Cruce de Destinos

¿Cómo no podía estar sorprendida al ser testigo de las monstruosas fuerzas que participaban en la guerra? Primero estaba el gigantesco bloque de hielo, el cual levantó una gigantesca ola de más de diez metros de alto, l suficiente para hundir cualquier barco. Ante esa situación, Katharina se dio cuenta de que no estaba ni cerca de ese nivel. Se dio cuenta del verdadero poder, de la fuerza que necesitaba para cumplir sus sueños. ¿Qué posibilidades tenía de sobrevivir por su cuenta a ese tsunami? Tenía que olvidarse de poder conseguir algo como ese iceberg, tampoco podía desintegrar la masa de agua como alguien lo hizo. Se sintió insignificante, como si en realidad no tuviera nada que aportar en aquella batalla. ¿Tal vez lo mejor sería largarse? Pensó que todavía era demasiado débil para participar en una guerra de tal calibre.

Se estaba cansando de estar en cubierta, sin hacer nada, esperando órdenes por parte de Zane. Ni siquiera le habían aclarado el objetivo de todo eso... ¿Acaso solo era participar en la guerra para darse a conocer como alguien poderoso? ¿Qué era lo que realmente buscaban los Arashi? Les estimaba, un poco, pero no lo suficiente para poner en riesgo su vida así de gratis. Luego se lo expresaría a Zane, ahora tenía otras cosas que pensar. ¿Acaso fue la decisión correcta haber enviado a Therax a luchar? Todo estaría bien si se enfrentaba a un único oponente, pero sabía que el objetivo de la Marina era atrapar al mayor número de criminales, no llevar a cabo una batalla honorable y justa. En todo caso, había sido la orden directa del capitán, debía “confiar” en su decisión.

Escuchó la reflexión del grandote acerca de las sugerencias dadas por Zane, y ciertamente parecía tener sentido. Lucía demasiado pesado como para que lo cargasen, además se volverían un blanco demasiado fácil y con poca movilidad. Por otra parte, desconocían el espesor de la capa de hielo, por lo que no podían simplemente atravesar el páramo congelado. Derretir el glaciar artificial y la plataforma era lo que más sentido tenía, no solo se protegerían por la niebla creada a partir del derretimiento, sino que contarían con el armamento de la embarcación. Sin embargo, no era un plan perfecto. ¿Seguro que a Kenshin no le afectará desprender tanto calor para llegar hasta la costa de la isla? Podía ser fuerte y todo, pero seguía siendo un ser humano.

—Estoy de acuerdo con Marc —dijo la bruja—. Derretir el hielo parece la forma más segura de avanzar, aunque creo que es un método lento y agotador.  En todo caso, prefiero eso a ser el blanco de las naves —agregó.

Le dolía en su orgullo tener que sentarse a ver cómo el resto solucionaba todos los problemas y ella seguía estando ahí, limitándose a ser una observadora. Si bien no era tan fuerte como aquellas monstruosidades, tenía sus trucos. Zane no era el único usuario con poder sobre el fuego de la tripulación, y Katharina también podía ayudar a derretir el hielo.

—Sin embargo, si te ayudo con el hielo, terminaremos más deprisa —mencionó, creando una tenue llama sobre la palma de su mano izquierda—. Supongo que mis llamas son mucho más débiles que las tuyas, pero igual ayudarán.

Resumen (Leer, compañeros~):

Elevó el vuelo tan rápido sintió a los dos sobre ella. Quizás usar su forma completa le iba a quitar bastante estamina, pero poco y nada le importaba, tenían que avanzar y así poder obtener algo de ventaja. Además, nadie se esperaría, según ella, que un dragón apareciera de la nada y empezara a hacer… Cosas de dragón. Durante el vuelo, mantenía una velocidad fija, observando lo que pasaba a su alrededor. Su vista, como su oído y olfato, se mejoraban casi de forma exponencial en esa forma. Su pequeño viaje logró el objetivo: había llegado al mejor punto. En el cielo, veía a un capitán de la marina… ¿Kodama? Sí, algo así era su nombre. ”Nota mental: Repasar nombre de los marines y sus rangos” – se dijo mientras veía, como una gran mancha, los barcos en el océano. Se detuvo unos instantes y esperó alguna orden por parte de Dretch, se notaba que era el más listo de todos, así que, seguramente, idearía alguna que otra buena estrategia para sobrevivir, destacar y hacer que la ejecución se cumpliera. ”Mi única preocupación es la otra nave. ¿Acaso ahora todos tienen de esas cosas? Como molestan” – pensó mientras trataba de ignorarlas. Si estuviera sola, a lo mejor, se planteaba empezar una ofensiva contra la nave enemiga, pero no lo estaba. Su responsabilidad era cuidar de sus, casi aleatoriamente elegidos, compañeros.

– Entendido. Afírmense, me elevaré un poco más. Pasaré por encima de las dos naves, quizás les cueste un poco respirar, pero será solo un momento. – Advirtió.

La idea era simple, no pensaba bajar y estar en el rango de disparos de algún arma convencional. Además, entre más alto, menos probable es que la vieran venir y avanzar sería mucho más sencillo. Aceleró un poco más en el aire y sentía el viento en su rostro, sus alas batían con bastante fuerza y eso le gustaba. ”Debo evitar las dos nave, no vaya a ser que me confundan.” – pensó con una suave sonrisa. Estaba atenta a las dos, así que estaba preparada para esquivar cualquier clase de ataque.

– Quizás podamos usar la mala fama de Arribor Neus – dijo mientras, poco a poco, empezaba a descender. Su objetivo estaba cerca y habían avanzado sin muchos problemas. – Según lo que sé, su forma de ser es muy diferente a la de Dexter. Si hay alguna baza que podamos jugar, es esa… Creo.

