Kaito Takumi
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El ningyo se dirigió hacia el centro de la cúspide de aquel maldito aparato al trote cual centauro hexápodo. Pero allí no encontró más que un denso mar de bruma que le rodeó lenta e inexorablemente.
“Esto no es bueno”, se dijo tras escuchar la maquiavélica risa que vino con aquella blanca marea. Con el hombro herido y sujeto por su tentáculo izquierdo principal, y el derecho portando el fruto de su papel como carroñero, solo le quedaba el tentáculo restante para sujetar el bichero y defenderse. Y hacerlo de trece cadáveres andantes, que casi parecían que venían a vengarse de los viles actos del asaltatumbas, iba a necesitar mucho más que eso.
O al menos eso pensaba, porque no quería dejarse engañar por la aparente lentitud de aquellos cuerpos animados. Estaba harto de ver, tocar y comer cadáveres, y aunque la visión de estos no le repugnaba, el hecho de que aquella reanimación fuese resultante de un poder de las akuma no mi le hacía reticente de combatir. Razonó que podía ser algo infeccioso dada la disparidad entre el aspecto y las heridas de los cadáveres.
Silenciosamente, Kaito retrocedió en la bruma para que aquellos seres, y el “risillas”, le perdieran de vista y se acercó a una de las paredes, donde, desenroscando las pezuñas que había formado con sus tentáculos, trepó y se subió al muro de tres metros que delimitaba el área. Desde allí arriba aprovecharía la nueva perspectiva, y su posición de relativa seguridad, para pensar qué podía hacer.
No tardó mucho en elucubrar que aquello debía ser bien tanto una trampa como una distracción, y que la resistencia que encontraba para avanzar, aunque hubiera sido solo de vista, debía esconder algo de valor. Algo que podía acercarle a su propósito de salvar el verdadero mar del norte.
Pero entonces miró al horizonte y hacia abajo y vio las terribles criaturas con las que no podía rivalizar. En el centro de la aguja, el verdadero centro, una pelea de demoníacas proporciones tenía lugar, y desde abajo un tropel de peludas bestias trepaba con sus garras por los duros muros de la torre.
Reconsideró aquella estúpida y idealista idea de salvar a un mar. Su vida, al fin y al cabo, estaba por encima de su mundo. Y desde luego no podía hacer frente a aquellos seres que retorcían el cielo, se hacían gigantes y de niebla, y creaban enormes y centelleantes cúpulas de fuego, por no mencionar que tampoco podría hacer mucho contra los fuertes monstruos trepadores. No había nada que pudiera hacer allí, al menos contra o con ellos. “Demasiado riesgo y poco beneficio”, se dijo, desechando toda posibilidad de unirse a aquellos descorazonadores entuertos.
Paseando por el borde de la cornisa ayudándose de sus ventosas, Kaito usó su sigilo para buscar silenciosamente algo que poder hacer para detener todo aquel sinsentido en el que, estúpidamente, se había metido de cabeza. “Quizás, aunque valga la pena, intentar salvar el mar ha sido una idiotez”, se dijo sabiendo que no era lo suficientemente fuerte ni disponía de los suficientes recursos como para hacer algo verdaderamente útil.
Así pues, intentó hacer algo mínimamente útil y encontrar al tipejo risueño desde lo alto, o a algún otro miembro de la troupe que defendía la torre, para exprimir el poco beneficio que pudiese obtener.
“Esto no es bueno”, se dijo tras escuchar la maquiavélica risa que vino con aquella blanca marea. Con el hombro herido y sujeto por su tentáculo izquierdo principal, y el derecho portando el fruto de su papel como carroñero, solo le quedaba el tentáculo restante para sujetar el bichero y defenderse. Y hacerlo de trece cadáveres andantes, que casi parecían que venían a vengarse de los viles actos del asaltatumbas, iba a necesitar mucho más que eso.
O al menos eso pensaba, porque no quería dejarse engañar por la aparente lentitud de aquellos cuerpos animados. Estaba harto de ver, tocar y comer cadáveres, y aunque la visión de estos no le repugnaba, el hecho de que aquella reanimación fuese resultante de un poder de las akuma no mi le hacía reticente de combatir. Razonó que podía ser algo infeccioso dada la disparidad entre el aspecto y las heridas de los cadáveres.
Silenciosamente, Kaito retrocedió en la bruma para que aquellos seres, y el “risillas”, le perdieran de vista y se acercó a una de las paredes, donde, desenroscando las pezuñas que había formado con sus tentáculos, trepó y se subió al muro de tres metros que delimitaba el área. Desde allí arriba aprovecharía la nueva perspectiva, y su posición de relativa seguridad, para pensar qué podía hacer.
No tardó mucho en elucubrar que aquello debía ser bien tanto una trampa como una distracción, y que la resistencia que encontraba para avanzar, aunque hubiera sido solo de vista, debía esconder algo de valor. Algo que podía acercarle a su propósito de salvar el verdadero mar del norte.
Pero entonces miró al horizonte y hacia abajo y vio las terribles criaturas con las que no podía rivalizar. En el centro de la aguja, el verdadero centro, una pelea de demoníacas proporciones tenía lugar, y desde abajo un tropel de peludas bestias trepaba con sus garras por los duros muros de la torre.
Reconsideró aquella estúpida y idealista idea de salvar a un mar. Su vida, al fin y al cabo, estaba por encima de su mundo. Y desde luego no podía hacer frente a aquellos seres que retorcían el cielo, se hacían gigantes y de niebla, y creaban enormes y centelleantes cúpulas de fuego, por no mencionar que tampoco podría hacer mucho contra los fuertes monstruos trepadores. No había nada que pudiera hacer allí, al menos contra o con ellos. “Demasiado riesgo y poco beneficio”, se dijo, desechando toda posibilidad de unirse a aquellos descorazonadores entuertos.
Paseando por el borde de la cornisa ayudándose de sus ventosas, Kaito usó su sigilo para buscar silenciosamente algo que poder hacer para detener todo aquel sinsentido en el que, estúpidamente, se había metido de cabeza. “Quizás, aunque valga la pena, intentar salvar el mar ha sido una idiotez”, se dijo sabiendo que no era lo suficientemente fuerte ni disponía de los suficientes recursos como para hacer algo verdaderamente útil.
Así pues, intentó hacer algo mínimamente útil y encontrar al tipejo risueño desde lo alto, o a algún otro miembro de la troupe que defendía la torre, para exprimir el poco beneficio que pudiese obtener.
- Resumen:
¿Zombies? Hell nah. Trepar por el muro y esconderme, dándome cuenta de la situación chunga que he tenido y mandando a tomar un poco por saco el North (Porque realmente no puedo hacer nada contra los bichos ni de lejos me voy a meter en la pelea de proporciones nucelares del trío calatraba en el centro). A ver qué o quién encuentro estando escondido, a ver si puedo hacer algo útil.
Nailah
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Cuando la luz se fue y el hombre decidió creerla suspiró aliviada. Era la primera vez que evitaba un enfrentamiento con sus métodos de engaño y, por algún casual, le había salido bien. Nailah siguió al hombre musculoso a la misma altura que el repartidor, el cual miraba a ratos de reojo. No podía arriesgarse a decirle nada, ya que cualquier comentario fuera de lugar podía causar confusión. Solo esperaba que él interpretara lo que estaba haciendo y que en ningún caso iba a intentar matarlo.
A medida que avanzan Nailah se fija en toda la gente que está luchando. La Aguja no estaba en sus mejores momentos. Las hordas de gente que quería destruirla avanzaban rápidamente frente a los revolucionarios radicales. La pirata en el fondo se alegraba, pero ¿a qué precio lo estaban consiguiendo?
Entraron en un ascensor y la espadachina miró para los lados con la música de fondo. Le resultaba irónico que habiendo una guerra ahí fuera, en el interior de los ascensores todo resultara en una extraña paz. También resultaba raro que inventarse lo del objeto de la Aguja hubiera funcionado, si era así, tenían la clave en sus manos; sin embargo, el experto lo decidiría todo. Tenía que pensar qué hacer cuando llegaran junto a él, pues seguramente no resultara tan ingenuo como el señor que los acompañaba.
-No me gusta el rumbo que está tomando esto - comentó Nailah, intentando romper la tensión -. ¿Tenéis tropas suficientes para defenderos? ¿Falta mucho para llegar?
A medida que avanzan Nailah se fija en toda la gente que está luchando. La Aguja no estaba en sus mejores momentos. Las hordas de gente que quería destruirla avanzaban rápidamente frente a los revolucionarios radicales. La pirata en el fondo se alegraba, pero ¿a qué precio lo estaban consiguiendo?
Entraron en un ascensor y la espadachina miró para los lados con la música de fondo. Le resultaba irónico que habiendo una guerra ahí fuera, en el interior de los ascensores todo resultara en una extraña paz. También resultaba raro que inventarse lo del objeto de la Aguja hubiera funcionado, si era así, tenían la clave en sus manos; sin embargo, el experto lo decidiría todo. Tenía que pensar qué hacer cuando llegaran junto a él, pues seguramente no resultara tan ingenuo como el señor que los acompañaba.
-No me gusta el rumbo que está tomando esto - comentó Nailah, intentando romper la tensión -. ¿Tenéis tropas suficientes para defenderos? ¿Falta mucho para llegar?
AEG93
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La explosión de los fantasmas a su alrededor le desestabilizó mínimamente, pero no fue suficiente para detener su avance y el alcalde logró conectar un poderoso puñetazo en la cabeza del Espectro, haciendo que su casco saliera despedido. Y de repente su adversario comenzó a temblar de nuevo, así como a sufrir unas fuertes arcadas. Parecía que el veneno hacía efecto de nuevo. Sin embargo, en su mente apareció de nuevo aquella presencia. Era sobrecogedora, de un poder tal que hacía palidecer incluso al suyo propio. ¿Quién sería aquella persona? ¿Quién estaría actuando en la sombra, intentando que abandonase el Bajo Mundo a toda costa? Tenía que ser un miembro de muy alto rango (mayor que el suyo al menos) del Cipher Pol, o alguien relacionado con alguno de ellos, pues eran los únicos que conocían su verdadera identidad. Pero, ¿por qué alguien de su agencia intentaba que abandonase la identidad que había asumido de acuerdo con sus superiores? Había algo en todo aquello que no le gustaba.
De los labios de su oponente nació un débil "Gracias" mientras le lanzaba lo que parecía una cartera. La vida se escapaba de su cuerpo a pasos agigantados, y para cuando el político cogió lo que le había lanzado su presencia se esfumó. Dakuhebi no entendía nada. Su veneno aún no había actuado el tiempo suficiente como para matarle, y el puñetazo que le había asestado, aunque era tremendamente peligroso, no debería haber bastado para acabar con alguien como él. Además había fallecido unos momentos más tarde, después de que la presencia se hubiese vuelto a manifestar en su interior. ¿Y si...? La posibilidad era, a todas luces, aterradora. El hecho de que alguien capaz de matar a una persona a distancia sin necesidad de atacarle estuviese tras él era inquietante. Debía encontrarle y acabar con él, fuese quien fuese, antes de que pudiese enviar a más esclavos tras sus pasos.
Abrió la cartera y leyó el nombre del difunto. Dario Flint, Comandante de la Revolución. Alguien que ostentaba el mismo cargo que Rodney G Mort, el asesino de su padre de quien, casi a costa de su propia vida y con un indecible esfuerzo, había conseguido vengarse hacía muy poco. Aquello confirmaba sus sospechas. Nadie lo suficientemente fuerte como para ocupar un cargo tan elevado moriría con un simple puñetazo, por muy poderoso que este fuese. Y hacía aún más inquietante que quien le estuviese manejando hubiera podido quitárselo de en medio tan fácilmente.
Extendió de nuevo su Mantra en busca de la presencia del hombre en la sombra, pero no había ni rastro de ella. Aquello solo podía significar una cosa: aquella persona no se encontraba en la Aguja, por lo que no podía ser quien la había construido como en un principio había pensado. Pues si no podía encontrarle... no pensaba quedarse sentado esperando a que mandase a otra marioneta a por él, y menos aún cuando el mundo podía estar a punto de acabar. Debía participar en los acontecimientos que iban a desarrollarse y desempeñar un papel principal si quería pasar a la historia. Y si en algún sitio debía decidirse todo sería en la cúspide de la torre. Así que utilizó el Geppou para elevarse en el aire y ascender por el destrozado edificio, buscando llegar a la planta superior.
De los labios de su oponente nació un débil "Gracias" mientras le lanzaba lo que parecía una cartera. La vida se escapaba de su cuerpo a pasos agigantados, y para cuando el político cogió lo que le había lanzado su presencia se esfumó. Dakuhebi no entendía nada. Su veneno aún no había actuado el tiempo suficiente como para matarle, y el puñetazo que le había asestado, aunque era tremendamente peligroso, no debería haber bastado para acabar con alguien como él. Además había fallecido unos momentos más tarde, después de que la presencia se hubiese vuelto a manifestar en su interior. ¿Y si...? La posibilidad era, a todas luces, aterradora. El hecho de que alguien capaz de matar a una persona a distancia sin necesidad de atacarle estuviese tras él era inquietante. Debía encontrarle y acabar con él, fuese quien fuese, antes de que pudiese enviar a más esclavos tras sus pasos.
Abrió la cartera y leyó el nombre del difunto. Dario Flint, Comandante de la Revolución. Alguien que ostentaba el mismo cargo que Rodney G Mort, el asesino de su padre de quien, casi a costa de su propia vida y con un indecible esfuerzo, había conseguido vengarse hacía muy poco. Aquello confirmaba sus sospechas. Nadie lo suficientemente fuerte como para ocupar un cargo tan elevado moriría con un simple puñetazo, por muy poderoso que este fuese. Y hacía aún más inquietante que quien le estuviese manejando hubiera podido quitárselo de en medio tan fácilmente.
Extendió de nuevo su Mantra en busca de la presencia del hombre en la sombra, pero no había ni rastro de ella. Aquello solo podía significar una cosa: aquella persona no se encontraba en la Aguja, por lo que no podía ser quien la había construido como en un principio había pensado. Pues si no podía encontrarle... no pensaba quedarse sentado esperando a que mandase a otra marioneta a por él, y menos aún cuando el mundo podía estar a punto de acabar. Debía participar en los acontecimientos que iban a desarrollarse y desempeñar un papel principal si quería pasar a la historia. Y si en algún sitio debía decidirse todo sería en la cúspide de la torre. Así que utilizó el Geppou para elevarse en el aire y ascender por el destrozado edificio, buscando llegar a la planta superior.
- Nota:
- En caso de no poder subir mediante el Geppou buscaría alguna otra forma. Ascensores, escaleras... lo primero que encuentre que vaya hacia arriba.
- Resumen:
- - Ver cómo su oponente muere.
- Pensar en la persona que va tras él e intentar rastrear su presencia (he hablado con el moderador para saber que no está dentro de mi rango de alcance del Mantra).
