Katharina von Steinhell
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«¿Algo raro?», se preguntó. Miró hacia los lados y alzó una ceja: veía muchas cosas raras.
—Una bóveda escondida bajo un pueblo masacrado me parece bastante raro; solo por comentarlo. Fuera de eso… Veo ratoneras —agregó luego, encogiéndose de hombros—. Deberíamos continuar, puede que haya algo interesante más adelante.
Luego de ayudar a Alexandra a encender la antorcha improvisada revisó la estancia. «¿Cosas científicas…?», resonó en su cabeza mientras echaba un vistazo a su alrededor. Había muebles y estanterías, pero poco más. Se acercó a la pirata cuando notó que esta había descubierto un libro. Aguzó la mirada y estudió la gastada portada del tomo. Estaba acostumbrada a trabajar con textos históricos conservados en mal estado: había que ser muy cuidadosa. Solo por saciar la curiosidad (que por algo se había metido en los túneles) intentaría hojearlo y ver de qué se trataba. En caso de estar escrito en otra lengua… Bueno, ¿por qué no tomarlo prestado? Ya tendría tiempo para estudiarlo, aunque igual acababa destrozado antes de que pudiera dejarlo en un sitio decente.
Estudios a un lado, la bruja hizo un cálculo medio improvisado para saber qué pared podía volar. Bueno, “volar”. Frunció el ceño cuando descubrió que efectivamente había una región que podía echar abajo. ¿El problema? En caso de hacerlo (y ni siquiera ella podía asegurar que saldría bien) se estaría alejando de las voces. ¿Quiénes eran? ¿Y qué hacían allí? ¿Estaban relacionados con los cadáveres de la superficie? ¿Cómo habían llegado? Todas esas y muchas preguntas más quedarían sin respuesta, y no se permitiría algo así. Si era lo suficientemente lista y cautelosa, encontraría una manera de alcanzar las presencias. Uf, cuánto echaba de menos sus antiguos poderes. Antiguamente hubiera bastado un chasquido de dedos para iluminar toda la habitación y transfigurar las murallas a su antojo.
—Tengo una idea —dijo finalmente con la mano tocando la pared que pensaba atravesar.
Únicamente por cautela, creó un portal de grandes dimensiones y tonalidades violáceas y brillantes. El de entrada lo dejó cerca del muro y el de salida lo ubicó en la entrada del túnel por el que llegó. En caso de que se derrumbara el techo… Bueno, el portal le permitiría huir enseguida tras tomar a Alexandra. Y, más importante aún, sería el nexo de unión entre la habitación y lo que sea que hubiera tras la muralla luego de reposicionarlo.
La espadachina desenfundó a Arugoriashito y sonrió sin despegar los labios. Estaba acostumbrada a únicamente cambiar la forma del arma, pero las habilidades de esta eran mucho más útiles y versátiles. Como ella antes de perder sus poderes. La reluciente katana blanca brillaba entre las sombras al mismo tiempo que Katharina la contemplaba: era sencillamente hermosa. Apuntó la muralla con la espada y luego usó la magia de la misma. Transmutación era la habilidad de reconfigurar la materia a su alrededor y a voluntad del portador. Era muy similar a la polimorfia, aunque se aplicaba en otros cuerpos y objetos. La intención de la bruja era crear una especie de arco arquitectónico, respetando lo más posible los centros de masa y gravedad para evitar una redistribución brusca de las fuerzas. Comenzaría poco a poco por si el agua no solo estaba debajo de la bóveda, sino también detrás de las paredes. En caso de que el suelo comenzara a inundarse solo haría falta detener el proceso y regresar la pared a su forma original.
No tenía la certeza de cuán gruesa fuera la muralla ni si había un camino tras esta, no tenía la certeza de absolutamente nada. ¿Podía salir mal? Por supuesto que sí, pero para eso había tomado ciertas… precauciones, aunque igual un portal no sería suficiente. Aun así le parecía mejor idea que probar suerte en el túnel que había descubierto Alexandra. ¿Regresar? Jamás, quería respuestas.
—Una bóveda escondida bajo un pueblo masacrado me parece bastante raro; solo por comentarlo. Fuera de eso… Veo ratoneras —agregó luego, encogiéndose de hombros—. Deberíamos continuar, puede que haya algo interesante más adelante.
Luego de ayudar a Alexandra a encender la antorcha improvisada revisó la estancia. «¿Cosas científicas…?», resonó en su cabeza mientras echaba un vistazo a su alrededor. Había muebles y estanterías, pero poco más. Se acercó a la pirata cuando notó que esta había descubierto un libro. Aguzó la mirada y estudió la gastada portada del tomo. Estaba acostumbrada a trabajar con textos históricos conservados en mal estado: había que ser muy cuidadosa. Solo por saciar la curiosidad (que por algo se había metido en los túneles) intentaría hojearlo y ver de qué se trataba. En caso de estar escrito en otra lengua… Bueno, ¿por qué no tomarlo prestado? Ya tendría tiempo para estudiarlo, aunque igual acababa destrozado antes de que pudiera dejarlo en un sitio decente.
Estudios a un lado, la bruja hizo un cálculo medio improvisado para saber qué pared podía volar. Bueno, “volar”. Frunció el ceño cuando descubrió que efectivamente había una región que podía echar abajo. ¿El problema? En caso de hacerlo (y ni siquiera ella podía asegurar que saldría bien) se estaría alejando de las voces. ¿Quiénes eran? ¿Y qué hacían allí? ¿Estaban relacionados con los cadáveres de la superficie? ¿Cómo habían llegado? Todas esas y muchas preguntas más quedarían sin respuesta, y no se permitiría algo así. Si era lo suficientemente lista y cautelosa, encontraría una manera de alcanzar las presencias. Uf, cuánto echaba de menos sus antiguos poderes. Antiguamente hubiera bastado un chasquido de dedos para iluminar toda la habitación y transfigurar las murallas a su antojo.
—Tengo una idea —dijo finalmente con la mano tocando la pared que pensaba atravesar.
Únicamente por cautela, creó un portal de grandes dimensiones y tonalidades violáceas y brillantes. El de entrada lo dejó cerca del muro y el de salida lo ubicó en la entrada del túnel por el que llegó. En caso de que se derrumbara el techo… Bueno, el portal le permitiría huir enseguida tras tomar a Alexandra. Y, más importante aún, sería el nexo de unión entre la habitación y lo que sea que hubiera tras la muralla luego de reposicionarlo.
La espadachina desenfundó a Arugoriashito y sonrió sin despegar los labios. Estaba acostumbrada a únicamente cambiar la forma del arma, pero las habilidades de esta eran mucho más útiles y versátiles. Como ella antes de perder sus poderes. La reluciente katana blanca brillaba entre las sombras al mismo tiempo que Katharina la contemplaba: era sencillamente hermosa. Apuntó la muralla con la espada y luego usó la magia de la misma. Transmutación era la habilidad de reconfigurar la materia a su alrededor y a voluntad del portador. Era muy similar a la polimorfia, aunque se aplicaba en otros cuerpos y objetos. La intención de la bruja era crear una especie de arco arquitectónico, respetando lo más posible los centros de masa y gravedad para evitar una redistribución brusca de las fuerzas. Comenzaría poco a poco por si el agua no solo estaba debajo de la bóveda, sino también detrás de las paredes. En caso de que el suelo comenzara a inundarse solo haría falta detener el proceso y regresar la pared a su forma original.
No tenía la certeza de cuán gruesa fuera la muralla ni si había un camino tras esta, no tenía la certeza de absolutamente nada. ¿Podía salir mal? Por supuesto que sí, pero para eso había tomado ciertas… precauciones, aunque igual un portal no sería suficiente. Aun así le parecía mejor idea que probar suerte en el túnel que había descubierto Alexandra. ¿Regresar? Jamás, quería respuestas.
- Resumen:
- Intentar hacer mi propio camino, ja.
Ivan Markov
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Pues empezaban bien. El tarado del Almirante había decidido que era un "hijo de puta" por llamarle Koneko. O eso le había susurrado al Vicealmirante Suzume. Y tras eso había decidido asumir que era un espíritu. Eso o simplemente estaba quedándose con él. La verdad es que no sabía ni por qué le sorprendía viniendo del hombre que había decidido que era Katharina en Gray Rock por... motivos que se le escapaban. En cualquier caso, al menos le había dado paso a dar su mensaje. Algo era algo.
- Vengo en nombre de Berthil S. Kyrios y Katharina von Steinhell. Tienen un mensaje y una oferta para la Marina.
Esperaba que la situación no fuese a estallar en pedazos en cuanto mencionase eso. Tenía una ligera esperanza de que los marines estuviesen dispuestos a respetar la inviolabilidad de los mensajeros y no intentasen arrestarlo al momento o algo similar. De todos modos dado que Al Naion había dejado ir a Thawne para evitar una guerra, tenía la esperanza de que estuviera dispuesto a como mínimo escucharle y valorar su propuesta.
- Hemos descubierto que tanto la supuesta organización mercenaria conocida como la Estrella Oscura, el Yonkou Julius C. Zar y la reina gyojin Hipatia Styx están aliados. Una unión de ese calibre podría poner en peligro el equilibrio del mundo si no se les para a tiempo. Por ello me envían a ofrecer formar un frente común temporal o, como mínimo, un alto al fuego hasta que sean derrotados. Sabemos que vuestros motivos para estar en la isla son tanto recuperar las armas robadas por la Estrella como recuperar al Almirante secuestrado. Con respecto a lo primero, Berthil quiere aclarar que no tuvo nada que ver en el robo. Fue una iniciativa de la Estrella que no le comunicaron. Con respecto al Almirante, lo hemos recuperado de la custodia de la Estrella y estamos dispuestos a garantizar su regreso sano y salvo.
Ahora que había presentado la situación y, esperaba, obtenido su atención con la mención del Almirante (si todo iba bien, la atención justa y no la indeseada), era hora de plantear el plan. Aquella era la parte peligrosa. Tenía que evitar que sonase a chantaje o podía acabar realmente mal.
- Antes de que se vuelvan una verdadera amenaza para el mundo, hay que acabar con esa alianza. Es poco ortodoxo que un Yonkou y la Marina cooperen, pero creo que Berthil es en todos los sentidos menos lesivo para la estabilidad del mundo que Julius C. Zar, que no hace demasiado envió a Brutus, su hombre de confianza, a atacar Dresrossa. Por no hablar de la Estrella Oscura, piratas disfrazados de mercenarios relacionados con la banda criminal de la Era Oscura que no hace mucho que ha reaparecido, la gente de Terra Kepler. Y la última vez que los gyojins salieron armados en este número a la superficie, Marie Geoise ardió. Por eso os proponemos esta alianza. Como gesto de buena voluntad, el Almirante será liberado y las armas robadas por la Estrella Oscura os serán restituidas una vez se las arrebatemos. A cambio Berthil espera que la Marina retire sus efectivos de la isla una vez terminada la contienda.
- Vengo en nombre de Berthil S. Kyrios y Katharina von Steinhell. Tienen un mensaje y una oferta para la Marina.
Esperaba que la situación no fuese a estallar en pedazos en cuanto mencionase eso. Tenía una ligera esperanza de que los marines estuviesen dispuestos a respetar la inviolabilidad de los mensajeros y no intentasen arrestarlo al momento o algo similar. De todos modos dado que Al Naion había dejado ir a Thawne para evitar una guerra, tenía la esperanza de que estuviera dispuesto a como mínimo escucharle y valorar su propuesta.
- Hemos descubierto que tanto la supuesta organización mercenaria conocida como la Estrella Oscura, el Yonkou Julius C. Zar y la reina gyojin Hipatia Styx están aliados. Una unión de ese calibre podría poner en peligro el equilibrio del mundo si no se les para a tiempo. Por ello me envían a ofrecer formar un frente común temporal o, como mínimo, un alto al fuego hasta que sean derrotados. Sabemos que vuestros motivos para estar en la isla son tanto recuperar las armas robadas por la Estrella como recuperar al Almirante secuestrado. Con respecto a lo primero, Berthil quiere aclarar que no tuvo nada que ver en el robo. Fue una iniciativa de la Estrella que no le comunicaron. Con respecto al Almirante, lo hemos recuperado de la custodia de la Estrella y estamos dispuestos a garantizar su regreso sano y salvo.
Ahora que había presentado la situación y, esperaba, obtenido su atención con la mención del Almirante (si todo iba bien, la atención justa y no la indeseada), era hora de plantear el plan. Aquella era la parte peligrosa. Tenía que evitar que sonase a chantaje o podía acabar realmente mal.
- Antes de que se vuelvan una verdadera amenaza para el mundo, hay que acabar con esa alianza. Es poco ortodoxo que un Yonkou y la Marina cooperen, pero creo que Berthil es en todos los sentidos menos lesivo para la estabilidad del mundo que Julius C. Zar, que no hace demasiado envió a Brutus, su hombre de confianza, a atacar Dresrossa. Por no hablar de la Estrella Oscura, piratas disfrazados de mercenarios relacionados con la banda criminal de la Era Oscura que no hace mucho que ha reaparecido, la gente de Terra Kepler. Y la última vez que los gyojins salieron armados en este número a la superficie, Marie Geoise ardió. Por eso os proponemos esta alianza. Como gesto de buena voluntad, el Almirante será liberado y las armas robadas por la Estrella Oscura os serán restituidas una vez se las arrebatemos. A cambio Berthil espera que la Marina retire sus efectivos de la isla una vez terminada la contienda.
- resumen:
- Segundo post. Básicamente negocio con Al y le planteo la propuesta de Katharina y Berthil.
Resumen del post anterior: Pues mayormente llegar, adoptar un aspecto diferente al mío al salir de forma de murciélago e ir a hablar con Al.
Lance Kashan
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Finalmente, pude mostrarles la caracola personalizada de su reina para poder ganarme en cierta parte su confianza. Bueno, más que la confianza de aquellos hombres que seguían, en parte, amenazándome con sus miradas pero no con sus armas, conseguí que dudasen acerca de lo que era la realidad a su alrededor. «Seguramente ya no sepan cómo actuar hasta que pregunten a Hipatia.» medité para mis adentros, y es que la forma en la que había procedido sería la correcta tanto para decir la verdad como para mentir; un farsante ganaría un valioso tiempo mientras alguien se paseaba por palacio para tratar de verificar su identidad con la mismísima Hipatia. Tuve que ignorar los comentarios, quizás algo furiosos o más bien emocionados e influenciados por la guerra que les rodeaba, de un gyojin que deseaba poner mi cabeza en una pica.
Yo, por mi parte, me quedé mirando al molusco atentamente, dándole un par de vueltas a lo que había dicho de forma tan imprudente mientras su superior se encargaba de mandarle a callar y dar la orden de que alguien fuera en busca de su señora reina. «¿Cuánta gente tendrá un Den Den Mushi como este…? pensé, moviéndolo un poco en mi palma mientras me fijaba en sus detalles, aunque de un corto vistazo que no me distrajera demasiado de lo que me rodeaba. Ciertamente, Hipatia no parecía ser una persona dispuesta a irrigar su teléfono privado sin ton ni son para arriesgarse a ser encontrada cuando no quisiera o, en cualquier caso, ser molestada sin razón cuando estuviera ocupada, así que no sería tan fácil obtener uno. Con ese planteamiento, cualquiera diría que el hecho de que lo tuviera en las manos me certificaba como un invitado desde el mismo momento en el que lo mostraba, pero había dudado tan poco aquella anguila al decir que lo había robado que me hacía pensar cuánta gente insulsa tendría uno en su poder. Bueno, tampoco es que fuera realmente importante conocer los nombres y cargos de cada uno, aunque sí que saciaría en cierta parte mi curiosidad.
Un poco más tarde apareció el que había sido encargado con pasearse por el palacio para preguntar a la mujer con la que ya tenía planeada una reunión, con un rostro que quizás estaba un poquito apesadumbrado. Obviamente le había dejado claro que yo estaba allí por citación suya y quizás esa era la misma razón de su tristeza: no me podría ver allí fusilado o ensartado por docenas de lanzas a pesar de ser un humano. O quizás era solo mi imaginación, que tachaba de racista a todo aquel que no tuviera mirada de vaca. Tras aquello me dejaron paso, aunque con una pequeña condición que, por alguna razón, no me llegó a sorprender tanto como podría, ni tampoco a Tzar.
— Cuida de la moto y no toques nada que pueda enfadar a las tropas, anda —dije con un tono despreocupado mientras me alejaba un par de pasos del vehículo que me había traído hasta aquí. Quizás perro no era la forma más correcta de referirse a un mink, especialmente cuando todo su grupo se podía enmarcar dentro de la categoría ''peces'', pero aquello confirmaba mis sospechas de que a lo mejor existía cierto sentimiento de supremacismo gyojin en sus filas. Me vi tentado a lanzar una mirada asesina a aquellos soldados, tratando de gritarles en silencio que no se atrevieran a ponerle una mano encima a mi peludo compañero, pero hacerlo sería de mala educación y quizás levantaría más ampollas en su suave y orgullosa piel, así que dejaría las cosas así. Por su bien esperaría que no tuviesen el valor.
Un gigantesco pez víbora, con su antena en la frente, se presentó ante mí junto al nombre de Eustass, así que me limité a seguirle tras su primer gesto. Dejé pasar, al menos sin preguntar, el comentario acerca de la educación, ya que supuse que Hipatia no estaría de brazos cruzados en su posición y no tendría pocas reuniones desde su asentamiento en Wano. Por otro lado, era difícil perder de vista a alguien que dejaba en vergüenza a según qué semigigantes, al menos en cuestión de altura, por lo que me podía dar el lujo de echar un vistazo a la decoración de un palacio que emanaba una antigüedad realmente discordante a la edad de la nueva realeza que lo ocupaba. O hubiera sido así si no fuera porque todo estaba cubierto de decoración típica de la Isla Gyojin, demostrando el orgullo de haber nacido allí abajo, manchando la tradición de los samuráis que llevaban generaciones aquí.
Finalmente llegamos a la que, en vista de la parada que hizo el gyojin, era la sala de espera antes de reunirse con la reina de los hombres-pez. En vista de que estaba ocupada, algo no muy difícil de descubrir al afinar el oído, simplemente me senté en una de las tantas sillas, cerca de una ventana y apartado de la puerta que conectaba con el ''despacho'' de la mujer, preparado para poder alejarme de allí de ser necesario. Además, mi energía empezó a fluir a un nivel tan suave que difícilmente se podía notar de forma inconsciente, funcionando como un radar que cubría todo a mi alrededor.
Yo, por mi parte, me quedé mirando al molusco atentamente, dándole un par de vueltas a lo que había dicho de forma tan imprudente mientras su superior se encargaba de mandarle a callar y dar la orden de que alguien fuera en busca de su señora reina. «¿Cuánta gente tendrá un Den Den Mushi como este…? pensé, moviéndolo un poco en mi palma mientras me fijaba en sus detalles, aunque de un corto vistazo que no me distrajera demasiado de lo que me rodeaba. Ciertamente, Hipatia no parecía ser una persona dispuesta a irrigar su teléfono privado sin ton ni son para arriesgarse a ser encontrada cuando no quisiera o, en cualquier caso, ser molestada sin razón cuando estuviera ocupada, así que no sería tan fácil obtener uno. Con ese planteamiento, cualquiera diría que el hecho de que lo tuviera en las manos me certificaba como un invitado desde el mismo momento en el que lo mostraba, pero había dudado tan poco aquella anguila al decir que lo había robado que me hacía pensar cuánta gente insulsa tendría uno en su poder. Bueno, tampoco es que fuera realmente importante conocer los nombres y cargos de cada uno, aunque sí que saciaría en cierta parte mi curiosidad.