Frenó en el aire y se mantuvo batiendo sus alas. Estaba, según ella, en una posición más que segura. Dudaba mucho que la vieran, pero estaba atenta a cualquier cosa que la rodeara. Sus sentidos estaban a su máximo y no iba a dejar que nada los pillara por sorpresa.

– Creo que entiendo tu plan, pero… Casi diría que muchos de los que están aquí son aliados de Dexter – empezó a comentar. – No hay que descartar, todavía, un ataque sorpresa. – Puntualizó.

Resumen:

El Vicealmirante frunció el ceño, observando los resultados del ataque. Dos de cuatro... hubiese esperado que lograsen parar como mucho uno. Lo que más le preocupaba era el láser, pues un ataque como ese bien podría dañar el Flying Kai. Era hora de retirarse para contemplar la situación desde otra perspectiva y tomar una decisión; era mejor tomar ciertas precauciones a arriesgarse a perder a todo su escuadrón. Tomó el control de los mandos y comenzó a ascender en dirección a la base. No muy lejos la enorme base aérea disparaba contra un transporte con forma de... ¿globo? Los cañones navales de Gray Rock también disparaban en esa dirección. Cogió las cervezas de su becario levantándose del asiento.

- Buen trabajo, Brigadier. Hey, vosotros, tomad - empezó a lanzarles latas a todos los presentes, incluido al propio Kazuo - No ha salido tan bien como esperaba, pero hemos mandado al fondo del mar a al menos dos tripulaciones. Eso siempre merece una celebración.

Abrió un compartimento en el pecho y comenzó a vaciar la cervezas restantes en este. Quería tener la Iron Kai a tope de energías para las posibles batallas por venir. Se guardó una última para sí mismo, abriéndola y bajándosela de un largo trago. Con un suspiro, se relamió y estrujó el aluminio hasta reducirlo a un amasijo aplastado, y la tiró a un lado. Bien, ¿cuál era el siguiente paso? Parecía que los piratas comenzaban a organizarse mínimamente... eso podía ser un problema. El barco del láser probablemente tendría a gente fuerte, y de hecho... iba a ser su próximo objetivo. Frunció el ceño y miró a los operativos de la nave.

- Oficial, tome los mandos de la nave y prepárase a mi orden para sobrevolar esa nave. Sargento, mientras nos aproximamos y aún estemos a una distancia segura, quiero que haga blanco con nuevo misil. En caso de que vuelvan a contrarrestarlo, ese será el momento en que deberemos aproximarnos y ponernos en posición de abordaje aéreo. Una vez estemos en el barco, aléjese a una distancia segura y espere nuevas órdenes - se giró hacia Silver y sus chicos con una mirada seria - Hora de nuestra primera tarea. Coged todos un paracaídas y dirigiros a la sala de salto. Vamos a freír a esos cerdos.

El plan era sencillo: al disparar el nuevo misil pretendía dos objetivos: en caso de que no pudieran repetir aquella contramedida, eliminarlos ya del juego. Si volvían a destruir el misil, aprovecharían la distracción para asaltar la nave desde el aire y abordarla. Mientras avanzaba por el pasillo, la máscara de la Iron Kai volvió a bajar cubriendo su rostro. El indicador de batería indicaba un 100%, tras aquellas cervezas estaba recargada y lista para el combate. Entonces una voz sonó en su cabeza. ¿Ivan Markov? ¿Otro más? Aquella gente era como un cáncer, cuando creían que todos habían desaparecido, otro más salía de la nada. En fin, ahora mismo no estaba en situación de ponerse a perder el tiempo buscando a un principito con ganas de marcha; tenía trabajo. Una vez en la sala, se colocó junto a la compuerta y contactó vía el den den mushi de su casco con la cabina de pilotaje.

- Oficial, descienda a distancia de abordaje aéreo. Estamos listos. ¡Fuego! - se giró hacia los otros - Recordad: tirad de la cuerda para desplegar el paracaídas cuando estéis ya a media altura, no lo hagáis nada más caer. Usad las dos cuerdas de los lados para dirigir vuestra trayectoria.

En cuanto tuviera la confirmación de que el misil no había hecho blanco (como suponía que ocurriría) y estuvieran aproximándose, pulsaría el botón de la compuerta. Una luz roja se iluminó al tiempo que sonaba una alarma, y una sección del suelo en el centro de la nave comenzó a abrirse. Sin pensarlo, el marine se dejó caer al vacío. Bajo él, el mar y decenas de naves de diferentes tamaños, pero sólo una atraía su atención. De sus pies y manos comenzaron a brotar chorros de fuego al activarse los propulsores, descendiendo a gran velocidad hacia el navío. Tenía que causar el máximo escándalo posible para que se centraran en él y no en sus compañeros de Loyal Army. Sonrió ferozmente.

- Iron Kai, música.


De sus hombros se levantaron dos alerones y cuatro pequeños misiles salieron disparados hacia diferentes puntos de la cubierta. Estos no eran de gran potencia; su único objetivo era ir limpiando a la escoria para facilitar el descenso a los chicos de Silver. Cuando estaba aproximándose redujo velocidad poniendo los propulsores de las manos hacia el suelo y se reorientó en el aire, colocándose de pie y preparándose para descender sobre cubierta.

- Os leería vuestros derechos, pero creo que prefiero saltarme trámites. Pasemos a la parte en que pateo todos vuestros sucios culos.