- Al no encontrarle ponerse en marcha de nuevo, buscando subir a la planta superior.
Ellie
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La mink alzó la pata, con intención de chocar con Iulio después de que éste apretase el botón y viese cómo todo aquél lugar donde había luz ahora había sombras. Además, coincidió con el cese de los disparos. ¿Casualidad? Seguramente no.
- ¡Qué buena idea has tenido Iulio!
Pero sus palabras fueron frenadas por Giotto, que decidió que era hora de separarse de ellos. La mink no entendía por qué a Iulio le ofrecía vino y a ella su amistad. ¿Acaso quería algo más con ella? ¿Era simple patriarcado? ¿O había hablado con Iulio sobre sus gustos con el vino? En cualquier caso, suspiró y le tendió la pata, mostrando una amplia sonrisa.
- Me apena que decidas irte, amigo. Seguro que podremos compartir alguna misión en el futuro. Cuídate, y claro que intentaré salir viva de aquí, si no, ¡espero que me recordéis siempre! Mi compañero decía que no se muere quien se va, sino quien se olvida.
Tras ello, y aprovechando que Giotto se marchaba, miró a Iulio, al que puso ojitos en un intento desesperado por no quedarse sola.
- Ya he decidido que voy a hacer. Puedes unirte a mí o a Giotto, o incluso puedes tomar tu propio camino. De cualquier manera, ha sido un placer cooperar contigo, y espero poder verte en el futuro. Iré a ayudar a las bestias. Han sido un pueblo oprimido que merece una segunda oportunidad, y cuantas menos bajas tengan, más sencillo será todo.
La loba esperaría unos segundos a la respuesta de Iulio, y tras ello, le acompañase o no, aprovecharía el cese de los disparos para salir volando empleando su Geppou en dirección a donde las bestias habían ido, intentando ayudarlas en todo lo que pudiese. Su corazón ahora pertenecía a aquél pueblo y a su sufrimiento.
- ¡Qué buena idea has tenido Iulio!
Pero sus palabras fueron frenadas por Giotto, que decidió que era hora de separarse de ellos. La mink no entendía por qué a Iulio le ofrecía vino y a ella su amistad. ¿Acaso quería algo más con ella? ¿Era simple patriarcado? ¿O había hablado con Iulio sobre sus gustos con el vino? En cualquier caso, suspiró y le tendió la pata, mostrando una amplia sonrisa.
- Me apena que decidas irte, amigo. Seguro que podremos compartir alguna misión en el futuro. Cuídate, y claro que intentaré salir viva de aquí, si no, ¡espero que me recordéis siempre! Mi compañero decía que no se muere quien se va, sino quien se olvida.
Tras ello, y aprovechando que Giotto se marchaba, miró a Iulio, al que puso ojitos en un intento desesperado por no quedarse sola.
- Ya he decidido que voy a hacer. Puedes unirte a mí o a Giotto, o incluso puedes tomar tu propio camino. De cualquier manera, ha sido un placer cooperar contigo, y espero poder verte en el futuro. Iré a ayudar a las bestias. Han sido un pueblo oprimido que merece una segunda oportunidad, y cuantas menos bajas tengan, más sencillo será todo.
La loba esperaría unos segundos a la respuesta de Iulio, y tras ello, le acompañase o no, aprovecharía el cese de los disparos para salir volando empleando su Geppou en dirección a donde las bestias habían ido, intentando ayudarlas en todo lo que pudiese. Su corazón ahora pertenecía a aquél pueblo y a su sufrimiento.
- Resumen:
Despedirse de su extraño grupo.
Ir detrás de las bestias usando geppou e intentar ayudarlas en la medida de lo posible.
Dexter Black
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Tal vez fuera el sinnúmero de vueltas que había dado sobre sí mismo, la fuerza centrífuga de su cuerpo o la normal volviéndose pura aceleración tangencial. Quizá la tormenta, que provocaba apenas un leve cosquilleo en sus escamas, o el brillo antinatural del relámpago que había convocado. ¿El olor a metal fundido? ¿La pólvora recién estallada? El fuego que se había formado en puntos sensibles, podría ser... Pero se sentía vivo. Hacía tiempo que no sentía la emoción de la caza, la fuerza del corazón palpitando hasta casi desbocarse, toda esa presión sobre sus hombros desvaneciéndose velozmente. Tenía ganas de gritar, pero se contuvo. Su fuerte no era la discreción, pero tampoco iba a ir llamando la atención de todo el mundo porque sí. Aunque, por otro lado, su misma presencia era algo que ninguna persona con Haki de observación -y había muchos usuarios allí reunidos- podía ignorar. Bueno, podía hacerlo igual que cualquiera podría ignorar un faro cerca de la costa, pero la luz que emitía era visible aun tratando de ocultarla.
Afortunadamente, sin embargo, parecía que el apagón generalizado y el caos resultante habían hecho de la azotea un sin dios en el que era, por el momento, fácil permanecer relativamente oculto. Su cuerpo comenzó a mermar entonces, cambiando de forma hacia una más... Inocente, por decirlo de algún modo. Ella había muerto años atrás, y había dejado un hueco en él que jamás superaría, pero Alice Turner representaba perfectamente el físico de una muchacha discreta, de belleza sutil y rasgos comunes, aunque matices extraordinarios. Se trataba de una mujer bajita -aunque Alice medía casi metro setenta, para él representaba perder medio metro de altura-, con largo cabello castaño oscuro cayendo en cascada y pechos grandes, aunque no demasiado. Ojos grandes, labios menudos y nariz chata, con una cicatriz en la mejilla. Una muchacha inofensiva y que, aunque cualquiera podría detectar que poseía un poder desorbitado, a primera vista le permitiría pasar desapercibido. Quién sabe, tal vez incluso la confundiesen con una recluta.
Su objetivo, por otro lado, estaba muy claro. La aguja emitía sonido de música en directo, y hasta el momento habían cantado un montón de personas una a una. El lugar parecía un centro de control, un complejo militar lleno de cuarteles y antenas, pero aquella voz había anunciado un concierto... Tenía que existir un anfiteatro, un pabellón o algún lugar específicamente diseñado para albergar un escenario. Por ello caminó por la calle en línea recta hacia el centro de la azotea, buscando toparse con toda aquella recua de artistas que hacía posible el fin del mundo. Y, si era necesario, matarlos a todos.
Afortunadamente, sin embargo, parecía que el apagón generalizado y el caos resultante habían hecho de la azotea un sin dios en el que era, por el momento, fácil permanecer relativamente oculto. Su cuerpo comenzó a mermar entonces, cambiando de forma hacia una más... Inocente, por decirlo de algún modo. Ella había muerto años atrás, y había dejado un hueco en él que jamás superaría, pero Alice Turner representaba perfectamente el físico de una muchacha discreta, de belleza sutil y rasgos comunes, aunque matices extraordinarios. Se trataba de una mujer bajita -aunque Alice medía casi metro setenta, para él representaba perder medio metro de altura-, con largo cabello castaño oscuro cayendo en cascada y pechos grandes, aunque no demasiado. Ojos grandes, labios menudos y nariz chata, con una cicatriz en la mejilla. Una muchacha inofensiva y que, aunque cualquiera podría detectar que poseía un poder desorbitado, a primera vista le permitiría pasar desapercibido. Quién sabe, tal vez incluso la confundiesen con una recluta.
Su objetivo, por otro lado, estaba muy claro. La aguja emitía sonido de música en directo, y hasta el momento habían cantado un montón de personas una a una. El lugar parecía un centro de control, un complejo militar lleno de cuarteles y antenas, pero aquella voz había anunciado un concierto... Tenía que existir un anfiteatro, un pabellón o algún lugar específicamente diseñado para albergar un escenario. Por ello caminó por la calle en línea recta hacia el centro de la azotea, buscando toparse con toda aquella recua de artistas que hacía posible el fin del mundo. Y, si era necesario, matarlos a todos.
El caos había terminado de invadir el Jinete. El azul y el rojo aparecían anárquicamente por doquier, indicándole que, en algún lugar, fuerzas muy superiores a la suya avanzaban hacia su objetivo sin dudar. ¿Qué debía hacer? La posibilidad de asumir sus limitaciones y permanecer allí para apoyar a los suyos estaba muy presente en su mente, pero los Arashi nunca se habían caracterizado por hacer lo más sensato.
Una nueva sacudida del gigante de acero trató de desestabilizarle una vez más, sin éxito. Podía escuchar el sonido de las bestias, pero ¿qué bestias? ¿Cuántas sorpresas más podría tenerles preparadas aquel enorme artilugio de muerte y destrucción? Lo ignoraba, pero haría lo posible por acabar con ello antes de llegar a saberlo.
Cualquiera en su tripulación sería capaz de prever un movimiento como aquél. Por eso, cuando dos enormes alas de energía de un color azulado nacieron en su espalda, no se molestó en informar a los demás de lo que se disponía a hacer. Si veían su movimiento, sabrían hacia dónde se dirigía. En caso contrario, no debería tomarles más de unos segundos deducirlo.
El viento comenzó a soplar con fuerza a su alrededor y, unos instantes después, había abandonado el lugar privilegiado que ocupaba sobre el muro. ¿Su destino? Los anillos superiores. ¿El camino? El que pudiese encontrar, ya fuera desplazándose por el interior de la Aguja o volando junto a los restos de su armazón. ¿Lo que le esperaba al final? Lo desconocido, y le aterraba, pero el miedo le ayudaría a permanecer alerta. El exceso de confianza era el mayor aliado de los sepultureros.
Una nueva sacudida del gigante de acero trató de desestabilizarle una vez más, sin éxito. Podía escuchar el sonido de las bestias, pero ¿qué bestias? ¿Cuántas sorpresas más podría tenerles preparadas aquel enorme artilugio de muerte y destrucción? Lo ignoraba, pero haría lo posible por acabar con ello antes de llegar a saberlo.
Cualquiera en su tripulación sería capaz de prever un movimiento como aquél. Por eso, cuando dos enormes alas de energía de un color azulado nacieron en su espalda, no se molestó en informar a los demás de lo que se disponía a hacer. Si veían su movimiento, sabrían hacia dónde se dirigía. En caso contrario, no debería tomarles más de unos segundos deducirlo.
El viento comenzó a soplar con fuerza a su alrededor y, unos instantes después, había abandonado el lugar privilegiado que ocupaba sobre el muro. ¿Su destino? Los anillos superiores. ¿El camino? El que pudiese encontrar, ya fuera desplazándose por el interior de la Aguja o volando junto a los restos de su armazón. ¿Lo que le esperaba al final? Lo desconocido, y le aterraba, pero el miedo le ayudaría a permanecer alerta. El exceso de confianza era el mayor aliado de los sepultureros.
Alcé la mano bien alto y la hice chocar con la pata de Ellie, aunque la alegría me duró bien poco. Destellos rojos y azules, unidos a la incesante y violenta agitación de la estructura, dejaban claro que mi ocurrencia no había solucionado nada; sólo había eliminado los elementos menores que impedían ver con toda claridad el problema principal.
El pueblo que acabábamos de liberar -aunque desconocía aún si de forma acertada o no- subía a toda prisa con intención de reclamar la venganza que durante tanto tiempo les había sido negada. El ansia indiscriminada por resarcir tantos años de opresión se me antojaba como algo útil en aquellos momentos, pero la duda acerca de qué pasaría después -si es que verdaderamente había un después- no me permitía permanecer relajado.
Me tranquilicé diciéndome que ése era un potencial problema del que podría ocuparme más adelante para, acto seguido, escuchar a mis compañeros. Aunque tomaban una dirección similar, las motivaciones que les empujaban a seguir adelante eran muy diferentes. Asentí en silencio ante sus pequeños discursos, tomándome unos segundos para explicarle a Ellie cuál sería mi siguiente paso.
-No le debo nada a ese pueblo -dije pausadamente-. En otra situación tal vez sería mi obligación ayudarles -añadí, omitiendo el hecho de que, si su sed de venganza no se aplacaba, probablemente alguien se vería obligado a pararles los pies más adelante-, pero aquí hay un mal mucho mayor. -Me estiré, ahogando un bostezo antes de soltar mi último comentario-. Es una faena, pero mi obligación es subir y hacer todo lo que pueda por acabar con esto de una vez. Si no lo hago... Bueno, sé de dos que van a estar haciéndome la vida imposible hasta que me jubile.
Con la imagen del capitán Kensington y del comodoro Kasai escrutándome con severidad, me dirigí hacia el fragmento de techo que, tras desplomarse, había formado una suerte de rampa que permitía acceder al siguiente nivel. Avanzaría por el mismo siguiendo el sonido y cualquier indicio que me permitiesen llegar hasta el epicentro del conflicto.
El pueblo que acabábamos de liberar -aunque desconocía aún si de forma acertada o no- subía a toda prisa con intención de reclamar la venganza que durante tanto tiempo les había sido negada. El ansia indiscriminada por resarcir tantos años de opresión se me antojaba como algo útil en aquellos momentos, pero la duda acerca de qué pasaría después -si es que verdaderamente había un después- no me permitía permanecer relajado.
Me tranquilicé diciéndome que ése era un potencial problema del que podría ocuparme más adelante para, acto seguido, escuchar a mis compañeros. Aunque tomaban una dirección similar, las motivaciones que les empujaban a seguir adelante eran muy diferentes. Asentí en silencio ante sus pequeños discursos, tomándome unos segundos para explicarle a Ellie cuál sería mi siguiente paso.
-No le debo nada a ese pueblo -dije pausadamente-. En otra situación tal vez sería mi obligación ayudarles -añadí, omitiendo el hecho de que, si su sed de venganza no se aplacaba, probablemente alguien se vería obligado a pararles los pies más adelante-, pero aquí hay un mal mucho mayor. -Me estiré, ahogando un bostezo antes de soltar mi último comentario-. Es una faena, pero mi obligación es subir y hacer todo lo que pueda por acabar con esto de una vez. Si no lo hago... Bueno, sé de dos que van a estar haciéndome la vida imposible hasta que me jubile.
Con la imagen del capitán Kensington y del comodoro Kasai escrutándome con severidad, me dirigí hacia el fragmento de techo que, tras desplomarse, había formado una suerte de rampa que permitía acceder al siguiente nivel. Avanzaría por el mismo siguiendo el sonido y cualquier indicio que me permitiesen llegar hasta el epicentro del conflicto.
Simo Baker
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Precisión
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“Vaya mierda de comandante”, pensé riendo mientras giraba mi vista en la dirección de la enfurruñada voz. Seguía sonando intimidante, pero ahora en lugar de amenazar no paraba de mascullar insultos sobre sus inútiles tropas. Que aquella figura hubiera comenzado a actuar como un niño chico me dio ánimos, quería decir que aunque fuera poderoso podríamos jugar con su mente para conseguir ventaja y derrotarlo. -¡No hay tiempo que perder!- dije al gigante alentándolo a seguirme escaleras arriba antes de lanzar una última mirada a la cría loca. Había comenzado muy agresiva, pero desde la aparición de los revolucionarios parecía ida, no reaccionaba. Habría sido muy fácil pegarle un tiro por si acaso, pero no quería que Bucharatti volviera a desconcentrarse al verme disparar a objetivos dudosos. Que se quedara ahí y ya se vería que hacer con ella una vez la aguja fuera detenida.
