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Un sonido rompe el silencio por un instante. Un golpecito, dos, una cuenta de tres, y la música comienza en el mismísimo momento en que todas las entradas empiezan a llenarse de gente.
La hora final comienza, y cada uno de los guerreros que va entrando suspira con miedo y desconfianza mientras el ruido percute indómito dentro de sus cabezas. Una voz rompe entre las enormes paredes y reverbera hasta colarse por los oídos de los presentes, poco a poco ganando intensidad hasta que se vuelve un ruido tan molesto que los más sensibles apenas son capaces de soportar.
Cuando termina la canción, a las 22:30, todo cae en el silencio más absoluto, y una a una las luces se van encendiendo tras tintinear brevemente, cegando brevemente a todo el mundo, y una aguda pero rasgada voz comienza a tronar por todas partes, sin saber muy bien de dónde:
–¿Estáis listos para lo que se nos viene encima? Hemos visto ilustres invitados entre nuestro público. Solamente deciros… ¡Que os jodan!
Una gran explosión resuena en la puerta instantes antes de que todo el mundo empiece a entrar, y poco después todos comienzan a entrar. Para cuando las luces se encienden, todos se encuentran frente a una estancia de colosales dimensiones que recibe a los visitantes. En el techo descansa una inmensa araña aparentemente mecánica, de largas patas y ojos rojos como la sangre. El ser extiende lo que parecen ser sus telarañas por cada pared, llegando a cubrir casi por completo la extraña estancia. En el suelo hay enormes maletones de música, algunos instrumentos y un sinfín de lo que parecen ser cubiertas vacías de subwoofers tiradas aquí y allá. Además hay dos rastros de destrucción en el suelo: Uno de ellos es el resultado de la explosión, mientras que la otra es un camino que raya el suelo y atraviesa la pared, creando un enorme boquete. Aparte de eso, hay un arco de grandes dimensiones que lleva a un pasillo lleno de gigantescas tuberías y cables de quién sabe qué que va hacia dios sabe dónde. Hay dos caminos y la retirada… ¿Cuál elegiréis?
- Iulio:
- –Muchacho, si tus hombres están ahí dentro no sé por qué te presentaste voluntario aquí. –Se ve decepcionado– Pero es donde debes estar.
- Hamlet:
- La chica parece sincera, y desde luego no se ve que lleve más maquillaje que algo de base. Y quiere ir contigo.
-¿Puedo ir señor Wyrm, señor?
Cuando los submarinos abren las escotillas solamente se vislumbra la infinita oscuridad… Y a Maki, al que uno de los submarinos ha atropellado y lleva como mosca estampada a un parabrisas. Al final ha sido el primero, y tras la música y la luz cegadora todos podéis mirar hacia riba y ver una gigantesca campana que tañe cada cierto tiempo. Se trata de una estancia circular, de colores negros y dorados, con muchísimo espacio para las enormes naves que se mueven lentamente por ella y tan solo dos salidas: Una de ellas está abierta, mientras que la otra parece cerrada a cal y canto con una pesada puerta de seguridad. En el mapa que os han dado sabéis, si aún lo conserváis, que esa puerta conduce a la sala 31, pero el camino más rápido pasa por seguir hacia el otro lado.
- Bleud:
- Te metes por la grieta y escuchas tras de ti la explosión, pero quién sabe a quién habrás matado. Tú estás en un lugar extraño, tal vez porque no deberías estar ahí. Pero está totalmente lleno de pistones y engranajes, sin que haya una forma aparente de avanzar a través de ella… Al menos, no una forma discreta.
- Ummak:
- En el momento en el que saltáis de la lancha resuena una explosión en todo el lugar. Notáis algo de la energía que esparce, pero estáis ilesos. Y bastante empapados. Conseguís colaros cual polizones y cuando nadie mira os escabullís. Entráis con el resto de marines a la sala, parece que todos están demasiado ocupados mirando a su alrededor como para fijarse en vosotros.
- Blishard:
- La bala comienza a volar hasta que, finalmente, estalla en pedazos sobre la estructura de la aguja. Los soldados te miran, desconfiados, por un instante, hasta que deciden retirarse. Por esta vez parece que te has librado, pero sigues teniendo el problema de cómo llegar hasta allí.
Lo que se ve cuando las luces se encienden es, entre otras cosas, preocupante. Al mismo instante en que tintinean por última vez, todas estallan en mil pedazos arrojando cristales sobre todo el que está dentro, y cuatro columnas de llamas ascienden por las paredes hasta alcanzar el techo. Sin apagarse, sin detenerse, en medio de lo que más que una entrada localizada parece un boquete hecho a medida, cuyo suelo está bañado de alquitrán seco, pero aún caliente. El humo huele, casi apesta el asfalto, y la única forma de avanzar es a través de un camino que, iluminado por luces rojas, parece llevar directo al infierno.
- Zay:
- Te despiertas en un barco, algo alejado de la aguja. Aún estás a tiempo de ir, pero tienes algún que otro barco Marine cerca y… Ya sabes, cabezas igual a dinero.
- Kaito y Leonora:
- Se moderará cada tres días.
- Los domingos no se trabaja.
- La extensión de los posts debe estar entre las 250 y 1.000 palabras.
- Es obligatorio añadir un resumen si el post supera las 1.000 palabras.
- Las acciones relevantes para la trama global deben representarse de forma clara.
- Si un post tiene más de 15 faltas de ortografía por párrafo no será tenido en cuenta.
- Existe la ley del plot: Esta regla garantiza que ningún personaje treinta niveles superior a otro pueda acosarlo, matarlo o mutilarlo.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas. Si un personaje no sigue su personalidad, esta regla no lo protege.
- Tres saltos de turno consecutivos implican la retirada del capítulo o, en situación de peligro, muerte.
- El metarrol se paga con hierro.
- A mayor riesgo, mayor premio.
- Para evitar problemas con los barcos a lo largo del evento, la nave de Sons of anarchy ha sido destruida previamente al capítulo.
- No se puede postear lunes o jueves entre las 20:00 y las 23:59, hora de Europa Central (GMT+1). Ello incluye la primera moderación.
- Cualquier persona no inscrita al evento puede apuntarse previo consentimiento del equipo de roles.
- Se puede postear varias veces por moderación, dejando siempre tres mensajes entre envío y envío, para avanzar conversaciones y tramas personales. Nunca para la principal de manera directa.
- Los mapas se añadirán en breves.
El afable semigigante de los Arashi, con una sonrisa encantadora y amigable, como de costumbre, se acercó a su capitán y le entregó un trozo de queso. Éste era de un color pálido, teniendo algunos agujeros en su estructura. Los quesos que usaba su suboficial en combate era puro dopaje, aumentaba tus capacidades durante un tiempo limitado, aunque sin efectos secundarios. No obstante, tenía el estómago aún lleno por el atracón en la base flotante del Viktor, así que decidió guardarlo en su cajita a prueba de fuego junto a sus regalices. Y fue entonces, cuando estaba más atento al queso que al resto de sus pertenencias, cuando el borracho marine, su pequeño hermano de pelo si fueran amigos, le robó a Orokana.
—No la agites de esa… —comentó Zane sin terminar la frase, viendo como la espada liberaba fuego, una pequeña cantidad de ácido, un mar de pétalos de colores y las pesas que había en su interior. Y un momento después, el almirante se la entregó—. Si hay algo que no te enseñan los despachos, y sí la vida en la calle, es que los borrachos pueden tomarse a mal cualquier cosa. Mejor que me quite la espada y me la de en un rato, a que impida que la coja de mala manera y se ponga agresivo.
Tras ello, se giró por completa y se puso de cara a su banda Estaban todos juntos en un acontecimiento tan grande como aquel. En la anterior guerra algunos decidieron quedarse en el barco, resguardándolo y teniéndolo todo a punto por si había que huir, pero esa vez era diferentes. Todos querían formar parte de aquello, al menos era la impresión que daban. Se habían hecho fuertes, y no hacía un cartel de se busca para darse cuenta de ello; y eso era algo que a veces olvidaba.
—¿Estáis preparados? —les preguntó, observando el gesto de todos y cada uno de sus compañeros, clavando las últimas miradas sobre sus tres tempestades, y asintiendo con decisión—. Desde aquí esto, seguramente, va a convertirse en un infierno. Protegeos los unos a los otros. Si creéis que tenéis un plan mejor que el mío o el del almirante, decidlo. Si algo os huele a chamusquina, decidlo también. Respetad la alianza, y si os veis en mucho peligro recordad la más noble y antigua de las tradiciones piratas —su mirada se desvió hacia el amigo de Nailah, ¿cómo se llamaba? No lo sabía, y tampoco le importaba mucho. No lo conocía de nada, y sus ojos rojizos, junto a su aspecto famélico, le hacía desconfiar de él—. Y tú, caballero, será mejor que te portes bien. La última vez que alguien se juntó con nosotros y se pasó de listo, acabó amordazado y en el agua. «¡Claro! De eso me sonaba el mink de la carpa», se dijo, esperando que su banda dijera algo, y luego volver a dirigirse hacia el almirante.
El señor de la Al-Ianza hablaba, y el pirata no cabía en sí de la incredulidad cuando se enteró de que el jefe táctico de su brigada era el hombrecillo borracho. ¿Estaba en serio? Sí. Era lo más seguro. Zane no pudo evitar mirar con orgullo a Spanner, y sentir que la comparación entre ambas bandas iba a ser un tira y afloja constante.
—Si necesitas consultar a alguien curtido en el arte de la estrategia y la planificación puedes contar con mi segundo de abordo —no dudó en guiñarle un ojo a Spanner—. Es el hombre más inteligente que he conocido, y te aseguro que puede resultar de mucha ayuda.
Continuó escuchando lo que tenía que decir el almirante. Era una persona que hablaba mucho, quizás demasiado para alguien como Zane. Él era persona de acción, que improvisaba sobre la marcha y rezaba al dios de los piratas para que le mantuviera con vida un día más. Francamente, no entendía porque no habían puesto marcha ya hacia el último piso.
—La única que desenfundo por capricho está descansando; al menos hasta que destruyamos esta cosa —le devolvió la mirada al rubio, mientras en su espalda surgían dos preciosas alas de color carmesí con destellos dorados—. ¡Ah! Y la tarifa por horas como guardaespaldas te la pasaré luego. Recuérdamelo.
Un rato después, alzó el vuelo, y puso rumbo hacia la aguja, a una distancia intermedia entre la moto y sus camaradas.
En cuanto cruzó el umbral de aquella monstruosa edificación, surgida de la imaginación del más demente de los ingenieros, se topó con un lugar de amplio tamaño, cuyo techo estaba recubierto con una gruesa y espesa tela de araña. «¿Por qué arácnidos? ¿Por qué?», se lamentó Zane, que le tenía cierta repugnancia a esa familia de insectos. Que fuera de meta le daba igual, lo que le molestaba era que fuera una maldita araña.
—Yo voto por seguir los cables y alejarnos de la araña, ¿cómo lo veis? —preguntó Zane, mirando desconfiado al insecto.
—No la agites de esa… —comentó Zane sin terminar la frase, viendo como la espada liberaba fuego, una pequeña cantidad de ácido, un mar de pétalos de colores y las pesas que había en su interior. Y un momento después, el almirante se la entregó—. Si hay algo que no te enseñan los despachos, y sí la vida en la calle, es que los borrachos pueden tomarse a mal cualquier cosa. Mejor que me quite la espada y me la de en un rato, a que impida que la coja de mala manera y se ponga agresivo.
Tras ello, se giró por completa y se puso de cara a su banda Estaban todos juntos en un acontecimiento tan grande como aquel. En la anterior guerra algunos decidieron quedarse en el barco, resguardándolo y teniéndolo todo a punto por si había que huir, pero esa vez era diferentes. Todos querían formar parte de aquello, al menos era la impresión que daban. Se habían hecho fuertes, y no hacía un cartel de se busca para darse cuenta de ello; y eso era algo que a veces olvidaba.
—¿Estáis preparados? —les preguntó, observando el gesto de todos y cada uno de sus compañeros, clavando las últimas miradas sobre sus tres tempestades, y asintiendo con decisión—. Desde aquí esto, seguramente, va a convertirse en un infierno. Protegeos los unos a los otros. Si creéis que tenéis un plan mejor que el mío o el del almirante, decidlo. Si algo os huele a chamusquina, decidlo también. Respetad la alianza, y si os veis en mucho peligro recordad la más noble y antigua de las tradiciones piratas —su mirada se desvió hacia el amigo de Nailah, ¿cómo se llamaba? No lo sabía, y tampoco le importaba mucho. No lo conocía de nada, y sus ojos rojizos, junto a su aspecto famélico, le hacía desconfiar de él—. Y tú, caballero, será mejor que te portes bien. La última vez que alguien se juntó con nosotros y se pasó de listo, acabó amordazado y en el agua. «¡Claro! De eso me sonaba el mink de la carpa», se dijo, esperando que su banda dijera algo, y luego volver a dirigirse hacia el almirante.
El señor de la Al-Ianza hablaba, y el pirata no cabía en sí de la incredulidad cuando se enteró de que el jefe táctico de su brigada era el hombrecillo borracho. ¿Estaba en serio? Sí. Era lo más seguro. Zane no pudo evitar mirar con orgullo a Spanner, y sentir que la comparación entre ambas bandas iba a ser un tira y afloja constante.
—Si necesitas consultar a alguien curtido en el arte de la estrategia y la planificación puedes contar con mi segundo de abordo —no dudó en guiñarle un ojo a Spanner—. Es el hombre más inteligente que he conocido, y te aseguro que puede resultar de mucha ayuda.
Continuó escuchando lo que tenía que decir el almirante. Era una persona que hablaba mucho, quizás demasiado para alguien como Zane. Él era persona de acción, que improvisaba sobre la marcha y rezaba al dios de los piratas para que le mantuviera con vida un día más. Francamente, no entendía porque no habían puesto marcha ya hacia el último piso.
—La única que desenfundo por capricho está descansando; al menos hasta que destruyamos esta cosa —le devolvió la mirada al rubio, mientras en su espalda surgían dos preciosas alas de color carmesí con destellos dorados—. ¡Ah! Y la tarifa por horas como guardaespaldas te la pasaré luego. Recuérdamelo.
Un rato después, alzó el vuelo, y puso rumbo hacia la aguja, a una distancia intermedia entre la moto y sus camaradas.
En cuanto cruzó el umbral de aquella monstruosa edificación, surgida de la imaginación del más demente de los ingenieros, se topó con un lugar de amplio tamaño, cuyo techo estaba recubierto con una gruesa y espesa tela de araña. «¿Por qué arácnidos? ¿Por qué?», se lamentó Zane, que le tenía cierta repugnancia a esa familia de insectos. Que fuera de meta le daba igual, lo que le molestaba era que fuera una maldita araña.
—Yo voto por seguir los cables y alejarnos de la araña, ¿cómo lo veis? —preguntó Zane, mirando desconfiado al insecto.
- Shurmanos Indisciplinados, o lo que es lo mismo Arashi + Vile y Kiritsu:
- Hablar con Al y la banda y poner rumbo a la aguja, para dejar claro que quiere alejarse de la araña. ¡Arácnidos no!
Brynn
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Sin rostro se situó justo enfrente de la aguja, aguardando aún una distancia más que prudencial, y entonces observó cómo todo se volvía un caos que bien poco le interesaba. Caminó a paso lento hasta la parte más cercana a la orilla, y entonces pensó en qué pintaba él allí. ¿Podría sacar algo de provecho? Pudiera ser. Aquella aguja escondería multitud de tesoros en su interior, ya fueran tecnológicos, planos de importante valor, figuras de vete tú a saber qué extraños materiales… Y un sin fin de objetos que casi nadie sabría valorar.
Pues parece que tendré que ir Sonrió.
El negro hizo aparecer unas enormes alas de su espalda, alzando el vuelo y dirigiéndose hacia la aguja a gran velocidad. Durante el trayecto observó una gran cantidad de barcos, tanto gubernamentales como piratas, por lo que permaneció alerta ante cualquier posible peligro. Si bien era cierto que la mayoría estaban más pendientes de llegar que de enfrentarse a un diminuto ser en el aire, nada le aseguraba su integridad más que él mismo.
