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Tobías Thorn
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Todos los hechos y planes anteriores no tardaron en quedar eclipsados durante unos instantes por una melodía que fue en aumento por toda la estancia, haciendo que las vibraciones que producía la música me reverbase por todo el cuerpo. La escena hubiese llegado a ser incluso teatral, con todos esas personas entrando en tropel por un mismo agujero mientras la melodía llegaba a su clímax, pero entonces la música cesó dejando paso a un juego de luces, que me cegaron momentáneamente haciendo que viese chispas de colores, junto a una voz peculiar que nos mandó a la mierda cortando la magia del momento.
Quizás en otra situación me hubiese molestado en hacer algún comentario al respecto, pero entre todas las personas que iban entrando por el mismo agujero que nosotros estaban varios piratas con gran renombre y no me pareció momento de bromas. Yo mismo durante la guerra de Gray Rock había tenido un encontronazo con uno de los miembros de Arashi, aún recordaba como el maldito se escondía en el interior del suelo con una facilidad pasmosa, aunque la lucha duró apenas unos segundos dado que una presencia abobinable nos hizo perder el conocimiento.
Me giré buscando las miradas de mis acompañantes intentando ver la alarma escrita en sus rostros o algún síntoma de que fuese a comenzar una lucha, pero por alguna razón a ninguno parecía molestarle la presencia de estos. ¿Acaso están todos dementes? Incluso el nuevo capitán de Wyrm hizo como si nada y comenzó a dividir su equipo en dos direcciones... Estos marines están todos locos.
-Almirante, a mí me preocupa más la presencia de todos estos grandes piratas - dije tras acercarme al hombre árbol. -En Gray Rock casi consiguen que Legim se escape, por lo que no me fio de ellos. Seguro que traman algo, así que si crees que debemos actuar de algún modo en concreto avisa al Teniente Bizvan, que yo voy a echar un vistazo a nuestra amiguita que todos intentan evitar.
Tras mi pequeña charla con Kodama me acercaría a Bizvan, que parecía igual de curioso que yo al respecto, mientras miraba bien por donde pisaba. Sabía lo jodida que podía ser la teleraña de un arácnido, tanto que incluso una de mis técnicas estaba basada en ella, por lo que esquivé telarañas y equipos de sonido roto hasta que llegué al lado de mi nakama.
-Voy a acercarme a ella, compañero. No se si solo es una máquina o si tiene vida... Así que no podría perdonarme dejarla aquí si es lo segundo. Nadie debería usar a los animales para hacer el mal, por lo que voy a intentar ayudar a nuestra amiguita. Escucha al hombre árbol primero si tiene algo que decir, pero no olvides guardarme las espaldas por si acaso. Quizás sea una máquina a control remoto y no sea capaz de entenderme con ella.
Tras mis palabras con el marine patearía el suelo para usar el Geppou y acercarme más al supuesto animal, pero manteniendo las distancias por si tenía que defenderme de ella.
-Pequeñiiinaaa... - la llamé con voz tranquila y suave intentando llamar su atención mientras generaba una gran bola de sirope. -Seguro que no te dan nada de comer estos tipos malos, ¿te gustan las cosas dulces? - proseguí a sabiendas que el animal, si es que lo era, no me entendía, pero esperando que mi tono de voz y lenguaje corporal no la alteraran. -Te he traído un regalo - acabé mientras mandaba la bola de sirope de forma lenta hacia el arácnido.
Esperaba que mis dotes de domador fuesen lo suficientemente buenas como para poder hacer un nuevo nakama... Y si no, esperaba que mi capacidad bélica fuese lo suficientemente buena para poder reaccionar ante un ataque a traición.
Quizás en otra situación me hubiese molestado en hacer algún comentario al respecto, pero entre todas las personas que iban entrando por el mismo agujero que nosotros estaban varios piratas con gran renombre y no me pareció momento de bromas. Yo mismo durante la guerra de Gray Rock había tenido un encontronazo con uno de los miembros de Arashi, aún recordaba como el maldito se escondía en el interior del suelo con una facilidad pasmosa, aunque la lucha duró apenas unos segundos dado que una presencia abobinable nos hizo perder el conocimiento.
Me giré buscando las miradas de mis acompañantes intentando ver la alarma escrita en sus rostros o algún síntoma de que fuese a comenzar una lucha, pero por alguna razón a ninguno parecía molestarle la presencia de estos. ¿Acaso están todos dementes? Incluso el nuevo capitán de Wyrm hizo como si nada y comenzó a dividir su equipo en dos direcciones... Estos marines están todos locos.
-Almirante, a mí me preocupa más la presencia de todos estos grandes piratas - dije tras acercarme al hombre árbol. -En Gray Rock casi consiguen que Legim se escape, por lo que no me fio de ellos. Seguro que traman algo, así que si crees que debemos actuar de algún modo en concreto avisa al Teniente Bizvan, que yo voy a echar un vistazo a nuestra amiguita que todos intentan evitar.
Tras mi pequeña charla con Kodama me acercaría a Bizvan, que parecía igual de curioso que yo al respecto, mientras miraba bien por donde pisaba. Sabía lo jodida que podía ser la teleraña de un arácnido, tanto que incluso una de mis técnicas estaba basada en ella, por lo que esquivé telarañas y equipos de sonido roto hasta que llegué al lado de mi nakama.
-Voy a acercarme a ella, compañero. No se si solo es una máquina o si tiene vida... Así que no podría perdonarme dejarla aquí si es lo segundo. Nadie debería usar a los animales para hacer el mal, por lo que voy a intentar ayudar a nuestra amiguita. Escucha al hombre árbol primero si tiene algo que decir, pero no olvides guardarme las espaldas por si acaso. Quizás sea una máquina a control remoto y no sea capaz de entenderme con ella.
Tras mis palabras con el marine patearía el suelo para usar el Geppou y acercarme más al supuesto animal, pero manteniendo las distancias por si tenía que defenderme de ella.
-Pequeñiiinaaa... - la llamé con voz tranquila y suave intentando llamar su atención mientras generaba una gran bola de sirope. -Seguro que no te dan nada de comer estos tipos malos, ¿te gustan las cosas dulces? - proseguí a sabiendas que el animal, si es que lo era, no me entendía, pero esperando que mi tono de voz y lenguaje corporal no la alteraran. -Te he traído un regalo - acabé mientras mandaba la bola de sirope de forma lenta hacia el arácnido.
Esperaba que mis dotes de domador fuesen lo suficientemente buenas como para poder hacer un nuevo nakama... Y si no, esperaba que mi capacidad bélica fuese lo suficientemente buena para poder reaccionar ante un ataque a traición.
- Resumen. Kodama, Biz y Mod leed:
- Hablar con Kodama sobre la presencia de piratas malos malosos y preguntar como actuar con ellos.
Hablar con Biz.
Acercarme a la araña para averiguar si es un robot o un animal e intentarle dar de comer algo de sirope para engatusarla y tirar de mis capacidades de domador para intentar llevarme bien con ella.
Kenzo Nakajima
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El interior de la Gran Aguja era, cuanto menos, poco esperanzador. Aunque el brazos largos tuvo que reconocer que la criatura metálica que había esperándoles no podía ser más de su agrado. Al fin y al cabo, aunque no fuese un ser vivo como tal, no dejaba de ser su congénere. Además, como buen arácnido había llenado toda la zona de lo que parecían sus redes. El marine casi se sintió tentado de transformarse y dirigirse hacia ella en su forma de araña gigante, pero la voz del Comodoro le detuvo.
Eric, siempre independiente e insumiso, había tratado de irse de nuevo por su cuenta. A Kenzo no le caía mal, pero era cierto que tenía una exagerada tendencia a hacer las cosas a su manera, la cual no solía ser precisamente la más conveniente ni ortodoxa. Así que, cuando Zuko indicó que lo mejor sería que el espadachín fuese con él, este asintió. Aunque el salvaje fuese su superior no era fiable a la hora de actuar como era debido. Tampoco podía decirse que él mismo fuese la persona más reflexiva del mundo, ni muchísimo menos, pero al menos sabía cuándo comportarse y cuándo debía cumplir órdenes.
Así que comenzó a avanzar tras su compañero hasta alcanzarle, no sin antes despedirse del Comodoro y acordar permanecer en contacto. Así mismo le recordó que, gracias a los Den Den Kenzo que les había entregado, podrían comunicarse sin ningún problema pasara lo que pasara.
Instantes después de llegar hasta Eric un extraño se les presentó. Dijo llamarse Braudbrüthgael, y comentó que era un cazarrecompensas. Aunque lo que más llamó la atención del brazos largos no fue su kilométrico e impronunciable nombre, ni siquiera su descomunal tamaño. Fue que iba ¡completamente desnudo! Kenzo no era ningún entendido en moda, pero hasta donde él sabía todo el mundo llevaba siempre algo puesto en público. De hecho no sabía si aquello podía considerarse un delito. Probablemente de estar en una ciudad normal si, pero en aquel momento que alguien andase por ahí con sus atributos colgando libremente no era nada de lo que preocuparse. No obstante, la curiosidad le pudo, y cuando se dirigió hacia él dijo:
- Yo soy Kenzo. De acuerdo, puedes unirte a nosotros, pero primero respóndeme a una pregunta. ¿De dónde coño sales y qué cojones haces desnudo?
Sin dar casi tiempo a la contestación del semigigante, quien apareció fue nada menos que Iulio. El peliblanco, que tras presentarse voluntario como los demás había sido casi secuestrado por un Vicealmirante, parecía haberse librado por fin de su superior.
- ¡Coño, si has escapado! - exclamó, divertido, el brazos largos. - Ya pensaba que ese tipo quería hacerte cosas extrañas. ¿Qué ha pasado con él, tío?
Eric, siempre independiente e insumiso, había tratado de irse de nuevo por su cuenta. A Kenzo no le caía mal, pero era cierto que tenía una exagerada tendencia a hacer las cosas a su manera, la cual no solía ser precisamente la más conveniente ni ortodoxa. Así que, cuando Zuko indicó que lo mejor sería que el espadachín fuese con él, este asintió. Aunque el salvaje fuese su superior no era fiable a la hora de actuar como era debido. Tampoco podía decirse que él mismo fuese la persona más reflexiva del mundo, ni muchísimo menos, pero al menos sabía cuándo comportarse y cuándo debía cumplir órdenes.
Así que comenzó a avanzar tras su compañero hasta alcanzarle, no sin antes despedirse del Comodoro y acordar permanecer en contacto. Así mismo le recordó que, gracias a los Den Den Kenzo que les había entregado, podrían comunicarse sin ningún problema pasara lo que pasara.
Instantes después de llegar hasta Eric un extraño se les presentó. Dijo llamarse Braudbrüthgael, y comentó que era un cazarrecompensas. Aunque lo que más llamó la atención del brazos largos no fue su kilométrico e impronunciable nombre, ni siquiera su descomunal tamaño. Fue que iba ¡completamente desnudo! Kenzo no era ningún entendido en moda, pero hasta donde él sabía todo el mundo llevaba siempre algo puesto en público. De hecho no sabía si aquello podía considerarse un delito. Probablemente de estar en una ciudad normal si, pero en aquel momento que alguien andase por ahí con sus atributos colgando libremente no era nada de lo que preocuparse. No obstante, la curiosidad le pudo, y cuando se dirigió hacia él dijo:
- Yo soy Kenzo. De acuerdo, puedes unirte a nosotros, pero primero respóndeme a una pregunta. ¿De dónde coño sales y qué cojones haces desnudo?
Sin dar casi tiempo a la contestación del semigigante, quien apareció fue nada menos que Iulio. El peliblanco, que tras presentarse voluntario como los demás había sido casi secuestrado por un Vicealmirante, parecía haberse librado por fin de su superior.
- ¡Coño, si has escapado! - exclamó, divertido, el brazos largos. - Ya pensaba que ese tipo quería hacerte cosas extrañas. ¿Qué ha pasado con él, tío?
- Resumen:
- - Ver la araña metálica y plantearse pasar a forma completa e ir a por ella.
- Ser devuelto a la realidad por Zuko y mostrarse de acuerdo con él.
- Alcanzar a Eric, preguntar a Braud por qué va desnudo y saludar a Iulio, preguntándole qué le ha ocurrido hasta entonces.
William White
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Elliot terminó por tomarse la reprimenda bastante bien, admitiendo el arrebato y su preocupación por la sinceridad de Viktor, así como preguntándome si había provocado la caída del agente, ante lo cual negué rotundamente con la cabeza. -Tal vez deberías preguntárselo a tu “amiga”- diría antes de marcharse a adular de la misma y ofrecerle el obsequió el cual arrojó cual despojo tras la respuesta de la mujer. Ciertamente odiaba tener que hacer esa clase de numeritos, pero esperaba con ello haber dejado clara la bilateralidad que tendría el grupo en lo que respectaba a las intenciones del maniaco enmascarado.
-Perfecto, ciertamente yo también odio tener que hacer este tipo de cosas, marchemos pues- dijo antes de sorprenderse de que Kaito fuera detenido por la vampira -No bailes mucho tiempo con ella y síguenos en cuanto acabes- diría antes de girarme, si bien sabía que la criatura podría darle algún quebradero de cabeza, no podía permitirse auxiliar a su compañero en ese momento. Y si la vampira daba caza al pulpo siempre podría ofrecerle el número que dejará libre este, o una muerte rápida según prefiriera ella.
Tras el incómodo numerito musical, el cual le costó pasar por alto pese a las capacidades que tenía en cuanto a concentración se refería, no pudo hacerlo así con el hedor del alquitrán, el cual junto con el fuego le recordó temas que no deseaba que fueran removidos.
-Vaya, pensaba que era el único con gustos anticuados- bromeó respondiendo al contrabandista.
Haciendo de tripas corazón se enfiló tras el cortador de cabezas profesional, esperando que la mujer los acompañará.
-Formalidades a parte- arrancaría a decir mientras avanzaba por el sendero rojo -Me sorprende no haber oído hablar acerca de vos señorita ¿A qué se dedica cuándo no se encuentra en salvando el mundo? - preguntaría, girándose para mirar brevemente a la mujer y descartando cualquier motivo altruista que esta pudiera tener, nadie de la carpa entraba allí sin un motivo.
Sin perder de vista la espalda de su compañero, miraría curioso el interior de lo que permitiera intuir aquellas luces rojas, que dotaría al lugar de un aire a barrio rojo de no ser por el fuego y el hedor que tanto le recordaban a la obra de Dante.
-Perfecto, ciertamente yo también odio tener que hacer este tipo de cosas, marchemos pues- dijo antes de sorprenderse de que Kaito fuera detenido por la vampira -No bailes mucho tiempo con ella y síguenos en cuanto acabes- diría antes de girarme, si bien sabía que la criatura podría darle algún quebradero de cabeza, no podía permitirse auxiliar a su compañero en ese momento. Y si la vampira daba caza al pulpo siempre podría ofrecerle el número que dejará libre este, o una muerte rápida según prefiriera ella.
Tras el incómodo numerito musical, el cual le costó pasar por alto pese a las capacidades que tenía en cuanto a concentración se refería, no pudo hacerlo así con el hedor del alquitrán, el cual junto con el fuego le recordó temas que no deseaba que fueran removidos.