El camino por las amplias escaleras hasta la cima fue corto gracias a su buen estado, pero en cuanto las acabamos, volvieron las complicaciones. Una inmensa ráfaga de aire helado nos empujó de frente. “¿Nuestra presa?”, me pregunté por un instante; sin embargo no alcancé a ver nada a nuestro alrededor. Quizá era solo la altura la que nos había llevado hasta aquel clima. Me detuve por un instante a ver el terreno, podíamos seguir por un extenso pasillo o seguir subiendo por las plataformas que llegaban hasta lo más alto. -¿Crees que puedes usar tus portales para subir al gigantón?-, pregunté a Bucharatti mientras miraba a la gente que había más arriba. Parecía que el lugar al que debíamos ir se encontraba en las alturas, cosa que se confirmó cuando la voz volvió a amenazarnos.
-¿Cómo antes?-, respondí a la voz con sorna. –¿Vas a seguir mandando tropas para que las destrocemos mientras hablas o piensas tener huevos y venir tú mismo a morir? Sea como sea la revolución está acabada, así que decídete rápido-, continué intentando provocarle para que apareciera. A pesar de haber hablado decidido y seguro estaba en un estado de plena atención y alerta. No sabíamos por dónde ni cómo podía atacar nuestro enemigo y mis aliados no destacaban precisamente por sus reflejos y agilidad. Además ese polvo que nos rodeaba… ¿Sería nuestro enemigo un usuario de fruta logia? De ser así íbamos a estar bien jodidos, tenía que empezar a pensar algún plan.
Como fuera esperaría unos instantes para ver si mi provocación surgía efecto y podíamos enfrentarnos al propietario de la voz y comandante de tropas de una vez por todas. De no ser así trataría de seguir subiendo con el gueppou para abrirme paso hasta la cima con el resto de los miembros del gobierno que hubieran logrado llegar hasta allí.
El camino por las amplias escaleras hasta la cima fue corto gracias a su buen estado, pero en cuanto las acabamos, volvieron las complicaciones. Una inmensa ráfaga de aire helado nos empujó de frente. “¿Nuestra presa?”, me pregunté por un instante; sin embargo no alcancé a ver nada a nuestro alrededor. Quizá era solo la altura la que nos había llevado hasta aquel clima. Me detuve por un instante a ver el terreno, podíamos seguir por un extenso pasillo o seguir subiendo por las plataformas que llegaban hasta lo más alto. -¿Crees que puedes usar tus portales para subir al gigantón?-, pregunté a Bucharatti mientras miraba a la gente que había más arriba. Parecía que el lugar al que debíamos ir se encontraba en las alturas, cosa que se confirmó cuando la voz volvió a amenazarnos.
-¿Cómo antes?-, respondí a la voz con sorna. –¿Vas a seguir mandando tropas para que las destrocemos mientras hablas o piensas tener huevos y venir tú mismo a morir? Sea como sea la revolución está acabada, así que decídete rápido-, continué intentando provocarle para que apareciera. A pesar de haber hablado decidido y seguro estaba en un estado de plena atención y alerta. No sabíamos por dónde ni cómo podía atacar nuestro enemigo y mis aliados no destacaban precisamente por sus reflejos y agilidad. Además ese polvo que nos rodeaba… ¿Sería nuestro enemigo un usuario de fruta logia? De ser así íbamos a estar bien jodidos, tenía que empezar a pensar algún plan.
Como fuera esperaría unos instantes para ver si mi provocación surgía efecto y podíamos enfrentarnos al propietario de la voz y comandante de tropas de una vez por todas. De no ser así trataría de seguir subiendo con el gueppou para abrirme paso hasta la cima con el resto de los miembros del gobierno que hubieran logrado llegar hasta allí.
Liv L Astrid
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El hombre al que estaba amenzando se rio en mi cara para luego soltar que le gustaba. Esperaba que fuese como persona, porque el sentimiento no era recíproco, y menos aún después de lo que había pasado. EL otro tipo dejó de apuntarme tras ver la reacción del gigante, sin duda dos tipos raros.
Tras subir las escaleras, entramos a un piso que estaba parcialmente inundado. Con el agua hasta los tobillos noté que mis fuerzas menguaban ligeramente. El sacrificio por aquella maldita fruta que había tomado.
En ese momento, tras volver a escuchar la voz meterse con nosotros aparecieron unos soldados enemigos. Me preparé para avanzar, pero el gigante se adelantó a ello.
-El que se marchó antes sigue siendo mío, esto no cambia nada. – le dije cuando acabó con el resto.
El gigante y el tipo de las armas profanas subieron por las escaleras de caracol que había en el área, no sabía dónde los llevaría, pero esperaba librarme de ellos para poder enfrentarme a mi oponente de uno a uno. A mis ojos parecía ser invisible, pero cerré los ojos y me comencé a usar la vista de Heimdal para buscarlo. Noté que se encontraba cerca, pero no de donde yo estaba, sino de los que habían hecho que huyese cuando aparecieron.
-No, no voy a permitir que te escapes de mí tan fácilmente – me dije a mi misma subiendo por las escaleras también.
Tras subir las escaleras, entramos a un piso que estaba parcialmente inundado. Con el agua hasta los tobillos noté que mis fuerzas menguaban ligeramente. El sacrificio por aquella maldita fruta que había tomado.
En ese momento, tras volver a escuchar la voz meterse con nosotros aparecieron unos soldados enemigos. Me preparé para avanzar, pero el gigante se adelantó a ello.
-El que se marchó antes sigue siendo mío, esto no cambia nada. – le dije cuando acabó con el resto.
El gigante y el tipo de las armas profanas subieron por las escaleras de caracol que había en el área, no sabía dónde los llevaría, pero esperaba librarme de ellos para poder enfrentarme a mi oponente de uno a uno. A mis ojos parecía ser invisible, pero cerré los ojos y me comencé a usar la vista de Heimdal para buscarlo. Noté que se encontraba cerca, pero no de donde yo estaba, sino de los que habían hecho que huyese cuando aparecieron.
-No, no voy a permitir que te escapes de mí tan fácilmente – me dije a mi misma subiendo por las escaleras también.
Un temblor terrible sacude por completo la aguja, que se quiebra poco a poco hasta desplomarse sobre los anillos que la sostenían, manteniéndose a duras penas sobre ellos. Los escombros del tercer anillo caen sobre las cabezas de todos, y los de los anillos colindantes se sostienen a duras penas en forma de colgantes amasijos de acero y hormigón. La zona parece prácticamente impracticable, aunque todavía se puede ascender por ella, y entonces una voz resuena a través de la aguja, llena de interferencias.
-¿Creíste que esto no estaba previsto? ¿Acaso pensaste que no contábamos con tu carácter infantil? -Pregunta a través de una megafonía cacofónica- La aguja está preparada para esta clase de supuestos, solo nos has retrasado unos minutos... ¿Y a costa de que? Vas a morir, otra vez, y esta sabiendo que nunca pudiste hacer nada relevante.
Su voz suena enfadada y fatigada, como si hubiese corrido una larga distancia recientemente, pero todavía tiene fuelle para tararear una canción antes de que el micro se desconecte, y la aguja vuelva a temblar. Pero esta vez por una canción. Apenas se reconoce por las interferencias, pero se puede reconocer a la perfección.
-¿Creíste que esto no estaba previsto? ¿Acaso pensaste que no contábamos con tu carácter infantil? -Pregunta a través de una megafonía cacofónica- La aguja está preparada para esta clase de supuestos, solo nos has retrasado unos minutos... ¿Y a costa de que? Vas a morir, otra vez, y esta sabiendo que nunca pudiste hacer nada relevante.
Su voz suena enfadada y fatigada, como si hubiese corrido una larga distancia recientemente, pero todavía tiene fuelle para tararear una canción antes de que el micro se desconecte, y la aguja vuelva a temblar. Pero esta vez por una canción. Apenas se reconoce por las interferencias, pero se puede reconocer a la perfección.
- Loba solitaria:
- Parece que ni Hulio ni Giotto se han quedado contigo. ¿Será por algo que has dicho? En cualquier caso, finalmente utilizas el geppou para seguir a los hombres bestia y… La luna llena está ahí, tan blanca y brillante, liberando tus instintos más primarios. El hambre te invade, el olor a sangre te desata, y tus fauces crecen. Tus ojos rojos, tu pelo se alarga y tus garras se van volviendo afiladas como cuchillas mientras, babeante, te lanzas a por los enemigos de las demás bestias.
El caos es generalizado, un alboroto insoportable envuelve luces titilantes que vienen y se van, entre las que distingues apenas una marea de olores… Y disparos. Los disparos generan sangre, y gritos de bestias, que caen en tropel ante un grupo de gente. Uno en concreto dispara sin criterio, pero con mortífera puntería, y lanza esferas que van estallando y desmembrando. Y la ira es fuerte en ti.
Nota: Entras en fase Su long descontrolada. Tienes un x10 a todas tus características, pero un tiempo limitado antes de morir.
- Hulio:
- Enhorabuena, todo es el epicentro del conflicto. Hay llamas, balas, sangre y cadáveres de hombres bestia apiñados por doquier. Ah, y la perrita a la que acabas de abandonar es un licántropo mutante con ansias de sangre. No obstante, tienes para elegir una serie de objetivos claros: Krauser está allá, siendo masacrado, todo en general da pistas de que hay jarana. Por cierto, Zuko se ve en la mierda más absoluta.
- La antorcha humana:
- La detectas, la detectas… Irrumpes en su combate.
- Kaipitana Marvel:
- Remontémonos un poco… Hace dos semanas se activó la primera de las cuatro agujas, dejando el West Blue en una situación cuanto menos precaria. Haciendo uso de tu mágica habilidad para generar comida mientras estabas tumbado has conseguido dar alimento a miles de refugiados, pero desgraciadamente cuando la Marina te convocó no pudiste asistir porque mucha gente necesitaba todavía de tu ayuda: Medicinas, comida, sexo homosexual… Todo consolador es necesario en medio del desconsuelo. Sin embargo, finalmente, la situación terminó volviéndose crítica y, a un par de días de la gran cruzada, vestiste tu armadura y fuiste. Pero te confundiste de mar, acabando en el South Blue. Todavía recuerdas los gritos de Hyoshi a través del intercomunicador mientras te disculpabas… Pero bueno, ahora ya estás sobrevolando el cielo del North Blue y puedes ver, bajo la luz de la luna llena, el espectáculo del Jinete:
Casi podrías oler la sangre desde el cielo, y el olor a quemado de la carne y el metal mientras antinaturales relámpagos inundan la zona. Crees ver a Krauser en la londananza por un instante, pero no en la zona más alta y, de pronto, todas las luces desaparecen. Puedes ver el fuego, los disparos y las explosiones cuando algunas de las torretas, las pocas que funcionan, apuntan hacia ti. ¿Bajas a la fiesta o qué haces?
- Eric Zor – El:
El hombre cae al suelo y aunque ves que sigue vivo y muy cabreado, no es capaz de moverse ya más. Las drogas son muy malas, está claro.
A tu alrededor, la gente sigue combatiendo. Si sigues adelante, verás una tosca escalera de metal en una de las paredes. Subes y subes y subes, es bastante alta y puedes ver a toda la gente peleando a tus pies. Al final, sales al centro de una sala redonda y algo pequeña con un montón de máquinas pegadas al extremo. La cantidad de botones de todos los colores y formas es apabullante, pero lamentablemente no hay letreros ni nada. Hay varias cámaras, eso sí, aunque parecen apagadas. La sala no parece tener otra salida aparte de la escalera del suelo, pero frente a ti hay un cacho de pared sospechosamente desnudo.
- Liv, Simo y Braud:
- Liv, a medida que subes hay cada vez más y más polvo. Incluso parece que te cuesta respirar, pero no solo a ti, a Simo y Braud también. Para tu respuesta, Simo, la voz guardó silencio.
-Insignificante - murmuró con voz tétrica. - Esa gente ni siquiera trabajaba con nosotros. Eran simples revolucionarios tratando de destruir nuestra Aguja. Peones que simplemente se toparon con vosotros y decidisteis matarlos.
Tras eso, unos muros surgen a vuestro alrededor y os cubren, si lo tocáis os mancharéis los dedos. El problema lo tienes tú, Liv, los ojos rojos vuelven a estar frente a ti y esta vez se forma la figura de un hombre alto y rubio. Su voz ya no es tan tétrica como antes, pero es el mismo que os ha acompañado durante un buen rato siendo polvo. En su mano, porta un libro cuya portada tiene un símbolo de tres círculos enlazados. Tras eso, pronuncia unas extrañas palabras en voz baja y comienza a comprimir las paredes rápidamente mientras él se deshace en polvo.
Simo y Braud, perdéis de vista a Bucharatti en cuanto los muros os cubren. Os habéis quedado solos y a oscuras y también veis como las paredes comienzan a moverse. Sin embargo, a vosotros no os comprimen.
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- Bleyd:
- ¡Por fin te has librado del mono! Continúas caminando y no te cuesta demasiado encontrar una escalera de mano en una pared a tu izquierda. Subes y te encuentras en otro pasillo. Es bastante largo, y tiene varias puertas a cada lado. Están abiertas y parecen salas de control. Están desiertas, pero las máquinas aún parecen encendidas. En la última sala, además, puedes ver varias cámaras que están siguiendo de cerca tres combates. No reconoces a los contendientes, pero no parecen estarlo pasando bien.
- Tenebrex:
- Con movimientos rápidos y efectivos logras derrotar a tu contrincante, que cae al suelo inconsciente. Ha sido una batalla difícil, pero has sabido solventarla con cabeza. Si echas un vistazo podrás ver todo con más claridad, pues muchos de los muros han desaparecido o se han roto. Está la escalera por la que trataste de subir anteriormente, ésta lleva al primero de seis anillos donde puedes notar la presencia de algunos seres.
Desde tu posición también puedes ver a Osuka, está a unos treinta metros desde tu posición, tal vez podrías ir a verlo.
- Dexter:
- Ves apareciendo gente que va de un lado a otro, confusos por la situación adversa, intentando recuperar desesperadamente la principal fuente de poder que alimenta el proyecto. De pronto la situación da un giro a peor, literalmente. En el fondo, muy en el fondo, sabes que es cosa de los niños que has dejado atrás. Toda a cubierta se inclina y un estruendo da a entender que la aguja tiene los días contados.
