Un Poco Más Tonto Y No Naces... Pero Te Quiero. [Privado] [Galia-Ryuken]

Definitivamente, Galia era mucho más sádica que su contraparte. Se estremeció un poco, aún con los ojos cerrados. En su mente recordaba algunas cosas para poder distraerse, pero el dolor persistía. No, no iba a dejar que eso lo dejara en un estado tan lamentablemente. Peores cosas tuvo que soportar, y esto no le llegaba ni a los talones las torturas que tuvo de niño. Iba a soportar como el hombre que era, aunque tuviera que tragarse el orgullo. En eso, notó que Galia había dejado de jugar y ahora penetraba con un ritmo constante. Inconscientemente apretó las manos y ahogó un grito que amenazaba por salirse. Como no sería uno de placer, era muy probable que llamara la atención... Y Ryuken no quería eso, así que tuvo que soportarlo. De milagro lo consiguió, aunque esperaba que no tuviera que forzarse nuevamente para detenerlo. Bastante le costó el primero, después de todo.

Cuando terminó (y eso que estuvo tentado a besarla para hacerlo prematuramente), el joven suspiró un poco. El dolor aminoró los últimos minutos, dejando una sensación de incomodidad. No fue doloroso, pero tampoco podía decir que fuera exactamente placentero. Al menos la pelirrosa tuvo la amabilidad de distraerlo con sus caricias en su zona íntima. Simplemente... era como sentir algo suave dentro y ya. Era una suerte que el pelaje de su cola hiciera que no le doliera tanto. Si hubiera sido con algo grueso como hielo... Ryuken se estremeció de tan solo pensarlo. Mientras recuperaba la sensibilidad se su zona posterior, el rebelde escuchó las palabras de su novia. Cerró sus ojos por algunos segundos, luchando contra las lágrimas que amenazaban por salir. Pensar que hace dos años estuvo en el filo del abismo, a punto de vivir una vida monótona para expiar sus pecados... Realmente, el destino era caprichoso. Dio gracias por haber conocido a una persona tan maravillosa como Galia, puesto que le debía todo a ella.

– Te amo – la abrazó, para luego profundizar el beso. Ella ya había dicho todo lo que quería decir, así que su trabajo era demostrarlo con acciones en vez de palabras.

Mientras mantenía ocupada a su amante, Ryuken se giró y Galia nuevamente quedó debajo suyo. Se separó, dejando un hilo de saliva de por medio, y miró fijamente a la hermosura que tenía a su lado. La pelirrosa podía negarlo todo lo que quisiera, pero el joven siempre pensaría que ella era lo más hermoso de este mundo... Eso no quitaba el hecho que no se fuera a vengar, eso si. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro, y esta vez Yami no tenía nada que ver en su forma de actuar. Acarició lentamente uno de los pechos de su chica, para luego dedicarle una mirada de adoración pura.

– Espero que no hayas pensado que no me iba a vengar – dijo suavemente, aún acariciando su pecho. – Creo que te voy a devolver el favor, Galia-chan – le susurró en el oído.

Insertó uno dedo con su mano libre en su intimidad, aprovechando que seguía bastante húmeda gracias a sus fluidos. Luego, dejó de hacer eso y lentamente insertó el dedo en su otro agujero. Lo mantuvo allí cerca de la entrada, expandiendo un poco para acostumbrar a la pelirrosa. Luego, usó su herramienta y de forma lenta insertó la punta en ese agujero luego de frotar un poco. Mientras iba entrando, sonrío un poco y besó intensamente a su pelirrosa, jugando con su lengua en el proceso...

Ryuken se estremeció un poco cuando la sintió temblar levemente. El mismo recibió eso antes, por lo que sabía lo doloroso que podía ser al principio, aunque luego se podía soportarle e, incluso, llegaba ser un poco satisfactorio. Seriamente pensó en retirarlo y seguir con el encuentro de forma normal, pero no lo hizo. Ya había llegado a estas alturas y no podía detenerse. Además, la joven en ningún momento le dijo que se detuviera, solo que fuera más lento. El asesino accedió a eso, por supuesto, pese a que ya estaba yendo en primera instancia. Galia debía acostumbrarse para que él pudiera moverse como el quisiera. Negó un poco con la cabeza y siguió besándola, en un intento para distraerla mientras esa zona se acostumbraba a su intimidad. Funcionó con él, por lo que debería surtir el mismo efecto en ella.

– Shhhh, ya va a pasar, amor – le susurró en el oído al separarse, mientras le hacía mimos en su cuerpo para poder relajarla un poco. – Sé que duele – respondió, con algo de tristeza.

Aun así, debía darle crédito. Ella lo estaba soportando mucho mejor de lo que él lo hizo. Pese a eso, no podría disfrutarlo hasta que ella se adaptara. Notó como llevaba su mano a la entrepierna para darle placer también allí, a lo que arqueó una ceja. Era lo que tenía en mente, pero pensaba adecuar la posición un poco para que no fuera tan incómodo. Ryuken se giró un poco y quedó acostado al lado de su pelirrosa, quedando de tal forma que ella le estaba dando la espalda. Con algo de torpeza, el asesino levantó lentamente la pierna de Galia y la pasó por encima de la suya, quedando en una posición algo ortodoxa y ella abierta. El joven se relamió un poco al ver la vista que tenía, pero sabía que debía controlarse por el momento. Giró un poco la cabeza de su novia y besó suavemente sus labios, para luego acariciar sus cabellos por algunos segundos.