Una vez llegase hasta la entrada donde todos los bacos se dirigían, descendería y volvería a su forma humana. Permanecería quieto, en una esquina, observando cómo las luces se encendían y dejaban ver una amalgama de luces, olores y semblantes en los allí presentes. Ah, y una araña, no olvidemos la araña. De un tamaño enorme y aparentemente -y ojalá que así fuera- artificial, presidía el techo de la entrada. El artrópodo no se movía, y tenía un acabado realmente bueno. Cualquiera diría que era de verdad. Cualquiera menos Brynn, él no sentía demasiado apego por esa clase de bichos, aunque si había que combatirlos, tiraría de fuego, su gran aliado.
El pirata aguardaría en la entrada, ojeando todo lo que ocurría a su paso. Lo cierto era que algo le decía que si conseguía entrar, algo o alguien le impediría salir. Pero ante aquél reto, el asesino solo podía sonreir. No había un Dios sobre la faz de la tierra capaz de entrar al infierno, y allí era donde parecía dirigirse sin rostro.
Pues parece que tendré que ir Sonrió.
El negro hizo aparecer unas enormes alas de su espalda, alzando el vuelo y dirigiéndose hacia la aguja a gran velocidad. Durante el trayecto observó una gran cantidad de barcos, tanto gubernamentales como piratas, por lo que permaneció alerta ante cualquier posible peligro. Si bien era cierto que la mayoría estaban más pendientes de llegar que de enfrentarse a un diminuto ser en el aire, nada le aseguraba su integridad más que él mismo.
Una vez llegase hasta la entrada donde todos los bacos se dirigían, descendería y volvería a su forma humana. Permanecería quieto, en una esquina, observando cómo las luces se encendían y dejaban ver una amalgama de luces, olores y semblantes en los allí presentes. Ah, y una araña, no olvidemos la araña. De un tamaño enorme y aparentemente -y ojalá que así fuera- artificial, presidía el techo de la entrada. El artrópodo no se movía, y tenía un acabado realmente bueno. Cualquiera diría que era de verdad. Cualquiera menos Brynn, él no sentía demasiado apego por esa clase de bichos, aunque si había que combatirlos, tiraría de fuego, su gran aliado.
El pirata aguardaría en la entrada, ojeando todo lo que ocurría a su paso. Lo cierto era que algo le decía que si conseguía entrar, algo o alguien le impediría salir. Pero ante aquél reto, el asesino solo podía sonreir. No había un Dios sobre la faz de la tierra capaz de entrar al infierno, y allí era donde parecía dirigirse sin rostro.
- Resumen:
- Volar hacia la aguja.
- Permanecer justo en la entrada, observando lo que pasa.
- Volar hacia la aguja.
Luka Rooney
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El estar frente a frente ante un almirante, cruzando mirada y hablándole de tú a tú, era algo que al gyojin le imponía. Aunque intentó que no se notara, algo le decía en su fuero interno que su rostro no mentiría tan bien como se mentía a sí mismo. La realidad era que Luka era consciente de su fuerza, su habilidad en el combate y, sobre todo, confiaba bastante en sí mismo. Pero un almirante eran palabras mayores…
De cualquier manera, la conversación siguió su curso, y el habitante del mar pasó a un segundo plano. Palpó el queso que Marc le había dado y después le ojeó, sonriente, sabiendo que el semigigante era mucho más que un nakama para él. Nunca conocería a alguien que odiase a Marc, aquello era imposible. Y si se daba caso, el propio Luka mataría a quien osara siquiera mirar mal al semigigante.
Cuando volvió de sus pensamientos, su capitán recomendó que tuvieran en cuenta lo que Spanner tuviese que decir sobre cualquier cosa relacionada con la estrategia a seguir. Si bien era cierto que el segundo de abordo era un integrante de pocas palabras, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de su inteligencia, tanto en sus actos como en sus decisiones. Quizá Luka no había tenido una buena relación con él, más que nada porque el trato entre ambos había sido casi nulo, pero estaba seguro que tanto el gyojin como el humano darían la vida para salvar al otro.
De repente, su capitán mostró sus dos alas y puso rumbo a la aguja. El tiburón miró a sus compañeros y les instó a hacer lo mismo. Debían caminar por el hielo, y aquello no dejaba de tener una dificultad extra, más que nada al no saber si aquello sobre lo que pisaban era estable o no. El gyojin pisaba fuerte, quizá en exceso, intentando levantar el nerviosismo entre aquellos que eran usuarios. A fin de cuentas él sobreviviría en caso de caer al agua.
Una vez llegaron hasta la aguja, allí aguardaba su capitán, que había visto una especie de bicho raro. El tiburón se adelantó y ojeó el ambiente. Había un tipo negro cerca, con pinta de sospechoso. Algún pirata más por allí y, lo que más le llamó la atención, era la enorme araña del techo. No se movía, y parecía estar durmiendo, por lo que el gyojin se quedó parado, casi petrificado. Intentó guardar la compostura, pero no sabía si su rostro diría lo mismo. Unas llamas de fuego ascendieron hacia el techo, y una serie de cristales salieron disparados hacia todos los allí presentes. El gyojin no sabía de dónde venían, pero se cubrió con haki para evitar males mayores. Todo aquello le hicieron pensarse dos veces si debía moverse. Su pulsera le empezó a abrasar la muñeca, algo que le hizo volver de sus pensamientos.
- No me gusta esto ni un pelo -susurró-. Me da la sensación de que cada paso que demos caeremos en una trampa distinta. ¿Qué coño hacemos ahora?
El habitante del mar se giraría lo más lento posible hacia dónde se suponía que debían estar sus aliados. A no ser que lo hubieran dejado solo, en cuyo caso… Se cagaría en cada uno de los árboles genealógicos de ellos.
De cualquier manera, la conversación siguió su curso, y el habitante del mar pasó a un segundo plano. Palpó el queso que Marc le había dado y después le ojeó, sonriente, sabiendo que el semigigante era mucho más que un nakama para él. Nunca conocería a alguien que odiase a Marc, aquello era imposible. Y si se daba caso, el propio Luka mataría a quien osara siquiera mirar mal al semigigante.
Cuando volvió de sus pensamientos, su capitán recomendó que tuvieran en cuenta lo que Spanner tuviese que decir sobre cualquier cosa relacionada con la estrategia a seguir. Si bien era cierto que el segundo de abordo era un integrante de pocas palabras, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de su inteligencia, tanto en sus actos como en sus decisiones. Quizá Luka no había tenido una buena relación con él, más que nada porque el trato entre ambos había sido casi nulo, pero estaba seguro que tanto el gyojin como el humano darían la vida para salvar al otro.
De repente, su capitán mostró sus dos alas y puso rumbo a la aguja. El tiburón miró a sus compañeros y les instó a hacer lo mismo. Debían caminar por el hielo, y aquello no dejaba de tener una dificultad extra, más que nada al no saber si aquello sobre lo que pisaban era estable o no. El gyojin pisaba fuerte, quizá en exceso, intentando levantar el nerviosismo entre aquellos que eran usuarios. A fin de cuentas él sobreviviría en caso de caer al agua.
Una vez llegaron hasta la aguja, allí aguardaba su capitán, que había visto una especie de bicho raro. El tiburón se adelantó y ojeó el ambiente. Había un tipo negro cerca, con pinta de sospechoso. Algún pirata más por allí y, lo que más le llamó la atención, era la enorme araña del techo. No se movía, y parecía estar durmiendo, por lo que el gyojin se quedó parado, casi petrificado. Intentó guardar la compostura, pero no sabía si su rostro diría lo mismo. Unas llamas de fuego ascendieron hacia el techo, y una serie de cristales salieron disparados hacia todos los allí presentes. El gyojin no sabía de dónde venían, pero se cubrió con haki para evitar males mayores. Todo aquello le hicieron pensarse dos veces si debía moverse. Su pulsera le empezó a abrasar la muñeca, algo que le hizo volver de sus pensamientos.
- No me gusta esto ni un pelo -susurró-. Me da la sensación de que cada paso que demos caeremos en una trampa distinta. ¿Qué coño hacemos ahora?
El habitante del mar se giraría lo más lento posible hacia dónde se suponía que debían estar sus aliados. A no ser que lo hubieran dejado solo, en cuyo caso… Se cagaría en cada uno de los árboles genealógicos de ellos.
- Resumen:
- Seguir a sus nakamas hasta la aguja.
- Flipar un poco con la entrada.
- Seguir a sus nakamas hasta la aguja.
- Cosas:
- Carga pulsera: 5 turnos.
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 5 turnos.
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El peludo por fin había despertado, aunque no en el lugar de combate. Se encontraba en un barco y ni él mismo sabía por que. Lo bueno es que estaba vivo y que había sobrevivido a la batalla contra el pomeranian, pero... ¿Cómo? Lo único que recuerda es que antes de que la onda de choque del pome impactara sobre él, pareció como si el tiempo se detuviera y fue como si percibiera todo lo que se encontraba su alrededor en un pequeño lapso de tiempo con el cual posiblemente pudiera haber esquivado aquella onda de choque, que de haber impactado sobre él, habría acabado probablemente con su vida. El felino también pudo ver que tenía un trozo de papel, mejor dicho una Vivre Card. Zay se hacía muchas preguntas acerca de aquel trozo de papel.
-¿De quien será esta Vivre Card? ¿Será de ese estúpido chucho, o de alguien que todavía no conozco? ¿Hacia dónde apunta? Debo averiguarlo pero antes debo saber que hago aquí y de quien es este barco...
El mink se incorporó, aún le dolía todo el cuerpo y echó la vista hacia los lados y pudo divisar que cerca del navío en el que se encontraba había barcos Marines.
- De esos barcos me ocuparé luego, ahora debo saber de quien es este navío y que hago aquí. -Tras unos breves momentos buscando gente en el barco, llamó a alguien a gritos para ver si recibía respuesta. - ¿Hola? ¿Hay alguien en este maldito barco?
El gatete debía de andar con pies de plomo pues no sabía si se encontraría a alguien en el barco o no. Y si se encontraba con gente, ¿serían hostiles o benévolos? No podía fiarse del todo, por muy amables que fueran con él si es que de verdad son buena gente y si de verdad hay alguien en el barco.
-¿De quien será esta Vivre Card? ¿Será de ese estúpido chucho, o de alguien que todavía no conozco? ¿Hacia dónde apunta? Debo averiguarlo pero antes debo saber que hago aquí y de quien es este barco...
El mink se incorporó, aún le dolía todo el cuerpo y echó la vista hacia los lados y pudo divisar que cerca del navío en el que se encontraba había barcos Marines.
- De esos barcos me ocuparé luego, ahora debo saber de quien es este navío y que hago aquí. -Tras unos breves momentos buscando gente en el barco, llamó a alguien a gritos para ver si recibía respuesta. - ¿Hola? ¿Hay alguien en este maldito barco?
El gatete debía de andar con pies de plomo pues no sabía si se encontraría a alguien en el barco o no. Y si se encontraba con gente, ¿serían hostiles o benévolos? No podía fiarse del todo, por muy amables que fueran con él si es que de verdad son buena gente y si de verdad hay alguien en el barco.
Giotto Leblanc
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El tiempo parecía transcurrir de modo lento y pausado, como si el tiempo hubiera decidido ralentizarse para dar una percepción más amplia del momento en el que se encontraba. El achacoso navío, conocido como el espíritu de Condoriano, avanzaba empujado por un viento que le golpeaba directamente de popa, haciéndole prosperar entre el resto de barcos que lo rodeaban. Quizá fuera la embarcación más vieja, con la tripulación más anciana que había en todo el gobierno, pero también era el más distinguido de todos; y eso se notaba. Uno de los ancianos tiró el ancla, mientras otros recogían las velas y su velocidad aminoraba hasta pararse frente a un bloque de hielo que aumentaba la superficie para caminar.
Giotto odiaba el hielo, pues su temperatura corporal en situaciones de estrés aumentaba considerablemente sin darse cuenta, y eso era una desventaja, sobre todo cuando había agua bajo él. Bajó de los primeros del barco, cerciorándose de que todo estuviera en orden. Caminó por una pasarela de madera y se puso sobre el hielo, aunque tras pisarlo por primera vez, intentó bajar su temperatura corporal y caminar hacia la aguja. Allí observó todo con detenimiento. Era un lugar monstruoso, hecho de metal y con varias plantas, al menos en apariencia, porque dudaba que fuera un lugar hueco por dentro y con algún arma de destrucción masiva a la vista de todos.
Y fue entonces, cuando algo cruzó el cielo y se puso frente a ellos. La gente entraba a toda prisa en territorio enemigo, y de pronto, pillando desprevenido al agente, una explosión que hizo retumbar el suelo. «¿En serio había una bomba en la entrada?», se cuestionó, pero su vista no podía quitarse de la persona que tenía frente a sus narices. Se trataba de Dexter Black, uno de los emperadores del nuevo mundo. «¿Qué hacía ese hombre ahí? ¿Habría causado él la explosión?», se preguntó, obteniendo la respuesta de forma inmediata, y observando cómo se dirigía a Shintaro como pelomoco.
Podía dejar que su compañero hablara, pero conociendo su forma de ser podría mosquear al famoso dragón e iniciar una pelea innecesaria. Estaba dispuesto a morir por salvar el mundo, pero no estaba dispuesto a morir porque un cretino enfadara a quien no debía. Elevó el brazo izquierdo con el puño cerrado, haciendo un ángulo de noventa grados con su codo para insinuarle que debían pararse. Si recordaban las lecciones de táctica en labores de campo, impartidas durante el primer y el segundo año en la academia de aprendizaje, debían saber que tenían que detenerse. No obstante, dudaba mucho de obediencia de los agentes, sobre todo de uno de ellos. Se aproximó al Dexter con ligera precaución y se dirigió al pirata.
—¿Crees que haya más minas en el interior? —le preguntó, creyendo que eso había hecho la explosión, clavando la mirada en él—. Y como respuesta a su interrogante… no, no poseemos ningún artificiero en nuestras filas. Al menos en nuestra unidad, concretamente —hizo una ligera pausa haciendo un breve análisis de la situación, recordando toda la teoría que guardaba en su interior—. No obstante, si yo hubiera preparado esta calurosa y poco cordial bienvenida, lo habría enfocado de otra forma. Supongamos que quien ha obrado esto es alguien inteligente, y que esto ha sido solo un aviso para que nos demos media vuelta —cerró los ojos y se concentró en el interior de la aguja, abarcando la máxima distancia posible con su mantra para saber si hay gente o no—. Y teniendo en cuenta que en su interior ya hay un curioso número de personas, y que no se ha vuelto a oír ninguna explosión desde que ha detonado esta… mi intuición me dice que todo es obra de algún grupo de aficionados que solo buscan causar el caos y ralentizar el paso del gobierno mundial. ¿Qué opina usted, caballero?
Giotto odiaba el hielo, pues su temperatura corporal en situaciones de estrés aumentaba considerablemente sin darse cuenta, y eso era una desventaja, sobre todo cuando había agua bajo él. Bajó de los primeros del barco, cerciorándose de que todo estuviera en orden. Caminó por una pasarela de madera y se puso sobre el hielo, aunque tras pisarlo por primera vez, intentó bajar su temperatura corporal y caminar hacia la aguja. Allí observó todo con detenimiento. Era un lugar monstruoso, hecho de metal y con varias plantas, al menos en apariencia, porque dudaba que fuera un lugar hueco por dentro y con algún arma de destrucción masiva a la vista de todos.
Y fue entonces, cuando algo cruzó el cielo y se puso frente a ellos. La gente entraba a toda prisa en territorio enemigo, y de pronto, pillando desprevenido al agente, una explosión que hizo retumbar el suelo. «¿En serio había una bomba en la entrada?», se cuestionó, pero su vista no podía quitarse de la persona que tenía frente a sus narices. Se trataba de Dexter Black, uno de los emperadores del nuevo mundo. «¿Qué hacía ese hombre ahí? ¿Habría causado él la explosión?», se preguntó, obteniendo la respuesta de forma inmediata, y observando cómo se dirigía a Shintaro como pelomoco.