-Vaya, pensaba que era el único con gustos anticuados- bromeó respondiendo al contrabandista.
Haciendo de tripas corazón se enfiló tras el cortador de cabezas profesional, esperando que la mujer los acompañará.
-Formalidades a parte- arrancaría a decir mientras avanzaba por el sendero rojo -Me sorprende no haber oído hablar acerca de vos señorita ¿A qué se dedica cuándo no se encuentra en salvando el mundo? - preguntaría, girándose para mirar brevemente a la mujer y descartando cualquier motivo altruista que esta pudiera tener, nadie de la carpa entraba allí sin un motivo.
Sin perder de vista la espalda de su compañero, miraría curioso el interior de lo que permitiera intuir aquellas luces rojas, que dotaría al lugar de un aire a barrio rojo de no ser por el fuego y el hedor que tanto le recordaban a la obra de Dante.
Gareth Silverwing
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Y ahí estaban, entrando en la aguja por la puerta grande... o por el boquete, bueno daba igual, el caso es que estábamos dentro. Miré atrás, poniendo mi vista sobre el camino de hielo que habíamos recorrido hasta llegar ¿Cómo había llegado? El último recuerdo que tenía era de Al quitándome la promoción a clase de prestigio y dándosela al pirata pelirrojo. Bueno, puede que la estela serpenteante de hielo quebrado sobre el mar, el perrete con cara de haber corrido, la moto estrellada contra unos cascotes y el manillar doblado y atascado en mi cuello eran pistas clave.
- Muy bien Reginald. Creo que no puedes entrar con nosotros, pero si se acerca algún malo le das una lección, y si alguien de los que estamos en la entrada necesitan ayuda, eres un buen chico y les echas una pata. Pórtate bien y te daré más peces deliciosos ¿Vale?- Dije mientras acariciaba el hocico del animal. - Bien, revisemos quienes estamos. Al, ahí vienen Jack y el nuevo, Leiren estoy seguro de que está por aquí, el pollo de las espadas, el otro pollo, un pescado con cara de pocos amigos y una nariz graciosa, un cebo para Al, y un tipo grande que huele a queso. Bien, creo que estamos todos. - Ignoraba si era cierto, la verdad es que no tenía ni idea de cuántos eran en el grupo de los piratas, pero dar la respuesta más positiva era lo mejor para la moral del grupo.
Miré cómo los pollos optaban por adentrarse en el boquete con tuberías en vez de quedarse con el resto, en ese momento unos torpes cálculos comenzaron a hilarse en mi cabeza. Ruta principal con araña = problemas; ruta secundaria por dentro de la estructura = menos problemas y espacios cerrados. Obviamente la ruta de las tuberías no me hacía ni pizca de gracia, significaba menos diversión, menos oportunidades para que mis habilidades brillasen, además de que mi estilo de lucha no se desenvolvía bien en lugares cerrados, menos en lugares cerrados con instalaciones con pinta de ser delicadas. Es más tanto yo como las cosas delicadas no nos llevábamos precisamente bien, menos estando en este estado. Menos mal que no queremos preservar este sitio intacto. En fin, habrá que hacer de tripas corazón por el bien de la Al-ianza y optar por la ruta de las tuberías que tanto parecía gustar.
- Vayamos por donde vayamos hay un plan que siempre funciona. - Dije mientras me adelantaba a los dos pollos a la hora de entrar por el boquete. - Dejadme ir delante y si nos quedamos sin camino... comenté a la vez que juntaba los puños y un brillo rojizo escapaba entre ellos, al separarlos un glaive de tonos carmesíes se materializó entre estos antes de agarrarlo. - Dejad que abramos camino.
- M-Ugh-Muy bien perno no me agites. - Dijo Zinogre en mi cabeza.
- Oh ¿Te pasa algo Zin? - Pregunté para mis adentros.
- Todo me da vueltas, no sabía que tolerases tan poco el alcohol.
- Ah ¿a tí también te afecta?
- Estamos unidos ¿recuerdas? Percibo el mundo a través de tí y ahora mismo todos tus sentidos son un desastre. Dios. No vuelvas a beber en la vida.
Estuvimos hablando mentalmente en el tiempo que tardaba el resto en organizarse, pero no sabía cuando había bebido alcohol, simplemente pensaba que hoy me encontraba de mejor humor. De todas formas ahora no caía cómo había sido capaz de beber, y estado de servicio, no tenía la cabeza en condiciones como para hacer deducciones. Además, todo iría bien mientras tuviéramos una sonrisa en la cara y una canción en el corazón.
- SOMEBODY ONCE TOLD ME... THE WORLD IS GONNA ROLL ME
- Muy bien Reginald. Creo que no puedes entrar con nosotros, pero si se acerca algún malo le das una lección, y si alguien de los que estamos en la entrada necesitan ayuda, eres un buen chico y les echas una pata. Pórtate bien y te daré más peces deliciosos ¿Vale?- Dije mientras acariciaba el hocico del animal. - Bien, revisemos quienes estamos. Al, ahí vienen Jack y el nuevo, Leiren estoy seguro de que está por aquí, el pollo de las espadas, el otro pollo, un pescado con cara de pocos amigos y una nariz graciosa, un cebo para Al, y un tipo grande que huele a queso. Bien, creo que estamos todos. - Ignoraba si era cierto, la verdad es que no tenía ni idea de cuántos eran en el grupo de los piratas, pero dar la respuesta más positiva era lo mejor para la moral del grupo.
Miré cómo los pollos optaban por adentrarse en el boquete con tuberías en vez de quedarse con el resto, en ese momento unos torpes cálculos comenzaron a hilarse en mi cabeza. Ruta principal con araña = problemas; ruta secundaria por dentro de la estructura = menos problemas y espacios cerrados. Obviamente la ruta de las tuberías no me hacía ni pizca de gracia, significaba menos diversión, menos oportunidades para que mis habilidades brillasen, además de que mi estilo de lucha no se desenvolvía bien en lugares cerrados, menos en lugares cerrados con instalaciones con pinta de ser delicadas. Es más tanto yo como las cosas delicadas no nos llevábamos precisamente bien, menos estando en este estado. Menos mal que no queremos preservar este sitio intacto. En fin, habrá que hacer de tripas corazón por el bien de la Al-ianza y optar por la ruta de las tuberías que tanto parecía gustar.
- Vayamos por donde vayamos hay un plan que siempre funciona. - Dije mientras me adelantaba a los dos pollos a la hora de entrar por el boquete. - Dejadme ir delante y si nos quedamos sin camino... comenté a la vez que juntaba los puños y un brillo rojizo escapaba entre ellos, al separarlos un glaive de tonos carmesíes se materializó entre estos antes de agarrarlo. - Dejad que abramos camino.
- M-Ugh-Muy bien perno no me agites. - Dijo Zinogre en mi cabeza.
- Oh ¿Te pasa algo Zin? - Pregunté para mis adentros.
- Todo me da vueltas, no sabía que tolerases tan poco el alcohol.
- Ah ¿a tí también te afecta?
- Estamos unidos ¿recuerdas? Percibo el mundo a través de tí y ahora mismo todos tus sentidos son un desastre. Dios. No vuelvas a beber en la vida.
Estuvimos hablando mentalmente en el tiempo que tardaba el resto en organizarse, pero no sabía cuando había bebido alcohol, simplemente pensaba que hoy me encontraba de mejor humor. De todas formas ahora no caía cómo había sido capaz de beber, y estado de servicio, no tenía la cabeza en condiciones como para hacer deducciones. Además, todo iría bien mientras tuviéramos una sonrisa en la cara y una canción en el corazón.
- SOMEBODY ONCE TOLD ME... THE WORLD IS GONNA ROLL ME
- RESUMEN:
- Reunirme con el resto y tirar por el hueco de las tuberías mientras canto.
Hamlet
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Cuando me di cuenta de que no era más que una recluta que había reunido el valor suficiente como para marchar al frente, bajé la guardia. No estaba acostumbrado a que fueran tan amables conmigo. Bebí un sorbo del té, mirándole a los ojos.
En ese instante, una atronadora melodía se apoderó de los oídos de todos los tripulantes, ensordeciéndoles, reduciendo cada conversación a un sonido comparable con el silbar del viento en un ajetreado mercado. Me sobresalté, irremediablemente, atragantándome con el té. Tosí ante la preocupada mirada de la recluta.
Durante varios instantes continuó el tronar de aquel terrible sonido, captando la atención de todos los presentes. Finalmente, tras esos momentos interminables finalizó aquel horrible ruido. Hablando con sinceridad, me hallaba bastante alterado. No me gustaban para nada los sonidos fuertes. Fruncí el ceño, y estoy seguro de aquella recluta debió notarlo... O no. Quizás ella también se estaba preocupando por el bienestar de sus tímpanos.
Al rato arribamos a la entrada de la torre, que ahora, gracias a una enorme explosión, estaba abierta de par en par para la entrada de todos los marines. La chica miró excitada el portón abierto antes de volver a clavar sus preciosos ojos en los míos, terminando por preguntarme si podía entrar en un tono casi infantil.
-Mira -comencé, con sinceridad-. Te voy a ser sincero. Allí nos espera un destino terrible. Estoy seguro de que el discurso del Almirante de la Flota ha servido para dejarte eso claro. No deberías ir. Dudo que hasta los más preparados -pasé la vista por encima de Bizvan, Tobias y los Justice Riders- puedan hacer mucho. No te lo recomiendo para nada.
Dejé la tacita en el suelo e hice además de marcharme con mis camaradas, dispuesto a desembarcar, mas no lo logré. Era un estúpido. Esta chica no se había subido a la fragata por nada.
-Pero creo que has venido con nosotros precisamente porque quieres entrar y ayudar en todo lo posible -proseguí, mirándole a los ojos con expresión triste-. No voy a privarte de la posibilidad de hacer eso. No podría. Yo mismo hubiera hecho lo mismo que tú cuando tenía tu mismo rango. Así que en marcha. No te separes ni un centímetro de mí. Quiero que si ves la más mínima señal de peligro me avises.
Apoyé mi mano en su hombro y me acerqué, incapaz de sonreír.
-Y por favor. No intentes ser una heroína. Eso nunca termina bien.
Señalé con la cabeza la dirección en la que se encontraba la torre para indicarle que me siguiera. Por el camino alcancé a Bizvan y le asentí con la cabeza, tratando de mantener una expresión tranquila. Esperaba que dedujese que se trataba de una falsa alarma.
Nos adentramos sin demorarnos demasiado en la aguja, comprobando a cada poco que la chica permanecía a mi lado. Iría junto a Bizvan. Sabía que tenía unas particulares capacidades sensoriales que le permitirían detectar cualquier tipo de posible interferencia en nuestros planes. Desenvainé a Elsinor por si la situación lo requería.
Llegamos a una enorme sala llena de telarañas que se bifurcaba en dos caminos. Con una orden del comodoro Kasai, dos de los nuestros, junto a un pequeño contingente de reclutas, marchaban por el camino que aparentaba estar en peores condiciones. Deduje correctamente que nosotros iríamos por el otro.
Fue entonces cuando me di cuenta de la titánica araña mecánica que había tomado la sala como su nido. Retrocedí con el ceño fruncido, algo intimidado. Quien no parecía aterrorizado en absoluto por la bestia fue Tobias, quien ascendió para examinarla sin reparo aparente. Desde lo más profundo de mi ser deseé que no le pasase nada, puesto que nada podría hacer yo para resolver un entuerto de semejante talla. Tampoco sería favorable tener a ese bicho persiguiéndonos y arruinando lo que podría haber sido una infiltración sigilosa en los niveles superiores.
Me acerqué al comodoro, todavía algo inhibido como para volver a hablar con Bizvan, y me coloqué a su espalda, echando un ojo a los laterales de la estancia por si había alguna trampa de cualquier índole. No era tan capaz como el resto de mis compañeros, pero podría mantener los ojos bien abiertos.
En ese instante, una atronadora melodía se apoderó de los oídos de todos los tripulantes, ensordeciéndoles, reduciendo cada conversación a un sonido comparable con el silbar del viento en un ajetreado mercado. Me sobresalté, irremediablemente, atragantándome con el té. Tosí ante la preocupada mirada de la recluta.
Durante varios instantes continuó el tronar de aquel terrible sonido, captando la atención de todos los presentes. Finalmente, tras esos momentos interminables finalizó aquel horrible ruido. Hablando con sinceridad, me hallaba bastante alterado. No me gustaban para nada los sonidos fuertes. Fruncí el ceño, y estoy seguro de aquella recluta debió notarlo... O no. Quizás ella también se estaba preocupando por el bienestar de sus tímpanos.
Al rato arribamos a la entrada de la torre, que ahora, gracias a una enorme explosión, estaba abierta de par en par para la entrada de todos los marines. La chica miró excitada el portón abierto antes de volver a clavar sus preciosos ojos en los míos, terminando por preguntarme si podía entrar en un tono casi infantil.
-Mira -comencé, con sinceridad-. Te voy a ser sincero. Allí nos espera un destino terrible. Estoy seguro de que el discurso del Almirante de la Flota ha servido para dejarte eso claro. No deberías ir. Dudo que hasta los más preparados -pasé la vista por encima de Bizvan, Tobias y los Justice Riders- puedan hacer mucho. No te lo recomiendo para nada.
Dejé la tacita en el suelo e hice además de marcharme con mis camaradas, dispuesto a desembarcar, mas no lo logré. Era un estúpido. Esta chica no se había subido a la fragata por nada.
-Pero creo que has venido con nosotros precisamente porque quieres entrar y ayudar en todo lo posible -proseguí, mirándole a los ojos con expresión triste-. No voy a privarte de la posibilidad de hacer eso. No podría. Yo mismo hubiera hecho lo mismo que tú cuando tenía tu mismo rango. Así que en marcha. No te separes ni un centímetro de mí. Quiero que si ves la más mínima señal de peligro me avises.
Apoyé mi mano en su hombro y me acerqué, incapaz de sonreír.
-Y por favor. No intentes ser una heroína. Eso nunca termina bien.
Señalé con la cabeza la dirección en la que se encontraba la torre para indicarle que me siguiera. Por el camino alcancé a Bizvan y le asentí con la cabeza, tratando de mantener una expresión tranquila. Esperaba que dedujese que se trataba de una falsa alarma.
Nos adentramos sin demorarnos demasiado en la aguja, comprobando a cada poco que la chica permanecía a mi lado. Iría junto a Bizvan. Sabía que tenía unas particulares capacidades sensoriales que le permitirían detectar cualquier tipo de posible interferencia en nuestros planes. Desenvainé a Elsinor por si la situación lo requería.
Llegamos a una enorme sala llena de telarañas que se bifurcaba en dos caminos. Con una orden del comodoro Kasai, dos de los nuestros, junto a un pequeño contingente de reclutas, marchaban por el camino que aparentaba estar en peores condiciones. Deduje correctamente que nosotros iríamos por el otro.