– Voy de nuevo. Me avisas cuando pueda aumentar la intensidad y... te amo – dijo tímidamente, para luego darle otro beso, aunque ese fue corto comparado con los otros.

Sin decir otra cosa, lentamente empezó a empujar dentro del trasero de su novia. Se estremeció de placer debido a la sensación. Al contrario de su otra zona íntima, esta apretaba mucho más en su herramienta. Negó un poco con la cabeza y siguió metiendo hasta llegar a su máximo. Sabía muy bien que no cabría, así que no se preocupó. Retiró su longitud con lentitud, para luego introducirla nuevamente. Por otro lado, y para que no sufriera tanto, el joven se dedicó a mimarla en otras partes. Con una de sus manos, acariciaba la intimidad de la chica, mientras que con la otra masajeaba uno de sus senos. De vez en cuando frotaba su pezón y lo pinchaba, pero no con la suficiente fuerza para que le doliera.

– Mmmm...

Una vez que Galia se lo dijera, Ryuken aumentaría el ritmo de una vez, hasta llegar a un ritmo consistente. Pese a eso, dudaba poder alcanzar la velocidad que podía conseguir normalmente. Mas porque era la primera vez que hacían eso, que por otra cosa. Aun así, sus embestidas eran lo suficiente veloz para que ella lo sintiera. Se estremeció nuevamente y, aun acariciando la intimidad y seno de su mujer, la besó para ahogar el gemido que amenazaba por salir. Pese a lo doloroso que podía ser, la verdad era lo estaba disfrutando. Solo esperaba que a ella ya no le siguiera doliendo, o al menos no demasiado...

Internamente, el joven asesino suspiró de alivio al ver que el dolor, aparentemente, había desaparecido. No le hacía gracia que su pelirrosa sufriera, pero tampoco pudo echarse para atrás. Afortunadamente, y a juzgar por los gemidos que emitía la ex vampiresa, ahora ella sentía placer. Supuso que los besos, caricias y toqueteo en su intimidad; consiguieron su resultado. Ahora ya no había nada que lo detuviera, y las palabras de Galia fueron lo suficiente para anular todas sus inhibiciones e inseguridades. Sin decir otra palabra, el peliplateado fue aumentando la intensidad, hasta llegar a una muy similar que cuando se divertía con su otro agujero. Se relamió un poco y se estremeció al ver la cara de su amante. Y pensar que hace dos años atrás apenas sabía del tema... recordar a su antiguo yo provocaba que se divirtiera. Realmente, en aquel entonces conocía poco y nada acerca del tema, aunque no podían culparlo. Si la pelirrosa no hubiera dado el primer paso aquella noche en Saint Reia, probablemente el no lo habría dado debido a eso. Por otro lado, pese a que la revolucionaria casi no lo contaba dos veces, ese veneno fue una bendición. En aquel entonces no entendía, pero ahora se daba cuenta que la besó bajo ese pretexto, porque sino no habría tenido las agallas suficientes.

– Estrecho... – murmuró, para luego sentir otro estremecimiento de placer.

Su herramienta seguía sensible por lo anterior, así que eso le afectaba el doble... triple. Esos maullidos combinados con gemidos, hacía que la experiencia fuera mucho más placentera. No pudo aguantar mas y besó con intensidad sus labios al ver su boca abierta. Eran su adicción, y aprovechaba cualquier oportunidad para apoderarse de ellos. Jugó con su lengua durante varios segundos, hasta que tuvo que separarse debido a la falta de respiración. Luego, empezó a mordisquear su cuello, aún usando sus manos para estimular sus senos y zona íntima. Escuchó sus palabras y un brillo peculiar se apoderó de sus ojos. Aumentó la velocidad de los movimientos de sus manos, así también como los que hacía con su herramienta. El también estaba al límite, pero iba a aguantar para venirse junto a ella.

– Y-yo también...

Sin poder evitarlo, Ryuken soltó un pequeño quejido y se libró dentro del agujero de la pelirrosa. Se sintió tan bien eso, que ni se le pasó por la cabeza retirarlo. El joven jadeaba con facilidad, pero eso no impedía que le hiciera mimos a su novia. Besó su frente, cuello, mejillas y terminó con un tierno beso en sus labios.

– Eso fue intenso.

Se dio la vuelta, quedando con Galia encima suyo. Rodeó su cuerpo con sus brazos y cerró sus ojos por algunos, aparentemente dispuesto a irse a dormir, pero no. Aún quedaba algo por hacer. Tan solo estaba haciendo algo de tiempo para recuperar algo de su resistencia. Pocos minutos después, Ryuken recuperó lo suficiente y empezó con su último acto. Se movió un poco y alineó su herramienta con la intimidad de su mujer. Le dio un corto beso en los labios y lentamente entró. Un escalofrío de placer recorrió su espalda al sentir sus paredes húmedas. Pese a que el otro agujero era más estrecho, nada vencería la clásica sensación...

Escuchó la pregunta de Galia y arqueó una ceja, para luego sonreír levemente. La verdad era que su resistencia también estaba al límite, pero tampoco era como si se cansara de ella. Era algo extraño, en cierto modo. Pese estar a punto de quedarse dormido después de tal esfuerzo físico, aun así quería seguir con lo que hacían. Aunque, luego de mirar a la diosa pelirrosa que tenía abrazada, la razón era más que justificada. De todas formas, actuaba más por instinto que por capacidad de aguante. Acarició su cabello por algunos segundos y luego empujó con mucha más intensidad que antes. A estas alturas la sensación ya era una costumbre, así que no había necesidad de empezar lento a menos que Galia se lo pidiera... Aunque, sinceramente, lo dudaba. A medida que pasaban los minutos, el ritmo del joven se hacía más veloz y estable. Tuvo que morderse los labios para evitar gemir, pese a que igual se le escapaba uno de vez en cuando. Definitivamente, Dranser los iba a matar un día de estos por todo el ruido que hacían. En cuanto al resto de los soldados, esperaba que alguno lo increpara. Así podría desquitarse sin ser él quien empiece con el conflicto. Así nadie podría decirle que era una persona conflictiva, cuando en verdad no lo era. Simplemente era callado e iba a su bola.