Resumen:

Al llegar a la cabina con Iulio, se encontró con que el resto estaban ya allí, a parte del enorme Vicealmirante y varios marines más atendiendo a paneles. En una pantalla podía verse la flota pirata, en la que dos barcos de gran tamaño estaban en llamas y yéndose a pique. Su superior no parecía demasiado contento de todos modos, aunque mencionó algo de éxito parcial y comenzó a pasarles latas de cerveza. El sargento arqueó una ceja y la miró: era negra. Parecía que estaban al mando de alguien enrollado y con buen gusto. Aceptó de buen grado y la abrió, dándole un buen trago. Sin embargo parecía que el descanso iba a durar poco tiempo, pues el hombre ya tenía un plan preparado y órdenes para todos. Parecía que pese a todo, como buen oficial de alto grado, era combativo e implacable. Apuró su cerveza y le dio un suave golpe en el hombro a Iulio.

- Saldremos de esta, colega. Recuerda la promesa.

Mientras caminaban por los pasillos metálicos, observó a sus compañeros. A parte de Iulio y el brazos largos, el teniente también estaba con ellos. Y además aquel tipo moreno que les había traído las cervezas. No tenía ni idea de quién era, así que supuso que debía estar bajo el mando de Puño Rojo. De repente notó algo extraño en su cabeza; una voz. Era como una especie de mensaje, una proclamación. ¿Ivan Markov? Frunció el ceño, crujiéndose los hombros. Había oído hablar de todo el asunto de la guerra del Norte de hacía unos años. ¿No estaban los Markovs muertos? El rey había sido eliminado por el último rey de los cazadores, Byakuro Kyoya, y la reina Iliana había desaparecido hacía unos meses. Aquello significaba malas nuevas para el Gobierno; el reavivamiento del conflicto en Hallstat supondría una nueva guerra. Sin embargo aquel hombre había sido un inconsciente al ir a declarar su existencia al mundo allí mismo; acababa de colgarse una diana en el pecho. Aunque por otro lado... ¿alguien sabía qué aspecto tenía? No muy diferente a su padre si era realmente hijo suyo, supuso.

- Yo procuraré cubrirnos mientras estemos en el aire - dijo, sacando una caracola negra - Es un dial de humo. Dificultará a los tiradores hacernos blanco.

Se aseguró bien el paracaídas y se aproximó a la compuerta, con gesto serio. Comprobó una última vez que llevaba todo bien asegurado: los cuchillos en sus fundas, la caja de los shurikens cerrada, el bolsillo de la pitillera cerrado... no quería que se le cayeran las cosas en el descenso. En cuanto la compuerta comenzó a abrirse, sólo una carcajada, mezcla de miedo y excitación. Aquel plan era una auténtica locura.

- ¡El último paga la ronda tras la batalla - gritó mientras se lanzaba al vacío.

El aire soplaba en sus oídos con fuerza y los ojos le escocían. El mar y los barcos se aproximaban cada vez más rápido, pero no dejándose llevar por el pánico, aguardó. Tenía en mente las instrucciones; no debía abrirlo hasta casi el final, o el viento se lo podría acabar llevando a un punto totalmente diferente... aparte de tardar mucho más en caer. La cubierta se aproximaba rápidamente, en la que el Vicealmirante ya se había posicionado con su armadura robótica, sembrando el caos. Era la hora. Tiró del cordel y notó un fuerte tirón al desplegarse la tela. Sin perder más tiempo, cogió el dial y apretó el botón, liberando una densa nube de humo negro que los ocultó mientras descendían.

Resumen:

Solo dos bajas… Dos bajas de cuatro mísiles. No contaba, ni siquiera esperaba, que uno se defendiera con un láser. ¿Hasta qué punto llegaba la tecnología? Quizás nunca podría encontrar una respuesta, pero no le interesaba saber eso y tampoco se iba a parar a pensar en eso justo ahora. Soltó un ligero suspiro y agarró, al vuelo, la cerveza que le tiraba su superior. Le sorprendió que varias de ellas quedaran dentro de la armadura de este. Lo más seguro es que fuera una extraña clase de combustible. Algunos preferían cola, otros gasolina, algunos gas, pero Kai no, Kai prefería cervezas. Un extraño uso del alcohol y, para él, un desperdicio. No es que fuera un gran aficionado a ese tipo de bebidas, pero no negaba que preferiría tomarse una que usarla de combustible.

Abrió la lata mientras escuchaba las órdenes. Había llegado el momento que, en partes iguales, quería y no quería que llegara. Saltar al vacío, directo a la línea de fuego. ”De entre todos los lugares, tuve que llegar a un avión futurista, con un superior extravagante y justo en la línea principal. Odio mi suerte.” – pensó con cierta resignación. Afirmó sus pistolas en sus respectivas fundas, igual que los cargadores. No quería perder ninguna de las dos cosas mientras descendía. Sería un suicidio estar sin sus armas. ”Solo por esta vez haré una excepción, dispararé a matar. No dejaré que haya una posibilidad de que alguien sobreviva. No fallaré.” – se repetía como un mantra mientras seguía a todo el resto a la sala de salto. Ajustó su paracaídas y, como esperaba, el primero en saltar/volar fue el vicealmirante. No había que ser un genio, quería ser el centro de atención mientras el resto descendía “tranquilamente” al barco del láser. De un solo trago se acabó la cerveza, la apretó con fuerza y la tiró apenas vio que la puerta se estaba abriendo.

Ignoró por completo las palabras en su mente. Poco y nada le interesaba Ivan Markov. Había leído todo lo referente a Hallstat y había sacado algo en claro: Todos eran unos egocéntricos, narcisistas, adictos al poder y estaban como una cabra. Mientras no se topara con él, que había declarado la guerra al Gobierno, no le interesaba lo que dijera. Se acercó a la puerta, pero otro tipo llegó y dijo cosas del estilo que los iba a cubrir y que el último pagaba la ronda luego de la guerra. Ni siquiera sabía si iba a sobrevivir, pero tenía en claro algo… No iba a ser el último. ¿Razón? Si se quedaba para ver como los otros saltaban, era muy posible que se quedara en la nave. ¿Por qué? Simple comodidad y evitarse el golpe de adrenalina que estaba a punto de sentir. Casi por décima vez, volvió a ajustar su paracaídas.