Fue entonces cuando me di cuenta de la titánica araña mecánica que había tomado la sala como su nido. Retrocedí con el ceño fruncido, algo intimidado. Quien no parecía aterrorizado en absoluto por la bestia fue Tobias, quien ascendió para examinarla sin reparo aparente. Desde lo más profundo de mi ser deseé que no le pasase nada, puesto que nada podría hacer yo para resolver un entuerto de semejante talla. Tampoco sería favorable tener a ese bicho persiguiéndonos y arruinando lo que podría haber sido una infiltración sigilosa en los niveles superiores.
Me acerqué al comodoro, todavía algo inhibido como para volver a hablar con Bizvan, y me coloqué a su espalda, echando un ojo a los laterales de la estancia por si había alguna trampa de cualquier índole. No era tan capaz como el resto de mis compañeros, pero podría mantener los ojos bien abiertos.
- Resumen:
- Confiar en la chica y, tras meditarlo, dejar que me acompañe bajo la condición de que no se separe de mí. Tratar de transmitirle a Bizvan que no se trataba de una infiltrada. Entrar con el resto de la tropa en la torre y mantenerse cauteloso.
Julianna M. Shelley
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Vibraba. Toda ella vibraba. De arriba abajo, podía sentir la música recorrer todo su interior, explorando cada rincón y adueñándose de su ser. Se sentía algo mareada y no le gustaba; no, odiaba la sensación. Le dolían los oídos y cerró los ojos esperando a que todo pasara. Cuando por fin los abrió, había silencio a su alrededor. Era la última en el submarino, pero la escotilla estaba abierta. Tras comprobar una vez más que tenía todas sus cosas en su sitio, respiró hondo y salió del vehículo.
Llegó a tiempo para ver encenderse las últimas luces y un escalofrío la recorrió entera al escuchar esa voz:
–¿Estáis listos para lo que se nos viene encima? Hemos visto ilustres invitados entre nuestro público. Solamente deciros… ¡Que os jodan!
Frunciendo el ceño, se apresuró a juntarse con el resto de revolucionarios. Qué anfitrión tan borde. Miró a su alrededor, algo asombrada con el lugar. Enormes vehículos se movían con gracia por toda la zona, dejando en ridículo a los submarinos en los que habían llegado con su mera presencia. La estancia también era enorme. En lo alto, una campana parecía contar los minutos que les restaban de vida a cada tañido. Decorada de negro y dorado, solo había dos salidas de ese lugar. Una cerrada y otra abierta. Los revolucionarios se desperdigaron por ambas, pero Julianna vaciló. No quería avanzar por su cuenta. Pese a tener el mapa, perderse o encontrarse con alguien sin buenas intenciones era lo más probable. Y entonces, escuchó los gritos. Una especie de criatura alta había agarrado a uno de los revolucionarios por el cuello y le estaba agitando de mala manera.
-¿Qué está ocurriendo, maldita sea?¡Dímelo! -parecía aterrado-. ¿Qué es este sitio? ¿Quién es toda esta gente y por qué sois tan feos? ¡Por todas las espinas de Davy Jones, dime quién soy!
No se lo pensó mucho. Al escuchar las exigencias de la extraña criatura, echó a correr hacia allá. Bueno, a andar rápido. No le convenía gastar sus fuerzas tan pronto. Al llegar, intentaría posar las manos en su espalda para llamar su atención. Fue a hablar, pero titubeó por un momento. ¿Cómo debía dirigirse a él? No era humano, aunque hablara como tal.
- Disculpe, ¡Disculpe!- Estaba claro que sufría algún tipo de conmoción, aunque ignoraba qué podía haberla causado. Tan solo esperaba poder tranquilizarlo.- Es usted parte de la revolución.- O eso creía. Esperaba. Suponía.- Tenemos que adentrarnos en este lugar y asegurarnos de que no destrocen ni este ni ningún otro mar. ¡Es un arma gigante, hay que pararla!
Aguardó la reacción de la criatura, preparada para apartarse si hacía algún movimiento brusco. Con algo de suerte, podría acompañar al variopinto grupo que veía ante sí.
Llegó a tiempo para ver encenderse las últimas luces y un escalofrío la recorrió entera al escuchar esa voz:
–¿Estáis listos para lo que se nos viene encima? Hemos visto ilustres invitados entre nuestro público. Solamente deciros… ¡Que os jodan!
Frunciendo el ceño, se apresuró a juntarse con el resto de revolucionarios. Qué anfitrión tan borde. Miró a su alrededor, algo asombrada con el lugar. Enormes vehículos se movían con gracia por toda la zona, dejando en ridículo a los submarinos en los que habían llegado con su mera presencia. La estancia también era enorme. En lo alto, una campana parecía contar los minutos que les restaban de vida a cada tañido. Decorada de negro y dorado, solo había dos salidas de ese lugar. Una cerrada y otra abierta. Los revolucionarios se desperdigaron por ambas, pero Julianna vaciló. No quería avanzar por su cuenta. Pese a tener el mapa, perderse o encontrarse con alguien sin buenas intenciones era lo más probable. Y entonces, escuchó los gritos. Una especie de criatura alta había agarrado a uno de los revolucionarios por el cuello y le estaba agitando de mala manera.
-¿Qué está ocurriendo, maldita sea?¡Dímelo! -parecía aterrado-. ¿Qué es este sitio? ¿Quién es toda esta gente y por qué sois tan feos? ¡Por todas las espinas de Davy Jones, dime quién soy!
No se lo pensó mucho. Al escuchar las exigencias de la extraña criatura, echó a correr hacia allá. Bueno, a andar rápido. No le convenía gastar sus fuerzas tan pronto. Al llegar, intentaría posar las manos en su espalda para llamar su atención. Fue a hablar, pero titubeó por un momento. ¿Cómo debía dirigirse a él? No era humano, aunque hablara como tal.
- Disculpe, ¡Disculpe!- Estaba claro que sufría algún tipo de conmoción, aunque ignoraba qué podía haberla causado. Tan solo esperaba poder tranquilizarlo.- Es usted parte de la revolución.- O eso creía. Esperaba. Suponía.- Tenemos que adentrarnos en este lugar y asegurarnos de que no destrocen ni este ni ningún otro mar. ¡Es un arma gigante, hay que pararla!
Aguardó la reacción de la criatura, preparada para apartarse si hacía algún movimiento brusco. Con algo de suerte, podría acompañar al variopinto grupo que veía ante sí.
- Tenebrex, Maki y company pls read:
- me acerco al Maki a toda la velocidad que mis cortas patitas me permiten e intento calmarle como buenamente puedo como hermosa excusa para acoplarme (?)
Sasaki
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No me encontraba atento a todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, no me importaban ni los piratas con los que habíamos hecho una alianza, ni si necesitábamos llegar a la aguja, solo quería tener una nueva mascota, más grande y con más forma de perro, sería casi la más normal de las que tenía. Sin embargo, el animal parecía querer quedarse con el pelirrojo, por alguna razón que desconocía. Bueno, cuando volviésemos a la base, si el animal nos acompañaba ya idearía la forma de que me prefiriese a mí.
Volví mi atención al pelirrojo para ver si su estado había empeorado, y la verdad era que sí, parecía que estaba volviendo, aunque muy despacio, a ser como él era, y eso era algo completamente intolerable. Debía de alcanzarlo para que bebiese un poco de café. Me dirigí hacia mi moto y justo en ese momento el nuevo recluta me habló. Necesitaba ser el paquete de carga de alguien para poder llegar hasta la aguja. ¿Acaso no había venido con el capitán? Lo lógico era que lo llevase él, pero si se había marchado no quedaba de otra.
-Documentación y papeles de circulación para manejar vehículos, enséñamelos – le dije en un tono serio propio de mi cargo.
Si me los entregaba haría como que los revisaba cuidadosamente, pero en realidad solo era para leer su nombre, que no me acordaba, en cuanto al permiso para el uso de vehículos era para confirmar si podía conducir o no. Y la verdad era algo que me daba igual. Conduciría él hasta la aguja, no era muy difícil conducir aquellas motos, sobre todo teniendo en cuenta que un enano pelirrojo lo había hecho desnudo haciendo una “T”. Con esto en mente, le pasé las llaves al recluta.
-Bueno, sepas o no, ya da igual, hoy conduces tú, lo único que intentes no rayar la carrocería, el Al-mirante se cabrea.
Volví mi atención al pelirrojo para ver si su estado había empeorado, y la verdad era que sí, parecía que estaba volviendo, aunque muy despacio, a ser como él era, y eso era algo completamente intolerable. Debía de alcanzarlo para que bebiese un poco de café. Me dirigí hacia mi moto y justo en ese momento el nuevo recluta me habló. Necesitaba ser el paquete de carga de alguien para poder llegar hasta la aguja. ¿Acaso no había venido con el capitán? Lo lógico era que lo llevase él, pero si se había marchado no quedaba de otra.
-Documentación y papeles de circulación para manejar vehículos, enséñamelos – le dije en un tono serio propio de mi cargo.
Si me los entregaba haría como que los revisaba cuidadosamente, pero en realidad solo era para leer su nombre, que no me acordaba, en cuanto al permiso para el uso de vehículos era para confirmar si podía conducir o no. Y la verdad era algo que me daba igual. Conduciría él hasta la aguja, no era muy difícil conducir aquellas motos, sobre todo teniendo en cuenta que un enano pelirrojo lo había hecho desnudo haciendo una “T”. Con esto en mente, le pasé las llaves al recluta.
-Bueno, sepas o no, ya da igual, hoy conduces tú, lo único que intentes no rayar la carrocería, el Al-mirante se cabrea.
- resumen, Galhard lee:
- Pasar de todo, escuchar a Galhard y entregarle las llaves de la moto para que nos lleve hasta el resto.
Rei Arslan
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Annie fue la última en salir del submarino y nada más salir un ruido ensordecedor se expandió por todo el lugar, era música, una música demasiado fuerte para su gusto que por suerte no duró mucho. Aquel lugar estaba lleno de revolucionarios que empezaban a desperdigarse por todas partes y, mientras avanzaban le pareció ver a un gyojin herido. La arquera se acercó, separándose de sus compañeros por un momento.
Estaba aturdido, gritando como un loco e insultando también. Ella dejó pasar esos insultos porque seguramente fueran causa de lo que le hubiera pasado. A su lado había una muchacha muy joven. Annie la miró de arriba abajo, pensando en qué haría una niña en un lugar como este. La revolucionaria se dirigió de nuevo al gyojin, el cual se le hacía conocido por haberlo visto en los carteles de recompensa.
-Eh, calma, no alteres a las personas. Tu eres Maki, el oficial revolucionario y... la chica tiene razón. Tenemos que destruir lo antes posible esta aguja. ¿Por cierto, quién eres?
Annie se cruzó de brazos y miró a Osuka y Edward, que ya iban de camino hacia las puertas. Ella no quería dejar sola a la niña ni al traumatizado pez, por lo que les invitó a ir con ellos.
-Venid conmigo, mis compañeros están allí - señaló -. Soy Annie, tercera al mando de los Beasts of Liberty. Oh, y pienso destruir este chisme, por si eso os anima un poco. ¿Te encuentras mejor, pececillo?
Si decidían ir con ella no estaba muy lejos de las puertas, solamente les separaban unos metros. Annie caminó hacia Edward, quien estaba hablando con Osuka.
-¡Osu! - Exclamó alzando la cabeza con una sonrisa arrogante- Tira esa puerta abajo.
Estaba aturdido, gritando como un loco e insultando también. Ella dejó pasar esos insultos porque seguramente fueran causa de lo que le hubiera pasado. A su lado había una muchacha muy joven. Annie la miró de arriba abajo, pensando en qué haría una niña en un lugar como este. La revolucionaria se dirigió de nuevo al gyojin, el cual se le hacía conocido por haberlo visto en los carteles de recompensa.
-Eh, calma, no alteres a las personas. Tu eres Maki, el oficial revolucionario y... la chica tiene razón. Tenemos que destruir lo antes posible esta aguja. ¿Por cierto, quién eres?
Annie se cruzó de brazos y miró a Osuka y Edward, que ya iban de camino hacia las puertas. Ella no quería dejar sola a la niña ni al traumatizado pez, por lo que les invitó a ir con ellos.
-Venid conmigo, mis compañeros están allí - señaló -. Soy Annie, tercera al mando de los Beasts of Liberty. Oh, y pienso destruir este chisme, por si eso os anima un poco. ¿Te encuentras mejor, pececillo?
Si decidían ir con ella no estaba muy lejos de las puertas, solamente les separaban unos metros. Annie caminó hacia Edward, quien estaba hablando con Osuka.
-¡Osu! - Exclamó alzando la cabeza con una sonrisa arrogante- Tira esa puerta abajo.
- Maki y Julianna, leed:
- Ayudar a Maki, saber quien es Julianna e invitarles a ir con los beasts.
Aki D. Arlia
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El suave vibrato que antes llenaba el lugar paró de repente, solo para ser reemplazado con un estruendo musical digno del más abyecto compositor. A Lys le dolían los oídos y sentía rechinar sus dientes con cada acorde. No es que fuera malo, es que era insoportable. Una preciosa manera de darles la bienvenida, desde luego. Sin embargo, por suerte, no pasó demasiado tiempo hasta que la música cesó. Una voz los mandó a la mierda, confirmándoles que iban por el camino correcto. Que te jodan a ti y ojalá pueda ocuparme yo de esa tarea.- pensó para sí. Y entonces, las luces se encendieron.
A su alrededor pareció que el mundo estallaba y en parte lo hizo. Cristales salieron volando en todas las direcciones mientras cuatro columnas de llamas se alzaban hacia el techo de la estancia. El aire apestaba a humo y asfalto y el suelo estaba inundado de alquitrán. No había pérdida de a dónde tenían que dirigirse: el boquete abierto justo frente a ellos parecía la entrada a la madriguera de un ser sobrenatural. Por algún motivo, sin embargo, se sentía cómoda. Por un momento se inquietó al comprobarlo, ¿De dónde había salido ella para estar cómoda en esa situación? No obstante, decidió no darle vueltas. No iba a cuestionar sus propias decisiones.
Siguió a Elliot al interior de la aguja sin vacilar. Con ellos iba White y a sus espaldas quedaban el pulpo y la extraña señorita que se había metido en el medio. Extraña manera de cortejarse y una pérdida de tiempo combatir en esas circunstancias, pero no sería ella quien se parara a detenerlos. Cuando quisieran dejar de tirarse los trastos a la cabeza ya les buscarían. De momento, respondió a William con tranquilidad.
- Verás, si te lo dijera tendría que matarte.- Le comentó con una pequeña sonrisa, antes de añadir.- En realidad no, pero tenía ganas de decir esa frase. Lo cierto es que me bastaría con secuestrarte un par de horitas. De todas formas, ahora importa más el presente que el pasado.
Continuó avanzando con elegancia, pero en guardia. Sus ojos exploraron el terreno a la búsqueda de cualquier indicio sospechoso. Las luces rojas le iluminaban el rostro, haciéndola parecer salvaje y extraña. La atmósfera enrarecida hacía que el latir de su corazón se sintiera más profundo. En cierto modo, se sentía como en casa.