Podía dejar que su compañero hablara, pero conociendo su forma de ser podría mosquear al famoso dragón e iniciar una pelea innecesaria. Estaba dispuesto a morir por salvar el mundo, pero no estaba dispuesto a morir porque un cretino enfadara a quien no debía. Elevó el brazo izquierdo con el puño cerrado, haciendo un ángulo de noventa grados con su codo para insinuarle que debían pararse. Si recordaban las lecciones de táctica en labores de campo, impartidas durante el primer y el segundo año en la academia de aprendizaje, debían saber que tenían que detenerse. No obstante, dudaba mucho de obediencia de los agentes, sobre todo de uno de ellos. Se aproximó al Dexter con ligera precaución y se dirigió al pirata.
—¿Crees que haya más minas en el interior? —le preguntó, creyendo que eso había hecho la explosión, clavando la mirada en él—. Y como respuesta a su interrogante… no, no poseemos ningún artificiero en nuestras filas. Al menos en nuestra unidad, concretamente —hizo una ligera pausa haciendo un breve análisis de la situación, recordando toda la teoría que guardaba en su interior—. No obstante, si yo hubiera preparado esta calurosa y poco cordial bienvenida, lo habría enfocado de otra forma. Supongamos que quien ha obrado esto es alguien inteligente, y que esto ha sido solo un aviso para que nos demos media vuelta —cerró los ojos y se concentró en el interior de la aguja, abarcando la máxima distancia posible con su mantra para saber si hay gente o no—. Y teniendo en cuenta que en su interior ya hay un curioso número de personas, y que no se ha vuelto a oír ninguna explosión desde que ha detonado esta… mi intuición me dice que todo es obra de algún grupo de aficionados que solo buscan causar el caos y ralentizar el paso del gobierno mundial. ¿Qué opina usted, caballero?
- Karasu Tengu + Dexter:
- Narrar todo + hablar con Dex, deduciendo cosas
Eric Zor-El
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Los infernales cánticos de guerra de los habitantes del mar azul resonaron en todo el lugar, llegando a hacer temblar hasta el barco en el que se encontraba. El gesto de Eric cambió de golpe, cambiando a uno menos sereno y más belicista. No era capaz de entender ni una sola palabra de lo que decían los bastardos que osaban acallar sus pensamientos más profundos con tal aberración. Eso no era un cantar digno para una contienda, como podría ser la sonata de la madre loba, o el motivador cántico del clan de oso, que podía hacer llorar de emoción al guerrero más insensible.
Cuando cesó, los gruñidos de Eric se pudieron escuchar con más claridad, haciendo que algún marine lo mirara extrañado, como si su compañero shandiano estuviera loco o fuera más animal que persona. Al atracar el barco, esperó que la pompa que lo envolvía se desvaneciese, o bien que alguien dijera que se podía bajar de allí.
—Iré primero —le dijo Eric a Zuko, ajustándose el poncho con su águila bordada en lugar de una gaviota, pues era un animal más noble y feroz, y puso rumbo a la edificación de metal. Muchos marines ya estaban dentro, incluso pudo escuchar algunas explosiones. «Los hombres del mar azul y sus armas implosivas», se dijo para sí mismo con ligero desdén, sin percatarse que su pensamiento era erróneo en su planteamiento, cruzando el gran agujero que era la entrada de la aguja.
Contempló que había varios caminos, y que todo el suelo estaba cubierto por unas extrañas bolsas cuadradas de tela. Se fijó en que había una línea marcada sobre el suelo, como si hubieran arrastrado algo, o esa era la impresión del salvaje. Sin dudarlo ni un segundo, comenzó a caminar por ahí, siguiendo el rastro. Cuando hubo andado un buen trecho se percató de que en sobre las cabezas de todo, reposando, había una araña grisácea y poco natural. «¿Sería también obra de los ingenieros del mar azul?», pensó, intentando vislumbrar el fin de la línea que surcaba el suelo.
Cuando cesó, los gruñidos de Eric se pudieron escuchar con más claridad, haciendo que algún marine lo mirara extrañado, como si su compañero shandiano estuviera loco o fuera más animal que persona. Al atracar el barco, esperó que la pompa que lo envolvía se desvaneciese, o bien que alguien dijera que se podía bajar de allí.
—Iré primero —le dijo Eric a Zuko, ajustándose el poncho con su águila bordada en lugar de una gaviota, pues era un animal más noble y feroz, y puso rumbo a la edificación de metal. Muchos marines ya estaban dentro, incluso pudo escuchar algunas explosiones. «Los hombres del mar azul y sus armas implosivas», se dijo para sí mismo con ligero desdén, sin percatarse que su pensamiento era erróneo en su planteamiento, cruzando el gran agujero que era la entrada de la aguja.
Contempló que había varios caminos, y que todo el suelo estaba cubierto por unas extrañas bolsas cuadradas de tela. Se fijó en que había una línea marcada sobre el suelo, como si hubieran arrastrado algo, o esa era la impresión del salvaje. Sin dudarlo ni un segundo, comenzó a caminar por ahí, siguiendo el rastro. Cuando hubo andado un buen trecho se percató de que en sobre las cabezas de todo, reposando, había una araña grisácea y poco natural. «¿Sería también obra de los ingenieros del mar azul?», pensó, intentando vislumbrar el fin de la línea que surcaba el suelo.
Galhard
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Galhard escuchó atentamente las palabras de Zane. El pirata decía ser un samurai, cosa que se distanciaba de el perfil de espadachín esgrimista del joven, eso generaba más curiosidad en él, pues le encantaba conocer nuevos estilos de pelea con espadas y medir sus habilidades. Echando una vista al pasado el joven no había tenido la oportunidad de medirse con ningún samurai, tan solo con algunos piratas del norte, bandidos de montaña y un inusual traficante, por lo demás todo había sido en la linea de su estilo, los guardias del palacio de Lyneel, el torneo de su isla y el único punto infranqueable para él, su padre y mentor en su estilo de sable. La invitación en otra ocasión de un duelo amistoso devolvió a Galhard al mundo real haciendo que su expresión mostrase una gran alegría.
—¡Estaría encantado de combatir contigo! Estoy seguro que será algo digno de recordar, un motivo más para volverme lo suficientemente fuerte como para poder darte algo de juego... Y lo más importante, destruir esa horrible torre y salvar mi hermoso mar. Puede que como recluta quede fuera de lugar que lo diga pero...— Galhard hizo una leve pausa mientras veía llegar a los demás integrantes de la banda del pelirrojo, desde luego sus miembros, aunque menores en numero que los de la marina valían más que la mayoría de reclutas y oficiales que había visto en la reunión de fuerzas de la armada.—Me alegra de formar parte de una alianza con ustedes, estoy seguro que tus tripulantes tienen el mismo honor que tu, una lástima que esta alianza solo dure esta batalla... Espero también ser alguien de valor para la brigada del almirante, esta noche he de demostrar de lo que soy capaz. —
Después de intercambiar palabras con el pirata se volteó para escuchar a su superior, el cual, en contraste con el apasionado pelirrojo que trasmitía fervor con su enérgica voz, Al trasmitía una calma con sus palabras que despertaba en Galhard una gran determinación. Los planes eran claros, pues eran inexistentes, la desgracia había hecho que el estratega de la brigada estuviese indispuesto en esos momentos, el joven marine no poseía experiencia pero eso no le volvía un idiota, pese a que fuese alguien osado sabía perfectamente que lo mas inteligente en estos momentos sería brindar apoyo a los principales peleadores y seguir las ordenes si no podía cubrir nada con su ingenio. Sería algo difícil de cumplir pues su ímpetu le jugaría una mala pasada si se quedaba demasiado rato en la retaguardia.
Mientras pensaba en ello vio la moto del almirante alejarse hacia la aguja. ¡Le estaba dejando tirado! Con una mueca triste miró a su alrededor, sería extraño y antiprotocolario pedir a los piratas que le escoltasen hacia la torre así que trató de encontrar algún miembro de la brigada. Miró al pelirrojo feliz pero por el estado de embriaguez del oficial no sería la mejor de las ideas. "¡Ya se! ¡El marine que parece un pirata puede llevarme con su moto! Debe ser el más normal de la brigada... ¡Y su vestimenta es genial y radical! pensó Galhard sin caer en que no había tenido tiempo de ponerse la ropa reglamentaria de la marina e iba vestido muy similar a Jack y a un pirata, decidió hablarle para ir con él hacia la aguja pues no deseaba quedarse atrás.
—Perdone emmm... ¿Señor oficial azúcar? Como ya debe saber soy el nuevo recluta, Galhard. ¿Podría ir con usted en su moto hacia la aguja? Me he quedado tirado aquí después de la marcha del señor almirante... Lamento si eso puede resultarle un inconveniente. ¡Ah! Y por cierto un placer conocerle y estar en la misma brigada— Galhard hizo una reverencia protocolaria típica de su reino a Jack el cual era fascinante para Gal pues parecían compartir el mismo gusto de vestir.
—¡Estaría encantado de combatir contigo! Estoy seguro que será algo digno de recordar, un motivo más para volverme lo suficientemente fuerte como para poder darte algo de juego... Y lo más importante, destruir esa horrible torre y salvar mi hermoso mar. Puede que como recluta quede fuera de lugar que lo diga pero...— Galhard hizo una leve pausa mientras veía llegar a los demás integrantes de la banda del pelirrojo, desde luego sus miembros, aunque menores en numero que los de la marina valían más que la mayoría de reclutas y oficiales que había visto en la reunión de fuerzas de la armada.—Me alegra de formar parte de una alianza con ustedes, estoy seguro que tus tripulantes tienen el mismo honor que tu, una lástima que esta alianza solo dure esta batalla... Espero también ser alguien de valor para la brigada del almirante, esta noche he de demostrar de lo que soy capaz. —
Después de intercambiar palabras con el pirata se volteó para escuchar a su superior, el cual, en contraste con el apasionado pelirrojo que trasmitía fervor con su enérgica voz, Al trasmitía una calma con sus palabras que despertaba en Galhard una gran determinación. Los planes eran claros, pues eran inexistentes, la desgracia había hecho que el estratega de la brigada estuviese indispuesto en esos momentos, el joven marine no poseía experiencia pero eso no le volvía un idiota, pese a que fuese alguien osado sabía perfectamente que lo mas inteligente en estos momentos sería brindar apoyo a los principales peleadores y seguir las ordenes si no podía cubrir nada con su ingenio. Sería algo difícil de cumplir pues su ímpetu le jugaría una mala pasada si se quedaba demasiado rato en la retaguardia.
Mientras pensaba en ello vio la moto del almirante alejarse hacia la aguja. ¡Le estaba dejando tirado! Con una mueca triste miró a su alrededor, sería extraño y antiprotocolario pedir a los piratas que le escoltasen hacia la torre así que trató de encontrar algún miembro de la brigada. Miró al pelirrojo feliz pero por el estado de embriaguez del oficial no sería la mejor de las ideas. "¡Ya se! ¡El marine que parece un pirata puede llevarme con su moto! Debe ser el más normal de la brigada... ¡Y su vestimenta es genial y radical! pensó Galhard sin caer en que no había tenido tiempo de ponerse la ropa reglamentaria de la marina e iba vestido muy similar a Jack y a un pirata, decidió hablarle para ir con él hacia la aguja pues no deseaba quedarse atrás.
—Perdone emmm... ¿Señor oficial azúcar? Como ya debe saber soy el nuevo recluta, Galhard. ¿Podría ir con usted en su moto hacia la aguja? Me he quedado tirado aquí después de la marcha del señor almirante... Lamento si eso puede resultarle un inconveniente. ¡Ah! Y por cierto un placer conocerle y estar en la misma brigada— Galhard hizo una reverencia protocolaria típica de su reino a Jack el cual era fascinante para Gal pues parecían compartir el mismo gusto de vestir.
- Resumen, Lee esto Jack Pls:
- -Codearme con Zane y alabar su tripulación.
-Fliparlo con la idea de un duelo con Zane y pensar en como puede hacer bien su trabajo
-Introducirse formalmente a Jack y pedirle que le lleve como pasajero en su moto.
Katharina von Steinhell
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El “encuentro” con la mafia había terminado sin una respuesta concluyente, aunque a la bruja no le importaba demasiado siempre y cuando no molestaran más. Una de sus prioridades era reunirse con sus compañeros, quienes ya estaban en la aguja y habían hecho una alianza con la Marina. Por otra parte, tenía una idea para obtener información sobre lo que estaba sucediendo dentro del edificio y la posible existencia de los planos, pero necesitaba ayuda. Podía hacerlo sola, pero implicaba un riesgo innecesario, es decir, entrar al mundo de los espíritus y preguntarle a los muertos si sabían algo, era una buena idea que le dejaba completamente vulnerable ante cualquier ataque. Hasta un niño de cinco años podía derrotarle mientras estuviera sumida en el otro mundo.
Para lograr sus objetivos debía atravesar ese oscuro pasillo que parecía conducir al mismísimo infierno. Pilares de llamas ascendentes, alquitrán seco pero caliente y olor a asfalto. «Supongo que es el único camino disponible», se dijo a sí misma mientras esperaba que la entrada se desocupara. La gente había corrido hacia esta y miles de pedazos de cristal estallaron sobre ellos, provenientes de lo que alguna vez fueron luces. La estancia poco a poco comenzaba a vaciarse. La vista de la bruja se percató de un gato amarillo tumbado en el suelo y un combate de lo más animado un poco más allá. Nada interesante, la verdad.
Cuando la entrada se hubo despejado un poco —y si es que lo estaba—, la pelirrosa se dirigió hacia esta. No le apetecía caminar sobre el alquitrán seco y caliente, así que básicamente tenía dos opciones: sobrevolarlo o simplemente congelarlo. Jamás lo había intentado, pero igual tenía sentido. El cuerpo de la bruja emitía un aura de bajas temperaturas capaz de congelar casi cualquier cosa, además, tenía un buen dominio sobre el viento, por lo que lanzar un soplido helado era posible. Tal vez incluso podía reducir a nada esas columnas de fuego que parecían muy intimidantes. No era una experta en fósiles ni química, pero le sonaba que el alquitrán era inflamable, y no le apetecía morir carbonizada.
Entonces, dejando a un lado las ideas, sopló y sopló para comprobar su teoría. Tuviese efecto o no, cogería su DDM y llamaría a su capitán:
—Ahora mismo estoy entrando a la aguja por la entrada que “habilitó” Viktor. ¿Tienes algún encargo especial para mí? ¿O simplemente quieres que me reúna con el resto de la banda? —le preguntó con tono formal y frío.
Solo si el viento congelante no funcionaba y más bien parecía ser una loca idea, se limitaría a posar su mano en el suelo y usar sus poderes mágicos para congelarlo de todas formas. Caminar sobre el hielo era mucho más sencillo y gratificante.
Para lograr sus objetivos debía atravesar ese oscuro pasillo que parecía conducir al mismísimo infierno. Pilares de llamas ascendentes, alquitrán seco pero caliente y olor a asfalto. «Supongo que es el único camino disponible», se dijo a sí misma mientras esperaba que la entrada se desocupara. La gente había corrido hacia esta y miles de pedazos de cristal estallaron sobre ellos, provenientes de lo que alguna vez fueron luces. La estancia poco a poco comenzaba a vaciarse. La vista de la bruja se percató de un gato amarillo tumbado en el suelo y un combate de lo más animado un poco más allá. Nada interesante, la verdad.
Cuando la entrada se hubo despejado un poco —y si es que lo estaba—, la pelirrosa se dirigió hacia esta. No le apetecía caminar sobre el alquitrán seco y caliente, así que básicamente tenía dos opciones: sobrevolarlo o simplemente congelarlo. Jamás lo había intentado, pero igual tenía sentido. El cuerpo de la bruja emitía un aura de bajas temperaturas capaz de congelar casi cualquier cosa, además, tenía un buen dominio sobre el viento, por lo que lanzar un soplido helado era posible. Tal vez incluso podía reducir a nada esas columnas de fuego que parecían muy intimidantes. No era una experta en fósiles ni química, pero le sonaba que el alquitrán era inflamable, y no le apetecía morir carbonizada.