Ahora todo parece un gallinero lleno de pollos sin cabeza, ninguno repara en ti, están demasiado ocupados por devolver el aparato a la normalidad.
De pronto una luz aparece del centro de la estructura, cuando te acercas ves como la planta se hunde en una depresión central escalonada, en forma de gradas semicirculares. En el centro un simple pero imponente escenario de piedra blanca sólida tallada en un solo bloque. Los presentes, aunque en sus sitios, parecen confusos, temerosos. Hablan, cuchichean entre ellos, sea lo que sea se supone que debía haber empezado ya, y la gente se está impacientando.
Por lo general ves, entre artistas de poca monta, y algunos de renombre mundial, aunque muchos de ellos los ves demasiado quietos, con una tranquilidad preocupante, casi ni pestañean. Están conscientes, pero piran al escenario con ojos vacíos. Esto no es normal, pero parece el lugar perfecto para dar con la mente maestra.
- Nailah y Steve:
- El ascensor se eleva, las paredes de vidrio muestran una lucha caótica en todas direcciones, aunque una vista simplemente espectacular. La pregunta de Nailah se ve respondida con un silencio demasiado tenso. Diríais que os ha descubierto y que puede mataros en cualquier momento.
De pronto, casi llegando a la cima de la estructura, un temblor sacude toda la aguja. La cabina se zarandea de forma peligrosa y este descarrila de uno de los raíles que lo guían.
- Mierda, es peor de lo que pensaba. Quedaos aquí, voy a ver lo que pa- Su ultima palabra se pierde en el vacío al ceder el panel del suelo que quedaba bajo sus pies.
Ahora estáis solos, en un ascensor que se mece al viento sujeto sólo con un raíl y los cables. Si salís por la escotilla de arriba veréis que estáis a unos 10 metros de la azotea.
- 5-Kaito:
- Pues no ves a nadie desde ahí arriba, no. Sin embargo, si bajas la vista, verás que el número de muertos vivientes ha aumentado. Por bastante. Dirías que ahora mismo están en las muchas decenas y todos ellos se están amontonando a los pies del muro, utilizándose a si mismos para trepar y llegar hasta a ti, como en aquella película de... bueno, da igual. La cosa es que lo mismo deberías hacer algo con ellos. O marcharte, como quieras.
Sigues pudiendo hacer acciones cerradas a los zombis.
- Don Limpio:
- A duras penas, cruzando un mar de nubes y relámpagos azules, consigues llegar a la cúspide de la aguja. Hay una gran cantidad de estructuras funcionales como cuarteles, torres de control y algunos edificios. Escuchas voces y puedes ver a una muchacha que camina hacia el centro de todo.
- Mapas:
Hayden Ashworth
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La nihilista respuesta de Krauser llegó a sus oídos. Zuko apretó con fuerza tras eso, cerrando el ojo sano que le quedaba, sabiendo que iba a recibir el fuerte impacto de un ataque del Suzaku. Sin embargo, no le importó. Recibió los cortes a través del cuerpo del revolucionario. El fuego le lamió sin quemarle, pero los cortes eran otra historia. Punzadas que atravesaban su armadura y su haki como si fuesen mantequilla. Entonces, todo se volvió negro. El dragón notó su cuerpo caer y su armadura retraerse durante unos instantes. Unos instantes en los que el dolor desapareció y sentía la muerte abrazarle.
Nunca sintió su cuerpo golpear el suelo. Su consciencia regresó y con ella el dolor de los cortes, así como el del ojo, que latía como si se tratase de un corazón. Abrió el ojo que le quedaba sano para ver el cuerpo de Krauser a pocos metros, chamuscado. Alzó la vista para ver a los demás, al rededor. Apretó los dientes y apoyó las manos en el suelo, buscando levantarse. El dolor le apretaba el abdomen, el pecho y el ojo. Sin embargo, apretaba los dientes aguantando ese dolor. Se puso de pie y durante un instante sintió que como intentase dar un paso, se caería. Miró al cuerpo de Krauser y dio un paso hacia delante, caminando hacia este.
Trastabilló. Pero no cayó. Apretó los puños, aguantando el dolor y siguió caminando. Cada paso era dolor, cada movimiento goteaba sangre y dejaba un rastro rojo por el suelo de hormigón y acero. Se paró junto al cuerpo chamuscado. Respiraba profundamente, mientras que poco a poco empezaba a bajar, dispuesto a sentarse. Los cambios de posición le hacían todavía más daño, pero en ningún instante se quejó. Se quedó sentado en el suelo, en una postura relajada, pues aunque quisiera no podía ponerse en la típica postura que solía adoptar al sentarse de rodillas en el imperio. Su cara sangraba, su torso sangraba. Le dolían las costillas, la cadera, los brazos... le dolía todo.
—¿Está... muerto? —preguntó a los demás —. Me quedaré... a vigilar... No creo que pueda seguir mucho más... Intentad parar esto... —su corazón latía a alta velocidad, y casi no podía creerse que el combate contra ese titán hubiese terminado. Sin embargo, todavía no habían ganado —. Chicos... Sois criminales... —tragó saliva, aunque estaba seguro de que en realidad era sangre—. Jamás os reconocerán esto... Lo que habéis hecho hoy... Vuestro valor... Pero... yo sí lo haré... —lanzó una mirada a los tres hombres que, si bien eran sus enemigos, aquel día habían sido sus aliados, sus hermanos en combate—. Gracias.
Y volvió a clavar la mirada en Krauser. Estaba algo mareado y notaba que podía caer inconsciente en cualquier momento. Sin embargo, se negaba a hacerlo. No hasta que viese que todo el mundo estaba a salvo y que la aguja había sido desactivada.
Nunca sintió su cuerpo golpear el suelo. Su consciencia regresó y con ella el dolor de los cortes, así como el del ojo, que latía como si se tratase de un corazón. Abrió el ojo que le quedaba sano para ver el cuerpo de Krauser a pocos metros, chamuscado. Alzó la vista para ver a los demás, al rededor. Apretó los dientes y apoyó las manos en el suelo, buscando levantarse. El dolor le apretaba el abdomen, el pecho y el ojo. Sin embargo, apretaba los dientes aguantando ese dolor. Se puso de pie y durante un instante sintió que como intentase dar un paso, se caería. Miró al cuerpo de Krauser y dio un paso hacia delante, caminando hacia este.
Trastabilló. Pero no cayó. Apretó los puños, aguantando el dolor y siguió caminando. Cada paso era dolor, cada movimiento goteaba sangre y dejaba un rastro rojo por el suelo de hormigón y acero. Se paró junto al cuerpo chamuscado. Respiraba profundamente, mientras que poco a poco empezaba a bajar, dispuesto a sentarse. Los cambios de posición le hacían todavía más daño, pero en ningún instante se quejó. Se quedó sentado en el suelo, en una postura relajada, pues aunque quisiera no podía ponerse en la típica postura que solía adoptar al sentarse de rodillas en el imperio. Su cara sangraba, su torso sangraba. Le dolían las costillas, la cadera, los brazos... le dolía todo.
—¿Está... muerto? —preguntó a los demás —. Me quedaré... a vigilar... No creo que pueda seguir mucho más... Intentad parar esto... —su corazón latía a alta velocidad, y casi no podía creerse que el combate contra ese titán hubiese terminado. Sin embargo, todavía no habían ganado —. Chicos... Sois criminales... —tragó saliva, aunque estaba seguro de que en realidad era sangre—. Jamás os reconocerán esto... Lo que habéis hecho hoy... Vuestro valor... Pero... yo sí lo haré... —lanzó una mirada a los tres hombres que, si bien eran sus enemigos, aquel día habían sido sus aliados, sus hermanos en combate—. Gracias.
Y volvió a clavar la mirada en Krauser. Estaba algo mareado y notaba que podía caer inconsciente en cualquier momento. Sin embargo, se negaba a hacerlo. No hasta que viese que todo el mundo estaba a salvo y que la aguja había sido desactivada.
—Creo que me he pasado —comentaba en voz alta, mientras descendía solemne hasta el suelo de la aguja donde yacían los cuerpos de Krauser y Zuko.
Había pasado mucho tiempo desde que había tenido que esforzarse de esa manera, concretamente desde la vez que tuvo la suerte, o quizá la desgracia, de tener que batirse en combate contra el zafiro azul. De aquel combate aprendió muchas lecciones, pero la más valiosa era que siempre había que guardar la mejor baza para el final. Esperó unos segundos hasta que su cuerpo se terminó de curar, sanando las pocas heridas que había recibido en el combate, y entonces volvió a su forma humana.
Pese a sus esfuerzos no había conseguido parar completamente la bomba de energía que había creado el revolucionario. Uno de los anillos había sido destrozado, cayendo al suelo, y la voz del verdadero causante de toda esa masacre volvía a sonar en todos y cada uno de los rincones de la aguja.
—Ese monstruo sigue vivo, aunque es probable que no pueda levantarse en un tiempo —respondió, mientras su mirada se desviaba un único punto. Allí, no muy lejos de su posición, se encontraba la espada de Krauser, aquella que había sido tachada de legendaria por muchas personas cuando contaban historias sobre el revolucionario. Sin dudarlo ni un segundo se acercó a ella y la agarró por la empuñadura, levantándola y apuntando al cielo. Si la comparaba con una de sus katanas era más pesada, pero le gustaba. Tener en posesión aquella arma era signo de que había vencido a Krauser y que su sueño de convertirse en el mejor espadachín del mundo estaba más cerca—. ¡Y esto pa’ mi! —exclamó en voz alta, quedándose con la espada y yendo de nuevo hacia donde estaba Zuko—. Y esto para ti —La mano del señor de la piratería se transformó en una garra de ave y en ella nació una gran llama dorada que no quemaba ni emitía calor alguno, únicamente brillaba con aspecto sagrado, casi sobrenatural, y la posó sobre el pecho del marine hasta que desapareció—. Va a tardar un poco, pero si no te mueves mucho cuando acabe todo esto te encontrarás como nuevo, espero —En su espalda desplegó dos alas y se elevó un par de metros con la intención de subir al último piso, pero antes se giró y volvió a mirar a Zuko—. Y recuerda no morirte, ¿entendido? Aún tenemos pendiente eso que ya sabes.
Finalmente, el pelirrojo le guiñó un ojo y emprendió el vuelo hasta el último piso para verse cara a cara con el verdadero causante de todo aquello, aunque esperaba que Dexter ya se hubiera hecho cargo de él.
Había pasado mucho tiempo desde que había tenido que esforzarse de esa manera, concretamente desde la vez que tuvo la suerte, o quizá la desgracia, de tener que batirse en combate contra el zafiro azul. De aquel combate aprendió muchas lecciones, pero la más valiosa era que siempre había que guardar la mejor baza para el final. Esperó unos segundos hasta que su cuerpo se terminó de curar, sanando las pocas heridas que había recibido en el combate, y entonces volvió a su forma humana.
Pese a sus esfuerzos no había conseguido parar completamente la bomba de energía que había creado el revolucionario. Uno de los anillos había sido destrozado, cayendo al suelo, y la voz del verdadero causante de toda esa masacre volvía a sonar en todos y cada uno de los rincones de la aguja.
—Ese monstruo sigue vivo, aunque es probable que no pueda levantarse en un tiempo —respondió, mientras su mirada se desviaba un único punto. Allí, no muy lejos de su posición, se encontraba la espada de Krauser, aquella que había sido tachada de legendaria por muchas personas cuando contaban historias sobre el revolucionario. Sin dudarlo ni un segundo se acercó a ella y la agarró por la empuñadura, levantándola y apuntando al cielo. Si la comparaba con una de sus katanas era más pesada, pero le gustaba. Tener en posesión aquella arma era signo de que había vencido a Krauser y que su sueño de convertirse en el mejor espadachín del mundo estaba más cerca—. ¡Y esto pa’ mi! —exclamó en voz alta, quedándose con la espada y yendo de nuevo hacia donde estaba Zuko—. Y esto para ti —La mano del señor de la piratería se transformó en una garra de ave y en ella nació una gran llama dorada que no quemaba ni emitía calor alguno, únicamente brillaba con aspecto sagrado, casi sobrenatural, y la posó sobre el pecho del marine hasta que desapareció—. Va a tardar un poco, pero si no te mueves mucho cuando acabe todo esto te encontrarás como nuevo, espero —En su espalda desplegó dos alas y se elevó un par de metros con la intención de subir al último piso, pero antes se giró y volvió a mirar a Zuko—. Y recuerda no morirte, ¿entendido? Aún tenemos pendiente eso que ya sabes.
Finalmente, el pelirrojo le guiñó un ojo y emprendió el vuelo hasta el último piso para verse cara a cara con el verdadero causante de todo aquello, aunque esperaba que Dexter ya se hubiera hecho cargo de él.
- Resumen:
- Narrar lo sucedido, curarme un poco las heridas, encontrar la espada de Krauser en el suelo, casualmente, y quedármela para la colección. Usar una llama curativa sobre Zuko [Mirar spoiler que pondré más abajo] y poner rumbo a la azotea volando como un pajarito feliz.
- Técnica:
- Fuego Áureo, llamas benignas: El usuario es capaz de usar su fuego dorado para curar a terceras personas. Dicho fuego va envolviendo al personaje en cuestión y es capaz de curarle heridas de distinta gravedad desde pequeños cortes hasta derrames internos, huesos rotos o fisurados o cortes profundos. Puede usarse una vez cada tres post.
Rylanor
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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- Aguja a la vista, Vicealmirante. Entramos en la zona de combate - sonó la voz de su piloto, Oleg, por uno de los den den mushis. Kai dio un último puñetazo al saco de boxeo y lo agarró, parándolo en el sitio. Alargó la mano hacia una toalla y se secó el sudor de la cara y el cuello, dirigiéndose hacia la pequeña ducha del gimnasio. Se soltó el pantalón y sacó el calzoncillo, dejando la ropa por el suelto sin cuidado ninguno y metiéndose en el cubículo. No perdió el tiempo; apenas dejó que el agua lo mojara un poco y refrescara, para luego salir. Tomó aire mientras tensaba los músculos, y con un gesto de concentración dio un giro sobre sí mismo. Calor y chispas comenzaron a acariciar suavemente su piel, evaporando la mayor parte del agua. Se vistió rápidamente con unos pantalones ceñidos y una camiseta de asas negras, para luego ir directamente hacia una mochila metálica de color rojo - Iron Kai, modo completo - dijo con tono imperioso. Desplegándose rápidamente y cubriendo todo su cuerpo, la mochila se convirtió en una armadura roja y plateada.