A su alrededor pareció que el mundo estallaba y en parte lo hizo. Cristales salieron volando en todas las direcciones mientras cuatro columnas de llamas se alzaban hacia el techo de la estancia. El aire apestaba a humo y asfalto y el suelo estaba inundado de alquitrán. No había pérdida de a dónde tenían que dirigirse: el boquete abierto justo frente a ellos parecía la entrada a la madriguera de un ser sobrenatural. Por algún motivo, sin embargo, se sentía cómoda. Por un momento se inquietó al comprobarlo, ¿De dónde había salido ella para estar cómoda en esa situación? No obstante, decidió no darle vueltas. No iba a cuestionar sus propias decisiones.
Siguió a Elliot al interior de la aguja sin vacilar. Con ellos iba White y a sus espaldas quedaban el pulpo y la extraña señorita que se había metido en el medio. Extraña manera de cortejarse y una pérdida de tiempo combatir en esas circunstancias, pero no sería ella quien se parara a detenerlos. Cuando quisieran dejar de tirarse los trastos a la cabeza ya les buscarían. De momento, respondió a William con tranquilidad.
- Verás, si te lo dijera tendría que matarte.- Le comentó con una pequeña sonrisa, antes de añadir.- En realidad no, pero tenía ganas de decir esa frase. Lo cierto es que me bastaría con secuestrarte un par de horitas. De todas formas, ahora importa más el presente que el pasado.
Continuó avanzando con elegancia, pero en guardia. Sus ojos exploraron el terreno a la búsqueda de cualquier indicio sospechoso. Las luces rojas le iluminaban el rostro, haciéndola parecer salvaje y extraña. La atmósfera enrarecida hacía que el latir de su corazón se sintiera más profundo. En cierto modo, se sentía como en casa.
La velocidad... La velocidad era siempre relajante. El viento golpeaba con fuerza en su rostro, agitado, y su cabello ondeaba dejando una estela de oro sobre el mar. Todo se estaba sucediendo sin control en aquel maldito lugar, y las presencias de Dexter, Zane y quién sabe cuántos piratas más solo convertían la misión en un agujero de locura cada vez mayor. Y encima, el pollo era un presuntuoso. Necesitaba sentir el refrescante tacto de la brisa, así que aceleró a fondo, dejando a Dexter detrás después de su aterrizaje, y vio el peligro cernirse sobre él.
Fue el primero en entrar, y si no se hubiese envuelto en un bloque perfecto de hielo probablemente su vehículo hubiese acabado hecho pedazos, pero afortunadamente contaba con una percepción que fácilmente podría competir con los ojos más agudos de usuarios zoan. Vio la explosión instantes antes en su cabeza, y cuando esta llegó de verdad Al ya se había protegido en un bloque sólido que salió despedido contra una de las paredes, medio derretido y con una muy maltrecha integridad. Pero al menos la moto estaba a salvo.
Los demás no tardaron en llegar, y la música retumbó en sus oídos una vez las luces -y un saludo bastante maleducado- se dejaron ver. Aunque en realidad se preguntaba si alguien podía llamar a eso música, porque en verdad era una puta mierda y cualquiera con un mínimo de oído podría notarlo. Ni siquiera los perros aullarían ante ese ruido histriónico, que no obstante atrajo como moscas a la miel a muchos de los que había visto antes: El tipo del poncho, el comodoro Kasai, Kodama... Todos se iban reuniendo, de modo que si en ese instante una bomba estallase de verdad los habría dejado hechos polvo, tanto a la Marina como a las esperanzas del Gobierno en sí.
-Creo que esta araña tiene algún tipo de objetivo. No sé -planteó-. Si mi físico no estuviese borracho podría pedirle que lo investigue, pero no quiero moverme antes de saber que esa cosa no se va a comer a mi brigada... O a Nailah. Aún no le he enseñado a bailar. ¡¿Y tú dónde te crees que vas?!
Agarró a Arthur de una oreja, tirando de él intentando detenerlo.
-Quédate quieto y tranquilito hasta que se te pase la cogorza -le dijo- o te aseguro que vas a ser el caballito de Leiren cuando terminemos aquí. Y nadie quiere el caballito, ¿recuerdas?
Fue el primero en entrar, y si no se hubiese envuelto en un bloque perfecto de hielo probablemente su vehículo hubiese acabado hecho pedazos, pero afortunadamente contaba con una percepción que fácilmente podría competir con los ojos más agudos de usuarios zoan. Vio la explosión instantes antes en su cabeza, y cuando esta llegó de verdad Al ya se había protegido en un bloque sólido que salió despedido contra una de las paredes, medio derretido y con una muy maltrecha integridad. Pero al menos la moto estaba a salvo.
Los demás no tardaron en llegar, y la música retumbó en sus oídos una vez las luces -y un saludo bastante maleducado- se dejaron ver. Aunque en realidad se preguntaba si alguien podía llamar a eso música, porque en verdad era una puta mierda y cualquiera con un mínimo de oído podría notarlo. Ni siquiera los perros aullarían ante ese ruido histriónico, que no obstante atrajo como moscas a la miel a muchos de los que había visto antes: El tipo del poncho, el comodoro Kasai, Kodama... Todos se iban reuniendo, de modo que si en ese instante una bomba estallase de verdad los habría dejado hechos polvo, tanto a la Marina como a las esperanzas del Gobierno en sí.
-Creo que esta araña tiene algún tipo de objetivo. No sé -planteó-. Si mi físico no estuviese borracho podría pedirle que lo investigue, pero no quiero moverme antes de saber que esa cosa no se va a comer a mi brigada... O a Nailah. Aún no le he enseñado a bailar. ¡¿Y tú dónde te crees que vas?!
Agarró a Arthur de una oreja, tirando de él intentando detenerlo.
-Quédate quieto y tranquilito hasta que se te pase la cogorza -le dijo- o te aseguro que vas a ser el caballito de Leiren cuando terminemos aquí. Y nadie quiere el caballito, ¿recuerdas?
- Resumen:
- Señalar a la araña, querer examinarla y evitar que Arthur haga de las suyas.
Erik Carter
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Una araña gigante. ¿En serio? Wow. Las telas de araña parecían auténticas y Erik estaba preparado para comprobarlo, pero lo altos cargos expresaron otras intenciones. Erik quería darlo todo, así que decidió quedarse al lado de Kodama, asumiendo que, siguiendo los caprichos del destino, el poderoso almirante acabaría enzarzado en mayores peligros que los demás. Así funciona el mundo.
Mientras esperaba el movimiento del árbol, irónico cuanto menos, pasó una rápida mirada por todos los marines que había dentro. Bizvan parecía especialmente interesado en la araña, y Erik reconoció el brillo en sus ojos, los ojos de un artesano.
Sin perder de vista al almirante, listo para salir junto a él en cualquier momento, se acercó al otro marine y se unió a su escrutinio.
-¿De qué crees que está hecha? Cuesta asegurarlo, pero desde aquí diría que no parece hierro.
Mientras esperaba el movimiento del árbol, irónico cuanto menos, pasó una rápida mirada por todos los marines que había dentro. Bizvan parecía especialmente interesado en la araña, y Erik reconoció el brillo en sus ojos, los ojos de un artesano.
Sin perder de vista al almirante, listo para salir junto a él en cualquier momento, se acercó al otro marine y se unió a su escrutinio.
-¿De qué crees que está hecha? Cuesta asegurarlo, pero desde aquí diría que no parece hierro.
- Resumen- Bizvan, pls:
- Decidir seguir a Kodama por el camino que decida, relleno y hablar de la araña con Bizvan.
Bizvan, mi ropa está hecha de lo siguiente, por si te interesa xd.
-Linierro: Aleación compuesta por dos materiales. El primero de ellos es un metal altamente maleable y flexible, pero frágil y el segundo es hierro. La aleación resultante es ligera y extremadamente maleable, pudiendo incluso confeccionarse ropa con ella, pero de una dureza sorprendente para ser ropa. No es tan resistente como el hierro, pero sí mucho más que cualquier tipo de ropajes normales, y no impide para nada el movimiento. Aunque admite tintes y posee un aspecto similar al del lino (de ahí su nombre), la ropa de linierro siempre tendrá un leve brillo metalizado y cualquier herrero, por novato que sea, reconocerá al instante que es un metal.
Dexter Black
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-No necesitas mi ayuda para cagarla, ¿recuerdas? -le respondió con una sonrisa amarga. Estaba convencido de que la frase "necesito estar en el Cipher Pol un tiempo más" era más incriminatoria que cualquier otra, y confiar en que una agencia de espionaje no supiera leer los labios o tuviese algún mecanismo de escucha era, como mínimo, estúpido. Pero, por los viejos tiempos, decidió hacerle un pequeño favor-: ¿O ya no recuerdas la última vez que intentaste atrapar a Deathstroke? Estuviste a tres milímetros de perder la pierna.
Acababa de regalarle un pasado. Tal vez no el mejor, seguramente no el más claro, pero si jugaba bien sus cartas podría pasar por un viejo cazarrecompensas amateur. ¿Igual ya había usado esa historia? Tampoco le importaba, en cualquier caso no podía dejar que Rose muriese -asumiendo que el chantajista dijese la verdad- por culpa de su rencor. Por eso ya pagaría en algún momento el acelga.
Se quedó quieto mientras un hortera encapado, un tuerto divo, una perrita bípeda y una chica perfecta... ¿Perfecta? Dexter la siguió con la mirada, maravillado por un lado y aterrado por otro. Al contrario que con la mayoría de gente, su corazón no palpitaba -igual que Arribor-, pero además su pecho no bajaba ni subía: No respiraba. Se fijó más a fondo y su piel, aunque a primera vista ideal, tenía a un nivel casi inapreciable fibras textiles. Esa mujer no había nacido, había sido fabricada. Lo cual era en realidad una teoría estúpida, ya que nadie podía ser fabricado si no se contaba con un nivel de programación que apenas cuatro o cinco personas en el mundo -él mismo entre ellos- podían manejar. Cuando pasó a su lado trató de pellizcarle el hombro.
-¡Santa Matrioshka! -exclamó, al no poder hacerlo. Su piel parecía suave, pero bajo ella todo estaba duro e impenetrable... Bueno, impenetrable mientras mantuviese su fuerza al mínimo que era capaz de reducirla- ¿Esto que toco es kevlar trenzado sobre una base sólida? -Dio vueltas a su alrededor, palpando brazos, hombros, espalda y frente- Dime qué es, de verdad. ¿Aluminio anodizado? ¿Exoesqueleto de titanio? ¿Escamas de vanadio?
Le pellizcó la nariz... No era flexible. A su parecer eso era un fallo de diseño, ya que la hacía un noventa por ciento menos adorable, aunque entendía que por otra parte debía tener un armamento muy sofisticado en los agujeros... Eso, o había algún sistema de refrigeración mediante aire allí. En cualquier caso, eso lo convertiría en un error mayor: Podría ser inutilizada con una hoguera. Igual solo era un acabado realista para que no cantase al carecer de nariz.
-En fin, cuando necesites mejoras avísame, muñeca -le dijo. Él era mecánico, además de experto en IA's, por lo que podía propiciarle alguna que otra cosa-. Y si tienes libre albedrío, aprovéchalo. El color de tu bandera no marca quién eres. Por ejemplo, el Marine que acaba de entrar ahí es imbécil.
Sí, él también se había fijado en la explosión aunque no lo dijera.
Acababa de regalarle un pasado. Tal vez no el mejor, seguramente no el más claro, pero si jugaba bien sus cartas podría pasar por un viejo cazarrecompensas amateur. ¿Igual ya había usado esa historia? Tampoco le importaba, en cualquier caso no podía dejar que Rose muriese -asumiendo que el chantajista dijese la verdad- por culpa de su rencor. Por eso ya pagaría en algún momento el acelga.
Se quedó quieto mientras un hortera encapado, un tuerto divo, una perrita bípeda y una chica perfecta... ¿Perfecta? Dexter la siguió con la mirada, maravillado por un lado y aterrado por otro. Al contrario que con la mayoría de gente, su corazón no palpitaba -igual que Arribor-, pero además su pecho no bajaba ni subía: No respiraba. Se fijó más a fondo y su piel, aunque a primera vista ideal, tenía a un nivel casi inapreciable fibras textiles. Esa mujer no había nacido, había sido fabricada. Lo cual era en realidad una teoría estúpida, ya que nadie podía ser fabricado si no se contaba con un nivel de programación que apenas cuatro o cinco personas en el mundo -él mismo entre ellos- podían manejar. Cuando pasó a su lado trató de pellizcarle el hombro.
-¡Santa Matrioshka! -exclamó, al no poder hacerlo. Su piel parecía suave, pero bajo ella todo estaba duro e impenetrable... Bueno, impenetrable mientras mantuviese su fuerza al mínimo que era capaz de reducirla- ¿Esto que toco es kevlar trenzado sobre una base sólida? -Dio vueltas a su alrededor, palpando brazos, hombros, espalda y frente- Dime qué es, de verdad. ¿Aluminio anodizado? ¿Exoesqueleto de titanio? ¿Escamas de vanadio?
Le pellizcó la nariz... No era flexible. A su parecer eso era un fallo de diseño, ya que la hacía un noventa por ciento menos adorable, aunque entendía que por otra parte debía tener un armamento muy sofisticado en los agujeros... Eso, o había algún sistema de refrigeración mediante aire allí. En cualquier caso, eso lo convertiría en un error mayor: Podría ser inutilizada con una hoguera. Igual solo era un acabado realista para que no cantase al carecer de nariz.
-En fin, cuando necesites mejoras avísame, muñeca -le dijo. Él era mecánico, además de experto en IA's, por lo que podía propiciarle alguna que otra cosa-. Y si tienes libre albedrío, aprovéchalo. El color de tu bandera no marca quién eres. Por ejemplo, el Marine que acaba de entrar ahí es imbécil.
Sí, él también se había fijado en la explosión aunque no lo dijera.
- Resumen:
- No hacer nada. Molestar a Taylor.
Nailah
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La alianza había surtido efecto. Los Arashi entrarían con los marines a la aguja, sin necesidad de intercambiar a miembros. Eso le hacía sentirse aliviada, no se sentía cómoda rodeada por tantos miembros del gobierno pese a que confiaba en la promesa de su banda de que no atacarían a ningún miembro de la marina. Sin embargo, un comentario llamó la atención, proveniente del almirante. ¿Bailar? Nailah arqueó las cejas, pues ella no sabía bailar. Pero no llegó a responder, ya que Zane lo había hecho por ella, pero no había impedido que esbozase una sonrisa cuando se girase para volver con la banda.
Una vez ya en el barco de los Arashi, siguiendo a la brigada de los marines. Nailah se encargó de vigilar a Vile, su viejo amigo de la infancia. Al parecer su capitán no se fiaba del todo de él, pero no tenía por qué preocuparse. Sabía las consecuencias si rompía las reglas y la propia pirata sería quién le enseñaría el poder de las normas en su piel.
Cuando lograron acercarse lo suficiente hasta la aguja y atravesar el muro que la rodeaba, una voz vibró por todo el lugar. La morena miró hacia el cielo, intentando ver desde donde se hablaba, pero enseguida terminó todo y un silencio sepulcral se cernió sobre ellos. Nailah fue detrás de Zane y vio a Al avanzar primero en la Aguja, después de una explosión que la hizo sobresaltarse. Al entrar se fijó en los dos caminos que había y al ver la araña mecánica frunció el ceño. ¿Qué clase de creación era? Le daba muy mal rollo acercarse a ella.