Un poco más tarde apareció el que había sido encargado con pasearse por el palacio para preguntar a la mujer con la que ya tenía planeada una reunión, con un rostro que quizás estaba un poquito apesadumbrado. Obviamente le había dejado claro que yo estaba allí por citación suya y quizás esa era la misma razón de su tristeza: no me podría ver allí fusilado o ensartado por docenas de lanzas a pesar de ser un humano. O quizás era solo mi imaginación, que tachaba de racista a todo aquel que no tuviera mirada de vaca. Tras aquello me dejaron paso, aunque con una pequeña condición que, por alguna razón, no me llegó a sorprender tanto como podría, ni tampoco a Tzar.
— Cuida de la moto y no toques nada que pueda enfadar a las tropas, anda —dije con un tono despreocupado mientras me alejaba un par de pasos del vehículo que me había traído hasta aquí. Quizás perro no era la forma más correcta de referirse a un mink, especialmente cuando todo su grupo se podía enmarcar dentro de la categoría ''peces'', pero aquello confirmaba mis sospechas de que a lo mejor existía cierto sentimiento de supremacismo gyojin en sus filas. Me vi tentado a lanzar una mirada asesina a aquellos soldados, tratando de gritarles en silencio que no se atrevieran a ponerle una mano encima a mi peludo compañero, pero hacerlo sería de mala educación y quizás levantaría más ampollas en su suave y orgullosa piel, así que dejaría las cosas así. Por su bien esperaría que no tuviesen el valor.
Un gigantesco pez víbora, con su antena en la frente, se presentó ante mí junto al nombre de Eustass, así que me limité a seguirle tras su primer gesto. Dejé pasar, al menos sin preguntar, el comentario acerca de la educación, ya que supuse que Hipatia no estaría de brazos cruzados en su posición y no tendría pocas reuniones desde su asentamiento en Wano. Por otro lado, era difícil perder de vista a alguien que dejaba en vergüenza a según qué semigigantes, al menos en cuestión de altura, por lo que me podía dar el lujo de echar un vistazo a la decoración de un palacio que emanaba una antigüedad realmente discordante a la edad de la nueva realeza que lo ocupaba. O hubiera sido así si no fuera porque todo estaba cubierto de decoración típica de la Isla Gyojin, demostrando el orgullo de haber nacido allí abajo, manchando la tradición de los samuráis que llevaban generaciones aquí.
Finalmente llegamos a la que, en vista de la parada que hizo el gyojin, era la sala de espera antes de reunirse con la reina de los hombres-pez. En vista de que estaba ocupada, algo no muy difícil de descubrir al afinar el oído, simplemente me senté en una de las tantas sillas, cerca de una ventana y apartado de la puerta que conectaba con el ''despacho'' de la mujer, preparado para poder alejarme de allí de ser necesario. Además, mi energía empezó a fluir a un nivel tan suave que difícilmente se podía notar de forma inconsciente, funcionando como un radar que cubría todo a mi alrededor.
- Resumen:
- Vaya bien Tzar. Yo estoy en la sala de espera, preparado por si aca.
Sasaki
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La coordinación no era algo que de normal hiciésemos, y esta vez no fue diferente a lo habitual. Cuando realicé aquel barrido con las escamas, aunque hubo una gran cantidad de bajas enemigas, otros muchos que podían haber sido bajas se defendieron con relativa o buena soltura y evitaron el daño. Sin embargo, aquello era posible que hubiese ayudado a distraerlos para que el Almirante los pudiese congelar sin problemas quedando todo como estatuas de hielo. “Mmm, hubiese sido mejor hacerlo al revés, las bajas habrían sido mayores” le dije a la nada mirando hacia un lado “Bueno, algo es seguro, si tenían anisakis habrá muerto fijo”.
Abrí los ojos más de lo habitual sorprendido por lo que acababa de decir. Bajé con mi nube de azúcar a tierra firme y la transformé en una mesa de caramelo dura y resistente, mientras que Jack metió la mano en mi interior y sacó un cuchillo, luego lo volvió a hacer y sacó un plátano que comenzó a comer tranquilamente mientras miraba alrededor. Con los hilos de azúcar aún en la mano hice las escamas cortasen una gran cantidad de estatuas de hielo y usándolas luego como bandejas las trajesen hasta donde yo me encontraba.
Cuando todas las escamas llegaron hasta mi posición cargadas de tozos de las estatuas, el capitán me dijo que un tipo recién llegado la había llamado Koneko. ¿Qué pasaba con ese tipo? ¿quería morir? Era posible que lo supiésemos en breve. Por si las moscas activé mi haki de observación por si intentaba algo mientras yo comenzaba los preparativos sobre la enorme mesa de trabajo que había hecho.
Fui dejando los trozos en la mesa y esta la calenté de una forma controlada para que descongelase todos y cada uno de las piezas que había sobre ella. Cuando estos estaban casi descongelados comencé a cortarlos con el cuchillo para preparar unos trozos de aquella carne de pescado que entrasen perfectamente en la boca y dejé la mesa a una temperatura ambiental ni muy fría ni muy caliente para que terminasen de descongelarse.
Cuando terminé con las piezas que tenía sobre la mesa cree una olla de caramelo bastante grande y de mi interior saqué unas cuantas bolsas de arroz. Cogí un trozo de hielo grande que cupiese en la olla y lo derretí aumentando la temperatura de la olla, cuando el hielo se hizo agua vertí ahí una de bolsas de arroz para que se cociese.
Abrí los ojos más de lo habitual sorprendido por lo que acababa de decir. Bajé con mi nube de azúcar a tierra firme y la transformé en una mesa de caramelo dura y resistente, mientras que Jack metió la mano en mi interior y sacó un cuchillo, luego lo volvió a hacer y sacó un plátano que comenzó a comer tranquilamente mientras miraba alrededor. Con los hilos de azúcar aún en la mano hice las escamas cortasen una gran cantidad de estatuas de hielo y usándolas luego como bandejas las trajesen hasta donde yo me encontraba.
Cuando todas las escamas llegaron hasta mi posición cargadas de tozos de las estatuas, el capitán me dijo que un tipo recién llegado la había llamado Koneko. ¿Qué pasaba con ese tipo? ¿quería morir? Era posible que lo supiésemos en breve. Por si las moscas activé mi haki de observación por si intentaba algo mientras yo comenzaba los preparativos sobre la enorme mesa de trabajo que había hecho.
Fui dejando los trozos en la mesa y esta la calenté de una forma controlada para que descongelase todos y cada uno de las piezas que había sobre ella. Cuando estos estaban casi descongelados comencé a cortarlos con el cuchillo para preparar unos trozos de aquella carne de pescado que entrasen perfectamente en la boca y dejé la mesa a una temperatura ambiental ni muy fría ni muy caliente para que terminasen de descongelarse.
Cuando terminé con las piezas que tenía sobre la mesa cree una olla de caramelo bastante grande y de mi interior saqué unas cuantas bolsas de arroz. Cogí un trozo de hielo grande que cupiese en la olla y lo derretí aumentando la temperatura de la olla, cuando el hielo se hizo agua vertí ahí una de bolsas de arroz para que se cociese.
- resumen:
- Ver el campo de desolación escuchar a Al, ponerme a cortar en trozos pequeños trozos de gyojins muertos (los que eran estatuas de hielo) y poner a cocer arroz.
Maki
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-Muy bien, veamos: señora despierta, arena de gato limpia, todos comidos, Jack ya ha meado... Pues podemos irnos. ¡Centellas...!
En ese momento se fijó en el destrozo que habían montado al registrar la casa. Vaya lata. Ahora tendrían que recoger. Él no, claro, que para eso era el jefe, pero alguien. Suerte que el trastorno obsesivo compulsivo de Takeshi Limpito le obligaría a dejarlo todo perfectamente recogido. El resto podía prepararse para el largo camino a la gloria y la salvación del mundo.
-Vale, a ver. Según el MANUAL, siempre hay que ir al edificio más alto del centro de la isla -se dijo en voz alta-. Así que ahí estará Hipatia. Iremos hacia allí. Y deprisita, ¿eh? Nada de pararse a merendar, que nos conocemos.
-¿Y qué hay de lo del castillo, señor? -preguntó Fruto Seco Ibar.
-Oh, eso... -Ya se había olvidado del asunto ese del castillo que Pulmones y Susu estaban liberando. ¿Debería ir a ayudarles? Bah, seguro que estarían bien-. Se las apañarán, tranqui. Eso del castillo era solo calentamiento. Nosotros vamos a lo importante. ¿Lleva alguien el tupper con los caracoles que han sobrado?
Mientras Limpito ordenaba el caos que habían dejado atrás, Maki salió a organizar a sus hombres. Eligió a unos cuantos, los más lentos o los que más aburridos le parecían, para que se quedaran y organizaran el campamento. Había muchas cosas que hacer. Tenían que asegurarse de que nadie hundiera sus barcos, servir de refugio por si tenían que retirarse y seguir removiendo las natillas para el buffet de postres de celebración. Mientras tanto, él se llevaría el grueso de sus tropas y su unidad de élite a la capital a través de toda la isla. La larga, larga caminata hasta... Uff, iba a ser muy aburrido. Por suerte, el destino le había tirado un libro. Lo recogió y se lo guardó para ver los dibujos por el camino.
-Traed mi palanquín de leer -ordenó.
Al fin y al cabo, no podía andar y leer a la vez.
-¿Te vienes, Nigiri? -No recordaba más que esas sílabas de su nombre, pero le pegaba-. Los espíritus de los Makintosh van a luchar por la Revolución.
Como su palanquín de leer iba en uno de los barcos que se habían ido a pique, pidió que le trajeran el Derian I. Ahí podrían ir cómodos, llegarían antes a la capital y podría dedicarse a ojear el libro. Ojalá tuviera pasatiempos...
En ese momento se fijó en el destrozo que habían montado al registrar la casa. Vaya lata. Ahora tendrían que recoger. Él no, claro, que para eso era el jefe, pero alguien. Suerte que el trastorno obsesivo compulsivo de Takeshi Limpito le obligaría a dejarlo todo perfectamente recogido. El resto podía prepararse para el largo camino a la gloria y la salvación del mundo.
-Vale, a ver. Según el MANUAL, siempre hay que ir al edificio más alto del centro de la isla -se dijo en voz alta-. Así que ahí estará Hipatia. Iremos hacia allí. Y deprisita, ¿eh? Nada de pararse a merendar, que nos conocemos.
-¿Y qué hay de lo del castillo, señor? -preguntó Fruto Seco Ibar.
-Oh, eso... -Ya se había olvidado del asunto ese del castillo que Pulmones y Susu estaban liberando. ¿Debería ir a ayudarles? Bah, seguro que estarían bien-. Se las apañarán, tranqui. Eso del castillo era solo calentamiento. Nosotros vamos a lo importante. ¿Lleva alguien el tupper con los caracoles que han sobrado?
Mientras Limpito ordenaba el caos que habían dejado atrás, Maki salió a organizar a sus hombres. Eligió a unos cuantos, los más lentos o los que más aburridos le parecían, para que se quedaran y organizaran el campamento. Había muchas cosas que hacer. Tenían que asegurarse de que nadie hundiera sus barcos, servir de refugio por si tenían que retirarse y seguir removiendo las natillas para el buffet de postres de celebración. Mientras tanto, él se llevaría el grueso de sus tropas y su unidad de élite a la capital a través de toda la isla. La larga, larga caminata hasta... Uff, iba a ser muy aburrido. Por suerte, el destino le había tirado un libro. Lo recogió y se lo guardó para ver los dibujos por el camino.
-Traed mi palanquín de leer -ordenó.
Al fin y al cabo, no podía andar y leer a la vez.
-¿Te vienes, Nigiri? -No recordaba más que esas sílabas de su nombre, pero le pegaba-. Los espíritus de los Makintosh van a luchar por la Revolución.
Como su palanquín de leer iba en uno de los barcos que se habían ido a pique, pidió que le trajeran el Derian I. Ahí podrían ir cómodos, llegarían antes a la capital y podría dedicarse a ojear el libro. Ojalá tuviera pasatiempos...
- Resumen:
- Maki pide que le traigan su vehículo de los barcos, ofrece a su pariente acompañarlos y emprende camino con sus hombres a la capital. Mientras se pone a leer el libro, a ver si con suerte tiene sopas de letras o algo así.
- Derian I:
- Nombre: Su Majestad Derian I, Reina de los Ghouls y Salvadora del Mundo Patrocinado por Refrescos de Cola "La Zurrasca": También conocido como El Derian I.
Descripción: Mide quince metros de largo y seis de ancho, y sus cuatro grandes ruedas doblan fácilmente el tamaño de un humano medio. Su principal baza es su capacidad para arrollar y atravesar casi cualquier obstáculo en tierra firme, donde puede alcanzar los 80 km/h. Funciona de forma sencilla: se gira la llave, se mueve con los pedales y se dirige con el volante o Aro de Control. Está totalmente hecho de metal, y el casco, antes de un verde muy feo, ha sido pintado de amarillo. En el interior hay un camarote, un cuarto de baño y una pequeña cocina, así como un armario enorme lleno de cosas muy desordenadas.
Cualidades excepcionales: Este vehículo puede moverse tanto por agua como por tierra gracias a su fantástico diseño. Funciona a motor, por lo que requiere combustible, y no tiene ningún otro sistema de propulsión. Sin embargo, lo compensa con una gran resistencia y versatilidad.
Aki D. Arlia
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fuerza
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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No se le escapó cómo reaccionaba la niña ante el hombre del carromato. Se escondía detrás de Shinobu, tratando de que no le viera. Por su parte el hombre sonrió, con cara de… decepcionado, más que preocupado. ¿Se conocerían? Nanako continuaba esquivando sus preguntas y cada vez le gustaba menos la situación. Tenía la sensación de estarse metiendo en donde no debía, en algo más grande de lo que imaginaba sin darse cuenta y la falta de información empezaba a tensarle.
Siguieron caminando, pero no pasó mucho tiempo hasta que la niña comenzó a cansarse. Normal, vaya. No le culpaba. Por más que se empeñara en ir sola, la herida que tenía no era algo que debiera pasarse por alto. Estaba a punto de sugerir cogerla en brazos de nuevo cuando se cruzaron con un par de… ¿mendigos? Vestían de negro y pedían monedas. Lysbeth suspiró y asintió antes de tenderles unos berries y algo del embutido y pan que se había llevado.
-Corren tiempos peligrosos, desde luego. Intenten no quedarse dormidos en el bosque, no se sabe cuánto pueden extenderse los incendios de la costa.
Y ahora… ¿qué hacer? ¿Carretera o montaña? La niña desde luego prefería la montaña, pero si iban a seguir por ahí no iban a ir a pie. Claramente el camino que tenían por delante no era corto y sintiéndolo mucho no había venido a Wano a hacer turismo. Hincó la rodilla en la tierra y tras pasar a su forma híbrida, miró a las dos chicas con seriedad.
-Shinobu, súbete a mi espalda como si subieras a caballo. Descuida, no me pesarás. Nanako, voy a cogerte en brazos.
Trataría de agarrarla aunque se resistiera y apoyarla contra su hombro, para no tener que rozar su herida y poder protegerla si algo venía de frente. Acto seguido, una vez estuvieran listas, daría una suave patada al suelo y se elevaría para seguir el camino indicado. No iba muy alto, no quería llamar la atención, pero sabía que así avanzarían más deprisa. Mientras volaba, le habló a Nanako.
-Creo que no eres consciente del peligro en el que te encuentras. Tu mejor baza ahora mismo es confiar en mí. He ayudado a sanarte y te he dado de comer, por no hablar de que he cedido a tus caprichos para ir en la búsqueda de lo que probablemente sea un hombre muerto. Necesito entender qué está sucediendo aquí, Nanako. Por qué te persiguen y quién eres. Sabes perfectamente a lo que me refiero. De lo contrario, no puedo asegurar que esté preparada para lo que sea que nos espere al llegar.
Por todo lo que sabía, bien podían estar yendo directas a la boca del lobo y el pensamiento no le hacía ninguna gracia. Esta era la tercera vez que le preguntaba y la última que iba a ser amable. Si tenía que sentarla en la rama más alta de un árbol hasta que decidiera abrir la boca lo haría, pero iba a darle su voto de confianza una última vez. Al fin y al cabo, entendía a la niña. No le conocía de nada, estaba siendo prudente. Lo respetaba, pero no era el momento ni Lys la persona adecuada con la que guardarse cosas. Al menos, no en esta situación.
Siguieron caminando, pero no pasó mucho tiempo hasta que la niña comenzó a cansarse. Normal, vaya. No le culpaba. Por más que se empeñara en ir sola, la herida que tenía no era algo que debiera pasarse por alto. Estaba a punto de sugerir cogerla en brazos de nuevo cuando se cruzaron con un par de… ¿mendigos? Vestían de negro y pedían monedas. Lysbeth suspiró y asintió antes de tenderles unos berries y algo del embutido y pan que se había llevado.
-Corren tiempos peligrosos, desde luego. Intenten no quedarse dormidos en el bosque, no se sabe cuánto pueden extenderse los incendios de la costa.
Y ahora… ¿qué hacer? ¿Carretera o montaña? La niña desde luego prefería la montaña, pero si iban a seguir por ahí no iban a ir a pie. Claramente el camino que tenían por delante no era corto y sintiéndolo mucho no había venido a Wano a hacer turismo. Hincó la rodilla en la tierra y tras pasar a su forma híbrida, miró a las dos chicas con seriedad.
-Shinobu, súbete a mi espalda como si subieras a caballo. Descuida, no me pesarás. Nanako, voy a cogerte en brazos.
Trataría de agarrarla aunque se resistiera y apoyarla contra su hombro, para no tener que rozar su herida y poder protegerla si algo venía de frente. Acto seguido, una vez estuvieran listas, daría una suave patada al suelo y se elevaría para seguir el camino indicado. No iba muy alto, no quería llamar la atención, pero sabía que así avanzarían más deprisa. Mientras volaba, le habló a Nanako.
-Creo que no eres consciente del peligro en el que te encuentras. Tu mejor baza ahora mismo es confiar en mí. He ayudado a sanarte y te he dado de comer, por no hablar de que he cedido a tus caprichos para ir en la búsqueda de lo que probablemente sea un hombre muerto. Necesito entender qué está sucediendo aquí, Nanako. Por qué te persiguen y quién eres. Sabes perfectamente a lo que me refiero. De lo contrario, no puedo asegurar que esté preparada para lo que sea que nos espere al llegar.
Por todo lo que sabía, bien podían estar yendo directas a la boca del lobo y el pensamiento no le hacía ninguna gracia. Esta era la tercera vez que le preguntaba y la última que iba a ser amable. Si tenía que sentarla en la rama más alta de un árbol hasta que decidiera abrir la boca lo haría, pero iba a darle su voto de confianza una última vez. Al fin y al cabo, entendía a la niña. No le conocía de nada, estaba siendo prudente. Lo respetaba, pero no era el momento ni Lys la persona adecuada con la que guardarse cosas. Al menos, no en esta situación.
- resumen:
- Dar berries embutido y pan a los mendigos y aconsejarles que no se duerman en el bosque por los incendios. Escoger el camino de la montaña y echar a volar en forma híbrida - no muy alto, solo para acelerar - llevando encima a shinobu y a la niña. Ah y ser una borde y decirle que abra la boca y le cuente las cosas de una vez.
Alexandra Holmes
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¿Ratonera? Bueno, podían ser los caminos que usan los roedores... entre eso y lo poco que encontraba solo pudo soltar un suspiro, no sabría decir si era de decepción, de alivio o ambas cosas. Entonces estaba equivocada. Además, solo veía libros extremadamente viejos que dudaba tuvieran algo que ver con nada biológico.