La pregunta de la pelirrosa lo tomó por sorpresa por algunos segundos, pero luego siguió embistiendo como si nada... aunque mucho más intenso que antes. La sonrisa traviesa que portaba era toda respuesta para esa inquietud, aunque no sabía como la ex vampiresa se lo tomaría. De todas formas, ambos ya estaban muy cansados. Si había represalias, tendría que afrontarlas el día de mañana, puesto que estaba seguro que se dormiría instantáneamente una vez que se viniera por tercera vez en esa ocasión... Y se dio cuenta que superó su marca, pero daba un poco igual.

– Quien sabe – susurró en el oído de su amante, para luego morderlo levemente. – Accidentes tienden a ocurrir en medio en medio de un momento así... Y ciertamente eres demasiado irresistible y mi mente me juega malas pasadas – declaró, con inocencia fingida.

Y eso que no contaba los gemidos, que lo prendían más pese a lo cansado que estaba. Se dio la vuelta hasta quedar encima de ella y continuó embistiendo con intensidad. En esa posición tendría el perfil perfecto del rostro de la joven y ese era su objetivo. Al ver su sonrojo y escuchar aquellos maullidos, no pudo resistirlo y juntó sus labios con los de ella. Sabía de sobra que estaba punto a venirse, pero quería terminar mientras la besaba. Un minuto después, el joven gimió dentro de la boca de su amante y liberó lo suyo dentro de ella. Como era la tercera vez, la cantidad no era mucha, pero igual cumplió con su objetivo. Cansado y jadeando, se dio la vuelta hasta quedar a la lado de la mujer y la abrazó con suavidad, para luego acariciar su cabello.

– Te amo mucho, Galia – declaró suavemente y con cansancio. Quería decirlo, antes que el sueño le ganara. Pese a eso, iba a aguantar hasta que fuera ella quien cerrara los ojos primero...

Ryuken estaba cansado, pero a la ves estaba muy feliz. ¿Cómo no estarlo luego de todo lo que pasó? Dos años estuvo esperando para esto y ahora se encontraba satisfecho. Notó el beso cariñoso de Galia y, en respuesta, apegó más su cuerpo en el suyo propio. Luego de tanto tiempo, al fin volvía a sentir el calor corporal de su chica. La última vez fue cuando tuvieron su primera vez, y desde entonces que nunca más pudo sentirlo. Era satisfactorio y ,a la vez, le provocaba una sensación de calidez en su pecho. Además, caería dormido en cualquier momento debido al sueño. Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonreír alegremente al oír el tono que usó. Vio que se quedó dormida y empezó a acariciar sus rosados cabellos. La amaba mucho, y así seguiría siendo hasta que murieran. Dejó escapar un suspiro y, finalmente, se quedó dormido con su amada en brazos, como siempre debió haber sido.

A la mañana siguiente, el joven abrió lentamente sus ojos. Bostezó un poco y se frotó los ojos, para luego darse cuenta que Galia no se encontraba a su lado. Por unos instantes pensó que se trató de un sueño, pero notó las sábanas y su estado actual, y se calmó. Se rascó la cabeza y pensó que ella debería estar haciendo algo afuera. Antes de ir hacia ella, sin embargo, se dispuso a darse una muy buena merecida ducha para despertar. Durmió demasiado cómodo con ella en brazos, y la calidez aumentó la sensación. Ojalá que eso fuera así para siempre, puesto que no le molestaba en lo más mínimo. Luego de lavar su cuerpo con agua caliente, el joven salió del baño y se colocó su ropa. Había optado por unos pantalones blancos, una polo azul y un chaleco negro encima. Además tenía unas botas negras y llevaba sus dos preciadas espadas en su espalda. Se miró al espejo y asintió para si mismo, para luego salir de la habitación.

Era temprano, por lo que no se encontró con ningún otro revolucionario. Era lo mejor, puesto que no quería pasar malos ratos en la mañana... No, no dejaría que los comentarios de los demás volvieran a afectarlo. Ahora que tenía a Galia y Dranser, no volvería a caer en la soledad de nuevo. Tan distraído estaba en sus pensamientos, que no notó cuando llegó al cuadrilátero donde solía entrenar siempre. Para su fortuna, su pelirrosa se encontraba justo allí. Al ver que tenía a Zeth desvainada, supo que iba a entrenar un poco. Esperaba que no le pidiera otro combate, puesto que no sabía si podría pelear con ella. Ahora que no tenía su regeneración y sus ondas eran bestiales, no le hacía mucha gracia provocarle daño.

– Buenos días, querida – saludó, para luego abrazarla y darle un beso que duró algunos segundos. – Que bien se sintió dormir abrazado a ti luego de dos años de separación – dijo mientras le acariciaba la mejilla.

Se apartó un poco y desvainó a Balmung. Cortó la nada por algunos segundos y luego un brillo azul recubrió el filo de su espada. Mientras, se encontraba viendo fijamente los hipnóticos ojos de su amante.

– ¿Ibas a entrenar?