– Primera y última vez que haré esto… – susurró mientras tomaba valor para saltar. Era algo arriesgado, pero confiaba en que sabría usar bien un paracaídas. – Alabado sea Yisus, señor protector, no dejes que me muera y deja morir a mis enemigos. Amén. – Rezó en voz alta para que él se escuchara y, seguramente, más de alguno lo haría. No era precisamente alguien creyente, pero si había algo a lo que encomendarse, era en este justo momento.

– ¡No pienso pagar las cervezas! – Gritó.

Saltó. Saltó como si no hubiera un mañana, dio un par de giros en el aire mientras sentía como el viento pegaba de frente en su rostro. Observó el humo negro y eso le daba cierta protección, aunque claro, eso solo sería hasta que llegaran al barco. ”Todavía no…” – pensó mientras iba calculando, muy a vuelo de pájaro la distancia entre él y el barco. Tenía que ser lo más preciso posible, sabía que si lo abría muy pronto el viento lo podía mandar a cualquier dirección, pero también era consciente de que, si lo abría pronto, no iba a poder reducir la velocidad.

– Ahora. – Abrió el paracaídas. Era hora de la verdad. El vicealmirante ya estaba generando caos y pronto se uniría a la fiesta. Había sentido el tirón por el paracaídas, pero tampoco le importaba. Ya estaba en descenso y solo le interesaba una cosa: Aterrizar en el puto barco. Una vez cayera en el barco, se prepararía para ya la inevitable batalla. Era hora de demostrar lo que valía y no morir en el intento.

Resumen:

Se detuvo a la vez que Anders, manteniéndose en el aire con geppou. No era demasiado cómodo, de hecho cansaba más que mantenerse en movimiento, pero en aquel momento era lo mejor. Podía ser el superior en la organización del agente, pero no era idiota. Ya les había dicho desde el primer día que quería compañeros con iniciativa propia y buenas ideas, no soldados obedientes. Y un examen preliminar era la clase de cosa que él mismo iba a sugerir de todos modos; era lo más cauto y lógico. Observó la situación, mientras escuchaba las palabras de Anders. Entonces comenzó a reírse suavemente, notando una punzada de rabia, herido en su orgullo. Pues, claro, ¿cómo no había caído? ¿Sólo tres barcos para escoltar a un Yonkou? No, no habían encontrado una manera de esconder su presencia ni estaban llevando a un señuelo. La flota era el señuelo. El verdadero Legim no estaba allí.

- Hemos caído en la trampa de nuestra propia gente, Anders. Legim no está aquí.

En todo caso, la trampa había servido para atraer moscas al pastel, y tontos serían si no lo aprovecharan. No tenían manera de saber dónde estaba el verdadero Legim y en todo caso era probable que estuviesen usando un método bastante más seguro. Tal vez incluso estuviera ya en Gray Rock, si es que no lo habían ejecutado ya como sospechaba en parte. Mientras su compañero caía sobre un gyojin que estaba subiendo a cubierta, él deshizo a Kameleon haciendo que volviera a su forma de brazalete. Cogió la bala que quedó liberada y se la guardó con las otras, sacando en su lugar tres bolas de tela con mechas. Con el bote de adhesivo en la otra mano, roció las bolas y comenzó a descender, mientras cambiaba el recipiente por un mechero. La operación que iba a hacer era delicada y peligrosa; un fallo y podría caer al mar. Descendió casi hasta el nivel de este, avanzando a base de geppous hasta uno de los barcos revolucionarios.

- Estoy como una maldita cabra.

¿Su plan? Abrir un boquete en la línea de flotación. Así como llegó junto al barco se apresuró a pegar las tres bolas de tela contra la madera. Ahora venía la parte complicada: encender el mechero y las mechas mientras se mantenía en el aire con el geppou. Pero, ¿por qué complicarse tanto? Convirtiendo a Kameleon en un guantelete con pinchos, se clavó contra la madera del barco y se sostuvo ahí, ignorando el dolor en su hombro derecho mientras prendía el encendedor y lo pasaba por las mechas. Rápidamente se desclavó de un fuerte empujón y comenzó a alejarse a toda prisa por el aire.

- Anders, ¿situación?

Resumen:

Retrocedió un paso, sacudido por el cálido viento de la explosión. Frunció el ceño mientras miraba hacia arriba: parecía que Balagus y el tal Helkan lo habían logrado. Sin embargo no era momento de aliviarse; tenían toda una batalla por delante y aún encima las cosas parecían estar complicándose. El mar tras la flota marine se había helado, lo que significaba que probablemente ahora esas aguas serían mortalmente frías. Enviar a los gyojin no parecía ya tan buena opción, lo que significaba que iban a tener que abrirse paso a la antigua: a cañonazo limpio y espada. "Capitán, ¿contamos con el apoyo de la flota?" preguntó mentalmente. La respuesta no fue todo lo buena que le gustaría, pero era mejor que nada. Mientras algunos les siguieran podían hacer al menos una variante de la estrategia original. Que los suicidas que no querían seguir el plan cargaran de frente; servirían de carnaza para mantener a la Marina ocupada mientras el resto cruzaban sus filas. El pelirrojo avanzó entre la tripulación con paso decidido y comenzó a dar órdenes a voz en gritos:

- ¡Quiero todos los cañones frontales y morteros disparando al frente ya mismo! ¡Roger, toma el timón y dirígenos hacia ese hueco entre su flota!