Entonces, dejando a un lado las ideas, sopló y sopló para comprobar su teoría. Tuviese efecto o no, cogería su DDM y llamaría a su capitán:
—Ahora mismo estoy entrando a la aguja por la entrada que “habilitó” Viktor. ¿Tienes algún encargo especial para mí? ¿O simplemente quieres que me reúna con el resto de la banda? —le preguntó con tono formal y frío.
Solo si el viento congelante no funcionaba y más bien parecía ser una loca idea, se limitaría a posar su mano en el suelo y usar sus poderes mágicos para congelarlo de todas formas. Caminar sobre el hielo era mucho más sencillo y gratificante.
- Resumen (lee Zane):
- Relleno.
- Hablar con Zane y preguntarle qué debía hacer.
- Congelar el alquitrán seco, o al menos intentarlo.
- Relleno.
- Habilidades usadas:
- Nombre de la técnica: Rengoku no Samui
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: El cuerpo de Katharina desprende un aura helada capaz de congelar todo lo que se encuentre a su alrededor, a una distancia máxima de 20 centímetros, así que es normal que se congele por donde pisa. Su cuerpo ha asimilado perfectamente el frío del otro mundo, volviéndose capaz de soportar temperaturas de hasta -70°C. Por otra parte, es capaz de descender esa temperatura hasta los -70°C, lo suficientemente helado como para causar quemaduras de tercer grado. Tan solo el contacto físico que realice Katharina podrá congelar cuerpos (piel, objetos, etc.), profundizando algunos centímetros y extendiéndose rápidamente por cada segundo. A efectos escénicos, únicamente la persona que Katharina desee es capaz de acercarse a ella sin ser congelada
Tiempo de canalización: Es un PU, por lo tanto es permanente.
Nombre de la técnica: Evocación Avanzada
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: Katharina es capaz de sintonizar su magia para manipular y crear los elementos básicos de la naturaleza: aire, tierra, hielo y fuego. Permite que acceda de forma más libre a la esencia de la magia elemental, aunque en cuanto a utilidad y poder no se asemeja a lo que puede alcanzar un conjuro.
Fuego: únicamente es capaz de crear el fuego y no controlarlo. El fuego generado por ella misma tendrá una temperatura máxima de 275°C, formas no tan complejas como látigos o esferas. Puede crear 20 metros cúbicos de este elemento.
Hielo: Únicamente es capaz de generar este elemento y siempre en su forma sólida. El hielo creado tendrá una dureza de 7,5 según la escala de Mohs, además de una resistencia igual a la del hielo glaciar. De ninguna forma podrá crear figuras complejas, a lo más estacas, lanzas y figuras similares. Puede crear 20 metros cúbicos de este elemento.
Aire: Evidentemente este no se crea, sino que solo se manipula. Puede generar ráfagas de viento cortante con una velocidad máxima de 120 km/h. Es capaz de usar el viento de manera cortante, adquiriendo una dureza de 8 según la escala de Mohs. La bruja solo puede manipular el viento a una distancia de 30 metros.
Tierra: Sigue el mismo concepto que el elemento anterior. Puede controlar hasta un tercio de lo que podría crear un usuario logia de su mismo nivel, además de realizar figuras un tanto más complejas como esferas con puntas y cosas similares. La dureza, resistencia y tenacidad dependerán del material del suelo. Solo puede controlar la tierra en un rango de 40 metros.
Tiempo de canalización:
Tarda 1 segundo en crear 5 metros cúbicos de fuego.
Tarda 1 segundo en crear 5 metros cúbicos de hielo.
Tarda 1 segundo en manipular el viento a una distancia de 15 metros.
Tarda 1 segundo en acceder al control de la tierra a una distancia de 10 metros.
Midorima Shintaro
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Al parecer, la hora de los discursos había acabado, por fin podrían entrar en la aguja y por fin podrían hacer algo más que solo charlar y bueno… Viajar a grandes velocidades gracias a un grupo de ancianos. Suspiró para terminar de concentrarse, al parecer, su comentario había pasado sin pena ni gloria, así que asumió que todos sabían eso y que no eran datos tan difíciles de obtener. Le terminó de quitar importancia y empezó a avanzar poco antes que el resto, pero se detuvo al escuchar la voz de un muy viejo conocido. Dexter estaba ahí. ”¿Por qué tiene que aparecer justo aquí? Esta cosa es colosal y aparece justo frente a mí.” —fue lo primero que pensó tras ver la figura imponente de Dexter. ¿Cuánto había pasado de su reunión en Tequila Wolf? Quizás no muchos meses, pero no serían los suficientes.
Por lo que el dragón decía, un artefacto iba a estallar y así lo hizo. Por suerte, estaban bastante lejos de la explosión, por lo que no fue más que humo y sonido molesto. Giotto fue el primero en acercarse a Dexter, hizo un gesto para que todos frenaran y solo se quedó en completo silencio. Podía actuar perfectamente como si no lo conociera, ¿no? ¿Podía? Esperaba que nadie se diera cuenta de que estaba mirándolo fijamente y que, de hecho, sin quererlo tragó saliva nervioso. Muchos dirían que era miedo, que era por su presencia, pero no, ni de lejos era algo así. Lo conocía muy bien y si algo caracterizaba a Dexter era lo impredecible que era. ¿Diría algo que comprometería su fachada? No podía asegurarlo con toda la certeza del mundo, pero tenía que tener la esperanza de que así fuera. Tampoco podía decirle a su grupo que se fuera, primero: No le harían caso, segundo; levantaría muchas sospechas y no necesitaba de eso.
Ignoró la seña del rubio y avanzó. Su instinto le decía que el dragón estaría con ellos un tiempo, así que solo tenía que ser el de siempre y todo estaría bien, ¿no? Por suerte, solo era el Yonkou, el resto de su banda todavía no había llegado y esperaba que no lo hicieran todavía. Deathstroke y Worgulv no sabían nada de nada y dudaba que Dexter les hubiera dicho algo. Se ganó al lado del rubio y miró a su ex capitán. ¿Qué podía hacer en esa situación? No se sentía cómodo con su presencia y ni siquiera esperaba encontrárselo en el lugar. Sabía que era una probabilidad, pero esperaba que nunca se cumpliera. Las cosas entre ellos no estaban bien y, aunque lo estuvieran, no podían actuar como si fueran amigos de toda la vida… No mientras él siguiera siendo parte del Cipher Pol. ”Quizás lo mejor sea no hacer ni decir nada” —pensó. Era lo mejor que podía hacer y más con un grupo tan grande de agentes a su alrededor.
Sabía que Dexter no los atacaría. Estaban a salvo, así que daba igual lo que hiciera o no. ¿Y si se adelantaba? Podía intentarlo y no sería tan sospechoso, ¿no? Suspiró y tomó la decisión. No, no podía adelantarse. No iba a dejar a sus compañeros ahí tirados solo porque Dexter había llegado, su presencia no cambiaba nada… ”Mentiroso, cambia todo. Sigue doliendo verlo y no hemos resuelto nada todavía” —pensó.
—¿Podemos conversar mientras avanzamos? —preguntó al resto —Todavía tenemos que tirar abajo, destruir o lo que sea que se pueda hacer con esta cosa —dijo tratando de llamar la atención de todos. Después de todo, Dexter también debería entrar —Vamos —comentó mientras empezaba a avanzar.
Empezó a caminar con paso decidido. No había mucho más que hacer y ya no iba a cambiar el hecho de que Dexter ahí estuviera. Giotto estaba cerca, pero no tanto como para lo que tenía en mente. Pasó cerca del dragón y caminó un poco más lento de lo normal.
—Sea lo que sea que tengas en mente, no digas nada sobre mí. Todavía no encuentro a Rose y necesito seguir estando en el Cipher Pol un tiempo más… Por favor —susurró despacio, tan despacio que nadie lo escucharía, nadie salvo Dexter. Además, había hablado poco después de superarlo y sus labios estarían tapados para todos. Conocía sus habilidades mejor que nadie y sabía que tenía un oído increíble. Esperaba que fuera suficiente como para que no dijera nada o hiciera algo comprometedor o simplemente se fuera, cualquiera de las tres opciones era increíblemente válida y buena para él. Una vez dijo todo eso, siguió avanzando con gran normalidad, esperando que el resto del grupo hiciera lo mismo.
Por lo que el dragón decía, un artefacto iba a estallar y así lo hizo. Por suerte, estaban bastante lejos de la explosión, por lo que no fue más que humo y sonido molesto. Giotto fue el primero en acercarse a Dexter, hizo un gesto para que todos frenaran y solo se quedó en completo silencio. Podía actuar perfectamente como si no lo conociera, ¿no? ¿Podía? Esperaba que nadie se diera cuenta de que estaba mirándolo fijamente y que, de hecho, sin quererlo tragó saliva nervioso. Muchos dirían que era miedo, que era por su presencia, pero no, ni de lejos era algo así. Lo conocía muy bien y si algo caracterizaba a Dexter era lo impredecible que era. ¿Diría algo que comprometería su fachada? No podía asegurarlo con toda la certeza del mundo, pero tenía que tener la esperanza de que así fuera. Tampoco podía decirle a su grupo que se fuera, primero: No le harían caso, segundo; levantaría muchas sospechas y no necesitaba de eso.
Ignoró la seña del rubio y avanzó. Su instinto le decía que el dragón estaría con ellos un tiempo, así que solo tenía que ser el de siempre y todo estaría bien, ¿no? Por suerte, solo era el Yonkou, el resto de su banda todavía no había llegado y esperaba que no lo hicieran todavía. Deathstroke y Worgulv no sabían nada de nada y dudaba que Dexter les hubiera dicho algo. Se ganó al lado del rubio y miró a su ex capitán. ¿Qué podía hacer en esa situación? No se sentía cómodo con su presencia y ni siquiera esperaba encontrárselo en el lugar. Sabía que era una probabilidad, pero esperaba que nunca se cumpliera. Las cosas entre ellos no estaban bien y, aunque lo estuvieran, no podían actuar como si fueran amigos de toda la vida… No mientras él siguiera siendo parte del Cipher Pol. ”Quizás lo mejor sea no hacer ni decir nada” —pensó. Era lo mejor que podía hacer y más con un grupo tan grande de agentes a su alrededor.
Sabía que Dexter no los atacaría. Estaban a salvo, así que daba igual lo que hiciera o no. ¿Y si se adelantaba? Podía intentarlo y no sería tan sospechoso, ¿no? Suspiró y tomó la decisión. No, no podía adelantarse. No iba a dejar a sus compañeros ahí tirados solo porque Dexter había llegado, su presencia no cambiaba nada… ”Mentiroso, cambia todo. Sigue doliendo verlo y no hemos resuelto nada todavía” —pensó.
—¿Podemos conversar mientras avanzamos? —preguntó al resto —Todavía tenemos que tirar abajo, destruir o lo que sea que se pueda hacer con esta cosa —dijo tratando de llamar la atención de todos. Después de todo, Dexter también debería entrar —Vamos —comentó mientras empezaba a avanzar.
Empezó a caminar con paso decidido. No había mucho más que hacer y ya no iba a cambiar el hecho de que Dexter ahí estuviera. Giotto estaba cerca, pero no tanto como para lo que tenía en mente. Pasó cerca del dragón y caminó un poco más lento de lo normal.
—Sea lo que sea que tengas en mente, no digas nada sobre mí. Todavía no encuentro a Rose y necesito seguir estando en el Cipher Pol un tiempo más… Por favor —susurró despacio, tan despacio que nadie lo escucharía, nadie salvo Dexter. Además, había hablado poco después de superarlo y sus labios estarían tapados para todos. Conocía sus habilidades mejor que nadie y sabía que tenía un oído increíble. Esperaba que fuera suficiente como para que no dijera nada o hiciera algo comprometedor o simplemente se fuera, cualquiera de las tres opciones era increíblemente válida y buena para él. Una vez dijo todo eso, siguió avanzando con gran normalidad, esperando que el resto del grupo hiciera lo mismo.
- Karasu + Dex:
- Preocuparse hard de la aparición de Dex. Proponer a todos que avanzaran (que ya va siendo tiempo). Avanzar para que todos hagan lo mismo, susurrarle algo a Dexter para que solo él lo pudiera escuchar, seguir avanzando luego de eso como si nada hubiera pasado.
Bizvan
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La puerta cedió ante los impactos y con ello fuimos capaces de ingresar. No esperaba que lo primero que escucharía sería música, aunque no estaba interesado en la letra de la canción.
Me gustaría pensar que la falta de luz era señal para no prestar atención a esta zona, sin embargo aquello era poco probable si consideramos el ruido causado.
Tras acabar la canción, las luces de la sala se comenzaron a encender, cegandome ligeramente. Una enorme estancia se hizo visible, no parecía haber nadie a primera vista, solo instrumentos y estuches por el suelo. No obstante tras mirar bien el lugar, uno se percataría de una cosa extraña en el techo. Parecía una araña, ¿pero esa cosa realmente era un insecto? Lo más probable era que no.
A la distancia que se encontraba parecía ser algo creado de manera mecánica, uno de esos robots, aunque no podría decir de qué tipo, pues mi área de trabajo era el metal. Podría decir con seguridad si algo estaba hecho de metal con tan solo verlo, pero si esto se mezclaba con objetos demasiados sofisticados no sería capaz de dar un punto de vista adecuado, salvo decir “Ese metal es una aleación,o podría compararse a tal metal”
Pase mi mirada a lo que parecían ser telarañas y eso me hizo pensar, si la araña era mecánica, su creador debería ser bastante detallista, pues hacerla capaz de crear un material que imitara la telaraña, reflejaba la dedicación del creador. Sin embargo también cruzó por mi mente que esa araña solo tuviera implantes robóticos y fuese la mascota de alguien.
Una idea cruzó por mi mente. Activé mi haki de observación con la intención de enfocarme en la presencia de la araña, si era algo vivo debería ser capaz de recibir una respuesta y de paso conocer un poco sobre ella. Como algo extra intentaría observar con mayor detalle, si eso era algo mecánico, tenía la esperanza que mi trabajo como herrero me ayudara identificar el metal con el que estaba fabricado.
Había otro motivo para hacer eso, desde hace tiempo tenía curiosidad sobre la efectividad del haki sobre algo sin vida aparente, ¿sería capaz de percibir algo y por ende ser capaz de predecir ataques? Pregunté sobre esto a algunas personas, por desgracia las respuestas eran negativas y positivas, dejándome sin una respuesta clara, pero esta sería una buena oportunidad para que lo comprobara por mi cuenta.
Me gustaría pensar que la falta de luz era señal para no prestar atención a esta zona, sin embargo aquello era poco probable si consideramos el ruido causado.
Tras acabar la canción, las luces de la sala se comenzaron a encender, cegandome ligeramente. Una enorme estancia se hizo visible, no parecía haber nadie a primera vista, solo instrumentos y estuches por el suelo. No obstante tras mirar bien el lugar, uno se percataría de una cosa extraña en el techo. Parecía una araña, ¿pero esa cosa realmente era un insecto? Lo más probable era que no.
A la distancia que se encontraba parecía ser algo creado de manera mecánica, uno de esos robots, aunque no podría decir de qué tipo, pues mi área de trabajo era el metal. Podría decir con seguridad si algo estaba hecho de metal con tan solo verlo, pero si esto se mezclaba con objetos demasiados sofisticados no sería capaz de dar un punto de vista adecuado, salvo decir “Ese metal es una aleación,o podría compararse a tal metal”
Pase mi mirada a lo que parecían ser telarañas y eso me hizo pensar, si la araña era mecánica, su creador debería ser bastante detallista, pues hacerla capaz de crear un material que imitara la telaraña, reflejaba la dedicación del creador. Sin embargo también cruzó por mi mente que esa araña solo tuviera implantes robóticos y fuese la mascota de alguien.