Al preguntar eso, sin embargo, cortó horizontalmente al aire nuevamente en un momento de distracción. Toda la energía que se encontraba acumulada, salió despedida en forma de onda hacia el bosque. Esta tenía una longitud de diez metros y viajaba a una velocidad de ochenta metros por segundo. La onda arrasó con todos los árboles de su paso, y el efecto era mayor al cubrir una gran distancia. Para cuando el ataque se disipó, al cabo de unos setenta metros, un gran sector se encontraba sin flora al ser destruido por el ataque que inconscientemente había hecho. Ryuken se rascó la cabeza y una gota de sudor bajó por su sien, pese a que estaba sorprendido con el resultado. La última vez lo probó en mar, por lo que no pudo ver su efecto completo. Ahora que lo usó en tierra, se dio cuenta que, quizá, podría haberle hecho frente a Ivan con lo que tenía.

– Creo que me llegará una buena por esto...

Ryu ladeó su cabeza, visiblemente sorprendido ante lo que vio. Cuando pensaba en la palabra espadachín, se le venía a la mente personas que usaba técnicas de onda, ágiles o similares. Lo que hacía Galia contrariaba todo lo que el joven pensaba acerca de esos usuarios. Más que control, pudo notar que su poder iba orientado a la destrucción... Lo cual era lógico, ahora que lo pensaba mejor. De todas formas, seguía siendo la primera vez que veía algo como eso. Ni siquiera Dranser había demostrado el uso de técnicas de ese estilo, o eso creía, al menos. Volviendo a lo anterior, se notaba que sería una técnica poderosa si se llegaba a dominar del todo. Frunció el ceño al pensar en ello, pero luego escuchó las palabras de su pelirrosa. Se rascó la cabeza y miró hacia el otro lado, fingiendo inocencia. En su defensa, no quiso lanzar aquella onda... Aunque una parte de él se sentía a gusto con el resultado. Suspiró un poco y se encogió de hombros, para luego sonreír hacia Galia. Lo hecho ya estaba, y no había anda que pudiera hacer para crecer los árboles de nuevo... Salvo recrearlos como oro, pero algo le decía que eso sería muy mala idea.

– En mi defensa, no es un escondite digno si es que hubieron dos ataques en menos de un año – se cruzó de brazos, orgulloso. – Pero bueno, un ataque encadenado de unas ondas de ese estilo, sería completamente devastador. Aunque... creo que lo dejaré como último recurso – exclamó, al tiempo que una gota de sudor bajaba por su sien. Eso sin contar el poder de Balmung y Dramon, que podría quemar y congelar todo a su paso. Realmente, ¿cuando se hizo tan poderoso? Ni el mismo se lo explicaba.

Escuchó las palabras de su novia y sonrío con suficiencia. Sus sospechas se habían confirmado con eso último, pero... Solo quedaba una demostración de ello luego. Se cruzó de brazos y asintió para si mismo, para luego avanzar un poco hacia el otro lado. No quería estar cerca del rango de la pelirrosa. Si llegaba a darle una estaca... Probablemente pasaría un buen rato en la enfermería.

– En otras palabras, uno es control y el otro puramente poder destructivo, ¿no? – dijo el joven mientras pensaba en algo por algunos segundos. – Interesante. Cuando lo controles, podríamos hacer una pequeña prueba de volcán contra lluvia... Si es que no hay peligro de cargarse más árboles, claro está – bromeó al final.

Bostezó un poco y se concentró por algunos segundos. Todo su cuerpo se tornó de un colo morado metálico, significando que estaba usando su Busoshoku. Se mantuvo así durante un minuto entero, sudando por la frente. Llegó un punto en el que no aguantó más y clavó una pierna en el suelo. Quería seguir dominando la armadura, y para ello... Debería aumentar el tiempo del armamento. Frente a los usuarios Zoan, era una de las pocas ventajas que tenía y debía aprovecharlas lo más que pudiera. Iba a demostrar que alguien como él, también podría hacerle frente a esas bestias... Menos Galia, claro estaba.

Y algo le decía que usar el estilo de lluvia le costaría demasiado. Galia, pese a ser una usuaria de la espada, era una persona orientada a la fuerza bruta. No la veía con mucho control que digamos. Aunque bueno, debía tenerlo si pudo aprender crear cosas con su hielo. Hacer eso, sin ser una paramecia, requería un gran esfuerzo, por lo que el otro estilo también podría aprender. Ryu no pudo evitar que un puchero se formara en su rostro, a sabiendas que estaba en desventaja. Solo le quedaba ser creativo, y el joven tenía una idea para aprender un estilo completamente nuevo. Sin embargo, no empezaría con ese hasta dominar las tres que le dio Dranser. No debería llevar mucho tiempo, la verdad. El primero lo dominó en menos de una semana, después de todo. Se llevó una mano al mentón y decidió seguir con la técnica del filo. Podría resultar se destructor a largo plazo, aparte que la otra era la más difícil. Esa si requería de un enorme control para desviar la trayectoria de una onda previamente lanzada. Asintió para si mismo y de dispuso a seguir con el plan, pero en eso escuchó sus palabras.

– Sabes que es la única defensa que tengo contra las Zoan – se rió el joven. – Pero bueno, supongo que lo dejaré para después. Hay otra cosa que captó mi interés – le reveló mientras bostezaba.