La artillería pirata rugió y escupió fuego y muerte contra la Marina, mientras estos hacían lo propio. Entonces unas palabras, transmitidas por su capitán, comenzaron a sonar en su mente. Frunció el ceño, tratando de no distraerse de la batalla. No era el momento de pensar en aquel asunto, aunque ciertamente le molestaba que aquel tipo les hubiera mentido. Sin embargo iban a necesitar toda la ayuda posible, y si de verdad era hijo de quien decía y las historias eran ciertas, debía ser un guerrero formidable. Observó la línea de frente con preocupación; iban a necesitar algo más contundente para abrirse paso. La potencia de fuego de su barco era grande, pero el tiempo corría y no quería arriesgarse a darle tiempo a los enemigos a comprender sus intenciones y reorganizarse. Miró sus guanteletes pensando si sería el momento de usarlos, pero dudaba que fuesen suficiente. No contra acorazados de guerra de la Marina. Suspiró y chasqueó la lengua, odiándose por lo que iba a decir:

- Capitán, necesitamos tu ayuda. ¿Puedes usar tus poderes contra el barco que tenemos en frente? Necesitamos algo contundente, una gran explosión de llamas.

Necesitaban hacerlo cuanto antes. Si destrozaban el barco marine, con el tamaño de su propio navío simplemente lo apartarían y terminarían de destrozar al pasar, abriendo brecha entre sus líneas para que la columna derecha pudiera cruzar. Si no, simplemente acabarían entre dos barcos marines, probablemente rozando entre ambos y viéndose obligados a soportar dos abordajes... o llevarlos a cabo ellos mismos. En todo caso, tenía que estar preparado para ambas situaciones. Comenzó a dar órdenes para que preparasen los cañones de estribor y babor, al tiempo que situaba a los grupos de abordaje en cubierta, listos para intervenir. Aquel iba a ser un día largo y difícil.

resumen:

Todo estaba preparado para el despegue. Respiró hondo y se centró en la música, tratando de dejar que esta le infundiera valor y despejase sus miedos. Era irónico. Cuando era un chiquillo que jugaba a ser rebelde en las juventudes anarquistas en Domica, la guerra revolucionaria había parecido tener siempre un componente hermoso y romántico. Las historias que había leído y canciones que había escuchado sólo habían reforzado esa idea, haciendo parecer que incluso era deseable y merecía la pena luchar hombro con hombro junto a tus camaradas, hasta la victoria final. Ahora... no veía nada de hermoso ni romántico en aquello. No había cánticos de libertad y rebeldía por ningún lado salvo en su radio, y en los rostros en lugar de ver orgullosos compañeros que marchaban felices a la batalla contra la opresión, veía gestos sombríos, incluso asustados. Sus compañeros eran en parte la excepción, pues parecían bastante relajados pese a todo. Edward hasta le habló amigablemente, sorprendiéndole ligeramente.

- Ah... tengo veintitrés años, señor. Y sí, estaré dispuesto a acudir a filas en cuanto se me llame.

Pese al tono amistoso del rubio, Ernest estaba tan tenso por la situación y por estar frente a un superior que no pudo evitar hablar en tono formal. Casi sólo le faltó hacer el saludo militar, pensó con sorna y algo avergonzado. Observó a los primeros vehículos voladores despegando mientras Osuka y Edward charlaban, cuando de repente comenzaron a sonar explosiones. Mientras el Líder Carmesí bajaba dando órdenes, Ernest asomó la cabeza fuera del vehículo, viendo nubes de humo en el aire y explosiones en torno a los carriers que habían despegado. Mierda... ¿no estaban lo bastante lejos de la Marina? Escuchó las palabras de la gyojin, proponiéndose para ir a rescatar a los caídos.

- Yo...

¿Qué podía hacer él? Como usuario no podía nadar, y sin enemigos a la vista tampoco es que pudiera hacer mucho. Se sintió impotente e inútil. Un rubor de rabia tiñó sus mejillas, mientras apretaba los puños para contener la furia. Si hubiesen despegado apenas medio minuto antes, ellos habrían sido los derribados, pero se habían librado por puro azar. Y pese a sus precauciones, un grupo de buenos hombres que luchaban por la libertad habían muerto sin siquiera tener ocasión de presentar batalla. Se dejó caer sobre el asiento, exhausto y frustrado.

- Con que esto es la guerra...

Bajó del carrier ajustándose las gafas y descolgándose la mochila del hombro, con gesto serio. Había algo que sí podía hacer, pues eso era para lo que realmente se había preparado. Para salvar vidas, no para arrebatarlas.

- Traedme a los heridos, yo los atenderé. Soy médico - miró a la gyojin. Su actitud había cambiado totalmente; ahora su voz era firme y su semblante serio - Valya, apresúrate. Aún podemos salvar a algunos de nuestros compañeros.

Resumen:

Kenzo observó con alegría y cerveza en mano como dos de los barcos piratas eran destruidos por los misiles que la nave acababa de lanzar. No obstante, tanto el más grande como el cuarto navío lograron destruir los proyectiles antes de ser alcanzados. Este último, de hecho, había utilizado para ello un extraño láser que parecía ciertamente peligroso. Por lo tanto, cuando el Vicealmirante anunció que dicha embarcación sería su objetivo, el brazos largos no pudo estar más de acuerdo. Teniendo un arma así suponían una importante amenaza, y debían neutralizarla lo antes posible. Así que, ni corto ni perezoso, el marine apuró su bebida y se dispuso a recibir las pertinentes instrucciones.