-Deberíamos evitarla. Puede que ahora esté inactiva, pero quizás si pasamos haya algún sensor que la haga activarse y atacarnos, reconozco que sería genial enfrentarnos a algo así - miró de reojo al almirante con una sonrisa-. Y no sé tu, pero a mi la idea de aprender a bailar en un sitio como este me atrae demasiado.
Nailah en ningún momento desenfundó sus armas, el rubio parecía más serio en la lucha en comparación a su capitán así que tampoco pasaría nada por hacerle caso. Simplemente llevaba su mano apoyada en todo momento sobre la empuñadura de la reina roja, dispuesta a sacarla por si las cosas se complicaban y teniendo en cuenta lo que acababa de ver nada más entrar, estaba segura de que los problemas aparecerían en cuestión de segundos.
Una vez ya en el barco de los Arashi, siguiendo a la brigada de los marines. Nailah se encargó de vigilar a Vile, su viejo amigo de la infancia. Al parecer su capitán no se fiaba del todo de él, pero no tenía por qué preocuparse. Sabía las consecuencias si rompía las reglas y la propia pirata sería quién le enseñaría el poder de las normas en su piel.
Cuando lograron acercarse lo suficiente hasta la aguja y atravesar el muro que la rodeaba, una voz vibró por todo el lugar. La morena miró hacia el cielo, intentando ver desde donde se hablaba, pero enseguida terminó todo y un silencio sepulcral se cernió sobre ellos. Nailah fue detrás de Zane y vio a Al avanzar primero en la Aguja, después de una explosión que la hizo sobresaltarse. Al entrar se fijó en los dos caminos que había y al ver la araña mecánica frunció el ceño. ¿Qué clase de creación era? Le daba muy mal rollo acercarse a ella.
-Deberíamos evitarla. Puede que ahora esté inactiva, pero quizás si pasamos haya algún sensor que la haga activarse y atacarnos, reconozco que sería genial enfrentarnos a algo así - miró de reojo al almirante con una sonrisa-. Y no sé tu, pero a mi la idea de aprender a bailar en un sitio como este me atrae demasiado.
Nailah en ningún momento desenfundó sus armas, el rubio parecía más serio en la lucha en comparación a su capitán así que tampoco pasaría nada por hacerle caso. Simplemente llevaba su mano apoyada en todo momento sobre la empuñadura de la reina roja, dispuesta a sacarla por si las cosas se complicaban y teniendo en cuenta lo que acababa de ver nada más entrar, estaba segura de que los problemas aparecerían en cuestión de segundos.
Vile Spectre
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Cuando aquel curioso grupo llegó a la aguja, todos se reunieron para oír al aspirante Kenshin, que advirtió a los suyos de los peligros que podían residir en el interior de la estructura. Ordenó a sus tripulantes cubrirse las espaldas y prepararse para lo peor. Seguidamente, lanzó un comentario nada discreto a Vile, instándole a mantener las formas. El joven de Arabasta sonrió.
-¡No te preocupes, Kenshin! -carcajeó-. ¡Me pienso pegar a ti como una lapa! Así podrás tenerme bien vigilado.
<> calló el pirata. <>
El Almirante continuó hablando, aunque Vile ya había perdido el interés en la conversación. Decidió esperar a que todos desembarcasen para hacerlo, siguiendo muy de cerca al grupo. Fue entonces cuando el capitán de aquellos piratas alzó el vuelo, separándose de su grupo para echar un vistazo. El escuálido joven desenvainó sus armas, manteniendo la hoja de la dao apuntando al suelo y la pistola de chispa al techo, en señal de que no supondría un peligro para el grupo. Justo como quería.
Ya que Kenshin decidió marcharse sin su inestimable compañía, decidió pegarse a otro de los camaradas de aquel tenaz pirata. Ya había hablado con el gigantón y este había sido amable con él, por lo que decidió que este sería su acompañante a la hora de entrar a la aguja. Estaba plenamente seguro de que el pelirrojo confiaba en el semigigante.
-Eh, grandullón -susurró mientras se acercaba-. ¿Tienes nombre? Yo soy Vile. Estoy seguro de que teniendo unas espaldas tan amplias te sentirías más seguro si alguien te las cubriese. Como ves, no soy un tipo con una constitución precisamente fuerte, así que tu apoyo también resultaría bienvenido. ¿Te apuntas?
Llegaron a una enorme habitación con una magnífica acústica, con dos pasillos que la conectaban a lo que Vile suponía que serían los niveles superiores. Del techo colgaba un arácnido temible, que pareció conseguir que Kenshin bajase el ritmo. Parecía asustado. La sonrisa del joven de Arabasta se alargó al presenciar semejante evento.
El casi Emperador propuso marchar por otro camino, y el semigigante decidió apoyar esa decisión. Vile simplemente asintió con la cabeza, procurando pasar algo desapercibido. Apoyar la opinión del capitán sería dar un paso adelante en la confianza que se debía ganar.
-¡No te preocupes, Kenshin! -carcajeó-. ¡Me pienso pegar a ti como una lapa! Así podrás tenerme bien vigilado.
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El Almirante continuó hablando, aunque Vile ya había perdido el interés en la conversación. Decidió esperar a que todos desembarcasen para hacerlo, siguiendo muy de cerca al grupo. Fue entonces cuando el capitán de aquellos piratas alzó el vuelo, separándose de su grupo para echar un vistazo. El escuálido joven desenvainó sus armas, manteniendo la hoja de la dao apuntando al suelo y la pistola de chispa al techo, en señal de que no supondría un peligro para el grupo. Justo como quería.
Ya que Kenshin decidió marcharse sin su inestimable compañía, decidió pegarse a otro de los camaradas de aquel tenaz pirata. Ya había hablado con el gigantón y este había sido amable con él, por lo que decidió que este sería su acompañante a la hora de entrar a la aguja. Estaba plenamente seguro de que el pelirrojo confiaba en el semigigante.
-Eh, grandullón -susurró mientras se acercaba-. ¿Tienes nombre? Yo soy Vile. Estoy seguro de que teniendo unas espaldas tan amplias te sentirías más seguro si alguien te las cubriese. Como ves, no soy un tipo con una constitución precisamente fuerte, así que tu apoyo también resultaría bienvenido. ¿Te apuntas?
Llegaron a una enorme habitación con una magnífica acústica, con dos pasillos que la conectaban a lo que Vile suponía que serían los niveles superiores. Del techo colgaba un arácnido temible, que pareció conseguir que Kenshin bajase el ritmo. Parecía asustado. La sonrisa del joven de Arabasta se alargó al presenciar semejante evento.
El casi Emperador propuso marchar por otro camino, y el semigigante decidió apoyar esa decisión. Vile simplemente asintió con la cabeza, procurando pasar algo desapercibido. Apoyar la opinión del capitán sería dar un paso adelante en la confianza que se debía ganar.
- Resumen (Marc lee):
- Responder al comentario de Zane, prepararse y entrar en la Aguja. Hablar con Marc y proponerle cubrirse las espaldas. Apoyar la decisión de Zane.
Rainbow662
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Arribor sacudió el avión como si fuera una bolsita de té. Con un poco de suerte, el tipejo que había dentro se caería y él podría librarse pronto de esa molesta carga. Claro que, si aguantaba a Franklin, podía llevar cualquier otra carga. El problema estaba en que se le sumaba otra más, una en forma de simio piojoso que tanto cariño parecía haberle cogido a...
-Mi nombre es Yarmin Prince, y estoy aquí por un cúmulo de infortunios -dijo el rubio-. Y podéis estar tranquilos por el mono, ahora es tan dócil como una puta de Baristán por diez mil berries.
-Ya, lo que tú digas, Princesa. Pero como me muerda, me hago una tortilla con sus mollejas.
Había pocos platos más sabrosos que la tortilla de mojellas de mono de la familia Neus. Pero no estaba como para comer. Primero, porque ya iba cenado. Y segundo, porque cuando estaba enfadado no comía, sino que bebía.
-¿Por dónde diablos se entra a esta cosa? -gruñó Arribor para sí mismo.
Allí arriba, desafiando la gravedad a una altura que ni podía ni quería empezar a calcular, no veía ninguna puerta. ¡Ni siquiera había una maldita ventana! ¿Por dónde había salido el mono piloto? Seguro que había alguna entrada por ahí, un hangar, una plantación de bananos para mantener al simio piloto, ¡algo! Pero no lo veía. Se planteó entrar a través de las aberturas por las que el edificio se defendía con sus inútiles armas, pero lo consideró una tontería. Podían dispararse mientras ellos estaban dentro, y eso le arruinaría la ropa. Igual hasta le quemaba el parche, y eso sí que no. Luego se le metía el aire por el agujero del ojo y era muy molesto.
-Eh, tú, mono -Se acercó al macaco y al querubín de pan de oro que lo había adoptado-. ¿Cómo puedo entrar ahí, eh? Sé buen chico y te daré un plátano o algo -Arribor se sacó del bolsillo unas cuantas migas y un trozo de palomita gomosa y se las ofreció al mono-. Bah, al cuerno, no pienso hablar con un estúpido mono.
"Maldita sea, Krauser, ¿no podías haber puesto un timbre o algo?". No se lo habría dicho a la cara a aquel siniestro bastardo, pero no le extrañaba que ese edificio suyo -si es que realmente era suyo- fuese tan chapucero. ¿Qué podía uno esperar de alguien que se tapa la boca constantemente?
Por un momento se planteó bajar. Ahí parecía haber un buen follón, con lo que parecía ser la carpa chocando contra la torre y varios barcos de la Marina acercándose también hasta su base. Lo que faltaba, más gente. ¿A cuántos iba a tener que pegar antes de poder tirar abajo la torre? Estaba convencido, porque todos los cómics así lo decían, que había un botón de autodestrucción en alguna parte, seguramente custodiado por el creador del rascacielos, pero no quería tener que pasarse la noche quitándose moscas de en medio para llegar ahí. Y estaba seguro de que no serían solo moscas.
-¿Sabéis qué? Que paso de puertas -decidió, repentinamente consciente de que estaba haciendo el tonto. ¿Para qué quería entrar por abajo pudiendo hacerlo por arriba?
Así que se acercó a la fachada, se hizo tronar los dedos y estrelló el puño contra el muro para construirse su propia entrada.
-Mi nombre es Yarmin Prince, y estoy aquí por un cúmulo de infortunios -dijo el rubio-. Y podéis estar tranquilos por el mono, ahora es tan dócil como una puta de Baristán por diez mil berries.
-Ya, lo que tú digas, Princesa. Pero como me muerda, me hago una tortilla con sus mollejas.
Había pocos platos más sabrosos que la tortilla de mojellas de mono de la familia Neus. Pero no estaba como para comer. Primero, porque ya iba cenado. Y segundo, porque cuando estaba enfadado no comía, sino que bebía.
-¿Por dónde diablos se entra a esta cosa? -gruñó Arribor para sí mismo.
Allí arriba, desafiando la gravedad a una altura que ni podía ni quería empezar a calcular, no veía ninguna puerta. ¡Ni siquiera había una maldita ventana! ¿Por dónde había salido el mono piloto? Seguro que había alguna entrada por ahí, un hangar, una plantación de bananos para mantener al simio piloto, ¡algo! Pero no lo veía. Se planteó entrar a través de las aberturas por las que el edificio se defendía con sus inútiles armas, pero lo consideró una tontería. Podían dispararse mientras ellos estaban dentro, y eso le arruinaría la ropa. Igual hasta le quemaba el parche, y eso sí que no. Luego se le metía el aire por el agujero del ojo y era muy molesto.
-Eh, tú, mono -Se acercó al macaco y al querubín de pan de oro que lo había adoptado-. ¿Cómo puedo entrar ahí, eh? Sé buen chico y te daré un plátano o algo -Arribor se sacó del bolsillo unas cuantas migas y un trozo de palomita gomosa y se las ofreció al mono-. Bah, al cuerno, no pienso hablar con un estúpido mono.
"Maldita sea, Krauser, ¿no podías haber puesto un timbre o algo?". No se lo habría dicho a la cara a aquel siniestro bastardo, pero no le extrañaba que ese edificio suyo -si es que realmente era suyo- fuese tan chapucero. ¿Qué podía uno esperar de alguien que se tapa la boca constantemente?
Por un momento se planteó bajar. Ahí parecía haber un buen follón, con lo que parecía ser la carpa chocando contra la torre y varios barcos de la Marina acercándose también hasta su base. Lo que faltaba, más gente. ¿A cuántos iba a tener que pegar antes de poder tirar abajo la torre? Estaba convencido, porque todos los cómics así lo decían, que había un botón de autodestrucción en alguna parte, seguramente custodiado por el creador del rascacielos, pero no quería tener que pasarse la noche quitándose moscas de en medio para llegar ahí. Y estaba seguro de que no serían solo moscas.
-¿Sabéis qué? Que paso de puertas -decidió, repentinamente consciente de que estaba haciendo el tonto. ¿Para qué quería entrar por abajo pudiendo hacerlo por arriba?
Así que se acercó a la fachada, se hizo tronar los dedos y estrelló el puño contra el muro para construirse su propia entrada.
- Resumen:
- Seguir volando hasta la torre (a una buena altura, no sé cuál exactamente) - Un poco de relleno made in Arribor - Soltar un puñetazo contra la torre para hacer un bonito agujero por el que entrar
Steve
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Según arribábamos, se escucharon unos toques, y al tercero empezó. Por toda la zona sonó una música, con instrumentos que no podía diferenciar casi debido al volumen y la gran cantidad de cadencia que estos presentaban en la canción, uniéndose, buscando un caos que lograba muy bien. Era una canción que si bien no podía ser de mis géneros favoritos, conseguía su trabajo perfectamente, alterando incluso aun más de lo que podría estar la zona. Puede que no fuera un experto en música, pero si algo tenía claro, es que para tocar así de veloz cualquier instrumento, con tal precisión, debía ser alguien con gran habilidad.
La canción seguía cuando baje de la embarcación y me encontraba apresurándome hacía la puerta cuando esta acabo. Iba tarde, lo sabía porque ya se había abierto esta con una explosión, y por los ruidos que había, estaba seguro de que no era la única zona donde la gente intentaba entrar. Miré el paquete que tenía entre las manos, apreté mi agarré, y avancé mientras oía la voz lanzando maldiciones contra los presentes, que estaban peleando por su vida.
Al llegar a la entrada pude ver una araña en el techo, cuyo aspecto metálico no parecía mi amigable, y menos aun cuando intentaba extender sus extremidades para llenar la estancia de telaraña. Ante esto miré rápidamente la estancia, por si había alguna indicación de peligro, para intentar evitarla. Me preparé y lancé a la carrera, intentando esquivar las fundas e instrumentos que andaban tirados por el suelo, además de la telaraña, tratando de acercarme a la entrada que posee unas tuberías. Si llegaba a la zona del arco, trataría de comprobar con uno de los instrumentos que había cerca, por si había alguna trampa peligrosa, y de no haber ninguna trataría de ir por ahí, dado que quería evitar a ese monstruo del techo.