En parte estaba aliviada porque ese túnel, cúpula, complejo o lo que fuera era un lugar terrible para ser atacados. Y más terrible sería si el atacante fuera, como había pensado en un principio, un engendro roedor con sentidos superagudizados. Por otro lado estaba frustrada porque... joder, no le gustaba equivocarse y ya había fantaseado con la idea de arrancarle los órganos con sus propias manos para poder aumentar sus propios sentidos.
—Todo lo que hay aquí es tan viejo que se pulverizaría si lo toco —dijo. Después, por pura frustración, le acabó dando una patada a un mueble en el que no había encontrado nada de nada, ¡había perdido el tiempo! —. Este sitio ya no me interesa, ¿podemos echarlo abajo o Ivan se va a poner en plan conservador de museo con esas cosas de no estropear patrimonio antiguo y se va a tirar de los pelos más aún? —dijo, lamentando al mismo tiempo no tener la capacidad para echarlo abajo ella misma. Sin embargo, su capitana sí estaba más interesada así que, como buena madre del grupo, le concedería ese capricho antes de tirarle de las orejas por cualquier motivo que se le pudiera ocurrir.
Entendía cierta lógica en muchas habilidades demoníacas. Por ejemplo, la del subcapitán o la de kaya seguían un patrón bastante "lógico", pero cada vez que veía la de Katharina... es que no tenía ni pies ni cabeza. La espada de la joven tampoco era una excepción, ni se molestaría en preguntar porque dudaba que hubiera una explicación razonable para que un arma fuera capaz de imitar sus poderes por sí misma.
—A por las voces entonces, eh —se rascó la cabeza. Sí, bueno, suponía que eso era importante también —. Solo recuerda que no deberíamos estar demasiado tiempo aquí, se supone que tenemos que seguir con ese rollo de arreglar todo eso de los otros piratas —le recordó. Quedaba un poco raro que lo dijera ella cuando era la primera en distraerse si veía algo que captara su atención, pero nadie iba a recordar ese pequeño detallito. Si el camino era estable pues... iría con ella, qué remedio, alguien tendría que cuidar a la capitana cafre que tenían. Acercaría también la antorcha al agujero, puerta, o lo que sea que hiciera Kath al transmutar la pared, así podrían ver un poco mejor lo que hubiera dentro.
—Ten cuidado. Puedo nadar y llevarte, pero no sé cuánto tiempo resistirían mis pulmones —era cierto que estaba puesto el portal, pero prefería estar preparada para cualquier posibilidad. Por otra parte desconocía el casi infinito arsenal de su capitana.
Activó su propio Mantra. Kath también lo tenía, pero dos mantras veían mejor que uno, o algo así. Además, así le ahorraría a su jefa el tener que avisarle de ningún peligro, ella misma lo sabría.
En parte estaba aliviada porque ese túnel, cúpula, complejo o lo que fuera era un lugar terrible para ser atacados. Y más terrible sería si el atacante fuera, como había pensado en un principio, un engendro roedor con sentidos superagudizados. Por otro lado estaba frustrada porque... joder, no le gustaba equivocarse y ya había fantaseado con la idea de arrancarle los órganos con sus propias manos para poder aumentar sus propios sentidos.
—Todo lo que hay aquí es tan viejo que se pulverizaría si lo toco —dijo. Después, por pura frustración, le acabó dando una patada a un mueble en el que no había encontrado nada de nada, ¡había perdido el tiempo! —. Este sitio ya no me interesa, ¿podemos echarlo abajo o Ivan se va a poner en plan conservador de museo con esas cosas de no estropear patrimonio antiguo y se va a tirar de los pelos más aún? —dijo, lamentando al mismo tiempo no tener la capacidad para echarlo abajo ella misma. Sin embargo, su capitana sí estaba más interesada así que, como buena madre del grupo, le concedería ese capricho antes de tirarle de las orejas por cualquier motivo que se le pudiera ocurrir.
Entendía cierta lógica en muchas habilidades demoníacas. Por ejemplo, la del subcapitán o la de kaya seguían un patrón bastante "lógico", pero cada vez que veía la de Katharina... es que no tenía ni pies ni cabeza. La espada de la joven tampoco era una excepción, ni se molestaría en preguntar porque dudaba que hubiera una explicación razonable para que un arma fuera capaz de imitar sus poderes por sí misma.
—A por las voces entonces, eh —se rascó la cabeza. Sí, bueno, suponía que eso era importante también —. Solo recuerda que no deberíamos estar demasiado tiempo aquí, se supone que tenemos que seguir con ese rollo de arreglar todo eso de los otros piratas —le recordó. Quedaba un poco raro que lo dijera ella cuando era la primera en distraerse si veía algo que captara su atención, pero nadie iba a recordar ese pequeño detallito. Si el camino era estable pues... iría con ella, qué remedio, alguien tendría que cuidar a la capitana cafre que tenían. Acercaría también la antorcha al agujero, puerta, o lo que sea que hiciera Kath al transmutar la pared, así podrían ver un poco mejor lo que hubiera dentro.
—Ten cuidado. Puedo nadar y llevarte, pero no sé cuánto tiempo resistirían mis pulmones —era cierto que estaba puesto el portal, pero prefería estar preparada para cualquier posibilidad. Por otra parte desconocía el casi infinito arsenal de su capitana.
Activó su propio Mantra. Kath también lo tenía, pero dos mantras veían mejor que uno, o algo así. Además, así le ahorraría a su jefa el tener que avisarle de ningún peligro, ella misma lo sabría.
- resumen:
» Ver que está equivocada y tener sentimientos encontrados. Uno de los muebles golpea sin querer la pierna de Alexandra. O al revés.
» Ver a Katha hacer cosas tope antinaturales y acerca la antorcha para iluminar lo que sea que haya dentro de la pared.
» Recordarle que no pueden distraerse demasiado.
Osuka Sumisu
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El leve crujido de la madera de una ballesta al tensarse su cuerda era muy poco perceptible, pero una gran cantidad de ellas en coro las hacía oír, un sonido de hostilidad. Ojalá no hubiera llegado a esa situación, pero tenía que demostrarles a aquellos wanenses que la fuerza del revolucionario que no tenía miedo a usar su fuerza al igual que ellos la suya.
- En eso tengo que darte la razón. Nunca estoy desarmado, pero hasta un gato tiene garras, pero no por ello tiene que usarlas siempre –. Bajó las manos mientras su rostro se volvía más serio-. ¿Y realmente es deshonroso? ¿Acaso no hace tu señor lo mismo? Parapetado dentro de su castillo, y guarnecido por un pequeño ejército, mientras vuestras tierras son saqueadas por piratas y bandidos.
Se giró al ejército de piedra e hizo un gesto con la mano, para que se alejaran. Podía hacerlo con simplemente pensándolo, pero de esta manera le parecía más cómodo. Las estatuas retrocedieron hasta formar un semicírculo a las espaldas del revolucionario, esperando unas órdenes de asedio que aún no llegaban. Para cualquier combatiente sabía que era una declaración de duelo, algo que confiaba que un wanense no mancillaría con sus compañeros tiradores. En caso contrario, los soldados de piedra cargarían contra las murallas para escalarlas.
- Si de verdad hubiese querido extorsionaros, hubiese mencionado algo más en plan… - se puso pensativo durante un segundo-. Que derribaría esos torreones de un chasquido. Que hundiría esa muralla de un soplido… Y que lo más seguro es que haga una escalera bastante maja hasta el castillo para no tener que ir escalando esos muros. Sé que tu trabajo es defender esa puerta, pero el mío es que para cuando todo esto termine la bandera de la revolución ondee en vuestras torres.
La calma se apodero del lugar, a la espera que uno de los dos actuara mientras sus miradas se cruzaban. Finalmente, el revolucionario cargó contra el samurái, con un movimiento para contrarrestar aquella postura de contraataque. Atacarle de frente sería arriesgado, y no sabía su velocidad de reacción su atacaba por los lados. Por arriba no podía confiar en que a uno de los arqueros o ballesteros le escapase una flecha si se alzaba como si fuera una perdiz. Solo le quedaba una opción; debajo.
El revoluciono hizo que la tierra saltara a medida que algo avanzaba hacia el samurái, como una voraz serpiente que se moviera bajo tierra. Una vez bajo sus pies, surgiría un pilar de medio metro, que de por si no parecía muy peligroso. Por qué no lo era, pues era distracción. Aprovechando a que el samurái estuviera distraído con aquello, el revolucionario imbuyo su puño derecho en la voluntad azabache y le golpeo en el costado.
- En eso tengo que darte la razón. Nunca estoy desarmado, pero hasta un gato tiene garras, pero no por ello tiene que usarlas siempre –. Bajó las manos mientras su rostro se volvía más serio-. ¿Y realmente es deshonroso? ¿Acaso no hace tu señor lo mismo? Parapetado dentro de su castillo, y guarnecido por un pequeño ejército, mientras vuestras tierras son saqueadas por piratas y bandidos.
Se giró al ejército de piedra e hizo un gesto con la mano, para que se alejaran. Podía hacerlo con simplemente pensándolo, pero de esta manera le parecía más cómodo. Las estatuas retrocedieron hasta formar un semicírculo a las espaldas del revolucionario, esperando unas órdenes de asedio que aún no llegaban. Para cualquier combatiente sabía que era una declaración de duelo, algo que confiaba que un wanense no mancillaría con sus compañeros tiradores. En caso contrario, los soldados de piedra cargarían contra las murallas para escalarlas.
- Si de verdad hubiese querido extorsionaros, hubiese mencionado algo más en plan… - se puso pensativo durante un segundo-. Que derribaría esos torreones de un chasquido. Que hundiría esa muralla de un soplido… Y que lo más seguro es que haga una escalera bastante maja hasta el castillo para no tener que ir escalando esos muros. Sé que tu trabajo es defender esa puerta, pero el mío es que para cuando todo esto termine la bandera de la revolución ondee en vuestras torres.
La calma se apodero del lugar, a la espera que uno de los dos actuara mientras sus miradas se cruzaban. Finalmente, el revolucionario cargó contra el samurái, con un movimiento para contrarrestar aquella postura de contraataque. Atacarle de frente sería arriesgado, y no sabía su velocidad de reacción su atacaba por los lados. Por arriba no podía confiar en que a uno de los arqueros o ballesteros le escapase una flecha si se alzaba como si fuera una perdiz. Solo le quedaba una opción; debajo.
El revoluciono hizo que la tierra saltara a medida que algo avanzaba hacia el samurái, como una voraz serpiente que se moviera bajo tierra. Una vez bajo sus pies, surgiría un pilar de medio metro, que de por si no parecía muy peligroso. Por qué no lo era, pues era distracción. Aprovechando a que el samurái estuviera distraído con aquello, el revolucionario imbuyo su puño derecho en la voluntad azabache y le golpeo en el costado.
- Resumen:
- No asedio. Solo
khlav calasduelo
(En caso de que esos capullos empiecen a dispararme, los soldados de piedra comenzaran a atacar a las murallas, que tonto no soy(?))- Cosis:
- Haki armadura[8]
Gareth Silverwing
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Suspiré algo más tranquilo, en los instantes que habían durado los chorros de vapor el enemigo había salido tan mal parado que se vio obligado a retirarse. Me hubiera encantado seguirlos, pero viendo el panorama no podía permitirme apartar la vista del campo de batalla, mucho menos dejar de estar presente por si las cosas volvían a complicarse. De todas formas con las máquinas destruidas, el contingente salvado y la formación enemiga rota no podía pedir más que tener menos bajas la próxima vez.
- Mantened la formación, no hagáis prisioneros pero tampoco persigáis a los que huyan, no podemos permitirnos caer en otra emboscada. - Grité mis órdenes a los soldados que todavía quedaban luchando y me puse en camino para ayudarlos.
Había respetado las zonas donde estaban nuestros hombres para no tener más bajas, eso había salvado también a cierta cantidad de enemigos. Agarré mi arma, me acababa de enfrentar a su campeón y a su líder y ambos habían desaparecido. Cualquiera de ellos que hubiera estado atento sabría que no era buena idea quedarse si me estaba acercando a la batalla para ayudar a mis hombres. No corrí, caminé, dejando que cada paso retumbase por el suelo, que me viesen, que me notasen y me temiesen, si había algo con más valor que un enemigo muerto era un enemigo con la moral rota, alguien que huiría, acabaría viviendo y no se atrevería a meterse en tu camino. La guerra en la mente era más importante que la guerra en el campo, y eso era una lección que había quedado grabada a sangre en mi cuerpo tras años en la batalla.
Enarbolé mi arma como un silencioso desafío para cualquiera que tratase de meterse en medio y seguí dando pasos hasta los hombres pez que quedasen. Con la mirada decidida y desafiante, sin decir una palabra, dejando que mis acciones hablasen y dando la oportunidad a los que quisieran escapar que se retirasen ahora.
Mientras tanto Al parecía estar hablando con alguien, no sabía sobre qué estaban hablando, pero parecía alguien de Wano, no se le veía expresión de ser un lugareño pidiendo ayuda, puede que fuera un mensajero informando o un representante de otra facción local ofreciendo ayuda. No me interesaba, no era un diplomático, era un soldado, lo único que necesitaba era que me dijesen la dirección en la que apuntar mi arma. Cuando acabasen ya me informarían de lo sucedido o si había algún cambio de planes, hasta entonces ayudaría a nuestros hombres, si algún gyojin se quedaba a luchar me encargaría de que no tomase ninguna vida más.
- Mantened la formación, no hagáis prisioneros pero tampoco persigáis a los que huyan, no podemos permitirnos caer en otra emboscada. - Grité mis órdenes a los soldados que todavía quedaban luchando y me puse en camino para ayudarlos.
Había respetado las zonas donde estaban nuestros hombres para no tener más bajas, eso había salvado también a cierta cantidad de enemigos. Agarré mi arma, me acababa de enfrentar a su campeón y a su líder y ambos habían desaparecido. Cualquiera de ellos que hubiera estado atento sabría que no era buena idea quedarse si me estaba acercando a la batalla para ayudar a mis hombres. No corrí, caminé, dejando que cada paso retumbase por el suelo, que me viesen, que me notasen y me temiesen, si había algo con más valor que un enemigo muerto era un enemigo con la moral rota, alguien que huiría, acabaría viviendo y no se atrevería a meterse en tu camino. La guerra en la mente era más importante que la guerra en el campo, y eso era una lección que había quedado grabada a sangre en mi cuerpo tras años en la batalla.
Enarbolé mi arma como un silencioso desafío para cualquiera que tratase de meterse en medio y seguí dando pasos hasta los hombres pez que quedasen. Con la mirada decidida y desafiante, sin decir una palabra, dejando que mis acciones hablasen y dando la oportunidad a los que quisieran escapar que se retirasen ahora.
Mientras tanto Al parecía estar hablando con alguien, no sabía sobre qué estaban hablando, pero parecía alguien de Wano, no se le veía expresión de ser un lugareño pidiendo ayuda, puede que fuera un mensajero informando o un representante de otra facción local ofreciendo ayuda. No me interesaba, no era un diplomático, era un soldado, lo único que necesitaba era que me dijesen la dirección en la que apuntar mi arma. Cuando acabasen ya me informarían de lo sucedido o si había algún cambio de planes, hasta entonces ayudaría a nuestros hombres, si algún gyojin se quedaba a luchar me encargaría de que no tomase ninguna vida más.
- Resumen:
- Tratar de acojonar a los gyojin supervivientes e ir a ayudar a los soldados que están luchando con ellos.
La cría de cabellos violáceos y su extraño amigo con sombrero de gorrino, cuya piel, extrañamente parecía cada vez más oscura, parecían haberle dejado tranquilo; al menos por el momento. Esperaba que ayudaran a Akita en todo lo posible, aunque algo le decía que iban a ser más incordios de lo que parecían. Sin embargo, Zane no tenía tiempo de lidiar con ellos, sobre todo después de la llamada que estaba recibiendo.
Se trataba de una mujer entrada en años, al menos en apariencia. Tenía una voz madura y digna de la contralto más aclamada en los mejores teatros. Le hablaba con total calma y superioridad, atisbando un ápice de seguridad plena que no terminaba por gustarle al pirata. A cada palabra que decía, podía notarse nerviosismo e incomodidad en su rostro, así como en el rostro de su cuerpo. No se mantenía quieto, si no que golpeaba con la palma del pie el suelo con suavidad, mientras pasaba el den den mushi de una mano a la otra después de una o dos frases. Su respiración se agitó, y cierto sudo emanó de su frente.
—¿Quién eres? —le preguntó con voz seria y ligeramente agitada, mientras llevaba el aparato de su mano izquierda a la derecha—. ¿Y cómo demonios has conseguido línea directa con este den den mushi? Solo unas pocas personas tienen acceso a él… ¡Cómo te hayas atrevido a hacerle algo a alguien te juro por mi vida que no tendrás lugar en este planeta donde esconderte! —Zane no pudo evitar perder las formas, después de todo no sabía nada ni de sus hijos, ni de su mujer, ni de su abuelo… De nadie. Ni de tan siquiera Spanner, que ahora residía allí y había decidido dejar la piratería. Tan solo era capaz de pensar en lo peor.
Después de que la mujer le respondiera, si es que lo hacía, trataría de tomar el control de las llamas que azotaba aquel lugar, aprovechando su capacidad para controlar dicho elemento, para de esa forma ir reduciendo la intensidad y la temperatura del mismo hasta acabar con las llamas, reduciéndolo a cero.
Se trataba de una mujer entrada en años, al menos en apariencia. Tenía una voz madura y digna de la contralto más aclamada en los mejores teatros. Le hablaba con total calma y superioridad, atisbando un ápice de seguridad plena que no terminaba por gustarle al pirata. A cada palabra que decía, podía notarse nerviosismo e incomodidad en su rostro, así como en el rostro de su cuerpo. No se mantenía quieto, si no que golpeaba con la palma del pie el suelo con suavidad, mientras pasaba el den den mushi de una mano a la otra después de una o dos frases. Su respiración se agitó, y cierto sudo emanó de su frente.
—¿Quién eres? —le preguntó con voz seria y ligeramente agitada, mientras llevaba el aparato de su mano izquierda a la derecha—. ¿Y cómo demonios has conseguido línea directa con este den den mushi? Solo unas pocas personas tienen acceso a él… ¡Cómo te hayas atrevido a hacerle algo a alguien te juro por mi vida que no tendrás lugar en este planeta donde esconderte! —Zane no pudo evitar perder las formas, después de todo no sabía nada ni de sus hijos, ni de su mujer, ni de su abuelo… De nadie. Ni de tan siquiera Spanner, que ahora residía allí y había decidido dejar la piratería. Tan solo era capaz de pensar en lo peor.
Después de que la mujer le respondiera, si es que lo hacía, trataría de tomar el control de las llamas que azotaba aquel lugar, aprovechando su capacidad para controlar dicho elemento, para de esa forma ir reduciendo la intensidad y la temperatura del mismo hasta acabar con las llamas, reduciéndolo a cero.
- Resumen:
- Hablar con la mujer por el den den mushi y tratar de extinguir el fuego.
AEG93
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Gracias al poder de su técnica el joven samurái fue capaz de derrotar a los dos hombres pez restantes, consiguiendo así un momento de calma para él y para sus dos amigos. Tanto Koji como Ryohei parecían agotados y asustados, pues probablemente llevarían varios días ya luchando sin descanso contra las hordas invasoras. El segundo de ellos le confirmó que al parecer nadie nadie había seguido a su familia y a su maestro cuando huyeron buscando un refugio seguro, pero que poco después vieron pasar una patrulla junto al pueblo que se dirigía aparentemente hacia la costa, adentrándose más en las entrañas de Kuri.