Por otro lado, pudo captar el mecanismo detrás de la técnica que Galia acaba de usar. Eso, sumado a la descripción que le acababa de dar, significaba que podría recrearla si se lo propusiera... Pero no lo haría. Le tenía mucha devoción y respeto a la pelirrosa como hacer algo así. Salió de sus pensamientos al ver que sus ojos se tornaban rojizos, y sabía muy bien lo que eso significaba. Cerró sus ojos al sentir como la ex vampiresa empezaba a beber de su sangre; algunas cosas no cambiaban nunca. Se mordió el labio para evitar soltar un gemido debido a las caricias en su entrepierna, y en eso escuchó sus palabras. La miró fijamente por algunos segundos, para luego sonreír de forma descarada.

– ¿Sabes? No soy tan denso como mi otra mitad. Pese a que puedes ocultarlo muy bien, se que no eres la mas dominante en ese tema debido a encuentros anteriores – su sonrisa se ensanchó. – Y se que deseas que Yami te tome mientras no puedes hacer nada. Me pregunto... ¿Qué pasaría si lo hago ahora, y con el riesgo de que alguien nos vea?

A medida que hablaba, el joven iba acorralando a la pelirrosa hasta llegar al tronco de un árbol. Si lo lograba, pondría una mano en el tronco por sobre el hombro de su novia, evitando que pudiera escapar. Ryuken seguía sonriendo, disfrutando de lo que estaba pasando. Acercó su rostro al de la ex vampiresa y besó intensamente por algunos segundos.

– Y creo que es al revés, pero tranquila; no pienso sacarlo en cara. Aparte... Me dolido eso que has dicho, Black-chan – acarició la mejilla de la mujer por algunos segundos y suspiró, pese a que no parecía triste en lo más mínimo. – Supongo que es tiempo de dejar salir a Yami... Pero no olvides una cosa – Antes que pudiera decir algo, volvió a besarla. – Yami es tan parte de mi, como yo lo soy de él. Lo que quiero decir, es que te amo igualmente... No olvides eso. – Eso último lo dijo sin el tono sugerente de antes, sino con uno más amoroso y suave.

Era algo que se venía venir, de todas formas. Bastante fastidio le tenía el tema de cada contraparte con la suya, y eso no podía ser. Los cuatro debían aprender a convivir en armonía entre sí, y eso iba para Galia y Yami también. Bueno, el había aceptado a Black desde el principio y la amaba igual que a la original. Dio el primer paso, por lo que solo quedaba que los otros tres hicieran lo mismo.

Luego de decir eso, le cedió el control a Yami. Este se mostraba confuso y desorientado por su aparición tan repentina y agresiva. Al ver a Black, el rostro del asesino se iluminó y abrazó intensamente a la joven.

– No sabes cuanto te he extrañado – dijo mientras acariciaba suavemente su cabello...

Mientras seguía abrazando a Black, el asesino intentaba recordar lo que había sucedido. Su memoria estaba algo distorsionada. Lo único que sabía, era que Ryuken forzadamente lo puso al control... pero antes cortó la conexión mental entre ambos, por lo que no supo exactamente que fue lo que le dijo a la pelirerosa, y eso le preocupaba bastante. Por mucho que quisiera ocultarlo, la ex vampiresa era bastante sensible. Solo hacía falta lo mínimo para hacerla reaccionar de una forma negativa. De momento, no parecía como si tuviera uno de sus episodios, y eso lo aliviaba bastante. Por otro lado, primera vez que abrazaba a su novia desde que volvió a ser humana. Era... extraño, pero en el buen sentido. La sensación de calidez era indescriptible, pero sabía que le gustaba bastante. Tanto que ahora no quería soltar a la mujer, lo cual sabía que no era posible. Antes que pudiera seguir pensando en eso, Black lo besó con intensidad mientras lo arrinconaba contra un árbol. El joven correspondió de la misma forma mientras rodeaba su cintura con sus brazos. Realmente, había extrañado esa sensación tan reconfortante.

– No pienso hacerlo. Eres mía y no volveré alejarme de ti, cariño – respondió suavemente mientras acariciaba su cabello.

Hubiera preferido que tuviera sus orejas fuera, pero sabía que no era el momento. Dos años sin ver a su amada lo dejaron un tanto... necesitado de afecto. Al contrario de Ryuken, el no tuvo contacto humano en ese tiempo... Salvo por el escuadrón marine y tropa rebelde que asesinó a sangre fría. Era uno de sus peores recuerdos y sabía que fue un idiota en hacer eso. La frustración y la ira por la separación fue demasiado, al grado que llegó a un punto en el que no pensaba con lucidez. Fue la primera vez, luego de eso, que aceptó ser encerrado en lo más profundo de la mente del cuerpo. Era su castigo, aparte que así no tendría que sufrir con la separación. Entonces, fue egoísta al dejarle todo a su contraparte, pero no pudo evitarlo. El miedo fue demasiado, aparte que probablemente su estado mental se habría deteriorado más.

– Se que fui un idiota por lo que hice, pero... No pude controlar la frustración y la ira, y los rebeldes tuvieron que pagar por mi locura – le dijo, arrepentido de sus actos.

Sin poder evitarlo, Yami besó intensamente a Black de nuevo. Se dio la vuelta y esta vez fue él quien la aprisionó contra el árbol. Exploró cada rincón de su interior, incluso la levantó de la cintura y aferró las piernas de la mujer a su propia cadera. Si, realmente había extrañado esa sensación. Al cabo de unos minutos sin parar, el joven se quedó sin aire y tuvo que separarse. Miró fijamente a los ojos de la ex vampiresa y acarició suavemente su mejilla. Se le hacía raro verla con ojos rojos, pero con la piel algo colorida luego de recuperar su humanidad. Sin embargo, no le molestaba en lo más mínimo.