Una idea cruzó por mi mente. Activé mi haki de observación con la intención de enfocarme en la presencia de la araña, si era algo vivo debería ser capaz de recibir una respuesta y de paso conocer un poco sobre ella. Como algo extra intentaría observar con mayor detalle, si eso era algo mecánico, tenía la esperanza que mi trabajo como herrero me ayudara identificar el metal con el que estaba fabricado.
Había otro motivo para hacer eso, desde hace tiempo tenía curiosidad sobre la efectividad del haki sobre algo sin vida aparente, ¿sería capaz de percibir algo y por ende ser capaz de predecir ataques? Pregunté sobre esto a algunas personas, por desgracia las respuestas eran negativas y positivas, dejándome sin una respuesta clara, pero esta sería una buena oportunidad para que lo comprobara por mi cuenta.
- Resumen :
Entrar.
Ver la araña e intentar identificar el metal con el que podría estar fabricada.
Activar mi haki de observación en un intento por comprobar si puedo detectar algo de ella.
Ellie
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La mink sonreía mientras miraba a todos sus compañeros, orgullosa de todo lo que habían logrado sin apenas esfuerzo, logrando así llegar prácticamente al cien por cien de sus capacidades.
Pero todo se torció en un segundo, justo en el que vió el hielo sobre el mar. El fuego y el hielo no se llevaban muy bien, y el magma tampoco era su mejor amigo. Pero si a eso le sumabas que bajo la capa de hielo -aún por dictaminar el grosor- había agua, y Ellie era usuaria… Formaba una auténtica pesadilla.
Ellie solía enfadarse cuando la gente asociaba el odiar el agua a los gatos, puesto que ella, como mink loba, había odiado desde sus primeros días cualquier contacto con líquidos. Aquello le erizaba el pelo con solo pensarlo… Y solo había un par de maneras que le calmasen. Una de ellas era correr. Correr por correr, sin un objetivo, estar moviéndose todo el rato sin mucho sentido.
- Id vosotros -comentó mientras se lamía la pata, fruto del nerviosismo-. Yo… Ahora… Ahora voy yo.
Y una vez sus compañeros bajaron, empezó a correr a toda velocidad de punta a punta del barco. Los ancianos empezaron a animarla, por alguna razón, y no fue hasta un par de minutos después que paró, algo cansada, y se puso delante de uno de los ancianos, dándole un abrazo y bajando del barco.
Ellie tenía una gran cantidad de opciones para bajar, ya fuera usar el Geppou, ir sobre alguien, saltar hasta la madera… Pero en ese momento, no pudo pensar con claridad. Bajó de manera tan lenta que parecía que estaba borracha. Cada paso fue excesivamente calculado, repasado y, sobre todo, medido infinitas veces. Un sudor frío recorrió su cabeza, pero por fortuna, pronto acabó llegando al hielo.
La mink puso las cuatro patas sobre el hielo, y fue moviendo cada una de ellas cada par de segundos, con la mirada en todos lados y a la vez en ninguno. A Ellie le pareció que se le salía el corazón cuando, tras dar un paso, resbaló y estuvo a punto de darse contra el hielo. Aquello hizo que saliese a toda velocidad hacia la puerta, sin mirar atrás.
Por fín
Agradecida a cada uno de los dioses que conocía, la mink se incorporó y ojeó a sus compañeros. La verdad es que esperaba que no la hubieran mirado, pero era algo que no podía controlar. Y entonces… Apareció ante ellos un Yonko. Ni más ni menos que Dexter Black.
Era una obviedad que todo ser sobre la faz de la tierra había oído alguna vez alguna historia sobre él, y era gracias a aquello que Ellie le tenía un especial apego. Era ese tipo de piratas que parecían extintos, aquellos cuyos ideales, generalmente, iban acordes a lo que se podía esperar de una buena persona. El tipo de hombre que lucha contra lo que cree incorrecto, aunque en ocasiones se exceda en los métodos.
Su simple presencia imponía, y la agente no tenía muy claro qué buscaba allí. ¿Se enfrentaría a ellos? No lo parecía, al menos por su rostro. Y lo cierto era que poco podrían hacer ante un poder como aquél.
Ellie no dejó de lamerse la pata ni un segundo, y, estando próximo a Dretch, y aprovechando que Giotto hablaba con Dexter, le dió un pequeño golpe con el codo, intentando llamar su atención.
- Ese es Dexter -comentó, señalándole-. Es muy fuerte. Y es pirata, pero creo que de los buenos. He leído muchas cosas sobre él… ¿Crees que estaría bien que un agente le pida un autógrafo? No, yo creo que no -finalizó, mirando el rostro de Dretch para sacar conclusiones
Pero aquello debería esperar. Una explosión cercana hizo que la loba saltase, asustada, y se lanzase a Dretch. Su cola se movía continuamente, y los oídos le dolían bastante. Su audaz sentido tenía algunas contrapartidas, como aquella, que ante un ruido tan fuerte, le dejaría sorda unos minutos.
- ¿Qué ha sido eso? -comentaría con un tono bastante más fuerte de lo normal en ella- Me duele la cabeza, y creo que no oigo. ¿Puedes oír algo Dretch?
Pero si Dretch pudiera oír, quizá se habría quedado sordo de los gritos de Ellie. Aunque puede que le importase más cómo soltar a la mink, o la presencia de Dexter, o las posibles trampas que hubiera dentro.
Para finalizar, y sin apartar la mirada de Dexter -que ahora hablaba con el papafrita-, la mink se intentó lamer la pata de nuevo. Pero tras unos cuantos lametones, se dió cuenta que por alguna razón, no lo estaba haciendo. Al mirar hacia su pata, observó la cara de Dretch, al cual le había cambiado el peinado a base de lametones.
- Uy, perdón -comentó avergonzada-. Pensé que ahí estaba mi… Mi pata. Espera, que yo te lo limpio -finalizó, pasándole la pata por la cara, dejándole algunos pelos pegados en ella-. Espera, espera, joder. Lo siento, lo siento, lo siento. Dios, siempre me pasa lo mismo, lo siento mucho.
Los ojos de Ellie empezaron a segregar lágrimas poco a poco, y éstas cayeron lentamente a través de ellos. La pobre mink era bastante negada en cuanto a socializar, y parecía estar dejándolo bastante claro. Esperaba que al menos Dretch no se lo tomase tan mal, aunque entendería que la lanzase por los aires.
Pero Dretch, recuerda, ella nunca lo haría.
Pero todo se torció en un segundo, justo en el que vió el hielo sobre el mar. El fuego y el hielo no se llevaban muy bien, y el magma tampoco era su mejor amigo. Pero si a eso le sumabas que bajo la capa de hielo -aún por dictaminar el grosor- había agua, y Ellie era usuaria… Formaba una auténtica pesadilla.
Ellie solía enfadarse cuando la gente asociaba el odiar el agua a los gatos, puesto que ella, como mink loba, había odiado desde sus primeros días cualquier contacto con líquidos. Aquello le erizaba el pelo con solo pensarlo… Y solo había un par de maneras que le calmasen. Una de ellas era correr. Correr por correr, sin un objetivo, estar moviéndose todo el rato sin mucho sentido.
- Id vosotros -comentó mientras se lamía la pata, fruto del nerviosismo-. Yo… Ahora… Ahora voy yo.
Y una vez sus compañeros bajaron, empezó a correr a toda velocidad de punta a punta del barco. Los ancianos empezaron a animarla, por alguna razón, y no fue hasta un par de minutos después que paró, algo cansada, y se puso delante de uno de los ancianos, dándole un abrazo y bajando del barco.
Ellie tenía una gran cantidad de opciones para bajar, ya fuera usar el Geppou, ir sobre alguien, saltar hasta la madera… Pero en ese momento, no pudo pensar con claridad. Bajó de manera tan lenta que parecía que estaba borracha. Cada paso fue excesivamente calculado, repasado y, sobre todo, medido infinitas veces. Un sudor frío recorrió su cabeza, pero por fortuna, pronto acabó llegando al hielo.
La mink puso las cuatro patas sobre el hielo, y fue moviendo cada una de ellas cada par de segundos, con la mirada en todos lados y a la vez en ninguno. A Ellie le pareció que se le salía el corazón cuando, tras dar un paso, resbaló y estuvo a punto de darse contra el hielo. Aquello hizo que saliese a toda velocidad hacia la puerta, sin mirar atrás.
Por fín
Agradecida a cada uno de los dioses que conocía, la mink se incorporó y ojeó a sus compañeros. La verdad es que esperaba que no la hubieran mirado, pero era algo que no podía controlar. Y entonces… Apareció ante ellos un Yonko. Ni más ni menos que Dexter Black.
Era una obviedad que todo ser sobre la faz de la tierra había oído alguna vez alguna historia sobre él, y era gracias a aquello que Ellie le tenía un especial apego. Era ese tipo de piratas que parecían extintos, aquellos cuyos ideales, generalmente, iban acordes a lo que se podía esperar de una buena persona. El tipo de hombre que lucha contra lo que cree incorrecto, aunque en ocasiones se exceda en los métodos.
Su simple presencia imponía, y la agente no tenía muy claro qué buscaba allí. ¿Se enfrentaría a ellos? No lo parecía, al menos por su rostro. Y lo cierto era que poco podrían hacer ante un poder como aquél.
Ellie no dejó de lamerse la pata ni un segundo, y, estando próximo a Dretch, y aprovechando que Giotto hablaba con Dexter, le dió un pequeño golpe con el codo, intentando llamar su atención.
- Ese es Dexter -comentó, señalándole-. Es muy fuerte. Y es pirata, pero creo que de los buenos. He leído muchas cosas sobre él… ¿Crees que estaría bien que un agente le pida un autógrafo? No, yo creo que no -finalizó, mirando el rostro de Dretch para sacar conclusiones
Pero aquello debería esperar. Una explosión cercana hizo que la loba saltase, asustada, y se lanzase a Dretch. Su cola se movía continuamente, y los oídos le dolían bastante. Su audaz sentido tenía algunas contrapartidas, como aquella, que ante un ruido tan fuerte, le dejaría sorda unos minutos.
- ¿Qué ha sido eso? -comentaría con un tono bastante más fuerte de lo normal en ella- Me duele la cabeza, y creo que no oigo. ¿Puedes oír algo Dretch?
Pero si Dretch pudiera oír, quizá se habría quedado sordo de los gritos de Ellie. Aunque puede que le importase más cómo soltar a la mink, o la presencia de Dexter, o las posibles trampas que hubiera dentro.
Para finalizar, y sin apartar la mirada de Dexter -que ahora hablaba con el papafrita-, la mink se intentó lamer la pata de nuevo. Pero tras unos cuantos lametones, se dió cuenta que por alguna razón, no lo estaba haciendo. Al mirar hacia su pata, observó la cara de Dretch, al cual le había cambiado el peinado a base de lametones.
- Uy, perdón -comentó avergonzada-. Pensé que ahí estaba mi… Mi pata. Espera, que yo te lo limpio -finalizó, pasándole la pata por la cara, dejándole algunos pelos pegados en ella-. Espera, espera, joder. Lo siento, lo siento, lo siento. Dios, siempre me pasa lo mismo, lo siento mucho.
Los ojos de Ellie empezaron a segregar lágrimas poco a poco, y éstas cayeron lentamente a través de ellos. La pobre mink era bastante negada en cuanto a socializar, y parecía estar dejándolo bastante claro. Esperaba que al menos Dretch no se lo tomase tan mal, aunque entendería que la lanzase por los aires.
Pero Dretch, recuerda, ella nunca lo haría.
- Resumen:
- Bajar del barco y llegar hasta sus compañeros con alguna que otra dificultad.
- Flipar con la presencia de Dexter y preguntarse qué hace allí.
- Lanzarse a Dretch por la explosión.
- Ah, y situación cómica con Dretch. Esperemos que continúe siendo cómica y no derive en tragedia.
- Bajar del barco y llegar hasta sus compañeros con alguna que otra dificultad.
Tenebrex
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Cuando salieron del submarino, llegaron a una especie de puerto interior, donde había submarinos aún más grandes que el que ellos estaban usando. –... Verdaderamente, el mío necesita una ampliación... O cambiarlo por otro directamente. –se decía, con cierta envidia por aquellos enormes vehículos.
Se encontraron frente a una puerta enorme, cuyo único mecanismo cercano era un botón en una consola de mandos. El joven analizó con su visor VEEEH el interruptor para ver si este estaba conectado a la puerta, aunque la verdad es que no había muchas otras opciones.
–Voy a pulsarlo. –dijo Ed, advirtiendo a todos en un "alarde" de su inseguridad. Por suerte no hubo ninguna consecuencia catastrófica ni mucho menos, la puerta simplemente se abrió, aunque con un potente y desagradable sonido, lo cual era lógico debido a su tamaño y su peso.
Tras pasar por aquel lugar en el que no se querían detener mucho, al menos a Edward no le atraía la idea lo más mínimo, llegaron a una gran sala donde había mucha, mucha gente. Hubo una música, una voz e incluso una luz. Los sonidos fueron fuertes y la luz, intensa, cegando a casi todos los presentes (puede que sin el casi) y dejándolos medio sordos por unos instantes.
Cuando el recién nombrado «Tigre Dorado» (cambiar de apodo ya parecía una costumbre dentro de su comando, que también había cambiado de nombre) recobró la vista, se puso de inmediato a mirar el mapa mientras se acercaba a Osu. –La puerta que está cerrada a cal y canto lleva a la sala que aquí se marca con un 31, mientras que la otra nos lleva por este camino. –dijo mientras señalaba con el dedo las distintas direcciones. –No sabemos nada al respecto de ninguno de los dos caminos, pero si este está cerrado será porque no quieren que veamos lo que hay dentro ¿no? ¿Qué opinas, tienes ganas de echar la puerta abajo? –preguntó, riéndose y con cierto tono burlón. ¿Cuándo no tenía ganas Osu de reventar cosas?
Se encontraron frente a una puerta enorme, cuyo único mecanismo cercano era un botón en una consola de mandos. El joven analizó con su visor VEEEH el interruptor para ver si este estaba conectado a la puerta, aunque la verdad es que no había muchas otras opciones.
–Voy a pulsarlo. –dijo Ed, advirtiendo a todos en un "alarde" de su inseguridad. Por suerte no hubo ninguna consecuencia catastrófica ni mucho menos, la puerta simplemente se abrió, aunque con un potente y desagradable sonido, lo cual era lógico debido a su tamaño y su peso.
Tras pasar por aquel lugar en el que no se querían detener mucho, al menos a Edward no le atraía la idea lo más mínimo, llegaron a una gran sala donde había mucha, mucha gente. Hubo una música, una voz e incluso una luz. Los sonidos fueron fuertes y la luz, intensa, cegando a casi todos los presentes (puede que sin el casi) y dejándolos medio sordos por unos instantes.
Cuando el recién nombrado «Tigre Dorado» (cambiar de apodo ya parecía una costumbre dentro de su comando, que también había cambiado de nombre) recobró la vista, se puso de inmediato a mirar el mapa mientras se acercaba a Osu. –La puerta que está cerrada a cal y canto lleva a la sala que aquí se marca con un 31, mientras que la otra nos lleva por este camino. –dijo mientras señalaba con el dedo las distintas direcciones. –No sabemos nada al respecto de ninguno de los dos caminos, pero si este está cerrado será porque no quieren que veamos lo que hay dentro ¿no? ¿Qué opinas, tienes ganas de echar la puerta abajo? –preguntó, riéndose y con cierto tono burlón. ¿Cuándo no tenía ganas Osu de reventar cosas?
Hayden Ashworth
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—Nop —dijo Zuko cuando Eric le dijo que iría él primero.
Al decirlo dirigió con rapidez la mano, o garra pues estaba en forma híbrida, al cuello del poncho de Eric. Si conseguía detenerlo dudaba mucho que el comandante pudiese superar su fuerza como para liberarse. Tiraría de él y lo volvería a poner tras el comodoro y el almirante.
—Bastante has causado ya con el timón. Mantente detrás y sigue mis órdenes y las del almirante.