Cuando decidió ir en su busca, Koji respondió que tanto él como Ryohei le acompañarían, pues como bien dijo nada ni nadie quedaba ya que defender en Okobore. El pueblo que les había visto crecer había quedado reducido por completo a escombros y, aunque en el futuro habría que reconstruirlo, urgía más terminar con la invasión que amenazaba el país de Wano. Cuando la paz llegara ya tendrían tiempo para ello.
En su camino los tres samuráis pasaron por delante del dojo en el que solían entrenar juntos, del que ahora apenas quedaban restos carbonizados. El corazón del semigyojin se encogió al verlo, y sintió como su odio hacia la reina sirena aumentaba aún más. No sabía qué le había llevado a atacar Wano, por qué motivos había traído sus tropas a su país natal, justo en el mismo momento en el que tantas otras personas de gran renombre intentaban también conquistarlo, conjuntándose y poniendo en jaque a las fuerzas defensoras del Emperador del Mar Berthil S Kyrios. ¿Tendría que ver con el pasado de la sirena? El joven tenía sus propias sospechas al respecto, y en su cabeza surgía una duda. ¿Quién era la letra "K" que parecía ser la clave de todo aquello? En todo esto pensaba el semigyojin mientras caminaba por su ahora destrozado hogar en busca de su madre, su hermana y su maestro. Necesitaba verles y asegurarse de que estaban bien antes de dirigirse a donde quisiera que estuviera Hipatia y tomar su cabeza.
Cuando decidió ir en su busca, Koji respondió que tanto él como Ryohei le acompañarían, pues como bien dijo nada ni nadie quedaba ya que defender en Okobore. El pueblo que les había visto crecer había quedado reducido por completo a escombros y, aunque en el futuro habría que reconstruirlo, urgía más terminar con la invasión que amenazaba el país de Wano. Cuando la paz llegara ya tendrían tiempo para ello.
En su camino los tres samuráis pasaron por delante del dojo en el que solían entrenar juntos, del que ahora apenas quedaban restos carbonizados. El corazón del semigyojin se encogió al verlo, y sintió como su odio hacia la reina sirena aumentaba aún más. No sabía qué le había llevado a atacar Wano, por qué motivos había traído sus tropas a su país natal, justo en el mismo momento en el que tantas otras personas de gran renombre intentaban también conquistarlo, conjuntándose y poniendo en jaque a las fuerzas defensoras del Emperador del Mar Berthil S Kyrios. ¿Tendría que ver con el pasado de la sirena? El joven tenía sus propias sospechas al respecto, y en su cabeza surgía una duda. ¿Quién era la letra "K" que parecía ser la clave de todo aquello? En todo esto pensaba el semigyojin mientras caminaba por su ahora destrozado hogar en busca de su madre, su hermana y su maestro. Necesitaba verles y asegurarse de que estaban bien antes de dirigirse a donde quisiera que estuviera Hipatia y tomar su cabeza.
- Resumen:
- Ir en busca de mi familia.
Marc Kiedis
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Itadakimas parecía desde las alturas sorprendentemente bonito y tranquilo, como si la batalla campal en la que estaba sumido el resto del país no tuviera nada que ver con ellos. Mirándolo desde allí casi parecía que aquel caos estaba teniendo lugar en un lugar muy muy lejano, pero si uno se fijaba bien se daba cuenta de que había algún detalle que no era del todo normal. No había nadie por la calle, como si se tratase de una ciudad fantasma.
- ¿Dónde está todo el mundo? - Dijo Marc, más como reflexión en voz alta que como una verdadera pregunta hacia su compañero.
Sin embargo, un análisis más detallado ayudándose del Haki de Observación permitía detectar la presencia de gente dentro de los edificios. Casi todas las auras que podía percibir emitían un miedo continuo y profundo, por lo que el semigigante dedujo que ese sería el motivo de que no salieran a la calle. Además hubo otra cosa que llamó su atención, y es que la gran mayoría de las presencias con cierto nivel de poder estaban en un mismo lugar. Desde arriba podía verse que ese edificio era una taberna.
- ¿Vamos? - Preguntó a su amigo mientras señalaba hacia dicha taberna. Probablemente allí podrían averiguar qué era lo que sucedía en Itadakimas.
Cuando descendieron hubo algo que llamó poderosamente su atención. Por todas partes había carteles de Zane y Therax, y no solo eso, sino que había muchos otros carteles con la cara de Zane y otros nombres diferentes en su lugar. El semigigante no entendía nada, pero sí sabía que aquello no podía ser buena señal. Así que miró a su nakama y le preguntó:
- ¿Entiendes algo de lo que está pasando?
- ¿Dónde está todo el mundo? - Dijo Marc, más como reflexión en voz alta que como una verdadera pregunta hacia su compañero.
Sin embargo, un análisis más detallado ayudándose del Haki de Observación permitía detectar la presencia de gente dentro de los edificios. Casi todas las auras que podía percibir emitían un miedo continuo y profundo, por lo que el semigigante dedujo que ese sería el motivo de que no salieran a la calle. Además hubo otra cosa que llamó su atención, y es que la gran mayoría de las presencias con cierto nivel de poder estaban en un mismo lugar. Desde arriba podía verse que ese edificio era una taberna.
- ¿Vamos? - Preguntó a su amigo mientras señalaba hacia dicha taberna. Probablemente allí podrían averiguar qué era lo que sucedía en Itadakimas.
Cuando descendieron hubo algo que llamó poderosamente su atención. Por todas partes había carteles de Zane y Therax, y no solo eso, sino que había muchos otros carteles con la cara de Zane y otros nombres diferentes en su lugar. El semigigante no entendía nada, pero sí sabía que aquello no podía ser buena señal. Así que miró a su nakama y le preguntó:
- ¿Entiendes algo de lo que está pasando?
- Resumen:
- Proponer a Therax ir a la taberna y fliparlo con los carteles.
Rainbow662
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Será... No ha dedicado ni una décima parte de sus deficientes neuronas trituradas por los golpes a escuchar lo que he dicho. ¡Este tío pasa de todo! ¡¿Cómo que hagamos lo que dice ese tipo?! ¡Si ni siquiera sé quién es! Menudo ataque va a montar con estos aldeanos zarrapastrosos...
Sin embargo, un descubrimiento sorprendente hace que aparte momentáneamente el frustrante enfado que este memo flameante me produce. La gente a la que ha rociado con su fuego no está atrozmente quemada, sino que parece... sana. Inosuke está más negro que ellos. En fin, eso es raro, pero lo dejaré en el rincón de los asuntos para luego.
Admito que las locuras de Ino sobre el sol en un tarro y lo de la mancha negra del Mayordomo, que aunque sea cierto no deja de sonar a locura, no debe ayudar mucho a nuestra credibilidad. Y ahora que Kenshin ha descartado creernos, comerse su caracol tiene poco sentido. ¿Cómo podríamos librarnos de él?
Hay que aprovechar la llamada. No sé de quién será, pero está claro que la mujer al otro lado del caracol es una de las que ha ocasionado todo este caos, sino la principal culpable. No me sorprende que el Yonko haga la obvia y estúpida pregunta de “¿Quién es?”. Por otro lado, ¿cuántas oportunidades suelen presentarse de hablar con la mente maestra detrás de un cataclismo? La cuestión es cómo rascar algo a mi favor. No hay ninguna razón para que esta tipa quiera hablar conmigo. En estos casos en una verdadera lástima la ausencia de la lógica literaria en el mundo real. Lo que daría yo por una adversaria que me contase su plan solo para fardar...
En fin, habrá que hacer lo que mejor se nos da a los Neus: enfadar a la gente.
Me acerco a Kenshin y procuro hablar bien alto para que el Den Den Mushi no se pierda ni una sola de mis palabras cuando me meto en su conversación a voces.
-¡No importa quien seas, gusano insignificante! ¡No eres nada para el aburmador poder de Zane el Salvador! ¡El purificará Wano con sus fuego y su... pecho desnudo -Mierda, qué mal se me dan estas cosas- y expulsará a todas las ratas que trabajan para ti! Reza porque no te encuentre, porque no hay forma de detenerlo. Ni siquiera con un inteligente plan como filtrar su ubicación a los marines o atacando uno por uno a todos los miembros importantes de su banda, aprovechando sus debilidades y tomándolos como rehenes mediante la fuerza o una elaborada farsa para así obligarle a ponerse unas esposas de kairoseki o algo así podrías vencerle.
Espero que la gran villana sea de las que aceptan sugerencias.
-Ya verás cuando el Salvador se alce desde Kuri y te destruya. ¿O acaso tu plan incluye algo que pueda vencerle, eh?
Bien, pues ya estaría. Por probar que no quede. No se me ocurre que más decir para conseguir que todas las fuerzas enemigas se centren en Kenshin. Ahora a poner carita de inocente pero decidida tarada fanática del Yonko y esperar que todas las fuerzas enemigas, al menos las de esa facción, se lancen a por él. Aunque creo que no deberíamos perderlo de vista, por si acaso. Dejar solo y sin vigilancia a a versión llameante, cortita e hiperbólica de un mono con dos pistolas podría ser peligroso. Prefiero que crea que somos sus aliados y poder filtrar información a Kath hasta la inevitable traición. Otra más.
Tal vez sea buen momento para el siguiente paso, si es que la llamada no termina ya. Para ello me dirijo esta vez al pelirrojo.
-Zane-sama... le ruego que deje que nos unamos a usted y le acompañemos en esta lucha. -Casi me atraganto como el honorífico local. Venga, aguanta, solo hay que tragar un poco más de bilis-. Mi sirviente y yo somos fuertes y sabemos muchas cosas sobre la situación actual de Wano. Conocemos secretos que se han desvelado los últimos días. -Pienso dejar en pie la mentira de que Ino es mi sirviente, porque... Bueno, porque me hace gracia. Ya de paso, le susurro algo al hombre-cerdo-. Inosuke, arrodíllate para mostrar humildad.
La expansión de la mancha negra no se detiene, lo cual es altamente preocupante. El detalle de la gente levantándose totalmente ilesa tras recibir una ducha de llamas no se me ha olvidado, lo cual me lleva a una conclusión tal vez algo aventurada. En cualquier caso, no perdemos nada por probar.
-Por favor, llévenos con usted. Y, si puede, haga algo con la terrible... maldición que afecta a mi sirviente.
Sin embargo, un descubrimiento sorprendente hace que aparte momentáneamente el frustrante enfado que este memo flameante me produce. La gente a la que ha rociado con su fuego no está atrozmente quemada, sino que parece... sana. Inosuke está más negro que ellos. En fin, eso es raro, pero lo dejaré en el rincón de los asuntos para luego.
Admito que las locuras de Ino sobre el sol en un tarro y lo de la mancha negra del Mayordomo, que aunque sea cierto no deja de sonar a locura, no debe ayudar mucho a nuestra credibilidad. Y ahora que Kenshin ha descartado creernos, comerse su caracol tiene poco sentido. ¿Cómo podríamos librarnos de él?
Hay que aprovechar la llamada. No sé de quién será, pero está claro que la mujer al otro lado del caracol es una de las que ha ocasionado todo este caos, sino la principal culpable. No me sorprende que el Yonko haga la obvia y estúpida pregunta de “¿Quién es?”. Por otro lado, ¿cuántas oportunidades suelen presentarse de hablar con la mente maestra detrás de un cataclismo? La cuestión es cómo rascar algo a mi favor. No hay ninguna razón para que esta tipa quiera hablar conmigo. En estos casos en una verdadera lástima la ausencia de la lógica literaria en el mundo real. Lo que daría yo por una adversaria que me contase su plan solo para fardar...
En fin, habrá que hacer lo que mejor se nos da a los Neus: enfadar a la gente.
Me acerco a Kenshin y procuro hablar bien alto para que el Den Den Mushi no se pierda ni una sola de mis palabras cuando me meto en su conversación a voces.
-¡No importa quien seas, gusano insignificante! ¡No eres nada para el aburmador poder de Zane el Salvador! ¡El purificará Wano con sus fuego y su... pecho desnudo -Mierda, qué mal se me dan estas cosas- y expulsará a todas las ratas que trabajan para ti! Reza porque no te encuentre, porque no hay forma de detenerlo. Ni siquiera con un inteligente plan como filtrar su ubicación a los marines o atacando uno por uno a todos los miembros importantes de su banda, aprovechando sus debilidades y tomándolos como rehenes mediante la fuerza o una elaborada farsa para así obligarle a ponerse unas esposas de kairoseki o algo así podrías vencerle.
Espero que la gran villana sea de las que aceptan sugerencias.
-Ya verás cuando el Salvador se alce desde Kuri y te destruya. ¿O acaso tu plan incluye algo que pueda vencerle, eh?
Bien, pues ya estaría. Por probar que no quede. No se me ocurre que más decir para conseguir que todas las fuerzas enemigas se centren en Kenshin. Ahora a poner carita de inocente pero decidida tarada fanática del Yonko y esperar que todas las fuerzas enemigas, al menos las de esa facción, se lancen a por él. Aunque creo que no deberíamos perderlo de vista, por si acaso. Dejar solo y sin vigilancia a a versión llameante, cortita e hiperbólica de un mono con dos pistolas podría ser peligroso. Prefiero que crea que somos sus aliados y poder filtrar información a Kath hasta la inevitable traición. Otra más.
Tal vez sea buen momento para el siguiente paso, si es que la llamada no termina ya. Para ello me dirijo esta vez al pelirrojo.
-Zane-sama... le ruego que deje que nos unamos a usted y le acompañemos en esta lucha. -Casi me atraganto como el honorífico local. Venga, aguanta, solo hay que tragar un poco más de bilis-. Mi sirviente y yo somos fuertes y sabemos muchas cosas sobre la situación actual de Wano. Conocemos secretos que se han desvelado los últimos días. -Pienso dejar en pie la mentira de que Ino es mi sirviente, porque... Bueno, porque me hace gracia. Ya de paso, le susurro algo al hombre-cerdo-. Inosuke, arrodíllate para mostrar humildad.
La expansión de la mancha negra no se detiene, lo cual es altamente preocupante. El detalle de la gente levantándose totalmente ilesa tras recibir una ducha de llamas no se me ha olvidado, lo cual me lleva a una conclusión tal vez algo aventurada. En cualquier caso, no perdemos nada por probar.
-Por favor, llévenos con usted. Y, si puede, haga algo con la terrible... maldición que afecta a mi sirviente.
- Resumen:
- Kaya se pone tonta y provoca sutilmente a la mujer que llama a Zane, dándole ideas para ver si consigue cargárselo. Luego (cuando la llamada acabe, si es que lo hace ya) pedir al pollo que les deje a ella y a Ino acompañarle para mantenerlo vigilado y decirle que cure lo de su mancha negra si puede.
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Escuchó las palabras del señor Masahisa mientras terminaba de vendar a uno de los ronins. Le pareció curioso que tuviera una herida en el cuello, pero lo más curioso fue que este también se hubiera mostrado reacio a cualquier tipo de tratamiento. Incluso Prometeo con todo lo ingenuo que podía llegar a ser comenzaba a sospechar que algo escondían.
—Los piratas atacan por tierra, ¿no? Entonces usaremos el cielo para llegar hasta Kuri —respondió el homúnculo con total naturalidad, como si fuera lo más evidente del mundo—. Podría incluso llevar a un par de hombres en la espalda para que me ayudasen a encontrar a Hitomi-sama. Tal como dice usted, soy un extranjero que no conoce la región: me vendría bien un guía experimentado.
A medida que sanaba a los hombres (usando tanto sus habilidades mágicas como sus conocimientos en medicina) se hacía más y más evidente el hecho de que todos estaban ocultando algo: ¿Cómo se habían hecho la herida en el cuello? ¿Y qué significaba? No preguntaría, al menos no de momento. Al señor Masahisa no le hizo demasiada gracia cuando Prometeo preguntó sobre la herida en su cuello, así que suponía que lo mismo pasaría con el resto de los samuráis.
A pesar de que escuchó a alguien entrar en la taberna, solo se volteó a mirarlo cuando hubo terminado de sanar a uno de los pacientes. El revolucionario lo miró en silencio y contempló con cierto brillo en los ojos la armadura que vestía. ¡Era hermosa! Parecía sacada de algún cuento fantástico o algo por el estilo. El hombre pronto comenzó a hablar de Hitomi-sama y cómo la había perdido en el puente de Kuri. Prometeo ya tenía una pista, al menos. También habló sobre poderes demoníacos, seguramente refiriéndose a las habilidades otorgadas por una fruta del diablo. El revolucionario escuchó con detenimiento la conversación sin interrumpir y comenzó a pensar.
—¿Alguno tiene hoja y pluma? —preguntó luego de un rato de estar en silencio. Tuvieran o no, comenzaría a hablar—. Tal como lo veo yo, ahora mismo tenemos dos objetivos importantes: encontrar y poner a salvo a Hitomi-sama y recuperar el castillo de Hakumai. —En caso de tener lo pedido escribiría «Hitomi-sama» y «Hakumai» en la hoja—. El Ejército Revolucionario tiene el mismo propósito respecto a esto último, de hecho, me arriesgo a decir que el oficial Sumisu está dirigiéndose hacia el castillo. Puede haberse comportado de una manera violenta hace unos minutos, pero he escuchado que es un gran revolucionario. Si lo ven correcto podríamos establecer una alianza temporal entre ustedes y el Ejército Revolucionario —propuso sin saber si como teniente tenía la autoridad para realizar algo así. En caso de que aceptasen, escribiría «Ejército Revolucionario» unido a una línea con «Hakumai»—. Bien, por otra parte, creo que soy el indicado para encontrar a Hitomi-sama por dos razones principales: puedo llegar rápidamente a Kuri y tengo muy buena vista. Además, es probable que sus heridas no hayan sanado y como médico puedo ocuparme de ello —agregó entonces. Esperaría la reacción del señor Masahisa y de los otros hombres para escribir su propio nombre conectado con una línea a «Hitomi-sama»—. En resumen, el Ejército Revolucionario junto a ustedes se encargarían de tomar el castillo de Hakumai, mientras que unos pocos hombres y yo iniciamos la búsqueda de Hitomi-sama.
Por un momento pensó que era su propio corazón el que le daba la sensación de que el suelo estaba moviéndose. Estaba nervioso, sí, Prometeo no era ningún líder y carecía de carisma. Sin embargo, pronto notó que en realidad la tierra estaba estremeciéndose. Había escuchado que el oficial Sumisu tenía poderes relacionados con la roca, pero dudaba de que él fuera la causa. El revolucionario buscaría con la mirada la salida de la taberna y, en caso de que el movimiento se volviera más intenso, correría hacia ella.
—Los piratas atacan por tierra, ¿no? Entonces usaremos el cielo para llegar hasta Kuri —respondió el homúnculo con total naturalidad, como si fuera lo más evidente del mundo—. Podría incluso llevar a un par de hombres en la espalda para que me ayudasen a encontrar a Hitomi-sama. Tal como dice usted, soy un extranjero que no conoce la región: me vendría bien un guía experimentado.
A medida que sanaba a los hombres (usando tanto sus habilidades mágicas como sus conocimientos en medicina) se hacía más y más evidente el hecho de que todos estaban ocultando algo: ¿Cómo se habían hecho la herida en el cuello? ¿Y qué significaba? No preguntaría, al menos no de momento. Al señor Masahisa no le hizo demasiada gracia cuando Prometeo preguntó sobre la herida en su cuello, así que suponía que lo mismo pasaría con el resto de los samuráis.
A pesar de que escuchó a alguien entrar en la taberna, solo se volteó a mirarlo cuando hubo terminado de sanar a uno de los pacientes. El revolucionario lo miró en silencio y contempló con cierto brillo en los ojos la armadura que vestía. ¡Era hermosa! Parecía sacada de algún cuento fantástico o algo por el estilo. El hombre pronto comenzó a hablar de Hitomi-sama y cómo la había perdido en el puente de Kuri. Prometeo ya tenía una pista, al menos. También habló sobre poderes demoníacos, seguramente refiriéndose a las habilidades otorgadas por una fruta del diablo. El revolucionario escuchó con detenimiento la conversación sin interrumpir y comenzó a pensar.