En la cabina estaban, además del piloto y el copiloto, algunos de sus otros subordinados que observaban el espectáculo ante ellos con impresión. Relámpagos, explosiones, caos por doquier. Llegaban bastante tarde; si no fuera por la velocidad del Flying Kai no hubieran logrado llegar a tiempo para la batalla. Conteniendo un suspiro, el Vicealmirante comenzó a dar órdenes - ¿Qué es esto, sargento? No estamos aquí de excursión, damiselas. ¡Todos a sus puestos de combate! Quiero a los artilleros listos. Oficial Oleg, rumbo a la estructura - el piloto respondió de inmediato, con un tono de ligera urgencia - ¡Señor, nos disparan! Torretas antiaéreas a las once - Kai frunció el ceño y respondió - ¿Y a qué espera? ¡Maniobras evasivas! Agarraos todos a lo que podáis - se calló un momento mientras se agarraba para no caer mientras la nave comenzaba a trazar giros y curvas erráticas, evitando los proyectiles. Otros de sus hombres no tuvieron tanta suerte, y pronto la cabina fue un caos de cuerpo rebotando - ¡Maldita sea! ¡Oficial, manténgase a distancia prudente y derribe esas malditas torretas! Yo me adelantaré. Cabo, prepare la estancia de salto.
La pesada puerta de la estancia de paracaidismo comenzó a abrirse, y una ráfaga de viento sacudió el interior. "Y aquí vamos una vez más." Como tantas otras veces, se dejó caer al vacío y activó la propulsión de la armadura, surcando el aire a velocidad de crucero. Creyó ver por un momento un Krauser gigantesco, antes de que un mar de llamas cubriese la zona - Iron Kai, muéstrame esa zona - La imagen de la pantalla se amplió, mostrando una zona devastada en la que estaban cinco personas. Krauser estaba inconsciente en el suelo... ¿ya? ¿Entonces todo se había acabado? Junto a él estaba el comodoro Zuko, y algunos hombres que no iban uniformados. ¿Zane D. Kenshin? Frunció el ceño. Desde luego la guerra hacía extraños aliados, pero le sorprendía que un pirata estuviera allí impidiendo una catástrofe. Supuso que la gloria y la posibilidad de botín era lo que le había atraído. En todo caso, no eran un objetivo prioritario mientras la batalla continuara - Señor, proyectiles enemigos hacia nuestra posición - dijo la armadura. La imagen cambió y mostró la visión general, con varios cuadros rojos marcando la posición de los misiles - Activa sistemas de apuntado - indicó Kai, alargando el brazo izquierdo hacia el frente.
Siguiendo las indicaciones de la pantalla comenzó a disparar el láser del brazo. La noche comenzó a iluminarse con las explosiones, mientras el marine volaba directamente al piso superior de la estructura. Una voz sonaba de fondo, indicando a alguien que sólo había retrasado su plan o algo así. Discurso arquetípico de villano, se dijo Kai. Así que el viejo Krauser no era el jefe de todo aquello, o al menos no el único jefazo. Se lamentó por un momento de no haber podido detenerle en persona. Un misil que pasó más cerca de lo que era seguro le devolvió a la realidad, haciéndole dejar de soñar despierto. Ya casi estaba sobre el último piso, y una de las torretas le apuntaba directamente. Desviando toda la potencia a los propulsores de las piernas, se lanzó hacia el arma mientras llamas empezaban a surgir de su brazo, creando uno mucho más grande.
- ¡Hinoken!
Con una pirueta, cayó sobre la torre, flexionando ligeramente las piernas. Observó sus alrededores buscando algo que le llamara la atención - Iron Kai, activa radares - dijo, mientras él mismo activaba su Eye's Soul para buscar posibles amenazas y en general a otros.
En la cabina estaban, además del piloto y el copiloto, algunos de sus otros subordinados que observaban el espectáculo ante ellos con impresión. Relámpagos, explosiones, caos por doquier. Llegaban bastante tarde; si no fuera por la velocidad del Flying Kai no hubieran logrado llegar a tiempo para la batalla. Conteniendo un suspiro, el Vicealmirante comenzó a dar órdenes - ¿Qué es esto, sargento? No estamos aquí de excursión, damiselas. ¡Todos a sus puestos de combate! Quiero a los artilleros listos. Oficial Oleg, rumbo a la estructura - el piloto respondió de inmediato, con un tono de ligera urgencia - ¡Señor, nos disparan! Torretas antiaéreas a las once - Kai frunció el ceño y respondió - ¿Y a qué espera? ¡Maniobras evasivas! Agarraos todos a lo que podáis - se calló un momento mientras se agarraba para no caer mientras la nave comenzaba a trazar giros y curvas erráticas, evitando los proyectiles. Otros de sus hombres no tuvieron tanta suerte, y pronto la cabina fue un caos de cuerpo rebotando - ¡Maldita sea! ¡Oficial, manténgase a distancia prudente y derribe esas malditas torretas! Yo me adelantaré. Cabo, prepare la estancia de salto.
La pesada puerta de la estancia de paracaidismo comenzó a abrirse, y una ráfaga de viento sacudió el interior. "Y aquí vamos una vez más." Como tantas otras veces, se dejó caer al vacío y activó la propulsión de la armadura, surcando el aire a velocidad de crucero. Creyó ver por un momento un Krauser gigantesco, antes de que un mar de llamas cubriese la zona - Iron Kai, muéstrame esa zona - La imagen de la pantalla se amplió, mostrando una zona devastada en la que estaban cinco personas. Krauser estaba inconsciente en el suelo... ¿ya? ¿Entonces todo se había acabado? Junto a él estaba el comodoro Zuko, y algunos hombres que no iban uniformados. ¿Zane D. Kenshin? Frunció el ceño. Desde luego la guerra hacía extraños aliados, pero le sorprendía que un pirata estuviera allí impidiendo una catástrofe. Supuso que la gloria y la posibilidad de botín era lo que le había atraído. En todo caso, no eran un objetivo prioritario mientras la batalla continuara - Señor, proyectiles enemigos hacia nuestra posición - dijo la armadura. La imagen cambió y mostró la visión general, con varios cuadros rojos marcando la posición de los misiles - Activa sistemas de apuntado - indicó Kai, alargando el brazo izquierdo hacia el frente.
Siguiendo las indicaciones de la pantalla comenzó a disparar el láser del brazo. La noche comenzó a iluminarse con las explosiones, mientras el marine volaba directamente al piso superior de la estructura. Una voz sonaba de fondo, indicando a alguien que sólo había retrasado su plan o algo así. Discurso arquetípico de villano, se dijo Kai. Así que el viejo Krauser no era el jefe de todo aquello, o al menos no el único jefazo. Se lamentó por un momento de no haber podido detenerle en persona. Un misil que pasó más cerca de lo que era seguro le devolvió a la realidad, haciéndole dejar de soñar despierto. Ya casi estaba sobre el último piso, y una de las torretas le apuntaba directamente. Desviando toda la potencia a los propulsores de las piernas, se lanzó hacia el arma mientras llamas empezaban a surgir de su brazo, creando uno mucho más grande.
- ¡Hinoken!
Con una pirueta, cayó sobre la torre, flexionando ligeramente las piernas. Observó sus alrededores buscando algo que le llamara la atención - Iron Kai, activa radares - dijo, mientras él mismo activaba su Eye's Soul para buscar posibles amenazas y en general a otros.
- resumen:
- - Me preparo y me pongo la Iron Kai.
- Ordeno a mi nave iniciar maniobras evasivas y destruir las torretas antiaéreas.
- Salto del avión y voy volando hacia la torre, destruyendo los proyectiles dirigidos hacia mí con el láser de la armadura.
- Intento destrozar la torreta que me quede más cerca y voy al último piso de la torre. Examino con haki y con el radar de mi armadura los alrededores.
- cosas usadas:
- Nombre de la técnica: Hinoken
Naturaleza de la técnica: Elemental
Descripción de la técnica: Kai puede alargar sus brazos con fuego que actúa como si fuese sólido, pudiendo golpear con ellos como si fuesen sus brazos reales. Pasivamente sus golpes generan vibraciones.
Tiempo de canalización: Dos segundos.
Soul's Eye: [Modalidad nivel 3] Desgastando su concentración al doble de velocidad, es capaz de "ver" las presencias incluso a través de obstáculos a una distancia máxima igual al doble del rango de su mantra. Pasivamente es capaz de formarse una imagen mental de cómo es físicamente la persona en la que se esté centrando con el Soul's Eye. Sí, sin ropa.
Radar: Es una adaptación del radar submarino, que ahora sirve también para escanear el subsuelo o estructuras. Tiene un rango de veinte metros.
Kaito Takumi
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Por suerte el sireno era mitad pulpo, y como estaba agarrado con sus ventosas a la lisa superficie del muro evitó caerse al vacío cuando las explosiones recorrieron la torre. “Desde luego…”, se dijo a sí mismo maldiciendo aquella estrafalaria situación.
Abajo a la izquierda, decenas y decenas de metros le separaban de las bestias que caían bajo el fuego de artillería, y a la derecha la misma cantidad de cuerpos animados. Notando que se habían multiplicado, o mejor dicho que habían venido más de entre la niebla por la que habían aparecido, Kaito se quedó observándoles un momento intentando comprender qué hacían.
Amontonándose los unos sobre los otros en un desesperado intento para llegar hasta él, los torpes y resbaladizos zombies fueron improvisando una rampa con sus propios cuerpos por la que acceder a lo alto del muro. No tardarían mucho en hacerlo, aunque sacrificasen gran parte de su superioridad numérica para ello. ¿Y qué hacía Kaito? Seguía pensando, ahí quieto mirando lo que sucedía, como si disfrutase de analizar los extraños sucesos que tenían lugar en la ejecución del North.
Lo cierto es que no se le ocurrieron muchas opciones para justificar la presencia de aquellos monstruos allí, los cuales estaban impidiéndole seguir avanzando, pero su cerebro escogió las que creyó más plausibles.
a)Infección: Lo que haya creado a esos seres es algún tipo de patógeno infectivo, probablemente que quede en ese limo, y que les hace buscar nuevos huéspedes antes de agotar toda energía residual en el cuerpo.
b)Malditas akuma de mitos sin sentido: Una akuma de reanimación de cadáveres o podredumbre o de bacterias o cualquier bicho legendario que haga cosas rarunas que esté detrás de aquellos monstruos.
c)Marionetas: Probablemente dado su número, una akuma de marionetas que ha cogido cadáveres para levantarlos del suelo. No justifica el aspecto podrido de manera inicial. Si no estuviesen controlados por un poder del diablo necesitaría de muchas manos o muchas personas para el abismal número de individuos.
d)Actores: ¿Por qué no? Aunque encontrar tantos tullidos y un buen maquillador era caro y complicado.
Las otras teorías de lo que estaba pasando en la torre y porqué aún no había encontrado a alguien reseñable también pululaban por su cerebro, pero como en aquel instante tampoco importaban demasiado reservaremos su verbalización para otro momento menos tenso.
—Solo hay dos opciones —dijo echando la vista atrás y luego abajo sopesando cuanto tardaría en salir de aquella infernal torre a medio derruir—. Pero entonces no vería que hay al final del camino ni quién ha estado detrás de todo esto… Ni encontraría al cocinero ni a los de los acertijos…
Movido por su curiosidad, el pelirrojo comenzó con su experimento. Según los cálculos de Kaito, que eran un batiburrillo de volúmenes, fuerzas y angulos de las pendientes necesarias para que aquella marabunta subiera, disponía de un precioso y no tan corto tiempo hasta que aquellos seres consiguieran llegar, más que suficiente para disminuir su número aprovechando su posición ventajosa antes de decidirse a continuar.
.
Girándose sobre su propio eje y dándole la vuelta al bichero con su único tentáculo libre, Kaito tomó la precaución de usar el mango de este como arma en lugar de la punta o la curva. Había razonado que si usaba el verdadero extremo con cualquiera de sus variantes, las salpicaduras resultantes podían mancharle, y probablemente infectarle, y obviamente esto no le hacía ninguna gracia. Así, sosteniendo y agarrando casi como con un nudo la punta de tal manera que apoyaba la base de su musculoso rejo en la curvatura, fue golpeando a las criaturas que venían llegándole con el mango.
Empezó lanceando los pechos de los viles monstruos, mas como esto se probó arto inútil, excepto para lanzarlos rampa abajo aprovechando la pendiente y la inestabilidad de apoyo, pronto cambió de actitud. Así comenzó una extraña partida de billar en la cual el pelirrojo golpeaba con aquel improvisado taco las cabezas de los zombies buscando la fragilidad de su cerebro a través de las órbitas oculares.
Poco a poco el pasillo fue convirtiéndose en un cementerio que lentamente iba acumulándose para acercarse más y más a su posición. Concentrado en quitarse de encima a cuantos enemigos pudiera, Kaito comenzó a retroceder por la ancha cornisa hacia el brumoso centro de la estructura lentamente. Una vez la rampa se estabilizase de verdad, el número de zombies empezaría a convertirse en un verdadero problema.
—Me cago en la mar…—blasfemaría, ya que la curiosidad por aquellos seres le había empujado a quedarse en lugar de huir por el muro directamente.
Eso sí, al menos habría visto de primera mano si sus golpes de estoque improvisado habían sido efectivos contra la antinatural vida de aquellos cuerpos.
Abajo a la izquierda, decenas y decenas de metros le separaban de las bestias que caían bajo el fuego de artillería, y a la derecha la misma cantidad de cuerpos animados. Notando que se habían multiplicado, o mejor dicho que habían venido más de entre la niebla por la que habían aparecido, Kaito se quedó observándoles un momento intentando comprender qué hacían.
Amontonándose los unos sobre los otros en un desesperado intento para llegar hasta él, los torpes y resbaladizos zombies fueron improvisando una rampa con sus propios cuerpos por la que acceder a lo alto del muro. No tardarían mucho en hacerlo, aunque sacrificasen gran parte de su superioridad numérica para ello. ¿Y qué hacía Kaito? Seguía pensando, ahí quieto mirando lo que sucedía, como si disfrutase de analizar los extraños sucesos que tenían lugar en la ejecución del North.
Lo cierto es que no se le ocurrieron muchas opciones para justificar la presencia de aquellos monstruos allí, los cuales estaban impidiéndole seguir avanzando, pero su cerebro escogió las que creyó más plausibles.
a)Infección: Lo que haya creado a esos seres es algún tipo de patógeno infectivo, probablemente que quede en ese limo, y que les hace buscar nuevos huéspedes antes de agotar toda energía residual en el cuerpo.
b)Malditas akuma de mitos sin sentido: Una akuma de reanimación de cadáveres o podredumbre o de bacterias o cualquier bicho legendario que haga cosas rarunas que esté detrás de aquellos monstruos.
c)Marionetas: Probablemente dado su número, una akuma de marionetas que ha cogido cadáveres para levantarlos del suelo. No justifica el aspecto podrido de manera inicial. Si no estuviesen controlados por un poder del diablo necesitaría de muchas manos o muchas personas para el abismal número de individuos.
d)Actores: ¿Por qué no? Aunque encontrar tantos tullidos y un buen maquillador era caro y complicado.