La canción seguía cuando baje de la embarcación y me encontraba apresurándome hacía la puerta cuando esta acabo. Iba tarde, lo sabía porque ya se había abierto esta con una explosión, y por los ruidos que había, estaba seguro de que no era la única zona donde la gente intentaba entrar. Miré el paquete que tenía entre las manos, apreté mi agarré, y avancé mientras oía la voz lanzando maldiciones contra los presentes, que estaban peleando por su vida.
Al llegar a la entrada pude ver una araña en el techo, cuyo aspecto metálico no parecía mi amigable, y menos aun cuando intentaba extender sus extremidades para llenar la estancia de telaraña. Ante esto miré rápidamente la estancia, por si había alguna indicación de peligro, para intentar evitarla. Me preparé y lancé a la carrera, intentando esquivar las fundas e instrumentos que andaban tirados por el suelo, además de la telaraña, tratando de acercarme a la entrada que posee unas tuberías. Si llegaba a la zona del arco, trataría de comprobar con uno de los instrumentos que había cerca, por si había alguna trampa peligrosa, y de no haber ninguna trataría de ir por ahí, dado que quería evitar a ese monstruo del techo.
Valar Morghul
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Mi pregunta no llegó a los oídos del alto Max. La llegada a la aguja había provocado un gran ajetreo en la zona en la que nos encontrábamos y, sin poder hacer nada por evitarlo, me vi rápidamente rodeado por una gran cantidad de piratas, cazadores y maleantes diversos, los cuales estaban empezando a ponerse nerviosos mientras las notas de guitarra sacudían todo el lugar y hacía que algunos se tapasen los oídos con rabia, miedo e incluso dolor.
-Fell the knife pierce you intensely ♫- no podía evitar sacudir la cabeza y cantar la canción con energías renovadas, al mismo tiempo que me abría paso entre mis "compañeros" y me dirigía arrastrando el "pequeño" cofre, el cual no había podido abrir antes, hacia la posición en la que se debería encontrar Max.
Desgraciadamente, la canción no duro mucho más y, justo a las 22:30, las luces se encendieron repentinamente, cegándome y obligándome a cerrar los ojos mientras una aguda voz se hacia presente y nos mandaba a la mierda justo antes de que las luces que nos alumbraban estallasen en mil pedazos y nos bañasen en una lluvia de cristales rotos.
-El tío se lo monta bien- dije asombrado en voz alta al pirata que tenía más cerca mientras 4 grandes columnas de llamas aparecían en escena y llegaban hasta el techo, liberando un desagradable olor a asfalto quemado y mostrando una entrada digna de una novela de terror, que seguramente haría que muchos de los presentes no se atreviesen a entrar.
Tras apreciar esa gran puesta en escena, me volví a centrar en encontrar a Max para poder atravesar con él y la joven Valeria la entrada al infierno. Por suerte, ese juego de luces de nuestro nuevo anfitrión había conseguido que, debido a la invitación y al miedo, la gente hubiese empezado a dejar bastantes huecos por los que poder avanzar, huecos por los que pude ver a Max, el cual estaba sentado en el suelo y mirando con no muy buena cara a un grupo cercano.
-¡Max! -mi alegre grito se alzó sobre el murmullo general, consiguiendo que varias cabezas se girasen hacia mi posición y viesen como me acercaba inofensivamente al derribado Max, arrastrando el cofre con una mano mientras que con la otra preparaba el cuchillo, oculto en el interior de mi manga por si era necesario usarlo- ¿Necesitas ayuda o quieres que busquemos a Valeria y a las bolas de pelo para poder entrar? -le pregunté con una gran sonrisa en el rostro en cuanto estuve a su lado, ignorando al grupo de piratas que se reían delante suya y que ignoraban que tenia mi cuchillo preparado.
-Fell the knife pierce you intensely ♫- no podía evitar sacudir la cabeza y cantar la canción con energías renovadas, al mismo tiempo que me abría paso entre mis "compañeros" y me dirigía arrastrando el "pequeño" cofre, el cual no había podido abrir antes, hacia la posición en la que se debería encontrar Max.
Desgraciadamente, la canción no duro mucho más y, justo a las 22:30, las luces se encendieron repentinamente, cegándome y obligándome a cerrar los ojos mientras una aguda voz se hacia presente y nos mandaba a la mierda justo antes de que las luces que nos alumbraban estallasen en mil pedazos y nos bañasen en una lluvia de cristales rotos.
-El tío se lo monta bien- dije asombrado en voz alta al pirata que tenía más cerca mientras 4 grandes columnas de llamas aparecían en escena y llegaban hasta el techo, liberando un desagradable olor a asfalto quemado y mostrando una entrada digna de una novela de terror, que seguramente haría que muchos de los presentes no se atreviesen a entrar.
Tras apreciar esa gran puesta en escena, me volví a centrar en encontrar a Max para poder atravesar con él y la joven Valeria la entrada al infierno. Por suerte, ese juego de luces de nuestro nuevo anfitrión había conseguido que, debido a la invitación y al miedo, la gente hubiese empezado a dejar bastantes huecos por los que poder avanzar, huecos por los que pude ver a Max, el cual estaba sentado en el suelo y mirando con no muy buena cara a un grupo cercano.
-¡Max! -mi alegre grito se alzó sobre el murmullo general, consiguiendo que varias cabezas se girasen hacia mi posición y viesen como me acercaba inofensivamente al derribado Max, arrastrando el cofre con una mano mientras que con la otra preparaba el cuchillo, oculto en el interior de mi manga por si era necesario usarlo- ¿Necesitas ayuda o quieres que busquemos a Valeria y a las bolas de pelo para poder entrar? -le pregunté con una gran sonrisa en el rostro en cuanto estuve a su lado, ignorando al grupo de piratas que se reían delante suya y que ignoraban que tenia mi cuchillo preparado.
- Resumen (Max, Valeria, Dijon):
- -Disfrutar del concierto
-Acercarme a Max y preguntarle si necesitaba ayuda para encargarse de los que se reían de él o íbamos a buscar a nuestros compañeros.
Roland von Klauswitz
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-La música humana cada día me confunde más -dijo Kodama. De haber tenido tímpanos le habrían reventado por culpa de esa... En serio, ¿eso era música? ¿Dónde quedaban los melódicos acordes de la lira o el simpático silbido de la armónica? Esos sí que eran buenos instrumentos, y no los caballos demoníacos a los que habían arreado para crear ese monstruoso sonido.
Ojalá hubiese tenido tiempo para lamentarse por la deriva cultural que la humanidad estaba siguiendo desde que se inventó el arte moderno, pero tenía muchos otros asuntos con los que tratar y que también le inquietaban, y eso sin contar con el grandullón desnudo que se había unido a su, ya de por sí, peculiar grupo. El primero, el singular interior de la torre. El almirante estaba preparado para combatir desde el principio hasta el final, no para encontrarse con el desordenado almacén de una banda de música cuyos instrumentos custodiaba un arácnido colosal que pendía del techo de la sala. ¿Sería ese animal un sistema de defensa? ¿O tan solo era un adorno estrafalario? Estaba bastante seguro de que sería lo primero, porque... Bueno, porque a los humanos les gustaban esas cosas.
El segundo asunto era considerablemente más incómodo. Kodama adoptó su forma de roble, pero dejó que su cara sobresaliese de su corteza para poder hablar. Al mismo tiempo, dejó caer una de sus gruesas ramas delante del infame pirata conocido como Kenshin, al que reconoció gracias al color de su cabello y a la descripción que conocía de sus acompañantes. No pensaba dejarles pasar tan fácilmente.
-Ejem. Disculpadme, mamíferos, pero creo que tendríamos que aclarar un par de cosas. Primero -El Roble señaló hacia el grupo de piratas que claramente no debería estar allí, tan tranquilos ante la presencia de dos almirantes. Y encima tenían la osadía de ignorarle-. Vosotros, sí, los piratas. Kenshin y sus polluelos, ¿verdad? ¿Se puede saber qué hacéis aquí? En este lugar no hay oro que robar. Estamos en medio de algo importante, y tener que arrestaros ahora sería muy inconveniente. Marchaos enseguida sin causar más problemas o tendré que trataros como se suele tratar a los vuestros.
Por alguna razón, habían entrado sin más junto al grupo de marines de Koneko igual que si estuviesen en una verdulería. La osadía de los humanos le gustaba, pero aquella desfachatez era intolerable incluso para su nivel de negligencia habitual. Es decir, el destino del mundo entero estaba en juego. Podía pasar por alto la presencia de Dexter Black, pero tan solo porque ya había demostrado en otras ocasiones que podía ser razonable cuando se trataba de temas tan delicados para el equilibrio global. Sin embargo, su tolerancia no se aplicaba al resto, así que le tocó el turno a su colega almirante.
-Y tú, Al. No sé si sabes que parte de los que te acompañan son criminales. Criminales que podrían ser un peligro para nuestra misión si les dejas pasearse por ahí con total libertad. Haz caso a tus mayores: no te juntes con mala gente. Y sí, comodoro, adelántate -Zuko iba por el camino de las tuberías, por donde Kenshin quería pasar, pero ya se ocuparía él de que no le causaran problemas-. Yo acompañaré a estos jóvenes a la salida.
Acto seguido, las grandes ramas de su cuerpo comenzaron a moverse hasta adoptar la forma de rudimentarios cañones con la capacidad de disparar bellotas mucho más mortíferas que cualquier bala. Los Arashi tendrían que entrar en razón y volver por donde habían venido, o se vería obligado a hacerles un par de agujeros nuevos antes de espantarlos.
Ojalá hubiese tenido tiempo para lamentarse por la deriva cultural que la humanidad estaba siguiendo desde que se inventó el arte moderno, pero tenía muchos otros asuntos con los que tratar y que también le inquietaban, y eso sin contar con el grandullón desnudo que se había unido a su, ya de por sí, peculiar grupo. El primero, el singular interior de la torre. El almirante estaba preparado para combatir desde el principio hasta el final, no para encontrarse con el desordenado almacén de una banda de música cuyos instrumentos custodiaba un arácnido colosal que pendía del techo de la sala. ¿Sería ese animal un sistema de defensa? ¿O tan solo era un adorno estrafalario? Estaba bastante seguro de que sería lo primero, porque... Bueno, porque a los humanos les gustaban esas cosas.
El segundo asunto era considerablemente más incómodo. Kodama adoptó su forma de roble, pero dejó que su cara sobresaliese de su corteza para poder hablar. Al mismo tiempo, dejó caer una de sus gruesas ramas delante del infame pirata conocido como Kenshin, al que reconoció gracias al color de su cabello y a la descripción que conocía de sus acompañantes. No pensaba dejarles pasar tan fácilmente.
-Ejem. Disculpadme, mamíferos, pero creo que tendríamos que aclarar un par de cosas. Primero -El Roble señaló hacia el grupo de piratas que claramente no debería estar allí, tan tranquilos ante la presencia de dos almirantes. Y encima tenían la osadía de ignorarle-. Vosotros, sí, los piratas. Kenshin y sus polluelos, ¿verdad? ¿Se puede saber qué hacéis aquí? En este lugar no hay oro que robar. Estamos en medio de algo importante, y tener que arrestaros ahora sería muy inconveniente. Marchaos enseguida sin causar más problemas o tendré que trataros como se suele tratar a los vuestros.
Por alguna razón, habían entrado sin más junto al grupo de marines de Koneko igual que si estuviesen en una verdulería. La osadía de los humanos le gustaba, pero aquella desfachatez era intolerable incluso para su nivel de negligencia habitual. Es decir, el destino del mundo entero estaba en juego. Podía pasar por alto la presencia de Dexter Black, pero tan solo porque ya había demostrado en otras ocasiones que podía ser razonable cuando se trataba de temas tan delicados para el equilibrio global. Sin embargo, su tolerancia no se aplicaba al resto, así que le tocó el turno a su colega almirante.
-Y tú, Al. No sé si sabes que parte de los que te acompañan son criminales. Criminales que podrían ser un peligro para nuestra misión si les dejas pasearse por ahí con total libertad. Haz caso a tus mayores: no te juntes con mala gente. Y sí, comodoro, adelántate -Zuko iba por el camino de las tuberías, por donde Kenshin quería pasar, pero ya se ocuparía él de que no le causaran problemas-. Yo acompañaré a estos jóvenes a la salida.
Acto seguido, las grandes ramas de su cuerpo comenzaron a moverse hasta adoptar la forma de rudimentarios cañones con la capacidad de disparar bellotas mucho más mortíferas que cualquier bala. Los Arashi tendrían que entrar en razón y volver por donde habían venido, o se vería obligado a hacerles un par de agujeros nuevos antes de espantarlos.
- A ver. TODOS LOS QUE ESTÉN DONDE LA ARAÑA, QUE LEAN ESTO:
- Kodama flipa bastante por la llegada de los piratas que están como en su casa sin que a nadie le importe- Se transforma en un bonito roble tamaño king size y pone
la chorrauna rama de las gordas delante de Zane y los suyos para que no puedan adentrarse en la torre - Les amenaza con muy poca sutileza de que o se van o va a haber lío - Y tolera a Dexter allí por la diplomacia entre engendros
Ummak Zor-El
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Los minutos pasaban sin que el shandian llegara a ser plenamente consciente de sus actos. Tras un atropellado paseo por las aguas colindantes a la aguja, tanto Ummak como Skión habían logrado colarse en uno de los transportes que la Marina estaba escoltando hacia el interior de la colosal estructura. Y, pese a que en un principio aquel plan le acercaba un poco más a su hermano, al ser el guerrillero un hombre buscado por la justicia ahora se encontraba en la boca del lobo.
Aguardando a que el grueso de la tripulación desembarcase del navío de guerra, ambos se las ingeniaron para escabullirse entre las filas gubernamentales sin ser vistos. No habría sabido decir el porqué de aquella falta de atención, pero lo cierto era que no sería el quien les llamase la atención por su negligencia. De hecho, Ummak comenzó a deducir que era lo que estaba pasando. Había demasiados soldados, tantos que resultaba casi imposible saber sus nombres, nacionalidades o cuarteles de procedencia. Pese a que más de un caudillo vociferaba algunas órdenes y arengaba a sus subordinados a moverse más rápido, un clima de caos y nerviosismo reinaba en el lugar.
Ummak se apartó hacia uno de los laterales de la sala alejado de cualquiera de los caminos disponibles, mientras agarraba del brazo al pobre cadete, casi moviéndole como si se tratara de una muñeca de trapo. Levantado una de las múltiples maletas que había por tiradas por el suelo, se protegió de las miradas indiscretas. Pese a que hacía ya más de cinco años que no veía el rostro de Eric, Ummak sabía demasiado bien que su hermano jamás se cortaría su larga melena. De hecho, entre tantos demonios del Gran Azul, reconocer a un shandian era casi un juego de niños. Casi guiado mas por su intuición que por su vista logró divisar como alguien demasiado parecido a Eric cruzaba el umbral de una de las puertas, la que había sido marcada con arañazos. Tenía la ruta a seguir, ahora tan solo necesitaba la una forma de moverse sin llamar la atención.