—¿Alguno tiene hoja y pluma? —preguntó luego de un rato de estar en silencio. Tuvieran o no, comenzaría a hablar—. Tal como lo veo yo, ahora mismo tenemos dos objetivos importantes: encontrar y poner a salvo a Hitomi-sama y recuperar el castillo de Hakumai. —En caso de tener lo pedido escribiría «Hitomi-sama» y «Hakumai» en la hoja—. El Ejército Revolucionario tiene el mismo propósito respecto a esto último, de hecho, me arriesgo a decir que el oficial Sumisu está dirigiéndose hacia el castillo. Puede haberse comportado de una manera violenta hace unos minutos, pero he escuchado que es un gran revolucionario. Si lo ven correcto podríamos establecer una alianza temporal entre ustedes y el Ejército Revolucionario —propuso sin saber si como teniente tenía la autoridad para realizar algo así. En caso de que aceptasen, escribiría «Ejército Revolucionario» unido a una línea con «Hakumai»—. Bien, por otra parte, creo que soy el indicado para encontrar a Hitomi-sama por dos razones principales: puedo llegar rápidamente a Kuri y tengo muy buena vista. Además, es probable que sus heridas no hayan sanado y como médico puedo ocuparme de ello —agregó entonces. Esperaría la reacción del señor Masahisa y de los otros hombres para escribir su propio nombre conectado con una línea a «Hitomi-sama»—. En resumen, el Ejército Revolucionario junto a ustedes se encargarían de tomar el castillo de Hakumai, mientras que unos pocos hombres y yo iniciamos la búsqueda de Hitomi-sama.
Por un momento pensó que era su propio corazón el que le daba la sensación de que el suelo estaba moviéndose. Estaba nervioso, sí, Prometeo no era ningún líder y carecía de carisma. Sin embargo, pronto notó que en realidad la tierra estaba estremeciéndose. Había escuchado que el oficial Sumisu tenía poderes relacionados con la roca, pero dudaba de que él fuera la causa. El revolucionario buscaría con la mirada la salida de la taberna y, en caso de que el movimiento se volviera más intenso, correría hacia ella.
- Resumen:
- Proponer un plan: algunos van por Hakumai y otros por Hitomi-sama.
Vile Spectre
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En cuanto Vile terminó de lanzar su ataque, reparó en la sangre que lentamente salía de su hombro. Una de las balas le había dado y no se había dado cuenta. El músico maldijo, y se permitió un segundo para comprobar si aún podía mover el hombro. Dio un movimiento circular y suspiró aliviado cuando pudo confirmarse a sí mismo que apenas se trataba de un rasguño. Aun así, aquel era su abrigo favorito. La sonrisa del joven de Arabasta se desvaneció por completo.
Observó a pocos metros las consecuencias de su ataque conjunto: una más que considerable cantidad de heridos que aullaban de dolor, rezando sus últimas oraciones. Una solitaria figura permanecía impertérrita en el torbellino, desviando el ataque del músico y disipando el torbellino. Con aire pendenciero, replicó a las acusaciones del enmascarado dejando ver que él y los suyos no eran más que víctimas de Kenshin.
-¿Piratas? -contestó Vile-. ¡Pues claro! Precisamente por eso no os dejamos ir ni creemos en las justas retribuciones. Ni siquiera sabemos qué significa eso. ¡En guardia!
El luchador terminó de disipar el remolino salado de Nox y mandó a sus secuaces apuntar al enmascarado. Vile arqueó la ceja. Ya habían intentado atacar antes al carpintero y este había quedado impune, ¿por qué volver a hacerlo? De algún modo, tenían que estar seguros de que aquel no iba a ser un tiro perdido. ¿Algún modo de ignorar sus defensas? Vile pensó rápido y realizó una floritura con su arma.
-¡A un lado, Nox! -bramó, tratando de evitar que su compañero quedase atrapado en el ataque.
A continuación, daría otros dos tajos, que emitirían sendas ondas cortantes. Con uno de ellos pretendía dar a las balas, intentando inutilizarlas y evitar sus perniciosos efectos. Con el otro, terminar de rematar a los pistoleros. Entonces solo el líder supondría un problema.
Observó a pocos metros las consecuencias de su ataque conjunto: una más que considerable cantidad de heridos que aullaban de dolor, rezando sus últimas oraciones. Una solitaria figura permanecía impertérrita en el torbellino, desviando el ataque del músico y disipando el torbellino. Con aire pendenciero, replicó a las acusaciones del enmascarado dejando ver que él y los suyos no eran más que víctimas de Kenshin.
-¿Piratas? -contestó Vile-. ¡Pues claro! Precisamente por eso no os dejamos ir ni creemos en las justas retribuciones. Ni siquiera sabemos qué significa eso. ¡En guardia!
El luchador terminó de disipar el remolino salado de Nox y mandó a sus secuaces apuntar al enmascarado. Vile arqueó la ceja. Ya habían intentado atacar antes al carpintero y este había quedado impune, ¿por qué volver a hacerlo? De algún modo, tenían que estar seguros de que aquel no iba a ser un tiro perdido. ¿Algún modo de ignorar sus defensas? Vile pensó rápido y realizó una floritura con su arma.
-¡A un lado, Nox! -bramó, tratando de evitar que su compañero quedase atrapado en el ataque.
A continuación, daría otros dos tajos, que emitirían sendas ondas cortantes. Con uno de ellos pretendía dar a las balas, intentando inutilizarlas y evitar sus perniciosos efectos. Con el otro, terminar de rematar a los pistoleros. Entonces solo el líder supondría un problema.
- Resumen:
- Lanzar una onda cortante contra las balas y otra contra los fusileros, advirtiendo a Nox y provocando al pirata entre medias.
Maze
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Las palabras de Octavio llegan a perturbar el entrecejo de Alice. La morena frunce el ceño e incluso chasquea la lengua. Ya está bastante hasta los ovarios de todo, la verdad. Y es que vaya día llevaba. Verse obligada a mantener su tapadera de la forma más rastrera y desagradable para sí misma, tomar una posición que llevaba a que, posiblemente, acabasen por asesinarla —porque esa fue la sensación que le dio la respuesta de Brutus a su pregunta—, que le cargasen un muerto y ahora esto. No si… Sería su culpa que no encajaba en el perfil de pirata ni en su banda ni en la de cualquier otro.
Como fuera, al menos había demostrado a uno de los más perspicaces del grupo que estaba limpia, y una nueva sospechosa acababa de aparecer. Julia, quien apuntó al pequeño detalle de que ni estaba dormida ni había estado tan corta de miras como para guardar el sobre en su bolsa como los demás, acababa de negarse a que la chequearan y nadie, absolutamente nadie, le había impedido cerrar la puerta del carromato y quedarse ahí dentro ella sola. Obviamente Akane no era tonta. Si se trataba de la asesina, al dejarla así le daban la posibilidad de hacer lo que quisiera dentro del vehículo y ella lo sabía. Pero pensaba que podía controlarla un poco si se lo proponía. Su «trampa de hilos» al funcionar en área, una vez desplegada al máximo no se veía afectada a las paredes, o eso pensaba, al fin y al cabo, mientras hubiera rendijas, sus hilos se podían colar y enredar. Concentrándose un poco, esperaba, podría sentir cualquier movimiento dentro del vehículo de haberlo. Aunque su concentración se vería perturbado cuando Anna, muy amablemente, se aseguró de cachearla, dejando al finalizar un bonito pellizco sobre la piel de su espalda a cuyo perdón respondió con un inofensivo pisotón. Dibujó una sonrisa amable para la mujer.
—Uy, perdón. Que torpe soy —contestó antes de retomar su trabajo. Al final, lo único que habían conseguido era poner de los nervios a su segundo sospechoso, sin mucho más tiempo para pensar que hacer. Vió como el primero de ellos abría la puerta del vehículo y los demás seguían. Incluso sintió la presión de grupo echa sobre ella para no ser la última en subirse.
—No estoy de acuerdo. Si nos vamos ahora será más problemático todo —se quejó, sentándose en medio del carro tras soltar un soplido, en vano. Enfurruñada, la pelirroja empezó a maquinar sobre cómo resolver el problema en su fuero interno mientras Marco, el primero en haberla cacheado hablaba, dejando caer que lo mismo el culpable ni siquiera tenía los sobres ya. Y cuando mencionó el cuerpo, algo que habían dejado ya unos cien metros atrás mientras el carro se puso en marcha… «A la mierda», se dijo. Porque sí, había mantenido aún parte de su aura pululando a su alrededor en un radio pequeño, que apenas salía un metro alrededor del carro. En ese momento, parte de sus hilos se aferraron a una de las ruedas de delante, solidificándose con su Haki con intención de obstruir su eje de movimiento o incluso romperlo. Eso les daría más tiempo mientras ella comentaba algo en lo que acababa de caer.
—Entonces, ¿para qué robar cuatro sobres? —Exclamó, segundos antes de que el vehículo se desequilibrase por su culpa, haciéndose la sorprendida como los demás. Cuando se detuvo, siguió hablando, no sin antes quejarse—. Joder, que susto. —se tomó un momento para volver a acomodarse en su asiento—. Marco, has dicho algo muy interesante, no lo había pensado, pero… Hay varias cosas que no encajan aquí. Es decir, si el objetivo del asesino era solo obstruir la llegada de la información, hubiera bastado con destruir los sobres, pero con que faltase uno hubiera bastado, ¿no? ¿Para qué tomar cuatro? Si contamos el del propio asesino, hubieran sido cinco sobres perdidos. Aunque viendo las prisas de nuestro conductor —A quién seguramente estaba escuchando maldecir desde fuera por no poder continuar su camino— Cualquiera diría que la información no es importante. Bueno, el no conoce la información, aunque a lo mejor alguien de nuestro grupo ya lo hace y esta es una forma de cribar a los posibles espías. No me terminó de dar buena espina no saber que vamos a hacer tras llegar delante de Hipatía. Desde luego, si llegamos sin la información, nos mataran a todos— Tomó una pausa, mirando a Julia. Esperaba ver su reacción ante las siguientes palabras— como sea, simplemente puede que el hombre fuera el asesino o no supiera porqué íbamos ocho. Pero, si lo que querían era toda la información…
Siendo lógicos, si faltaban cinco sobres, que aún no era seguro, los podía tener o ella —que no era el caso, y aún conservaba el suyo propio—, Armando, Julia —que resultaba la más sospechosa— y Marco. Claro que no podían descartar a los demás solo por no tener sus sobres. Pero era la suposición más certera. Si tenía que fiarse de alguno de esos cuatros como inocente, quizás el que acababa de salvarle el pellejo con lo del cacheo. Pero fiarse de un pirata sería su último error. Si la escuchaban, esta vez a poder ser sin echarle en cara que fuera fría, apática, o cualquier otra mierda de esas, expondría sus conclusiones.
—Sabiendo esto, quizás lo mejor que podemos hacer es evitar que el espía nos sabotee del todo —concluiría. Si lo que quería era tanto obstruir la información como conseguir los datos, como mínimo reaccionaría a su amago cuando sacase el sobre y amenazase con quemarlo, generando una pequeña llama en las puntas de sus dedos, sosteniendo el sobre encima con la otra. Ya había dejado claro que no creía que los tres que habían perdido el sobre fueran los asesinos, así que se la jugaría a centrar su atención en Julia y los otros dos.
Según reaccionasen, esta vez sí, pretendía dejar vivos solo al conductor, al que reaccionase y a Marco. De no recibir ninguna reacción, sus hilos cortarían imbuidos en armadura a todos menos a Julia, a Marco y a sí misma. ¿Por qué? Necesitaba testigos de que había atrapado ella al culpable y, de paso, limpiado de inútiles para su señor. Después ya se preocuparía de salvar el culo al segundo traidor. Obviamente, por si acaso, neutralizaría también a los que no hubiera matado, intentando dejarles atados. La atadura no duraría mucho viendo el cansancio acumulado que llevaba tras tanto rato manteniéndose en guardia. Pero sería el suficiente para poner a uno de los que dejara vivos a su favor.
Como fuera, al menos había demostrado a uno de los más perspicaces del grupo que estaba limpia, y una nueva sospechosa acababa de aparecer. Julia, quien apuntó al pequeño detalle de que ni estaba dormida ni había estado tan corta de miras como para guardar el sobre en su bolsa como los demás, acababa de negarse a que la chequearan y nadie, absolutamente nadie, le había impedido cerrar la puerta del carromato y quedarse ahí dentro ella sola. Obviamente Akane no era tonta. Si se trataba de la asesina, al dejarla así le daban la posibilidad de hacer lo que quisiera dentro del vehículo y ella lo sabía. Pero pensaba que podía controlarla un poco si se lo proponía. Su «trampa de hilos» al funcionar en área, una vez desplegada al máximo no se veía afectada a las paredes, o eso pensaba, al fin y al cabo, mientras hubiera rendijas, sus hilos se podían colar y enredar. Concentrándose un poco, esperaba, podría sentir cualquier movimiento dentro del vehículo de haberlo. Aunque su concentración se vería perturbado cuando Anna, muy amablemente, se aseguró de cachearla, dejando al finalizar un bonito pellizco sobre la piel de su espalda a cuyo perdón respondió con un inofensivo pisotón. Dibujó una sonrisa amable para la mujer.
—Uy, perdón. Que torpe soy —contestó antes de retomar su trabajo. Al final, lo único que habían conseguido era poner de los nervios a su segundo sospechoso, sin mucho más tiempo para pensar que hacer. Vió como el primero de ellos abría la puerta del vehículo y los demás seguían. Incluso sintió la presión de grupo echa sobre ella para no ser la última en subirse.
—No estoy de acuerdo. Si nos vamos ahora será más problemático todo —se quejó, sentándose en medio del carro tras soltar un soplido, en vano. Enfurruñada, la pelirroja empezó a maquinar sobre cómo resolver el problema en su fuero interno mientras Marco, el primero en haberla cacheado hablaba, dejando caer que lo mismo el culpable ni siquiera tenía los sobres ya. Y cuando mencionó el cuerpo, algo que habían dejado ya unos cien metros atrás mientras el carro se puso en marcha… «A la mierda», se dijo. Porque sí, había mantenido aún parte de su aura pululando a su alrededor en un radio pequeño, que apenas salía un metro alrededor del carro. En ese momento, parte de sus hilos se aferraron a una de las ruedas de delante, solidificándose con su Haki con intención de obstruir su eje de movimiento o incluso romperlo. Eso les daría más tiempo mientras ella comentaba algo en lo que acababa de caer.
—Entonces, ¿para qué robar cuatro sobres? —Exclamó, segundos antes de que el vehículo se desequilibrase por su culpa, haciéndose la sorprendida como los demás. Cuando se detuvo, siguió hablando, no sin antes quejarse—. Joder, que susto. —se tomó un momento para volver a acomodarse en su asiento—. Marco, has dicho algo muy interesante, no lo había pensado, pero… Hay varias cosas que no encajan aquí. Es decir, si el objetivo del asesino era solo obstruir la llegada de la información, hubiera bastado con destruir los sobres, pero con que faltase uno hubiera bastado, ¿no? ¿Para qué tomar cuatro? Si contamos el del propio asesino, hubieran sido cinco sobres perdidos. Aunque viendo las prisas de nuestro conductor —A quién seguramente estaba escuchando maldecir desde fuera por no poder continuar su camino— Cualquiera diría que la información no es importante. Bueno, el no conoce la información, aunque a lo mejor alguien de nuestro grupo ya lo hace y esta es una forma de cribar a los posibles espías. No me terminó de dar buena espina no saber que vamos a hacer tras llegar delante de Hipatía. Desde luego, si llegamos sin la información, nos mataran a todos— Tomó una pausa, mirando a Julia. Esperaba ver su reacción ante las siguientes palabras— como sea, simplemente puede que el hombre fuera el asesino o no supiera porqué íbamos ocho. Pero, si lo que querían era toda la información…
Siendo lógicos, si faltaban cinco sobres, que aún no era seguro, los podía tener o ella —que no era el caso, y aún conservaba el suyo propio—, Armando, Julia —que resultaba la más sospechosa— y Marco. Claro que no podían descartar a los demás solo por no tener sus sobres. Pero era la suposición más certera. Si tenía que fiarse de alguno de esos cuatros como inocente, quizás el que acababa de salvarle el pellejo con lo del cacheo. Pero fiarse de un pirata sería su último error. Si la escuchaban, esta vez a poder ser sin echarle en cara que fuera fría, apática, o cualquier otra mierda de esas, expondría sus conclusiones.
—Sabiendo esto, quizás lo mejor que podemos hacer es evitar que el espía nos sabotee del todo —concluiría. Si lo que quería era tanto obstruir la información como conseguir los datos, como mínimo reaccionaría a su amago cuando sacase el sobre y amenazase con quemarlo, generando una pequeña llama en las puntas de sus dedos, sosteniendo el sobre encima con la otra. Ya había dejado claro que no creía que los tres que habían perdido el sobre fueran los asesinos, así que se la jugaría a centrar su atención en Julia y los otros dos.
Según reaccionasen, esta vez sí, pretendía dejar vivos solo al conductor, al que reaccionase y a Marco. De no recibir ninguna reacción, sus hilos cortarían imbuidos en armadura a todos menos a Julia, a Marco y a sí misma. ¿Por qué? Necesitaba testigos de que había atrapado ella al culpable y, de paso, limpiado de inútiles para su señor. Después ya se preocuparía de salvar el culo al segundo traidor. Obviamente, por si acaso, neutralizaría también a los que no hubiera matado, intentando dejarles atados. La atadura no duraría mucho viendo el cansancio acumulado que llevaba tras tanto rato manteniéndose en guardia. Pero sería el suficiente para poner a uno de los que dejara vivos a su favor.
- Resumen:
- • Rabieta interna mientras se muerde la lengua por los comentarios de Octavio.
• No terminar de fiarse de que Julia se quede sola en el caro. Intentar "sentir" el movimiento dentro del carro a través de sus hilos con la traba de no poder concentrarse bien con Annita pellizcándola. Pegarle a Anna un pisotón sin querer.
• Entrar al carro a regañadientes y sabotearlo con sus hilos, intentando bloquear/romper el eje de las ruedas delanteras.
• Comentar lo que no le cuadraba de todo aquello y exponer -si le hacen caso- lo que saben y el porqué de que quizás el asesino estuviera haciendo eso.
• Probar a sacar al asesino a la luz amenazando con quemar la carta. De conseguirlo, llevar a cabo lo que tenía pensado de los hilos para matarles cuando empezó la discusión si se veía en apuros, dejando vivos al conductor, Marco (de no ser el asesino) y al que se hubiera alarmado. Si nadie se inmuta, matarles a todos menos a Julia, a Marco y al conductor. A los que no mata los intenta dejar atados con sus hilos solidificados sin más.
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El caos se desataba en la tormenta de sal. Cada vez que un maleante creía con seguridad de que podían darle a Nox con sus filos, sus esperanzas se desvanecía al ver que el enmascarado desaparecía como un espejismo y volvía de nuevo entre el viento salado apreciador. Eso le daba la oportunidad de atacarles en sus puntos ciegos de manera injusta. Podía resultar una manera de combatir de forma abusona, pero eran superados en número y además; no había honor entre ladrones, como decía el dicho.