Las otras teorías de lo que estaba pasando en la torre y porqué aún no había encontrado a alguien reseñable también pululaban por su cerebro, pero como en aquel instante tampoco importaban demasiado reservaremos su verbalización para otro momento menos tenso.
—Solo hay dos opciones —dijo echando la vista atrás y luego abajo sopesando cuanto tardaría en salir de aquella infernal torre a medio derruir—. Pero entonces no vería que hay al final del camino ni quién ha estado detrás de todo esto… Ni encontraría al cocinero ni a los de los acertijos…
Movido por su curiosidad, el pelirrojo comenzó con su experimento. Según los cálculos de Kaito, que eran un batiburrillo de volúmenes, fuerzas y angulos de las pendientes necesarias para que aquella marabunta subiera, disponía de un precioso y no tan corto tiempo hasta que aquellos seres consiguieran llegar, más que suficiente para disminuir su número aprovechando su posición ventajosa antes de decidirse a continuar.
.
Girándose sobre su propio eje y dándole la vuelta al bichero con su único tentáculo libre, Kaito tomó la precaución de usar el mango de este como arma en lugar de la punta o la curva. Había razonado que si usaba el verdadero extremo con cualquiera de sus variantes, las salpicaduras resultantes podían mancharle, y probablemente infectarle, y obviamente esto no le hacía ninguna gracia. Así, sosteniendo y agarrando casi como con un nudo la punta de tal manera que apoyaba la base de su musculoso rejo en la curvatura, fue golpeando a las criaturas que venían llegándole con el mango.
Empezó lanceando los pechos de los viles monstruos, mas como esto se probó arto inútil, excepto para lanzarlos rampa abajo aprovechando la pendiente y la inestabilidad de apoyo, pronto cambió de actitud. Así comenzó una extraña partida de billar en la cual el pelirrojo golpeaba con aquel improvisado taco las cabezas de los zombies buscando la fragilidad de su cerebro a través de las órbitas oculares.
Poco a poco el pasillo fue convirtiéndose en un cementerio que lentamente iba acumulándose para acercarse más y más a su posición. Concentrado en quitarse de encima a cuantos enemigos pudiera, Kaito comenzó a retroceder por la ancha cornisa hacia el brumoso centro de la estructura lentamente. Una vez la rampa se estabilizase de verdad, el número de zombies empezaría a convertirse en un verdadero problema.
—Me cago en la mar…—blasfemaría, ya que la curiosidad por aquellos seres le había empujado a quedarse en lugar de huir por el muro directamente.
Eso sí, al menos habría visto de primera mano si sus golpes de estoque improvisado habían sido efectivos contra la antinatural vida de aquellos cuerpos.
- Resumen:
Analizar. Pegarles a los zombies con el mango del bichero a modo de Estoque (cogiéndolo con un tentáculo). Retroceder porque no voy a poder parar la marabunta.
Luka Rooney
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El tiburón cesó de golpear a su rival cuando éste ya no tenía más huesos que romper. La sangre manaba por el suelo mientras el gyojin agarraba de la pechera al hombre. Debía estar muerto, y con ello sus poderes. En el interior de su cuerpo ya no había rastro alguno de ninguna sustancia tóxica. No al menos alguna que hubiese entrado sin su permiso. Pero sí que tenía multitud de cortes y heridas, casi todas de poca importancia, pero al fin y al cabo, heridas que atender.
Entonces un temblor sacudió el lugar, y el pirata recibió varios pedruscos en su cuerpo, incluso uno impactó en su cabeza. Tras lanzar un par de improperios, el luchador se llevó la mano a la cabeza, y, tras no palparse sangre, le restó importancia al último golpe.
Luka abrió su mochila para sacar un par de vendas, alcohol y sustancias curativas. Se trató toda herida que vió, y no tardó mucho en finiquitar los vendajes que le acompañarían el resto de la velada. Observó la zona intentando recuperar el aliento, y no tardó mucho en sentir la presencia de su capitán debido al haki de observación. Palpándose los cuádriceps y notando que sus piernas estaban mejor, empezó a saltar sobre el aire hasta que llegó a la posición del suzaku.
- ¿Todo bien por aquí? -le comentaría, ofreciéndole una botella de agua, la única que llevaba en la mochila- Te acompaño.
Allí donde el espadachín se encontraba había más gente. Gente que había visto con anterioridad. Algunos de ellos lucían algo más heridos que el resto, sin embargo, no era la intención del gyojin pararse a hablar con ellos, por lo que se limitó a alzar la mano y mirar a cada uno de ellos. En especial al marine, aquél cuyo nombre creía recordar como Zuko.
- Tú -diría con tono serio, señalando con el dedo a Zuko-, no eres una buena influencia para mi capitán. No es que yo lo sea, pero no me gusta compartir ese título. La próxima vez que nos veamos… No habrá un pacto de por medio.
Aquellas palabras no decían mucho, pero denotaban una amenaza a aquel marine. El habitante del mar jamás hubiera firmado una tregua, nunca hubiera acompañado a un almirante en sus aventuras, y desde luego, no se hubiera adentrado en aquél lugar por “salvar vidas”. Pero Zane era así, y debía seguirle. Lo que no quitaba a Luka de dejar las cosas claras. Había mostrado su disconformidad con el pacto meando sobre un almirante, y ahora lo hacía amenazando a otro marine de alto cargo. Aunque quizá no era una amenaza como tal. Todo dependía de cómo se dieran las cosas. Puede que Luka jamás volviese a ver a Zuko. Puede que Zuko jamás volviese a ver a Luka. Aunque lo segundo no le importaba demasiado al tiburón, era cierto que cabía la posibilidad de que el mundo se fuese a la mierda, en cuyo caso, el gyojin no podría volver a su isla natal, collejear a Therax, filtrear con bellas sirenas, meter en líos a los suyos o incluso drogarse nunca más.
Igual aquél sitio tenía más importancia de la que Luka le daba.
Entonces un temblor sacudió el lugar, y el pirata recibió varios pedruscos en su cuerpo, incluso uno impactó en su cabeza. Tras lanzar un par de improperios, el luchador se llevó la mano a la cabeza, y, tras no palparse sangre, le restó importancia al último golpe.
Luka abrió su mochila para sacar un par de vendas, alcohol y sustancias curativas. Se trató toda herida que vió, y no tardó mucho en finiquitar los vendajes que le acompañarían el resto de la velada. Observó la zona intentando recuperar el aliento, y no tardó mucho en sentir la presencia de su capitán debido al haki de observación. Palpándose los cuádriceps y notando que sus piernas estaban mejor, empezó a saltar sobre el aire hasta que llegó a la posición del suzaku.
- ¿Todo bien por aquí? -le comentaría, ofreciéndole una botella de agua, la única que llevaba en la mochila- Te acompaño.
Allí donde el espadachín se encontraba había más gente. Gente que había visto con anterioridad. Algunos de ellos lucían algo más heridos que el resto, sin embargo, no era la intención del gyojin pararse a hablar con ellos, por lo que se limitó a alzar la mano y mirar a cada uno de ellos. En especial al marine, aquél cuyo nombre creía recordar como Zuko.
- Tú -diría con tono serio, señalando con el dedo a Zuko-, no eres una buena influencia para mi capitán. No es que yo lo sea, pero no me gusta compartir ese título. La próxima vez que nos veamos… No habrá un pacto de por medio.
Aquellas palabras no decían mucho, pero denotaban una amenaza a aquel marine. El habitante del mar jamás hubiera firmado una tregua, nunca hubiera acompañado a un almirante en sus aventuras, y desde luego, no se hubiera adentrado en aquél lugar por “salvar vidas”. Pero Zane era así, y debía seguirle. Lo que no quitaba a Luka de dejar las cosas claras. Había mostrado su disconformidad con el pacto meando sobre un almirante, y ahora lo hacía amenazando a otro marine de alto cargo. Aunque quizá no era una amenaza como tal. Todo dependía de cómo se dieran las cosas. Puede que Luka jamás volviese a ver a Zuko. Puede que Zuko jamás volviese a ver a Luka. Aunque lo segundo no le importaba demasiado al tiburón, era cierto que cabía la posibilidad de que el mundo se fuese a la mierda, en cuyo caso, el gyojin no podría volver a su isla natal, collejear a Therax, filtrear con bellas sirenas, meter en líos a los suyos o incluso drogarse nunca más.
Igual aquél sitio tenía más importancia de la que Luka le daba.
- Resumen:
Curarse, usar haki observación para detectar a Zane e ir hasta él.
Amenazar a Zuko con amor.
Seguir el camino de su capitán, allá donde quiera que vaya.
- Cosas usadas:
Tobu sakana: Gracias al karate Gyojin, Rooney es capaz de usar las partículas de agua de sus pies para golpear el aire, lo cual provoca que vaya saltando más alto, dando la apariencia de que puede volar.
- Cosas cargadas:
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
- Carga Espiritu de Poseidón: 3 turnos de 3 max. (Usados 200 + 200 + 100 de los 1000 litros)
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
Ellie
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La mink se había quedado sola, tal y como vino a la isla. Por un momento se sintió triste, sin embargo, pronto pensó que era su destino. Durante el camino había hecho grandes amigos. Primero al señor del pelo largo, el que había robado las patatas, la chica que le miraba raro, y después el marine de luz y, el que notaba que más se identificaba con ella, el agente de fuego. Pero ahora los caminos les habían separado. Ellie había decidido seguir al pueblo liberado, mientras que su amigos tenían otras metas.
Pero algo se torció. Tras dar cuatro o cinco pasos sobre el aire, la luz de la luna la dejó absorta durante un instante. Continuó golpeando el aire, pero sin mirar a otro lado que no fuese la luna. Sus instintos primarios empezaron a despertarse, y pronto notó que dejaba de ser Ellie y se transforamaba en… En otro ser. Aquello pareció anunciarse con un temblor, que aunque no afectó a la loba por estar en el aire, sí que lo hicieron las piedras procedentes de los edificios que se derruían tras él. Alguna que otra impactó sobre su cuerpo, aunque quizá no sintió dolor por el momento en el que se encontraba. Un momento… complicado.
Sus ojos empezaron a enrojecerse hasta un punto que parecían sacados de un libro de fantasía, su pelo creció instantáneamente, y sus garras empezaron a aumentar de tamaño lentamente, afilándose en el proceso. Su olfato se agudizó, centrándose durante un momento en el cada vez más notorio olor a sangre. Y entonces, su cerebro pareció desconectar.
Paró. Observó el frente y escuchó voces en su cabeza. Voces de dolor, odio y gente suplicando. También recibía sonidos de sables chocando, disparos al este, y al oeste, y debajo suya. Las voces cuchicheaban, animaban a Ellie a hacer cosas. Pero Ellie no estaba.
Con una agilidad impropia de la mink, se desplazó hasta cada ser de la zona, sin hacer distinción alguna. Primero un humano con espada, después un par de marines con rifles, luego gente parada. Por el camino también se topó con un par de aquellas bestias que había liberado. Y todas obtuvieron el mismo final; la muerte. Descargas eléctricas y lava a partes iguales. Dolorosos golpes, ágiles combos, y, sobre todo, fugaces movimientos.
Y entonces, Ellie apareció por un segundo, observando a las dos bestias en el suelo, cubiertas de lava y sin vida. Y sintió miedo. Miedo de lo que había hecho y en lo que se había transformado. Se golpeó, pero Ellie volvió a irse.
Y ésta vez la descontrolada agente se dió la vuelta, observando un pelotón que disparaba continuamente a las bestias, que caían una tras otra. Pasándose la lengua por los dientes y relamiéndose, la loba se impulsó, cargando sus brazos de lava y moviéndose en zig-zag hasta llegar a la posición de los agentes, a los cuales intentaría masacrar a base de golpes de lava y pequeñas descargas con su electro. Sus ataques intentarían ser lo más rápidos posibles, y no dejaría de moverse ni un instante, intentando así no ser blanco fácil ante sus rivales.
Pero algo se torció. Tras dar cuatro o cinco pasos sobre el aire, la luz de la luna la dejó absorta durante un instante. Continuó golpeando el aire, pero sin mirar a otro lado que no fuese la luna. Sus instintos primarios empezaron a despertarse, y pronto notó que dejaba de ser Ellie y se transforamaba en… En otro ser. Aquello pareció anunciarse con un temblor, que aunque no afectó a la loba por estar en el aire, sí que lo hicieron las piedras procedentes de los edificios que se derruían tras él. Alguna que otra impactó sobre su cuerpo, aunque quizá no sintió dolor por el momento en el que se encontraba. Un momento… complicado.
Sus ojos empezaron a enrojecerse hasta un punto que parecían sacados de un libro de fantasía, su pelo creció instantáneamente, y sus garras empezaron a aumentar de tamaño lentamente, afilándose en el proceso. Su olfato se agudizó, centrándose durante un momento en el cada vez más notorio olor a sangre. Y entonces, su cerebro pareció desconectar.
Paró. Observó el frente y escuchó voces en su cabeza. Voces de dolor, odio y gente suplicando. También recibía sonidos de sables chocando, disparos al este, y al oeste, y debajo suya. Las voces cuchicheaban, animaban a Ellie a hacer cosas. Pero Ellie no estaba.
Con una agilidad impropia de la mink, se desplazó hasta cada ser de la zona, sin hacer distinción alguna. Primero un humano con espada, después un par de marines con rifles, luego gente parada. Por el camino también se topó con un par de aquellas bestias que había liberado. Y todas obtuvieron el mismo final; la muerte. Descargas eléctricas y lava a partes iguales. Dolorosos golpes, ágiles combos, y, sobre todo, fugaces movimientos.
Y entonces, Ellie apareció por un segundo, observando a las dos bestias en el suelo, cubiertas de lava y sin vida. Y sintió miedo. Miedo de lo que había hecho y en lo que se había transformado. Se golpeó, pero Ellie volvió a irse.
Y ésta vez la descontrolada agente se dió la vuelta, observando un pelotón que disparaba continuamente a las bestias, que caían una tras otra. Pasándose la lengua por los dientes y relamiéndose, la loba se impulsó, cargando sus brazos de lava y moviéndose en zig-zag hasta llegar a la posición de los agentes, a los cuales intentaría masacrar a base de golpes de lava y pequeñas descargas con su electro. Sus ataques intentarían ser lo más rápidos posibles, y no dejaría de moverse ni un instante, intentando así no ser blanco fácil ante sus rivales.
- Resumen:
Masacrar todo aquello que ve, sin distinciones.
Darse cuenta de que está atacando a aliados e intentar controlar el su long, sin mucho éxito.
Dirigirse al pelotón que ataca a las bestias y atacarles con su akuma y electro.