Tras la explosión y su entrada en el lugar, Zuko miró a todas partes. Sin embargo, su vista se clavó en el techo. Un gigantesco arácnido de metal descansaba allí, entre telarañas. ¿Era aquello una criatura artificial? ¿De qué le servían las telarañas entonces? Apretó los puños mientras fijaba sus reptilianos ojos en el monstruo de metal.
—Que nadie toque esas telarañas —sabía que esas criaturas utilizaban sus hilos para atrapar a sus presas. Y Zuko temía que en aquel instante, ellos fuesen las moscas—. Almirante... Temo que esa cosa no vaya a dejarnos seguir tranquilamente. —Se dio la vuelta para dirigirse al resto—. Que todo el mundo avance sin quitarle el ojo de encima a esa cosa. Eric, Kenzo... Seguid ese rastro de destrucción por el boquete —dijo mientras creaba una conexión mental con el arácnido—. No os separéis, descubrid el origen del rastro y contadme lo que es en cuanto lo encontréis. Que unos pocos vayan con ellos, vamos. El resto... seguidme por el arco central. Y repito, a la mínima que esa cosa se mueva, gritad y avisad.— Miró al almirante—. ¿Viene conmigo, almirante?
Al decirlo dirigió con rapidez la mano, o garra pues estaba en forma híbrida, al cuello del poncho de Eric. Si conseguía detenerlo dudaba mucho que el comandante pudiese superar su fuerza como para liberarse. Tiraría de él y lo volvería a poner tras el comodoro y el almirante.
—Bastante has causado ya con el timón. Mantente detrás y sigue mis órdenes y las del almirante.
Tras la explosión y su entrada en el lugar, Zuko miró a todas partes. Sin embargo, su vista se clavó en el techo. Un gigantesco arácnido de metal descansaba allí, entre telarañas. ¿Era aquello una criatura artificial? ¿De qué le servían las telarañas entonces? Apretó los puños mientras fijaba sus reptilianos ojos en el monstruo de metal.
—Que nadie toque esas telarañas —sabía que esas criaturas utilizaban sus hilos para atrapar a sus presas. Y Zuko temía que en aquel instante, ellos fuesen las moscas—. Almirante... Temo que esa cosa no vaya a dejarnos seguir tranquilamente. —Se dio la vuelta para dirigirse al resto—. Que todo el mundo avance sin quitarle el ojo de encima a esa cosa. Eric, Kenzo... Seguid ese rastro de destrucción por el boquete —dijo mientras creaba una conexión mental con el arácnido—. No os separéis, descubrid el origen del rastro y contadme lo que es en cuanto lo encontréis. Que unos pocos vayan con ellos, vamos. El resto... seguidme por el arco central. Y repito, a la mínima que esa cosa se mueva, gritad y avisad.— Miró al almirante—. ¿Viene conmigo, almirante?
- Resumen - Eric, Kodama y Kenzo:
- Detener a Eric y volver a ponerlo detrás (si se deja coger). Ver la araña y ordenar a todo el mundo que nadie toque las telarañas, para después ordenar a Eric y Kenzo, y unos pocos reclutas, que vayan por el rastro de destrucción, mientras que el resto vamos por el otro camino. Y ah, pedirles que avisen si la araña se mueve
Ryuichi Ichiban
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El gigante se rascó la cabeza mientras entraba con el resto de marines, detrás de los demás que parecían no haberse percatado del todo de su presencia. Lo cual era raro, siendo un hombre de cuatro metros y medio en pelotas. La sala estaba oscura, sin embargo se podía ver en ella. Estaba todo lleno de... ¿Telarañas? Miró hacia arriba y en el techo había una... ¡Una araña gigantesca! Wow.
Escuchó entonces como uno de los marines a la cabeza daba un par de órdenes. Él no era marine, por lo que no tenía porque cumplirlas. Por eso mismo se acopló enseguida a los dos marines a los cuales había ordenado seguir el rastro de destrucción. Después de todo ese camino le parecía más divertido que el otro. Uno de ellos tenía el pelo blanco y llevaba un poncho, mientras que el otro tenía los brazos muy muy largos.
—Heeeeeey —saludó—. Soy Braudbrüthgael, cazarrecompensas. Me uno a vosotros —dijo, sin reparar en su desnudez.
Escuchó entonces como uno de los marines a la cabeza daba un par de órdenes. Él no era marine, por lo que no tenía porque cumplirlas. Por eso mismo se acopló enseguida a los dos marines a los cuales había ordenado seguir el rastro de destrucción. Después de todo ese camino le parecía más divertido que el otro. Uno de ellos tenía el pelo blanco y llevaba un poncho, mientras que el otro tenía los brazos muy muy largos.
—Heeeeeey —saludó—. Soy Braudbrüthgael, cazarrecompensas. Me uno a vosotros —dijo, sin reparar en su desnudez.
- Resumen - Eric y Kenzo:
- Acoplarme al shandiano y al brazos largos
Taylor Fitzgerald
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El momento de apoyo a Dretch y, por qué no, felicidad entre los nuevos miembros de la división duró poco. Los ancianos habían puesto de nuevo en marcha el Espíritu de Condoriano, y Taylor tuvo que volver a agarrarse para no salir volando por las aires. Finalmente, llegaron hasta su destino, la entrada de la aguja. La robot fue la primera en bajar y luego se fijó en lo que tenían que decir los ancianos. Les deseó buena suerte en la jubilación del Espíritu de Condoriano y les alzó la mano.
Tras eso, debían continuar, pero su avance se vio interrumpido por Dexter Black, el Yonkou. La pelirrosa se quedó boquiabierta ante la aparición, pero lo peor es que él hablaba a Shintaro como si nada. La situación se estaba descontrolando y Giotto había decidido hablar con él. Es un yonkou, pensó la joven, no deberían tener tratos con él. Ella estaba completamente en contra de todas aquellas facciones que resultaban peligrosas para el Gobierno Mundial, pues desde pequeña su mente había sido envenenada por el profesor Fitzgerald en Kern sobre el trato que había que darle a ese tipo de gente.
-Ellie, no hay piratas buenos ni nunca los habrá, si están aquí es seguro que para sabotear nuestra misión - Dijo Taylor firmemente - Ni siquiera deberíamos estar teniendo trato con él. Dretch, ¿es que no vas a decirles nada?
Shintaro tampoco se quedó atrás y se alejó con el pirata para hablar entre susurros. Fue una mala idea desde el principio, pues la autómata poseía un oído extremadamente fino para captar todo tipo de sonidos. Arqueó las cejas al escuchar la conversación, ¿no decir nada? ¿Rose? La muchacha se cruzó de brazos y miró tanto a Shintaro como a Dexter. Tenía curiosidad por saber que escondía el peliverde, demasiados secretos para ser alguien nuevo y fuerte.
Taylor envió un mensaje a la base de datos del profesor solicitando información sobre una tal Rose, preguntando si había alguna mujer en el Gobierno Mundial, en la revolución y en la piratería que hubiese destacado lo suficiente. Recibió una lista no muy larga con detalles sobre las personas que allí se encontraban, pero la más importante era una tal Dark D. Rose que poseía un cartel de recompensa pirata y la imagen de una pelirroja; sin embargo, su estado era desaparecido, pues no había dado signos de vida desde hacía años.
¿Sería esa Rose la que buscaba el peliverde? ¿Por qué buscaba a una pirata? A lo mejor los informes eran erróneos, podría haber confusión con una revolucionaria llamada Rose Lee, pues las bases de datos del laboratorio a veces no eran certeras con la información. Taylor guardó esa lista de personas para ella, con la intención de no crear más dudas entre sus compañeros ya que lo que estaban viendo era muy descarado.
Tras eso, debían continuar, pero su avance se vio interrumpido por Dexter Black, el Yonkou. La pelirrosa se quedó boquiabierta ante la aparición, pero lo peor es que él hablaba a Shintaro como si nada. La situación se estaba descontrolando y Giotto había decidido hablar con él. Es un yonkou, pensó la joven, no deberían tener tratos con él. Ella estaba completamente en contra de todas aquellas facciones que resultaban peligrosas para el Gobierno Mundial, pues desde pequeña su mente había sido envenenada por el profesor Fitzgerald en Kern sobre el trato que había que darle a ese tipo de gente.
-Ellie, no hay piratas buenos ni nunca los habrá, si están aquí es seguro que para sabotear nuestra misión - Dijo Taylor firmemente - Ni siquiera deberíamos estar teniendo trato con él. Dretch, ¿es que no vas a decirles nada?
Shintaro tampoco se quedó atrás y se alejó con el pirata para hablar entre susurros. Fue una mala idea desde el principio, pues la autómata poseía un oído extremadamente fino para captar todo tipo de sonidos. Arqueó las cejas al escuchar la conversación, ¿no decir nada? ¿Rose? La muchacha se cruzó de brazos y miró tanto a Shintaro como a Dexter. Tenía curiosidad por saber que escondía el peliverde, demasiados secretos para ser alguien nuevo y fuerte.
Taylor envió un mensaje a la base de datos del profesor solicitando información sobre una tal Rose, preguntando si había alguna mujer en el Gobierno Mundial, en la revolución y en la piratería que hubiese destacado lo suficiente. Recibió una lista no muy larga con detalles sobre las personas que allí se encontraban, pero la más importante era una tal Dark D. Rose que poseía un cartel de recompensa pirata y la imagen de una pelirroja; sin embargo, su estado era desaparecido, pues no había dado signos de vida desde hacía años.
¿Sería esa Rose la que buscaba el peliverde? ¿Por qué buscaba a una pirata? A lo mejor los informes eran erróneos, podría haber confusión con una revolucionaria llamada Rose Lee, pues las bases de datos del laboratorio a veces no eran certeras con la información. Taylor guardó esa lista de personas para ella, con la intención de no crear más dudas entre sus compañeros ya que lo que estaban viendo era muy descarado.
La pequeña e insólita reunión celebrada sobre el hielo aún consumió un rato más de la vida de quienes participaban en ella. Un pelirrojo con un serio problema de control de sus impulsos se convirtió en el centro de la misma, arrebatando la espada al otro pelirrojo y blandiéndola como si de un juguete se tratara. «Espero que esté más atento ahí dentro», se dijo el domador, pensando en su capitán y vigilando por el rabillo del ojo lo que sucedía frente a él.
No tardaron en ponerse en marcha y poner rumbo hacia la aguja. Zane, cómo no, desplegó sus alas para llegar lo antes posible. Él tenía poco que ocultar, ya que su nombre era conocido allí donde iba y cualquiera que fuese tras él conocía en mayor o menor medida sus habilidades. Therax, por el contrario, creía no gozar de semejante fama —al menos eso indicaba la atención que le prestaban allá donde iba—. En cualquier caso, y pese a que todo fuesen suposiciones, prefería actuar de forma más prudente y revelar la mínima información posible.
Igual que había hecho anteriormente, caminó un poco por detrás del grupo, contemplando cómo Alviss continuaba intentando dominar el chocolate que nacía de él. Pese a lo tenso de la situación, no pudo evitar sonreírse un breve instante. Una buena colleja le hubiese venido bien al muchacho, pero prefirió no hacerlo.
Cuando quiso darse cuenta, habían alcanzado la Aguja. Un molesto sonido martilleaba sus tímpanos, instándole sutilmente a salir de allí. No pensaba hacerlo, y la voz que sucedió al ruido no hizo más que permitir que se reafirmase en sus ideas. No obstante, seguía sin convencerle en absoluto la idea de ir junto a los marines. ¿En qué cabeza cabía que un Almirante no se las tratase de ingeniar para dar caza a la banda de un Señor de la Piratería? Claro que ellos podrían plantear con facilidad el razonamiento inverso. No importaba; estaría preparado para lo que sucediese.
Al escuchar las palabras del Descamisetado, elevó la vista hacia las alturas para contemplar aquello a lo que se refería. El supuesto insecto emitía destellos metálicos cuando la luz incidía sobre él. Aquello debía estar allí por algún motivo, y sospechaba que en ningún caso sería para dar una cálida bienvenida a los visitantes. Casi prefería que se convirtiese en el problema de otro.
—Que se encargue otro de eso —respondió a Zane, mostrando su acuerdo con aplicar la clásica ley de 'si no miras, no está'.
No tardaron en ponerse en marcha y poner rumbo hacia la aguja. Zane, cómo no, desplegó sus alas para llegar lo antes posible. Él tenía poco que ocultar, ya que su nombre era conocido allí donde iba y cualquiera que fuese tras él conocía en mayor o menor medida sus habilidades. Therax, por el contrario, creía no gozar de semejante fama —al menos eso indicaba la atención que le prestaban allá donde iba—. En cualquier caso, y pese a que todo fuesen suposiciones, prefería actuar de forma más prudente y revelar la mínima información posible.
Igual que había hecho anteriormente, caminó un poco por detrás del grupo, contemplando cómo Alviss continuaba intentando dominar el chocolate que nacía de él. Pese a lo tenso de la situación, no pudo evitar sonreírse un breve instante. Una buena colleja le hubiese venido bien al muchacho, pero prefirió no hacerlo.
Cuando quiso darse cuenta, habían alcanzado la Aguja. Un molesto sonido martilleaba sus tímpanos, instándole sutilmente a salir de allí. No pensaba hacerlo, y la voz que sucedió al ruido no hizo más que permitir que se reafirmase en sus ideas. No obstante, seguía sin convencerle en absoluto la idea de ir junto a los marines. ¿En qué cabeza cabía que un Almirante no se las tratase de ingeniar para dar caza a la banda de un Señor de la Piratería? Claro que ellos podrían plantear con facilidad el razonamiento inverso. No importaba; estaría preparado para lo que sucediese.
Al escuchar las palabras del Descamisetado, elevó la vista hacia las alturas para contemplar aquello a lo que se refería. El supuesto insecto emitía destellos metálicos cuando la luz incidía sobre él. Aquello debía estar allí por algún motivo, y sospechaba que en ningún caso sería para dar una cálida bienvenida a los visitantes. Casi prefería que se convirtiese en el problema de otro.
—Que se encargue otro de eso —respondió a Zane, mostrando su acuerdo con aplicar la clásica ley de 'si no miras, no está'.
- Resumen:
- Narrar la llegada a la Aguja y mostrarme de acuerdo con intentar pasar de la araña.
Los navíos de la Marina habían ido llegando al acceso al Jinete. Muchos de sus tripulantes descendían de ellos, aproximándose con más miedo que vergüenza al gigante de metal que prometía destruir el mundo. Algunos, por el contrario, permanecían en los barcos para asegurar la retaguardia —o al menos eso me parecía al ver cómo lo preparaban todo—.
Me había visto obligado a morderme la lengua para no responder al vicealmirante Hyrule. Yo había alzado la mano, de acuerdo, aunque hubiese sido sin saber por qué demonios lo hacía. Aun así, muchos otros habían hecho lo mismo que yo. De hecho, casi todos. Había sido él quien me había arrastrado hasta su barco sin preguntar mi nombre siquiera, si alguno de mis superiores directos se encontraba en las cercanías o si tenía alguna orden que cumplir. Pero no, guardé silencio y me cuadré frente a él en señal de despedida.
Tomé tierra frente a la entrada. Eran muchos los uniformados que ya se encontraban en su interior, y todavía más los que se dirigían a él. Algo así como un zumbido se iba haciendo cada vez más intenso, resultando tremendamente irritante. Tapé mis oídos con mis dedos en un fútil intento por que fuese más llevadero, pero sirvió de poco o nada. No obstante, tras unos minutos cesó por fin. Una voz se elevó desde algún lugar, lanzando unos comentarios propios del mayor de los gañanes. ¿Correspondería al famoso Krauser K. Redfield?
No lo sabía, pero habría de averiguarlo más tarde o más temprano. Fui arrastrado por la comitiva de marines hasta que pude apartarme, momento que aproveché para detenerme y observar los alrededores. Desechos de toda clase abarrotaban el suelo, y pude comprobar cómo varios de mis compañeros mantenían su vista fija en el techo. Un error, puesto que nunca era buena idea perder la referencia del lugar que iban a ocupar tus p... ¿¡Qué coño era eso!? Una araña de enormes dimensiones llamaba la atención en las alturas, las cuales, por cierto, eran monopolizadas por una red de telarañas.