– Por cierto... ¿Qué hablaron tu y mi contraparte? Cortó la conexión mental y no me dejó escuchar...

Yami ladeó su cabeza al oír lo que dijo su amada, pensante. Realmente no se esperaba eso por parte de su contraparte, pero... Extrañamente no se sentía celoso en lo más mínimo. Supuso que lo que dijo era cierto. Al fin y al cabo, los cuatro venían siendo la misma persona. No pudo evitar gruñir por lo bajo y llevarse una mano a la frente. Todo esto sería mucho mas sencillo si el y Black fueran existencias independientes y sin segunda personalidad, pero el destino lo quiso así y no podía hacerse nada. Solo seguir con la corriente y ver como terminaba toda esta relación, pero esperaba, con toda su alma, que durara hasta que murieran. Dejando eso de lado, no pudo evitar fruncir el ceño un poco. Puede que fuera idea suya, pero parecía como si Black no le hubiera contando todo lo que hablaron. ¿Por qué fue eso? Yami suspiró y negó con la cabeza. Da igual, de todas formas. Confiaba en ella totalmente, y no empezaría a desconfiar por una paranoia suya.

Escuchó sus palabras y parpadeó, al tiempo que por primera vez en su vida empezaba sospechar de la actitud de la pelirrosa. Yami era denso, por lo que costaba que captara los mensajes sugerentes, por muy obvio que fueran. Ahora que estaba mas calmado luego de esos dos años de entrenamiento, al fin pudo darse cuenta de los signos. Esa personalidad tan tsundere, la forma en la que actuaba, el sonrojo pese a que decía que no le gustaba su postura... Finalmente todo el misterio se resolvió y los ojos del peliplateado se abrieron de forma exagerada. Aquello debía ser una broma... ¿no? Por más que intentara encontrar otra razón, siempre terminaba en lo mismo. Yami cerró sus ojos por algunos segundos, intentando controlar su respiración. Solo había una forma de confirmar sus sospechas, aunque igual lo disfrutaría. El joven era alguien perverso y retorcido, después de todo.

– Así que eso era... – murmuró, para luego sonreía divertidamente. – Me temo que no será posible, Black-chan. Ahora...

Sin decir otra palabra, tomó de la cintura a la pelirrosa y nuevamente la levantó del suelo. Violó su boca sin piedad usando en su lengua, al tiempo que la mantenía acorralada contra el tronco del árbol. Podía sentir como cierto problema en su entrepierna crecía, por lo que se aprovechó de ello. Usando la postura, frotó sin piedad la intimidad de la chica por sobre el pantalón usando su bulto. Al mismo tiempo, exploraba cada rincón de su cuerpo con sus manos. Llegó hasta uno de sus pechos y lo masajeó lentamente, para luego ir aumentando la intensidad.

– Si... es así – dijo, luego de separarse. Se dio cuenta que había besando tan intensamente a la pelirrosa, que un notable hilo de saliva se podía apreciar. De todas formas, daba igual. – Vamos, suplica que te de más... ¿O puede que el morbo de ser descubiertos en un sitio abierto sea demasiado – seguía abrazándola, con su cuerpo levantado del suelo. Además, su mano seguía en cierto sector indebido, masajeando esa almohada suave...

Realmente, Yami no sabía si se equivocó o no con sus deducciones. Si bien su cuerpo la delataba, igual usaba su voz para resistirse. Tuvo la duda, hasta que recordó las tendencias tsunderes de Black. Si quería que lo admitiera, entonces tendría que hacer un esfuerzo mayor. Sin embargo, antes que pudiera aumentar la intensidad del momento, se dio cuenta de lo que hizo la pelirrosa. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal al ver el collar de oro, y ladeó su cabeza hacia un lado. Fue... mucho más rápido de lo esperado, la verdad. O ella era más sumisa de lo que creía, o en verdad esos dos años también le terminaron por pasar la cuenta. De todas formas, no importaba. No, al fin su novia lo había admitido y estaba feliz por ello, puesto que Yami rara vez se ponía así. Se rascó la cabeza un poco y la besó nuevamente, sin poder resistirse ante la imagen perfecta que tenía delante de sus ojos. Era mucho más agresivo que antes, pero igual seguía manteniendo su toque gentil y amoroso. Estuvo así durante un largo rato, hasta que la falta de aire terminó por vencerlo. Se separó y juntó su frente con la de ella, al tiempo que miraba fijamente esos rojizos ojos que lo volvían loco.

– ¿Y quien soy yo para negar ese deseo? Dos años es mucho tiempo, después de todo – susurró.

Volvió a besar sus labios con intensidad y nuevamente empezó a acariciarla por debajo de sus ropas. Sin embargo, se separó instantáneamente al oír cierto ruido. El joven entrecerró sus ojos y miró hacia otro lado, dándose cuenta que el tiempo había pasado rápido mientras se encontraban en su momento. Algunas personas andaban dando vueltas por ahí, pero de momento nadie se había dado cuenta de ambos jóvenes. Gruñó por lo abajo y fulminó con la mirada al resto de los rebeldes. al tiempo que atraía más a Black hacia su pecho.

– Se que lo dije antes cuando te piqué, pero lo cierto es que si alguien más ve tu cuerpo, aún si estoy yo contigo haciéndote cosas, tendré que... Darles un escarmiento – río siniestramente, al tiempo que acariciaba su espada para probar su punto. Si, el asesino era alguien muy celoso por naturaleza, y a la mínima se sentía amenazado. No era que no confiara, sino que su personalidad era así y no la podía cambiar.