AEG93
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Mientras ascendía pudo ver como la gran mayoría de lo poco que quedaba ya de la Aguja siguió derrumbándose. Para tratarse de una estructura tan poderosa, daba la sensación de no estar a la altura de lo esperado. No obstante una voz volvió a hablar por megafonía, jactándose de que nada de lo hecho serviría para evitar lo que ya había empezado y de que tenía previsto todo lo que había ido ocurriendo. Sin embargo, esta vez en su voz había algo ligeramente diferente. Además de la profunda ira que ya antes transmitía, ahora se podía entrever en sus palabras lo que parecía... ¿cansancio? Si, tenía que ser eso. Una ligera falta de resuello, como si se hubiese visto forzado a desplazarse rápidamente en contra de su voluntad en los instantes previos.
Y de nuevo la música volvió a sonar en todo el ruinoso edificio mientras el alcalde llegaba a su cúspide. Multitud de construcciones más pequeñas se encontraban allí, conformando un paisaje muy diferente al que había esperado encontrar en la cima de aquella torre. Pero lo que más llamó su atención fue una muchacha de aspecto juvenil y ligeramente más bajita que él que caminaba hacia el centro del edificio. ¿Quién sería y qué estaría haciendo allí en solitario?
Casi por instinto fijó su Mantra en ella, llevándose una descomunal sorpresa. Aquella aparentemente inocente chica emitía una presencia tremendamente poderosa, de las pocas que lo eran más aún que la suya propia. Una presencia inconfundible para alguien que la había sentido ya en Gray Rock y en la carpa de Viktor antes de asaltar la Aguja. El Yonkou Dexter Black.
Alguien tan poderoso y con el conocido talento para estar donde sucedían las cosas verdaderamente importantes del pirata no podía sino estar acercándose al lugar clave de la Gran Aguja. Y tenía lógica, al fin y al cabo la parte central del último piso de la torre era el lugar más difícilmente accesible. Así que el agente de incógnito se puso en marcha hacia el mismo lugar.
Si antes de llegar su camino se cruzaba con el de la falsa adolescente, le dirigiría unas escuetas palabras:
- Saludos. Me sorprende que alguien más haya llegado hasta aquí. Dime, ¿quién eres y qué buscas?
Si por el contrario llegaba antes a la parte central, entraría en el extraño escenario y observaría atentamente el panorama, escudriñando con la mirada y su Visión todo cuanto allí hubiera.
Y de nuevo la música volvió a sonar en todo el ruinoso edificio mientras el alcalde llegaba a su cúspide. Multitud de construcciones más pequeñas se encontraban allí, conformando un paisaje muy diferente al que había esperado encontrar en la cima de aquella torre. Pero lo que más llamó su atención fue una muchacha de aspecto juvenil y ligeramente más bajita que él que caminaba hacia el centro del edificio. ¿Quién sería y qué estaría haciendo allí en solitario?
Casi por instinto fijó su Mantra en ella, llevándose una descomunal sorpresa. Aquella aparentemente inocente chica emitía una presencia tremendamente poderosa, de las pocas que lo eran más aún que la suya propia. Una presencia inconfundible para alguien que la había sentido ya en Gray Rock y en la carpa de Viktor antes de asaltar la Aguja. El Yonkou Dexter Black.
Alguien tan poderoso y con el conocido talento para estar donde sucedían las cosas verdaderamente importantes del pirata no podía sino estar acercándose al lugar clave de la Gran Aguja. Y tenía lógica, al fin y al cabo la parte central del último piso de la torre era el lugar más difícilmente accesible. Así que el agente de incógnito se puso en marcha hacia el mismo lugar.
Si antes de llegar su camino se cruzaba con el de la falsa adolescente, le dirigiría unas escuetas palabras:
- Saludos. Me sorprende que alguien más haya llegado hasta aquí. Dime, ¿quién eres y qué buscas?
Si por el contrario llegaba antes a la parte central, entraría en el extraño escenario y observaría atentamente el panorama, escudriñando con la mirada y su Visión todo cuanto allí hubiera.
- Resumen (Dexter lee):
- - Escuchar la voz y la posterior música.
- Ver a la chica avanzando hacia el centro y, gracias al Mantra, reconocer su presencia única debido a las anteriores veces que se ha cruzado con él.
- Avanzar también hacia el centro. Si se cruza primero con Dexter, dirigirle unas palabras.
William White
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El robot hizo un ademán de tratar de esquivar la estocada, lográndolo con la primera, no así con la según la cual resultó fatal. La oxidada hoja negra atravesó la cabeza del moreno, a esa distancia podía ver como detrás de las gafas oscuras había un brillo rojo que comenzaba a parpadear hasta fundirse al igual que la completamente robotizada voz.
-Me pregunto si fue humano alguna vez- musitó para sus adentros extrañado por la naturaleza de lo que acaba de afrentar.
Extrayendo con saña la espada, generando un chisporroteo a su salida, se agachó recogiendo la otra parte del paraguas y envainó con mimo la espada hasta oír el mecanismo, soltando un suspiro. Por su parte, Reinner parecía haber hecho lo suyo con la jovenzuela la cual yacía partida pro la mitad en una escena de lo mas dantesca y visceral, el rastro de tajos y cortes, así como el estado del suelo no hablan solo de la habilidad de la mujer, sino la del propio Elliot tenía para haber superado aquello.
Se quedó mirando a su compañero, unos instantes antes de comenzar a observar el caos de su alrededor. La estructura había temblado en un par de ocasiones y una voz, algo jadeante repetía un discurso tan cliché que ni se molestaba en prestarle atención, fuera lo que fuera, significaba tiempo de actuación.
-Estáis entero por lo que veo- dijo realizando una breve sonrisa de aprobación mientras ocultaba su magullada mano izquierda de forma discreta -Deberíamos continuar, al parecer no nos queda mucho tiempo- dijo mientras miraba de reojo la espectacular pelea aérea que estaba teniendo Lysabeth, en la cual ni podía, ni quería participar.
Tras escuchar la respuesta de su compañero, al cual le daría unos instantes para recuperarse, continuará con o sin él por los pasillos de la extraña estructura, rigiéndose principalmente por algo que le llamará la atención. Priorizando acercarse al centro de la estructura, ya que sospechaba que de encontrarse algo, debería encontrarse en su núcleo, o al menos eso creía en base a sus experiencias en robos.
Pero poco importaba aquello en un lugar donde lo ordinario era lo extraño.
-Me pregunto si fue humano alguna vez- musitó para sus adentros extrañado por la naturaleza de lo que acaba de afrentar.
Extrayendo con saña la espada, generando un chisporroteo a su salida, se agachó recogiendo la otra parte del paraguas y envainó con mimo la espada hasta oír el mecanismo, soltando un suspiro. Por su parte, Reinner parecía haber hecho lo suyo con la jovenzuela la cual yacía partida pro la mitad en una escena de lo mas dantesca y visceral, el rastro de tajos y cortes, así como el estado del suelo no hablan solo de la habilidad de la mujer, sino la del propio Elliot tenía para haber superado aquello.
Se quedó mirando a su compañero, unos instantes antes de comenzar a observar el caos de su alrededor. La estructura había temblado en un par de ocasiones y una voz, algo jadeante repetía un discurso tan cliché que ni se molestaba en prestarle atención, fuera lo que fuera, significaba tiempo de actuación.
-Estáis entero por lo que veo- dijo realizando una breve sonrisa de aprobación mientras ocultaba su magullada mano izquierda de forma discreta -Deberíamos continuar, al parecer no nos queda mucho tiempo- dijo mientras miraba de reojo la espectacular pelea aérea que estaba teniendo Lysabeth, en la cual ni podía, ni quería participar.
Tras escuchar la respuesta de su compañero, al cual le daría unos instantes para recuperarse, continuará con o sin él por los pasillos de la extraña estructura, rigiéndose principalmente por algo que le llamará la atención. Priorizando acercarse al centro de la estructura, ya que sospechaba que de encontrarse algo, debería encontrarse en su núcleo, o al menos eso creía en base a sus experiencias en robos.
Pero poco importaba aquello en un lugar donde lo ordinario era lo extraño.
Tenebrex
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Akuma no mi
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Edward se quedó sorprendido (y un poco decepcionado) al ver que su oponente caía derrotado tras ese último golpe. El joven se sentó unos instantes para relajarse y respirar, tras lo cual se percató de que Osu estaba cerca.
—¡Osu! —gritó el chico corriendo hacia su líder con una amplia sonrisa. Ya se había acostumbrado a trabajar en equipo, era lo que más le gustaba y además ahora mismo estaba preocupado por Julianna, estar con su líder lo tranquilizaría un poco. Al llegar junto a él, se encontraría, sin embargo, con una escena bastante impactante. A Krauser le habían dado la paliza del siglo. —...¿Q-qué demonios?
La verdad es que no había mucho tiempo, en el primer anillo, al que podían acceder mediante la escalera que él mismo había intentado subir hacía unos minutos, habían notado algunas presencias... Todo indicaba que había que llegar a lo alto de todas formas aunque el demonio de la niebla estuviera derrotado.
—Osu... ¿Puedo atenderlo?... De camino a la cima, cuéntame lo que hayas podido averiguar sobre su participación en todo esto, por favor. —El joven solicitaba, más como favor personal que como favor a su antiguo líder, que le permitieran curarlo, aunque fuera solo lo suficiente para que se le reconociera bajo tantas heridas. Si se lo permitían, intentaría cerrar las heridas más grandes y usaría un regenerador celular para asegurar un estado estable.
Pasara lo que pasara, después irían juntos a las escaleras y subirían, manteniéndose el joven de ojos dorados alerta por si esas presencias era enemigas.
—¡Osu! —gritó el chico corriendo hacia su líder con una amplia sonrisa. Ya se había acostumbrado a trabajar en equipo, era lo que más le gustaba y además ahora mismo estaba preocupado por Julianna, estar con su líder lo tranquilizaría un poco. Al llegar junto a él, se encontraría, sin embargo, con una escena bastante impactante. A Krauser le habían dado la paliza del siglo. —...¿Q-qué demonios?
La verdad es que no había mucho tiempo, en el primer anillo, al que podían acceder mediante la escalera que él mismo había intentado subir hacía unos minutos, habían notado algunas presencias... Todo indicaba que había que llegar a lo alto de todas formas aunque el demonio de la niebla estuviera derrotado.
—Osu... ¿Puedo atenderlo?... De camino a la cima, cuéntame lo que hayas podido averiguar sobre su participación en todo esto, por favor. —El joven solicitaba, más como favor personal que como favor a su antiguo líder, que le permitieran curarlo, aunque fuera solo lo suficiente para que se le reconociera bajo tantas heridas. Si se lo permitían, intentaría cerrar las heridas más grandes y usaría un regenerador celular para asegurar un estado estable.
Pasara lo que pasara, después irían juntos a las escaleras y subirían, manteniéndose el joven de ojos dorados alerta por si esas presencias era enemigas.
Dretch
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Rude, el ex agente renegado de la Cipher Pol finalmente había caído y, antes de que el brillo de sus ojos se apagase por última vez, el norteño inició la persecución de su superior. Se trataba de un hombre que vestía un elegante traje de dos piezas de color blanco y que, pese a su aparente finura y vanidad, aquel sujeto había ejecutado a sangre fría a un soldado de la revolución mientras que Taylor y él le sometían a un interrogatorio. Había algo demasiado turbio y oscuro en aquella misión y algo le decía al agente que, si lograba pararle los pies al jovencito de cabellos dorados, obtendría las respuestas a las preguntas que en aquellos momentos corroían su mente.
Podría haber echado la vista hacia atrás, hacia la iniciada Fitzferald. Podrían haber perseguido a aquel hombre juntos, pero no se giró hacia atrás. Primero Shintaro le había mentido acerca de su pasado y le había utilizado para introducirse en la Cipher Pol sin levantar sospechas. Más tarde, Giotto había renegado de su autoridad y había decidido separarse de él en lugar de acatar la cadena de mando. Por último, Taylor, que siempre se había mantenido fiel al norteño y había apoyado cada una de sus decisiones, no era ni más ni menos que un robot ¡Un robot! Una marioneta de la cual desconocía quien movía sus hilos. Sinceramente, Dretch ya no sabía en quien confiar.
Ahora bien, todos aquellos asuntos se resolverían llegado el momento y con sus superiores de por medio para juzgar los posibles delitos. Su mente seguía centrada en lo único que podía mantenerle alejado de todo aquel despropósito y era en el tipo de blanco. Aún tenía sus sentidos aumentados y. por ende, la extraña capacidad de ver, sentir y oír cosas. De hecho, tan solo cosas vivas. Esto lo había descubierto al acabar con la vida del enorme gorila, puesto que, justo en el momento en que la aguja atravesó su cráneo el agente dejó sentirle. Por lo que, gracias a aquella habilidad, continuaría caminando sobre uno de los muros del laberíntico quinto piso, siguiendo cual perro lazarillo la presencia de aquel tipo y, en caso de alcanzarlo, usaría sus hilos y agujas a modo de boleadoras para lograr derribarlo.
Podría haber echado la vista hacia atrás, hacia la iniciada Fitzferald. Podrían haber perseguido a aquel hombre juntos, pero no se giró hacia atrás. Primero Shintaro le había mentido acerca de su pasado y le había utilizado para introducirse en la Cipher Pol sin levantar sospechas. Más tarde, Giotto había renegado de su autoridad y había decidido separarse de él en lugar de acatar la cadena de mando. Por último, Taylor, que siempre se había mantenido fiel al norteño y había apoyado cada una de sus decisiones, no era ni más ni menos que un robot ¡Un robot! Una marioneta de la cual desconocía quien movía sus hilos. Sinceramente, Dretch ya no sabía en quien confiar.
Ahora bien, todos aquellos asuntos se resolverían llegado el momento y con sus superiores de por medio para juzgar los posibles delitos. Su mente seguía centrada en lo único que podía mantenerle alejado de todo aquel despropósito y era en el tipo de blanco. Aún tenía sus sentidos aumentados y. por ende, la extraña capacidad de ver, sentir y oír cosas. De hecho, tan solo cosas vivas. Esto lo había descubierto al acabar con la vida del enorme gorila, puesto que, justo en el momento en que la aguja atravesó su cráneo el agente dejó sentirle. Por lo que, gracias a aquella habilidad, continuaría caminando sobre uno de los muros del laberíntico quinto piso, siguiendo cual perro lazarillo la presencia de aquel tipo y, en caso de alcanzarlo, usaría sus hilos y agujas a modo de boleadoras para lograr derribarlo.
- Chetomancia aplicada al señor que reniega de la chetomancia:
- Jaqui de ver cosas de ver: Turno 3/15
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Osuka Sumisu
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Un escalofrío le recorrió el espinazo cuando escuchó el débil chasquido proveniente de los cada vez más calcinados dedos de la niebla. Como una bestia encadenada liberada de sus ataduras, la esfera de energía intentaba salir de su prisión de piedra con una fuerza abrumadora. Trazos de una poderosa luz emergen de entres las grietas, hasta el punto en que todo el lugar es bañado por un destello. Los oídos parecían estar apunto de estallar por el agónico y molesto pitido.
