente contra la pared, para luego estando allí usar mi conjuro meteoro I y provocar una poderosa explosión que no solo dañaría su cuerpo, sino que causaría un derrumbe de esa zona del túnel. “Si noto que el gyojin se resiste a la fuerza de mi telequinesis, lanzaré igualmente mi conjuro meteoro I apuntando su cuerpo”, concluí.
- Cosas usadas:
Reanimación I: Conjuro de nivel experto. Solo necesita el alma del cuerpo que revivirá. Forma un no muerto con todas sus características y debilidades. Obedece completamente la voluntad de la bruja, pero es consciente de sus actos. Posee recuerdos y sentimientos así como una alineación; posee todas sus características que tuvo en vida. Tiene un alcance de 1 metro. Puede usarse siempre y cuando se posea el alma de la persona en cuestión.
Meteoro I: Conjuro de nivel principiante. Permite provocar una explosión con un radio de 5 metros en cualquier lugar dentro de un radio de 40 metros (se considera al usuario como el punto inicial). Esta explosión puede causar quemaduras de hasta primer grado. Consume 2 almas insignificantes.
Telequinesis [Nivel principiante]: Durante tres turnos le permite mover objetos y seres vivos con un máximo de 100 kilos + 20 kilos por nivel de un lugar a otro. Consume 2 almas insignificantes por turno. Se necesita esperar un turno para volver a ser usado.
Nivel 30: Los requisitos para aprender y lanzar un conjuro de nivel experto se reducen en un 45%.
Nivel 40: Los conjuros son un 75% más poderosos.
Rainbow662
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El enano -efectivamente, muerto- se levanta por tu magia. Aunque, siendo sinceros, no engaña a nadie. El tío tiene la garganta abierta de par en par, así que todos los presentes pueden ver claramente que acaba de pasar algo raro. Claro que las cosas raras están a la orden del día ahí abajo. El gyojin sale volando y choca contra una pared, pero bloquea la explosión con sus manos desnudas. Recibe quemaduras un tanto feas, pero sigue entero.
Por su parte, el payaso se mueve. En las manos lleva la cabeza de la niña con la que te topaste un rato antes (no te apures, en realidad no era una niña sino una mujer enana de aspecto muy juvenil; así es mucho menos turbio y traumático). Se acerca a la señora gorda y señala hacia el tritón.
-Doris, mátalo -ordena. La mujer sonríe y corre a obedecer. Salta sobre el gyojin y éste responde con un puñetazo, pero su puño parece hundirse en su cuerpo. ¿Qué diablos es ese sonido como de plástico? La tal Doris parece amoldarse al cuerpo del gyojin, que se retuerce mientras se asfixia bajo ella. Por suerte, aun muerto sigue brillando y alumbrando un poco el túnel. Por suerte para los otros, quiero decir.
Y entonces el payaso te mira y te señala. Coge la cabeza de la niña, le tapa la nariz y sopla por la boca. Es como si de ella saliese un nuevo cuerpo, uno idéntico al que había tenido antes, con su propia cabeza además. La nueva niña, bastante más rechoncha de lo que la recordarás y que observa con gran interés el infinito sonríe, y el payaso tira la cabeza.
-¿Quieres saber cómo lo he hecho, niña? ¿Por qué no te ríes? ¿No te gusta mi espectáculo? Vamos, alégrate, ¡es una fiesta! ¡Es la fiesta Guro Guro! Muchos payasos hacen figuras con globos, pero son unos aficionados. Yo hago personas-globos. ¿No es genial? Ríete. Ríete mientras mueres -El payaso estalla en una horrible carcajada y la niña-globo se lanza sobre ti.
Oh, sí, buenas noticias. El collar verde se te cae del cuello, como derritiéndose. Tal vez Maurice ha decidido liberar... Ah no, se ha muerto. Alguien le ha rajado también el cuello. Menudo lío, ¿eh?
- Spoiler:
- Sí que era una niña, es tan turbio y traumático como parece.
Katharina von Steinhell
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El gyojin salió volando hacia la pared, tal como lo planeé, aunque logró detener casi por completo mi explosión. Las cosas se estaban complicando… Tenía a varios enemigos frente a mí y al parecer Maurice no era de gran ayuda, menudo lío. Sin embargo, de un momento a otro las cosas cambiaron considerablemente. El payaso dio la orden de asesinar al tritón, quien se defendió correctamente del ataque de la mujer, no obstante su puño se hundió en el cuerpo de la mujer.
La muerte del tritón me despejó algunas dudas que tenía en mi mente. Primero que todo, aquella mujer de nombre Doris no era más que una marioneta del payaso que sostenía la cabeza de la niña. De a poco iba obteniendo más información referente a mi enemigo, quien comenzó a literalmente inflar la cabeza de la niña. Su poder era por lo menos turbio. De pronto, mientras inflaba, iba apareciendo un cuerpo tal cual como si se tratase de un globo.
–Tienes una habilidad interesante, payaso –comenté–. Lástima que tu espectáculo no sea tan interesante como lo que haces.
La niña-globo se abalanzó sobre mí, pero no supuso ningún problema. Supuse que no pesaría tanto y usando la fuerza telequinésica la hice estrellar contra la pared. “Dudo que un golpe contundente le afecte, pues si se tratan de personas-globo deben ser muy moldeables”, pensé mientras acercaba el cadáver del gyojin hacia mí. Me agaché y toqué su cuerpo, absorbí su alma y usé la necromancia para alzar su cadáver y que se uniera a mi ejército de no muertos.