Sin decir otra palabra, tomó a su pelirrosa en brazos y se adentró corriendo al bosque. El joven no veía por donde iba, puesto que tan solo quería alejarse de ese lugar. Simplemente no tenía rumbo fijo, pero ya llegaría el momento en el que debería parar. Al cabo de unos minutos, por fin se detuvo. Yami arqueó una ceja al ver el paisaje y silbó por lo bajo. Un pequeño lago se podía apreciar encerrado por los árboles y en el suelo solo predominaba el pasto. Tanto tiempo en Saint Reia y era primera vez que veía ese sitio. Bajó su mirada para ver a Black y la besó suavemente en sus labios, al tiempo que acariciaba sus orejas de tigresa.

– Te amo demasiado, Black Shirou – susurró amorosamente el asesino...

Yami tuvo la decencia de avergonzarse y rascarse la cabeza al ser enfrentado por su... actitud original. Lo cierto era que era la primera vez que salía en un tiempo, por lo que su sed de sangre estaba a tope. Solo pensaba en destruir y asesinar, sin importarle las personas que tuviera la "fortuna" de cruzarse en su camino. Black fue la primera persona que vio luego de su despertar (fue Galia, realmente, pero se entendía), por lo que era de esperarse que canalizara toda su locura en ella. Como resultado, el joven ignoró la apariencia de la joven y solo fue a matar. De todas formas, aunque hubiera estado lúcido, dudaba que sus intenciones fueran aquellas. Era su otra parte quien lidiaba con todo ese rollo de los sentimientos, después de todo. Esa fue la primera vez que lo experimentó en carne y hueso, pese a que nunca se quitaría la imagen de Black llorando de su cabeza. Negó un poco y suspiró, a sabiendas que no podía hacer nada para retractar las palabras que dijo ese día. Era demasiado violento y no se medía. Fue gracias a Black se que ahora estaba más calmado... Aunque solo era en su presencia, la verdad. Con los demás seguía siendo el mismo bastardo de siempre, pese a que nadie lo había visto y hubiera vivido para contarlo luego.

– De la forma mas retorcida posible, tienes razón – respondió, mientras una gota caía por su sien. Si bien quería su cuerpo y tuvo una obsesión enfermiza con ella, era más para ver como ella se teñía con su sangre luego. – En aquel entonces solo pensaba en destruir, incluso con las cosas o personas que quería... Como mi madre y casi lo hago contigo – reveló, con tristeza.

Solo pensaba en desesperación, pero luego de darse cuenta que no podía lastimar a Black... Logró calmarse y ver mejor las cosas. Hasta el día de hoy, seguía sin arrepentirse de su decisión, y duda que fuera hacerlo. Estaba tan metido en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que la ex vampiresa le había soltado la mano. La miró, sin entender del todo lo que sucedía. Cuando vio lo que hizo, sus ojos se abrieron de forma exagerada y su mandíbula cayó un poco. Vale, que ya se había dado cuenta que era sumisa, pero... ¿Tanto era? Era una diferencia demasiado grande con la forma que tenía de comportarse habitualmente. Al cabo de unos segundos, el joven se recompuso y su mirada se suavizó. El joven se arrodilló y levantó suavemente su cabeza, para ver directamente a esos rojizos ojos.

– Creo que ya ha quedado más que claro lo que deseo, pero si quieres que lo diga... Te deseo a ti, con todo lo que eso conlleva – acariciaba suavemente su cabello y orejas mientras decía eso. – Así que si no te importa... Hay dos años de frustración con los que hay que lidiar. No, mucho más que eso.

Era verdad, al fin y al cabo. Las dos veces anteriores ellos no participaron. En lo que respectaba, ambos asesinos solo habían experimentado una vez eso, que fue en Banaron durante el episodio de la ducha. ¿Cómo pudo aguantarse tanto? Ni el mismo Yami encontraba explicación a eso. Negó con la cabeza y juntó sus labios con los de su amante, al tiempo que la despojaba de sus ropas hasta que quedó en ropa interior. La admiró por un par de segundos, para luego quitarse todo hasta quedar en calzoncillos. Rodeó su cintura con sus brazos y besó suavemente su cuello, al tiempo que su mano recorría cada rincón de su cuerpo. Pechos, estómago, piernas... Hasta llegar a su zona íntima, la cual empezó a estimular lentamente.

– Te deseo...

Tuvo que pausar un poco sus caricias y ladeó su cabeza hacia otro lado, momentáneamente confuso. Viendo que era la primera vez que tocaba desde que volvió a ser humana, el joven se sorprendió un poco... Aunque en el buen sentido Cerró sus ojos por algunos segundos y sonrío levemente, al tiempo que seguía con sus caricias. Esa calidez le gustaba, y mucho. Quería experimentar lo que tuvo Ryuken con Galia, de una forma u otra. Pese a que era de día. El joven siguió con lo suyo, incluso empezó a presionar por sobre la textura de la braga. Yami lo estaba disfrutando y se le notaba bastante. Quizá fue por los dos años de separación, o simplemente normalmente era así. No era como si hubiera podido reaccionar la última vez. En aquel entonces, fue la ex vampiresa quien dominó todas las acciones. Como recién estaba saliendo de su fase de asesino, no entendía del todo lo que sucedía. Tan solo actuaba por instinto, pero ahora era distinto. El asesino sabía muy bien lo que hacía y lo demostraría. Además, ahora que descubrió que Black era una sumisa por naturaleza... Lo disfrutaría más, pero no a coste de ella. No, se encargaría también de darle el placer que merecía. No era tan hijo de puta como para hacerlo todo de forma violenta y que solo él disfrutara, después de todo.