El salvaje le dio un codazo en las costillas flotantes a su desdichado compañero y señaló con su mentón a la multitud de marines que aún se concentraban en la sala. Aunque algunos ya habían comenzado a moverse, todavía quedaban los suficientes como para que avanzar por allí fuese un suicidio.
- Hora de cambiar de ropa. Cuando resto de guerreros marchar, tan solo quedar cobardes y nadie deber saber que nosotros estar aquí ¿tu entender? – susurró mientras se pasaba el pulgar por el cuello.
Aguardando a que el grueso de la tripulación desembarcase del navío de guerra, ambos se las ingeniaron para escabullirse entre las filas gubernamentales sin ser vistos. No habría sabido decir el porqué de aquella falta de atención, pero lo cierto era que no sería el quien les llamase la atención por su negligencia. De hecho, Ummak comenzó a deducir que era lo que estaba pasando. Había demasiados soldados, tantos que resultaba casi imposible saber sus nombres, nacionalidades o cuarteles de procedencia. Pese a que más de un caudillo vociferaba algunas órdenes y arengaba a sus subordinados a moverse más rápido, un clima de caos y nerviosismo reinaba en el lugar.
Ummak se apartó hacia uno de los laterales de la sala alejado de cualquiera de los caminos disponibles, mientras agarraba del brazo al pobre cadete, casi moviéndole como si se tratara de una muñeca de trapo. Levantado una de las múltiples maletas que había por tiradas por el suelo, se protegió de las miradas indiscretas. Pese a que hacía ya más de cinco años que no veía el rostro de Eric, Ummak sabía demasiado bien que su hermano jamás se cortaría su larga melena. De hecho, entre tantos demonios del Gran Azul, reconocer a un shandian era casi un juego de niños. Casi guiado mas por su intuición que por su vista logró divisar como alguien demasiado parecido a Eric cruzaba el umbral de una de las puertas, la que había sido marcada con arañazos. Tenía la ruta a seguir, ahora tan solo necesitaba la una forma de moverse sin llamar la atención.
El salvaje le dio un codazo en las costillas flotantes a su desdichado compañero y señaló con su mentón a la multitud de marines que aún se concentraban en la sala. Aunque algunos ya habían comenzado a moverse, todavía quedaban los suficientes como para que avanzar por allí fuese un suicidio.
- Hora de cambiar de ropa. Cuando resto de guerreros marchar, tan solo quedar cobardes y nadie deber saber que nosotros estar aquí ¿tu entender? – susurró mientras se pasaba el pulgar por el cuello.
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“¡Lo que faltaba!“, pensé algo inquieto por la situación. En los últimos instantes no solo se había presentado el famoso Yonkou Dexter Black, sino que además se había referido al agente Shintaro como “Pelomoco”. Lo peor es que eso no había sido un insulto, le conocía. ¿Qué relación tendría nuestro compañero con ese asqueroso pirata? Al menos acababa de dejar claro que no era de fiar, por lo que agarré ambas armas cargando energía y preparado para lo que pudiera pasar. Nuestro objetivo era Krauser y la aguja, pero no podíamos seguir con tamaño enemigo junto a nosotros. Entonces Le Blanc hizo un gesto para que nos detuviéramos.
“Dos traidores. Tres.”, conté en mi cabeza conforme el rubio y la perrita trataban de tratar y adular al maldito criminal. Que nos hubiera avisado de que había una trampa no lo exoneraba de todos los crímenes que había cometido, no había motivo para confiar en él. Por suerte Seis comenzó a poner un poco de orden haciendo entender a la estúpida animal que no había hombres buenos entre los enemigos del gobierno. —No, no los hay… Y coincido en que deberíamos deshacernos de él antes de que sea demasiado tarde—, añadí a sus palabras. Con deshacernos no esperaba necesariamente matarlo; sin poder confiar en mis compañeros no había posibilidad alguna de hacerlo; era valiente pero no un imbécil, morir ahí no ayudaría en nada a la lucha que estábamos llevando contra la revolución.
A falta de las palabras del agente Buerganor acabé reteniéndome, aunque muy tenso. Dexter Black no parecía tener intención de marcharse de nuestra vera, es más, parecía querer cuchichear algo con su Pelomoco. No iba a pasar sin que yo me enterase. Guardé mi extravagante pistola-escopeta para meter la mano en un bolsillo y sacar un cigarro. —Mierda, no hay fuego—, me quejé en voz baja antes de tirar mi nicotina al suelo. “Perfecto, nadie parece haberse percatado”, pensé. Junto con el cigarrillo había agarrado a King, mi robot espía. Al acercarme el cigarro a la boca había aprovechado para pedirle que escuchara silencioso la conversación. Por último al lanzar el cigarro, también había mandado con precisión al pequeño espía al zapato de Shintaro, desde donde podría escuchar sin llamar la atención. Demasiadas horas jugando a las cartas como para que me saliera mal un truco tan sencillo.
Finalmente las palabras del líder del grupo llegaron, siendo estas muy de mi agrado. Por la actuación del rubio había empezado a pensar que toda la división podría estar comprometida, pero su jefe había mostrado lo contrario. Era alguien íntegro y digno de seguir sin duda, esperaba que sus compañeros, los que hasta hace unos instantes se habían mostrado tan fieles, siguieran su ejemplo. Yo por mi parte le seguí en su camino hacia el boquete de la pared, no sin olvidar dedicar una mirada inquisidora al agente Shintaro al pasar por su lado; momento en el que King volvió conmigo para contarme todo lo escuchado tan sigilosamente como pudo. “¿Pretende usarnos?”, me alarmé. Ese hombre había mostrado tener buenas capacidades de combate pero era un estúpido e iba a acabar en Impel Down. Ahora, estando en unas instalaciones minadas, con su amigo el Yonkou acosando a Seis, una araña gigante sobre nuestras cabezas y con las prisas de tener que salvar el mundo no me iba a mover contra él; no obstante todo esto iba a ir bien redactado en el informe. Se equivocaba si creía que podía utilizar al Cipher Pol. Nosotros seríamos los que nos valiésemos de él para cumplir la misión y luego… Los mandos decidirían cuál sería su final.
“Dos traidores. Tres.”, conté en mi cabeza conforme el rubio y la perrita trataban de tratar y adular al maldito criminal. Que nos hubiera avisado de que había una trampa no lo exoneraba de todos los crímenes que había cometido, no había motivo para confiar en él. Por suerte Seis comenzó a poner un poco de orden haciendo entender a la estúpida animal que no había hombres buenos entre los enemigos del gobierno. —No, no los hay… Y coincido en que deberíamos deshacernos de él antes de que sea demasiado tarde—, añadí a sus palabras. Con deshacernos no esperaba necesariamente matarlo; sin poder confiar en mis compañeros no había posibilidad alguna de hacerlo; era valiente pero no un imbécil, morir ahí no ayudaría en nada a la lucha que estábamos llevando contra la revolución.
A falta de las palabras del agente Buerganor acabé reteniéndome, aunque muy tenso. Dexter Black no parecía tener intención de marcharse de nuestra vera, es más, parecía querer cuchichear algo con su Pelomoco. No iba a pasar sin que yo me enterase. Guardé mi extravagante pistola-escopeta para meter la mano en un bolsillo y sacar un cigarro. —Mierda, no hay fuego—, me quejé en voz baja antes de tirar mi nicotina al suelo. “Perfecto, nadie parece haberse percatado”, pensé. Junto con el cigarrillo había agarrado a King, mi robot espía. Al acercarme el cigarro a la boca había aprovechado para pedirle que escuchara silencioso la conversación. Por último al lanzar el cigarro, también había mandado con precisión al pequeño espía al zapato de Shintaro, desde donde podría escuchar sin llamar la atención. Demasiadas horas jugando a las cartas como para que me saliera mal un truco tan sencillo.
Finalmente las palabras del líder del grupo llegaron, siendo estas muy de mi agrado. Por la actuación del rubio había empezado a pensar que toda la división podría estar comprometida, pero su jefe había mostrado lo contrario. Era alguien íntegro y digno de seguir sin duda, esperaba que sus compañeros, los que hasta hace unos instantes se habían mostrado tan fieles, siguieran su ejemplo. Yo por mi parte le seguí en su camino hacia el boquete de la pared, no sin olvidar dedicar una mirada inquisidora al agente Shintaro al pasar por su lado; momento en el que King volvió conmigo para contarme todo lo escuchado tan sigilosamente como pudo. “¿Pretende usarnos?”, me alarmé. Ese hombre había mostrado tener buenas capacidades de combate pero era un estúpido e iba a acabar en Impel Down. Ahora, estando en unas instalaciones minadas, con su amigo el Yonkou acosando a Seis, una araña gigante sobre nuestras cabezas y con las prisas de tener que salvar el mundo no me iba a mover contra él; no obstante todo esto iba a ir bien redactado en el informe. Se equivocaba si creía que podía utilizar al Cipher Pol. Nosotros seríamos los que nos valiésemos de él para cumplir la misión y luego… Los mandos decidirían cuál sería su final.
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Leiren Evans
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Tras usar el modo automático de la moto esta me dejó justo al lado de la de Al, y este a unos metros por delante de mí. Aquella era sin duda una situación peliaguda. Estábamos entre la espada y la pared, a las puertas -o boquete, más bien- de un lugar peligroso, una amenaza mundial, y cabía la posibilidad de que quien entrase no volviese a salir. Cualquier persona se lo pensaría dos veces antes de entrar, mirando con anhelo la salida y preguntándose si no sería mejor correr para vivir un poco más.
Claro está, cualquier persona mínimamente normal. Y allí éramos todos un poco, solo un poco, anormales todos. Pero eh, ojo, con cariño y amor. Y es que en lo que se había abierto el boquete ya nos habíamos introducido todos. Bueno, ¿estábamos todos? Miré a mi alrededor y me parecía que faltaba alguien y que había gente de más. ¿Dónde estaba Jack y quiénes eran los demás? Hice un pequeño gesto de indiferencia mientras me fijaba bien en todo lo demás.
Por un segundo estuve apunto de seguir los pasos de mi maestro, pero una mano firme y helada lo paró en seco por la oreja, como haría una madre enfadada con su hijo. Balanceé la pierna en un intento de disimular que había tenido pensado salir detrás del pelirrojo y miré de reojo a Al con la mayor parte de la atención puesta en la araña que teníamos delante. Me había fijado en ella, pero ya había gente que se había puesto en marcha y no pensaba que nos fuera a prestar atención inmediata.
—Entonces jefe, ¿cuál es el plan? ¿Pasamos de la araña? ¿La congelas y seguimos? ¿Dejamos que Arthur-sensei la explote? No sé si aún estará lo suficientemente no-borracho para hacerlo sin matarse —mi voz era casi neutra, y aunque en parte el comentario tenía un deje cómico, esperaba las órdenes de mi superior como quien espera con paciencia la cola del super.
Claro está, cualquier persona mínimamente normal. Y allí éramos todos un poco, solo un poco, anormales todos. Pero eh, ojo, con cariño y amor. Y es que en lo que se había abierto el boquete ya nos habíamos introducido todos. Bueno, ¿estábamos todos? Miré a mi alrededor y me parecía que faltaba alguien y que había gente de más. ¿Dónde estaba Jack y quiénes eran los demás? Hice un pequeño gesto de indiferencia mientras me fijaba bien en todo lo demás.
Por un segundo estuve apunto de seguir los pasos de mi maestro, pero una mano firme y helada lo paró en seco por la oreja, como haría una madre enfadada con su hijo. Balanceé la pierna en un intento de disimular que había tenido pensado salir detrás del pelirrojo y miré de reojo a Al con la mayor parte de la atención puesta en la araña que teníamos delante. Me había fijado en ella, pero ya había gente que se había puesto en marcha y no pensaba que nos fuera a prestar atención inmediata.
—Entonces jefe, ¿cuál es el plan? ¿Pasamos de la araña? ¿La congelas y seguimos? ¿Dejamos que Arthur-sensei la explote? No sé si aún estará lo suficientemente no-borracho para hacerlo sin matarse —mi voz era casi neutra, y aunque en parte el comentario tenía un deje cómico, esperaba las órdenes de mi superior como quien espera con paciencia la cola del super.
Osuka Sumisu
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Los oídos empezaron a chirriarle durante unos instantes, que precedieron a una música que si de por sí ya era agresiva, la calidad de los altavoces la hacían parecer más el cantico para invocar al demonio. Le recordaab a aquella época difícil que tuvo, con la cara pintada como un muerto y el pelo teñido de negro, que mecía violentamente al ritmo de la música. Era una parte de su vida que metió en lo más profundo de su cajón de mierda personal. Al terminar la música satánica se escuchó una voz que simplemente insulto a todos los visitantes de la aguja. Si no era Krauser… tenía una forma de actuar muy parecido.
Los últimos submarinos llegaron y las tropas se desplegaron por la gran sala que tenía dos entradas, una de ellas cerrada cal y canto. Le tentaba en gran medida pasar por esa puerta, si estaba cerrada seria con motivo.
Ed y Annie se pusieron de acuerdo en algo; echar la puerta abajo. Osu mostro una sonrisa malisosa. Por fin podría encontrar algo para liberar el estrés.
- No te lo pido, pero un “por favor” sería una buena estimulación –le dijo a Annie sin malicia, en un intento de picarla-.
Mientras que por alguna razón aquel oficial que fue ascendido al mismo tiempo que Osu, Moko recordaba que se llamaba y aún más recordaba como aquel adorable gyojin le había derrotado en un pulso con sus blanditos brazos, acosaba a Ed, el demonio carmesí llamo a varios de sus entes de piedra.
Cinco de las doce criaturas fueron con una velocidad endiablaba, se lanzaron sobre el revolucionario que ni se inmuto mientras se dirigía a la puerta acorazada. Al llegar a esta, el revolucionario era un golem de entre 4 y 5 metros, pero que parecían más dado a su aspecto contundente.
- TOC TOC –resonó una voz dentro del golem mientras unos grandes puños recubiertos de un manto negro empezaron a golpear la puerta, haciendo que sonase un gran estruendo a cada golpe. Después de una docena de golpes, cargo su puño derecho y asesto un último golpe para conseguir aunque fuese abrir un boquete en la puerta.
Los últimos submarinos llegaron y las tropas se desplegaron por la gran sala que tenía dos entradas, una de ellas cerrada cal y canto. Le tentaba en gran medida pasar por esa puerta, si estaba cerrada seria con motivo.
Ed y Annie se pusieron de acuerdo en algo; echar la puerta abajo. Osu mostro una sonrisa malisosa. Por fin podría encontrar algo para liberar el estrés.
- No te lo pido, pero un “por favor” sería una buena estimulación –le dijo a Annie sin malicia, en un intento de picarla-.
Mientras que por alguna razón aquel oficial que fue ascendido al mismo tiempo que Osu, Moko recordaba que se llamaba y aún más recordaba como aquel adorable gyojin le había derrotado en un pulso con sus blanditos brazos, acosaba a Ed, el demonio carmesí llamo a varios de sus entes de piedra.