Tragué saliva, devolviendo mi vista al frente para buscar a alguno de mis compañeros. Me pareció distinguir la melena plateada de Eric, así como las múltiples espadas de Kenzo. ¿Serían ellos? Eso parecía, pero no me sentía capaz de afirmarlo con total seguridad.
—¡Eh! —exclamé, alzando la mano en dirección a ellos—. Esperadme, que ese vicealmirante me ha cogido a traición.
Un tipo exageradamente grande se encontraba junto a ellos, desnudo... y grande, muy grande. Aunque, bien visto, no sabía cuál era la media entre los suyos —semejante altura debía corresponder a un gigante—. Cabía la posibilidad de que, en comparación con los de su especie, tuviese una lentejita por miembro.
Me había visto obligado a morderme la lengua para no responder al vicealmirante Hyrule. Yo había alzado la mano, de acuerdo, aunque hubiese sido sin saber por qué demonios lo hacía. Aun así, muchos otros habían hecho lo mismo que yo. De hecho, casi todos. Había sido él quien me había arrastrado hasta su barco sin preguntar mi nombre siquiera, si alguno de mis superiores directos se encontraba en las cercanías o si tenía alguna orden que cumplir. Pero no, guardé silencio y me cuadré frente a él en señal de despedida.
Tomé tierra frente a la entrada. Eran muchos los uniformados que ya se encontraban en su interior, y todavía más los que se dirigían a él. Algo así como un zumbido se iba haciendo cada vez más intenso, resultando tremendamente irritante. Tapé mis oídos con mis dedos en un fútil intento por que fuese más llevadero, pero sirvió de poco o nada. No obstante, tras unos minutos cesó por fin. Una voz se elevó desde algún lugar, lanzando unos comentarios propios del mayor de los gañanes. ¿Correspondería al famoso Krauser K. Redfield?
No lo sabía, pero habría de averiguarlo más tarde o más temprano. Fui arrastrado por la comitiva de marines hasta que pude apartarme, momento que aproveché para detenerme y observar los alrededores. Desechos de toda clase abarrotaban el suelo, y pude comprobar cómo varios de mis compañeros mantenían su vista fija en el techo. Un error, puesto que nunca era buena idea perder la referencia del lugar que iban a ocupar tus p... ¿¡Qué coño era eso!? Una araña de enormes dimensiones llamaba la atención en las alturas, las cuales, por cierto, eran monopolizadas por una red de telarañas.
Tragué saliva, devolviendo mi vista al frente para buscar a alguno de mis compañeros. Me pareció distinguir la melena plateada de Eric, así como las múltiples espadas de Kenzo. ¿Serían ellos? Eso parecía, pero no me sentía capaz de afirmarlo con total seguridad.
—¡Eh! —exclamé, alzando la mano en dirección a ellos—. Esperadme, que ese vicealmirante me ha cogido a traición.
Un tipo exageradamente grande se encontraba junto a ellos, desnudo... y grande, muy grande. Aunque, bien visto, no sabía cuál era la media entre los suyos —semejante altura debía corresponder a un gigante—. Cabía la posibilidad de que, en comparación con los de su especie, tuviese una lentejita por miembro.
- Resumen:
- Relleno e intentar acoplarme con Eric, Kenzo y Braud.
Dretch
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Una figura pasó a su lado sin que Dretch se percatara de quien y como había logrado darles alcance. De hecho, nadie de la división se percató del pirata hasta que este, dirigiéndose con un piropo propio de Leblanc, se dirigió hacia Shintaro advirtiéndole de que tras el umbral de aquella puerta se escondía un artefacto explosivo. Los cuchicheos nerviosos que se escuchaban a sus espaldas irritaban sobremanera al agente. Un Yonkou había irrumpido entre las filas gubernamentales como si aquello fuese lo más normal del mundo, les había tomado la delantera tratado de introducirse en el interior de la aguja antes que ellos y, por si fuera poco, les había sugerido como debían hacer su trabajo. No es que Dretch no supiese encajar una crítica o consejo, pero detestaba ser tratado como un idiota y, al no tratarse Dexter Black de un sujeto al que debiera obediencia, su ceño comenzaba a fruncirse por momentos.
Mientras que Giotto tomaba la iniciativa y se dirigía hacia el criminal, Ellie trató de preguntarle si sería sensato pedirle un autógrafo al señor Black, pero debió de toparse con un semblante que no invitaba precisamente a la negociación.
La casualidad que, al poco de advertir la trampa se escuchó un fuete zumbido y enseguida el ruido de una explosión. Aunque el agente intentó reaccionar, algo le placó inesperadamente y, perdiendo pie, le derribó mientras observaba con su ojo sano como un fogonazo de llamas y aire caliente salía del interior de la estancia. Para cuando quiso darse cuenta y reaccionar, se dio cuenta de que la Mink lo había derribado. Sin embargo, lejos de tratarse de un acto heroico de por sí, más bien se había tratado de un acto totalmente involuntario. Al observarla, casi le daba la impresión de que estaba totalmente asustada.
- Los revolucionarios suelen ser bastante escandalosos, será mejor que te acostumbres – dijo mientras dejaba escapar un suspiro y trataba de ponerse de nuevo en pie con la cara llena de pelos y el pelo algo lamido. Y, aunque se pasó la mano por el rostro retirando la mayor parte de ellos, no lograba librarse de la extraña sensación de picor. Sin embargo, al ver el rostro casi lloroso de Ellie se limitó a darle un par de leves palmaditas sobre su cráneo a modo de caricia – He visto iniciados mucho más torpes, tu aún no has conseguido enfadarme.
Y lo cierto era que no le faltaban motivos para comentar aquello. Shintaro, que hasta aquel momento había permanecido callado y prácticamente apartado del grupo, se acercó hacia Dexter y comenzó a caminar junto a él cuchicheando como una anciana ¿Qué conclusión se suponía que debía sacar de todo lo que estaba sucediendo? Taylor también pareció percatarse de este hecho y enseguida increpó al norteño para que este hiciera algo. Rechinó sus dientes, conteniendo la furia que atenaza su garganta, y clavando su ojo sano primero en Giotto para luego dirigirlo hacia Shintaro, dijo con voz áspera:
- La muerte de Krauser y el sabotaje de esta cosa… – recriminó mientras elevaba la vista hacia el techo de la estancia, mostrando un notable gesto de desprecio a cada elemento de tecnología de la misma– … tienen un significado político. El pueblo solo quiere justicia, siempre ha estado hambriento de ella y les da igual a quienes les deban sus vidas. A efectos prácticos, aquel que logré poner fin a este desastre logrará legitimar su causa, sea cual sea esta – confesó dirigiéndole una mirada no menos recelosa a Dexter – Podéis gastar tanto tiempo como queráis tratando de buscar la aprobación de un criminal o confabulando a espaldas de la Cipher Pol, pero no hay alianza posible entre ellos y nosotros.
Una vez dicho lo que tenía que decir, se limitó a estudiar los tres caminos. No era ningún secreto el hecho de que, a pesar de poseer un brazo biónico, sus conocimientos tecnológicos terminaban en el mecanismo de un bolígrafo. Uno de ellos parecía que estaba marcado, como si un objeto extremadamente pesado hubiese rayado la superficie del suelo a su paso; otro, realizado por la ultima explosión era un camino alternativo y probablemente inesperado. Todo aquello sin contar enorme arco de entraday que estaba repleto de tuberías y cables. Tan solo por llevar la contraria y negarse a seguirles el juego a los revolucionarios, se dirigió con paso decidido hacia las ruinas de la pared. Sin embargo, al cruzarse por el camino con Shintaro, golpeó al peliverde con su hombro con un mal fingido azar, apartándolo de su camino.
- Respétate un poco, ese uniforme es algo más que lino y seda – le susurró, antes de hacer una señal con su brazo izquierdo para que el resto de agentes le siguieran hacia el interior del agujero.
Mientras que Giotto tomaba la iniciativa y se dirigía hacia el criminal, Ellie trató de preguntarle si sería sensato pedirle un autógrafo al señor Black, pero debió de toparse con un semblante que no invitaba precisamente a la negociación.
La casualidad que, al poco de advertir la trampa se escuchó un fuete zumbido y enseguida el ruido de una explosión. Aunque el agente intentó reaccionar, algo le placó inesperadamente y, perdiendo pie, le derribó mientras observaba con su ojo sano como un fogonazo de llamas y aire caliente salía del interior de la estancia. Para cuando quiso darse cuenta y reaccionar, se dio cuenta de que la Mink lo había derribado. Sin embargo, lejos de tratarse de un acto heroico de por sí, más bien se había tratado de un acto totalmente involuntario. Al observarla, casi le daba la impresión de que estaba totalmente asustada.
- Los revolucionarios suelen ser bastante escandalosos, será mejor que te acostumbres – dijo mientras dejaba escapar un suspiro y trataba de ponerse de nuevo en pie con la cara llena de pelos y el pelo algo lamido. Y, aunque se pasó la mano por el rostro retirando la mayor parte de ellos, no lograba librarse de la extraña sensación de picor. Sin embargo, al ver el rostro casi lloroso de Ellie se limitó a darle un par de leves palmaditas sobre su cráneo a modo de caricia – He visto iniciados mucho más torpes, tu aún no has conseguido enfadarme.
Y lo cierto era que no le faltaban motivos para comentar aquello. Shintaro, que hasta aquel momento había permanecido callado y prácticamente apartado del grupo, se acercó hacia Dexter y comenzó a caminar junto a él cuchicheando como una anciana ¿Qué conclusión se suponía que debía sacar de todo lo que estaba sucediendo? Taylor también pareció percatarse de este hecho y enseguida increpó al norteño para que este hiciera algo. Rechinó sus dientes, conteniendo la furia que atenaza su garganta, y clavando su ojo sano primero en Giotto para luego dirigirlo hacia Shintaro, dijo con voz áspera:
- La muerte de Krauser y el sabotaje de esta cosa… – recriminó mientras elevaba la vista hacia el techo de la estancia, mostrando un notable gesto de desprecio a cada elemento de tecnología de la misma– … tienen un significado político. El pueblo solo quiere justicia, siempre ha estado hambriento de ella y les da igual a quienes les deban sus vidas. A efectos prácticos, aquel que logré poner fin a este desastre logrará legitimar su causa, sea cual sea esta – confesó dirigiéndole una mirada no menos recelosa a Dexter – Podéis gastar tanto tiempo como queráis tratando de buscar la aprobación de un criminal o confabulando a espaldas de la Cipher Pol, pero no hay alianza posible entre ellos y nosotros.
Una vez dicho lo que tenía que decir, se limitó a estudiar los tres caminos. No era ningún secreto el hecho de que, a pesar de poseer un brazo biónico, sus conocimientos tecnológicos terminaban en el mecanismo de un bolígrafo. Uno de ellos parecía que estaba marcado, como si un objeto extremadamente pesado hubiese rayado la superficie del suelo a su paso; otro, realizado por la ultima explosión era un camino alternativo y probablemente inesperado. Todo aquello sin contar enorme arco de entraday que estaba repleto de tuberías y cables. Tan solo por llevar la contraria y negarse a seguirles el juego a los revolucionarios, se dirigió con paso decidido hacia las ruinas de la pared. Sin embargo, al cruzarse por el camino con Shintaro, golpeó al peliverde con su hombro con un mal fingido azar, apartándolo de su camino.
- Respétate un poco, ese uniforme es algo más que lino y seda – le susurró, antes de hacer una señal con su brazo izquierdo para que el resto de agentes le siguieran hacia el interior del agujero.
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Despierto con una sensación muy extraña bajo la nariz, un picorcillo incierto que me incomoda un montón. No sé por qué es lo primero en lo que me fijo, porque me duele la cabeza como si me hubiesen sacudido con una banda de música entera. Me llevo la mano a la nuca y noto un chichón bastante gordo. Escuece mogollón...
Estoy en una sala enorme, gigantesca, y medio llena de agua. Hay un par de puertas de gran tamaño, aunque solo una está abierta. Varios barcos de acero con forma de pepino salen del agua y empiezan a vomitar gente. Esas cosas son antinaturales. Tengo uno justo al lado, y veo mi reflejo en las frías placas de metal. Qué condenadamente guapo. Ahora veo que bajo la nariz llevo una gruesa hebra de pelos castaños de los que cuelga una etiqueta en la que pone: "Bigote de emergencia". Me lo dejaría puesto, pero se me meten tantos pelos en la boca que es inaguantable. Tampoco recojo la boina roja y totalmente empapada que llevo un rato chafando con el culo sin darme cuenta.
La música suena de repente, justo tras un mensaje de lo más borde y antipático. ¿Quién habrá hablado? Me habría sentido ofendido de no ser porque la monstruosa melodía está haciendo que mi dolor de cabeza se multiplique, al menos, por... Espera, si yo no sé multiplicar. Da igual, el caso es que me está haciendo polvo. Cuando acaba estoy un rato tumbado, tratando de que no se me salga el cerebro hecho puré por las orejas. Un segundo... Me llevo las manos a la cabeza y noto que no tengo orejas. Qué cosas.
Me levanto por fin, mareado y tambaleándome. Me sujeto al primer tipo que veo por allí para no caerme, y él me mira con una cara de bobo que casi hace que me entre la risa. Se pone muy firme y me llama "Oficial", pero el muy lerdo me deja caer. Tengo que esforzarme en ponerme en pie otra vez mientras que el mundo da vueltas. Me cuesta un rato, pero al final consigo que todo deje de dar vueltas y puedo caminar recto. El tipo sigue ahí plantado, con la mano sobre la frente como si se tapase del sol. Rarito...
No estoy muy seguro de con quién debería hablar. Todo el mundo aquí es de lo más raro. Tienen un color extraño, huelen diferente a lo que deberían y tienen todos, o casi, el mismo color de piel. ¿Qué clase de engendros son estos? Por alguna razón, me resultan antinaturales. Hay ruido por todas partes, voces y olores que se mezclan en un mazacote que ataca a mis sentidos. El corazón me late muy rápido, estoy nervioso y le robo la bolsa a un tipo para respirar dentro, no se muy bien por qué. El estómago se me revuelve y vomito en la bolsa. Luego se la devuelvo a su dueño, que me mira tan extrañado como yo a él. Dios, ¿que está pasando?
Me acerco a uno casi al azar, es el primero en el que me fijo que no va de aquí para allá con una espada o uno de esos tubos que apestan a pólvora. Tiene el pelo del color de los plátanos de agua y huele a purpurina y a rojo. Soy más grande que él -de hecho, soy más grande que la mayoría-, así que me pongo muy cerca mirándole desde arriba a esos ojos suyos tan enormes. No puedo contener la tentación de ir a cogerlo de sus estrechos hombros y zarandearlo mientras le grito a la cara. Estoy tan nervioso que no puedo contener los escupitajos ocasionales.
-¿Qué está ocurriendo, maldita sea?¡Dímelo! -le exijo, aterrado-. ¿Qué es este sitio? ¿Quién es toda esta gente y por qué sois tan feos? ¡Por todas las espinas de Davy Jones, dime quién soy!
Estoy en una sala enorme, gigantesca, y medio llena de agua. Hay un par de puertas de gran tamaño, aunque solo una está abierta. Varios barcos de acero con forma de pepino salen del agua y empiezan a vomitar gente. Esas cosas son antinaturales. Tengo uno justo al lado, y veo mi reflejo en las frías placas de metal. Qué condenadamente guapo. Ahora veo que bajo la nariz llevo una gruesa hebra de pelos castaños de los que cuelga una etiqueta en la que pone: "Bigote de emergencia". Me lo dejaría puesto, pero se me meten tantos pelos en la boca que es inaguantable. Tampoco recojo la boina roja y totalmente empapada que llevo un rato chafando con el culo sin darme cuenta.
La música suena de repente, justo tras un mensaje de lo más borde y antipático. ¿Quién habrá hablado? Me habría sentido ofendido de no ser porque la monstruosa melodía está haciendo que mi dolor de cabeza se multiplique, al menos, por... Espera, si yo no sé multiplicar. Da igual, el caso es que me está haciendo polvo. Cuando acaba estoy un rato tumbado, tratando de que no se me salga el cerebro hecho puré por las orejas. Un segundo... Me llevo las manos a la cabeza y noto que no tengo orejas. Qué cosas.
Me levanto por fin, mareado y tambaleándome. Me sujeto al primer tipo que veo por allí para no caerme, y él me mira con una cara de bobo que casi hace que me entre la risa. Se pone muy firme y me llama "Oficial", pero el muy lerdo me deja caer. Tengo que esforzarme en ponerme en pie otra vez mientras que el mundo da vueltas. Me cuesta un rato, pero al final consigo que todo deje de dar vueltas y puedo caminar recto. El tipo sigue ahí plantado, con la mano sobre la frente como si se tapase del sol. Rarito...
No estoy muy seguro de con quién debería hablar. Todo el mundo aquí es de lo más raro. Tienen un color extraño, huelen diferente a lo que deberían y tienen todos, o casi, el mismo color de piel. ¿Qué clase de engendros son estos? Por alguna razón, me resultan antinaturales. Hay ruido por todas partes, voces y olores que se mezclan en un mazacote que ataca a mis sentidos. El corazón me late muy rápido, estoy nervioso y le robo la bolsa a un tipo para respirar dentro, no se muy bien por qué. El estómago se me revuelve y vomito en la bolsa. Luego se la devuelvo a su dueño, que me mira tan extrañado como yo a él. Dios, ¿que está pasando?
Me acerco a uno casi al azar, es el primero en el que me fijo que no va de aquí para allá con una espada o uno de esos tubos que apestan a pólvora. Tiene el pelo del color de los plátanos de agua y huele a purpurina y a rojo. Soy más grande que él -de hecho, soy más grande que la mayoría-, así que me pongo muy cerca mirándole desde arriba a esos ojos suyos tan enormes. No puedo contener la tentación de ir a cogerlo de sus estrechos hombros y zarandearlo mientras le grito a la cara. Estoy tan nervioso que no puedo contener los escupitajos ocasionales.
-¿Qué está ocurriendo, maldita sea?¡Dímelo! -le exijo, aterrado-. ¿Qué es este sitio? ¿Quién es toda esta gente y por qué sois tan feos? ¡Por todas las espinas de Davy Jones, dime quién soy!
- Tenebrex y compañía, posad aquí vuestros ojos:
- Despertar entre los revolucionarios tras ser atropellado y arrastrado por un submarino - Acercarse al bueno de Tenebrex y (si no pone pegas) cogerlo del pescuezo, zarandearlo cual loco furibundo y gritarle a la cara que le diga al Maki amnésico quién es.
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Estruendos, oscuridad, insultos, cristales rotos, llamas... Los primeros segundos de Gerald dentro de la torre no estaban siendo muy agradables. La culpa de todo, en su opinión, la tenía la diabólica música, más propia de bestias que de humanos. Todo lo demás lo había experimentado en numerosas ocasiones, pero jamás un ataque tan salvaje contra sus tímpanos y el sentido mismo de la armonía. El músico que llevaba dentro condenaba fervientemente al fraude de compositor que hubiese parido tamaña abominación.
-Creo que acaban de darnos un nuevo motivo para echar abajo este lugar -comentó.
Sabia, o al menos creía saber, por qué estaba allí White, pero lo cierto es que ignoraba las razones que habían llevado allí a Lysbeth. ¿Sería la clase de persona altruista que arriesgaría su vida por librar al mundo de un mal devastador? No, desde luego no le daba esa impresión, pero siempre cabía la posibilidad de estar equivocado. No obstante, Gerald intuía que debía tener algún motivo para haber acudido a aquel rincón del mar que tan peligroso se había vuelto. Podría haberle preguntado, pero, ¿qué gracia había tenido eso? Ya que tenía que husmear en ese esperpéntico y pecaminoso edificio, al menos se concedería a sí mismo el lujo de un pequeño divertimento. Desentrañar las mentes ajenas sin necesidad de subyugarlas con su habilidad podía ser entretenido, y un buen desafío que mantuviera su inteligencia activa. Además, le proporcionaba una excusa para justificarse a sí mismo el mirar tanto a la señorita Ardian.
El olor del humo y la visión del fuego iluminando el camino le trajeron recuerdos de lugares lejanos. Había pasado tiempo desde la última vez en que sus pulmones se embriagasen del hedor a muerte, fuego y decadencia del campo de batalla, pero sus instintos seguían tan afilados como su acero. Los escombros bañados por el fulgor de las llamas bien podían haber sido castillos incendiados; los penetrantes y atrayentes efluvios del alquitrán caliente le trajeron a la memoria los cubos con brea hirviendo que se dejaban caer sobre los invasores durante un asedio. Y además, estaba considerablemente seguro de que la mayoría de los que se adentrasen en las entrañas del Jinete jamás saldrían, se convertirían en el eterno alimento de aquella bestia de metal y hormigón y el polvo de sus huesos reposaría en la misma fría fosa que la perversa creación de Krauser Redfield. Casi podía ver los montones de cadáveres creciendo a la par que se ahogaban los gritos.
Respiró hondo y fue el primero en encaminarse hacia las tripas de la torre. En cierto modo, casi podía sentirse como en casa.
-Creo que acaban de darnos un nuevo motivo para echar abajo este lugar -comentó.
Sabia, o al menos creía saber, por qué estaba allí White, pero lo cierto es que ignoraba las razones que habían llevado allí a Lysbeth. ¿Sería la clase de persona altruista que arriesgaría su vida por librar al mundo de un mal devastador? No, desde luego no le daba esa impresión, pero siempre cabía la posibilidad de estar equivocado. No obstante, Gerald intuía que debía tener algún motivo para haber acudido a aquel rincón del mar que tan peligroso se había vuelto. Podría haberle preguntado, pero, ¿qué gracia había tenido eso? Ya que tenía que husmear en ese esperpéntico y pecaminoso edificio, al menos se concedería a sí mismo el lujo de un pequeño divertimento. Desentrañar las mentes ajenas sin necesidad de subyugarlas con su habilidad podía ser entretenido, y un buen desafío que mantuviera su inteligencia activa. Además, le proporcionaba una excusa para justificarse a sí mismo el mirar tanto a la señorita Ardian.
El olor del humo y la visión del fuego iluminando el camino le trajeron recuerdos de lugares lejanos. Había pasado tiempo desde la última vez en que sus pulmones se embriagasen del hedor a muerte, fuego y decadencia del campo de batalla, pero sus instintos seguían tan afilados como su acero. Los escombros bañados por el fulgor de las llamas bien podían haber sido castillos incendiados; los penetrantes y atrayentes efluvios del alquitrán caliente le trajeron a la memoria los cubos con brea hirviendo que se dejaban caer sobre los invasores durante un asedio. Y además, estaba considerablemente seguro de que la mayoría de los que se adentrasen en las entrañas del Jinete jamás saldrían, se convertirían en el eterno alimento de aquella bestia de metal y hormigón y el polvo de sus huesos reposaría en la misma fría fosa que la perversa creación de Krauser Redfield. Casi podía ver los montones de cadáveres creciendo a la par que se ahogaban los gritos.
Respiró hondo y fue el primero en encaminarse hacia las tripas de la torre. En cierto modo, casi podía sentirse como en casa.
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En el momento en que la isla artificial llegó hasta la ominosa Aguja una extraña música inundó el ambiente. Acto seguido, unas intensas luces brillaron durante unos instantes antes de apagarse bruscamente con un ruido como de cristales rotos. Con cautela, e indicando al resto de su comitiva que le siguiera, Dakuhebi avanzó hasta cruzar el umbral de la entrada. Aunque no estaba seguro de que esa entrada fuese natural, pero en aquel momento eso era lo de menos.
Una aguda voz pareció dar la bienvenida a los recién llegados. Y es que, además del pintoresco grupo que el alcalde lideraba, muchas otras de las personas reunidas en la carpa buscaban adentrarse en aquel descomunal engendro.
Una vez dentro, la visión era casi apocalíptica. Columnas de llamas ascendían imparables hasta los altos techos, y una capa de lo que parecía asfalto recién secado cubría el suelo. El enmascarado, no obstante, pensaba que aquello jugaría a su favor. Seguramente un entorno tan poco agradable echaría para atrás a bastante gente, y la presencia del fuego a otros tantos. Por lo tanto menos personas serían las que se pondrían en su camino. Sin embargo, si algo tenía claro era que no podía relajarse ni perder la concentración. Se hallaban en un lugar que con seguridad sería increíblemente peligroso, y bajar la guardia podía resultar un error fatal. Siendo plenamente consciente de eso, el político avisó a sus subordinados transitorios:
- Debemos avanzar a la vez rápido y cuidadosamente. Formamos un grupo no excesivamente grande, pero sí lo suficiente para plantar cara a otros en caso necesario, y si nos movemos con celeridad podremos tomar la delantera sobre otros y averiguar qué es esta aguja antes que nadie. Por otro lado, nos hallamos como sabéis en un sitio terriblemente peligroso, por lo que tened siempre la vista puesta en vuestros alrededores. Vigilad vuestros costados y la espalda del compañero que vaya delante vuestro, así será más sencillo evitar que pillen a alguien por sorpresa. El riesgo es elevado, pero la posible recompensa es mucho mayor, así que vale la pena dicho riesgo. Y ya sabéis, ante cualquier cosa extraña que veáis o percibáis utilizad este canal de comunicación para transmitírmelo y que yo pueda poner al resto sobre aviso y tomar las medidas adecuadas.
Tras esto continuaría avanzando a lo largo del lúgubre camino que se extendía ante ellos. Su objetivo no era otro que averiguar todo lo posible sobre la macabra construcción que amenazaba con destruir todo aquel mar y, a ser posible, encontrar la mejor manera de aprovechar dichos conocimientos y lo que (o a quien hallase) en el corazón de la Aguja en su beneficio.
Una aguda voz pareció dar la bienvenida a los recién llegados. Y es que, además del pintoresco grupo que el alcalde lideraba, muchas otras de las personas reunidas en la carpa buscaban adentrarse en aquel descomunal engendro.
Una vez dentro, la visión era casi apocalíptica. Columnas de llamas ascendían imparables hasta los altos techos, y una capa de lo que parecía asfalto recién secado cubría el suelo. El enmascarado, no obstante, pensaba que aquello jugaría a su favor. Seguramente un entorno tan poco agradable echaría para atrás a bastante gente, y la presencia del fuego a otros tantos. Por lo tanto menos personas serían las que se pondrían en su camino. Sin embargo, si algo tenía claro era que no podía relajarse ni perder la concentración. Se hallaban en un lugar que con seguridad sería increíblemente peligroso, y bajar la guardia podía resultar un error fatal. Siendo plenamente consciente de eso, el político avisó a sus subordinados transitorios:
- Debemos avanzar a la vez rápido y cuidadosamente. Formamos un grupo no excesivamente grande, pero sí lo suficiente para plantar cara a otros en caso necesario, y si nos movemos con celeridad podremos tomar la delantera sobre otros y averiguar qué es esta aguja antes que nadie. Por otro lado, nos hallamos como sabéis en un sitio terriblemente peligroso, por lo que tened siempre la vista puesta en vuestros alrededores. Vigilad vuestros costados y la espalda del compañero que vaya delante vuestro, así será más sencillo evitar que pillen a alguien por sorpresa. El riesgo es elevado, pero la posible recompensa es mucho mayor, así que vale la pena dicho riesgo. Y ya sabéis, ante cualquier cosa extraña que veáis o percibáis utilizad este canal de comunicación para transmitírmelo y que yo pueda poner al resto sobre aviso y tomar las medidas adecuadas.
Tras esto continuaría avanzando a lo largo del lúgubre camino que se extendía ante ellos. Su objetivo no era otro que averiguar todo lo posible sobre la macabra construcción que amenazaba con destruir todo aquel mar y, a ser posible, encontrar la mejor manera de aprovechar dichos conocimientos y lo que (o a quien hallase) en el corazón de la Aguja en su beneficio.
- Resumen (Lance lee):
- - Narrar la situación, dar instrucciones a los acólitos y acompañantes y comenzar a avanzar por el camino de luces rojas.
Marc Kiedis
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La arenga de Zane antes de internarse en el siniestro edificio fue eficaz. Marc ya estaba motivado, pero notó la confianza que el pelirrojo tenía en cada uno de ellos. Al fin y al cabo, desde que navegaban juntos todos se habían hecho considerablemente fuertes. Además el grandullón no tenía la menor duda de que estando junto a los que no solo eran sus nakamas, sino sus amigos, no había peligro del que no fuesen capaces de salir airosos. Al fin y al cabo no había nada como el trabajo en equipo y la confianza mutua para salir de cualquier apuro.
El afilado comentario que dirigió al amigo de Nailah fue mucho menos amable. De forma no demasiado sutil, cosa nada rara en el Descamisetado, le dejó claro que permitir que les acompañara y fiarse de él eran dos cosas muy diferentes. Marc no compartía el recelo de su capitán, pues aquel tipo le parecía simpático, pero si se paraba a pensarlo... No estaba de más advertírselo, al fin y al cabo no le conocían de nada, y aunque pareciese buen tío no tenían forma de saberlo a ciencia cierta.
Poco después, cuando el pelirrojo y el Almirante rubio acabaron su conversación, el grupo entró en la Aguja. Y dándoles la bienvenida encontraron nada más y nada menos que una gigantesca araña que parecía estar hecha de metal. Zane propuso alejarse de aquella monstruosa criatura, cosa con la que Marc se mostró de acuerdo:
- Si, yo también pienso que deberíamos evitarla a ser posible. No parece muy amistosa precisamente. El camino de los cables parece el más amplio y llano, así que mi voto también es ir por ahí.
El semigigante esperaba que aquella peculiar e improvisada alianza saliese bien. Desde luego, fuerza no les iba a faltar. Contaban con varios de los piratas más poderosos de los mares, con un Almirante de la Marina y un par de hombres más que parecían oficiales de alto rango, aunque uno de ellos daba la sensación de estar completamente borracho. Además de que, por muy alto rango que tuviese, Marc dudaba muy seriamente de que las habilidades de alguien que le llegaba literalmente por las rodillas fuesen especialmente poderosas.
El afilado comentario que dirigió al amigo de Nailah fue mucho menos amable. De forma no demasiado sutil, cosa nada rara en el Descamisetado, le dejó claro que permitir que les acompañara y fiarse de él eran dos cosas muy diferentes. Marc no compartía el recelo de su capitán, pues aquel tipo le parecía simpático, pero si se paraba a pensarlo... No estaba de más advertírselo, al fin y al cabo no le conocían de nada, y aunque pareciese buen tío no tenían forma de saberlo a ciencia cierta.
Poco después, cuando el pelirrojo y el Almirante rubio acabaron su conversación, el grupo entró en la Aguja. Y dándoles la bienvenida encontraron nada más y nada menos que una gigantesca araña que parecía estar hecha de metal. Zane propuso alejarse de aquella monstruosa criatura, cosa con la que Marc se mostró de acuerdo:
- Si, yo también pienso que deberíamos evitarla a ser posible. No parece muy amistosa precisamente. El camino de los cables parece el más amplio y llano, así que mi voto también es ir por ahí.
El semigigante esperaba que aquella peculiar e improvisada alianza saliese bien. Desde luego, fuerza no les iba a faltar. Contaban con varios de los piratas más poderosos de los mares, con un Almirante de la Marina y un par de hombres más que parecían oficiales de alto rango, aunque uno de ellos daba la sensación de estar completamente borracho. Además de que, por muy alto rango que tuviese, Marc dudaba muy seriamente de que las habilidades de alguien que le llegaba literalmente por las rodillas fuesen especialmente poderosas.
- Resumen (Arashi, Kiritsu y Vile):
- - Narrar la introducción.
- Entrar a la Aguja, ver la araña y mostrarse de acuerdo con Zane.
- Reflexionar sobre el poder combinado de la nueva alianza y dudar de la fuerza del retaco borracho.
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