– Mmm, tienes razón – finalmente asintió a lo que dijo. – Y yo soy feliz de volver a estar a tu lado – agregó con una sonrisa.

Sin decir más, se estiró un poco y, de un ágil movimiento, retiró el sujetador de la joven. Miró atentamente sus hermosos pechos y los masajeó levemente con sus manos. No eran tan grandes, pero para él eran perfectos. Al cabo de unos segundos, llevó su rostro cerca de uno de los orbes y empezó a lamer con gusto uno de los botones rosados. Así estuvo durante un buen rato, al tiempo que iba intercalando. No iba a descuidar un seno por otro, después de todo. Luego de eso, fue hasta el cuello y mordisqueó levemente, intentando dejar una clase de marca. Se separó y se relamió, para luego acercar su rostro a la oreja de su amante y la lamió lenta y pausadamente.

– Ahora que no tienes regeneración, puedo marcarte apropiadamente como mía – susurró roncamente el joven.

Dio otra lamida y bajó hasta quedar al nivel de la entrepierna de la joven. Frunció el ceño y chasqueó su lengua, para luego deshacerse de la última prenda que le estorbaba. Se relamió un poco y acercó el rostro hasta la zona prohibida de la joven. Sin dar aviso alguno, empezó a succionar con fuerza aquellos deliciosos labios. Exploró cada rincón del interior de Black, para luego meter dos dedos de por medio. Así siguió por varios minutos, pero cada vez que se daba cuenta que Black iba a venirse, la dejaba descansar y luego seguía. Si, Yami se estaba divirtiendo incitando a la joven... Y si, hacía a propósito eso para que la ex vampiresa no pudiera irse.

– Vamos... suplica que te deje venirte – dijo lenta y seductoramente.

Si lo hacía, el joven aumentaría la intensidad y empezaría a estimular su punto G durante varios minutos, esta vez sin pausas de por medio. Iría con cuatro dedos, su velocidad pareciendo que su mano desaparecía cada vez que embestía la intimidad de la joven. Yami, a pesar del momento, seguía mirando con amor a su amante...

Por primera vez, desde que la conocía, había soltado una carcajada honesta y feliz. Yami cerró sus ojos por algunos segundos, intentando controlar el temblor de su cuerpo. Aquello fue inesperado, y una calidez indescifrable se esparcía por su cuerpo. Podía sentir, incluso como sus ojos de aguaban un poco. ¿Acaso iba a llorar? Hacía tiempo que no ocurría algo así. Un minuto después, el asesino logró controlar sus emociones. Seguía emocionado, pese a que no sabía el por qué. Tan solo estaba feliz, y eso bastaba. Ver a Black en ese estado, le alegró como nunca antes en su vida. Ni siquiera se igualaba a los asesinatos que cometía cuando su sed de sangre estaba a tope. Definitivamente, el temible asesino había sido domado.

– En ese caso, no me detendré hasta satisfacerte, querida – río, sorpresivamente, el joven.

Sin embargo, antes que pudiera seguir con su cometido, la pelirrosa se las arregló para zafarse de su agarre. Yami frunció el ceño, sin entender porque lo había hecho. ¿Acaso hizo algo malo? Sus dudas fueron aplacadas segundos después al sentir el beso de la ex vampiresa. Era uno calmado y amoroso, donde no hubo enfrentamiento de lenguas. Yami cerró sus ojos y se dejó ser, al tiempo que rodeaba la cintura de Black sus brazos y profundizaba un poco el gesto. Sin darse cuenta, el joven ya se encontraba desnudo y con su pelirrosa encima. El asesino escuchó sus palabras y nuevamente cerró sus ojos, al tiempo que su mente se llenaba de paz por primera vez en años. Pese a que ya había tomado una decisión, aquello lo reafirmó. No había vuelta atrás, pese a que le quitaría la oportunidad a su contraparte. "Pero yo soy el original, así que yo daré el otro paso, pensó don determinación.

– Tu también eres mi vida, y la mía propia te pertenece. Te amo más que a nada, y quiero pasar el resto de mis días junto a tí – se las arregló para decir, pese a que el placer dificultaba un poco su hablar.

Se estremeció al sentir el contacto de las intimidades, pero se las arregló para responder de igual forma a los frotes. Iba moviéndose lentamente, aunque seguía sin penetrar del todo. La punta seguía allí, esperando a que el asesino empujara y terminara por unir a ambos adultos. Cerró sus ojos por algunos segundos, para luego aclamar nuevamente los labios de su pelirrosa. Jugó con su lengua por algunos segundos, hasta que se separó y juntó su frente con la de ella. La mirada de Yami estaba llena de amor, sin ningún rastro de la locura que solía estar presente cuando ella no estaba. Acarició su mejilla y se rió un poco, para luego asentir.

– Yo también te amo, y es por eso que...

Sin decir otra palabra, finalmente penetró dentro de su ex vampiresa. Tanto tiempo sin aquella sensación le había pasado la cuenta, y a duras a penas se las arregló para no venirse con el mero contacto. De todas formas, lo importante fue lo que dijo cuando entró dentro de ella...

– ¿Quieres casarte conmigo?

Finalmente lo había dicho de manera oficial, sin indirectas o promesas a futuro. El asesino ya estaba decido, pese a que una parte de él estaba un poco arrepentido por quitarle la oportunidad a Ryuken. Sin embargo, el era la personalidad original, así que el otro podría callarse y lidiar con las consecuencias luego...