De repente el collar que tenía atado a mi cuello se soltó, lo que significaba dos cosas: era libre y Maurice había decidido dejarme ir. Sin embargo, volteé mi cabeza y me di cuenta que el hombre yacía muerto. “Vaya, me sorprende que yo aún no haya muerto”. Pronto usaría su cadáver; no tenía el tiempo suficiente para reanimar dos cuerpos, además introducir un alma no era un proceso muy amigable. No había tenido mucho tiempo para descansar, así que tenía que hacer que mis no-muertos luchasen por mí.
–Tú te encargarás de protegerme –le ordené al enano– y también te preocuparás de que el payaso no se apodere del cuerpo de Maurice. Nosotros lo necesitamos más que él. Tú, gyojin, supongo que querrás la revancha contra Doris.
Habiendo dejado las órdenes listas invocaría al Daemencer para aumentar nuestros números y tener cierto tipo de ventaja. Necesitaba obtener más información acerca del payaso y su habilidad; era demasiado pronto para atacar cuerpo a cuerpo.
–Daemencer, deshazte del payaso.
La muerte del tritón me despejó algunas dudas que tenía en mi mente. Primero que todo, aquella mujer de nombre Doris no era más que una marioneta del payaso que sostenía la cabeza de la niña. De a poco iba obteniendo más información referente a mi enemigo, quien comenzó a literalmente inflar la cabeza de la niña. Su poder era por lo menos turbio. De pronto, mientras inflaba, iba apareciendo un cuerpo tal cual como si se tratase de un globo.
–Tienes una habilidad interesante, payaso –comenté–. Lástima que tu espectáculo no sea tan interesante como lo que haces.
La niña-globo se abalanzó sobre mí, pero no supuso ningún problema. Supuse que no pesaría tanto y usando la fuerza telequinésica la hice estrellar contra la pared. “Dudo que un golpe contundente le afecte, pues si se tratan de personas-globo deben ser muy moldeables”, pensé mientras acercaba el cadáver del gyojin hacia mí. Me agaché y toqué su cuerpo, absorbí su alma y usé la necromancia para alzar su cadáver y que se uniera a mi ejército de no muertos.
De repente el collar que tenía atado a mi cuello se soltó, lo que significaba dos cosas: era libre y Maurice había decidido dejarme ir. Sin embargo, volteé mi cabeza y me di cuenta que el hombre yacía muerto. “Vaya, me sorprende que yo aún no haya muerto”. Pronto usaría su cadáver; no tenía el tiempo suficiente para reanimar dos cuerpos, además introducir un alma no era un proceso muy amigable. No había tenido mucho tiempo para descansar, así que tenía que hacer que mis no-muertos luchasen por mí.
–Tú te encargarás de protegerme –le ordené al enano– y también te preocuparás de que el payaso no se apodere del cuerpo de Maurice. Nosotros lo necesitamos más que él. Tú, gyojin, supongo que querrás la revancha contra Doris.
Habiendo dejado las órdenes listas invocaría al Daemencer para aumentar nuestros números y tener cierto tipo de ventaja. Necesitaba obtener más información acerca del payaso y su habilidad; era demasiado pronto para atacar cuerpo a cuerpo.
–Daemencer, deshazte del payaso.
- Resumen y cosas usadas:
- Primero que todo, perdón por la tardanza. Estos días apenas he podido estar en la casa xD
Lo que hago, básicamente, es acercar al gyojin hacia mí para reanimar su cuerpo y ordenarle luchar contra Doris. Me deshago del ataque de la niña-globo usando la telequinesis. Le ordeno al enano que procure protegerme y cuidar el cadáver de Maurice. Finalmente invoco al daemencer y le ordeno atacar al payaso.
Reanimación I: Conjuro de nivel experto. Solo necesita el alma del cuerpo que revivirá. Forma un no muerto con todas sus características y debilidades. Obedece completamente la voluntad de la bruja, pero es consciente de sus actos. Posee recuerdos y sentimientos así como una alineación; posee todas sus características que tuvo en vida. Tiene un alcance de 1 metro. Puede usarse siempre y cuando se posea el alma de la persona en cuestión.
Telequinesis [Nivel principiante]: Durante tres turnos le permite mover objetos y seres vivos con un máximo de 100 kilos + 20 kilos por nivel de un lugar a otro. Consume 2 almas insignificantes por turno. Se necesita esperar un turno para volver a ser usado.
Invocar Daemencer [Nivel Hábil]: Un Daemencer es un semihumano con apariencia bestial. Mide más de dos metros y medio, es sumamente corpulento y sus manos y antebrazos están hechos de roca carbonizada. Su visión es de fuego, le permite ver perfectamente a través de la oscuridad. Posee atributos de un luchador buey 15 niveles inferior a su conjurador con un x0.15 en fuerza y resistencia cada diez niveles del invocador. Consume diez almas insignificantes y tiene un tiempo de reutilización de seis turnos. Dura 4 turnos en combate.
Normalmente son criaturas agresivas y muy torpes, incapaces de comunicarse con los hombres, pero sí entender el lenguaje humano. Le gustan las cosas cálidas y odian los días lluviosos. Resisten altas temperaturas, pero son muy susceptibles al frío (disminuyen el daño recibido por fuego en un 75% y sufren un 100% de daño hielo/frío adicional). Cuando pasan mucho tiempo con su invocador se encariñan.
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