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Syxel
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Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Siguiendo mis órdenes, Noah y Nassor tomaron el mando de algunos de nuestros hombres y pusieron a punto el barco, mientras el resto de la tripulación continuaba reuniendo y vigilando a los prisioneros. Con todo listo pusimos rumbo a la playa, navegando en paralelo a la costa durante un rato, hasta que llegamos al punto donde habíamos atracado nuestro antiguo barco. Allí nos esperaban ya Balagus, Taito y Dharkel cargando con el botín, y aquellos que se habían quedado con Roger.
- Reúne a todos los que queden a bordo de ese barco - me dirigí al enorme gyojin, alzando la voz, desde la cubierta del nuevo barco. - Quiero que carguéis en este todo cuanto nos quede. Revisad la bodega, el botín, cada maldita habitación. Nos llevamos todo lo que no esté anclado al suelo.
Desde el otro lado se limitó a asentir, y enseguida se dio la vuelta para comenzar a transmitir mis órdenes. Por mi parte, tras terminarme el té preparado por el pelirrojo, volví a dirigir la mirada a los prisioneros. Comencé a andar de un lado a otro de la cubierta, paseando frente a ellos con la mano descansando sobre la empuñadura de mi espada. Lo cierto es que desde un principio ya sabía lo que iba a hacer con ellos, pero me gustaba generar expectación, ponerlos nerviosos y ver sus reacciones ante la espera me resultaba divertido. Y aunque no pudiese verles, notaba las miradas de mis camaradas clavadas en mi espalda. También debían de imaginar mis intenciones, pero ninguno decía nada al respecto.
Para cuando hubieron terminado de trasladar el cargamento y nuestro nuevo botín, consideré que ya había pasado suficiente tiempo, por lo que finalmente hablé.
- Podría daros un elocuente discurso, haciendo uso de rebuscadas palabras que la mitad no entenderíais. Podría hablaros de la libertad que representa la bandera que ondeamos, los vínculos de la hermandad a la que pertenecemos, y todo ello sería cierto. - Me detuve justo en el centro de la cubierta, haciendo una pausa mientras volvía a mirar a todos y cada uno a los ojos. - Pero sinceramente, no me apetece. Ha sido una noche larga, y prefiero disfrutar de una buena cena y descansar. Después de todo, nos espera un largo viaje... Quienes lo deseen, pueden abandonar el barco ahora mismo. Sin represalias. Pero, por otro lado, todo aquel que esté dispuesto a dejar a un lado rencores absurdos y seguirme, será bienvenido a formar parte de nuestra tripulación. Decidiros antes de que zarpemos, u os tocará saltar al mar si queréis abandonar el barco.
Como había dicho, realmente me encontraba agotado tras la batalla en las cuevas. Pero aquel discurso era suficiente, pues tan solo media docena de hombres optaron por volver a la playa. En tan solo una noche logramos casi duplicar nuestro número, conseguimos el barco que buscábamos y pude saldar una antigua cuenta pendiente y recuperar lo que me pertenecía. Finalmente, todo estaba listo para partir hacia el Grand Line.
- Reúne a todos los que queden a bordo de ese barco - me dirigí al enorme gyojin, alzando la voz, desde la cubierta del nuevo barco. - Quiero que carguéis en este todo cuanto nos quede. Revisad la bodega, el botín, cada maldita habitación. Nos llevamos todo lo que no esté anclado al suelo.
Desde el otro lado se limitó a asentir, y enseguida se dio la vuelta para comenzar a transmitir mis órdenes. Por mi parte, tras terminarme el té preparado por el pelirrojo, volví a dirigir la mirada a los prisioneros. Comencé a andar de un lado a otro de la cubierta, paseando frente a ellos con la mano descansando sobre la empuñadura de mi espada. Lo cierto es que desde un principio ya sabía lo que iba a hacer con ellos, pero me gustaba generar expectación, ponerlos nerviosos y ver sus reacciones ante la espera me resultaba divertido. Y aunque no pudiese verles, notaba las miradas de mis camaradas clavadas en mi espalda. También debían de imaginar mis intenciones, pero ninguno decía nada al respecto.
Para cuando hubieron terminado de trasladar el cargamento y nuestro nuevo botín, consideré que ya había pasado suficiente tiempo, por lo que finalmente hablé.
- Podría daros un elocuente discurso, haciendo uso de rebuscadas palabras que la mitad no entenderíais. Podría hablaros de la libertad que representa la bandera que ondeamos, los vínculos de la hermandad a la que pertenecemos, y todo ello sería cierto. - Me detuve justo en el centro de la cubierta, haciendo una pausa mientras volvía a mirar a todos y cada uno a los ojos. - Pero sinceramente, no me apetece. Ha sido una noche larga, y prefiero disfrutar de una buena cena y descansar. Después de todo, nos espera un largo viaje... Quienes lo deseen, pueden abandonar el barco ahora mismo. Sin represalias. Pero, por otro lado, todo aquel que esté dispuesto a dejar a un lado rencores absurdos y seguirme, será bienvenido a formar parte de nuestra tripulación. Decidiros antes de que zarpemos, u os tocará saltar al mar si queréis abandonar el barco.
Como había dicho, realmente me encontraba agotado tras la batalla en las cuevas. Pero aquel discurso era suficiente, pues tan solo media docena de hombres optaron por volver a la playa. En tan solo una noche logramos casi duplicar nuestro número, conseguimos el barco que buscábamos y pude saldar una antigua cuenta pendiente y recuperar lo que me pertenecía. Finalmente, todo estaba listo para partir hacia el Grand Line.
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