Uno de ellos se resistía a rendirse y fue capaz de detener el potente tajo que Vile había lanzado. No con toda la soltura que hubiese deseado, pero lo había hecho, lo que ya era un mérito de por sí. Eran demasiados charlatanes para su gusto. Se quejaban demasiado del castigo que recibieron por parte del pelirrojo. Cada vez escuchaban a aquellos malnacidos abrir la boca, le entraban más ganas de ponerles un castigo peor.
- Quejaros no limpiaran vuestras manos. Y ahora que están manchadas con la sangre de civiles, menos.
El que parecía el líder disipo la tormenta de Nox con su propio torbellino. El montan original del enmascarado aterrizo a unos metros formándose. Vile le bramo una advertencia, lo que le salvo por poco; Varias balas de brillo extraño se le acercaron, pero Nox se agacho momento antes, para ver como las balas chocaban con una choza próxima y explotaban.
- Eso no me ha gustado…
Vile se dirigió a los tiradores, dejando al líder, del cual se iba a encargar Nox. Corrió a por él mientras la espada chocaba con el suelo, provocando chispas hasta el punto en que el filo helado se prendió fuego de forma casi inquietante. Cuando llego a su rival, le arremetería con un corte ascendente usando todo el peso del arma.
Uno de ellos se resistía a rendirse y fue capaz de detener el potente tajo que Vile había lanzado. No con toda la soltura que hubiese deseado, pero lo había hecho, lo que ya era un mérito de por sí. Eran demasiados charlatanes para su gusto. Se quejaban demasiado del castigo que recibieron por parte del pelirrojo. Cada vez escuchaban a aquellos malnacidos abrir la boca, le entraban más ganas de ponerles un castigo peor.
- Quejaros no limpiaran vuestras manos. Y ahora que están manchadas con la sangre de civiles, menos.
El que parecía el líder disipo la tormenta de Nox con su propio torbellino. El montan original del enmascarado aterrizo a unos metros formándose. Vile le bramo una advertencia, lo que le salvo por poco; Varias balas de brillo extraño se le acercaron, pero Nox se agacho momento antes, para ver como las balas chocaban con una choza próxima y explotaban.
- Eso no me ha gustado…
Vile se dirigió a los tiradores, dejando al líder, del cual se iba a encargar Nox. Corrió a por él mientras la espada chocaba con el suelo, provocando chispas hasta el punto en que el filo helado se prendió fuego de forma casi inquietante. Cuando llego a su rival, le arremetería con un corte ascendente usando todo el peso del arma.
- Resumen:
- Que me quitas mi tormenta? Pos te mato
- Cosis:
- Nombre de la técnica: Fervor de Bishamonten]
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: Activa: Impregnando su brazo derecho e espada con el aura carmesí del dios de la guerra y la fortuna, aumentando su destreza +1 durante 2 posts con recarga de 3
Pasiva: La vendas de su brazo derecho se vuelven totalmente rojas y su espada se envuelve en fuego (No es dañino ni quema, solo de uso escénico)
Tiempo de canalización: 2 Segundos
Galhard
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La batalla se decantó a favor de la marina por el brillante despegue de Arthur, Jack y Al. El enfrentamiento había concluido y los restos de los ejércitos se batian en retirada, respetó con honor la orden de Arthur de no perseguir a los enemigos que se batian en retirada, si bien anteriormente había decidido dejar de banda sus principios de honor su naturaleza podía más en ese sentido y era incapaz de disparar u hostigar a enemigos heridos que corrían por sus vidas, lo importante ya estaba hecho.
No se debían tomar prisioneros, una más que entendible elección pues tomarlos retrasaría el avance y reduciría sus suministros pero por otro lado al marine le preocupaba tener que terminar con la vida de los gyojines de forma poco gloriosa... No sería él quien lo hiciese pero le habría gustado poder raptar para sus filas a algún gyojin que había demostrado tan férrea determinación.
Cuando se puso a examinar su brazo izquierdo y los soldados que habían sido heridos en la contienda pudo escuchar la conversación del marine y Al, si bien el almirante reaccionó a la defensiva, él se encontraba igual que Al, no tenía constancia de que esa táctica se llamaba así lejos de ser una pinza. Su padre le habría reprochado aquello.
Mientras hacía un listado de los soldados que estaban en mejor condiciones y Caleon le devolvía su Zippo mientras Claude examinaba los fragmentos de la última perforadora pudo ver como Jack y Al se congregaban cerca de un extraño personaje, algo en él le llamó la atención pero lo achacó al estrés post-batalla, se acercó allí de todas formas.
—Almirante, hemos acabado de hacer recuento de las tropas en mejor estado, como entenderá es materia delicada y no puedo decirla frente... A ese desconocido.— Gal miró a los presentes de forma breve. [color=#00ccff]–Deberíamos tomar contacto con los residentes del puerto y tomar una decidió sobre los gyojines incapacitados ¿Sólo queda la terminación? —
No se debían tomar prisioneros, una más que entendible elección pues tomarlos retrasaría el avance y reduciría sus suministros pero por otro lado al marine le preocupaba tener que terminar con la vida de los gyojines de forma poco gloriosa... No sería él quien lo hiciese pero le habría gustado poder raptar para sus filas a algún gyojin que había demostrado tan férrea determinación.
Cuando se puso a examinar su brazo izquierdo y los soldados que habían sido heridos en la contienda pudo escuchar la conversación del marine y Al, si bien el almirante reaccionó a la defensiva, él se encontraba igual que Al, no tenía constancia de que esa táctica se llamaba así lejos de ser una pinza. Su padre le habría reprochado aquello.
Mientras hacía un listado de los soldados que estaban en mejor condiciones y Caleon le devolvía su Zippo mientras Claude examinaba los fragmentos de la última perforadora pudo ver como Jack y Al se congregaban cerca de un extraño personaje, algo en él le llamó la atención pero lo achacó al estrés post-batalla, se acercó allí de todas formas.
—Almirante, hemos acabado de hacer recuento de las tropas en mejor estado, como entenderá es materia delicada y no puedo decirla frente... A ese desconocido.— Gal miró a los presentes de forma breve. [color=#00ccff]–Deberíamos tomar contacto con los residentes del puerto y tomar una decidió sobre los gyojines incapacitados ¿Sólo queda la terminación? —
- Resumen:
- ngustiado, acoplandose a la conversación.
[spoiler="Resumen"]—recuento de tropas en buen estado y heridas
—recuperar el zippo y hacer que Claude investigue los fragmentos de la taladradora
—Lamentarse no poder reclutar a nadie
—acoplarse a la conversacion
Inosuke Dru-zan
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Una cosa era la locura, pero aquello rozaba ya límites inimaginables. ¿Zane el Salvador? ¿Zane-sama? ¿Conocer secretos? No sé que sabría ella, pero yo el único secreto que tenía era el de haber cortado en dos todos sus parches. El que un rato antes había aplastado furiosa contra el suelo no le gustaba, y aunque no sabía por qué, me pareció gracioso obligarla a ponérselo. Pero obviando aquello, no creía que a Katharina le fuera a gustar que idolátraramos a aquel hombre, a su rival. En fin, no quedaba más que seguir con aquella farse, pero... ¿De verdad tenía que arrodillarme? Ya me daba igual las incoherencias que salían de la boca de la niña no tuerta, pero además tenía que hacerme pasar por una especie de sirviente. De perdidos al río, tampoco me importaba arrodillarme ante un hombre más fuerte que yo.
—Yo arrodillar, Sane Salvador —dije, llevando mi rodilla derecha al suelo a la vez que desenfundaba a Colmillo de Lobo para sujetarla de forma horizontal ante él. Su olor a cerveza inundó mis fosas nasales; qué ganas de poder sentarme a beber con Ivan. Lástima que aquella tuviera que esperar—. ¿Tú saber quitar maldición negra de Mayordomo Misterioso?
Tras aquel numerito, me pondría a examinar mi cuerpo, otra vez. Me había vuelto completamente negro; seguro que hasta mi cara también lo estaba. Lo peor era que resultaba ser incómodo. El color me daba igual, pero era desagradable. Necesitaba quitarme esa marca diabólica lo antes posible. Me puse a rascarme por las zonas por donde se había levantado, esperando poder arrancarlo. Con suerte, podría librarme fácilmente de esa mancha.
Cuando terminase con aquello, intentaría ver qué podía hacer en la aldea. Parecía que el fuego se estaba extinguiendo, pero aún quedaban varios heridos. Volvería a darles los primeros auxilios chamánicos a los aldeanos que lo necesitaran, al fin y al cabo las órdenes de Katharina habían sido ayudar.
—Yo arrodillar, Sane Salvador —dije, llevando mi rodilla derecha al suelo a la vez que desenfundaba a Colmillo de Lobo para sujetarla de forma horizontal ante él. Su olor a cerveza inundó mis fosas nasales; qué ganas de poder sentarme a beber con Ivan. Lástima que aquella tuviera que esperar—. ¿Tú saber quitar maldición negra de Mayordomo Misterioso?
Tras aquel numerito, me pondría a examinar mi cuerpo, otra vez. Me había vuelto completamente negro; seguro que hasta mi cara también lo estaba. Lo peor era que resultaba ser incómodo. El color me daba igual, pero era desagradable. Necesitaba quitarme esa marca diabólica lo antes posible. Me puse a rascarme por las zonas por donde se había levantado, esperando poder arrancarlo. Con suerte, podría librarme fácilmente de esa mancha.
Cuando terminase con aquello, intentaría ver qué podía hacer en la aldea. Parecía que el fuego se estaba extinguiendo, pero aún quedaban varios heridos. Volvería a darles los primeros auxilios chamánicos a los aldeanos que lo necesitaran, al fin y al cabo las órdenes de Katharina habían sido ayudar.
- Resumen:
- Arrodillarse ante Zane, preguntarle si le puede quitar la mancha, intentar rascársela y ayudar a los aldeanos exhaustos y heridos al estilo Inosuke.
—Atrapados por el miedo —respondió el rubio cuando Marc preguntó en voz alta lo que él mismo acababa de cuestionarse en silencio. Ni un alma se movía por la calles de la suculenta villa en la que acababan de poner sus pies. El único movimiento provenía de un sinfín de carteles que, mecidos por el viento y acunados por la destrucción que reinaba en Wano, se movían caprichosamente frente a sus ojos.
El miedo había abrazado a la voluntad de Therax antes de que posase sus pies en tierra firme y sus alas desaparecieran a sus espaldas, dejando al bonachón de su compañero a su lado. Cada gota de terror provenía de quienes, ocultos y abrazados en sus casas, anhelaban que un mensajero del cielo apareciese misteriosamente para devolverles sus hogares y vidas. De todas las construcciones menos una, claro estaba, pues los responsables de tanto temor debían reunirse en algún lugar.
Un cartel con su rostro pasó justo frente a él antes de continuar con su camino hacia ninguna parte, lo que no dejó de sorprenderle. Y es que, curiosamente, durante sus andanzas había encontrado que la mayoría de la gente no era del todo consciente de su identidad. Aquello no le incomodaba, por supuesto, pues la gloria y la fama eran elementos que nunca había ansiado para sí. Ese hecho no impedía que, por otro lado, le extrañase que el segundo al mando de un Emperador del Mar no atrajese más miradas en los lugares por los que se movía. Aquello era algo que siempre había interpretado como una ventaja, por otro lado.
—Es una historia bastante antigua —comentó Therax al tiempo que se ponía en marcha hacia lo que parecía ser la taberna de Itadakimas—. Yo aún no formaba parte de la tripulación, pero a Zane le encanta llenarse la boca con ella cuando bebe, y sabes que eso es muy a menudo. Me extraña que no la hayas escuchado, pero te la contaré en cuanto salgamos de aquí. Por ahora confórmate con que durante un tiempo todos los carteles que ofrecían recompensa por alguien llevaban su rostro aunque no fuese su nombre el que había debajo.
Terminó la frase sonriendo, deteniéndose finalmente frente a la puerta del establecimiento. Cualquier presencia cercana digna de considerar en lo que a lucha se refería se hallaba frente a él, así que miró a su compañero antes de alzar el puño cerrado y aproximarlo a la puerta. No había razón para ser maleducado con gente que no conocía, así que golpeó la madera en tres ocasiones con los nudillos. Lo hizo con la fuerza suficiente para que, en caso de que no se encontrase cerrada, éste se abriese lentamente y mostrase la figura de los Hermanos de la Tormenta; aún fuera, por supuesto. Después de tanto tiempo junto a Zane y Luka se había contagiado mínimamente del proceder chulesco que estos derrochaban allá donde fuese, aunque sin perder la cautela que tanto le caracterizaba. Precisamente por eso había decidido no poner un pie en el interior por el momento ni atacar sin mediar palabra, aunque todo hacía pensar que la situación terminaría torciéndose.
—¡Buenas tardes! ¿Se puede? —dijo sin más, usando un tono de voz lo suficientemente alto como para que le escuchasen en el interior.
El miedo había abrazado a la voluntad de Therax antes de que posase sus pies en tierra firme y sus alas desaparecieran a sus espaldas, dejando al bonachón de su compañero a su lado. Cada gota de terror provenía de quienes, ocultos y abrazados en sus casas, anhelaban que un mensajero del cielo apareciese misteriosamente para devolverles sus hogares y vidas. De todas las construcciones menos una, claro estaba, pues los responsables de tanto temor debían reunirse en algún lugar.
Un cartel con su rostro pasó justo frente a él antes de continuar con su camino hacia ninguna parte, lo que no dejó de sorprenderle. Y es que, curiosamente, durante sus andanzas había encontrado que la mayoría de la gente no era del todo consciente de su identidad. Aquello no le incomodaba, por supuesto, pues la gloria y la fama eran elementos que nunca había ansiado para sí. Ese hecho no impedía que, por otro lado, le extrañase que el segundo al mando de un Emperador del Mar no atrajese más miradas en los lugares por los que se movía. Aquello era algo que siempre había interpretado como una ventaja, por otro lado.
—Es una historia bastante antigua —comentó Therax al tiempo que se ponía en marcha hacia lo que parecía ser la taberna de Itadakimas—. Yo aún no formaba parte de la tripulación, pero a Zane le encanta llenarse la boca con ella cuando bebe, y sabes que eso es muy a menudo. Me extraña que no la hayas escuchado, pero te la contaré en cuanto salgamos de aquí. Por ahora confórmate con que durante un tiempo todos los carteles que ofrecían recompensa por alguien llevaban su rostro aunque no fuese su nombre el que había debajo.
Terminó la frase sonriendo, deteniéndose finalmente frente a la puerta del establecimiento. Cualquier presencia cercana digna de considerar en lo que a lucha se refería se hallaba frente a él, así que miró a su compañero antes de alzar el puño cerrado y aproximarlo a la puerta. No había razón para ser maleducado con gente que no conocía, así que golpeó la madera en tres ocasiones con los nudillos. Lo hizo con la fuerza suficiente para que, en caso de que no se encontrase cerrada, éste se abriese lentamente y mostrase la figura de los Hermanos de la Tormenta; aún fuera, por supuesto. Después de tanto tiempo junto a Zane y Luka se había contagiado mínimamente del proceder chulesco que estos derrochaban allá donde fuese, aunque sin perder la cautela que tanto le caracterizaba. Precisamente por eso había decidido no poner un pie en el interior por el momento ni atacar sin mediar palabra, aunque todo hacía pensar que la situación terminaría torciéndose.
—¡Buenas tardes! ¿Se puede? —dijo sin más, usando un tono de voz lo suficientemente alto como para que le escuchasen en el interior.
- Resumen:
- Abrir la puerta con educación.
Shinobu Yamamoto
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Giro, intentando no perder de vista al señor que se tapa el rostro con las manos. «Masaka…», pienso para mí mientras me voy dando cuenta de algo: está poseído. Como sacerdotisa siempre traigo un poco de agua sagrada dentro de una cantimplora de bambú, además de sal purificada. Cojo un puñado de esta y se lo lanzo en la cabeza al mismo tiempo que susurro un mantra de purificación. Para finalizar el ritual le arrojo agua en el rostro. No es lo más cortés, pero así se expulsa a un espíritu. Solo espero no haberme precipitado…
Me despido con una reverencia sin quedarme a comprobar los resultados de mi exorcismo, pues Aki-san ha retomado la marcha y debo ir con ella. A mitad de carrera volteo la cabeza durante un instante para ver al señor. «¿Estará bien…?». Fue amable con nosotras, pero no tenía sentido que fuéramos con él: pondríamos en peligro la caravana. Intento seguirle el ritmo a Aki-san, aunque me detengo cuando escucho las palabras de Nanako-chan. ¿Cómo que esto no es Fuji... ? ¡Todo el mundo conoce el nombre de la isla! ¡Y hasta los más bárbaros lo usan! ¿Estará confundida…? Es probable que lo haya escuchado mal, después de todo, es solo una niña… Agito la cabeza de allá para acá para dejar de pensar y echo a correr.
¿Eh? ¿Aki-san me está ofreciendo llevarme en su espalda…? ¡¿Y está diciendo que no le pesaré nada?! ¡Es casi como si me dijera gorda! Ay, no, qué tonta: llevo la armadura. Seguro que lo dirá por eso, sí. Ruborizada me acerco a ella y me acomodo en su espalda. ¿Estará bien sujetarme tanto…?
—E-Esto es vergonzoso, Aki-san… —le comento con una sonrisa nerviosa—. Eres muy fuerte —le digo luego—. Hace unos años conocí a una mujer como tú, aunque era más como un… ogro albino, sí. ¿De qué parte de Fuji eres, Aki-san?
Esto es muchísimo más cómodo que ir por mi cuenta, y también más rápido. Hemos comenzado a volar. Si bien no es la primera vez, la sensación continúa siendo extraña. Verlo todo desde la altura es… impresionante, todo se hace más pequeño. El viento parece golpear con más fuerza, y todo se siente más… libre. Seguro que podríamos ir más alto, pero no sería demasiado prudente… Supongo que lo único que debo hacer es continuar en la espalda de Aki-san.
Me despido con una reverencia sin quedarme a comprobar los resultados de mi exorcismo, pues Aki-san ha retomado la marcha y debo ir con ella. A mitad de carrera volteo la cabeza durante un instante para ver al señor. «¿Estará bien…?». Fue amable con nosotras, pero no tenía sentido que fuéramos con él: pondríamos en peligro la caravana. Intento seguirle el ritmo a Aki-san, aunque me detengo cuando escucho las palabras de Nanako-chan. ¿Cómo que esto no es Fuji... ? ¡Todo el mundo conoce el nombre de la isla! ¡Y hasta los más bárbaros lo usan! ¿Estará confundida…? Es probable que lo haya escuchado mal, después de todo, es solo una niña… Agito la cabeza de allá para acá para dejar de pensar y echo a correr.
¿Eh? ¿Aki-san me está ofreciendo llevarme en su espalda…? ¡¿Y está diciendo que no le pesaré nada?! ¡Es casi como si me dijera gorda! Ay, no, qué tonta: llevo la armadura. Seguro que lo dirá por eso, sí. Ruborizada me acerco a ella y me acomodo en su espalda. ¿Estará bien sujetarme tanto…?
—E-Esto es vergonzoso, Aki-san… —le comento con una sonrisa nerviosa—. Eres muy fuerte —le digo luego—. Hace unos años conocí a una mujer como tú, aunque era más como un… ogro albino, sí. ¿De qué parte de Fuji eres, Aki-san?
Esto es muchísimo más cómodo que ir por mi cuenta, y también más rápido. Hemos comenzado a volar. Si bien no es la primera vez, la sensación continúa siendo extraña. Verlo todo desde la altura es… impresionante, todo se hace más pequeño. El viento parece golpear con más fuerza, y todo se siente más… libre. Seguro que podríamos ir más alto, pero no sería demasiado prudente… Supongo que lo único que debo hacer es continuar en la espalda de Aki-san.