Tras explicarles breve pero eficazmente el funcionamiento de los paracaídas, el Vicealmirante se lanzó hacia el barco en su armadura voladora. Era impresionante hasta qué punto llegaba la tecnología, pero a Kenzo aquellos trucos no le parecían demasiado honorables. Nada podía compararse a la lucha a espada. Al parecer su superior estaba armando un gran estruendo en su caída para atraer la atención y, además, había comenzado a disparar contra el navío.

Rápidamente, Jason se lanzó al vacío mientras animaba a los demás a hacer lo mismo con una broma. Aquel tipo le caía bien, sinceramente. Kenzo se dispuso entonces a hacer lo mismo, aunque mientras terminaba de ponerse el paracaídas el Recluta que había subido de polizón saltó tras su compañero.

Apenas un par de segundos después, el brazos largos se encontraba en el aire, cayendo cada vez más deprisa. Vio cómo Jason, tras tirar de la anilla de su paracaídas, usaba lo que parecía un dial de humo. << Bien pensado, compañero. Eso nos ayudará a aterrizar sin ser disparados. >> pensó el espadachín. En ese momento, él también tiró de su anilla para abrir el artilugio que le permitiría llegar abajo sano y salvo.

La hora había llegado, y Kenzo se dejó llevar por la emoción mientras dirigía su trayectoria hacia el navío enemigo. Al fin, la batalla comenzaba. Y él se encargaría de dar a aquellos malditos piratas su merecido.

Annie se giró con una sonrisa en el rostro para mirar al pelirrojo, su comentario le había hecho bastante gracia. Sin embargo, al ver que el rubio tenía que ir a enfrentarse a algo desconocido se le encogió el corazón. Antes de que pudiera despegar, le agarró de la muñeca con suavidad y lo miró a los ojos. Entre susurros le pidió que tuviera cuidado. En cuanto él hubo despegado se sorprendió de sus habilidades.

La muchacha de cabellos cenicientos regresó a su posición; sin embargo, parecía que la cubierta había sido abordada por un extraño ser con pelo que parecía pedir audiencias con el capitán. Qué caradura, pensó, aunque ella no había sido mucho más sutil. Al menos no iba revelando sus planes en voz alta y aunque tuviera una espada al cuello, el bicho seguía hablando. Enseguida supieron como deshacerse de él.

En cuanto la cubierta volvió a estar en paz, Annie se acercó hasta donde el pelirrojo estaba dando las órdenes. Había tres planes, pero ninguno de esos le convencía lo suficiente. Echar el ancla al barco era muy arriesgado, no solamente por la razón del gigantón, pero Annie creía que ese hielo podía ser una trampa para que lo pisaran y al poco tiempo deshacerse. Volar, habiendo estallado la batalla, era lo que menos le gustaba. La arquera había tenido suerte llegando a tiempo al barco de los Arashi, pudo haber sido un blanco fácil así que solo quedaba la opción de derretir el hielo aunque les llevara tiempo.

En cuanto todos parecieron estar de acuerdo con el plan y tomaron posiciones, Annie comentó algo que podría ayudarles.

-Puedo impulsar y dirigir las velas con mi viento a medida que vais derritiendo el hielo, así avanzaremos más rápido - Sugirió.

De aceptar el plan, se situaría en la popa del barco.

Resumen:

Nieblas, barcos abriéndose paso a través de un mar repentinamente congelado, explosiones por doquier y un repugnante coro de gritos sazonados con el penetrante olor del humo. Le traía demasiados recuerdos. Kodama había vivido un excesivo número de situaciones similares desde el día en que echó a andar, y no dejaba de sorprenderle la facilidad con la que se producían. Si el Gobierno iba a cortar la cabeza a un hombre, ¿por qué convertir su ejecución en una matanza? Solo le quedaba confiar en que al menos terminase pronto.

Al menos, desde allí arriba podía ver más allá de la batalla y olvidarse momentáneamente de ella. Conllevaba un peligro, claro, y es que Kodama se distraía con gran facilidad, pero el estruendo de la artillería le mantendría alerta. Incluso en el cielo había comenzado una batalla. No todo sería malo, entonces, pues al menos una de las monstruosidades de acero caería y dejaría de ofender a la naturaleza con su fría presencia.

Y entonces llegó la voz.

El marine se giró en el aire en busca de su origen. ¿Quién le estaba hablando? No había boca alguna que emitiese esas palabras, sino que resonaban directamente en su propia cabeza. ¿Alguna habilidad? ¿O se estaría volviendo loco? A menudo oía voces en su cabeza, pero solían ser suyas. Tenía una gran vida interior, y solía mantener debates consigo mismo para mantener la mente afilada. No obstante, en ninguno de sus debates internos había mencionado nunca al hijo de Markov, el pirata norteño al que la Marina subyugó hacía ya años.

"Sí, debo haberme vuelto loco", razonó. "Es imposible que... Oh, aquí está".

El hombre plantado ante él perfectamente podía pasar por miembro de esa infame familia. Esa expresión gélida y unos ojos como dagas heladas capaces de esculpir el mármol. ¿Sería él, o simplemente era cuestión de parecidos? Tal vez la voz fuese de otra persona, e incluso podría estar mintiendo. En fin, tendría tiempo para asegurarse de ello una vez lo tuviese esposado.

-Detesto dañar a esos pobres barcos, creéme. Pero es mejor que reposen en el fondo del mar que servir como instrumentos del crimen y  la muerte. Os recomendaría rendiros, muchacho, o me temo que demasiados de vosotros volveréis a la tierra para servir de sustento a nueva vida.

En toda su carrera como marine no recordaba que sus discursos sobre rendición hubieran funcionado. Los humanos eran totalmente irracionales, así que desenvainó sus espadas y las unió por las empuñaduras. La del chico recientemente convertido en pirata estaba envuelta en unas llamas con muy mala pinta -si es que las había de otro tipo-, por lo que mantendría la distancia. Su miedo al fuego estaba relativamente controlado desde hacía tiempo, pero seguía sin gustarle estar cerca de él.