Cinco de las doce criaturas fueron con una velocidad endiablaba, se lanzaron sobre el revolucionario que ni se inmuto mientras se dirigía a la puerta acorazada. Al llegar a esta, el revolucionario era un golem de entre 4 y 5 metros, pero que parecían más dado a su aspecto contundente.
- TOC TOC –resonó una voz dentro del golem mientras unos grandes puños recubiertos de un manto negro empezaron a golpear la puerta, haciendo que sonase un gran estruendo a cada golpe. Después de una docena de golpes, cargo su puño derecho y asesto un último golpe para conseguir aunque fuese abrir un boquete en la puerta.
- resumen:
- Cogo a varios de mis bichos de piedra, me hago golem e intento reventar la puerta cerrada mucho y muy fuerte
- Cosis Usadas:
Haki armadura Sobresaliente
Nombre de la técnica: BrokenWalls
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: El usuario utiliza gran cantidad de energía en el puño derecho, mientras el torso gira casi 180º, para conseguir un gran impulso para lograr un golpe preciso y perforante (La potencia de este sería cinco veces más que un puñetazo corriente del personaje). Es una técnica perfecta para acabar con enemigos que portan armadura pesada o escudos
Tiempo de canalización: 2 segundos
SABER DEL METAL:
El usuario puede manipular cualquier metal en una zona de 20 metros que tenga restos de piedra en su interior, por lo que un metal con pureza muy alta no servirá.(Como el Oro o la Plata)----->>>Esto es para que la puerta de acero se me haga mas sensillita(?)
Lance Kashan
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Era predecible. Y es que, una vez que el estruendo comenzó y una melodía, a la que no le di mayor importancia a pesar de lo extraño de su presencia, resonó por los alrededores, un gran grupo de gente entró a toda velocidad a la construcción. Si el ruido de los pasos en conjunto con la música no fuera suficiente, un juego de luces hizo aparición que desapareció de golpe, acompañado de un ruido tintineante, como de ventana rota. Si simplemente me paraba a escuchar la carrera de todo el gentío, todo el valor que había ganado y concentrado hasta ese momento no tardaba en esfumarse, ya que la idea de pelearme con esa cantidad de personas por avanzar hacia un destino que siquiera estaba seguro de su existencia… No me seducía, a decir verdad. De todas formas, no hubo mucho espacio para la duda hasta que el líder de nuestro escuadrón decidió dar luz verde para hacer nuestra entrada. Y justo antes de entrar, había algo más que se unía a la orquesta de sonidos: una voz.
— ¿Estáis listos para lo que se nos viene encima? Hemos visto ilustres invitados entre nuestro público. Solamente deciros… ¡Que os jodan! — Ni daba buenas vistas a futuro, ni confianza al mencionar que unos ‘’ilustres invitados’’ iban a seguir el mismo camino que nosotros. No tenía ganas de cruzármelos en el trayecto, a decir verdad.
Ya dentro, las vistas tampoco animaban demasiado. Cuatro pilares de fuego nos rodeaban, dejando el olor tan típico de aquello que arde y calentando el ambiente, incluido el suelo que íbamos pisando para avanzar. Me alegraba de llevar zapatos en aquel momento ya que, de otra manera, quizás dejaba de tener huellas dactilares en los dedos de los pies. Aunque por otro lado, como buen ladrón, las huellas dactilares siempre sobran, son pruebas que pueden jugar en tu contra en cualquier momento… Pero no, gracias, no quería quemarme los pies contra el asfalto.
Entonces, comenzó a resonar la voz de Dakuhebi en mi cabeza, como ya había hecho dos veces anteriormente, y me había comenzado a acostumbrar. Entonces, el resto del bullicio se acalló repentinamente, o eso me pareció sentir, ya que mi atención estaba completamente centrada en el nuevo discurso de esta vez. Ahora, su idea, a pesar de ser muy lógica, no me terminaba de convencer. ¿Poner mi seguridad y mi confianza en un total desconocido, en un lugar que no conozco para nada, rodeado de peligros y otros desconocidos, con destino a una zona de la cual no tenemos un mapa físico o mental? Sí, claro que suena bien. Íbamos a ir en una formación bastante parecida a una fila, y había que decidir con velocidad quién ocupaba qué puesto. Además…, ¿cómo coño podía hablar telepáticamente con ellos? O sea, no descartaba que se pudiera hacer, pero no tenía ni idea de cómo lograrlo.
Miré hacia atrás, y Grimm me dirigió una mirada, o eso creo, ya que era difícil discernir unos ojos a través de las vendas que ocupaban toda su cara, para luego comenzar a hablar en un tono muy bajito, evitando que nos escucharan el resto.
— Yo me ocupo del final, ¿vale? Tú vas delante mí, así nos cuidamos entre nosotros y evitamos poner nuestras cabezas en manos de esta gente. — Si me veía obligado a confiar en alguien, estaba muy de acuerdo en hacerlo en Grimm, ya que era el único que parecía cuerdo de allí y no daba la sensación de poder degollarme de un solo gesto.
Así, seguí su plan y empezamos a avanzar por el camino de luces rojas por el que nos guiaba Dakuhebi.
— ¿Estáis listos para lo que se nos viene encima? Hemos visto ilustres invitados entre nuestro público. Solamente deciros… ¡Que os jodan! — Ni daba buenas vistas a futuro, ni confianza al mencionar que unos ‘’ilustres invitados’’ iban a seguir el mismo camino que nosotros. No tenía ganas de cruzármelos en el trayecto, a decir verdad.
Ya dentro, las vistas tampoco animaban demasiado. Cuatro pilares de fuego nos rodeaban, dejando el olor tan típico de aquello que arde y calentando el ambiente, incluido el suelo que íbamos pisando para avanzar. Me alegraba de llevar zapatos en aquel momento ya que, de otra manera, quizás dejaba de tener huellas dactilares en los dedos de los pies. Aunque por otro lado, como buen ladrón, las huellas dactilares siempre sobran, son pruebas que pueden jugar en tu contra en cualquier momento… Pero no, gracias, no quería quemarme los pies contra el asfalto.
Entonces, comenzó a resonar la voz de Dakuhebi en mi cabeza, como ya había hecho dos veces anteriormente, y me había comenzado a acostumbrar. Entonces, el resto del bullicio se acalló repentinamente, o eso me pareció sentir, ya que mi atención estaba completamente centrada en el nuevo discurso de esta vez. Ahora, su idea, a pesar de ser muy lógica, no me terminaba de convencer. ¿Poner mi seguridad y mi confianza en un total desconocido, en un lugar que no conozco para nada, rodeado de peligros y otros desconocidos, con destino a una zona de la cual no tenemos un mapa físico o mental? Sí, claro que suena bien. Íbamos a ir en una formación bastante parecida a una fila, y había que decidir con velocidad quién ocupaba qué puesto. Además…, ¿cómo coño podía hablar telepáticamente con ellos? O sea, no descartaba que se pudiera hacer, pero no tenía ni idea de cómo lograrlo.
Miré hacia atrás, y Grimm me dirigió una mirada, o eso creo, ya que era difícil discernir unos ojos a través de las vendas que ocupaban toda su cara, para luego comenzar a hablar en un tono muy bajito, evitando que nos escucharan el resto.
— Yo me ocupo del final, ¿vale? Tú vas delante mí, así nos cuidamos entre nosotros y evitamos poner nuestras cabezas en manos de esta gente. — Si me veía obligado a confiar en alguien, estaba muy de acuerdo en hacerlo en Grimm, ya que era el único que parecía cuerdo de allí y no daba la sensación de poder degollarme de un solo gesto.
Así, seguí su plan y empezamos a avanzar por el camino de luces rojas por el que nos guiaba Dakuhebi.
- Resumen:
- -Seguir el rollo muy fuerte. A todos.
-Controlar un poquito a Grimm con permiso de gente.
-Seguir el rollo muy fuerte. A todos.
Scarlett F. Jones
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Todas las fuerzas del Gobierno ya estaban preparadas para entrar en la aguja, pero varios eventos dieron lugar antes de que penetráramos en el recinto. Una melodía que estuvo a punto de reventar los tímpanos a más de uno y una explosión que resonó en el otro lado. A la señal de los altos mandos, todos entramos para ser cegados por varias luces. Estábamos en una gran estancia llena de fundas y instrumentos. Una voz, posiblemente el cerebro criminal detrás de todo lo acontecido , nos insulta desde la lejanía a través de los altavoces. Pero toda la atención se la llevaba una enorme araña que estaba acechando en el techo. ¿Era aquella la primera trampa que teníamos que superar? Pude ver como algunas personas ignoraban a la araña e iban directamente a la siguiente zona, ¿pero era verdaderamente sensato? En mi opinión era mejor destruirla en ese momento para evitar que se convirtiera en una molestia. Y justo entonces me di cuenta de que no solo los miembros del Gobierno Mundial estaban en la sala, también llegaron algunos proscritos a los que el Almirante Kodama amenazó con que retrocedieran. También había... ¿una agente? No sabía su sexo, pero parecía una chica que se había atrevido a acercarse a aquel ser con la intención de domarlo.
¿Que podía hacer? ¿Aprovechar la oportunidad y ayudar a un Almirante o proteger a un aliado del Cipher Pol del posible ataque de la araña? Uno me daría un poco de prestigio y la otra opción me daría respeto entre los demás agentes. Era consciente de que mis habilidades no serían de ayuda pero podría servir de carnada para la araña y para los piratas. Pero algo me daba la sensación de que aquellos bucaneros no estaban aquí para hacer el mal. Además, el Almirante podría hacerles frente con su basto poder. Cogí mi arma y apunté a la araña en caso de que atacara a la chica / chico para así centrar su atención en mí. Sin embargo, si el Almirante Kodama me daba la orden, tendría que hacer lo que me mandara y atacar a los piratas.
¿Que podía hacer? ¿Aprovechar la oportunidad y ayudar a un Almirante o proteger a un aliado del Cipher Pol del posible ataque de la araña? Uno me daría un poco de prestigio y la otra opción me daría respeto entre los demás agentes. Era consciente de que mis habilidades no serían de ayuda pero podría servir de carnada para la araña y para los piratas. Pero algo me daba la sensación de que aquellos bucaneros no estaban aquí para hacer el mal. Además, el Almirante podría hacerles frente con su basto poder. Cogí mi arma y apunté a la araña en caso de que atacara a la chica / chico para así centrar su atención en mí. Sin embargo, si el Almirante Kodama me daba la orden, tendría que hacer lo que me mandara y atacar a los piratas.
Zack Suky
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Mi pequeño deseo de quemar al piloto se esfumó con la misma facilidad que el aire arrastró la colilla que le había tirado, pero dado que tampoco me generaba mucho interés el tema hice lo mismo que mis acompañantes, pasar vilmente de él. Ojalá y le disparase en las pelotas a Arribor por no hacerme caso, y así estuve a punto de decírselo, pero antes de poder abrir la boca siquiera comenzó a menear la nave desde el cordón de sangre.
-Hey, cuida de mi juguete - me quejé al imaginarme como el cacharro podía caerse sin que le hurgase antes en las tripas.
Por otro lado sabía que era absurdo intentar razonar con él... Y menos cuando lo que quería era despiezarlo yo y acabaría inservible de todas formas, por lo que me centré en nuestro nuevo acompañante que se presentó como Yarmin. Su opulento aspecto me había granjeado un poco de animadversión inicial, pero tras escucharlo mi opinión sobre él empezó a cambiar. Muchas veces los peores cabrones no iban vestidos como Arribor o yo, sino que mostraban un aspecto perfecto al exterior y escondían los más turbios secretos.
-Al final me va a caer bien y todo - pensé al ver la seguridad con la que hablaba al tuerto. Para hacer algo así había que estar muy seguro consigo mismo... O simplemente ser otro demente más, cosa que tampoco sería extraño conociendo el imán para los problemas que tiene el pirata. Tendría que vigilarlo de cerca para estar seguro de ello antes de intentar entablar con él cualquier tipo de relación, aunque para eso tendría que esperar un poco, ya que la plataforma de sangre se movió tras su creador tras una extraña charla con el mono y tuve que centrarme nuevamente en la torre.
Al principio no pensé en como íbamos a entrar en su interior puesto que estaba demasiado atento a nuevos peligros. No quería que me matase un mono con metralleta a traición por no estar alerta, pero entonces llegamos a la torre y no pude evitar descentrarme al darme cuenta de qué pretendía mi capitán. El muy burro quería hacerse su propia entrada y no dudó en descargar un terrible puñetazo que hubiese derrumbado la mayoría de los edificios que había pisado...
-Un momento... ¿por qué cojones vamos a entrar si lo que quieres es romperla? - espeté elevenado el tono de voz de forma abrupta tras su ataque. -Reventémosla desde la base y luego ya buscamos entre los escombros lo que nos interese - dije empezando a desesperarme al darme cuenta del absurdo de la situación. Tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no liarme a espadazos con el muy bobo, así que para no liarla me limité a encenderme otro pitillo y esperé a ver qué pasaba.
-Hey, cuida de mi juguete - me quejé al imaginarme como el cacharro podía caerse sin que le hurgase antes en las tripas.
Por otro lado sabía que era absurdo intentar razonar con él... Y menos cuando lo que quería era despiezarlo yo y acabaría inservible de todas formas, por lo que me centré en nuestro nuevo acompañante que se presentó como Yarmin. Su opulento aspecto me había granjeado un poco de animadversión inicial, pero tras escucharlo mi opinión sobre él empezó a cambiar. Muchas veces los peores cabrones no iban vestidos como Arribor o yo, sino que mostraban un aspecto perfecto al exterior y escondían los más turbios secretos.
-Al final me va a caer bien y todo - pensé al ver la seguridad con la que hablaba al tuerto. Para hacer algo así había que estar muy seguro consigo mismo... O simplemente ser otro demente más, cosa que tampoco sería extraño conociendo el imán para los problemas que tiene el pirata. Tendría que vigilarlo de cerca para estar seguro de ello antes de intentar entablar con él cualquier tipo de relación, aunque para eso tendría que esperar un poco, ya que la plataforma de sangre se movió tras su creador tras una extraña charla con el mono y tuve que centrarme nuevamente en la torre.
Al principio no pensé en como íbamos a entrar en su interior puesto que estaba demasiado atento a nuevos peligros. No quería que me matase un mono con metralleta a traición por no estar alerta, pero entonces llegamos a la torre y no pude evitar descentrarme al darme cuenta de qué pretendía mi capitán. El muy burro quería hacerse su propia entrada y no dudó en descargar un terrible puñetazo que hubiese derrumbado la mayoría de los edificios que había pisado...
-Un momento... ¿por qué cojones vamos a entrar si lo que quieres es romperla? - espeté elevenado el tono de voz de forma abrupta tras su ataque. -Reventémosla desde la base y luego ya buscamos entre los escombros lo que nos interese - dije empezando a desesperarme al darme cuenta del absurdo de la situación. Tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no liarme a espadazos con el muy bobo, así que para no liarla me limité a encenderme otro pitillo y esperé a ver qué pasaba.
- Resumen, Arri lee:
- Relleno vario y decirle a Arribor que para qué entrar si lo que quiere es romperla.
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