- Resumen:
- Exorcizar al señor, divagar un poco y usar a Aki-san como montura. Yip yip.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 - ¿Arugoriashito? ¿Me hablas en serio?:
- El libro se llama “La fe de Amateratsu en Fuji”, pero aun con todo el cuidado que tienes, buena parte del libro se queda en la estantería. Calculas, así a ojo, que deben quedarle unas cincuenta páginas legibles, y aunque no están en ningún idioma extraño, sí es cierto que su escritura es extraordinariamente primaria, por lo que reconocerla resulta complejo. Tal vez necesites un tiempo para descifrar lo que pone literalmente, aunque puedes hacerte una ligera idea.
El proceso de reorganizar la estructura de la roca no parece una tarea silenciosa, pero escucháis poco más que un siseo a medida que esta se va abriendo para vosotras. En determinado punto comenzáis a escuchar a dos personas hablar, casi con un hilillo de voz:
– ¿Crees que se habrán tirado al pozo? –pregunta una de ellas, una mujer muy joven, tal vez una adolescente.
– Nadie se tira al pozo, Pichuru –responde un hombre notablemente más mayor, quizá un anciano–. Pero con un poco de suerte se habrán perdido en los túneles.
– ¿Y si nos encuentran? ¿Qué pasará entonces?
– Ya veremos, hija. Ya veremos…
Parece una conversación muy oportuna mientras las presencias se alejan, y aunque apenas podéis llegar a escucharla no parece la clase de charla casual que tienes con nadie mientras huyes. Menos aún cuando no deberías estar ahí, ¿no os parece? Pero bueno, el caso es que si os acercáis un poco podréis ver a las dos personas doblar por un túnel, aunque sí que parecen hombre y mujer. Por lo menos, algo es algo. En cualquier caso, centrémonos en la sala: Este espacio es una gran sala conectada a tres túneles, uno que Katharina puede imaginar que conduce a la sala original y otro a la derecha que no tenéis muy claro adónde va.
El caso es que se trata de un lugar distinto al resto: Hay comida fresca, muebles cuidados y una leve iluminación que viene de unas lámparas de aceite. Aparte, hay algunas camas y un par de libros en bastante mejor estado, aunque parece que se trata de literatura. El lugar parece a todas luces un refugio, pero es que esa pareja… ¿Qué es esa pareja?
- 2 - El educado humano frente a Hipatia:
- Desde tu llegada, pasan un par de minutos antes de escuchar cómo una puerta se cierra en el interior de la estancia, y Eustass abre los ojos de golpe, mirando a la gran puerta sin demasiado interés.
– Parece que te toca, chico –dice, acercándose a las puertas, que abre como si estuviesen hechas para alguien de su talla. La verdad es que las dimensiones del palacio son descomunales–. Pórtate con respeto.
Durante tu espera has podido ver algún que otro movimiento por el ángulo de la ventana, particularmente de tropas, aunque unos imponentes felinos también se mueven como si buscasen algo -deben ser los “gatos” a los que se refería el gyojin-. En cualquier caso, terminas entrando en el gran salón y frente a ti, sobre un asiento de perlas y nácar, está ella. Tiene el cabello azul, como las últimas veces, y las piernas cruzadas cubiertas por unos largos pantalones ajustados.
– Al final por una serie de imprevistos he tenido que postergar mi baño –te comenta, con una frialdad impropia, mientras mira hacia la puerta por la que intuyes se debe haber ido el anterior invitado–. Cuéntame, Sif, ¿cómo es que has decidido dejarte caer por aquí? Espero que después de todo este tiempo no quieras hacer méritos para tu nuevo patrón. –Termina sonriendo con una mueca de locura–. Lo cierto es que la situación se está yendo un poco de control, y a lo mejor tendría que ponerme seria si fueses un niño malo.
Lo más perturbador es la cara de inocencia con la que termina de hablar, poniendo morritos y tapándose la boca con un dedo.
- 3 - El bardo real y su comitiva:
- El libro parece llamarse “Cuaderno de bitácora de los piratas de Kepler”, y aunque no te suena de nada ese nombre parece que el libro puede ser mínimamente entretenido para leer mientras uno va conduciendo de forma negligente. El caso es que Nigiri no parece nada conforme con que te lleves el libro, y desde luego no le gusta en absoluto que te vayas a largar así como así.
– ¡Vienes a mí, a mi casa, el día que iba a preparar paella, a robarme un libro! ¡Y ni siquiera me llamas señora! ¿Quién te crees que eres para venir y robarme en mi hogar? ¡No! ¡Claro que no voy a ir contigo! ¡Y tú, recoge más rápido!
El caso es que sales de la casa y tu Derian I está preparado para partir. Cuando te subes sientes el poder y la seguridad, el mundo bajo tus ruedas, el control sobre todas las cosas: Eres el rey. Con todo lo que ello implica, por lo que llevas el volante. Porque quien lleva el volante todo lo puede, así que lees.
Cuaderno de bitácora, día mil siete desde nuestra partida. Hemos llegado al Nuevo Mundo en medio de una terrible guerra. La Armada Revolucionaria ha intentado tomar Dressrosa, pero el Gobierno Mundial defiende a capa y espada su territorio. Las guerras se suceden sin ninguna clase de control a lo largo y ancho del mundo; casi me da pena asaltar los puertos de las islas más desprotegidas. Casi.
Durante más de medio año llevo planificando nuestro debut en este mar, pero en medio de una tormenta el barco reventó por un extraño objeto que brilla más que el propio oro. Y es precioso.
Sin embargo, antes de que puedas leer más te chocas contra un carruaje y debéis frenar de golpe. Para saber más, continúa abajo.
- 4 - Mura y sus accidentes:
- El pisotón la hace saltar del dolor, pero no pasa desapercibida la fuerza de este y Marco te mira un poco mal a medida que el carro avanza. De hecho, jurarías que ni él ni Octavio te quitan ojo de encima, aunque a ratos también comprueben al resto -particularmente a Julia, que se ha ovillado en una esquina del carro-. Lo que sin embargo deja extraordinariamente sorprendidos a todos y no pasa en absoluto desapercibido es cuando se materializan en tus manos un sinfín de hilos que salen por la ventana, reventando el eje.
– ¡Eres tú! –grita Julia–. ¡Y encima ahora va a matarnos a todos!
El grito agónico de la mujer solo es comparable a la velocidad con la que intenta escabullirse por la ventana contraria, cosa que Marco no impide en ningún momento. Anna se mantiene patidifusa, sin saber qué decir, aunque parece estar totalmente convencida de que has sido tú… Bueno, todos parecen creerlo. De hecho, cuando empiezas a hablar te interumpen a gritos con un sinfín de insultos y acusaciones que tampoco pasan desapercibidos al cochero, que detectas se está acercando. El único que se mantiene relativamente estable es Marco, que mira hacia todos lados más preocupado por guarnecer todos los morrales que de otra cosa, aunque cuando mira a ti puedes intuir el miedo en sus ojos. Sin embargo tampoco deberías preocuparte, porque antes de que puedan ir las cosas a más algo embiste vuestro carruaje y salís volando un par de metros. El vehículo se rompe, como no podía ser de otra manera, y se lleva al cochero consigo, que yace sepultado por cientos de kilos de madera. Los gallos han tenido más suerte, y solo uno se ha partido el cuello mientras otro echa a correr libre. Respecto a vosotros… Parece que todos andáis un poco hechos polvo, y de hecho dirías que Danio va a morir en breves dado que se ha empalado con una rama, pero los demás están “sanos y salvos”. Sin embargo, Marco se levanta con decisión y agarra el morral de Danio.
– Si alguno va a matarme, que lo haga ya. –Empieza a caminar hacia la Capital de la Flor–. Si no, con muertos o no, tenemos un mensaje que entregar.
Si lo piensas, de Mario ser el traidor, con este tendría cinco sobres. Sin embargo resulta difícil prever un accidente automovilístico de estas características y lo han cacheado ya varias personas… Por lo que si nos centramos en lo evidente, un gigantesco vehículo acorazado se ha estampado contra vosotros… Y Anna y Julia vuelven a señalarte como traidora. Por cierto, el vehículo es amarillo [mira la moderación de arriba]
- 5 - La exorcista y el demonio:
- Shinobu, cuando le tiras agua al tipo puedes ver que se retuerce levemente. Puede ser porque es un demonio o bien porque le ha entrado en los ojos, pero crees ver un brillo plateado en su pecho mientras se limpia. Seguro que no es nada, aunque si lleva un amuleto pagano… Igual debería ir a la hoguera. En cualquier caso seguís vuestra ruta hasta que Lys se cansa de ir a un ritmo tan bajo y se transforma en un híbrido entre ella misma y un majestuoso… ¿Demonio con tacones? No importa demasiado, pero os describo la escena: Lys está en forma híbrida, en posición de arranque con Shinobu encima mientras da una maternal lección a Nanako, que se siente entre violenta y avergonzada por la escena, así como preocupada por que puedan escucharla los hombres de las capas negras.
Sin embargo, Nanako finalmente accede:
– Mi nombre es Hitomi, hija menor del señor de la guerra de Wano y prometida del heredero al Daimyo de Ringo. –Lo dice muy bajo, pero orgullosa–. Durante mi estancia en el castillo de Udon mis guardianes me sacaron de la cama en mitad de la noche. Uno de ellos me acompañó hasta Kuri, protegiendo mi retirada. Sin embargo había demasiados piratas y no pude llegar a un barco. Según me dijo él estará en Hakumai, junto a todos sus compañeros, para asaltar la fortaleza cuando los traidores se reúnan. No puedo deciros más…
– Ni hace falta –dice uno de los hombres, con un trozo de jamón en la boca–. Si de verdad sois la hija de Lord Aruku, tenéis que ir con vuestra guardia.
Lys, una cosa… ¿No te suena ese anillo de plata que lleva el hombre en el dedo?
- 6 - Zane Kaya otorga, e Ino:
- – Tranquilo, gallito –te dice–. No estoy en condiciones ya de enseñarte modales, pero si me obligas podría hacer un último esfuerzo y alejarte de todo aquello que una vez has querido. Para siempre.
La mujer parece extremadamente tranquila, e incluso divertida. Akita va organizando a la gente del pueblo con cierta eficiencia, pero se gira al escuchar esa voz por un instante, antes de seguir a lo suyo.
– Yo no tengo que hacer nada, Zane, yo… Un momento, ¿quién es esa? –pregunta. Parece que Kaya ha logrado captar su atención–. Esta es una conversación privada, niñita. Además, ¿quién te dice que eso no está muy cerca de suceder? El pájaro se dirige cada vez más directamente a su destino final… Y eso nos agrada a todos.
Zane, logras extinguir el fuego mientras Kaya entretiene a la señora esta, que parece bastante dispuesta a hablar con cualquiera. Debe sentirse sola, la pobre. Sin embargo ninguna clase de soledad justifica el genocidio, aunque ella…
– Tengo algo que puede vencerle. O más bien, él sabe por qué tengo algo que va a vencerle. El fuego se combate con fuego.
Y cuelga. Por cierto, Ino… Estás completamente negro. Resulta un incordio porque es como más difícil ver, aunque por suerte no parece que pase nada más, por ahora. De hecho, no te impide acercarte y tratar a los heridos, aunque te miran con cierto estupor. Bueno, más que heridos, a los aldeanos agotados. Es curioso, porque no parecen tener ninguna herida visible a pesar de que sus ropas están rotas y ensangrentadas.
- 7 - Pedroloman:
- El samurái niega con la cabeza, mientras te mira no con furia, sino con pena:
-No todos tenemos los mismos deberes en esta tierra, gaijin. Mi señor cumple con su deber y yo con el mío, defenderlo. Pero claro, no espero de alguien como tú la comprensión de un verdadero guerrero.
Los ojos del samurái siguen la línea de tierra con atención y se hace a un lado en el último instante para esquivar el pilar que surge del suelo. Se eleva poderoso a su lado y se apoya contra él para hacerte frente a ti, interceptando tu puñetazo con el brazo libre. El brazal se tiñe de negro cuando vuestras voluntades colapsan. Aunque no retrocede ni un centímetro, puedes ver que por un instante le tiembla la comisura de la boca. No ha salido indemne del intercambio.
-La Revolución no tomará este castillo. Tira las torres, hunde la muralla y yo seguiré aquí para impedirte la entrada. Tu cadáver manchará el suelo y mi hoja antes de que pongas un solo pie en el interior. ¡A él!
Eleva su arma en lo alto y una salva de flechas se disparan desde lo alto hacia ti. A él no parecen preocuparle y va a por ti, espada por delante y la decisión en la mirada. El corte es limpio, desde tu hombro hasta la cadera… o eso pretende. Partirte en dos, acabar con tu ímpetu y esperanzas… y cumplir su misión.
- 8 - Cheff Vile y Pinche Nox:
- Vile, los tajos surgen su efecto… a medias. Cortas las balas, pero en cuanto hacen contacto con tu onda explotan en el aire. Una de las explosiones te echa unos pasos hacia atrás y seguramente mañana tengas un par de curiosos moratones, pero por lo demás estás entero. Los piratas por su parte no tienen tanta suerte y entre las explosiones y el segundo tajo cortante… poco pueden hacer. Las heridas no les permiten reaccionar a tiempo y en cuestión de segundos se encuentran en el suelo, vacíos de vida. El hombre aprieta los dientes y te apunta con el sable antes de gritarte:
-Un pirata sin código que romper o respetar no es un pirata sino un buitre carroñero. ¡No merecéis vivir! ¡No merecéis llamaros piratas!
Acto seguido apunta a Nox y le espera firme en su postura, apuntándole a él esta vez:
-¡Y tú! No hables como si tus manos estuvieran más limpias, perro sarnoso.
El suelo se congela a vuestro alrededor mientras avanzas hacia el pirata, pero ni siquiera el hielo reptando bajo sus pies le hace perder la compostura. Enfrenta tu arma con la suya, interponiendo el sable teñido de negro y frenando tu corte mientras te mira a los ojos. Sin vacilar, te escupe a la cara antes de empujar para tratar de desviar tu espada y levanta la otra mano, apuntándote con la pistola para pegarte un tiro limpio entre ceja y ceja.
- 9 - Itadakimas:
- Os vais acercando a la taberna. Los distintos nombres de Zane son sorprendentes, e incluso algunos son graciosos, porque ver a Akane D. Murasaki con esa cara… Je. Pero bueno, termináis presentándoos en la puerta de la taberna, en la que Marc entraría bastante justo, y la música se detiene de golpe.
Todo el mundo os mira entonces, con cautela y cierto desprecio, aunque alguno que otro muestra cierta preocupación. Sin embargo, al final parece que se va imponiendo el sentido común y optan por la opción más inteligente:
– Claro, pasad –dice un camarero desde la barra–. Es una taberna pirata, al fin y al cabo. ¿Queréis tomar algo?
Si pasáis os toparéis con que estáis rodeados y son veinte piratas en el lugar, repartidos en varias mesas. Ninguno ha sacado sus armas todavía, así que tal vez no quieran atacaros… O sí. Quién sabe.
- 10 - Prometeo y los 47 ronin:
- Se quedan mirándote mientras te vas explicando, aunque puedes notar las reticencias de todos a medida que tu idea avanza. Desde luego no parece que les guste tu idea, y se llevan un buen susto cuando todo tiembla. Aun así, Masahisa termina por hablarte:
– Podría llevarte días rastrear Wano, muchacho –dice–. Este país es extremadamente grande, e incluso solo Kuri podría ser una tarea inabarcable en estos momentos. Intentar buscarla es a todas luces un error, porque si está viva ya habrá zarpado rumbo a un lugar seguro, y volverá cuando todo se haya calmado.
Puedes notar las miradas tensas entre unos y otros, y ves que no muchos están de acuerdo con el anciano. De hecho, el tipo de la túnica negra finalmente se levanta.
– Pues yo voy con el gaijin. Al fin y al cabo, solo tenemos que peinar la zona sur y pronto nos toparemos con la verdad. Si puede volar deprisa, incluso puede que lleguemos antes del anochecer.
– Yo también iré –un guerrero que no lleva katana, sino un arco, se levanta. Es joven y viste ajadas ropas verdes–. Kuri es mi hogar, conozco todos los caminos. Encontraremos a Hitomi-sama.
– Sigo siendo vuestro líder. Jurasteis obediencia –impone Masahisa.
– Lo juramos por nuestro honor. Hasta ahora te seguíamos porque era lo mejor, pero no tenemos razones de seguirte si te obcecas en un plan suicida, viejo. –El de negro tiene la lengua bastante suelta, por lo que parece–. Vámonos, pues.
Y con las mismas que llegó, sale de la taberna. Masahisa, por su parte, agacha la cabeza mientras niega en silencio.
- 11 - Ivan:
- Lo cierto es que no puedo decirte mucho más allá de que llegas a la posición de los marines sin problema alguno. Ya me contaréis.
- 12 - Yarmin:
- Moloch y sus hombres asienten en silencio a vuestra despedida, aunque da orden de que un tercer hombre pez que anda en las cercanías la acompañe hasta el exterior de la capital de las flores.
Por otro lado, tus gatetes se esparcen por la zona y comienzan a rozarse con los gyoijnes. Tu influencia se extiende entre ellos como una enfermedad silente, aunque sólo podremos saber su alcance cuando llegue el momento de comprobarlo. Sea como sea, parece que hay tanta gente en el lugar que veintiún gatos no serán suficientes para entrar en contacto con todos. Supongo que un razonable número de ellos será suficiente, aunque eso sólo tú puedes juzgarlo.
Moloch se queda junto a ti, aguardando a que demuestres interés por un lugar o cometido en concreto.
―Oc era uno de los guerreros más grandes que ha conocido nuestra especie, aunque el paso del tiempo no es inocuo para nadie. Siempre fue un feroz soldado consciente de que en el mundo no teníamos el reconocimiento que verdaderamente conocemos. No conozco a fondo la relación con la señora, pero es un fiel asesor cuya opinión pesa para la reina al menos tanto como la suya propia.
- 13 - Kiritsu:
- ¿Quién es ese señor que se dirige a hablar con Al? No sé, pero ya lo averiguaréis y me contaréis. Por lo pronto parece que lleva un mensaje importante de un Emperador del Mar y alguien que, según cuentan, está bastante cerca de conseguir el mismo título.
Sea como sea, y dejando de lado esa cosa tan turbia que está haciendo Jack, lo poco que queda de la resistencia gyojin se polariza. Muchos de los supervivientes huyen hacia el mar junto a sus perjudicados líderes. Siguiendo la orden de Arthur, los marines no les siguen. Los más aguerridos ―o temerarios, según como se quiera mirar―, se lanzan al ataque. Son muy superiores en el uno contra uno, pero la superioridad numérica es apabullante.
Es por ello que no tardan en encontrar la muerte a mano de vuestras fuerzas, que, como soldados obedientes, se encargan de no hacer prisioneros. Parece que habéis conseguido asegurar un punto estratégico en Wano. ¡Bien por vosotros!
Por cierto, si a alguien le da por ponerse en contacto con el marine que tan bien respondió al código de Arthur, os dirá que se han avistado movimientos en las tropas que defienden la Capital de las Flores. Ha habido una reestructuración, extrayendo tropas de zonas cercanas para reforzar la zona de la capital más cercana a vosotros. ¿Habréis eliminado a la guarnición destinada a proteger dicha zona de un posible ataque del Gobierno Mundial? A saber.
- 14 - Ryuu:
- El camino es largo y tedioso, pero avanzáis sin complicaciones hasta el sur. No encontráis caravanas de refugiados, aunque sí varios carros volcados y valiosas pertenencias de gente que las tuvo que abandonar, pero afortunadamente no hay cadáveres. O por desgracia, la verdad es que no tengo muy claro si sería más apaciguador tener noticias... El caso es que, aunque te encuentras pisadas que llevan a los puertos, también te topas con bastantes huellas confusas que puedes imaginar se deben a un forcejeo, o a que estaban arrastrando a alguien. De todos modos, hay bastantes de estas que conducen en una dirección: Udon. Por el otro lado, podría parecer que los refugiados habrían llegado hasta el suroeste, donde muy a lo lejos puedes oír disparos y ruidos de una batalla.