-Has elegido un mal momento para salir a la luz -le dijo. Agrandó unos centímetros la burbuja para no dañarla y empezó a hacer girar su arma doble con gran habilidad-. Aún puedes renunciar a la bandera pirata y dejar que nos olvidemos de esto. Hazlo mientras la decisión aún estés en tus manos. No te gustará si pasa a las mías.

¿Qué había sido eso? ¿Habían estado a punto de yacer bajo el mar? Nailah se encontraba en el suelo debido al impacto ocurrido, junto con más tripulantes. Se levantó apoyando las manos en el suelo, observando la situación y tras eso ayudó a más gente a ponerse en pie. El pirata les había salvado de una muerte segura, ¿le había juzgado mal? Probablemente sí, hacer aquello requería de mérito y valor, no debió haberse comportado mal así.

La pirata estaba asustada, realmente asustada. Nunca había asistido a una guerra, solo a peleas callejeras en las que ganaba o perdía por partes iguales, ¿pero una guerra? ¡Eso estaba lejos de su alcance! Si no había sentido miedo hasta ahora era por qué no había visto los efectos que esta ocasionaba. Ver numerosas partes del barco en llamas la alteraron por completo y ya no sabía como actuar.

¿Por qué se tenían que enfrentar a algo desconocido? Ella no era nadie, no la recordarían nunca por sus hazañas, no era más que la tripulante de un barco con cierto renombre que en algún futuro quedaría en el olvido. Se agarró a la barandilla y se despejó. No se iba a rendir ahora, no era el momento de crisis personales ni de hacerse preguntas sin respuesta, era el momento de luchar contra el gobierno.

Nailah pensó numerosas alternativas para que el acorazado siguiera avanzando, pero ninguna tenía el suficiente efecto. Se aproximó hasta la borda, observando la situación. Todo estaba siendo una masacre, ya fuera en el agua o en el aire. Si no tenían manera de continuar deberían ir a pie. Sin embargo, el plan que tenían en mente no podrían ponerlo en marcha si volaban o si no se convertirían en un blanco fácil, debían esperar.

Resumen:

«Súbete en la dragona, Zor-el.» le dijo Dretch. «De esa forma llegaremos antes, Zor –el.» le volvió a decir. Esas cosas pasaban por la mente del albino cuando sobrevolaban los cielos de aquella gran roca que era Gray Rock. El vuelo era irregular cuanto menos. Daba tumbos de un sitio a otro sin tener ni idea de dónde ir.

-¿Quieres aterrizar ya, maldita mujer? –inquirió varias veces, recibiendo una grosería por parte de aquella lagarta voladora.

Se mantuvo en silencio unos pocos minutos, esperando que alguno dijera algo constructivo. Mientras tanto, el shandiano contemplaba el paisaje de la isla. Todo estaba repleto de marines, mientras que por todos los lados de la isla aparecían una infinidad de grandes barcos. Sin embargo, por alguna razón desconocida, todo se rodeó de hielo, impidiendo que los barcos continuaran su camino. ¿Quién habría hecho eso? Se preguntaba Eric, pensando que si fuera de su bando le pediría un combate con él, pues nunca había combatido con alguien que generara hielo.

-¿Capitanes piratas? Conozco a cuatro muy conocidos en estos últimos años –contestó el salvaje-. Dexter Black, el yonkou. Arribour Neus, conocido como Heartless, Zane D. Kenshin, conocido por descamisetado, y Silver D. Syxel, un sujeto de mala fama últimamente. Yo intentaría evitar al yonkou, e iría a por alguno de los otros tres.

Resumen:

Por fortuna para ambos, puede que no hubiera una escalera como tal, pero la enorme cadena de lo que parecía un ancla asomaba por uno de los costados de la embarcación más grande. Maki tomo la ventaja y comenzó a ascender en primer lugar. Aquello no le gusto a Ummak. Pero, como líder de la incursión, le correspondía al gyojin ser el primero en abordar el buque y quedarse con la mayor parte de los honores y la gloria de la batalla. El shandian aguardó paciente a que este subiera un par de metros antes de animarse a subir.

Como si de un apéndice más se tratara, Ummak manipuló su cabello de tal forma que este comenzó a crecer y trenzarse formando un único mechón con el que sujetó su lanza. Posó ambas manos sobre la gruesa cadena de metal y se dispuso a subir por ella. Sin embargo, al levantar la vista y obtener una grotesca visión de las posaderas del gyojin, apenas pudo reprimir una mueca de asco. Los grilletes de la cadena estaban tan húmedos y pringosos, que enseguida despegó sus manos de ellos.

- ¡Hay que joderse! – exclamó en shandianii, mientras trataba de borrar de su mente aquella visión y de limpiarse las palmas de las manos frotándolas sobre su pantalón con nerviosismo.

Era realmente complicado para él adaptarse a las estrategias del Clan de la Lágrima, los guerreros no se escondían, daban la cara y luchaban hasta las últimas consecuencias. Finalmente, se decidió por usar las tácticas de su tierra: estaba harto de los constantes juegos de sigilo, robo y asesinato. Volviendo a tomar el control de su pelo, sumergió el candente filo de su Kamihaghesii bajo el mar. El agua borboteó y siseó junto a la lanza ancestral de su familia, despidiendo un olor acre.