Cuando pudo recuperar sus sentidos, contempló como uno de los anillos de la torre se había volatilizado prácticamente y que tanto el de arriba como el de abajo no les había ocurrido de milagro. Soltó un suspiro al ver que el Krauser estaba neutralizado y que el y Deathstroke habían minimizado el daño de aquella bestialidad. De no haber hecho nada, lo mas posible es que se hubiera volatilizado junto al resto de la torre.
- No pierdes ni un momento para gumiar, Zane -le dijo cuando vio como cogia prestada de forma permanente el espadon de Krauser para el mismo-.
Se acercó al ex-almirante, que pese a estar moribundo, aún parecía respirar levemente. Doblo sus rodillas para mirarlo más de cerca, pues con aquellas heridas, no podría levantar ni sus dedos y era inofensivo.
- Pese a todo, esperaba que no llegaras a esto. Eres un gilipollas y un puto loco, preferistes mandarlo todo a la mierda por tu estúpida venganza… Y sin embargo... Fuistes lo mas parecido a un padre que tuve… -noto algo húmedo en su mejilla hasta que se dio cuenta de era una lágrima-. Si alguna vez pude detenerte y no lo hice, provocando todo esto, espero que me perdones… Si sobrevives a esto, espero que algun dia hablemos como lo familia que fuimos en antaño.
Se puso de pie y mientras se secaba las lágrimas se percató de que el marine que había luchado junto al pelirrojo descansaba cerca en el suelo. Bastante magullado, pero ni tan cerca del demonio de la niebla. Era raro verlo dando las gracias, pues todos los marines o le querían arrestar o matar.
- Espero que no te haya molestado esta charla… Gracias a ti también por… darle la paliza a mi ex jefe pedía a gritos... Espero que esta “cooperación” que hemos tenido se prueba más que suficiente de que la Armada Revolucionaria no ha tenido nada que ver con esta locura…
Pudo notar la presencia de su segundo al mando, lo cual le animó un poco. Se alegraba de que su rubio favorito estuviera bien, aunque no lograba ver a Annie. Aunque tenía el presentimiento de que estaría bien y se volverían a reunir.
El oficial le cortó el camino a Edward cuando este quería atender a Krauser, a la vez que le negaba con la cabeza de forma autoritaria.
- No voy a arriesgarme a dejarte a un palmo de él. Parece que hemos conseguidos unos minutos de ventaja contra este armatoste y tenemos que aprovecharlos -se dirigió a las escaleras y miró a su compañero para darse cuenta que faltaba alguien-. Y la mini-doctora? Donde te la has dejado?
Cuando pudo recuperar sus sentidos, contempló como uno de los anillos de la torre se había volatilizado prácticamente y que tanto el de arriba como el de abajo no les había ocurrido de milagro. Soltó un suspiro al ver que el Krauser estaba neutralizado y que el y Deathstroke habían minimizado el daño de aquella bestialidad. De no haber hecho nada, lo mas posible es que se hubiera volatilizado junto al resto de la torre.
- No pierdes ni un momento para gumiar, Zane -le dijo cuando vio como cogia prestada de forma permanente el espadon de Krauser para el mismo-.
Se acercó al ex-almirante, que pese a estar moribundo, aún parecía respirar levemente. Doblo sus rodillas para mirarlo más de cerca, pues con aquellas heridas, no podría levantar ni sus dedos y era inofensivo.
- Pese a todo, esperaba que no llegaras a esto. Eres un gilipollas y un puto loco, preferistes mandarlo todo a la mierda por tu estúpida venganza… Y sin embargo... Fuistes lo mas parecido a un padre que tuve… -noto algo húmedo en su mejilla hasta que se dio cuenta de era una lágrima-. Si alguna vez pude detenerte y no lo hice, provocando todo esto, espero que me perdones… Si sobrevives a esto, espero que algun dia hablemos como lo familia que fuimos en antaño.
Se puso de pie y mientras se secaba las lágrimas se percató de que el marine que había luchado junto al pelirrojo descansaba cerca en el suelo. Bastante magullado, pero ni tan cerca del demonio de la niebla. Era raro verlo dando las gracias, pues todos los marines o le querían arrestar o matar.
- Espero que no te haya molestado esta charla… Gracias a ti también por… darle la paliza a mi ex jefe pedía a gritos... Espero que esta “cooperación” que hemos tenido se prueba más que suficiente de que la Armada Revolucionaria no ha tenido nada que ver con esta locura…
Pudo notar la presencia de su segundo al mando, lo cual le animó un poco. Se alegraba de que su rubio favorito estuviera bien, aunque no lograba ver a Annie. Aunque tenía el presentimiento de que estaría bien y se volverían a reunir.
El oficial le cortó el camino a Edward cuando este quería atender a Krauser, a la vez que le negaba con la cabeza de forma autoritaria.
- No voy a arriesgarme a dejarte a un palmo de él. Parece que hemos conseguidos unos minutos de ventaja contra este armatoste y tenemos que aprovecharlos -se dirigió a las escaleras y miró a su compañero para darse cuenta que faltaba alguien-. Y la mini-doctora? Donde te la has dejado?
- Resumen:
- Nos vamos al ultimo pisico por las escaleras(?)
Marc Kiedis
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Mientras el semigigante descargaba toda su fuerza sobre su oponente, este reaccionaba con la suficiente velocidad para evitar ser alcanzado por sus devastadores golpes. Hasta que una fortuita explosión de origen desconocido hizo que ambos se tambaleasen, con la mala suerte para su adversario de que perdiera el equilibrio y cayera sobre el arma de Marc. Atravesado por ella, fruto de la colisión salió disparado en dirección contraria y, justo cuando aterrizó, una enorme viga cayó sobre su cuerpo.
Resultaba incomprensible aquel giro del destino. El grandullón, aún contento por haber vencido y ser libre de buscar a sus amigos nuevamente, no se encontraba cómodo con la perspectiva de haber vencido de tal forma. De hecho, casi no podía decirse que había vencido, ya que un accidente había derrotado a su enemigo por él.
Ya no había el menor rastro de niebla, y casi podría decirse que de torre tampoco. Imaginando que su capitán y el resto de sus amigos habrían continuado su ascenso en pos de encontrar al responsable de todo aquello y salvar a todos los inocentes que perecerían si no hacían nada, el cocinero se dispuso a subir también. No tenía ningún mapa para guiarse, pero con el edificio prácticamente en ruinas tampoco era muy necesario. Lo mejor era llegar cuanto antes al piso superior y, una vez allí, buscar a sus nakamas.
Así que el grandullón comenzó a crear queso bajo sus pies, dándole la forma de una nube. Cuando esta estuvo terminada, le ordenó que se elevara en el aire. De ese modo podría volar hasta la planta superior y, una vez allí, otearía el horizonte en busca de alguna señal del paradero de sus amigos. De encontrarla, iría hacia donde estuviesen. Si no percibía nada se elevaría más aún sobre la Gran Aguja hasta lograr una mejor perspectiva que le permitiera localizarles.
Resultaba incomprensible aquel giro del destino. El grandullón, aún contento por haber vencido y ser libre de buscar a sus amigos nuevamente, no se encontraba cómodo con la perspectiva de haber vencido de tal forma. De hecho, casi no podía decirse que había vencido, ya que un accidente había derrotado a su enemigo por él.
Ya no había el menor rastro de niebla, y casi podría decirse que de torre tampoco. Imaginando que su capitán y el resto de sus amigos habrían continuado su ascenso en pos de encontrar al responsable de todo aquello y salvar a todos los inocentes que perecerían si no hacían nada, el cocinero se dispuso a subir también. No tenía ningún mapa para guiarse, pero con el edificio prácticamente en ruinas tampoco era muy necesario. Lo mejor era llegar cuanto antes al piso superior y, una vez allí, buscar a sus nakamas.
Así que el grandullón comenzó a crear queso bajo sus pies, dándole la forma de una nube. Cuando esta estuvo terminada, le ordenó que se elevara en el aire. De ese modo podría volar hasta la planta superior y, una vez allí, otearía el horizonte en busca de alguna señal del paradero de sus amigos. De encontrarla, iría hacia donde estuviesen. Si no percibía nada se elevaría más aún sobre la Gran Aguja hasta lograr una mejor perspectiva que le permitiera localizarles.
- Resumen:
- - Flipar ante el desenlace del combate.
- Usar la Mozzarella Cloud para subir a la siguiente planta e intentar encontrar al resto de los Arashi.
- Si no los encuentra, ascender aún más en el aire para buscar desde una mejor perspectiva.
- Usado:
- - Mozzarella Cloud: Marc crea una nube de queso sólido bajo sus pies que levita y puede usar para desplazarse por el aire a un máximo de 30 m/s. Dura un máximo de 4 asaltos (seguidos o no), y cuando estos pasen necesitará otros 3 de recarga antes de volver a usarla.
Nailah
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Nailah guardó silencio ante la mirada del hombre. No obtuvo respuesta y tampoco quería presionar por si les descubrían. Miró de reojo al muchacho y se cruzó de brazos, apoyando la espalda en la esquina del ascensor. A medida que subían, la pirata podía observar todo el caos a su alrededor. No era de su agrado estar en aquella situación, si el hombre les descubría llegando a una zona protegida por los revolucionarios estaba en las de perder.
De repente, un fuerte estruendo movió el ascensor de un lado para otro, temblando. Nailah se mantuvo pegada a la esquina tratando de mantener el equilibrio y, cuando el hombre decidió salir a mirar este cayó al vacío. La pirata abrió los ojos como platos en cuanto le vio caer.
El estruendo había parado y se asomó, mirando por la zona en la que el revolucionario cayó. El viento meció sus cabellos con suavidad y respiró profundamente al ver la altura que les separaba del suelo. Se frotó la nuca, pensando qué hacer. Miró hacia arriba y vio en qué situación se encontraba el ascensor. Este estaba amarrado por uno de los raíles que en cualquier momento podía romperse y caer al vacío.
-Vale, tenemos un problema - Comentó. - Donde están los que saben volar cuando se les necesita.
Se mantuvo quieta y se fijó en una escotilla en el techo del ascensor. Este no parecía muy alto y de un salto, logró apartarla y agarrarse con fuerza para subir. Si el cable era lo suficientemente podría llegar hasta la azotea, si no, su viaje terminaba ahí. El único problema que vino a su mente era el transporte del paquete, si subían no sabían como podrían llevarlo.
-Oye, voy a intentar subir por aquí. Cuando esté en lo alto intenta tirarme el paquete para que puedas subir.
Y Nailah comenzó a subir escalando el raíl. No era fácil subir por algo así, tenía miedo de que el raíl no aguantara el peso del ascensor. Si lograba subir, le gritaría a Steve para que tirase el paquete y así recogerlo.
De repente, un fuerte estruendo movió el ascensor de un lado para otro, temblando. Nailah se mantuvo pegada a la esquina tratando de mantener el equilibrio y, cuando el hombre decidió salir a mirar este cayó al vacío. La pirata abrió los ojos como platos en cuanto le vio caer.
El estruendo había parado y se asomó, mirando por la zona en la que el revolucionario cayó. El viento meció sus cabellos con suavidad y respiró profundamente al ver la altura que les separaba del suelo. Se frotó la nuca, pensando qué hacer. Miró hacia arriba y vio en qué situación se encontraba el ascensor. Este estaba amarrado por uno de los raíles que en cualquier momento podía romperse y caer al vacío.
-Vale, tenemos un problema - Comentó. - Donde están los que saben volar cuando se les necesita.
Se mantuvo quieta y se fijó en una escotilla en el techo del ascensor. Este no parecía muy alto y de un salto, logró apartarla y agarrarse con fuerza para subir. Si el cable era lo suficientemente podría llegar hasta la azotea, si no, su viaje terminaba ahí. El único problema que vino a su mente era el transporte del paquete, si subían no sabían como podrían llevarlo.
-Oye, voy a intentar subir por aquí. Cuando esté en lo alto intenta tirarme el paquete para que puedas subir.
Y Nailah comenzó a subir escalando el raíl. No era fácil subir por algo así, tenía miedo de que el raíl no aguantara el peso del ascensor. Si lograba subir, le gritaría a Steve para que tirase el paquete y así recogerlo.
Ichizake
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Estuvo a punto de perder el equilibrio cuando la torre tembló de nuevo, esta vez de forma más violenta que las veces anteriores. A esas alturas estaba poco menos que acostumbrado a que ese edificio cochambroso amenazase con venirse abajo como un castillo de naipes. Y ahí estaba él, en su interior, con un inexistente botín y un riesgo para su vida considerablemente alto. Como noche, las había tenido mejores.
Limpió la sangre de su espada en la ropa de su enemiga caída. Envainó y flexionó los dedos de la mano derecha, un tanto agarrotados por haber sujetado el arma con tanta fuerza y durante tanto tiempo. Luego vio a White, que había dado cuenta de su propio rival. Era una lástima que hubiese estado demasiado ocupado como para prestar excesiva atención a su forma de pelear. En fin, tampoco era muy importante.
-Estáis entero, por lo que veo -dijo White.
Gerald esbozó una leve sonrisa cansada. Hizo un breve repaso a sus heridas y se encogió de hombros.
-Más o menos. Más que este edificio, desde luego. Deberíamos empezar a pensar en una vía de escape.
No tenía la más mínima intención de quedar atrapado bajo toneladas de hormigón, pero encontrar el camino de vuelta hacia la entrada se le antojaba imposible. Con lo que habían tardado en llegar hasta allí con la aguja en buen estado, deshacer sus pasos hasta la entrada le llevaría toda la noche y una impresionante dosis de suerte. No se sentía especialmente afortunado, así que solo podía recurrir al último recurso de todo hombre extraviado: seguir avanzando.
-Apurad el paso, señor White. El tiempo juega en nuestra contra.
Limpió la sangre de su espada en la ropa de su enemiga caída. Envainó y flexionó los dedos de la mano derecha, un tanto agarrotados por haber sujetado el arma con tanta fuerza y durante tanto tiempo. Luego vio a White, que había dado cuenta de su propio rival. Era una lástima que hubiese estado demasiado ocupado como para prestar excesiva atención a su forma de pelear. En fin, tampoco era muy importante.
-Estáis entero, por lo que veo -dijo White.
Gerald esbozó una leve sonrisa cansada. Hizo un breve repaso a sus heridas y se encogió de hombros.
-Más o menos. Más que este edificio, desde luego. Deberíamos empezar a pensar en una vía de escape.
No tenía la más mínima intención de quedar atrapado bajo toneladas de hormigón, pero encontrar el camino de vuelta hacia la entrada se le antojaba imposible. Con lo que habían tardado en llegar hasta allí con la aguja en buen estado, deshacer sus pasos hasta la entrada le llevaría toda la noche y una impresionante dosis de suerte. No se sentía especialmente afortunado, así que solo podía recurrir al último recurso de todo hombre extraviado: seguir avanzando.
-Apurad el paso, señor White. El tiempo juega en nuestra contra.
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