Si sigues con este camino te toparás con Vile y Nox enzarzados en una batalla en medio de un pueblo portuario. Si por la contra eliges hacer otra cosa... Quién sabe.
Katharina von Steinhell
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Miró con ojos curiosos el texto que sostenía en la mano. «¿La fe de Amateratsu en Fuji…?», se preguntó. Recordaba a la perfección el mapa de Wano que le había mostrado Ivan hacía unas semanas: no había ninguna región que llevase ese nombre. ¿Sería una localidad menor ubicada más al interior…? De momento, lo único que tenía claro era que tanto ese sitio como el libro eran de una época muy antigua. Ahora, podía pasarse el mes entero tirando posibilidades al aire sobre la verdad de los túneles y sus estancias, pero había cuestiones más importantes de las que ocuparse. El libro, por otra parte, le tomaría un buen tiempo estudiarlo. Lo dejaría para otro momento; había una guerra que ganar.
La transfiguración de la roca fue un proceso ruidoso pero necesario, pues era la única manera viable de hallar las Voces. Era inteligente asumir que estas se habían percatado del ruido, después de todo, estaban en un sitio tan silencioso que incluso el fluir del agua parecía un concierto de ópera. Algo no andaba bien. «Si fuesen meros supervivientes, se habrían movido nada más escuchar el ruido; intentarían huir lo más deprisa posible». Lo único que tenía claro era que debía tener cuidado.
—¿Y acaso no estamos solucionando el problema? —le respondió Katharina con una sonrisa divertida—. Según como lo veo yo, estamos siguiéndole el paso a los piratas que masacraron el pueblo de arriba. Venga, vamos a por esos truhanes.
«No puedo creer que haya usado esa palabra tan pasada de moda…», pensó para sí misma sin intenciones de ocultar una mueca de asco y entonces hizo desaparecer los portales.
Inmediatamente aguzó el oído cuando comenzó a escuchar una conversación. «¿Quién se arrojaría a un pozo sin saber cuán profundo es? Dudo que haya alguien tan idiota como para… Espera, tenemos a Inosuke. Aunque él no necesita respirar, creo…». Pichuru no parecía un nombre local, aunque podía tratarse de un sobrenombre. ¿Serían padre e hija? ¿Abuelo y nieta? Con el ceño arrugado, Katharina posó su mantra sobre los desconocidos para ver cuán fuertes eran. Si bien había muy pocas personas en el mundo entero capaces de darle problemas, no era lo mismo para Alexandra. La mujer aún estaba “floreciendo”, aunque para otros más bien estaba con un dedo ya en la tumba…
Se aseguró de grabar el camino recorrido en su mente y tomó la delantera. De acuerdo a la conversación que escuchó, tal vez la extraña pareja conocía los túneles. Las sospechas de Katharina se volvieron aún más reales cuando llegó a una estancia iluminada. Había comida fresca, muebles en buen estado e incluso camas. «No son supervivientes de la masacre ni parecen estar huyendo», reflexionó la bruja. Observó los túneles que había en la habitación. Tenía sentido que uno conectara con la bóveda principal, sin embargo, los otros dos…
—¿Tú crees que esta gente está huyendo de los piratas? Yo creería cualquier cosa menos eso —le dijo la hechicera—. Ya me lo contarán ellos mismos cuando les pregunte. Intenta no quedarte muy atrás, Alexandra.
Con la intención de alcanzar lo antes posible a la pareja, Katharina echó a correr orientada de acuerdo a la posición de las Voces. Giró en el túnel y, en caso de que este fuera recto, realizaría un movimiento instantáneo para interceptarles el paso. Ahora bien, si lo conseguía… Una charla amigable estaría bien ¿no?
—Todo un pueblo ha sido masacrado y por el momento ustedes dos son mis principales sospechosos, aunque no les haré daño a menos que sea estrictamente necesario —les mencionaría con la mano puesta en la empuñadura de Fushigiri—. ¿Quiénes son? ¿Y qué es este lugar?
La transfiguración de la roca fue un proceso ruidoso pero necesario, pues era la única manera viable de hallar las Voces. Era inteligente asumir que estas se habían percatado del ruido, después de todo, estaban en un sitio tan silencioso que incluso el fluir del agua parecía un concierto de ópera. Algo no andaba bien. «Si fuesen meros supervivientes, se habrían movido nada más escuchar el ruido; intentarían huir lo más deprisa posible». Lo único que tenía claro era que debía tener cuidado.
—¿Y acaso no estamos solucionando el problema? —le respondió Katharina con una sonrisa divertida—. Según como lo veo yo, estamos siguiéndole el paso a los piratas que masacraron el pueblo de arriba. Venga, vamos a por esos truhanes.
«No puedo creer que haya usado esa palabra tan pasada de moda…», pensó para sí misma sin intenciones de ocultar una mueca de asco y entonces hizo desaparecer los portales.
Inmediatamente aguzó el oído cuando comenzó a escuchar una conversación. «¿Quién se arrojaría a un pozo sin saber cuán profundo es? Dudo que haya alguien tan idiota como para… Espera, tenemos a Inosuke. Aunque él no necesita respirar, creo…». Pichuru no parecía un nombre local, aunque podía tratarse de un sobrenombre. ¿Serían padre e hija? ¿Abuelo y nieta? Con el ceño arrugado, Katharina posó su mantra sobre los desconocidos para ver cuán fuertes eran. Si bien había muy pocas personas en el mundo entero capaces de darle problemas, no era lo mismo para Alexandra. La mujer aún estaba “floreciendo”, aunque para otros más bien estaba con un dedo ya en la tumba…
Se aseguró de grabar el camino recorrido en su mente y tomó la delantera. De acuerdo a la conversación que escuchó, tal vez la extraña pareja conocía los túneles. Las sospechas de Katharina se volvieron aún más reales cuando llegó a una estancia iluminada. Había comida fresca, muebles en buen estado e incluso camas. «No son supervivientes de la masacre ni parecen estar huyendo», reflexionó la bruja. Observó los túneles que había en la habitación. Tenía sentido que uno conectara con la bóveda principal, sin embargo, los otros dos…
—¿Tú crees que esta gente está huyendo de los piratas? Yo creería cualquier cosa menos eso —le dijo la hechicera—. Ya me lo contarán ellos mismos cuando les pregunte. Intenta no quedarte muy atrás, Alexandra.
Con la intención de alcanzar lo antes posible a la pareja, Katharina echó a correr orientada de acuerdo a la posición de las Voces. Giró en el túnel y, en caso de que este fuera recto, realizaría un movimiento instantáneo para interceptarles el paso. Ahora bien, si lo conseguía… Una charla amigable estaría bien ¿no?
—Todo un pueblo ha sido masacrado y por el momento ustedes dos son mis principales sospechosos, aunque no les haré daño a menos que sea estrictamente necesario —les mencionaría con la mano puesta en la empuñadura de Fushigiri—. ¿Quiénes son? ¿Y qué es este lugar?
- Resumen:
- Tratar de interceptarle el paso a la pareja y hacerles unas preguntas. Todo friendly.
Prometeo
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Prometeo entendía en cierta parte la postura del samurái, es decir, sólo era un extranjero que se estaba involucrando demasiado en asuntos peligrosos y llenos de incertidumbre. Probablemente buscar a Hitomi-sama en medio de una guerra no era la opción más acertada, de hecho, ni siquiera era un plan elaborado ni inteligente, pero era mejor que quedarse de brazos cruzados esperando un milagro. Sí, los milagros sucedían durante las guerras, sin embargo, era como había dicho el oficial Sumisu.
Hubo un incómodo momento de silencio en el que los samuráis intercambiaron miradas cargadas de duda hasta que finalmente uno de ellos habló. Prometeo se giró para ver al hombre que había hablado y le miró confuso. ¿Peinar la zona sur…? ¿Qué? Si bien no conocía todo el mundo, estaba bien seguro de que no había ninguna peineta tan grande como para usarla en una región completa. ¿Y por qué iban a peinar la zona cuando debían buscar a Hitomi-sama? ¡Oh, espera, lo pillaba! Estaba usando una metáfora, ¿no? O algo así. Bastante difícil de pillar, ¿eh?
Tenía la impresión de que nadie hacía caso al señor Masahisa: hablaba y nadie le escuchaba. Jamás había conocido a nadie que tuviera tan poca autoridad… Incluso el hombre de la túnica le llamó «viejo» sin ningún reparo. Quizás no era la forma adecuada de hacérselo ver, pero el guerrero tenía razón: el señor Masahisa estaba obsesionado con un plan que probablemente no funcionaría. Había anunciado más de una vez que encontrar a Hitomi-sama era fundamental para Wano, sin embargo, lo único que hacía era colocar trabas para su búsqueda. Que si la guerra, que si la región es muy grande, que si esto y lo aquello… Un líder no debía tener una personalidad tan derrotista, creía Prometeo.
Antes de abandonar la taberna el revolucionario le dio su número de contacto al señor Masahisa y le deseó buena suerte. Prometeo no creía en esas cosas, pero los humanos tendían a decirlo.
—Soy Prometeo, por cierto —se presentó ante los samuráis, esperando que ellos hicieran lo mismo—. Gracias por acompañarme.
El revolucionario pasaría a transformarse en un imponente fénix, un ave de plumaje celeste y fuego cálido bañando su cuerpo. Una vez los guerreros estuvieran en su lomo echaría a volar a un ritmo constante en dirección a donde los samuráis le indicasen. No volaría a máxima velocidad (no quería cansarse demasiado), además así podría inspeccionar mejor el terreno con su prodigiosa vista de pájaro.
—¿Cómo es Hitomi-sama? —preguntaría entonces, refiriéndose a los rasgos físicos de esta—. ¿Y por qué es la esperanza de Wano?
Hubo un incómodo momento de silencio en el que los samuráis intercambiaron miradas cargadas de duda hasta que finalmente uno de ellos habló. Prometeo se giró para ver al hombre que había hablado y le miró confuso. ¿Peinar la zona sur…? ¿Qué? Si bien no conocía todo el mundo, estaba bien seguro de que no había ninguna peineta tan grande como para usarla en una región completa. ¿Y por qué iban a peinar la zona cuando debían buscar a Hitomi-sama? ¡Oh, espera, lo pillaba! Estaba usando una metáfora, ¿no? O algo así. Bastante difícil de pillar, ¿eh?
Tenía la impresión de que nadie hacía caso al señor Masahisa: hablaba y nadie le escuchaba. Jamás había conocido a nadie que tuviera tan poca autoridad… Incluso el hombre de la túnica le llamó «viejo» sin ningún reparo. Quizás no era la forma adecuada de hacérselo ver, pero el guerrero tenía razón: el señor Masahisa estaba obsesionado con un plan que probablemente no funcionaría. Había anunciado más de una vez que encontrar a Hitomi-sama era fundamental para Wano, sin embargo, lo único que hacía era colocar trabas para su búsqueda. Que si la guerra, que si la región es muy grande, que si esto y lo aquello… Un líder no debía tener una personalidad tan derrotista, creía Prometeo.
Antes de abandonar la taberna el revolucionario le dio su número de contacto al señor Masahisa y le deseó buena suerte. Prometeo no creía en esas cosas, pero los humanos tendían a decirlo.
—Soy Prometeo, por cierto —se presentó ante los samuráis, esperando que ellos hicieran lo mismo—. Gracias por acompañarme.
El revolucionario pasaría a transformarse en un imponente fénix, un ave de plumaje celeste y fuego cálido bañando su cuerpo. Una vez los guerreros estuvieran en su lomo echaría a volar a un ritmo constante en dirección a donde los samuráis le indicasen. No volaría a máxima velocidad (no quería cansarse demasiado), además así podría inspeccionar mejor el terreno con su prodigiosa vista de pájaro.
—¿Cómo es Hitomi-sama? —preguntaría entonces, refiriéndose a los rasgos físicos de esta—. ¿Y por qué es la esperanza de Wano?
- Resumen:
- Echar a volar y hacer un par de preguntas.
Maki
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¿Por qué tendría Nigiri un libro tan aburrido? No había dibujos ni chistes ni nada, lo cual era raro en un libro perteneciente a un Makintosh. Sin embargo, le daría una oportunidad. Las novelas sobre piratas siempre le habían gustado, ya desde que su madre le leyera El tesoro de la isla cuando se ponía enfermo. Esperaba que las aventuras de los Kepler fuesen igual de entretenidas.
Mientras el Derian I, lleno hasta los topes de espíritu y cuerpos revolucionarios, recorría Wano a toda pastilla, Maki empezó a pasar páginas al azar. Empezó a leer por el día mil siete, porque los primeros mil capítulos siempre eran puro relleno, como todo el mundo sabía, y se encontró con una mención a la Armada. ¡Qué guay, una novela basada en hechos reales! A ver si aparecía también su nombre...
-Oh, Shakespeare, ojalá pudieras leerme...
-Estoy aquí, señor, ya he vuelto de mear -dijo Shakespeare, el cojo barbudo que Maki había contratado como cuentacuentos para la guardería de los Centellas. Lo había recogido de la calle gracias a su deliciosa voz, mucho mejor que su escaso talento para robar bolsos a ancianas. Ahora se reformaba con un trabajo honrado. Aunque como ninguno de los Centellas tenía hijos, pues le leía a él.
-Genial. Pon las voces de los personajes.
Pero no pudieron avanzar mucho en la lectura, porque el Derian I embistió a otro vehículo, también bien cargadito de pasajeros y lo dejó siniestro total.
-No me lo puedo creer -protestó Maki soltando el Aro de Control, apagando el motor y bajando a tierra-. ¿Cómo de grande es esta isla? Enorme, ¿verdad? ¡Si no hay nada más aquí! Y vamos y chocamos. Ya hay que tener mala suerte.
Ignorando las advertencias de algunos de sus subordinados sobre el papeleo del seguro de accidentes de la Revolución, echó un vistazo al tremendo destrozo que era el carruaje.
-A ver... Eso tiene arreglo, ese palo ya estaba suelto, el techo está mejor así, esto... Esto no sé lo que es. Esa rueda no necesita estar entera, se puede poner en un momento. Y ese pobre tipo que hay ahí debajo estaba muerto ya de antes, ¿verdad? Tiene pinta. Pues parece que está todo más o menos bien.
-El gallo no lo cubre el seguro, señor -puntualizó Ibar.
-Maldición.
Ahora tendrían que pagar una penalización. Y ya había dilapidado el presupuesto mensual en las camisetas conmemorativas y en la chaquetilla de punto gigante para que su transporte no pasara frío. Necesitaba algo para salir del paso, una estrategia sesuda y meditada.
Ordenó que fuesen arrancando.
-¡Muy bien, escuchad, civiles accidentados! -declamó con su mejor voz de barítono-. ¡Habéis sido arrollados en nombre de la Causa, todo por un bien mayor! ¡Recordad este momento como aquel en el que ayudasteis al Ejército Revolucionario a traer la justicia a este páramo capitalista y mortal!
De fondo, los sonidos ahogados de motor que Cecilia la Floja no conseguía poner en marcha. Había pensado subirse en marcha y dejar a esos desconocidos pasmados con su pasional discurso rebelde, pero el momento estaba pasando totalmente. De hecho, ni siquiera recordaba que no había puesto escalerilla al barco, así que tuvo que trepar por una de las grandes ruedas. Por si fuera poco, se le subió la camiseta y la panza se le pringó de toda la guarrada que llevaba el neumático. Tras un largo minuto bastante poco digno, arrancó personalmente.
-¡Adiós, buenas gentes! ¡La Revolución os da las gracias!
El Derian I se quedó en el sitio, lastrado por los trozos del carruaje que había atropellado. Maki suspiró, resignado. No le iba a quedar más remedio.
-Está bien, si quitáis todo eso de ahí os acercamos a la capital. Aún queda sitio por ahí atrás si quitáis las mantas viejas.
Mientras el Derian I, lleno hasta los topes de espíritu y cuerpos revolucionarios, recorría Wano a toda pastilla, Maki empezó a pasar páginas al azar. Empezó a leer por el día mil siete, porque los primeros mil capítulos siempre eran puro relleno, como todo el mundo sabía, y se encontró con una mención a la Armada. ¡Qué guay, una novela basada en hechos reales! A ver si aparecía también su nombre...
-Oh, Shakespeare, ojalá pudieras leerme...
-Estoy aquí, señor, ya he vuelto de mear -dijo Shakespeare, el cojo barbudo que Maki había contratado como cuentacuentos para la guardería de los Centellas. Lo había recogido de la calle gracias a su deliciosa voz, mucho mejor que su escaso talento para robar bolsos a ancianas. Ahora se reformaba con un trabajo honrado. Aunque como ninguno de los Centellas tenía hijos, pues le leía a él.
-Genial. Pon las voces de los personajes.
Pero no pudieron avanzar mucho en la lectura, porque el Derian I embistió a otro vehículo, también bien cargadito de pasajeros y lo dejó siniestro total.
-No me lo puedo creer -protestó Maki soltando el Aro de Control, apagando el motor y bajando a tierra-. ¿Cómo de grande es esta isla? Enorme, ¿verdad? ¡Si no hay nada más aquí! Y vamos y chocamos. Ya hay que tener mala suerte.
Ignorando las advertencias de algunos de sus subordinados sobre el papeleo del seguro de accidentes de la Revolución, echó un vistazo al tremendo destrozo que era el carruaje.
-A ver... Eso tiene arreglo, ese palo ya estaba suelto, el techo está mejor así, esto... Esto no sé lo que es. Esa rueda no necesita estar entera, se puede poner en un momento. Y ese pobre tipo que hay ahí debajo estaba muerto ya de antes, ¿verdad? Tiene pinta. Pues parece que está todo más o menos bien.
-El gallo no lo cubre el seguro, señor -puntualizó Ibar.
-Maldición.
Ahora tendrían que pagar una penalización. Y ya había dilapidado el presupuesto mensual en las camisetas conmemorativas y en la chaquetilla de punto gigante para que su transporte no pasara frío. Necesitaba algo para salir del paso, una estrategia sesuda y meditada.
Ordenó que fuesen arrancando.
-¡Muy bien, escuchad, civiles accidentados! -declamó con su mejor voz de barítono-. ¡Habéis sido arrollados en nombre de la Causa, todo por un bien mayor! ¡Recordad este momento como aquel en el que ayudasteis al Ejército Revolucionario a traer la justicia a este páramo capitalista y mortal!
De fondo, los sonidos ahogados de motor que Cecilia la Floja no conseguía poner en marcha. Había pensado subirse en marcha y dejar a esos desconocidos pasmados con su pasional discurso rebelde, pero el momento estaba pasando totalmente. De hecho, ni siquiera recordaba que no había puesto escalerilla al barco, así que tuvo que trepar por una de las grandes ruedas. Por si fuera poco, se le subió la camiseta y la panza se le pringó de toda la guarrada que llevaba el neumático. Tras un largo minuto bastante poco digno, arrancó personalmente.
-¡Adiós, buenas gentes! ¡La Revolución os da las gracias!
El Derian I se quedó en el sitio, lastrado por los trozos del carruaje que había atropellado. Maki suspiró, resignado. No le iba a quedar más remedio.
-Está bien, si quitáis todo eso de ahí os acercamos a la capital. Aún queda sitio por ahí atrás si quitáis las mantas viejas.
- Resumen:
- Ofrecerse a llevar a sus pobres accidentados para evitar demandas.
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