Cuando el metal de su hoja se enfrió, la sacó rápidamente del agua y, antes de que el dial de calor volviese a poner su filo al rojo vivo, volvió a emplear su cabello. Esta vez lo hizo girar bajo sus pies trazando un movimiento helicoidal, mientras el dial de corindón del Kamihaghesii generaría una corriente de nube de aspecto similar a un muelle. Una vez trazada su ruta de ascenso, activaría los diales de su Burn Board a máxima potencia para deslizarse sobre la corriente de nube para caer sobre la cubierta al menos un metro por encima de su compañero.

resumen:

Cositas usadas:

Zuko no tendría ningún problema en fijarse en todo lo que estaba pasando. Aunque no sabría por dónde empezar. La gigantesca ola, el como se levantaba cierta neblina, el hielo… se fijaría de no ser por la distracción. Una agudísima nota entró por su oído derecho, el funcional, provocando que parase en seco y cayese varios metros antes de estabilizarse. ¡No oía nada! Un pitido lo único que había en su oído, ensordeciendo todo a su alrededor. Por suerte tenía la vista para darse cuenta de que uno de los que estaban en el barco de Zane se había puesto a… volar… en su dirección. Un chico rubio con extensas alas a su espalda, levantando una ráfaga de viento.

Cuatro ondas cortantes volaban en su dirección. Utilizando su Geppou, dio un salto en el aire, colocando su cuerpo en occidental y pasando entre medias de dos de las ondas cortantes, evitándolas por los pelos, literalmente pues la onda consiguió llevarse por delante un mechón de pelo del sargento. Se dio la vuelta al estabilizarse, para ver como las ondas cortaban las nubes, abriéndose paso en el cielo antes de desaparecer. Zuko seguía sin oír, pero no lo necesitaba.

Se centró en el que parecía iba a ser su rival en aquella contienda. Su cuerpo se vio envuelto en llamas que, al desaparecer, revelaron su forma híbrida. Su altura se incrementó hasta los tres metros, siendo su cuerpo cubierto por escamas del color del latón. El blanco de sus ojos era ahora negro y sus iris eran orbes dorados de reptil. Dos fuertes cuernos crecían de su frente y doblaban hacia atrás en su cabeza. En sus alas estaban ahora los motivos por el cual ya no necesitaba usar el geppou. Dos extensas alas de dragón, aleteando.

Expulsando fuego por sus manos y pies, propulsándose, empezó a volar a alta velocidad hacia el espadachín. Si aquel hombre formaba parte de la tripulación de Zane, no sería moco de pavo, debía tomarlo en serio. Su pierna se volvió negra al verse endurecida por el haki, a la vez que se cargaba de llamas, y dirigió una patada directa al hombro del espadachín, a la vez que lo miraba… con una sonrisa que no pudo evitar. Cuando peleó contra Zane fue un buen combate. Esperaba que aquello, como mínimo, se acercase.

Al se detuvo tras rodear la roca. Un perfecto anillo de hielo a un Leiren de la isla, blanco y refulgente como sólo él podría haber creado. En un origen iba a cubrir sólo la mitad de la isla, pero al final se había emocionado y... ¿Qué era un minuto más para un hombre tan poco ocupado? Aunque el frío molestaba, ahora que la temperatura empezaba a bajar, no pudo evitar sentirse secretamente orgulloso mientras, al mismo tiempo, veía el incendio que Kai había provocado desde su avión. Pensando más en el calor reconfortante de una hoguera que en el brutal asesinato masivo a sangre fría que su antiguo segundo acababa de cometer, sonrió.

-¡Da gusto ver un trabajo bien hecho!

Y según dijo aquellas palabras, una nevera lo aplastó.

Tardó unos segundos en recomponerse, y casi un minuto en razonar por qué una gigantesca lona acababa de caerle encima. El razonamiento lógico sugería que formaba parte del paracaídas y Kai no había intentado matarlo, aunque en la brigada los atentados contra su persona eran casi tan habituales como un buen café. De hecho, eran mucho más habituales que un buen café. Y era el primer atentado que sufría en su vida.

Se apartó como pudo el paracaídas defectuoso y abrió la nevera, comprobando que en su interior el contenido estaba, milagrosamente, intacto. Bueno, más o menos. De las doce cervezas que tenía el paquete sólo estaban enteras tres, aunque no era muy difícil contar que entre Arthur, Jack y él...

-Dancho, ¿Le apetece un whiskito?

-Bo, bashiash- respondió Al, girándose hacia Jack. En la boca tenía las tres botellas, que sujetaba con ambos brazos y una inmóvil extremidad de hielo-. Eftoy fefido.

Entonces, un sonido lo distrajo. O más bien, el sonido de los barcos encallando y de los piratas correteando por el hielo. Algunos se hundían en la trampa, otros paraban a tiempo, mientras otro decidió que la idea más sensata era ir corriendo furiosamente hacia el tipo que acababa de organizar semejante iceberg, con su consecuente tsunami y la lógica bajada de temperaturas. ¿No se daba cuenta de que lo peor que podía hacer era ir a por él? Tal vez debiera intentar razonar con él. Sí, debía hacerlo. Era su obligación como Marine responsable.

-¡Alto, señor!- gritó, desenvainando su espada en un gesto tan veloz como innecesario mientras dibujaba una línea en el hielo-. Si cruzáis esta línea, seréis un delincuente. Y no queréis sufrir el caballito.

En su mente escuchó de repente al hijo de Derian Markov declarar su identidad, justo el toque de atención que necesitaba para darse cuenta de que si un tipo estaba en un barco pirata, tratando de rescatar a Legan Legim y con un serio propósito de atacarle había, por lo menos, baremado las consecuencias. Cosa que Ivan no había hecho. Pero bueno, él no creía en juzgar al hijos por los pecados del padre, aunque al parecer había heredado su gusto por la teatralidad y su afán de protagonismo. En cualquier caso, situó su arma entre "patitas" y él.

-Chapata, monsieur.

Resumen: